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Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

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de Investigaciones Históricas.
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Tzintzun. Revista de Estudios Históricos es una publicación semestral editada por la Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo a través del Instituto de Investigaciones Históricas. Ciudad Universitaria, Edificio C-1, Área de Institutos,
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22 3500, extensión 4172, http://tzintzun.umich.mx/index.php/TZN/index, [email protected]. Editor
responsable: Agustín Sánchez Andrés. Reserva de Derechos al uso Exclusivo: 04-2021-111710252800-102. ISSN:
1870-719X, ISSNe: 2007-963X, ambos números otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de
la última actualización de este Número: César González Samaniego, Instituto de Investigaciones Históricas, Ciudad
Universitaria, Edificio C-1, Área de Institutos, Av. Francisco J. Múgica s/n, Colonia Villa Universidad, C. P. 58030, Morelia,
Michoacán, México. Teléfono +(52) 4433 22 3500. Fecha de última modificación: 1 de enero de 2023. Las opiniones
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Tzintzun.
Revista de Estudios
Históricos
           
S UMARIO

Artículos

LA PROSA DE LA CONQUISTA: PROCEDIMIENTOS DE ESCRITURA EN LAS CRÓNICAS DE


NUEVA ESPAÑA Y EL PERÚ, SIGLO XVI
Germán Luna Santiago 7

VIVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘HEREJES’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO


DE MAGDALENA HODSTON, UNA MUJER PROTESTANTE EN CARTAGENA DE INDIAS,
1711-1713 39
Lireida José Sánchez Torres

LA ADAPTACIÓN DE UN DIPLOMÁTICO AL TIEMPO DE GUERRAS DE INDEPENDENCIA Y


REVOLUCIÓN LIBERAL. LUIS DE ONÍS ANTE EL EXPANSIONISMO DE ESTADOS UNIDOS Y
LA EMANCIPACIÓN DE IBEROAMÉRICA, 1809-1822
Abdón Mateos 67

LA ARTILLERÍA LIBERAL EN LA REFORMA, O DE FUNDIR CAMPANAS PARA FABRICAR


CAÑONES
Héctor Strobel del Moral 97

EL COLEGIO DE SAN NICOLÁS DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX.


DEL ESPACIO EDUCATIVO A LA EXPECTATIVA SOCIAL
Paulina Sánchez Pineda / José Alfredo Uribe Salas 123

LA INVENCIÓN DE LA GUERRA DE CASTAS EN YUCATÁN, 1847-1927


Melchor Campos García 153

LOS CORRESPONSALES PERUANOS EN LA CAMPAÑA MARÍTIMA DE LA GUERRA DEL


PACÍFICO (ABRIL–OCTUBRE DE 1879)
Patricio Orlando Ibarra Cifuentes 185

DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA.


LA DIPLOMACIA CULTURAL DE MÉXICO (1900-2000)
Fabiola Rodríguez Barba 215
LA CRISTIADA EN ZAMORA Y SU REGIÓN: EL CASO DEL PADRE FRANCISCO ESQUIVEL,
ALIAS CAPITÁN VILLALOBOS
Marco Ulises Iñiguez Mendoza 245

‘STAY THE HELL OUT OF IT’: EL GENERAL ARANA OSORIO, KISSINGER Y UNA OLVIDADA
CRISIS CENTROAMERICANA (1966-1974)
Rodrigo Véliz Estrada 277

TRASCENDER LA ACADEMIA: LOS COMIENZOS DE LA REVISTA NEXOS (1978-1982)


Luciano Concheiro San Vicente / Ana Sofía Rodríguez Everaert 309

Reseñas

Sobre GONZÁLEZ REYES, Gerardo y Magdalena PACHECO RÉGULES (coords.), La


religiosidad popular en México: una visión desde la historia, México,
Universidad Intercontinental, 2019.
Harald U. Jaimes Medrano 335

Sobre SÁNCHEZ DÍAZ, Gerardo, La presencia del exilio republicano español en


la Universidad Michoacana, 1938-1966, Madrid, Marcial Pons/Universidad
Michoacana de San Nicolás Hidalgo, 2020.
Alberto Enríquez Perea 342

Sobre RAMÍREZ, Sergio, Tongolele no sabía bailar, México, Alfaguara, 2021.


Enrique Camacho Navarro 349

Sobre AGUIAR BOBET, Valeria, La masonería española en Marruecos. Tomo 3.


Interculturalidad, alteridad y proyecto colonial, Santa Cruz de Tenerife,
Ediciones Idea, 2020.
Dulze María Pérez Aguirre 355

Sobre VILLALOBOS ÁLVAREZ, Rebeca, El culto a Juárez. La construcción retórica


del héroe (1872-1976), México, Universidad Nacional Autónoma de México/
Grano de Sal, 2020.
Cristian Rea García 359

Nota Necrológica 365


A RTÍCULOS
LA PROSA DE LA CONQUISTA: PROCEDIMIENTOS
DE ESCRITURA EN LAS CRÓNICAS DE NUEVA ESPAÑA
Y EL PERÚ, SIGLO XVI

GERMÁN LUNA SANTIAGO




RESUMEN

Este artículo ofrece una relectura del relato de la conquista que los conquistadores-
cronistas del Perú y Nueva España elaboraron en el siglo XVI: Francisco de Xerez
y Pedro Pizarro en el primer caso; Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo en el
segundo. El autor encuentra en ellos una prosa de la conquista particularizada,
inestable, que responde menos a una absoluta libertad narrativa que al carácter
hegemónico de las ideas políticas establecidas por el Imperio español para la
ocupación colonial. Inscrito en los estudios del giro historiográfico, el artículo
explora la narratividad construida en las crónicas coloniales. No es su objetivo
reconstruir los hechos de la conquista ni atribuir veracidad ni falsedad a los
dichos de los cronistas, sino explorar en ellos formas de representar el pasado,
que sin duda dependen de las retóricas de poder sostenidas por el Imperio.

Palabras clave: colonización española, crónicas de Indias, retóricas de poder,


historiografía premoderna, giro historiográfico

Germán Luna Santiago • Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad, Iztapalapa


Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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G ERMÁN LUNA SANTIAGO

THE PROSE OF THE CONQUEST: WRITING PROCEDURES IN THE


CHRONICLES OF THE NEW SPAIN AND PERU, XVI CENTURY

SUMMARY

This article offers a rereading of the story of the conquest that the conquerors-
chronicles of Peru and New Spain elaborated in the sixteenth century: Francisco
de Xerez and Pedro Pizarro in the first case; Hernan Cortes and Bernal Diaz del
Castillo in the second. The author finds in them a particularized, unstable prose
of the conquest, which responds less to an absolute narrative freedom than to
the hegemonic character of the of the political ideas established by the Spanish
Empire for the colonial occupation. Registered in the studies of the historiographic
turn, the article explores the narrativity constructed in the colonial chronicles. It
is not its objective to reconstruct the facts of the conquest nor to attribute veracity
or falsity to the chroniclers’ sayings, but to explore in them ways of representing
the past, which undoubtedly depend on the rhetoric of power sustained by the
Empire.

Keywords: Spanish colonization, chronicles of the Indies, rhetoric of power, pre-


modern historiography, historiographic turn

LA PROSE DE LA CONQUÊTE: PROCÉDURES D’ÉCRITURE DANS LES


CHRONIQUES DE LA NOUVELLE ESPAGNE ET DU PÉROU, XVIE SIÈCLE

RÉSUMÉ

Cet article propose une nouvelle lecture du récit de la conquête du Nouveau


Monde tel qu’il a été transmis par les chroniques des conquistadors du Pérou et
de la Nouvelle-Espagne au XVIe siècle : celles de Francisco de Xerez et de Pedro
Pizarro dans le premier cas, celles de Hernán Cortés et de Bernal Díaz del Castillo
pour le second. L’auteur y voit une façon d’écrire les faits à la fois très détaillés
mais extrêmement variée dans la formulation. Cette prose particulière répond
moins à une extrême liberté narrative qu’au caractère hégémonique des idées
politiques répandues par l’impérialisme espagnol pour justifier l’occupation
coloniale. Intégré dans le cadre des études du tournant historiographique de la
conquête des Amériques, le texte présenté analyse la manière dont la narrativité
s’est construite dans les chroniques coloniales. Son objectif n’est ni de reconstituer
les événements historiques ni de vérifier la véracité des informations contenues
dans ces chroniques, mais d’en explorer les différentes formes de représentation
du passé, lesquelles sont clairement le produit d’une rhétorique de pouvoir dont
a eu recours l’Empire espagnol.

Mots clés: Colonisation espagnole, chroniques des Indes, Discours hégémonique,


historiographie pré-moderne, tournant historiographique.

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LA PROSA DE LA C ONQUISTA : PROCEDIMIENTOS DE ESCRITURA ...

La experiencia es un proceso abierto que ha de ser


comenzado siempre de nuevo.
Karlheinz Stierle

SILVIO ZAVALA, HISTORIADOR SERENO

S i bien la obra de Silvio Zavala ha significado para mí una fuente


constante de inspiración, alguna vez me permití evocar la imagen del
historiador finalmente “positivista” que don Silvio exhibía al sostener, en la
década de 1980, que la labor de los jóvenes practicantes de la profesión se
veía limitada por la fuerza del mundo actual, del que sería mejor
“desprenderse” para abordar los hechos del pasado.1 Como si no supiera
Silvio Zavala, decía yo entonces, que no es el pasado el que llama a su estudio,
sino el presente; como si el apartamiento del mundo fuera condición para
poder escuchar la voz de los documentos, ya que la historia —según habría
dicho Michelet— “habla” por medio de las crónicas y de los archivos. Hay
en esta apreciación algo de inexactitud, justificable tal vez en un contexto
historiográfico acostumbrado a clasificar de manera sencilla la obra de este
autor, aunque nunca se le haya leído.2

1
ZAVALA, Silvio, Imagen y obra escogida, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, p. 9.
2
Véase MOCTEZUMA FRANCO, Abraham, “El camino de la historia hacia su institucionalización”, Historia y
Grafía, núm. 25, México, 2005, pp. 45-78.

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G ERMÁN LUNA SANTIAGO

Durante mis años universitarios, el encuentro con el historiador


positivista ocurrió con la lectura de Los intereses particulares en la conquista
de la Nueva España (1933), volumen en el que se exploraban los móviles
personales que impulsaron la colonización en Mesoamérica, para lo cual el
autor había procedido con el mismo método que Ranke en Alemania: “Yo
trato únicamente de decir, con apoyo en datos histórico-jurídicos, lo que
hubo realmente. Por eso acudo al estudio objetivo de hechos”, sostenía
Zavala.3 Otras evidencias continuaron apareciendo durante la lectura
entusiasta que emprendí más tarde de sus obras posteriores. En Las
instituciones jurídicas en la conquista de América (1935), me parecía revelador
el aplomo con el que Zavala asentaba que el conocido pleito homenaje que
Moctezuma rindió ante Cortés “existió realmente”, como podía constatarse
en la Historia verdadera de Bernal Díaz del Castillo. 4 A sus de por sí
voluminosas obras, por otra parte, don Silvio gustaba de hacer múltiples
adiciones documentales,5 en una práctica que el historicismo acusaría de
un total sinsentido.
Una tesis sostiene que con la negativa de Silvio Zavala a debatir
públicamente con Edmundo O’Gorman, el representante de la “nueva
historia” en el México de la década de 1940, habría quedado patente la
cerrazón del positivismo ante los nuevos aires historiográficos.6 Lo que la
crítica no dice es que el joven O’Gorman que se había atrevido a cuestionar
el canon, disputándole así el “monopolio” del discurso histórico, lo habría
hecho con una arrogancia7 que ni al propio Marc Bloch veremos sostener,

3
ZAVALA, Silvio, Los intereses particulares en la conquista de la Nueva España, México, Universidad Nacional
Autónoma de México, 1964, p. 12.
4
ZAVALA, Silvio, Las instituciones jurídicas en la conquista de América, México, Porrúa, 2006, p. 27. Estudios
actuales advierten el peligro de atribuir a las crónicas coloniales un carácter historiográfico moderno y de
recurrir a ellas como quien lee un periódico para encontrar información exacta, según entendemos hoy el
término. Véase MENDIOLA, Alfonso, Bernal Díaz del Castillo: verdad romanesca y verdad historiográfica, México,
Universidad Iberoamericana, 1995 (pionero en esta perspectiva) y GARCÍA CASTILLO, Jesús Eduardo, Excurso
y discurso en Bernal Díaz del Castillo, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2012 (que
da cuenta de los procesos de novelación de la Historia verdadera). Un estudio fundamental lo encuentro en
ESPEJEL, Claudia, La justicia y el fuego. Dos claves para leer la Relación de Michoacán, Zamora, El Colegio de
Michoacán, 2008.
5
Me refiero a ZAVALA, Silvio, La encomienda indiana, México, Porrúa, 1992, pp. 9, 259-974; y a ZAVALA, Las
instituciones jurídicas, pp. 253-796.
6
MOCTEZUMA FRANCO, “El camino de la historia”, pp. 74-76.
7
Acaso bien descrita por Miguel León-Portilla en una nota publicada en 1988 en Excélsior: “Decidido a no
dejar que se le escape ocasión alguna de actuar como protagonista, el doctor Edmundo O’Gorman ha

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LA PROSA DE LA C ONQUISTA : PROCEDIMIENTOS DE ESCRITURA ...

en la Francia de Annales, contra Langlois y Seignobos.8 En todo caso, algunas


evidencias nos muestran que el “recalcitrante” positivista no lo era tanto y
habría podido reconocer —con esa cordura y serenidad reflexiva que Alfonso
Reyes encontró en él— que el historiador de los años juveniles estaba
equivocado al pensar que los documentos hablaban por sí solos, y que la
madurez, por el contrario, le había enseñado que la escritura histórica se
circunscribe a un lugar de producción.9
Por otro lado, positivista o no, la obra de Silvio Zavala poco o nada ha
sido explorada para reconocer, no ya sus “deficiencias” metodológicas, como
su significado y originalidad en el drama de la cultura nacional.10 Conviene
traer aquí la apreciación que al respecto esbozó Jorge Alberto Lozoya en
1984: “En un país donde una novela hace fama de por vida, Zavala ha
desenterrado, desempolvado y colocado en nítidas tarjetitas de 7 por 12
varios siglos de la historia de México”. A través de esta “gigantesca labor”, el
destacado historiador traía “nuevas y más fidedignas interpretaciones de la
realidad mexicana”; volviendo a las crónicas y a los documentos coloniales,
Zavala había “equilibra[do] en una fina balanza los troncos del mestizaje
mexicano”. El mestizaje descubierto por este historiador —reflexionaba
Lozoya— estaba comprobado “a partir de hechos contundentes”, de los
intercambios culturales que indios y españoles protagonizaron en el día a
día, es decir, este mestizaje no era “mera anécdota” ni folclorismo fácil.11
Desterrarse un poco en una forma conventual, para oír la voz de los
documentos: ¡ah, qué positivismo, este¡, pero, lo que no es menos cierto, los

encontrado en el tema del Quinto Centenario coyuntura propicia para ponerse una y otra vez en escena.
Gusta él de repetir que va a ”aplastar¼ o ha ”aplastado¼ a quienes disienten de su modo de pensar. Con furor
ha atacado a Lewis Hanke […]. Quiso también medir fuerzas con el humanista Marcel Bataillon […], Mariano
Picón Salas, Octavio Paz y Jacques Lafaye, los que poco o ningún caso le hicieron”. LEÓN-PORTILLA, Miguel,
“¿Y qué hacer con Edmundo O’Gorman?”, El Búho de Excélsior, núm. 156, México, 1988, p. 1.
8
Es conocida la gratitud que Bloch manifestó hacia estos, así como la crítica respetuosa a sus “lecciones”.
BLOCH, Marc, Apología para la historia o el oficio de historiador, México, Fondo de Cultura Económica, 2001,
p. 41.
9
Véase LUNA SANTIAGO, Germán, “Vuelta al cliché: Silvio Zavala positivista”, Revista de Historia de América,
núm. 155, México, 2018, pp. 199-207.
10
Fernández Castro sugiere en este sentido abordar con nueva luz una obra bien sabida, pero poco conocida:
“Silvio Zavala estuvo muy lejos de ser siquiera el simple neopositivista que algunos de sus contemporáneos,
e incluso algunos de sus alumnos creyeron identificar”. FERNÁNDEZ CASTRO, Roberto, “Silvio Zavala y la
historiografía americana. Una vida de vínculos intelectuales”, Revista de Historia de América, núm. 155,
México, 2018, p. 52. Véase LUNA SANTIAGO, Germán, “Con la brújula de la cordura y la sensibilidad: escribir la
conquista en la era Silvio Zavala”, Otros Diálogos de El Colegio de México, núm. 16, México, 2021.
11
LOZOYA, Jorge Alberto, “Silvio Zavala, subversivo”, Diálogos, vol. 20, núm. 3, México, 1984, pp. 67-68.

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G ERMÁN LUNA SANTIAGO

documentos del periodo colonial nunca habían sido trabajados para


confrontar al mexicano con la realidad que la demagogia posrevolucionaria
imaginaba estática y cruel.12 Desprenderse un instante de la ciudad y sus
imaginarios dañinos: del “smog”, las “prisas urbanas” y los “charros jinetes y
las mujercitas modosas del cine” de esa “nación en fuga” de la que daba
cuenta Luis González y González, precisamente en un homenaje a Silvio
Zavala,13 así como del cuadro fatalista que Diego Rivera había pintado en
Palacio Nacional (1951), o del indígena inocente y pueril que daba vida
Pedro Infante en Tizoc (1957) o Dolores del Río en María Candelaria
(1944).14 En efecto, decir verdad en esta época era oponer a la caricatura
oficial una imagen más verosímil del ser nacional. Fincado en esta esperanza,
hacia la década de 1970 un joven tesista del Centro de Estudios Históricos
del Colegio de México —la casa de Silvio Zavala— defenderá la necesidad
de acabar con la imagen oscura que en el país se hacía de los conquistadores
españoles: contra los estereotipos maniqueos, la “revisión objetiva” de los
documentos.15

12
A esta demagogia se refería Luis Weckmann, otro connotado historiador del periodo que veía los años de
la Colonia —en especial en La herencia medieval de México (1948)— como un crisol fecundo para la cultura
mexicana y no tanto una época de suyo censurable. Contraviniendo la ideología en la que habían sido educados
los de su generación, para la cual el pasado prehispánico —origen de la identidad nacional— se habría
derrumbado con la conquista española pero restaurado con la Revolución, Luis Weckmann sostenía que,
efectivamente, México no era España, “ni tampoco exclusivamente los indios”; que la cultura nacional era
“un gajo de la de Occidente”, nutrida, eso sí, por las “esencias autóctonas”. FLORESCANO, Enrique y Ricardo
PÉREZ MONTFORT (comps.), Historiadores de México en el siglo XX, México, Fondo de Cultura Económica,
1994, pp. 356-367; WECKMANN, Luis, La herencia medieval de México, México, El Colegio de México, Fondo
de Cultura Económica, 1994, p. 30. Sobre la retórica revolucionaria, véase BONFIL BATALLA, Guillermo, México
profundo. Una civilización negada, México, Fondo de Cultura Económica, 2019, pp. 162-166 y PÉREZ MONTFORT,
Ricardo, “Indigenismo, hispanismo y panamericanismo en la cultura popular mexicana de 1920 a 1940”, en
Roberto BLANCARTE (comp.), Cultura e identidad nacional, México, Fondo de Cultura Económica, Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, 2007, pp. 516-547.
13
GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, Luis, “Homenaje al doctor Silvio Zavala”, El Búho de Excélsior, núm. 632, México,
1997, p. 1.
14
Es interesante la postura crítica que al respecto pudo tener otra de las grandes estrellas de la Época de Oro
del cine mexicano como María Félix, que siempre se rehusó a representar personajes abyectos. En entrevista
con Jorge Saldaña durante la inauguración de la exposición Los indios de México (1990), del pintor Antoine
Tzapoff, María reparaba en la imagen del indígena pasivo y desaliñado que los muralistas de la posrevolución
habían difundido. Por otro lado, Tizoc corrió el riesgo de rodar sin María Félix como estelar femenino, porque
juzgaba que Pedro Infante no daba una imagen fiel del indígena: “nunca pensé que un indio se pareciera a
Tizoc, para nada. Pedro Infante hacía el rol de un indio, pero un indio no es así, no camina así, no se peina
así, no habla así. No es cierto, los indios hablan de otra manera”, declaraba en entrevista con Ricardo Rocha
(1996). María, por el contrario, engalanaría la cinta con exquisitos huipiles de factura indígena. (El lector
encontrará con facilidad ambas entrevistas en YouTube.)
15
ÁLVAREZ, Víctor M., Los conquistadores y la primera sociedad colonial, tesis de doctorado en Historia, México,
Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 1973, pp. 1-11. En este sentido, resulta extraño que se

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LA PROSA DE LA C ONQUISTA : PROCEDIMIENTOS DE ESCRITURA ...

En definitiva, el carácter positivista de la visión histórica de Silvio Zavala


no invalida de ninguna manera la originalidad de su trabajo. Evaluado en
su historicidad o su espacio cultural de producción, el trabajo del autor es
original en la medida en que contribuye a la construcción de la identidad y
la memoria nacionales desde la investigación profesional, vale decir, sobre
la base de una labor metódica y que rehúye a la fantasía desconcertada. Así
también, hoy día el suyo continúa siendo un trabajo original toda vez que
despejó ese misterio que en historia política siempre nos despierta el pequeño
número, es decir, que con la revisión de las crónicas y los archivos descubrió
de manera pionera la fina arquitectura ideológica e institucional que permitía
que un poder como el colonial fuera obedecido.
Esta arquitectura debe tenerse presente siempre que leamos, como en
este caso, las relaciones de la conquista,16 para no pensar que este tipo de
documentos fueron elaborados con una total libertad autoral, con una pluma
que añade, recorta o suprime algunos hechos al arbitrio y creatividad del
cronista, en un grado tal que sus “mentiras” y “artimañas” nos llevarían a
restarle credibilidad a su testimonio sobre la conquista. En más de una
ocasión, se tiene una idea fácil de la cronística colonial. En paralelo, la
monarquía, destinataria de la falsa retórica, comúnmente se antoja ingenua
y uniforme en el tiempo y el espacio.17 En un contexto similar, las Cartas de
relación llegan a la Corte con falsas postales que permitirían al Rey afirmarse
como legítimo señor del Nuevo Mundo. En las referencias que ahí se hace
en torno al Moctezuma “tirano”, encontraríamos a un Cortés que se compara

vincule a Silvio Zavala (MOCTEZUMA FRANCO, “El camino de la historia”, pp. 51-53) con ese supuesto grupo de
intelectuales que el Estado posrevolucionario contrata para que le canten loas y lo legitimen científicamente.
16
Más allá del contexto intelectual mexicano desde el que escribo, encuentro también a otros que como Silvio
Zavala han señalado el rumbo de una historiografía atenta a la complejidad política —pero también social,
económica, cultural, en una palabra, humana— en la que tiene lugar la cronística colonial americana. Por
ejemplo, HERNÁNDEZ ASTETE, Francisco, “Leer el pasado andino en los textos coloniales”, Diálogo Andino,
núm. 49, Chile, 2016, pp. 29-36; ADORNO, Rolena, “History, law, and the eyewitness: Protocols of authority in
Bernal Díaz del Castillo’s Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, en Elizabeth FOWLER y
Roland GREENE (eds.), The Project of Prose in Early Modern Europe and the New World, Cambridge, Cambridge
University Press, 1997, pp. 154-175; y MIGNOLO, Walter, “Rossing gazes and the silence of the ”Indians¼:
Theodor De Bry and Guaman Poma de Ayala”, Journal of Medieval and Early Modern Studies, vol. 41, núm.
1, Durham, Estados Unidos, 2011, pp. 173-223.
17
SEGUNDO GUZMÁN, Miguel Ángel, “Un acontecimiento fundacional: Moctezuma y Cortés, un lienzo señorial
pintado en el Nuevo Mundo”, en Miguel HERNÁNDEZ et al. (coords.), Más allá de lo disciplinario: enfoques
teóricos, historiográficos y metodológicos para el estudio del pasado, Guanajuato, Universidad de Guanajuato,
2018, pp. 325-351; PASTOR, Marialba, “En torno a la construcción y conservación del mito de la conquista de
México”, Oficio. Revista de Historia e Interdisciplina, núm. 6, Guanajuato, 2018, pp. 41-54.

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G ERMÁN LUNA SANTIAGO

a un Mio Cid, liberador de pueblos oprimidos; en el pleito homenaje del


tlatoani que asimismo relata el capitán, el “guiño” de un acto legal aún más
importante: la traslación del poder imperial mexica, reconocida en las
partidas de Alfonso el Sabio y tan practicada en el medievo.18
Sin negar la influencia que los conquistadores ejercieron sobre las
decisiones del Estado español,19 tendremos que insistir que la colonización
—para retomar a Silvio Zavala— no quedó bajo los dictados del caudillo,
sino que dependió de las reglas del sistema jurídico implantado por el poder
regio. A la afirmación de Zavala de que no todos los hechos que
protagonizaron los conquistadores eran arbitrarios y carentes de apoyos
jurídicos,20 añadimos que incluso la prosa de las relaciones de la conquista
refleja puntualmente los deseos de las teorías y las leyes de la monarquía,
difíciles de asumir estáticas. En este sentido, cuando decimos que Hernán
Cortés o Bernal Díaz del Castillo escriben, antes que historia, probanzas de
méritos y servicios con los que lucharían por ganarse el favor del Estado
español, ¿qué estamos entendiendo por Estado y en qué manera este podía
sentirse complacido?

LA PROSA DEL MUNDO MEDIEVAL

En forma, tanto las Cartas de relación (1519-1526) de Hernán Cortés como


la Verdadera relación de Francisco de Xerez (1534), testimonios prístinos
sobre la conquista de México y el Perú, sugieren una importante línea de
continuidad con la historiografía del medievo.21 En una lectura un poco
más precisa, las crónicas de Cortés y Xerez se corresponden, más bien, con
la historiografía medieval que un estudioso define como vernacular, la que

18
SEGUNDO GUZMÁN, Miguel Ángel, “Retóricas legales de la conquista. Hernán Cortés y la simbólica del
vencido”, Arqueología Mexicana, núm. 142, México, 2016, pp. 52, 54.
19
Véase ZAVALA, Las instituciones jurídicas, cap. 10.
20
ZAVALA, Las instituciones jurídicas, p. 11.
21
Dentro del campo intelectual mexicano, las crónicas coloniales han sido leídas como artefactos culturales
de la Edad Media, véase, por ejemplo, MENDIOLA, Bernal Díaz del Castillo; GARCÍA CASTILLO, Excurso y discurso;
RODRÍGUEZ, Jimena N., Conexiones trasatlánticas. Viajes medievales y crónicas de la conquista de América,
México, El Colegio de México, 2010; y GUTIÉRREZ MUELLER, Beatriz, La “memoria artificial” en la Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, México, Universidad Iberoamericana,
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
2018.

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LA PROSA DE LA C ONQUISTA : PROCEDIMIENTOS DE ESCRITURA ...

en el siglo XIII se expande especialmente en Francia y España. En dicho


siglo, quien escribe historia siente más atracción por

[…] el hombre como ser político y social, menos [por] el hombre que dialoga
solo con Dios. Comparándolos con sus predecesores, los historiadores del si-
glo XIII se sienten más atraídos por la superficie del acontecer, por los hechos y
personas individuales, que por conflictos profundos de ideología, como el del
Imperio y el Papado en los siglos XI y XII.22

En este sentido, las Cartas de relación y la Verdadera relación han


querido competir, e.g., con las autobiografías que confeccionaron Jaime I y
Pedro IV, reyes de Aragón, para relatar sus conquistas. Tanto el Llibre dels
feyts (c.1274) del primero como la Crònica (c.1382) del segundo rememoran
ni más ni menos que la primera gran empresa bélica de su reinado, la
conquista de Mallorca,23 en ese Mediterráneo convertido entonces —como
habría dicho Henri Pirenne— en un lago musulmán. Resalta asimismo el
hecho de que en ambas crónicas los reyes adopten el papel de héroes
bendecidos por la Providencia.24
La Crònica de Bernat Desclot, crónica oficial de la Corona de Aragón
elaborada entre 1285 y 1288 en honor a Pedro III el Grande, en esta misma
dirección ilustra con elocuencia la ideología en torno a la guerra justa
imperante en la España cristiana del siglo XIII.25 En esta Crònica, ningún
empacho se tiene al sostener que la movilización de los ejércitos de Jaime I
estaba justificada como una guerra santa en contra de los “enemigos” de la
Cristiandad, como una tarea del buen cristiano en “honor” y “servicio” de
Dios.26 En el contexto de esta ordalía de la era de las Cruzadas, los generales
de la empresa de conquista de Jaime I —recordaba Desclot— requerían a
los soldados “estar muy alegres” y “animosos” por el servicio religioso que

22
HILLGARTH, Jocelyn Nigel, “Jaime I y Pedro IV de Aragón: sus crónicas en relación con el reino de Mallorca”,
Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana: Revista d’Estudis Històrics, núm. 35, Palma de Mallorca, 1976,
pp. 342-343.
23
HILLGARTH, “Jaime I y Pedro IV de Aragón”, p. 346.
24
HILLGARTH, “Jaime I y Pedro IV de Aragón”, p. 352.
25
ALVIRA CABRER, Martín, “Guerra e ideología en la España del siglo XIII: la conquista de Mallorca según la
crónica de Bernat Desclot”, En la España Medieval, vol. 19, Madrid, 1996, p. 37.
26
ALVIRA CABRER, “Guerra e ideología”, pp. 39-40, 43, 45, 47 (lo entrecomillado en este y sucesivos casos, salvo
que se indique lo contrario, proviene de la Crònica).

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prestaban. Amparado en este legítimo argumento, Dios no podía sino estar


con el invasor.27 Así, en su Verdadera relación Francisco de Xerez se refería
con énfasis a los “infieles” ganados para la “gloria de Dios”, a los paganos
sujetados con su “divina mano”. En las batallas, “para los animar”, Francisco
Pizarro les aseguraba a sus soldados que “Dios pelearía por ellos”. En
Cajamarca, la refriega en la que Atahualpa fue hecho prisionero habría
iniciado al grito de “Santiago”.28 Las Cartas de relación de Hernán Cortés,
por su parte, rememoran que la guerra en México había sido “en servicio de
Dios”, que cada una de las batallas en suelo mesoamericano fueron ganadas
“más por voluntad de Dios” —que es “sobre natura”— que por las fuerzas
del ejército español. En Tlaxcala, más de una vez Cortés habría arengado a
los desertores de la tropa a hacer “lo que como cristianos éramos obligados,
en pugnar contra los enemigos de nuestra fe”.29 Tras la caída del imperio
mexica, el 13 de agosto de 1521, con la captura de Cuauhtémoc, el último
tlatoani, la tropa cortesiana habría completado el rito cruzado “dando gracias
a nuestro Señor por tan señalada merced”.30
Un aspecto que, hasta donde sé, no había sido señalado en la lectura
de estos documentos es la llamada “paz del miles Christi” que refiere Alvira
Cabrer. Se trata del descanso que sigue al combate religioso, como
recompensa al caballero cristiano. La crónica de Bernat Desclot lo ilustra
de esta manera: “Y así aquella noche reposaron alegremente y en paz; y lo
habían ganado bien, que mucho habían trabajado aquella jornada”.31 No

27
ALVIRA CABRER, “Guerra e ideología”, pp. 42-43.
28
XEREZ, Francisco de, Verdadera relación de la conquista del Perú, Madrid, Tip. de Juan Cayetano García,
1891, pp. 17-18, 64, 87-88, 91. En la Relación de la conquista del Perú, crónica coetánea a la Verdadera relación,
la conquista “fue más bien por la ayuda de Dios que en todo lugar y ocasión les dio [a los españoles] victoria”.
SANCHO DE LA HOZ, Pedro, Relación de la conquista del Perú, Calahorra, Amigos de la Historia de Calahorra,
2004, p. 39.
29
CORTÉS, Hernán, Cartas de relación, México, Porrúa, 2015, pp. 20, 27, 39, 45-48. En la Relación de Pedro
Pizarro (1571), la otra crónica del Perú que aquí analizaré, no he detectado una prosa similar. En la Historia
verdadera, en un contexto discursivo menos hostil —que enseguida expongo—, encuentro pasajes como
este: “dimos muchas graçias a Dios por avernos dado aquella vitoria tan cunplida”. Sin duda aludiendo al
favor que habían tenido de Dios en su empresa. El autor de esta crónica decía que el cielo amenazaba con
caerse tras la toma de México-Tenochtitlan: “Llovió y relanpagueó y tronó aquella tarde y hasta medianoche
mucho más aguas que otras veces”. DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva
España (Manuscrito “Guatemala”), México, Madrid, El Colegio de México, Universidad Nacional Autónoma
de México, Servicio Alemán de Intercambio Académico, Agencia Española de Cooperación Internacional,
2005, pp. 83, 676.
30
CORTÉS, Cartas de relación, p. 205.
31
ALVIRA CABRER, “Guerra e ideología”, p. 44.

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hallo ejemplo más elocuente como el que registra Francisco de Xerez en su


Verdadera relación. En el contexto de la captura de Atahualpa, Francisco
Pizarro

[…] dijo con mucha alegría: “Doy gracias a nuestro Señor, y todos, señores,
las debemos dar, por tan milagroso como en este día por nosotros ha fecho; y
verdaderamente podemos creer que sin especial socorro suyo no fuéramos
parte para entrar en esta tierra; cuanto más vencer una tan grande hueste.
Plega a Dios, por su misericordia, que pues tiene por bien de no hacer tantas
mercedes […]. Y porque, señores, verneis fatigados, váyase cada uno a reposar
a su posada”.32

En definitiva, es imposible negar el horizonte bélico —censurable para


nuestros ojos “democráticos”— en el que se producen estos testimonios.
Una lectura todavía más minuciosa, sin embargo, nos ayudará a percatarnos
del tiempo social complejo que explica la no menos compleja prosa de la
conquista que se encuentra en las crónicas coloniales. Para mi gusto,
conformarnos con los cuadros toscos, como el que acabamos de esbozar,
implicaría caer en la trampa de una historia pensada en blanco y negro,
dividida entre los malos y los inocentes. Una lectura siempre renovada, por
el contrario, habrá de recoger “la verdad en todas sus direcciones”.33

LA PROSA DE LA GUERRA SANTA

Ni Hernán Cortés en México ni Francisco Pizarro en Perú se preocuparon


por definir, hasta donde han querido dejar constancia las primeras crónicas
coloniales,34 una teoría de la penetración española en América distinta a la
32
XEREZ, Verdadera relación, pp. 95-96, cursivas mías. Dice por su parte Pedro Sancho de la Hoz: los soldados
“viejos” eran “ya más propios para el descanso que para la fatiga y que en aquella guerra habían trabajado y
servido mucho”. SANCHO DE LA HOZ, Relación de la conquista, p. 38.
33
ZAVALA, Las instituciones jurídicas, p. 11.
34
Dentro de la historiografía mexicana, las Cartas de relación conforman lo que denomino la visión prístina de
la conquista. En el caso peruano, este papel lo ocupan: La conquista del Perú, llamada la Nueva Castilla (1534),
anónima; la Verdadera relación (1534) de Francisco de Xerez; la Relación de la conquista del Perú
(1534) de Pedro Sancho de la Hoz; y la Noticia del Perú (c.1535) de Miguel de Estete. En el presente artículo
trabajo en esencia con la crónica de Xerez y en parte con la de Sancho de la Hoz, las dos restantes me han sido
de difícil acceso. De cualquier manera, considero que la crónica de Xerez es suficientemente ilustrativa de la
prosa de la conquista que aquí expongo.

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que había sido formulada en la Corte desde la época del viaje colombino.
Tanto en las Cartas de relación como en la Verdadera relación se exaltan,
por el contrario, las acciones bélicas ejercidas sobre la tierra, los cuerpos y
las propiedades indígenas, todo bajo el ardor feudal de la guerra santa.
En la Europa feudal, la guerra —y con mayor razón la que tendría el
carácter de santa— remite al ejercicio de una actividad reservada a un
estamento social, esto es, el militar, de cuyas hazañas caballerescas darían
cuenta los romans de Chrétien de Troyes o el poema de Mio Cid. Como
toda representación histórica, tiene un origen, y se remonta a Johan
Huizinga, que en El otoño de la Edad Media (1927) hablaba acerca del espíritu
caballeresco, la religiosidad y el orden jerárquico en las postrimerías del
medievo en Francia y los Países Bajos. Respecto al tercer tópico, Huizinga
se refería en especial a un mundo conformado por hombres nacidos para
labrar los campos —esto es, el “pueblo bajo”— y otros más —en realidad,
los menos— para ejercer los ministerios de la fe —el clero— y gobernar o
hacer la guerra —la nobleza—.35 Más adelante, en Los tres órdenes (1978),
Georges Duby asentaría esta visión de la sociedad medieval dividida entre
los que cultivan, los que rezan y los que combaten.36 Pero ya Marc Bloch
mostraba, como hoy Adeline Rucquoi, cierta reticencia hacia esta visión
homogeneizante del feudalismo. Respecto de los vínculos de dependencia
observados en la Europa feudal “clásica”, esto es, en el corazón del otrora
Estado carolingio, las sociedades de la península ibérica revelan —decía
Bloch— una estructura “nada más que original”. Vasallos, feudos, criados,
homenaje: absoluta “influencia de los feudalismos de más allá de los
Pirineos”, los había, pero nunca la España medieval se comportó como ese
mundo caracterizado por la disgregación del poder regio:

[…] estas prácticas nunca dieron origen, como en Francia, a una red podero-
sa, invasora y bien ordenada, de dependencias de vasallaje y feudales […]; si
el fiel armado era el combatiente por excelencia, no era el único en luchar ni
tampoco el único en ir montado al combate. Junto a la caballería de los cria-
dos, existía una “caballería villana”, compuesta por los más ricos entre los cam-

35
HUIZINGA, Johan, El otoño de la Edad Media. Estudios sobre la forma de la vida y del espíritu durante los
siglos XIV y XV en Francia y en los Países Bajos, México, Alianza Editorial, 2001, p. 77.
36
DUBY, Georges, Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, Barcelona, Argot, 1983.

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pesinos libres. Por otra parte, el poder del rey, jefe de la guerra, era mucho
más eficaz que el que tenían los soberanos al norte de los Pirineos.37

Rucquoi considera asimismo que “no parece que la autoridad real


[hispánica] haya sido mediatizada por una red de dependencia estructurada
como en el norte de Europa”.38
A propósito de las crónicas coloniales, este tipo de visiones más justas
con las realidades del medievo claramente nos hacen ver en las Cartas de
relación de Hernán Cortés, v.g., el testimonio de guerra que el caudillo
español envía a ese “jefe” mayestático del que hablan Marc Bloch y Adeline
Rucquoi. Así pues, la relectura de las crónicas del Perú y de Nueva España
invita a explorar, en un espacio y un tiempo definidos, la manera en la que
operaba esa práctica del poder donde el emperador define la fe de sus
gobernados, “convirtiéndola por tanto en ley”; en definitiva, en la que el
soberano “es a la vez un rex y un sacerdos”.39 Esta perspectiva nos permitirá
huir de las visiones generalizantes y fantasiosas que creen descubrir aquí y
allá formas de pensar y de sentir “medievales” en los relatos de la conquista.
Si en estos casos el uso artificial del adjetivo “medieval” es insalvable, por lo
menos tendríamos que exigirnos pensarlo en el campo de las posibilidades
conceptuales de la sociedad objeto de estudio.
En esta dirección, lo que los hechos incontestables y objetivos de la
colonización nos dicen —esto es, los de la esfera de la política y la diplomacia,
por retomar a Silvio Zavala— es que el conquistador requería del permiso
imperial para poder zarpar al Nuevo Mundo, y para ello firmaba con la
Corona las capitulaciones o asientos.40 Pero también aquellos nos dicen, por
otro lado, que la actuación del conquistador debía apegarse a lo prescrito
en el codex que había sido elaborado en el seno del Concilium —tan caro a
los reyes españoles desde Teodosio en el 438— convocado por su Majestad
y difundido en calidad de ley por todos sus “reynos”.

37
BLOCH, Marc, La sociedad feudal, Madrid, Akal, 1986, pp. 201-202.
38
RUCQUOI, Adeline, Historia medieval de la península ibérica, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2000,
p. 251.
39
RUCQUOI, Adeline, “Cuius rex, eius religio: ley y religión en la España medieval”, en Óscar MAZÍN (ed.), Las
representaciones del poder en las sociedades hispánicas, México, El Colegio de México, 2012, pp. 138-139.
40
Véase ZAVALA, Las instituciones jurídicas, cap. 8.

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Cristóbal Colón, en octubre de 1492, ha tomado posesión del Nuevo


Mundo amparado en el título romano del derecho de primera ocupación
codificado en Las Siete Partidas de Alfonso el Sabio.41 En apego a los fueros
reales que se depositan en este cuerpo normativo medieval, que autorizaba
a ejercer dominio sobre la porción terrestre ignota, Colón alardeaba del
resultado exitoso de su primer viaje en estos términos: “fallé muy muchas
yslas pobladas con gente sinnúmero, y dellas todas he tomado possession
por sus Altezas”.42 A este primer título se agrega, en abril de 1493, con la
primer bula Inter Caetera entregada a los Reyes por Alejandro VI, el de la
donación pontificia. Contra la carrera desafiante de Portugal sobre el Nuevo
Mundo, en efecto, la Corona española ha tenido que recurrir a Roma en
busca de los diplomas que “confirmen” el derecho de España sobre las
Indias.43 Silvio Zavala insistió en apreciar el sentido de las bulas otorgadas
por el Papado. Pese a que estas tienen el carácter de una “donación,
concesión, asignación e investidura” por parte de la “omnímoda potestad,
autoridad y jurisdicción” pontificia,44 no debe perderse de vista que los Reyes
no recurren a Alejandro VI como juez que según su arbitrio resolviera sobre
los derechos de las partes, sino como tribunal de la Cristiandad al cual
recurren los señores del mundo para solicitar, afirmados en sus derechos, el
documento que le otorgaba a estos “solemnidad” y “autenticación”.45
Elaboradas para sancionar entre las altas esferas del poder los derechos
que la Corona española creía tener sobre las nuevas tierras, las bulas se
convirtieron, después de la Junta de Valladolid de 1513 convocada por orden
de Fernando II, en el título fundamental para el dominio de las Indias, tal
como se consignó en el Requerimiento de Juan López de Palacios Rubios.46
Manzano recurría al Memorial de Fernández de Enciso (1525) para conocer
las que debieron ser, en Valladolid, unas deliberaciones “largas y no muy
tranquilas”.47 El bachiller así describía la conclusión de la Junta:

41
MANZANO, Juan, La incorporación de las Indias a la Corona de Castilla, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica,
1948, pp. 5-13.
42
MANZANO, La incorporación, p. 11.
43
MANZANO, La incorporación, p. 13.
44
Las bulas alejandrinas se reproducen en MANZANO, La incorporación, pp. 18-26.
45
ZAVALA, Las instituciones jurídicas, pp. 34-35.
46
MANZANO, La incorporación, pp. 33-43.
47
MANZANO, La incorporación, p. 40.

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E despues de mucho haber altercado sobre ello, todos los maestros teólogos
que halli se hallaron, e el confesor del Rey Católico con ellos, declararon que
el Papa habia podido dar aquella tierra al Rey Católico, e que el Rey les podia
enviar a requerir que se la diesen, e que si no se la quisiesen dar, les podia
hacer la guerra e tomarsela por fuerza e matarlos e prenderlos sobre ello, e que
a los que fuesen presos los podia dar por esclavos, e determinaron que si algu-
nos les quisiesen entregar la tierra e vivirse en ella que eran obligados a le
servir como a sus vasallos e quel Rey podia hacer merced deste servicio los
que alli fuesen a ganar aquella tierra e a la poblar, lo cual enviaron a Su Alteza
firmado […], e ordenaron por escrito el requerimiento que a los indios se
habia de hacer.48

Inspirado en la doctrina medieval de Enrique de Segusa, cardenal-


obispo de Ostia en el siglo XIII, el Requerimiento al que dará forma Palacios
Rubios, Consejero de los Reyes Católicos y miembro de la Junta vallisoletana,
registra a todas luces una teoría de la penetración no menos impositiva que
la precedente. Al indígena, que nada sabía de reyes y papas, se le solicitaba
la sumisión más inicua: al Pontífice, “cabeza de todo el linage umano”, que
como señor universal hizo “donación” del Nuevo Mundo a España; a sus
Altezas, “como a superiores e señores y rreyes”. El acatamiento aseguraría a
los vencidos el “amor” y la “caridad” regia, y la desobediencia, por el
contrario, la guerra cruenta, la servidumbre, la esclavitud y aun la muerte,
“como a vassallos que no obedecen ni quieren rrecibir a su señor”.49 Como
ha dicho Silvio Zavala, estos títulos primitivos para la ocupación de América
exhiben múltiples defectos morales y jurídicos, “una excesiva afirmación
de los valores del invasor y poco o ningún respeto a los derechos de los
invadidos”.50
Este es el imaginario jurídico medieval sobre el que se construye la
prosa de la conquista en las crónicas coloniales tempranas. Léase a Francisco
de Xerez o a Hernán Cortés, cuyos relatos son una loa confesa a la
superioridad de la civilización europea y de su soberano. Con aplomo, ambos
comunican a su jefe que han procedido en las nuevas tierras según el riguroso

48
MANZANO, La incorporación, p. 41.
49
MANZANO, La incorporación, pp. 45-46.
50
ZAVALA, Las instituciones jurídicas, p. 16.

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sistema de conquista despachado en la Corte: imponiendo el poder real


sobre los indígenas. En el Nuevo Mundo, estos cruzados no vienen a
reconquistar ni a combatir a los seguidores del Islam, pero, fincados en el
ardor de su guerra justa o de implantación de la “verdadera” fe, no han
dejado de comparar al indígena con el infiel vencido en Granada. Cortés
encuentra “mezquitas” a su paso por Mesoamérica. 51 Lo propio hace
Francisco Pizarro en la tierra del inca.52 En el español actual, mezquita es
un “templo musulmán”,53 en tanto que en la época de los imperialismos
designará el lugar “donde los Mahometanos hacen las ceremonias de su
secta”.54 Tal vez por eso Cortes se refiera al “rito”, las “ceremonias” y la “secta”
de los indígenas de México.55
En la guerra recreada por ambos cronistas, todo era válido. En rigor,
ella tiene a la violencia como su principal sello. Cortés, apenas comenzaba
la campaña de conquista, le prometía a la Corona ir a la “demanda” de
Moctezuma, “a doquiera que estuviese”, para ofrecérselo “preso o muerto, o
súbdito”.56 A los mensajeros del imperio que van al encuentro de la tropa,
para persuadirla de viajar a México-Tenochtitlan, Cortés les habría ocultado
—con un preclaro espíritu maquiavélico— sus verdaderos fines, diciéndoles
en cambio que Moctezuma “tuviere por bien [su ida], porque de ella a su
persona ni tierra ningún daño, antes pro, se le había de seguir”.57 En las
Cartas de relación, Cortés suscribe la imagen de un imperio atomizado
y tambaleante, lo que favorecía una feliz invasión: “Vista la discordia y
desconformidad de los unos y de los otros, no hube poco placer, porque me
pareció hacer mucho a mi propósito, y que podría tener manera de más
aína sojuzgarlos”.58 Del mismo modo, la confusión religiosa con Quetzalcóatl,
que habría hecho que Moctezuma —siempre según Cortés— hiciera entrega
del imperio al “señor natural” que retornaba, en una ceremonia que recuerda
al pleito homenaje hispánico, es descrita en las Cartas de relación como un
recurso ad hoc: “Yo le respondí [al tlatoani] a todo lo que me dijo,
51
CORTÉS, Cartas de relación, pp. 26, 80.
52
XEREZ, Verdadera relación, pp. 108-109, 114-118, 123, 130, 133-134.
53
Diccionario de la lengua española, Madrid, Real Academia Española, 2020.
54
Diccionario de Autoridades, Madrid, Real Academia Española, 1734.
55
CORTÉS, Cartas de relación, pp. 7, 16, 24.
56
CORTÉS, Cartas de relación, p. 38.
57
CORTÉS, Cartas de relación, p. 59.
58
CORTÉS, Cartas de relación, p. 51.

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satisfaciendo a aquello que me pareció que convenía, en especial en hacerle


creer que vuestra majestad era a quien ellos esperaban”.59 Como discurso
retórico, efectivamente el relato del europeo ha querido pensar la conquista
con el molde heroico y épico de la traslatio imperii,60 tan caro a los poderosos
que se abren paso en las planicies mediterráneas: en la escena de la civili-
zación, de los feudalismos y de los imperios, pero es dudable que fuera visto
como el símbolo fundante del dominio sobre el pagano en Mesoamérica.61
La legalidad del mando que el invasor se adjudica descansa, antes bien, en
un instrumento anterior a la realidad legendaria: la guerra justa.
Una vez “entregado” el realengo, Cortés solo se limitó a confirmar a
Moctezuma como a un vasallo más de la Corona, obligado a obedecer y
tributar,62 en un procedimiento que se habría repetido con los otros pueblos
y señores sometidos, a la fuerza o por su voluntad, a la tropa.63 Un pasaje
como este resulta revelador: “siempre publiqué y dije a todos los naturales
de la tierra […] que vuestra majestad era servido que el dicho Mutezuma se
estuviese en su señorío, reconociendo el que vuestra alteza sobre él tenía, y
que servirían mucho a vuestra alteza en le obedecer y tener por señor, como
antes que yo a la tierra viniese le tenían”.64 Aquí, indudablemente Cortés le
informa a su soberano que había encontrado a un pueblo infiel que no le
opone “resistencia” y le rinde más bien pleitesía, como se leería en el
Requerimiento, y que la tropa, en correspondencia, procede según lo

59
CORTÉS, Cartas de relación, p. 65. En una merced en favor de dos caciques del valle de México, signada en 20
de mayo de 1519, Cortés alude a las “profecías antiguas” cuya noticia le provocó “gran regocijo y contento”
pues favorecían su “victoria”. Véase MARTÍNEZ, José Luis, Documentos cortesianos, México, Fondo de Cultura
Económica, Universidad Nacional Autónoma de México, 1990, tomo I, pp. 60-64.
60
Lo encontramos también en la pluma de Pedro Mártir de Anglería, que hizo de Colón “the agent responsible
for the westward transfer of empire”. BARTOSIK-VÉLEZ, Elise, “Translatio imperii: Virgil and Peter Martyr’s
Columbus”, Comparative Literature Studies, vol. 46, núm. 4, University Park, 2009, pp. 559-588.
61
Se ha comentado que el ritual de traslatio retratado en los documentos cortesianos: “es un eje de sentido
para fundar una estrategia para establecer y afianzar supremacía, que permitió fundar un nuevo dominio
justificándose en los símbolos de poder de la Edad Media: la supremacía del Rey sobre un territorio que
puede delegar en un contrato de vasallaje a otro, pero que al final de cuentas pertenece a su Majestad. […]
Esto permite ejercer el poder legalmente en un modelo de feudalización del conquistador, es decir, ejercer el
mando y el gobierno”. SEGUNDO GUZMÁN, “Un acontecimiento”, pp. 344-345.
62
CORTÉS, Cartas de relación, pp. 74-75.
63
CORTÉS, Cartas de relación, pp. 20-21, 38, 41, 46-68, 51, 53, 64, 74-75, 115-118, 140, 153, 156-157, 175.
64
CORTÉS, Cartas de relación, p. 68. También Xerez remarca el respeto que Pizarro habría tenido con el orden
político local en este contexto de sumisión pacífica. Pedro Sancho de la Hoz es todavía más elocuente al
relatar la “coronación” de Túpac Huallpa, como sucesor de Atahualpa; en la nueva red de dependencia personal,
el Emperador tendría que ser asumido como “señor supremo”. XEREZ, Verdadera relación, pp. 71, 128-130,
134, 137; SANCHO DE LA HOZ, Relación de la conquista, p. 48.

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prevenido también por la pluma de Palacios Rubios: recibiéndolo “con todo


amor y caridad”, así como respetando a su gentes y sus bienes, esto es, man-
teniendo el statu quo.65 La presión y la violencia cortesianas, en efecto, no
surgen de la nada, encuentran su fundamento legal en el texto hostil signado
en Valladolid en 1513. Según Cortés, apoyado en las “lenguas” o “farautes”,
en cada uno de sus encuentros con el infiel dio lectura al Requerimiento.66
Así, al cacique de Caltanmí, en Zautla, Puebla, le requirió entregarse por
vasallo del monarca español: “porque siéndolo, sería muy honrado y
favorecido, y por el contrario, no queriendo obedecer, sería punido”.67
En su gesta por el Perú, Francisco Pizarro no habría ocultado, según
su propio secretario, estos principios de una guerra infame, pero santa al
fin. Al igual que Cortés con Moctezuma, Pizarro “acordó de partir en busca
de Atabaliba por traerlo al servicio de su majestad”. 68 En el ínterin, los
soldados no habrían escatimado en la violencia: obligan a los indígenas de
Chuchama, en Panamá, a huir de su pueblo, que ven desaparecer por el
fuego;69 el pueblo de Coaque, en Ecuador, fue salteado “porque no se alzase
como los otros […], y allí tomaron quince mil pesos de oro y mil quinientos
marcos de plata y muchas piedras de esmeraldas”;70 el cacique de Puná
(también en Ecuador) fue apresado por confabular contra la hueste, y la
casa del rebelde “y otras algunas fueron metidas a saco, y en ellas se halló
algún oro y plata y mucha ropa”, en tanto que los indígenas principales que
habían incitado a la insubordinación fueron quemados y decapitados;71 en
Chira, Perú, varios principales también fueron quemados porque “tenían
concertado de matar a los cristianos”, solo su cacique escapó a la justicia de
Pizarro “porque pareció no tener tanta culpa”.72

65
“Por ende como mejor puedo vos rruego y rrequiero que entendays bien esto que os he dicho, y tomeys
para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que fuere justo, y rreconoscays a la Yglesia por señora y
superiora del universo mundo y al Sumo Pontifice, llamado Papa, en su nombre, y al Rrey y a la Rreyna
nuestros señores, en su lugar, como superiores y señores y rreyes […]. Sy ansy lo hizieredes hareys bien, […]
y sus Altezas y yo, en su nonbre, vos rrecibiran con todo amor y caridad y vos dejaran vuestras mujeres, hijos
y haciendas libres, sin servidumbre” (MANZANO, La incorporación, p. 45).
66
CORTÉS, Cartas de relación, pp. 13, 14, 18, 19, 21, 53, 131.
67
CORTÉS, Cartas de relación, p. 43.
68
XEREZ, Verdadera relación, p. 49.
69
XEREZ, Verdadera relación, p. 26.
70
XEREZ, Verdadera relación, p. 32.
71
XEREZ, Verdadera relación, pp. 35-37.
72
XEREZ, Verdadera relación, p. 46.

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LA PROSA DE LA C ONQUISTA : PROCEDIMIENTOS DE ESCRITURA ...

Esta era una guerra santa, pues llevaba, según Xerez, la “buena intención
de atraer a aquellos infieles al conoscimiento de la verdad” que los sacaría
de la “bestialidad” y el paganismo; si en ella se había ejercido toda clase de
violencia, esta —como se leería en el Requerimiento— no era atribuible a la
maldad del invasor sino a la obstinación de los indígenas rebeldes a los que
debía castigarse “hasta destruirlos”.73 En definitiva, en el relato prístino de
la conquista de México y del Perú ha querido dejarse constancia de las
acciones del caudillo en el que ya había pensado Silvio Zavala: “que no iba a
crear el derecho de la sujeción cristiana y política de los indios —que
preexistía—, sino a exigir su cumplimiento”.74

LA PROSA DE LA GUERRA ROMANESCA

Tendremos que dirigirnos tanto a la Historia verdadera (1550-1568) de


Bernal Díaz del Castillo como a la Relación (1571) de Pedro Pizarro para
descubrir una prosa sobre la conquista verdaderamente particularizada. Si
bien ninguno de ellos prescinde de su arrogante eurocentrismo ni deja de
alabar la labor cristianísima del Imperio,75 su relato nos recuerda más bien
a las hazañas de un Cid quebrantador de entuertos, pero sobre todo al
Alfonso el Emperador bueno y sabio de la Primera crónica general de España
(siglo XIII): príncipe “muy iusticiero”, que “uedaua los furtos et los males en
su tierra”.76
En el primer capítulo de su crónica, el soldado de Medina del Campo
da una pista del rumbo que llevará su relato:

Y como se avía ya pasado años, ansí en lo que estuvimos en Tierra Firme e isla
de Cuba, y no avíamos hecho cosa ninguna que de contar sea, acordamos de

73
XEREZ, Verdadera relación, pp. 38-40, 44-45, 62-64, 70-71, 93-94, 98.
74
ZAVALA, Las instituciones jurídicas, p. 77.
75
No pocos elementos de la cultura del otro suscitarán la descalificación. Pedro Pizarro, e.g., da cuenta de
“gente sucia en el pecado nefando”, que adora “piedras y ídolos de palo”. Bernal Díaz del Castillo hablaba por
su parte de los “malditos ídolos” que se adoraban en el “gran cu” de México. PIZARRO, Pedro, Relación del
descubrimiento y conquista de los reinos del Perú, México, Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 33-37;
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, pp. 236-239.
76
El relato histórico donde se describe así al monarca sirvió de inspiración a Lope de Vega para elaborar El
mejor alcalde, el rey, una de sus comedias donde la figura majestuosa y justiciera de los reyes hispánicos tiene
un lugar central.

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nos juntar çiento y diez conpañeros de los que avíamos venido de Tierra Fir-
me y de los que en la isla de Cuba no tenían indios; y conçertamos con un
hidalgo que se dezía Françisco Hernández de Córdova, […] para que fuese
nuestro capitán […] para ir a nuestra aventura a buscar y descobrir tierras
nuevas para en ellas enplear nuestras personas. Y para aquel efeto conpramos
tres navíos, los dos de buen porte, y el otro hera un barco que ovimos del
mesmo governador Diego Velasquez, fiado, con condiçión que primero que
nos lo diese, nos avíamos de obligar que avíamos ir con aquellos tres navíos a
unas isletas que estavan entre la isla de Cuba y Honduras, que agora se llaman
islas de los Guanaxes. Y que avíamos de ir de dar guerra, y cargar los navíos de
indios de aquellas islas para pagar con indios el barco, para servirse dellos por
esclavos. Y desque vimos los soldados que aquello que nos pedía el Diego
Velásquez no hera justo, le respondimos, que lo que dezía no lo manda Dios ni el
Rey, que hiziésemos a los libres, esclavos.77

Aunque en el título y en las páginas de su Historia verdadera Bernal


Díaz del Castillo se refiera a la conquista —como también ocurre con la
Relación de Pedro Pizarro—, todo sugiere, en efecto, que nuestro cronista
tuvo cierta reticencia para pensar la colonización en los términos en que lo
hizo su capitán. En la Historia verdadera, Cortés tiene cuidado de no ejercer
ni permitir ningún tipo de coacción sobre los indígenas. Así, en Yucatán, lo
vemos reprimiendo a sus soldados-bandidos: “Y desque bio el pueblo [en
Cozumel] sin gente y supo cómo Pedro de Alvarado avía ido al otro pueblo
e que les avía tomado gallinas, y paramentos y otras cosillas de poco valor
de los ídolos, y el oro medio cobre, mostró tener mucho enojo dello […]. Y
reprendióle gravemente”.78 Lo mismo hizo con un tal Hulano de Mora, en
Cingapacinga, Veracruz, por haber tomado también estas aves domésticas
a los indios: “Cortés que lo açertó a ver ovo tanto enojo de lo que delante
d’él se hizo por aquel soldado […], que luego le mandó echar una soga a la
garganta”.79 Y de esta justicia alfonsina no habrían escapado los propios
soldados indígenas, como en los de Cempoala por sus tropelías en
Cingapacinga:

77
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, pp. 8-9, cursivas mías.
78
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, p. 24.
79
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, p. 123.

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LA PROSA DE LA C ONQUISTA : PROCEDIMIENTOS DE ESCRITURA ...

[…] por presto que fuimos a detenellos ya estavan robando en las estançias;
de lo qual ovo Cortés grande enojo. […] Y con palabras de muy enojado, y de
grandes amenazas, les dixo que luego le truxesen los indios e indias, y mantas
y gallinas que an robado […] y que no entre ninguno dellos en aquel pueblo
[…] y que nuestro rey y señor […] no nos enbió a estas partes y tierras para
que hiziesen aquellas maldades; y que abriesen bien los ojos, no les acontesçiese
otra como aquella, porque no quedaría hombre dellos con vida. […] Y luego
los caciques y capitanes de Çenpoal truxeron a Cortés todo lo que avían roba-
do, así indios como indias, y gallinas, y se les entregó a los dueños cuyo era. Y
con senblante muy furioso les tornó a mandar que se saliesen a dormir al
canpo, y ansí lo hizieron.80

En la Historia verdadera, Bernal Díaz del Castillo ha desaparecido el


Requerimiento hostil. En esta crónica, la conquista tiene una imagen distinta
a la soñada por Cortés: se habla de Dios, el “verdadero”; del Rey, poderoso,
pero magnánimo y cristiano; de la hueste cortesiana, embajadora de la fe
que envía el señor español a diseminar, así como de los indígenas, que ante
todo deben ser tratados con “paz” y “como a hermanos” que eventualmente
podían conocer a Dios y su bondad: la sumisión, libre y espontánea, habría
de ocurrir después. Asimismo, cuando Bernal Díaz del Castillo habla de la
guerra habla de un recurso de defensa empleado legítimamente contra la
animosidad indígena.81 Así, Cortés les “parló” a los indígenas de Cholula
acerca de su rey y sus “grandes poderes”, el cual los había enviado a “les
notificar y mandar que no adoren ídolos ni sacrifiquen honbres, ni coman
de sus carnes ni hagan sodomías ni otras torpedades […] y tanbién para
tenelles por hermanos”, siempre invitándolos, claro está, a rendir “la
obidiençia a Su Magestad”.82 La misma prosa revela el “razonamiento” dado
a Moctezuma en su Corte:

E Cortés les començo a hazer un razonamiento con nuestras lenguas doña


Marina e Aguilar, e dixo que agora que abía venido a ver e hablar a un tan gran

80
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, pp. 122-123.
81
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, pp. 32-33, 67, 75-76, 84-85, 100, 111, 113, 145, 149-150, 152-153,
163, 170-171, 178-179, 183, 195, 197, 214, 225-226.
82
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, p. 197.

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señor como hera estava descansado y todos nosotros, pues a cunplido el viaje
e mandado que nuestro gran rey y señor le mandó. E a lo que más le viene a
dezir de parte de Nuestro Señor Dios es que […] héramos cristianos e adora-
mos a un solo Dios verdadero, que se dize Jesucristo, el qual padesçió muerte
y pasión por nos salvar; y les diximos que una cruz, que nos preguntaron por
qué la adorávamos, que fue señal de otra donde Nuestro Señor Dios fue
cruçificado por nuestra salvaçion. E que aquesta muerte y pasión que premitió
que ansí fuese por salvar por ella todo el linaxe umano, qu’estava perdido, y
que aqueste nuestro Dios resuçito al terçero día y está en los çielos, y es el que
hizo el çielo y tierra y la mar y arenas e crió todas las cosas que ay en el mundo
y da las aguas y roçíos, y ninguna cosa se haze en el mundo sin su santa volun-
tad, y que en Él crehemos e adoramos. E que aquellos que ellos tienen por
dioses que no lo son, sino diablos, que son cosas muy malas; y quales tienen
las figuras que peores tienen los fechos. […] Y luego le dixo […] de la creaçión
del mundo e cómo todos somos hermanos, hijos de un padre e de una madre
que se dezían Adán y Eva, e cómo a tal hermano, nuestro gran enperador,
doliéndose de la perdiçión de las ánimas, que son muchas las que aquellos sus
ídolos llevan al infierno donde arden a bivas llamas, nos enbió para qu’esto
que aya oído lo remedie, y no adorar aquellos ídolos ni les sacrifiquen más
indios ni indias, pues todos somos hermanos, ni consienta sodomías ni robos.83

En la Historia verdadera, la conquista tiene, en principio, una misión


evangelizadora. Pero pronto la tropa tuvo conocimiento de la tiranía
imperial, solo que en la crónica de nuestro Bernal la noticia no es motivo de
ningún “placer”, según vimos al propio Cortés decir en sus Cartas de relación.
Por el contrario, el Cortés de la Historia verdadera se adjudica el deber de
un campeador, que rompe, en este caso, la opresión de los indígenas.
Mientras Cortés hablaba en sus Cartas de relación de una oportunidad
política —inesperada y siempre subordinada— para mejor dominar las
nuevas tierras, Bernal Díaz del Castillo plantea un poderoso argumento
más para la conquista originalmente espiritual, pero ahora también política.
En este sentido, la Historia verdadera es rica en simbolismos. En ella,
el cacique de Cempoala (Veracruz) evoca la imagen más conmovedora: entre

83
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, pp. 225-226.

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LA PROSA DE LA C ONQUISTA : PROCEDIMIENTOS DE ESCRITURA ...

“sospiros” se quejaba de Moctezuma, “que de pocos tienpos acá le avía


sojuzgado, y que le a llebado todas sus joyas de oro y les tiene tan apremiados,
que no osan hazer sino lo que les manda, porqu’es señor de grandes çibdades,
y tierras, y vasallos, y exérçitos de guerra”.84 En esta crónica, el poder del
tlatoani se siente verdaderamente insoportable: cada año debían alimentar
la servidumbre de sus casas y sementeras, y “les tomavan sus mugeres e
hijas, si eran hermosas, y las forçavan”. Cortés no podía hacer algo mejor
que quitar estos “robos y agravios”, pues para eso había sido enviado.85 Para
coronar este cuadro romanesco, la pluma del medinés recuerda el episodio
que la tropa atestiguó en Quiahuiztlán (Veracruz), en el que arribaron —
“con tanta contenençia e presunción”— recaudadores del tributo del pérfido
imperio del Anáhuac. Apenas los oyeron, los indígenas perdieron “la color
y tenblavan de miedo”.86 Solo después de esta escena, con gran número de
indígenas rebelados contra Moctezuma y convertidos en vasallos de la
Corona, por voluntad propia y sinceramente, la hueste emprenderá su viaje
a México-Tenochtitlan, en busca del soberano injusto y pagano:87 “a mandar
a Montezuma que no robe ni sacrifique”.88
La Historia verdadera tiene una pluma peculiar, tiene la forma de los
anales de la incorporación consensuada y pacífica del indígena a la
Cristiandad. No esconde el uso de la violencia, pero tampoco ve en ella un
vehículo natural. Refiere también la pleitesía que Moctezuma habría rendido,
en un acto que sometía al tlatoani al imperio español en calidad de vasallo.89
Bernal Díaz del Castillo nos dice que, poco antes del acto de homenaje,
vieron en Moctezuma a un señor pagano más, como a los taifas de la
península ibérica que entregaban tributo a la Corona: “pues que ya avía
entendido el gran poder de nuestro rey e señor e que de muchas tierras le
dan parias e tributos y le son subjetos muy grandes reyes, que será bien qu’el

84
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, p. 111.
85
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, p. 113. Cortés refiere este asunto, pero nunca con el sabor que le ha
dado Bernal Díaz del Castillo: “ellos eran súbditos de aquel señor Mutezuma, y según fui informado lo eran
por fuerza y de poco tiempo acá […], me rogaban que los defendiese de aquel grande señor que los tenía por
fuerza y tiranía, y que les tomaba sus hijos para los matar y sacrificar a sus ídolos. Y me dijeron otras muchas
quejas de él”. CORTÉS, Cartas de relación, p. 38.
86
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, pp. 113-114. Este episodio no lo encuentro en las Cartas de relación.
87
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, pp. 114 y ss.
88
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, p. 141.
89
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, pp. 223-224, 269-270.

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y todos sus vasallos le den la obidiençia, porque ansí se tiene por costunbre,
que primero se da la obidiençia que dan las parias e tributos”.90 Más tarde, a
Cuauhtémoc se le prometió que él mandaría en el imperio “como de antes”.91
Esta imagen menos oscura de la conquista se explicaría a la luz de un
contexto jurídico que ha condenado la vía que siguió la colonización de
América en sus primeros años. Redactadas hacia la segunda mitad del siglo
XVI, la Historia verdadera y la Relación se incorporan a la corriente de
pensamiento pactista que tiene entre sus autores clásicos a Francisco de
Vitoria y Bartolomé de las Casas. 92 La voz de estos personajes, que
condenaban toda forma de imposición sobre los indígenas, parece ser
escuchada en 1542 con las Leyes Nuevas en las que la Corona efectuaba
importantes prohibiciones: a no esclavizar a los indígenas; a no extraerlos
de sus poblaciones, ni por compra como esclavos ni por voluntad de los
propios indígenas, y a no tomar de sus bienes contra su voluntad. Esta justicia
con los indígenas adquiere más forma con las instrucciones de
descubrimiento suscritas por la Corona para el proyectado viaje de
Zumárraga y Las Casas a tierras asiáticas. En esas instrucciones, los españoles
ya no se presentan como conquistadores que se dirigen a hacer efectivos los
derechos políticos de la Corona, sino como sus embajadores, enviados
únicamente para la evangelización de los indígenas y para allanar su ulterior
sumisión a la Corona. Nuevos aires se vislumbran en el documento, como
bien señala Manzano:

Nada de sujeción previa al Rey castellano, ninguna coacción por parte de los
expedicionarios para obligar a los indios a reconocer contra su voluntad la
soberanía de un príncipe extraño. Solo en el caso de que estos, convencidos
de la “suave y cristiana y perfecta manera de gobernar” de los príncipes cató-
licos de España, quisieran voluntariamente acogerse a su amparo y protec-
ción, se admitía la posibilidad de formalizar un contrato político o pacto de
vasallaje con los nuevos súbditos.93

90
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, p. 269.
91
DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera, p. 507.
92
Véase MANZANO, La incorporación, pp. 61-149.
93
MANZANO, La incorporación, pp. 145-146.

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Es interesante que las instrucciones se hayan esforzado por insistir en


que el encuentro entre los españoles y los indígenas habría de ser, acorde
con la voluntad de Dios, como el que se tiene entre “hermanos”.94 Este espíritu
pactista y evangelizador, finalmente, quedó de manifiesto en las Ordenanzas
de Nuevos Descubrimientos y Poblaciones de 1573 de Felipe II, en las que
la palabra conquista es sustituida por la de pacificación; la guerra contra el
indígena, entonces, quedaba únicamente como medio de defensa. 95 La
imagen “suave” de la conquista que hemos encontrado en la Historia
verdadera tendría que explicarse en este horizonte.
Lo mismo ocurre con la Relación de Pedro Pizarro. Como en la Historia
verdadera, en esta Relación la conquista es menos una empresa punitiva y
de imposición de un nuevo poder, que el encuentro dramático con una
sociedad dividida por las disputas palaciegas y el dominio despótico de un
rey pagano, es decir, Atahualpa, “muy temido de los suyos”.96 En esencia, en
1571, en Arequipa, Pedro Pizarro ha querido competir con Bernal Díaz del
Castillo en la construcción de un bello romance en torno a una tropa que
llega al Perú a desfacer entuertos. Debe decirse que ya Francisco de Xerez
había mostrado la imagen de un Atahualpa cruel, “muy temido y obedecido”,
“que por muy pequeña causa asolaba un pueblo”.97 Pero lo cierto es que,
para entonces, Francisco Pizarro no habría visto en esta actitud un hecho
aborrecible per se; al igual que el Hernán Cortés de las Cartas de relación,
habría visto más bien una actitud ad hoc a su empresa de conquista: su
voluntad era coligarse con el tirano de Cajamarca, el “mayor señor” del
Perú, para “favorecerlo” y “ayudarle” en sus conquistas.98 El Francisco Pizarro
de la Relación, por el contrario, ya se ha percatado de que el “señor natural”,
Huáscar, tiene su Corte en Cuzco, el cual “iba de caída” por el hermano

94
MANZANO, La incorporación, p. 141.
95
MANZANO, La incorporación, pp. 203-217. Véase ZAVALA, Las instituciones jurídicas, pp. 92-98.
96
PIZARRO, Relación del descubrimiento, p. 75. Aquí resuena el estilo bernardiano: “estando Hernando Pizarro
en Poechos, Ataualpa, teniendo noticia de los españoles, envió un indio inga orejón […]. Pues llegando el
indio a Poechos, los caciques se alborotaron y dejaban de servir como solían a Hernando Pizarro […], del
miedo del inga”. En Cajamarca, el inca había mandado matar a los indios que mostraron miedo a los españoles:
“por poner temor a su gente que no huyese ninguno al tiempo del pelear con los cristianos. De estas crueldades
hacían él y sus capitanes muchas, como adelante se dirá.” PIZARRO, Relación, pp. 44, 49; véase también 56-57,
65, 67, 75.
97
XEREZ, Verdadera relación, pp. 49, 106, 161.
98
XEREZ, Verdadera relación, pp. 49, 56-57, 62-63, 71.

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bastardo que “hízose alzar por señor”.99 Por eso, cuando marcha rumbo a
Cajamarca el conquistador iba “publicando entre los naturales [que] iba a
favorecer y ayudar a Guáscar”.100 Aquí, como en la Historia verdadera,
encontramos un claro eco a los pronunciamientos de Vitoria sobre las
“razones de amistad y alianza” que otorgan licitud al dominio del indígena
por el español: “a veces los bárbaros guerrean entre sí legítimamente, y la
parte que ha recibido injuria tiene derecho a declarar la guerra y puede
pedir auxilio a los españoles”.101
Pedro Pizarro tiene cuidado de expurgar la violencia sancionada por
el Requerimiento de Palacios Rubios. Su Relación no alcanza el
impresionismo de la Historia verdadera; su pluma es escueta, pero no cabe
duda de que hasta el más breve pasaje pretende comunicar a la Corte que en
la conquista del Perú no se ha conocido la crueldad. De la violencia inicua
ejercida contra el indígena, según la habría retratado Francisco de Xerez, el
autor de la Relación solo da cuenta de los nobles de Chira condenados por
Pizarro al garrote y la hoguera, porque “se halló ser cierto querer matar a
los españoles”.102 Pero sí inserta, en cambio, esta postal que se antoja bastante
bernaldiana: “el pueblo que de paz venía ningún español era osado a entrar
en casa de indio a tomarles nada […], so pena de ser afrentado el que lo
hacía, y el que no era para esto, le desterraban o mataran”.103

CONCLUSIONES

No quisiera terminar con la presentación de estos hallazgos concluyendo ni


aun sugiriendo que las crónicas coloniales son poco menos que un romance,
una prueba de la detestada maldad de los conquistadores que escriben la
historia según el cuadro moralista que más les apetece. Sin caer en la
importuna alabanza ni en la simple denuncia, el artículo comparte más bien
una perspectiva de análisis que no quiere hacer justicia ni al vencido ni al
vencedor, sino asimilarlos en el proceso dinámico de construcción de su

99
PIZARRO, Relación del descubrimiento, pp. 42, 47, 63.
100
PIZARRO, Relación del descubrimiento, p. 47.
101
VITORIA, Francisco de, Relecciones sobre los indios y el derecho de guerra, Buenos Aires, Espasa-Calpe,
1946, p. 117.
102
PIZARRO, Relación del descubrimiento, p. 44.
103
PIZARRO, Relación del descubrimiento, p. 41.

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realidad, en el que cabe señalar todas las acciones, todas las situaciones,
todas las atrocidades y todas las esperanzas, así del primero como del
segundo. Quizás en este sentido un ejemplo sugestivo para abordar el pasado
más allá de los nacionalismos caducos y del discurso políticamente correcto,
muchas veces hueco y ocioso, lo hallemos en Marc Bloch, ese historiador al
que Silvio Zavala honraba por una obra tan talentosa y seminal.104 Respecto
al dramático encuentro entre los “paganos del Norte” y la Europa cristiana,
Bloch proponía una mirada comprensiva: “Los saqueos y conquistas nos
interesan aquí solo como uno de los fermentos de la sociedad feudal”.105
Puede sostenerse sin duda que los conquistadores-cronistas recurren
a múltiples triquiñuelas con tal de asegurar las anheladas mercedes reales,
pero no es menos cierto que los artilugios que emplean para ello no son
planos ni están apoyados en la mera fantasía o su libre arbitrio. El relato de
la conquista de las Cartas de relación de Hernán Cortés no es el mismo que
Bernal Díaz del Castillo construye en la Historia verdadera, como tampoco
el de la Verdadera relación de Francisco de Xerez frente al de la Relación de
Pedro Pizarro, y esto se entiende a la luz de una realidad jurídica e
institucional que tampoco ha sido plana ni estática. Se olvida precisamente
que, desde los escenarios de esta última, la que se pretende una voz
omnipresente había sido cuestionada con dureza y aun aplastada. Ahí
tenemos a Vitoria, que en 1534 acusa a los “peruleros” de hacer una conquista
inaceptable y aún sostiene que rechazaría el arzobispado de Toledo si para
obtener la mitra tiene que excusarlos de sus errores: “Primum omnium, yo
no entiendo la justicia de aquella guerra […], nunca Tabalipa ni los suyos
habian hecho ningund agravio a los cristianos, ni cosa por donde los debiesen
hacer la guerra. […] No sé por dónde puedan robar y despojar a los tristes
de los vencidos”.106
En la España moderna, dice Fernand Braudel, el Estado desplaza una
y otra vez al funcionario, así este proviniera del estrato bajo o del alto. A

104
Zavala entabló amistad con Lucien Febvre y Fernand Braudel al concluir la Segunda Guerra Mundial,
pero no conoció a Marc Bloch por el final trágico que todos sabemos. “Seguía presente: todos lo recordábamos,
lo honrábamos mucho […]. La suya sí que fue una obra de esas que se llaman seminales. Marc Bloch poseía
un talento extraordinario y tuvo un papel decisivo en la historiografía”. MEYER, Lorenzo (coord.), Egohistorias.
El amor de Clío, México, Centre d’Études Mexicaines et Centraméricaines, 1993, p. 205.
105
BLOCH, La sociedad feudal, p. 40.
106
VITORIA, Relecciones sobre los indios, pp. 24-25.

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estos servidores “se les paga poco y mal, moviéndolos a cada paso, como
peones, por el vasto tablero del Imperio español, donde los vemos como a
gentes desarraigadas y cortadas de sus amarras locales”. Pero esto era todavía
más grave con los militares al servicio del rey.107 Hasta tal punto esto era
cierto que en la conquista de América no había sido el rey el que combatiera
lanza en ristre, pero sabemos cuántos memoriales escribieron sus caudillos
para implorar al soberano alguna ayuda en sus apuros financieros. En la
escritura de las crónicas coloniales, la creatividad no era ilimitada, tuvo,
por el contrario, la necesidad de remitirse a la retórica y el imaginario jurídico
del Imperio, los cuales no funcionan según nuestro sentido común ni pueden
suponerse planos ni estáticos. Las Cartas de relación de Cortés (1519-1526)
y la Verdadera relación de Xerez (1534) se corresponden fielmente con la
representación del rey-emperador Carlos V (1516-1556), como soldado y
adalid combatiente en la guerra contra el Islam y la disidencia protestante.108
Similar actitud revela la pluma de Bernal Díaz del Castillo y Pedro Pizarro,
porque la Historia verdadera (1550-1568) y la Relación (1571) refrendan la
naturaleza pactista, corporativa y de proteccionismo jurídico hacia el indígena
que fue intensificando la monarquía en la época de Felipe II (1556-1598).109

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107
BRAUDEL, Fernand, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México, Fondo de
Cultura Económica, 2018, tomo 2, pp. 41-48.
108
Sobre la imagen de Carlos V, véase WHETHAM, David, Just Wars and Moral Victories: Surprise, Deception,
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GARCÍA ARRANZ, José Julio, “Documento histórico y exaltación simbólica en un grabado de Enea Vico: el
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109
Sobre la postura pactista con Felipe II, véase CUNILL, Caroline, “Philip II and indigenous access to royal
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vol. 24, núm. 4, Londres, 2015, pp. 505-524 y MOJARRO, Jorge, “La defensa del indio en la temprana literatura
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Fecha de recepción: 20 de enero de 2021


Fecha de aceptación: 10 de junio de 2021

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VIVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘HEREJES’: MOVILIDAD Y
CONTROL RELIGIOSO DE MAGDALENA HODSTON, UNA MUJER
PROTESTANTE EN CARTAGENA DE INDIAS, 1711-1713

LIREIDA JOSÉ SÁNCHEZ TORRES




RESUMEN

Entre 1711 y 1713 la Inquisición de Cartagena de Indias procesó a Magdalena


Hodston, una fémina de “nación inglesa”, quien radicó en esa ciudad portuaria,
generando grandes interrogantes. Su caso es significativo pues no existen estudios
sobre el tema. En este sentido, su causa nos permitirá reflexionar no sólo sobre
su historia de vida, sino también sobre el control religioso que ejercía la
Inquisición y la movilidad de las mujeres protestantes en los dominios hispánicos,
misma que se enmarca en las relaciones diplomáticas de la Monarquía española
con otros reinos.

Palabras clave: inquisición, mujeres, protestantes, Cartagena de Indias.

Lireida José Sánchez Torres • El Colegio de México, A. C.


Correo electrónico: [email protected] / [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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LIREIDA J OSÉ SÁNCHEZ TORRES

LIVING AMONG CATHOLICS OR AMONG ‘HERETICS’: MOBILITY AND


RELIGIOUS CONTROL OF MAGDALENA HODSTON, A PROTESTANT WOMAN
IN CARTAGENA DE INDIAS, 1711-1713

SUMMARY

Between 1711 and 1713 the Inquisition of Cartagena de Indias prosecuted


Magdalena Hodston, a female of “English nation”, who settled down in that port
city, generating great questions. Her case is significant because there are no studies
on the subject. In this sense, her case will allow us to reflect not only on her life
story, but also on the religious control exercised by the Inquisition and the mobility
of Protestant women in the Hispanic dominions, which is framed in the diplomatic
relations of the Spanish Monarchy with other kingdoms.

Keywords: inquisition, women, protestants, Cartagena de Indias.

VIVRE PARMI LES CATHOLIQUES OU PARMI LES “HÉRÉTIQUES”: LA


MOBILITÉ ET LE CONTRôLE RELIGIEUX DE MAGDALENA HODSTON, UNE
FEMME PROTESTANTE À CARTHAGÈNE DES INDES, 1711-1713

RÉSUMÉ

Entre 1711 et 1713, l’Inquisition au pouvoir à Carthagène des Indes a persécuté


Magdalena Hodston, une femme anglaise qui résidait dans cette ville portuaire.
Son cassuscitebeaucoup de questions et l’inexistence d’antécédents de recherche
biographique donne plus de sens à son étude. Dans cette perspective, ce cas
exemplaire nous permettra de réfléchir non seulement sur sa propre histoire,
mais aussi sur le contrôle religieux exercé par l’Inquisition et sur la mobilité des
femmes protestantes dans les dominions hispaniques. Il est également un cas
concret d’étude sur les relations diplomatiques de la monarchie espagnole avec
d’autres royaumes.

Mots clés: inquisition, femmes, protestants, Carthagène des Indes.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

INTRODUCCIÓN

E l 25 de junio de 1713, el inquisidor del Tribunal de Cartagena de Indias,


Manuel de Verdeja y Cossío, enviaba una misiva al Consejo de la Real y
Suprema Inquisición para dar cuenta del caso de Magdalena Hodston, una
mujer de “nación inglesa”, más específicamente de la Isla de Boston, es decir,
de las colonias británicas en América, quien había arribado a la ciudad
cartagenera en compañía de su esposo, un mozo francés católico de nombre
Juan Deshabillé, ambos bajo la protección de don Carlos Sucre, cabo
subalterno de la plaza de Cartagena. Para el infortunio de Magdalena, Juan
debió trasladarse a Jamaica, dejándola en la ciudad caribeña con la promesa
de regresar para llevarla de vuelta a su “patria”. Pero el asunto no era tan
sencillo, pues la mujer era protestante y había tenido un hijo en dicha ciudad.1
Su condición de extranjera, además de limitar su circulación por los
territorios americanos de la Monarquía Hispánica, alertaba al Tribunal de
la Inquisición que la consideraba una especie de amenaza para el catolicismo,
sobre todo para su propio hijo, quien había sido bautizado como tal en la
catedral de Cartagena. Magdalena viéndose sitiada por las circunstancias,
expresó su intención de convertirse a la fe católica; sin embargo, meses

1
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 1, ff. 1-1v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.

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LIREIDA J OSÉ SÁNCHEZ TORRES

después los inquisidores la acusaban por “falsa conversión”. Si bien, parece


que la mujer nunca fue bautizada como católica, la Inquisición reconocía
como válido el bautizo realizado por los protestantes con la fórmula de la
trinidad, es decir, “en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, aun
cuando no se empleara el crisma de unción.2
Es importante destacar que la Inquisición estaba encargada de velar
por la ortodoxia de la fe católica. Los Tribunales que se establecieron en
América tenían jurisdicción sobre los mismos “delitos” y “delincuentes”
juzgados por sus homólogos peninsulares: las herejías condenadas por la
Iglesia, los judaizantes, los moriscos, los luteranos, los que incumplían los
mandatos del Santo Oficio o hablaban mal de él, leer o conservar biblias en
romance y otros libros prohibidos por la Inquisición de España.3 De esta
manera, los extranjeros eran uno de sus principales focos de interés, puesto
que algunos profesaban una religión distinta que amenazaba la
cristianización de la feligresía católica, tal como es el caso de Magdalena.
No obstante, para el siglo XVIII las circunstancias para los extranjeros en
territorios españoles estaban condicionadas por la diplomacia y los tratados
de paz signados desde el siglo XVII entre la Monarquía española y otros reinos
como Inglaterra, Francia y los Países Bajos. Ello permitió en cierta medida
el flujo y la estancia de aquellos en las colonias americanas, sin
necesariamente ser objeto de procesos rigurosos por parte de la Inquisición,
aun cuando a comienzos del siglo XVIII Inglaterra y España se encontraban
enfrentadas como parte de la Guerra de Sucesión.
Siguiendo este orden de ideas, es preciso señalar que el caso de
Magdalena es de sumo interés, ya que la producción académica sobre
mujeres protestantes en el Nuevo Mundo no es abundante.4 Así, algunos
autores especialistas en el asunto indican que la mayoría de los procesados
por la Inquisición en tierras americanas correspondían a hombres piratas,

2
SPLENDIANI, Anna María, “Los protestantes y la Inquisición”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura, núm. 23, 1996, p. 9.
3
TORRES PUGA, Gabriel, Historia mínima de la Inquisición, México, El Colegio de México, 2019, p. 122.
4
Quizás una de las obras que se acerca al tema es la de NUNN, Charles F., Foreing Immigrants in Early Bourboun
Mexico, 1700-1760, Cambridge, Cambridge University Press, 1979. En esta, el autor defiende que durante
esos 60 años en el virreinato novohispano se encontraba asentada una importante cantidad de extranjeros, la
cual estima en 1 500 personas. De este total, un grupo pequeño eran mujeres, pero en muy pocos casos eran
solteras. Véase la reseña de BANNON, John Francis, “Foreign Immigrants in Early Bourboun Mexico, 1700-
1760 by Charles F. Nunn”, The International Migration Review, vol. 14, núm. 4, 1980, pp. 588-589.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

corsarios y comerciantes legales o ilegales, por ejemplo, Ana María


Splendiani encontró 35 casos entre 1610 y 1660;5 José Enrique Sánchez 69
casos desde el establecimiento del Tribunal, es decir, 1610, hasta 1700;6
mientras que, Fermina Álvarez para el mismo periodo, habla de 82 hombres
protestantes procesados. 7 Si bien este tema no ha sido estudiado
suficientemente para el siglo XVIII, contamos con el listado de procesados
reconciliados proporcionados por José Toribio Medina. Haciendo un conteo
se advierte que entre 1703 y 1712 hubo un total de 15 hombres acusados de
“herejes” por la Inquisición de Cartagena. Solo menciona a una mujer
“inglesa de Bermuda”, de nombre Isabel Isles, quien fue procesada en 1712,
pero no señala su “delito”, ni su castigo.8 Estos números contrastan con los
proporcionados por J. L. Molina Moreno, quien afirma que entre 1700 y
1713 el total de procesados —no solo de “herejes” protestantes— fue de 13.9
Es decir, estas cifras también nos permiten poner sobre la mesa la discusión
sobre la actividad de la Inquisición en un periodo que se ha considerado
como decadente o preludio de su caída.10 Esto, responde, no solo a la aparente
reducción del número de causas, sino también al hecho de que después de
la toma de Cartagena por parte de los franceses en 1697, el Tribunal al igual
que la ciudad sufría graves daños, puesto que su edificio fue destruido y sus
arcas fueron vaciadas por los franceses. Además de ello, la hacienda del
mismo no contaba con suficiente dinero y escaseaban los funcionarios.11
Volviendo a las mujeres, también para la Nueva España, Solange
Alberro fue enfática al señalar que “los protestantes que pisaron el suelo
novohispano eran corsarios ingleses, franceses u holandeses arrojados por
5
SPLENDIANI, “Los protestantes y la Inquisición”, pp. 5-31.
6
SÁNCHEZ, José Enrique, “Judíos y protestantes: la herejía en la jurisdicción de la Inquisición de Cartagena de
Indias”, en M. B. VILLAR y P. PEZZI (eds.), Los extranjeros en la España Moderna. Actas del I Coloquio
Internacional, Málaga, 2003, tomo II, p. 718.
7
ÁLVAREZ, Fermina, “Herejes ante la Inquisición de Cartagena de Indias”, Revista de la Inquisición, vol. 6,
1997, pp. 240-241.
8
MEDINA, José Toribio, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Cartagena de Indias, Santiago
de Chile, Imprenta Elzeviriana, 1899, pp. 352-357.
9
MOLINA MORENO, J.L., “Tribunal de Cartagena de Indias”, en Joaquín PÉREZ VILLANUEVA y Bartolomé ESCANDELL
BONET (dirs.), Historia de la Inquisición en España y América, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos,
Centro de Estudios Inquisitoriales, 2da Ed., 1984, tomo I, p. 1367.
10
MEDINA, Historia del Tribunal, pp. 352-357. Quizá esta idea ha influido en el desinterés prevalente hacia el
Tribunal en el siglo XVIII, a lo que se suma la falta de documentación de los archivos cartageneros, pues se
presume que la mayoría fueron desaparecidos o destruidos. En cuanto a las investigaciones sobre mujeres
procesadas por la Inquisición, la mayoría corresponden a “brujas y hechiceras”.
11
MOLINA MORENO, “Tribunal de Cartagena de Indias”, pp. 1353-1354.

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LIREIDA J OSÉ SÁNCHEZ TORRES

los azares de la navegación y, más raramente alguno que otro artesano


borgoñón o flamenco, sin que se registrara ningún caso de mujer que registrara
(sic) la religión reformada”.12
Teniendo esto en consideración, debemos señalar que el caso de
Hodston nos servirá para reflexionar sobre la movilidad de las mujeres
protestantes en América, sobre todo a comienzos del siglo XVIII, tomando
en cuenta las vivencias y transformaciones personales que ello implicaba,
como el matrimonio interreligioso y la patria potestad de los hijos menores.
Igualmente, nos permitirá ahondar en reflexiones de tipo más amplio, al
tratar de situarla en su contexto, es decir, en las relaciones diplomáticas
entre España e Inglaterra para ese momento, así como el funcionamiento
del Tribunal inquisitorial como institución de control y disciplina religiosa
y social de grandes dimensiones que llegaba a todos los territorios bajo la
jurisdicción de la Monarquía española, desde la Península Ibérica, pasando
por América y llegando a Filipinas. Esto, partiendo de las ideas de Giovanni
Levi, sobre hacer preguntas generales con un amplio espectro de respuestas
locales. En otras palabras, que un hecho, un lugar, un documento o un
acontecimiento, busca identificar preguntas que tienen un valor general.13

EL PROCESO INQUISITORIAL CONTRA MAGDALENA HODSTON

El día 2 de diciembre de 1711 comenzaron formalmente las indagaciones


inquisitoriales en contra de Magdalena Hodston. Al parecer los inquisidores
Juan Yseca Alvarado y Manuel de Verdeja y Cossío, habían estado recibiendo
informaciones sobre la mujer, y preocupados entre otras cosas, por la religión
que profesaba en un territorio católico, decidieron llamar a comparecer al
padre Andrés Lince, religioso de la orden de Santo Domingo, quien fungía
como capellán del cabo subalterno, don Carlos de Sucre. Seguramente los
inquisidores consideraron que el padre Lince era el más indicado para dar
noticias de Magdalena, por su cercanía a don Carlos y a su esposa, doña

12
ALBERRO, Solange, “Herejes, brujas y beatas: mujeres ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en
Nueva España”, en Carmen RAMOS ESCANDÓN (coord.), Presencia y transparencia: la mujer en la historia de
México, México, El Colegio de México, 1987, p. 89. El subrayado es mío. Un rastreo en el Archivo General de
la Nación de México me permitió localizar el caso María Not, reconciliada por la Inquisición de México en el
año de 1750 por luterana, lamentablemente no he tenido acceso al expediente.
13
LEVI, Giovanni, “Microhistoria e Historia global”, Historia Crítica, núm. 69, 2018, p. 22.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

Margarita Trelles, quienes habían acogido a aquella en su casa, incluso eran


los padrinos de su hijo, Salvador, de 14 meses de edad. Además, es posible
que la decisión de llamarlo también respondiera al hecho de que era irlandés,
por lo tanto, dominaba el inglés, en vista de que Magdalena no hablaba
castellano, lo que facilitaría la comunicación. Los inquisidores esperaban
que el religioso pudiera responder las siguientes preguntas: ¿Quién era la
mujer? ¿Qué religión seguía? ¿Con qué motivo había ido a la ciudad? ¿En
compañía de quién llegó? ¿De qué ciudad procedía? y ¿Por qué causa se
había detenido allí?14
El mismo día, 2 de diciembre, fray Andrés se presentó a rendir
declaraciones y expresó que la mujer en cuestión se llamaba Magdalena,
quien asistía a la casa de don Carlos Sucre. Igualmente, señaló que sabía
que estaba casada con un mozo francés llamado Juan Deshabillé y que seguía
la religión de los protestantes. También indicó que había llegado a la ciudad
en compañía de don Carlos Sucre, ya que Deshabillé había estado al servicio
de este en España, y luego de su matrimonio, Magdalena lo siguió en el
viaje desde Boston hasta Cartagena. Expresó ignorar el motivo por el cual
se habían detenido en la ciudad y que si bien, él en su calidad de religioso
había asistido a la mujer en una ocasión que estuvo enferma y le “insinuó
que se apartarse de la religión que seguía”, no obtuvo respuesta positiva,
pues, al contrario, Magdalena indicó su deseo de regresar a vivir con sus
parientes.15 Los inquisidores trataron de resolver la situación el mismo día,
aunque con la mayor sutileza posible, pues le ordenaron al padre Lince que

[…] usando primero de las medidas prudenciales que se consideran indis-


pensables con la atención de este tribunal según el grado y calidad de dicho
don Carlos Sucre […] y sin darse por entredicho de que es mandato de este
tribunal cumpliendo con la obligación de guardar el secreto persuada y acon-
seje a la mujer de dicho cabo subalterno, llamada doña Margarita a que pro-
cure que luego y sin dilación alguna la dicha Magdalena salga de esta ciudad
en la primera ocasión que se ofrezca […]16

14
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 1, ff. 1-1v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.
15
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 2, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.
16
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 2v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.

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LIREIDA J OSÉ SÁNCHEZ TORRES

Esta advertencia aparentemente amigable iba acompañada de las


consecuencias que le esperaban a doña Margarita si hacía caso omiso de
este consejo, pero sobre ello volveremos más adelante. La cuestión es que
días después, el 18 de enero de 1712, el mencionado religioso regresó a dar
cuentas de la labor que le habían encomendado, señalando el fracaso de la
misma. Así, explicó que, aunque hizo “repetidas diligencias para persuadir”
a Magdalena de que “abrazase” el catolicismo no consiguió el objetivo
deseado, pues la mujer se mantenía en sus “errores sin abrir la puerta a que
se le insinua[ba]”.17
Esta circunstancia propició la actuación de los inquisidores, quienes el
19 de enero decidieron que lo mejor era, entre otras cosas, enviar un recado
al gobernador de Cartagena, don José de Zúñiga, para solicitarle que pusiera
a Magdalena en la primera embarcación que saliera del puerto con destino
a las colonias inglesas y de allí siguiera su viaje “a la parte donde le pareciere”.
También se preveía que se le avisara a la mujer sobre la decisión tomada,
con la finalidad de que estuviese lista para partir de la ciudad y que se le
anunciase “con apercibimiento” que, si no cumplía con ello, se procedería
en su contra por “inobediente a los mandatos del Santo Oficio”. Igualmente,
se le asignaba por intérprete a fray Andrés, en vista de que no entendía la
lengua española.18 El 21 de enero el gobernador se daba por enterado y
expresaba su disposición para embarcar a Magdalena en cuanto se pudiera.19
Fue el 22 de enero cuando Hodston se enteró de la decisión que había
tomado el Tribunal días antes. Seguramente la mujer se sintió muy
angustiada con la noticia, por lo que le comunicó al fraile, y este a su vez al
secretario de la Inquisición, que quería “reconciliarse” con la Iglesia Católica
y ser “instruida” en la misma. El 12 de febrero fue interrogado el religioso
con la finalidad de que certificara la petición de Magdalena. Efectivamente,
este confirmó el hecho y aprovechó para adjudicarse la decisión de aquella,
pues señaló que la razón por la cual Magdalena no quería abandonar la
ciudad, sino “reconciliarse” con la Iglesia, era por las repetidas veces que él

17
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 3, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.
18
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 4, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.
19
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 4v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

procuró “desengañarla de sus errores” desde que llegó a Cartagena, para lo


cual le había dado un libro de la doctrina cristiana. Como para terminar de
establecer la contundencia de la decisión de Magdalena, fray Andrés exaltaba
que esta se encontraba “convencida”, “contenta” y “sosegada”, pues, aunque
había expresado algunas dudas, él las había “satisfecho”.20 Como era de
esperarse, el 7 de abril, el religioso fue comisionado para la instrucción de
Magdalena.21 Pero la historia no terminaría allí, ya que meses después, ella
misma decidiría ir al Tribunal a hacer una solicitud que cambiaría el rumbo
de su vida.

