Controversias - San Francisco de Sales
Controversias - San Francisco de Sales
Controversias - San Francisco de Sales
DE
r Nfrancisco de sales
OBISPO DE GINEBRA
Y
DOCTOR D E LA . I G L E S I A
EDICIÓN COMPLETA
para lá cual se han tenido á la vista los autógrafos y las edición es,¿riginaUs.
M o n s e ñ o r ISOARD, O b is p o d e A n n e c y
p f c Í A S RELIGIOSAS DEL PRIMER M0NA3TBW0 DE LA VISITACIÓN DE ANNECY
T i& d ito iáaa j puillQ&á&3 sa oaatalleiao
BAJO LA DIRECCIÓN 06*
TOMO PRIMERO
MADRID
[c a s a e d it o r ia l de san f r a n c isc o dh sales
MADRID.— 1898
I M P R E N T A DE S AN F R A N C I S C O D E S A L E S
P asaje de la A lh a m b ra , ntitu. 1.
PRÓLOGO
t
|(fáj es uno de los sucesos faustos y grandiosos que han
áecido en el presente siglo,, y donde más claramente se
lian de ver los designios admirables de la divina sabidu-
¿ en pío de la salud y perfección espiritual de las almas
istia ñas.
M a d h id , 20 de Abril de 1898»
Habiendo pedido las religiosas del primer Monasterio de
la-Visitación de Annecy á nuestro Santísimo Padre el Papa
la gracia de dedicarle esta edición completa de las obras de
su Santo Fundador, Su Santidad se dignó responder á esta
petición con un Breve dirigido á Monseñor el Obispo de An
necy, cuyo texto y traducción son los siguientes:
U R B IS ET O R B I S (()
F. CARD. ASQUINIUS;
La aureola del doctorado ha iluminado con nuevo
¡ esplendor los escritos de San Francisco de Sales, y, ,po;r
^consiguiente, les ha conferido mayor autoridad, ha itn-
:?jpreso en ellos un carácter distintivo y-los ha en· ciettó
jhiodo consagrado. El Vicario de Jesucristo-distingue:e?n
"este gran Santo una como nueva luz entre la muchedum
b r e de piadosos y eximios escritores que han ilustrado
¿con su ciencia los diecinueve siglos que cuenta el Cristian
nismo: le pone en el número de aquellos que “semejantes
íá antorchas vivas y ardientes centellean sobre el cande·
ílefo en la Casa dé Dios„ (l). En adelante, conforme á las
ípálabras del Sumo Pontífice; las obras del nuevo Doctor-
tendrán sin duda, el especial privilegio de ser “citadas',
repetidas y empleadas en las escuelas,, como fanales que
íson, que esclarecen la-fe que la Igleáia católica, apostóli
ca romana, tiene el ericárgo de enseñar á. todos sus hijos. „
El deseo de corresponder á los designios y decisiones
de tan santa autoridád ha sido la razón primera de la pre-
ísente edición. Conviene, en efecto, que la doctrina p ro
puesta á los fieles sea en lo posible completa, que se vea
contenida en un texto absolutamente auténtico, exento de
todo elemento extraño; porque los hijos' de la Iglesia,
■solícitos en seguir el impulso que reciben de su divina
Madre, quieren que les den-hasta.las últimas partículas de
aquel preciosísimo-tesoro; por otra parte, aun los últimos
átomos de substancias extrañas' deben ser eliminados del
•bro purísimo de este rico fondo de doctrina.
Más rigorosa exactitud ha de exigirse en un texto des
tinado al estudio y á la ciencia, que en un libro donde el
hombre particular, el simple fiel busca la devoción y vida
tí.
H
^*0) Breve del Doctorado.
espiritual. Las ediciones anteriores no satisfacen esta
necesidad, hoy ineludible; sin duda alguna esas ediciones
reproducen con fidelidad las obras publicadas por el San
to mismo; pero estas obras no son sino una cuarta-parte
de las que él·escribió; gran número de las cuales per
manecen todavía inéditas, y la mayor parte de los es
critos póstumos de nuestro gran Doctor requieren ser
comparados atenta y prolijamente con sus originales para
ser tenidos por perfectamente auténticos. Aún es desco
nocida.la importancia de la principal de aquellas obras,
Las Controversias; lo cual no es maravilla, puesto que la
incompetencia de su primer editor la desfiguró deplora
blemente, falta lamentable, que no ha permitido aprepiar
en su justo valor la ciencia doctrinal del santo Obispo de
Ginebra; aun sus mismas obras ascéticas pierden gran
parte de su vigorosa eficacia cuando sus bases no estri
ban én aquel gran tratado fundamental.
