Neurosis

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Acerca del niño, un sujeto a advenir

BERNARDO JURUN
Para comenzar este trabajo sería conveniente comentar cómo se realizó el dispositivo del
cartel. Siento que fue una experiencia distinta e interesante, ya que fue la primera vez en
toda la carrera universitaria en que se trabaja de tal forma, con un compromiso y una suerte
de especialización sobre la temática elegida, en este caso, la clínica con niños.
Me resultó de suma utilidad la modalidad del dispositivo, porque al trabajar los primeros
recorridos teóricos en forma grupal pudimos debatir y dialogar acerca del material que nos
convoca y de esa forma los conocimientos se adquieren con mayor facilidad y, además, se
produce un enriquecimiento desde lo productivo que puede no darse si se trabaja de manera
individual. Nuestro grupo se reunió varias veces, leyendo y analizando grupalmente los
textos elegidos acerca del tema que nos aúna.
Si bien cada integrante del grupo tiene sus motivos para agruparse en este cartel, en lo
personal la clínica con niños me despierta un interés y una conexión particular con la
práctica analítica, ya que si bien Freud no pensó el psicoanálisis con el fin de atender a
niños, es cierto que la dinámica del análisis, si todas las condiciones lo posibilitan, siempre
remite a la infancia del sujeto; es decir que la infancia se presenta como un momento
fundamental en la estructuración del desarrollo psíquico, y entonces me resulta interesante
preguntarme por qué la niñez es tan fundante en la subjetividad de todo ser hablante.
Quizás, para esto, no haya más que recurrir a textos de Freud y de Lacan que expongan
todo el desarrollo psíquico que el niño adquiere desde ya antes de nacer, al insertarse en un
mundo parlante, un mundo de lenguaje que lo baña y lo va constituyendo. Muchos son los
avatares que el niño recorre en su formación, desde el puro placer satisfactorio hasta las
pérdidas constituyentes del psiquismo, y que hacen pensar la complejidad del desarrollo
humano a nivel psíquico.
Por eso, el análisis de cualquier ser hablante convoca a que el paciente hable de sus
relaciones tempranas, con esos Otros con los que se relacionó y que fundaron su vida
anímica. Nadie puede escapar de esta realidad psíquica ya que todos necesitamos como
seres indefensos al nacer de alguien que nos auxilie, nadie es un ser autómata que puede
subsistir y desarrollarse sin el Otro, y su consecuente deseo, al menos desde la condición
humana. Es aquí que la niñez nuevamente se presenta como relevante en el análisis, como
un lugar por el que necesariamente el sujeto historiza en sus sesiones.
Ahora bien, el psicoanálisis bien se ocupa de explayarse acerca de la dinámica y todo lo
que acontece en el análisis con los pacientes adultos, pero poco se sabe quizás sobre cómo
desempeñarse en el caso de que esos pacientes sean niños, chicos de temprana edad que son
traídos al consultorio, en general por sus padres, debido a una preocupación que,
mayoritariamente, les afecta a ellos, narcisisticamente, o a una institución que los deriva, tal
es el caso de la escuela, por ejemplo.
Por eso, me surge el interrogante de qué se trata la clínica con niños, cómo proceder en la
sesión con ellos y de qué manera trabajar sin que los padres intervengan demasiado en cada
sesión. Por tal razón, voy a recurrir a los aportes de diversos autores para que nos permitan
esclarecer un poco estas preguntas.

