Controversias - San Francisco de Sales

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OBRAS

DE

r Nfrancisco de sales
OBISPO DE GINEBRA
Y

DOCTOR D E LA . I G L E S I A

EDICIÓN COMPLETA
para lá cual se han tenido á la vista los autógrafos y las edición es,¿riginaUs.

HNRIQJJBCIDA COK MUCHOS DOCUMENTOS INEDITOS

PU B LIC A D A S PRIiMER AM ENTE EN FRA N CÉ S ,


Á INSTANCIAS DE

M o n s e ñ o r ISOARD, O b is p o d e A n n e c y
p f c Í A S RELIGIOSAS DEL PRIMER M0NA3TBW0 DE LA VISITACIÓN DE ANNECY
T i& d ito iáaa j puillQ&á&3 sa oaatalleiao
BAJO LA DIRECCIÓN 06*

D, JUAN MANUEL ORTI Y LARA


Catedrático de Metafíaioa do la Universidad do Madrid y miembro do la Aoademia '
Romana do Sonto Tomás do Aqui.no.

TOMO PRIMERO

MADRID
[c a s a e d it o r ia l de san f r a n c isc o dh sales

Calle de la Paz, mtm. 6.


1893
Es propiedad de la C a sa
E d ito r ia l de San F r a n c is c o
de S a le s .
Queda hecho el depósito que
marca la ley .

MADRID.— 1898
I M P R E N T A DE S AN F R A N C I S C O D E S A L E S
P asaje de la A lh a m b ra , ntitu. 1.
PRÓLOGO

La edición completa, auténtica y definitiva de las


|fibras dé San Francisco de Sales, Doctor de la Igle-

t
|(fáj es uno de los sucesos faustos y grandiosos que han
áecido en el presente siglo,, y donde más claramente se
lian de ver los designios admirables de la divina sabidu-
¿ en pío de la salud y perfección espiritual de las almas
istia ñas.

■¡Muchas cosas se han dicho del glorioso Obispo de Gi-


p éb ra y de sus inimitables obras; pero nadie antes de
Ipossuet acertó á decir de él lo que dijo el Águila de Meaux,
p s/á saber: que restauró en medio del mundo la virtud de
í|a devoción, no, á la verdad, disfrazándola para hacerla
^ r a d a b le á los ojos de los mundanos, sino presentándola
?|égún ella es, con su cruz, con sus espinas, con sus tri­
bulaciones. No se crea pues, que en los escritos del san-
•Jo'/Doctor la virtud deje dé ser austero y aun heroico y
|§Viblime sacrifiqio, el cual requiere fuerzas incomparable-
pierite superiores á la flaqueza humana; pero acontece que
|fcon la dirección que el santo Doctor imprime á las almas,
jcon las suaves insinuaciones que les hace, con los motivos
j&ue les propone, con la unción y la gracia que se derra­
b a en sus escritos, en donde brillan los más bellos esplen­
dores del estilo y de la dicción, y, en suma, con el atrac­
tivo soberano de su palabra, siempre clara, sencilla y na­
tural, viva expresión de su alma, enriquecida con todos
los tesoros de la naturaleza y de la gracia, las almas, atraí­
das y como subyugadas por este imán divino sienten en
sí nuevas fuerzas y aliento superior para practicar las vir­
tudes todas, inclusas especialmente las que nacen al pie
de la cruz. La Iglesia, en el Breve y decreto en que confi­
rió á nuestro Santo la aureola del Doctorado, ha confir­
mado esta verdad, diciendo que San Francisco de Sales
vino al mundo para allanar los senderos escarpados, y que
su misión especial fué hacer que los fieles todos experi­
mentasen, cada cual en sí mismo, la verdad de.la pala­
bra divina: Mi carga es ligera, y m i yugo suave.
Esta, misión la ha proseguido el santo Doctor á través-
de los siglos por medio de sus obras inmortales, en que
se contiene y se respira su espíritu. Desgraciadamente*
de las que escribió el gran Obispo de Ginebra sólo una
cuarta parte salieron á luz en vida de su autor; las res­
tantes, ó quedaron inéditas, ó salieron á luz en ediciones
harto defectuosas, exigiendo, por tanto, al ser publicadas
de nuevo, una prolija y exacta comparación con sus ori­
ginales. Era, por tanto, necesario, para que la edición de
las obras del santo Doctor fuese, como ahora lo es, autén­
tica y completa, reunir y copiar, dándoles forma inteligi­
ble, los manuscritos inéditos, diseminados aquí y allí, co­
tejar los escritos ya publicados con sus originales respec­
tivos, añadir notas y prefacios en que se diese razón de
todo esto y se dispusiera el ánimo de los lectores para pe­
netrarse más Íntimamente y gustar con mayor fruto y de­
leite de la doctrina del Santo, y, en suma, recoger, exa­
minar, compulsar y ordenar todo este precioso material,
en gran parte alterado ó desconocido, para ofrecerlo al
lector bajo la forma de un todo perfectamente dispuesto,
que no dejara fuera de sí ni una sola línea de su santo
autor, y que á su perfecta integridad juntase la ingenui­
dad y pureza del texto y la conveniente disposición y a r­
monía de sus partes.
A la verdad, con este solícito y religioso esmero están
saliendo á luz en la novísima edición francesa, no termi­
nada aún, las obras inmortales del santo Doctor. Obra
ésta de paciencia y sacrificios, las religiosas del Prim er
Monasterio de Annecy nada perdonan de cuanto pueden
hacer con sus propias manos y sus recursos para salir
cón esta empresa gloriosa;.y obra de erudición y de crí-
ítica é inteligencia superior, hállase dirigida por un sa-’
'pientísimo religioso benedictino, el P. Dom Benedicto
píackey, inglés de nación, canónigo de la iglesia Catedral
fdé Newport, el cual, autorizado por sus superiores y por
¿el Obispo de Newport, ha fijado su residencia en Annecy
para consagrarse enteramente á la publicación de esta
¡edición definitiva. A este eminente sabio benedictino le
ayuda felizmente eii tan ardua empresa un hermano suyo,
tío menos docto que él, el Rdo. P. Pedro Pablo Mackey,
de la insigne Orden de Santo Domingo, á quien el Papa
¿León XIII había llamado á Roma para que tomase parte
¿Jen la edición de las Obras de Santo Tomás de Aguino, y en
cu^as manos la ilustre familia de los Príncipes Chigi, á
que perteneció el Papa Alejandro VII, que fué quien otor-
; gó al santo Obispo de Ginebra el honor de ser colocado en
■los altares, ha puesto el precioso manuscrito que conser­
v a b a del texto primitivo de las Controversias,,obra pri­
maria y monumental del autor de la Introducción á la
vida devota (1).
Juzgue ahora el lector, por estas breves indicaciones,
del mérito y la importancia de la edición novísima de ta­
les obras, y considere cuán justo y razonable es el deseo
de publicarlas en castellano para que todos en España par­
ticipen de tan imponderable tesoro. Ardua es, ciertamen­
te, la empresa: requiere para su feliz éxito, junto con el fa­
vor de Dios y del público piadoso, cuidados perseveran-
(1) Bien será advertir que en la versión de las obras de San Francisco de
Sales nos atendremos fielmente al texto de esta edición auténtica, omitiendo
todo lo que se añade en ella, como variantes, glosarios, comparaciones, etc., que
únicamente se refieren a! original francés, y que en el texto espaftol serían in*
oportunas y superfluas.
tes y prolijos; pero la Casa Editorial de San Francisco
de Sales no debe renunciar al honor de difundir entre
nosotros la doctrina’y espíritu de aquel gran maestro que
en medio de su profunda humildad “creía poseer el sentí*
do y la intención de la Iglesia en los misterios que ense­
ba á sus hijos„; y de difundirla precisamente cuando la.
dignidad de Doctor de la Iglesia ha dado á sus palabras,
nuevo valor y eficacia.
J. M. Orti y L ara.

M a d h id , 20 de Abril de 1898»
Habiendo pedido las religiosas del primer Monasterio de
la-Visitación de Annecy á nuestro Santísimo Padre el Papa
la gracia de dedicarle esta edición completa de las obras de
su Santo Fundador, Su Santidad se dignó responder á esta
petición con un Breve dirigido á Monseñor el Obispo de An­
necy, cuyo texto y traducción son los siguientes:

LEO PP. XIII

Venerabilis F rater, salutém et apostolicam benedi-


ctionem.
i
Sacras a Visitatione Virgines ex primario Sanctae
Mariae Monasterio Anneciensi, quum litteras ad N os/re-
ligiosissimi plenas obsequii, non ita pridem supplices mi-
serint, visum est Nobis satis earum votis fieri deberé, te,
Venerabilis Frater, interprete adhibito et nuntio. Quod
enim significa vere corisiUum, “édendi ex integro Opera
omnia Sancti Francisci Salesii, Ecclesiae Doctoris, pla-
cuit omnino, sive propter rei ipsius praestantiam atque
utilitatem, sive propter insigne earumdem Virginum
argumentum pietatis erga Patrem suum legiferum, cujus
ad sacros ciñeres student sanctimoniae. Editioni autem
accessurum profecto est pretium, tum ex magna codicum
et autographorum ejus copia, quae, prout earum litterae
attulerunt, in ipsomet Monasterii tabulado ad excutien-
dum sunt prompta, turn etiam quod cum auctoritate et
vigilantia tua, Venerabilis Frater, doctoribus e clero
viris curas conferentibus, adornatur et cooficitur. Quibus
e rebus, atque ex artis oblato Nobis specimine, spes bona
apparet, susceptum opus tanta in genere suo perfectione
futurum, ut et ¿equis rerum íestimatoribus collaudandum,
et compluribus utile, et ínclito Doctore monumentum
plane dignum existat. Cujus quidem doctrinam quum Nos
magni sempér fecerimus, adamaverimus, veniam idcirco,
quam expetunt, isti devotarum Virginum Collegio liben-
tiore animo damus, ut ejusdem libros de nomine Nostro
inscribant et proferant.
Heec ad eas, Venerabilis Frater, perferas optamus,
unaque pignus paternae benevolentise Nostrae pientissimis
afferas, Apostolicam Benedictionem, quam tibi pariter
tuisque amantissime in Domino impertimus.
Datum Romae apud Sanctum Petrum, die IX Aprilis,-
an. MDCCCXCJI, Pontificatus Nostri Quintodecimo.

LEO PP. XIII.


LEÓN PAPA XIII
*
Venerable Hermano, salud y apostólica bendición.

Como las sagradas vírgenes del primer Monasterio de la


Visitación de Santa María de Annecy, en una carta llena de
religiosísima devoción, hubiesen acudido á Nos para hacernos
una petición, Nos ha parecido bien satisfacer su deseo, siendo
Vos, venerable Hermano, intérprete y mensajero Nuestro. El
)ensamiento que han tenido, de publicar íntegramente todas
fas obras de San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia,
Nos ha agradado enteramente, tanto por la excelencia y uti­
lidad de esta empresa como por ser argumento insigne de la
piedad de dichas vírgenes para con su legislador y Padre,
junto á cuyas reliquias se esfuerzan á imitálr su santidad. Al
valor intrínseco.de esta edición ha de añadirse nuevo mérito,
ya por la grande riqueza de códices y autógrafos del Santo,
que según Nos dicen dichas religiosas, están dispuestos en el
archivo del convento, ya por haberse encomendado el cuida­
do de ordenarla y perfeccionarla á varones esclarecidos del
clero, bajo vuestra autoridad y vigilancia. Estos anteceden­
tes, así como el specimen artístico que Nos ha sido remitido,;
hacen concebir la esperanza que ha de ser tal la perfección
de esta obra, que habrá de ser alabada por los que sepan apre­
ciar su valor, y ceder en provecho de muchos, erigiéndose
de esta suerte un monumento digno de tan esclarecido Doc­
tor. Pues como Nos hemos siempre tenido en mucha estima­
ción su doctrina, de muy buen grado concedemos la gracia
que se nos pide, dé inscribir y sacar á luz sus libros poniendo
al frente de ellos Nuestro nombre.
Queremos>Venerable Hermano, que comuniquéis esta res­
puesta á las religiosas de la Visitación y juntamente con ella
como prenda de Nuestra paternal benevolencia les damos,
así como á Vos, amantísimamente en el Señor, la bendición
Apostólica.
En Roma junto á San Pedro, el IX de Abril del año
MDCCCXCII y décimoquinto de nuestro pontificado.

LEÓN XIII, PAPA.


DECRETUM

U R B IS ET O R B I S (()

Quanto Ecclesiae futurüs esset decori et quantae coetui


universo Fidelium utilitati S. Franciscus Salesius, non
solum Apostolico zelo, virtutumexemplo et eximiamorum
sanctitate, sed scientia etiam et scriptis caelesti doctrina
refertis, sac. mem. Clemens PP. VIII praenuntiare visus
est. Audito namque doctrinae specimine, quod Salesius
coram ipso Pontífice dederat ad Episcopalem dignitatem
promovendus, eidem gratulans Proverbiorum verba usur-
pavit Vade f i l i et bibe aqtiam. de cisterna tua et fluenta
p u te itu i, deriventur fontes tu ifo ra s , et in plate is aquas
tuas divide. Et sane dederat Dominus Salesio intellectum
juxta eloquium suum: cum enim Christus omnes alliciens
homines ad Evangélica servanda praecepta enunciasset,
Jugum meum suave est et onus meum leve, Divinum effa-
tum S. Franciscus, ea qua pollebat caritate et copia do·
ctrinae, in hominum usum quodammodo deducens, perfe-
ctionis Christianae semitam et rationem multis ac variis
tractationibus ita declaravit, ut facilem illam ac perviam
singulis fidelibus cuicumque vitae instituto addictis os-
tenderet. Quae quidem tractationes suavi stylo et carita-
tis dulcedine conscriptae ubérrimos in tota Christiana so*
cietate pietatis fructus produxere, ac praesertim Philo-
thea et Epistolae spirituales, ac insignis et incomparabi-
lis Tractatus de amore Dei, libri nimirum qui omnium fe-
runtur manibus cum ingenti legentium profectu. Neque
in Mystica tantum theologia mirabilis Salesii doctrina
refulget, sed etiam in explanandis apte ac dilucide non
(1) E s t e Decreto es la p rim era declaración del Doctorado de San Francisco
de Sales. E n v irtu d de nuevas instancias nuestro santo P a d r e el P a p a Pfo IX,
hizo de él una solemne promulgación por el Breve D ives in m iserico rd ia
D eus.
paucis obscuris Sacrse Scripturse locis. Quod ille prsesti-
tit cum in Salomenis Cántico explicando, tum pro re nata
passim in concionibus et sermonibus, quorum ope eam
quoque laudem est adeptus, ut sacrae Eloquentiae digni­
tatem, temporum vitio collapsam, ad splendorem pristi-
num et Sanctorum Patrum vestigia et exempla revocaret.
Quamplures autem Sancti Gebennénsis Antistitis Ho-
miliae, Tractatus, Dissertationes, Epistolae prseclarissi-
mam ejus testantur in Dogfriaticis disciplinis doctrinam,
et in refutandis praesertim Calvinianorum erroribus in-
victam in Polémica arte peritiam, quod satis superque
patet ex multitudine haereticorum, quos in sinum Eccle-
sise Catholicae suis ipse scriptis et eloquio reduxit. Pro-
fectoin selectis Conclusionibus seuControversiarum libris
quosSanctus Episcopus conscripsit, manifeste felucet mira
rei theologicíe scientia, concinna methodus, ineluctabilis
argumentorum vis, tum in refutandis hseresibus tum in
demonstratione Calholicae veritatis, et praesertim in asse-
renda Romani Pontificis auctoritate, jurisdictioñis Prima-
tu ejusque Infállibilitate, quae illé tam scite et luculenter
propugnavit, ut definitionibus ipsius Vaticanae Synodi
prselusisse mérito videatur.
Factum proinde est ut.Sacri Antistites et Eminentis-
simi Patres in suffragiis, in Consistoriali Conventu pro
Sancti Episcopi Canonizatione prolatis, non solum vitae
éjus sanctimoniam, sed potissimum doctrinse exeellen-
tiam multis laudibus exornarent; dicentes nimirum Fran-
ciscum Salesium sal vere Evangelicum ad saliendam* te­
rrain et a Calviniana putredine purgandatn, editum, et
solem mundi qui in tenebris haeresum jacentes veritatis
splendore illuminavit, illique oraculum accomodantes
qui docuerit sic homines, mágnus vocabttur in Regno
ccelorum. Quinimmo Summus ipse Pontifex sac. mem.
Alexander VII Franciscum Salesium praedicare non du-
bitavit, tamquam doctrina celebrem aetatique huic nos-
trae contra haereses medicamen praesidiumque, ac Deo.
gratias agendas ait “ quod hovum Ecclesiae intercessorem
concesserit ad fidei Catholicae incrementum, haeretico-
rumque, et a via salutis errantium lumen et conversio-
nem; quippe qui'Sanctorum Patrum exempla imitans po­
tissimum catholicae religionis sinceritati consuluit, qua
mores informando, qua sectariorum dogmata evertendo,
qua deceptas oves ad ovile reducendo.„ Quae quidem idem
Sümmus Pontifex de praestantissima Salesii doctrina in
Consistorial! allocutione jam edixerat, mirifice confirma-
vit, Monialibus Visitationis Anneciensibus scribens: “Sa-
lutaris lux, qua Divi.Francisci Salesii praeclara virtus et
sapientia Christianum orbem universum late perfudit. „
Cujus Summi Antistitis sententiae Successor ejus Cle­
mens IX accedens, in honorem Salesii antiphonam á Mo­
nialibus dicendam probavit: uReplevit Sanctum Francis·
cum Dominus Spiritu intelligencice, et ipse fluenta do­
ctrina m inistravit populo D ei.n Hujusmodi autem Sum*
morum Pontificum judiciis adstipulatus etiam est Bene*
dictus XIV, qui difficilium quaestionum solutiones et res-
ponsa Sancti Episcopi Gebennensis auctoritate saepe ful-
civit, ac sapientissimum nuncupavit in sua Constitutio­
ne,. “Pasioralis c u r c e Ädimpletum igitur est in Sancto
Francisco Salesio illud Ecclesiastici: Collaudabunt m ulti
sapientiam ejus et usque in sceculum non delebitur, non
recedet memoria ejus, et nomen ejus requiretur a genera·
tione in generationem, sapientiam ejus enarrabunt gen­
tes et laudem ejus enuntiabit ecclesia.
Idcirco Vaticani Concilii Patres supplicibus enixis-
. que votis Summum Pontificem Pium IX communiter ro-
garunt ut Sanctum Franciscum Salesium Doctoris titulo
decoraret. Quae deinceps vota et Eminentissimi Sanctae
Romanse Ecclesiae Cardinales pluresque ex toto Orbe
Antistites ingéminarunt, et plurima Canonicorum Col­
legia, magnorum Lycaeorum Doctores, Scientiarum Aca-
demiae; iisque accesserunt supplicationes augustorum
Principum, nobilium Procerum, acingens Fideliummul-
titudo.
Tot itaque tantasque postulationes Sanctitas Sua be­
nigne excipiens, gravissimum negotium expendendum
de more commisit Sacrorum Rituum Congregationi. In
Ordinariis profecto Comitiis ad Vaticanas aedes infras­
cripta die habitis, E.rai et R.mi Patres Cardinales Sacris
Ritibustuendis praepositi, audita relatione É.m‘ ac R.m‘Car-
dinalis Aloisii Bilio Episcopi Sabinen., eidem S. Congre­
gationi Praefecti et Causae Ponéntis, matureque perpen-
sis Animadversionibus R. P. D. Laurenti Sal vati Sanctae
Fidei Promotoris, necnon Patroni Causae Responsis, por
accuratissimam discussionem unanimi consensu rescri-
bendum censiterunt: “ Consulendum Sanctissimo pro con­
cessioner sen declaratione et extensione ad universant
Ecclesiam, tituli Doctoris in honorem Sancti Franc isci
De Sales, cum Officio et Missa de Communi Doctorum
Pontificum, retenta Orations propria et Lectionibus se-
cundi Nocturni.„ Die VII Julii MDCCCLXXVII.
Facta deinde horum omnium eidein Sanctissimo Do­
mino Nostro Pió Papae IX ab infrascripto Sacrae Congre­
gations Secretario fideli relatione, Sanctitas Sua Sacrae
Congregationis Rescriptum adprobavit et confirmavic,
ac praeterea Generale Decretum Urbis et Orbis expediri
mandavit. Die XIX, iisdem mense et anno.
ALOISIUS, EPISC. SABINEN CARD. BILIO
S. R. C. P r .e f .
Loco f Sigilii.

P l a c id u s R a lli, S. JR. C. Secretarius.


PIUS PP. IX

AD PERPETUAM REI MEMORIAM

■: Dives in misericordia Deus, qui Ecclesiae suse in hoc


mundo militanti numquam defuit, at juxta varias rerum
ac temporum vicissitudines opportuna sapienter praesi-
dia subministrat, cum saeculo XVI Christianas gentes in
virga furoris sui visitaret, pluresque Europae provincias
grassantium late haeresum tenebris obrui permitteret,
haud voleñs píebem suam repeliere, nova sanctorum vi-
rorum lumina provide excitavit, quorum splendore col-
lustrati Ecclesiae filii in veritate confirmarentur, ipsique
prsevaricatores ad illius amorem suaviter reducerentur.
É quorum clarissimorum homioum numero Franciscus
Salesius Episcopus Genevensis, inclytae sanctitatis exem­
plar et verse piaeque doctrinse magister extitit, qui ne
dum voce, sed et scriptis immortalibus insurgentium erro-
rum monstra confodit, fidem asseruit, vitiis eversis mo­
res emendavit, cunctis pervium coelum ostendit. Qua
prsecellenti sapientia earn laudem assecutus est, qua ve-
teresillos ac prsecipuos Ecclesiae Dei doctores praestitis-
se sac: mem.Bonifacius VII Praedecessor Noster decla-
ravit (cap. unic. De reí. et ven. SSrum, in VIo); qui sci­
licet “per salutaria documenta illustrarunt Ecclesiam, de-
corarunt virtutibus, et moribus informaruntni quosque
descripsit “quasi luminosas ardentesque lucernas super
candelabrum in Domo Dei positas, errorum tenebris pro-
fugatis, totius corpus Ecclesiae, tamquam sidus matuti-
núm„ irradiantes, “Scripturarum aenigmata reserantes,
ac profundis et decoris sermonibus ipsius Ecclesiae fabri-
cam, veluti gemmis vernantibus„ illustrantes.
Hoc sane elogium ad Genevensem Episcopum perti-
nere, vel eo adhuc vívente, máxime vero post ejus obi-
turn, fama percelebris testata. est, et ipsa scriptorúm ab
eo relictorum singularis eminentia invicto plane arg u ­
mento demónstrat. Enimvero magno in pretio Francisci
doctrinam, dum in vivis ageret, habitam esse, vel ex eo
colligere licet, quod e tot strenuis veritatis Catholicae de-
fensoribus, qui eo tempore florebant, urium Genevensem
Praesulem sac. mem. Clemens VIII Predecessor Noster
elegerit, quem adire juberet Theodorum Bezam, Calvi-
nianae pestis propugnatorem acerrimum, et cum eo solo
solum agere, ut illa ove ad ovile Christi revocata, plures
alias reduceret. Quod munus adeo eximie Franciscus,
non sine vitae suse periculo, impíeVit, ut haereticus homo
ex mérito confutatus veritatem fassus sit, licet ex scelere,
arcano Dei judicio, indignus extiterit qui ad Ecclesia?,
sinum rediret. Nec minori plane astimatione sanctum
Episcopum gavisum fuisse exinde constat, quod sac.
mem. Paulus V Predecessor Noster, dum Celebris discep-
tatio udeAuxilis„ Romas ageretur, sancti hu jus Prresu-
lis sententiam ea super re exquiri voluerit, ejusque con-
silio obsecütus, subtilissimám, ac periculi plenam quaes-
tionem diu acriusque exagitatam, indicto partibus silen-
tio, consopiendam judicaverit. Quinimmo, si ipsse epis-
tolae ab eo ad plurimos scriptae considerentur, cuique
compertum erit, ;Franciscum ad instar gravissimorum
inter veteres Ecclesise Patres, a compluribús, de iis quae
ad Catholicam fidem explicandam tuendamque, quaestio-
nes ea de re enucleandas ac vitam ad Christianos mores
componendam pertinerent, rogatum saspe fuisse; ipsum-
que, mülta persecutum copiosissime ac docte, apud Ro­
manos Pontifices, apud Principes, apud magistratus, apud
sacerdotes cooperatores suos in sacro ministerio, adeo
valuisse, ut ejus studio, hortationibus, monitis, consilia
saepe inita fuerint, quibus regiones ab haeretica lue pur·
garentur, catholicus cultus restitueretur, religio ampli-
ficaretür.
H eec praecelleritis doctrinse opinio post illius obitum
imminuta non est, imo vehementer aucta; virique ex omni
ordine clarissimi, ipsique Summi Pontifices, eminentem
illius scientiam magnis laudibus extuierunt. Equidem
sac. mem. Alexander VII, in Bulla Canonizationis (XIII
Kalendas Maias MDCLXV), FranciscumSalesium, doc­
trina celebrem, sanctitate admirabilem praedicavit, aeta-
tique suaa contra haereses medicamen praesidiumque; ita

|ö t scriptorum illius documentis irrigata populorum ac
Iviroruin nobilium pectora affluentem Evangelicae vitae
piessem peperisse afftrmet. Quibus plane congruit, quod
pri Consistorial! allocntione ante Canonizationem habita
l&omplexus est, Salesium scilicet “docendo omnes, tum
päpctrinse salubris verbo, tum vitae innocentis exemplon
Éíiulta in Ecclesise bonum praestitisse, ejusque adhuc mag·
|nam partem superesse “ope monitorum, et evangelicae
pisciplinse documentorum, quae libris consignata fide-
$íiuin manibus terebantur. „ Nec ab his aliena sunt, quae
lin literis datis ad Moniales Visitationis Monasterii Anne-
|ciensis, V Kalendas Augusti, an. MDCLXVI, aiebat, vir-
liutem nimirum, ac sapientiam illius “Christianum orbem
Sluniversum late perfundeie; „ inclyta ejus promerita “doc-
virinamque plane divinam„ se admiratum, eum elegisse
iquem “praecipuum vitae ducem acmagi$trumsequeretur.n
*<juqd quidem magisterium sac. mem. Clementi IX Prse-
<tíecessori Nostro ejusmodi visum est / ut et antequam Pon­
tife x esset, de Salesiö asserueric “praeclarissimis volumi-
¡hibus pium quodammodo armamentarium animarum be-
Siieficio condidisse,„ et Pontificatum adeptus antiphonam
tin illius honorem probaverit, in ea verba: “Replevit San-
i t um Franciscum Dominus Spir ¿tu intelligentice, et ipse
jluenta doctrince m inistravit populo Dei. „ Suis vero an-
tecessoribus concinens BenedictusXIV sac. mem., libros
.Genévcnsis Praesulis scientia divirtitus acquisita scriptos
áffirmare non dubitavit, illius auctoritate usus diffici-
.les quaestiones solvit, “sapientissimum animarum recto-
; rem„ appellavit (Const. “Pastoralis eurce,„ V Augusti
MDCCXLI). Itaque mirandum minime est plurimos qui
ingeriii ac doctrinae laude florerent, academiarum docto­
res, oratores summos, jurisconsultos, theologos insignes,
et velipsos principes vir um huncvere magnum ac doctis-
simum ad haec usque témpora praedicassé; multos verout
magistrum fuisse secutos, atque ex ejus libris plura in
sua scripta derivasse.
Porro haec universalis persuasio, de excellenti Salesii
scientia, ex qualitate ipsa doctrinae ipsius exoritur, quae
. nimirum in sublimi sanctitatis culmine ita in eo supere-
minet, ut Doctoris Ecclesiae tota propria sit. virumque
hunc inter praecipuos magistros Sponsae suae a Christo
Domino datos, accensendum suadeat. Quamvis enim san-
ctos Doctores, qui primis Ecclesiíe saeculis floruerunt,
antiquitas ipsa spectatos faciat latinique aut graeci ser-
monis, quo libros ediderunt, in iis ornamentum accedat,
id tamen potissimum, ac plane necessarium (quod supra
monuimus.) huic magisterio est, ut in scriptis diffusa ultra
communem modum doctrina ccelestis appareat, quae ar-
gumentorum copia et varietate, splend.oribus veluti cir-
cumaraicta, totum Ecclesise corpus nova luce perfundat,
sitque fidelibus in salutem. Haec itaque laudum praeconia
Genévensis Episcopi libris apprime conveniunt. Si ve enim'
quae de rebus Asceticis ad Cristianam vitam sánete pie·
que ducendam, sive quae de Controversiis ad fidem tuen-
dam ét hsereticos refutandos, sive quae de Divini Verbi
Praedicatione scripsit considerentur, nemo est quinon
videát, quanta per sanctissimum virum emolumenta sint
in catholicum populum invecta. Equidem duodecim libris-
insignem atque incomparabilem tractatum “De amore
Deift docte, subtiliter, dilucideque complexus est, qui tot
praecones de suavitate’ sui.auctoris habet quot lectores.
Máxime autem vivis coloribus virtutem, alio opere, quod
“Philothea„ inscribitur, pinxit: ac prava sternens in di­
recta et aspera in vías planas, universis Christifidelibus
iter ad earn ita facile commonstravit, ut vera exinde pie-
tas lucem suam ubique effunderct, viam sibi ad regnum
sólia, ad ducum tentoria, ad judiciorum forúm, telonia,
officinas, et ipsa oppidula pastorum aperiret. Enimvero
iis scriptis ex sacra doctrina summa scientias sanctorum
principia eruit, et ita enucleat, ut insigne ipsius privile-
gium plane visum sit, quod ad omnes fidelium conditio-
nes sapienter leniterque eamdem accommodare noverit.
Hue accedunt tractatus de rebus ad magisteritim Pietatis
spectantibus, ipsaeque Constitutiones, sapientia, discre-
tione ac suavitate conspicuae, quas pro Sanctimonialibus
Ordinis Visitationis Beatse Mariae ab eo constituti scri­
psit. Uberrimam etiam rei Ascéticas segetem Epistolar
ipsius ad plurimus datae suppeditant, in quibus illud pla­
ne mirabile est, quod Spiritu Dei plenus, et ad ipsum sua-
vitatis auctorem. accedens, devoti cultus erga Sacratissi-
mum Cor Jesu semina miserit, quem in hac nostra tempo-
rum acerbitate máximo pietatis incremento mirifice pro-
pagatum; summa cum animi Nostri exultatione conspici-
mus. Nec praetereundum est, in his lucubrationibus, ac
prsesercim in interpretatione Cantici Canticorum, plura
Scripturarum aenigmata, qua: ad morales et anagogicos
sensus pertinent, reserari, enodari difficultates, obscura
nova luce perfundi, quibus licet inferre, Deum, ccelestis
sui irrigui gratia influente, sancto huic viro sensum ape-
ruisse ut intelligeret Scriptiiras, easque pervias doctis in*
doctisque redderet. Porro ad retundendam haereticorum
sui temporis pervicaciam confirmandosque Catholicos,
•non minus feliciter ac de'Asceticis rebus “ Controversia-
rum„ librum in quo plena Catholicse fidei demonstratio
est, aliosque. tractatus, concionesque de veritatibus fidei,
itemque “Vexillum Crucisn conscripsit, quibus adeo stre-
nue pro Ecclesüe causa certavit; ut innumeram perdito-
;rum hominum multitudinem ad ejus sinum reduxerit,
fiíiem in tota Cabaliiacensium provincia, long« lateque,
; restituerit. Imprimisaüctoritatem hujus Apostolice Sedis,
ac Romani Pontificis Bead Petri successor is propugna-
,vit, ac ipsius Primatus vim ac rationem ea perspicuitate
explicavit, ut Vaticani CEcumenici Concilii definitionibus
feliciter praeluserit. Certe, quae de infallibilitate Romani
' Pontificis, in quadragesimo sermone uControversarium„
asserit, cujus autographum. dum in Concilio res agere-
,turt detectum est, ejusmodi sunt, qute nonnullos Patres
tunc ea super re adhuc ancipites, ad definitionem decer-
nendam veluti manú düxerint. Ex tanto sancti Prsesulis
in Ecclesiam amore, et ejus defendendae studio éa ratio
«ñata est, quam in Divini Verbi Prseconio adhibuit, sive
ad Christianam plebem in elementis fidei erudiendam,
sive ad mores doctiorum informandos, sive ad fideles
omnes ad perfectionis culmen deducendus. Etenim se de-
bitorem agnoscens sapientibus et insipientibus, omnibus
omnia factus, simplices et agrestes homines in simplici-
tate sermon is docere curavit, inter sapientes vero locu-
tusest sapientiam. Qua super re, et prudentissima prae*
cepta tradidit, idque assecutus est, ut sacrae Eloquentiae
dignitas temporum vitio collapsa, ad antiquum splendo-
rem proposito Sanctorum Patrum exemplo revocaretur;
atque ii disertissimi oratores ex hac schola prodierint, a
quibus uberrimi fructus in universam Ecclesiam redun-
darunt. Itaque saerre Eloquentiae instaurator ac magis-
ter ab Omnibus habitus est. Denique ccelestis ejus doctri­
na, veluti aqiue vivre flumen, irrigando Ecclesiae agro,
adeo utiliter populo Dei fluxit ad salutem, ut verissima
apparcant, quie sac. mera. Clemens VTIt Predecessor
Noster, Salesio, cum ad Episcopalem dignitatem evehe-
retur, veluti divinans dixerat, iis Proverbiorum verbis
adhibitis: Vade, fili, et bibe aquam de cisterna tua, et
fluent a putei tut: deriventur fo n t es tui fo r as, et in plateis
aquas Uta divide.
Has itaque salutis aquas haurientes cum gaudio fide-
les, eminentem Genevensis Episcopi scientiam suspexé·
runt, eunque magisterio Eccíesi© dignum ad haec usque
témpora existimarunt. Enimvero. his causis adducti, plu·
rimi ex Vaticani Concilii Patribus, Nos, enixis votis,
communiter rqgarunt, ut Sanctum Franciscum Salesium
Doctoris titulo decoraremus. Quaé. quidem vota, et San·
ctse Ecclesias Romanae Cardinales,. et*plures extoto orbe
Antistites-ingeminarunt; iis vero plura Canonicorum Col­
legia, magnorum Lycseorum Doctores, scientiarum Aca-
demiae, augusti Principes, ac nobiles proceres, ingens
denique fidelium multitudo suis supplicationibus accesse·
runt. Nos itaque tot tantisque precibus obsecundare hi-
benti animo voléntes, gravissimum negotium, ut morís
eist, Congregation! Venerabilium Fratrum Nostrorum«
Sanctae Ecclesiae Romanas Cardinalium sacris Ritibus
tuendis prsepositorum examinandum remisimus. Jamve-
ro dicta Venerabilium Fratrum Nostrorum Congregado,
in ordinariis comitiis ad Nostras Vaticanas sedes die VII
Julii labentis anni habitis, audita relatione Venerabilis
F ratris Nostri Cardinalis Aloisii Bilio Episcopi Sabinen-
sis, ejusdem Sacras Congregationis tunc Praefecti et Causae,
ponentis, mature perpénsis animadversionibus Laurentii
Salvati Sanctac Fidei Promotoris, nec non Patroni Causj®
responsis, post accuratissimum examen, unanimi consen­
su rescribendum censuit: “Cónsulendum Sanctissimopro
concessione, seu declaralione et extensione ad universam
JScclesiam, titu li Doctotis in honorem Sancti Francisco
De Sales, cum Officio et Missa de commtmi Doctorum
P o n tific u m retenta oratione propria, et lectionibus se-
cundi nocturni.^ Quod Rescriptum, Nos, edito generali
Decreto Urbis et Orbis die XIX mensis et anni ejusdem,
approbavimüs. Item,' novis porrectis precibus ut aliqua
additio fieret, tum in Martyrologio Romano, tum in sexta
lectione in festo S. Francisci Salesii, utque concessiones
omnes hac super re factae Nostris Literis Apostolicis in
forma Brevis confirmarentur; eadem Venerabilium F ra ­
trum Nostrorum Sanctac Ecclesia; Romanic Cardinalium
Congregado, in ordinariis comitiis die XV Septembris
anni ejusdem habitis, rescripsit: uPro gratia, ac suppli-
candum Sanctissimo pro expeditione B r e v i s Addi vero
censuerunt ad elogium Martyrologii Romani, post verba
“Annesium tra n sla tu m fu it>ri hasc alia: aQuem Ptus I X
ex Sacrorutn Rituum Congregation is consulto universa­
lis Ecclesice Doctorem declaravit;n ad lectionem vero
sextam, post verba uVigesimanona Januarii,„ adjungi
sequentia: “eta Summó Pontífice Pió I X ex Sacrorum
R ituum Congregationis consulto, universalis Ecclesice
Doctor f n it decloratus. n Et hoc quoque Rescriptum me·
■moratae Congregationis,die XX dictimensis et anni ratum
.habuimus et confirmavimus, atque ut super concessioni
;bus omnibus hac de re factis.Apostolicae Liter# expedi-
¿rentur, mandavimus.
Qufe cum ita sint, supradictorum Sanctai Ecclesias
;Romanae Cardinatium, Antistitum, Collegiorum, Acade-
Imiarum ac fidelium votis obsecuti, dequp consilio memo·
ratae Venerabilium Fratrum Nostrorum Sanctas Eccle-
. si¿6 Romanae Cardihalium . Congregationis sacris Ritibus
.cognoscendis praepositae, ^ u cto ritate Nostra Apostólica,
' tenore prsesentium, titulurii Doctoris in honorem Sancti
iFrancisci Salesii, Genevensis Episcopi ac Ordinis Sancti
mónialium Beatas Maria Virginis Visitationis Institutoris,
confirmamus, seu, quatenus opus sit, denuo ei tribuimus,
rimpertimus, ita ut in universali Catholica Ec'clésite sem-
•per ipse Doctor habeatur, atque in die festo anniversa-
rio, c u m a sjeculari turn a regulari Clero celebrando,
Officium et Missam juxta memoratum sacrorum Rituum
Congregationis Decretum fiat. Praeterea ejusdem Docto­
r s libros, commentaria, opera denique omnia, ut aliorum
iEcclesife Doctorum, non modo privatim, sed et publice
;in Gymnasiis, Academiis, Scholis, Collegiis, lectionibus,
disputationibus, interpretationibus, concionibus aliisque
'Ecclesiasticis studiis Christianisque exercitationibus. ci~
¿tari, proferri, et prout res postulaverit adhiberi decerni:
mus. Ut vero fidelium pietati in hujus Doctoris die festo
.rite colendo ejusque ope imploranda, excitamenta adji-
;ciantur, de Omnipotentis Dei misericordia, ac Beatorum
iJfetri et Pauli Apostolorum ejus auctoritate confisi, omni­
bus et singulis utriusque sexus Christifidelibus, qui die
¿esto ejusdem sancti Doctoris, aut uno ex septem diebus
¿continuis inmediate subsequentibus, uniuscujusque Chri­
st· fidelis arbitrio sibi deligendo, vere pcenitentes et con-
fessi, Sanctissiraan Eucharistiam sumpserint, et quamlibet
ex Ecclesiis Ordiriis Sanctimonialium Visitationis* Beata;
Mariae Virginis devote visitaverint, ibique pro Christia-
norum Principum concordia, haeresum extirpatione, pec-
catórum conversione et Sanctae Matris Ecclesiae exalta-
tióne, pias ad Deum preces effuderint, plenariam omnium
peccatorum suorum Indulgentiam et .;remissionem mise·
ricorditer in Domino concedimus'
Quapropter universisVenerabilibusFratribusPatriar*
chis* Primatibús, Archiepiscopis, Episcopis, et dilectis
filiis aliarum Ecclesiarum Prselatis, per universum ter-
rarum orbem constitutis, per presentes’ mandamus, ut
quíe superius sancita sunt, in suis Provinciis, Civitatibus,
Ecclesiis, et Dioecesibus solemniier publicad, et ab óm­
nibus personis Ecclesiasticis ssecularibus, et quorumvis
Ordinum regularibus, ubique locorum et gentium, invio-
labiliter et perpetuo observan procurent; Hsec prseci-
pimus et mandamus, non obstantibus -Apostolicis, ac in
CEcumenicis, Provincialibus et Synodalibus Conciliis edi·
tis generalibus vel specialibus constitutionibus et ordi-
nationibus, ceterisquecontrariisquibüscumque. Volumus
autem, ut preesentium Literarum cransumptis seuexem-
plis, etiam impressis, manu alicujüs Notarii publici subs-
criptis, et sigillo personae in Eeclesiastica dignitate cons­
tituye munitis, eadem,prorsus fides adhibeatur, quae adhi-
beretur ipsi prsesentibus, sis fuerint exhibit® vel ostensse.
Datum Romse apud Sanctum P.etrum sub afinulo Pis-
catoris, die XVI Novembris MDCCCLXXVII, Pontifica:
tus Nostri anno trigésimo secundo.

F. CARD. ASQUINIUS;
La aureola del doctorado ha iluminado con nuevo
¡ esplendor los escritos de San Francisco de Sales, y, ,po;r
^consiguiente, les ha conferido mayor autoridad, ha itn-
:?jpreso en ellos un carácter distintivo y-los ha en· ciettó
jhiodo consagrado. El Vicario de Jesucristo-distingue:e?n
"este gran Santo una como nueva luz entre la muchedum­
b r e de piadosos y eximios escritores que han ilustrado
¿con su ciencia los diecinueve siglos que cuenta el Cristian
nismo: le pone en el número de aquellos que “semejantes
íá antorchas vivas y ardientes centellean sobre el cande·
ílefo en la Casa dé Dios„ (l). En adelante, conforme á las
ípálabras del Sumo Pontífice; las obras del nuevo Doctor-
tendrán sin duda, el especial privilegio de ser “citadas',
repetidas y empleadas en las escuelas,, como fanales que
íson, que esclarecen la-fe que la Igleáia católica, apostóli­
ca romana, tiene el ericárgo de enseñar á. todos sus hijos. „
El deseo de corresponder á los designios y decisiones
de tan santa autoridád ha sido la razón primera de la pre-
ísente edición. Conviene, en efecto, que la doctrina p ro ­
puesta á los fieles sea en lo posible completa, que se vea
contenida en un texto absolutamente auténtico, exento de
todo elemento extraño; porque los hijos' de la Iglesia,
■solícitos en seguir el impulso que reciben de su divina
Madre, quieren que les den-hasta.las últimas partículas de
aquel preciosísimo-tesoro; por otra parte, aun los últimos
átomos de substancias extrañas' deben ser eliminados del
•bro purísimo de este rico fondo de doctrina.
Más rigorosa exactitud ha de exigirse en un texto des­
tinado al estudio y á la ciencia, que en un libro donde el
hombre particular, el simple fiel busca la devoción y vida
tí.
H
^*0) Breve del Doctorado.
espiritual. Las ediciones anteriores no satisfacen esta
necesidad, hoy ineludible; sin duda alguna esas ediciones
reproducen con fidelidad las obras publicadas por el San­
to mismo; pero estas obras no son sino una cuarta-parte
de las que él·escribió; gran número de las cuales per
manecen todavía inéditas, y la mayor parte de los es­
critos póstumos de nuestro gran Doctor requieren ser
comparados atenta y prolijamente con sus originales para
ser tenidos por perfectamente auténticos. Aún es desco­
nocida.la importancia de la principal de aquellas obras,
Las Controversias; lo cual no es maravilla, puesto que la
incompetencia de su primer editor la desfiguró deplora
blemente, falta lamentable, que no ha permitido aprepiar
en su justo valor la ciencia doctrinal del santo Obispo de
Ginebra; aun sus mismas obras ascéticas pierden gran
parte de su vigorosa eficacia cuando sus bases no estri­
ban én aquel gran tratado fundamental.
Estás son las razones de la edición completa de las
obras de San Francisco de Sales. Es preciso ahora mani­
festar-los'títulos que autorizan para este intento á las per­
sonas que emprenden esta obra en ' testimonio de filial
veneración á su bienaventurado Padre y Fundador. Sus
títulos se reducen casi exclusivamente á la posesión en
que están dé los manuscritos originales.
Emprender semejante publicación es sin duda poner
alguna sombra en las ediciones precedentes, aunque sin
censurar con esto.á sus autores, privados á menudo de los
eleiíientos que ella supone. Lo cual no puede decirse de
las Religiosas del primer monasterio de lá Visitación de
Santa María de Annecy, en cuyas manos estaba el depó
sito original, y que, A -pesar de las diversas circunstan­
cias que "han ocasionado la dispersión parcial de aquel
precioso tesoro, todavía conservan una parte considerable
de é l. Además, desde hace cerca de tres siglos las diver­
sas Casas del Instituto vienen recogiendo dondequiera qúe
pueden encontrarlos, y, cierto, con piadoso afán é interés
filia!, hasta los menores fragmentos de esta herencia de
familia, y sus continuas relaciones con la Fuente Santa fa­
vorecen las investigaciones de este primer Monasterio de
la Orden. Las Religiosas de la Visitación de Annecy se
reputan obligadas á satisfacer los legítimos deseos de los
admiradores de su bienaventurado Padre. Viviendo tan
cerca de su glorioso sepulcro, en el centro del culto y
devoción á este glorioso Doctor; favorecidas y estimula-
: das por los deseos y la aprobación de su digno Obispo,
Mons. Isoard, venerado sucesor de San Francisco de
'Sales, todo parece favorecer su filial empresa. No pasa
- día en que no se bailen nuevos é importantes documentos;
en todas partes se les ofrecen auxilios competentes, y su
¡¡ardiente deseo de aumentar la gloria accidental de su san-
; to Fundador, mediante la difusión de sus escritos, no les
^permite volver atrás. Están resueltas á no perdonar tra ­
b ajo alguno, á no detenerse ante ninguna dificultad con
¿tal de levantar un monumento imperecedero.á la bendita
¡♦memoria de aquel que les dió “las leyes de su dichosa
|¡Suerte.,f 'i- , v
¿ Las Hijas de San Francisco de Sales no aspiran á o.t£b·
?méfito que el de restituir los escritos del nuevo Doctoras.
l|u primitiva belleza: la parte que se atribuyen en esta
|6jE>ra,'es la paciencia,-la escrupulosa fidelidad; tiéneriée
¡por dichosas cuando se aprovechan de. losjesfuerzos de
Icüantos han procurado difundir la doctrina de su bien-
layen turado Fundador, y tratarán siempre de aprovechar
^as lecciones de su propia experiencia.
Hechas las reflexiones que preceden, vengamos al
fíifropósito de esta Introducción, que es dar una idea gene­
r a l de las obras del Santo‘Doctor. Para poder juzgar del
mérito y de la trascendencia de tari admirables escritos,
‘fes preciso examinarlos por todos sus aspectos En la pri-
Jmera parte de ella sé tratará de la formación intelectual
;.y moral del Santo Autor, y de las circunstancias que
¿determinaron y favorecieron la composición de sus obras;
í¡én la7segunda se hará que resalten los caracteres gene­
rales y particulares de ellas; en la tercera serán exami­
nadas las ediciones precedentes, y en la cuarta se expotí-
jílra el plan de la presénte publicación.

I
Formación intelectual de San Francisco de Sales.
§ Concepto histórico de sus obras.
■'*v*
> P ara comprender la naturaleza y la correlación de las
iJ?ras de San Francisco de Sales, es necesario estudiar­
a s paralelamente con la historia de su vida. El santo
jjp.bispo de Ginebra era esencialmente comunicativo, y de
él puede decirse, tal vez mejor que de ningún otro Doc­
tor de la Iglesia, que sus escritos nacieron espontánea­
m ente de sus acciones y de la serie de sucesos que se
iban enlazando con su existencia. Para apreciar la impor
tancia de sus escritos y ver cómo aquel hombre era
mayor que sus obras, no basta considerar sólo aquel
período de su vida en que sus principales obras vieron la
luz, sino además es preciso conocer las cualidades natu­
rales del Santo, las circunstancias de su origen, el carác
ter de su país y de su tiempo. La historiá de su educa­
ción, que puede decirse es la historia de la. formación de
éu corazón y de su entendimiento, ofrece sobre todo espe-
cialísímo interés: aquella fué la aurora de la misión del
Doctor, en que ya centellean los primeros resplandores
de su genio. Estas consideraciones generales piden ser
explicadas al darse principio á la presénte introducción.
Descendiente de una familia noble, nació Francisco
de Sales en Thorens (Saboya) el año 1567 (1). Esta fecha
recuerda períodos importantes de un siglo que ocupa tan
preferente lugar en la historia de la civilización moderna.
Muertos los primeros reformadores, el torrente de la
revolución religiosa y social cuyas olas devastadoras h a­
bían invadido á.Europa, perdió sus primeros ímpetus.
Aunque á las regiones del Norte,, á una parte de Suiza y á
la ciudad de Ginebra les habían arrebatado la unidad reli­
giosa, per o la Iglesia recobraba sus derechos y con fuertes
diques contenía la corriente ámenazadora. Contaba la
Iglesia con la fidelidad de Italia, de Austria y de la Pe­
nínsula Ibérica, y paso á paso reconquistaba el terreno
perdido en otras regiones, que habían cedido ante la vio­
lencia ó la sorpresa. Francia dió principio entonces á los
treinta años de luchas intestinas, mediante las cuales ha;
bía de poner el sello de su existencia como nación cató­
lica. El error no había penetrado en Saboya, fuera de la
frontera septentrional, que confina con Ginebra y sufría
los asaltos de la Suiza protestante. Aliado político delta-
lia y España, aquel país estaba lleno de tan vigorosa
savia católica, que lejos de secarse coh la proximidad de
la herejía, se vigorizaba más y más estando cerca de
ella; por otra parte, el cuadro tristísimo ele las desgracias
de Francia (unida con Saboya en razón de la situación
(1) E s t a fecha h a sido recientemente propuesta con g ra ndes c a r a c te re s de
verosimilitud. L a cuestión s e rá discutida en la historia ilel Santo.
geográfica, de la lengua, de la literatura y de cien otras
afinidades), hacía sentir con más intensidad á .todos los
corazones los beneficios de la unidad religiosa en la ver­
dadera fe.
V A costa de luchas dolorosas había adquirido Saboyá
aquella paz y prosperidad que debía asegurarle pór algún
tiempo todavía el gobierno paternal de Manuel Filiberto.
El Sr. de Boisy, padre de nuestro Santo, había seguido á
su principe en la guerra y en la victoria, y volvía con él
á su país natal Viviendo pacíficamente, en su castillo dé
Thorens, situado en el solitario valle de este nombre,
cumplía noblemente, aunque sin ostentación, los debe­
res de un señor cristiano, consagrando los frutos de su !
.experiencia al bien de su familia y de· todos los que de-'
pendían de él. Su esposa competía con él en..,el ejercicio
dé todas las virtudes, y sobre todo en la piedad para con
Dios y en la caridad para"con los pobres; habiéndose
casado siendo muy joven y no habiendo conocido: diirante
siete años el gozo de la maternidad, hubo de recibir á
Francisco, su primogénito, como á sagrado depósito que
ponía en sus manos el mismo Dios.
; , ..El niño recibió junto con las bendiciones previnientes
|’-cie la gracia, lós dones más excélsos de lá naturaleza, á
saber: un alma sensible como un laúd á todas las influen­
cias religiosas, en que penetraban como en su propia,
morada los grandes pensamientos y todos los afectos pu­
ros; y generosos; una inteligencia viva y perspicaz, ima-
Vginación de.poeta, corazón tierno y efusivo. No menos
admirable que estas hermosas dotes era la proporción, la
armonía que entre ellas había; el peso de las potencias
reguladoras templaban la actividad de su genio; una dul­
zura y una docilidad perfecta moderaban el ardor marcial
que había heredado de sus ilustres antepasados; la fecun­
didad de la imaginación no perjudicaba en nada á la exac­
titud propia de un talento observador, y su sensibilidad
exquisita se hermanaba con aquella sobriedad y sólidez
de juicio que pertenece especialmente al carácter sabo-
yano. Su hermosura exterior era como el reflejo de la luz
interna de la gracia que iluminaba su alma.
Para apreciar debidamente el sucesivo incremento
de los dones intelectuales del joven Francisco de Sales,
es preciso tener en cuenta la secreta, aunque poderosa
influencia, que sobre él debió ejercer el espectáculo de
aquella admirable naturaleza en medio de la que sé desli­
zó la mayor parte de su vida. El grandioso aspecto de
las montañas nevadas, distribuidas en pisos graduados y
én forma de anfiteatro; la vida del campo cobijado en sus
pliegues; las argentinas olas de las cascadas que se des­
tacan en los sombríos colores de las gargantas llenas de
vegetación; y. más abajo, los fértiles valles ó los lagos
azules durmiendo entre sus riberas que verdeguean...
cuadros semejantes se encuentran á cada paso en la pin­
toresca Suiza; Thorens, La Roche, Annecy, Ballaison, los
Allinges, Chamonix, ofrecen los encantadores panoramas
que elevaban, nutrían y estimulaban el alma y la imagi­
nación de nuestro Santo; él mismo habla de las bellezas
de su país como de una de las principales fueñtes de su
inspiración (1).
A la piedad y á la solicitud de su madre debió el futu­
ro doctor el ser iniciado en la ciencia y la santidad; por
esto en su análisis de Derecho Civil en Padua, movido del
más tierno afecto' de piedad filial, se complace en llamar­
la: Optima et carissima et prudentissima mater. Proce­
diendo de acuerdo con el Sr. Déáge, dignó sacerdote de
aquellas cercanías, aquella madre enseñó perfectamente á
su hijo los sublimes misterios de nuestra fe y los rudi­
mentos de.la Histora Sagrada, base de toda sabiduría; y
acontecía que no bien había Francisco aprendido la lec­
ción de cada día, juntaba á todos los niños de la aldea y
se apresuraba á transmitirles las verdades que él había
llegado á entender. En los primeros estudios, la ciencia
del maestro es menos necesaria que la aplicación del dis­
cípulo; sin embargo, el Sr. de Boisy nada omitió para
cultivar las disposiciones de su hfjo y procurarle los me­
jores medios que en orden á la educación ofrecía su país
natál, Al cabo de dos años de estudio en el Colegio de La
Roche, donde le habíán precedido el bienaventurado Pe­
dro Le Févre y el Padre Claudio Le Jay, Francisco,
encomendado al cuidado del Sr. Déage, hubo de conti­
nuarlos en el Colegio recientemente establecido en Anne-
(l) H allándose un día San Fra nc isco en la m eseta de Saint-G erm ain contem ­
plando toda3 aquellas belleía» natu rales, reunidas en un solo cuadro, poseído de
g r a n adm iración, exclam ó :—“¡Oh Dios mío! ¡Qué dicha la n u e stra zi no t u v ié r a ­
mos que dejar este lugarí... He aquí un re tiro muy propio p a ra s e r v i r A Dios y
A la Ig lesia con nu e stra pluma.,,—Y dirigiéndose al P ri o r de la Abadía de Ta-
lloircs, que le acompaftaba, d iJo:^uSabed, P a d re Prior, que las ideas descende­
r ía n y lloverían aquí abu ndantes y se renas como las nieves en i n v ie rn o .„ (Ri-
vi6rc. Vie de ¿’I llu s tr is s ifn c et R e v e r e n d í s i m o F rancois de S a les. Libr. III.
Cap. XVIII).
donde invirtió cerca de cinco años en poner los fun­
damentos de la profunda ciencia que llegó A adquirir en
ila lengua latina y en el idioma maternal. Ejercitábase su
"tiátural elocuencia en frecuentes peroraciones; y desde
■entonces durante las horas de la tarde en el estío, mien-
.’tras sus compañeros se entregaban á los bulliciosos juegos
propios de la edad, nuestro joven se familiarizaba con ta
■¿vida de los Santos; y ya entonces apuntaba en “libritos
íñánuales (1).,, el fruto de sus lecturas y las reflexiones á
r^ue le inducían.
Los muchos adelantos que se~esperaban de Francisco,
¿determinaron al Sr. de Boisy. A enviarle, para que conti­
n u ase sus estudios superiores, á París, uno de los grandes
gentíos científicos de aquella época, donde residió desde:
:1581 á 1588 (2). No será inútil echar alguna mirada, aun-·
jíjfie rápida, al estado intelectual y religioso del medio en
|do.nde se sucedieron los años más importante? de la edu-
|i5áción de San Francisco.
jfe?.rtos :crímene.s cometidos entonces por los personajes
ímá's conspicuos de.aquella.capital, hacen que se tenga en
íqiyido cuán floreciente era en ella la vida cristiana. En
¡aquél numeroso.concurso de toda clase de hombres había,
|sln¿duda alguna,-m ucho que lamentar, escándalos que
¿sacaban á la superficie el ejemplo y la sanción de una
íCOrte corrompida; pero el bien, aunque menos visible, era
¿reai y fecundo. Montaigne refiere en su Diario correspon­
diente A este mismo año 1588, que el español Maldonado
^acostumbraba A decir á sus alumnos del Colegio Romano,
¿que había “más hombres verdaderamente religiosos sólo
|en la ciudad de París que en toda España.,, La herejía y
yla falsa moral habían sido proscriptas en la enseñanza
^pública, y había muchos profesores en.quienes lá piedad
|íio tenía nada que envidiar á la ciencia; pastores excelen­
t e s apacentaban amorosa y felizmente á las ovejas fieles
W':
",' (O O ra r le s A ogostp pe S a le s, H istnire du B . F ranfois de Sales (Lyon, Lft
ífiotticre ct Jüillflrd. M DCXXXfV), lib. I.
;v.v(2) E s difícil fijar e x a c ta m e n te el día en que llegó S a n 'F r a n c is c o de Sales A
• París; no debe, empero, ser antes del arto de lófiL. Lo que puede afirm arse con
^certidum bre es que el sa n to joven p e r m a u c u y en aquella ciudad h a s ta 15¿>8; en
primer proceso de beatificación y canonización, a d a rt. 4, d e clara n Juan
••■Pasqueitct, de Moyrans, y Antonio Buvard, de Annecy, S e c re ta rio del Duque
rd e Nemours, que visitaro n al Santo en P a rís en 138 ; el segundo fijó el día de la
f.^ntrevista, en las g r a n d e s trin c h e r a s (12 a 16 de Mayo de fecha mem ora·
0;.Cf. Mugnicr, Les E vc q itc s de G enéve-A nnecy eiepuis ¿a R ó fo r m e (Pieccfi
^justificatives, III.) Tal vez Mr. de Boisy consintió en aquella prolongada sepa-
¿ració n p a ra que Mr. Dtíage pudiese to m a r el grado de Doctor en teología, cuyo
.estudio duraba seis años en l:-t Sorbona.
y se esforzaban á tornar al redil á-las que se habían des­
carriado; la disciplina florecía eñ muchos monasterios; en
la misma corte no faltaban almas verdaderamente cristia­
nas, y aunque de tarde en tarde, no dejaban de verse
ejemplos notables de penitencia y expiación.
En medio de aquella sociedad el joven caballero, con el
beneplácito de su preceptor, gozaba de cierta libertad y
contraía relaciones sociales importantes (1). Aunque re ­
suelto á abrazar el estado eclesiástico y á no m irar las
cosas fugaces del mundo sino á la luz de la inmutable eter­
nidad, su vida, empero, no era de incomunicación y aisla­
miento; el señor dé Boisy quería que su hijo primogénito
tuviese trato y conversación con personas y familias dis­
tinguidas, y que adquiriese todos aquellos conocimientos
que convienen á la clase en que le había colocado su naci­
miento. No debemos, pues, representárnosle por aquella
época desú juventud encerrado en el colegio de Clermont;
pues aunque el santo joven proseguía sus estudios en aquel
colegio, que sin duda influyó en la vida espiritualé intelec­
tual de él, pero no residía allí en calidad de interno. En
medio del mundo realizaba los designios que tenía Dios
respecto de su alma, adquiriendo una ciencia que le con­
venía por modo harto diferente que la retórica ó la filoso­
fía: así aprendía á conocer la humanidad y sus culpables
flaquezas, sus profundas miserias é inmensas necesida­
des; ya su grande y hermoso corazón respondía á la
compasión divina, fuente siempre viva de todas las obras
que había de sugerirle su celo. Estas palabras no deben
parecer exageradas mirándose á la tierna edad de nues­
tro Santo, ya que en los hombres de entonces la madurez
en el juicio era más temprana que hoy. La docilidad
casi infantil de Francisco á sus superiores provenía de
la ’virilidad de su virtud más que de la conciencia de su
debilidad. Este joven, que tiene ahora veinte años, será
Prevoste del Cabildo de Ginebra á los veinticinco, y habrá
dado nuevo impulso á la fe católica de su país; no habrá
aún cumplido treinta años, cuando ya la Iglesia le será
deudora de las Controversias y de la conversión del terri­
torio del Chablais. Justo es añadir que la gracia se adelan­
taba en él á la naturaleza, porque aquel joven era verda-
(1) "E n el año de m ilsciscicntos,—dice Mr. D e sha yes —teniendo yo que ir ü la.
ciudad de Necy, muchas personas me dieron c a r t a s y libros para él; entre otroa
un sabio t r a t u d o de los E n erg ú m en o s, compuesto por Mr. de Bcrullc.,, {Pro*
cess. re m iss . P a r is ie n s is , ad a r t. t).
|¿ram ente santo. Importa mucho insistir en esta eonsi-
ftéráción, porque la santidad no sólo había dado impulso,
|ÍnO también especial dirección á los estudios de Francisco
5¡je Sales, mereciendo él al mismo tiempo, con sus dispo­
siciones interiores, gracias celestiales y la tierna protec­
ción de Aquella á quien los fieles se complacen en llamar
^C átedra de la divina Sabiduría,,. Aun discurriendo tan
sólo humanamente, nada podrá ser más favorable al pro·
Egreso intelectual del jovén estudiante que su conducta re-
cogida y su moderación y recato.
t La vida intelectual de París había llegado ¿ su cénit
en el siglo XVI: con la fundación del Colegio real en 1535
p í a del colegio de Clermont en 1550, la antigua Univer­
sidad de París recobró el vigor y animación que había
perdido. Perionio reanimó el estudio de la lengua latina-
réstaurando la filosofía; Pedro Danés y Santiago Billy
hicieron otro tanto con la griega; Vatablo, seguido y hasta
superado por Genebrardo, introdujo allí la enseñanza del
Hebreo con el estudio crítico de las Sagradas Escrituras;
icón Maldonado la cátedra de Teología del colegio de Cler-
!moñt se elevó á la mayor altura entre todas las de la cris­
tiandad. Los defectos de Ronsard y de su .escuela y tos
^rror.es de Ramus no detuvieron el vuelo que estos auto
¿res y otros dieron al estudio de la elocuencia y de la poe­
sía; las Vidas dé Ámyot parecieron en 1559 y los Ensayos
.de Montáigne en 1580. La fiebre por el estudio y las pu­
blicaciones se apoderaron de las escuelas de París. “Hasta
flos techos y las paredes parece que quieren filosofar,,—
'decía el Santo (1). Hablando de la perfección deí colegio
;;des Grassins en 1557, escribía Genebrardo: “Así hay en
\Paris cincuenta y cuatro colegios; la historia acaso no
.registre ninguna otra academia que los haya tenido en
>tanto número ni tan insignes (2).„
Entre éstos colegios el más ilustre fué el de Clermont;
dábase en él, mejor qüe en ningún otro, la enseñanza re­
ligiosa· y científica más razonada, sin que la fe y las cos­
tum bres se viesen expuestas á los peligros que corrían á
menudo en ciertos establecimientos. En aquel París, y
sobre todo en el París de los jesuítas, el alma de Francisco
recibió una impresión indeleble. Fué designio especial de
la Providencia que durante los años más peligrosos de su
(1) E n su discurso á los docto res de Padua. (Ch. Aug., lib. I.)
(2; C k ronogruphia, lib. IV; ad aun. 1677.
vida, lo mismo en París que en Paduá, el joven estudiante
fuese dirigido por aquellos varones tan piadosos como
sabios. Sin duda alguna moraba en su corazón aquella
fuerza que triunfa en los encuentros más difíciles, mas
no debe ponerse en olvido lo mucho que debió á Pancirola,
á Genebrardo y á otros muchos profesores; pero á los
jesuítas corresponde el honor principal de haberle forma­
do. Movidos de aquel espíritu y fervor con que ya desde
los primeros días iba tomando vuelo su instituto, era
objeto así de la admiración de los buenos como del odio
de ios malos; hablando del colegio Romano en 1581, dice
Montaigne: “Poseerán pronto toda la cristiandad: éste es
un plantel de hombres en todo lo que puede haber de
grande entre los hombres (í).„
Fraricisco cultivó la elocuencia y perfeccionó sus estu­
dios literarios bajo la dirección de los Padres Castori y
Sirmónd, llegando á ser consumado latinista; mas en el
estudio del griego parece no haber aprendido de él sino
lo necesario para mejor entender el Nuevo Testamento.
Estudió filosofía durante cuatro ó cinco años con los-Pa­
dres Juan Francisco Suárez y Jerónimo Dandini, el gran
comentador de Aristóteles. Precisamente para que se for­
mase en tales estudios y para que ¿adquiriese el conoci­
miento de todo aquello que le conviniera para después
brillar en el mundo, le mandó su padre á París; pero la
filosofía no llenaba por completo la inteligencia ni el cora­
zón del santo joven. Su ánimo estaba sediento de conocer
á Dios de una manera más perfecta; y así, luego al pun­
to que su director consiguió el permiso de su padre con
este intento, se lanzó con todo el ardor de su alma al estu­
dio de la Sagrada Teología, de la Sagrada Escritura y de
los Padres de la Iglesia. En París—decía-—he aprendido
muchas cosas “para complacer á mi padre, mas la teolo­
gía la he estudiado para darme gusto á mí„. Fué su maes­
tro en las ciencias sagradas Genebrardo, en el Colegio
Real (2), quien le enseñó igualmente los elementos de la
lengua hebraica, y con su corazón afectuoso y su saber
(1) J o u r n a l d u voya&e, etc, Aflo 1581.
(2) C arlo s A u g u s to se equívoca al afirm ar (Hb. I) que su santo tío tuvo á
MaJdonado por m a e stro y asistió á sus explicaciones sobre el C antar de los
C a n ta re s. Aquel g r a n hombre h a bla salido en 1576 de Paría, adonde no volvió
m ás que una sola vez en calidad de visitado r p:ira o rg a n iz ar las clases de 1579*
1580. (V. el P. J. M· P r a t . M aldonat et l ' U n iv ersitó de P arts au X V I* sié c le ,
Hb. IV, cap. 11.) L a exposición de los C antares seguida por nuestro santo fué la
de G en eb ra rd o . (V. el T ra ta d o del a m o r de D ioss líb. XI, cap. XI.)
fj>rofundó se ganó el amor y la admiración de su discí-
Ipulo. La historia no ha conservado el nombre de los maes­
tro s que enseñaron.á Francisco Teología moral y Teología
Ipositiva; sábese que los Padres'Gordon-Huntley, Tyrio y
|áaphoro enseñaban el dogma y la moral en el colegio de
$£lermont. Estos y otros maestros empleaban su erudi­
ción en obsequio de Francisco; y el Sr. Déage, por su par­
óte, le proporcionó sus apuntes é hizo que asistiera á las
famosas controversias teológicas de la Sorbona. Pero él
j&demás se instruyó á sí mismo y bebió la ciencia sagra-
ida en sus propias fuentes: las Santas Escrituras, las obras
«délos Padres y las de autores escolásticos de más nota.
¿La terrible tentación de desesperación, que hubo de hacer
|Í£poca en su vida, dió especial dirección á las investiga­
ciones de su mente, y durante muchos años estudió con
¡cierta manera de pasión los profundos misterios de -la
?grácia.
Las obras de este periodo de su juventud consisten >
^principalmente en ciertos estudios filosóficos latinos que
'pudieran intitularse Ensayos sobre la Ética cristiana, y.
!£n algunas Observationes Theologicae, según la denomi­
nación del proceso De non cultu de 1648 (l). Más adelan­
te' trataremos de este último escrito, continuado después
jeh Pádua; los Ensayos sobre la Etica forman dos ’volú-
fe.t, <·
P* (1> P a r a m ayor c la rid a d de la n a r ra c ió n es preciso d a r aquí a lg u n a s noticias
¡referentes á los diversos procesos de canonización de San F ra n c is c o de S a le s , .
los cualen se rán frecuentem ente citados en el curso de e sta edición. E n 1626 futí
n o m b rad a una comisión pontificia e n c a r g a d a de la prueba oficial d é lo s testigos
¿(sobre las virtud es y los m ilagros del siervo de Dios) en la diócesis de G in e b ra
((P rocessus r e m is s o r ia lis G eüenftensis), de P a rís (P rocess. re m iss . P a r is ié n -
'¡sis) y de Orica.nñ (P ro cess. r e m is s . A u re lia n e n sis). Dom Justo Guérin llevó las
de c la ra c io n e s ít Roma en 1633; pero no habiendo sido o b se rv ad a s c ie r ta s forma­
lidades reclam adas poco tiempo después por la S a g r a d a Congregació n de Ritos,
»'8e detuvo por ento nces la continuación del proceso á causa de este defecto.
R eanu dad o el proceso en 1656, fueron exam in ad as de nuevo las p r im e r a s dispo­
s i c io n e s , y se declaró form alm ente que p a r a su validez b a s t a b a rectificar y
¿ftadlr las formas necesarias. P e ro el deseo de glorificar m ás al sierv o de Dios
'indujo á la S a n ta Sede á in stitu ir una n ueva comisión que recogiese nuevos
.testimonios y formase un nuevo proceso, en el que ha bía n de incluirse a lgunas
p a n e s escogidas del antiguo; e sta comisión fué no m b rad a sólo p a r a que e n te n ­
d ie ra en l o q u e se re fe ría 1 la diócesis de Ginebra* E n el p rim e r proceso se
•tomaron las informaciones al ten or de seis in te rro g a to rio s y c incuenta y cinco *
G rticulos, y e n el segundo al de veintidós con och en ta y cinco. E n el curso de
la causa hubo ad em as dos inquisiciones distintas, u na en 1648, y la o t r a en 1653
\líxs cuales forman los procesos De non c u ltu .
En los a rchiv os del prim er momisterio de la V isitación de A n n c c y se con­
se rv a n todos estos procesos originales ó en copias certificadas. Aunque cada
proceso rem isorial oc upa muchos tomos, s e r á b a s ta n te de o rd inario c it a r el
'nombre del testigo, sin re fe rir el respectiv o volum en, excepto cuando se t r a t e
de los escritos del Santo. E n el prim er proceso estos escritos tienen un f'tuio
P a rtic ular: S c n p ttir a et ju y n cojnpitísaia, y scrAn citados del modu siguiente:
P rocess. re m iss. G ebenn. ( I) t S c rip t. c o m p u ts. Los escritos del segundo proce*
80 están contenidos en el tomo V sin título,
menes manuscritos que llevan las fechas de 1585 y 1586„
Á su importancia intrínseca añaden una particularidad!
interesante, cual es darnos á conocer la manera de tra ­
bajar y la precocidad intelectual del futuro doctor; el cual,,
después de exponer los conceptos de Aristóteles y de los
demás filósofos paganos sobre determinadas materias,,
tales como la bienaventuranza, el deber, el fin del hom­
bre, etc., los declara y rectifica, completando y enrique­
ciendo la doctrina con documentos sacados de la Sagrada
Escritura y de los moralistas cristianos.
Nada parecía ya faltar á la educación del ilustre joven;
pero el señor de Boisy quería que su hijo pudiese a sp irar
legítimamente á los puestos más altos de la magistratura,,
y determinó que tomara el grado de doctor en Derecho*
en la Universidad de Padua, que en Jurisprudencia y Me­
dicina gozaba de reputación europea: era la Atenas de la;
gran república veneciana, la cual no omitía gasto algu­
no con tal de dar esplendor á la principal sede de su vida
científica; los maestros más célebres del mundo acudían
allí, atraídos .por honores extraordinarios y superiores^
emolumentos. La costumbre de asignar al magisterio en
cada ciencia dos profesores, uno del país y otro extran­
jero, y la presencia de multitud de cuerpos docentes, exci­
taban grandísima emulación; y la reunión de cerca de­
veinte mil estudiantes en una población de sesenta mil
almas, daba á la ciudad de Padua un aire de estudio que
necesariamente había de estimular en alto grado la acti­
vidad intelectual de profesores y alumnos. Cuarenta mo­
nasterios, entre los cuales se distinguía la Casa Matriz de
los Benedictinos reformados de Italia, ó sea el gran con­
vento franciscano adjunto á la iglesia de San Antonio de
Padua (il Santo), y el colegio de los jesuítas, formaban
una vigorosa corriente de vida espiritual, y á los estu­
diantes virtuosos les hacían cosa fácil resistir al atractivo
de los placeres y á la disolución de las costumbres.
Con más ardor que nunca el Santo se entregó enton­
ces al trabajo. Luego que llegó á Padua, en otoño de 1588 ó
tal vez en la primavera de 1589, recibió con mucho luci­
miento los grados de Doctor en Derecho canónico y en
Derecho civil, el 5 de Septiembre de 1591, aunque conti­
nuó sus estudios hasta Enero de 1592 (1). Fueron sus
(1) Una nota autobiográfica que h a y en su an álisis de Derecho civil, nos m a ­
nifiesta que el joven Doctor dejo »i Padua en 8 de O ctubre de em barcando-
¡maestros en jurisprudencia, principalmente, Pancirola,
/Mattbeaci y Santiago Menochio el Viejo, y en segundo
-lugar Castellano; Trevisano, Otellio y Saxonia. No „hay
•'buella alguna de la continuación de sus estudios en lite-
iíatura antigua; pero su estilo y su buen gusto debieron
ktiecesariamente adquirir elevación y pureza en aquel
¿país clásico de las Musas, foco del Renacimiento. Fami-
*liarizóse con la lengua italiana; y muchos fragmentos
^interesantes de Literatura española con palabras italianas
¿intercaladas entre las líneas del texto demuestran que
^tampoco despreció el idioma de aquella gran España con
la que su propio· país conservaba entonces íntimas rela­
cio n es. Sus conocimientos en Historia natural y en Medi­
cina datan probablemente en gran parte de su estancia
en la Universidad de Mattioli.
* Pero así en Padua, como en París, la aplicación con
que Francisco se entregaba á los estudios profanos, aun
los de más elevado orden, era muy inferior á la qüe daba
A las ciencias sagradas: á estas últimas aspiraba con
todas sus fuerzas, y les consagró la mayor parte de su-
vida. El opúsculo conocido con el nombre de Combate es­
p iritu a l debe ser recordado aquí cómo una de las bases
fundamentales de los principios ascéticos del Santo. “Por
■espacio de dieciséis y diecisiete años llevó en el bol­
sillo aquel librito„ (1), es decir, hasta la publicación de
la Introducción á la vida devota, y durante todo aquel
tiempo sé había impuesto á sí mismo el precepto de leer­
lo íntegramente todos y cada uno de los meses (2).
1 Otro hecho hubo de ejercer asimismo notable imperio
en el corazón y en la inteligencia del joven estudiante. El
ilustre Possevino residió en Padua durante la mayor p ar­
te del tiempo que allí permaneció San Francisco, y como
entendiera cuán maravillosos eran los dones de gracia
que Francisco poseía, comprendió desde luego los inmen­
sos servicios que de él podía esperar la Iglesia; y aquel
ae con su herm ano Galo y M. Ddage p a ra Ancona con Animo de ir á. Roma; pero
como entendiesen que los caminos estaban infcstadoH de ladrones* tu v ie ron que
r e g r e s a r á P a d u a allá por el invierno, después de h a b e r v isita d o el S a n tu a r io
de Loreto.
(1) De la R cv u h 'c, lib. I, cap. IX.
(2) UE1 b ie n a ven tura do O bispo—dice Mons. A n d r é s de S a u r e a , Obispo de
B eth leem - llevaba o r d in a r ia m e n te un libriio intitulado E l com bate e sp iritu a l,
y me decía que nunca lo h a b ía leído sin a pren de r algo m uy precioso; y me m a ­
nifestó haberlo traducid o del italiano al Itanecís; pero habiendo sabido que es­
t a b a imprimiéndose tina n u e v a traducción, re co g ió la que «SI h a b ía hecho y en­
viado a Lyon para, que la imprimiesen, aunque su traducción e r a mucho mejor
que la cirá„. (Pro¿:vss, re n tiss. I ’a risie n sis, acK a r t . 43.)
célebre jesuíta, no sólo aceptó gustoso la dirección espi­
ritual de Francisco de Sales, sino que le comunicó, en lo
posible, todala ciencia y experiencia qiie él había adqui­
rido entre los hombres. Nuestro Santo poseía ya un cono­
cimiento profundo de la Sagrada Escritura y de los Pa­
dres de la Iglesia; y en punto á Teología bastaba con
indicarle las fuentes de ella, porque hacía tiempo que San-
.to Tomás, Escoto y San Buenaventura le erán familiares.
•Pero el autor del Appuratus Sacer y de la‘Bibliolheca Se­
lecta podía enseñarle mucho sobre el valor de los libros y
de sus autores, y más todavía sobre los medios que deben
emplearse para poner á salvo lo que toca al servicio de
Dios y de la Religión en medio del torbellino de los ne­
gocios, políticos y mundanos. No hay palabras con que
ponderar el provecho que al santo joven hubieron nece­
sariamente de proporcionar sus relaciones familiares con
el consejero y el embajador de Papas y Reyes, con el de­
fensor prudente é intrépido del bien espiritual y temporal
de Francia, con el hombre, en fin, cuya consumada sabi­
duría había conseguido en los valles del Piamónte m ara­
villosas conversiones dignas de ser comparadas con las
que la Divina Providencia reservaba al futuro Apóstol;
del Chablais.
Tres monumentos revelan todavía el progreso que
nuestro Santo hizo en letras y santidad bajo la dirección
del Padre Possevino. En primer lugar, la admirable R e ­
gla de conducta que sólo entonces salió de su pluma, aun­
que ya desde muy atrás venía siendo indudablemente nor­
ma de sus acciones. Entre sus escritos ascéticos hay pocos
tan notables como éste: aquella regla donde en pocas pá­
ginas se contienen los primeros principios y las prácti­
cas fundamentales de su doctrina espiritual, formando un
como boceto de la Vida devota y áe\ Directorio espiritual,
el cual exhala los primeros aromas del Tratado del amor
de Dios.
No hay señal ninguna de los estudios de Francisco de
Sales acerca del Derecho canónico; pero el influjo de ellos
se echa de ver en casi todas las páginas de sus escritos.
Para comprender plenamente la naturaleza y la solidez
dé éstos, son necesarias algunas nociones de aquella rama
importantísima de las ciencias eclesiásticas. En punto al
Derecho civil existe un análisis de las Pandectas hecho
por él en latín, análisis comenzado á fines de 1590 y ter-
^minado el 10 de Julio de 1591, con otro análisis de siete
í'libros del Código: es la segunda de las obras que hemos
s-inencionado más arriba. Las notas son breves; pero
«demuestran un minucioso estudio del texto y de los comen­
tario s, á que añadía el Santo las advertencias de los anti­
g u o s comentadores y de sus actuales maestros con algu-
¿nas comparaciones entre el Derecho canónico y “las Con­
tro ve rsia s del gran Belarmino„. Frecuentemente se nota
f e n esos lugares algun'a que otra expresión de exquisito
/.juicio, y más a menudo aún alguna que otra reflexión
íque en medio de aquellas frías anotaciones revelan el
"espíritu del Santo. Así j de vez en cuando brota de su alma
fuña exclamación en que da gloria íl Dios, “regla infali­
ble, rectísima, primera y eterna de todo bien y de todo
derecho,,. Siempre que hace alguna división principal del
asunto que trata, invoca A la Santísima Virgen, al An­
gel de su guarda y á sus Santos Patronos ^.Cuando trans­
cribe extensamente las pruebas concernientes á la auto­
ridad del Papa, á los honores debidos á la Cruz, á cuán··
detestable es la-herejía, al fin de ellas exclama: “jAhí lo^
tenéis, herejes!,, ó “¡Vedlo, pues, iconoclastas!,, Con gran
calor expresaba asimismo la parte que tomaba en el bien'
/ temporal de los hombres y en las grandes cuestiones-
tocantes.á la moral pública: después de haber notado las
penas severísimas reservadas á los que oprimen y explo­
tan y corrompen á la juventud, escribió diciendo: “¡He
aquí un epígrafe de oro!„ “¡Título digno de ser escrito con
letras grandes!,, Muchas son las veces en que trae á la
memoria con íntimo dolor las discusiones religiosas de la
pobre Francia, desgarrada á la sazón en las luchas oca­
sionadas por la sucesión al trono.
La tercera obra de este período de los estudios .de
Francisco de Sales es las Observationes theologicae, que
comenzó en París. En-el Proceso De non cultu de 1648
fueron presentados, como materia de examen, seis cua­
dernos de aquellas notas “escritas en caracteres sobrema­
nera tenues,, y sacadas de los archivos del primer Monas­
terio de la Visitación de Annecy: el notario se contentó
con sacar, algunos extractos.de ellas, observando “que
serían necesarios seis meses para copiarlo todo„. Hoy
sólo se conservan estos extractos y algunos fragmentos,
sobre manera interesantes, del autógrafo, que tratan ex­
clusivamente de las cuestiones de la gracia y de la pre·
destinación. Algunas de aquellas observaciones fueron
inspiradas al piadoso estudiante por las lecciones de sus
maestros y directores, pero la mayor parte son fruto de
la propia reflexión (l).E l mismo dice en uno de los cua­
dernos: “Lo que está entre estos signos procede del
Padre Jesualdo; lo demás yo mismo lo he meditado en la
presencia, del Señor:„ Más adelante se encuentra esta ñor
tablé declaración.* “He escrito -todo esto para honra de
Dios y consuelo.de las almas.„ En otra parte hállase el
pasaje citado á menudo: “Todo esto lo digo, dudando
(Haec omnia forsan), prosternado á los pies :de los bien­
aventurados Agustín y Tomás„,etc. Las siguientes líneas,
tomadas de otro cuaderno, rematan dignamente estas
breves ideas de la educación de nuestro Santo, mostran­
do claramente cuán profundas raíces habían echado en
aquel alma la;fe y la humildad, y qué espíritu presidía en
todos sus estudios: “Estas cosas las he escrito con miedo
y temblor en el. año 1590 á 15 de'Diciembre, estando dis*
puesto no sólo á rechazar las conclusiones que he acepta­
do ó acepte, sino á dar, si fuera preciso, la cabeza que
las ha concebido, para abrazar la sentencia que ahora
tenga ó que adelante adoptare mi madre la Iglesia cató-
lica, Apostólica y Romana, columna de verdad, y mien­
tras Dios me dé inteligencia, nunca diré sino aquello que
esté más conforme con la fe católica. Pues he creído„ la
fe me ha enseñado lo que he dicho, pero no he hablado
sólo porque he creído; lo que quiere decir que la fe debe
ser la regla de la creencia, y que la humildad ha de ser
la conclusión de todo, y yo estoy sumamente humillado.
Amén, amén.
„Primer mes del Pontificado de nuestro Santísimo Se­
ñor Gregorio XIV„ (2).
■Francisco de Sales volvió á su país natal durante el
(1) P ro p o sita s h in c íttd e d iffic u lta te s, s u is cum a rg u m e n tis, in libello des>
c r ib e b a t. Ch. Aug usto , D e V tta et rebus g e stis,.. F ra n c is c i S o ie s ii (Lug’duni,-
ftpud B ottle ru m e t Jullia rd um MDCXXXIV), lib. I. E s t a edición latina d é l a
h isto r ia del San to contiene muchas pa rticula rid a des que no e stán en la edición
francesa .
(2) “A tq u e h a ec tre m e n s timensque notabam> anno 1590, decembris, ut pro
sentefttia q u a m Ecclesia Catholicn, Apostólica et Romana, Mater m ea et c o lu m ­
na verita tis* a m plc x a est, a u t dcinceps am pleetetur, non. modo omnes, omnino
omnl meo r e n ite n te intellectu, quas habeo a u t h a b itu r u s sum conclusiones, sed
ctlam Ciiput ipsum a quo m an a n t prorsus abjiccrc sum paratissim u s. nec quid-
quam u pqu a m d ietu rus sum dum Deus dabit inteUectum, nisi quod fidei Catho-
licae contorm ius videbitur. C redidi e n im p ro p te r quod locutus s u m , non locu-
tus sum p r o p t e r quod credidi; hoc est: fiacs debet esse regula crcdendi; sed
cla u d a t omnia hum ilitas, ego a u tvm H tnniliatns stt/n n in a s . Amen, amen.
Mcnsc prim o Pontiftcatus Sanctissim i Domini Noátri C re g o rii X I V .„
'pestío de 1592, después de haber visitado á Roma y á las
|:principales ciudades de Italia. Sus talentos naturales
piabían llegado á su más alto grado, gracias á un trabajo
^perseverante y á los recursos extraordinarios· con que
jlfoabía sido, favorecido, y gracias, sobre todo, á tas luces
^sobrenaturales de su precoz santidad. Su corazón, tan
Ipuro ahora y afectuoso como en los tiempos en que sien-
pdo niflo inocente recibía los besos y lecciones de su madre,
|estaba inflamado en vehemente y generosa caridad. La
^austera abnegación de sí propio había de transformar su
liiatural ardor en inalterable dulzura, unida á un celo en­
cendido contra el vicio y por el progreso del reino dé
Ipios. Su inteligencia exuberante no podía contenerse en
ll’ós límites trazados á los estudios universitarios. Deshá-
lyes declara (1) haber oído que después que recibió Fraft-
|cisco las sagradas Órdenes “iba continuamente á predicar.
ípor las aldeas para instruir al pueblo y perfeccionarse en
tía p r e d ic a c ió n aun siendo ya Obispo de Ginebra consa­
graba todos los días dos horasal estudio de la Teología, á
pesar de los abrumadores trabajos propios de su pastoral
¿ministerio. La fuerza y fecundidad de su espíritu adqui­
ría con el ejercicio nuevo vigor, y le eran familiares las
grandes lecciones de la experiencia; él mismo lo dice en
el prefacio de aquel incomparable Tratado del amor de
Dios, resumen y corona de su vida espiritual y científica.
“He tratado multitud de puntos de Teología, pero sin es­
píritu de controversia, proponiendo sencillamente no tan ­
to lo que en otro tiempo aprendí disputando, como lo que
•el cuidado de las almas y veinticuatro años consagrados
á la santa predicación me han enseñado ser más conve­
niente A la gloria del Evangelio y de la Iglesia. „
Quedan por estudiar los frutos de una preparación tan
completa, pero tal estudio no pertenece al objeto de esta
introducción. La publicación de las obras del gran doctor
ofrecerá muchas veces ocasión de admirar su amabilidad,
porque este dechado de perfección deja ver su belleza en
todos sus escritos. Bastará, por ahora, trazar á grandes
rasgos las líneas principales de la vida de San Francisco
desde el punto de vista del influjo que los hechos que las.
producen y señalan, han ejercido en las producciones que
salieron de su apostólica pluma.

(1) P rocess, rv m iss . Pari<ivtt$is%nd. a r t. 10.


Vuelto de Italia el santo joven, y recibido en el hogar
paterno con extraordinaria alegría, edificó durante un
año á aquella casa con sus sólidas y amables virtudes. Po­
niendo luego por obra la elección que había pronunciado
en su interior hacía mucho tiempo, dió de mano á .todas
las esperanzas de un porvenir brillante para poseer exclu­
sivamente al Señor como parte de su herencia. No era
todavía más que subdiácono cuando compuso los E statu­
tos de la Cofradía de la Santa Crus, y desde aquella épo­
ca pueden señalarse como primicias de su celo muchas
Cartas y Sermones.
Dos esferas de acción muy distintas dividen en ade­
lante la existencia de San Francisco, y el influjo de ellas
se extiende á las obras de su ingenio y de su piedad: como
apóstol del Chablais es enviado á las ovejas extraviadas
para volverlas al redil; como Obispo de Ginebra debe so­
bre todo consagrár sus cuidados á las ovejas fieles, lo cual
no le impide adquirir constantemente, durante toda su
vida, nuevos derechos á ser tenido por defensor de la fe y
triunfador.de la herejía. De aquí las dos grandes divisio­
nes en los escritos del santo doctor: sus obras polémicas¡
que pertenecen más especialmente al principio de su vida
sacerdotal, y sus obras ascéticas, fruto de la experiencia
y délos años llenos y espléndidos de su edad madura. Esta
última denominación comprende tódo loque para bien de
las almas escribió como obispo, como predicador y como
director espiritual y maestro de la vida interior.
Al periodo de su misión en· el Chablais (1594-1598)
pertenece la composición de dos obras de grande impor­
tancia. Las Controversias, escritas en carteles ú hojas
volantes dispuestas-para.correr de mano en mano entre el'
pueblo, datan de los primeros tiempos del laborioso apos­
tolado de San Francisco Lá Defensa del estandarte de la
Santa Crus fué compuesta por el año 1598, aunque no se
publicó hasta 1600. El Santo escribió además en la misma
época un Tratado sobre la demonomanía, unas diserta­
ciones sobre la Santa Eucaristía y sobre la Virginidad
de la Santísima Virgen, y muchos Sermones, Cartas y
Memorias. El Primer título del Código Fabriano, comen­
zado por entonces, no fué terminado hasta 1605 (1).
(I) Monseflor de Satizca, que pertenecía A la casa de San Francisco de Sales
desde 16u*J A. 1o031 declara que le ha visto componer un muy docto T r a t a d o en
latín De T r in ita te « que estA inserto al principio del libro de jurisprudencia de
M. F a v r c , su hermano político.* (P rocess. rv m iss . p a r is ic n s is , ad art. X H V . )
Con la estancia de San Francisco de Salesen París en
1602 comienza la serie dé los nobles escritos 4UC lé in­
dujo su celo infatigable por los fieles. La .ciudad 4ue tuvo
el honor de depositar en el alma del futuro d<>ctor laspri-
meras semillas de la ciencia sagrada, tenía derecho á ser
también la primera en recoger las mieses sus ense­
ñanzas ascéticas. El rey y sus cortesanos, Уcon e^‘os e*
pueblo en general, se sintieron subyugados Por ía m ara­
villosa elocuencia del Coadjutor de Ginebra У c'es“ e en*
tonces las personas más dadas á la vida intefí01]’ se Pus‘e*
ron bajo !a dirección de aquel varón extraor£^nai 10 (
Sus instrucciones eran principalmente orít*es* У como
documentos de aquel importante período sól° se encuen­
tran hoy la Oración fúnebre dél duque de $ егСоег**У ,
Sermón del día de la Asunción; pero la corfesPonc^ ric,a
•de nuestro Santo.de vuelta en Annecy, y en particular su
carta á. las Filies Dieu, indican claramente Clut' había
sido el carácter de sus enseñanzas. El fin de aclUtíi año
memorable debía ser señalado por uno de l°s aconteci­
mientos más notables de la vida de. San francisco de
Sales: tal fué su consagración episcopal, r e a liza£*a el día 8*
de Diciembre de 1602. Durante el retiro con 4ue se P**e*
paró para esta consagración, escribió la Re^ a !~f v ™a>
que se impuso desde entonces como Obispo Ginebra,
documento que en pocas páginas encierra f°nc*o п1иУ
profundo.
Desde aquella época los escritos de nuestro Santo se
subdividen en dos direcciones distintas: la corre^Pon“erí·
cia y las enseñanzas públicas ú oficiales, las cartas ínti­
mas y las instrucciones privadas. La primera.C01™Pr^ d e :
Aviso á los confesores, publicado á continuac)<5n , - П°‘
do celebrado én Octubre de 1603; varios decr€t° s sinoda­
les, cartas y otros documentos referentes á l*1 adm inistra­
ción de la diócesis; el Rituale Sacram entóm e> publicado
en 1612, en el cual se hallan el Formulario № Sermón y
algunos otros escritos nada extensos.
Su acción como maestro de la vida interi°r У director
de las almas se echa principalmente de ver en su corres­
pondencia privada, que adquiere proporciofles.con era‘
bles á medida que el ascendiente del santo Obispo se ex-

(1) " F o rm á ro n se en aquel tiempo - dice Jo ru e fíoIл nd —‘' ^ ^ ¡ ^ o u ^ f u c s e T u


ñas d c v o ia s en c as a del Sr. A earic. adonde lo Humaron, r o f i1'10010quc ,UC!" »
Pa dre es pi r i t ual . , , (P r o c e s a . r e m i s s . G eh en a . (1) ad ivit. X M '
tiende' más y más; esa acción llegó á ocupar la mayor
parte de la vida de San Francisco. De aquella multitud
de cartas no se han encontrado hasta hoy más que unas
mil seiscientas, la mayor parte de las cuales versan sobre
asuntos espirituales; este es asimismo el objeto de gran
número de “avisos breves„ y de otros “escritos encami-
dos á la dirección de las almas (l).„ Tales avisos van diri­
gidos á dos clases de personas, conviene á saber: á aque­
llas á quien el hábil director conduce por las vías ordi­
narias, y á aquellas otras que él se esfuerza en sustentar
con “los más delicados sentim.entos de la devoción (2).„
Los dos admirables Tratados que serán siempre las obras
maestras de la sabiduría y del genio de su santo autor,
marcan esta misma división en una forma á la vez g ra­
ciosa y elevada: la Introducción á la vida devota es la
esencia de las instrucciones que dió á las almas que aspi­
ran á la verdadera y sólida piedad, y el Tratado del amor
•de Dios “la escala de los que aspiran á la perfección (3).„
Estos consejos de perfección fueron especialmente
dirigidos por el Santo Prelado á sus Hijas de la Visitar
ción; para bien de ellas escribió además la Declaración
mística del Cantar de los Cantares (4). Afectos y aspira­
ciones análogas á los d élas almas consagradas á Dios,
inclinaban al Santo Doctor á hacerles bien; así, les dedi­
có gran.parte de sus trabajos apostólicos é intelectuales
y dejó numerosos monumentos de su celo en estas altas
regiones de la vida espiritual. Entre los más notables
escritps dé este género, hállanse en primer lugar las Cons­
tituciones para las Hermanás Religiosas de la Visita­
ción, en cuya. ordenación empleó años enteros el Santo
Obispo. Además de este admirable código de legislación
monástica pueden citarse los Estatutos que dispuso para
los sacerdotes de la Santa Casa de Thonon, para los Canó­
nigos regulares.de Sixt, para los Eremitas del Voiron y
para los Benedictinos del Puy-d’Orbe, reglamentos que
por sí solos bastarían para colocar á San Francisco de
Sales en el número de los fundadores y reformadores de
órdenes religiosas.
(1) "Yo he visto —dice Luis de G in e b r a , cura de Vynz en F a u c ig n y —una
in fin id a d de escritos y tr a t a d o s compuestos por él p a r a la dirección de las
almas, los cuales se han quedado sin imprim ir e n tr e sus papeles**, (P ro c ess.
re m iss . Gebentt. (I) ad a rt. XXVII.)
(¿) . P refacio del T ra ta d o d vl a m o r de Dios.
Snn Vicente de Paúl. (P rocess. re m is s p a r is ie tis is ,ad are. XXVI.)
(4) CEuvres de S a irite -J ea n n e F ra n ^v ise de Chanta¡> Letcre MDCLXXVI.
Aquellas almas, consagradas á vida perfecta, eran
también muy á menudo favorecidas con instrucciones
orales de nuestro Santo; las Religiosas de la Visitación
fueron en este punto preferidas, y recogieron de memoria
•buen número dé sus Sermones, y especialmente y con ra ra
fidelidad sus Pláticas (Entretiens), maravilla inimitable
en su género. Pero la caridad del Santo Prelado, que.no·
sabia negarse á nadie, daba con larguezá la palabra de
Dios á todos los que se la pedían; ocupado constantemen­
te en la predicación, acostumbraba escribir los apuntes
en que preparaba sus discursos. Uno de los testigos del
proceso de beatificación (1) declara haber visto en la
mesa del Santo Obispo dos tomos de sermones escritos de
su mano, y “tan gruesos como dos misales.,, Recientemen­
te se ha hallado una parte muy principal de éstos autó*
grafos: en la hermosura de los pensamientos y en la pro­
fundidad de la doctrina que encierran, estas páginas dejan
barruntar la penetrante unción de los discursos de San.
Francisco de Sales. Dicen, en efecto, todo lo que la pluma
puede expresar; pero no se debe olvidar qué “la voz viva
llega con más fuerza al corazón que lo escrito (2).„ V er­
dad singularmente aplicable á nuestro bienaventurado
¡fObispo, según lo acredita su propio testimonio recordado
por San Vicente de Paúl: “ Cuando predico—dijo.un día
á éste el Santo Prelado — siento salir de mí algo que no
comprendo; lo cual sucede no por propio movimiento sino
por un impulso de Dios (3).„'
Antes de term inar esta breve descripción de las obras
que salieron de la pluma de nuestro gran Doctor, no será
ocioso recordar la declaración de su capellán, el respeta­
ble Miguel Favre. Interrogado sobre las obras inéditas de
San Francisco, respondió: “ Ha compuesto muchos libri-
tos de devoción que no se han impreso, de confesión,
comunión y otros; y había proyectado componer muchos
más, como el Orinen de los curatos, que vi en bosquejo y
ya principiado; el del Amor del prójimo y la Historia
theándrica, en la que se proponía describir la vida de
nuestro Señor humanado y señalar los medios de practi­
car fácilmente sus máximas evangélicas (4).„
(1) A m blard Comtc, Profesor del Colegio de Annecy. ( P rocess►r e m is s ♦ G i­
ben. (1) ad are. 44.¡
(2) L a s C o n tro versia s, C a r ta A Messieurs de Thonoru
<3, Process. re m iss. P a risien sis. ad a r t. ‘J t.
(4) P rocess. re m is s . G ebetin. (I) ad a r t. 44. Véase la c a r t a de San F ra nc isco
Tales son las principales obras del ferviente celo que
devoraba A aquel gran siervo de Dios, santamente apa­
sionado de la gloria de su Maestro y de la salvación de
las almas. Veamos ahora las excelencias de este g ra n
cuerpo de doctrina.

II

Carácter de las obras de San Francisco de Sales.


л·
Hablando de San Francisco de Sales ha dicho exacta­
mente un célebre crítico moderno, que “todavía no se ha
mirado A tan gran hombre en el conjunto de sus obras (1).„
A llenar en parte este vacío estAn destinados los prólogos
peculiares á cada uno de los volúmenes de la presente edi­
ción, hasta que la Historia completa del Santo Doctor
pueda enteramente satisfacer tan legítimos deseos. Nos
limitaremos, pues, aquí A considerar los caracteres gene­
rales de sus obras cuanto A la doctrina que encierran,
y cuanto á la form a en que ésta se ofrece, dando en pri­
mer lugar alguna noticia de los innumerables testimonios
de aprecio tributados Asu persona y escritos, testimonios
que son otras tantas pruebas extrínsecas de la superiori­
dad de sus enseñanzas.
Ha^ta en vid.-i fué San Francisco de Sales considerado
por loá Sumos Pontífices como un verdadero Maestro en
la Iglesia; él Breve del Doctorado recuerda que ya en 1596
Clemente VIII confió al joven deAn la delicada misión de
convencer al heresiarca Teodoro de Beza é inducirle A re­
tractar sus errores; que mAs tarde, Paulo V pidió al Obis­
po de Ginebra su.dictamen en la candente y controverti­
da cuestión De A u xiliis, y quiso que las conclusiones del-
Santo’ Prelado pusiesen fin A la discusión. Santa Juana*·
Francisca de Chantal tenía A su Santo D irector por ins ‘
pirado de Dios, y leía sus cartas de rodillas. San Vicente
de Paúl le llama “el Evangelio hablando (Evangelium
loquens).{2)„, la mAs gloriosa denominación que se ha
dado á hombre alguno desde los tiempos apostólicos. Los

de Sales al Arzobispo de Vlcna (1609;. СГ. Ch.. A u g ., Hv. X y Table d es p reu ·


t/tfS , 64-66»
(1) M. Godcfroy, H is t. de la L itté r a tu r e fr a tt$ a is e %XVI.* sifcele.
(?>' P rocess. r e m iss . P a risie n sis. ad art. 21.
m is eminentes directores espirituales como Suffren, Bé·
rulle y el doctor Duval, é ilustres Prelados como Marque-
mont, VÜlars, Camus, Fenouillet, atribuían sus propias
■luces á la sabiduría celestial de San Francisco. No era
menor su autoridad entre los seglares: Antonio Favre, el
oráculo de Sabóya, se hizo humilde discípulo de huestro
Doctor desde que le habló por vez primera en 1593; y. no
fué menos patente la consideración de que el Obispo sabo-
yano gozaba en la corte de Enrique IV y en la de Luis XHI.
No solamente le tenían en gran estima los hombres más
recomendable^ por su piedad, como Deshayes y el duque
de Bellegarde, sino también era igualmente honrado por
el mismo Enrique IV, por Richelieu (1), por María de
Médicis y por el astuto condestable Lerdiguiéres.
En suma, el Santo Doctor “ha sido consultado por las
gentes como uno'de los más eminentes entre los antiguos
•Padres de la Iglesia; y la excelencia de su doctrina, lejos
de menguar después de su muerte, reciba, de continuo
huevos aumentos (2).„ La Bula de canonización, las de­
posiciones de los. testigos y las cartas postulatorias en que
fué solicitada, son las pruebas triás evidentes de semejante
asertó; los innumerables panegíricos que se hicieron del
Santo, desde 1623 hasta Í668, son un hermoso testimonio
4e esto mismo. El Proceso De non cullu de 1648 cita es­
pecialmente entre otras muchas, cien obras donde las con­
clusiones del futuro, Doctor están adoptadas como regla
en materias.de fe y de moral. - ’
El juicio que de San Francisco de Sales-formaron los
grandes ingenios del siglo XVII, se encuentra bien resu­
mido en la colección de panegíricos inserta por Bláise en
uno de los volúmenes que sirven de suplemento á su edi­
ción (3). Las siguientes palabras del sabio y profundo Bour-
daloue son la más exacta expresión de aquel concierto de
elogios: “Después de las Sagradas Escrituras no hay libros
que más hayan fomentado la piedad que los de este Santo
Obispo... Para formar las costumbres de.los fieles nadie
ha tenido la gracia que el Obispo de Ginebra (4).„ Todos
(1) “He llegado á conocer á muchos Prelados y p a r ti c u l a r m e n t e al Sr. Obis­
po de Lusson, que me iur<5 e n te ra am istad y me dijo, finalmente, que se pondría
<1 mi lado p a ra no p e n sa r más que en Dios y en la salvació n de las a lm a s..
C a r ta {inédita) de San Francisco de Sales .Octubre de lbl9;. (A rchivo de la Visi­
tación de W e s tb u r y on Trym, Inglaterra).
(2) Bre ve del Doctorado.
(3) CEuvres com plútes de S a in t FraMf.ois de S a le s, París, 1821.
(4} Pané/jyrique de Saint F ra n ^ o is de Sales. P a r t i e XI.
los testimonios del siglo XVIII parecen pálidos al lado
del de San Alfonso de Ligorio; en muchos de sus libros·
cita á nuestro Santo casi á cada página, y, como lo ase­
gura el P.Mauzon, Superior General de los Redentoris-
tas (1) “siempre le tuvo por guía.„ Este documento nos-
conduce al siglo XIX, en que nueva gloria, homenajes
espléndidos saludan al nuevo Doctor. Para comprender
esta gloria en toda su grandeza sería preciso citar todas
las Cartas postulatorias de los más ilustres Prelados de
la Iglesia; pero solo copiaremos como eco autorizado de
tan ilustres testimonios las palabras de Monseñor Pie (2)..
“...Para quien haya.estudiado la historia y la vida ín ­
tima de la sociedad cristiana, dice este insigne Prelado,
¿no es claro como la misma evidencia que San Francisco:
de Sales no fué solamente un personaje docto en la Iglesia,
sino un autor cuyos escritos en muchos puntos doctrina­
les y prácticos han sido ley cual expresión de la doctrina;
misma de la Iglesia? Allí donde se ha visto en estos últi­
mos siglos la santidad heroica que la Iglesia ha elevado-
ó piensa elevar al honor de los altares, entre los sacerdo­
tes y los fieles;eminentes por su ciencia y por su virtud,,
así en el mundo como en el claustro, ¿quién, duda que los
libros del Santo Obispo de Ginebra han ejercido una in ­
fluencia, notable, y que el más puro y vivo resplandor de
todas aquellas almas es como un rayo de la luz y del calor
que de él emanan? Nada más justo, pues,· que concederle
la aureola doctoral, que es el reconocimiento auténtico de
aquel poder de comunicación y de aquella virtud difusiva
de ciencia y de piedad. Por mi parte, Santísimo Padre,
tengo por-deber de justicia y de gratitud declararlo así:
entre las ideas que eran corrientes en las escuelas aún en>
la primera mitad de este siglo, singularmente en lo que
dice relación á la constitución monárquica de la Iglesia y
al Magisterio supremo de su cabeza, lo queme ha librado-
de las tinieblas,de más de un error, lo que ha esclarecido
más de una vez mi entendimiento y disipado en él más
de una duda, es el estudio familiar de las obras de San-
Francisco de Sales; y si yó he podido adelantar, siquiera
sea poco, en el misterio de la gracia y en el santuario se­
creto de la Escritura, lo debo principalmente á la escuela

(1) Concessio t ittili D octoris S . F .ranc. S a le s ii, postulatio X X X V II.


(2) Conct ssio t it u l i D octoris S . F ra n c . S a lesii, postulatio XXVII.
fde'aquel gran Maestro. ¡Cuántos como yo podrán dar este
ffiismo testimonio!... „
Los literatos modernos, tales como el ya citado Gode-
ígrpj, y hasta los mismos librepensadores' como Saint*
tÉéuve, compiten con los autores religiosos en lasalaban-
Í¿as á uri hombre que honra tanto la literatura profana
|!¿ómo las Letras Sagradas. El título de Doctor de la Igle­
sia universal concedido á San Francisco de Sales confor-
''me al voto y. entre las aclamaciones de la cristiandad en-
íierá, fué, por decirlo así, la canonización de sus escritos,
-mayor gloria que puede ser dada á la divina Sabiduría
^manifestada-por medió de los Santos. 1
!&·; *
i“ .. | I.— La doctrina de las Obras de San Francisco
; r de Sales. ’

.í; L a primera cualidad que debe observarse en esta doc­


trina, de la cual “se derrama la universal persuasión de
$a ciencia excelente de San Francisco de Sales* es la e x ­
tensión, “la-abundancia y la variedad de las materias,, en
'¡las tres ramas en que se dividen estas Obras: “la parte
A cética, la polémica y la predicación de la palabra de
vDios (1).„ Eu la Introducción d ía vida devota y en el Tra­
tado del amor de Dios, el Santo Doctor traza las reglas
íprecisas y prácticas tocantes á la dirección de las almas,
jja para conducirlas por los llanos senderos de la devo­
ción, ya para guiar su vuelo hacia las cumbres, más altas
Mé la perfección evangélica. Sus Cartas aplican los mis­
inos principios á. todos los casos ..particulares que pueden
^presentarse en la vida espiritual; y no solamente es maes­
tro de piedad, sino clel arte de comunicarla á los demás
{magisterium pietatis), mereciendo por tal concepto en
:toda su acepción el título de Doctor de la devoción, que le
’atribuye Tournemine (2).
El cuerpo de doctrina práctica del santo Obispo tiene
particular excelencia y adquiere mayor amplitud y vigor
. con la exposición, familiar y profunda á la vez, de las
•grandes verdades dogmáticas en que se basan todos los
preceptos de la perfección. La naturaleza y los atributos
de Dios, los misterios de la Santísima Trinidad y de la
O) ftrcvc del D octorado,
(4· M ám oires de T ró vo u x : Julio de 1736.
Encarnación, los privilegios de la Santísima Virgen, la
caída' y la redención del hombre, la gracia y el pecado,
las virtudes y los vicios: todos estos asuntos entran en el
vasto campo del Tratado del amor de Dios. San Francis­
co de Sales trata allí ^multitud de puntos de teología
habla de la raía Ae la caridad, así como de sus flores y
de sus frutos (1). Con el instinto proféticó que da la san­
tidad, el futuro Doctor sigue los principios de la teología
hasta su completo desenvolvimiento; para él era ya un
dogma 1.a Inmaculada Concepción de la Bienaventurada-
Virgen María; y eJ Breve del Doctorado recuerda de qué
manera San Francisco “sembró las semillas del culto al
Sagrado Corazón de Jesús,,..
No sería posible, sin embargo, apreciar toda la exten- .
sión de las producciones del genio, de nuestro Santo, con­
siderando sólo las obras suyas destinadas á los fieles h i­
jos de la Iglesia; es igualmente necesario hablar de los
e'scritos que han tenido por objeto defenderla contra los
.asaltos de sus enemigos. El Breve señala las Controver­
sias como un libro que contiene “una completa demos­
tración de la fe católica,, y es como “preludio de las defi­
niciones del concilio ecuménico del Vaticano sobre el pri­
mado y la infalibilidad del Romano Pontífice,,. La
sa del Estandarte de la Santa Cruz es úna reivindicación
triunfante del culto debido á este instrumento de nuestra
redención y una apología de todo el principio sácramen-
tal, es. decir, del uso.de las cosas materiales en las rela­
ciones entre Dios y el hombre.
Por vasto que sea este horizonte, todavía; se dilata
más cuando, según las-palabras del Breve,· el Santo Doc­
tor le ofreció á nuestra admiración como “Maestro y Res­
taurador de la elocuencia sagrada,,. Su Epístola sobre la
Predicación (2) es una obra maestra en su género, y con-
(1). Prefacio del Tratado del am or de Dios .
42) E sta epístola, dirigida al Sr. Arzobispo de B oarges en 5 de Octubre de 1604?
es en realidad un tratado de elocuencia sagrada, y, según todas las probabili­
dades, reproduce en substancia el documento mencionado en los s ig u ie n te tér­
minos por Juan Francisco de Blonay, Prior de San Pablo en Chablaist “El Santo
Prelado ajustaba sus sermones á un Directorio que había hecho» y que me en*
eefió, escrito de su mano.n (Process . retm ss. Gebentt. (I) ad art. 35.) E ste Direc­
torio,destinad o al uso personal del santo autor, estaba, sin duda, en latín; sin
embargo, la traducción latina que hoy se conoce de la E pístola sobre la Predi·,
cación. salió de la pluma del célebre doctor Martín Steyaest, profesor real de
teología en la Universtdad de Lovaina 0617-1701), el cual tradujo esta epístola
como.uno de los más útiles documentos que podía ofrecer á sus discípulos: San -
cti F ranciscl Salesii, epist. XX.XI, ad quem dam A n tistitem de praedicandi
methodo, nunc L a tin e versa (inter Opuscula D* M. Steyaert, to m .ill. Lovanii,
Denique, 1703.)
^ n e todos los elementos del arte que enseña. Traducida
^ e x te n d id a en España poco tiempo después de la muerte
íd£l bienaventurado Obispo, esta epístola siempre ha sido
■viiiuy estimada por los oradores de aquella nación. San
'Alfonso de Ligorio hizo uso personalmente de esta ins­
trucción y educó ¿i los predicadores de Italia conforme á
lo s principios contenidos en ella (1). La traducción ale­
m ana, publicada en nuestros días por Sailer, ha gran­
jeado al Santo Obispo de Ginebra el título de Maestro y
Doctor de los Predicadores de'Alemania (2).„
.; El segundo gran carácter de la doctrina de San F ran­
cisco de Sales es la solides; el número, el peso y la opor­
tunidad de los argumentos y la lógica severa que los or-
¿eha todos á un Sagrada Escritura es la fuente
principal de las pruebas que aduce. Nada más propio, en!
verdad, de uíi Doctor cristiano que enseñar la palabra de
Dios y no la propia; las obras de nuestro gran Doctora-
consisten, por decirlo así, únicamente en la divina pala-i
bra, citada y apoyada con vigorosas demostraciones ,y;
considerada desde un punto dfe vista práctico: todo lo*
demás no es sino desarrollo é ilustración de ella. No hay
en el Antiguo ni en el Nüévo Testamento cápítulo alguno
de flue el Santo no tome algún versículo; muchos los cita
casi en cada línea. Su texto, cómo el del “caro San Ber­
nardo,,, no es más que un tejido de la palabra santa, con
•cortas explicaciones y deducciones;, á veces los pasajes
convincentes se suceden con rapidez; en otras ocasiones,
una sola verdad ó un solo hecho ocupan todo un capítulo.
Gústale penetrar hasta la medula del sentido de los Libros
Santos mediante aquella “meditación de las palabras,, que
él revela al predicador cómo un secreto particular (3);
posee en grado eminente el don “de interpretarlos, miste­
rios de las Escrituras, dando la clave de los enigmas y
llevando nueva luz á los pasajes obscuros (4)„. El Santo
Doctor sigue siempre la Vulgata, pero se sirve con fre­
cuencia del griego ó del hebreo para hacer más claro el
sentido. La traducción francesa que da del original, es
propiamente suya; su lenguaje es tan hermoso como pre·
ciso; en el Tratado del amor de Dios emplea á veces, la
versión métrica de los Salmos hecha por Desportes.
(1) L e ttr e s u r la m a n ió rc de p r é c h e r évatt& éliquem ent.
(2) Conecssio tittili Doctoris S. F ranct Salesii, Responsio ad anim adver. 83.
(3) E pístola sobre la p re d ica c ió n t § 5.
(4) Breve del Doctorado.
San Francisco de Sales se complacía en decir que las
obras de los.Padres de la Iglesia no difieren de la Sagra­
da Escritura sino como “un pan partido en pedazos de un
pan entero,,, y que las historias de los Santos con rela­
ción al Evangelio son lo que “una música, cantada,, con.
respecto á una “música en sus notas (l)„; así se aprove­
chó él de esas fuentes considerándolas como corolarios
del Sagrado Texto. Algunas veces no ofrece más que la·
quinta esencia de la doctrina, como en aquellas catorce
líneas del Tratado del amor de Dios que le costaron la
lectura de mil doscientas páginas en folio; pocos maes­
tros en la Iglesia de Dios han fundado más explícitamente
su enseñanza en las tradiciones de los Padres, de los esco­
lásticos y de los historiadores eclesiásticos. Basta leer la
larga lista de autores que cita, para apreciar la extensión
de sus investigaciones; lo más frecuente es que el Santo·
Doctor saque de su vasta memoria, del repertorio forma­
ndo por estudios formales, lós tesoros de erudición de que
están sembrados sus escritos. Entre los Doctores elige,
en cada caso, el que más conviene á su asunto; pero se
observa en él una gran preferencia marcada por Safo
•Agustín, Padre de la Teología, por San Gregorio el G ran­
de y por San Crisóstomo, Padre de la elocuencia cristia­
na; las enérgicas expresiones de San Jerónimo le cauti­
van tanto como el dulce lenguaje de San Bernardo; cuanto·
á la parte polémica alléganse San Cipriano, Tertuliano,,
y muy especialmente, San Vicente de Lérins.
Entré tan numerosas citas pocas veces se encuentra,,
sin embargo, algún texto dudoso; el Santo Doctor tenía·
á veces que fiarse de autoridades secundarias, y no podía
por otra parte adelantarse á la crítica de su tiempo. No
obstante, Cuando le es dado llegar hasta las fuentes, no le
falta nunca la exactitud; sus argumentos, admitidos aun
por sus adversarios ■, son, decisivos ad hominem. Por lo·
demás, nuestro autor nunca sienta una proposición afir­
mativa sobre testimonios inciertos; cuando más, válese
de ellos en concepto de apéndices á las pruebas incon­
testables sacadas de la Sagrada Escritura y de la tradi­
ción universalmente recibida.
No son sólo los Libros sagrados los que refieren al
amable Obispo de Ginebra la gloria de Dios: todas las

(1) E p ísto la sobre la p re d ic a c ió n , § f>.


imaginas del gran libro de la naturaleza son para él un
wivo. comentario de la palabra divina, y los secretos dé
faqüel gran libro le son revelados en toda su extensión y
K j su admirable belleza (!) por aquella misma meditación
¡Éjüe le descubre los arcanos ocultos bajo el veio de las
1 IIT M O
^ a g ra d a s Escrituras.
» í / l -i_ ^ m >1 /V r»
Eran familiares
L i1
á nuestro Santo
a mm 4* * « O
las
♦♦ n M fA « J-k M aí m 4« !m 4 A 1 M

^ciencias naturales en el vasto cuadro que las comprende,


léegún autores como Plinio y Mattioli; pero las más inte­
resan tes comparaciones, las imágenes sencillas con que
Sémbéllece sus narraciones, son, en su mayor parte, fruto
|de observaciones personales, y no tienen menos exactitud
;iqúe hermosura. En este punto el santo moralista no se
i-equivoca jamás; si á veces los símiles nó son reales, está
/imperfección nace de datos inexactos suministrados pdr
¿ja ciencia de su época. Sin embargo, nunca presenta nin:>
gún hecho dudoso cuando la verdad de sug argumentos
•depende de la suposición, sino solamente cuando las se·
■iñejanzas sirven de explicación ó ilustración al razona-
■miento ó cuando una hipótesis puede apoyar la idea con.
tanta ventaja como si fuera.úna certeza absoluta.
Salvas ;las restricciones debidas, da San Francisco á.·
l§i razón humana y al testimonio de los autores profanos,
.tbdo el aprecio qué merecen; los antiguos filósofos, los-/
:proverbios de las diversas naciones y la historia dé los
■pueblos, vienen cuando és debido, á corroborar las sen­
tencias de nuestro Autor: en el Tratado del amor de Dios
prueba la superioridad de la moral cristiana por el pro­
pio testimonio del paganismo. Trae á Aristóteles, á Pla­
tón, á Epicteto, á Séneca, á Plutarco, para que, por un
lado, por el bien natural que hay en ellos, confirmen las
verdades del orden sobrenatural, y por otro, con sus ra ­
zonamientos incompletos, sus falsos principios, sus cos­
tumbres depravadas, prueben la. necesidad de la revela­
ción divina y la perfección de la virtud cristiana. Fam i­
liarizado con la antigüedad, el santo Autor no se desdeña
de usar algunas veces expresiones familiares de la litera­
tura clásica: en nuestros días, esta licencia parece nó
concordar bien con la ordinaria elevación de su estilo;
pero lo que hoy pudiera parecer impropiedad literaria,
no lo parecía entonces cuando el gusto de la época exigía
esta tolerancia. Es curioso observar la frecuencia con
(1) Vtírtse e\ S e rm ó n $ur S a in t F rancois de S a le s , por M. Oíier. (E u v r c sy
^•lición Mitfnc, tomo único.
que San Francisco de Sales acude á los autores profanos
contemporáneos suyos, sobre todo á Montaigne, cuyos
Ensayos tanto eslimaba (1): la viril elocuencia de este
autor, su desprecio de las ideas bajas, su amor al pueblo,
“condición de hombres que tienen necesidad de nuestra
ayuda (2)„ predisponían benévolamente á nuestro Santo
en favor de dicho escritor, de cuyas generosas aspiracio­
nes participó desde los días de su juventud.
Los trabajos polémicos de San Francisco le obligaron
á consultar varios autores de índole muy diferente. No'le
bastaba proveerse de armas útiles en los escritores sabios
y ortodoxos, tales como Belarmino, Genebrardo, Canisio,.
Sauders, Cochlée ; necesitaba además profundizar las
“ razones irracionales,, (3), de sus adversarios heréticos;,
y el catálogo de libros prohibidos que el Santo podía con
la oportuna licencia leer (4), prueba que hasta en este
punto su erudición era muy copiosa. En estas luchas es­
pecialmente,: cuando el Santo Apóstol combate por la de­
fensa de-la verdad, es cuando mejor puede admirarse la
solidez de su doctrina.
Las'sutilezas, puramente especulativas de algunos es­
colásticos-le son totalmente extrañas; y cuando emplea et
discurso y la dialéctica,-su primer intento es echar.por
tierra las conclusiones de sus adversarios y hacer más
visible la fuerza del testimonio que saca de la Sagrada
Escritura Ó de otra prueba asimismo superior. A veces,
sin embargo, el intrépido polemista remacha el clavo del
argumento de un orden más elevado con un razonamiento
humano, pero irrebatible, tomado de Santo Tomás, ó de
los libros de Derecho, ó de Aristóteles, ó sacado del. rico

(1> Como se ha censurado á San Francisco de Sales por\haber citado á Mon­


taigne con elogio, bueno scrA recordar aquí que este escritor fué siempre hijo
sumiso de la Santa Iglesia. Si cayó en culpa, erró principalmente por ignoran­
cia: aventuró opiniones tem erarias eh puntos importantes de fe y de moral, sin.
haberlas sometido antes á la autoridad de la Iglesia, A la que, sin em bargo,,
.nunca dejó él de acatar. “Yo propongo—dijo—fftntaaías informes y no resuel­
tas*.. las someto al juicio de aquellos A cmienes competo regir, no solamente mis'
■acciones y mis escritos, sino también mis pensam ientos, teniendo por absurdo;
,é Implo todo lo que por ignorancia ó inadvertencia, oculto en esta rapsodia, sea-
contrario á las santas resoluciones de la Iglesia Católica, Apostólica v Roma-;
na, en la cual muero y e n la cual he nacido.,, (E ssa is, 11b, I, cap. LV I, D es
P riéres*'
En su H isto ire de la L itté r a tu r e fr a n ^ a is e y (XVI siécle' M. Godefroy habla,
'de M ontaigne en este mismo sentido. El libro intitutado L e C h ristia n ism e d e
M o n ta ig n e , B laise, P arís 1819, reproducido por Mlgne en las D etnortstrations
E v a n g é liq u e s , tomo II, contiene una justa apreciación de este autor.
(2) jEssais, Hb. III, cap. XIII.
(8) Les Controverses, l í parte, cap. I, art- IV. ’
(4) E ste catálogo se r á publicado al fin del tomo II de esta edición.
fondo de su propia experiencia y de su profundo conoci­
miento de la naturaleza del hombre.
La seguridad de la doctrina contenida en los escritos
de San Francisco 'de Sales es cuestión más importante
todavía que la de su extensión y la de su solides: ya queda
suficientemente demostrada por las pruebas expuestas en
las páginas precedentes; pero no estará demás añadir
aquí el testimonio del propio Santo Doctor en este punto,
porque su humildad profunda da á sus Expresiones ex­
traordinario valor. Afirma Santa Juana Francisca de
; Chantal.haberle oído decir que “Dios le había hecho g ra­
cia de muchas lucés y conocimientos para,la inteligencia
de los misterios de nuestra santa fe, y que creía poseer
bien el sentido y la intención de la Iglesia en los miste­
rios que ella enseña á sus hijos ( l).n La elevación de San
Francisco de Sales á la categoría de·Doctor, de la Iglesia
universal no admite duda en este punto;* pero no será
ocioso recordar dos objeciones opuestas, Una de ellas á la*
doctrina dogmática, y otra á la doctrina moral del santo
Obispo de Ginebra. Y es extraño que sea. el .mismo Bos­
suet quien presente la primera objeción - levantándose
aquí contra úna doctrina cuyo mérito él mismo ensalza;
¿en, otros varios lugares: Aunque demostrando hasta la
evidencia que el falso misticismo de-Fenelón no tiene fun­
damento alguno en el Tratado del amor de Dios ni en las
Pláticas (E ntretiens), Bossuet mismo reprende á San
Francisco de Sales por haberse servido de expresiones
poco ortodoxas al tratar la cuestión de la gracia, y de ser
inexacto en algunos, puntos dé teología moral. La autori­
dad del Obispo deM eaux, dando á estas acusaciones un.
peso que ellas están muy lejos de merecer, ha obscure­
cido momentáneamehté la doctrina de nuestro Santo; pero
ya.demostraremos en lugar oportuno·(2) que Bossuet ha
padecido una completa equivocación al apreciar el sentido
de los pasajes censurados por él, y que el bienaventurado
Obispo no ha errado ni en lo que toca á la verdad ni en·-
la manera de expresarla.
La segunda objeción que se ha opuesto contra la se­
guridad de la doctrina dé nuestro gran Doctor, oonsiste
en decir que San Francisco de Sales, queriendo hacer
llano á todos el difícil sendero de la virtud, ha llegado á
(1) Procesa, re m iss . Gcbentt. (I ad a r t . 24.)
(2) En la In tro d u c ció n al fru ta d o d el am or de D io s.
deprimir el nivel de la perfección evangélica. A esta ob­
jeción se puede, contestar, sin temor á ser uno desmentido,
que si San Francisco de Sales hace la virtud más fácil,
esta mayor facilidad no debe entenderse en sentido abso­
luto sino únicamente relativo. Al indicar á las almas de
buena, voluntad un camino de santificación más suave y
en la apariencia más agradable, está muy lejos de favo­
recer la corrupción de la naturaleza. Así es que la Santa
Iglesia, en sus elogios, á las enseñanzas del Santo Doctor,
junta siempre dos conceptos, alabándole “por haber sa­
bido poner sabia y suavemente la verdadera piedad al
alcance délos fieles de toda condición,, y por “haber, en­
señado á todos los cristianos un camino de perfección se­
guro, fácil y apacible (1).„ Cierto nuestro amable Doctor
excluye del ideal de la santidad la rigidez farisaica que
tiende á desfigurarla; pero de ningún modo la altera ni
deprime. .
Bossuet, conforme siempre con San Francisco de
Sales en cuanto1sé refiere á la dirección· práctica de Jas'·
almas, le hace ..plena justicia en las siguientes líneas (2):
*Ha traído la devoción al mundo ; pero no creáis que la
haya disfrazado para hacerla más grata á los ojos de los
mundanos: la ha-presentado con su vestidura natural, con
la cruz, con las espinas, con los dolores. „ El auistero Olier
expresa la misma idea cuando llama á San Francisco de
Sales'“el más penitente de todos los santos,,, porque pide
no sólo la mortificación de la carne, dentro de sus justos
límites, sino además la abnegación total y continua de
los deséos de la carne, la completa crucifixión <lel cora­
zón (3). ¿Cómo no ser tenido por penitente en grado sumo,
aquel cuyas enseñanzas no tienen más fin que unir direc­
tamente el espíritu del hombre con Dios, con aquel Dios
que á sí mismo se ha llamado fuego abrasador, Dios San­
to y celosísimo?
El santo Doctor no abate, pues, el nivel de la virtud,
sino antes inspira en el alma mayor fuerza para elevarse
á las alturas de la perfección; apremia á la voluntad con
“suaves insinuaciones,,, proponiéndole motivos eficaces y
medios seguros y prácticos á un mismo tiempo. Induda­
blemente podrían sacarse de sus obras, como de la misma
( 1 ) Breve y D ecreto del Doctorado.
(2) P anegírico de San F ra n c is co dé Sales, II pa rte .
.(3) Véase el serm ón citado, p. L XII, nota (I).
Sagrada Escritura, pasajes en que la relajación creyera
verse en alguna manera excusada; pero no se pierda de
vista que los principios y las reglas enseñados por el san­
to Obispo de Ginebra hacen un sistema completo que debe
ser considerado según que aquellos forman unidad; en tal
sistema cada una de sus partes sirve como de complemen­
to á las otras; concédese en él libertad, pero bajo condicio­
nes'que la hacen inofensiva; quítase una m uralla, mas
para ser reemplazada por otra, no menos efectiva pero
más práctica qué ella. Sus preceptos espirituales, á pe­
sar de su modesta apariencia, conducen al heroísmo de la
virtud por la continuidad de su aplicación, y porque
someten al hombre todo á ser cautivo de ellos.
En resumen; repitiendo las sublimes palabras de San
Vicente de Paúl, podemos decir que el Obispo de Ginebra
es en Sus libros* lo mismo que en sus predicaciones, el
Evangelio hablando; el Evangelio con su código de abne­
gación perfecta, pero también con sus amables promesas,
•con la.presencia, el amor y ja gracia del Salvador. Este
: adorable Salvador iba á descubrir por entonces al mundo
las infinitas riquezas de su Sagrado Corazón; San Fran­
cisco de Sales fué escogido para ser el precursor de aque-
;llá nueva manifestación de la divina caridad; por eso la·
santa Iglesia dice de él (1), que vino á allanar las sendas
:·escarpadas, y que tuvo por especial misión hacer experi­
mentar á todos los fieles la verdad de aquéllas palabras:
Mi yugo es suave y m i carga ligera. San Juan Bautista,
entre las sombras de la antigua Ley, hubo de poner ante
los ojos la insuficiencia de los preceptos mosaicos median­
te el contraste que hay entre sus rigurosas virtudes y la
benignidad de su divino Maestro; San Francisco de Sales,
con el precepto y con el ejemplo, descubrió el secréto que
consiste en realizar la perfecta semejanza dé la criatura
con el Dios hecho hombre; lo cqal es al mismo tiempo
privilegio y deber del cristiano.

$ II.— Forma de las obras de San Francisco de Sales.