Estás son las razones de la edición completa de las
obras de San Francisco de Sales. Es preciso ahora mani
festar-los'títulos que autorizan para este intento á las per
sonas que emprenden esta obra en ' testimonio de filial
veneración á su bienaventurado Padre y Fundador. Sus
títulos se reducen casi exclusivamente á la posesión en
que están dé los manuscritos originales.
Emprender semejante publicación es sin duda poner
alguna sombra en las ediciones precedentes, aunque sin
censurar con esto.á sus autores, privados á menudo de los
eleiíientos que ella supone. Lo cual no puede decirse de
las Religiosas del primer monasterio de lá Visitación de
Santa María de Annecy, en cuyas manos estaba el depó
sito original, y que, A -pesar de las diversas circunstan
cias que "han ocasionado la dispersión parcial de aquel
precioso tesoro, todavía conservan una parte considerable
de é l. Además, desde hace cerca de tres siglos las diver
sas Casas del Instituto vienen recogiendo dondequiera qúe
pueden encontrarlos, y, cierto, con piadoso afán é interés
filia!, hasta los menores fragmentos de esta herencia de
familia, y sus continuas relaciones con la Fuente Santa fa
vorecen las investigaciones de este primer Monasterio de
la Orden. Las Religiosas de la Visitación de Annecy se
reputan obligadas á satisfacer los legítimos deseos de los
admiradores de su bienaventurado Padre. Viviendo tan
cerca de su glorioso sepulcro, en el centro del culto y
devoción á este glorioso Doctor; favorecidas y estimula-
: das por los deseos y la aprobación de su digno Obispo,
Mons. Isoard, venerado sucesor de San Francisco de
'Sales, todo parece favorecer su filial empresa. No pasa
- día en que no se bailen nuevos é importantes documentos;
en todas partes se les ofrecen auxilios competentes, y su
¡¡ardiente deseo de aumentar la gloria accidental de su san-
; to Fundador, mediante la difusión de sus escritos, no les
^permite volver atrás. Están resueltas á no perdonar tra
b ajo alguno, á no detenerse ante ninguna dificultad con
¿tal de levantar un monumento imperecedero.á la bendita
¡♦memoria de aquel que les dió “las leyes de su dichosa
|¡Suerte.,f 'i- , v
¿ Las Hijas de San Francisco de Sales no aspiran á o.t£b·
?méfito que el de restituir los escritos del nuevo Doctoras.
l|u primitiva belleza: la parte que se atribuyen en esta
|6jE>ra,'es la paciencia,-la escrupulosa fidelidad; tiéneriée
¡por dichosas cuando se aprovechan de. losjesfuerzos de
Icüantos han procurado difundir la doctrina de su bien-
layen turado Fundador, y tratarán siempre de aprovechar
^as lecciones de su propia experiencia.
Hechas las reflexiones que preceden, vengamos al
fíifropósito de esta Introducción, que es dar una idea gene
r a l de las obras del Santo‘Doctor. Para poder juzgar del
mérito y de la trascendencia de tari admirables escritos,
‘fes preciso examinarlos por todos sus aspectos En la pri-
Jmera parte de ella sé tratará de la formación intelectual
;.y moral del Santo Autor, y de las circunstancias que
¿determinaron y favorecieron la composición de sus obras;
í¡én la7segunda se hará que resalten los caracteres gene
rales y particulares de ellas; en la tercera serán exami
nadas las ediciones precedentes, y en la cuarta se expotí-
jílra el plan de la presénte publicación.
I
Formación intelectual de San Francisco de Sales.
§ Concepto histórico de sus obras.
■'*v*
> P ara comprender la naturaleza y la correlación de las
iJ?ras de San Francisco de Sales, es necesario estudiar
a s paralelamente con la historia de su vida. El santo
jjp.bispo de Ginebra era esencialmente comunicativo, y de
él puede decirse, tal vez mejor que de ningún otro Doc
tor de la Iglesia, que sus escritos nacieron espontánea
m ente de sus acciones y de la serie de sucesos que se
iban enlazando con su existencia. Para apreciar la impor
tancia de sus escritos y ver cómo aquel hombre era
mayor que sus obras, no basta considerar sólo aquel
período de su vida en que sus principales obras vieron la
luz, sino además es preciso conocer las cualidades natu
rales del Santo, las circunstancias de su origen, el carác
ter de su país y de su tiempo. La historiá de su educa
ción, que puede decirse es la historia de la. formación de
éu corazón y de su entendimiento, ofrece sobre todo espe-
cialísímo interés: aquella fué la aurora de la misión del
Doctor, en que ya centellean los primeros resplandores
de su genio. Estas consideraciones generales piden ser
explicadas al darse principio á la presénte introducción.
