CUNTO Columpio - Con - Alas

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COLUMPIO CON ALAS

Textos de Monique Zepeda


Ilustraciones de Carlos Vélez
Monique Zepeda nació en la Ciudad de
México. Es psicoanalista, artista y escritora.
Siempre ha estado interesada en el mundo de
los niños: cómo piensan, cómo resuelven sus
problemas, y cómo buscan preguntas a la vez
que encuentran respuestas. Monique cree que los
adultos podemos aprender mucho de los niños,
por lo que se mantiene muy cerca de sus recuerdos
de la infancia. Es autora del libro de texto para 5º y
6º de primaria Salud integral para casi jóvenes y de más
de 20 libros para niños y maestros publicados por el
fce, Ediciones Castillo, sM y Alfaguara infantil, entre
otros: Nicolás dos veces, Salvavidas, Sentido contrario en
la selva, María la curandera, Adivina qué soñé, Las
piñatas, Ser chavo no es fácil, trucos para sobrevivir,
Toda la verdad y El cuaderno de Pancha. Fue ganadora
del Premio Barco de Vapor-conaculta en 2000
y 2005 y recibió el Premio canieM en 2008. Sus
libros Tigre callado y Kassunguilá fueron seleccionados
para la exposición White Raven en 2009. También
ha sido guionista en Radio Educación del programa
para niños Debajo de tu cama y colaboradora de la
sección Gente chiquita del periódico Reforma.
Columpio con alas
Instituto Nacional Electoral
Consejero Presidente
Dr. Lorenzo Córdova Vianello

Consejeras y Consejeros Electorales


Norma Irene De la Cruz Magaña
Dr. Uuk-kib Espadas Ancona
Dra. Adriana Margarita Favela Herrera
Mtro. José Martín Fernando Faz Mora
Carla Astrid Humphrey Jordan
Dr. Ciro Murayama Rendón
Mtra. Dania Paola Ravel Cuevas
Mtro. Jaime Rivera Velázquez
Dr. José Roberto Ruiz Saldaña
Mtra. Beatriz Claudia Zavala Pérez

Secretario Ejecutivo
Lic. Edmundo Jacobo Molina

Titular del Órgano Interno de Control


Lic. Jesús George Zamora

Director Ejecutivo de Capacitación


Electoral y Educación Cívica
Mtro. Roberto Heycher Cardiel Soto

Columpio con alas


Primera edición, 2016

Textos: Monique Zepeda


Ilustraciones: Carlos Vélez
Coordinación editorial: Teresa Vicencio Álvarez
Edición: Ana Arenzana
Investigación: María Elena Álvarez Bernal
Diseño: Juan José Colsa
Enlace editorial: José Raúl Uribe Carvajal

D.R. © 2016, Instituto Nacional Electoral


Viaducto Tlalpan núm. 100, esquina Periférico Sur
col. Arenal Tepepan, 14610, Ciudad de México

ISBN obra completa impresa: 978-607-9218-99-7


ISBN volumen impreso: 978-607-8510-25-2
ISBN obra completa electrónica: 978-607-8697-42-7
ISBN volumen electrónico: 978-607-8697-55-7
ISBN obra completa ePub: 978-607-8790-66-1
ISBN volumen ePub: 978-607-8790-83-8

Impreso en México/Printed in Mexico

Distribución gratuita. Prohibida su venta


Columpio con alas

Textos de Monique Zepeda


Ilustraciones de Carlos Vélez
Presentación
Columpio con alas es una propuesta literaria que, como parte de la colección Árbol, el Instituto Nacional Electoral
pone a disposición de niñas y niños con la intención de promover el gusto por la lectura a través de textos que
nos introducen en temas de formación ciudadana y valores democráticos.

Esta publicación se inscribe en el marco de la Estrategia Nacional de Cultura Cívica 2017-2023, que busca
contribuir al fortalecimiento de nuestra cultura cívica, reconociendo que es necesario generar las condiciones
para que las y los ciudadanos hagan suyo el espacio público y se conviertan en los actores principales de la vida
democrática.