Bajo la denominación de form a de las obras de San


Francisco de Sales no comprendemos solamente el aspee-

Breve y Decreto del Doctorado-


to exterior de los tratados, discursos y cartas de que se
compone el cuerpo de doctrina de nuestro gran Doctor,
sino también el modo de concebir y de expresar lo que se
concibe; modo tan necesario como la materia misma para
la substancia del pensamiento. Mejor que nadie el mismo·
santo Obispo-nos hace palpar esta idea cuando dirigién­
dose A su discípulo en el arte de la oratoria (1), le dice:
“Aquí es donde yo deseo que se me crea más que en otra
parte, porque yo no soy de la común opinión, y sin em­
bargo, lo que digo es la misma verdad. La forma—dice el
filósofo (2)—da el ser y el alma á la cosa. Di maravillas,
pero no las digas bien',' y será como si no dijeras nada; di
poco y dilo bien, y dirás mucho.,,
Esta cuestión, cuya importancia es capital, será con­
siderada desde tres puntos de vista, á saber: el modo pro-
pig del santo autor de presentar y desenvolver la materia
dé sus discursos, así orales como escritos, según el fin
que se proponía con ellos obtener; las cualidades de su
estilo propiamente dicho; su lenguaje considerado én los
elementos rudimentarios, en la elección de las palabras y
en orden á los.principios de la gramática.
El intento de este hombre apostólico no era solamen­
te exponer y defender en general la doetrina católica,
sino, sobre todo y. principalmente hacer en cierto modo·
palpable á las almas la obligación á creer los dogmas de
nuestra fe y á practicar las virtudes cristianas! Lo que
distingue especialmente á nuestro santo entre los teólogos
más notables de su tiempo, constituyendo su propio carác­
ter y fisonomía, es haber aplicado los principios álaprác-
tica; de estos teólogos muchos habían defendido victorio­
samente la verdad contra los novadores, pero sus enor­
mes volúmenes, escritos^en latín, carecían de interés y no
•estaban al alcance del vulgo. Era de todo punto preciso
satisfacer entonces una gran necesidad; hacía falta un
hombre que de una parte poseyese en toda su extensión
la cristiana sabiduría y supiese escoger en el arsenal de
las demostraciones de la fe católica las pruebas más deci­
sivas y convincentes, y aun que las perfeccionase en caso
necesario con sus propias luces y talentos, y por otra, que
acertase á presentar la verdad ante los ojos de todos bajo
(1) Epistnla sobre la P red ica ció n , §7.
(2) V éase el opúsculo A xio m a ta e x A risto tc le collecta sub l itte r a F (ínte r
dubia S, Bcdac, t. I» Operum, p. 966.) Cf. lib. II, P h y sic o ru m .
una forma que, sin menoscabar su solidez, les comunica­
se atractivo. y las hiciese populares. Pues este hombre
superior, á quien la Providencia había formado y enri­
quecido con los dones y virtudes que le hicieron apto para
cumplir misión tan sublime, fué precisamente San Fran­
co de Sales.
Tomando siempre por norte el hacerse entender de
todos, el santo Obispo elige y desarrolla sus argumentos,
y aun á los discursos más abstractos los trae al terreno,
dé la práctica. Obligado á menudo por la vasta extensión
de la materia á presentar sumarios cada una de cuyas
líneas contiene una nueva prueba, cuando el asunto que
trata lo consienté, el santo Doctor prefiere ocuparse de
sólo uno ó dos conceptos, en cuya exposición se detiene
hasta apurar toda la doctrina que contienen, á fin de sa­
car de ellos alguna aplicación final clara y distintamente
formulada. Tal es el consejo que no se cansa dé inculcar
á los predicadores (1). Hablando de las sentencias de Ios-
Padres, cuando se les cita— dice—-en latín es precisó
volverlos en francés con eficacia, y darles valor,■para­
fraseándolos y deduciendo vivamente.,, “ Los ejemplos—
áíñade—tienen maravillosa virtud y dan mucho sabor al
sermón; pero deben ser propios, bien traídos y mejor
aplicados. Conviene elegir historias hermosas y magní­
ficas, y proponerlas clara y. distintamente, y aplicarlas
con vivesa, como hacen los Padres... „ Para conmover
más y convencer al lector ó ál oyente, San Francisco de
Sales se hace uno con él y se complace en personificarle
no solamente en sus cartas y sermones, sino hasta en sus
tratados generales, dirigidos ora á Theotimo, ora á Filo-
tea. En esto sigue el uso generalmente recibido en su épo­
ca, pero más todavía que á este uso cede á la inclinación
y simpatía de su propio corazón. “ Uno debe hablar á su
hombre „ (alloqui hominem) — decía á su amigo Vauge-
las (2),— y este “ hombre,, es, entre sus lectores, aquel qué
más necesidad tiene de ser instruido y ayudado. A l nivel
de él desciende, pues, cuanto lo permite el caso, nuestro
santo Obispo, acomodando las lecciones á su ignorancia,
mientras que, ejercitando un arte consumado, cautiva el
interés aun de las personas más ilustradas. En ninguna
cosa se echa mejor de ver la eminente superioridad del
(t) E p is tr c sur l;i F rc dic at lon , § 5.
(2) Proecas. rcmi¿s. P.irisicnsis, ad art. 35-
santo Doctor que en aquella aparente simplicidad, obra
maestra de su genio y de su caridad, la cual le hace todo
para todos, á fin de ganarlos á todos.
“ Acaso es más difícil— dicen los bolandos ( l ) — escri­
bir con exactitud sobre puntos de dogma, de moral y de
ascética de modo que le entiendan á.uno los ignorantes y
no le reprendan los sabios, que componer grandes trata­
dos de teología; dificultad que únicamente es superada
por hombres extraordinarios (snmmis viris).r¡
Pero si la sublimidad del genio y del vigor intelectual,
que distinguen á nuestro Doctor entre los escritores más
notables .de su época, la elegancia y encanto de su estilo
le confieren otra manera de mérito. En la aurora del gran
siglo es una de-sus más hermosas figuras. Suscitado por
el cielo para avivar en los corazones el fuego del divino
amor, convenía que cautívaselos ánimos con el atractivo
irresistible de su palabra y sus escritos.
En la superioridad cíe estilo.propia de nuestro saríto-
conviene distinguir la parte que toca respectivamente á
la imaginación, al entendimiento y al corazón. La cultura
intelectual que recibió, confiere á su dicción éstas tres,
propiedades: naturalidad, claridad y energía. Cuanto á
la primera de estas cualidades debémos, sin embargo,
confesar que no resalta tanto en ciertas obras, que escri­
bió pn su juventud, aunque en el curso de los años fué
cada día mayor. A.esa misma cualidad parece haberse,
querido referir el santo Obispo cuando, hablando del esti­
lo de la Introducción á la vida devota y del Tratado del
amor.de Dios, le califica.de “ notablemente diverso,, del
que empleó en la Defensa de la eras (2). En esta última:
obra, así como en algunas de sus cartas de 1593 á 1598 y
en la Oración fúnebre del duque de Mercoeur, el santo-
autor atiende, al parecer, demasiado á la elección de lás
palabras y á la medida de las frases; era ésta una remi­
niscencia de sus estudios académicos, de la cual se vió
pronto libre, gracias, después de la imposibilidad de pres­
tar en lo sucesivo esa prolija atención, á la pureza de su,
gusto literario. Ya en las Controversias, escritas al vapor,
en fuerza de un celo ardiente, casi apasionado, por amor
al pueblo, se había dejado atrás el formalismo de su épo­
ca ; años después comprendió que “ el arte supremo con-
(1) Conccss. títuli doctoris S. F ran c. S a l., postulat. X X X V ,
(2) P re fac io del Tratado del autor de Dios*
¿iste en huir todo artificio,, (1). Así llegó á ser natural y
: graciosamente sencillo.1 ¡
La claridad, precisión y propiedad de los términos
:esenciales de la demostración no podían menos de hallarse
‘;én nuestro santo Doctor. Siempre se va derecho al fin que
se propone. “ Jamás— refiriéndose á él decía Vaugelas(2),-·-
;he oído hablar con tanta elevación y claridad de los miste-
: rios de la fe„. La simplicidad de los conceptos, la exactitud
de las definiciones y distinciones, el orden y división lógica
¡de las materias, la transición gradual de lo conocido á lo
desconocido, los ejemplos, son otros tantos rayos de luz
!<que iluminan el camino y guían al lector al través de los
’ misterios de la fe y dé la obscuridad propia de la vida
¿espiritual·' ;
. La energíad e sus discursos está fundada en la solidez
; y acertada disposición de las materias que trata; se deja
'ver principalmente en la concisión de su pálabra, deci­
s iv a y autorizada, y proviene del modo que tiene de hacer­
l e dueño de su asunto, y de la conciencia de la dignidad
fdel oficio que desempeña: Las dificultades no solamente
pías desata, sino “ con su modo noble, suave y apacible, no.
;-las deja nácer„, como dice Saint Beuve (3). Sobre todo, la
{energía de nuestro Santo se la debe estudiar en sus obras
Ijaolémicas, y. particularmente én las Controversias, .tales
ícomo salieron de su pluma de fuego: ellas toman una acti­
tud marcial no menos propia para* infundir confianza á
■sus compañeros de armas, que para aterrar á sus enemi­
g o s . No es difícil, á.vista de estas páginas, formar un
:concepto más exacto de sus otras obras, en las que no es
'menos real la energía, por más qüe parezca en forma
'¿diferente y penetrada del espíritu de dulzura. Conviene,
Á.pues, no perder nunca de vista esta cualidad, que es una
fde las principales notas características del estilo de San
¿Francisco de Sales: poniendo en ellas los ojos, represén­
tase, uno á aquellos hijos que tienen siempre pendiente
j ante sus ojos la espada valiente de su padre, y que la mi­
aran con veneración en medio de las festivas familiarida­
des y de la confianza apacible de la vida doméstica.
I-·* La imaginación del Santo Obispo presta á sus pensa­
mientos belleza y colorido, y de esta suerte les da asimis-
;j»V
i, (1) E p is t r c s u r la P re.dica tion , § 7.
(2) Proccas. rem iss. P a risie tm is, ad art. 24.
(8) L u n d iií, 3 de E n e ro , 1353.
mo nuevo esplendor y mayor eficacia. Las comparaciones
abundan en su estilo, desde la metáfora, nacida de sola
una expresión pintoresca, hasta la alegoría cuya consti­
tución llega á comprender todo un capítulo. Empléalas
ora para hacer más inteligibles los conceptos abstractos
ó metaíísicos.ora para ennoblecer un pensamiento vulgar,
ora, en fin ¡para que resalte la belleza de afectos seme­
jantes ú opuestos entre sí mediante las relaciones ó con­
trastes que presentan. Gracias á esta cualidad, continúa
el interés en el ánimo del lector aun en aquellos asuntos
que carecen de virtud para producirlo: en los escritos de
nuestro amable Autor jamás hay monotonía ni se siente
fastidio; merced á las descripciones, á las narraciones, á
los diálogos, la exposición viene á ser una serie de pano­
ramas y á adquirir á menudo un encanto cuasi dramá­
tico. principalmente funciona la fantasía en la construct
ción de ciertas frases -incisivas, cadenciosas, y á veccs
hasta en una sola palabra en que encaja el Santo Doctor
su pensamiento como el diamante en el oro. “No hay cosa
tan bella, tan vigorosa, tan sugestiva— dijo en cierta oca­
sión Pío I X — como una palabra de San Francisco de
Sales. n
Es tan notable este don en el estilo del bienaventurado
Prelado, que no ha faltado quien diga que él constituye
Kla cualidad\predominanten de la Introducción á la vida^
devota (l). Pero en esta aserción subordina lo principal,
á lo accesorio, y aun tratándose de cualidades puramente
literarias sería error el proferirla: el Santo posee un mé­
rito superior y.-muy singular, cual es el hacer que vibre
su coraaón al través de las palabras, elevándose desde los
acentos más tiernos y suaves hasta el patético más subli­
me. Hasta en los tratados de teología quiere él hallar este
estilo afectivo (2); aconséjalo eficazmente á los predica­
dores (3): “ Es preciso—dice— que nuestras palabras sal­
gan de los labios inflamadas..., que procedan más del
corazón que de la boca. Dígase lo que se quiera, el cora­
zón es quien habla aí corazón, y la lengua sólo habla á
los oídos. „ Ni son afectos humanos los que mueven su
pluma, sino la unción del Espíritu de amor, la caridad
sobrenatural: el fuego que consume al Santo Escritor

íl) M . G od efro y, Histolre de la Uttérature fraticaise, X VIlslfccle.


C a r ta A un r a d r e F e u illa n t, 15 de N o v ie m b re de 1617.
(3) E p it r c s u r la p r e d ic a tio n , g 7.
quiere él que se encienda y que arda en todas,las almas.
¿V e uno que él ama, y que debe ser amado—dice Tour-
nemine,:—pero que quiere que sólo Dios sea amadon (t).
preciso es subir hasta este origen divino para juzgar del
•estilo de nuestro Santo Doctor: porque su lenguaje es el
del Edén, el lenguaje de la inocencia original; aquello
.mismo que en los ojos de un mundo corrompido y corrup­
tor sería una expresión muellemente dulzona y sensual,
s i n ternura, insípida y exagerada, en San Francisco es
noble, puro, verdádero.
Queda todavía otra cualidad que las encierra todas, la
^que caracteriza el modo de hablar y escribir de San
Francisco de Sales: esta cualidad es la persuasión, per<?
la persuasión en su aspecto más amable,la cual proviene
de “aquella elocuencia-familiar y'de conversación, más
■eficaz que los discursos estudiados y sublimes,, (2). No es
el. Santo Doctor un escritor como cualquiera otro; aun
con la pluma en la mano se ve en él al orador. La forma
oratoria se parece, no. solamente en sus Pláticas y Ser-
nionés, sinó en muchas otras obras suyas, como las Car­
ias, las Controversias, el Tratado del amor de Dios. El
persuadir, fin.á que se ordena el discurso oratorio, es
asimismo el intento que se propone el Santo Autor con­
seguir en todos sus escritos: de donde salen, como de su-
■fuente, la clara exposición, las deducciones Vigorosas de
la verdad, lá indicación d élos medios que deben em­
plearse para allanar los obstáculos, y el poder y majestad
¿le la palabra. Para este fin ha de ser cautivada lu fanta­
sía y mantenido el interés; y con este intento, el corazón
del grande escritor , sale de sí y se derrama y penetra*
todas las producciones de su pluma con un poder irresis­
tible que arrebata A la voluntad aun en aquellos casos en'
que parece que sólo, se propone ilustrar el entendimiento:
en una palabra, es, como él mis/no dice, efectivo, porque
.antes es afectuoso.
Consideremos ahora el lenguaje propiamente dicho en
sü¿ términos y principios, tal como con tanta habilidad
lo empleó nuestro Santo Doctor, ó sea como espejo .ca­
que se reflejaba su pensamiento. Las explicaciones que
>ste punto requiere, se refieren en primer lugar al idioma
Alaterno de San Francisco de Sales, mas en cierto modo
0) M é m o ir c s de T r é v o u x ) Julio 1736.
(2) Tournem ine, ibidcm.
pueden igualmente referirse á la lengua italiana, de la
cual hizo frecuentemente uso. Esta lengua solamente la
empleó cuando comunicaba con el Nuncio del Papa eil·
París y con los Príncipes del Píamente; pero su idioma
predilecto fué el latín. Manejábale con tanta elegancia
como pureza, y por. sus cartas al Presidente Favre se
puede ver hasta qué punto -poseía los secretos de esta¡
lengua madre, y con qué donaire usó de ella para expresar,
hasta los más finos matices de su.pensamiento. Con todo,
tratándose de las obras del Doctor que ha ilustrado la
lengua francesa, en el usó que hizo de ella es donde debe
estudiarse el genio literario de nuestro Santo.
-La lengua del siglo X V I, rica en genio y carácter, y
en color y armonía, carecía, sin embargo, de un Código-
fijo que pudiera responder dé su existencia independiente..
Cuando se vió luego entretegida de teorías más estrechas,,
hubo de perder la libertad é ingenuidad con que antes
procedía; y así es que en medio de las riquezas y fulgores
de la literatura moderna échanse de menqs aquellas éx-
presiones sencillas y llenas de vida qué representan los
seres ó las cosas tales como la naturaleza,nos los ofrece-
Las diferencias qué hay de la lengua del siglo X V I á la
del X IX , no hacen la-primera inferior á la segunda: y uña·
vez reconocido este principió, se hace más-fácil apreciar
la gracia y la hermosura de los escritos de .San Francisco
de Sales y el grado elevado que tienen en la literatura
francesa. Este gran Maestro supo evitar el escollo que
hay en la independencia y hallar en la libertad la expan­
sión que convenía á su genio, conservándonos, empero,
su elegante pluma, gracias á la flexibilidad y noble sen­
cillez con que escribía, el precioso lenguaje del tieppo-
de Enrique IV ,’ tan justamente admirado en nuestros días.
“Importa mucho— decía el Santo en su prefacio al:
Tratado del amor de Dios —atender al tiempo en qu¿ se
escribe. Conformé á este, principio se aprovechó de los
autores que le antecedieron, apropiándose las gracias de
su estilo, pero sin imitar sus defectos. Los latinismos,
neologismos, tomados del italiano, menos frecuentes en
él que en la mayor parte de sus contemporáneos, gracias
á su pluma dejan de ser expresiones exóticas y se tornan
en giros deliciosos, en que se ofrece la clara precisión de
su pensamiento y la fuerza incontrastable de su dialéctica.
La Academia francesa conoció y tuvo en alta estima
la superior excelencia de San Francisco de Sales y no
dudó en ponerle entre los autores que “ han escrito con
mayor pureza en nuestra lengua,, ni en presentar sus
obras como modelos (1). Por su parte, Vaugelas dió A
nuestro Santo el testimonio siguiente: “ Su lenguaje es
transparente, nervioso y persuasivo, pero sobre todo esto
se aventaja en la propiedad de las voces, pues las elegía
:con,tal primor, que de aquí se le originaba lo tardío y
'lento que era en expresarse^ (2). En nuestros días Gode-
froy asegura que á San Francisco de Sales debe adjudi· .
carse un primer lugar entre los que purificaron nuestra
:lenguan, y/que “ pertenece al corto número de aquellos
maestros á quien nunca se lee próximamente ni seles
-estudia tanto como merecen,, (3).
S. V Es harto conocida la literatura del siglo X V I, no sólo
ien sus notas generales, sino hasta en sus menores mati-
Kcés. para que haya necesidad de consagrarle un estudio
¿que nos alejaría de nuestro propósito en esta Introduc­
ción . Pocas palabras bastarán para trazar los'rasgos
^característicos de nuestro sahto Autor, las particularida­
d e s personales que le distinguen. . *
;ft " En la época en que vivió San Francisco de Sales, es
fiando aún' por fijar los principios de la Gramática, al
$pscritor le era dado moverse con mayor elasticidad y
desembarazo: ley generalmente admitida era sacrificar la·
¿forma á la lógica déla expresión: las teorías rigurosas de
sintaxis quedaban las más veces á discreción del autor,
ly^íás minucias de la ortografía abandonadas á su capri­
c h o : de aquí las múltiples variaciones que se encuentran
piun hasta á fines del siglo X V II.
Acostumbrado á manejar el latín con elegancia y se­
guridad, el Santo Doctor adopta frecuentemente con pre­
ferencia, cuando la elección le es permitida, la ortografía
de la etimología latina. Además, en· los nombres cuyo
género variaba en sus tiempos, sigue á menudo el género
del latín, y al latín se atiene á menudo también en las
Concordancias de adjetivos y verbos. Sabido es cuánto
diferían entonces las reglas de los participios de las
tftodernas: San Francisco, amigo siempre del orden, las

E n 1635. V é a s e el p refacio de la 9exta edición del D ic tio n a ir c de V A c a -

P ro ces s yem iss. P a r i$ ie n s is . ad art. 24. *


de la L it e r a l, franc;., X V I siecle.
observa muy oportunamente: siempre se pone de parte de
la razón y del buen gusto. Tomando anticipadamente de
nuestra, lengua actual, se adelanta con frecuencia á sus
contemporáneos, evita sus defectos y da, en suma, el
primer impulso al gran siglo, literario.
Un contraste, sin. embargo, s u e le ofrecerse en los
escritos del Santo Doctor: al lado de un principio que la
penetración y viveza de su ingenio ha llegado á descu­
brir y adoptar, nótase cierta espécie de irreflexión: de­
fectuosa en la apariencia, esta irregularidad, esta varia­
ción es en realidad el rasgo distintivo de su época, la cual
permite al sabio escritor seguir la inclinación de su.
natural instinto. Libre de la-minuciosa atención que e x i ­
gen nuestras múltiples reglas de ortografía, fíjase sin:
. esfuerzo alguno su mente en la diafanidad de la expre­
sión, en la claridad de los argumentos,' en la gracia de <
las pinturas vivas en que abunda el colorido. Así se ex­
plica la licencia de que usanuestro Santo escribiendo una-
misma" palabra de modos diferentes, muchas veces en-
lugares no distantes uno de otro, y dejando correr la
pluma á merced de la inspiración del momento, sin que
nada detenga el vuelo de sü ingenio.
El uso dé la silepsis, tan común en el siglo X V I, con·'
viene especialmente al temple intelectual del Santo Doc-»
tor: poseído de la idea, á ella sacrifica, cuando es conve­
niente, la palabra: ninguna teoría seca y fría es poderosa»
á paralizar la acción de su pensamiento, antes sale de élJ
vestida y con todo el encanto y el interés de su candorosa-
expresión. El mismo principio de conveniencia se encuen­
tra siempre bajo todas las formas en los escritos de San
.Francisco de Sales, pero dentro de los términos de las
licencias permitidas por su siglo. Lógica siempre, la orto­
grafía de nuestro Santo no choca jamás: arrebatado por
el encanto del estilo, el lector se olvida de las variaciones,
y de la dificultad, é identificándose con el autor percibe
la claridad y la luz en medio de la obscuridad misma.
De algunas cosas particulares y menudas de esta orto­
grafía personal de San Francisco de Sales se dará noticia
en la cuarta parte de esta Introducción, cuando se trate
de las de la presente edición; ahora será bien echar una
ojeada sobre, las anteriores. f
III

Ediciones anteriores de las obras de San Francisco


¿r ;.. de Sales.

No basta haber considerado las obras de San Fran­


c is c o de Sales según el orden histórico y cronológico en
•.que fueron compuestas, y haber examinado sucintamente
.:;los caracteres y .particularidades de ellas; para tener una
£idea completa de tales obras conviene estudiar la manera·
ícómo fueron exhibidas al público y. las circunstancias
£jque determinaron las ediciones sucesivas. La división ló-
bgica de este asuntó se hace ella á sí misma* pues de una;
i:parte comprende las obras impresas separadamente, y de
|ótrá las obras completas ó que Han sido presentadas como ,
¿táles.

I; 11 ·— Obras impresas separadamente.

Las obras que San Francisco de Sales hizo imprimir ·


^separadamente, son nueve; y como la autenticidad d el-
;.te¿to es incontestable, salvo las faltas de la impresión,
abastará indicar sus títulos por el orden de su publicación.
1.— Consideración sencilla sobre el Símbolo de los
■Apóstoles, para confirmación de la fe católica, tocante al
■Santísimo Sacramento del altar. Binet, París, 1598.
2.— Defensa del estandarte de la santa Cruz de Núes-
.¡tro Salvador Jesucristo. Dividida en cuatro libros. P o r
Francisco de Sales, preboste de la Iglesia Catedral de\
rSan Pedro de Ginebra. En Lyon, por Juan Pillehiotte, en
Ha insignia del.nombre de Jesús, 16Ó0. 1
■.;, 3,— Oración fúnebre con motivo de la muerte del ex­
celentísimo é limo. Príncipe Felipe Manuel de Lorena,
■Duque de Mercoeur y de Penthevre... Compuesta y pro *
anunciada en la gran iglesia de Nuestra Señora de P a rís ,
:.'4 27 de Abril de 1602, por Mons. Francisco de Sales,
coadjutor y esleu Obispo de Ginebra.
4.— Constitutioncs Sinodales Diócesis Gebennensis,
a Francisco de Sales, Episcopo et Principe Gebennensi
-latae, die 2 Octobris 1603. Tonnonii, Marcus de la Rué.
5.— Instrucción á los confesores (impresa inmediata­
mente después de celebrarse el Sínodo.) ,
6.— Introducción á la vida devota, por Francisco de
Sales, Obispo y Prelado dé Ginebra. En Lyon, imprenta
de Pedro Rigaud, rué Mercier, MDCIX (1). Con aproba­
ción de los.Doctores y,privilegio del Rey.
7.— Rituále Sacramentorwn adpraescriptioném San-
ctae Romanae Ecclesiáe, jusso Reverentisimi Patris,
Francisci dé Sales, Episcopi et Principis Gebennensis
editum. Lugduni, apud joannem Charvet, 1612.
8.— Tratado del amor dé Dios, por Francisco de Sales,
Obispo de Ginebra. ■En Lyon, imprenta. de Pedro R i­
gaud, M DCXVI. ' '
9.— Reglas dé Sati Agustín y Constituciones 'para las
hermanas religiosas de la Visitación.E n L y o n , por Ja-
cobo Roussin, MDCXIX.
Las dost>bras siguientes fueron impresas viviendo el
Santo Obispo, pero sin comprobar el Santo lá impresión:
Preguntas dirigidas á los Ministros de la· llamada
religión reformada acerca de su doctrina concerniente á
la cena (2) (1597 ó 1598. Impresas en La Conference
acordee■, etc.) · · '
Titulus primus, de summa Trinitate et Fide Catholi·
ca. En el Codex fabrianus, 1606.
Por último, el Santo tuvo mucha .parte en la composi­
ción de las tres Theses (3), impresas en libro La Confe­
rence acordee, é intituladas:
I . — Virtud de la señal de la Crua.— Cómo debe ser

. (1) 1.a fecha del p refacio de esta p rim e ra edición (8 de A g o s to de 1606) con«
c u e rd a ^ o n estas p a la b ra s del Santo; “E s te lib rito salió de mis m anos el día 8
' de A g osto, de lbutí,,; de donde resulta A p rim e ra v is ta que \z. In tro d u cc ió n d la
vid a devota.$ 2A\6 A luz aquel misma afto; pero la fecha del p riv ile g io del R e y
(de 10 N o v ie m b re 1608. y los térm inos de aquel docum ento p ru e b an que la edi-
. clón p rin cip a l sólo pudo se r p ublicada antes de finalizar el aflo de 1608.
L a segu n d a edición lle v a asimismo el m ilésimo M D C IX ; la fecha del p refacio
es: “E n N e c y , día-de > a n ta M a ría M ag d ale n a , 1609n; ■
(2) E s te opúsculo fué sin razón atribu ido al P . Querubín, y con este título
rep rod u cid o por el a bate T ru ch et en su Vida d el P . Q u e ru b ín de M a u r ie n n c ,
cap. I X . In dudablem ente tuvo por au tor A S a n F ran c isc o de S ales. L a s razones
•para cree rlo son: l . ftL a s p a la b ra s con qu e term ina: “L o que sea dicho esperando
qu e la respuesta am plia está puesta so bre un pequeño tratad o de la C ruz, no
se h a im preso en G in e bra , especialm ente de la mano de los im presores.», E s ta s -
‘ú ltim as p a la b ra s fueron su prim id as en la reproducción que hizo el aba»;.e T r u -
*c h e t de dicho escrito. N o es difícil a d iv in a r que a q u e lla a m p lia respuesta no
e r a o tra que la D e fe n sa d el estan d arte de la Santa C r u z . 2 .* E l opúsculo, p u­
b licad o en form a <íe cartel (véase el folleto R es p u es ta s cristia n a s d u n ca rtel
in titu la d o: P re g u n ta s d los M in is tro s, etc.; 1598), fué im preso por Binet junto,
con la Con sid eración sencilla sobre el sím bolo. P e ro San F ran cisco d eclara
ue él es el au to r de este últim o escrito. (V é a s e el p re fa cio a l Tratado del a m o r
^ e D io s .) Con todo, el abate T ru c h et no va c ila en A tribuirlo a l P . Q uerubín .
3.a E n fin, el estilo de este opúsculo no perm ite d u d ar de quién fué realm ente
su a u to r.
(3) D e esta cuestión se tra ta rá en el prefacio de la D e fe n sa del estan d arte
da la Sa nta Crua.
honrada la Crus.— La Crua es santamente venerada (pu­
blicadas en cartel, 1597).
Inmediatamente después de lh muerte del bienaventu­
rado Prelado, tratóse de reunir los numerosos escritos
que.había dejado, buscándolos ora en los archivos del
, Obispado, ora en los de la familia de Sales y de la V isi­
tación de Annecy; prosiguióse, esta investigación diri­
giéndose á aquellas personas en cuyo poder podía supo­
nerse que se hallaban algunos de los preciosos autógrafos.
Por ló pronto fueron publicados ciertos documentos ascé­
ticos, incluidos por el P. Riviere,-Mínimo, en la Vida del
'Santo (1624) (1); los mismios fragmentos fueron publica­
dos aparte en.una pequeña colección intitulada: Las Sa­
ngradas Reliquias del Bienaventurado San Francisco de
¡Sales. Lyon, Candy. M DCXXVI.. Este es'el punto de
epartida de esta clase de las obras del Santo Doctor, que
'desde. 1652 tomó el nombre de Opúsculos;,poco después
¿comprendiéronse bajo este nombre otros escritos de corta
.extensión, y hasta documentos oficiales. La segunda obra
póstuma de nuetro gran Doctor fué una colección de
¡Cartas, en número de 520, recogidas y clasificadas por'
i'Sáñta juana Francisca de Chantal: la humildad de la
quiso ocultar su nombre poniendo en su lugar el
¡?de Luis de Sales, primo del Prelado (2); el título de la
¿•obra es: . ( ; : v ' '
f;-< Las Epístolas del Bienaventurado Monseñor Francis­
c o de Sales, Obispo y Príncipe de Ginebra, Fundador de
¡la Orden de la Visitación de Sania María , divididas en
%iete libros . Recogidas por Monseñor. Luis de Sales, pr'e-
bóste de la Iglesia de' Ginebra. En Lyon-, por Vicente de
£oeursilly, M D CXXVI.
La intención de la Fundadora de la Visitación fué
únicamente difundir la doctrina ascética de su santo D i­
rector: asimismo deseaba que no se divulgasen los nom­
bres de las personas, vivas aún, á que se referían estos
¿confidenciales escritos. De aquí qué fueran las epístolas
Retocadas en muchos lugares, y que se omitieran otros
Sin que por eso se altere la substancia de tan preciosos
^documentos.
» 5 .·. ■
¡■.'(I) L ib . I, cap. X - X U l; TU, X X X - X X X IT I; I V , X L .
v . í 2) N o ne contiene en tistci edición el texto de las Ca rta s ita lia n a s y latin a s
iStno la traducción que hizo de ellas C arlo s A u g u s to de S ales. En la segu n d a
'Adición (1628} pareció ya el tocto oficial.
A la vez que se esforzaba á reunir la correspondencia
de su bienaventurado Padre, Santa Juana Francisca de
Chanta! se ocupaba en redactar una obra sobremanera
importante para las casas de la Orden, la cual se le ha
solido atribuir, pero que substancialmente considerada
es obra póstuma de San. Francisco de Sales. De toda la
legislación monástica que.dió á sus hijas el Santo Funda­
dor, sólo pudo hacer imprimir las Constituciones, con su
hermosa traducción dé la Regla de San Agustín, prece­
dida de un Prefacio notable; había además cierto núme­
ro de reglamentos, costumbres y avisos espirituales su­
geridos por el bienaventurado Prelado, hacía ya much<5>
tiempo vigentes en los Monasterios del Instituto. Era
tanto más necesario facilitar á las Religiosas de la V isi­
tación esta compilación, cuanto que en ella se hallaba el
Directorio espiritual,, cuy a práctica asidua, junta con la
de las Constituciones, imprime en la hija de San Fran­
cisco de Sales la' fisonomía que la distingue.
El Santo Autor de este código había ya comenzado á
revisar los artículos de que consta (1), y algunos frag·
mentos suyos autógrafos vuelven á encontrarse en él.
Santa Juana Francisca de Chantal le coordinó en un vo­
lumen que fué examinado por las primeras Madres del
Instituto de la Visitación, convocadas á este propósito en
el primer Monasterio de. Anriecy. Todas ellas estuvieron
unánimes en asegurar que no hay en él otra cosa sino los
avisos espirituales, usos é intenciones de nuestro Bien­
aventurado Instituidor, Padre y Fundador (2). Dicha
compilación fué publicada en 1628 con este título:
Usos y normas de dirección de las Hermanas Religio­
sas de la Visitación de Santa María. En Lyon, por V i ­
cente de Coeursully, MDCXX V III (3).
En muchas de las cartas (4) atestigua. Santa Juana
Francisca de Chantal que, el libro de los usos (Contumier)
fué obra de su bienaventurado Padre: nada, por consi­
guiente, más cierto, al menos cuanto á la substancia de
(1) C a r ta C D L X V 1 1 I, de S a n ta Juana F ra n c isc a de C han tal.
(2) A c t a c ap itu la r de 21 de Junio de 1624.
(3) E n 1631, el D ire cto rio fué im preso a p a rte g ra c ia s á la M ad re M a ría S a -
qu elin a F a v r e con el título: V iv a Jesüs. D ire cto rio de las cosas esp irituales
p a r a el uso de las H e rm a n a s de la V isitación , M D C X X X I. Puesto por p rim e ra
v e z A continuación de la R e ^ la y de la s Constituciones en 1633, corrió unido
con ellas in separablem en te desde entonces como complemento necesario de
ellas. N o se da con n inguna edición auténtica de las mism as A que no acom pañe
el D ir e c to rio , V d s c tambiCn reproducido en todas ¡as ediciones del C ou tu m ier.
(4) C a rta s C D L X V 1 1 I, C D L X X V L I , D C I V .
aquellos documentos espirituales y monásticos, y particu­
larmente en lo que toca al Directorio. Pero las cartas de
la Santa Fundadora prueban igualmente que de acuerdo
con las primeras Madres se permitió hacer muchas mo­
dificaciones y adiciones en lo que toca á la administración
temporal de los Monasterios. La edición definitiva del
Coutumier no fué impresa hasta el año de 1637.
Poco después de la publicación de las Cartas y del
Coutumier, circunstancias particulares indujeron á Santa
Juana Francisca á la publicación de las Pláticas (Entre-
tiens). Y a hemos dicho arriba que esta última obra no la
redactó San Francisco de Sales, sino fué dispuesta por
las Hermanas de la Visitación que escribían las palabras
dé su bienaventurado Padre en el punto mismo en que
eran proferidas. Estas pláticas fueron ya reunidas en un
volumen manuscrito para uso de los Monasterios del Ins­
tituto. -
Santa Juana Francisca de Chantal pensaba en im­
primirlas para “ consuelo—decía—particular de nuestras
Casas„ (1); pero el manuscrito, estando todavía por con­
cluir, vino á caer en manos de ciertas personas que lo
dieron al público con muchas faltas é inexactitudes (2). Á ‘
fln de reparar esta lamentable falta’la Santa se vió obli­
gada á publicar también el texto auténtico siguiente:
Las verdaderas pláticas espirituales del bienaventu­
rado Francisco de Sales, Obispo y Príncipe de Ginebra,
Instituidor y Fundador de la Orden de Religiosas de la
Visitación de Santa María. En Lyon, por Vicente de
Coeursully, mercader librero, M DCXXIX.
De los Sermones se tratará en las Obras de 1641. El
modo de publicación de las Controversias fué juzgado
arriba; por vez primera fueron publicadas en las obras de
1672, Entre las obras todavía inéditas de San Francisco
de Sales las más importantes son:
1.— Los escritos de la juventud del Santo Doctor, de
que se ha hablado en lá primera parte de esta Introduc­
ción, á saber: Ensayos sobre la Ética cristiana, Observa­
ciones teológicas.
2.— Una parte de las Controversias.
3.— Una breve Disertación sobre la Santa Eucaristía
y dos sobre la virginidad de la Santísima Virgen.
(1) P lá tic a s, epístola de las R elig io sas de la V isita c ión .
(2) P íd tic a s y Coloquios esp iritu a les d el B . F ra n c is c o de Sales. L y o n 1628.
4.— Gran número de Sermones y de Cartas.
5.—El Tratado sobre la Demonomanía, ó de los ener­
gúmenos (1).
6.—Los ^fragmentos del libro sobre el origen de los
Curatos (2).
7.— Los fragmentos de la Historia theandrica, de E l
Amor del prójimo, de la Melania (3). Estos fragmentos
no se han -podido hallar. ,

§ II..— Obras completas ó que han parecido como tales.

Fué-una de las aspiraciones más caras de Santa Juana


Francisca deChantal -la de reunir las Obras dispersas de
su bienaventurado Padre (4). En 1626 el librero Pedro
Rigaud, de Lyon, se ofreció á poner por obra este pensa­
miento; y ¿tinque por lo pronto no se pudo aprovechar su
buena voluntad, pero el mismo proyecto fué renovado por
el Comendador de Sillery hacia el aflo de 1633, c'on el be­
neplácito y cooperación de la Santa Fundadora de la V i ­
sitación. Mientras que el Comendador .proseguía los pre­
parativos de su .grandiosa empresa, Otros admiradores
del santo Obispo de Ginebra, movidos de la misma inspi­
ración y más diligentes^qüe él, sacaron á luz la primera
edición de las Obras reunidas, en un volumen infolio in­
titulado:
(1) Todo hace c re e r que este opúsculo se lo dió su A u t o r al C ard e n al de B é -
ru lle , quien )o re p ro d u c iría en su Tratado de los E n e rg ú m e n o s . L a identidad .·■
de los asuntos y la sem ejan za de la form a parecen , perfectam ente en am bas
obras, y los e xtra cto s del T ra ta d o de ¡a D e m o n o m a n ia , que C a rlo s A u g u sto
in serta en su H isto ria del B . F ra n c is co de Sales (lib. 111). se encuentran lite­
ralm en te en el T ratado de los E n erg ú m e n o s del C arden al de B éru lle. E l M a r ­
qués de Cnmbis (v id a m an uscrita de San F ra n c isto de Sales, 1762' tiene menos
a u torid ad que C arlo s A u g u s to , pues parece no h ab e r visto el·opúsculo de que
h ab la ; con todo, el análisis que hace de la D em o n o m a n ia conviene en m uchos
puntos con la o b ra del C a rd e n a l de B crulle. Cuanto á la objeción que re su lta de
p arecerse este como a utor del T ratado de los E n erg itm en os, según se ve en-
sus O bras, y D esh a ye s lo refiere, lejos de e n e rv a r n uestra suposición, la confir­
m a, probando que m ovido nuestro Santo de su m odestia v desinterés h ab itu al,
se desprendió de su o b r a y la cedió en propiedad á su am igo el C ard e n al de Bé-
ru lle, asi como dló a l Presiden te F a v r e su P r im e r titulo del Código F a b r ie n .
(2) E n la B iblioteca de S a n ta G e n o v e v a de P a rís se encuentra un m anuscrito
intitulado: T ratado de las P a r r o q u ia s , del B . Fra n cisco de Sales. R e i v i n d i ­
ca d o ►Seguido de m uchos p a s a je s im p resos p o r el p rin c ip io , y d esp u és o m iti­
dos. E ste m anuscrito, de a u to r desconocido y sin ningún interés intrínseco,
dem uestra» em pero, con las p a la b r a s reivin d ica d o é im presos, hi existen cia de
tin lib ro atribu ido A San F ra n c isc o de S a les y cuyo titulo h a b ría sido: Tratado
las P a r r o q u ia s . N o se ha podido en con trar ningún ejem p lar de este libro;
acaso contendría fragm en to s del Tratado di: los Curatos.
(3) V é a s e a C a rlo s A u g u s to , H isto ria , ele. T a b la ríe las P ru e b a s, n. 64. P o s­
teriorm ente el misino CaVlos A u g u s to escribió un libro intitulado: M e la n ia ,
b r e v e tratado m ístico da la P en iten cia . A n n ec y, por A n d r é s L ej'n t, M D C X L V .
(4) C arta D C C X X X 1 de S a n ta Juana F ran cisca de C h an tal.
Las Obras de Moiis, Francisco de Sales, Obispo y
Principe de Ginebra , de dichosa y sayta memoria, Fun­
dador de la Orden de Nuestra Señora de la Visitación,
antes de ahora publicadas separadamente, é impresas en
diversos tiempos y lugares así en vida como después de
su muerte, y al presente recogidas en un cuerpo de volu­
men para mayor comodidad, de las personas que aspiran
á la perf ección cristiana. Nueva edición (l), revisada y
más exactamente corregida que las anteriores, y dispues­
ta según el orden declarado en la Advertencia; con la, Ta­
bla particular de los capítulos y argumentos, al fin .dé
cada Tratado. En Tolosa, por Pedro Bosc y Arnaldo Co·
tomier, M D C X X X V li.
Ésta edición comprendía: Introducción á la vida'
devota, el Tratado del Amor de Dios, 532 cartas, distri­
buidas en siete libros, Las verdaderas Pláticas, la Sim­
ple consideración sobre el símbolo, la Defensa del Estan­
darte de la Santa Crus, el Aviso á los confesores y las
Sagradas Reliquias. Es esta una reproducción de las
obras impresas separadamente, donde se advierten.co­
rrecciones discretas, sobre todo en la versión que hizo
de las Cartas Carlos Augusto de Sales.
, No parece que Santa Juana Francisca tuviera conoci­
miento de esta edición (2); el hecho es que continuó se­
cundando al Comendador de Sillery para la que este pre­
paraba. La muerte· de este ilustre eclesiástico (26 de Sep­
tiembre de 1640) no retrasó la publicación cuya impre­
sión estaba ya terminada; salió en dos volúmenes infolio
con este título :
Las obras del bienaventurado Francisco de Sales,
Obispo y Príncipe de Ginebra; revisadas y aumentadas
con gran mímero de documentos inéditos. Añádese la vida
<‘de este perfecto Prelado, compuesta sucesivamente por el
iP. Nicolás Talón, de la Compañía de Jesús. En París,
?en casa dé Arnould Cottinet, etc.
Esta edición contenía las mismas obras que la anterior
¡con la adición de 53 Cartas y de los Sermones, de los cua­
jes 25 habían sido escritos por mano del santo Doctor, y
!;lÓs demás, en número de 33, recogidos por las religiosas
i:.· .-

»i dc n ingun a edición general, de las Obras de San F ran cisco


Sales an terio r íl ésta; la e x p r e s i ó n E d ició n n ueva se refiere sin duda il una
^ v is ió n del texto de las O b ra s impresíts por separado.
C a r ta M D C G X L V T Ít de S a n ta Juana F ran c isc a de Chantal.
de la Visitación. Algunos entre estos últimos, así como
las Pláticas, exhalan todo el perfume del estilo de San
Francisco de Sales; mas la lectura de los demás no deja
la misma impresión de autenticidad. Poco satisfecha San­
ta Juana Francisca de la manera con que fueron reprodu­
cidos estos Sermones, dispuso que se preparara una nue­
va édición, la cual no llegó á publicarse hasta el año 1643.
Juntáronse á ella las 53 nuevas Cartas y la Declaración
mística del Cantdr dé los Cantares. El nuevo texto de los
sermones difiere poco del antiguo, y las variaciones adop­
tadas no siempre son mejores: por donde la edición dé los
Sermones, de 1641, resulta, á pesar de todo, preferible á
la de 1643. Las Obras de 1647 (París, Jacobo Dallín) re­
producen la edición de 1641 con el nuevo texto dé los
Sermones,· aftádense á ellos la Declaración mística y las
53 cartas clasificadas y distribuidas entre los V II libros
de las Epístolas espiritualés.
Una nueva edición, tanto más importanté cuanto que
había de'servir de base á todas las que han salido después,
pareció en 1652 (1) en un volumen in folio con este título:
“Las obras del bienaventurado Francisco de Sales,
Obispo y Príncipe de Ginebra, instituidor de las religio­
sas de la Visitación de Santa María , revisadas y muy
exactamente corregidas sobre los primeros y más fieles
ejemplares; enriquecidas de nuevo con muchos emblemas
y figuras simbólicas, con citas de la Escritura santa y
anotaciones marginales. Con un compendio de su vida y
una tabla muy extensa de materias y cosas más nota­
bles, lo que. antes faltaba á esta obra. París, casa de la
viuda de Sebastián Huré, etc. M D C X X X X X II. „
Esta edición es una reproducción de la de 1647, menos
los Sermones·, por vez primera el título de Sagradas R e­
liquias es reemplazado por el de Opúsculos. El texto de
esta publicación sale limpio de los defectos de las anterio­
res; bien qye, por otra parteaos editores se permitieran
ciertas variaciones nada ventajosas, y á esa época se re­
monta el origen de lamentables alteraciones y sustitucio­
nes de palabras:
Las dos ediciones de 1663 y la de 1669, porLeonar-
do, reproducen la edición de 1652 cor\ la reinserción de

(1) L a s o b ra s de 1648 p arec en citadas en el segundo proceso de canonización;


pero adm itiendo que la fecha sea e xac ta , esta edición de 1648 no es sino una
reim p resió n de la de 1647, como lo p rueban las c ifra s de referencia.
los Sermones, según el texto de 1643. Las obras de 1672,
también por Leonardo, en ocho volúmenes en 12.°, repro­
duciendo el mismo texto que las de 1669, tienen particu­
lar interés en razón de contener el libro de las Controver­
sias, entonces publicado por vez primera. Con esta edi­
ción, reimpresa en 1685, concluye la lista de las ediciones
generales de las Obras de San Francisco de ÍSales, publi­
cadas en el siglo X V II,
No vuelven á encontrarse vestigios de obras llamadas
completas del gran doctor durante el siglo X V III; pero
en 1758, Herissant, publicó en París las Cartas e.n seis
volúmenes por orden cronológico, subiendo el número de
ellas á 840. En 1768, el mismo impresor sacó á luz los
Opúsculos en cuatro volúmenes; buen número de ellos no
son más que repeticiones y adaptaciones de ciertos pasa­
jes dados ya en otro lugan.
El siglo X IX ha sido fecundo en ediciones de las obras
.de San Francisco de Sales, impresas ya por separado, ya
formando cuerpo; sólo hablaremos aquí de las tres prin­
cipales entre las últimas.
La primera edición moderna de las Obras completas
|ué la de Blaise (París, 1821); consta de dieciseis volú-
menes en 8.°, con seis tomos de suplementos. Esta publi­
cación . ( reimpresa en 1833) reproduce las ediciones de
1663-1672, á cuyo texto se atiene, salvo en las Cartas y
Opúsculos, en qué se conforma con la edición dé Heris­
sant. En uno de los volúmenes del suplemento se repite
una sección de las Controversias, mejorado el texto: un
número considerable de cartas inéditas, recogidas por el
caballero Datta (1835) hace subir el número de ellas á cer­
ca de 1.100. La impresión de estos volúmenes es poco es-
merada: contienen numerosos errores, y sobretodo en las
.Cartas inéditas hormiguean las inexactitudes. El editor
quiso seguir la ortografía antigua, pero en la ejecución de
su deseo se nota mucha inconsecuencia é irregularidad.
Los muchos defectos de la edición Blaise y de las que
la tomaron por modelo, dieron ocasión á la de Vives
(París, 1856-58), en doce volúmenes en 8.°: los dos pri­
meros volúmenes fueron publicados bajo la inspección del
señor abate Grelier, que ha presentado el Tratado del
Amor de Dios , según la edición original, y dado un buen
texto de la Introducción á la vida devota. El Sr. Crelier ha
sido el primero en expresar el deseo de una reproducción
fiel de la ortografía personal de San Francisco de Sales.
Como por circunstancias varias este sabio eclesiástico
hubiese dejado de dirigir esta publicación, el impulso que
dió á los dos,primeros volúmenes se continuó en los
siguientes: salvo algunas ligeras mejoras, la edición V i ­
ves reproduce el texto dado por Blaise, con la adición de
las Reglas y Constituciones de la Visitación y de algunas
Cartas. La disposición dé las materias adoptada en las
precedentes publicaciones dé las obras reunidas, fué no­
tablemente modificada en la edición Vives: los diversos
escritos de nuestro Santo se ven. en ella distribuidos en
cinco clases; las (hartas y los Opúsculos van en la sección
á que parecen referirse, resultando de la difícil aplicación
dé este principio de clasificación mucha confusión en los
seis últimos volúmenes.
La última edición "que tiene carácter distintivo, es la
de Migne (París, 1861-1862), en seis volúmenes en 8 0 ma­
yor, á dos columnas, y además otro volumen por víá de
suplemento, publicado en 1864. Cérea de 250 Cartas, mu­
chos Sermones y diversos fragmentos fueron añadidos A
las obras ya conocidas de San Francisco de Sales; el pri-
mer'título del Código Fabrien penetra en ellas por vez
.primera; pero la mayor parte de las otras adiciones á los
escritos de nuestro Santo no son sino la repetición de do­
cumentos publicados ya en otra forma. El texto es el de
las ediciones precedentes, salvo la ortografía moderna,
adoptada en todas las obras, no obstante :el uso general­
mente seguido hasta entonces en las publicaciones ante­
riores: el texto de cierto número de Cartas inéditas se ve
alterado á causa de la adaptación que ha sufrido, al estiló-
y ortografía modernos. En siete clases están ahí distri­
buidas las obras del Santo Doctor. La distribución de las
diversas materias contenidas en los últimos volúmenes no.
está mejor ordenada en dicha edición que en la de Vives,
exceptuada la Correspondencia epistolar, cuya principal
parte tiene un orden relativo.
Todos esos pormenores tocantes á las ediciones sucesi­
vas mencionadas dan á conocer el estado actual de las
Obras de San Francisco de Sales consideradas desde el
punto de vista de la publicación: muchas permanecen to­
davía inéditas; aun 1as publicadas por el Santo Doctor, á
excepción del Tratado del Amor de Dios, exigen una re ­
visión más ó menos prolija basada en. los textos auténti-
eos; cuanto á las obras póstumas se hace indispensable
acudir á las fuentes. Queda ahota por tratar de la edición
actual, del trabajo de los editores y de los preciosos re­
cursos de que disponen para responder á la legítima ex­
pectación del público.

IV

Edición actual de las Obras de San Francisco de Sales.

Las primeras páginas de esta Introducción han decía-·


rado suficientemente el intento que-preside en esta edi­
ción, es á saber:^pu^blicar todos los escritos del Santo Doc­
tor, reproducirlos con la integridad de los textos origi­
nales, con todo el esmero y perfección tipográfica que me-
irecen tan sublimes enseñanzas: en una palabra, dar á co­
nocer á San Francisco de Sales tal como el Santo se.
muestra en sus q,bras y tal como se ofrece á la admiración
de la Iglesia de-Dios. .
Como ya se dijo arriba, esta edición auténtica y defi­
nitiva debe por una parte excluir las adiciones introduci­
dlas sin examen suficiente y todo aquello que no emanó
directamente del santo autor, y ofrecer por otra cuantas
.garantías puedan apetecerse de la entera veracidad de los
documentos .que sé incluyen en ella, y sobre todo, de las
páginas inéditas que van á ocupar- el lugar que les co­
rresponde, en medio de las obras magistrales ya conocí,
das de nuestro gran,Doctor.
Ahora debemos declarar algunos puntos concernientes
á las Obras contenidas én la presente edición, á los prin­
cipios seguidos en la reproducción del texto y de la orto­
grafía de San Francisco de Sales, y al orden con que van á
ser p u b l i c a d a s . '

| I .— Obras del Santo.

La edición actual de las Obras del santo Doctor com­


prende, además de las obras todas publicadas anterior-
te, muchos y muy importantes documentos inéditos.
Las Controversias, reproducidas íntegramente de con­
form idad con los autógrafos, completadas y enriquecidas
con páginas inéditas; de inapreciable valor y clasificadas
según el orden indicado por el mismo santo autor, de
ellas, vienen á ser, en cierto modo, una obra nueva.
El texto de la Defensa del Estandarte de la С т а va
á ser ilustrado con numerosas variantes, que contienen
pasajes inéditos muy importantes y que ofrecen gran in­
terés literario,-permitiendo al mismo tiempo al.lector se­
guir á San Francisco de Sales en la elaboración de su
pensamiento y percibir los diversos matices de su estilo.
La Introducción á la vida devota publicadasegún la
última edición revisada y corregida por el Santo (1619),
,va á ser enriquecida con variantes y documentos nuevos
inéditos, tomados de los manuscritos autógrafos.
El Tratado del Amor de Dios saldrá adornado de pre­
ciosas variantes inéditas, sacadas .dé los. mismos autó­
grafos.
Las Pláticas, tomadas de la primera edición, se verán
asimismo enriquecidas con variantes y con diversos frag­
mentos sobremanera interesantes.
Muchos Sermones, hallados recientemente, vienen-á
ser una nueva manifestación del corazón y del alma del
Santo Doctor, y aun de su genio y talento oratorio.
Un número considerable de Cartas inéditas se añadi­
rá á las que han salido ya á luz en las colecciones gene­
rales y, particulares.
Fragmentos diferentes, que pertenecen al concepto
general de Opúsculos, serán publicado^ también por vez
primera-en la presente edición.
Para acabar de exponer las particularidades de esta
edición, debemos dar ahora alguna idea del trabajo de los
editores.
1. Los textos de la Sagrada Escritura y de los auto­
res citados por San Francisco de Sales serán siempre
indicados (1). La Patrología de Migne, que es la. más
completa y la más generalmente conocida, servirá de
base á los editores para sus Indicaciones de los Santos
Padres, no excluidas, sin embargó, las otras fuentes que
pudieran proporcionar nuevas luces.
2. Se pondrán Notas explicativas y bibliográficas
cuando haya necesidad de ellas.
3. En los Prefacios ó Introducciones á las principa-

(\ ) L a n indicaciones añad id as por los a utores se distin guirán de las del San ­
to p o r ser puestas entre parén tesis.
les obras ó secciones de escritos del. santo Doctor se
hallan todas las explicaciones-apetecibles.
4. Cuando haya razones particulares que los pidan,
• se pondrán catálogos de autores ú otras Tablas análogas.
5. Las Ptesas justificativas y otros documentos im­
portantes serán dados por vía de Apéndice. *

§ II.— Texto.

La presente edición debe responder fielmente á su di­


visa, al Non Excidet del santo Doctor. No basta repro­
ducir íntegramente los textos originales y restablecer los
que han éido alterados: es preciso que se muestre el estilo
dé San Francisco. de Sales tal como salió de su pluma y
de su corazón. Para, que cohservén su carácter auténtico,
deben ser publicadas sus obras en su primitiva forma;
este sello, rasgo distintivo de la actual edición, debe r e ­
sultar impreso en;cada una de sus páginas. Esta misma
fidelidad es-razón que se extienda á la ortografía perso-
rfial de nuestro gran Doctor, ó sea á la ortografía de sus
.manuscritos, que en muchos puntos difiere hasta de las
ediciones originales (J).

| III .— Orden de la publicación.

Entre las nutñerosas producciones del corazón y del


ingenio de nuestro santó Doctor, cuatro grandes tratados,
dos de ellos polémicos y los otros dos ascéticos, ocupan
él primer lugar- y mérecen ser señalados desde luego
como objeto preferente de la atención del lector. En las
anteriores publicaciones, ahora se trate.de las clasifica­
ciones más precisas de Vives y de Migné, ó ya de las
Compilaciones menos determinadas de los antiguos edi­
tores, el orden de prelación se declaró en favor de las
dos principales obras ascéticas de San Francisco de Sa­

(1) BJ sabio a u to r de esta Introducción v u e lve á t r a t a r aquí m agistralm en tc



‘de este punto de la o rto g ra fía ; p ero refiriéndose en tíl d Ja len gua fran cesa y no
4 la castellana en que a h o ra se publican las o b ra s del santo D octor» ha parecido
conveniente su p rim ir las consideraciones del todo e x tra ñ a s d la p résen le v e r -
ja ló n . U n a d e ellas, empero, no querem os om itir, y e s la que se hace diciendo
: 'que las correcciones, superposiciones y ra sp a d u ras que se encuentran en los
au tóg ra fo s del eminente autor, prueban que en todas las cosas, aun en las mds
m enudas, buscaba la perfección.
les, y sus tratados polémicos fueron relegados á lugar
inferior. Mas á este uso tradicional ha parecido preferi­
ble, en esta edición auténtica, el'orden de la publicación
tratándose de esas cuatro obras principales; porque esta.
disposición permite seguir no solamente el desenvolvi­
miento intelectual del santo escritor, sino también la di­
latación de sus dones sobrenaturales. Las otras obras de
nuestro Santo parecerán distribuidas conforme á las cua­
tro grandes divisiones qué las distinguen. Conforme á
esta clasificación, la colección de las obras de San Fran­
cisco de Sales se sübdívide del ínodo siguiente:
1.° Las Controversias.
2.° Defensa del Estandarte de la Santa Crus.
3.° Introducción á la vida devota,
4.° Tratado del Amor de Dios.
5.° Pláticas. ■
6.° Sermones.
7.° Cartas.
8.° Opúsculos.
En una edición auténtica y completa- como es ésta, y
tratándosele las Cartas, el orden cronológico es una
necesidad: no hay mejor historia, más bella y verdadera,
de San. Francisco de Sales que sus propias Cartas; dis­
persar estas cartas sería como destruir esa historia; La
ausencia del orden en la clasificación de las Cartas, uno
de los defectos más lamentables de las ediciones anterio­
ras, conviene que sea removida de la presente. En una
colección destinada á la simple lectura espiritual, ó en un
ramillete de Cartas escogidas puede tolerarse que éstas
sean agrupadas en secciones, atendiéndose á la analogía
de las materias de que tratan; pero en una edición com­
pleta no se puede admitir tal procedimiento, no menos
contrario á la lógica que á la historia. A modo de pre­
ciosas perlas diseminadas en vat ios lugares, y en medio
de clasificaciones arbitrarias, las cartas de San Francisco
de Sales han perdido gran parte de su suave esplendor:
es, pues, llegada la hora de restituirles el interés que
tenían cuando salieron de la inimitable pluma de su santo
autor. Para conseguir esto no se perdonará ningún es­
fuerzo; mas como esta correspondencia tan copiosa é
interesante ofrece todavía, no obstante las diligentes in­
vestigaciones de que han sido objeto, muchas lagunas,
los editores, deseosos de llenarlas, solicitan el concurso
P '. INTRODUCCIÓN GENERAL 8l
&:.· -
(^ líévo lo de los admiradores todos del santo Obispo de
iG-iiiebra. A aquellos singularmente que tengan la dicha
:Mé poseer algunos de estos manuscritos, les suplican con
:« 1 mayor encarecimiento que les hagan llegar á manos de
•Í£s Religk ¿as de la Visitación de Annecy, quienes los
;fécibir*ln con la debida veneración, y los devolverán,
' después de copiados, á sus poseedores. Esta petición se
íéxtiénde á todos los autógrafos del santo Doctor.
. Cómo ya ha podido verse, el único intento de esta In­
troducción general ha sido procurar que sean más y más
^estimados el mérito y excelencia de nuestro gran Doctor
Avivar de este modo en los lectores el deseo de repastarse
géti ellas; pues para comprender el alma y el corazón de.
■'Sari Francisco de Sales, para · penetrar en el Santuario,
-intimo de su pensamiento, sus obras mismas, que no los
Comentarios dé ellas, es lo que más conviene4leer. En los»
fdías de su vida mortal, sólo acercarse á tan amable Saii·
lito, isólo el verle, bastaba para calmar las pasiones y dar-
¿aliento á los ánimos; una palabra suya, el timbre mismo,
¿de su. voz, conmovía, encendía, arrebataba. Felizmente el
¿influjo que ejercía el Santo Obispo cuando estaba presen-
dura todavía, sale de las páginas todas de sus escri­
bios. ¡Cuántas almas han sacado de ellos el valor, la paz,
.las nobles inspiraciones, la generosa abnegación I No es
posible aplicar uno su mente á estas admirables obras
¿sin sentir en sí nuevas fuerzas, sin tornarse mejor.
'% Refieren los historiadores de San Francisco de Sales,
que siempre que abrían su glorioso sepulcro, el perfume
.; que salía de él, se difundía por toda su “ muy amada ciudad
de Annecy „ y sus alrededores. Este divino aroma se per­
cibe aún, pues sale principalmente de “ las reliquias del"
;espíritu„ de nuestro gran Doctor, y ya toda la Iglesia está
llena del olor de ese perfume. Esta dichosa efusión debe
■extenderse todavía más, y de aquí el inmenso deseo y el
abrasado celo de que están animados los editores de las
Obras de San Francisco de Sales: desean en efecto contri­
buir á que nuestro gran Doctor sea cada vez más cono­
cido, más amado; celo puro y sincero, que no sufre influjo
alguno capaz de alterar la dulzura del bálsamo de sus es­
critos. Y cuenta que los “ artífices de esta grandiosa
• obra (1)„ se guardarán mucho de atribuir á su cuidado y
0> Carra. a u tó g ra fa , 30 de O ctubre de 1656. (A rc h iv o s de la V isitación de
A.nniícy.)
diligencia, ni al celo que despliegan, ni á la severa exacti­
tud que se han impuesto, los augustos estímulos y la alta
aprobación con que han sido animados; prefieren recordar
las palabras que dijo Juan Miget, devoto postulador de la
causa de canonizációü del venerable Obispo de Ginebra,
cuando, instado á que aplicara al mismo tiempo á otra
causa su diligencia, respondió: “ Los-favores que el Espí­
ritu Santo ha inspirado á Su Santidad, induciéndole á
proteger nuestra causa, están fundados en razones tan al­
tas, sobrenaturales y sobre nuestro alcance, que yo no sé
si tendrán respectos transcendentales aplicables á otra
causa... en que las razones sean acaso muy diferentes (1).„
Bien puede creerse, sin incurrir en temeraria presunción,
que aquí también la divina inspiración ha movido á nues­
tro Santísimo Padre el Papa León X III á topiar bajo sú
especial patrocinio “ esta obra, noble tan de por sí y tan
importante por razón del bien que está llamada á produ­
cir (2).„
Esta edición es, en efecto, un himno de alabanza á la-
gloria de la Sabiduría eterna, comunicada á un entendi­
miento criado, digno de reflejar el resplandor con que esa
divina sabiduría ilumina, á la Iglesia y al mundo; es el
elogio más verdadero .que puede hacerse de las enseñan­
zas del gran Doctor, la realización más completa de las
palabras inspiradas que le fueron aplicadas poi*'Clémen-‘
té V III (3): Bibe, f ili mi, aquam de cisterna tua et fluenta
putei tui: deriventur fontes tui fóras et in plateis aguas
tuas divide: Anda, hijo, y bebe el agua de tu cisterna y
los raudales de tu pozo; broten tus fuentes por afuera y
reparte sus aguas por las calles.

(1) C a r ta a u tó g ra fa , 30 de O ctubre de 1856.


(2) B r e v e de Su S a n tid ad L e ó n X III.
(3) P r o v ./ Y , 15, 16.
PREFACIO

Concepto histórico de las Controversias t

Cuándo en Septiembre de 1594, San'Francisco de Sa­


les, dócil á la voz de su Obispo¡ emprendió la tarea difí-
íéil y peligrosa de reconquistar para la verdadera fe, ¡el
•piáis del Chablais, largo tiempo, á ejemplo de su- divino.
¡Maestro, extendió sus manos hacia un pueblo incrédulo
[:y rebelde (1), que rehusaba escuchar la palabra de la ver-
; dad; Después de dos generaciones, .la creencia de la Igle­
sia católica, desnaturalizada y disfrazada por los minis­
tros calvinistas, se habia convertido en un objeto de des­
preció y de odio para los desgraciados habitantes de
aquella hermosa provincia. Un motivo, no menos podero­
so, de oposición al nuevo Apóstol, era el temor á los.bér-
neses. La tregua que permitía la misión de San Francis­
co de Sales, era precaria; el pueblo que él aspiraba á con­
vertir, tenía más miedo á las violentas represalias de sus
temibles vecinos, que deferencia á su Soberano legítimo,
que residía habitualmente en Turín. “ Los berneses gine*
brinos y otros parecidos hijos de perdición— escribía el
. Santo (2),— amenazaban al pueblo por medio de sus espías
y le. apartaban de venir á oir nuestras predicaciones;

(1) R o n ., X , 21. - ·
V¿) C a rta latina al P a p a Clem ente V I I I , 15 de N o v ie m b re de 1603, trad ucid a
en l;is E p ístola s de 1&76.
creían ^llos que estas treguas no eran más que treguas,
que la paz no era todavía un hecho, que en breve serían
echados por fuerza el Duque y los sacerdotes, y que la
herejía permanecería salva y entera.
Ante semejante coyuntura, un misionero ordinario se
habría desalentado y hubiera abandonado la partida, es­
perando un porvenir mejor; no fué así como procedió
nuestro indomable Apóstol; su celo, fértil en recursos, le
hizo entrever y aprovechar el medio de triunfar de las
dificultades de su posición y esperar, á pesar de ellos
mismos, á los oyentes recalcitrantes. Aquel mensaje de
paz y de salvación, que no .podía hacer oir, lo puso por
escrito y lo hizo distribuir en hojas volantes?, entre aque­
llos á quiénes el temor ó la mala voluntad retenían lejós
del alcance de su voz. Tal <ué el origen de las Controver­
sias. [Feliz necesidad, que, sobreponiéndose á la modes­
tia del joven misionero, le hizo tomar “ el oficio jurado„
de escritor, y nos valió este monumento inestimable de
una obra completamente apostólica!
Aquellas hojas fueron escritas en el intervalo de las
predicaciones; pues San Francisco de Sales continuaba
al mismo tiempo evangelizando á aquellos obstinados;
además sostenía el valor del corto rebaño de fieles, cató­
licos, y, con frecuencia, las noches que seguían á sus la­
boriosos días, las consagraba al trabajo. El Santo autor
no comenzó las Controversias hasta el 25 de Enero
de 1595 (l); -pero antes de esta fecha, hizo á ellas alusión
en una carta á su amigo Antonio Favre (2): “ Ahora insto
más á esos señores de Thonon y les instaré infinitamenté
más, cuando haya llevado á término, tanto cuanto per­
mita mi capacidad, una obrita que medito desde hace
mucho tiempo, y así que hayáis aprobado mi empresa.„
La respuesta del ilustre senador es más significativa aún,
y prueba que San Francisco de Sales tenía algún proyec-

(1) V í a s e el fin de la epístola “Á los señores de Thonón.,, E l Santo no d esig-


•n am A s que el día; lA s p a la b r a a “ a lgu nos meses* de la segunda lección, perm iten -
p recisar el afto 15^5.· E l a u tó g ra fo reproducido en esta lección, lle v a la nota
siguiente del notario del p rim e r Proceso de canonización: “1594, D iciem bre, de
Tonon,,, Renato F u v rc de la V alhonn e. dice así: “P rin c ip io d e D iciem b re de 1594.*
En efecto, n ad a se opone A que este M e n s a je no preced iera al que reproduce la
p rim era lección; los dos a u tó g ra fo s ofrecen diferencias m uy notables.
(2) N itnc pattllo p re s s iu s rem enm iis Tononcnsilnt$ agt>. A g an tqu c b r e v i
pressissiin c, u bi qttod ja m p rid etn m ed ita ba r opusculunt ad m a tu rita tem
qu alem m eu m fo y t in g e n iu m perdttx ero et tu negotiunt p roba verts. (C a rta
.inédita sin fecha. Proccss ren u is s Gebcnu (I I , Script. có m p u ls ,) E l contenido
de esta c arta indica aproxim adam ente ia ¿poca de su redacción. (Cf. el Año
Santo de las R elig iosa s de (a Visitación, 7 de En e ro .)
to· acerca de hacer imprimir aquellos carteles, y que no
llegó á ser puesto en ejecución: “ Sería para mí un gran
placer ver vuestras primeras hojas contra los heréticos
— le escribía (1),— pues ardo en increíbles deseos de leer
lo que habéis escrito, sabiendo que será alguna cosa dig­
na de vos y de toda la república cristiana. Y no hay que
temer que esos escritos me sean menos agradables si vos
me los exponéis hoja por hoja... Todavía no.hé podido
-tratar con nuestro impresor > y nada haré sin antes haber
recibido alguna cosa vuestra.„ Á esta carta alentadora
contestó el Santo inmediatamente (2): ^Deseáis ver las
primeras páginas de mi obra contra .los heréticos; tam­
bién lo deseo yo ardientemente, y no llevaré mis enseñas
á las filas de los enemigos con todo el ardor que mérece
esta causa, antes que'vos .hayáis aprobado mi designio,
el plan de la batalla y la táctica adoptada. Pero siento la '
.dificultad de la empresa, y, además, me faltan tropas auxi­
liares de que tendré necesidad; quiero hablaf de los libros
indispensables.,, El 7 de Marzo (1595), nueva carta al se­
nador Favre (3); ésta vez nuestro Santo le hace saber
que se había establecido en Thonoii para estrechar á sus
adversarios desde más cerca, y añade: “ Mis predicacio-
:nes rfiás frecuentes me impiden aplicarme, tanto como se-
:ría "necesario, á nuestras meditaciones contra los heré­
ticos (4).„ ’
v Estos extractos nos permiten seguir la marcha pro· .
gresiva de las Controversias. Los últimos días del mes-
de Marzo.fueron dedicados á los trabajos apostólicos re­
queridos por el. santo tiempo'de Cuaresma y las fiestas de
Pascua (26 de Marzo); El mes de Abril fué principalmen­
te empleado en instruir al abogado Póncet y en recibirle
én el seno de la Iglesia católica. No parece, pues, que· el·
Santo misionero tuviera espacio para proseguir'sin inte­

i; ( I ) 1 C ártn latin a Inédita, 8 de F e b re ro 1595. (P ro c e s s . rem isa . G eb e n n ., 1


Scripts C o m p u ls.)
.. (2) jQuod optas, p rio re s ntei in haeréticos op'eris pa g in a s v id e r e , ego s u m -■
n iopere d esid ero, n ec p r iu s qua p a r est a la critate in hostiu m cuneos signa-,
in fe r a m , qu a m tu con siliu m m e u m á c o rd in e m tnodum que certa n d i p r o b a v e ·■
R e r u m o p eris ... (L a g u n a en la copia del Proceso)... nec eas habeó copas
a u x ilia res q u a ru m ope f r e t u s n egotin m p re m ^ re p o s s im ; lib r is careo m i h i .
K ecessariis, (C a r t a inédita, P r o c e s s . retn its G éb e n n , (l ) S crip t c o m p u ls .)
\l3) C a r ta inédita ( P ro c e s s . rern iss. G e b c n n .( 1 ) S cript c o m p u ls,) L a misma'
con Igual fecha está citada tam bién p or R en ato F a y r c (P r o c e s s . re m ié s -
G e b e n n II, ad art. 13). E s , pues, evidente que el Santo resid ía en Thonon des.
do antes del mes de Julio de 1695, fecha a d o p tad a h asta aquí por sus b ió gra fo s.
; (4) . F rec u cn tioribu sc oticion ibits itn ped ior qu om in u s ju s t a m p p e r a m p o ssim
lrnp én d ere m ed ita tion ibu s n ostris in ha eretitos.
rrupción el trabajo de las Controversias hasta su vuelta
dé Anñecy, adonde fué á pasar las fiestas de Pentecostés.
Lá alusión “ ál Evangelio de hoy* (pág. 90), se refiere á
la fiesta de los Santos Pedro y Pablo (1), y la alusión que
hace acerca de “ San Francisco, á cuya gloriosa y santí-,
sima memoria celebróse ayer fiestá en todo el im.ndo„
(pág. 194), fija et 4 de Octubre de 1595, como fecha cen­
tral de la composición de las Controversias.
Y a por aquel entonces se había operado en el pueblo
un gran movimiento de reacción; la hora que debía deci­
dir de su vuelta á Dios, estaba próxima á sonar. Fué el
décimoctavo domingo después de Pentescostés cuando el
Apóstol de Cbablais predicó su famoso sermón acerca de
la Santísima Eucaristía (2), que .terminó por un ardiente
llamamiento á las ovejas extraviadas, instándolas á volver
á los pastos de la verdadera vida. A i día siguiente (18 de
Septiembre) nuestro Santo escribía aún á su amigo (3):
“ Hermano mío: hemos comenzado á tener unas primicias
muy abundantes y sobremanera agradables dé nuestra
cristiana recolección; pues poco faltó ayer para que el se­
ñor d'Avully y los síndicos de la ciudad (como ellos los
llaman) vinieran públicamente á oir mi sermón, porque
habían· oído decir que- disertaría acerca del Sacramento
de la Eucaristía. Sobre este misterio tenían tan gran­
des deseos de oir de mi boca el sentimiento y las razones
de los católicos, qué aquellos que no se atrevieron toda­
vía á venir públicamente por temor de que no pareciera
que faltaban á la promesa que sé habían jurado, me oye­
ron desde cierto lugar oculto, si es que la debilidad deíñí
voz pudo.llegar á sus oídos... Asi noslo-ha comunicado
el señor abogado Ducrest, al manifestarnos que los seflo-
res de Thonon habían resuelto, de-común acuerdo, pre-
sentárnos por escrito la profesión de su fe.:.„ Las Contro­
versias , ó por lo menos, una parte de este trabajo apos­
tólico, habían producido sus frutos. El Santo Apóstol lo
continuó con un celo infatigable, éxponiendo los princi-

(i> U n a c a rta in éd ita del Santo, d escu bierta después de la im presión de la


nota (1), p d g. 90, perm ite fija r esta fecha.
(2) Serm ón inédito, cuyo a u tó g ra fo , que lle v a la Indicación: (D o m . 18 post
P en te eo s te m 1593)\ se c o n se rva en el M onasterio de la V isita c ió n de T u rin .
(3) C a rta latin a tra d u c id a p or C arlo s A u g u s to (H is to iv e del B . F r a n to is d e
Sales, lib. I I ) y c u y a fech a está señ alada por R en ato F a v r e (Proces$> remi&s.
G eb e n n ( I I ) ad art. t3.) E l e rro r que C arlo s A u g u s to cometió fijando la época
de la redacción de esta c a rta h ac ia “el segundo dom ingo de C u a resm a en T h o ­
non«, produjo g ra n confusión en la cronología del apostolado de San F ran cisco
de Sales en el C h a h la is.
§§!¿¿; fundamentales de la fe católica y desarrollándolos
IfepÄ.tpdas sus consecuencias. Muy pronto los habitantes
fMp^rhonon y de sus alrededores fueron cada vez en ma·
número á recibir la Ley de su boca, y la redacción de
f e s Controversias, no teniendo ya razón de ser, cesó gra-
ipjiálménte durante el aflo de 1596. t
p | ; San -Francisco de Sales conservó, sin embargo, un
Ejemplar de aquellas hojitas, escritas la mayor parte de
l||úípropia mano; su gran modestia no podía cegarle hasta
|ßl:punto de ignorar su valor. Recorriendo aquellas pági-
||áiais es fácil darse cuenta de los retoques y correcciones
líiéchas por el Santo autor; indudablemente tenía inten­
c ió n de darlas á la estampa con otros documentos: del
llfiismo género y época. En una caita al Arzobispo de
l^ ien a (1) manifestó claramente aquel designio: “Teágo,
fädemäs— le decía, — algunos .materiales para la instruc-^
|éiÓn de los aprendices en el ejercicio dé la predicación
Evangélica, y que quisiera hacer seguir, del método de
^convertir á los herejés por la santa predicación, y en este
últim o libro quisiera, á manera de práctica, deshacer los
:niás· aparentes y célebres argumentos de nuestros adver­
sarios, y esto con un estilo, no solamente instructivo, sino
infectivo, lo que aprovecharía no sólo al consuelo de los
^Católicos, sino á la reducción de los heréticos. Á cuyo fin'
-emplearé muchas meditaciones hechas por mí, durante
cinco, años, en Cháblais, dond^ prediqué sin otros libros
que la Biblia y los del gran Belarmino.„
Después de la muerte de San Francisco de Sales, las
hojitas de Las Controversias quedaron diseminadas, y en
las Scripturae compulsatae del primer Proceso de Cano­
nización, no se halla ninguna huella de esta obra polémi­
ca;, sino una de .los’ dos Mensajes “ á los señores de Tho-
non.„ Cuando Carlos Augusto escribía l a Historia de su
Santo tío había encontrado algunas de aquellas precio­
sas páginas (2), que fueron más tarde unidas á las de­
más. El total permaneció sepultado en los archivos del
castillo de la Thuille sin que nadie, según todas las apa­
riencias, tuviera conocimiento de aquel depósito; pero,
en 1658, Carlos Augusto, entonces Obispo de Ginebra,
tuvo la dichosa íortuna de recobrar este tesoro. El mo­
mento era propicio, pues la copia de dichas hojas pudo
(1) En 1609.
Oí) V ó a s e el a n á lisis en la f lis t o r ía del S^nto» liv. III.
quedar inserta en el segundo Proceso de Canonización,
que debía ser remitido inmediatamente á Roma. Con oca­
sión de las fiestas de beatificación y canonización de San
Francisco de Sales, el manuscrito original de las Con­
troversias fué ofrecido al Papa Alejandro V II; este Pon­
tífice,; que había elevado á los altares al Apóstol de Cha-
blais, apreció vivamente este rico presente y lo leyó á los
Príncipes Chigi, á cuya familia pertenecía. En aquella
biblioteca de príncipes se encuentra hoy día aquella obra,
de un precio inestimable, con excepción de cierto núme­
ro de hojas conservadas en los archivos del primer Mo­
nasterio de la Visitación de Annecy.
Los elogios tributados al manuscrito de las Controver­
sias por los Comisarios apostólicos del proceso de ca·
nonización, determinaron la impresión de este escrito, y
el P. Harel, Mínimo (1),. fué encargado de la revisión
preparatoria. No es ocasión aquí de hablar de los erro­
res cometidos por este editor; baste decir que, acabado
su trabajo, el tratado pareció por vez primera en el
tomo octavo de la edición dé las obras de nuestro Santo,
hecha por Leonard en 1672. Fué luego reimpreso por
Blaise, en 1821, con todas las faltas de la primera edición,
y, por añadidura, con notas saturadas de galicanismo,
injuriosas al honor de San Francisco de Sales y propias
. para proyectar úna sombra desfavorable sobre esta gran­
de obra polémica. Verdades, que en uno de los volúme­
nes suplementarios, Blais?? dió un texto mejor para una
parte del capítulo relativo al Papa; pero hasta el preciso
momento de la reunión del Concilio Vaticano no se pudo
realmente apreciar la importancia del tratado de las Con­
troversias (2). La lectura de la página autógrafa del San­
to Doctor, donde el Soberano Pontífice es calificado con
el titulo de “ Confirmador.infalible,,, produjo una impre­
sión profunda en el ánimo de los Padres del Concilio, y
determinó á muchos á suscribir la definición de la infa*
libilidad pontificia. El proceso del Doctorado de San
Francisco de Sales, en el que se insertan algunas de las

(1) E l P . S a n tia g o H a re l, V ic a r io gen eral de su Orden p a r a las provincia!


de la s G a lia s , tra b a jó mucho en las pesquisas de la canonización de San F ra n
^isco de S ales. E l m ism o sacerdote fué quien p re p a ró la im presión de las Vidai
de las p r im e r a s M a d re s de la Visitación.
(2) V é a se el opúsculo L e p a p e .pa r Sa in t F r a n fo is d e Sales, P a r ís (P a l
raé), M D C C C L X X I . E sta obra, del C ard e n al M erroillot, reproduce la parte d<
la s C o n troversia s, y a restablecid a por B iajsc, preced id a de una Introducción
hojas inéditas conservadas en la Visitación de Annecy,
aumenta aún el deseo, concebido por los admiradores de
luestro Santo, de poseer al fin una edición completa y
¿orrecta de estas preciosas páginas.
Una traducción inglesa, que pareció en 1886 (1), fué
la primera realización de este deseo; ella daba á los pen­
samientos del Santo autor los verdaderos rasgos caracte­
rísticos de su primera obra polémica. No obstante, algu-
las lagunas se advierten en ella; muchos pasajes de la
mtografía de Annecy faltaban al traductor, y la copia,
lecha sobre el autógrafo de Roma, dejaba mucho que
lesear desde el punto de vista de la perfecta exactitud.
3ra en el mismo Annecy, cerca de la tumba gloriosa de
San Francisco de Sales, donde aquellas páginas disper­
sas debían reunirse para recobrar su primitiva hermo­
sura y reconstituir este monumento de la ciencia y de la
santidad de nuestro gran Doctor.

II

Carácter de las Controversias.


1
El tratado de las Controversias ha sido objeto de
ipreciaciones encomiásticas de parte de numerosos auto­
res y teólogos; sin embargo, sólp aquellos que han leído
2l texto auténtico de esta obra, han podido juzgarla con
:ónocimiento de causa y dar de ella un testimonio que
nerezca ser tomado en consideración. Estos testimonios
;e resumen primeramente en el de los Comisarios apos-
:ólicos del segundo proceso de canonización; posterior­
mente, en nuestros díáfe, se condénsan en el jaicio dado
por los Padres del Concilio del Vaticano, y los teólogos
iel proceso del Doctorado.
. La Madre de Chaugy refiere en estos términos el jui­
cio de los Comisarios de 1658. (2): “ Los señores jueces
(ios dicen que los Atanasios, los Ambrosios y ríos. Agusti­
nos no han sostenido y defendido la fe con más ardor
jue este Bienaventurado.,, Los testimonios más recientes

(1) W orks o f S. F ra n c is de S a les, tra ñ sla ted by the R e v . H . B . M ackey


P. S. B . Vot. III. T h e Caiholic C o n tro v e rs y , Lon don , B u rn sau d O ates, 1886.
i (2) Carta, c irc u la r d irig id a los M on asterio* de la V isita c ió n , 1656.
están admirablemente condensador y confirmados en el
Breve y en et Decreto del Doctorado. El primero de di­
chos documentos presenta las Controversias como “ una
completa demostración de la fe católica,,. Las palabras
del Decreto son todavía más significativas: “ Una maravi­
llosa ciencia teológica resplandece en esta obra, y en
ella se advierte un método excelente, una lógica irresis­
tible, lo mismo en la parte relativa á la refutación de la
herejía, que á la demostración de la verdad católica, y,
sobre todo, en lo que atañe á la autoridad, primacía de
jurisdicción é infalibilidad.del Pontífice Romano. San
Francisco de Sales ha defendido estas verdades con tanta
ciencia y claridad que parece haber preludiado las defini­
ciones del Concilio del Vaticano. „
Estas declaraciones de tan aíto alcance, moverán al
lector á estudiar, con mayor interés todavía, la grande
obra recomendada á su atención. El primer objeto de esté
estudio será el manuscrito autógrafo, considerado en sí
mismo; después se tratará del plan y de la división de
esta obra polémica; luego del valor de la doctrina que
encierra, y, por último, de las cualidades de estilo, de lás
relaciones que existen entre esta obra y los demás escri­
tos del Santo Doctor, como asimismo de la luz que arroja
esta composición sobre el carácter y la persona misma del
Apóstol del Chablais.
Y es cosa clara que el objeto de las observaciones que
siguen, es el tratado de las Controversias, según el texto
y el orden integral, tal como actualmente ha sido publi­
cado, y no como ha sido dado á luz hasta aquí.

■ § / . —-E l Manuscrito de las Controversias.

El Manuscrito, que en adelante designaremos bajo el


nombre de Autógrafo Chigi, se compone de ocho “ cua­
dernos,, y siete hojas separadas; el todo, minuciosamente
descrito por Francisco Favre, contiene 275 páginas ade­
más dé los testimonios. Las hojas guardadas en el primer
Monasterio de la Visitación de Annecy tienen absoluta­
mente la misma apariencia que las del Autógrafo Chigi:
son pues, incontestablemente, páginas de los mismos
cuadernos. Sólo la hoja que forma parte de la II lección,
;! págs. 1-6, es de un tipo algún tanto diferente (1). La dis-
■posición de los cuadernos y de las hojas· separadas del
’ Autógrafo Chigi, no es, indudablemente, obra del Santo
autor, sino probablemente del primer editor: así es ella
tan defectuosa.·Preciso es decir otro tanto de la pagina­
ción, hecha según la clasificación, mejor dicho, de la des­
organización de las hojas. El tomo, lujosamente encuar
dernado, lleva las armas del Papa Alejandro V II impresas
en la cubierta. Una copia, encuadernada de igual manera,
y probablemente de la época de la canonización de San
Francisco de Sales, va unida.al original.
Hasta aquí hemos designado al Manuscrito Chigi
cómo autógrafo, aunque algunas hojas de estos cuader­
nos no hayan sido escritas de mano dé nuestro Santo. La
autenticidad de estas páginas está realmente demostra­
da por ia identidad del estilo y la reunión de los cuader­
nos; pero lo· que prueba evidentemente que los copistas
no eran otros que los secretarios del Santo autor, son las
. correcciones y anotaciones añadidas de su mano. Ningu­
na’ distinción puede hacerse, por lo tanto, entre las dife­
rentes partes det Manuscrito en lo que se refiere á su
jírocedencia; y autenticidad.

| / / , — E l objeto y plan de las Controversias.

El objeto que se propuso nuestro gran Doctor en su


trátado de las Controversias, fué probar “ que caen en
falta todos aquellos que permanecen separados de la Igle­
sia Católica, Apostólica y Romana,,. Lo afirma “ prime­
ramente, por ciertas razones generales; segundo, por
ejemplos particulares,,. Su primer plan no abrazaba, pues,
más que dos partes; pero, en el transcurso de su trabajo,
las “ razones generales,, se subdividen en dos secciones:
las primeras tienden á probar que, por las instigaciones
de los ministros, los pobres descarriados habían sido “ se­
parados de la bandera de la verdadera Iglesia por el cis­
ma,,; las segundas, demuestran claramente que los pre­
dicadores de falsas doctrinas habían “ quitado,, al pueblo
“ la luz de la verdadera fe por la herejía,,. Estas dos divi*

(1) Este am ógrrifo -*e conserva.1en el M on asterio de la V isita c ió n Ue Rennes*


siones cíe las “ razones generales „ forman así la primera
y. la segunda parte; los ejemplos particulares “ forman
ahora una tercera, que tiene mayores puntos de conexión
con la segunda „.
La.primera parte de esta obra tiene, pues, por objeto
combatir el cisma entre los desgraciados habitantes del
Chablais; y .las ■‘razones,, del Santo misionero se reducen
á tres pruebas principales, reunidas bajo la general de la
supremacía exclusiva de la Santa Iglesia. Para ello co­
mienza por negar la autoridad usurpada por los minis­
tros, probando la necesidad de la verdadera Misión, in-di
cando las señales que la caracterizan y demostrando que
la verdadera Misión falta completamente á los disidentes.
En el capítulo siguiente, el valiente Apostol descubre los
subterfugios empleados por aquellos falsos predicadores
para, sostener su papel de enviados esforzándose en em­
pañar el tipo verdadero de la Santa Iglesia de Dios. En
último lugar nos muestra á esta misma Iglésia católica con
todas sus glorias y las señales evidentes que la muestran
como la única y verdadera esposa del divino Redentor.
En la segunda parte el. Santo autor combate contra la
herejía cuerpo á cuerpo, estableciendo la Regla ó las Re­
glas de. la fe: la revelación divina encerrada en las Es­
crituras y la tradición, manifestada por los diferentes
órganos de la Santa Iglesia, confirmada por los milagros,
y armonizándose con la. razón natural. Este asunto es
exarhinado desde un triple punto de vista: “Yo. mostraré
— dice el Santo— que las Reglas que alégo, son verdade­
ras Reglas, despues que vuestros doctores las han viola­
do,,; en fin, “ que nosotros los católicos las hemos guar­
dado muy estrechamente
Trata los dos principales artículos de la discusión en
Ja segunda parte, reservando el último punto para la ter­
cera..En cada una de estas divisiones, el orden y el plan
adoptados por el Santo Doctor son tan lógicos, tan lumi­
nosos,1que todo esclarecimiento parece superfluo. De los
numerosos “ ejemplos particulares,, que se disponía á dar
en la última parte de su obra, no se encuentran hoy más
que los Sacramentos y el Purgatorio·, pero ya había ga­
nado su causa con la exposición de sus “ razones genera­
les „ y el carácter completo (1) de los grandes principios
(l ) L a s únicas lag u n as de la p rim e ra p arte son; p rim era, un pasaje sobre la
m arca Católica , y del.que parece h abe rse e x tra v ia d o a lgu n a h oja; segunda, la
ppi PREFACIO DE LAS CONTROVERSIAS 93
m ,
tf&'los que dió bases tan sólidas, no está, en manera álgúna-,
Quebrantado por el número más ó menos grande- de ejem­
p lo s que vienen á apoyarlos.
fcC'
y/· '■■■·,
.■
V' .·'
;v | III. — La doctrina de las Controversias,

Todos los editores de las obras de San Francisco dé


Sales han designado bajo el nombre de Controrersias la
obra polémica de que tratámos actualmente. Este nom­
bre, aceptado en el présente Prefacio, está, en efecto, bien
"escogido, y es muy á propósito para representar el carác­
ter de la obra del Apóstol del Chablais, que tiene muchos
■puntos de contacto con las Controversias de BelarminoV
No obstante, para profundizar la naturaleza de este tra­
tado, es preciso recordar las diferentes denominaciones
que su Santo autor le dió. Jamás designó estas hojas
bajo el nombre de Controversias; como más arriba se ha
dicho, las llama algunas veces sus “ Meditaciones,,; nó
pbstante, el nombre dé que más se sirve en la misma obra,
és el de “ Memorial,,. Además, califica con igual nombre
el Commonitórium, de Vicente de Lerins; .y, en efecto,
comparando el tratado polémico de nuestro Doctor con
esta obra maestra, continuamente citada en las Controver­
sias, se da uno fácilmenté -cuenta de que San Francisco
¡de Sales siguiera el mismo plan que el gran polemista del
siglo V; Esta semejanza es tanto mas útil cuanto que res­
ponde de antemano á la objeción que podría ser dirigida
contra el tratado de las Controversias de nuestro Santo,
á saber, que esta respuesta á los calvinistas del siglo X V I
éstá desprovista de actualidad. El título de Doctor de la
Iglesia, discernido á San Francisco de Sales, sería, sin
duda, más que suficiente para dar valor y autoridad á
sus palabras, aun cuando se limitara á repetir lo que
otros dijeron antes que él; pero su obra pertenece á la
filosofía de la controversia; es una continuación, una es-

consideración de la m arca A p o stó lic a , que no parece h aber sido tra ta d a por el
Santo autor, pero que está, im plícitam ente contenida en sus enseñ an zas sobre
la M is ió n v la a n tigü e d ad de la sucesión de tos P a p as. En )a secunda p arte no
falta m:->3 :¡uc el lindo los capítulos sobre la Tradir.iñM y so bre los P a d res. Til
prim ero esto* :isvmtos queda com pletado en algun as tic los S erm o n es: el se ­
gundo air.p!¡«unente tra ta d o en el p rim er título ctM Código Fabriu n o.
pecie de renovación de la más elevada apologética cris­
tiana, que es siempre oportuna, nunca fuera de sazón, en
una palabra, inmortal como la misma Iglesia.

En cuantoá las materias tratadas en esta obra im­


portante, basta, para darse cuenta de ellas, acordarse de
la-parte de la teología dogmática intitulada DemonstrcUio
Catholic<i\ las Notas de la verdadera Iglesia, sobre todo,
se hallan expuestas de una manera á la vez nueva y ele­
vada. Ciertas páginas de las Controversias habrían po­
dido servir de base á la primera constitución de Ecclesta
Christi del Concilio del Vaticano; el Decreto del .Docto­
rado nos ha enseñado ya que esta obra previene la .defi­
nición de la infalibilidad y proclama altamente la autori­
dad soberana del Vicario de Jesucristo. A l tratar asuntos
de tal importancia, el Santo autor se mantiene, sobre
todo, en el terreno de la Sagrada Escritura, que le es
común con sus adversarios. En el libro de las Controver­
sias, de una extensión relativamente poco considerable,
se hallan cerca de mil citas de las Sagradas Letras, y to­
dos los razonamientos de nuestro Santo descansan sobre
ese fundamento inquebrantable. Habitualmente se sirve
de la Vulgata, pero no pierde nunca de vista el original
griego del Nuevo Testamento (1); á-veces cita las mis­
mas palabras; otras también, las. traduce en latín ó en
francés. El testimonio de los Santos Padres, intérpretes
autorizados de la palabra inspirada, viene en apoyo de
los argumentos de nuestro gran Doctor.Señaladas quedan
en la introducción general las fuentes preferidas, en sus
apelaciones á la Tradición, que son casi todas de una
autoridad incontestable; las citas dudosas, muy raras
bajo la pluma del Santo escritor, se limitan casi exclusi­
vamente á algunos extractos de las Cartas Decretales de
los primeros Papas y de los Cánones de algunos antiguos
Concilios (2).

(1) L o s p asaje s evidentem ente traducidos del g rie go , p or el Santo autor, son:
L u c a s , X X I I , 20; E p h es., I V , 16, E p h es., V I , 12; I Tim., V , 11.
(2) E n estas citas sigu e el S an to á la Colección de los Con cilios, p ro b a b le ­
m ente la de Suriu s: Concilia o m n ia ... in 4 tom os d is trib u ía , Colontae A g r i ·
pin ae, 1567. L a opinión concluyente de la autenticidad de los antiguos docum en­
tos retiñidos en p a re c id a s colecciones, e ra generalm ente adopLada p or los c ató­
licos m ás ortodoxos de esta época. E s e sentimiento estaba conform e con las
conclusiones del P . T u rria n u s , S. Jf., en su obra P r o ca non ibus Ap ostn loru m et
E p is to lis d ccreta libu s P o n tiftc u m ... d e fe n s iv . L u tc tia e , 1573. L o s m ismos he­
réticos, y en p a rtic u la r C alv ih o y Beza, al mismo tiempo que declam an contra
la autorid ad de esas piezas, las citan cuando son fav o rab le s A sus tesis. E s cier*
Importa, además, hacer constar que el tratado de las
Controversias está muy lejos de ser una compilación. El
Santo no se limita á repetir los argumentos de los pole­
mistas que le han precedido; su obra tiene un sello per­
sonal, que abre, por decirlo así, un nuevo horizonte á la
« enseñanza eclesiástica. El humilde misionero parece con­
tradecir esta afirmación, cuando emplea los términos si­
guientes hablando de su tratado: “ Todo es antiguo y no
hay en ello casi nada mío, fuera del hilo y, de la aguja,,.
Nadié, seguramente, admitirá este aserto exagerado de
la modestia de nuestro Santo; sin embargo, otras pala­
bras, ya citadas más arriba, piden alguna aclaración.
En 1609, escribía San Francisco de Sales al Arzobispo
de Viena, que, durante su misión en Chablais, había pre­
dicado “sin otros libros que la Biblia y los del gran Be-
larmino„. Acabamos de decirlo: la Biblia es, en efecto,
el libro por excelencia, cuyas páginas no se cansa jamás
de recorrer nuestro Santo autor ni de.penetrar su sen­
tido oculto. En cuanto á la obra del célebre Jesuíta, lé
ofrece, ciertamente, un precioso compendio de textos
sagrados, pero las citas que de ella toma el Apóstol del
Chablais, no privan á sus Controversias su fisonomía par­
ticular.
El.tratádo de Belarmino no era, por otra parte, el
único arsenal donde nuestro hábil polemista pudiera pro­
veerse de las armas ofensivas y defensivas que manejaba
con tanta destreza .Sin duda, según nos lo enseña él mismo,
no tenía otros libros para su uso personal; pero tenía ac­
ceso á las bibliotecas de Mres. Poucet, Ducrest y d’Avully,
y aprovechó sus frecuentes excursiones, á Annecy y á
Sales para completar sus investigaciones. Se vale de San-
ders, De visibili Monarchia, casi tanto como de Belarmi-

to, sin e m b a rg o , que T u rria n u s , en su apreciació n fa v o ra b le de la s D e c re ta le s §


no d istinguid bastante entré las E p ístola s, cuya autenticidad es in contestable, y
la s que no p resentan la m ism a g a ra n tía ; San F ra n c isc o de S a le s vio mAs tard e
la necesidad de m odificar su ju ic io acerca de este punto; no volvien do A ci­
ta r sino m uy ra ram en te los docum entos en cuestión; por el con trario, h a b la
de uno de los m ás im portantes, el Pontificado de D d m a s ó % como de un ‘‘lib ro
dud oso*. .
H o y día, la san a crítica reconoce el fondo de v e rd a d que existe en todos tos
D e c re to s a tribu id o s A los a n tigu o s P a p a s , p o r las colecciones de los C o n cilio s.
L o s m ismos autores no católicos, confiesan que las D ecreta les estAn conform es
con la s ideas y con los docum entos auténticos de la época en que a q u e lla s fueron
com puestas, y la suposición de que fueron re d ac ta d a s con el e x clu siv o objeto de
■sostener la au torid ad P a p a l, ha sido aban d on ad a de todos. V é a n s e la disertación
•dfc D e n zin g e r en la P a trología latina,, de M igne, tomo C X X X i y las conclusio­
nes de los P a d re s Benedictinos de Solcsm es sobre el Pontificado de D á m a s o , en
los Orí g e n e * de la Iglesia R otnu na . capítulos IX , X .
no; él artículo V II del capítulo que trata del Papa, está,
por decirlo así, textualmente tomado del célebre deste·
rrado-inglés. Para instruir al abogado Poucet, se Sirve
del gran catecismo Canisius-Büsee (1). Cita al B. Cam­
pion, Cochlée, Génebrard, Staphyl, Stapleton, y muchos
otros autores que no nombra explícitamente, le sirvieron
sin duda alguna. Además, á-falta de los libros de que
carecía, el repertorio de su vasta erudición estaba siem­
pre á su servicio.
Por una disposición admirable de la divina Providen­
cia, la educación del futuro Apóstol, había preparado los
caminos de su misión en el Chablais: la atmósfera del Co­
legio de Clermont, no respiraba más que controversias
luteranas y calvinistas; los Padres Gardon-Huntley. y
Tyrius, escoceses, y el P; Saphore, bearnés, habían es­
crito obras polémicas contra la herejía que asolaba sus
patrias respectivas (2). Los nombres solos de Genebrard y
de Possevin, otros de los profesores de nuestro Santo, re·
cuerdan la memoria de los más gloriosos defensores de la
fe en el siglo X V I. Y ; lo repetimos, entre los autores pre­
feridos por San Francisco de Sales, ocupaba Belarmino
el primer lugar; no obstante, sus Controversias no sumi­
nistraron más qüe una parte de las numerosas materias
doctrinales que después de hallarse en fusión, durante
largo.tiempo, en el crisol dél joven teólogo, debían salir
de él algún día. con el sello de su genio personal.
En resumen: el poder secreto de las Controversias
de nuestro Santo reside principalmente en la hábil orga
nización del plan de batalla y en la aplicación exacta de
los principios. Nada de esto fué tomado de Belarmino, ni
nada tampoco en la obra del ilustre jesuíta pudo suminis­
trar lá materia del capítulo relativo á las Señales de la .
Iglesia , ni de los artículos acerca .de la Violación de las
'Sagradas Escrituras hecha por los reformadores y sobre
la Analogía de la fe. Puede, decirse con verdad, por lo
tanto, de nuestro gran Doctor, que, realizando la palabra
del Evangelio, poseía la ciencia del Reino de los cielos y
sacaba de su tesoro cosas nuevas y viejas (3).
La lucha que el infatigable polemista había empren-
(t ) C a rta al P. C an isiu s (junio 1595).
(2) C on troversia rtim Chriatiaiiac F id c i epitom e (G . H u n t le y ), D o antiqui*
tate E c cle sia e Scotiae et I n Joa n em K n o x iitm (T y riü s ); Com bina tion es a d v e r -
sus h aercticos (S a p h o re ).
(3) M a tc h ., X III, 52,
dido contra la herejía, exigía también de su parte un es­
tudio profundo de la persona y de las armas de sus ad­
versarios, á fin de poder, más fácilmente deshacer sus
capciosos argumentos. La gran obra de Cochlée acerca
de Lutero, los escritos de Belarmino y de Sanders le su­
ministraron los documentos más sólidos para sus ataques
contra “ esegran padren de la Reforma; pero aquellos tra­
tados no podían bastarle. El Catálogo de libros prohibi­
dos, de que ya se ha hecho mención (1), muestra la pro­
fundidad de las investigaciones del Santo misionero; y,
¿ási en cada página de las Controversias, refuta las In s ­
tituciones de Calvino y las Señales de la Iglesia de Beza,
libros que se habían convertido en un segundo Evangelio
para los ministros y servían-de fundamento á Tos errores
con que se esforzaban á seducir á las desgraciadas pobla­
ciones del Chablais. '.

§ I V . — Estilo de las Controversias; lúa que resalta en·


. esta obra acerca de la persona de San Francisco de Sa­
les y sobre sus otras obras.

¿>/· Después de haber indicado sumariamente la doctrina


Contenida en el tratado de las Controversias, resta ca­
racterizar la fisonomía particular de ésta obra y mostrar
: cómo el Santo autor, sin quitar nada de su elevación y
?.de su energía al pensamiento, lo adapta á la inteligencia
de todos sus lectores.
1 Para prevenir una objección muy plausible en apa­
riencia, importa afirmar desde luego que la obra de las
: ’Controversias no debe ser considerada como inacabada ó
• incompleta. Algunas de las hojas que la componen, no han
Recibido, quizá, el último perfeccionamiento del santo
.( escritor; pero no se las debe calificar, en manera algu-
. na, de esbozos ó simples borradores,. Los mismos autó­
g r a fo s , con sus raspaduras y sus adiciones, muestran con
r qué cuidado buscaba San Francisco de Sales la palabra
¿ propia, la perfecta expresión de su pensamiento. Y a he·
. mos visto que tenia intención de publicar sus “Meditacio-
i1?·65». y que la mayor parte de ellas habían sido prepara­

(l ) Introducción gen eral.


das para la predicación: “Me he puesto á trasladar al pa­
pel — nos dice — una parte de las exhortaciones y trata­
dos que de viva voz he hecho en el púlpito.n
Preciso es recordar también que lás Controversias
pertenecen á la polémica y se dirigen á una clase parti-
cular de lectores; el lugar, la época, en una .palabra, to­
das las circunstancias de la redacción de esta obra han
coloreado con una tinta especial el estilo del Apóstol del
¿habíais.
El Santo se halla en país enemigo, está comprometido
en la lucha; se dirige á gentes para quien las cuestiones
religiosas, tan estrechamente ligadas á sus interés mate­
riales, son de una-importancia capital y objeto de conti­
nuas preocupaciones. Algunos, quizá, escucharían favo­
rablemente las razones del joven misionero; .pero, reteni­
dos por motivos humanos, esperan, con una especie de re­
serva.desconfiada lo que decidirá la suerte de las armas,
entre los católicos y los calvinistas. Otros, y esté era el
mayor número, animados de ios más hostiles sentimien­
tos, espían las menores palabras del nuevo .predicador y
tratan de sorprenderle en sus discursos. El plan estraté­
gico de nuestro Apóstol consiste en interponerse entre
el pueblo y los ministros; desengaña, persuade y atrae al
primero; desenmascara y acorrala á los segundos. Ésta,
táctica exigía una discreción consumada; y. es preciso
apreciar en las Controversias, no sólo lo que ellas dicen,
sino lo que saben callar con una oportunidad admirable.
Nuestro. Apóstol expone las verdades católicas con la pre­
cisión más exacta, sin avanzar un solo punto que diera
ocasión á los ataques amargos é indiscretos de sus sutiles
adversarios (1).

(1) E l Santo se e x p re s a a s( a c e rc a de cate asunto en una c a rta (In édita) di-


rig ld a al P. B o n n iva rd , S. J M en 17 de A g o sto de 1609, donde tra ta la m an era
de conducir una conferencia con los m inistros de G inebra; *... S o b re todo, soy
de p arec er que h a y necesidad de estar atentos á la m anera de p rop o n e r la doc­
trina teológica, de suerte que, como la razón está, de n uestra p arte, así la a p a ­
riencia* el brillo de la especiosidad no nos falte tampoco; como, p o r ejem plo,
a cerca de lo que me e scribís de convencerlos de la insuficiencia de la E s c ritu ra
sola p a r a el perfecto g o bie rn o de la Ig le sia, qué, sobre esta p a la b ra insuficien­
cia, todos g rita rá n : ujB la sfem ia in Y o p re fe riría, pues, confesar que la E s c r itu ra
es m uy suficiente p a r a Instruirnos en todo y decir que la insuficiencia e sta en
nosotros que, sin la T ra d ició n y el m agisterio de la Ig le s ia no sa b ría m o s de­
term in ar el sentido que aqu é lla debe tener ni las consecuencias que de ella
pueden sacarse p a r a la dirección y gobiern o del pueblo cristiano; pues, de este
modo, la cosa s e g u iría siendo la misma y la aplicación es mAs especiosa y plau­
sible p ara aquellos A cuyos oídos no se cesa de g r it a r que nosotros d esp rec ia ­
mos las santas L e t r a s . n (P ro c e s s . vemis.s\ G rbcnn. (! ) ¿>cript. c o m p u ls .)
L : i h is t o r ia de la c o n t r o v e r s i a en tr e du P e r r o n y el m i n is t r o T i lc n t i s hace,
W' " ■
$%■ En cuanto al estilo de-las Controversias, se encuen-
Ifári en esta obra todas las cualidades de naturalidad, de
belleza, fuerza y persuasión que han sido señaladas en
^introducción general como características de. la dic-
de, nuestro gran Doctor. La primera de estas cuali·
cládes, la.naturalidad, resalta en esta frase que el Santo
Itiarecé marcar con un sello especial: “ Recibid con agra­
do éste escrito— dice,— pues, su aire es del todo saboyá-
ínó.fc Con esta calificación daba, sin duda, mayor familia­
ridad y sencillez á su lenguaje; pero no hay que olvidar
í!qué el “ pueblo,, á quien se dirigía el joven Apóstol, no
Estaba compuesto de .gentes groseras, desprovistas de
||qda cultura intelectual. Eran “ mercaderes,, de Thonon y
¡ótraS.personas de esa clase media (1) que, al mismo tiempo
’■qué requerían claridad y sencillez en la exposición de las
verdades dé la fe, eran, sin embargo, muy capaces de
apreciar la elevación y la dignidad del lenguaje.
. Más que ninguna otra cualidad, la fuerza debía res­
plandecer en un escrito como éste; en ninguna parte, en
¿las obras de nuestro Santo, se encuentra tanta energía,
¡ sostenida desde la primera página hasta la última; ni una-
confianza tan inquebrantable en la justicia de su causa.
El Apóstol del Chablais sabe hacer frente á sus enemigos
NJY.sin contemplaciones, califica las mentiras y las impos­
turas de los ministros, con los nombres que les convie­
nen; frente á la hiprocesía y á la-blasfemia, sabe mane­
jar. con vigor la espada de la ironía. Y , sin embargo, por,
confesión de sus mismos enemigos, la influencia mode­
radora de su caridad se abre paso por entre las palabras
más vehementes. El “ Buen patriota,, (2), órgano del par
tido de la oposición; y cuyas más violentas invectivas y
groseras burlas asaltan al P. Cherubin, á Mr. d’Avully y
Petit, el ministro convertido, no lanza ningún dardo con­
tra aquel que es la causa principal de la derrota del cal­
vinismo. Dicho libelo se limita á excitar al pueblo del Cha
blais á no dejarse seducir por la “ lengua encantadora,,
del misionero y por “ las buenas intenciones quer alega.,,
La caridad del ardiente Apóstol sobresale, efectivamente,

sobre todo, a p re c ia r la p rudencia de estos consejos; v éase el libro: E l carde


nal du P e r r o n , ora dor polem ista y escritor p o r M. T A b b é F eré t. Parí9, D i
d ie r, 1879.
(1) C a r t a al P . Bo nn iv a rd ; v d i s e la c o ta precedente,
(2) Carta dé un bu en patriota, escrita d sus com p atriota s del C h a bla í
M DXCVIII.
en las páginas de las Controversias como en cada uno
de sus demás escritos, aunque toma un aspecto diferente.
Hl estilo de nuestro Santo es “no solamente instructivo,
sino afectivo,,; éste es el secreto de su persuasión. Si di­
rige palabras enérgicas al pueblo extraviado, si censura
su triste defección, no es sino para llegar al más pene­
trante y tierno llamamiento. Se siente que no tiene más
que un objeto: comunicar, hacer gustar á sus oyentes, á
sus lectores, la dicha de que goza él mismo.
No es ocioso repetir aquí la frase bien conocida del
Cardenal du Perron. Este grande hombre se complacía·
en decir que él “se encargaba de convencer á los-heréti­
cos,,, pero que para convertirlos era preciso “ llevarlos al
señor Obispo de Ginebra,,. Esta frase sería inexacta si
implicase que las razones producidas por San Francisco,
de Sales eran inferiores á las del célebre polemista de la
corte de Enrique IV; pero expresa bien la unción de los
discursos de nuestro Santo, esa fuerza secreta que obra
sobre el corazón, subyuga la voluntad y constituye el
más poderoso de los mediosde persuasión.

Algunas palabras bastarán para indicar las relacio­


nes del tratado de las Controversias con las otras obras
de nuestro gran Doctor. Por sus afinidades especiales este
escrito se asemeja evidentemente á las obras de la misma
clase, la Defensa del Estandarte de la Santa Crua, el P r i ­
mer Titulo del Código Fabriano y los Sermones de Con­
troversia, que son otros tantos desenvolvimientos de esta
obra fundamental. Por otra parte, las enseñanzas polémi­
cas que contiene, tienen cierta relación con algunas pági­
nas de las obras ascéticas. El mism^ corazón, el mismo
espíritu se encuentra en toda ella. Los ‘ capítulos de este
tomo acerca de la Misión, fecundidad de la Iglesia, sobre
los votos de religión, hallan un eco en el quinto y octavo
libros del Tratado del amor de Dios ( 1).

Las Controversias ofrecen un interés especial en


cuanto arrojan una nueva luz sobre un período importan­
te de la vida de San Francisco de Sales y ayudan á sor-

(1) ConiA ejem plos de p asajes correspondientes entre am bos tratados se pue-
len citar el símil d c l “cucl)o de la palom a* (P refa cio det Tra ta d o del a m o r de
Oios'^ el tic la “perdiz la d ro n a rt.<lib. I, cap. X V I ), la com paración acerca de ttla
m ención,, lilv X U . cap. V I Í l ) . Todos osios pasajes presentan utgtin parecido
:on Vas Co ntro ve rsias.
flfSáder mejor ciertos rasgos de su carácter. Los escri-
íwfes que no pertenecen á la Religión católica, han tra-
ISafo de explicar, por razones humanas, la rápida y ma-
ff§#illosa conversión del Chablais. Desde su punto de
Ikéta, y según sus gratuitas suposiciones, fueron los me·
f e d e seducción y de persecución los que produjeron en
p|i?poco tiempo el regreso á la fe de todo un pueblo. Los
® tb res católicos refutan victoriosamente estas acusado·
f^ ,m o stra n d o desde su verdadero punto de vista el ca-
|gjjgter. y los medios de acción del santo Apóstol; no obs-
las Controversias, -darían por sí mismas una res·
Éiifesta satisfactoria. En la época en que fueron redactadas,
lll^titoridad de los libros santos era admitida por todos,
smM releer hoy ese tratado fundado sobre la piedra firme
|ÉíÍá Escritura, el lector imparcial.·comprenderá quería*
É|cíyicción debió penetrar fácilmente en los ánimos réc-
jp|*iy honrados. Conquistados éstos, el Santo no tenía ne-
flfid á d de llamar en su ayuda á la seducción y á la per-
|lendón. No se sabrá, por lo tanto, apreciar demasiado
^im portancia de las Controversias, no solamente para'
Implicar la conversión del Chablais, sino para justificar
Píribién victoriosamente á San Francisco de Sales de los.·
¡pfeteíndidos atentados á la libertad de conciencia que al­
gunos autores protestantes se, atreven á echarle en cara.

III

La presente edición de las Controversias.

¡IvíLo's pormenores que acaban dé darse, bastan parade-


l^strar el valor del tratado de las Controversias y la
¡|écesidad de poseer de ellas una edición íntegra perfec-
S&ménte conforme al manuscrito original. Para lograr
^tb objeto, no había más que reproducir exactamente el
Autógrafo Chigi, después de haber llenado las lagunas
|ue presenta con las hojas conservadas en el primer Mo-
|asterio de Annecy. De hecho era esto reparar todas las
Sfiütilaciones que el Rdo. P. Harel había hecho sufrir á
pta obra cuando su primera impresión. La exposición
los procedimientos temerarios de este editor es nece-
saria para completar la historia del libro que nos ocupa
y para probar la necesidad de la presente edición.
La incompetencia delP. I-lar el se prueba, en primer
lugar, por diferentes omisiones de muchas partes consi­
derables dd Autógrafo Chigi: estas omisiones compren­
den una hoja próximamente del prólogo general, una
hoja del prólogo de la segunda parte y toda la segunda
lección del capítulo relativo al Papa. Además de esto, el
editor cambia’ el orden y la división de la obra y, aunque
hace constar en su Aviso al lector que “ la distribución
de este tratado en tres partés está conforme con la inten­
ción del santo Obispo*, no.duda en dividirlo en cuatro.
La repartición de las diferentes materias no está mejor
ordenada. Sin darse cuenta del método adoptado por el
autor, que.trata bajo dos aspectos diferentes los asuntos
relativos al Papa, á la Iglesia y á los milagros, el P. Ha-
rel combina á su manera asuntos desemejantes en una
misma sección, mientras separa lo que debía permanecer
unido. Las.partes de la obra sufren, á su vez, una nueva
desorganización. En la primera parte suprime el editor
un capítulo y reúne los otros dos en uno sólo. La.perfecta
simetría de la segunda parte queda destruida: adem,ás
de dividirla y dejar su orden esencialmente variado, los
discursos X L IV , X L V I y X L V II,: confunden, .del modo
más extraño, los asuntos de la Iglesia, de los Conciliost
de los Padres , del Papa y de la Raaón natural.
Ya era una falta dividir la obra en Discursos : San
Francisco de Sales se sirvió primitivamente de esta de­
signación; pero él mismo la cambió y empleó expresa­
mente las denominaciones de capítulos y artículos. La
división abusiva da también por resultado alterar habi-
.tualmente los títulos puestos por el autor.
Las omisiones y clasificaciones defectuosas dé las ma­
terias que componen el tratado de las Controversias, son
realmente deplorables; pero ¿qué. decir de los retoques
hechos por el P. Harel en el estilo y en las palabras mis­
mas de nuestro gran Doctor? Algunas de esas alteracio­
nes son, quizá, imputables A la ignorancia de los copis­
tas; el mayor número, sin embargo, han sido hechas
evidentemente con deliberada intención. El P. Harel dice
haberse sólo permitido “ suavizar algunas palabras,,; pero,
á favor de ese paliativo, realiza retoques importantes.
Ni una página, en efecto, casi ninguna frase de alguna
extensión, se encuentran sin modificaciones considera­
bles que provienen, por lo general, de sustituir con el
estilo débil y descolorido del editor, el lenguaje conciso
y lleno de sencillez del santo Apóstol. Algunas mudanzas
son absurdas; otras tienen un defecto todavía mayor:
destruyen el poder de los razonamientos y el sentido de
las conclusiones; así sucede con la sustitución de las pa­
labras de “autoridad permanente,,, en lugar de “ confirma­
dor infalible*, que no es nada menos que una falsificación
de las palabras del gran Doctor sobre una materia de im­
portancia capital. Se comprende fácilmente que después
de haber tratado con tan· poco miramiento al texto mis­
mo, no haya tenido el editor mayores escrúpulos en eva­
cuar de una manera'muy inexacta las citas de la Sagra­
da Escritura y de los-Padres; defecto queda por resultado-
arrojar una nueva sombra sobre la erudición del santo
Doctor. ! ^
Las ediciones siguientes han réproducidb la del padre
Harel, con pocas mejoras, si se exceptúa el pasaje arriba
mencionado, y la rectificación de algunas citas'. Las me­
jores intenciones no podían producir más que correccio ·
nés insignificantes, después de largo tiempo de no poder
Reproducir el Manuscrito original..
El mérito dé la edición actual de las Controversias
quedará fácilmente demostrado. Es la rectificación com­
pleta de-los defectos antés señalados; la integridad de la
obra por la publicación de las hojas de Annccy, que com­
pletan el Manuscrito Chigi; el restablecimiento del orden
seguido :por el· Santo autor (1); la fiel reproducción del
texto original' Todo esto exige algunas ampliaciones,
que se refieren á la perfecta fidelidad de lá copia del Ma­
nuscrito original y á las particularidades gramaticales y
ortográficas de la obra que nos ocupa.
La Carta de Aprobación de Monseñor el Obispo de
Annecy, reproducida al principio del presente tomo, in­
dica suficientemente los títulos de crédito del teólogo ex­
perimentado á quien ha sido confiada la difícil transcrip­
ción de las Controversias. Añádase á esto la éxperiencia
adquirida por el estudio asiduo de los Manuscritos origi­
nales que han servido de base para la nueva edición .de

(t) L a T a b la de C orrespo n d en cia perm ite una e x a c ta com paración entre el


antiguo y el nuevo orden de las C o n tro v ers ia s , é indica igualm en te los p asaje s
nuevam ente publicados.
las obras de Santo Tomás de Aquino, y las circunstancias
particularmente favorables en que se encuentra el docto
religioso. En efecto,'por especialísimo favor del ilustre ..
Príncipe Chigi, el Manuscrito de las Controversias .ha
sido confiado, “ durante muchos años„, al reverendo
Doctor en Teología; lo que ha permitido á la vez un estu*
dio reposado y profundo y el cotejo cuidadoso de la copia
con el original, trabajo de una importancia igual al de la
transcripción misma.

Algunos pormenores relativos al trabajo suplementa­


rio de los editores completan la exposición de'todo lo que
concierne á la presente publicación. Este trabajo se relie-.
re, principalmente, á las divisiones de la obra, de las
Controversias y á la distinción establecida entre las dos
lecciones, á varias palabras añadidas para la inteligen­
cia del texto, á las notas y á las indicaciones.
No obstante la intención manifiesta de San Francisco
de Sales, de dividir su obra en Partes y de subdividirla.
en capítulos y en artículos, omite algunas veces los títu­
los de estas divisiones. Los que. han sido suplidos pór los.
editores, se distinguen por sus caracteres itálicos, excep- ’
ción hecha de los títulos de las tres partes y de las tres
piezas preliminares. _>.·
Se'advertirá que algunas palabras se han añadido al-
texto, entre comillas; esto no sucede sino cuando las ori­
llas de las hojas manuscritas han sufrido la injuria del
tiempo ó algunas roturas (1).
.Sé ha juzgado preferible dar una Tabla general de
hombres de autores y libros citados, más bien que multi­
plicar las notas bibliográficas al margen de las páginas.
Las notas de los editores que no se refieren más que á las
indicaciones marginales están en latín como las mismas
indicaciones. ·
A l reproducir las citas de los pasajes de la Sagrada
Escritura hechas por el Santo autor, el signo f del ver­
sículo-ha sido conservado en este tomo para mayor seme­
janza del manuscrito original. La división de los versícu­
los que nuestro Santo emplea para las citas de los Sal­
mos, difiere algún tanto de la actualmente adoptada.
(1) L a s prin cipales, mejor puede decirse, las únicas adiciones de cate gtíncro
se encuentran, A in tervalo s ¿regulares, sobre las pfiginas que corresponden d
los bordes de las h ojas usadas ó deteriorad as. A lg u n a s p a la b ra s han sido suplí·
das d e.igual modo cuando el sencido de la frase estaba incompleto.
P ó r íA exposición que precede basta para dar una idea
^ ¿ g ra n d e interés qüe va unido á la lectura del tratado
Controversias; es toda una revelación del cora-
^j5 n;y del espíritu de nuestro gran Santo, desde el punto.
|}e^vista ciertamente menos estudiado. Todos alaban su
í&aizura; pocíos conocen su vigor. Se admira al gran mis­
mito,· cuyos consejos elevan á las almas escogidas al repo-'
f|o de la unión divina; pero se olvida al valeroso'Apóstol,
líüy.o ¡poder de persuasión hizo entrar en los caminos de
verdad á tantos millares de heréticos. En nuestra épo-
¿cade excepticismo y de indiferencia, la publicación de
séstá obra parece especialmente llamada á despertar la fe
¡etttre los católicos y hacerles apreciar la dicha inestima­
ble de servir “ al Dios vivo de la Iglesia y á la Iglesia del
p io s yivoij, ' <1
$?';·; Pero, singularmente,, estas páginas están destinadas
pi- huestros hermanos extraviados; son un-nuevo llama!-
?mieñto que nuestro gran Doctor les hace oir¡ Las pala-
ijrás que les dirigía, han conservado, á trescientos años
p e distancia; toda su actualidad. ¡Asi renueven ellas,
fíltr e los heréticos de nuestros díaselos prodigios de con­
versión de la misión del Chablais! Muchos protestantes
pe'buena fe admiran en San Francisco de Sales 4 un mo­
ralista completo. ¡Ojalá que pasen ellos de e¡sta admira·
psión á la confianza en sus enseñanzas dogmáticas, tomán­
dole por Doctor en la fe, como es su Maestro en la morall.
Es á su querida y desgraciada Ginebra á quien el San-
lío se dirige sobre todo; de ella es de quien quisiera ser
•^stuchado. El Pontífice Onías fué divisado delante del
¡trono de Dios orando siempre por Jerusalén culpada;
¡■también San Francisco de Sales debe siempre interceder
|én favor de láciudad pervertida, á quien tanto ha amado,
ry por la que hubiera querido dar su vida. Sus súplicas
«¡obtendrán», sin duda, que una gracia especial vaya uni­
da, para los habitantes de Ginebra, á la lectura de las
¡Controversias. Este libro contribuirá, quizá, en amplia
medida á apresurar el día bendito en que la ciudad de
i Calvino responda á las apremiantes invitaciones del celo
~y de la caridad de nuestro gran Doctor: “ .¡Queréis ser
. vosotros puestos como piedras vivas en las murallas de la
Jerusalén celestial?— les dice el Santo.— Levantad vues­
tra s manos de esos edificadores desatinados que no ajus­
tan sus concepciones A la fe, sino la fe á sus concepcio-
nes; venid y presentaos á la Iglesia, que os colocará, pues
sólo de vosotros depende, en ese celestial edificio de la
verdadera regla y proporción déla fe; pues jamás per­
sona alguna tendrá puesto allí arriba tan alto, como no
-haya sido pulimentada y puesta en obra bajo la regla y
la escuadra aquí abajo. ■

D om. D. Mackey . O. S. B.
PREFACIO

La gran facilidad con que los hombres se escandalizan,


fué, según parece, lo qüe hizo decir á nuestro· Señor,
!'que es imposible que no haya escándalos\l), ó, como dice
¡San Mateo, es necesario el-escándalo (2);· .-porqué1, si los
•hombres toman ocasión de su mal del mismo soberano
?biéh, ¿cómo, era posible que no hubiera escándalos en el-
mundo, donde tantos males existen? F
U·:· Hay en él tres maneras de escándalos, y^ías tres malí­
simas en su naturaleza, aunque no de igual modo. Existe
Ún escándalo que‘nuestros doctos teólogos llaman activo,
y es una niala acción que da ocasión para que otro obré
mal, y la persona que da ese escándalo, se llama con·
jrázón escándálosav Las otras, dos maneras de escándalos,'
íle .llaman escándalos pasivos; pero unos los son ab ex­
trínseco, y otros aé intrínseco; porque entre las personas
qüe son escandalosas, unas lo son por las malas accio­
nes de otro, y éstas, son las qué reciben el· escándalo
activo, poniendo su voluntad en lucha con los escandalo­
sos;! otras lo son por su propia; malicia , que, no teniendo
ocasión externa, la fabrican y forjan en su propio cere­
bro, y se escandalizan ellos mismos de un escándalo que
es sólo fingido. Quien escandaliza á otros, falta en la
caridad que,debe al prójimo; quien.á si mismo se escan­
daliza, falta en la caridad que se debe á sí mismo; y quien
es escandalizado por otro, carece de fuerza y de valor.
El.primero, es escandaloso; el segundo, escandaloso y
escandalizado; y el tercero, escandalizado solamente.
El primer escándalo se denomina datum, dado; el segun­
do, acceptum, admitido; y el tercero, receptum, recibido.
El primero sobrepuja al tercero en malicia, y el segundo,

0) L u c . ( X V I I , V. 1.
(2) Míitth., X .V IÍI, v . 7.
sobrepuja tanto más al primero, cuanto que, juntamente,
contiene al primero y al tercero, por ser á la vez activo
y pasivo, y porque, degollarse y despeñarse uno á sí
mismo es crueldad más desnaturalizada que matar á otro.
-Todás estas suertes de escándalo abundan en el mundo,
y nada se ve tan enaltecido ,como el escándalo, que es el
principal tráfico del diablo, y del que decía nuestro Señor:
Desgraciado del mundo á causa de los escándalos (1); Pero
el escándalo, tomado,sin ocasión, ocupa el primer lugar
eir todas partes, por ser el mas frecuente, el más peligroso
y dañoso, y sólo de éste es del que nuestro Señor es objeto
por párte de las almas que se entregan á la iniquidad. Me
explicaré. Nuestro Señor no puéde ser escandaloso, pues
todo en Él es soberanamente bueno; ni escandalizable, por
ser Soberanamente poderoso ; ¿cómo puede ser que haya
quien se escandalice en Él, y( sea causa de la ruina de
muchos? Sería una horrible blasfemia atribuir nuestro mal
á su Divina Majestad, qüe quiere que cada uno se salve y
véñga al conocimiento de la verdad (2); que no quiere que
nadie perezca (3). Nuestra perdición viene, pues, de nos­
otros'mismos, y nuestraayuda de la Bondad Divina (4)· Ni
Nuestro Señor, por lo tanto, ni su .santa Palabra, pueden
escandalizarnos; pero nosotros nos escandalizamos á
nosotros mismos en Él; que es la propia manera de
hablar; tocante á este punto, que Él mismo enseñó cuando
dijo: 'Bienaventurados los que no se escandalicen en
M i {5). Y cuando dijo que ha sido puesto para la ruina
de muchos, debe entendersé, de hecho, que fué tal, que
muchos· se han perdido, no en la intención de la bondad
suprema, que no le envió sino para ser luz, para ser
revelada á los gentiles, y á la mayor gloria dé Dios (6).
Y si se encuentran gentes que quieran decir lo contrario,
nó les quedará otro recurso que maldecir á su Salvador por
su propia palabra: Desgraciado -de aquel por quien viene
el escándalo (7.). Busquemos— yo os lo ruego—en nosotros,
la causa de nuestros vicios y pecados, pues nuestra
voluntad es la única fuente de ellos. En vano nuestra

(1) M a tth ., x v i l t , 7. ^
(2) I T im ., II, . 4
(8) U P e t r .
(4) O se., X K I , 9.
(5) M utth., X I, o.
(6,1 L u c ., II, 32. 34.
(7) M a t t h .,'X V III, 7.
t.
¿naadre Eva (1) quiso disculparse con la serpiente, y su
llmarido con ella, porque la excusa no fué admitida, y harto
(mejor hubieran hecho diciendo un buen peccavi, como
^ a v id (2), cuya falta.le fué inmediatamente remitida.
. Todo esto lo he dicho, señores, para haceros conocer
rde,dónde procede esta gran disensión de voluntades, en
Jío.que atañe á la Religión, que vemos existe entre muchos
;qúé, con la boca, hacen profesión de cristianismo. Este
es· el principal y máximo escándalo del mundo,. el que
•sólo, en comparación de los demás, merece el nómbre de
escándalo, y parece que casi todos son unos, cuando
;nuestro Señor dijo:. Es necesario que haya escándalos,
íy cuando San Pablo dijo: É s necesario que haya herejías.
tf’ues este escándalo se va diversificando aquí con el
Éiémpó,y, como todo movimiento violento, se va siempre
Misminuyendc» en su malicia; pues en aquellos que bornea-
fiaron la división y esta guerra civil entre los cristiapos,
§a herejía es un escándalo puramente aceptado , pasivo,
j¡¡& intrínseco,.y no hay mal en el heresiarca que no nazca
||e su voliXntad, ni nadie, en ese mal, tiene parte más que
íét; el escándolo de los primeros, á quienes él seduce, es
^¿.participado; pero desigualmente, pues el heresiarca·
pene en él su parte, á causa de su solicitación, y los
^ c ia d o s en él tienen una parte tanto mayor, cuanto es
^mfenor la^'ocasión de seguirles; después que la herejía ha
/arraigado, los que nacen entre los heréticos, de padres
■JSérejes, tienen siempre menos parte en la ciilpa; pero no
¿ocurre jamás que á los unos y á los otros no les alcance
mucha parte de culpa, y muy particularmente en nuestros
Jtiétnpos, cuando casi.todos incurren en escándalo casi
.puramente pasivo (aceptado). Pues la Escritura que leen,
|a vecindad de los verdaderos cristianos, las señales que
llenen la verdadera Iglesia, de laque están separados,
^es,pueden poner delante de la vista las palabras de su
¡¡Esposo (3): Buscad de las Escrituras aquellas con que
pensáis tener la vida eterna, que son las que dan testimo­
nió de Mí, y no otras (4). Las obras que hago en nombre
mi Padre, darán también testimonio de Mí. Por eso
lig o que el escándalo de aquéllos es puramente, ó casi
tó·:·.
• i (1) Genes., IU , t2
<2) Psalm. XXXI
- (8) Job., V . 19.
;M<) Job., x, i».
que les va murmurando al oído para lograr que se rían én
medio de sus iniquidades;
Ésto es lo que-me propongo demostrar en el presenté
tratado, en el que no me.guía otra intención que la de
haceros, ver, señores, que esta Susana se ve acusada sin
fundamento, y que. tiene razón en quejarse de todos aque­
llos que se han aléjado de sus Mandamientos, con las pala­
bras mismas de su Esposo: Me han odiado .con un odio
injusto (1). Lo haré dé dos modos: primeramente por
medio de algunos razonamientos generales, y después,
valiéndome de ejemplos particulares sobre las'principales
dificultades. Todo lo que tantos hombrés doctísimos han
escrito, á eso tiende y .converge;’pero no siguiendo todos
igual procedimiento, pues- cada cual sé propone su plan
particular; por tai parte, trataré dé dirigir todas, las líneas
de mi discurso á este punto, corno á un centró, lo más
justaménte que pueda, y la primera parte servirá casi
igualmente á todas suertes de herejes; la. segunda se diri­
girá más particularmenté ;á aquéllos cuya reunión ,es
objeto más especial de nuestro deber. Tantos personajes
ilustres han escrito en nuestra época, que la posteridad
apenas tendrá nada que .decir, y sí solamente que consi­
derar,· aprender, imitar y admirar; nada nuevo diré, por
lo tanto, aquí, ni podría proceder de.otro modo; porque
todo es antiguo, y apenas si hay algo mío fuera del hilo y·
la aguja; lo demás sólo me ha costado el trabajo de desco­
ser y volver á coser á mi modo, Según este aviso de Vin-
cénte Livinense (2), c. X X II: Eadem tamen quae didicisti
ita doce ut cum dicas nové non di cas nova. Esté tratado
quizá parézca á algunos demasiado desabrido; pero esto
no procede,.de mi sequedad, sino de mi pobreza; mi memo­
ria es poco feliz y no retiéné sirio lo de un día para otro, y.
sólo tengo aquí reducido número dé libros con que poder
enriquecerla. Esto, no obstante, recibid de buen grado,
séñores de Thonon, el presente escrito, y aunque hayáis
visto muchos otros mejor redactados y más ricos, detened
un poco vuestro entendimiento én éste, que quizá será
más acomodado á vuestra complexión que los otros, pues
su aire es completamente saboyano’y una de las más pro­
vechosas recetas y los últimos remedios; es la vuelta á lo

(1) Joann., X V , 25. P salm . X X I V , 19.


¿2) C om . I.
aires nativos; si esto no os aprovecha, ya se os recomen­
darán otros más puros y sutiles.
V oy, pues, á Comenzar, en nombre de Dios; á quien
Isuplico muy humildemente que haga correr suavemente
[su santa Palabra, como fresco rocío, por vuestros cora­
zones. Y á vosotros, señores, y á cuantos esto leyeren,
sos ruego que recordéis las siguientes palabras de San
ÍPablo: (1) Toda amargura, ira, desdén, griterío, blasfe-
¡jnia y toda malicia se aparte de vosotros. Amén.