Descendiente de una familia noble, nació Francisco
de Sales en Thorens (Saboya) el año 1567 (1). Esta fecha
recuerda períodos importantes de un siglo que ocupa tan
preferente lugar en la historia de la civilización moderna.
Muertos los primeros reformadores, el torrente de la
revolución religiosa y social cuyas olas devastadoras h a
bían invadido á.Europa, perdió sus primeros ímpetus.
Aunque á las regiones del Norte,, á una parte de Suiza y á
la ciudad de Ginebra les habían arrebatado la unidad reli
giosa, per o la Iglesia recobraba sus derechos y con fuertes
diques contenía la corriente ámenazadora. Contaba la
Iglesia con la fidelidad de Italia, de Austria y de la Pe
nínsula Ibérica, y paso á paso reconquistaba el terreno
perdido en otras regiones, que habían cedido ante la vio
lencia ó la sorpresa. Francia dió principio entonces á los
treinta años de luchas intestinas, mediante las cuales ha;
bía de poner el sello de su existencia como nación cató
lica. El error no había penetrado en Saboya, fuera de la
frontera septentrional, que confina con Ginebra y sufría
los asaltos de la Suiza protestante. Aliado político delta-
lia y España, aquel país estaba lleno de tan vigorosa
savia católica, que lejos de secarse coh la proximidad de
la herejía, se vigorizaba más y más estando cerca de
ella; por otra parte, el cuadro tristísimo ele las desgracias
de Francia (unida con Saboya en razón de la situación
(1) E s t a fecha h a sido recientemente propuesta con g ra ndes c a r a c te re s de
verosimilitud. L a cuestión s e rá discutida en la historia ilel Santo.
geográfica, de la lengua, de la literatura y de cien otras
afinidades), hacía sentir con más intensidad á .todos los
corazones los beneficios de la unidad religiosa en la ver
dadera fe.
V A costa de luchas dolorosas había adquirido Saboyá
aquella paz y prosperidad que debía asegurarle pór algún
tiempo todavía el gobierno paternal de Manuel Filiberto.
El Sr. de Boisy, padre de nuestro Santo, había seguido á
su principe en la guerra y en la victoria, y volvía con él
á su país natal Viviendo pacíficamente, en su castillo dé
Thorens, situado en el solitario valle de este nombre,
cumplía noblemente, aunque sin ostentación, los debe
res de un señor cristiano, consagrando los frutos de su !
.experiencia al bien de su familia y de· todos los que de-'
pendían de él. Su esposa competía con él en..,el ejercicio
dé todas las virtudes, y sobre todo en la piedad para con
Dios y en la caridad para"con los pobres; habiéndose
casado siendo muy joven y no habiendo conocido: diirante
siete años el gozo de la maternidad, hubo de recibir á
Francisco, su primogénito, como á sagrado depósito que
ponía en sus manos el mismo Dios.
; , ..El niño recibió junto con las bendiciones previnientes
|’-cie la gracia, lós dones más excélsos de lá naturaleza, á
saber: un alma sensible como un laúd á todas las influen
cias religiosas, en que penetraban como en su propia,
morada los grandes pensamientos y todos los afectos pu
ros; y generosos; una inteligencia viva y perspicaz, ima-
Vginación de.poeta, corazón tierno y efusivo. No menos
admirable que estas hermosas dotes era la proporción, la
armonía que entre ellas había; el peso de las potencias
reguladoras templaban la actividad de su genio; una dul
zura y una docilidad perfecta moderaban el ardor marcial
que había heredado de sus ilustres antepasados; la fecun
didad de la imaginación no perjudicaba en nada á la exac
titud propia de un talento observador, y su sensibilidad
exquisita se hermanaba con aquella sobriedad y sólidez
de juicio que pertenece especialmente al carácter sabo-
yano. Su hermosura exterior era como el reflejo de la luz
interna de la gracia que iluminaba su alma.
Para apreciar debidamente el sucesivo incremento
de los dones intelectuales del joven Francisco de Sales,
es preciso tener en cuenta la secreta, aunque poderosa
influencia, que sobre él debió ejercer el espectáculo de
aquella admirable naturaleza en medio de la que sé desli
zó la mayor parte de su vida. El grandioso aspecto de
las montañas nevadas, distribuidas en pisos graduados y
én forma de anfiteatro; la vida del campo cobijado en sus
pliegues; las argentinas olas de las cascadas que se des
tacan en los sombríos colores de las gargantas llenas de
vegetación; y. más abajo, los fértiles valles ó los lagos
azules durmiendo entre sus riberas que verdeguean...
cuadros semejantes se encuentran á cada paso en la pin
toresca Suiza; Thorens, La Roche, Annecy, Ballaison, los
Allinges, Chamonix, ofrecen los encantadores panoramas
que elevaban, nutrían y estimulaban el alma y la imagi
nación de nuestro Santo; él mismo habla de las bellezas
de su país como de una de las principales fueñtes de su
inspiración (1).
