Algunos Comentarios Sobre La Ley de Proteccion de Los Derechos de Los Consumidores - Francisco Pfeffer

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DOCTRINA ESTUDIOS NOTAS Y COMENTARIOS

ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LA LEY DE PROTECCION DE LOS DERECHOS DE LOS


CONSUMIDORES

FRANCISCO PFEFFER URQUIAGA

Profesor de Derecho Económico, Universidad Central de Chile

I. ANTECEDENTES SOBRE LA TRAMITACION DEL PROYECTO DE LEY

El 5 de junio recién pasado entraron en vigencia las disposiciones de la ley que establece normas
sobre protección de los derechos de los consumidores, y que lleva el número 19.496. Con ello
culminó un largo proceso de tramitación legislativa que se inició el 21 de agosto de 1991 por
Mensaje que S.E. el Presidente de la República dirigiera al H. Congreso Nacional.

Con su entrada en vigencia quedaron derogadas todas las disposiciones de la ley Nº 18.223, de
1983, salvo los artículos 5º y 13, que por mandato del artículo 2º transitorio mantendrán su
vigencia.

Este nuevo esfuerzo legislativo de protección a los derechos del consumidor viene a sumarse a los
muchos intentos que desde antiguo diversos gobiernos han tratado de materializar. A vía ejemplar,
podríamos mencionar el decreto ley Nº 520 de 30 de agosto de 1932 que creó un Servicio
denominado Comisariato de Subsistencias y Precios, el que tenía como función principal asegurar
a los habitantes de la República las más convenientes condiciones económicas de vida, para lo
cual este Servicio constataba los precios y calidad de los artículos de primera necesidad y de uso o
consumo habitual. Luego, mediante el decreto supremo Nº 1.262, de 30 de diciembre de 1953, se
fijó el texto refundido del decreto ley mencionado, reemplazándose la antigua denominación del
Servicio por el de Superintendencia de Abastecimientos y Precios. A este organismo estatal se le
entregaron, entre otras funciones, las relativas a estudio de costos de bienes o servicios declarados
esenciales o de primera necesidad, la fijación de precios en determinadas circunstancias, la de
combatir la especulación, el acaparamiento y la negación de venta de bienes y artículos sometidos
a control.

Con motivo de la dictación del decreto con fuerza de ley Nº 242, de 30 de marzo de 1960, que
aprobó la Ley Orgánica de la Dirección de Industria y Comercio, los dos cuerpos legales antes
comentados quedaron derogados. Se creó, en virtud de este nuevo decreto con fuerza de ley, la
Dirinco, con dependencia del Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción y se le dio el
carácter de sucesor legal de la ex Superintendencia de Abastecimientos y Precios. A su vez, se le
entregó, entre otras, la función de realizar estudios sobre costos, precios, abastecimientos y
mercados, y la de adoptar y proponer las medidas adecuadas para asegurar la atención de las
necesidades nacionales en materia de consumo.

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Con el advenimiento del gobierno militar se dictó el decreto ley Nº 280, de 24 de enero de 1974,
que se denominó de delito económico, al tipificar y castigar con penas de presidio un sinnúmero
de conductas estimadas como contrarias a los derechos del consumidor y al objetivo de
restauración económica del país. (1)

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Finalmente, se dictó la ley Nº 18.223, de fecha 10 de junio de 1983, que declaró como contrarias a
los derechos de los consumidores la ejecución de casi las mismas conductas a que se refería el
decreto ley Nº 280 de 1974. Es así como bajo la vigencia de este cuerpo legal era lesivo para los
derechos de los consumidores, entre otros, el fraude en venta de productos o mercaderías o en la
prestación de un servicio; el cobro de precio superior al exhibido; la negativa injustificada de venta
de un bien o prestación de un servicio; la no exhibición o publicidad de precios de artículos,
productos o servicios; la negativa injustificada a proporcionar servicio técnico y repuestos; la no
rotulación de bienes o servicios o la rotulación con error; la suspensión injustificada de un servicio
previamente contratado y por el cual se hubiere pagado derecho de conexión, de instalación, de
incorporación o de mantención, y la falsedad en la promoción de venta de bienes o servicios. No
obstante la relativa similitud en la tipificación de las conductas, este último texto legal relajó las
sanciones con que éstas eran reprimidas al cambiar todas las penas de presidio por la de multas,
salvo el caso del inciso 2º del artículo 6º.

En la explicación de motivos que consta en el Mensaje que S.E. el Presidente de la República


dirigiera al H. Congreso Nacional, se indican las graves deficiencias que presentaba la legislación
que el proyecto pretendía corregir. Entre ellas, destaca la percepción por la autoridad de que la
legislación no estaba cumpliendo adecuadamente con su finalidad de proteger efectivamente los
derechos del consumidor, razón por la cual era su deber propender a la creación de un cuadro
normativo que corrigiera las graves falencias de la norma legal en vigencia, en cuanto ella:

- carecía de canales expeditos para recibir y atender reclamos por parte de consumidores que
han sido afectados en sus intereses y no era capaz de generar información oportuna y adecuada,
circunstancia que al decir de la autoridad, provoca gran desconfianza del consumidor hacia el
productor, distribuidor o comerciante;

- era insuficiente para regular la relación de consumo entre productor, distribuidor y usuario y
para dirimir controversias entre los mismos;

- carecía de normas sobre control ante la responsabilidad por productos defectuosos y riesgosos;

- no contemplaba normas que regulen los contratos de adhesión que se emplean en el comercio
a crédito, y

- carecía de normas legales que regulen la publicidad comercial.

De allí que el proyecto aspira a que el Estado sea quien proporcione el marco jurídico normativo
necesario para la defensa del consumidor, entregándole los elementos y el instrumental adecuado
que le permita una protección eficaz ante los eventuales abusos monopólicos de parte de
proveedores de bienes y servicios, de los perjuicios de una publicidad engañosa, de la

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discriminación injustificada de precios o condiciones de venta, de la carencia de información o de
una calidad inadecuada. Para ello se promueve la creación de un ambiente que vaya en defen

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sa del consumidor, mediante la generación de organismos e instrumentos que reciban


responsablemente las denuncias hechas por éste en cuanto a calidad, precio, composición de
bienes y servicios de uso significativo para la población y que, a su vez, produjeran daños ya sea
económico, físico o moral a los consumidores.

Se insistió por todos los representantes del sector Gobierno que la iniciativa propuesta busca
principalmente adecuar la legislación a los tiempos que vive el país dentro de una economía social
de mercado pero, también, con una participación del Estado que haga presente su presencia
reguladora y subsidiaria (2). En ese contexto, se dijo, busca proteger al consumidor entregando un
marco que sirva de referencia para que estos mismos se interesen en defender sus derechos, lo
que constituye una novedad en relación con la legislación en vigencia, la que se centra
fundamentalmente en tipificar conductas que constituyen infracciones y su sanción. Se insistió en
que se busca, sobre todo, fortalecer el rol activo que debe cumplir el consumidor en una economía
de mercado, ya que no se puede entender al consumidor como sujeto pasivo, dejando claramente
establecido que el Estado juega un rol subsidiario en la materia y no un rol principal.