'Ephes.,IV,3l.
AUTORES
DE LO S SIG LO S X I V , X V Y XVI

; C IT A D O S POR SAN F R A N C IS C O DE SALES

E N L A S C O N TR O V E R SIAS

1.— C ATÓ LICO S


f
A u g u s tin d'Eugubium .— (Véase Steucbus.)
B a ro n iu s , C ésar.— Orador italiano, Cardenal (15 3 8 -16 0 7 ). \
Annahs ecUsiústici. a Christo nato adannum / ig/8 , autore Caesare
Baronio. Romae;. 158 8 -16 0 7 /(2.* edición). \
B blarmino , Roberto.— Jesuíta italiano, profesor del Colegio Roma*
no, después Cardenal y Arzobispo de Capua ( 1 5 4 2 - 1 6 2 1 ) .
Disputationes Roberto Bellarmini PoIitiamy de Qontrcrversiis Cbris-
tianae fidei. Bditio secunda t lngolstadii, Sartorius, 1 5 8 8 - 1 5I93.
B o ls e c , jerónimo-Hermés.— Médico francés, muerto en 15 8 5 .
Historia de la vida, costumbres, actosy doctrina* constancia y muerte de,
Juan Calvino, en otro tiempo ministro de Ginebra; recopilada por
el Sr. Jerónimo Hermes Bolsee, doctor en Medicina de Lyon. Lyon,
Patrossorí, 1577* Jt
Busee (Busaeus),Pedro.—Jesuíta alemán, profesor de Sagrada Escri-M
tura en Viena, Austria (i 54 0 -158 7).
Opus Catbecbisticumj sive de Summa Doctrinae Cbristianae D> Petri
Canissi, Scripturae testimoniis sanctorumque Patrum sententiis
iUustratum, opera D. Petri Busaei, Noviomági* Coloniae, G e rvi-
nus Calenius, 1569 , 15 7 0 (Véase Canisius).
Campió», Edmundo (el Bienaventurado), Martyr.—Jesuíta inglés
( 15 4 0 -15 8 /).
Rationes decem} redditae academicis Angliae. lngolstadii, David S a r­
torius, 1584 .
Canisiús, Pedro.— Jesuíta alemán, rector del Colegio de Friburgo
( '5 2 1 · 159 7).
y Summa Doctrinal Cbristtanae, per quaestiones tradita ( V ie n n a e ,.
Austria) i 5 j 4 . (Véase Busée.)
G a ra p fa , Juan. Pedro (TbeátinusJ.— Napolitano, Cardenal* después
; .Papa bajo el nombre de Paulo IV ( 14 9 5 -15 5 0 ) .
*: CoMiiiumJc enmendanda, Ecclesia autore j . P. Caraffa... 1 5 5 5 . Fir­
mado: G aspar, Card. Contarenus, jó a ñ n e s,P etrtis,C ard .T h e ati-
:; ñus, |acobus, Card. Sadoletus Regtnaidos, Cárd. Ánglicus
^O SC H LÉe (Coscblaeus) ¡ ju a ñ .—· A lem án, canónigo de Breslau
(14 7 9 15 5 2 ).
Comentarius de actiiet scripiis Lütberiy saxonis ebronograpbice ex ordi­
ñe, ab an. 1$iy usque ad an. / 546 conscripta. Apud S . Victorem ,
prope M oguniiam , ex offic, Franc. Behem* 15 4 9 .
■■■ ¡n causa Religionts Miscellaneorum libri tres. Ingolstadii, 15 4 ^ .
íCommines (de)t Felipe.— Historiador, flamenco de nacimiento; pero
‘ residente en Francia ( 14 4 5 -15 0 9 ). . .\
; - Memorias sobre la Historia de Luis X Iy de Carlos &ÍU París, 15 2 8 ·
|GoÑt a r enus jfContarini) , Ga spa r *— V e neci a n o , Ca rde ri ál (148 3-1 5 4 2),
(Véase Caraffa). ' '
Echius (Eck)> Ju a n .— Su eco , profesor de Teología en Igolstadt,
(14 8 6 -15 4 3 ). , '

Enñequin.—-(Véase Hennequin)
É rajsmo» Desiderio.— Holandés, profesor en Rotterdam (14 6 6 -15 3 6 ).
ÍFyNARDBNT^ Francisco — Franciscano francés ( 15 * 9 -16 10 ),
Semana primera de los Diálogos á los que están... computados /6 erro·
v , res Ide los Calvinistas. París, 15 8 5 . Semana segunda... 465 errores.
París, 159 8 . (Véase el libro Tbeomacbia Calvini$tica\.XKI Ubris
pfofligantury / 400 errores. Coloniae Agripináe ex officiná .Cho7
liniana, 16 2 9 ) .
íiscHER (Fisber), Juan(elBienaventurado), Mariyr,— C ardenal, Obi*-
&,··- po de Rochester (Roffensis), Inglaterra (14 6 9 15 3 5 ).
íG á¿b tiu s, Ju a n .— Flam enco, canónigo regular en: L ovain a, muerto
en 1 5 7 1 . ·
.· Classes novem de vera Gorporis Cbristi praestntta in sanctissimo
Eucbaristiae Sacramento, adyersus pestem Calvinianam. Pari-
: MIS, I56ÍÍ,
G hnebrard, G ilb erto,— Benedictino francés, profesor de Hebreo eñ el
/V Colegio Real, después Arzobispo de Á ix ( 1 5 3 7 - 15 9 7 ) .
Gtlberti Gtnebrardi tbeologi Parisiensis divinarum bebraicarumque
' literarum profftssoris regii, Cbronograpbiae libri quatuór, P a risiis,
Gv binus, 15 7 9 (Editiv) secunda, 1589). Psalmi Davidis, calendi-
ris Huebmo... exornati, París. Lullier, 15 7 7 .
; G u id o (de Perpiñán).— Francés, 12 o Superior general de los. C a r-
.m elitas, después Obispo de Elna, muerto, hacia 13 3 0 ,
> Summa de Hacresibus.
H a y , Junn.—jesuíta escocés, profesor de Teología ¿nTournon, muer
to en 1607.
Preguntas hechas a los ministros de Escocia, puestas en nuestra lengua
francesa. Lyon, J. Pillehotte, 158 3.
Aniimonia de las Respuestas que Tb. de Befe dtó a ¿7 Preguntas,
sobre las 206 hechas á los ministros de Escocia, etc. Tournon, 1588.
Hennequiñ* Aymar.— Francés, Obispo de Renncs, muerto en 1596.
Confesiones de San Agustín, etc. París, 1577.
J oinvílle (señor de), Juan.— Escritor francés (12 2 3 1317)'.
Historia de San Luis, IX de nombreRey de Francia.
Luis de Granada. — Dominico español (1504-1588).
Introducción al Símbolo de la fe.
L y ra (de), Nieblas;, de Lyretn Normaindía.— Franciscano( 1270* 1340).
PostiUae pefpetuae, seu brevia Commentaria in universa B ib liaaliter
Biblia, cwn GlossisJ
Montaigne .(señor de), M igueL~Literato francés ( 15 3 5 -15 9 2 ) ·
Ensayos.de Miguel; Señor de. Montaigne... Libros primero y segundo.
,:Eii .BbrdeoW-por S; Mitlanges, 1580.
MoRUS ^AÍofoJ),'Tomás (el Bienaventurado), Aíartyr.— Canciller de
. ^ In glatertá;(i478-1535): · >.
PpLU^(Pólo)V.^ — Inglés,Cardenal (150 0 -15 58).. (Véase Ca-
: \raffa ) ;··; . ', · ■ · .·
PossfeviN,: Ahtbriio.— Jesuíta italiano ( 1 5 3 3 - 1 6 11 ) . .
\ Nütae,divini: Vetbi.et Apostolicae Ecclésiae fides ac facies.ex qua tüor
'Otcüménicis S\nodis.. adversusre$ponsumD. Cbitraei. Posnaniae
¿ é t Wplrábi^ 1586.
P¿EAu;(del);*G doctor de. la Sorbona ( 15 11- 15 8 8 ) .
DeviÚs ¿sectis et dogmatibus Haereticorum omnium elenchus alpbabc-
Colonia,'1569; ■'
RiBBRA;::Fi;aricisco.—Jesuíta español (15 9 7 -15 9 1).
De jemplo et de iis quae ad Templum pertineyt, libri quinqué. Ant-
'¡ verpiae;^^ápiid Pctrum Bellerum, 1593. . . ;
S adolbtus, Santiago.— Italiano, Cardenal ( 14 7 8 .154 7). (Véase C a-

SAiNffis;(de); Claudio,— Francés, d o c t o r S o r b o n a ; Obispo de


;;Éyreux (15^ $ -1591}- ·
Declaración dé algunos ateísmos de<QpWino yde Bece. París, 1567.
Examen doctrinal Calvinianae et Be^añáe de Coena' Domini.
Sanders^ N icolás— Profesor de Tteologia en Lo vaina (15 2 7 -15 8 3 ).
Deyisibili moharebia Ecclesiae, libre ocio. Lovatiii, 15 7 1.
S táph yl ; Federico*—rAlemán,rector déla Universidad de Ingolstadt
. ( 1 5 1 4 - 1 5 6 4 )· \':
Tbeologta Martim Lutberi trtmembrts epitomey collecta Wormatiae,
durante Cóiioquio^ anno /55£.c(E1 libro citado por el Santo es
Ja 3 ." parte de esta obra, bajo el íítulo de De súccéssione et con­
cordia discipulorum Martint Lutberi in Aúgustana Confessione.)
S ta p leto n , Tomás.— Inglés, profesor de Lóvaina (1535 -15 9 8 ).
Prompiuarium Catbolicum ad instructionem concionatorum contra
haereticus nostri temporis, super omnia Evangelia totiuos anni. Lug-
duni, ex ófficina juntarum* MDXCI.*
S tíuch us , Agustín (Eugubinu)i de G ubio (Italia).— C a nón igo reg a ­
lar de San Salvador, guardián de la Biblioteca pontificia, b a jo
’ Paulo III, después Obispo de Ghisaimo, muerto hacia 1540.
Recognitio Veieris Testamenti ad Hebratean veritatem. Venetus, A l­
dus, 1529.
T hbatinus . — (Véase Caraffa.)
T ittelmann , Francisco'—-Capuchino flamenco (1 4 8 9 -15 3 5 ).
Epístola apologética... pro opere collationurp ad Yeteris ecclesiasticae
interpretationis Novi Testamenti dtfenssionem. A ntverpiae, i 5’3 o.
T o le t u s (Toledo Tolet)x F rancisco,—^jesuítá español, Cardenal.
( 1 5 3 2 - 1596) ; ' ,

>B¡biiasacra, Stxti Quintijussu recogmta (a M. A, Colum na, F.. T o ­


lete, etc.). Introductio apologética, R om ae, 1592.
D, F. Toleti in Joann s Evágelium Commentarius. 'Rom ae, 1588 . ,
Y atablb , Francisco'.— Francés, profesor de. Hebreo en el C olegio
Real, muerto, en .1547.
Biblia sacra, Hebraice, Graece et Latine. .. ctim ánnotationibus F. Va-
iabltyParisiis, 158 7 .

I I — HERÉTICOS

•Beza (d é ), T e o d o ro ;— Francés, discípulo y sucesor de C alvino en G i­


nebra (1519* 1605). (Véase Marot.)
; Ad Sebast. Castellionis calumnias résporisio.— Sthephañus, 1563.
/ Apología, etc. (Es el mis(tió libro que Respuesta, e tc .)
Comméntaria in Josué, in Joannem. ;;
.De Coena Domini.— Ginebra; Robert Éstienne, 1559.
: Icones, id est verae imagines virorum doctrina simul et pietate Mus-
trium\ etc. — A pud Joannem Laonium* M D L X X X .
¿y La Biblia... el todo revisado y conferido sobre los textos· hebreos y grie*
gas por los pastores y profesores dé la ¡glesi.t de Ginebra,— (T . de
¡ . Béze, A. La Faye; S. Gouíart, e tc.); Ginebra, 1 5 8 8 ,"
Novum Testamentum, denuo ta - T. B. versumí cum ejutdemanno-
,tát. 1557. ' ·’ "i 1 ··.
■í Respuestade Teodoro de Bt{a, tocantt a la justificación gratuita..', por
la s da. fep contra un cierto escrito, sin el nombre de su autor, impreso.
£ furtivamente y sembrado acá y allá por un cierto Antonio LescaiÜe,
1: Traducido del latín al francés.— f*or Juan Le Preux, MDXCII. (En
¿ latín', 'Apología^ etc.) # ·. ^
Súmma doctrinae de re Sacramentaría. Bonae fidei, i¡;6 o v .
Trátado dejas verdades esencialesy visibles. Caracteres de la verdadera
Iglesia católica. ·— Juan Le Preux, Ginebra, MDXCII. (En latín,
!··· De veris... Ecclesiae notis^ 1579»)
JBlandrate , Jorge.— Piam ontés, sucesivamenté luterano, calvinista
y unitario; m uerto hacia 1590.
Brbncé (Altbamer), Andrés.— Luterano alemán, pastor en Auspach,
(14 9 9 -15 70 ).
Bucer, Martín,— Alemán, pastor en Strasburgo, profesor de Hebreo
en Cam bridge ( 1 4 9 1 - 1 5 5 1 ) .
De libero arbitrio, in libro De concordia IVittembergensi, 15 36 .
Bullingbr, E n riq u e .— Suizo, sucesor de Zuinglio en Zurich
( 15 0 4 - 1 5 7 5 ).
C alvíno, Ju an.— Francés, autor de la secta que lleva su nom bre,
•principal ministro de Ginebra ( 15 0 9 · 1 564). .
Acta Synodi Tridentinae, cum antidotó.— Genevae, 154 7·.
'' ■ Catecismo francés de Ginebra, 1 5'37 ·
Comentarios sobre la Epístola Efesios.
De aeterná Dei práedestinatione№\Gene va e , 15 5 2 .
inipietás Valentini Gentilis detecfí^*Gtnevae, 1 «r6 1. $
Institución de la Religión Cristiana j&f Juan Calvino.— Basilea, 15 3 5 .
Instructio contra libertinos.— InlerJOpuscuIa. 15 5 7 . .
CAftLOSTADT, Andrés.— Alemán, pastor en Wittemberg y después
én Basilea ( 1483- 1581 ). '■ y
De abusu antichristiáno Dominici pañis et calicis (Vonn dem vfyder-
cbristlicben tñissbraucb, etc.)—-Basle ,^15 24.
C a s t a l i o , Sebastián. — Bressano, profesor de G riego en Basilea
( 1 5 1 5 - I 563). " . .. ;
Chnturiatburs.de Mogdebourg.—Sociedad de luteranos que escri­
bió la historia de la Iglesia por centurias ó siglos.
EccUsiastica Historia... per aliquot... viros in urbe Magdeburgtca. —
Basileae, per Joannem Oporinum, 1 ^ 9 - 1 5 7 4 .
C h i t r e é . David. — Alem án, profesor de Teología en Rostock
(15 3 0 -16 0 0 ).
Eraste, T o m á s.— Médico alem án, profesor en Basileá ( 15 2 3 - 15 8 3 ) .
Heshusíus, Tilm ann.— Luterano alem án, profesor d i Teología en
•H éideiberg; jen a, etc. (15 2 6 -15 8 8 ).
Hús, Ju a n .— Heresiarca.de la Bohemia ( 1 3 7 3 - 1 4 1 2 ) :
Jerónimo de P r a g a ;— Compatriota y discípulo; de Ju an Hus
' ( 13 9 2 - 14 16 ) .
L utero , Martín.— Alemán, fundador de la pretendida Reform a,
ministro en W ittem berg, Sajonia, (14 8 3 *154 6 ). .
Adviersus arniatum virum Cócblaeum.— W ittembergae, 15 2 3 .
Assertio omnium articulorum M. Lúttberit per Bullam Leonis ñovissime
damnatorum:— Wittembergaé* 15 18 .
Confútatio rationts Latomianae.— 15 3 4 .
Contra coelestés propbetas,— W ittembergaej 15 2 5 .
Contra baeresium innovationes.
De abroganda Missa Privata.— 1 5 2 1 . .
De cáptivitdte Babylontcá1Ecclesiae. — 1520. '
De Conciliis (von den Conciliis und Kircben) . —W ittem berg, 15 ) 9 .
De Libértate Cbristiana — W ittem bergae, 1520.
De Pótestate Papae (Resoíutio super propos. XIII Lypsica).— 15 19 *
De Servo arbitrio.— W ittem berg, 15 2 2 .
Epístola ad Georgiumy ducem Saxoniae.— i 526,
Epístola contra Regem Angluie. — 15 2 5 .
Epitalamium.— 15 2 3 .
In 5 Libros Moysi; in Psalt. ,Job et Salomonis libros:
Opera tionek in Psa i r n o s 15 2 1 . '
(Véase Asstrtio, etc., y Depotestate Papae).
Querela M. Lutheri de seditione, seu serma> etc,
Quod haec verba Christi. «Hoc est corpus meum%T> adbuc firmíter stentt
contra svermericos í/wrí7wj (schw erm ^eister),— 1527·^
Sermo de funere Electoris Principis.— 152S*
Sertno de natali B. Mariae (von der Himmelfahrt Mariae).— 1 5 2 4 .
Sermo in I Petri .Epistolam (Episteln D Petri t predigt 15 2 4 ) .
Sermones convivíales (Tischredeny oder, Colloquia doctoris M. Lu-
tberi:)— Eisleben, 1566. 1. ''
ARóτ♦ Giem ente.-^Poeta francés (14 9 5-154 4 )*. .
Salmos de Davidf puestos en verso francés pór C. -Marot... y ,., T. de
Befe.— 156 0 .
a r t y r , Pedro (Vérm igli).-rItaliano,profesor d e T j# lo g ia en Zürich.
y en C am bridge (14 9 9 156 2).
Defensio doctrinäe veteris de st erosando Eucbaristiae sacram. ( 15 5 9 ) .
Commentarii in Judices.
In D Pauli prioremad Corintb. epist. D Petris Martyris Vermilii
• Commentarii doctusimi.— Ti^ari, Boschov^rus, 15 6 7 .
e l a n c t h o n , F elip e .— Luterano, alemán, 'sucesor de Lutero en
r .W ittemberg ( i 497-1560,). .
ercerus , Juan (Enrique?).— Francés» profesor de Hebreo en.el C o ­
legio Reált donde se hizo calvinista, muerto en 15 7 0 .
üscule . W oífgang. — Lorenés, profesor de Teología en Berna
'.(* 497“ 15
:hín, Bernardino.— Calvinista italiano, pastor en Ginebra, Basiléa,
Zürich (14 8 7 15 6 4 ).
jiVETANUS.— (Véase Robert.)*
Icólampadio t Juan. — A lem án, principal ministro en Basilea
!···· (*4 8 ^-1 5 3 1 )·
¡ctMONTAiN (El) Baltasar; — Anabaptista, holandés, .muertos ha·
fercia-15 3 0 .
>|íeran (Bugenhagen) J u a n .L u t e r a n o en Pom erania, profesor de
| í Teología en Wittertiberg (14 8 5 -15 5 8 ). · ^
MfBRT, Pedro (Oliveianus).— CaWinísta, francés, muerto hacia 15 3 9 .
p ¿ Biblia, en la que están contenidos el Antiguo Testamento y el Nue-
Év-tw; trasladados al francés, el Antiguo del Hebreo y el Nuevo del
W Grügo. — W ingte, llamado P iro t/p ica rd o , Neufchastel, 1 5 3 5 .
p tB P (de fVycliffe) Ju a n .— Heresiarca inglés ( 13 2 4 * 13 8 4 ) ,
||nguo, U lrico.— Suizo, principal ministro de Zürich ( 14 8 7 - 15 3 1).
Wßvera et falsa religione commentarius.— Tiguri, 15 2 5 .
de Providentia. *
^fibsidhim sive coronis de Euckatistia.— T igu ri, 1525»
A LOS SEÑORES DE THONÓN

S eñores:

Habiéndome dedicado por espacio de algún tiempo á.


la predicación de. la -palabra de Dios en vuestra ciudad; ·
sin haber sido 'oído de vosotros, sino en muy tontadas;
ocasiones, por intervalos y á hurtadillas, para que de mi:
parte rió, quede-nádaVporhacer, he resuelto poner por
' escrito algunos.de los razonamientos principales, escogi­
dos en la mayor parte de los, sermones y discursosque
hasta ahora he pronunciado,de viva voz en deífensa de la
fe de la Iglesia.' Bien hubiera deséado ser oído del mismo
modo que los..acusadores¡ pues las palabras, que en la
boca son vivas, resultan muertas en el.papel: “ La viva
voz—dice San Jerónimo (1)— tiene no sé qué secreto
vigor, y el golpe dirigido al corazón es más certero por
medio de la palabra que por medio del escrito,» Esto hizo'
escribir al glorioso Apóstol San Pablo (2): ¿Cómo creerán -
■ellos á aquel á quien fió han oído? Y ¿cómo oirán sin
■predicador? La fe es para el óido, y el oído para la pala­
bra de Dios. Hubiera preferido, por lo tanto, ser oído;
.pero, á falta de esto, el presente escrito no carecerá de
bastantés ventajas:
' 1.^ Porque llevará á ·vuestras casas lo que no habéis
querido tomar reunidos en'la nuestra.—2.° Porque con­
tentará á los que, por toda respuesta á mis razonamien­
tos, dicen que quisieran verlos delante de algún ministro,
;i) Ep. LU I, ad Panlinum, 8, 2.
k'¿) Rom ., X, 14, 15 y 17.
. y les parece, que la sola presencia del adverarlo, les haría
vacilar, palidecer, desvanecerse,, y les quitaría todo valor;
ahora, pues, podrán llevárselos,—3.° Porque lo escrito se
maneja mejor, da más. espacio á la consideración que. la
voz, y puede ser meditado más profundamente.—4.° Por­
que asi sé verá que,' si desapruebo, mil impiedades que
se imputan á los católicos, no lo hago con ánimo de
rehuir el combate, como algunos 10 han dicho, sino para
seguir la sarita intención de la Iglesia, pues para eso lo
pongo por escrito, á la vista de cada uno, y bajo la censu­
ra de los superiores, seguro, como estoy , de que ellos
encpritr-arán inúcha ignorancia; péro ni sombra, Dios ,
mediante, de irreligión, ni cosa alguna Contraria á las
declaraciones de iá Iglesia Romana. . .
Debo, sin embargo, asegurar;, en desearlo de mi
conciencia, que estas consideraciones no rae. hubieran
movido á éscí il5i'r, pór ser éste un oficio jurado qüé corres­
ponde á los doctos y más pulidos entendimientos. Para
escribir bien, es necesario bien saber; los entendimieritos
medianos: deben contentarse con el decir, y con que la
voz, la ocasión y el continente dén brillo á la palabra; y
eí mío* qúe es de los niás:pobres, ó, á todo tirar, de la más .
baja marca dé los medianos, no puede triunfar, en esté.,
ejercicio; de aquijque no hubiese pensado en él si un noble
caballero, gravé y. prudente, no me hubiese alentado y
dado el valor .para ello. Lo cual ha parecido después
bien á muchos de.mis principales amigos, cuya opinión
estimo tanto más, cuanto que considero que la mía pro­
pia no tiene crédito alguno para conmigo, sino, á falta de
la ajena. '
He "puestot pues, aquí algunas de las principales razo
nes de la fe católica, .que muestran claramente que es gra­
ve pecado el que cometen los que perriianecéri separados
de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Por; esto os
lás dedico y presento de buena voluntad, esperando que
las ocasiones que os impiden oirme no teiidrá«'fuerza
para impedir que leáis este escrito, y .asegurándoos de
paso, que nunca leeréis ningún otro escrito que os haya
sido dedicado por hombre más deseoso qué yo de vuestro
bien espiritual. Y puedo también añadir que nunca
mandato alguno fué recibido por mí con más decisión
para cumplirlo, que el que me dió nuestro Rmo. Sr. obis­
po al ordenarme, accediendo á los santos deseos de su
Alteza, cuya carta puso en mis manos, que viniera aquí
para traeros la santa palabra de Dios, pues nunca pensé
poderos hacer mejor servicio que éste. Y, á la verdad, yo
creíaqüe, pues no admitís como ley que os merezca crédi­
to, sino lá interpretación que os parece mejor deNla Sagra­
da Escritura, querríais escuchar la que yo os traía, esto
es, lá de lá Iglesia Apostólica Romana, que jamás había
llegado hasta vosotros sino emborronada, desfigurada y
contrahechá por el enemigo, eí cual sabía bien que, si la
hubiéseis visto en.toda su pureza, jámás la habríais aban­
donado;
Los. tiempos son difíciles; el Evangelio de paz, sólo
con gran trabajó puede/penetrar entre tantos clamores de
guerra; pero, si no pierdo el valor , estos frutos .tardíos
sé conservarán mejor que. los tempranos. Yo espero que,,
si uña vez gfitá Nuestro Señor á vuestros oídos su santo;
Éphéta (i), ésa; tardanza hará que el triunfo'?· nga mayor
firmeza.
... .· -ftecibid, .pues, señores, con agrado el presenté que os.
:hágó, ;y leed atentamente mis razones. Lá mano de Dios
no está cerrada ni es parcial, y muestra de buen gradó
sil .poder en sujetos ,ruines y groseros Justo es , además^
que ya que habéis estado prontos á oirá una délas partes,
tengáis paciencia para óir también á la otra. Tomaos,
también, y á ello os conjuro en nombre de Dios, tiempo y
¿espacio para, que maduren en vuestros entendimientos las
¡yerdádes qué voy á exponeros; y rogad á Dios que os
á¿istá con sú Santo Espíritu en un.juicio de tanta impor-
¿tanéia; y os encamine á la salvación. Pero lo que sobre
ttódó os ruégó , es que no dejéis entrar en vuestros ánimos
iptrá pasión que lá de vuestroi Salvador y Maestro, por.la
iqüé todos nosotros hemos sido redimidos y seremos sal­
vaos, si nosotros cooperamos, pues Él desea que todos los
■¡hombres, sean salvos y vengan al conocimiento de la
ÍV/efdad (2). Á su Santa Majestad ruego qué le plazca
¿ayudarme, y á vosotros también en este asunto.

Día de la Conversión de San Pablo (25 de Enero de 1695). rJ


\
(1)' Marc. V II, 34.
(2 ) X Tlm.r-2, 4.
PRIMERA PARTE
DEFENSA DE LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA

CAPITULÓ 'PRIMERO

R A ZÓ N I . — rDE L A MISIÓN.

No teniendo misión los Ministros, carecen de la autoridad;


que se sigue de ella,

A r t íc u l o p r im e r o

Los ministros no tiétién misión ni del pueblo,


ni de los-Principes secutares.
! * * ’
•, . # . .

En primer lugar, señores, vuestros antecesores y vos­


otros cometisteis u,na falta inexcusable cuando prestasteis
oídos á .los-que se hallaban separados de la Iglesia, pues
no eran personas idóneas para predicar. Los tales, según'
decían, llevaban la voz'i de Dios contra la Iglesia, y se
jactaban de ser portadores del libelo de divorcio entabla­
do por el Hijo de Dios contra la Iglesia, su antigua Espo
sa, para contraer nuevas nupcias con esta joven asam­
blea rehecha y reformada. ¿Pero cómo pudisteis dar cré­
dito á semejantes nuevas tan ligeramente que aun sin
pedir á los que os las daban, los diplomas auténticos de
su cargo y comisión, comenzasteis desde luego á no re­
conocer ya á esta Reina por vuestra soberana y á gri­
tar por todas partes que era adúltera? Ellos corrieron de
acá para allá sembrando dichas nnpvas ¡npro nn¡¿n ir«;
había encargado que lo hicieran? (1) Nadie puede alistar­
se en la compañía de ningún capitán sin la aprobación
del Príncipe en cuyos dominios se encuentra; ¿cómo,
pues, os hallasteis tan .pronto dispuestos para alistaros
bajo las banderas de esos primeros ministros, sin saber si
vuestros Pastores, que en ésta se hallaban, lo aprobarían,
y áün ¡sabiendo, como sabíais bien., qué esto os pondría
fuera del estado en que nacisteis y fuisteis alimentados?
Son ellos, pues, inexcusables por-4iaber hecho esta leva
sin la autorización del magistrado espiritual, y vosotros
támpoeo tenéis excüsa por haberles seguido.
Ya comprenderéis el punto á que me dirijo: á la falta
de misión y d? vocación dé Lutero, Zuinglio, Calvino. y
otros; pues es/cosa cierta .que el que quiera enseñar y
tener el rango de pastor: en la Iglesia, debe ser enviado..
Según San Pablo (2): Quomorio vero próedicábunl rtisi
mittaYitur? ¿Cómo predicarán si no han sido.enviados? Y
Jeremías (3): Los profetas profetizan falsamente, yo no
les he enviado. Y en otro lugar (4): Non mittebam prophé-
tas et ipsi cftrrebant. No les. envié, y ellos corren, L& mi­
sión es,· pues, necesaria, y no lo negaréis vosotros si es
que: nó:sabéis alguna cosa más que vuestros maestros'.
. Pero ya os veo venir sobre mí en tres escuadrones:
pues algunos de los vuestros dirán que tuvieron misión y
vocación'del .pueblo y del magistrado secular y temporal;,
otros que de la Iglesia, ¿y ,cómo puede ser esto?.Porque,
dicen ellos que Lulero, CEcolompadio,· Bucero, Zuinglio
y otros erán sacerdotes de .1^! Iglesia como los· demás; los
otros, por fin, y iéstos son los más hábiles, dicen qué han
sido enviados· de Dios, pero extraordinariamente.
Examinemos lo que dicen los primeros. ¿Cómo hemos
de creer que el pueblo y los Príncipes seculares hayan
llamado á Calvino, Bucero, Lutero, para enseñar la doc­
trina que jamás habían oído? Y antes, cuando empezaron·
á predicar y sembrar esa doctrina, ¿quién les había dado
el .encargo.de hacerlo? Vosotros decís que el pueblo devo­
to os ha llamado; ¿pero qué pueblo? Pues ó ese pueblo era
católico ó no-lo era; y si era católico, ¿cómo os había de
haber llamado y enviado para predicar lo que él no creía?

(1) Cf., a rt. IV . p.39.


(2) Rom., X, 15.
(3) Cap. X IV . 14.
(4) Jerem., X X III, 21.
. Y si esta vocación provenía de una parte insignificante
,del pueblo separada de la Iglesia, ¿cómo podía contra­
rrestar al resto del pueblo que á ello se oponía? ¿Y cómo
úna parte del pueblo había de daros autoridad sobre la
Otra parte á fin de que fueseis de pueblo en pueblo disua­
diendo á las almas, tanto cuanto podíais, de la antigua
; obediencia, ya que un pueblo no puede dar autoridad más
que sobre sí mismo? Éraos, pues, preciso no predicar sino
allí donde se os llamaba; pero si así lo hubiérais hecho, no
[ habríais obtenido .tanto. Hay más: cuando: Lutero comen
zó, ¿quién le había llamado? Porque no habiendo todavía
pueblo que pensase en las opiniones que aquél sustentaba,
no podía llamarle párá predicarlas. Y si ese pueblo no
era católico, ¿qué era pues? ¿Luterano? No, ciertamente,
puesto que hablo de la primera vez.. ¿Qué era entonces?
'•Que responda quien pueda. ¿Quién, pues, há dado ía. auto­
ridad á los primeros para congregar á Ios -pueblos y le-
. vantar compañías y. bandos aparte? No han sido lös pue­
blos, porque éstos todavía no estaban congregados.
¿Pero no sepia quererlo todo embrollar, el permitir
que cada cuál dijera lo que más le acomodase? Porque
.con ese sistema cada -cual.-podría ser enVíadó; pue’s. no
hay loco que no encuentre compañero, y testigos de esto
Wn· los tritheitas, ; anabaptistas, ·.libertinos '-y·, adámitas.
Hay,: pues, nécesidad de remontarse álá Escritura, én la
que no se eñcóntráí;á jamás 'que los p>ueblos. tengan poder-
para darse pastores y predicadores.

■; ARTÍCULO II

Los ministros no han recibido misión de los Obispos


' católicos.
» 4· · ·
Muchos de los mencionados .en estos tiempos, viendo
que- se les corta la salida por ese lado, echan por otro
camino, y dicen que los primeros maestros reformadores,
Lutero, Bucero, CEcolompadio, fueron enviados por los
Obispos que les hicieron sacerdotes, y que éstos enviaron
después á los demás, tratando así de enlazar su misión
, con la de los Apóstoles. _
Verdaderamente, es hablar con franqueza y claridad,
•el confesar que la misión sólo puede ser trasmitid^desde
los Apóstoles á sus ministros por la sucesión de Obispos-
y por la imposición de sus manos; la cosa es tan evidente,
que no admite duda. No se puede hacer saltar esta misión
4e tanta altura que desdé los Apóstoles venga á caer en
las manos de los predicadores de estos tiempos sin haber
tocado en uno de los antiguos y de nuestros antepasados;
fuera preciso que los primeros fundadores de la Iglesia
tuvieran úna bocina muy larga en sus labios para haber
llamado á Lutero y consortes sin que los que se hallaban
•entre ellos se enteraran de semejante llamamiento, ó bien,
{como dijo Calvino en otra ocasión (1) y fuera de tiem­
po), que éstos tuvieran las oreja? muy grandes; preciso
•era, pues, que dicha misión se hubiera conservado ente­
ra si esos tales tenían que encontrarla. Nosotros confesa­
mos que la misión estaba vinculada en nuestros Obispos
y principalmente en manos, de su jefe'el Obispo Romano.
Pero negamos formalmente que vuestros ministros hayan
tenido de ella ninguna comunicación, para predicar lo
que han predicado, por las razones siguientes:
1.a Ellos predican cosas contrarias á la Iglesia en
•qüe han sido ordenados sacerdotes; y, ó ellos yerran, ó
yerra la Iglesia que les há enviado, y, por lo tanto, ó su
Iglesia és falsa, ó lo es aquélla de quién han recibido la
misión. Si es falsa la Iglesia .de quien han recibido su
misión, esta misión es falsa, pues. de una Iglesia falsa rio
puede salir una misión verdadera; y' si su Iglesia es la
falsa, menos pueden tener misión, porque en una Iglesia
falsa no puede existir verdadera misión. Como quiera que
sea^ no han tenido, por lo tanto, misión para predicar lo
que han predicado, pues si la Iglesia en que han sijdo orde>
nados es la verdadera, ellos son herejes por haberse sepa­
rado de ella, y por haber predicado contra sus creencias;
y si no fuese verdadera, no podía darles misión.
2.ft Además de esto, aunque ellos tuvieran misión de
la Iglesia Romana, no la tenían para separarse de ella y
sacar de su obediencia á sus hijos, porque es evidente que
el comisionado no debe traspasar los límites de su comi
sión, y cuanto en este sentido haga, es nulo.
3.* Lutero, (Ecolompadio ó Calvino, no eran Obis­
pos; ¿cómo, pues, podían comunicar ninguna misión á'sus

(I) Inst., t. IU , c. X X , 24.


sucesores de parte de la Iglesia Romana, que protesta en
todos los tonos,, afirmando que nadie más que los Obispos
pueden enviar, y que esto no pertenece de ninguna mane­
ra á los simples presbíteros? Acerca de esto el mismo San
Jerónimo ha señalado la diferencia que existe eritre el
simple, presbítero y el Obispo en la epístola Ad Eva-
grium (i); y San Agustín (2), y Epifanio (3), colocan á
Haeres en el número dé los herejes, porque sostenía lo
contrario. i

ARTÍCULO III

Los ministros nó tienen la misión extraordinaria,


v. <.

. Son tan evidentes estas razones, que lós^mejor aseso-·,


rados de entre, vosotros han buscado sus argumentos fuera i
de la misión ordinaria, y dicen qué aquéllos fueron.envia­
dos extraordinariamente por.DioS, pprque la misión ordi­
naria/había sido gastada y abolida ál caer la verdadera
Iglesia bajo la tiranía del Anticristo. He aquí su más
asegurado reducto, que, por lo que tietíe dé común con toda
suerte de herejías, merece ser batido en brecha y destruí-,
;db hásta en sus cimientos. Ordenemos, pues, nuestras
baterías, para ver si jpodfemos forzar esta última barricada.
En primer lugar, diré que nadie debe alegar una
misión extraordinaria que no la demuestre por medio dé
milagros. 1.° Porque ¿á qué. extremo habríamos llegado
si :ese pretexto de misión extraordinaria fuera admisible
sin pruebas? ¿No sería esto un velo que cubriese toda
suerte de delirios? Arrio, Marción, Montano, Massalio,
¿no podrían haber sido admitidos en este grado de refor­
madores, sin más que prestar el mismo juramento?—·
2.° Jamás persona'alguna fué enviada extraordinaria­
mente sin tomar esta carta de crédito de la divina Majes
tad. Moisés fué enviado inmediatamente de Dios para
gobernar al pueblo de Israel (4); quiso conocer el nombre
de quien le enviaba (5), y cuando supo que ese nombre
■; (t) Rectius ad Evangelium, Ep. L X X III.
; (2) L . de Haeres^. L il i.
(8) Haeres.. L X X V .
(4) E xodo, III, 1 0 .
<6J. V e rs. 1 S.
era el nombre admirable de Dios, pidió señales y patentes
de su comisión (1), .lo que á nuéstro Dios le pareció tan
búenOjíque í¿ concedió la gracia de tres clases jde prodi­
gios y. maravillas (2), que fueron ,como tres certificados,
en tres, distintas lenguas, del cargo· que le confería, á fin
de que/ quien no entendiera una de dichas lenguas,1'enten­
diera la otra. Si esos ministros alegan la misión extra­
ordinaria, que. nos muestren algiyias obras extráordina.
rías; dé lo contrario , no estaremos obligados á creerles¿
Verdaderamente, bien mostró Moisés la necesidad de ésta
prueba para ·quien quiera hablar extraordináriamenté;
pties teniendo _que pedir á Dios el don de la elocuencia,
no lo pidió sino después dé tener el .poder de los mila­
gros (3), mostrando que es mas necesario terier autoridad
que facilidad para hablar. La misión dé Sán Juan Bautista,,
•aunque no del todo extraórdináriai ¿no iué áuténticá por
su concepción (4), por su natividad (5); y áuri por su vida
tan milagrosa (6), de la1que nuestro Séñor.dió tan exce
lente testimonio? Y cuanto á los Apóstóiés^ ¿quién ignora
los milagros que hicieron y el gran numero dé ellos? Sus
pañuelos (7), su sombra :(8), servían .pára la pronta
ción de los enfermos y para lanzar ai démóñió: Por las
manos de los Apóstoles se r,eaU¿ar(M-muckías -se^iálés. y
maravillas entre el pueblo (9); y qué éstó .fué:para confir­
mar su predicación, claramente lp dice;San lifórcós en las
últimas palabras de su Evangelio, y-San Pablo á¡ los
¡Hebreos (10). ¿Cómo, pues, querráíí excusar y relevar .dé
está prueba á su misión los que én'nuestros tiempos
quieran presentárnosla como extraordinária? ¿Qué privi­
legió tienén que sea ma yor que él Apostólico y él Mosáico?
¿Qué diré .más? Si nuestro Soberano Maestro, consubstan­
cial al Padre, y cuya misión es,tan auténtica, qué presu ­
pone la comunicación de ía misma esencia, Él mismo,
diga; que! es lá fuente viva d e . toda tpisión eclesiásticas
n o ,ha querido eximirse de esta prueba de milagros,-¿qué
razón hay para que esos nuevos ministros sean creídos
<1) ¿ r o d o , IV , i.
(2| V ers. 8, 4, 6, 7 y 9.
(3) E xodo, IV , 10. ·
(4) L u c., 1 , 18,19,20, 21 y 22. 1
(5) L u c., I, 63,64, 65 y 66
(6 ) Matth., XI, 7, 8 y siguientes.
|7) A ct., X X , 1 1 , 22
(8 ) A ct., V , 15.
sólo bajó su palabra? Nuestro *Señor alega con mucha
frecuencia su misión;para dar crédito á:su palabra: Como
mi Padre, me^ ha. enpiado,- ós envío d vosotros; ( l ) .. Mi
doctrina no f$ mía; sino de Aquelgue me;ha énviado {2).
Y vosotros -me conocéis'y .'sabéis* de dónde $oy., y no he
venido póf 'tftf mtéfnoify ,:
Pero aun ásf, y pára dar aútóridádiá su misión, pone
por .delante sus milagros, y /;adetóásy atéstiguá (4) qué s i,
no hubiese hecho obras que ninguno,otipp, hizo entre ios
judíos, éstos; np habrían pecado ¿n:1líp cfeer éri Él; y ;en
otrárocásíón l'es dij^ í(5J. ¿/Vo icreéis^uemi Padre esté en
Mi y yo eh;mifPadre? Creedlo al: menos por lus, obras,
¡3E1: que ■sea^pues^·tan;0sádód$ue:-se¿jtó
extraordinaria; sin e x h ib ir ^ los miiagrQá,
iherecerser'téijidÓ pór imp.pstorV'pSrás| vuestros
ípritheróf^úéstrps últii^ós^^^^^
.gitp' algunp; íüégo: rio t^ misión extrábríjinária. Pase·*’
¡jmpk á otro puntó;, /: v ·-;V ; . ¿ V ' · ?
;£;· Digpy en; séguiido iu£ár, que. j^m^s .debe mfeión álgu-
;fe¿;Sér rééibida cpmo éktraprdinkria, ·;s f éstá^desaprobada
(j|pr ■slá;-Aútpcidadíordinariá;lqúé>j-e^ide^én'^
:^íuestr63eftór¿ Pfies jpirimeraiméhté, estamos· obligados á
^édécer;.á:vnüéstfó's ^
$
l fc;teniáoS;: pór pifiiicánó ¿cómo/pues,
>Ííodfíámós xfli otra;discipliíia:qúé la suya? Los
ápKrádps extraordinarios .•habrían -yenidb én. bálde V pues
^i^afcíamós^ x^ligadps á '^ óirieS; ¡si' xomó ;ya he dicho,
fj^sén; ^d!esa-tóótí¿adps;pór ios ordinarios ’(7). É)ios no.es
a u t o i r . ; d e ; d e uniórt y c
ijtixenté éntre sus;,discipulos y ministros eclesiásticos, como
pufestró Señor ensefta. clarameftte: eh; la santa, súplica qué
^trigió á su Padre-en los últimbs días de su vida mor*
>|aÍ:(8)'..¿Cóm6, pueá, autorizaría dos clases de pastores,
|una éxtraordinaria y otra ordÍnária?;Pe que la ordinaria
páté" autorizada; iio cabé ,1a menor d u d a e n ,cuanto á la
|ftftriaójrdina ria, lo presu ponemos; habría, por lo tanto, dos.
iglesias diferentes, lo que es contrario á la más pura pala­
bra de;nuéstró Señor, que no tiene más que· una sola Espo-
' sáiuna sola paloma,-tina sola perfecta (1). ¿Y cómo podría
estar el rebaño unidoconducido por dos pastores * desco­
nocido el uno. del otro, don diferentes pastos, cabañas y
rediles, donde éi uno y él otro lo querrían todo tener? Asi
seríaTaIglesiár bajo la diversidad de pastores ordinarios
y extraordinarios, desgarrada acá y :allá en 'diferentes
; séctas. ¿Pero acaso •nuestro Señor está dividido (2) en sí:
¿nisririo 6 en su éuéifcd;,·*que.es;lalgíesiá?r^
Por el contrárip; nó hay más qiíe un Seiíor (3) qúe.há edi­
ficado su cuérpo místico (4) coh uná hermosa variedad dé
íniembrbs· muy bien prppo'réiPnadps (5), unidos yapreta -
dos conipletáinéiUe::pór4M coyunturas por táédió de
la subministracióh mutua (6); de ío ¿(ue áe sigue qué que­
rer poner encía .Iglesia esta división· de tropas ordinarias
y extraordin arias, es arruinarla y;.pérderla. .;feréciso. es»
pues, v'olver á íó qué antes, decíámós, á saber ::'qlie jamás.
eá legítima iá; vocaGióaextráordinaná , si;está désaproba*
da por lavordtihariai^S^ En el orden .dejos hechqs jamás
semepr^sentará.uíá'VÓcaeión'iégitima.extraórdinária
que rio haya sido recibida p>oif la autoridad ordinaria. San.
/Pablo: füé llamado .‘extraordinariamente (7).; pero :¿no,’fué
aprobado y"aritórizadQ;pór \feí^rdinarió· úna (8) y .dos (9)
veces? L·a misióri récibidá Jpór ^a autpridad. oгdinária :és '
llamada misión del Espíritu Santo (ló)¿ Dó la misión de
Sari Juan Bautista no vpue.de decirse con propiedad. que;
fuera extraórdiriai;i¿, aporqué·,1nádá^ ériseljü^
Iglesia' mosaica,y porque era de la raza sacerdotal·! 11) ■;
esto no obstante, la: rarezsl de su doctrina fuAcbrifesada por
él inagistradó ordiriário/de la Iglesiafj.üdaicá*ni^ ·
sa alegación que ié(fué'hecha por tpS;%'cerdbtés: y;;le vi·.
‘ tas. (12), y cuyo tenor presupone 1a grande' estima y repu -
tación dé que gozaba .eritre ellos. Y los misriios fariseos
que estaban sentados en la cátedra.de Mbisés, ¿rió' vinie­

( 1 ) Cnnt., VII, 8 . · , ■
(2 ) I Cor., I, I3.i · ' ·.·.
tí) E phcs., IV,-5.
. (4) Vera 12.
(5) V ers. 2.
. (6; V crs. 16.
(7)v A c t .t IX , 6, . ·
(8> Vera. 17.
(9) A ct , XIII, 3.
(10) V crs : 4. .
(11) Luc.. I, .
(12) Joann., I, 19 y siguientes.
ron á,participar de su bautismo.(l) abiertamente y sin
escrúpulo, lo que equivale á recibir su misión como
buena? Nuestro Señor mismo, que era,el Maestro','¿no qui­
so ser recibido por Simeón (2), que era sacerdote, pues
qué bendijo á nuestro Señor y á San José, y por Zaca­
rías (3 ), sacerdote, y por San Juan (4), y aun pára su
misma Pasión, que era la ejecución principal dé su misión,
no quiso tener él testimonio profético del gran Sacerdote
que lo era entonces?-^4,° Esto, mismo es lo que Sari Pabtó
enseña (5) cuando no quiere,Que nadie se at/ibuya el honor
pastoral sino aquel que es llamado por Dios como Aarón;
pues la vocación de Aarón fué hecha por. el ordinario,
Moisés, tanto, que Dios no puso su santá palabra en la
boca de Aarón inmediatamente, sino Moisés, á quien Dios
dirigió .este mandato (6): ,Háblale y pon mis palabras en
su boca, y yo estaré en tu boca y en la suya. ' .
Si bien las consideramos, éh las palabras de San Pa­
blo aprenderemos, también que la vocacióri"'de· los .pasto­
res debe ser hecha visible ó perceptiblemente, no ípor
aclamación y moción secreta, y véanse á éste fin los dos
■ejemplos que propone: el. de Aarón, que' fué ungido y:
llamado, visiblemente (7), y después el de nuestro Señor
y Maestro, que siendo Soberano Pontífice y Pastor de
tjpdos los siglos, no se calificó á si mÍsmo\&), esto es,
no se atribuyó el honor dé su santo sacerdocio^ como ya
frabíá dicho antes San Pablo, sino,que fué ilustrado por,
i-Aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yó ti he engendrado
■hQy\ y , Tú eres sacerdote eternamente según el orden de
Melquisedec. Yo os ruego que consideréis este argúmen-
'•toi Jesús es Soberano Pontífice, según el orden de Melqui-
seaec; ¿se ha ingerido é impulsado por sí mismo á. este
honor? No; ha sido á él llamado (9). ¿Quién: le ha llama­
ndo? Su Padre Eterno (10). ¿Y cómo? Inrnediata y mediata­
mente á un tiempo mismo: inmediatamente en su Bautis-
; mo (11) y en su Transfiguración (12), con estas palabras:
:. (n Mátth., III. 5y 7.
• . (2) L oe ., II, 28 y 34.
. . .(»> Luc., 1,76.
V . M) J o a n n ., 1 , 29.
; (6) JoannM XI, 51.
(6 ) Exo^o, IV, 15.
, (7) L cvit., V [ n , 12 ; E xodo, X X V III, 1.
‘ (8) H cbr., V , 6 y 6.
' · (9) V er. 10.
( 10) V er. si.
' -.01) Matth , n r. 17.
(12) Matth., XV1Í, S.
Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis
delicias, escuchadle; mediatamente, , por los Profetas, y,
sobre todo, por David, en los lugares que San Pablo cita
á este propósito en los Salmos: Tú eres mi H ijo; te he
engendrado hoy (1). Tú eres sacerdote eterno según el
orden de Melquisedec (2). V todo demuestra está v o c á r
ción; la palabra en la nube fué oída, y en, David oída y
leída; pero San Pablo, queriendo mostrar la vocación de
nuestro Señor, trae los pasajes solos de David,' por. los
que dice nüestro Señor haber sido clarificado por sü Pa­
dre, contentándose así con producir el testimonió percép* ,
tibie y producido por él intermedio délas Escrituras
ordinarias y dé lós Profetas recibidos.
En tercer lugar, digo, que:la autoridad de la misión
extraordinaria no destruye jamás la ordinaria y nunca es
dada para revocarla; testigos todos los Profetas, que
nunca levantaron altar contra altar, ni revocaron la.auto-'
ridad de Aarón, ni jamás aboliéron las constituciones dé
la Sinagoga; testigo, también nuestro Sefiofcv que '.afir-·
ma (3) que todo reinó dividido en si mismo será desolado
y úna ¿asa caerá, sobre la otra; testigo, igualmente, él
respeto que tuvo á la Cátedra de Moisés, cuya doctrina
quiso que fuese, guardada (4). Y, verdaderamente, si lo
extraordinario debiera abolir lo ordinario;.¿cómo sabfíá·:
mos cuándo, en qué y cómo debíamos atenernos á esto?
No, no; lo ordinario ?s inmortal mientras la Iglesia ékista
en este mundo; Lós. pastores y doctores que ha dado úriá
vez á la Iglesia, deben tener perpetua sucesión, para. lá
consumación de tos Santos, hasta que iodos lleguemos
en la unidad de la f e y. del conocimiento del Hijo de Dios,
á varón perfecto, según la medida de la edad cumplida de
Cristo’á fin de que no seamos más niños, flutüánteé lléva-
dos acá y allá á todó viento de doctrina por la malicia de
los hombres que'engañan con astucia eñ error (5). He áquí
el hermoso discurso que hace San Pablo para mostrar
que si los doctores y pastores ordinarios no tuvieran per­
petua sucegión, ó estuvieran sujetos á la abrogación de
los extraoramários, sólo tendríamos"'una fe y una disci·.
plina desordenada é interrumpida á cada momento, esta-
(1 ) Psalm. II, 7.
(2) Psalm. C L X , 4.
f3> L oe., X I, 17.
<4) Matth., X X III, 2*3;
( 5) Ephcs.,lV, 11, 12, 13, 14.
riamos sujetos á. ser seducidos por los hombres, que, en
todo tiempo, se jactaran de la. vocación extraordinaria, y,
como los gentiles, caminaríamos (como hace notar des­
pués) (1) én la vanidad de nuestros.enténdimientós, ima-
ginándose cada cual que.sentía la moción extraordinaria
del Espíritu Santo; de lo que nuestros tiempos suminis­
tran tantos ejemplos, que ésa. es úna de las más sólidas
:razones que á éste propósito puedan exponerse; pues si la
éxtriíordiharia puede invalidar la administración Prdina-
. ría, ¿A quién daremos la primacía? ¿Á Cal vi rio ó á.Lute-
roí ¿Á Lutero ó á Pacimontaih?¿Á Pacimontain ó á Blan-
íirate? ¿Á Blandraté ó A Bronce? ¿Á Brence ó á la reina
de Inglaterra? Pues cada cual tirará hacia si de está tapa-
' dera de la misión extraordinaria. Pero la palabra de Dios
fvijLos saea,. de estas dificultades, pues ha edificado su Iglesia
Ísóbre -un fundamento tan buéno y_con úna proporcióti tan.
ifftién, entendida, qué las puertas del infierna no prevale­
cerán jamás cohtra ella (2). Pues si jámás hán prevale·
ÍCido rii prevalecerán, la vocación extraordinaria no pue­
ble; aboliría, porque Dios rio odia riada de lo que; háce·
í^dómo habría de abolir la Iglesia. prdinaria para hacer
íótrás extraordinarias, ya qué Él es quien, ha edificado
ilatfrdinaria sobre sí mismo y la ha cimentado en su pro-
ípiá-sangre? ·.·-·-

& ARTÍCULO IV

; Respuesta á los argumentos de los fninistros.

No he podido encontrar todavía, en vuestros maestros,


^jriás q[ue dos objeciones á esté discurso qué acabo de ha-
f&et: una de ellas, sacada del ejemplo de nuestro Señor y
P¿: lps Apóstoles; la otra , del. ejemplo de los Profetas.
|fe Pero en cuanto á ia primera, de,cidme, yo os lo ruego,
|ros parece bien que se compare la vocación de esos nuevos
||Wnistros con la de nüestro Señor? ¿No fué nuestro Señor
Profetizado en calidad de Mesías? ¿No había sido determi*
pádo su tiempo por Daniel? (3). ¿Ejecutó alguna acción
que no haya sido casi particularmente consignada en los '
libros de los Profetas y. figurada en los Patriarcas? Hizo
cierta mudanza de bien a mejor en la Ley mosaica; pero:.
esta mudanza.,, ¿no había sido predicha? (1). Mudó, por',
consecuencia, el sacerdocio aarónico en el de Mélquise*
dec, mucho mejor que aquél; pero todo esto ¿noluésegún
los antiguos testimonios? (2). Vuestros ministros· ,no han.
sido profetizados en calidad de predicadores de la Palabra
de Dios , ni el tiempo de su venida,“ ni ninguna de sus,
acciones; han-protnovido un trastorno en la Iglesia mucho
íriáyór y más áspero que el que nuestro Señor hizo en la
sinagoga; pues ellos todo 10 nati suprimido*, sin poner, en
su lugar más qué algunas sombras; pero sin que puedan',
presentar ningún, testimonio que para ello les autorice. Al
■menos ño debieron eximirse de producir milagros pára ’
justificar tal mutación, por más que queráis eximirlos de
ello con los textos que sacáis de la Escritura, pues nues­
tro Señor no se eximió de hacerlos, canto más arriba
queda demostrado (3), aunque las mudanzas que hizo
tomáton su origen de la más pura fuente de las'Escritu*
ras (4). Pero .¡dónde m$ demostrarán ellos que la Iglesia,
debfe jamás recibir otra forma ó reforma que la que hizo,
nuestro: Señor? . a . ..
Y en cuanto á los Profetas, yo echo de ver qué acercá,
de ellos hay no pocos engañados. Primero, porque se
piensa que todas las vocaciones dé los Profetas han sido·
.extraordinarias é inmediatas, lo cual es fálso, pues hubo
Colegios y Congregaciones de Profetas reconocidos y
autorizados por 1$ Sinagoga, como puede Verse en muchos
.pasajes dé la Sagrada Escritura. Los hubo en Ramathá,
enBethel, en jericó, donde habitaba Elíseo, eri la monta­
ña de Efraíri, en Samaría. Étiseo misino, fué ungido por
Helí; la vocación de Samuel fué reconocida y autorizadá
por el gran Sacerdote, y en Samuel volvió el Señor á
aparecerse en Silo, como dice la Escritura (5), lo qüe
fué causa dé que los judíos tuvieran.á Samuel por furida-
<ior. dé las Congregaciones proféticas (6). Piensan algunos,
que aquellos que profetizaban, ejercieron el cargo de la

(1) Ag(?., II, 10.


(2) H ebr., V , 6.
(3) A rtículo precedente.
(4) Luc., I, 70.
(5) V er 21. ·
<6) Geneb: Chron. 1 , 1 aflo 3.006.
|p||dicáciÓn; esto rio es. exacto , co'mo consta respecto d<
tí» Üllttivarf onlunfífio irln Caií t -r-r/■ÍaÍ /ínn/li

|$ára: los fines dé los herejes y cismáticos, porqué: -


ó la de aquéllos era ordinaria , cómo más arrib*
Reinos demostrado ¡ :ó aprobada;, después :dé :todo, por U
jiéinágogá¿*coiho;fáciímerite se.compruéba coa el hepho d<
ifeabqr sido reconocidos in coúiimnti, y de-íelíbs' se hacía
¿m;éncjj(5heiitodás^partes-entrelosjüdípsvll^
'•^¿s ^ lea con: atención la historiá';^
íésta áhtigúa;Sinagoga , verá que él ofidodeProfetáéra
:!.tóxi; ¿omún entré fellos, como éntre nosótros :el de predica·
pior/Jattíás se nos presentará un Profeta que quisiera derri­
bar- la. potestad ordinaria ; ,antés -.biejl·, todos, lá obédecié·
pc¡ty¡y¡ riada:tiíjerort ·qué fuera contrario' áí la doctrina de
íps^que'Ocupaban la:.cátedra ttiosáica 'áaróníca:;/ qué
[íiiuchos dé:.;éllos,;áderiiás^
» '/Í a It q I·'· n W + V Í A '.T fl«»n *1 r»:íy4r>'' k í i » -/I r t U r t 1 r t 'n 'r Y Q V .· lí f ' iflÓI i i í A t·. h í l Á

ilps Pontífités y de su sucesión 'sa(c.er^otáÍ, aunque, ven óca.-!


¿iones; ;répíetídiérán sus ;*ic^w Q üerfeó^
en un gran- libro que lé filé mostrado, rogó áJUrías, sacer-
.tíote, y..á .Zácaríás, Profetá, que le Sirvieran de: teáti-
gós (5^ tomó si quisiera recibir el testimonio dé todos los
«áOerdotés y. Profetas. ¿Y acaso rio- ctíó- testimonio Mála-
qúlas (6) de que.los labios del sacerdote guardan la cien­
cia y. pedifán la. ley de-SúboCa; pues es el ángjél, dél; Señor
de los‘ejércitos? dembstrando todo esto qué;járiiás los Pro·;
fétás&páíxajer^ losjudíosde l^cpm uniófr^
' 2.°" ’¿Y Cuántos milagros no hiciéroji ■ios Profetas
para confirmar su vocación? Jamás termináríai si pretén-
djéra; hacer la enumeración de ellos. Basta: con hacer
éoristar que. cuantas veces .hicieron álgo qué tuviese visos
de extraófdipario, fué inmediatamente apoyado por un
milagro:, testigo Elias, que al levantar un áltar! en el Car­
melo; según la inspiración que recibió del Espíritu San­
to, mostró, por medio de un milagro, que. lo' hacía en
honor de Dios y de la religión judaica (7) ^ .
(IV I Rccr., X IX . 2£>y siguientes.
<*¿) III R c g ., X V II, 18.
. (3) Jcrcm . t I, 1.
(4) E zcch., I, 3.
(5) Cap. V lf, 2 / *
<6> Cap. .11, 7 ·
(7) III R eg.. X V IIÍ. 32 y 3 5 *
■ 3.° Y, pór último, sería el colmó: de la vana presun­
ción, que vüéstrós· ministros quisierari· üsurpar el poder -
de Prófétas;: ¡éllós que jamás tjivierón detalésniel.don·
ni l a b j é n 'podríainós.^
irinümbrables proféóías de lós* nuestros. Gonio, por ejem-
.pló, ]á dé San:í GregoriÓ Taumaturgo, réspéctodeSan-
Básilio (1),; ’dé San Árttónio, testigo,.■l;Á:íaná:siój-.-(2)í;-:'áel/
abád Juan, testigo San Agustín; de San Benito, San Ber­
nardo, San Fraticisco y otros mil (3). Por }ó tánto, sise tra­
ta, éntre nosotros y Vosoti os dé-'lá ¿útóridhd profética,· ré- ·
sültafá^qúe íésffle én nosotros, ló misirio la ordináf ia .que
•lá. extráprdinaria, poiquétíe ená ténemPs^grári: número de
testimonios;; pero rio en vuestfófe ininistros^ que jamás;
presentaron de ella ni un átomo dé prtíeba;. á: menos: que.
¿qüierah la'visiób de •Zmngiió;, al libr'ó·:
itíscripío; ¿ub's'idium d e yp
reía Lutheri, 6 á la predicción que éste ¿izó d año 25, del
píés^nté ;sigló/(4),. cñarido predijo; 4цé.;dent:fóí,deУós^^ós^í
n6 hábFía^ni Papa( ñi sacerdotes; ni fráilesi rii campaná-
riÓS, ni' Misa. V / eiféctiy.áiliéntév >en:;:e$tá>;pr:ójfeciá; № sp'l
echó dé V^:$ino tíná sólá cósá/lá. ;faliá:'aé'^érdád.;;ptíesí
ésto lo.predijo hacé cerca dé veinte áfíós y todáVía hay
'sácér&ptés;'y?cáiftpánarios,“y éb ía Cá.tedtá;de;S
estáseñfadóünFápá legítimo. Vuestros primeros
trós, seflprés, pertenecen,, pór íp tanto; ¿1 ^núiiiéitó de; ios-
Pirofet as. á :qúién Dios prohibía’ ¿jue.sé les óyéáe, segúííf
éste pásajé.áétjéremías^''(5): No queráis o^<i0^páldl>rias^
dé los Profetas que; os píófetisáti y; ós'engdñán;élióé kfc -
blan la visión de su cordeán y no de la boca dél Séflor. Yo:
fió enviaba désósprofetas y ellos tórrían; yo no les habla·'
bd y ellos profetikaban (6). Heoidólo que los Profetas:han »
dicho, profetisando en mi nombré la mentirá y dicietidó: ·
yo he soñado, yo he soñado. ¿No. os parece; qué así. son:
Ltftérp.y Züinglio con sus profecías y vísioriés? ¿ó á £ar-.·;
lostádio cori· la revelación que decía (7) haber tenido para
su cena{$)\ qué dió ocasión á -Lulero para-escribir' su
libro .Contra coélestes prophetas? Dé éllosj al menos, jpue-
(1) I deEspfritu Santo, fol. 74. ,■ '
(2| In ejns vita, fol. 86. ’’
(3) L. v de Clvit. Dei. cán.,XXVI.
' (4) Cocleu* In actli Lut. (Serm. de San. Elect.)
(Bi Cap. XXIII, 16, 21.
(6) V er. 25. . m
O) 1>¡ ¡ib. De abresu antichr.
to) A si se llám ala comunión protestante.—N. d elT ,
dé decirse, que tienen la condición dé no .haber sido en­
viados; ellos son \os que toman sus lenguasf y dicen: el
Señor ha· dicho (1)’; pues jamás' ellos süHeron mostrar una
;prueba del: cargo que usurpan,· ni pudieron .presentar
;ningunavocaciónlegítima;.¿cómo,pues,quiéréftpredÍ·
'ciar? (2) Nadie, puede alistarse en la cppipáñí a de nitígún
•éapitán áin la autorización dél; ¡Prtó ¿cómo;;· pués¿
:éétuvi¿teis· tan pr.óntos para comprometeros bajó lá direc?
ción de esos primeros ministros sip ia licencia de vues­
tros pastores ordinarios, y , más aúrt, para sa!ir del. ésta-
Mo;en. que jiacistéis y fuisteis sustentádps,¿que es la. Igle-
,;sia católW?yCúlpables son ellos dé !·.haber ·hecho de sü
propia autoridad esta leva, y vosotros de haberies següi-
¿ap;/spis,' pueá, Jinékcúsábl.es;^;E1ЬиёшПг^
í^.vdocilysánto','.habiendo.sido:llamádótCesvécespór‘
l^ioSj; pensó'sieiñpíe quefué Helí eí llamadó-^y soíámenté
¿áVla cuarta vez se difi^ á. Dios dándose por .líamádó (3).
|&vuestros ministros, por el .con trá ridy les ha ' pá recido
|qte;DiPs íés:ha llamado tres veces' primerá'. ^or eljpue·
y'lós magistrados; segunda, pórtiiuestros^bispos;
^tercera, por la voz.extraordinaria.vÑo,; no·, qúé ahora,
||nsefiados pór íalglesiá, reconocen ^que lá -suyá ^ t m á
locación dé que las-.orejas^iéi^'áfc-iücrtbaa^á:
Isü^viejó Adán y. sé'remiten'á a q u é l . , ; como 'jíélí^^re-'
vjiidé ahora á la Iglesia, y; . ',· :.¿4' ·.
Y he aquila primera razón que. haée-á:vuéstros M
||ros y á: vosotrps también· aunque: ett^idifé^hté: ¿rado^;
piekcusablés 'aiite Dios; y ante loS/hómbkes ípór .haber de-
|'íid|? á la Iglesia. ■'· 'v '· ·■”■.■·.·- ■·:.■·:■
¡c a p í t u l o i i 1-.y

Errores dé los ministros acerca de ía naturüleaa:


0 la Iglesia.

ARTÍCULO PRIMERO

La Iglesia cristiana es visible.

; ’ ¿Por el cóhtráriof. scflores, lávlglesia qué contradijo,y ■


se ojpuso á Nuestros primeros ministros,? y que se sigue:
óppniendbiáío¿déestostiempós,estátan'bien.car
;za^a::por;.todós:lados, qué nadie,,.por :ciego:qüe sea, puede.
préténdér exinjirse por causa de ignorancia ¡ del deber qúe'
itódoá/tós/buenos^xrístiahbs;:tieWen :de seguirlav ni dél de/:
creer q ^ inseparable y muy qüeí^
Tidat%posja dél Rey'c hace v^éStf a.sepa-;?:
;;raciÓ¿táritb:;más inexcusablePuesísalir.de lá.Iglésiajf.
co^tfádécir sus decretos, es convértirse siempre en étknif·,
co jj^blicáHó (1), -aún cuando fnera por la persúasióri>dé;
un/átngeby: sét^ ^ (2); pero ceder: Ala persuasión déáióm.r;
bré'sfpecádores á todas luces, como los demás/ sin áutóri-'
.dád|'^n.íicéñcia,-,sin nipgutíá de las cualidades, requerir
das: paj:a los predicadórés y profetas, fuera; del simple
conocimiento-' de algunas ciencias,. y romper todos ;los;
Vínculos y.la más religiosa obligación de obediencia que
eíciste en él: mundo, cual es. la que se débé .á la Iglesia
cortiofÉsposa de nuestro Señor, és una falta qué no puede
repáíarsé sino con un grande arrepentimiento y peniten­
ciará que os invitó de parte.de Dios Vivó.
Los adversarios que ven. bien-que en esta prueba su.
4óctriiia: há dé ser Reconocida como de baja ley, tratan de
desviar nuestra atención de lá prueba invencible de las
señales de la verdadera Iglesia; y han querido, por tanto,
mantener, que la Iglesia es invisible, y, por consecuencia,
incognoscible. Creo que esto es el colmo del absurdo, y
(1) M atth, X V III. 17
(2) Ad. Gal., i ; 8.
que á la par de él, se sitúan inmediataiiiénte el delirio y
la rabia. · .>· v:':' v.· ;
v '. Por dos caminos distintos llfeyan su opinión dé; la pre­
tendida invisibil.idad dé la Iglesia;.pues uño¿ dicen qué es:
invisible porque sé compone .útiicairténfe· de personas ele­
gidas y predestinadas, mientras'-ios otros atribuyen ésta
in Visibilidad á la" escasez y disipación de los. crecen tes y
fíeles;..para los; primeros;: la .Igiesiá'iés· en todos tiempos
lev y los segundos dicén'que ésta inyisibiíjdád.ha

^
/ aproximadamente; ^ sobre -poco ·más Ö
menos.’ Ésto es:, désde San Gfégório hiásta Lutero,' ó sea
en el.'tiempo qué el Pontificado estaba apacible .entré él
iCnstiaiíismopues ellos dicéii 'que durante ese ; tiémpó;
.;éxistieron ipucnbf verdaderos;ci*istiados secretos; qúCrno.
{di’séübiriéron sáfe intenciones y se contéfltaj&ti con servirá
lási ;á Dios ;encubiér támenté.' Eáta teólogíá es tan,' imagi¿:
;«''áfi4V^'■?tíöéívä;j,■que los ótros han preferido. decir: -que
fdüranté ésos rilil años láíglésia no fué visible rii invisible,
¡isino· que estuvo d o lid a ’ y ahogada· pbf la impiedad y lä :
.•idöiatriä^. ' . -
i ; .: Permitidme, os ruégb, qué diga librerfiente: íá verdad, j
;Todqs ésos , discursos sse resienten de exceso. de':deiirip,;.
•‘son : sueños que se· tienen en estado dé vigilia, y qué no.
'valen;más <qué.el que tuvo Nabucodonosor durmiendo;.
;tSon también dé todo punto contradictorios, si; liemps de'.·
;;4reér la interpretación dé Daniél . ( l ): imés. Nabúcodono-
; Sor vi6únapiedra tallada de un monté, sin obra dé manós ,
¿que vinü rodando y derribó ¡agrande estatua y creció de
tal suerte quey convertida en montaña, llenó todavía tie­
rra, y Daniel lo interpretó en el Sentido del Reino de núes-,
ítro Señor que permanecerá eternamente' (2). Si· es como'
¿una montaña y tan graridequé llena la tierra, ¿cómo será,
jjues, invisible ó secreta? Y si dura etérnámeritéy¿cómo
. ha .podido dejar de existir mil años? Y no cabe duda de
. que del Reino déla Iglesia militante se trata en este pasa­
je; pues, en primer lugar, el de la triunfante llenar^ el'
cielo, no la tierra solaménte, y no sé remontará al tiempo
de los otros Reinos, según la interpretación de Daniel,
sino después de la consumación de los siglos; tanto más,
cuanto que eso de ser tallada de la montaña sin obra de
; manos, pertenece á la. generación temporal de nuestro
Señor, segun lo qúe, fué concebido én el vientre de la Vir-
. gen y éngenfdradlo de su propia substancia, sin obra huma-
na, ’p o í }a solá ^endiciónvdel* Espíritu Santo. Y ó Daniel
ha profetizadfo maí, ó yérraii los adversarios de la Iglesia
éatóliéacuaridó dicéti qué lá-Iglesia es invisible ó está
ocultá y abolida; Tened paciencia, en él nombré de Dios;
que ya iremos por órden y .brevemente, demostrando la
vanidad de esas opiniones. ■
Péro ante todo, és preciso: decir lo qué. es. la Iglesia.,
Iglésiávvierie de la paVabrá griegá que quiére. décirylla-
jnárj-y, pbr lo,tanto,; significa un.a Asamblea ó Compañía
de genites llamadas: Sinagoga,Pquiére. decir,; hablapdo
con propiedad,, rebaño.- La ^Asamblea dé loá judíos s,e
llamóSinagoga ; l ádé los cristianós se Harria Iglesia, ’y dé
;áqúí qué Í0S/judíps?éstvíViéran^conipmn.rébáñó en él redil,
uiiido y entremezclado por él terror, mientras los cris*
tián¿s:están-reunidosporíá·pálabfa^dé piós,: y .llamados
juntamente én lá' unión de la caridad por lá: predicación
dé los:Apóétolés y sus sucesores, de quién dice San Agus­
tín (,lj;. “L’ávlglesia és nombrada dé la convocación, la
.Sinagógá'del rebaño, porque el ■^r;'cóavkócádpi-,:rpei'té^év.
'G e /t t t ó lt e hombres, y él ser'amontonado, pertenece
más al rebañó!,, Y con justo titulo' fué llamado el pueblo
cristiafió. Iglesia ó convocación, aporque el primer, benefi­
cio ,que Dios hace al hombréy para ponerle en 'gracia, és
llamarle.á la:igiésia; que es el'primer .efecto de su pre·
destióaéiM.^|Í^^//d5’''4' guté» ha predestinado, los ha lla-
warfo^-rdécía San Pablo á los romanos (2); y á los cólo-
senses (3). — Y in pas dé Cristo, late en vuestros corazo­
nes', en la cual habéis sido Humados Ü nn cüérpp. Ser lla­
mados á.uri cuerpo, és ser llamados á la Iglesia, y en estos
símiles;quévpropone nuestro Señor en San Mateo (4), de;
la viña y ·del banquete con la Iglesia,, á los obreros déla
viña y á los con vidádos á : las .bod as,lesd a él nombre
dé llamados ó convocados. Muchos—dice—son los llama­
dos·, pero pocos los escogidos. Los atenienses llamaban
iglesia.á la convocación dé los ciudadanos; la convooación
de los extranjeros se llamaba de otro modo; de lo que se
sigue qué la palabra Iglesia conviene propiamente á los

(O Xn inchoata Expos'. Ep. ad Rom. et in Psalm. L X X X I, I.


(2) Rom., VIII, 30.
(3. Col. , III, 15.
(<l) Cap. X X ., | y )fi; X X II, 2 y 4.
cristianos, que no son ya advenedizos y transeúntes, sino
■conciudadanos de .los Santos y servidores de Dios (1).
: 5je ahí de donde está tomada la palabra. Iglesia, y he
ahí .también su definición. La Iglesia.es una Santa. (2) Uni­
versidad ó general compañía de hombres unidos (3) y re­
cogidos en la profesión de úna misma fe cristiana^ en la
participación de . los mismos pensamientos; y benefi­
cios (4)· y en la obediencia (5) de un mismo vicario
y. lugarteniente general en la tierra de nuestro* Sefloi*
Jesucristo, y sucesor de'San Pedro , bajo el; cargo (6)
dé los: Obispos legítimos. He dicho, ante, tOdo¿ que era
una santa Compañía ó Asamblea, por lo qüe la santidad
interior (7)... . : ' ·' ■ ; ·' / , ;.
"Quiero hablar de la Iglesia mili tante^deláque la Es­
critura/nos ha dejado testimonios, no de la que proponen
ios hombres/Pues bien; en toda la Escritura no se encon­
trará jamás que la Iglesia haya sido tomada por una
Asámblea;invisible, He aquí nuestras razones , sencilla-:
meñte. expuestas: >·■../ -t'••ó''···
1;*·■ Nuestro Seflpr y Maestrp itos remite á la Iglésia.
en:nuestras, dificultades y disensiones (8); San Pablo. en-
sefló á Timoteo cómo es necesario conversar en ,ésta (9),
¿xizó' llamar á los ancianos de la Iglesia'Miletana (10) y»e¿;
liizó saber que estaban constituidos por el Espíritu Sánto
■para, regir á la Iglesia ( VI ); fué enviádo por la Iglesia con
Sai\ Bei*nabé; fué recibido por íaíglésia (12); cónfirjtió las;.
Iglesias (13), constituyó sacerdotes pa ra las; Iglesias, con­
gregó á la Iglesia (14), saludó á la íglesiá en Césaréa (15)
ypersiguió á la Iglesia (16). ¿Cómo puede entenderse todo
esto de una Iglesia invisible? ¿Dónde la buscaría para que-
jarse ante ella para conversar en éllaó'párá regirla?Cuari-
·■-' ·' '·· . . ,!.·
(1 ) E p h c s ix r , 19. ; ;
(2) Ephes., V ., 27. .
. (3) T ob. X I., 5 2 -A d Eph:, IV ., 4. (Cyp). D elmítute Eclesláe.
t4) 1 C o r . , X f 16 usque ad ve 2l; A d H ebr., V II, 11.
:\(5) Tob., X , 1 $, y X X I, 17.
,<6) Ephca., IV¿·ít y 12. ‘ .
(7) Aquí te r m in a d fragmento Intercalado.en la edición francesa com pleta
de las R eligiosas de A nnecy.
•8 ) ,M atth.f XVIII* 16 y 1/.
(9) I A d T im ot., III» 16.
<10) A ct- A p o st., X X , 17.
n i) V e r. 28.
<12) A ct. Apoat., X X , 3 y 4, 22»
<13i V e r. 41. ,
(14) A ct. A p o st., X IV , 22 y 26.
(15) A ct. A p o st.; X V III, 22.
(16) A d Gal.» 1, 13.
14?. - LAS CONTROVERSIAS
( . ;
do* ella enviaba: á San Pablo <5le recibía; cuando él la con­
firmaba , la proveía de sacerdotes, la saludaba y la perse­
guía; ¿era por figura ó por fe y en espíritu solamente? No
creq que nadie-dejé dé ver claramente que todos estps son
efectos vtsibles y perceptibles de una y otra parte; ¿Y
, cuándo le,escribía? (1) ¿Sé dirigía acaso á cualquier qui­
mera invisible?. .. .
' ,2:áv ¿Qué dirán á los'Profetas, que nos representan á
la Iglesia no solamente visible, sino totalmente ciará,
filustreVmanifiesta;. magnífica? Ellos la pintan como una
reina adornada de vestiduras de oto recamado> Con una
hermosa yariedád dé riquezas ( 2 ), cófno una montar
**« (3), como un sol, cómo una luná llena, como el arco
iris,;tesligofiely· cierto del fávor <^e Dios para con los
•hombres, que .són todos los de la posteridad de Noé, como
él Salmo dice én nuestra versión (4): Et thronusejus si-
cüt sol in conspeCtu meó, etsicüt luna perfecta in áeter··
mtm, et téstis incoelo fidelis.
3;ft La Escritura, atestigua en todos sus pasajes que
•la:Iglesia.puede ser vista y .conocida; más aún, que se la
conoce. Salóinón én los Cánticos (5), hablando de la Igle­
sia, ¿np dice: Las hijas la han visto y la han predicado
por bienaventurada? Y después intróduciendp» en ella á
SUS:· hijas, ¿no les hace.decir-(6) : Quien es esta qué com·.
parece y'se produce como la aurora de la mañana r bella
Como la luna·, elegida como el sol, terrible como un,es­
cuadrón de /guerreros bien ordenado? ¿No es esto dectg-
.rarla visible? -Y cuando hace que se la llame así (7)'. ■Vuel­
ve,vuelve, Sulamina, vuelve, vuelve á fin de que te véanr,
y ella responde: (8): ¿Qué es lo que ves en esta Sulamina
sino las tropas de los Ejércitos? ¿toda-vía no es esto de­
clararla visible?;Qsien considere estos admirables Cánti­
cos y représeritáciories pastoriles dé los amores del celes­
tial Esposo con la Iglesia, verá que ésta es de todo punto
visible y relevante. Isaías habla así de élla (9): En vos
hay un caminó recto y los,qué por él anden, no se extra-

(l>‘: G a l., I, 2 et II Cor., I, 1 y 2 .


(2 ) Psalm., X L IV , 10 y 14.
(3) Isa.. I, 2 Mich . IV, 1 y 2.
(4) Psalm . L X X X V IIJ , 37; CantM VI, 9; Genes., IX , 13.
(5) Cant , Vl> 8. 1
( 6 ) V er. 9.. \ .
(7) Cant. ,-V i; 12 .
(8; Cíint., V I[, 1.
(9) Cap. X X X V , 8.
¡vtarán; ¿no será, pues,:preciso que la iglesia sea patente y
fácil de.conocer, puesto quilas gentes más obtusas sqbén
ir A ella sin engañarse?;· V::' í·'
4.a ;■ Lo's pastores .y·’doctóre? ;de/láyiglesia :sQn. visiblgs,
luego la. Iglesia es visible; y áhor,a decidme,, yo os lo rúe-;
go:; siendo los pastores de la.Iglesia una pairte' de Ja Igle-,
;sia, ¿no será preciso que los. pastores y rías. ^ve|as se
.conózcan entre sí? ¿y rio será: ¡preciso; además:/;'qüe-las
Ovejas Oígan la Voz del pastor y le sigan? (t).;;¿Y: áó;sérá.
asimismo preciso para que él bufen pási.ór .vaya á'.busCár
í(á;la oveja extraviada,: que conozca; sumarcay Su redil?
■•Sería, én ,efecto, una^ ctase siriguiar de pastóre^l
’Súpidra coriócér rií vér á su:rebañp. No séísiíttie ^eí'á'··^^·*,
Vcisoprobar qüe^lps.pastpres-son Visib.les,;¡áé^
.cosas igualmen te ciarasl -SahPedro era pastor^ asilo creo>
ip^es que Nuestra Seíior 1^ Óijo;:
tatábiérilp fuérpivlós Sin-emtergó^
.•visto·. (3). Creó·que á aquellos á qtiien SánT?ablóidijo: 7V-:
ned cúidadó de vosotros y dé'tpdp el rebaño -j.¿n el que el
■Espíritu Santo ds Ha constiluidó para regir iá Iglesia de
’Zjíe»5 ' (4) ; ciréo; digu,. q-ue -se les v-ió . y cuarido éilós se
árirójarófi; como buenos hijos, al cuello de ese,buen padre,
besándole y; tañan do su rostro con sus lágrimas {5),, creó
^ue:éfiles..tócé,'sintió :y\vióy,''16queiná^m£^
;es^qu&; ellos .depiorarónlrnás SU.paíii;üá¿^^^
íd^imo;<ftuérnó: verían; más sii-fáz- (6) ^ e lli^ /p ^ s f w
•á San Pabló, y San Pablo les yió á el|ós. Én fin,;:Zuingiio,
QEcólotnpadio; :LufeFÓ,:;CáÍvinpV;B
'íibtes,;y, en qüaritq.A,los'iMtirnós, ¿ x i ^
■han:.visto', y , sin etnbár¿pv són ií^iriádosxpa^tórés.p
sectarios. Se ve, pues,; á ;lós pastoies,. y ,;por cOnsiguié:n-
te, á las ovejas; ;; :
5. -· .¿Es propio de la Iglesia tener á su ¿afgó ía^Vérdáder
rá!predicación de la.Pálabra de Dios-y la verdadera admi­
nistración de los Sacramentos; y todo 'esto ¿no es visible?
¿Pues cómo entonces se quiere que;el sujeto sea invisible?
... 6.ft ¿No se sabe que los doce Patria reas, hijos del buen
¡Jacob, fueron la fiiente viva·de lá Iglesia de Israel;:y que
cuándosupádrelos reunió para bendecirlos (1), se les*yió,
y éllosSé viéit’on unos á otros? ¿Pero á qué mes entretengo
en citar éstos ejemplos? Toda lá Historia Sagrada dates­
timonióxdé;qué taantigua Sihágóg^a;fué visiblé; ¿por qué
no ha /de Serio la Iglesia católica? ·
7.* Cómo: loé Patriarcas, p¿drés dé ía Sinagoga, y de
los .qué ffiiéstfq^eñor nació, según la carne (2), hicierop
ía Iglesia júdáica visibÍé; asI los Apóstolesr con sus diseí-
pulos,:hijos;^ segúh la cár'ne, y dé Nuestro
Seflor, \segiiii -él. espíri dieron principio á la Iglesia
cátóííeá<yisibleiftén^ salmista (3) .· P ot tuspa·;.
dres/té: haff nacidoyM jo ^ tú> les cofá'itM r^fyfatíPfs·''
sobre toda lá f e ^Por doce ;Pátriarbas té han nacido
doce >Ápóstófes'¿,-^--dicé; Arnpbió(4) . Éstos ^póstplés^ott-^
gregadós; en Jerusalén,. con el reducido- séquito' de stís dis*
cíptilos y ^ Salvador, hicieron te-
verdadera;Iglésia,·¿Y_cómó? 'Visible,: sin du^
dé tal modo Risible, qué el Espíritu Santo 'vino á- regar
visiblemente aquellas.santas plantas y retoños del" cris*,
tianismó-(5).,.' : ." .·.:.., 'L
/ ■.-v'·; ' \_·.
:■8:“ ; :¿Cómo se alistaban los j iidíós en el pueblo de p iósf
Por la éircún¿isiÓn> signo Visible; nosotros; por él Baú:
tismó,.éigno' visilJlt:. ¿Por quiéri. f^
antiguos»? Pór los Sacerdotes aarónicos; gentes¡ visibles;'
nosotros, por ios Obispos, personas visibles. ¿Quién ;prer
dicó á ltí^ antip uos? Los profetas;y doctores; v-isiblemenv
teiA'nosbUósfiiuestrospastoresyprédicádores.yisible-.
menté támbién·., ¿Qué comida religiosa, y sagrada.te­
nían los an í¡güos? El Cordero Pascual y, el: maná,·.!.tódo.
"eil6> Visible; -^ósotros, él; Santísimo Sacraméntp vd e ' iá'
Eucaristía,; signo visible, aunqüe de cosa invisible; ¿Por
quién fué pérségiiida la Siná goga? Por los egipcios, bar
bilonios,;ipíadiánitas* filisteosf pueblos todps visibles; la:·
Iglesia, por los paganos^ los turcos, los; moros, lo¿ sá-
rracenós, heréjes, todos también visibles, jDios de bon-
dádI ¿'Y-todavía préguntaremos: si'ia Iglesia es Visible?.'
¿P'éro qué es lá Iglesia? Una Asamblea de hombres: de
carné y hueso. ¿Y nosotros diremos todavía que no és sino
un espíritu ó fantasma, que parece visible y que no lo es
(1) Genes.. X t lX , l y 2 .
(2) Rom., IX , 0 .
(3) Psalm. X L IV , 17.
(4; Comment. super. Psalm. (1); in Psalm. L X X X V *
(5) A ct. A po$t.,.II, 3.
$|tó<>vpor ilusión? No, no..¿Qué es, pues, lo que os turba
ietí esto y de dónde os pueden venir esos pensamientos?
ii^ed-sus manos, mirad á sus ministros, oficiales y gober-
ISadores; ved sus pies, mirad A sus predicadores cómo la
|ltevan por Levante y Poniente, al Mediodía y al Septen-
¡ÉÍÍ5n; todos son de carne y hueso. ' 'tocad,venid como
ík^mildes hijos á arrojaros en el regazo de esta dulce
|táadre; ved, consideradla bien, todo su cuerpo es hermo-
|g¿;:y veréis que es visible, pues una cosa espiritual é iri-
\;№sib\e, no tiene ni· carne ni huesos, como véis que ella
^••Hé aquí nuestras razones, que son buenas,; á toda
Ipruébaf pero vuestros ministros oponen algunas objecio­
n es que sacan, síegún les parece, de la Escritura, muy
^écil.es de rebatir á quien considere lo que sigue: ’
fejv^Primeramente, Nuestro Señor, tenía en su:humani-
lla rd o s partes, el cuerpo y el álnut; del raíSmo modo la
TÉglesia, su Esposa, tiene dos pártes: la'una, interior, in-r
l^isiblé, que escomo su alma, la fe,, la esperanza, la cari·
ifaad, la gracia;, la Otra, exterior y .Visible como el cuer-
ípOy>la confesión dé la fe, las alabanzas y cánticos, la pre­
dicación, los Sacramentos, el Sacrificio; así, todo lo que
|§|-l)áce en la Iglesia, tiene su exterior ^interior; la ora-
íSióri, interior y exterior (2), la fe llena el corazón désegu-
Vidad y la boca de confesión (3); la predicación; se hace
lexteriotmente para los hombres; pero se requiere para-
j&lla, la secreta luz del Padre celestial, pues es 'píéciso
iísiémpre oírle y. aprender de Él antes de venir al Hijo (4);
lyíen cuánto á .los Sacramentos, el signo· es en ellos éxte-
¡jrio’r, pero la gracia es interior, ¿quién'no lo sabe? He
|áhí, pues, el interior y el exterior de la· Iglesia. La mayor
-hermosura· está dentro; lo que se'vé rió es tan excelente,
«como decía el Esposo de los^ Cantares (5): tus ojos son
: ojos de paloma sin lo que está oculto en su interior; la
miel.y la leche están bufo tu lengua, qs decir, en tu cora­
zón , ese es él interior (6);' y el olor de tus vestidos como
el olor del incienso; he aquí el servicio exterior. Y el Sal­
mista (7): toda la gloria de esta hija real está por den-
(1) L u c., u lt ., 38 y 39.
(2) I C o r ., X IV , 15.
(3) Rom ., X, 9.
(4) Jo«, v i f 44 y 45.
(5) Cap. IV , t.
(6) V er 1 1 .
(7) Psalm- X L1V , 14 y 1 !>.
tro, esto es, en el interior. Revestida de varias clases de
franjas de oro; he ahí el exterior.
En segundo lugar, hay que considerar que tanto lo
interior como lo exterior de la Iglesia, puede ser llama­
do espiritual, pero dé diverso modo; pues lo interior es
espiritual puramente y por su propia naturaleza; lo exte­
rior, de su propia naturaleza es corporal; pero como
tiende y mira ¿:1o interior espiritual, se le llama espiri-
, tual, como lo hace San Pablo (1) respecto de los hombres
que tenían el cuerpo sujeto al espíritu, aunque fuesen cor­
porales; y porque aun cuando una persona sea particu­
lar por su naturaleza, si se dedica &los cargos* públicos,
como, por ejemplo, los jueces* se la llama públiéá.
.Ahora, si se dice qué la Ley evangélica ha sido gra­
bada en los corazones, interiormente, no sobré las tablas
de piedra, exteriormpnte, como dice Jeremías (2), se debe
responder,'qüe en el interior de la Iglesia-y en su cora-,
zón está todo lo principal de su gloria, que no deja de
resplandecer hasta en lo exterior que la hace ver y reco­
nocer; así i cuando se dice en el E vangelio (3) qué, la
hora será venida cuando los verdaderos adoradores ado­
ren al Padre en espíritu y en verdad, se nos enseña que
lo interior es lo principal, y que lo exterior es vanó, si
no tiende y no va hácia lo: interior para allí espirituali­
zarse.
Del mismo modo, cuando San Pedro llama á la Iglesia;
Casa espiritual (4) es, porque todo lo que parte.de la Igle­
sia, tiende á la vida espiritual, y .porque su mayor gloria
es interior, ó bien porque fio es una casa hecha de cal y
arena, sino una casa, mística de piedras vivas á que; la
caridad sirve de cemiento. . ..
La Palabra santa dice que el Reino de Dios no viene
con observación'(5); el Reino de Dios es la Iglesia; luego
la Iglesia es invisible. Respuesta: El Reino de Dios en
este pasaje, es Nuestro Señor con su gracia, ó, si lo pre­
ferís, la compañía de Nuestro Señor mientras estuvo en
el mundo, dé lo que se sigue: Pues he aguí el Reino de
Dios que está entre vosotros (6); y este Reino no compa-
i

(1) Ad Gal., VI, 1.


<2) Cap. X X X I, 83.
(8) Joflnn., IV , 23.
(4) l Pctr*. II, 6.
(5) Luc.. XVII, 20.
(6) Ver. 21.
í¿eció aquí con. el aparato y el fausto de una magnificen-
Icía mundana, como los judíos.creían; pues, como se ha'
^dicho, la joya más hermosa de ésta hija de Reyes está
0eülta dentro, y no se puede ver. ..' ¿
||cí,Eii Cuanto á que San:Pablo dijo á los hebreos (1): “Nos*
:^tros no hemos venido á una thontciña palpable, cómo la
.^.é.Sinaí, sino hacia una Jerustilén c e le s tia l no viene al
¿propósito de hacer invisible á la iglesia; pues San Pablo
;énsefla en este pasaje, que la Iglesia es más magnífica y
,^stá más enriquecida quelaSinagoga, y que no es una
?montaña natural como la de $ináí¿ sióq mística: de lo que
-no sé sigue ninguna invisibilidad; además, que puede de­
cirse con razón, que érhabla.verdaderamente de la Jeru-
ís|lén celestial, esto es, de la lglésiá triunfante, de la que
lél’ añáde lo de la multitud dé los'ángeles, como si quisie-
íifa;decÍF, que en la Ley Antigua. Dios fué visto en la mon­
taña de un modo aterrador, y que la Nueva;nos conduce
^yerie en su gloria en ló alto del cielo.
&i,; Por último, he aquí el argumento que cada cual dice
pitan do ser el más fuerte: yo creo eri la Santa Iglesia ca-
|tóiica;'s-i yo la creo, nojla yép; luego la Iglesia; es invisi-'
Ble. ¿Hay nada en el mundo riíás débil que ese fantasma
$£ razón? ¿No creyeron los Apóstoles que Nuestro Señor
¿Jesucristo había resucitado, y,, sin embargo; le Vieron?
Porque tú rne has visto—dijo ér mismo á Santo Tomás,.—¿
(has creído (2); y para convertirle en creyente le di jo: Mira
Irnis manos y trae tu mano y métela en .mi costado^ y no
'Seas ya incrédulo, sino fiel (3). Ved, pues, cómo la vista
iió impide la fe, sino <jüe íá produce.. Pt\es otra cosa vió
-Sa'nto Tomás y otra cósa creyó; vió él cuerpo y creyó el
íésplritu y la divinidad, pues la vista nó le enseñó á decir:
Mi Señor y mi Dios (4), sino la fe. Así se cree un Bautis·
ímo para la remisión de los pecádos; se ve el Bautismo,
.pero no la remisión de los pecados. Así se ve á la Iglesia,
pero no su santidad interior; se ven sus ojos de paloma,
pero se cree lo que está oculto dentro de ellos (5); se ve
su'túnica ricamente recamada con una hermosa variedad
de franjas de oro, pero el tóás claró resplandor de su ^lo-
ria. está''rfe«íro (t), y esto es lo .qüe creemos; hay én esta
real Esposa.con qué recrear el Ojo interior y el exterior,,
la fe yí-los sentidos,· y todo ello es así para la mayor "lo ­
ria dé su Ésposo. '/

, .: ; a r t íc u l o n·,!

Que en la. Iglesia haybuenos y malos, predestinado·*


.· · : · ,.·_ : y réprobos.

■ Para/hacer probable la invisibilidad de la Iglesia, cada


uno de vuestros ministros expone sürazón; pero Ja que
me parece. m ftS : trivial,/és;.:la qiíe pretende, referirse á la-
eterná predestinaciÓn. Realmenté ño és astucia baladí la
de atraer las miradas espiritusilesydé los miembros de ,lá
Igleéia'militante, hacia la;prédestinaeióñ eterna, á fin de;
qué,, deslumbrados por los resplandores de éste misterio
inescrutable, no veamos, lo. que tenemos, delante de nos­
otros. Dicen / pues, que hay ido?; Iglesias, »una visible &
imperfecta.í btra. invhible yVperfecta', y que la «¡.visible
puede érrár y dfesvanecerse poi- eí. viénto de los errores
é:idolatrías, lo que no suqedé á íá in visible.. Y cuando se
les pregunta cuál es la Iglesíá^isibíé,;tóntestan que es la
Asamblea: de las personas cjue'hacenprofesión de la mis-
má.fe y Sacramentos, que contiéne á-.los buenos yfá tos
malos, .y que no es Iglesiá.más.que de nombre; y que lá
Iglesia invisible es; la- que corttiénejá lós elegidos solamen­
te, qué no éstahdp ál alcancé dél conocimiento dé-los hom­
bres, tínicamente son reconocidos y vistos1pbr Dios. .
.. '^psotrosj .sin "embargó; demostráremos claramente
que la- verdadera Iglesia ..cóntiené á ios buenos y á íos-
raalos, á,;íc)s réprobos y á los elegidós:>Hé;:aquí cónjo:
1.°; ' ¿No. era.la verdadera Iglesia aquella á quién San
Pajbl© llamó columna y fírmesa de la. verdad y casa de
Diosvi'bo'i (2).· Si>n duda; pero siendo; columna de la .ver-
dad no puede, pertenecer á una Iglesia errante y vaga­
bunda; jRueS bien; el Apóstol afirma .de esta verdadera
Iglesia, casa de Dios, que en ella hay vasos de honor y
de contumelia(3), esto es, buenos y malos.
( 1 ) Psnlm. X L IV , 14 v 15.
(2) I T i m o t , I I I , 15.
(3) II Tirnot-, II, 20.
$1
jwv: ■ ■PARTE'.I..CAPÍTULO
' 11. ARTÍCULO II. lÁQ
f;.·'·· ·■.*· ' · · . · · · - . ■ ■ · . '· ,·
pH 2.° ¿No es la verdadera Iglesia aquella contra quien
|tläs puertas, del infierno no, prevalecerán} Y, sin embar·
en ella hay hombres cuyos, pecados hay que desatar,
; otros, á.quien es preciso retéñérselós:,: cómo nuestro
ií|$eñor hizoi ver en la promesa y poder que con ella dió á
|:§an Pedrcy(l).. Y éstos á'.quieh se.?lés retienen', ¿no son
^malos y réprobos? Además, es natural que á los pecado-
Ijíés se les retengan su¿ pecados, y íó ordinario de los ele-
agidos que se les desligue dé ellos; luego aquellos cuyos
;£pecádos tenia San Pedro: poder de retener ó de perdonar,
■|élárO es que habían de .estar dentro de la Iglesia, pues
f ios de aquellos que están;fuera de ella, sólo á Dios corres-
fßbnde jiizgar (2); aquellos. pues, á quien San Pedro debía
ju z g a r, ¡no estaban fuera delá Iglesia; sino dentro;.de lo
;§qüe se sigue'que en ellatieñéquehaber réprobos,
: 3.° Y ¿no nos. enseña nuestroSeñor qüe cuando sea-
íptoós ofendidos por alguno de nuéstrbs herm'ätiösv, después
haberle, reprendido y eórregidopordo^ veces, y dé
£dfes diferentes modos,: lo defirám&-áia iglesia? D ilo á ta
Élglesia, y si no oyere á la Iglésia.¡ tenlo cómo un gentil
'{y tm publicano (i)/h<\\x[ nó; hay Jéscápe, porqué el árgu-
.•mentó, es iKeyitable;1se trata de-un hermano nuestro que
" 6 es ni pagano.ni publicahbí sinó que está - bajo la dis-

?
iplina y corrección de la Iglésiá; y, por consecuenciá;
¿•¿¿ miembro de :1a Iglesia·· jr, no obstante/jeso no-im pide
que sea réphíbo·, irascible.y; obstinado. No están,,pues»,
'■sólo lös buenos en la verdadera Iglesia,',, sino también los
%i,álos, en tanto qué. 'de élla rió -sean lanzados, á menos
<que se quiera decir qué ia Iglesia á que1nuestro; Spfioir
nos envía, seá la'Iglésia.errá’nt.e, pecadora y anticristiá*
tiá, lo cuat seria blasfemár demasiado á lasdarás.
. 4.° Cüandó nuestrb Señor dijo (4): Y el;esclavo no
queda en casa paira siempre: más el Hijo queda {para
¡siempre, ¿no es tanto como decir que en la casa de la
Iglesia están él elegido ryieí réprobo por un tiempo deter¿
minádo? Porque ¿quién puede ser ese servidor que no
quedará siempre en la casa más que aquel que será arro­
jado algún día á las tinieblas exteriores?, Y de heclio
muestra bien que es así cpmo lo ,entiende,, cuando dice

(1) Matth.. X V I, 18 y 19.


C or., V , 13.
(3) M atth., X V Ilt, 17.
(4) Jonnn., V I H , ;¡5.
inmediatamente antes (1): Todo aquel que hace pecado,
esclavo es del pecado. Luego éste que no queda para
siempre, queda en ella, sin embargo, por algún, tiempo,,
mientras en ella esté retenido por algún servicio.
! 5.° San Pablo escribe ála Iglesia de Dios que estaba
en Corinto (I Cor., I, 2), y , no obstante, quiere que se
eché de ella á un incestuoso (<2ap. V,, 2). Si de ella se
le echa, en ella estaba, y si en ella estaba, y la Iglesia
.fuese la compañía de los elegidos, ¿cóme pueden lanzarle
de ella, no pudiendo los' elegidos: ser réprObos?
6.. Pero ¿por qué sé mié negará que los rép robos y ma­
los estén en la verdadera Iglesia, cuando hasta en ella pue­
den ser Pastores.y Obispos?Lacosa;esclara.¿No fué Judas
réprobo? Y, sin embargo, fué Ápóátol y Obispo, según eí
salmista (2). Y San. Pedro,, dijo qué tuvo suerte en él
ministerio delApostolado (3), y todo el Evangélio qué lo
,pone siempre en cuenta; en él Colegio de los Apóstoles.
Nicolás de Antioquía ¿rio fué'diácono, cómo San Esté-
ban? (4) Y-, sin. émbargo, muchos antiguos Padres no·
hallan ninguna dificultad en esto para tenerle por here-
siarca, como, entre otros* Epifánio (5), Philostro (6), Jeró­
nimo (7); y, de hecho,ÍQS.riíColáítás tomaron ocasión dé éí
para llevar adelante sus abominaciones, y San Juan, en
¡el-Apocalipsis (8), hácede ellos mención; corno dé verda-
:deros heréticos. San Pablo afirma á los sacerdotes efesia-
nos (9) que él EspírituSanto les había puesto por Obispos
para regir la Iglesia de Dios;.·.pero· les asegura tam­
bién (10)que entre ellos .mismos sé;·levantarían hombres,
que dirían cosas perversas para Uévar discípulos tras
dé sí\. á todos habla cuando clice que eí,EspíriturSanto les
ha puésto por Obispos, y de los mismos habla también
cuando dice qué entre ellos se levantarán cismáticos.
·..■. Péro ¡cuánto tendría yo que hácer si quisiera amonto­
nar aquí.lós nombres dé t-aritos Obispos y Prélados que,
después dé haber sido légítimameñte colocados en este
oficio y dignidad, han caído de su primera gracia y han
(1) Joann., V III, 34.
(2) Psalm. CV1II/8.
. (S) Act¡, Apost., I, 17.
(4) A ct. Apost.» V I, S.
(5) Haeres.,XXV, l.
(6) L ib . de haeres. (Nicolait.'
(7) E plst a d S á b . C a p M E p . X X X III.)
( 8) Cap. II, 6 .
(9) A ct. A p ost., X X , 28.
(1C) A ct. Apoat., XX» 30.
•iiíuerto herejes) ¿Quién^vió jamás nada'tan santo para un
simple sacerdote, como Orígenes, tan docto, tan casto y
«tan caritativo? No hay quién pueda leer loque de él escribé
^Vicente, Lirinense (1), uno de los más pulcros y doctcjs
lescritores eclesiásticos, sin que, al considerar su condena­
ble Vejez, tras una tan admirable y santa vida, no se sienta
. movido á compasión al ver á tan grande y valeroso nave­
gante, después de tantas tempestades pasadas, tras tantos
y tan ricos tráficos como había hecho con los hebreos, ára­
bes, caldeos, griegos y latinos, y al volver lleno de honor y
!de riquezas espirituales, naufragar y perderse en el puerto
de su propia opinión. ¿Quién se atreveráá decir que no
estaba en la verdadera Iglesia aquel que había combatido
. siempre por la Iglesia y á^quien toda la Iglesia honraba
y tenía por uno de sus más grandes doctores? ¿Y qué?
Vedle al fin herético, excomulgado, fuera del Arca, pere­
cer en el diluvio de su propia opinión. Y todo esto es seme­
jante^ la santa palabra'de nuestro Señor (2), que tiene:á
los escribas y fariseos como verdaderos pastores de; la
. verdadera iglesia de aquel tiempo, y aun manda que se les
obedezca y, sin embargo, no los tiene, por elegidos, sino
más-bien j>or réprObos (3). Y siendo estojisí, ¿qué absur­
do no resultaría, de qtíe Sólo los elegidos estuvieran en
la Iglesia? Desde luego Se seguiría lo que ¡dijeron los dona-
tistas, esto es, que no podemos conocer ¿ nuestros prela­
dos, y, por. consiguiente, no podemos tributarles la obe­
diencia; porque ¿cómo conoceríamos si los que se dijesen
prelados y pastores, estaban en la Iglesia," toda vez que no
podemos conocer quién está predestinado y quién no,
eiitre los vivos, como se dirá más adelante? Y, si no están
en la Iglesia, ¿cómo pueden tener en ella el puesto de
jefes? Sería una monstruosidad, de las más extrañas que
se puedan ver, que el jefe de la Iglesia no estuviera en
la Iglesia. No solamente, pues, un réprobo pujede estar en
la Iglesia, sino que puede ser pastor de lá Iglesia; lá Igle­
sia, por lo tanto, no puede ser llamada invisible por estar
compuesta de sólo los predestinados.
Concluyo todo este discurso con las corñparaciones
evangélicas, que muestran claramente toda esta verdad.
San Juan hace á la Iglesia semejante aí aire de una granja,

(1) Lib , adver.s. hacres. (Contmonit.y I, 17.)


12 Matth., X X III, 2 y 3.
(3) Ibid., 12 y 13.
en la que no solamente se halla el grano para el granero,
sino también^la paja para ser quemada en el fuego eter­
no (í); ¿no son éstos los elegidos y los réprobos? Nuestro
Seflor lo demuestra en ía'red arrojada al mar, en la que
se sacan los buenos y malos pescados (2); en la compañía
de las diez vírgenes, entre las que había cinco fatuas y
cinco prudentes (3); en los tres-siervos, de los que uno era
perezoso, y por ello arrojado á‘ las tinieblas exteriores (4);
y, en fin, en aquel festín de bodas al que entraron buenos
y malos, y los malos, no teniendo las vestiduras conve­
nientes, fueron arrojados á las tinieblas exteriores (5).
¿No son' todas estas pruebas suficientes de que, no sólo los
elegidos, sino los réprobos están én la Iglesia? Preciso,
es, pujes, cerrar la puerta de nuestro propio juicio á toda
suerte de opiniones, y á este propósito, con esta proposi­
ción, jamás bastante considerada: Muchos son los llama·
dos y'pocos los escogidos (6), Todos los que están en la
Iglesia, son:llamados;.pero no todos los que en ella están,
son elegidos^ por eso, Iglesia, no quiere decir elección,
sino convocación.
Pero ¿dónde encontrarán ellos erila Escritura algún
pasaje qué les pueda servir de excusa, eo tantos absurdos
y coátfa. pruebas tan claras como las que acabamos de
presentar? Gontra-razónes no faltan en este punto, porque
la terquedad jamás deja dé acudir en auxilio de sus ser­
vidores. ...
; ¿Citarán ellos lo que está escrito en los Cantares (7)
de la Esposa,, qifie. es un huerto cerrado, fuente sellada,
poso de aguas vivas, que toda ella es hermosa y sin man­
cilla ó, cómo dice el Apóstol (8), gloriosa sit^ arruga,
santa y sin mancilla? Yo les ruego, de todo corazón,
<Jue miren lo que quieren concluir de todo esto, pues
si quieren discir que no debe haber en lá Iglesia más que
santos inmaculados ¿ sin arruga, gloriosos, yo tes haré ver,,
con estos niismos pasajes, qué no hay en· la Iglesia ni
elegido ni reprobo;. porque ¿no es esta «la voz humilde,
pero verdadera—como dice el gran Concilio de Tren-
(1 ) Matth., III, 12.
<2) Ibid-, XIII, 47.
(3) Ibid . X X V , 1 y 3.
|4| Ibid., ’¿6 y 30.
(6) Ib id ., X X II, 2.
(6 ) Ib id ., X X II., 14.
p) Cap. IV , 7, 12 y 15
(3) E p n e s .,V t 27.
to (1)—de todos los justos» y elegidos, perdónanos núes*
tras deudas, así como nosotros perdonamos á nuestros
deudores? Tengo á Santiago por elegido, y , sin embar­
go, confiesa que (2) todos tropeaamos en muchaS cosas.
San Juan nos cierra la boca, y á todos los elegidos,
á fin de qué nadie s^ jacte de estar sin pecado.; antes por
el contrario, quiere qué todos, y cada uno, sepan y confie­
sen que han pecada (3); creo que David, en su arroba­
miento, y éxtasis, sabia que. era uno de los elegidos, y,
sin embargo, tenía &todo hombre por engañoso (4). Si,
pues, estas santas cualidádes', dadas á la Esposa Igle­
sia, se deben tomar al pie de la letra en el sentido de
que rio haya ninguna mancha ni arruga, será preciso salir
de este •mundo para encontrar la comprobación de sus
hermosos títulos, de lo que los elegidos de éste mundo no
seráti capaces. Pongamos la verdad en Su lugarv
1.. La iglesia, en su conjunto, es toda hermosa, sarita,
gloriosa, tanto en las costumbres cuanto en la doctrina.
Las costumbres dependen déla voluntad; la doctrina, del
entendimiento; en el entendimiento de la Iglesia no cábe
falsedad, rii en su voluntad malicia alguna; puede* por la
gracia de su Esposo, decir como Él:: ¿Quién de entre, vos­
otros ¡oh enemigos conjurados! me argüirá de peca-
ao? (5). Sin que de esto se siga, no obstante. que eri
la Iglesia no haya malvados; acordáos cíenlo qué he dicho
anteriormente (6). La Iglesia tiene cabellos y üñ᧠que no
están vivas, aunque ella está viva; el Senado es soberano,
pero nó1cada senador; el Ejército es victorioso, pero no
cada soldado; gana la batalla, pero .mjxchqs soldados
mueren eri ella. De este modo, la Iglesia militante es
siempre gloriosa y victoriosa sobre slas puertas y potes«
tades infernales, aunque muchos de los suyos se extravíen
y desordenen, como vosotros habéis-hecho, permanecien­
do destrozados y perdidos, ó por otros accidentes sean
heridos, y de resultas de ello mueran. Tomad, pues,, una
poruña todas las alabanzas de la Iglesia que ..-se. hallan
sembradas en las Escrituras, "y hacedla con ellas, una co­
rona, pues todas le son debidas, como muchas maldicio­

(1) Sess. v i , c. 1 1 .
(2) Jac., III, 2.
(8) IJ o a n n .,1 . 8.
(4) Psalm, C X V , 2.
(5) Joorm.. V II, 16.
(6) V¿u$c el artículo I.
nes á los que, estando en tan hermoso camino, en él· se
pierden; es un Ejército bien ordenado (1), aunque muchos
•de los que le forman, se desbanden.
2; ¿Pero quién no sabe cuántas vecesseatribuyeátodo
el cuerpo lo que sólo corresponde á una de sus partes? La
Esposa llama á su Esposo blanco y rubio, pero incontinen­
ti dice que tiene los cabellos negros (2); San Mateo dice (3)
que los ladrones que estaban crucificados con nuestro
Señor, blasfemaron, y no fué mas que uno sólo, según
San Lúeas (4); Se dice que el lirio es blanco, pero los.hay.
también amarillos y verdes. Pues quien habla en térmi­
nos de amor, emplea con gusto esa manera de hablar, y
los Cantares son representaciones castas y amorosas.
Todas esas cualidades', por lo tanto., son atribuidas con
justicia á lá Iglesia, á causa de tantas almas saritas como
en ella están guardando muy estrechamente los santos
mandamientos de Dios, y son perfectas, con la perfección
que se puede tener eri esta peregrinación, no con la que
esperamos en lá .Patria celestial. ,
3. Y á mayor abundamiento, aunque no hubiera otra
razón para calificar así á la Iglesia, que la esperanza que
tiene de subir allá arriba, toda pura, toda hermosa, en
contemplacióri del solo puerto á que aspira y'al que corre,
bastaría esto, para hacerla llamar gloriosa y perfecta,
princifjalrhénte teniendo tantas hermosas arfas de esta
sarita esperanza.
• Seria cuento de ntinca acabar para quien quisiera
entretenerse eri todas las nimiedade.s que se van conside­
rando aquí, ,y sobre las que se edifican mil falsas alarrnas
en el animo del pobre pueblo. Se exhibe el-pasaje de San
Juan (5): Mis ovejas oyen mi vos. y yo las cónósco y me
■siguen, \y se. dice qüe éstas ovejas son los predestinados
que están solos en el aprisco del Señor; se exhibe también
lo que San Pablo'dice á Timoteo (6): El Señor conoce á los
que son de Él\ y lo que San Juan dice (7) de los apóstatas:
Salieron de entre nosotros, ¿ñas no eran de nosotros.
Pero ¿qué dificultad se encuentra en todo esto? Nos­
otros confesamos que las ovejas predestinadas oyen la
(1) Cant., V I, 9. ‘ i
(2 ) Ibld.. V. 10 y 1 1 .
(3) Matth.. X X V I I , 44.
(4) L n c., X X III, 89.
(6) Joann., X C , 27.
(6) II Tira.. II. 19.
(7) I Joann., II, 19
voz de su pastor, y tienen todas las propiedades que se
hallan.descritas en San Juan (1), antes ó después, pero
confesamos también que en la Iglesia, que es el redil de
nuestro Señor, hay, no solamente ovejas, sino también
cabritos; de otro modo, ¿por qué se habrá dicho, que al
fin del mundo, en el Juicio, las ovejas serán separa­
das (2), sino porque, hasta él Juicio, mientras la Iglesia
esté en el mundo, en ella estarán los cabritos con las
ovejas? Y, ciertamente; si nunca hubieran estado juntos,
jamás se íes separaría, y después, para remate de cuen­
tas, si ios predestinados son llamados ovejas, también fo
son los réprobos; testigo David: ¿Cómo se ha 'encendido
vuestras indignación contra los que hasta ahora habéis
mirado conio ovejas 'vuestras y conducido,, cornos pastor
suyo á vuestros pastos? (3). Como una oveja descarriada,
expuesta A ser presó de los lobos, anduve perdida (4); y
eii otro lugaiv cuando dice: Escuchadnos, Señor, vos, que
gobernáis al pueblo de Israel. (5), vos que conducís á José
como á una oveja] cuando dice José, quiere decir los jose-
finos y 'el· pueblo de Israel, porque á José fué dada la
primogenitura (6), y el mayor da nombre á la raza®
Isaías .{LUI, 6) compara á todos los hombres, tanto ré-
jjjrobos, como elegidos, á ovejas: Todos nosotros, como
j&bejas nos extraviamos, y .en el ver. 7 compara á nues­
tro Señor: Como oveja será llevado al matadero, y en el
¡¡transcurso del cap. XXXIV de Ezequiel, donde, sin
«tuda, todo el pueblo de Israel es llamado oveja, sobre el
lliie David debía reinar. ¿Pero quién no sabe que el pueblo
fde Israel >,no estaba todo predestinado ó elegido? Y, sin
Ém,bárgo, todos son llamados ovejas, y todos están juntos
pajoun mismo pastor. Confesemos, pues, que hay Ovejas
Salvadas y predestinadas, de las que habla San Juan, y
rotras condenadas, de las que se habla en otros lugares, y
irodasestán en un mismo aprisco.
||;, . Y asimismo ¿quién niega qae nuestro Señor conoce á
W>s-que son de El? Sabia, sin duda, lo que Judas llegaría
ffijse.r, y, sin embargo, Judas no dejó de ser tino de sus
apóstoles; sabía lo que harían los discípulos, qué sí volvie-

2) Matth., X X V , 32. y Ezeq., X X X II, 17.


¡3) Psalm. LXX1I1, 1 .
ron atrás, respecto de la doctrina de la realidad de la
manducación de su carne (l), y, sin embargo, los recibió,
por discípulos. Porque una cosa es ser de Dios, según la
eterna presciencia, para la Iglesia triunfante, y otra serde
Dios,, según la presente Comunión de los Santos, para la
Iglesia· militante. L os.primeros sólo son conocidos de
Dios; los últimos son conocidos de Dios y de los hombres.
: «Según la eterna presciencia:—dice San Agustín (2)—
Icuántos lobos.están dentro, cuántas ovejas fueral» Nues­
tro Sefior, pues, conoce á los que son de El, para la Iglesia
friuníante, pero hay en la Iglesia militante otros muchos,
cuyo fin será la perdición, como el mismo enseña cuando
dice (3) que en una gran casa hay vasos.de diferentes
clases: unos para honor y otros para usos viles
De la misma manera Icr' que S¿n Juan dice: Han sali­
do de entre nosotros, pero no son de^ nosotros, no hace
nada A este propósito; pues yo diría -como, dice' San
Agustín (4): fueron de los nuestros ó estaban entre nos­
otros por el número, y no, lo estaban por el mérito; esto
es, según el mismo Doctor: “Estában entré nosotros, ty
£ran de los nuestros, por la comunión de los Sacramen­
tos, pero según la particular propiedad de sus vicios,, no
lo estaban; eran ya heréticos en su alma y de voluntad,
aunque según la apariencia exterior no lo fuesen! Y,no-
es esto, depir que los buenos ño estén con ios malos en lá-
Iglesia, antes, por el contrario, ¿cómo podrían éstos salir h
dé la conlipañia de. la Iglesia sino estuvieran en ella? ..Es­
teban, sin duda, de.hecho; pero de voluntad estaban ya
fuera’., y , . i;
■ ^Eti fin,he aquí un argumento que parece apropiado-
por la forma y por-lá figura: “No tiene á Dios por Padre
quien, nO;'tiene á la Iglesia por Madre* (5), ciertamente; y
del mismo modo, quien no tiene: A Dios por Padre, no ten·?
.d.rá á la’Iglesia por Madre, esto es también muy cierto;
peró es así que los réprobos no tienen A Dios por Padre,
luego; iio tienen á la Iglesia por Madre, y, por consi­
guiente, los^ réptobos no están en la Iglesia. Pero la res­
puesta es excelente. Se admite el primer fundamento de
esta razón,-pero el segundo, que los réprobos no sean
(1 ) Joann,, V I, 67.
¡2 ) T ract. X L V in Joann., 12.
(3) U T im .,1 1 , 20.
(4) T ract. L X I in Joann., f. 2.
(5) Cyp. L De tmít. E cclae., V , (>.
hijos de Dios, tiene necesidad de ser expurgado. Todos
los fieles, bautizados pueden ser llamados hijos do Dios
mientras son fieles, á menos que se quiera quitar'ai Bau­
tismo el nombre de regeneración ó natividad espiritual·
que nuestro Señor le ha dado (l); que si se entiende así,
hay muchos réprobos hijos de Dios, como hay gentes
fieles y bautizadas, que serán condenadas, de las que,
como dice la Verdad (2): A tiempo creen, y en el tiempo
dé la tentación vuelven atrás; de modo que se negará
rotundamente esta ségunda proposición de que los répro.
bós no sean hijos de Dios, pues', estando en la Iglesia,
pueden ser llamados hijos’de Dios por íácreación, reden­
ción, regeneración, doctrina, profesión dé fe, aunque
nuestro Señor Se..quéje de ellos de esta manera: .He ali­
mentado y criadó\hijos y ellos me Han despreciado. Y si<
es qué se quiere decir que los réprobos no tienen á Dios
por Padre porque no serán herederos; segiíflr* la palabra
del Apóstol: Si es hijo es heredero (3), negaremos la con­
secuencia;, pues no solamente los hijos están en la Iglesia,
sino también, los siervos, con ésta diferencia, que los
hijos és.taránpara siempre en ella cómo/herederos y lós
siervos no; pero éstos serán echados ; cuándo plazca al
Djtteño. Testigo el mismo Dueño, en Sain jtiah (4); y si él;
hijo penitente bien supo reconocer que mUchOs-mercena-
riós teníah pan en íjjbundancia en casa de su Padre, aun­
que él, verdadero y iegftimo hijo, muriese ;de hambre con.
los puercos (5), que hace prueba para la fe católica en
este punto.. fOhl jCuátítos-siWtws, puedo décir con, el
Eclesiastes (6), han sido vistos á caballo yy cuántos Prin­
cipes á pie como criados! |Ciiántos animales inmundos y
cuervos en está Arca eclesiástica! ó ¡cuántas manzanas
bellas y olorosas están en el manzano· podridas por den­
tro, y, sin embargo, se hallan adheridas alá rbol y extr aén
el buen jugo de su tallo! Quien tuvieralos ojos bastante
claros para ver el fin de la carrera de los hombres, halla­
ría en la Iglesia bastantes motivos para exclamar:Müchós
son los llamados y pocos los escogidos; es decir, muchos
están en la militante que no estarán jamás en la triunfan·

(1). Toann., III, 5.


(2) Luc., V IH , 13.
(3> · G alat., IV , 7.
(4) Cap. V III, 35,
te. ¡Cuántbs están dentro que estarán fueral como San
Atanasio predijo dé Arrio (l) y San Fulberto de Bcrenga-
rio (2j.Es, pues, cosa cierta, q^e no solamente los elegi­
dos, sino aun los r.éprobos, pueden estar y están en la
Iglesia; y quien, para hacerla invisible, no pone en ella
má¿. que· á los elegidos, hace como el mal discípulo que,
pai*a no socorrer á su maestro, se excusa con no. haber'
aprendido nada de su cuerpo, sino dé su alma.

ARTÍCULQ III

La Iglesia no puede perecer,

Seré tanto más breve aquí, cuanto que lo que yo


deduciré en ¿1 capítulo sigiiiénte (3), dimana déuriá.prue­
ba' decisiva acerca de la creencia de la inmortalidad y
perpetuidad: de \a Iglesia. Dicen algunos para quebrantar
el yugo de la santa sumiáióri que se debe á la lglesrajque
ésta ha perecido hacé ochenta y tantos años, muerta,,
sepultada y extinguida la santa luz dé ,1a fe verdadera;
todo esto es una pur/t blasfemia contra la Pasión de núes» ,
tro Señor, contra su providencia, contra su Rondad j con­
tra.su verdad.. . .. N' .
\ ¿Acaso se ignora lá palabra de nuestro Señor mis­
mo (4): Y st yo fuese aleado de la tierra, todo lo atrae­
ré d mi mismo? ¿No ha sido elevado en la Cruz? . ¿No ha-
sufrido? ¿Cómo, pues, habría dejado extraviarse én el
caminó á la iglesia que á sí atrajo?) ¿Cómo es. posible que
dejase está: presa que tan cara le había costado? Él prín­
cipe del mundo, ¿1 diablo, hábría sido arrojado (5) con el
santo, leño de la Cruz, por un tiempo de trescientos ó
cuatrocientos años, para volver á dominar al mundo mil
afiós? ¿Queréis graduar de esta suerte la fuerza de la
Cruz?;¿Sois árbitros de tan buena fe, que queráis inicua­
mente dividir á nuestro Señor, estableciendo para en
adelante una alternativa entre su divina bondad y la mali-

(1) At/mn. tn vita, 82, \


(2) G ullc! Bibllothecarius (Malraeabreríensts), I, III de gesti* Anfflqrum.
' ( 8) A rticu lo X V , donde ei Santo emplea de nuera los mismos argumentos*
en términos sobre poco más ó menos, semejantes.
(4) Joann., X II, 82.
(5) Ver. 81.
■cia diabólica? No, no; cuando el fuerte armado guarda
su atrio, en pas están todas las cosas que posee. 'Más si
sobreviniendo otro másfuer le le venciere, le quitará todas
sus armas, en que fiaba, y repartirá sus despojbs (l).
¿Ignoráis que nuestro Señor ganó á la Iglesia con su. san­
gre? Y ¿quién podrá arrebatársela? ¿Acaso pensáis'
que es más débil que su adversario? [Ah! Yo os lo ruego;
hábiémos con más honor de este Capitán. ¿Quién, pues,
lé quitará de entre las manos á su .Iglesia? Quizá diréis
que puede guardarla, pero que no quiere; entonces es á
su providencia, á su bondad y á su verdad, á las que.
atacáis. - J -r . '
. La bondad de Dios dió dones,á los hombres, cuando
subió á lo alto, Apóstoles, Profetas - Evangelistas, Pas·.
tores, Doctores para la consumación de los Santos, en la
obra del ministerio pará edificar el ciiérpo de Cristo { 3).
La consumación de los Santos ¿estaba ya he£ha'hace mil,
ciento ó mil doscifcnlos años? La edificación del cuerpo
místico de nuestro Señor, que es la Iglesia, ¿estaba para-'
'tizada? Ó cesáis;.de llamaros edificador, ó .d^cid que no; y
si rio estába acabada,como de hecho nóíio está ahora, ¡{por
qué hacéis á la bondaxj de Dioselagravio de decir quehaya^
-quitado, y arrebatado á los hombres lo:que fes había dado? ;
Úna de las cualidades de la bondad de Dios es—cómo.dicé
San Pablo (4)—la de que sus dones y sus‘ gracias so#
sin penitencia, es decir, que.no da para quitar. Su divina
Providencia, desde que creó al hombre, «1 cielo,la tierra y
lo que hay.en el.cieló y en la tierra, los conserva y guarda
pérpetuamente, de manera que la generación del-menor
pajarillb no está aún extinguida. ¿Qué diremos de la Igle­
sia? Todo este mundo no.le costó en un· principio más que
una.sencilla palabra\ Él dijo, y f ueron hechas todas las
cosas (5), y. Él las conserva con una perpetua é infalible
providencia; ¿cómo, pues, había de abandonar á la Iglesia,
que le cuesta toda su sangre y tantas penas y trabajos? Sacó
á Israel de Egipto, de los desiertos, del mar Rojo, de tantas
calamidades y cautiverios, ¿y creeríamos que haya deja­
do engolfado al cristianismo en la incredulidad? El que
tuvo tanto cuidado de su Agar, ¿despreciará á Sara? El
(1) Luc., XI, 21, 22.
(2) Act< A p o st., X X · 28.
43) E phes., IV , 8, 11 y 12 .
(41 Rom., jet, 29.
(5) Psalm. CXLV1II, 6.
que tanto favoreció á la esclava que debía ser arrojada de
casa (1), ¿no hará caso de la Esposa legítimá? ¿Habrá
honrado tanto, á la sombra y abandonará el cuerpo? ¿Óes
que no deben ser. tenidas en nada tantas promesas hechas
. acerca de la perpetuidad de esta Iglesia?
É6 de,la Iglesia de quien el Salmista canta (2): Dios la
fundó para siempre; su trono—habla de la Iglesia, trono
del Mesías, hijo dé David, en la.persona del Padre Eter­
no-—será como el. sol delante de mí y como la luna perfec­
ta eñ eternidad, y el testigo fiel en el cielo (3). Pondré su
rasa pof los siglos de los siglos y su trono como los días
del cielo; es decir, tanto cuánto él cielo durará (4). Daniel,
la llama Reino, que no será jamás destruido; el Ánge}.
dice A nuestra Señora, que no tendrá fin su Reino (5), y
habla de la Iglesia, como lo hemos demostrado en otro
lugar (6).—¿Y no había pronosticado Isaías, acerca de
nuestro Señor Jesucristo (7): Si ofreciere su alma por el
pecado, verá una descendencia muy duradera;; es decir,
dé larga duración; y en otro lugar :haré con ellos una per ■
petuá aliansa;· y mÁs adelante (8): todos los que los vieren
—habla de la Iglesia visible—7os conocerán? (9). Pero
¿acaso, .quietiásl habla, ha encargado á'Lütero y á Calyi-
no que fevoquén tantas santas y solemnes promesas, hechás
por nuestro Señor, acerca de lá perpetuidad de su Iglesiá?
Ó ;¿nO es nuestro Señor quien, hablando de la Iglesia,
dice qué las puertas del infierno no prevalecerán contra
elíai \ip). ¿Y cómo»se realizará esta promesa,>si la Iglesia
há éát^do abolida mil años ó más? Y ese dulce adiós' que
nuestro Señor dió á sus Apóstoles (:11)\ Y mirad que yo
estoy con vosotros todos los dias hasta la consumación dél
5/g/o, .¿córno:entenderlo, si queremos decir que la Iglesia
puéd^ipórecer?
Pero* ¿podríamos romper la hermosa regla de' Gama-
liel qve, hablando de la Iglesia naciente, usa de este dis-

II) Genes:, X X If MÍ. 1 ) y 12 . ’ .


(2, Psaltn . X L V I1, 9. Paalm. L X X I. Orietur in diebus ejus justitia ei
abuftaantis pacis, doñee auferatur luna id est in aeterhum quae pax quae
justitia nisi in Ecclesia.
{3) Psalm, LrXX XV IlI, 87.
(4) Psalm. L X X X V 1 II.8 0 .
(5 ) Luc.,1,33.
(o). Cap. de la visibilidad de la Iglesia, art. I,
(7> Cap L il i, 10.
(8) Cap. L X I , 8,
(9) V er. 9.
(10) Matth., X V I, 18.
( 1 1 ) A c t. Apoat., V , 38,39.
curso: Si este consejo ó esta obra viene de los hombres, se
desvanecerá, más si viene de Dios, no la podréis desha­
cer? La Iglesia ¿no es la obra de Dios? ¿Cómo, pues,
podemos decir que se ha disipado? Si este hermoso árbol
eclesiástico hubiese sidó plantado por mano de hombre,'
fácilmente confesaría que podría ser arrancado,, pero
habiendo sido plantado de tan buena mano, como lo es
la de nuestro Señor, no cesaré de aconsejar á los qüe
oyen gritar á cada momento que la Iglesia ha: perecido,
sino lo quedice nuestro Señor: Dejad á.esos ciegos, pues
toda planta que mi Padre celestial no ha plantado, será
arrancada de raía (l); pero la qué Dios ha plantado no
será arrancada.
San Pablo dice (2) que, todos serán vivificados en
Cristo, más cada tino en su orden: las primicias Cristo;
después los que son de Cristo, luego será el fin; éntre
Cristo y ios suyos, esto es, lá Iglesia, no hay nada dé
.por medio, pues al subir al. cielo les ha cíejado en la.
; tierra, entre la Iglesia y el fin no hay medio alguno,
apuesto que ella ha de durar hasta el fin. ¿Qué? ¿No
era precisó que nuestro Señor reinase en medió de sus
enemigos, hasta que hubiese puesto bajo stis pies y suje­
tase á todos sus adversarios? (3) Y, ¿cómo se cumplirán
i e^ás autoridades si la Iglesia, Reino de nuestro.Señor,
^estuviese perdida y destruida?. ¿Cómo reinaría sin Reino,
yycómo reinaría entre sus enemigos, si no reinaba acá
gafoajo en el mundo? ' ·
Pero, decidme, yo os lórtiego, si está Esposa fué
.imuerta después que del costado de su Esposo, dormido
^sobjre la Cruz, salió primeramente .á la vida, si ella fué
S'tnu’erta, repito, ¿quién la ha resucitado? ¿Se ignora acaso
íqUe la. resurrección de los muertos no es menor milagro
^ u e la creación, y mucho más grande que la continua­
ción y conservación? ¿No se sabe que la reforma del
‘-hombre es un misterio mucho más profundo que la for-
;v;inación. y que en la formación Dios dijo, y fu é hecho? (4)
fInspiró en su rostro soplo de vida, y fu é hecho el hombre
Qeh ánima viviente (5), y no bien inspiró cuando este hom-
¿bre celestial comenzó á respirar; pero en la reforma dé él
Í¡< (1) Mntth.. X V , 13.14.
ri · (2) 1 Cór , X V , 22, 23 y 24.
p 13) Psntm. C IX , I, 2 y 3; 1 Cor. X V 23.
V· (4) Psslm . C X L V 1 IL 6 .
r (6: Gemís.. 11. 7.
¡Dios empleó treinta años, sudó sangre y agua y aun mu­
rió por reformarlo. Por tanto, quien ose,decir que esta
Iglesia está muerta, acusa á la bondad, á la diligencia
y á la sabiduría de este gran Reformador; y quien se
crea reformador ó resucitador de aquélla, se atribuye
el honor debido á un sólo Jesucristo, y se hace más
que Apóstol. Los Apóstoles no volvieron la Iglesia á la
vida; pero la conservaron por su ministerio después qué
nuestro Señor la hubo establecido; quien diga, pues, que
habiéndola encontrado muerta, la ha resucitado, ¿no me­
rece, en vuestra opinión, estar sentado en el trono de la
temeridad? Nuestro Señor encendió el santo fuego de su
caridad'en el mundo (1); los Apóstoles, con el soplo de su
predicación, lo acrecentaron é hicieron correr por todo
el mundo; se dice que estaba extinguido por las aguas
de la ignorancia y de la iniquidad, ¿quién podrá encen­
derlo de nuevo? De náda sirve soplar, ¿y para qué? Seria
preciso golpear otra vez con los clavos y la lanza sobre
Jesucristo, piedra viva, para hacer salir de ella un nuevo
fuego; ¿ó‘ es que bastaría que Calvinó ó Lutero estuviesen
en el mundo para encenderlo nuevamente? Sería preciso,
en verdad, ser terceros Elíás; pues ni Elias ni San Juan
Bautista hicieron otro tanto^; sería realmente dejar atrás
á todos los Apóstoles, que bien llévaron este fuego por el
mundo, pero no lo encendieron. “ ¡Oh voz impuden­
te!— dice San Agustín contra los donatistas (2),.— ¿la
Iglesia no será porque tú no estás en ella?„—“No. no^-
'dice San Bernardo (3),— los torrentes han venido, ios
vientos han soplado* y la han combatido; pero no ha
caído, porque está fundada sobre la piedra, y la piedra
es Jesucristo {4).
Y decir que la Iglesia ha faltado,.¿no es acaso decir
que todos nuestros antepasados han sido condenados? Sí
en verdad, pues, fuera de la verdadera, Iglesia no hay
salvación, fuera de este Arca todo el mundo se pierde.
|Oh qué agravio se hace á eso» buenos Padres que tanto
sufrieron para conservarnos la herencia del Evangelio,
y ahora, olvidándose de que son sus hijos, se mofan de.
ellos y los tienen por locos é insensatos!