A la piedad y á la solicitud de su madre debió el futu
ro doctor el ser iniciado en la ciencia y la santidad; por
esto en su análisis de Derecho Civil en Padua, movido del
más tierno afecto' de piedad filial, se complace en llamar
la: Optima et carissima et prudentissima mater. Proce
diendo de acuerdo con el Sr. Déáge, dignó sacerdote de
aquellas cercanías, aquella madre enseñó perfectamente á
su hijo los sublimes misterios de nuestra fe y los rudi
mentos de.la Histora Sagrada, base de toda sabiduría; y
acontecía que no bien había Francisco aprendido la lec
ción de cada día, juntaba á todos los niños de la aldea y
se apresuraba á transmitirles las verdades que él había
llegado á entender. En los primeros estudios, la ciencia
del maestro es menos necesaria que la aplicación del dis
cípulo; sin embargo, el Sr. de Boisy nada omitió para
cultivar las disposiciones de su hfjo y procurarle los me
jores medios que en orden á la educación ofrecía su país
natál, Al cabo de dos años de estudio en el Colegio de La
Roche, donde le habíán precedido el bienaventurado Pe
dro Le Févre y el Padre Claudio Le Jay, Francisco,
encomendado al cuidado del Sr. Déage, hubo de conti
nuarlos en el Colegio recientemente establecido en Anne-
(l) H allándose un día San Fra nc isco en la m eseta de Saint-G erm ain contem
plando toda3 aquellas belleía» natu rales, reunidas en un solo cuadro, poseído de
g r a n adm iración, exclam ó :—“¡Oh Dios mío! ¡Qué dicha la n u e stra zi no t u v ié r a
mos que dejar este lugarí... He aquí un re tiro muy propio p a ra s e r v i r A Dios y
A la Ig lesia con nu e stra pluma.,,—Y dirigiéndose al P ri o r de la Abadía de Ta-
lloircs, que le acompaftaba, d iJo:^uSabed, P a d re Prior, que las ideas descende
r ía n y lloverían aquí abu ndantes y se renas como las nieves en i n v ie rn o .„ (Ri-
vi6rc. Vie de ¿’I llu s tr is s ifn c et R e v e r e n d í s i m o F rancois de S a les. Libr. III.
Cap. XVIII).
donde invirtió cerca de cinco años en poner los fun
damentos de la profunda ciencia que llegó A adquirir en
ila lengua latina y en el idioma maternal. Ejercitábase su
"tiátural elocuencia en frecuentes peroraciones; y desde
■entonces durante las horas de la tarde en el estío, mien-
.’tras sus compañeros se entregaban á los bulliciosos juegos
propios de la edad, nuestro joven se familiarizaba con ta
■¿vida de los Santos; y ya entonces apuntaba en “libritos
íñánuales (1).,, el fruto de sus lecturas y las reflexiones á
r^ue le inducían.
Los muchos adelantos que se~esperaban de Francisco,
¿determinaron al Sr. de Boisy. A enviarle, para que conti
n u ase sus estudios superiores, á París, uno de los grandes
gentíos científicos de aquella época, donde residió desde:
:1581 á 1588 (2). No será inútil echar alguna mirada, aun-·
jíjfie rápida, al estado intelectual y religioso del medio en
|do.nde se sucedieron los años más importante? de la edu-
|i5áción de San Francisco.
jfe?.rtos :crímene.s cometidos entonces por los personajes
ímá's conspicuos de.aquella.capital, hacen que se tenga en
íqiyido cuán floreciente era en ella la vida cristiana. En
¡aquél numeroso.concurso de toda clase de hombres había,
|sln¿duda alguna,-m ucho que lamentar, escándalos que
¿sacaban á la superficie el ejemplo y la sanción de una
íCOrte corrompida; pero el bien, aunque menos visible, era
¿reai y fecundo. Montaigne refiere en su Diario correspon
diente A este mismo año 1588, que el español Maldonado
^acostumbraba A decir á sus alumnos del Colegio Romano,
¿que había “más hombres verdaderamente religiosos sólo
|en la ciudad de París que en toda España.,, La herejía y
yla falsa moral habían sido proscriptas en la enseñanza
^pública, y había muchos profesores en.quienes lá piedad
|íio tenía nada que envidiar á la ciencia; pastores excelen
t e s apacentaban amorosa y felizmente á las ovejas fieles
W':
",' (O O ra r le s A ogostp pe S a le s, H istnire du B . F ranfois de Sales (Lyon, Lft
ífiotticre ct Jüillflrd. M DCXXXfV), lib. I.
