El Devenir
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El Devenir
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Prólogo
El devenir, como imagen central de la historia humana,
que en la antigüedad fue presentada por el gran filósofo
griego Heráclito, el Oscuro, constituye el núcleo del
pensamiento del Maestro Santiago. En toda su obra
escrita prevalece este concepto, junto a principios
fundamentales de la doctrina de la Renuncia como el
Ired, la reversibilidad, el sistema cosmogónico, la reencarnación y otros afines que
se explican en cada Enseñanza.
Al Maestro Santiago, antiguo Sumo Sacerdote de Amón en Tebas durante el
reinado del Faraón Akenaton, como él mismo lo revelara públicamente en varias
ocasiones, por raza y por clarividencia excelente, le era familiar no sólo el tema de
la muerte, sino todo ese mundo suprafísico que recorre el alma humana desde una
muerte hasta el próximo nacimiento. En el libro egipcio de los muertos apenas se
toca una parte de esta inmensa historia, los momentos posteriores al fallecimiento
vistos desde una óptica moral; estaba destinado al pueblo inculto. Pero aquí se da
una enseñanza de las distintas dimensiones del pensamiento que pueden ayudar al
ser a transitar por la realidad del mundo que le toca vivir, y lo que puede esperar
de él. En dieciséis hermosos y simples capítulos el lector podrá recorrer su realidad
presente y futura, desde el momento solemne de morir, hasta los últimos párrafos:
“El destino llama, fuerza y empuja, y desde las alturas de la divinidad ha de
descender el ser hasta las sombras de la materia”.José González Muñoz
EL DEVENIR
Capítulo 1: La Muerte
1.Para el materialista, la muerte es un punto negro, un estallido de sensaciones, un
vacío y nada más.
2.Para el religioso, la muerte es el paso a una vida superior, más perfecta y feliz.
3.Pero nadie sabe exactamente contestar a las preguntas fundamentales: ¿De dónde
se viene? ¿Porqué se está aquí? ¿Dónde se va después de la muerte?
4.Si se considera al universo como un maravilloso conjunto armónico que
desarrolla un determinado plan de evolución para llegar a Ser, se abre un horizonte
más vasto a los ojos del investigador, y entonces tiene un vislumbre del porqué de
este continuo devenir.
5.La muerte se produce en tres formas: muerte violenta, muerte natural y muerte
extática.
6.La muerte violenta separa repentinamente al cuerpo astral del cuerpo físico; los
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desdichados que sucumben por accidente o suicidio vuelven continuamente del
plano etéreo al plano físico, porque no han establecido una armonía de gravitación
en su nuevo cuerpo, que les permita sintonizar con el estado de vibración en el
cual han entrado. Como no tienen cuerpo físico para manifestar sus sensaciones
groseras, ni tampoco disposición suficiente para alejarse de allí, están como
suspensos en el aire; creen estar vivos aún, no se dan cuenta de que han entrado a
formar parte de un nuevo estado de conciencia.
7.Sufren horriblemente y de continuo vuelven al lugar donde acaeció su muerte,
mientras constantemente se reflejan y se repiten en sus espectros astrales los
acontecimientos que la precedieron. Los Protectores Invisibles no pueden hacer
nada por ellos porque rechazan todo auxilio. Como están fuera de las leyes
generales que rigen a los seres sutiles padecen un verdadero infierno; hasta que,
gastada por completo la substancia material de su cuerpo etéreo, pueden al fin
entrar en un apacible sueño.
8.Todas las religiones como primer dogma y mandamiento han escrito: “No
matarás”; y han sido reprobados los suicidios y los hechos sangrientos,
considerándose como castigo divino el morir violentamente, aún cuando fuera por
casual accidente.
9.Si el ser que así muere no tiene bastante adelanto espiritual prolonga hasta lo
indecible este martirio, porque la pasión lo atrae a lo más grosero; lo más grosero
lo carga de partículas materializantes, y prolonga así indefinidamente esa vida que
no es vida. Mientras que los más adelantados, como tienen el hábito de orientar los
pensamientos hacia un ideal espiritual, pueden desembarazarse más pronto de este
íncubo.
10.Tal es el caso de los que mueren por un ideal, como los mártires cristianos y los
valerosos soldados en el campo de batalla.
11.Dice la Sagrada Escritura, que es tranquila la muerte del justo a los ojos de
Dios; entonces, una muerte natural ha de ser lo deseable para todos.