En un contexto de globalización de los mercados y de una creciente integración económica que


cada día hará más aconsejable promover el desarrollo del sector exportador, se dijo que el
proyecto pretendía incorporar las normas vigentes en los mercados extranjeros ya que, si esos
mercados tienen una legislación de protección a lo que consumen o usan sus habitantes, cuanto
más debiera también tenerla nuestro país para que el sector productor y exportador incluya esas
exigencias en sus artículos y que, una vez que éstos ingresen en esos mercados no se encuentren
con limitaciones que hagan difícil su comercialización o rechazo. Es importante, se dijo, que al
perfeccionar nuestras normas internas, también se incluyan estas otras que se vinculan con un
mercado exterior determinante para la economía nacional. (3)

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La iniciativa de ley destinada a promover este nuevo cuadro normativo en que destaca un mayor
protagonismo regulador del Estado, contó con la oposición de importantes sectores políticos y
empresariales.

En síntesis, se dijo por ellos que el mercado y la competencia son los mejores elementos de
protección a los consumidores y que en el país existe una legislación abundante que reglamenta
varios de los aspectos que aborda el proyecto de ley en cuestión, como ser la relativa a servicios
eléctricos, agua, combustibles, salud; que al existir otra norma legal podrían crearse situaciones de
confusión en su aplicación y, también, mayores destinaciones de recursos por parte del Estado
para atender similares funciones. se insistió en que no es efectiva la afirmación de que es
necesario proteger al consumidor, ya que éste frente al sector productor se encontraría en
desventaja; en la práctica, los consumidores se unen entre sí, por lo que no existirá una situación

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de desigualdad y que, además, la diferencia de intereses entre los dos sectores no significa una
pugna entre ambos.

En la discusión general del proyecto, se formularon objeciones dirigidas fundamentalmente a


precisar lo innecesario que sería su dictación al existir ya una legislación que regula la materia, la
que podría perfeccionarse y actualizarse conforme a las nuevas tendencias de la economía que
vive el país. Se manifestaron como aprehensiones que un cuerpo legal tan reglamentado podría
distorsionar el mercado y caer en excesos.

Se hizo presente que la economía social de mercado que se aplica hoy en el país, posibilita por sí
sola al consumidor para elegir lo que el mercado le ofrece pudiendo optar por aquellos productos
que entregan mayor información y que explican con mejor claridad los componentes que forman
parte del producto o servicio y desechando, en cambio, aquellos otros que no cumplen estas
condiciones. Se expresó, al respecto, que la libertad de elección de que dispone hoy el consumidor
constituye una herramienta que, bien empleada, hace innecesario que el Estado se convierta en
regulador de este mercado.

Respecto a la exigencia que le impone al productor, distribuidor o comerciante de entregar una


buena información del producto o servicio, se anotó que éste tiene un costo que podría convertirse
en aumento del valor del producto que lo terminará pagando el consumidor, último componente de
esta cadena económica, el que podría llegar a perder esa libertad para elegir lo que le ofrece el
mercado, con lo que se perderían, en gran parte, los postulados que motivan la iniciativa legal en
comento.

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También se argumentó, con respecto a lo innecesario que sería esta legislación, que existen
diversos cuerpos legales, como ser el Código Sanitario, la Ley Antimonopolios, la Ley de Bancos, y
la misma ley Nº 18.223, que establecen normas de protección al consumidor, todo lo cual podría
contraponerse con la que hoy se estudia.

Se expresó, asimismo, que al establecer normas de mayor control o fiscalización del mercado y de
la información por parte del Estado, este costo trae consigo una mayor burocracia. Se propicia, en
cambio, que los servicios del Estado, que hoy se preocupan de la materia, se interesen en
programas de educación de los consumidores y den a conocer los derechos de éstos, sin
necesidad de tener que volver a legislar sobre la materia.

Esta confrontación de ideas más bien, de visión sobre las funciones del mercado y sus efectos en
los derechos del consumidor, fue la tónica presente en toda la tramitación del proyecto de ley.

II. AMBITO DE APLICACION DEL NUEVO TEXTO LEGAL

En los artículos 1º y 2º queda delimitado el ámbito de aplicación del nuevo texto legal. (4)

Se señala que la ley tiene por objeto normar las relaciones entre proveedores y consumidores,
establecer las infracciones en perjuicio del consumidor y señalar el procedimiento aplicable. Para
tales efectos y constituyendo una novedad en nuestro medio normativo, se aventura la nueva ley

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dando un conjunto de definiciones de conceptos de aplicación general, tales como el
de consumidor, proveedor, información básica
comercial, publicidad, anunciante, contrato de adhesión, promociones y oferta.

No son aplicables, las disposiciones de la nueva ley a las relaciones de producción, fabricación,
importación, construcción, distribución o comercialización de bienes o prestación de servicios que
se presenten entre proveedores o directamente entre consumidores.

Ello, en conjunto con la definición que el mismo artículo 1º da de consumidor, refuerza la idea de
que la nueva ley sólo protege al consumidor final, y no al productor que participa en la cadena
productiva adquiriendo factores de producción, quienes tendrán que recurrir, en el evento de algún
conflicto, a las disposiciones de la ley general.

Tampoco se aplican las normas de la nueva ley a las actividades de producción, fabricación,
importación, construcción, distribución o comercialización de bienes o servicios realizadas sin
habitualidad, aunque por ellas se hubiere pagado un precio. Si hay o no habitualidad en la actividad
del proveedor circunstancia que determina la aplicación de las normas y procedimientos de la
ley, es una cuestión de hecho que en cada oportunidad tendrá que calificar el tribunal.

En el artículo 2º se indica que sólo quedarán sujetos a las disposiciones de la ley, los actos
jurídicos que de conformidad a lo preceptuado en el Código de Comercio u otras disposiciones
legales, tengan el carácter de mercantiles para el proveedor y civiles para el consumidor.

Se altera el criterio cuantitativo vigente en la ley Nº 18.233, en cuanto a que el nuevo texto legal
atiende a la naturaleza jurídica que el acto tiene para los contratantes.

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La ley exige la concurrencia copulativa de ambas circunstancias. Que el acto sea comercial para el
proveedor y civil para el consumidor. Se excluye de este modo la posibilidad de que las
disposiciones de esta ley se apliquen también a relaciones de producción o intercambio entre
comerciantes o entre consumidores.

No obstante no tener la calidad de acto de comercio para el proveedor al no encontrarse


enumerado entre los actos de comercio del artículo 3º del Código de Comercio, y atendida la
frecuencia con que los consumidores enfrentan estas operaciones, también le serán aplicables las
normas de la nueva ley a los actos de comercialización de sepulcros o sepulturas y a aquellos en
que el proveedor se obligue a suministrar al consumidor el uso o goce de un inmueble por períodos
determinados, continuos o discontinuos, no superiores a tres meses siempre que lo sean
amoblados y para fines de descanso o turismo.

