Birdman

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BIRDMAN

De Rossana Mutarelli

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PERSONAJES

Sebastián

Profesor

Cajera

Zulma

Shirley

Federico

Cecilia

Juez

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Esta obra obtuvo Mención en Concurso “Onetti” de IMM del año 2013.

Las personas casi siempre andan con paraguas. De tanto en tanto, se oye el aguacero,

y algún trueno. También se escuchan las sirenas de las fábricas.

No sale casi el sol. Los paraguas no pueden guardarse nunca y están, como aves que

ya no pueden volar, detenidos en los vestíbulos de los edificios, negros, grises,

azulados, con algún gajo blanco o plateado. Algunos de esos paraguas están

acribillados por lluvia ácida y por sus pequeños agujeros pasa la fría luz de algún foco.

Cuando se evocan acciones pasadas, los paraguas suben o bajan como telones móviles,

y los blancos podrían colorearse- a través de algún otro foco cálido- con amarillos y

naranjas

Se requiere de un lugar más alto que el resto para quienes declaran, una

computadora, una caja registradora, algunas sillas, quizá una mesa, la sugerencia de

alguna ventana.

El espacio escénico es clase, es juzgado, es hamburguesería, y también vestíbulo de

un edificio, cubículo o celda, y también el lugar de los sueños.

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En el lugar donde debería estar el juez, hay dos paraguas más grandes que los

normales, de color blanco, en señal de dignidad. El juez puede estar debajo de ellos,

sentado, o ser una voz en off

Posibles propuestas musicales:

Sonidos de armónicas

Blackbird de “The Beatles”:

Three little birds de Bob Marley: http://www.youtube.com/watch?v=iilkHuK87Rk

Ella Fitzgerald: Lullaby of birdland

Jaime Ross : Golondrinas (Letra de Mauricio Rosencof)

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GIRO 1

(El espacio escénico es ocupado por los recuerdos de Cecilia. En ellos, Cecilia, una

joven, se aniña para representarse a sí misma a los 12 – 13 años. )

Cecilia. (Con una bolsa de arpillera en sus manos, que mueve como si la bolsa se le

viniera encima) ¡Ayudame, Seba, corré, que me agarra el viejo de la bolsa! ¡Socorro,

Sebastián! (engolando la voz) ¡Auxilio, Birdman!

Sebastián. (Está en algún lugar alto, de modo que pueda dar un salto, desplegando un

par de alas de tela negra o azul) No tengas miedo Cecilia, yo te voy a salvar ¡Viejo

sucio! ¡Vas a ver! (Arrebata la bolsa de manos de Cecilia y le pega, la pisa, le salta

encima) ¡Tomá! ¡Te mato! (le pega con un palo)

Cecilia. ¡Gracias, birdman, me quería agarrar! Me salvaste del Monstruo de la montaña!

Sebastián.- ¿Qué monstruo de la montaña? ¿No quedamos que era el viejo de la bolsa?

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Cecilia. Vos seguime la corriente. Ahora llamaremos a Vengador, y yo seré birdgirl

(ríe)

Sebastián. ¡Vengador! ¡Vengador!

Cecilia.- ¡Debe estar defendiendo a los campesinos de algún peligro!

Sebastián.- Pegále vos, ahora, a… al Monstruo ese, y vas a ver que lo dejás más chato

todavía (le pasa el palo) ¡Fuerte, fuerte! (Ella le pega) Ahí está

Cecilia.- (señalando una cartera de su madre) Todavía nos falta algo, ahí mi mamá

tiene al cuco guardado para cuando me porto mal!

Sebastián.- ¡Vamos a mandar al cuco al diablo junto con el viejo de la bolsa!

Cecilia.- ¡Si, matálo, matálo! (ríe) ¡Llenamos la bolsa!

Sebastián (agarra la cartera y la tira dentro de la bolsa, moviendo la cartera dentro de

la bolsa de arpillera con la mano, para que parezca una pelea) Mirá, mirá Cecilia,

como el viejo de la bolsa se mastica al cuco,(imitando la masticación) ¡Niam, niam,

niam! ¡Y el monstruo de la montaña los revienta a los dos! (pisando con un pie la bolsa

y golpeando su pecho a lo Tarzán) ¡Pero yo soy el campeón! (deshace gesto, riéndose,

y señala hacia arriba) ¿Sabés qué? Ahí arriba había un nido

Cecilia. Era de golondrinas, mamá dice que son peligrosas.

Sebastián. (Riéndose)Tu mamá no sabe nada de eso. Mi bisabuela sí

Cecilia. ¡No pelees, Sebastián! Birdman nunca hace enojar a Birdgirl.

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Sebastián.- No te enojes, mirá, (abriendo la mano hacia ella, como quien hace un pase

mágico) de ahí arriba, te traje un huevito

Cecilia.- ¡Qué lindo!

Sebastián.- Te lo regalo…Debe hacer años que está ahí

Cecilia. ¿Y el pichoncito nacerá?

Sebastián. ¡No sé!

Cecilia.- (desilusionada) ¡¡¡Ah!!!

Sebastián.- ¡Si le das calor, capaz que sí!

Cecilia. Bueno, dame (agarra el huevo y cruza los brazos armando un nido, tierna y

coqueta) ¿Ves?, así le voy a dar calor ¿te gusta?

Sebastián.- Parece un nido, de veras.

Shirley.- (entrando) Cecilia, ¿viste dónde dejé mi cartera?

Cecilia.- Estuvimos jugando y… Está allá, adentro de aquella bolsa (abriendo los

brazos, para señalar, el huevo se cae) ¡Ah, no!

Shirley.- ¿Qué tenías ahí?

Cecilia.- (llorando) ¡Mamá! Mirá lo que me hiciste hacer, rompí el último huevito

Shirley.- ¡Menos mal que es el último! ¿No te dije que todo eso era una porquería?

Ahora lávate las manos enseguida, que las aves trasmiten enfermedades.

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Sebastián. No llores, Cecilia, ya vas a ver, ya vamos a encontrar otro nido (Se acercan

a mirar y recogen las cascaritas. Ella va secando sus lágrimas)

Shirley.- (encontrando su cartera) ¿Qué hicieron con mi cartera? ¡Qué cosa, me hacen

perder tiempo! (A Sebastián) ¡Sebastián, tenés que madurar, no puede ser, sos más

grande que ella, tenés que darle un buen ejemplo!

GIRO 2

Zulma (mirando hacia adelante, con micrófono y auriculares, sobre un lugar alto,

declarando).- ¿Qué? (Se reacomoda los auriculares) Esto no anda bien Hay

interferencias. Disculpe que no tengo chip de telepatía, es que con el aguinaldo no dio

para recambiarlo. Todo empezó con Bécquer, Gardel y Lepera, señor juez. ¿Qué?

(Golpea y sopla el auricular, se lo coloca otra vez, escucha) ¿Usted no sabe quiénes

fueron? Bien. Carlitos Gardel es Dios. Lepera es como…San Pedro. Usted que está en

un altar, debiera saberlo ¿Eh? , bueno, no será altar, está bien, pero es lo mismo! Y

Bécquer, si usted no sabe quién es, capaz que nunca regaló un poemita de amor ¿Eh?

Ve, ya decía yo… Voy a tener que ir despacio con usted, que nunca le vio la cara a

Dios (aparte, poniéndose el micrófono en la espalda, y rápido) Gardelito, dios mío, te

pido que si todos los jueces van a ser cucarachas insensibles e injustas, revienten bajo tu

divina pisada (Se escuchan truenos) (al juez) Bueno, bue, tranqui, eh?, No me gusta eso.

(Se desata un aguacero, afuera, y se mezclan campanas) ¿Qué? Shhh! Por favor!

(termina el aguacero, ante su pedido) Gracias ¿Cómo dijo? Si. Me citaron. Bueno, está

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bien, vuelvo al grano, su señoría. Escuche, y frene un poco con los truenos: (carraspea

y canta)

“Golondrinas de un solo verano

con ansias constantes de cielos lejanos...

Alma criolla, errante y viajera,

querer detenerla es una quimera...

(Se escuchan grandes truenos) Bueno, bueno, ya paré. A mí me lo enseñó mi abuela.

