Hora Santa Vocacional 33
Hora Santa Vocacional 33
Hora Santa Vocacional 33
MOMENTO INICIAL
Saludo: Bendito, alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar
R: Sea para siempre bendito y alabado (3)
Este maravilloso momento de intimidad con Jesús en su expresión más profunda y tangible en la
tierra, nos permite habitar en la tienda del Señor, para que nuestra tienda se ensanche,
haciéndonos desplegar lo mejor de nuestro corazón, alarguen la fidelidad y nos aseguren una
entrega genuina y real al servicio de los demás.
“Ensancha el terreno de tu tienda, que se extiendan las telas de tu morada; no las tengas
guardadas, pon cuerdas más largas, y afianza bien las estacas.” Is 54,2
Dios padre ensancha en cada uno de nosotros el deseo de donarnos por amor a la esencia misma
de nuestra consagración como hijos privilegiados y amados, capaces de amarse y perfeccionar un
amor propio que nos haga más humanos y centrados en la realidad actual de nuestro existir.
Jesucristo despliega tu mirada purificadora en nosotros atreves de la hostia consagrada para que puros de
espíritu, se purifiquen nuestros deseos y obras.
Espíritu Santo alarga tu acción en nuestra respuesta al llamado constante de renovación, para responder
concretamente a eventos de confusión y lograr sembrar la estabilidad necesaria para un mundo en constante
transformación.
¿Quién soy? La pregunta universal existencial, un ser creado por amor que generosamente responde al llamado
de ser y hacer de la propia existencia un trascender, una tienda abierta rodeada de todos y con estacas firmes en
el corazón de Dios.
¿Por qué? Porque creo en la vida, en la alegría, en la sinfonía creadora que me permite ser humano.
¿Para qué? Para con mi generosidad responder al momento presente y hacer de la vida consagrada un camino,
verdad y vida presente en medio del mundo.
¿Como? Como tienda viva, como todo coherente y estaca profundamente anclada en el corazón de Dios.
o Te pedimos, señor, tu espíritu, que abre nuestros corazones para recibir tu palabra.
o Te pedimos, señor, tu espíritu que nos hace verdaderos testigos de tu palabra.
o Te pedimos, señor, tu espíritu que nos mueve a seguirte en la vocación misionera a la que nos has
llamado. Desde nuestro bautismo.
o Te pedimos, señor, tu espíritu que hace arder tu fuego en nuestros corazones y en nuestra comunidad.
o Te pedimos, señor, tu espíritu que nos alegra al anunciarte.
OFRECIMIENTO PARA GANAR LAS INDULGENCIAS
Te rogamos, Señor, por las necesidades de la Iglesia y las del Estado; por la exaltación de la santa fe católica;
por la paz y concordia entre los gobernantes cristianos; la conversión de todos los pecadores; por los presos,
enfermos y agonizantes, navegantes y caminantes, por las ben- ditas almas del Purgatorio. Amén
VISITA AL SANTÍSIMO
Señor mío Jesucristo, que por el amor que tienes a los hombres estás de noche y de día en este Sacramento,
lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a todos los que vienen a visitarte; creo que estás
presente en el Santísimo Sacramento del altar; te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas
las mercedes que me has hecho, especialmente por haberme dado en este Sacramento tu cuerpo, sangre, alma y
divinidad, por haberme dado como abogada a tu santísima Madre, la Virgen María, y por haberme llamado a
visitarte en este lugar santo. Adoro tu amantísimo Corazón y deseo adorarle por tres fines: el primero, en
agradecimiento por esta preciosa dádiva; el segundo, para desagraviarte de todas las injurias que has recibido de
tus enemigos en este Sacramento y el ter- cero, porque deseo en esta visita adorarte en todos los lugares de la
tierra donde es- tés sacramentado con menos culto y más abandonado.