Este volumen ofrece a las comunidades infantiles de todo el país un relato que nos coloca al centro de los
acontecimientos de un barrio que puede ser el entorno vecinal de cualquiera de nosotros. En este escenario, la
escritora Monique Zepeda y el ilustrador Carlos Vélez trazan un entramado en el cual los personajes enfrentan
dilemas y coyunturas que atañen a las posibles maneras en las que todos y cada uno pueden satisfacer sus necesidades
de esparcimiento; así, el parque recreativo y la cancha deportiva aparecen como espléndidas analogías de los espacios
en los que los miembros de una sociedad democrática deben aprender a convivir respetuosamente y a desarrollarse.

Con esta publicación dirigida particularmente a niñas y niños que cursan los primeros años de primaria,
queremos propiciar una reflexión en torno a los valores democráticos establecidos en nuestras leyes y asomarnos
así a la vigencia que estos valores demandan en nuestra propia interacción social. El relato pone de manifiesto la
importancia de comprometernos en el ejercicio de acciones concretas que fortalezcan nuestra vida en democracia
y que van mucho más allá de la participación en los procesos electorales.

Papás y maestros encontrarán en esta historia una herramienta valiosísima para acompañar a niñas y niños en
el proceso de distinguir las condicionantes de una sociedad que vive en democracia, tales como el respeto a la
pluralidad y a la diversidad, la participación, la inclusión y la no discriminación. Esta publicación es, ante todo, una
invitación a la lectura gozosa, es una oportunidad para reconocernos a través de los personajes que protagonizan
esta ficción y descubrir lo mucho que podemos hacer si encaminamos nuestros actos cotidianos a engrandecer
juntos la vida democrática que nuestra sociedad exige.
Burla, balonazo y algunas preguntas

Ramón patea la pelota contra la pared mientras espera a sus amigos. Le urge
que lleguen porque habían hecho un acuerdo con los vecinos: los niños podrían
usar la mitad de la cancha y los muchachos más grandes usarían la otra mitad
para practicar basquetbol, excepto el domingo que la usarían todos los que
tienen patines o patineta.

El acuerdo ha funcionado muy bien, pero ese día Ramón no quiere


desperdiciar ni un instante del tiempo que les toca porque no estarán los
grandes y así podrán aprovechar la cancha entera, con lo que el partido se
pondrá más emocionante.

Allá, a lo lejos, pasa Alejandra con su hermana pequeña.

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Ramón le hace una seña de saludo con la mano. Alejandra baja la cabeza; pasear con
su hermana no es algo que le sea fácil: no hay manera de acostumbrarse a las miradas
y, a veces, a los cuchicheos o las burlas.

Ale y Sofía se cruzan con los compañeros de Ramón, que llegan dispuestos a
echarse un partidito. Los tres amigos las miran de reojo, no las saludan y, cuando las
rebasan, Julio se pone a caminar cojeando y agitando los brazos, imitando a Sofía.
Alberto y Pepe sueltan unas cuantas risotadas.

Al verlos, Ramón le da un pelotazo a Julio.

–Hey, ¿qué te pasa? –exclama Julio.

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–¿Qué te pasa a ti? –reclama Ramón.

–Ya, ya −interviene Alberto−, ni que fuera para tanto…

–Vamos a jugar ya, parece que va a llover –exclama Pepe.

Ramón se aleja y se coloca en posición de defensa. Pepe y él juegan de un mismo


lado, mientras que Julio y Alberto se encargan del otro lado de la cancha. El partido
se empieza a poner bueno, los cuatro son muy hábiles con la pelota, en dos ocasiones
el balón rozó la portería de Pepe y Ramón empezó a sentir un calor extraño; pescó
al vuelo el balón, le dio un patadón tremendo que centró a Julio, lo mandó a volar, le
sacó el aire y lo hizo caer dentro de la portería.
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Unas cuantas gotas de lluvia empezaron a caer.

Alberto y Pepe se acercaron para ayudar a Julio que


recuperaba el aliento poco a poco.

–¿Qué te pasa Ramón? –reclamó Alberto– No te


mides…

Ramón encogió los hombros, tenía las mejillas coloradas


y se había mordido el labio sin darse cuenta.