Quizás sea conveniente comenzar con una definición de infancia que Cristina Savid retoma
del texto “Tres ensayos” donde Freud la define como un tiempo anterior, prehistórico, que
oculta los comienzos de la vida sexual; aunque simultáneamente, diga, en la Conferencia
23, que la neurosis infantil es una neurosis de la primera época y que es consecuencia del
encuentro con la sexualidad, como toda neurosis.
La misma autora hace un recorrido de los acontecimientos a nivel psíquico que le ocurren
al niño desde antes de nacer y además, pone su acento en la función que la madre habilita
acerca del Nombre del Padre. Tal operación hace que el niño instaure a su padre como
Nombre a través de la madre, es ella quien lo inscribe en un lugar simbólico. Por eso, para
que un niño abandone el lugar de objeto hablado por Otro, propio de la díada madre-hijo,
“habrá que invitarlo a participar de un linaje, una cadena de transmisión generacional que
garantice la exogamia, y así, la madre promueve la discontinuidad entre el cuerpo suyo y el
de su hijo”.[1] Resulta de suma importancia que la madre habilite este lugar, que le [1] Resulta de suma importancia que
la madre habilite este lugar, que le de el espacio al niño para poder ingresar a la cultura de
la mano del Nombre del Padre; es decir que es fundamental habilitar estos espacios desde el
lado materno para el advenimiento del sujeto; se trata de establecer separaciones, hiancias
que son concomitantes del desarrollo anímico. Separaciones que bien se pueden visualizar
en el análisis con niños, donde los padres se resisten a dejar solos a sus hijos con el
profesional.
A propósito de lo anterior, Rodulfo se ocupa de señalar que al niño se le asigna un lugar
dentro del mito familiar, entendiendo a este último como un conjunto de significantes que
lo preexisten y marcan su subjetividad, es decir, ciertas concepciones, de alguna manera
heredadas, que ya antes de nacer hacen que el chico sea deseado, pensado, nombrado e
idealizado por sus padres desde su propio narcisismo. Se le depositan significaciones que
parten del Otro. Así, los niños habitan un mito, estando dentro de una historia familiar que
los preexiste y, por ende, los determina. Desde este mismo mito, el niño aprehende sus
significantes.[2]
Evidentemente, la clínica con niños supone involucrase de otra manera y establecer otro
tipo de vínculo y de transferencia que con los adultos, al no estar toda su subjetividad
desarrollada y al no contar con un discurso de parte del paciente que posibilite cumplir con
la regla de la asociación libre. Por ello, el juego resulta una herramienta fundamental como
analistas a la hora de trabajar con chicos; es un dispositivo básico que acompaña el
desarrollo de la constitución psíquica del niño. Es en el juego donde el analista puede
operar asociativamente y leer en él lapsus o actos fallidos que comete el niño.
Cristina Marrone comenta que el juego encuentra su basamento en la pérdida, el chico
pierde algo en su goce. Así, lo que el juego provoca es una pérdida, una separación con el
campo del Otro (quien en un principio alienó al niño y le otorgó su sentido); el juego
produce significantes que ahora no serán del Otro sino que le pertenecen al niño mismo.
Por eso, define al juego como “ese viaje que el niño efectúa de un Otro al otro”[3]. Aquí
esta la dimensión de la pérdida, una separación del campo del Otro que es posibilitada
mediante el juego. Lo lúdico deja marca en la subjetividad del niño a través de
representaciones internas, haciendo a la constitución de su subjetividad. De esta manera, lo
que el juego produce, según esta autora, es un intervalo entre el sujeto y el Otro.
En relación a esto, el proceso del fort-da sirve para pensar los aconteceres que el niño

[1] Resulta de suma importancia que la madre habilite este lugar, que le

[
experimenta en relación a la separación de su madre, el despliegue de esa presencia-
ausencia que se presenta como constituyente de su aparato anímico, donde el niño
reproduce en la experiencia de arrojar y recoger el carretel el momento de separación con
su madre. Es aquí donde el juego se visualiza como un acto que reproduce lo que al chico le
acontece en su vida anímica.
Quien también se ocupa del juego es Winnicott. Para este autor la experiencia cultural del
niño es entendida como la ampliación de la idea de los fenómenos transicionales y del
juego, es decir, que es el espacio potencial que existe entre el individuo y el ambiente, y
empieza con el vivir creador del chico, cuya primera manifestación es el juego. “Todo lo
que sucede en el juego se ha hecho antes, sentido antes, olido antes, y cuando aparecen
símbolos específicos de la unión del bebé y la madre (objetos transicionales), dichos
objetos fueron adoptados, no creados. Pero para el bebé (si la madre ofrece las condiciones
correctas) cada uno de los detalles de su vida es un ejemplo de vivir creador. Cada objeto es
un objeto hallado. Si se le ofrece la posibilidad, el bebé empieza a vivir de manera
creadora, y a usar objetos reales para mostrase creativo en y con ellos. Si no se le da la
posibilidad no podrá jugar o tener experiencias culturales”.[4] Señala que el objeto es un
símbolo de la unión del bebé junto a su madre, y entiende que el objeto transicional del
niño es la primera posesión no-yo, y es la primera utilización de un símbolo y su primera
experiencia de juego.
De esta manera se toma el juego como un aspecto creativo en el que el niño reproduce en
análisis las marcas psíquicas de sus relaciones tempranas; siempre en cuando, como se dijo
anteriormente, la madre posibilite las condiciones subjetivas para que en él se pueda
producir el juego.

