Jesus Comenzo Su Ministerio Publico Orando

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TEMA: LA ORACION ABRE LOS CIELOS

(Lucas 3:21-22) “Y aconteció que, como todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue
bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma
corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti
me he complacido.”

QUE MARAVILLOSO ES ESTA PORCION DE LA ESCRITURA Y QUE BUEN EJEMPLO


EL QUE PODEMOS ENCONTRAE El Señor comenzó su ministerio público orando

Jesús, el Hijo de Dios, es bautizado en el Jordán y comienza de esta forma su ministerio


público. Juan el Bautista lo había anunciado y ahora

Él hace cola entre la multitud de israelitas que se habían arrepentido por la predicación de
Juan y oraban confesando sus pecados antes de ser bautizados

( Marcos 1:1 - 5 ) 5. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y


eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

El Hijo de Dios, perfecto y exento de pecado, no tenía pecados que confesar. Pero, a
pesar de ello, Lucas nos cuenta que oró en ocasión de su bautismo.

Ningún otro evangelista menciona este detalle, lo cual parece indicar que el Espíritu Santo
quería hacernos ver que el ministerio público de nuestro Señor comenzó con obediencia y
oración.

Dios como hombre sobre la tierra y orando, ¡qué condescendencia!

¡Cuánto nos avergüenza esta humildad!

Lucas es el único evangelista que ha relatado no sólo la primera, sino también la última
oración de Jesús antes de su muerte:

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46).

El ministerio de nuestro Señor comenzó con oración y terminó con oración. Su obra
estaba enmarcada por la oración y mostraba una total dependencia de su Padre.

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Pero aquí, a orillas del Jordán, vemos al Creador y sustentador de todo ser viviente
comenzando con humilde oración el camino difícil que terminará en la cruz del Gólgota.

Mientras las personas a orillas del Jordán no vislumbraban ni comprendían la importancia


de esta escena, Dios no pudo callar ante ella.

El cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió sobre Él “en forma corporal, como paloma”.
Y se oyó la voz de Dios: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido”.

El gozo que el Padre expresa por su Hijo y la confirmación del Espíritu Santo que
descendió sobre Él en forma de una paloma, símbolo de pureza, sencillez e inocencia,
nos muestra a nosotros, los que seguimos a Jesús, la disposición y el comportamiento
que Dios confirma y bendice.

Por supuesto, nuestro Señor tenía el Espíritu Santo en todo momento en su interior y es
un error el que algunos predicadores enseñen que aquí está el “bautismo en el Espíritu”
de Jesús.

Quizá hallamos aquí también el cumplimiento de las profecías de:

(Isaias 42:1) “He aquí mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido en quien mi alma toma
contentamiento: he puesto sobre él mi espíritu, dará juicio a las gentes.”

(Sal 89:20-21) “Hallé a David mi siervo; lo ungí con mi santa unción. Mi mano estará
siempre con él, mi brazo también lo fortalecerá.”

En el Antiguo Testamento el hecho de ungir a un rey, un sacerdote o un profeta era la


confirmación pública o la instauración para una misión especial.

Y esto precisamente es lo que ocurrió aquí en la vida de Jesús después de su bautismo.


Dios confirmó la misión y la autorización de su Hijo con una señal visible para todos los
presentes.

Como discípulos de Jesús, ¿qué podemos aprender de estas observaciones?

1. Una vida fructífera para gloria y gozo de Dios y de bendición para nuestros prójimos,
debería comenzar y terminar con oración, como señal de nuestra dependencia de

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Dios. Cada día, cada cometido, toda nuestra vida, debería estar enmarcada por la
oración.

2. Donde se ora con seriedad, se abre el cielo y Dios reconoce nuestro servicio y
contesta nuestras oraciones, a veces de manera impresionante.

En (Hch 4:23-31) leemos acerca del primer culto de oración de la joven iglesia en
Jerusalén. Los principales judíos con sus ancianos y sacerdotes habían amenazado e
intimidado a Pedro y Juan, después de su predicación del evangelio y su llamamiento al
arrepentimiento, para que en ninguna manera hablaran ni enseñaran en el Nombre de
Jesús “a hombre alguno”

(Hch 4:17). Después de contar delante de la iglesia reunida sus vivencias y la prohibición
de hablar, empezaron a orar unánimes. Y Dios respondió sus oraciones:

(Hch 4:31) “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos
fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con confianza.”

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