Santa mujer. Se murió porque así no quería vivir. Así no, repetía. Así no. Había que

verla bailar, lustraba el piso con los pies… ¿Qué? No entiendo. No, no se preocupe, no

voy a bailar… Ya sé que está prohibido. Las golondrinas también se ve que dijeron así

no, porque no vinieron más, para mí que fue cuando la cooperativa implantó el cubículo

y empezó a lastimar la lluvia. Pero hasta la época de mi abuela hubo, eh? Para mi es

por el ácido de porquería que cae ahora y así seguimos, ¿no? Este año ya llevo

comprados cinco paraguas, pero mire mis manos lastimadas! Si, si, entiendo, no se

enoje, ya va, ya le explico lo del profesor (Zulma se pone a barrer. Gira y está en el

vestíbulo del edificio)

Criollita de mí pueblo,

Pebeta de mi barrio,

la golondrina un día

su vuelo detendrá;

no habrá nube en sus ojos

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de vagas lejanías

y en tus brazos amantes

su nido construirá.

GIRO 3

Profesor.- A ver, Sebastián Elisagoyen. Leé por favor

Sebastián: (poniéndose de pie, al costado de la silla, leyendo de un pequeño librito)

“Volverán las oscuras golondrinas…” (Pausa, queda pensativo)

Profesor.- ¿Y?

Sebastián - Si, profe, disculpe. Me quedé pensando

Profesor.- (risueño) Bueno, continuá ahora, Sebastián

Sebastián.- (avergonzándose) No, es que me quedé pensando en algo que me dijo mi

bisabuela hace tiempo

Profesor. No quisiera desviarme del tema.

Sebastián. A mí me gustaría contarte, profe

Profesor. No, no, tengo que terminar el programa (empieza a toser y tapa un micrófono

que hay en su mesa) Ahora podés hablar Sebastián, tapé el micrófono, pero apurate, que

ya me han observado. Parece que en mis clases hay muchas interferencias, silencios o

cortes de la comunicación con los vigilantes.

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Sebastián. Disculpáme, profesor.

Profesor. Lo estás. Pero tenés que ponerle freno a tu boca. A ver decíme rápido qué te

dijo tu bisabuela.

Sebastián. Me dijo que en el patio de su casa, cuando ella era niña, se desplomó una

golondrina y que agonizaba, ¿no? Y que antes que ella pudiera acercarse, otra se paró al

lado de la primera, y abrió las alas como si quisiera darle aire y salvarla, y después le

trajo alimentos o agua en el pico y se quedó al lado de ella hasta que se murió.

Profesor. ¿Y a vos que te parece? ¿Tu bisabuela no estaría imaginando cosas?

Sebastián. Ella estaba mejor que yo de la cabeza. Ah, y cuando la golondrina se

murió, la que la había cuidado, hizo unos sonidos raros

Profesor.- ¿Y?

Sebastián.- Estaba llorando.

Profesor. Es un lindo cuento.

Sebastián. No es cuento. Ojalá la gente fuera así

Profesor. Bueno, está bien, pero yo necesito seguir con la clase y abrir el micrófono.

¡Me vas a meter en problemas!

Sebastián. Disculpe (El profesor enciende el micrófono)

Profesor. Sebastián, estuve mirando tus notas… No venís bien, tenés que estudiar y

ayudar a tu madre, buscarte un trabajo en algún lado, yo qué sé, mirá, en el local de

comida rápida de la esquina están contratando jovencitos para el mostrador.

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Sebastián. No quiero, profesor, no se enoje, pero ahí se murió una mujer, así, de golpe

Profesor.- Y bueno… (Va tapando el micrófono otra vez) No digas esas cosas,

Sebastián, por favor (saca la mano del micrófono) Bien, vamos a empezar con la clase

de apoyo para el examen.

Sebastián. (Le hace señas para que tape o apague otra vez el micrófono y el profesor

lo hace) Es importante, mientras esperaban la ambulancia, los empleados le pusieron

un mantel arriba y la cajera siguió despachando hamburguesas.

Profesor. No puede ser.

Sebastián. Yo estaba ahí. (Girando, a la cajera, la acción sigue en la hamburguesería)

GIRO 4

Sebastián. ¿Qué haces? No podés

Cajera. Tengo que seguir, ya llamé al 911, disculpame, siguiente?

Sebastián. Pero, ¿qué pasa con vos?

Cajera. Es que si no, no me ponen

Sebastián. ¿Dónde no te ponen?

Cajera. En el cuadro de honor, de los empleados del mes. Tengo que vender doscientas

hoy.

Sebastián. Y si no, ¿qué?

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Cajera. Hay plazos para eso, si no me ponen hoy, me quedo sin trabajo, shhh (tapa el

micrófono) shh… cállate, estoy embarazada, ¿sabés? ¿Y sabés lo que pasa cuando no

tenés trabajo, no?

Sebastián. (Fastidiado) ¡Sí! ¡Ya sé! Yo ya estoy cansado de que me amenacen con el

cubículo (Imitando) “Sebastián compórtate, podés ser derivado por mucho tiempo, ya

sabés adónde.

Cajera.- ¿Y quién te dijo eso?

Sebastián. Todos, todos dicen que me están ayudando a pensarlo mejor, pero no es así,

es una amenaza. Siempre es por mi bien, y me viene una bronca…

Cajera. – Calmate, mejor hacé caso.

Sebastián. ¿Qué? No, yo no me voy a callar. De ahí no se sale hasta diez o veinte años

después… ¿Quiénes se creen, para hablarme así?... “Vas a ir a dar tempranamente al

cubículo, querido”… ¡y encima me dicen querido!

Cajera. Pero, por lo menos, salís vivo. Del vertedero, no. O rendís o te reciclan.

¡Tengo miedo!

Sebastián. ¡Hijos de puta! (tomándose la cabeza) No te pueden hacer eso, además

estás esperando un bebé! (gritando) Hay que hacer algo, no puede ser

Cajera. No digas nada, callate, se oye todo…

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Sebastián. ¡Mejor, mejor que oigan! Siempre nos callamos la boca, aguantamos todo, y

cada vez nos arrinconan más! (grita al micrófono de la cajera antes de salir) ¡Hijos de

puta!

GIRO 5

Sebastián.- Y bueno, fue así

Profesor. Ahora me metiste en un lío. Mirá, ahí vienen, acá deben haber puesto otro

micrófono (señala hacia afuera)

Sebastián. ¡Yo al cubículo no voy. ¡A mí no me van a agarrar! (se va corriendo)

GIRO 6

Zulma (barriendo en el vestíbulo del edificio)

No habrá nube en sus ojos

de vagas lejanías

y en tus brazos amantes

su nido construirá.

Profesor.- Hoy es domingo, Zulma, domingo, por favor, único día que no entro a clases

a primera y puedo dedicarme a escribir y vos dale que dale a la cantarola. Bajé solo

para pedirte que no cantes.

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Zulma.- (En voz muy alta) ¿Así que es poeta? ¡Pero eso no se puede y usted lo sabe

bien! ¡Solo está permitida la poesía del siglo pasado!

Profesor.- ¡Shh! Por favor, Zulma, baje la voz, y no vaya a decir nada…Solo escribo

en mis ratos de ocio y un poco los domingos. Y también escribo ensayos. Disculpe que

yo le pida silencio, pero es que lo necesito, ¿sabe?

Zulma.- ¿Lo conoce a Gardel?

Profesor.- Pero, ¡cómo no conocer al zorzal!

Zulma.- (aparte) Entonces usted no se cuece en el primer hervor. Me tenía engañada

con ese cabello negro como ala de cuervo (ríe)

Profesor.- ¿Estás insinuando que me tiño el pelo?

Zulma.- (con inocencia falsa) Yo sería incapaz de decir algo así

Profesor.- No me agarres de cande.

Zulma.- (con intención) Los candes ya hace muchos años que no existen más. (ríe)

Usted me la dejó picando (ríe) pero no tengo mala intención. ¿No tiene miedo que lo

castiguen, si lo ven escribiendo poesía?

Profesor.- Es lo que más me apasiona en la vida (tose) y no veo por qué nos tenemos

que conformar con la poesía que escribieron otros. La creación es una experiencia

sublime. En fin… ¿Supiste algo de Sebastián?

Zulma.- No, hace tiempo que no sé nada.

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Profesor.- Bueno, si estuviera enfermo te hubieran avisado. Debe estar bien. No te

preocupes. Debe estar aprendiendo un montón de cosas. Te lo van a dejar limpito.

Zulma. Mi hijo es limpito, profesor.

Profesor.- Si vos decís…

Zulma.- (aparte dirigiendo su mirada al cielo) Gardel, ¿Éste también es una cucaracha

relamida?

Profesor.- ¿Qué dijiste?

Zulma.- Dije que Sebastián ya debe saber lo que es la vida.

Profesor. Puede ser… A veces las familias no logran educar a los hijos como se debe y-

no te ofendas- pero a vos te costaba un poco hacerle ver la realidad a tu hijo. No te

enojes.