MAGDALENA HODSTON A TRAVÉS DEL PROCESO INQUISITORIAL

Durante la causa contra Magdalena su voz se deja escuchar poco, de hecho,


menos de lo usual en este tipo de casos. Si bien, la Inquisición nos ofrece
documentación riquísima sobre sus procesados, no hay que olvidar que la
misma está tamizada por la visión de los inquisidores y la actividad del
escribano, es decir, modificada y simplificada por la transición que hay entre
la oralidad de la declaración y su escritura. Esto se complejiza aún más si
recordamos que la mujer no hablaba castellano y que tenía otro
intermediario: fray Andrés. En este sentido, es importante tener en
consideración que los elementos de vida que transmiten los procesos
inquisitoriales están condicionados por el léxico creado por el Tribunal de
la Inquisición, donde la disidencia religiosa se identificaba perfectamente
con conceptos basados en una larga tradición. Esto, sin mencionar que
dichos documentos fueron producidos por una institución dominada por
hombres, en una situación de jerarquía, donde las mujeres se encontraban
en desventaja.22

20
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, ff. 5v-6, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.
21
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 6, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.
22
URRA JAQUE, Natalia, “María Josefa de la Encarnación: posesa, endemoniada y loca frente a los inquisidores
de Lima, 1714-1719”, História, vol. 38, 2019, p. 3. BASTOS MATEUS, Susana, “Fragmentos de una ‘vida infame’:
Justa Méndez y la Inquisición en Nueva España (1595-1649)”, Reflexiones Marginales, núm. 9, 2020, pp. 5-6.
https://revista.reflexionesmarginales.com/author/susana/ [Consultado el 18 de noviembre de 2020].

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LIREIDA J OSÉ SÁNCHEZ TORRES

Antes de entrar a hacer una revisión sobre la comparecencia de


Magdalena conviene destacar que la Inquisición al comienzo del proceso la
definía como “hereja nacional”. Este término era empleado por los
inquisidores para referirse a aquellos extranjeros que habían sido bautizados
y educados bajo el luteranismo, el calvinismo y todas las derivaciones del
protestantismo.23 El hecho de que Magdalena fuera construida en esos
términos por parte del Tribunal, no quiere decir que la debamos identificar
como tal, nuestro análisis debe tratar de ir más allá, pues como argumenta
Gabriel Torres Puga “definir a los reos a partir del delito cometido o imputado
sería imponer la mirada del juez o del inquisidor o reducir la vida de los
individuos a un solo aspecto que podría ser explicado con parámetros
diferentes.”24
Siguiendo este orden de ideas, nos adentraremos un poco en las
declaraciones de Magdalena ante el inquisidor don Juan de la Yseca Alvarado
el día 3 de septiembre de 1712. Por supuesto que la mujer iba en compañía
de fray Andrés en calidad de intérprete. En primer lugar, Magdalena dijo
ser inglesa, de 25 años, casada y sin oficio. Acto seguido, señaló que había
ido al Tribunal para manifestar su voluntad de regresar a Boston en Nueva
Inglaterra, población de ingleses, con la finalidad de “ver a sus parientes
porque su ánimo de ninguna manera [era] de seguir la religión católica ni
vivir entre católicos”. A continuación, el fraile expresó que Magdalena había
dicho que “no tenía otra razón especial que la de haber vivido siempre entre
herejes siguiendo la secta presbiteriana”, por lo que solicitaba licencia
inquisitorial para emprender viaje con su hijo Salvador.25
Sobre el último punto podemos hacer algunas reflexiones o plantear
interrogantes, aunque no necesariamente podamos resolverlas, por ejemplo,
¿la expresión relativa a su vida entre “herejes” de verdad correspondía a
Magdalena? O, acaso ¿Fray Andrés Lince la agregó o modificó de la versión
anglosajona?, de ser así ¿qué interés o beneficio obtenía de hacerlo? En un

23
RUÍZ MARTÍNEZ, Herlinda, El extranjero ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de México durante
la dinastía de los Austria: 1571-1700, tesis de doctorado en Historia, México, Universidad Nacional Autónoma
de México, 2017, p. 37.
24
TORRES PUGA, Gabriel, “Individuos sospechosos: microhistoria de un eclesiástico criollo y de un cirujano
francés en la Ciudad de México”, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, vol. 35, núm. 139, 2014, p. 30.
25
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 6v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713. Las cursivas son mías.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

interesante análisis sobre los traductores de la Inquisición en el Tribunal de


Nueva España, Herlinda Ruiz ha destacado que este fue un cargo oficial
asignado por el Tribunal a las personas que lo requerían, previa investigación
de los antecedentes del solicitante. Su labor consistía en traducir “con
exactitud todo lo que ambas partes trataran durante las audiencias donde
fuera requerido”. Asimismo, la autora agrega que hubo otros traductores
que no contaron con un nombramiento oficial, estos eran principalmente
clérigos quienes acompañaban a extranjeros poco instruidos en el idioma
español en determinados momentos.26 Parece que el religioso Lince se
encontraba en este segundo grupo. No obstante, su caso nos hace dudar
que cumpliera con su labor a cabalidad, pues hay que recordar que los
interrogatorios, las denuncias y las confesiones plasmaban el “léxico
inquisitorial”. De tal suerte que, los que denunciaban y los que confesaban,
en muchos casos, trataban de responder a la realidad delictiva que
conformaba la mentalidad de los inquisidores.27 ¿Podríamos decir que fray
Andrés en su calidad de traductor también trataba de responder en los
términos que el Tribunal cartagenero había construido a Magdalena?
Continuando con la testificación, Hodston, dijo que había llegado a
Cartagena hacía 20 meses aproximadamente, o sea, casi dos años antes, en
compañía de su esposo, Juan Deshabillé, quien era francés y católico. Según
ella, su marido le había prometido que la llevaría de vuelta a su “patria”,
pero en vista de que tuvo que ir a Jamaica le pidió que aguardara en la
ciudad y luego la conduciría a su tierra. Es decir, que para Magdalena su
estancia en Cartagena era transitoria.
Carmina Pérez ha señalado que la movilidad femenina se conoce muy
poco, pues no hay muchos registros que den cuenta de las huellas que dejaron
algunas mujeres gracias a sus viajes, tanto solas como acompañadas. En
este sentido, destaca la existencia de tres tipos de movilidad: como castigo
(el destierro); como práctica o alternativa consciente para obtener objetivos
específicos o deseos que la realidad inmediata no permite alcanzar y como
consecuencia de circunstancias ajenas al propio individuo. Asimismo, añade
que en las sociedades del Antiguo Régimen la movilidad femenina
aparentemente estaba supeditada a la del hombre, en otras palabras, parece
26
RUÍZ MARTÍNEZ, El extranjero ante el Tribunal, pp. 62-64.
27
BASTOS MATEUS, “Fragmentos de una ‘vida infame’”, p. 6.

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LIREIDA J OSÉ SÁNCHEZ TORRES

que las mujeres no gozaron de una movilidad propia. Aunque plantea que
hay excepciones, como el caso de la modista francesa Luisa Dufresi que
después de hacer un viaje con su esposo, emprendió una movilidad
individual.28 Podríamos decir que Magdalena también experimentó los tipos
de movilidad señalados.
Retomando el interrogatorio, parece que el inquisidor Yseca trató de
confirmar si Magdalena estuvo siendo instruida en la fe católica y en caso
de ser así por parte de quien. En este punto, se supone que ella reconoció la
labor del dominico. También se le preguntó si había manifestado profesar
el catolicismo y en caso de ser así cuáles fueron los motivos para cambiar de
opinión. A esto, Magdalena habría respondido que si bien era cierta su
promesa de reconciliación, en realidad “nunca tuvo intención de hacerlo
porque solo fue en fuerza del consejo que le dio dicho su marido
persuadiéndola a que dijese que quería convertirse a nuestra Santa Fe
Católica Apostólica Romana para alargar el tiempo y mantenerse en esta
ciudad”.29 No sabemos las razones por las cuales el francés tuvo que ir a
Jamaica y dejar a Magdalena en la ciudad portuaria, lo que sí es claro es que
tenía conocimiento de las dificultades que esta podía enfrentar al quedarse
por un periodo extendido en tierras católicas, como de hecho sucedió.
Al parecer, la estrategia de la conversión con fines de mantener estadía
“legal” y sin inconvenientes en territorios americanos fue empleada por
muchos de los extranjeros aprehendidos por la Inquisición quien, por lo
general, aceptaba sin mayores problemas la solicitud, reconciliando en forma
a los que habían nacido en una religión protestante y absolviendo ad cautelam
a los que habían nacido católicos y se habían convertido.30
Otro aspecto interesante de esta testificación está relacionado con la
religión que profesaba Hodston. Así, al inquisidor le llamaba la atención
que la mujer se asumiera como “presbiteriana”, cuando la información que
tenía la Inquisición era que seguía “la secta de los protestantes”, a lo que ella
expresó, por medio del intérprete, que, aunque “s[e]gu[ía] la secta de los
presbiterianos todos estos esta[ba]n sujetos a la iglesia anglicana que es la
28
PÉREZ, Carmina, “Vida de una modista francesa en el mundo hispánico. Luisa Dufresi, un caso de movilidad
en el siglo XVIII”, Estudios de Historia Novohispana, vol. 57, 2017, pp. 63-64.
29
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, ff. 7-7v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.
30
SPLENDIANI, “Los protestantes y la Inquisición”, pp. 5-6.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

de los protestantes”.31 Esta inquietud de Yseca es sugerente, pues nos lleva a


cuestionar el conocimiento que los funcionarios del Tribunal tenían sobre
las diferencias que existían entre las diversas ramas del protestantismo. O,
si en todo caso, estamos ante una argucia procedimental para ver qué
respondía la mujer. Igualmente, la declaración de Magdalena podría ser
una muestra de su desconocimiento o confusión sobre sus prácticas
religiosas al no reconocer las diferencias entre presbiterianos y anglicanos.
Por supuesto que estas confesiones de Magdalena ocasionaron
importantes consecuencias para ella. El mismo día la causa fue enviada al
fiscal Tomás de Escalante para su revisión y dictamen, ordenando el 3 de
septiembre, que se buscara en los registros de bautismo de la Catedral el
acta de Salvador.32 Posteriormente, el 7 de septiembre presentó su dictamen
ante el inquisidor Juan Yseca Alvarado. El fiscal Escalante consideraba no
haber “esperanza para creer que Magdalena de Hodston inglesa de nación y
de religión protestante se reduzca al gremio de la Santa Iglesia nuestra madre
como hasta este tiempo se esperaba”, por lo cual consideraba que se debía
ejecutar el auto de 19 de enero por el que se ordenaba la salida de la mujer
de la ciudad. Pero no solo eso, con respecto a la petición de llevar consigo a
su hijo, el fiscal fue más lejos al expresar que se debía prohibir tal pretensión.
Tal conclusión se debía al hecho de que Salvador era católico bautizado, es
decir, que pertenecía al “rebaño de la iglesia” y al llevárselo era seguro que su
madre lo iba a instruir “en los errores y dogmas” que ella seguía, lo cual impli-
caba un riesgo de “condenación” para el niño.33 Sobre esto volveremos en breve.
En este punto es notoria la agudización del drama al que se enfrentaba
Magdalena: sola en Cartagena, bajo la mirada de los inquisidores y ante la
inminente separación de su hijo. En este tenor, el 8 de septiembre se le mandó
recado a doña Margarita Trelles, en su condición de madrina de Salvador,
preguntándole si estaba dispuesta a recibir y quedarse con él hasta que se
dieran nuevas órdenes. El mismo día la mujer envió su respuesta afirmativa:

31
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 7v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.
32
Efectivamente, existía una partida de nacimiento correspondiente al niño con fecha 13 de agosto de 1711.
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, ff. 7v-8, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.
33
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 8v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.

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LIREIDA J OSÉ SÁNCHEZ TORRES

“esta[ba] pronta y con gran voluntad de recibir el referido niño y tenerle y


criarle con todo cuidado educándolo en los misterios de Nuestra Santa Fe
Católica y hacer y ejecutar todo lo que por este Santo oficio se le ordenase”.34
El 10 de septiembre, Yseca confirmó que se debía llevar a cabo lo
mandado por el fiscal. El delito cometido por Magdalena, según el inquisidor
había sido “engañar”, “simular” y “fingir” sus deseos de reconciliación a la
Iglesia Católica. Resulta interesante que el castigo que se le pudo imponer
fue sobreseído, debido a que en esos días iba a salir de Cartagena una
balandra del capitán don Santiago Garbi con destino a Jamaica. Era la
oportunidad perfecta, pues “de no lograrse esta ocasión no podrá conseguirse
su salida y embarque en mucho tiempo”. Yseca, también ratificó la decisión
del fiscal sobre impedir que Magdalena se llevara al niño porque lo criaría y
educaría en “la secta que tan tenazmente sigue”. Agregó que, además, tocaba
“a la piedad e instinto del Santo Oficio precaver el peligro tan inminente y
cierto de su subversión”, así como las posibles penurias alimenticias que
supuestamente podría padecer el menor, las cuales se evitaban poniéndolo
bajo la custodia de su madrina. Igualmente, se disponía que se diera aviso
al gobernador para que arreglara la salida de la inglesa y que se enviara
copia del caso al Consejo de la Suprema en modalidad de consulta.35
Finalmente, el día 15 de septiembre de 1712, Magdalena fue separada
de su hijo, ya que este fue entregado oficialmente a su madrina, mientras
que ella fue conducida al puerto de Cartagena y embarcada en la balandra
La Fortuna que la conduciría a Jamaica. Aquí finaliza el expediente en contra
de Magdalena.36 Sin embargo, casi dos años después, el 3 de agosto de 1714,
el Consejo de la Suprema enviaba una notificación a la Inquisición de
Cartagena donde señalaba que la resolución tomada con Magdalena era
“justa en todo” y agregaba que también lo sería “prevenir a dicho tribunal
que si su padre en cualquier tiempo le pidiese en los términos de católico
que se cree ser se le podrá mandar entregar”.37
34
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, ff. 9v-10, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.
35
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, ff. 10-11v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.
36
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, ff. 11v-12, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.
37
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 1, ff. 1v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

No sabemos qué fue de su vida después de esto, si lograría reunirse


con su esposo, quien se supone se encontraba en aquella isla a donde la
conducía La Fortuna, quizá esto era una especie de señal positiva, o si este
logró recuperar al niño. En todo caso, lo que podemos decir es que la estancia
de Magdalena en Cartagena estaba prevista en los términos de conexión o
escala, no obstante, terminó siendo un espacio en el cual tuvieron lugar
grandes transformaciones en su vida.

LA INQUISICIÓN Y EL CONTROL DE LA VIDA PÚBLICA Y PRIVADA

La Inquisición se reconocía como una institución garante del orden y de


resguardo del catolicismo vigilando la entrada de extranjeros en los puertos
de la Corona española, ya que estos se consideraban una amenaza para los
católicos —este punto lo trataremos en el siguiente apartado—. En este
sentido, la estadía de Magdalena en Cartagena fue expresada en términos
de los “escándalos” que generaba en los vecinos de la misma.
Así lo hicieron saber los inquisidores a doña Margarita, quienes
consideraron que una buena estrategia para que Magdalena abandonara la
isla era por la intermediación de aquella, “poniéndole a la vista los escándalos
que se siguen de mantenerse la dicha Magdalena en esta ciudad y que se han
empezado ya difundir estas voces entre sus moradores”. Pero no solo eso, el
mensaje de la Inquisición también incluía un tono de advertencia o amenaza
al hacerle saber que “el tribunal del Santo Oficio si llegase a su noticia no
dejaría de tomar alguna resolución siendo indispensable en su obligación el
cautelar los daños que se siguen con la comunicación de herejes”.38
El mismo punto del escándalo fue retomado por el fiscal cuando dictó
su parecer sobre el caso, sobre todo en lo que concernía a Salvador. Para
Escalante, si los vecinos se enteraban que Magdalena se había llevado a
“países de herejes” a un niño bautizado en el catolicismo se generaría un
“grave escándalo”.39 Agregaba, que la única manera para concederle su
petición era si la mujer “repugnara” el protestantismo y si tuviese la patria

38
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 2v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.
39
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 8v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.

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LIREIDA J OSÉ SÁNCHEZ TORRES

potestad del niño, condiciones que consideraba inexistentes en el caso, pues


Magdalena había expresado claramente su decisión de seguir en su fe,
mientras que la patria potestad recaía en el padre de Salvador. A ello se
sumaba la condición de católico del francés, lo que hacía suponer al fiscal
que la voluntad de este sería que “se separe este niño del regazo de su madre
para que así sea instruido en los ministerios de la fe y oraciones de la iglesia”.
Aquí el fiscal deja ver el conocimiento de otros procesos similares para
fundamentar su decisión de que Salvador debía ser apartado de su madre,
pues citó lo acontecido en Santo Domingo, donde no se permitió que un
“adulto”40 bautizado como católico llegara al poder de su padre “hereje” por
“el peligro de subversión que se temía”. De esta manera, si en aquel caso solo
existía “peligro”, ya que había esperanza de que al ser “adulto”, el sujeto se
mantuviese en lo que había profesado en el bautismo”, en lo concerniente a
Salvador había “certeza moral” de que su madre lo instruiría en “los errores
que ella tan tenazmente conserva y él no dejará de seguir por no estar
instruido en otra cosa contraria”.41
El fragmento que acabamos de citar nos abre la puerta para plantear
que el derecho en el Antiguo Régimen, tanto ordinario como canónico,
elevaba la figura del padre a un rango de superioridad jurídica sobre los
otros miembros de la familia. Así, la patria potestad se refería al “conjunto
de atribuciones y poderes que asisten al padre” en una relación desigual en
la que los hijos debían mostrar reverencia, sumisión y respeto hacia aquel.
En pocas palabras, la patria potestad era exclusiva del padre.42 Pedro Murillo
Velarde en su obra Curso de derecho canónico hispano e indiano, publicada
por primera vez en 1743 recoge esta tradición al señalar que,

Pertenece al marido, como cabeza de familia, el gobierno doméstico, y la pa-


tria potestad se disuelve con el matrimonio del hijo. […] En esta unión mari-
tal el varón es la parte principal y al marido, como cabeza de la familia, le
compete el gobierno doméstico, y en todo lo que a este respecta, la mujer está

40
El expediente usa la expresión “adulto”, aunque más adelante se refiere al “niño”, lo que me hace pensar que
se trata de un adolescente.
41
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 9, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.
42
GACTO, Enrique, “El marco jurídico de la familia castellana. Edad Moderna”, Historia. Instituciones.
Documentos, vol. 11, 1984, pp. 42-45.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

obligada a obedecer al marido […] Además, el varón tiene sobre sus hijos la
patria potestad.43

Ello justificaba la decisión del Tribunal y se ratificaba por la postura


que mantenía la Iglesia Católica sobre las uniones interreligiosas.44 Murillo
Velarde lo manifiesta de la siguiente manera:

El matrimonio de un fiel con un hereje o apóstata es ilícito por derecho natu-


ral por el peligro de perversión a que se exponen la parte fiel y los hijos de
ellos, así como por las disensiones que suelen surgir entre los mismos cónyu-
ges, […] Pero si de hecho se contrae tal matrimonio, vale, porque en el cap.
14. de Haeret. in 6, la mujer que a sabiendas contrae con un hereje, queda
privada de su dote, pero no se le ordena separarse de él, y por lo mismo se
supone que el matrimonio es válido, […] y la Congregación para la Propaga-
ción de la fe en el año de 1638 decretó que más que con censuras, con exhor-
taciones se debían disuadir los matrimonios con los herejes en las tierras de
ellos, donde se multiplican impunemente las herejías, principalmente si allí
no se permite el culto de la fe católica, y que tal matrimonio es válido. […]
Cuando cesa el peligro de perversión y de la mala educación de la prole, y hay
una justa causa, puede contraer matrimonio una católica con un hereje, o al
contrario, siempre que haya una dispensa del pontífice, aunque se celebre en-
tre príncipes. […] Y aunque el pacto, de que los varones v.g. sigan la herejía
paterna y las mujeres la religión católica de su madre, o de que el primero, la fe
católica, el segundo la secta luterana, etc., sea impío e ilícito, porque va contra
el derecho divino, según el cual los padres deben educar a sus hijos en la fe
católica y en sus costumbres, para que alcancen los remedios necesarios para
su salud espiritual […] se permite, sin embargo, por una costumbre que así lo

43
MURILLO VELARDE, Pedro, Curso de derecho canónico hispano e indiano, Zamora, El Colegio de Michoacán,
Facultad de Derecho, Universidad Nacional Autónoma de México, 2004, vol. III, p. 490.
44
Todavía en 1966 el Derecho Canónico confirmaba el impedimento del matrimonio por causales de “mixta
religión” y “disparidad de cultos”, aunque concedía a los Ordinarios locales facultades para dispensar de
ellos. La “mixta religión”, prohibía las nupcias entre católicos y otras personas bautizadas en otra religión. Sin
embargo, luego de haberse efectuado la unión, esta se reconocía como válida. La “disparidad”, en cambio,
invalidaba totalmente los matrimonios entre un católico y una persona no bautizada. Esto se basaba en el
supuesto peligro que corría la fe de los católicos que contraían nupcias con alguien que profesaba una religión
diferente. Dicha preocupación se extendía a los hijos de la pareja, por lo que insistía en que estos debían ser
educados en el catolicismo. Véase: [Obra de autoría moral], “Instrucción sobre los matrimonios mixtos”,
promulgada el 19 de mayo de 1966. https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/
rc_con_cfaith_doc_19660318_matrimonii-sacramentum_sp.html [Consultado el 1 de diciembre de 2020].

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aprueba porque de otro modo ninguna esperanza suele quedar de educar al


menos a algunos hijos en la religión católica.45

Teniendo esto en consideración, es lógico que Yseca, compartiera las


ideas del fiscal. Así, expresó que en caso de hallarse presente el padre de
Salvador consentiría la decisión, persuadido por su “bautismo, solemnidad
y ritos que tanto abominan los herejes”. De hecho, el inquisidor consideraba
inverosímil la declaración de Magdalena, según la cual su esposo le había
dado su consentimiento para alargar su estancia en la ciudad.46
Ana María Splendiani ha mostrado que el interés principal de la
Inquisición era convertir a los “no católicos” y en caso contrario estos debían
ser expulsados para no poner en riesgo las labores de la Iglesia. Sin embargo,
la autora también ha indicado que en el caso de los 35 hombres acusados de
protestantes entre 1610 y 1650 ninguno fue “desterrado a propósito”.47 Lo
que nos conduce a preguntarnos ¿Por qué a Magdalena sí? A primera vista
parece que los roles de género que la construía como madre y educadora en
la fe de Salvador fue el punto clave, al igual que la subordinación jurídica en
la que se encontraba con respecto a su esposo católico.
Otra cuestión interesante reside en la aplicación de la justicia
inquisitorial, pues según las instrucciones del Tribunal, aquellas personas
que después de haber sido reconciliadas al catolicismo si volvían a reincidir
en sus “delitos” contra la fe merecían el castigo de relajación, es decir, debían
ser enviadas a la hoguera.48 Pero esto no siempre se cumplió, por muchas
razones. En el caso de Magdalena, quizá estuvo relacionado con los acuerdos
establecidos entre España e Inglaterra que incluían a los extranjeros, como
veremos en el siguiente apartado. Si bien durante los años que tuvo lugar
este caso las relaciones entre España e Inglaterra todavía se encontraban
tensas, parece que prevaleció la tendencia del siglo pasado. Según Thomas
Werner, la segunda mitad del siglo XVII, produjo un “proceso de laicización”
45
MURILLO VELARDE, Curso de derecho canónico, p. 490.
46
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, ff. 10v-11, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de
Indias, 1711-1713.
47
SPLENDIANI, “Los protestantes y la Inquisición”, pp. 7 y 11.
48
Esto se conocía con el nombre de relapsia: “Relapso, en un sentido amplio, es el hereje que, una vez que ha
sido perdonado y vuelto a admitir en el seno de la Iglesia, recae de nuevo en el error”. Véase GARCÍA-MOLINA
RIQUELME, Antonio, El régimen de penas y penitencias en el Tribunal de la Inquisición de México, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1999, p. 88.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

que cambió la mentalidad española hacia el protestantismo, es decir, que


hubo “una indiferencia creciente de la población ibérica hacia las diferentes
muestras de heterodoxia”, lo que se tradujo también en un número cada vez
más bajo de denuncias contra los extranjeros.49 Situación similar ocurrió
para el caso mexicano, pues durante el siglo XVII muchos extranjeros
acudieron ante el Tribunal para solicitar la “admisión o readmisión al
catolicismo”, requerir exámenes de fe o certificados de no antecedentes
judiciales, lo que implicaba para ellos poder naturalizarse y residir sin ningún
problema en el virreinato.50 Para Cartagena no contamos con estudios sobre
el tema, pero podemos inferir del listado de José Toribio Medina, que muchos
se autodenunciaron para solicitar su reconciliación al catolicismo. El caso
de la misma Magdalena también nos da algunos indicios, pues se trató de
un proceso corto en el que no se tomaron declaraciones de testigos y en su
primera comparecencia y solicitud de conversión, esta fue reconciliada sin
mayores problemas.
También podríamos señalar la posibilidad de que con la sentencia de
Magdalena la Inquisición buscaba mantener su estatus e influencia en la
sociedad cartagenera. Según José Enrique Sánchez, después de que el barón
de Pointis tomara el puerto en 1697, se abrió el camino para que la sociedad
comenzara a reprochar los excesos de los funcionarios inquisitoriales,
poniendo de manifiesto su desprestigio y rechazando su presencia.51

CONTROL DE EXTRANJEROS EN EL MARCO DE LAS RELACIONES


ENTRE ESPAÑA E INGLATERRA

El caso de Magdalena Hodston, además de reflejar sus vivencias y tragedias


personales, muestra otros aspectos que nos permiten un análisis más amplio
sobre la sociedad y las instituciones bajo las cuales se encontraba. Una
muestra de ello es la concerniente a las relaciones entre España e Inglaterra,
mismas que se extendían a sus colonias, las cuales, a su vez, interferían en la
actividad inquisitorial, como se verá.

49
WERNER, Thomas, La represión del protestantismo en España 1517-1648, Louvain, Leuven University Press,
2001, p. 381.
50
RUÍZ MARTÍNEZ, El extranjero ante el Tribunal, pp. 180-181 y 203-204.
51
SÁNCHEZ, “Judíos y protestantes en Cartagena de Indias”, p. 713.

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Cartagena de Indias era la ciudad más importante del Caribe


neogranadino debido a su condición de puerto, lo que permitía un intenso
flujo comercial que la conectaba con el mundo atlántico, haciendo de esta
una especie de urbe cosmopolita.52 Además, esta ciudad era la llave de
entrada al resto del virreinato. Durante el siglo XVII, afirmó su papel de puerto
comercial activo y opulento, de plaza protectora de Panamá, Perú y Nueva
Granada; a la vez que experimentó un crecimiento de población, de fortalezas
militares y se estableció como base principal para las flotas comerciales y de
guerras que transitaban entre el Caribe y España.53 Para finales del siglo
XVIII “después de La Habana, no había un puerto más rico en el Caribe
hispánico”.54
Esta condición portuaria permitía el arribo constante de extranjeros y
personas que profesaban religiones diferentes al catolicismo. Autores como
Lourdes de Ita, han señalado que la instauración de los Tribunales de la
Inquisición de México y Lima en los últimos años del siglo XVI se vio influen-
ciada por la constante presencia de piratas, corsarios y comerciantes ilegales
provenientes de Francia, Inglaterra y los Países Bajos en las costas mexicanas.
Así, además de los intereses geopolíticos que estos extranjeros ponían en
jaque, la Corona española aducía que implicaban un peligro para la conversión
de los naturales de estas tierras.55 Siendo así, con más razón se establecería
la Inquisición de Cartagena, tal como lo ha indicado Fermina Álvarez:

A lo largo del siglo XVII, la ciudad de Cartagena sufrió continuos ataques de


corsarios que merodeaban las costas americanas al acecho de barcos españoles.
Esta coyuntura histórica incidió directamente en la actividad inquisitorial del
Tribunal de Cartagena implantado en 1610, ya que un importante número de los
reos procesados como “herejes” habían sido capturados por actos de piratería.56

52
NAVARRETE, María C., “Una noche de luces y festejo en Cartagena de Indias, 1690”, Fronteras de la Historia,
vol. 22, núm. 1, 2017, pp. 136-163. https://www.redalyc.org/jatsRepo/833/83350361005/html/index.html
[Consultado el 30 de noviembre de 2020].
53
CALVO, Haroldo y MEISEL, Adolfo, “Prólogo. Cartagena en el camino de las velas”, en Haroldo CALVO y
Adolfo MEISEL (eds.), Cartagena de Indias en el siglo XVII, Cartagena, Banco de la República, 2007, p. 10.
54
MEISEL, Adolfo, “Cartagena de Indias y su tierra adentro en el siglo XVIII: un análisis demográfico”, Cuadernos
de Historia Económica y Empresarial, vol. 42, 2016, p. 1.
55
DE ITA, Lourdes, “Extranjería, protestantismo e Inquisición: presencia inglesa y francesa durante el
establecimiento formal de la Inquisición en Nueva España”, Signos Históricos, vol. XIX, núm. 38, 2017, pp. 32-36.
56
ÁLVAREZ, “Herejes ante la Inquisición de Cartagena de Indias”, pp. 239-240.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

La jurisdicción del Tribunal de Cartagena incluía los arzobispados de


Santo Domingo y Santa Fe de Bogotá, los obispados de Cartagena, Santa
Marta, Puerto Rico, Popayán, Venezuela y Santiago de Cuba, así como los
distritos y jurisdicciones de las reales audiencias del Nuevo Reino de
Granada, reino de tierra firme e isla de Santo Domingo, al igual que el
obispado de Nicaragua.57 Es decir, las Antillas, el Caribe y Tierra Firme
comprendieron la esfera de acción del nuevo Tribunal. Resulta interesante
que en América este fue el único Tribunal que estableció su sede en una
ciudad portuaria y no en la capital virreinal. Ello nos da una idea de la
importancia estratégica de esta plaza caribeña, pues representaba un:

[…] emplazamiento a todas luces más operativo —en términos de comunica-


ción marítima— que el que hubiera representado situarlo en Santa Fe; tanto
más cuanto se trataba, a la vez, de controlar la penetración exterior de extran-
jeros, de personas y publicaciones doctrinalmente peligrosas, que precisamente
en Cartagena tenían una de las puertas naturales de entrada al continente
meridional.58

Ahora bien, es importante señalar que la relación de la Inquisición


con los extranjeros acusados de protestantes varió de acuerdo a las relaciones
políticas que mantenía España con los países donde el protestantismo era la
religión dominante. Con respecto a Inglaterra, la coronación de Isabel I dio
lugar a relaciones hostiles, debido a los deseos expansionistas que esta mostró
hacia el Nuevo Mundo. En el siglo XVII, no obstante, llegarían importantes
cambios con Felipe III, quien firmó la Paz de Londres en 1604. Ello impactó
en las funciones inquisitoriales, pues la Corona española ordenó el cese de
detenciones y juicios contra extranjeros no católicos en suelo español.
Aunque los inquisidores mostraron su desacuerdo, lo cierto es que esto
produjo una disminución de procesos contra los ingleses.59 Así,

57
ESCANDELL BONET, Bartolomé, “Estructura geográfica del dispositivo inquisitorial americano”, en Joaquín
PÉREZ VILLANUEVA y Bartolomé ESCANDELL BONET (dirs.), Historia de la Inquisición en España y en América,
Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, Centro de Estudios Inquisitoriales, 1993, tomo II, p. 56.
58
ESCANDELL BONET, “Estructura geográfica”, p. 56.
59
RUÍZ MARTÍNEZ, El extranjero ante el Tribunal, pp. 112-113 y 180-181.

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La Inquisición americana, en sus tres tribunales de Lima, México y Cartagena,


desde 1612 [y posteriormente en 1631, 1648 y 1649] empezó a recibir instruc-
ciones del Consejo de la Suprema y General Inquisición de Madrid sobre la
tolerancia que se debía tener con los protestantes: procesos cortos, ningún
castigo fuera de los espirituales, reconciliación como única condena y —si
esta no se lograba— remisión del proceso al Consejo mismo.60

Como hemos señalado al inicio de este trabajo, la mayoría de los


extranjeros protestantes que llegaban a tierras americanas se dedicaban a
actividades comerciales legales o ilegales. Por ello, aunque los tratados de
paz permitieron la presencia de comerciantes protestantes en los territorios
americanos, había importantes restricciones. Por ejemplo, se debían quedar
solo el tiempo indispensable, es decir, entre la llegada y la salida de la flota,
solo podían tratar con las personas con las cuales negociaban y debían
mantenerse aislados en los lugares donde se hospedaban. Por supuesto que
estas restricciones no se cumplían.61
La inconformidad de la Inquisición con esta situación se puede percibir
en la petición hecha por la Suprema al rey en 1672 solicitando permiso para
proceder contra las personas extranjeras que llegaban a puerto cartagenero
a comerciar, aun cuando tenían prohibido su arribo y una vez allí realizaban
sus prácticas “heréticas”. Incluso, un decreto de Carlos II, fechado en 15 de
febrero de 1699 ordenaba a virreyes y gobernadores cumplir con las
restricciones de entrada a “judíos”, “herejes” y “otros infieles” y permitir
que los inquisidores juzgaran a los que incurriesen en las faltas propias de
su jurisdicción.62
Es notorio el hecho de que los inquisidores tenían conocimiento de la
diplomacia entre las coronas españolas e inglesas y trataban de justificar su
intervención con base en ello. En este punto es imprescindible señalar que
las relaciones entre ambas monarquías habían sufrido un cambio a
comienzos del siglo XVIII, debido a la muerte del rey Carlos II sin herederos.
Este episodio conocido como Guerra de Sucesión española (1702-1713)
enfrentó a dos bloques europeos: uno de ellos estaba conformado por España

60
SPLENDIANI, “Los protestantes y la Inquisición”, p. 7.
61
SPLENDIANI, “Los protestantes y la Inquisición”, p. 12.
62
ÁLVAREZ, “Herejes ante la Inquisición de Cartagena de Indias”, p. 240.

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V IVIR ENTRE CATÓLICOS O ENTRE ‘ HEREJES ’: MOVILIDAD Y CONTROL RELIGIOSO ...

y Francia, mientras que el otro reunía a Austria, Inglaterra y Holanda. Los


primeros estaban a favor de la entronización de los Borbones (Felipe de
Anjou, quien finalmente ascendió al trono), mientras que los segundos
estaban del lado de los Austrias (el archiduque Carlos). Una de las causas de
las disputas residía en el interés de las potencias de controlar el imperio
colonial y su comercio, pues Inglaterra y Holanda decidieron ingresar a la
guerra ante el temor de que Francia las despojara del comercio con las Indias
españolas, así como para evitar que España se convirtiera en la dueña del
Atlántico, gracias a la plata de América.63 Esto quiere decir que, en los años
en los que Magdalena se encontraba en Cartagena todavía existía tirantez
entre España e Inglaterra, pues los tratados de Utrecht, que le concedieron
el asiento de esclavos a Inglaterra, se firmarían en 1713. Ello explica que la
presencia de esta mujer en el puerto fuese entendida por los inquisidores
como un:

[…] perjuicio de las leyes reales y diferentes decretos de nuestro Reyes Cató-
licos expedidos para estas partes de la América para quitar la comunicación
en peligro de la subversión por estar estas plantas tan recientes en nuestra
religión Católica y cesando como han cesado ya las capitulaciones que se hicie-
ron con el rey de la Gran Bretaña sobre la entrada de ingleses por razón de
comercio en puertos católicos […]64

Pero los inquisidores no solo se quejaban de la estadía de Magdalena


en la ciudad. Al parecer, tenían noticia de la presencia de otros ingleses en
la misma. El 19 de enero, cuando se le envió mensaje al gobernador sobre la
salida de Magdalena, también se indicaba que tenían conocimiento de que
“en esta ciudad hay algunos ingleses y otros que los días pasados se
permitieron entrar y pasearse en ella con el motivo de conducir una balandra
del asiento de negros”. De esta forma, los inquisidores se mostraban como
firmes defensores de la institucionalidad monárquica, por lo que recordaban
al gobernador que:

63
ESCAMILLA, Iván, “Juan Manuel de Oliván Rebolledo (1676-1738): Pensamiento y obra de un mercantilista
novohispano”, en María del Pilar MARTÍNEZ LÓPEZ-CANO y Leonor LUDLOW, Historia del pensamiento económico.
Del mercantilismo al liberalismo, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2007, p. 109.
64
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 1v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713. Las cursivas son mías.

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[…] siendo tan propio del celo de esta Inquisición y tan conforme a reglas de
justicia el no dar lugar a que los enemigos de la Corona y de la fe con pretexto
alguno entren en este puerto y se paseen por la ciudad no sin grave escándalo
de sus moradores es inexcusable el representarle que en adelante no consienta
ni permita que dichos enemigos de la corona y de la fe entren en este puerto por
ser esta permisión una expresa y formal transgresión de las Leyes Reales y dife-
rentes decretos de Nuestros Reyes Católicos expedidos con su fervoroso y
religiosísimo celo para evitar estos daños.65

La protección de los puertos era una labor mancomunada, pues el 21


de enero el gobernador respondió “que estaba pronto ejecutar lo que se le
prevenía y que en su consecuencia daría orden en los castillos y guardias de
la valla para que no dejen pasar a ningún inglés que viniese a este puerto ni
que entraría en la ciudad”.66
Esta actitud de los inquisidores ¿respondía a los escándalos en los que
se vieron inmersos sus predecesores?, ¿a una convicción personal y/o
política?, ¿a una coyuntura geopolítica?, o ¿a simple cuestión de hipocresía?
Conviene recordar que a finales del siglo XVII sus homólogos Francisco Varela
y Juan de Zárate y los subsecuentes, Mario Betancur y Andrés de Torre,
mantuvieron fuertes disputas con el obispo, Manuel Benavides y Piédrola.
Al parecer, aquellos contaron con el apoyo de los gobernadores que
estuvieron al mando de la ciudad durante los años del enfrentamiento. El
obispo acusaba a los inquisidores de mantener conductas licenciosas, pero
también de estar envueltos en actividades de contrabando con el gobernador,
para lo cual mantenían comunicación con “los extranjeros y enemigos de
nuestra religión”.67 Ana María Splendiani ha establecido que muchas veces,
la actitud de la Inquisición americana con los protestantes que llegaban a
los puertos parecía estar más inspirada en los intereses económicos de la
Corona, que en el fervor religioso. Puesto que “convertir al protestante
significaba en parte “legalizar” un contrabando y cobrar un impuesto que

65
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 4, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713. El subrayado y las cursivas son mías.
66
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 4v, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.
67
Al respecto véase SERRANO, Manuel, El obispado de Cartagena de Indias en el siglo XVIII (Iglesia y poder en la
Cartagena colonial), tesis de doctorado, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2015, p. 62.

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mucho necesitaba la Corona de España”. Según la autora, muchas veces eran


los mismos inquisidores quienes recomendaban la conversión.68 Obviamente
Magdalena no le confería ningún beneficio de este tipo a la corona. Todo lo
contrario, su carácter de mujer la ponía en una condición de mayor
desventaja con respecto a sus compatriotas varones.

REFLEXIONES FINALES

En la última foja del expediente se lee “Magdalena de nación inglesa, hereje


protestante salga de Cartagena porque no pervierta a Salvador su hijo
cristiano bautizado.”69 Esta afirmación hecha por el Tribunal de la Inquisición
de esa ciudad nos lleva a plantearnos dos preguntas: ¿En realidad Magdalena
era una “pervertidora”? o ¿Simplemente ejercía su rol de madre de acuerdo
con las creencias religiosas con las que había crecido? Estas interrogantes
permiten apuntar la construcción de identidades que nos revelan los
expedientes inquisitoriales: por un lado, las personas comunes, con sus
alegrías y penas y por el otro, los “delincuentes” que creaba y perseguía la
Inquisición. Asimismo, es importante destacar que el expediente deja otros
vacíos muy grandes con respecto a la historia de vida de Magdalena y su
esposo, Juan, antes de su llegada a Cartagena: no sabemos cómo y dónde se
conocieron, no queda claro desde dónde emprendieron el viaje y qué
inconvenientes debieron sortear para contraer matrimonio, pues no debió
ser sencillo que una protestante y un católico se casaran. Igualmente, falta
información sobre los motivos que tuvo el hombre para ir a Jamaica.
Obviamente, también desconocemos qué fue de su vida después de su salida
del puerto.
Lo que sí podemos decir es que la causa de Magdalena Hodston, al
igual que las de los hombres acusados de “protestantes” por la Inquisición
de Cartagena de Indias, nos ilustra la manera en la que se producía la
circulación y el control por parte de la Inquisición, de personas y de ideas
religiosas entre el Viejo y el Nuevo Mundo, e incluso entre las mismas
colonias americanas. No menos importante fue el desenvolvimiento de este

68
SPLENDIANI, “Los protestantes y la Inquisición”, pp. 10-11.
69
AHN, Inquisición, leg. 1622, exp. 8, núm. 2, f. 13, Proceso de fe de Magdalena Hodston, Cartagena de Indias,
1711-1713.

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caso, pues me da la impresión que la mujer recibió un tratamiento


diferenciado si lo comparamos con los hombres que fueron procesados por
el mismo “delito”, al recibir el destierro de la ciudad. Como he señalado
anteriormente, puede ser que en materia de fe Magdalena hubiese sido
considerada muy peligrosa por su rol de educadora de Salvador, a lo que se
sumaba la situación jurídica desigualitaria con respecto a su esposo, tanto
por ser mujer como por ser protestante. Por supuesto, no hay que olvidar
que después de retractarse de su primera reconciliación, Magdalena se
mantuvo firme en su postura de regresar a su tierra y seguir su fe protestante,
lo que también podría explicar que fuera expulsada. En este punto, resulta
preciso tener en cuenta el contexto político convulso entre España e
Inglaterra al momento de su proceso y la manera de actuar de la Inquisición
en tales circunstancias. Pues, a pesar de la ruptura entre ambos reinos, los
procedimientos inquisitoriales contra extranjeros parecían seguir la
tendencia del siglo anterior, es decir, procesos expeditos y una prevalencia
hacia la reconciliación sobre la condena a la hoguera, aún cuando —según
sus criterios— había motivos para ello, como en el caso de relapsia, en el
que había incurrido Magdalena. Esto no quiere decir que la condena que se
le impuso no resultara dramática, así como tampoco hay que olvidar los
aparentes conflictos de imagen por los que atravesaba la Inquisición en la
sociedad cartagenera en ese momento, para los cuales este caso se ofrecía
como oportunidad para restaurarla. En fin, quizá falta seguir rascando en
los archivos inquisitoriales para encontrar a otras mujeres extranjeras que
en su andar por tierras católicas fueron juzgadas por su fe.

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Fecha de recepción: 23 de junio de 2021


Fecha de aceptación: 15 de julio de 2021

66 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X


LA ADAPTACIÓN DE UN DIPLOMÁTICO AL TIEMPO
DE GUERRAS DE INDEPENDENCIA Y REVOLUCIÓN LIBERAL.
LUIS DE ONÍS ANTE EL EXPANSIONISMO DE ESTADOS UNIDOS
Y LA EMANCIPACIÓN DE IBEROAMÉRICA, 1809-1822

ABDÓN MATEOS


RESUMEN

Luis de Onís fue un diplomático “preliberal”, que desarrolló actividades


diplomáticas durante cuarenta años tanto en Europa como América entre el
Antiguo Régimen y el Trienio liberal, conocido sobre todo por el Tratado de
1819 con Estados Unidos. Es un ejemplo de adaptación de las elites en la transición
a la edad contemporánea. A partir fuentes depositadas en el Archivo Histórico
Nacional y el Archivo General de Indias, analizo su visión de Iberoamérica y los
medios propuestos para contener su emancipación, destacando sus propuestas
de carácter más radical y realista respecto a la generalidad de la clase política
española.

Palabras clave: relaciones internacionales, independencia de Iberoamérica,


transición liberal, biografía, Guerras Napoleónicas

Abdón Mateos • Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española (UNED)


Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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A BDÓN M ATEOS

THE ADAPTATION OF A DIPLOMAT TO THE TIME OF WARS


OF INDEPENDENCE AND LIBERAL REVOLUTION. LUIS DE ONÍS BEFORE
THE EXPANSIONISM OF THE UNITED STATES AND THE EMANCIPATION
OF IBEROAMÉRICA, 1809-1922

SUMMARY

Luis de Onís was a “pre-liberal” diplomat, who developed diplomatic activities


for forty years both in Europe and America between the Ancien Regime and the
liberal Triennium, known above all for the 1819 Treaty with the United States.
He is an example of the adaptation of the elites in the transition to the
contemporary age. From sources deposited in the National Historical Archive
and the General Archive of the Indies, it was analyzed its vision of Ibero-America
and the means proposed to contain its emancipation, highlighting its proposals
of a more radical and realistic character with respect to the generality of the
Spanish political class.

Keywords: international relations, Ibero-American Independence, liberal


transition, biography, Napoleonic Wars.

L’A ADAPTATION D’UN DIPLOMATE À L’ÉPOQUE DES GUERRES


D’INDÉPENDANCE ET DE LA RÉVOLUTION LIBÉRALE.
LUIS DE ONÍS FACE À L’EXPANSIONNISME DES ÉTATS-UNIS ET À
L’ÉMANCIPATION DE L’IBÉRO-AMÉRIQUE, 1809-1822

RÉSUMÉ

Luis de Onís, considéré comme un diplomate “pré-libéral”, a mené des activités


en tant qu’ambassadeur d’Espagne en Europe et en Amérique pendant quarante
ans dans le contexte dela fin l’Ancien Régime espagnol et du Triennat libéral
(1820-1823). Connu surtout pour avoir négocié le traité de 1819 avec les États-
Unis sur la cession des Florides, il est un exemple d’adaptation des élites durant
la période de transition vers l’ère contemporaine. Sur la base de documents
conservés aux Archives Historiques Nationales et aux Archives Générales des
Indes,le texte propose une analyse de sa vision de l’Ibéro-Amérique et des moyens
qu’il envisageait pour contenir son émancipation, en mettant en évidence le
caractère radical et réaliste de ses propositions, en comparaison à celles de la
grande majorité de la classe politique espagnole.

Mots clés: relations internationales, Indépendance ibéro-Américaine, transition


libérale, biographie, Guerres napoléoniennes.

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LA ADAPTACIÓN DE UN DIPLOMÁTICO AL TIEMPO DE GUERRAS ...

INTRODUCCIÓN

H ace doscientos años, en febrero de 1821, fue ratificado por Estados


Unidos el Tratado de límites con el reino de España, también conocido
como tratado transcontinental o, simplemente, tratado Adams-Onís. Dicho
Tratado suponía la cesión de las Floridas a Estados Unidos y la extensión
del territorio americano hasta el Pacífico a cambio de la cancelación de las
deudas contraídas por España con los ciudadanos angloamericanos desde
comienzos del siglo XIX y el reconocimiento de Texas como parte del
virreinato de Nueva España. Aunque el reino de España no había conseguido
restablecer los límites en una frontera natural como era el río Misisipi,
denunciando la cesión por Napoleón de la Luisiana a Estados Unidos en
1803, la conservación de Texas era un gran logro para la monarquía pues
los angloamericanos habían pretendido llevar los límites hasta el río Bravo,
actual frontera con México. Las Floridas estaban prácticamente pérdidas
para España desde la guerra entre Inglaterra y Estados Unidos de 1812-
1814, sufriendo conquistas del posterior presidente americano Andrew
Jackson en 1815 y 1818, y la dominación española de Texas había sufrido la
insurgencia mexicana en 1813 y expediciones francesas y estadounidenses
en 1818 y 1820, acaudilladas por los generales Lallemand y Long.

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A BDÓN M ATEOS

El Tratado había sido firmado inicialmente por Luis de Onís en febrero


de 1819, siendo postergada su ratificación por Fernando VII, alegando
atentados americanos contra su soberanía y la necesidad de reconocimiento
de concesiones territoriales a miembros de su Corte. El parlamento español
lo había ratificado en octubre de 1820 sin mucha discusión, salvo por los
recelos de diputados cubanos y mexicanos, entre ellos el influyente Ramos
Arizpe, que veían que no se aseguraba la frontera norte del Virreinato y que
Cuba se veía amenazada con la cesión de las Floridas.
En este contexto, es importante mencionar que el presente artículo se
basa en documentación del Archivo Histórico Nacional y del Archivo
General de Indias, así como en fuentes primarias impresas o digitalizadas,
como una selección de documentación familiar de los Onís (archivo Onís-
Wefers), panfletos bajo la firma con el pseudónimo Verus y misivas con los
mandatarios norteamericanos recogidas en la Memoria que publicó en 1820
para las Cortes de Madrid del trienio liberal.1 Recientemente, Eduardo Flores
ha publicado un libro que recoge algunas cartas entre el virrey Apodaca y Onís
de 1816 y 1817, depositadas en el Archivo General de la Nación de México.2
El personaje cuenta con un estudio biográfico de Ángel del Río sobre
su misión en Estados Unidos, defendida como tesis doctoral en la
Universidad Complutense en 1947, publicada parcialmente por su viuda en
Barcelona en 1981; y breves semblanzas a cargo de su nieto Federico y de
Pablo Beltrán, Manuel Ortuño y Beatriz Badorrey.3 Sin embargo, no existe
una investigación sistemática sobre su dilatada trayectoria diplomática, más
allá de la tesis del filólogo Ángel del Río sobre su misión americana, elaborada
durante los años treinta del siglo pasado.

1
Official correspondence between Luis de Onís and John Quincy Adams in relation to the Floridas and the
Boundaries of Lousiana, Londres, 1818; ONÍS, Luis de, Memoria sobre las negociaciones entre España y los
Estados Unidos que dieron motivo al tratado de 1819 con una noticia sobre la estadística de aquel país; acompaña
un apéndice que contiene documentos importantes para mayor ilustración del asunto, Madrid, 1820.
2
FLORES, Eduardo, Otro escenario de guerra: la diplomacia insurgente, México, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 2018.
3
HAWKINS, Timothy, A Great Fear: Luis de Onís and the Shadow War against Napoleon in Spanish America,
1808–1812, University of Alabama Press, 2019. La historiografía mexicana ha publicado correspondencia y
algún análisis sobre el Tratado, véanse FERNÁNDEZ DE VELASCO, Manuel, Las relaciones diplomáticas entre
España y los Estados Unidos: don Luis de Onís y el tratado transcontinental de la Florida, 1809–1819, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1965 y GUZMÁN, José R., “La correspondencia de don Luis de
Onís sobre la expedición de Javier Mina”, Sobretiro del Boletín del Archivo General de la Nación, t. IX, núms.
3-4, s.f., pp. 511-543.

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LA ADAPTACIÓN DE UN DIPLOMÁTICO AL TIEMPO DE GUERRAS ...

El Tratado Adam-Onís fue criticado por muchos de los coetáneos


españoles, aunque las primeras valoraciones posteriores fueron más
comprensivas. Algunos de sus gestores como el ministro Pizarro o Narciso
Heredia, conde de Ofalia, justificaron el Tratado en sus memorias y escritos.
Destaca, por ejemplo, el libro del diplomático y escritor Mariano Torrente,
Política ultramarina de 1854, que consideraba que Onís había hecho lo que
pudo en las circunstancias de debilidad extrema del reinado de Fernando
VII, si bien defendía que España debía haber tenido una política más
beligerante. En el caso de México, el político e historiador liberal
conservador, Lucas Alamán, en su Historia de México (1849-1852) valoró el
Tratado de forma positiva, gestionando una nueva ratificación del México
independiente, intentando poblar Texas, y llegando, incluso, a proponer el
reconocimiento de su independencia con la condición de no ser anexionada
por Estados Unidos. El escritor José Fuentes Mares publicó un estudio en
1980 sobre el expansionismo norteamericano en el que combinó los
despachos del diplomático con la prensa estadounidense, destacando la
tozudez del ministro español y sus logros como negociador. 4 Por lado
norteamericano, la valoración de Adams en sus memorias sobre el Tratado
que, en realidad, eran sobre todo diarios, fue extremadamente positiva,
considerándolo su aportación política más importante, por mucho que hubo
detractores que creían que Texas valía treinta veces más que las Floridas. La
historiografía más reciente, entre la que cabe destacar la obra de John Stagg,
considera que la preservación de Texas por parte española fue un logro,
teniendo en cuenta que las Floridas estaban prácticamente perdidas. En
cualquier caso, el conflicto, con amenaza de guerra, entre España y Estados
Unidos, que se arrastraba durante veinte años, fue contenido en un momento
muy delicado para el reino español, si bien, fueron ilusorias las esperanzas
de que no fueran reconocidas las nuevas naciones americanas y veinticinco
años después la guerra finalmente le estalló a la república sucesora mexicana,
perdiendo la mitad de su territorio.
Además de la problemática sobre la adaptación de las élites del Antiguo
Régimen a la época liberal,5 desarrolló brevemente la visión del diplomático

4
FUENTES MARES, José, Génesis del expansionismo norteamericano, México, Grijalbo, 1985.
5
BADORREY, Beatriz, Los orígenes del Ministerio de Asuntos Exteriores, 1714-1808, Madrid, Ministerio de
Asuntos Exteriores, Secretaría General Técnica, 1999; MOLAS RIBALTA, Pere, Del absolutismo a la constitución.

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A BDÓN M ATEOS

sobre la pérdida del imperio y el expansionismo angloamericano, desde su


posición de testigo privilegiado durante su misión en Estados Unidos entre
1809 y 1819 y en Londres en 1821 y 1822.
El veterano diplomático, que había empezado su servicio con Carlos
III en 1780, una era ilustrada, pero preliberal, alcanzó sus más relevantes
destinos con ocasión de la invasión napoleónica y los procesos de
independencia en Iberoamérica, tratando de contener el expansionismo
angloamericano y coordinar la defensa de Nueva España y el Caribe. Cabe
preguntarse si su evolución político-ideológica fue una adaptación a la nueva
época o una tardía “conversión” liberal, que le condujo a expatriarse entre
1823 y 1826 tras el retorno al absolutismo de Fernando VII.
El artículo contiene secciones en las que se expone la evolución y
adaptación a los nuevos tiempos de una familia de diplomáticos y los
principales elementos de la biografía de Luis de Onís, analizando en otras
su obsesión ante la amenaza napoleónica en América, el expansionismo
estadounidense, su gestión ante la insurgencia y visión del derrumbe del
imperio hispánico.

UNA FAMILIA DE DIPLOMÁTICOS

Luis de Onís formó parte de una “dinastía” de diplomáticos de origen hidalgo


que ejercieron el servicio durante un siglo, entre 1754 y 1855.6 La trayectoria
de los Onís representa un claro ejemplo de la adaptación de la élite del
Antiguo Régimen a la revolución liberal, llegando uno de ellos, Mauricio
Carlos de Onís, a desempeñar la secretaría de Estado, es decir, el Ministerio
de Exteriores, en 1840 y la presidencia del Senado, mientras otros fueron
afrancesados o realistas moderados.
José de Onís había acompañado al conde de Aranda en 1760 a Varsovia,
quedando como encargado de negocios en 1762, pasando a la corte sajona
después de la intervención rusa. Entre 1767 y 1784 residió en Dresde, donde

La adaptación de la clase política española al cambio de régimen, Madrid, Editorial Sílex, 2008; y CALVO,
Antonio, Cuando manden los que obedecen. La clase política e intelectual de la España preliberal, 1770-1808,
Madrid, Marcial Pons, 2013.
6
Uno de sus descendientes, el catedrático Federico de Onís, fue una especie de “embajador cultural” en
Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX. Véase la biografía de RUÍZ MANJÓN, Octavio, Entre
España y América: Federico de Onís, 1885-1966, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2019.

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inició Luis de Onís su carrera con su tío, quedando como encargado de


negocios a la partida de aquel hacia Rusia.7 Onís permaneció en Dresde
hasta 1798, después de casarse con la alemana, Federica von Mercklein, y
obtener la cruz de Carlos III. Para ello, su padre emprendió por poderes un
pleito para el reconocimiento de su condición noble en 1792, ya que sus
antecesores habían sido regidores por el estamento nobiliario en
Cantalapiedra (Salamanca) durante el siglo XVIII. Recogió testimonios y
documentos de cuatro generaciones que atestiguaban que sus antepasados
eran “limpios cristianos viejos sin raza ni mezcla de indio, moro o converso
[…] que no habían ejercido por sí mismos oficios viles o mecánicos”.8
Onís contribuyó a la distribución de la vacuna de la viruela, inoculando
a su hija para demostrar su validez a la corte española, donde una hija del
rey Carlos IV había muerto de la enfermedad. También, pudo exportar
procedimientos y técnicos mineros de Sajonia gracias a sus relaciones con
la familia ducal. Quizá su primera intervención política importante fue el
informe sobre la conferencia austro-prusiana en Pillnitz en agosto de 1791,
valorada como una tibia declaración aliada contra la Francia revolucionaria.
Desde 1798 Luis de Onís fue destinado a la secretaría de Estado en
Madrid, ocupándose del negociado de la Francia revolucionaria, aliada de
la monarquía española desde 1796. Se desplazó con las tropas españolas a la
“guerra de las naranjas” contra Portugal y acudió a las bodas reales en
Barcelona en 1802 de doble enlace con los Borbones napolitanos. Asimismo,
tuvo parte en la negociación del infame Tratado de Fontainebleau de 1807,
que pretendía el reparto de Portugal tras la entrada de tropas francesas en
España, recibiendo sus dos hijas una pensión vitalicia como recompensa.9
Acompañó a Fernando VII a Bayona, recomendando que no renunciara a
sus derechos, huyendo a España donde se puso a las órdenes de la Junta
Central que resistía a Napoleón. En efecto, el 14 de mayo se le ordenó regresar
a España para ocuparse de los negocios que tenía encomendados como

7
“Luis José de Onís y González Bara”, Diccionario biográfico, Real Academia de la Historia. http://dbe.rah.es/
biografias/20842/luis-jose-de-onis-y-gonzalez-bara [consultado el 1 de febrero de 2021].
8
Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Estado, Carlos III, exp. 637.
9
GARCÍA DE LEÓN PIZARRO, José, Memorias, Madrid, CEPC, 1998. Sobre las relaciones hispanofrancesas en
tiempos de Manuel Godoy, véanse FUGIER, André, Napoleón y España, 1799-1808, Prólogo de Emilio
La Parra, Madrid, CEPC, 2008; y LA PARRA, Emilio, Manuel Godoy. La aventura del poder, Barcelona, Tusquets,
2002.

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A BDÓN M ATEOS

oficial de la secretaría del Despacho de Estado. Huyó con su familia de


Madrid en diciembre de 1808, ayudando a la reunión de la Junta Central
Gubernativa en Trujillo y, en enero de 1809, ascendió a oficial mayor
primero, un puesto que le situaba en puertas de una posible ascensión a
ministro de Estado.10 Onís era un protegido del presidente de la Junta
Central, el conde de Floridablanca, quien ya quiso nombrarle encargado de
negocios en Estados Unidos en 1792, poco antes de su caída. El 29 de enero
de 1809 Onís fue nombrado secretario de la Orden de Carlos III.
A finales de junio abandonó la Secretaría al ser designado ministro en
Estados Unidos, llegando a Nueva York el 4 de octubre de 1809. Allí
permanecería hasta mayo de 1819. En realidad, el puesto no respondía a
sus expectativas en el Ministerio de Exteriores y otros posibles destinos
europeos, considerados más importantes. A finales de 1808 había conseguido
que su hijo fuera enviado en misión a Londres con el que sería el último
virrey de México, Juan Ruíz de Apodaca. Su hijo, Mauricio Carlos, llegó a
ser secretario de Estado (1840) y presidente del Senado (1843), vinculándose
a los liberales progresistas.
En la trayectoria de los Onís encontramos a personajes afrancesados,
a masones,11 a realistas moderados y, finalmente, a un prohombre del partido
liberal progresista. Es un claro ejemplo de la adaptación de las elites
españolas, en este caso de una familia hidalga castellana, en la larga transición
desde el Antiguo Régimen a la época liberal entre 1789 y 1840.
Onís recibió el puesto de regidor perpetuo por el estado noble de
Salamanca y de secretario del rey para decretos y fue también nombrado
embajador ante Rusia en 1819, sin llegar a tomar posesión del puesto. Todavía
en 1818 escribía a su hijo considerando que Fernando VII era el “mejor
soberano que Dios ha dado a los mortales”.12 En febrero de 1820, en vísperas

10
Las memorias del ministro Pizarro recogen numerosos datos biográficos sobre los Onís, con una mezcla
de agradecimiento y envidia ante sus progresos y beneficios del clan. Pizarro quiso ser destinado con Luis de
Onís en Dresde al comienzo de su carrera, fue ayudado por él en su huida de Madrid ante la llegada de
Napoleón y tuvo a su hijo Mauricio como subordinado en Berlín. Agradeció la gestión de aquel para su boda
en París, nombrándole oficial de la Secretaría de Estado durante su ministerio. Onís también le tenía afecto,
dirigiéndose a él como “querido Pizarrito”.
11
CUENCA RUÍZ, Emilio y Margarita DEL OLMO RUÍZ, Masonería y religión. Mauricio de Onís y el santo velo del
sepulcro, Guadalajara, Intermedio Eds., 2014.
12
Onís a su hijo, Bristol, 18 de julio de 1818, reproducida en DEL RÍO, Ángel, La misión de Luis de Onís en
Estados Unidos, Barcelona, Novagrafik, 1981, pp. 243-244.

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del triunfo del pronunciamiento de Riego, fue recibido por Fernando VII
en su calidad de regidor perpetuo de Salamanca, manifestando que “antes
faltara el último de sus habitantes, que este pueblo fiel consienta el más leve
menoscabo de los derechos transmitidos a Vuestra Majestad por sus augustos
progenitores”.13 No obstante, sus principales puestos diplomáticos los obtuvo
de la Junta Central y durante el Trienio Liberal, jurando la Constitución en
1812 con el personal de la legación en Filadelfia. Por ello, la Memoria
justificativa del Tratado transcontinental dirigida a las Cortes liberales de
Madrid la inició reconociendo que “habiendo llegado ya la era feliz de
nuestra restauración política, y debiendo concurrir al bienestar y prosperidad
del Estado el Monarca en unión con su pueblo”.14
En julio de 1820, su llegada a la embajada en Nápoles coincidió con el
triunfo de la revolución liberal con la proclamación de la Constitución
española, recibiendo el reconocimiento de la población y de los
parlamentarios. Aunque el embajador portugués atribuyó a un tal “Oniz”
parte del mérito en el triunfo de la revolución napolitana y el gobierno de la
Dos Sicilias retrasó su llegada a la embajada desde Roma no parece verosímil
dicha implicación.15 En efecto, el enviado diplomático portugués en España,
António de Saldanha da Gama, el 6 de julio de 1820 alertaba a sus superiores
que “el mismo club que instituyó Mr. de Oniz para revolucionar el reino de
Nápoles fue el que instituyó el señor Pando para revolucionar el reino de
Portugal […] La intención de este país es la intención actual de estos
reformadores, dividirlo en siete repúblicas”.16
Tras la intervención austriaca, protegió a muchos liberales napolitanos
otorgándoles pasaportes para España, aunque, posteriormente, ya en
Londres, el propio gobierno liberal español le recomendó rechazar nuevos
pasaportes a exiliados italianos con el objeto de no enemistarse más con las
potencias de la Santa Alianza.17
Discrepó de la política americana del liberal doceañista Martínez de la
Rosa y, desde luego, con el exaltado San Miguel en el verano de 1822,

13
Gaceta de Madrid, 20 de marzo de 1821.
14
ONÍS, Memoria sobre las negociaciones.
15
AHN, Estado, 5674, Onís, Roma, 7 de julio de 1820.
16
Citado por SIMAL, Juan Luis, Exilio, liberalismo y republicanismo en el mundo atlántico hispano, 1814-1834,
tesis doctoral, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2011, p. 207.
17
AHN, Estado, 5674, Onís, Roma, 7 de julio de 1820.

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A BDÓN M ATEOS

pidiendo una licencia y terminando expatriado en Montauban junto a su


hermano afrancesado e hijo liberal entre 1824 y septiembre de 1826. No
obstante, pese a ser un expatriado con nombramientos durante el Trienio
liberal, al regresar a Madrid fue restablecido en el puesto de secretario de
Fernando VII para decretos, con los gajes concedidos por haber ejercido
para el contrato matrimonial del rey con la princesa sajona Amalia en 1819,
beneficio económico que al morir al poco tiempo en 1827 fue transferido a
su hijo, seguramente gracias a la intercesión de su cuñado Salmón, secretario
interino de Estado.18

CONTRA NAPOLEÓN DESDE AMÉRICA

La misión de Onís en Estados Unidos en 1809 fue revestida con honores


importantes, trasladándose en una fragata española. El mantenimiento de
la Legación española en Filadelfia dependía de los fondos del virreinato de
Nueva España, y la administración del presidente Madison optó por no
reconocer ni a la Junta Central y a la Regencia ni al rey José I Bonaparte,
manifestando una neutralidad benévola hacia los gobiernos insurgentes
hispanoamericanos, considerando que esos territorios estaban en guerra
civil.19 Para el español, el presidente “Madison es el mayor enemigo que
tenemos y el más fervoroso apoyo malvado de su oráculo Bonaparte”.20 De
hecho, Onís tuvo que ejercer como embajador oficioso durante seis años
hasta finales de 1815, apoyándose en los cónsules y en una serie de agentes
españoles. Entre ellos, terminó reclutando, en muchos casos reconciliándoles
con la Monarquía, a una serie de variopintos personajes, como el fraile y
espía Antonio Sedella en Nueva Orleans, el madeirense liberal Miguel Cabral
de Noroña,21 el intelectual revolucionario Mariano Picornell o el diputado e
insurgente cubano, José Álvarez de Toledo, efímero presidente de la república

18
AHN, FC-Hacienda, leg. 3024, exp. 290.
19
Véanse, entre otros: STAGG, John C., Borderlines in Borderlands: James Madison and the Spanish-American
Frontier, 1776–1821, Yale University Press, 2009; GRIFFIN, Charles C., The United States and the Disruption of
Spanish Empire, Columbia University Press, 1937; BROOKS, Philip C., Diplomacy and the Borderlands: The
Adams-Onís Treaty of 1819, California University Press, 1939; LEWIS, James, The American Union and the
Problem of Neighborhood: The United States and the Collapse of Spanish Empire, University of North Carolina,
1998.
20
AHN, Estado, 5636, Onís a Francisco Saavedra, 17 de enero de 1810.
21
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel, Del cielo al infierno. Miguel Cabral de Noroña: vida y obra de un eclesiástico
filomasón, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2019.

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LA ADAPTACIÓN DE UN DIPLOMÁTICO AL TIEMPO DE GUERRAS ...

de Texas de 1813. Cabral de Noroña se ocupó de las traducciones y de la


elaboración del panfleto firmado como Verus,22 aunque Onís prefirió apartarle
de las negociaciones del Tratado, apoyándose en el embajador francés.
Onís observó los primeros momentos de la insurgencia, por ejemplo,
en Venezuela, y del expansionismo americano hacia las fronteras del imperio
hispánico con Estados Unidos en las Floridas y Texas. Intentó cultivar
relaciones con el antiguo presidente Jefferson y el partido federal en la
oposición, gracias a la recomendación de un amigo común. Onís le remitió
la Constitución, que el exmandatario consideró que atentaba contra la
libertad religiosa, aunque alababa otros aspectos. Para Onís, “este gobierno
es una condena (puede decirse de anarquía) cuyos eslabones están asidos
por el populacho”. 23 Consideraba que la república americana estaba
amenazada por la disgregación, ya que:

[…] la misma Constitución de que ellos se glorían, encierra los elementos de


su discordia y de su disolución. Una república federativa, donde los intereses
de cada Estado se chocan, y donde las pasiones y los vicios lo arrastran todo
en pos de sí, sería un fenómeno único en la historia de los establecimientos
humanos, si durase mucho tiempo.24

Al principio de su misión, estuvo más preocupado por la acción de los


emisarios de Napoleón en América que por la propia insurgencia. Este
miedo, que llegó a ser obsesivo para Onís hasta el final de su misión, resultó
contraproducente para los territorios hispánicos, provocando medidas
exageradas de censura y represión contra naturales franceses y simpatizantes
hispanoamericanos de la república y el imperio franceses.25 Como decía en
abril de 1812 al virrey de Nueva España “no hay paraje quizá en nuestras
Américas, en donde no haya emisarios napoleónicos y de este gobierno:
estos se unen en todas partes para fomentar la guerra civil y la independencia”.26
22
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel, “Entre el apoyo a la emancipación americana y el servicio al colonialismo
español: las contradictorias actividades del liberal madeirense Cabral de Noroña en los Estados Unidos”,
Actas del II Congreso de Historia de Madeira, Funchal, Secretaría de Turismo, 1980, p. 373.
23
AHN, Estado, 5642, Onís a Pizarro, 3 de marzo de 1817.
24
ONÍS, Memoria sobre las negociaciones, p. 74.
25
Véase HAWKINS, A Great Fear, pp. 92-140.
26
“2 Informe de Luis de Onís acerca de la expansión territorial de los Estados Unidos. 1812”. https://
archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2713/49.pdf [consultado el 2 de febrero de 2021].

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No obstante, Onís no apoyó la estrambótica y costosa misión del militar


Diego Correa, enviado a Estados Unidos por Bardají en 1810 con el objetivo
de pasar luego a Francia para asesinar a Napoleón.27 Correa se envanecía de
su propósito sin discreción por lo que Onís le desenmascaró, mientras que
Pizarro le mandó de regreso a Europa. Liberal, pero al mismo tiempo anti
insurgente, participó en la guerra de propaganda entablada con Noroña y
Álvarez de Toledo, que el embajador trataría de silenciar, temiendo que
afectara su misión en Estados Unidos.
Conociendo las simpatías hacia la Europa napoleónica de Estados
Unidos y su guerra con Inglaterra entre 1812 y finales de 1814, Onís estuvo
muy aislado hasta 1815, al carecer de reconocimiento oficial. Su posición
empeoró al interceptarse su correspondencia con el capitán general en
Caracas en la que despreciaba a Estados Unidos, vaticinando la disgregación
de la república en varios estados.
Además, en el sexenio inicial de su misión, Estados Unidos absorbió
Florida Occidental (Baton Rouge en 1810 y primera ocupación de Pensacola
en 1814) y favorecieron el corso y piratería insurgente.28 También, toleraron
la colaboración de militares estadounidenses con la primera y efímera
república texana de 1813 encabezada por Gutiérrez de Lara y Álvarez de
Toledo. Los agentes de Onís entorpecieron la acción del secretario de
Exteriores mexicano, José Manuel Herrera,29 en Nueva Orleans y la base en
el puerto de Boquilla de Piedra. Para el embajador, ya en 1812, el
expansionismo angloamericano no solo agredía los territorios fronterizos,
sino que amenazaba al virreinato de Nueva España y la misma isla de Cuba:

[…] este gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar sus límites en
la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y
desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consi-
guiente las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y

27
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel, Entre dos mundos y otros escritos. Diego Correa, Tenerife, Ediciones Idea,
2007, pp. 59-60. La operación y la actitud de Onís, es relatada en GARCÍA DE LEÓN Y PIZARRO, Memorias, p. 165.
28
GÁMEZ DUARTE, Feliciano, El corso insurgente, tesis doctoral inédita, Universidad de Cádiz, 2004; VON
GRAFESTEIN, Johanna y Julio RODRÍGUEZ TREVIÑO, “Fuerzas militares y navales pro-insurgentes en los territorios
y mares fronterizos del noreste de Nueva España, 1813-1819”, Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm.
67, 2018, pp. 103-132.
29
Una semblanza reciente en GUZMÁN, Moisés, Los Constituyentes, Madrid, Marcial Pons, 2019, pp. 137-166.

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parte de la Provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio este


proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto
existe, y que se ha levantado un plan expresamente de estas provincias por
orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba,
como una pertenencia natural de esta República.30

A pesar de la escasez de medios y relativo aislamiento, el enérgico


diplomático actuó para impedir agresiones o invasiones por ciudadanos de
Estados Unidos contra los intereses españoles, denunciando la acción de
corsarios o de “rebeldes y traidores” ante las autoridades y tratando de
adelantarse a los planes de todos ellos.

AMENAZA DE GUERRA CON ESTADOS UNIDOS

A partir de 1816, Onís consiguió renovar sus poderes de ministro


plenipotenciario, siendo finalmente reconocido por la administración
estadounidense, pese a manifestar sus recelos. Durante algo más de tres
años negoció el Tratado de límites, pese a su deseo de obtener una licencia
de un año y de que la negociación se trasladara a Madrid ante la escasez de
medios de los que disponía en América, la falta de instrucciones precisas, y
la errática, pasiva y poco realista política americana del sexenio absolutista.31
La negociación se vio presionada por la amenaza de que Estados Unidos
reconociera a los gobiernos insurgentes y por agresiones directas contra
Florida y Texas a cargo del general Jackson y militares franceses y americanos
en 1817 y 1818.
El miedo a una guerra declarada con Estados Unidos y a posibles
conspiraciones napoleónicas estuvo siempre presente. De hecho, en ese
momento Onís recelaba de una posible operación de los generales
napoleónicos expatriados en Estados Unidos para coronar a José Bonaparte
emperador de Nueva España, tentativa que asociaba con el proyecto de

30
“2 Informe de Luis de Onís acerca de la expansión territorial de los Estados Unidos. 1812”. https://
archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2713/49.pdf [consultado el 2 de febrero de 2021].
31
HEREDIA, Edmundo A., Planes españoles de reconquista de América, 1808-1818, Buenos Aires, Eudeba,
1974; ANNA, Timothy, España y la independencia de América, México, Fondo de Cultura Económica, 1986; y
COSTELOE, Michael, La respuesta a la Independencia. La España imperial y las revoluciones hispanoamericanas,
1810-1840, México, Fondo de Cultura Económica, 1989.

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A BDÓN M ATEOS

colonización del general Lallemand en Texas.32 Dio pasaporte exclusivamente


para Veracruz al general francés con intención de neutralizar la invasión,
coordinándose con el virrey de México y el cónsul en Nueva Orleans, Felipe
Fatio, que se entrevistó con el francés y fue enviado en misión de información
a Tampico.33 El ejército real conminó a la dispersión de la colonia francesa
en Texas, mientras que una flotilla enviada por el virrey a Galveston se limitó
al bloqueo de la base naval de la piratería de los hermanos Laffite, evitando
crear un conflicto adicional con Estados Unidos. Onís creía que el virrey,
pese a presumir de unas fuerzas de 80 mil hombres, pecó de debilidad al no
exterminar a los aventureros y piratas por miedo a la reacción de Estados
Unidos.34
El caballero Onís mantuvo una estrecha relación con Juan Ruíz de
Apodaca desde 1809, al estar su hijo con él de asistente en Londres, para ser
desde 1812 capitán general en Cuba y a partir de 1816 virrey en Nueva
España. Se puede decir que entre ambos coordinaron el operativo español
en toda la América septentrional y el Caribe durante la mayor parte de la
segunda década del siglo XIX.35
Además, en 1817 el antiguo guerrillero navarro, Javier Mina, realizó
una incursión desde Estados Unidos a México, que tardó meses en ser
neutralizada por las tropas reales del virreinato. 36 Onís y sus agentes
consiguieron desarticular parte de los medios de los que dispuso Mina antes
de su partida desde Estados Unidos.
El ministro plenipotenciario rechazó denunciar el tratado de cesión
de la Luisiana de 1803 como le reclamaban de Madrid, pero intentó
restablecer la frontera en el Misisipi a cambio de la cesión de las Floridas a
Estados Unidos e incluso la guinda de alguna isla caribeña como Santo
Domingo o Puerto Rico. Onís advertía contra la propaganda americana en
Cuba, a la que consideraba la posesión más preciosa de la Monarquía,

32
Véanse los relatos de SELIN, Shannon, General Charles Lallemand: Invader of Texas y Joseph Bonaparte and
the Crown of Mexico. www.shannoselin.com [consultado 5 de febrero de 2021]. Sobre el carácter infundado
de la complicidad de José Bonaparte con esos planes, véase MORENO ALONSO, Manuel, José Bonaparte. Un rey
republicano en el trono de España, Madrid, La Esfera, 2008, p. 406.
33
Archivo General de Indias (en adelante AGI), Estado, leg. 32, exp. 44, Apodaca a Martínez de Irujo, 30 de
noviembre de 1818.
34
Archivo Onís-Wefers (en adelante AOW), Onís a su hijo, Washington, 3 de febrero de 1819.
35
No existe una biografía reciente de Apodaca, aunque sí de su antecesor. Véase ORTÍZ ESCAMILLA, Juan,
Calleja. Guerra, botín y fortuna, Universidad Veracruzana-El Colegio de Michoacán, 2017.
36
Véase ORTUÑO MARTÍNEZ, Manuel, Vida de Mina, Madrid, Trama, 2008.

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señalando que “el gobierno de Estados Unidos mantiene inteligencias en la


Isla y seduce a los habitantes con la idea de lo que ganarían admitiendo la
Constitución, sin que calculen los inmensos vicios de que adolece”.37
Onís presentó un memorial, junto a Álvarez de Toledo en 1817, que
consideraba que la Monarquía debía reconocer, como había hecho en Cádiz,
a los territorios americanos como parte integrante de la nación en igualdad
de derechos sin rebajarlos a la condición colonial, aunque en 1810 se había
referido a ellas como “colonias del rey”. Creía que debía enviarse algún infante
español con doce mil hombres o, en último extremo, crear varios reinos
con miembros de la familia real. Incluso, en privado a su hijo, propuso la
creación de un reino borbónico para Texas y otros territorios de
Norteamérica (California, Nuevo México). Onís proponía que las cesiones
territoriales de la monarquía hispánica le permitieran redondearse en
América o en Europa. Por ejemplo, proponía la cesión del virreinato de La
Plata a la monarquía portuguesa en Brasil, que ya tenía ocupado Montevideo,
a cambio del territorio peninsular: “como Portugal se uniera a España podría
cederse el reino de Buenos-Aires al rey de Portugal”.38
Estas pretensiones expansionistas hacia Portugal estaban presentes en
la coyuntura de 1817 bajo el gobierno del ministro Pizarro, y revelaban la
permanencia de afanes territoriales de la época preliberal de Carlos IV bajo
el protectorado napoleónico en el pensamiento del diplomático. Como
legado de su pasado en la época de Manuel Godoy, Onís y el secretario de
Estado Pizarro creían factible “redondearse” con el Portugal metropolitano
a cambio de cederle el virreinato de La Plata, pues ya el rey portugués, casado
con la hermana de Fernando VII, Carlota Joaquina, había ocupado
Montevideo, más que implantar nuevas monarquías borbónicas como
proyectaban Francia o algunos proyectos de los dirigentes independentistas
argentinos.
Pese a las victorias de las armas reales en Venezuela y México en 1816
y la alianza con los británicos, Onís creía que las perspectivas españolas
eran nada halagüeñas: “todas las naciones nos dejarán solas en esta crisis
melancólica, porque a todas interesa el que se emancipe nuestra América”.39

37
AGI, Estado, leg. 88, exp. 15, 1817.
38
AGI, Estado, leg. 88, exp. 15, 1817. Estas
medidas, adelantadas ya en 1815, son relatadas en HEREDIA, Planes
españoles, pp. 208-210.
39
AHN, Estado, 5641, Onís a Ceballos, 22 de julio de 1816.

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Creía que la amenaza estadounidense sobre el virreinato de Nueva


España y Cuba era tal que el único modo de preservarlos era recuperar la
frontera del Misisipi, cediendo las Floridas a los ingleses o buscando el apoyo
de Francia, advirtiendo que “si su Majestad quiere conservar el reino de
México es indispensable que trate de poner por frontera el río Misisipi y
ceder las Floridas a otra potencia que ayudase en caso de presión en el
Misisipi”, y concluía que la “guerra es inevitable a partir de diciembre si no
tenemos a nadie que nos sostenga, y si no accedemos a la cesión o venta de
las Floridas”.40
En efecto, los estadounidenses tomaron de nuevo Pensacola en 1818,
pero prefirieron un acuerdo formal de cesión a la declaración de guerra por
temor a la reacción de las potencias europeas, considerando segura la
incorporación de las Floridas y el objetivo de ampliar Luisiana hasta llegar
al Pacífico. Los mandatarios americanos, según Onís, habían afirmado que
las “Floridas es menester tomarlas pacíficamente si se puede, o por la guerra
si no queda otro remedio”.41 En febrero de 1819, Onís firmó el Tratado
consiguiendo preservar Texas y las llamadas “provincias internas” (Nuevo
México y California) frente a la pretensión americana de llevar la frontera
hasta el río Bravo, estableciendo el límite en el río Rojo y en torno al río
Arkansas.
Aunque Onís fue muy criticado en España por miembros de la Corte y
de la camarilla real debido a la no legitimación de unas concesiones tardías
de tierras en Florida a miembros de la aristocracia, la firma del Tratado
transcontinental fue un logro considerable para la diplomacia española.42

LA PÉRDIDA DE “NUESTRA AMÉRICA”

A pesar de este triunfo, Onís ya consideraba que la pérdida de América era


inevitable, confesándoselo en privado a su hijo. No obstante, creía que se

40
AHN,
Estado, 5642, Onís a Pizarro, 7 de abril de 1817.
41
AHN,
Estado, 5674, Onís a Secretaría de Estado, 28 de agosto de 1820.
42
Aparte de la historiografía norteamericana citada, un análisis somero de las dificultades de la ratificación
del Tratado en ARTOLA, Miguel, La España de Fernando VII, Madrid, Espasa Calpe, 1999, pp. 461-463. Un
relato de síntesis sobre los antecedentes y contenido del Tratado en RUÍZ RODRÍGUEZ, José I., “Algunas novedades
sobre la delimitación fronteriza entre la Monarquía Hispánica y los Estados Unidos de América: la línea
Adams-Onís”, Revista de Dret Històric Català, vol. 14, 2015, pp. 53-89.

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debía renunciar al virreinato de La Plata, preservando Perú, Colombia, Cuba


y México como parte integral de la nación.43 Un medio para lograr ese
objetivo era ceder a los ingleses Santo Domingo o “la porción de lo que crea
más conveniente de nuestra América”,44 implicando a la mayor potencia
mundial en el sostenimiento del imperio hispánico.
En diciembre de 1819, el presidente Monroe anunciaba al Congreso la
demora de la ratificación española del Tratado, alegando ataques a intereses
españoles en Texas y el no respeto de las concesiones reales en Florida, así
como ofreciendo el envío de un nuevo comisionado a Estados Unidos.
Monroe consideraba que la conducta del gobierno de España no había sido
sostenida por ninguna potencia europea, reiterando la neutralidad ameri-
cana en lo que consideraba una guerra civil en Iberoamérica, pero, al mismo
tiempo, manifestando simpatía y sensibilidad hacia los vecinos del sur.45
A pesar de las críticas y la caída de los ministerios de Pizarro y del
marqués de Casa Irujo, Onís fue bien recibido por Fernando VII, llamándole
para la nueva boda real y otorgándole la embajada en Rusia. El triunfo del
pronunciamiento, devenido en revolución liberal, en marzo de 1820 supuso
que Onís fuera destinado como embajador al reino de las Dos Sicilias,
demorando su incorporación hasta el mes de julio tras el triunfo allí de otro
pronunciamiento liberal.
1821, el año por antonomasia del hundimiento de la América española,
le dio a Onís al menos la satisfacción de presenciar la ratificación del Tratado
transcontinental y la muerte de Napoleón, cabeza del “linaje infernal”, que
había sido la pesadilla del embajador desde el comienzo del siglo XIX.
La política del Trienio liberal hacia las posesiones americanas continuó
siendo igual de imperialista y errática que en la etapa de las Cortes de Cádiz
y del absolutismo.46 Los liberales creyeron que el mero restablecimiento de
la Constitución cortaría la insurgencia en las provincias rebeldes. En los
territorios pacificados se celebraron elecciones, aunque la representación
americana continuó estando infrarrepresentada y los diputados suplentes

43
AOW,Onís a su hijo, Bristol, 18 de julio de 1818.
44
AOW,Onís a su hijo, Bristol, 18 de julio de 1818.
45
AGI, Estado, leg. 34, exp. 2, Monroe al Congreso, 7 de diciembre de 1819.
46
Una matización sobre la política americana de los liberales en BREÑA, Roberto, “El liberalismo hispánico a
debate: aspectos de la relación entre el primer liberalismo español y la emancipación americana”, Historia
Contemporánea, núm. 33, 2006, pp. 463-494.

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de las provincias insurgentes terminaron siendo excluidos, y se establecieron


más diputaciones provinciales, sobre todo en México.47
Los diputados novohispanos presentaron un plan de confederación
hispánica bajo la monarquía borbónica que, aunque fue objeto de
discusiones parlamentarias en la primera mitad de 1821, fue vetado
finalmente por Fernando VII. No obstante, se acordaron algunos armisticios
temporales en Venezuela y Perú, mientras el nuevo jefe político de Nueva
España, Juan O´Donojú firmó los Tratados de Córdoba en agosto de 1821
que suponían la aceptación del Plan de Iguala del general realista Iturbide y
la creación del imperio mexicano.48 Además de en México, hubo planes
para establecer monarquías de los Borbones en Argentina,49 Perú con José
de San Martín, e incluso una confederación hispánica a cargo del
vicepresidente colombiano, Francisco Antonio Zea.50 Las Cortes enviaron
plenipotenciarios para la reconciliación con las provincias insurgentes,
ampliando la libertad de comercio, pero sin poderes para reconocer en
ningún caso la independencia.
Luis de Onís desde Londres era un observador privilegiado de la política
europea hacia la América española, recibiendo noticias sobre la evolución
de los acontecimientos con anterioridad a lo conocido por el gobierno liberal
en Madrid. Al inicio su misión en Londres, en julio de 1821 recibía noticias
de la caída de Caracas y de los sucesos de México, creyendo “urgente el
arreglo o transacción que las Cortes están tratando con los disidentes de
aquellas posesiones trasatlánticas”.51 Aunque el secretario de Estado, Bardají,
todavía le tranquilizaba sobre los acontecimientos americanos, Onís recibía
en agosto vía Jamaica nuevas malas noticias de México y Venezuela. Bardají,
desde La Granja, todavía el 11 de septiembre de 1821, creía que las noticias

47
FRASQUET, Ivana, Las caras del Águila: del liberalismo gaditano a la República Federal Mexicana, 1820-1824,
Castellón, Universidad, 2008; y SÁNCHEZ ANDRÉS, Agustín, “La búsqueda de un nuevo modelo de relaciones
con los territorios ultramarinos durante el Trienio Liberal (1820-1823)”, Revista de Indias, vol. 57, núm. 210,
1997, pp. 451-474.
48
DELGADO, Jaime, España y México en el siglo XIX, Madrid, CSIC, 1950; y CHUST, Manuel (ed.), 1821 México vs
Perú, Madrid, Sílex, 2020.
49
Véanse RELA, Walter, “Proyectos Monárquicos en el Río de la Plata, 1808-1816”, Revista Digital de Estudios
Históricos, núm. 3, 2010, pp. 1-34; y MELLONE, Viviana, “Crisi di sovranità nel mondo borbonico. La Francia
e il progetto di monarchia costituzionale nel Vicereame del Rio de la Plata (1817-1819)”, en E. IVETIC (ed.),
Attraverso la Storia. Nuove ricerche sull’età moderna in Italia, Napoli, Editoriale Scientifica, 2020, pp. 147-161.
50
NAVAS SIERRA, Alberto, Utopía y atopía de la Hispanidad, Madrid, Fundación Tavera, 2000.
51
AHN, Estado, 5472, Onís a Bardají, 13 y 21 de julio de 1821.

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de México “no dan cuidado”, cuando a los pocos días entraban las tropas de
Iturbide en la capital de Nueva España.52 Al comienzo de octubre, Onís
transmitía la noticia del golpe de Francisco Novella, que había depuesto al
virrey Apodaca, mientras que días después conocía la toma de Lima por
San Martín. En los últimos días del año, con una demora de tres meses,
recibía una gaceta de Charleston con la noticia de la caída de México y
Veracruz, noticia que acababa de conocerse en Madrid.53
A finales de 1821, Guatemala, Panamá y Santo Domingo se declararon
independientes, vinculándose temporalmente al imperio mexicano o la
república de la Gran Colombia. Onís transmitía la llegada del capitán general
de Santo Domingo a Londres y la proclama de Panamá, una vez salidas las
tropas del nuevo virrey Juan de la Cruz Mourgeon hacia Ecuador, junto a
algunos efectivos procedentes de la evacuación de Florida en julio de 1821
y de la tropa realista en Puerto Cabello. A comienzos de 1822, el gobierno
liberal rechazaba el Tratado de Córdoba de México, decidiendo enviar
nuevos comisionados a los países disidentes.
A ello se sumó, en abril de 1822, la declaración del presidente Monroe
ante el Congreso manifestando su propósito de reconocer a las nuevas
naciones americanas, un año después de la ratificación del Tratado de límites.
Para entonces, la monarquía portuguesa también había reconocido a
Argentina, manteniendo la ocupación de Uruguay. La respuesta inglesa ante
la declaración de Monroe no se hizo esperar. El 13 de mayo el poderoso
ministro Londonderry, arquitecto del orden europeo de la Restauración
tras el Congreso de Viena, comunicó a Onís que la opinión pública obligaba
al gobierno a hacer exploraciones en las provincias de América, aunque no
se precipitaría a reconocerlas, pero se veía obligado a hacer declaración en
el Parlamento sobre que sería lícita la entrada de buques de disidentes o de
otras potencias con bienes de disidentes. No se oponía a que España tuviera
ventajas comerciales y afirmaba que no enviaría agentes diplomáticos, pero
que todo era provisional para dar tiempo a España para que reflexionase o
llegase a un acuerdo. Castelreagh, 54 reconocido entonces como lord

52
AGI,
Estado, 5472, Bardají a Onís, 11 de septiembre de 1821.
53
AHN,
Estado, 5472, Onís a Bardají, 28 de diciembre de 1821.
54
Resulta todavía muy útil para la política británica hacia España, WEBSTER, Charles Kingsley, The Foreign
Policy of Castlereagh, Londres, G. Bell and Sons, 1925.

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A BDÓN M ATEOS

Londonderry, se mostraba dispuesto a una mediación y a discutir con Onís


si recibía instrucciones del gobierno liberal, aunque pensaba enviar a Madrid
al embajador en el reino de las Dos Sicilias.55
El diplomático español trató de ganar tiempo señalando que esperaba
recibir instrucciones muy pronto, pero que era difícil hasta saber el resultado
de las negociaciones de los comisionados a América. Pidió a Londonderry
que contuviera el reconocimiento al resto de las potencias. Londonderry
estuvo de acuerdo, manifestando, no obstante, que no estaba seguro de poder
contenerlas y que eso supondría que Londres haría lo mismo. Onís
comunicaba al nuevo ministro, Martínez de la Rosa, que estaría orgulloso
de llevar esas posibles negociaciones en Londres, pero que creía más fácil
por cercanía a las Cortes hacerlas en Madrid.
A finales de mayo de 1822, tras un nuevo encuentro con Londonderry,
Onís consideraba que, aunque el reconocimiento de Estados Unidos a las
nuevas naciones todavía no era oficial, el envío de comisionados a América
era inútil. Proponía, en cambio, el desarrollo de conversaciones directas en
una convención con los diputados americanos en Madrid o si no fuera
posible en Londres, bajo la mediación británica. España debía reconocer la
independencia, preservando las mejores relaciones comerciales con puntos
de soberanía en la costa, al modo de Gibraltar. De hecho, hasta el inicio de
1826 se mantuvieron bases militares en Veracruz (San Juan de Ulúa hasta
diciembre de 1825), Puerto Cabello en Venezuela (1823), Chiloé en Chile y
El Callao en Perú. Onís creía posible todavía el establecimiento de nuevas
monarquías y explorar una posible confederación hispánica, como defendía
el colombiano Zea, agasajado, por entonces, en Londres.56
En suma, Onís proponía el reconocimiento más o menos amplio de la
independencia. Con la mediación inglesa creía factible la recuperación de
algunas provincias americanas, la preservación de Cuba, el establecimiento
de una alianza al menos defensiva y mejoras mercantiles, la fijación de puntos
de depósito e incluso algún subsidio anual por años, o una cantidad fija
para la exhausta hacienda de la monarquía.
La respuesta del gobierno liberal a las propuestas del embajador fue
una especie de reprobación por excederse respecto a las instrucciones
55
AGI, Estado, leg. 90, exp. 23, nota 283, Onís a Secretaría, 14 de abril de 1822.
56
AGI, Estado, leg. 90, exp. 24, Onís, 28 de mayo de 1822.

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LA ADAPTACIÓN DE UN DIPLOMÁTICO AL TIEMPO DE GUERRAS ...

recibidas. El gobierno había elaborado un Manifiesto, que pretendía contener


el reconocimiento de las independencias americanas apelando a la
legitimidad del dominio de la monarquía española y apenas concediendo
ventajas al libre comercio. El Manifiesto se hizo público, imprimiéndose un
folleto desde la embajada en París a cargo del realista marqués de Casa Irujo,
que había sido embajador en Estados Unidos hasta 1809 y secretario de
Estado en el momento de la firma del Tratado en 1819. Onís consideró
contraproducente la divulgación del Manifiesto ante la opinión pública, dada
la delicadeza de las negociaciones diplomáticas con Gran Bretaña y la Santa
Alianza.57
El 4 de junio, Onís visitaba de nuevo a Londonderry para ver el efecto
del Manifiesto y de su nota ampliatoria. Para el ministro inglés, ambos
documentos contenían sentencias vagas, esperando la resolución de Cortes
españolas. Creía que el envío de comisarios solo pretendía lisonjear a las
potencias y naciones disidentes y ganar tiempo o perderlo porque con mucho
menos en el pasado se habría obtenido más. No veía clara la concesión de
libertad absoluta de comercio, señalando que las potencias y las naciones
disidentes tampoco estarían dispuestas. Londonderry creía que tal vez no
sería impracticable el verificar la independencia sin completa
desmembración de España, pero esta consideración, a juicio de Onís, la
hacía en términos muy cautelosos. Creía que, si bien era posible que se
expulsase a San Martín de Lima, sin nuevos envíos de tropas y buques veía
poco probable extender la dominación española. Finalmente, consideraba
que ni en España ni América se podría negociar por lo que estaba abierto a
una posible mediación inglesa.58
Finalmente, el 28 de junio el ministro del imperio británico contestó
por escrito en los siguientes términos:

Su Majestad Católica debe saber que grandes porciones del mundo no pue-
den sin olvidar fundamentalmente las mutuas comunicaciones de la sociedad
civilizada, continuar largo tiempo sin algunas relaciones reconocidas estable-
cidas, que el Estado no puede, ni por sus consejos ni por su normas, defender
con éxito sus propios derechos sobre sus dominios, de tal modo que los obli-
57
AGI, Estado, leg. 90, exp. 33, Onís, 30 de junio de 1822.
58
AGI, Estado, leg. 90, exp. 26, Onís, 5 de junio de 1822.

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A BDÓN M ATEOS

gue a la obediencia y haciéndose así responsable del mantenimiento de sus


relaciones amistosas con otras potencias, debe estar preparado para recono-
cer tarde o temprano a ver establecerse por sí mismas aquellas relaciones, bajo
cualesquiera otra forma por la necesidad imperiosa del caso […] El gobierno
de Su Majestad Británica se reserva el derecho de seguir en las circunstancias
delicadas y difíciles del negocio, el curso que pueda parecerle mejor para cum-
plir con todos sus deberes.59

Era una declaración de que el tiempo para la mediación se acababa y


que el imperio británico no dilataría mucho tiempo el establecimiento al
menos de relaciones oficiosas con las naciones americanas.60
Onís entristecido por la reprobación de Madrid, respondía que la
misma era “una amarga e inesperada censura”. Vaticinaba “mucho mal es la
segura consecuencia del medio que imaginó el marqués de Casa Irujo.
Esperaba que no sea un mal agüero y un tristísimo consuelo a mi alma
eminentemente patriota”. Creía que “los pasos que había dado y que Su
Majestad no aprueba no han dañado las negociaciones y sin ellas el lenguaje
de Londonderry habría sido más espeso”.61
Para el verano de 1822 Onís se encontraba muy aislado del mundo
político y diplomático presente en Londres, sufriendo la enemiga, además,
del absolutista marqués de Casa Irujo, embajador en París, que controlaba
su correspondencia.
El diplomático remitía informes de la pérdida de Ecuador y de
Venezuela, sufriendo el homenaje que diversas personalidades británicas
habían dado al vicepresidente colombiano Zea y los empréstitos conseguidos,
señalando que “por colmo de la fatalidad, la razón y el interés material
conspiran también, fundándose en argumentos de hecho, a consumar
nuestro desamparo en punto a la cuestión de América”, concluyendo con la
pregunta “¿Y qué responderemos ya a los que nos acusan de necios y

59
AGI,
Estado, leg. 90, exp. 34, Onís a Secretaría, Londres, 1 de julio de 1822.
60
Sobre la política británica, véase WEBSTER, The Foreign Policy; GUERRERO, Ana Clara, “La política británica
hacia España en el Trienio Constitucional”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie V, Historia Contemporánea, núm.
4, 1991, pp. 215-240. Para el contexto de la política internacional, sigue siendo recomendable SCHROEDER,
Paul W., The Transformation of European Politics, 1763-1848, Oxford at the Clarendon Press, 1994.
61
AGI, Estado, leg. 90, exp. 34, Onís a Secretaría, Londres, 1 de julio de 1822.

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LA ADAPTACIÓN DE UN DIPLOMÁTICO AL TIEMPO DE GUERRAS ...

obstinados en disputar de palabra lo que en realidad hemos perdido para


siempre?”62

CONCLUSIÓN. ¿DE ABSOLUTISTA A LIBERAL?

En agosto de 1822, tras 42 años de servicio diplomático, el veterano Onís,


recién cumplidos los 60 años, manifestaba hacer uso de su licencia ya
concedida en primavera, motivado también por el creciente desacuerdo con
el rumbo radical del Trienio Liberal y la inminente intervención francesa
en España.63 Su carrera había culminado con el derrumbe del imperio en
América, si bien fueron preservadas durante el resto del siglo las islas
caribeñas y Filipinas, como había insistido a lo largo de los últimos años.64
En noviembre de 1822, después de ver ampliada su licencia con una
exoneración de su misión en Londres, resistió a regresar a España, pese a la
reclamación del gobierno de San Miguel,65 retornando a Londres hasta 1824
y permaneciendo expatriado en Montauban durante dos años y medio hasta
septiembre de 1826, cuando recibió el permiso de Fernando VII para su
vuelta.
Luis de Onís tuvo un afán de ennoblecimiento, típico de los
diplomáticos del Antiguo Régimen tras la firma de algún tratado,
proponiendo el título de marqués de Torre Onís de Nueva España o marqués
de Rayaces, de la que era señor y propietario. Además, tras su reconocimiento
de su condición noble, fue acumulando desde comienzos del siglo XIX una
serie de gracias y gajes para él y sus descendientes por su actividad
diplomática.