El uso y goce de un inmueble amoblado por períodos no superiores a tres meses para fines
distintos al descanso o turismo como el caso de un hombre de negocios hospedado en un hotel,
en un apart hotel o en un departamento amoblado, no quedarían amparados por la nueva ley. Sin
duda que la expresión inmuebles empleada por la norma legal es comprensiva del todo. Tanto
de las partes del inmueble, como ser las habitaciones de un hotel, como el inmueble en su
conjunto.

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Por último, sólo se aplicarán los preceptos de este nuevo cuerpo legal a las actividades de
producción, fabricación, importación, construcción, distribución y comercialización de bienes o de
prestación de servicios cuando las leyes especiales que las regulen no prevean la situación en
particular. Al parecer, el sentido de este inciso es dar preferencia a la legislación específica que
regula una materia determinada para resolver el conflicto a que se enfrente el consumidor. Y sólo
en el evento de que esa ley no resolviera el conflicto, aplicar las disposiciones del nuevo texto
legal. Con ello se evitaría que sectores con regulación especial que no consignaran entre sus
disposiciones las facultades y prerrogativas que la nueva ley reconoce en beneficio del consumidor,
pudieran substraerse a su aplicación.

Ello, probablemente se constituirá en un obstáculo para el ejercicio de los derechos que la nueva
ley reconoce, toda vez que previo a su invocación deberá el consumidor cerciorarse de que en
algún texto legal especial no se encuentre regulada la situación que lo afecte.

A partir de la oración final de la letra f) del artículo 3º de la nueva ley, que impone al consumidor la
obligación de celebrar operaciones de consumo con el comercio establecido, es posible concluir
que las garantías y prerrogativas que este nuevo texto legal reconoce, sólo pueden invocarse
cuando se origina en relaciones formales de intercambio. El comercio informal o callejero quedó al
margen de la ley. En la discusión parlamentaria fue un tema bastante polémico, al haberse
manifestado algunas opiniones contrarias a la conclusión anotada.

Cabe hacer presente que fueron desechadas las proposiciones del ejecutivo y todas las
indicaciones originadas en parlamentarios vinculados al sector gobierno que pretendían hacer
aplicables las disposiciones de la nueva ley a los actos jurídicos que recaigan sobre inmuebles
cuando los proveedores sean empresas loteadoras de terrenos, inmobiliarias o constructoras de
viviendas para la venta al público. En síntesis, las razones que llevaron al rechazo de tales
indicaciones dicen relación con la existencia de una ley proyecto en aquel entonces, que tutela a
los consumidores frente a defectos o fallas esenciales en la construcción y que concede un plazo
especial para ejercitar el derecho a reparación respecto de los deterioros y deficiencias esenciales
de la vivienda.

No deja de extrañar que en esta situación existencia de normas especiales y expre

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sas que cautelan los derechos del consumidor, el legislador haya preferido no aplicar las
disposiciones de la nueva ley que pretende precisamente su protección, en circunstancias que al
aprobar el texto del inciso 3º del mismo artículo 3º, fue ése el criterio que primó.

Se eliminó por indicación formulada en el H. Senado el inciso que hacía aplicable las normas de la
nueva ley a las prestaciones de servicios cuando las partes tuvieran las calidades de proveedor y
consumidor y se tratare de aquellos servicios definidos en el Nº 2 del artículo 2º de la ley del I.V.A.
y se rechazaron las indicaciones formuladas por el Ejecutivo que declaraban la no aplicabilidad de
la nueva ley a los servicios profesionales prestados directamente por éstos. Para ello se dejó
constancia que ambas ideas estaban ya recogidas en los incisos aprobados del mismo artículo, en
cuanto de ellos se desprende inequívocamente que el sentido del texto aprobado es el de excluir al
servicio profesional liberal prestado directamente por éstos y el de someter a las normas de la

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nueva ley a los proveedores prestadores de servicios profesionales que tengan el carácter de
empresas.

También fueron rechazadas indicaciones formuladas por Honorables Senadores vinculados al


sector gobierno destinadas a incorporar un nuevo inciso al artículo 2º que expresamente hicieren
aplicables las normas de la nueva ley a los servicios de cobranza de los créditos concedidos por el
proveedor para pagar los precios de los actos jurídicos descritos en el inciso primero del mismo
artículo, cuando dichas operaciones se hubiesen celebrado en forma independiente del acto al que
acceden. Ello para evitar que las gestiones de cobranza que se originan en relaciones de comercio
amparadas en la nueva ley, quedaren al margen de su aplicación porque los servicios de cobranza
se efectuaren por entidades distintas a aquellas que generaron la relación entre proveedor y
consumidor. Para fundamentar su rechazo se indicó que las materias a que se refería esta
indicación eran propias de ser reguladas en otros textos legales, tal como lo sería la ley Nº 18.010,
en aquel entonces, en trámite de ser modificada.

El artículo 1º del proyecto enviado por el ejecutivo y que ponía especial énfasis en la circunstancia
de que el nuevo texto legal tenía por objeto establecer los derechos de los consumidores y regular
las atribuciones del Estado en esta materia, fue rechazado en el primer informe por la Comisión
de Economía, Fomento y Desarrollo de la H. Cámara de Diputados. Con ello queda en evidencia
que el espíritu que subyace en el nuevo texto de la ley de defensa de los derechos del consumidor,
ha colocado un mayor énfasis en los derechos que se reconocen a éstos por sobre las atribuciones
que se pretendían reconocer en favor del Estado.

III. DERECHOS Y DEBERES DEL CONSUMIDOR

El título II de la ley declara cuáles son los derechos y deberes básicos del consumidor.

En los literales a), b), c) y d) del artículo 3º del título citado, se repiten y reiteran a modo de
declaración de principios que inspiran a la nueva ley, los derechos y garantías constitucionales que
el Código Político reconoce a los ciudadanos, entre los cuales, por cierto, se encuentran todos los
consumidores.

En nuestra opinión se trata de una redundancia innecesaria del legislador. En efecto, al reconocer
expresamente el derecho a la libre elección del bien o servicio, el derecho a una información veraz
y oportuna, el derecho a no ser discriminado arbitrariamente por parte de proveedores de bienes y
servicios y el derecho a la seguridad en el consumo de bienes o servicios, la protección de la salud
y el medio ambiente, no se hace más que repetir las garantías constitucionales que los
consumidores tienen como ciudadanos.

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La libre elección de un bien o servicio no cabe entenderla sino como una proyección de la libertad
económica que se consagra como garantía individual en los numerales 21 y 23 del artículo 1º de la
Constitución Política, toda vez que la expresión actividades económicas que se emplea en el
citado numeral 21, es, a no dudarlo, comprensiva también de la actividad económica que realizan
los consumidores. El principio de libertad que subyace en la declaración del literal a) del referido
artículo 3º, se refuerza además con la garantía de acceso al dominio de toda clase de bienes que

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reconoce, como proyección del principio de libertad económica en el plano patrimonial, el numeral
23 del artículo 19 de la Constitución Política.

Igual reflexión cabe con respecto al literal c) y d) del artículo 3º, en cuanto al primero de ellos sólo
cabe entenderlo como una manifestación más del principio constitucional de igualdad en materia
económica consagrado en el numeral 22 del artículo 19 del Código Político, y al segundo, como
proyección del derecho a la protección de la salud y del medio ambiente a que se refieren los
numerales 8 y 9 del mismo artículo.