Zulma.- Entonces yo debería estar en el cubículo y no él. Decía unas cosas tan lindas.

Él hubiera sido podido ser escritor, o poeta, en otro tiempo, claro…

Profesor.- (con cierta soberbia) Bueno, bueno, no todos pensamos lo mismo… Y

algunos sabemos de eso, justamente

Zulma. Yo no sé nada, ¿no?

Profesor. No te pongas así... Vos hiciste todo lo que pudiste, yo lo sé, a veces las cosas

son complicadas… Vamos a ver, tendrás un poco de yerba por ahí a mano, porque justo

me quedé sin nada. Perdoná.

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Zulma.- (Aparentemente diligente) Ya le traigo, Profesor, no se preocupe. (Con

intención) Usted sabe que mi patrona no le deja faltar nada. Ella es capaz de entender a

los intelectuales y poetas clandestinos cuando están medio muertos de hambre…

Profesor.- ¡No seas atrevida, Zulma, que no te di esa confianza!

Zulma.- Disculpe, profesor, es que soy tan inculta… (Sale Zulma y entra la

adolescente, bailando y cantando. Zulma continúa su declaración al juez; se saca los

auriculares, los tira al piso, se agarra la cabeza, manifestando exagerada sorpresa e

indignación) ¿Cómo dijo, Juez? ¡No puede ser! Me niego a repetirlo (en secreto),

¿Cómo no vas a saber de dónde vienen los pájaros? (Hace gestos con las manos como

delineando la silueta de un huevo) Cric, crack, cric hace el huevito y sale el pichoncito.

Mire que eso fue poesía involuntaria. No vaya a pensar mal. Fue con intención de

explicar, y - juez- , los pichones de golondrina, siempre estaban en el nido, de boca

abierta esperando a que les trajeran la comida… (Hace los gestos imitando el abrir y

cerrar de los picos) pero ahora no hay más, y acá, dentro de poco no va a haber más

pichones, porque los quieren encerrar a todos. ¿Sabe que a mi hijo Sebastián, yo le

decía pichoncito? ¡Está bien, ya contesto! “La golondrina un día su vuelo detendrá”

dijo Dios. Y pasó. Lo detuvo nomás. Bueno, yo cumplo, así que lo que quiero es pedir

algo, por favor (se arrodilla) Yo entiendo que es necesario que los menores se porten

bien, y que para eso la Cooperativa nombró un ministerio de educación y prevención, y

entiendo que el cubículo era necesario, pero lo extraño mucho a Sebastián y no tengo

casi noticias de él desde que lo metieron ahí. Y si usted, quisiera hacerme un favor… Ni

siquiera sé por qué lo derivaron, ni quién lo denunció. Él no estaba sucio, era bien

limpio mi hijo, (llora) ¿Me escucha? Yo no puedo seguir acá (llora) ¿No tiene otros

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testigos para llamar? (llora) ¿Y otros culpables? Lléveme a mí… ¿Juez? ¿Dónde está?

Me dejó hablando sola…

GIRO 7

Cecilia.- (lo ve y deja de cantar al instante, tomando otra actitud corporal, más rígida)

Buenos días, Profesor

Profesor.- Buenos días, Cecilia, ¿Cómo van esos estudios?

Cecilia.- Bien, Profesor, gracias. (Tratando de huir) Ahora justo me tengo que ir a

estudiar, porque mañana tengo escrito de Historia.

Profesor.- (Molesto con el rechazo que percibe) Supongo que para el oral sobre

Bécquer ya habrás estudiado, ¿no?

Cecilia.- Todavía no

Profesor. No te quiero asustar, pero ese oral define algunas cosas, sabes, ¿no? No es

un oralcito

Cecilia. Pero yo estudio siempre y por un solo oral no puede ser que…

Profesor. No te asustes Cecilia. Todo tiene solución. Andá a estudiar. Un repaso a

fondo. Así no tendré ni qué pensar en derivarte al cubículo, entendés, ¿no?

Cecilia.- Sí, Profesor, permiso.

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GIRO 8

Profesor.- Sr. Juez, las acusaciones que ha formulado sobre mí la estudiante Cecilia

Fornio son una ignominia. Al verse acorralada, se ha defendido de una forma innoble.

Señor Juez, ¡es todo tan ofensivo! Nunca pensé que ella fuera capaz de semejante

calumnia. Se ve que al creer que yo la iba a derivar al cubículo, decidió ensuciarme. Y

no es la jovencita temerosa y dócil que se presentó aqui. Para nada, ahora lo niega, pero

ella trató de seducirme (El Profesor gira hacia el otro lado y entra Cecilia) Escuche mi

versión de los hechos, juez. Verá, ella vino a mí de esta forma: (entra Cecilia)

GIRO 9

Cecilia.- (más desenfadada) Profe, ¿me pusiste una linda nota por el oral de hoy?

Profesor.- La que te merecías. No te sabías bien el poema

Cecilia.- ¡Cómo que no lo sabía! Escuchá, profe: Volverán las tupidas madreselvas…

(Pícara, compradora) Bueno, es que me pongo nerviosa con vos, profe

Profesor.- Los nervios se curan estudiando.

Cecilia.- ¡Ahh! ¿De alguna forma podríamos solucionar esto, verdad? ¿Podría darme

otra oportunidad? (insinuante). Yo soy cuerpo dispuesto.

Profesor (Al juez) Así fueron las cosas. Me dijo si lo podíamos resolver de otra forma,

cariñosamente… ¿qué es eso? arreglar algo… ¿Y eso de cuerpo dispuesto? ¿Hace falta

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que le diga más? ¿Y su lenguaje corporal? Imagínese mi reacción, señor juez. Hice lo

correcto. Pedí una Audiencia de Derivación Temprana al cubículo. Y además, yo ya lo

había hablado con la madre muchas veces, o sea, es decir, somos vecinos, ¿verdad? y

me une a ella una amistad de años. (Transición, gira hacia Shirley)

GIRO 10

Profesor. Shirley, tenés que poner límites a tu hija, hay que cuidarla de ella misma.

Tiene que estudiar más, rendir más, si no, cuando empiece a trabajar y a producir, no va

a poder cumplir con lo básico.

Shirley.- ¿No te dije que no me hablaras de mi hija? Vos solamente tenés que enseñarle

literatura y dejar de hacer proyecciones de futuro tan negativas. Dale, dejá eso.

GIRO 11

(Profesor gira hacia el espacio del juzgado)

Profesor.- Las penas y privaciones agudizan la inteligencia y fortalecen la prudencia,

dijo Confucio, Señor juez. Descuento que lo conoce. (Zulma carraspea) Cuando una

Cecilia adulta salga del cubículo, al que por su bien la derivamos, habrá perdido para

siempre el peligro de la juventud. (Gira hacia la cajera) ¿Me puede dar una

hamburguesa?

GIRO 12

Cajera. Por supuesto, señor, ¿con qué gustos la quiere?

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Profesor. Poca cosa, sencilla, con queso, nada más.

Cajera. Bien, pero mire que puedo darle también algunos sachets extra de mayonesa y

kétchup. La cooperativa lo dispuso así para todo cliente que hoy ingrese a este local.

Profesor. Muy amable

Cajera. Disculpe, pero ¿usted sabe lo que me pasó, e igual viene a comprar o no sabe

nada?

Profesor. Por supuesto que sé. Se enteró todo el barrio.

Cajera.- ¿Y vino igual? ¡Ah! ¡Qué alivio! Yo fui la que le puse el mantel a la señora.

En aquella mesa, ¡qué horrible! Usted es el primero en venir. No sabe lo arrepentida que

estoy

Profesor.- ¿La hamburguesa no viene con una bolsita de fritas?

Cajera. ¡Claro! ¡Discúlpeme, por favor! Yo, personalmente, lo invito con la bebida,

sírvase! ¡Menos mal que vino, yo creí que el barrio estaba boicoteando el local, porque

ahí afuera escribieron un grafiti horrible!

Profesor. No lo vi, ¿qué dice?

Cajera. No puedo tolerarlo. Y me cantan eso mismo, cuando llego de mañana.

Profesor. (Mientras come) A ver, dígame, ¿Se acuerda qué dice?

Cajera. Sí, lo memoricé! Dice: “Bajo el mantel, fría y quieta/ la señora no respira

/entre las papas y las migas/ Sin embargo la Cajera siempre rápida clickea/ Para que la

muerte no le impida/ Cobrar a la muerta la comida” ¡Es un horror!