En relación a las entrevistas preliminares que ocurren en análisis, Ilda Levin señala que
cuando la entrevista es con niños, el juego, el dibujo y los silencios incluso, pueden mostrar
cuál es el problema desde el punto del chico, si se está dispuesto a escuchar su padecer.
Retoma a Lacan, en “Las dos notas sobre el niño”, donde se refiere al mismo como síntoma
de la estructura familiar. Levin afirma que se debe escuchar qué lugar ocupa el niño en la
fantasmática materna y paterna. “Las entrevistas preliminares y las que convocamos
durante el tratamiento deben poder recuperar para cada sujeto las proyecciones sintomáticas
que aprisionan al niño a tener que representar determinado papel en la configuración
familiar de deseos y de goces bajo el modo de síntomas”[5].
Se trata de que los infantes no sigan funcionando como referentes de la queja paterna, y que
puedan surgir en análisis las preguntas por la posible responsabilidad de cada uno en los
problemas que aquejan al chico.
Es importante destacar que los analistas que trabajan con niños deben tener en cuenta que
los motivos por los que los padres consultan no necesariamente coinciden con los motivos
del niño. Los chicos deben poder elegir y hallar las maneras de mostrar si quiere o no
atender sus problemas.
Desde los primeros encuentros con el niño se trata de instalar un marco donde el analista se
debe abstener de interpretar y otorgar sentido demasiado pronto, y por lo tanto, el juego,
dibujo, el hablar y los silencios son recibidos como un síntoma o como si se relatase un
sueño; por eso, es preciso no tomar en consideración lo que ve o lo que le parece acerca del
[