(1) Luc., X II, 49. '


(2) In Paalm., CI; Ser. II, 7.
C3> S c r .L X X I X , InCant.
(4} I Cor., X, 4.
Quiero concluir esta prueba ^dfc^Sa^ y
. decir á vuestros. ministros:. “¿(^u<^:|ips¡ !traéi¿:;r;VQsptros
•dé nuevo? ¿Será preciso una^veZ·.;iftáli:;sé'mbrar :tóvbüéiía,
■simiente, aunque desde que ¿stá^émb^ada, erécé ‘tíaista:el
Vrnfttnontn Ha 1á cipítíi) (0\ Qi

séis que
íqüe fué
pp de la siega.„ Lá: buena sém illá-^
íia cizaña son; los hijos de la ani^ÜidSíiví'riíí^

v iv-
·.' ·Vjv¿ ,V?!

!¡;Éyef peóatdn? ^Respuesta; Adán;.^


|§inOv<elprincipio de Iglesia, y no

h·: 2. ' ;Áaróii, Suiáo Sacerdote,.; ¿n0:^ bé%rTÓ;d'i¿:

puesta: Elíás' no éíajsólp! én Isráel :hoffifcfé; de bien/v.Jittes.


íhabía con éi y.OOu^hombres que no séháliDíán eotregáíjOi á
|la idolatría (7), y lo que con esto^di^;€Í;'Pró^
ímás que ün modo de expresar niejoK·: la justiciá; de su
■· ;'' " :'V·' ■'· . ,'>ÍV-! ' '■■'·'■
;- · (1) De uní! Ecetae, X V (a / X V Il). ·,··.·
(2) M a tth ., X III, 30¿ · · ; .
■13. . Matth , X IU , ütJy sig». ' . ·■
■¡.. (4). Era Moisés. E xodo, IV , 16
(5) E xodo, XL.· 12, K* Exodo, X X X I, pei'totúm com -ln ltlo, X X X I I ,'
: (0) E xodo, X X X II, 2o. ¿
: O) III Re*., X IX , 13.
queja; , y a u n q
u e todo. Israel hubiese
. · . abolida, pues Israel no era
'"e^tába ya separada por el cisma
de Jfiroboan.(l|y: y él Reino de Judá era su mejor y prin ·
cipaií.par.té; Judá, tainbién, de quien
sin sacérdote y sacrificio.
: ! ; < I^ias5d|^;{^^vie desde la plqtttá hasta la coro·
'W ¿ * :'deja.mi^&téfcftabía^ en Israel; ^Respuesta:
És.tásjéori \mari^aS.ifle Katílar y de detestar el vicio de un
piieBlptonvyetí^meírcía, y aunque los ^ófétas; Pastores y
PíédicadoréS.'U modo de háblar, én términos
:;géñ?,mlés;.;nÓ;hay;que:ap^
. lárV Sitio.:soiíitóente.·á' utia gran párte.-.'como es- evidente
:en.el,;éjcm.plo ;de Elias,. que se quejaba· dé estar; sólo, y,
sin émbargOvtó^ ia 7.000 fieles. Sari Pablo sé que-
i;3 ¿fe'^^;.Í^jfií;|jpe'tí^^'^j:;-Aé';'qúfe:· cá<S^;-;uiñ'ó-;l>'u5caba su· pro
jj-icí:'. y,, sin embarg<5 , ál .fin de la
:'lEi>ístóla'¿ójtfiesa:^
^eilps,^'¿.Qij.i«éjniw11 o'Vtíónpé'e-vla;:qüeja de^D;ávidV(5) ¿No hay
quién no
. sabe^ por'ó muchos hombres de bien
.,én/£Uítie^p^>jjEsiÉa^:manerás dé hablar; son frecuentes,
' és-Sparticvüaf*fe¿.' ^ara.:
v¿adá^^<x|í¿ti^r^;^m^;;$e^prueba’con nada ;de eso, ni qüé
/la fe' .hubiése fíilcádo’á;ia·}gleíjia, ni que la Iglesia hubiese
'muerto; pues^^^ uri.cuerpo esté.totalménte enfermo,
J^p:se’' - s i ?muer.to. Así, Sin duda,· .Se ■entien-
,;de¿(6) tódó.lof^ de semejante éh las. amenazáis
?^X^P;fj^nsipne^-;.<^£íp'^"ó'fétas. Y /.}<:(;■ .
'•^ que se confie: én pa labras de
'iléf Señor,
t^ptOiÁ^-Señb^ es. .ReSpuésta: ¿Qüién_os dice que bajo
.j p * 6 e f p i r e e i s p · .^'oñQjÉÍes.e;;'á'.-la mentira?.
Tcrdpiió. cóhtr%i^;: quien se apoya éá él jüi de la Iglé-
•siáV^e> apoya¿eri 'Ja- columna y$rm¿kd:jie la verdad (8);
;qui|^: sesfia· dkiáirifalibilidad dé la'lgiésiá, rio se fía de.

‘•o->v>ÍH‘'Rce·.'.·xti,aiyk .
■ (2). II Paral., X V , 3 / . .
. ; ,.
(8)' Cap; I, 6: ' :,:·; v· · .
(4). Philip. 11; 21;
(6) Psnirn. xur< 8 . :
(6) S. Aujrtht:,.! de anit Ecclek, CX (a/ XIII'.
(7) Cap. V il, 4. : *
(8) I Tim:, III; I V
la mentira, si' no es mentira lo.qüe^estjá éscntó. ( ^
puterías del infiérnonoprevalecerántoi+traella; Nosotros
:"nós'fiamos;.pues,..de la santa palabra ¡que p'roniéte;·per­
petuidad á la Iglesia. ’ 7 : 'y
y, 6 . ¿No;· está escrito qué es neces?ric£qúé^
(la aposfasíá (2), y que el sacrificio -‘cé^ ^ á );,·^ :^
gran trabajó él Hijo del· hombre. hallafdifé ■m^ajtiéjpjiv
én su segunda venida visible cpañ áo,’Vyenga;á :juzg;^
' /A\ Ii nA«%«1 · n' rt/ÍXr» . 'Wnrn«Ar».’'wA·· íL/Ia

áfios y medio ¡qué reinará poderosfifrén^


¿esto, la Iglesia,, aún durante esos;tirél|.:a f ^
•¡sino que será alimentada y conservada'éri;tre''i&fedesiér*
ios y soledades /donde se retirará;; cómio ;.di'ce\' la; Es^.
:critura (6)) í · : · í¿': >

ARTÍCÚLQ V - '

% £¿ue Ía:Iglesiajamás ha

||La pasión humana puede t^nto-sobre ,:íos1^^


^)¡ué les impulsa á decir lo que deséanánte^'ide/qué^
■para ello, ninguna razón, ycuando ·;
cpsá. elia l'es hacé hallar razón esdo ndé no iá^^a^^ExiSr
•,te algún hombre de juicio que . nov-^oxi5^"^^.^Íá^pti^ri|iej'J·
<Jespu<ís de haber leído el Apocalipsis-dé'Saií ^^^tifíué;
íio es del presénte tiempo del..'que-isé
'(esto es, la Iglcsiái) se esconde en la spietfad?f'lj; >'i;'·; ■. ■-V;.;·''.
; ■/ Los árttig.uos decían sabiamente ^üé;áábér. reconocer^
'bien lá diferencia dé los' tiempos en/ lá^
■una buena, regla par?. entenderlas ' biecif y7pof fálta; de
ella los judíos sé equiyocabán de media^jtiedio, ^^
yendo al primer advenimiento del Mesias*;loCqiité coi» ípté-
.ipiedad Se'dice del segundo, y. los.advérsários de 'lái'IgleV
sia yerran todavía más torpemente cuándo qüieren há¡cer:
á la Iglesia, desde San Gregorio hasta núestros díasytál
. (ti M a tth .; X V I , 18. :·■··'■ ·'- · ■'
(2) I tT h c s ., 11,3.
. (3) D a n , X II, 31.
•(4) L u c., X V l ll, 8.
(5) Dan., V II, V6, y X II, 11; A poc , XI. 2, y X II, 14.
(6) A poc., X II, 14.
(7) Vdase el cap. III, urt. X V U .
co^o. de^e léér: 6n ^el. tietñipo. del Artticristo. Ellos fetuer-
cenvá.esbé;^ escrito eri el Apocalipsis {!), de
que;la.ffiiójeé^e;ésc^ ieri’:1a' soledad, y.sacan' la conse·
cüjefíéi^ ha estado ocultá y secreta,
esp‘á:ht$dM^ tiranía dél Papáj; desde hace mil aflos.
;lüz; Con ' Lutefo y sus' aláteres.
ítodó'ése. pasaje respira él fin del
^ A n t i c r i s t o , determinado
coi^ó^est^ años y medio? (2.) Iguálmen-.
,j?;.;el que quisiera, por medioi de
‘‘tietripo qué la Escritura ha
détérmi^ádOy total y abiertarnente á tiues-
;trq%^ será, más bien seríiari, abrevia ·'
:^ s í ^ r r ^ ^ f^ ^ e ^ g id á s (4)., ¿Górtio osan-, pues, dar
;á ; ^ tan apartada de la inten-
;ci^n^^^^t^|^lea«í'fcontraria á sus propias circüris-.
> ; .á. tantas otras palabras santas
’y"- i'o“;q'u<e la Iglesia no debe
| | í^ .^ S ^ | ^ ^ )| ^ ^ ^ íéa a d és hastáésa extremidad, y
¡>ói^tatt bien se: la verá huir ya se la
,,ye^Í^^)Ei^?|N^í^^ie^^fré'¿6tdar; más pasajés^ya niás'ar
VCi(a^b|^|p^dfc:séJdicede;la:Iglésia:que,;es.si?/w^/ó«
|6),% 0 0 'téeMÓ! &)> .d tina
él mundo (8)' y uri muttdo de
poner ¿nte vuestra vista, dos
Iglesia, delp^rnás· v«ilieár
^í■ ^ :·^Sari Agustín y. Sari Jerónimo.
: 1.·Grande es el Señor y muy .digno.
dé nuestro Di0.s„eh su monte
' ;és 'la1:citidad—dice Saii Agustín (9)r-pues-
^.íse’.tió;-se’· puede ocultar, estafes la.
.pueáé: 0st^.r tapada ’bajó .un' tonel, conó-
; cidg(^tí>dO # para;- tqú os jfaiñosa, pues 'de ella se dice:
V J deiOdaja'Jierra el monte de
¿Cú nó nuestro Sefldr, que decía que
para pónérla debajo del cele-

\y · ..r“ ·.’.·!*1 ·' y ■*“ - ■«■· v


,<2> 'ApP’CrV£/XiIv 6 y-14¿ ·.·'"■:■ :. '
(3) :Dán;iXn¿7ií.: vi
(4) ■Mauh'-^XAlV, 22.' \·
№ Véasqel artfculo I. V.'
(6) Psalin. L X X X V n , 37 ;
O) ' Paalm. XLI.V, 10y 14. · .
(8 ) Dan., 1 1 ,3 5 ; .
Í9) In P s a lm . XLVII'.ffAlA. 2 rv Trar t. I in E d. Joan.
min (l), habría de haber puesto tantas lumbreras en la
Iglesia para irlas á ocultar en ciertos recodos descono­
cidos? Y prosigue (2): “He aquí el monte que lléna la uni­
versal faz de la tierra; he aquí la ciudad de la que se ha
dicho: Una tiudad que está puesta sobre un monte no se
puede esconder„ (3). Los donatistas (los calvinistas) en­
cuentran el monte, y cuando se les dice, subid, “Eso no es
una rnontaña„, dicen, y antes chocan y dan con la ca b eza
en ella/ que buscar en ella úna morada. Isaías, que se
leyó ayer, gritaba: Y en los últimos días estará prepara­
do el monte de la casa del Señor en la cumbre de los mon­
tes, y se elevará sobre los collados, y correrán á él todas
las gentes (A), ¿Qué hay tan visible como una montaña?
Y, sin eiñbargo, existen montes desconocidos para los
que habitan en un rincón de la tierra. ¿Quién de vosotros
conoce, el Olimpo? Ninguno, ciertamente; ni más ni me­
nos que los habitantes de éste no: saben nada dé nuestro
monte C-hidabbe; esos montes están .retiradas en (letermi-
^nadas comarcas, pero el monte de Isaías no es de esé nú­
mero, pües llena toda la faz dé la tierra. La piedia des­
gajada del monte sin mano alguna (5). ¿No es Jesucristo
descendido de la raza de los judíos sin óbra .de matrimo-
niq? ¿Y esta piedra no hace fracasar á todos los Reinos dé
lá tierra/es decir,,á todas las dominaciones de lós ídolos
y demonios? Es, pues, de este monte del que se'ha dicho
que está preparado sobre la cima de ios montes; es ún
monte elevado sobre la cima de todos ios montes, y todas
las gentes se volverán hacia él. ¿Quién se pierde y se ex­
travía en ese monte? ¿Quién choca y .se rompe la cabeza
cqntra él? ¿Quién ignora la ciudad puesta sobré el mon­
te? Pero no; no os maravilléis de qué sea. desconocido
para aquellos qúé odian á los hermanos, que odian á la
Iglesia, pues como van en tinieblas y nó saben por donde
van, se hati separado del resto del universo, están ciegos
por el mal talento.„ Estas son las palabras de San Agus­
tín, contra los donatistas; pero la Iglesia présente, se pa­
rece tan perfectamente á la Iglesia primitiva, y los heré­
ticos de nuestro tiempo á los antiguos, que sin mudar
más que los nombres, las razones antiguas combaten
(1) M a tth .,V , 15.
(2> Tract. 1 ín Ep. Jo., 13, ordln<in verso.
(S) Matth., V . 14.
(4; Cap- II, 2.
<5) Dan ., II, 34 y 86.
cuerpo á cuerpo á los calvinistas, como combatieron á
los antiguos donatistas.
San Jerónimo (1) entra en esta escaramuza por otro
lado, que es tan peligroso para vosotros como el. ante­
rior, pues hace ver claramente·qu£ esta pretendida .disi­
pación, esta retirada y, ocultación, suprime la gloria de(
la Cruz de nuestro Señor; pues hablando a un cismático,
reunido á la Iglesia, le dice así: “Me regocijo contigo y
doy gracias á Jesucristo, mi Dios, de que te hayas reduci­
do buenamente del ardor de falsedad (2), al gusto1y sabor
de todo el mundo, y no digo como algunos: Sálvame, Se­
ñor, porque faltó Santo (3); desde que la voz impía evacúa
la Cruz de Jesucristo, sujeta el Hijo de Dios al diablo y
la queja qüe el Señor profirió acerca de los pecadores (4),
debe entenderse respecto de todos los hombres. Pero yo
no concibo que Dios haya muerto para nada; el poderoso
está ligado y anonadado; la palabra del Padre se ha cum­
plido: Pídeme y te daré las gentes en herencia tuya, y en'
posesión tuya los términos dé la tierra (5). Decidme, ,yo-
os lo ¡ruego, ¿dónde est$n esas gentes demasiado religio­
sas ó, más bien, demasiado profanas, que hacen más
sinagogas que. iglesias? ¿Cómo serán destruidas ,las ciuda­
des del diablo? Y, en fin, esto es, en la consumación de
los siglos,/¿cómo, serán abatidos los ídolos? Si huestro
Señor oo'na tenido Iglesia, ó si sólo la*ha tenido en Cer-
defla, ciertamente que está demasiado .empobrecido..
Pero, si Satán posee una vez á Inglaterra, Francia, Le­
vante (6'), las Indias, las naciones bárbaras, ¿cómo habrán
sido también acogidos y construidos los trofeos de la
Cruz en un rincón de todo el mundó?n
¿Y qué diría ese gran personaje, de los que, no sola­
mente niegan que la Iglesia haya sido general y univer­
sal·, sino que dicen que no estuvo más que en ciertas per­
sonas desconocidas, sin querer determinar un solo pue-
blecillo donde existiese hace ochenta años? ¿No es esto"
envilecer los'gloriosos trofeos de nuestro Señor ? El Padre
celestial, por la grande humillación y anonadamiento que
nuestro Señor había sufrido en el árbol de la Cruz (7),
(1) A d v cr. Lucifer. 14 y 15.
C2) Olim, a falsitatis ardores hodie, a falsitate (¿salsitate?) Sardorum.
(8) Psalm XI. 1
(4> Psalm. X X IX . Su vide locuaz, San Jerónimo.
(5) Psiilm. II, 8.
(6) Britattmas, Galtias, Orientem.
O) Philip., 11, 8, 9.
hizo su Nombre tan glorioso, que toda rodilla debe doblar­
se en su reverencia; pero esos que no toman ni la Cruz
ni las acciones del Crucifijo, quitan de esa cuenta todas
las generaciones de mil años. El Padre le había, dado en
herencia muchas gentes, porque entregó su alma á la
muerte, y con los malvados fué contado (1) y con los
ladrones; pero éstos de ahora le merman tanto su lote y
le roen con tanta fuerza su porción, que con gran trabajo,
durante mil años, habrá tenido algunos servidores secre­
tos ó no habrá tenido ninguno. Pero yo me dirijo á vos­
otros, ¡oh antepasados, que llevasteis el nombre de cris­
tianos, y.que estuvisteis en la verdadera Iglesia! ó teníais
lá verdadera fe 6 no la teníais; y si no la teníais ¡oh mi­
serables! estáis condenados (2); y si la teníais, ¿por
qué la ocultasteis á los demás, por qué no dejasteis de·
ella memoria, por qué no os opusisteis á la impiedad y A
la idolatría, como si no supieseis que Dios ha encomenda­
do cada uno á su prójimo? (3); Se cree de corazón por la
justicia ; pero quien quiere obtener la salvación, tiene
¡qué hacer la confesión de su fe (4), ¿y cómo podréis decir
vosotros he creído, y por eso he hablado? (5). ¡Oh más
miserables todavía, que, teniendo tan hermoso talento;
lo habéis escondido en la tierra; si así es, estáreis en las
tihieblas exteriores! (6). Pero si, por el contrario, ¡oh
Lutero y Calvino! la verdadera fe ha sido siempre.publi­
cada y continuamente predicada por todos nuestros ante­
pasados, los miserables sois vosotros mismos; que tenéis
una fe contraria, y que para hallar alguna excusa á vues·
tras voluntades y fantasías, acusáis á todos los Padres, ó
dé ¡impiedad si creyeron mal, ó de bajeza sí se callaron;

(!) Isa:, LUI. 12.


(2) Marc., XVI, 16.
(8) Eccl., XVII, 12.
(4) R om ., X, iO; L u cMX II, 8.
,{5i Psalm., C X V , I.
(6) M atlh , X X V , 26, 80.
ARTÍCULO
. / VI

La Iglesia no puede; errar (1).


f
Cuando Absalón quiso una vez levantar facción y .
división contra su buen padre David, se ponía á la en­
trada de; 1a puerta, y decía á todos los que pasaban:
¡Oh! ¿Quien me puiiera jues sobre la tierra, para que
vinieran á mí todos los que tienen negocios y los deci­
diese según justicia? (2). Y. así solicitó los corazones de
los israelitas. ¡Cuántos Absalones se encuentran en nues­
tro-tiempo que, para seducir y separar á los pueblos de
la obediencia.de la Iglesia y de sus pastores, y excitar á
los corazones cristianos á la rebelión y á la revuelta, -hari'
gritado por· todos los Caminos de Alemania y de Francia:
—No hay persona constituida por Dios para oir las dudas
sobre la fe y resolverlas; la Iglesia misma, los magistra­
dos eclesiásticos no tienen poder para determinar lo que
es preciso conservar de la fe y lo que no; es necesario
buscar otros jueces que los Prelados; la Iglesia puedé
errar en sus decretos y reglas. , ,
¿ Pero qué acusación más condenable y temeraria que:
ésta puede hacerse al cristianismo? Si la Iglesia puede
errar, ó Calvino, ó Lutero, ¿á quién recurriré eii mis
dificultades? Á la Escritura, dicen ellos; pero ¿qué haré,
pobre de mí,, pues en la misma-Escqtura es dónde existe
la. dificultad? ¿No dudo yo de si he de dar fe ó no á la
Escritura, puesto que quién ignora que es la palabra dé
verdad? Lo que me aflige es la interpretación dé esta Es­
critura, las consecuencias que de ella se siguen, que son.
innumerables, diversas y contrarias en un mismo asunto,
en el .que cada cual, toma su partido, quién el .uno, quién
el otro, y no hay más que uno de salvación. ¡Ahí ¿Quién
me hará conocer la buena interpretación entre tantas
malas? ¿Quién me hará conocer la verdadera verdad
entre tantas aparentes y enmascaradas vanidades? Todos
quisieran embarcarse en el bajel del Espíritu Santo, y
no-hay-más que uno, y éste sólo llegará á puerto, mien-i
tras los demás corren al naufragio. ¡Ah, qué peligro
(1) Véase la Parte II, cap. III.
<2| II Rcg., XV, 2,3,4, 6. .
:rháy en equivocarse! La igual alabanza y seguridad de
; los patrones se desvanecerá en su mayor parte, pues
/todos, todos se jactari de ser los maestros. Quien diga que
^nuestro Maestro no nos ha dejado guías en tan peligroso
/y accidentado camino, dice que nos quiere perder;, quien
fdiga que nos ha embarcado á merced de los vientos y dé
¿la tnarea, sin darnos un experto piloto que sepa entender
;¡ía brújula y el mapa marítimo; dice que este Señor cáre-
£¡¿é de previsión; quien diga que esté buen Padre'nos ha
/ enviado á esta escuela eclesiástica, sabiendo que en ella
desenseñaba el error, dice que ha querido alimentar nues-
í-tíos vicios y nuestra ignorancia. ||¿Quién oyó jamás ha-
liblar (l) de úna Academia dónde todos enseñasen y nadie
f*b^era? Así sería la república cristiaría si los particula-
iííés... Péró si la Iglesia nuestra yerra, ¿quién no errará?'
JY si todos yerran eri ella ó· pueden errar, ¿á quién me
|di¡rtgiré..para ser. instruido? ¿Á Calvino?.-¿Y por qué á
icéste más bien que á Lutero ó á Brence, ó á Pacimontain?’
f}3psótró$ no sabríamos, pues, á quien recürrir en nues­
tras dificultades si la Iglesia /errara. ||
1;;;; . Pero quien considere el testimonio tan auténtico que
^Dibs ha dado de la Iglesia, verá, qué/decir r— La Iglesia^
l-yérra,— no es sino decir:— Dios yerra, ó le complace y:.
Quiere que se yerre,—lo que sería una gran blasfemia;
jo rq u e ¿no es nüestro Señor quien ha dicho (2): Si tu-
(hermano pecare contra, ti, dito A la Iglesia : Y si no oyere
: <i:la Iglesia, tenlo como un gentil y un publicáno? ¿Véis
gdómo nüestro Señor nos remite á la Iglesia en nuestras
diferencias, cualquiera que éstas sean? Y ciertamente,: si·»
léátoy obligado, segúri el orden de la corrección fraterna,
íái ir á la Iglesia para hacer reprender á un vicioso que me.
■haya ofendido, ¿cuánto más no estaré obligado á denun­
cia r ante ella á quien llama á to<|a lá Iglesia Babilonia.,
/adúltera, idólatra, mentirosa y perjura, con tanto más trio· '
¿tiyo cuanto que con esta malignidad suya podrá inculcar,
¡•¿'inficionar en toda una provincia el vicio de la herejía,
^siendo tan contagioso que, como ün cáncer, va siempre
Scundiendo (3) con el tiempo? Así pues, cuando yo vea á
¿alguno que diga que todos nuestros padres, abuelos y
bisabuelos han idolatrado, corrompido el Evangelio y
V· . I
i (1) V íase la Parte II, cap. III, art. U Al fin.
(2) Matth., XVIII, I5y 17.
(3) II Tim , 11 y 17.
practicado todas las maldades que se siguen de la caída
de la'Religión, me dirigiré á la Iglesia, cuyo juicio cada
uno debe sufrir. Que si puede errar, no seré yo 6 el
hombre quien alimente este error eii el mundo, será nues­
tro Dios mismo quien 10 autorizará y dará crédito, pues
nos ordeija ir á ese Tribunal para oir en él y recibir jus·.
ticia;y ó Él ño sabe lo que se hace,ó nos quiere extraviar,
.ó á/ciencía cierta se administra allí verdadera justicia, y
las sentencias son irrevocables. La Iglesia ha condenado
á Berengaño; á quien quiera discutir la justicia de esta
sentencia, le'tengopor gentiíypublicaMo.é. fin de obedecer
á mi Señor, que no me deja en libertad en este punto, sino
que me manda: Tenle como un gentil y publicano. '
Esto es lo mismo que San Pablo enseña, cuando llama
á la Iglesia columna y firmeza de la verdad (1). ¿No es.
esto decir que la verdal! está firmemente sostenida eh;la
Iglesia? Fuera de ella no está sostenida sino por inter­
valos, y sucumbe muchas veces, pero en la Iglesia existe,
sin vicisitudes, inmutable, sin vacilar; en una palabra,
estable y perpetua. Responder que San Pablo quiere decir·
que la Escritura ha sido dada en custodia á la Iglesia y.
nada más, es.tergiversar el simil que propone, pues muy
otra cósa es sostener la verdad que guardar lá Escritura.
Los judíos guardan una.parte de las Escrituras, y muchos
heréticos también,, pero'no por éso son columnas y firme­
za, dé la verdad. La certeza de la letra no .es ni verdad
ni falsedad, pero según el sentido que se le dé, es verda*
derá ó falsa. La verdad consiste, pues, en el sentido que
<es como la médula, y, por lo tanto, si la Iglesia fuese^
guarda de la verdad, el sentido de la Escritura habría
sido puésto bajo su custodia y habría qué buscarlo en
ella y nó en el cerebro dé Lutero ó Calvino, ó de cual­
quiera, otro individuo; pues ella no podría errar, tenien­
do siempre el sentido de las Escrituras Y de hecho,
poner en ese sagrado depositario la letra sin él sentido,
sería poner en ella la bolsa sin el dinero, la cáscara sin
la nuez , la vaina sin la espada., el bote sin el ungüento,
las hojas sin el fruto, la sombra sin el cuerpo. Pero decid­
me, si la Iglesia tiene la guarda de las Escrituras, ¿por qué
Lutero las toma y las lleva fuera de aquélla? ¿Y por qué
no tomáis vosotros de sus manos, lo mismo los Macabeos

(1; I Tim., m, 10.


y todo lo demás como la Epístola á los Hebreos, pues ella
protesta tener en tan segura guarda los unos lo niismo
¿jue los otros? Resumiendo: las palabras de San Pablo no
pueden sufrir ese sentido que se las quiere dar. Habla de
la iglesia visible; ¿pero se dirigiría á su Timoteo (1) por
gana de hablar? La llama casa de Dios; está, pues, bien
fundada, bien ordenada, bien á cubierto de toda borrasca
y tempestad de error; es columna y firmeza de la verdad;
la verdad, pues, está en ella, en ella .habita y quien le
busca fuera de ella se pierde. Y de tal modo .está asegu­
rada y firme, que todas las puertas del infierno, es decir,
todas la» fuerzas enemigas no sabrán hacerse dueñas de
ella (2); y ¿no sería plaza ganada por el enemigo si el
error entrara en ella en cosas que son para el hónor. y él
servició del Maestro? Nuestro Señor es Cabeza de 'lálglé-x
sia (3); ¿no da vergüenza atreverse á decir que el cuer­
po de una cabeza tan santa es adúltero, profano, corrom­
pido? Y no se diga- que se trata de la Iglesia invisible,
pues no la hay; de la Iglesia visible, como más arriba he
demostrado (4), es Cabeza nuestro Señor; oiel á San Pa­
blo (5): Y todas las cosas sometió bajo los pies de él, y
le pliso por cabeza sobre toda la Iglesia; no sobre una de
las dos Iglesias que vosdtros. imagináis, sino sobre toda
ja. Iglesia'. Allí donde dos ó tres se encuentren reunidos en
nombre ;dc nuestro Señor, Él se hallará en medio de
ellos (6). ¡Ah! ¿Quién dirá que la asamblea de la. Iglesia·
universal de todos los tiempos- haya· sido abandonada á
merced del error y dé la impiedad?
- Concluyo, pues, que cuando vemos que la Iglesia uni­
versal ha estado y está en la creencia de algún artículo,
sea que lo veamos expuesto en la Escritura, sea que de
ella haya sido sacado por deducción, ó bien por tradición,
no debemos inquirir ni disputar ó dudar .acerca de él,
sino prestar obediencia*y homenaje á este celestial Reino
que nuestro Señor dirige y ajustar nuestra fe á ese nivel.
Que si hubiera sido impiedad en los Apóstoles contender
con su Maestro, también ló será en aquellos que contien­
dan contra la Iglesia; pues si el Padre ha dicho del Hijo:

(1 ) J T«m , W . 15
(2) Matth , XVI, 13.
(8 ) Ephes., I, -i·; V. 23.
(4 ) A rt. I.
(5 ) Ephca * T. 22.
(6 ) M nith., X V I lI t 20.
A él escuchad (1), el Hijo ha dicho de la Iglesia: Y si no
oyere á la Iglesia, tenlo como un gentil y un publicano.
;\ "

V ARTÍCULO VII

Los ministros hanviolado la autoridad de la Iglesia.

No me ha de costar gran trabajo demostrar, cómo


vuestros ministros han envilecido la santidad y majestad
de la Iglesia. Gritan alto y claro,, que ella ha vivido
ochocientos años en adulterio y anticristianismo, desde
San, Gregorio hasta Wiclef, á quien Beza (2) tiene por el
primer restaurador del cristianismo. Bien se quiso cu­
brir Cal vino (3) con una distinción, diciendo que. la Igle­
sia ¿puede errar en cosas.no necésarias á la salvación,
no eri ótras; pero Beza confiesa libremente, que ella ha
errado tanto que ya no es Iglesia (4). Y estoy, ¿no es errar
en cosas necesarias á la salvación, aun cuando él mismo:
confiese que fuera de la Iglesia no hay salvación? Se
sigue, pues, dé su dicho/ aunque él vuelva y revuelva en
todos sentidos, que la Iglesia ha errado en cosas necesa­
rias á la salvación; pues si fuera de la Iglesia no hay sal­
vación, y la Iglesia ha errado tanto que ya rio es Iglesia,,
ciertamente en ella nó hay salvación; pero como no pue­
de perder la salvación sino apartándose de las cosas nece­
sarias, á la salvación, ha.flaqúeadó, pues, en cosas-nece­
sarias; á la salvación; de otro modo, teniendo lo que es
necesario para la salvación, sería la verdadera- Iglesia,
ó habría salvación fuera de la verdadera Iglesia, lo que
no es posible. Y dice De Beza que él ha aprendido esta
manera de hablar de los que le instruyeron éri su preten­
dida religión, es decir, de. Cal vino; y, verdaderamente, si
Cálvino pensaba que la Iglesia romaná no había errado
en cosas necesarias á la salvación, nó tuvo razón para
separarse'de ella, pues en ella podía.salvarse, y estando
én ella él verdadero cristianismo, estaba obligado a per­
manecer en ella por su salvación, la que no podía lograr
en dos lugares diferentes.
(1 ) Matth.. XVII, 6 .
(2) In 11b. Icones* etc.
(3) Instit., lib. IV , cap. V III, foL 13.
(4) De veris Eccl.t notia cerca finem.
Se me dirá quizá, que De Beza dijo'bién que la Igle­
sia romana que hoy existe, yerrajen cosas necesarias, y
que por eso se ha separado de ella; pero que no há dicho
que la verdadera Iglesia haya jamás errado. Pero por
ese lado no se puede escapar: porque ¿qué Iglesia había
en el mundo hace doscientos, trescientos, cuatrocientos
y quinientos aflos, sino la Iglesia católica romana, toda
ella como es al presente? Otra no había, indudablemente;
pues esa era la verdadera Iglesia, y, sin embargo,erraba,
ó rio había verdadera Iglesia en el mundo; y aún·en este
caso está obligado á confesar qué ese anonadamiento
.había venido por error intolerable y en cosas necesarias
á la salvación, pues en cuanto á esa disipación de fieles
y secreta Iglesia que cuida de presentar , ya he hecho ver
más arriba. (1) su vanidad; ¿demás de que cuando ellbs
declaran que la Iglesia visible puede errar , violan-la
Iglesia, á lá que nuestro Señor nos remite en nuestras
dificultades, y á la que San Pablo llama colnmna y apoyó
de la verdady pues no es.más que de la' visible de la que
¿se entienden estos..testimonios, á menos qué se quisiera
.decir que nuestro Señor nos enviaba á hablar á una cosa
invisible, imperceptible y. del tódo: désconocida, ó que
San Pablo enseñaba á su Timoteo á conversar en una
Asamblea de la que no tenía ningún coriocimiénto.
¿Pero no es violar todo el respeto y; la reverencia de­
bidos á esta Reina, esposa del Rey celestial ¡- haber condu­
cido nuevamente á sus tierras ácasi tpdas las tropas qué
anteriorpiente, con tanta sangre, sudores y trabajos ha­
bía ella, por solemne castigo, desterrado y echado de sus
confines, como rebeldes y conjurados enemigos de su
Coroná, quiero decir,1haber otra Vez suscitado tantas
herejías y falsas opiniones qtie lá; Iglesia había condena­
do como usurpadoras.de la soberanía de la Iglesiá, absol­
viendo á los que ella· había condenado, y condenando á
losque ella había absuelto? He aquí algunos ejemplos:
Simón Mago, afirmó que Dios era causa de pecado,
dice el Lirinenses (2); pero Calvino y Beza no dicen
nadá menos; el primero en el' tratado Dé la eterna pre­
destinación, y el segundo en la· Respuesta á Sebastián
(1) A r t. precedente.
(2) Common- I, 24. Véase Claudio de Sanitcs en Atheismes; y el Hermano
J. Jenardent en sus Dtdiogos ( Theormachia Calvinistica, Hb. XI cap. XII :
Belarmino, en sus Controversias vControv. de Conciliis et Eccesia, llb. IV,
cap. IX) y Hay en sus 1'rejuntas y Respuestas.
Castalio. Y aunque ellos rechazan la palabra, afirman la
cosa y profesan el cuerpo de esta herejía, si herejía se
debe llamar, no atefsnío, de lo que tantos hombres doc­
tos les convencen con sus propias palabras, que no m e.
entretendré más en ello.
Judas—dice San Jerónimo (1)—pensaba que los mila»
grós que veía salir de la mano de nuestro Señor, eran
opéraciónes é ilusiones diabólicas. Ignoro si vuestros mi­
nistros piensan lo qué dicen, pero ¿qué dicen' cuando se
íes habla de los milagros, sino que son hechicerías los-
gloriosos milagros qué nuestro Señor ha hecho en Mon-
devis (2), en lugar dé abriros los ojos? ¿Qué respondéis á.
esto? “Los pepucianos—dice San Agustín (3)—(ó montante-
tas y frigios, cómo les llama el Código) (4), admiten á la
digtiidad del presbiterado á las mujeres,,. ¿Quién no sabe
que los hermanos ingleses tienen &Isabel, su Reina, por
jéfe de su Iglesia?
• \“Los Manigueos—dice San Jerónitno (5)—niégan el',
libre albedrío.„ Lutero ha escrito un libró contra el libré
albedrío, intitulado De servo arbitrio·, en lo que toca á
Calvino, me remito á vosotros. (Amb., Ep. 83. (6). Mani-
chacos ob Dontinicaedici jejunta jure damnemus.) .
; Los donatistas creían qtje la Iglesia estaba perdida en-
todo el mundo, y que sólo había permanecido en ellos (7);
vuestros ministros hablan del mismo modo. Aún creen ■
ellos que ún hombre malo no puede bautizar (8). Wicléf
decía Qtío tanto que yo cito aquí, pues por esto De.Béza (9)
le tiene por un glorioso reformador. En cuanto á sus vi­
das, he aquí sus virtudes (10); ellos daban.el Santísimo
Sacramento á los perros, derribaron los altares, arroja-
ron. el santo Crisma á tierrá, rompieron los ..cálices y los.
vendieron, rasuraron la cabeza á los sacerdotes para

. (1 ).-In Matth., XXVI* 48.—Así hacían Perflrio y Eunovnio, Hleron contrA


Vigilando. VeínFc Calvino en su prefacio sobre su Just y tos ccniuriádores, y
Pedro Mtfrtir, iñc .8 Judicum.
(2) La peregrinación de Mondcvis fMondovi'. en el PÍA monte, comenzó en la
pHmavcra de 15'»5. Vdasc la carta del Nuncio Rtccardi, al Cardenal AUi9bran-
dino 1 1 . 'de Septiembre de 15Vo. Archivos del Vaticano. Nene, de Saboya,
toro. XXXM, pftg. ‘J5l.
(8) De Hueros cap. XXVII.
(4). De Hnerct, 11b. 1» tit V* 5 .·
(5) Praeíat, in Diel contra Pelag.
Í6) Hodie Ep. X X 111
(7» Au«:· Haerc9» LXIX.
í8 j A ug, contra Lltr.
(9) In lib. Icones, etc.
(10) Optat. Hb. II, coñt. Parro., lib* V I.
quitarles la sagrada Unción, y arrancaron el velo á las
Religiosas para profanarlas.
Jóviniano (1)— según testimonio de San Agustín—
(I D e haeresibus, ad quodvult Deus (2), cap. 82), quería
que se comiese en todo tiempo y contra toda .suerte de
prohibición, toda clase de carnes (3); decía que los ayu­
nos no eran meritorios delante de Dios; que los salvados
eran iguales en gloria (4); que lá virginidad era ló mis­
mo que el matrimonio, y (5) que todos los pecados eran
:iguales; entre vuestros maestros se ensefla lo mismo.
Vigilancio (como escribe San Jerónimo, 1 Adversus
l VigilaMtium, et 2 epistolis adversus éundem) (6), niega
íque deban ser veneradas las reliquias de los Santos, que
lási oraciones de los Santos fuesen aprovechables, que los
Jsácérdotes debieran vivir eñ celibato, y niega la pobreza
^voluntaria. ¿Qué no negáis Vosotros <Je todo esto? .
i- ; Eustathio desprecia á los ordinarios jóvenes de la
iglesia {hacia el año 324), las tradiciones eclesiásticas,
/los lugares de los Santos mártires y las basílicas de devo-
jCión. La relación de esto está hecha por el Concilio Gan-
igrénse (7), in praefatione, en el que por estas razones
|fué anatematizado y condenado. ¿Véis cuánto tiempo hace
iíflue han sido condenados vuestros, reformadores?
£■ /Eunomio no quería ceder á la pluralidad, dignidad y .
t&ntigüedad, como atestigua San Basilio, contra Euno-
ijaaio, I (8). Decía que sólo la fe bastabá para la salva*
|ción y justificación. (Áug. Haer, 54.) En cuanto ál pri-
Iníer punto, ved á De Beza en su tratado De las marcas
Me}la Iglesia (9); respecto del segundo, ¿no está de>
do con esta sentencia tan famosa de Lutero (10), á ·

Ш de Béza tiene por gloriosísimo reformador: TT/Vfes


|%uam dives sit homo Christianus stve baptisatus, qui
\etiam volens rioñ potést perdere salutem suam quantis-
fcumque peccatist nist' nolit credere?
Aerio, según el relato de San Agustín (11)» negaba la
' . .

Hteronimus librisdnobns adversus Jovioianum.


£ /( 2 A liter., ad Qt*odoreltdeum.
L uth. Serm. do Natal!. B. Mariae, c in 1 Petrl Eplstolam .
íi ’(4) Idem tn Epitalam io. '
·■<$) Calvino, in Antidoto, Sea. VI.
^• (6) Ep. LXI ad ViffUant, Ep. CIX, ad Ripariom,
Concil,. au 328.
(8) F o l. 8.®
Initio.
íTUO) De captiv. Babil.
feí Ul) Haercs., L i l i .
oraciónipoi· los difun tos, los ordinarios jóvenes y la supe­
rioridad dél Obispo sobre el simple presbítero;. vuestros
ministros niegan todo esto.
Lucifer llamó á su Iglesia la verdadera Iglesia, y decía
qúe la Iglesia antigua, de Iglesia, se había convertido en
uir-borrón. (Jerón., contra Lucifer) (1) ¿Qué es lo que
'gritan vuestros ministros todo el día?
Los pelagianos se tenían por seguros y ciertos de su
justicia (2), prometían la salvación á los hijos de los fieles
que morían sin Bautismo (3), tenían á todos los pecados
Coffio imortales (4) ; En cuanto á lo primero, ese es vues­
tro 'ordinario lenguaje, y el de Calvino (in Antidoto,
sés. 6) (5); !o segundo y lo tercero es demasiado trivial
entre Vosotros para decir dé ¿lio otra cósa. Los manj-
queós^ó) -rechazaban los sacrificios de la Iglesia y las
imágenes; ¿y qué hacen vuestras gentes?
. Los mesaliattos despreciaban las ,Ordenes sagradas,
las iglesias' y los altares, como;dice San Damasceno,
(Hér., 80); Ignatius (apud Theodoretum. Diálogo 3, qui
dicitür Iwtputabilis) (7); Eucharistias et oblátiones non·
admittunt, quod non cónfiteantur Eucharistiam ésse car-
netH’Sérvátóris nostri 'fesu Christi, quaepro peccatis
nostris passa est, quant Patér benignitate suscitavit;
contra· los· que 'escribió San Marcial la Epístola ad Bur-
degalénses· (8). Beren gario quisó. decir lo mismo largo'
tiempo después y fué condenado por tres Concilios, y en
los dos ültimós abjuró·de su-herejía.
■■■■Juliano el Apóstata despreciaba el signo de la· Cruz
(Soc. j lib. III, cap. II) (9); eso -mismo hacía Xénaías
(NiCeiph., lib. XVI, cap. XXVII); los mahometanos no
Im«eh nadamenos (Damasceno,; Haeresi éentésimu) (-10). y
Péfo 'quien; quiera ver esto más largamente, consulte á
Sátider (11) (lib. VHI, cap. LVII),;y á Belannino (in ^o^5

V ■''·■■·'·'' .
(1) . Fol* 10.
(2) Jeron, adver. Peí., lib, III; fol. 17, 18.
(3). Aug., lib. VI. Contra Julianum%cap. II, ÍII.
(4)) Fer. adver. Peí., Hb, II.
(6) Ad*, cap. XII.
(6) Vida Aug.t 1. X X . Contra Faustúm .
(7) In fine.
(8) Reglcitur hodie haec cplfltola, cum coetertsolim S. Martialí adscriptla,
sed vlde notam cditoris, apud D . Celllier. Hist. de ios autores sagrados;
t. VIII, cap XII, p&g. 126. Ed. Vives, 1862.
(9) Pn. Sor. lib. V, cap. XIII.
(10) MI. CI.
(U) De Visib Monarchia Eccl. ■· r ;
Ecclesiae)·'(!).· ¿Veis ahora los moldes donde vuestros
itiinistros han echado y formado sus reformas?
Ahora bien; esta sola alianza de opiniones ó, por
mejor decir, este estrecho parentesco y consanguinidad
que vuestros primeros· maestros tuvieron con los más
crueles enemigips.de la Iglesia, ¿no debían retraeros de
seguirlos y alistaros bajo sus banderas? 'No he cotejado
ninguna herejía que no haya sido tenida Como tal en la
Iglesia que Calvinó y Deza confiesan haber sido la ver­
dadera Iglesia; esto es, la de-los primeros quinientos años'
del cristianismo. ¡Ah! Y,o os ruego qué lo consideréis;
,¿nb es pisotear la majestad de ia Iglesiá.preséntar como
reformas y reparaciones necesarias y santas, lo que Ella
abominó en sus más puros años, y .lo que condenó como
‘ impiedád, ruina y consunción de la verdadera doctrina?.Él
estómago delicado c^e esta celestial Esposa no tenía espa­
rció pa.rá feopor tar la violencia de aquellos yeaenos,’ y los
Rechazó con tal esfuerzo, que. muchas véhas dé sus niár-.
tires se ¡Rompieron; y ahora nos:los presentáis como una
preciosa medicina. Los Padres» que he citado, no los ha­
brían puesto jamás en el número dé los heréticos, si no
hubiesen visto al cuerpo de lá iglesia· t^néflos por tales;
^efán de los" más ortodqxbs. y estaban unidos á todos ló¿
demás· Obispos y Doctores católicos de sii tiempo, lo que:
;;déihuestra que aquello que tenían por herético; lo éra‘:&
■ciencia cierta. Imaginaos, pues, á esta venefablearitigüe-
; dad en el cielo; alrededor del· Maestro, que marán ^uestrító
Reformadores; allí han ido combatiendo lás opiniones qué
"los ministros adoran, tuvieron por heréticósvá ¡aquellos
'cuyos pasos seguís; ¿pensáis qtieló que jüzgaróifcerror, he ·;
jrejía’ blasfemias en arríanos -y<maniqüeos,eh'Judas, lo
tendrán 1ahora:vpor santidad, reforma íy· restauración?·
:¿Quién no ve, que esto es el -mayor despreció que puede
hacerse de la majestad de la Iglesia? Si queréis venir á lá
sucesióndé la verdadera y santa Iglesia de los primeros
siglos,'•no contravengáis á lo que éllá ha establecido y?
constituido tan solemnemente. Nádtó. puede ser heredero
.á: medias; aceptad la herencia resueltamente; las cargas
"no son tan grandes que con un poco de humildad ho se
-puedan sobrellevar; basta con dar uno un adiós á sus pa­
siones y opiniones y hacer caso omiso dejas diferencias

.(1) Contr. de Conc. et EcclMlib. IV, cap. IX.


que tenéis con la Iglesia;, los honores son infinitos, ser
herederos de Dios, coherederos de Jesucristo (1), en la di­
chosa compañía de los bienaventurados. ■*

CAPÍTULO III

LAS MARCAS DE LA IGLESIA

ARTÍCULO PRIMERO

•De la unidad de la Iglesia: Marca primera.


La verdadera Iglesia debe ser una en su cabesa.
·."■.· i ■ ■·
' / A I
’ / ■ ' · . ¡ * / :, .
; . ·/ . ·. · . ; . ·
Considerar cuántas veces y en cuántos lugares, en el
Viejo y el Nuevo Testamento, ha sido llamada la Iglesia,
tanto militáníé/como triunfante, casa y, familia, parece-
ríame tiempo {JérdidOj pues eso es tan común en las Es­
crituras, que lbs que las han leido, no dudarán jamás de
q u eesa sí.y los que no las hayan leído, tan . pronto como
las íeáh, encontrarán ^n casi todos sus pasájes éstá manera
dé-hablar. E)e la Iglesia és de quien San Pablo dice á su"
querido Tiínotéo (2): Ut setas quomodo opórteat te con­
versare in domo Dei, \quae est Ecclesia, columna et fir -
mamentum veritatis; de la misma es de quien dice Da­
vid (3): ¡Beati qui Imbiiant in domo tua Domine; de ella '
dice tariibién el Ángel (4): Regnabit in domo Jacob in
aeternüm\ de éllá dice nuestro Señor: In domo Patris:
mei mansiones multae sunt (5). Simile ést regnttm coelo-
rum kQmini patrifamilias (Matth., XX) (6), y en cien mil
otros lugares.

(1) Rom., V lrí. 17.


(2) ITim .,111, 16.
8) Psalro. LXXX1U, 6.
(4) L u c .,1 , 82.
(5) Joann., X IV , 2.
(6) Ver. 1.
PARTE I. CAPÍTULO III. ARTÍCULO I. l8 l
v' *
Siendo, pues, la Iglesia una casa y familia, él dueño
de ella no hay que dudar sino que es uno solo, Jesucristo;
por esto es llamada casa de Dios. Pero este dueño y Padre
de familia, al irse á la diestra de Dios, su Padre, habiendo'
dejado muchos servidores en su casa, quiso dejar en ella
uno que hiciese de cabeza y al que los otros sé dirigie­
ran; esta es la razón porque dice nuestro Señor (1): jQuis
putas esf servus fidelis et prudens. quem constituit Do*
miñus super familiam suam? Y verdaderamente, si no
bebiese un dependiente mayor en una. tienda, pensad
cómo marcharía el tráfico; si no hubiera un Rey enim
•Reino, un patrón en uri barco y un padre de familia en
- una familia, realmente n o - s e r í a ésta úna familia; peró
escuchad á nuestro Séñor (San Matth., XII) (2): Qmttis
civitas vel domus divisa contra se non stabit. Jamás una
provincia puede estar bien gobernada por sí misma,,prin-,
cipalmente si es grande. Y yoospregunto, señores clari-
: videntes, que no queréis que en una Iglesia baya un jefe,
. ¿me podríais presentar un ejenípló ¡de algún gobierno
importante en el que todos los gobiernos particulares no
se hayan sometido á uno? Dejemos á un lado á los inace-
donios, babilonios, judíos, medos, persas, árabes, sirios,
franceses, españoles, ingleses y una infinidad de ios más
notables, en los que la cosa es clara, y vengamos á las
íRepúblicas; decidme: ¿dónde habéis visto alguna, gran
/provihciá que se haya gobernado ella misma? Jamás.·,; ¿ a
más hermosa parte deí mundo fúé un tiempo dejaRepú-,.
blida dé los romanos; pero una soíá Roma gobernaba,
una sola Atenas,,una sola Cartágo y así otrasaotiguas;
una,sola Venecia, una sola Génova) una solaLucerna,’
Fributgo y otras. Nunca encontráréis que todas las partes
dé álguna notable y gran provincia se hayan empleado-
en g'Obernarse 4 sí mismas, pues se necesitaba-, se nece­
sita y se necesitará que un hombre solo, ó una sola c o r -.
poración de hombres residentes en algún lugar, ó en una .
sola ciudad; ó en alguna pequeña porción de una. provin­
cia, haya gobernado al restó de la provincia, si la pro?
vinciá era grande. Señores que conocéis la historia, se­
guro estoy de vuestros votos; no,permitiréis que se .me
desmienta. Pero supuesto, lo que es de todo punto falso,
ique alguna provincia particular se hubiese gobernado
v (1) Matth.. X X IV , 4!·..
(2) Ver. 25.
por sí misma, ¿.cómo podría decirse esto de la Iglesia
cristiana,: que· es tan universal que Comprende á todo el
mundo? ¿Cómo pódr-ía ser una· si se gobernase ella mis*
nip? De no ser asi, tendría q,üe existir siempre un Conci*
lio permanente de todos los Obispos; pero ¿quién lo reco*
nócería? Sería preciso,, además, que todos los Obispos
estuviesen ausentes de sus diócesis;; pero ¿cómo podría
ser esto? Y si todos los Obispos eran iguales, ¿quién les
convocaría? Y ¿cuánto trabajo supondría reunir el Cón-.
cilio cada vez que ocurriera cualquier duda en la fe? En
modo alguno· puede; pues, suceder que toda la Iglesia y
-cada parte de:eUá.se gobierne por si misma sin’ referirse
una parte á; otra; .
.pór táhto, ya que be probado suficientemente que: es
precisó· qüe una parte se refiera álá otra, yo os pregunto:
¿á ;qüé ,pafte debe referirse? y es una provincia y ó una
ciudad, ó una asamblea, ó un individuo: si es una pro-
yinciá; ¿dónde está? No. es Inglaterra, pues cuando era
católica ¿dónde la encontraríais ese derecho? Si proponéis
otra píovincia (1) ¿dónde estará· y por qué será ésta más
que la otra? Aparte- de que- jamás ninguna pro vinera; ha-
.pédido este privilegio. Si es una ciudad,.preciso será^que
seafuna de lás patriarcales y no hay más que cinco: Roma,
Atttioquía/Alejandría, éonstantinopla y Jerusalém.¿Güál;
dé1las oinco? Todas son paganas menos Roma. Si: deb*é
una:ciudad, es Roma; si una Asamblea, la de Roma.
P.foro no: nó niuna provincia, ni una ciudad,- ni una·
simple y perpetuaAsamblea; es un solo hombre Jefe coris^-
tittiído sobre todala Iglesia:. Fidelis servus et prudens,-
quemco#stituitDominus(2).
; . Concluimos, pues,, que nuestro Sefior; al partir de
este mundo, á- fin de dejar uñida á toda su Iglesia, la dejó*
u® sólo gobernador yvlugarteniente general , al que se
defce recurrir en todas las necesidades.

siendo esto así, yo os digo que este servidor gene­


ré/,este dispensador y gobernador,, este intendente de .la:
¿asá de nuestro Siefior, es San Pedro, que por esta razóni
1 ) "Cuando ella era católica’ ^ dónde ¿atará ella.,
<üi Matth., XXXV. 45.
bien puede decir: O Domine, guia ego servits (1) ,'· y no
solamente servus,. sino doblemente,; guia gtii betie prae-
suni duplici honore digni sunt (2); y ño solamente servus
tutfs, sino todavía filius ancillae tuae. Cuando se tiene
algún servidor de raza, en éste se confía-, más, Y: se le
entregan con. gusto las llaves de la casa; y no sin causa
he citado á San Pedro cuando decía, O Domineyetq.,. púe§
es el servidor bueno y fiel (3 ),á quien, como &‘ servi(Íoi?
dé raza, el Maestro ha entregado la» llaves: Tibi dabo
claves regni coelorum (4). San Lucas nos muestra, bieii
que San Pedro es este servidor,, pues'después de haber,
contado (5)' que nuestro Señor había dicho, á modo, de
advertencia, á sus discípulos: Beatiservi quos cúm vene-
rp Dominu's invenerit vigilantes; amen dicovóbis, qupd
praecinget se, et faciet tilos discumbere,.et íransiens mi->
nistrabit illis, San Pedro sólo interrogó á nuestro ¡SeV
iior (6 ): Ad nos dicis hanc parabplánt an et ad qnínesl·
Nuestro Señor al. responder á San Pedro * no dijo : ,Qut_
putas eruntfideles, cómo había dicho: Beatiservi, siiió (7)
Quisputas est dispensator fidelis etprudens, quem con$?
Utuii Dominus superfamiliant suaniut. det illis intgm,·
póre triticiménsúram?y, efectivamente, Theophylacto (8). ·
dice que San. Pedro hizo. esta, pregunta como, temiendo, la
-suprema carga de la Iglesia; y San Ambrosio (X,;7X(?>),
refiriéndose á San Lucas, dice quelás primeras palabras,,
beqti se entienden de todos, pero las segundas, quispütak¿
sé; entienden de los Obispos, y mucho más propianpieiite
del Soberatfo. Nuestro Señor, pues, responde á San Pedro
.como queriendo decir: lo que he dicho en general, perte­
nece á todos, pero á ti particularmente, pues, ¿quiénpien­
sas tú que es el servidor prudente y fiel?.
Y verdaderamente, si queremos desmenuzar un poco
esta parábola, ¿quién puede ser el servidor que debe dar
el pastp sino San Pedro, Á quien se dió et caf godesusten.-;
tar á los demás: Pasee oves meas? (10) Cuando el dueftQ
de; la. casa se va fuera¿ da las llaves á su intendente, y
(1) Psalm. CXV, 6.
(21 I T (m .,V . 17.
(8) Matth., X X V . 21 y 23.
(4) Matth., V I, 68.
(5) Cap. XII, 37.
(6) V er. 41.
ecónomo; y ¿no fué á San Pedro á quien nuestro Señor
dijo (1) : Tibi dabo claves regni coelorum? Todo esto sé
refiere al gobierno, y el resto de los oficiales se apoya en
estoen cuanto á la autoridad, como todo el edificio sobre
los cimientos. Por esto San Pedro es llamado Piedra sobre
la que está fundada la Iglesia: Tu es Cephas,et super
harte petram (2 ); pues cepkas quiere decir en siriaco una
piedra, del mismo modo que. sela en hebreo, pero el intér­
prete latinodijo Petrus, porque en gíiego hay Petros,
que quiere decir también piedra como petra; y nuestro
Señor, en San Mateo, 7 (3), dice, que el varón sabio edifica
su casa y lafunda sobre la peña (fijarse en el pronombre
hanc) suprapetram; 10 que el diablo, padre de la men­
tira, mona de nuestro Señor, quisó en cierto modo imi­
tar, fundando su desdichada herejía principalmente en
úna diócesis de San Pedro (4), y en una Rochela Quiere
además nuestro Señor que' ese servidor sea prudente y
jie.l, y San Pedro posee bien estas dos condiciones ; por­
que ¿cómo puede faltarle la prudencia,, cuando ni la carne
ni la sángre le gobiernan, sino él Padre celestial? Y,
¿cómo podrá faltarle la fidelidad, desde el punto y hora en·
que nuestro Señor dice: Rogavi pro te ut non deficerét
fides tua? (5) Lo cual hay que creer porque exauditus
est pro sua reverentia (6), de lo que da buen téstimonio
cuando añade (7): Bt tu conversus confirma fratres tuos,
como si quisiera decir: “He rogado por tí, y, por tanto,/sé
confirmador de los demás , pues para los demás sólo he
pedido que tuviesen un refugio seguro en ti.„

III

Concluimos, pues, que era preciso que nuestro Señor,


.al despedirse de su Iglesia en cuanto á su ser corporal y.
visible, dejase un lugarteniente y Vicario general visible,-
y qué éste es San.Pedro, de quien podía bien decir: O Do-
mine, guia ego servus tuus. Vosotros me diréis, sí, pero

(J) Matth,, XVI, 19.


(2) Matth.. X V I, 18.
' (3) V er. 2A. i
(4) La diócesis de Ginebra, dedicada A San Pedro ad Vincula.
(5) L uc., XXII, 33.
(6) Hebr., V. 7.
<7) Luc., XXII, 33.
nuestro Seflor no está muerto, y, además, está siempre
con su Iglesia, ¿por qué, pues, le dáis un Vicario? Yo os
respondo, que no estando muerto no tiene sucesores, sino
solamente un Vicario, ,y que, á mayor abundamiento,
asiste verdaderamente á su Iglesia en todo y. por todo
con su favor invisible, pero que á fin de no hacer Un cuer­
po visible sin una cabeza visible, ha querido asistirle con
la persona de un lugarteniente visible, por medio del cüal,
además de los favores invisibles, administra perpetua­
mente su Iglesia en manera y (forma) (1) Conveniente á
la suavidad de su disposición.
Me diréis aún, que no hay otro fundamento que nues­
tro Seflor en la Iglesia: Fundamentum aliud nenio potest
poneré praetér id quod positum est, quod est Christus
\Jesús (2). Os concedo que tanto la Iglesia militante como
la. triunfante están fundadas sobre nuestro Seflor como
sobre el fundamento principal, peró Isaías nps predijo en
el cap. XXVIII (3), que en la Iglesia debe haber dos fun­
damentos: Ecce ego ponam in fundamentis Sion lapidem,
lapidempróbatum,,angularemi praetiosum, in fundamen­
tofundatum. Yo sé bien cómo un. gran personaje!(4) lo
■explica, pero me párete qüe este pasaje de Isaías se debe
dél. todo interpretar. sin salir del capítulo X y i de San
Máteo, Evangelio del día dé hoy (5). Allí, pues, Isaías (6),
quejándose de los judíos y de los sacerdotes, en la perso-
;ttá de nuestrp Señor, de qué no quisieran creerle, Manda
remanda, expecta reexpecta, y lo que sé sigue, añade:.
Idcirco haec dicit Dóminús, y, por tanto, el Señor ha
dicho: Ecce ego mittam in fundamentis Sion lapidem.
Dicein fundamentis, á causa de que también los demás
/Apóstoles, erah fundamentos de la Iglesia: Etmuruscivt-
tatis—dice el Apocalipsis (7)— habens fundamenta deco-
decimet in ipsis dacodecim, nómina decodecim Aposto-
torutn Agni; y en otro lugar (8), Fundati super. funda­
menta- Prophetarum et Apostolorum, ipso sttmtno lapide

(1 ) uEn manera y conveniente..


•<2) I Cor,, ¿II, 2.
(8) Ver. 16. ·
V (4) Probablemente F. Forciro (Foreirus), Dominico portugués, uno de lo·
randes teólogos del Concilio de Trento: Isaiae prophetae vetus bt nova ex He-
f raeo Vérsio, cum Comméntario, VcnitiCs, 1563. Este Comentario fu<5 reprodu­
cido por Migné, Scripturae cursus.
(5) Sin duda el 29 de Junio 6 el 20 de A gosto.
(6) Cap. XXVIÍI, 13.
(7) Cap. XXI, 14.
(8) Epnes., II, 20-
angulari Christo Jesu; y el Salmista (1), Fundamenta
ejus in montibus sanctis; pero entre todos hay uno que,
por excelencia y superioridad, es llamado piedra y fun­
damento, y es aquél á quien nuestro Señor dijo: Tu es
Cephas, utest Lapt's. . '
Lapidem probatum. Escuchad á San Mateo (2); dice,,
que nuestro Señor arrojará allí una piedra probada, ¿qué
prueba queréis más que ésta, Quem dicunt homines esse
Filium hominis? Pregunta difícil, á la que Sán Pedro,
explicando el secreto y arduo misterio de la comunicación:
de las lenguas/responde tan pertinentemente, que no hay
más qué pedir,* y demuestra que él. es.verdaderamente
piedra; diciendo: Tu es Christus, Filius Dei vivi. '■
Isaías, prosigue y dice: Lapidem praetiosum. Escu­
chad la estimación que nuestro Señor hace de San Pedro:
Beatus es, Simón Bar Joña.
Angularem. Nuestro Señor no dice que fundará una
sola muralla de la Iglesia, sino toda: Ecclesiam meam.:
Es,'pues, angular in fundamento fundátutn, fundada,
sobré el fundamento; será fundamento, pero no primero·,,
pues habrá ya otro fundamento: Ipso sumnto lapide angu­
lariChristo (3).
He' ahí cómo Isaías explica á San Mateo, y San>
Mateo ¿vísalas. Jamás terminaríamos si hubiera de decir
todo lp que se me ocurre acerca de este: asunto.

ARTÍCULO II

La Iglesia católica está unida en unacabesa visible,


La de los protestantes no lo está, y lo que de ello se stgue^

No nfe entretendré mucho en este puntp. Vosotrosi


sabéis que nosotros en tanto somos, católicos en cuanto
reconocemos al Papa como Vicario de nuestro Señor;, la
Iglesia universal lo reconoció últim^jnente en Trénto,
cuando se dirigió á él para la confirmación de lo que Ipabía
resuelto, y cuando recibió á. sus diputados como presi­
dentes ordinarios y legítimos del Concilio,
(1) Psalm. C X X X V I, l.
(2) Cap. XVI, 18 y aigs.
(3) Epnes., ya citado.
Tiempo perdido sería también: él que emplease en pro­
bar que vosotros no tenéis cabezal visible; vosotros no lo
^negáis. Tenéis un supremo Consistorio, comó'íos.de Ber­
na, Zurich y ios demás que no dependen de ningún otro;
Y tan lejos estáis de querer reconocer un jefe universal,
que ni siquiera tenéis un jefe proviñciál; los ministros
entre vosotros son tanto el uno como el otroy no tienen
ninguna prerrogativa en el Consistorio,, sino que soh.in-
jferiores en ciencia y en voz al presidente, -que no es mir
nistro. En cuanto á vuestros obispos ó vigilantes tío sólo
os contentáis con rebajarles á la categoría de .los minis­
tros, sino que les habéis hecho inferiores.á éstos para no
dejar nada en su lugar. Los ingleses tienen á su Reina
, por jefe de su iglesia, contra la pura palabra de iDios; ,si'
no están tan desesperados, que yo sepa, que quieran que
sea el jefe de la Iglesia católica, sino solamente de aque­
llos miserables pueblos.
En una palabra, que tio hay ningún jefe entre vos­
otros én las cosas espirituales; ni éntre los demás que ha­
cen profesión de contradecir al Papa.
■: Veamos ahora la consecuencia dé todo esto. La ver··
daderá Iglesia debe tener una cabeza visible en.su gobier-
ttfi-y administración; la vuestra no la tiéné: luego la vues­
tra. no és la-verdadera Iglesia.·. Al contrarió,. hay una
Iglesia en el mundo, verdadera y .legitima,, que ,tieneun
Jefe visible, >y nó hay quien tenga uno, más qué la'nuestrá ,;
sólo la nuestra, por lo tanto, es la verdadera Iglesia. Pa>
sernos á otro punto.

• ■
ARTÍCULO III

De la unidad de la Iglesia en la fe y creencia. .


La verdadera Iglesia debe ser una en su doctrina.,

¿Está dividido Cristo? (1) No en verdad, porque Dios,


no es Dios de disensión sino de pas, como' San Pabló: en­
señaba en todas las iglesias (2). Es imposible, por lo tan.
to, qué la verdadera Iglesia esté en disensión ó división
de creencia y doctrina, pues Dios no sería ya su Autor y
Esposo, y, como Reino dividido en sí mismo (1), perece­
ría. Tan pronto como Dios toma á un pueblo para sí, comct
lo ¿a hecho'con la Iglesia, le da la unidad de corazón y de
camino.,La Iglesia no es más que un cuerpo del que todos
los .fieles son miembrós coligados y unidos por toda co­
yuntura (2); no hay más que una fe y un espíritu que
anima á este cuerpo. Dios está en su lugar santo y. hace
morarlos de una sola costumbre en casa (3); iuego la
verdadera Iglesia de Dios debe estar unida/ligada . junta
y apretada en una misma doctrina y creencia-

ARTÍCULO IV

La Iglesia católica es una ,en creencia. La pretendida


reformada no lo es.
■ ' i ' ·. · ■
“Es necesario—dice San Ireneo (4)—q ué todos lós fie­
les se júnten y vengan á unirse á la Iglesia romana, por
su más .pótente principadol „ “Es la Madre de la dignidad
sacerdotal,,—decía Julio I (5). Es “el principio de la uni­
dad dél sacerdocio^; és “el vínculo de unidad,,—según
dice San Cipriano (6). “No ignoramos—dice además (7)-^-
qiié háy un Dios, un Cristo y Seflor al que nosotros he-,
nios: confesado, un Espíritu Santo, un Obispo en la Igle­
sia cat<5ilicaB. (8). El buen Optato decía tarríbién á los
dónatistas (9): “ Tú no puedes negar que tú tío sabes que
en' la ciudad de Roma ha'sido conferida la Cátedra prin­
cipal á San Pedro, en la que se sentó el jefe de todos los
Apóstoles; San Pedro, que fué llamado Céphas; Cátedra
en la que la unidad de todos fué guardada, á fin de que
los demás Apóstoles no quisieran pretender y defender
cada cual la suya, y que desde éntonCes fué cismático.y.

<1 ) Matth., XII, 26. ^


(2) Ephes., IV, 16. I
(81 Psalm: LXVU , 6-7. I
(4) Contra Haeres, I, III%c. m.
(6) Epíst. I* ad Orient. Episcop. § IV , Vide Cornil. t an. 336. De hac epístola,
alttsque Ecclesiae antlquae monumentis ex conciliorom collectione cltatís, con­
sular annotationes Labbael et asseclarum, in raagnls Concíliorum editionibua.
(6) E píst., L V , § 14» L X V IL * 3.
(7; S. Cornelius, Eplst. X L v I, Inter Eplst. S. Cypriani.
<8) Véanse las notas preparatorias.
(9) De schism . D on., I, II, §j 2-3.
pecador quien quiso edificarse otra cátedra contra ,esta
única Cátedra. Pues en esta única. Cátedra, que es la pri­
mera dé las prerrogativas, se sentó primeramente San
Pedro.„ Estas son, casi textualmente, las palabras de
aquel antiguo y santo Doctor. Todos, en tanto que haya
católicos en el mundo, perseveran én esta résolúción; to­
dos tenemos á la Iglesia romana por nuestro centro en: to­
das nuestras dificultades; todos somos sus humildes hijos y
tomamos el alimento de la leche de sus pechos, ramas so­
mos todos de este tallo tanfecundo (l) y no sacamos otro
jugo de doctrina que el·que de esta raíz procede. Esto es
lo que nos tiene á todos adornados con la misma librea de
creencias; pues sabiendo que hay un jefe y lugarteniente
general en la Iglesia, lo que él resuelve y. determina con
el parecer de los demás Prelados, cuando está sentado en
la Cátedra de San Pedro para enseñar al cristianismo,;
sirve· dé-ley y de nivel á nuestra creencia. Recórrase todo
eí'mundo y en todas partes se .verá la misma fe en· los
católicos; que si hay alguna diversidad de opinión,'Ó no
será en cosa perteneciente á lá fe, ó incontinenti.qüe él
Concilio general ó lá Sede-Romana haya determinado
acercá de ello, veréis á .todos ajustarse Á su definición.
Nuestros entendimientos no se ¿paitan los unos de lós-
ótros eií sus creencias, sino que se mantienen muy estre­
chamente unidos y apretados juntaiñíénté ‘por. él vínculo
de la autoridad superior dé la Iglesia, á la qué cada uno
se refiere con toda humildad y en ella apoya su fe como
sobre la columna y firmeea de la verdad (2); nuestra' Igle­
sia no tiene más que un lenguaje y una mi^má manera de.
hablar en-toda la tierra.
' Al contrario, señores,, vuestros primeros maestros^o.
bien se levantaron, tan pronto como pénsáron edificarse
una torre dé. doctrina y de ciencia qué .llegase á tocar al·,
cielo y les conquistase la grande y magnífica reputación
de reformadores, cuando Dios, queriendo impedir ese
ambicioso designio, permitió entre ellos una tan grande
diversidad de lenguas y de creéncia que ellos comenzaron
á-sostener quién.esto y quién lo otro, en términos que
todo su trabajo no produjo otra cosa que una miserable
Babel y confusión. |Qué de contradicciones produjo la
reforma de Luterol No terminaría jamás si quisiera es-
(1) . Palabra d udosa en el Ms.
(2) I Tim., 111,16.
tamparlas sobre el papel; quien quiera verlas ¿que lea el
librito dé Federico Staphyl, De Concordia discordi;
Sander,. libro VII de su Visible Monarquía, y Gabriel
dé Préaü,, en'la Vida de los heréticos. Diré solamente
Ib que no podéis ignorar y yo veo ahora por mis pro;
pios'ojós.'
No tenéis ni aun un canon de las Escrituras; Luteró
recházá la Epístola dé Santiago, que vosotros recibís.
CalVino ;tierie por contrario á la Escritura que haya un
jefe; én ;la Iglesia; los ingleses opinan lo contrario. Los
hugonotes franceses sostienen que, según -la palabra de
0ióá,.ibs. presbíteros no son menos que los Obispos; los
hijflésés tiéiien Obispos que mandan á los Presbíteros, y
éntjre:ellos1dos Arzobispos, de los que el uno.es llamado
Pfiiriádo, nombre ál que Calvino quiere tan mal! Los pú­
ntanos, en Inglaterra, tienen como artículo de fe que no
..sé^debe pfédicar, bautizar, orar en Iglesias qüe^ en.tiem­
pos pasados, pertenecieron á los católicos; pero rio es eáo
16 más lastimoso, sino que, teniéndolo, como ellos lo tienen;
por artículo de fe, sufren las prisiones y los destierros
antes.que:desdecirse de su creencia. Y ¿no sabéis; que én
Giñébra se tiene por superstición celebrar alguna flesw
de los Santos, y que en Suiza se celebran, y vosotros cele­
bráis1úna de nuestra Señora? (1) Y no se, trata áquí dp
qué. los unos las celebren y los otros rio, pues esd na
sejríá'contrariedad de religión, sinóque aquéllo que vos­
otros y algunós suizos ¡observáis, lo. condenan los deínás
coirio cóntrario á la pureza de religión. ¿Ignoráís:acaso
qúé urióvde vuestros más grandes ministros (2) dijo en
Poiny qué el Cuerpo de nuestro Señor estába “ taK lejos
de lá Geriá eomo la tierra del cielo?,, Y ¿rio sabéis tam-
póeo que esto es tenido por falso.pqr muchos dé los otros.
Pór!veritura, ¿noha confesado últimamente uno de vues­
tros' hiitiistros' la realidad del Cuerpo de’ nuestro Señor en
la Céna 'mientras los demás la niegan? (3) ¿Me podréis
negar qué éri él hecho de la justificación/estáis tan diviv
didoá: entrt: vosotros como lo estáis con nosotros? Testigo
él Anónittio disputador (4). En úna palabra , cada cúal

(1) L a fiesta de la Á ou iclación . Véase A de Haller, Histori t de la revolu ·


ción religiosa de latSui 'toccidentahx&v.XXIII,nota.
(2) T eod oro de Beza. <
(3) Alusión A los'tratados de Tllmann Heshuslo, Contra Beaianant exegesim
Sacramentorum, De coenahetc., que p rov oca ron el Kreophagia d e T .d e Beza.
(4) Cf. Parte II, cap. IV, art. III.
habla en lenguaje distinto, y entre tantos hugonotes con
quienes he hablado, jamás encontré dos de la misma
creencia. · .
Pero lo peor es que vosotros no sabréis poneros dé
acuerdo, porque ¿dónde tomaréis un árbitro seguro? No
tenéis jefe en la tierra á quien dirigiros en vuestras ^difi­
cultades; creéis qué la misma Iglesia puede éngáfiarse ó
engañar á los ,demás; no querríais, por lo tantp\' poner
vuestras almas en manos tan poco seguras ó en l^s que
confiáis tán poco. La Escritura no puede ser yuéstro árbi­
tro, pues es la misma Escritura la que está entre vosotros
en tela de juicio, queriendo unos entenderla de un modo;
y los demás de otro. Vuestras discordias y disputas serán
eternas si no os sometéis á la autoridad de la Iglesia*
testigo los coloquios de Luhenburgo, de Malbrun, de
Montbeliard, y el de Berna últimaqiente; testigo Tilmann
Heshusio y Erasto; testigo Brence y Bullinger; Cierta-
tnente la división que existe entre vosotros acerca dél
número de los Sacramentos, es notable; áhora común·
itténte entre vosotros sólo se admiten dos Sacramentos;
.Calvino admite tres (1), añadiendo al;Bautismo y Cena (2)
•ál orden; Lutero·pone la penitencia como tercer Sacrón
mentó, después de haber dicho que no hay más'que
ujlo (3); en.fin, Jos protestantes en el coÍóquió..de;RatiS'
bona, al que asistió Calvino, testigo de Beta én su vida,'
'Confesaron que había sieté Sacramentos. En el artículo’de
la Omnipotencia de Dios, ¿cuánta no es vuestra división?·
Mientras unos niegan que ún cuerpo pueda estar, por
virtud divina, en dos lugares,'otros niegan toda potencia
•absjóluta, y otros nada, niegan de todo eso. Que^siyo qui­
siera mostraros* todas las contradiciones qué existén en
Já doctrina dé los^ qué Beza -reconocía (4) como á otroá
tantos, gloriosos reformadores de la Iglesia, esto es: Jéró·'
nímode Praga, Juan Hus, Wiclef, Lutero, Bucero, OEco-
lompadio, Zuinglió ¿ Pomerán y los demás, nó acabaría
nunca. Cutero, solo os instruirá bastante acerca· de lá
buena armonía que existe entre ellos en. la lamentación
que hace contra los zuinglianos y sacraméntanos (5), á
quien llama Absalones y Judas y espíritus ! sverméri·-
(1) Just., I, IV, cap. XIV, § 20. ^ 1
(2) A sí se llama la Comanión entre los protestan te·.—. N det T .
(3) De captiv. Bftb. initio.
,(4) In lib. Icones, etc.
4$) In lib. Quod haec verb a , etc. ' ·J > ;
eos (1), eri el año mil quinientos veintisiete. Su Alteza el
difunto Manuel Fiíiberto, de feliz memoria, refería al
docto Antonino Possevino, que en el coloquio de Worma-
cia (2), cuando se pedía á los protestantes su profesión
de fe, todos, unos después de otros, salieron fuera de la
Asamblea por no poderse poner juntamente de acuerdo.
Dicho grah Príncipe es digno de fe; y cuenta esto por
haber.'estado allí presente. Y toda esta división tiene-su
fundamento en el desprecio que hacéis de un Jefe visible ,
en la tierra, pues no estando ligados, para la interpreta­
ción de la palabra de Dios, á ninguna autoridad superior,
cada cual toma el partido que mejor le parece, y resulta
dé esto, como dice el Sabio (3), que entre los soberbios
siempre hay contiendas, lo que es una señal de verdadera
herejía. Los que se hallan divididos en muchos partidos,
no pueden ser llamados con el nombre de la Iglesia, por­
que, como dice San Crisóstomo(4): “El nombre dé Iglesia
eS.un nombre de consentimiento y concordia. n
- · Pero en cuanto & nosotros, todos tenemos un mismo
canon de las Escrituras, y un mismo Jefe;, é igual regla
para entenderlas; vosotros tenéis diversidad dé canon,^
y en lo que toca á su inteligencia, tenéis t¿ntos textos
y reglas como personas. Nosotros tocamos todos en el
mismo tono de, la trompeta de un sólo Gedeón, y todos
tenemos un mismo espíritu de fe en el Señor y en su lugar*.
tenienté, la espada de las decisiones de Dios y de la Igle- .
sia(5), según, la palabra de los Apóstoles (6): Visum est
Spiritüi Sancto et nobis. Esta unidad de lenguaje es, entre
nosotros, un verdadero signo de que somos el 'ejército del:
Seflor,: y vosotros no podéis ser reconocidos sino por riia-,
dianitas, que ¿o hacéis, en lo que toca á vuestras opinio/
oes, sino gritar y aullar cada cual á su modo, atropellarse
los upos á los otros y degollaros y acuchillaros á causa
de vuestras disensiones, como dice Dios por boca de
Isaías (7) \Egipcios contra egipcios, y reventará el espíritu
de Egipto; y San Agustín dice (8) “que, como Donato

(1) S v e r m m c o s .d e svermericus, término empleado por^Cochlaeus pa ra


tradnclr ja p»labra alemana schwermer, entusiasta, fanático.
(2) y fo n M tWormacia, Varmacia), sep. 1667.
<31 P rov., X III. 10.
(4) In. Psalm. C X U X .
(6) lud.. V II. .0.
(6) H ech., X V , 28.
(7) Cap. X IX , 2, 8.
<8; De agone Christ.,|cap. X X IX .
había tratado de dividir á Cristo, así él por uña diaria
separación de los suyos, se había dividido en sí mismo,,.
Esta' sola marca debe haceros abandonar á vuestra
pretendida iglesia, pues quien no está con Dios, está
contra Dios (5); y Dios no está en vuestra iglesia, pues
no habita más que en un lugar de paz (6), y en vuestra
iglesia ni hay paz ni concordia.

ARTÍCULO V

Ve la santidad de la Iglesia; marca segunda,

La Iglesia de nuestro Señor es Santa; esto es artículo


fáe fe; Nuestro Señor se ha dadopor ella áfin de santificar­
ía (1); es un pueblo santo, dice San Pedro (8); el-Espo-,
¡so es santo, y la Esposa santa; ella es santa por estar
¿dedicada á Dios, como los mayores fueron llamados san­
tos en la antigua Sinagoga por la misma causa (3). Es
.santa, además, porqtte el espíritu que la vivifica, es san­
io (4), y porque es el cuerpo místico de una cabeza que
es muy santa (5). Lo es, además, porque todas sus ¿ccio-
JneS, interiores y exteriores, son santas; no cree, ni espe­
ra, ni ama, sino, santamente; en sus oraciones, predica­
ciones, sacramentos, sacrificios es santa. Pero está Igle­
sia, tiene su santidad interior, según la palabra de Da-
;vid(6). Toda la gloria de la hija del Rey es de dentro r
■tiene,también su santidad exterior en franjas de oro, ves­
tida' de variedades J la Redonda; la santidad interior no
■se puede ver; la exterior no puede servir de marca, por­
que todas las sectas se vanaglorian de tenerla, y no es
;;fácil reconocer la verdadera oración, predicación y admi­
nistración de Sacramentos. Pero además de esto, tiene
signos con los que Dios hace conocer á su Iglesia, y que
son como perfumes y olores, como dice el Esposo en los
V ■
r 1
i? (6) Matth.. XII. 80.

•· (4) Joann., VI, o4; Rom., VIII, 11.


¿’ (6) Ephca. , I. 22.23.
? (6) Psalm. XL1V, 14, 16.
14,16.
Cantares (1): El olor de tus vestiduras como el olor de
incienso; así podemos nosotros, por la aspiración de esos
olores y perfumes (2) buscar y encontrar á lia Verdadérá
Iglesia y saltar como el hijo ael unicornio (3).

ARTÍCULO VI

La verdadera Iglesia debe resplandecer en milagros.


<·. ·■' i / ' ·.
La Iglesia, pues, tiene la leche y la miel bajo su
lengua(4), en su corazón, que es la santidad interior,
que. no podemos ver; está ricamente adornada de una
vestidura dorada, rodeada de variedad (5), que es lá san­
tidad exterior que se puede ver. Mas como las sectas.y
herejías disfrazan sus vestiduras para imitarla con falsas-
telas, tiene, además^perfumes y olores que le son pro­
pios, y son ciertos signos y lumbreras de su santidad,
que -le son de tal modo peculiares, que ninguna otra
.Asamblea puede jactarse de, poseerlos, particularmente en
nuestros tiempos; pües, en primer lugar, brilla por- los
milagros, que son muy suaves olores y perfumes, signos
manifiestos de la presenciá de Dios inmortal; a'sí los llama
San Agustín (6).
Y ciertamente, cuando nuestro Señor partió de este
mundo, prometió que la Iglesia sería seguida dé mila­
gros: Estas séñales—difo--seguirán á los que creyeren: t
Janearán demonios en mi nombre; hablarán nuevas len·.
guas; quitarán serpientes, el veneno no les dañará, y pol­
la imposición de las, manos, curarán á los enfermos (7),
Considéremós, yo os lo ruego, con atención estas pala­
bras: 1.° No dice que los Apóstoles solos harán milagros,
smii'simplemente aquellos que creyeren. 2.° No dice que
todós los creyentes, en particular, harán milagros, sino'
qué’ aquellos que creyeren serán seguidos de estos signos.
3.° Nó dice que eso sucedería solamente por diez ó veinte
años, "sino simplemente que esos milagros seguirán á los
(1) Cap. IV, 1 1 *
(2<> Ibid, 1, 3.
(8) Paalm. X X V III, 6.
(4) C a n t.IV , 11.
(5) Psalm . X L IV , 10..
(6) Confes., lib. IX , cap. V II.
(7) M arc., ú lt ..X V I I , 18.
que creyeran. Nuestro Seflor, pues, habla á los Apóstoles
solamente, pero no solamente para los Apóstoles; habla,
de los creyentes en corporación y en general, esto es, de
la Iglesia; habla absolutamente, sin distinción, de tiempos.
Dejemos á estas, saritas palabras con la· extensión que
nuestro Señor les dió: los creyentes, están en la Iglesia,
los creyentes van seguidos de milagros: luego en la Igle­
sia hay milagos; hubo creyentes en todo tiempo, los cre­
yentes van seguidos de milagros: luego en todos los tiem­
pos hay milagros.
Pero veamos aún por qué el poder de los milagros fué
dejado á la Iglesia; §in duda'íué para confirmar la predi­
cación evangélica; pues San Marcos dá testimonio de ello,
y también San Pablo, quédice.(l) que Dios dió testimonio
de la fe que.anunciaba por milagros. Dios puso: en;manos,
de Moisés aquellos instrumentos, á fin de que fuese creí-;
do (2); pues nuestro Señor dijo que si no hubiese hecho.·
milagros, los judíos no estuvieran obligados ^ creerle.(3).*'
Ahora bien; ¿no debe la Iglesia siempre combatir la infi-,
delidad? Pues ¿por qué.éntonces queréis, quitarle ése buen
báculo que Dios ha puesto en sü mano? Sé bien que ella
lío tiene tanta necesidad de él como en los primeros tiem­
pos; después que la santa planta dé la fe ha echado pro­
fundas raíces, no debe regársela con tanta frecuencia;
pero así y todo, querer quitar el efecto,· cuando la necesi­
dad y causa subsisten en gran parte, es filosofar muy mal.
Adémás de esto, yo os lo ruego, mostradme alguna
¡época en que lá Iglesia visible haya estado sin milagros,!
•desde sus comienzos hasta el presente. Én tiempo de. los
Apóstoles se hicieron infinitos milagros, vosotros lo sabéis
bieri; después de este tiempo, ¿quién ignora el 'milagrq
referido por Marcó Aurelio Antonino (4) j hecho por las
oraciones de la legión de los soldados cristiahoSk que esta­
ban en su ejército y que por esto fué llamada fulminante?
¿Quién no sabe los milagros dé San Gregorio Taumatur­
go, de San Martín, San Antonino, San Nicolás, San Hila­
rión, y las maravillas que acaecieron á Teodosio y Cons­
tantino, y cuyos narradores, Eusebio (5), Rufino (,6), San

II) H e b .,1 1 ,4 .
(2) E xodo, IV .
(3) Joann., X V , 24.
(4) V ld e S . Jnstlnt, A p ol. I , # 71. , .
(5) De vit. Constit, 11b. I, caps. X X V III, X X IX .
(6) Hist., lib. II, cap. X X X IH .
Jerónimo (1), Basilio (2), Sulpicio (3) y Atanasio (4), son
irreprochables? ¿Quién no sabe, además, lo que ocurrió
en la invención de la Santa Cruz, y en tiempo de Juliano
el Apóstata? En tiempo de San Crisóstomo (5), .Ambro­
sio (6), Agustín (7) se vieron muchos milagros, que ellos
mismos refieren. ¿Por qué, pues, queréis que la misma
Iglesia cese ahora de tener milagros? ¿Qué razón habría
para ello? Verdaderamente los que siempre los hemos
visto en todas épocas acompañar á la Iglesia, no podemos,
menos de llamarlos propiedad dé la Iglesia, la verdadera
Iglesia, pues,, manifiesta su santidad por milagros. Que
si Dios hizo tan admirable el Propiciátprio y su Sinaí y su
zarza ardiendo cuando quiso hablar con los hombres, ¿por
qué no había de hacer milagrosa á su Iglesia, en la que
quiso vivir siempre?

ARTÍCULO VII
/ ^

La Iglesia católica está acompañada de milagros


y la pretendida no lo está.

Ahora deseo que os mostréis razonables, sin subter­


fugios-ni obstinaciones: Informes adquiridos debida y.
auténticamente demuestran que, á principios de este siglo,
San Francisco de Paula floreció en milagros indubitables,
cómo son la resurrección dé los muertos; otro tanto puede
decirse de San Diego de Alcalá; y no se trata de rumores
inciértós, sino de pruebas auténticas é informes exactí­
simos. ‘ '
¿Osaríais negar la aparición de la Cruz al valiente y
católico capitán Alburquerque y á todos los -soldados en
Camaraná (8), que tantos historiadores citan (9), y en la
que tantas personas tomaron parte?
El devoto Gaspar Berceo, en las Indias, curaba á los

(1 ) In vlt. S. Hilar.
(2) De Spir. Sancto, cap. X X IX .
(3) In v it . S. Mart.
<4). In v it. S. Antón.
(5) A dvera Judacos, eermo V , De laudib. S. Pauli, sermo IV .
(6) E p . X X II.
(7) De civit. Del., tib. X X II, cap. V III; Conf., lib. IX. cap. V II.
(8) Cantarananiinsulam (texto latino de Maffaeus.)
(9) V id c Maftaeum, Hist. InMlib. V.
enfermos sin más que rogar por ellos á Dios en la Misa;
y tan repentinamente, que otra mano qué la de Dios no
hubiera podido hacerlo. El bienaventurado Francisco
Javier curó paralíticos, sordos, mudos, ciegos, y resucitó
á un1muerto; su cuerpo no pudo ser consumido, aunque
fué enterrado cón cal, como certificaron los qtie le vieron
entero quince meses después de muerto (1), y estos dos
últimos murieron hacía unos cuarenta y cinco años.
En Meliapor fué encontrada una Cruz incisa sobre una
piedra, la que se estimó que fué enterrada por los cristia­
nos en tiempo de Santo Tomás; y— ¡cosa admirable, y, sin
embargo, verdadera!—casi todos los años, alrededor de.la
fiesta de este glorioso Apóstol, esta Cruz suda abundancia
de sangre y cambia de color“ volviéndose bláhcá^pálida,
después negra y luego de uh color azül resplandeciente
y muy agradable, hasta que, por último, torna á su color
natural; lo que ve todo el pueblo,,y el Obispo de Córi-
na (2) envió un público testimonio con la-imagen de la
Cruz al santo Concilio de Trento (3). Así se hacen mila­
gros en las Indias, donde la fe no está todavía del. todo afir­
mada; y de ellos omito un mundo, en obsequio á la bre­
vedad.
El buen Padre Luis de Granada, en su Introducción al
Símbolo de la fe (4), refiere muchos milagros recientes é
irrefutables. Entre otros cita la curación qué los Reyes
de Francia, católicos, han hecho, en nuestros mismos
tiempos, de la incurable enfermedad de los lamparones,
sin decii* más que estas palabras: “Dios te cure, el Rey.
te tocan, y sin emplear otros medios que confesar y comul­
gar ese día.
! He leído lá historia de la milagrosa curación dé Jaco-
bo, hijo, de Claudio Andrés, de Belmónt, en el distrito de
Baulme, en Borgoña. Había estado durante ocho años
mudo (5) é impedido; y después de haber .practicado sus
devociones en la iglesia de San Claudio, el mismo día
de su fiesta, 8 de Junio de 1588 (6), se encontró repenti­
namente sano y curado. ¿No tenéis esto por milagro?

(1) Maff., lib. X V , sub finem.


(2) Cochin (Corina), ciudad meridional, al Oeste del Indostán, en la provin ­
cia eclesiástica de Goa. Desde Latonia.
(8) M aff,, lib, II, sub finem.
(4) P a r s .. II, cap. X X IX , § V III.
(6) Palabra dudosa en el M s.
¡6) Coincidiendo, en 1588, la fiesta de San Claudio, el 6 de Junio, con el lunes
de Pentecostés, debió transferirse dicha fiesta al día 8.
Hablo de cosa cercana: he leído el acta pública; hé habla­
do cotí·.el notario que la recibió y expidió, bien y debida­
mente firmáda, Vión, y no con falta de testigqs, pues los
hubo del pueblo, á millares. Pero ¿á qué me detengo en
citaros los milagros die nuestros tiempos? San Malaquías,
San I-Bernardo y San Francisco, ¿no eran de nuestra Igle­
sia? No podéis D e g a r l o ; los que escribieron sus Vidas, son
muy santos y doctos, pues el mismo San Bernardo escri­
bió la líe San Malaquías, y San Buenaveniurá la de San
Francisco, á los cuales, ni la suficiencia ni la conciencia
faltaron en modo alguno, y sin embargo contaron en
dichás historias muchos y grandes milagros; pero, sobre
todo* las maravillas que ahora mismo se realizan á nues­
tras puertas, á la vista de nuestros Príncipes y de toda
nuestra Saboya, cerca de MondeVis, deberían cerrar ía
puerta á. todas las obstinaciones.
Pero, además, ¿qué diréis vosotros á esto? ¿Diréis
que -el Anticristo hará milagros? Sán Pablo atestigua
que serán falsos (1), y el más grande que San Juan
cita (2), es que hará descender fuego del cielo. Sata­
nás puede hacer tales milagros, y los ha hechq, sin duda;
pero Dios dará un pronto remedio á su Iglesia, pues á
esos milagros, los servidores de Dios, Elias y Enoch,
como lo atestigua el Apocalipsis (3) y los. intérpretes,
opondrán otros milagros muy díferentés, pues no sola­
mente se servirán del fuego para castigar milagrosamen­
te á,.sus énémigos, sino que tendrán1poder pará cerrar
el cielo.á fin de que no llueva más, para cambiar y con-
vértir lás agüas en sangre y para imponer á la tierra el
castigo que mejor les parezca; tres dias y medio después
de, su. muerte resucitarán y subirán alucíelo, y la tierra
temblará áf«su subida. Entonces pues, por la oposición de
los verdaderos milagros, las ilusiónes del Anticristo que­
darán descubiertas, y como Moisés les hizo confesar á los
magos de Faraón, Digitús Dei est kic (4), asi Elias y
Enoch harán, por último, que sus enemigos dent gloriam
Deo coeli (5), Elias hará éntoncés, con sus santos prodi­
gios de profeta, lo qué hizo en otro tiempo para domar

(t> II Thess., ir, 9.


(2) A p o c ., X III, 13.
(8) C ap. X V . 6, 6.
(4) E xodo, V III. 19.
¡5) A p o c., X I, 13.
la impiedad de los Baalitas y otros religionarios (1).
Quiero, pues, decir: primero, que los milagros del
Anticristo no son como los que mostramos respecto de
la Iglesia, y,, por lo tanto, no se sigue qué si aquellos no
son marcas de la Iglesia, éstos no lo sean tampoco; la fal­
sedad de aquéllos quedará demostrada y combatida por
otros más grandes y sólidos; éstos son, sólidos y nadie
puede oponerles otros más seguros; segundo,· las mara­
villas del Ahticristo no serán más que un alárde de tres
aftos/y medio, pero, los milagros de la Iglesia de tal modo
son propios de ella; que desdé que fué fundada resplan­
dece en ellos; en el Anticristo los milagros serán forzar
dos y no durarán; pero en la Iglesia son naturales en su,
Sobrenatural condición y, por lo tanto, duran siempre, y
siempre la acompañan, para confirmar la palabra, estas
señales seguirán á todos los creyentes (2).
Ya os oigo decir que los donatistas hicieron milagros,
al decir de San Agustín (3); pero aquello no*era Sino cier­
tas visiones y revelaciones de las que se jactaban,. sin
aducir- ningún testimonio; ciertamente la Iglesia no puede
Ser reputada cómo verdadera por tales visiones; al con­
trario^ las visiones no pueden ser probadas ni tenidas
como verdaderas sino por el testimonio de la Iglesia,·
dice el mismo San Agustín (4). QuesiVespasiano curó á un
ciego y á un cojo, los mismos médicos; segjin Tácito (5),
hallaron que se trataba de una· ceguera y: de una.'cojera
sqúe no eran incurables; no és, pues, maravilla si el dia­
blo las supo'xurar. Un judío, que estaba bautizado, se,pre­
sentó á Paulo, Obispo novaciano, para ser: rebautizado*
dice Sócrates (6); incontinenti el agua dé las fuentes se
evaporó; 'esta maravilla no se hizo para la· confirmación
del novacionismo, sino del santo Bautismo, qué no debe
ser reiterado. Así, “algunas maravillas han sido hechas-^·
dice San Agustín (7)—entre los páganos„; no para prue­
ba del.paganismo, sino de la inocencia, de la virginidad
y fidelidad, las que, donde quiera que estén, son amadas
y aceptadas por Dios, su Autor. Pero esas maravillas no

<1) III R eg., X V III.


(2) M attb., últ., 17.
(3) D e Unit. E ccles., cap. X IX .
(4) Ibld.
№) H is t .,I ,I V . «81.
(6) L lb. V il. cap. X V II.
(7) D e clv. D ei., llb. X , cap. X V .
se han hecho sino muy raramente: luego no se puede
concluir nada de ellas; las nubes arrojan álgunas veces
relámpagos, pero sólo el sol tiene por marca y por pro­
piedad el alumbrar.
Terminemos, pües, este punto. La Iglesia ha estado
;siempre acompañada de milagros sólidos ylnen probados,
como los de.su Esposo: luego esa es la verdadera Iglesia;
por lo que, sirviéndome en caso parecido del razonamien­
to del buen Nicódemus (1), diré: Nulla Societas potest
haec signa faceré quaehaec facit, tatn illüstria aut tam
constanter, nisi Dominus fuerit cum illa; es como dijo
nuestro Señor á los discípulos, de San Juan, Dicite, caeci
vident, claudi ambulant, surdi audiunt (2), para mostrar
; que era el Mesías; así, oyendo que en la Iglesia se hacen
tan solemnes milagros, es preciso concluir que vere Do­
minus est in loco isto (3),
. Mas en cuanto á vuestra pretendida iglesia, yo no.
sabría decirle Otra cosa sino que Si potest credere, omnia
possibilta sunt credenti (4), si fuera la verdadera Iglesia
estaría seguida de milagros. Me confesaréis que no es
vuestro oficio hacer milagros ni lanzar á los diáblos; una
vez le salió mal á uno de vuestros maestros, que se qüiso
meter en ello, eso dice Bolseo (5)', lili de mortuis vivos
suscitábant; eso dice Tertuliano (6), isti de vivis mortuos
faciunt. Se ha hecho correr el rumor de que uno de los
vuestros curó una vez á un endemoniado; pero no se dice,
sin embargo, dónde, cuándo, cómo, ni la persona curada,
ni algún testigo cierto. Es fácil á los aprendices de un oficio,
equivocarse en su primer ensayo; con frecuencia sé hacen
correr ciertos ruidos entre vosotros para mantener al
pueblo simple en la espectación; pero no teniejido autor,
no deben tener autoridad; además, que en el lanza­
miento de ún demonio, no hay que mirar tanto á lo que
se hace, como á la manera y forma como se hace; si es
por oraciones legítimas é invocaciones del nombre de
Jesucristo. Después, una golondrina no hace veraino, y
la sucesión perpetua y ordinaria de los milagros es la
que constituye la señal de la verdadera Iglesia, no el

(1) Joann., III, 2.


(2) Matth , XI 4, 5; Luc., VII, 22.
(8) Genes., XXVIII, 16.
(4) Marc,, IX, 22,
<ft) In vila Calvíni, cap. XIII.
(6) De Praes., cap. X X X .
accidente; pero sería combatir con la sombra y el viento,
refutar ese rumor, tan bajo y tan débil, que nadie osa
decir de qué lado ha venido.
Toda la respuesta que he visto entre vosotros en esta
extrema necesidad, es que sé os hace un agravio pidién­
doos milagros, y, efectivamente, eso es burlarse de voS-r
otros, como se burlaría quien pidiese á un veterinario qué
puliese una esmeralda ó un diamante. Por éso no os los
pediré; únicamente os ruego que confeséis francamente
que no habéis hecho vuestro aprendizaje con los Apósto­
les, discípulos, mártires y confesores, que fueróá maestros
en ese oficio.
En cuanto á lo que decís que no tenéis neaiésidad· de
hacer milagros, porque no queréis establecer una ¡fe nue­
va, decidme también: ¿acaso. San Agustín, San Jerónimo,
San, Gregorio, San Ambrosio y los demás predicaron uná
nueva doctrina? ¿Por qué, pues, se hicieron tantos mila­
gros y tan señalados como los que ellos citail? Ciertamen­
te, el Evangelio era entonces recibido en el mundo mejor -
que ahora; habla más excelentes pastores; muchos már­
tires y milagros habían precedido; pero la Iglesia no
dejaba por éso de tener el don de los milagros para ma­
yor esplendor de' la santísima Religión. Que si los mila­
gros hubieran dé cesar en la Iglesia, habrían cesado en
tiempo de Constantino el Grande, cuando el imperio fué
hecho, cristiano y cesaron las pérseciiciones, y el cristia­
nismo quedó bien afirmado; pero en lugar de cesar en­
tonces, se multiplicaron en todas partes. Después de todo,
la doctrina que vosotros predicáis, jamás ha sido anun­
ciada, ni en su conjunto, ni en sus pormenores; vuestros
predecesores heréffifos la predicaron, y vosotros coinci­
dís con cada uno de ellos en algún punto y con ninguno
en todos, lo que haré ver más adelante (1). ¿Dóndé estaba·
vuestra Iglesia hace ochenta años? Acababa de aparecer,
y ya vosotros la llamáis antigua. .
“Es, que — decís vosotros— nosotros no hemos hecho -
iglesia n^va, sino que hemos limpiado y pulido esa vieja
moneda, que habiendo permanecido largó tiempo cubier­
ta de escoria, estaba toda ennegrecida, manchada de
grasa y enmohecida. „ No digáis semejante cosa, yo os lo
ruego, ni que tenéis el metal y ^l..troquel; la fe, los Sacra-
(1) Véase el cap. IT, art. XIII, por haber sido cambiado el orden de asuntos
por d Santo en su última redacción. C f, Parte II, cap. III, art. 11, fin.
mentos, ¿no son acaso ingredientes necesarios para la com­
posición de la Iglesia? ¿Y no lo habéis trastornado todo,
de arriba abajo? Sois, pues, monederos falsos, si no mos­
tráis el derecho que decís tener para acuñar el busto del
Rey en tales troqueles./ Pero no nos detengamos aquí:
¿habéis depurado á la Iglesia? ¿Habéis limpiado esta mo­
neda? Mostradnos, pues, los caracteres que tenía cuándo
vosotros decís que cayó en tierra,y que comenzó á oxidar­
se. “Cayó—decís vosotros—en tiempo de San Gregorio ó
poco después, —Vosotros diréis lo que os parezca, pero en
aquel tiempo t^nía ella el carácter de los milagros, mos­
trádnosle ahora; pues si no nos mostráis muy distin-
•tamentela ipscripción y la imagen dél Rey en vuestra
moneda, y. nosotros os la mostramos en la nuestra, la
nuestra pasará como buena y de ley; la vuestra,icomo
corta y falta, será enviada al contraste. Si queréis repre­
sentar á la Iglesia en la forma que teñía en tiempos de
San Agustín, mostrádnosla, no sólo hablando bien, sino
haciendo bien eri milagros y santas obras, como entonces
Ib hacía. Y si queréis decir que entonces era más nueva
que ahora, os responderé que una tan notable interrupción
corno la que vosotros pretendéis, de novecientos ó mil
años, hace á ésta moneda tan extraña, que si en ella no
se ven en letras grandes los caracteres, la inscripciórfy la
imagen, no la recibiremos j^más. No, no; la Iglesia anti·,
gua füé poderosa en toda sazón,'en la adversidad y en la
prosperidad, en obras y en palabras, como su Esposo; la
vuestra no tiene más qüe la palabrería, sea en la prospe
ridad ó en' la adversidad; á menos, que muestre ahora,
algunos vestigios de la antigua marca, de otro modo jamás
será reconocida como verdadera ifjlesia, ni hija de esta
anciana Madre. Y si quiere jactarse de ello, se la impon­
drá silencio con estas palabras: Si sois htjos de Abrahdn,
haced las obras de Abrahán (l); la.verdadera Iglesia de
los creyentes debe estar siempre seguida de milagros, y
no hay Iglesia, en estos tiempos, que sea seguida dé ellos
más que la nuestra; la nuestra, pues, es la verdadera
Iglesia.

(1> Joann., VIII, 39.


ARTÍCULO VIII .

El éspírtu de profecía debe estar en la verdadera


Iglesia.

La profecía es un gran milagro, que consiste en el


conocimiento cierto que el entendimiento humano tiene
de las cosas sin experiencia ni ningún discurso natural,
po£ la inspiración sobrenatural; y, por tanto, todo lo <^ue
he dicho.de los milagros, en general, debe aplicarse aquí;
pero además de esto, el profeta Joel predijo (l). que en
lós últimos tiempos, es decir, en tiempo de la Iglesia evan­
gélica, como lo interpreta San Pedro (2), nuestro Señor
iderramaría su espíritu sobre toda carne y profetizarán
sus hijos; como nuestro Señor había dicho:ii?stas signos
■seguirán á toáoslos creyentes (3). Luego la profecía debe
estar siempre en la Iglesia donde están los hijos y las
hijas de Dios, y en los qüe derrama Siempre su espíritu
santo. -v
El Angel dice en el Apocalipsis (4) que el testimonio
de. nuestro Señor es el espíritu de profecía; pues ese tes-
tihionio no ha sido solamente dado para los infieles, sino
principalmente para los fieles; según dice San Pablo (5);
¿cómo podréis, pues,’decir .que habiéndolo-dado riuesr
tro Señor una vez á su Iglesia, se lo quitó’"después? El
principal motivo por el que le ha sido concedido, existe
todavía: luego la concesión dura siempre. Añadid', como
ya he dicho de los milagros, que en todas las épocas ha
tenido la Iglesia profetas; nosotros, pues, no podemos
decir que ésta rió sea una de sus propiedades y una
•buena porción de su patrimonio. Cuando] Jesucristo su­
bió á lo alto, llevó cautiva la cautividad; dió dones á los
hombres, y Él mismo dió á unos, ciertamente Após­
toles, y á otros Profetas, y d otros Evangelistas,.y á
otros pastores y doctores (6). El espíritu apostólico, evan­
gélico, pastorál y doctoral está siempre en la Iglesia;

(t) Cap. II, 28, 29.


(2) H cch., II, 17.
(3) Marc , tfU.,17.
(4)· Cap. X IX , 10.
(5) I Cor., X IV , 22.
(6) E ph es., IV, R, ] 1.
¿por qué le habían de arrebatar el espíritu profético,
qué es uno de los perfumes de las vestiduras de, esta
Esposa? (1).| ■

ARTÍCULO IX
i \

La Iglesia católica tiene el espíritu, de profecía,


La pretendida no lo tiene,

Apenas hubo Santos en la Iglesia que no hayan pro­


fetizado. Nombraré únicamente aquí á los más recientes:
San Bernardo, San Francisco, Santo Domingo, San An­
tonio. de Padua, Santa Brígida, Santa Catalina de Sena,
que fueron muy firmes católicos; los Santos de .que. más
arriba he hablado, son de éste número, y en nuéstros tiem­
pos, Gaspar Berceo y Francisco Javifer. No hay entré
nuestros abuelos quien no contara con gran convicción-
alguna profecía de Juan -Bourgeois (2), muchos de .los
cuales le habían visto y oído: El. testimonio de nuestro,
[Señor es el espíritu de profecía (3). ·
Mostradnos ahora :algúno de los vuestros que haya
profetizado para vuestra-iglesia. Sabemos que las sybilas-
fueron como las profetisas de los gentiles, y,"de ellas ha­
blan casi todos los antiguos; Balaán también profetizó (4),'
pero ésto fué para la -verdadera Iglesia; y por tanto su
profecía no autorizaba la Iglesia; en la que se hacía, sino,
aquella para la cual se hacía; con lo cual no niego que
entre los gentiles, hubiera úna verdaderá Iglesia de pocas
gentes que tuvieran:fe en un verdadero Dios, y la obser­
vancia de los Mandamientos naturales en ¡recomendación^
por la gracia divina; testigo Job, en el Antiguo Testa-^
mentó, y el buen Cornelio, con algunos soldados, teme­
rosos de Dios (5), en el Nuévo. Pero ¿dónde están, vues·

,<1) Cánt., IV , 11. "\


• (2) ‘ Un Santo Franciscano dé Myana, que predicó en Faucigny y fundó el con-
ven to de Cluacs. Véase á Fodéré. Narración de los conventos de San Francis-:
co, etc., pág. 833; Grillet, Dic. de Saboya, tom o III, pág. 163, Cf. Memorias y 1
documentos publicados por la Academia Salesianat tomo X I., Clubes y le Fau-
cigny, cap. XII.
(3) A p o c., cap. X IX , 10.
(4) Num., X X II y X X IV :
{b) H ech.t X , 2, 7.
ytros profetas? Y si no los tenéis, creed que no sois del
^cuerpo para cuya edificación les dejó nuestro Señor,
•según el dicho de San Pablo (1) ; así el testimonio de núes-
tro Señor es él espíritu de profecía. Calvino quiso, á lo
•que parece, profetizar en el prefacio de su Catecismo de
Ginebra, pero su. predicción es de tal modo favorable á
la Iglesia católica, que, aun cuando veamos su efecto,
nos contentaremos con tenerle por un'm uy mediano
¿profeta.

í :¡ ARTÍCULO X

i. " La verdadera Iglesia debe practicar la perfección ·


de la vida cristiana.

S v He aquí raras enseñanzas de nuestro Señor y de sus


•Apóstoles. Un joven rico protestaba haber guardado los
^Mandamientos de Dios desde su más tierna juventud;
íiíüestro: Señor, que lo ve todo, mirándole al alma, confir-
íma que era verdad lo.qüe le decía, y, sin embargo, le dió
jest^e'aviso: Uña sola cosa tefalta ¡anda, vende cuanto tte-
:ms ydálo á los pobres y tendrás tesoro en .el cielo, y ven,
sígueme (2). San Pedro riós invita con su ejemplo y el de
isus compañeros: He aquí que nosotros lo heñios dejado
jodo y te hémos_seguÍdo; nuestro Señor insiste .con esta
(solemne promesa: Vosotros queme habéis seguido, esta-j
réis sentados sobre doce sillaspara juagar á las.doce tril
bus de Israel, $ cualquiera que dejase su casa, ó hermanos
ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, Ótierras!
por mi nombre, recibirá ciento por uno y poseerá- la vida
eterna (3). He aquí las palabras, ved ahora el ejemplo:
El Hijo del Hombre ño tiene doqde recueste la-cabeza (4);
se ha hecho del todo pobre para enriquecernos (5); vive
de limosnas, dice Sari Lucas (6): Mulleres aliquae minis-
trábant et defacultatibus suts; en dos salmos. (7); que se
refieren propiamente á su persona, como ló interpretan
(1 ) Ephes.. VI. 11 y 12.
(2) Marc-, X. 17 v 21; Matth., X IX 16y 21.
(8) Matth.. XUC. 27 y 29.
(4) Ibid., VIII. 20.
(8) II Cor.. VIII, 9.
(6) Cap. VIII. 3
(7) Psalm. CVII1, 22; X XX IX , 18.
San Pedro (1) y San Pablo (2), es llamado mendigo; cuan­
do envía á predicar á sus Apóstoles, les enseña: Nequid
tollerent in via nisi virgam tantum, y que no llevasen ni
alforja, niparl, ni dinero en la bolsa, sino solamente un
.bqrd<5n;:.más que cateasen sandalias, y quewo vistiesen
dostúnicas (3). Bien sé que estás enseñanzas no son man-
datós\ábsolutos, aunque el último fuese mandato para un
, tiempó;, así es que no quiero decir sino que son muy
saludáblés consejos y ejemplos.
; . -Yyéd aquí otros semejantes acerca de distinto asunto.
Hayi cástradQS que asi nacieron del vientre de su madre,
y hay,castrados que lo fueron por los hombres,, y hay
casir¿titos que á sí mismos se castraron por amor del'
,Reino· de los cielos. El que puede ser capas, séalo (4).
Qué es ¡lo misino que.había predicbo Isaías (5): Y no diga
el. éumtcóyhe aquí que yo soy un leño seco. Porque eSto
Sicé él Señor á los eunucos: Los que observaren mis sá-,
bádósy abrasaren lo que yo quise, y guardaren mi alian··
:sar-:les/daré lugar en mi casa y en mis muros y mejor
ncmbre el que dan los hijos y las hijas; nombre sem-
pitérnofys daré qfie no perecerá jamás. ¿Quién no ve aquí
quezal Evangelio va unida la profecía? Y en el Apocalip·.
;sis:;(6};;aquellos que cantaban como un cántico nuevo,· que.
ini^günápodía decir, eran los que.no se contaminaron con*
fyujeresf porque son vil·gehés. Éstos siguen al Cordero á-
dojide quiera que vaya. A esto se refieren, las exhortacio-
néSr;dé San Pablo: Bueno seriad un hombre no tocar mu-
jeb $ ).. Digo también á los solteros y á las viudas,, que*
lesees bueno si permanecen así, como también yo (8) .
Cuanto á ias vírgenes, no tengo mandamiento del Señor;
mas'doy consejo, así como quien ha alcanzado m tseru .
cordiá del Señor para ser fiel (9).- He aquí lá razón: El
qu^ésjtá sin mujer está cuidadoso de las cosas que son*
del: Señor, cómo ha de agradar á Dios. Mas el que está,
coñ mpjerestá afanado en las cosas del mundo, como ha
de dar. gusto á su mujer, y anda dividido. Y la mujer sol*!

(15 Hécb., i y 20.


(2) Heb., X, f
(8) Marc., VI, 8 y 9.
(4) Matth., XIX, 12.
(5) Cap . LVI, 3-5.
(6) Cap. XIV, 8,4.
i era y la virgen piensan en. las cosas del Señor, para
ser santa de cuerpo v de alma. Mas la que es casada,
piensa en las cosas que son del mundo, y cómo agradar
aí marido. En verdad esto digo para provecho vuestro;,
no para echaros laso, sino solamente para lo que es hónes-
fo, y qtfe’os dé facultad de orar al Señor sin estorbo (1).
.V más adelante: Y asi el que casa á su virgen hace bien,
y el que no la casa hace mejor (2) Y después, hablando
/dé la viuda: Cásese con quien quiera, con tal qüe sea en
el Señor. Pero será más bienaventurada si permaneciera
iasi, según mi consejo; y pienso que yo también tengo
espíritu de Dios (3). Estas son las instrucciones de nues­
tro Señor y de los Apóstoles, y este el ejemplo de nuestro
Señor, de nuestra Señora, de San Juan Bautista, de San.
Pablo, San Juan y Santiago, que todos vivieron en •virgi­
nidad, y, en el Antiguo Testamento, Elias, Eli seo,i como
han hecho notar los ancianos.
1 Por ultimo, la humildísima obediencia detiuestro Se·:
flor, qué. tan particularmente es notada en el.Evangelio,
no solamente á su Padre (4), á la que estaba obligado,
sino á San José, á su Madre (5), al César, á quién pagó
el tributo (6), y á todas las criaturas en su Pasión por
amor nuestro: Humiliavit semetipsum factus obediens
usque ad mortem, mortem autern crucis (7). .Y la humil­
dad que muestra haber venido á enseñar cuando dice: El
Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para
servir (8). Yo estoy entré vosotros como aquel que sir­
ve (9). ¿Y no son perpetuas repeticiones y exposiciones de
esta dulce lección: Aprended de mí, qüe soy mansoy hu­
milde de coraaón? (10). ¿Y esta otra: Quien en. pos de mi
quiéra venir, niéguese 4 sí mismo y tome su crus cada
.día y sígame? (11). Quien guarda los Mandamientos, re­
nuncia bastante á sí mismo, que bastante es humillarsé
para ser exaltado (12); pero hay, además,'otra, obediencia,
humildad y renuncia de sí mismo á las que el ejemplo y
(1) I Cor., V II, 32-35.
(2) V er. 38.
(3) Vera. 39,40.
(4) Joann., V I, 38.
(5) L u c., 11,51.
(6) Matth., iíV II, Ult.
(7) P h ilip., II. 8.
(8. M atth., X X , 28.
(9) Luc., X X II, 27.
(10» M atth., X I, 29.
(11) L u c . , l k . 23.
(12) Matth., X X III, 12.
las enseñanzas ée nuestro Señor nos invitan. Quiere que
aprendamos de Él la humildad, y se humilló no solamente
á lo que era inferior en tanto que llevó la forma de sier­
vo (1), sino aún á sus mismos inferiores; desea, por lo
tanto, que como Él se abatió, nunca contra.su deber, sino
más allá de su deber, así nosotros obedezcamos volunta­
riamente á todas las criaturas por amor de Él (2); quiere
que renunciemos á nosotros mismos por su ejemplo; pero
renunció Él tan.firmemente á su voluntad, que se sometió
á la misma Cruz, y sirvió á sus discípulos y servidores;
testigo aquel que hallándolo extraordinario decía: Non
lavabis mihi pedes in áeternum (3). ¿Qué nos resta, pues,
sino reconocer en esas palabras y acciones una dulce
invitáción á una sumisión y obediencia voluntaria hacia
aquellos á quien, por otra parte, no tenemos obligación
de obedecer, no apoyándonos, por poco quesea, en nues­
tra propia voluntad y juicio¿ según la advertencia del Sa­
bio (4), sino haciéndonos súbditos y esclavos de Dios y
de los hombres por amor á Dios? Así los Recabitas fueron
. magníficamente alabados por Jeremías (5), porque obe­
decieron á su padre Jonadáb en cosas bien duras y ex­
trañas y que no podía él mandar por carecer de autoridad'
para ello, como era no beber vino ni ellos ni sus allega­
dos,. ni sembrar, ni plantar, ni tener viñas, ni edificar,
Los padres, ciertamente, no pueden atar tan estrecha­
mente las manos de su posteridad, si ésta no consiente en
ello voluntariamente; los recabitas, sin embargo,, fueron
alabados y bendecidos por Dios, como aprobación de eóta
voluntaria obediencia, con la que renunciaron á sí mis-,
mós Con una extraordinaria y más perfecta abnegación.
Dicho estOj entremos en el fondo del asunto. Esos
-ejemplos y enseñanzas tan señalados de pobreza, casti­
dad, negación de sí mismo, ¿á quién se han dejado? Á la
Iglesia. Nuestro Señor lo declara: Qui potest caperé ca-
piat (6). ¿Y quién puede tomarlo? Aquel que tenga el don
de Dios (7), y nadie tiene el don de Dios corrió no lo
pida (8); pero ¿cómo invocarán á aquel en quien no ere-
(1 ) Philip., II, 7.
(2) I P e t r ., 11-13.
(3) Joann., XIII, 8.
(4) Prov.,111,5.
(5) Cap. X X X V .
v(6) Matth., X IX , 12.
O) I Cor.. V III, 7.
(8) Sap., V III, 21.
yeren? ó ¿cómo creerán á aquel que no oyeren? Y ¿cómo
oirán sin predicador? Y ¿cómo -predicarán sino fueren
enviados (1), pues no hay misión para ello fuera .de la
Iglesia? Luego, el Qui potest capere capiat no se refiere
inmediatamente más que á la Iglesia, porque fuera de la
iglesia no tiene aplicación. San Pablo lo enseña más cla­
ramente (2): Hoc— dice— ad utilitatem vestram dico.
Digo esto para vuestro provecho, no para echaros laso,
sino solamente para lo que es honesto y qué os défacultad
de orar al Señor sin estorbo. Y, en efecto, las Escrituras
y ejemplos que se hallan en ellas, no son sino para nues-
•tra utilidad é instrucción (3); la Iglesia, pues, practicó
y,puso por obra estos tan santos avisos de su Esposo; de.
otro modo habría sido en vano y para nada el qué se les.
hubieran dejado y propuesto; por esta razón los supo
tomar para sí y sacar de ellos provecho, y he aquí cómo:
No bien nuestro Señor hubo subido al oielo, cuando
entre los cristianos cada uno vendió sus bienes y depositó
su precio á los pies de los,Apóstoles (4); y San Pedro,
practicando la primera regla, dijo (5): Aurum et argentum
non est mihi. San Felipe tenia cuatro hijas vírgenes (6),
dé las que Eusébio certifica que siempre permanecieron
tajes (7); San Pablo guardó la virginidad ó el celibato (8);
lo mismo hicieron San Juan y Santiago; y, en cuanto á
•San Pablo (9), reprendé7como condenables á ciertas viu­
das jóvenes quae postqúam lascivierint in Christum nu-
bere volunt, hábentes damnationem quia primam fidem
initamfecerünt; el Concilio IV de Cartago (10), en el qué se
halló San Agustín, San Epifanio (11), San Jerónimo (12),
con todo el resto de la ántigtledad, lo interpretan respec­
to-de las viudas que estando llamadas por Dios á f a r ­
dar castidad, rompen sus votos, ligándose en matrimonio
contra la fe que antes habían prometido al celestial Es­
poso. En aquel tiempo, pues, el consejo de los eunucos y
el otro de San Pablo se practicaban en la Iglesia.
.(11 R om ., X , 14, 15.
(2) I C or., V i l, 35.
(8) R om ., X V , 4.
(4) Hech , IV . 34, 35.
(5) Ibid . I l I . 6.
(6) Ib Id., X X . 9.
(7) Hist., I V . cap. X X IV .
(8). I C or-, V II, 7.
(9) I T im ., V . 11, 12.
(10) Crtn.-CIV
(11) De Hacres, L X (, 9 6
(12) A dv. J ovin ., lib. f, 4 13.
. Eusébió de Cesarea cuenta (1) que los Apóstoles insti­
tuyeron dos vidas, una según los Mandamientos, otra
según los consejos; y que así fué, es evidente, pues sobre
el modelo de la perfección que tuvieron y aconsejaron los
Apóstoles, formó la suya una infinidad de cristianos, de
cuyas vidas están llenas las historias. ¿Quién no sabe cuán
admirables son.las narraciones que hizo Philón él Judío
de la vida de los primeros cristianos en Alejandría en el
libro intitulado: De vita supplicum ó Tratado de San
Marcos y sus discípulos? De ella*certifican Eusebio (2),
Nicéforo (3), San Jerónimo (4), y, entre otros, Epifa-
nio (5), que dice que Philón, escribiendo dé los jeessenos
hablaba de los cristianos, que algún tiempo después de la
Ascensión de nuestro Señor, mientras San Marcos pre­
dicaba en Egipto, fueron así llamados, ó á causa de Jessé,
de cuya raza era nuestro Señor, ó á causa del nombre
de Jesús, nombre de su Maestro y que siempre tenían en
la boca; de todos modos, quien vea los libros de Philón,
encontrará en esos jeessenos y therapeutas, curadores ó
servidores una muy perfecta negación de sí mismo, de su
carne y de sus bienes. San Marcial, discípulo de nuestro
Señor, en una epístola que escribió á los tolosanos, cuanta
que, á consecuencia de su predicación, la bienaventurada
Valeria, esposa de un Rey de la tierra, consagró la vir­
ginidad de cuerpo y de espíritu al Rey celestial. San Dio­
nisio, en su Eclesiástica Jerarquía (6), refiere que los
Apóstoles sus maestros llamaban á los Religiosos de su
tiempo t/terapeutas, es decir, servidores 6 adoradores,
por el éspeciál servicio y culto que tributaban á Dios, ó
monjes á causa de la unión con Dios, en la que adelanta­
ban. He aquí la perfección evangélica bien practicada en
aquel primer tiempo de los Apóstoles y sus discípulos, los
que habiéndose trazado este camino del cielo tan recto y
ascendente, á él se elevaron, seguidos de la multitud de
excelentes cristianos.
San Cipriano guardó la continencia y dió todos sus
bienes á los pobres, según lo . refiere Poncio, diácono (7);
otro tanto hicieron San Pablo, primer ermitaño, San An­
(1) Quacstíad Marinuro, Patrol. graeca, tomo X X II, col. t.007.
(2) H istM lib. II, cap. X V I.
(3) Ibid., Id.» cap. X V ,
(.1) De viri3 illustr., caps. VIII, X I.
<5) De Haeres., X X lX , fi§4, 5.
(6) Cap. V I, §§ KJ.
(7) In vita S. C ypr., initio.
tonio, y San Hilarión; testigo SanvAtanasio (1), y San
Jerónimo (2). San Paulino, Obispo de Ñola, testigo San
Ambrosio (3), nacido de ilustre familia en Guyena, quien
dió todos sus bienes á los pobres, y, como descargado de
un pesado fardo, dijo adiós A su patria y á sus parientes;
para servir más atentameiíte-á su Dios, y de cuyo ejem­
plo se sirvió Saii Martín (4) para dejarlo todo é invitar
á otros á la misma perfección. Jorge, Patriarca alejan­
drino, refiere (5) que San Crisóstomo lo dejó todo y se
hizo monje. Poticiano, caballero africano, al volver dé la
corte del Emperador, contó á San Agustín que en Egipto
había un gran número de monasterios y Religiosos, que
manifestaban Una gran mansedumbre y simplicidad en
sus costumbres, y que había un monasterio en Milán,",
fuera de la ciudad, habitado por buen, número de Religio­
sos, que vivían en grande unión y fraternidad, y de los
que San Ambrosio, Obispo de aquel lugar,'era como el
abad; les contó también (6) que cerca de la ciudad de
Tréveris había· un monasterio de buenos Religiosos, y en
él dos cortesanos del Emperador se habían'hecho mon­
jes, y que dos señoritas jóvenes, prometidas de dichos
cortesanos, habiendo sabido la resolución de süs futuros
éspososj consagraron también á Dios su virginidad, y se
retiraron del mundo para vivir en religión, pobreza y
’castidad; es San Agustín qüien hace este relato (7), Pos-
;sidió cuenta otro tanto de sí mismo, y que fundó un Mo­
nasterio (8), lo cual refiere también San Agustín, en una
de sus Epístolas (9). Estos grandes Padres fueron segui­
dos· por San Gregorio,, Damasceno, Bruno, -Romualdo,
Bernardo, Domingo, Francisco, Luis, Antonio, Vicente,
Tomás, Buenaventura, qué todos ellos, habiendo renun­
ciado y dado un eterno ¡adiós! al mundo y á sus pompas,
se ofrecieron1en un perfecto holocausto al Dios vivo.
En conclusión: estas consecuencias me parecen inevi­
tables. Nuestro Señor hizo sentar en sus Escrituras estos
avisos ó consejos de castidad, pobreza y obediencia, los

(1) Ibid. S . A n ton ii., § 2 . '


(2; Ibid. SS. Pauil ct H ilar., initio.
(3) Epist , L V l ll.
(4) S Sulp. S e v ., in vita S. M art., $ 25.
(5) In vita S . Joann. Chrys.
(6) A lypio estaba con Sun A gustín.
. i7) Conf. § V IH , c;ip . V i .
(8j Ir. vita ejus, cc\ps. V y X I .
(9) Epist. CCXT.
practicó lé hizo practicar en su Iglesia naciente; toda la
Escritura y toda la vida de nuestro Señor, no fueron más
que una enseñanza para la Iglesia; la Iglesia, pues, debe
sacar de ella su provecho, y debe ser, por lo tanto, uno
de ios ejercicios de la Iglesia esta castidad, pobreza y
obediencia, ó negación de sí mismo; item, la Iglesia siem­
pre practicó este ejercicio en todos los tiempos y en todas
las circunstancias, y esto constituye una de sus propie­
dades; ¿pero á qué fin tantas exhortaciones, si no hubie­
sen sido practicadas? La verdadera Iglesia, pues, debe
brillar en la perfección de la vida cristiana; sin que se
entienda que cada uno en la Iglesia está obligado á seguir­
la, basta que se encuentre en algunos miembros y .partes
señaladas, á fin de qué nada haya sido escrito y ¿conse­
jado en vano, y que la Iglesia se sirva de todas las piezas
de la Sagrada Escritura.

ARTÍCULO XI

La perfección de la vida evangélica está practicada en


nuestra Iglesia; en la pretendida, está despreciada y
abolida. '

La Iglesia que es al presente, según la voz de su Pas­


tor y Salvador, el, camino trazado por nuestros antepasa­
dos, alaba, aprueba y tiene en mucho la resolución de lps
que se atienen á la práctica de los consejos' evangélicos,
dé los que tiene un gran número. No vacilo en creer que
si vosotros hubiérais examinado las Congregaciones de
los Cartujos, Camaldulenses, Celestinos, Mínimos, Capu­
chinos,. Jesuítas, Teatinos y otras en gran número, en
quienes florece la disciplina religiosa, dudaríais si debe­
ríais llamarlas de ángeles terrestres ó de hombres celes­
tiales, y no, sabríais qué admirar más, si en úna tan gran­
de juventud, una tan.perfecta castidad,, ó entre tanta doc­
trina, una tan profunda humildad, ó entre tanta diversi­
dad, una tan grande fraternidad; y todos ellos, como
abejas celestiales, trabajando en la Iglesia y labrando en
ella la miel del Evangelio con el resto del Cristianismo,
quién por la predicación, quién por las composiciones,
quién por las meditaciones y oraciones, quién por leccio-
ries y disputas, quién por el cuidado de los enfermos, quién·
por lá administración de los Sacramentos bajo la autori­
dad de los Pastores.
¿Quién obscurecerá jamás la gloria de tantos Religio­
sos de todas las órdenes y de tantos sacerdotes seculares-
cómo, dejando voluntariamentesu patria ó, pormejór decir,
su propio mundo, se han expuesto al viento y á la marea
para abordar á las gentes del Nuevo Mundo, á fin de.con­
ducirlas á la verdadera fe y á iluminarlas con la luz evan­
gélica? ¿Quién sin otros emolumentos que una viva con­
fianza en la providencia de Dios y en la salvación de las
almas, corrieron entre los caníbales, canarios; negros^·
brasileños, molucos, japoneses y otras extrañas naciones,
y se han confinado en ellas, desterrándose ellos: mismos
de sus propios países terrestres, á fin de que esos póbres-
.pueblos no fuesen desterrados del Paraíso celestial? Sé que'
algunos ministros han estado allí, pero fueron con emolu­
mentos humanos, y cuando dejaron de tenertos, se volvié-'
i;on sin conseguir nada, porque un mono es siempre un
mono; pero los nuestros han permanecido allí en perpetua;
continencia para fecundar la Iglesia cón aquellas plantas
nuevas; en extrema pobreza para enriquecer á' aquellós'
pueblos con el tráfico evangélico; y allí han. muerto én:
esclavitud para dar á aquel mundo la libertad cristiana.
,;· Y si en lugar de sacar provecho de-estos ejemplos y
confortar vuestros cerebros con la suavidad de tan santo
perfume volvéis los ojos hacia aquellos lugares én qué la-
disciplina monástica está del todo abolida y no hay nada-
completo más que el hábito, me obligaréis á decir que buisf
cáis las cloacas y vertederos y no los jardines y verjelesi
Tódos los buenos católicos lámenjtan lá desdicha de esas
gentes y detestan la negligencia de los pastores y la ambi­
ción de los que se entienden cón feas almas que, queriendo
manejarlo todo y disponer y gobernar; impiden la elección
legítima y el orden de la disciplina para atribuirse el bieri:
temporal de la Iglesia. ¿Pero qué queréis? El Maestro sem­
bró en ella la buéna simiente; pero el énemigo sembró-
sobre ésta la cizaña (l); no obstante la Iglesia, en el Con­
cilio-de Trento, puso orden en todo ello; pero, fué despre­
ciada por aquellos que lo debían poner en'Hejéeuci^p,j.fy
lejos de haber consentido los doctores católicos; feflVesta

a,' M atth., X U I, 24-25.


desdicha, tienen por gran pecado entrar en esos monas­
terios asi desbordados .Judas no impidió el honor del,
orden apostólico, ni Lucifer el dél angélico, ni Nicolás el*
del diaconado; por esta razón esos abominables no deben
impedir el esplendor de tantos devotqs monasterios que la.
Iglesia católica ha conservado en medio de la disolución'
.de nuestro siglo de hierro, á fin da,que ni una sola pala­
bra de sú’Esposo resulte vana y sin ser practicada.
Al contrario, señores; vuestra .pretendida iglesia des­
precia, tanto como puede, todo esto; Calvino, en el li­
bro IV de sus Instituciones (1), no tiende sino á ja aboli­
ción de los .consejos evangélicos. Por lo menos no rhe
podréis mostrar ningún ^propósito ni buena voluntad
entre vosotros, donde hasta cada uno de vuestros minis­
tros se casa, trafica para juntar riquezas ,j nadie reco­
noce, otro superior que el que la fuerza le obliga á. admi­
tir ¡ señal evidente de que esa pretendida iglesia no es.
aquella para quien nuestro Seflor predicó y trazó el cua­
dro de tantos buenos ejemplos, pues si cada cual se casa,
¿á qué ..queda reducido el consejo dé San Pablo, Bonum
est homini mulierem non tangere? (2) . Y si cada cual corre·
tras ehdinero y las posesiones, ¿á aquién se dirigirán las
Palabras de. nuestro Señor.: Nolite thesourizare vobis
■tkesauros in ierra? (3). Y lo otro: Vade, vende ómnia,:da
pauperibus? (4). Y si cada cual quiere gobernar á suvez,
¿dónde se encontrará 1a. prática dé esta solemne senten­
cia: Qui vult venire post me abneget semetipsum? (5). Si.·
vuesitra iglesia, .pues, se. pone en comparación con la,
nuestra, la nuestra será la verdadera Esposa, que ‘prac­
tica todas las palabras de'su Esposo y no deja inactivo;
ni un solo talento de la Escritura; la vuestra será falsa,
porque no escucha la voz del Esposo, antes por el contra­
rio, la desprecia; pues no es razonable que, para acredi­
tar á la vuestra, se convierta en vana la menor sílaba de
la-Escritura, que no dirigiéndose más qué á la verdadera
Iglesia, seria vana é inútil si en la verdadera Iglesia no
se.empleasen todas sus partes.
(1) Cap. XIII.
(2) I Cor V il, 1.
(8) Matth., VI, 19. .
(í| Ibid., XIX, 21.
¡<B) Luc., IX, 23'.
ARTÍCULO X II

De la universalidad 6 catolicismo de la Iglesia.