62
NAVAS SIERRA, Utopía y atopía, p. 1132. Una interpretación del proceso como una descolonización forzada,
en DELGADO, Josep, “La desintegración del imperio español. Un caso de descolonización frustrada (1797-
1837)”, Illes i Imperis, núm. 8, 2006, pp. 5-44.
63
Su hijo Mauricio, oficial de la Secretaría de Estado, que había solicitado pasaporte en verano, también pidió
la jubilación poco después, el 9 de octubre, posiblemente respondiendo a una iniciativa concertada con su
padre ante discrepancias con el gobierno liberal y la previsible intervención de la Santa Alianza. AHN, Hacienda,
leg. 1250, exp. 121, Certificado de Evaristo San Miguel, 7 de enero de 1823.
64
Onís solicitó a finales de 1818 la concesión de tierras reales en Cuba, siendo informado favorablemente
por la Secretaría, aunque no parece que finalmente se le otorgaran. Había establecido algunos vínculos con la
sociedad de La Habana, siendo miembro de una de las sociedades de amigos del país. AGI, Estado, leg. 17,
exp. 30.
65
AHN, Estado, 5473, Secretaría a Onís, 8 de diciembre de 1822.

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A BDÓN M ATEOS

Puede decirse que fue un realista moderado, que evolucionó a


posiciones parecidas a la mayoría de los llamados liberales “doceañistas”
salvo en la “cuestión americana”, pues, aunque había desarrollado su carrera
en el Antiguo Régimen como miembro de un estamento privilegiado, tuvo
que adaptarse a la naciente época liberal. Es cierto que algunos liberales,
como Gabriel Císcar, Alcalá Galiano, Cabrera de Nevares o Flores de Estrada
compartieron algunos de los medios propuestos por Onís para la pacificación
de América o defendieron la aceptación de su emancipación, pero la postura
mayoritaria tanto de absolutistas como de liberales estuvo alejada de ese
reconocimiento.
Fue testigo excepcional de los inicios del expansionismo imperialista
de Estados Unidos, pese a la ayuda de la monarquía española a su
independencia, el Tratado de San Ildefonso de 1795 que permitía la
navegación común del Misisipi y cedía los establecimientos españoles de su
margen izquierda al norte del paralelo 31 en la Florida Occidental, y la
irregular cesión del enorme territorio de La Luisiana en 1803. La insurgencia
y ocupación de Baton Rouge en 1810, sin declaración de guerra, fue una de
las primeras agresiones al imperio hispánico. En una fecha tan temprana
como 1812 observó el peligro que corría el virreinato de Nueva España ante
las pretensiones estadounidenses no solo respecto a Texas sino al resto de
los territorios hasta el Pacífico.
Su acendrado patriotismo no le impidió entender los vientos de cambio
de su época, proponiendo algunos medios para preservar al menos una
parte de los dominios de la monarquía en América. Onís no concebía a la
monarquía española sin América, considerando indispensable preservar al
menos Cuba como parte integral de la misma, ya que sin ella España dejaría
de ser una potencia, rebajándose al nivel de, por ejemplo, Dinamarca. En la
segunda década del siglo XIX, creía que, aunque se cedieran o perdieran los
territorios del Cono Sur o Florida, el establecimiento, junto a la Península,
de una especie de nación imperial de México al Perú era suficiente para que
la Monarquía continuara dando “ley al mundo”.
Resulta difícil encasillar a Luis de Onís como realista moderado o liberal
doceañista, pues a lo largo de su dilatada carrera al servicio del Estado tuvo
que adaptarse a los cambios políticos de la naciente época liberal, encon-
trando en su círculo familiar personas con diferentes posturas más marcadas.

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LA ADAPTACIÓN DE UN DIPLOMÁTICO AL TIEMPO DE GUERRAS ...

Se le ha vinculado a veces con la masonería e, incluso, se le atribuye el


folleto titulado Contrarrevolución en Nápoles. No obstante, aunque su
hermano afrancesado y su sobrino lo fueran, Onís había denunciado a las
autoridades españolas en 1811 que una sociedad, relacionada con insurgentes
de Caracas, era de francmasones, según relató el independentista mexicano
Teresa de Mier ante los inquisidores.66 Aunque mantuvo relaciones con
masones notorios, como el expresidente Jefferson, y alguno de sus
colaboradores seguramente lo fue, no parece que tuviera especial amistad o
relación con políticos españoles masones y liberales, pues sus más cercanos
Pizarro, Heredia o Salmón no lo fueron.67 Es posible que, tras la publicación
de su Memoria en 1820, su nombramiento de Embajador y el
reconocimiento del Tratado de 1819 por el parlamento del Trienio Liberal,
y la proclamación de la Constitución española en Nápoles, Onís se sintiera
especialmente gratificado con los comienzos de la nueva etapa
constitucional. El 27 de febrero de 1821, Onís advertía al antiguo bonapartista
o muratiano y general carbonario Guglielmo Pepe, al que consideraba un
exaltado, sobre la invasión austriaca que “el objeto del enemigo será destruir
a Vuestra Excelencia como el único y el principal obstáculo para destruir la
libertad”.68
Hasta este momento, esta referencia a la “libertad” fue excepcional,
utilizada en el contexto de una invasión extranjera. El embajador siempre
se refirió a “nuestra Monarquía”, concibiendo a los territorios americanos
como parte integral de la misma, utilizando excepcionalmente el término
“nación” y refiriéndose a los liberales como “constitucionales” y a los
insurgentes americanos como disidentes o “traidores”. Sin embargo, con
ocasión de su último destino en Londres en el bienio 1821-1822, parece que
completó una cierta evolución hacia el liberalismo, al ver amenazada España
por una intervención absolutista de la Santa Alianza. En julio de 1822,
esperaba ver la “ruina de los enemigos de nuestra libertad y el triunfo de
66
ARAGÓN, Rogelio, “Contra el Estado: Masonería, Sociedades Patrióticas en Nueva España entre la revolución
francesa y la revolución de la independencia”, REHMLAC, vol. 8, núm. 2, 2016, p. 33.
67
PÉREZ NÚÑEZ, Javier, “El conde de Ofalia (1775-1843), prototipo de realista moderado”, Cuadernos de
Investigación Histórica, núm. 18, 2001, pp. 149-170.
68
Reproducida en PEPE, Guillermo, Memoria relativa a los sucesos de Nápoles en los años 1820 y 1821, Madrid,
Imprenta de D. Miguel de Burgos 1822, p. 128. Pepe reconocía la probidad de Onís, que le había facilitado
transporte para salvar su vida en un mercante español el 20 de marzo, y el reconocimiento hacia él de todos
los “aman a sus deberes y a los principios constitucionales”.

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A BDÓN M ATEOS

nuestras logradas instituciones”.69 En vísperas de la proclamación de la


constitución portuguesa y de la independencia de Brasil, el ministro
plenipotenciario creía que las naciones española y portuguesa podrían aliarse
para defender “sus principios de libertad”. El veterano diplomático que, desde
la época de Godoy, había defendido que la Monarquía hispánica se
redondease con Portugal, ahora llamaba a una alianza defensiva de las dos
amenazadas potencias constitucionales ibéricas.
Con la intervención francesa en 1823, fue denunciado por la prensa
absolutista como “liberal”,70 posiblemente alentada por aristócratas de la
camarilla real enemistados con Onís por las pérdidas de gracias territoriales
en Florida y su misión en el Nápoles carbonario, lo que le condujo a evitar
el retorno a España hasta 1826, al obtener el perdón y rehabilitación por
Fernando VII. A pesar de ello, resulta exagerado considerarlo un exiliado
liberal, pues, por mucho que fuera adaptándose a los nuevos tiempos, su
red principal de relaciones y su cultura política fue realista moderada.

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69
AHN, Estado, 5473, Onís, 1 y 14 de julio de 1822.
70
El Restaurador, Madrid, 6 de julio de 1823.

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Fecha de recepción: 3 de junio de 2021


Fecha de aceptación: 25 de agosto de 2021

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LA ARTILLERÍA LIBERAL EN LA REFORMA,
O DE FUNDIR CAMPANAS PARA FABRICAR CAÑONES

HÉCTOR STROBEL


RESUMEN

Este artículo explica cómo el ejército liberal estableció maestranzas improvisadas


y fundió las campanas de las iglesias en plena guerra de Reforma para recuperar
la artillería perdida. Se analizan los aspectos técnicos de la producción artesanal
de los cañones y de su uso e importancia en la guerra. También se interpreta el
origen de la resistencia popular a bajar campanas y el anticlericalismo de algunos
sectores de la sociedad, que jugó a favor de los liberales.

Palabras clave: artillería, maestranzas, campanas, religiosidad popular,


anticlericalismo popular, Reforma liberal en México

Héctor Strobel • El Colegio de México, A. C. / Estancia posdoctoral en el CIDE


Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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H ÉCTOR STROBEL

LIBERAL ARTILLERY IN THE REFORM,


OR FROM MELTING BELLS TO MAKE CANNONS

SUMMARY

This article explains how the liberal army established improvised armorers and
melted church bells in the midst of the Reform War to recover lost artillery. The
technical aspects of the handcrafted production of cannons and their use and
importance in the war are analyzed. The origin of the popular resistance to
lowering bells and the anticlericalism of some sectors of society, which played in
favor of the liberals, are also interpreted.

Keywords: artillery, armorers, bells, popular religiosity, popular anticlericalism,


liberal Reform in Mexico.

L’A ARTILLERIE LIBÉRALE DANS LA RÉFORME,


OU DE FONDRE DES CLOCHES POUR FABRIQUER DES CANONS

RÉSUMÉ

Cet article explique comment l’armée libérale a mis en place des ateliers militaires
de fortune et a fait fondre des cloches des églises en pleine guerre de la Réforme
pour récupérer les pièces d’artillerie perdues. Les aspects techniques de la
production artisanale de canons, leur utilisation et leur importance dans la guerre
sont analysés. Le texte explique également les origines de la résistance populaire
face au retrait de ces cloches mais aussi l’anticléricalisme de certains secteurs de
la société, qui a fait le jeu des libéraux.

Mots clés: artillerie, ateliers militaires, cloches, religiosité populaire,


anticléricalisme populaire, Réforme libérale au Mexique

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LA ARTILLERÍA LIBERAL EN LA REFORMA , O DE FUNDIR CAMPANAS PARA FABRICAR CAÑONES

INTRODUCCIÓN

E n 1858, primer año de la guerra de Reforma, los conservadores se


apoderaron de la mayor parte de los cañones de México tras una serie de
triunfos sobre los ejércitos liberales. Esto dejó a la causa liberal en desventaja
y obligó a sus comandantes a buscar medios alternativos para conseguir
artillería, como improvisar maestranzas. En los meses siguientes volvieron
a perder batallas, pero, en 1860, amasaron un número significativo de
cañones, lo que se convirtió en uno de los factores que les permitió tomar la
Ciudad de México y proclamarse victoriosos. Pese a la centralidad de este
arma en el triunfo de la Reforma, ha faltado estudiarse este tema que, además,
involucra aspectos políticos, sociales y eclesiásticos, ya que los liberales
necesitaron cobre para reconstruir su artillería y la mejor fuente disponible
eran las campanas de las iglesias. En este artículo analizo por qué y bajo qué
circunstancias recurrieron a estos objetos, cuál fue el significado político
de ello y cómo reaccionó el clero y la población religiosa. Ahondaré, además,
en la técnica de improvisación de maestranzas para la fabricación artesanal
de artillería y en el anticlericalismo y su radicalización con el paso de la
guerra, que posibilitó el uso secular de artefactos sacros, algo impensable
hasta entonces.
Me interesa demostrar que los liberales procuraron hacerse de cañones
en todo momento para no privarse de la ventaja de esta arma. En el centro

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 99


H ÉCTOR STROBEL

y occidente del país, donde no había facilidades para importarlos, los


produjeron manualmente y recurrieron a herreros, operarios y minerólogos
de las localidades. Bajaron las campanas de las iglesias porque necesitaban
cobre, pero también como medida para castigar al clero por apoyar a los
conservadores. La Iglesia protestó, lo que a su vez repercutió en el compor-
tamiento popular. Como las principales maestranzas improvisadas se
instalaron en Michoacán, Jalisco y Zacatecas, dedicó buena parte del espacio
de este artículo a estos tres estados. Durante la Intervención francesa los
ejércitos liberales volvieron a utilizar estas piezas y fundieron nuevas, pero
muchas de ellas las capturaron los soldados franceses y las inutilizaron. A la
fecha no existe noticia de que alguno de estos cañones haya sobrevivido hasta
nuestros días. Seguramente volvieron a ser fundidos para reciclar el cobre.
En México existen pocos estudios sobre la artillería, a diferencia de
países como Estados Unidos, Francia, Alemania, Inglaterra y España, donde
se han publicado monografías extensas.1 El campo en el que se han hecho
los mayores avances para analizar la fabricación mexicana de esta arma es
en las investigaciones sobre la guerra de Independencia. Los trabajos de
Moisés Guzmán Pérez y Eder Gallegos Ruiz son clave para comprender las
maestranzas insurgentes, su capacidad productiva e improvisadora y el
nacimiento de una cultura de guerra ligada a la fabricación de arsenales.2
Sin embargo, no se han realizado estudios que expliquen el devenir de la
artillería durante las siguientes décadas. Por otra parte, existe una breve
historiografía mexicana sobre la fabricación, uso y simbolismo de las
campanas de las iglesias, que analiza su importancia en la vida cotidiana y
ritual del siglo XIX. En 1977, Anne Staples escribió un artículo, ya clásico,
sobre el debate en torno a la molestia que provocaba el ruido de las
campanas;3 y, de 2010 a 2013, David Carbajal publicó un par de trabajos

1
Para el caso de España, véase el número 41 de los Cuadernos Monográficos del Instituto de Historia y Cultura
Naval, dedicado a este tema.
2
GUZMÁN PÉREZ, Moisés, “Fabricar y luchar… para emancipar. La tecnología militar insurgente en la
independencia de México”, Fronteras de la Historia, vol. 15, núm. 2, 2010, pp. 245-281; GUZMÁN PÉREZ, Moisés,
“Armeros, maestranzas y artillería rudimentaria en Nueva España durante la primera insurgencia, 1810-
1811”, Mañongo, núm. 41, vol. XXI, julio-diciembre de 2013, pp. 145-175; GUZMÁN PÉREZ, Moisés, “Fortificación,
pensamiento estratégico e innovación tecnológica en la insurgencia mexicana, 1811-1817”, en Rafael José BARNI
et al. (coord.), IV Congreso Internacional de Historia Militar Argentina, Buenos Aires, Instituto de Historia
Militar Argentina, 2017, t. I, pp. 156-189; GALLEGOS RUÍZ, Eder, “La producción novohispana de artillería
insurgente en bronce y madera, 1810-1811”, Cuadernos de Historia, núm. 47, diciembre de 2017, pp. 7-38.
3
STAPLES, Anne, “El abuso de las campanas en el siglo pasado”, Historia Mexicana, vol. XXVII, núm. 2, octubre-
diciembre de 1977, pp. 177-194.

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LA ARTILLERÍA LIBERAL EN LA REFORMA , O DE FUNDIR CAMPANAS PARA FABRICAR CAÑONES

sobre el derecho de repique como disputa entre el clero secular y el regular,


y sobre la secularización de los usos de las campanas para ceremonias civiles
a comienzos del siglo XIX.4 Recientemente, María del Carmen Carreón Nieto
sacó a la luz un ensayo enfocado en las campanas como elemento protector
de las poblaciones ante desastres naturales, según la creencia de la época.5
Esta investigación se divide en cinco apartados. En el primero
contextualizo la importancia de la artillería durante la guerra de Reforma,
el motivo por el que los liberales perdieron sus cañones y el uso que les
dieron a las piezas que conservaron en los puertos. En el siguiente apartado
hago una caracterización de los artilleros que abrazaron la causa liberal, a la
vez que también analizo la centralidad de su participación en la guerra y el
motivo por el que escasearon en las filas liberales. En el tercer apartado
explico brevemente la fabricación artesanal de cañones y sus características
generales. En el cuarto reflexiono en torno al motivo de los liberales para
recurrir al decomiso de campanas y el significado que tuvo dentro del
contexto nacional de secularización; asimismo, examino la resistencia
popular y clerical a esta medida. Finalmente, en el último apartado, hago
una exposición sobre la instalación de las maestranzas liberales, ahondo en
su producción, en su impacto social y en la importancia campal de los
cañones fabricados.

EL CONTEXTO: LA NECESIDAD DE CAÑONES

La artillería es un arma esencial en la guerra. Se emplea en conjunto con la


infantería y la caballería y desempeña un papel definitorio en las batallas.
Estuvo presente en todos los conflictos del México del siglo XIX, desde la
guerra de Independencia hasta la Intervención francesa. En la guerra de

4
CARBAJAL LÓPEZ, David, “Campanas, religión y buen gobierno en Orizaba, 1762-1834”, Secuencia. Revista de
Historia y Ciencias Sociales, núm. 77, mayo-agosto de 2010, pp. 13-37; CARBAJAL LÓPEZ, David, “Jerarquías,
jurisdicciones y sensibilidades: aspectos de la reforma de las campanas en Nueva España, 1700-1808”,
Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, núm. 86, mayo-agosto de 2013, pp. 9-26.
5
CARREÓN NIETO, María del Carmen, “Nimbum Fugo: campanas y tormentas en la Nueva España”, Tzintzun,
núm. 71, enero-junio de 2020, pp. 9-29. Para la época colonial existen, además, un par de artículos de Lourdes
Turrent y Rosalva Loreto que tratan los casos de la Ciudad de México y Puebla. LORETO LÓPEZ, Rosalva,
“Campanas, esquilones y esquilitas. El espacio y el orden de la sonoridad conventual en la Puebla de los
Ángeles del siglo XVIII”, en Pilar GONZALBO AIZPURU (ed.), Espacios en la historia. Invención y transformación
de los espacios sociales, México, El Colegio de México, 2014, pp. 75-96; TURRENT, Lourdes, “Música y autoridad.
El caso de los toques de campana de la Catedral Metropolitana, 1791-1804”, Istor, año IX, núm. 34, 2008,
pp. 28-49.

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Reforma su papel fue crucial. El 21 de enero de 1858, los conservadores


tomaron la Ciudad de México y se apoderaron del arsenal nacional de
cañones. Los estados que no reconocieron el pronunciamiento conservador
se coaligaron para combatir con la guardia nacional, fuerza formada por
civiles y comandada por los gobernadores. Contaban con algunos cañones
extranjeros que compraron en años pasados y que, salvo excepciones, eran
operados por civiles de preparación deficiente. Los gobernadores también
controlaron importantes baterías en los recintos portuarios, particularmente
en Veracruz, Acapulco y Manzanillo. Los estados liberales formaron cuatro
coaliciones que decían actuar en conjunto, pero en la práctica operaban sin
mayor interacción y cada una tuvo su comandante en jefe. A ellas se unieron
los cuerpos del ejército permanente que no reconocieron el gobierno
conservador. La coalición más conocida era la de occidente, que lideraba el
general Anastasio Parrodi, integrada por Jalisco, Michoacán, Guanajuato,
Zacatecas, Guerrero, Colima y Aguascalientes.
Parrodi puso sobre las armas a 7 090 soldados con 30 cañones de bajo
calibre, pero fue derrotado en la batalla de Salamanca el 10 de marzo de
1858 y perdió su artillería y el grueso de su ejército. Este descalabro provocó
el colapso de la línea liberal de occidente. Los gobernadores, para continuar
su resistencia, tuvieron que fabricar sus propias piezas. Meses después, el 29
de septiembre de 1858, Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León-
Coahuila, fue vencido en la batalla de Ahualulco y perdió sus 42 cañones
importados de Estados Unidos y parte de su ejército. Así mismo, el 26 de
diciembre, Santos Degollado, comandante en jefe de las fuerzas liberales, se
quedó sin ejército y artillería tras la batalla de San Joaquín, Colima, lo que
dejó a los liberales en una posición endeble. Quedaron faltos de cañones y
de dinero suficiente para comprarlos en el extranjero. Para no perder la
guerra redoblaron sus esfuerzos para fabricar los propios o robarlos a los
conservadores. No obstante, a lo largo de 1859 y 1860, sufrieron nuevas
derrotas, lo que prolongó esta crisis. Los conservadores, en cambio, contaban
con el gran número de cañones del ejército permanente, más los que quitaron
a los liberales. Además, dirigían la fundidora nacional de artillería, en
Chapultepec.6

6
BLANCO, Miguel, Rectificaciones históricas. Colección de artículos escritos por Miguel Blanco, México, Imprenta
de J. S. Ponce de León, 1871, p. 87.

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LA ARTILLERÍA LIBERAL EN LA REFORMA , O DE FUNDIR CAMPANAS PARA FABRICAR CAÑONES

A diferencia de los liberales del interior, los del litoral no se quedaron


sin piezas, particularmente los de Veracruz y Acapulco, así como los de los
puertos de Tampico, Manzanillo, San Blas y Mazatlán, mientras estuvieron
en poder de los liberales. Veracruz en particular contó con gran número de
cañones, los mejores de la guerra. Tenía instalados más de 170 en baluartes,
fortificaciones y embarcaciones, entre ellos uno de última invención con
cámara rayada, que los fabricantes Holzschrift, de Nueva York, regalaron al
presidente Benito Juárez para defender su causa.7 Sin embargo, los puertos
depositaron el grueso de sus piezas para uso defensivo y prestaron pocas al
ejército de tierra. La razón de esto fue la prioridad de proteger estos recintos
por su importancia en la obtención de recursos, particularmente Veracruz,
donde el mismo Juárez instaló su gobierno.

LOS ARTILLEROS LIBERALES

Los artilleros de profesión que sirvieron en el ejército liberal fueron pocos.


Su oficio requería formación en el Colegio Militar y el grueso de sus
egresados se unieron a los conservadores porque lo consideraron “ventajoso”
para su carrera.8 De los oficiales de artillería y zapadores de la Ciudad de
México, por ejemplo, solo Leandro Valle, Joaquín Colombres, Manuel
Balbontín, Agustín Dretz, Fernando Poucel y Rafael Platón Sánchez, entre
otros cuantos, se desprendieron de los conservadores.9 En los años siguientes,
sus servicios fueron valorados por Santos Degollado y destacaron en las
filas por sus saberes; gracias a eso consiguieron ascensos rápidos. El caso de
Leandro Valle es arquetípico: abandonó su batallón como capitán a los 25
años, pero como era uno de los pocos artilleros de profesión en el ejército
liberal y era hijo del general Rómulo Valle, amigo de Degollado, ascendió a
general al año siguiente y su opinión pesó en las decisiones del cuartel
general. Estuvo al frente de la artillería en batallas importantes; su destreza

7
Archivo General de la Nación, Gobernación, sin sección, caj. 966, exp. 3. Miguel Lerdo de Tejada a Melchor
Ocampo en Veracruz. Nueva York, 7 de noviembre de 1859.
8
STROBEL, Héctor, El ejército liberal durante la revolución de Ayutla y la Reforma, 1854-1861, tesis de doctorado
en Historia, México, El Colegio de México, 2020, pp. 276.
9
BALBONTÍN, Manuel, Memorias del coronel Manuel Balbontín, México, Editorial Elede, 1958 [1896], pp. 167-
169.

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lo hizo evitar pérdidas mayores y que las derrotas de Degollado no fueran


tan graves.10
A diferencia de Degollado, Benito Juárez no aceptó con facilidad a los
artilleros del ejército permanente que se presentaron en Veracruz.
Desconfiaba de ellos y los colocó en depósito o al mando de civiles que
desoían sus consejos. Solo tuvo en servicio a las compañías de operarios
locales, auxiliadas por civiles de la guardia nacional, al mando de un puñado
de generales experimentados, como Francisco Zérega, Ramón Iglesias,
Francisco Paz y José Gil Partearroyo. Esto molestó a los militares,
particularmente al artillero Manuel Balbontín, que atribuyó el alargamiento
de la guerra a este ostracismo. Juárez dejó inactivos a un número importante
de artilleros que consideraban que su servicio urgía en el interior y que su
saber hacía falta. Fuera de Veracruz, los cañones de los liberales no guardaban
buen estado. Tan solo los de Tampico, a pesar de ser el segundo puerto más
importante del Golfo, estaban deteriorados y los maniobraban soldados de
la guardia nacional sin experiencia. En el Bajío, Degollado necesitaba
artilleros en las filas porque la mayoría de sus operarios eran civiles obligados
a servir en el ejército que sabían poco de esta arma. En octubre de 1859,
Balbontín fue llamado por Degollado para poner en orden los 30 cañones
que Manuel Doblado quitó a los conservadores.11 Cuando llegó, encontró
que quienes los conducían apenas tenían noción de su manejo, pero solo
pudo darles instrucción básica porque al día siguiente marcharon a combatir.
En el encuentro, la batalla de Estancia de Vacas, 13 de noviembre de 1859,
Degollado volvió a perder todas sus piezas, pese a su abrumadora
superioridad numérica. De haber ganado Degollado pudo haber definido
un año antes el triunfo liberal.12
Algunos gobernadores engancharon militares de Estados Unidos para
hacer funcionar los cañones que compraron en este país, ante la falta de
artilleros en el ejército liberal. Santiago Vidaurri, por ejemplo, contrató a
Edward H. Jordan, a J. K. Duncan y a Gordian Sheible; y Juan Álvarez pagó
a otros mercenarios estadounidenses para sus campañas en Guerrero y Oaxaca.13
10
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Fondo Cancelados, exp. XI/III/2-9, “Hoja de
servicios del C. General de Brigada Leandro Valle”.
11
No mandó a traer a Leandro Valle y a los demás artilleros porque se hallaban en la campaña de Jalisco.
12
BALBONTÍN, Memorias del coronel, pp. 217-228.
13
TAYLOR HANSEN, Lawrence Douglas, “Voluntarios extranjeros en los ejércitos liberales mexicanos, 1854-
1867”, Historia Mexicana, vol. XXXVII, núm. 2, octubre-diciembre de 1987, pp. 208-214.

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¿CÓMO SE FABRICABAN LOS CAÑONES?

El bronce fue el material preferido para fabricar cañones desde el


Renacimiento hasta mediados del siglo XIX. Es liviano, no se corroe, se puede
reutilizar y su temperatura de fundición es baja. No obstante, costaba diez
veces más que el hierro por su demanda para obras de arte, campanas,
monedas y utensilios domésticos, por lo que las embarcaciones de guerra y
fortalezas —que requerían cientos de cañones— empezaron a recurrir al
hierro para fabricar artillería. El bronce se reservó para las piezas del ejército
de tierra porque en proporción se necesitaban pocas y eran más livianas. La
elaboración artesanal de artillería se extendió hasta finales del siglo XVIII,
cuando Gran Bretaña, Francia, España, Estados Unidos y algunas ciudades
alemanas comenzaron a producir cañones con moldes industriales. Otros
países, en cambio, continuaron la fabricación artesanal o compraron su
arsenal a fabricantes extranjeros.
En las siguientes láminas explico el proceso de fundición artesanal en
el siglo XVIII. Si bien, no hay forma de saber que estos hayan sido los pasos
exactos que se siguieron en la época de la Reforma, resultan ilustrativas y
dan una idea de su modo de fabricación.

Figura 1. Para fabricar el molde de un cañón de modo artesanal, se comienza


por enrollar una cuerda a una viga.

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Figura 2. Luego se le aplica barro con arena y se le da forma.

Figura 3. Posteriormente se coloca el muñón y se recubre con


más barro.

Figura 4. El molde se refuerza con cerámica refractaria y bandas


de hierro.

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Figura 5. Finalmente, el molde se cuece a cielo abierto y se quema


la cuerda interior.

Figura 6. Ya con el molde, el cañón se funde en bronce en un


horno.

Grabados tomados de DIDEROT Denis y Jean Le Rond D’ALEMBERt (coords.), Encyclopédie ou Dictionnaire
raisonné des sciences, des arts et des métiers, París, Imprenta de Briasson, 1767, t. V, “Fonderie des canons”,
láminas XI-XVI, s. pp.

LA LÓGICA DE DECOMISAR CAMPANAS Y LA RESISTENCIA CLERICAL

Para que las autoridades mexicanas llegaran a incautar y fundir campanas,


se pasó por un cambio en la manera de percibir los objetos sacros,
desarrollado junto al proceso social y político de secularización.14 El gusto

14
Hubo un par de antecedentes de fundición de campanas para fabricar artillería, previos a la Reforma. El
primero data de 1811, durante la guerra civil de Independencia, cuando algunos pueblos de Michoacán,

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por las campanas y su repique cotidiano databa de la Colonia y estaba


enraizado a la sensibilidad colectiva.15 Las campanas se utilizaban para
marcar momentos litúrgicos, señalar las jornadas de trabajo con recordatorio
de lo sagrado y anunciar noticias y fiestas. Se bendecían, pasaban por bautizo
y reflejaban la riqueza de las poblaciones por su costo en metal, elaboración
y colocación.16 También eran valoradas porque los vecinos consideraban
que ahuyentaban demonios y protegían a poblaciones y cosechas de las
tormentas, inundaciones, granizadas y enfermedades. 17 No obstante, al
menos desde la segunda mitad del siglo XVIII, se registraron críticas a su uso
excesivo. En 1766, el arzobispo Lorenzana alegó que su abuso causaba
molestia y confusión a los fieles. La crítica se agudizó tras la Independencia
por parte de las autoridades y la prensa. Además, ya no solo estaba
involucrado el clero porque también comenzaron los repiques por fiestas
civiles y triunfos electorales. Los periódicos nacionales emitieron duras
críticas. En la década de 1820, Carlos María de Bustamante se quejó por el
ruido excesivo, por lo que fue de los primeros en sugerir que se fundieran
para fabricar cañones. El 12 de diciembre de 1832, Ignacio Martínez,
gobernador del Distrito Federal, fijó multas a las iglesias que se excedieran.
En los años siguientes otras autoridades, cuya mira, según Anne Staples,
era secularizar a la sociedad, prestaron mayor atención al problema y
publicaron reglamentos para regular la duración de las campanadas. Aun
así, los abusos continuaron.18
El estallido de la guerra de Reforma dio excusa a los liberales para
confiscar los bienes del clero y reducir el número de campanas. El motivo
no fue solo doctrinario; realmente necesitaban cobre para fundir cañones.
Además, el asunto de los bienes del clero tenía un trasfondo más amplio:

Guerrero y Oaxaca, combatieron a los realistas. GUZMÁN PÉREZ, “Fabricar y luchar”, pp. 258-259, 263; GALLEGOS
RUÍZ, “La producción novohispana”, pp. 7-38. El otro ocurrió en 1847, también en Michoacán, para hacer
frente a la guerra contra Estados Unidos. GUZMÁN PÉREZ, Moisés, Las relaciones clero-gobierno en Michoacán
1831-1850, Morelia, Cámara de Diputados, 2005, p. 177.
15
CARBAJAL LÓPEZ, “Jerarquías, jurisdicciones y sensibilidades”, p. 19.
16
STAPLES, “El abuso de las campanas”, pp. 178-180; CARBAJAL LÓPEZ, “Campanas, religión y buen gobierno”,
pp. 16-17.
17
VERA, Fortino Hipólito, Colección de documentos eclesiásticos de México, o sea, antigua y moderna legislación
de la iglesia mexicana, Amecameca, Imprenta del Colegio Católico, a cargo de J. Sigüenza, 1887, t. I, pp. 179-
180, citado en STAPLES, “El abuso de las campanas”, pp. 179-180; CARREÓN NIETO, “Nimbum Fugo”, pp. 9-29.
18
STAPLES, “El abuso de las campanas”, pp. 178, 182-192; CARBAJAL LÓPEZ, “Campanas, religión y buen gobierno”,
pp. 31-34.

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desde los tiempos de José María Luis Mora se pensaba que las propiedades
de la Iglesia se hallaban en “manos muertas” y debían redistribuirse para
agilizar la economía. El 25 de junio de 1856, el presidente Ignacio Comonfort
expidió la Ley Lerdo, que obligó a las corporaciones civiles y religiosas a
vender sus fincas rústicas y urbanas. Más tarde, la guerra de Reforma dio
excusa para nacionalizar los bienes clericales porque se acusó a la Iglesia de
rebeldía y de apoyar a los conservadores. El conflicto armado radicalizó la
postura de muchos liberales y los llevó a tomar medidas que en otro
momento se hubiesen considerado sacrílegas, como despojar templos y
perturbar a los religiosos.19 Antes de que Benito Juárez promulgara la ley de
nacionalización el 12 de julio de 1859, los gobernadores y comandantes
liberales dictaron sus propias incautaciones. Los liberales del norte fueron
los primeros en intervenir los bienes de la Iglesia.20 Por algunos documentos
es sabido que los habitantes del norte del país vivían una religiosidad menos
clericalizada, atribuible a la reducida proporción de sacerdotes. Algunos
norteños incluso adoptaron una postura crítica, aunque sin dejar de ser
creyentes, y acusaron al clero de “embrutecer” al país.21 El comandante
Manuel Valdés, al mando de un cuerpo de rifleros del noreste, se lamentó
junto a su tropa de la cantidad de frailes que encontró en San Luis Potosí.
Expresó: “no puede progresar una sociedad que mantiene en su seno tanta
ociosidad”. Cuando marchó al Bajío y vio un mayor “fanatismo”, apuntó: “el
clero es el enemigo más formidable que tienen los pueblos”.22 El coronel
Esteban Coronado, jefe de la guardia nacional de Chihuahua, escribió a

19
MIJANGOS Y GONZÁLEZ, Pablo, “Clericalismo, anticlericalismo y “Reforma” en México (1821-1873)”, en
Silvestre VILLEGAS REVUELTAS (coord.), España-México. Estudios comparados, México, Universidad Nacional
Autónoma de México (ensayo inédito), pp. 12-34.
20
CAMBRE, Manuel, La guerra de Tres Años. Apuntes para la historia de la Reforma, Guadalajara, Gobierno del
Estado de Jalisco, 1949 [1892], pp. 125-126. En contraste, las incautaciones de los liberales del resto del país
fueron más humildes por influencia de Santos Degollado, quien decía que no se sentía facultado a dar la
orden y consideraba a sus aliados del norte como demasiado “revolucionarios”. En abril de 1858, Epitacio
Huerta, gobernador de Michoacán, se contentó con ocupar los réditos de los capitales piadosos, aunque en
calidad de préstamo y Pedro Ogazón, gobernador de Jalisco, siguió su ejemplo en agosto. HUERTA, Epitacio,
Memoria que el C. General Epitacio Huerta da cuenta al Congreso del Estado del uso que hizo de las facultades
con que estuvo investido durante su administración dictatorial, Morelia, Imprenta de Ignacio Arango, 1861,
p. 39; CAMBRE, La guerra de Tres Años, p. 126.
21
MIJANGOS Y GONZÁLEZ, Pablo, Entre Dios y la República. La separación Iglesia-Estado en México, siglo XIX,
Valencia, Tirant Lo Blanch/CIDE, 2018, pp. 269-270.
22
VALDÉS, Manuel, Memorias de la guerra de Reforma. Diario del coronel Manuel Valdés, México, Secretaría
de Fomento, 1913, pp. 5, 8.

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Santiago Vidaurri al inicio de la guerra que el “atraso” de los estados del


centro se debía a la influencia del clero que les impedía “estar a la altura” del
norte y de la Constitución de 1857.23
En mayo de 1858, la brigada neoleonesa del coronel Miguel Blanco
llegó al Bajío y decomisó los bienes del clero para sostenerse. Su actitud
motivó a Epitacio Huerta a ordenar las primeras incautaciones de campanas,
ya que necesitaba cobre para fabricar cañones. El 12 y 19 de mayo de 1858,
ordenó al prefecto de Morelia, Francisco W. González, que extrajera una o
dos campanas de cada iglesia de la ciudad. Huerta no tenía recursos para
trasladar cobre de las minas de Michoacán y alegó que los templos tenían
más campanas de las necesarias. Dio esta orden bajo el alegato de que la
Iglesia era “la autora verdadera de la revolución”, por lo que “con más justicia”
debía tomar sus rentas para combatirla.24 Los soldados de la prefectura se
encargaron de recoger las campanas.25 El clero moreliano protestó y se negó
a cooperar, argumentando que solo la mitra y Roma tenían facultad sobre
ellas.26 Fray Francisco Azcurra, encargado del convento de San Francisco,
advirtió al prefecto que incurría en un “terrible anatema” al usar “cosas
consagradas” para “usos profanos”. González respondió que no era decisión
suya, sino de Huerta, y que debía obedecer.27 Fray Antonio Mota, subprior
de San Antonio, se resistió a dejar entrar a los soldados pero, el 20 de mayo,
subieron al campanario a la fuerza. Al día siguiente, fray Mota recordó a
González las “penas” de la Iglesia “contra todo aquél que la despoje o
permitiese aumente su despojo”.28

23
FUENTES MARES, José, Y México se refugió en el desierto. Luis Terrazas, historia y destino, México, Jus, 1954,
pp. 26-27.
24
HUERTA, Memoria, p. 39.
25
Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Fondo México Independiente (en adelante
MI), caj. 82, exp. 60. Macedonio Gómez a Francisco González en Morelia, Morelia, 12 de mayo de 1858;
AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Macedonio Gómez a Francisco González en Morelia, Morelia, 19 de mayo de 1858.
26
AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Fray Pablo Echeverría a Francisco González en Morelia, Morelia, 19 de mayo de
1858.
27
AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Fray Francisco Ascurra a Francisco González en Morelia, Morelia, 19 de mayo de
1858; AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Fray Vicente de Santa Teresa a Francisco González en Morelia, Morelia, 19 de
mayo de 1858; AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Mariano Carrión a Francisco González en Morelia, Morelia, 19 de
mayo de 1858.
28
AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Fray Antonio Mota a Francisco González en Morelia, Morelia, 19 de mayo de
1858; AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Fray Antonio Mota a Francisco González en Morelia, Morelia, 21 de mayo de
1858.

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El 19 de junio de 1858, un temblor sacudió el distrito de Pátzcuaro y


causó que algunas campanas cayeran. Huerta utilizó esta excusa para ordenar
a los sacerdotes que le entregaran las campanas fisuradas o que, si querían
conservarlas, le enviaran su peso en cobre.29 La parroquia de Pátzcuaro fue
la que más resistió. El 26 de agosto, Miguel Abuhado, subprefecto de
Pátzcuaro, le solicitó sus campanas, pero el cura párroco, escandalizado,
respondió que eran propiedad de la Iglesia y que no había renunciado a su
derecho, por lo que no era razonable pedir rescate por algo que jamás le
había dejado de pertenecer. Además, mintió al decir que ninguna campana
había caído. Agregó que si se llevaban las campanas provocaría un “grave
daño” y que el gobierno debía ayudarlo a reparar el templo en vez de
despojarlo. Finalmente, amenazó a Abuhado con pronunciar al pueblo.30
El negocio de las campanas de Pátzcuaro preocupó a Abuhado y a
Huerta porque sabían que las comunidades tarascas de la localidad estaban
enemistadas con las autoridades liberales por haber apoyado a las haciendas
a quitarles sus tierras. El clero ejercía influencia sobre ellas, por lo que no
tardaron en hacer causa común, y los sacerdotes habían predispuesto a los
vecinos en los sermones a adoptar ideas contrarias al gobierno.31 Por ese
motivo, el párroco se atrevió a amenazar al subprefecto tras negarle las
campanas. Incluso Abuhado solicitó a Huerta que desistiera por temor a
una rebelión.32 Huerta se negó y, el 3 de septiembre, Abuhado se preparó
para bajar las campanas. Los vecinos se apresuraron a reunir su peso en
cobre y a aglomerarse. No entregaron el cobre suficiente, pero el subprefecto
se retiró porque se rumoraba que los patzcuarenses lo atacarían y solo
disponía de 25 soldados. Pidió a Huerta un refuerzo de 50 hombres. Cuando
llegó, bajaron las campanas sin resistencia, aunque Abuhado dejó un par en
la torre. El párroco ocultó otra campana que cayó por el terremoto y condenó

29
AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Agustín Licea y Licea a Francisco González en Morelia, Morelia, 22 de junio de
1858.
30
AHMM, MI, caj. 103, exp. 38. Miguel Abuhado a Francisco González en Moreli, Pátzcuaro, 28 de agosto de
1858; AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Macedonio Gómez a Francisco González en Morelia, Morelia, 29 de agosto
de 1858.
31
STROBEL, El ejército liberal, pp. 208-209.
32
AHMM, MI, caj. 103, exp. 38. Miguel Abuhado al jefe político de Morelia, Pátzcuaro, 28 de agosto de 1858;
AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Macedonio Gómez a Francisco González en Morelia, Morelia, 29 de agosto de
1858.

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a los perpetradores, pero Huerta estableció un contingente para evitar


disturbios.33 Obtuvo 2 500 kg de cobre de las campanas de Pátzcuaro.34
Huerta ordenó nuevas incautaciones, pero, hasta septiembre de 1858,
estas en realidad fueron limitadas. Se redujo a bajar solo algunas campanas
y cuidó de no parecer tan radical para que la población y sus soldados, que
sabía que eran religiosos, no se rebelaran. Sin embargo, cuando Miguel
Blanco llegó a Morelia aquel mes, convenció a Huerta de lo contrario. Le
dijo que si no se animaba a intervenir abiertamente los bienes del clero
michoacano, su tropa neoleonesa lo haría. Incluso, agregó que podría “arrasar
todas las iglesias de la república […] en lo que [sus soldados]
experimentarían especial satisfacción”.35 Luego de este diálogo, Huerta se
animó a decomisar los bienes de la catedral de Morelia el 23 de septiembre
y procedió de manera más radical contra las propiedades de la Iglesia
michoacana. En los meses siguientes bajó campanas en todo el estado, hasta
dejar solo las indispensables al culto.36 A pesar de sus temores iniciales, no
se tiene noticia de movilizaciones populares o de resistencia clerical debido
a que utilizó soldados para ejecutar sus designios y dejó guarniciones en los
pueblos.37
La actitud de Santos Degollado respecto a los bienes del clero y las
campanas también cambió con el transcurso de la guerra. El 28 de octubre
de 1858, tomó Guadalajara y extrajo objetos de valor de las iglesias. Su tropa,
además, agredió a los religiosos. A inicios de noviembre de 1858, ordenó al

33
AHMM, MI, caj. 103, exp. 38. Miguel Abuhado a Francisco González en Morelia, Pátzcuaro, 3 de septiembre
de 1858; AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Mariano Aguirre a Francisco González en Morelia, Morelia, 3 de septiembre
de 1858; AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Macedonio Gómez a Francisco González en Morelia, Morelia, 31 de
agosto de 1858; AHMM, MI, caj. 103, exp. 38. Miguel Abuhado a Francisco González en Morelia, Pátzcuaro, 7
de septiembre de 1858; AHMM, MI, caj. 103, exp. 38. Miguel Abuhado a Francisco González en Morelia, Pátzcuaro,
16 de septiembre de 1858.
34
AHMM, MI, caj. 103, exp. 38. Miguel Abuhado a Francisco González en Morelia, Pátzcuaro, 9 de septiembre
de 1858.
35
BULNES, Francisco, Juárez y la revoluciones de Ayutla y de la Reforma, México, Instituto Mora, 2011 [1905],
p. 343.
36
AHMM, MI, caj. 82, exp. 60. Juan Aldaiturriaga al jefe político de Morelia, Morelia, 9 de octubre de 1858.
Huerta no utilizó el cobre que confiscó solo para fundir cañones. Como la moneda en Michoacán escaseaba,
decretó acuñar otra fraccionaria en cobre (Archivo Histórico Casa Morelos, Fondo Diocesano, Sección
Gobierno, caj. 41, exp. 251. Decreto de Epitacio Huerta de acuñación de más monedas de cobre, Morelia, 13
de octubre de 1859).
37
STROBEL, El ejército liberal, p. 209.

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general Francisco Iniestra que retirara las campanas y la platería de los


conventos de Guadalajara. Iniestra bajó cuando menos 11 campanas.38
Aunque las fuerzas zacatecanas fueron de las primeras en confiscar
bienes del clero,39 Jesús González Ortega, gobernador del estado, tardó más
de un año en darle uso a las campanas. Instaló su maestranza en Zacatecas
hasta abril de 1859 y ordenó confiscar las campanas de la ciudad y de
Fresnillo que no se consideraran indispensables. En octubre de 1859, fundió
algunas de las campanas de Guadalupe,40 una población en extremo religiosa,
opuesta a las medidas liberales. El 31 de julio de 1859, cuando se anunció la
expulsión de los franciscanos del convento de la villa, los vecinos se
amotinaron, aunque fueron reprendidos, y tres meses después, ya sin la
comunidad dentro, no resistieron la extracción de las campanas.41 En enero
de 1861, luego de que los liberales tomaron la Ciudad de México y
proclamaran el fin de la guerra, nacionalizaron los bienes del clero de la
capital. Bajaron algunas campanas y dispusieron que las iglesias solo harían
los repiques “puramente necesarios”.42 Según la ley de libertad de cultos del
4 de diciembre de 1860, el uso de campanas quedaría sometido a los
reglamentos de policía.43

LAS MAESTRANZAS IMPROVISADAS DE LOS LIBERALES

Epitacio Huerta fue el primer gobernador liberal de la guerra de Reforma


que instaló una maestranza para fabricar cañones. Lo hizo después de la
batalla de Salamanca, cuando perdió el contingente del estado y su artillería.
La fundó en mayo de 1858, en el antiguo Colegio de la Compañía de Jesús

38
Archivo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Fondo Documentos de la Reforma, la Iglesia
y el Imperio de Maximiliano, caj. 1, doc. 191, “Sobre lo ocurrido en las iglesias de esta capital durante la
ocupación de la ciudad por las fuerzas constitucionalistas”, Guadalajara, 1858.
39
SÁNCHEZ TAGLE, Héctor, “”¡Muera el ejército!” Reforma liberal y guerra civil en Zacatecas (De Ayutla a
Calpulalpan)”, Ciudad y Memoria, año I, núm. 5, 2014, pp. 207, 209.
40
VIDAL, Salvador, Continuación del bosquejo histórico de Zacatecas del señor Elías Amador, Aguascalientes, s.
ed., 1959, pp. 44, 46, 70-71.
41
STROBEL, Héctor, “Itinerario de una comunidad exclaustrada. Los religiosos del Colegio de Guadalupe frente
a la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos (1859-1908)”, Historia Mexicana, núm. 275, enero-marzo
de 2020, pp. 1153-1157.
42
STAPLES, “El abuso de las campanas”, p. 192.
43
“Ley sobre libertad de cultos”, 4 de diciembre de 1861, Art. 12, en DUBLÁN, Manuel y José María LOZANO,
Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia
de la república, México, Imprenta del Comercio, 1877, t. VIII, p. 765.

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de Morelia, edificio espacioso que dotó de fraguas y equipo. Su creación fue


difícil por falta de conocimientos y recursos. La puso al servicio de civiles
militarizados y de herreros de la localidad, que sabían de su oficio, pero no
de fundir cañones. Los ensayos iniciales con el cobre de las primeras
campanas confiscadas tuvieron “muy pocos resultados”, así que Juan José
Baz ofreció sus servicios para mejorar la producción. Baz había sido
gobernador de la Ciudad de México de 1855 a 1856, por lo que tenía
contactos en la capital, y le pidió a su esposa, Luciana Arrazola, que
convenciera en secreto a “los obreros más inteligentes” de la maestranza de
Chapultepec para trabajar en Morelia con mejor sueldo. Según Huerta,
gracias a esto arruinó “el establecimiento del enemigo” y mejoró el propio.
Arrazola actuó con actividad; pagó el viaje de los operarios y sostuvo a sus
familias en la Ciudad de México. También envió a Morelia herramientas,
ejes y otros materiales para los montajes. Huerta reembolsó sus esfuerzos
cuando pudo.44
Con los obreros de la Ciudad de México y “la fuerza de constancia y
nuevos ensayos”, Huerta alcanzó una producción que rivalizó con la de
Chapultepec. De 1858 a 1860, fabricó 84 cañones. De ellos, 31 eran piezas
de artillería pesada, cada una con valor de 1 500 pesos; los otros 53 cañones
eran piezas pequeñas, de 500 pesos cada uno. Entre diciembre de 1860 y
febrero de 1861, cuando los liberales tomaron la capital del país y Michoacán
gozó de mayor estabilidad, Huerta fundió otros 44 cañones. A lo largo de
estos años gastó 84 500 pesos en ellos. También fabricó más de 160 000
proyectiles lisos y de granada y metralla. Cada proyectil costó cinco pesos,
por lo que su valor total superó los 800 000 pesos, casi diez veces más que el
precio de los cañones. Además, en su maestranza fundió fusiles, sables,
lanzas, municiones, clarines, e incluso confeccionó uniformes.45
Huerta aseguró en su memoria de gobierno de 1861 que la maestranza
de Morelia se convirtió en una de las instituciones industriales más
importantes del país y que su producción solo se equiparaba a la de
Chapultepec. La centralidad de su establecimiento radicó en que ahorró
enormes cantidades de dinero. Fabricó productos por 1 millón y medio de
pesos, que con contratistas y comerciantes le hubieran costado el doble. Sin
44
HUERTA, Memoria, pp. 33-35, anexo 74.
45
HUERTA, Memoria, p. 33, anexos 49 y 74.

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embargo, lo más importante de su maestranza fue que dio trabajo a cientos


de personas e hizo florecer la economía moreliana en un tiempo difícil.
También instaló una fundición en Tacámbaro y otra cerca de Pátzcuaro
para descentralizar las labores de acarrear campanas, utensilios y mineral
de cobre hasta la capital del estado. Casi todas las 84 piezas de artillería que
fabricó quedaron dispersas en el país porque mandó fuerzas a todos los
frentes, prestó cañones a otros comandantes y, cuando los contingentes
liberales eran derrotados, los conservadores confiscaban sus piezas o las
destruían.46
Anastasio Parrodi salvó algunos cañones tras su derrota en Salamanca
el 10 de marzo de 1858. Parte de ellos los utilizaron Santos Degollado y
Pedro Ogazón, gobernador de Jalisco, para defender el sur del estado en
1858, pero perdieron toda su artillería tras la batalla de San Joaquín, el 26
de diciembre de 1858, e incluso tuvieron que huir de Jalisco. Ogazón regresó
en febrero de 1859, ordenó a sus jefes que formaran fuerzas con leva y
recuperó el sur del estado y Colima. Como no tenía artillería para atacar
Guadalajara, siguió el ejemplo de Huerta y creó maestranzas. En abril de
1859, fundó una en Ciudad Guzmán y ordenó a dos empresas privadas que
detuvieran sus labores para elaborar cañones, armas y municiones. Una era
la fábrica de papel de la hacienda de Tapalpa y otra la hacienda de Ferrería
de Tula. Los tres sitios ya contaban con hornos, equipo, espacio y operarios.
A las dos empresas les pagó por adelantado y amenazó a sus dueños con
multas si se negaban a cooperar. A falta de cobre, Ogazón fundió campanas
y fabricó cañones de hierro. Encomendó los trabajos al francés Jules Rose,
propietario de la hacienda de Ferrería de Tula, y a su administrador, Miguel
Brizuela. En los meses siguientes, Ogazón instaló otras dos maestranzas en
San Marcos y Mazamitla por ser zonas productoras de cobre. Puso a cargo
a Fernando Poucel, recién ascendido teniente coronel de artillería, quien
llegó a Jalisco tan solo como oficial.47 Gracias a ello, a mediados de 1859,
Ogazón volvió a contar con cañones.48 Del municipio de Zapotlán extrajo

46
HUERTA, Memoria, pp. 33-34, anexo 74; BALBONTÍN, Memorias del coronel, p. 237.
47
Archivo Histórico Municipal de Zapotlán (en adelante AHMZ), Fondo Histórico (en adelante Hist.), caj. 280,
exp. 43. Pedro Ogazón al jefe político de Zapotlán en Ciudad Guzmán, Zacoalco, 12 de julio de 1859.
48
Archivo Histórico del Estado de Jalisco (en adelante AHEJ), Fondo Gobernación/Guerra (en adelante G/G),
caj. 5, exp. 3720. Pedro Ogazón a Jules Rose y Blee en la hacienda de Ferrería de Tula, Sayula, 29 de abril de
1858; AHEJ, G/G, Antonio Carrión a Pedro Ogazón en Ciudad Guzmán, Sayula, 24 de abril de 1858; CAMBRE,
La guerra de Tres Años, pp. 164-204, 233.

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plomo para balas e ingredientes para la pólvora que elaboraba en la


maestranza de San Marcos.49
En 1859, las cinco maestranzas de Jalisco fundieron diez cañones de
manera artesanal y Ogazón quitó dos a los conservadores. Intentó amenazar
Guadalajara con ellos, pero fue mantenido a raya y, el 24 de diciembre de
1859, Miramón lo derrotó en la hacienda de Albarrada, Colima. Dispersó a
sus 5 000 hombres y tomó sus cañones, por lo que volvió a huir a Michoacán.
Sus maestranzas fueron capturadas y suspendieron actividades.50 Ogazón
regresó a Jalisco a comienzos de 1860 y formó nuevas fuerzas con leva para
recuperar el sur del estado, aunque sin artillería. En mayo de 1860, una
gran cantidad de tropas de San Luis Potosí, Tamaulipas, Guanajuato y
Michoacán llegaron a Jalisco a reforzarlo para tomar Guadalajara. Estas
fuerzas llevaban consigo 40 cañones que quitaron a los conservadores en la
batalla de Loma Alta, San Luis Potosí.51 Al mes siguiente, el 16 de junio de
1860, Jesús González Ortega, gobernador de Zacatecas, derrotó a los
conservadores con un solo cañón en la hacienda de Peñuelas, Aguascalientes,
gracias a una carga sorpresiva, y les quitó diez piezas de artillería. González
Ortega había fabricado sus propios cañones en años anteriores en Zacatecas,
pero los perdió en batalla.52 Después de la victoria de Peñuelas, González
Ortega marchó al Bajío contra Miramón. Ignacio Zaragoza se incorporó
con 27 cañones y con parte de las fuerzas concentradas en Jalisco. La ventaja
numérica que consiguió al reunir su artillería fue decisiva en la victoria en
Silao, el 10 de agosto de 1860. Según Manuel Cambre, ese día llovieron más
de 600 proyectiles sobre los conservadores. Los cañones de Miramón y sus
artilleros fueron capturados e incorporados a las filas liberales.53
Mientras tanto, Ogazón reinstaló su fundición en la Ferrería de Tula
para sitiar Guadalajara. Creó un cuerpo especial de maestranza que fabricó

49
AHMZ, Hist., caj. 280, exp. 43. Pedro Ogazón al jefe político de Zapotlán en Ciudad Guzmán, Zacoalco,
14 de agosto de 1859.
50
CAMBRE, La guerra de Tres Años, pp. 246-263, 297-310.
51
CAMBRE, La guerra de Tres Años, pp. 316-343, 375-376.
52
Sus fusiles, en cambio, los compraba en Estados Unidos. Archivo de Jesús González Ortega (en adelante
AJGO), Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson (en adelante CLNLB), exp. 67A, doc. 28. Jesús González
Ortega a Ignacio de la Llave en Veracruz, hacienda de Pozo Hondo, 23 enero de 1860; AJGO, CLNLB, exp. 67A,
doc. 35. Juan Weber a Jesús González Ortega s. l., Monterrey, 4 de febrero de 1860.
53
CAMBRE, La guerra de Tres Años, pp. 384-386, 394-398.

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cañones, obuses y morteros de gran calibre con dotación de bombas.54 De


agosto a septiembre de 1860, fundió 25 piezas. Colocó al frente de su artillería
a Poucel, quien, además de conducir los cañones en batalla, era uno de los
encargados de producirlos en Ferrería de Tula, al lado del coronel Rafael
Valle. El capitán Jesús Gallo era su diseñador, Carlos Blake fabricaba los
moldes y Jules Rose dirigía la fundición. A estas piezas se sumaron otras
100 que González Ortega trajo de Silao y Epitacio Huerta de Michoacán.55
Además, desde el 26 de septiembre de 1860, cuando González Ortega se
posicionó frente a Guadalajara, instaló otra fundición de morteros en su
campamento.56 Gracias a esto bombardeó Guadalajara con el fuego incesante
de 125 bocas hasta su rendición, el 30 de octubre de 1860. Cada cañón estaba
a cargo de un oficial o un sargento sin formación teórica, y lo operaban con
ayuda de soldados rasos. 57 La superioridad de la artillería liberal fue
fundamental para ganar la plaza. Con su rendición, sumaron otros 65
cañones a su ejército, lo que les permitió el monopolio de esta arma y tomar
la Ciudad de México el 25 de diciembre.

CONCLUSIONES

La fabricación artesanal de cañones por los liberales es un factor esencial


que no se ha tomado en cuenta al estudiar la guerra de Reforma y que ayuda
a explicar la manera de proceder con los bienes del clero y la derrota de los
conservadores. A la fecha, se ha desestimado y obviado. No obstante, sin
piezas de artillería y sin haber fundido campanas, los ejércitos liberales no
hubiesen llegado lejos. Es en ese sentido que debe valorarse el estudio de
esta arma. Este artículo apenas abre debate a las características y las
problemáticas más importantes del uso y construcción de piezas de artillería,
por lo que queda aún trabajo por hacerse.
En el noreste y la vertiente del Golfo de México no fue necesario fundir
cañones durante la guerra porque los liberales podían comprarlos en Estados

54
CAMBRE, La guerra de Tres Años, p. 406.
55
CAMBRE, La guerra de Tres Años, pp. 415-432, 458.
56
Archivo de Santos Degollado, CLNLB, exp. 27. Santos Degollado a Jesús González Ortega en Guadalajara,
Lagos, 21 de noviembre de 1860.
57
Para los nombres de estos oficiales y sargentos, véase la tabla de CAMBRE, La guerra de Tres Años, pp. 454-
458.

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Unidos, pero en el resto del país el asunto era distinto. Los altos mandos del
ejército liberal del interior se dedicaron a fabricar cañones luego de perder
la mayor parte de ellos en 1858. Para eso instalaron maestranzas dedicadas
a la fundición. No es exagerado afirmar que buena parte de su esperanza de
triunfo descansó en ellas. Las maestranzas requirieron gran dinamismo del
gobierno y de buena inyección de capital y trabajo humano; por ello, solo
los mandatarios de los estados de Michoacán, Jalisco y Zacatecas pudieron
crearlas: sus recursos eran mayores, abocaron su economía a la guerra y sus
territorios no siempre estuvieron ocupados por los conservadores. Instalaron
sus fundiciones en sitios relativamente alejados del frente de guerra y se
constituyeron como empresas dirigidas por el gobierno, algunas de ellas
desprivatizadas. En el proceso se convirtieron en motor de la economía
regional al dar trabajo a herreros, operarios, obreros, sastres, arrieros y
mineros en un tiempo de crisis.
Los cañones que fabricaron los liberales no adoptaron los últimos
avances en tecnología de artillería y balística de los grandes talleres de Europa
y Estados Unidos de las décadas de 1830-1850, que ya se difundían en
manuales.58 De hecho, las maestranzas mexicanas continuaron empleando
técnicas del siglo XVIII, incluyendo la de Chapultepec. Aun así, estos
conocimientos eran útiles para un país con atraso tecnológico en materia
militar, por lo que la presencia de los operarios desertores en Morelia fue
provechosa a la causa liberal y permitió que herreros, obreros y artesanos
locales se nutrieran con sus saberes. La falta de personal especializado fue
un factor por el que la producción de cañones en Michoacán superó al resto
de maestranzas liberales juntas. En Jalisco y Zacatecas los fundidores y
operarios carecían de experiencia y partieron de prueba y error.
El asunto de la confiscación de campanas para fabricar cañones rebasó
el talante de simple necesidad de hallar cobre. Los liberales llevaban años
con miras de repartir los bienes del clero y aprovecharon la guerra para
obtenerlos y de paso limitar los repiques. Utilizaron el argumento de que el
clero les estaba haciendo la guerra para confiscar sus bienes y usarlos en su
58
Entre estos manuales destacan el de TIMMERHANS, Charles-Frédéric-Theodore, Essai d’un traité d’artillerie.
Principes de construction des bouches de feu, Lieja, Imprenta de H. Dessain, 1842; y el de CORRÉARD, J.,
Expériences faites en 1830-1851 sur la fabrication des canons de 32 livres pour armement des côtes; coulés aux
fonderies sud de Boston, de West Point et de Fort Pitt, París, Librairie militaire, maritime et polytechnique,
1860.

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contra. La Iglesia mexicana no permaneció indiferente y protestó. El caso


del cura de Pátzcuaro es interesante porque no solo se rehusó a entregar sus
campanas, también amenazó al gobierno liberal con un pronunciamiento,
dado su ascendiente sobre la población. La cercanía del clero a los estratos
populares de Pátzcuaro no se reducía solo a su religiosidad; abrazaron una
causa común por la política del gobierno liberal de desaparecer la propiedad
comunal y repartir sus tierras a los propietarios de la región.
Es importante analizar este tipo de casos para comprender la
religiosidad popular, matizarla y explicar el apoyo que los pueblos y las
comunidades brindaron al clero. Pese a la influencia de la Iglesia sobre la
población michoacana, esta no pudo afrontar el decomiso de los bienes del
clero y de la propiedad comunal, aunque quiso, porque Epitacio Huerta fijó
importantes destacamentos en los pueblos para perseguir a sus opositores,
como los que derrotó en Maravatío y Zamora.59 En otras palabras, no es
que el clero careciera de apoyo en Michoacán, sino que el gobierno liberal
estaba mejor armado y no permitió que las movilizaciones prosperaran.
El estudio del decomiso de campanas también ayuda a entender casos
de anticlericalismo popular, como el de los soldados del norte del país.
Cuando las brigadas de Nuevo León-Coahuila, Tamaulipas y Chihuahua se
adentraron al Bajío, presenciaron una manera diferente de vida religiosa
que les desagradó y a la cual atribuyeron la causa de la guerra y el “atraso”
del país. Esta opinión no solo era de los comandantes, también de los
soldados rasos. Consideraban que México se hallaba rezagado a causa del
clero y de su riqueza, por lo que debían derrotarlo y repartir sus propiedades.
La influencia de los soldados del norte sobre los gobernadores y sobre el
mismo Santos Degollado fue crucial para motivarlos a hacer requisas y tomar
el cobre que necesitaban para sus fundiciones.

59
ROMERO FLORES, Jesús, Historia de Michoacán, México, Imprenta Claridad, 1946, t. II, pp. 162-165.

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Fecha de recepción: 18 de enero de 2021


Fecha de aceptación: 12 de abril de 2021

122 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
EL COLEGIO DE SAN NICOLÁS
DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX.
DEL ESPACIO EDUCATIVO A LA EXPECTATIVA SOCIAL

PAULINA SÁNCHEZ PINEDA


JOSÉ ALFREDO URIBE SALAS


RESUMEN

El objetivo del presente artículo es analizar la construcción discursiva de una


representación social de los “nicolaitas” (regentes, profesores y alumnos)
fomentada por las reglamentaciones internas del Colegio de San Nicolás de
Hidalgo en Morelia. Los principales insumos de este trabajo son, por tanto, los
reglamentos del Colegio. Al mismo tiempo, se revisaron algunas comunicaciones
entre la secretaría del Gobierno del Estado y la del plantel, así como algunas
notas de prensa. Los argumentos se construyen con base en los planteamientos
de Pierre Bourdieu en torno a la representación y con algunas pautas para
acercarse a las normas y las prácticas que ofrece el análisis desde la mirada de la
vida cotidiana escolar. La principal interrogante que se ha planteado es qué tanto
pesaron las reglamentaciones al momento de interactuar fuera del plantel.
Mediante el análisis del discurso, se reflexiona de qué forma buscaron ser
percibidos en función de prácticas y valores que consideraron como propios,
pero también apegados al reglamento.

Palabras clave: expectativas de conducta, “nicolaitas”, presencia social, vida


cotidiana.

Paulina Sánchez Pineda • Facultad de Historia, UMSNH


Correo electrónico: [email protected]
José Alfredo Uribe Salas • Facultad de Historia, UMSNH
Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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P AULINA SÁNCHEZ P INEDA — J OSÉ A LFREDO U RIBE SALAS

THE COLEGIO DE SAN NICOLAS DURING THE SECOND HALF


OF THE NINETEENTH CENTURY. FROM EDUCATIONAL
AREA TO SOCIAL EXPECTATION

SUMMARY

The aim of this article is to analyze the discursive construction of a social


representation of the “nicolaitas” (regents, professors and students) fostered by
the internal regulations of the Colegio de San Nicolás de Hidalgo. The main
supplying of this work are, therefore, the regulations of the Colegio de San Nicolas
in Morelia. At the same time, some communications between the secretary of
the State Government and that of the campus were reviewed, as well as some
press releases. The arguments are constructed based on Pierre Bourdieu’s
approaches to representation and with some guidelines to approach the rules
and practices offered by the analysis from the viewpoint of everyday school life.
The main question that has been raised is how much the regulations weighed at
the moment of interacting outside the school. Through discourse analysis, we
reflect on how they sought to be perceived in terms of practices and values that
they considered as their own, but also attached to the regulations.

Keywords: behavioral expectations, “nicolaitas”, social presence, everyday life.

L’ÉCOLE DE SAN NICOLÁS PENDANT LA DEUXIÈME MOITIÉ DU


XIXeSIÈCLE. DE L’ESPACE ÉDUCATIF À L’ATTENTE SOCIALE

RÉSUMÉ

L’objectif de cet article est d’analyser la construction discursive d’une


représentation sociale des “nicolaitas” (dirigeants, enseignants et étudiants)
façonnée par le règlement intérieur du Collège de San Nicolás de Hidalgo situé à
Morelia, lequel constitue l’une des principales sources de ce travail.En parallèle,
certaines correspondances entre le secrétariat du gouvernement de l’État du
Michoacán et celui du collège, ainsi que certains articles de presse, ont également
servis de documents d’appui. Les réflexionsélaborées sont basées sur les approches
de Pierre Bourdieu sur le concept de représentation et à travers quelques schémas
directeurs qui permettront une meilleure compréhension des règles et des
pratiques en usage grâce à une analyse faite à travers la perspective de la vie
scolaire quotidienne. La principale interrogationconcerne le l’importance de ce
règlement au moment d’interagir en dehors du contexte scolaire. À travers une
analyse discursive, nous réfléchirons à la manière dont cherchaient à être perçus
en fonction de leurs pratiques et des valeurs qu’ils considéraient comme les leurs,
mais toujours en totale adéquation avec le règlement de leur institution.

Mots clés: attentes comportementales, “nicolaitas”, présence sociale, vie


quotidienne.

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E L C OLEGIO DE SAN N ICOLÁS DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX ...

INTRODUCCIÓN

L os reglamentos escolares, en palabras de Lucía Litichever, “permiten


analizar las representaciones vigentes acerca de los jóvenes que asisten a las
escuelas”.1 Dichas representaciones, como se intentará mostrar en las
siguientes líneas, estuvieron vinculadas, principalmente, a valores morales
que eran la expresión tanto del joven bien educado como de la educación
recibida en el Colegio y, por tanto, de este. El principal argumento que se
expone en este artículo es que los reglamentos del Colegio de San Nicolás,
al intentar normar las prácticas y dinámicas internas, también marcaron
pautas de comportamiento fuera del establecimiento, guiando las
interacciones en el espacio social.2
Desde finales del siglo XVIII, con el pensamiento ilustrado que inició
un proceso de secularización, la instrucción comenzó a transformarse en
un asunto de interés público. Con ello, una nueva visión del papel de la
familia, la escuela, la Iglesia y el Estado se haría presente modificando las
relaciones e intercambios entre los distintos actores. Si antes de ello la
1
LITICHIVER, Lucía, Luciana MACHADO, Pedro NÚÑEZ, Soledad ROLDÁN y Leandro STAGNO, “Nuevas y viejas
regulaciones: un análisis de los reglamentos de convivencia en la escuela media”, Última década, núm. 28,
julio de 2008, p. 119.
2
Durante la segunda mitad del XIX se conformaron cinco reglamentos para el Colegio: el primero en 1846; el
segundo en 1856; uno más correspondiente a 1862 que en términos generales replica el de 1856; otro en
1880; y por último en 1897 que contiene algunas reformas al de 1880.

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educación recaía sobre los padres y la Iglesia, vinculando la identidad del


alumno a su identidad previa de hijo, a partir de estos procesos de cambio
los hijos lo serán también de la patria, pues eran las simientes de la futura
sociedad civil. Así, el tema de la educación se convirtió en una
responsabilidad del Estado, quien a su vez se encargó de fomentar nuevos
valores como la moral, la urbanidad y la decencia, mismos que se esperaba
se promovieran desde el hogar; se pretendía formar futuros ciudadanos,
futuros trabajadores y hombres morales.3 En esta tarea, normas y valores
jugaron un papel central.
Este cambio fue patente en el Colegio de San Nicolás a partir de su
reapertura en 1847.4 El Colegio fue fundado en 1540 por Vasco de Quiroga
con la finalidad de formar eclesiásticos que pudieran asistir, de manera
inmediata, las tareas de la Iglesia. Después de la Independencia, los distintos
gobiernos mexicanos buscaron rearticular los espacios educativos. Fue en
1842 cuando se presentó un proyecto que buscó consolidar un sistema nacional
de enseñanza, cuyas bases se plasmaron en un primer Plan General de
Estudios obligatorio para todos los departamentos y aplicable en todos sus ramos
y grados. Siguiendo esta iniciativa, todos los establecimientos de enseñanza
secundaria fueron declarados nacionales.5 El cierre del Colegio coincidió

3
LINARES, María Cristina, “Llegar a ser alumno”, Explora. Las ciencias en el mundo contemporáneo, s. a., pp. 3-
7. http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL002213.pdf [Consultado el 6 de septiembre de 2020].
4
Sobre este proceso y los cambios que se gestaron en la vida cotidiana del plantel, así como de las relaciones
entre los actores sociales en su interior y sus vínculos con la política del momento, se han ocupado varios
autores; algunos con obras ya clásicas y otros con estudios más recientes que aportan elementos para construir
una historia social del Colegio en la perspectiva de entramados sociales y espacios de interacción más amplios.
Entre las primeras, están las obras de Julián Bonavit, Fragmentos del Primitivo y Nacional Colegio de San
Nicolás (1910); de Pablo G. Macías, Aula Nobilis (1940) y de Raúl Arreola Cortés, Historia del Colegio de San
Nicolás (1982), las cuales abordan la historia del plantel en términos generales. Estudios más específicos,
pero más integrales en cuanto al análisis de las distintas dinámicas internas y los procesos sociales, al tiempo
que con temáticas afines a las de este artículo, podemos señalar el de Eusebio Martínez, autor que analiza la
relación de los procesos internos y las interacciones entre los diversos actores que convivían al interior del
Colegio de San Nicolás con el peso de las dinámicas políticas y sociales de la segunda mitad del siglo XIX,
aunque de manera circunstancial, al revisar las reformas a los planes de estudio y la reorganización de los
estudios profesionales en dicha institución. Sin embargo, pese a que ha aludido a una toma de conciencia y
de identidad de grupo para conseguir fines específicos, no ha profundizado en el análisis de los discursos y
los elementos simbólicos. Véase MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Eusebio, La enseñanza de los estudios preparatorios y
profesionales en el Colegio de San Nicolás, 1847-1901, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, Comisión para la Conmemoración del Centenario de la Universidad Michoacana de San Nicolás
de Hidalgo, Centro de Estudios sobre la Cultura Nicolaita, Archivo Histórico, 2016, sobre todo la primera parte.
5
ARREDONDO LÓPEZ, María Adelina, “La construcción del sistema educativo en México a través del caso de
Chihuahua”, Perfiles Educativos, vol. 26 núm. 103, 2004, p. 84. https://www.scielo.org.mx/pdf/peredu/v26n103/
v26n103a5.pdf [Consultado el 15 de octubre de 2020].

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con la guerra de Independencia y después de largos litigios entre el Cabildo


Eclesiástico y el Civil, a instancias de la Junta Subdirectora de Estudios, el
Colegio de San Nicolás reabrió sus puertas en 1847 como colegio civil y nacional.
Al respecto, la Junta Subdirectora señalaba, en la presentación al
reglamento que conformó para el año de 1846, que “el edificio [había sido]
reedificado solamente en su fábrica material [y que con] esperanzas las más
lisonjeras al porvenir de Michoacán, y a la felicidad de la patria”, el Colegio
únicamente esperaba el “soplo benéfico del Gobierno” para infundirle vida.6
Los dos compromisos sociales del Colegio quedaban expuestos: la educación
y la formación de ciudadanos. Sobre ellos, las representaciones sociales en
torno Colegio tuvieron un peso importante a la hora de opinar y valorar su
función y lugar social. Así mismo, la Subdirección enfatizó la continuidad
de la historia y memoria del plantel. Esta carga simbólica fue, justamente,
uno de los elementos a los que se apeló para delinear los comportamientos,
expectativas y representaciones de San Nicolás durante la segunda mitad
del siglo XIX.

DE LOS REGLAMENTOS A LAS REPRESENTACIONES SOCIALES

En términos generales, los reglamentos del Colegio señalaban funciones,


indicaban las obligaciones y categorías de los alumnos, enmarcaban una
jerarquía interna que debía hacerse valer aún fuera del plantel, organizaban
el tiempo y su distribución, regulaban los exámenes, la admisión de los
alumnos, los sueldos y el otorgamiento de premios y castigos. Puesto que el
ámbito educativo era regido por

[…] normas construidas por los actores de la vida escolar […] el examen de
los reglamentos permite identificar el ritmo de su vida cotidiana, ya que su
contenido alude tanto a su régimen de vida interior como a las formas de
relacionarse con el contexto del que surge y al que pertenece. Son, en suma, el
dispositivo cultural que configura a la institución escolar.7

6
Archivo Histórico de la Universidad Michoacana (en adelante AHUM), Fondo Gobierno, Sección Instrucción
Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento del Colegio, c. 7, exp. 8, f. 4v, año 1846.
7
HERRERA-FERIA, María de Lourdes, “La vida escolar en el Colegio del Estado de Puebla durante el Segundo
Imperio Mexicano”, Revista Iberoamericana de Educación Superior, vol. 11, núm. 30, 2020, p. 88. https://
doi.org/10.22201/iisue.20072872e.2020.30.589 [Consultado el 5 de octubre de 2020].

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Se pretendía, por tanto, normalizar ciertos valores y regulaciones en


las dinámicas sociales cotidianas. El Manual de urbanidad y buenas
costumbres de Manuel Carreño (1875) aducía que los hábitos en sociedad
serían siempre los que se aprendieran en la vida doméstica.8 Cosa que bien
podría aplicarse al espacio educativo.
Las expectativas propiciadas por los reglamentos también fomentaron
representaciones específicas sobre los nicolaitas, mismas que sus cualidades
morales delinearon en gran medida. En este sentido, la noción de
representación, como la propone Bourdieu, es doble. Por un lado, puede
ser mental, cuando involucra actos de percepción, apreciación, conocimiento
y reconocimiento. Por otro, objetable, donde cosas o actos remiten al ámbito
de lo simbólico, que “buscan determinar la representación (mental) que los
otros pueden hacerse de sus propiedades y de sus portadores”. 9 Las
reglamentaciones pueden pensarse como un buen ejemplo de ello, pues en
su conformación y cumplimiento se ponían en marcha una serie de
presupuestos culturales y de intereses varios.
En estos términos, podríamos hablar de la homogeneidad que busca
proyectar un reglamento, entendido como el conjunto de normas que
regulan ciertos valores, y que promueven o prohíben otros. Vale la pena
parafrasear esa pregunta que se hace Padilla Arroyo al hablar de las
posibilidades de análisis de los documentos oficiales y, específicamente, de
aquellos de carácter normativo, para un análisis de la vida cotidiana escolar,
¿hasta dónde el deber ser, esas representaciones idealizadas, influyen las
prácticas, los valores y los comportamientos?10 Como señalaría Dominique
Julia, las normativas siempre deben remitir a las prácticas.11 Por esta razón,
el texto que presentamos es un intento por contrastar las expectativas
contenidas en las reglas con los casos cotidianos.

8
CARREÑO, Manuel Antonio, Compendio del Manual de urbanidad y buenas maneras, Lima, Librería Universal,
1875, p. 55.
9
BOURDIEU, Pierre, “L’identité et la représentation”, Actes de la recherche en sciences sociales, 1980, p. 65.
https://doi.org/10.3406/arss.1980.2100 [Consultado el 19 de abril de 2019].
10
PADILLA ARROYO, Antonio, “Para una historiografía de la vida escolar en el siglo XIX”, en Luz Elena GALVÁN y
Federico L AZ ARÍN (coords.), Diccionario de historia de la educación en México, 2002. http://
biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_19.htm [Consultado el 5 de diciembre de 2018].
11
JULIA, Dominique, “La cultura escolar como objeto histórico”, en Margarita MENEGUS y Enrique González
(coord.), La historia de las universidades modernas en Hispanoamérica. Métodos y fuentes, México, Centro de
Estudios sobre la Universidad, 1995, p. 139.

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Así, por ejemplo, encontramos la norma de cerrar el establecimiento


al anochecer y no abrirlo “hasta que sea día claro”; la que obligaba a los
alumnos a salir acompañados, “nunca solos”, y la de “que se expulse del
Colegio al que salga por la noche sin licencia superior”.12 Para redondear
esta imagen de correcta moralidad baste señalar la atención que se prestaba
a los horarios de apertura y cierre de la puerta y ventanas del Colegio. Un
establecimiento decente debía regirse por un horario determinado. Situación
que parece definida con la necesidad de contar con un portero encargado
de controlar la entrada y la salida. Incluso durante las vacaciones, cuando el
colegio permanecía cerrado estando fuera todos los superiores y alumnos,
debía de “procurarse siempre que en esta [casa] quede alguna persona
respetable para que cuide del buen orden interior que aún entonces deberá
guardarse”.13
Otro ejemplo es la norma que señala que los alumnos expulsados de
otros colegios no podrían ser admitidos en el de San Nicolás ni aquellos de
reconocida inmoralidad,14 así como aquella que señala como obligación de
los profesores:

[…] cuidar que los alumnos que por su incapacidad no sean a propósito para
la carrera de las letras, no pierdan el tiempo a cuyo efecto el profesor respecti-
vo calificará en unión del regente la ineptitud del individuo. Si de esta califica-
ción resultare que no puede continuar en la carrera, el regente lo avisará al
padre o tutor del alumno para que lo dedique a otra profesión o ejercicio.15

Esto resulta interesante por la imagen que puede presentar del Colegio
como uno de exigencia académica, además de dejar en claro su función y
compromiso social, enfatizando que las prácticas en su interior
correspondían enteramente a ese objetivo. Tanto así, que si los jóvenes no
tenían las aptitudes para ello era preferible que se dedicaran a algo más.
12
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 7, exp. 8, f. 1v, año 1846.
13
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 19, exp. 2, f. 22, año 1880.
14
Artículo 31 del Reglamento de 1846, 110 del de 1856 y 86 del de 1880.
15
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 19, exp. 2, f. 4, año 1880. Aparece también en el reglamento de 1846, artículo 29 y en el de 1856
en el artículo 22.

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Un punto reglamentario común a todos los colegios fue la distribución


del tiempo tanto académico como del ocio. Es decir, la “temporación” de
las actividades humanas, en términos de Norbert Elias, que busca “marcar
puntos de referencia temporales comunes para aquello que hacen”.16 Así
mismo, el uso de los relojes marcó una nueva forma de concebir el tiempo,
que a su vez y de la mano de las burguesías europeas del siglo XIX, se vinculó
a nuevos valores como la puntualidad o la contabilidad de las horas. Este se
transformó en una unidad de organización, pero también de vigilancia en
distintos espacios como en las escuelas y colegios.17 En ellos, se establecieron
horarios para las cátedras, para los exámenes, para los castigos, para los
descansos y para la toma de los alimentos. Al mismo tiempo, estuvo presente
al momento de los descuentos salariales entre los empleados de los
establecimientos, ya fuese por impuntualidad o inasistencias. No solo se
trataba del uso del tiempo, sino de hacer un efectivo y provechoso uso de
este y controlar las pautas entre lo socialmente aceptado y lo que no lo era.
En los reglamentos del Colegio existe un apartado especial sobre la
distribución del tiempo. El que los alumnos tuvieran una hora estipulada
de salida y entrada al plantel y que tuvieran que hacerlo en grupos pequeños
o acompañados de alguna figura de autoridad y respetabilidad,18 tiene que
ver con esta noción de ordenamiento horario donde hay tiempos específicos
para el estudio, y tiempos para el ocio, pero también con una representación
del tiempo que designa horas decentes para esparcirse, y otras que no lo
son. De esta forma, el comportamiento individual representaba la
respetabilidad de la institución. Por ello, podemos entender que las normas
internas del plantel no solo normaban las prácticas y dinámicas al interior
de la institución, sino también fuera de ella. Como señala Maroñas, “la
gestión del tiempo se traduce en una herramienta poderosa que influye
directamente en la construcción de las normas y los valores sociales y que

16
VENAYRE, Sylvain, “La vuelta por el siglo XIX. Una historia del mundo a través de los objetos”, Secuencia.
Revista de Historia y Ciencias Sociales, núm. 104, 2019, p. 7. https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i104.1709
[Consultado el 20 de diciembre de 2020]. El autor expone una aproximación a la reconstrucción de la historia
del mundo decimonónico a partir del análisis y, a su vez, de la reconstrucción de la historia y las redes
dinámicas de los objetos.
17
VENAYRE, “La vuelta por el siglo XIX”, p. 8.
18
Artículo 21 del Reglamento de 1846.

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se convierte en un instrumento de control social de gran calado al


manifestarse como una realidad natural y objetiva”.19
En el artículo 90 del reglamento de 1880 se señala como castigo a las
indisciplinas de los alumnos el aislamiento en aposentos adecuados para
que el alumno “no esté ocioso, sino ocupado en aprender alguna lección en
leer algún libro instructivo”.20 Parece entonces existir una diferenciación
entre el ocio, entendido como el descanso necesario, y el adjetivo ocioso, de
connotación negativa. Así, por ejemplo, en el reglamento de 1846 se señalaba
que se quitaron “las salidas e innecesarios descansos de los jóvenes, y otros
muchos días que se pierden en los demás colegios”. 21 En este mismo
documento se menciona que se habían “restringido y reglamentado las
salidas a la calle, siempre peligrosas para la juventud; y por eso se toman
providencias para que las salidas no sean ocasión para que se disipen los
colegiales con detrimento de la moral y el decoro del establecimiento”.22 Por
ello, las salidas por la noche fueron restringidas a la noche del Jueves Santo,
el 16 y 27 de septiembre, el día de Todos los Santos y en grupos no menores
a 8 colegiales y cuidados siempre “por una persona respetable del Colegio o
fuera de él”,23 debiendo regresar a más tardar a las 10 de la noche. El
cumplimiento de esta norma, como veremos más adelante, era de suma
importancia, pues no solo se trataba de la puntualidad, sino de la observancia
de la decencia, cuyo incumplimiento no pasaba desapercibido. Visión que
se reafirma con el artículo 91 del mismo reglamento en el que se señala que
“las faltas que en este colegio no deben quedar sin castigo son, sobre todo,

19
MAROÑAS BERMÚDEZ, Andrea, Rubén MARTÍNEZ GARCÍA y Rita GRADAÍLLE PERNAS, “Educación del ocio en y
con la comunidad. Aportes desde la pedagogía social”, Perfiles Educativos, vol. XLI, núm. 163, 2019, p. 116.
http://www.scielo.org.mx/pdf/peredu/v41n163/0185-2698-peredu-41-163-111.pdf [Consultado el 20 de
diciembre de 2020].
20
AHUM, Fondo Gobierno, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Reglamento del Colegio, c. 19, exp. 2, f. 21, año 1880. Las recreaciones permitidas a los alumnos eran los
juegos de damas, ajedrez y raqueta; los de pelota, suerte o azar, naipes y dados estaban prohibidos. Se les
permitía cultivar la música, el baile, la declamación y el dibujo tanto en horas de recreación como por la
noche y días festivos. Véase AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás,
Subserie Reglamento del Colegio, c. 7, exp. 8, f. 10, año 1846.
21
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 7, exp. 8, f. 3, año 1846.
22
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 7, exp. 8, f. 3, año 1846.
23
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 5, exp. 6, s/f, año 1856.

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las de moralidad y educación”.24 Por ello, las representaciones del regente,


de los catedráticos y de los alumnos fueron las que estuvieron más presentes
en la imagen del plantel, notoriedad que les exigía determinado
comportamiento.

LA FIGURA DE LOS NICOLAITAS

En el documento que se redactó para conformar el primer reglamento del


Colegio de San Nicolás, tras su reapertura, los miembros de la Junta
Subdirectora de Estudios enfatizaron la intención de conservar, en la medida
de lo posible, la voluntad y las principales disposiciones de su fundador,
Vasco de Quiroga, como una muestra de gratitud y de reconocimiento. Y, al
mismo tiempo, buscaron que las normas tuvieran como principal referencia
la experiencia y las condiciones al momento de la reapertura. En él se
detallaba el lugar y las funciones de cada uno de los sus miembros, desde el
portero hasta el regente, dejando ver una jerarquía interna perfectamente
delimitada (ver Gráfico 1). Si las representaciones sociales orientan “las
actitudes, comportamientos y prácticas, y permiten asimismo a los sujetos,
una justificación a posteriori de tomas de posición y comportamientos
adoptados en la institución”,25 las jerarquías internas, además de designar
las funciones de los distintos actores y grupos, aluden también a las formas
de interacción entre ellos.
En primera instancia, el catedrático era el agente punitivo de las
conductas inadecuadas de los alumnos y según escalaba el nivel de la falta,
podía llegar al regente o incluso al gobierno del estado, a quién los alumnos
identificaban plenamente como la instancia primera y última en la resolución
de conflictos. Así lo dejan ver, por ejemplo, los alumnos que solicitaron la
remoción del regente Jacobo Ramírez en 1884.26 Para evitar este tipo de
manifestaciones, de acuerdo con el reglamento de 1880, “los profesores

24
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 19, exp. 2, f. 21, año 1880.
25
BALDUZZI, María Matilde, “Representaciones sociales de estudiantes universitarios y relación con el saber”,
Espacios en Blanco. Serie Indagaciones, núm. 21, 2011, p. 184.
26
SÁNCHEZ PINEDA, Paulina, Entre el discurso y el simbolismo. La construcción de la legitimidad nicolaita durante
la segunda mitad del siglo XIX, tesis de maestría en Historia, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás
de Hidalgo, 2020, pp. 155-158.

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dedicarán una vez a la semana el tiempo que crean conveniente para


encarecer a los alumnos la importancia de conducirse con moralidad y
urbanidad”.27
Muy variadas y amplias eran las obligaciones de los distintos miembros
del Colegio, especialmente aquellas que tenían que ver con su dirección,
organización y vigilancia, por lo que las figuras del regente y profesores
eran centrales en estas tareas. En la Tabla 1 se han recuperado las funciones
y atribuciones que tienen que ver con la forma y valores que aparecen
indispensables a los miembros de la institución y cuya práctica se extiende
fuera de sus muros, propiciando así una imagen ideal de San Nicolás. Se
han considerado los reglamentos de 1847, 1856 y 1880 en los que puede
apreciarse una insistencia, en términos generales, sobre la disciplina, la
puntualidad, la aplicación, la moralidad y la urbanidad. Y, sobre los alumnos,
particularmente, en la moderación, el aseo y la obediencia.

Gráfico 1.
Funciones, prácticas e interacciones en el Colegio de San Nicolás
Reglamento de 1880.

Fuente: Elaboración propia con base en AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio
de San Nicolás, Subserie Reglamento del Colegio, c. 19, exp. 2, ff. 1- 24, año 1880.

27
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 19, exp. 2, f. 5, año 1880.

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Si observamos la Tabla 1 y el Gráfico 1, se advierte que, en términos


generales, las funciones de los empleados del Colegio se mantuvieron
constantes. Lo mismo se puede apreciar con relación a las jerarquías internas.
Más que con ninguna otra figura, las especificaciones reglamentarias con
relación a las cualidades y aptitudes que debía poseer el regente fueron más
explícitas, lo que resulta comprensible al ser este la figura referencial del
establecimiento en tanto que en él recaía su orden interno. No obstante, es
la figura del alumno la que está más regulada y de la que se tienen más
expectativas. Como se indica, las aptitudes y valores esperados en los
nicolaitas fueron de dos naturalezas. Una de carácter académico (la
aplicación), y por tanto más público, por decirlo de algún modo. Y otra
ligada al ámbito más interno, personal, al de la moralidad y urbanidad.
Estos dos espacios, como se ha argumentado, constituyeron instancias
inseparables donde el actor se asimilaba al Colegio, pero donde el Colegio
no siempre los representó a todos. Es decir que, ante las disputas, sus
miembros no siempre fueron respaldados poniendo en entredicho su
cohesión, misma que fue utilizada, al menos discursivamente, sobre todo
por las autoridades.

Tabla 1.
La figura de los nicolaitas en tres reglamentos del Colegioen la segunda mitad del siglo XIX
Figura Obligaciones Prohibiciones Expectativas de conducta
Reglamento de 1846
Regente Gobierno económico interior del Vivir fuera del Colegio «Aptitud y dotes
Colegio, vigilar la conducta, el necesarios», no se
desempeño, corregir las faltas. precisan
Presidir al establecimiento en las
asistencias públicas
Vice Presidir y velar todas las Vivir fuera del Colegio No se menciona
regente distribuciones comunes, conceder
las licencias para salir a la calle,
hacer las veces del regente
Profesores Puntualidad, llevar un registro de Ausentarse sin previo Moralidad, buena
los alumnos de su cátedra aviso urbanidad
computando el tiempo que deba
cursarla
Alumnos Puntualidad, asistencia a las Salir solos, jugar juegos Buena moral, religiosidad
funciones literarias, aplicación de pelota, suerte, naipes y y buena conducta civil,
dados obediencia
continúa

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Reglamento de 1856
Regente Vigilar la conducta y desempeño de Dejar sus funciones sin Tener una carrera
los demás empleados. Autorizar las previa licencia de la Junta literaria, buena
admisiones de alumnos, rendir Directora reputación, no haber
informes mensuales de su cometido delitos ni
movimiento, así como conceder malversado fondos
salidas extraordinarias necesarias en públicos
el edificio. Presidir las asistencias Moralidad y buena
públicas del colegio y firmar las urbanidad
comunicaciones oficiales Disponer
que se hagan las composturas. Vivir
indispensablemente dentro del
Colegio. Hacer cumplir el
reglamento

Vice Cuidar del buen orden interior del Eximirse de desempeñar No se menciona
regente Colegio (asistencias, faltas, salidas sus funciones en persona
ordinarias, desempeño de los
profesores, rendir informes). Hará
las veces del regente si fuera
necesario. Concurrir a las asistencias
públicas. Vivir indispensablemente
dentro del Colegio
Maestro de En términos generales, cuidar del No se menciona No se menciona
aposentos orden, limpieza y puntualidad
interior del Colegio. Vivir dentro
del establecimiento
Profesores Prescribir la urbanidad en las Ausentarse sin permiso Puntualidad, moralidad y
palabras, acciones y aseo en los del regente buena urbanidad
alumnos. Cuidar que cumplan con
sus deberes literarios y religiosos.
Vivir dentro del Colegio
Presidentes Suplir faltas de profesores, informar Gozarán de la No menciona
de cátedra si los alumnos estudian con cuidado prerrogativa de salir solos
y atención
Alumnos Cumplir con sus deberes literarios y Portar armas, jugar Comportarse con
religiosos, aplicación al estudio naipes o dados ni otros de urbanidad, moderación y
suerte o azar, salir solos decencia, puntualidad,
aplicación, limpieza,
obediencia
Reglamento de 1880
Regente Regular la conducta y puntual Separarse del cargo sin Conducta intachable,
desempeño de los empleados, cuidar licencia prudencia, energía,
y valorar la pertinencia de los «disfrutar de aceptación
castigos. Presidir el colegio en las y representación social»
asistencias públicas. Hacer efectivo
el cumplimiento del reglamento.
Cuidar que «se logre el mayor
adelanto de los alumnos»
continúa

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Prefecto de Celar las horas de estudio y cátedras, No se menciona No se menciona


estudios imponer penas por las faltas que
hubiere, anotar las inasistencias,
vigilar la conducta del portero y
demás sirvientes, vivir en el colegio
Sub Cuidar del buen orden interior del No se menciona No se menciona
prefecto de colegio, vivir en él
estudios
Profesores Puntualidad. Cuidar el Ausentarse sin permiso Puntualidad,
cumplimiento de las tareas literarias, del regente respetabilidad, moralidad
castigar las faltas, prescribirles
urbanidad en palabras y acciones y
el aseo, concurrir a todas las
asistencias dentro y fuera del
Colegio
Alumnos Asistir a las clases, distribuciones y Portar armas, portar Puntualidad, urbanidad,
funciones literarias, conducirse con sombrero, jugar juegos de obediencia
moderación y decencia y azar, salir solos
presentarse con el debido aseo,
aplicación
Fuente: Elaboración propia con base en el modelo que ofrece LÓPEZ PÉREZ, Oresta, Educación, lectura y
construcción de género en la Academia de Niñas de Morelia (1886-1915), México, Universidad Nacional
Autónoma de México, El Colegio de San Luis, 2016, p. 57. Así como en los Reglamentos del Colegio. AHUM,
Fondo Gobierno del Estado, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 7, exp. 8, año 1846; c. 5, exp. 6, año 1856; y c. 19, exp. 2, año 1880.Sólo se incluyen las obligaciones
y funciones relacionadas con los temas de comportamiento, prácticas y relaciones de convivencia entre los
distintos actores.

LA FIGURA DEL REGENTE

De un regente de San Nicolás se esperaba que tuviera una carrera literaria,


que fuera puntual, que contara con buena reputación, prudencia, energía;
en suma, que disfrutara “de aceptación y representación social” (ver Tabla
1). Al tratarse de la figura referente de la institución, su imagen era un asunto
de autoridad. Para explicar estas expectativas sobre su figura, así como su
jerarquía, hemos optado por presentar el expediente judicial formado a partir
de la petición de algunos alumnos con relación a la destitución del regente
Jacobo Ramírez, en 1884. Los alumnos expusieron al gobernador su petición
en los siguientes argumentos:

La juventud nicolaita […] tiempo hace que nota, un vacío un malestar que la
persigue y que se opone como un obstáculo para el progreso del estudio y de
consiguiente el de la ciencia […] En el Colegio reina el mayor disgusto […]

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todos desean una garantía que asegure la tranquilidad tan necesaria para el
estudio […] no procedemos con otras miras que las justas, no somos afectos a
introducir el desorden […] los mismos hechos nos precipitan [a implorar] su
protección. [El regente] se opone a la marcha de la juventud […] pues no ha
sabido coactarse [sic] las simpatías de sus alumnos, tanto por la falta de me-
dios, como por las miras que lo llevaron a desempeñar el puesto que ocupa.
De todos los nicolaitas es sabido que este Señor más que el amor al adelanto,
lo ha guiado la mira de reparar errores pasados.28

Siguiendo el argumento, para un grupo de nicolaitas, Ramírez había


traicionado sus ideales liberales: la libertad de pensamiento, la tolerancia
de creencias y la fe en la prensa como medio para combatir la tiranía; y
ahora los veía como errores. Aquí, es interesante observar que cuando se
trata de las autoridades, además de las cualidades académicas y morales, se
alude también a ciertos rasgos personales.29 Pues, como puede leerse, los
alumnos argumentaron también una suerte de antipatía por parte del
regente. Por su parte, para el Gobierno, los jóvenes habían mostrado una
conducta inconveniente y representaba “una verdadera falta de subordinación
y de respeto a ese Establecimiento, a la Regencia y al Gobierno”.30
Después de estudiar el caso, el Ejecutivo encontró infundadas las
apreciaciones de los firmantes, arguyendo que la buena conducción del
regente era conocida por el Gobierno, profesores y sinodales. Así, sus
meritorios servicios a la sociedad se hacían presentes por medio de la función
que como regente desempeñaba, ratificándolo en el cargo. En cuanto a los
alumnos, se resolvió que fuesen expulsados, con base en el artículo 92 del
reglamento de 1880, en el que expresamente se apuntaba la insubordinación
grave como motivo de expulsión. Este artículo resulta por demás ilustrativo
de al menos dos nociones y representaciones del plantel. Por un lado, la
exigencia académica, y por otro, la del orden. No obstante, después de varios
alegatos y disculpas ofrecidas por muchos de los alumnos involucrados y
por sus padres, se reconsideró su estancia en el Colegio bajo la condición
28
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Procesos
Judiciales, c. 24, exp. 1, s. f., años 1884-1885.
29
BALDUZZI, “Representaciones sociales de estudiantes”, p. 204.
30
Las cursivas son nuestras. El análisis de este caso tiene como base las reflexiones vertidas en SÁNCHEZ
PINEDA, Entre el discurso y el simbolismo, pp. 154-158.

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P AULINA SÁNCHEZ P INEDA — J OSÉ A LFREDO U RIBE SALAS

de guardar “las consideraciones y los respetos y miramientos que el señor


Licenciado Ramírez justamente se merece y que a un superior están
obligados a tener jóvenes que reciben tanto en el hogar doméstico como en
el plantel mencionado, los más finos ejemplos de urbanidad y educación”.31
Lo cierto es, decía la Junta del Colegio, “que para ricos y para pobres, la
pena de expulsión lleva consigo un estigma de vilipendia y de vergüenza
que impreso en la frente del penado se señala por todas partes a la sospecha,
a la desconfianza, al desvío y hasta al desprecio de la gente honrada”.32 Para
evitar esta situación, se aceptó el arrepentimiento y reincorporación de los
jóvenes.
En el juicio se enfatizan los valores morales, tanto positivos como
negativos. Por un lado, se resaltan todas las cualidades morales y el
comportamiento sin mancha representado por la figura del regente, y por
el otro, los defectos morales representados por los alumnos. Lo interesante
es mencionar que, en la presentación y resolución del juicio, además de las
funciones, digamos de la parte más institucional, se alude también a los
valores morales personales. Claro ejemplo de cómo ambas instancias, el
espacio personal y el público, se imbricaban constantemente.

LA FIGURA DE LOS CATEDRÁTICOS

Los catedráticos cumplían varios roles sociales. Eran un referente de


conocimiento, de conducta y de moral. En ellos, “la formalidad actuaba
como un regulador de la figura de los profesores hacia la sociedad, pero
también como un elemento simbólico de autoafirmación”.33 Además, tenían
una gran responsabilidad en sus manos. Como menciona Lourdes Herrera,
“debían de estar advertidos de que la sociedad ha depositado en ellos, con

31
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Procesos
Judiciales, c. 24, exp. 1, s. f., años 1884-1885.
32
Ante esta resolución, dos de los alumnos expulsos, Félix Ortiz y Francisco Mediana, interpusieron un
juicio de amparo ante la decisión del plantel de negarles la inscripción a las cátedras. El fallo del juzgado de
Michoacán, de fecha 13 de agosto de 1885, tampoco les fue favorable. AHUM, Fondo Gobierno, Sección
Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento del Colegio, c. 5, exp. 6, año 1856; y
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento del
Colegio, c. 10, exp. 17, año 1862.
33
SANDOVAL GUTIÉRREZ, Fernando, “Miradas olvidadas: la vida cotidiana de docentes de principios del siglo
XX ”, Revista de Investigación Educativa de la REDIECH, vol. 6, núm. 10, 2015, pp. 51-56. https://
dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6557517 [Consultado el 01 de octubre de 2020].