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Profesor. (Siempre comiendo) Sí, es muy feo, pero la Cooperativa seguramente lo hará

borrar. No se preocupe

Cajera. ¿Y usted cómo sabe?

Profesor. Porque conozco algunas personas que la integran y de hecho, tengo buenas

noticias para usted.

Cajera. ¿No me van a tirar al vertedero?

Profesor. Yo he intercedido y ellos entendieron. Sebastián me contó que usted está

embarazada.

Cajera.- No sé cómo agradecérselo.

Profesor.- No me dé las gracias. Por cierto, muy rico todo.

Cajera. - ¿Se quedó con hambre? ¿Le doy más papas fritas? Yo invito

Profesor.- Bueno, gracias. Mi sueldo no siempre me permite comer afuera, sabés?

¿Podrías agregarme una feta extra de queso, por favor? El costo de los lácteos los pone

fuera de mi alcance. Y últimamente, me insistieron mucho en que reforzara el calcio.

(Tose)

Cajera. Por supuesto, faltaba más. Coma tranquilo ¿Está enfermo?

Profesor. (Comiendo con gran avidez) Sí, pero hoy me siento mejor. Gracias

Cajera. Coma tranquilo. Es un gusto que alguien venga aquí a comer y más si trae tan

buenas noticias.

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GIRO 13

(Sebastián arrolla trapos blancos y negros, se cubre el pecho con los blancos, y se

envuelve los brazos con trapos negros. Mata mimbres curvados con los que paso a

paso irá construyendo un artefacto)

Sebastián. Falta contrapeso (Junta otros materiales, y vuelve a atar telas. Toma

nuevamente el peso) Mejor. (Se toca la sien buscando conectarse) Cecilia, ¿me podés

oír?

GIRO 14

Zulma.- (llegando con un paraguas) Profesor, la Señora Shirley manda decir que en

media hora viene. Tome la yerba. También le manda azúcar, leche en polvo, chocolate,

café, pan y todas estas conservas.

Profesor. ¡Bendita sea! Gracias! (tose)¿Te dio algún cuaderno, hojas o algo?

Zulma.- Me dijo que le dijera que ya no va a precisar más papel. Es buena noticia,

porque el papel está por las nubes.

Profesor.- Y mi sueldo por el piso.

Zulma.- Y usted que…

Profesor.- Y yo con mi salud que no está del todo bien… Estoy cansado.

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Zulma. Está un poco demacrado, pero acá tiene sus píldoras. Tómese una que se va a

sentir mejor. (Se la alcanza) Usted a la patrona tiene que levantarle un monumento.

Profesor. Si. Tenés razón. Gracias, Zulma, la necesitaba (se toma la píldora, Zulma se

retira) (llamando hacia adentro) Federico, ya es la hora de mi taller literario ¿sabes?

Federico.- (comprensivo y cómplice) Si, Ernesto, por supuesto, yo salgo a dar una

vuelta.

Profesor. (Sonriente) Taller unipersonal.

Federico. Si, claro. Tenés suerte, Shirley es una mujer generosa y bonita

Profesor.- Sí. No es solo eso. Pero yo soy un caballero.

Federico.- Me imagino. Lo tiene todo.

Profesor.- (sonríe apenas) No, todo no. No me tiene del todo a mí completamente, no

sé cómo decirlo…

Federico. No te colma. No te deslumbra.

Profesor. Eso. No hay luz. Y no me inspira para escribir (se escucha un taconeo)

Federico.- ¡Es ella! (sonríe) Hablando de luz ¿Te parece bien si pago la factura (ríe) y

ya, de paso, también el impuesto para la seguridad del cubículo?

Profesor.- ¿Tenés para pagar?

Federico.- Puedo poner todo y después, cuando ella te dé, me das tu parte.

Profesor. Hecho. Gracias (Federico sale, entra Shirley, vestida de gasa)

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GIRO 15

Shirley ¡Cómo llueve! ¿Te trajeron las pastillas?

Profesor.- Si, gracias.

Shirley. -Salí a comprar algo para picar y se me dio vuelta el paraguas… Menos mal

que venía el vecino del 4to H y me protegió con el de él, que si no ahora estaría llagada.

¿Estás con hambre, mi amor? ¿Me estabas esperando?

Profesor.- Hola, ¿cómo estás?

Shirley.- Pero, ¿qué te pasa?, ¡qué frialdad! Te traje lo que te va a permitir escribir tus

poemas, y no vas a necesitar más papel, nada, porque guardás todo acá (Le entrega una

netbook o una tablet) Mirá, como dice Zulma, es una hostia de finita! ¡Por fin vas a

poder guardar todas las poesías que se te ocurran, no más memorización, ni

racionamiento de papel!

Profesor. Gracias

Shirley.- ¿Así me agradecés? ¿Se puede saber qué te pasa? Me encontré con Cecilia en

el pasillo y venía llorando. Le pregunté qué le pasaba y lo único que alcanzó a decir

cuando pudo hablar fueron las palabras “oral de literatura”

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Profesor.- Perdoná, es que hoy no tuve un buen día. Ella tampoco, ¿eh? No le fue bien

en clase. No había estudiado, y le dije que peligraba la promoción… en fin, ya sabés…

¡Gracias! Es hermoso tu regalo. ¿Lo abro ahora o lo dejamos para después?

(Girando, al Juez)

GIRO 16

Como le decía, señor Juez, yo le dije a la Señora Shirley que su hija no estudiaba, y ella

también me manifestó su preocupación por la joven

(Cecilia baila y hace que los paraguas bajen y suban y rueden por el escenario como

actos mágicos que provoca, apenas tocándolos, hay cambio de testigo)

GIRO 17

Zulma.- Señor Juez, ¿usted pregunta por el comportamiento de la Sra. Shirley? Es muy

buena persona, siempre cuidó de mí y se portó bien con mi familia. ¿Qué? (Se acomoda

los auriculares) Sí, me pagaba todos los meses, si eso es lo que quiere saber (pausa)

Bueno, eso le digo rotundamente que no. Ella nunca trajo hombres a la casa donde vivía

con la Srta. Cecilia. Esa niña lo es todo para ella. Volviendo al tema de Sebastián, todas

las noches sueño con que va a volver conmigo, pero no puede. En el sueño, vienen unas

cigüeñonas enormes y blancas, y me traen a Sebastián en el pico. Lo sacan de un gran

nido de barro, lleno de otros pichones y personas que pían y me lo ponen en los brazos y

Sebastián llora y llora como un bebé y se calma cuando yo lo agarro ¿Eh? Y bueno, será

cursi, pero es mi sueño. Y todavía tengo derecho a soñar lo que quiera, qué también!

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¡Eso no me lo pueden sacar! ¡No hay aparatito para eso! (sujetando los auriculares)

(Asustada de golpe con la posibilidad) ¿No pueden, no? (aparte) ¿Por qué no te ocupás

de hacer justicia, eh? ¡Un pisotón de mi Gardelito y estarías boqueando!

GIRO 18

(Paraguas blancos son iluminados por la luz cálida de la infancia)

(Cecilia, una cuerda de saltar, Zulma en una punta, Sebastián en la otra, Cecilia salta

Luego, salta Sebastián, Dos veces, pierde, luego Cecilia otra vez, salta y se cae, llora,

sujetándose la pierna. El niño-joven corre a consolarla y la ayuda a caminar)

Sebastián.- (Le masajea la pierna) Viste, Cecilia, ya pasó. ¿No duele más, verdad?

Vení, vamos a saltar esa rayuela, y vas a ver que la podés terminar. Apuntá bien.

Cecilia.- ¿Al cielo?

Sebastián.- Claro, vos seguro que llegás

Cecilia.- (ríe, tira la piedra, salta a la rayuela, llega al cielo, se agacha, recoge la

piedra y parada allí, en puntas de pie) ¡Llegué!

Sebastián.- (tirándose al piso a sus pies para seguir el juego) ¡Qué alto que estás! ¿Qué

ves desde allí?

Cecilia.- Veo la rayuela, las nubes (ríe) mi casa, veo a Zulma barriendo la vereda, veo

uno o dos paraguas en la calle, y veo…

Sebastián.- a Sebastián

Cecilia.- Si, a vos te veo, claro, (ríe) y también está Martín Pescador!

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Sebastián. (Poniéndose de pie) ¿Martín Pescador? (Poniéndose con ambos brazos

levantados como si estuvieran unidos a otra persona que no está)

Cecilia.- Martín pescador, ¿me dejará pasar?