12.¿Quién no desearía morir como aquellos santos invictos que sentían llegar la
Gran Hora y se disponían a ella con serenidad, con resignación, con paz?
13.Una larga enfermedad dispone el ánimo del moribundo, y desmaterializa con
anticipación la envoltura física del ser próximo a morir; fácilmente se acostumbra
a las nuevas vibraciones, con docilidad escucha la voz de los guías invisibles, y
mansamente se deja llevar por el nuevo mundo.
14.El ser habituado a las cosas espirituales, al acercarse la hora de la muerte
desarrolla repentinamente los sentidos astrales, y hay casos notables de
moribundos que aseguran estar rodeados de parientes fallecidos, de santos y de
protectores; que oyen voces misteriosas invitándolos al más allá, y a veces, se
aparecen simultáneamente en diversas partes y a distintas personas.
15.Cuando el corazón deja de latir, el ser no está aún completamente muerto; la
muerte se produce sólo después que el cordón astral, que es un hilo plateado que
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ata el cuerpo etéreo al cuerpo físico, se parte. Este al partirse produce un pequeño
estallido con centellas, como un cortocircuito en una instalación de luz eléctrica.
Muchas veces el cuerpo está ya helado y el astral aún no se ha separado de él. A
veces tarda días en efectuarse esta suprema operación.
16.Ejemplo admirable de esto se tiene en los Evangelios. Cuando Jesús llegó a
Bethania, a la casa de Marta y María, lloró amargamente al saber la muerte de
Lázaro acaecida hacía tres días. ¿Por qué lloró Jesús si sabía que lo iba a resucitar?
Porque si Lázaro hubiera estado realmente muerto, tampoco Jesús hubiera podido
atraer su espíritu otra vez a la abandonada morada; pero, cuando Jesús llegó al
sepulcro y vio con sus ojos videntes que el cuerpo astral estaba unido al cuerpo
físico, pudo efectuar el milagro.
17.De ordinario, la definitiva separación de los dos cuerpos se efectúa a los siete
minutos después que han cesado los latidos del corazón. El cuerpo astral, como
una vaga neblina, flota en la habitación a unos tres metros del cadáver; después,
lentamente se eleva y se sutiliza, armonizando con el estado que le corresponde.
18.Hay sin embargo, algunos seres, fuertes y adelantados, que abandonan su
cuerpo físico cuando creen que ha llegado su hora y terminado su misión. Esta
muerte se produce por éxtasis. Es una concentración de la mente, la cual levanta
una oleada de energía vital en el organismo hasta que éste, no pudiendo tolerar ya
la alta tensión de la misma, se separa del cuerpo astral y muere.
19.Desde luego, estos casos son raros y excepcionales, y será la modalidad de
muerte de las razas futuras. Cuando un vestido está viejo hay que dejarlo y
adquirir uno nuevo.
20.Enseguida que el choque de la separación se produce, el ser, rápidamente,
recorre todos los hechos de su vida pasada; es un gran examen retrospectivo que la
Ley de Evolución le exige antes de seguir adelante en el sendero del progreso. El
resultado de este examen, llamado por las religiones “Juicio de Dios”, será lograr
más sutiles o más densas vibraciones en el nuevo estado.
21.Los llantos, los suspiros, los gritos de los que acompañan a los moribundos en
la hora de la muerte son siempre perjudiciales. Sólo el silencio absoluto y la
ausencia de todo pensamiento adverso pueden acompañar al hombre en la última
hora.
22.Las oraciones, los cantos sagrados, los cirios y las flores, si están acompañados
de nobles sentimientos, son siempre de utilidad y de estímulo.
23.El entierro no se ha de efectuar enseguida, sino a los tres días, y aquellos que
disponen su cremación, tienen que testar para que se efectúe ocho días después del
fallecimiento.
24.De cualquier modo que se produzca la muerte, siempre es una hora solemne,
quien sabe la más solemne de todas las horas, porque es el portal de un nuevo
devenir, es otro paso hacia el llegar a Ser.
Para Recordar y Meditar
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1.3: ¿Dónde se va después de la muerte?
Capítulo 2: Los Elementales
1.Prithivi, el elemento terrestre, crea elementales que son los guardianes y
vigilantes de los movimientos terrestres, del crecimiento de los árboles y de toda
vegetación, y de la reserva de las tierras que no han de ser contaminadas por el
hombre.
2.La leyenda antigua nos presenta a estos seres de diminuta estatura, con luengas
barbas, de aspecto grotesco; la fantasía popular los rodeó de historias y de
misterios, llamándolos enanos, duendecitos, gnomos, etc.