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toda confianza, la porción más apreciable de la juventud y que, por lo mismo,


tenían el deber de procurar asociar en sus educandos la sana moral y las
buenas maneras”.34 Por ello, cuando en 1873 llegó a oídos de la regencia que
uno de los catedráticos del plantel descalificaba la moralidad del Colegio,
se formó un expediente judicial cuestionando la manera de conducirse del
catedrático e incluso su lealtad a la institución.
El 6 de enero 1873, se siguió un juicio al catedrático de etimología
latina, el licenciado Zeferino Páramo, por desaconsejar al señor Don Albino
Pérez del propósito de inscribir a sus hijos en el Colegio de San Nicolás,
pues argüía que ni la instrucción ni la moralidad eran las deseables de un
establecimiento como ese. Pascual Ortiz de Ayala, regente del Colegio, pidió
integrar informes entre los profesores involucrados: Cayetano Silva y
Gerardo Chávez. Chávez mencionó que cuando llegó a una fonda de la
ciudad, Silva conversaba con el señor Albino Pérez, quién decía a Silva que,

[…] dos jóvenes que estaban presentes iban a seguir su carrera literaria y que
si bien pretendía y había sido su intención ponerlos en el Colegio de San Ni-
colás había cambiado ya de parecer en virtud de que había recibido malos
informes del referido Colegio […] que en [él] se toleraban muchas cosas que
perjudicaban a la juventud.35

En el relato de Chávez, el catedrático Silva desmintió tal opinión. Por


su parte, Silva dijo que al intentar persuadir al señor Pérez de los malos
comentarios, Pérez le contestó que eran de peso, puesto que venían de un
catedrático del propio Colegio quien “se expresaba mal de este y además
sabía que a sus hijos los tenía en el Seminario por lo que aseguraba que
aquél tendría fundados motivos”.36 Además, Silva refiere que varios presentes
escucharon la conversación y que algunos, como Ramón Loza, tomaron

34
HERRERA-FERIA, “La vida escolar en el Colegio del Estado de Puebla”, p. 91.
35
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 15, exp. 1, s. f. Averiguación formada con motivo de la denuncia que se hizo a la regencia
de que uno de los catedráticos disuadió a don Albino Pérez del propósito de poner en este Colegio a su hijo
para recibir instrucción, año 1873.
36
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 15, exp. 1, s. f. Averiguación formada con motivo de la denuncia que se hizo a la regencia
de que uno de los catedráticos disuadió a don Albino Pérez del propósito de poner en este Colegio a su hijo
para recibir instrucción, año 1873.

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partido defendiendo a San Nicolás. Fue este tercero quién finalmente develó
las razones que le confesó el señor Pérez. Según informes del profesor
Zeferino Páramo, en el Colegio se permitía que los jóvenes bebieran, jugaran
y se enamoraran.
En la carta que el profesor de etimología dirige al regente del Colegio,
señala que no le sorprendían las calumnias, sino el hecho de que eso hubiere
dado lugar a la formación de un expediente judicial. Al señalar su
compromiso con el Estado, apelaba a sus 24 años de experiencia en distintos
cargos, siendo que jamás había recibido tachadura alguna por la instancia
jurídica en que se hubiera puesto en duda su conducta, pues,

[…] siempre he procurado llevar mis deberes, correspondiendo a la confianza


que se ha depositado en mí y jamás he dado lugar a la más leve censura […]
Cinco años hace que sirvo al Colegio y me conoce tiempo há y está al tanto de
mi conducta pública y privada y francamente Señor Regente, me siento lasti-
mado con solo el hecho de que se haya dado asenso al testimonio de tres
personas de oídas a otra que ni han declarado ante Usted, ni Usted conoce.37

Lo que nos gustaría resaltar de la comunicación es que, para defender


su causa, Páramo llama la atención sobre la reputación que le precede como
hombre público, pero también como persona, que es, justamente, lo que
parece haberle herido, pues pese a que el regente lo conoce y sabe de su
desempeño, cuestiona su compromiso con el plantel.
De un estudiante de San Nicolás y de sus empleados, sobre todo de la
cabeza y catedráticos, se esperaba moralidad y buena urbanidad. Por ello,
no resulta exagerada la preocupación por los supuestos comentarios vertidos
por Zeferino Páramo. Se trataba, ante todo, de un asunto de confianza. Si la
institución no contaba con las bases necesarias como para que sus profesores
inscribieran a sus propios hijos al Colegio, ¿cómo podría otro padre de
familia depositar su confianza en el personal de San Nicolás para guiar la
educación de su hijo?38
37
Las cursivas son nuestras. AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás,
Subserie Correspondencia, c. 15, exp. 1, s. f. Averiguación formada con motivo de la denuncia que se hizo a
la regencia de que uno de los catedráticos disuadió a don Albino Pérez del propósito de poner en este Colegio
a su hijo para recibir instrucción, año 1873.
38
SÁNCHEZ PINEDA, Entre el discurso y el simbolismo, p. 176.

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Otra llamada similar hacía el Arnero de Tío Juan en 1878. De acuerdo


con la publicación, luego de que algunos estudiantes de San Nicolás se
pusieran en huelga exigiendo la destitución de uno de sus profesores, las
autoridades del plantel dejaron impune ese acto.

Eso de introducir la desmoralización en el establecimiento por quíteme allá


esas pajas y sublevarse por tonterías de muchachos, no es honroso para sus
autores no para el colegio donde, según parece, reciben mala educación. Buen
cuidado tendrán los padres de familia, de no llevar a sus hijos a un colegio
donde se desatiende tanto a la juventud, y lo peor, donde no se castigan sus
descarríos.39

Lo que la publicación discute no es si los alumnos tenían o no razones


para manifestarse, sino la forma de hacerlo, poniendo en entredicho la
moralidad del Colegio al alentar prácticas subversivas. Los reglamentos
escolares, como aluden Ochoa y Diez, pueden ser entendidos como vehículos
de transmisión de valores y “concretan además la concepción o los supuestos
acerca de los alumnos y alumnas y de la disciplina dentro de la escuela”.40
Por esta razón, mantener una imagen acorde a esta expectativa era
indispensable, pues al cuestionar dichos supuestos se cuestionaba también
la pertinencia del Colegio.

LA FIGURA DE LOS ALUMNOS

De acuerdo con Linares, “asumir el papel de alumno significaba dejar de


lado un conjunto de formas de proceder, de hablar, de vincularse, y asumir
otras formas propias de esa condición”.41 En ello, los reglamentos jugaron
un papel preponderante al indicar a cada uno sus obligaciones, su forma de
hablar y de actuar, su forma de conducirse ante determinadas personas y
situaciones, pues en ellos se plasmaron también los ideales de la época. En
este sentido, hay dos aspectos fundamentales que dan cuenta del cambio de
39
Arnero de Tío Juan, segunda época, núm. 19, 19 de septiembre de 1878, Morelia, Michoacán, p. 4.
40
OCHOA CERVANTES, Azucena y Evelyn DÍEZ- MARTÍNEZ, “El reglamento escolar como eje de análisis de la
convivencia en la escuela”, Revista Ensaio: Avaliação e Políticas Públicas em Educação, vol. 21, núm. 81, 2013,
p. 673. https://doi.org/10.1590/S0104-40362013000400003 [Consultado el 10 de noviembre de 2020].
41
LINARES, “Llegar a ser alumno”, p. 2.

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una educación más individualizada a una que propugna la colectividad.


Por un lado, se establece una relación directa con el profesor, y por otro,
dicha relación se establece también con la institución.42 Para el caso del
Colegio, esta relación puede advertirse si consideramos la jerarquía interna
del establecimiento, véase el Gráfico 1, donde el superior inmediato del
alumno es el catedrático, pero aún más, es el referente del saber. Lo segundo
queda evidenciado a partir de los distintos rituales académicos, prácticas y
dinámicas que posibilitaron un sentido de comunidad e identidad. Piénsese,
por ejemplo, en la vestimenta de los alumnos de San Nicolás, la presencia
de símbolos, las normas que regulan las prácticas y relaciones sociales,
debiendo “guardar aún fuera del establecimiento las consideraciones debidas
a los superiores de la casa”.43 El reglamento de 1856 señalaba que todos los
alumnos, tanto internos como externos (recordemos que el internado fue
suprimido hacia el año de 1875):

[…] reconocerán por sus superiores al regente, vice, maestro de aposentos,


capellán, profesores y a sus respectivos presidentes, guardándoles las conside-
raciones debidas y tratándolos con la urbanidad y decencia de jóvenes bien
educados: los obedecerán prontamente […] y si algo tienen que presentar, lo
harán después de haber obedecido, exponiendo sus razones con la modera-
ción debida: manifestarán su buena educación, tratándose mutuamente con
urbanidad y decencia, sin deslizarse en palabras ni modales impropios de una
buena crianza, persuadiéndose que la familiaridad que debe reinar entre com-
pañeros, no se opone a la atención y decoro que debe caracterizar el trato de
un joven bien educado: no se tendrán jamás llanezas con sus inferiores ni
tampoco los tratarán con altivez y aspereza, sino de modo que a su mismo
tiempo se concilien su respeto y estimación.44

Como se advierte, la idea de regular el carácter alude a una contención


de las emociones, pues “toda desmesura es moralmente condenable”.45 Otro
42
LINARES, “Llegar a ser alumno”, p. 2.
43
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 19, exp. 2, f. 10, año 1880.
44
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 5, exp. 6, s. f., año 1856.
45
NARVAJA DE ARNOUX, Elvira, “Los manuales de retórica y los de urbanidad del siglo XIX: el control de las
emociones como marca de distinción”, Rétor, vol. 7, núm. 2, 2017, pp. 110-122. https://dialnet.unirioja.es/
servlet/articulo?codigo=7008410 [Consultado el 30 de noviembre de 2020].

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ejemplo lo tenemos en el artículo 100 del reglamento de 1880, aunque


también presente en el de 1846 y 1856, que dice a la letra:

Cuando enfermare de gravedad alguno de los superiores del Establecimiento,


el regente, o si este fuere el enfermo, el catedrático que haga las veces nombra-
rá una o dos personas para que lo visiten y se informen de las necesidades, a
fin de proporcionarle los auxilios que se pudieren. Si falleciera, asistirán a los
funerales los demás superiores, así como los alumnos, cesando en ese día los
trabajos literarios.46

O el artículo 101, que señala que “en caso de fallecimiento de algún


alumno, el catedrático respectivo dispondrá que asistan a su inhumación
los demás alumnos de la cátedra”. 47 Todos ellos encaminados a un
autorreconocimiento como parte de y a la identificación de los pares, a
propiciar un sentimiento de comunidad. Dándose a la vez un doble proceso,
de diferenciación e identificación y a la vez.
El artículo 54 del reglamento de 1856 es claro ejemplo de lo que
intentamos mostrar, pues señalaba que en todos los espacios del Colegio
debían entrar y salir “con orden y regularidad, observando en ellos la quietud,
atención y moderación correspondiente y cuando salgan a la calle se
conducirán igualmente con la debida decencia”.48 La imagen que debían
dar fuera del establecimiento era un asunto sobre el que los reglamentos
llamaron la atención. Es el caso del artículo 12 del reglamento de 1880 que
señala que en caso de que los profesores dieran cátedra fuera del
establecimiento, previa autorización directamente del Gobierno, serían
vigilados por el regente.49 Los alumnos debían conducirse en las clases con
moderación y decencia, además de presentarse aseados. El ya citado manual
de Carreño menciona en su apartado sobre cómo conducirse en las casas

46
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 19, exp. 2, ff. 22 y 23, año 1880.
47
AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie Reglamento
del Colegio, c. 19, exp. 2, f. 23, año 1880.
48
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 5, exp. 6, s. f., año 1856.
49
AHUM, fondo Gobierno, sección instrucción pública, serie Colegio de San Nicolás, subserie Reglamento,
c. 19, exp. 2, f. 4, año 1880.

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de educación, que era necesario observar “una conducta circunspecta, sin


levantar jamás en ella la voz, sin entregarnos a otros pasatiempos que los
que nos sean expresamente permitidos, y sin incurrir, en suma, en ninguna
falta que pueda hacer recaer sobre nosotros la fea nota de irrespetuosos y
descorteses”.50
En un informe rendido por el vice regente de San Nicolás en 1847, y
del que se hablará en el siguiente apartado, este decía al señalar las medidas
que tomaba antes de salir del plantel para dar sus paseos cotidianos, que
dejaba de encargado del Colegio “al cursante jurista don Atenójenes Álvarez,
joven muy recomendable por su aplicación y modelo perfecto de todas las
virtudes civiles y religiosas”.51 Dando así un ejemplo de las expectativas en las
prácticas de un alumno nicolaita.

LA PRESENCIA SOCIAL. EXPECTATIVAS DE CONDUCTA Y PRÁCTICAS COTIDIANAS

El comportamiento público, era una representación del orden interno del


Colegio y de las aspiraciones sociales de comportamiento. Por ello, lo que
era considerado como una falta, fue muchas veces duramente cuestionado
en el espacio social, tal como veremos en algunas comunicaciones.
Por ejemplo, en 1847, recién abierto el Colegio, la Junta Subdirectora
de Estudios solicitó al vice regente contestar a una serie de cargos y faltas.52
Si bien las quejas aluden a algunos alumnos, en el informe rendido puede
percibirse que lo que se cuestiona es la figura del vice regente, pues se infiere
que dichas situaciones se ocasionaron por faltar a sus funciones. Seis eran
los cargos que se le imputaban: que los estudiantes paseaban por la azotea
del plantel incomodando a los vecinos, que las puertas del Colegio se
mantenían abiertas después de las 10.30 de la noche, las frecuentes salidas
de su persona, el descuido de este durante las distribuciones de la mañana
en el plantel, la asistencia de algunos alumnos a las casas de juego y la salida
sin uniforme de algunos colegiales. El personaje en cuestión, Anselmo

50
CARREÑO, Manual de urbanidad y buenas maneras, p. 81.
51
Las cursivas son nuestras. AHUM, Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás,
Subserie Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.
52
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.

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Argueta, redactó un informe detallado en el que uno a uno explicó los puntos
que se le cuestionaban.53
Lo interesante de esta comunicación es que permite identificar las
expectativas de comportamiento, que como veremos, en más de algún caso
llegaron a chocar con la realidad. Respecto al primer punto, Argueta intenta
demostrar que tales faltas no eran cotidianas y que mucho menos se trataba
de una desatención de su parte, sino que, por el contrario, en el
cumplimiento, justamente, de sus varias funciones y obligaciones, no había
podido prever los acontecimientos. Es de resaltar que en repetidas ocasiones
señala que su superior ya sabía del mal comportamiento del niño en cuestión
como intentando mostrar que, siguiendo la jerarquía para atender esos
asuntos y en cumplimiento de sus funciones (ver Gráfico 1), ya había dado
los respectivos avisos. Finalmente arguye:

¿De que el niño Villegas haya falseado la puerta de la azotea se infiere, señor,
que yo no cuidé del Colegio? ¿Podría yo ver lo que hacía este niño, estando él
en su reclusión y yo en mi cuarto? ¿De que los niños Sotos y Parras hayan
hecho lo que referí, se infiere que yo no cumpla con mis obligaciones? Creo
que no, señor, porque para impedir esto, habría sido necesario que yo me
hubiera hallado custodiando de pie la puerta primera que abrieron ¿De que el
señor Patiño se haya pasado a otra azotea a saludar a su hermana, se deduce
que yo sea culpable, cuando me quedé con los otros niños, y cuando los que
subieron tenían a su favor la presunción de un buen manejo tanto por su edad
como por la jerarquía de la cátedra que cursan? ¿Podría yo haber hecho otra
cosa que reprender y castigar?54

Con respecto al segundo punto, Argueta argumenta que si bien es cierto


que antes de la orden de que se cerrase el establecimiento a la hora señalada
muchas veces se cerraban sus puertas después de ella, una vez recibida la
53
Resulta extraño que habitando ambos en el Colegio, sea necesario un informe como el que se rinde. En
función de los nombres y las firmas que aparecen, se entiende que la nota llegó al vice regente por mediación
del regente, pero la respuesta va dirigida, en última instancia, al presidente de dicha Junta, pues prácticamente
al final de su contestación dice: “Si no obstante lo alegado y probado, se me creyere culpable o poco a propósito
para desempeñar el destino que ocupo, a U.S. y a los demás dignos miembros de la Muy Ilustre Junta Directora
suplico muy encarecidamente me tracen la conducta que deba observar”.
54
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.

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orden se cumplió con puntualidad. Hay que añadir que Argueta pide que se
cuestione al resto de los empleados del plantel, quienes pueden secundar su
declaración, pues al compartir el mismo espacio, conocen las prácticas y las
distribuciones del día. Así mismo apunta: “Está bien, señor, que se combatan
y ataquen a las personas y a los establecimientos […] pero que se ataquen
de un modo noble, que se ataquen con las armas de la verdad, y no con
suposiciones gratuitas, con mentiras groseras y calumnias injuriosas”.55 Lo
que puede inferirse de esta explicación es la conciencia de que el
comportamiento de la institución, y de sus miembros, está bajo observación
y juicio público, que hay una expectativa de conducta. Sin embargo,
considera injurioso el que ese juicio se emita con ligereza.
Al tercer punto, que atañe de manera más explícita a su persona,
Argueta se defiende expresando con claridad los horarios en que sale del
Colegio y las medidas que toma para poder hacerlo. De acuerdo con lo que
menciona, su tiempo de salida no excedía las tres horas diarias y las distribuía
en distintos momentos del día. Lo más interesante sobre su explicación es
que no solo apela al propio reglamento para decir que en él no se le prohíben
las salidas, sino que también justifica su práctica aludiendo a lo que considera
una práctica común y aceptada en otros establecimientos literarios y, añade
que “ni en el Seminario, en que son más rígidos y en que hay vice y maestro
de aposentos, se prohíbe nombrar algunos celadores de entre los mismos
colegiales, quienes hacen las veces de aquellos cuando faltan”. 56 Lo que
podemos añadir es que parece que Argueta admite que existía un control
mucho más estricto sobre las prácticas, y quizás sobre las normas, en otros
establecimientos, en especial en el Seminario. Como veremos, no será la
única referencia a esta institución que hará a lo largo de su informe.
Con respecto al punto número cuatro, simplemente responde que ya
era del conocimiento de su superior que el frío agravaba una afección de
salud suya que le imposibilitaba atender sus deberes muy temprano por la
mañana, encargándose de ello el citado alumno Álvarez que hacía las veces
de vice regente.

55
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.
56
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.

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Cuando le imputan que algunos alumnos concurren a las casas de


sociedad y al villar, Argueta alude que lo ha prohibido reiteradamente a
todos los alumnos en general y a los alumnos Caballero y Nava en particular
y que puede preguntarles a los alumnos para validarlo. Y vuelve a preguntarse
si acaso “¿Puedo yo hacer otra cosa que mandar y castigar al que quebranta
el mandamiento?”,57 tal como lo hizo en la defensa del primer cargo
imputado. Esto nos permite sugerir que los castigos de aislamiento, la
reprimenda y la recomendación no parecen haber disuadido del todo a los
alumnos más inquietos. Este es un buen ejemplo para advertir que, dada la
jerarquía disciplinaria del plantel, el vice regente quizás habría podido pensar
que la corrección de tales faltas y alguna medida más fuerte, como la
suspensión o la expulsión, no estaban del todo dentro de sus atribuciones.
El último cuestionamiento que se le hace es el de que los alumnos
solían andar fuera del Colegio sin uniformes, a lo que el vice regente contesta
que lo han hecho en algunas ocasiones con causas justificadas, y en alguna
de ellas incluso ha sido el superior quien ha otorgado el permiso. Por ejemplo,
cuando menciona que cuando “pidió el señor Patiño licencia de salir de
capa para ir a ver a unos paisanos suyos, licencia que yo negué por no
parecerme buena la causa […] fue concedida por Vuestra Superioridad,
recordando este hecho, para que se vea que no soy tan liberal en la concesión
de estas salidas”.58 Así mismo, aduce que de ver salido con uniforme en cada
una de estas ocasiones, “llamarían mucho la atención del público pues que
las salidas eran en días de trabajo”.59 Ante este comentario podemos sugerir
que, por tratarse de asuntos personales y delicados, era mejor que acudiesen
solos y sin representar al Colegio, lo que habrían hecho desde luego si
hubiesen portado el uniforme. Al mismo tiempo, parece que el vice regente
quisiera evitarse un conflicto posterior, tal cual ocurrió, al cuestionarle por
qué los alumnos andaban fuera en grupos cuando debían estar en clase.
Podemos notar que Argueta justifica su actuar mediante una actitud
precavida. Finalmente, este concluye su contestación de la manera siguiente:

57
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.
58
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.
59
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.

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Ha sido tan grande la sorpresa que me ha causado la nota que Vuestra Supe-
rioridad me transcribe, tan acres los reproches que en ella se me hacen y tan
crítica mi situación que no he podio menos que hacer una relación bastante
prolija de todo lo relativo a los puntos que envuelve la nota de la Dirección.
[…] mi reputación ultrajada y mi honor ofendido harán que no se me tache de
difuso, y que se me oiga con benignidad. […] las razones que he vertido en mi
defensa me parecen tan fuertes […] que creo que los enemigos que tengo des-
de que hice la profesión pública y solemne de mi fe política se avergonzarán
de juzgar con ligereza y de calumniar groseramente.

Argueta pide a la Junta, que se considere un cambio de puesto y se le


remueva del cargo añadiendo que “el grandísimo interés que tanto U.S. como
la muy Ilustre Junta tienen en el buen nombre y prosperidad de este
establecimiento, me hacen confiar que se examinará con detención mi
carácter y el de dicho señor catedrático, para que se vea de qué modo resulta
más bien servido este Colegio”.60 No se encontró la contestación a este
informe, sin embargo, al parecer su petición de remoción fue aceptada, pues
al año siguiente, en 1848, aparece ya como catedrático de etimología latina.61
Discursivamente, las referencias al buen nombre y reputación, tanto
de los nicolaitas como del Colegio, fueron una preocupación constante, tanto
así que el propio increpado reconoce la necesidad de que la decisión que se
tome se dirija a ese propósito.

CONCLUSIONES

Las normativas internas también marcaron pautas en las formas de


relacionarse y desenvolverse en el entorno social, estableciendo así un
vínculo entre la vida escolar y la vida social. Esas formas de relacionarse
con el otro al interior del Colegio, se pretendía que fueran comportamientos
que se replicaran en el exterior, pues la preocupación por el buen nombre
del establecimiento, a partir del propio de sus miembros, fue una constante.

60
AHUM , Fondo Gobierno, Sección Instrucción Pública, Serie Colegio de San Nicolás, Subserie
Correspondencia, c. 7, exp. 10, s. f., año 1847.
61
MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Eusebio, Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, 1847-1871, tesis de
licenciatura en Historia, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2008, p. 82.

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Con ello pretendemos señalar que las expectativas influenciaron la forma


en que el Colegio era percibido por la sociedad, construyendo ciertas
representaciones vinculadas con la instrucción y urbanidad, pero también
con la herencia histórica y moral del plantel, con su lugar social. Estas
representaciones (mentales), como las pensaría Bourdieu, son “donde los
agentes colocan sus intereses y sus presupuestos”.62
Intentamos mostrar que los reglamentos articularon pautas dobles de
comportamiento, por un lado, entre pares, y por otro, con la sociedad. Desde
luego, habría que señalar que los reglamentos, al igual que otro tipo de
documentación, son producto de su tiempo. De modo que si bien son
muestras de las conductas y dinámicas deseables dentro de la institución
son, al mismo tiempo, reflejo de las idealizaciones de comportamiento
producto de las circunstancias sociales, económicas, políticas y culturales
de la época. Es decir, que ambas instancias se imbricaron constantemente.
Como se vio en algunos de los documentos analizados, ante el
cuestionamiento del comportamiento, se apeló a la práctica común para
respaldar acciones individuales y/o colectivas. Este paralelismo para validar
determinadas acciones nos permite, a la vez, reparar en las representaciones
sociales que sobre determinadas instituciones se construyeron y
reprodujeron en diversos niveles de lo cotidiano.
En síntesis, quisimos insistir, en uno de los planteamientos de
Dominique Julia con relación al estudio de la cultura escolar, aquél mediante
el cual entiende “los textos normativos como indicadores de las prácticas”.63

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62
BOURDIEU, “L’identité et la représentation”, pp. 65-66.
63
JULIA, “La cultura escolar”, pp. 139-142.

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Fecha de recepción: 3 de noviembre de 2021


Fecha de aceptación: 3 de enero de 2022

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LA INVENCIÓN DE LA GUERRA DE CASTAS EN YUCATÁN,
1847-1927

MELCHOR CAMPOS GARCÍA




RESUMEN

La rebelión indígena que estalló en Yucatán en julio de 1847 conmocionó


profundamente a la sociedad regional y detonó actividades intelectuales con el
afán de imponer una visión de los acontecimientos. El objetivo del ensayo consiste
en desentrañar la invención del neologismo Guerra de Castas, construido por
distintos artífices, desde historiadores, periodistas, literatos o escritores en un
largo periodo, desde la detonación del conflicto bélico interno hasta la elaboración
de un discurso ultramontano en 1927.

Palabras clave: Guerra de Castas, Guerra Social, ideología, invención, Yucatán

Melchor Campos García • Universidad Autónoma de Yucatán


Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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M ELCHOR C AMPOS G ARCÍA

THE INVENTION OF CASTE WARFARE IN YUCATÁN, 1847-1927

SUMMARY

The indigenous rebellion that broke out in Yucatan in July 1847 deeply shook
the regional society and detonated intellectual activities with the aim of imposing
a vision of the events. The aim of the essay is to unravel the invention of the
neologism Caste War, built by different artificers, from historians, journalists,
literary or writers in a long period, from the detonation of the internal war conflict
until the development of an ultramontane discourse in 1927.

Keywords: Caste War, Social War, ideology, invention, Yucatan.

L’INVENTION DE LA GUERRE DE CASTES AU YUCATÁN, 1847-1927

RÉSUMÉ

La rébellion indigène qui a éclaté au Yucatán en juillet 1847 a profondément


secoué la société régionale et a suscité bien des manifestations d’ordre intellectuel
destinées à imposer une certaine vision des événements. L’objectif de cet essai est
de faire la lumière sur l’invention du néologisme “Guerre des Castes”, construit
par ses différents “architectes”, qu’ils soient historiens, journalistes, hommes de
lettres ou écrivains, tout au long d’une longue période qui va du déclenchement
du conflit armé interne jusqu’à l’élaboration d’un discours ultramontain en 1927.

Mots-clés: Guerre des Castes, Guerre Sociale, idéologie, invention, Yucatán.

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LA INVENCIÓN DE LA G UERRA DE C ASTAS EN Y UCATÁN, 1847-1927

INTRODUCCIÓN

E n distintos ámbitos de Hispanoamérica, la imagen del indio albergando


un odio criminal manifiesto en las “guerras de razas”, o de exterminio de
blancos y mestizos, fue un artefacto propagandístico que movilizó los miedos
interiorizados con fines de unidad étnica frente a la amenaza indígena. Así
en Bolivia, el fugaz levantamiento de los aymaras en 1899 produjo la
invención de una “guerra de razas” con el propósito de deslegitimar la
participación de los indios en la esfera pública, perpetuar la tutela y evitar
involucrarlos en los conflictos civiles de las fracciones hegemónicas.1 En el
caso que nos ocupa, la rebelión indígena de Yucatán de 1847 ha sido tema
de numerosos estudios que abordan, desde diferentes perspectivas, sus
“orígenes” y narran el devenir durante su prolongada resistencia. Dichas
causas han oscilado desde el odio guardado contra los blancos combinado
con demandas fiscales, 2 la expansión de la agricultura comercial y la

1
IRUROZQUI VICTORIANO, Marta, “La guerra de razas en Bolivia: la (re)invención de una tradición”, Revista
Andina, año 11, núm. 1, 1993, pp. 163-200. Para un acercamiento a los levantamientos indígenas en México,
ver el clásico estudio de REINA, Leticia, Las rebeliones campesinas en México, 1819-1906, Madrid, Siglo Veintiuno
Editores, 1998.
2
SIERRA O’REILLY, Justo, Los indios de Yucatán. Consideraciones históricas sobre la influencia del elemento
indígena en la organización social del país, Carlos R. Menéndez Editor, Mérida, Compañía Tipográfica, 1957
[1857], 2 vols.; ANCONA, Eligio, Historia de Yucatán desde la época más remota hasta nuestros días, Mérida,
Imprenta de M. Heredia Argüelles, 1879-1880, vols. 4 y 5.

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M ELCHOR C AMPOS G ARCÍA

privatización de los montes,3 o bien, se atribuye a los cambios e inestabilidad


en la tradicional forma de gobierno indígena y sus privilegios debido al
estatus de ciudadano.4
A pesar de las explicaciones variables de aquel conflicto con sus
crueldades y asesinatos inhumanos entre las partes beligerantes, el
neologismo “Guerra de Castas” ha tenido una amplia duración como
concepto que encierra la experiencia histórica de la sublevación hasta su
conclusión en 1901. En opinión de algunos escritores, los criollos la llamaron
de ese modo porque incluso antes de que estallara la rebelión, vieron “una
guerra de los indios contra los blancos y mestizos, una guerra de castas y así
la bautizaron”.5 ¿Cómo llegaron los criollos a designarla con ese neologismo,
cuando en los inicios del conflicto la representación más común fue la de
una guerra entre “la civilización blanca y la barbarie indígena”? 6 La
perdurabilidad de la expresión “Guerra de Castas”, así como de su
vocabulario conexo (raza, bárbaro y salvaje, entre otras), producen la ilusión
de ser lo suficientemente inteligibles, que no requieren mayor análisis, como
si sus significados también permanecieran inmutables, o lo suficientemente
estables desde la Colonia.
El presente ensayo aborda la invención de la “Guerra de Castas” como
un neologismo que supone la capacidad de elaborar discursos acerca de
3
PATCH, Robert W., “Descolonización, el problema agrario y los orígenes de la Guerra de Castas, 1821-1847”,
en Othón BAÑOS RAMÍREZ (ed.), Sociedad, estructura agraria y Estado en Yucatán, Mérida, Ediciones de la
Universidad Autónoma de Yucatán, 1990, pp. 40-95. El origen agrario de la rebelión que luego se convirtió
en una guerra de exterminio, ver en SUÁREZ MOLINA, Víctor, “La guerra de castas y el problema de la tierra”,
Revista de la Universidad de Yucatán, núm. 109, enero-febrero de 1977, pp. 49-55. Para una respuesta a esa
hipótesis agrarista véase GÜEMEZ PINEDA, Arturo, “Los proyectos privatizadores en el agro yucateco, 1812-
1847: ¿causas de la guerra de castas?”, Desacatos, núm. 13, invierno de 2003, pp. 60-82, que vuelve al punto de
los factores políticos y fiscales.
4
RUGELEY, Terry, Yucatan’s Maya Peasantry and the Origins of the Caste War, Austin, University of Texas,
1996; RUGELEY, Terry, “Tihosuco 1800-1847. La sociedad municipal y la génesis de la Guerra de Castas”,
Saastun. Revista de Cultura Maya, núm. 1, abril de 1997, pp. 16-62; RUGELEY, Terry, “Violencia y verdades:
cinco mitos sobre la guerra de castas en Yucatán”, La Palabra y el Hombre, núm. 21, verano 2012, pp. 27-32;
y BRACAMONTE Y SOSA, Pedro, “El discurso político de los caciques mayas yucatecos, 1720-1851”, en Othón
BAÑOS (coord.), Liberalismo, actores y política en Yucatán, Mérida, Ediciones de la Universidad Autónoma de
Yucatán, 1995, pp. 103-126. En lo que respecta a las visiones generales de la guerra, ver las fuentes
decimonónicas de este ensayo, y entre las obras contemporáneas: REED, Nelson, La guerra de castas de Yucatán,
México, Ediciones Era, 1979; y DUMOND, Don E., El machete y la cruz. La sublevación de campesinos en
Yucatán, México, University of Nebraska Press/Universidad Nacional Autónoma de México, 1997.
5
SUÁREZ MOLINA, “La guerra de castas y el problema de la tierra”, p. 50.
6
CASO BARRERA, Laura, “Entre civilización y barbarie. La visión de los historiadores liberales sobre la Guerra
de Castas de Yucatán”, en Yael BITRÁN (coord.), México: historia y alteridad. Perspectivas multidisciplinarias
sobre la cuestión indígena, México, Universidad Iberoamericana, 2001, pp. 149-177.

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una realidad con sus significados, mitos y ficciones. Los productores de


aquellos textos pertenecían a la clase cultural cercanos al poder o con
intereses políticos, pero con intenciones de legitimar acciones al servicio
del grupo dominante y con capacidad de penetrar en el tejido social, crear
símbolos, prácticas y ritos.7 La invención no es un acto de ficción arbitrario,
ya que selecciona y redimensiona eventos específicos como la matanza de
Mohoza en Bolivia o, en Yucatán,8 los asesinatos de Tepich en julio de 1847
y los subsecuentes de la una de las guerras más cruentas del siglo XIX
mexicano.
La hipótesis de trabajo propone que el surgimiento de la sublevación
indígena en el escenario regional constituyó una crisis lo suficientemente
profunda, capaz de poner en jaque toda expectativa de futuro significado
bajo diferentes conceptos de mejoras o progreso. La civilización y el progreso
parecen esfumarse ante la rebelión indígena, incluso la existencia social
misma bajo los términos conocidos, abriendo una etapa de invenciones
modificando conceptos preexistentes, creando neologismos y generando
un nuevo lenguaje de dominio.9 En este contexto, el objetivo del presente
ensayo consiste en analizar las invenciones elaboradas por distintos artífices,
desde historiadores, periodistas, literatos y escritores en un largo periodo,
con el propósito de imponer una visión de los acontecimientos y con
diferentes fines, desde el inicio del conflicto bélico en 1847 hasta la
elaboración de un discurso ultramontano en 1927.10

INVENTANDO UNA GUERRA DE EXTERMINIO

El 18 de julio de 1847, Miguel Gerónimo Rivero, dueño de la hacienda


Acambalam, informó a Eulogio Rosado, jefe político de Valladolid, que entre
los indios de su finca escuchó planes de “una gran conspiración contra la

7
Ver la teoría elaborada para el caso del patrimonio cultural por PRATS, Llorenç, “El concepto de patrimonio
cultural”, Cuadernos de Antropología Social, núm. 11, enero-junio de 2000, pp. 115-135.
8
Para abundar en el tema, puede consultarse las obras decimonónicas citadas en este ensayo y las obras
contemporáneas: REED, La guerra de castas y DUMONT, El machete.
9
La historia conceptual aborda los cambios e innovaciones en los conceptos y lenguajes a partir de los
momentos de crisis como umbral de expectativa de la modernidad, ver FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Javier, “Historia,
historiografía, historicidad. Conciencia histórica y cambio conceptual”, en Manuel SUÁREZ CORTINA, Europa
del Sur y América Latina. Perspectivas historiográficas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2014, pp. 35-64.
10
El presente no se propone contraponer mito y realidad como el artículo de RUGELEY, “Violencia y verdades”.

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raza blanca”. Ese mismo día, Rosado también recibió de Antonio Rajón,
juez de paz del pueblo de Tepich, la noticia de haber tomado una carta a
Manuel Antonio Ay, cacique de Chichimilá, cuando se encontraba bebiendo
aguardiente en su tienda. La misiva estaba firmada por Cecilio Chi,11 cacique
de Tepich, consultando al anterior si era mejor su estrategia de “atracar a
Tihosuco para que tengamos toda provisión”.12
Apenas recibió la carta decomisada al cacique, Rosado informó a
Domingo Barret, gobernador del estado, que esas “noticias pueden ser
exageradas”, pero no despreciables por las continuas maquinaciones de los
indios y sus “cabecillas que los comprometen a tomar las armas para
trastornar el sosiego público, entregarse al robo, al asesinato y a la desolación
bajo el pretexto de reducir la contribución indígena a un real.”13 Para mover
la sumaria, Rosado dijo saber de la existencia de una “conspiración contra
el orden y la tranquilidad pública”, pero sin poder calcular “hasta dónde
llevarán los bárbaros indios sus proyectos”, instruyendo al comandante local
para descubrir y castigar “los abusos y frecuentes amenazas de la parte
indígena contra los blancos” de ese distrito.14
En el proceso sumario, el cacique Ay confirmó que el levantamiento
tenía el objetivo de reducir a un real la contribución indígena. Lo que se
cuenta después es una conveniente “tradición” oral, de lo que predicó a su
hijo confesando el estallido de una guerra “contra la raza blanca”. Pero la
sentencia de muerte emitida por Rosado fue por estar “confeso y convicto
[…] de ser uno de los cabecillas de la insurrección de la clase indígena contra
las presentes instituciones.”15 Y ¿cuáles eran estas? El gobierno de Barret y el
orden establecido por el pronunciamiento neutralista de Campeche del 6

11
BAQUEIRO, Serapio, Ensayo histórico sobre las revoluciones de Yucatán desde el año de 1840 hasta 1864,
Mérida, Imprenta Lit. dirigida por Gil Canto, 1871, vol. 1, pp. 230-231.
12
Carta de Cecilio Chi a Manuel Antonio Ay, Tepich, [s. d.] julio de 1847, en BAQUEIRO, Ensayo histórico,
vol. 1, p. 221.
13
Informe de Rosado al gobernador y comandante general provisional, Valladolid, 21 de julio de 1847, en
[CARRILLO GIL, Alvar y Conrado MAGAÑA M.], De la “guerra de castas”. Causa de Manuel Antonio Ay. El
primer indio maya rebelde fusilado en Valladolid el 30 de julio de 1847, México, Ediciones Asociación Cívica
Yucatán, s. f., pp. 11-12.
14
Eulogio Rosado, jefe superior político del departamento de Valladolid a Valentín Barrera, capitán del Batallón
Ligero Permanente, Valladolid, 21 de julio de 1847, en [CARRILLO GIL y MAGAÑA M.], De la “guerra de castas”,
p. 13.
15
“Sentencia de muerte de Manuel Antonio Ay”, Jefatura Superior y Comandancia Militar de este
Departamento, Valladolid, 25 de julio de 1847, en BAQUEIRO, Ensayo histórico, vol. 1, p. 371. Dumond coincide
que en el discurso de Ay a su hijo “huele a creación periodística”. Ver DUMONT, El machete, p. 141, nota 23.

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de diciembre de 1846, que derrocó a Miguel Barbachano, quien había


restablecido la unión de Yucatán a México con miras a combatir a los
invasores norteamericanos.16
Mientras Rosado dirigía la sumaria contra el cacique, Antonio Trujeque,
vecino de Tihosuco, fracasaba en su misión de llevar a declarar tanto a Jacinto
Pat, cacique de ese pueblo, como a Cecilio Chi, señalados de estar implicados
en la rebelión indígena. Trujeque había sido miembro del partido centralista
en Tihosuco y guardaba rencillas con aquellas autoridades indígenas, quienes
habían apoyado a Barbachano.17 En efecto, la rebelión de los caciques, de
acuerdo con la información de Rosado era “contra las instituciones” y de
índole fiscal, no un alzamiento genocida, y se encontraba articulado al
pronunciamiento de José Dolores Cetina,18 caudillo militar del exgobernador
Barbachano, y asilado en Cuba. ¿Por qué la rebelión de Ay, Pat y Chi estallaría
en julio de 1847 y no en otro momento? El levantamiento de Cetina con sus
aliados indígenas, seducidos por la oferta de abolir sus contribuciones, fue
programado en respuesta a las elecciones organizadas por Barret para
designar nuevos poderes, a celebrarse el tercer domingo de julio,
precisamente el día 18. Las votaciones legitimaron el pronunciamiento
neutralista de Campeche y a su nuevo gobernador Santiago Méndez. Aunque
la fecha prevista para el inicio de la rebelión fue establecida para el 15 de
agosto, el hecho fue que se adelantó y se desarticuló al quedar descubierta.
El domingo 25 de julio, Ay fue fusilado; el 27 Cetina estalló su
pronunciamiento en Tizimín;19 el 29 Trujeque pasó por las armas a cinco

16
El análisis de la guerra civil que estalló en diciembre de 1846 entre el partido de la unión a México y de
declarar la guerra a los invasores norteamericanos versus los neutralistas-anexionistas a Estados Unidos, en
CAMPOS GARCÍA, Melchor, “Qué los yucatecos todos proclamen su independencia” (Historia del secesionismo en
Yucatán, 1821-1849), Mérida, Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, 2013, pp. 513-643 y ZULETA,
María Cecilia, “Yucatán y la guerra con Estados Unidos: ¿Una neutralidad anunciada?”, en Josefina ZORAIDA
VÁZQUEZ, México al tiempo de su guerra con Estados Unidos (1846-1848), México, Secretaría de Relaciones
Exteriores, Fondo de Cultura Económica, 1998, pp. 578-615.
17
El general imperialista, Severo del Castillo, tomó el pulso local de la crisis que dividió profundamente a
Yucatán. Las rencillas entre federalistas y centralistas en Tihosuco fueron protagonizadas por los personajes
mencionados, cuyas acciones derivadas de esos enconos, encendieron la chispa de “guerra de castas”. [CASTILLO,
Severo del], Guerra de Castas en Yucatán. Su origen, sus consecuencias y su estado actual. 1866. Edición,
estudio, transcripción y notas por Melchor Campos García, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán,
1997, pp. 18-35. Ver también el estudio sobre la sociedad local y sus tensiones de RUGELEY, “Tihosuco 1800-
1847”.
18
CAMPOS GARCÍA, “Que los yucatecos”, pp. 576-577.
19
BAQUEIRO, Ensayo histórico, vol. 1, pp. 217-218.

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indígenas de Ekpedz, entre ellos al alcalde Justo Ic. 20 De nuevo, las


declaraciones divulgadas de cuatro de los cinco fusilados acerca de una
guerra de exterminio racial son de muy dudosa certeza por la extrema
coincidencia en los detalles,21 del mismo modo que la acusación de Rivero.
Ya en la mira del gobierno, en la madrugada del 30 de julio de 1847, Chi
encabezó la toma de Tepich atacando las casas de los vecinos blancos,
mestizos y mulatos mientras dormían. En el asalto fueron masacrados
hombres y mujeres, incluyendo la violación de algunas de ellas. Ese trágico
episodio detonó la propaganda de la existencia de un levantamiento
generalizado de exterminio de la población blanca y de los no indígenas.
Con cierta demora, el 5 de agosto, el gobernador provisional Barret
publicó una proclama anunciando que el pronunciamiento de Cetina en
favor de Barbachano, fue un distractor aprovechado por los indios de Tepich
para dar el “grito de muerte contra los blancos”. Aquellos eran “unos bárbaros
que sin sentimientos de piedad ni conocimiento de virtud alguna social,
degüellan indistinta y brutalmente a hombres inermes y niños inocentes de
la raza blanca.”22 Aunque ese lenguaje y su vocabulario fue un lugar común,
la identificación del grupo en rebelión fue por lo menos escurridiza. En el
juicio contra Francisco Uc, cacique del barrio de Santiago de Mérida, y sus
“cómplices”, el fiscal Juan José Villanueva concluyó haber revelado el
“proyecto exterminador de toda raza distinta de la indígena”,23 o sea, “contra
las demás razas”.24
De acuerdo con la información hasta aquí expuesta, ¿se trató de una
conspiración puramente indígena “contra los blancos”? El juego de las
identidades coloniales y la abolición de esas etiquetas en el Yucatán
independiente dificultan una respuesta contundente,25 sin embargo, existen

20
BAQUEIRO, Ensayo histórico, vol. 1, pp. 231-232. ANCONA, Historia de Yucatán, vol. 4, p. 33.
21
Se trata del plan de matar a los blancos, dejar a las mujeres para casarse con ellas, y quedarse con algunas
para sujetarlas a la servidumbre doméstica. Véase DUMOND, El machete, p. 143, nota 24.
22
BARRET, Domingo, “Mérida, 5 de agosto de 1847”, en BAQUEIRO, Ensayo histórico, vol. 1, pp. 373, 374.
23
VILLANUEVA, Juan José, “Conclusión fiscal”, Mérida, 15 de septiembre de 1847, en Miscelánea Instructiva y
Amena. Colección escogida de escritos sobre todas materias, en prosa y en verso, originales, copiados y traducidos,
Mérida, Oficina Tipográfica de Rafael Pedrera, 1849, vol. 1, p. 182.
24
“Sentencia del consejo”, Mérida, 15 de septiembre de 1847, en Miscelánea Instructiva, vol. 1, p. 187.
25
A fines del siglo XVIII, las autoridades manifestaron dificultades para empadronar a la población no blanca
sobre la base de las calidades o “castas” debido al mestizaje interétnico. Las identidades fueron porosas debido
a los mecanismos facilitados por la Corona para adquirir la reputación de blanco a los ricos afrodescendientes.
Ver CAMPOS GARCÍA, Melchor, Castas, feligresía y ciudadanía en Yucatán. Los afromestizos bajo el régimen

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indicios de la mayor trascendencia. Una de las revelaciones más significativas


fue la participación de un hombre blanco en aquellas reuniones de caciques
previas a la rebelión,26 y que se trataría de un intermediario de los jefes
militares de Cetina. Incluso a principios de 1848, en la prensa se lanzaron
diatribas en contra de “los indios sublevados y los blancos que los dirigen”27
y de los “no pocos blancos” adheridos a la “causa de los indios”.28 La presencia
afrodescendiente fue importante también entre los rebeldes. El prófugo por
sus crímenes, Bonifacio Novelo,29 mulato y de oficio carnicero de Valladolid,
dotó de misticismo mariano a la insurrección,30 y el mulato Crescencio Poot
fue líder cruzoob.
Algunos sectores políticos y periodísticos daban por hecho la
participación de “blancos o vecinos” en la sublevación “indígena”, así como
de mestizos, aunque fue más dificultoso visibilizar a los afrodescendientes.
En 1851, el gobernador Barbachano estableció una comisión negociadora
con instrucciones para lograr la pacificación “de los indios sublevados”. Pero
esa designación era ambigua ya que los acuerdos comprendía a otros grupos
étnicos, así el artículo primero establecía: “Que se pongan todos los indios
sublevados y los de las demás clases que se hallan entre ellos con todas sus
armas a disposición del gobierno […]”.31 Más aún, el artículo noveno
extendía las mismas garantías otorgadas a los indígenas, a todos los “blancos
o vecinos que hayan tomado parte en la sublevación y existan actualmente

constitucional español, 1750-1822, Mérida, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología/ Ediciones de la


Universidad Autónoma de Yucatán, 2005.
26
Declaración de José Secundino Loría en la sumaria contra el cacique Ay, en [CARRILLO GIL y MAGAÑA M.],
De la “guerra de castas”, p. 34. Ver también REED, Nelson, “Liderazgo de blancos y mestizos entre los Cruzoob”,
Saastun. Revista de Cultura Maya, núm. 1, abril de 1997, pp. 63-66.
27
La Unión, Mérida, 29 de enero de 1848, p. 4.
28
La Unión, Mérida, 14 de marzo de 1848, p. 3.
29
BAQUEIRO, Ensayo histórico, vol. 1, p. 223. Novelo llegó a ser Nohoch Tatich de la Cruz, y es un buen ejemplo
de la ambigüedad de las identidades étnicas en Yucatán. Se le refiere como mulato o mestizo, según el
testimonio de Jhon Carmichel, quien lo entrevistó cuando el caudillo tenía 60 años, era “tremendamente
robusto y de piel un poco más clara que la generalidad de los indios”, ver REED, “Liderazgo de blancos y
mestizos”, p. 80.
30
Al inicio de 1851, Rosado refirió que “el criminal Bonifacio Novelo, les ha hecho creer que se le apareció
una Imagen de la Virgen Santísima anunciándole el triunfo de los rebeldes, y con tal motivo, han conducido
en procesión por todos los ranchos a dicha Imagen. ¡Qué perversidad!”. Eulogio Rosado a José Canuto Vela,
Valladolid, 5 de enero de 1851, Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán (en adelante CAIHY),
Guerra de Castas, Correspondencia, Manuscritos, 1131, f. 1.
31
BARBACHANO, Miguel y Francisco MARTÍNEZ DE ARREDONDO, “Instrucciones a que deben sujetarse las
comisiones eclesiásticas destinadas a la pacificación de los indios sublevados”, CAIHY, Guerra de Castas,
Correspondencia, Manuscritos, 1137, Mérida, 30 de julio de 1851, 2 ff.

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entre los indios sustraídos de la obediencia del gobierno”, por lo que podrían
“con entera libertad volver a radicarse en sus antiguos pueblos”.32
Pero en aquellos momentos críticos de 1847, con las deserciones de
“no pocos blancos” militares para unirse a los indios ya que “estaban por la
causa o partido” de Barbachano, algunos articulistas no alcanzaban a
imponer la idea de la existencia de una guerra “de exterminio de todas las
demás razas”,33 y que no se trataba de otra cosa.34 La finalidad de fijar el
levantamiento como una “guerra de razas” obedecía a la urgencia del
gobierno de Barret por legitimar el neutralismo y de “callar el grito de las
facciones”,35 es decir, forzar la unión de las fracciones blancas, explotando el
miedo al exterminio y mantener la imagen de tranquilidad civil. Condición
impuesta por los Estados Unidos para negociar la neutralidad de Yucatán
durante la invasión a México y su situación en la posguerra. Bajo ese
imperativo, el gobierno de Barret propagó la existencia de una “conflagración
general” de la raza indígena.
Esa finalidad política impuso eliminar los términos “revolución” y
pronunciamiento del vocabulario público ya que evidenciaban la guerra
civil. Así que, en vez reconocer un frente opositor multiétnico, la publicidad
oficial y oficialista se desgarró en persuadir la existencia de una guerra
generalizada de exterminio en contra de las “otras razas”. Solo así se podría
explicar la nota extraña publicada por el periódico oficial El Siglo Diez y
Nueve donde relataba que el 7 de agosto, las tropas oficiales habían atacado
el pueblo de Tepich, donde se encontraban atrincherados entre 400 y 500
“indios de los que se han sublevado, jurando el exterminio de las otras castas”
(negritas mías), justificando la represión ahí ocurrida como estrategia del
terror para contener a “esos bárbaros semi-salvajes”.36 Ese fue uno de los
primeros usos del anacrónico término “casta”, que estudiaremos más
adelante.
¿De qué forma las autoridades judiciales arrancaron las confesiones a
los caciques y principales apresados? El proceso y ejecución de “Pancho”

32
BARBACHANO y MARTÍNEZ DE ARREDONDO, “Instrucciones a que deben sujetarse”.
33
Artículo de La Patria publicado en Mérida, reproducido en La Unión, Mérida, 14 de marzo de 1848, pp. 3-4.
34
Los Amantes de Yucatán lanzaron un desmentido acerca de los fines políticos, ya que “la rebelión de los
bárbaros es absolutamente de razas”. Los Amantes de Yucatán, “Primer Alerta”, Mérida, 29 de diciembre de
1847, La Unión, Mérida, 4 de enero de 1848, p. 4.
35
CAMPOS GARCÍA, “Que los yucatecos”, pp. 578 y ss.
36
Citado por BAQUEIRO, Ensayo histórico, vol. 1, pp. 248, 249.

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Uc generó más dudas que certeza en los cargos imputados a un hombre


enriquecido por el comercio, “querido y distinguido por los blancos”.37 En
otro caso, Feliciano Pech, cacique de Ixil, declaró haber recibido una carta
de manos de un desconocido, firmada por una persona de Chikindzonot,
invitándole a levantar a los indígenas “para matar a los vecinos” el 15 de
agosto. Esa confesión poco clara y vaga fue conseguida bajo el terror
infundido por las golpizas a las que estaban siendo sometidos los
procesados.38 Alejandro Dzab, viejo cacique de Tixpehual, fue apresado
cuando se encontraba con el alcalde Francisco Bastarrachea acordando la
forma en que recibirían a las tropas del gobierno. En las cárceles de Tixkokob
fue testigo de los azotes, los lamentos y el “lago de sangre” formado por la
indígena derramada. Por orden del alcalde Antonio Moguel, a la una de la
mañana, Dzab fue sometido a tortura: “le suspendieron por las orejas, le
colgaron de un hamaquero, le ataron las manos”, y recibió 25 latigazos;
después lo volvieron a interrogar, pero sin nada qué declarar, volvieron los
azotes sin recibir protección de sus conocidos: el propio alcalde y el cura del
pueblo.39
Los editores de El Amigo del Pueblo cuestionaron el alcance del término
“conflagración general” de “la clase indígena”, sin negar la rebelión de una
fracción de aquella “clase” y sus “bárbaras tendencias”. De hecho, las
denuncias de los propios hidalgos y caciques conducidos a las prisiones de
Campeche,40 abrieron la posibilidad de que todas las imputaciones no eran
más que “cierta charlatanería impertinente, que nunca ha faltado entre los
indios”,

37
La Revista Yucateca. Periódico Político y Noticioso, Mérida, s. d., s. m., [1847], p. 48. El juicio fue
completamente irregular basado en una supuesta carta-invitación firmada por el cacique Uc, que fue quemada.
En palabras del propio cacique: “me falló la voz popular como reo de un delito atroz […] luego fueron
apareciendo declaraciones que han motivado mi sentencia [de muerte]; declaraciones referentes a papeles”,
“sobre hechos inconexos”, de indígenas veleidosos y “fáciles de seducir”. Francisco Uc al comandante militar
del distrito, Mérida, 18 de septiembre de 1847, en Miscelánea Instructiva, vol. 1, pp. 189-190. Baqueiro
interpretó las palabras del cacique como una admisión de los “datos que obraban en contra suya”. Ver BAQUEIRO,
Ensayo histórico, vol. 2, p. 25. Desafortunadamente el expediente se ha extraviado.
38
Publicación de El Siglo Diez y Nueve, reproducida en El Amigo del Pueblo, Campeche, 3 de agosto de 1847.
39
Alejandro Dzab había sido teniente durante 14 años antes de ser cacique, tenía esposa y tres hijos. “Indios
alzados”, El Amigo del Pueblo, Campeche, 7 de agosto de 1847, p. 4. Otro problema similar surgió durante el
proceso de ablandamiento que sufrió el cacique de Ticul, incluso “intentaron matarlo en su calabozo algunos
enemigos personales suyos”. Loc. Cit.
40
En Sisal fueron embarcados hacia Campeche más de 108 indígenas de los pueblos de Tixpehual, Tixkokob
y Nolo.

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[…] pero ahora parece que algunos ven un conspirador en cada indio borra-
cho: un alzado en cada meyah [trabajo] que dijo una sandez a su mayoral, y de
otros hechos comunes e insignificantes se saca por consecuencia inexacta la
sublevación general […]. ¿Y las circulares [cartas]? ¿Posible es que de tantas
que se han expedido y esparcido por todo el país no se hubiese logrado apre-
hender alguna?41

BÁRBAROS Y SALVAJES: LOS REBELDES IMAGINADOS

Desde inicios de la rebelión indígena, en el lenguaje movilizado destaca la


representación de una guerra de indios bárbaros o semi-salvajes en contra
de la civilización. ¿Cuáles eran los alcances semánticos de aquellos conceptos
usados para imaginar a los protagonistas? A principios del siglo XVII, el Tesoro
de la lengua de Covarrubias establece tres connotaciones de largo alcance:
1) “a todos los que hablan con tosquedad, y grosería, llamamos bárbaros: y
a los que son ignorantes sin letras”, 2) “a los de malas costumbres, y mal
morigerados, a los esquivos que no admiten comunicación de los demás
hombres de razón, que viven sin ella, llevados de sus apetitos” y 3) “a los que
son despiadados, y crueles”.42
A principios del siglo XVIII, el Diccionario de autoridades confirmó las
nociones de Covarrubias, con un nuevo concepto de incultura a la que se
pueden agrupar las dos primeras,43 como “modo de vivir” sin policía y
tosquedad. En el primer caso se asocia al término salvaje, “sin cultivo”, pero
en vez de rústico, se usa silvestre quien vive o se ha criado en los bosques o
selvas entre los animales “enteramente desnudo” o vestido con algunas pieles,
barbado y cabellos largos; con un uso despreciativo o despectivo para
referirse a necio, terco, zafio o tonto.44 El concepto de bárbaro —inculto—
no parece denotar una etapa de evolución de la sociedad, ni siquiera aparece
el término civilización como etapa superior, sino de diferenciación de
comportamiento social. Así, por civil se entendía lo que tocaba a la ciudad,
y a las cualidades de sociable, urbano (urbanidad), cortés y político, virtudes
41
“Indios alzados”, El Amigo del Pueblo, Campeche, 31 de agosto de 1847, p. 3.
42
COVARRUBIAS OROZCO, Sebastián, Tesoro de la lengua castellana, o española, Madrid, por Luis Sánchez
Impresor, 1611, p. 121v.
43
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de Autoridades (1726), t. 1, pp. 556, 557.
44
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de Autoridades (1726), t. 1, p. 527.

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propias del ciudadano.45 Por lo antes expuesto, el indio no es contramodelo


de civil(izado); el bárbaro o salvaje distinguía un “modo de vida” tosco,
inculto y huraño en el trato con los otros, en particular respecto a los blancos.
En los años previos al estallido del conflicto étnico, la intelectualidad
criolla tenía una opinión crítica hacia la teoría de Robertson sobre la
“incapacidad” de los indios americanos para “formar ideas generales y
abstractas”, toda vez que establecían “alguna [relación] de sociedad”.46 El
estado salvaje o estado de naturaleza era entendido como un mundo sin
capacidad de discurso y reflexión, es decir sin razón. De manera que, si en
el planeta existían naciones salvajes y otras separadas de las civilizadas por
accidentes geográficos, las diferencias consistían en el color de la piel, y la
“porción más o menos perfecta de sus miembros (individuos)” por efectos
del medio ambiente, la calidad de los alimentos, y el “modo de vivir”, pero
todas como especie humana poseían las mismas facultades intelectuales.47
El eurocentrismo del concepto de civilización impedía mirar otras
realidades como las hispanoamericanas.48 Sin embargo, los intelectuales
yucatecos reprodujeron esos prejuicios en su propio entorno. La dicotomía
cercanía/lejanía fue un marcador para explicar los grados de civilización
entre los mayas coetáneos; de ese modo, los criollos podían formular la
idea de que “el roce” de los indígenas con “los blancos [de las ciudades] los
ha civilizado en alguna manera”; pero fuera de esos espacios de contacto,
“es seguro encontrarles en la misma brutalidad que los halló el Adelantado
Montejo”.49 En particular, Juan José Hernández advertía que en la región
oriental de Yucatán podían encontrarse gentes con signos de la dominación
española, pelo hasta las orejas, conocido como melena, y uso del uit.50

45
En las elecciones de alcaldes de Hermandad se recomendaba no elegir “hombres bajos ni civiles”. De aquí
que por civil se entendiera: miseria, mezquindad, y ruindad. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de
Autoridades (1726), t. 2, p. 364.
46
S. C., “Sobre la capacidad de los indios para formar ideas abstractas y generales. Refutación de Robertson”,
El Museo Yucateco. Periódico Científico y Literario, Campeche, Impreso por José María Peralta, 1841, t. 1, p. 42.
47
S. C., “Sobre la capacidad de los indios”, t. 1, p. 42.
48
Los criollos observaron que la designación de salvajes a las “tribus antiguas y modernas” se realizaba “con
la misma altanería” de los griegos y romanos. S. C., “Sobre la capacidad de los indios”, t. 1, pp. 43-44.
49
HERNÁNDEZ, Juan José, “Costumbres de las indias de Yucatán”, Mérida, 24 de abril de 1846, El Registro
Yucateco. Periódico Literario, Mérida, Imprenta de Castillo y Compañía, 1846, t. 3, p. 290.
50
Tira de manta que se usaba alrededor de la cintura, que la pasaban entre los muslos y las nalgas para
prenderse debajo del ombligo. HERNÁNDEZ, “Costumbres de las indias”, p. 290. Ver TARACENA ARRIOLA, Arturo,
De héroes olvidados. Santiago Imán, los huites y los antecedentes bélicos de la Guerra de Castas, Mérida,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, pp. 114-121.

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De los distintos modos de vivir de los pueblos indígenas, los cazadores


eran considerados “verdaderos salvajes” por su aislamiento “de toda
sociedad, aún de la de sus hijos, que no falta ni a los brutos”.51 El indio
“enemigo natural de la sociedad” estaba dado por el aislamiento y la
autosuficiencia,52 que impedían “mejorar su condición” y los convertía en
“enemigos de la sociedad”. A diferencia del fusil, arma del cazador, el hacha
y el machete eran valorados como instrumentos del agricultor, un modo de
existencia de “hombres más sociables” y costumbres dulcificadas: “El paso
de la caza al de la agricultura, es ya un paso dado para la civilización.”53 En
este caso encontramos la idea de progreso en el paso de las sociedades
cazadoras a las sedentarias agrícolas, caracterizadas por ser sociables y
abandonar la belicosidad. Por lo anterior, los discursos agónicos de los
blancos demandaban restringir la adquisición y uso de las armas de fuego
entre la población indígena, dejándoles el hacha y el machete. Pero en otro
sentido, la publicidad y la literatura de la guerra resignificaron esas
herramientas de trabajo agrícola como símbolos unívocos del indio
sanguinario.
Pues bien, una de las primeras notas periodísticas sobre la sublevación
de 1847 establecía con precisión que la guerra era sostenida en contra de
“esos bárbaros semi-salvajes, por sus hechos sangrientos, que “horrorizan
la humanidad entera”.54 Pero ese concepto era problemático ya que no
etiquetaba exclusivamente a los indios rebeldes. Las voces en favor de los
“sagrados” “derechos de la humanidad” exigían garantizar procesos judiciales
imparciales y proceder con circunspección sin atentar “la inocencia”.55 De
otro modo, como estaba ocurriendo, calificar de bárbaros exclusivamente a
los rebeldes era cuestionable: ya que, la represión de los blancos, los dudosos
juicios sumarios de los indígenas y los atropellos cometidos en contra de
sus bienes, “mujeres e hijas”, obligaban a redirigir el concepto de barbarie
hacia los blancos: “¿cómo se llama esto? ¿No tiene algo de la barbaridad que
les echamos a ellos en cara?”56

51
“Indios”, La Revista Yucateca, Mérida, [s. d., s. m., 1848], pp. 74-75.
52
HERNÁNDEZ, Juan José, “El indio yucateco”, El Registro Yucateco, 1846, t. 3, pp. 425-430.
53
“Indios”, La Revista Yucateca, Mérida, [s. d., s. m., 1848], pp. 74-75.
54
Citado por BAQUEIRO, Ensayo histórico, vol. 1, p. 249.
55
“Indios alzados”, El Amigo del Pueblo, Campeche, 31 de agosto de 1847, p. 4.
56
“Nuestras cosas”, La Revista Yucateca, Mérida, [¿19 de septiembre de 1847?], pp. 12-13.

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LA INVENCIÓN DE LA G UERRA DE C ASTAS EN Y UCATÁN, 1847-1927

Esas denuncias fueron opacadas por los llamados de aniquilación de


los bárbaros, acompañados de sensacionalistas descripciones privadas como
la de Manuel Meza Vales, cura de Kancabchén, apresado por una partida de
rebeldes a principio de 1848.57 Durante su cautiverio dijo haber encontrado
entre sus captores “la maldad posesionada en su corazón [por] aquellos
espectáculos de muerte, aquellos asesinatos cometidos en el blanco”.58 La
invención del indio bárbaro, que en la guerra no se regía por el derecho de
gentes de las naciones civilizadas,59 sirvió para justificar que los “soldados
de la civilización” mataran con crueldad, fusilaran en el acto, respetando
solo a mujeres y niños, aterrorizaran con incendios y aplicaran la Ley del
Talión.60 Estos actos constituían la barbarie de los civilizados blancos.
El uso de bárbaro destinado a trazar la otredad a partir del ejercicio de
una “superioridad de raza” fue claramente expuesto en 1849 por Justo Sierra
O’Reilly,61 cuando describió el desplazamiento de su uso entre griegos y
romanos para designar a los extranjeros; en otra época, los hunos, godos y
lombardos en su paso conquistador creyeron dominar a “razas viles y
degradadas”, finalmente, en su momento, también los ingleses así trataron
a los pueblos de la India.62 Pero la aplicación etnográfica del término bárbaro,
con el propósito de caracterizar a los grupos indígenas de la frontera norte
de México, semi-nómadas y cazadores, problematizó su uso para describir
a los campesinos mayas. El Fénix fue el primero en enfrentar ese equívoco,
no por un aspecto de purismo idiomático,63 sino por lo que implicaba el
peligro que correría una minoría blanca a merced de una mayoría fuera del
control poseída de odio compartido. Años más tarde, en 1873 los diputados
yucatecos en el Congreso de la Unión tuvieron que insistir en la diferencia
57
“Últimas noticias sobre bárbaros”, La Unión, Mérida, 15 de enero de 1848, p. 4.
58
Manuel Meza Vales al obispo de Yucatán. CAIHY, Guerra de Castas, Correspondencia, Manuscrito 1099,
Peto, 17 de abril de 1848, 2 ff.
59
La Redacción, “Yucatán civilizado. (Artículo II.)”, La Unión, Mérida, 24 de marzo de 1848, p. 3.
60
C. A. V., Comunicado, Mérida, 17 de junio de 1848, en Boletín de la Patria. Península de Yucatán, Mérida,
20 de junio de 1848. “Yucatán ante el mundo civilizado (Artículo IV)”, La Unión, Mérida, 1 de abril de 1848,
p. 3.
61
Sierra fue yerno del gobernador Méndez, y su participación en la invención de la guerra por diferencias
raciales en Yucatán fue decisiva como intelectual estrechamente vinculado a los neutralistas.
62
SIERRA O’REILLY, Justo, “Consideraciones”, El Fénix, Campeche, 10 de marzo de 1849, p. 3.
63
“Guerra de los indios en México”, El Fénix, Campeche, 10, 15, 20, 25 de noviembre de 1849, pp. 1-3, 1-2, 1-
2 y 1-2, respectivamente. Misma distinción realizada por Del Castillo, con la advertencia: “estos indios [de
Yucatán] en nada se parecen a esos otros [de la frontera norte]; y si puede llamárseles bárbaros, es solo por
sus horrorosas crueldades.” DEL CASTILLO, Guerra de Castas, p. 129.

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del indígena de la “guerra de castas” respecto a las “hordas” del norte del
territorio nacional, que cometieron “actos verdaderamente salvajes”.64

EL NEOLOGISMO “GUERRA DE CASTAS”

El levantamiento pluriétnico del Oriente y Sur de la península de Yucatán


en julio de 1847 fue un fenómeno adjetivado como guerra de exterminio,
guerra de razas y guerra de bárbaros. Durante la escalada indígena, los
periódicos establecieron columnas o notas informativas denominadas
“Bárbaros”, como la de El Amigo del Pueblo, la Revista Yucateca y La Unión,
o en su caso, El Fénix contó con la “Guerra de los bárbaros” o “Guerra contra
los bárbaros”. Pero el neologismo “Guerra de Castas”, como representación
de los res gestae, tuvo un origen foráneo. Este apareció en un opúsculo
publicado en los Estados Unidos y reproducido en El Fénix de Sierra en
noviembre de 1849, con la función de conceptualizar el conflicto bélico
“entre la raza española que llevó a aquel país [México] la civilización y el
cristianismo, y la raza india, cuya propensión a la idolatría y a la barbarie es
irresistible.”65 ¿Cómo se extendió y popularizó su uso sobre otros?
Iniciamos explorando los periódicos como medios de creación
ideológica, mediante la difusión de noticias, editoriales y otras
contribuciones de mayor calado. En 1848 Tomás Aznar Barbachano en sus
“Consideraciones sobre el alzamiento de los indios”, propuso como “causa
primordial del alzamiento” la heterogeneidad de razas, en consecuencia,
existían dos alternativas para destruir esa causa: la mezcla voluntaria o, en
caso de resistencia, y como último recurso “hacer desaparecer de la tierra
esa raza maldita que no sabe más que vegetar y destruir, o lo que es menos
duro, hacerle doblar la cerviz bajo la coyunda de la esclavitud”.66
En noviembre de 1848, Sierra empezó a publicar sus “Consideraciones
sobre el origen, causas y tendencias de la sublevación de los indígenas, sus

64
Dictamen de las comisiones primera de guerra y de defensa contra los bárbaros sobre la pacificación de
Yucatán, México, Imprenta del Gobierno, a cargo de José María Sandoval, 1873, pp. 4, 6-7. J. Rendón Peniche
presentó en nombre de la diputación de Yucatán el proyecto de ley para enviar fuerzas militares y recursos
monetarios para emprender la guerra hasta lograr la “pacificación”.
65
“La guerra de los indios en México”, El Fénix, Campeche, 10 de noviembre de 1849, p. 1.
66
AZNAR BARBACHANO, Tomás, “Consideraciones sobre el alzamiento de los indios”, El Amigo del Pueblo,
Campeche, 4 de abril de 1848, pp. 2-3.

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probables resultados y su posible remedio”,67 con el propósito de sustentar


que la sublevación de 1847 no tuvo origen y objetivo políticos, sino el de
exterminar a la raza blanca. Como miembro destacado de la fracción
neutralista y su emisario cerca del norteamericano para negociar la
neutralidad y posteriormente la anexión de Yucatán a los Estados Unidos,
requería hacer descansar el origen del levantamiento en el odio del indio
hacia el blanco y la fatídica práctica de convocarlos en las guerras civiles.
En 1857 el autor reunió sus artículos en una obra inconclusa que tituló
“Los indios de Yucatán. Consideraciones históricas sobre la influencia del
elemento indígena en la organización social del país”. Desde las primeras
líneas de la “Introducción (1857)” establece que al conflicto se le designaba
como “guerra salvaje” en función de la saña en los asesinatos de mujeres,
ancianos y niños, conjugando la destrucción de “los monumentos de la
civilización”. Además, dividía a la especie humana en “razas heterogéneas”
que habitaban distintas porciones de la tierra y el problema que para la
convivencia representaba “la diversidad del color de la piel”.68 El concepto
de “raza” cubría tres dimensiones: pureza de sangre, rasgos físicos (color de
piel y facciones) y atributos morales (hábitos, usos y costumbres), que
configuran su mirada hacia los indígenas como raza ruda o bárbara, incapaz
de perfeccionarse en pos de civilizarse. De la experiencia de las razas
guerreras que a lo largo de la historia mediterránea y europea impusieron
su dominio sobre otras, naturalizó la creencia española de “superioridad de
su raza” sobre la indígena bárbara.69
Por la lectura que Sierra había realizado de Adolphe Thiers (1797-1877)
y su Histoire de la Révolution Française, conocía bien que las diferencias de
clases sociales originaban las modernas revoluciones como la de Francia.70
De modo que, en el caso de su tierra, no se trataba de una revolución, ni de
un pronunciamiento, o guerra civil, por lo antes explicado. Pero en vez de
usar la terminología de guerra de razas o de castas,71 Sierra usó la expresión

67
Los artículos fueron publicados del 10 de noviembre de 1848 hasta el 20 de agosto de 1851.
68
SIERRA O’REILLY, Los indios de Yucatán, vol. 1, pp. 3 y 6.
69
“Consideraciones”, El Fénix, Campeche, 10 de marzo de 1849, p. 3.
70
En sus cuadernos de uso privado se encuentran transcripciones de diversos apartados de la obra de Thiers,
que leyó en su idioma original.
71
Advertencia: la expresión “castas privilegiadas” del capítulo XIV del tomo primero en la edición de Los
indios de Yucatán, fue puesto por el editor Carlos R. Menéndez, no corresponde a Sierra.

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“Guerra Social” para designar el conflicto cuyo origen encuentra en las


barreras sancionadas por el ordenamiento legal y religioso, que sancionó el
prejuicio hacia los matrimonios mixtos. Esas prácticas formaron una nobleza
ufana de “no tener mezcla alguna de la raza india”. En opinión de Sierra,
sobre esa imaginada pureza se fundó el dominio de una raza sobre la otra
que se extiende a los mestizos, y “uno de los gérmenes fecundos de la presente
guerra social”.72
De hecho, el neologismo “Guerra de Castas” no fue de uso extendido
en la época mediata del conflicto. La expresión aparecerá más tarde en la
prensa, por ejemplo, en el encabezado de una columna del Boletín Oficial
del Gobierno de Yucatán en 1853,73 así como en algunos artículos oficiales
de 1855 para significar la “lucha mortal entre las razas bárbaras y
civilizadas”.74 Es decir, se popularizó con fines políticos en la coyuntura del
gobierno dictatorial de Antonio López de Santa Anna (1853-1855). Los
redactores del periódico oficial de Yucatán pretendieron contener a quienes
pensaran “en revolucionar”, advirtiendo la amenaza latente de los ataques
oportunistas de los indígenas rebeldes. Pero tales llamados fueron poco
efectivos. El involucramiento de los cantones de la línea defensiva en las
contiendas civiles dio lugar a la infiltración de los cruzoob en diversas
poblaciones fronterizas, en abril de 1856 y la infausta toma de Tekax en
septiembre de 1857.
En el contexto del Segundo Imperio, Serapio Baqueiro publicó en
diciembre de 1864 su artículo “Los indios bárbaros” con el siguiente párrafo:
“La guerra de castas existe y no solamente puede imponer al país, al menos

72
“Consideraciones”, El Fénix, Campeche, 15 de enero de 1849, p. 3. Sierra no da pistas para identificar las
fuentes de su ideología sobre las razas y sus conflictos en situaciones de dominio y prácticas de separación
racial. Un indicio puede encontrarse en sus lecturas de la obra de Thiers. En un estudio sobre Napoleón
narró el avance de sus fuerzas sobre Prusia y Polonia, en especial sobre Pomerania, una región al norte de
dichos territorios. Una radiografía trazada por el historiador francés subrayaba la diferencia racial y el odio
que “se notaba con más ardor entre los polacos [de aquella provincia], quienes, convertidos en prusianos,
sufrían al parecer con mayor impaciencia que los demás, el yugo extranjero. Esto no es extraño, —continúa
Thiers— pues, en primer lugar, la raza alemana y la [e]slava, que vivían juntas en aquella frontera de la
Pomerania y el ducado de Posen, se aborrecían por instinto, siendo tanto o más vivo su odio, cuanto mayor
era la diferencia entre ambas. En segundo lugar, descontando el odio que por lo regular nace de la vecindad,
los polacos no podían olvidar que los prusianos fueron” artífices de la repartición de Polonia. THIERS, M. A.,
Historia del consulado y del imperio, continuación de la Historia de la Revolución Francesa, Madrid,
Establecimiento Tipográfico de D. F. de P. Mellado Editor, 1847, vol. 7, pp. 276-277.
73
“Guerra de Castas”, en las ediciones del Boletín Oficial, Mérida, octubre y noviembre de 1853.
74
La Redacción, “La Guerra de Castas”, El Regenerador, Mérida, 14 de febrero de 1855, p. 4.

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LA INVENCIÓN DE LA G UERRA DE C ASTAS EN Y UCATÁN, 1847-1927

si no se toman las precauciones necesarias, sino que puede hacerla con más
ventajas, con un orden más regularizado, y con más valor que en el año de
1848.”75 De etiquetar una columna, un artículo o figurar como término
identificador del conflicto bélico y sus promotores, “la guerra de castas
promovida por los bárbaros alzados”,76 pasó a la marquesina de un periódico
titulado: La Guerra de Castas; impreso en 1866 por Fabián Carrillo Suaste y
J. Antonio Esquivel con el propósito de incitar la campaña imperial sobre
Chan Santa Cruz, manteniendo el mismo prejuicio y rencor que el primero
externó en sus artículos de 1848.77
De nombre de un periódico pasó a titular una obra manuscrita: Guerra
de Castas en Yucatán. Su origen, sus consecuencias y su estado actual, de
1866. Aunque el texto quedó inédito, representa un buen indicador del
arraigo de un concepto entre los grupos conservadores en el poder. El autor
anónimo, el general Severo del Castillo, mantuvo un concepto popularizado
de indio en “estado de incivilización y de ignorancia” y renuente a recibir la
civilización europea. Asimismo, radicalizó la observación etnográfica de
Sierra sobre el dominio de la cultura maya sobre los conquistadores cuando
concluyó que: “Más parecían los españoles conquistados que los conquista-
dores.”78 La Guerra de Castas enfatizó que los descendientes de la raza blanca
y los mestizos padecían aún la “dominación moral” (cultural), por el uso de
la lengua maya, “el gusto” por el hipil y el consumo de alimentos indígenas.
Es evidente que el concepto de raza con su ambigüedad se deslizó por
el texto anterior como linaje y grupo humano con sus propias características
morales (usos y costumbres), su odio y ferocidad, sin dar tanto peso a la
pigmentación, sino a la brecha entre los adelantos de los blancos y la
“profunda ignorancia” de los indígenas.79 Pero desde esa perspectiva, Del
Castillo cuestionó la idea de superioridad de los blancos yucatecos como
una raza civilizadora.80

75
Periódico Oficial del Departamento de Mérida, Mérida, 5 de diciembre de 1864.
76
El Amigo del Pueblo, Campeche, 18 de enero de 1848, p. 4.
77
Textos de Fabián Carrillo Suaste, Mérida, 6 de marzo, 5 y 30 de mayo, y 21 de agosto de 1848, en La
colección literaria. Obras publicadas y otras inéditas del doctor […], Mérida, Imprenta del Comercio a cargo
de Ignacio L. Mena, 1881, pp. 278-301. Las cartas fueron publicadas como artículos en La Patria y El Tribuno
entre 1847 y 1848. en los inicios del levantamiento indígena.
78
[CASTILLO], Guerra de Castas (1866), p. 14.
79
[CASTILLO], Guerra de Castas (1866), pp. 3, 150.
80
[CASTILLO], Guerra de Castas (1866), p. 15.

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La expresión más clara del concepto raza durante el régimen


monarquista fue registrada en la obra de Apolinar García García titulada:
Historia de la Guerra de Castas de Yucatán, que quedó inconclusa. En ella,
el concepto “raza” reunía aspectos de fenotipo y rasgos etnográficos: medio
de sustento, costumbres domésticas y públicas, religión, gobierno y cultura
o ilustración. De ese modo, el autor agrupó a los habitantes de Yucatán en
tres razas: blanca pura, indígena pura y mestiza (mezcla de las dos primeras)
por lo tanto también pura.81

Cuadro 1
Relación raza y grado de cultura o civilización en García, 1865
Razas o partes de un todo
denominado “pueblo Ilustración
yucateco”

Blanca pura “Elevado grado de ilustración” por su formación educativa. Raza civilizada.

Población “mucho mayor que la blanca pura”, hablante imperfecto de


castellano, escribe con una ortografía defectuosa, pero demuestra una
Mestiza
tendencia a la perfección. “Apetece la sociedad con la raza blanca pura y en
el día le vemos tomar una parte directa en los regocijos públicos.”

Raza en degradación posee “profunda aversión a las otras razas” y


India pura
mantiene “sus antiguas costumbres y creencias”.

Fuente: GARCÍA GARCÍA, Apolinar, Historia de la guerra de castas de Yucatán, Mérida, Imprenta de Manuel
Aldana Rivas, 1865-1866, pp. LXIII, LXIV-LXVII.

Si el concepto de raza adquirió centralidad en el discurso del conflicto


en curso desde 1847, la pregunta es obvia, ¿por qué no se registró como
Guerra de Razas? Cuando en 1850 un periódico oficial abordó el trillado
tema de los males padecidos a raíz del levantamiento, aplicó “guerra de
razas” con el propósito de diferenciar su naturaleza de otras de carácter
nacional, civil o religiosa con tal de atinar su remedio. Definir el tipo de
guerra no era un asunto teórico, sino práctico, así los redactores afirmarían
que “una clasificación equívoca o inexacta en este caso afectaría a toda la
sociedad”.82 Si se encontraba en circulación esa terminología para diferenciar

81
GARCÍA GARCÍA, Apolinar, Historia de la guerra de castas de Yucatán, Mérida, Imprenta de Manuel Aldana
Rivas, 1865-1866, p. LXVI.
82
La Razón. Periódico Oficial de Yucatán, Campeche, 25 de junio de 1850, p. 3.

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el tipo de conflicto armado, ¿por qué la expresión guerra de razas no tuvo el


éxito para encapsular los acontecimientos históricos (res gestae), como si lo
tuvo la “Guerra de Castas”?
El problema que estamos sacando a la luz es que el concepto de casta
de herencia colonial no fue usado para identificar a grupos étnicos de la
sociedad fragmentada por la guerra de 1847, ni fue sustituido por otro
término con el mismo antiguo significado. Fue desplazado por el concepto
de raza como grupo diferenciado por su color de piel asociado a un grado o
estado de cultura o civilización (ver cuadro 1), y sin embargo no hubo una
historia de la Guerra de Razas, aunque no se desconocía la expresión.
García ofrece una pista sólida acerca del concepto de casta a partir de
reproducir el “Aviso (1770)” que recomendaba a los párrocos asentar en
libros las partidas de indios, españoles, y otras castas, pues era “preciso”
saber la “calidad”, ya que las dos primeras, los mestizos (hijos de español e
india) y los castizos eran tenidos por “limpios”, no así los negros y sus
descendientes.83 La administración colonial (civil y eclesiástica) clasificaba
“castas” en censos y padrones: europeos y españoles (criollos), mestizos
(descendiente de blanco y de indígena), negros, pardos (afrodescendientes)
e indígenas. A pesar de esa práctica de distinción por castas, que a fines de
la Colonia demostró ser problemática por el mestizaje,84 la calidad no la
casta jugó un papel fundamental en la movilidad y los privilegios.85
La distinción por castas fue eliminada bajo el régimen liberal español
y en la etapa independiente, pero en la segunda mitad del siglo XIX, Antonio
García Rejón, secretario de Gobierno de Yucatán, contribuyó a
reconceptualizar por razas a la población. Su informe de 1862 estableció la
existencia de 248,156 habitantes: “88,020 de la raza blanca y 160,136 de la
indígena”,86 pero hubo una omisión notable: la “raza” mestiza. ¿Cómo
83
GARCÍA GARCÍA, Historia de la Guerra de Castas, p. XXXVI.
84
Ver CAMPOS GARCÍA, Castas, feligresía, p. 27.
85
Sobre esta discusión y las calidades para entender el estatus colonial, véase GONZALBO AIZPURU, Pilar, “La
trampa de las castas”, en Solange ALBERRO y Pilar GONZALBO AIZPURU, La sociedad novohispana. Estereotipos y
realidades, México, El Colegio de México, 2013, pp. 23-64.
86
G[ARCÍA] REJÓN, Antonio, Memoria del estado que guarda la administración pública de Yucatán, escrita por
el secretario general de Gobierno, […], y leída por el mismo ante la legislatura constitucional, en la sesión del
día 8 de setiembre de 1862, Mérida, Imprenta de José Dolores Espinosa, 1862, p. 2. “Censo de población del
estado de Yucatán en 1862”, en Documentos justificativos de la memoria que el c. Antonio G. Rejón presentó a
la Legislatura de Yucatán como secretario General del Gobierno del Estado, en 8 de septiembre de 1862, Mérida,
Imprenta de José Dolores Espinosa, 1862, cuadro 15.

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explicar que García Rejón dividiera a la población en dos razas: blancos e


indios y García distinguiera en la mestiza una tercera raza? La respuesta se
encuentra en el uso regional del término blanco y su alcance semántico: “se
da en Yucatán el nombre de blancos, no solamente a los que conservan
pura en sus venas la sangre europea, sino hasta a aquellos que la llevan
mezclada en cualquiera cantidad con la indígena”.87 De modo que el término
raza sin perder del todo su connotación fenotípica aludía fundamentalmente
a un grado de civilización, entendida como “adelanto” en las capacidades
intelectuales de las personas que integran un pueblo; cuyo paradigma fue la
civilización francesa.88
Si la “raza” designaba segmentos de población con ciertas características
etnográficas y culturales, ¿por qué la popularización del neologismo “Guerra
de Castas”? Su éxito radicó por identificar a los actores imaginados y
construidos por las prácticas de segregación y los prejuicios raciales, así
como por el atribuido odio de los mayas en contra de los blancos (ver cuadro
1). El resultado de ambas circunstancias fue obstaculizar la anhelada
miscegenación para la desaparición acelerada de los indígenas. Pero la
semántica fue cambiando de acuerdo con los nuevos tiempos políticos. Un
ejemplo de ello fue el discurso de Baqueiro. En diciembre de 1864 aseguró
la existencia de la “guerra de castas” para negociar la alianza con el Imperio
para terminar con la amenaza. Cuando en 1865 inició su obra Ensayo
histórico sobre las revoluciones de Yucatán, estableció que de la “guerra social”
brotó de la guerra civil,89 refiriéndose al conflicto que enfrentaba a los

87
ANCONA, Historia de Yucatán, vol. 4, nota 3, p. 13.
88
Guadalupe Martín Rosado, redactor del periódico oficial del Imperio, a partir de N. Dupuy entendió a la
sociedad como una sociabilidad de intercambio en la que cada individuo debe contribuir con sus talentos
naturales y adquiridos. A un mayor número de individuos que desarrollan su educación, inteligencia,
capacidades y ciencias, un pueblo tendrá un mayor adelanto en la civilización. Desde esa proposición, se
comprende la preocupación de los intelectuales yucatecos de la época, ya que la civilización se reducía a la
minoritaria “raza blanca”. MARTÍN ROSADO, Guadalupe, “La civilización”, Periódico Oficial del Departamento
de Mérida, Mérida, 1 y 14 de octubre de 1865, pp. 2-3 y 3. La obra citada por el redactor imperialista fue:
Instrucción de un padre a su hija, sobre las materias más importantes de la religión, costumbres y modo de
portarse en el mundo. Sacada principalmente de la Sagrada Escritura, Barcelona, Imprenta de A. Bergnes y
Ca., 1831. Y, por supuesto, LAMARTINE, A. de, El civilizador. Historia de la humanidad, por sus grandes hombres,
Madrid, Librería de Miguel Guijarro, Editor, 1886, p. 1, obra publicada en español desde 1852, en la que
definió la civilización como “la atmósfera de un pueblo; es el conjunto de verdades, de facultades, de ideas, de
religión, de legislación, de moral y de virtudes en medio de las cuales nacemos y morimos en esta o la otra
[sic] época del mundo”.
89
BAQUEIRO, Ensayo histórico, vol. 1, p. 177.

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“aborígenes” rebeldes contra los descendientes de los “castellanos”,


finalmente, a fines del siglo XIX, Baqueiro negó la existencia de la guerra de
razas, ya que “realmente lo que los indios de entonces se proponían, era
secundar el pronunciamiento de Tizimín”.90

LUCHA DE CONCEPTOS: “GUERRA SOCIAL” O “GUERRA DE CASTAS”

En la década de 1869, los intelectuales, periodistas y “gente de razón” tenían


un consenso en distinguir la guerra de castas (razas) como la “lucha
devastadora entre la civilización y barbarie” y la guerra civil en el sentido de
un conflicto fratricida.91 También era común usar “Guerra de Castas” y
“Guerra Social” como sinonímicos en artículos y otras producciones
impresas,92 pero después de enterrado el Segundo Imperio, emergen
controversias acerca de la semántica del conflicto. Así, “el título de guerra
de castas [sic]” era imputable como patente de corso a la “horda maldita de
rebeldes” que emprendía la guerra contra los civilizados yucatecos.93
Los antiguos términos con sus alcances parecían alejarse de la existencia
de la guerra como un “problema social” y su remedio. Nadie mejor que
Ildefonso de Estrada y Zenea, director, redactor y propietario, del periódico
mercantil El Iris para manifestar esa tensión del lenguaje:

Dejemos a un lado las cuestiones de interés particular, y aún aquellas que


habiendo sido hasta ahora importantes, tienen ya que dejar de serlo y acaso
desaparecer del todo en presencia de la gravedad que nos ocupa. Esta [guerra]
ni es solo del día, ni afecta formas políticas, ni es cuestión de opiniones, que se
ventilan a fuerza de pura palabrería y con alternativas que son consiguientes.

90
BAQUEIRO, Estudio biográfico, pp. 79-80.
91
Artículo de Manuel Cirerol, “Reconciliación, paz y progreso”, publicado originariamente en La Patria,
Mérida, 17 de marzo de 1868, reproducido en La Opinión Pública y reimpreso en El Iris, Mérida, 22 de agosto
de 1869, p. 2. Editorial de El Iris, Mérida, 5 de julio de 1869, p. 2.
92
Los artículos de Manuel Barbachano en 1863, tienen esa peculiar forma de intercambiar “guerra social” y
“guerra de castas”, pero los tituló bajo esta segunda expresión. BARBACHANO, Manuel, “La guerra de castas”, La
Nueva Época, Mérida, 21, 24 de agosto, 4 de septiembre de 1863, pp. 3, 4 y 4, respectivamente. Véase también
CARRILLO Y ANCONA, Crescencio, Vida del v. padre fray Manuel Martínez, célebre franciscano yucateco, o sea
estudio histórico sobre la extinción de la orden franciscana en Yucatán, Mérida, Gamboa Guzmán y Hermano
Impresores, 1883, p. 145.
93
PÉREZ ARANDA, T., Pueblo Yucateco, Imprenta Literaria a cargo de Gregorio Buenfil. CAIHY, Impresos, XIII-
1868-005, Mérida, 4 de junio de 1868, 1 p.

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Trátese de una guerra de castas: trátese de una cuestión de exterminio: trátese


en fin, de resolver un problema social, que es mengua ya que subsista en este
territorio, donde se hace imposible el adelanto de la industria, la prosperidad
del comercio, el fomento de la agricultura, el cultivo de las letras, ni nada en
fin de cuánto necesita paz, orden, tranquilidad y garantías.94

No obstante, Estrada y Zenea no escapaba de esa lucha por determinar


el neologismo adecuado para entender el fenómeno histórico de la guerra y
su alcance pragmático. Así, cuando el periodista publicó una carta del oficial
José María Iturralde, vecino de Valladolid, en la que manifestaba su queja
por “el abandono” de la región desde 1847, en la nota introductoria, el editor
comentó haber recibido una misiva “respecto a la guerra de castas”.95 Nótese
las cursivas como una forma de destacar que ese lenguaje era exclusivo de
Iturralde. En cambio, el propietario y redactor de El Iris, en otra carta suscrita
por el coronel Matías J. Cámara, planteaba que la respuesta al padecimiento
de las poblaciones recientemente arrasadas por los cruzoob se trataba “de
una cuestión social”. La carta de Cámara agradecía al periodista su generosa
recepción de los asuntos de Yucatán, “mucho más cuando se ha ocupado de
las desgracias que sufrimos por la guerra social que nos aflige”.96 Bien se
entiende, que el entramado de voces nuevas, cuestión social y problema
social, posibilitó reposicionar el neologismo “Guerra Social”.
Ahora regresemos a la historiografía, Sierra y Baqueiro encapsularon
el fenómeno de la rebelión de 1847 y sus secuelas como “Guerra Social”, sin
dar mayores argumentos. Pero en la obra más acabada del liberalismo, la
Historia de Yucatán de Eligio Ancona, su tomo cuarto apareció en 1880 y
fue dedicado a narrar la historia de la insurrección de los indígenas. Al
iniciar su narración define que “Se ha dado por nombre de guerra social, en
Yucatán, a la que iniciaron los descendientes de los mayas en el año de
1847, con el objeto de exterminar las demás razas que habitan la Península,
y que aún eran entonces, por desgracia, las únicas depositarias de la
civilización”.97
94
“Los indios rebeldes”, El Iris, Mérida, 10 de julio de 1869, p. 2.
95
La carta tenía como fecha el 6 de julio de 1869. El Iris, Mérida, 15 de julio de 1869, p. 2.
96
Editorial y carta de M. J. Cámara al redactor, Mérida, 22 de julio de 1869, El Iris, Mérida, 1 de agosto de
1869, p. 2.
97
ANCONA, Historia de Yucatán, vol. 4, p. 5.

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Aún con esa precisión, Ancona llega a decir que: “La guerra de castas
siempre hubiera estallado en una época más o menos lejana, si se hubiese
mantenido en pie el mismo sistema [“de aislar a los mayas de las demás
razas” y dominación] que acabamos de describir.”98 Nótese cómo sustituyó
castas por razas, pero en su conceptualización abrevó en las causas del
conflicto establecidas por Sierra.99 Aunque prevaleció el concepto de raza,
incluso en el sentido de pueblo como tal, logró destapar que esa
“denominación” de españoles, naturales, e indios fue “inventado” por los
colonizadores.100
La novedad del historiador Ancona radicó en su nota a pie de página
que desentraña el misterio de la denominación Guerra Social y la
continuidad del término raza. Luego de aclarar cómo se entiende
regionalmente el término de blancos e indios, prosigue:

Por esta razón, especialmente cuando se habla de la guerra social, nuestra


población se considera dividida en dos grandes secciones: los indios y los blan-
cos. Los primeros son los descendientes de los mayas que no han mezclado su
sangre con ninguna otra, y los segundos, los individuos de todas las demás
razas que habitan la península. Cualquiera que sea la impropiedad de esta
denominación, nosotros hemos creído conveniente emplearla en este volu-
men.101

De manera que Ancona no podía usar el término guerra de razas en su


sentido puramente biologicista, ni “Guerra de Castas” de prosapia
conservadora, pero bien pudo haber dicho que la “Guerra Social” era otra
invención fundada sobre la base de construir identidades raciales donde no
existían: blancos/indígenas, raza civilizada/raza bárbara. De ese modo,
Ancona intentó deslindar su vocabulario de la terminología colonial y de la
usada por los intelectuales que colaboraron con el Segundo Imperio. Sin
98
ANCONA, Historia de Yucatán, vol. 4, p. 10.
99
No hay un desconocimiento de la presencia del mestizo, producto de la concupiscencia de los conquistadores
y primeros pobladores. ANCONA, Historia de Yucatán, vol. 3, pp. 168-171.
100
Ancona dice: “la rigurosa distinción de razas era uno de los caracteres distintivos de la época, y no solamente
estaba admitida en las costumbres, sino señalada también en las leyes y reglamentada en los bandos de
policía” y en la Iglesia “la distinción de razas se hallaba también establecida con la misma severidad.” ANCONA,
Historia de Yucatán, vol. 2, pp. 327-331.
101
ANCONA, Historia de Yucatán, vol. 4, p. 13, nota 3.

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embargo, a pesar de su lenguaje, el término casta se les escapa de su vigilancia


ideológica.
El uso de uno u otro neologismo pudo desesperar a más de un escritor
o político como un prurito intelectual por distractor de acción bélica. Pero
en la década de 1880 puede encontrarse en la prensa artículos o columnas
con el título de “Guerra Social”,102 y una tendencia a usar indistintamente
“Guerra de Castas”,103 sin preocupaciones lógicas “Desde el aciago año de
1847, la guerra social, la guerra de castas [sic], la lucha de la barbarie contra
la civilización, ha sido siempre entre nosotros un asunto del día, la cuestión
palpitante, objeto predilecto de la prensa periódica y tema nunca agotado
de las conversaciones de los hombres que piensan en la patria”.104
De hecho, el conflicto étnico ya no era un producto de la distinción y
prejuicios coloniales con sus efectos de aislar a las razas, sino que en el cuerpo
social existía un “cáncer”, un problema social por sus causas y efectos, que
urgía la solución militar,105 legitimada por el futuro progreso de la sociedad
yucateca.
Por último, ambos neologismos fueron monumentalizados durante la
época del Porfiriato. La estatua a la “Libertad” erigida en el parque “Eulogio
Rosado” en 1884, fue dedicada “A los Héroes de la Guerra de Castas”. Y en
la década de 1890 ganó terreno la concepción social en los procedimientos
de reconocimientos de los veteranos,106 hasta que en 1892 se establece la
“Gran Junta Permanente de Veteranos de la Guerra Social”107 y en 1898 la
“Junta Calificadora de Veteranos de la Guerra Social”, cuyas manifestaciones
públicas de conmemoración y enaltecimiento fueron etiquetadas bajo ese

102
Artículos de Felipe Pérez Alcalá en La Revista de Mérida, 1881, y otras publicaciones. J. Antonio Alayón,
“Guerra Social”, Mérida, 15 de septiembre de 1887 y “La guerra social”, [1890], en ALAYÓN, José Antonio
(comp.), “Recopilación de documentos y recortes de periódicos y revistas”, Biblioteca Central de la Universidad
Autónoma de Yucatán, MI0000102, ff. 16 y 24v. Cabe resaltar que el citado fue escribano público y secretario
de la Sociedad Patriótica Yucateca y de una asociación de veteranos que en sus certificaciones complementa
con “de la guerra social”. Certificación del notario Alayón, Mérida, 16 de enero de 1899, f. 63.
103
Por ejemplo, los artículos de El Eco del Comercio, Mérida, 1881.
104
“La Guerra Social”, s. d., s. m., [1890], en ALAYÓN, “Recopilación de documentos”, f. 24v.
105
ENCISO, F. J., “Guerra de Castas”, El Eco del Comercio, 27 de septiembre de 1881. También KINNEY, E. M.,
“Guerra de Bárbaros”, La Revista de Mérida, Mérida, 14 de febrero de 1875.
106
Antonio Alayón a Pedro Castellanos, comisionado por el H. Ayuntamiento de Mérida para entender en la
celebración del duelo del día 30 de julio último. CAIHY, Manuscritos, LXV-1894-1/3-039, 1 f. También las
relaciones de 1899 de veteranos de la “guerra social”, CAIHY, Manuscritos, LXXX-1899-3/3-002.
107
El presidente de esa asociación, avalado por el gobierno estatal, fue el general Felipe Navarrete, antiguo
jefe imperialista y el secretario fue José Antonio Alayón.

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mismo neologismo. Las biografías de “prominentes héroes” de las “guerras


civiles y de razas” publicadas por Felipe Pérez Alcalá a partir de 1879 fueron
recogidas en 1914 por su autor bajo el título de “Guerra Social de Yucatán.
Ensayos Biográficos”.108 Así como también una pieza poética de Rodolfo
Menéndez fue titulada: “30 de julio. Homenaje a los héroes de la Guerra
Social” de 1908.109
En 1879, cuando anunciaba su tarea de biógrafo, Pérez Alcalá propuso
algunas líneas para elaborar una historia de la guerra social:

No pretenderé seguir a esos valientes en aquel laberinto sangriento, en ese


poema homérico, en esa inmensa hecatombe que se llama campañas de [18]48
y [18]49, ni en la multitud de incursiones a las guaridas mismas del bárbaro,
en que cada día y con frecuencia cada hora era un combate, y cada soldado un
héroe. Sería eso escribir la historia de la guerra social.110

Pero nadie se ocupó de escribir una obra de la guerra social, ya que


todas las narraciones quedaron inmersas en otras obras mayores, como el
Ensayo histórico sobre las revoluciones de Yucatán de Baqueiro o la Historia
de Yucatán de Ancona.
La popularización del concepto social de la guerra alcanza la
representación de la Sociedad Patriótica Yucateca dirigida en 1887 al
presidente Porfirio Díaz con el propósito de denunciar la participación de
Belice, como proveedor de armas para los cruzoob y demandar una
expedición de “asalto y destrucción” de Chan Santa Cruz. Así la Sociedad
Patriótica Yucateca al señalar retóricamente que los sucesos de la guerra “se
saben por todo el mundo y están consignados en la historia”,111 o en caso
contrario: “aun cuando la historia no conservase la descripción y recuerdo
de los estragos de esta guerra social, allí están las ruinas de tantos pueblos y
establecimientos antes florecientes con la agricultura, la industria y el
comercio, y ahora reducidos a la soledad y al silencio de los cementerios

108
PÉREZ ALCALÁ, Felipe, “Ensayos biográficos”, en PÉREZ ALCALÁ, Felipe, I. Ensayos biográficos. II. Cuadros
históricos. III. Hojas dispersas, Mérida, Imprenta y Linotipia de “La Revista de Yucatán”, 1914, pp. 3-66.
109
MENÉNDEZ, Rodolfo, 30 de julio. Homenaje a los héroes de la Guerra Social, Mérida, Tipografía “Guttenberg”,
1908, pp. 5-6.
110
PÉREZ ALCALÁ, Felipe, “Prefacio (1879)”, en PÉREZ ALCALÁ, Ensayos, p. 4.
111
Se refería quizá a las obras de BAQUEIRO, Ensayo histórico y de ANCONA, Historia de Yucatán, tt. 4 y 5.