Sebastián.- Pasará, pasará, pero el último quedará (Cecilia pasa por debajo de los

brazos de Sebastián y éste la abraza y besa)

(Cambia la luz que se proyecta sobre los paraguas, que se vuelve menos cálida, y se

pasa al presente del discurso)

GIRO 19

Federico. (Con auriculares) Señor Juez, lo único que puedo declarar es que al llegar la

noche, desde mi ventana, he mirado, sin que ella lo supiera, a la Sra. Shirley cuando se

desviste y se observa frente al espejo. La he visto llorar: Su cuerpo es bello, es como

una sirena, pero sus ondulaciones se han crispado y parece triste por eso. Al terminar

de mirarse, se envuelve en un deshabillé de gasa y se sienta frente al monitor. Su

mirada vuelve a ser seductora, se sonríe, saca apenas la lengua y humedece sus labios,

habla y digita y se mueve, y agita su cola de pez de nuevo.

GIRO 20

Profesor (con auriculares). Cuando llega Shirley, el aire se llena de olor a puerto, a

algas marinas, a combustible, a pescado ofrecido en las ferias. ¿Cómo? Si, ya expliqué,

no es deslumbrante, pero entra por todos sentidos y alivia algo mi cuerpo insatisfecho

¿Qué? ¿Hasta usted me va a tomar el pelo, Juez? Si, tiene razón, algunas veces tengo

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veleidades de poeta, pero no lo tome a mal, por favor. Es solamente un estilo en el

lenguaje. ¿Qué? No, no, yo solo doy clases y no aspiro a ser poeta. Para nada. Sé cuáles

son mis obligaciones y nunca utilizaría mi tiempo para la poesía.

GIRO 21

(Cecilia pasa y agita los paraguas se agitan, cambiándolos de posición. Los agujeros

de los paraguas iluminan a Sebastián que sigue con su artefacto)

Sebastián. (Hablando al artefacto) Tengo que poder, tengo que hacerlo, es la única

manera de salir de aquí. Este plumón está saliendo bien, crece y crece fuerte, Martín

pescador, ¿pasará?, pasará? Cecilia, ya falta poco (sigue manipulando y atravesando

tiras de telas en los mimbres)

GIRO 22

Shirley (frente al monitor. La está viendo Federico desde la ventana) En serio,

¿querés? bueno, decímelo, pedíme que te lo diga. Ahí está, no esperemos más, que el

tiempo vuela… todo tiene que ser rápido, urgente… Ahora, sí, ahora. ¿Te viene esa

sensación de calor que me sube a mí? (Se escucha un ruido-ella se altera mucho, se

pone de pie) ¿Qué fue eso? Cecilia, ¿estás en casa? Zulma, ¿sos vos?

Zulma.- Si, soy yo, señora, no vi nada, ni escuché nada…

Shirley.- Pero ¿qué decís? ¿Por qué decís eso si no te pregunté?

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Zulma.- Es lo que me pregunta siempre.

Shirley.- ¿Sigue lloviendo?

Zulma.- Ve, esa es la segunda pregunta que suele hacer. Si un día le escribieran la

biografía, amita, yo podría aportar muchos datos…

Shirley.- No me digas amita, que no sos mi esclava. Y eso de los datos, no me gusta. Ya

sabés que para mi la discreción es fundamental.

Zulma.- Usted sabe que puede confiar en mí

Shirley.- Si, lo sé.

Zulma.- Bueno, entonces… no hay más que hablar. Muchas palabras enredan a la

gente. Pero no se olvide que me prometió ayudarme a pagar el abogado para sacar a

Sebastián… Yo también le tengo confianza a usted.

Shirley.- No me olvido. En cuanto cobre la pensión, te doy. Bueno… hablando de otra

cosa. Venís de la casa del Profe, quedó limpita? ¿El baño?

Zulma. Sí, quedó todo como a usted le gusta.

Shirley. Bien. ¿El Profesor estaba en su casa ya?

Zulma.- Sí. (Con intención) Y también vi al joven Federico asomado a la ventana,

como ido

Shirley.- ¿A qué ventana?

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Zulma.- A la que da para el pozo, para este lado, la que queda frente a ésta. (Irónica)

No sé qué hacía ahí, ¿miraría llover?

Shirley.- (dándose cuenta de que Federico la miraba a ella, complacida, feliz) Ah… y

estaba absorto

Zulma.- No sé qué quiere decir eso. (Con intención) Estaba como si se fuera a caer al

pozo de aire. Allá a las cansadas, a la tercera vez que lo saludé porque me venía, me

dijo muy serio, Zulma, dele mis saludos a la Señora Shirley.

Shirley.- Qué amable… (Se para en donde estaría su ventana, y mira en dirección al

lugar indicado por Zulma como la ventana de Federico. Se acomoda el cabello y la

ropa) Andá a poner la mesa, Zulma, que ya debe estar por llegar Cecilia y vamos a

cenar (toma un espejo de mano y lo deja enseguida) No, ahora no… que me dure esta

sensación de haber sido mirada por Federico. Quizás este no sea mi último verano,

después de todo.

(Shirley se dirige hacia los paraguas y cierra algunos, abre otros, da unos pasos de

ballet, mueve las gasas de su ropa, se asoma a la ventana)

GIRO 23

Zulma.- (con auriculares, al Juez) Yo creo que tenemos que pensar mejor cómo

educamos a nuestros jóvenes. Los castigamos demasiado, acá, en el sur. Ahora que

digo eso… El que habla del Sur era Joan Manuel Serrat, un cantautor español, que debe

estar a la diestra de mi Gardelito ¿Qué? No le entiendo bien. No se oye. Ustedes en la

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carrera de Derecho, Seguridad y Prevención del delito, ¿no tuvieron nunca- de jóvenes-

un tiempito, aunque fuera a escondidas, para escuchar música?

JUEZ.- (voz en off) La radio se prohibió con la ley 235.008 y todos los sistemas de

almacenamiento musical fueron erradicados. Mis archivos indican que para evitar la

falta de producción, la sensiblería, la piratería y el ocio se procedió a una solución

radical: se eliminó el problema que la causaba: la creación y el consiguiente registro, de

modo que no tuve que exponerme a todo eso que la tiene a Usted tan confundida. No

me desvíe del tema, Señora Zulma, ¿qué clase de vinculación tenía Cecilia con el joven

Federico?

Zulma.- Señor juez, qué agradable escuchar su voz sin auriculares

Juez. Prefiero la telepatía, pero si no tiene chip y no andan bien los auriculares, lo que

importa es que usted declare sin dilaciones.

Zulma. Lo que pasa es que todos los ahorros que tenía para cambiar mi chip de

telepatía, los usé para darle uno bueno a mi hijo. Él lo necesitaba más que yo para

poder, por lo menos, conectarse con otros jóvenes ahí, en el cubículo, ¿no le parece?

JUEZ.- Le pedí testimonio sobre Federico, no sobre Sebastián

Zulma.- Bien. Disculpe, pero Federico se parece bastante a Sebastián. Cecilia conoció

a Federico un jueves.

Juez.- Cuidado con el perjurio. Debe decir la verdad y nada más que la verdad. ¿Cómo

se acuerda que fue un jueves?

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Zulma. Estoy segura porque la Sra. Sheila había ido a su taller literario con el Profesor

ese día y el Sr Federico estaba parado en el hall, haciendo tiempo. Había varios

paraguas estacionados ahí, como siempre. Y él se mojó un poco porque cruzó la calle

para ayudarme con la bolsa de los mandados antes de volver a apostarse en el hall del

edificio. Y no le importó llagarse un poco. Prefirió ayudarme. En eso también se parece

a mi Sebastián. Es bueno. Bueno, el asunto es que estaba Federico en el hall y llegó

Cecilia, saltarina, alegre, linda como siempre… ¿Qué quiere que le diga, señor juez?

Estaba cantado

JUEZ.- ¿Qué cosa, Zulma, Señora? Basta de canto y de tangos, se lo ruego, por favor.

Zulma.- “Cantado” quiere decir que se veía venir.

JUEZ.- No use metáforas, se lo ordeno

Zulma.- Disculpe, es que me pongo poética sin querer. Ya le cuento:

(Los paraguas vuelven a colorearse con la luz cálida y se agitan y mueven, puede haber

una insinuación de arcoíris, pero el sol no sale)

GIRO 24

Federico.- Hola

Cecilia.- Hola

Federico.- ¿Vos te llamas Cecilia, no?

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Cecilia.- ¿Y vos?

Federico.- Yo no.

(Ambos ríen)

Federico.- Yo, Federico. ¿Dónde vivís?

Cecilia.- Yo vivo acá

Federico.- Yo también. En el C

Cecilia.- Yo en el B. ¿Vos qué hacés?