En relación con el literal b) del mismo artículo 3º, y si bien el numeral 12 del artículo 19 de la
Constitución Política consagra como garantía la libertad de emitir opinión y la de informar sin
censura previa, lo cierto es que la doctrina constitucional ha entendido que ella ampara y es
también comprensiva del derecho de todo ciudadano a ser informado en forma veraz y oportuna.
En todo caso su expreso reconocimiento sin duda que mejora la norma constitucional en cuestión y
facilita el ejercicio de este derecho.

El derecho del consumidor a una información veraz y oportuna se ve fortalecido con la exigencia
que el número 3º del artículo 1º de la ley impone al proveedor en cuanto lo obliga a suministrar al
consumidor lo que la citada norma define como información básica comercial. Por ella debe
entenderse todo dato, instructivo, antecedente o indicación que en cumplimiento de una norma
jurídica como por ejemplo el Reglamento para la Rotulación de Alimentos Envasados o el de
Rotulación de Productos Textiles, de Medicamentos, etc. el proveedor deba suministrar al
consumidor. Se trata de información que obligatoriamente tendrá que proporcionar el proveedor.
Fortalece aún más el derecho a la información veraz del consumidor, el conjunto de prohibiciones a
que se refiere el título III de la ley que prohíbe la llamada publicidad engañosa. La información debe
estar disponible antes del acto de consumo o el servicio que se recibe. La falta de oportunidad en
la información debe entenderse como equivalente a falta de ésta.

La abundante literatura existente sobre los citados principios constitucionales servirán plenamente
para apreciar en su real magnitud la extensión de estas garantías expresamente reconocidas en el
nuevo texto legal.

Mención aparte merecen las declaraciones contenidas en los literales e) y f) del mismo artículo 3º.

La letra f) reconoce el derecho a la reparación e indemnización adecuada y oportuna de todos los


daños materiales y morales. Por primera vez encuentra consagración expresa en nuestra
legislación la posibilidad de que se indemnicen los daños morales originados en el incumplimiento
de un contrato. Como se sabe, la doctrina civil clásica sólo aceptó la procedencia de la
indemnización del daño moral en la responsabilidad extracontractual, mas no así en aquella
originada en el incumplimiento de un contrato. No obstante ello, la doctrina más reciente de
nuestros tratadistas y la última jurisprudencia de nuestros Tribunales Superiores de Justicia, habían
empezado a declarar que también era procedente la indemnización del daño moral en la
responsabilidad contractual. La incorporación del daño moral como daño indemnizable encuentra
su consagración en una indicación del Honorable diputado señor C. Dupré, quien al fundamentarla

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indicó que su reconocimiento era la única manera de garantizar al consumidor el derecho a una
reparación e indemnización adecuada, oportuna e íntegra de todos los daños sufridos por efecto de
la infracción a las normas de la nueva ley.

Sin duda que esta expresa declaración legislativa de procedencia de la indemnización del daño
moral tanto en la responsabilidad contractual como extracontractual y que va en la misma dirección
seguida por la legislación comparada, hará más fácil para un juez la tarea de declarar el derecho a
que se indemnicen los perjuicios sufridos por el consumidor. Bastará acreditar el incumplimiento
imputable del contrato para que sea procedente la indemnización del daño. Será necesario
acreditar los daños materiales, mas no así el daño moral, que no es susceptible de prueba.

Y como es procedente demandar exclusivamente por daños morales, sin que sea requisito
acreditar un daño material, bastará se acredite el incumplimiento del contrato para que el juez
quede en condiciones de declarar el derecho a la indemnización. Esta mayor expedición que tendrá
el juez para condenar al pago de los perjuicios, sin duda que será un gran aliciente para los
consumidores en la defensa de sus propios derechos.

Destaca como novedad de la nueva ley, la imposición de obligaciones y deberes de cargo de los
consumidores. Esta nueva realidad normativa se inscribe en la misma dirección en que camina la
legislación comparada y es plenamente coherente con los principios inspiradores de la nueva ley
de transformar al consumidor en un actor con mayor protagonismo en la defensa de los derechos
que se le reconocen. Los deberes de cargo de los consumidores que no estaban en el texto del
mensaje se originaron en indicaciones formuladas en la comisión de Economía del Senado al
aprobar en primer informe el proyecto despachado por la H. Cámara de Diputados.

La letra b) del artículo 3º se refiere al deber de informarse responsablemente sobre los bienes
ofrecidos, sus condiciones, características y precios. En la letra d) del mismo artículo se consagra
el deber de evitar los riesgos que puedan afectar al consumidor; en la letra e) el deber de accionar
de acuerdo a los medios que la ley franquea; y, en la letra f) el de celebrar operaciones de
consumo con el comercio establecido.

El incumplimiento por el consumidor de las obligaciones que la ley le impone libera al proveedor de
la responsabilidad que la misma ley le señala. La exposición imprudente al daño por el consumidor
será una causal eximente de responsabilidad para el proveedor.

Del artículo 55 de la ley se desprende que el consumidor está obligado también a denunciar en
forma responsable las infracciones a las normas del nuevo cuerpo legal. Al reconocérsele un mayor
protagonismo en la defensa de los derechos que se declaran en su favor, el legislador le ha exigido
un comportamiento de mayor responsabilidad, en términos de que una denuncia temeraria
declarada así por sentencia judicial lo expone al pago de multas que pueden llegar hasta la suma
de cincuenta UTM. Y ello en todo caso deja a salvo la acción resarcitoria del afectado por los daños
causados por la denuncia temeraria. (5)

Se consagra en el artículo 4º de la nueva ley la irrenunciabilidad anticipada de los derechos que la


ley reconoce en favor de los consumidores. En el mensaje del Ejecutivo la irrenuncibilidad era total
y completa y no existía la posibilidad de que se renunciara a ella ni siquiera después de conocidos
los

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hechos por el consumidor. Se esgrimió como fundamento para justificar su consagración en los
términos inicialmente contemplados las recomendaciones formuladas por organismos
internacionales; la circunstancia dudosa, por cierto, de encontrarse el consumidor en una
situación de inferioridad frente a los proveedores, que exige de la ley una especial tutela y
protección, como de hecho ocurre en la legislación laboral o de familia que, no obstante contener
normas de derecho privado en donde el principio rector es el de la autonomía de la voluntad y la
libertad contractual, se contienen también disposiciones de orden público como normas de
protección. En consecuencia, quedaron prohibidas, todas las cláusulas insertas en los contratos de
adhesión, muy habituales en el comercio, de renuncia anticipada de los derechos del consumidor.

Aparece consagrada así una solución intermedia. Se cautela por un lado el derecho del consumidor
al prohibirse una renuncia anticipada del derecho, mientras que por el otro, se hace honor al
principio de la autonomía de la voluntad permitiendo la renuncia del derecho por el consumidor una
vez conocidos los hechos o circunstancias que harían procedente su renuncia. La libertad de
decidir entre ejercer el derecho o renunciar a él a cambio de una prestación o indemnización que el
consumidor estime como equivalente al daño recibido queda plenamente amparada por la
redacción del citado artículo 4º de la ley.