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[…].”112 Por último, aunque en esa época porfirista, el uso del neologismo
“Guerra de Castas” no fue del todo abandonado, la definición del conflicto
descansaba en lo social por sus causas y los daños materiales y humanos
que frenaban el Progreso.

EPÍLOGO: LOS DESPLAZAMIENTOS DEL RACISMO

La guerra de razas, de exterminio o de bárbaros en contra de los civilizados


yucatecos fue una invención de los neutralistas con la finalidad de propagar
una imagen de estabilidad y propiciar la unión de las fracciones en pugna
para combatir a los indígenas rebeldes. El levantamiento de julio de 1847
tuvo un carácter pluriétnico, con una mayoritaria participación indígena,
pero la ferocidad de la reacción de los rebeldes a la represión del gobierno
neutralista, aunado a una sicosis por la propagación de un exterminio
inminente de la población no indígenas, sirvió para confirmar la existencia
de la guerra de razas, reinstalar las antiguas repúblicas de indios para el
gobierno de los pacíficos y legitimar las campañas de represión militar sobre
los rebeldes.
Aunque, hubo dos formas de conceptualizar el mismo hecho histórico,
“Guerra de Castas” y “Guerra Social”, una u otra construcción ideológica
tenía una base común de significado: guerra de razas o de exterminio de los
blancos. Sin embargo, se advierte una preferencia de los intelectuales liberales
por calificar la guerra de “social” y los conservadores “de castas”. La perma-
nencia en el lenguaje del neologismo “Guerra de Castas” puede explicarse
por la carga emocional adherida y por significar a las “razas” en guerra como
grupos reacios a la miscegenación. Durante el Porfiriato, el concepto “Guerra
Social” cobró nuevo aliento en la medida que se consolidó una visión
positivista del futuro, con nuevo utillaje intelectual de pensar los problemas
que urgían solución para alcanzarlo: “cuestión social” o “problema social”.
Por largo tiempo las representaciones de la historia político-militar
del levantamiento pluriétnico de julio de 1847 y su devenir fluctuaron entre

112
Sociedad Patriótica Yucateca, C. Presidente de la República, Mérida, 1 de enero de 1887, en ALAYÓN,
“Recopilación de documentos”, ff. 41-42. Los firmantes fueron José Dolores Rivero Figueroa, Mateo Ponce,
Eusebio Villamil, José E. Maldonado y J. Antonio Alayón. La representación fue apoyada por 17 asociaciones
culturales, sociales, empresariales, obreras y políticas, siete periódicos yucatecos y más de 50 personas.

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aquellos neologismos, pero en 1927 el historiador ultramontano Juan


Francisco Molina Solís realizó un cambio conceptual de lo más retorcido.
Abandonó el uso de aquellas concepciones por los términos más “neutros”
de “insurrección” y “sublevación de una parte de los mayas”. Pero Molina
Solís atribuyó anacrónicamente el racismo de contenido biológico de fines
del siglo XIX a los mayas. Sostuvo que la conspiración indígena de 1847 fue
motivada por el racismo indígena con fines de “superioridad” racial: “El
objeto de la conjuración era racial, no político”, “contra todos los que no
aceptasen el predominio de la raza maya sobre todas las demás razas.”113
Este giro racista desplazó las concepciones de Sierra y Ancona del odio
indígena y su repudio a la civilización a causa del dominio colonial, el sistema
de castas-calidades y los prejuicios de razas (color de piel y cultura). Por
más impropia y extemporánea que fuera la categoría “Guerra de Castas”,
forjada por los imperialistas en sus artículos periodísticos e historiográficos,
ha prevalecido en títulos de obras académicas, literarias y de divulgación,
que a pesar de los cambios de enfoques y herramientas teóricas de abordaje
de los res gestae, no se desprende del todo de la trayectoria de su invención.

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1995, pp. 103-126.

113
MOLINA SOLÍS, Juan Francisco, Historia de Yucatán desde la independencia de España, hasta la época actual,
Mérida, Talleres de la Compañía Tipográfica Yucateca, 1927, t. II, p. 4. Como ya documentamos a lo largo del
estudio, la “aversión” de los sublevados a los blancos no fue una novedad, tampoco el despojarlos de
“humanidad” y revestirlos del “asqueroso ropaje de las furias infernales [con que] destrozan la existencia de
sus semejantes, solo porque no son de su propia raza”. VILLAMOR Y ARMENDARIZ, Manuel, Agripina y su duende,
episodio histórico de la sublevación de los indios de Yucatán, Mérida, Impreso por Manuel Mimenza, 1865,
p. 2. Pero nadie como Molina Solís conceptualizó un racismo maya.

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Fecha de recepción: 3 de noviembre de 2021


Fecha de aceptación: 3 de enero de 2022

184 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
LOS CORRESPONSALES PERUANOS EN LA CAMPAÑA MARÍTIMA
DE LA GUERRA DEL PACÍFICO (ABRIL–OCTUBRE DE 1879)

PATRICIO ORLANDO IBARRA CIFUENTES




RESUMEN

Los corresponsales de los periódicos peruanos que cubrieron las alternativas de


la campaña naval de la Guerra del Pacífico (abril-octubre de 1879) satisficieron
la necesidad de información de la opinión pública y permitieron la creación de
representaciones e imaginarios vinculados a los arquetipos de comportamiento
y virtudes patrióticas de los peruanos, además de la construcción de la alteridad
chilena. Esos escritos colaboraron en delinear el canon interpretativo
contemporáneo y futuro del conflicto.

Palabras clave: prensa, Guerra del Pacífico, corresponsales, Perú

Patricio Orlando Ibarra Cifuentes • Centro de Estudios Históricos,


Universidad Bernardo O’Higgins
Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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P ATRICIO O RLANDO I BARRA C IFUENTES

PERUVIAN CORRESPONDENTS IN THE MARITIME CAMPAIGN OF THE


PACIFIC WAR (APRIL-OCTOBER, 1879)

SUMMARY

The correspondents of the Peruvian newspapers that covered the alternatives of


the naval campaign of the War of the Pacific (April-October 1879) contributed
to satisfy the information needs of public opinion. In addition, they allowed the
creation of representations and imaginaries linked to the archetypes of behavior
and patriotic virtues of the Peruvians, as well as the construction of the Chilean
otherness. These writings collaborated in delineating the contemporary and future
interpretative canon of the conflict.

Keywords: press, War of the Pacific, correspondents, Peru.

LES RESPONSABLES PÉRUVIENS DANS LA CAMPAGNE MARITIME


DANS LE PACIFIQUE (AVRIL-OCTOBRE DU 1879)

RÉSUMÉ

Les correspondants des journaux péruviens qui ont couvert les différents aspects
de la campagne navale de la Guerre du Pacifique (entre avril et octobre 1879) ont
joué un rôle important pour combler le besoin d´information de l´opinion
publique. Ils ont également permis la création de représentations et d’un
imaginaire collectifassociés aux archétypes comportementaux et aux vertus
patriotiques des Péruviens, en plus d’avoir construit l’altérité du Chili. Enfin, ces
écrits ont contribué à établir les normes de référence contemporaines et
ultérieuresservant à interpréter ce conflit.

Mots clés : presse, Guerre du Pacifique, correspondants, Pérou.

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LOS CORRESPONSALES PERUANOS EN LA CAMPAÑA MARÍTIMA ...

INTRODUCCIÓN

E l 5 de abril de 1879, Chile le declaró la guerra al Perú luego de develarse


el tratado defensivo que unía a esta nación con Bolivia, tras la ocupación en
febrero de ese año del entonces puerto boliviano de Antofagasta. Así, Chile,
el Perú y Bolivia decidirían por las armas la posesión de los territorios
salitreros de Antofagasta y Tarapacá. Aquello, provocó la movilización de
los gobiernos y sociedades de los países involucrados, volcando sus esfuerzos
e interés en el desarrollo de la campaña militar. En efecto, la escuadra chilena
bloqueó ese mismo día el puerto de Iquique, a la sazón peruano, lo cual
inauguró la primera campaña denominada como “Marítima”, donde las flotas
de Chile y Perú, pues Bolivia no disponía de fuerza naval, disputaron el
control de las aguas del Pacífico sur de Sudamérica entre los meses de abril
y octubre de 1879. Resultaron vencedores los chilenos tras el combate de
Angamos (08/10/1879), ocasión en la cual la flotilla encabezada por los
blindados Cochrane y Blanco Encalada, capturó al monitor Huáscar, mientras
que su compañera, la corbeta Unión, huyó de sus perseguidores.
La prensa de los países involucrados ocupó un rol significativo en la
satisfacción de la necesidad de información del desarrollo de las acciones
bélicas, además de influir sobre los preparativos de los respectivos ejércitos.
Los periódicos peruanos comunicaron lo que ocurría en la zona en disputa,

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P ATRICIO O RLANDO I BARRA C IFUENTES

al sur del país, en lugares tales como Iquique, Arica y Tacna, todos alejados
de Lima, la capital, y de los centros poblados del norte y de la sierra tales
como Arequipa, Huánuco, Cajamarca, Trujillo, Piura o Chiclayo. En
consecuencia, para el grueso de la población, el conflicto, su derrotero y las
repercusiones inmediatas se experimentaron a través de las nuevas y la
interpretación entregada por los medios escritos.
En los diarios peruanos se recogió, modeló, expresó y concentró la
interpretación general respecto del desarrollo de las hostilidades, liderada
por una elite burguesa que los controló llevando adelante una intensiva
campaña antichilena.1 Asimismo, sus editores y colaboradores alimentaron
la esperanza de triunfo a partir de un discurso, retórica y lenguaje
nacionalista, belicista y, en ocasiones, soberbio.2
De ese modo, la prensa se transformó en el espacio de distribución de
novedades e ideas, llamando mediante mecanismos retóricos y discursivos
a la población a participar del esfuerzo bélico.3 Así, catalizó las pasiones
públicas a través de un lenguaje altisonante que legitimó las acciones del
Estado peruano en contra de Chile.4 En ese sentido, la causa nacional no
solo fue el vehículo para restituir la honra patria, vejada por lo que se
interpretó como materialización del expansionismo chileno cuyo corolario
fue la agresión a Bolivia, y por extensión al Perú, con la ocupación de
Antofagasta en febrero de 1879;5 en tanto según las autoridades de este último
país, la confrontación fue premeditada por Chile con el objeto de consumar
sus planes expansionistas a expensas de sus vecinos del norte.6 Además,
según la interpretación peruana contemporánea a los hechos, este país era
inocente de toda intención espuria contra la nación del sur, pues el tratado

1
GUERRA, Margarita, “La burguesía y la guerra con Chile”, en Carmen MC EVOY (ed.), La experiencia burguesa
en el Perú (1840-1940), Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuet, 2004, p. 258.
2
TRILLO, Gerardo, “La resistencia de la prensa. Panorama de la prensa regional peruana en la Guerra del
Pacífico”, en Patricio IBARRA y Germán MORONG (eds.), Relecturas de la Guerra del Pacífico. Avances y
perspectivas, Santiago, Universidad Bernardo O´Higgins, 2018, p. 114.
3
GARUREVICH, Juan, Historia de la prensa peruana. 1594-1990, Lima, La Voz Ediciones, 1991, p. 98.
4
SHULZE, Ingrid, El poder de la propaganda en las guerras del siglo XIX, Madrid, Arco Libros, 2001, p. 54.
5
PARODI, Daniel, “La república ilustrada y el enemigo perverso. La Guerra del Pacifico en la Historia de la
República del Perú de Jorge Basadre”, en Daniel PARODI y José CHAUPIS, Lo que decimos de ellos. La Guerra del
Pacífico en la historiografía y manuales escolares peruanos, Santiago, UBO Ediciones, 2019, pp. 38-43.
6
TAPIA, Claudio, “Intereses, rivalidades y consecuencias. Una reflexión sobre la guerra en el Pacífico Sur
Americano”, en José CHAUPIS y Claudio TAPIA (eds.), La Guerra del Pacífico 1879-1884: Ampliando las miradas
en la historiografía chileno-peruana, Santiago, Legatum Editores, 2018, p. 30.

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LOS CORRESPONSALES PERUANOS EN LA CAMPAÑA MARÍTIMA ...

que unió a los aliados en 1873 era defensivo y solo se mantuvo en secreto el
artículo que disponía esa condición.7
Ello permitió la articulación y organización necesaria para la
“regeneración” del país, el cual se encontraba envuelto en querellas de partido
y conflictos al interior de la élite durante las décadas precedentes.
Así, los grupos ideológicos a través de sus medios de prensa expresaron
su perspectiva a propósito de los hechos de la guerra, aunque con un énfasis
geográfico centralista en tanto la mayoría de los rotativos eran publicados
en la capital, articulando su retórica y discurso desde el ideal americanista y
republicano. 8 Aquellos se encontraban emparentados, y eran parte
constitutiva, del Romanticismo latinoamericano como categoría estética y
política, como parte de la búsqueda del ser nacional,9 cuya manifestación
por excelencia fue el relato escrito literario, del cual la prensa decimonónica
es deudora, con la finalidad de perfeccionar la vida y las instituciones
republicanas, aspirando a realizar una pedagogía cívica moralizante de
quienes debían constituirse en los ciudadanos del nuevo régimen racional,
ilustrado y liberal, lo cual era premeditado, expreso y consciente al momento
de su creación.10 El enfrentamiento con Chile era funcional para congregar
al proyecto nacional y, dada la coyuntura de guerra, alentando la alianza
con Bolivia para aglutinarles frente a la amenaza de un enemigo externo.11
En esa narrativa creada en tiempo presente desde el teatro de operaciones,
predominaron la perspectiva y escala de valores asociados a los sentimientos
nacionales,12 eficaces para la consolidación de un régimen de nosotros y
otros, en un momento que significó un punto de inflexión para las letras
peruanas respecto de esas construcciones culturales.13

7
DAGER, Joseph, “La Guerra del Pacífico y la historiografía del siglo XIX: El caso de Mariano Felipe Paz Soldán”,
en José CHAUPIS, Juan ORTÍZ, Eduardo CAVIERES (eds.), Ni vencedores ni vencidos. La Guerra del Pacífico en
perspectiva histórica, Lima, La Casa del Libro Viejo, 2016, p. 302.
8
ARELLANO, Juan, “La Guerra del Pacífico y el americanismo republicano en el discurso bélico peruano”,
Historia Unisinos, vol. 18, núm.2, 2014, pp. 392-402.
9
KRUMPEL, Heinz, “Ilustración, Romanticismo y Utopía en el siglo XIX. La recepción de la filosofía clásica
alemana en el contexto intercultural de Latinoamérica”, Signos históricos, vol. 3, núm. 6, 2001, p. 48.
10
GOIC, Cedomil, Historia de la novela hispanoamericana, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso,
1972, p. 47.
11
PARODI, “La república ilustrada”, p. 25.
12
FIGUERES, Joseph, “Periodismo de guerra: las crónicas de la Guerra Civil española”, Estudios sobre el mensaje
periodístico, vol. 11, 2005, p. 282.
13
HUÁRAG, Eduardo, “Siglo XIX: La literatura peruana en proceso y la necesidad de replantearse la situación de
los otros en la escena nacional”, Revista del Instituto Riva-Agüero, vol. 1, núm. 2, 2016, p. 137.

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Este artículo examinará la correspondencia enviada a los periódicos


peruanos El Comercio, El Nacional, La Opinión Nacional y La Patria todos
ellos publicados en Lima, además de El Comercio de Iquique, con el objeto
de caracterizar las temáticas presentes en ellas, a través de las cuales se
informó el público peruano de las alternativas de la campaña marítima entre
los meses de abril y octubre de 1879.14 Todo ello se articuló con la posición
y mensaje del gobierno del Perú. También explorará en las representaciones
e imaginarios allí creadas, generados a partir de la reelaboración personal y
colectiva de estereotipos nacionales específicos en que se forjaron a partir
de bagajes culturales, lecturas, técnicas, apreciaciones simplificadas,
prejuicios nacionales, memorias históricas y juicios de valor respecto de la
identidad propia y de la alteridad chilena. Esas construcciones culturales se
materializaron en imágenes y escritos que alimentaron la interpretación
contemporánea y futura del conflicto, transformándose en el canon de
valoración respecto del comportamiento propio como el de sus enemigos.
Esas formas de expresión, son entendidas como el conjunto de
conocimientos socioculturales de sentido común para los individuos, grupos
o sociedades determinadas que permiten la interpretación respecto de una
realidad concreta, mediadas por las condiciones específicas del contexto
espacio temporal en que ocurren, las que fijaron los parámetros de conducta

14
En el estudio se utilizó la correspondencia de José Del Campo para El Comercio de Lima, compilada en
Campaña Naval. Correspondencias a “El Comercio”, Lima, Librería e Imprenta Gil, 1920. Asimismo, la de
Julio Reyes para La Opinión Nacional disponible en El Corresponsal del Huáscar. Crónicas de Julio Octavio
Reyes, Lima, Grupo Editorial Mesa Redonda, 2015. También la de Benito Neto publicada en La Patria de
Lima; la de Samuel Sologuren para El Nacional; la de Manuel Horta que vio la luz en El Nacional y transcrita
en la obra de Pascual Ahumada titulada Guerra del Pacífico, Recopilación completa de todos los documentos
oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a la luz la prensa de Chile,
Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia, Valparaíso, Imprenta del Progreso, 1884,
vol. I, pp. 310-311. De la misma manera, la de Modesto Molina para El Comercio de Iquique, relativa al
combate naval registrado en ese puerto el 21 de mayo de 1879 y reproducida en la ya mencionada obra de
Ahumada (pp. 310-311). Finalmente la de Gustavo Rodríguez que apareció en El Nacional del 7 de octubre
de 1879. Cabe señalar que, entre los estudios dedicados al trabajo de la prensa en el Perú durante la guerra
con Chile, consta el artículo dedicado a los corresponsales de guerra peruanos. Se trata del escrito de Juan
Garurevich donde, de manera general, caracteriza e identifica a sus principales exponentes desde una
perspectiva biográfica y señala algunas de las particularidades de su narrativa, reproduciendo fragmentos
del material redactado para sus respectivos periódicos, centrándose en las crónicas de José del Campo, Julio
Reyes, Benito Neto, Modesto Molina y Manuel Horta. También esbozó el trabajo de los enviados especiales
de los diarios chilenos. En definitiva, sus páginas dan una mirada amplia al fenómeno sin diferenciar las
especificidades del ejercicio de los enviados especiales en el Perú para cada campaña del conflicto de 1879.
GARGUREVICH, Juan, “Los corresponsales peruanos en la Guerra del Pacífico”, Conexión, vol. 4, núm. 4, 2015,
pp. 34-49.

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y relaciones, a partir de los significados asignados a los hechos


interpretados,15 los cuales se comparten y decodifican a partir de una cultura
común entre los productores de contenido y sus receptores.16
¿Cuáles fueron las características de la correspondencia enviada a los
periódicos peruanos durante la campaña naval? Esos escritos reconstruyeron
los pasajes más importantes de la excursión del Huáscar, Unión,
Independencia y otras naves durante los meses de abril a octubre de 1879.
Al igual que las crónicas de sus pares chilenos, desplegaron una retórica e
interpretación funcional con la causa aliada. Amplificaron las acciones de
sus connacionales, crearon un estereotipo positivo respecto de los aliados
bolivianos y, especialmente, de los peruanos, además de construir y negar
la alteridad chilena.17 Asimismo, criticaron las expresiones de la prensa de
ese país, respecto de sus afirmaciones a propósito del derrotero de la guerra,
considerándolas como exitistas y alejadas de la realidad. De este modo,
crearon un “otro”, alejado de los valores americanistas e irrespetuoso de las
normas de la guerra, llevando el conflicto a un plano de discursos, represen-
taciones e idealizaciones (rencor, miedo, desprecio, etc.), funcionales para
reafirmar la identidad propia a partir de la comparación con sus adversarios
y promover su desaparición, alcanzando el desprecio racial y social.
¿Cuáles fueron los tópicos tratados en su correspondencia? A partir de
una narrativa en clave nacionalista, patriótica, nacionalista, belicista en clave
romántica, relataron e interpretaron los hechos desde una perspectiva
subjetiva, los cuales se pueden resumir en tres temáticas. En primer lugar,
el relato de las acciones de la campaña naval y a partir de allí la construcción
heroica de Miguel Grau, luego la autovaloración de los peruanos y sus aliados
bolivianos, además de la creación de la alteridad chilena y las críticas al
trabajo de su prensa.
La campaña marítima definió el canon interpretativo futuro del
conflicto a partir del desarrollo de las acciones de guerra naval y las
circunstancias que le rodearon tanto en Bolivia, Chile y Perú. En efecto,
tanto el trabajo de los corresponsales en particular, como el de la prensa
15
CUEVAS, Yazmin, “Representaciones sociales en la prensa: aportaciones teóricas y metodológicas”, Sinéctica,
núm. 36, 2011, pp. 3-4.
16
MARTÍN, Manuel, Teoría de la comunicación: una propuesta, Madrid, Tecnos, 2003, p. 65.
17
IBARRA, Patricio, “Los corresponsales chilenos en la Guerra del Pacífico (1879-1883)”, Estudios sobre el
mensaje periodístico, vol. 26, núm. 1, 2020, pp. 147-155.

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peruana en general durante el resto del enfrentamiento se produjo en los


términos discursivos, retóricos e interpretativos asentados durante esta etapa,
tendientes a la unificación de la nacionalidad y la construcción de un
imaginario al servicio de la causa de la guerra, el cual en la posguerra y las
décadas posteriores fue reforzado y sacralizado por el trabajo de la
historiografía.
Antes de terminar estas páginas introductorias, es menester señalar
que el presente artículo es resultado de la investigación desarrollada en el
marco del proyecto ANID-FONDECYT Regular N°1200530 financiado por el
Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Gobierno
de Chile, intitulado “La guerra de tinta y papel: Opinión Pública, debate y
representaciones en la prensa peruana y boliviana durante la Guerra del
Pacífico (1879-1884)”.

LOS CORRESPONSALES PERUANOS DE LA CAMPAÑA MARÍTIMA


EN LA GUERRA DEL PACÍFICO

Durante la campaña marítima hubo tres tipos de corresponsales que


informaron a los periódicos peruanos. El primero fueron los enviados
especiales embarcados en las unidades de la Marina de Guerra del Perú, a
saber, la Independencia, el Huáscar y la Unión. También lo hicieron en
transportes como el Oroya y el Chalaco. Se trató de escritores empotrados,
es decir, que permanecieron parte importante de su comisión en el mar,
estableciendo un grado de cercanía con los mandos y tripulación de la nave.
Así, se estableció una relación provechosa para la institución castrense y los
cronistas, regulando el acceso a la información, basándose en la confianza
mutua para no entorpecer el desarrollo de sus respectivas tareas.18 Se entiende
de su presencia allí que fueron aceptados por el alto mando naval y la
oficialidad de las naves para que desempeñaran su labor. Fue el caso de
Julio Reyes, José del Campo y Manuel Horta, que escribieron para los
rotativos limeños La Opinión Nacional, El Comercio y El Nacional
respectivamente. Con todo, se desconoce la manera específica a través de

18
ITURRIEGUI, Leire, María CANTALAPIEDRA, Leire MOURE y Rosa MARTÍN, “Corresponsales de guerra en el
campo de batalla: un estudio de su relación con militares desde Crimea a Irak”, Historia y Comunicación
Social, vol. 19, 2014, p. 651.

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LOS CORRESPONSALES PERUANOS EN LA CAMPAÑA MARÍTIMA ...

la cual esas personas accedieron a los buques, con la excepción de Reyes


quien era amigo personal de Miguel Grau jefe del monitor Huáscar.19
El segundo grupo estuvo constituido por colaboradores habituales o
eventuales, que relataron las acciones bélicas in situ, aunque sin permanecer
en persona en alguna unidad en la flota peruana. Para el caso en estudio,
estos cronistas despacharon desde los puertos de Iquique y Arica, donde se
produjeron acciones navales de diversa magnitud e importancia, o bien,
desde la ciudad Tacna, donde existió la expectativa de que se produjeran
novedades relacionadas con encuentros armados, ante la eventualidad de
una incursión terrestre chilena desde Arica. En esa categoría, se encontraron
Benito Neto de La Patria, además de Samuel Sologuren y Gustavo Rodríguez
quienes reportaron para El Nacional.
Finalmente, se encuentra el caso de Modesto Molina, editor de El
Comercio de Iquique, quién producto de las acciones que ocurrieron en ese
puerto (El bloqueo de la escuadra chilena, los combates del 21 de mayo y 10
de julio, entre otras) escribió para su medio narrando los hechos que
presenció en el lugar donde residía.
A partir de la publicación de material exclusivo, los medios con un
corresponsal donde se produjeron las noticias de la guerra exhibieron un
atributo de modernidad, frente a otros periódicos en el contexto de la disputa
por el mercado de la información e incrementando el potencial de influir
en sus audiencias. Además, brindaron una sensación de inmediatez y
ubicuidad respecto del acontecer de la guerra, al integrar y sincronizar en
sus publicaciones las novedades contenidas en su correspondencias especial,
con las obtenidas a través del telégrafo y la trascripción de documentos
tales como comunicaciones oficiales, partes de batalla, cartas de particulares
y la reproducción completa o parcial de material de otros diarios; pese a la
diversidad de su naturaleza y velocidades de llegada a cada oficina de
redacción y a los lectores.20 Ello permitió también unificar la causa nacional,
comunicacional y territorialmente, en tanto generaba la percepción de un
compromiso transversal de la población en torno al esfuerzo bélico, en tanto
la información contenida en los escritos publicados era concordante con

19
GARGUREVICH, “Los corresponsales peruanos”, pp. 38 y 44.
20
CAIMARI, Lila, “El mundo al instante. Noticias y temporalidades en la era del cable submarino”, Redes,
vol. 21, núm. 40, 2015, pp. 127-128.

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un discurso unitario y patriótico unívoco, el cual se presentaba a los lectores


por todo el país y que además tuvo eco en los aliados bolivianos.21
Sin perjuicio del resultado final de la guerra, la derrota de los aliados
perú-bolivianos, el contenido y manera en la cual se presentaron las
alternativas del conflicto en general y la campaña naval en particular,
constituyen un ejemplo de cómo se condujeron los dueños y editores de los
medios de prensa peruanos, al comprometerse con la consecución de la
victoria sobre Chile, intentando influir sobre el grueso de la población
motivándoles a participar directa o indirectamente del conflicto,
incluyéndoles simbólicamente en el esfuerzo bélico al interpelarles
directamente narrando y analizando las circunstancias del conflicto.
Pese a adscribirse sin ambages a la causa peruana y, por extensión, la
aliada, los corresponsales peruanos suscribieron implícitamente la búsqueda
del prurito de la veracidad, precisión e imparcialidad informativa. Por
ejemplo, Julio Reyes, enviado de La Opinión Nacional, anotó desde Arica el
20 de mayo de 1879, que estaba dispuesto a informar “cuanto acontezca a
bordo de los buques de nuestra escuadra”,22 afirmando ser “los más breves
posible y verídicos, de manera que nuestros lectores deben dar completa fe
a nuestros datos, pues ni nuestro celo patriótico nos hará desistir de tal
propósito”.23
Otro tanto hizo José del Campo, militar que incursionó en el
periodismo como producto de su amistad con el director de El Comercio
José Antonio Miró Quesada,24 quien el 22 de mayo de 1879, a propósito del
combate registrado en Iquique y Punta Gruesa el día anterior afirmó que:
“paso a hacer una relación exacta y detallada del combate naval habido entre
la primera división de nuestra escuadra compuesta del monitor Huáscar y

21
BORDERÍA, Enrique, Antonio LAGUNA y Francese MARTÍNEZ, Historia social de la comunicación: mediaciones
y públicos, Madrid, Editorial Síntesis, 2015, pp. 81-82. Por ejemplo, la correspondencia de Samuel Sologuren
y de Julio Reyes, entre otras, fueron publicadas en El Eco del Misti de Arequipa (Perú) del 25 de septiembre y
del 3 de octubre de 1879, respectivamente. Por su parte, la crónica de Julio Reyes relativa al combate de
Antofagasta del 28 de agosto, fue trascrita en El Heraldo de Cochabamba (Bolivia) el 6 de octubre de 1879.
Aquello se repitió después de la campaña naval. Por ejemplo, véase La Patria de La Paz (Bolivia) del 18 de
julio de 1880, donde se trascribió la crónica de Benito Neto a propósito del bloqueo del Callao por parte de la
Escuadra chilena.
22
El Corresponsal del Huáscar, p. 49.
23
El Corresponsal del Huáscar, p. 49.
24
GARGUREVICH, “Los corresponsales peruanos”, p. 39.

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la fragata Independencia”.25 Asimismo, el 8 de junio de 1879 a bordo del


Huáscar señaló que “cumplo con hacerles una narración exacta y detallada
de las excursiones de este monitor”.26 Cuando no estuvo presente, Del Campo
transparentó la situación y lamentó no haber presenciado personalmente
los hechos, por ejemplo, la batalla entre el Huáscar y la Esmeralda (21/05/
1879), afirmando que por oficiales de la nave peruana “he tenido
conocimiento aunque no tan detallado como lo habría deseado, del combate
habido entre el monitor y la corbeta Esmeralda”.27
En ese mismo contexto, al no estar a bordo de las naves peruanas,
Benito Neto de La Patria, uruguayo de pluma encendida y aguda que
continuó trabajando en distintos medios peruanos hasta el fin de la guerra,28
y Modesto Molina, Redactor de El Comercio de Iquique y que luego de la
ocupación de Tarapacá por los chilenos dirigió El Boletín de la Guerra
publicado en Arica y Tacna hasta la entrada de los chilenos a esta última
ciudad en mayo de 1880,29 observaron el combate del 21 de mayo a bordo
de un bote.30

EL PERÚ Y LOS PERUANOS

Los corresponsales construyeron y representaron una visión idealizada de


lo que era el Perú y los peruanos, exaltando lo que su juicio eran las cualidades
de sus connacionales, creando de ese modo un relato funcional para la causa
nacional en la guerra en desarrollo, basado en la idea de la superioridad
moral y la justicia de la causa a partir de lo que se interpretó como la agresión
chilena contra Bolivia primero y el Perú después, justificando su proceder y
comparándolo con el de sus adversarios.
El 17 de abril, a bordo de la Unión, luego de ser testigo del combate de
Chipana (12/04/1879), tiroteo entre esa nave y la Pilcomayo contra la
Magallanes de Chile, José del Campo señaló que “Los primeros cañones

25
DEL CAMPO, José, Campaña Naval. 1879, Lima, Instituto de Estudios Históricos del Perú, 1979, p. 16.
26
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 34.
27
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 29.
28
ZANUTELLI, Manuel, Periodistas peruanos del siglo XIX, Lima, Universidad San Martín de Porres, 2006,
pp. 241-242.
29
ZANUTELLI, Periodistas peruanos del siglo XIX, pp. 225-226.
30
El Corresponsal del Huáscar, p. 74.

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que hemos disparado en su contra, el 12, fueron también los primeros que
en 1866 rompieron sus fuegos en su defensa”,31 en alusión a la guerra
Hispano-Sudamericana donde Chile y Perú fueron aliados contra España,
materializando el espíritu americanista de la época, el cual en 1879 los
chilenos fueron acusados de romper. Además, agregó que Chipana era el
primer paso para que Perú obtuviera “la reparación que le exige su dignidad
y que ha de merecer por el valor y el sacrificio de sus hijos”.32
Del mismo modo, el 22 de mayo, tras la pérdida de la Independencia a
manos de la goleta chilena Covadonga en las rocas de Punta Gruesa (21/05/
1879), con lo cual la Marina de Guerra del Perú perdió una parte importante
de su poder naval, José del Campo, hizo un llamado a la calma y recomponer
el ánimo luego de la derrota. Aseguró que el revés “ha servido para retemplar
el corazón, que ansía derramar su sangre en holocausto de lo más sagrados
deberes para con la patria”,33 y agregó, que el triunfo sería para el Perú pues
“defendemos el honor patrio, infamemente mancillado, y porque nos asiste
la justicia de nuestra causa”.34
El enviado de El Comercio de Lima apeló a que el conflicto contra
Chile, al que el Perú se vio arrastrado producto del tratado de 1873, horadaba
la dignidad de la nación en tanto la guerra llevada adelante por la nación
del sur era espuria, de agresión y con la finalidad de obtener de manera
artera los territorios salitreros de Antofagasta y Tarapacá, interpretación
concordante con el discurso y retórica predominante en el gobierno y
sociedades aliadas. En consecuencia, la causa del Perú en particular, y aliada
en general, se vinculaba con la justicia y las formas civilizadas propias del
siglo XIX, arraigadas en la modernidad racional ilustrada y fundamentadas
en el positivismo decimonónico y la idea del progreso constante.35 Así, el
Perú contaba con las simpatías del resto del mundo. José Del Campo relató
el 14 de septiembre de 1879, a propósito de la expedición al Estrecho de
Magallanes hecha por la Unión (08/1879) con el objeto de interceptar al
transporte Glenelg, que llevó armas y pertrechos para los chilenos, que se

31
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 6-7.
32
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 6-7.
33
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 15-16.
34
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 15-16.
35
ARTETA, Cristóbal, “Barbarie y civilización en el pensamiento juisfilosófico latinoamericano”, Advocatus,
vol. 13, núm. 26, 2016, pp. 239-252.

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encontraron con el vapor alemán Sakkarah desde el cual aseguró se


“prorrumpieron en estruendosos y entusiastas vivas al Perú”.36 A su juicio,
este hecho hará entender a Chile “que no solo en la América toda, sino en
Europa, se simpatiza con la justicia de nuestra causa”,37 y que “junto con la
derrota material”,38 pronto las naciones repudiarán “su desmedida ambición
y su felonía para hacer la guerra”.39
Otro aspecto remarcado por los corresponsales peruanos fue la valentía
y patriotismo de sus connacionales al hacer la guerra. Así, por ejemplo, el
enviado de El Comercio destacó la actitud de Juan More, comandante de la
Independencia durante el combate contra la Covadonga en Punta Gruesa,
quien con una “serenidad y valor notables, dirigía desde el puente el gobierno
de su buque en el fragor del fuego”,40 aunque “sus subordinados le pedían
que pasara a la torre”.41 Asimismo, el propio Del Campo relató que el tercer
jefe de ese blindado fue herido y “a pesar de esto y sin cuidarse de la sangre
que le bañaba el rostro, entusiasmaba a la tripulación con vivas al Perú y
pedía volver a su puesto”.42 De la misma manera, Julio Reyes, de La Opinión
Nacional, narró la actitud de los marinos del Huáscar al momento de
enfrentar a las baterías de Antofagasta (28/08/1879). Aseguró que “El ardor
y entusiasmo de sus tripulantes para entrar en lucha es grande,
extraordinario”.43 De la misma manera, “una excitación nerviosa, un ardor
bélico se apodera de los individuos al pensar en la defensa de la Patria y
todos y cada uno de sus hijos rivalizan por cumplir con ese sagrado deber”.44
Por su parte, Manuel Horta, portugués que reportó para El Nacional y que
luego de la entrada de los chilenos a Lima en enero de 1881 formó parte de
la resistencia en la Sierra a las órdenes de Andrés Cáceres, 45 aseveraba
respecto de la expedición de la Unión al Estrecho de Magallanes, que “No se
puede pedir valor más; ni la audacia se contentaría con menos. Es un triunfo

36
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 114-115.
37
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 114-115.
38
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 114-115.
39
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 114-115.
40
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 18-19.
41
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 18-19.
42
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 18-19.
43
El Corresponsal del Huáscar, p. 326.
44
El Corresponsal del Huáscar, p. 326.
45
ZANUTELLI, Periodistas peruanos del siglo XIX, p. 159 y GARGUREVICH, “Los corresponsales peruanos”,
pp. 41-42.

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de uno de los barquichuelos de la flotilla de Eneas”.46 Con esas palabras


equiparó simbólicamente el viaje de la corbeta peruana, con el de los troyanos
a Cartago relatado por Virgilio en la tradición grecorromana, señalándole
como una gesta que podía inscribirse entre los anales de la historia naval
universal.
La valentía y cualidades combativas como característica intrínseca de
los peruanos, también alcanzó a los bolivianos. En octubre de 1879, desde
Arica, lugar de acantonamiento del ejército aliado, Gustavo Rodríguez
aseveró que “el entusiasmo de los peruanos y bolivianos se apodera cuando
se les dice que la hora del combate se aproxima” y “se animan entonces sus
fisonomías cual si se tratara de asistir a un banquete de placeres y amor”.47
Además, aseguró que les invadió un inigualable “fuego del patriotismo”.48
En septiembre de 1879, los corresponsales de El Nacional y La Patria,
Samuel Sologuren y Benito Neto respectivamente, se encontraron en Arica
y Tacna donde tuvieron la oportunidad de observar los ejercicios de las
tropas bolivianas acantonadas allí. También compartieron con el jefe de
Estado boliviano, Hilarión Daza, de quien solo tuvieron palabras de alabanza.
Respecto de las condiciones operativas del ejército boliviano, el 7 de
septiembre Sologuren, cuyo nombre figura como representante por Tacna
para la Asamblea de Ayacucho de 1881 instalada tras la ocupación de Lima
por los chilenos en enero de 1881,49 aseguró encontrarse complacido por
observar “el alto grado de adelanto y pericia militar en que se encuentra el
ejército de nuestra hermana y aliada República de Bolivia”.50 Más adelante
se preguntó: “¿Será posible que soldados de esta clase resistan a nuestros
enemigos el primer empuje de nuestros aliados? ¡Imposible! Chile está muy
lejos de competir con las repúblicas aliadas, en milicia, en marina y en
patriotismo”.51

46
HORTA, Manuel, “La Campaña. Servicio de “El Nacional”. Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal
especial)”, La Patria, Lima, 7 de octubre de 1879.
47
RODRÍGUEZ, Gustavo, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de
1879, p. 1.
48
RODRÍGUEZ, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de 1879, p. 1.
49
ABANTO, Julio, El Congreso de la República durante la ocupación chilena: Chorrillos, Ayacucho, Cajamarca y
Arequipa. 1881-1883, Lima, Ediciones del Rabdomante, 2017, p. 82.
50
SOLOGUREN, Samuel, “La campaña (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 11 de septiembre de 1879,
p. 2.
51
SOLOGUREN, “La campaña (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 11 de septiembre de 1879, p. 2.

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Por su parte, Benito Neto al referirse a los ejercicios realizados por los
Granaderos de Sucre señaló que “Contemplando aquellos veteranos, pensaba
en el bello espectáculo que presentarán el día de la batalla, maniobrando al
frente de un enemigo bisoño e indisciplinado como es el chileno, que no ha
luchado, que no se ha fogueado jamás”.52 En efecto, más adelante afirmó
que los sureños intentaban “competencia en lo que ha sido nuestra tarea
diaria, nuestro entretenimiento desde hace más de cincuenta años: la milicia,
la guerra encarnizada y cruenta”.53 Con seguridad, Neto aludió a la serie de
conatos revolucionarios y guerras civiles ocurridos recurrentemente en el
Perú, además de la confrontación con España, en alianza con Chile, ocurridas
en las décadas de 1850 y 1860, lo cual les dejaba en una posición ventajosa
respecto del mejor manejo de las artes guerreras en relación con sus
adversarios.54
A propósito de Daza, Sologuren aseveró que “en su modo de dirigir las
maniobras nos dio pruebas de sus profundos conocimientos militares, tanto
teóricos como prácticos”,55 razón por la cual “he adquirido el convencimiento
de que cuanto se diga en su favor como caballero y como buen militar no
será jamás exagerado”.56 En ese mismo sentido, Neto destacó que el “estimado
Presidente de Bolivia”,57 era un hombre de había conquistado en él y su
colega de El Nacional, “franca y delicada cortesía”, 58 lo cual le “han
conquistado el aprecio y la estima de cuantos lo conocen”.59
Otra temática presente en la narrativa de los corresponsales se relaciona
con el apego de los peruanos al derecho de gentes contemporáneo al conflicto
de 1879, en especial, al comparar las acciones propias con las de los chilenos.
A propósito de la captura del transporte Rímac (23/07/1879), Julio Reyes de
La Opinión Nacional, afirmó que los oficiales del regimiento Carabineros
de Yungay, unidad que viajaba a Antofagasta a bordo de la nave, se
manifestaron “muy agradecidos del trato que han recibido de nosotros desde

52
NETO, Benito, “La guerra. De nuestro Corresponsal”, La Patria, Lima, 11 de septiembre de 1879, p. 2.
53
NETO, “La guerra. De nuestro Corresponsal”, La Patria, Lima, 11 de septiembre de 1879, p. 2.
54
MCEVOY, Carmen y Alejandro RABINOVICH, Tiempo de guerra. Estado, nación y conflicto armado en el Perú,
siglos XVII-XIX, Lima, IEP, 2018, pp. 28-31.
55
SOLOGUREN, “La campaña (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, 11 de septiembre de 1879, p. 1.
56
SOLOGUREN, “La campaña (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, 11 de septiembre de 1879, p. 1.
57
NETO, “La guerra. De nuestro Corresponsal”, La Patria, 11 de septiembre de 1879, p. 2.
58
NETO, “La guerra. De nuestro Corresponsal”, La Patria, 11 de septiembre de 1879, p. 2.
59
NETO, “La guerra. De nuestro Corresponsal”, La Patria, 11 de septiembre de 1879, p. 2.

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que quedaron en condición de prisioneros”.60 Respecto esa misma acción,


José del Campo aseguró que, al momento de su desembarco en Arica la
población se acercó para observarles: “¡Qué silencio, cuánta circunspección,
más diré, nobleza, en nuestro pueblo! Ni una palabra inconveniente, ni una
manifestación hostil, nada que pueda ser humillante para los que acaban de
sufrir tan duro revés”.61 Más aún, “Hay personas que se acercan a los grupos
invocando la tradicional hidalguía del Perú y como para representar el
espíritu elevado y digno del país y del ejército, se presenta allí la Cruz Roja,
que viene a llenar su misión de caridad en demanda de cuatro heridos
chilenos”.62
Por otra parte, el propio Del Campo consignó el 25 de septiembre de
1879, que, en la expedición de la Unión al Estrecho de Magallanes, fue
interrogado un chileno al cual “Se le detuvo, preso en la toldilla,
incomunicado, sin martirizarlo”.63 Luego agregó: “Pruebas numerosas tienen
dado los buques peruanos, de la humanidad con que hacen la guerra,
formando contraste con la conducta observada por los chilenos”,64 afirmando
que según la declaración del jefe de uno de los buques chilenos se “colgó de
un penol a un pobre italiano pescador, porque creyó que le iba a aplicar un
torpedo”.65 Así, el Perú y los peruanos actuaban en acuerdo a las normas
humanitarias y el respeto a los usos de la guerra contemporánea.

LA CAMPAÑA DEL HUÁSCAR Y LA CONSTRUCCIÓN HEROICA DE MIGUEL GRAU

Tras la jornada del 21 de mayo de 1879, con la pérdida de la Independencia


la escuadra peruana vio reducida drásticamente su capacidad para
enfrentarse a los chilenos. Con todo, Grau procedió de acuerdo con el plan
establecido al inicio de las hostilidades, el cual consistió en utilizar Arica
como base, incursionando desde Antofagasta al sur para hostilizar los
puertos chilenos y capturar o destruir naves y cargamentos. 66 Así, las

60
El Corresponsal del Huáscar, p. 195.
61
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 91.
62
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 91.
63
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 131-132.
64
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 131-132.
65
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 131-132.
66
ORTÍZ, Jorge, Miguel Grau. El hombre y el mar, Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2015, p. 192.

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operaciones navales de la flota peruana quedaron circunscritas en lo


fundamental a las incursiones del Huáscar, de la Unión y, en menor medida,
de la Pilcomayo.
De ese modo, Grau concentró la esperanza de victoria producto de su
actuar en Iquique, transformándose en el emblema de la cruzada contra
Chile. Con su muerte en combate, frente a un enemigo material, técnica y
numéricamente superior, consolidó su transformación en el símbolo de los
valores del Perú. Aquello fue construido socialmente a través de fenómenos
discursivos, estéticos y políticos colectivos en los cuales se sublimaron sus
dotes como comandante de su nave y héroe popular, a partir de sus proezas
militares y sacrificio personal, en el marco de la consecución de un objetivo
y de una causa superior común, que se transformó en un momento decisivo
para la construcción de la identidad colectiva. 67 En definitiva, Grau
representó para la sociedad peruana un ejemplo a seguir, tanto en el conflicto
en desarrollo, como para el futuro de la República.
La información fáctica entregada por los corresponsales se transformó
en el insumo fundamental para la construcción de Grau como máximo
héroe nacional. Desde el lugar donde ocurrían los hechos, los corresponsales
subrayaron las cualidades humanas y militares de Grau. Modesto Molina
de El Comercio de Iquique, relató que el objeto del jefe del monitor durante
el combate del 21 de mayo frente a Iquique fue intimar rendición a la
Esmeralda, pues “desde el principio fue ese el objeto del valiente comandante
señor Miguel Grau, lo prueban las bombas y balas rasas que reventaron en
el cerro de Huantaca”. 68 Más aún, aseveró que durante el combate “el
comandante Grau intimó rendición a la Esmeralda; pero el jefe de la corbeta
chilena se negó a arriar la bandera”.69
Luego de la pérdida de la Independencia, Grau, sus hombres y su buque,
fueron presentados a la opinión pública peruana como el bastión de la causa
del Perú. Julio Reyes, escribiendo a bordo del Huáscar, el 4 de junio, a dos
semanas del combate de Iquique, el cual en los días siguientes destruyó
algunas naves particulares chilenas y rehuyó dos veces el combate frente al

67
CID, Gabriel, “De héroes y mártires. Guerra, modelos heroicos y socialización nacionalista en Chile (1836-
1923)”, Mélanges de la Casa de Velázquez, vol. 46, núm. 2, 2016, p. 58.
68
AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol. I, pp. 310 y 311.
69
AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol. I, pp. 310 y 311.

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blindado chileno Blanco Encalada y la cañonera Magallanes (30/05 y 03/06


1879), aseguró que el buque “en muy corto tiempo ha hecho demasiado
poniendo en jaque a los enemigos”,70 y que “nuestra campaña naval ha sido
hecha por esta sola nave”.71 Tras resumir lo obrado por el Huáscar en ese
exiguo periodo, señaló que “nosotros como peruanos, no podemos menos
que felicitarnos y felicitar a su comandante y dotación”.72
Respecto del liderazgo de Grau, el propio Julio Reyes a propósito de la
incursión furtiva del Huáscar a la rada de Iquique (10/07/1879), en ese
momento bloqueada por los chilenos, que lo enfrentó a la Magallanes en un
corto pero intenso combate, escribió que “pertenece al número de individuos
cuya voluntad lleva siempre el sello de dominio y nada más natural y lógico
que sus subordinados que tanto lo respetan y estiman aceptasen su plan y
por sobre todo en defensa de la patria”.73
A comienzos de octubre, luego del combate en Iquique contra la
Magallanes, de la captura del Rímac, las incursiones en Taltal, Tocopilla,
Caldera y Antofagasta (08/1879), entre otras acciones menores, Gustavo
Rodríguez escribió a El Nacional una crónica en clave de panegírico en la
cual se refirió al significado que tenía en ese momento el Huáscar para el
Perú y los peruanos. Afirmó que “Siéntase satisfacción, contento, amor, al
pronunciar el nombre del baluarte en el cual hoy descansan la honra, la
integridad y las esperanzas de nuestra hermosa patria”. 74 Más adelante
exclamó: “Mírame! Contémplame! Yo soy la gloria y la Inmortalidad Patriota
ámame! Cántame, poeta!”.75
Expresiones como las señaladas en los párrafos precedentes,
convirtieron a Grau en un héroe viviente y popular. José Del Campo relató
el recibimiento que tuvo el Huáscar en Mollendo el 5 de junio, donde “fuimos
recibidos por el pueblo, con gran entusiasmo”.76 Además, anotó que “vinieron
a bordo todas las autoridades y muchas otras personas del puerto a

70
El Corresponsal del Huáscar, p. 129.
71
El Corresponsal del Huáscar, p. 129.
72
El Corresponsal del Huáscar, p. 129.
73
El Corresponsal del Huáscar, p. 160.
74
Gustavo RODRÍGUEZ, “Transporte Rímac. (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 7 de octubre de
1879, p. 2.
75
RODRÍGUEZ, “Transporte Rímac. (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 7 de octubre de 1879, p. 2.
76
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 50-51.

202 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
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felicitarnos y darnos la bienvenida”.77 Por su parte, Julio Reyes narró la llegada


del monitor al Callao el 8 de junio, asegurando que “Cuatro o cinco mil
personas visitaron durante el día aquella nave y felicitaban llenos de
entusiasmo al comandante Grau que con singular modestia daba las gracias,
manifestando a la vez que se había hecho poco y todo en cumplimiento del
deber”;78 subrayando en la masividad de la recepción además de la humildad
y sentido del deber de Grau ante expresiones como esas. Asimismo,
mencionó que “dos señoras pidieron permiso con instancias para penetrar
a la cámara del comandante, y al encontrarle allí ¡le arrojaron una verdadera
nube de perfumadas flores!”.79 Agregó que luego de la llegada del jefe naval
al muelle, “más de doscientas personas del pueblo acompañaban hacia el
arsenal vivándolo con entusiasmo!”.80 De ese modo, reparó en el estatus de
héroe masivo que Grau ostentaba a pocos meses de iniciada la campaña.
Algo similar ocurrió en Arica a fines de agosto de 1879. Julio Reyes
relató que Grau a su aparición fue “objeto de espléndidas ovaciones”,81 por
parte de “todas las clases sociales de Arica y Tacna, y con música y cohetes
lo acompañaron hasta la casa que ocupa el supremo director de la guerra
[Mariano Prado]”.82 Al igual que en junio en el Callao, “Muchas señoras le
arrojaron flores en su tránsito y la respetable señora de Román, le obsequió
una lindísima corona”.83 Además, fue felicitado por el general Daza y su
Estado Mayor.84 Al respecto, los éxitos de Grau fueron interpretados en
Bolivia como propios, en tanto se trató de acciones realizadas por la Alianza
contra Chile.85
Las andanzas del Huáscar finalizaron el 8 de octubre en Angamos. Grau
murió y el buque fue capturado. Las circunstancias del combate, luchando
con un enemigo superior y su pérdida contribuyeron a la canonización final.
Ninguno de los corresponsales peruanos se encontraba a bordo del monitor

77
DEL CAMPO, Campaña Naval, pp. 50-51.
78
El Corresponsal del Huáscar, p. 141.
79
El Corresponsal del Huáscar, p. 141.
80
El Corresponsal del Huáscar, p. 141.
81
El Corresponsal del Huáscar, pp. 335-336.
82
El Corresponsal del Huáscar, pp. 335-336.
83
El Corresponsal del Huáscar, pp. 335-336.
84
El Corresponsal del Huáscar, pp. 335-336.
85
Véase La Patria de La Paz (Bolivia) del 18 de julio de 1880, donde se trascribió la crónica de Benito Neto a
propósito del bloqueo del Callao por parte de la Escuadra chilena.

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durante la brega. José Del Campo y Manuel Horta estaban embarcados en


la Unión, compañera del Huáscar en su expedición final. Pese a ello, desde
allí narraron lo observado, mientras huían de los buques chilenos Loa,
Magallanes y Covadonga.
José del Campo apuntó la idea de un combate desigual: “Dos
formidables naves de guerra, con 12 cañones de a 300 y un blindaje de 9
pulgadas [los buques gemelos Cochrane y Blanco Encalada], batiéndose con
un débil monitor de 2 cañones de a 300 y media pulgadas de blindaje al
centro, por 3 y 2 y medio en las extremidades”.86 Lo mismo aseveró Manuel
Horta: “Era la lucha de David con Goliath”,87 pues se enfrentó “un pigmeo
con los alientos de un gigante contra un monstruo”.88 Pese a su desventaja,
el corresponsal de El Nacional aseveró que “El Huáscar no era una máquina
de guerra inconsciente que arrojaba proyectiles; tenía una fisonomía propia,
era la expresión de la voluntad de su comandante que se veía en todas sus
manifestaciones; parecía un león hostigado que estaba dispuesto a vender
caro su vida”,89 subrayando en que Grau era quien imprimió en sus hombres
la voluntad de plantar cara a los chilenos, incluso ante la superioridad de
sus adversarios.
Ante la imposibilidad de prestar auxilio al Huáscar, la Unión se alejó
del lugar y con ella los corresponsales. Manuel Horta se excusó pues “Se
había hecho todo lo posible por salvar el Huáscar y no se podía hacer más”,90
y aseguró que “con la pérdida de la primera nave de nuestra escuadra, en un
combate honroso para el Perú y en la que la derrota era una verdadera
gloria”.91 Ante la desaparición de Grau y la captura del monitor, José Del
Campo afirmó: “El valor, energía y patriotismo del bravo contralmirante
Gran y su digna oficialidad y tripulación, es sin igual; no tiene ejemplo”.92
Más adelante, como frase final de su crónica señaló: “¡Loor a los héroes del
“Huáscar”! ¡Gloria a los mártires del 8 de octubre!”.93

86
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 146.
87
AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol. I, p. 515.
88
AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol. I, p. 515.
89
AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol. I, p. 515.
90
AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol. I, p. 515.
91
AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol. I, p. 515.
92
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 147.
93
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 152.

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LOS CORRESPONSALES PERUANOS EN LA CAMPAÑA MARÍTIMA ...

Confirmada la noticia de la pérdida del Huáscar y la muerte de Grau,


Sologuren escribió desde Iquique para El Nacional un corolario respecto
del significado de su figura para los peruanos, tanto los contemporáneos
como las generaciones posteriores, en tanto ciudadano y marino: “Con Grau
se pierde una preciosa existencia que tenía la gloria de pertenecer, no solo a
la América sino al mundo entero, como pertenecen Nelson, Gravina y
Churruca […] porque los hombres que en su carrera llegan a la altura a que
había llegado él alcanzan la admiración y el afecto de todas las clases”.94 De
ese modo, la figura Grau se convirtió en patrimonio de la humanidad, en
tanto sus acciones le valieron compararlo con insignes navegantes del siglo
XIX como el inglés Horacio Nelson, los españoles Federico Gravina y Cosme
Damián Churruca, quienes se distinguieron al servicio de sus respectivas
banderas en la batalla de Trafalgar.

LOS CHILENOS

Durante el desarrollo de la campaña naval, los corresponsales peruanos


fueron parte de la creación de un paradigma crítico respecto de la alteridad
no aliada, anclada en la formulación de estereotipos sobre los chilenos, a
partir de su comportamiento en la guerra y las expresiones de su prensa,
forjando una imagen homogénea y diáfana del enemigo al que debía
enfrentarse, alcanzando el desprecio racial y social. Aquella visión, más allá
del prejuicio nacional y la diferenciación con el adversario, configuró las
coordenadas representativas relacionadas con la superioridad y hegemonía
moral, que por extensión debían materializarse en lo militar.
Símbolo a partir del cual se construyó la diferencia entre aliados y
chilenos fueron los ataques realizados por parte de la escuadra mapochina
a las localidades costeras de Pisagua, Huanillos, Pabellón de Pica y Mollendo
(04/ 1879), interpretados en Perú y Bolivia como violaciones flagrantes al
derecho de gentes contemporáneo, al ser considerados arteros, cobardes y
desleales, en tanto se consideraban lugares desprovistos de artillería, aunque
allí se emplazaron tropas para evitar un desembarco. Aquello, se convirtió
en parte del discurso a través del cual se esbozó y fundamentó parte de la

94
SOLOGUREN, Samuel “Iquique (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 17 de octubre de 1879, p. 2.

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representación de los chilenos, basándose en una acción específica que


permitió la definición del canon de conducta para el resto de la contienda.
Por ejemplo, Benito Neto, a días de ocurrido el ataque a Pisagua (18/
04/1879), desde Iquique señaló que se encontraba “al alcance del tremebundo
Rebolledo”,95 comandante en jefe de la Armada chilena, “este insigne pirata
de nuestros indefensos puertos”;96 comentando que recibieron la nueva del
“cobarde atentado, perpetrado por los buques chilenos, contra el patriota
puerto de Pisagua, que según noticias, ha quedado totalmente arruinado”.97
Por su parte, en la relación de Julio Reyes para el combate del 26 de junio
del Huáscar con las baterías de Antofagasta, se afirmaba que “Nuestros
enemigos han recibido, pues, una buena lección; han visto, que no
incendiamos cobardemente indefensas poblaciones, sino que los buscamos
en sus plazas fuertes”.98 De ese modo, el cronista de La Opinión Nacional
diferenció el proceder de ambos contendientes. Hacia fines de julio, Reyes
insistió en que la escuadra chilena, incapaz de detener al Huáscar y las otras
naves peruanas solo han “buscado como blanco para saciar su impotente
rabia, puertos indefensos como Pisagua, Mollendo, Mejillones y las guaneras,
sin embargo, en todos ellos han sufrido bajas respetables”.99
Por su parte, José del Campo, en julio al relatar la expedición del
Huáscar y la Unión que trajo como consecuencia la captura del Rímac,
aseguró que ante la presencia de las naves peruanas en el puerto de Caldera,
Mejillones y Carrizal, “brillaban por su ausencia las banderas chilenas”,100
pues “creyeron sin duda sus habitantes, que los peruanos seguirían el ejemplo
de su almirante Williams en Pisagua, Mollendo, Huanillos y Pabellón de
Pica”.101 Y agregó “¡Cuán distinto modo de hacer la guerra! Los chilenos
incendiando poblaciones indefensas y huyendo cobardemente de nuestros
puertos fortificados, nosotros presentándonos en sus puertos artillados a

95
NETO, Benito, “Lima. La Guerra. Teatro de la guerra [Correspondencia especial para La Patria]”, La Patria,
Lima, 25 de abril de 1879, p. 2.
96
NETO, “Lima. La Guerra. Teatro de la guerra [Correspondencia especial para La Patria]”, La Patria, Lima,
25 de abril de 1879, p. 2.
97
NETO, “Lima. La Guerra. Teatro de la guerra [Correspondencia especial para La Patria]”, La Patria, Lima,
25 de abril de 1879, p. 2.
98
El Corresponsal del Huáscar, p. 102.
99
El Corresponsal del Huáscar, p. 173.
100
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 78.
101
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 78.

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provocarlos al combate”.102 Manuel Horta, en el mes de octubre a bordo de


la Unión rumbo al sur a la cuadra de Pisagua, señaló que desde el buque
observó “los restos de esta población incendiada por las bombas enemigas
en un bombardeo injustificable ante todas las leyes de la civilización”,103 y
aseguró que “vamos a hacer tanto daño como el que hemos recibido hasta
ahora, pero con una sola diferencia: vamos a batirnos y no a incendiar,
somos guerreros y no piratas”.104 De ese modo, advirtió de la reta-liación
que pronto vendría, pero en concordancia con las leyes de la guerra.
Respecto los denominados “rotos”, es decir, el bajo pueblo mestizo de
Chile, Julio Reyes, al narrar los desórdenes producidos en el Rímac una vez
que se vio imposibilitado de huir del Huáscar y la Unión, aseguró que: “¡La
rotería se manifestaba en esos momentos fiel a sus negras tradiciones!”,105
aludiendo a su carácter irascible, descontrolado e incivilizado establecién-
dolo como su canon de conducta a partir de su origen social y ascendiente
amerindio. “¡Salvajes!”, continuó, “Como una horda de bárbaros malogran
cuanto encuentran a su paso”.106 El propio Reyes aseguró que “los “rotos”, ni
en los instantes de la defensa de su patria, olvidan los hábitos de robos,
desorden y perversidad, que forman el modo de ser de muchos de ellos”.107
A mediados de agosto, luego del levantamiento del bloqueo del puerto de
Iquique, hizo extensiva la calificación incivilizado a todos los chilenos, pues
aseguró al país en su conjunto como “jactancioso”108 y a su pueblo como
“bárbaro y crédulo”.109
Por su parte, Benito Neto señaló el 8 de agosto de 1879, que “ahora
estudiando a los chilenos he llegado a formarme una idea cabal de ese género
despreciable de canalla, que en nuestro siglo se moteja con el nombre de
farsantes”.110 Según Gustavo Rodríguez, la “Gran misión”111 de los aliados
era “arrojar de este templo de la libertad que se llama América, a esos

102
DEL CAMPO, Campaña Naval, p. 78.
103
HORTA, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de 1879, p. 1.
104
HORTA, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de 1879, p. 1.
105
El Corresponsal del Huáscar, pp. 192-193.
106
El Corresponsal del Huáscar, pp. 192-193.
107
El Corresponsal del Huáscar, p. 232.
108
El Corresponsal del Huáscar, p. 286.
109
El Corresponsal del Huáscar, p. 286.
110
NETO, Benito, “La Guerra (De nuestro corresponsal)”, La Patria, Lima, 8 de julio de 1879, p. 2.
111
RODRÍGUEZ, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de 1879, p. 1.

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comerciantes sacrílegos”112 y “Hacer desaparecer esa fea, horrible peca, que


se llama Chile, de la faz de la hermosa América!”,113 imponiendo a los aliados
la misión supranacional de la pacificación de América a través de la
erradicación de los chilenos.
Otro aspecto presente en la pluma de los corresponsales peruanos,
fueron las afirmaciones hechas por la prensa chilena a propósito del derrotero
de la guerra. Especial atención, recibió el continuo ensalzamiento de las
acciones realizadas allí por editores y publicistas, sin importar
necesariamente su trascendencia para el desarrollo general de la campaña,
considerándolas siempre exitistas y alejadas de la realidad. Aquello fue una
constante en la prensa aliada.114 Respecto de los periódicos en general, Julio
Reyes aseguró que “No hay vapor que venga del sur que nos transmita alguna
nueva, torpe y ridícula ensartada en los diarios de Valparaíso o Santiago,
con el exclusivo objeto de embaucar a sus intensas masas con soñados
triunfos y fingidas victorias”.115 En ese mismo sentido, Benito Neto aseguró
que al revisar los diarios chilenos “es imposible dejar de sentir cierto escozor
ante aquel relajamiento que se palpa de la dignidad humana, y hasta el simple
buen sentido y propia estima”.116 En ese contexto, uno de los objetivos de
sus críticas fueron los publicistas chilenos. Con motivo de un tiroteo entre
la Pilcomayo y la O’Higgins en Arica (05/10/1879), Gustavo Rodríguez espetó:
“Veremos ahora que gritan los [Benjamín Vicuña] Mackennas, los [Isidoro]
Errázuriz y los [Justo Arteaga] Alempartes”,117 señalando a algunos de los
más connotados personajes públicos de Chile. Y continuó: “Dirán que la
escuadra chilena se paseó impávida y que nuestros fuertes ni dieron señales
de vida y que nuestros soldados y pueblo corrieron desolados a esconderse
tras los cerros”.118
De ese modo, colocaron las afirmaciones de los chilenos en perspectiva,
no solo para los lectores y sociedad peruana, sino también para los del resto

112
RODRÍGUEZ, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de 1879, p. 1.
113
RODRÍGUEZ, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de 1879, p. 1.
114
Por ejemplo, véase la editorial del periódico El Peruano donde se afirmó que: “Desde luego debemos
prescindir de lo que dice y promete la prensa chilena. Allí se falsea todo”. AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol.
I, p. 284.
115
El Corresponsal del Huáscar, p. 148.
116
NETO, “La Guerra (De nuestro corresponsal)”, La Patria, Lima, 8 de julio de 1879, p. 2.
117
RODRÍGUEZ, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de 1879, p. 1.
118
RODRÍGUEZ, “Corbeta “Unión” (De nuestro corresponsal)”, El Nacional, Lima, 9 de octubre de 1879, p. 1.

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del orbe, disputando el favor de la opinión pública internacional dada la


retransmisión de las noticias a través del telégrafo y la reproducción de los
escritos en los diarios de diversos países llegados a manos de los redactores
a través del transporte marítimo.

PALABRAS FINALES

Desde el inicio de las hostilidades en abril de 1879 hasta la definición de la


campaña en el Pacífico sur en octubre de ese mismo año, las crónicas
enviadas por los corresponsales Julio Reyes, José Del Campo, Benito Neto,
Samuel Sologuren, Manuel Horta, Modesto Molina y Gustavo Rodríguez,
se convirtieron en el vínculo que acortó la distancia entre donde se llevaban
a cabo las acciones navales y las principales ciudades de los países aliados.
Ellos llevaron el espectáculo de la guerra a la población no combatiente,
asentado en la fianza sociocultural que entrega el ser testigo presencial, o
reconstruyéndolo a partir de antecedentes recogidos in situ, de un hecho
trascendente para las sociedades involucradas, como lo fue la Guerra del
Pacífico.
Los escritos de los corresponsales peruanos que cubrieron las
alternativas de la campaña naval de la Guerra del Pacífico contribuyeron a
la creación de representaciones, imaginarios y arquetipos funcionales para
aglutinar la causa aliada, reforzando la identidad nacional a partir de la
valoración de la propia, el rechazo de la alteridad chilena y su contribución
a la hora de presentar a Miguel Grau como un héroe transversal. Esas
percepciones se manifestaron al comienzo de la contienda con la campaña
naval y maduraron durante el resto del conflicto, perviviendo en la
postguerra merced a la acción de la historiografía, transformándose en el
parte del canon interpretativo aliado de la confrontación.
En efecto, hasta el final de la guerra en abril de 1884, con la firma del
Pacto de Tregua entre Chile y Bolivia, la prensa aliada insistió en ideas
aparecidas en la campaña naval. Por ejemplo, la afirmación relacionada con
el irrespeto de los chilenos a las normas de la guerra contemporánea. Así, El
Comercio de La Paz del 1º de junio de 1880 publicó que Chile “continúa en
su sistema de infames hostilidades, incendiando los puertos indefensos del
Perú, destruyendo valiosísimas propiedades y llevando a todas partes la

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bandera maldita de una guerra de desolación y exterminio que hace de la


lucha a la que se nos provocó verdadera lucha de salvajes y piratas”.119 De la
misma manera, se insistió en la pedantería chilena respecto de los laureles
obtenidos en batalla. Julio Lucas Jaimes, publicista boliviano y asiduo
colaborador de periódicos peruanos, afirmó en La Patria de Lima del 9 de
julio de 1880, respecto de la reacción en Chile tras la victoria en el Campo
de la Alianza (26/05/1880), que “He ahí el ejemplo de cuanto la vanidad
dementa a los hombres, lo que el carácter chileno es menos notable, porque
se aviene a su ingenua hinchazón y petulancia”.120
Ese discurso fue perpetuado y sacralizado por la acción de la
historiografía peruana y boliviana de la guerra, que luego de finalizado el
conflicto recuperó gran parte de los conceptos e interpretaciones vertidas
durante el desarrollo de la contienda. A saber, Mariano Paz Soldán, en su
Narración Histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, publicada
originalmente en 1884 y ampliamente difundida en el Perú, diferenció a
peruanos y chilenos, atribuyendo la humanidad a los primeros y el
vandalismo a los segundos al relatar lo ocurrido en Iquique y Punta Gruesa
el 21 de mayo de 1879: “Carlos Condell comandante de la “Covadonga”,
mandó hacer fuego de cañón y de fusilería sobre los náufragos [De la
Independencia], victimándolos a mansalva, y sobre seguro: contraste
singular con lo que el noble comandante del “Huáscar” hacía en esos mismos
momentos con los náufragos de la “Esmeralda”, a quienes, salvaba en sus
propios botes descuidando la protección a sus compañeros”. 121 Más
contemporánea, es la Historia de Bolivia de Carlos Mesa, José de Mesa y
Teresa Gisbert, cuya primera edición es de 2007, donde se afirmó que Miguel
Grau también era un prócer boliviano, en tanto “es uno de los héroes
peruanos que Bolivia puede adoptar en tanto su talento militar y su audacia
permitieron a la alianza el dominio del Pacífico por cinco meses, a pesar de
la inferioridad numérica y tecnológica de la escuadra peruana en relación a
la enemiga”.122

119
VALE, “Correspondencia”, El Comercio, La Paz, 19 de junio de 1880, p. 3.
120
AHUMADA, Guerra del Pacífico, vol. III, p. 280.
121
PAZ, Mariano, Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, Lima, Editorial Milla
Batres, 1979, p. 157.
122
MESA, Carlos, José DE MESA y Teresa GISBERT, Historia de Bolivia, La Paz, Editorial Gisbert, 2016, p. 390.

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Por otra parte, las crónicas de los corresponsales peruanos alimentaron


el debate entre la prensa de las naciones involucradas. Al criticar y descalificar
las afirmaciones de los periódicos y publicistas chilenos propiciaron la
aparición de un espacio de discusión supranacional respecto de las acciones
bélicas, aportando a la circulación de las noticias e interpretaciones
producidas entre los beligerantes, en tanto esos escritos fueron reproducidos
por todo el Perú a través de la prensa regional y también en Bolivia.
La Guerra del Pacífico modificó y delineó la faz de los países
beligerantes tanto en las fronteras territoriales como en las construcciones
culturales asociadas a la experiencia bélica, creando variados referentes
anclados en una identidad basada en la relación con sus respectivos vecinos.
Los corresponsales peruanos de la campaña naval contribuyeron a aquello.
Pusieron sus plumas al servicio de la causa del Perú y Bolivia, transmitiendo
a la población lectora de sus crónicas la virtud de su causa. Al mismo tiempo y
hasta donde el desarrollo fáctico de las acciones se lo permitió, creyeron
y mantuvieron la fe en el triunfo.

REFERENCIAS

PERIÓDICOS
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Fecha de recepción: 22 de febrero de 2021


Fecha de aceptación: 7 de mayo de 2021

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 213
DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL
DE LA CULTURA. LA DIPLOMACIA CULTURAL DE MÉXICO
(1900-2000)

FABIOLA R
ODRÍGUEZ BARBA

RESUMEN

La proyección de la cultura de un país hacia el exterior es una acción característica


de lo que se denomina diplomacia cultural; muchos países han utilizado
estrategias de diplomacia cultural para promover su identidad, valores, símbolos,
tradiciones, estilos de vida, así como las manifestaciones artísticas más
sobresalientes para posicionarlo como un país admirable, de tal suerte que generen
un clima propicio para la cooperación y los negocios con países con los que
mantienen relaciones. El propósito de este artículo es indagar sobre los hitos
relevantes de la diplomacia cultural de México a lo largo del Siglo XX. Así,
tomando como ejemplo el caso mexicano pretendemos mostrar cómo el
componente cultural en la política exterior contribuyó a reafirmar el prestigio
internacional del país.

Palabras clave: diplomacia cultural, México, cultura, poder suave, diplomacia


pública.

Fabiola Rodríguez Barba • Universidad de Quebec en Montreal. UQAM


Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 215
F ABIOLA RODRÍGUEZ B ARBA

FROM THE CULTURAL MISSION TO THE INTERNATIONAL PROJECTION OF


CULTURE. MEXICO’S CULTURAL DIPLOMACY (1900-2000)

SUMMARY

The projection of a country’s culture abroad is a characteristic action of what is


called cultural diplomacy; many countries have used cultural diplomacy strategies
to promote their identity, values, symbols, traditions, lifestyles, as well as the
most outstanding artistic manifestations to position it as an admirable country,
in such a way as to generate a favorable climate for cooperation and business
with countries which maintains relations. The purpose of this article is to
investigate the relevant milestones of Mexico’s cultural diplomacy throughout
the 20th century. Thus, taking the Mexican case as an example, we intend to
show how the cultural component in foreign policy contributed to reaffirm the
country’s international prestige.

Keywords: cultural diplomacy, Mexico, culture, soft power, public diplomacy.

DE LA MISSION CULTURELLE À LA PROJECTION INTERNATIONAL


DE LA CULTURE. LA DIPLOMATIE CULTURELLE DU MEXIQUE

RÉSUMÉ

Le rayonnement culturel d´un pays vers l´extérieur est l’une des caractéristiques
de ce que l’on appelle communément la diplomatie culturelle. De nombreux états
ont utilisé diverses stratégies de diplomatie culturelle pour promouvoir leur
identité, leurs valeurs, leurs traditions, leur style de vie ainsi que leurs plus
remarquables manifestations artistiquespour se présenter comme un pays qui
suscite l’admiration, de façon à créer un climat propice à la coopération et aux
échanges commerciaux avec ses pays partenaires. L´objectif de cet article est
d´étudier les faits marquants de la diplomatie culturelle du Mexique tout au long
du XXe siècle. Ainsi, en prenant comme exemple le cas mexicain, nous cherchons
à montrer comment la composante culturelle de la politique extérieure a contribué
à réaffirmer le prestige international du pays.

Mots clés: diplomatie culturelle, Mexique, culture, soft power, diplomatie


publique.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

INTRODUCCIÓN

E l principal objetivo de la diplomacia cultural es la difusión de la cultura


de un país en el exterior como estrategia para crear un clima propicio para
las relaciones políticas y económicas con el exterior.1 Esto es importante
subrayarlo porque en la literatura sobre el tema existe una permanente
confusión en cuanto a la distinción entre diplomacia cultural y diplomacia
pública; en algunos casos las contraponen, en otros las mezclan y, en unos
más, subordinan una en relación a la otra. Este desconcierto permanece
porque un mismo autor utiliza indistintamente ambos conceptos.
El término diplomacia pública lo utilizó por primera vez Edmund A.
Gullion en 1965, un exdiplomático estadounidense y decano de la Fletcher
School of Diplomacy en la Universidad Tufts, al referirse al proceso de
información internacional y relaciones culturales internacionales, en
sustitución de la palabra propaganda que, sin duda, tenía una connotación
fuerte y de carácter hostil. Gullion define a la diplomacia pública como:
1
DELGADO GÓMEZ-ESCALONILLA, Lorenzo, “El factor cultural en las relaciones internacionales: una aproximación
a su análisis histórico”, Hispania, vol. LIV, núm. 186, 1994, pp. 257-278; SADDIKI, Said, “El papel de la diplomacia
cultural en las relaciones internacionales”, Revista CIDOB d’ Afers Internacionals, núm. 88, diciembre, 2009,
pp. 107-118; MONTIEL, Edgar, El poder de la cultura. Recurso estratégico del desarrollo durable y la gobernanza
democrática, México, Fondo de Cultura Económica, 2010; RODRÍGUEZ BARBA, Fabiola, “¿Qué es y qué no es
diplomacia cultural?”, Espacios Públicos, vol. 18, núm. 43, 2015, pp. 33-49; y CHAUBET, François, “Rôle et
enjeux de l’influence culturelle dans les relations internationales”, Revue internationale et stratégique,
núm. 89, 2013, pp. 93-101.

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[…] deals with the influence of public attitudes on the formation and execution
of foreign policies. It encompasses dimensions of international relations beyond
traditional diplomacy; the cultivation by governments of public opinion in
other countries; the interaction of private groups and interests in one country
with another; the reporting of foreign affairs and its impact on policy;
communication between those whose job is communication, as diplomats and
foreign correspondents; and the process of intercultural communications.2

Es decir, la diplomacia pública se refiere a las acciones enfocadas a


realizar un amplio esfuerzo informativo a través de medios de comunicación
electrónicos y digitales, así como de relaciones públicas con el fin de dar a
conocer o promover una visión o acción concreta de los gobiernos. De ahí
que el objetivo de mejorar la imagen de un país ha llevado a confundir la
diplomacia pública con la cultural. El empleo de una serie de mensajes y/o
estrategias publicitarias buscan generar una “Marca-país” (Nation Branding),
la cual es más afín a la diplomacia pública que a la diplomacia cultural, ya
que dichas estrategias están dirigidas fundamentalmente a la opinión en el
exterior y al público de otros gobiernos con el objetivo de construir una
imagen de lo que el país dice ser. Por el contrario, la diplomacia cultural se
sitúa en el ámbito de los valores y tradiciones; en las manifestaciones
artísticas y culturales que expresan la identidad de una nación.3
Es cierto que en la realidad no existe una división absoluta ni
contundente. Los objetivos de la política exterior de los países se consiguen
a través de una variedad de estrategias y mecanismos que no son excluyentes;
por el contrario, son complementarios. La distinción que hacemos en las
ciencias sociales de los conceptos es para efectos de una mayor precisión y
entendimiento respecto de lo que implica cada noción, pero indudablemente
en la práctica esto no es así. De ahí la imprecisión al referirse a uno u otro
término para explicar el factor cultural en la política exterior de los países.

2
CULL, Nicholas J., “Public Diplomacy before Gullion: the evolution of a phrase”, Center on Public Diplomacy
[Blog], 2006. https://uscpublicdiplomacy.org/blog/public-diplomacy-gullion-evolution-phrase [Consultado
el 20 de julio de 2021]. En palabras de uno de los más connotados difusores del término, la diplomacia
pública “es la intención de un actor internacional de gestionar el entorno internacional a través de la interacción
con un público extranjero”. CULL, Nicholas J., Public Diplomacy: Lessons from the past, USC, Center on Public
Diplomacy, Los Angeles, Figueroa Press, p. 12.
3
RODRÍGUEZ BARBA, “¿Qué es y qué no es diplomacia cultural?”, pp. 33-49.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

Desde que Thomas Jefferson escribió una misiva a James Madison


(1785) en la que describe su amor por las artes haciendo énfasis en la
reputación, así como la expresión “prestige” utilizada frecuentemente en la
diplomacia francesa, que van desde la definición de Philip H. Coombs de la
cuarta dimensión de la política exterior; la distinción entre High Politics y
Low Politcs de Robert Keohane hasta el concepto de poder suave (Soft Power)
de Joseph Nye se ha abordado el lugar de la cultura en las relaciones
internacionales.4 Asimismo, este desorden también se debe a la fuerte
influencia de los Estados Unidos con sus estrategias de propaganda,
información, comunicación y utilización de los medios informativos en sus
propósitos de influir en la opinión pública de los países extranjeros, pero
sobre todo porque en la versión estadounidense de diplomacia cultural se
concibe frecuentemente a la cultura como una industria del entretenimiento
(entertainment).5 En contraparte, si definimos a la diplomacia cultural como:

[…] el conjunto de estrategias y actividades llevadas a cabo por el Estado (y/o


sus representantes) en el extranjero a través de la cooperación cultural, educa-
tiva y científica (así como exposiciones y eventos culturales) con la finalidad
de alcanzar los objetivos de política exterior, uno de los cuales es promover
los valores y la cultura del país, así como tender puentes de entendimiento
mutuo, generar confianza y crear un ambiente más propicio para la política
exterior […]

Esto nos permite esclarecer que los encargados de la diplomacia cultural


son por ley (y tradición) los funcionarios o representantes del Estado, lo
que no excluye la participación activa de otros actores como las
universidades, centros académicos (públicos y privados), así como
destacadas personalidades de diversos ámbitos.

4
RODRÍGUEZ BARBA, Fabiola, “Diplomacia Cultural. Una nota exploratoria”, Chroniques des Amériques,
vol. 14, núm. 3, 2014, pp. 1-9.
5
Cummings define a la diplomacia cultural como “the exchange of ideas, information, art, and other aspects
of culture among nations and their peoples in order to foster mutual understanding”. Es decir, el intercambio
de ideas, información, arte y otros aspectos culturales para lograr el entendimiento mutuo. CUMMINGS C.,
Milton, “Cultural Diplomacy and the United States Government: A Survey”, Washington, D.C., Center for
the Arts & Culture, 2003, p. 1; Cultural Diplomacy. Recommendations & Research, Center for Arts & Culture,
July 2004; Globalization and Cultural Diplomacy, Center for Arts & Culture, 2001.

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La proyección de la cultura rebasa cualquier dique legal, económico o


político al que se le quiera reducir. La cultura es un bien social que se
transmite y difunde por las más variadas vías y desde los más disímiles
ámbitos, y cuando se pone en contacto con otros pueblos contribuye a
impulsar una identidad, valores y símbolos culturales. Por otra parte, la
imagen positiva no es el leitmotiv de la diplomacia cultural, de darse el caso
es consecuencia del entendimiento mutuo y proyección de la identidad, los
valores, costumbres y expresiones artísticas y culturales, pero no es su
propósito sustancial.
Indudablemente no existe una diplomacia cultural, sino una variedad
de prácticas de diplomacia cultural. En el escenario internacional
encontramos una multiplicidad de modos de hacer diplomacia cultural
debido a que los países que la ejercen la desarrollan con base en sus
tradiciones, valores y formas organizativas y objetivos de cada nación.6 Ahora
bien, lo que ha influido en la diferenciación de las prácticas y formas de
diplomacia cultural han sido el avance tecnológico (comunicación digital,
internet, redes sociales, sitios web), la creciente importancia de conceptos
como opinión pública y audiencias como objetivos clave de las estrategias
de comunicación de los gobiernos y la relevancia de los conceptos de Marca-
país e Imagen. Así, en este contexto, la diplomacia cultural adquiere un
perfil transversal que en muchas ocasiones ha sido confundido y/o mezclado
con la diplomacia pública.
Lo que debe quedar claro es que la diplomacia pública está orientada a
gestionar información para modificar la opinión de públicos nacionales y
extranjeros con el propósito de mejorar la imagen de un país.7 No obstante,
la construcción de una imagen positiva no depende solo de las estrategias
propias de la diplomacia pública; asimismo, esta requiere de la constatación
por parte de los públicos extranjeros de que el país posee y afirma una
identidad, así como una serie de valores y símbolos dignos de ser atractivos
para el exterior, ya que esa identidad, valores y símbolos son la base de la
reputación y por tanto de la influencia de un país. Para conseguir ese
6
RODRÍGUEZ BARBA, “¿Qué es y qué no es diplomacia cultural?”, pp. 38-39; MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES,
Encuentro Andino sobre diplomacia cultural, Colombia, Ministerio de Relaciones Exteriores, septiembre de 2007.
7
CULL, Nicholas J., Public Diplomacy. Foundations for Global Engagement in The Digital Age, Polly Press,
2019 y CULL, Nicholas J., “Public Diplomacy: taxonomies and Histories”, The Annals of the American Academy
of Political and Social Science, vol. 616, núm. 1, 2008, pp. 31-54.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

propósito, la diplomacia cultural continúa siendo un instrumento


privilegiado de política exterior. La mayoría de los países del mundo así la
consideran pues el componente cultural es un elemento sustancial para
conseguir sus objetivos.
Con base en lo expuesto, el propósito de este artículo es exponer algunos
de los hitos relevantes de la diplomacia cultural de México a lo largo del
siglo XX. Así tomando como ejemplo el caso mexicano pretendemos mostrar
cómo el componente cultural en la política exterior contribuyó a reafirmar
el prestigio internacional del país; para tal efecto el artículo consta de cuatro
partes. La primera aborda las primeras acciones de diplomacia cultural en
el siglo XX; en la segunda se destaca el papel del Estado mexicano en la
promoción cultural internacional; en la tercera se destaca el activismo
internacional en materia cultural; en la cuarta se describen las exposiciones
México: Esplendores de treinta siglos y Europalia. Finalmente, se presentan
unas reflexiones finales.

INICIANDO CON EL SIGLO. LAS PRIMERAS ACCIONES

México, desde que pudo articularse como Estado-nación y dotarse de un


gobierno relativamente estable, inició la promoción de sus intereses con la
ayuda del factor cultural en su política exterior. Una vía privilegiada fueron
las exposiciones universales realizadas por esa época; así mediante
exposiciones en pabellones, el país pudo mostrar y proyectar una identidad,
valores, productos artísticos y culturales que le eran propios.8 Las exposiciones
universales constituyeron espacios donde se yuxtapusieron diversas
manifestaciones, una de ellas era la representación a escala de una nación;
también significaron una oportunidad para exhibir lo más representativo
de cada país con la finalidad de atraer inversiones y ampliar mercados para
sus productos naturales e industriales; igualmente, representaron ejercicios
de pedagogía y la exhibición de los avances técnicos e industriales más
relevantes de los países; así como el enaltecimiento de la modernidad.9
8
LÓPEZ G UZMÁN, Rafael y Aurora Yaratzeth AVILÉS GARCÍA, “Presencia mexicana en las exposiciones
internacionales. El pabellón Morisco de Nueva Orleans 1884”, Awraq: Estudios sobre el mundo árabe e islámico
contemporáneo, núm. 11, 2015, pp. 59-84; TENORIO TRUJILLO, Mauricio, Artilugio de la nación moderna. México
en las exposiciones universales 1880-1930, México, Fondo de Cultura Económica, 1998.
9
RODRÍGUEZ BARBA, Fabiola, “Del Crystal Palace a la Tour Eiffel. México en las Exposiciones Universales del
siglo XIX”, Revista de Historia de América, núm. 162, 2022.

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La proyección de la cultura mexicana hacia el exterior como parte de


una decisión gubernamental en el siglo XX inició con la participación de
México en la Exposición Universal de 1900, la cual tuvo lugar en París durante
los meses de abril a noviembre de ese año. Dicha acción pretendía modificar
la imagen que se tenía del país como violento, inestable e incivilizado.10
Asimismo, de acuerdo con De Mier, el objetivo de la presencia de México
en esa exposición era: “el de disipar multitud de preocupaciones y errores
relativos a nuestro país, demasiado extendidos entre los que, no conocién-
dole, ignoraban sus verdaderas condiciones materiales, políticas y sociales”.11
De ahí en adelante, sobre todo después de la etapa posrevolucionaria,
la colaboración de México en las sucesivas exposiciones tendría como
finalidad mostrar a una nación heredera de grandes civilizaciones y con la
firme intención de continuar su desarrollo conforme a los cánones del
momento; así mediante la exhibición del arte mexicano: pintura, escultura,
grabado y arquitectura se deseaba exteriorizar “un elemento de su identidad,
de autenticidad, de garantía de supervivencia cultural en momentos de
definición moderna de la mexicanidad”.12
Al término de la Revolución mexicana, el país desplegó su actividad
cultural al exterior con su participación en dos eventos relevantes de ese
periodo. La Exposición Internacional de Río de Janeiro, realizada en
septiembre de 1922 con motivo del centenario de la independencia de ese
país, y la exposición Mexican Arts en el Metropolitan Museum of Art, llevada
a cabo en octubre de 1930 y que se volvió itinerante, pues viajó durante dos
años por varias ciudades de Estados Unidos y tuvo como propósito “dar a
conocer a la sociedad de aquel país el desarrollo cultural y artístico de México
desde la época virreinal hasta la posrevolución”.13 Lo interesante de este
último evento es que para su realización hubo un esfuerzo conjunto entre
10
Esta mala imagen se gestó desde la vida independiente del país y continuó hasta principios del siglo XX,
como puede constatarse en el estudio de SANDERS, Frank, “México visto por los diplomáticos del siglo XIX”,
Historia Mexicana, vol. 20, núm. 79, enero-marzo de 1971, pp. 368-411.
11
DE MIER, Sebastián B., México en la Exposición Universal Internacional de París 1900, París, Imprenta de J.
Dumoulin, 1901, p. 5.
12
FRANKLIN U., Raquel, “La interpretación de lo mexicano en los pabellones posrevolucionarios: 1922-1929”,
en México en los pabellones y las exposiciones internacionales (1889-1929), México, CONACULTA, 2010.
13
VELÁZQUEZ, Mireida, “La construcción de un modelo de exhibición: Mexican Arts en el Metropolitan
Museum of Art 1930”, en Dafne CRUZ PORCHINI, Claudia GARAY MOLINA y Mireida VELÁZQUEZ TORRES (coords.),
Recuperación de la memoria histórica de exposiciones de arte mexicano (1930-1950), Universidad Nacional
Autónoma de México, 2016, p. 19.

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Estados Unidos y México para llevar a efecto esa muestra de arte mexicano
en el vecino del norte. En esa acción diplomática la figura central fue la del
Embajador estadounidense en México, Dwight W. Morrow, al igual que
René D´Harnoncourt, quien figuró como agente cultural entre ambas
naciones. Estos eventos ejemplifican que desde etapas tempranas el gobierno
mexicano utilizó a la cultura como un recurso para lograr sus intereses de
política exterior y lograr una mejor relación bilateral.
En este contexto, México inició de forma lenta y no sin dificultades la
formación de una red de instituciones abocadas a ese propósito, acompañada
de una política cultural cuya estrategia de integración fue conocida como
nacionalismo revolucionario que promovía una cultura única como pilar
de la nación. Durante este periodo se sentaron las bases de la política cultural
oficial que fue esencial en la definición de esta y orientó durante décadas
los ejes de la política cultural mexicana.14

EL ESTADO COMO PROMOTOR

El papel del Estado mexicano fue fundamental en el proceso de la


construcción identitaria y la consolidación de la cultura nacional, lo que
permitió que este desempeñara un papel preponderante en la promoción
nacional e internacional de la producción artística y cultural de los creadores
mexicanos. En efecto, con la institucionalización en 1921 de la Secretaría
de Educación Pública (SEP), cuyo primer titular fue José Vasconcelos, se
concibió la estrategia “Plan de las Misiones Federales de Educación” en
octubre de 1923, mejor conocido como “Misiones Culturales” en el que la
educación adquirió un sentido nacionalista y cultural que tuvo como base
la lucha contra el analfabetismo, el fomento de las escuelas rurales, la
promoción cultural, el impulso a las artes, el intercambio estudiantil
internacional y la investigación científica; particularmente en el Continente
Americano. En esa dinámica, la política cultural impulsada por Vasconcelos
rescató a la Academia de San Carlos, así como el Conservatorio Nacional,
fundó la Orquesta Sinfónica y promovió la poesía de Ramón López Velarde
y de Carlos Pellicer.15
14
RODRÍGUEZ BARBA, Fabiola, “Por una política cultural de Estado”, Revista Casa del Tiempo, núm. 9, 2008,
pp. 16-20.
15
ARREOLA MARTÍNEZ, Betzabe, “Vida y obra de José Vasconcelos: el caudillo cultural de la nación”, Revista
Casa del Tiempo, núm. 25, 2009, pp. 4-10.

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En este periodo, México asistió a la Exposición Iberoamericana de Sevilla


en 1929. En esa ocasión, el pabellón de México estuvo a cargo de Manuel
Amábilis, quien presentó un edificio tolteca; mientras que las obras de la
Escuela de Pintura al Aire Libre de Xochimilco y los murales de Víctor M.
Reyes mostraron las tendencias imperantes en el México posrevolucionario:

[…] orientadas hacia la recuperación de los elementos populares, traducida


en una nueva valoración del componente indígena y regional, como funda-
mento para la creación de un arte verdaderamente mexicano […] Las temáti-
cas de las obras dan cuenta de diversos aspectos que el gobierno
posrevolucionario deseaba destacar como parte de la construcción de su nue-
vo proyecto nacional. Uno de ellos fue la recuperación de las tradiciones como
un elemento identitario.16

Así, el gobierno de Plutarco Elías Calles: “vio una oportunidad de


cambiar la imagen de México como un país violento y caótico; promover
los productos y el arte de México; y, ganar prestigio internacional como un
país económicamente bien organizado y pacífico”.17 De ahí que la asistencia
de México fue considerada vital por parte de la clase dirigente debido a que
tendrían la ocasión de difundir una idea de nación de conformidad con los
intereses del gobierno en turno. Es decir, “El Estado posrevolucionario tuvo
entre sus fines difundir la imagen de un país reestructurado. Para ello, fue
sustancial plantear la integración de las masas al proyecto nacional, aspecto
en el que la práctica artística tuvo un papel importante”.18
Este propósito de acción cultural del gobierno mexicano al exterior se
realizó con la contribución de importantes escritores, pintores y artistas
mexicanos. Entre ellos podemos mencionar a José Juan Tablada (integrante
del cuerpo diplomático de México en Caracas en 1918 y Quito en 1920),
Alfonso Reyes (segundo secretario y después encargado de negocios en la

16
ÁVILES GARCÍA, Aurora Yaratzeth, “Imaginarios de lo mexicano: paisajes locales, indígenas y otros arquetipos
en la exposición Iberoamericana de Sevilla”, en México en los pabellones y las exposiciones internacionales
(1889-1929), México, CONACULTA, 2010, p. 58.
17
FERNÁNDEZ, Martha, “El pabellón de México para la exposición iberoamericana de Sevilla de 1929. Su
rescate y restauración”, Imágenes. Revista Electrónica, 2006. http://www.esteticas.unam.mx/revista_imagenes/
dearchivos/dearch_fernandez01.html [Consultado el 24 de junio de 2021].
18
ÁVILES GARCÍA, “Imaginarios de lo mexicano”, p. 68.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

embajada de México en España entre 1922-1924; ministro en Francia en


los años 1924-1927, embajador de México en Argentina en 1927-1930 y
Brasil en el periodo 1930-1935); Enrique González Martínez (ministro
plenipotenciario de México en Chile, Argentina, España y Portugal entre
1920-1931); Gilberto Owen (integrante del cuerpo diplomático de la
Embajada de México en Perú y Ecuador entre 1928-1931) y, José Rubén
Romero (cónsul general en España en 1934 y embajador de México en Brasil
en 1937), entre otros.
En este entorno podemos destacar la colaboración de México en el
Instituto Internacional de Cooperación Intelectual (de 1927 a 1939) que
tenía su sede en París. El propósito del Instituto, antecedente directo de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), era lograr un diálogo de cooperación entre las naciones
luego de las dos guerras mundiales, y con ello alcanzar su objetivo primordial;
el mantenimiento de la paz.19 En este importante foro internacional las
figuras de escritores y diplomáticos como Alberto J. Pani, Alfonso Castelló,
Francisco Castillo Nájera y Marte R. Gómez resultaron significativas, debido
a que no solo fungieron como representantes mexicanos ante ese organismo
internacional, sino que contribuyeron al establecimiento de la Comisión
Mexicana de Cooperación Intelectual que tenía como objetivo contribuir a
la realización de los propósitos que perseguía el Instituto Internacional de
Cooperación Intelectual.20
Durante las décadas de los treinta y cuarenta se crearon varias
instituciones con el fin de promover la cultura mexicana. Entre las que
destacan: el Fondo de Cultura Económica en 1934; el Seminario de la Cultura
Mexicana en 1942; El Colegio Nacional en 1943; y el Instituto Nacional
Indigenista en 1948. En 1958, con el surgimiento de la Subsecretaría de
Cultura (antecedente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes:
CONACULTA), inició un largo proceso de articulación de diversas instituciones
culturales como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)
creado en 1939 y el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1946 (actualmente

19
PERDOMO GARCÍA, José, “La Cooperación Intelectual en la UNESCO”, Revista de Educación, vol. II, núm. 5,
1952, p. 167.
20
HERRERA LEÓN, Fabián, “México y el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual 1926-1939”, Tzintzun.
Revista de Estudios históricos, núm. 49, 2009, pp. 169-200.

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INBAL).21 Con esta infraestructura, el gobierno mexicano a través de la


Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) participó y promovió una serie de
exposiciones para dar a conocer en el extranjero el arte y cultura del país,22
como ocurrió en la Exposición Universal de París de 1937, en la que el
gobierno mexicano mostró en su pabellón los temas de la modernización
del campo, la industrialización del país y la política educativa. Esta última,
de gran importancia durante el gobierno de Lázaro Cárdenas quien dio un
perfil socialista a la educación, sustentada en una política gubernamental
denominada de masas debido al apoyo que el gobierno le proporcionó a la
organización de obreros y campesinos en su gobierno. Esta política
gubernamental hizo un uso intensivo de los medios de comunicación de la
época para difundir y promover las acciones de gobierno, incluidas las
culturales.23
Por otra parte, un hecho a destacar en la década de los treinta lo
representó la política de asilo que el gobierno de Lázaro Cárdenas le
proporcionó a un importante número de escritores, académicos e
intelectuales españoles que coadyuvaron a enriquecer la vida académica,
artística y cultural del país. Entre los que podemos mencionar a José Gaos
(filósofo), Adolfo Sánchez Vázquez (filósofo), Pedro Garfías (poeta), Max
Aub (escritor), Enrique Díez-Canedo (poeta), Ramón Xirau (filósofo), Luis
Recaséns Siches (jurista), Wenceslao Roces (traductor), León Felipe (poeta),
José Moreno Villa (historiador de arte), Manuel Pedroso (jurista), Eugenio
Imaz (filósofo), Jesús de Bal y Gay (historiador), Luis Cernuda (poeta), Juan
José Domenchina (crítico literario), entre otros.24 Todos ellos, junto con el
liderazgo de Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, fundaron la Casa de
España en México (posteriormente convertida en El Colegio de México), la
editorial Fondo de Cultura Económica e importantes revistas como

21
RODRÍGUEZ BARBA, Fabiola, “Las políticas culturales del México contemporáneo en el contexto de la
Convención sobre Diversidad Cultural de la UNESCO ”. https://archipel.uqam.ca/9777/1/
chro_RODRIGUEZ_BARBA_08_11.pdf? [Consultado el 24 de junio de 2021].
22
TOVAR Y DE TERESA, Rafael, Modernización y política cultural, México, Fondo de Cultura Económica, 1994.
23
CRUZ PORCHINI, Dafne, Arte, propaganda y diplomacia cultural a finales del cardenismo 1937-1940, México,
Secretaría de Relaciones Exteriores, 2016 y RUÍZ OJEDA, Tania Celina, “Representaciones del México Post
revolucionario. El cine de propaganda en el cardenismo y el Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad”,
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm. 73, 2021, pp. 131-158.
24
GARCIADIEGO, Javier, Autores, editoriales, instituciones y libros. Estudios de historia intelectual, México, Fondo
de Cultura Económica, 2015.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

Cuadernos Americanos y Revista Mexicana de Sociología. Igualmente, es de


mencionar la ayuda humanitaria que México les proporcionó a los exiliados
republicanos españoles, en particular a un contingente de infantes que en
México se les conoció como los niños de Morelia, para lo cual se crearon
una red de centros educativos denominados Colegios del Exilio.25
De igual forma la emergencia de los medios de comunicación masiva
en los años cincuenta (la televisión y el cine) contribuyeron a la promoción
de la cultura mexicana; particularmente hacia América Latina, a través de
la denominada Época de Oro del cine mexicano que consolidó una
proyección internacional del país (sobre todo en la década de los cuarenta y
cincuenta). Películas como Allá en el rancho grande (1936), Ahí está el detalle
(1940), María Candelaria (1944), Cuando los hijos se van (1941), Enamorada
(1946), Salón México (1948), Los Olvidados (1950), Espaldas mojadas (1955),
Tizoc (1957) y Macario (1959); entre otras, no solo tuvieron un papel notable
en la formación de una cultura común en México, sino que también
cautivaron a una variedad de públicos de diferentes países con circunstancias
históricas y sociales muy diversas entre sí “mediante su cine México
promovió su imagen, sus costumbres y cultura, sus paisajes y atracciones
turísticas, su estatus como líder y como país moderno de Latinoamérica”.26
Cabe mencionar que esta época de oro del cine mexicano se dio en el
inicio de los gobiernos civiles en México. Es decir, el último presidente
mexicano de origen militar fue Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y a
partir de él los siguientes presidentes fueron civiles pertenecientes a la clase
media mexicana con estudios en la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Así, con los gobiernos de Miguel Alemán Velasco (1946-
1952) y Adolfo Ruíz Cortínez (1952-1957), se inauguró un período que
implicó el desarrollo económico e industrial del país que se denominó
“desarrollo estabilizador”; es decir, una etapa de crecimiento económico
con estabilidad política. En este ambiente, destacó la XXV Edición de la
Bienal de Venecia de 1950 que representó una oportunidad trascendente
para la diplomacia cultural mexicana, no solo porque fue la primera ocasión

25
PEÑALVER GUIRAO, Víctor, “El exilio español a México y el terror franquista. Una síntesis del inicio del
pasado traumático español”, Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm. 66, 2017, pp. 233-265.
26
RICALDE, Maricruz, “El cine mexicano de la edad de oro y su impacto internacional”, Revista La Colmena
núm. 82, 2014, p. 14.