M ARCA T E R C E R A

Aquel gran Padre Vicente el Lirinés, en su muy útil


Memorial (1), dice que sobre todo, debe tenerse cuidado
de creer “ lo que ha sido creído en todas partes (siempre,
de todos)n (2)............................................... .

como los bribones y farsantes, pues el resto del mundo


nos llamá católicos; y si á esto se añade romano , no es
sino para instruir á los pueblos de la Sede del Obispo;
que es Pastor..general y visible de la Iglesia,' y ya en el-
tiempo de San Ambrosio (3 ), ser romanos de comunión·
no era otra cosa que ser católicos. < '
Pero en lo que toca á vuestra· iglesia, se la llama en
todas partes hugonote, calvinista, zuingliana, herética,
;pretendida, protestante, nueva,ó sacramentaría; vuestra
iglesia no es más que esos nombres, ni esos nombres más
que vuestra-iglesia', porque le son propios; nadie os llama’
católicos, ni apenas lo osáis vosotros mismos. Sé bien
que entre vosotros, vuestras iglesias se ljaman reforma­
das; pero tanto derecho tienen á este nombre las lutera ­
nas, ubiquitistas, anabaptistas, trinitarias y otras deriva­
ciones de.Lütero, y no os lo quitaron jamás. El nombre,
de Religión es común á la' iglesia de los judíos y de los
.cristianos, á la antigua Ley y á la nueva; ti nombre de
católica es el propio de la Iglesia de nuestro Señor; el
nombre de reformada.es una blasfemia contra nuestro
Señor, que tan bien formó y santificó á su Iglesia con su
Sangre, que jamás podrá sufrir otra forma que la de
Esposa toda hermosa (4)-y columna.y firmesa- de la ver·
G (1). Commomt, I, § 2.
(2; L a continuación de cate artículo y el principio dél siguiente fatcanen él
m anuscrito.
(8) V ide lib. De extenu lat., á 47·.
(4) C a n t ,I V » 7 ,
dad (1). Se pueden reformar los pueblos y los individuos;
pero en la Iglesia y Religión que estaba bien formada, la
deformación se llama herejía é irreligión; la tintura de la
Sangre de nuestro Señor, es demasiado viva para tener
necesidad de nuevos colores: vuestra iglesia, pues, quita
su parte á la formación que el Salvador ha hecho en ella.
Pero no puedo menos de deciros lo queBeza, Lutero
y Pedro Mártir entienden acerca de este punto: Pedro
Mártir llama á los luteranos* luteranos, y dice que vos­
otros sois hermanos de ellos; sois, pues, luteranos; 'Lu­
lero os llama sverméricos y sacramentados (2); de Beza,
llama á los luteranos consubstanciadores y químicos (3),.
y sin· embargo, los pone en el número de las iglesias re­
formadas. Hé aquí, pues, los nombres nuevos que esos
reformadores se dan unos á otros; no teniendo, por lo
tanto, vuestra iglesia ni aun el nombre de católica, no po-..
déis-decir, en buena Conciencia, elSímbolo de los Após­
toles, ú os juzgáis á vosotros mismos si al confesar á la
Iglesia católica y universal, persistís en la vuestra, qué
no lo es Y verdaderamente, si San Agustín (4) viviera
hoy, se mantendría en nuestra Iglesia, que desde tiempo,
inmemorial está en posesión del nombre de Católica".

ARTÍCULO XIII r

La verdadera Iglesia debe ser antigua9

La Iglesia i para ser católica, debe ser universal en el -


tiempo, y para ser universal en el tiempo es necesario que.
sea antigua; la antigüedad, por lo tanto, es una propiedad.’
de la . Iglesia, y en comparáción de las herejías debe ser;
más antigua y precedente, porque, como dice muy bien;
Tertuliano (5). la falsedad es una corrupción de la verdad;:
ésta debe pues precederla.; La buena simiente fué sembra­
da antes de que viniera el enemigo que sobresembró la ciza-.
(1 ) I Tim., III. 15.
íl2); In lib. Quod haec verba; etc. ' /
(8) De Cocna Dom.; Apol. pro Jusitiflc.
<4) Vidc lib. contra B pist. Fundament., cap IV» : ..
(6) A p o lo g e t, cap. XLVXI; A d v . Marc., 11b. IV , cap. V .
jifia bastante más tarde ( 1 ); Moisés fué antes que Abirón,
v'Datán y Coré; los ángeles antes que los diablos; Lucifer
/•estuvo en pie el día antes de que cayera en las tinieblas
“.eternas; la privación debe seguir á la forma. San Juan
¿dice de los heréticos: Han salido de nosotros (2); estaban,
¡¿•pues, dentro antes de que,salieran; la salida es la herejía,
gestar dentro la fidelidad. La Iglesia, pues, precede á la
¿herejía; así, las vestiduras de nuestro Señor estuvieron
¿Anteras antes de que las dividiesen (3), y aunque Ismael:
|füé antes que Isaac, esto no-.quiere decir que la falsedad
|sea anterior á la verdad, sino la sombra verdadera del
judaismo anterior al cuerpo del- Cristianismo, como dice.
"San Pablo (4).

| V ARTÍCULO XIV
;V.'<' ?'■ ·"%*■
u. ■.*■·* '
verdadera Iglesia-es muy antigua.— La preteftdidá
totalmente nueva, ' :

Decidihe ahora, yo os lo ruego, cotejad el tiempo y.él·


¡..lugar en que primeramente nuestra Iglesia Compareció?
líen él Evangelio, y él autor y Doctór que la convocó: usaré
Idé.las mismas palabras, de un Doctor y mártir de nuestros
¡tiempos, dignas dé ser bien pesadas. “ Vosotros nos Con1
."fesáis, y no podéis por menos de: hacerlo, que durante un:
; tiempo lá Iglesia Romana fué Santa, Católica y.Apostóli-.
í"Cav es á saber: cuahdó.-tnerecía estas alabanzas del Após-,
;tol: Vuestra fe es divulgada por todo el■mundo (5). Sin·
£cesar hago mención de vosotros ( 6 ). Sé en verdad que cuati-
ido· venga á vosotros vendré: en abundancia de bendición,
del Evangelio de Cristo (7). Todas las Iglesia3 de Cristo
os saludan (8 ). Porque vuestra obediencia es manifiesta d.
todos (9); cuando San Pablo en una prisión libre sembra-
’·"···'■'·_ ‘ ' ’<
' : <l) M a tth ./X III, 24-26.
v(2) IJoann .,111, 19. t
(8; Toann., X IX , 23-24.
(4> H cb r., X , 1.
(6) R om ., 1 ,8 . ■*:
í6)· V e r 9. . . -
(7) Cap. X V , 29. . .■
(8) Cap. X V , 16. 1
<9) R om ., X V I, 19.
ba el Evangelio (1); cuando San Pedro gobernaba á la
Iglesia recogida en Babilonia (2); cuando Clemente, tan
alabado por el Apóstol (3), llevaba en ella el timón; cuan­
do los Césares profanos, como Nerón, Domiciano, Tra-
janó, Antonino, degollaban á los Obispos romanos, y
también cuando Dámaso, Siricio, Anastasio, Inocencio,
llevaban el timón apostólico: y todo esto con el testimonio:
del mismo Calvino (4), que confiesa libremente que ea
aquel tiempo no se habían apartado aún de la Doctrina
evangélica. Y sentado esto, decidme: ¿cuándo perdió
Roma esta fe tan celebrada? ¿Cuándo cesó de ser lo que:
antes era? ¿En qué época, bajo qué Obispo, por qué me-;
dio, 'por qué fuerza, por qué progreso, la Religión extraña:
se apoderó de la ciudad y de todo el mundo? ¿Qué voces,
qué turbaciones, qué lamentos engendró? ¿Acaso todo
dormía en el mundo, mientras Roma, Roma digo,:forjaba
nuevos Sacramentos, nuevos sacrificios y nuevas doctri­
nas? ¿Es que no se encuentra un sólo historiador, ni grie­
go, ni latino, ni nacional, ni extranjero, que haya puesto
6 dejado en sus .coméntanos ó memorias algunas señales
de una cosa tan grande?
Ciertamente, caso extraordinario sería que los histo­
riadores., tan minuciosos en referir Hasta las menores
mudanzas en ciudades y pueblos, hubieran olvidado la
más notable de todás las que pueden hacerse, como son
las de Religión, en la ciudad y provincia· más-seflaladáí
del mundo, que es Roma é Italia. Yo os lo ruego, señores,
si sabéis, cuándo comenzó en nuestra Iglesia el error
supuesto, decídnoslo francamente, pues es cosa cierta
que, como declara San. Jerónimo (*5): Haereses ad orig¿-
nem révocasse, refutasse est. Rémontémos el curso de las
historias hasta el pie de la Cruz, miremos acá y allá, y
no veremos jamás en época alguna que esta Iglesia cató­
lica haya mudado de faz, pues siempre ha sido la misma
en doctrina y en Sacramentos. ,
Nosotros no tenemos necesidad contra vosotros, en
este punto, de otros testigos que.de los ojos de nuestros
padres y abuelos, para decir cuándo comenzó vuestra
iglesia. El año 1517 comenzó Lutero su tragedia, el año
(!)
éO\ tHech.
D-«.- ült-,
*r «<30-81.
» II Tlm.,’ II,y9.
(8) Philip., IV , 3 .‘
(4) Just., IV* cap. VI. 5 16.
(5) A dv. Luclf. T9 28; quo&d sensum.
34.y 35 se representó por acá un acto, Zuinglio y Calvino:
fjueron los dos principales personajes. ¿Queréis que yo
cuente por qué modo, por qué sucesos y acciones, por qué
fuerzas y violencias, se apoderó esta reforma de Berna,
Ginebra, Lausana y otras ciudades, y qué trastornos y
lamentaciones engendró? Á vosotros no os causaría pla­
cer este relato, lo vemos y lo sentimos; pero en una pala-
bra, vuestra1 iglesia no tiene ochenta años, su autor es
Galvino; sus efectos, la desgracia de nuestra época! Y si
queréis hacerla más antigua, decidnos dónde estaba antes
de ese tiempo: no digáis que existía, pero invisible, por­
que si no se la veía, ¿quién puede saber que existía? Esto
sin contar con queLutero os contradice (l), pues confiesa1
que en un principio estuvo solo.
: Además, si Tertuliano decía ya de su tiempo que los
católicos rechazaban á los herejes por su posterioridad y
novedad, cuando la misma Iglesia estaba en la adolescen­
cia (Solevnus—-decía (2)—haereticós, compendrigratia, de
postefioritate praescribére), ¿con cuánto más motivo po­
dremos decirlo nosotros ahora? Por tanto, si una de las
dos iglesias debe ser la verdadera; ese título permanece­
rá en la nuestra, que es muy antigua, y ávuestra novedad,
el infame nombre de herejía.-·
‘ ['•.i, ·· ' ' ·'■

• ARTÍCULO XV

La verdadera Iglesia.debe ser perpetua (3)

Aunque la Iglesia fuese antigua, no sería universal en


el tiempo si hubiese desaparecido durante alguna época.
La herejía de los nicolaitas es antigua, pero no universal,·
pues: duró muy poco, y como borrasca que amenaza que­
rer desaguar el mar y concluye por deshacerse en sí-
misma, así todas las herejías/ por antiguas que hayan
sido, se han desvanecido; pero la Iglesia dura perpetua­
mente. ;
¿Quién ignora la palabra dé nuestro Señor (4): Y si yo

(1) Jft opuse. Contra haeresinm innov.


(2) A d v . H erm oy., cap. 1.
(3) C f. cap., II. art. til.
(4) Joann., X II, 32.
fuere aleado de la tierra, todo lo atraeré á . mi mismo?
¿No fué alzado en la Cruz? ¿Cómo, pues, iba á dejar á la:
Iglesia que había atraído á sí, tomar una falsa ruta? ¿Cómo;
había de abandonar esta presa que le había costado tan
¿ara? El diablo, príncipe del mundo, ¿había sido echa­
do (1) con el santo leño de la Cruz por un período de tiem­
po de trescientos ó cuatrocientos, años? ¿Queréis, debilitar
de esta suerte la fuerza de lá Cruz? ¿Queréis dividir tan inl·
duámente á nuestro Señor y.poner una alternativa entre;
El y el diablo?.En verdad, cuando el fuerte armado guar­
da su atrio, en pas están todas las cosas que posee. Más
si sobreviniendo otro másfuerte que él, le venciere, le qui-¡
tará todas sus armas en que fiara, y. repartirá sus despo­
jos (2). ¿Ignoráis acaso, que nuestro Señor compró la
Iglesia con su Sangre? (3) ¿Quién podrá arrebatársela
quitándosela de entre las manos? Quizá digáis que puede'
guardarla, pero que no quiere: es, pues, á su providencia :
á quien acusais.
Dios ha dado dones á los hombres, Apóstoles, Profe­
tas,' Evangelistas, pastores, doctores, para la consuma-·
ción de los santos en la obra, del ministerio para la edi­
ficación del cuerpo de Cristo (4). La consumación de los:
santos, ¿estaba ya hecha hace mil y cien años? ¿Estaba;
acabada la.edificación;del'cuerpo místico de núesti o Se·,
flor, que es la Iglesia? ó cesáis.de llamaros edificadores,
ó decís que no; y si no ¡estaba acabada, ¿por qué hacéis á
la bondad de Dios el agravio de decir que ha quitado y
arrebatado á ·los hombres lo que les había dado? Los do­
nes y gracias de Dios son sin penitencia (p), és decir,
no los da para quitarlos. Su divina providencia conserva
perpetuamente la generación del menor pajarillo del mun­
do: ¿cómo, decidme, habrá de abandonar á la Iglesia, qué
lp costó toda su Sangre y tantas penas y trabajos?· Dios
sacó á Israel del Egipto, dé los desiertos, del mar Rojo,
de las calamidades y cautividades: ¿cómo hemos decreér
que haya dejado al Cristianismo en la incredulidad? Si
tanto amó á sUÁgar’, ¿cómo ha de despreciar á Sara? ’
Es de la Iglesia de quien canta ti Salmista: Dios la
[fundó en. eternidad (1); su trono (habla de la Iglesia;
Trono del Mesías) será como el sol delante de mi, y comó
lik luna perfecta en eternidad,y el testigofiel en el cielo (2).
Y haré que su linaje subsista por todos los siglos (3)i
Daniel la llama (4): Reino que no será jamás destruido;
;el ángel dice á nuestra Señora que este reino no tendrá
fin (5); Isaías dice de nuestro Señor (6): Si ofreciere su
Jalma por el pecado verá una descendencia muy duradera;
y én otro lugar (7): Haré con ellos una aliansaperpetua;
Jos que los vieren, los conocerán.
¿Y no es nuestro Señor quién hablando dé la Iglesia
.ha dicho que las puertas del infierno, no prevalecerán
contra .fila (8) y quien prometió á sus Apóstoles, por
pellos y sus sucesores: Y mirad que yo estoy con vosotros
hasta la consumación de los siglos? (9). Si este consejo—
¿dice Gámaliel—ó ésta obra viene de los hombres, se des-
Canecerá. Mas si viene de Dios, no lapodréisdeshacer (10) i
La Iglesia es obra de Dios; ¿quién, pues, ta disolverá?
Dejadlos, ciegos son y guias de ciegos, pues toda planta
:que no plantó mi Padre celestial, arrancada será dé
ráis (11); pero lá Iglesia ha sido plantada por Dios, y no
puede ser arrancada.
; ' Sán Pablo dice (12) que cada uno en su orden’, las pri­
micias de Cristo, después los que son de Cristo, luego
será el fin , y nada hay entre los qué· son de Cristo y eí
fin; y por lo tanto, la Iglesia· debe durar hasta el fin. Era*
’preciso que nuestro Señor reinase en medio de sus enemi­
gos hasta que pusiera bajo sus pies y sujetase d todos
sus adversarios (13). ¿Y cuándo los sujetará á.todos sino;
éh el día del juicio? Pero hasta entonces es preciso que
reine entre sus enemigos; ¿y dónde están sus enemigos
sino aquí abajo? ¿Y dónde reina Él sino en su Iglesia?
. Si esta Esposa hubiera miierto después que recibió la
vida del Costado de su^Esposo, dormido sobre la Cruz,

(!) Psalm . X L V II, 8.


(2) Psalm. L X X X V 1 II, 37
(8) V er. 30.
(4) -Cap. II. 44,
(B) Luc., I. 33.
(6) Cap. L U I, 10.
(7) Cap. L X I, 8, 9.
(8) M a tth ., X V I, 18.
(9) Matth., X X V III» 20.
101 H cch ., V , 38, 39.
(11) M atth., X V , !S, 14.
(12) I Cor*. X V , 23, 24.
(13) Psalm,. CIX> 1, 2; I C or., X X , 25.
si hubiese muerto, digo, ¿quién la habría resucitado? La
resurrección de un muerto no es menor milagro qué lá
creación: en la creaciónDios dijo: Hágase, yfu é hecho(Y)·,
inspiró en su rostro soplo de vida (2), y tan pronto como
lo inspiró, el hombre comenzó á respirar; pero Dios, al
querer reformar al hombre ( empleó treinta y tres años,
sudó sangre y agua y murió en lá obra. Quien diga, pues,
que la Iglesia estaba muerta y perdida, acusa á la provi­
dencia del Salvador; quien de ella se llame reformador ó
restaurador, como Bezá llama á Gal vino, Lutero y los
demás, se atribuye el honor debido á Jesucristo y se hace
más que apó6tol. Nuestro Señor puso el fuego dé su caridad
en el mundo (3); los Apóstoles, con el soplo de sus predi­
caciones, lo extendieron é hicieron correr por el universo:
se dice que estaba extinguido por el agua de la ignoran­
cia .y la superstición; ¿quién podrá encenderle de nuevo i·
El soplo.no sirve para nada; sería preciso., por lo tanto,
poder golpear de nuevo con los clavos y la lanza en Jesu­
cristo, piedra viva, para hacer salir de ella un nuevo
fuego, á menos que se quiera poner á Lutero y Calvino
por piedra angular del edificio eclesiástico^ “ ¡Oh voz
impudente—dice San Agustín contra'los donatistas (4).—
Que la Iglesia no sea porque tú no estás en ella.„ “No, no
—dice San Bernardo (5),—los torrentes han venido, los
vientos han soplado (6) y la han combatido; ella no ha
caído porque estaba fundada sobre la piedra, y Xapiedra
era Jesucristo (7).
¡Qué! ¿Todos nuestros antepasados se habrán conde-
dado! Indudablemente si la Iglesia hubiera perecido,
pues fuera de la Iglesia no hay salvación. ¡Qué desdicha!
Nuestros antepasados sufrieron tanto para conservarnos
la herencia del Evangelio, y ahora ¡se burlan de ellos y
les tienen por locos é insensatos!
“¿Qué nos decísde nuevo?—exclama San Agustín (8).-r·
¿Sérá preciso sembrar de nuevo la buena semilla, porque
desde que se sembró, crece hasta la siega? (9). Porque si

(1 ) Psalm. CXLVIII, 5.
(2) Genes., II, 7.
(3) L u c,, X II, 49·
(4) In Psalm. CI. Sermo TI, 6 7.
(5) ferin o L X X X IX , in Cant,
(6) Matih., VII, 25. s
(7) I Cor., bt. 4. '
(8) De unlt. E ccl., cap. X V II
(9) M atth., XIII, 30.
vosotros decís que la que sembraron los Apóstoles, está
totalmente perdida, os responderemos: leednos esto en las
Santas Escrituras, y no lo leeréis jamás, como no hagáis
falso lo que está escrito, de que la simiente que fué sem­
brada en el principio crecerá hasta el tiempo de. la siega. „
Y la buena simiente son ios hijos del reino. Y la cizaña
Son los hijos de ¡a iniquidad. Y la siega es la consuma·
xión del siglo (l). No digáis, pues, que la buena semilla
está abolida ó ahogada, porque ella crece hasta el fin
del mundo. La Iglesia ;2), por lo tanto, no fué abolida
cuando Adán y Eva pecaron; pues no eran la Iglesia, sino
¿1 principio dfe Iglesia; además de que no pecaron en la
doctrina y creencia, sino en el hecho.
Ni cuando Áarón levantó el becerro de oro (3); pues
Aarón no era todavía soberano Pontífice ni jefe del pue­
blo, pues lo era Moisés, que no idolatró, ni tampoco la
.tribu de Leví que se unió -á Moisés.
Ni cuando Elias se lamentaba de estar solo (4), pues
no hablaba más que de Israel, y Judá era la mejor y prin­
cipal parte de la Iglesia; y lo que dijo no es más que una;
manera de hablar para expresar mejor la justicia de su.
queja, sin contar con que tenía aún siete mil hombres,
qtie no se habían entregado todavía á la idolatría (5). Que
esas son únicamente ciertas expresiones y demostracio­
nes vehementes, acostumbradas en las profecías que no
deben tomarse sino en general para un gran desborda­
miento, como cuando David decía (6): Non est.qui faciat
bonum, y San Pabló (7). Omnes quaerum quaé sua sunt.
, , Ni aquello de que es preciso que la separación y la
ápostasía vengan (8) antes de que el sacrificio cese (9), y
qúe Con gran pena el Hijo del hombre hallara fe en la
tierra (10); pues todo esto se verificará en los tres aflos y
medio que reinará el Anticristo, durante los teuales, sin
embargo, la Iglesia no perecerá, sino que ser^ alimenta­
da en las soledádes y desiertos, como dice la Escri­
tura (11).
. (1) Matth., XIII, 38,39.
I (2) Cf. cap. II, a rt. IV .
X\(3) V id c cosa.supra, pá g. 66.
? (4) l I I R e f f . 'X I X 'H .
(5) V er , 18.
<6j Psalm ., X II!, 4.
(7) Ph ilip., 11, 21.
(8) II T h css., II, 3.
(9) D an., X I I , U.
(10) L iic., XVIJI. 8.
(11) V id c cosa supra, pág. 68.
ARTÍCULO XVI

Nuestra Iglesia es perpetua; la pretendida no lo es.

Os diré, como más arriba he dicho (1): mostradme


üna decena de años, desde que nuestro Señor subió al
cielo, en la que nuestra Iglesia no haya existido: lo que
os impide decir cuándo ha comenzado nuestra-Iglesia, es
que ha durado siempre. Y si queréis esclarecer la buena
fe de esto, Sanderus en su Visible Monarquía, y Gilberto
Genebrard en su Cronología, os suministrarán=bastante
luz, y sobre todo, el docto César Baronio, en sus Anales.
Y si no queréis desde luego abandonar los libros de vues­
tros maestros, y no tenéis los ojos cegados por un exceso
.de pasión, si examináis atentamente las Centurias, de
Magdéburgo, no veréis en todas ellas otra cosa que las
acciones de los católicos; pues dice muy bien un docto de
nuestro tiempo (2): “Si no los hubiesen recogido allí, hu-'
biesen dejado mil y-quinientos años sin historia. „ Ya
diré algo,de esto más adelante (3).
En cuanto á vuestra iglesia, supongamos esta gran
mentira por verdad, ..que haya existido én tiempo de los
Apóstoles, aun así nó'será, sin embargó, la Iglesia Católica;,
porque la católica debe ser Universal en tiempo, debe pues ;
durar siempre;'pero decidme, ¿dónde estaba vuestra igle­
sia hace ciento, doscientos, trescientos años? No lo sabréis
decir, pues no existía; no es, pues, la verdadera Iglesia.
Existía, se me dirá quizá, pero desconocida. iBondad de
Dios! ¿Quién no dirá lo mismo? Los adamitas, los ana­
baptistas, todos entrarán en este discurso; ya he demos­
trado (4) que la Iglesia militante no es invisible; he de­
mostrado también (5) que es universal,en el tiempo, y.
voy á demostrar que no puede ser desconocida.

(í) A rt. X IV .
(2) B. Edm. Campión, ubi supra, art. X IV . v
(3) A rts. X V III, X X .
(4) Cap. U, art. L
(5> A rt. prcccd.
ARTÍCULO XVII

La verdadera Iglesia debe ser universal en lugares *


' y en personas {lj.

Los antiguos decían sabiamente que saberbien la dife­


rencia de los tiempos era un buen medio dé entender bien
las Escrituras, y por no hacerío así, los judíos yerran
entendiendo del primer advenimiento del Mesías lo que
con gran frecuenciá se. dice.dél segundo, y los· ministros
yerran más torpemente'todavía cuándo quieren hacer á
.la=Iglesia de San Gregorio tal cómo debe ser en tiempos
del Anticristo. Ellos ajustan á éste patrón lo. qu|e está?
escrito en el· Apocalipsis (2) acerca de qué la mujer se
ocultárá en la soledad, de lo que loman ocasión para,
decir que la Iglesia.ha estado oculta y secreta hasta que
¡se manifestó en Lutero. y sus aláteres. ¿Pero quién· no ve
\q.ue éste ,pasaje no se refiere más que al .fin del mundo y
■á la persecución del· Anticristo, estando allí expresamen-
■te.determinado el tiempo de tres aflos y medio y támbién
'/en«;Daniel> (3) ¿Quién querrá, pues, por medió de cual­
quier .glosa extender’ ese' tiémpó que la Escritura ha deter­
minado, contradecir; aí Seflór· que dice qué más bien'
(s.er¿ abreviado -por amor¿á los elegidos? (4). ¿Cómo sé
atreven á dar á esta Escritura una interpretación tan.
contraria á sus.propias circunstancias? Por elcontrario,
/la Iglesia de quién se dice que és semejante al sol, d la
iluhaf ál arco iris (5), á una Reina (6), á una montaña tan
grande, como el mundo \7), no puede estar secreta ni’
oculta, sino que debe ser universal en su extensión.
5 Me contentaré con presentar el testimonio de,dos de
los más grandes Doctores qué, han existido. David había
ídicho: Él Señor es grande y mucho más alabado en la>
ciudad de nuestro Dios ¿en* la santa montaña dé ésta. “Es
la ciudad^—dice San Agustín (8)—sentada, sobre: ,1a món-
t/· .■ ‘ r · ·"'
¿ : (t)i: Cfr cap. II·,-art, 5.
•;· <2y Cap. XII, 6,14.
:/ (8)' Cap. XII-,7*'
C4>,.( M a tth ., jCXIV, 22.
(5) Psalra., L X X X V III, 37.
(6) P 8 a lm .,X L IV , 10,14.
• (7) Dan., II, 85.
^ ¿8) V id c loca aupra.
taña, que no puede estar oculta; es la lámpara que no pue­
de estar cubierta bajo el celemín, conocida y celebrada
por todos,' pues de ella se dice: & mónte de Sión está
fondado con grande alegría del universo.^ Y en. efecto,
nuestro Señor, qué dijo que nadie enciende la lámpara
para cubrirla bajo un celemín, ¿cómo habría de haber
puesto tantas lumbreras como, existen en la Iglesia para
cubrirlas y ocultarlas en ciertos rincones? “ He aquí el
monté, que llena el universo; he aquí la ciudad que no se
puede. ocultar. Los donatistas encuentran el monte, y
cuando^se les dice:—Subid.—-No es una montaña,—con­
testan, y antes chocan en ella con la. cabeza que buscar
allí una morada. Isaías,, que se leyó ; ayer, exclama: Ha­
brá en los últimos días un monte preparado sobre la cima
de las montañas, casa del Señor donde irán entrando
todas las gentes. ¿Qué hay más visible que una montaña?
Y sin embargo hay montes desconocidos, porque están
asentados en un rincón de tierra. ¿Quién de vosotros co­
noce el Olimpo? Nadie, ciertamente, ni más ni menos que
los habitantes de éste, no sábéri que existe nuestro mon­
te Chidábbo; esos montes están retirados en diferentes
cuarteles; pero el monte de Isaías no es lo mismo, pues
ha llenado toda la faz de la tierra. 'L·a piedra tallada, dél·
monte sin obra manual. ¿No es' Jesucristo descendido dé
la raza de los judíos sin obra dé inatrimonio? Y esa pie:
dra, ¿no hace fracasar todos los Reinos de la tierra, es·
decir, todas las dominaciones de los ídolos y demonios?
¿No ha Crecido hasta llenar el mundo? Es de ese mónte,
pues, del que sé ha dicho preparado sobre la cima de los_
ntóntés; es un monte elevado sobre la cumbre de los mon*r
tes, y .todas las gentes irán á él. ¿Quién se pierde y se
apártá de este monte? ¿Quién choca y se rompe la cabeza
contra él? ¿Quién no conoce la ciudad puesta sobre el mon­
te? Pero nó, no os maravilléis de que sea desconocido
para aquéllos que odian á sus hermanos, que odian á la
Iglesia j :püés como caminan en tinieblas y no .saben por
dónde van, sé han separado del resto del universo: son
ciegos del mal talento. n Es Sán Agustín quien así habla.
Ahora oid á San Jerónimo hablando á un cismático
:onvertido (1): “Me regocijo contigo—dice,—y doy gra­
das ó Jesucristo mi Dios por haberte reducido dé buena
i
(1) Vid« loca aupra.
voluntad, desde el ardor de la falsedad al gusto de todo
el mundo; no diciendo ya como algunos: ¡Oh Señor, sal­
vadme porque ya no se halla un hombre de bien!, la voz de
los cuales, siendo impía, desnuda y envilece la gloria de
la Cruz, sujeta al Hijo de Dios al diablo, y la queja que ha
sido proferida de todos los pecadores, la aplica á todos los
hombres. Pero ya no acontece que Dios haya muerto por
nada, el poderoso está ligadoy vencido, la palabra del-Pa­
dre está cumplida. Pídeme y te daré las gentes por heren­
cia y los límites de la tierra para tu posesión. ¿Dónde
están, yo os lo ruego, aquellas gentes demasiado religio­
sas, ó más bien, demasiado profanas, que hacen más sina­
gogas qué iglesias? ¿Cómo serán destruidas las ciudades
del diablo, y cómo serán abatidos los ídolos? Si nuestro
Sefior no ha tenido Iglesia, ó si sólo la ha tenido en Cer-
defla, ciertamente está demasiado empobrecido. ¡Áh! Si
Satanás posee una vez el mundo, ¿cómo habrán sido los
trofeos de la Cruz, así acogidos y constreñidos en un rin­
cón de todo el mundo?n
¿Y qué diría ese gran personaje si viviera ahora? ¿No
cs.esto envilecer el trofeo .de nuestro Señor? El Padre ce·
lestial, por la grande humillación y .anonadamiento que
su Hijo sufrió en el árbol de la Cruz, hizo ,su nombre tan
glorioso, que toda rodilla debió doblarse en su reveren­
cia (1), y porque: había entregado su vida á la muerte,
estando puesto en el rango de los malvados (2) y ladro­
nes, tuvo en herencia multitud de gentes; pero éstos que
no toman tanto las pasiones del Crucifijo, arrebatando su
porción á las genéraciones de mil años, hasta sostener
que apenas durante ese tiempo ha tenido algunos servi-
dorés secretos, no serán en último término, más que
hipócritas y malvados; pero yo me dirijo á vosotros, jo k
antepasados nuestros! que llevábais el nombre de cristia­
nos, y que habéis estado en la verdadera Iglesia: ó teníais
la fe, ó no la teníais; si no la teníais, joh miserables! es­
táis condenados (3); y si la teníais, ¿cómo no habéis deja­
do de ella memoria y no os opusisteis, á la impiedad? ¿No
sabíais que Dios ha recomendado su prójimo á cada
uno (4), y que se cree por la justicia, pero quien quiera

(1) Philip., II, 8-10.


(3) Isa.. L u í, 12.
(8) Mure.. XVI, 16.
(4) Eccles., XVII, 12; Luc XII, 8.
obtener la salvación es necesario que baga la confesión
de su fe? (1). .¿Y cómo podríais decir he creído y por to
tatito he hablado? (2). Sois, pues, miserables que teniendo
tan hermoso talento lo habéis escondido en la tierra. Mas,
por el contrario, ¡oh Calvino y Lutero! si la verdadera
fe ha sido siempre publicada por la antigüedad, vosotros
mismos ¿ois los miserables, qué por hallar alguna excusa
á vuestras fantasías, acusáis á todos los antiguos ó de
impiedad si creyeron mal, ó de cobardía si se callaron.

ARTÍCULO XVIII

La Iglesia católica es universal en lugares y . en perso?


ñas.—La pretendida no lo es.

La universalidad de la Iglesia no requiere que todas


las provincias reciban de una vez el Evangelio, basta que
lo reciban una después de otra; de. tal modo, sin embár-'
go, que se vea siempre á la Iglesia y qué se conozca qué
es ella misma la que ha existido en todo el mundo ó en la
mayor parte de él, á-fin de que se pueda decir: Venite
ascendamus ad montem Domini (3). Pues la Iglesia será»
como el sol, dice el Salmo. (4), y el sol no alumbra siem­
pre igualmente en todas las comarcas, basta que al cabo
del año nemo est qui se abscondat. a calore ejus (5); así
bastará que al fin del siglo la predicción de Nuestro Señor
se realice, que había de predicar ett^u nombre penitencia
d remisión de los pecados á todaslas naciones comen­
zando de Jerusalén (6);
Pues la Iglesia, en tiempo de: los Apóstoles, extendió
por todas partes sus ramas cargadas del fruto del Evan-,
gielio, testigo San Pablo (7); otro tánto dice de ella San
Xreneo. en su tiempo (8); que habla de la Iglesia romana y.
Papal á la que quiere qüe todo el resto de la Iglesia se
reduzca “ por su más poderoso, principado,,. Próspero
habla de nuestra Iglesia, no de la vuestra cuando dice (9):
(1) Rom., X, 10.
(2) Paalm. CXV, 1.
(3) Isa., II, 3.
(4) PBalm .,LXXXVni,37. J
(5) Psalm., XVIII, 7.
;f>) L ücm nltM47.
(7) Coios., I, 6. ^
(8) Supra. art. IV.
(9) Carmen de Ingratia. Para. 1.a lin., 4042. Vtfanae las notas preparatorias
P or el honor pastoral, Roma, sede de Pedro,
es jefe del universo; lo que no tiene por guerra,
ó por armas reducido á sujeción,
lo ha adquirido por la religión;

pues ya véis bien que habla de la Iglesia que reconoce al


Papa de Roma por jefe, En tiempo de San Gregorio ha­
bía en todas pártes católicos, y así. puede verse por las
•epístolas que escribió á los Obispos de casi todas las na­
ciones. En tiempo de Graciano, Valentiniano y, Justinia-
no, había en todas partes católicos romanos, como puede
verse por sus leyes. San Bernardo dice otro tanto de su
tiempo (1); y bien sabéis vosotros lo que sucedía en tiem­
pos de Godofrédo de Bouillón. Después, la misma .Iglesia
ha llegado á nuestra época, y siempre romana y ¡Papal,
de modo que aunque nuestra Iglesia fuera mucho menor
de lo que es, no dejaríade ser muy católica, porqüe és la
misma romana que ha sido, y que ha poseído en todo el
mundo naciones y pueblos innumerables. Pero aún se
baila extendida por toda la tierra, en Transilvania, Po­
lonia, Hungríá, Bohemia y toda la Alemania, en Francia,
eii Italia, en Eslavonia, en Candía, en España, Portu­
gal, Sicilia, Malta,'.Córcega, en Grecia, en Armenia,
«n Siria, y en todas partes: ¿pondré aquí en cuenta las
Indias Orientales y Occidentales? Quien quiera ver de
todo esto un resumen, preciso sería que se hallase en
un Capítulo ó Asamblea general de los Religiosos de San
Francisco, llamados observantes; vería acudir de todos
los ámbitos del mundo, antiguo y nuevo, Religiosos á la
obediencia de un simple, vil y abyecto; estos solos le pa-
: récérian bastantes para cohfirmaresta parte de la profecía
de Malaquias (2): fn onini loco sácrificatur nomini meo.
Por ¿1 contrario, señores, los pretendidos no pasan
los Alpes de nuestro lado, ni los Pirineos del lado de.Es-
„paña; la Grecia no os conoce; las otras -tres partes dél
. mundo no saben que existís, y jamás han oído hablar de
cristianos sin sacrificio, sin altar, sin sacerdocio, sin jefe,
sin Cruz, como vosotros lo sois; en Alemania, vuestros
-compañeros luteranos, brencianos, anabaptistas, trinita­
rios, roen vuestra porción; en Inglaterra, los puritanos;
en Francia, los libertinos; ¿cómo, pues, os atrevéis á per­
sistir en vuestra obstinación dé vivir apartados de todo
(t) Vide ¡n ejus vita. Patrol. lat., tom. C L X X X V , co l. 294. .
(2) Cap., I, U .
el mundo á guisa de luciferianos y donatistas? Os diré,
como decía San Agustín á uno de vuestros semejantes (1):
dignaos, os lo ruego, instruirnos acerca de este punto.
¿Cómo puede ser que nuestro Señor haya.perdido á su
Iglesia en todo el mundo, y que haya comenzado á no
tenerla más que en. vosotros solamente? Ciertamente, em­
pobrecéis demasiado á nuestro Señor, dice San Jeróni­
mo (2); Y si es que decís que vuestra Iglesia ha sido ya
católica en tiempo de los Apóstoles, mostradnos, pues,
que existía en aquel tiempo, pues todas las sectas dirán;
de sí lo mismo; ¿cómo ingertáis vosotros ese pequeño
botón de religión supuesta en áquel santo y antiguo tallo?
Haced que vuestra iglesia llegué por una- continuación·
perpetua á la Iglesia primitiva, pues si ambas tío se tocan,
¿cómo sacarán ambas el jugo, una de otra? Pero esto no lo
haréis jamás. Y por esto no estaréis nunca, si no os sotrie-
téis á la obediencia de la Católica; no estaréis nunca,,
repito, con lós que cantaron:. Redimiste nos in.sanguine
tuo, ex ómtti tribu, et lingua, et populo, et nationey et
feciste nos Deo nostro regnum(3).

ARTÍCULO XIX
i

La verdadera Iglesia debe ser. fecunda,

Quizá diréis, por último, que de áqüi en adelánte


vuestra Iglesia extenderá sus alas y se hará-católica por
la sucesión del tiempo. Pero eso sería hablar á la ventu­
ra; pues si los Agustino, Crisóstomo, Ambrosio, Cipriano,.
Gregorio y todo el resto del lucido ejército de excelentes
pastores, no hubiesén sabido hacer de .modo que la- Igle­
sia no diera de narices en tierra poco después, como
dicen Cálvino, Lutero y los demás, ¿qué apariencia ha­
bría de que se fortificase ahora, bajo el cargo de vuestros^
ministros, que ni en santidad ni en doctrina tienen coin*.
paración con aquéllos? Si la Iglesia en la primavera, jes-
(1) DetínU.EccI., cap. XVII. ''
(2) S o p ra , a rt; 17.
(3) Apoc., V, 9-10.
tío y otoño, no hubiese fructificado, ¿cómo queréis que
en su invierno se recojan de ella frutos? Si én su adoles­
cencia no anduvo, ¿cómo.queréis que corra en su vejez?
. Pero aún diré más. Vuestra iglesia no solamente no
es católica (1), sino que no puede serlo, n o teniendo iá
fuerza ni la virtud de producir hijos, sino solamente ía de
robar los polluelos de otro, como hace la perdiz; y, sin
embargo, úna de las propiedades de la Iglesia é¿ la de
ser fecunda, y por esto, entré Otros nombres, le ha sido
dado el de ;paloma (2); y si su Esposo cuando quiere ben­
decir á un hombre, hace á su mujer fecunda, sicut vitis
abundans in lateribus domüs suae (3), y hace que habite
en casa la mujer estéril, goaosa de ser .madre de hijos (4),
,¿no^debía tener El mismo una Esposa que fuese fecunda?
'Máxinie; cuando', -según la santa Páíabra, é s te desierto '
debía Uner muchos hijos (5), esta santa Jerusálén debía’
éstár muy.poblada por uiía gran generación: Ambúlaj
buntgentes in lutnihetuo—dice el Profeta (6)yr—et reges im
spíendore ortus iui. Leva in circuítti óculos iuos et vide;
omnes isti cóngregati sunt, venerunt tibi; jilii tui de
lónge venietit, ét filiae tuae de lateré surgent, etc. (7) Pro
-eoquod laboravit.anima ejus ideo disperiiam ei pluri-
.titos. Pues esta fecundidad de las hermosas naciones déla
Iglesia s e obtiene principalmente por. la - predicación,
coino dice San Pabló (8): Per Evangelium egó vos ge-,
m uí; la predicación, pués,\de la Iglesia debe ser inflama­
da: Ignitum eloquium tuutn, Dominé (9); ¿y qué. hay. de,
más activo, vivo, penetrante y pronto á convertir y dar-
forma á; las demás materias que el fuego?

(1) Véanse las notas preparatorias.


(2) CantMVI.S.
(3) Paaim. CXXVII,3-
(4) PsaJm. CXII.9;
(6) Isa.,JUV( 1; Galat, IV, 27.
(6) Isa., LX.3, 4.
(7) ‘ Cap. L ili, II, 12.
(8) I Cor., IV, 15.'
(9) Lib. CXVIII, I4C.
ARTICULO XX

La Iglesia católica es fecunda; la pretendida, estéril*

Tal fué la predicación de San Agustín en Inglaterra*


de San Bonifacio en Alemania, de San Patricio en Hiber­
nia ,'deWiílibr or d en Fricía, vde Cirilo en Bohemia, de
Adálbertoén Polonia, de Astric en Hungría, de San Vi­
cente. Ferré^ Capistrano; tal la predicación ¡de
los Mérmanos sirvientes Enrique , Antonio', Luis, de
Francisco Javier y mil otros, que destruyeron la idola­
tría por la santa predicación, y todos eran católicos ro­
mano^. r . . v-, '.· 1
ÍAl contrarió, vuestros ministros, rio haii convertido
todayíá riifiguna provincia del pagaúisirió,. lii ¿na co­
marca::; dividir ál cristianismo, promover en él bandos,
hacér^irones; la túnica de nuestro Señor, tales son los
efectós de sus predicaciones. La doctrina cristiana cató-
licaiesííitta Süave;lluvia, que.háce^fructificar la tierra infe­
cunda;· la de vuestros ministros se párecé más bien al gra­
nizó qué destruye y arrasa los senibrados, y deja yermos
los más.(fructíferos campos. Tened cuidado con 16 que
dice San Judas (1) : ¡A y de aquellos— diee— que perecen
eúfId contradicción de Coré (Coré era cismático); éstos
son los'íqtie contaminan los festines; banqueteando sin
rubory apacentándose d si mismos, nubes sin agua que
llevan de acá.para allá los vientos; tienen lo exterior de
la Escritura, pero rio el licor interior de su espíritu: ár­
boles dé Otoño sin fruto; tienen la hoja dé la letra, pero
no el; fruto de Ja inteligencia; dos veces muertos: muertos
en cuanto á la. caridad por la división, y en cuanto á la
fe por la herejía: desarraigados, que rio püeden ya dar
fruto: onda¿furtosas de la mar, que arrojan las espumas
de su abominación, discusiones, disputas y tumultos: es­
trellas errantes, que no pueden-servir de guía á nadie, y
no tienen firmeza dé fe, sino- que cambian á cada paso.
¿Qué maravilla¿ pues, que vuestra predicación sea esté­

(1) V e r a . -ir; 18.


ril? No tenéis más que la corteza sin el jugo, ¿cómo que­
réis que ella germine? No tenéis más que la vaina sin la
espada, la letra sin la inteligencia; no es maravilla, por
lo tanto, si no podéis domar la idolatría; por esto San
Pablo (1), hablando de los que se separan de la Iglesia,
protesta Sed ultra non proftcient. Si vuestra iglesia, pues,
no puede de ningún modo llamarse católica hasta el pre­
sente, menos debéis esperar que lo sea en adelante; pues
su predicación es flaca y sus predicadores no han tomado
jamás, cómo dice Tertuliano (2), la carga ó comisión
ethntcos convertendí, sino solamente nostros evertendi;
¡oh que iglesia, pues, que ni está unida, ni es santa, ni
católica, y lo que es peor todavía, que no. puede tener
ninguna razonable esperanza de serlo jamás!

ARTÍCULO XXI

Del tituló de apostólica: marca cuarta (3).

f. Ú)' n f im., III, 9. .


¿2) De Praescr., cap, XLII.
* <3jfc La exposición de ésta última marca nó se encuentra cu el Ms.
SEGUNDA PARTE

LAS REGLAS DE LA FE

PRÓLOGO

. Si el aviso que da San Juan (1) de no creer á todo es­


píritu, fué siempre necesario, ahora lo es más que nunca
cuándo tantos diferentes y-contrarios espíritus,, con igual
seguridad; piden crédito entré la cristiandad én virtud de
lá Palabra dé Dios, según los que se han visto á tantos'
-pueblos apartarse, quién acá y quién allá, cada cuaj^ségún
. su capricho. Como el vulgo admira los Cometas-y fuegos
fátuos, y cree que son verdaderos astros y vivos planetas,
.mientr as los más entendidos conocen bien qué lio son sino
'llamas que corren por el aire á lo largo de algunos vapo­
res que les sirven de pasto y nada tienen de Común con
los astros incorruptibles más que esta grosera claridad
qué los hace visibles, así el miserable pueblo de nuestros
tiempos viendo á ciertos cerebros calientes inflamarse á
consecuencia de algunas sutilezas humanas, alumbradas
cón la corteza de la Sagrada Escritura, han creído que
•eran' verdades celestiales y se ha entretenido Con ellas,
aunque las gentes buenas y juiciosas afirmaban que no
eran: más que invenciones terrestres que, al consumirse

(t ) V J on n o., I V , 1.
poco á poco, no dejarán otra memoria de sí que el re­
cuerdo de las muchas desgracias que ordinariamente
siguen á estas apariencias.
jOh cuán necesario era no abandonarse á esos espí­
ritus y, antes que seguirlos, probar si eran de Dios ó
»0/(1). |Ahí No faltaban piedras de toque para descubrir
la baja ley de esos diamantes falsos; pues Aquel que nos
ha hecho decir que probemos los espíritus, no lo habría
hecho si no hubiese sabido que teníamos reglas infalibles
para distinguir el santo del falso espíritu. Y efectivamen­
te, las tenemos y nadie lo niega; pero los seductores las
exponen de modo que puedan falsearlas y plegarlas á sus
intenciones, á fin de qüe, teniendo las reglas en la mano,
puedan hacerse ellos recomendables cómo poseedores de
un signo infalible de su magisterio, bajo cuyo pretexto
puedan formar una fe y religión tal cual ellos la han ima-i
ginado. Importa, por lo tanto, saber exactamente cuáles
son las verdaderas reglas de nüestra creencia; pues se
podrá distinguir fácilmente la herejía de la verdadera
Religión, y eso es lo que yo pretendo hacer ver en esta se­
gunda parte.
He. aquí mi plan. La fe cristiana está fundada sóbre la
Palabra de Dios; esto es lo que la coloca en un soberano
grado dé certeza, por tener como garantía á tan eterna é
infalible verdad; la fe que se apoya en otra parte, no és
cristiária; luego la Palabra de Dios fes la verdadera regla
del buen,creer, pues ser fundamento y regla es una mis-
iría cósa en este punto. Mas para qué esta regla no regule
nuestra creencia sino, cuando ella es aplicada, propuesta
y declarada, como esto se puede hacer bien ó mal, nó
basta saber que la Palabra dé Dios es la verdadera é
infalible regla del bien creer, si no sé qué palabra es de
Dios, donde está y quién la debe proponer, aplicar y de­
clarar. Y· en vano sabré que la Palabra de Diós es infali­
ble,si á pesar.de esto no creo que Jesús es el Cristo, Hijo
de Dios vivo, si no estoy seguro de que esto es una pala­
bra revelada por el Padre celestial (2); y aun cuando sepa
esto, todavía no habré resuelto toda dificultad, si no sé
cómo es necesario entenderla, si como una filiación adop -
tiva á la arriana, ó como una filiación natural á la cató­
lica.
(1) I Joann.. I V , i.
(2) M atth., X V I , 16-17.
Es necesario, pues, además de esta primera y funda­
mental regla de la Palabra de Dios, otra segunda regla,
en virtud de la cual, la primera nos sea bien y debidamente’
propuesta,, aplicada y declarada, y á fin de que no este­
mos sujetos á la vacilación é incertidumbre, es necesario
que no solamente la primera regla, á saber la Palabra de
Dios, sino también la segunda, que proponey aplica esta
Palabra, sea del todo infalible, pues de otro modo perma­
neceremos en la vacilación y la duda de estar mal regidas
y apoyadas nuestra fe y creencias; no.ya por defecto de
la primera regla, sino por error y falta en la aplicación
de ella. Ciertamente, el peligro es igual, ó de estar des­
arreglado por falta de una regla justa, ó de estar mal re­
gulado por falta de una aplicación bien arreglada: y justa
de la regla misma, Pero esta infalibilidad requerida tanto
en la regla como en su aplicación, no puede tener su ori­
gen más que en Dios mismo, viva y primera fuente de
toda verdad. Pasemos á otro punto. '··*«■
¡Pero así cOmo Dios reveló su Palabra y habló en otro
tiempo por boca de los Padres y Profetas y finalmente en
su Hijo (1), después por los. Apóstoles y Evangelistas,
cuyas lenguas no fueron sino como plumas de escribien­
tes que escriben con mucha velocidad (2), empleando de
este modo á Jos hombres para hablar á los hombres, del
mismo modo, para proponer, aplicar y declarar ésta su
Palabra, emplea á su Esposa visible como su amanuense
é intérprete de sus intenciones. Es, pues, Dios sólo quien
regula nuestra creencia cristiana, pero con dos instru­
mentos y de distinto modo: primero, por su Palabra como
una regla formal; segundo, por su Iglesia como 'por la
matoo del medidor y regulador. Digámoslo así: Diosas el
pintor, nuestra fe la pintura; los colores son la Palabra de
Dios, el pincel es la Iglesia. He aquí, pues , dos reglas or­
dinarias é infalibles de nuestra creencia: la Palabra de
Dios, que es la regla fundamental y formal, y la Iglesia de
Dios que es la regla de aplicación y explicación; Consi­
deraré en esta segunda parte la una y la otra; mas para
hacer él tratado más claro y manual* he dividido estas
dos reglas en muchas, de esta suerte:
La Palabra de Dios, regla formal de.nuestra fe, ó está

(1) Hebr .. I, 1, 2.
(2) Psalm. XLIV, 2.
LAS CONTROVERSIAS
•J

en la Escritura ó en la Tradición; trataré primero de la


Escritura, después de la Tradición.
La Iglesia, que es la regla de aplicación, ó se declara
en todo su: cuerpo universal por una creencia general de
todos los cristianos, ó en sus principales ó nobles partes,
por ún consentimiento de sus pastores y doctores; y en
esta última forma, ó en sus pastores reunidos, en un lugar
yen un tiempo., como en un Concilio general, ó en sus pas­
tores divididos en lugares y tiempos, pero reunidos en
unión, y correspondencia de fe, ó bien, en fin, esta misma
Iglesia se declara y habla por su jefe ministerial; y de
esto resultan cuatro reglas explicables y aplicables para
nuestra fe (1): la Iglesia én cuerpo, el Concilio general, el
consentimiento de los Padres y el Papa; fuera de éstas no
necesitamos buscar, otras, que éstas bastan para afirmar á
los más· inconstantes.
Pérq Dios que se complace en la superabundancia de
sus favores, queriendo ayudar &la debilidad de los hom­
bres no deja de añadir á veces á estas reglas ordinarias
(hablo desde el·establecimiento y fundación de la¿Iglesia)
una regla extraordinaria muy cierta y de grande impor­
tancia;;; es.el Milagro, testimonio extraordinario de la
verdadera aplicación de la Palabra divina.
En fiii, la Raaón natural puede ser llamada una regla
de bien creer, pero negativa y tió .afirmativamente; púes
quien dijera así, tal proposición es artículo de fe, luego
segúñ la razón natural, esta consecuencia afirmativa es­
taría maí sacada, porque casi toda nuestra fe está fuera
y por: encima de nuestra razón; pero quien dijera; esto es
artículo de fe, pues no debe ir contra la razón natural, la
consecuencia es buena, · pues la razón. natural y la fe,
contó :procedentes de un mismo origen y salidas de un
mismo autor, no pueden ser contrarias.
He aquí, pues, ocho reglas de la fe: la Escritura, la
Tradición, la Iglesia, el Concilio, los Padres, el Pápa, los
Milagros, la Razón natural. Las dos primeras no son más
que una regla formal, las cuatro siguientes no son· más
que una regla de aplicación, la séptima es extraordina­
ria, y la octava negativa. Por lo demás, quien quiera re­
ducir todas estas reglas á una sola, diría que la única} y

(1) Véanse las notas preparatorias.


verdadera regla de bien creer es la Palabra de Dios, pre­
dicada por la Iglesia de Dios.
Me propongo, pues, demostrar aquí, claro como la
luz del mediodía; que vuestros reformadores han viola­
do y forzado todas esas reglas (y para ello bastaría de­
mostrar que han violado una de ellas, pues dé tal modo
se enlazan que quien viola una, viola todas las demás)}
á fin de que, como habéis visto en la primera parte que
ellos os han arrancado de la bandera de la verdadera
Iglesia por el cisma, conozcáis en esta segunda parte,
que os han quitado la luz de la verdadera fe por la here­
jía, para uniros al séquito de sus ilusiones. Y me man­
tengo sierñpre en la misma actitud, ¡pues pruebo ;prime­
ramente que las reglas que expongo, son muy ciertas é
infalibles, y. después os haré tocar con el dedo, que vues:
tros doctores las han violado. Aquí es donde os llamo en
él nombre de Dios Todopoderoso, y os intimo, de su par­
te, que juzguéis justamente.

CAPÍTULO PRIMERO

QUE LOSi PRETENDIDOS REFORMADORES HJUí v i o l a d o la


SANTA ESCRITURA, PRIMERA REGLA DE NUESTRA FE ;

ARTÍCULO PRIMERO

La Santa Escritura es una verdadera regla de la fe


cristiana.

Sé bien, á Dios gracias, que la Tradición ha precedi­


do á toda Escritura, pues aun una buena parte de la Es­
critura no es sino la Tradición puesta por escrito con una
infalible asistencia del Espíritu Santo; pero á causa de
que la autoridad de la Escritura es recibida más fácilmen­
te por los reformadores que la de la Tradición, empeza­
ré por aquélla, para entrar con más holgura eri mi dis­
curso.
La. Santa Escritura es de tal .modo regla de. nuestra
creencia cristiana, que quien no cree todo lo que ella
contiene, ó;cree alguna cosa'que le sea contraria en lo
más mínimoj es un;infiel. Nuestro Señor-remitió á ella: á
los judíos, para reedificar su fe (1); lossaduceos·. erraban
por·,ignorar las Escrituras (2); es, pues, un nivel· muy
seguro,· es una. antorcha luciendo en las tinieblas, como
dicé.San Pedro (3), aquel que habiendo-oído él mismo la
voz del· Padre en la Transfiguración del Hijo¿ se atiene,
sin; embargo, por más seguro, ál testimonio de los, Profer
tas., que á su misma experiencia (4). Pero pierdo el
tiempo; porque en este punto estamos de acuerdo, y aque-
llos que están tan desesperados que lo contradicen* no
sabén apoyar su contradicción más. que en la misma Es-
pritura, contradiciéndose á sí mismos.· antes que contra­
decir á.la Escritura, sirviéndose de ella- en la. protesta
que hacen de no quererse servir.

ARTÍCULO n

Cómo se debe estar celador de su-integridad.

No me detendré mucho en este punto. Á la.Santa -Es­


critura se la llama Libro del. Antiguo y Nuevo Testamén-
to, Y ciertamente, cuando un notario ha extendido un
contrato ú Oti;a escritura, nadie puedé mudar, quitar ó
añadir en ella una sola palabra sin ser tenido ¡por falsa­
rio: aquí está la Escritura de los Testamentos de Dios ex­
tendidos por los notarios á este fin diputados. ¿Cómo
puede ser alterada, por poco que séa, sin impiedad?
Las promesas fueron dichas á Abráhán— dice SanPa-
blo (5)—y á su simiente. No dice: Y á las simientest
como de muchos, sitio como de uno: Y d tu simiente
que es Cristo. Ved; yo os lo ruego, cómo la variación
del singular al plural hubiese alterado el sentido miste«
riosó de esta palabra. Nuestro Señor· pone en cuenta, las-
(1) . Jo., V/89. ^
(2) Márc., XII, 24.
(8) Il'Petr., 1 ,19.
(4) Vers. 17.18.
(6) GaJat., III, 16.
letras, los puntos y tildes de sus santas Palabras (1).
¡Cuán celoso no ha de ser de su integridad! Los ephra-
teos decían sibolleth, mas porque no pronunciaban bas­
tante claro, los galaaditas les degollaron en las ribe­
ras del Jordán (2).. La sola diferencia de pronunciar
al hablar, y por escrito la sola transposición de un punto
sobre la letra scin producía un equívoco, y, cambiando
el jamin en Sémol, en.lugar de .una espiga de trigo, sig­
nificaba una carga ó un fardo. Quien muda, por poco'que
sea, la santa Palabra, merece la muerte, como quien osa
mezclar lo profano con lo sagrado (3). Los arríanos co­
rrompieron ^es^a sentencia del Evangelio (4): In princi-.
pió erat Verburn, et Verbum erat apud Deum, et Deus
erat Verbum. Hoc erat in principio apud Deumt cón mu­
dar un solo punto, pues leían así (5): Et Verbum erat
apud Deum, vt Deus erat. (Aquí ponían el punto y des»'
pués. reanudaban el período.) Verbum Hoc erot'in princi­
pio apud Deum. Ponían el punto después, del erat, en
‘lugar de ponerlo después del Verbum; lo qué hacían de
,mi<edo de vérse convencidos por este texto de que el Ver­
bo''es Dios; tan poco basta para alterar esta sagrada Par
labra.
Cuanto el vino es mejor, más pronto sé resiente del
gupto extraño, y la simetría de un excelente cuadro no
: puede sufrir la mezcla de nuevos colores. El sagrado de-
ipósito de las Santas' Escrituras debe estar guardado muy
concienzudamente;

f- ARTÍCULO III
■J'.
.Cuáles son los Libros sagrados de la Palabra de Dios.

Todos los Libros,sagrados se dividen primeramente en


los.del Antiguo Testamento y en los del Nuevo; después*'
tanto los unos como los otros, se clasifican en dos catego­
rías; pues hay libros, tanto del Antiguo como del Nuevo
. (1) MattÍL, V , 18.
(8) J n d . . m 6 .
(8) Levit., X. 9-10.
Testamento, de los' que jamás se ha dudado que fuesen
sagrados y canónicos, y los hay de los que se ha dudado
por algún tiempo, pero que por fin han sido admitidos
entre los de la primera categoría.
Los de ésta, en el Antiguo Testamento, son los cinco
de Moisés, Josué, los Jueces, Ruth, cuatro de los Reyes,
dos deParalipómenon, dos de Esdras y de Nehemías, Job,
150 Salmos, los Proverbios, el Ecelesiastés, los Cantares,
los cuatro Profetas mayores y los doce menores. Estos
últimos·fueron canonizados por el gran Sínodo donde se
halló Esdras y fué en él escriba., y jamás nadie dudó de
Su autoridad que no fuera tenido perentoriamente por
herético, como nuestro docto Geñebrard lo va deduciendo
en su Cronología (1). Lá segunda categoría contiene los
siguientes: Ester, Baruch, una parte de Daniel, Tobías,
Júdith, la Sabiduría, el Eclesiástico, los Macabeós, pri­
mero y segundo. Y en cuanto á estos últimos hay gran apa­
riencia, al decir del mismo doctor Geñebrard (2), de que
en la Asamblea que se verificó en Jérusalén para enviar
los setenta y dos intérpretes á Egipto, éstos Libros, qué no
estaban todavía en ser cuando Esdras hizo el primer canon,
fueron entonces canonizados, al menos tácitamente, pues
fueron enviados icon los demás paira ser traducidos, ex­
cepto los Macabeós, que fueron recibidos en otra Asám-
blea posterior á la en que los precedentes fueron definiti­
vamente aprobados; pero sea Como fuere, como quiera
que este segundo cánon no fué hecho tan auténticamente
como el primero, dicha canonización no les.hace adquirir
una completa é indudable autoridad entre los judíos ni
igualarlos á los Libros de lá primera categoría.
mn?Diré, también, de los libros del Nuevo Testamento,
qué los hay de la primera categoría, que siempre han
estado reconocidos y recibidos por sagrados y canónicos
entré los católicos, tales son: los cuatro Evangelios según
San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, los
Hechos de los Apóstoles, todas las Epístolas de San Pa­
blo, excepto la dirigida á los hebreos, una de San Pedro
y úna de San Juan. Los de la segunda categoría son la
Epístola á los hebreos, la de Santiago, la segunda de San
‘\
(1) Hacia el aflo del mundo 3638, pá£. 92 de la edición de Parí« en el afto
(2) Ubi 9upra¿ pág. 93, ct sub (anno) 3860, pág. 97.
Geneb . cite Epipn . de Mens. et Pond; Jbsephet lib. II contra Applonem.
Epiphanio no habla más que respecto á Baruch.
Pedro, la segunda y tercera de San Juan, la de San Ju-
das, el Apocalipsis y algunos pasajes de San MarCós y
San Lucas y del Evangelio y Epístola primera de San
Juan, y estos últimos, no fueron de indudable autoridad
en los comienzos de la Iglesia; pero con el tiempo fueron
ál fin reconocidos como obra sagrada delJEspíritu Santo,
y no una, sino diferentes veces. Yprimeramente, además
de los de primera categoría,' tanto del.Antiguo como del
Nuevo Testamento, hacia él año 364 se recibieron en él
Concilio de Laodicea (1) (que después fué aprobado en
el sexto (2) Concilio general) (3), el Libro de Ester, la
Epístola de Santiago, la segunda de San Pedro, la segun­
da y tercerá de San Juan, la de San Judas y la Epístola á
los hebreos, como la décimacüárta de San Pablo. ¡Luego,
.algún tiempo después, el. Concilio tercero de Cartago (4),
en el que se halló Sari Agustín (5), y fué confirmado en
el sexto general de Trullo, además de los Libros prece­
dentes de la segunda categoría, .fueron recibidos ál cánón
como indudables, Tobías, Judith, dos de los Macabéos, la
Sabiduría, el Eclesiástico y el Apocalipsis; pero antes que
todos estos de la segunda categoría, el Libro de Juditli fué
: recibido y reconocido por divino en el primer Concilio
general de Ñiceá, de lo que San Jerónimo es testigo en su
prefacio sobre el mismo. He aquí cómo se juntaron las dos
categorías en una y fueron teñidos en igual autoridad en
íá Iglesia de Dios; pero con progreso y sucesión, como
una hermosa aurora de levante que poco á poco alumbra
á nuestro hemisferio. Así quedó fijada en el Concilio de
rCartago la misma lista de Libros canónicos qüé después
siempre han estado en la Iglesia católica, y fué confirmada
en el sexto general (6), en el gran Concilio de Florencia,
en la unión de los armenios (7), y en nuestros tiempos en el
Concilio de Trento; y fué seguida por San Agustín (8).
Aunque hasta ahora haya omitido decirlo, nó debéis
entrar en escrúpulo acerca de lo qjie acabó] de deducir,
(1) Can.,' LIX (Hadie LX).
(2) Ea decir» el Concilio Quin%s$xtot considerado como el [suplemento dé lo«
Concilios V y VI; véase Concilla, anho 680; Corpus Juris Canon. Decreto, 1,*
Para., Dist. XVI, Can. V, VI, VII; Hefele, Conctliengesck.·, lib. XVII. Cf.Con*
cesa, tituli Doctoris Franc. Sal., Rcsponslo ad animadversiones, etc., G99.
(8) Can., II.
\A) Can. X L V II.
(B) Prosp * in Chron.
(6) Can. II.
(7) Decretum pro Jacobinis, ctil Inserta decreta per graecis et armenia,
Pars. III, Actorunf. Concilla, tomo XVIII, coi, I222jedlt. Coleti, venetiis 1728.
(8)ai Cap.^I, II, De doct. chrlst., cap. VIII.
porque Baruch no haya sido nominalmente contado en
el Concilio de Cartago, sino solamente en el de Floren­
cia y de Trento; pues en cuanto que Baruch fué secre­
tario de "Jeremías (1), se puso en cuenta enfre los anti­
guos el· Libro de Baruch, como un accesorio ó apéndice
de Jeremías, comprendiéndole en éste: así lo demuestra
el excelente teólogo Belarmino en sus Controversias (2)*
Pero me. basta con haber dicho; esto; mi Memorial no
está obl igado á detenerse en cada particularidad. En. re­
sumen todos los Libros, tanto de la primera.como de
la segunda categoría, son igualmente ciertos, sagrados
y canónicos.

ARTÍCULO IV

Primera violación de las Santas Escrituras hechas por


los reformadores, suprimiendo muchos pasajes der
■aquéllas.

. Éstos son los Libros sagrados y canónicos que la Igle­


sia ha recibido, y/reconocido. unánimemente de mil dos­
cientos años acá:, ¿con qué autoridad-, se han atrévido esos·
nuevos reformadores á escamotear.de una vez tan »nobles-
.partes,de la Biblia? Ellos han tachado una. parte de Ester,
Baruch, Tobías, judith, la Sabiduría, el Eclesiástico, los·
Macabeos; ¿quién les ha dicho que esos:Libros no son legí­
timos y admisibles? ¿Por qué desmembran así el sagrado;
cuerpo de las Escrituras?
He aquí sus principales razones, tal como las he podi­
do recoger en el-antiguo prefacio, puesto á los Libros-
tachadosde apócrifos’ impresos en Neufchatel, en la tra­
ducción de Pedro Robert, llamado ÓUvetanopariente y
amigó de Calviño (3), y en la más nueva, hecha de· los
-mismos Libros por los profesores y pretendidos pastores
de lá iglesia de Ginebra el aho 1588: l .° “No se encuen­
tran ni en hébreo ni en caldeo, en cuyas lenguas fuero»
en otro tiempo escritos (excepto quizá el de .la Sabidu­
(1) Jerem.. X X X V I. 4 .
(2) De Verbo Dei, lib. I, cAp. VIII.
(3) Be2a en el prefacio sobre Joaü<¡.
ría), y con gran dificultad podrían ser restituidos á dichas
lenguas. „ 2.° “ No son recibidos como legítimos por los
hebreos„, 3,° “ ni en toda la Iglesia„. 4.° San Jerónimo
dice (1) que no son estimados “idóneos,, para “corroborar
la autoridad de las doctrinas eclesiásticas,. 5.° Él Dere­
cho canónico “ ha dado sobre ellos su falló „ (2); 6.° y la
■Glosa (3) “ que dice que se los lee, pero nó en general,
■como si quisiera decir qiié generalmente y en todo no
están aprobados,,. 7.° “Han slílo corrompidos y falsifica­
dos,,, como dice Eusebio (4); 8.° “ particularmente los
Macabeos„, 9.°, y especialmente el segundo, que San
Jerónimo dice (5): “ no haber hallado en Hebreo „.Éstas
son las'razones de Olivetaho. 10. Hay en ellos “ muchas
•cosas falsas n, dice el nUevó prefacio. Veamos ahóra lo
<[ue valen esas peregrinas pesquisas:
1. Y en cuanto á la primera, ¿ estáis de acuérdo en
no recibir esos Libros porqué no. se encuentran én hebreo
y en caldeo? Pues recibid entonces á Tobías,*ya que San
Jérónimo afirma que lo ha traducido del caldeo al latín én
la, Epístola citada por vosotros mismos (6), lo quex(7) me
háce creer que no sois gentes de buena fe; ¿y por qué no.
•á Jüdith, que también fué escrito en caldeó, como dice el
mismo Sán Jerónitno en el Prólogo? Y si Sao Jerónimo
di<íé que no ha podido encontrar el segundó dé lqs Máca-;
t>éqs:, ¿qué tiene que ver éste coii el primero? Recibidle
siempre á buena cuenta, y desjpués ya trataremos del
segundó. Lo mismo os diré del Eclesiástico que San jer<5*
nlmo tuvo y encontró én hebreo, como dice en su préfá·
■cío sobre los Libros dé Salomón. Dé lo que se sigue, que
-si (rechazáis igualmente esos Libros escritos en hebreo y
caldeo, lo misimo que los otros que no están escritos én
1¿ propia lengua, tenéis qué buscar otro pretexto qué $í
qué habéis alegado para raer esos Libros del canon; .cuán­
do decís que los rechazáis porque nó están escritos ni. en
liebreo ni en caldeó, no decís verdad, pues no rechazaríais
-á esa cuenta á Tobías , Jüdith , el primero de los Maca·
(1) Praefat. io lib. Salom.» Ad Chronát. ét Heliodor. "
(2) Can. Santa. Romana^ Dlst. XV. (Decretl, 1 Pars.)
.(3) Can. Cdnone&t Pist. XVI (Ibid.)
(4) U b .,I V t cap. XXII.
n<B) In Protogo galeato, ad libros Sam. ct Mal. #
(6) Epístola ad Chromatlum et Heliodórum. (Praefat. in Tobiam.)
(7) Una seftal hecha al margen del autógrafo yqn la misma linea en que so
estampan las palabras dirigidas A Olivetano, indica que el pautó había reconor.
cldo la diferencia entre ,las dos Epístolas ad Chroni. et £felwq*t y que tenia
Intención de cambiar la frase.
beos, el Eclesiástico, que están escritos ó en hebreo ó en
caldeo. Pero hablemos ahora de los otros Libros que están
escritos en lengua diferente de la que vosotros queréis.
¿De‘dónde sacáis que la regla de bien recibir las Santas
Escrituras sea que estén escritas en esas lenguas más
bien que en griego ó ert latín? Vosotros decís que en ma­
teria de religión no háy que recibir sino lo que está escri­
to, y lleváis á vuestro peregrino prefacio (!) el dicho de
los jurisconsultos: Erubescimus sine lege loqui; pero ¿os
parece que la disputa que se promueve acerca die la vali­
dez ó invalidez dé las Escrituras sea de las más impor­
tantes en materia de religión? Pues entonces, ó quedáis
áveígónzados, ó presentáis la Santa Escritura para la
negativa que sostenéis; ciertamente, el Espíritu Santo se
declara tan bien en griego como én caldeo.
Habría, decís vosotros, “gran dificultad para resti­
tuirlas á su primitiva pürezan, pues no existen en su len­
gua original. ¿Es eso lo que os molesta? Pero decidme, por .
Dios, ¿quién os há dicho que estén pérdidas, corrompidas
<5 alteradas para tener necesidad de restitución? Vosotros
presuponéis quizá que los que las tradujeron del originál,
habrán ti aducido mal, y quisiérais tener el original para ·
cotejárlos y juzgarlos. Dáis, pues, á entender y decís que.
son apócrifos porque no podéis ser vosotros mismos los
que lös traduzcáis del original y no podéis fiaros del jui­
cio del traductor; ¿no habrá nada cierto sino lo que vos­
otros hayáis, comprobado? Mostradme esta regla de segu-,
ridad en las Escrituras. ¿Pero os habéis asegurado bien
de tener los textos hebreos de los Libros de la primera
categoría, tán puros y netos como lo estaban en tiempo de
los Apóstoles y de losSeteúta? (2). Procurad no engaña­
ros; ciertamente, vosotros no los seguís siempre y no lo
sabréis én buena conciencia; pero mostradme también·
esto en la Santa Escritura. Ya véis, pues, que vuestra pri­
mera razón-no tiene nada:de razonable.
2. En cuanto á lo que decís de que esos Libros, que
vosotros llamáis apócrifos, no son recibidos por lós he-:
breos, no decís nada huevo ni importante; San Agustín,
protesta bien alto (3): uLibros Machabeoruni non Judaee
sed Ecclesia Catholtca pro canonicis habet: No los judíos*

(1) A d In te rp re ta d a p o c ry p h . O livelaiii. S u p ra .
(2) V é a s e B e la r. (C o n tro v . De Verbo Dei, lib. I I , c a p . II.)
(8) U b . X V I I I De la Ciudad, ca p . X X X V I .
sino la Iglesia católica tiene á los Libros de los Macabeos
por canónicos.„ A Dios gracias, nó somos judíos; somos
católicos. Demostradme con la Escritura, que la Iglesia
cristiana no tenga tanto poder para autorizar los Libros
sagrados como para ello tenía la mosaica; no ha habido
en esto ni Escritura ni. razón que io demuestre.
3. Sí; pero la misma Iglesia no toda ella los recibe,
decís vosotros. ¿Y dé qué Iglesia queréis hablar? Cierta-
mente, la Iglesia católica, que es la sola verdadera, Ms
recibe como San (Agustín) acaba de atestiguar ahora y lo
repite aún (en otra parte) (1); el Concilio de Cartago, el de
Trullos, sexto general, (el de) Florencia y cien autores an­
tiguos son de ello (testigos) irrecusables (2), y San Jeró­
nimo señaladamente, que afirma (delLibro) de Judith (3)
que fué recibido en el Concilio primero (de Ñiceaj. Quizá·
queréis decir que antiguamente algunos católicos duda­
ron de su autoridad; eso ya consta en la división que más
arriba hice (4); ¿pero qué supone eso? La dada de aqué­
llos ¿puede impedir la resolución dé sus.sucesores? ¿Quie­
re decir esto que si no se resuelve todo de primera .inten­
ción, es preciso permanecer siempre en la duda, incierto
el ánimo é irresoluto? ¿No estuvieron pueistos en duda
durante algún tiempo el libro del Apocalipsis y el, de»
Egther? No os atreveréis £ negarlo, que de ello tengo
muy buenos testigos; de Esther , San Atanasio (5) y San
Gregorio Nacianceno (6), y del Apocalipsis, el Concilio
de Laodiceá; y, sin embargo, vosotros los recibís; con
que ó . los recibís todos, pues son de igual condición, ó
no recibís ninguno por la misma razón. Pero, én nombre
de Dios, ¿qué capricho os impulsa para apelará la Iglesia,
cuyo testinionio és para vosotros cien veces más incierto
que esos jnismos Libros y de la que decís que ha sido
fala2,‘inconstante y aun apócrifa, siapócrifa quiere decir
oculta? Vosotros no la citáis más que para despreciarla,
ora admitiendo ó rechazando esos Libros. Pero, hay
nyicha diferencia entre dudar si una cosa es admisible y
rechazarla; la duda no impide la resolución subsiguiente,,
antes bien, es un preámbulo de ella; rechazar, presupone

íl ) L ib . II De Doct . CAnts/íawfl, cáp, V I I I .


(2) V id c in art. p ra e ce d e n te s.
(3) In p ra cfa c irn e .
(4; A r t . p ra e ce d .
(5) In 3ln opsi rInter dubia S. Athan., to m o I V , co l. 294).
(6¡ In C arm . De Lid. sacris , sive genuinis Scripturi$, (LIJx.I , aecL I, § X H O
resolución. Ser inconstante no es cambiar ,una duda eh
resolución, sino más bien cambiar la resolución en duda;
no es instabilidad afirmarse después de la vacilación,
sino más bien vacilar después de haberse afirmado. La
Iglesia, después de dejar durante algún tiempo esos
Libros en duda, los recibió al fin por una resolución
auténtica; y vosotros queréis que de esta resolución
retorne á la duda; Propio es de la herejía y no de la
Iglesia ir de mal en peor (1); pero de'esto ya se habla en
otra parte (2).
4. Lo que. alegáis de San Jerónimo, no tiene funda·
mentó, pues en su tiempo ía Ig-le.-iá no había tomado aún
la resolución que tomó después acerca de ía canonización
de dichos Libros, excepto el de Judith.
5.. Y el canon Sancta Romana, que es de Gelasio pri-
mero, creo que lo habéis citado á bulto , pues todo él se
vuelve contra vosotros; como que al censurar los libros
apócrifos, no nombra ninguno de los que nosotros recibi­
mos, antes por el contrario, da testimonio (3) de que To­
bías y los Macábeos estaban recibidos públicamente en la
Iglesia.
6. Y la pobre Glosa no merece que la gloséis así,
poique ella dice claramente (4) que “esos libros son leídos·,
pero quizá no generalmente,,. Ese uquizá „ le impidé men­
tir y vosotros lo habéis olvidado; y si ella pone esos libros
de que aquí se trata, entre los apócrifos, es· porque creía
que apócrifo; quiere decir no tener autor cierto, y por lo
tanto, clasifica como apócrifo el Libro· de los Jueces; por
último su sentencia no es tan. auténtica que pase en auto­
ridad de cosa juzgada; se trata en fih nada más qué de
un» glosa.
7. Y esas falsificaciones que vosotros alegáis, no son
en1modo alguno suficientes para abolir la autoridad de
esoSíLibros, porque han ¿ido justificados y expurgados de
toda corrupción añtes deque la Iglesia los recibiera;
Porque, ciertamente, todos los Libros de la Sagrada Eser%:
tura fueron corrompidos por los antiguos enemigos de la
Iglesia, pero por la provideücia dé Dios todos han per-
manecidó-limpios y puros en las manos de la Iglesia como

(1) II Tim., III, 13. í


(2) Art. »ig,
(3) H a cia el fin d e l cártort-
(4) C an. X V I . (D ccré ti, l\ * P k r s .)
uft sagrado depósito y nunca se han podido gastar tatitos
ejemplares que no hayan quedado bastantes para res­
taurar los otros.
8. Pero vosotros queréis sobre todo que los Maca­
beos se nos caigan de las manos, cuando decís que han
sido corrompidos; más como soló aventuráis una simple
afirmación, no opondré á ella sino una simple negación.
9. San Jerónimo dice (que él) no ha podido encon­
trar el segundo en hebreo; aunque (el primero existe); el
segundo viene á ser como una Epístola que (los ancianos)
de Israel enviaron á sus hermanos los judíos que estaban
fuera de la Judea, y si está escrita en la lengua más co­
nocida y común de aquel tiempo, ¿se sigue de ello que no
sea admisible? Los egipcios usaban de la lengua griega
mucho más que' de la hebrea, como lo demostró Ptolomeo
cuando procuró la versión'de los Setenta y dos; he aquí
por qué ese segundo Libro de los Macabeos, que era como
una Epístola ó comentario enviado para consuelo délos
judíos que habitaban en Egipto, fué escrito en griego más
bien que en hebreo.
^0. Falta que los nuevos prefaciaiios demuestren las
falsedades de que acusan á esos Libros, lo que á la verdad,
no harán jamás. Pero ya,)les reo venir (1), ellos hablarán
de la intercesión de los Santos, de la oración.para, los di­
funtos, del libré^al^edrío, del culto de las reliquias y de
otros puntos semejantes, que están expresamente, confir­
mados en los Libros de los Macabeos, en el Eclesiástico y
otros Libros que califican de apócrifos. Tened cuidado por
Dios, de que no os engañe vuestro juicio; porque, fijaos
írien en ello: ¿llamáis vosotros falsedades á lo que toda la
antigüedad tuvo por artículos dé fe? Porque en ese caso
.¿no censuráis más biená vuestras fantasías, que no quie­
ren abrazar la doctrina de esos Libros, que á esos Libros
Recibidos desde hace tanto tiempo por los que no secun­
dan vuestros caprichos? Porque no queréis creer lo que
•esos Libros enseñan, los condenáis; ¿pero no condenáis
íñás bien á vuestra temeridad que se hace incrédula á sus
«enseñanzas?
* He aquí, según se me alcanza, desvanecidas todas
vuestras razones, y realmente no podriáis aducir otras;
pero nosotros sí podremos decir, que si se puede indife-

^ (1) V é a se el panto 2 de este m ism o a rtícu lo .
renteniente, rechazar ó poner en dudaba autoridad de las
Escrituras, de las que se decretó en otro tiempo, sea lo
qué fuere, lo que la Iglesia haya determinado, será pre­
ciso rechazar ó poner en duda una gran, parte del Antiguo
y Nuevo Testamento. Y no es pequeña ganancia para el
enemigo; del cristianismo haber de un solo golpe arran­
cado de' la Santa Escritura tantas y tan nobles, partes.
Pasemos á otro asunto.

ARTÍCULO V

Segunda violación'de las Escrituras por la re ala que los


reformadores presentan para discernir los Liaros san­
tos de los otros y de algunas Menudas desmembracio­
nes de aquéllos que de ello se siguen.

• El comerciante astuto muestra los más insignificantes


objetos de su! tienda, y los ofrece primeramente á los
coihpradorés, para ver si los.puede liquidar y vender á
algún imbécil. Las razones qué los reformadores han
aventurado'en' el capítulo precedente (1), no son, como ya
hemos visto, más que engañifas de las que se sirven á
modo de entretenimiento, para ver si algún simple y dé­
bil cerebro se contenta con ellas, y en efecto, cuando lie·
•gao á juntarse, confiesan que ni la autoridad de la Iglesia,
ni la de San Jerónimo, ni la de la Glosa, ni la del caldeó, Ó
él hebreo, son causa suficiente para'recibir ó rechazar al­
guna Escritura. Véase su protesta en la. Confesión defe
Presentada al Rey de Francia por los franceses llamados
reformados; después dé poner por lista en el artículo ter­
cero,los Libros que querían recibir, escribían lo que sigue
en el artículo cuarto: “Nosotros conocemos que esosLibros
son canónicos y regla müy cierta de nuestra fe, no tanto
.por el común acuerdo y consentimiento de la Iglesia,,
como por. el testimonio y persuasión interior del Espíritu
Santo, que nos los hace discernir de los otros Libros ecle­
siásticos.,, Dejando, pues, á un lado las razones preceden-

(1) V í a s e e l articulo p re ce d e n te , pues la p a la b r a capitulo tiene aquí el sen­


tid o d e d iv is ió n en g e n e ro !.
tes, para ponerse á cubierto, se aferran á la interior, se­
creta é invisible persuasión que estiman ha sido formada
en ellos por el Espíritu Santo.
Pero, á la verdad, han procedido bien para ello al no
querer apoyarse en este artículo sobre el común acuerdo
y consentimiento dé la Iglesia; porque ese común acuer­
do ha canonizado al Eclesiástico, los (Libros de los) Má·
cabeos, todo tatito y tan pronto como el'Apocalipsis, y,
sin embargo, ellos quieren recibir á éste y rechazar á
aquéllos; Judith, autorizado por el gran primero é.irre-
prochable Concilio de Nicéa es escarnecido por los refor­
madores; tienen, pues, razón al confesar que en la recep­
ción de los Libros canónicos, no se atienen al acuerdo y
consentimiento de la Iglesia, que no fué jamás más gran­
de ni más solemne que en dicho primer Concilio. Pero
examinad,' por Dios, la astucia. “Nosotros conocemos
—dicen—que esos Libros son canónicos no tanttfpor él
común acuerdo de la Iglesia^: y al oirlés hablar así, ¿rio
diríais vosotros que al menos en algún modo se dejan
guiar por la Iglesia? Su lenguaje no es franco; parece
que no rehúsan todo crédito, al común acuerdo de los
cristianos, sino que solamente no lo reciben en igual gra­
do que su persuasión interior, y no obstante no lo tienen
en cuénta; péro quieren ser comedidos en su lenguaje
para no parecer del todo groseros é irracionales. Mas yo
os ruego que os fijéis en ello: si defieren, aunque sea poco,
á lá autoridad eclesiástica, ¿por qué. reciben, más bien el
Apocalipsis que Judith ó los Macabeos. de los que San
Agustín y San Jerónimo nos son fieles testigos de que han
sido recibidos unánimemente en toda la Iglesia católica,
y los Concilios de Cartágo, Trullo, Florencia nos lo asé-
,'gurán?.(l). ¿Por qué dicen ellos entonces que no reciben
los Libros sagrados, “tanto por el común acuerdo de la
iglesia como por la interior persuasión pues que el co­
mún acuerdo de la Iglesia no tiene eii ellos rango ni
lugar? Esa es sü costumbre cuando quieren manifestar
alguna opinión extraña; no hablar claro y neto, para
dejar qué piensen los lectores alguna cosa mejor.
Ahora veamos qué regla tienen para distinguir ,los
Libros canónicos de los otros eclesiásticos: “El testimo­
nio—dicen—y persuasión interior del Espíritu Santo. „ ¡Oh

(|) V id e ln a r t „ p ra e ce d .
Dios, qué secreto, qué niebla, qué noche! Pero ¿no nos
vemos bien iluminados en tan importante y grave dificul
tad? Se pregunta cómo pueden conocerse los Libros canó­
nicos, se quisiera tener alguna regla para distinguirlos y
se nos remite á lo que pasa en el interior del alma, que
nadie ve ni nadie conoce, sino el alma misma y su
Creador.
1. Demostradme claramente que esas inspiraciones y
persuasiones que vosotros pretendéis tener, son del santo
y no del falso espíritu; porque ¿quién ignora que el espí­
ritu de las tinieblas se aparece muchas veces vestido de luz?
2. Demostradme claramente que cuando me decís
que tal y tal inspiración penetra en vuestra conciencia,
no mentís ni me engañáis. Decís que sentís esa persua­
sión dentro de vosotros mismos, ¿pero por qué he de estar
obligado á creeros? ¿És vuestra palabra tan poderosa, que
su autoridad me obligue á creer lo que pensáis y á sentir
lo que vosotros decís? Puedo teneros por personas hon­
radas, pero cuando se trata de los fundamentos de mi fe,
como es recibir ó rechazar las Escrituras eclesiásticas,
no encuentro ni vuestros pensamientos ni vuestras pala­
bras bastante firmes para servirme de base.
3. Este espíritu, ¿tiene sus persuasiones indiferente­
mente para todos ó solamente para algunos en particu­
lar? Y si son para todos, ¿qué quiere decir que tantos mi­
llones de católicos no las hayan jamás sentido, ni tantas
mujeres, ni tantos labriegos entre vosotros? Y si sólo son
para algunos en particular, mostrádmelos, yo os lo su­
plicó; pero ¿por qué á éstos y no á los otros? ¿Qué señal
me los hará conocer y entresacar del montón del resto de
los hombres? ¿Tendré que creer al primero que me diga
que es uno de los escogidos? Eso sería ponernos dema -
siado á merced de los seductores. Mostradme, pues, al
guna regla infalible para conocer á esos inspirados y
persuadidos, ó permitidme que no crea en ninguno.
4. Pero ¿os parece, en conciencia, que la interior per­
suasión sea ún medio suficiente para discernir las Santas
Escrituras y poner á los pueblos fuera de duda? ¿Qué
quiere. entonces decir que Lutero tache la Epístola de
Santiago que Cal vino recibe? Armonizad un poco, yo os
lo ruego, este espíritu, y su persuasión, que persuade á
uno á rechazar lo que persuade á otro que reciba. Diréis,
quizá, que Lutero se engaña; pero él dirá otro tanto de
vosotros; ¿á quién creer? Lutero se mofa del Eclesiastés
y tiene á Job por fábula; ¿le opondréis vuestra persua­
sión? El os opondrá la suya, y así, este espíritu, comba­
tiéndose á sí mismo, no os dejará otra resolución que la·
de obstinaros de una parte y de otra.
5. Después ¿qué razón hay para que el Espíritu Santo
vaya A inspirar lo que cada uno debe creer, á no sé quién,
á Lutero, A Calvino, habiendo dejado sin ninguna inspi­
ración á los Concilios y á la Iglesia entera? No negamos,
para hablar con. toda claridad, que el conocimiento de
los verdaderos Libros sagrados sea un don del Espíritu
Santo; pero sí decimos que el Espíritu Santo lo otorga á
los individuos por mediación de la Iglesia. Ciertamente,
aun cuando Dios hubiera revelado mil veces una cosa á;
cada persona, no estaríamos obligados á creerla sin_qué
Dios la marcase de tal modo que no pudiésemos poner en .
duda su fidelidad; pero nada de eso vemos,, en vuestros
reformadores. En una palabra, es á la Iglesia generará
quien el Espíritu Santo dirige inmediatamente sus inspi
raciones y persuasiones; después, por la predicación de
la Iglesia, las comunica á los individuos; es en la Es­
posa en la que la leche ha sido engendrada; después los
kyos la liban de sus pechos; pero vosotros queréis, por el
contrario, que Dios inspire á los individuos y por con­
ducto de éstos á la Iglesia; que los hijos reciban la leche,'
y que la madre se alimente del seno de ellos; esto es ab­
surdo.
Pero si la Escritura no es violada ni su majestad vul­
nerada por el establecimiento de estas interiores y parti­
culares inspiraciones, jamás ella fué ni será violada; mas
así se abre la puerta á todos para recibir ó rechazar las
Escrituras, según les parezca. Y decidme por favor, ¿por
qué permitir más bien á Calvino tachar la ,Sabiduría ó
los Macabeos que á Lutero borrar la Epístola de Santiago
ó el Apocalipsis, ó á Castulio el Cantar de los Cantares,
ó á los anabaptistas el Evangelio de San Marcos, ó á otro
cualquiera el Génesis y el Éxodo? Y si todos protestan de
la interior revelación, ¿por qué se ha de creer mejor á
uno que á otro? Así, esta regla sagrada, bajo el pretexto
del Espíritu Santo, permanecerá desarreglada por la
temeridad de cada seductor.
Conoced, yo os lo ruego, la estratagema. Se ha qui­
tado toda autoridad á la Tradición, á la Iglesia, á los Con­
cilios; ¿qué queda ya? La Escritura. El enemigo es astuto;
si la quisiera arrancar de una vez, provocaría lá alarma;
por eso establece un medio cierto é infalible para ir
bonitamente destruyéndola pieza por pieza, y ese medio
no esotro que esta opinión de la interior inspiración, por
la que cada uno puede récibir ó rechazar lo que bien le
parezca; y de hecho, ved un poco dél progreso de este
designio. Calvino quita y tacha del cánon á Baruch, á
Tobías, Judith, la Sabiduría, el Eclesiástico y los Maca-
beos (1); Lutero quita la Epístola de Santiago, la de San
Judas, la segunda de San Pedro, la segunda y tercera de
San Juan, la Epístola á los hebreos; se burla del Eccle-
siastés y tiene á Job por fábula. En Daniel, Calvino ha
escamoteado el cántico de los tres niños, la historia de
Susana y la del dragón de Bel; item una gran parte de
Ester. En el Éxodo quitaron en Ginebra y en otras pai­
tes, entre esos reformadoras, el versículo 22 del II capí­
tulo, el cual es de tal substancia, que ni los Setenta ni los
otros traductores rio lo hubieran jamás escrito sino hu*.
biera estado en los originales. De Beza pone en duda la
historia de la adúltera .en el Evangelio de San Juan (2)
(San Agustín advierte que en otro tiempo los enemigos
del cristianismo lo habían rayado de sus Libros; pero no
de todos, como dice San Jerónimo). En las misteriosas
palabras de la Eucaristía ¿rio se quieré quebrantar la auto­
ridad de estas palabras: Quipro vobis funditur (3), por
las que el texto griego muestra claramente (4) que lo que
estaba en el cáliz no era vino, sino la Sangre del. Salva­
dor, como quien dijera en nuestra lengua: Esta es la copa
del Nuevo Testamento en mi Sangre, que será derramada
por vosotros?; pues en este modo de hablar, lo que está en
la copa debe ser ía verdadera Sangre, no el vino, pues el
vino no ha sido derramado por nosotros, sino la Sangre,
y la copa no puede ser vertida sino en razón de lo que
ella contiene. ¿Cuál es el cuchillo con el que se han hecho
tantos cortes? La opinión de esas inspiraciones particu­
lares. ¿Y qué es lo que hace tan atrevidos á vuestros re­
formadores para tachar, el uno esta pieza, el otro aqué­
lla? El pretexto de sus interiores persuasiones dél espíritu,

(1) V id a loca in fra .


(2) C ap. V IH , M I .
(3) L u c. X X t l , 20.
(4) V id c in fra .
que les hace á cada cual soberanos dentro de si mismos
cu el juicio de la validez ó invalidez de las Escrituras (1).
Al contrario (2), señores, San Agustín protesta (3): Ego
vero Evangelio non crederem, nisi me catholica Eccle-
siae conmoveret authorilas. Yo no creería en el Evangelio
si la autoridad de la Iglesia católica no me moviera. Y
en otro lugar: Novutn etvetus Testamentum in illo Libro-
rutn numero recipimus quem sanctae Ecclesiae catholicae
tradit authorilas. Nosotros recibimos el Antiguo y Nuevo
Testamento eii él número de los libros que la autoridad
de la santa Iglesia católica propone. El Espíritu Santo
puede inspirar á quien bien le parezca; pero en cuanto al
establecimiento de la fe pública y general de los fieles, no
nos dirige más que á la Iglesia; á ésta corresponde pro­
poner cuáles son las verdaderas Escrituras y cuáles no;
no que ella pueda dar verdad ó certidumbre á la Escri­
tura, sino que puede darnos la certeza y seguridad de la
certidumbre de aquélla. La Iglesia no podría hacer canó­
nico un libro que no lo fuese; pero puede muy bien ha­
cerlo reconocer como tal, no mudando la substancia del
libro, sino mudando la persuasión de los cristianos, dán­
doles certeza de lo que era dudoso. Que si siempre nues­
tro Señor defiende á la Iglesia contra las puertas del in­
fierno, y si siempre el Espíritu Santo la inspira y conduce,
es en esta ocasión, pues sería lo mismo que abandonarla
del· todo, abandonarla en este caso, del que depende el
grueso de nuestra Religión. Y verdaderamente,\ estaría­
mos muy mal asegurados si apoyásemos nuestra fe en
esas particulares inspiraciones interiores, que no sabemos
si existen ó existieron jamás más que por el testirtionio de
algunos individuos; y suponiendo que existan ó hayan
existido, no sabemos si son del verdadero ó del falso
espíritu, y suponiendo que sean del verdadero espíritu,
rió sabemos si los que las reciben, las declaran fielmente
ó no, pues no tienen ninguna marca de infalibilidad. Me­
receríamos ser abismados si nos arrojáramos fuera de la
nave de la pública sentencia de la Iglesia para bogar, en
el miserable esquife de esas persuasiones particulares,
nuevas y discordantes; nuestra fe no seria ya católica,
sino individual.

(?.) V ía n s e las n otas p r e p a r a t o r ia ·.


(2) V d ase el a rtícu lo a n te r io r .
(8) V id e Joca supra.-
Pero antes de que me aparte de aquí, decidme, refor­
madores, yo os lo ruego, ¿dónde habéis tomado el cánon
de las Escrituras que seguís? No lo habéis tomado de los
judíos, pues los Libros Evangélicos no estarían en él, ni
del Concilio de Laodicea, pues el Apocalipsis no estaría
en él tampoco, ni del Concilio de Cartago ó de Florencia,,
pues el Eclesiástico y los Macabeos estarían en él; ¿dón­
de lo habéis, pues, tomado? Á decir verdad, jamás se ha­
bló de semejante cánon antes de vosotros; la Iglesia no
vió jamás cánon de las Escrituras donde no lo hubo más
ó menos que en el vuestro: ¿qué indicios hay de que el
Espíritu Santo se haya negado á toda la antigüedad, y que
después del año 1500 haya descubierto á ciertos indivi­
duos el legajo de las verdaderas Escrituras? En cuanto á
nosotros, seguimos, exactamente la lista del Concilio de
Laodicea, con la adición hecha en el Concilio de Carta­
go y de Florencia; jamás ningún hombre de juicio dejará
á estos Concilios para seguir las persuasiones de los indi­
viduos.
He aquí, pues, la fuente y el origen de toda la viola­
ción que ha sido hecha á esta santa regla; esto es cuanto
se ha imaginado para no recibirla más que en la medida
y regla de las inspiraciones que cada cual cree y piensa
sentir.

ARTICULO VI

Cómo ha sido violada la majestad de las santas Escri­


turas en las interpretaciones y versiones d$ los heré­
ticos.

A fin de que los religionarios de estos tiempos des­


arreglasen del todo esta primera y muy santa regla de
nuestra fe, no se han contentado con recortar y deshacer
tan hermosas piezas, sino que las han contorneado y des­
figurado cada cual á su manera, y en lugar de ajustar su
saber á esta regla, la han arreglado á medida de su pro­
pia suficiencia, pequeña ó grande. La Iglesia había gene­
ralmente recibido, hace más de mil años, la versión lati­
na que la Iglesia católica admite, y de la que San Jeró-
nimo, hombre tan sabio, fué autor y corrector; cuando
he aquí que en nuestros tiempos se levanta una espesa
niebla del espíritu de vahído (1), el cual ha desvanecido
de tal modo á los censores de las antiguas opiniones que
han sido recibidas hasta ahora, que cada cual ha querido
volver, quien de un lado, quien de otro, y cada uno á la
medida de su juicio, esta santa Sagrada Escritura de
Dios: ¿quién no ve en esto la profanación de este vaso
sagrado de la santa letra, en el que se conservaba el pre­
cioso bálsamo de la Doctrina Evangélica? ¿Porque acaso
no habría sido profanar el Arca de la Alianza, si alguien
hubiera sostenido que cualquiera podía tomarla, llevarla
á su casa y desmontarla y despedazarla, para darle des­
pués la forma que quisiera, con tal de que conservara
alguna apariencia de Arca? ¿Y qué otra cosa es sostener
que se pueden tomar las Escrituras, y volverlas y aco­
modarlas cualquiera á su inteligencia? Y sijj embargo,
desde que se asegura que la edición ordinaria de la Igle­
sia es tan deforme que hay necesidad de rehacerla de
nuevo, y un individuo particular pone en ello mano y
comienza á realizarlo, se abre la puerta á la temeridad:
porque si Lutero se atreve á 'hacerlo, ¿por qué no Eras-
mo? Y si Erasmo, ¿por qué no Calvino ó Melancthon?
¿Por qué no Henricüs, Mercero, Sebastián Castulio, Bezá
y los demás del mundo, con tal que sepan algunos ver­
bos de Píndaro ó cuatro ó cinco palabras de hebreo y
algunos otros Tesoros por el estilo de una y otra lengua?
'¿Y.cómo pueden hacerse tantas versiones por tan dife­
rentes cerebros sin la total eversión de la sinceridad de
|-la Escritura? ¿Qué decís vosotros? ¿Que la edición ordi­
naria está corrompida? Confesamos que los copistas y los
íImpresores han dejado correr en ella algunas equivoca­
ciones de muy poca importancia (si algo hay en la Escri
Ittira que pueda ser llamado de poca importancia), las que
|eVConcilio de Trento (2) mandó corregir, y que desde en-
|tpnces en adelante se tuviera gran cuidado en hacerla
mprimir lo más correctamente posible; por lo demás, no

I
5áy nada en ella que no este muy conforme con el sentido
|el Espíritu Santo que es su autor; como han demostrado
interiormente tantas personas doctas de las nuestras (3),

I?3·, xix. «.
: (2) Sea». I V .
que se han opuesto á la temeridad de esos nuevos forma-
dores de religión, por lo quesería perder el tiempo seguir
hablando más de este asunto; aparte de que sería en mí
gran locura.querer hablar de la sencillez de las traduc­
ciones á quien no supo jamás leer de corrido en una de las
lenguas necesarias para este conocimiento y no estoy más
seguro de que lo sepa en la otra. ¿Pero qué digo? ¿Acaso
no os ha parecido lo mejor hablar cada cual en la suya,
con desprecio de la de los demás? Se ha revuelto todo
cuanto.se ha querido, pero nadie ha tenido en cuenta la
versión de su compañero; ¿y qué otra cosa es esto sino
derribar la majestad de la Escritura y hacerla desprecia­
ble á los pueblos, que piensan que tanta diversidad de
ediciones procede más bien de la incertidumbre de la Es­
critura que de abigarramiento de los traductores? El cual
abigarramiento redunda en crédito de la antigua traduc­
ción, la cual, como dice el Concilio, ha sido tan amplia,
constante y unánimemente aprobada por la Iglesia.

ARTÍCULO VII

De la profanación en las versiones vulgares.

Y si esto sucede en las versiones latinas, jcuán gran­


de es el desprecio y profanación que se ha hecho, en las
versiones francesas, alemanas, polacas y de otras leguas!
Y sin embargo, éste ha sido uno de los más socorridos
artificios que el enemigo del cristianismo y de la unidad
haya empleado en nuestros tiempos para traer á los pue­
blos á sus redes. Conocía la curiosidad de los hombres y
en cuánto estima cada uno su propio juicio, y esto indujo
á todos los sectarios á traducir las Santas Escrituras,
cada cual en la lengua de la provincia donde se estable­
ció, y á mantener esta jamás oída opinión de que todos
eran capaces de entender las Escrituras, que todos debían
leerlas, y que los oficios públicos se debían celebrar y
cantar en l|í lengua vulgar de cada provincia.
(
T o lcta n ., in 1 p á t . Afiol; B etarm ino (C o n tro v . de Verbo Dei), lib . I I , cap í tu*
Jos I X - X I V , et alíi.
Pero ¿quién no ve la estratagema? Nada hay en el
mundo que pasando por muchas manos no se altere y
pierda su primitivo brillo. El vino, muchas veces vertido
y trasegado, se evapora y pierde su fuerza; la cera, reso­
bada, pierde su color; la moneda pierde sus caracteres;
creed también que la Sagrada Escritura, pasando.por tan
diversos intérpretes, en tantas versiones y reversiones, no
puede menos de alterarse. Y si en las versiones latinas
hay tanta variedad de opiniones entre esos trastornado-
res, muchas más hay en las ediciones vulgares y mater­
nales de un cualquiera, y en las que nadie puede discer­
nir ni cotejar. Es una muy grande licencia para los que
traducen , saber que no han de ser fiscalizados sino por
los de su propia provincia, y en cada provincia no hay-
tantos ojos perspicaces como en Francia y Alemania.
“¿Sabemos bien—dice un docto profano (1)—que en Vas-
conia y en Bretaña hay jueces bastántes para,, comprobar
esta traducción hecha en su lengua? La Iglesia universal
no tiene un juicio más arduo que dictar. „ La intención de
Satán es corromper la integridad de este Testamento; sabe
lo que le importa enturbiar la fuente y envenenárla, pues
esto es destruir todo el ejército igualmente.
Pero estamos hablando cándidamente, porque ¿acaso
no'sabemos' qué los Apóstoles hablaban todas las. len­
guas? (2). ¿Y qué quiere decir que no escribieran sus
Evangelios y Epístolas más que en hebreo, como San
Jerónimo certifica del Evangelio de San Mateo (3); en
latín, como algunos piensan del de San Marcos, y en
griego, como se admite de los otros Evangelios, que fue­
ron las tres lenguas escogidas (4) desde la misma Cruz
de nuestro Señor para la predicación del Crucifijo? ¿No
llevaron el Evangelio por todo el mundo? Y en todo el
mundo, ¿no había otra lengua que esas tres? Sí las había,
■en verdad (5), y sin embargo, no juzgaron hacedero
diversificar en tantas lenguas sus escritos, ¿quién despre­
ciará, pues, la costumbre de nuestra Iglesia, que tiene
por garantía la imitación de los Apóstoles? || De todo lo
que tenemos una notable huella y pista en el Evangelio;

(1) E l Sr. D es M ontaignes, 11b. I, ca p . L V l.


{2) H e ch , II. 9, 10» 11.
(3) P ra e fa t; in M atth (Al in Q u ator E v an *.)
(4) E x P on tifican D am nsi, in vita P etri, {(Joncilius, an. 43); H ila r. P ra e f.
da P satm os (f. 15.)
(5) H cch . II, 11.
pues el día. que nuestro Señor entró en Jerusalén, las
gentes iban gritando: Osanna filio David; benedictas qut
venit in nomine Domini\ Osanna in excelsis (l); y esta
palabra Osanna ha sido dejada en toda su integridad en
los textos griegos de San Marcos y San Juan, señal Qe·
que era la misma palabra del pueblo; pero Osanna, ó bien
Osianna (que es lo mismo segün los doctos en la len­
gua; (2), es una palabra hebraica, no siriaca, tomada,
con el resto de esta alabanza que fué tributada á nues­
tro Señor, del Salmo CXVII (3). Aquellos pueblos, pues,
tenían costumbre de recitar los Salmos en hebreo; y sin·
embargo, el hebreo no era su lengua vulgar, y así puede
conocerse de muchas palabras dichas en el Evangelio por
nuestro Señor, que eran siriacas, y que los Evangelistas
han guardado, como Abba, Haceldama, Golgotha, Pascha
y otras que los doctores no tienen por hebreas sino por
siriacas, aunque ellas sean llamadas hebraicas porque
aquélla era la lengua de los hebreos desde la cautividad de·
Babilonia. ||. En lo cual, además del gran peso que debe
tener para contrabalancear todas nuestras curiosidades,
hay una razón que tengo por muy buena, y es que las-
demás lenguas no están sujetas á una misma regla, sina
que, de ciudad en ciudad, se cambian sus acentos, frases
y palabras y mudan de estación en estación y de siglo en
siglo. Tómense las Memorias del señor de Joinville, ó aun·
las de Felipe de Commines, y se'verá que hemos mudado-
del todo su,lenguaje, que de,b>^ ser, sin embargo, el más-
culto de su tiempo estando ambos tan cerca de su fuente.
Por lo tanto, si nos fuera necesario tener (sobre todo para
los Oficios públicos) Biblias, cada una en su lengua, de
cincuenta en cincuenta años habría que revisarlas, y
siempre añadiendo, quitando ó mudando una buena parte
de la santa sencillez de la Escritura, ío q¡ue no podría
hacerse sin gran menoscabo. En resumen; es cosa más
que razonable que una tan santa regla, como es la santa
Palabra, sea conservada en lenguas reglamentadas pues
no podría mantenerse en su perfecta integridad en len­
guas bastardas y desarregladas.
Pero os advierto que el santo Concilio de Trento (4)'

(1) Matth., XXI, 9.


(2) G en e b ra rd in P salra. C X V I I , 24,
(8) V e r . 24.
(4) I V , lib. p ro h ib it. [A d cíilccm C oncil. T rid .)
-no rechaza las traducciones vulgares impresas con auto­
rización de los ordinarios; solamente ordena^ que no sean
leídas sin licencia de los superiores; lo que es muy razo­
nable, para no poner esté cuchilló tan afilado y cortante
p8r ambos filos (1) en la mano de quien pudiera degollar­
se á sí mismo, de lo que ya hablaremos más adelante (2);
y por tanto, no encuentran bueno que todo el que sepa
leer, sin otras garantías de su capacidad que la que tome
•de su temeridad, maneje ese sagrado memorial. “ No es
ciertamente razonable—recuerdo haber leído en un ensa*
yo del Sr. de Montaigne—ver rodarn, entre las manos de
toda clase de personas ttpor una sala ó una'cocina, el san­
to Libro de los sagrados Misterios de nuestras creencias;
no es, pues, de pasada y tumultuoriamente como hay que
•emprender un estudio tan serio y venerable; debe ser,,
por el contrario, una acción preconcebida y reposada.á
la que deben siempre acompañar estas palabras de la san­
ta Misa, Sursum corda, y asociarse á ella eí“cuerpo mis­
mo, dispuesto en actitud que manifieste una particular
atención y reverencia,,. Y “ creo además— dice— que la
libertad dada á cada cual para„ traducirlo y “ disipar una
palabra tan religiosa é importante en tantos idiomas, tiene
■.muchos m^s peligros que utilidad „.

ARTÍCULO VIII

De la profanación que se hace empleando la lengua vul­


gar en los Oficios públicos.

El Concilio prohíbe (3) que los Oficios públicos de la


Iglesia se hagan en lengua vulgaí, sino en lengua regla­
mentada, cada cual según los antiguos formularios apro­
bados por la Iglesia. Esta prohibición obedece en parte á
las razones que ya he expuesto; pues si no es lícito tradu­
cir á roso y belloso y de provincia en provincia el texto
sagrado de la Escritura, estando gran parte y aun casi
(1) H e b r., I V , 12.
(2) A r t . X .
<3) S css. X X I I . (C a p . V I I I et cap . IX , c a n . I X .»
todo lo que se dice en esos Oficios, tomado de la Santa
Escritura, no es conveniente tampoco ponerlo eii francés,,
pues hay tanto, más peligro en recitar en lengua vulgar
la santa Biblia ehxlos Oficios públicos, cuanto que no soty
mente los viejos, sino los niños, no solamente los sabios,
sitio los ignorantes; no solamente los hombres, sino las
mujeres, y, en una ^a^ibra, quien sabe y quien no sabe
leer, podrían tomar todos de ello ocasión de errar, cada
cual como mejor le pareciere. Leed los pasajes de David,
donde parece que murmura contra Dios de la prosperi­
dad de los malos, y veréis al indiscreto vulgo alabándose
de ello en sus impaciencias; leed allí, donde parece pedir
venganza sobre sus enemigos, y el espíritu de venganza
se anidará en él; leed los celestiales y muy divinos amo­
res del Cantar de los Cantares, y quien no sepa espiri­
tualizarlos bien, no se aprovechará de ellos más que para
el mal (1); y esta palabra de Oseas: Vade et fac tibi filios
fornicationum (2), y los actos de los santos Patriarcas
¿no darán licencia á los idiotas?
Pero sepamos, por favor, para qué se quiere tener las
Escrituras y Oficios divinos en lengua vulgar. ¿Para
aprender en ellos la Doctrina? Pero, dicho sea en verdad,
la Doctrina no puede sacarse de ella si alguien no abre la
corteza de la letra, en la que se contiene la inteligencia,
según deduciré en otro lugar (3); la predicación sirve
para esto, no el recitar el Oficio; pues en ella no sólo es
recitada la Palabra de Dios, sino expuesta por el pastor.
¿Pero quién es Capaz, por muy perspicaz y fuerte que
sea, de entender sin estudio las profecías de Ezequiel y
de otros y los Salmos? ¿Y de qué servirá, por lo tanto, á
los pueblos oírlos, sino para profanarlos y ponerlos en
duda? Aparte de que nosotros los católicos no debemos
en manera alguna reducir nuestros Oficios sagrados á las
lenguas particulares, sino más bien como nuestra Iglesia
es universal en tiempos y lugares, debe también hacer
sus Oficios públicos en una lengua que sea igualmente
universal en lugares y tiempos, tal como lo es el latín ért.
Occidente, y el griego en Oriente. De otro modo núes
tros sacerdotes no sabrían decir Misa, ni los demás enten­
derla fuera de sus comarcas. La unidad y la muchedum-
(1) II T im ., III, ;:t.
(2) O s., I..·.
(3) A r ¡. X.
bre de nuestros hermanos requiere que digamos nuestras
públicas oraciones en una lengua que sea la misma para
todas las naciones; de este modo nuestras oraciones serán
universales por medio de tantas gentes como en cada
provincia pueden entender el latín. Y me parece, en con­
secuencia, que esta sola razón debe bastar, pues si bien lo
consideramos, nuestras oraciones no son menos entendi­
das en latín que en francés. Pero dividamos el cuerpo de
una república en tres partes, según la antigua división
francesa, ó según la nueva, en cuatro. Hay cuatro clases
dé personas: los eclesiásticos, los nobles, los de toga y el
pueblo ó tercer estado; las tres primeras entienden el
latín ó deben entenderlo; si no lo entienden, la culpa es
de ellos. Queda el tercer estado, del que aún una pártelo
entiende; el resto, á decir verdad, si no se le habla en el
propio dialecto de su comarca, con gran trabajo podría
entender el relato de las Escrituras. El rtíüy excelente
teólogo Roberto Beíarmino (1) cuenta, por haberlo sabi­
do de buen origen, que una buena mujer, habiendo oído
en Inglaterra á un ministro leer el cap, XXV del Ecle­
siástico (qué ellos admiten por antiguo, no por canónico),
donde se habla de la malicia de las mujeres, se levantó
diciendo:—¿Pero eso es la palabra de Dios ó la del dia­
blo?—También refiere (2), tomándolo de Theodoreto (3),
una buena y oportuna frase de San Basilio el Grande al
jefe de cocina del Emperador, que quiso echárselas de
entendido, citando algunos pasajes de la Escritura: Tuutn
est de pulmento cogitare (4), non dogmata divina decoque■
re; como si le hubiese, dicho:—Ocupaos en catar vuestras
salsas y no en espumar la divina Palabra.

(1) In h a c. q u a estion c; (C o n tro v . de Verbo Dei, líb. II, can. X V .)


(2) Ibid em .
(3) L ib . I V H ist., ca p . X V I I fal X V I ).
(4) V id e locum T h e o d o r e to .
ARTÍCULO IX

De la profanación de los Salmos según la versión de Mu·


roí, y la que se comete al cantarlos en todas partes
indistintamente.

Pero entre todas las profanaciones, paréceme que resal­


ta sobre las demás, que en los . templos-públicamente y
en todas partes, en los campos y en las tiendas, se canten
las coplas de Marot como Salmos de David. La sola insu­
ficiencia del autor, que no era más que un ignorante, la
lascivia de que da testimonio en sus escritos, su vida muy
mundana, que de todo tenía menos de cristiana, mereció
que se le negase la entrada en la Iglesia y, sin embargo,
su nombre y sus Salmos son tenidos como sagrados én las*
vuestras, y se cantan entre vosotros como si fueran de
David. ¿Quién no ve en, esto cuán grande es la violación
de la sagrada Palabra? El verso, su metro y su factura no
permiten que se conserve la propiedad de las palabras de
la Escritura; pues el autor mezcla con ellas las suyas para
dar á la composición perfecto sentido, y ha sido necesario
á este ignorante rimador escoger una interpretación allí
donde podía haber muchas. ¿Pero no es una profanación
y una violación extrema haber dejado á ese cerebro des­
organizado un juicio de tan grande importancia y después
seguir tan estrictamente las letrillas de un coplero, como
jamás se hizo con la interpretación de los Setenta, que
fueron asistidos tan especialmente por el Espíritu Santo?
¡Cuántas palabras, cuántas sentencias introduce en ellas,
que jamás figuraron en la Escritura! Esto es algo más que
pronunciar mal Scibolleth. A pesar de esto, se sabe bien
que nada hay que haya halagado á esos curiosos, y sobre
todo á las mujeres, como esa autorización para cantar
todos á una voz en la iglesia. Y ciertamente, no impedi­
mos^ nadie que cante con el· coro, modesta y decorosa­
mente; pero parece más conveniente que los eclesiásticos
y el coro canten de ordinario, como se hizo en la dedica­
ción del templo de Salomón (II Paral., VII, 6). Hay quien
se complace en hacer oír su voz en las iglesias, ¿pero no
se os engaña en esos cantos que os hacen entonar? No ten­
go ni tiempo rii espacio para decir cuanto se me ocurre
cuando gritáis los versos del Salmo VIII.
Y en lo que toca á esa manera de hacer cantar indi­
ferentemente en todas partes y en todas las ocupaciones
tos Salmos, ¿quién no ve en ello un desprecio de la Reli­
gión? ¿No es ofender á la Majestad divina hablarle con
palabras tan escogidas como las de los Salmos sin ningu­
na reverencia ni atención? Decir oraciones por vía de
entretenimiento, ¿no es.burlarse de Aquel á quien se ha­
bla? Cuando se ve en Ginebra ó en otra parte á un hor­
tera entretenido en el canto de los Salmos romper el hilo
de tan hermosa oración para decir á un comprador:—Ca­
ballero, ¿qué desea Ud?—¿no se conoce desde luego que
■convierte en accesorio lo principal, y que sólo por pasa­
tiempo canta esa divina canción que cree, sin embargo,'
inspirada por el Espíritu Santo? ¿Puede causar,,buen efecto
oir á una cocinera cantar los Salmos de la penitencia de
David y pedir á cada versículo el tocino, el capón ó la
.perdiz? “ Esta voz—dice Montaignes (1)—es demasiado
divina para no tener otro uso que el de ejercitar los pul­
mones y agradar al oído.„ Confieso que en privado todos
los lugares son buenos para orar y toda actitud que no sea
peckdo, con tal de que se ore de corazón, porque Dios ve
él interior, en el que está .la principal substancia de la
oración; pero creo que quien ora en público, debe hacer
demostración exterior de la reverencia que piden las pa­
labras que profiere; de otro modo escandaliza al prójimo,
que no está obligado á pensar que haya religión en lo .
interior, viendo desprecio de ella en lo exterior..
Entiendo, pues, que tanto por cantar como Salmos
divinos, lo que con frecuencia es fantasía de Marot, como
por cantarlo irreverentemente y sin respeto, se peca muy
á menudo en vuestra tan reformada iglesia contra esta
palabra: Spiritus est Deus, et eos qui adorant eum in spi·
ritu et veritate oportet adorare (2); pues además de que
en esos Salmos atribuís ál Espíritu Santo las concepcio­
nes de Marot contra la verdad, la boca también grita por
calles y cocinas:— ¡Oh Señor! ¡Oh Señor!—pero ni el c o ­
razón ni el espíritu están· aquí, sino en el tráfico y en la

(1) U bi supra» a r t. V il#


(2) .toann, IV , 24.
ganancia; y como dice Isaías (1), os acercáis con la boca
á Dios y le honráis con los labios; pero vuestro corazón
está lejos de Él y le teméis, según mandatos y doctrinas
de hombres. Y á la verdad, este inconveniente de orar sin
devoción sucede con bastante frecuencia á los católicos;
pero no es con la aprobación de la Iglesia, y no reprendo
ahora á los individuos de vuestro bando, sino al cuerpo de
vuestra (iglesia), que por sus traducciones y libertades
pone en uso profano lo que debería estar en muy grande
reverencia. En el capitulo XIV de la primera parte á los
Corintios (2), Midieres in ecclesia laceant, parece enten­
derse también de los cánticos como de lo demás; nuestras
Religiosas sunt in oratorio, non in ecclesia.

ARTÍCULO X

De la profanación de las Escrituras por la facilidad que


pretenden tener en la inteligencia de la Escritura.

La imaginación debe tener gran fuerza sobre los en-,


tendimientos hugonotes, pues os persuade de este gran
absurdo, que las Escrituras son fácilmente comprensibles
para todos, que cualquiera puede entenderlas y que real­
mente, á íin de dar crédito á las traducciones vulgares, es
necesario hablar así. Pero decidme la verdad; ¿pensáis que
la cosa sea asi? ¿Las entendéis vosotros bien? Si asi lo pen­
sáis, admiro vuestra credulidad, que no solamente no se
apoya en la experiencia, sino que va contra todo lo que véis
y sentís. Porque si realmente la Escritura fuese tan fácil
de entender, ¿á que tantos comentarios de los Antiguos y
tantos de vuestros ministros? ¿A qué fin tantas armonías
y para qué las escuelas de Teología?—No hace falta—se os
dice—más que la pura doctrina de la Palabra de Dios en
la Iglesia.—¿Pero dónde está esa Palabra de Dios? En la
Escritura; y la Escritura, ¿es alguna cosa secreta?—No—
se dice á los fieles.—¿Qué hacer, pues, de esos intérpretes
y predicadores? Si sois fieles, las entenderéis tanto como
ellos; enviadlos á los infieles y conservad tan sólo algunos
diáconos para daros el pedazo de pan y verter el vino
en vuestra Cena; y si vosotros podéis apacentaros solos
en el campo de la Escritura, ¿para qué necesitáis pasto­
res? Algún joven inocente ó un niño puro que sepa leer,
debe bastaros. ¿Pero de dónde viene esa discordia, tan
frecuente é irreconciliable, que existe entre vuestros otros
hermanos en Lutero, sobre estas solas palabras: Este es
mi cuerpo, y sobre el punto de la justificación? Cierta­
mente, San Pedro no es de vuestra opinión, pues advierte
en su 11 Epístola (1), que en las Epístolas de San Pablo
hay algunas cosas difíciles de entender, las qu$ adulte­
ran los indoctos é inconstantes, como también las otras
Escrituras para ruina de sí mismos. El eunuco tesorero
general de Etiopía era bien fiel, porque fué á adorar al
templo de Jerusalén; leyó &Isaías (2), entendió bien sus
palabras, después que preguntó de quién dijo el Profe­
ta (3) lo qué él había leído; y sin embargo, no tenía de
ello la inteligencia ni el espíritu, como él mismo confesó:
Et quomodo possum si non aliquis ostenderit mihi (4).
No solamente no lo entiende, sino confiesa que no lo po­
drá entender si no es enseñado; y (hemos de ver á una
lavandera jactarse de entender tan bien la Escritura como
San Bernardo! ¿No conocéis el espíritu de división?Este
necesita asegurar que la Escritura es fácil de entender, á
finde qué cada cual tire de ella, quién por un lado, quién
por otro, haciendo todos de maestros, para que sirva á las
opiniones y fantasías de cualquiera. Ciertamente David
tenia esto por muy difícil, cuando decía (5 ): Da mihi in-
.tellectutn ut discam mandata tua. Si os han dejado la Epís­
tola de San Jerónimo ad Pauli'niun (6) en vuestras Bi­
blias, leedla, pues trata ex profeso de este asunto. San
Agustín habla de él también en mil lugares, pero sobre
todo en sus Confesiones (7); en la Epístola CXIX (8) con­
fiesa ignorar mucho más de la Escritura que lo que sabe.
Orígenes y San Jerónimo, aquél en su prefacio sobre tos

el) C ap. III, 16.


(2) H ech ., V I I I . 27,28.
(3) V e r . 34.
14) H c c h ., V I I I , 31.
(S) P salm . C V U I . 73.
(6> E p ist L U I.
Cantares (1), y éste en el suyo sobre Ezequiel (2), cuen­
tan (3) que no estaba permitido á los judíos antes de la
edad de treinta años, leer los tres primeros capítulos del
Génesis, el principio y el fin de Ezequiel, ni el Cantar de
los Cantares, por la profundidad de sus dificultades, en las
que pocas personas pueden nadar sin perderse en ellas; y
ahora cada cual habla de ellas, cada cual juzga y cada
cual se hace creer.
Y cuán grande sea la profanación por esta parte, na­
die podrá pensarlo bastante bien sin haberlo visto; de mí
puedo decir lo que sé, y no miento. He visto.á un perso­
naje en una reunión en la que, habiendo sido puesta á
discusión la sentencia de nuestro Señor, Qut percutit te
in maxálam proebe ei et alteram (4), lo entendió incon­
tinenti en el sentido de que así como para halagar á los
niños que estudian bien, se les dan ligeramente golpecitos
con la mano en la mejilla para incitarlos á que sean mejo­
res, del mismo modo quería decir nuestro Señor: UÁ quien
te encuentre haciendo bien y te consuele por ello, haz tánto
bien que tenga ocasión de consolarte más y de acariciar­
te en las dos mejillas.„ ¿No es esta una linda y rara inter­
pretación? Pero la razón de ella era todavía más famosa,
porque, según el intérprete, entenderla de otro modo:
sería ir contra la naturaleza, y es preciso entender la-
Escritura por la Escritura, en la que encontramos que
nuestro Señor no hizo lo jrnsnio cuando el criado le
golpeó; tal es ¿1 fruto de vuestra trivial teología. Un
hombre honrado, y que, según mi opinión, no querría
mentir, me contó que oyó á un ministro de estas tierras,
hablando de la Natividad de nuestro Señor, asegurar que
no había nacido en un pesebre, y exponer el texto que
expresa lo contrario, parabólicamente, diciendo:—Nues­
tro Señor dijo claramente que es la viña, y sin embargo,
no lo es; del mismo modo, aunque se haya dicho que
nació en un pesebre,, no es que naciera allí, sin embargo,
sino en algún lugar honroso que, en comparación de su
grandeza, se podía llamar pesebre.—La forma de está
interpretación me hizo más creíble lo que aquel hombre
me dijo, pues siendo sencillo y no sabiendo leer, con gran

(1) O p e ra , tom o III, c o l. 64


(2) O p e ra , t o m .'V , c o l. 15.
(3> H o d lc h a e c p refa tlo, ad Paulam el Eustochiun, confu nd itu r cum tex til«
(4) L u c ,, V I .
trabajo habría podido inventarla. Es cosa bien extraña
ver cómo esta pretendida suficiencia hace que sea profa­
nada la Sagrada Escritura. '

Hic adscribenda sunt ea verba c. X X X V (1). Vincen-


tii Lirinensis: Nam videas eos, etc. (2). Esto no es hacer
lo que dice Dios en Ezequiel; XXXIV, 18: Nonne satis vo~
bis erat pascuam bona depasci ? Tvsuper et reliquias pas·
cuarum vestrarum conculcastis pedibus.
Ad hoc signum * addendum est caput de prophaná-
tione per Psalmos Davidis versibus redditos (3).

ARTÍCU LO X Í

Respuesta á las objecciones y conclusiones de este primen


artículo (4j~.

Se sigue de lo que alegáis para vuestra defensa, que


San Pablo parece querer que se celebren los Oficios en .
lengua inteligible, hablando á los Corintios (5). Pero ya
veréis que lo que no quiere, es que se diversifique el Oficio
divino en todas clases de lenguas, sino solamente, que las
exhortaciones y cánticos que se hicieran por el don de
lenguas sean interpretados A.fin de que la Iglesia, donde
se encuentra, sepa lo que la han dicho: Et ideo, qui loqui-
tur lingua^ oret ut interpretetur (6). Quiere, pues, que las
alabanzas que se tributaban en Corinto, se pronunciasen
en griego, porque se hacían no como· Oficios ordinarios,
sino como cánticos extraordinarios de los que teniendo
este don para consolar al pueblo, era razonable que lo
hiciesen en lengua inteligible, ó que fuera interpretada
en el acto; lo que parece mostrar, cuando más abajo
dice (7): Si ergo conveniat universa ecclesia in unum, et
( t ) Aliter, c . X X V , C om m on it, I.
(2) Nam videas es volare per singula quaeque sanctae Icgts volumina , per
Moysi per Regunt libros, per Psalmos, per Apostólos, per Evartgelia , per
Prophetas. Sive eitatu apud stios, sive alias, sive privatimy sive publice*
sive in sertnonibus, sive iti libris,sive in conviviis, sive in piuléis , etc.
(3) E l o rd en de los a r tíc u lo s I X y X ha sid o c a m b ia d o segú n esta in d ica ción
del S an io.
(4i L a p a la b ra articulo e stá e m p ica d a en el sen tid o de d iv is ió n 6 c a p ítu lo .
(5) I C or., X IV .
(6) V e r . 13.
O) V e r . 23.
omnes linguis loquantur, intrcnt aulem idiotae aut infi-
delis, nonne dicent quod inscinitis? Y más abajo (1); Sive
lingua quis loquitur, sccundum dúos aut utmultum tres,
et per partes, et unus interpretclur; si aulem non fuerit
interpres, taceat in ecclesia, sibi autem loquatur et Deo.
¿Quién no ve que no habla de los Oficios solemnes en la
Iglesia, que no se hacían sino por el pastor, sino de los
cánticos que se entonaban por el don de lenguas que él
quería que fuesen entendidos, supuesto que no siéndolo
distraían á la asamblea y no servían de nada? De esos can­
tos, pues, hablan muchos Padres, y entre otros Tertulia­
no, que deduciendo la santidad délos agapes ó caridades
de los antiguos dice (2): Post manualem aquam et lumi-
na, ut quisque de Scripturis Sanctis vel de proprio inge­
nio potest provocatur in médium Deo cañete.
Obj. . Populus hic labiis me honorat, cor autem éo-
rum (3): esto se entiende, de aquellos que cantan y oran en
cualquier lengua que sea y hablan de Dios por cumplir,
sin reverencia y devoción; no de los que hablan una len­
gua para ellos desconocida pero conocida de la Iglesia, y
no obstante tienen el corazón arrebatado en Dios.
Obj. En los Hechos de los Apóstoles (4) se alaba á
Dios en todas las lenguas; así es necesario, pero en los
Oficios universales y católicos hace falta una lengua uni­
versal y católica, aparte de que toda lengua confiesa que
el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre {5).
¿No se dice en el Deuteronomio (6) que los Manda­
mientos de Dios no están secretos ni celados? ¿Y no dice
el salmista: Praeceptum Dominilucidum (7); Lucerna
pedibus meis verbum tuum? Todo eso está bien, pero se
entiende estando predicado y explicado y bien entendido,
pues, ¿quomodo credent sine praedicante? (8). Esto sin
contar con que no todo lo que el gran profeta David ha
dicho, debe ser aplicado en todos los casos.
Pero se me objeta á cada momento: ¿No debo buscar
el alimento de mi alma y de mi salvación? ¡Infeliz! ¿Quién
(1) V e r s . 27, 28.
• (2) In A p o l.» c a p . X X X I X .— Véase ¿a anotación del Sr. Aemar Ennequin
M* de Rennes sobre el secundo capitulo del libro sexto de las C on fesion es de
S a n A g u s tín .
(S) Isa. X X I X , 13.
(4) Cnp. II, 12,
(5) P h ilip ., II, 11.
(6) C ap. X XX ., í 1-14.
(7) Püiilm. X V i r i , 9.
(8) Psnlm . C X V I I I , 105.
lo niega? Pero si cada cual va á los pastos como los gan­
sos viejos, ¿para qué sirve el pastor? Busca los pastos,
pero con tu pastor. ¿Acaso no se burlarían del enfermo
•qué quisiera buscar su salud en Hipócrates sin la ayuda
del médico, ó de quien quisiera buscar su derecho en Jus-
tiniano sin recurrir al juez? Buscad, se le diríat vuestra
salud, pero por medio de los médicos; y buscad vuestro
derecho y procuradlo, pero por las manos del magis­
trado. ¿Quis meáiocriter samts non intelligat Scriptura·
rum expositionem áb iis esse. petendam qui earum stmt
doctores? Asi dice San Agustín (1). ¿Pero qué digo? Si
nadie encuentra su salvación como no sepa leerlas Escri­
turas, ¿qué sería de tantos pobres ignorantes? Ciertamen­
te, ellos buscan y encuentran su salvación de un modo
suficiente, cuando aprenden de la boca del pastor el
sumario de lo que es preciso creer, esperar, amar, hacer
y pedir á Dios. Creed que todavía, según el espíritu, es
verdadero lo que dijo el sabiq (2):' Melior. est .pauper
ambulans in simplicitate sua quam dives in pravis itine-
ribits; y en otro lugar (3): Simplicitas justorum diriget
eos; y (4.) Qui ambulat simpliciter ambulat confidenter.
Con lo cual no quiero decir que no hayá que tomarse el
trabajo de entender, sino solamente que no se debe pen
sar en buscar por sí mismo su salvación, ni su apacenta­
miento, sin la dirección de quien Dios ha puesto para
este fin, según el.m ism o sabio (5): Ne innitaris ptuden·'
tiae tuae; y (6) Ne sis sapiens apud temetipsum; lo que
no hacen aquellos que piensan con su sola suficiencia cono­
cer toda clase de misterios, sin observar el orden que
Dios ha establecido y que ha hecho de nosotros, unos
doctores y pastores (7) , no todos ni cada uno por sí mis­
mos. Ciertamente, San Agustín (8) halló que San Anto­
nio, hombre indocto no dejaba de seguir el camino del
Paraíso y él con su ciencia estaba de ello muy lejos enton­
ces, entre los errores de los maniqueos.
Pero tengo algunos testimonios de la antigüedad y

(1) L lb . I de m o r lb . E c c lc s ia e ., cAp· I.
(2) P r o v e r , X X V I I I . 6.
(3) C ap . X ! , a.
14) Cap. X . y.
algunos ejemplos señalados, que quiero dejaros al fin de
este artículo por conclusión
San Agustín (1): Adntonenda fuit charitas restra con-
fessionem non esse semper vocem peccatoris; quia mox
ut hoc verbum sonuit [in ore] lectoris, secutus est etiam
sonus tunsionis pectoris vestri: Audito, scilicet, quod
Dominus ait, Confíteor tibi, Pater (2) in hoc ipso quod
sonuit Confíteor , pectora vestrd tutudistis: tundere autetn
pectus quid est, nisi arguere quod latet in pectore, et evi-
denti pulsu ocultum castigarepeccatum? Quare hoc fecis-
tis, nisi quia audistis, Confíteor tibi, Pater? Confíteor
audistis, quis est qui confitetur non attendistis; nunc ergo
advertite. Ved como el pueblo oía la lección pública del
Evangelio, y no entendía de ella más que esta palabra:
Confiteor tibi, Pater? que entendía por costumbre, por
lo que todos los días se le decía al principio de la Misa,,
como hacemos ahora; lo que prueba que la lección se­
daba en latín, que no era su lengua vulgar.
Pero quien quiera ver el aprecio que los católicos
hacen de la Sagrada Escritura y el respeto que le tienen,
que admiren al gran Cardenal Borromeo, que jamás leyó­
las santas Escrituras sino de rodillas, pareciéndole que
oía hablar á Dios en ellas, y que. aquella reverencia era
debida á tan divina audición. Jamás pueblo alguno fué-
mejor instruido, según permitía la malicia de los tiempos,
que el pueblo de Milán, bajo el Cardenal Borromeo; pero
la instrucción del pueblo no viene á fuerza de remover
las santas Biblias, ni de cantar aquí y allá en forma de
fantasías los Salmos, sino de tratarlas y leer, oir, cantar
y orar, con apreciación viva de la majestad de Dios á
quien se habla, de quien se lee ó escucha la palabra,
siempre con este prefacio de la antigua Iglesia: Sursunt
corda.
Aquel grande amigo de Dios, San Francisco, en cuya
gloriosa y muy santa memoria se celebró ayer (3) fiesta
en todo el mundo, nos mostró un hermoso ejemplo de la
atención y reverencia con que se debe orar á Dios. He
aquí lo que cuenta el santo y ferviente Doctor de la Igle­
sia San Buenaventura (4): Solitus erat vir sanctus horas

(1) D e v e r b . D om in i S crm . V I I I , cap. X X X V I . /f o d i e S erm o, 11b. X V I I ,c a p . I.