[
dibujo o juego sino tomarlos en su dimensión enigmática. Por eso Levin propone considerar
al dibujo como un jeroglífico, una letra que está ahí para ser leída, pero cuya significación e
interpretación en principio se desconoce.
Relacionado a la esto, Beatriz Janin dice que “en las entrevistas preliminares se va
esbozando quién pide y qué es lo que pide, quién sufre y de qué conflictos se trata”.[6]
Señala algunos ítems a tener en cuenta, como los siguientes:
cuando se consulta por un niño no se sabe en realidad por quién se consulta.
Los que piden la consulta están involucrados en aquello de lo que hablan.
Los que consultan siempre piden algo para ellos mismos.
Mayoritariamente aparecerán otras cuestiones distintas al motivo de consulta que llevarán a
que el niño sea ubicado de una determinada manera.
De estos señalamientos se desprende que siempre la subjetividad propia de los padres no se
aparta tan fácilmente en análisis, es decir que cuestiones de tipo narcisitas e intereses de los
mismos padres son las que muchas veces se ponen en juego en la clínica con niños, al
esperar de su hijo el cumplimiento de sus ideales y la realización de sus propios deseos.
Coincidiendo con la autora anterior, Janin considera que se le debe ofrecer el material
adecuado para que el niño despliegue su dinámica en el análisis, es decir, hacer cosas con la
que puedan dibujar, jugar u otro acto simbólico. El psicólogo debe mostrarse dispuesto a
escucharlo, a meterse en su mundo y tomar en serio lo que el chico enuncia, ya que los
niños hablan de su sufrimiento del modo en que pueden, en tanto haya alguien que esté
dispuesto a escucharlos. El chico va a contar sus pareces del modo en que pueda, ya sea
dibujando, hablando o jugando, por eso el juego se presenta no como un objetivo sino como
un medio para desplegar sus acontecimientos psíquicos.
Además, es cierto y necesario que la transferencia se ponga en juego; así, el niño investirá a
la figura del analista, o despertará en él recortes de su propia infancia; jugará con él
acercamientos y distancias, repetirá historias pasadas, y desplazará sobre el psicólogo
ciertos personajes de su vida.
A propósito del aspecto transferencial, según Ferrari, lo particular de la posición del
analista de niños es tener que vérselas con dos demandas, la dirigida desde el lugar de los
padres, que llevan a su hijo a consulta, y la que parte desde del mismo niño. Ésta última es
fundamental para el establecimiento transferencial, que es necesario a fin de que el análisis
sea posible.
Tal como sucede con los adultos, en el caso de los chicos, la transferencia “se trabaja
apostando a la constitución la neurosis de transferencia, para sostener ese lugar que Lacan
formaliza como Sujeto Supuesto al Saber”[7], o sea, que el analista va a soportar el lugar de
Otro de la transferencia.
Es decir que hay doble juego transferencial, con el niño y con los padres, que el analista no
puede perder de vista. También es importante destacar que pueden surgir obstáculos para la
dirección de la cura en la transferencia, donde el psicólogo se encuentra en determinadas
encrucijadas debido a que se presentan resistencias del propio niño a concurrir a análisis, ya
sea porque se aburre, porque prefiere hacer otra cosa o porque se enoja con el analista. Pero
además existen los planteos, quejas o demandas desde el lado de los padres, o de la
institución escolar, que pueden llevar a la interrupción del análisis, ya se trate de temas de
honorarios, de horarios, de sobrecarga de actividades para el niño, de intolerancia o
[

[
impaciencia para visualizar resultados de una mejoría. Estos aspectos que hacen a la
transferencia no quedan por fuera de teparia, sino que son cuestiones a leer, a interpretar.
Por lo tanto los obstáculos y la transferencia misma involucran estos dobles aspectos de
parte del niño mismo y también de parte de los padres.

Evidentemente, la infancia es un momento fundamental en la constitución psíquica. El ser


humano necesita de Otro que lo asista desde su deseo, Otro que se revela como
imprescindible en su desarrollo anímico ya que no somos seres autómatas ni totales sino
sujetos en abertura[8]. La niñez resulta concomitante con el deseo materno, ese deseo que
determina al niño desde temprana edad y dirige toda su formación. Así, la clínica con niños
necesariamente va a implicar el paso por el lugar que ocupa el chico en el deseo materno y
en la estructura y dinámica familiar; es importante que la madre de lugar y habilite ciertos
espacios para la subjetivación de ese niño.
Siempre el análisis va a ir acompañado de los mitos familiares, el niño va a estar precedido
por eso. Además, en la clínica con niños el juego se presenta como un acto creativo que
realiza el chico para desplegar en análisis la reproducción de sus relaciones tempranas, tal
como ocurre cuando el niño se separa de su madre y de esta manera se plasma en lo lúdico
algo del acontecer psíquico.
De tal forma, el niño, con los elementos a su alcance, entiéndase, la palabra, el juego, el
dibujo, u otro acto simbólico va a poner de manifiesto aquello que vivió en su historia
personal; allí es donde el analista debe pesquisar estas producciones inconcientes y trabajar
en relación a ello, más allá de los obstáculos y los impedimentos que puedan presentarse en
terapia, para la dirección de la cura.
Bibliografía