Julio se levantó con dificultad, se limpió unas lágrimas y


enfurecido se abalanzó sobre Ramón.

Pepe y Alberto lo detuvieron, cruzaron unas cuantas


palabrotas y cada quien se fue a su casa.

Esa noche Ramón no podía dormir, algunas preguntas le


daban vueltas en la cabeza.

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Un recado, otro balón y un apretón
de manos que no se dio

Ramón se despertó temprano, quería apurarse porque Alejandra llegaba mucho antes
que los demás. Su mamá trabajaba en la oficina de la escuela y tenían que estar 15
minutos antes de la hora de entrada de los alumnos.

Él se había dado cuenta que Alejandra esperaba en el patio, a veces, mirando las
ramas del árbol y otras acomodando sus estampas sobre una banca.

Ramón se acercó, llevaba en el bolsillo un sobre con estampas de las que varios
niños coleccionaban.

–Hola. Mira las que me salieron a mí –le dijo.

La niña las examinó con curiosidad.

–No tengo ésta. ¿Te la cambio por otra? –dijo señalando su paquete de estampas.

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–Te la regalo −dijo Ramón.

–¿De veras? −exclamó Alejandra.

Ramón se alejó sonriendo. La mañana de clases pasó muy


despacio, como si la maestra hablara en cámara lenta.

En el recreo, Ale se acercó con un papelito doblado. Se lo dio


discretamente, procurando que nadie la viera; Ramón lo abrió y
leyó “gracias”; feliz, sintió que el Sol se volvía más brillante.

Allá a lo lejos se acercaba Julio, tenía el ceño fruncido y las


manos detrás de la espalda.

Ramón dudó un poco pero decidió enfrentarlo; se


acercó y cuando estuvieron frente a frente, se miraron:

–¿Amigos? ¿Me disculpas? –dijo Ramón


extendiéndole la mano.
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Sorprendido, Julio sacó la mano detrás de
la espalda y mostró un balón nuevecito.

–¿Juegas? –le dijo.

–Bueno…

Entre rebotes y goles pasó el recreo,


mientras que Ramón recordaba la voz de su
papá diciendo: “Hay que ponerse en los zapatos
de los demás, es algo que tiene que hacer Julio;
bueno, todos debemos hacerlo…”

Cuando sonó el timbre, al formarse en la fila,


Ramón le dijo: “No me gusta que te burles de la
hermana de Ale”.

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Julio se puso colorado y, cuando ya iban
avanzando hacia el salón, levantó una mano,
alzó la voz y le dijo: “Perdón, tienes razón”.

Ramón también la levantó, mientras


que con la otra mano apretaba el
papelito de Alejandra que llevaba
dentro del bolsillo.

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Algo parecido a los celos
y un caramelo que no se puede tragar

Por la tarde, la pandilla de los cuatro se reunió en las canchas, listos para un partido.
Alejandra volvió a pasar cerca, acompañada de Sofía.

Julio se acercó y Alejandra se puso nerviosa, mirando a su alrededor.

–Hola, Ale –saludó Julio muy serio–. ¿A dónde vas?

–Llevo a Sofía a su terapia de lenguaje –respondió Ale después de un breve silencio.

–Que te vaya bien –murmuró Julio.

Ramón, un tanto nervioso, botaba la pelota esperando arrancar el partido. Sin saber
muy bien por qué, sentía ganas de darle un balonazo a Julio. Finalmente, arrancó el
partido y quedaron empatados. ¡Sudados y empatados!

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Ya estaban saliendo de las canchas cuando vieron a
Alejandra y a su hermana acercarse a los columpios. Sofía
lloraba y jalaba a Ale.

–Ya te dije, Sofi; no te puedes subir al columpio porque te


puedes caer −explicaba Ale, un poco molesta.

La pequeña Sofía seguía insistiendo y los lloriqueos iban


subiendo de tono.

Ramón se despidió de sus amigos y se acercó a ellas.

–¿Quiere subirse?