(2) M atth .. X I, 25; L u c ., X , 21. ·
(3) 4 de O c tu b ic ae 1595.
(4) In v ita San F ra n c ., c a p . X .
canónicas non minus timorate per solvere qt^m aevote;.
natn licet oculorunt, stomachi splenis et hepatis aegritu-
dine laboraret, nolebat muro vel parieti inhaerere dunt
psallaret, sed horas semper erectas et sine caputio, non
gyrovagis oculis nec cum aliqua syncopa persolvebat; si
guando esset in itinere constitutus figebat tune temporis.
gressum, hujusmodi consuetudinem reverentem et sa-
crampropter pluviarum inundantiam non omittens; dice-
bat enim: si guíete comedit corpus cibum suum, futurum
cum ipso vermium escam, cum guanta pace et tranguilli-
tate accipere debet anima cibum vitae?

CAPÍTULO II

QUE LA IGLESIA DÉ LOS PRETENDIDOS HA VIOLADO LAS


TRADICIONES APOSTÓLICAS, SEGUNDA REGLA DE L A '
FE CRISTIANA


.·:? ARTÍCULO I

A Qué es lo que nosotros entendemos por tradiciones


? apostólicas.

He aquí las palabras del santo Concilio de Trento (1).


hablando de la verdad y disciplina cristiana evangélica:
Perspiciens (sancta Sinodus) hanc veritateni et discipli-
pam contineri in Libris scriptis et sine scripto Traditio-
nibus, quae áb ipsius Christi ore ab Apostolis, Spiritu
iSancto dictante, quasi per manus traditae, ad nos usque
pervenerunt; orthodoxorum Patrum exempla sécula, om-
.ties Libros tam Veteris quam Novi Testamenti, cum
;iutriusque unus Deus sit auctor, nec non Trciditiones
(ipsas, turn ad fidem turn ad mores pertinentes , tanquam

<1) S cs. I V .
vel oretenus a Christo vel a Spiritu Sancto dictatas, et
continua successione in Ecclesia Catholica sérvalas, pari
pietatis affectu ae reverentia suscipit et veneratur. He
ahí verdaderamente un decreto digno de una asamblea
que pudo decir Visum est Spiritui Sancto et nóbis (1);
pues no hay apenas palabra que no dé un golpe seguro
al adversario, y no le quite todas las armas de las manos.
Porque ¿de qué le servirá en adelante gritar: In va-
num colunt me docentes mandata et doctrinas homi-
num (2). IrritumfecistismandatumDeiproptertraditio-
nemvestram(3).Ne intendas fabulis Judaicis (4). Aemu-
lator existens paternarum ntearum traditionum (5). Vi·
dete ne quis vos decipiat per philosophiam et inanem
fallaciant, secundum traditionem hominum (6). Redcm-
pti estis de vana vestra conversatione paternae traditio-
nisl (7) Nada de esto viene á cuento, pues el Concilio
protesta claramente que las Tradiciones que recibe, no
son ni tradiciones ni doctrinas de los hombres, sino quae
ab ipsius Christi ore ab Apostolis acceptae, vel ab ipsis-
Apostolis, Spiritu Sancti dictante, quasi per manus tra-
ditae, ad nos usque pervenerunt: estas son, pues, Palabra
de Dios y doctrina del Espíritu Santo, no de los hombres.
En lo cual veréis detenerse á casi todos vuestros ministros
cuando os dirigen sus grandes arengas para demostrar
que no hay que comparar la tradición humana con la Es­
critura; ¿pero á qué dicen todo esto, sino para extraviar á
^us pobres oyentes, pues jamás hemos dicho lo contrário?
. En casos semejantes presentan contra nosotros lo que
San Pablo decia á su buen Timoteo (8): Omnis scriptura
divinitus inspirata utilis e¿>t ad docendum, ad corript'en·
dum, ad erudiendium in justitia, ut perfectas sit homo
Dei, ad omne bonum opus instructus. ¿Pero qué viene á
ser todo esto más que una querella de Alemán? ¿Quién
niega la muy excelente utilidad de la Escritura, sino los
hugonotes que arrancan de ella sus más hermosas pági­
nas teniéndolas por vanas? Es muy útil ciertamente, y no
es pequeño favor el que Dios nos ha hecho conservándo-
<1) H e c h ., X V , 28.
(2) Isa ., X X I X , T 3 ;M a r c .,:V II, 74
(8) M a tth ., X V , 6. *
ff(4> T l t „ I . 14; 1 T im o t., 1, 4.
(5) G a l., I 14.
(6) C ol., II, 8.
(7) I P c t r ., I, 18.
(8) II T im o t., III, 16 y ;i7 .
nosla entre tantas persecuciones; pero la utilidad de la
Escritura no hace inútiles á las santas Tradiciones, del
mismo modo que el uso de un ojo, de una pierna, de una
oreja ó de una mano no impide el uso de la otra; pero
dice el Concilio: Omnes Libros tam veteris quam Novi
Testamenti, nec non Traditiones t'psas, pars pietatis
ajfectu ac reverentia suscipit et veneratur. ¡Famoso modo
de razonar! La fe aprovecha, luego las obras no sirven
..para nada.
É igualmente (1): Multa qitidem et alia signa fecit
Jesús quae non sunt scrtpta in libro hoc; haec autem
scripta sunt ut credatis quod Jesús est Filius [Dei], et
ut credentes vitam habealis in nomine ejus\ luego no hay:
que creer más que en estos. ¡Famosa consecuencia! Nos­
otros sabemos bien que Quae cumque scripta sunt ad nos·
tram doctrinam scripta sunt (2); ¿pero impedirá esto que
los Apóstoles -prediquen? Haec scripta sunt ut credatis
quod Jesús est Filius Dei; pero esto no basta, pues ¿quo-
modo credent sine praedicante? (3) Las Escrituras han
sido dadas para nuestra salvación, pero no las Escrituras
solas, pues las Tradiciones sirven también para ello: los
pájaros tienen el ala derecha para volar; ¿pero se sigue
de ello que la izquierda no sirva para nada? Todo lo.con­
trario; la una no vuela sin la otra. Dejo á un lado las res·
puestas particulares, pues San Juan no habla más que
de los milagros que había escrito, y que tenía por prueba
suficiente para demostrar la divinidad del Hijo de Dios.
Cuando ellos aducen estas palabras: Non addetis ad
verbum quod ego praecipio vobis, nec auferetis ab eo (4);
Sed licet nos aut ángelus de coelo evangeliset vobis
proeterquam quod evangeliaavimus vobis, anathema
sit (5), no dicen nada contra el Concilio, que declara
expresamente que la doctrina evangélica no consiste sola­
mente en las Escrituras, sino también en las Tradiciones.
La Escritura, pues, es el Evangelio, pero no todo el
Evangelio, pues las Tradiciones son la otra parte; quien
enseñe, sin embargo, otra cosa que lo que enseñaron los
Apóstoles, maldito sea; pero los Apóstoles enseñaron por
escrito y por Tradición y todo es Evangelio. Y si consi -
deráis atentamente cómo el Concilio junta las Tradicio­
nes á las Escrituras, veréis que no recibe Tradición con­
traria á la Escritura; pero recibe la Tradición y la Escri­
tura con igual honor, porque la una y la otra son arroyos
frescos y puros que fluyen de la misma boca de nuestro
Señor, como de una fuente viva de sabiduría, y, por lo
tanto, no pueden ser contrarios, sino del mismo sabor y
calidad, y que juntándose riegan plácidamente á este
árbol del cristianismo, qucci fructum suurn dabit interna
pore suo (1).
Nosotros llamamos, pues. Tradición Apostólica á la
doctrina, sea de fe ó de costumbres, que nuestro Séñor
enseñó de su propia boca, ó por la boca de sus Apóstoles,
y que no estando escrita en los Libros canónicos, ha sido
conservada hasta nosotros como pasando de mano en;
mano por continua sucesión de la Iglesia; más breve, es
la palabra de Dios vivo, impresa, no en el papel (2), sino
en el corazón de la Iglesia (3) solamente., Y no hay tan*
sólo Tradición de ceremonias y de cierto orden exterior,
arbitrario y de buen parecer, sino, como dijo el santo?
C o n cilio , en doctrina que pertenece á la fe misma y á las i
costumtm s; si bien en lo que toca.á'las Tradiciones de
las costumbres las hay que nos obligan muy estrecha­
mente, y otras que no se nos proponen más que por vía
de consejo, y si no observamos éstas no nos hacemos cul­
pados , con tal que sean aprobadas y tomadas como
santas y no hagamos de ellas menosprecio (4).

ARTÍCÚLO II

Que hay tradiciones, apostólicas en la Iglesia.

Confesamos que la Sagrada Escritura es muy exce­


lente y muy útil; ha sido escrita para que creamos, y
nada puede serle más contrario que la mentira y la inu
(1) f ’salm . I, 3.
(2) II Joann# 12.
(3) n C o r., III, 2 ,3 .
El docto Antonio Possevin, contra C h yl re um , sect. 2, cap. IT 1, hace notar
„a n o se llama E u£ ra p! u um , sino Ev an pc liu m. ·
piedad; mas para establecer estas verdades no hay que
rechazar esto, á saber, que las Tradiciones son muy
útiles y dadas para que creamos; nada les es más contra­
rio que la mentira y la impiedad; pero para afirmar una
verdad no se debe jamás- destruir la otra. La Escritura
es útil para enseñar; aprendamos, pues, de la. Escritura
misma que hay que recibir con honor y fe las santas Tra­
diciones. Si nada se debe añadir á lo que nuestro Seflor
ha mandado, ¿dónde consta que ha mandado que sean
condenadas las Tradiciones Apostólicas? ¿Por qué añadáis
esto á sus palabras? ¿Dónde consta que nuestro Seflor lo
haya alguna vez enseñado? ¿Y cómo es posible que man- i
dara el desprecio de las Tradiciones Apostólicas, quien:
jamás despreció ninguna tradición del menor profeta del:
mundo? Repasad todo el Evangelio y sólo veréis en él
censuradas las tradiciones humanas contrarias á la Escri­
tura. Ved la Novela. 146 (1). Y si ni nuestro Señor ni sus
Apóstoles lo escribieron, ¿por qué nos evangelizáis esas
cosas aquí? Por el contrario, estando prohibido quitar
nada de la Escritura, ¿por qué queréis vosotros quitar las
Tradiciones, que están declaradas auténticas? (2).
¿No es la santa Escritura de San Pabjo la que dice:
Ttaque fratres , teñete traditiones quas accepistis, sive
per sérmonem sive per epistolam? Hinc patet quod non·
omitía per epistolam tradiderünt Apostoli, sed multa
etiam sine literis, eadem vero fide digna sum tam ista
quatn illa, dice San Crisóstomo en su comentario sobre
este pasaje (3). Lo que también confirma San Juan (4):
Mu}ta habens scribere vobis, nolui per- cKartam et atra-
mentum; spero enim me füturum apud vos, et os ad os
loqui; eran cosas dignas dé*Ser escritas, y, sin embargo,
no lo hizo, sino las dijo, y en lugar de Escritura hizo de
'■ellás Tradición.
Forntam habe sqnorum verborum, qua'e a me audisti:
bonum depositum custodi, decía San Pablo á su Timo­
teo (5). ¿No era esto recomendarle la Palabra Apostólica
no escrita? ¿Y no se llama á esto Tradición? Y más
-abajo (6): Quae audisti a me per multos testes, hoec com·

(t) In C orp. Juris C iv ilis: aliter A u th c n tic a c . C oll. I X , tít. X X I V .


(2) 11 T h c s - , II, U
(3) K o m i. I V in l í Th cs ,, 11, i 2.
(4) U t 12, y m . 13 y 14. Epístola.
<6) 11 T im o t ., í, 13 v 1*1.
(6) Cap. l í ,
menda fidelibus, hominibus, qui idonei erunt\et altos do-
cere. ¿Qué puede haber más claro en favor de la Tradi­
ción? He aquí la forma: el Apóstol habla, los testigos lo
refieren, San Timoteo debe enseñarlo á otros y éstos á los
demás; ¿no se ve aquí una santa sustitución y fideicomiso-
espiritual?
¿No alaba el mismo Apóstol á los Corintios por la ob­
servancia de las Tradiciones? Quodper omnia—dice—mei
memores estis, et sicut tradidi Dobis praecepta mea ser-
vatis (1). Si eso estuviera en la segunda á los Corintios,
podría decirse que por sus mandatos entiende los de la
primera, aunque el sentido de ella sería forzado (mas á
quien no quiere caminar, cualquier sombra sirve de ex­
cusa); pero esto se halla escrito en la primera; no habla
de ningún Evangelio, pues no lo llamaría praecepta mea;
¿de qué se trataba, por lo tanto, sino de una doctrina
Apostólica no escrita? Pues á esto llamamos nosotros'
Tradición. Y cuando al final les dice: Coetera cum venero
disponam (2), da lugar á pensar que les había enseñado-’
muchas cosas importantísimas, y de las que no tenemos,
sin embargo, ningún escrito en parte alguna; ¿estarán,
pues, perdidas para la Iglesia? No ciertamente; de otro
modo no las hubiese el Apóstol dejado á la posteridad y
las hubiese escrito.
Y nuestro Señor dice: Multa hateo vobis dicere qud'é
non potestis portare modo (3). Y yo os pregunto: cuando»
les dice estas cosas, ¿qué tenía que decirles? Verdadera­
mente, ó se las dijo después de su Resurrección, durante^
los cuarenta días que estuvo entre ellos, ó por la venida'
del Espíritu Santo; pero ¿qué sabemos nosotros lo que*
comprendía bajo esta palabra Multa habeo, y si todo está-
escrito? Claramente se ha dicho (4) que. estuvo cuarenta,
días con ellos, enseñándoles del Reino de los cielos; pero,
no tenemos noticia de todas sus aparicionesni de lo que
les dijo en ellas (5).
(1) I Cor., XI, 2.
(2) Cap. X I, 34.
(3) Job, X V I, 12.
(4) H ech ., I, 3. .
(5) V é a n s e entre los serm onea del S an to’ loa que tra tan de la T ra dición ..
CAPÍTULO III

QUE LOS MINISTROS HAN VIOLADO LA AUTORIDAD


DE LA IGLESIA, TERCERA REGLA DE NUESTRA FE

AR TÍC U LO PRIM ERO

;Que tenemos necesidad dé alguna regla además


de la palabra de Dios.

Cuando Absalón (l) quiso en cierta ocasión levantar


facción contra su buen padre, se sehtó cerca de la puerta
que daba al camino, diciendo á los que pasaban: No hay
persona puesta por el Rey para oirte. ¡Oh! ¿quién me pu­
siera jues sobre la tierra para que viniesen á mi todos
loé que tienen negocios y los decidiese según justicia?.
Así solicitaba él los corazones de los israelitas (2)^;jPero‘
cuántos Absalones se encuentran en nuestros tiempos,
que para seducir y apartar á los pueblos de la obedien­
cia de la Iglesia han.gritado en los caminos de Alemania
y de Francia que no hay persona alguna puesta por el
Señor para oir y resolver las,diferencias sobre la fe y la
Religión, y que la Iglesia no tiene poder para ellol Todo
el que tiene ese lenguaje— fácilmente lo podéis .ver si
bien lo consideráis (oh cristianos!—quiere ser juez él mis­
mo, aunque más astuto que Absalón, no lo diga á las
claras.
He visto uno de los libros más recientes de Teodoro de
Beza (3), intitulado: De las verdaderas, esenciales y visi­
bles marcas de la verdadera Iglesia católica, y paréceme
que tiende en él fondo á convertirse en juez de las dife-
(1) V ía s e el p rin cip io del art. V I , c a p . Il> p art. I .
(2) ir Re*?., X V , 2-6.
(3) En lb§2 Beza p u b lic ó «n a tra d u cció n fra n ce s a de su lib r o s o b r e las M ar­
c a s de la Ig le sia , añ ad ien d o á e lla una ep ístola al R e y de F r a n c ia (E n riq u e I V ).
L a edición latina p a r e ció en 1579.
rencias que nos separan. Dice (1) que la conclusión de
todo su discurso es “que el verdadero Cristo es la única,
verdadera y perpetua marca de la Iglesia católica, enten­
diendo por tal verdadero Cristo,,, dice él, “aquel que se
ha declarado muy perfectamente desde el principio, tanto
en los escritos proféticos como apostólicos en lo que toca
á nuestra s a l v a c i ó n y más abajo dice (2): “ Esto es
lo que tenía que deciros sobre la verdadera, única y
esencial marca de la verdadera Iglesia, que es la Pala­
bra escrita profética y apostólica, bien y debidamente
administrada;,, y más arriba (3) habia confesado que él
tenía grandes dudas acerca de las santas Escrituras, pero
“no en pasajes que tocan á nuestra creencia,,. Y al mar­
gen (4) pone esta advertencia, sembrada por él en casi
todo el texto: “La interpretación de la Escritura no se
debe sacar más que de la Escritura misma, confrontando
unos pasajes con otros, y refiriéndplos á la analogía de la .
fe;„ y en la epístola al Rey de Francia (5): “Pedimos que
se refieran á las santas Escrituras canónicas, y que si hay ■
dudas acerca de la interpretación de éstas, la conformi­
dad y relación que debe existir, tanto éntrelos pasajes·
de la Escritura como entre los artículos de.la fe, sean los
jueces.„ En ella recibía “ A los Padres, con tanta mayor
autoridad cuanto más tuvieran su fundamento en las Es­
crituras,,, y prosigue: “En cuanto á la doctrina, no sa­
bríamos llamar á ningún juez irreprochable, sino al Señor'
mismo, que ha declarado todo.su consejo tocante á nues­
tra salvación por los [Apóstoles] y Profetas. „ Y dice ade­
más (6) que ellos son “los que no han desautorizado ni.
quisieron desautorizar un sólo Concilio digno de este
nombre, general ni particular, antiguo ó más reciente,,
(notadlo) “ con tal—añade— que la piedra de toque, que
es la Palabra de Dios, le sirva de prueba,,.
He ahí, en una palabra, lo que quieren todos los re­
formadores, que se tome á la Escritura por juez; á lo cual
re plicamos:—Amén\—pero añadimos que nuestras diferen­
cias no están en eso, sino en las que tenemos respecto de
su interpretación y que se hallarán en cada dos palabras,

/o.
(3) fr lg .4 1 .
(4) E ad em .
(5) In c a p ite eju sd cm opusculi,
C6) In eadem E p is t. et p ág. 46.
para lo cual tenemos necesidad de un juez. Á esto res­
ponden ellos, que es preciso juzgar de las interpretaciones
de la Escritura, confrontando pasaje con pasaje y el todo
conelSímbolo de la fe.— Amén, amén,—decimos nosotros;
.pero nosotros no preguntamos cómo debe ser interpre
tada la Escritura, sino quién debe ser el juez; porque des­
pués de haber confrontado pasaje con pasaje y el todo con
el Símbolo de la fe; hallamos nosotros que por este pasaje:
Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam
nieam, et portae inferí non praevalebunt; et tibí dabo
claves regni coelorum (1), San Pedro fué jefe ministerial
y supremo ecónomo en la Iglesia de Dios; y vosotros, por
vuestra parte, decís que este pasaje: Reges gentium do·
minantur eorum, vos autemnon sict (2), ó este otro (pues,
son todos tan sin fuerza para vuestro intento, que no sé.
cuál puede ser para vosotros fundamental): Nemo potestl
altud fundamentum ponere (3), etc., confrontado con los?
otros pasajes y con la analogía de la fe, os hace detestar
á un jefe ministerial; unos y otros seguimos un mismo
camino para el descubrimiento de la verdad de este asun-'.
to, á saber, si hay en la Iglesia un Vicario general de
nuestro Señor, y sin embargo, yo he llegado á la afirma-:
tiva y vosotros os habéis encastillado en la negativa;, mas '
¿quién juzgará de nuestra diferencia? ||Ciertamente aquel»
que. se dirija á Teodoro de Beza dirá que habéis, discu·
-rridó mejor que yo, ¿pero en qué fundará su juicio sino
en que le parece así, según el prejuicio que tenga forma­
do largo tiempo antes? En suma, él dirá lo que quiera,
¿pero quién le ha puesto por juez entre vosotros y yo? ||
Estoes lograve de nuestro asunto,cristianos;conoced,
yo os lo ruego, ál espíritu de división. Se os remite á la
Escritura; nosotros ya habíamos ido á ella antes que estu­
vieseis en el mundo, yen ella encontramos lo que creemos,
Claro y neto. Pero hay que entenderlo bien, ajustando los
pasajes á los pasajes y el todo al Símbolo; llevamos más de
mil y quinientos años. Os engañáis en ésto, dice Lutero.
—¿Quién os lo ha dicho?—La Escritura.—¿Qué Escritura?
—Esta y la otra, así confrontada y ajustada al Símbolo.
— Al contrario, digo yo, tú, Lutero, eres el que te enga­
ñas; la Escritura me lo dice en tal y tal pasaje, bien corn­

il) M aith ., X V I , ls-19.


(2) L u c ., X X I I , '.-5-Í6.
(3) I C or , 111,11.
probado y ajustado á tal y tal pieza de la Escritura y á
los Artículos de la fe. No dudo (1) que hay que dar fe á la
Santa Palabra. ¿Quién ignora que en ella está el grado
supremo de certidumbre? Lo que me tiene apenado es la
inteligencia de esta Escritura, son las consecuencias y
conclusiones que están unidas á ella, y que, siendo diver­
sas, sin número, y contrarias con mucha'frecuencia en
un mismo asunto, en el que cada cual toma partido, quién
por un lado y quién por otro; ¿quién me hará ver la ver­
dad entre tantas vanidades? ¿Quién me hará ver esta
Escritura (2) en su sencillo color, ya que el cuello de esta
paloma cambia tanto de apariencias como los que la
miran, de posturas y de distancias? La Escritura es una
muy santa é infalible piedra de toque; á toda proposi­
ción que soporta este ensayo (3), la tengo por muy leal
y franca. ¿Pero qué sucede cuando presento esta propo­
sición, el cuerpo natural de nuestro Señor está realmen­
te, substancialmente y actualmente en el Santísimo Sacra­
mento del Altar? La hago confrontar de todas maneras y
por todos lados con la expresa y purísima palabra de Dios >
y con el Símbolo de los Apóstoles; no hay punto por dón­
de no la frote, cien y cien veces si queréis, y mientras
más la examino, siempre la reconozco como de oro más
fino y de más puro metal. Vosotros decís que habiendo
hecho lo mismo que nosotros, .lá encontráis falsa; ¿qué·
queréis que haga yo? Muchos maestros la han examinado
antes de ahora, y todos emiten el mismo juicio que yo, y
con tanta seguridad, que ellos han confundido, en asam­
bleas generales del oficio, á quien ha querido contrade­
cirlos. ¡Oh Dios mío! ¿Quién nos sacará de dudas? No
hay que decir ya la piedra de toque, de otro modo se
dirá: In circuitu impii ambulant (4); lo que es preciso es
que haya quién la maneje y haga la prueba él mismo de
la pieza, después que dicte el juicio, y que le acatemos
unos y otros sin protestar; de otro modo cada cual cree­
rá lo que le parezca. Mirad ,que con estas jactancias,
sacamos de la Escritura lo que nos dictan nuestras fan­
tasías, pero no las seguimos. Si sal tvanuerit, in quo

(1) VcMse la parte I. cr»p. II, a rt. VI.


(2) V«íase el P r ó lo g o . 2.a lección.
(3) Los folios siguientes, que faltan en el Autógrafo de Roma, se encuentran
en loa archivos de )a V isitación de Annecy y se publican aquí por prim era vez*
(4) P salm . XI, 9. .
sálietur? (1) Si la escritura es el sujeto de nuestras dife­
rencias, ¿quién las arreglará? ¡Ahí (2) Quien diga que
nuestro Señor nos ha embarcado en su Iglesia á merced
de los vientos y de la marea, sin darnos un experto piloto
que entienda perfectamente el arte náutico en el mapa
y la brújula; dirá que quiere perdernos. Y aunque Él
haya puesto la brújula más excelente y el mapa más exac­
to del mundo, ¿de qué serviría si nadie tiene el saber nece­
sario para sacar de ellas una regla infalible á fin de con­
ducir el barco? ¿Y de qué serviría que hubiera un buen
timón si no hay un.patrón para moverlo del modo que
enseña el mapa? Y si es permitido á cualquiera volverle
del lado que le parezca, ¿quién no ve que estamos perdi­
dos? No es la Escritura quien tiene necesidad de regla ni
de luz extraña, como Beza piensa que nosotros creemos;
son nuestras glosas, nuestras consecuencias, inteligen­
cias, interpretaciones, conjeturas, adiciones y otras com-,
binaciones deí cerebro del hombre,' que no pudiendo
permanecer quieto se empeña siempre en nuevas inven-’
ciones; ni tampoco queremos un juez entre Dios y nos­
otros, como parece que quiere iuferir en su Epístola (3);
sino' entre un hombre tal como Calvino, Beza ó Lutero,
y otro como Echío, Fischer ó Moro; pues nosotros no-
preguntamos si Dios entiende mejor la .Escritura que nos­
otros, sino si Calvino la entiende mejor que San/Agustín^
ó San Cipriano. San Hilario dice muy bien (4): De inteT
lligéntia haeresis est, non de Scripturá, et sensus, non'·
sermo, fit crimen; y San Agustín (5): Non aliundc natae
sunt haereses nisi dum Scripturae bonae intelliguntor.·
non bene, et quod in eis non bene intelligitur etiam teme-
re et audacter asseritur. Este es el verdadero juego 'de
Michol (6), cubrir una estatua hecha á propósito en el
lecho, con los vestidos de David; quien la mire piensa -
haber visto á David, pero se engaña; David no está allí:
la herejía cubre en el lecho de su cerebro la estatua de
su propia opinión con los vestidos de la Santa Escritura;
quien ve esta doctrina piensa haber visto la santa pala­
bra de Dios, pero se engaña, no está allí, las palabras sí

O) M atth . V , 13.
(2) V<5ase parte I, cap. II, art. VI.
(3) Vide sup.
(4) L. II de Trinit. 8 1, Ií-
(6) T ract. XVIII ¡n jo .fi 1.
(6) I Reg·., X I X , 13.
están, pero no su sentido. Scripturae—dice San Jeróni­
mo—non in legendo sed in intelligehdo consistunt (t);
saberla ley no es saber las palabras, sino el sentido.
Y aquí es donde creo haber firmemente probado, que
tenemos necesidad de otra regla para nuestra fe además
de la regla de la Sagrada E scritura: Si diutius steterit
ntundus—dice una buena vez Lutero (2)—iterum fore
neccessarium, propter diversas Scripturae interpretacio­
nes quae nunc sunt\ ut ad conservandam fidei unitatem
Conciliorum decreta recipiamus, atque ad ea confugia-
mus; confiesa que se la recibía antes y confiesa que en
adelante será preciso hacerlo. He sido extenso, pero esto,
una vez bien entendido, no es un pequeño medio para
resolverse á una muy santa deliberación.
Otro tanto digo de las Tradiciones; pues si cada cual
quiere presentar Tradiciones, y no tenemos juez en la
tierra para poner en última instancia diferencias entre
las que son de recibo y las que no lo son, ¿por cuáles, yo
os ruego.me digáis, nos decidiremos? El ejemplo está>
claro; Cal vino halla admirable el Apocalipsis, Lutero
lo niega; otro tanto sucede con la Epístola de Santiago;
¿quién reformará esas opiniones de los reformadores? El
uno ó el otro está equivocado; ¿quién pondrá la mano en
ello? He aquí una segunda necesidad que tenemos de otra
tercera regla además de la Palabra de Dios.
Hay, sin embargo, una gran diferencia éntre las pri*
meras reglas y ésta; pues la primera regla, que es la
Palabra de Dios, es regla infalible de sí misma y muy
suficiente para arreglar á todos los entendimientos del
mundo; la segunda, no es propiamente regla de sí mis­
ma, sino solamente en tanto que aplica la primera, y que
propone la rectitud contenida en la Palabra santa: así
como se dice que las leyes son una regla de las causas
civiles; el juez no lo es de si mismo, pues su fallo está
obligado al reglamento de la ley, y, sin emBargo, es y
puede muy bien ser llamado regla, porque estando la-
aplicación de las leyes sujeta á variedad, cuando una vez
se ha hecho, es necesario atenerse á ella. La santa Pala·
bra es, pues, la ley primera de nuestra fe; queda la apli­
cación de esta regla, la que pudiendo recibir tantas for-
(1) Contra Lucif., § 28*
('>) Contra Zuing. et Oecol. In libro, Quod hacc verba . "Hoc est corpus
m eum vt etc. VLde in P arte prima, cap. III, a rt. IV-
mas, cuantos cerebros hay en el mundo, no obstante
todas las analogías de la fe, necesita todavía una segunda
regla para el reglamento de esta aplicación; es necesario
la doctrina y alguien que la proponga; la doctrina es la
santa Palabra, ¿pero quién la propondrá? He aquí cómo
se deduce un Artículo de fe: la Palabra de Dios es infali­
ble, la Palabra de Dios enseña que el Bautismo es nece­
sario para la salvación (1); luego el Bautismo es necesa­
rio para la salvación. La-primera proposición es inevita­
ble; estamos en disidencia con Calvino, respecto de la
segunda. ¿Quién nos alumbrará? ¿Quién nos resolverá esta
duda? Si cada cual tiene autoridad para proponer el sen­
tido de la santa Palabra, la dificultad será inmortal; si el
que tiene autoridad para proponerlo, puede errar en su
proposición, todo hay que rehacerlo. Es necesario, pues,
que haya alguna autoridad infalible, á cuya proposición
estemos obligados á prestar aquiescencia: la Palabra de
Dios no puede errar; quien- la propone no puede errar
tampoco: todo, pues, queda así asegurado.

ARTÍCULO II

Que la Iglesia es una regla infalible para nuestra fe.

No es, por lo tanto, razonable que ningún particular


se atribuya este infalible juicio sobre la interpretación ó-
explicación de la santa Palabra, porque ¿adónde iríamos*
entonces á parar? ¿Quién querría sufrir el yugo de. un:'
particular? ¿Y por qué más bien el de uno que el de otro?
Hable el particular cuanto quiera de la analogía, del entu­
siasmo, del Señor, del Espíritu, nada de esto podrá suje­
tar jamás á mi cerebro, de manera que si es necesario
embarcarse á la venturá, no me arroje yo más pronto en.
el barco de mi.juicio que en. el de otro, aun cuando este
otro hablara el griego, el hebreo, el latín, el tártaro, el
morisco y todo lo que vosotros queráis. Si es necesario
exponerse á errar, ¿quién no querrá mejor correr en pos

11) Marc.. X V I , 16.


de su propia fantasía que esclavizarse ¿l la de Calvino ó
Lutero? Cada cual dará libertad á su cerebro para correr
á rienda suelta aquí y allá por todas las opiniones, por
muy diversas que sean, y verdaderamente puede ser que
así encuentre la verdad antes que otro. Pero es una impie­
dad creer que Dios no nos haya dejado en la tierra algún
supremo juez al que podamos dirigirnos en nuestras difi-.
cultades, y que sea de tal modo infalible en sus juicios que
siguiendo sus decretos no pudiésemos errar. Sostengo que
este juez no es otro que la Iglesia católica, que de ningún
modo puede errar en las interpretaciones y consecuencias
que saca de la Sagrada Escritura, ni en los juicios que
dicta acerca de las dificultades que en ella se presentan.
Pues, quién oyó jamás, etc. (1).

CAPÍTULO IV

QUE LOS MINISTROS HAN VIOLADO LA AUTORIDAD


DE LOS CONCILIOS, CUA.RTA REGLA DE NUESTRA PE

ARTÍCULO PRIMERO

Y primeramente de las cualidades de un verdadero


Concilio.

No se podría (2) proyectar mejor un verdadero y santo


Concilio sino sobre el patrón de aquel que los Apósto­
les tuvieron en Jerusalén. Veamos, pues: 1.° Quién lo
congrega, y veremos que fue reunido por la autoridad
misma de los Pastores: Conveneruntque Apostoli et sé­
niores videre de verbo hoc (3). Y verdaderamente, son los
Pastores los que tienen el cargo de instruir al pueblo y
de proveer á su salvación por la resolución de las dudas
(1) Véase parte I, cap, II, art* VI; pues parece que el Santo, á ju z g a r por
las últim as palabras, tenía intención de añadir aquí toda la continuación de
dicho capitulo.
(lí). Véanse las notas preparat orlas.
(tí) Hech., XV, 6.
que tocante á la Doctrina cristiana sobrevengan; los Em­
peradores y los Príncipes deben tener en esto celo, pero
según su ministerio, que es por vía de justicia, de policía
y de la espada que no llevan sin causa (1). Aquellos, pues,
que quisieran que el /Emperador tuviese esta autoridad,
no se fundan en la Escritura ni en la razón; porque ¿cuá­
les son las causas principales por las que se reúnen los
Concilios generales, sino para reprim ir y rechazar al
hereje, al cismático, al escandaloso como á lobos del
aprisco? Así se hizo en esta primera Asamblea de Jeru-
salén para resistir á algunos, inficionados de la herejía
de los fariseos; y ¿quién tiene á su cargo rechazar al lobo
•sino el Pastor? ¿Y quién es el Pastor sino aquel á quien
dijo nuestro Seflor: Pasee oves meas? (2). ¿Sabéis que se­
mejante encargo haya sido dado á Tiberio? Quien tiene
autoridad para apacentar el rebaño, la tiene también para'
reunir á los Pastores á fin de conocer qué' pastos y qué
aguas son sanos para las ovejas; esto es propiamente con­
gregar á los Pastores in nomini Christi (3), es decir, por
la autoridad de nuestro Señor, porque ¿qué otra cosa es
reunir los Estados en nombre del Príncipe que convocar­
los por la autoridad del Príncipe? ¿Y quién tiene esta
aútoridad más que aquel que como lugarteniente ha reci­
bido las llaves del Reino de los cielos? (4). Lo que hizo,
decir al buen P. Lucencio, Obispo vicario dé la Santa'
Sede Apostólica, que Dióscoro había cometido un grave
error al convocar un Concilio sin la autoridad Apostó­
lica: Sinodum—dijo-—ausus est faceré sine autkoritate·
Sedis Apostolicae, quod nuttquam rite factum est, nec
fieri licuit; y dijo estas palabras en la Asamblea plena
del gran Concilio de Calcedonia (5). Es, sin embargo,
necesario que si la ciudad donde la Asamblea se reúne,
está sujeta al Emperador ó á cualquier Príncipe, y se
quiere hacer alguna colecta pública para los gastos de un
Concilio, que el Príncipe en cuyos estados se congregue
la Asamblea, haya dado licencia y autorización para reu­
nirse, y las colectas deben estar autorizadas por los P rín­
cipes en cuyos dominios se hacen, y si el Emperador
quisiera congregar un Concilio, bastará que la Santa·
(1) Rom., XIII, 4.
(2) Jcmnn., XXI, 17.
(3) M atth., XVIII, 20.
(4) Matth., XVI, 19.
(5) Act. I in epist. (Rcctiua. Act. t, LnitiO.)
Sede consienta en ello para que la convocatoria sea legí­
tima,.. (1). Tales fueron las convocatorias de algunos
Concilios muy auténticos, y la que Herodes dispuso en
Jerusalén (2) para saber ubi Christus nasceretur, en la
que los sacerdotes y escribas consintieron; pero el que
de esto quisiera sacar como consecuencia la de atribuir
á los Príncipes autoridad para ordenar las convocato­
rias, tendría tanta razón como si quisiera sacar en con­
secuencia su crueldad con San Juan Bautista y la dego­
llación de los Inocentes. (
2.° Se sigue de lo que hemos anotado acerca de este
primer Concilio cristiano, que fué convocado por los
Apóstoles, que así lo llagaron: Convenerunt —dice el
texto (3)— Aposloli et presbiteri videre de verbo hoc; los
Apóstoles y los presbíteros, en una palabra, las géntés de
Iglesia; la . razón lo exigía, pues el antiguo proverbio
tiene aquí perfecta aplicación: Ne sutor ultra crepidam,
y la palabra del buen P. Hosius referida, por San Ata-
nasio (4), que escribía al Emperador Constancio: Tibt
Deus imperium commisit. nobis quae sunt Ecclesiae con-
credidit. Es, pues, á los eclesiásticos á quienes corres­
ponde ser congregados á ellos, aunque los Príncipes, el·
Emperador, los Reyes y otros tengan lugar en ellos como
protectores de la Iglesia.
3 0 Quién debe ser allí el juez; y nosotros no vemos'
que nadie allí dictase sentencia más que cuatro de. los
Apóstoles, San Pedro, San Pablo, San Bernabé y San­
tiago, á cuyo juicio asintieron los detrláái Mientras cse
deliberaba, los señores ó sacerdotes hablaron, comp.es
probable según estas palabras (5): Cum autent magpa*
conquisitio fieret , que demuestran que se debatió mucho
este asunto; pero cuando llegó el caso de resolver y dar
sentencia, nadie habló que no fuera Apóstol; así como no
se encuentra en los antiguos Concilios canónicos que
otros que los Obispos hayan firmado y definido, lo qué
fué causa de que los Padres del Concilio de Calcedonia (6),
viendo entrar en él á religiosos y seglares, gritaran mu-
(1) Parece probable que el Santo hubiera completado su frase con la adición
de las. palabras “podría hacerlo* ú otras semejantes. Véase á Bciarmino» Cgw-
trov . de Concii. et E c c le s Jib. I, caps. X ll y XIII.
(2) Matth., ir ,4 .
(3) Hcch., X.Vt 6.
(4) Epist. ad solitaríam vitam ayentes» $ 44.
(5) H ech.. XV, 7.
(6) Actione prima·
chas veces: Mitte foras superfinos, Concilium episcópo-
rttm est. Aliendite—dice San Pablo (1)—vobts et universo
gregi; ¿pero quién debe hacer esto de pensar por sí y
para el cuerpo general? In quo vos posmi Spiritus San-
ctus Episcopos regere Ecclesiam Dei; pertenece á los
pastores proveer de sana doctrina á las ovejas.
4.° Si consideramos quién presidía allí, veremos que
fué San Pedro, quien dictó primero la sentencia, que fué
seguida por los demás, como dice San Jerónimo (2); para
eso tenía el principal cargo de Pastor: Pasee oves meas{3),
y era el gran ecónomo sobre los demás: Tibí dabo claves
regnum coeloritm (4), y era confirmador d esú s herm a­
nos (5), oficio que pertenece al presidente y superinten:
dente. Así después el sucesor de San Pedro, Obispo de:
Roma, ha presidido siempre los Concilios por sus lega-^
dos. En el· Concilio de Ñicea, los primeros que suscribie··'
ron, fueron Hosius, Obispo, Vito y Modesto,-presbíteros, !
enviados por la Santa Sede; y verdaderamente, ¿qué mo­
tivo podía haber para que aquellos dos sacerdotes suscri­
bieran antes que los Patriarcas, sino hubieran sido lugar-,
tenientes del supremo Patriarca? (6) En cuanto áSan Ata-
nasio, no sólo no presidió, sino que no tuvo allí asiento,
ni suscribió nada, como, que sólo era diácono entonces, y
el £ran Constantino, no solamente no presidió, sino que
se sentó más abajo de los Obispos (7), y no quiso estar allí
como Pastor (8), sino como oveja. En el Concilio de Cons-
tantinopla, aunque á él'no asistió ningún legado, porque:
él trataba la misma causa con los Obispos occidentales
en Roma que la que se trataba en Constantinopla por los
orientales que no se habían podido unir á aquellos más
que en espíritu y deliberación y por. las cartas que los
Padres de una y otra parte se enviaron, Dámaso, Obispo
de Roma, fué reconocido por legítimo jefe y presiden­
te (9). En el Concilio de Efeso, presidió San Cirilo, como
legado y lugarteniente de Celestino, Papa: he aquí las
palabras de San Próspero de Aquitania: Per 1unte vtrum ,
(1) Hcch., X X .Í8.
(2) Episc. ad Augustinum XI al E pist. CXI1.
(3) Joann.. XXI, 17.
(4) Maith . XVI. V),
(5) Luc.. XX)I,3-'.
(í>) Prarfaiio Concilii Snrdicensis, tora. I, Conc. In collcctionvfous Concitlorum
afitiquiorilnis, nnno 31?. rcciius, H-13.
(7) Thcoil , lib. 1. i i i s t , cap. V il al VI.
(8» R uíf., lib. I, cnp. 11.
i1)) Vidc Thcod., lib. V, cap. X al IX ctc. cap. V rtt.
habla del Papa Celestino, etiam orientales Ecclesiae ge­
mina pesie ’purgatae sum, quando Cyriílo. Alexandrt
nae urbis Ántistiti, gloriosissimo fidei Catholicae defen­
sorio ad exsecandam nestorianam impietatem apostolici
auxiliatus est gladio; lo que el mismo Próspero dice tam­
bién in Chronico (1): Néstorianae impietati proecipua
Cyrilli Alexandrini Episcopi industria et papae Coeles-
tini repugnat authoritas. En el Concilio de Calcedonia
nada hay que no proclame á los cuatro vientos que los
legados de la Santa Sede, Pascasio y Lucencio, le presi­
dieran; basta, para convencerse de ello, leer las actas.
He aquí, pues, la Escrituradla razón, la práctica de
los cuatro Concilios más puros que jamás se celebraron,
donde San'Pedro preside y sus sucesores, cuando en ellos
se encuentran; !o mismo podría demostrar acerca de los
demás que han sido recibidos en la Iglesia universal como
legítimos; pero lo expuesto es suficiente.
Queda el consentimiento, recepción y ejecución de los
decretos del Concilio, que se realizaron como deben rea­
lizarse todavía al presente, por todos los qué á él asisten;
por lo cual se dijo (2): Time placuit Apostolis et seniori-
bus, cunt omni Ecclesia, eligere viroS ex eis, etc.;.pero en
cuanto á la autoridad en virtud de la que la promulgación
del decreto de aquel Concilio se hizo, fué sólo la de las
gentes eclesiásticas : Apostoli et séniores fra tre s, iis
quisunt Antiochiae, Syriae et Ciliciae (3); la autoridad de
las ovcjas.no se tuvo allí en cuenta, sino la de los P asto­
res solamente. Puede haber legos en el Concilio, si así-
conviene; pero no para que hagan allí de jueces.

A R TÍC U L O II

Cuán santa y sagrada es la autoridad de los Concilios


universales.

Hablamos aquí, pues, de un Concilio tal como aquel


en que se halla la autoridad de San Pedro, tanto al prin­
cipio como á la conclusión, y la de los demás Apóstoles
(!) Anno43?.
i'¿) H cch , X V , 22.
(3) Ver. 23.
y Pastores que quieran encontrarse allí, si no todos, al
menos una notable parte; donde la discusión sea libre,
esto es, que quien quiera, exponga allí sus razones acerca
de la dificultad que en él sea propuesta; donde los Pasto·
res tengan voz judicial; tales, en'fin, como fueron aque­
llos cuatro primeros, y .que San-Gregorio tenía tan en
cuenta que acerca de .ellos hizo esta protesta (1): Sicut
sancti Evangelii quatuor librosysic quatuor Concilia sus-
cipere et venerar i me fateor.
Pero, además, examinemos brevemente cuán grande
debe ser su autoridad sobre el .entendimiento de los cris­
tianos, y he aquí cómo hablan de esto los Apóstoles (2):
Vistim estSpiritui Sancto et nobis. La autoridad, pues,
de los Concilios debe ser reverenciada como apoyada en
la dirección del Espíritu Santo, piies si contra aquellá
herejía farisaica el Espíritu Santo, doctor y conductor de
su Iglesia, asistió á la Asamblea, es necesario creer tam-·
bién que en todas las ocasiones semejantes asistirá igual­
mente á las-Asambleas de los Pastores para arreglar por
su boca nuestras acciones y creencias. Es la misma Igle­
sia tan amada por el celestial Esposo como lo fué enton­
ces.; pues ¿qué razón hay para que no le presté ahora la-
asistencia que entonces le prestó en parecida ocasión?Con­
siderad; yo os lo ruego, la importancia' de estas palabras
evangélicas (3): Si quis Ecclesiam non audierit, sit tibí
tanquam ethnicus etpublicámts;y ¿cuándo puede oirse más
distintamente á la Iglesia que.cuando habla por la voz de
un Concilio general donde los jefes de la Iglesia se hallan
todos reunidos para manifestar y dilucidar las dificultades?
El cuerpo no habla por sus piernas ni por sus manos, sino
solamente por su cabeza; ¿cómo puede la Iglesia pronun­
ciar mejor su sentencia que por sus cabezas? Pero nues­
tro Señor se explica (4): Iterum dico vobis, quia si dúo
ex vobis consenserint super terram de omni re quamcum-
que petierint, fiet illís a Patre meo qui in coelis cst; ubi
enim sunt dúo vel tres congregati in nomine meo eorum.
Si dos ó tres, cuando haya necesidad de ello, al reunirse
en nombre de nuestro Señor, tienen su asistencia tan
particular que está en medio de ellos, como un General en

(1) Llb. t, Epist. cp. XXIV (al XXIII, in fine.


(2) Hech., XV.vfi.
(3) M atth., XVIII, 17.
№ M a tih ., X V t l l , W y 20.
medio del Ejército, y si el Padre les atiende infaliblemente
en lo que le piden, ¿cómo rehusará su Espíritu Santo á la
Asamblea general de los Padres de la Iglesia?
Además, si la Asamblea legítima de los Pastores y
jefes de la Iglesia pudiese una vez incurrir en el error,
¿cómo se. realizaría la sentencia del Maestro (1), Portae
inferí non pracvalcbunt adversus eam? ¿Cómo podría el
error y la fuerza infernal apoderarse mejor de la Iglesia y
de sus mejores banderas, sino esclavizando á los doctores,
Pastores y capitanes con su general? Y esta palabra,
Ecce ego vobiscum sum ttsque ad consunta/ioncn seculi{2),
¿á qué quedaría reducida? ¿Y cómo seríala Iglesia colum­
na y pilar de la verdad (3), si sus bases y fundamentos
sostuviesen el error y la falsedad? Los doc tores y Pasto­
res son los fundamentos visibles de la Iglesia y sobre
su administración descansa todo lo demás.
Finalmente, ¿qué más estrecho mandamiento que el
que ordena recibir el pasto de la mano de nuestros Pas­
tores? (4) ¿No dice San Pablo que el Espíritu Santo ¡es ha
puesto por Obispos para regirnos (5), y que nuestro Señor­
ío s los ha dado á fin de que no seamos niños fimtuantes
y llevados de todo viento de doctrina? (6) ¡Cuánto respeto,,
pues, no debemos tener á las ordenanzas y cánones que
parten de su Asamblea general! Ciertamente, tomadas
aisladamente sus doctrinas, están sujetas á prueba, pero
cuando se toman en conjunto y toda la autoridad ecle­
siástica está reunida en uno, ¿quién puede discutir el fallo
que de ello salga? Si la sal se desvaneciere, ¿con qué se
la conservará? (7) Si los jefes son ciegos, ¿quién guiará á
los demás? Si las columnas caen, ¿quién las sostendrá?
En una palabra, ¿qué tiene la Iglesia de Dios de más
grande y de más seguro y sólido para destruir la herejía
que las decisiones de los Concilios generales?—La Escri­
tura—dirá de Beza. Pero ya he demostrado anteriormen­
te (8) que íte inlclligcntia haeresis ést, non de Scriptura;
seitsns non sermo, (¡t crimen. ¿Quién ignora cuántos pasa­
jes exhibió el arrianismo? ¿Qué puede oponérsele sino
que los entendéis mal? Pero él. tiene plena libertad para
creer que vosotros os engañáis, no él, que su referencia
á la analogía de 1a fe está mejor fundada que la vuestra,
mientras él no tenga enfrénte más que individuos que se
opongan á sus novedades. Porque si se quita á los Con­
cilios la soberanía de sus decisiones y declaraciones nece­
sarias sobre la;inteligencia dé la santa Palabra, la santa
Palabra será tan.profanada como ios textos de Aristóte­
les, y nuestros artículos de Religión estarán sujetos á
revisión continua, y de cristianos resueltos y seguros
nos convertiremos en miserables académicos: Atanasio
dice (l) que Verbunt Domini per aecumenican Niceae
Sinodum vtánet in aeternum; San Gregorio Naciancenó,
hablando de los apolinaristas, que se vanagloriaban dé
haber sido aprobados por un Concilio, Quod si vel nuhc
—’dice (2)—vel ante suscepti sunt, hoc ostendant et nos
aquiescemus; perspicuüm enim esset eos rectae doctrinae
assentiri, nec enim aliter se res habere potest; San Agus­
tín dice (3) que la célebre cuestión del Bautismo, movida
por los donatistas hizo dudar á muchos Obispos, doñee
plenario totius orbis Concilio, quod saluberrimi sentie-
batur etiam remotis dubitationibus firmaretur; Defertut
—dice Rufino (4)—adConstantinum sacerdotales Concilti
(Nicacni) sententia; Ule tanquam á De o prolatum vene-
ratúr, cui si quis tentasset obniii, velut contra divina
statuta venientem in exilitim se protestatur aCturuni. Y
si alguien pensara, para producir analogías, de las sen­
tencias de la Escritura y de las palabras griegas y
hebreas, que le era permitido volver á poner en duda lo
qué ya está determinado por los Concilios generales, será
preciso que presente patentes del cielo bien firmadas y
selladas, ó que diga que cada cual puede hacer otro tanto,
y que todo está á merced de nuestras sutiles temeridades,
y. que todo es incierto y está sujeto á..la diversidad de los
juicios y consideraciones de los hombres. El sabio nos da
Otro aviso (5): Verba sapientium sunt steut stimúli ét
sicut clavi in altum defixi, quae per magistrorum Con-
cilium data sunt a pastore uno\ his ampiius, fili mi, hé
requiras. ' ■v·'
(1) Ep. ad Episcop. Africanos, 9 2.
(2) E p . ad Cledoníum 1.a
(3j Lib. I de Hap. contra Donat., cap. VIL
(4) Lib. I . t H’st., cap. V.
(5) Ecclcs., XII, Ii- 12.
ARTÍCULO III.

Cómo los ministros han despreciado y violado


la autoridad de los Concilios.

¿Permaneceréis aún dormidos ante esta sacudida que


vuestros ministros han dado á la Iglesia? Pensad por vos­
otros mismos, yo os lo ruego. Lutero, en el libro que.
ha hecho De los Concilios (1), [| no se contenta con hacer
oscilar las piedras que están al descubierto, sino que
quiere meter la palanca hasta en las piedras fundamen­
tales de la Iglesia. ¿Quién creerá eso de Lutero, tan"
grande y tan glorioso reformador, al decir de Beza (2), ||
cómo trata al gran Concilio de Nicea, porque el Conci­
lio (3) prohíbe sean recibidos al estado sacerdotal aquellos
qu« se han castrado á sí mismos, y prohíbe á los eclesiás­
ticos tener en sus casas, otras mujeres que sus madres
y sus hermanas? Hic prorsus—dice Lutero—non intellt-
go Spiritum Sanctum in hoc Concilio. ¿Y por qué? ¿Au
debebit episcopus aut concionator illum intolerabilem ar ­
dorem et oestunt antoris illiciti sustinere, et néqúe conju-
gio ñeque castratione se ab his periculis liberare? ¿Au
vero nihil aliud est negotii Spiritui Sancto in Conciliis,
quatn ut impósibilibus periculosis, nonnecesariis legibus
suos ministros obstringat et oneret? Y no valen para el
Concilio, pues á sus ojos un solo cura puede tanto como
un Concilio; he ahí la opinión de este gran reformador.
Pero ¿qué necesidad tengo de ir más lejos? Beza dice
en la Epístola al Rey de Francia (4) que vuestro refor­
mador no negará la autoridad de ningún Concilio; ,1o
cual es bueno, pero lo que se sigue lo destruye todo: “Con
tal—dice—que la Palabra de Dios sea de ello prueba. ft
Pero ¡Dios mío! ¿Cuándo acabarán de embrollar este asun­
to? Los Concilios, donde toda consulta es prueba hecha en
la santa piedra,de toque de la Palabra de Dios, juzgan

(1) Pars* I, sub finem.


(2) In ¡ib., Icones, etc.
(3) H cch., XV.
(4) Vide supra, cap. III, a rt. I,
y determinan de un artículo; si después de todo esto-es
necesario otra prueba antes de que se reciba esta deter­
minación, || ¿no será luego necesaria otra? ¿Y quién no
querrá probar? ¿y cuándo se acabaría de hacerlo? Después
de la prueba hecha por el Concilio, Beza y sus discípulos
quieren todavía probar; y ¿quién impedirá á otro que .pida
lo mismo? || Para saber si la prueba del Concilio ha esta­
do bien hecha, ¿por qué no una tercera que demuestre
si la segunda ha sido fiel, y .después una cuarta para la
tercera? Todo entonces quedará por rehacer, y la poste­
ridad no se fiará jamás de la antigüedad, sino que irá ro ­
dando y poniendo unas veces arriba y otras abajo los más
santos articulos.de la fe en las ruedas del entendimiento.
Nosotros no dudamos de que no hay que recibir esta. ó.
aquella doctrina al vuelo sino creemos que hay que hacer
de ella la prueba en la piedra de toque de la Palabra de
Dios; pero decimos que cuando un Concilio general ha
hecho de ella la prueba, nuestros cerebros no tienen nada
que revisar, sino solamente creer; que si una vez se rem i­
ten lQ£,cánones de los Concilios á la prueba de los indivi­
duos, tantos individuos tantas pruebas, y tantas pruebas
tantas opiniones. El artículo de la realidad dél Cuerpo dé
nuestro Señor en el Santísimo Sacramento había sido re­
cibido con la prueba de muchos Concilios; Lutero quiso
hacer otra prueba, Zuinglio otra sobre la de Lutero, Bren-
ce otra sobre éstas, Calvino otra y así sucésivamente;
tantas pruebas tantas opiniones.
Pero .fijaos en ello (1), si la prueba hecha por un Con­
cilio general no es tan auténtica que baste á detener el
cerebro de los hombres, ¿cómo la autoridad de un quídam
podrá hacerlo? He aquí una grande ambición. Los más
doctos ministros de Lausana (2), estos últimos años, con
la Escritura y la analogía de la fe en la mano se opusie­
ron á la doctrina de Calvino tocante á la justificación;
(1) Repetición del Autógrafo de Roma.
f2) Véase el libro de Alberíns, profesor de Filosofía de L ausana: Claudii
Alberii Triuncuriani de Jide Catholica Apostólica Romana contra apostatas
Omnes qui ab illa Jide dejecerunl, orationes apodicticae VI.Quibus epístola
Pauli Apostoli ad romanos scripta catholice exponitur , L aussanae Chique-
laeus, MDLXXXVIII. Habiendo de Beza hecho condenar esta obra por un Sí­
nodo tenido en Berna en 1588, Albcrius se vio obligado á retraciar.se, y su par­
tidario Samuel H ubert, m inistro de Berna, halló su seguridad en la fuga; véase
á Antonio de La Faye: Pe vita et obitu Th. Beaae . Mas tard e esta oposición a
loa errores de Calvino se renovó por un Anónimo disputador, en un libro que
de Beza hizo suprim ir y contra el cual escribió su opúsculo: Apología pro yws*
tifxcatione ... adversas anonymi scriptoris tractatum cldm nuper ab Antonio
qaodiint Lfíscalio editum, etc. (Gcncvae.) Joannes le Preux, MDXCII.
para sostener el esfuerzo de sus razones nada nuevas
hacen circular algunos librejos insípidos, sin gusto ni
asomos dé doctrina, y ¿cómo se les trata? Se les persigue,
se les hace huir, se Ies amenaza, ¿y por qué todo eso?
Pues porque enseñan una doctrina contraria á la Profe­
sión de fe de nuestra Iglesia. (Bondad de Dios! se somete
á la prueba de Lutero, Calvina y Beza la doctrina del
Concilio de Nicea, después de mil trescientos años de
aprobada ¿y no se quiere que se haga la prueba de la
doctrina calvinesca, toda ella nueva, toda dudosa, re­
mendada y abigarrada? ¿Por qué no dejar A cada cual
hacer su prueba? Si la de Nicea no ha .podido detener
vuestros cerebros, ¿por qué queréis con vuestros discursos
poner trabas álos cerebros de vuestros compañeros, gen·
tes tan de bien como vosotros y tan doctos- y pertinentes?
Conoced bien la iniquidad de esos jueces: para dar liber­
tad á sus opiniones, envilecen á los antiguos Concilios y
quieren con las suyas sujetar las opiniones de los demás;
buscan su gloria, conocedlos bien, y todo cuanto niegan
á los antiguos, se lo atribuyen &sí mismos.
Pero volvamos al desprecio que hacen de los Concilios, -
y. cómo violentan esta santa regla del bien creer. De
Beza, en la Epístola al Rey de Francia (1) y en el Tratado
mismo (2), dice que “el Concilio.de Nicea fué un verda­
dero y legítimo Concilio si alguno lo fué jamás,,; dice la
verdad, jamás ningún buen cristiano dudó de él ni de los
otros tres primeros; pero si así es, ¿por qué Calvino (3);
llama dura la sentencia del Concilio en su Símbolo Deunt -
de Deo, lumen de lumine? ¿Y qué quiere decir que esta
palabra ¿«©aústov desagradaba tanto á Lutero (4), Anima ;
mea odit hoc verbum, homoouston, palabra que fué tan-
recomendable en aquel gran Concilio? ¿Qué quiere decir
que no. tengáis cuenta de la realidad del Cuerpo dé nues­
tro Señor en el Santísimo Sacramento, que llaméis supersr
tición al muy santo sacrificio hecho por los sacerdotes d el.
mismo precioso Cuerpo del Salvador, y que no queráis
admitir diferencia entre el Obispo y el sacerdote, no obs­
tante que en aquel gran Concilio todo ello no fué cierta­
mente definido, pero sí presupuesto como 'cosa notoria en

(t);. Post nodeuin. Vida sttpra.


(2). PA£> 50.
: (3). In lib . adversus. gentilcm .
(4) ín lib. Confuta*., rationis Latom.
la Iglesia? Nunca Lutero, ni Pedro M ártir ü Ochin hubie­
ran sido vuestros ministros si hubieran tenido en la me­
moria las actas del gran Concilio de Calcedonia (1), pues
en él se prohíbe terminantemente que los Religiosos y Re­
ligiosas se casen. Mucho mejor os hallaréis los habitantes
dé este vuestro lago si hubiera sido tenido en reverencia
aquel Concilio de Calcedonia (2); vuestros ministros h a ­
brían enmudecido y á tiempo, pues está expresamente
prohibido á los legos tocar en modo alguno á los bienes
eclesiásticos, ni nadie puede tramar conjuraciones contra
los Obispos, ni calumniar en hechos ni en palabras á la
•gente de Iglesia, El Concilio Constantinopólítano discier­
ne la primacía al Papa de Roma y la presupone como
notoria.(3); lo mismo hace el de Calcedonia (4). ¿Pero,
hay artículo en el que disintamos de vosotros que no haya
•sido muchas veces condenado en los Concilios generales
ó particulares, generalmente recibidos? y sin embargo,
vuestros ministros los han reproducido sin vergüenza ni
escrúpulo, cual si se tratara de santos depósitos y tesoros
ocultos á la antigüedad, ó cual si ésta los hubiese enterra­
do cuidadosamente á;fin de que pudiéramos gozar de ellos
en la Edad presente.
Yo sé que en los Concilios hay artículos para el orden
y.^policía eclesiástica, que pueden ser mudados y no son
más que temporales, pero nó toca á los particulares
poner en ellos mano; la misma autoridad que los decretó,
debe abrogarlos, y si alguien sé mezcla en ello, cuanto,
-haga es nulo, sino es la misma autoridad, un Concilio,
el jefe general ó la costumbre de toda la Iglesia. Pero los.
decretos de Ja Doctrina de la fe son invariables; lo qué
una vez es verdad, lo es por toda Ja eternidad; así los
Concilios llaman cánones á lo que en este punto deter­
minan, pprque son reglas inviolables de nuestra creencia.
Todo esto se entiende de los verdaderos.Concilios, gene­
rales ó provinciales, aprobados por los generales ó por
la Sede Apostólica; y á este nombre no perteneció el de
los 400 Profetas convocados por Acab (5), porque ni fué
general, pues los de judá no fueron llamados á él, ni
bien congregado, pues no hubo allí autoridad sacerdotal
(I) C ant., IV , VII. XIV, XV, XVI.
(?) C ant., XVII. XX, XXI, XXII, XXIII.
(3) C ant., V al III.
(4). A ct. IV y X V I.
(5) III Reif., XXII. fi.
y aquellos profetas no eran legítimos y reconocidos por
tales por el Rey de Judá, Josafat, cuando decía: Non est
hic Propheta Domini, ut interrogemus per. etttn? (1) Gomo
si hubiese querido decir que los otros no eran Profetas
del Señor. Tampoco lo fué la Asamblea de los sacerdotes
contra nuestro Señor (2), que no tuvo ninguna forma de
Concilio, sino que fué una conspiración tumultuaria y
sin ningún procedimiento legal, || y que tan lejos estuvo
de que se diera seguridad en la Escritura de la asistencia
en ella del Espíritu Santo, que, por el contrario, habla
sido declarada privada por los Profetas; y verdadera­
mente la razón quería que estando presente el Rey, los
lugartenientes perdiesen la autoridad, y presente el gran
Sacerdote que la majestad del Vicario fuera reducida A
la condición de los demás, || sin autoridad del Supremo
Jefe de la Iglesia, que lo era nuestro Señor, entonces pre­
sente con presencia visible y al que estaban obligados á
reconocer; porque verdaderamente cuando el gran Sacri-
ficador está presente visiblemente, el Vicario no se puede
llamar jefe; cuando el Gobernador de una fortaleza está
presente, á él corresponde dar el santo y seña, no A su
teniente. Además de todo esto, la Sinagoga debía ser
mudada y transformada en aquel tiempo, y esta falta
suya había sido, predicha (3), al paso que la Iglesia cató­
lica no debe jafnás ser transferida mientras el mundo sea
mundo, y no esperamos un tercer legislador, ni ningún
otro sacerdote, sino que debe ser eterna. Y sin embargo,
nuestro Señor hizo este honor á la sacrificatura de Aarón,
y no obstante toda la mala intención de los que la poseían,
el gran Sacerdote profetizó y pronunció una sentencia
muy’ cierta: Quia expedit ut unus moriatur homo pro
populo ut non tota gens.pereat (4); lo que él ko dijo de s í
mismo y al acaso, sino proféticamente— dice el Evange­
lista—por lo que él era Pontífice aquel año. Así quiso
nuestro Señor conducir A aquella Sinagoga y á la autori­
dad sacerdotal con un señaladísimo honor á la sepultura,
para que le sucediera la Iglesia católica y el sacerdocio
católico; y allí donde dió fin la Sinagoga, que fué en la
resolución de hacer morir á nuestro Señor, la Iglesia fué

(1) III Rcg., XXII, 7


(2) Joann., XI, 47.
(3) Joann., XIÍ, 31. 37, 33.- J o . XV, 20.
(4) Joann., XI 50·5L
fundada por esta muerte misma: Opus consummavi quod
dedisti mihi utfaciam —dijo nuestro Seflor (í) después de
la Cena, y en la Cena había instituido el nuevo Testamen-,
to, y así que el viejo con sus ceremonias y su sacerdocio,
perdió sus fuerzas y sus privilegios, aunque la confirma­
ción del nuevo no se hizo sino por la muerte del testador,
como declara San Pablo (2). No hay necesidad, pues, de
tener en cuenta los privilegios de la Sinagoga, que esta­
ban fundados en un Testamento antiguo, y abrogado,
cuando ellos decían estas crueles palabras: Cructfige (3),
6 estas otras: Blasphemavit, quid adhuc egemus tetti·
bus? (4), pues esto no era otra cosa que chocar contra la
piedra de tropiezo, según las antiguas predicciones (5).
He querido quitar valor á estas dos objeciones qué
se hacen contra la infalible autoridad de los Concilios y
de la Iglesia; las demás se resolverán más adelante (6), y
en ensayos particulares que haremos de la Doctrina cató­
lica; pues no hay cosa tan cierta que no tenga oposicio­
nes, pero la verdad permanece firme y gloriosa por los
asaltos de sus contrarios.
(1) Joann., XVII, 4.
(2) H ebr., IX, 16.
13) .M arc-, XV. 13-14.
. (*> .Matth., XXVI, 65.
(6) .Isa., VIII, 14.
(6) In tertia parte.
CAPÍTULO V

LOS MINISTROS HAN VIOLADO LA AUTORIDAD DE LOS


ANTIGUOS PADRES DE LA IGLESIA, QUINTA REGLA DE
NUESTRA FE.

A R TÍC U L O PRIM ERO

Y primeramente cuán venerable es la autoridad


de los antiguos Padres.

Es p reciso re fe rirse aquí al p rincipio liel c ap ítu lo sig u ie n te ( i ) . ·

Teodosio el Viejo no halló mejor medió para reprim ir


las contiendas sobrevenidas en su tiempo respecto de la
Religión que, siguiendo el consejo de Sisinius, hacér
llamar á los jefes de las sectas y preguntarles si tenían &
los antiguos Padres, que habían ejercido cargo, en ía
Iglesia antes de todas aquellas disputas, por gentes de
bien, santos y buenos católicos y apostólicos; á lo que los
sectarios respondieron que si, y entonces él les replicó:
—Comparemos, pues, vuestra doctrina con la suya, y si
está conforme con ella, retengámosla, y si no que se des­
eche (2).—No hay mejor expediente en el'mundo; ya
que Calvino y Beza confiesan que la Iglesia1permaneció
pura las seis primeras centenas de años, examinemos si
vuestra iglesia tiene ja misma fe y doctrina que aquélla;
¿y quién nos podrá atestiguar mejor la fe que la Iglesia
seguía en aquellos antiguos tiempos que los que vivieron
entonces con ella y se sentaron á su mesa? ¿Quién podrá
declarar mejor los arranques de esta celestial Esposa, en
la flor de su edad, que aquellos que tuvieron el honor de

(1) E l proyecto del Santo expresado por esta nota, en la que la palabra capi­
tulo está puesta como subdivisión, no puede ser realizado, porque los artículos
que debían seguir faltan en el Autógrafo.
(2) S o z o m lib . VIL, 1-Iist., cap. ХТГ.
ejercer en ella los principales oficios? Desde este punto
de vista, los Padres merecen que se les preste fe, no ya
por la excelente doctrina de que estaban provistos, sino
por la realidad de sus conciencias y la fidelidad con qué
han procedido en sus trabajos.
. Para-ser testigo no se requiere tanto saber como
hombría de bien y buena fe. Nosotros no los queremos
aquí como autores de nuestra fe, sino únicamente como
testigos de la creencia en que vivía la Iglesia de aquel
tiempo; nadie puede deponer con más pertinencia que
los que en <5lJa mandaban; por todos lados que se les
mire, son irreprochables; quien quiera saber el camino
que la Iglesia recorrió en aquel tiempo, pregunte á los
que fielmente la acompañaron: Sapicntam omnium antt-
quorum exquiret sapiens, et in prophetis vacabit; narra-
tionen vivorum nominatorum cúnservabit (l). Oid lo que
dice Jeremías (2): Hoce dicit Dominus; State super vias,
et videte et interrógate de semitis antiquis "quae sit via :
bona, ef atribuíate in ea, et invenietis refrigcrium anima'
bus vestris; y el sabio (3): Non te práetereat narratio ■
seniorum, ipsi enim didicerunt a patribus suis. Pero no·
debemos solamente honrar sus testimonios como muy
seguros é irreprochables, sino dar además gran crédito,
á su doctrina sobre todas nuestras invenciones y curio­
sidades. No dudamos nosotros si los antiguos Padres
deben ser tenidos por autores de nuestra fe: mejor que
todos vuestros ministros sabemos que no; ni disputamos
sobre si es necesario recibir por cierto aquello en que
uno ó dos Padres hayan dado su opinión. He aquí en lo
que disentimos: vosotros decís que habéis reformado
vuestra Iglesia sobre el patrón de la Iglesia antigua; nos­
otros lo negamos, y presentamos como testigos á los que
la vieron, conservaron y gobernaron; ¿no es esto una
prueba clara y neta contra toda superchería? Aquí no
presentamos más que la hombría de bien y la buena fe
de los testigos. Además de esto, decís que vuestra Iglesia
ha sido cortada || por la regla y compás de la Escritura;
nosotros lo negamos, y decimos que vosotros habéis acor­
tado, estrechado y plegado esta regla, como hacían los
de Lesbos, para acomodarla á vuestro cerebro, y... || y
II) Ecclcs.. XXXIX, 1*2.
£) C a p . V I , 16.
¡5) ltccUss., V1IÍ, 11.
reformada según la verdadera inteligencia de la Escri­
tura; nosotros lo negamos y decimos que los antiguos
Padres tuvieron mucha más suficiencia y erudición que
vosotros, y sin embargo, juzgaron que la inteligencia de
la Escritura no era la que vosotros decís; ¿no es esto una
prueba muy cierta? Vosotros decís que según las Escri­
turas hay que abolir la Misa; todos los antiguos Padres
lo niegan: ¿á quién creemos nosotros? ¿Á aquel ejército
de Obispos y mártires antiguos, ó á esta bandada de adve­
nedizos? Este es el fondo del asunto. ¿Pero quién no ve
desde luego que es una imprudencia intolerable negar
crédito á esta innumerable pléyada de mártires, confeso­
res y doctores que nos han precedido? Y si la fe de la
antigua Iglesia.debe servirnos de regla para bien creer,
jamás podríamos hallar mejor esta regla que en los escri­
tos y testimonios de estos santísimos y señalados abuelos.

CAPÍTULO VI

QUE LOS MINISTROS HAN VIOLADO LA AUTORIDAD


DEL PAPA, SEXTA REGLA DE NUESTRA FE

Este capitulo debe ser puesto el primero de este asunto.

ARTÍCULO PRIMERO

Primera promesa (hecha á San Pedro) (1).

Cuando nuestro Señor impone un nombre á los hom­


bres, siempre les hace un favor particular, según el nom­
bre que les da; si muda el nombre de aquel gran padre
de los creyentes y de le convierte en Abrahdn,
también de Padre criado le hace Padre de muchedumbre,
dando de ello )a razón inmediatamente: Appellaberis
(J) E ste artículo, designado por el Santo bajo el nombre de capitulo , seguía
en su prim era reducción al a rt. 1 del cap, III, p art. I, y tenía por título: De a l­
gunos otros lugares de la Escritura que dan fe de la primacía de San Pedro .
Abrahan, quiapatrem multarum gentiam constituí te (1),
y al mudar el de Sarai en Sara, de Señora particular
que era en casa de Abrahán, la convierte en Señora gene­
ral de las naciones y pueblos que debían nacer de ella (2).
Si cambia Jacob en Israel , la razón se parece inmediata*
mente: Porque si contra Dios fuiste fuerte , ¿cuánto más
prevalecerás contra los hombres? (3). Se ve que Dios,
por los nombres que impone, no marca solamente las
cosas hombradas, sino que nos enseña sus cualidades y
condiciones, testigos ios ángeles, que no llevan nombres
sino según sus cargos (4), y San Juan Bautista, que lleva
la gracia en su nombre, que él anunció en su predicación;
lo que es ordinario en esta santa lengua de los israelitas.
Así la imposición de nombre á San Pedro (5) no es un
insignificante argumento de la excelencia particular de"
su.cargo, según la razón misma que nuestro Señor añade
á ella: fu es Petras, etc.
Pero ¿qué nombre le da? XJn nombre lleri'o de majes­
tad, no vulgar ni trivial, sino qué expresa su superiori-,
dad y autoridad, semejante al de Abrahán mismo, pues
si A'brahán fué así llamado porque debía ser padre de
muchos pueblos, San Pedro recibió este nombre porque
sobre él, como sobre una piedra firme, debía ser fundada
la multitud de los cristianos, y en razón de esta semejan­
za San Bernardo llama á la dignidad de San Pedro: “P a ­
triarcado de Abrahán„ (6). Cuando Isaías quiere exhor­
tar á los judíos por el ejemplo de Abrahán, su raíz, llama
á Abrahán piedra: Attendite ad petram nnde excisi estt's,
attendite ád Abrahan patrem vestrum (7): por . donde se
ve que este nombre dé Piedra se relaciona bien con-la
autoridad paternal.
Este nombre es uno de los de nuestro Señor, porque
¿qué otro nombre hallamos con más frecuencia atribuido
al Mesías que el de piedra? (8). Este cambio, pues, y esta,
imposición de nombre, es muy importante, pues los nom­
bres que Dios da, son suaves y sólidos; cpmunica su nom-
0) Genes., XVII, 5.
(2) Vcrs. 15-16.
(3) Genes., XXXII, 28.
(4) *Michael quis sicut Deas? Porque defiende el honor de Dios contra el
dragón.* E l interés de cstn. frase parece justificar su reproducción, aunque futí
tachada por el Sa*nto en el Autógrafo.
(5) Jann., I, 42
(6) Lib. II de Cons., cap. V III.
(7) Capí L í, I y 2.
(3) Ephes., IT, 10; Psalm. CXVII, 21; I Cor., X. 4.
bre á San Pedro y le comunica, por consiguiente, alguna .
cualidad aplicable al nombre' Nuestro Señor es llamado
principalmente piedra porque es fundamento de la Igle­
sia (1) y piedra angular (2), el apoyo y firmeza de este
edificio espiritual; así declaró .que sobre San Pedro sería
edificada su Iglesia (3), y que él la afirmaría en la fe:
Confirma fratres tuos (4). Sé bien que impuso nombre á
los dos hermanos Juan y Santiago, Boanerges, hijos del
trueno (5); pero ni ese nombre es nombre de superioridad
ó mando, sino de obediencia; ni propio ó particular, sino
común á dos; ni parece que fuera, permanente, porque
jamás fueron llamados así después, sino que fué más bien
un título de alabanza, á causa de la excelencia de su pre­
dicación. Pero á San Pedro dió un nombre permanente,
lleno de autoridad, y que le es tan peculiar, qué nosotros
podemos bien decir: ¿A cuál de los otros dijo tu eres pie­
dra {.6), para demostrar que San Pedro era superior á los
demás?
·, Pero he de advertiros que nuestro Señor no mudó el
nombre de San Pedro, sirio que solamente añadió un
nuevo nombre al antiguo que tenía, quizá para que re ­
cordase en sü autoridad lo que era en su origen, y que
la majestad del segundo nombre fuese templada por la
humildad del primero, y para que si el nombre de Pedro
nos le hiciera reconocer por jefe, el nombre de Simón-
nos advirtiera que no era jefe absoluto, sino jefe obedien- *'
te, subalterno y señor y juntamente criado. Paréceme
que San Basilio indica lo que digo cuando escribe (7): Pe-
trus ter abnegavit,et collocnttis est infundamento. Petrús
jam antea dixerat , ei beatus pronunciatus fuerat; de'xe-
raí Tu es Filius Dei cxcelsi, et vicissim audierat se esse
Petrom ita laudatus a Domino. Licet enim (8) Petra
esset, non tamem Petra erat ut Christus; ut Petras P e­
tra erat. Nam Christus veré est inmobilis Petra, Pelrus
vero propter Pctram; axiomata nantque sita Christus
largilur aliis, Uirgittir autem ea non evacuatus, sed
nihilo mimts habens: Petra est et Petrarnfecitt quae sttá
(I) T C or., m , 10.
■<■->) Ephcs., 11. -JO; l P ctr., II, 6 y 7.
( ) M a l ih . X V I . 18.
(4) L ú e .. X X I I. 3 .·. ,
(ó) M ine.. III, 17.
(h) Vt?a>c HohrMI. 5.
/7) llomil de PoiMiit, § 4. (Hodie In Appcndicc; opera! tomo Tlí, coL 1.475.)
(O HOCUC r C C l i U S U t i í C i l U
sunt largitur servís suis; argumentum hoc est opulenti,
hábere videlicet et aliis daré. Así habla San Basilio.
¿Qué es lo que (nuestro Señor) dice? Tres cosas; pero
es necesario considerarlas una tras otra: Tu es Petrus ,
et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam, et por-
tae injerí non praevalébunt adversus eam; || Et tibí dabo
claves regni coelorum; quod cumque, etc. (1), || que era
piedra ó roca y sobre esta roca ó esta piedra edificaría
su Iglesia. Pero aquí nos oponéis una dificultad, porque
concedéis que nuestro Señor haya hablado á San Pedro y
de San Pedro hasta estas palabras, et super hanc petram;
pero que estas palabras no se referían ya á San Pedro.
Pero fijaos en ello, yo os lo ruego: ¿á qué fin nuestro Se­
ñor iba á hacer este prefacio: Beatus es Simón Bar Joña,
quia caro et sanguis non revelabit tibí, sed Pater meus
qui in coelis est; et ego dico tibí (2), para no decir sino
quia tu es Petrus, y después, cambiando de propósito,
ponerse A hablar de otra cosa? Además, cuando dijo, y
sobre esta piedra edijicaré mi Iglesia ¡ ¿no veis que habla
claramente de la piedra de qué había hablado anterior­
mente? ¿Y de qué otra piedra había hablado sino de Si­
món, á quien había dicho: Tú eres Piedra? Pero he aquí -
todo el equívoco que puede llevar el escrúpulo á vuestras
imaginaciones; quizá pensáis que como Pedro es ahora -
un nombre propio de hombre, lo sería también entonces,
¿y que Petrus no sea la misma, cosa que petrd, y que por;
lo tanto nosotros damos la significación de Pedro á la’
piedra, por equívoco del masculino al femenino. Pero no
hay tal equívoco aquí,-pues se trata de un mismo nombre
y tomado en la misma acepción cuando nuestro Señor dijo
á Simón: Tú eres piedra, y cuando dijo: Y sobre esta pie­
dra edificaré mi Iglesia: y esta palabra piedra no era un
nombre propio de hombre, sino que fué únicamente apli­
cada á Simón Bar Joña; lo que entenderéis mejor si se toma
en el lenguaje en que nuestro Señor lo dijo. Porque no
habló en latín, sino en siriaco, y-le llamó por consiguien­
te no Piedra, sino Cepha, de esta manera: Tu es Cepha,
et super hoc cepha aedificabo; como quien diría en latín:
Tu es Saxum et super hoc saxum, ó en francés: Tu es
Roche et sur ceste roche f edifica/ay mon Eglise. ¿Qué
duda queda ahora de que fué de uno mismo de quien se
„ (1) Match., X V I, 18 y 19.
r (2) M aub.. XVI. 17.
dijo: Tú eres Piedra, y del que se dijo: Y sobre esta pie­
dra? Y á la verdad, en todo este capítulo no se habla de
otro Cepha que de Simón; ¿á propósito de qué vamos á
referir este relativo harte á otro Cepha que á aquel que
inmedi ámente le precede?
Me diréis; sí, pero el latín dice, Tu es Petrus , y no
Tu es Petra ; luego ese relativo hanc, que es femenino, no
debería referirse á Petrus , que es masculino. Ciertamen­
te la (versión) latina tiene bastantes más argumentos
para hacer conocer que esta piedra no es otra que San-
Pedro y, por consiguiente, para acomodar la palabra á
la persona á quien se le da por nombre, que es de género
masculino, se le dió una terminación también masculina
á imitación del griego que dice Tu es rcáxpoc, et super hanc
t»¡ neTpá; pero no casa tan bien en latín como en griego,
porque en latín Petras no quiere decir petra, pero en
griego itstpo5 y petra son una misma cosa; como en fran­
cés rocher y roche ( es lo mismo), y sin embargo, si
tuviese que apropiar uno de estos dos nombres á un
hombre, le aplicaría más bien el nombre de rocher que
el dé roche por la correspondencia del nombre mascu­
lino á la persona masculina. Sólo me resta deciros sobre
esta interpretación, que no hay quien dude de que nues-
tro Señor llamó á San Pedro Cepha, pues San Juan nos !o
muestra expresamente'^(1), y San Pablo á los Gálaf«s (2),,
ni que Cepha quiera decir una piedra ó una roca, como:
dice San Jerónimo (3).
Finalmente, para mostraros que es solamente de San^
Pedro de quien se dijo et super. hanc petram , cito las
palabras siguientes; pues lo mismo fué decide: Super
hanc petram, que prometerle las llaves del Reino de los
cielos. Y no podemos dudar que fuese á San Pedro á
quien prometió nuestro Señor las llaves del reino de los
cielos, pues claramente le dijo: Et· tibidabo claves Regni
coelorum; luego si no queremos descoser esta pieza del -
Evangelio de las palabras precedentes y de las siguientes,
para pegarla donde nos parezca, no podemos menos de
creer que todo esto se dijo á San Pedro y de San Pedro:
Tu es Petrus et super hanc petram aedifteabo Ecclesiam
tiieam; qué es lo que la verdadera Iglesia católica, aún
v
<l) Cap. 1,42.
(*¿) Cap. lí, 9 et alibi.
(3) In cap. II, ad Gal.
según la confesión de vuestros ministros, proclamó muy
alto y muy claro en la Asamblea de 630 Obispos del Con­
cilio de Calcedonia (1).
Veamos ahora cuánto valen y lo que importan esas
palabras. Primeramente: se sabe que la cabeza está en
un cuerpo vivo, la raíz en un árbol, el cimiento en un
edificio. Nuestro Señor, pues, que compara i\ su Iglesia
con un edificio, cuando dice que la edificará sobre San Pe­
dro, enseña que San Pedro será su piedra fundamental, la
raíz de este precioso árbol, la cabeza de (este) hermoso
cuerpo. || La piedra sobre que se levanta el edificio, es la
primera; las demás se afirman sobre ella, y las que ella no
sostiene no forman parte del edificio; pueden moverse las
demás piedras sin que el edificio caiga, pero quien quita·
la fundamental derriba la casa. || Los franceses llaman
casa al edificio y también á la familia; por esta propor­
ción de que, como una casa no es más que la reunión de
piedras y otros materiales, realizada con orden, depen­
dencia y .medida, del mismo modo una familia, no es más
que una reunión de gentes, con .orden y dependencia
unós de otros. Por esta similitud, nuestro Señor llama'· á
su Iglesia edificio, del que al hacer fundamento á San.
Pedro, le hizo cabeza y superior de esta familia.
2.° Con estas palabras mostró nuestro Señor la per­
petuidad é inmovilidad de aquel fundamento. La piedra
sobre que se levanta el edifiicio, es la primera, las otras
se afirman sobre ella; pueden removerse las demás siri
arruinarse al edificio, pero quien quita la fundamental
derriba la casa; luego si las puertas del infierno no pue­
den nada contra la Iglesia , nada pueden tampoco contra-
su fundamento y cabeza, que no podrían quitar ni derri­
bar sin derrumbar todo el edificio. || Muestra también una
de las diferencias que había entre San Pedro y Él; pues
nuestro Señor es fundamento y fundador, cimiento y edi­
ficador de la Iglesia. Pero San Pedro sólo es fundamento
de ella; nuestro Señor es en ella el Maestro y Señor (2) en
propiedad, San Pedro sólo tiene en ella el economato', de
lo que hablaremos más adelante (3). ||
3.° Con estas palabras muestra nuestro Señor que las
í

(1) Act. III. (Vidc infra, art- XI). ·


(2) Jonrin., XIII, 13.
(3) A rt. U.
piedras que no están colocadas y asentadas sobre este
fundamento, no son de la Iglesia, ni (pertenecen) á este
edificio.

ARTÍCULO II

Resolución de una dificultad.

Pero una gran prueba en contrario, así les parece ¿i


nuestros adversarios, es que según San Pablo (1): Fun-
damentúm aliad nemo potcst ponere practer id quod po-
situnt est, quod est Christus Jesús; y según el mismo (2)-,
nosotros somos domésticos de Dios superaedificati supra
fundamentum Apostolorwn et Prophetarum, ipso summo
angulari lapide, Christo Jesn, y en el Apocalipsis (3),
y el muro de la ciudad tenia doce fundamentos y en estos
doce los nombres de los doce Apóstoles.—Luego si—dicen'
ellos—todos los doce Apóstoles son fundamentos de la
Iglesia, ¿cómo atribuís vosotros ese titulo á San Pedro en
particular? Y si San Pablo dice que nadie puede poner
otro fundamento que-nuestro Señor, ¿cómo os atrevéis á
decir que por estas-palabras: Tu (res Pedro y sobre esta,
piedra edificaré mi Iglesia , fué puesto San Pedro por
fundamento de la Iglesia?—“¿Por qué no decís más bien
—dice Calvino (4)—que esta piedra sobre la que está la
Iglesia fundada, no.es otra que nuestro Señor?n “¿Por qué
no decís más bien—dice Lutero (5)—que esa es la confe­
sión de fe que San Pedro hizo?„ Pero, realmente, no es
buena manera de interpretar la Escritura derribar uno
de sus pasajes por otro ó estirarlo por una inteligencia
forzada hacia un sentido extraño é impropio; hay que
dejar tanto como se pueda la sencillez y suavidad del
sentido que en ella se presenta. En este caso, por lo tan­
to, pues que vemos que la Escritura nos enseña que no
hay otro fundamento sino nuestro Señor, y nos enseña
asimismo claramente que San Pedro lo es también, y más
(i) I Cor-, IU, II. i.
(c2\ Cap. H, mi EpUcs , 19 y ‘20
(J) Cup, X X I, 14.
(4) L i b . I V . I n s t . , c ap. V I , $ 6.
Lib. de P o tc s t. Papa« (Resol, su per prop. XIII, Lipsica.)
aún, que todos los Apóstoles lo son, no hay que rechazar
el primer fundamento por el segundo, ni el segundó por
el tercero, sino dejarlos todos en su integridad; lo que
fácilmente se conseguirá si consideramos estos pasajes
con buena fe y francamente.
Y para decir la verdad, nuestro Señor es el único
fundamento de la Iglesia; es el fundamento de nuestra fe,
de nuestra esperanza y de nuestra caridad; es el funda­
mento del valor de los Sacramentos y de nuestra felici­
dad; es, además, el fundamento de toda la autoridad y el
orden eclesiástico y de toda la doctrina y administración
delrnismo. ¿Quién dudó jamás de esto? Pero se me dice:
Si Él es el único fundamento, ¿cómo es que además ponéis
á San Pedro como fundamento?
l.° Nos agraviáis; nosotros no le ponemos por funda­
mento. Aquel á cuyo nivel no se puede poner otro, le ha
puesto Él mismo; y si nuestro Señor es verdadero funda­
mento de la Iglesia, como lo es, hay que creer que San
Pedro lo es también, pues nuestro Señor le ha puesto en
ese rango; que si cualquiera otro que nuestro Señor mis­
mo le hubiese dado ese grado, nosotros gritaríamos con
vosotros: Nenio potest aliud fundamentum ponerepraeter
id quod posüuni.
.2.° Pero, además, ¿habéis meditado.bien las pialabras
de San Pablo? No quiere que se reconozca ningún funda·:,
mentó además de nuestro Señor; pero ni San Pedro ni los
demás Apóstoles son fundamento además de nuestro Se­
ñor, sino bajo nuestro Señor; su doctrina (no es) otra que
la de su. Maestro, sino la m ism a.de su Maestro Así el
cargo supremo que tuvo San-Pedro en la Iglesia militante
y en razón del que es llamado fundamento de la Iglesia;
como jefe y gobernador, no es además de la autoridad de
su Maestro, sino una participación de aquélla; pues él
mismo no es fundamento de esta jerarquía además de
nuestro Señor, sino más bien en nuestro Señor, y por eso
le llamamos Santísimo Padre en nuestro Señor, fuera del
que no serí i nada. Ciertamente no reconocemos ninguna
autoridad secular además de la de Su Alteza; pero reco­
nocemos muchas bajo ella, porque lo son en ciertas por­
ciones y participaciones.
3.° Finalmente, interpretemos pasajé por pasaje. ¿Os
parece que San Pablo se hace entender bastante cuando
dice: Vosotros estáis sobreedificados sobre los fundamen­
tos de los Profetas y%Apóstoles? Pues á fin de que se su­
piera que esos fundamentos no existían además del que
él predicaba, añadió: Ipso sumno angular i lapide, Chris-
to Jesu. ..
Nuestro Señor es, pues, fundamento y San Pedro tam ­
bién; pero con una tan notable diferencia, que en compa­
ración del uno, del otro puede decirse que no lo es. Pues
nuestro Señor es fundamento y fundador, fundamento sin
otro fundamento, fundamento de la Iglesia natural, mo­
saica y evangélica, fundamento perpetuo é inmortal, fun­
damento de la militante y de la triunfante, fundamento de
sí mismo, fundamento de nuestra fe, esperanza y caridad
y del valor de los Sacramentos. San Pedro es fundamen­
to, no fundador de toda la Iglesia; fundamento, pero fun­
dado sobre otro fundamento, que es nuestro Señor; fun­
damento de la sola Iglesia evangélica; fundamento sujeto
á sucesión; fundamento de la militante, no de la triun­
fante; fundamento por participación; fundamento minis­
terial, no absoluto; en fin, administrador y no señor y de
ningún modo fundamento-de nuestra fe, esperanza y ca­
ridad, ni del valor de los Sacramentos. Esta tan grande
diferencia hace que, en comparación, el uno no sea lla­
mado fundamento tomado con el otro, aunque tomado
aisladamente puede ser llamado fundamento, á fin de de­
jar lugar á la propiedad de las Palabras santas; por esto,
aunque él sea el buen Pastor , no deja de darnos otros bajo
Él (1), y entre ellos y su majestad hay tan grande dife­
rencia, que Él mismo enseña (2) que es el solo Pastor.
Del mismo modo no es filosofar bien el decir:—Todos
los Apóstoles son llamados en general fundamentos de la
Iglesia; luego San Pedro no lo es sino como los otros.—Al
contrario, pues que nuestro Señor ha dicho en particular
á San Pedro lo que se dijo después en general de los de­
más, fuerza es concluir que hay en San Pedro alguna
propiedad particular de fundamento, por la que fué él en
particular lo que todo el colegio fué en conjunto. Toda la
Iglesia fué fundada sobre todos los Apóstoles y toda sobre
San Pedro en particular; luego San Pedro, tomado apar­
te, es su fundamento, y no ninguno de los otros, porque
¿á quién se dijo en particular: Tú eres Pedro, etc.?, Vio­
laría la Escritura quien dijese que todos los Apóstoles en
(1) Ephcs., IV, U.
(2) Jo., “X, 11-16; Exod,, XXXIV, 23,
general no fueron fundamento de la Iglesia; pero también
la violarían los que negasen que San Pedro lo fué parti­
cularmente; es necesario que la palabra general cause
el efecto general, y la particular el particular, á fin de
que nada haya inútil y sin misterio en tan misteriosas
Escrituras.
Veamos solamente por qué razón general todos los
Apóstoles son llamados fundamentos de la Iglesia: es por­
que ellos fueron los que por su predicación, plantaron la
fe y doctrina cristiana; en lo que si hay que dar prerro­
gativa á alguno de los Apóstoles, será á aquel que dijo (1):
Abundantius illts ominibus laboravi. Y así es como se
entiende el lugar del Apocalipsis (2), pues los.doce Após­
toles son llamados fundamentos de la celestial Jerusalén,
porque fueron los primeros que convirtieron el mundo, á
la Religión cristiana, que fué como poner los fundamen­
tos de la gloria-de los hombres y la semilla de su biena­
venturada inmortalidad. Pero el lugar de San'Pablo (3)
parece no referirse tanto á la persona de los Apóstoles!
como A su doctrina, pues no se dijo que seamos sobreedi­
ficados sobre los Apóstoles, sino sobre el fundamento de>,
los Apóstoles, es decir, sobre la doctrina que ellos anun·.
ciaron, lo que es fácil reconocer, pues no dice sola-,
ménte que estemos sobre el fundamento de los. Apóstoles'·
sirio también dé los Profetas, y sabemos bien que los
Profetas no fueron fundamentos de la Iglesia evangélicá-
más que por su doctrina. Y en este punto todos los Após­
toles parecen ir á la par, si San Juan y San Pablo no les·
preceden por la excelencia de su teología; de este modo,
pues, son todos los Apóstoles fundamentos de la Iglesia.»
Pero en la autoridad y gobierno San Pedro sobrepuja A
los demás tanto como la cabeza sobrepuja A los miembros,
pues fué constituido Pastor ordinario y supremo Jefe de
la Iglesia, mientras los demás fueron Pastores delegados
y comisionados con tan pleno poder y autoridad sobre el
resto de la Iglesia como San Pedro, salvo que San Pedro
era el jefe de todos y su Pastor, como de toda la cristian­
dad. Así- fueron ellos fundamentos de la Iglesia con él
igualmente en cuanto á la conversión de las almas y por
la doctrina; pero en cuanto á la autoridad y gobierno, lo
(t) I Cor., XV, 10.
{2) Supra.
(3) Ibidem.
fueron desigualmente, porque San Pedro era el jefe ordi­
nario no solamente del resto de la Iglesia, sino también
de los Apóstoles, pues nuestro Señor había edificado so­
bre él toda su Iglesia, de la que eran no solamente partes,
sino las partes más nobles y.principales. Licet super om-
nes Apostólos ex aequo Ecclesiae fortitudo solí detur—dice
San Jerónimo (1)— tamen ínter duodectm unus eligitur ,
ut capite constituto schismatis tollatur occasio. Sunt
quidem—dice San Bernardo hablando á su Eugenio (2),
y nosotros podemos decir otro tanto de San Pedro, por
igual razón—sunt alii coeli janitores et gregum pasto­
res , sed tu tanto gloriosius quanto differentius nomen
haereditasti.

ARTÍCULO III

De la segunda promesa hecha d San Pedro'.


Y yo te daré las llaves del reino de los cielos.

|| Disgusta tanto á los adversarios que se les propon­


ga la Sede de San Pedro como una santa piedra de toque
en la que haya que hacer la prueba de las inteligencias,
imaginaciones y fantasías que ellos forjan en las Escritu­
ras, que revuelven el cielo con la tierra para quitarnos
de las manos las expresas palabras de nuestro Señor
por las... ||'
Al decir nuestro Señor á San Pedro que edificaría
sobre él su Iglesia, á fin de que supiésemos más particu­
larmente ló que quisó decir, prosiguió en estos términos:
Et tibi dabo claves regni coelorum. No era posible hablar
más claramente: había dicho Beatus es Simón Bar joña,
quia caro, etc. El ego dico tibi quia tu es Petrus , et tibi
dabo, etc.; este tibi dabo se refiere á aquel mismo á quien
había dicho, et ego dico tibi , esto es, á San Pedro. Pero
los ministros tratan tanto cómo pueden de enturbiar de tal
modo la clara fuente del Evangelio, para que San Pedro no
pueda encontrar en ella sus llaves, y nosotros nos retrai­
gamos de beber allí el agua de la santa obediencia que se
(1! I ¡h. I, In Jov., §26.
(2) De Cónsul., lib. II, cnp. VIH.
debe al Vicario de nuestro Señor; y á este fin se les ha
ocurridodecirque San Pedro recibid esta promesa de nues­
tro Señor en nombre de toda la Iglesia, sin que él recibiera
con ello ningún privilegio particular en su persona. Pero
si esto no es violar la Escritura, jamás hombre alguno la
violó; porque ¿rio era. á San Pedro á quien hablaba? ¿Y
cómo podía expresar mejor su intención que diciendo:
Ét ego dico tibi; dabo Ubi? Y pues que inmediatamente
acababa de hablar de la Iglesia al decir, portae inferí
non praevalebunt adversus eam} ¿quién le hubiese impe­
dido decir, ct dabo illi claves regui, si las hubiese queri­
do dar á la Iglesia inmediatamente? Pues no dijo illi , sino-
dabo tibi. Pero si fuera permitido ir adivinando así pala­
bras tan claras, no habría'nada en la Escritura que no se
pudiese plegar á todos los sentidos; y no es que yo niegue
que San Pedro hablase en este pasaje en su liombre y en¡
el de toda la Iglesia cuando hizo aquella noble confesión;
ñó ya como comisionado por la Iglesia ó por los discípu­
los (pues no tenemos el menor indicio de esta comisión*
en la Escritura, y la revelación sobre que fundó su confe­
sión, fué hecha por él sólo, á menos que todo el colegio de
los, Apóstoles se hubiese llamado Simón Barjona), sino ·
como boca, Príncipe y jefe de todos los demás, según San -
Crisóstomo (l) y San Cirilo (2), y “por la primacía de su
apostolado,,, como dice San Agustín (3). Así es que toda
la Iglesia habló en la persona de San Pedro como en la ’
persona de su jefe, y San Pedro no habló en la persona de
la Iglesia; pues él cuerpo no habla más que por su cabe­
za y la cabeza habla por si misma, no por medio de su
cuerpo. Y aunque San Pedro no fuese todavía jefe y prín ­
cipe de la Iglesia, lo que únicamente le fué conferido
después de la resurrección del Maestro, bastaba que estu-.
viese ya escogido por tal y que tuviera de ello las arras;·
como también los Apóstoles, que no tenían aún el poder
apostólico, caminando esta bendita compañía más como,
discípulos con su regente, para aprender las profundas,
lecciones, que después hablan de enseñar á los demás,
que como Apóstoles ó enviados, como lo fueron después
cuando el sonido de su vos resonó en todo el mundo (4).

(1) In hunc locam.


(2í Lib. XII. in Joan., cap. LXZVM / in cnp. XXI, 13-170
(3> Tract. ult. in Joann., jú ,
Psalm. XVLIÍ, 0.
Y no niego tampoco que el resto de los prelados de la
Iglesia tenga parte en el uso de las llaves; y en cuanto <1
los Apóstoles confieso que tuvieron sobre eljas toda auto­
ridad; digo únicamente que la colación de las llaves está
aqui prometida principalmente á la persona de San Pedro,
y á la utilidad de toda la Iglesia; pues aunque sea él
quien las haya recibido, no fué para su provecho parti­
cular, sino para el de la Iglesia. El uso de las llaves fué
prometido á San Pedro en particular y principalmente
después á la Iglesia; pero.principalmente para el bien de
la Iglesia, y después para el de San Pedro, como sucede
en todos los cargos públicos.
Pero se me preguntará que qué diferencia hay entre
la promesa que nuestro Señor hizo aquí á San Pedro,„dé
darle las llaves, y la que después hizo á los Apóstoles;
pues, verdaderamente, parece que fué la misma, porque
explicando nuestro Señor lo que entendía por las llaves,
dijo: Et quodcumque ligaveris super terram erit ligatum
et in coelis, et quodcumque solveris, qué no es otra cosa
que lo que dijo á los Apóstoles en general, quaecumque
álligaveritis'. Luego si prometió en general lo que pro­
metió á San Pedro en particular, no habrá razón para
decir que San Pedro sea más que cualquiera de los otros
por esta promesa.
Respondo yque en la promesa y en la ejecución de la
v promesa, nuestro Señor prefirió siempre á San Pedro en
términos que nos obligan á creer que fué el jefe de la Igle­
sia. En cuanto á la promesa, confieso que por estas pala­
bras, et quodcumque solveris, nuestro Señor nada prome­
tió á San Pedro que no prometiera á los demás Apóstoles
después, quaecumque alligaveritis super terram (1), etc.;
pues las palabras tienen la misma substancia y significa­
ción en ambos pasajes. Confieso también que por estas
palabras, et quaecumque solveris, dichas á San Pedro,
explica las precedentes tibi dabo claves, pero niego que
sea una misma cosa prometer las llaves y decir quodcum-
que solveris.
Vamos & ver qué es prometer las llaves del Reino dé
los cielos. ¿Quién no sabe que cuando un amo sale de su
casa deja las llaves á alguno, que es como dejarle el car­
go y gobierno de ella? Cuando los Príncipes hacen sus

(1) Matvh., XVIII, 18.


entradas en las ciudades, se les presentan las llaves como
defiriéndoles la soberana autoridad; es, pues, la suprema
autoridad la que aquí promete nuestro Señor á San Pedro.
Y verdaderamente, cuando la Escritura quiere, por otra
parte, declarar una soberana autoridad, ha usado de tér­
minos semejantes; en el Apocalipsis (1), cuando nuestro
Señor quiere darse á conocer á su servidor, le dice: Ego
sum primús et novissimus, et vivus et fu i mortuus, et
ecce sum vivens in sécula seculorum; et habe claves mor-
tis et inferni; ¿y qué entiende por llaves de la muerte
sino el supremo poder sobre la una y sobre el otro? Y en
el mismo (2), cuando se dice de nuestro Señor, Haec dicit
sanctus et verus qui habet clavem David, qui aperit et
nenio claudit, claudit et nenio aperit, ¿qué podemos en ­
tender sino la suprema autoridad en la Iglesia?'Y lo que
el ángel dice á nuestra Señora (3), Dabit Hit Dominus
sedem David patris ejus et regnabit in domo Jacob in
aeternum? El Espíritu Santo nos hace conocer el Reino
de Dios unas veces por la Sede ó el Trono, otras por las
llaves.
Pero,sobretodo, el mandato qué se da en lsaías(4)para
Eliakim se asemeja en todo al que nuestro Señor dió á
San Pedro. Allí se .describe la deposición de un Sumo
Sacerdote y gobernador del Templo: Hoec dicit Dominus
Deus exercituum: vade tngredere ad eum qui habitat in
tabernáculo, ad Sobnam, praepositum Templi et dices ad
eum: quid tu hie (5)? y más abajo (6): Deponam te . He
aquí la deposición del uno; veamos ahora la institución
del otro: Ecce in dic illa vocabo servum meum Eliakim,
filiúm Helciae, et induam illum túnica tua et cingulo tuo
cónfortábo eum et potestatem tuam (dabo) im manu ejus
et erit quasi pater habitantibus Hierusalem et domui
Juda; et dabo clavem domus David super humerum ejus,
et aperiet et non erit qui claudat et claiid et et nonerit qui
aperiat (7). ¿Hay nada más semejante que estas dos E s­
crituras? Porque Beatus es Simón Barjona, quia caro et
sanguis non revelavit tibi, sed PaUr meus qui in coelis
est, ¿no vale por lo menos tanto como Vocabo 'servum

(1) Cap. I. >8.


(2) Cap. III, 7.
(3. L u c .,1 '3 2 .
(4) Cap. XXII. !
(5)_Vers. 15*16.
(6) Ver. 10.
O) Ver.
meum Eliákim filium I-lelciae? y Ego dico tibi quici tu es
Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam,
et portae inferí, etc., no vale tanto como Tnduam illum
túnica tua, et cingulo tuo conforUxbo'éum et potestatem
tuarn dabo in manu ejus, et eril quasi pater habitantibus
Hierusalem et domui Juda? ¿Y qué otra cosa es ser el
fundamento ó piedra fundamental de una familia que
estar en ella como padre, y tener en ella .la superinten­
dencia y ser su gobernador? Pues si el uno obtuvo esta
seguridad, Dabo clavem David super humerum ejus, y el
otro no la tuvo menos en esta promesa: Et tibi dabo cía-
ves regni coelorum; por que si cuando el uno haya abierto,
nadie cerrará, y cuando haya cerrado, nadie abrirá, tam­
bién cuando el otro haya desatado, nadie atará, y cuando
él haya atado, nadie desatará. El uno es Elialcín, hijo de
Helcias, el otro Simón,-hijo.de Jonás; el uno está vestido,
con la túnica pontifical, el otro déla revelación celestial;
el uno tiene el poder en su mano, el otro es una fuerte
roca; el uno es como padre en Jerusalén, el otro está
como fundamento en la Iglesia; el uno tiene las llaves
del Tem plóle David, el otro las de la Iglesia evangélica:
cuando el uno cierra, nadie abre; cuando el otro ata,
nadie desata; cuando el uno abre, nadie cierra; cuando
el otro desata, nadie ata. ¿Qué queda por decir, sino que
si fué Eliakín, hijo de Helcias, jefe en el Templo de Jeru­
salén, Simón, hijo de Jonás lo fué en. la Iglesia evangé-
; lica? Eliakín representaba á nuestro Señor como figura;
San Pedro le representa como lugarteniente. Eliakín 1¿
representaba en la Iglesia mosaica y San Pedro en la
Iglesia cristiana.
He ahí lo que significa esta promesa de dar las llaves
á San Pedro, promesa que no fué hecha jamás á los de­
más Apóstoles; pero digo que no es lo mismo prometer
las llaves del Reino y decir quodcumque solveris, aunque
lo uno sea la explicación de lo otro. ¿Y qué diferencia
hay? Realmente toda la que existe entre la propiedad de
la autoridad y su uso; puede muy bien suceder que vi­
viendo el Rey tengan la Reina ó su hijo tanto poder como
el Rey mismo para castigar, absolver, dar, hacer mér-
ced; no tendrán, sin embargo, el cetro, sino el uso de él
solamente; tendrán la misma autoridad, pero no en cuan­
to á la propiedad, sino al uso y ejercicio; todo lo que
hayan hecho, hecho quedará, pero no serán jefe ni Rey, y
tendrán que reconocer que su pocler es extraordinario pór
comisión y delegación, mientras que el poder del Rey,
que no será más grandé, será ordinario y por propiedad.
Así nuestro Señor, al prometer las llaves .á San Pedro, le
confirió la autoridad ordinaria y le dió este oficio en p ro ­
piedad, cuyo uso declara cuando dice: Quodcumque, etc.;
pero después, cuando hace la promesa á los Apóstoles,
no les da las llaves ó la autoridad ordinaria, sino sola­
mente les autoriza para el uso que de ella harán y en el
ejercicio de las llaves. Esta diferencia está fundada, en
términos propios de ¡la Escritura, pues solvere y ligare
no significan más que la acción y el ejercicio, y habere
claves el hábito. Ved cuán diferente es la promesa que
nuestro Señor hizo á San Pedro, de la que hizo á los de-’
más Apóstoles; los Apóstoles tienen el mismo poder con
San Pedro, pero no en elmismo grado, sino como dele­
gados y comisionados, en tanto que San Pedro lo tiene
como jefe ordinario, y oficial permanente. 'Y en verdad
fué conveniente que los Apóstoles, que debían en todas
partes establecer la Iglesia, tuviesen todos pleno poder y
entera autoridad para usar de las llaves y para el ejerci­
cio de ellas; y fué muy necesario también que uno entre
ellos tuviera la custodia de las mismas por oficio y digni­
dad: Ut Ecclesia quae una est—como dice San Cipria­
no (1), —super unum, qui claves ejus accepit, voce Domini
fundaretur.
K
ARTÍCULO IV

De la tercera promesa hecha á San Pedro.

¿Á cuál de los demás Apóstoles fué dicho jamás: Ego


rogavi pro te, Petre, ut non deficiat fides Uta; et tu Alt*
quando conversas confirma fratres? (2) Ciertamente, es­
tos dos privilegios son de grande importancia. Nuestro
Señor, que debía mantener la fe en su Iglesia, no había
orado por la fe cíe ninguno de los demás Apóstoles en
particular, sino únicamente por la de San Pedro, como

(1) Epist. rul Jubiíinum (al. Jubianum . E pist. L X X IlI, § i)..)


(2) Lnc., X X U , 3L\
jefe; porque ¿qué razón hallaríamos en esta prerrogativa:
Expetivit vos (1), todos tantos como sois, ego áutem
rogavi pro te, si no era ponerle á él sólo en concepto de
todos como jefe y conductor de todo el ejército? ¿Pero
quién no ve cómo ese pasaje está impregnado de esta
intención? Consideremos lo que precede, y en ello veremos
que nuestro Señor había declarado á sus Apóstoles que
había uno entre ellos más grande que los demás: Qui
major est ínter vos, et qui praecessor (2), y seguidamente
nuestro Señor les dice que el enemigo les pedía para
sarandearlos á todos ellos, y sin embargo, qué había
rogado por él [en] particular á fin de que su fe no fla­
quease. Y yo os ruego que me lo digáis, esta gracia tan
particular que no fué común á los dern^s, testigo Santo
Tomás (3), ¿no demuestra que San Pedro era aquel qm
major erat ínter eos? Todos son tentados y no se ruega más
que por uno. Pero las palabras siguientes hacen todo esto
más evidente, pues cualquier protestante podría decir
que rogó por San Pedro en particular por alguna otra
razón que se pueda imaginar (pues la imaginación sumi­
nistra siempre bastante apoyo á la terquedad), no porque
fuera jefe de los demás y porque la fe de los demás fuese
mantenida en su Pastor: al contrario, señores, es á fin
de que, aliquando conversus confirmet fratres suos;
ruega por San Pedro como por el confirmador y el apoyo
de los demás: esto ¿qué es sino declararle jefe de los
otros? No se concebiría en verdad que se diera á San·
Pedro el mandato de confirmar á lós Apóstoles sin encar­
garle de tener cuidado de ellos, porque ¿cómo podría
cumplir dicho mandato sin cuidarse de la debilidad ó fir­
meza de los demás para afirmarlos y asegurarlos? ¿No es
llamarle una vez más fundamento de la Iglesia? Porque
si él afirma ó confirma á las mismas piedras fundamenta­
les, ¿cómo no afirmará á todas las demás? Y si tiene el en­
cargo de sostener á las columnas de la Iglesia, ¿cómo no
sostendrá al resto del edificio? Si tiene el encargo de.
apacentar á los Pastores, ¿no será él mismo el soberano
Pastor? El jardinero que ve caer continuamente los rayos
del sol sobre una tierna planta, para preservarla de la
asechanza que la amenaza, no echa el agua en cada una
de las ramas, sino que empapando bien la raíz cree que
todo lo demás queda preservado, porque la raíz va dis­
persando la humedad por todo el resto de la planta; así
nuestro Señor, habiendo plantado esta santa Asamblea
de discípulos, rogó por el jefe y la raíz, á fin de que el
agua de la fe no faltase á aquel que debía suministrarla á
los demás, y para que por mediación del jefe la fe fuese
conservada siempre en la Iglesia; rogó, pues, por San
Pedro en particular, pero para provecho y utilidad gene­
ral de toda la Iglesia.
Mas es necesario que os diga, antes de dar por termi­
nado este punto, que San Pedro no perdió la fe cuando
negó á nuestro Señor, sino que el temor le hizo desauto­
rizar lo que él creía; es decir, no faltó en la fe, sino en la
confesión de la fe; creía bien, pero habló mal no confe­
sando lo que creía.

ARTÍCULO V

De la exhibición de estas promesas (1).

Sabemos bien que nuestro Señor dió muy amplia pro­


cura y comisión á sus Apóstoles para tra ta r con el mun­
do de su salvación, cuando, les dijo (2): Sicut m isit me
Páter , et ego mitto vos; accipite Spiritum Sanclum, quo­
rum remisevitis, etc.; esto fué la ejecución de la promesa
que les había hecho en general (3), quaecümque alliga-
veritis. Pero ¿á cuál de los demás dijo: Pasee oves meas?
Sólo á San Pedro dió este encargo; todos ellos fueron
iguales en el apostolado , pero en cuanto á la dignidad
pastoral San Pedro solo tuvo esta institución, Pasee oves
meas (4). Hay otros Pastores en la Iglesia; cada uno debe

(1) E ste artículo en el prim er trabajo del Santo sigue inm ediatamente al a r­
ticulo III, sefrün la idea expresada en el mismo, pero el orden de la segunda
redacción parece indicar que debe estar colocado aquí.
(2) Joann., XX. 1U-·!!!.
(3) M a t th ., X V JIl, 18.
(4) Jotmn., XXI, 17.
pascere gregem qui in se est, como dice San Pedro (l), ó
aquel in quo eum posuit Spintus Sanctus Episcopum,
según San Pablo (2); pero, Cui unquam aliorunt sic abso-
luíe, sic indiscrele, dice San Bernardo (3), [totaé] comis-
sae sunt oves, Pasee oves meas?
Y para probar que es A San Pedro á quien estas pa­
labras se dirigen, me remito á la santa Palabra. Sólo San
Pedro se llama Simón Joannis ó Jonae (que es lo mismo,
como Joña no es más que la abreviatura de Joannah), y
A fin de que se sepa que este Simón Joannis, es el mismo
San Pedro, San Juan atestigua (4) que era Simón Pe-
trus: Dicit Jesús Sitnoni Pelro, Simón Joannis, diligis
me plus his? Es, pues, á San Pedro en particular á quien
nuestro Señor dice: Pasee oves meas. Y aún más; nues­
tro Señcr en esta palabra pone á San Pedro aparte de los
demás, cuando le pone en parangón con ellos: D iligis
me; he aquí A San Pedro A un lado: Plus his? Ved A los
Apóstoles á otro. Y aunque todos los Apóstoles no estu­
viesen allí, si estaban los principales, Santiago, San Juan,
Santo Tomás y otros (5). Y sólo San Pedro fué quien se
entristeció, y sólo A San Pedro le fué pronosticada la
muerte (6); ¿qué motivo, pues, puede haber para dudar
de que esta palabra: 'Pasee oves meas, que va unida á
todas las demás, se dirige á él sólo?
Pero es claro y evide.nte que apacentar las ovejas es
tener á su cargo éstas, porque ¿qué es tener el cargo de
apacentar las ovejas, sino ser pastor y apacentador; pues
que los pastores cuidan de las ovejas, y no sólo las con-
' ducen A los pastos, sino las recogen, las llevan al apris­
co, las conducen, las gobiernan, se hacen temer de ellas
y las castigan y defienden? En la Escritura, regir y apa­
centar el pueblo se toma por una misma cosa, coíno [es]
fácil ver en Ecequiel (7), en el segundo de los Reyes (8),
y en muchos lugares de los Salmos, según el original, se
pone pasee:-e, donde nosotros ponemos regere, como en
el Salmo II (9), Reges eos in virga ferrea; y de hecho,

(t) 1 Pctr., V, 2.
(2) Heeh.. X X .2 S .
(3) Lih. N, de Cons., cap. V H I.
(4) Cap. XXI, 15.
(f>) Joann.. XXI, ·>.
(fy Vcrs. i? 18.
(7) Cap. XXXIV, 23.
($) Cap. V, 2; cap. Vil, 7.
(9) V er. 9.
entre regir y apacentar á las ovejas con un cayado de
hierro, no hay diferencia; en el Salmo XXII (1), Dominus
regit me, es decir, me gobierna como pastor ; y cuando
se dice (2 1 que David había sido elegido pascere 'Jacob
servum suum, et Israel haereditatem suam; et pavii eos
in innocentia coráis sui\ es lo mismo que si se dijese, re-
gere, gubernare, praeese; y por el mismo modo de hablar
los pueblos son llamados ovejas de la dehesa de nuestro
Señor (3), por lo que tener el encargo de apacentar las
.ovejas cristianas, no es otra cosa que ser su regente ó
Pastor.
Fácil es ahora ver qué autoridad dió nuestro Señor á
San Pedro por esta palabra: Pasee oves meas; pues verda­
deramente, primero, el mandato es tan particular que no-
se dirige más que á San Pedro; segundo, la carga tan ge-1
neral que comprende á todos los fieles de cualquiera con-]
dición quesean. Quien quiera tener el honor de ser oveja
de nuestro Señor, tiene que reconocer á San Pedro, ó al
que ocupe su lugar/por su Pastor:—Sime amas—diceSan ·
Bernardo (4)—pasee oves. Quas? illius vel illius populos
civitates, aut regionis aut certe (5) regni? oves meas,
inquit Cid non planum est non designasse aliquas,. sed'
assignasse omnes?Nthil excipitur ubi dislinguitür nihil:
et jorte praesentes caeteri condiscipuli erant cum, cotti-
mittens uni , unitatem ómnibus commendaret in uno
grege et uno pastore, secundum illud: Una est columba
mea, formosa mea, perfecta mea (6); ubi unitas, ibi per·
fectio. Cuando nuestro Señor decía, Cognosco oves meas,
hablaba de todas; cuando dijo: Pasee oves, habla todavía
de todas; ¿y qué otra cosa es decir, Pasee oves meas, que
—Ten cuidado de mi redil, de mi aprisco,ó de mi dehesa-y
rebaño?—Y como nuestro Señor no tiene más. que un
rebaño (7), .éste, pues, está á cargo de San Pedro. Por-,
que si dijo: Apacienta mis ovejas, 6 le encomendó todas
ó algunas solamente; si no le encomendó más que algu­
nas, ¿queréis decirme cuáles? Además, ¿no habría sido
lo mismo que no encomendarle ninguna, encomendarle
algunas solamente, sin decirle cuáles, dándole el encargo·
(1) V er. t.
(2) Psftlm., LXXVU, 78-79 a l 71-72.
(3) Pan Ira , LXXIII, t¡ Psalm , XCIV.8.
(4> Lib II, de Cons., cap. VIH.
(5) Mltcr, certi.
k6) C ant., VI, 8.
(7; Joann., X, 11, seq,
de cuidar de ovejas desconocidas? Y si fueron todas, como
la palabra lo indica, es indudable que fué el Pastor gene­
ral de toda la Iglesia; y el asunto así no ofrece duda, y
esa es la interpretación ordinaria de los antiguos; esa es
la ejecución de las divinas promesas. Pero hay un mis­
terio en esta institución que nuestro San Bernardo no
permite que olvide, ya que le he tomado por guía en este
punto (1). Y es, que por tres veces le encargó nuestro
Señor que hiciera oficio de Pastor, diciéndole:- prim era­
mente, Pasee agnos Míeos; segundo, oviculns; tercero,
oves; no solamente á fin de hacer está institución más
solemne, sino para demostrar que no dejaba ú su cargo
exclusivamente á los pueblos, sino á los pastores y á los
mismos Apóstoles, que, como ovejas, alimentan á los cor­
deros y ovejuelas de quienes son madres.
Y nada dice contra esta verdad, que San Pablo y los
demás Apóstoles extendieron en muchos pueblos la Doc­
trina evangélica, pues hallándose todos á cargo de San
Pedro, todo lo que hicieron, venía á refluir en él, como la
victoria en el general, aunque sean los capitanes los que
hayan combatido.
Ni el que San Pablo recibiera la diestra de San Pedro
en señal de compañía (2), pues eran compañeros en pre­
dicación; pero San Pedro era más grande en el oficio
pastoral, y los jefes llaman á los soldados y á los capita­
nes compañeros.
Ni el que San Pablo sea llamado Apóstol de los gen­
tiles y San Pedro de los judíos (3); porque eso no fué para
dividir el gobierno de la Iglesia ni para impedir al uno ó
•al otro convertir á gentiles y judíos indistintamente (4),
sino para asignarles las regiones dónde principalmente
deberían trabajar en la predicación, á fin de que atacan­
do cada cual, por un lado á la impiedad, fuese más pronto
inundado el mundo por la luz del Evangelio.
“±t‘Ni.hay que pensar que San Pedro no supiese que los
gentiles debían pertenecer al aprisco de nuestro Señor, que
le estaba encomendado, pues lo que dijo al buen Corne-
lio (5): In veritate competí guía non est personarum ac-
ceptor Deus, sed in omni gente guitimet eum et operatur
(1) Cap. V III, Líb. II, de Cons. (San Amb. in Luc., sub). finera.
(2) G al., II, 9.
justitiam acceptus est M i, no es otra cosa que lo que
había dicho largo tiempo antes (1): Omnis quiemnque
invocaverit nomen Domini salvas erit, y la predicción
que había explicado (2): In semine tuo benedicentur om­
ites familiae terrae; pero no estaba seguro del tiempo en
que habría de comenzar la reducción de los gentiles,
según la santa palabra del Maestro (3): Eritis mihi testes
in Hierusalem, et in omni Judeae, et Samaría , ct usque
qd ullimum terrae , y la de San Pablo (4): Vobis quidem
oportebat primum loqui verbum Dei , sed quoniam repe-
llitis , ecce convertimur ad Gentes: porque ya nuestro
Señor había abierto los sentidos de los Apóstoles para la
inteligencia de la Escritura cuando tes dijo que oportebat
praedicare in nomine ejus poenitentiam ct remissionem
peccatorum in omnes gentes, incipientibus a Rieroso-
lima (5).
Ni el que los Apóstoles hicieran diáconos sin man­
dato de San Pedro, en los Hechos de los Apóstoles (6),
pues estando allí San Pedro autorizaba bastante dicho
acto: esto aparte de que no negamos que los Apóstoles
tuviesen plena administración en la Iglesia bajo la auto­
ridad pastoral de San Pedro.
Ni el que los Apóstoles enviasen á Pedro y á Juan á
Samaría (7), pues el pueblo envió á Phineas, gran sacer­
dote y superior, á los hijos de Rubn y Gad 8), y el
Centurión envío á los señores y principales de los judíos
á quienes estimaba más que á él mismo (9), y estando
San Pedro presente en el consejo, consintió en ello y
autorizó su misión propia.
Ni, finalmente, lo q.ue tanto se pregona, que San Pa­
blo resistió en su cara á San Pedro' (10), pues todo el mun­
do sabe que es permitido al menor reprender al mayor y
amonestarle cuando la caridad lo requiere; testigo nues­
tro San Bernardo en sus libros De consideratione\ y á
; este propósito el gran San Gregorio (11) dice estas áureas
>
t,l· '
? (1) H e c h .II, 21.
t (2) Cap. III, 25. :
?í (3) H ech., 1,8. .
» (4) H cch., XIII, 46.
/ (6) Luc-, XXIV, 47.
(6) Hech., VI. A.
T O) Hcch.. V III, 14.
i 0 ) Jos., XXII, 13.
•T ( 9) L u c , VIH, Hy 7.
; 00) Ad G«1 . II, 11,
• 01) In E reeh ., Hom. XVIII. (H oiie Ht>. IT.; Hom. VI, <i 9.)
palabras: Fact us et sequens minoris sui<ut in hoc ctiant
praeiret; quatenus qui primus erat in apostolatus culmi­
ne, esset primus [et] in humilitntc

ARTÍCULO VI

Por el orden con que los Evangelistas nombraban


á los Apóstoles.

|| Es cosa muy digna de consideración en este punto


que jamás los Evangelistas nombraron juntos á los Após­
toles con San Pedro, sin ponerle á la cabeza de todos
ellos; lo que no.puede ser hecho al acaso, tanto porque
se trata de una observancia continua en los Evangelios,
pues no son cuatro ó cinco veces las que en ellos se nom
bran juntos á los Apóstoles, sino muchas más, ya á todos
ó á una parte, como porque respecto de los demás Após­
toles, los Evangelistas no guardan orden al nombrarlos:
Duodecim Apostolorum nomina sunt haec — dice San
Mateo (1):—Pnmus Simón, qui dicitur P etru s’ et An­
dreas frater ejus , Jacobus Zebedaei et JoanHes frater
ejus, pkilippus et Bartólomaeus. Thomas et Mathaéus
publicanus, Jacobus Alphaei, et Thaddaeus, Simón Ca-
naneas, et Judas Iscariotes qui tradidit eum. San Marcos
pone á Santiago el segundo (2), San Lucas le pone el ter­
cero (3), San Mateo pone,.. ||
Escosa m uydigna.de consideración en este punto,
que nunca los Evangelistas nombran á todos los Apósto­
les ó á una parte de ellos juntes sin poner siempre á San
Pedro en primer lugar y á la cabeza de todos ellos; lo que
no puede atribuirse á la casulidad, pues es una observa­
ción perpetua entre los Evangelistas, y no son cuatro ó
cinco veces las que los nombran juntos, sino con mucha
frecuencia, y ademas, respecto de los otros Apóstoles, no
observan orden ai-nombrarlos: Duodecin Apostolorum no­

(1) M atth., X, 2.
(2) M arc., III.
(3) L nc., VI; H eph.t I.
mina haec sunt—dice San Mateo (1),—primus Simón, qui.
dicitur Petrus, et Andreas frater ejus, Jacobus Zebedoet
et Joannes frater ejus , Philippus et Bartholomaeus, To­
rnas et Mathaeus publicanus, Jacobus Alphaei et Tkad·
daeus, Simón Cananaeus et Judas Iscariotes. Nombra á
San Andrés el segundo; San Marcos le nombra el cuar­
to (2); y para mejor demostrar que nada im porta, San
Lucas, que le .puso en un lugar (3) el segundo, en otro (4) ·
te pone el cuarto; San Mateo pone á San-Juan el cuarto,.
San Marcos el tercero, San Lucas en un lugar el cuarto,
en otro el segundo; San Mateo pone á Santiago el tercero,
San Marcos le pone el segundo. En una palabra; no hay
más que San Felipe, Santiago Alfeo y Judas que no apa­
rezcan unas veces antes y otras después. Cuando los
Evangelistas nombran á los Apóstoles juntos en otros,
lugares, no hay orden ninguno de prelación 'sino en San
Pedro. Pero á mayor abundamiento, imaginémonos que
vemos en campos, calles y Asambleas lo que leemos en el
Evangelio, que verdaderamente es más cierto que si lo
hubiéramos visto; y al ver en todas partes á San Pedro
delante'de los demás, y éstos mezclados unos con otros,
¿no juzgaríamos que todos los demás eran iguales y San
Pedro el jefe y capitán de todos ellos? Pero aún hay más;
con mucha frecuencia cuando los Evangelistas hablan del;
Colegio Apostólico, nó nombran más que á Pedro, y citan;
á los demás en conjunto y cómo accesorio y séquito:
Prosecutus est eum Simón, et qui cum tilo erant (5):
D ixit.Petrus, et qui cum illo erant (6): Petrus vero et·
qui cum illo erant, gravati erunt somno (7). Ahora bien;
vosotros seguramente no ignoráis que nombrar á una.
persona y poner á las demás agrupadas á su alrededor,
es hacer á esa persona la de más viso y á las otras sus i
inferiores.
£ Con mucha frecuencia también se le nombra aparte
íde los demás, como el ángel: Dicite discipulis ejus et
iPetro (8 *. Stans antem Petrus, cumundecim(9). Dixerunt:

i# (t) C ap* X . 2.
K (2). M a r c ., I t l , 18.
fc <3) L u c . V I. 14.
? (4) H c c h . , I, 13.
(5) M iL tth ., I, 36.
r .{6) L uc.» V I I I , 45.
A O) L u c ., I X , 32.
& M íU th ., v m , 7.
<0) H c c h ., II, 14.
ad Petrum, tt ad reliquos Apostolos (1). Respondens
autem Petrus et Apostoli, dixerunt (2). Nunquid non ha-
bemus potestatem sororem mulierem ctrcunducendi, Sicut
caeteri Apostoli, et fratres domini et Cephas {3). ¿Qué
quiere decir : dicete discipulis ejus et Pelro? ¿No era
Pedro Apóstol? ó lo era más ó menos que los demás, ó
lo era igualmente; jamás hombre alguno, como rio esté
del todo desesperado, dirá que lo fué menos; y si es igual
y va á. par de los otros, ¿por qué se le nombra aparte? Si.
nada hay en él de particular, ¿por qué no se dice tam­
bién: dicele discipulis ejus, et Andreae ó Joanni? Cier­
tamente, preciso es que exista en él alguna especial cua­
lidad más que en los otros, y que no fuese un simple
Apóstol; porque sólo habiendo dicho á secas: dicete dis­
cipulis, ó Sicut caeteri discipuli, podía quedar la duda de
que San Pedro fuese más que Apóstol ó discípulo.
Solamente una vez en la Escritura comparece San Pe­
dro nombrado después de Santiago: Jacobus, Cephas et
Joannes dextras dederunt societatis (4). Pero, á decir
verdad, hay demasiados motivos para dudar si en el
original y antiguamente estaría Pedro nombrado el pri­
mero ó-el segundo, para que de ello pueda sacarse ningu
na' conclusión valedera acerca de este lugar; pues Sam
Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo, tanto en el Comen­
tario (5) como en el texto, escribieron, Pedro, Santiago,
Juan, lo que nunca hubieran hecho, si no hubieran encon­
trado en sus ejemplares ese mismo orden, y otro tanto:
hizo San Crisóstomo en su Comentario, lo que prueba la
diversidad de ejemplares que hace la conclusión dudosa
por una y otra parte. Pero aunque los que tenemos ahora;
fueran los originales, nada podría deducirse de este pasa­
je en contra de tantos otros; pues pudo muy bien suceder
que San Pablo se refiriera al orden de tiempo en que reci­
bió de ellos la diestra de compañero, ó que, sin atenerse
á orden ninguno, escribiera el primer nombre que se le
ocurrió. Pero San Mateo nos muestra claramente qué
orden había entre los Apóstoles, esto es. que había un
primero y todos los demás iguales, sin segundo ni terce­

(1) Ver. 37.


(2) Hcch., V, 29,
(3) 1 Cor. IX, 5,
¿4} In Kpist. fid Gnl.
(5) In Epíst. ad Gal.
ro: Primas —dice— Simón, qui dicitur Petras (1); pero no
dice: Secundas Andreas, tertius Jacobus, sino los va nom­
brando sencillamente, para darnos á conocer que con tal
de que San Pedro fuese el primero, lo demás era indife­
rente, pues entre ellos no había precedencia. Primus
—dice—Petrus, el Andreas·, de aquí está sacado el nom­
bre de primacía, porque si era el primero, su lugar era
primado, su rango primado y ésta su cualidad, primacía.
Se responde A esto que si los Evangelistas nombraron
á San Pedro el primero, fué porque era el m ^ anciano
de los Apóstoles, ó por algunos privilegios peculiares á
su persona. ¿Pero queréis explicarme qué significa esto?
Decir que San Pedro fué el más viejo de los Apóstoles es
tomar prestada una excusa á la terquedad: se ven las
razones claras en la Escritura, mas aquel que está resuel­
to á sostener lo contrario recurre con la imaginación á
todas partes. ¿Por qué decir que San Pedro fué el más
viejo de los Apóstoles, si esto es una fantasía que no
tiene fundamento en la Escritura y es contraria á los.
Antiguos (2), en vez de decir más bien que fué aquel
sobre quien nuestro Señor fundó su Iglesia; á quien dió
las llaves del Reino de los cielos, que todo esto consta en
la Escritura? Pero lo que se quiere sostener, es sostenido,
y si tiene ó no fundamento en la Escritura, esto rio impor­
ta. Y en cuanto á los privilegios, el que los vaya contan­
do por orden, no hallará otros particulares en San Pedro
que los que le hacen jefe de la Iglesia.