3.En realidad estos elementales no tienen forma visible a los ojos ordinarios de los
hombres, si bien suelen materializarse a veces.
4.En los Nibelungos, los enanos guardan en una gruta oscura y profunda el tesoro
sagrado que nadie puede tocar, para relacionar la leyenda con su misión, que es la
de reservar y guardar ciertos lugares magnéticos.
5.Hay en la provincia de La Rioja un lugar oculto que no puede ser visto por el
hombre, y vigilado por estas entidades que, con toda seguridad, se materializarían
a los ojos de cualquier viandante, antes de dejarlo pasar.
6.Ellos dirigen, sobre todo, divididos en determinados grupos, la evolución
química de los metales. Obedecen ciegamente a los magos que se dedican a la
práctica de dominarlos, quienes logran de los mismos cuanto quieren, por la
sencilla razón de que el hombre tiene mente propia y estos seres tienen mente
colectiva.
7.Cuando el conde de Saint Germain llevó a un amigo suyo a visitar las arcas en
donde guardaba oro, piedras preciosas y metales de valor incalculable, el visitante
le preguntó cómo había logrado juntar tantas maravillas, a lo cual el conde
contestó riendo socarronamente, que se lo habían traído sus servidores de la tierra.
8.Gabriel, el Arcángel que lleva el lirio en la mano, los dirige y gobierna. En la
mitología hindú se le designa con el nombre de Indra.
9.Acpias, el elemento del agua, crea también elementales. Si pudiéramos
materializar estas formas, las veríamos como las de sugestivas ondinas, de
encantadoras sirenas y de diáfanas ninfas.
10.Estos elementales rigen el movimiento rítmico del agua, las lluvias, los truenos
y las tempestades.
11.Su imagen podría verse también, en las formas y en los colores variantes de las
nubes que pasan volando sobre las cabezas humanas, y a las cuales tan poca
atención se les presta.
12.Son ellos muy enemigos de alternar con los hombres, y si lo hacen, es para
perderlos irremisiblemente.
13.El que domina a los elementales del agua ha de tener una rueda control a toda
prueba. Jesús, el fuerte, caminaba sobre las aguas.
14.Rafael es el Arcángel que los gobierna; aquél que llevó a Tobías y le regaló el
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pescado maravilloso. En la mitología hindú es Varuna.
15.Tejas, crea los elementales del fuego: las luminosas salamandras, los sátiros
ardientes y las terribles erinias.
16.Estos elementales del fuego aman a los hombres y se les puede dominar con
facilidad; pero si los ven temerosos los sacrifican inmediatamente. Adoran al
valiente y odian al cobarde. Cualquier alma fuerte los puede dominar, por eso, los
santos que no temían la muerte, sostenidos por ellos, caminaban sobre las brasas y
cruzaban las llamas, como lo hacen todavía en Japón y China los sintoístas
adoradores del fuego.
17.Son verdaderos servidores del fuerte Arcángel Miguel y del siempre y
resplandeciente Agni.
18.Vayú, el elemento del aire, crea las formas de los silfos, de los fantasmas y de
las larvas errantes. No son amigos ni enemigos del hombre, pero huyen de él
constantemente.
19.Los elementales del aire son muy útiles para los magos que pueden dominarlos,
pues los sirven ciegamente.
20.Cumplen con una rapidez fantástica sus mandatos, pero también se alejan
velozmente cuando se los deja en libertad, pues su único anhelo es vagar y vagar.
Los describió insuperablemente Shakespeare en su “Ariel”.
21.Los dirige el Arcángel Serafiel, llamado El Corredor, aquel que distiende las
cortinas de los tiempos.
22.Estos elementales también suelen revestirse con los cascarones, humanos y
animales, que pululan en el séptimo plano del mundo astral. Toman cuerpo de las
escorias etéreas y astrales de todos aquellos que han seguido adelante en su plan de
evolución.
23.Azrael, el dios de la muerte, procura bondadosamente hacer que ellos se
disuelvan y que sean reintegrados al Éter Cósmico. O bien que aquellos que ya han
tomado fuerza tal que puedan resistir el embate de la ola destructora, puedan
progresar y formar una morada digna de ser habitada mañana por una mente
humana.
24.La Hueste de la Sombra, que gobierna a los seres elementales, los tiene
circunscriptos en su región magnética para que no hagan daño a los seres
humanos, que no los conocen ni los pueden percibir.
Lucía
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