Federico.- Trabajo en la zapatería de la otra cuadra, y de noche, estudio. Hago

licenciatura de letras.

Cecilia.- ¿Y hoy no tenés clases? Ya es de noche

Federico.- Si, pero no pasa nada si me demoro un poco. Quiero saber literatura, pero no

tengo apuro (ella ríe) Bueno ¿qué cosas te gustan a vos?

Cecilia.- A mí me gusta cantar, soñar, y sueño mucho, cuando duermo y cuando estoy

despierta. También bailar, aprendo ballet, mirando videos viejos de mi madre. Antes se

enseñaba ballet a las niñitas, y hacían la premiére, es así, ves? (la hace) la seconde (la

hace) la troisieme (la hace) Las niñitas daban vueltas, algunos arabesques…. Así ves? y

hacían demi plie (lo hace) se paraban en puntas de pie y levantaban los brazos así,( se

ríe, para después asustarse un poco) Ah, podrían verme (se queda quieta)

Federico.- Me quedé sin aire. ¿Lo harías otra vez para mí?

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Cecilia.- Gracias, pero no, porque me pueden ver y mandarme al cubículo. Me dirán

que (engolando la voz) “yo ya debería saber que bailar es una conducta de riesgo” Y

agregarán que: (haciendo burla) “Estimula la imaginación”

Federico. – Eso es cierto. Hay que prevenir. A mí se me ocurrieron cosas

extraordinarias!

Cecilia.- (halagada) ¡Ah!

Federico.- ¿Conoces a Ernesto, del Liceo?

Cecilia.- Si, es mi Profesor, y vos vivís con él. ¿Él es algo tuyo?

(Los paraguas se ponen azules)

GIRO 25

JUEZ.- Señora Zulma, usted da muchos detalles del diálogo y de los gestos de los

jóvenes, y veo que ellos estaban involucrados en varias conductas de riesgo, la poesía,

la danza. Me preocupan. ¿La razón de sus dichos, cuál es? ¿Cómo sabe lo que cuenta?

Zulma.- Pero señor juez, recuerde que todos los porteros eléctricos de los vestíbulos de

los edificios tienen cámara y se ve lo que pasa en los apartamentos de los

copropietarios.

JUEZ.- Comprendo. Muchas gracias, Señora Zulma. Me ha sido muy útil.

Zulma. Entonces, ¿Me deja ver a Sebastián?

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Juez. No, ya le dije que no. ¿Escuchó usted algo más a través del portero eléctrico?

Zulma.- No, juez, no escuché nada más. (Aparte) Si me hubieras dejado ver a

Sebastián, hubiera seguido contando lo que paso después:

GIRO 26

(La acción continúa en el vestíbulo, pero debe suceder en un lugar diferente al

“juzgado”. Los paraguas se vuelven a colorear cálidamente)

Federico.- Ernesto fue mi Profesor, y me hizo un gran, gran favor.

Cecilia.- Ah, entonces es bueno para vos

Federico.- Claro, me salvó de ir al cubículo antes de tiempo. Mirá que esto que te estoy

contando es un secreto, si alguien lo llega a saber y hace la denuncia, yo voy a terminar

en el cubículo y él, preso.

Cecilia.- Yo soy una tumba.

Federico.- Vos sos una fiesta. Y si sos una tumba, de ahora en adelante voy a querer

morir!

Cecilia.- ¡Ah! (pausa, con timidez) qué lindo… Perdoná la pregunta, pero ¿Qué habías

hecho?

Federico.- Había robado plata. A él le había robado, y se dio cuenta que había sido yo

y pudo haberme derivado al cubículo. Hubiera pasado veinte años ahí. En lugar de eso,

me enseñó.

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Cecilia.- Nunca te hubiera imaginado robando.

Federico.- Yo nunca hubiera podido imaginar…te a vos

Cecilia.- No soy nada especial, y no me gusta que hayas hecho eso.

Federico.- Eran otras épocas. Después de esa vez, reaccioné. Cambié, lo juro.

Cecilia- Tampoco tenía esa imagen del Profesor, tan comprensivo.

Federico. Es muy buena gente. Creyó en mí. Y además, cuando nos volvimos a

encontrar, me dio un lugar donde vivir.

Cecilia.- Pero le pagás alquiler

Federico.- Si, claro, colaboro con algo, pero no es mucho, y vos ¿cómo sabés?

Cecilia.- Me dijo mi madre.

Federico.- Ah, tu madre… Sí, la conozco. Me recuerda a vos

Cecilia.- Será al revés. Yo te recuerdo a ella

Federico.- Bueno, sí, es cierto, un poco

Cecilia.- Va a clases con tu Profesor

Federico.- Si

Cecilia.- Si, ¿nada más?

Federico.- Si, nada más

Cecilia.- Mi madre es muy linda. Yo quiero ser como ella

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Federico.- Vos sos más linda que ella. Bueno, en realidad, vos sos su pasado. Sos una

sirena que se acerca por primera vez a las rocas de la costa (se acerca a besarla y

Cecilia saca la cara, apartándose de él, Federico sale)

GIRO 27

Cecilia (metida en un sueño, entre varios paraguas abiertos) Hola, ¿hay alguien aquí?

¡Sebastián! ¿Dónde estás? Dijiste que siempre estarías! Pero no estás (Baila y deja ese

paraguas tomando otro) Aquí encerrada, no puedo bailar ¡Birdman! (Se acurruca en el

suelo, despertándose sobresaltada, grita) ¡Sebastián!

GIRO 28

JUEZ.- Que pase la Sra. Sheila al estrado, (pasa) Sra. Sheila, deseo saber su opinión

sobre el Sr Profesor Ernesto Montemuiño

Shirley.- Su señoría, es un buen hombre

JUEZ.- Por lo tanto, usted cree que él tiene razón cuando deriva a su hija al cubículo.

Shirley.- No, no tiene razón. Es mi hija, ¿qué clase de madre manda a su hija al

cubículo por diez años?

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JUEZ.- ¿Entonces?

Shirley.- Entonces, señor juez, me opongo a la medida. Solicito una conciliación de mi

hija con el Sr. Profesor. Debe haber algo que podamos hacer. Tengo el mayor de los

respetos por la opinión del Profesor, pero pido un tiempo de reflexión, que se reúnan y

lleguen a un acuerdo.

JUEZ.- Ha lugar a lo solicitado por la Sra. Sheila. Pasamos a cuarto intermedio hasta

dentro de una semana, eso dará tiempo a la conciliación. Una vez a la vista de los

resultados de la misma, tomaré una resolución final.

GIRO 29

Profesor.- Elegiste. Te quedaste con ella

Shirley- Y… es mi hija, ¿Qué pensabas? ¿Qué vos te quedarías con ella?

Profesor.- Pero ¿qué decís?

Shirley- La verdad. Desde que creció, la quisiste para vos. Querías un plato nuevo, y

yo, que soy la que te doy de comer, no quiero que lo paladees. No tenés moral

Profesor. ¿Y vos? Está claro que pagabas un servicio.

Shirley. Sí, pero se acabó.

Profesor.- Lo hacés ver como algo impuro. Y yo sólo necesito una musa, un

deslumbramiento. Hace mucho tiempo que los jueves pienso en ella, y no en ti.

Shirley. Yo tampoco pensaba en vos, miserable. Además, ya tengo otros planes para mi

vida.

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Profesor.- Sería más inteligente negociar

Shirley. Dejá a mi hija en paz. Te doy lo que quieras.

Profesor.- Sabés que si yo no concilio y si insisto ante el juez, la van a derivar, lo sabés

¿verdad? Y para que yo no haga esto, no hay plata que te alcance, porque no quiero

plata. Estoy enfermo, y no me voy a curar, me queda poco y, por una vez, quiero poder

elegir

Shirley.- Eso no te da derecho. Te pido por favor, Ernesto, no podés…

Profesor.- Solo quiero que se me complazca una sola vez.

Shirley.- Tené piedad. ¿No sentís un poco de agradecimiento por todo lo que te he

dado?

Profesor. Cuando hago esta propuesta tan poco ambiciosa, estoy considerando lo que

me diste todos estos años. Si es inteligente, sabrá elegir. Te conviene aconsejarla bien.

Una sola entrega, contra años de encierro.

GIRO 30

Cecilia.- Zulma, Sebastián está en el cubículo, vos nunca hablas de eso conmigo…

¿Quién lo denunció?

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Zulma.- No sé, nunca supe. Fue una denuncia anónima.

Cecilia.- ¿Cómo pueden hacer caso a denuncias anónimas?

Zulma.- Es la ley, mi Cecilia.