IV. ORGANIZACIONES PARA LA DEFENSA DE LOS DERECHOS DE LOS CONSUMIDORES Y


FACULTADES DEL SERVICIO NACIONAL DEL CONSUMIDOR

El párrafo 2º del Título II de la nueva ley consagra el derecho de todo ciudadano para constituir
organizaciones que se formen para la defensa de los derechos de los consumidores, las que
deberán ajustarse en todo a las normas contenidas en la misma ley y en lo que no fuere contraria a
ella, a los preceptos del Título XXXIII del Libro I del Código Civil. (6)

Dado que las disposiciones de la nueva ley no contienen normas que regulen la constitución de
organizaciones para la defensa de los derechos de los consumidores, estas deberán formarse de
acuerdo con las citadas disposiciones del Código Civil. Más precisamente, deberán someterse a
las exigencias del Reglamento sobre Concesión de Personalidad Jurídica contenido en el decreto
Nº 110 del Ministerio de Justicia.

La extraña redacción con que finalmente fue aprobado este artículo 5º evidencia la dura
controversia que la incorporación de este párrafo originó en la discusión parlamentaria. No
prosperó la tesis del Ejecutivo para agilizar y dar mayor facilidad a la constitución de estas
organizaciones al rechazarse las proposiciones que en ese sentido formuló y que pretendían
simplificar los trámites a que se refiere el Código Civil. Sólo en comisión mixta y en último trámite
constitucional luego de rechazarse un veto sustitutivo del ejecutivo se acordó su incorporación con
una redacción que deja mucho que desear. (7)

La norma del artículo 6º de la nueva ley es coincidente con el inciso 2º del artículo 548 del Código
Civil, salvo en cuestiones de forma.

Difiere parcialmente la norma del artículo 7º de la nueva ley con lo dispuesto por el artículo 559 del
Código Civil, en cuanto aquél permite a la organización de consumidores disolverse por sí misma
previa comunicación

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de la escritura de disolución a la autoridad que registró su existencia, mientras que este último
exige la aprobación de la autoridad que legitimó su existencia.

Cabe destacar que en el mensaje del Ejecutivo no se contemplaba ninguna disposición que
reconociera expresamente el derecho del consumidor a formar organizaciones para la defensa de
sus derechos. En la H. Cámara de Diputados inicialmente se aprobó una indicación que entregaba
a las Uniones Comunales de Juntas de Vecinos que cuenten con personalidad jurídica la facultad
de representarlos colectivamente ante entidades, organismos privados, proveedores, etc., como así
también, la de estudiar y proponer medidas encaminadas a la protección de los consumidores, de
informarlos, capacitarlos y asesorarlos ante las autoridades administrativas, etc. (8)

Por indicación sustitutiva del Ejecutivo se reemplazó la norma referida y se le entregó iguales
atribuciones a organizaciones que se formaren para tal finalidad por los mismos consumidores. En
apoyo del reconocimiento expreso del derecho del consumidor a formar organizaciones que
defendieran sus derechos se señaló que ellas servirían de complemento a las funciones que
corresponde cumplir al Servicio Nacional del Consumidor, en su papel de protector del consumidor,
en especial para promover y proteger los derechos de sus asociados en su condición de
consumidores. Se argumentó que sería una instancia intermedia entre la autoridad y el consumidor,
en especial en aquellas zonas del país donde no exista el SERNAC y, por último, que la existencia
de estas organizaciones se encuentra en la mayoría de los países que han legislado sobre la
materia y ha contado con el apoyo de Naciones Unidas, la que propicia que en los países
miembros de esta organización se implemente su creación.

Quienes estuvieron por el rechazo de tal indicación y de la incorporación del párrafo pertinente
sostuvieron en síntesis, que no aparecía claro el fundamento de legislar en la materia, si se
considera que existen normas legales generales que permiten la constitución de las más diversas
organizaciones sociales y gremiales en el país, entre las que obviamente cabrían aquellas
formadas por los consumidores.

A la luz de los referidos antecedentes no resulta para nada claro el sentido de haber reconocido en
forma expresa un derecho que en todo caso y al margen de esta declaración legislativa siempre
estuvo en la esfera de prerrogativas del consumidor. Y ello porque la facultad para formar tales
organizaciones no cabe entenderla sino como una manifestación más de la garantía consagrada en
el Nº 15 del artículo 19 de la Constitución Política, en cuanto éste expresamente reconoce el
derecho a asociarse sin permiso previo. Más aún, salvo cuestiones formales artículos 6º y 7º, en
nada se alteraron los mecanismos existentes corporaciones o fundaciones reguladas por el
Código Civil, para constituir estas organizaciones.

En el texto de los artículos 8º y 9º de la nueva ley se señalan como únicas funciones a desarrollar
por estas Organizaciones la de difundir el conocimiento de las disposiciones de la ley; la de
informar, orientar y educar a los consumidores, la de estudiar y proponer medidas encaminadas a
la protección de los derechos de los mismos, la de representar a sus miembros y ejercer las
acciones en defensa de aquellos consumidores que le otorguen mandato. Les queda
expresamente prohibido desarrollar actividades lucrativas, incluir como asociados a personas
jurídicas que se dediquen a actividades empresariales, percibir ayudas o subvenciones de

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empresas o agrupaciones de empresas que suministren bienes o servicios a los consumidores y la
de realizar publicidad o difundir comunicaciones no meramente informativas.

La infracción grave y reiterada de las prohibiciones que se le imponen será sancio

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nada con la cancelación de la personalidad jurídica.

Como se advierte, se trata de organizaciones de carácter neutro, no políticas, ni administrativas o


empresariales, de un giro exclusivo y cuya finalidad esencial es la de promover el conocimiento de
las normas que consagren derechos para los consumidores y la de informar acerca de su ejercicio.

No tienen, como ocurre en alguna legislación comparada, salvo mandato expreso conferido por el
consumidor, la facultad de representar judicialmente los derechos de éste. No tuvo acogida en la
nueva ley alguna proposición destinada a reconocer en estas organizaciones de consumidores el
derecho a defender los intereses colectivos de sus asociados y los de la sociedad, en lo que a la
actividad de consumo se refiere.

