Escenas Realistas 2024
Escenas Realistas 2024
Escenas Realistas 2024
ACTUACION 1
2024
Emilia / Tolcachir
Fragmento 1
EL ZOO DE CRISTAL
Tennesse Williams
AMANDA: Ojalá lleguen antes de que empiece a llover. Le di dinero a tu hermano para que
viniera en taxi con el señor O'Connor...
LAURA: O'Connor se llama?
AMANDA: Sí.
LAURA: Y de nombre?
AMANDA: No me acuerdo. Ah,sí, me acuerdo. Jim. LAURA: No! Jim?
AMANDA: Sí, Jim. Y nunca conocí a un Jim que no fuera simpático.(AMANDA PONE FLORES EN
LOS FLOREROS)
LAURA: Estás segura de que se llama Jim O'Connor? AMANDA: Claro que estoy segura. Por que?
LAURA: En el colegio había un Jim O'Connor que Tom y yo conocíamos. Si es el mismo, vas a
tener que disculparme pero yo no voy a ir a la mesa.
AMANDA: En el colegio? Que decís? Cómo se te ocurre una cosa semejante?
LAURA: Te acordás que una vez me preguntaste si me había gustado un muchacho,? Y yo te
mostré su foto.
AMANDA: Que? El que estaba en la revista del colegio?
LAURA: Es éste.
AMANDA: Laura!Del que estabas enamorada?
LAURA: No sé, mamá. Lo único que sé es que no podría sentarme a la mesa si fuera él.
AMANDA: Qué va a ser él. Es lo menos probable del mundo. Pero se trate de él o no, vas a venir
a la mesa. No podríamos excusarte,de ningún modo.
LAURA:Vas a tener que disculparme, mamá.
AMANDA: No voy a aceptar tus tonterías, Laura. De manera que sentate y serenate hasta que
vengan.. Tom se olvidó las llaves así que vas a tener que abrirles vos la puerta.
LAURA: No,mamá, abrí vos.
AMANDA: Pero yo no puedo si todavía no termine con la mayonesa. LAURA: Por favor. No me
obligues.
AMANDA: Laura, sé razonable. Tanto escándalo por un pretendiente...nada más que un
pretendiente...
JIM: Tímida, eh? Es raro encontrar una chica tímida hoy en día. Nunca me dijiste que tenías una
hermana.
TOM: No. Ahora ya sabés. Querés una parte del diario? JIM: Bueno.
TOM: Qué parte? Las historietas?
JIM: No! Los deportes! (LEE) El equipo de Chicago anda bastante mal. TOM: Ah,sí? (PRENDE
CIGARRILLO Y SALE AL RELLANO)
TOM: Gracias por la noticia. ¿Pero que tiene que ver eso con el arte de la oratoria? JIM: Te hace
apto para cargos ejecutivos. A mí me ayudó muchísimo.
TOM: ¿En que sentido?
JIM: En todos los sentidos. Preguntate: que diferencia hay entre nosotros y los tipos de la
oficina de enfrente? Talento? No. Habilidad? No. ¿Que, entonces? Una sola cosa.
JIM: Aplomo social. La capacidad de plantarte delante de quien sea y mantener tu lugar en
cualquier nivel
TOM: Pronto.
JIM: A dónde?
TOM: No puedo más. La vida es corta, Jim y los zapatos no significan nada para mí...Salvo
cuando se los ponen los viajeros en los pies. Mirá (LE MUESTRA UN CARNET)
TOM: Con el dinero de la cuenta de la luz, pague la cuota de ingreso. JIM: Te vas a arrepentir
cuando te corten la corriente.
TOM: Ya no voy a estar aquí. JIM: ¿Y tu madre?
TOM: Soy como mi padre: un sinvergüenza. Hijo de un sinvergüenza.
JIM: Pero ¿qué dice tu madre? (AMANDA PONE LA MESA)
TOM: Shhhh! No sabe nada.
AMANDA: Dónde están, Tom?
TOM: Aquí afuera, mamá.
AMANDA: ¿Por qué no entran?
PAPA QUERIDO
Aida Bortnik
Aparece José con una gran caja. Se detiene, sorprendido por los gritos.
PAPA QUERIDO
Aida Bortnik
LAURA: Tom, son casi las siete. No la pongas nerviosa. Tom, hablale a mamá ahora. Hagan las
paces. Pedile disculpas. Hablale, por favor.
AMANDA: La cara que ponga Garfinkel nos tiene sin cuidado. Decile a tu hermano que el cafe se
enfría.
TOM: Laura!
AMANDA: Si algún día alguien se cae y se rompe una pierna en estas escaleras, la demanda
contra el propietario va a ser multimillonaria. ¿Usted quién es?
(TOM DESAPARECE.AMANDA PREPARA LA MESA PARA EL DESYUNO.TOM REGRESA.PAUSA
MUY INCOMODA.)
TOM: Mamá, quiero pedirte perdón. Lamento todo lo te dije. Fue sin pensar. Perdóname.