Ferrari, Marité: “Transferencia como condición y como obstáculo en la dirección de la


cura”. Blog: http://clinicayactualidad.blogspot.com/. Fuente: Psicomundo. Seminario: La
dirección de la cura en el análisis con niños. 30 de junio de 2008.
Freud, Sigmund: “Introducción del narcisismo”. Tomo XIV. Capítulo 2. Primera Edición.
Bs As. Editorial Amorrortu. 1985.
Freud, Sigmund: “Mas allá del principio de placer”. Tomo XVII. Capítulo 2. Primera
Edición. Bs. As. Editorial Amorrortu. 1985.
Janin, Beatriz: “Abriendo el juego”. Suplemento Actualidad Psicológica.
Marrone, Cristina: “El juego, una deuda del psicoanálisis”. Capítulo 1 y 2. Editorial Lazos.
Buenos Aires. 2005.
Lacan, Jaques: “Introducción al Gran Otro”. Primera Edición. Buenos Aires. Editorial
Paidós. 1983
Levin, Ilda: “Entrevistas preliminares con niños y adolescentes: su función en la clínica
hoy”. Suplemento Actualidad Psicológica.
Rodulfo, Ricardo: “El niño y el significante”. Editorial Paidós. Buenos Aires. 1993.
Savid, Cristina: “Aun… La infancia”. Clínica Psicoanalítica con niños. Jornadas
Académicas 2003. Rosario. UNR. 2004.Winnicott, Donald: “Realidad y juego”. Capítulo 7:
“La ubicación en la experiencia cultural. Primera Edición. Bs. As. Editorial Gedisa. 20
[1]
[1] Savid, C.: “Aun… La infancia”. Clínica Psicoanalítica con niños. Jornadas
[

[1]
Académicas 2003. Rosario. UNR. 2004.
[2] Rodulfo, R. “El niño y el significante. Un estudio sobre las funciones del jugar en la constitución temprana”. Capítulo 1. Tercera Edición. Editorial Paidós.
Buenos Aires. 1993.
[2] Rodulfo, R. “El niño y el significante. Un estudio sobre las funciones del
jugar en la constitución temprana”. Capítulo 1. Tercera Edición. Editorial Paidós. Buenos
Aires. 1993.
[3] Marrone, C. “El juego, una deuda del psicoanálisis”. Capítulo 2.
[3] Marrone, C. “El juego, una deuda del
psicoanálisis”. Capítulo 2. Pág 38. Editorial Lazos. Buenos Aires. 2005.
[4] Winnicott, D.: “Realidad y juego”. Capítulo 7: “La ubicación en la experiencia cultural”. Pág. 136. Primera Edición. Bs. As. Editorial
[4]
Winnicott, D.: “Realidad y juego”. Capítulo 7: “La ubicación en la experiencia cultural”.
Pág. 136. Primera Edición. Bs. As. Editorial Gedisa. 2002.
[5] Levin, I.: “
[5] Levin, I.: “Enrevistas preliminares con niños y adolescentes: su función en la
clínica hoy”. Suplemento Actualidad Psicológica.
[6]
[6] Janin, B. “Abriendo el juego”.Suplemento Actualidad Psicológica.
[7] Ferrari, M. Blog:
[7] Ferrari, M. Blog: http://clinicayactualidad.blogspot.com/. “Transferencia
como condición y como obstáculo en la dirección de la cura. Fuente: Psicomundo.
Seminario: La dirección de la cura en el análisis con niños. 30 de junio.
[8] Lacan, J. “Introducción al Gran Otro”. Edición Primera. Buenos Aires. Editorial Paidós. 1983.
[8] Lacan, J. “Introducción al
Gran Otro”. Edición Primera. Buenos Aires. Editorial Paidós. 1983.
Publicado por marite colovini en 6:04
Etiquetas: clinica con niños

[2] Rodulfo, R. “El niño y el significante. Un estudio sobre las funciones del jugar en la constitución
temprana”. Capítulo 1. Tercera Edición. Editorial Paidós. Buenos Aires. 1993.

[3] Marrone, C. “El juego, una deuda del psicoanálisis”. Capítulo 2.

[4] Winnicott, D.: “Realidad y juego”. Capítulo 7: “La ubicación en la experiencia cultural”. Pág.
136. Primera Edición. Bs. As. Editorial

[5] Levin, I.: “

[6]

[7] Ferrari, M. Blog:

[8] Lacan, J. “Introducción al Gran Otro”. Edición Primera. Buenos Aires. Editorial Paidós. 1983.

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