–Sí, pero no se sostiene y puede caerse hacia atrás –dijo


Ale–. Además, mi mamá no le da permiso.

Ramón buscó en sus bolsillos, sacó


el papelito de Alejandra junto con un caramelo.

–Sofía, ¿quieres un dulce? –preguntó Ramón.

Alejandra abrió los ojos negando con la cabeza.

Sofía se abalanzó sobre el dulce, pero al tratar de arrancarle el


papel, el caramelo cayó al piso.

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–Ya no te lo puedes comer –dijo Ale con voz aliviada.

Sofía seguía llorando ahora con más irritación que antes.

–Es que no puede comer ese tipo de dulces –explicó Ale–. Se puede atragantar.

–No sabía, lo siento –dijo Ramón.

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Se despidieron y él se alejó cabizbajo.

Al llegar a casa, Ramón tenía varias preguntas sobre las necesidades que
tienen los niños y las niñas con alguna discapacidad.

–Mamá, si nuestra cancha es para todos, si el parque lo podemos disfrutar


los que jugamos fut, básquet o los que tienen patinetas, ¿por qué sólo hay
columpios para niños que ya saben columpiarse?

–¿Cómo? –preguntó la mamá.

–Sí –se impacientó Ramón–. Sólo hay columpios para los niños que no
se caen…

–Tienes razón, hay pocos columpios para niños pequeños, con respaldo
y barra de seguridad.

–No, mamá –protestó Ramón–. No entiendes nada. Para niños grandes


que no pueden…

–No me contestes así, hijo. Explícame, ¿para niños que no pueden qué?

Ramón tragó saliva, sentía un nudo en la garganta.

–Para niños que no pueden hacer lo mismo que nosotros –dijo con una
voz extraña.

–¿Columpios para niños con necesidades especiales?


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–Sííí, respondió Ramón.

–Hay pocos, muy pero muy pocos. Tenemos que hacer algo, debe haber instituciones
que apoyen a las personas que tienen esas necesidades…

–Es que no es justo, Ma…

–Veamos qué se nos ocurre hacer, hijo. Te prometo que voy a buscar, sé que el Estado
debe asegurarse de que todas las personas tengan los mismos beneficios.

Ramón se fue a dormir más tranquilo, pensando en cómo poder ayudar a su amiga.

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Amigo verdadero y balón ponchado

Julio, ¿tu papá tiene una herrería, verdad? –le preguntó Ramón cuando se lo encontró
en la escuela.

–Sí, ¿por…?

–¿Podemos hablar con él en la tarde?

–Sssí… pero, ¿para qué? –dijo Julio desconfiado.

–Te cuento al rato.

Durante el recreo, Alejandra vio que Ramón y Julio conversaban en voz baja.
Ambos le dirigieron una mirada larga antes de irse a jugar con el balón.

Alejandra alzó los hombros, estaba acostumbrada a que la miraran raro. No tenía
muchas amigas, sólo Pilar se sentaba a comer con ella durante el recreo, pero Pilar faltaba
mucho a la escuela porque se enfermaba con frecuencia.

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Los días que Pilar estaba ausente Ale se sentaba con sus
compañeras, pero a veces le daban la espalda, o le decían que no
aceptaban a niñas que no tenían lonchera bonita, o a las niñas que
tenían hermanas raras, o a las que no se peinaban a la moda.

Cuando esto le sucedía buscaba una sombrita para sentarse.Ya no


se molestaba por esas cosas, había acabado de llorar hace tiempo,
el día que su mamá le dijo: “Nosotros no nos avergonzamos de
tu hermana. Es una lástima que esas niñas no conozcan a Sofía, ni
cómo piensa, ni lo bien que dibuja”.
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Sin embargo, esa ocasión Ale se sentía especialmente molesta porque parecía que
Ramón cuchicheaba con Julio sobre ella. Pensó que Ramón era un amigo… un
verdadero amigo.

Estaba muy molesta, deseó que se les ponchara el balón, y al pensarlo se dio cuenta
de que estaba muy enojada.