ARTÍCULO VII

De algunas otras señales que están esparcidas en las


Escrituras de la primacía de San Pedro.

Si quisiera traer aquí todo lo que en ellas se encuen­


tra acerca del asunto, haría tan grande esta prueba,
como quiero hacer esta p a rte ; y no me costaría nada,
porque el excelente teólogo Roberto Belarmino me llena­
ría las manos de datos. Pero sobre todo, el doctor Nico­
lás Sander, que ha tratado este asunto tan sólida y exten-
■" til M atth., X, 2.
Epiphan ., Hacr-, lib. !,.§ 17.
sámente que es difícil decir nada que él no haya dicho y
escrito en sus libros De la Visible Monarquía (1): pre­
sentaré aquí algunas muestras: Si la- Iglesia es compa­
rada á un edificio (2), como efectivamente lo es, su roca
y fundamento ministerial está en San Pedro.
Si la consideráis semejante á una familia (3), sólo
nuestro Señor es quien paga tributo como jefe de la casa,
y después de él San Pedro como su lugarteniente. (4)
Si á una navecilla, San Pedro es en ella el patrón y
en ella enseña nuestro Señor (5).
Si á una pesca San Pedro, es en ella el primero, y los
verdaderos discípulos de nuestro Señor no pescan sino
con él (6).
Si á las redes y anzuelos (7), es San Pedro quien los
echa al mar y quien los saca (8), los demás discípulos
son sug ayudantes; San Pedro es quien les lleva al puerto
y quien presenta los peces á nuestro Sefior (9).
¿Decís que es semejante á una Legación? San Pedro es
en ella el primero (10).
¿Decís que es úna cofradía? San Pedro es en ella el
primero, el gobernador y confirmador de los demás (11).
¿Preferís que sea un Reino? San Pedro tiene las llaves
de él (12).
¿Queréis que sea una dehesa ó aprisco de ovejas, y
corderos?' San Pedro es en él el pastor y apacentador ge·'
neral (13).
Decidme ahora en conciencia: ¿cómo podía nuestro
Señor testificar más vivamente su intención ? ¿No ve
nada la obstinación en medio de tanta luz? San Andrés
acudió el primero al llamamiento de nuestro Señor; él fué
quien le presentó á su hermano San Pedro (14), y, sin em -.
bargo, San Pedro le precede en todo; ¿qué quiere decir
esto, sino que la ventaja que el uno tenía en el tiempo, la
tenía el otro en dignidad?
(1) Lib. IV , cap. II.
(2) Match , XVI, 18.
(3- I ad Timt ., III, v. 15.
(4) Match., XVII, 26 .
(5) L u c .,V ,3 .
(6) L u c ., V al X; Joann., XXI, 3.
(7) M atth., X III, 4-7.
(8) Luc., V, 5-7.
(y) Joann., XXI, 11.
(10) M atth.. X. 2, 5.
(11) Luc.» XXIL, 32.
(12* M atth , XVI, 19.
.(13) Joann, XXI, 17.
U4) Joann., I, 41.
Pero pasemos adelante. Nuestro Señor ha subido al
cielo, toda la santa brigada Apostólica se retira en casa
de San Pedro, como en la casa del común padre de fami­
lias (1); San Pedro se levanta entre ellos y habla el pri­
mero (2), enseña la interpretación de una grave profe­
cía, cuida el primero de la restauración y acrecentamien­
to del número Apostólico, como jefe y coronel (3). tíl es
el primero que propone nombrar un Apóstol, lo cual no
es una muestrai pequeña de autoridad, pues los Apóstoles
no tuvieron todos sucesor, ni perdieron su dignidad, pero
San Pedro enseñando á la Iglesia, demuestra qüe Judas
había perdido su apostolado, y que era preciso poner á
otro en su lugar, contra lo ordinario de esta autoridad
que continúa en otros después de la muerte, y de la que
harán aquellos uso todavía en el día del juicio, cuando
estén sentados alrededor del Juez, juzgando á las doce
tribus de Israel (4)
Apenas los Apóstoles y discípulos recibieron el Espí­
ritu Santo, San Pedro, como jefe de la Embajada evan­
gélica, estando con sus once compañeros, comenzó á pro­
poner, según su cargo, la santa nueva de salvación á los
judíos de Jerusalén (5). Es el primer catequista de la
Iglesia y quien predica la penitencia (6); los otros están
con él, y se les interroga á todos/pero San Pedro respon­
de por todos, como el jefe de todos.
Si hay. que poner la mano en el tesoro de los milagros
concedido á la Iglesia, aunque San,Juan este allí y sea
invocado, sólo San Pedro es quien en aquel tesoro pone
su mano (7).
¿Hay necesidad de comenzar á hacer uso de la espada
espiritual de la Iglesia para castigar la mentira? San Pe­
dro es quien descarga el primer golpe sobre Ananías y
Saphira (8); de ahí viene el odio que todos los embuste­
ros tienen á su Santa Sede, porque, como dice San Gre­
gorio (9): Petrus mentientes verbo occidit
Es el primero que reconoce el error y refuta la here-

(l) Hech.,1,16.
(2| V er. 16.
(3) H ech.,1, 2t.
(4) Miitth . XIX, 28.
15) Hcch., II, N.
(6; V er. 38.
(7) Herch , III, 6.
(8) H ech., V, 3.
Í9) Lib. tí, in Ezcch Hora. XV’ií, al. VI, § 9
jia de Simón Mago (1); de ahí viene el odio irreconcilia­
ble de todos los heréticos A su Sede.
És el primero que resucita á los muertos, cuando
ruega por la devota Tabite (2).
¿Ha llegado el tiempo de poner mano en la siega del
paganismo? Á San Pedro es A quien se dirige la revela­
ción de ello como á jefe de todos los obreros, y ecónomo
de la colonia (3).
¿Está pronto el buen italiano Cornelio A recibir la
gracia del Evangelio? Se le envió A San Pedro á fin de
que por sus manos fuese dedicado y bendecido el genti­
lismo (4). Es el primero quemanda que se bautice A los
paganos (5).
¿Se halla en un Concilio general? San Pedro, como
Presidente, abre en él la puerta al juicio y ála definición,
y suscntencia [es] aceptada porlos demás, y su revelación
particular sirve allí de ley (6).
San Pablo confiesa que fué expresamente A Jerusalén
á ver A San Pedro, y vivió quince días cerca de él (7); y
allí vió A Santiago, pero no había ido para verle, sino
sólo á San Pedro. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que no iba
allí para ver A un Apóstol tan grande y tan señalado cómo
Santiago, sino A San Pedro? Pues consideren esto con
atención las gentes, y vean que San Pedro era el jefe de
los Apóstoles.
Cuando estuvo preso, toda la Iglesia hizo continuas
oraciones por él (8).
Si esto no es ser el primero y el jefe de los Apóstoles,.
confieso que los Apóstoles no son Apóstoles, ni los Pas­
tores son Pastores, ni los doctores doctores; porque ¿qué
otras palabras y señales mAs expresivas podría dar A co­
nocer A un Pastor, A un doctor, A un Apóstol que las que
el Espíritu Santo ha puesto en la Escritura para dar A co-
nocerA San Pedro por Jefe de la Iglesia?
tt ' Hcch , V IH , 20.
(2) Hcch , IX, 40.
3) Hcch.. X, 9.
14) V er. 5
í5) Ver 48.
(6) Hcch , V, 7.
(7) Ad Gal.
(8: Hcch., XII, 5.
ARTÍCULO VIII

El testimonio de la Iglesia en este puntó .

Verdaderamente basta la Escritura, pero considere­


mos que se la fuerza y viola, y que si nosotros comenza­
mos a sacar de ella consecuencias en favor de la prim a­
cía de San Pedro, se podría creer que nosotros la forza­
mos; pero ¿qué? Está muy clara en este punto y ha sido
entendida por toda la Iglesia antigua en este sentido. Los
que la fuerzan, pues son los que llevan á ella un sentido
nuevo, que sacan contra la naturaleza de sus palabras y
contra el sentido de la antigüedad; lo que si es licito á
todo el mundo, la Escritura no servirá más que de jugue­
te á los cerebros fantásticos y obstinados.
.. ¿Qué quiere decir que la Iglesia antigua no haya teni·.
do jamás por Sedes patriarcales más que á las de Roma,
Alejandría y Antioquía? Sobre esto pueden hacerse mil'
fantasías, pero no hay otra razón que ésta que expone
San León (1); porque San Pedro fundó estas tres Sedes
llamadas patriarcales, como lo atestiguan el Concilio de
Nicea (2) y el de Calcedonia (3), donde se hace gran dife­
rencia entre estas tres Sedes y las demás. En cuanto á la
de Constantinopla y á la de Jerusalén, quien lea esos Con­
cilios verá la diferencia en que se las tiene respecto de
las tres otras fundadas por San Pedro; y no es que el
Concilio de Nicea hable de la Sede de Constantinopla,
. pues Constantinopla no era nada aún en aquel tiempo, no
habiendo sido fundada hasta que el gran Constantino la
fundó y nombró el año XXV de su Imperio, sino que el
Concilio de Nicea habla de la Sede de Jerusalén y el de
Calcedonia de la de Constantinopla. Tocante á la prece­
dencia y preeminencia· de esas tres Sedes, la Iglesia anti­
gua dió bastantes testimonios de que tenía á San Pedro
por su Jefe, pues las había fundado; además, ¿cómo no
puso también en ese rango á la Sede de Epheso fundada
(1) Epist. TjIIIo hodic C V It ad A natolium, cap. II.
<2) Can. VI.
(3) Act. XVI.
por San Pablo, confirmada y afirmada por San Juan, ó á
la Sede de Jerusalén, á la que Santiago había convertido
y presidido?
¿Qué demuestra, además, el que en las cartas públicas
y patentes, antiguamente llamadas formadas, después de
la primera letra Padre, Hijo y Espíritu Santo, se añadie­
ra la primera letra de Petrus (1), sino que después de
Dios Todopoderoso, que es el Rey absoluto, la autoridad
de su lugarteniente goza de grande estimación entre los
buenos cristianos?
En cuanto al consentimiento de los Padres sobre este
hecho, Sandero ha quitado á la posteridad toda ocasión
de dudar de. ello; aquí expondré solamente los nombres
con los que los Padres le llamaron, y que demuestran
claramente su creencia.
Le llamaron Cabeza de la Iglesia como San Jeróni­
mo (2) y San Crisóstomo (Hom. 56 (3), in Matheum) (4).
Optatus Milevitanus le llamaba Caput (lib. II, contra
parm en) (5).
Foelix Ecclesiae fundamentum, como San Hilario (6),
et Coeli janitorem.
Primum Apostolorum, como San Agustín (7), según ;
San Mateo (8).
Apostolorum os et verticem, como Orígenes (9) y San
Crisóstomo (10).
Os etprittcipem Apostolorum, como elmismo San Cri­
sóstomo (Hom. 88, in Joann.)
Curatorem fratrum et orbis terrarum, (ídem, ibid).
Ecclesiae pastorem et caput adamante Jirmius (ídem
Hom. LV (11) in Matth.).

(1) A tticus. In fine Concilii Calced. Sie ex BcIIarmino, Cotttrov. de R om .


P ontif . , lib I, cap, XIV Jo c o C árthagln. Invenitur h ac c A ttic i epístola apud
Mansí Conciliorum anpplementum yanno-119, post C arthaginensc, V i, Cf. Hefe-
le ConciUeazeschichte} lib V III, § 122, in notia.
(£) Lib. 1, adversus Jovin, $26.
3) ÄL 55.
(4) In edit Parisiensi, 1588, ct fuíiid Bcllarm. De Rom P ontif , lib.I, cap XXVI·
In edltjonibus cnm endatiorlbas S. Chrysostonrú. titulus Caput Ecclesiae desldc-
ra tu r in ter Homil. in Matth. ínvenitur tamen titulus Caput Apostolicac fa tn i -
liae in Homilía super II Timot., III. t; opera, tom. VI, col. 275.
(5) Véanse las notas p rep arato rias.
(6. inc. XVI. M atth., § 7.
(7) Tract. LVI in Jo an n ., § 1, ct T ract. CXX1V, t>7.
(8) Cap . X, 2.
In d iv e rs., Hom. TI (Hornilla Indiversa E van^eiii loca hodie locum non
hahenc ínter OrL^etús opera.
(10| Hom. LV (a/. L lv ) in M atth. 1.
Hl) AL 54.
Basis Ecclesiae, Chrysost. (Hom. IV , in cap. VI,
Isaia<j(l).
Petrum indelebilem (2) crepidinem inmobilem·, Apos-
tolum magrtum, primum discipulorum, primum vocatum
et primum obedienlem [Idem] (Hom. IX, de Poeniten-
tia) (3).
EcclesiaefirmamentumChistianorum ducem et magis -
trum , spiritalis Israelis columna, fluctuantium guber-
naiorum. coelorum magistratorum , Christi os, sunmum
Apostoloi umverticem (ídem, Sermone in adoratione vene-
rabilium catenarum et gladii sancti et Apostolorum prin-
cipis Pedri) (4).
Ecclcsiac principemy ídem, Homil., in SSme. Pet. et
Paul, et Heliam (5), portumßdet\ orbis terrarum ntagis-
tratum
Primum in Apostolatu sculmine, Greg. (Hom. XVIII
in Ezech) (6)
Christianorum primum Pontificem, Eusebio in chro-
nico anni 44.
Magister malittoe Deif Idem ¡lib II, Hist. cap. XIV.)
Caeteris praelatum discípulis, Bas (serm. de Tudi-
cio Dei) (7). .
, Orbis terrarum praepositus, (Hom. IV (8), in Matth.),
Chrysost.
Dominum domus Domini et principem omnis posse­
ssionis ejus, Bernard. (Ep. CCXXXVIL (9) ad Eugenium).
¿Quién se atreverá á oponerse á esta comunidad? Así
hablan los Padres, y así entienden la Escritura. '

(l) A liter Illud Vidl Domiimm, « te., §3; S. Ctarls-, opera, tomo VI, col. 123.
<2} 11Corriffet forte Sanctus accctor antiqmim lectionem, omnimo erroneam ,
. iftdebUem ; hodíc recto infra% iUm .
(3) Hodie%Hom III, i 4.
(4) Apttd M etaphrastem, Vida Baronium , ad annuro 439.
(5) Aliler, Homilía in P etrum Apostoium et in Heliam Prophetam ; ia te r-
dubía S. Chrysos; opera tomo II, col. ‘/23.
{6) Vide supra, a rt. V.
Hodie in ter Ascética
(8) AL 56. ·
<9) AL 238 v
ARTÍCULO IX

Que San Pedro ha tenido sucesores en el Vicariato general


de Nuestro Señor.

He demostrado firmemente más arriba (1) que !a Igle­


sia católica era una monarquía, en la que un jefe minis­
terial gobernaba á los demás; pero no ha sido San Pedro
solamente quien ha sido el jefe, pues así como la Iglesia
no ha desaparecido con la muerte de San Pedro, tampoco
ha faltado en ella la autoridad de un jefe; de otro modo
no sería una, ni iría por el camino en que su fundador
la puso.
Y verdaderamente, todas las razones por las que
nuestro Señor puso una cabeza en este cuerpo, no pedían
tanto que lo hubiera en aquellos comienzos, en que los
Apóstoles que gobernaban la Iglesia eran santos y humil­
des, caritativos y amantes de la unidady concordia, como
en los progresos y sucesión de la misma, cuando, enfriada
la caridad, cada cual se amó á si mismo y nadie quiso
atenerse al dicho de otro ni sufrir la disciplina, Y yo os
ruego que me digáis si los Apóstoles, cuyos entendimien­
tos iluminó tan inmediatamente el Espíritu Santo, tan
firmes y tan poderosos, tenían necesidad de un confirma­
dor y pastor para la forma de su unión, ¿cuánta más nece­
sidad de él tendrá ahora la Iglesia, cuando tantas enfer­
medades y flaquezas padecen sus miembros? La doctrina
de San Jerónimo (2) tiene hoy más aplicación que en
tiempo de los Apóstoles, Inter omnes unus eligitury ut
capile constituto schismatis tollatur occasio. El rebaño
de nuestro Señor debe durar hasta la consumación del
siglo (3) en unidad; la unidad, pues, de un Pastor debe
durar hasta entonces también, como ya lo hemos demos­
trado anteriormente; de lo que claramente se sigue que
San Pedro tuvo sucesores, que los tiene ahora, y que los
seguirá teniendo hasta la consumación de los siglos.
(1) Part. I, cap. III, art. I.
(2) Víde aunra, a rt. II.
(3) M atih., X X V III, 20.
ARTÍCULO X

De las condiciones requeridas para suceder.

No hago aquí profesión de tratar las dificultades hasta


su último término', pues me basta sentar algunas razo­
nes principales y poner de manifiesto nuestra creencia;
que si yo quisiera entretenerme en examinar las obje­
ciones que se han hecho sobre este punto, tendría más
hastío que trabajo; porque la mayor parte son tan insig­
nificantes, que no merecen que con ellas se pierda el tiem­
po. Veamos ahora qué condiciones se requieren para su­
ceder en un cargo. ·" , .
No se sucede sino á aquel que cede y deja su puesto,-
sea por deposición ó por la muerte; lo que hace que nues­
tro. Señor sea siempre Cabeza y Soberano Pontífice de la.
Iglesia, y á quien nadie sucede, porque siempre está vivo,
y no ha cedido ó dejado este sacerdocio [ó] pontificado,
aun(que lo ejerza en parte por sus ministros y servidores
aquí abajo,: en la Iglesia militante; pero esos ministros y.
lugartenientes, mientras haya Pastores en ella, pueden
ceder y ceden, sea por deposición ó por muerte, sus oficios
y dignidades.
Ya hemos demostrado (1) que San Pedro fué jefe supre­
mo ministerial de la lglesia,, y que este oficio ó dignidad
no le fué dado para sí mismo solamente, sino para el bien
y provecho de toda la Iglesia, por lo que debe ser un ofi­
cio perpetuo en la Iglesia militante. ¿Pero cómo podía ser.
perpetuo si San Pedro no tuviera sucesor? Porque no pue­
de dudarse que San Pedro no es ya pastor de la Iglesia,-
pues no está ya en la Iglesia militante, ni siquiera es hom··
bre visible,, que es una condición requerida para admi­
nistrar en la Iglesia visible. Resta saber cómo se ha hecho·
esta cesión, cómo ha dejado su pontificado, si por depo­
sición hecha entre vivos, ó por muerte natural; después
se verá quién le sucedió y con qué derecho.
Por una patte, nadie duda que San Pedro continuó en

(I) A rt. III.


su cargo toda su vida, pues esta palabra de nuestro Señor:
Pasee oves meas (1), fúé para él no solamente una insti­
tución en este supremo cargo pastoral, sino un manda­
miento absoluto que no tenía otra limitación que el té r­
mino de su vida, no menos que este otro: Praedicate
Evangeliutn omni crealurae (2), á lo que los Apóstoles
proveyeron hasta la muerte. Mientras tanto, pues, que
San Pedro vivió esta vida mortal, no tuvo sucesor y no
dejó su cargo, ni de él fué depuesto, pues no podia serlo
sino por la herejía, que jamás tuvo acceso entre los Após­
toles, y muCho menos en-su jefe, ó porque el Dueño del
rebaño se lo hubiese quitado, loque tampoco ocurrió.
Fué, pues, la muerte quien le relev ó le esta centinela
y vigilancia general que hacía y tenía como pastor ordi­
nario en todo el rebaño de su Maestro; ¿pero quién le suce­
dió en su puesto? En este punto toda la antigüedad está de
.acuerdo en que fué el Obispo de Roma, por esta razón:
San Pedro murió Obispo de-Roma, luego el Obispado de
Roma, fué la última Sede del Jefe de la Iglesia, y por lo
tanto, el Obispo de Roma, que lo fué á la muerte de Sán
Pedro, sucedió al Jefe de la Iglesia, y por consecuencia,
fué Jefe.de la Iglesia. Alguien podrá decir que sucedió al
Jefe,de la Iglesia.en el Obispado de Roma, -pero no en la
Monarquía del mundo; pero el que tal diga, debe demos­
tra r que San Pedro tuvo dos Sedes, una en Roma y otra
en el universo, lo que no es exacto. Tuvo, es verdad, una
Sede en Antioquía, pero el que la tuvo después de él, no
fué Vicario general, porque San Pedro vivió mucho tiem­
po después, y no había renunciado á aquel cargo; pero
habiendo escogido á Roma por su Sede, en ella murióObis·
po, y el que le sucedió, le sucedió sencillamente y se sentó
en su Sede, que era la Sede general de todo el mundo y
del Obispado de Roma en particular, por lo que el Obispo
de Roma quedó hecho lugarteniente general en la Igle­
sia y sücesor de San Pedro; lo que voy á probar ahora
tan sólidamente, que sólo los obstinados podrán dudar
de ello.

(1) Joann.. XXI, 17.


(2) Marc., XVI, 15.
ARTÍCULO X I

Que el Obispo de Roma es el verdadero sucesor de


San Pedro y Jefe de la Iglesia militante.

He presupuesto que San Pedro fué Obispo de Roma y


murió siendo tal; lo que todos los adversarios niegan, y
aun muchos de ellos niegan que jamás estuviese en Roma;
otros dicen que sí estuvo, no murió allí. No me detendré
en combatir todas estas negativas por lo.menudo, pues
cuando haya demostrado bien que San Pedro fué y murió.
Obispo de Roma, quedará suficientemente probado que
el Obispo de Roma es el sucesor de San Pedro; además
de que todas mis razones y mis testigos prueban en tér­
minos expresos que el Obispo de Roma ha sucedido á San
Pedro, cual es mi intención, de la que resultará también
la clara certidumbre de que Sari Pedro estuvo en Roma
y allí murió.
Y he aquí mi primer testigo: San Clemente, discípulo
de San Pedro, en la Epístola-primera-arf Jacobum fra -,
trem Domini (1), que es tan auténtica que Rufino fué su
traductor hará mil doscientos años, dice estas palabras:
Simón Petrus, Apostolus primus, Regem seculorum us-
que ad Romanae urbis notitiam, ut étiam ipsa, salvare-
tur invexit; htic pró pielate pati volens, apprehensa. nianu
in conventu fratrum, dixit: Clementem hunc Episcopúm
■mea vobis ordino, cuisolinteaepraedicationis et doctrínete
Cathedram trado\ (y poco después) lpsi trado a Domino
mihi traditam potestatem ligandi et solvendi. Y-en cuan­
to á la autoridad de esta Epístola, Dámaso, in Pontificali,
en la vida de Clemente (2), nabla de ella así: In.epístola
quae ad Jacobum scripta est, qualiter Clementi commissa
est a Beato Petro Ecclesiam reper íes; y Rufino, en el
prefacio sobre los libros De los Reconocimientos de San
^Clemente, habla de ella honrosamente, y dice que la

(;»■ (1) Concilia anno 91. Hodie hncc epístola ínter dubia S . Clcmentin collocfi·
’ tur, Patrol. gr aec a, tom. I. col. 46; ut antiquísima tamcn ab ómnibus agnoa-
cítur.
(2) Concilia anno 91.
había puesto en latín y que San Clemente clió en ella
testimonio de su institución, elquod citm reliquerit succes-
sórem. Cathedrae. Este testimonio hace ver que San Pe­
dro predicó en Roma, y que fué allí Obispo; pues si no
hubiese sido allí Obispo, ¿cómo hubiera podido dar á San
Clemente la silla que allí no tenía?
El 2. San Ireneo (1), lib. III, cap. III: Maximae et
antiquissimae et ómnibus cognitac, n duobus glorio sis-
simis Apostolis Petro et Paulo Romae fundatae Eccle-
siae, etc.; y poco después: Fundantes igitur et instruen-
tes beati Apostoli Ecclesiam, cjus administrandae episco
patum Lino tradiderunt; succedit ei Anacletus, post eum
tertio ab Apostolis loco episcopatum sorlitur Clemens.
El 3. Tertuliano de Praescript ( 2 ): Romanorum
Ecclesia Clementem a Petro ordinatum edit, id est, per
i‘instrumenta. et rationis publicas deníonstrat; y en el
mismo Libro (3): Foelix Ecclesia cui totam doctrinam
Apostoli cum sanguino suo profunderunt, y habla de la
Iglesia Romana: Ubi f'assioni Dominicas Petrus adaequa-
tur: donde veis que San Pedro murió en Roma y allí
constituyó á San Clemente, de modo que uniendo este
testimonio á los otros, se ve que fué allí Obispo, y que allí
murió enseñando.
El 4. San Cipriano, Epis. LV (4), ad Cornelium:
l·}avigore audent ad PetriCathedram, atque ad Ecclesiam
principalem, unde únitas sacerdotalis exorta esti y habla
de la iglesia Romana.
Eusebio in Chronico anni X L IV : Petrus natione Ga-
liloeus, Christianorum Pontifex primus, cum primum
Antiochenam ecclesiamfundasset, Romatn proficuscitur;
ubi Evangelium prcedicans X X V annis, ejusdem urbis
Episcopus perseverat.
Epifanio, Haer. X X V II (5): Episcoporum in Roma
successt'o hanc habuii consequentiam: Petrus et Paulus,
Linus, CJetus, Clemens, etc.
Doroteo, in Sinopsi {6): Linus, post choripheum Pe­
trum, Romae Episcopus fuit. '

•'t) Cf.rJ.ra :Usteres.


:2» Cap . X X X I I .
•3i i’.'iip. :;o;.xvi
Ml * I.Í.
:5; s*..
2: K'it “elogia gracca, tomo XCII, col. 1.059. De authoritnte hujus optis­
ch«* v;:i:l;un Procopio attributi, vi de D. Cciller. Historia de los aut-.rcs
• s. XJ, cap. L X X II I . Ed. Vives, 1862.
. Optatus Milevitanus (1): Negare non potes scire te in
urbe Roma Pelro primo Catkedram episcopalem esse
collatam, in qiia sederit omnium Apostolorum caput Pe-
trus (2); y poco después: Sedit prior Petras, cui succedit
Linus, Uno siiccessit Clemens.
Jerónimo, ad Damassum (3): Cum succesore pesca-
toris et discipuli Crucis loquor; ego Beatitudini tuoe, id
est, Cathedrae Petri, communione consocior.
San Agustín, Epist. C L X V (4), ad Genérosum: Petro
successit Lintis\ Lino , Clemens.
En el IV Concilio general de Calcedonia, acta 3 (5),
cuando los legados de la Santa Sede quieren dictar sen­
tencia contra Dióscoro, dicen de esta.manera: linde sane
tissimus et beatissimus magnae et semorís Romae Leo,
per nos et praesentem satretum sinodum, una cum ter
beatissimo et omni laude digno beato Petro Aposloloi qm
est petra et crepido Ecclesiae calholicae, nudavit eum ítint
episcopatus dignitate quam etiam ab sacerdoiali aliena-
vit ministerio. Fijaos un poco en esto; que el Obispo sólo
de Roma le exonera por sus legados y por el Concilio,
que unen al Obispo de Roma con Sati Pedro; mostrando
que el Obispo de Roma ocupa el lugar de San Pedro.
El Sínodo de Alejandría, donde estuvo Atanasio, en
sif carta á Félix 11.(6), dice maravillas á este propósito,
y entre otras cosas cuenta que en el Concilio deNicea se
había determinado que no era lícita celebrar ningún
Concilio sin autorización de la Santa Sede de Roma, pero
que los cánones qué se hicieron á este fin, habían sido
quemados por los heréticos arríanos. Y en efecto; Julio I,
in Rescripto contra Orientales pro AthanaSio (7), cap. II
y cap. III, reproduce dos cánones de! Concilio de Nicea
que tratan de este punto; el cual escrito de Julio I fué
citado por Graciano hace cuatrocientos [años], y por Isk
doro, hace novecientos (8). y el gran P. Vicente Lirines,
hace de él mención , hará mil años (9): lo que hago cons­
tar, porque no todos los cánones del Concilio de Nicea

(1) Ubi supra, parte I, cap. I ll , art. I V .


(lí) Véanse las notas preparatorias*
(3) E pist. X V , i 2.
(4) Al. Epist. L U I, ft 2.
(5) Inter sentcntias Pcitrum Concílii.
(6) C onciL .an. 366; Corpus Juris Can., D ccr. I^Part., Diat. X V I , cap. X II.
<7) Ffodiet Epist. I ad orient. Episc. Vide supra.
(8) Corp. Juris Can., Deer. I Part.. Dist. X V II -, cap. II.
(9) Commonit. 11, ft 30.
existen hoy, pues de ellos sólo se conservan veinte; pero
autores tan graves citan de ellos muchos otros además
de los veinte que conservamos, que hemos de creer, como
dicen los buenos Padres Alejandrinos más arriba, que los
arríanos hicieron desaparecer la mayor parte.
Dirijamos, por Dios, una miraáa á esta antiquísima
y muy pura Iglesia de las seis primeras centurias y exa­
minémosla por todas partes; y si la vemos creer firme­
mente que el Papa fué sucesor de San Pedro, ¿cuán gran­
de temeridad no será negarlo? Me aquí, según me parece,
un’a razón que no pide ya ningún crédito, pues todo lo
encierra en su contenido; San Pedro tuvo sucesores en
su Vicariato, ¿y quién jamás fué, en concepto de la Iglesia
antigua, sucesor de San Pedro y Jefe de la Iglesia, sino el
Obispo de Roma? Ciertamente, cuantos autores antiguos
existieron, dan, sin excepción, ese titulo al Papa, y nun­
ca á los demás. ¿Cómo, pues, diremos que no lo es? Segu­
ramente eso sería negar una verdad inconcusa. Que nos
digan si no, qué otro Obispo es Jefe de la Iglesia y suce­
sor de San Pedro: en el Concilio de Nicea, en el de Cons
tantinopla, en el de Calcedonia, no se vió á ningún
Obispo usurpar esa primacía, que siguiendo la antigua
costumbre fué deferida al Papa, y á ningún otro se le
nombró·en igual grado. En una palabra, jamás fué dicho
ni-dudado por ningún .Obispo, en los.primeros quinientos
•años, que fuese jefe ó superior á los demás otro que el de
Roma, del que no se dudó verdaderamente jamás sino
que se tuvo por resuelto que lo era él; ¿á qué fin, después
de mil quinientos años, quiere ponerse esta anticua tradi­
ción en tela de juicio? Jamás acabaría si quisiera poner
sobre el tapete todas las seguridades y convicciones que
nosotros tenemos de esta verdad, en" los escritos de los
antiguos; bastará aquí, sin embargó, para probar que el
Obispo de Roma es sucesor de San Pedro, que San Pedro
fué y murió Obispo de Roma.
ARTÍCULO XII
«
Breve descripción de la vida de San Pedro
y de la institución de sus primeros sucesores·

No hay asunto en que los ministros se esfuercen tanto


para combatir á la antigüedad como éste, pues tratau,
á fuerza de conjeturas, presunciones, dilemas, explica­
ciones y por todos los medios imaginables, de demostrar
que San Pedro no estuvo jamás en Roma; salvo Calvi-*
no (1), que viendo que esto era desmentir á toda la anti-'
güedad, y que eso no era requerido para sustentar su·
opinión, se contenta con decir que, por ló menos, no
fué San Pedro mucho tiempo Obispo de Roma: Propter
scriptorum consensum, non pugno quin illic. mortuus
fuerit, sed Episcopum fuisse, praesertim longo tempore,
persuaderi neqUo. Pero realmente nada importa que hu­
biera sido poco tiempo Obispo de Roma, si allí murió
siendo Obispo, y dejó su Sede y su sucesión, esto basta-
. ría; así es que en cuanto á Calvino no tendríamos giran
•cosa que debatir, con tal que se resolviera á confesar fir­
memente que San Pedro murió en Roma y que era allí s
Obispo cuando murió; y en cuanto á los demás, ya hemos
demostrado más arriba (1) que San Pedro murió siendo
Obispo de Roma.
Los discursos que se han hecho en contrario, son más
necios que difíciles, y quien tenga el verdadero dis­
curso de la vida de San Pedro ante los ojos, tendrá bas­
tante para responder á todas esas objecciones; aquí diré
brevemente lo que creo más probable, siguiendo en esto
la opinión de los excelentes teólogos Gilberto Genebrard,
Arzobispo de Aix, en su Ckronologia (2), y Roberto Be·
larmíno, Jesuíta, en sus Controversias (3), que siguen de
cerca á San Jerónimo y Eusebío, in Chronico (4).
Nuestro Señor subió al cielo el año 18 de Tiberio, y

(1) Inst., Lib. I V . , cap. V I , § 15.


(1) A r t . pracced.
(2) I . Ib. III, ;iflo 32-70.
(3) De Ruin. Pont., lib. II.
<*l) S . H|t:ronyrai interpret Chronici Etiscbii, anuo L X X .
mandó á sus Apóstoles que residiesen en Jerusalén doce
años, según la antigua tradición de Thraséas, mártir (1),
no ciertamente á todos sino á algunos, para que se cum­
pliera la palabra dicha por Isaías (2), y como parecen
inferir San Pablo y San Bernabé (3), pues San Pedro fué
á Lydia y á Joppe antes de que pasaran los doce años (4),
porque bastaba que algunos Apóstoles permaneciesen en
Jerusalén para dar testimonio á los judíos. San Pedro,
pues, moró en Judea próximamente cinco años después
de la Ascensión, predicando y anunciando el Evangelio,
y hacia el fin del. primer año, ó poco después, fué con­
vertido San Pablo (5), que tres años después fu é á Jeru­
salén para ver á San Pedro, con el que vivió quince
días (6). San Pedro, después de predicar cinco años
próximamente en Judea pasó á Antioquía, de donde fué
Obispo alrededor dé siete años, hasta el año 2 .° de Clau­
dio, sin que dejase en este tiempo de hacer misiones
evangélicas en Galacia, en Asia, Capadocia y otros países
para la conversión de los pueblos; por entonces, al año 7.°
de su pontificado en Antioquía, habiendo elevado á su
cargo episcopal al buen Evodio, retornó á Jerusalén; y
así que llegó, fué preso por orden de Herodes, para agra­
dar éste á los judíos, alrededor dél día de Pascua (7). Pero
habiendo salido muy pronto de la prisión, guiado por el
ángel, pasó aquel mismo año, que era el 2 ° de Claudio,
á Roma, donde fijó su Sede, que rigió veinticinco [años],
durante los que no dejó de visitar muchas provincias
según la necesidad de los asuntos públicos del cristianis­
mo; entre otras ocasiones cuando hacia el año 18 de la
Pasión y Ascensión del Salvador, que fué el 9.° de Clau­
dio, fué echado de Roma ^8) con el resto de los Hebreos,
trasladándose á Jerusalén, donde se celebró el Concilio
Jerosolimitano (9) que presidió San Pedro. Después, ya
muerto Claudio, San Pedro se volvió á Roma, reanudan­
do su tarea de enseñar y visitar sucesivamente diferentes
provincias, hasta que viéndose perseguido de muerte con

(1) Euseb., itb. V , cap. XVII.


(2) C a p .L X V , I. ·
13) Hcch., X l l l , 46, 47.
(4) Hech .I X , 32, cap. X ,5 .
(5, Hcch., IX
16) Ad Gal.. 1. 18.
(7) Hcch., XII, 4.
(8) Hcch.. X.VIH, 2.
(9) Hech., X V .
su compañero San Pablo (1) por Nerón, para escaparse,
apremiado por las santas importunidades de los fieles,
quiso salir de noche de la ciudad, y encontrando, cerca
de la puerta á nuestro Señor, le dijo:— Domine, quo va-
des? (Señor, ¿dónde vais?)— Jesucristo respondió:— Ven­
go á Roma á ser inmediatamente crucificado: respuesta
en la que San Pedro vió claramente su Cruz (2); de modo
que después de haber estado cinco años próximamente
en Judea. siete años en Antioquía y veinticinco años en
Roma, el año 14 del imperio de Nerón fué crucificado
cabeza abajo (3), y en el mismo día le fué cortada á San
Pablo la cabeza.
Pero antes de morir, tomando por la mano á su discí­
pulo San Clemente, le constituyó su sucesor; cargo en
que no quiso entender San Clemente, ni tampoco ejercer
lo, hasta después de la muerte de Lino y Cleto, que ha­
bían sido coadjutores de San Pedro en la administración
del Obispado Romano; y al que quiera saber por qué al
gunos autores ponen en prirher lugar á San Clemente, des­
pués de San Pedro, y algunos otros á Sari Lino, les haré
responder por San Epifanio, autor digno de fe, y he aquí
su respuesta: Nema mire tur quodante Clementem (4), Li-
nus et Clctus episcopatum assumpserunt cum sub Apos
tólis hicfuerit contemporcincus Petro et Paulo, nam et illi
contemporanei ApostolorumJuerunt; sive igitur adhuc ip-
sis superstitibus a Petro acccpit impositionem manuum
episcopatus et eo recusato remoratus est, sive post Aposto­
lorum succcssionem a Cleto Episcopo hic constituitur, non
ita dore scimits. De donde se sigue que San Clemente fué
escogido por San Pedro como él mismo atestigua, y qué,
sin embargo, no quiso aceptar el cargo antes de la muerte
de Lino y Cleto; por lo que unos, teniendo en cuenta la-
elección hecha por San Pedro le colocan el primero, y
otros considerando su negativa á ejercer el cargo cuyo
ejercicio dejó á Lino y á Cleto, le ponen el cuarto. Por lo
demás, San Epifanio pudo haber tenido [ocasión] para du­
dar de la elección de San Clemente hecha por San Pedro
por falta de pruebas suficientes, y puede suceder también

(1) Arab. contra Auxent. Opera, tomo II, col. 1.007.


(2) O r ¡£ ., lih. III in Gcncsim; Alhan, pro fuga sun, § 18.
(3) Hieron., de V ir. Illus, cap. I. - Euseb., in Chroníco, anno L X X .— A d o ,'
Martyrol, Hihel. de test. A p o sto !., incapitc M artyrologii.—Tertul., de Praes-
cript.;·, cap X X X V I .
(-J) H a er., X X V I I , § 6 .
que Tertuliano, Dámaso, Rufino y otros tuvieran ocasión
para no dudar; lo que hace hablar sin resolución á San
Epifanio, acerca de este punto, y por la razón contraria
hace afirmar tan resueltamente á Tertuliano (1), más an­
tiguo, que Romanorum Ecclesia Clementem a Petro or-
dinatun edit, id est, per instrumenta etrationes publicas
demonstrat. Pero en cuanto á mí, me uno sin vacilar y
con razón, según me parece, al partido de los que afir­
man: porque dudar de lo que un hombre de bien y de en­
tendimiento afirma resueltamente, es dar . un mentís al
que afirma, mientras que asegurar lo que otro duda, no
es más que confesar que el dudoso no estaba enterado de
todo lo que el mismo ha empezado por confesar dudan­
do, pues dudar no es otra cosa que no saber á ciencia
cierta la verdad,de una cosa.
Y ahora, ya que por este pequeño discurso de la vida
de San Pedro, que es muy probable,'habéis visto que San
Pedro no siempre estuvo á pie quieto en Roma, sino que
teniendo allí su Sede, no dejó de visitar muchas provin­
cias, volver á Jerusalén y hacer .el oficio Apostólico,
todas esas frívolas razones que se deducen de la autoridad"
negativa de las Epístolas de San Pablo, no tendrán ya
acceso en vuestros juicios; pues si sé dice que San Pablo
escribió en Roma y desde Roma y no hizo mención de
San Pedro, nada tiene de extraño, porque quizá no estu­
viera allí San Pedro entonces. Así y todo, es muy cierto
que la primera Epístola de San Pedro fué escrita en
Roma, como atestigua San Jerónimo (2): Petrus— dice—
in prima Epístola, sub nomine Babilonis Jiguraliter Ro-
■mam significans, Salutat vos, inquit, Ecclesia quae est in
Babilone coélecta (3); lo que antes había declarado el
muy anciano Papias, discípulo de los Apóstoles, según
el relato de Eusebio (4). Pero la consecuencia seria famo­
sa; San Pedro en esta Epístola no da señal alguna de que
San Pablo estuviese con él, ¿lutego San Pablo no estuvo
jamás en Roma? Esta Epístola no lo dice todo, y si no
dice que estuviera allí, tampoco dice que no estaba; pro^
bable es que no estuviera entonces, ó que si estaba, no
fuera conveniente decirlo por alguna razón; otro tanto
puede decirse de las Epístolas de San Pablo.
0 ) Ubi in art. praeced.
(?) In Marco de V ir. Illust., cap. V IH .
(3) I P etr., V , 13.
(A) Lib. II, cap. X V «
Finalmente, para ajustar el tiempo de. la vida de San
Pedro á los reinados de Tiberio, Cayo Caligula, Claudio
y Nerón,. podría descomponerse, sobre poco más ó me·
-nos, de esta manera: en el décimoctavo de Tiberio, su­
bió nuestro Señor al cielo; cinco años después, que fué
en el·último año del Imperio de Tiberio, San Pedro' pasó
á Antioquía, donde habiendo vivido próximamente siete
años, esto es, lo que restaba del.tiempo de Tiberio, cuatro
años de Cayo Caligula y dos de Claudio, hacia el fin del
segundo de Claudio pasó á Roma, donde residió cerca de
siete años, esto es, hasta el noveno de Claudio, en el que
los judíos fueron expulsados de Roma, lo que obligó á
San Pedro á retirarse á judea; cinco años despiiés, próxi­
mamente, habiendo muerto Claudio el año 14 de sii Im­
perio y sucedídole Nerón, San Pedro volvió.á Roma,
dónde residió hasta su martirio, que sufrió el año 14 y
último de Nerón. Son, pues, próximamente, treinta y siete
años los que vivió San Pedro después de la muerte de su
Maestro, de los que residió doce próximamente entre
Judea y Antioquía, y veinticinco que vivió siendo Obispo-
de Roma.
*

ARTÍCULO XIII

Confirmación de todo lo qué precede por los nombres


que la antigüedad ha dado al Tapa.

Oid en pocas palabras lo que los antiguos pensaban


acerca de este punto, y en qué rango tenían al Obispo
de Roma. Ved cómo ltaman ya á la Sede de Roma y su
Iglesia ó sea al Papa, pues todo viene á ser uno.

Petri Cathedram
Ecclesiam principalem Cyp. 1. I. ep. 3. [aliter]
Exordium unitatis sacerdo· ep. 55, ad Cornelium (1).
talis
Unitatis vincutum 1. 3. ep. 13 (2).

(1) Supra, ;irt. X I.


(2) A l . ep. (y?. §, 3.
Sacerdotii sublim e fasti-
gium

Ecclesia in qua est poten· i . . л q


tior principalitas j ir ·' ’ c*
Ecclesiae radix et matrix Сур. 1. 4. ер. 8 (2).

Sedes super quam Domi | Anacletus, ер. I, Ad ora-


nus universam contruxit nes episcopos et cunctos
Ecclesiam f fideles (3).

Cardo et caput omniumf Idem, ep. 3, Ad omnesepis


eccleslarum j copos et sacerdotes (4).

\ Marcellus, ер. I, Ad epis-


Episcoporum refugium \ copos Antiochenae pro-
/ vinciae (5).
Sinodus Alexandrina, ep.
Summa sedes Apostólica 1 ad F o elicem ( 6 ) ; ubi
Athanasius.
Caput pastoralis honoris Prosper., De Ingratis (7).

A p o s to lic a e C ath ed raei


Aug., ep. 162 (8).
principatus i
Prosp., De vocat. gent.
1. 2. c. 16. In praefatio·
Principatus Apostolici sa-; ne Concilii Calcedoneii-
cerdotii I
sis (9), Valentinianus Im ­
perator.
Victor Uticensis(lO), Deper-
sec. Vand,\. 2 (11). Impe­
Caput omnium ecclesiarum! rator Justinianus, c. de
Summa Trinitate (12);
(1) A l. ep. 52, §. 8.
(U) AL cp 45, ». H.
(3) Conctlia, anno ll>4.
(4) Ibidem
(5) Ibid:, an. 304.
(6) Conciliti, an. 366; Cf. art. XI
(7) Part. I, im. 4ü.
(8) A l. ep. 48, $ 7.
(9) E plst., 25.
(10) A l. Vitensis.
(11) S 15
(12) In Corpore Juris Civilis Codicistlib. I ,t i t .l ; in epist. a<l Joannein Papam.
Caput orbis et mundi reli-( Leo, in nat. S""". PP. (1)¡ et
gione | Prosp., De Ingratis (2).
Caeteris praelata ecclesiis Sinod. Rom. 'sub Gelas (3)·

Ecclesia praesidens j
Prima sedes, a n e m in eju -í S in o d u s Sinuessana, 300
dicanda ) episcop., t I, Concil. (4).
Prima sedes omnium Leo, ep. 63 (5).

T u tis s im u s communionis) 1A (fA


Catolicae portus j Hler·’ ep· 16<6)'
í Innocent., ad patres Con··
Fons Apostolicus ] cil.’Milevit.. inter episto-'.
I las A u g., 93"(7).

S a n c tissim a e Catholicaej c (8) j 3 u (9)<


Ecclesiae Episcopum j ,r '

Santissimus et beatissimus 1
Patriarcha \ Cone. Calced., act. 3.
Universalis. Patriarcha j

Caput C o n c ilii Calcedo- j lbWem, in relatione (10).


nensis J ’ v
Caput universalis Ecclesiae In Cone. Calced., act. 16.

Beatissimus Dominus . Stephanus archiepisc. Car-


matusC° Inc s | thaginensis·, in epístola
D , · > ad Damassum ( t l ) , no-
Pater patrum [ tritriA
mine Pnrmílii
Concilii Parfhacn-
Carthagi-
Summus omnium praesu- nensis.
lum Pontifex

(1) S c r m o .L X X X I I . c. I.
(2) Part. I, lin. 41*42.
(3) Cone., an. 494.
(4) A n n o 303.
(5) A l. cp. 120, * 1.
(6) A l. ep. l ‘J7#§5.
(7) A l. cp. ta*.', 2. . x
(8) Cornet, ad Cyprian. (Vcr las notas preparatorias.)
( 9) A l. ep. 46. 8 2
(10) At1 Leonem Papam.
(11) In in scrip tio n e .
Hier., praefatione Evange-
Summos sacerdos
liorum, ad Damasum.

Id. testatur tota antiquitas


apud Valentianum, ep.
Princeps sacerdotum
ad Theodosium, in itio
Con. Calcedon.
Rector domijs Domini Amb., [in] I. Timot. 3 (1).
Concil. Calced., ep. (2), ad
Custos vineae Dominicae
Leonem.
Christi vicarius Cyp.,1. I. ep. 3 (3 ).
Fratrum confirmator Bernard., ep. 190 (4).
Sacerdos magnus
Summus Pontifex
Princeps episcoporum
Haeres apostolorum ' Bernard., 1. 2. De Consid.
Primatu Abel í ad Eug. c. 8.
Gubernatu Noe
Patriarchatu Abraham
Ordine Melchisedech
Digni täte Aaron
Authöritate Moises
Judicatu Samuel
Potestate Petrus
Unctione Christus ( Bernard., 1. 2. De Consid.
Ovilis Dominici Pastor ad Eug. c. 8.
Claviger Domus Domini
Pastorum omnium Pastor
In plenitudinem potestatis
vocatus.

Jamás terminaría si quisiera agrupar los títulos que


los antiguos han dado á. la Santa Sede de Roma y á su
Obispo. Los citados deben bastar á los cerebros más ob­
tusos, para hacer ver la grandísima mentira f¡ue Beza
continúa diciendo después de su maestro Calvino.(5),.en

(1) V e r . 15.
(2) A L re latió.
(3) A l. cp. 55, fi.
(4) Al· Tract, fie orrore Ahr\clardi in praefat.
(5) Instít., lib. IV , cap. V II, § 17.
su tratado de Las Marcas de la Iglesia (1), donde dice
que Choras fué el primero que dió autoridad al Obispo de
Roma sobre los demás y le puso en primacía. ¿Pero'á qué
citar tan grosera mentira? Phoras vivió en tiempo de San
Gregorio el Grande, y todos cuantos autores he mencio­
nado, son más antiguos que San Gregorio, excepto San
Bernardo, cuyos libros De Consideratione he citado, por­
que Calvino los tiene por tan verdaderos que le parece
que la verdad misma habla en ellos.
Se objeta que San Gregorio nó quería ser llamado
Obispo universal (2); pero Obispo universal se puede en­
tender, ó de uno que sea totalmente Obispo del universo
y del que los otros Obispos no sean más que Vicarios y
sustitutos, lo que no es verdad, pues los Obispos son ver­
daderamente príncipes espirituales, jefes y Obispos, no
lugartenientes del Papa, sino de nuestro Señor Jesucristo
y á quien llama hermanos; ó se puede entender de uno
que és superintendente sobre todos y al que los demás
que son superintendentes en particular, son inferiores
realmente, pero no vicarios y sustitutos, y así es como
los antiguos han llamado al Papa Obispo universal.
Se cita al Concilio de Cartago (3), que prohíbe se llame
á ninguno Princeps sacerdotum, pero es á falta de otro
pretexto el que se alegue éste, ¿porque quién ignora que di­
cho Concilio era. un Concilio provincial, relativo á los
Obispos de aquella provincia, á la que el Obispo de Roma
no pertenecía por hallarse el mar Mediterráneo de por
medio?
Queda el nombre de Papa, que he reservado para ter­
minar este discurso, y que es el ordinario con que llama­
mos al Obispo de Roma. Este nombre era común á los
Obispos, testigo San Jerónimo, que llama así á San Agus­
tín en una Epístola (4), al fin: Incolutnem te tueatur Ont-
nipotens domine vere sánete et suscipiende Fapa; pero ha
sido dado en general al Papa por excelencia, á causa de
la universalidad de su cargo, y con el que fué llamado en
‘ el Concilio de Calcedonia (5), “Papa universal,,, ó Papa
:sin más aditamentos ni limitación, y este nombre no quie­
re decir otra cosa que abuelo:

(1) Pájf. 19.


<21 L ib. IV . Epist. X X X I I . Hodie, lib. V , Epist. X X .
(3) Ili, cap. X V I .
(4) Epist. CIt!.
(6) A l·». X V I (in íine).
Pappós avicisque trementes
Anteferunt patribus seri nova cum nepotes (1).

Y á fin de que sepáis cuí'in antiguo es este nombre


entre los buenos, San Ignacio, discípulo de los Apóstoles,
Epístola ad Mariam Zarbensem (2), Cum esses— dice—
Romae, apud Papam Linum; ya en aquel tiempo había
papistas, ¿y de qué manera? Nosotros le llamamos Su
Santidad; y hallamos que San Jerónimo le llamaba tam­
bién de esa manera: Obtestor Beatitudinem tuam per cru-
cem (3), etc. Ego nullum primum nisi Christum sequens,
Bcatitiidini tuae, id est, Cathedrae Petri, cornmunione
consocior. Nosotros le llamamos Padre Santo; pero ya
habéis visto que San Jerónimo llama así á San Agustín.
Además de esto, los que, explicándoos el capítulo segun­
do de la II á los Thesalonicences, para haceros creer que
el Papa es el Anticristo, os hayan dicho que se hace
llamar Dios en la tierra, ó Hijo de Dios, son los mayores
embusteros del mundo; pues tan lejos están los Papas de
tomar ningún título ambicioso, cuanto que desde los tiem­
pos de San Gregorio se vienen llamando, la mayor parte
de las veces, siervos de los siervos dé Dios (4). Cierta-
-mente que no se han llamado de esta manera sino en el
sentido por el cual puede serlo cualquiera si guarda los
Mandamientos de Dios, según el poder concedido iis qui
credunt in nomine ejus (5); aunque en cambio se llamen
hijos del diablo (6) los que mienten tan cínicamente como
vuestros ministros.

ARTÍCULO X IV

Cuánto aprecio debe hacerse de la autoridad del Papa.

No verdaderamente sin misterio se ve con frecuéncia


en el Evangelio que cuando es necesario que los Após­
toles en general hablen, sea San Pedro quien lo haga por

(1) AusoiVj ád Ncpot. auum (Idylllum IV)*


(2) Inter Epístolas aupposititias, S. Igriatü, Patrol. gracca, tomo V f col» 882.
A d Daraasum. íEp. A V I . sub fincm.)
(4) Jo. Diaconus, lib. II, vitae Grcff ·» cap. I.
(5) Joan., h 12. -
(6) Joan., V III, 44.
todos ellos. Según San Juan (1), él fué quien dijo por
todos: ¿Domine ad qucm.ibimus? Verbum vitnc áctcrnae
habes, et nos credijnus et cognovitnus quia tu es C/iris·
tus, Filius Dei Él fué, según San Mateo (2), quien en
nombre de todos hizo como jefe esta noble confesión: Tu
es Chris-tus, Filius Dei viví. Él pregunta por todos: Ecce
nos reliqwmus omnia (3), etc. En San Lucas (4): Domi­
ne, ad nos dicis hnne paraholarn nn ct ad omnes? Es lo
común que el jefe hable por toda la corporación, y que lo
que dice el jefe, se u*nga como dicho por todos los demás.
¿No habéis visto que en la elección de San Matías él sólo
fué quien habló y determinó (5)? Los judíos preguntaron
á todos los Apóstoles: Quid faciemus riri fratres? Y San
Pedro sólo, respondió por todos: Poenitenliam agite (6),
etcétera. Y por esta razón San Crisóstomo (7) y Oríge­
nes (8) le llamaron os ct verticem Apostolovum, como he­
mos visto más arriba (9), porque él solía hablar por todos
los Apóstoles; y el mismo San Crisóstomo le llamaos
Christi (10), porque lo que él decía para toda la Iglesia y á
toda la Iglesia, como Jefe y Pastor, no era tanto palabra
humana como de nuestro Señor: Amen dico vobis, qui
accipit si quem misero me accipit (11); y lo que él decía y
determinaba, no podía ser falso. Y verdaderamente, si el
confirmador (12) cayera ¿no caerían todos los demás? Y si
el confirmador cae ó vacila ¿quién le confirmará? Y si no
está firme cuando los demás flaqueen, ¿quién les afirmará?
Pues está escrito (13): Y si un ciego guia á otro ciego,
entrambos caen en el hoyo. Si el vacilante y débil quiere
sostener y afirmar al débil, ambos darán en tierra. Y por
esto nuestro Señor al dar íá autoridad y el mando á San
Pedro le dió todo el poder y todos los medios para hacer
esto, de otro modo le habría mandado una cosa imposi­
ble. Y en este caso, los medios necesarios para confirmar
! á los demás y reanimar á los débiles, no son otros que

(1) Jo., V I , 69.


(2) M atth., X V I , 16.
(3) Matth , X I X , 27.
(4) Cap. X I I, 41.
(5) Hcch., I, lf> seqq,
(6) Hech., I I r 38.
(7; Hom., L V (al. L1V): ln M atth., § i:
v (8) Hom. II, In divers.
(9) A r t. V III.
* (10) Serm. in adnc vcncrab. catem (vide supra).
: (11) Jo., X I I I .‘JO.
* (12) Luc», X X II, 32.
(13) Matth., X V , 14.
el d o estar el que confirma sujeto él mismo á la debilidad,
sino sólido y firme, como una verdadera piedra y fuerte
roca; así era San Pedro, como Pastor general y goberna
dor de la Iglesia.
Por esto, cuando San Pedro fué colocado como funda
mentó de la Iglesia, y la Iglesia tuvo la seguridad de que
las puertas del infierno no prevalecerían contra ella (1),
¿no fué decir con bastante claridad que San Pedro, como
piedra fundamental del gobierno y administración ecle­
siástica, no podía doblegarse ni romperse por la infideli­
dad ó el error, que es la puerta principal del infierno?
Pero ¿quién ignora que si el fundamento se derrumba, si
en él puede meterse la palanca, todo el edificio se derrum­
bará? ||¿Y qué? si el pastor lleva á sus ovejas á pastos
venenosos, todo el rebaño perecerá inmediatamente Las
ovejas van siguiendo al pastor; si éste yerra, todas se
pierden. Y no es razonable que las ovejas... || Del mismo
modo, si el pastor supremo ministerial (2) puede condu
cir á sus ovejas á pastos venenosos, se ve claramente
que el rebaño corre inminente riesgo de quedar muy
pronto destruido; porque si el supremo pastor ministerial
lo conduce al mal, ¿quién le guiará? Si él se extravía,
¿quién le encaminará? Verdaderamente, es necesario que
nosotros le sigamos obedientemente, sin pretender guiar
le; de otro modo, las ovejas serían pastores (3). Realmen
: te la Iglesia no puede siempre reunirse en un Concilio
general y en los primeros trescientos años no se hizo
tampoco; en las dificultades, pues, que sobrevienen dia­
riamente, ¿á quién mejor podría uno dirigirse, de quién
podría tomarse ley más segura, ni regla más cierta que
del Jefe general y Vicario de nuestro Señor?
Pero (4) todo esto no se ha verificado solamente en
San Pedro, sino en sus sucesores, pues permaneciendo
la causa permanece el efecto también: la Iglesia tiene
siempre necesidad de un confirmador infalible, al que
pueda dirigirse, de un fundamento que las puertas del in-

(1) Mntth., X V I , 18.


0!) Jo , X X , i
(3) "¿Cómo, pues—dice Beza al fin de su libro contra el Disputador anóni­
mo—será licito .» las ovejas fiscalizar asi á sus pastores?* E stas palabras tacha­
das por el Santo en el Autógrafo se reproducen aquí A causa de su relación con
el asumo que se trata.
(4 Esta p;tgina del Autógrafo, que contenía las notables palabras sobre la
infalibilidad del Pupa, á 1as que la-Bula del Doctorado hace alusión, se repro­
duce en facsímile al principio de este tomo.
fierno, y principalmante el error, no puedan derribar, y
de que el Pastor no pueda conducir al error á sus hijos:
por lo tanto, los sucesores de San Pedro tienen todos sus
mismos privilegios, que no son anejos á la persona, sino
á la dignidad y cargo público.
San Bernardo (1) llama al Papa un otro “ Moisés en
autoridad,,; y cuán grande fué la autoridad de Moisés no
hay persona que lo ignore, pues se sentó y juzgó de to­
das las diferencias qué surgieron entre el pueblo, y de
todas las dificultades que en el servicio de Dios sobrevi­
nieren; constituyó jueces para los asuntos de menos im­
portancia, pero las grandes dudas estaban reservadas á
su conocimiento ( 2 ) ; si Dios quiere hablar al pueblo, es
por medio de él y por su boca (3). Es, por consiguiente, el ·
Supremo Pastor déla Iglesia, Juez competente é idóneo en
todas nuestras grandes dificultades, de otro modo seria­
mos de peor condición que aquel antiguo pueblo, que te­
nía un Tribunal al que podía dirigirse para l'á resolución
de sus dudas, especialmente en asuntos de Religión. Y si
alguien quiere responder que Moisés no era sacerdote ni
Pástor eclesiástico, le remitiré á lo que he dicho más arri­
ba (4), pues serta monótono repetirlo.·
En el Deuteronomio (5): Facies quodeumque dixerint
qui praesunt loco qtiem elegerit Dominus, et dociurint te
juxta legem efus; sequerisque sententinm eorum, nec de-
clinabis ad dextram nec ad sfnistram: qui autem super-
bierit, nolcits obedire sacerdotis imperio., judicis senten-
tia moriatur. ¿Qué quiere decir esto? Era necesario pasar
por el juicio del Soberano Pontífice; ¿que era obligatorio
seguir el juicio que era la ley justa, no el otro? Es cierto;
pero en esto era necesario seguir la sentencia del sacer­
dote, de otro modo si no sé la hubiese seguido, sino exa­
minado, era inútil acudir á él, y la dificultad y ambi­
güedad no hubieran sido jamás resueltas para los obsti­
nados; pues se dice sencillamente: Qui autem superbierü,
nolens obedire sacerdotis imperio, judicis sententia mo-
rialnr. Y en Malaquías ( 6 ): Labia sacerdotis custodiunt
scieutiatn, et legem requirent ex ore ejus\ de lo ique se

(1) De Cons., fih. II. cap. V I H . ■·; -J


Vi) E xoil., X V III, lü. 1*>, 26 *■
(3) Exod.. X X X I, 18; X X X I I , 15; X X X I U , 11; X X X I V .
(4) Part I cao. 1, art III. 6 · : i
(5) Cap . X V I I , 10, 11, 12. ’'.· ·
(6) Cap. II, 7. - ■
sigue'que nadie podía resolver en puntos de Religión.ni
interpretar la ley á'su capricho, sino según.la: proposi­
ción del Pontífice. Y si Dios tuvo tan gran providencia
con la:Religión y tranquilidad de conciencia de los judíos
al establecer un Juez soberano, A cuya sentencia debieran
todos someterse, no es permitido dudar que no haya pro­
visto A la cristiandad de un Pastor que tenga esa misma
autoridad para disipar las dudas y escrúpulos que pudiera
sobrevenir acerca de las declaraciones de las Escrituras.
Y si el Sumo Sacerdote llevaba el racional del juicio
sobre el pecho {Y), donde estaba; el Urim et Thummin,
doctrina y verdad, como interpretan unos, ó las ilumina­
ciones y perfecciones, como dicen otros, que casi viene A
ser una misma cosa, ¿pensaremos nosotros que el gran
Sacerdote de la Ley nueva no tenga en sí ios mismos
efectos? Verdaderamente todo cuanto de bueno fué con­
cedido á la antigua Iglesia y á la esclava Agar, tiene que
haber sido dado, con mejora y en mucha mayor medida,
á Sara la esposa f nuestro gran Sacerdote, por lo tanto,
tiene también el Urimet Thummin en su pecho (2). Luego
sea que esta doctrina y verdad no fuese otra que dichas
dos palabras escritas en el Racional, comoparecen creer
San Agustín (3), y Hugo de San Víctor afirma (4), ó que
fuese el nombre de Dios, como quieren Rabbi Salomón en
el relato de Vatablo (5), y Agustín, Obispo de Euqub
bium (6), ó que fuesen las piedras solas del Racional por
lasque Dios Todopoderoso reveló sus voluntades al sacer­
dote, como quiere el docto Francisco Ribera (7), la razón
por la que el gran Sacerdote tenía en el Racional sobre
su pecho, la doctrina y la verdad era sin duda porque
judicabat judicii veritatem (8); del mismo modo que por
el Urim et Thummin los sacerdotes estaban instruidos
de la voluntad de Dios y sus entendimientos esclarecidos
y perfeccionados por la revelación divina, como el bue­
no de Lyra lo ha entendido (9), y Ribera lo ha suficien­
temente demostrado, á mi parecer; pues cuando David

(1) Exodo, X X V I I I , 30.


(2) L as páginas que siguen hasta el último párrafo del presente artículo,
forman parte del Autógrafo de Annecy.
(3) Q. C X V III in E xod., Alitcr Questiones in Heptatendum» llb .IIf q u .C X V I l.
(4) Annot. in Exodum. . .
(5) Biblia in loco. ,
(6) Recofcnitio vct. Tcst^/ln, hu|\c locura.
(7) Lib. III de Templo, cap. XIT. )
(8) Dcut.. X V Tl, 9
(9) Biblia eum grlossis, in loco. » )
•quiso saber si debía perseguir á losáfriálecitas, dijó ál
■sacerdote Abiathar: Applica ad me epJiód, ó, el supernu­
merario (l); lo que hizo sin duda para conocer la volun­
tad de Dios en el Racional, que junto á él estaba, como
doctamente va deduciendo el buen Ribera. Decidme, yo
os lo ruego, si en la sombra había iluminaciones de doc­
trina y perfecciones dé verdad en el pecho del sacerdote,
. para apacentar y: sostener al pueblo, ¿qué será lo qué no
tenga nuestro gran Sacerdote entre-nosotros que estamos
á la luz del mediodía? El gran Sacerdote antiguo no era
más qué Vicario y lugarteniente de Dios, ni más ni me­
nos que el nuestro, pero parece que aquél presidía á la
noche con sus iluminaciones, y el nuestro preside al día
con sus instrucciones; ambos ministerialmente, y por la
luz del soldé justicia, que aunque se lialíe en el cénit,
está, sin embargo, velado á nuestros ojos por nuestra
propia mortalidad, pues el verle cara á cara ordinaria­
mente no pertenece más que á aquellos que se han libra­
do del cuerpo que se corrompe (2).
Así lo ha creído toda la Iglesia antigua (3j, que en
sus dificultades recurrió siempre al Racional de la Sedé
de Roma, para ver en él la doctrina y verdad! Con este
motivo llamó San Bernardo al Papa Dignitate Aarón, y
“ Heredero de les Apóstoles (4)„, y San Jerónimo á la
Santa Sede, Tutissimum communionis Catholicae por-
tum (5), pues lleva el Racional para esclarecer á todo el
cristianismo, como los Apóstoles y Aarón, dz doctrina y
verdad. A este propósito dice San Jerónimo al Papa D á­
maso (6): Qui tecum non colligit, spargit; hoc est, qui
Christi non est, Antichrisii est. Y San Bernardo dice (7)
que hay que remitir los escándalos que se dan “ principal­
mente en la fe„, á la Sede de Roma: Diguum namque
árbitror ibi potissimum resarciri damna ftdei, ubi non
possit fides séntire defectum: cui enim álteri sedi dictum
est aliqiiaudo, ego pro te rogavi ut non deficiat fides
áut? (8) Y San Cipriano (9): Navigare audent ad Cathe-

(1) I R p(f., X X X . ?.
(2) Exodo, X X X I t f, 20; S a p .t IX , 15.
(3) San B( rnardo in Epístola ad Canonicos Lugdanenses, somete A la ígle*
•sia Rotnntta todos sus escritos.
(4) Ubi sttpra art. X III.
(fti Ubi ihidem.
(6) Epist ad D a m ., Epist. X V , § 2.
(7) Epist. CX C , initio.
(8) Luc., X X II, SI.
(9) Ubi supra, art. X L
dram Petri atque ad Ecclesiam principalem; nec cogitare
eos esse Romanos ad quos petfidia habere non possit
accesum. ¿No veis que habla de los Romanos á causa de
la Cátedra de San Pedro, y dice que el error no puede
allí nada?
Los Padres del Concilio Milevitano, con el bienaven­
turado San Agustín (1), pedían auxilio é imploraban la
protección de la Sede romana contra la herejía pelagia-
na, escribiendo al Papá Inocencio de esta manera: Mag-
nis periculis infírmorum membrorum Christipastoralem
diligentiam, quaesumus, adhibere, digneris; nova quippe
haeresis, et nimium perniciosa tempestas, surgere inimi-
corum gratiae Christi caepit. Y si queréis saber por qué
se. dirigían á él: Quia— dicen— te Domtnus, gratiae suae
praeciptio muñere, in Sede Apostólica collocavit. He ahí
lo que creía aquel·santo Concilio con su gran San Agus­
tín; al que Inocencio respondió, en una Epístola que
sigue á la precedente, entre las de San Agustín (2): Dili­
genter ct congrue— dice— Apostolico consulitis honori: ho-
nori iuqunm, illius quem, praeter illa quae sunt extrin-
secus, solicitado manct omnium ecclesiarum super anxiis
rebus quae sit tenenda sententia: antiquae scilicet regulac
formam sccuti, quam toto semper ab orbe mecum nostis
esse servatam. Vernm haec missa fació, ncqtte enim hoc
vestram credo latere prudentiam. Quid etiani act tone fir-
mastis nisi scientes quod per omnes provincias de Apos­
tolico font e petcntibus responsa semper emanen.t? Prae-
sertim quotics fideiratio ventilatur arbitros omnes fratres
et coepaiscopos nostros non nist ad Petrum, id est, snt
nominis et honoris authorcm, ref erre debercy velut nunc
retulit vestra dilectio, quod per totum mundmn possit
omnibus Ecclesiis in comune prodesse. ¿Veis bien el ho­
nor y el crédito en que era tenida la Sede Apostólica
entre los antiguos más doctos y santos y aun por los
Concilios enteros? A ella se acudía como al verdadero
Ephod y Racional de la nueva L e y : á ella iba también
San Jerónimo, en tiempo de Dámaso, al que después de
haber dicho que el Oriente rompía y hacía pedazos la
túnica entera y tejida por añadidura, de nuestro Se­
ñor (3), y que las raposas asolaban la viña del Señor (4),
(1) Epis X C tí al. C L X X V I , « 1-2.
(2) -Medie. Enist C L X X X 1 I .5 2.
13) Jounn , X I X , 23.
(4) C a n t .,l l t 16·
Ut inter lacus contritos— dice (1)— qui aquam non habent,
difftcile ubifons signatus et hortus Ule conclusus sit pos -
sit intelligi ideo tnihi Cathedram Petri et fidcm Aposto ■
lito ore laudatwn censui consulendam, etc.
Jamás terminaría si quisiera reproducir las hermosas
sentencias que los antiguos han dictado acerca de este
punto; el que quiera, léalas fielmente y cotéjelas en el
gran Catecismo de Pedro Canisio (2), donde se hallan
minuciosamente copiadas por Buseo. San Cipriano atribu­
ye todas las herejías y cismas al desprecio que se hace de
este jefe ministerial (3); así lo dice también San Jeróni­
mo (4); San Ambrosio tiene por una misma cosa, com-
rttunicaré et convenire cían Episcopis catholicis et conve-
nire cum Ecclesia romana ( 5 ) , y protesta de seguir en
todo y por todo la forma de la Iglesia romana (6), San
Ireneo quiere que todos vengan á unirse A esta Santa
Sede, propter potentiorem principalitatem (7,). Los éusé-
bianos llevaban á ella las acusaciones contra San A ta­
nasio, y San Atanasio, que estaba en Alejandría, Sedé
principal y patriarcal, pasó á responder á Roma, desdé
donde fué llamado y citado; pero los adversarios no qui­
sieron acudir allí, sabiendo, dice Theodoreto (8 ): Menda-
cia sita manifestó fore detecta. Los eusebianos confiesan
la autoridad de la Sede de Roma cuando llaman A ellaá
San Atanasio, y San Atanasio cuando allí se presenta;
pero sobre todo, los eusebianos, heréticos arríanos, con­
fiesan además cuán infalible es el juicio de ella, cuando no
se atreven á comparecer allí, por miedo de ser condena­
dos; ¿Pero quién ignora que todos los herejes antiguos
procuraban hacerse aprobar por el Papa? Testigos de ello
son los montañistas ó cataphigos, que engañaron de tal.
modo al Papa Ceferino (si hay que creer á Tertuliano (9),
no al de otros tiempos sino al convertido en hereje en su
propio hecho), que dió cártas dé reunión en favor dé
ellos, aunque prontamente las revocó por los avisos dé
Praxeas. Finalmente, quien desprecia la autoridad del

(I) Epi». X V , »1 .
(t) Cap. III, quacs. IX* de Praeceptis E ccl.
(3) Epist. L X V , ct L X V I .
(4) A dvers. Luciferianos.
(5) Orationc de obitu fratris latirl, lib. I, I 47.
'6) De Sacram ., iib. III, cap. I, ft5.
(7) Ubi aupra art. X III.
<S) Lll). II, Eccl. Hist. cap. IV , al . IU .
(9; Lib. contra Praxcam, cap. I.
Papa puede remitirse á los pelagianos, priscilianos. y
otros, que fueron condenados por los Concilios provincia­
les con autorización de la Santa Sede de Roma.
Y si quisiera entretenerme en mostraros cómo hacia
Lutero aprecio de ella en los comienzos de su herejía, os
haría ver muy grandes mudanzas en ese vuestro padre.
Vedlo en Codeo: Postratumme pedibus tuae Beatitudi-
nis offero ciim ómnibus quae sum et habeo; vivifica occide,
voca, revoca, approba, reproba, vocem Christiin te prae·
sidentis et loqiientis agnoscam: es tas son sus palabras en
la Epístola dedicatoria que escribió al Papa León X so­
bre ciertas Resorciones suyas el año 1518. Pero no
puedo omitir lo que ese.gran archiministro escribió el
a,ño 1519 en otras Resoluciones de.otras proposiciones;
pues en la 13.a, no solamente reconoce la autoridad de la
Santa Sede romana, sino que además la prueba, por seis~
razones que él tiene por demostraciones (1); La primera, '
el Papa no podría haber llegado á ese grado sin la volun­
tad de Dios; pero la voluntad de Dios es siempre venera-;
ble, luego no se debe contradecir , la primacía delPapa.
La segunda, es;preferible ceder á su adversario á romper
la unión de caridad; luego es mejor obedecer al Papa que.
Separarse de la Iglesia. La tercera, porque no se debe,
resistir á Dios, que nos quiere oprimir y cargar de:
muchos. Príncipes , según\dice Salomón en sus Pro-,
yerbíos (2). La cuarta, porque no hay potestad sino de
JQips(3); luego la del Papa que está tan establecida, es.
de Dios, La quinta, viene á ser la-misma."La sexta por
que todos los fieles lo creen así, y entre ellos es imposible,
que, no esté nuestro Señor; luego hay, que permanecer
con nuestro Señor y los cristianos en, todo y por todo,
pice después que estas razones son insolubles, y que toda
la Escritura insiste en ella. ¿Qué os parece Lutero? ¿No ¿s
católico? Y sin embargo, estaba ya en los comienzos de,
su reforma.
Calv-ino coincide en este punto, aunque 'embrollando;
el asunto todo cuanto puede, pues hablando de la Sede
de Roma, confiesa (4) que todos los Antiguos la honra-

(1) “ Porque ellas son de relumbrón, y todas nuevas y recién inventadas.*


E l interés que ofrecen estas-palabras parece justificar su reproducción
aunque han sido tachadas por el ¿íanto en,el Autógrafo.
(2) Cap. X X V I I I , J. ' . .
(3) Rom ., X III, X. Y;.
(4) L ib. IV , cap. V I, nútn. 16.
ron (1) y reverenciaron, que fué el refugio de los Obis­
pos, y más constante en la fe que las demás Sedes; lo que
atribuye á falta.de viveza de entendimiento.

ARTÍCULO X V

Cuánto han olvidado los ministros esta autoridad.


I.

En la Ley antigua no llevaba el gran Sacerdote el


Racional, sino cuando estaba revestido de las vestiduras
pontificales y cuando entraba delante del Señor (2); del
mismo modo\no decimos nosotros Ique el Papa, en sus
opiniones particulares no puede errar, como lo hizo
Juan X X I I , ó ser del todo-hereje manifiesto, como quizá
lo fué Honorio. Pero cuanto es hereje manifiesto cae de
su grado fuera de la Iglesia, y la Iglesia le debe privar
de él, como dicen*unos, ó declararle privado de la Sede
Apostólica.y.decir, como dijo San Pedro (3): Episcopa-
tum cjus accipiat alter. Cuando yerra en su particular
opinión, hay que enseñarle, advertirle, convencerle,
como se hizo con Juan. X X II, el cual, tan lejos estuvo de
morir obstinado, ó de haber durante su vida determinado
ninguna cosa tocante á su opinión, mientras hacia la
itivestigacióñ requerida para determinar en materias de·
fe, murió,''■al decii\dé su sucesor en el Extravagante, que
comienza: Benedictus Deus (4). Mas cuando está revesti­
do de las vestiduras pontificales, quiero decir, cuando en­
seña <1 toda la Iglesia como Pastor en asuntos de fe y cos­
tumbres generales, entonces no hay más que doctrina y
verdad (5). Porque, verdaderamente, no todo lo que dice
un Rey es ley tii edicto,; sino solamente lo que el Rey dicta
como Rey y determina jurídicamente; del mismo modo:
no todo lo que dice el Papa, es Derecho canónico ni ley>
pues es necesario que quiera determinar y dar ley á sus
ovejas y que guarde en ello el orden y forma requeridos*

(1) El acuerdo se manifiesta con el sobreentendido “Iglesia rom ana., V¿íisfc


este pasaje en Calvino.
(2) Exodo, X X V I I I , 29, 30.
(8) Hceh.,.1,2i).
(4) Conciliu, anno M C C C X X X IV . : ; *;.··
(5) Véase el art. prcced. . i . r,.
Por esto decimos nosotros que hay que recurrir á él, no
como A un hombre docto, aunque en ésto es ordinaria­
mente adelantado por muchos, sino como A Jefe y Pastor
general de la Iglesia, y como á tal honrarle, seguir y
abrazar firmemente su doctrina, porque entonces lleva en
su pecho el Urim ct Thummem, la doctrina y verdad.
Tampoco hay que pensar que en todo y por todo es
su juicio infalible, sino solamente cuando encierra sen­
tencia én materia de fe y de acciones necesarias A toda
la Iglesia, pues en casos particulares que dependen del
hecho humano, puede, sin duda, errar, aunque nosotros
no debamos compulsarle en este punto sino con toda re­
verencia, sumisión y discreción. Los teólogos lo han di­
cho todo en una palabra al decir que puede errar in
quaesiionibus faeli non juris, que puede errar extru Ca-
tkedram, fuera de la Silla de San Pedro; pero no cuando
está in Cathedra, es decir, cuando quiere dar una instruc­
ción ó decreto para enseñar á toda la Iglesia, cuando
quiere confirmar A los hermanos como supremo Pastor y
quiere conducirles A los pastos de la fe; pues entonces no
es tanto el hombre quien determina, resuelve y define,
como el bendito Espíritu Santo por medio del hombre, se­
gún la promesa hecha por nuestro Señor á sus Apósto­
les (1), quien enseña toda verdad á la Iglesiji , ó, como dice
el Griego, y parece que la Iglesia lo entiende en una colec­
ta de Pentecostés (2), conduce y guía á su Iglesia en toda
verdad: Cum autem vcneritille Spiritus veritatis, docebit
vos omnem veritatem, ó, deducet vos in omnem veritatem.
¿Y cómo el Espíritu Santo conduce <i la Iglesia, sino por
el ministerio y oficio de predicadores y Pastores? Pero si
los Pastores tienen Pastores también, deben seguirles, y
del mismo modo deben todos seguir al que es Supremo Pas­
tor, y por cuyo ministerio nuestro Dios quiere conducir, no
á los corderos y ovejuelas solamente, sino á las ovejas y
madres de los corderos, es decir, no solamente A los pue­
blos, sino también á los otros Pastores, esto es, ti aqüel
que sucede á San Pedro que tuvo este cargo: Pasee oves
meas (3). Así es como Dios conduce á su Iglesia en los
pastos de la Santa Palabra y en la exposición de ésta;
quien busca la verdad por otro conducto, la pierde. El

(1) Joann., X V i, 13.


(2) Feria quarca.
(3) J o a n n ^ X X !, 17.
Espíritu Santo es conductor de la Iglesia y la conduce por
medio· de su Pastor; luego el que no sigue al Pastor, no
sigue al Espíritu Santo.
Pero el gran Cardenal Toledo hace notar muy bien, á
propósito de este lugar (1), que no se ha dicho, portabit
Ecclesiam in omnc veritatem, sino deducet, para mostrar
que aunque el Espíritu Santo ilumina á la Iglesia, quiere
que ella use de la diligencia requerida para seguir el buen
camino, como hicieron los Apóstoles, que teniendo que
responder sobre un asunto de importancia, discutieron de
una parte y de otra, consultando juntos las Escrituras, lo
que habiendo hecho diligentemente, concluyeron por el
Visum cst Spiritui Sancto et nobis (2), es decir, el Es­
píritu Santo nos ha esclarecido y hemos caminado, nos
ha guiado y nosotros le hemos seguido hasta esta verdad;
hay que emplear los medios ordinarios para la investi­
gación de la verdad y reconocer, sin embargo, que se
encuentra y está el principio de ella en la asistencia del
Espíritu Santo. De este modo es conducido el rebaño cris­
tiano por el Espíritu Santo, pero bajo la dirección y guía
de su Pastor; que tampoco corre al azar, sino según la
necesidad convoca á los demás pastores, en parte ó gene­
ralmente, mira cuidadosamente la pista que siguieron sus
antecesores, considera el Urim et Tummin de la Palabra
de Dios, entra delante de Dios por sus oraciones y plega­
rias, y habiéndose así informado diligentemente del ver­
dadero camino, se pone en campaña resueltamente y se
hace á la vela con buen ánimo; ¡dichoso quien le sigue y
se coloca bajo la disciplina de su cayado! jDichoso quien
se embarca en su nave! Se apacentará con la verdad y
llegará al.puerto de la santa doctrina.
Tampoco hace jamás un mandamiento general á toda
la! Iglesia en cosas necesarias sino con la asistencia del
Espíritu Santo, que si no falta ni aun á las especies ani­
males en cosas necesarias, porque El las ha estableci­
do, menos faltará al cristianismo en lo que le es necesa­
rio para la vida espiritual. ¿Y cómo serla la Iglesia una
y santa; tal como las Escrituras y símbolos la describen?
Porque si ella tuviera un Pastor y el pastor errase, ¿cómo
seria santa? Y si no le siguiera, ¿cómo seria una? ¿Y qué
desorden no se vería en el cristianismo, si los unos halla-
CU Comment. in. Joannls Evan^tilium ín cap. X V I, 1.3.
(2) Hecli.. Apost. X V , 28.
ran y encontraran mala una ley y los otros buena, y si
las ovejas en lugar de pastar y engordar en los pastos de
la Escritura y santa Palabra se entretuvieran en fisca­
lizar los juicios del superior? Es, pues, necesario que,
según la divina Providencia, tengamos por cerrado lo
que San Pedro cierre con sus llaves, y por abierto lo que
él abra, estando sentado en la cátedra enseñando A toda la
Iglesia Y si los ministros hubiesen censurado los vicios;
ó, señalado la inutilidad de algunas censuras y decretos,
tomado algunos santos consejos de los libros morales dé
San Gregorio y de San Bernardo, De Consideratione,
indicado algún buen medio de cortar los abusos que han
sobrevenido en la práctica beneficiaría por la malicia dé
los tiempos y de los hombres, y .se hubieran dirigido,á Su
Santidad con humildad y reconocimiento, todos los buenos
los habrían honrado y habrían acariciado sjus designios:
los buenos Cardenales Contareno, Theatino, Sadóleto y
Polo, con los demás personajes que presentaron el Con­
sejo de reformar· los abusos de esa clase (1), han mere­
cido por ello una inmortal recomendación de la posteri­
dad. Pero llenar el aire y la tierra de injurias, invectivas,
ultrajes, calumniar al Papa, no solamente en su persona,
lo que jamás debe hacerse, sino en su dignidad, atacar á
la Sede honrada por toda la antigüedad, quererle juzgar
contra el consejo de toda la Iglesia, llamar á la dignidad
misma anticristianismo, ¿quién podrá encontrarlo bueno?
El gran Concilio de Calcedonia halló muy extraño que el
Patriarca Dióscoro excomulgase al Papa León (2); pues
¿quién podrá sufrir la insolencia de Lutero, que hizo
una bula excomulgando al Papa, á los Obispos y á toda
la Iglesia? (3). Toda la Iglesia le da títulos honoríficos,
le habla con reverencia: pues.¿qué diremos de este pere­
grino principio del libro que Lutero dirigió á la Santa
Sede: Martimis Ltitherus Sanctissimae Sedi Apostolí­
cete et toti cjtts parlamento, ntcam gratiani et salutem.
Imprimís, Sanctíssima Sedes, crepa et non frangere ob:
ttovant istcim salutationem,in qua tiomcn mcum primo
et ih supremo loco pono. ;Y después de haber reprodu­
cido la Bula contra la cual escribía, comienza por estas
cínicas, y feas palabras: Ego antem dico, ad papae et

(t) Cocleus, in actls, anni X X X I X


f'¿) A ct. III- (Epist. ád Válent. et Marcianom.) v
(3) Atino X X . Apud Codeum.
bullae httjus minas, istud; qui prae mint's moritar, ad
ejussepulturani compulsar i debet crepitibus ventris. Y ,
cuando, escribiendo contra el Rey de Inglaterra, vivetts
— dice—papatus hostis ero, exustustuus hostis ero. ¿Qué
decís de ese gran padre? ¿Son estas palabras dignas de..
un tal reformador?Vergüenza me causa leerlas, y mi
mano se disgusta de presentar tales villanías; pero si os
las ocultan, jamás creeréis .que él sea tal como es. Y él
mismo fué quien dijo: Nostrum est non judicariab ipso,
sed ipsum judicare.
Pero (1) veo que os entretengo demasiado con un asun­
to que no merece grande inquisición. Vosotros leéis los
escritos de Calvino, Zuinglio y Lutero; yo os lo ruego,
sacad de ellos las injurias, calumnias, oprobios, maledi­
cencias, cuchufletas, bufonerías que hay en ellos contra
el Papa y la Santa Sede de Roma y veréis que en ellos
no queda nada; vosotros oís á vuestros ministros; impo­
nedles silencio eri cuanto á las injurias, burlas, maledi­
cencias y calumnias contra la Santa Sede, y tendréis ser­
mones la mitad más cortos. Se dicen mil locura» sobre
eíste asunto; es la comidilla de todos vuestros ministros;
si componen libros, A roso y belloso y como sal y pimien­
ta del trabajo, se detienen en los vicios de los Papas,
diciendo con frecuencia lo que ellos saben bien que no es
verdad;· De Beza, que dijo (2), que desde hace largo
tiempo no ha existido ningún Papa que se haya ocupado:
en la Religión ni que haya sido teólogo, ¿á quién quiere
engañar? Demasiado sabe que Adriano, Marcelo y los.
cinco últimos fueron muy grandes teólogos: ¿Para qué
mentir? Pero en eso hay que decirlo, hay vicio é ignoran»
i,cia: Cathedra tibi— os dice San Agustín (3 )—quid fécit
Ecclesiac romanac, in qua. Petrus sedit et tu qua hodie
£Anastasias sedet, ¿quare appcllas cathedram pcstilentiae
l Cathedram Apostolicam? Si propter homines qitos putas.
‘ legeni loqni et non Jacere, numquid Dominus noster
i Jesús Christus propter Pharisaeos, de qttibus ait (4)>:
vDicunt et non faciunt, ¿cathedrae tn qua sedebant nllam
If.ecit injitriam?' ¿Nomie illam cathedram Moisi cotnmenr
Idavit, et tilos servato cathedrae honore redarguit? Ait
£ .. , ,,
¿P<1) Desde nciuí sigue el Autógrafo de Roma. Véase la nota puesta A ^gtc
^propósito en el articulo anterior. ¡ .
(2) De veris Eccl. notis, pájy. 13.. .·. , . (
(3) L i b . I [ con ira litt. Pe tiL , cap. L I .
¿ (4) Matt h. . X X l l . l , 3.
enim: Super cathedram, etc. (1). Haec si cogitaretis, non
propter homines quos infumatis blasphemaretis Cathe­
dram Apostolicam cui non communicatis; sed quid est
almd quain nescire [quid] dieere, et tamem non posse nist
maledicere?

CAPÍTULO VII

QUE LOS MINISTROS HAN VIOLADO LA AUTORIDAD DE


LOS MILAGROS, SÉPTIMA REGLA DE NUESTRA FE (2)

ARTÍCULO PRIMERO

Cuán persuasivos son los milagros para asegurar la f e %

A fin de que Moisés fuese creído (3) [Dios] le dió el


poder de los milagros. “Nuestro Señor— dice San Mar­
cos (4)·—confirmó así la predicación Apostólica y si
nuestro Señor no hubiera hecho tantos milagros, no ha­
bría pecado en no creerle— dice el mismo nuestro Se­
ñor (5). Sari Pablo asegura que Dios confirmó la fe por
milagros (6); luego el milagro es una justa prueba déla fe,
y un argumento decisivo para persuadir á losihombres á
creer; pues si así no fuese, nuestro Señor no se hubiera
servido de él. Y de nada sirve responder que los mila­
gros no son necesarios una vez sembrada la fe, pues ade­
más de que más arriba (7 ) he mostrado lo contrario, no
digo ahora que sean necesarios, sino únicamente que allí
donde place á la bondad de Dios hacerlos para confirma­
ción de algún artículo, estamos obligados á creerlo. Pues
ó el milagro es una justa persuasión y confirmación, ó no
<n V er. 2.
(2) Véanse las notas preparatorias. ~
(3) Exodo, IV , 1 .
(4) M arc., ult., ult.
(5) Joann.» X V t 21.
(6) I-Ichr.f IÍ,4 .
(7) Part. I, cap. III, a r t. YLI.
lo es: si no lo fuese, resultaría que nuestro Señor no con­
firmaba justamente su doctrina; y si es una justa persua­
sión resulta de ello que en el tiempo en que se hagan, nos
obligan á tomarlos por una muy firme razón, como así lo
son. Tu es Deus qui facis mirábilia — dice David (1) al
Dios Todopoderoso; Luego lo que está confirmado por mi­
lagros, está confirmado por Dios; y como Dios no puede
ser autor ni confirmador de la mentira, se sigue que lo que
está confirmado por milagros, no puede ser mentira, sino
pura verdad.
Y á fin de cerrar todo camino á las fantasías, confe­
saré aquí que hay falsos y verdaderos milagros, y que
entre los verdaderos milagros hay unos que son argu­
mento evidente de que la omnipotencia de Dios está en
ellos, y otros no lo son sino por sus circunstancias. Los
milagros que hará el Anticristo, serán todos falsos, tanto
porque su intención será la de extraviar, como porque una
parte de ellos no serán sino ilusiones y vanás apariencias
mágicas, y otra no serán milagros por su naturaleza, sino
en opinión de los hombres, es decir, no traspasarán las
fuerzas de la naturaleza, sino que por ser cosas extraor­
dinarias, parecerán milagros á los simples. Tales serán el
descendimiento que hará hacer del fuego, que descenderá
tú conspectu homimirn{2), y el que hará hablar á la ima­
gen de la bestia (3), y la curación de una llaga mortal (4);
de los cuales la bajada del fuego á la tierra y el hablar de
la imagen, parece que serán ilusiones por lo que añade,
in conspectu hominum; esto es, serán mafias. La curación
de la llaga mortal será un milagro popular, no filosófico;
pues lo que el pueblo cree ser imposible, lo tiene á mila­
gro cuando lo ve, pero tiene por imposibles muchas cosas
en naturaleza, que no ló son, como sucede en muchas
curaciones. Pues hay muchas llagas mortales en opinión
de algún médico, incurables, que no lo serán para otros
más entendidos y que tienen un remedio más eficaz; así
la llaga no será mortal, según el curso ordinario de la
medicina, pero el diablo, que es más entendido en el cono­
cimiento de las virtudes de las hierbas, olores, minerales
y otras drogas, que los hombres, hará esa cura por la
aplicación secreta de los medicamentos desconocidos á los
(1) Psalm. L X X X V I , 14.
(2) A poc., XL1I, 13.
(3) V e r . 15. ¡'
(4) V e r . 3.
hombreé; y parecerá milagro á quien no sepa discernir
entre la ciencia humana y la diabólica, entre la diabólica
■y la divinaren lo que la diabólica sobrepuja mucho á la.
humana, y la divina sobrepuja infinitamente á la díabóli-
■ca; la humana rio sabe más que una parte de la virtud que
existe en la naturaleza,, la diabólica sabe mucho más,
mientras la divina no tiene otro límite que su infinidad;
: . Iba diciendo que, entre los verdaderos milagros, los
hay que dan cierta certeza y razón de que el brazo de
Dios obra en ellos, lo que no suele en otros, sin la consi­
deración y concurso de las circunstancias. Esto es evi­
dente por lo que ya he dicho; y por ejemplo, las maravi­
llas que hicieron los magos de Egipto (1), eran, en cuanto
á la apariencia exterior, semejantes en todo á lo que hacía
Moisés (2); pero quien considere las circunstancias cono­
cerá fácilmente que los unos eran verdaderos milagros
mientras que los otros fueron falsos, como lo confesaron
los magos cuando dijeron: Digitus Det est Jtic (3). Del
mismo modo podría decir, si nuestro Señor no hubiese
hecho otro milagro que decir á la Samariíana que el hom­
bre que habitaba con ella no era su marido (4), y conver­
tir el agua en vino (5), podía haberse pensado que en ello
había ilusión ó magia; pero esas maravillas salían de la
misma mano que hacía ver á los ciegos, hablar á los mu­
dos, oirá los sordos, resucitar á los muertos, y sobre
esto no cabía ningún escrúpulo. Pues.volver déla priva­
ción al uso, del no ser al ser, y dar les órganos vitales á
los hombres, son cosas imposibles á todas las fuerzas hu­
manas, son actos del Soberano Señor. El cual, cuando
despuís de haberse complacido en hacer curaciones por
obra de su omnipotencia, ó mutaciones en las cosas, no
dejó de hacerlas reconocer por milagrosas, aunque la
naturaleza secreta de ellas pudiera hacer otro tanto, pues
habiendo hecho lo que sobrepuja á la naturaleza, nos dejó
bastante seguros de su cualidad y del valor déla [mara­
villa]; del mismo modo que cuando un hombre hace uña
obra maestra, aunque después haga muchas obras comu­
nes,, nadie deja de tenerle por maestro.
En suma, el milagro es una muy segura prueba y

(1) Exodo, V i l , tl-12.


(2) Exodo. IV . 3, 4, 5, 6, 7, 8.
(3> Exodo. VIII. 19.
(4) Joann., IV , 18.
(5) Joann., II, 9. ,
confirmación de la creencia cuando es un verdadero mila­
gro, cualquiera que sea el tiempo en que sé haya hecho; de
otro modo era preciso echar por tierra toda la predicación
apostólica. Era razonable que siendo la fe de cosas que
sobrepujan A lo natural, fuese certificada por obras que
sobrepujan á la naturaleza y que muestran que la predi­
cación ó palabra anunciada sale de la boca y autoridad
del Señor de la naturaleza, y cuyo poder, por no estar
limitado por nada, se hace por medio del milagro como
testigo de la verdad, y rubrica y pone su sello á la pala­
bra dicha por el predicador. Porque realmente parece
que los milagros son testimonios generales para los igno­
rantes y más rudos, pues no todos pueden sondear la
admirable concordancia que existe entre las profecías y
el Evangelio, la gran sabiduría de la Escritura y otras
marcas excelentes de la Religión cristiana, cuyo examen
es propio de los doctos; pero no se necesita serlo para
admitir el testimonio de un verdadero milagro, pues todo
el mundo entiende este lenguaje entre los cristianos. Pa­
rece que los milagros no sean necesarios, pero realmente
lo son y no sin causa, !a suavidad de la divina Providen­
cia los suministró á su Iglesia en todos los tiempos, pues
en todos hay herejías que aunque sean suficientemente
¿rebatidas por la antigüedad, majestad, unidad, catolicis­
mo y santidad de la Iglesia, no todos saben apreciar este
“ patrimonio,,, como dice Optatos ( 1 ) , en su verdadero
valor, ni todos entienden y penetran ese lenguaje; pero
cuando Dios habla por obras, todos le entendemos; como
que ellas son un lenguaje común <i todas las naciones,
: pues así como la firma de un salvoconducto no es de todos
conocida, mas cuando en ella se ve la cruz blanca y las
armas del Príncipe, nadie duda del testimonio de la auto­
ridad soberana que esos signos indican.

(1) Vide supra. Part. I t cap. I ll, art. XV.


ARTÍCULO II

Cuánto han violado los ministros laf e debida


al testimonio de los milagros.

No hay apenas ni un solo artículo de nuestra Religión


que no haya tenido la aprobación de Dios por algún mila­
gro. Los milagros que se hacen en la Iglesia, al mostrar
dónde cst;\ la verdadera Iglesia, dan pruebas suficientes
de toda la creencia de la Iglesia; pues jamás daría Dios
testimonio en favor de una Iglesia que no tuviese la ver­
dadera fe y fuera falible, idólatra y engañosa (1); pero
esta bondad suprema no se detiene ahí; confirma casi
todos los puntos de la fe católica con muy excelentes mi­
lagros, y por una especial providencia de Dios, hallamos
que casi sobre todos los artículos en los que estamos en
discordia con los ministros, nuestro Sefíor ha dado muy
evidente testimonio de la verdad que predicamos por mi­
lagros 'innegables. Pondré, si queréis , algunos ejemplos:
Dwn sU’npitAS, sanctae .Romana r. Ecclesiae Ponti-
f e x — dice San Gregorio (2)— ad Jtistiniamim principem
pro/tsccrelur i11 Gracciariim partibus. propinqui cujus-
dam mui i el claudiobtulernnt eum J ¡zapito curandum,
dicentcs st\ in virtute Dei, ex auctoritati Petvi, fixam
salulis illius spei-n habere. He ahí la. fe de aquellas bue­
nos gentes; tenían al Papa por sucesor en la autoridad.de
San Pedro, y creían, por lo tanto, que su autoridad era
eminente; cualquiera de vuestros ministros les hubiera
tenido por supersticiosos; pero la Iglesia católica hubo de
decir siempre, como lo dice ahora, que su creencia era
justa. Ved lo que acerca de esto atestigua nuestro Señor:
Protimus vcncraudits vir— prosigue Son Gregorio— ora-
tioni inaibuit, el Misarum solemnia exorsus, sacrificiunt
in conspcctn Dei omnipolentis imnohroit; quo peracto,
ab altar i exit-ns claudi maman tamil, atque assistente el
aspicicntc pobulo cmn mox a térra in propiis gressibus
erexit; cnniqnc ei Dominicum Corpus in os mitteret, illa
diu muta ad lo ¡ucndum lingiia soluta est. Mirati otnnes,
(1) Lns que siguen forman parte del Autógrafo inédito de Annccy.
(2) L ib . 111, Dial., cap. III.
[tere pro gandió coeperunt, corumque gentes ülico mettis
et reverentia invasit, cum vidclicet cernerent quid Agapi-
tus facere in virtute Domini ex adjntorio Pelri pottiiset:
son palabras de San Gregorio. ||¿Qué decís á esto? Si me
preguntáis quién hizo ese milagro, os responderé con las
propias palabras de nuestio Señor (1): Coeci vident, clau-
di ambulant, teprosi mundantur, surdi audiunt, mortui
resurgunt, pauperes evangelisantur. || ¿Qué fe pidió? La
fe de que el Papa es sucesor de San Pedro y tiene su emi­
nente autoridad. ¿Por qué acciones ha sido obtenido? Por
el santísimo sacrificio de la Misa y por la rectitud de la
exhibición del cuerpo de nuestro Señor en la boca del
paciente. ¿En qué consistió et milagro? En que el pacien­
te pasó de ía privación al uso, que una operación vital le
fué devuelta, que era el oído, pues aunque no se dice que'
era sordo, sí lo estaba, pues el mudó de nacimiento es
siempre sordo. ¿Luego qué puede deducirse c}e aquí sino
que, Digitus Dei est (2), que Dios firmó y selló la creen­
cia en que vivimos, del. artículo de la sucesión del Papa en
ía autoridad de San Pedro y en el artículo de la santísima
Misa? ¿Qué puede oponerse á esto? ¿En qué tiempo se hizo'
este milagro? En el titímpo de la más pura Iglesia, pues
: Calvino y los luteranos confiesan que la pureza de ia Igle­
sia ‘duró hasta después de San Gregorio. ¿Quién refiere
esta historia? Un santo y docto personaje, por confesión
de los mismos adversarios que le tienen por. el último de
los Papas buenos. ¿Dónde se hizo el milagro? En. presencia
de todo un pueblo, griego y no apasionado por la San­
ta Sede.
f Así predicamos nosotros la realidad del Cuerpo y de
la Sangre de nuestro Señor en et Sacramento del Altar:
’■nuestro Señor lo autorizó por la milagrosa experiencia
que le hizo visible á un judío y á una judía que asistían á
la Misa de San Basilio, testigo San Amphilochio (3), que
;¿yiyió por el año 380. Una mujer también que había
amasado el pan que debía ser consagrado, al ir á comul-
•gary como viese á San Gregorio (4) teniendo, no ya el
pan,'sino el Santísimo Sacramento, acercarse á ella para
«'
M ntth., X I, 5.
^ IW Ex o d o , V I H , 19.
^ ''(3) In vita Basilii. Hodic conscntiunt omneshane vitam . S. BasitU ínter
popera S . Amphilochio non cs.sc rcccnsciuluni. Vicie Tillcmont, Uist. Eccl
¿N o ta L X X X l l sobre San Basilio.
^ s*(4) San Gregorio el Grande.
dar la santa Comunión, diciendo: Corpus JDomini Nostri
Jesu Christi cuslodiat animatn, etc., la mujer se echó á
reir; San Gregorio le preguntó por qué se reía, ella res­
pondió que era porque había amasado el pan del que San
Gregorio decía que era el Cuerpo de nuestro Señor; San
Gregorio entonces impetró por medio de oraciones que
la santa Eucaristía apareciese al exterior lo que era en el
interior de ’ as especies sacramentales, con lo que aquella
pobre mujer fué reducida á la fe, y todo el pueblo quedó
confirmado en ella: así lo refiere el buen Paulo, diá­
cono (1).
Predicamos que es necesario adorar á nuestro Señor,
que está realmente en el Santísimo Sacramento: Gorgo-
nia, hermana’ de San Gregorio Nacianceno, hízolo así, é
in continetiii curó de una enfermedad incurable, según
refiere su mismo hermano (2). San Crisóstomo habla de
dos hermosa? apariciones, donde una multitud de ángeles
fueron vistos en torno del Santo Sacrificio del Altar (3):
sic capite inclinatorum ut si quis milites, pracsente rege,
staates vidati; id quod facile mihi ipse persuadeo, dice
esta boca ce oro.
Predicamos la transubstanciación: las experiencias
que más arriba he citado de San Amobiiochio y de Paulo,
diácono, merecen entera fe.
Predicamos que, no es solamente Sacramento, sino
Sacrificio, y San Agustín, hablando cíe im lugar inhabi­
table por la violencia de los espíritus malignos, que había
en Hesperia y en el territorio Fussalense, Perrextt
imus— dice(4)—ex presbiteris, obtulit ibi Sacrificium Cor-
poris Christi, orans quantum potuit nt cassaret illa vexa-
lio, Deoqus protinus miserante cessavii. Lo que ya he
citado de Agapito puede unirse á esto.
Predicamos la santa Comunión de los Santos en la
oración que hacen por nosotros y en el honor que les tri­
butamos; ¿pero cuánto tendría que ha·'«»: si os citase los
milagros que se han hecho por esta creencia? Teodoreto,
De curandis Graec. a ff (5), hace á este propósito un ex ­
tenso discurso; San Gregorio Nacianceno (6) refiere un

( 1) In vita S . Greg\, § 23.


(2> Orationc in Gorgoniam. ft 18.
Lib. VI« de Sacerdotio. § 4.
<4) Lib. X X H , de Civit, cap. V III, § 6.
<í>, Lib . V I H .
(6) Orat. in lnuri. Cyp, Orat. X X I V , § ti.
muy cierto milagro en la conversión de San Cipriano,
por intercesión de nuestra Señora (1).
Nosotros honramos sus reliquias; ved como San Agus­
tín (2) hace un largo discurso de muy ciertos milagros
hechos con las reliquias de San Gervasio en Milán, de un
ciego curado, de lo que también habla en sus Confesio­
nes, é igualmente San Ambrosio.
Usamos la señal de la Cruz contra el diablo; y San
Gregorio Nacianceno (3), atestigua que Juliano el Após­
tata, viendó al diablo en un sacrificio hecho á los ídolos,
se signó con dicha señal, el diablo huyó y el hechicero y
mágico dijo al Apóstata que el diablo había huido, no por
temor, sino por abominación: Abominationi— dijo— M is
fui mus, non terrori. Vincit quod pejus est. Eusebio (4)
da testimonio de las maravillas que Dios hizo por esta
santa señal en tiempo de Constantino el Grande.
En nuestras iglesias tenemos vasos sagrados; y San
Crisóstomo (5) cuenta que Juliano, tío de juliano el Em­
perador, con cierto tesorero, los robó y profanó; pero
Juliano murió inmediatamente roído de gusanos, y el
tesorero reventó en el'acto.
Hacemos aprecio del santo Chrisma con que son ungi­
dos los bautizados para la santa Confirmación; y San
Optatos Milevitarios (6) cuenta que el frasco ó ampolla
del santo Chrisma, al ser arrojado por. los donatistas
contra las piedras, non defui t manus angélica quac am-
-pullam sptriíali subvcctione deduceret\ profecía, casum
sentire non potuii.
Confesamos humildemente nuestros pecados A los su­
periores eclesiásticos;. y. San Juan Clímaco cuenta (?),
que mientras una persona muy viciosa confesaba sus
faltas, se vió un grande y terrible ser que rayaba de un
libro de cuentas los pecados, á medida que aquél los con­
fesaba; por lo que dice el mismo Clímaco (8) que la con­
cesión libra bien de la confusión.
·· v Tenemos imágenes en nuestras iglesias; ¿pero quién

v'V -
i" "of* til). X X II, de Civit., Dei, cap. V III, « 10 scq.
>.■ <-) A m b ., Scrm. XCI. de inventirne Corporum frum Gervasii ct Protasii.
W /ó d ie . Epist. X X II.)
'i *s3) Orat. I, contra Jul. í>6, 55.
í·1 ^ vita Constant., lib. II, caps. V i, X V .
•V ·.(5) 4 Lib. de Sta. Babila, contra Gentiles, 5 17.
| L ib. II, contra Donat.. s tO. . . . -
’vfcC) Lib , Scalae, grnd. IV ónitio), Líber alia »1 dicitu, Clim ax.
Lib., Scalae, grand (initioX Líber eliam dicilu , Climax.
no ignora los grandes milagros que fueron hechos en la
Crucifixión de una imagen de nuestro Señor por los
judíos de Siria en la ciudad de Berito? No solamente salió
la sangre de la imagen, sino que aquella sangre curó A.
todo el que fué tocado por ella de toda clase de enferme;
dades; el gran Anastasio es quien lo cuenta (1).
Tenemos en ellas agua bendita y pan bendito; pero·
San Jerónimo cuenta (2) que pura curar á los enfermos,,
tomaban muchos pan bendecido por San Hilarión; y San
Gregorio dice también (3) que San Fortunato curó á un
hombre que en una carda de un caballo se rompió una pier­
na, por la sola aspersión del agua bendita. Basta con esto.
¿Qué significa ese desprecio de tanto?, milagros y ese
burlarse y mofarse de toda esta doctriiiay de la Iglesia que
la predica? Que no queréis admitir el tesürnoniode la anti­
güedad: TesÜmonium Dei tnajus est (4). .¡Qué respondéis-
A esto? En lo que á mí atañe, he escrito aquí los primeros
milagros que me han venido á la mano; pero, sin embar­
go, los he tomado de los autores que vivieron en la más-
pura Iglesia, pues si hubiese citado los milagros hechos
en tiempo de San Bernardo, de San quías, de Beda,
de San Francisco, vuestros ministros halarían inmediata­
mente gritado *.>ue esos eran prodigios del Anticristo;
pero como todos ellos confiesan que e) Ans icristo no com­
pareció has:a algún tiempo después cíe San Gregorio, y
todos los que he presentado, se hicieron antes, ó en tiem­
po de San Gregorio, no tenéis para admitirlos ninguna
dificultad. Los arríanos negaban [el milagro sobre ) el
ciego (5) que fué curado por el contacto de la orilla clel
lienzo que cubrió las reliquias de San Gervasio y Frota*
sio, y decían que no había sido curado; San Ambrosio
responde (6): Negam coecttm illimiinalum, sed tile non
negat se sanntum. Sed quaero— dicc poco después (7),—
quid non credant? Utrum a Mártir ibas possint aliqui
visitar i? .Нас est Chrislo non crcdcrc, ipse enim dixit:
Et majora horum facietis (8). Y más abajo (9) dice; Nc-

(t) Libeilo i!e Passtonc imaginis, D. cap. IV . (fíotiie inter spuria. San
A th a m ., tonv IV , operum, pervertidla tatúen historia.)
(2) In vi til Hilar., § 30.
(3) Lilv 1, Di:i1. X .
(4) IJü;inn.,<>.
(5) En el Autaft-rafo dicc: “notaban que el cierro,,.
(6) lipi-i. X X U . á 17.
(7) ri.-jñ.
(8) lo;inn., X l V’ , J j.
l9> i-*.
que aliler Mcirtiriim operibus inviderent, nisi fidem in is
Juisse eam quam isti non habcnt judicarent, fidem illam
Majorum traditione firmalam, quam doemones, ipsi ne­
gare non possunt sed arriani negant: non accipio a dia·
bolo testimonium sed confessionem. ¿Qué circunstancias
no hacen evidentes estos milagros? Una parte son resti­
tución de las operaciones vitales, que no pueden ha-
.cerse por otro poder que el divino; el tiempo en que
fueron hechos era muy cercano al de nuestro Señor, la
Iglesia toda pura y santa; no había nada de Anticristo
,en el mundo, como dicen los ministros; las personas por
cuyas oraciones se hicieron, eran muy santas; la fe que
con ellos se confirmaba, era general y muy católica; los
autores que los afirman, bien informados y muy dignos de
crédito.
Quiero poner aquí un.documento prestado (l): “Cuan­
do leemos en Bouchet (2), los milagros de las reliquias de
San Hilario, pase; su crédito no es bastante grande para
quitarnos la licencia de contradecirlos; pero condenar de
un golpe todas las historias parecidas, paréceme singular
‘imprudencia. El gran San Agustín atestigua (3) haber
visto , sobre las reliquias de San Gervasio y Protasio en
Milán, A un hombre ciego recobrar la vista; á una mujer
■en Cartago, curada de un. cáncer por la señal de la Cruz
que otra mujer recién bautizada le hizo; á Hesperio,
familiar suyo, lanzar los espíritus que infestaban su casa,
con un poco’ de tierra del Sepulcro de nuestro Señor, y
transportada después dicha tierra á la iglesia, un paralí­
tico, que allí fué ¡transportado, quedar repentinamente
curado; á una mujer en una procesión habiendo tocado
(en la caja de San Esteban un ramo, y frotándose des-
ípués con él los ojos, recobrar la vista que tenía hacía mu­
idlo tiempo perdida; y otros muchos milagros que dijo
-haber presenciado. ¿De qué le acusaremos á él y á tos dos
rQbispos Aurelio y Maximino, á quien llamó para sus ex­
pediciones? ¿De malicia é impostura? ¿Pero hay hombre
■que se le pueda comparar, ya en virtud, ó en ciencia,
juicio y sabiduría?,,
v . Otro tanto diré yo de los dos Santos Gregorios cuyo
:· testimonio he presentado, de San Amphilochio, de San
0 ) Montaiirnc; TInsayos. Lib. I, cap. X X V I . ViJanse las notas prepa rat or ia *·
(2) In o/>u>c. Miníenla S. Hl larii. E x t a t in A c ti s Sa n ct o ru m dic X.VI, J a -
. ttüariL
. · Ia) U h i s u p r a .
Jerónimo, San Crisóstomo, Atanasio, Clímaco, Optato,
Ambrosio y Eusebio. Decidme por Dios, ¿lo que ellos
cuentan, es imposible para Dios? Y si es posible, ¿cómo os
atreveréis á negar que haya sido hecho, cuando tantos y
tan grandes personajes lo atestiguan? Se rae ha dicho más
de una vez, ¿es artículo de fe creer esas historias? No es,
ciertamente, articuló de fe; pero sí de prudencia y de dis­
creción, pues es una necedad demasiado notoria y una
estúpida arrogancia dar un mentís á esos antiguos y gra­
ves personajes sin otro fundamento que porque aquello
que dicen, no es asequible á nuestras concepciones; ¿acaso
se ha dicho que nuestro débil cerebro será quien limite la
verdad y la mentira y dé la ley al ser y al no ser?

CAPÍTULO VIII

QUE LOS MINISTROS HAN VIOLADO i..A VtAZÓN N A TU R A L,


O C TAVA REGLA DE NUESTiO * E

ARTÍCULO PRIMSRO

De qué mono la razón natural y lu experiencia son una


regla de bien creer.

Dios es autor en nosotros de la· razón natural y no


aborrece nada de lo que ha hecho (l); antes por el con­
trario, habiendo sellado nuestro entendimiento con su
lumbre (2), no hay que pensar que la otra lumbre sobre­
natural que depara á los fieles, combatí,' y sea contraria á
la natural; ambas son hijas de un mismo padre, una por
medio de la naturaleza, otra por medios' más altos y, ele­
vados; ambas, pues, pueden y deben vivir juntas como
hermanas muy afectuosas. Sea natura! 6 sobrenatural, la
razón es siempre razón, y la verdad, verdad; así como es
el mismo ojo el que ve en las obscuridades de una noche
sombría á dos pasos de él, y el que ve en pleno y hermoso
día todo cuanto abarca el círculo de su horizonte. Las que
son distintas, son las luces que lo esclarecen; del mismo
modo, la verdad, sea sobrenatural ó natural, es siempre
la misma, y solamente son distintas las luces' que la mues­
tran á nuestros entendimientos; la fe nos la muestra sobre­
natural, y el entendimiento natural; pero la verdad jamás
es contraria á sí misma.
|| Item . Dios, que ha dado á nuestros sentidos sus
propios sentimientos y conocimientos para secundar A la
naturaleza, no permite que sean engañados cuando se les
aplica rectamente, sin que nuestra experiencia, tomada
aisladamente, simple y desnuda, sea prueba de lo contra­
rio. || Item. Nuestros sentidos no se engañan acerca de
su objeto cuando la aplicación está bien hecha y nuestra,
experiencia, simple y desnuda, no puede ser engañada;
éstas son proposiciones de la Filosofía, que tienen esta
razón muy firme, á saber: que Dios es autor de nuestros
sentidos y lo s encamina, como santo é infalible obrero, á
su propio fin y objeto; estos son, ciertamente, primeros
principios, que aquellos que los que nos los quitaran, nos
quitarían todo discurso y razón. Un ejemplo nos hará
entender bien estas proposiciones. Mi ojo puede engañar­
se; juzgando una cosa mayor de lo que es; pero la dimen­
sión no es el objeto propio de mi ojo, pues es común al
tacto y á la mano; y puede engañarse estimando que hay
movimiento donde no existe, como los que navegan á lo
largo de un río, ven, á su parecer, moverse los arboles
y las torres; pero tampoco el movimiento es el objeto
propio cíe la vista, el tacto tiene también parteen él; puede
engañarse si la aplicación no es pura, pues si hay un
vaso verde ó rojo, tomará por verde ó por rojo el que no
lo sea.
* Por otra parte, si. al juicio del sentido y de la expe­
riencia añadís el del discurso y la consecuencia, en el caso
^de que os engañéis, no lo atribuyáis ya al sentimiento ni
\£;ia experiencia, pues ya no son puros ni simples, que es
íuna de las condiciones que he puesto en mis proposicio­
nes, -sino al discurso y á la consecuencia que habéis
empleado para ello y que os han engañado. Así los ojos y
tja' experiencia no engañaban á los que vieron y experi­
mentaron en nuestro Señor la forma y manera humana,
Pues todo eso allí estaba efectivamente, sino cuando de
todo esto sacaron 1a consecuencia de que no era Dios, que
fué en lo que se engañaron. El sentido que juzga que en
el altar hay la redondez, la blancura, el gusto y sabor
del pan, juzga bien; pero el discurso que deduce de ello
que la substancia del pan está allí todavía, saca una mala
y falsa conclusión, de la que el sentido no participa, pues
no toma conocimiento de la substancia de las cosas, sino
de los accidentes. Del mismo modo la experiencia, que
nos muestra que no sabemos cómo esos accidentesestán sin
su natural substancia, es muy verdadero; pero si nuestro
juicio saca la conclusión de que nada de esto existe, se
engaña y nos engaña además, y nuestra experiencia nada
tiene que ver en ello, porque no ha llegado á esa conse­
cuencia.
La experiencia, pues, y el conocin»icit¡to de los senti­
dos son muy verdaderos, pero los discursos que sobre ellos
formamos, nos hacen traición: aparte de quien com­
bate el conocimiento de los sentidos y ! -v propia experien­
cia, combare á ia vazón y la ti astorna, pe os el fundamento
de todo discurso, depende del conocimicmo de los senti­
dos y de la experiencia. Y cuanto vue ;.ros ministros
han combatido á la experiencia, al conocimiento délos
sentidos y A la razón natural, os lo haré conocer en segui­
da, con tal que vosotros mismos no queráis (1) combatir
á vuestro propio juicio.

ARTÍCULO II

Cómo los. ministros han combatido á la razón


y la experiencia (2).

Cuando Lutero, en el prefacio de la Aserción de los


artículos condenados por León, dice que “ la Escritura es
muy fácil, inteligible y clara para todos„ y que cada cual
puede conocer en ella la verdad, y discernir entre las
sectas y opiniones cuál es la verdadera, y cuál la falsa;
■decidme, yo os lo ruego, ¿no combate á la propia expe­
riencia, de todo el mundo? Y cuantos habéis creído esa
(1) \i,fí el A u tó g r a fo dicc “nn /.·>.$ quct'Ais „
(!2) Vd an se la» notas preparatorias.
n ecedad, ¿conocéis á ciencia cierta lo contrario? No sé de
hombre tan versado que se atreviera á jurar, si tiene
conciencia, que sabe el verdadero sentido, no digo de
toda la Escritura, sino de algún» parte de ella; y por el
contrario, jamás he visto entre vosotros hombre alguno
que entienda el sentido de un capítulo completo.
¿Cuándo Calvino y Bucero (1) niegan que tengamos
ninguna libertad en-nuestra voluntad, no solamente, para
las acciones sobrenaturales, sino pura las naturales y en
las relaciones puramente humanas, ¿no atacar, la razón
natural y toda la Filosofía, como Calvino mismo (2) con­
fiesa y de una vez la experiencia de vosotros, si habláis
francamente, y de todo el resto de los hombres? \
Y cuando Lutero dice (3), que crecí*, esperar, amar;'
no son operaciones y acciones de nuestra voluntad, sino-
puras pasiones sin ninguna actividad de nuestra volun­
tad, ¿no pierde de una vez el creer, el esperar, el amar y
los trueca en ser creído, esperado, amado, y combate el
corazón del hombre que conoce'que es él quien cree, ama
y espera, por la gracia de Dios?
Item (4 ). Cuando Lutero dice (5) que los niños en el
Bautismo tienen el uso del. entendimiento y de la razón, y
cuando el Sínodo de W ittemberg (6) dice (7) que los niños..'
en el Bautismo tienen movimientos é inclinaciones seme­
jantes á los movimientos de la fe y caridad, y esto sin en­
tenderlos ¿no es esto burlarse de Dios, de la naturaleza
y de la experiencia?
Y cuando se dice que pecamos “ incitados, impulsa­
dos, necesitados por la voluntad, ordenanza, decreto y
predestinación de Dios,,, ¿no es esto blasfemar contra toda
razón y contra la majestad de la Bondad suprema? ¡Ah!
Ved la linda teoría de Zuinglio (S), Calvino (9) y Beza: At
enimdic.es— dice Be;:a (10)— dices, nonpotiteruni resistero
Dei vo/nntati, id est, decreto; fateor; sed siettínon potue-
runt, ita etiam noluenint. Verían non p'olcrant alücr ve-
(1) C a l ., Tnst.. íil). I, cap. X V I , § 8, et lib. II, cap. II, § 4 , ct cap. I V , $ 6;
Buc., lib. do Concurd , ;irt . de Lib. arb.
(LO Cal., f n s t, bb. ri, cap II, M ; cap. I V , § 6.
In opcracion ¡bus i:i Psalmas.
(4) Aqai i ccomicnza el A u t ó g r a fo de Ro m a.
■ (5) L i b . coatra Coclacuui, an. 15L’3.
<ft) A n n o A T X X V l .
(7) Apud Coclucum, lib. III; Mi s e d . tracl·. tr. V I I I , § 2.
(«S) /Üuinif., S c r m . de Pro vk!cntia. cap. V ct V I .
(*>) Ca lv i n ., lili. I, lns t. cap. X V í l c t X . V i l l ; L i b . P e aet er. Dci pia cd cst ; ín
Insi rnc t. contra Lib ertinos.
(I u'j licza, contra Casiuiioncm. De aeterna Dci praedest in refut L'caiumniae.
lie: fateor quoad evehtum et energicim, sed voluntas ta-
men Adami coacta non fuit. ¡Bondad de DiosI yo os lla­
mo á juicio: me habéis impulsado á. obrar mal, lo habéis
así decretado, ordenad#, querido; yo no podía obrar de
otra manera, ¿dónde esta mi culpa? ¡Oh Dios de mi cora­
zón! Castigad mi querer, si puede no querer el mal y á
quien le quiere; -pero si le es imposible no quererle y vos
sois la causa de esta imposibilidad, ¿qué culpa tiene él?
Si esto no es contra la razón, confieso que no hay razón
en el mundo.
“La ley ele Dios es imposible,,, según Calvino y los
demás (1). ¿Qué se sigue de aquí sino que nuestro Señor
sea.un tirano que manda cosas imposibles? Y si es impo­
sible, ¿por qué las manda?
“Considcrñndolas exactamente, las obras, por.buenas
que sean, merecen más el infierno que el Paraíso (2). Luego
la justicia de Dios, que dará á cada uno según su? obras,
¿dará á todos ei infierno? Basta ya. Fe o el absurdo de
los absurdos y la más horrible sinrazón cíe todas, es la de
que, suponiendo que la Iglesia entera haya errado duran­
te mil años c.o la inteligencia de la Pal;¡ -r.i de Dios, Lu-
tero. Zuinglío v Calvino puedan a se rra r que la han
entendido bien; mfis aún, que un simpk ministro, predi­
cando como palabra de Dios, que toda la Iglesia visible
ha errado, que Calvino y todos los hombres pueden errar,
ose entresacar y escoger de las interpretaciones de las
Escrituras la que le agrade, y afirma··’.;: y mantenerla
como Palabra de Dios; más aún, que vosotros que oís
decir que todos pueden errar en punto ¿ Religión, aun la
misma Iglesia, sin querer buscar otra entre las mil sectas
que todas ellas se jactan de entender bien la Palabra de.
Dios y predicarla bien, creáis tan obstinadamente á un
ministro que or. predica, que no queráis oír á otro. Pues
si todos pueden errar en la inteligencia de las Escrituras,
¿por qué no vosotros y vuestro ministro? Admiro que no
andéis siempre temblando y vacilando ; admiro cómo po­
déis vivir con tanta seguridad en la doctrina que seguís,
como si no pudiéseis [todos] errar, y que tengáis por
seguro, sin embargo, que todos han errado y p u ed en
errar.

(1) Ca lvi n., Aut. sess. VI. Conc. Triclent. , ;ul cap. X í I ; Luth., lili. De Libcf·:
tato. Christiamt, initio.
0?; Ibidem.
El Evangelio se halla muy por encima de todas las
más elevadas razones de naturaleza; nunca las combate,
nunca las menoscaba ni destruye; pero esas fantasías de
vuestros evangelistas arruinan*y obscurecen la luz na­
tural.

ARTÍCULO III

Que la analogía de la f e no puede servir de regla


á los ministros para fundar su doctrina.

Es una opinión Hería de fatuidad y de orgullo entre


vuestros ministros y muy común en ellos, "la de que es
necesario interpretar la Escritura y comprobar sus pro­
posiciones por la analogía de la fe. E l' pueblo ser,cilio,
cuando oye hablar de 1?. analogía de la fe, piensa que se
trata de una palabra de secreto vigory fuerza,y aun caba­
lística por añadidura, y admira toda interpretación que se
le dé. con tal que la tal palabreja entre en campaña. Y
realmente,-tienen razón cuando dicen que hay que inter­
pretar la Escritura y comprobar las exposiciones de ésta
por la analogía de la fe, pero yerran cuando no hacen lo
que dicen. El pobre pueblo no entiende otra canción que
la de esta analogía de la fe, y los ministros no hacen otra
cosa que corromperla, violarla y reducirla á polvo.
Veámoslo, yo os lo ruego: vosotros decís que la Escritura
es fácil de entender con tal que se la ajuste á la regla
y proporción ó analogía de la fe; ¿pero qué regla de la fe
pueden tener aquéllos que no tienen otra Escritura que
una, toda glosada, estirada y contorneada de interpreta­
ciones, metáforas y metonimias? Si la regla queda sujeta
al desarreglo, ¿quién la arreglará? ¿Y qué analogía ó pro­
porción de fe puede haber en ella si se sujetan los Artícu­
los de la fe á las concepciones que más se apartan de su
sencillez? ¿Queréis que la proporción de los Artículos de
la fe os sirva para resolveros acerca de la doctrina y Re­
ligión? Dejad los artículos de la fe en sus naturales dimen­
siones y no les deis otra forma que la que recibieron · de
los Apóstoles.
Dejo á vuestra consideración el pensar de qué me
servirá el símbolo de los Apóstoles para interpretar la
.Escritura, desde que lo glosáis de tal manera que me
ponéis en tan grave dificultad para entenderlo, como
jamás la tuve acerca dél sentido de laEscritura misma(l).
Si se pregunta cómo el mismo Cuerpo de nuestro Señor
está en dos lugares, responderé que esto es fácil par*
Dios, según el dicho del ángel (2): Non est impossibile
apud Deum omne verbum. Y lo confirmaré por la razón de
la fe: Credo in Deum Patren Omnipotentem. Pero si vos­
otros glosáis la Escritura y el mismo Articulo de la fe,
¿cómo confirmaréis vuestra glosa? Por este procedimiento
no habrá otro primer principio que vuestro, cerebro. Si
la analogía de la fe ha de estar sujeta á vuestras glosas y
opiniones, hay que decirlo francamente á fin dé que se
sepa vuestra intención; así eso será interpretar la Escri­
tura por la Escritura y por la analogía, pero todo ello
ajustado á vuestras interpretaciones y concepciones.
Yo aplico el todo á la analogía de la fe. Esta explica­
ción se une muy bien á la primera palabra del Símbolo,
donde el Credo nos quita toda la dificultad.del discurso
humano. El Omnipotentem me confirma, la creación me
recrea; pues qui ex nihilo fecit omnia, quare ex pane non
Jaciet Corpus Christi? El nombre de Jesús me conforta,
•pues su misericordia y magnifica voluntad están allí
expresadas; el que es Hijo consubstancial al Padre mues­
tra su poder ilimitado. La concepción de una Virgen fue*
ra del curso natural, el no haberse desdeñado de habitar
en su seno por nosotros; el que haya nacido con penetra­
ción de dimensión, aunque sobrepuja y traspasa la natu­
raleza de un cuerpo, me asegura de su voluntad y de su
-poder. Su muerte me afirma, porque quien por nosotros
ha muerto, ¿qué no hará por nosotros? Su sepulcro me
consuela, y su bajada á los infiernos, pues no dudaré quí·
desciende á la obscuridad de mi cuerpo, etc. Su resurrec­
ción me reanima, pues la nueva penetración de la piedra,
la agilidad, sutileza, claridad, impasibilidad de su cuer­
po, no está ya sujeta á las leyes demasiado groseras de
nuestros cerebros. Su ascensión aumenta mi fe; pues si su

(1) Aunque tachada por el Santo en c! Autógrafo !a frase siguiente, aue


ofrece iin interés particular, se reproduce aquí conoo variante del texto.
creería que bajo esta palabra de Omnipotentem no estuviera comprendido el
poder de poner un mismo cuerpo en dos lugares? Y sin embargo, vosotros 1°
.nepáis.^
• (2) L u c .. 1,37.
cuerpo penetra y se eleva por su propia voluntad y se:
coloca sin ocupar lugar á la diestra del Padre, ¿por qué,
no ha de estar aquí abajo donde mejor le parezca sin ocu­
par otro lugar que el que plazca á su voluntad? El que se
sienta á la diestra del Padre, me demuestra que todo le
está sometido, el cielo, la tierra, las distancias, los luga­
res y las dimensiones; el que desde allí vendrá á ju z ­
gar á los vivos y á los muertos, me impulsa á la creencia
de la ilimitación de su gloria y á la de que, por lo tanto, su
gloria no está adherida al lugar, sino que donde quiera Él.
.que está, la lleva consigo; así está en el Santísimo Sacra­
mento, siii dejar su gloria ni sus perfecciones. El Espíri­
tu Santo, por cuya operación ha sido concebido y nacido
de una Virgen, podrá también hacer con su operación esta ,
admirable tarea de la Transubstanciación. La Iglesia, que
siendo santa no puede inducir á error, siendo católica, no
está restringida á este siglo misérable, sino debe ser exten ·
dida á lo largo desde los Apóstoles, á lo ancho por todo
el mundo, á lo profundo hasta el purgatorio y á lo alto
hasta el cielo; esto es, á todas las naciones, á todos los
siglos pasados, á los Santos canonizados, y á nuestros an­
tepasados en quienes fundamos nuestra esperanzará los
Prelados, á los Concilios, recientes y antiguos, en todas
partes cantando amén, amén, á esta santa creencia.
Esto es.la perfecta Comunión de los Santos, pues es el·
alimento común de los ángeles y santas almas del Pa-!
raíso, ese es el verdadero pan del que todos los cristianos
participan. La remisión de los pecados, estando presente
el Autor de la remisión, ésta es confirmada, y arrojada la :
semilla de nuestra Resurrección, la Vida eterna con­
ferida.
¿Qué contradicción halláis en esta analogía de la fe?
Tan cierto es que no la hay, ques verdaderamente esta
creencia del Santísimo Sacramento, que contiene en ver-,
dad, realidad y substancia, el verdadero y natural Cuer­
po de nuestro Señor, es verdaderamente el compendio
de nuestra fe, según el dicho del Salmista (1): Memoriam
fecit. ¡Oh santo y perfecto memorial del Evangelio! ¡oh
.admirable resumen de nuestra fé! Quien cree ¡oh Señor!
vuestra presencia.en el Santísimo Sacramento, como pre­
dica vuestra santa Iglesia, ha recogido y liba la dulce

ti) Fsalm: CX , .1.


miel de todas las flores de vuestra santa Religión, con
gran dolor de que pueda alguna vez dejar de creer.
Pero vuelvo á vosotros, señores, y os pregunto: ¿qué
es lo que se me opondrá á estos pasajes tan claros (1): Este
es mi Cuerpo, la carne nada aprovecha? (2). No la vuestra
ni la mía, que no son, sino carroña, ni nuestros senti­
mientos carnales, no una carne simple muerta, sin espí­
ritu ni vida, sino la del Salvador, que siempre está ador­
nada del Espíritu vivificante (3) y de su Verbo (4), de ésta
digo que aprovecha á todos los que la reciben dignamen­
te para la vida eterna. ¿Qué decís vosotros? ¿Que las pa­
labras de nuestro Señor son espíritu y vida.?<j Y quién
niega esto sino vosotros que decís que no son más que
tropos y figuras?. Pero ¿á qué fin esta consecuencia: las
palabras de nuestro Señor son espíritu y vida, si ellas no
deben entenderse de su cuerpo? Y cuando dijo (5): Ft'lius
hominis tradetur ad ílludendum et flagellandum, etc.,
(pues yo pongo aquí como ejemplo las primeras que se me
ocurren), ¿noeran sus palabras espíritu y vida? Me diréis
que fué crucificado en figura? Y cuando dijo (6): Siergo
videritis Filium hominis ascendentém ubi eratpríus, ¿se
sigue de aquí que no subiera á los cielos sino en figura?
Pues todas éstas están comprendidas con las otras, por­
que de todas dijo: Spiritus et vita sunt. Finalmente, en
el Santísimo Sacramento, lo mismo que en las santas pa­
labras de riuestro Señor, está el espíritu que vivifícala
carne; de otro modo no aprovecharía de nada,, pero la
carne no deja de estar allí con su vida y su espíritu. ¿Qué
más decis? ¿Qué este Sacramento es llamado pan? Tam­
bién lo es, pero como nuestro Señor lo explica (7 ): Ego
sum pañis vivus. Basta con este ejemplo.
En cuanto á vosotros ¿qué presentáis que sea seme­
jante? Yo os presento un es, presentadme el no es que
vosotros pretendéis ó el sigñificat; os he mostrado ej
cuerpo, mostradme el signo efectivo. Buscad, id, tornad,
poned vuestros espíritus de vahído (8) á gran contribución,
y no lo encontraréis jamás. Á todo tirar, demostraríais

(IIM atth., X X V I , 26; Marc , X I V , 2?; L u c., X X II. 19: I C o r., X I, 24.
(2)Joann . VJ, 64.
(3) Jbidem.
.(4) Ibidcm, J. 14.
(6 1
M atth., X X , 18-19.
(^)Joann , VI, 63.
O) V e r . 5l.
(8) Isa ., X tX , 14.
que quien quisiera estirar un poco esas palabras, encon­
traría otras frases semejantes en la Escritura, á la que
pretendéis que está aquí; pero ad esse a posse es una tor­
pe consecuencia; niego que pudieseis hacerlas coincidir,
y afirmo que si cada cual las tomase con su mano, la ma·
yor parte las tomaría á zurdas. Sin embargo, examiné­
moslas brevemente. Vosotros presentáis en apoyo de
vuestra creencia: Verba quüe ego loquor spirituset vita
'Sunt (1). Y añadís á esto: Quotiescumque manducabitis
panem hunc (2). Y luego esto otro: Hoc facite in meam
commemorationem (3). Y además citáis: Mortem Domini
attuñciabitis doñee veniat (4). Me autem semper non habe·
bitis (5). Pero considerad un poco qué relación tienen
entre sí estas palabras. Vosotros añadís todo esto á la
anormalogía de vuestra fe, ¿y cómo? Nuestro Señor
está sentado á la diestra, luego no está aquí. Mostradme
el hilo con el que coséis esta negativa con esta afirmati­
va; porque un cuerpo no puede estar en dos lügares. jAhí
¿Y sois vosotros los que juntáis vuestra negativa con-la,
analogía por el hilo de la Escritura? ¿Pero dónde está esa
Escritura en que se dice que un cuerpo no puede estar en
'dos lugares? Ved, pues, cómo mezcláis la profana percep­
ción de una razón puramente humana con la Palabra sa­
ngrada. ¡Ah! Decís vosotros: Nuestro Señor vendrá á ju z ­
gar á los vivos y á los muertos desde la diestra.— ¡Y qué!
'Si tuviera necesidad de venir para hallarse presente en
el Santísimo Sacramento, vuestra analogía tendría apa­
riencia, pero no realidad; pues aunque entonces venga á
juzgar, nadie dice que esté en la tierra, el fuego irá de-
iánte de él (6).
He ahí vuestra analogía, á lo que yo entiendo. ¿Quién
;ha discernido mejor, vosotros ó yo? Si se os deja inter­
pretar la bajada de nuestro Señor á los infiernos; del se-
¡ pulcroj ó la aprehensión del infierno y penas de los conde-
snádos, la santidad de la Iglesia, de una Iglesia invisible y
•.desconocida; su universalidad, de una Iglesia secreta y
^oculta; la Comunión de los Santos, de una sola ltenevo·
ilencia general; la remisión de los pecados, de una sota

¡. (1) Joann.,V lf M,
¿v'<2) f Cor., X I . 26.
^ (31 Ihidcm, ‘-'i, ‘J6.
Ibidem. 26.
·* (6‘; Jrvann., X I I . 3.
(6) Vsalm. X C V I . 3 . y
no imputación; cuando así hayáis adaptado el Símbolo á
vuestro juicio, todo estará bien proporcionado con el
resto de vuestra doctrina; ¿pero quién no ve el absurdo?
El Símbolo que es la enseñanza más sencilla, sería la más
obscura doctrina del mundo, y en vez dé ser regla de fe,
tendría necesidad de estar regida por otra regla: In cir-
cuitu impii ambulant (i). He aquí una regla infalible de
nuestra fe: Dios es Todopoderoso; quien dice todo, nada
excluye; pero vosotros queréis modificar esta regla y
limitarla á que no se extienda á la potencia absoluta, 6
al poder de colocar á un cuerpo en dos lugares, ó colo­
carlo en un lugar sin que en él ocupe espacio exterior.
Decidme entonces: si la regla tiene necesidad de regla­
mentó, ¿quién la arreglará? También dice el Símbolo que
nuestro Señor descendió á los infiernos, pero Calvino
quiere arreglarlo de modo que se entienda que fué una
bajada imaginaria (2); otro la refiere al sepulcro (3). ¿No*
es esto tratar esta regla á la Lesbiana y adaptar el nivel
á la piedra en vez de tallar la piedra con arreglo al ni­
vel? Y verdaderamente, así como San Clemente (4) y San'
Agustín (5) le llaman regla, así también San Ambro­
sio (6) le llama llave; pero si es preciso otra llave para;
abrir, esta llave, ¿dónde la encontraremos? Mostrádnosla,
¿Será el cerebro de vuestros ministros, ó qué será? ¿Será
el Espíritu Santo? Entonces cada cual se jactará de tener
en él su parte. ¡Dios de bondad, en qué laberintos caen
aquellos que se apartan de las huellas de los Antiguos!
No quisiera que imaginaseis que yo ignoro que el Sím­
bolo sólo no es la regla y total medida de nuestra -fe; pues
San Agustín (7) y el gran Lirenense (8), llaman también·
regla de nuestra fe al sentimiento eclesiástico. El Símbolo
sólo nada dice á las claras de la consubstancialidad de
los Sacramentos y otros Artículos de la fe, pero com­
prende toda la fe, radical y fundamentalmente; sobre
todo cuando nos enseña á creer que la Iglesia es santa
y católica, pues por este medio nos remite á lo que ella
proponga. Mas como vosotros despreciáis toda la doctri*
O) Psalm. X I. 9.
(2. lnsc., lib. II, cnp. X V I . §5 10-12.
(8) Bcza, ubi supra, cap. I, art.-V I.
(4) A d Tr:it. Domint . V i d c s u p . )
(5) Scrm. C L X X X I de Tempere. (Hodic Scrtno vcl Tract* de Symboio, ni
nppendice; opera, ionio V i; col. 1.189.)
(M * Serm. a X X V U I . (Hoctie. Sermo X X X 11I, § 6. in appcndicc.)
(T) Contra Jnl PcLifr f lib. i ( £ vo.
(S; Cap. II. Comnomt. I.
na eclesiástica, también, despreciáis esta noble y señala­
da parte que está en el Símbolo, negándoos á creerla
hasta que le habéis reducido al estrecho círculo de vues
tras concepciones. Así violáis esta santa medida y pro­
proporción que San Pablo propone (1) para ser seguida,
y también á los Profetas.