Cabe recordar que en este ámbito la doctrina suele distinguir tres categorías de intereses que
demandan protección jurídica. Los intereses individuales, los intereses colectivos y los intereses
difusos. Son colectivos aquellos en que sus titulares son un grupo, categoría o clase de personas
ligadas entre sí o con la parte contraria por una relación de base, como por ejemplo, cuando varias
personas, actuando individualmente, contratan el transporte con una misma empresa. Son difusos
aquellos en que sus titulares son personas indeterminadas o ligadas entre sí sólo por
circunstancias de hecho, como por ejemplo, cuando se introducen al mercado productos inseguros
o riesgosos o cuando por una publicidad engañosa se induce al consumo de bienes que no tienen
las cualidades que el consumidor espera encontrar en él. En este caso, todos los miembros de la
comunidad ven afectados sus intereses, y no sólo aquellos que ya han consumido el producto. Sólo
en esta última situación de vulneración de intereses difusos se configura una situación jurídica de
interés público, ya que en el caso de intereses colectivos se trata, en realidad, de intereses
grupales o de núcleo subjetivo. En general, en la legislación comparada la titularidad de las
acciones públicas colectivas se reconoce a las organizaciones de consumidores, habilitándolas
para actuar tanto en defensa de los intereses de sus asociados propiamente colectivos como de
los consumidores en general intereses difusos. (9)

En la nueva ley, como ya se ha dicho, las organizaciones de consumidores, salvo mandato expreso
de un asociado, no podrán ser titulares de acciones públicas colectivas, ni menos aún de aquellas
destinadas a proteger intereses difusos.

El artículo 54 de la nueva ley consulta la facultad del Servicio Nacional del Consumidor para
subrogarse en las acciones del demandante cuando éste comparezca personalmente y sólo para
efectos de demandar la aplicación de las multas que establece la ley, como así también, para
denunciar las infracciones al tribunal competente y hacerse parte en aquellas causas que
comprometen los intereses generales de los consumidores. (10)

Queda claro que la facultad del SERNAC es sólo para actuar en busca de la sanción de multa para

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el proveedor infractor. No prosperó la tesis, acogida en otras legislaciones, de reconocer a dicho
organismo como titular de las acciones resarcitorias de los daños causados al consumidor. En todo
caso, se le reconoce al SERNAC la facultad para actuar en defensa de los intereses tanto
colectivos como difusos, según ya se ha explicado. Ello,

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sin duda, constituye un avance sustancial en relación a la ley que se deroga.

Cabe hacer presente que en el mensaje del Ejecutivo, en el título referido al Servicio Nacional del
Consumidor, se reconocía expresamente a esta entidad la facultad de denunciar al tribunal
competente las infracciones a la nueva ley, como así también, la de hacerse parte, en conformidad
con lo dispuesto por los artículos 17 a 24 del Código de Procedimiento Civil, en todas las causas
que se promuevan en defensa del derecho de los consumidores. En la Comisión de Economía del
Senado se eliminó esta atribución pero se dejó expresa constancia que la defensa del interés
colectivo seguiría siendo de responsabilidad del SERNAC, al aprobarse en la misma oportunidad
una indicación al actual artículo 54, que precisamente le entregaba la titularidad de la acción para
la defensa de los intereses colectivos y difusos. Con ello, no cabe duda entonces, que el SERNAC
puede denunciar cualquiera infracción a las normas de la nueva ley, y como titular de esta acción
pública, hacerse parte en cualquier proceso que se ventile, sólo, como ya se ha dicho, en procura
de la sanción para el infractor, mas no en busca de la reparación de los daños producidos.

V. OBLIGACIONES DEL PROVEEDOR

Toda persona natural o jurídica que habitualmente desarrolle actividades de producción,


fabricación, importación, construcción, distribución o comercialización de bienes o servicios, por las
que se cobre un precio, estará obligada a respetar los términos, condiciones y modalidades
conforme a las cuales se hubiera ofrecido o convenido con el consumidor la entrega del bien o la
prestación del servicio. (11)

El artículo 13 señala que los proveedores no podrán negar injustificadamente la venta de bienes o
la prestación de servicios en sus respectivos giros en las condiciones ofrecidas. Esta misma
obligación estaba casi en idénticos términos en el artículo 3º de la ley que se derogó. En el
mensaje del Ejecutivo no se hacía referencia al adjetivo injustificada (12) y se contenía además
un inciso que prohibía condicionar la venta de un bien o la prestación de un servicio a la
adquisición de otro, salvo que esas fueran las condiciones en que se hubieren ofrecido, inciso que
fue eliminado sin mediar ningún comentario en la Comisión de Economía del H. Senado. (13) Por
indicación aprobada en la Comisión de Economía de la H.C. de Diputados se incluyó como causal
que justificaría la negativa de venta por el proveedor, el caso fortuito o fuerza mayor, causal que
finalmente fue eliminada. (14)

Al no prosperar la idea de prohibir la venta de un bien con la condición de que también se adquiera
otro, se frustró la posibilidad de marginar definitivamente de la práctica

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comercial a los contratos ligados, poderosos instrumentos de abuso de los proveedores.

Las condiciones ofrecidas por el proveedor serán las que determinen, en cada caso en particular, si
la negativa para la venta o la prestación del servicio es o no justificada. Especial cuidado deberán
tener los proveedores advertencia informativa al ofrecer condiciones generales que no sean
susceptibles de aplicarse a determinadas situaciones o clientes. En la calificación de circunstancias
que será preciso efectuar deberá ponderarse debidamente el derecho del consumidor a no ser
tratado de manera distinta a como se trata a otros consumidores que se encuentren objetivamente
en la misma situación.

Como contrapartida del derecho del consumidor a ser informado en forma veraz y oportuna sobre
los relevantes, en el artículo 14 de la ley se impone al proveedor la obligación de avertir al
consumidor la circunstancia de que los productos que vende presentan alguna deficiencia, son
usados o refaccionados o se han fabricado o elaborado con partes o piezas usadas. Esta
información deberá ser expresa y se entiende se ha cumplido con la obligación de entregarla al
indicar en los propios artículos, en sus envoltorios o en las facturas, boletas o documentos las
expresiones segunda selección, hecho con materiales usados u otras equivalentes. En la
medida que el proveedor cumpla con esta obligación de informar, queda eximido de las
obligaciones que le imponen los artículos 19 y 20 de la ley, sin perjuicio de aquellas que hubiera
contraído en virtud de la garantía otorgada al producto.

Se trata de dar cuenta del carácter conmutativo de las relaciones de consumo, en las cuales las
obligaciones de una parte se miran como equivalentes a las de la otra. La idoneidad del producto
debe ser equivalente a la del dinero que se paga para adquirirlo. Está implícito en este artículo el
principio de la buena fe, que exige advertir al consumidor que está adquiriendo un producto de
determinadas características y que por tal está pagando un cierto precio, aplicando el aforismo
jurídico contra aviso no hay engaño.

En el mensaje del Ejecutivo ya se contenía un precepto relativamente similar al aprobado, con


algunas diferencias formales. Por indicación formulada en la Comisión de Economía del H. Senado
se eliminó la exigencia copulativa que contenía el precepto del mensaje de dejar constancia tanto
en el producto como en los documentos, envoltorios o facturas de las circunstancias apuntadas, e
incorporó la frase con conocimiento del proveedor, para dejar expresa constancia que el
proveedor ignorante de tal circunstancia quedaba liberado de cumplir con tal obligación. (15) En
nuestra opinión, a la misma conclusión debía haberse llegado aplicando los principios generales
del derecho y de la misma ley, por lo que su expresa declaración resulta un tanto redundante. En
todo caso, la prueba de la falta de conocimiento que el proveedor invoque para liberarse de la
obligación de informar es de su responsabilidad.