Sus padres le habían explicado que, en ocasiones, algunas personas deseaban que algo
malo ocurriera a los que les caían mal, pero que cometían
un error y que era preferible arreglar sus diferencias
hablando, preguntando y aclarando.

Así que a la salida de la escuela buscó a Ramón


para preguntarle si era un verdadero amigo o no.
Para su mala suerte, no lo encontró.
Instrucciones claras y lectura con lentes

Julio y Ramón no se presentaron a jugar fut. Pepe y Alberto sorprendidos pensaron


que estarían castigados. Cabizbajos y aburridos decidieron regresar a casa. Al pasar por
la herrería descubrieron que ahí estaban sus amigos.

–¿Qué hacen aquí? –Alberto cuestionó.

–Queremos hacer un juego para la hermanita de Alejandra.

–¿Un juego? ¿Una resbaladilla o un volantín?

–Pensamos que sería mejor un columpio… –planteó Ramón.

–Sí –apoyó el papá de Julio–. Parece que un columpio permite mayor seguridad.

–Ay, pero yo preferiría un subibaja –exclamó Alberto.

–¿Por qué no votamos? –propuso Julio.

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Los cuatro salieron de la herrería e hicieron papelitos donde anotaron el juego de su
preferencia.

Casualmente, había dos papelitos con la palabra columpio, uno con resbaladilla y, por
supuesto, uno más con subibaja.

El papá de Julio recibió los papeles, les mostró los materiales que había en su taller:
tubos, cadenas, barras… y los invitó a pensar y a votar de nuevo.

Esta vez aparecieron tres columpios y un subibaja.

–Manos a la obra –dijo el papá de Julio–. Haremos un columpio grande, con


respaldo y con una barra de seguridad, como si fuera para bebés…

–Bueno, para alguien que necesita sentirse seguro y no caerse –precisó Ramón, al
tiempo que los tres se inclinaban para ver las líneas que el papá trazaba sobre el papel.

Mientras tanto Alejandra, de camino a la terapia, miró hacia las canchas sin encontrar
a Ramón. Resignada trató de no pensar en él.

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“Siempre busca nuevos amigos”, le había dicho su mamá. “No te rindas”.

Recientemente, mientras esperaba a Sofía durante su sesión de lenguaje, había


platicado con una niña más grande que ella y que también llevaba a su hermano a clases
especiales. Se llamaba Natalia.

–¿Has leído este libro? –preguntó.

–No –susurró Ale.

–Trata de un niño muy parecido a mi hermano –dijo con mucha tranquilidad.

Natalia usaba unos lentes que la hacían verse muy…

Alejandra no encontró la palabra que quería decir acerca de cómo se veía Natalia
con los lentes, simplemente quiso tener las mismas gafas, ponerse la misma ropa,
peinarse igual y hablar con la misma calma.

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No existe un solo
color favorito y aire con sabor…

Al día siguiente, en el recreo, Alejandra y Pilar estaban juntas cuando se acercó


Ramón.

–¿Cuál es el color favorito de Sofía? –preguntó de golpe.

–¿Cómo? ¿Por qué? –respondió Ale.

–¿Cuál es su color favorito? –insistió Ramón.

Alejandra buscó en su mochila y sacó un cartón con un dibujo firmado por su


hermana.

–Ah –dijo Ramón alejándose.

–¡Espera! –exclamó Alejandra.

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Pero el timbre que anunciaba el final del recreo no permitió que su voz se
escuchara.

Por la tarde, Ale apuraba el paso jalando a Sofía. Quería encontrarse con Natalia y
mostrarle el libro que estaba leyendo.

–¿Qué libro traes? –preguntó Natalia sin mucho interés.

–Es El cuaderno de Pancha, la historia de una niña que una vez se hizo pipí en clase
porque no le dieron permiso de salir al baño… y que no tenía muchas amigas… sólo
un amigo…

Natalia hojeó el libro, leyó un párrafo y dijo: “A mí me pasó lo mismo en cuarto de


primaria, fue horrible”.

Alejandra estaba muy contenta, tenía ganas de aplaudir por haber logrado captar la
atención de Natalia.