;v.v(2) E s difícil fijar e x a c ta m e n te el día en que llegó S a n 'F r a n c is c o de Sales A
• París; no debe, empero, ser antes del arto de lófiL. Lo que puede afirm arse con
^certidum bre es que el sa n to joven p e r m a u c u y en aquella ciudad h a s ta 15¿>8; en
primer proceso de beatificación y canonización, a d a rt. 4, d e clara n Juan
••■Pasqueitct, de Moyrans, y Antonio Buvard, de Annecy, S e c re ta rio del Duque
rd e Nemours, que visitaro n al Santo en P a rís en 138 ; el segundo fijó el día de la
f.^ntrevista, en las g r a n d e s trin c h e r a s (12 a 16 de Mayo de fecha mem ora·
0;.Cf. Mugnicr, Les E vc q itc s de G enéve-A nnecy eiepuis ¿a R ó fo r m e (Pieccfi
^justificatives, III.) Tal vez Mr. de Boisy consintió en aquella prolongada sepa-
¿ració n p a ra que Mr. Dtíage pudiese to m a r el grado de Doctor en teología, cuyo
.estudio duraba seis años en l:-t Sorbona.
y se esforzaban á tornar al redil á-las que se habían des
carriado; la disciplina florecía eñ muchos monasterios; en
la misma corte no faltaban almas verdaderamente cristia
nas, y aunque de tarde en tarde, no dejaban de verse
ejemplos notables de penitencia y expiación.
En medio de aquella sociedad el joven caballero, con el
beneplácito de su preceptor, gozaba de cierta libertad y
contraía relaciones sociales importantes (1). Aunque re
suelto á abrazar el estado eclesiástico y á no m irar las
cosas fugaces del mundo sino á la luz de la inmutable eter
nidad, su vida, empero, no era de incomunicación y aisla
miento; el señor dé Boisy quería que su hijo primogénito
tuviese trato y conversación con personas y familias dis
tinguidas, y que adquiriese todos aquellos conocimientos
que convienen á la clase en que le había colocado su naci
miento. No debemos, pues, representárnosle por aquella
época desú juventud encerrado en el colegio de Clermont;
pues aunque el santo joven proseguía sus estudios en aquel
colegio, que sin duda influyó en la vida espiritualé intelec
tual de él, pero no residía allí en calidad de interno. En
medio del mundo realizaba los designios que tenía Dios
respecto de su alma, adquiriendo una ciencia que le con
venía por modo harto diferente que la retórica ó la filoso
fía: así aprendía á conocer la humanidad y sus culpables
flaquezas, sus profundas miserias é inmensas necesida
des; ya su grande y hermoso corazón respondía á la
compasión divina, fuente siempre viva de todas las obras
que había de sugerirle su celo. Estas palabras no deben
parecer exageradas mirándose á la tierna edad de nues
tro Santo, ya que en los hombres de entonces la madurez
en el juicio era más temprana que hoy. La docilidad
casi infantil de Francisco á sus superiores provenía de
la ’virilidad de su virtud más que de la conciencia de su
debilidad. Este joven, que tiene ahora veinte años, será
Prevoste del Cabildo de Ginebra á los veinticinco, y habrá
dado nuevo impulso á la fe católica de su país; no habrá
aún cumplido treinta años, cuando ya la Iglesia le será
deudora de las Controversias y de la conversión del terri
torio del Chablais. Justo es añadir que la gracia se adelan
taba en él á la naturaleza, porque aquel joven era verda-
(1) "E n el año de m ilsciscicntos,—dice Mr. D e sha yes —teniendo yo que ir ü la.
ciudad de Necy, muchas personas me dieron c a r t a s y libros para él; entre otroa
un sabio t r a t u d o de los E n erg ú m en o s, compuesto por Mr. de Bcrullc.,, {Pro*
cess. re m iss . P a r is ie n s is , ad a r t. t).
|¿ram ente santo. Importa mucho insistir en esta eonsi-
ftéráción, porque la santidad no sólo había dado impulso,
|ÍnO también especial dirección á los estudios de Francisco
5¡je Sales, mereciendo él al mismo tiempo, con sus dispo
siciones interiores, gracias celestiales y la tierna protec
ción de Aquella á quien los fieles se complacen en llamar
^C átedra de la divina Sabiduría,,. Aun discurriendo tan
sólo humanamente, nada podrá ser más favorable al pro·
Egreso intelectual del jovén estudiante que su conducta re-
cogida y su moderación y recato.