Cabe advertir que la obligación de informar en la forma indicada que pesa sobre el proveedor, no
puede exigirse en términos que signifiquen atentar contra su derecho a desarrollar actividades
económicas. La Excma. C. Suprema, en fallo de fecha 19 de junio de 1996 recaído en el recurso de
amparo económico deducido en contra del Ministerio de Agricultura por la Asociación de
Exportadores y Embotelladores de Vino, tuvo la oportunidad de precisar conceptos parecidos
existentes en las normas de la ley Nº 18.455. Por decreto del Ministerio de Agricultura que modificó
el Reglamento de la ley Nº 18.455 se dispuso que las etiquetas de los envases de un litro o más en
que se expendan vinos elaborados con uva de mesa, deberán tener impresa dos franjas
superpuestas incorporadas en el cuerpo de éstas, debiendo la franja superior contener la
leyenda vino de sobrantes y la inferior de uva de mesa. Se señaló por la Corte que la

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expresión vino de sobrantes, en su acepción de desperdicio, importa degradar o denigrar el
producto

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y por consiguiente constituye un claro incentivo a no consumirlo, razón por la cual fue de opinión de
acoger el recurso ordenando la eliminación de la referida leyenda. (16)

Ello deja en evidencia que el derecho del consumidor a la información oportuna y veraz debe
siempre conciliarse con el del proveedor a desarrollar su propia actividad comercial.

En el artículo 15 de la ley se impone a los establecimientos de comercio que mantengan sistemas


de seguridad y vigilancia la obligación de respetar la dignidad y derechos de las personas. En caso
de sorprender a un consumidor en la comisión flagrante de un delito, los encargados del
establecimiento de comercio se limitarán a poner al presunto infractor, bajo su responsabilidad, a
disposición de la autoridad competente. Cuando los destinatarios de esta obligación
establecimiento de comercio, sus empleados y dependientes no le dieren cumplimiento y la
conducta de ellos no fuere constituitiva de delito, el establecimiento será sancionado con multa de
hasta 50 UTM. Y ello es sin perjuicio del derecho del consumidor ofendido para demandar los
perjuicios materiales y morales que se deriven de la imputación de un delito que luego no pueda
ser comprobado.

En el caso del delito flagrante la ley habla sólo del consumidor. No regiría esta exigencia ni la
eventual sanción para el establecimiento de comercio cuando quien cometa el delito no tenga la
calidad consumidor. En esta hipótesis es plenamente aplicable el Nº 4 del artículo 254 del Código
de Procedimiento Penal.

El mensaje del Ejecutivo no contenía ninguna referencia a esta garantía. Ella se originó en
indicación formulada en la C. de Economía de la H.C. de Diputados por el H. diputado Sr. C. Dupré
en términos mucho más amplios y explícitos, en cuanto se hacía mención expresa al ultraje que
podía provocar el registro personal de que son objeto los consumidores y que muchas veces
ofende el pudor y dignidad personal. Además, se hacía expresa mención del derecho a la
reparación del daño moral y material a que tendría derecho el consumidor a quien se imputare la
comisión del delito que luego no fuere comprobado. En el curso de la tramitación del proyecto de
ley fue rechazada una indicación formulada por el Ejecutivo para eliminar la facultad del
establecimiento de comercio derivada de la comisión de un delito flagrante, por estar ella
contemplaba explícitamente en el Nº 4 del artículo 254 del Código de Procedimiento Penal.
Tampoco prosperó la opinión formulada en la C. de Economía del H. Senado destinada a eliminar
el inciso que consultaba la aplicación de sanciones para el establecimiento de comercio que no
diere cumplimiento a las obligaciones que el precepto le imponía, fundada en la circunstancia de
que las sanciones a aplicar serían las de la ley general y no las de una ley concebida para proteger
derechos de los consumidores. Sin bien se eliminó la referencia explícita al derecho del consumidor
para demandar los perjuicios morales y materiales ocasionados por la imputación infundada de un
delito, quedó expresa constancia en la historia de la ley que ello era en todo caso procedente, de
acuerdo con las normas generales. (17)

En un próximo comentario abordaremos los restantes temas contenidos en la nueva ley de defensa

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de los derechos del consumidor.

Santiago, mayo de 1997.

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PROBLEMAS SUSCITADOS EN TORNO A UN LLAMADO DE LICITACION PUBLICA. NORMAS


QUE DEBEN RESPETARSE

JOSE FERNANDEZ RICHARD

Abogado Integrante de la Excma. Corte Suprema, ex Abogado Jefe de la I. Municipalidad de


Santiago.

En el recurso de protección Rol Nº 818-97 que conoció recientemente la Tercera Sala de la Excma.
Corte Suprema, y en el cual por sentencia de fecha 6 de mayo de 1997 se acogió el recurso, se
sentaron importantes principios en relación al llamado a licitación pública.

Los Municipios en conformidad a lo dispuesto en su Ley Orgánica Constitucional ley Nº 18.695, son
los encargados de administrar los bienes municipales y nacionales de uso público existentes en la
comuna (artículo 5º), y dentro de las atribuciones conferidas al Alcalde en el artículo 53 letra f) está
la de Administrar los bienes municipales y nacionales de uso público de la comuna que
correspondan en conformidad a esta ley y tratándose de concesiones el Alcalde podrá otorgarlas
con acuerdo del Consejo Municipal, según lo prevenido en el artículo 43 letra i) de la ley Nº 18.695
que dispone El Alcalde requerirá el acuerdo del consejo para: i) otorgar concesiones municipales,
renovarlas y ponerles término.

Ahora bien, las antedichas normas legales deben relacionarse con lo prevenido en el artículo 6º
incisos 3º y 4º de la ley Nº 18.695 que preceptúan:

De igual modo, podrán otorgar concesiones para la prestación de determinados servicios


municipales o para la administración de establecimientos o bienes específicos que posean o
tengan a cualquier título y la celebración de los contratos y el otorgamiento de las concesiones a
que aluden los incisos precedentes se hará previa licitación pública, en el caso que el monto de los
contratos o el valor de los bienes involucrados exceda de doscientas Unidades Tributarias
Mensuales o, tratándose de concesiones, si el total de los derechos o prestaciones que deba pagar
el concesionario sea superior a cien Unidades Tributarias Mensuales; cabe agregar que en el
inciso 2º de este mismo artículo 6º, el legislador expresó asimismo, a fin de atender las
necesidades de la comunidad local, las municipalidades podrán celebrar contratos que impliquen la
ejecución de acciones determinadas inciso que también es comprendido dentro de la norma
general de llamar a licitación pública cuando el monto de los contratos o el valor de los bienes
involucrados excedan de un determinado monto doscientas Unidades Tributarias Mensuales o
bien tratándose de concesiones, exceda el total de derechos o prestaciones que deba pagar el
concesionario, a cien Unidades Tributarias Mensuales.