–Sí, horrible –afirmó Ale–; pero luego ocurre algo increíble…

–No, no, no, no me lo cuentes –cortó Natalia–. Mejor préstamelo cuando termines.

Alejandra sintió que el aire tenía un dulce sabor.

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Columpio con alas

Al salir de la terapia, Ale trató de alejarse de los columpios para evitar un berrinche
de Sofía, pero vio que había varias personas en los juegos para niños: Ramón y Julio,
el resto de sus compañeros del futbol, los basquetbolistas, varios chicos con sus
patinetas e incluso algunos adultos. Decidió acercarse para averiguar de qué se trataba,
qué es lo que había hecho que se reunieran todos.

La pequeña se apresuró jalándola de la mano y señalando los columpios. Ale se detuvo


y pensó en el berrinche que su hermana podría hacer frente a todas estas personas, pero
de inmediato recordó las palabras de su mamá: “no nos avergonzamos…”, y decidió
saciar su curiosidad.

–Sofi, vamos, pero no llores.

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Había colgando una cadena nueva y brillante. Se escuchaban voces proponiendo:
“Deberíamos hacer más juegos como éste”.

La pequeña jaló con mucha fuerza la mano de su hermana mayor y la soltó de golpe;
Ale perdió el equilibrio y se cayó, mientras Sofía avanzaba tan aprisa como podía hacia
el grupo de personas

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Al levantarse, sacudiendo la tierra de su ropa, sintiendo que le ardían las manos
y las mejillas, escuchó la risa de Sofía.
Ramón le hizo un gesto con la mano para mostrar lo que estaba ocurriendo.
El papá de Julio y los demás se apartaron.

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–Sofi, ¡qué hermoso columpio! –dijo Ale, llevándose las manos a la cara.

–No, no co…lum…pio –exclamó Sofi– pa…pa...lo…te por…que vu...e...la…

Natalia se acercó con su hermano y le dijo:

–¿Quieres subir al papalote de Sofía?

El aire, además de dulce, era tibio. La risa de Sofía una cascada sin tropiezos.

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Para reflexionar
y dialogar
Democracia y vida cotidiana
Todos los niños son seres sensibles e inteligentes, y merecen recibir educación
ciudadana tanto en la escuela como en el hogar.
Con el fin de que este cuento resulte significativo para los chicos, invitamos a los
adultos cercanos, maestros y padres de familia a acompañarlos en su lectura, a disfrutar
de la historia, a dialogar y reflexionar sobre la democracia y la diversidad en su vida
diaria, y no sólo en tiempos electorales.
La democracia va mucho más allá de los procedimientos para elegir gobierno con
nuestro voto, sino que tiene relación con todos los aspectos de nuestra vida social de
manera cotidiana.
Estas últimas páginas recogen los conceptos más importantes que se abordan a
través de la historia de Columpio con alas para que puedan identificarlos en diferentes
momentos de la narración:

• La sociedad es un espacio donde pueden convivir, crecer, desarrollarse


y manifestarse, distintos grupos e individuos que comparten intereses
comunes o especiales. Las personas y las familias se reúnen para vivir
en grupo, se organizan, se ponen de acuerdo y establecen reglas para
que la convivencia funcione.
En la historia de Columpio con alas esto simbólicamente está
representado por un grupo de niños que comparten un espacio:
la cancha donde conviven y juegan en distintos días y horarios.

• Los individuos necesitamos a la sociedad para expresar lo que somos,


para no vivir aislados, para sentirnos apoyados y protegidos.
Es por ello que Ramón no actúa solo sino con el resto de los niños para
poder realizar diferentes actividades, respetando los derechos de todos.

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• La democracia es un recurso para organizar la vida diaria de las
sociedades, para resolver conflictos y propiciar que las personas
participen en la formación de sus gobiernos y en la selección de sus
representantes.
El uso de la cancha organizada para los futbolistas, los basquetbolistas
y los chicos que juegan con sus patines y patinetas da cuenta de una
organización justa y democrática.