t La vida intelectual de París había llegado ¿ su cénit
en el siglo XVI: con la fundación del Colegio real en 1535
p í a del colegio de Clermont en 1550, la antigua Univer
sidad de París recobró el vigor y animación que había
perdido. Perionio reanimó el estudio de la lengua latina-
réstaurando la filosofía; Pedro Danés y Santiago Billy
hicieron otro tanto con la griega; Vatablo, seguido y hasta
superado por Genebrardo, introdujo allí la enseñanza del
Hebreo con el estudio crítico de las Sagradas Escrituras;
icón Maldonado la cátedra de Teología del colegio de Cler-
!moñt se elevó á la mayor altura entre todas las de la cris
tiandad. Los defectos de Ronsard y de su .escuela y tos
^rror.es de Ramus no detuvieron el vuelo que estos auto
¿res y otros dieron al estudio de la elocuencia y de la poe
sía; las Vidas dé Ámyot parecieron en 1559 y los Ensayos
.de Montáigne en 1580. La fiebre por el estudio y las pu
blicaciones se apoderaron de las escuelas de París. “Hasta
flos techos y las paredes parece que quieren filosofar,,—
'decía el Santo (1). Hablando de la perfección deí colegio
;;des Grassins en 1557, escribía Genebrardo: “Así hay en
\Paris cincuenta y cuatro colegios; la historia acaso no
.registre ninguna otra academia que los haya tenido en
>tanto número ni tan insignes (2).„
Entre éstos colegios el más ilustre fué el de Clermont;
dábase en él, mejor qüe en ningún otro, la enseñanza re
ligiosa· y científica más razonada, sin que la fe y las cos
tum bres se viesen expuestas á los peligros que corrían á
menudo en ciertos establecimientos. En aquel París, y
sobre todo en el París de los jesuítas, el alma de Francisco
recibió una impresión indeleble. Fué designio especial de
la Providencia que durante los años más peligrosos de su
(1) E n su discurso á los docto res de Padua. (Ch. Aug., lib. I.)
(2; C k ronogruphia, lib. IV; ad aun. 1677.
vida, lo mismo en París que en Paduá, el joven estudiante
fuese dirigido por aquellos varones tan piadosos como
sabios. Sin duda alguna moraba en su corazón aquella
fuerza que triunfa en los encuentros más difíciles, mas
no debe ponerse en olvido lo mucho que debió á Pancirola,
á Genebrardo y á otros muchos profesores; pero á los
jesuítas corresponde el honor principal de haberle forma
do. Movidos de aquel espíritu y fervor con que ya desde
los primeros días iba tomando vuelo su instituto, era
objeto así de la admiración de los buenos como del odio
de ios malos; hablando del colegio Romano en 1581, dice
Montaigne: “Poseerán pronto toda la cristiandad: éste es
un plantel de hombres en todo lo que puede haber de
grande entre los hombres (í).„
Fraricisco cultivó la elocuencia y perfeccionó sus estu
dios literarios bajo la dirección de los Padres Castori y
Sirmónd, llegando á ser consumado latinista; mas en el
estudio del griego parece no haber aprendido de él sino
lo necesario para mejor entender el Nuevo Testamento.
Estudió filosofía durante cuatro ó cinco años con los-Pa
dres Juan Francisco Suárez y Jerónimo Dandini, el gran
comentador de Aristóteles. Precisamente para que se for
mase en tales estudios y para que ¿adquiriese el conoci
miento de todo aquello que le conviniera para después
brillar en el mundo, le mandó su padre á París; pero la
filosofía no llenaba por completo la inteligencia ni el cora
zón del santo joven. Su ánimo estaba sediento de conocer
á Dios de una manera más perfecta; y así, luego al pun
to que su director consiguió el permiso de su padre con
este intento, se lanzó con todo el ardor de su alma al estu
dio de la Sagrada Teología, de la Sagrada Escritura y de
los Padres de la Iglesia. En París—decía-—he aprendido
muchas cosas “para complacer á mi padre, mas la teolo
gía la he estudiado para darme gusto á mí„. Fué su maes
tro en las ciencias sagradas Genebrardo, en el Colegio
Real (2), quien le enseñó igualmente los elementos de la
lengua hebraica, y con su corazón afectuoso y su saber
(1) J o u r n a l d u voya&e, etc, Aflo 1581.