¡Jesús mío! Te amo con todo el corazón; pésame de haber tantas veces ofendido, en lo pasado, a tu infinita
bondad; propongo, ayudado de tu gracia, enmendarme en lo venidero y ahora, miserable como soy, me
consagro todo a ti; te doy y entrego mi voluntad, mis afectos, mis deseos y todo cuanto me pertenece. De hoy en
adelante haz, Señor, de mí y mis cosas todo lo que te agrade. Lo que yo quiero y te pido es tu santo amor, la
perfecta obediencia a tu voluntad y la perseverancia final. Te encomiendo las almas del purgatorio,
especialmente las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santísima y te ruego también por todos los
pobres pecadores. En fin, ama- do Salvador mío, uno todos mis afectos y deseos con los de tu Corazón, y así
unidos los ofrezco a tu Eterno Padre y le pido en tu nombre por tu amor que los acepte y los mire benignamente.
Amén
VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
He aquí cómo Jesús nos cumple aquella promesa en el Sacramento del altar, donde con nosotros se halla de
noche y de día. Pudiera, Señor mío, bastarte el estar en el Sacramento sólo de día, cuan- do tuvieras en tu
presencia adoradores que te acompañaran; mas ¿de qué te sir- ve hallarte allí también por la noche, en la cual
los hombres cierran la iglesia y se retiran a sus casas, dejándote entera- mente solo? Pero ya te entiendo: el amor
te hizo prisionero nuestro; el amor apasionado que nos tienes te unió a este mundo de tal suerte, que ni de noche
ni de día te consiente apartarte de nosotros. ¡Ah, Salvador amabilísimo! Sólo esta firmeza de amor debiera
obligar a todos los hombres a acompañarte siempre en el santo sagrario, hasta que por fuerza los echasen de allí;
y al ausentarse deberían dejar al pie del altar su corazón y todos sus afectos en obsequio del Dios humanado,
que permanece solo y oculto en el tabernáculo para mirarnos solícito y remediar nuestras necesidades y cuyo
corazón, residiendo allí para amarnos espera el próximo día en que sus almas amadas vayan a visitarle. Sí, Jesús
mío, contentarte quiero. Te consagro toda mi voluntad y todos mis afectos. ¡Majestad infinita de mi Dios! Te
hallas en este Divino Sacramento no sólo para estar presente y próximo a nosotros sino principalmente con
objeto de comunicarte a tus almas amadísimas. Mas, Señor, ¿quién se atreverá a acercarse para alimentarse de
tu Cuerpo? O más bien, ¿quién podrá alejarse de ti? Te ocultas en la hostia consagrada para entrar dentro de
nosotros y poseer nuestros corazones. Ardes en deseos de que te recibamos y gustas de unirte a nosotros. Ven,
pues, Jesús mío, ven; deseo recibirte dentro de mí para que seas el Dios de mi corazón y de mi voluntad. En
cuanto es de mi parte, Redentor mío carísimo, entrego a tu amor: satisfacciones, placeres, voluntad propia todo
te lo entrego, ¡amor! ¡Dios de amor! Reina y triunfa enteramente de mí; destruye, sacrifica en mí cuanto sea
mío, que mi alma, llena de majestad de Dios, después de haberte recibido en la santa Comunión, no vuelva a
aficionarse a las creaturas. Te amo, Dios mío, te amo para siempre y a ti sólo quiero amar.
Del evangelio según San Lucas 22, 39-46.
Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos; los discípulos le siguieron. Llegado al lugar les dijo:
<<Pedid que no caigáis en tentación.>>
Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: <<Padre, si quieres, aparta de mí
esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.>> Entonces se le apareció un ángel venido del cielo que le
confortaba. Y sumido en agonía insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que
caían en tierra.
Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; y les dijo
<<¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.>>
Guardamos un momento de silencio para favorecer la interiorización.
Preces
Oremos hermanos a Dios todopoderoso, para que aumente el amor de los presbíteros por su ministerio y suscite
abundantes vocaciones sacerdotales en la Iglesia universal, a fin de perpetuar Su obra redentora. Respondamos
con fe:
Dueño de la mies, escúchanos.
• Para que los jóvenes no olviden que se siguen necesitando pescadores de hombres, muchachos elegidos
para dejarlo todo y seguir las huellas de Jesús. R.