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en que México era invitado a ese importante evento cultural, sino porque la
exposición Arte Mexicano del Precolombino a nuestros días, tuvo un éxito
rotundo, pues también fue montada en los mejores museos de Europa. La
exposición incluyó obras culturales y artísticas de José Clemente Orozco,
Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo. La organización y
curaduría estuvo a cargo del museógrafo, diplomático y escritor, Fernando
Gamboa, subdirector en ese entonces del Instituto Nacional de Bellas Artes.27
Una segunda implicación de México en la bienal fue en 1952, con
menor notoriedad que la anterior pero también importante en la estrategia
del país de promover la cultura hacia el exterior. En esa ocasión se
presentaron obras de Raúl Anguiano (pintor muralista), Guillermo Meza
(pintor expresionista), Carlos Orozco Romero (pintor y grabador), Manuel
Rodríguez Lozano (pintor muralista) y Jorge González Camarena (pintor,
escultor y muralista). Asimismo, durante ese periodo destacó el papel de
Jaime Torres Bodet, embajador de México en Francia, como un activo
promotor de la cultura de México en el mundo, actividad que ejerció también
como director general de la UNESCO de 1948 a 1952.
Un ejemplo más de la proyección de la cultura mexicana al exterior
fue la presencia de México en la Exposición Universal de Bruselas en 1958, la
cual es considerada la primera exposición internacional de envergadura de
la postguerra y que dejó como recordatorio permanente el Atomium (que
se ha convertido en el icono internacional de Bruselas). En esa ocasión, el
desempeño mexicano tuvo un gran éxito al lograr varios premios entre los
que destacó la Estrella de Oro, otorgado por unanimidad al conjunto del
pabellón. En palabras del curador de esa exposición, Fernando Gamboa
(uno de los más importantes promotores culturales mexicanos del siglo XX)
el eje articulador tenía la premisa de “México, país moderno de antigua
cultura”. De esta manera, la idea de exhibir la “modernidad” del país atendería
a los requerimientos de la exhibición tecnológica mientras que, a la par, se
haría una constante referencia a las singulares condiciones locales —la
“antigua cultura”— en que esta tiene lugar. Sin avances científicos
comparables a los de las principales potencias mundiales, se presentaría

27
ORTÍZ CASTAÑARES, Alejandra, “Historia del pabellón mexicano en la Bienal de Venecia”, en Erika GALICIA
ISASMENDI, Fernando QUILES GARCÍA y Zara RUÍZ ROMERO (eds.), Acervo Mexicano. Legado de Culturas,
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2017, pp. 410-429.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

como un país pleno de ímpetus juveniles, en un interesante contraste con la


vieja Europa.28

EL PERIODO DE ACTIVISMO INTERNACIONAL CULTURAL

La década de los sesenta fue un parteaguas debido a las diversas


manifestaciones políticas, sociales y culturales que marcaron y
transformaron de manera significativa la historia contemporánea
internacional. Fue en ese contexto que en México la cultura se incorporó de
manera formal en la SRE. El origen de la Dirección General de Asuntos
Culturales se remonta al año 1959, cuando el entonces presidente Adolfo
López Mateos creó el Organismo de Promoción Internacional de Cultura
(OPIC), con el propósito de difundir la cultura de México y promover las
relaciones bilaterales en el ámbito cultural. Posteriormente, el 4 de enero de
1960 por acuerdo presidencial, se creó la Dirección General de Relaciones
Culturales, cuyo objetivo principal era facilitar la ejecución de los convenios
de intercambio cultural y los programas bilaterales en la materia. Por otro
lado, en esa época se construyeron diversos museos como el Museo Nacional
de Antropología (1964) y el Museo de Arte Moderno (1964).29
Durante este decenio sobresalió como actividad de diplomacia cultural
de México, su concurrencia a la Feria Mundial de Nueva York en 1964-1965.
El pabellón mexicano fue diseñado por el Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez
en colaboración con Rafael Mijares Alcérreca. Posteriormente, la actividad
de promoción de la cultura y de las expresiones artísticas de México continuó
con la participación del país en la Feria Mundial de Montreal en 1967 (Expo
67), en el marco de las celebraciones por el centenario de la Confederación
de Canadá. El Pabellón mexicano fue una representación arquitectónica
que asemejaba una concha marina y un templo maya hecho de piedras
provenientes de Uxmal. Al entrar al pabellón destacaba un mural de Rufino

28
BRIUOLO DESTÉFANO, Diana, “Guerra Fría en Bruselas: México en la Exposición Universal de 1958”, AGORA.
Revista Digital, 2009, pp. 13-20.
29
De acuerdo con Del Río, la historia de la red de museos en México es el resultado de las políticas e iniciativas
gubernamentales, así como del contexto histórico-social y la problemática nacional con el fin de promover la
conservación, investigación y difusión del patrimonio cultural del país. DEL RÍO CAÑEDO, Lorenza, Las vitrinas
de la nación. Los museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (Contexto, Desarrollo y Gestión
1939-2006), Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2010.

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Tamayo llamado The Mexican and His World, el cual representaba la


identidad cultural del mexicano y sus relaciones con el mundo. De igual
manera, se presentó una colección de fotografías, así como una serie de
objetos precolombinos, religiosos y seculares de la Nueva España del siglo XVI.
Como se observa, a lo largo de varias décadas el gobierno mexicano
desplegó acciones de diplomacia cultural para mostrar su riqueza cultural y
artística en Estados Unidos, Canadá, América Latina y Europa. Actividad
respaldada con el esfuerzo de varios diplomáticos mexicanos que pusieron
en alto el nombre de México con su obra literaria y artística. Mención especial
merece Octavio Paz quien fue adscrito en Nueva York, San Francisco,
Ginebra, París, Tokio (encargado de negocios ad interim; 1952 y embajador
en India, Ceylán (hoy Sri-Lanka) y Afganistán entre 1962-1968).30 Esta
tradición de promover la cultura de un país a través de la incorporación de
intelectuales, artistas y escritores en las actividades de las embajadas no es
nueva y es compartida por la mayoría de los países, pues existe una
generalizada convicción de que nadie como los propios artistas y creadores
para promover la cultura de un país.
En los años siguientes, la diplomacia cultural mexicana continuó
llevándose a cabo en diversos foros internacionales. Uno de ellos fue la
Exposición Mundial de Osaka, Japón, en 1970, con un pabellón diseñado
por el arquitecto Agustín Hernández Navarro y en donde participaron
artistas como Francisco Icaza (pintor), Lilia Carrillo (pintora), Manuel
Felguérez (pintor y escultor), Gilberto Aceves Navarro (pintor, escultor y
grabador), Brian Nissen (pintor y escultor), Fernando García Ponce (pintor),
Francisco Corzas (pintor y grabador) y Antonio Peyrí (pintor); todos
seleccionados por el museógrafo Fernando Gamboa.
30
De igual manera, podemos mencionar a: Alfonso Reyes (embajador en Francia, España, Argentina y Brasil
entre 1913-1938); Rosario Castellanos (embajadora en Israel en 1971); Carlos Fuentes (embajador en Francia
entre 1975-1977); Jaime Torres Bodet (encargado de negocios, primer secretario y jefe de cancillería en la
década de los años treinta en París y embajador en Francia entre 1970-1971); José Luis Martínez Rodríguez
(embajador de México ante la UNESCO entre 1963-1964, Perú entre 1961-1962 y Grecia entre 1971-1974);
Antonio Castro Leal (embajador de México ante la UNESCO y miembro ejecutivo entre 1949-1954); Manuel
Maples Arce (embajador de México en Panamá, Chile, Colombia, Japón, Canadá y Noruega entre 1944-
1967); Enrique González Martínez (embajador de México en Chile entre 1920-1922, Argentina entre 1922-
1924, España y Portugal entre 1924-1931). En épocas más recientes, Sergio Pitol (consejero cultural en las
embajadas de México en Hungría, Polonia, la ex Unión Soviética y embajador en Checoslovaquia entre 1983-
1988); Fernando del Paso (agregado cultural en la embajada de México en París entre 1986-1988 y cónsul en
ese país entre 1988-1991); Fernando Benítez (consejero cultural en la embajada de México en China y
embajador de la República Dominicana entre 1991-1994), entre otros.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

Por otra parte, en ese periodo, gracias a una extensa actividad


desplegada en el exterior por el entonces presidente de la República, Luis
Echeverría Álvarez (que incluyó países de la órbita capitalista y socialista),
se logró una mayor diversificación de la política exterior, especialmente en
América Latina y el Caribe.31 Un éxito importante de la diplomacia mexicana
lo constituyó el hecho de que México encabezó el esfuerzo internacional
por la firma de una Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados,
en el seno de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.
Este documento incorporaba las principales demandas “tercermundistas”
a favor de un nuevo orden económico internacional.32 Por su parte, el
gobierno de José López Portillo (1976-1982) inició en un contexto de crisis
económica como producto del agotamiento del modelo económico seguido
desde los años cuarenta, y después de un periodo de bonanza económica,
producto del descubrimiento de yacimientos petrolíferos inagotables (lo
que impactó en el perfil de su política exterior) y terminó con una nueva
crisis económica como consecuencia del aumento de la deuda interna y un
desorden económico que puso en peligro la viabilidad del país.33
En los años ochenta, el ámbito de la diplomacia cultural se caracterizó
por una precaria promoción cultural debido a la crisis económica por la
que atravesaba el país. En efecto, el inicio del gobierno de Miguel de la
Madrid (1982-1988) se dio en medio de una inédita crisis económica que
tenía como ingrediente principal una creciente deuda externa, devaluación
del peso mexicano y una generalizada desconfianza de los inversionistas
nacionales y extranjeros en el país, hecho que implicó un periodo de
austeridad. Lo destacable durante esta administración es que se elevó a rango
constitucional la cooperación internacional como una estrategia para
responder a los requerimientos del desarrollo en el exterior. En particular,
la política de cooperación técnica internacional buscaba respaldar proyectos
productivos orientados a tecnologías útiles al país y a la detección de recursos
externos para obtenerlas; mientras la cooperación educativa internacional

31
SHAPIRA, Yoram, “La política exterior de México bajo el régimen de Echeverría: retrospectiva”, Foro
Internacional, vol. XIX, núm. 73, 1978, pp. 62-91.
32
PELLICER DE BRODY, Olga, “Veinte años de política exterior mexicana: 1960-1980”, Foro Internacional,
vol. XXI, núm. 2, 1980, pp. 149-160.
33
MARES, David R., “La política comercial: racionalización, liberalización y vulnerabilidad”, Foro Internacional,
vol. XXIV, núm. 95, 1984, pp. 294-310.

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constituyó otro instrumento de la política exterior destinada a apoyar la


vida económica del país.34 En ese contexto, se impulsó la apertura de
institutos y centros culturales de México en el exterior; particularmente, en
Estados Unidos, donde existía un mayor número de comunidades mexicanas
con el propósito de fomentar la cultura nacional; conocer las acciones de la
diáspora mexicana; difundir la cultura nacional contemporánea a la
población de origen mexicano; y, extenderla incluso al público
estadounidense.35 Igualmente, se impulsó el programa Presencia Cultural
de México en el Suroeste de los Estados Unidos, con la activa colaboración
de los consulados generales de México en California, Arizona, Nuevo México
y Texas con el propósito de “divulgar, en forma sistemática, información
actualizada sobre el quehacer cultural del país y propiciar una mayor
cooperación entre las comunidades académicas, intelectuales y artísticas
de ambos lados de la frontera”.36
La importancia de la cultura en la política exterior de México se hizo
patente con la colaboración del país en el surgimiento, desarrollo y
fortalecimiento de la UNESCO. Desde su creación, México ha desempeñado
un papel importante no solo porque el vicepresidente del Primer Consejo
Ejecutivo de dicho organismo fue un mexicano, Manuel Martínez Báez, y el
segundo director general de la UNESCO fue otro mexicano, Jaime Torres Bodet,
sino porque México fue uno de los catorce países en formar la Primera
Comisión Provisional, el séptimo en firmar el Acta Constitutiva de la
organización, y el primero en América Latina.37
México también ha impulsado las más preciadas iniciativas de la UNESCO,
a través de los programas de reconstrucción de los sistemas de educación,
alfabetización para adultos en la postguerra, los de educación destinados a
las mujeres, así como la creación de oficinas técnicas y la salvaguarda de
sitios culturales. Una de las convenciones más importantes suscritas por
México ha sido la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial,

34
RODRÍGUEZ ARRIAGA, Manuel, “Cooperación internacional y concertación regional”, Revista Mexicana de
Política Exterior, núm. 21, 1988, pp. 18-21.
35
RODRÍGUEZ BARBA, Fabiola, “La Diplomacia Cultural de México”, Estudios sobre Diplomacia Cultural. http:/
/www.fabiolarodriguezbarba.fr/2008/07/la-diplomacia-cultural-de-mexico-ari.html [Consultado el 24 de
junio de 2021].
36
RODRÍGUEZ ARRIAGA, “Cooperación internacional”, p. 19.
37
MARTÍNEZ BAÉZ, Manuel, México en los orígenes de la UNESCO, México, El Colegio Nacional, 2006.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

Cultural y Natural de la UNESCO, aprobada el 16 de noviembre de 1972 en


París, Francia, y que entró en vigor el 17 de diciembre de 1975. La Convención
creó un Comité Intergubernamental de Protección del Patrimonio Cultural
y Natural de valor universal, denominado Comité del Patrimonio Mundial,
integrado por 15 estados partes de la convención. Asimismo, México, desde
1984 ha figurado como miembro del Comité y en 1997 ejerció la presidencia.
Otra convención de la UNESCO en la que México jugó un papel destacado fue
la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las
Expresiones Culturales, considerado uno de los instrumentos fundadores
del derecho internacional de la cultura.38
De igual manera, México ha sido anfitrión de eventos importantes
organizados por la UNESCO como la Conferencia Mundial sobre Políticas
Culturales, mejor conocida como la MONDIACULT, celebrada en la Ciudad de
México en 1982, y considerada una pieza clave en la actividad llevada a
cabo por la UNESCO en el ámbito cultural. Dicha conferencia sirvió de base
para el inicio de una serie de proyectos e iniciativas que condujeron a la
proclamación en 1988 de la Década Mundial de la Cultura y más tarde en
1991, la creación de la Comisión mundial de Cultura y Desarrollo de la
UNESCO.39 Esta actividad convalidó el prestigio internacional ganado por el
país en esa época debido a que hizo de la proyección de la cultura un elemento
importante de su política exterior. Asimismo, la reputación de México se
debió a la asistencia prestada a los refugiados de la guerra civil española y a
los ciudadanos chilenos que huyeron de la dictadura militar de Augusto
Pinochet en los años setenta, así como a su intervención en procesos de
pacificación de Centroamérica en los años ochenta y a la participación
mexicana en los principales foros mundiales de la centuria.40 Lo anterior
con base en los postulados que sustentan sus principios normativos de
política exterior.41

38
RODRÍGUEZ BARBA, Fabiola, “México y la Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de
las expresiones culturales de la UNESCO”, Foro Internacional, vol. XLVIII, núm. 194, 2008, pp. 861-885.
39
UNESCO, Nuestra diversidad creativa. Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, España,
UNESCO-Fundación Santa María Ediciones, 1997.
40
GREEN, Rosario, “La concertación en la política exterior del presidente Miguel de la Madrid: ¿Hacia una
nueva diplomacia multilateral?”, Foro Internacional, vol. XXX, núm. 119, 1990, pp. 419-447.
41
Estos son: La no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso
de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional
para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y

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Otra de las acciones de diplomacia cultural fue la creación de centros


académicos de estudios sobre México en distintas universidades del mundo
cuya finalidad es la cooperación educativa entre las universidades e
instituciones educativas de México y los países sede. A través de estos centros
se permite la interacción entre estudiantes y profesores especialistas en el
tema de México o que realizan análisis sobre la relación bilateral y se ofrece
la posibilidad de intercambio académico. Destacan la Cátedra Rosario
Castellanos de Estudios Mexicanos en la Universidad Hebrea de Jerusalem;
el Institut d’Études Mexicaines de la Universidad de Perpignan y el Centro
de Estudios Mexicanos UNAM en Francia; la Cátedra de Estudios sobre México
Contemporáneo de la Université de Montréal, en Canadá; el Centro de
Estudios de México en la Unión Europea (CESMUE), del Instituto Universitario
de Investigación Ortega y Gasset en Madrid, España; el Centro de Estudios
México-Estados Unidos de la Universidad de Texas en Dallas; el Center for
U.S.-Mexican Studies de la Universidad de California en San Diego; el Centro
de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA) del Ministerio Francés
de Asuntos Extranjeros; la Cátedra México de la Universidad Nacional de
la Plata en Argentina, por destacar solo algunos.
De igual manera, existen centros culturales de México en diversas
latitudes. Además, de esta acción cultural hacia el exterior, México participó
en foros internacionales en el ámbito cultural, entre los que destacan: el
Encuentro de Ministros de Cultura y Responsables de las Políticas Culturales
de América Latina y el Caribe; la Comisión Mexicana de Cooperación con
América Central; el Grupo de Alto Nivel de la UNESCO ; el Comité
Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura de la Organización
de Estados Americanos (OEA).
Algo que debemos mencionar es que esos logros en materia de
diplomacia cultural se realizaron sin contar con una estructura orgánica
estable; de un cuerpo de profesionales de la cultura apropiados42 y sin un
financiamiento acorde con las metas y objetivos institucionales.43 Asimismo,

seguridad internacionales. GÓMEZ ROBLEDO VERDUZCO, Alonso, “La política exterior mexicana: sus principios
fundamentales”, Anuario Mexicano de Derecho Internacional, vol. 1, 2001, pp. 197-217.
42
En el periodo analizado, en el Reglamento de la Ley del Servicio Exterior Mexicano no existe ninguna
mención, dentro de la rama diplomático-consular, sobre la categoría de agregado o promotor cultural, por lo
que en la práctica, esa importante labor la realizaron miembros del Servicio Exterior Mexicano.
43
Para el periodo abordado en este artículo no existen datos oficiales sobre el financiamiento que en cada
periodo de gobierno se asignó al propósito de proyectar la cultura mexicana hacia el exterior. Lo anterior,

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

si bien a nivel discursivo se enunciaron objetivos generales se careció de


una estrategia establecida en un documento o en los programas de gobierno
que coordinara toda la estructura cultural del país; de tal manera que la
política exterior del gobierno mexicano otorgó una importancia relativa a
la proyección cultural del país en el exterior, intensa en algunos años y
rutinaria en otros. A pesar de ello, la diplomacia cultural de México logró
afianzarse como un actor internacional respetado en esa materia teniendo
como eje la cooperación internacional mediante los intercambios
académicos y científicos,44 la promoción y cooperación cultural a través de
su presencia en ferias y exposiciones internacionales más relevantes; así como
una activa diplomacia multilateral a través de una variedad de organismos
especializados como la UNESCO.

LAS EXPOSICIONES MÉXICO: ESPLENDORES DE TREINTA SIGLOS Y EUROPALIA

Durante el siglo XX, uno de los eventos en los que la diplomacia cultural de
México refrendó su carácter como instrumento privilegiado de política
exterior, lo constituyó la exposición México: Esplendores de treinta siglos
que se inauguró en octubre de 1990 en el Museo Metropolitano de Nueva
York. En esa ocasión, la promoción de la cultura mexicana fue vista como
un vehículo que coadyuvaba a alcanzar los propósitos económico-políticos
del gobierno debido a que el componente cultural contribuía a ampliar las
bases del diálogo político y a promover la convivencia entre las naciones.
Este acontecimiento estuvo precedido por el arribo en el gobierno de
una nueva clase política con formación económica y técnica especializada,

debido a que antes del año 2000 no existía la tradición ni obligación de rendición de cuentas; el régimen
priista fue opaco en muchos ámbitos de la vida pública. Es a partir de la Ley Federal de Transparencia y
Acceso a la Información Pública, que en 2002 se inició un proceso de acceso a la información de las
instituciones y organismos del Estado. No obstante, con base en una revisión de los Presupuestos de Egresos
de la Federación, por ejemplo, del periodo 1971 a 2000, el presupuesto para la SRE en relación al total, oscila
entre el 0.1 y el 0.2 % para ese periodo, que comparado con el de Defensa del 7 % o el de Educación que
contempló hasta un 30 % en 2000, su presupuesto resulta menor.
44
Si bien la cooperación internacional ha sido importante en la política exterior de México (sobre todo a
partir de los años setenta), no fue sino hasta 1988 en que adquirió estatus jurídico al ser incorporada en el
artículo 89 de la Constitución mexicana y ser un principio normativo de la política exterior del país; así,
mediante este sustento, la SRE mantiene vínculos permanentes con los organismos internacionales y agencias
de cooperación con los que mantiene relación. FIGUEROA FISHER, Bruno, Cien años de cooperación internacional
de México 1900-2000: solidaridad, intereses y geopolítica, México, Instituto Matías Romero- SRE, 2016.

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con una educación cosmopolita y una mirada puesta en el comercio exterior


y por tanto en aprovechar las posibilidades que se abrían con el nuevo
contexto económico gestado por la globalización.45 Así, en el marco de las
negociaciones del entonces Tratado de Libre Comercio para América del
Norte (TLCAN, ahora T-MEC), el gobierno de Carlos Salinas de Gortari
promovió una serie de actividades culturales mexicanas como parte de la
estrategia de seducción de futuros socios comerciales. Con ese propósito se
llevó a cabo un amplio programa de relaciones públicas para atraer
inversionistas extranjeros, así como actividades culturales, en particular con
las comunidades mexicanas residentes en el extranjero, para mejorar la
imagen del país en el exterior.46
En el evento mencionado, la diplomacia cultural fungió como un
importante eje en las estrategias de la política exterior mexicana, debido a
que en el contexto de la firma del TLCAN la cultura sirvió como un
instrumento eficaz para los propósitos de política exterior. Dos de los
objetivos del gobierno de Salinas de Gortari fueron “hacer de la cultura uno
de los principales elementos para reafirmar la identidad nacional y ampliar
la presencia del país en el mundo; y promover la imagen de México en el
exterior”. Dichos propósitos fueron delineados en el Plan Nacional de
Desarrollo 1989-1994.47 Así, en el contexto de las negociaciones del TLCAN
en un hecho inédito en la historia contemporánea del país y en conjunción
con la presidencia de la República, las instituciones culturales y el sector
privado trabajaron de manera coordinada como equipo para dar a conocer
en los Estados Unidos las expresiones artísticas y culturales más relevantes
en la historia de México.
La dirección de todos estos empeños recayó en una amplia variedad
de actores e instituciones, entre los que destacaron el titular de la CONACULTA,
el rector de la UNAM, el jefe del Departamento del Distrito Federal, el poeta
e intelectual Octavio Paz, así como la Asociación Amigos del Arte
encabezados por el empresario Emilio Azcárraga Milmo. Este gran esfuerzo
institucional y privado se condensó en México: Esplendores de treinta siglos.
45
ROUSSEAU, Isabelle, México ¿Una revolución silenciosa? Élites gubernamentales y proyecto de modernización
(1970-1995), México, El Colegio de México, 2001.
46
RODRÍGUEZ BARBA, “La Diplomacia Cultural de México”.
47
PODER EJECUTIVO FEDERAL, “Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994”. http://www.diputados.gob.mx/
LeyesBiblio/compila/pnd/PND_1989-1994_31may89.pdf [Consultado el 21 de abril de 2021].

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

Durante tres meses las expresiones y manifestaciones artísticas y culturales


de México se expusieron para posteriormente, en 1991, mudarse al Museo
de Arte de San Antonio y al Country Museum of Art de los Ángeles.
Un suceso similar se dio en 1993, en el contexto de la firma de un
Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación
con la Comunidad Europea. México fue invitado de honor en el festival
denominado Europalia, en el que durante varias semanas y en distintas
ciudades de Bélgica se expuso lo mejor de la cultura y el arte de México.
Para tal efecto, el gobierno mexicano creó una comisión integrada por los
titulares de la SRE, la SEP, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, del
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, del jefe del Departamento del
Distrito Federal y por el titular de la Oficina de la Presidencia, denominada
Comisión Nacional para Europalia.48 El evento fue considerado por el
gobierno mexicano, el más relevante acto internacional de las últimas
décadas, por lo que fue catalogado como la culminación del esfuerzo
gubernamental por dar a conocer a México en el mundo, a través de su
cultura. En palabras del entonces presidente de la nación:

La presencia de México en Europalia se producirá en circunstancias especial-


mente propicias para ofrecer una imagen integral y orgánica de nuestra cultu-
ra. La participación de nuestro país constituye una aportación novedosa en
un festival que, por tradición, ha presentado el mosaico de las culturas euro-
peas durante más de veinte años. México será el segundo país no europeo y el
primero del continente americano que protagonizará tal evento. Las naciones
europeas tendrán la oportunidad de confrontar sus identidades con la dife-
rencia y, a la vez, con la afinidad que les propone nuestra cultura.49

El hecho de que se creara esa comisión desde la cúspide del poder


daba cuenta de la importancia que el gobierno mexicano otorgó al
componente cultural en sus objetivos de política exterior.

48
PODER EJECUTIVO FEDERAL, “Acuerdo por el que se crea la Comisión Nacional para Europalia 1993”, Diario
Oficial de la Federación. http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=4664654&fecha=08/05/1992
[Consultado el 26 de abril de 2021].
49
ALPONTE, José María, “Prólogo”, La política exterior de México en el nuevo orden mundial. Antología de
principios y tesis, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 234.

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Durante la administración de Ernesto Zedillo (1994-2000), los procesos


de globalización y de cooperación internacional obligaron al presidente a
fortalecer la presencia de México en el exterior. Se emprendió una
reestructuración de la SRE, destacando la creación del Instituto Mexicano de
Cooperación Internacional (IMEXCI), cuya labor era la coordinación de las
comisiones mixtas de cooperación educativa y cultural, así como el
establecimiento de programas bilaterales en ese ámbito.50
La relevancia de la cultura en la política exterior mexicana cobró un
nuevo impulso en el inicio del nuevo milenio, pero esa es otra historia que
por razones de espacio y que rebasan el propósito de este texto no podemos
aludir. Lo que sí debemos comentar es que durante la década de los noventa,
una nueva agenda internacional acompañada de transformaciones
económicas, políticas y sociales en el marco de la globalización y sobre todo
el avance tecnológico influyeron en las acciones de la diplomacia cultural.51
El papel de la cultura comenzó a ser replanteado como elemento importante
en el desarrollo de los países por su valor económico —ejemplo de ello
fueron las industrias culturales denominadas posteriormente industrias
creativas o economía naranja—, pero sobre todo, porque en un mundo
convulso, la cultura como instrumento de política exterior fue revalorada
como un medio para al entendimiento mutuo y la cooperación económica
y cultural.

REFLEXIONES FINALES

Como se puede observar, la acción cultural de México en el exterior a través


de su participación en exposiciones artísticas y culturales, fue un elemento
importante para proyectar su cultura con la finalidad de que fuera atractiva
y tendiera puentes de comunicación con el mundo; al mismo tiempo, le
permitió ser parte de iniciativas globales que le otorgaron prestigio, por lo

50
LOZOYA, Jorge Alberto, “La nueva política de cooperación internacional de México”, Foro Internacional,
vol. LXI, núm. 4, 2001, pp. 931-938.
51
Para los cambios ocurridos a nivel global y sus repercusiones en la política exterior de México, véase
GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Guadalupe, “Las estrategias de política exterior de México en la era de la globalización”,
Foro Internacional, vol. XLI, núm. 4, 2001, pp. 619-671. Para las resonancias de la globalización en la diplomacia
de los países, véase RAMÍREZ, Oscar, “Desafíos para nuevos procesos diplomáticos en la era de la globalización”,
Revista Afese, vol. 64, núm. 64, 2016, pp. 126-134.

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DE LA MISIÓN CULTURAL A LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE LA CULTURA

que podemos afirmar que el elemento cultural en la política exterior de


México a lo largo del siglo XX, es incuestionable. De manera incipiente y
siempre influenciada por la coyuntura interna, la diplomacia cultural de
México tuvo durante la primera mitad del siglo XX hitos importantes para
lograr sus objetivos de política exterior. Posteriormente, durante el periodo
de las dos postguerras mundiales, la diplomacia cultural mexicana amplió
sus horizontes al participar en valiosas iniciativas impulsadas por la UNESCO
y fortaleció sus proyectos de cooperación cultural, educativa, científica y
tecnológica a través de la existencia de cátedras, institutos culturales e
intercambios educativos y científicos. Además de la riqueza de las
manifestaciones culturales y artísticas como el muralismo, las películas del
cine de oro, las figuras icónicas de Frida Kahlo, Diego Rivera, Rufino Tamayo
y la obra literaria de Octavio Paz que contribuyeron de manera significativa
al conocimiento de los valores e identidad culturales de México en el exterior.
Esto fue posible porque la diplomacia cultural tiene un elemento (la
cultura) que cautiva; que, a diferencia de otros adjetivos como diplomacia
económica o diplomacia pública, los cuales generan cautela, con la cultura
no es igual. La cultura seduce y atrae. Una de las razones consiste en que
con solo mencionar diplomacia cultural nos viene a la memoria la
importante labor realizada por prominentes intelectuales, escritores, pintores
o artistas como promotores de la cultura al exterior como: Octavio Paz,
Pablo Neruda, Carlos Fuentes, Paul Rivet, Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet,
François Chevalier, Salvador Dalí, Alain Rouquié, Alejo Carpentier, Gabriela
Mistral, o a la acción de importantes instituciones como el British Council
(Reino Unido), Instituto Cervantes (España), el Institut Français (Francia),
Instituto Goethe (Alemania), Sociedad Dante Alighieri (Italia), Instituto
Camões (Portugal) o el Instituto Confucio (China), todos ellos teniendo
como soporte principal la promoción de la lengua y su cultura a través de la
cooperación cultural, educativa, científica y tecnológica.
Esta forma de diplomacia cultural ha sido considerada como tradicional
por sus críticos, en gran parte por las innovaciones que en la esfera
tecnológica y digital han ocurrido en la última década y que ha influido en
el quehacer diplomático y en las relaciones internacionales. Como ya lo
mencionamos, la comunicación digital, el internet, la pluralidad de redes
sociales, de sitios web; así como la creciente importancia de la opinión

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 239
F ABIOLA RODRÍGUEZ B ARBA

pública y la relevancia de los conceptos de Marca-país e Imagen; todo ello,


han repercutido en la actividad de la diplomacia cultural y puesto en boga a
la diplomacia pública y a la diplomacia digital como nuevas formas de
promover los intereses de los Estados.
La diplomacia cultural; por el contrario, tiene en la cooperación
cultural, educativa y científica su campo de acción sustancial. Es por ello
que el elemento cultural en las relaciones internacionales no provoca
resistencia ante los otros, pues posee una connotación neutral en
comparación con otros ámbitos de la política exterior como el económico y
el político. En ese sentido, el propósito de la diplomacia cultural es tender
puentes de entendimiento mutuo a través de la expresión de la cultura,
lengua, tradiciones y valores de las naciones; así como generar confianza y
un ambiente más propicio para la consecución de los objetivos de política
exterior de los países.

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Fecha de recepción: 5 de julio de 2021


Fecha de aceptación: 12 de noviembre de 2021

244 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
LA CRISTIADA EN ZAMORA Y SU REGIÓN:
EL CASO DEL PADRE FRANCISCO ESQUIVEL,
ALIAS CAPITÁN VILLALOBOS

MARCO ULISES IÑIGUEZ MENDOZA




RESUMEN

Se revisa la trayectoria del presbítero michoacano Francisco Esquivel: de


seminarista a capitán cristero, y luego a sacerdote, partiendo de dos escritos
autobiográficos inéditos que incrementan el acervo de la literatura sobre la Guerra
Cristera. Analizamos las razones que decidieron al seminarista a tomar las armas,
como parte de la controversia de siglos en el pensamiento cristiano sobre la
legitimidad de la violencia.

Palabras clave: Cristiada en Michoacán, catolicismo y violencia legítima,


relaciones Iglesia-Estado (siglo XX), literatura cristera.

Marco Ulises Iñiguez Mendoza • Departamento de Historia, CUCSH


Universidad de Guadalajara
Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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M ARCO U LISES I ÑIGUEZ M ENDOZA

THE CRISTIADA IN ZAMORA AND ITS REGION: THE CASE OF PRIEST


FRANCISCO ESQUIVEL, ALIAS CAPTAIN VILLALOBOS

SUMMARY

The trajectory of the Michoacan priest Francisco Esquivel is reviewed: from


seminarian to Cristero captain, and then to priest, based on two unpublished
autobiographical writings that increase the heritage of literature on the Cristero
War. We analyze the reasons that decided the seminarian to take up arms, as part
of the centuries-long controversy in Christian thought about the legitimacy of
violence.

Keywords: Cristiada in Michoacán, catholicism and legitimate violence,


Church-State relations (20th century), cristero literature.

LA CRISTIADA À ZAMORA ET SA RÉGION: LE CAS DUPÈRE FRANCISCO


ESQUIVEL, ALIAS CAPITAINE VILLALOBOS

RÉSUMÉ

La trajectoire de Francisco Esquivel, prêtre du Michoacan, est ici retracée : de


séminariste à capitaine des Cristeros, pour enfin finir prêtre. L’article se base de
deux récits autobiographiques inédits qui viennent enrichir la littérature sur la
guerre des Cristeros. Les raisons qui ont conduit le séminariste à prendre les
armes sont analysées en tant que partie intégrante de la controverse séculaire
existant dans la pensée chrétienne sur la légitimité de la violence.

Mots clés : Cristiada au Michoacan, catholicisme et violence légitime, relations


entre Église et État (XXe siècle), littérature cristera.

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LA C RISTIADA EN ZAMORA Y SU REGIÓN ...

“[…] tomé parte en aquellos hechos viendo, oyendo y


sufriendo muchas cosas que, si a otros no los movían, a mí hasta me
sacudían y que todavía hasta me estremecen con solo recordarlas.
[…] A mí me parece que no mentí. […]
Yo me limité a contarles: quiénes, qué, cuándo,
cómo y algunas veces a qué horas”. 1

INTRODUCCIÓN

E l objetivo principal de este artículo es el estudio de un personaje


sui generis, Francisco Esquivel, seminarista michoacano que abandonó
—forzado por la persecución religiosa— sus estudios en el Seminario
de Zamora, para incorporarse a la Cristiada con las armas en la mano,
bajo el seudónimo de Capitán Villalobos. Una vez terminada la guerra y
obtenida la dispensa eclesiástica, prosiguió la carrera sacerdotal hasta
su ordenación.2
1
ESQUIVEL, Francisco, Mamarracho de algunos de mis recuerdos desde 1908 hasta 1928, Archivo del Obispado
de Zamora, f. 133.
2
El artículo es resultado de una breve estancia de investigación, llevada a cabo gracias a una convocatoria
promovida por la Universidad de Guadalajara, teniendo como sede El Colegio de Michoacán, en Zamora,
Michoacán. Realicé las búsquedas documentales en los archivos de la diócesis (principalmente) y del municipio
de la misma ciudad, entre mayo y junio de 2017. La riqueza documental del Archivo del Obispado permitirá

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 247
M ARCO U LISES I ÑIGUEZ M ENDOZA

Hemos documentado el involucramiento del seminarista en la lucha,


e identificado qué tipo de formación o ideología lo condujo a tomar tal
decisión, ubicando esta como parte de la histórica controversia doctrinal
sobre la legitimidad o licitud de la violencia para un católico, y esbozando
un sugerente escenario comparativo entre regiones, con otros seminaristas
y sacerdotes que también abrazaron las armas entre 1926 y 1929.
Dos escritos autobiográficos de Francisco Esquivel, procedentes del
Archivo del Obispado de Zamora, constituyen el núcleo de este trabajo que
emprendí estimulado por las conversaciones con el responsable de dicho
Archivo, don Jorge Moreno Méndez, autor también de una serie de artículos
sobre tan notable personaje, publicados en el semanario diocesano Mensaje,
que igualmente hemos aprovechado. Las memorias del padre Esquivel
ofrecen, asimismo, numerosos pasajes costumbristas de la vida en campaña
durante la Guerra Cristera, y episodios tan insólitos como la entrevista entre
un futuro presidente de la República y el seminarista y excristero, años
después de terminada la guerra.

VIOLENCIA, GUERRA Y RELIGIÓN

De entrada, el tema de la violencia extrema ejercida por un aspirante al


sacerdocio es un asunto delicado y controvertido: ¿Es moralmente lícito
para un cristiano levantarse en armas en contra de un régimen que haya
violentado derechos fundamentales? La discusión se remonta por lo menos
a los primeros tiempos del cristianismo, y ha transitado por distintas
vertientes hasta nuestros días. El Antiguo Testamento es pródigo en abordar
el tema, y si bien no aparece el término de guerra santa “sí habla de guerras
de Yahvé”, de pelear “las batallas del Señor”, como al reunirse las tribus al
toque de la trompeta, en torno a Gedeón.3 Los libros de Macabeos y múltiples
referencias más evidencian la justificación de la resistencia armada, puesto
que se combate “en contra de los poderes constituidos […] para salvar al

abrir otras líneas de investigación sobre el conflicto religioso en los años veinte y treinta del siglo pasado, en
particular sobre uno de los jefes más destacados durante la Cristiada michoacana: Ramón Aguilar, a cuyas
órdenes combatió el Capitán Villalobos.
3
GONZÁLEZ MAGAÑA, Salvador y Luis REYES CEJA, “De las espadas forjarán arados…”, Revista de Ciencias
Religiosas, año 3, núm. 7, 2002, pp. 12-13.

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LA C RISTIADA EN ZAMORA Y SU REGIÓN ...

pueblo de la ruina y se lucha a favor del pueblo y de las cosas santas”.4 Tales
conceptos experimentarán un giro crucial en el Nuevo Testamento: “Habéis
oído que se dijo: ojo por ojo, diente por diente. Pero yo os digo que no
opongáis resistencia al malvado. Antes bien, si uno te da un bofetón en la
mejilla derecha, ofrécele la izquierda” (Mateo 5, 38-48).5
Por otro lado, el término de “guerra justa” adoptaría una modalidad
peculiar desde una perspectiva cristiana, ya que en la teología católica no se
considera a la vida humana como el valor más alto; los honores concedidos
a los mártires desde los comienzos de la Iglesia así lo demuestran. Dado el
hecho de que ni siquiera a la paz se le ha concedido un valor absoluto, la
violencia armada puede entenderse como la búsqueda de “una verdadera
paz en una situación de injusticia”.6 De nuevo, el concepto se ha prestado a
interpretaciones antagónicas a través de la Historia, pues así como siempre
habrá cristianos que rechacen “el recurso a la violencia para alcanzar valores
tales como la justicia y la paz”,7 para el jesuita norteamericano John Courtney
Murray una voluntad de paz puede llevar “dentro de sí la voluntad de hacer
respetar, en caso extremo por la fuerza de las armas, el precepto de la paz”,
siempre admitiendo que la guerra “debe ser limitada e incluso condenada
como ‘mala’”8 (la doctrina del “mal menor”).

SAN AGUSTÍN Y SANTO TOMÁS DE AQUINO

En los primeros siglos del cristianismo, teólogos y pensadores como


Lactancio, Tertuliano y Orígenes, se opusieron terminantemente al uso de
las armas en contra de un gobierno opresor. Cuando llegamos a San Agustín
—siglo IV—, si bien “la guerra aparece como una lamentable realidad”, ya se
admite la posibilidad de que sea lícita, siempre y cuando se cumplan ciertas
condiciones indispensables que justifiquen “una reacción armada ante una

4
GONZÁLEZ MORFÍN, Juan, La Guerra Cristera y su licitud moral, México, Porrúa, Universidad Panamericana,
2009, p. 4.
5
GONZÁLEZ MAGAÑA y REYES CEJA, “De las espadas forjarán arados”, p. 17.
6
HIMES, Kenneth R., “La retórica religiosa de la guerra justa”, Revista de Ciencias Religiosas, año 3, núm. 7,
2002, p. 22.
7
HIMES, “La retórica religiosa”, p. 23.
8
CAHILL, Lisa Sowle, “La tradición cristiana de la guerra justa: tensiones y evolución”, Revista de Ciencias
Religiosas, año 3, núm. 7, 2002, p. 28.

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M ARCO U LISES I ÑIGUEZ M ENDOZA

injusticia grave”.9 Es así como “Agustín le dice a Bonifacio, gobernador de


África, que no pierda nunca el objetivo de la paz, pero que la guerra puede
ser necesaria para salvaguardar la paz”, si bien está siempre consciente de
que “esta justificación de la violencia parece contradecir la enseñanza de
Jesús”.10 En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino afirma que emprender una
guerra no siempre es pecado, si constituye, precisamente, una “guerra justa”.
Es decir, cuando se trata de reparar un agravio (la “causa justa”), y “la
intención de los que hacen la guerra sea recta”, buscando “obtener un gran
bien o evitar un gran mal”.11 Tres siglos más tarde, figuras tan notables como
Francisco Suárez y Francisco de Vitoria se expresarían en términos
parecidos.12
A fines del siglo XIX, León XIII, aunque justificaría ciertos casos de
desobediencia de los ciudadanos a sus gobernantes (“cuando se les exige
algo que repugna abiertamente al derecho natural o al derecho divino”), no
deduce como consecuencia inmediata “un enfrentamiento violento al poder
establecido”, nos dice González Morfín; debían entrar en consideración para
los ciudadanos y creyentes agraviados la llamada desobediencia civil o la
objeción de conciencia. “La enseñanza de los pontífices —prosigue el autor—,
siempre ha sido tendiente a encauzar esta resistencia mediante los medios
pacíficos”, por más que existan situaciones en que se conceda como legítimo
el uso de la fuerza.13 En el siglo XX, será Pío XII quien más extensamente
abordará el tema del derecho a la legítima defensa, aunque en fechas
posteriores al conflicto cristero.

LA CRISTIADA Y EL CASO MEXICANO

En el terreno, siempre espinoso, de la justificación moral del levantamiento


cristero, nos encontraremos con un espectro de posiciones, diversas y
muchas veces contrapuestas, entre sacerdotes y obispos que autorizaron,
toleraron o rechazaron la guerra religiosa mexicana.
9
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, p. 34. Este libro constituye una reflexión actual y muy completa
sobre un tema tan álgido.
10
CAHILL, “La tradición cristiana”, p. 29.
11
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, p. 36.
12
CAHILL, “La tradición cristiana”, p. 32; GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, p. 39. Puede parecer excesivo
citar fuentes tan anteriores a nuestro tema, pero en la Guerra Cristera mexicana los sacerdotes y laicos
involucrados recurrieron a ellas y otras más.
13
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, pp. 53-54 y 56-57.

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Para González Morfín, es hasta cierto punto extraño que los cristeros
se plantearan el problema de la licitud de su rebelión, puesto que las
agresiones eran tan innumerables que dicha cuestión estaría resuelta desde
Santo Tomás. Pese a ello, había una situación muy distinta: “el Magisterio
pontificio repetidamente había reprobado los movimientos de insurrección
y, en el caso de México, lo mismo habían hecho los obispos locales en
diferentes ocasiones”. Una encíclica de León XIII, Quod apostolici muneris
(1878), explicaba que incluso si los gobernantes civiles traspasaran sus
límites, “la doctrina de la Iglesia católica no permite levantarse por propia
cuenta contra ellos”, con objeto de no dañar más a la sociedad, y aun en
circunstancias sin ninguna esperanza, solamente “ha de apresurarse el
remedio con los méritos de la paciencia cristiana y constantes oraciones a
Dios”.14 Una notable muestra de antibelicismo proclamada desde el Vaticano
durante el siglo XIX fue la del papa Gregorio XVI, reprobando la insurrección
de los católicos polacos contra el Zar, en 1832. Ya en el siglo XX, apenas unos
cuantos años antes del estallido cristero, los obispos de Irlanda habían
condenado la rebelión católica, advirtiendo que se excomulgaría a quien
continuara en armas en contra del gobierno y amenazando con suspender
a divinis a todo sacerdote que hubiese aprobado el levantamiento.15
No obstante lo anterior, el desarrollo de una doctrina digamos,
“mexicana”, sobre la resistencia armada, siguió otra trayectoria, y se basó en
fuentes distintas a las que provenían del Vaticano. Diez años después del
inicio de la guerra, el célebre periódico cristero David —con una evidente
connotación bíblica en su nombre— fundamentó la legitimidad del
levantamiento basándose en dos teólogos de fines del siglo XIX y principios
del XX: Theodor Meyer y Maurice de la Taille.16
El primero volvía a remitirse a la Biblia y a los Macabeos, y daba “un
paso importante en la elaboración de una teoría sobre el recurso lícito a las
armas”, al admitir el derecho a la resistencia colectiva por parte de un grupo
de ciudadanos, “en virtud del derecho natural inherente a cada individuo”,17
14
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, p. 163.
15
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, pp. 163-164.
16
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, pp. 166-167. David. Órgano oficial de la Legión de Cristo Rey y Santa
María de Guadalupe, se publicó, en su primera época, de 1936 a 1939; la segunda abarcó de 1952 a 1968,
siempre dirigido por el incansable Aurelio Acevedo. Una caracterización de esta revista, esencial en la literatura
cristera, puede leerse en PUENTE LUTTEROTH, María Alicia, Movimiento cristero: una pluralidad desconocida,
México, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Editorial Progreso, 2002, pp. 162 y ss.
17
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, pp. 167-168.

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cuando ya se hubiesen agotado otros recursos no violentos. En realidad, el


mismo Meyer oponía numerosas restricciones al recurso extremo de la
violencia armada, pero admitía ya que esta no podía descartarse en forma
absoluta. Por su parte, La Taille, en fecha tan cercana al comienzo de la
Guerra Cristera como 1924, al estudiar las distintas formas de resistencia
incluida la armada, concluía que, si los bienes supremos de una nación solo
pueden salvarse mediante una intervención popular —la religión lo era—,
no se puede impedir “el ejercicio de este derecho de defensa”, pese a las
calamidades y el dolor subsecuentes. Una resistencia que, por cierto, podría
“no diferenciarse prácticamente de una rebelión”.18
Por último —siguiendo a González Morfín—, las prestigiosas opiniones
de varios teólogos romanos, sobre todo de la Universidad Gregoriana,
contribuyeron a “disipar las últimas dudas” entre dirigentes y católicos
partidarios de la defensa armada. Uno de estos distinguidos teólogos, Arthur
Vermeersch, hablando en concreto sobre México, reprobaría a quienes a su
vez desautorizaban el movimiento armado: este era al mismo tiempo un
derecho y un deber de los católicos mexicanos; el teólogo incluso rechazaba
las “falsas doctrinas pacifistas”.19
Además del David, no podemos cerrar esta sección sin mencionar otro
semanario cristero, el célebre Peoresnada [sic], publicado en plena lucha, de
julio de 1927 a mayo de 1929 —al filo de los “arreglos”—, que además de
información contenía “reflexiones sobre la legitimidad de la lucha armada”,
sugerentes comparaciones históricas con guerras religiosas de otras épocas,
y exponía el pensamiento de teólogos como el ya citado Francisco de
Vitoria.20

LOS OBISPOS MEXICANOS: COINCIDENCIAS Y DISCREPANCIAS

Todavía en abril de 1926 —dos meses antes de la promulgación de la Ley


Calles—, la carta pastoral de los obispos mexicanos seguía optando por una

18
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, pp. 170-171.
19
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, pp. 171-172.
20
PUENTE LUTTEROTH, Movimiento cristero, pp. 161-162 y 176-177. Peoresnada fue editado por el padre Sebastián
Arroyo, de la diócesis de Zacatecas; la pobreza de recursos obligó a que muchos de sus números se imprimieran
“en hojas de papel de china de diferentes colores” (p. 162). La autora hace además una amplia revisión de
otros órganos informativos cristeros, como La palabra, La trinchera, La Honda, etc.

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resistencia pacífica, e instaba a los católicos a “hacer frente a nuestros


enemigos, no con la fuerza de las armas […] sino con la oración común” y
por medio de la organización; ya suspendido el culto, las declaraciones
episcopales eran igualmente claras: rechazo al levantamiento armado.21 Y
como nos recuerda González Morfín, a lo largo de la guerra el episcopado,
en forma oficial, “no se pronunció por la licitud o la ilicitud del recurso a las
armas”, aunque algunas de sus declaraciones fueron suficientes para que los
rebeldes se mantuvieran en pie de guerra, salvo en el momento de los
“arreglos”.22
En noviembre de 1926, el Comité Episcopal había respondido a un
memorial en toda forma de la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad
Religiosa, que entre otros puntos los exhortaba a no condenar el movimiento
armado; desde agosto, anárquica y espontáneamente, este ya se había iniciado
en varios estados de la República y los dirigentes de la Liga aspiraban a
encabezarlo.23 Tácitamente, no hubo condena episcopal al alzamiento
armado y, en efecto, aquélla convocó al país a la rebelión armada para el 1
de enero de 1927.
No obstante, Pascual Díaz y Barreto —obispo de Tabasco, en ese
momento en el exilio—, aun admitiendo la opción de “la defensa armada
contra la injusta agresión de un poder tiránico”, agotados todos los medios
pacíficos, no reconocía que ese momento hubiera llegado en México. Por
tanto, no se hacía solidario con los católicos, seglares o eclesiásticos, que
hubieran optado ya por esa forma de defensa lícita. Y en enero de 1927 el
Comité Episcopal reiteraba ser ajeno a movimientos armados; no obstante,
citando en términos muy generales a los “grandes Doctores de la Iglesia”
volvía a reconocer que “hay circunstancias en la vida de los pueblos en que
es lícito a los ciudadanos defender por las armas los derechos legítimos que
en vano ha procurado poner a salvo por medios pacíficos”.24
A lo largo de la Guerra Cristera, el episcopado en pleno no condenó
nunca la insurrección católica; cuidadosamente, evitó por igual pronunciarse

21
MEYER, Jean, La Cristiada. La guerra de los cristeros, México, Siglo Veintiuno, 20ª ed., 2002, vol. 1, pp. 13-14.
22
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, p. 174.
23
MEYER, La Cristiada, vol. 1, p. 15.
24
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, pp. 174-175. Puesto que se trataba de una respuesta a las acusaciones
del jefe del Estado Mayor Presidencial, esta declaración no constituía un documento pastoral. Por tanto, no
pretendía instruir “la conciencia de los católicos”.

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a favor de la vía armada elegida por decenas de miles de fieles. Aunque las
posiciones particulares de algunos obispos fueran antagónicas: en Veracruz,
Antonio Guízar y Valencia, prohibió a los católicos de su diócesis toda
intervención armada, mientras que el prelado duranguense, González y
Valencia respaldaría a los cristeros abiertamente mediante su muy conocida
Pastoral dictada en Roma en febrero de 1927: “estad tranquilos en vuestras
conciencias y recibid nuestras bendiciones”.25
De otro ardiente partidario de los cristeros, Manríquez y Zárate, obispo
de Huejutla, se ha considerado habitualmente que declaró lícito el
levantamiento, pero según González Morfín, “se había abstenido de
manifestar públicamente sus opiniones para evitar con ello incitar a quienes
aún no se habían levantado en armas”. Finalmente, solo hasta febrero de
1929 —cuatro meses antes de los “arreglos”—, para rebatir la “enésima
acusación del gobierno [el subsecretario de Gobernación] inculpando al
clero del levantamiento armado”, emitió una respuesta en la que hacía
evidente la responsabilidad de los gobiernos posrevolucionarios al obligar
“al pueblo católico a defenderse de sus agresiones”. 26 No obstante, el
intransigente prelado recomendaba a los sacerdotes la resistencia pasiva,
“por ser de mayor perfección” (seguramente con el objetivo del martirio);
pero si la tiranía atacaba libertades esenciales, asesinaba y atentaba
“sistemáticamente contra la vida y la honra de las familias y de los individuos,
entonces la defensa armada es un deber social que se impone a todos los
miembros de la comunidad”.27 Creemos —a diferencia de nuestro autor—
que el obispo finalmente sí se declaraba abierto partidario de la guerra, si
bien se trataba de una opinión personal y no de una pastoral dirigida en
toda forma a los feligreses.
En cambio, en Michoacán, nuestro escenario de estudio, el arzobispo
Leopoldo Ruiz y Flores se reveló como uno de los opositores más tenaces a
la violencia armada en su estado —sin llegar a descalificar a sus feligreses
25
Sobre la notoria diversidad de las posturas episcopales: MEYER, La Cristiada, vol. 1, pp. 13-29; véase también
ROMERO DE SOLÍS, José Miguel, El aguijón del Espíritu. Historia contemporánea de la Iglesia en México (1892-
1992), México, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, El Colegio de Michoacán, Archivo Histórico
del Municipio de Colima, Universidad de Colima, 2ª ed., 2006, pp. 337-341.
26
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, p. 177. Aun el obispo Manríquez, en los inicios del levantamiento,
mantenía esa oposición a la violencia armada. MEYER, La Cristiada, vol. 1, p. 14.
27
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, pp. 177-178. Tampoco exageraba este delicado punto: “los mártires
son pocos y sería […] tentar a Dios pretender que todo un pueblo alcanzara la corona del martirio”.

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cuando abrazaban las armas—. Es cuantiosa la documentación resguardada


en el Archivo de la Diócesis de Zamora que así lo atestigua; tal postura es
frecuentemente citada por Matthew Butler en su relevante estudio sobre la
Cristiada michoacana. Así, en febrero de 1926, Ruíz y Flores suplicaba a sus
fieles —en palabras de Butler— “que aguantaran la persecución con
estoicismo como obra de la Divina Providencia”; frente a la ley estatal que
restringió el número de sacerdotes autorizados, el arzobispo “adoptó una
estrategia conciliadora y legalista”,28 y cuando finalmente, ante la injusta
legislación, se vio obligado a ordenar la suspensión del culto al mes siguiente,
“prohibió de manera tajante que se emplearan medios violentos”, articulando
la respuesta de los católicos solo mediante protestas por escrito ante las
autoridades. Ya estallado el levantamiento, a principios de 1927, Ruiz y Flores
volvió a exhortarlos a “que enfrentaran la crisis con humildad y
mortificación, no con violencia”, ordenando a la vez a sus sacerdotes apoyar
y no descuidar la religiosidad de sus parroquianos.29 Aun reconociendo el
magisterio de santo Tomás de Aquino, en cuanto a la licitud de la resistencia
al tirano, recordaba que tal argumento era válido solo en función de que el
mal se redujera; el prelado, en cambio, pensaba que la rebelión católica habría
de fracasar. Por cierto, tal “derrotismo” habría de ganarle “el odio
incondicional de los católicos más radicales”;30 este se haría evidente después
de los “arreglos”, de los que fue figura protagónica el arzobispo de Morelia.
En cuanto a Roma, en junio de 1928, un breve texto en L’Osservatore
Romano —periódico oficial del Vaticano— hacía una importante aclaración:
no obstante que el Pontífice “se ha colocado siempre de parte de sus hijos
perseguidos y sufrientes por la fe de sus padres”, a la vez señalaba que nunca
había “impartido una bendición especial a la insurrección armada, ni
tampoco otorgado indulgencias especiales, ni estimulado colectas de dinero
para los combatientes”,31 según lo habían difundido, falsamente, otros
medios. Sin duda, tampoco condenaba en modo alguno el levantamiento.

28
BUTLER, Matthew, Devoción y disidencia: religión popular, identidad política y rebelión cristera en Michoacán,
1927-1929, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2013, pp. 210-211.
29
BUTLER, Devoción y disidencia, pp. 212 y ss., 226-227.
30
BUTLER, Devoción y disidencia, p. 255.
31
GONZÁLEZ MORFÍN, La Guerra Cristera, p. 184.

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A RAS DE TIERRA: SACERDOTES Y SEMINARISTAS ANTE LA GUERRA

Tan diversas —e incluso antagónicas— como las posiciones de sus obispos,


lo fueron las formas de participación o de abstención sacerdotal en la Guerra
Cristera, y sobre ellas quizá haga falta en estos momentos una clasificación
actualizada. Clásicamente, Jean Meyer los ha dividido en: sacerdotes activos
contra los cristeros, los que se mantuvieron en la pasividad, sacerdotes
neutrales y, finalmente quizá unas cuantas decenas que se involucraron de
muy distintas maneras en el conflicto, incluidos los que empuñaron un arma
y aun tuvieron bajo su mando contingentes numerosos.32
Tal esquema, a escala nacional, se reproduce igualmente en el estado
de Michoacán. Sin pretender un inventario exhaustivo: el párroco de Cotija,
Gabriel González, quien fungió como capellán de tropa; en la región de
Coalcomán, el P. José María Martínez, metido a fondo entre los cristeros; y
desde luego el padre Federico González Cárdenas, vicario de San José de
Gracia, sin duda el alma de la resistencia en su tierra natal. Al menos dos
sacerdotes más se alistaron entre las tropas cristeras michoacanas: Enrique
Morfín, profesor del Seminario, y Miguel Guízar Morfín, vicerrector del
mismo, capellán cristero (no oficial, puesto que no los hubo) muerto en
combate cerca de Los Reyes, y hermano del jefe rebelde Luis Guízar Morfín.33
No obstante, debemos reiterar que no era este el perfil de nuestro
personaje, quien apenas se iniciaba en la carrera sacerdotal. El caso de
Francisco Esquivel es mucho más similar al del jesuita Heriberto Navarrete,
nacido en Etzatlán, Jal., en 1903 —casi coetáneo de Esquivel—, miembro
activo de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y de la Unión
Popular, apresado y luego deportado al Penal de las Islas Marías en 1927. A
su regreso, se sumó a la lucha como asistente del general Enrique Gorostieta
hasta su conclusión, en junio de 1929. Navarrete terminaría más tarde la

32
MEYER, La Cristiada, vol. 1, pp. 30-49; PUENTE LUTTEROTH, Movimiento cristero, pp. 73-75, reproduce los
datos de Meyer y se basa igualmente en la tesis de OLMOS, Evaristo, “La jerarquía eclesiástica y el conflicto
religioso en México, 1926-1929”, Roma, Universidad Gregoriana, 1984 (no consultada por nosotros).
33
MORENO MÉNDEZ, Jorge, “Señor cura Esquivel, alias Capitán Villalobos”, Mensaje. Semanario Diocesano de
Orientación Católica, núms. 1040 a 1061, abril a julio de 2006. El padre Ramiro Vargas Cacho, quien fuera
también rector del Seminario, en un diario personal cita como probable cristero a un seminarista más: Emiliano
Soria.

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carrera de ingeniería civil en Guadalajara, ingresó a la Compañía de Jesús


en 1933 y se ordenó en 1939 (dos años después que el padre Esquivel).34
Comparten estas características un puñado de seminaristas colimenses,
dos de ellos muy relevantes: Miguel Anguiano Márquez, quien alcanzó el
grado de general y, después de la guerra, ya ordenado, fue rector del
Seminario de Texcoco; y José Verduzco Bejarano, jefe de Estado Mayor de
aquél, merecedor por sí solo de una monografía: hombre de acción y
reflexión, Verduzco no desconocía que la participación armada lo condujo
a matar adversarios, como era inevitable. En una de las varias entrevistas
concedidas a lo largo de una dilatada trayectoria ministerial —que
culminaría como rector del seminario colimense—, admitía igualmente que
aquellas muertes pudieron haber sido “un impedimento para recibirme de
sacerdote, pero se hizo una investigación exhaustiva y se me ordenó”. Décadas
después, el padre Verduzco Bejarano reflexionaba para su entrevistador:
“En la Cristiada se dieron circunstancias muy difíciles para la conciencia”.35
La abundancia y relevancia de la participación bélica del Seminario de Colima
ha sido valorada de manera notable por John Adrian Foley y Jean Meyer.36
En el obispado zamorano, además de Francisco Esquivel, un
condiscípulo de trayectoria casi idéntica, Ezequiel Montaño, combatió
igualmente hasta los “arreglos” de 1929, reingresó al Seminario de Zamora
y se ordenó para luego ejercer el ministerio en numerosas parroquias:
Patamban, Tangancícuaro, Tacátzcuaro, etc. Un caso más, muy significativo,
fue el del seminarista cotijense Rubén Guízar Oceguera, quien ya estudiaba
en el Pío Latino en Roma —a donde pudo haber marchado Esquivel de no
haber cambiado el rumbo de su vida—, cuando prefirió regresar a México e
incorporarse a la tropa del célebre jefe michoacano Anatolio Partida durante
la primera Cristiada. Lo distingue el hecho de que tomó las armas
34
NAVARRETE, Heriberto, S. J., “Por Dios y por la Patria”. Memorias de mi participación en la defensa de la
libertad de conciencia y culto, durante la persecución religiosa en México de 1926 a 1929, México, Jus, 2ª ed.,
1964, p. 13.
35
HERNÁNDEZ QUESADA, Alfredo, A salto de mata. Voces de la Cristiada, Guadalajara, Secretaría de Cultura,
Gobierno del Estado de Jalisco, 1ª Reimpr., 1999 (Voz de la tierra), pp. 37-39; CALVARIO ZAMORA, Crispín,
Recuerdo y memoria de la Cristiada. Entrevistas históricas, Colima, Secretaría de Cultura, Gobierno del Estado
de Colima, 2005 (Dicen que yo no lo sé), pp. 67-99 (véanse sobre todo las páginas 73-76).
36
FOLEY, John Adrian, Colima, Mexico, and the Cristero Rebellion, tesis de doctorado, Universidad de Chicago,
1979, pp. 121-124. MEYER, Jean, “Colima en la Cristiada”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de
México [en línea], núm. 16, 1998, pp. 101-113 (especialmente p. 103). https://moderna.historicas.unam.mx/
index.php/ehm/article/view/2986/68855 [Consultado el 1 de marzo de 2021].

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nuevamente en “la Segunda”, muriendo quizá en combate o a manos de sus


propios compañeros de armas (según Enrique Guerra Manzo, de acuerdo a
documentos del Archivo Aurelio Acevedo; Rubén Guízar se habría indultado
en abril de 1933, y luego de tratar de convencer a otros jefes para hacer lo
mismo, Ramón Aguilar, general cristero, lo capturó e hizo fusilar).37

LAS MEMORIAS DEL PADRE FRANCISCO ESQUIVEL (A) CAPITÁN VILLALOBOS, I

Mamarracho de algunos de mis recuerdos

El padre Francisco Esquivel Zavala esperó hasta 1986 (sesenta años después
del estallido cristero, a casi medio siglo de su ordenación sacerdotal y ya
cumplidos los ochenta de edad), para escribir las memorias que aquí
glosamos, intituladas Mamarracho de algunos de mis recuerdos desde 1908
hasta 1928. Constituyen solo la primera parte, hasta su primer combate en
noviembre de 1928, a las órdenes del célebre Ramón Aguilar. La segunda
parte, Páginas de un diario, específicamente “cristera”, está fechada muchos
años antes, en 1953; las comentaremos según la secuencia cronológica de
los hechos.
En el Mamarracho de algunos de mis recuerdos, el futuro sacerdote
rememora los hechos presenciados en su infancia: el paso asolador del
carrancismo triunfante, al posesionarse de ciudades y pueblos michoacanos,
y la ocupación de Zamora por uno de sus más brillantes y aguerridos
generales, el violentamente anticlerical Joaquín Amaro, robando “los
ornamentos sagrados de la Catedral, y [ordenando] a sus soldados que los
usaran como sudaderos de sus caballos”, además de cerrar las escuelas
católicas en todo su sector militar y las casas de religiosas, apropiándose del
Colegio Teresiano y convirtiéndolo en cuartel.38 El Seminario Diocesano y
su riquísima biblioteca fueron igualmente clausurados y saqueados; muchos
37
La trágica suerte de su hermano la relata José Guízar Oceguera, también militante cristero, en un libro
valioso por su autenticidad y ecuanimidad: GUÍZAR OCEGUERA, José, Episodios de la Guerra Cristera y..., México,
B. Costa-Amic, 1976, pp. 119-122 y 131 y ss. Para la otra versión, ver GUERRA MANZO, Enrique, Del fuego
sagrado a la acción cívica. Los católicos frente al Estado en Michoacán (1920-1940), México, El Colegio de
Michoacán, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, Itaca, 2015, pp. 218-219.
38
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 20-21. Sobre los desmanes de Amaro y sus tropas contra los ricos y el clero
zamorano, ver GONZÁLEZ, Luis, Zamora, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2009, pp. 135-136; RODRÍGUEZ
ZETINA, Arturo, Ensayo histórico y repertorio documental, México, Jus, 1952; MAGAÑA MÉNDEZ, Agustín, La
diócesis de Zamora. Memorias, Morelia, Fímax Publicistas, 1983, pp. 109-111, confirma casi todas las acciones

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volúmenes de enorme valor bibliográfico —afirma el padre Esquivel—


terminaron en manos de abarroteros, convertidos en papel de envoltura
para manteca. Un gabinete de física, importado de Francia, acabó asimismo
en el cuartel; nadie entre los soldados sabía utilizar aquellos equipos “salvo
el moderno telescopio; no para mirar los astros, ¡sino para atrancar el zaguán
del cuartel por las noches!”. Amaro se robaría igualmente la cantera destinada
a la nueva Catedral.39
Según el Mamarracho, el futuro secretario de Guerra no solo se apropió
del lujoso mobiliario también francés, propiedad de un rico hacendado de
la ciudad, para amueblar una gran casa en la ciudad de México, sino que
hizo lo mismo con “miles de vacas, bueyes, becerros y toros” de otros
acaudalados zamoranos: “Al pasar aquel ganadal por las calles de Purépero,
yo no pude contar el número de animales. Pero sí me acuerdo que, durante
todo el día, no pudimos atravesar la calle hacia la plaza […] no me lo estaban
contando, sino que lo estaba viendo con mis propios ojos” [cursivas nuestras].40
Reiterando su voluntad de testigo veraz de los hechos (“Yo vi y oí todo
aquello. No fue de otro modo”), las memorias describen las frecuentes
incursiones de los carrancistas al cercano pueblo de Caurio, sus salvajes
saqueos –llevándose hasta los metates y molcajetes de los vecinos, con las
gallinas amarradas de sus monturas– y, bajo amenaza de colgar a quien se
quedara en el pueblo, obligaron a todos los habitantes a abandonar sus
hogares. Muchos de estos desplazados —prosigue Esquivel— que habían
perdido todo, pasaron a engrosar las filas de Chávez García “para combatir
a los carrancistas”.41

anticlericales perpetradas por Amaro, aunque aclara que, salvo la Catedral nueva, “que degradaron a caballería”,
las tropas no profanaron otras iglesias zamoranas; OCHOA SERRANO, Álvaro y Gerardo SÁNCHEZ DÍAZ, Michoacán.
Historia breve, México, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura
Económica, 2011, p. 178, mencionan escuetamente los préstamos forzosos a los ricos y a la Iglesia, así como
la incautación de bienes eclesiásticos.
39
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 20-21.
40
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 20-21. La barbarie anticlerical y antirreligiosa fue muy similar a través de pueblos
y ciudades tanto michoacanos como de la mayor parte de la República. En Morelia, el ataque e incautación de
las propiedades eclesiásticas ocurrió en mayor escala a cargo de otro destacado jefe carrancista, el general
Gertrudis G. Sánchez. ARREOLA CORTÉS, Raúl, Morelia, Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, 1978,
pp. 280-282. La comparación es directa con las acciones de las tropas del general Manuel M. Diéguez, el 8 de
julio de 1914, al ser ocupada Guadalajara por los constitucionalistas: Boletín Eclesiástico. Órgano oficial de la
Arquidiócesis de Guadalajara, julio de 2014: https://arquidiocesisgdl.org/boletin/2014-7-5.php. Las fotos
incluidas en el Boletín muestran igualmente la destrucción del laboratorio del Seminario tapatío.
41
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 42. José Inés Chávez García: quizá el más temido de los jefes bandoleros villistas,
azote de ciudades y pueblos michoacanos hasta su muerte en 1918, víctima de la influenza.

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Por razones de espacio, hemos suprimido casi todas las vivencias de


infancia y juventud relatadas por Esquivel. Jorge Moreno Méndez retrata a
un adolescente de vida campirana, aficionado a los deportes, apasionado
por los caballos y las jineteadas, diestro en el “conocimiento y manejo de las
armas [que] fueron también preparándolo para el futuro”, sin excluir los
más variados oficios (sembrador, cargador, curtidor, albañil, carnicero), un
bagaje de experiencias que resultarían vitales cuando se vio obligado a
auxiliar económicamente a su familia, tras la muerte de su padre, en 1919;
Francisco contaba apenas 14 años de edad. El “sueño americano” lo tentó, y
entre 1923 y 1924 trabajó en los Estados Unidos. Al regresar a Purépero,
invitado a una reunión de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana
(ACJM), atraído por la curiosidad y sin mayor convicción vocacional en un
principio, ingresó al Seminario Diocesano de Zamora en diciembre de 1924.
Entre señales cada vez más ominosas, pese a la patente hostilidad hacia la
Iglesia, el año 1925 transcurriría en una relativa tranquilidad para el plantel
y sus aspirantes al presbiterado.42
A principios de marzo de 1926 el Seminario fue violentamente
clausurado, de nuevo por órdenes del general Joaquín Amaro —como en
1914—, ya entonces secretario de Guerra; el joven seminarista Pancho
Esquivel estudiaba el segundo año de latín, que logró concluir gracias a que
el curso se siguió impartiendo en varias casas particulares de la ciudad, por
acuerdo con el obispo Manuel Fulcheri. Al intensificarse la persecución
religiosa, el obispo dio por concluidos los cursos en septiembre y mandó a
sus casas a los seminaristas hasta nueva orden.43 Carente de medios de
manutención, aquel aspirante a sacerdote no tuvo más remedio que
emplearse en los más diversos “destinos”; comenzó ese mismo mes como
cargador en el molino de trigo de su pueblo, con un sueldo diario de un
peso, en pocos meses fue ascendido a administrador y luego a gerente de la
empresa.44 Esta era, por cierto, una de las varias empresas de beneficio
público fundadas por el padre Antonio Gracián, sacerdote de la misma
diócesis, profundamente comprometido con el catolicismo social y personaje
muy admirado por Francisco Esquivel, al que dedica un buen número de
42
MORENO MÉNDEZ, “Señor cura Esquivel, alias Capitán Villalobos”.
43
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 134. MAGAÑA MÉNDEZ, La diócesis de Zamora, p. 121.
44
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 134-135.

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fojas del escrito, así como a la fascinante corriente de los católicos sociales;
como lo lamenta el autor del Mamarracho, aquélla terminaría arrasada por
el carrancismo anticlerical en la década anterior, y ya en los años veinte por
los gobiernos de la posrevolución. En ella había cobrado una enorme
relevancia el obispado zamorano.45
Alrededor de un año después, en septiembre de 1927, se abrió una
nueva oportunidad para proseguir sus estudios, ya no en Zamora sino en la
ciudad de México —el Seminario zamorano seguía cerrado—, Esquivel
renunció a la gerencia del molino, y junto a otros dos paisanos seminaristas,
continuaron la carrera sacerdotal en la capital mexicana.46 Demasiado breve
fue este feliz reinicio vocacional: a fines de enero de 1928 la policía capitalina
irrumpió en el Seminario y lo clausuró. Alumnos y profesores fueron
apresados y conducidos “a los sótanos de la Inspección General de Policía
[incluido] el obispo auxiliar de México”;47 echados del Seminario sin más
ropa que la puesta, “nos robaron absolutamente todo”: libros y cuadernos,
“los pupitres y hasta el edificio”; de los dormitorios, la policía se llevó los
colchones y la ropa de cama. Confinados todos en celdas subterráneas y en
condiciones infrahumanas, “el sótano en que a mí me tocó estar, tendría de
cupo solo unos 25 metros cuadrados; y allí nos encerraron a unos cincuenta
seminaristas. La losa de cemento que cubría aquel sótano tendría cuando
mucho como un metro y cincuenta centímetros de altura, de modo que no
podía uno permanecer erecto, sino solo encorvado”; en el piso en declive
escurría agua de día y de noche.48
Quien décadas después sería cardenal de México, el entonces sacerdote
Miguel Darío Miranda, se encontraba ese día en la misma prisión y en otro
sótano idéntico, por haber sido sorprendido impartiendo una clase de
religión a un grupo de Damas Católicas.49 Las decenas de seminaristas
45
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 22, 54 y ss., 122 y ss. Véase: CEBALLOS RAMÍREZ, Manuel, El catolicismo social: un
tercero en discordia. Rerum Novarum, la “cuestión social” y la movilización de los católicos mexicanos (1891-
1911), México, El Colegio de México, 1991, pp. 238 y ss., 250-251. Más específicamente sobre el caso
michoacano: DÍAZ PATIÑO, Gabriela, “El catolicismo social en la arquidiócesis de Morelia, Michoacán (1897-
1913)”, Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm. 38, 2003, pp. 118 y ss.
46
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 135.
47
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 135. El cateo e intervención del Seminario aparece en El Informador, de Guadalajara,
Jalisco, los días 27 y 28 de enero de 1928. Menciona la consignación policíaca de 225 seminaristas además de
sus profesores, bajo el cargo de haber encontrado propaganda religiosa con intenciones subversivas.
48
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 135-136.
49
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 136.

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arrestados fueron luego conducidos al patio de la prisión, en donde el general


Roberto Cruz —responsable unos meses antes del fusilamiento del padre
Pro— les ordenó dar un paso al frente a quienes fueran profesores del Colegio
Seminario. “Y me acuerdo, como si ahorita lo estuviera viendo —prosigue
Esquivel—, que el primero en dar el paso al frente fue el padre don Juan
Segale”, profesor de Física, “quien se paró no acobardado, sino muy erguido
y vestido aquel día con una gran gorra texana, un paliacate atado al cuello,
un grueso suéter de color guinda, un pantalón brich y unas botas de minero”.
El oficial que había dado la orden le dijo: “Usted no parece un profesor sino
un militar, a lo que Segale, con voz vigorosa, solo contestó: Ojalá lo fuera”.50
Según el escrito autobiográfico, el general Cruz comenzó a leer un
discurso avisándoles que serían puestos en libertad, a condición de que
“abandonaran esa absurda carrera que tratan de seguir”; espontáneamente,
todo el alumnado comenzó a abuchearlo, desconcertando por completo a
Cruz, quien suspendió la lectura y ordenó que fueran llevados a los mismos
sótanos. De alguna manera —el autor afirma que nunca supo cómo se
enteraron— muchas familias de la capital supieron que serían liberados, y
acudieron en sus automóviles a las puertas de la prisión para recoger a los
estudiantes y conducirlos a sus casas.51
La identidad de la señora que les dio alojamiento a él y a una veintena
de compañeros la revela el mismo escrito: “era la mamá de un coronel
Garduño que daba por entonces clases en el Colegio Militar de la Ciudad
de México, allá en Popotla. En aquella casa, al amanecer, aquel coronel
Garduño se paró ante nosotros muy firme, muy rasurado, elegantemente
uniformado y muy serio nos dijo: “¡Ah… pensaron escaparse, y a dónde
vinieron a caer!”.52 La madre entonces lo corrige y lo exhorta a auxiliarlos, y

50
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 137. Juan Segale Saldaña: físico, químico e inventor, nació en Zamora, Michoacán
en 1870 y murió en 1931, parece ser que a consecuencia de un experimento; hermano del poeta y también
sacerdote Atenógenes Segale (1868-1903). Hemos tomado estos datos de: GUERRERO, Ana Luisa, “Calle Juan
Segale”. http://www.cienciamx.com/index.php/cientificos-con-calle/4614-calle-juan-segale [consultado el 4
de marzo de 2021]. La autora cita además a OCHOA SERRANO, Álvaro y Martín SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Repertorio
Michoacano (1889-1926), Zamora, El Colegio de Michoacán, Casa de la Cultura del Valle de Zamora,
Morevallado, Unidad Pedagógica Nacional, 2ª ed., 2004.
51
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 137-138. Según El Informador del 28 de enero de 1928, fue la señora Elena
Lascuráin de Silva, presidenta de la Sociedad de Damas Católicas, quien hizo las gestiones para la liberación
de los seminaristas arrestados. El dato podría confirmar el motivo por el cual el padre Miguel Darío Miranda,
futuro cardenal, había sido encarcelado.
52
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 139.

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el coronel, ya sonriente, nos dijo: “No se asusten jóvenes, yo mismo fui el


que le dijo a mi mamá que fuera en mi carro a recogerlos”, obsequió a cada
uno con monedas de plata, y le regaló una fina gabardina a Esquivel. Luego
de hospedarse con otra familia católica cerca del Bosque de Chapultepec,
tres días después decidió regresar a su tierra natal. No volvería nunca Esquivel
a encontrarse con aquel caritativo coronel.53
El 2 de febrero de 1928, ya en Purépero, sin esperanzas de reanudar
sus estudios, sin dinero y sin trabajo, el seminarista consiguió rápidamente
un empleo como cobrador de camión. En este punto de la narración
Francisco Esquivel da cuenta del intenso proceso reflexivo que lo llevará a
tomar una decisión crucial: resentido por el saqueo del Seminario a manos
de la policía capitalina, testigo del mal trato dado a los católicos y de las
continuas violaciones a sus derechos, “sabiendo yo cómo estaban fusilando
o colgando a muchos padres solo por ser sacerdotes, y a otros hombres
honradísimos solo por ser buenos católicos; […] y habiendo leído
detenidamente el Manifiesto del general don Enrique Gorostieta Velarde”,
decide abrazar la lucha armada.54

LAS MEMORIAS DEL PADRE FRANCISCO ESQUIVEL (A) CAPITÁN VILLALOBOS, II

Páginas de un diario55

A partir de estas reflexiones pasamos a las fojas del segundo expediente


autobiográfico, con las palabras iniciales: “Mi suerte está echada. ¡Dios
bendiga mi resolución!”. Así se expresa el autor cuando faltan solo dos días
para la salida del tren a México; él y dos de sus compañeros seminaristas,
paisanos además, viajarán de ahí a Roma para proseguir sus estudios en el
Colegio Pío Latino Americano. El joven de 23 años ha recibido varias
insistentes cartas del padre Plancarte, “tratando de persuadirlo a que se vaya
53
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 139-140.
54
Se trata del “Manifiesto a la Nación”, lanzado por el comandante en jefe de los cristeros en Los Altos de
Jalisco, el 4 de agosto de 1928. Véase el documento completo en https://archivos.juridicas.unam.mx/www/
bjv/libros/1/121/34.pdf [consultado el 6 de marzo de 2021]. También: OLIVERA SEDANO, Alicia, Aspectos del
conflicto religioso de 1926 a 1929. Sus antecedentes y consecuencias, México, Secretaría de Educación Pública,
2ª ed., 1987 (Cien de México), pp. 184-188.
55
El expediente, consultado igualmente en el Archivo del Obispado de Zamora, lleva en su primera foja las
siglas B. P. P. y el título Páginas de un diario. Está fechado en 1953, en Zamora, Michoacán.

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con ellos”; vacilante, se ha resistido a tan tentadora invitación “porque siento


que Dios me quiere en otra parte. Solo él y yo sabemos la lucha tremenda
que he tenido que librar en mi interior en estos días. Pero ahora que he
resuelto quedarme”, se siente en paz y tranquilo.56
A pesar del privilegio de estar entre los designados por el padre
Plancarte para emprender el viaje de Zamora a Roma, ese “halagador sueño”,
se ha desvanecido durante la intensa introspección que ha orillado a
Francisco Esquivel a tomar una alternativa radicalmente opuesta, negándose
a “salir de mi Patria, desgarrada, ajada, herida, regada con la sangre de
muchos hermanos míos que se han levantado en armas y luchan por un
grande y sagrado derecho!” Confía además en que, al restablecerse la paz,
retornará a los estudios eclesiásticos “con el brío y el fervor de mis primeros
años”.57
Manifiesta estar dispuesto al sacrificio de su vida: “¡Moriré contento,
con el grito de ¡Viva Cristo Rey! en mis labios […] luchando por un derecho
de Cristo y mío. El suyo, derecho de Rey ultrajado al que pretenden desterrar;
el mío, de súbdito que quiere servir a su Señor”.58 Aunque da por hecho que
sus colegas lo juzgarán de loco o se burlarán, el joven Esquivel confía sobre
todo en que, si el Señor lo había llamado inicialmente al Seminario, ahora
Él mismo lo convocaba a luchar por el derecho de libertad religiosa.59
Recuerda asimismo los instantes cruciales de las despedidas en su tierra
natal. Mientras sus condiscípulos marchan “hacia lo que han deseado con
ahínco [con] una ilusión grande y sublime”, a él lo espera una suerte muy
distinta, llevando “la alegría y la esperanza en el corazón porque voy a luchar

56
ESQUIVEL, Francisco, Páginas de un diario, Archivo del Obispado de Zamora, f. 3. Esta es parte de la historia
de la “romanización” del clero mexicano. El Colegio Pío Latinoamericano en Roma se fundó en 1859; hacia
1870, el célebre arzobispo de México, Pelagio A. de Labastida y Dávalos, zamorano, envió al primer grupo de
jóvenes estudiantes del Seminario de Zamora a estudiar al Pío Latino. Desde esa fecha, un creciente número
de clérigos de la región se formaría en Roma; “los piolatinos de Zamora —escribe Cecilia Bautista— lograrán
un rápido ascenso al episcopado mexicano”. Ver: BAUTISTA GARCÍA, Cecilia Adriana, “Clérigos virtuosos e
instruidos”: Un proyecto de romanización en un arzobispado mexicano. Michoacán, 1867-1887, Morelia,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Coordinación de la Investigación Científica, 2017,
pp. 172 y ss. y 224.
57
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 3.
58
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 4. En estas frases, Esquivel expresa tanto el derecho a la libertad religiosa
escarnecido por las leyes mexicanas, como su propio derecho de creyente a defenderla. La referencia a la
realeza de Cristo y el tono combativo parecen derivarse de los escritos de Anacleto González Flores, el célebre
ideólogo jalisciense de la Unión Popular.
59
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 4.

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por Cristo y porque si Él lo quiere […] venceremos en la lucha”. No sabe si


volverá a ver a sus seres queridos, “¿O quedaré quizás tendido en el campo
de batalla, con el corazón frío… sin vida… atravesado por una bala? ¿Y mi
cuerpo, perdido entre tantos otros podrá siquiera ser recogido para darle
sepultura?”.60 Reflexionando en la doble dimensión de lo divino y lo humano,
se cuestiona si su vocación no será “Una exótica y fragante flor tronchada;
una ilusión grande y sublime”, segada “por una muerte gloriosa, sí”, pero a
la que teme su propia naturaleza. Y da gracias a Dios por haber sentido en
profundidad su “llamada a la lucha en compañía de mis hermanos por tu
Santa Iglesia perseguida”. Finalmente se despide con gran exaltación de su
madre y hermanos, llevando “en mi corazón, grabados con el fuego de la
despedida, vuestros rostros […], ¡En vuestro nombre voy a la lucha!”.61
Luego de salir de su Purépero natal (“nuestros corazones se quedan en
sus casitas rojas”), ya en Zamora, en los andenes, los momentos en que se
acerca el tren para abordarlo no son menos sobrecogedores; finge ante sus
compañeros Gonzalo y Luis un contratiempo ya que debe de arreglar todavía
algunas cosas en Zamora, asegurándoles que se reunirá con ellos en México.
“Al fin, un fuerte silbatazo de la locomotora que anunciaba a los viajeros la
pronta salida del tren, y que a mí me sonó la trompeta de gloria, vino a
librarme de aquella situación embarazosa”. Mostrando cada vez más sus
notables dotes literarias, tras los abrazos y la despedida, inimaginada por
sus compañeros, leemos la emocionada descripción de la partida del tren,
en aquel punto de quiebre en su vida.62

EL CAPITÁN VILLALOBOS

En el mes de octubre de 1928 y a través de un amigo de Zamora (Gabriel


Vargas), supo el joven Esquivel de una partida de cristeros que se acercaría
a Jacona al mando de un tal general [Gabriel] González —seudónimo del
ex militar federal Fortunato Tenorio, compañero de armas de Gorostieta—
, para recibir un cargamento de parque.63 Así, provisto de una cobija, un

60
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 4.
61
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 4.
62
ESQUIVEL, Páginas de un diario, ff. 5-6.
63
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 141; MEYER, La Cristiada, vol. 1, pp. 276-278.

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morral y una pistola oculta, parte a lo desconocido. La caminata nocturna


por el campo da pie a este sensible narrador para desplegar un hermoso
relato costumbrista, hasta encontrarse en plena madrugada con el grupo
cristero que merodeaba por esos contornos:

El cielo, con unas cuantas estrellas que brillaban débilmente, empezaba a en-
capotarse; varias nubes subían del norte, grises, amenazadoras, con prisa. […]
Noche plena de sus ruidos. Sinfonía nocturna. Aquí y allá el monótono canto
del grillo y el estridente y largo […] larguísimo berrear de los becerrillos de
agua en las orillas de los charcos y vallados. Jugar del viento con las bulliciosas
hojas de los árboles y de las plantas. De cuando en cuando, sobre mi cabeza, el
prolongado sisear de una blanca lechuza, que se perdía luego en la oscuridad,
a lo lejos. […] Yo caminaba en silencio […] caminar largo, a la ventura. […]
Ya casi perdida la esperanza de encontrar el campamento cristero aquella no-
che… de pronto algo vino a romper aquél, mi ruidoso silencio. Una voz fuer-
te, cercana, gritó “¡Alto ahí. Quién vive!”64

Tras identificarse con el grito de “¡Cristo Rey!”, Francisco Esquivel sabe


que ha llegado a su destino. Ya entre sus compañeros de armas, el autor
reconoce que su talante humilde y su físico “no les daba muy buena
impresión”; tampoco podía adivinar el modo en que habrían de someterlo
a prueba para iniciarse en el combate. Las emociones que le provoca su
encuentro con el grupo de cristeros, son esenciales en esta narración:
compartir la cena y, antes de acostarse, rezar sus oraciones habituales, “por
primera vez, como soldado de Cristo Rey”, con aquéllos que serían “mi nueva
familia de allí en adelante […] mis compañeros de ideales y de infortunios
[…] mis nuevos hermanos […]. Y casi para dormirme empezó a llover,
lluvia lenta, menuda, callada, hermanándose con mis silenciosas lágrimas”.65
Algunos días después, el mayor que encabezaba el centenar de rebeldes
al que Esquivel acababa de incorporarse, supo de la presencia en una
población cercana de un grupo de “callistas”.66 Sin comunicarlo a nadie,
decidió atacarlos; tras una lluviosa jornada nocturna, en la madrugada

64
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 6.
65
ESQUIVEL, Páginas de un diario, ff. 7-8.
66
“Callistas”: despectivo mote habitual entre los cristeros para referirse a los soldados del Ejército Federal.

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abandonaron el camino para retomarlo un kilómetro antes de la loma en


donde estaba apostada la avanzada federal, en plena oscuridad.67 Luego de
hacer alto, aquel mayor mandó llamar a uno solo de sus hombres: el
exseminarista recién reclutado; le ordenó apearse del caballo y proseguir
ambos la caminata. Apenas unos cuantos metros antes de llegar a la cumbre
de aquella loma, cuando

[…] el centinela de la avanzada callista tal vez oyó el ruido de las jaras que se
quebraban a nuestro paso, porque inmediatamente nos marcó: ‘¡Alto, ¿quién
vive?!’. Pero aquel temerario mayor que ya iba prevenido, por toda contesta-
ción le comenzó a descargar su 45. Mientras que yo, que iba manicruzado por
no saber a lo que íbamos, pronto desenfundé mi pistola y se las comencé a
disparar a donde salían los flamazos de aquella avanzada de callistas.68

El mayor y el exseminarista continuaron el sorpresivo tiroteo sobre los


federales, que salieron en huida mientras la caballería cristera se lanzaba
sobre ellos, matando a algunos de los que huían y capturando vivos a dos
soldados. Concluida aquella insólita escaramuza, su bautizo de fuego,
Esquivel le reclamaría a aquel temerario mayor: “¿Por qué no me dijo a lo
que veníamos. ¡Pues yo venía manicruzado y sin desenfundar mi pistola!
Carcajeándose, solo me dijo: […] te quería dar una caladita. Pero sí vas a
poder… sí vas a poder. Ya vi cómo empujas”.69
Luego de varias jornadas de caminata a través de los cerros, el 24 de
noviembre de 1928 se encontraron con el general González, cerca de Santiago
Tangamandapio, y le entregaron el parque. Ese mismo día, el mayor recibió
una fina yegua de sangre inglesa —casi de seguro robada a algún rico de la
región por el oficial cristero— y, “en presencia del general González, de los
coroneles José María Méndez y Ramón Aguilar, y de sus estados mayores”,
le ordenaron al joven recluta ensillarla y calarla. El exitoso amansamiento
de la yegua le permitió seguir montando aquel fino animal, al tiempo que
quedaba incorporado a la tropa del general González. El día 26 de noviembre,

67
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 141.
68
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 141-142.
69
ESQUIVEL, Mamarracho, f. 142. Los dos escritos describen esta primera acción de armas, pero las versiones
difieren entre sí; el ataque por sorpresa y la intención de “calar” al recluta son similares en una y otra.

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en un combate librado en el Rancho del Compromiso, cerca de Chavinda,


resultaba mortalmente herido el general; al día siguiente fallecía, cerca de
Santiago Tangamandapio.70 Su muerte hizo que Francisco Esquivel cambiara
de jefe y de tropa —y perdiera el privilegio de seguir montando aquella
yegua inglesa—, quedando desde ese momento a las órdenes del coronel
Ramón Aguilar.71

VIOLENCIA, MUERTE Y RELIGIÓN: MEDITACIONES “A RAS DE TIERRA”

Ya en su faceta del Capitán Villalobos, una constante en estas Páginas de un


diario es la introspección, ardua, punzante, como los párrafos que dedica a
la proximidad de la muerte:

¿Por qué al sentirla a nuestro alrededor, al encontrarnos a un paso de ella


tiemblan nuestro cuerpo y nuestra alma? Hoy he estado con la muerte, he
estado junto a ella […] He sentido su helado aliento invadir mi cuerpo y sacu-
dir mi alma en las vibraciones de una emoción indecible […] asombrosa […]
terrorífica […] Sin duda que ella veía en mí la presa segura y próxima, pero
[…] “No caerá ni un solo cabello de vuestra cabeza sin que lo permita vuestro
Padre que está en los cielos”.72

Concluida con fortuna la arriesgadísima escaramuza, Esquivel retoma


ese debate interior: “Señor, ¡qué vanas y huecas me parecen las explicaciones
que los que no tienen fe, dan a los desenlaces favorables! ¡Buena suerte!...
¡Casualidad! Hoy he visto palpable, tangible, tu Providencia divina sobre
mí, pobre criatura tuya. ¡Te agradezco infinitamente, Señor!”.73
70
ESQUIVEL, Mamarracho, ff. 142-143. El combate se describe con cierto detalle en David. Órgano oficial, t. IV,
núm. 78, pp. 103-104, 22 de enero de 1959.
71
Salvo excepciones, poco nos dicen los nombres de los principales jefes rebeldes de la Cristiada. El entonces
coronel Ramón Aguilar —nacido cerca de Zacapu, Michoacán, con un pasado sui generis como líder agrarista
en su región—, incorporado a la lucha desde 1927 hasta su conclusión en junio de 1929, desarrollaría una
brillante carrera militar ascendiendo a general de brigada. Al sobrevenir los malhadados “arreglos” era ya,
por derecho propio, uno de los principales jefes de la Guardia Nacional, bajo la conducción de Enrique
Gorostieta. Durante la segunda Guerra Cristera, Ramón Aguilar sería sin duda su figura militar más destacada
en el estado, hasta su muerte a traición en marzo de 1936. Sobre Ramón Aguilar, véase DEGOLLADO GUÍZAR,
Jesús, Memorias de Jesús Degollado Guízar. Último general en jefe del ejército cristero, México, Jus, 1957,
pp. 49-50; GUERRA MANZO, Del fuego sagrado, pp. 217-219; MEYER, La Cristiada, vol. 1, pp. 276-279; OCHOA
SERRANO y SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Repertorio Michoacano, p. 32.
72
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 11.
73
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 11.

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Del mismo modo, tras una importante victoria en Ecuandureo, en vez


de describir la acción de armas nuestro personaje vuelve a la meditación
sobre la violencia, la guerra y la muerte:

¡Qué honda y amarga tristeza siento en el alma después de cada combate!


Después de la gran emoción que embarga mi espíritu durante la lucha, espe-
rando a cada instante la muerte que puede llegar de todas partes, después de
la alegría inmensa y natural que sobreviene a cada victoria; después del acer-
bo dolor, de la profunda agonía que siente el corazón con cada derrota, nos
invade esa tristeza negra y profunda a tal grado que logra superar mis demás
sentimientos.74

Y la amargura que le transmite el campo de batalla al terminar el


combate: “¡Visión dolorosa, preñada de muerte y de agonías, de cadáveres
sin número, de hombres cuyo corazón hace algunos instantes todavía
palpitaba con las vibraciones de la valentía y del arrojo, de la hombría y la
nostalgia del hogar lejano, del cariño hacia unos pequeños y una mujer que
en vano esperarán ya su regreso!”. Lo estremecen “los miembros mutilados,
llenos de tierra, barro y sangre” y el contraste entre los “rostros pálidos,
serenos” de algunos cadáveres y las “muecas terribles, asquerosas,
imborrables”, de otros. “¡Campo de batalla! […] Quejidos, llantos de los
que aún tienen un hálito de vida […] alaridos que penetran en el alma y la
hacen sufrir indeciblemente, alaridos punzantes, candentes”.75
Una enorme tristeza le invadía el alma, escribe Francisco Esquivel (a)
Capitán Villalobos, al disponerse a cumplir las órdenes de recoger lo que se
pudiera: armas, municiones, vestidos, una tarea sencilla pero repugnante:
“¡Quitar los rifles, pistolas, cuchillos, por la fuerza, de aquellas manos rígidas,
frías, apretadas, de los cadáveres que con sus ojos sin vida, vidriosos,
desencajados, nos miraban! […] Despojar de sus vestidos aquellos cuerpos
inertes, ensangrentados, pesados, inflexibles […] Solo el que ha hecho esto
puede experimentar el terrible sentimiento que invade el corazón al
hacerlo”.76

74
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 11.
75
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 11.
76
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 12.

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En el resto de estas Páginas se sintetizan incidentes y episodios de la


vida en campaña (unos cuantos meses más, hasta junio de 1929) del
seminarista transmutado en combatiente, que habría de alcanzar el grado
de capitán, de muy diversa índole. Quizá lo que más toca las fibras sensibles
de su autor, es la azarosa facilidad con que parecen intercambiarse la vida y
la muerte en la cotidianeidad de la guerra, y de ahí la conmoción que le
provoca, después de una escaramuza, dar muerte por propia mano a un
soldado callista oculto, quien a su vez iba a disparar sobre un compañero
cristero desprevenido.77
En este autorretrato durante su etapa bélica, complementario al del
seminarista Francisco Esquivel (trazado en el Mamarracho de algunos de
mis recuerdos), el Capitán Villalobos ya no se escinde ante la disyuntiva
conceptual, abstracta, de la paz o la guerra, la carrera sacerdotal o las armas.
Sus reflexiones son ahora concretas y dolorosas, se insertan en un ámbito
más humano, lo atormentan la muerte y los sufrimientos causados por el
propio soldado cristero en sus adversarios —tan humanos como él—. La
disyuntiva que lo desgarraba sobre sus dos posibles futuros ha dado paso a
la cavilación sobre las inexorables consecuencias de la opción asumida: los
horrores de la guerra.
Vale la pena destacar, asimismo, la descripción de la misa a la que asiste
la tropa —constituía un suceso insólito para aquellos combatientes la
presencia de un sacerdote en el frente de batalla o en el campamento—,
relatada con éxtasis: “una dicha indecible, inmensa, encajada en una mañana
radiante de junio”, oficiada por un anciano sacerdote y en donde la Eucaristía
adquiere su profundo significado de identificación entre las vidas divina y
humana.78 El reconcentrado fervor y la conmovedora atención con que se
registran los detalles del oficio religioso y de su escenario, y aun el vestuario
del clérigo, expresados mediante inspiradas metáforas, nos permiten entrever
que el capitán cristero no ha abandonado sus intenciones sacerdotales: la
vocación no se ha extinguido.
Es igualmente reveladora —por omisión—, la ausencia en estas páginas
de toda referencia al fin de la guerra, en junio de 1929. Sobre los “arreglos”
y el vergonzoso licenciamiento cristero que el propio Capitán Villalobos
77
ESQUIVEL, Páginas de un diario, ff. 13-14.
78
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 13.