(2) C arlo s A u g u s to se equívoca al afirm ar (Hb. I) que su santo tío tuvo á
MaJdonado por m a e stro y asistió á sus explicaciones sobre el C antar de los
C a n ta re s. Aquel g r a n hombre h a bla salido en 1576 de Paría, adonde no volvió
m ás que una sola vez en calidad de visitado r p:ira o rg a n iz ar las clases de 1579*
1580. (V. el P. J. M· P r a t . M aldonat et l ' U n iv ersitó de P arts au X V I* sié c le ,
Hb. IV, cap. 11.) L a exposición de los C antares seguida por nuestro santo fué la
de G en eb ra rd o . (V. el T ra ta d o del a m o r de D ioss líb. XI, cap. XI.)
fj>rofundó se ganó el amor y la admiración de su discí-
Ipulo. La historia no ha conservado el nombre de los maes
tro s que enseñaron.á Francisco Teología moral y Teología
Ipositiva; sábese que los Padres'Gordon-Huntley, Tyrio y
|áaphoro enseñaban el dogma y la moral en el colegio de
$£lermont. Estos y otros maestros empleaban su erudi
ción en obsequio de Francisco; y el Sr. Déage, por su par
óte, le proporcionó sus apuntes é hizo que asistiera á las
famosas controversias teológicas de la Sorbona. Pero él
j&demás se instruyó á sí mismo y bebió la ciencia sagra-
ida en sus propias fuentes: las Santas Escrituras, las obras
«délos Padres y las de autores escolásticos de más nota.
¿La terrible tentación de desesperación, que hubo de hacer
|Í£poca en su vida, dió especial dirección á las investiga
ciones de su mente, y durante muchos años estudió con
¡cierta manera de pasión los profundos misterios de -la
?grácia.
Las obras de este periodo de su juventud consisten >
^principalmente en ciertos estudios filosóficos latinos que
'pudieran intitularse Ensayos sobre la Ética cristiana, y.
!£n algunas Observationes Theologicae, según la denomi
nación del proceso De non cultu de 1648 (l). Más adelan
te' trataremos de este último escrito, continuado después
jeh Pádua; los Ensayos sobre la Etica forman dos ’volú-
fe.t, <·
P* (1> P a r a m ayor c la rid a d de la n a r ra c ió n es preciso d a r aquí a lg u n a s noticias
¡referentes á los diversos procesos de canonización de San F ra n c is c o de S a le s , .
los cualen se rán frecuentem ente citados en el curso de e sta edición. E n 1626 futí
n o m b rad a una comisión pontificia e n c a r g a d a de la prueba oficial d é lo s testigos
¿(sobre las virtud es y los m ilagros del siervo de Dios) en la diócesis de G in e b ra
((P rocessus r e m is s o r ia lis G eüenftensis), de P a rís (P rocess. re m iss . P a r is ié n -
'¡sis) y de Orica.nñ (P ro cess. r e m is s . A u re lia n e n sis). Dom Justo Guérin llevó las
de c la ra c io n e s ít Roma en 1633; pero no habiendo sido o b se rv ad a s c ie r ta s forma
lidades reclam adas poco tiempo después por la S a g r a d a Congregació n de Ritos,
»'8e detuvo por ento nces la continuación del proceso á causa de este defecto.
R eanu dad o el proceso en 1656, fueron exam in ad as de nuevo las p r im e r a s dispo
s i c io n e s , y se declaró form alm ente que p a r a su validez b a s t a b a rectificar y
¿ftadlr las formas necesarias. P e ro el deseo de glorificar m ás al sierv o de Dios
'indujo á la S a n ta Sede á in stitu ir una n ueva comisión que recogiese nuevos
.testimonios y formase un nuevo proceso, en el que ha bía n de incluirse a lgunas
p a n e s escogidas del antiguo; e sta comisión fué no m b rad a sólo p a r a que e n te n
d ie ra en l o q u e se re fe ría 1 la diócesis de Ginebra* E n el p rim e r proceso se
•tomaron las informaciones al ten or de seis in te rro g a to rio s y c incuenta y cinco *
G rticulos, y e n el segundo al de veintidós con och en ta y cinco. E n el curso de
la causa hubo ad em as dos inquisiciones distintas, u na en 1648, y la o t r a en 1653
\líxs cuales forman los procesos De non c u ltu .
En los a rchiv os del prim er momisterio de la V isitación de A n n c c y se con
se rv a n todos estos procesos originales ó en copias certificadas. Aunque cada
proceso rem isorial oc upa muchos tomos, s e r á b a s ta n te de o rd inario c it a r el
'nombre del testigo, sin re fe rir el respectiv o volum en, excepto cuando se t r a t e
de los escritos del Santo. E n el prim er proceso estos escritos tienen un f'tuio
P a rtic ular: S c n p ttir a et ju y n cojnpitísaia, y scrAn citados del modu siguiente:
P rocess. re m iss. G ebenn. ( I) t S c rip t. c o m p u ts. Los escritos del segundo proce*
80 están contenidos en el tomo V sin título,
menes manuscritos que llevan las fechas de 1585 y 1586„
Á su importancia intrínseca añaden una particularidad!
interesante, cual es darnos á conocer la manera de tra
bajar y la precocidad intelectual del futuro doctor; el cual,,
después de exponer los conceptos de Aristóteles y de los
demás filósofos paganos sobre determinadas materias,,
tales como la bienaventuranza, el deber, el fin del hom
bre, etc., los declara y rectifica, completando y enrique
ciendo la doctrina con documentos sacados de la Sagrada
Escritura y de los moralistas cristianos.