AMANDA: Sí. Sí. Es verdad. He tenido que luchar muy sola todos estos años. Pero vos sos mi
sostén, mi mano derecha. No me falles ahora. No me abandones.
AMANDA: Bien! Así se habla! Si lo intentás lo vas a conseguir! Si estás lleno de condiciones. Mis
dos hijos son algo...fuera de lo común. No creas que no lo sé. Prometeme una cosa, Tom.
TOM: Que?
GOLPES A MI PUERTA
Juan Carlos Gene
En la casa brilla apenas, en un rincón, una pequeña lámpara de aceite. Un tiempo y vagas
luces se encienden en el interior. Ana llega por fin desde allí, echándose la bata con
premura, sobre su austera ropa de dormir. Enciende la luz que alumbra la entrada.
Da luz al ambiente, donde sólo hay una mesa, un par de sillas y, a un costado, en un pequeño
altarcito, un sagrario con flores naturales y la lamparilla de aceite. Cuando Ana se dispone a
ir al interior, llega la soñolienta Úrsula terminando de cubrirse.
Y se mete dentro sin más. Descolocada, Ana se vuelve a Severa con inquietud.
Severa: Por eso se muere mi marido. Porque descubrió que en este mundo, apenas ocurre algo
que a los pobres nos alegra, se salen los demonios por todos lados. ¡Esto es una invasión de
demonios!
Ana: Severa, usted sabe que a ellos no les gusta que llamen a esto "invasión". Tiene que
cuidarse...
Severa: ¿Y de qué sirve cuidarse? Usted no quiere que salga la hermana Úrsula... ¿Por qué?
Porque sabe que, a pesar del salvoconducto, apenas tropecemos con una patrulla, la van a
aterrorizar y a humillar.
Ana (angustiada por Severa): Severa, ¿qué le hicieron esas dos patrullas?
Severa: ¿Qué importan esas dos más? No son ni mejores ni peores que las de todos los días.
¡Estamos invadidos por extranjeros! Los compatriotas que vienen con ellos para disfrazar
todo esto de guerra civil, no son más que traidores.
Ana (tratando de calmarla): Severa, querida, escuche...
Severa: ¡Los odio! ¡Los odio! Y que Dios me condene, hermana, pero no puedo amar a esos
enemigos. ¡En cambio Dios parece quererlos mucho!
Ana: ¿Qué está diciendo, Severa?
Severa: Porque deja que nos masacren y nos denigren. ¿Por qué? ¿Qué mal hicimos nosotros?
(Silencio. Ana, obviamente es impotente para contestar.) Contésteme, hermana!
Ana (con serena tristeza): Esa pregunta no tiene respuesta.
Vuelve Úrsula terminando de echarse un abrigo sobre su ropa común pero austera y carente de
toda coquetería.
Ana: Úrsula, está lleno de patrullas. A Severa la pararon dos desde su casa hasta aquí.
Úrsula: Tengo salvoconducto firmado por Cerone.
Ana: ¡Es peligroso!
Úrsula: Tan peligroso para mí como para ti. Y yo asistí a Cosme junto con el padre Emilio.
Yo soy quien debe ir.
Ana: ¡No vayas tú! Toda esa gente armada te mata de miedo.
Úrsula (enfrentándola): ¿Por qué perdemos el tiempo? ¡Un agonizante necesita comulgar!
(Baja la voz: íntima, pero fuerte.) Y es bueno sepas que esta protección tuya es realmente
cargante. Me desvalorizas, me anulas.
Ana (azorada): ¿Qué estás diciendo?
Úrsula (no puede parar, ahora): Me tratas como a una criatura. ¿No te das cuenta que eso me
humilla? ¡Apártate de ahí! (Ana ha bloqueado el acceso al sagrario.)
Ana: ¡Úrsula, querida! ¿Cómo voy a querer humillarte yo? Vete con Severa si eso es lo que
quieres. Toma, ¡vete ya! (Se dispone a abrir el tabernáculo)
Úrsula (sofocando un grito.): ¡Dije que te apartaras!
Ana se aparta, presurosa y sorprendida. Echa una mirada incómoda a Severa, que hace un
vago gesto de comprensión. Es Úrsula quien abre el sagrario. Las tres mujeres se arrodillan.
Úrsula saca un copón pequeño y una cajita metálica. Coloca en ella una de las hostias.
Úrsula: ¿Alguien más va a comulgar con él?
Severa: Yo, hermanita.
Úrsula coloca otra hostia en la cajita. La cierra, guarda el copón y cierra el tabernáculo.
Úrsula: Vamos.
Ana (va tras ella, apremiante): Úrsula, perdóname, jamás pensé...
Úrsula: Ana, no hay tiempo ahora, ¿no crees?
Ana: No, claro... luego, cuando vuelvas... Tenemos que hablarlo.
Severa: Adiós, hermanita.