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LA C RISTIADA EN ZAMORA Y SU REGIÓN ...

debe haber pasado como un gran trago amargo, nada nos dice este Diario.
Podemos arriesgar una conjetura: quizá el combatiente, próximo a dejar
esa faceta para volver al camino de su vocación original, decidió optar por
el silencio, como tantos otros compañeros de armas, a pesar de sí mismo,
respetando por anticipado la disciplina eclesiástica, cuyo estado pensaba
asumir en un futuro próximo.
Un episodio cuya audacia es más propia del género de aventuras,
narrado minuciosamente y que aquí se reduce a lo indispensable, lo
protagonizan el Capitán Villalobos y un grupo de veinticinco hombres que
se disfrazan con el uniforme de soldados federales, y fingen llegar como
refuerzo a una población en la que su Defensa Social espera el ataque cristero.
Los rebeldes necesitan armas, urgentemente. Villalobos se presenta como
capitán del ejército federal, y hace comparecer al jefe de la Defensa del pueblo
para reclamarle que algunos vecinos del lugar dan auxilio a los cristeros (los
miembros de la Defensa no han podido evitarlo). En castigo, el general que
les proporcionó sus rifles Máuser ha decidido quitárselos; armas y parque
deberán entregársele. Le asegura que los cristeros no atacarán; avergonzado,
el jefe de la Defensa acata las órdenes superiores y sus miembros entregan
armamento y municiones a la tropa de cristeros disfrazados de “callistas”. El
éxito de la estratagema es completo, ¡incluso Villalobos ha firmado un
recibo!79

DE NUEVO EL SEMINARIO… Y AL FIN EL SACERDOCIO

El escrito, a partir de su sección VIII, nos traslada mediante una gran elipsis
hasta 1933, cuando Francisco Esquivel (ex-Capitán Villalobos), ha reanudado
sus estudios en el Seminario de Zamora.
Quizá la anécdota más insólita en una vida de por sí pródiga en
aventuras, la vivió el recién incorporado seminarista ante quien era en ese
momento jefe de operaciones en Zamora, el general Manuel Ávila
Camacho.80 El futuro presidente de la República los mandó comparecer a él
y a otro excristero, ni más ni menos que en el propio cuartel, para hacerle

79
ESQUIVEL, Páginas de un diario, ff. 16-21.
80
En sus memorias Esquivel lo llama coronel, grado que ostentaba Ávila Camacho al término de la Guerra
Cristera. Fue ascendido a general de brigada en septiembre de 1929.

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M ARCO U LISES I ÑIGUEZ M ENDOZA

una proposición casi inverosímil; Francisco Esquivel pensaba que su fin


había llegado. Informándole que hay orden de fusilarlo, el general le dice:
“conozco tus dotes militares; en ti, muchacho, hay madera de militar; puedes
servir excelentemente a la Patria en la milicia”, y le propone cambiar de
nombre, quedando bajo su responsabilidad: “te llevo al Colegio Militar,
costeando yo todo lo necesario para tu carrera. ¿Qué dices?”.81 El seminarista
agradeció aquel inesperado ofrecimiento pero lo rechazó, asegurando al
general que en su alma “estaba viva la llama de mi vocación al sacerdocio”.
Ávila Camacho supuso que no le atraía el escaso sueldo en el Ejército, y
reviró con otra proposición insospechada:

Tú sabes que mi hermano Maximino vive en continuo peligro, trae siempre la


vida pendiente de un hilo por tener tantos enemigos. […] Es cierto que trae
varios pistoleros. […] Pero de ninguno me fío. Mi hermano necesita de un
hombre inteligente, vivo, rápido y diestro en el manejo del arma, y yo creo que
tú puedes desempeñar bien el oficio. […] Estoy bien enterado de tus cualida-
des. Si aceptas hoy mismo escribo a mi hermano […] y mañana sales para
Puebla a desempeñar tu oficio. […] Te tratarán bien y ganarás lo que menos
pienses.82

A la reiterada pregunta de Ávila Camacho sobre si aceptaba el puesto


de pistolero, Esquivel se negó una vez más:

—Créame que le agradezco con toda el alma […] pero dispénseme que no
acepte su ofrecimiento. “¿Pero por qué, problemas de familia? Todo lo resol-
veremos…”.
—No, nada de eso. Pienso… pienso… ¡ser sacerdote! De pronto creí que se
encolerizaba, […] pero contestó tranquilamente, como siempre:
—“Ni modo. Ahí no me meto…”.83

81
ESQUIVEL, Páginas de un diario, ff. 21-22.
82
ESQUIVEL, Páginas de un diario, ff. 22-23. Una segunda versión de la entrevista, con ciertas variantes, puede
leerse en la serie de artículos de MORENO MÉNDEZ, “Señor cura Esquivel, alias Capitán Villalobos”, derivados
de las conversaciones entre el sacerdote y el autor.
83
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 23. En las más diversas fuentes, en particular los testimonios de excristeros,
son consistentes las referencias al carácter ecuánime y el talante conciliador de Manuel Ávila Camacho durante
la guerra y en la post-Cristiada.

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Las fojas finales de este Diario enaltecen esa constancia: “Aquella


vocación no fue una ilusión rota, como la caña seca y cascada que se quiebra
bajo el peso abrumador de fuerte vendaval; ni flor tronchada y marchita”.
Venciendo adversidades hasta alcanzar la anhelada ordenación, el ministerio
de Francisco Esquivel habría de concretarse en la conducción parroquial
de Purépero (su pueblo natal), Nahuatzen, Tancítaro, Pajacuarán y muchos
pueblos más.84
A modo de colofón, se cierra el escrito con una noble y hermosa
anécdota, sin fecha precisa: muchos años después de la guerra, el padre
Esquivel regresa a su curato tras haber llevado el viático a un muchacho
gravemente enfermo, en un rancho de la jurisdicción de la parroquia de
Tancítaro a su cargo. Lo acompaña el padre del joven, un ranchero entrado
en años, y le dice: “Padre, desde que salimos del pueblo, trajo su merced
hartos recuerdos a mi memoria vieja”, y al preguntarle el sacerdote a qué se
refiere, el hombre replica:

No sé por qué, padre, pero cuando lo vide montarle al caballo, se me vino


luego, luego a la mente mi Capitán Villalobos. Le monta igualito que él, naiden
le igualaba en eso. […] Era un muchacho, ahora ya ha de estar grande, que peleó
con nosotros allá en la Cristiada. Yo fui su asistente, harto tiempo […] Desde
lo del indulto no he vuelto a saber nada de él. Zamora, enero 29 de 1953.85

COMENTARIOS FINALES

Varias son las líneas de comentarios y análisis que se desprenden de los dos
escritos autobiográficos aquí trabajados. La más relevante, a mi juicio, es
esta suerte de traducción a reflexiones y emociones muy concretas, personales
e íntimas, del gran dilema que desveló las conciencias de un cierto sector de
católicos, seglares o clérigos y, como en los casos de Francisco Esquivel y
otros más, de seminaristas que vieron truncadas sus legítimas aspiraciones
durante el conflicto religioso y armado de la década de 1920, y que lograron
retomarlas en la década siguiente, aún bajo un nuevo periodo de tenaz
persecución antirreligiosa.
84
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 25.
85
ESQUIVEL, Páginas de un diario, f. 25.

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El inevitable cuestionamiento sobre la violencia extrema desde la


perspectiva cristiana, cobra aquí su cabal dimensión. Ya sea en la acuciante
disyuntiva que afronta el joven exseminarista al tomar la decisión final, o
en las escalofriantes descripciones de los enemigos muertos en combate
(aquéllos que quizá han sucumbido por su propia mano); en ese papel
bifronte como actor y testigo del azar infinitesimal que decide entre la vida
y la muerte, y de cómo se experimenta la estremecedora sensación de su
cercanía. Todo ello convierte a Francisco Esquivel —transmutado en Capitán
Villalobos—, por sus capacidades simultáneas de acción y reflexión, en alma
gemela del colimense José Verduzco Bejarano. Las vivencias plasmadas a
través de las páginas de estas memorias reflejan, “a ras de tierra”, con dolorosa
concreción, un dilema cardinal planteado desde los libros del Antiguo
Testamento, pasando por los primeros Padres del cristianismo para llegar a
San Agustín y Santo Tomás, hasta los teólogos que en los siglos XIX y XX
sirvieron como fundamento para sustentar la legitimidad del movimiento
cristero.
Al menos otras dos cualidades podemos advertir en estas memorias
inéditas: las virtudes literarias del autor, evidentes en las entrañables
emociones experimentadas al incorporarse a la Cristiada —apenas ocho o
nueve meses que lo marcaron de por vida—, y en sus inspirados pasajes
costumbristas; una voluntad obsesiva por relatar todo aquello que ha vivido,
no permitir que su experiencia vital se perdiera en el tráfago de la Historia,
o quedara aplastada por el muro de silencio historiográfico impuesto por
Iglesia y Estado a la epopeya cristera durante casi cuatro décadas (al menos
en el medio académico mexicano). Así, una y otra vez nos encontramos en
estas páginas frases como “Y qué, si yo he contado lo cierto”, y muchas otras
que otorgan a Francisco Esquivel (a) Capitán Villalobos una suerte de
vocación “herodotiana”, hermanándolo con numerosos actores y testigos
que nos legaron sus testimonios sobre la gran guerra religiosa mexicana.86

86
Sobre la obsesión testimonial de los excombatientes: MEYER, Jean, La Cristiada. Los cristeros, México, Siglo
Veintiuno, 16ª ed., 2002, vol. 3, pp. 324-325; PUENTE LUTTEROTH, Movimiento cristero, pp.164 y ss. Nos falta
espacio para enumerar a los historiadores que han recopilado apuntes y memorias relativas a la Cristiada; no
obstante, merece una mención especial el escritor zacatecano, nacido en El Teúl y avecindado en Guadalajara,
Luis Sandoval Godoy (1927-2019). Una porción considerable de su extensa bibliografía, basada en gran
parte en relatos de la gente nativa de los pueblos de Jalisco y Zacatecas, aborda de manera primordial la
Guerra Cristera.

274 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
LA C RISTIADA EN ZAMORA Y SU REGIÓN ...

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Fecha de recepción: 16 de abril de 2021


Fecha de aceptación: 26 de julio de 2021

276 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
‘STAY THE HELL OUT OF IT’: EL GENERAL ARANA OSORIO,
KISSINGER Y UNA OLVIDADA CRISIS CENTROAMERICANA
(1966-1974)

RODRIGO VÉLIZ ESTRADA




RESUMEN

Este artículo examina el surgimiento y la consolidación a nivel nacional y regional


del general guatemalteco Carlos Arana Osorio. El artículo pone peso en cuatro
elementos: su surgimiento político, su aporte en la construcción de alianzas con
otros presidentes centroamericanos, su apoyo a éstos en momentos de crisis bajo
la silenciosa mirada de la dupla Nixon/Kissinger, y su papel en enfrentarse a
diferentes espacios institucionales domésticos para lograr la continuidad de su
proyecto político. Busca traer a luz elementos y temporalidades usualmente
pasados por alto en la historiografía centroamericana. Específicamente, busca
debatir sobre la violencia política en Guatemala y los matices centroamericanos
dentro de la Guerra Fría latinoamericana. Esto con el fin de matizar el canon
clásico que subraya la violencia y el intervencionismo estadounidense como ejes
de la política en el país.

Palabras clave: Guerra Fría, Doctrina Nixon, Kissinger, autoritarismo.

Rodrigo Véliz Estrada • Facultad de Ciencias Sociales


Universidad del Valle de Guatemala
Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 277
RODRIGO V ÉLIZ E STRADA

“STAY THE HELL OUT OF IT”: GENERAL ARANA OSORIO, KISSINGER


AND A FORGOTTEN CENTRAL AMERICAN CRISIS (1966-1974)

SUMMARY

This article examines the emergence and consolidation at the national and
regional levels of Guatemalan general Carlos Arana Osorio. The article focuses
on four elements: its political emergence, its contribution in building alliances
with other Central American presidents, its support to them in times of crisis
under the silent eye of the Nixon/Kissinger duo, and its role in confronting
different domestic institutional areas to achieve the continuity of his political
project. It seeks to bring to light elements and temporalities usually overlooked
in Central American historiography. Specifically, it seeks to discuss the political
violence in Guatemala and the Central American nuances within the Latin
American Cold War. This in order to nuance the classical canon that emphasizes
violence and US interventionism as axis of politics in the country.

Keywords: Cold War, Nixon Doctrine, Kissinger, authoritarianism.

“STAY DE HELL OUT OF IT”: LE GÉNÉRAL ARANA OSORIO, KISSINGER


ET UNE CRISES CENTRAMÉRICAINE OUBLIÉE (1966-1974)

RÉSUMÉ

Cet article analyse la montée en puissance et l’affermissement du pouvoir du


général guatémaltèque Carlos Arana Osorio aux niveaux national et régional. Il
met l’accent sur quatre points : son émergence politique, sa contribution à la
création d’alliances avec d’autres présidents centraméricains, le soutien qu’il leur
a apporté en temps de crise sous la bienveillance du binôme Nixon/Kissinger,
ainsi que son rôle dans la confrontation avec les différents espaces institutionnels
de son pays afin d’assurer la continuité de son projet politique. Le texte cherche
à mettre en lumière des éléments et des périodes habituellement négligés dans
l’historiographie centraméricaine. Plus précisément, il a pour ambition de débattre
de la violence politique au Guatemala et des subtilités propres à l’Amérique
centrale dans le contexte de la « Guerre froide latino-américaine ». Son objectif
est de nuancer le discours de référence qui fait de la violence et de
l’interventionnisme américain les axes de la politique guatémaltèque.

Mots clés : Guerre Froide, Doctrine Nixon, Kissinger, autoritarisme.

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“STAY THE HELL OUT OF IT ”: EL GENERAL A RANA O SORIO , K ISSINGER...

INTRODUCCIÓN

L a historia de la Guerra Fría en América Central tiene pasillos muy


transitados. Sin duda el que más atención ha llamado es el episodio que
siguió a la caída de Anastasio Somoza García en julio de 1979 y las guerras
que se desataron en Nicaragua, El Salvador y Guatemala en medio de las
presiones de Ronald Reagan y los apoyos que recibió de Honduras. En su
afán por visibilizar la intervención de Estados Unidos, una parte importante
de los estudios referentes ha cimentado una visión particular sobre el istmo.1
En esta, el autoritarismo y la violencia política (del Estado o de actores no
estatales) son elementos que se toman por dados. De la misma manera, una
omnipresente fuerza intervencionista de Estados Unidos en el área
generalmente ha acompañado esta narrativa, cimentada en el prejuicio del
‘patio trasero’.2 La fuerza y la presencia de estos factores se asumen como
inalterables en la historia de la dinámica política centroamericana.
1
JOSEPH, Gilbert, “What We Now Know and Should Know Bringing Latin America More Meaningfully into
Cold War Studies”, en Gilbert JOSEPH y Daniela SPENSER (eds.), In from the Cold. Latin America’s new encounter
with the Cold War, Durham, Duke University Press, 2008, pp. 10-12.
2
PEARSE, Jenny, Under the eagle. U.S. intervention in Central America and the Caribbean, Boston, South End
Press, 1982; LAFEBER, Walter, Inevitable revolutions: The United States in Central America, Nueva York, W.W.
Norton and Co., 1993; LEOGRANDE, William, Our own backyard. The United States in Central America, 1977-
1992, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1998. Hubo excepciones notables, donde el peso
de las trayectorias políticas fue ubicada en los elementos domésticos y no tanto en la fuerza de Estados
Unidos; ver ANDERSON, Thomas, Politics in Central America, Nueva York, Praeger, 1988 y DUNKERLEY, James,
Power in the isthmus, Londres, Verso, 1989.

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 279
RODRIGO V ÉLIZ E STRADA

Greg Grandin ha llamado la atención sobre esta tendencia y ha


exhortado a historizar con más detalle y matices la violencia política y el
papel de Estados Unidos en la región, en vez de suponerlos.3 En un pasaje
esclarecedor, Grandin avisa sobre la tensión “entre una insistencia en la
inevitabilidad histórica después de los hechos y la indeterminación de hecho
que presenta cualquier coyuntura”.4 Asumir la violencia y el papel desmedido
de Estados Unidos pasa por suponer que estos elementos no se modificaron
en el tiempo y que su trayectoria, de manera inevitable, desembocaría en la
explosión de violencia e intervenciones de los ochenta. Un argumento que
parte de una teleología pocas veces razonada. Una consecuencia de esta
postura es la oscuridad que toman otras temporalidades y elementos. En su
celebrada síntesis sobre la Guerra Fría en Latinoamérica, por ejemplo, Hal
Brands le dedica solamente un capítulo a Centroamérica: la década de 1980,
sin una explicación más o menos profunda -no necesariamente extensa-
sobre sus trayectorias estructurales y las situaciones coyunturales, llenas de
azar, que explican su devenir.5
En un reciente artículo, Vani Pettiná ha continuado con la tarea de
considerar con más precisión la “evolución de las dinámicas político-sociales
locales con el sistema internacional” de la Guerra Fría en América Central,
en una similar crítica a la constante preferencia por documentar las “crisis
más vistosas”.6 Aunque su síntesis tiene algunos agujeros bibliográficos y
ciertos pasajes comunes —aunque importantes— (la influencia de la
Revolución cubana, por ejemplo), su crítica es una lectura fresca y un
llamado a analizar otras temporalidades y elementos.
De su crítica y la que hace Grandin, además de otras que se han hecho
en los últimos años, se desprende la importancia de investigar las décadas
previas a 1979 sin supeditarlas a los desenlaces que siguieron.7 Eso es central
3
Esta tarea ha sido iniciada por Robert Holden, enfocándose en las trayectorias de largo plazo en el istmo.
Ver HOLDEN, Robert, Armies without nations, Nueva York, Oxford University Press, 2004.
4
GRANDIN, Greg, “Living in Revolutionary Time: Coming to Terms with the Violence of Latin America’s Long
Cold War”, en Greg GRANDIN y Gilbert JOSEPH (eds.), A Century of Revolution. Insurgent and Counterinsurgent
Violence During Latin America’s Long Cold War, Durham, Duker University Press, 2017, pp. 18-21.
5
También le dedica un capítulo a la intervención norteamericana en Guatemala en 1954. Ver BRANDS, Hal,
Latin America’s Cold War: An International History, Cambridge, Harvard University Press, 2012.
6
PETTINÁ, Vani, “América Central y la Guerra Fría, apuntes para una historia”, E.I.A.L., vol. 30, núm. 1, 2019,
p. 14.
7
Ver, por ejemplo, WÜNDERLICH, Volker, “Abriendo senderos viables en una historia tan marginada como
globalizada. A manera de comentario”, Anuario de Estudios Centroamericanos, núm. 41, 2015, p. 114; ACUÑA,

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“STAY THE HELL OUT OF IT ”: EL GENERAL A RANA O SORIO , K ISSINGER...

para historiar la violencia y el intervencionismo estadounidense en América


Central. No es mi interés negar la centralidad que tuvieron los años ochenta
como desenlaces armados a las tensiones históricas —de corto, mediano y
largo plazo. Simplemente es traer a luz elementos y temporalidades que
debido a esa centralidad usualmente son pasados por alto. Creo que ese
cauce brindará explicaciones más robustas y complementarias a las que se
conoce hoy en día.8
Considero que al menos cuatro elementos novedosos pueden
desarrollarse al respecto. El primero es el recorrido y el papel de personajes
cuyas decisiones fueron centrales en ‘torcer’ el rumbo de los acontecimientos.
Un segundo elemento es la construcción de alianzas institucionales e
informales entre presidentes centroamericanos, generalmente, pasadas por
alto en favor de las presiones norteamericanas. De esto se desprende un
tercer elemento: los límites en la influencia de la política exterior de Estados
Unidos, lo que no niega su fuerza, solo le concede un papel más justo. Por
último, la presencia de espacios institucionales que permitían cierta
competencia democrática viable, existiendo a la par de episodios de violencia
política y de gobiernos autoritarios.
Mi interés se enfoca en los acontecimientos entre 1966 y 1974 para
explicar estos cuatro elementos. En particular, subrayo la trayectoria
ascendente del general guatemalteco Carlos Arana Osorio (presidente 1970-
1974), su aporte en la construcción de alianzas con otros presidentes
centroamericanos, su activa participación en momentos de crisis en estos países
bajo la silenciosa mirada de la dupla Nixon/Kissinger, y su papel en enfren-

Víctor, “Centroamérica en las globalizaciones (siglos XVI-XXI)”, Anuario de Estudios Centroamericanos, núm.
41, 2015, pp. 13-27; TARACENA, Arturo y Roberto GARCÍA, La guerra fría y el anticomunismo en Centroamérica,
Guatemala, Flacso, 2017. Importante también fue la temprana orientación de Westad. Ver WESTAD, Odd, The
Global Cold War. Third World interventions and the making of our times, Cambridge, Cambridge University
Press, 2007.
8
Otros estudios han traído a la luz elementos importantes para matizar estas visiones. Ver, sobre todo, HUNTER,
Jane, Israel foreign policy. South Africa and Central America, Boston, South End Press, 1987; ROSTICA, Julieta,
“La política exterior de la dictadura cívico-militar argentina hacia Guatemala (1976-1983)”, Estudios, núm.
35, 2016, pp. 95-119; MACALLISTER, Carlota, “Rural Markets, Revolutionary Souls, and Rebellious Women in
Cold War Guatemala”, en Greg GRANDIN y Gilbert JOSEPH (eds.), A Century of Revolution. Insurgent and
Counterinsurgent Violence During Latin America’s Long Cold War, Durham, Duke University Press, 2010;
VÁZQUEZ, Mario y Fiaban CAMPOS, “Solidaridad transnacional y conspiración revolucionaria. Cuba, México
y el Ejército Guerrillero de los Pobres de Guatemala, 1967-1976”, Estudios Interdisciplinarios de América
Latina, vol. 30, núm. 1, 2019, pp. 72-95; VRANA, Heather. The city belongs to you. A history of student activism
in Guatemala, 1944-1996, Oakland, University of California Press, 2017.

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RODRIGO V ÉLIZ E STRADA

tarse a diferentes espacios institucionales domésticos para lograr la continui-


dad de su proyecto político. Considero que la trayectoria de estos elementos
permite dar luz a las agencias, las relaciones de fuerza en varias escalas y al
azar en una coyuntura (1972-1974) usualmente olvidada en el istmo.
No está de más decir que esta agenda de investigación se nutre de los
debates recientes sobre la Guerra Fría Latinoamericana. Además de los
mencionados sobre América Central, recojo la importancia que se le ha
venido dando a las agencias compartidas entre países latinoamericanos sin
la necesaria mediación de Estados Unidos.9 A esto le sumo un elemento
que me parece central para observar la violencia política: la existencia de
partidos políticos y organizaciones institucionales que moldeaban la
plataforma, formal e informal, de la vida política centroamericana. Aunque
las armas insurrectas y la represión estuvieron presentes en los años que
analizo, no siempre fueron determinantes en explicar desenlaces. La
existencia de estos espacios democráticos, algunos con largas tradiciones,
son elementos que me parecen importantes de rescatar y valorar en su justa
dimensión.
Para cubrir los aspectos de la política exterior guatemalteca y sus
relaciones con América Central, me baso en archivos de la Cancillería
mexicana y archivos diplomáticos en Washington, D.C. y Austin, Texas.
Estos también fueron fuente importante de información sobre las coyunturas
locales en el resto de países centroamericanos. Para la política nacional y
local guatemalteca, reviso archivos de diferentes instituciones domésticas,
folletería y fuentes de hemeroteca. Merece un comentario el uso de fuentes
estadounidenses y mexicanas para analizar las relaciones guatemaltecas con
América Central. La dependencia en estas fuentes se debe al cierre definitivo
del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE) de Guatemala, lo
que ha evitado hacer uso de ellas. Aunque García Ferreira ha dicho que el
archivo está en mal estado y es continuamente depredado, su cierre deja
pocas opciones a la mano.10 El uso de fuentes mexicanas ayudará a matizar

9
RANDALL, Stephen, “Ideology, National Security and the Corporate State: The Historiography of U.S.-Latin
American Relations”, Latin American Research Review, vol. 27, núm. 1, pp. 205-217; PETTINÁ, Vanni, La Guerra
Fría en América Latina, México, El Colegio de México, 2018; MCPHERSON, Allan, “Anti-Imperialist racial
solidarity before the Cold War. Success and failure”, en Thomas FIELD, Stella KREPP y Vanni PETTINÁ, (eds.),
Latin America and the Global Cold War, Chapell Hill, University of North Carolina Press, 2020, pp. 201-220.
10
GARCÍA, Roberto, “La política exterior de Guatemala: 1944-1954”, Espacios Políticos, vol. 5, núm. 6, pp. 71-90.

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“STAY THE HELL OUT OF IT ”: EL GENERAL A RANA O SORIO , K ISSINGER...

las opiniones de la burocracia diplomática del Departamento de Estado, y


así evitar sesgos que desde la década de 1990 han sido señalados.11 Espero
que la recopilación abra la puerta a empañar cualquier idea de sobre
determinación, intervencionismo y violencia sin pausa, y dé lugar a matices
importantes.

“SÓLIDO Y GRANÍTICO”: EL SURGIMIENTO DE ARANA OSORIO

El coronel Carlos Arana Osorio llevó a partir de fines de 1966 una victoriosa
ofensiva militar en el nororiente de Guatemala en contra de las bases de
apoyo de las Fuerzas Armadas Rebeldes ( FAR ) y el Movimiento
Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13). Tras la ofensiva, Arana se había
catapultado como el hombre fuerte de las organizaciones anticomunistas,
fortaleciendo una alianza entre militares y civiles, que incluían al ala más
dura de las organizaciones empresariales. En marzo de 1970 llegaría a la
presidencia y su partido, la Central Aranista Nacional (CAN), sería parte de
la alianza en el poder hasta la salida de los militares en 1985. Una notoria
trayectoria para un oficial con “una experiencia limitada” a nombramientos
“en ingeniería y oficinas”, como lo había descrito el Departamento de Estado
antes de las elecciones de 1970.12
Carlos Manuel Arana Osorio nació el 17 de junio de 1918 en Barberena,
departamento de Santa Rosa, al sur-oriente del país. Arana había pasado
como muchos estudiantes de las cabeceras departamentales a estudiar su
secundaria en la capital, ciudad de Guatemala. Luego ingresó a la Escuela
Politécnica (EP) en plena dictadura de Jorge Ubico Castañeda, en 1935, siendo
parte de la promoción número 32. En simultáneo no pudo superar el
segundo año en Medicina, y su carrera de oficial le deparó puestos
administrativos y de docencia en la EP y el Ministerio de la Defensa. Para
inicios de 1963, el mayor Arana Osorio, de 44 años, no había logrado consolidar
una carrera política. Eso cambió con el golpe militar de marzo de ese año.13

11
RANDALL, “Ideology, National Security”.
12
Congress Library (en adelante CL), Washington, D.C., Digital National Security Archive (en adelante DNSA),
Memo Departamento de Estado, 18 de febrero de 1970.
13
TORRES-RIVAS, Edelberto, “El golpe militar de 1963”, en Edelberto TORRES-RIVAS, Centroamérica: la democracia
posible, San José, Editorial Universitaria Centroamericana, 1987; SCHLEWITZ, Andrew, The rise of a military
State in Guatemala, 1931-1966, tesis de doctorado, Universidad New School, 1999.

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RODRIGO V ÉLIZ E STRADA

El golpe expresaba la construcción de un difícil consenso a lo interno


de las Fuerzas Armadas. Tanto la Fuerza Aérea (Manuel Zea Carrascosa), la
Marina de Guerra (Manuel Sosa Ávila), las fuerzas de tierra (Enrique Peralta
Peralta Azurdia), así como las 12 bases militares existentes en ese momento,
habían estado de acuerdo en la remoción del general Miguel Ydígoras
Fuentes, pese a las diferencias ideológicas que había entre ellos. El golpe
tuvo un apoyo a regañadientes del gobierno de John F. Kennedy, que tras la
crisis de los misiles de octubre de 1962, temía ‘otra Cuba’ en América
Central.14 El putsch se llevó a cabo sin problemas, pese al apoyo de Ydígoras
a la invasión de Bahía de Cochinos y a sus promesas en una entrevista
personal con Kennedy, semanas antes del golpe, de apoyar cualquier medida
en contra de Cuba.15 El apoyo a la caída de Ydígoras fue alimentada por
informes que sugerían que Juan José Arévalo, primer presidente de la
Revolución (1945-1951), ganaría con facilidad las elecciones de octubre de
1963. A fines de 1962, por su lado, habían surgido las FAR, una alianza de
oficiales expulsados del ejército y miembros del Partido Guatemalteco del
Trabajo (PGT, comunista). Eso sepultó el futuro de Ydígoras y de Arévalo.16
El nuevo gobierno militar (1963-1966) necesitaba de figuras respetadas
y con credenciales anticomunistas probadas. El mayor Arana Osorio era
sobrino del coronel Javier Arana, asesinado en 1949 durante el gobierno de
Arévalo, y desde entonces tenía posturas críticas sobre la influencia
comunista. Así llegó a ser comandante de la Zona Militar de Jutiapa, tras
ser ascendido a coronel. Según Durston, las comandancias en zonas militares
en estos años estaban dirigidas por personajes de extrema confianza del
nuevo Jefe de Gobierno.17 En efecto, eran un elemento central en su campaña
de control social y contrainsurgencia, formando redes de espionaje activadas
por estructuras informales compuestas por diversas instituciones locales.

14
RABE, Stephen, The killing zone. The United States wages Cold War in Latin America, New York, Oxford
University Press, 2016; FURSENKO, Aleksandr y Timothy NAFTALI, ‘One hell of a gamble’: Khrushcev, Castro,
Kennedy, 1958-1964, Nueva York, Norton, 2001.
15
National Archives and Records Administration (en adelante NARA), Maryland, RG 59, POL GUAT, Embajada
de Estados Unidos en Guatemala para Departamento de Estado, “Conversation between President Kennedy
and President Ydígoras”, 20 de marzo de 1963.
16
NARA, Embajada de Estados Unidos en Guatemala para Departamento de Estado, 13 de marzo de 1963.
17
DURSTON, John, La estructura de poder en una región ladina de Guatemala, Guatemala, Seminario de
Integración Social Guatemalteca, 1972.

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Aunque se sabe poco sobre los años de Arana en Jutiapa, sus logros
tuvieron que ser bien valorados, debido al menos a dos desenlaces. Fue
escogido como representante de la Presidencia en la II Exposición Industrial,
un lugar donde podría codearse con la emergente élite industrial, cercana
al gobierno y sus medidas.18 Y por otro lado, a fines de 1966 fue elegido
como comandante de la Zona Militar de Zacapa, en el nororiente del país.19
Esa decisión fue el giro favorable en su carrera.
Zacapa era un centro económico regional con un largo historial de
bandolerismo y milicias. En las sierras y montañas que rodeaban la planicie
zacapaneca se habían constituido frentes guerrilleros y bolsones locales de
apoyo político.20 Con la intención de aniquilarlos, Arana pasó a articular
redes de ganaderos, comerciantes y políticos locales, según una investigación
de González-Izás.21 Según informes que llegaron al Departamento de Estado,
que colaboraba con programas de formación y de desarrollo agrario en el
área, Arana logró formar una red de alrededor de cuatro mil comisionados
militares, que servirían como fuentes de inteligencia y darían auxilios para
operaciones militares. En esa conformación, la alianza con las bases locales
del partido ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional (MLN) fue
clave. El apoyo de organizaciones paramilitares, como el Movimiento
Anticomunista Nacional Organizado (MANO), fue también importante, según
otro informe.22
Una carta de la Oficina de Inteligencia e Investigación del
Departamento de Estado, en campo para valorar los rumores sobre los
‘excesos’ represivos de estas redes, advertía que “en muchos casos, Arana, el

18
Sobre las medidas industriales del primer gobierno militar, ver BULMER-THOMAS, Victor, The political economy
of Central America since 1920, New York, Cambridge University Press, 1988; DOSAL, Paul, El ascenso de las
élites industriales en Guatemala, Guatemala, Piedra Santa, 2005.
19
La decisión se dio en el marco de presiones al nuevo gobierno de Julio Méndez (1966-1970) de parte de
organizaciones de derecha para dar una solución al problema de la insurgencia. Ver CL-DNSA, Telegrama
de embajada de Estados Unidos en ciudad de Guatemala para Departamento de Estado, 3 de noviembre de
1966.
20
SARAZÚA, Juan, “Bandoleros y política en Chiapas y Guatemala, 1825-1850”, Península, vol. 13, núm. 2,
2018, pp. 43-67.
21
GONZÁLEZ-IZÁS, Matilde, Territorio, actores armados y formación del Estado, Guatemala, Cara Parens, 2014.
22
Ver sobre todo CL-DNSA, Memo de A. Hernández, Rural Development Advisor, para Director de USAID, 3 de
julio de 1967; carta de embajada de Estados Unidos en ciudad de Guatemala para Departamento de Estado,
20 de enero de 1967; carta de Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado para
Departamento de Estado, 12 de mayo de 1967; carta de embajada de Estados Unidos en ciudad de Guatemala
para Departamento de Estado, 17 de febrero de 1968.

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ambicioso comandante de la zona militar, se dice que activamente motiva y


apoya [los ‘excesos’]”. 23 En su informe final sentenciaba que la
contrainsurgencia en la región estaba “fuera de control” tanto del gobierno
central como de Estados Unidos.24
El auge de la ofensiva contrainsurgente fue el secuestro por parte de
MANO, en marzo de 1968, del arzobispo metropolitano, Mario Casariego,
tras un viaje a México que documentó la embajada de ese país en la ciudad
de Guatemala. La acción buscaba tanto castigarle por su falta de apoyo como
causar un cisma que provocara la caída del gobierno del civil Julio Méndez
Montenegro.25 Los rumores que recogía la embajada estadounidense
señalaban que Arana podría “ser parte del golpe”, aunque no existían pruebas
concretas de su participación directa. Si estaba implicado, sería con aportes
secundarios y como un beneficiario posterior.26 Lo que sí se sabe es que dos
días después del secuestro fue destituido como comandante de Zacapa.27
Para entonces su labor estaba hecho: la ola de terror político de noviembre
de 1966 a marzo de 1968 cobró la vida de más de tres mil personas, con
alrededor de 300 desaparecidos.28 Eso fue suficiente para neutralizar la fuerza
que venían acumulando las organizaciones guerrilleras, que pasaron por
quiebres y reflujos importantes en los siguientes años.
Arana Osorio logró un exilio diplomático, siendo enviado como
embajador ante el gobierno de Anastasio Somoza Debayle. 29 Aunque

23
CL-DNSA, Carta de Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado para Departamento
de Estado, 12 de mayo de 1967.
24
CL-DNSA, Carta de Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado para Departamento
de Estado, 23 de octubre de 1967.
25
Archivo Histórico de Relaciones Exteriores (en adelante AHSRE), Ciudad de México, carta de embajada de
México en ciudad de Guatemala para Secretaría de Relaciones Exteriores, 19 de marzo de 1968.
26
CL-DNSA, Carta de embajada de Estados Unidos en ciudad de Guatemala para Departamento de Estado, 15
de marzo de 1968; carta de Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado para
Departamento de Estado, 12 de mayo de 1967.
27
“Decretado estado de sitio como consecuencia del secuestro del Arzobispo”, El Gráfico, [ciudad de
Guatemala], 19 de marzo de 1968.
28
BOOTH, John, “A Guatemalan nightmare. Levels of political violence. 1966-1972”, Journal of Interamerican
Studies and World Affairs, vol. 22, núm. 2, 1980, pp. 202-210; LÓPEZ, Carlos, “La Nueva Organización
Anticomunista (NOA). Historia represiva de un escuadrón de la muerte paraestatal”, Cuadernos Intercambio
sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 15, núm. 1, 2018, pp. 159-187. La ofensiva culminó, de hecho, hasta
1972, con el asesinato del Comité Político del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT, comunista). Ver FIGUEROA,
Carlos, Violencia y revolución en Guatemala, tesis de doctorado en sociología, Universidad Nacional Autónoma
de México, 2000.
29
Lyndon B. Johnson Presidential Library (en adelante LBJPL), Box 56, National Security Files, Intelligence
Memorandum, Central Intelligence Agency, 10 de diciembre de 1965, p. 4.

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exiliado, Arana Osorio salió con un apoyo importante de las fuerzas


anticomunistas tras de sí. Eso se vio con el inicio de las primeras pláticas
para las elecciones de inicios de 1970. En una notable entrevista de fines de
1968, dos dirigentes políticos, uno del MLN y otro del Partido Unificación
Anticomunista (PUA), explicaron cómo las circunstancias de violencia que
vivía el país habían levantado la figura del coronel Arana. Uno de los
dirigentes, José Arenas, aseguró que debido a la “situación de violencia y
anarquía”, el “pueblo ha dirigido sus ojos a un hombre que garantice el
imperio de la paz, el orden y la justicia”, un hombre “de formación, que
tenga el respaldo del ejército” y que pueda formar un frente anticomunista,
“sólido y granítico”.30 Dos meses después, desde Managua, Arana aceptó la
postulación presidencial. En un calco del discurso de las organizaciones
anticomunistas, el coronel Arana dijo que “la población está clamando por
un presidente con don de mando que nos lleve hacia senderos de orden,
paz y progreso”.31
Arana ganó sin problemas las elecciones de marzo de 1970, con un
apoyo arrollador en las regiones donde la violencia había sido la regla en los
últimos años: el nororiente y ciudad de Guatemala.32 La composición social
de su gobierno fue un espectáculo de unificación anticomunista: dirigentes
políticos de los dos principales partidos de derecha (el MLN y el Partido
Institucional Democrático, PID), militares de línea dura, organizaciones de
mujeres, profesionales, católicos cercanos al Opus Dei, liderazgos locales
del oriente del país, y grandes empresarios de todas las ramas de la economía.
Cada uno tuvo su lugar en el nuevo gobierno. En sus primeras declaraciones,
el nuevo ministro de Defensa, coronel Leonel Martínez Vassaux, auguró el
futuro de su estrategia: “seremos radicales”.33

30
“Los partidos políticos preparan ya sus baterías para la próxima contienda electoral”, El Gráfico, [ciudad de
Guatemala], 29 de noviembre de 1968.
31
“Arana acepta postulación de los partidos MLN y PID”, El Gráfico, [ciudad de Guatemala], 15 de enero de
1969.
32
JOHNSON, Kenneth, “The 1966 and 1970 elections in Guatemala: a comparative analysis”, World Affairs,
vol. 134, núm. 1, 1971, pp. 37-48.
33
“Estado de sitio sin contemplaciones”, El Gráfico, [ciudad de Guatemala], 14 de noviembre de 1970.

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EL “EJE MANAGUA-GUATEMALA”

El exilio diplomático en 1968 de Arana Osorio le permitió salir del espacio


doméstico y acceder a una nueva capa de influencia: el istmo
centroamericano. De su estadía en Nicaragua se sabe poco o nada. Ni la
bibliografía, la prensa o los informes diplomáticos de México y Estados
Unidos ahondan al respecto. Lo que se sabe es que una vez regresó a
Guatemala y fue elegido Presidente en marzo de 1970 pasó a activarse en el
plano centroamericano. Allí se encontró con dos espacios de interacción: la
institucionalidad de integración en seguridad para América Central que
había apoyado Estados Unidos y las redes de influencia informal entre
presidentes centroamericanos.
La primera la promovieron los gobiernos de Kennedy y Lyndon B.
Johnson, y su centro era la contrainsurgencia.34 De especial importancia fue
la creación del Centro Regional de Telecomunicaciones para intercambiar
información de inteligencia, y el fortalecimiento del Consejo de Defensa
Centroamericano (CONDECA), promovido en los años del general Dwight
Eisenhower para la coordinación militar ante cualquier ‘amenaza comunista’
al istmo. Su objetivo ulterior era ejercer un liderazgo regional entre y dentro
de cada uno de los ejércitos centroamericanos. Eso lo lograba a través de la
coordinación del Comando Sur estadounidense. 35 CONDECA fue vital en
momentos de crisis, como se verá en la siguiente sección.
Pero donde mayor incidencia buscó tener el coronel Arana fue entre
los presidentes del istmo, a veces moviéndose con agenda propia, a veces
coordinando con el general Anastasio Somoza Debayle. La coordinación
entre presidentes centroamericanos para lograr gobiernos vecinos aliados
tenía una larga historia que se remontaba a la crisis del gobierno federal de
la primera mitad del siglo XIX. Tal vez el punto de equilibrio entre los
diferentes presidentes centroamericanos se logró por primera vez a partir
de 1936, con la llegada de Anastasio Somoza García a la presidencia. Eso
coronó cinco años de ascenso de gobiernos autoritarios en el resto de países,
34
HOLDEN, Robert, “Securing Central America against Communism: The United States and the Modernization
of Surveillance in the Cold War”, Journal of Interamerican Studies and World Affairs, vol. 41, núm. 1, 1999,
pp. 4-10.
35
AHSRE, carta de embajada de México en ciudad de Guatemala para Secretaría de Relaciones Exteriores,
21 de septiembre de 1970.

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una tendencia que había comenzado en Guatemala en 1931, de la mano de


Jorge Ubico. El visto bueno de Franklin D. Roosevelt, fortalecido con el
inicio de la Segunda Guerra Mundial, logró un acuerdo cordial entre todas
las partes.36
La victoria Aliada y la emergencia de movimientos urbanos buscando
cambios quebró ese equilibrio. El surgimiento de la democrática e
intervencionista Legión del Caribe —apoyada por Guatemala, Venezuela y
Cuba— y la reacción que provocó, liderada por Somoza padre y por el
dominicano Leonidas Trujillo, fueron una característica central en la política
centroamericana de inicios de la Guerra Fría.37 La consolidación de una
alianza regional anticomunista, beneficiaria del giro de Truman y de
Eisenhower, fue un elemento que se mantendría incólume en las siguientes
cuatro décadas y cuyo primer gran triunfo fue la caída del guatemalteco
Jacobo Arbenz en junio de 1954.38
Los hermanos Somoza Debayle, Luis y Anastasio, fueron
particularmente importantes para mantener estos lazos entre gobiernos
militares o autoritarios a partir de la muerte de su padre, en 1956. La invasión
de Bahía de Cochinos es un episodio ejemplar de esta alianza. En ella fueron
centrales los apoyos de Luis Somoza (1957-1963), alojando a milicianos y
exiliados cubanos, y del guatemalteco Ydígoras, otorgando terrenos y
facilidades para el lanzamiento del ataque militar.39 El apoyo de los hermanos
Somoza y del gobierno militar guatemalteco, en octubre de 1963, a la caída
del gobierno democrático de Ramón Villeda Morales (1957-1963) en
Honduras fue también importante. Desde 1957, Villeda se había aliado con
José Figueres en Costa Rica y Rómulo Betancourt en Venezuela, y había
provocado tensiones con sus vecinos autoritarios. Su caída aisló a Costa
36
CRAWLEY, Andrew, Somoza and Roosevelt. Good Neighbour diplomacy in Nicaragua, 1933-1945, Nueva York,
Oxford University Press, 2007.
37
Al respecto, ver AMERINGER, Charles, The Caribbean Legion. Patriots, politicians, soldiers of fortune, 1946-
1950, University Park, University of Pennsylvania Press, 1996; MOULTON, Aaron, “Militant Roots: The Anti-
Fascist Left in the Caribbean Basin, 1945-1954”, E.I.A.L., vol. 28, núm. 2, 2017, pp. 14-29. Y sobre la estrategia
guatemalteca, ver VÉLIZ, Rodrigo, “‘Soñadores y quijotes’: la faceta internacional del proyecto revolucionario
guatemalteco (1944-1951)”, Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, vol. 110, núm. 4. [Próximamente]
38
GRIEB, Kenneth, “The myth of a Central American dictator’s League”, Journal of Latin American Studies,
vol. 10, núm. 2, 1978, pp. 329-345; MOULTON, Aaron, “Antes de la CIA y la operación PSSUCCESS: Las fuerzas
regionales ‘anticomunistas’ en la Cuenca del Caribe, 1944-1952”, en Arturo TARACENA y Roberto GARCÍA, La
guerra fría y el anticomunismo en Centroamérica, Guatemala, Flacso, 2017.
39
CL-DNSA, Memorandum para Director de CIA, “Meeting of former Nicaraguan President Luiz Somoza with
Cuban Exiles in Miami to biref them on his efforts to free Cuba”, 5 de agosto de 1963.

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Rica y perfiló la idea de una alianza regional de presidentes anticomunistas


en buena parte de América Central, ahora que Honduras estaría dirigida
por el general Oswaldo López Arellano (1963-1971).40
Desde esa fecha comenzó a observarse una activa diplomacia de parte
de los Somoza para lograr acuerdos con el resto de presidentes
centroamericanos. El embajador de México en Managua para mediados de
los sesenta, Daniel Escalante, resaltaba que en las reuniones entre presidentes
centroamericanos que habían ocurrido durante su estadía, que catalogaba
de “frecuentes e informales”, “figuran casi siempre” acuerdos personales de
coordinación política.41 Esas alianzas tuvieron límites y reveses: aunque los
Somoza y López Arellano lograron mantenerse durante toda la década, en
El Salvador gobernaba un militarismo más moderado y en 1966 asumió en
Guatemala un gobierno civil, aunque amarrado al ejército y su campaña
contrainsurgente. La llegada de Arana Osorio a la presidencia en 1970 dio
una nueva fuerza a este proyecto de coordinación regional.
Una vez ungido presidente, el primer viaje del coronel Arana Osorio
fue a Managua. Un reporte de la embajada mexicana sobre la reunión
subrayó que el presidente guatemalteco tuvo dos reuniones a puerta cerrada,
de medio día cada una. Entre el Cuerpo Diplomático se rumoraba que ambos
presidentes buscaban “constituir el eje Managua-Guatemala para que los
gobiernos de ambos países se ayuden mutuamente en el combate de grupos
guerrilleros y para constituir un bloque de tendencias políticas similares” a
los largo del istmo.42 Otro informe de la misma embajada los señalaba de
“asumir la posición de abanderados de la integración y de mediación” sobre
los problemas del istmo.43
Además de la coordinación política, la agenda consensuada incluyó la
integración económica y el conflicto entre El Salvador y Honduras. Con
esto claro, su siguiente viaje fue a El Salvador. Arana, según la embajada
norteamericana, logró un acuerdo del presidente salvadoreño, el general
Fidel Sánchez (1967-1972), para dejar que él mediara el conflicto que tenía

40
“Central America feeling tensions”, New York Times, 10 de octubre de 1963, p. 27.
41
AHSRE, Carta de embajada de México en Managua para Secretario de Relaciones Exteriores, 17 de febrero de
1964.
42
AHSRE, Carta de embajada en Managua para Secretario de Relaciones Exteriores, 23 de junio de 1970.
43
AHSRE, Carta de embajada en Managua para Secretario de Relaciones Exteriores, 25 de agosto de 1971.

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con Honduras, que había estallado en 1969 con una pequeña guerra entre
ambos países. Después de su reunión con Arana Osorio, Sánchez partió
para Managua, mientras que el guatemalteco siguió su gira hacia Honduras,
donde se reunió con el general López Arellano.44
Los siguientes años vieron los frutos de estas primeras reuniones:
continuas reuniones informales entre los presidentes, a veces solamente de
unos minutos mientras se abastecían de combustible en los aeropuertos
vecinos o de unas horas en las fronteras compartidas. Y en todas, según
trasluce en los múltiples informes consultados, Arana y Anastasio Somoza
(1967-1972 y 1974-1979) eran los que propiciaban los acuerdos y empujaban
la agenda de coordinación.45
Ese esfuerzo por alinear intereses también puso énfasis en rechazar a
los gobiernos que resistían la influencia del llamado ‘eje Managua-
Guatemala’. Eso fue claro con la actitud hacia Costa Rica. En marzo de 1972,
por ejemplo, el gobierno guatemalteco envió al vicecanciller Alfredo Obiols
Gómez a Costa Rica para dialogar con el presidente José Figueres. El
gobierno guatemalteco quería intercambiar información sobre disidentes
políticos. Figueres se negó a colaborar, resintiendo a la vez que enviaran a
Obiols, un acérrimo crítico de la socialdemocracia costarricense. 46 Los
guatemaltecos estaban enviando un mensaje.
En otra ocasión, el recién electo presidente salvadoreño, el general
Arturo Molina Barraza, visitó primero a Arana en Guatemala en noviembre
de 1972 antes de viajar con Figueres, luego que este lo invitara para darle su
opinión sobre el conflicto con Honduras. Molina deseaba saber cómo lidiar
con Figueres. El embajador estadounidense en Guatemala apuntó que Arana,
Molina y Somoza “resienten profundamente” los intentos de Figueres de
involucrarse en las disputas regionales, y “temen que se desequilibren las
relaciones” que habían establecido hasta entonces.47

44
AHSRE,
Carta de embajada en San Salvador para Secretario de Relaciones Exteriores, 25 de junio de 1970;
NARA, RG 59, Subjetc-Numeric File, Pol 15-1 NIC, Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Managua a
Departamento de Estado, 24 de julio de 1970.
45
Ver, por ejemplo, NARA, RG 59, Subjetc-Numeric File, Pol 12 ELSAL, Telegrama de Embajada de Estados Unidos
en Guatemala a Departamento de Estado, 6 de octubre de 1970; NARA, RG 59, Subjetc-Numeric File, Pol 18
HOND, Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa a Departamento de Estado, 6 de mayo de
1970.
46
NARA, RG 59, Embajada en Guatemala para Departamento de Estado, 24 de marzo de 1972.
47
NARA, RG 59, Embajada en Guatemala para Departamento de Estado, 10 de noviembre de 1972.

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Esta alineación de intereses no estaba, naturalmente, exenta de


tensiones o conflictos entre Arana y Somoza. Una parte de las tensiones
venía de los intereses privados del mismo Somoza y sus inversiones en
Honduras y El Salvador. Entonces Jefe de la Guardía Nacional, Somoza
presionó para ser nombrado como representante plenipotenciario de su país
para asuntos del Mercado Común Centroamericano (MCCA).48 En una de
las reuniones que Somoza tuvo con el salvadoreño Fidel Sánchez, uno de
los temas que más se discutió fueron las inversiones de los negocios del
primero en El Salvador. Sánchez le compartía información sensible sobre
los mercados de su país, y Somoza decidía así en qué invertir.49 En otra
ocasión, la reunión entre ambos se dio en un yate que pertenecía a la empresa
Transportes Terrestres y Marítimos, S.A., de capital salvadoreño y de
Somoza.50
La puesta en la mesa de negociación de sus propios intereses creaba
inevitablemente conflictos con otros presidentes, especialmente con Arana,
que debía defender los intereses del capital industrial guatemalteco en el
MCCA , en el que según una autoridad en la materia tenía un papel
dominante.51 Sobre una reunión de este tipo, fechada para noviembre de
1972, el embajador estadounidense en Managua reportó que en medio de
una “caldeada y tensa” discusión, Somoza se retiró calificando de “amañada”
la actitud de Arana en las negociaciones.52 Tal vez esas rencillas ayudan a
explicar por qué la propuesta de Arana Osorio de reconstruir una Federación
Centroamericana, que contaba con el apoyo de Fidel Sánchez, no encontró
respaldo de Somoza ni de López Arellano.53

48
AHSRE, Telegrama de embajada en Managua para Secretario de Relaciones Exteriores, 5 de septiembre de
1970.
49
NARA, RG 59, Subjetc-Numeric File, Pol 15-1 NIC, Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Managua a
Departamento de Estado, 24 de julio de 1970.
50
AHSRE, Carta de embajada en San Salvador para Secretario de Relaciones Exteriores, 24 de julio de 1970.
51
BULMER-THOMAS, The political economy.
52
NARA, Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Managua a Departamento de Estado, 25 de noviembre
de 1972.
53
NARA, Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Managua a Departamento de Estado, 6 de marzo de
1972; Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Guatemala a Departamento de Estado, 9 de marzo de
1972; Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa a Departamento de Estado, 8 de marzo de
1972.

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LAS CRISIS DE 1972 Y EL PAPEL DE KISSINGER

Pese a estas tensiones, Arana logró de la mano de Somoza abrir espacios de


diálogo para ejercer su influencia. Eso permitió cierta coordinación regional
sobre problemas comunes. Esos espacios de influencia fueron creando
lealtades y compromisos entre los participantes. Sin embargo, dado que los
acuerdos eran informales y no necesariamente asumidos como políticas de
Estado, estaban sujetos a cambios de gobierno. Los cambios de gobierno
tenían el potencial de causar desequilibrios importantes a los acuerdos
logrados a nivel regional. Eso inevitablemente puso presión sobre los
desarrollos de los balances políticos en la arena doméstica o nacional. Más
en lo específico, ponía presión sobre los crecimientos de los partidos de
oposición dentro de los países involucrados. El año de 1972 fue
particularmente convulsivo en ese sentido, y ayudará a ilustrar la capacidad
de fuerza de la alineación regional anticomunista descrita en la sección
pasada. Al mismo tiempo, permitirá observar un tercer elemento: la política
exterior de Nixon-Kissinger para América Central.
Si se puede hablar de una Doctrina Nixon, esta planteó la aceptación
de un poder mundial multipolar. Frente a esta tendencia, Estados Unidos
debía tener la capacidad de promover nuevos balances de fuerza, teniendo
presente sus crecientes limitaciones económicas y sus tensiones domésticas.54
Nixon y Henry Kissinger, entonces Jefe del Consejo de Seguridad Nacional,
eran la continuación del enfoque trumaniano, que ubicaba el eje de la Guerra
Fría en Berlín, el Medio Oriente y el este de Asia, otorgándole menor peso a
América Latina.55
En su primera intervención sobre América Latina, en mayo de 1969,
Richard M. Nixon dijo que estaba en revisión su tradicional ‘política de
reconocimiento’, con la que valoraban los cambios no institucionales de
gobierno. Ahora, Estados Unidos se sentía “conspicuamente relajado” y sin
ninguna responsabilidad frente a lo que ocurría en los países
latinoamericanos.56 En un discurso meses después, Nixon amplió: el

54
DALLEK, Robert, Nixon and Kissinger: Partners in power, Nueva York, Harper Collins, 2007; FINK, Caroline,
Cold War. An international history, Nueva York, Routledge, 2017, pp. 145-155.
55
PERLETEIN, Rick, Nixonland, Nueva York, Scribnier, 2008.
56
“Keeping Latin America warm”, The Economist, 24 de mayo de 1969, p. 45.

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gobierno de Estados Unidos ya no demandaría ningún cambio político ni


social, “ni presumirá de prevenirlo”.57
En realidad, la fórmula de no intervención iba de la mano con la
claridad sobre el creciente autoritarismo en la región, además de tener límites
sustanciales. En la doctrina Nixon, el mando militar era clave para evitar
explosiones revolucionarias, como lo dijo varias veces en privado.58 Esa
fórmula era central y de los desarrollos dentro de los países latinoamericanos
dependería qué actitud tomaría su administración. En el conocido caso
chileno, la intervención fue la regla.59 Sin embargo, Centroamérica presentó
un matiz a esta postura. En el istmo, se vio un aumento en las transferencias
militares y en la formación de oficiales del ejército, y un silencio a los
manotazos de fuerza de los hombres fuertes en los gobiernos.60 Esto tuvo
un efecto inmediato en los ejércitos y gobiernos centroamericanos, dándoles
nuevas capacidades de fuerza en momentos de alta tensión política. El
incentivo era transparente.
La primera prueba de la nueva política exterior de Nixon y de la
efectividad de la coordinación promovida por Arana y Somoza fue en El
Salvador, a inicios de 1972. El Salvador había logrado importantes equilibrios
de casi una década de consolidación de un sistema bipartidista, entre el
oficialismo —el Partido Conciliación Nacional (PCN)— y la Democracia
Cristiana Salvadoreña (DCS), donde espacios de competencia política fueron
aprovechados por la oposición. El registro electoral y la participación
aumentaron a lo largo de la década, parte de lo que un especialista llamó
“años de optimismo”.61 Pero ese equilibrio comenzó a generar tensiones
mientras la oposición iba ganando fuerza. Eso propició la radicalización
del ala más conservadora del PCN, fraccionando al partido en tres.
En diciembre de 1971, a dos meses de las elecciones, se supo de intensas
pláticas entre militares de mediano rango y de empresarios buscando un
golpe militar.62 En una entrevista con los militares golpistas, el embajador

57
“An alliance translated”, The Economist, 8 de noviembre de 1969, p. 47.
58
RABE, The killing time, pp. 120-125.
59
QURESHI, Lubna, Nixon, Kissinger and Allende, Plymouth, Lexington Books, 2009.
60
KLARE, Michael y Nancy STEIN, Armas y poder en América Latina, México, Era, 1978.
61
WEBRE, Stephen, José Napoleón Duarte and the Christian Democratic Party in Salvadoran politics, 1960-
1972, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1979.
62
AHSRE, Embajada en San Salvador para Secretario de Relaciones Exteriores, 28 de enero de 1972.

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estadounidense en San Salvador se salió del guión propuesto por Kissinger:


desalentó su optimismo y les confirmó que su país “no veía con simpatía
sus actividades”.63
La postura del embajador estadounidense, un oficial de carrera, se
enfrentó a la nueva política oficial en las elecciones presidenciales de febrero
de 1972. Los primeros recuentos daban como ganador a la oposición,
liderada por el ex alcalde de San Salvador, el democristiano Napoleón Duarte.
Como respuesta el gobierno prohibió la cobertura electoral a los medios. Al
siguiente día se anunció que el candidato oficialista había sido el ganador.
Tras presiones de Sánchez, el Congreso en cuestión de días ratificó las
elecciones. En una comunicación urgente, el embajador estadounidense dijo
que según sus propios datos, la oposición era la legítima ganadora. En otra
comunicación un día después lo dijo más claro: “nosotros sí creemos que
Duarte ganó”.64 No hubo ninguna respuesta especial desde Washington,
enfocada en la reciente visita que hacían Nixon y Kissinger a Peking.
Dentro del ejército hubo tensiones fuertes en las siguientes semanas.
Su máxima expresión fue el intento de golpe del 25 de marzo de 1972, que
incluyó el secuestro del presidente Sánchez. El golpe era militarmente débil
en el ataque aéreo: la Fuerza Aérea era leal al presidente. A eso se sumó el
apoyo abierto que recibió Sánchez de Arana y de Somoza. El presidente
guatemalteco coordinó el envío de aviones de la Fuerza Aérea de Guatemala
para sofocar la rebelión, todo en el marco del CONDECA, mencionado atrás.
Ambos mantuvieron una constante comunicación con el ministro de la
Defensa, ofreciendo valiosos consejos sobre sus movimientos. Y Somoza
negoció un salvoconducto para sacar a Sánchez hacia Nicaragua, mientras
urgía a no negociar con los golpistas. Eso fue suficiente para que el gobierno
de Sánchez sobreviviera.65
Unos meses después fue el turno de Honduras. A partir del golpe militar
del general López Arellano en octubre de 1963, este logró mantenerse en el
poder hasta 1971, arreglando un acuerdo entre el Partido Nacional (PN) y el
Partido Liberal (PL), en la oposición. El objetivo era que ambos partidos se

63
NARA, Memo de Embajada en San Salvador para Departamento de Estado, 2 de diciembre de 1971.
64
NARA, Embajada en San Salvador para Departamento de Estado, 22 de febrero de 1972; Embajada en San
Salvador para Departamento de Estado, 23 de febrero de 1972.
65
NARA, Embajada en Managua para Departamento de Estado, 25 de marzo de 1972.

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repartieran el gobierno, mientras López mantenía el control del ejército.


Esa era una idea que ensayaba al mismo tiempo Anastasio Somoza en
Nicaragua. El ganador de las elecciones de marzo de 1971 fue el PN, de la
mano de Ramón Cruz Uclés.
La relación de Cruz con Somoza no fue la mejor, una sombra de lo que
por más de ocho años habían construido con el general López. En una
reunión a meses de haber tomado posesión, Cruz públicamente desestimó
la propuesta de Somoza de continuar mediando el conflicto con El Salvador,
diciendo que “mantendría inalterable su postura”.66 Eso obligó a que en las
siguientes reuniones Somoza exigiera la presencia del general López, como
terminó pasando.67
En los siguientes meses, las embajadas de México y Estados Unidos
reportaron que Somoza, a quien López calificaba como su ‘compadre’,
presionaba al hondureño para dar un golpe militar. Le molestaba la poca
receptividad de Cruz y el peligro de sus inversiones en la industria de lácteos
y ganado en Honduras. López admitió también recibir presiones del PN, de
empresarios y del ejército. A fines de 1972, López Arellano recibió el apoyo
de 12 de los principales 14 generales del ejército para remover a Cruz del
gobierno,68 quien fue arrestado, asumiendo el control del Ejecutivo López
Arellano.
El gobierno de Nixon envió una comunicación a su embajada diciendo
que se mantuvieran contactos limitados e informales y pidió evitar dar
declaraciones. Las embajadas norteamericanas en El Salvador, Guatemala y
Nicaragua informaron que los presidentes de esos países se mostraron
satisfechos con el golpe, y que reconocerían pronto.69 Dos días después del
golpe, el Secretario de Estado de Nixon, William Rogers, recalcó la nueva
política hacia la región: Estados Unidos buscaría “lidiar con realismo con
los gobierno como son” —‘as they are’—, no enfatizaría en la cuestión del

66
AHSRE, “Entrevista secreta de Cruz y Somoza”, La Prensa, 28 de agosto de 1971; “Cruz rechaza entrevista”, La
Prensa, 23 de agosto de 1971.
67
NARA, Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa a Departamento de Estado, 12 de septiembre
de 1971.
68
NARA, Embajada en Tegucigalpa para Departamento de Estado, 10 de noviembre de 1971; Embajada en
Tegucigalpa para Departamento de Estado, 30 de diciembre de 1971.
69
Ver NARA, Departamento de Estado para Embajada en Tegucigalpa, 4 de diciembre de 1972; Embajada en
Managua para Departamento de Estado, 4 de diciembre de 1972; Embajada en Guatemala para Departamento
de Estado, 5 de diciembre de 1972.

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reconocimiento y continuarían las relaciones con Honduras sin ningún


cambio.70
El último fue el caso de Nicaragua. Aunque no presentó injerencias o
intervenciones, es importante registrarlo para corroborar el papel
estadounidense. En el deseo de continuar en el poder, Somoza Debayle
convocó a una constituyente para ganar tiempo de cara a una reelección
consensuada. Con eso en mente se acercó al Partido Conservador
Tradicional (PCT) para acordar una lista única, repartirse todos los puestos
del Estado y dejar fuera al resto de partidos de oposición.
El embajador estadounidense advirtió a Washington que frente a este
panorama la oposición, marginada, podía acercarse al Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN). Si bien la embajada deseaba la participación de
la oposición, decía que su “guía general de política en el país estaba clara:
resolución de dar un paso atrás y no interferir en los procesos internos de
sus vecinos”.71 Finalmente, Somoza logró consensuar una nueva constituyente
en 1972 que le dio el beneficio de regresar a la presidencia dos años después,
puesto en el que se mantuvo hasta su derrocamiento en 1979.
La política de Nixon y Kissinger seguía cumpliéndose al pie de la letra
en momentos críticos, y los presidentes con tendencias anticomunistas y
autoritarias aseguraron que sus proyectos políticos, de raigambre nacional
y con coordinación regional, continuaran en el poder.

EL FRAUDE ELECTORAL EN GUATEMALA

Para inicios de 1974, tres de los cuatro países centroamericanos que


cimentaron en los años previos una mediana coordinación política entre sí,
habían pasado por crisis políticas que tuvieron una salida autoritaria o no
institucional. Para que esto ocurriera fue importante la intervención activa
de los generales Arana Osorio y Somoza Debayle, así como una actitud
pasiva de parte de la administración Nixon. Faltaba por ver lo que pasaría
en Guatemala, que en marzo de 1974 tendría sus elecciones generales.

70
NARA, Departamento de Estado para todos los puestos diplomáticos de las repúblicas de América, 7 de
diciembre de 1972.
71
NARA, Embajada en Managua para Departamento de Estado, 7 de octubre de 1970.

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El candidato escogido por Arana, el general Kjell Laugerud, tendría


que enfrentarse a una creciente oposición política no armada. Esta oposición
había tomado forma a partir de los espacios institucionales que no habían
sido afectados por la violencia política en contra de las guerrillas y el partido
comunista, descabezado en 1972: el Congreso, la municipalidad de
Guatemala, y el acompañamiento a estudiantes, alcaldes, obreros y
pobladores.72 Este es un matiz importante que usualmente ha quedado fuera
en la historiografía sobre el país.
Para lograr la continuidad del proyecto político centroamericano en
Guatemala, Arana priorizó cuatro acciones: limitar la capacidad de influencia
del alcalde de la municipalidad de Guatemala, promover divisiones dentro
de la oposición, atacar a cada uno de los partidos no oficialistas, y preparar
el terreno para un fraude electoral en caso perder las elecciones.
La municipalidad de Guatemala fue la cuna de la oposición desde 1959.
En 1970 vio la llegada de Manuel Colom Argueta, que no tardó en plantear
un proyecto de alcance nacional desde la capital. Según el mismo alcalde, el
país solo saldría adelante “con un desarrollo integral y agresivo”. 73 La
embajada norteamericana opinaba que Colom tenía “un extremadamente
buen sentido de relaciones públicas y talentos organizativos al elegir a su
equipo. Es energético, inteligente, bien informado y buen orador. Es por
mucho el líder más carismático y popular del país”.74
Parte del proyecto fue su Plan de Desarrollo Municipal con
colaboración de la Asociación Nacional de Municipalidades (ANAM). Para
mediados de 1973, con la campaña electoral cerca, el Concejo Municipal
buscó publicar su reglamento en el diario oficial para poder ejecutarlo. En
la sesión del Concejo en que se votó su publicación, Colom dijo que era la
primera vez en la historia de la ciudad de Guatemala que se tenía un plan de
trabajo y criticó al gobierno por haber obstaculizado constantemente a su
administración.75

72
Sobre la desaparición de la plana mayor del PGT, ver FIGUEROA, “Violencia y revolución”.
73
“La Macrocefalia: un desafío que debe encararse con toda decisión”, El Gráfico, [ciudad de Guatemala], 1 de
diciembre de 1971.
74
NARA, telegrama de Embajada de Estados Unidos en Guatemala para Departamento de Estado, 26 de octubre
de 1973.
75
Archivo Histórico de la Municipalidad de Guatemala (en adelante AHMG), ciudad de Guatemala, Acta 59,
Sesión Extraordinaria, viernes 15 de junio de 1973.

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Días antes, el Ministerio de Gobernación, el azucarero y miembro del


MLN, Roberto Herrera Ibargüen, anunció que denegaba la autorización de
la publicación. La medida se ganó los aplausos de la patronal, mientras que
Colom lo llamó un “abuso de poder”, decidiendo emprender una ofensiva legal
contra el ministro, pero fallando en el intento: el Reglamento nunca se publicó.76
Esto se combinó con un ataque al partido del alcalde. Para marzo de
1972 el partido intentó ser inscrito pero el director del Registro Electoral,
un militante del MLN, dijo estar muy ocupado para revisar la solicitud. Tardó
casi un año en responder. Cuando retomó el caso, anuló más de 25 mil
firmas, negándole la inscripción. Un amparo del partido fue negado por la
Corte Suprema de Justicia (CSJ), que había sido nombrada por un Congreso
oficialista tres años antes.77
Prohibir la participación de Colom Argueta, puso presión al resto de
partidos en la oposición. Uno de ellos era el Partido Revolucionario (PR),
que había gobernado durante la ofensiva militar de Arana en 1966-1968.
Desde 1972 el partido había sido informalmente intervenido por el gobierno
de Arana, cuando el Registro Electoral presionó para nombrar a un
Secretario General (SG) cercano al oficialismo. En una entrevista con el
embajador estadounidense, Arana confirmó que el trato con el PR era que
no se aliara con la oposición y que postulara un candidato que compitiera
con ella. Arana estaba seguro de la estrategia. Con un macabro humor lo
aseguró: “después de todo lo que le hemos pagado [al SG del PR ]
probablemente moriría de un ataque cardíaco”.78
Los siguientes ataques fueron en contra de la Democracia Cristiana
(DCG). En julio de 1973 el vespertino La Hora publicó un documento del
dirigente del oficialista MLN, Mario Sandoval Alarcón, donde afirmaba haber
“tratado siempre de mantener división en la Democracia Cristiana […] a
través del Registro Electoral”. Se jactaba de haber “logrado un rompimiento
casi absoluto y definitivo” entre sus principales dirigentes.79 La embajada

76
AHMG,
Acta 84, Sesión Ordinaria, martes 28 de agosto de 1973.
77
Archivo Legislativo (en adelante AL), Diario de sesiones, Sesión ordinaria, 15 de junio de 1970.
78
NARA, Aerograma de Embajada de Estados Unidos en Guatemala para Departamento de Estado, 11 de
octubre de 1973.
79
“Nosotros no alteramos documentos —FDG—”, La Hora, [ciudad de Guatemala], 21 de julio de 1973; NARA,
Aerograma de Embajada de Estados Unidos en Guatemala para Departamento de Estado, 26 de julio de
1973.

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norteamericana opinaba que esto se debía a una razón: “la DCG es su enemigo
potencialmente más peligroso y poderoso”. 80 Los democristianos,
efectivamente, habían logrado posicionarse como el partido más fuerte de
la oposición a partir del trabajo de su pequeña pero activa bancada en el
Congreso, desde donde construyeron una vitrina mediática en contra de
las medidas del gobierno.
Luego de intensas pugnas dentro de la DC, el alejamiento de los sectores
estudiantiles y obreros, y de un pacto mínimo con Colom Argueta, decidió
formar el Frente Nacional de Oposición (FNO). Pero tal vez más importante,
decidió lanzar como candidato presidencial al principal opositor de Arana
Osorio dentro del ejército: el general Efraín Ríos Montt. La elección de un
candidato militar se dio luego de debates internos y observando con cuidado
lo visto en El Salvador y la derrota del candidato civil y del intento de golpe
militar. “Era necesario buscar a un militar contestatario”, recuerda un
dirigente de la DC de entonces. “Lo que queríamos era crear una fisura en el
ejército, era partir al ejército en dos”.81 La alianza se veía sólida en papel,
aunque constantes pugnas minaron su capacidad. La más importante, tal
vez, fue el alejamiento de la principal federación de obreros industriales, la
Central Nacional de Trabajadores (CNT) y de otras organizaciones gremiales,
lo que privó a la oposición de un elemento masivo de calle.
La campaña electoral tuvo un acompañante no esperado: una inflación
desmedida, producto de la reacción de los países productores árabes a la
política de Richard Nixon sobre Israel. En agosto de 1973, el Fondo
Monetario Internacional dijo que Guatemala tenía la segunda inflación más
alta en el continente, con el 14.3 % mensual. A inicios de 1974, la embajada
norteamericana creía que el aumento del costo de vida estaba deteriorando
la posibilidad de una victoria oficialista, lo que estaba creando presiones
alrededor del presidente Arana Osorio para “pensar en términos más
específicos cómo frustrar la victoria de Ríos Montt”.82 A inicios de febrero, a
solo un mes de las elecciones, el nuevo embajador estadounidense, Francis
E. Meloy, Jr., informó al Departamento de Estado que “no tenemos duda
80
NARA, Telegrama de Embajada de Estados Unidos en Guatemala para Secretario de Estado, 14 de junio de
1972.
81
Entrevista a Alfonso Cabrera Hidalgo, 1 de agosto de 2017, ciudad de Guatemala.
82
NARA, Embajada en Guatemala para Departamento de Estado, 18 de enero de 1974; Embajada en Guatemala
para Departamento de Estado, 31 de enero de 1974.

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que el gobierno de hecho está planificando algún tipo de fraude” y que “usará
su control de la maquinaria electoral para desafiar o anular tantos votos de
la Oposición como pueda”, tal y “como se hizo en El Salvador”.83
Las elecciones dieron una victoria arrolladora a la DC; sin embargo,
por horas se debatió dentro del gobierno y del ejército si se respetarían los
resultados o no. Del ejército salían rumores de oficiales dispuestos a dar un
golpe militar a favor de Ríos Montt, pero este no hizo ningún llamado abierto.
Al contrario, hizo señalamientos de amenazas en su contra. El general Ríos
dijo que Anastasio Somoza había pagado a sicarios para asesinarlo “a como
dé lugar”, tras haberse negado a negociar con él. Arana reaccionó diciendo
que “jamás permitiría interferencias extrañas en las cuestiones internas de
Guatemala”.84
El impasse no duró más de 24 horas. Las fuentes dentro del Gabinete
que tenía la embajada norteamericana les confiaron que en una reunión se
anunció que no se daría la victoria a la oposición y que el presidente Arana
hablaría al siguiente día con los altos mandos del ejército para obligar un
consenso. Una vez ese acuerdo político se lograra, el Concejo Electoral
publicaría los resultados oficiales. 85 Luego que el Congreso declaró al
candidato oficialista como ganador, en una reunión del Equipo Regional
de Asuntos Interamericanos con Henry Kissinger, este ordenó: “aquí nos
concentramos solamente en política exterior”, la embajada debía
“mantenerse decididamente ajeno” al fraude “stay the hell out of it”.86

CONCLUSIONES

Los cuatro elementos que presenté en este artículo plantean matices impor-
tantes para entender con más precisión la explosión de violencia y la inter-
vención estadounidense en Guatemala y América Central en la década de 1980.
83
NARA, Embajada en Guatemala para Departamento de Estado, 14 de febrero de 1974.
84
La embajada norteamericana en Managua confirmó a Washington haber visto a Somoza en el país durante
esos días. Ver NARA, Aerograma de Embajada de Estados Unidos en Managua para Departamento de Estado,
11 de marzo de 1974.
85
La fuente era el empresario Julio Lowenthal, jefe de finanzas de la campaña oficialista, militante del MLN y
parte de la Gremial de Distribuidores de vehículos automotores. A decir del empresario, “las elecciones
fueron un absoluto desastre para el gobierno”. NARA, Embajada en Guatemala para Departamento de Estado,
14 de marzo de 1974.
86
CL-USD, Memo de transcripción de reunión del Staff regional del Secretario de Estado, Kissinger, 7 de
marzo de 1974; NARA, Carta de embajada en Guatemala a Departamento de Estado, 5 de marzo de 1974.

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 301
RODRIGO V ÉLIZ E STRADA

El ascenso de Arara Osorio, primero, no puede ser explicado en


términos aislados, parte de una voluntariosa estrategia colmada de aciertos.
Su ascendente perfil tuvo efectivamente un componente de implementación
de estrategias, pero al mismo tiempo fue producto de una correlación de
fuerzas nacional e internacional que abrió progresivamente espacios para
las iniciativas políticas que tenían al autoritarismo como centro de su
accionar. Fue la expresión de la Guerra Fría en Guatemala en la década de
los sesenta la que propició que ciertos personajes, como Arana Osorio,
escalaran con mayor facilidad los peldaños del poder. Así, un punto álgido
de la Guerra Fría en Guatemala —el golpe militar de 1963 y la ‘urgencia’ de
medidas contrainsurgentes— le había permitido a Arana Osorio escalar en
cuestión de dos años lo que no había logrado en toda su carrera. Su
ascendente carrera se explica por una combinación de decisiones e
implementación de estrategias, en fino entendimiento de la situación
geopolítica de Guatemala en la Guerra Fría. Fue ese entendimiento lo que
le permitió ver con claridad dónde se ubicaban los incentivos en un
momento de violencia política y paranoia anticomunista, y así escalar las
jerarquías políticas de Guatemala. El entonces coronel supo entender a
cabalidad las tradiciones políticas locales y nacionales —autoritarismo y
paramilitarismo— necesarias para lograr su objetivo: derrotar a la
insurgencia.
Los archivos consultados sugieren que este entendimiento de Arana
Osorio se nutrió de una perspectiva regional durante su exilio diplomático
en la Nicaragua de Anastasio Somoza. El general Arana fue desde ese
momento fundamental en construir una alineación de fuerzas desde lo local
hasta la escala centroamericana que frenara el crecimiento de la oposición,
armada e institucional. Lo logró a través de tres maneras: actuando dentro
de la institucionalidad contrainsurgente impulsada por Estados Unidos —
CONDECA—; haciendo suya la tradición de interferencia mutua en los asuntos
de los Estados centroamericanos, lo que lo llevó a cultivar lealtades
personales y subrayar intereses comunes con otros presidentes; y a partir de
su apoyo activo en momentos de crisis política doméstica, como se vio con
los fraudes electorales, golpes militares y defensa de regímenes ante
insurrecciones.

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“STAY THE HELL OUT OF IT ”: EL GENERAL A RANA O SORIO , K ISSINGER...

El silencioso visto bueno de Estados Unidos mostró su importancia en


los momentos clave. Contrario a la narrativa de intervencionismo cimentada
en las experiencias en el Cono Sur, en especial el caso chileno, los años de
Nixon para América Central muestran un matiz importante. La política de
‘un paso atrás’ que implementaron Nixon y Kissinger en el área buscando
una estabilidad autoritaria fue la regla. Esta era una tradición vista en los
años del Buen Vecino de Roosevelt y los últimos años de Truman. Eso le
evitaba mala prensa en la región, pero sobre todo creaba ventanas de
oportunidad para que las alianzas autoritarias reprimieran cualquier
oposición, institucional o armada, sin ninguna repercusión internacional.
Por último, la derrota de la oposición institucional en Guatemala en
1974 marcó un parteaguas en la política nacional. El fraude significó un
deterioro institucional de los espacios en los que la oposición institucional
había logrado crecer y fortalecerse. Esto es importante porque muestra que
la violencia política, en auge desde 1966, estuvo concentrada en los territorios
y espacios con presencia de cuadros comunistas y ‘foquistas’. No afectó
directamente a la oposición institucional, aunque sí condicionó su
experiencia. En todo caso, la existencia de esta oposición muestra una
tradición política institucional heredada en varios casos desde la apertura
democrática de octubre de 1944 (Congreso, Municipalidad, Universidad,
etc.) y que le permitió un crecimiento político a las organizaciones que no
veían a las armas como una salida. Esa postura encontró su límite en 1974,
y planteó un dilema: ¿Debían seguir su línea institucional o las armas les
deparaban mejores resultados?
El dilema de las armas para la oposición institucional se presentó en
toda Centroamérica: desde esa coyuntura se registró un crecimiento en el
apoyo y membresía de las fuerzas insurgentes, en franca proporción inversa
a la participación electoral.87 Es decir, el creciente deterioro de una salida
institucional a las tensiones políticas, producto de la victoria de las
alineaciones anticomunistas en las escalas nacional, centroamericana y
global, dio cabida a que la violencia cubriera una parte importante de la
vida política centroamericana llegado 1979.

87
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Fecha de recepción: 2 de octubre de 2020


Fecha de aceptación: 13 de abril de 2021

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 307
TRASCENDER LA ACADEMIA:
LOS COMIENZOS DE LA REVISTA NEXOS (1978-1982)

LUCIANO CONCHEIRO SAN VICENTE


ANA SOFÍA RODRÍGUEZ EVERAERT


RESUMEN

El presente artículo se centra en los antecedentes de la revista cultural mexicana


Nexos y en los primeros cuatro años de su existencia, en los cuales el historiador
Enrique Florescano fungió como su director (1978-1982). Tomando como
premisa el hecho de que las revistas son espacios con rasgos y dinámicas propias
y, al mismo tiempo, espacios que condensan, materializan y expresan ciertos
procesos históricos, este texto se mueve en dos niveles. Por un lado, se estudia el
desarrollo particular de la revista y la red de individuos que se formó en torno a
ella a partir de múltiples fuentes, dando un lugar preponderante a entrevistas
con los protagonistas. Por el otro, se analiza el contexto político, cultural y social
que posibilitó su surgimiento y configuró algunos de sus principales rasgos.

Palabras clave: revista Nexos, Enrique Florescano, historia cultural

Luciano Concheiro San Vicente • Universidad Nacional Autónoma de México


Correo electrónico: [email protected]
Ana Sofía Rodríguez Everaert • El Colegio de México, A. C.
Correo electrónico: [email protected]
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos • 77 (enero-junio 2023)
ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X

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LUCIANO C ONCHEIRO SAN V ICENTE – A NA SOFÍA RODRÍGUEZ E VERAERT

TRANSCENDING ACADEMY: THE BEGINNINGS OF THE JOURNAL NEXUS


(1978-1982)

SUMMARY

This article focuses on the background of the Mexican cultural magazine Nexos
and on the first four years of its existence, in which the historian Enrique
Florescano served as its director (1978-1982). Taking as a premise the fact that
magazines are spaces with their own characteristics and dynamics and, at the
same time, spaces that condense, materialize and express certain historical
processes, this text moves on two levels. On the one hand, it studies the particular
development of the magazine and the network of individuals that was formed
around it from multiple sources, giving a preponderant place to interviews with
the protagonists. On the other, the political, cultural and social context that made
its emergence possible and shaped some of its main features is analyzed.

Keywords: Nexos magazine, Enrique Florescano, cultural history.

TRASCENDER L’ACADÉMIE: LES DÉBUTS DE LA REVUE NEXOS


(1978-1982)

Résumé

Cet article est consacré aux origines de la revue culturelle mexicaine Nexos et à
ses quatre premières années d’activités, au cours desquelles l’historien Enrique
Florescano en fut le directeur (1978-1982). Partant du principe que les périodiques
sont à la fois des espaces ayant leurs propres caractéristiques et dynamiques et
des espaces où se concentrent, se matérialisent et s’expriment certains processus
historiques, l’analyse proposé se situe à deux niveaux. D’une part, en se basant
sur de multiples sources, il étudie comment cette revue s’est spécifiquement
développée ainsi que le réseau de personnes qui s’est formé autour d’elle, en
accordant une place prépondérante aux entretiens avec les différents intervenants.
D’autre part, il analyse le contexte politique, culturel et social qui a rendu son
émergence possible et façonné certains de ses principaux traits.

Mots clés: Revue Nexos, Enrique Florescano, histoire culturelle.

310 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
TRASCENDER LA ACADEMIA : LOS COMIENZOS DE LA REVISTA N EXOS

REORGANIZANDO EL SABER

A finales de la década de 1950, el historiador Wigberto Jiménez


Moreno impulsó la creación de un Departamento de Investigaciones
Históricas (DIH) dentro del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) con el objetivo de incrementar la investigación histórica. En 1959,
bajo la dirección del mismo Jiménez Moreno, se inauguró este nuevo
Departamento que se conocería coloquialmente como “El Castillo”, porque
su sede era el anexo del Castillo de Chapultepec. Durante sus primeros años
de existencia, fue un centro pequeño y con una presencia reducida en el
medio académico e intelectual. Cuando Enrique Florescano tomó en sus
manos la jefatura del DIH, en febrero de 1971, este cobró una relevancia real
dentro del ámbito académico.1 El cambio más importante impulsado durante
su gestión fue la estructuración de la investigación en torno a la creación de
una serie de seminarios. Los investigadores elegían en colectivo un tema,
así como un programa y plan de trabajo; a cada miembro se le asignaba una

1
En enero de 1977, el Departamento de Investigaciones Históricas se convirtió en la Dirección de Estudios
Históricos. Su dirección volvió a quedar en manos de Enrique Florescano hasta 1982, fecha en la que asumió
la dirección general del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Sobre las transformaciones e historia
del Departamento de Investigaciones Históricas, véase [Anónimo], “Apéndice: Breve historia del DIH”,
Cuadernos de Trabajo. Memoria del Departamento de Investigaciones Históricas, 1971-1976, INAH, núm. 19,
1977, pp. 129-133; [Anónimo], “Situación General”, Cuaderno de Trabajo, INAH, núm. 1, 1983, pp. 110 ss.

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 311
LUCIANO C ONCHEIRO SAN V ICENTE – A NA SOFÍA RODRÍGUEZ E VERAERT

tarea individual y específica dentro de lo acordado. Realizado esto, los miem-


bros se reunían una vez por semana a discutir los avances con sus pares.2
Florescano había entrado en contacto con el sistema de seminarios
mientras estudiaba su maestría en Historia Universal en El Colegio de
México (1962-1964) y, sobre todo, durante su doctorado en la École Pratique
des Hautes Études, institución que fue fundada con el objetivo central de
promover la investigación por medio del aprendizaje práctico.3 Lo que se
buscaba era fomentar la generación de nuevo conocimiento y la formación
de investigadores a través del trabajo en seminarios y laboratorios.4
Los seminarios del DIH se articularon bajo la premisa de que hacía falta
llevar a cabo dos tareas fundamentales dentro de la investigación histórica
en México: revisar críticamente el corpus historiográfico y promover la
investigación en aquellos campos y problemas que no se habían estudiado
entonces.5 Con el afán de reparar estas faltas, se crearon dos tipos de
seminarios. Los primeros se dedicaron a revisar la historiografía política,
social y económica existente; y los segundos a explorar temáticas que habían
sido relegadas a un segundo plano.6 En un principio, la organización del
trabajo en torno a seminarios encontró resistencia dentro del DIH, en donde
algunos de los investigadores argumentaron que el trabajo colectivo
entorpecía la investigación individual.7 Sin embargo, los resultados de este
modelo, materializados en una importante producción académica y una
intensa formación de nuevos investigadores, fueron notables.8 Con el tiempo,

2
FLORESCANO, Enrique, “Balance general (1971-1976)”, Cuadernos de Trabajo. Memoria del Departamento de
Investigaciones Históricas, 1971-1976, INAH, núm. 19, 1977, pp. 9-10.
3
Sobre la vida de Enrique Florescano, véase PASTOR, Marialba, “La estructura agraria novohispana tras el
lente de la historia económica cuantitativa”, en Evelia TREJO y Álvaro MATUTE (eds.), Escribir la historia en el
siglo XX: Treinta lecturas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, pp. 335-351.
4
Sobre el sistema de seminarios, véase IGGERS, Georg G., La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad
científica al desafío posmoderno, Chile, Fondo de Cultura Económica, 2012, pp. 49 ss.
5
FLORESCANO, “Balance general (1971-1976)”, p. 12. Se enfocaron en los siglos XIX y XX.
6
Se fundaron los siguientes seminarios: Historia de las haciendas mexicanas en el siglo XIX; Luchas campesinas
en el siglo XIX; Historia y problemas de la educación en México; Cambios socioeconómicos en México en el
siglo XIX; Condiciones de trabajo y situación de las clases trabajadoras en México en el siglo XIX; Historia de
la cultura nacional; Historia económica; Formación de grupos y clases sociales; Historia urbana. Por su
parte, otros seminarios eran de revisión historiográfica: Historiografía económica; Historiografía política; e
Historiografía social.
7
FLORESCANO, “Balance general (1971-1976)”, p. 10.
8
Florescano señalaba que el éxito del sistema de seminarios se debía que “la información y el conocimiento
individuales se hacen colectivos e integran vastos conjuntos que desencadenan la aparición de nuevas ideas;
porque las hipótesis personales son inmediatamente revisadas y puestas a prueba por los demás; porque se

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TRASCENDER LA ACADEMIA : LOS COMIENZOS DE LA REVISTA N EXOS

todos los investigadores terminaron participando en los seminarios hasta


que estos incluso se volvieron un rasgo distintivo del Departamento.

LOS SÁBADOS DE SEMINARIO

De manera paralela a los seminarios institucionales del DIH, a finales del


año de 1976, Florescano creó uno informal. Como él mismo cuenta:

En breve tiempo, lo que comenzó como charla ocasional de amigos se trans-


formó en cita semanal imprescindible. Nos reuníamos los sábados por la ma-
ñana en una larga y luminosa sala de cristales emplomados del Departamento
de Investigaciones Históricas del INAH, un convivio que más tarde se prose-
guía en comidas efervescentes en el restaurante El Mirador, al lado del bosque
de Chapultepec. El compromiso era considerar, cada sábado, uno de los temas
de actualidad, presentado por uno de los miembros del grupo, y luego escu-
char el parecer de los demás.9

A estas reuniones, que llegarían a ser conocidas como el “Seminario


de los sábados”, acudían individuos no solo de muy distintas edades,10 sino
provenientes de diversas tradiciones intelectuales, instituciones y disciplinas
académicas. Asistían historiadores como el propio Florescano, Alejandra
Moreno Toscano, Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer; antropólogos
como Guillermo Bonfil Batalla y Arturo Warman; economistas como
Rolando Cordera y José Blanco; sociólogos como Pablo González Casanova
y Julio Labastida; literatos o estudiosos de la literatura como Adolfo
Castañón, José Joaquín Blanco, Antonio Alatorre, Carlos Monsiváis y José
Emilio Pacheco; científicos “duros” como Luis Cañedo, Eugenio Filloy, Julio
Frenk, Cinna Lomnitz, Daniel López Acuña y José Warman; filósofos como

provoca un efectivo juego interdisciplinario y porque todo esto promueve un clima de intercambio e
interacción de ideas y presupuestos científicos que enriquecen a la persona y al conjunto de los investigadores
que forman un Seminario”. FLORESCANO, “Balance general (1971-1976)”, p. 10.
9
FLORESCANO, Enrique, “Los orígenes”, Nexos, enero de 2008.
10
Al Seminario asistían personajes como Pablo González Casanova, Antonio Alatorre y Luis Villoro (nacidos
ambos en 1922), y otros como Adolfo Castañón (nacido en 1952) y Julio Frenk (nacido en 1953). Es decir,
confluían y colaboraban personas con veinte años de diferencia de edad.

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LUCIANO C ONCHEIRO SAN V ICENTE – A NA SOFÍA RODRÍGUEZ E VERAERT

Carlos Pereyra y Luis Villoro; la musicóloga Yolanda Moreno Rivas y el


politólogo José Luis Reyna.11
Los asistentes del Seminario compartían una serie de elementos que
fueron los que finalmente sentaron las bases para la configuración de una
red intelectual que sucesivamente colaboraría en diversos espacios.12 A su
vez, estos elementos definieron una forma particular de generación de
conocimiento y nociones singulares de cómo difundirse. Estos personajes
habían crecido durante el periodo de estabilidad política y desarrollo
económico que vivió México a partir de 1940, un periodo caracterizado
por la migración del campo a la ciudad, el crecimiento demográfico y la
industrialización. Los integrantes del Seminario organizado por Florescano
se habían desarrollado bajo el influjo de este periodo de desarrollo y
pertenecían a las novedosas clases medias. Su fuerte presencia en el seno de
la sociedad, y su nueva capacidad económica, les habían garantizado, entre
otras cosas, el acceso a la educación. Prácticamente todos los asistentes al
Seminario de los sábados habían realizado estudios universitarios y muchos
contaban con posgrados —cursados lo mismo en México que en el
extranjero. Eran herederos de la expansión y diversificación de la educación
superior iniciada en los años cuarenta.
En México, la educación de masas, y particularmente la universidad
de masas, trajo la profesionalización del trabajo académico y posibilitó el
surgimiento del académico profesional como un nuevo actor social. Los
asistentes al Seminario de los sábados que eran de mayor edad inauguraron

11
Es importante señalar la presencia de únicamente dos mujeres en este grupo. Esto definitivamente impactó
en las preocupaciones temáticas, sociabilización y construcción general de la revista Nexos que se creó a
partir del Seminario. La perspectiva de género es una línea a investigar pendiente que, sin embargo, excede el
enfoque de este artículo de investigación. FLORESCANO, “Los orígenes”, Nexos, enero de 2008; AGUILAR CAMÍN,
Héctor, “Los años en nexos”, Nexos, enero de 2008. http://www.nexos.com.mx/?mes=1&anio=
2008&search=go&P=numanteriores&PAGE=1 [Consultada en febrero de 2013]; Entrevista con Héctor
Aguilar Camín, Ciudad de México, 10 y 11 de diciembre de 2012.
12
Para dar cuenta del desarrollo de la historia intelectual mexicana se ha recurrido en reiteradas ocasiones a
una explicación generacional. Véase, en especial: GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, Luis, La ronda de las generaciones,
México, Clío-El Colegio Nacional, 1997; y KRAUZE, Enrique, “Cuatro estaciones de la cultura mexicana”,
Vuelta, núm. 60, noviembre de 1981, pp. 27-42. La revista Nexos no se puede definir y explicar cabalmente en
términos generacionales; en sentido estricto, fue un espacio en donde convivieron y colaboraron dos
generaciones: la de Medio Siglo y la del 68. Por ello, se emprendió el análisis de aquellos elementos que el
conjunto de individuos que impulsaron este proyecto compartían, más allá de los límites de su generación.
En una editorial de Nexos de mediados de los noventa se leía: “en la revista Nexos confluyeron la generación
de Medio Siglo y la generación del 68. Ambas trajeron a la revista sus propias ideas y obsesiones”. [Anónimo],
“Cambios en Nexos”, Nexos, junio de 1995, p. 5.

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en estas universidades la posibilidad de vivir del trabajo académico, dando


clases e investigando. Los más jóvenes llegaron a integrarse a un ambiente
en el que la universidad ya era una forma de vida. Así, este grupo de personas
se encontraba sumergido en la dinámica de la investigación rigurosa y las
publicaciones académicas, algunos incluso habían publicado obras
especializadas que ya entonces eran consideradas canónicas en sus campos
de estudio.13
Pero además de los pasillos de la academia, un espacio de reunión del
grupo que fue especialmente significativo fue La Cultura en México, el
suplemento de la revista Siempre!14 Este suplemento, bajo la dirección de
Carlos Monsiváis inaugurada en 1972, incorporó al equipo editorial y de
redacción a varios de los participantes del Seminario de los sábados tales
como Héctor Aguilar Camín, Adolfo Castañón, José Joaquín Blanco,
Rolando Cordera y Carlos Pereyra. Como se verá, esta sería una experiencia
fundamental para que el grupo tuviera conocimiento de las implicaciones
de emprender el proyecto de una publicación periódica.
No obstante, el punto de unión más fuerte entre estos historiadores,
antropólogos, sociólogos, literatos y demás asistentes del Seminario de los
sábados era la experiencia del movimiento estudiantil del 68 y sus
repercusiones. El movimiento estudiantil que había culminado con una
represión desmedida por parte del gobierno trajo para este grupo de personas
el sentimiento de que era necesario repensar la realidad nacional.15 Lo que

13
Ejemplo de esto son GONZÁLEZ CASANOVA, Pablo, La democracia en México, México, Serie Popular Era,
1965; FLORESCANO, Enrique, Precios del maíz y crisis agrícolas en México, 1708-1810, México, Nueva Serie,
1969; y algunos más jóvenes como CÓRDOVA, Arnaldo, La ideología de la Revolución mexicana. La formación
del nuevo régimen, México, Ediciones Era, 1973; y AGUILAR CAMÍN, Héctor, La frontera nómada: Sonora y la
Revolución mexicana, México, Siglo XXI Editores, 1977. Ignacio Almada Bay recuerda: “Esta generación estaba
en la plenitud de su producción y algunos de ellos encabezaban centros de investigación que iniciaban su
despegue en la calidad y número de sus publicaciones.” Entrevista con Ignacio Almada Bay, Ciudad de México,
25 de julio de 2013.
14
Es importante señalar que La Cultura en México no fue la única publicación en la que habían participado
miembros del Seminario de los sábados. Otra revista en la cual se aglutinaron algunos de los asistentes fue
Cuadernos Políticos, fundada en 1974, y en la cual participaron Rolando Cordera, Carlos Pereyra y Arnaldo
Córdova. También es importante mencionar el periódico Unomásuno, fundado en 1977, y del cual Héctor
Aguilar Camín era subdirector editorial y donde participaban, además, Rolando Cordera, Carlos Pereyra,
entre otros.
15
Como dice José Warman: “no estaba tan lejos del 68, y después del movimiento del 68, después de Tlatelolco,
fue un shock, un movimiento muy fuerte en la sociedad y en la intelectualidad mexicana y en los movimientos
de izquierda en México. El periodo pos 68 va coagulando grupos como el de los sábados.” Entrevista con José
Warman, Ciudad de México, 12 de junio de 2013.

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había sucedido en el año del 68 para estos jóvenes que crecieron con las
ventajas de la estabilidad económica y política de México era inexplicable.
En palabras de Héctor Aguilar Camín:

[…] es la fecha de arranque de la nueva crisis de México; ahí se abre un parén-


tesis (que dura hasta hoy) de un país que perdió la confianza en la bondad de
su presente, que dejó de celebrar y consolidar sus logros y milagros para em-
pezar toparse todos los días, durante más de una década, con sus insuficien-
cias silenciadas, sus fracasos y sus miserias. Salvo por las anticipaciones
paranoides de la autoridad, la del 68 no fue una crisis estructural que pusiera
en entredicho la existencia de la nación; fue sobre todo, y ha seguido siéndolo,
una crisis política, moral y psicológica, una crisis de convicciones y valores
que sacudió los esquemas triunfales de la capa gobernante; el anuncio san-
griento de que los tiempos habían cambiado sin que cambiaran las recetas
para enfrentarlos.16

Esta crisis consistía, básicamente, en una incertidumbre generalizada.


Por un lado, no se sabía hacia dónde se dirigía el país, cuál era su futuro. Por
otro lado, no se entendía en qué punto se estaba, no se comprendía el propio
presente: ¿Cómo podía ser un mismo país este que era sede de las Olimpiadas
y que, al mismo tiempo, derramaba la sangre de sus jóvenes?17 El 68 fue el
inicio de una etapa de cuestionamientos que desató la búsqueda de
respuestas, soluciones y medios para satisfacer las nuevas necesidades
intelectuales de la sociedad mexicana.
José Joaquín Blanco, uno de los principales participantes del Seminario
y más tarde de la revista Nexos, afirma: “hubo un enojo enorme ante las
matanzas, no fue tanto una reflexión sesuda sobre las relaciones culturales
o económicas, todo empezó con la ira ante el autoritarismo y las matanzas”.18
En este contexto nacional e individual, estos jóvenes se decidieron a pensar
16
AGUILAR CAMÍN, Héctor, “Historia para hoy”, en Historia, ¿para qué?, México, Siglo XXI Editores, 1980,
p. 150.
17
Octavio Paz dice respecto a esta paradoja: “en el momento en que el gobierno obtenía el reconocimiento
internacional de cuarenta años de estabilidad política y de progreso económico, una mancha de sangre disipaba
el optimismo oficial y provocaba en todos los espíritus una duda sobre el sentido del progreso”. PAZ, Octavio,
“Posdata”, en Octavio PAZ, Obras Completas. El peregrino en su patria: historia y política en México, México,
Fondo de Cultura Económica, 1994, vol. 8, pp. 277-278.
18
Entrevista con José Joaquín Blanco, Ciudad de México, 24 de junio de 2013.

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los problemas que aquejaban al país con el ánimo de encontrar una respuesta
colectiva a la situación presente.
En el Seminario se discutían temas de toda índole, generalmente
relacionados con la investigación que cada uno de los individuos se
encontraba realizando, aunque en ocasiones también se solicitaban
participaciones especiales sobre un tema particular.19 Debido a la pluralidad
entre los participantes, los problemas estudiados no se reducían a alguna
disciplina o tendencia intelectual.20

EL PROYECTO

Pronto surgió la necesidad de materializar los resultados de esta experiencia


de intercambio en un nuevo proyecto: una publicación periódica.21 Como
señala Florescano: “cada semana, en el Castillo, el grupo fijaba un tema
conforme la coyuntura lo demandaba y alguno de nosotros lo desarrollaba.
Si no había alguien en el grupo que lo pudiera desarrollar, se invitaba a
alguien y después se abría la discusión. Así nació la revista Nexos”.22 La revista
quería cumplir con el propósito de difundir las ideas trabajadas en el
Seminario, pero también para llenar un vacío que existía en el panorama
cultural mexicano.