Es así que las Municipalidades cuando llaman a licitación para otorgar concesiones que excedan
cierto monto, ya sea en relación al valor de los bienes involucrados o de sus prestaciones y pago

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de derechos, llaman a licitaciones publicas, y estas se realizan mediante la preparación previa de
Bases, a la cual deben ajustarse los oferentes, cuyas proposiciones son abiertas en un mismo acto
público y evaluadas posteriormente, para ser escogida la más conveniente a los intereses
municipales como es obvio lo que se

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traduce finalmente en el otorgamiento de la concesión por el Alcalde con el acuerdo del Concejo
Municipal.

Es del caso que al elaborar y aprobar las Bases el Municipio, debe forzosamente ceñirse a las
mismas, ya que es la propia autoridad la que regla y regula su atribución, y que se concreta al
llamamiento público, conforme a estas Bases preestablecidas. Es la única interpretación que debe
dársele a este punto, ya que si las Bases no obligaran a la autoridad que las elaboró, y conforme a
las cuales llamó a los posibles oferentes, no tendría sentido alguno que ellas se elaboraran, y se
caería en toda suerte de arbitrariedades o imprecisiones.

Es así que al aprobarse las bases y al ser estas aceptadas, por los oferentes, se crea un vínculo
jurídico sui géneris, que es esencial en todo el proceso licitatorio, que podríamos visualizar en las
siguientes etapas: a) preparación y aprobación de las Bases; b) Llamado a la licitación pública; c)
Apertura de las propuestas que se conformen a las Bases; d) Evaluación de las propuestas u
ofertas; e) Resolución de la autoridad que termina con la adjudicación por parte del Alcalde con
acuerdo del Concejo Municipal, de la correspondiente concesión al oferente cuya propuesta sea
más conveniente a los intereses municipales.

En el fallo de la 3º Sala de la Excma. Corte Suprema (Sala Constitucional), se abordaron aspectos


de bastante interés al respecto.

1º. La autoridad municipal debe ceñirse estrictamente a las bases, como al igual deben
hacerlo los proponentes

En efecto, las bases, en el caso de que se trata habían exigido una declaración firmada del
proponente ante Notario, aceptando las bases de la licitación. Se discutía si era o no similar que se
acompañara un documento en el cual la firma apareciera simplemente autorizada ante Notario.

La Corte Suprema, en el considerando 8º de su fallo expresó así:

Que, especial análisis, merecen los puntos que en segundo y cuarto lugar dice haber considerado
la comisión para evaluar las propuestas, esto es, el tenor del artículo 401 Nº 10 del Código
Orgánico de Tribunales y los certificados notariales a que alude, así, el precepto citado estatuye
que son funciones de los notarios autorizar las firmas que se estampen en documentos
privados,sea en su presencia o cuya autenticidad les conste y el vocablo autorizar, en la acepción
aplicable en la especial, significa dar fe el escribano o notario en un documento; a que, dar fe
acerca de la firma, para lo cual dicho Ministro de fe lo efectúa o por haberse rubricado el
documento en su presencia o porque la autenticidad de la firma le consta. De estas dos formas, las
bases eligieron la más estricta: Declaración firmada del proponente ante notario, añadiéndose
que Este es un documento esencial de la propuesta y en el caso de un consorcio debe ser

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firmado por todos los integrantes de él. A continuación en este mismo considerando los falladores
hacen suyas las expresiones contenidas en un informe en el cual se expresó:

No puede el agente público que interviene en algún momento del proceso de contratación
abstenerse de aplicar estrictamente las normas que rigen el proceso y hacer efectivas las
consecuencias que deben tener las conductas tipificadas en el reglamento de llamamiento.
Agregándose que si la Municipalidad exigió que el oferente suscribiera su declaración ante
Notario y que el testimonio de esta actuación era un requisito esencial para que la oferta fuera
considerada, el oferente debió haber cumplido con ello.

De tal forma la Corte Suprema concluye en el considerando 9º del referido fallo: Que por ende, la
comisión de Propuestas no podía dar por cumplido tal requisito de las bases por el hecho de que
se dijera en los documentos que la firma en la oferta fue auto

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rizada por un notario, como tampoco, se debió adjudicar las propuestas en la forma en que se
hizo.

En conclusión sobre este punto el más Alto Tribunal, reafirma una vez más el principio de que los
funcionarios municipales o la autoridad municipal, debe ceñirse estrictamente a las normas que
rigen el proceso de licitación, y que fueron elaboradas por ella misma y aceptadas libremente por
los proponentes que concurrieron a la licitación.

2º. Improcedencia de adicionar documentos con posterioridad a la apertura de las


propuestas

En el caso de que se trata, las empresas que incurrieron en la omisión formal de acompañar
documentos aceptando las bases y firmados en presencia de notario, y con posterioridad a la
apertura de las propuestas, esto es, varios días después, acompañaron documentos adicionales en
que el notario respectivo certificaba que los documentos cuyas firmas fueron autorizadas por él
habían sido firmados en su presencia, a pesar de que en los documentos primitivos no se dejaba
constancia de tal circunstancia.

La Excma. Corte Suprema reprocha tal proceder en su considerando 10º expresando


textualmente. La comisión los ponderó permitiendo con ello, que se adicionaran instrumentos,
discriminando entre los demás oferentes y rompiendo la igualdad que debe existir para todos los
proponentes y consecuente con este razonamiento en el considerando 11º que pasa a ser
decisorio, concluye 11º que, en consecuencia, las actuaciones de los recurridos han sido ilegales
y arbitrarias, vulnerándose las garantías constitucionales de los Nºs. 2 y 22 del artículo 19 de la
Constitución Política de la República, respecto de recurrente, esto es la igualdad ante la ley
artículo 19 Nº 2 Constitución Política, y la no discriminación arbitraria en el trato que deben dar el
Estado y sus organismos en materia económica (artículo 19 Nº 22 de la Carta Fundamental).

En consecuencia, respecto a este punto la Corte Suprema consagra el sano principio de que una
vez cumplida la etapa de presentación de las ofertas y de su apertura en un acto público, no es
lícito admitir documentos adicionales a algunos proponentes, ya que por un lado se vulneran las

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bases y por el otro se le otorgan ventajas a unos proponentes en desmedro de otros, lo que
violenta la garantía constitucional que consagra la igualdad ante la ley.

En suma, el fallo referido reafirma rectos principios basados en normas legales y de justa
aplicación, en orden a que: 1º) La autoridad pública debe ceñirse estrictamente en el proceso
licitatorio a las Bases que ella misma elaboró y que fueron aceptadas libremente por los
proponentes, actuar en sentido contrario es ilegal y arbitrario, 2º) Que una vez efectuada la
apertura pública de las ofertas o propuestas y cerrado este capítulo del proceso licitatorio, no es
lícito aceptarle a alguno o algunos de los proponentes que adicione sus ofertas en cualquier
sentido, en desmedro de los demás, ya que ello atenta contra el principio de igualdad ante la ley.

El cumplimiento de estas sencillas normas por parte de los entes municipales, evitará conflictos y
problemas, que terminan en litigios con el consiguiente perjuicio para los propios intereses
municipales, ya que se supone que las concesiones cumplen una finalidad de bien público, las que
al dilatarse en su otorgamiento, terminan afectando a la comunidad, por cuyos intereses debe velar
primordialmente el Municipio.

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