GOLPES A MI PUERTA
Juan Carlos Gene
La sola mirada de Úrsula, la detiene. Sonríe como pidiendo disculpas por lo que ha hecho sin poder
evitarlo, siguiendo el impulso de su sobreprotección. Úrsula va hacia la puerta. Como al acaso, Ana
se coloca custodiando la entrada que da al interior. Apenas abre Úrsula, tres hombres armados,
abrigados y de civil entran brutalmente. Ellas apenas reprimen gritos de sobresalto. Pero no han
terminado los hombres de invadir el lugar, cuando Cerone, igualmente abrigado y con traje civil,
entra rápido.
Cerone: ¡Señores... señores! ¿Qué modales son esos? Se trata de señoras. ¡Y de religiosas! Un
poco de educación, ¡caramba!
Cerone: Hermanas, hermanitas... mil perdones. Por fortuna alcancé a ver que entraban aquí y
me apresuré a intervenir. ¡Mil perdones! Mi gente está nerviosa, claro. Y cansada. Muchas
horas de aquí para allá, buscando y buscando y... nada.
Úrsula: Por favor, señor Cerone, ¡que no nos apunten de esa manera!
Cerone: ¡Muchachos! ¿Qué es eso? Asustando a señoras indefensas... Bajen esas armas... (De
pronto, por el sagrario.) ¡Caramba! ¡Un sagrario! Caballeros: más allá de las creencias de cada uno,
éste es un sitio de paz! ¡Y de respeto! Caramba, hermanita, ¡qué pálida está usted!
Ana: Estoy asustada, señor Cerone. ¿Puedo preguntarle a qué debemos esta visita tan...
intempestiva?
Cerone: A una formalidad, hermanita. El hombre se esfumó en esta cuadra. Lo tenían cercado
y... se esfumó. Y como nadie se esfuma, salvo en los milagros... (Se ríe.) Y como comprenderá... yo
no creo en milagros. Usted sí, por supuesto.
Ana: Por supuesto. Son inusuales, pero ocurren.
Cerone (se ríe): ¡Inusuales! ¡Qué palabra tan aguda! De todos modos, por inusual que fuese, no
podría tratarse, en este caso al menos, de un milagro. Porque los milagros ocurren por mediación
divina, ¿no es cierto? Y pensar eso sería como afirmar que Dios está con los rebeldes. Y Dios no se
ocupa de política, ¿no es cierto?
Ana: No señor. Sólo de la justicia.
Pausa. El la observa un momento con ojos astutos.
Cerone: ¿De veras? (Silencio, y cambia totalmente.) No pudo haberse esfumado.
Ana: ¿Quién?
Cerone: El hombre...
Ana: ¿Qué hombre?
Cerone: ¡De veras! Omití explicárselo. ¡Como si usted lo supiera!... Un rebelde. Lo teníamos
cercado y...
Ana: Señor Cerone. ¿Quiénes son los "rebeldes"?
Úrsula se alarma ante la pregunta que considera una imprudencia de Ana. Y más ante el
sorprendido, espectacular silencio que hace Cerone y que él mismo rompe, finalmente, con
una carcajada.
Cerone (riendo): ¡Pero qué hermanita ésta!... Entiendo que no sepa que hay un delincuente
escondido en una casa de esta cuadra. Pero que ignore que hay rebeldes cometiendo sabotajes
y tropelías...
Ana: No... eso lo sé, claro... Me confundo porque usted los llama rebeldes y ellos... son más
bien leales...
Cerone: ¿"Leales"?
Ana: Leales sí... al gobierno.
Cerone: ¡Pero qué hermanita más ocurrente! Eso es cierto. Pero se rebelaron contra
nosotros... que ahora somos el gobierno de la zona liberada.
Ana: Ah...
Cerone: Bueno, lo dicho: no pudo haberse esfumado, ¿no es cierto?
Ana desfallece...
Cerone: Hermanita, ¡no fue mi gente! Fueron soldados del ejército de ocupación, cuando todavía
estaban por acá... Usted sabe bien que yo manejo sólo compatriotas. ¡Mire qué muchachos tan
sanotes! Aquel es de San Marcos de Ulloa; éste es de Fuente Alta; y el otro, su feligrés, de la Capital.
Compatriotas, hermana. Sumidos en la desgracia de una guerra civil.
Ana: Así será.
Cerone: ¿No?
Úrsula: Sí.
Cerone: ¡Claro!
Cerone: Bien. Pero si algo no quiere este alcalde a quien cupo en suerte... o en desgracia, la
responsabilidad de regir esta zona liberada, es tener conflictos con la Iglesia. (Como despidiéndose,
con voz brillante y espectacular) Hermanitas mías, ¡ninguna requisa! Confianza y colaboración. Si
saben algo, hermanas, no dejen de informar. (Pero antes de salir vuelve a mirar a Ana) ¿De veras
hay milagros, hermana?... No diga nada, usted es una religiosa; yo no. Buenas noches y mil
perdones.
Sale. Úrsula cierra con cadena y pasador y vuelve sobre Ana, indignada.