Cecilia.- Es una cobardía

Zulma.- Si, es cierto, mi Cecilia, una gran cobardía.

Cecilia.- Pero si él no le iba a hacer nada malo a nadie…

Zulma.- Es bueno que lo recuerdes así, mi Cecilia. Eso me conforta. Yo no he logrado

saber quién denunció a mi hijo, que era tan bueno, pero cuando lo sepa, ya va a ver el

que haya sido, ya va a ver. No saben de lo que soy capaz

Cecilia.- ¿Sebastián te ha podido contar cómo es el cubículo de los derivados?

Zulma.- Me escribe poco

Cecilia. Y las últimas veces que te escribió ¿qué decía?

Zulma.- Palabras sueltas

Cecilia.- ¿Cómo sueltas?

Zulma.- Si, sueltas. En una hoja, palabras, pero sin que estuvieran unidas

Cecilia.- ¿Qué palabras? ¿Me querés decir?

Zulma.- lluvia, muchas veces lluvia. Noche, más veces. Y también dibujos. Muchos

pájaros, golondrinas, un sol verde, y tu nombre, mi Cecilia.

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Cecilia.- ¿Mi nombre?

Zulma.- Sí, tu nombre. Era fuerte la relación que ustedes tenían desde chicos. Yo venía

siempre con él a tu casa. Las últimas veces, él se ilusionó mucho contigo.

Cecilia.- A mí me gustaba mucho estar con él. Era lindo. Y yo creo que aunque yo fuera

medio chica estaba como enamorada de él. Nunca le dije esto a nadie…

Zulma.- Lo sé, mi Cecilia, lo sé. Vos lo querías bien.

Cecilia.- Jugábamos mucho. Mamá me rezongaba porque yo algunas veces no le hacía

caso ¿Tenés ahí la carta?

Zulma.- Tengo una (se la muestra)

Cecilia.- (toma la carta entre las manos lee, y se pone a llorar) ¡Birdman!

GIRO 31

JUEZ.- Señora Zulma, vuelva a subir al banquillo. ¿Jura decir la verdad?

Zulma.- Sí, juro ¿Usted jura hacer justicia?

Juez.- ¡Silencio! ¡Desacato!

GIRO 32

Profesor.- Nunca te enfrentaste a tu propio abismo, vos?

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Federico.- Si, ahora. Tengo ganas de que te mueras, de que te parta un rayo.

Profesor.- Me temo que eso no está entre las cosas que podés lograr.

Federico.- Pero sí puedo matarte, de veras, y me aguanto porque…

Profesor.- Me debés algún que otro favor

Federico.- Yo podría decir la verdad de mi robo, y entonces no te debería nada.

Profesor. Me estás amenazando con meterme en un lío por no haberte denunciado

Federico.- Sí, porque es encubrimiento. Perderías tu puesto

Profesor.- ¿Para lo que gano? En cambio vos tendrías que ir al cubículo a cumplir tu

pena. 20 años.

Federico.- Ernesto, ya sé que ella es maravillosa, ya sé que es una fiesta, pero no es

para vos. Es para mí, entendés, para mi

Profesor.- ¿Por qué? ¿Porque soy mayor que ella?, ¿por ese convencionalismo? Te

creía menos prejuicioso. Si yo pudiera ver su luz desnuda en mi dormitorio una sola

vez, moriría feliz… Pensalo, si vos me apoyaras, te evitarías el cubículo, y después ella

podría seguir contigo, si es que te quiere. Todo el mundo debe hacer sacrificios. “De

hombres de sacrificio necesita la libertad: no de hombres que deshonren o mermen o

abandonen a los que están prontos al sacrificio” dijo José Martí… Si lograra eso, yo

después desaparecería de sus vidas. Eso es seguro. Tenés mi palabra

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GIRO 33

JUEZ: Señorita Cecilia, he decidido llamarla al estrado

Cecilia.- Si, señor Juez

JUEZ.- Parece usted muy seria y responsable

Cecilia. Si, señor juez

JUEZ.- Sin embargo, alguna vez habrá dejado de cumplir con sus tareas…

Cecilia.- No, señor. Yo siempre cumplo con mis deberes.

JUEZ.- Pero usted baila.

Cecilia.- Si, alguna vez he bailado, pero nunca en la clase

JUEZ.- Ha bailado en el vestíbulo de su edificio, casi en la calle.

Cecilia.-Si, estaba con un amigo y le quise mostrar lo que era el ballet… ¿Él se lo

contó?

JUEZ.- Yo no respondo preguntas. Yo las hago

Cecilia.- Sí, señor juez

JUEZ.- Veo que no tiene problemas para decir la verdad. Eso es bueno.

Cecilia.- Gracias, Señor juez

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JUEZ.- No entiendo por qué da las gracias.

Cecilia.- Porque usted dice que soy honesta.

JUEZ. No se apure. Usted le hizo sugerencias poco decentes al Profesor

Cecilia.- Ya dije que eso no es cierto.

JUEZ.- ¿Y su relación con Federico joven?

Cecilia.- Somos amigos

JUEZ.- ¿Qué sabe usted de él?

Cecilia.- Que vive en casa del Profesor, que lo aprecia, que le debe algunos favores…

JUEZ.- Me interesa eso. Dígame qué favores.

Cecilia.- No puedo

JUEZ.- Señorita. ¡Esto es desacato!

Cecilia.- No diré más.

JUEZ.- Me retiro a reflexionar. Tengo dudas, y su silencio no ayuda. Mi programa

indica una pausa. Daré mi veredicto en unos días.

GIRO 34

Shirley.- Yo hice lo posible, Cecilia. Lo que pasa es que vos no estás poniendo ni un

poco de voluntad de conciliación.

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Cecilia.- ¿Me vas a pedir que me acueste con el Profesor, por ejemplo, el próximo

jueves?

Shirley.- Guardate el sarcasmo. La moral no es lo que vos creés. Si de ese modo, evitás

que te manden al cubículo, eso es lo que cuenta.

Cecilia.- Los que dicen que nos parecemos, se equivocan.

Shirley. – No me lastimes por gusto.

Cecilia.- El no puede mandarme, si vos te oponés.

Shirley.- Estás equivocada, si después de una conciliación el adulto denunciante

sostiene su postura, el menor es enviado al cubículo. Además, la verdadera conciliación

es con el menor. Es él el que tiene que ganarse al adulto para que no lo mande.

Cecilia.- Entonces, ¿por qué con el hijo de Zulma no hubo conciliación?

Shirley.- Ahí no se podía porque la denuncia era anónima. No sabían a quién citar. En

esos casos, no hay vuelta atrás, el denunciado va seguro al cubículo, sobre todo si está

bien fundamentado y hay fotos...

Cecilia.- Pero hay una sola versión de la historia, la persona no puede hacer sus

descargos, yo quiero declarar.

Shirley.- Querida, es una cuestión de credibilidad. Al adulto siempre se le cree más. Y

cuando la denuncia no es anónima, cuando el adulto va al juez, y da la cara, es porque

espera poder negociar el asunto. Es lo que pasa aquí. El profesor te está ofreciendo una

salida.

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Cecilia.- ¿Cómo sabés tanto vos de estos procedimientos?

Shirley.- Me lo explicó el abogado, una vez.

Cecilia.- ¿Esa vez, fue cuando denunciaste al hijo de Zulma?

Shirley.- ¿Me revisaste los papeles? ¿Zulma lo sabe?

Cecilia.- Yo solo sospechaba… Mamá, ¿cómo pudiste?

Shirley.- ¿Zulma sospecha?

Cecilia.- Nunca me dijo nada. Pero ¿por qué, mamá, por qué hiciste eso?

Shirley.- Él era un peligro para vos. Y se estaba poniendo grande, y vos demasiado

linda. Y ella no me hizo caso. Lo siguió trayendo. Yo le pedí que no lo hiciera. Era un

riesgo. Debí prevenirlo. Yo te quiero mucho, eso es lo que pasa… Y vos, bailabas para

él en la sala de casa, y él se disfrazaba para vos, y yo veía sus grandes ojos negros y la

forma en que te miraba. No te sacaba los ojos de encima, y vos, en puntas de pie, te

acercabas a él y lo seducías. Acababas de salir de la niñez. Ya sé que no lo hacías a

propósito, pero lo hacías. Siempre tuviste esa cualidad con todo el que se te acercaba,

sin maldad, sin voluntad, no necesitabas esforzarte… y él te rodeaba con aquella capa

ridícula y ambos terminaban a las risas rodando por la alfombra. Y después se iban al

hall y jugaban. Tus senos empezaban a crecer y tus pequeños pezones se notaban a

través del buzo de algodón. Él era más grande que vos. Un día lo vi besarte ¿Qué más

iba a esperar? Te hubiera preñado, cualquier día, y cuando quisieras acordar, estarías

casada con un excluido, un semental, cuyo único mérito sería muscular. (Gira y sigue el

diálogo con Federico)

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GIRO 35

Cecilia.- ¿Cómo me vas a proponer eso? Me estás diciendo que me venda. Actuás igual

que mi madre. Parece que se hubieran puesto de acuerdo.