ARTÍCULO IV

Conclusión de toda esta segunda parte por un breve resu*


men de muchas excelencias que se hallan en la Doctri­
na católica, contrarias á la opinión de los heréticos de
nuestros tiempos (2).

Vogáis, pues, de este modo, sin aguja, brújula ni


timón, en el océano de las opiniones humanas, y no po­
déis esperar otra cosa que un miserable naufragio. jAh,
por favor!, mientras dura este día y Dios os ofrece para
ello ocasión, arrojaos al esquife de una seria penitencia y
apresuraos á entrar en el feliz navio que á velas desple­
gadas va á zarpar para el puerto de -la gloria. Porque
aunque no hubiera otras, ¿rio conocéis vosotros cuántas
ventajas y cuán excelentes todas ellas tiene la Doctrina
católica sobre vuestras opiniones?
||La doctrina católica se funda inmediatamente sobre
la Palabra de Dios, ó escrita ó trasmitida de mano en
mano; vuestras opiniones no están fundadas sino en vues­
tras interpretaciones. ||
La doctrina católica hace más gloriosa y magnífica
la bondad y misericordia de Dios; vuestras opiniones la
destruyen. Por ejemplo, no hay nada en Él más miseri­
cordioso que exhibir la realidad de su Cuerpo para nues­
tro alimento, ¿por qué reducir esto á la figura, conme­
moración y manducación fiduciaria? ¿No es justificar más
al hombre embelleciendo su alma por la gracia, que sin
embellecerle justificarle por una simple connivencia ó
no imputación? ¿No es mayor favor hacer al hombre y á
sus obras agradables y buenas, que tener solamente por
bueno al hombre sin que lo sea realmente? ¿No es más
haber dejadosiete Sacramentos para la justificación y san>
tificación del pecador, que no haber dejado más que dos,
de los que el uno no sirve de nada y el otro de poco? ¿No
es más haber dejado á-la Iglesia el .poder de absolver, que
no habérselo dejado? ¿No es más haber dejado una Iglesia
visible, universal, señalada, notable y perpetua, que ha­
berla dejado pequeña, secreta, disipada y sujeta á corrup­
ción? ¿No es apreciar más los trabajos de nuestro Señor
decir que una sola gota de su sangre bastaría para redi­
mir al mundo, que decir que si no hubiese experimentado
las penas de los condenados, nada habría hecho? ¿No es
más magnífica la misericordia de Dios dando á sus San­
tos el conocimiento de lo que sucede aquí abajo, el crédito
de rogar por nosotros y el hacerse asequible á sus interce­
siones y haberles vuelto gloriosos después de su muerte,
que hacerles esperar y tenerles uen suspenso,,— como dice
Calvino (1)— hasta el día.del juicio, haciéndoles sordos á
nuestras oraciones y siendo inexorable ante las de ellos?
Esto se verá más claro en nuestros ensayos (2).
Nuestra doctrina hace más admirable el poder de
Dios en el Sacramento de la Eucaristía, en la justifica­
ción y justicia inherente, en los milagros, en la conserva­
ción infalible de la Iglesia y en la gloria de los Santos.
La doctrina católica no puede partir de ninguna
pasión, pues nadie se afilia en ella sino bajo la condición
de cautivar su entendimiento bajó la autoridad de los Pas­
tores (3); no es soberbia,·porque aprende á no creerse á sí.
misma, sino en la Iglesia. ¿Qué más diré? Conocéis la voz
de la paloma junto á la del cuervo. ¿No veis á esta Espo­
sa que no tiene más que miel y leche bajo la lengua, y
que no respira más que la mayor gloria de su Esposo,
su honor y su obediencia? ¿Queréis, pues, señores, ser
colocados como piedras vivas en las murallas de la celes­
tial Jerusalén? Abandonad á esos arquitectos desarregla­
dos que no ajustan sus concepciones á la fe, sino la fe á
sus concepciones; venid y presentaos á la Iglesia, que os
colocará, pues sólo de vosotros depende, eri este celestial
edificio, en la verdadera regla y proporción de la fe; pues
nadie tendrá lugar allá arriba, que no haya sido pulimen­
tado bajo la regla y la escuadra aquí abajó.

(1) In stit., lib. III, cap. X X V , s 6 .


(2) In terlia parte.
(3) T Cor. f X , 5.
TERCERA PARTE
LAS REGLAS DE L A FE ESTÁN OBSERVADAS

EN LA IGLESIA CATÓLICA

PRÓLOGO

Estas dos faltas fundamentales á que vuestros minis­


tros os han conducido, á saber, la de haber abandonado á
la Iglesia y la. de haber violado todas las verdaderas,
reglas de la Religión cristiana, os hacen de todo punto
inexcusables, señores; tan grandes son que no podéis
desconocerlas, y son tan importantes que cualquiera de
ellas basta'para haceros perder el verdadero cristianis­
mo, pues ni la fe fuera de la Iglesia ni la Iglesia sin la fe
podrían salvaros, del mismo modo que el ojo fuera de
la cabeza ó la cabeza sin el ojo no podrían ver la luz.
Quienquiera que pretendiese separaros de la Unión de la
Iglesia, debía seros sospechoso, y quien despreciaba tan á
las claras las santas reglas .de la fe, debía ser huido y
despreciado, cualquiera que fuese la apariencia con que
se presentara, y fuera lo que fuere lo que alegara.
Pero vosotros me diréis, es que ellos protestaban de
no querer decir nada que no estuviese expresamente con­
tenido en la pura, sencilla y neta Palabra de Dios. || ¡A h
'Dios mío! ¿Cómo creisteis eso tan ligeramente? Jamás
hubo herejía que no alegase, fuera de propósito, la Pala­
bra de Dios, y que de ella no haya sacado las conclusio­
nes más absurdas, particularmente en las grandes dispu­
tas. Vosotros lo habéis podido ya notar más arriba, en las
dos primeras partes de este memorial, pero deseo que lo
toquéis con el dedo, á fin de que no os quede la menor
excusa. || Vosotros no debíais creer tan ligeramente, y si
hubieséis estado atentos á vuestros intereses, hubierais
visto que no era la Palabra de Dios lo que ellos aventura­
ban, sino sus propias concepciones, veladas con las pala­
bras de la Escritura, y habríais conocido bien que jamás
tan ricas vestiduras fueron hechas para cubrir tan feo
cuerpo como es esta herejía.
Pero supongamos por un momento que jamás hubiera
existido Iglesia, ni Concilio, ni Pastores, ni Doctores,
desde los Apóstoles, y que la Sagrada Escritura no con­
tuviera más que los Libros que place á Calvino, Beza y
Martyr autorizar, que no hay regla infalible para enten­
derla bien, sino que está á merced de las concepciones de
cualquiera que quiera sostener que interpreta la Escritu­
ra por la Escritura y por ía analogía de la fe, como.se
quiere entender á Aristóteles por Aristóteles y por la ana­
logía de la Filosofía; confesemos únicamente que la Es­
critura es divina, y yo mantendré delante de todos los
jueces equitativos, que, si no todos, al menos aquellos de
entre vosotros -que tuvieran algún conocimiento y sufi­
ciencia, son inexcusables y no podrían librar á su reli­
gión de la nota de ligereza y temeridad. Y he aquí á lo
que yo me limito. Los ministros no quieren combatir más
que con la Escritura; también yo lo quiero; no quieren de
las Escrituras más que la parte que les agrada; también
me.avengo á ello; pero después de todo esto la creencia
de la Iglesia católica les lleva á todas ventaja, pues
tiene más pasajes en su favor que la opinión contraria, y
ios que tiene son más claros, puros y sencillos, más razo­
nablemente- interpretados y más concluyentes y apropia­
dos. Y esto creo que es tan cierto que cualquiera puede
verlo y conocerlo. Y como demostrarlo menudamente
sería interminable, bastará, en mi opinión, demostrarlo
en algunos artículos principales.
Esto es, pues lo que me propongo hacer en esta ter­
cera parte (1), en la que atacaré á vuestros ministros,
respecto de los Sacramentos en general, y en particular
respecto de los de !a Eucaristía, de Confesión y Matri­
monio, nccrca del honor é invocación de los Santos, so-

(!) Vtíunsc Ins noias preparatorias.


bre la conveniencia de las ceremonias en general y des­
pués en particular; sobre el poder de la Iglesia, sobre el
mérito de: las buenas obras y la justificación y sobre las
indulgencias. En todo esto sólo emplearé la pura y senci­
lla Palabra de Dios, y con ella solamente os haré ver de
una manera tan patente vuestra falta, que no dejaréis de
tener ocasión de arrepentiros de ella. De todos modos yo
os ruego, que si me veis combatir, abatir, y por último
triunfar del enemigo con sola la Escritura, os represen­
téis entonces al grande y nobilísimo séquitp de los Már­
tires, Pastores y Doctores que han dado testimonio con
su doctrina, y al precio de su sangre, de que la Doctrina
por la que ahora combatimos era la santa, la pura, la
apostólica, lo que será como un nuevo laurel de nuestra·:
victoria;, pues aunque nos encontráramos empatados con
nuestrbs enemigos por .la sola Escritura, la antigüedad/
el consentimiento, la santidad de nuestros"autores nos
harían siempre triunfar. Y en esta ocasión ajustaré siem­
pre el sentido y la consecuencia que saque de las Escri­
turas, á las reglas que he expuesto en la segunda parte,
aunque mi designio principal no sea más que el de daros -
á conocer la vanidad.de vuestros ministros, que no ha­
ciendo más que gritar:— ¡La Santa Escritura! (La Santa E s­
critura!— sólo se ocupan en violar sus sentencias más com­
probadas. En la Asamblea de los Principes que se verificó
en Spira el año 1526 (l), los ministros protestantes lleva­
ban en la manga .'derecha de sus vestidos estas letras:
V . D. M. I. JE., con las que querían protestar: Verbúm
Domini Manet Tn ¿Eternum (2). ¿No diríais vosotros que
son ellos quien solos y sin compañero manosean la Sagra­
da Escritura? Citan, es cierto, pasajes de ella, vengan ó no
á cuento, “en público y en privado— dice él gran lirinen-
se (3)— en sus discursos y en sus libros, en las calles como
en los banquetes. Leed los opúsculos de Pablo de Sarnosa -
ta, de Prisciliano, de Eunomio, Joviniano y otros; ve­
réis un gran montón de ejemplos y apenas una página
que no esté enjalbegada y pintada de algunas sentencias
del Antiguo y Nuevo Testamento. Á semejanza de los que
queriendo hacer tomar á los niños algún brevaje amargo
untan y cubren de miel e borde del vaso, á fin de que

(1) Cócleas.
(2) I P e t r i.l, 25.
(3) Ub i suprru P:irt. II, cap. I, art. X .
aqüellós inocentes, gustando primeramente lo dulce, no
saboreen lo amargo.„ Pero quien sondee el fóndo de su
doctrina verá claró, como la luz del día, que no es más que
una apariencia añeja tal como la que el diablo produjo
cuando tentó á nuestro Señor (1), pues él citó la Escritura
para el logro de su intención— “ ¡Oh Diosl— dice el mismo
lirinés (2).— ¿Qué hará con los hombres miserables, cuan­
do se atreve á atacar con la Escritura al Señor mismo
de la majestad? Pensemos detenidamente en la doctrina
de este pasaje; pues así como entonces el jefe de un parti­
do habló al jefe del otro, del mismo modo ahora los miem­
bros hablan á los miembros, esto es, los miembros del
diablo á los miembros de Jesucristo, los pérfidos á los
fieles, los sacrilegos á los religiosos, en una palabra, los
herejes á los católicos. „ Pero como el jefe respondió al
jefe, así podemos hacerlo nosotros los miembros á los
miembros: nuestro jefe rechazó á su jefe con los pasajes
mismos de la Escritura; rechacémoslos de igual manera
y con consecuencias sólidas y naturales, sacadas de la
Sagrada Escritura, y mostremos la vanidad y las frusle­
rías conque pretenden encubrir sus opiniones por medio
de la Escritura.
Esto es lo que me propongo hacer aquí brevemente, y
protesto de que reproduciré fidelísimamente todo lo que
entienda que más les favorece en apariencia, y después,
por medio de la misma Escritura, les convenceré, á fin
de que vosotros veáis que aunque ellos y nosotros mane­
jemos y nos armemos de la Escritura, de nuestra parte
están la realidad y el buen uso de ella, mientras que de
la suya no tienen más que una vana apariencia, á manera
de ilusión, del mismo modo que no solamente Moisés y
Aarón tuvieron sus varas, sino también los magos y las
convirtieron en serpientes, pero la vara de Aarón devo­
ró á las varas de los otros (3).

(1) Matth , IV . 6.
(2) Eodem Coramonit., cap. X X X V I .
(3) Exod., V II, 10-12.
CAPÍTULO PRIMERO
DE LOS SACRAMENTOS

ARTÍCULO· PRIMERu

Del nombre de Sacramento.

Esta palabra Sacramento se expresa bign en la Es­


critura con la significación que tiene en la iglesia cató­
lica, pues San Pablo, hablando del matrimonio, le llama
ciará y netamente Sacramento (l). Pero esto ya lo vere­
mos más adelante; basta por ahora contra la insolencia
de Zuinglio (2) y otros que han querido rechazar ese
nombre, que toda la Iglesia antigua lo ha usado, y pues
no-con más autoridad los nombres Trinidad, Consubstan­
cial, Persona y otros y cien otros han permanecido en la
Iglesia como santos y legítimos, es una muy inútil y
necia temeridad querer mudar los nombres eclesiásticos
que la antigüedad nos ha dejado, aparte del peligro que
habría, de que tras la mudanza de los nombres viniera la
mudanza de la inteligencia y de la creencia, como se ve
que es la intención de todos esos innovadores de palabras.
Pero como quiera que los pretendidos reformadores, al
menos en su mayor, parte, aunque á regañadientes, dejan
ese nombre en uso entre sus libros, pasemos á las diferen­
cias que con ellos tenemos acerca de las causas y efectos
de los Sacramentos, y veamos cómo en este punto des­
precian ellos la Escritura y las demás reglas, de la fe.

(1) E ph cs., v , 32.


u (2) Anno X X V , lib.t De vera et falsa Reí.
ARTÍCULO II

De la forma de los Sacramentos.

. Empecemos por esto:, la Iglesia católica tiene por


forma de los Sacramentos palabras consagratorias; los
supuestos ministros han querido reformar esta forma
diciendo que las palabras consagratorias son hechizos, y
que la verdadera forma de los Sacramentos:era la predi­
cación (1). ¿Qué textos de la Sagrada Escritura aducen
los ministros para fundamento de esta reforma? Dos
pasajes solamente que yo sepa: uno de San Pablo y otro
de San Mateo. [San Pablo] hablando de la Iglesia, dice
que nuestro Señor la ha santificado, mundans' lavacro
aquae in verbo vitae (2). Y nuestro Señor mismo, en San
Mateo, dió este mandamiento á sus discípulos: Docete
omnes gentes, baptizantes eos in nomine Patris, et Fihi,
et Spiritus Sancti (3). ¿No son éstos ios pasajes bastante
claros para demostrar que la predicación es la verdadera
forma de los Sacramentos? ¿Pero quién les ha dicho que
no hay otro Verbum vitae que la predicación? Sostengo,.
por el contrario, que esta santa invocación: Yo te bautiso
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es
también un Verbum vitae, como lo dicen San Crisóstomo
y Teodoreto (4); y lo mismo puede decirse de otras san­
tas plegarias é invocaciones del nombre de Dios, que no
son, sin embargo, predicaciones. Y siSan Jerónimo (5),
siguiendo el sentido místico, quiere que la predicación
sea una especie de agua purificante, no se opone, sin em­
bargo, á los demás Padres que han entendido que el
lavatorio de agua es precisamente el Bautismo, y la
palabra de. vida la invocación á la Santísima Trinidad, á
fin de .interpretar el pasaje de San Pablo por el otro de
San Mateo: Enseñad á todas las gentes y bautizadlas en el

(1) O i l \ ' i n ]ib. IV. !nst. cap. X IV , § 4; in cap. V, ad Ephes·; Beza, in


Sum . clrtiv;. ilo ri» .■¿ao.
( 2) V , ” 5.
(3) M a u ii. , iu t . 1 °.
(4) in r.p te s .. V, 00.
(5) !;i •.:u;!v!oin '
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Y en
cuanto á esto último, nadie negó jamás que la instruc·
ción deba preceder al Bautismo respecto de aquellos que
son capaces para recibirla, siguiendo la palabra de nues­
tro Señor, que pone la instrucción antes y el Bautismo
después; pero nosotros, ateniéndonos á la misma palabra,
ponemos la instrucción antes, aparte, como disposición
requerida en aquel que tenga uso de razón, y el Bautis­
mo aparte también; sin que lo uno hubiera de ser forma
de lo otro, ni el Bautismo de la predicación, ni la predi­
cación del Bautismo. Y si, no obstante, lo uno hubiera de
ser forma de lo otro, el Bautismo serla más bien forma de
la predicación, que la predicación del Bautismo; pues la
forma no puede preceder, sino seguir á la materia, y
porque la predicación precede al Bautismo, y el Bautismo
sobreviene como resultado de la predicación; pues San
Agustín no habría dicho bien cuando dijo: Accedit verbum
ad elementum, et Jit Sacramentum; porque más bien hu­
biera debido decir: Accedit elementum ad verbum. Esos
dos pasajes, por lo tanto, no son aplicables ni vienen á
propósito á vuestra reforma, y sin embargo, en ellos os
apoyáis.
Pero quizá vuestras pretensiones serían en cierto
"modo'.más tolerables, si no tuviéramos en la Escritura'
razones contrarias más explícitas que las vuestras, sin
ningún género de comparación. Helas aquí: Qui credide-
rit et baptisatus fuerit (1). ¿Veis la crencia que nace en
nosotros por. la predicación, separada del Bautismo? Son
pues, dos cosas distintas la predicación y el Bautismo.
¿Quién duda que San Pablo no haya catequizado é ins­
truido en la fe á muchos corintios que estaban bautizados?
Porque si la instrucción y la predicación fueran la forma
del Bautismo, San Pablo no tendría razón al decir: Gra-
tias ago Deo quod neminem baptisavi nisi Crispum et
’■Caium, etc. (2); pues dar forma á una cosa, ¿no es hacerla?
Además de que San Pablo pone el bautizar aparte del pre­
dicar: AIon me misit Christus baptisare sed evangeliza­
re (3). Y para enseñar que el Bautismo es de nuestro Se-
flor, no de quien lo administra, no dice: Nunquid inprae-
dicatione Pauli baptisati estis? sino más bien: Nunquid
in nomini Paulibaptisatiestis? (I). Mostrando que, aun
que 1a predicación le precede, no es de la esencia .del Bau­
tismo, para atribuir al predicador y catequista el Bautismo
como es atribuido á Aquel cuyo nombre es allí invocado.
Y verdaderamente, quien examine atentamente el primer
Bautismo, administrado después de Pentecostés, verá cla­
ramente que la predicación es una cosa y el Bautismo otra:
His auditis, he aquí de un lado la predicación, compuncti
sunt corde. et dixerunt ad Pelrum et nd reliquos Aposto-
los: quid faciemus, viri fratres? Petrus vero ad illos:
poenitentiam, inquid, agite, tt baptisctur unusquisque
vestrum in nomine Jesu Chrisli, in remissionem pecca-
torum vestrorum (2); he aquí el Bautismo de otro lado,
puesto aparte. Otro tanto puede notarse en el Bautismo
de aquel devoto eunuco de Etiopía (3), en el de San Pa '
blo (4), en el que no hubo predicación, y en el del bueno
y religioso Cornelio (5). Y en cuanto á la santísima Eu­
caristía, que es el otro Sacramento que los ministros
aparentan admitir, ¿dónde encontrarán que nuestro Señor
usara en él de predicación? San Pablo enseña á los Corin
tios cómo han de celebrar la Cena; pero no se lee que les
mandará allí predicar; y á fin de que nadie dudase que
el rito que les proponía, era legítimo, dijo que lo había
aprendido de nuestro Señor: Ego enim accepi a Dómino,
quod et.tradidi vobis (6). Nuestro Señor predicó un buen
sermón después de la Cena, recitado por San Juan (7);
pero no fué sobre el misterio de la Cena, que ya estaba
completo, No quiere decir esto que no sea conveniente
instruir al,pueblo en los Sacramentos qüesele confieren,
sino únicamente que esta instrucción no es la forma de
los Sacramentos. Y si en la institución de estos divinos
Misterios y en la práctica misma de los Apóstoles, halla­
mos la distinción entre la predicación y los Sacramentos,
¿á qué fin hemos de confundirlos nosotros? Lo que Dios
ha separado, ¿por qué hemos de juntarlo nosotros? En
este punto, pues, según la Escritura, llevamos nosotros
toda la ventaja, y los ministros quedan convencidos de

(1) V er. 13.


(2) Hecli.·, II. 37-:«.
(H) H ech., V IH , 35,36. 37, 38.
(i) H cch , IX , 18
(5) H ech., X. 47, 48.
(6) X C or., X I. 23.
(7) Joann., X I V ., 16-16.
violación de la Escritura al querer mudar la esencia de
jos Sacramentos contra su institución.
. Violan también la Tradición, la autoridad de la Igle­
sia, de los Concilios, de los Papas y de los Santos Padres,
que todos han creído y creen que el Bautismo de los niños
es verdadero y legítimo; ¿pero cómo quieren que la pre­
dicación sea empleada en ellos? Los niños no entienden
lo que se les dice; no son capaces del uso de la razón: ¿á
qué fin instruirles? Se puede predicar delante de ellos,
pero será inútilmente, pqes su entendimiento no está
todavía abierto para recibir la enseñanza, como ense­
ñanza; no les conmueve ni les puede ser aplicada: ¿qué
efecto, pues, puede hacer en ellos? Su Bautismo, pues,
sería vano, porque carecería de forma y significación:
luego la forma del Bautismo no es la predicación. Lutero
responde (1) que los niños sienten movimientos actuales
.de fe por la predicación; pero esto es violar y desmentir
á la experiencia y hasta al sentido común. Item·, la ma­
yor parte de los Bautismos que se administran en la Igle­
sia católica, se administran sin ninguna predicación; no-
serán, pues, verdaderos Bautismos, pues que la forma fal­
ta en ellos; ¿por qué no bautizáis, pues, á los que van de
nuestra Iglesia á la vuestra? Eso sería un anabaptismo.
Se ^e por lo expuesto, ..según las reglas de la fe, y
principalmente según la Sagrada Escritura, cómo ye­
rran vuestros ministros cuando os enseñan que la predi­
cación c^s forma dé los Sacramentos; pero veamos si lo
que nosotros creemos acerca de este punto, está más con­
fórme con la Santa Palabra. Nosotros decimos que la for­
ma de los Sacramentos es una palabra consagratoria, y
de bendición ó invocación. ¿Hay nada tan claro en la Es­
critura: Docete omnes gentes, baptizantes eos in nonime.
Patris, et filii , et Spiritus Sancti? (2). Y esta forma, en
el nombre del Padre, etc., ¿no es invocatoria? Ciertamente.
'.El mismo San Pedro que dice á los judíos: Poenitcntiam
agite, et baptisetur unusquisque vestrum in nonime Jesu
Christi, in reniissionent peccatorum vestrorum (3), dice
[poco después al cojo ante la puerta del templo llamada la
Hermosa: In nonime Jesu Christi Nasareni, surge et am-
bula (4). ¿Quién no ve que esta última palabra es invoca-
ü-íl) L ib . contra CoclCc.
.; (2) M atth., X X V III, 19.
i '3) 1-Icch., II. 38.
; W) H cch ., 111,6.
toria? ¿Y por qué no la primera, que es de igual substancia?
Así San Pablo no dice: Calix praedicationis de quo prae-
dicamus, nonne comunicado Sanguinis Christi est? sino
al contrario: Calix benedictio'nis cui benedicimus. Se le
consagraba, pues, y bendecía: del mismo modo en el Con­
cilio de Laodicea, cap. XXV: Non oportet Diaconum ca­
licent benedicere. San Dionisio, discípulo de San Pablo,
las llama “consagratorias (1)„. Y en su descripción de la
Liturgia ó Misa, no pone la predicación, lo cual demues­
tra que no la tenía por forma de la Eucaristía. En el Con­
cilio Laodiceano (2), donde se habla del orden de la Misa,
nada se dice de la predicación, considerándola como cosa
de decencia, pero no de la esencia de este Misterio. Jus­
tino el Mártir describiendo el antiguo oficio que los cris­
tianos celebraban el domingo, entre otras cosas, dice (3)
que después de las oraciones generales “se ofrecía pan,
vino, y agua, y entonces el Prelado elevaba con gran fer­
vor plegarias y acciones de gracias á Dios, y el pueblo
bendiciendo, decía '.-Amen. His cum Eucharistia conse-
cratis, unusquisque participat eademque absentibus dan-
tur diaconis perjerenda.n Muchas cosas son de notar aquí:
el agua mezclada ál vino, se ofrecía, se consagraba y se
llevaba á los enfermos; pero si nuestros reformadores hu­
bieran- estado allí, hubiera sido preciso quitar el agua, la
ofrenda y la consagración, y llevar en su lugar la predi­
cación á los enfermos, ó todo hubiera sido inútil; pues ■
como dice Juan Cal vino (4): Misterii explicatio ad popu-
lum sola facit ut mortuum elententum incipiat esse sacra-
mentum. San Gregorio Niseno dice (5): Recte nunc etiam
Dei Verbo sanctificatum panem (y habla del Sacramento
del altar) in Verbi Corpus credimus immutari. Y después
dice que esta mudanza se hace virtute benédictionis.
Qttomodo — dice el'gran San Ambrosio (6) — potest qut
pañis est Corpus esse Christi? Consecralione. Y más aba­
jo: Non erat Corpus Christi ante consecrationem, sedpost
consecrationem dico tibí quod jam est Corpus Christi,
Meditadlo despacio, que yo me reservo hablar con deten*
(1) De Eccl. H icr., cap ult, § III, 10.
(2) Can. X IX .
(3) A po)., II. al. I, § 67.
(4) In cap. V , Epist. ad Ephcs.
(5) Scrm o catechctíco, cap. X X X V II; De sacrameritis. Fortassc opusctilum.
Thonm c í)c Sacramentis Ecclesiaevn\ñ cadcm fere verba ocurrnnt et víde
Garctium In libro Classes novem de reali Corporis Christi, praesentia, etc.
(6) De Sn c r a m ., lib. I V , cap. I V , §§ 14 16.
ción de este asunto cuando tratemos de la santa Misa.
Quiero, sin embargo, acabar aquí con esta señalada
sentencia de San Agustín (1): Potuit Paulus significando
praedicare Dominum Jesum Christum, alitcr per Un-
guam süam, aliter per epistolam, aliter per Sacrawienlum
Corporis et sanguinis ejtts; nec linguam quippe ejus, nec
membranas, nec atramentum, rtec significantes sonos Un-
gua cditos, nec signa Htterarum conscripta pelliculis,
Corpus Christi et sanguincm dicinms; sed iilud tantum
quod ex fructibus terrae acceptum, et prece mística con
secratum rile sumimus. Y si San Agustín dice (2): Unde
tanta vis aquae ut Corpus tangat et cor abluat, nisi
faciente verbo? Non quia dicitur, sed quia creditur, nada
decimos nosotros en contrario, pues realmente las pala­
bras de bendición y santificación con las que se forman y
perfeccionan los Sacramentos, no tienen virtud si no son
proferidas según la general intención y creencia de la
Iglesia; pues si alguno las dijere sin esta intención;' serían
dichas verdadera pero inútilmente, porque, non quia
dicitur, sed quia creditur.

ARTÍCÚLO-III'

De la intención requerida en los santos Sacramentos.

No he hallado jamás ninguna prueba sacada de la Es­


critura, de la oposición que vuestros predicadores sostie­
nen en este punto. Dicen ellos (3) que aunque el minis­
tro no tenga ninguna intención de celebrar la Cena ó de
bautizar, sino solamente la de burlarse y bromear, con
tal que haga, sin embargo, el acto externo del Sacra­
mento, óste queda completo. Todo eso se dice á la ven­
tura, sin producir otras pruebas que ciertas deducciones
no sacadas de la Palabra de Dios, y á modo de tranqui­
llas. Por el contrario, el Concilio de Florencia (4) y el de
Trento declaran que “si alguno dice que la intención al
menos de hacer lo que hace la Iglesia, no se requiere en
(1) Lib . IIT. dc .S . Trinit. c ap . I V .
(2) T ra c t , L X X X , in lonnn , S 3.
(3) L ut . in cap., Batv c. de Rap tismo; Cal ., in A n f . scss. V I I .
(4) In Instruct A r m . (al. Dceretuni Eug enii de unionc Ar m e no ru m. )
los ministros cuando confieren los Sacramentos, sea ana­
tema (1)„. Estos son los términos del Concilio de Trento.
El Concilio no dice que se requiera tener la intención
particular de la Iglesia, pues de otro modo, los calvinis­
tas, que no tienen intención en el Bautismo de quitar el
pecado original, no bautizarían bien, pues la Iglesia tiene
esa intención, sino solamente la de hacer en general lo
que la Iglesia hace cuando bautiza, sin particularizar
qué ni cómo. Item: el Concilio no dice que sea necesario
hacer lo que la Iglesia romana hace, sino que quien, pen­
sando que la pretendida iglesia de Ginebra fuese la ver­
dadera Iglesia, limitara su intención á la intención de la
iglesia de Ginebra, se engañaría, si jamás hombre alguno
se engaña en el conocimiento de la verdadera Iglesia;
pero su intención bastaría en este puntó, pues aunque se
limitase á la intención de una iglesia falsa, si no se limi­
tara en esto más que en la forma y concepción de la ver*
dadera Iglesia, el error no sería más que material, no
formal, como dicen nuestros doctores. Item: no se requie­
re que tengamos esa intención actualmente cuando confe­
rimos el Sacramento, basta con que se pueda decir con
verdad que hacemos tal y tal ceremonia y decimos tal y
tal palabra, como echar el agua diciendo: Yo te bautiao
en el hombre del Padre, etc., con intención de hacer lo que
-los verdaderos cristianos hacen, y lo que huestro Señor ha
mandado, aunque en aquel momento no pongamos en ello
atención, y no pensemos en ello precisamente. Como basta
para decir que .predico para servir á Dios y por la sal­
vación de las almas, si cuando quiero prepararme para
ello, tengo esa intención, aunque cuando esté en el púlpi-
to, piense en lo que voy á decir y en retenerlo en la memo­
ria, y no piense ya en aquella primera intención: ó como
aquel que ha resuelto dar cien escudos por el amor de
Dios, y después, saliendo de su casa para hacerlo, va
pensando en otras cosas, y sin embargo, distribuye la
suma; pues aunque no tenga el pensamiento elevado hacia
Dios en aquel momento, no puede decirse que su intención
no se encamine á Dios á causa de su primera deliberación
y que no haga dicha obra de caridad deliberadamente y
con conciencia de ello. Esta intención es la que se requie­
re por lo menos, y basta con ella para la colación de los
Sacramentos.
(t) Conc. T rid.f aess. V II (de Sacram.) cap. XI.
r 'Ya que la proposición del Concilio está suficiente­
mente aclarada, veamos si está como la de los adversarios,
s i n fundamento en la Escritura. No se puede dudar razo­
nablemente que, para hacer la Cena de nuestro Señor ó el
Bautismo, no sea necesario practicar lo que nuestro Señor
.mandó á este efecto, y no solamente que sea necesario
hacerlo, sino qu^ hay que hacerlo en virtud de este man
dató é institución; pues pudiera muy bien suceder hacer
esas acciones por otra causa que por el mandato de nuestro
Señor, como ló' haría un hombre que durmiendo soñara
y bautizara, ó bien estando embriagado; verdaderamente
las palabras serian' allí el elemento, pero no la fuerza, por
po proceder del mandato de quien las puede haccr vigo­
rosas y eficaces; del mismo modo que no todo lo que dicta
y escribe Un jueZj son sentencias judiciales, sino única­
mente lo que dicta en calidad de juez. Pero ¿cómo podría
establecerse la diferencia entre las acciones sacramenta
les hechas en virtud del mandato que las hace eficaces,,
y esas mismas acciones hechas con otro fin? Realmente,
'la diferencia sólo puede estar en ia intención con que se
realizan; preciso es, por lo tanto, que no solamente sean.
•proferidas las palabras, sino proferidas con intención de
.hacer lo que mandó nuestro Señor en la Cena: Hoc faci­
te. V en el Bautismo: Baptizantes eos in nomine Patns,
et Filii, et Spiritu Sancti.
Pero hablando francamente, este mandato: Hoc faci-
■te, ¿no se dirige propiamente al ministro de este Sacra­
mento? Sin duda alguna. Pero no se dice simplemente:
Hoc facite, sino: Facite in meam commemorationem. ¿Y
Cómo puede hacerse está sagrada acción en memoria de
nuestro Señor, sin tener la intención de hacer con ella lo
que nuestro Señor ha mandado, ó al menos lo que los
: cristianos discípulos de nuestro Señor hacen, á fin de que
si no inmediatamente, al menos por el intermedio de la
intención de los cristianos ó de la Iglesia se haga esta
acción en- memoria de nuestro Señor? Creo que es impo -
; sible imaginar que un hombre haga.la Cena en memoria
|de nuestro Señor, si no tiene intención de hacer lo que
jnuestro Señor ha mandado, ó al menos, la de hacer lo
i que practican aquellos que la hacen en memoria de núes·
i-tro Señor. No basta, pues, hacer lo que nuestro Señor
¿ha mandado cuando dijo: Hoc facite: es preciso hacerlo
; con la intención con que nuestro Señor lo mandó, esto
es: In sui commemorationem; si no con esta intención
particular, al menos con la general; si no inmediamente,
al menos mediatamente, queriendo hacer lo que la Igle­
sia hace con la intención de ejecutar lo que nuestro Se­
ñor hizo y mandó, pues quien se une á la intención de la "
Esposa, se ajusta al mandato del Esposo.
Tampoco .dijo nuestro Señor que se dijeran estas pala­
bras: Ego te baptizo, simplemente, sino que mandó que
toda la acción del Bautismo se hiciera in nomine· Patris.
Ni basta que se diga: In nomine Patris, sino que es nece­
sario que el lavado ó aspersión misma se haga in nomine
Patris, y que esta autoridad anime y vigorice no sola­
mente la palabra, sino toda la acción del Sacramento,
qu? por sí sola no tendría sobrenatural virtud. Pero
¿cómo puede hacerse una acción en el nombre de Dios
cuando se hace para burlarse dé Dios? Verdaderamente,
la acción del Bautismo no depende de tal manera de las
palabras que no pueda hacerse en virtud y en autoridad
del todo contrarias á las palabras, si el corazón, que es
el motor de las palabras y de la acción, las encamina á
un contrario fin é intención.,Más aúñ: pues esas palabras:
En el nombre del Padre, etc , pueden ser dichas en el nom­
bre del enemigo del Padre, como esas palabras en rea­
lidad de verdad pueden ser, y son con frecuencia, dichas
en mentira. Luego si nuestro Señor no manda solamente
que se ejecute la acción del Bautismo ni que se díganlas
palabras, sino que la acción se realiza y las palabras se
dicen en el nombre del Padre, etc., es preciso tener al
menos la intención general de administrar el Bautismo
en Virtud del mandato de nuestro Señor, en su nombre y
de su parte; y en cuanto á que en la absolución se re­
quiera la intención, está más que expreso: Quorum remi·
seritispeccata, remittuntur eis (1). Dejando esto á su deli­
beración. Y á este.propósito dice San Agustín (2): Unde
lanta vis aquae, ut corpus tangat et cor abluat, nisi
f atiente verbo? Non guia dicitur, sed quia creditur. Es
decir, las.palabras de sí, estando proferidas sin ninguna.
intención.ni creencia, no tienen virtud; pero estando di­
chas en verdad y creencia, y según la intención general
de la Iglesia, producen ese efecto saludable. Y si se habla

(1) J o a n n ., X X , 23. ' ■ ·,


(2) Ubi supra, ari. praccéd.
en historias (l) que algunos Bautismos hechos por juego
fueron aprobados, no debe causar extrafleza, porque se
pueden hacer por juego muchas cosas, y sin embargo,
tener la intención de hacer verdaderamente lo que se ha
querido hacer; sino que se llama juego todo lo que se
hace fuera de sazón y discrección, cuando no se. hace por
malicia ó sin voluntad.

CAPÍTULO II

D EL.· P U R G A T O R IO

PRÓLOGO '

La Iglesia católica ha sido acusada en nuestros tiem-


' pos de superstición en las oraciones que hace por los fie­
les difuntos, en cuanto supone en ellas dos verdades que
í se pretenden no lo son, á saber: que los difuntos padez­
can pena é indigencia, y que se les pueda socorrer; pero*
los difuntos, ó están condenados ó salvados; los.condena·"
; dos.padecen pena, pero irremediable, y los salvos están
colmados de todas las delicias; de modo que á los unos
j.les falta la indigencia, y á los otros el médio de recibir
* socorro, y. por esto no ha lugar á pedir á Dios por los
í difuntos.
jf Tal es el sumario de la acusación. Pero ciertamente
: dé6e bastar á todo el mundo para dar un fallo justo acerca
'i de esta acusación, saber que los acusadores eran perso-
inás particulares, y el acusado el cuerpo de la Iglesia^
j!/universal; y no obstante, porque el humor de nuestro
¡ siglo ha decidido someter á la censura de cada cual todas
£ las cosas por sagradas, religiosas y auténticas que pue-
tdan ser, muchas personas de honor y calificadas han
í tomado el derecho de la Iglesia en la mano para defen­
d e rlo , estimando que no pueden emplear mejor su piedad
i' '
1 (I) N iceph., Ilb. V tH , ca p. X I (al. X L .IV .)
y su ciencia que en la defensa de aquélla por cuyas ma­
nos han recibido todo su bien espiritual, el Bautismo, la
í)octrina cristiana y las mismas Escrituras. Sus razones
son tan convincentes, que si se comparan con las de los
acusadores, incontinenti se conocería su excelente cali­
dad; pero qué, ¿se ha dictado sentencia sin oir á la parte?
¿No tenemos razón todos los que somos siervos é hijos de
la Iglesia de entablar recurso' de apelación y quejarnos
de la parcialidad de los jueces, dejando á un lado, por el
momento, su incompetencia? Apelamos pues ;de los jue­
ces no instruidos á los instruidos, y de los juicios dicta­
dos sin oir á la parte, á juicios en que la parte sea oída-
suplicando á todos aquellos que quieran juzgar ésta difer
rencia, que consideren nuestros alegatos y probanzas, con
tanta mayor atención cuanto que se trata aquí, no de la
condenación de la parte acusada, que no puede ser conde­
nada por sus inferiores, sino de la condenación ó salva­
ción de los mismos que de esto juzgaren.

ARTÍCULO PRIMERO

Del nombre de purgatorio.


, *

Sostenemos, pues, que se puede orar por los fieles


difuntos, y que las oraciones y buenas obras de los vivos
les alivian mucho y les son provechosas; porque los que
mueren en la gracia de Dios y por consecuencia son del
número de los elegidos, no todos van desde luego al Pa­
raíso, sino muchos van ai purgatorio, donde sufren una
pena temporal á cuya liberación pueden nuestras oracio­
nes y buenas obras ayudar y servir. Y he aquí el grueso
de nuestra dificultad. Estamos de acuerdo en que la san­
gre de nuestro Redentor es el verdadero purgatorio de
las almas, pues en éste se limpiaron todas las almas del
mundo; por lo que San Pablo la llama, en el capitulo pri­
mero de la Epístola á los Hebreos (1), purgationem pee-
catorum facientem. Las tribulaciones son también ciertos
purgatorios por los que nuestras almas se purifican como

0) Ver. 8.
,el oro se afina en el crisol (Eclesiastici, XXVII) (1): Vasa
figuli probal fornax, justos autem lentatio tribulationis.
La penitencia y contrición son también un cierto purga­
torio del que David dice en el Salmo L -2): Asperges me,
Domine, kyssopo, et mundabor. Se sabe también que el
Bautismo, en el. que nuestros pecados son lavados, puede
ser llamado purgatorio, y todo lo que sirve .para pur­
gar nuestras ofensas; pero aquí llamamos purgatorio un
lugar en el que después de esta vida, las almas que par
ten de este mundo antes de hallarse completamente lim­
pias de las manchas que se han echado, no pudiendo
eiitrar en el Paraíso nada que no sea puro y neto (3),
quedan detenidas para ser allí limpiadas y purificadas.
Y si se quiere saber por qué este lugar es más bien lla­
mado simplemente purgatorio que los demás medios de
purificación citados anteriormente, responderé que es á
causa de que en ese lugar-no se hace otra cosa que purgar
las manchas que aún quedaban al partir del mundo, y
/porque en el Bautismo, penitencia, tribulación y otros, no
solamente el alma se purifica de sus imperfecciones, sino
yque se enriquece también con muchas gracias y perfec­
ciones; lo que ha hecho dejar el nombre de purgatorio-á
este lygar del otro siglo que, propiamente hablando, rio
sirve para otra cosa que para la purificación de las álmas.
:Y en cuanto á la Sangre de nuestro Señor, de tal manera
¡reconocemos su virtud, que protestamos en todas nues­
tras oraciones que la purificación de las almas, sea en
este mundo ó en el otro; no se liace sino por su aplicación,
.más celosos del honor de tan preciosa medicina que aque­
llos que tomándola en lenguas desprecian su santo uso.
.¡.Entendemos, pues, por purgatorio un lugar donde las
;#lmas, durante algún tiempo, purgan las manchas é im­
perfecciones que llevaron de esta vida mortal.
í
ARTÍCULO II

De los que hannegado el purgatorio y de los medios


de probarlo.

No es una opinión recibida al vuelo ,el articulo del pur­


gatorio: hace ya mucho tiempo que la Iglesia sostiene
esta creencia ante todos y contra todos' Y me parece que
el primero que lo combatió, fué Aerio, herético arriano,.
de lo que San Epifanio da testimonio (Haer., LXXV) (1).
y San Agustín (.Haer., LU I), y Sócrates (lib. II, capítu­
lo XXXV) (2), hace mil doscientos años. Después vinie­
ron ciertas gentes que se llamaban apostólicos, en tiempo.
de San Bernardo; después los Petrobusianos, hace qui­
nientos años, que negaban también este mismo articulo,
como escribe San Bernardo (Sermone L X V y L X V I in
■Cantica Cant) en la Epístola CCXLI (3), y Pedro de Clu-
ny, Epístola I y II (4), y en otras (5). Esta misma opinión
de los Petrobusianos fué seguida por los Valdenses, en el
año 1170, como refiere Guidon en su Suma (6); y algunos
griegos fueron sospechosos acerca de este punto, y de ello
se justificaron en el Concilio dé'Florencia (7) y en su apo­
logía presentada al Concilio de Basilea (8). Por último,
Lutero. Zuinglio y Calvino y los demás de su partido, han
negado del todo la verdad del purgatorio, pues aunque
Lutero, in diputatione Lipsica, dice que creía firmemente,
más aún, que sabía con seguridad que existía un purga­
torio, después se desdijo de ello en el libro De abrogando,
missa privata. En una palabra, que lo ordinario en todas
las facciones de estos tiempos es burlarse del purgatorio y

(1) #a. US*


(2) Sic apud Gencbrandum Chronoyr» lib. IV, anno 856; Sócrates vero de
Aetio tractat.
(3) Al Epist. CCXL.
(4) Alitcr Epist %sivé Tvact . adv . Petvobusiattos\ in pracfat ct In prima
divisione.
(5) Epist. infra notata. divis. penúlt.
(6) Cap- I.
(7 Scss. X X V .
(8) .S ic apud Gencbrardum Chronoyr, lib. IV, ad calccm Saículi XV, ubi
sonbltur Basilicnsi erronee, tu videiur, pro Ferrariensi. Vidc Coneilia, anno
1438, ad initia Concilii; Florcntini; cf. BeJlarm, Cofttrov. de purgat.,\\\>.
cap, II.
«despreciar las oraciones por los difuntos; pero la Iglesia
católica se opone con energía á todos éstos, como se opuso
á los de todos los tiempos con la sagrada Escritura en la
mano, de la que nuestros antepasados han sacado muchas
sólidas razones.
Pues primeramente, ha demostrado que las limosnas,
oraciones y otras santas obras pueden aliviar á los difun­
tos; de lo que se sigue que hay un purgatorio, pues los
del infierno no pueden ser socorridos en sus penas, y en
cuanto al Paraíso, como allí todo bien existe, ninguno
podemos procurar á los que se hallan en dicho lugar;
luego esos auxilios son -para los que están en un tercer
lugar que llamamos, purgatorio.
2.° Ha demostrado que en el otro mundo algunos
difuntos fueron librados de sus penas y pecados; lo que
no habiéndose podido hacer ni en el infierno ni en el Pa­
raíso, necesariamente debe existir un purgatorio.
3.° Ha demostrado que muchas almas antes de llegar
al Paraíso pasaron por un lugar de pena que no puede
ser otro que el.-purgatorio.
4.°- Al probar, que .las almas bajo tierra tributaban,
honor y reverencia'á nuestro Señor, ha demostrado la
existencia del purgatorio, porque eso no puede pensarse
de esos pobres miserables que están en el infierno.
5.° En muchos otros pasajes, con diversidad de con­
secuencias, pero todos, sin embargo, muy á propósito y en
los que tanto más se debe deferir á nuestros Doctores
cuanto que los pasajes que alegaron, fueron citados á
este mismo fin -por los santos Padres antiguos, sin que
-para defender este santo artículo hayamos tenido que
forjar nuevas interpretaciones; lo que muestra bien á las
claras la buena fe con que procedemos en esta tarea,
mientras nuestros acusadores sacan de la Escritura con­
secuencias que jamás fueron pensadas anteriormente, y
han sido puestas por primera vez por obra con el único
fin de combatir á la Iglesia.
Nuestros razonamientos llevarán este orden: 1.° Cote­
jaremos los pasajes de la Escritura.—2.° Después los de
, los Concilios.—3.° Los de los santos Padres de la antigüe­
dad.—4.° Los de toda clase de autores. Luego aduciremos
[nuestras razones, y por último, traeremos los argumen-
’ tos de la parte contraria, que demostraremos no ser
admisibles: de este modo concluiremos afirmando la
creencia de la Iglesia católica. Y sólo restará que el lec­
tor deje á un lado los espejuelos de su propia pasión, que
piense con atención en el mérito de nuestras probanzas
y se arroje á los pies de la divina Bondad exclamando
humildemente con David (1): Damihi intellectum et
scrutábor legem tuam, et custodiam illam in toto corde
meo. Y entonces no dudo que volverá á las banderas de
su excelsa Madre la Iglesia católica.

ARTÍCULO III

De algunos pasajes de la Escritura .en los que se ha


hablado de purificación después de esta vida y de un
tiempo y de un lugar para ella.

Este primer argumentó es invencible; hay un tiempo


y un lugar de purificación para las almas después de esta-
vida mortal, luego hay un purgatorio, pues el infierno
no puede producir ninguna purificación, y el Paraíso no
puede recibir nada que tenga necesidad de purificación.
Luego hay un tiempo y un lugar de.purificación después
de esta vida. Veamos las pruebas:
1.a En el Salmo LXV (2): Transivimus.per ignem et
aqúam et eduxistí nos in refrigerium. Este pasaje fué
citado en prueba de la existencia del purgatorio, por Orí­
genes (Homilía XXV, in Números) (3), y por San Ambro­
sio sobre el Salmo XXXVI (4), y en el sermón III (5)
sobre el Salmo CXVIII, donde expone por el agua el
Bautismo, y por el fuego el purgatorio.
2.ft En Isaías, en el cap. IV (6): Purgavit Dominus
sordes filiorum et filiarium Sion, et sanguinem emunda-
vit de medio eorum, in spiritu judicii et combustionis.
Esta purificación hecha en espíritu de juicio y de abrasa·
miento, entiende San Agustín que es el purgatorio, en el
lib. XX, De la ciudad de Dios, cap. XXV. Y realmente,

II) P*alm. CXVIII, 34.


(2; V er. 12.
(3) » 6.
las anteriores palabras favorecen esta· interpretación,
pues en ellas se'habla deia salvación de los hombres; y
después, al fin del capítulo donde se habla del reposo de
los bienaventurados, y de los que se ha dicho: Purgavit
Dominus sordes, debe entenderse de la purificación nece­
saria para esta salvación, y porque esta purificación debe
hacerse en espíritu de ardor y de abrasamiento, no puede
ser interpretada sino en el sentido de la existencia del
purgatorio y del fuego de éste.
. 3.“ En Miqueas, cap. VII (1): Ne laeteris, inimica
mea, super me guia cecidi; consurgam cum sedero in teñe-
bris. Dominus lux mea est; iram Domini portabo, quo-
niqm peccavi eis doñee causam meam judicet .et faciat
judicium meum; educet me in lucem, videbo justitiam,
ejus. Este pasaje se empleaba ya para probar la existen*
.cía del purgatorio, en tiempo de San Jerónimo.; esto es,
■háfee próximamente mil doscientos años, cómo el mismo
San Jerónimo lo testifica sobre el último capítulo de
! Isaías (2), donde se dice: Cum sedero in ténebris; iram
\Domini portabo, doñee causam meam judicet, no puede
^entenderse dé otra pena tan propiamente como de la del
purgatorio.
¿ 4.“ En Zacarías, cap. IX (3): Tu autem in sangume,
testamenti tui, eduxisti vinctos tuos de lacu in quo non;·'
est aqua. El lago de donde son sacados estos prisioneros,
-no es otro que el purgatorio, de que nuestro Seflor les
jíibró- en su bajada á los infiernos, no pudiéndose entender
del limbo, donde estaban los Padres antes.de la resurrec­
c ió n de nuestro Señor,- en el seno de Abrahán, porque
j.allí habia agua de consolación, como puede verse en San
"Lucas, XVI (4), acerca de lo que San Agustín, en la'
(Epístola XCIX (5), ad Evodium, dice que nuestro Seflor
visitó á los que estaban enlos tormentos de los infiernos,
■esto es, en el purgatorio, y que les libró de ellos; de donde
}se sigue que hay un lugar donde los fieles son tenidos
í como prisioneros, y del que pueden ser libertados.
: · 5.a En Malaquías, cap. III (6): Et sedebit conflans et
émundans argentum; et purgavit filios Levi et colabit
.

•fUl) Ver. 8,9.


; V 12) In ver* 1M.
; / (3)· Ver. 11.
í i4) V e rs . 23-03.
; (5) H jdieT.pist. C L X IV .
(6) Ver. 3.
eos quasi aurum et argentum, etc. Este lugar está des­
crito por Orígenes, (Homil. VI) sobre el Éxodo (1), como
un lugar de pena purificante. Y lo mismo por San Ambro­
sio, sobre el Salmo XXXVI (2), por San Agustín, en el
libro De la Ciudad de Dios, cap. XXV, y San Jerónimo,
sobre el mismo pasaje. Sabemos bien que ellos hablan de
la purificación que se hará al fin del mundo por el fuego
y conflagración general, y donde serán purgadas las re­
liquias de los pecados de aquellos que entonces vivan;
pero esto viene en favor de la existencia de nuestro pur­
gatorio, pues si las personas de aquel tiempo tendrán
necesidad de purificación antes de sentir los efectos de la
bendición del Juez Supremo, ¿qué razón habrá para que
los que mueran antes de ese tiempo no necesiten purifi­
carse, pues, puede ocurrir que tengan á su muerte algu­
nas reliquias de sus imperfecciones? Verdaderamente, si
el Paraíso no puede recibir ninguna mancha en aquel
tiempo, tampoco puede recibirlas ahora. A esté propósito,
dice San Ireneo en el capítulo XXIX, libro V (3), que á
causa de que la Iglesia militante deberá entonces subir
al palacio de su celestial Esposo, y de que no habrá más
tiempo de purificación, las faltas é imperfecciones de
aquélla serán incontinenti purgadas por aquel fuego que
precederá al Juicio.
6.a Dejo á un lado el pasaje del Salmo XXXVII (4):
Domine in furore tuo argúas me, ñeque in ira tua corri­
pias me. Lo cual interpreta San Agustín (5) en el sentido
del infierno-ó del purgatorio, porque si in furore argui
es por la pena eterna, in ira corript es por la pená.del
purgatorio.-

(3;, Contra hacres.


(4) In ver. 11.
(6) In Pealm. X X X V I I .
ARTÍCULO IV

De otro pasaje \del Nuevo Testamento á este propósito·

7.a En la primera á los Corintios (1): Dies Domini


declarabit, quia in igne revelabitur, et uniuscujusque
opus qualis sit ignis probabit; si cujus mansuerit quod
•superaedijícavit, mercedem accipiet, si cujus opus arse-
rit, detrimentum patietur; ipse autem salvus erit, sic
iamem quasi per ignem; Siempre se ha tenido este pa­
saje por uno de.los más ilustres y difíciles de la Es­
critura. Pero en él, como es fácil de ver - á quien
examine con atención todo el capítulo, el Apóstol usa (2)
dé dos símiles: el primero es el de un arquitecto qué edi­
fica una preciosa casa fabricada con matériales sólidos
sobre una roca; el segundo es el de aquel que sobre el
/mismo cimiento levanta otra casa de madera, paja y
heno. Imaginémonos ahora que el fuego prende en
;>auibaS: la construida con materiales sólidos se salvara,
<j¿ otra quedará reducida á cenizas; y si el arquitecto se.
halla en la primera, quedará sano>y salvo, pero si está en
la segunda y quiere salvarse, será preciso que se arrojé
por entre el fuego y las llamas, y al quedar en salvo;
llevará sobre sí las señales de haber estado en el fuego:
■Ipse autem salvus erit, sic tamen qüaSi per ignem.
El fundamento de este símil es nuestro Señor, de quien-
¿San Pabló dice (3): Ego plantavi. Y (4): Ego iit sapiens
árchitectus fundamentum possui. Y en otro lugar (5):
Fundamentnm enitn. aliud nemo ponere potest praeter id
rqubdpositum est, quod est Christus Jesús. Los arquitectos
|son los predicadores y doctores del Evangelio, como se
¿puede conocer considerando atentamente las palabras de
'i-todo este capítulo, y como lo interpretan San Ambrosio
y Sédulo (1) en dicho lugar. El día del Señor, del que se
ha hablado, se entiende el día del Juicio, que en la Escri­
tura se acostumbra llamarle día del Señor; en Joel, II (2):
Veniet dies Dominio En Sofonías, I (3): Justa est dies
Domini. Después, porque se añade: Dies Dommi decía-
rabit. Pues en aquel -día se declararán todas las acciones
del mundo; en fin, cuando el Apóstol dice: Quia in igne
revelatur, muestra claramente que se trata del último día
del Juicio; en ía secunda á los Thesalonicenseá, I (4): In
-revelatíone Dotíiim nostri Jesu Christi de coelo, cunt An-
gelis virtutes ejus inflamma ignis. En elSalmoXCVI (5):
Ignis ante ipstim praecedet. El fuego, por el que el arqui
tecto se salva, ipse auteni salvus erit, sic tamen quasi per
ignem, no puede entenderse que sea otro que el del purga­
torio; pues cuando el Apóstol dice que.se salvará, excluye
el fuego del infierno, del que nadie puede salvarse; y
cuando dice que se salvará por el fuego, y habla solamente
de aquel que ha edificado con madera, caña y heno, mues­
tra no hablar del fuego que precederá al día .del Juicio,
porque por. éste pasarán no sólo los que han 'edificado con
aquellas materias ligeras, sino también los que han edifi­
cado con oro, plata, etc.
Toda esta interpretación, además de que se armoniza
muy bien con él texto, es también muy auténtica: por
haber sido seguida con común consentimiento por los
antiguos Padres, San Cipriano, lib. IV, epístola II (6);
San Ambrosio, sobre este lugar; San Jerónimo, sobre
el IV de Amós (7); San Agustín, sobre el Salmo LVII;
San Gregorio (8), Ruperto y otros están en ello confor-,
mes (9); y de los griegos, Orígenes, en la Homilía VI,
sobre el Exodo (10); Oecumeno, sobre este pasaje (11), y
Theodoreto (12), citado por Santo Tomás en el opúsculo
primero Contra los Griegos (13).
(1) Scdulius S co tu s , Júnior, 9aeculo I X , Collectanae in omnes B ♦ Pauli
Epístola*, in 1 C o r ., IIL
(2> V er. K
(3) V er. 7.
(4) V crs. 7-8
(5) V e r. 3.
(6) AL E pist. L H , § 20.
(7) In ver. lt
(8) D ialog., Ub IV , cap. X X X IX . n
(9) In Commcntnrlo.
(lü) § 4.
(II) Patr. graeca. tomo CXV1I, col. 678.
(1?) In Cor., III, 15. Tiodie lotais dcsiderautr intor com mcntarios Theodoreti;
vlde Patrol. graec, tomo L X X X II, col. 25! in notis.
(13) D ivis. ult., jQuod est pur&atoriitm.
Se dirá que en esta interpretación hay equívoco y
mala inteligencia, porque el fuego de que se habla, unas
veces se toma por el fuego del purgatorio, y otras por el
que precederá al día del Juicio. Á esto se contesta que es
una manera elegante de hablar por la confrontación de
los dos fuegos, pues he aquí el sentido de la sentencia:
el día del Señor será alumbrado por el fuego que le pre­
cederá, así como este mismo día por el Juicio esclarecerá
el mérito y el defecto de cada obra, y como cada obra que­
dará esclarecida, también los obreros que hayan obrado
con imperfección, serán salvados por el fuego del purga­
torio. Pero además de esto, aun cuando dijéramos que San
Pablo usa de modo diverso de una misma palabra en un
mismo pasaje, no sería cosa nueva, pues él lo usa de este
modo en otros lugares, pero con tanta propiedad, que
esto sirve de ornamento á su lenguaje, como en ía segunda
á los Corintios, V (1): Eumqui ñon noveratpeccatum, pro
nobis peccatum fecit. ¿Y quién no ve aquí que peccatum
se toma propiamente, la primera vez por la iniquidad, y
figuradamente la segunda por el que lleva la pena del
pecado?
Se dirá todavía que no se declara que él será salvado
por el fuego, sino como por el fuego, y que por lo tanto,
no se puede concluir que sea el fuego del purgatorio en
verdad. Respondo que hay similitud en este pasaje, pues
el Apóstol quiere decir, que aquel cuyas obras no sean
del todo sólidas, se súlvará como el arquitecto que se
escapa del fuego, no dejando por esto de pasar por el fue­
go, pero un fuego de otra calidad, que no es el fuego qué
arde en este mundo. Basta que de este pasaje se concluya
claramente que muchos de los que tomarán posesión del
Reino, del Paraíso;, pasáráh por el fuégo; luego éste no
será el fuego del infierno ni el fuego que precederá al
Juicio; será, pues, el fuego del purgatorio. El pasaje es
difícil y confuso; pero bien considerado, nos da una ma­
nifiesta conclusión para lo que pretendemos.
Y he aquí todo lo que hay respecto de los lugares por
los que se pueda notar que después de esta vida hay un
tiempo y un lugar de purificación.

(1) V er. 21.


ARTÍCULO V

De algunos lugares por los que la oración, la limosna


y las santas obras por los difuntos son autorisados.

El segundo argumento que sacamos de la santa Pala­


bra en favor del Purgatorio, está tomado del segundo de
los Macabeos, en el cap. XII (1), donde la Escritura cuen­
ta que Judas Macabeo envió á Jerusalén 12.000 dracmas
de plata para hacer sacri ficios por los muertos, y después
añade (2): Sancta ergo et salubris est cógitatiopro defunc·
tis exorare, ut a peccatts solvantur. Pues he aquí nues­
tro discurso: es cosa santa y provechosa orar por los
muertos, á fin de que sean librados de sus pecados; luego
después de la muerte hay todavía tiempo y lugar para
la remisión de los pecados, y como ese lugar no puede
ser ni el Paraíso ni el infierno, tiene que ser el pur­
gatorio.
. Este argumento es tan concluyente, que para respon­
der á él nuestros adversarios niegan la autoridad del Libro
de.los Macabeos y le.tienen por apócrifo; pero hablando
en verdad, esto no lo hacen más que á falta de otra res­
puesta, pues el Libro de que se trata, ha sido tenido por-
auténtico y sagrado por el Concilio de Cartago III (3),
en el canon 47, y por Inocencio I en la epístola ad Exu-
pehium, y por San Agustín, libro XVIII, De la Ciudad
de Dios, cap. XXXVI, ;del que tomamos estas palabras:
Libros Machabeorum non Judaet',sed Ecclesia pro cano-
nteis habet, y el mismo San Agustín, en el libro II, De
Doctrina.ckristiana, cap. VIH, y Gelasio (4) en el decreto ,
de los Libros canónicos que hizo en un Concilio de setenta
Obispos, 3' otros muchos Padres que sería largo citar (5).
De modo que querer responder negando la autoridad del
Libro, es negar toda la autoridad de laíantigliedad.

(n V er. 43. '


(2) V er. 46.|
(#) JQue se celebró hace próximamente Mil'doscientos años,y en él se ltatl<i
San Agustín, según refiere Próspero tn Chron.
(4) Según una opinión bastante recibida, el Santo escribió Dámaso, pero en
otro lu£ar atribuye justamente esto D ecreto á Gelasio.
(5) Vide snpra, P art. II, cap. I, art. IV.
Conocido es todo lo que sirve de pretexto para esta
negativa, que en general, no hace más que mostrar la
dificultad de entender las Escrituras, pero íio ninguna
falsedad en ellas; esto.no obstante, me parece necesario
responder á una ó dos objeciones que ellos hacen.
La primera es que dicen que la oración se hizo para
manifestar el buen afecto que tenían por los difuntos, no
porque pensasen que los difuntos tenían necesidad de
ella; pero la Escritura les contradice con estas palabras:
Ut a peccatis solvantur.
2.a Objetan también que es un error manifiesto orar
por la resurrección de los muertos antes del Juicio, pues
es presuponer, ó que las almas resucitan, y por conse­
cuencia, mueren, ó que los cuerpos no resucitan sino
mediante las oraciones y buenas obras de los vivos, lo
que iría contra el artículo Credo resurrectionem mortuo-
rwm; y que estos errores están presupuestos en este lugar
de los Macabeos, se evidencia con estas palabras (1): Nisi
enim eos qui occiderant resurrecturos speraret, super-
fluum videretur et vanum pro defunctis orare. Se res­
ponde que én este lugar no oraron por la resurrección ni
del alma ni del cuerpo, sino solamente por la liberación <
de las*almas, en lo que presuponían la inmortalidad del
alma, pues si hubieran creído que el alma moría con el
cuerpo, no hubiesen cuidado de su libertad, y porque
entre los judíos la creencia de la inmortalidad del alma
y la de la resurrección de los cuerpos estaban de tal modo
unidas, que quien negaba lo uno negaba lo otro, y para-
demostrar que Judas Macabeo creía en la inmortalidad
del alma, dice que creía en )a resurrección de los cuerpos.
Así también el Apóstol prueba la resurrección de los
cuerpos por la inmortalidad del alma, aunque puede pro­
barse que el alma es inmortal sin la resurrección de los
cuerpos: he aquí cómo lo hace en la primera á los Corin­
tios, 15 (2): Quid mihi prodest si mortui non resurgunt?
Contedamus et vivamus, eras enimmoriemur. De lo que
no se sigue en modo alguno que fuese necesario abando­
narse así, aunque no hubiese resurrección, pues el alma,
que permanecería existiendo, sufriría la pena debida á
los pecados y recibiría el galardón de las virtudes. San

(1) V er. 44.


(2) Ver. 32
Pablo, pues, en este lugar, tiene en cuenta la resurrec­
ción de los muertos por la inmortalidad del alma, porque
en aquel tiempo quien creía lo uno, creía lo otro.
No hay, por lo tanto, medio de rechazar el testimonio
de los Macabeos en prueba de una justa creencia, y si á
todo tirar queremos tomarle como el testimonio de un
simple, pero grave historiador, cosa que nadie puede
negarnos, habrá al menos de confesar que la Sinagoga
antigua creía en un purgatorio, porque todo aquel ejér­
cito la halló tan pronta para orar por los difuntos.
Y realmente tenemos señales de está devoción en otros
pasajes de la Escritura que nos deben facilitar la admisión
del que acabamos de alegar. En Tobías, cap. IV (1) halla­
mos: Panem tuum et vinuin tuum super sepulturant justi
constitue, et noli ex eo manducare et bibere cum peccato-
ribus. Y ciertamente, aquel vino y aquel pan no se ponían
en las sepulturas sino por los pobres, á fin de que el alma
del difunto fuese auxiliada, como dicen comunmente los
intérpretes de este pasaje. Puede ser que digan que esce
Libro-es apócrifo, pero toda la antigüedad le otorgó siem­
pre crédito, y á decir verdad, la costumbre de poner
comida para los pobres en las sepulturas es muy antigua,
aun en la Iglesia católica, pues San Crisóstomo, que vivía
hace más de mil doscientos años, en la Homilía XXXII (2),
sobre el IX de San Mateo, habla dé este modo: Cur post
mortem tuorum pauperes convocas? Cur presbíteros ut
pro eis orare velint obsecras?
¿Pero qué pensar de los ayunos y austeridades que
hacían los antiguos después de la muerte de sus amigos?
Los de Jabes-Galaad, después deja muerte de Saúl, ayu­
naron siete días por éste; otro tanto hizo David y los su­
yos por el mismo Saúl, y Jonathan y los de su séquito en
el I de los Reyes, capítulo último (3), y en el II, cap. I (4),
en que no se puede pensar que no lo hicieron para áoco:
rrer á las almas de sus difuntos, ¿pues á qué otro propó­
sito podía encaminarse el ayuno de siete días? También
David, según el libro II de los Reyes, cap. XII (5), ayun¿
y oró por su hijo enfermo, y después de su muerte

(1) Ver. 18.


(2). AL XXXI, 4 4.
(3) Ver. 13.
(4) Ver. 12.
(5) V er. 16
■cesó de ayunar (1); mostrando con esto que cuando él
ayunaba lo hacia por obtener la salud del enfermo, que
una vez muerto, como murió niño é inocente, no tenía
necesidad de socorros, y por lo tanto cesó de ayunar; así
lo interpretó Beda (2) hace más de setecientos años, al fin
del primer libro de los Reyes. De lo que resulta que en
la Iglesia antigua era ya costumbre, entre las personas
piadosas, ayudar con oraciones y santas obras á las
almas de los difuntos, lo cual supone claramente la fe en
un purgatorio.
De esta costumbre es de la que habla explícitamente
San Pablo en la I á los Corintios, cap. XV (3), alabándola
-como loable y buena: Quid facient—dic e,—qui baptiaan-
tur pro mortuis, 5 / mortui non resurgant? Ut quid et bap-
.tiaantur pro illis?* Este lugar, bien‘‘Entendido, muestra
claramente la costumbre de la primitiva Iglesia de ayu­
nar, orar y velar por las almas de los difuntos; pues en
primer lugar, en las Escrituras, ser bautizado se temía
; con mucha frecuencia por las aflicciones y penitenciás,
como en San Lucas, cap. XII (4), hablando nuestro Señor
de su Pasión, dijo: Baptismo ¡tabeo bapiiaari, et quomodo
coarctor doñeeperfeciatur? Y Él mismo, en San Marcos,
cap. X (5): Potestis bibere calicem quem ego bibiturus
sum, et baptismo quo ego babtisor baptisare? Donde riues-'
tro Señor llama bautismo á las penas y aflicciones. He
aquí, pues, el sentido de esta Escritura: si los muertos no
resucitan, ¿á qué tomarse pena y aflicción orando y ayu­
nando por los muertos? Y ciertamente, esta sentencia de
San Pablo se .parece á la.de los Macabeos, más arriba cita­
da: Superfhium est et vanum orare pro mortuis, si mor-
tui non resurgunt. Retuérzase y desfigúrese este texto con'
tantas interpretaciones como os agraden, y no habrá nin­
guna más que ésta que se ajuste bien á las Santas Letras.
Ni vale decir tampoco que el bautismo de que habla San
Pablo, sea solamente un bautismo de tristeza y de lágri­
mas, y no de ayunos, oraciones y otras obras, pues con
esta interpretación su conclusión sería muy mala; pues
con esto se quiere llegar á la conclusión de que si los
muertos no resucitan, y si el alma es mortal, en vano
(1) V er. 20.
(2) In Samuel, propht., libro TV, cap. X."
(8) V er. 29.
(4) V er. 50.
<f>) V er. 38.
sería afligirse por los muertos. Y yo os pregunto: ¿no
habría más ocasión de afligirse con profunda tristeza por
la muerte de los amigos, si éstos no resucitasen y se per­
diera toda esperanza de volverlos á ver, que si ellos
resucitasen? Entiende él, pues, que las aflicciones volun­
tarias que cada«cual se imponía tenfan por objeto impe­
trar el reposo de los difuntos, pues sin duda se practica­
rían en vano si las almas fueran mortales ó los, muertos;
no resucitasen; acerca de lo que es necesario acordarse
de lo que más arriba hemos dicho, esto-es, que el artículo
de la resurrección de los muertos y el de la inmortalidad
del alma, se unían tan estrechamente en la creencia de
los judíos, que quien admitía el uno, admitía el otro, y
quien negaba el uno negaba el otro también. Es evidente,
pues, según estas palabras dé San Pablo, que la oración,
el ayuno y las demás santas aflicciones se hacían loable­
mente por los difuntos, pero no por los del Paraíso, que
no tenían "de ellas necesidad, ni para los del infierno, qué
no podían recibir con ellas ningún auxilio, sino por los
del purgatorio; así lo expuso hace mil doscientos años
San Efrén en su testamento (1), y los Padres que han dis­
putado contra los Petrobusianos.
Otro tanto puede deducirse de lo que dijo el Buen
Ladrón, según San Lucas, XXIII (2), cuando, dirigiéndo­
se á nuestro Señor le dijo: Memento mei dum veneris in
regnum tuum; porque ¿á qué había de recomendarse
él, que iba á morir, si no hubiese creído que las almas,
después de la muerte, podían ser socorridas y ayudadas?
San Agustín, I, 6, contra Juliano, cap. V (3), prueba en
este pasaje, que algunos pecados son perdonados en el
otro mundo.

0 ) Post mcdinm.
(2) V er. 42.
(3) Ai, 15.
ARTÍCULO VI

¡)e varios lugares de la Escritura por los qué se prueba


que algunos pecados pueden ser perdonados en el otro
mundo.

' " Hay algunos, pecados que pueden ser perdonados en


el otro mundo, y rio pudiéndolo ser ni en el infierno ni en
el cielo, tienen que serlo en un Purgatorio. Y que hay
pecados que se perdonan en el otro mundo, lo probamos
primeramente con el pasaje de San Mateo, cap. XII (1),
donde nuestro Señor dice que hay un pecado que no pue­
de ser perdonado ni en este siglo ni en el otro; luego hay
pecados que pueden ser perdonados en el otro siglo, pues
si no hubiera pecados que pueden ser remitidos en el otro
siglo, no sería necesario atribuir esta propiedad á una-
clase de pecado q.ue no podía ser remitido en el otro siglo,
sino que bastaba decir que no podía ser remitido en este
mundo. Y ciertamente, cuando nuestro Señor hubo dicho
á Pilato: Regnum meum non est de hoc mundo, en San
Juan, XVIII (2), Pilato dedujo esta conclusión: Ergo Rex
es tu7 Que fué hallada buena por nuestro Señor que con­
sintió en ella; y de la misma manera cuando dice que hay
un pecado que no puede ser perdonado en el otro siglo,
se sigue claramente que hay otros que pueden ser remiti­
dos. Los adversarios querrán sostener que estas palabras:
Ñeque in hoc saeculo ñeque in alio, no quieren decir otra
cosa sino in aeternum ó numquam, como dice San Mar­
cos en el cap. III (3): Non habet remissionem in aeternum.
Está bien, pero nuestra razón no pierde nada de su firme-
;Za por esto, pues ó San Mateo expresó bien la intención
de nuestro Señor, ó no; y como no hay quien se atreva
á decir qne no, habiéndola expresado bien, se sigue de
;ello que hay pecados que pueden ser remitidos en el otro
/siglo, pues que nuestro Señor ha dicho que hay uno que
no puede ser remitido en el otro siglo. Pero decidme por
|favor, si San Pedro hubiese dicho en San Juan, XIII (4):
Non lavabis mihi pedes in hoc saecuio Meque in alio, ¿no
hubiera habjado torpemente, puesto que en el otro mun­
do no pueden ser lavados? Por eso dijo in aeternum. No
hay, pues, que creer que San Mateo hubiese expresado la
intención de nuestro Señor por estas palabras: Ñeque in
hoc saecuio ñeque in alio, si en el otro no pudiera haber-
remisión de los pecados; se burlarían de quien dijera no
me casaré ni en este mundo ni en el otro, como si creye­
ra que en el otro mundo se podía casar. Quien dice, pues,
que un pecado no puede ser remitido ni en este siglo ni
en el otro, presupone que puede haber remisión de álgu-
nos pecados en este mundo y también en el otro. Bien sé
que nuestros adversarios tratan por medio de diversas
interpretaciones de parar este golpe, pero está, también
dirigido, que no pueden evitarlo, y realmente, vale más
entender prontamente, de acuerdo con los Santos Padres
antiguos y con toda la reverencia que se pueda, las pala
bras de nuestro Señor, que por fundar una nueva Doctri­
na convertirlas en groseras y mal apropiadas. San Agus-,
tín, libro XXI, De civil Dei, cap. XXIV (1), San Grego­
rio, libro IV de sus Diálogos, cap. XXIX; Beda, sobre
el III de San Marcos (2)' San Bernardo ¡ en la Homilía 66,
sobre los Cantares (3), y los, que han escrito contra los
Petrobusianos, se sirvieron 'de este pasaje, según nuestra
intención y con tanta seguridad, que San Bernardo, para
declarar esta verdad, no aduce otro, tan decisivo le pa­
rece éste.
En San Mateo, V (4), y en San Lucas, XII (5): Esto
consentins adversario tuo cito, duni es cum eo in via; ne
forte tradat te adversartus judici, judex tortori, et mit·
taris in carcerem; amen, dico tibi, non exies inde doñee
reddas novissimum quadrantem. Orígenes (6j, San Ci­
priano (7), San Hilario (8),:San Ambrosio (9), San Jeró­
nimo (10) y San Agustín (11), dicen que el camino del que
se ha dicho. Cum es in via, no es otro que el pasaje de la

(t) 82.
(2) In vers. 29 y 30.
(3) §11.
(4) V ers. 25-26.
(5) V ers. 58-59.
16) Hom. X X X V . in Lucam.
(7) lip is. L Il, $ 20.
(8) In loeuin Matth.
(9) In locum Lucac.
(10) In loemn Matth. t
(Jl) Serm o CIX, cap. III.
presente vida. El adversario será nuestra propia con­
ciencia, que combate siempre contra nosotros y por nos­
otros, es decir, que resiste siempre á nuestras malas
inclinaciones y á nuestro viejo Adán para nuestra salva­
ción, como exponen San Ambrosio (1), Beda (2), San
Agustín (3), San Gregorio.(4) y San Bernardo (5) en
diversos lugares. El ju es , es'indudablemente nuestro
Señor, en San Juan, V (6): Pater omne jiidicium dedil
Filio. La prisión, el infierno ó el lugar de las penas del
otro mundo, en el que, como en una gran cárcel hay
muchas celdas, una para los que han sido condenados,
que es como para los criminales, la otra es para los que
están en el purgatorio, que es como, para los detenidos.
El cuadrante, del que se dice: Non exies inde doñee
reddas novissimum quadrantem. son los pecados leves,
como el cuadrante ó maravedí es la menor moneda que
puede deberse. Consideremos ahora un poco dónde se
debe hacer este pago, de que habla nuestro Seflor: Doñee
reddas novissimum quadrantem. En primer lugar halla­
mos tres antiguos Padres que han dicho que ese lugar es
•el purgatorio, á saber: Tertuliano, libro De Aninta,
cap. LVIII; Cipriano, lib. IV, epistoíarum II (7) Oríge­
nes, en la Homilía XXXV, sobre este lugar (8); Euse-
jbi'o Emiceno, en la Homilía I I I de la Epifanía (9); San
Ambrosio, sobre el cap. XII, vers. 58 y 59 de San Lucas;
San Jerónimo, sobre el V de San Mateo; San Bernardo,
Sermone de obitu Humberti, § 8.—2.® Cuando se dice:
Doñee solvas ul'timum quadrantem, ¿no se presupone que
se le pueda pagar, y que de tal modo pueda disminuir la
deuda que no quede de ella más que el último maravedí?
Y si cuando dice en el Salmo CIX, 1: Sede a destris meis
doñee ponam inimicos tuos, etc., se sigue bien: Ergo ali-
quando ponet inimicos· ?cabellum pédum; así, al decir:
Non exies inde doñee reddas, muestra que aliquando red-
det vel rcddcre potcst.—3.° ¿Quién no ve que en San Lu-
(1) Ubl'supra.
(2) ln loeu m Lucae.
' (8) Ubi su pr a.
(4) H om . X X X I X in E v u n g . , § 5 .
(5) I n C a n t . L X X X V .
(6) V e r . 2‘J
(7) AL Hpis. L lI , § ” 0.
(8) l n locum L u c a c . ’ .
(9) I t a a p u d Bellarnú nu m , Lotttrov de P u rga t., lib. I, cap, V l l f . H o d i e c o n -
v en it ínter oíanos coUr.ctionem homUiarum oJim E ns ebio E mis se no si v e E m e-
seno ad sc r ip iam , es op eri b us Grunonis A stren sis alior um qu e la iin oru m rece n -
’t iórum confectru « fuisse.
cas, XII, se saca la comparación, no de un homicida ó de
cualquier criminal que no puede tener esperanza de sal­
vación, sino de un deudor que ha sido reducido á prisión
hasta que pague, hecho lo cual recobrará inmediatamen­
te la libertad? Ved, pues, la intención de nuestro Señor:
quiere que mientras estemos.en el mundo, tratemos por la
penitencia y sus frutos, según la posibilidad que para ello
tenemos por la Sangre del Redentor, de pagar la pena á
que estamos obligados .por nuestros pecados, pues si
esperamos á la muerte, no tendremos tanta facilidad para
hacerlo en el purgátorio, donde seremos tratados con·
rigor.
Todo esto parece haber sido declarado por nuestro
Señor mismo en San Mateo,. V (1), cuando dijo: Qut
irascitur fratri suo, reus erit judicio, qui dixerit fratrt
suo racha, r,eus erit consilio, qui dixerit fatuo, reus erit
geherinae ignis. Aquí se trata de la pena que se debe
recibir por el juicio de Dios,.cómo se demuestra con
estas palabras: Reus erit gehennae ignis. Y no obstante,
no hay más que la última de las tres ofensas que sea cas­
tigada con el infierno; luego en el juicio de Dios, después
de esta vida, hay otras penas que no son etérnás ni infer­
nales, y esas son las penas del purgatorio. Quizá se dfe.:á
que esas penas se sufrirán en este mundo; pero San
Agustín (2) y los demás Padres lo entienden del otro
mundo; y por otra parte, ¿no puede suceder que muera
un hombre inmediatamente después de haber hecho la
primera ó la segunda ofensa de que aquí se trata? ¿Dón­
de pagará entonces las penas qué debe por su ofensa?
Y si queréis que no las pague., ¿qué lugar le daréis des­
pués de esta vida? No le enviaréis al infierno, á menos
que queráis aumentar la sentencia de nuestro Señor,
que no da el infierno por pena más que á los. autores de
la tercera ofensa; alojarle en el Paraíso tampoco lo debéis
hacer, porque la naturaleza de este celestial lugar recha­
za toda imperfección. Y no aleguéis aquí la misericordia
del Juez, pues que Él declara en este lugar que quiere
emplear la justicia; haced, pues, lo que los antiguos Pa­
dres, y decid con ellos que hay un lugar donde dichas
faltas serán purgadas, y después las almas así purifica­
das subirán al Paraíso.
(1) V e r . 22.
(2) D cs e rm . Dom. in monte, 11b. I, cap. IX .
En San Lucas, cap. XVI, ver. 9, se halla escrito:
Facite vobis amicos de mammona iniquitatis, ut cum
defeceretis, recipiant vos in aeterna tabernacula. Desfa­
llecer, ¿qué otra cosa es qtie morir? Y los amigos, ¿qué
otros pueden ser que los Santos? Así lo entienden todos
los intérpretes; de lo que se siguen dos cosas, á saber:
que los Santos pueden ayudar á los hombres difuntos, y
que los difuntos pueden ser ayudados por los Santos;
¿porque á qué otro propósito pueden referirse estas pala­
bras: Facite amicos qui recipiant? No pueden entenderse
en el sentido de la limosna, pues aunque la limosna es
buena, no nos adquiere, sin embargo, amigos que nos pue­
dan recibir en los eternos tabernáculos, corrió sucede cuan­
do se hace á personas malas con santa y recta intención.
Así está expuesto este pasaje por San Ambrosio (1) y por
San Agustín, lib. 1, 21 De la Ciudad de Dios, cap. XXVII,
§ 5; pero la parábola de que usa nuestro Señor, es dema­
siada clara para dejarnos dudar de esta interpretación,
pues la similitud está tomada de un ecónomo que estan­
do dimitido de su oficio y empobrecido, pedía socorros á
sus amigos, y el socorro pedido á los amigos y la ayuda
que se recibe después de la muerte de aquellos á quien se
ha dado limosna, no pueden recibirse por los qUe están en
el Paraíso ó en el infierno: luego es para áquellos que
están en el purgatorio.

ARTÍCULO Vil

De algunos otros lugares de los que por diversidad


de consecuencias se conñrma la verdad del purgatorio,

San Pablo á los Filipenses, II (2), dice estas palabras:


Utin nomine Jesu omne genuflectatur, coelestium, Ierres-
trium et infernorum. En el cielo hay bastantes rodillas
que se doblan al nombre del Redentór; en lá"tierra hay
muchas dentro de la Iglesia militante; pero en el infierno,
¿dónde están las que hallaremos? David desconfía de
(1) ln locum.
(2) V er. 10.
hallar alguna, cuando dice: In inferno autem quis confite-
bur. tibi? (Salmo VI) (1) y Ezequíás é Isaías, XXXVIII (2): ·
Quia non infernus confitebur tibi. Lo que se debe relacio­
nar con lo que David dice en otro lugar (3): Peccatori
autem dixit Deus: quare tu enarras justitias meas et
assumis testamentum meum per os tuum? Y si Dios no
quiere recibir alabanza del pecador obstinado, ¿cómo iba
á permitir a. esos miserables condenados que se emplea­
ran en tan santo oficio? San Agustín da mucha impor­
tancia á este pasaje para el propósito de que se trata,
I, XII del Génesis, cap. XXX11I. Hay otro semejante en
el Apocalipsis, V (4): Quis dignus est aperire librum et
solvere septem signacula ejus? Et nemo inventus est ñeque
in coelo, ñeque in térra, ñeque subtus terram.Y más abajo,
en el mismo capítulo (5): Et omnem creaturam, quae in
coeló est, etsuper terram,omnes audivi dicentes Sedenti
in tkrono et Agno: Benedictio, et honor, et gloria, et po·
testas in saecula saeculorum; et quatuor animalia dice·
bant, Amen. ¿No constituye esto una Iglesia, y en la q&e.
Dios se ve alabado bajo tierra? ¿Y. qué otra puede ser
si no es la del purgatorio?

ARTÍCULO VIII

De los Concilios que han recibido el purgatorto


como articulo de fe.

Aerio, como más arriba hemos dicho (6), comenzó á


predicar contra los católicos, diciendo de las oraciones
que hacían por los muertos, que eran supersticiosas; tam­
bién en nuestros tiempos hay sectarios como aquel jefe.
Nuestro Sefior nos da en su Evangelio (7) la regla que
debemos observar en semejántes ocasiones: Sipeccaverit
in te frater tuus, etc., dic Ecclesiae; si quis Ecclesiam
non audtertí, sit tibi tanquam ethnicus et publicanus.
■ (1) V er. 6.
• (3) V er. 18.
(3) Psalm. X L IX , 16.
;4) Vers. 2-3. '
(6) Vera. 13-14.
(6) A rt. II.
(7) Matth, X V III, 15-17.
Oigamos, pues, lo que dice la Iglesia en este asunto: En
Africa, en el Concilio de Cartago, III (1), cap. XXIX, y en
el IV, cap. LXXIX; en España, en el Concilio Bracaren-
se (2), caps. XXXIV y XXXIX (3); en Francia, en el Con­
cilio de Chalons (4), como es referido De Cousec. (5) dist. I,
can. Visum est\ en el Concilio deOrleans, II, cap. X IV (6);
en Alemania, en el Concilio Wormatiense (7), cap. LXXX;
en Italia, en el Concilio VI, bajo Symmacho (8); en Gre­
cia, puede verse en sus Sínodos, recogidos por Martín Bra-
carense(9), cap.LXIX; y por todos esos Concilios podréis
ver que la Iglesia tiene por auténtica la oración por los
difuntos, y por consecuencia, el purgatorio. Además de
esto, lo que por partes había definido, lo definió por su
cuerpo general;*en el Concilio de Letrán, bajo Inocen­
cio III, cap. LX'VI; en el Concilio de Florencia, donde se
encontraron todas las naciones, sesión última, y, final­
mente, en el Concilio de Trento, sesión 25 (J,0).
¿Pero que más santa resolución de la Iglesia que la
que consta en todas las Misas de ésta? Leed las liturgias
de Santiago, San Basilio, San Crisóstomo, San Ambrosio,
de las que al presente se sirven todos los cristianos orien­
tales, y en ellas veréis la conmemoración por los difun­
tos, como se ve en la nuestra con poca diferencia. ¿Pero
qué más? Desde el momento en que Pedro Mártir, uno de
los hábiles del partido contrario, sobré el III capítulo de
la I á los Corintios (II) confiesa que toda la Iglesia ha
seguido esta opinión, no tengo para que entretenerme
más en esta prueba. Verdad es que dice que la Iglesia ha
errado y ha claudicado, ¿pero quién puede creer esto?
Quis es tu jüdicas Ecclesiam Dei (12). Si quts Ecctesiam
nón audiverit, sit tibi tanquam ethnicusetpublicanus(í3).
Ecclesia est firmamentum et columna veritatis (14), et
portae inferí non praevalebunt adversus eam (15). Si sal
(1) Concil., fin. 307.
(2) Anno 561.
<3) A l. 38.
(4) Cabitlonem ,.lI, can. X X X tX ; un. M3.
(5V C orp. Juris can , Decreti, III Part.
<6) A l 15, an. 531.
(7) A ano 868.
l8)· Anno 504.
(9) Capitula collecta a Martina, Eptscopo Bracarensi: Conciliu, an. 572.
(10) Initio-
(llí Disquisitio in ptirgiit., acl vers. 14-lfS.
(VI) Cf R o m . X IV , 4.
(13) Matth,, X V III, 17.
(14) I T im ot.. III, 15.
(10) Matth , X V I, Ifi.
evanuerit, in quo sálietur (1)? Si Ecclesia erraverit, a
quo corripietur? Si Ecclesia, fida custos veritatrs, verifa-
tem amiserit, vertías a quo reperietur? Si Christus Eccle -
Siam abjecerit, quem recipiet? Qui neminem nisi per
Ecclesiam admittit? Y si la Iglesia puede errar, ¿vosotros
y Pedro Mártir, no podéis errar también? Indudablemen­
te; por tanto yo creeré que habéis errado vosotros y no
la Iglesia.

ARTÍCULO IX

De los antiguos Padres¿

Es espectáculo hermoso y lleno de consuelo ver la


relación admirable que existe entre la Iglesia presente y
la antigua en cuanto se refiere á la creencia especial­
mente: digamos lo que hace á nuestro propósito acerca^
del purgatorio..Todos los antiguos Padres lo han creído
y atestiguado que está en la fe apostólica. He aquí los
autores que podemos citar: entre los discípulos de los
Apóstoles, San Clemente y San Dionisio;, después San
Atanasio, San Basilio, San Gregorio Nacianceno, Efrén,
Cirilo, Epifanio, Crisóstomo, Gregorio Niceno, Tertu­
liano, Cipriano, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Oríge­
nes, Boecio, Hilario, es decir, toda la antigüedad, aun
anterior á mil doscientos años en que aquellos Padres
vivieron, y cuyos testimonios me habría sido fácil pre­
sentar, pues han sido recogidos exactamente en libros de
nuestros católicos. En el de Canisio, en su Catecismo (2);
de Sandero, De visibile Monarchia (3); de Genebrand,
en su Chronologia (4); de Belarmino, en su Controversia
del purgatorio (5); de Stapleton, en su Prontuario (6);
pero sobre todo, quien quiera ver larga y fielmente cita­
dos los pasajes de los antiguos Padres, que lea la obra de
Canisio, revisada por Busaeo. Pero hablando en verdad,

(1) Matth., V , 13.


(2) De Sacrazn., cop. IX» de Poenit.
<31 L lb , V II.
(4) Libria III, IV , ad calcem cujusque sacculi,
(5) Lib. I, cap, X .
.. (6) Prompt. cathol. in com m cm . orno. Fidel, defunct.
Calvino nos libra de este trabajo en el libro III de sus
Inst., cap. V, § 10, donde dice así: Aute 1300 annos
ustt receptwn fuit ut predicationes fierint pro defunctis.
Y después añade: Sed omnes, fateor, in errorem abreptt
fuerunt. Nosotros, pues, no tenemos que hacer buscar ni
los nombres ni lugares de los Santos Padres para probar
la existencia del purgatorio, pues que Calvino, para sal­
dar su cuenta, los reduce á cero. ¿Pero qué apariencia
de verdad puede haber en que" un solo Calvino sea infali­
ble y toda la antigüedad se haya equivocado? Se dice que
los antiguos Padres creyeron el purgatorio para acomo­
darse al vulgo, ¡donosa excusa! ¿Acaso no estábanlos
Padres para apartar del error al pueblo si en él quería
incurrir, y no para alimentarlo y condescender con él?
Esta excusa,· por lo tanto, sólo sirve para acusar á los
antiguos. ¿Pero cómo puede ser que los Padres no creye­
ran á ciencia cierta en el purgatorio, cuando Aerio,
como más arriba he dicho (1), fué tenido por hereje por
que lo negaba? Da lástima ver la audacia con que Calvi­
no (2) trata á San Agustín porque éste oró é hizo orar
por su madre, Santa Mónica, y que por todo pretexto
aduce que San Agustín, libro l, 21 Civit., cap. XXVI,
parece dudar del fuego del purgatorio. Pero esto nada
tien'e que ver con nuestro propósito, porque es cierto que
San Agustín dice que se puede dudar del fuego y de la
calidad de éste, pero no del purgatorio; luego sea que la
purificación se haga por el fuego ó de otra manera, sea
que el fuego tenga las mismas cualidades que el del
infierno ó no, lo cierto es que no deja de haber una puri­
ficación y un purgatorio; porque él no pone en duda el
purgatorio, sino la calidad de éste. Y eso no lo negarán
ios que vean cómo habla en el cap. XVI y en el XXIV del
mismo libro de la Ciudad y en el libro De Cura pro mor-
tuis agenda, y en otros lugares. Ved por lo tanto cómo
nos hallamos en el camino de los santos y antiguos Padres
en cuanto á este artículo del purgatorio.

(1) A r t. II.
(2) L oco quo supra.
ARTÍCULO X

De dos razones principales y del testimonio de los


extraños respecto del purgatorio.

He aquí dos razones invencibles en favor de la existen­


cia del purgatorio: la primera es que hay pecados leves,
comparados con los otros que no hacen al hombre reo del
infierno; luego si el hombre muere con esos pecados, ¿qué
será de él? El Paraíso no recibe nada que esté manchado
(Apoc. XXI) (1); el infierno es demasiada pena, porque
no corresponde á su pecado; preciso es, pues, confesar
que se detendrá en un purgatorio hasta que después de
bien purificado entre en el cielo. Y que hay pecados qup
no hacen al hombre reo del infierno, lo dice nuestro Sefiof
en San Mateo, cap. V (2): Qui irascitur fratri suo, reus
erit judicto: qui dixerit fratri, suo raca reus erit consi-
lio; qui dixerit fatue, reus erit gehennae ignis. ¿Y qué
es — yo os pregunto — ser reo de la gehenna del fuego,
sino ser reo del infierno? Luego esta pena sólo es aplicada
á los que llaman á su hermano .insensato', los que montan
en cólera y los que manifiestan su cólera con palabras no
injuriosas y difamatorias, no están en la misma categoría,
sino que el uno merece el juicio, esto es, que su cólera sea
puesta en juicio como la palabra ociosa (Matth., XII) (3),
de la que dice nuestro Señor que los hombres, reddent
rationem in dié judicii que es preciso dar cuenta; el
otro merece el concilio, esto es, merece que se delibere
si será condenado ó no (pues nuestro Señor se acomoda
al modo de hablar de los hombres); solamente el tercero
es quien sin duda infaliblemente será condenado; luego
el primero y el segundo son pecados que no hacen al
hombre reo de la muerte eterna, sino de una corrección
temporal; y por lo tanto, si el hombre muere con estos
pecados, por accidente ó de otra manera, es preciso que
sufra el juicio de una pena temporal, mediante la que,
quedando purgada su alma, irá al cielo con los bienaven­
turados. De estos pecados habla el Sabio (Proverb., ca­
pítulo XXIV) (1): Septies in die cadit justus. Pero el
justo no puede pecar, mientras que es justo, con pecado
que merezca la condenación: se entiende, pues, que cae en
pecados por los que no merece la condenación, y que los
católicos llaman veniales, que pueden purgarse en el otro
mundo en el purgatorio. La segunda razón es que des­
pués del perdón.del pecado queda en parte la pena debida
á éste, como por ejemplo (libro II de tos Reyes, XII) (2),
el pecado fué perdonado á David diciéndole: Deus quoque
transtulit peccatum tuum, sed quia blasphemare fectstl
inimicos nonten Domini, fllius tuus morte morietur (3).

(1) Ver. 16.


(2) V e rs. 13-14.
(3) Este artículo quedó sin terminar; aquí acaba todo lo que ha podido 8Cff
encontrado del autógrafo.
TESTIMONIOS DE AUTENTICIDAD
UNIDOS A L AUTÓGRAFO

CON SERVADO EN ROMA BN LA BIBLIOTECA C H íG l

t
Certifico y afirm o haber hecho recon ocer que los presentes manus*
critos que tratan de la autoridad y Primacía de San Pedro y de los
Soberanos P ontífices, sus sucesores, están escritos ó dictados y tie­
nen el estilo del Venerable Siervo de Dios, Mons. F rancisco de Sales,
Obispo que fué de Ginebra, cuya canonización se prosigue al pre­
sente.
Las personas, que han recon ocido estos escritos son : el Sr* M a r­
qués de ZLu/íh, gobern ad or de la provincia de C hablays, cuya provin­
cia es una de las convertidas por e! gran Francisco de Sales; el
Rdo . P . P r io r délos Cartujos de Rípaielle; el Sr. Serafín , C anónigo
de San Pedro de Ginebra, de edad de ochenta años; el S r . Janñus,
Prior de Brans, en C hablays; el.S r, G a rd , C anónigo de Nuestra
Señora de la iglesia colegial de A bnessy; Sr; Francisco Fa v re y que
sirvió de camarero durante veinte años al d ich o Siervo de Dios.
T o d o s los arriba nom brados aseguran ser de la propia m ano ó de
la com posición de aquel grande Obispo de G inebra, y también ase­
guran haberle oíd o predicar una parte cuando convirtió al país de
Gejc y de Chablays.
En A nn ecy, á 20 de A gosto de 1658.

FjA N D R é s de CHACJGr,

Religioso M ínim o y Procurador de la Visitación


para la canonización del Venerable Siervo de Dios
Monseñor de Sales.
t
Nos el abajo firm ad o; Guillerm o de B lancheville, señor y Barón
de Heiry, C orn illion , M artod, G erbaix, la Salle, E n u u is (Atinuits),
Gilly, etc., Consejero de Estado de S. A. R .v primer Presidente
en el soberano Senado de Saboya y Comandante general de S aboya
en ausencia de Mm<k R 1®, declaramos que el libro de la A utoridad de
San Pedro es todo del B. Francisco de Sales, y el o tr o , que está
escrito de mano de su secretario, está corregido de mano del Bien­
aventurado. L o declaro porque varias veces he visto al susodicho
Bienaventurado ocupado en esos escritos. En fe de lo cual firm am os
la presente declaración y hacemos aplicar (i ella nuestro sello.
En C ham bery, á cin co de Septiembre de mil seiscientos cin ­
cuenta y o ch o.
L f S · G. Ds B la n c h b v ille .

t
Nos el abajo firm ado, Pedro A ntonio de Castagnery, Barón de
Chasteauneufz, Consejero de S. A . R ., Presidente de su soberana
Cámara de Cuentas de Saboya y Generalísimo de su Hacienda 7 de­
claramos que el libro de la Autoridad de S*.n Pedro es todo del
B. Francisco de Sales, y el o tro, que está escrito de la m ano.de su
secretario, está corregido de m ano del dicho Bienaventurado. L o
declaro porque los he visto en casa del susodicho Bienaventurado y
visto también otros escritos suyos. En fe.de lo que hemos firmado la
presente declaración y h ech o aplicar á ella nuestro sello.
En C h a m b ery , á cin co de Septiembre de mil seiscientos cin ­
cuenta y och o.

Lt s P. A· C astagnery ,

t
Nos el abajo firmado, Claudio Ducret, Consejero de Estado de
S. A , R ., primer Senador en el soberano Senado de Saboya, á todos
los que competa con ocerlo hacem os saber que habiendo visto, leíd o’
y examinado el libro de la Autoridad de San Pedro , contenido
en dos legajos, declaramos que él todo está escrito de m ano del
B. Francisco de Sales. Lb declaro por haberle visto muchas veces
escribir, y firmar en diferentes asambleas» E o fe de lo que hemos
firm ado la presente declaración y hecho aplicar á ella nuestro sello.
En C ham bery, á cin co de Septiem bre de mil seiscientos c io -
cuenta y o ch o.
D u crkst,
Por mandato de dicho señor,

P lan ch est:

L f S

t '
Nos Francisco De la Pcsse V ia lló n , señor de dicho lugar, de los
Serrieres y de San M arcelo, presbítero, D octor en Derecho, Conse­
jero de S. A. R. y Maestro ordinario en la soberana Cámara de
Cv.entas de Saboya, declaramos con juram ento haber visto cuidado­
samente el tratado de la Primacía de San Pedro y de las Marcas de
la verdadera Iglesia, conteniendo quince cuadernos en hojas sueltas,
cu yos d oce prim eros están todos escritos de m ano del· Venerable
O bispo de Ginebra Francisco Je Sales, que nos estimamos Bienaven­
turado, salvo el respeto que debemos á la Santa Sede, y los tres últi­
mos están escritos por uno de sus secretarios, cuya escritura no c o ­
nocem os, pero sí que en diferentes lugares la hay de mano de dicho
Venerable, á m odo de continuación ó corrección . Lo que afirmamos
por haber leído gran cantidad de sus escritos y firmas. En fe de lo
que hemos dictado la presente declaración á nuestro secretario,
firmada y rubricada por nos y sellada con nuestras armas.
En C ham bery, á cinco de Septiembre de mil seiscientos cin­
cuenta y o ch o .
F. D k la P essk.
J. S . D e L amollih .

L f S

t
Nos Catolus Augustus, Dei et A postolicae Sedisgraúa Epiacopus
et Princeps Gebennensis, Testam ur óm nibus ad quos spectabit: q u a -
ten u s, die decimaquarta mensis M aii, praesentis anni milfesimi
sexccntesim i quinquagesimi octavi, dum esemus in castro nostro
T ulliano, a quo per annos quatuordecim abfueramus, revolverem us-
que tabulas A rchivii nostri, reperimus duodecira códices m agnos
et parvos, manu propria scriptos V encrabilis Servi Dei et Pracdeces-
soris nostri Francisci de Sales; in qu ibu sagitu r de multis th eolog i-
cis punctis inter Catholicos Doctores et haereticos controversis, prae*
sertim circa authoritatem summi Romani P ontifici, ut Vicarii Jesu
Christi et sucessoris Divi Petri, Reperimus quoque tres alios códices,
do eadem materia, alterius manu scriptos, exceptis tribus pagiaisqui
de manu praedicti Serví Dei sunt. Quo om ncs codicis reverendo Pa-
tri Andraeae de Chaugy, ordinis Minimorum religioso, ct in causa
Beatifjcationis cjusdem Servi Dei Procuratori, consignávim us. Jo
quorum fidem huic scripto sigillum nostrum apposuimus.
Annissii, die sexta septembris, m illesim o sexcentesimo quinqua-
gesimo octavo·
C a r o lü s A u c u stu s, Episcopus Gebennensis,
L + S manu propria.

t
Nos Pedro Francisco Jay, Doctor en T eo lo g ía , Chantre y Canó­
nigo de la iglesia Catedral de San Pedro de Ginebra, Vicario general
y Oficial de monseñor el lim o, y Rm o. Carlos Augusto de Sales, Obispo
y Príncipe de Ginebra, certificamos á quien corresponde, haber visto
doce legajos, m íos gn n d es y otros ch ico s, y haber reconocido dete­
nidamente que todos ellos han sido escritos de mano propia del
difunto lim o, y R m o. Francisco de Sales, en vida. Obispo y Principe
de Ginebra, de ttuy feliz y loable memoria» c:i cuyos legajos se trata
de muchos puntos de controversia contra los heréticos de nuestros
tiempos, y particularmente en lo q u e atañed !n autoridad de nuestro
Santo Padre el Papa, com o V icario de nuestro Salvador y sucesor de
San Pedro; certificamos además haber visto oíros tres legajos escritos
de diferente tnano, salvo tres páginas, por nos reconocidas com o es­
critas de mano del mencionado Rm o. Obispo, hoy difunto, cuyos
legajos tratan también de las susodichas controversias. En fe de lo
que abajo firmamos.
A n n ecv, d siete de Septiembre de mil seiscientos cincuenta y o ch o ,
y estampado nuestro sello ordinario.

L + S P, F. Jay, Vicario general y Oficia!,

t
Nos Juan C laudio Jarsellat B ebin, C anónigo de la iglesia Cate­
dral de San Pedro de Ginebra, Oficial, por parte de Francia, del
Obispado, certificam os 4 quien corresponda, haber visto doce lega­
jos entre grandes y pequeños, y haber reconocido bien que (odos
ellos están escritos de la propia mano dei hoy difunto ilustrísirao
y -R m o , Francisco de Sales, en vida O bispo y Príncipe de Gine­
bra, en cu yos legajos se trata de m uchos puntos de controversia
contra los heréticos de nuestros tiempos, y particularmente en lo q u e
atañe á la autoridad de nuestro Santo Padre el Papa. Certificamos
además haber vtsto otros tres legajos escritos de diferente m ano,
salvo tres páginas que reconocem os han sido' escritas por mano del
mencionado Rmo. O bispo t h oy difunto* En fe de lo que abajo
firmamos y estampamos nuestro sello ordinario,
A n n e c y , á o ch o de Septiembre de mil seiscientos cincuenta
y och o.
Lf s J a k s e lla t BétUN, Oficial.

t
Nos D. Carlos F rancisco de Chastenoux, D octor en T e o lo g ía ,
Preboste de los R dos. Padres B arnabitas, fundados en la c iu ­
dad de T h o n o n en el D ucado de Chablays, certificam os á quien c o ­
rresponda haber visto doce legajos entre grandes y pequ eñ os, y
haber reconocido bien que todos ellos han sido escritos de la propia
mano y carácter del h o y difunto lim o , y Rm o. Francisco de Sales,
en vida Obispo y Príncipe de Ginebra, en cu yos legajos se trata de
m uchos puntos de controversia contra los heréticos de nuestros
tiempos, y particularmente en lo que atañe á la autoridad de nues­
tro Santo Padre el Papa. Certificamos también haber visto otros
tres legajos escritos de diferente m ano que la suya, á reserva de
tres páginas, reconocidas por nos com o escritas de la propia mano del
dicho Francisco de Sales, cuyos legajos tratan de otras semejantes
controversias contra los heréticos. En fe de lo que abajo firm am os el
presente certificado de nuestra propia mano y estam pando nuestro
sello ordinario.
T h o n on , á trece de Septiem bre de mil seiscientos cincuenta
y och o.
* D . C a r l o s F r a n c is c o C h astenoux,

Preboste de ¡os Padres Barnabitas de Thonon en Chablays .

•L f S
DEL AUTÓGRAFO

GUARDADO EN LOS ARCHIVOS DEL PRIMER M ONASTERIO DE ANNECY

Y REPRODUCIDO EN LA PRESENTE EDICIÓN

f
Qua diligentia potu i, transcripsi iotegrum Manuscriptum c o d i-
cem B ibliotecae Chigianae, qui pro maxima parte et Sancti F ra n -
cisci Autographum , Transcríptum , eadem diligentia originali co ír,-
paravi. Opus com plcvi die 3o Juanarii, 1891, postridie festi Sancti
Francisci, Roiaae in collegío aliaborantium edltioni Lconianae o p e -
rum D. T oraac Aquinatis, ubi, ex favore Viri P rincípis, dictum
Manuscriptum per plure9 annos servaveram.

Sacrae TeoU Lector , O r¿ . Praed.


F r* P e t r u s P a ü lu s M a c k e y ,
de Collegio Editorum operum XX Tómete Aquinatis»

CERTIFICADO DE FRANCISCO FA V R E

D AD O E L 6 D E JULIO D E 1 6 5 8

SACADO DEL SKGUND0 PROCESO DE CANONIZACIÓN, TOMO V , PÁGS. ¿ 8 Y 5 9

t
Ostcnso et tractatu Servi D e i, continentes prim o dúo folia sepa­
rata, deinde quatuor quaterniones, deinde quinde folia separata, et
deinde quatuor quaterniones. Interrogatus an recognoscat om nia
illa esse scripta propria Serví Dei manu; postquam quaelibct* et
atiente consideravit, respondit:
R econ ozco que la mayor parte de dicho tratado está escrito de la
propia mano de dicho Servidor de Dios, y la otra parte de la de
maese Jorge R oland, ó del Sr. Luis de Sales, hermano del Siervo
de Dios. Las dos primeras hojas separadas y todo el primer legajo
que contiene u hojas ó 22 páginas, y el segundo, que contiene
seis hojas ó 12 páginas, son de la propia m ano del Siervo de D ios;
com o también las och o primeras hojas del. tercer legajo, es d ecir,
las 16 primeras páginas de dich o leg a jo; pero la 17, 18, 19 y 20 pá­
ginas del m ismo legajo son de m ano ajena, aunque corregidas en
algunos sitios por (a propia m ano del dicho Servidor de Dios* lo que
hace conocer que los ha dictado; la 21, 22 y 23 y cuatro líneas y
media de la 24 son también de la propia mano del Servidor de D ios.
R econ ozco que el cuarto legajo está enteramente escrito de su m ano,
que contiene 16 hojas, esto es, 32 páginas; recon ozco que las cin co hojas
sueltas que siguen después de d ich o cuarto legajo, están todas escri­
tas de la propia m ano del Servidor de Dios. R econ ozco que el q u in to
legajo, que contiene och o hojas, es decir, 16 páginas, aunque en la
últim a página no hay más que once líneas y media, está tod o escrito
de la mano del Servidor de Dios. El sexto legajo, que contiene
26 hojas, es decir, 5z páginas, no está escrito de la m ano del Servi­
dor de Dios, sino de la de maese Jorge R oland, que la ha esrito d ic­
tada por el Servidor de Dios. El séptimo legajo, donde hay nueve
hojas.y media estritas, esto es, t8 páginas y media, es de la m ism a
m ano de maese Jorge Roland; y. el último legajo, que con tien e
16 hojas, está todo él escrito de la mano del Sr, Luis de Sales, her­
mano del Servidor de Dios, á excepción de las tres últimas páginas,
que son de la propia mano del Servidor de Dios, y la página 15, al
margen de la línea novena, hablando del C on cilio de Cartago, añade
de su mano: «Que fué hace próxim am ente mil doscientos años, y en
él se halló San Agustín, co m o refiere Prosper in C h ron .» «Y en la
Hnea 15, en lugar de Je ró n im o en el decreto de los L ibros c a n ó n i­
cos*, corrige y pone Dámaso .

OTROS CERTIFICADOS
v
DADOS EN LA PRIMERA EDICIÓN

Y..·■
7í ·; f
85 ■
fj.J Y o , el abajo firmado, certifico, que en el año t658, el h oy difunto
J[Sr* O bispo de Ginebra, Carlos Agusto de Sales, mi herm ano, al
j^hacer su visita á la parroquia de la T h u ille, halló en nuestro castillo
; de d ich o lugar un cofre pequeño de pino muy sen cillo, en el que
San Francisco de Sales, mi tío, había puesto las cartas y otros pa­
peles del P ap a, de los Nuncios y de los Príncipes, relativos á su
Misión apostólica para la conversión del Chablays, y entre otros
m uchos, cuadernos escritos de la mano del Santo de materias de
controversias y refutación de errores de C alvin o, y que el Bienaven­
turado hacía imprimir en hojas volantes (y las distribuía todas las
semanas secretamente en las familas para instruirlas en las verdades
de nuestra santa Fe, á causa de estar prohibido por los ministros y
señores heréticos ¿^todo el pueblo ir á oir al predicador apostólico
romano* El susodicho escrito fué reconocido y testimoniado por los
antiguos parientes y amigos del B. San Francisco de Sales, que c o ­
nocían m uy bien su letra, y yo mismo lo he te jid o y recon ocid o; el
original de dicho escrito fué enviado, para mayar respeto y testimo­
nio de verdad, á nuestro Santo Padre Alejandro V II, y le fué pre­
sentado por el R do P. Andrés de C h a u g y , Religioso M ín im o, P r o -
cudor de !a Caúsa de la Canonización de San Francisco de Sales,,
después, siii em ba rgo > de haber hecho sacar una copia debida y
fielmente com probada con el original, para hacerla imprimir des­
pués de tomar el cuidado requerido en tal cano para la distinción de
los capítulos y otros pormenores. En íe de )o que yo, el arriba dicho*,
firm o la presente que hago contraseñar y sellar con el sello de mis
armas»
En Turítiv i seir, de Abril de mil seiscientos sesenta y nueve*

F ra n c isc o , M a rq u é s d s S a le s,

ahijadOy sobrino y heredero de la casa de este gran Santo.


L + S t

t
Yo> el a b ijo firm ado, certifico y doy testimonio en palabra de
verdad que en el año 1658 , estando en la ciudad de A nn ecy
em pleado en la dirección de las escrituras dél Proceso Remisoria I
para la B eatificación y Canonización de San Francisco de Sales,
Mons# Carlos A u g u sto , su sobrin o, entonces O bispo y Príncipe de
G inebra, en vió á la Rda. Madre Francisca Magdalena de Chaugy, ¿
la sazón Superiorá del primer Monasterio de la Visitación de Santa
María, cantidad.de papeles manuscritos que había nuevamente en­
contrado en el castillo de la T h u ille> á fin de poder servirse de ellos
en d ich o Proceso en la parte de com pulsación y producción de títu­
los· Y en efecto; entre otros papeles muy auténticos, se encontraron
algunos cuadernos en folio pequeño, todos escritos de la propia
mano del susodicho San Francisco de Sales, y otros de mano ajena,
pero corregidos y anotados por él y por cuyQ contenido se vió que
eran tratados de controversia, com puestos por aquel gran Santo en
el tiem po de su misión en C hablays, y que él distribuía por hojas á
los pueblos, después que los magistrados tícréticos les habían prohi­
bido ir á las predicaciones del Papista ¡rom ano; el cual tratado fué
inserto entre las actas de d ich o Proceso y producido en la dicha
parte de la com pulsación para que la corte de Rom a tuviese con él
la consideración que era de razón, co m o una obra muy excelente
para la defensa de la santa Iglesia romana. Hecha la com pu lsación
y producción se ju zgó á propósito mandar el original á nuestro
Santo Padre el Papa A lejandro V II, no sin haber h ech o copstar y
reconocer la atenticidad del escrito por personas célebres y con tem ­
poráneas del dicho San Francisco de Sales, que fueron: el señor de
Blanchevi /e, primer Presidente del Senado de C ham bery; el d ich o
Sr. Carlos Augusto de Sales , su sobrin o; los Sres. Jay y Bébin ,
O ficiales y grandes V icarios del Obispado de G inebra, y otros; y
tod os reconocieron que el escrito era de la com posición y propia
letra del m encionado San Francisco de Sales. Y yo he tenido el
h onor de haberlo visto y de hacerlo insertar en las actas del susodi­
ch o Proceso Remisorial, y además de esto, de haber hecho sacar de
él una copia ñei para ser en su día dada al público, co m o así ha sido
por mí recon ocid o. En fe de lo que firm o el presente escrito en París
¿ 3i de Mayo de 1669, estam pando en él el sello pequeño ordinario
perm itido por mi Regla. s.
Luis R ofavkbr,

s> Religioso M ínim o del convento de Lyán


y su procurador en dicha ciudad ,
ÍNDICE DE LA OBRA

Págu

P ró lo g o ................................*............................... ................................... 3
Breve de Su Santidad León XIII en favor de ia presente edi­
ción ...................................................................................................... 9
Primer decreto del D octorado............................................................ 13
Breve del D o c t o r a d o . , .................................................. ; ................ 17
Introducción general.................................... ....................................... 25
Prefacio de las Controversias ........................... . . « ................ .. 83
Prefacio del Bienaventurado A u to r....................... ....................... 107
Autores de los siglos X V y X V I, citados en las Controversias♦ na
Epístola á los señores de T h o n o m ....................................... ............ 119

·/.

PRIMERA PARTE
Defensa de la autoridad de la Iglesia.

C A P ÍT U L O I

RAZÓN I, — DE L A MISIÓN

No teniendo misión ios ministros carecen de ia autoridad


que se sigue de ella.

Art. I.—-L o s ministros no tienen misión ni del pueblo ni de


los Príncipes secu la res.. . . . .................................................. . ia3
Art. IL — Los ministros no han recibido misión de los OHrifsf os
católicos............................................................................................. 125
Art. III.— Los ministros no tienen la misión extraord in aria.. 127
Art. IV. — Respuesta u los argumentos de los m inistaos........... r33
Errores de los ministros acerca de la naturaleza
de la Iglesia ,
Págs.

Art. 1,— La Iglesia cristiana es visible................... ....................... i 38


Art. II,— Que en !a Iglesia hay buenos y malos, predestinados
. y réprobos, . , ................................... ..................... .................. . . . 148
Art, III,— La Iglesia no puede perecer..................... . .................... 158
Art, IV .— Las contrarazones de los adversarios y sus res­
puestas.................................................................. ............................. í63
Art, V .— Que la Iglesia jamás ha estado disipa ór. ni ocu lta . . . 165
Art, V I.— La iglesia no puede errar................... ... *, . . . . . . . . . . 170
Art, VII,— Los miuistros han violado la autoridad de la Igle­
sia................................................................................................... .. 174

C A P ÍT U L O III

Las marcas de la Iglesia.

Art, h — De b unidad de la Iglesia: Marca primera. La ver­


dadera Iglesia debe ser una en su cabeza.......................... .. 180
Art. II,— La Iglesia católica está unida en una cubeza visible.
La de los p?o bstantes no lo está y lo que d* ello se sigue. 186
Art, III.·— De J* unidad de la Iglesia en la fe y creencia, i . . . . 187
Art, IV .— La Iglesia católica es una en creenci;:, La pretendi­
da reformarte no lo es............ * ..................................................... 188
Art, V ,— De líi -.anudad de la Iglesia: marca segunda............... .193
Art, VI,— La v-rdadera Iglesia debe resplandecer en milagros, 194
Art. V II,— Lr* Iglesia católica está acompañad? ele milagros y
la pretendida n o lo está .. . .......................... .............................. 196
Art* VIII.— E! espíritu de profecía debe estar en la verdadera
Iglesia.......... ....................................... ...................... .................. 2o3
Art, IX .— La Iglesia católica tiene el espíritu ck profecía. La
pretendida no lo tiene.................................................................... 204
Art, X ,— La verdadera Iglesia debe practicar la perfección de
la vida cristia n a .. . ..................... ............................ , .................... io 5
Art. X I,— La perfección de la vida evangélica está practicada
en nuestra Iglesia; en lá pretendida está despreciada y abo­
l i d a , . . . .............................................................................................. 212
Págt.
Art. X II.— De la universalidad ó catolicism o de la Ig lesia . , . . a i5
A rt. XIIÍ.— La verdadera Iglesia debe ser antigua...................... 216
Art. X IV .— La verdadera Iglesia es m uy antigua. La preten­
dida totalmente n u e v a ............................... 217
Art. X V .— La verdadera Iglesia debe ser p e rp e tu a ..,............... 219
A r t X V L — Nuestra Iglesia es perpetua; la pretendida no lo es. 224
A rt. X V I I .— La verdadera Iglesia debe ser universal en luga­
res y en p erson a s............................ ............................................... 225
Art. X V III.— La Iglesia católica es universal en lugares y en
personas. La pretendida no lo es........................... ..................... 228
Art. X I X .— La verdadera Iglesia debejser fecunda............... ♦. . 23o
Art. X X .— La Iglesia católica es fecunda; la pretendida estéril. 232
Art« X X L — Del título de Apostólica: marca cu a rta .. . . . . . . . . 233

SEGUNDA PARTE

Las reglas de la fe.

P r ó lo g o .· ................................................................................................ 235

C A P ÍT U L O I

Que los pretendidos reformadores han violado la santa


Escritura t prim era regla de nuestra fe.

Art. 1.— La santa Escritura es una verdadera regla de fe cris­


tiana............. ....................................................................................... 239
A rt, II.— C óm o se debe estar celador de su integridad............... 240
Árt. III.— Cuáles son los L ibros sagrados de ia palabra de
Dios............................. ......................................................................... 241
Art. IV .— Primera violación de las santas Escrituras hecha
por los reform adores, suprimiendo m uchos pasajes de
aq u éllas.............................................................................................. 244
Art. V . — Segunda violación de las Escrituras hecha por la
regla que los reform adores presentan para discernir los L i­
bros santos de los otros y de algunas menudas desm em bra­
ciones de aquéllos que de ello se sigue...................................... 25o
A rt. V I,— C óm o ha sido violada la majestad de las santas Es-
Pdgi.

crituras en. las interpretaciones y versiones de los heré­


tic o s ................................................... ............................... .. 256
Art. VII.— De la profanación en las versiones vulgares............ 258
Art. VIII.— De h profanación que se hace empleando la len­
gua vulgar en los oficios p ú blicos.................. ........................... 261
Art. I X .— De h profanación de los Salmos, según la versión
de Marot, y la que se comete al cantarlos en todas partes
indistintamente.............................................................................. 264
Art» X ,— De 1?» profanación de las Escrituras por la facilicidad
que pretenden tener en la inteligencia de la ¿"tritu ra ......... 26b
Art. X L — Respuesta' á las objeciones y conclusiones de este
primer artículo...................................................... ........................ 269

C A P ÍT U L O II

Que la Iglesia de les pretendidos ha violada las tradiciones


apostólicas, segunda regla de la f& cristiana.

Art. I.— Que es lo que nosotros entendemos por tradiciones


apostólicas......................................................* .............................. 273
Art. 11.— Que hay tradiciones apostólicas en ,1a U>>iesia 276

C A P ÍT U L O III

One los ministros han violado la autoridad -ie la Iglesia §


tercera regla de nuestra fe.

Art. 1,— Que tenemos necesidad de alguna regiw además de la


Palabra de D ios............................. .............. .................................. 279
Art* II#— Que la Iglesia es una regla infalible para nuestra fe. 285

C A P ÍT U L O IV

Que los Ministros han violado la autoridad de los Concilios


cuarta regla de nuestra fe*

Art. I.— Y primeramente de las cualidades de un verdadero


C o n cilio ........................................................................................ 286
PÓjS
Art. II.— Cuán santa y sagrada es la autoridad de los C onci­
lios universales................................................... ........... 290
Art. III·— C óm o los ministros han despreciado y violado la
autoridad de los C o n c ilio s ............... . . .................. .................. . 294

C A P ÍT U L O V

Los mtntsiros han violado ¿a autoridad de los antiguos Padres


de la Iglesia, quinta regla de nuestra f e .

Art* I.— Y primeramente cuán venerable es la autoridad de los


antiguos Padres.............................................................................. 3oo

C A P ÍT U L O VI

Que los ministros han violado la autoridad del Papa ,


sexta regla de nuestra / a.

Art. I.-^ Primera promesa {hecha á San P e d ro )......................... 3o s


Art. IL— R esolución de una dificultad.. ...................................... * 3o 8
Art. III.— De la segunda promesa hecha á San Pedro. «Y yo te
daré las llaves del reino de los cielos.*...................................... 3i2
A rt. IV*— De la tercera promesa hech,a á San P ed ro................. 3 1.7
Art. V .— De Ja exhibición de estas promesas.................... 3.19
Art. V I.— Por el orden con que los Evangelistas nom braban
á los A póstoles. . ................................... ......................................... 824
Art. V IL — De algunas otras señales que están esparcidas en
en las Escrituras de ¡a primacía de San P ed ro ....................... 327
Art. VIII.— Del testim onio de la Iglesia en este p u n to .. ......... 33i
Art. IX .— Que San Pedro ha tenido sucesores en el Vicariato
general de nuestro Señor........ ...................................................... 334
Art. X .— De las con dicion es requeridas para s u c e d e r ............ 335
Art. X I.— Que el O bispo de R om a es el verdadero sucesor de
San Pedro y Jefe de la Iglesia m ilitante.................................. 337
Art. X II.— Breve descripción de la vida de San Pedro y de la
institución de sus primeros sucesores........................................ 341
Art. X I1L — Coaíírm ación de todo lo que precede por los n om ­
bres que la antigüedad ha dado al Papa................................... 345
Pigs.

Art. X IV ,— Cuánto aprecio debe hacerse de la autoridad del


Papa.................................................................................................. 35o
Art. X V .— Cuánto han olvidado los ministros esta autoridad· 359

C A P ÍT U L O VII

Que los ministros han violado la autoridad de'Jos m ilagros,


séptima regla de nuestra f e ,

Art. I .— Cuán persuasivos son los milagros para asegurar


la fe.......................... ........................................................................ З64
Art. II·— Cuánto han violado los ministros la fe debida al tes­
tim onio de los milagros....................................................... .. 368

C A P ÍT U L O VIII

los mi ni U ros han violado la rajón tuitural, octava


regla de nuestra f e .

Art* I.— De qué m odo la razón natural y la experiencia son


una regla de bien creer................................................. .............. З74
A rt.II.— C óm o los ministros han com batido ú la razón y la
experiencia...................................................................................... З76
Art· Ш·— Que la analogía de la fe no puede servir de regla á
los ministros para fundar su doctrina..................................... . З79
Art. IV .— Conclusión de toda esta segunda parte por un breve
resumen de machas excelencias que se hallan un la doctri­
na católica, contrarias á la opinión de los heréticos de
nuestros tiem p os........................................................................ ... 385

TERCERA PARTE
Las reglas de la fe están observadas en (a iglesia católica.
P ró lo g o ............................................................................... ................... 386

C A P ÍT U L O PRIM ERO

De los Sacramentos.

Art. L— Del nombre de Sacramento.


Art, 11,— De la forma de los Sacram entos...................................... 39*
Art. III.— De la intención requerida en los S acram en tos......... 397

C A P IT U L O II

D el P u r g a t o r i o .

P r ó lo g o ......................... ; ....................... ............................................... 401


Art. L— Del nombre de purgatorio............ ..................................... 402
Art. II.— De los que han negado el purgatorio y de los medios
de probarlo................................. ............. Jv................................... 404,
Art. m .— De algunos pasajes de la escritura én los que se ha
hablado de purificación despucs de esta vida y de un tiem ­
po y de un lugar para e lla »....................... . . , *.......... ...* .......... 406
A rt. IV.— De otro pasaje del Nuevo Testam ento á este pro­
p ósito.. ................... ................................... ....................................... 409
Art. V.-—De algunos lugares por los que la oración, la lim os­
na y las santas obras por los difuntos, son autorizadas««. . 4 1*
Árt. V I.— De varios lugares de la Escritura por los que se prue­
ba que algunos pecados pueden ser perdonados en el otro
m u n d o ................................................................................................ 4'7
Art. V IL — De algunos otros lugares de los que por diversidad
de consecuencias se confirma la verdad del purgatorio. 431
Art. V III,— De los C oncilios que han recibido ci purgatorio
com o artículo de fe......................................................................... 422
Art. IX .— De los antiguos Padres.................................................. 424
Art. X·.— De dos razones principales y del testimonio de los
extraños respecto del purgatorio. Testim onios de autenti­
c id a d .......................................................... ♦ . ...................... ..

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