• Para que el Señor siga dando fuerza a los corazones jóvenes que han recibido el llamado a una
entrega total en la vida consagrada. R.
• Pidamos por los sacerdotes jóvenes que, derramando fuerza y energía, son garantía de tu presencia
entre nosotros. R.
• Por los que llevan muchos años en el ministerio, para que no pierdan la alegría y sean cada vez más
felices y plenos. R.
• Por lo sacerdotes ancianos, que en profunda paz contemplan lo que ha sido su vida y esperan con
serenidad el llamado a Tu presencia. R.
• Por los sacerdotes que no logran identificarse con su actual misión y están pasado por un momento
difícil, para que superen pronto sus tribulaciones. R.
• Por los sacerdotes que han fallado a su sacerdocio, para que allanen su camino y reencuentren el sentido
de su misión. R.
Guía: Jesucristo ve la tentación como la caída de la naturaleza humana a causa del pecado. Los discípulos le
siguen pero al entrar al santuario de su alma, que es la oración, se aparta a un ambiente de recogimiento y
adquiere de ahí las fuerzas para continuar su labor. A lo largo del Evangelio, apreciamos que Jesús se dirige a
Su Padre celestial antes de cada momento crucial en su vida terrena, así nosotros estamos convocados a buscar
en la oración la voz de Dios y a descubrir que quiere El de nosotros.
¿Me encuentro verdaderamente con Dios al orar?, ¿Presento en la oración mis inquietudes vocacionales?,
¿Cuántas veces he preferido el ruido del mundo que la voz “silenciosa” de Dios?
Momento de silencio
II. “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero que no se haga tu voluntad, sino la
tuya”
Guía: Cuando Jesús ha pronunciado estas palabras, cuando su espíritu ha lanzado este llamamiento, ¿prefería
de repente, por muy corto que sea el momento, deslindarse de su misión y después vivir, envejecer y extinguirse
un día según el destino de cualquier hombre? Tales pensamientos se desvanecen como ficciones vanas de la
soberbia humana; se desvanecen cuando nuestro entendimiento y nuestro corazón penetran con humildad y
desprendimiento en el huerto de Getsemaní. El Ser que oraba, caído en tierra en el huerto de Getsemaní, era
exactamente Dios.
El llamamiento del "Si quieres" no significaba el cansancio. Tampoco significaba que Cristo hubiera preferido
que otro se encargase de la salvación de los hombres. No rogaba Cristo solamente por él: rogaba en nombre de
todos los hombres a quienes se estaba uniendo por su ofrenda. ¿Cuántas veces pensamos en tirar la toalla de la
misión que Él nos ha encomendado? El desánimo, la rutina, el cansancio nos conduce a un enfriamiento de
nuestra vocación. Pidámosle a Jesús que envíe a nuestro corazón su espíritu de fortaleza, de amor, para seguir
ofreciéndonos como hostias vivas en nuestro Getsemaní diario.
Momento de silencio
De la primera carta de San Juan: (1,1-4)
“Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos.
Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y les anunciamos la Vida eterna, que
existía junto al Padre y que se nos ha manifestado.
Lo que hemos visto y oído, se los anunciamos también a ustedes, para que vivan en comunión con nosotros. Y
nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Les escribimos esto para que nuestra alegría sea
completa.” Palabra de Dios.
Unidos a Jesús Buen Pastor, confiémosle nuestras súplicas. A cada intención respondemos:
“Señor, ayúdanos a ser luz para el mundo “
1. Te pedimos por los sacerdotes para que ejerzan el ministerio trasmitiendo el Evangelio con la vida.
2. Te pedimos por los consagrados para que, desde la oración cotidiana y la entrega en el servicio a los más
necesitados, sean luz en el mundo.
3. Te pedimos por los matrimonios para que, en la unidad y el amor, anuncien el Evangelio a sus hijos desde la
propia vivencia de los valores cristianos.
4. Te pedimos por los misioneros para que, como apóstoles de Cristo, sean sal de la tierra y luz en el mundo.
5. Te pedimos por las parejas de novios para que vayan formando los valores de familia en base al Evangelio.