• También la democracia permite desarrollar proyectos de personas,


grupos y naciones. Para esto es de fundamental importancia el diálogo.
Ramón expresa sus inquietudes con su mamá, con su mejor amigo
Julio y con su padre, y también dialoga con sus compañeros en busca
de la mejor opción para ayudar a Alejandra y a su hermanita Sofía.

• Todos los grupos y personas son iguales porque tienen los mismos
derechos y también tienen responsabilidades, pero son diferentes y
sus identidades e intereses pueden ser diversos. La diversidad es una
riqueza de las sociedades.
Lamentablemente, y a pesar de tener los mismos derechos de todos los
niños, Sofía, por su discapacidad, no tenía acceso a los mismos juegos
que los demás.

• Los valores democráticos aplican para todos los ciudadanos según el


ámbito en el que se desenvuelvan:

o Tolerancia: aceptar ideas y opiniones distintas a las nuestras.


Esto está ejemplificado en distintos momentos de la historia,
por ejemplo, con la frase “Hay que ponerse en los zapatos de
los demás”, palabras del papá de Ramón que él recuerda en
diferentes situaciones como al expresarle sus diferencias a Julio.
También la tolerancia se muestra en la actitud de Natalia con

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respecto a su hermano, que al igual que Sofía, tiene problemas
de lenguaje.

o Igualdad: asegurarnos de que todos estamos recibiendo el mismo trato.


Al respecto Ramón expresa a su mamá la preocupación de que no
hay juegos para niños con discapacidad y organiza a sus compañeros
para dar solución al problema.

o Pluralismo: convivir pacíficamente respetando diversas formas de


actuar y de pensar.
Los niños tienen ideas diferentes para ayudar a Sofía y votan para
elegir lo que consideran la mejor solución.

o Participación: incidir voluntaria y solidariamente en la vida


comunitaria.
La justicia, la libertad y la participación se hacen presentes cuando
los chicos de esta historia no esperaron a que alguna autoridad
resolviera el problema de Sofía, por el contario, tomaron la
iniciativa y contribuyeron, libremente y de manera activa, a
mejorar las condiciones de vida de su comunidad y actuaron en
busca del bien común.

• El Estado mexicano es democrático y nuestro gobierno se forma


por tres poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
Tal como sucede en la historia de Columpio con alas, los mexicanos
debemos estar organizados para desarrollarnos como sociedad en
convivencia y, por medio del voto, determinar quién nos gobierna.

Será muy importante escuchar las dudas de los pequeños, sus experiencias y opiniones
sobre la historia y sobre lo que experimentan en relación a este tema, tanto en su escuela,
como en su comunidad. Esperamos que los niños y sus familias la disfruten y que
contribuya a su formación ciudadana.
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Columpio con alas
Se utilizó la familia tipográfica Bembo Std.
Carlos Vélez Aguilera nació en la Ciudad de
México en 1980. Es egresado de la Escuela Nacional
de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma
de México. Tomó el diplomado de ilustración,
procesos y contextos de casul, así como diferentes
talleres y seminarios de ilustración con maestros tales
como Javier Sáez, Kveta Pakovska, Adellci Galloni,
Noemí Villamuza, Santiago Caruso, André Neves y
Roberto Inoccenti, entre otros. Desde hace 10 años es
ilustrador profesional y ha colaborado con diferentes
editoriales como Santillana, Castillo, Norma, sm,Trillas,
Richmond, Alfaguara, Porrúa, y para las revistas Quo,
Chilango y Escala, entre otras. En 2015 fue seleccionado
para el Programa de jóvenes creadores del fonca en la
categoría de narrativa gráfica y ganó el segundo lugar
en el catálogo de ilustradores de publicaciones infantiles
y juveniles de la filij.
Columpio con alas es la historia de un grupo de niñas y niños que suman ideas y esfuerzos
con un objetivo común: ayudar a una pequeña que tiene necesidades especiales para que disfrute
de sus juegos al igual que todos sus compañeros. Esta obra forma parte de la colección Árbol y es
una invitación a reflexionar sobre la empatía, la diversidad, la tolerancia, la justicia y el respeto,
punto de partida para comprender la democracia y vivirla como
un ejercicio cotidiano de la ciudadanía.

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