19
En ese espacio se discutieron textos centrales de la producción intelectual mexicana de aquella época, por
ejemplo, el trabajo de Carlos Monsiváis sobre la cultura en México, el cual luego formaría parte de la Historia
General de El Colegio de México; los ensayos de Rolando Cordera y Carlos Pereyra titulados “Los límites del
reformismo”; también partes de las investigaciones históricas de Lorenzo Meyer; así como el borrador de
México, la disputa por la nación: perspectivas y opciones del desarrollo de Carlos Tello Macías y Rolando
Cordera Campos. Sobre los textos discutidos, véase MEDINA VIEDAS, Jorge, “Nexos y la comunicación en
México”, Etcétera, 1 de julio de 2008; Entrevista con Rolando Cordera, Ciudad de México, 24 de junio y 3 de
julio de 2013.
20
Como dice Florescano: “de los asuntos políticos se pasaba a considerar, en las semanas siguientes, los
económicos, demográficos, urbanos, educativos, culturales, científicos, ecológicos, históricos o antropológicos;
y de la capital del país se viajaba a sus regiones, o del espectro nacional al internacional”. FLORESCANO, “Los
orígenes”, Nexos, enero de 2008.
21
Adolfo Castañón escribe: “Tengo la impresión de que la revista que luego se llamaría nexos nació al socaire
de los acalorados debates y discusiones que ahí se daban en torno a los textos ahí discutidos”. CASTAÑÓN,
Adolfo, “Hace 30 años”, Nexos, enero de 2008. Por su parte, José María Pérez Gay dice: “No creo exagerar si
afirmo que la revista nació en el Departamento de Investigaciones Históricas del INAH, anexo del Castillo de
Chapultepec, cuyo director era Enrique Florescano Mayet”. PÉREZ GAY, José María “30 años en mil palabras”,
Nexos, enero de 2008. Esta impresión la comparten Héctor Aguilar Camín y Rolando Cordera. Véase AGUILAR
CAMÍN, “Los años en nexos”, Nexos, enero de 2008; Entrevista con Rolando Cordera, Ciudad de México, 24 de
junio y 3 de julio de 2013.
22
Entrevista con Enrique Florescano, Ciudad de México, 5 de agosto de 2013.

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En los años que siguieron al movimiento estudiantil del 68 y a la


represión del 10 de junio de 1971, el periódico Excélsior dirigido por Julio
Scherer, se constituyó como uno de los más importantes medios críticos. A
lo largo de estos años, el gobierno había tolerado la existencia del periódico.
Sin embargo, para 1976 las cosas cambiaron y tuvo lugar lo que se conoce
como el “golpe a Excélsior”, una represión por parte del gobierno. Varían las
versiones sobre los motivos de esta represión por parte del gobierno al diario
dirigido por Julio Scherer. Empero, el resultado fue contundente: Scherer
se vio obligado a abandonar, junto con un amplio equipo de editorialistas y
reporteros, las instalaciones y la dirección del diario para no volver jamás.23
A raíz de esto, Scherer y otros importantes antiguos colaboradores de
Excélsior como Manuel Becerra Acosta, quien era subdirector, y Octavio
Paz, director del suplemento Plural, fundaron nuevos espacios mediáticos e
intelectuales. A finales de 1976, Scherer creó la revista Proceso y Paz la revista
Vuelta. Becerra Acosta fundó el periódico unomásuno en 1977.
Si bien en Nexos no había nadie que hubiera sido afectado directamente
por el “golpe a Excélsior”, su primera publicación en 1978 puede ser
considerada como parte de los medios críticos que aparecieron tras la
represión ejercida desde el Estado. Compartía con ellas el interés de
enfrentarse a la cultura oficialista y proponer una visión crítica del país.
Como bien señala Ignacio Almada Bay, Nexos buscaba:

[…] de alguna manera llenar —en áreas de especialidad— el vacío dejado por
la expulsión de Julio Scherer y su equipo de colaboradores de Excélsior y el fin
de un diario independiente, cuya existencia había confirmado que era posible
ir más allá de las tragedias del 2 de octubre de 1968 y del jueves de Corpus de
1971, que formábamos parte de un país vivo, un país que no estaba fatalmente
condenado entre la apatía y la compasión como coartadas.24

Héctor Aguilar Camín coincide en tanto plantea que la crisis en el


periódico Excélsior generó el espacio posible para la propagación del mundo
23
Seguimos la narración de los hechos realizada por KING, John, Plural en la cultura literaria y política
latinoamericana. De Tlatelolco a “El ogro filantrópico”, México, Fondo de Cultura Económica, 2011, pp. 285
ss. Los protagonistas del evento han escrito sus impresiones: LEÑERO, Vicente, Los periodistas, México, Joaquín
Mortiz, 1978; BECERRA ACOSTA, Manuel, Dos poderes, México, Grijalbo, 1983; SCHERER, Julio, Los presidentes,
México, Grijalbo, 1986.
24
Entrevista con Ignacio Almada Bay, Ciudad de México, 25 de julio de 2013.

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universitario, periodístico y académico que se había gestado a partir del


movimiento de 1968.25
Este proceso coincidió, paradójicamente, con la percepción de que la
vida cultural y política comenzaba a abrirse a la participación de nuevos
actores como la revista Nexos. Aguilar Camín argumenta que: “el espíritu
de reforma política aquellos años fue el telón de fondo y la condición de
posibilidad pública de aquellas fundaciones periodísticas y culturales”.26 Tras
la candidatura única de José López Portillo en las elecciones de 1976, en el
contexto de una grave crisis económica y la radicalización de un sector de
la izquierda, el régimen del PRI se había visto obligado a emprender un
proceso de apertura que cristalizó en la Reforma política de 1978. Con ella,
se permitió la inclusión de nuevos actores al juego político, y esto tuvo su
correlato en la ampliación de actores en el campo cultural. En este contexto,
los miembros del Seminario de los sábados decidieron fundar una revista
con objetivos que respondían de manera directa a lo que sucedía en el país.
El más inmediato consistía en crear un espacio en donde poder difundir
para un público más amplio los resultados del trabajo de investigación y
análisis realizado en el Para hacerlo, los creadores de Nexos tenían muy
claro que las ideas discutidas en el Seminario tenían que trascender el
lenguaje de la Academia: había que “traducirlas” para que abandonaran los
cubículos y estuvieran al alcance de lectores no especializados. Como plantea
Luis Miguel Aguilar:

Nexos surge de la confluencia de un grupo de intelectuales, académicos, pe-


riodistas y escritores para llevar el conocimiento que se generaba en los
cubículos e institutos de investigación a un público más amplio. Era como un
ejercicio de “traducción”: “traducir” el lenguaje especializado o de cubículo, el
de las jergas académicas, a un lenguaje que pusiera el conocimiento en los
puestos de periódicos y en los locales cerrados.27

No se trataba solamente de difundir sus ideas sino de que estas actuaran


sobre la realidad, lo que precisaba generar ideas propositivas basadas en

25
Entrevista con Héctor Aguilar Camín, Ciudad de México, 10 y 11 de diciembre de 2012.
26
Entrevista con Héctor Aguilar Camín, Ciudad de México, 10 y 11 de diciembre de 2012.
27
Entrevista con Luis Miguel Aguilar, Ciudad de México, 9 de julio de 2013.

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diagnósticos analíticos y críticos de la realidad.28 Como recuerda Aguilar


Camín, surgía por un genuino afán de los miembros del Seminario por
participar en el debate sobre la nación.29 O, en palabras de Luis Miguel
Aguilar, “[…] no solo se trataba de responder al contexto histórico, sino de
crear, o contribuir a crear, un propio contexto histórico”.30 Para hacerlo se
propusieron fundar una publicación novedosa, tanto en su contenido como
en su forma.

LA APARICIÓN DE NEXOS

La revista Nexos. Sociedad. Ciencia. Literatura apareció por primera vez en


enero de 1978 con un equipo de Redacción y un Consejo Editorial
conformado casi por completo por participantes del Seminario de los
sábados. El director era Enrique Florescano y en la redacción estaban Héctor
Aguilar Camín, Adolfo Castañón y Julio Frenk. El Consejo Editorial estaba
dividido en tres secciones: “Sociedad e Historia”, “Ciencia” y “Literatura y
Artes”.31 La primera la integraban Guillermo Bonfil, Pablo González
Casanova, Lorenzo Meyer, Alejandra Moreno Toscano, Carlos Pereyra, José
Luis Reyna, Luis Villoro y Arturo Warman. La segunda, Luis Cañedo,
Eugenio Filloy, Cinna Lomnitz, López Acuña y José Warman. La tercera,
Antonio Alatorre, José Joaquín Blanco, Carlos Monsiváis y Yolanda Moreno
Rivas.
La revista, en un inicio, recibió cierto apoyo material de parte Manuel
Moreno Sánchez, un importante político miembro del Partido
Revolucionario Institucional y posteriormente Partido Social Demócrata
(PSD), padre de Alejandra Moreno Toscano y, por tanto, suegro de Enrique

28
Un buen ejemplo del esfuerzo del grupo por contribuir a diagnosticar y proponer soluciones para la realidad
nacional es el libro México, hoy en el que participaron varios de los miembros del Seminario de los sábados.
Bajo la coordinación de Pablo González Casanova y Enrique Florescano, en este libro aparecieron textos de
José Blanco, Guillermo Bonfil, Rolando Cordera, Arnaldo Córdova, Daniel López Acuña, Carlos Monsiváis,
Alejandra Moreno Toscano, Olga Pellicer, Carlos Pereyra, Raúl Trejo Delabre, Luis Villoro, Arturo Warman,
entre otros. Véase GONZÁLEZ CASANOVA, Pablo y Enrique FLORESCANO (coords.), México, hoy, México, Siglo XXI
Editores, 1979.
29
Entrevista con Héctor Aguilar Camín, Ciudad de México, 10 y 11 de diciembre de 2012.
30
Entrevista con Luis Miguel Aguilar, Ciudad de México, 9 de julio de 2013.
31
En el número 41, de mayo de 1981, se creó una cuarta sección del Consejo Editorial denominada “Asuntos
Internacionales”, compuesta por Arturo Borja, Roberto Bouzas, José Miguel Insulza, Luis Maira y José María
Pérez Gay.

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Florescano.32 Moreno Sánchez les prestó una casa que tenía en Prado Norte
(número 450) en las Lomas de Chapultepec, en donde pudieron instalar las
primeras oficinas de Nexos. Esta casa había sido ocupada previamente por
el periódico unomásuno, mismo que también había apoyado Moreno
Sánchez.33 Por otro lado, la revista logró hacerse de financiamiento a partir
de venderle publicidad a fuentes tanto privadas como estatales. Sobre todo
se anunciaban editoriales, otras publicaciones culturales, instituciones
académicas, galerías de arte, entre algunas empresas más grandes como Altos
Hornos de México, y Don Pedro-Domecq. Los anuncios gubernamentales
eran de algunas de sus dependencias culturales, como el Instituto Nacional
Indigenista, el Archivo General de la Nación, Instituto Nacional de Bellas
Artes-SEP, entre otras como la Secretaría de Hacienda, el Fondo Nacional
para el Consumo de los Trabajadores y el Departamento de Pesca.
La revista Nexos empezó a ser impresa en la Imprenta Madero, la cual
fue fundada a principios de la década de los cincuenta por Tomás Espresate
y Eduardo Naval, quienes también eran dueños de la Librería Madero. En
ella trabajaron personajes fundamentales en la renovación del diseño y la
edición mexicana.34 Esta imprenta tiene una importancia fundamental en
la historia del diseño en México por sus propuestas, entre los que destacan
los barridos de color, el uso de obras de artistas famosos y de fotografías de
alto contraste, así como el uso de troqueles o suajes y dobleces de papel. Su
lugar en la historia intelectual también es central por la serie de proyectos
culturales que allí se materializaron: editorial ERA, La Cultura en México,
Nexos, por solo mencionar algunos.35 El encargado de realizar el diseño de
32
Manuel Moreno Sánchez era también “anfitrión de históricas comidas campestres en el húmedo refugio de
Los Barandales, un rancho de huertos ralos propiedad de la familia en las alturas metafísicas del pueblo
de Ocoyoacac, rumbo a Toluca. Ahí solían confluir, varias veces al año, nuestros ánimos discutidores,
ebrios de ideas y de lo otro, devanando el país en largas sobremesas de palabras arrebatadas, ceñidas por un
estilo analítico cuyo límite resumía con puntualidad generacional Moreno Sánchez: “Donde ustedes ven
causas políticas y lucha de clases, yo solo veo lucha de intereses y pleito de personas””. AGUILAR CAMÍN, “Los
años en nexos”, Nexos, enero de 2008.
33
Ignacio Almada Bay cuenta: “Las oficinas de la revista estaban en una casa en la calle Prado Norte en las
Lomas de Chapultepec, frente a un mercado. Donde de vez en cuando los redactores coincidíamos a la mesa
para comer pollo con mole poblano o carne de cerdo en trozos bañados en salsa verde, con tortillas de maíz
recién hechas, que pasábamos con aguas frescas, mientras comentábamos los textos que llegaban y nos repartía
Héctor [Aguilar Camín]”. Entrevista con Ignacio Almada Bay, Ciudad de México, 25 de julio de 2013.
34
Entre ellos, José Azorín, Jordi y Francisco Espresate, Hipólito Galván, Roberto Muñoz, Antonio González,
Carlos Maldonado, Pilar Ríos, Candelario Montiel, Efraín Morales, Bernardo Recamier y Vicente Rojo.
35
ROJO, Vicente, Vicente Rojo: Cuarenta años de diseño gráfico, 3ra. Ed., México, El Colegio Nacional-
Universidad de las Américas Puebla-Ediciones ERA, 2007, p. 46.

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Nexos fue Bernardo Recamier, el cual diseñaba desde 1974 La Cultura en


México en lugar de Vicente Rojo. En este sentido se estableció una
continuidad entre ambas publicaciones no solo en términos del equipo y
estilo editorial, sino también en la propuesta visual. El mismo Recamier
reconoce esto y dice haber retomado elementos del suplemento dirigido
por Monsiváis tales como el uso de imágenes eróticas y juguetonas en las
páginas de Nexos.36 En esto coincide Luis Miguel Aguilar, que además apunta:
“ambas publicaciones compartían algo más: la voluntad editorial de ponerles
a los artículos cabezas imaginativas, incluso juguetonas y paródicas”.37
Se buscó un formato que se alejara de las revistas culturales mexicanas
existentes en el momento.38 Se decidió que Nexos se imprimiera en papel
periódico, a dos tintas y en formato tabloide. Como recuerda José Joaquín
Blanco, parecían “periódicos grandes”.39 El formato tabloide desapareció tras
ser utilizado un año pues en los centros de venta se doblaba y caía por sus
dimensiones. Almada Bay dice: “se caía en los estantes de Sanborns, no
había manera de sostener la revista con ese formato”. Por su parte, Luis
Miguel Aguilar explica:

[…] a los pocos números se vio que ese formato era impracticable: la publica-
ción se doblaba o vencía tanto en los puestos de periódicos como en los loca-
les cerrados, y hubo que modificarle el formato sobre la marcha. Empezó por
doblarse a la mitad, reduciéndole la portada y poniéndosela en uno de los
dobleces del formato tabloide, para que tuviera sostén a la hora de exhibirla, y
luego derivó en el más practicable tamaño carta que aún ahora conserva des-
pués, claro, de muchas variaciones: de la impresión a dos tintas y papel de
poco gramaje a portada en color, papel bond con más gramaje, papel couché,
toda en color, etcétera.40

En el número 13 (enero de 1979) adoptan el tamaño carta, el cual sigue


siendo usado hasta el día de hoy.

36
Entrevista con Bernardo Recamier, Ciudad de México, 24 de julio de 2013.
37
Entrevista con Luis Miguel Aguilar, Ciudad de México, 9 de julio de 2013.
38
En palabras de José Warman: “la idea era eso: buscar un formato no tradicional”. Entrevista con José
Warman, Ciudad de México, 12 de junio de 2013.
39
Entrevista con José Joaquín Blanco, Ciudad de México, 24 de junio de 2013.
40
Entrevistas con Ignacio Almada Bay, Ciudad de México, 25 de julio de 2013; Entrevista con Luis Miguel
Aguilar, Ciudad de México, 9 de julio de 2013.

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La idea de iniciar Nexos en formato tabloide la tomaron sus fundadores


de The New York Review of Books (o NYRB). De esta publicación bimensual
estadounidense, además, tomaron otra idea central. La NYRB se caracterizaba
por la publicación de reseñas de novedades editoriales bajo el planteamiento
de que estas eran una forma de escritura, con rigurosos requerimientos
intelectuales y estilísticos, que debían asemejarse al ensayo crítico y no al
comentario. Nexos se origina bajo la idea de hacer lo mismo.41 Jean Meyer
escribe al respecto:

Enrique Florescano fue el primero de todos nosotros en leer la New York Review
of Books; me enseñó a leerla y no he dejado de hacerlo hasta la fecha, con
mayor provecho. Enrique nos decía que México necesitaba de semejante re-
vista. […] Su proyecto, proyecto compartido por el grupo amistoso que había
informalmente formado, era académico —para no decir científico, pero se
vale decir científico— a la vez que político; científico porque pretendía, al
estilo de la NYRB, hacer progresar el conocimiento por el conducto de las rese-
ñas de libros. Político, al estilo de la misma NYRB, porque el conocimiento es
liberal y lleva a la libertad, protege, consolida la libertad adquirida, conquista-
da u otorgada.42

La NYRB había publicado su primer número en febrero de 1963 con la


idea de llenar un vacío en el mundo del periodismo estadounidense: el de
las reseñas críticas frente a los “dulces y blandos elogios que caen por todas
partes a la escena” y las reseñas emanadas de una “actitud acomodaticia”.43
41
José María Pérez Gay describe al primer número de Nexos como “una suerte de New York Review of Books”.
PÉREZ GAY, “30 años en mil palabras”, Nexos, enero de 2008. Varios de los fundadores de Nexos señalan la
influencia que tuvo la NYRB en ellos y en su proyecto editorial. Adolfo Castañón señala otras dos importantes
referencias: “se tenían en mente dos o tres modelos en mente: el Times Literary Supplement, el New York Book
Review of Books, La Quinzaine Littéraire. Se hablaba mucho de la necesidad de hacer reseñas de libros y de
revistas y de tener un punto de vista sobre la actualidad histórica, política y literaria.” CASTAÑÓN, “Hace 30
años”, Nexos, enero de 2008.
42
MEYER, Jean, “El duro deseo de durar”, Nexos, enero de 2008.
43
Elizaberth Hardwick, autora de las palabras anteriores en su famoso artículo “The Decline of Book
Reviewing”, era parte del grupo de personas que, al calor de una cena, habían pensado en aprovechar la
coyuntura de la huelga de periódicos de Nueva York en 1962-1963 para crear una revista que atendiera el
problema de la falta de reseñas críticas y bien escritas. En esta cena estaban, además Hardwick, su esposo
Robert Lowell, así como Jason Epstein y su esposa Barbara Epstein. Sobre la creación de la NYRB véase ATLAS,
James, “The Ma and Pa of the Intelligentsia”, New York Magazine, 25 de septiembre de 2006; BROWN, Andrew,
“The writer’s editor”, The Guardian, 24 de enero de 2004; REMNICK, David, “Postscript Barbara Epstein”, The
New Yorker, 3 de julio de 2006. Para entender los antecedentes de la NYRB, es fundamental leer el ensayo
mencionado: HARDWICK, “The Decline of Book Reviewing”, Harper’s, octubre de 1959.

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Bajo la edición de Barbara Epstein y Robert Silvers, se apostó por pedir a


personas especializadas dar su punto de vista acerca de los libros de reciente
publicación. Las reseñas escritas tenían que ir más allá del simple comentario
y en sentido estricto ser verdaderos ensayos interpretativos escritos con rigor
académico aunque con un estilo más ligero.44 La propuesta encontró eco en
un grupo con intereses académicos como el que había ideado Nexos. El
equipo del Seminario de los sábados quiso imitar la propuesta de la NYRB
porque consideraba fundamental difundir de manera crítica aquello que se
publicaba en el mundo de la academia. El modelo de reseñas-ensayo era
una gran opción para cumplir con este objetivo que se habían planteado.
Bajo la dirección de Florescano, se destinaron la mayor parte de las páginas
de Nexos a reseñas de publicaciones de toda índole y sus distintas secciones
quedaron conformadas y articuladas bajo esta lógica.
“Minimalia”, una de las secciones, adoptó cabalmente el modelo de las
reseñas-ensayos de la NYRB. Los artículos de esta sección eran firmados y se
ocupaban de reseñar uno o varios libros. La sección “Pie de página” también
estaba conformada por reseñas, pero estas eran realizadas por el equipo de
la redacción y generalmente no se firmaban.45 El propósito de la sección era
informar sobre las novedades del mundo editorial y las reseñas no eran tan
detalladas ni metódicas como en las páginas largas de la revista, sino que
incluían solo la información básica de las obras.46
También se creó una sección llamada “Por entregas” con el original
propósito de reseñar revistas.47 En esos años, dependencias del gobierno y
universidades tenían diversas publicaciones periódicas de las cuales Nexos
quiso ocuparse, por lo que publicó reseñas de revistas en general o de
números específicos.48 Esta sección resulta fundamental para entender la

44
HARDWICK, “The Decline of Book Reviewing”.
45
Con el paso del tiempo, los textos que componían “Minimalia” pasaron a formar la sección “Pie de Imprenta”,
conservando su modelo. Cuando esto sucedió, se empezaron a firmar todas las reseñas.
46
De enero a diciembre de 1979, por ejemplo, aparecieron en “Pie de Imprenta” 169 reseñas bibliográficas.
47
Buenos ejemplos de esta sección son: ARREDONDO, Estela, “Cuadernos que al tiempo han resistido”, Nexos,
agosto de 1981, p. 49, texto que reseñaba Cuadernos Políticos, revista publicada de ERA, desde su fundación en
1974 hasta 1981. Otro ejemplo es LOMNITZ, Cinna, “Y va de nuevo: Naturaleza/Ciencia y Desarrollo”, Nexos,
agosto de 1978, p. 26, que reseñaba el volumen 9 (1978) de la revista Naturaleza y el volumen 4 (1978) de
Ciencia y Desarrollo.
48
Se escribieron reseñas firmadas con tono polemista tales como la que escribió Luis Miguel Aguilar a
propósito del quinto aniversario de la revista Vuelta. AGUILAR, Luis Miguel, “Vuelta, año cinco”, Nexos, enero
de 1982.

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manera en que Nexos surgió en diálogo con el campo de las publicaciones


periódicas del momento en México.
Se dedicó una sección especial a los textos que no fueran reseñas: “Cabos
sueltos”. Esta columna tomó su nombre de una sección del periódico La
libertad de Justo Sierra, el cual era estudiado en aquel entonces por Adolfo
Castañón, miembro del Seminario de los sábados.49 En esta sección se
trataban diversos temas de actualidad, aunque también se publicaron cuentos
y poemas. En un principio se aprovechó el formato tabloide para que esta
recorriera la parte inferior de varias páginas y así pudiera ocuparse de varios
temas en un mismo número. A partir del número 45, tras haberse adoptado
el formato tamaño carta, se decidió que todos los números abrirían con
“Cabos sueltos”.50 Como lo demuestran “Cabos sueltos”, y algunos otros
textos, Nexos en realidad nunca se limitó a publicar reseñas.51 Sin embargo,
con el paso del tiempo, el equipo de redacción empezó a caer en cuenta de
que no bastaba acercarse a la realidad mediante la reseña de libros y revistas,
y los ensayos fueron cada vez más predominantes.
Una característica se mantuvo presente: fueran reseñas o ensayos, Nexos
era un espacio de entrecruzamiento entre los distintos saberes. Como lo
indicaba su propio nombre y el subtítulo que lo acompañaba, era una
publicación que buscaba construir nexos entre las distintas ramas del
conocimiento humano. Como Adolfo Castañón indica, esto se buscó desde
un principio: “se quería que la revista fuese multidisciplinaria y que
combinara una profundidad teórica en los diversos ámbitos con un pasable
registro de la actualidad mexicana, latinoamericana y, por supuesto,
mundial”.52 La “Editorial”, aparecida en el primer número, también lo decía
claramente:

[…] nexos quiere ser lo que su nombre anuncia: lugar de cruces y vinculacio-
nes, punto de enlace para experiencias y disciplinas que la especialización

49
CASTAÑÓN, “Hace 30 años”, Nexos, enero de 2008.
50
“Cabos sueltos” continúa existiendo hasta el día de hoy, 35 años después de la fundación de Nexos, y se ha
convertido en un rasgo distintivo de la revista y una señal de su continuidad.
51
Véase, por ejemplo, BARTRA, Roger, “El nuevo apocalipsis de los pequeños filósofos”, Nexos, junio de 1978,
p. 15; GONZÁLEZ CASANOVA, Pablo, “La cultura política de México”, Nexos, septiembre de 1981, p. 13. Otros
ejemplos son la poesía y la narrativa de CARRETO, Héctor, “Naturaleza Muerta”, Nexos, agosto de 1979, p. 40 y
CONT, Haroldo, “Devociones”, Nexos, julio de 1981, p. 43, respectivamente.
52
CASTAÑÓN, “Hace 30 años”, Nexos, enero de 2008.

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LUCIANO C ONCHEIRO SAN V ICENTE – A NA SOFÍA RODRÍGUEZ E VERAERT

tiende a separar, a oponer incluso. Aspira a ser un foro donde se expresen los
problemas de la ciencia y la tecnología, la investigación económica y social, el
ensayo literario, la historia y la realidad política.53

Es cierto que el golpe a Excélsior había resultado en una multiplicación


de revistas y que existía como importante antecedente el suplemento La
Cultura en México, pero Nexos apareció como algo radicalmente distinto a
todo ello en tanto no solo buscó hacer dialogar al conocimiento académico
con un público más amplio, sino que también quiso hacerlo dialogar consigo
mismo. José Joaquín Blanco recapitula al respecto:

En esa época no escaseaban revistas y suplementos culturales y académicos,


pero se tendía no solo a la especialización sino al marginamiento […]. Sin
menoscabo del cultivo profesional de cada campo, urgían puentes, comunica-
ciones, trasvases, reacciones y contaminaciones entre los diversos trabajado-
res de la cultura y sus productos.54

Nexos, como lo había hecho originariamente el Seminario de los


sábados, logró agrupar colaboradores provenientes de distintas disciplinas
para abordar temas desde una visión multidisciplinaria. Esto se organizó
asignando a diversos encargados para cada una de las divisiones disciplinares
de Sociedad. Ciencia y Literatura.
Los creadores de Nexos creían que a partir de la década de los cincuenta
se habían dado una serie de importantes transformaciones en México que
habían hecho que la cultura hegemónica, que ellos denominaban “la cultura
literaria”, entrara en crisis. Estos cambios tenían que ver con la crisis
económica, pero también con “las fuertes tensiones que crean la explosión
demográfica y la “modernización” capitalista, la dependencia científica y
tecnológica, la urbanización deforme y la marginación social de millones
de seres, el influjo neocolonial de los medios de comunicación, la ruptura
de la sociedad tradicional y el surgimiento de una sociedad de masas
subdesarrollada.”55 En suma, la realidad mexicana era más compleja y “sus

53
[Anónimo], “Editorial”, Nexos, enero de 1978, p. 3.
54
Entrevista con José Joaquín Blanco, Ciudad de México, 24 de junio de 2013.
55
[Anónimo], “Editorial”, Nexos, enero de 1978, p. 3.

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TRASCENDER LA ACADEMIA : LOS COMIENZOS DE LA REVISTA N EXOS

contradicciones y sus puntos de fricción” cada vez mayores. Eso hacía


inminente construir una nueva cultura que pudiera aportar explicaciones
que respondieran a esta nueva realidad.56
A tono con su actividad en el Seminario de los sábados, para los
fundadores de Nexos, los discursos que podrían explicar el país no provenían
ya del ámbito literario, sino del académico. Entonces, Nexos buscó acercarse
a la realidad desde las distintas disciplinas aprendidas en las aulas
universitarias, y no desde el ensayo literario que había caracterizado a esa
llamada “cultura literaria”.57 Se posicionaron en oposición a los escritores
que a su parecer habían dominado el campo cultural mexicano. En contra
de las explicaciones de México construidas por literatos, los creadores de
Nexos se propusieron generar conocimiento con rigor académico. “Juzgamos
limitado, o inútil, diseñar un proyecto cultural que no incluya en su
perspectiva los desafíos y el análisis de la realidad social a que pretende
dirigirse”, declaraban.58
En congruencia con esto, Nexos incluyó en sus páginas, además de
reseñas, artículos y transcripciones de mesas redondas con especialistas sobre
los temas de actualidad más relevantes. Bajo la lógica de la multidisciplina
que también se había heredado de las discusiones del seminario informal
organizado por Florescano, durante los primeros años se encuentran en la
revista lo mismo una mesa redonda sobre energía nuclear (“Temas y voces
de la energía nuclear”) que artículos sobre el campo mexicano (“No todo el
campo es orégano. Panorama de la lucha campesina 1978-1979” de Alfredo
Camhaji), o sobre política internacional (“El proyecto de Reagan” de Luis
Maira).59
Estas serie de publicaciones concordaban con los temas que desde el
primer número habían planteado los integrantes de la redacción que serían
aquellos propios de la revista:

56
[Anónimo], “Editorial”, Nexos, enero de 1978, p. 3.
57
Posiblemente el mejor ejemplo de este género, por su relevancia y alcance, sea El laberinto de la soledad de
Octavio Paz publicado en 1950.
58
[Anónimo], “Editorial”, Nexos, enero de 1978, p. 3.
59
DE ALBA, Fernando et al., “Temas y voces de la energía nuclear”, Nexos, 1978, p. 5; CAMHAJI, Alfredo, “No
todo el campo es orégano. Panorama de la lucha campesina 1978-1979”, Nexos, febrero de 1979, p. 15; MAIRA,
Luis, “El proyecto de Reagan”, Nexos, enero de 1981, p. 3.

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LUCIANO C ONCHEIRO SAN V ICENTE – A NA SOFÍA RODRÍGUEZ E VERAERT

El petróleo o la reforma política, la inflación y la quiebra financiera del Esta-


do, la urbanización y las colonias populares, los giros ideológicos de la cultura
popular por la penetración de los medios masivos o los muy amplios sectores
de la clase media que se precipitan en un mercado de best-sellers, muebles
provenzales, música instrumental, cultos esotéricos o astrológicos. En fin, la
clausura de todo resquicio democrático en varios países de América del Sur, la
remodelación fascista de la dependencia, las brechas de la opulencia y la mi-
seria; el horizonte de un largo, impredecible, periodo de sujeción científica y
tecnológica entre un puñado de países líderes y el resto del mundo.60

Esta serie de temas eran vistos no solamente como objetos de estudio,


sino como una manera de crear la realidad a la cual los creadores de Nexos
aspiraban.61 Dicho de otra forma: no se estudiaban solo con la finalidad de
obtener cierto conocimiento sobre la realidad, sino también pata actuar de
manera directa sobre ella.
Es importante considerar que la agenda que Nexos plantearía desde
muy pronto, y la manera en la cual quería participar de la vida pública por
medio de ella, asumía su inclinación con las ideas de izquierda.62 Los propios
miembros de la revista se designaban a sí mismos de esta manera y, por lo
menos en los primeros años este fue un rasgo que Nexos quiso acentuar en
sus contenidos y a través del cual le interesaba ser reconocido en el campo
cultural mexicano, en especial frente a la revista Vuelta de Octavio Paz.63
Héctor Aguilar Camín recuerda:

60
[Anónimo], “Editorial”, Nexos, enero de 1978, p. 3.
61
“Nexos desde entonces perfiló algo que sería su constante: en este tipo de revista se siembran como “en
laboratorio” asuntos que de ser del interés de unos cuantos, pasan a ser con el tiempo “mainstream” de todos.
Temas como el atraso del campo, la modernización educativa, la apertura política, la comercial, la cuestión
del petróleo, el reclamo democrático, etcétera: pasaron de concernir a unos cuantos a ser de concernimiento
nacional”. Entrevista con Luis Miguel Aguilar, Ciudad de México, 9 de julio de 2013.
62
Esto no quiere decir que fuera una publicación marxista, aunque, como la ha señalado Van Delden, en
varios textos de Nexos se defendió el uso de conceptos marxistas y se empleó la visión marxista para interpretar
la realidad política. VAN DELDEN, Maarten, “Conjunciones y disyunciones: la rivalidad entre Vuelta y Nexos”,
Foro Hispánico: El laberinto de la solidaridad. Cultura y política en México (1910-2000), núm. 22, 2000,
p. 112.
63
Van Delden dice al respecto: “Al consultar el primer número de Nexos, que aparece en enero de 1978, es
difícil evitar la impresión que el editorial que abre la revista contiene una respuesta directa a los planteamientos
de Paz en el primer número de Vuelta”. VAN DELDEN, “Conjunciones y disyunciones”, p. 107. Malva Flores
también señala la referencia que se hizo desde Nexos a Vuelta desde los números iniciales de la primera.
FLORES, Malva, Viaje de Vuelta. Estampas de una revista, México, Fondo de Cultura Económica, 2011.

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TRASCENDER LA ACADEMIA : LOS COMIENZOS DE LA REVISTA N EXOS

Nexos no nació de un proyecto político política ni tuvo un liderato dominan-


te. Tampoco respondió a una ideología. Pero nació en los terrenos y dentro de
las coordenadas de la izquierda. Su diversidad se dio durante muchos años
dentro del cuadrante de la izquierda. Cualquiera que conozca la izquierda
mexicana de aquellos años sabrá que decir esto equivale a decir perspectivas,
sensibilidades y trayectorias no solo divergentes, sino a menudo irreconcilia-
bles. La revista era tácitamente “de izquierda”, como opuesta a la revista “de
derecha” que había sido Plural y era Vuelta.64

José Joaquín Blanco incluso plantea que el discurso de “izquierda


moderada” de Nexos fue lo que más incidencia tuvo en el público. La razón
de esto, para él, es que se logró estructurar un discurso moderado de
izquierda durante años de guerrilla y radicalización, y al mismo tiempo
hacer “cierta crítica civilizada, no muy beligerante, a los proyectos oficiales”.65

REFLEXIONES FINALES

En enero de 2018, con motivo de celebrar sus cuarenta años de existencia,


la revista Nexos convocó a 96 autores frecuentes de la revista, provenientes
de distintas generaciones, a que escribieran un breve ensayo en el cual
analizaran el presente de México y esbozaran sus ideas sobre el país del
futuro. Algunos de los autores que participaron habían sido miembros del
Seminario de los sábados y colaboraron desde un inicio en Nexos, pero
muchos otros no habían nacido siquiera cuando la revista fue fundada.66
Mucho ha cambiado desde 1978, el año en que apareció Nexos, aunque la
revista mantiene algunos de los elementos que la caracterizaron desde un
inicio: ciertos personajes del grupo fundador, varias de sus secciones y, sobre
todo, un discurso periodístico en diálogo con la academia y un ánimo por
incidir en las problemáticas del país.67 El caso de Nexos reafirma que las

64
Entrevista con Héctor Aguilar Camín, Ciudad de México, 10 y 11 de diciembre de 2012. El referente de
Vuelta era, asimismo, importante por su periodicidad, pues se trataba de otra revista mensual.
65
Entrevista con José Joaquín Blanco, Ciudad de México, 24 de junio de 2013.
66
AGUILAR CAMÍN, Héctor, “México mañana. 40 años, 96 autores”, Nexos, enero de 2018.
67
Junto con Álvaro Ruíz Rodilla, los autores de este texto buscamos realizar un repaso histórico de algunos
textos significativos publicados por la revista Nexos a lo largo de sus cuarenta años en una antología en dos
volúmenes. CONCHEIRO SAN VICENTE, Luciano, Ana Sofía RODRÍGUEZ y Álvaro RUÍZ, Las décadas de Nexos (una
antología de 1978 a 2017), México, Fondo de Cultura Económica, Colección Revistas Literarias Mexicanas
Modernas, 2018, 2 vols.

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 329
LUCIANO C ONCHEIRO SAN V ICENTE – A NA SOFÍA RODRÍGUEZ E VERAERT

revistas son artefactos culturales que no se mantienen estáticos, sino que


cambian a lo largo del tiempo y del espacio. Las posibles permanencias
(nombre de la revista, formato, algunos autores) no niegan los cambios. Es
importante prestar atención a las distintas sociabilidades que una misma
revista puede generar a lo largo del tiempo.

FUENTES

ENTREVISTAS
Mantuvimos comunicación con un gran número de personas vinculadas a Nexos
en reiteradas ocasiones; sin embargo, aquí solo hacemos referencia a los
testimonios obtenidos por escrito y a las entrevistas grabadas.

Bernardo Recamier, Ciudad de México, 24 de julio de 2013.


Enrique Florescano, Ciudad de México, 5 de agosto de 2013.
Héctor Aguilar Camín, Ciudad de México, 10 y 11 de diciembre de 2012.
Ignacio Almada Bay, Ciudad de México, 25 de julio de 2013.
José Joaquín Blanco, Ciudad de México, 24 de junio de 2013.
José Warman, Ciudad de México, 12 de junio de 2013.
Luis Miguel Aguilar, Ciudad de México, 9 de julio de 2013.
Rolando Cordera, Ciudad de México, 24 de junio y 3 de julio de 2013.

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Fecha de recepción: 5 de noviembre de 2021


Fecha de aceptación: 29 de enero de 2022

332 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
R ESEÑAS

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

GONZÁLEZ REYES, Gerardo y Magdalena PACHECO


R ÉGULES (coords.), La religiosidad popular en
México: una visión desde la historia, México,
Universidad Intercontinental, 2019, (Serie Religio-
sidad Popular desde sí misma, núm. 3), 189 pp.


La religiosidad popular en México: una visión desde la historia constituye


una compilación de diversas disertaciones que se elaboraron teniendo como
eje conductor el concepto de religiosidad popular y su desarrollo dentro de
la historiografía cultural en México. La obra es el resultado de una
investigación interdisciplinar que busca profundizar en las prácticas,
ritualizaciones y tradiciones del acervo cultural religioso mexicano; además,
aborda a los diferentes actores y su papel dentro de las celebraciones
religiosas, e indaga, por el sistema de cargos y mayordomías, el proceso de
hibridación y las numerosas identidades culturales que han surgido como
elementos sincréticos en la particularidad de la religión católica en el país.
De esta manera, el libro que aquí se reseña —la tercera publicación de
cuatro que conforman el proyecto interinstitucional— hace parte de un
compendio de saberes articulados en distintos eventos académicos
desarrollados en la Universidad Intercontinental, con el propósito de dar a
conocer los diferentes enfoques existentes en la complejidad temática que
refiere a la religiosidad popular.
El resultado de este volumen es un análisis desde diversas disciplinas,
pues los autores y las autoras responden a la temática de acuerdo con su
campo investigativo. En el balance general de la obra confluyen los saberes
de etnohistoriadores, historiadores e historiadoras, quienes realizan un
acercamiento a la realidad del país en diferentes periodos de tiempo, teniendo
como referente el fenómeno religioso como cohesionador social que
entreteje los rituales de la cotidianidad en un entramado festivo de carácter
sincrético, en el que se yuxtapone el binomio sagrado y profano.

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 335
H ARALD U. J AIMES M EDRANO

De esta manera, a lo largo del libro se identifica el compendio de


creencias establecidas en el marco del ciclo festivo religioso mexicano, que
tiene sus particularidades fundadas en el periodo colonial novohispano, en
el cual las celebraciones locales se mezclaron con las manifestaciones rituales
de la liturgia católica, 1 lo que desencadenó en el surgimiento de las
expresiones propias de la religiosidad popular.2 Es así como la particularidad
de la religiosidad popular en México está dada en la colectivización de las
creencias, tal como lo plantea François Houtart, al afirmar la existencia de
una objetivación de lo sobrenatural, de un tiempo escatológico en el que se
enmarcan celebraciones.3 En efecto, el santoral y las diferentes advocaciones
ratifican la conciencia social que se complejiza con las dinámicas propias
de la cultura local de cada una de las creencias de la población.
En este orden de ideas, el primer capítulo del libro, titulado “La
religiosidad popular: conceptualización clásica y conceptualización
charteriana. Una revisión desde la historiografía”, hace referencia al concepto
de religiosidad popular. Su autor, Antonio de Jesús Enríquez Sánchez,
establece que el debate que se ha generado en torno al concepto, obedece a
los múltiples significados que ha merecido la expresión popular. Para abordar
su línea de análisis, toma como referencia la veneración al compendio
cristológico por parte de la población del valle de Ixtlahuaca durante el
siglo XIX, mediante la cual arguye que la noción del término popular es
compleja e inoperante para tratar la creencia de la generalidad de la
población, pues con frecuencia se ha referido a las clases menos favorecidas,
con dificultades económicas, además de analfabeta, desconociendo que en
sí misma la creencia religiosa sobrepasa los límites de esta división social.
Enríquez Sánchez señala que el debate debe centrarse no en la
religiosidad, sino en el término popular, pues su connotación es
multidimensional, compleja y enmarca un compendio de factores que
refieren a una generalidad. De esta manera, para dar cuenta del concepto,
analiza e interpreta las disertaciones realizadas por Roger Chartier en su

1
RAMA, Carlos M., Historia de las relaciones culturales entre España y América Latina. Siglo XIX, Madrid,
Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 55.
2
DÍAZ PATIÑO, Gabriela, “La soberanía social de Jesucristo”: El Sagrado Corazón de Jesús en el discurso de
reconquista espiritual en el Arzobispado de Morelia, 1875-1923, tesis de maestría en Historia, Zamora,
El Colegio de Michoacán, 2001, p. 35.
3
HOUTART, François, Sociología de la religión, Managua, Nicarao-CEA, 1992, p. 25.

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

obra Sociedad y escritura en la Edad Moderna,4 en la que se indica que existe


una prefiguración de la noción misma de lo que se concibe como popular,
que surge a partir de la dicotomía entre las clases dirigentes, lo que se
entiende por culto en una época determinada y aquello que le es opuesto, es
decir, el vulgo, lo común.
En efecto, para el autor, la designación de la religiosidad popular está
dada por el reconocimiento que hace el alto clero de lo que es diferente,
pero esta aceptación de la otredad da como resultado una interrelación fluida
entre el dogma litúrgico y la creencia de la población, sin importar la
condición económica o social de esta, lo que ocasiona la fluctuación de los
saberes, rituales y manifestaciones culturales de la fe, como en el caso de la
devoción a los cristos en el valle de Ixtlahuaca.
Sobre esta misma línea de estudio se encamina la propuesta de Gilberto
León Vega, “¿La tortilla como corpus Christi? El sacramento de la comunión
entre los nahuas del centro de México, según las fuentes etnohistóricas del
siglo XVI ”, en la que otorga una nueva perspectiva al conocimiento
historiográfico sobre la importancia de elementos propios de la cotidianidad,
como la tortilla, en la evangelización y la adaptación del dogma religioso en
la comunidad nahua durante el siglo XVI.
El autor hace un exhaustivo análisis de los textos realizados por fray
Bernardino de Sahagún para identificar las estrategias de evangelización de
los franciscanos; además, mediante el estudio de la significación de
elementos de especial importancia para la comunidad nahua, aborda los
procesos de hibridación cultural que se permitieron en la consolidación del
culto cristiano de los pueblos originarios.
En concreto, León Vega analiza la carga simbólica que otorgaron los
nahuas a la tortilla, atribuyéndole connotaciones propias de la creencia
católica y yuxtaponiendo la sacralización en elementos de tipo cotidiano.
Asimismo, destaca un proceso de transculturación que se hizo en las
comunidades a partir de la adaptación de las creencias del nuevo mundo, lo
que permitió una reelaboración en el modo de aceptar y de expresar la fe
cristiana.

4
CHARTIER, Roger, Sociedad y escritura en la Edad Moderna. La cultura como apropiación, México, Instituto
Mora, 1995, p. 10.

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H ARALD U. J AIMES M EDRANO

El aporte principal del texto indica que los frailes franciscanos, con
anuencia de la Iglesia católica, permitieron algunas concepciones culturales
de los nahuas del centro de México en la apropiación religiosa dentro de la
predicación cristiana. El autor señala que esta particularidad en el modelo
de evangelización fue característica de la colonización de toda la Nueva
España, pues fue más sencillo para la institución eclesiástica la creación de
símbolos análogos en el afianzamiento de la creencia.
Para reafirmar este postulado, León Vega toma como referencia el
proceso de transculturación de Tonatiuh con Jesucristo, reafirmado la
creencia en la deidad del sol, pero adaptada al cristianismo, explicando la
importancia, y la pronta aceptación, de la festividad del corpus Christi en la
comunidad nahua, por su estrecha relación ritual con los dogmas
preexistentes a la llegada de los españoles. De esta manera, el autor encamina
su análisis a la referencia nahua del tonacayotl, que refiere al maíz como
elemento sagrado de subsistencia para los mesoamericanos y su relación
cercana con la hostia del ritual católico.
Destaca entonces un marco común de significación en objetos y
símbolos análogos, como la tortilla y la hostia o Tonatiuh y Jesús, en el
proceso de hibridación cultural que se dio tras la evangelización de los
nahuas. Su estudio resulta interesante en la medida en la que ejemplifica
acertadamente el entramado de la religiosidad popular desde sus orígenes,
tras el intercambio cultural de los nahuas con los españoles.
Para profundizar más al respecto, el tercer capítulo, titulado
“Meditaciones y ofrecimientos a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo
delante de su imagen, por los nueve coros de los ángeles para la devoción de
los peregrinos de Chalma, siglo XVII”, de Magdalena Pacheco Régules, se
dedica a establecer la importancia de los novenarios y las oraciones en la
consolidación de la religión en el virreinato de la Nueva España. La autora
realiza un exhaustivo análisis de las meditaciones redactadas por Francisco
de Florencia, en el siglo XVII, para identificar los matices de la religiosidad
popular en los peregrinos de Chalma.
Esta investigación permite identificar la afluencia que se tenía al
santuario de Chalma desde el siglo XVI, y explica cómo, aunque las oraciones
y las meditaciones eran de uso exclusivo para los frailes agustinos, se hicieron
de conocimiento a los asistentes a las romerías para acentuar las conductas

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

poco tradicionales que se efectuaban camino al templo; de hecho, Pacheco


Régules establece la importancia de los novenarios en el culto aun cuando
la mayoría de sus asistentes no supieran leer ni entendieran el contenido de
las jaculatorias.
Por su parte, Iván Romero Torres, en su texto “Usos, abusos y
costumbres en torno a la ‘superstición’ indígena en el Arzobispado de México,
segunda mitad del siglo XVIII”, aborda el conjunto de ritualizaciones por
parte de las comunidades indígenas en el siglo XVIII. A partir del análisis de
las disertaciones escritas por Antonio de Ribadeneira y Barrientos,
posteriores al IV Concilio Provincial Mexicano, el autor describe las
designaciones por parte del arzobispado mexicano frente a las
manifestaciones religiosas de los indios. Relata los abusos cometidos desde
las autoridades eclesiásticas en los primeros años del proceso de
evangelización, así como la paulatina asimilación de las prácticas rituales
de las comunidades y el surgimiento de la religiosidad popular.
Los capítulos restantes de la obra, se dedican a analizar las expresiones
propias de la religiosidad popular en contextos determinados: por un lado,
Karen Ivett Mejía Torres, con su texto “Religiosidad femenina y dirección
espiritual: pretensiones de santidad en la villa de Toluca a fines del siglo XVIII”,
explica cómo la figura femenina tuvo especial relevancia en la configuración
del ritual festivo novohispano; mientras que, por otro lado, en el capítulo
“Religiosidad y lectura: la práctica de las novenas en México, siglos XVIII y
XIX”, Ana Cecilia Montiel Ontiveros analiza cómo las novenas y las jaculatorias
influyeron notablemente en la ratificación del culto cristiano, loque sirvió como
estrategia de ratificación de la creencia en el grueso de la población.
Sobre este punto, Montiel Ontiveros evidencia cómo la reforma
protestante fomentó la lectura en las prácticas devocionales de los creyentes
católicos. Según la autora, la imprenta de tipos móviles vino a propagar la
difusión de cuadernillos y folletos para promover las oraciones en los
espacios públicos, colectivizando, así, el culto, además de incluir jaculatorias
para el perdón de los pecados, modificando la estructura tradicional del
ritual, especialmente en Nueva España, pues la feligresía recurría a los
novenarios para hacer peticiones, pagar mandas o pedir favores en contra
de las pestes, los terremotos, las enfermedades y las hambrunas que asediaban
constantemente.

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H ARALD U. J AIMES M EDRANO

De otra parte, la investigación de Gerardo González Reyes y de Edwin


Saúl Reza Díaz, “Vivir la religión entre montañas. Un caso de heterodoxia
devocional en el Arzobispado de México: Huitzizilapa a principios del siglo
XIX”, dirige su análisis al estudio de un caso en el que se acusa a unos indios
de practicar rituales paganos en una población del valle de Toluca. Su aporte
principal está encaminado a dilucidar la influencia del pensamiento ilustrado
en la concepción educativa de la religión. En este sentido, el proceso de
catequización se legitima como irruptor de las prácticas supersticiosas y de
las creencias paganas, sin condenar directamente a las comunidades por la
adaptación propia que hacen al culto; en cierto sentido, se puede decir que
con el cambio de El Barroco a La Ilustración, la religiosidad popular se abre
paso lentamente a un proceso de aceptación por parte de la Iglesia católica
y sus referentes litúrgicos, ampliando la feligresía y ratificándose como
arquetipo de repetición.
Sobre este punto dirige su narración Alberto Hernández Vásquez, con
su texto “Patronazgo y religiosidad contemporánea en San Miguel
Tecomatlán, Tenancingo, Estado de México”, quien dedica su mirada al
proceso de aculturación que afianzó la religiosidad popular, asegurando su
perdurabilidad en el marco temporal contemporáneo, centrándose,
específicamente, en el estudio de San Miguel Arcángel, santo patrono del
pueblo de Tecomatlán. Mediante el contexto histórico de la población, el
autor manifiesta la importancia de la figura del santo en la consolidación
de la autonomía del pueblo. De esta manera —comenta—, la festividad en
honor al arcángel San Miguel no necesariamente requiere de la presencia
del sacerdote o del seguimiento fiel de la liturgia eclesiástica, sino que
concentra a la feligresía en torno a la imagen, argumentando el hecho de
que desde la colonización hispana las comunidades originarias aceptaron
las figuras sacras del catolicismo, pero imponiendo sus propios códigos y
cargas simbólicas culturales, apropiándose así de los significantes religiosos
en su construcción identitaria hasta el día de hoy.
Por otro lado, en el último capítulo de la obra, titulado “Testimonios
de religiosidad popular: los exvotos en Tonatico”, Maricela Dorantes se centra
en el análisis de los exvotos del Santuario de Nuestra Señora de Tonatico,
como expresiones propias de la religiosidad popular de la población. La
autora manifiesta que el ritual a la advocación mariana se realiza de acuerdo

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

con las cargas culturales de la feligresía local que, mediante los exvotos,
expresa la estrecha relación existente entre la figura deifica y la humanidad,
enmarcando el culto en las necesidades particulares de la población,
otorgándoles identidad en la forma de sacralizar la festividad, prevaleciendo
la religiosidad popular.
En este sentido, en general, el libro coordinado por González Reyes y
Pacheco Régules, ofrece un paralelismo entre las concepciones previas a la
colonización de las comunidades mesoamericanas y las atribuciones
culturales que surgieron una vez iniciados los procesos de evangelización,
lo que permitió el desarrollo de una religiosidad popular particular con
características disímiles a las de otras adaptaciones al catolicismo, así como
la aceptación de elementos profanos en la ejecución del ritual propio de la
liturgia eclesiástica.
De esta manera —y con esto concluyo—, el aporte de la obra en
mención complementa el análisis historiográfico de la categoría conceptual
denominada religiosidad popular y otorga una perspectiva de
deconstrucción del término, enmarcándolo en el surgimiento de la alta
cultura y de lo que concibe como popular, lo que permite identificar la
intencionalidad de reconocimiento y permisividad existente por parte de la
Iglesia católica frente a la devoción y ejecución del ritual del grueso de la
población, asegurando y legitimando así, la permanencia de la creencia.

Harald U. Jaimes Medrano


Programa Institucional de Doctorado en Historia
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
[email protected]

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 341
A LBERTO E NRÍQUEZ P EREA

SÁNCHEZ DÍAZ, Gerardo, La presencia del exilio


republicano español en la Universidad Michoacana,
1938-1966, Madrid, Marcial Pons/Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2020, 607 pp.


No sé qué me gusta más de la vida profesional y de la obra del doctor Gerardo


Sánchez Díaz, si el arte de investigar, la figura de maestro entregado a sus
alumnos, su cariño a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
a su tierra natal, a Michoacán o a sus instituciones. Es difícil a la hora de
decidir qué me gusta más porque todo lo que hace me agrada. Lo veo pues,
como un gran maestro e investigador, un buen amigo que abre caminos y
enseña. Es, asimismo, un buen sembrador. Sabe y conoce como el campesino
la tierra que trabaja. Busca una buena semilla, hace surcos bien alineados
para que el agua fluya sin obstáculos. Quita las malas yerbas para dejar que
la planta crezca y dé sus frutos. Al final de la jornada laboriosa y extenuante,
recoge con amor y cariño la obra que cuidó con tanto empeño.
El trabajo laborioso del doctor Sánchez Díaz me recordó este episodio.
Cuando Alfonso Reyes escribía su primer largo ensayo sobre Goethe, Río
de Janeiro, 1931-1932, hizo una extensa bibliografía en varios idiomas. Y
entre los autores que le ayudaron a descubrir la alta personalidad del autor
de Fausto, estaba Benedetto Croce, quien señalaba que si no hubiera sido
“gran poeta en los versos lo hubiera sido en la vida y su obra se unen
indisolublemente, y esta es en el más profundo sentido autobiográfico”. Así
me parece que me encuentro con el doctor Sánchez Díaz. Su vida y su obra
van de la mano y en muchos sentidos es su propia autobiografía.
No sé exactamente cuántos libros de autor lleva el doctor Gerardo.
Apenas salió uno cuando ya está en la imprenta otro o está a punto de ver la
luz. Además de libros de este tipo, es coautor, editor y coordinador. Hombre

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de libros y de múltiples saberes porque casi todo lo que toca le interesa y lo


aborda. Ayer, ya estaba disertando sobre la música. Antes, escribió sobre la
comida. En tiempos no tan remotos del café y del juguete. Y al gran amor
de su vida la consiente, la cuida, le duele lo que le pasa, sufre por ella. Es tan
grande ese amor y cariño que le ha dedicado buena parte de sus desvelos y
que bien vale decir su nombre: la Universidad Michoacana de San Nicolás
de Hidalgo.
Nada se le ha escapado, o casi nada, al doctor Sánchez Díaz de la historia
de esta Universidad, su Universidad, que también es mía. Y en esta nueva
entrega de sus quehaceres y preocupaciones está La presencia del exilio
republicano en la Universidad Michoacana, 1938-1966, libro que tiene toda
la marca del doctor, es decir, sus gustos, sus desasosiegos, sus pasiones.
Cuenta bien la historia, escribe bien y creo que hasta diseña su libro, escoge
el papel, busca y decide qué tipo de letra y a cuántos puntos y si es a una o dos
columnas. Al mismo tiempo, busca el diálogo entre la palabra y la imagen.
En ese diálogo, entre la palabra y la imagen, destaco las fotografías que
están en las páginas 14, 34, 35, 39, 40, 45, 59, 85 y 86 y 416. Historia contada
por lo que el fotógrafo vio a través del “ojo mecánico” que con precisión y
exactitud toma y queda impresa. De la guerra al exilio, de Francia a México,
de una figura estelar y solidaria a la de los maestros republicanos españoles
en la Universidad Michoacana y la de un hombre que entendió su papel al
frente de una institución que iba a realizar una hazaña sin precedente en la
historia mexicana.
Imágenes fuertes que nos dicen cómo fue la guerra y el exilio. Una
guerra no deseada porque el espíritu cívico y democrático de los españoles
se impuso y creó, legal y legítimamente, una República. Había una
Constitución, un marco legal, medios para solucionar los conflictos. Sí, eran
insuficientes, dicen unos para justificar el golpe militar; pero eso fue lo que
decidieron las urnas y más tarde el Congreso Constituyente de 1931. Hubo
otros que desde el mismo día de la instauración de la República, conspiraron
y lograron un lustro después iniciar una guerra con aliados a fuerzas
contrarias a la vida democrática y republicana.
El hecho fue que esa guerra obligó a un exilio nunca visto en ese tiempo.
Robert Capa vio un día una fila de republicanos que salían de su país, y en

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A LBERTO E NRÍQUEZ P EREA

esa fila iba una mujer que en su rostro reflejaba el dolor y la tristeza. Era la
imagen de España. Todo lo que había hecho con su familia a lo largo del
tiempo apenas entraba en una maleta. Los hombres estaban mejor
organizados, según la lente del fotógrafo, pero iban sin saber su destino.
Marchaban hombres, mujeres, niños, ancianos. Largas e interminables filas
de republicanos cuyo pecado fue fundar una República y defenderla. Cruzar
la frontera por lo menos era ya una meta.
Las fotografías de los barcos el Sinaia y el Mexique son imágenes
también portentosas. El embarque, la travesía y la llegada a México fue toda
una odisea. Pero no se diga esa fotografía del presidente Lázaro Cárdenas y
la de Alfonso Reyes. La de un hombre de Estado y la del hombre que sabía
cuál era la responsabilidad de la inteligencia (Medina Echaverría). La seriedad
de Cárdenas contrasta con la sonrisa de don Alfonso. Y no es que no supiera
sonreír el ilustre presidente michoacano ni que Reyes no pudiera poner
cara adusta. Solo que, el que era presidente de La Casa de España, hasta
filosofía sobre la sonrisa sabía hacer, como bien lo recordaba María
Zambrano en esos días que juntos estuvieron en Pátzcuaro. Acaso también
explique la satisfacción de ver en esos días de 1939, que la tarea emprendida
desde esa, La Casa, ideada y bien pensada desde Buenos Aires en 1936, se
estaba cumpliendo: que la savia de la inteligencia de los republicanos
españoles se dispersara por todo México. Y eso explica también una
fotografía de don Alfonso, en mangas de camisa, con botones desabrochados,
todo relajado y con su clásica boquilla y cigarro encendido. Vaya que estaba
contento porque aquí, la Universidad Michoacana, estaba dando buenos frutos.
Y la mejor prueba de ello son las fotografías de los exiliados
republicanos en Morelia. Eran otros. Estaban haciendo lo que ya no pudieron
hacer en España. Aquí tenían bibliotecas y si los libros no eran suficientes o
no se tenían, se pedía prestados en otros repositorios o se compraban.
Laboratorios se tenían y si no se construían. Así pues, continuaron con sus
investigaciones, las adaptaron o crearon nuevas disciplinas que necesitaba
el país de acogida. Los resultados de sus trabajos científicos y literarios muy
pronto se conocieron en las publicaciones locales y nacionales. Cómo no
iban a estar contentos los maestros españoles. El recuerdo de sus días en
Morelia fue imperecedero, aunque ciertamente nadie olvidaba España. Pero

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

no pasó mucho tiempo para que unos solicitaran su nacionalización, otros


buscaran mejores oportunidades en distintos países, mientras que algunos
más se aventuraron y regresaron.
Para el doctor Sánchez Díaz, las imágenes tienen su propio lenguaje, le
ayudaban en lo que quería, pero él deseaba expresarlo en el suyo. Y así
empezó esa larga y dura tarea del investigador que es la búsqueda de sus
fuentes y, al tenerlas, pensar, escribir y al terminar, qué grande satisfacción.
Un libro de 608 páginas bajo dos sellos, uno de México y otro de España.
Los dos, muy entrañables: el de Marcial Pons y la Universidad Michoacana.
Para hacer esta gran investigación buscó documentos en 35 repositorios
locales, nacionales e internacionales, tuvo a su disposición 39 fuentes
hemerográficas, dos fuentes manuscritas y mecanuscritas, 21 fuentes
electrónicas y 855 fichas bibliográficas que suman 47 páginas en la parte
relativa a “Fuentes”. ¿Cuánto tiempo le ocupó esta tarea de investigación al
doctor Sánchez Díaz? Varios años sin descuidar varios proyectos. Porque el
que fue director del Instituto de Investigaciones Históricas, es de varios y
variados propósitos al mismo tiempo sin descuidar la formación de sus
alumnos. Ahora vemos el resultado de una fecunda y larga labor. Una
investigación que hacía falta y que llena un hueco.
Si las fotografías seleccionadas por uno de los coordinadores de La
Universidad Michoacana y la ciudad de Morelia 1917-2017 son importantes,
la historia que nos narra es rica en aportaciones. Pasó de las causas de la
guerra civil a los inicios de la “operación inteligencia”, de las primeras
invitaciones a sabios españoles para estar en México y sus primeros
acomodos en instituciones de educación superior y de investigación en la
Ciudad de México y en algunos estados de la República, para llegar a la
ejemplar relación que se mantuvo por varios años entre La Casa de España
en México, transformada más tarde en El Colegio de México, y la Universidad
Michoacana. Porque, efectivamente, no fue con la única institución que
esta Universidad logró acuerdos para beneficio de los alumnos, de la
investigación científica y del desarrollo económico y científico del estado
de Michoacán. Gracias a esas gestiones entre instituciones, los republicanos
españoles llegaron a esta Universidad Michoacana dejando una obra
publicada y enseñanza en varias generaciones de michoacanos.

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A LBERTO E NRÍQUEZ P EREA

Para su estudio, el doctor Gerardo Sánchez la dividió en dos partes. La


primera: Los profesores extraordinarios y de planta; la segunda: El exilio
español y la Universidad de Primavera Vasco de Quiroga. En la primera
estuvieron 17 profesores; en la segunda, 19, incluidos los alumnos del doctor
José Gaos, Juan Hernández Luna y Bernabé Navarro. El primero,
michoacano; el segundo, jalisciense. Y entre una y otra parte, buenos temas:
“La voz y el canto de los poetas del exilio”, “La voz de los poetas solidarios
con la causa republicana”, “Los conferencistas de la Segunda República y el
exilio republicano en la Universidad Michoacana”, “Vanguardia Nicolaita y
el IV Centenario del Colegio de San Nicolás” y “Los ciclos de la Universidad
de Primavera Vasco de Quiroga”, que bien pudo ser una tercera parte.
Las 34 figuras de la inteligencia española que estuvieron en la
Universidad entre 1938-1966, fueron abordadas de esta manera: una
brevísima presentación, lugar y fecha de nacimiento, educación, formación,
la llegada de los republicanos españoles a México y a la Universidad, sus
labores como docentes y de investigación, los artículos y libros que tenían
antes, cuando estuvieron en esta casa universitaria y después de ella.
Acompaña a cada semblanza su respectiva fotografía. Cuando no la hubo,
tenemos dibujos a lápiz que no dudo que el doctor Sánchez Díaz los mandó
hacer para este trabajo y que muchos de los que aquí se presentan forman
parte del archivo particular del doctor. Estos retratos a lápiz son de María
Zambrano, Rosendo Carrasco Formiguera, Juan Roura Parella, Eduardo
Nicol, Eugenio Ímaz, César García Lombardía y Francisco Sanz Casabona,
Antonio Madinaveitia, Luis Recaséns, Manuel Pedroso, Antonio Moles,
Medina Echavarría, Joaquín Xirau, José Carner, Enrique Díez-Canedo, Juan
de la Encina, Rafael Alberti, León Felipe, Juan Gil-Albert, Fernando de los
Ríos. Estos dibujos fueron realizados en 2018 por MVC. En estas semblanzas
también hay fotografías de los profesores españoles antes de llegar a México,
así como en esta tierra mexicana, solos, con amigos o familiares, portadas
de libros y de revistas donde publicaron sus trabajos e investigaciones.
En “La voz de los poetas solidarios con la causa republicana”, el doctor
Sánchez Díaz describe la alegre y poética estancia de los republicanos
españoles en la Universidad Michoacana. En orden, como fueron llegando,
las veces que estuvieron en esta Universidad, los fue presentando el

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

investigador michoacano. Primero, Alberti; le siguieron, León Felipe,


Moreno Villa, Juan Gil-Albert, Pedro Garfias y, finalmente, Luis Cernuda.
En este recorrido, de 1938 a 1951, quiero destacar dos opiniones sobre la
ciudad de Morelia. La primera es del poeta y crítico de arte, Moreno Villa,
quien dijo:

Morelia tiene, además de la claridad que el trazado rectilíneo y los edificios


bajo de las ciudades coloniales a todas ellas, una claridad que yo no recuerdo
haber visto sino en Alcalá de Henares. Esta claridad debe venir no solo de la
pintura de las casas, sino de la fina labor escultórica de las fachadas principales.
La molturación de estas es, en Morelia, de una finura clásica, jamás
conceptuosa, ni alambicada, ni abultada. No se parece a la de Alcalá sino es en
eso precisamente, en lo recogido y frenado del estilo. Morelia es clara, en la
calle y en los interiores. Sus casas tienen patios anchurosos, de arcos y finas
columnas como en la España meridional. Bien hicieron en quitarle a Morelia
el primitivo nombre de Valladolid. No le iba el de la vieja ciudad castellana. El
nuevo, al menos, tiene la ventaja de evocar a ningún otro pueblo español. De
no llamarse Alcalá, bien está que se llame Morelia en memoria del héroe
nacional.

Y el poeta Garfias, autor del célebre poema que es himno de los


republicanos españoles, “Entre España y México”, expresaba que:

Tres ciudades me gustan mucho […] Guadalajara, Monterrey y Morelia.


Guadalajara me tiene comprado; Monterrey me cautiva por su fuerza y creati-
vidad, y en Morelia me he sentido como en casa. […]. Hay algo íntimo, perso-
nal, indescifrable en esa quieta y pacífica ciudad. No sabría con precisión,
decir qué es exactamente, quizá exista un invisible cordón umbilical entre
Andalucía y Morelia, algo que me conmueve y que me recuerda vivamente a
la patria lejana. Esa nostalgia suele calar muy hondo; es algo que me gusta,
aunque me lastime, porque la siento mía y me gritan sus calles, sus edificios,
sus plazas […].

Acaso, sin proponérselo, el doctor Sánchez Díaz, con su nuevo libro,


bien pudo decir, recordando a don Miguel de Unamuno, que la democracia

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A LBERTO E NRÍQUEZ P EREA

triunfó y la inteligencia y la cultura doblegaron al fascismo. Y hoy que los


vientos no nos son favorables, este libro es un testimonio de lo que los
republicanos españoles hicieron y que su exilio fue, como bien lo dijo Reyes,
generoso al dispersar su savia por toda la República mexicana y sus obras
son nuevamente recordadas en este indispensable libro que lleva un buen
título: La presencia del exilio republicano español en la Universidad
Michoacana, 1938-1966.

Alberto Enríquez Perea


Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Universidad Nacional Autónoma de México
[email protected]

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

RAMÍREZ, Sergio, Tongolele no sabía bailar, México,


Alfaguara, 2021, (Narrativa Hispánica, premio
Cervantes), 344 pp.


Para el espectador que desde México observó la época convulsiva de los


procesos armados centroamericanos —etapa experimentada desde finales
de la década de 1970 y durante toda la de 1980, como también puede suceder
para el público latinoamericano, y aun para aquel allende las fronteras de la
América Latina— permanece en la memoria aquella imagen icónica del
fotógrafo mexicano Pedro Valtierra en la cual se evocó el triunfo sandinista
de julio de 1979. Un grupo de hombres encaramados en un vehículo que
circulaba frente al Palacio Nacional, en Managua, conjunto retratado que,
con sus armamentos empuñados y alzados en actitud triunfante,
representaba al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), cuyas siglas
se apreciaban en los cristales delanteros del automotor. 1 El FSLN había
impulsado la lucha contra la tiranía de los Somoza, y la victoria se había
alcanzado luego de años de insurrección.
La política de aquellos tiempos, simbolizada en la imagen fotográfica
de la caída de una de las dictaduras más oprobiosas del continente, como lo
fue la somocista, y no obstante que la toma fotográfica de Valtierra rememora
un ideal democrático que sigue siendo referencia de la esperanza de un
verdadero cambio social, en nuestros días aparece como un paradigma
cansado, difuminado, que se manifiesta como de experiencia de
insatisfacción, diluida y decepcionante.

1
VALTIERRA, Pedro, Nicaragua, la revolución sandinista. Una crónica fotográfica, México, Grijalbo, 2019,
pp. 122-123.

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E NRIQUE C AMACHO N AVARRO

Hoy, iniciado el 2022, son muy distintas las razones por las cuales
Nicaragua aparece ante los observadores que buscan información del
panorama internacional. Justo apenas el 10 de febrero de este año, y también
precisamente en la Plaza de la Revolución, se llevó a cabo el cambio de
gobierno del país centroamericano. Evento que, en realidad, más que de
cambio puede calificarse de continuidad, ya que con él se iniciaría el cuarto
periodo presidencial consecutivo de Daniel Ortega Saavedra (2007-2012,
2012-2017, 2017-2022, 2022-2027) y su quinto en total, luego de que ocupara
la presidencia en el periodo de 1985-1990. La situación política y social que
se vive en ese país de lagos y volcanes, es muy distinta a la que a nivel
internacional se observó hace más de cuatro décadas con el triunfo de 1979.
El impacto mediático actual no se compara con el escenario que se vivió
cuando se derrotó al somocismo.
Desde el propio ámbito informativo en México, que puede pensarse
como preocupado en los acontecimientos de la vida política latinoamericana,
son evidentes las lagunas noticiosas del caso nicaragüense. Precisamente
por esta ausencia de profundidad en la difusión que se ha dado del proceso
histórico, político y social de Nicaragua, es que vale la pena revisar la
propuesta literaria de Sergio Ramírez, intelectual reconocido y en su
momento político militante quien, por su involucramiento en la lucha
antisomocista, llegó a participar en la Junta de Gobierno de Reconstrucción
Nacional (1979-1984), así como a ocupar el cargo de vicepresidente durante
el señalado primer gobierno de Ortega.
A lo largo de su novela intitulada Tongolele no sabía bailar, el autor nos
presenta una temática que tiene relación íntima con la situación vivida en
la actual Nicaragua. Desde sus primeras páginas se anuncia como un
“tributo” a aquellos “centenares de jóvenes caídos, y a sus familiares que
siguen reclamando justicia”, de quienes se dice que no vivieron una ficción,
sino que en carne propia experimentaron sucesos dentro de los primeros
meses del año 2018. Ese es el punto de partida de Sergio Ramírez para ofrecer
a los lectores una historia y personajes que, no obstante, y como él mismo
afirma, son todos resultados de su invención.
Para efectos de este escrito es preciso mencionar que, desde un
principio, y a lo largo de muchas de sus páginas, en la novela se resalta la

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

presencia de algunas figuras centrales en la trama que el escritor nica


construye; sin embargo, de manera particular, menciona que gana presencia
protagónica un conjunto escultórico de “árboles de la vida”. Se trata, ni más
ni menos, de una iniciativa que se atribuye a “la primera dama” nicaragüense
y, al mismo tiempo, vicepresidenta, Rosario Murillo. Ella, desde el año 2013,
promovería la instalación de esas moles de hierro de entre 15 y 20 metros
de altura que, poco a poco, fueron haciéndose más presentes en el ámbito
de la capital del país centroamericano, intentando dar con su presencia un
simbolismo político y esotérico de bienestar. En un principio se instalaron
ocho objetos, erigidos en la Plaza de la Fe, en Managua, en conmemoración
del 34 aniversario de la Revolución Sandinista, el 31 de julio de 2013, llegando
a instalarse hasta la actualidad alrededor de un centenar y medio.
Al lado de la figura de un monumental Sandino —por cierto, de otro
personaje polémico dentro de la vida política y cultural nicaragüense, como
lo fue Ernesto Cardenal—, obra que se colocó en la parte más sobresaliente
de la Loma de Tiscapa, centro del poder político nicaragüense desde hace
muchas décadas, también se ubicó uno de esos ejemplares de hierro que
ahora se pueden ver por toda la capital. El árbol de la vida en el centro de
Managua es muestra de que se intentó generar una nueva simbología; sin
embargo, aquella propuesta estética, pese a ponerse a la par del antiguo
héroe de Las Segovias, y sin importar el colorido y la luminosidad que se le
integró, no pudo superar a la figura histórica, misma que es reconocida de
manera oficial como “La sombra de Sandino”. Por el contrario, en sentido
totalmente opuesto a lo que se intentó, esos “árboles de la vida” aglutinaron
a la población que se manifestó por el cambio en las condiciones sociales de
esta nación centroamericana.
Los “chayofierros” o “chayolatas”, como son conocidas las grandes
esculturas, cohesionaron a la opinión de amplios sectores sociales. El alto
costo de su instalación, así como la identificación de ellos con la generación
y seguimiento de una política injusta y desigual, fueron detonantes del
descontento que se desató de manera conflictiva en abril de 2018, cuando el
gobierno Ortega-Murillo implementó una reforma al sistema de seguridad
social que afectaría a empleadores, trabajadores y jubilados, medida
gubernamental que estimularía una mirada de denostación hacia ese

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 351
E NRIQUE C AMACHO N AVARRO

proyecto. Sembrar “árboles de la vida”, en su origen, fue considerada una


acción que la propia “promotora” —y actual vicepresidenta, por segunda
vez consecutiva— intentó realizar como un mecanismo para generar “buena
vibra” en toda la nación.
Partiendo de tales antecedentes, tenemos que desde la primera alusión
que aparece en Tongolele no sabía bailar, cuando uno de los narradores nos
dice: “¿Vos sabés para qué sirven los árboles de la vida, Pedrito?”, se presenta
un claro indicio del carácter que perfila a la obra; es muestra de la actitud
que se adopta hacia la problemática que, supuestamente, “mediante la
ficción” pretende abordar la novela. A saber, se trata de los sucesos que
entre abril y mayo de 2018 se dieron en el país centroamericano;
manifestaciones populares que pretendieron mostrar el descontento
producido por aquella medida gubernamental que afectaba los ingresos
recibidos por los adultos mayores en sus pensiones mensuales, mismos que,
desafortunadamente, concluyeron con la represión gubernamental y un
saldo de entre 300 y 400 muertes. Pero la inconformidad contra aquellos
símbolos quedó como testimonio de oposición.
El título de la novela, que resulta atractivo para quienes identifican el
nombre de Tongolele, no es sino una paradoja que atrae al público seguidor
del escritor nicaragüense. ¿Cómo sería posible que Tongolele no supiera
bailar? Esa sería una circunstancia difícil de creer, toda vez que se trata de
una referencia a la famosa bailarina y actriz de origen estadounidense, pero
nacionalizada mexicana, Yolanda Yvvone Montes Farrington, conocida,
precisamente, como Tongolele. Los lectores encontrarán dentro de la novela,
específicamente al tener información sobre uno de los atributos físicos
característicos de ella, la explicación al porqué se intitula así a la obra que se
reseña.
El escrito es ambientado en una Nicaragua que refleja su cultura
culinaria, su historia política y que en particular ofrece una versión ficcional
de aquel levantamiento social de principios de 2018, que bien debería
precisarse como un movimiento civil de mayoría estudiantil, en el que los
“árboles de la vida” ya mencionados, ocupan el lugar como contraparte del
proceso. El ambiente místico al que estos se relacionan también es parte del
contexto que construye Ramírez. La explicación a la existencia de los “árboles

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

de la vida”, el comentario a la tensión por ellos provocada, hasta llegar a la


representación literaria del disgusto socialmente manifestado, son un
importante espacio al que se dedica la pluma del autor.
La denuncia aparece sin duda alguna. Se manifiesta de manera abierta,
franca. Tan directa, que pareciera que la simple referencia del autor, en el
sentido de que los disturbios de 2018 se limitan a ser una ficción, se ve
como una evidente falsedad, como un verdadero pretexto de Ramírez para
encubrir una acción clara y definida. La acusación a la práctica persecutoria,
al aburguesamiento de los dirigentes, a la existencia de una Nicaragua
representada por dos sectores, es la parte central de la queja literaria. Por
un lado, se habla de aquella cara de la sociedad nica:

[…] la de quienes se lucran del cacareado crecimiento, la de la bacanal sin fin,


la de la minoría egoísta, la de la oligarquía vieja que solo cree en el dinero, y
[por otra parte, una Nicaragua distinta] la de la nueva clase fastuosa y arro-
gante de quienes un día se llamaron revolucionarios, y hoy también solo creen
en el dinero.

Los lectores encontramos así, lo que es un reproche contundente.


Aprovechando un episodio en el cual surge la voz de un locutor radial, el
narrador utilizado en esa parte de la obra asume tal postura de desencanto.
En dos páginas de la novela se refiere a esa y a la otra Nicaragua. Pero
siguiendo con la señalada Nicaragua que viene del decaído sueño de una
nueva sociedad, en clara alusión a la que se ve ligado al orteguismo, el escritor
acusa a una juventud que antes luchó por un mundo nuevo y que, luego,
cambiaría hasta la constitucionalidad para “matar a una revolución” y
suplantar el puesto que varios años atrás ocupara una dinastía, una dictadura
sangrienta. Entre las quejas, de nueva cuenta tendrían mención los “árboles
de lata”, para los cuales se ocupaban impuestos, respondiendo a caprichos
que se ligan a una esquizofrenia que, como se señala enfáticamente en la
obra, lo único que provocan es gastar más electricidad y permitir menos
comida en las casas de los trabajadores oprimidos del país.
La invitación a leer Tongolele no sabía bailar, es una provocación a
acercarse a Nicaragua, como tierra de encanto, aunque llena de historias de

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E NRIQUE C AMACHO N AVARRO

fatalidad, de alzamientos sociales y erupciones geográficas, de circunstancias


penosas y adversas. El propósito de estas líneas es seducir a los lectores para
que se aproximen a conocer una Nicaragua que nos maravilla, pero que,
con su destino trágico, no puede sacudirse de esa deplorable situación
evocada en la interpretación literaria que se reseña, novela que refleja, y
que al mismo tiempo es parte de la trayectoria histórica de ese lindo país de
lagos y volcanes.

Enrique Camacho Navarro


Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe
Universidad Nacional Autónoma de México
[email protected]
[email protected]

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

AGUIAR BOBET, Valeria, La masonería española en


Marruecos. Tomo 3. Interculturalidad, alteridad y
proyecto colonial, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones
Idea (Colección Escuadra y Compás), 2020, 528 pp.


La trilogía La masonería española en Marruecos, publicada por la colección


Escuadra y Compás de Ediciones Idea, recoge los resultados de la tesis
doctoral de Valeria Aguiar Bobet. Los tres volúmenes se enfocan en estudiar
el proceso histórico de la masonería española en Marruecos que va desde
sus orígenes hasta finales del siglo XIX, hasta la sublevación de 1936 que dio
como resultado la Guerra Civil, dando fin a un proyecto cultural, social e
ideológico. El volumen de nuestro interés es el tercero: La masonería española
en Marruecos. Interculturalidad, alteridades y proyecto colonial, el cual
examina la afinidad de las raíces y las bases, tanto históricas como
ideológicas, que configuraron el proyecto ideal de la masonería española
en el territorio marroquí desde sus inicios hasta su desaparición. Es decir,
la autora analiza cómo y por qué se construyó el proyecto y discurso colonial
ideal destinado a Marruecos, advierte cuáles fueron sus significantes e
implicaciones, así como los vínculos de las logias hispano-marroquíes con
Latinoamérica.
El volumen se divide en dos secciones: la primera corresponde al marco
histórico-ideológico en el que se desarrolló el discurso proyectado desde la
teoría y la praxis, al mismo tiempo se examinan los encuentros culturales
en las logias entre los españoles, musulmanes y judíos marroquíes
destacando la participación que tuvo cada grupo a partir del discurso ideal
de la masonería, así como su experiencia y participación en la misma. La
segunda se centra en los resultados de la proyección del ideal masónico
desde su consolidación a través de las redes masónicas internacionales y en

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 355
DULZE M ARÍA P ÉREZ A GUIRRE

el marco del cosmopolitismo del Marruecos español, que llegó al punto


más alto durante el periodo de la Segunda República, sin olvidar la incidencia
de “las resignificaciones identitarias de los grupos a través de la asunción y
apropiación de los preceptos de la orden pero también del mito andalusí de
las tres culturas” (p. 26).
Para lograr el proyecto del ideal masónico en Marruecos, observa la
autora que fue necesario reconocer a la población —mayoritariamente
musulmana y judía— como individuos participativos y significantes del
discurso masónico y no como entes externos o ajenos a ella. Para lograr
este objetivo, se partió del cosmopolitismo como ideal étnico-político para
la creación de una nueva comunidad intercultural, donde interactuaron
diversos grupos culturales y religiosos, pero bajo los cánones de “un orden
común impuesto desde la institución, los preceptos masónicos y el
imaginario colonial” (p. 56).
La base del proyecto del ideal masónico fue colonialista y civilizadora
con carácter cosmopolita, por ser la “mezcla (forzada) de las culturas
constituyéndose como un proyecto normativo que abogaba por la armonía
humana por encima de fronteras culturales y nacionales, pero desde la acción
colonizadora” (p. 72). Así que los grupos étnico-religiosos y étnico-culturales
marroquíes, tuvieron los mismos deberes y derechos desde la concepción
jurídico-masónica, pero debieron asimilar la cultura española dominante,
es decir, estar convencidos de sus ideales de progreso y modernidad.
No obstante, el ideal de configuración de la masonería española para
Marruecos presentaba, por su carácter cosmopolizante y colonialista, una
serie de fricciones determinadas por la identidad y la alteridad, así como
por las teorías evolucionistas, racistas y de construcción de ciudadano que
existían en el nuevo estado-nación español. De modo que el ideal masónico
se enfrentaba, por una parte, a las identidades de sus componentes y, por
otro lado, a las diferencias étnico-culturales de la sociedad marroquí.
Para solucionar las discrepancias socio-culturales autóctonas y llevar
adecuadamente a la práctica el proyecto ideal masónico, se retomó el mito
andalusí que permitió mitificar la convivencia entre musulmanes, judíos y
cristianos a partir de un discurso pluricultural que trataba de minimizar las
diferencias étnicas, religiosas, ideológicas y culturales. De modo que la
masonería española reintroduce y reinventa los elementos que han

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

constituido el mito andalusí, con el propósito de ajustarse a la situación del


protectorado marroquí.
El libro evidencia, por otra parte, los contactos directos y epistolares
que se dieron entre las logias hispano-marroquíes y la latinoamericana
durante la Segunda República española, periodo en el que se desarrolló una
red de ideas, ideologías y tendencias que culminaron en 1936. Los vínculos
que se generaron entre la masonería española y la latinoamericana, tuvieron
lugar a través de los talleres españoles del norte de África, es decir, el
protectorado español marcó —por su trayectoria tanto política como
histórica— el transcurso, relevancia e intensidad de las relaciones con la
masonería latinoamericana.
Los contactos directos de la masonería española con América Latina
se produjeron a través de viajes y migraciones temporales, siendo México el
país con el que se tuvo mayor contacto entre 1931 y 1936. No obstante, las
relaciones entre las logias hispano-marroquíes y las latinoamericanas
tuvieron un carácter esencialmente epistolar, destacando nuevamente el
territorio mexicano como principal foco de esta correspondencia
transatlántica durante el periodo republicano previo a la Guerra Civil. Aguiar
Bobet analiza las cartas, ternas, garantes e información diversa, dando un
porcentaje aproximado de los países latinoamericanos que tuvieron un
mayor contacto con las logias hispano-marroquíes. El estudio cuantitativo
que desarrolló la autora, demuestra que los talleres mexicanos fueron los
que principalmente aparecían “entre los garantes de amistad y las planchas
de las logias marroquíes” (p. 242).
Los resultados de la investigación demuestran las intensas relaciones
que entablaron las logias de América Latina con las hispano-marroquíes en
casi la totalidad del territorio mexicano, destacando la Gran Logia Unidad,
la Oriente-Peninsular de Yucatán, la Gran Logia del Valle de México y la
Gran Logia Mexicana de Veracruz. Todas ellas tuvieron contacto por medio
de la correspondencia con la Gran Logia Española, mientras que el Gran
Oriente Español solo se relacionó con los talleres de la veracruzana.
A partir del análisis de los documentos consultados sobre las relaciones
epistolares entre las logias hispano-marroquíes y las latinoamericanas, se
aprecia que la red se consolidó entre 1932 y 1934, de manera paralela a la
consolidación de las logias de Marruecos. También se advierte el interés de

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 357
DULZE M ARÍA P ÉREZ A GUIRRE

fomentar o ampliar los vínculos de América Latina con España. Cabe


mencionar que los contactos y el establecimiento de la red masónica entre
ambos lados del Atlántico, estuvieron marcados por el contexto político de
la Segunda República que influyó sobre el inicio y consolidación de dichos
vínculos, así como sobre su decadencia y desaparición.
Mediante la consulta de diversos archivos históricos y una exhaustiva
recopilación de fuentes bibliográficas, la autora evidencia el cosmopolitismo
como un elemento fundamental para llevar a cabo el proyecto del ideal
masónico en el protectorado español de Marruecos, territorio de una enorme
diversidad social y cultural. El libro demuestra, por otra parte, los vínculos
generados por las logias hispano-marroquíes con América Latina a través
de la intensa correspondencia intercambiada entre 1931 a 1936, destacando
la participación de México. Ello abre una línea de investigación en torno a
un aspecto de las relaciones transatlánticas poco estudiado.

Dulze María Pérez Aguirre


Posdoctorante en el Programa de Doctorado
en Estudios Socioculturales
Universidad Autónoma de Aguascalientes
[email protected]

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

VILLALOBOS ÁLVAREZ, Rebeca, El culto a Juárez. La


construcción retórica del héroe (1872-1976), México,
Universidad Nacional Autónoma de México/Grano
de Sal, 2020, 263 pp.


Benito Juárez es una de las figuras heroicas por antonomasia de México,


por lo que ha sido objeto de análisis en diferentes estudios que se han abocado
a entender diferentes aspectos de su vida política, así como el aspecto mítico
del originario de Oaxaca. Justamente, es lo referente al mito en lo que se
enfoca Rebeca Villalobos en su libro, estudiando para ello la construcción
retórica del héroe a partir de diversas representaciones relacionadas con el
culto a Juárez.
La autora advierte que a Benito Juárez la muerte le sentó bien, pues a
partir de su deceso ocurrido el 18 de julio de 1872, se desplegaron una serie
de ceremonias fúnebres en honor al presidente. La autora se pregunta cuáles
fueron las razones y mecanismos que llevaron a considerar a Juárez como
uno de los héroes más importantes de la historia de México, para darse, a
continuación, a la tarea de visibilizar las implicaciones políticas, retóricas y
estéticas en la construcción de la figura heroica del hijo de Guelatao, además
de observar los atributos más representativos de su imagen y las estrategias
con las que fue difundida. Esto con el fin de identificar “cuáles han sido sus
transformaciones más notables y cuáles las más significativas implicaciones
de estos cambios” (p. 17).
Para cumplir con el objetivo planteado en la obra, la autora analiza
diversos vehículos con los que se propagó la imagen de Juárez, así
encontramos expresiones literarias, poéticas, pictóricas, fotográficas,
monumentales, fílmicas, etc., esto con el fin de determinar las similitudes
en cuanto al discurso retórico en ellas, así como el factor estético y sublime

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 359
C RISTIAN REA G ARCÍA

en algunos casos. Por ello encontramos referencias de periódicos de época,


como El Siglo Diez y Nueve, El Imparcial, El Monitor Republicano, La patria,
El Universal, Diario del Hogar, entre otros, los cuales ayudan a explicar gran
parte de la opinión pública referente al culto a Juárez, además de dar a
conocer algunas muestras de este culto. Para el análisis de la imagen del
hijo de Guelatao, la autora se apoya especialmente en las litografías
publicadas por El Hijo del Ahuizote, mismas que son reproducidas en el
texto; de igual manera, encontramos diversos retratos que ayudan a
comprender el uso y evolución de su imagen.
Para una mejor comprensión de este fenómeno, se suma el análisis de
la producción historiográfica sobre Juárez, principalmente la publicación
de 1904 titulada El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el
Imperio, de Francisco Bulnes, pues a raíz de ella se desplegó una defensa a
algunos de los argumentos negativos que el autor plasmó en su obra sobre
el expresidente, lo que finalmente ayudó a consolidar la imagen heroica del
originario de Oaxaca.
Para explicar la vigencia del culto a Juárez, la autora propone tres ejes
“la explicación de la génesis histórica de ese proceso; el análisis de la eficacia
(retórica) del héroe como un dispositivo de simbolización de aspiraciones
y valores compartidos, y por último las implicaciones políticas y estéticas
de las expresiones más significativas de este culto” (p. 20), lo que permite
tener una visión más amplia de su objeto de estudio.
Así, el primer capítulo, se destina a una recapitulación histórica del
culto a Juárez, puntualizando los usos y manipulaciones de su imagen, desde
su génesis con el rito funerario posterior a su muerte en 1872, hasta sus
transformaciones como aquella que lo llevó al ámbito oficialista para
mantener su relevancia y darle al culto a su persona un carácter
conmemorativo. En suma, se trata de un bosquejo que sigue la trayectoria
del imaginario construido alrededor de su figura heroica, en el que la autora
destaca los diferentes intereses y manifestaciones.
Dentro de este primer apartado observamos la idealización de la imagen
de Juárez, con la que se adentró al campo mítico de la mano del culto
funerario en su honor. Posteriormente, ya a finales del siglo XIX, la autora
relata que se percibe una figura de Juárez como símbolo nacional, como
consecuencia de la transformación a un culto cívico mayormente organizado

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Tzintzun · Revista de Estudios Históricos

desde el sector gubernamental, incorporando la conmemoración de su


natalicio y dejando un poco de lado el rito funerario.
Algo que llama particularmente la atención referente a estas nuevas
formas de expresión de culto, es la manera en la que se representó la raíz
indígena de Juárez, pues se hacía referencia al “indio sublime” como una
especie de reconocimiento por la superación de su condición indígena y
transformación a héroe civil, es decir, se tomaba su procedencia como un
obstáculo que logró vencer.
En el segundo capítulo acentúa el análisis del culto al héroe a través de
la retórica en tres de sus formas esenciales de la tradición grecolatina:
encomiástico, judicial y deliberativo. Esto apelando a que “el ejercicio retórico
no se limita a los productos típicamente asociados con el término, como la
oratoria política o la propaganda, sino que abarca cualquier forma de
representación que genere un vínculo de filiación y, en consecuencia, un
puente comunicativo” (pp. 22-23), permitiendo el análisis del pensamiento
político en distintos niveles, a la vez que distingue la “existencia de estrategias
compartidas en la articulación de un mecanismo de persuasión” (p. 91).
En primera instancia analiza el discurso encomiástico o panegírico en
distintas imágenes y discursos, sobre todo en contextos conmemorativos,
donde la autora señala cómo a través de este tipo de retórica se fue
construyendo y configurando una cierta imagen del héroe. En lo que respecta
al discurso judicial, se aborda la filiación o el rechazo del público con el
contenido del discurso retórico, es decir, la efectividad de la persuasión.
Para tal efecto, Villalobos analiza algunas de las caricaturas publicadas por
El Hijo del Ahuizote y algunas otras litografías.
Finalmente, en lo que respecta al discurso deliberativo, se avoca al
estudio de los argumentos construidos alrededor de la imagen heroica de
Juárez, donde se destaca la efectividad y lógica de estos para la persuasión y
aceptación consensuada, a la vez que se acentúa la utilidad para el futuro.
Este tipo de retórica es esencialmente literaria por el uso de la narrativa
dentro de la construcción de sus premisas, por ello es que la autora se centra
dentro de este apartado al estudio de Juárez: su obra y su tiempo de Justo
Sierra como ejemplo del uso de dicha retórica.
En el tercer capítulo la autora habla del “Juárez sublimado”, usando las
técnicas de Longino, Kant y Burke sobre la experiencia de lo sublime,

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 361
C RISTIAN REA G ARCÍA

aplicando esto en dos estructuras monumentales: el Mausoleo de San


Fernando inaugurado en 1880 y construido por los hermanos Juan y Manuel
Islas, y la Cabeza de Juárez construida en 1972, puesto que estas dos
estructuras tienen la característica de que sus rasgos formales desafían la
comprensión del espectador. Dentro de este apartado la autora hace un
interesante análisis de estos monumentos en función de tres fases: una
contemplativa, otra problemática o conflictiva y, finalmente, una resolutiva
o creativa.
Resulta interesante esta forma de análisis para abordar estos
monumentos, pues a la vez que resalta rasgos particulares de las obras, logra
vincularlos con otros significados de orden político, cultural y estético, dando
como resultado un mayor entendimiento en cuanto la finalidad y el
significado de la representación de Juárez dentro de estos monumentos.
En conclusión, Villalobos presenta una particular forma de entender
la construcción, manifestación y vigencia del culto a Juárez mediante el uso
de la retórica, desentrañando de buena manera la evolución de su imagen
heroica y los diversos vehículos con los que se expresó a lo largo de poco
más de cien años. De este modo, la autora presenta una visión general del
fenómeno a través de las diversas prácticas que dieron sustento al mito del
héroe y que lo transformaron en uno de los personajes más importantes
dentro de la historia oficial de México.
Por otro lado, las transformaciones que tuvo la imagen de Juárez a
través de un siglo, son muestra de su adaptabilidad a las circunstancias y a
los procesos políticos nacionales a los cuales vino bien el uso de su valor
simbólico para distintos fines, comúnmente ligados con la legitimación
política debido al carácter mítico de su figura, el cual la dotó de un valor
intrínseco a su legado y, por ende, a su imagen.

Cristian Rea García


Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
[email protected]
ORCID: 0000-0003-4656-6360

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NOTA NECROLÓGICA
JUAN MARCHENA FERNÁNDEZ
(1954-2022)

Se fue un grande. El día 10 de octubre del 2022 se apagó una fuerza de


vitalidad enorme en las ciencias humanas y, como lo expresó nuestra querida
amiga Cristina Fonseca, “los estudios americanos perdieron a uno de sus
comandantes”. Grande en todo: como investigador americanista, como
profesor de muchas universidades, como formador de varias generaciones,
como ser humano. Muchos fuimos los afortunados en conocerle. Sus
conocimientos amplios y profundos de la historia podían ser escuchados
en una conferencia, en el salón de clase, en los pasillos, en la cafetería. Su
palabra magistral, a veces poética, no provenía de un expositor estereotipado.
Su lenguaje corporal, similar al de un monólogo de un teatro, daba tal fuerza
didáctica a sus razonamientos que eran imposibles ser olvidados. Marchena
había adquirido el poder de la palabra sabia acerca de la historia; su lenguaje
y forma de hablar penetraban sin obstáculos en la mente de sus oyentes,
incluso, su voz dejó de ser propiamente peninsular para convertirse en
americana.
Durante su vida fue recogiendo los honores que lo acreditaban.
Miembro de diferentes Academias de Historia, Miembro Correspondiente
de la Real Academia de Historia en España, Doctor Honoris Causa en
distintas Universidades (Portugal, Colombia, Argentina, Perú, etcétera), son
muestra de la consolidación de su producción y de su calidad como
investigador. Fue autor de más de 150 publicaciones entre libros, capítulos
de libro y artículos en revistas especializadas. El tema de las instituciones

Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X 365
E DUARDO M IRANDA A RRIETA

militares en América colonial (del Ejército y las milicias) lo convirtió en un


referente historiográfico. No obstante, su producción histórica fue mucho
más amplia. Escribió sobre: la vida social de la América colonial, la
Constitución de Cádiz, la insurgencia indígena en la región andina, el indio
Phelipe Guaman Poma, el criollo Pablo de Olavide. De esta última biografía
aún recuerdo ese exquisito contexto, del siglo de las luces, para referirse al
“tiempo de Olavide”; es una demostración magistral de su prosa en que
expone con gran elocuencia rítmica, con sensibilidad placentera, ese
momento de confrontación entre lo viejo y lo nuevo, ese momento en que
“vino la luz para vencer los demonios de la tradición, de las viejas
creencias…”.
Los cargos académicos que tuvo como vicerrector, miembro de
Consejos y coordinador del Área Historia y Cultura en América Latina, los
armonizó con sus actividades docentes en la Universidad de Sevilla, la
Universidad Internacional de Andalucía, los programas de doctorado en
universidades latinoamericanas y en la Universidad Pablo de Olavide. En
esta última dedicó la mayoría de sus años de vida y el mayor de sus esfuerzos
para ofrecer estudios relacionados con el mundo americano. En el fondo,
parecía sentirse en deuda con los territorios conquistados por España, con
sus habitantes que habían soportado el dominio español y la colonización.
Los programas de doctorado que impulsó en esta institución son una
demostración de ello: “Historia de América Latina. El poder y la palabra” e
“Historia de América Latina. Mundos indígenas”.
En las aulas de esta Universidad, con el nombre de aquel criollo
ilustrado, conseguimos conocerlo como profesor. Difícil olvidar su notable
capacidad para tomar lección. Juan Marchena no fue únicamente ese
educador que sabía exponer sus ideas, su profundo conocimiento de la
historia (con lucidez y seguridad académica), sino que fue el pedagogo más
fecundo y persuasivo que haya conocido nunca. Parado allí, frente a sus
alumnos, proyectando su voz, utilizando matices de intensidad para
comunicar sus mensajes, en un acto comunicativo, que solo permitía el
asombro, el respeto, el conocimiento y su emulación. Fue, pues, un formador
completo. Logró dirigir más de 80 tesis de doctorado y de maestría en
diferentes universidades. Marchena perteneció a ese mundo sagrado del
conocimiento universal que supo proyectar con su obra escrita y con su voz

366 Tzintzun. Revista de Estudios Históricos · 77 (enero-junio 2023) · ISSN: 1870-719X · ISSN-e:2007-963X
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que llevó por todo el mundo y, en especial, por el continente americano. La


historia lo condujo a comprender la importancia de lo que fuimos, para
darnos cuenta, y mantener la esperanza de un mundo renovado.
El continente americano lo hizo suyo, sobre todo la parte latina. Fue
otro conquistador que buscó, por el contrario, devolver la dignidad y mostrar
la grandeza de este territorio a partir de la historia. Caminó por todos sus
rincones para aprender y enseñar. Uno de estos espacios fue nuestro país
México y el estado de Michoacán. En este último, con el preclaro y conocido
maestro Dr. Gerardo Sánchez Díaz, después de dar una conferencia sobre
el papel del ejército en los territorios americanos, hizo un recorrido por el
entorno del lago de Pátzcuaro donde habitan la mayor parte de los pueblos
indígenas purépechas. Recordó el Dr. Sánchez que “era el 31 de octubre de
1999 cuando se hacían los preparativos de la velación de los angelitos en los
panteones de las comunidades lacustres”. Maravillado frente a esas
manifestaciones culturales, el profesor Marchena llegó a comentar “que veía
mucha semejanza con las costumbres de las comunidades rurales de Galicia”.
Después de algunos años (2013) visitó la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo. En el marco del seminario Discurso y poder en
México y América Latina en el Instituto de Investigaciones Históricas,
impartió una conferencia magistral, dio un curso de actualización, obsequió
una entrevista a los alumnos de la Facultad de Historia y disertó otra
conferencia en el posgrado de la Facultad de Derecho. Incansable, sin
regateos, mostró y dejó su conocimiento profundo del pasado
latinoamericano, con gran entrega y sentido humano. Alguien así solo
merece estar donde ahora está: en el cielo y en el corazón de muchos amigos
y condiscípulos suyos. Gracias querido profesor.

Eduardo Miranda Arrieta


Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
[email protected]

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