Federico.- Estoy de acuerdo con ella, sí, lo hablamos.

Cecilia.- ¿Con mi madre? Hay cosas que nunca voy a entender… ¿Vos hablando con mi

madre?

Federico.- El Profesor quiere trascender escribiendo sobre la desnudez de tu luz. Es un

desvarío estético. Un capricho literario más que nada. Quiere también verte bailar

Cecilia.- Y si surge alguna cosita más, también la quiere…

Federico. (avergonzado) Si, claro.

Cecilia.- Así que quiere que sea algo que está a mitad de camino entre ser musa y ser

puta. Los dos de acuerdo. Me están sacrificando.

GIRO 36

(Sebastián en el cubículo ha terminado de armar unas alas rústicas de golondrina. Su

pecho está hinchado y blanco y de golpe se tira al suelo y rueda sobre sí mismo en el

suelo como antes lo hiciera con Cecilia).

JUEZ. Señor Profesor, pase al estrado por favor. Ha pedido usted una sesión especial

Profesor.-Si, Sr. Juez, he decidido retirar mi denuncia. Hemos tenido una conciliación.

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Juez.- Bien, entiendo que usted ya no la deriva. Lamentablemente, no puedo cerrar el

caso aún, pues tengo otra denunciante: Señora Zulma, suba al estrado por favor

GIRO 37

Zulma.- Buenas tardes, Señor juez.

JUEZ.- Buenas tardes, Señora Zulma. Diga usted lo que ha venido a plantear.

Zulma.- Pues, yo me he pensado muy bien todo antes de venir, y vengo a hacer

denuncia sobre la joven Cecilia, para que sea enviada al cubículo. He decidido hacerlo

públicamente, y no porque quiera negociarlo. Ella es una joven negativa, destructiva

para todos los que la rodean, sí señor, produce el mal, baila en forma provocativa, roba

el alma a los demás y le hizo mucho mal a mi hijo… Lo desquició. Él me dijo:”cuando

salga volveré a ver a Cecilia, la única golondrina que me llevará en su vuelo”. Es lo

único que me escribe en su última carta. Mi hijo está loco por su culpa, Señoría, porque

si Cecilia no hubiera sido así, su madre no lo hubiera denunciado... Fue ella la que

extravió a mi hijo…

Shirley.- ¡No, no hagas eso! ¡Ella es inocente!

Zulma.- ¡Mi hijo también era inocente! ¡Pero yo hago como acá son los jóvenes los

que pagan nuestras culpas, ella va a pagar la tuya!

JUEZ.- Silencio, orden en la sala. Señora Zulma, le pregunto por la razón de sus dichos,

es decir, ¿cómo sabe usted que la Sra. Sheila denunció a su hijo?

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Zulma.- Me lo contó el Profesor, su Señoría. El Profesor es un hombre de bien, que me

aprecia. No pudo guardarse semejante secreto. Esta mañana antes de venir al Juzgado,

me lo contó. Dijo que si no me lo confesaba, no podría dormir tranquilo.

JUEZ.- Frente a esta segunda denuncia que pesa sobre la Srta Cecilia, no queda más

remedio a la judicatura que determinar la derivación de la misma al cubículo, por lo que

marca la ley de seguridad y prevención del delito: veinte años a partir de la fecha

GIRO 38

JUEZ. Siguiente caso: Hilda Pérez. Profesión

Cajera. Soy cajera

JUEZ.- Tengo que procesar otro caso. Hilda Pérez, cajera de la hamburguesería,

acusada por la Cooperativa de perjudicarlos en su imagen, se verá obligada a responder

por daños y perjuicios por un millón de dólares

Cajera. Pero yo no tengo ese dinero

JUEZ. En ese caso me veo obligado a tomar una medida extrema. Es una forma de

colaborar con la producción.

Cajera. ( Al profesor) Vos me mentiste, me dijiste que habías hablado con los

cooperativistas.

Profesor. No te quise mentir, yo no sabía, y tenía hambre, perdóname. Después traté de

hablar, te lo juro, pero no me conocían y no quisieron escucharme… Sr. Juez, esta

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señorita no merece esa medida. Yo puedo ser su tutor por el tiempo que sea necesario…

Es más, si no hay otra salida, me ofrezco en su lugar, para ser reciclado.

Juez.- La ley 134.567 marca que si los adultos empleados desaprovechan las

oportunidades que se les brindan, la Cooperativa tiene derecho a disponer la

reutilización de su materia prima en nuevos productos. Sin embargo, a la Ley y más a la

cooperativa, le da lo mismo de dónde proceda la carne, de modo que la judicatura

acepta su propuesta de permuta, profesor. Ahora vaya a su casa, y espere el camión

refrigerado que pasará a buscarlo.

GIRO 39

Profesor.- (de frente al público)

Federico (de espaldas, sin que se vea su mano)

Profesor.- ¿Qué hacés, Federico? No me mires así, todo fue por la poesía, por perpetuar

aquella poesía para mí solo. Fue mi musa por una noche, e irradió su poder celestial.

Pero entonces entendí: Nadie más que yo debía volver a ver aquella luz rosa en la

oscuridad, nadie más, tenía que hacer algo para que mis ojos fueran los únicos que

atesoraran semejante belleza. Y después, hablar con Zulma, fue una estratagema genial,

¿verdad? , ahora la belleza de Cecilia es solo mía, escondida en un cubículo, al que

nadie podrá llegar… ¿Acaso merecías que yo la protegiera para ti? No, Federico, porque

a la hora de las definiciones, fuiste atrapado por las gasas de lo posible, igual que yo, en

lugar de ir en persecución de los imposibles, y por eso ahora tendrás que conformarte

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con acostarte con su madre, repitiendo mi historia. Serás yo mismo, lo que desprecias,

una y otra vez ¿Estás armado? Bueno, qué importa, hubiera preferido sustituir a la

cajera, como final era más heroico y romántico, pero sin duda, esto es más rápido, y

más intenso… gracias Federico (disparo de Federico, apagón)

GIRO 40

Sebastián (en el cubículo) Cecilia… me dijeron que habías venido… hablemos, sé que

me podrás escuchar, al menos en el cubículo nos permiten conectarnos mente a mente y

hablar entre nosotros, los futuros pecadores, los malos potenciales, los energúmenos en

embrión, los que somos un riesgo y necesitamos, estar encerrados antes de que se les

pase por la cabeza cometer un delito… Aquí y ahora, estás conmigo. (Entra Cecilia)

No serás de un solo verano… (Se acercan) Vas a quedarte conmigo. Haremos juntos

todos los vuelos, hasta el último. Somos un casal, lo verás. Aquí tendremos a nuestros

pichones

¡Mamá! Sé que no querías denunciarla, porque sos buena, pero ya vez, era la única

forma de darle un poco de felicidad a tu hijo, gracias, mamá por traerla a mí

Zulma.- (rompiendo en llanto, lejos de su hijo) Usted lo merecía, hijo… Yo no me

equivoqué, usted está limpio…

Sebastián.- Mis alas subirán alto, como aquellas tardes y estaremos para siempre

juntos! Cecilia, debes unir tus plumas finas sobre mi cabeza. Mamá, ¡Ella agitará sus

alas, y me dará aire que necesito!

Cecilia.- ¿Y cuando yo me debilite?

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Sebastián.- Si te debilitas, yo soplaré tanto que levantaré tus alas

Cecilia. Te amo, Sebastián

Sebastián. Yo también, Cecilia

Cecilia. Los siento llegar. Todos los monstruos me atacarán, Birdman.

Sebastián.- Si los monstruos te tocaran, Cecilia, si la muerte te quisiera para ella sola, y

si yo no pudiera defenderte de todos ellos, igual me quedaría contigo y les picotearía

los ojos, sí… y te daría aire con mis alas. Estaríamos juntos más allá del último

momento, pluma con pluma, porque no somos humanos… ni lo seremos jamás. Así,

no…Así, no… (Él se abandona a sus brazos, ella lo abraza, y lo sostiene, moviendo el

ala creada por Sebastián para darle aire)

FIN

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