Nada parecía ya faltar á la educación del ilustre joven;
pero el señor de Boisy quería que su hijo pudiese a sp irar
legítimamente á los puestos más altos de la magistratura,,
y determinó que tomara el grado de doctor en Derecho*
en la Universidad de Padua, que en Jurisprudencia y Me
dicina gozaba de reputación europea: era la Atenas de la;
gran república veneciana, la cual no omitía gasto algu
no con tal de dar esplendor á la principal sede de su vida
científica; los maestros más célebres del mundo acudían
allí, atraídos .por honores extraordinarios y superiores^
emolumentos. La costumbre de asignar al magisterio en
cada ciencia dos profesores, uno del país y otro extran
jero, y la presencia de multitud de cuerpos docentes, exci
taban grandísima emulación; y la reunión de cerca de
veinte mil estudiantes en una población de sesenta mil
almas, daba á la ciudad de Padua un aire de estudio que
necesariamente había de estimular en alto grado la acti
vidad intelectual de profesores y alumnos. Cuarenta mo
nasterios, entre los cuales se distinguía la Casa Matriz de
los Benedictinos reformados de Italia, ó sea el gran con
vento franciscano adjunto á la iglesia de San Antonio de
Padua (il Santo), y el colegio de los jesuítas, formaban
una vigorosa corriente de vida espiritual, y á los estu
diantes virtuosos les hacían cosa fácil resistir al atractivo
de los placeres y á la disolución de las costumbres.
Con más ardor que nunca el Santo se entregó enton
ces al trabajo. Luego que llegó á Padua, en otoño de 1588 ó
tal vez en la primavera de 1589, recibió con mucho luci
miento los grados de Doctor en Derecho canónico y en
Derecho civil, el 5 de Septiembre de 1591, aunque conti
nuó sus estudios hasta Enero de 1592 (1). Fueron sus
(1) Una nota autobiográfica que h a y en su an álisis de Derecho civil, nos m a
nifiesta que el joven Doctor dejo »i Padua en 8 de O ctubre de em barcando-
¡maestros en jurisprudencia, principalmente, Pancirola,
/Mattbeaci y Santiago Menochio el Viejo, y en segundo
-lugar Castellano; Trevisano, Otellio y Saxonia. No „hay
•'buella alguna de la continuación de sus estudios en lite-
iíatura antigua; pero su estilo y su buen gusto debieron
ktiecesariamente adquirir elevación y pureza en aquel
¿país clásico de las Musas, foco del Renacimiento. Fami-
*liarizóse con la lengua italiana; y muchos fragmentos
^interesantes de Literatura española con palabras italianas
¿intercaladas entre las líneas del texto demuestran que
^tampoco despreció el idioma de aquella gran España con
la que su propio· país conservaba entonces íntimas rela
cio n es. Sus conocimientos en Historia natural y en Medi
cina datan probablemente en gran parte de su estancia
en la Universidad de Mattioli.
* Pero así en Padua, como en París, la aplicación con
que Francisco se entregaba á los estudios profanos, aun
los de más elevado orden, era muy inferior á la qüe daba
A las ciencias sagradas: á estas últimas aspiraba con
todas sus fuerzas, y les consagró la mayor parte de su-
vida. El opúsculo conocido con el nombre de Combate es
p iritu a l debe ser recordado aquí cómo una de las bases
fundamentales de los principios ascéticos del Santo. “Por
■espacio de dieciséis y diecisiete años llevó en el bol
sillo aquel librito„ (1), es decir, hasta la publicación de
la Introducción á la vida devota, y durante todo aquel
tiempo sé había impuesto á sí mismo el precepto de leer
lo íntegramente todos y cada uno de los meses (2).
1 Otro hecho hubo de ejercer asimismo notable imperio
en el corazón y en la inteligencia del joven estudiante. El
ilustre Possevino residió en Padua durante la mayor p ar
te del tiempo que allí permaneció San Francisco, y como
entendiera cuán maravillosos eran los dones de gracia
que Francisco poseía, comprendió desde luego los inmen
sos servicios que de él podía esperar la Iglesia; y aquel
ae con su herm ano Galo y M. Ddage p a ra Ancona con Animo de ir á. Roma; pero
como entendiesen que los caminos estaban infcstadoH de ladrones* tu v ie ron que
r e g r e s a r á P a d u a allá por el invierno, después de h a b e r v isita d o el S a n tu a r io
de Loreto.
(1) De la R cv u h 'c, lib. I, cap. IX.
(2) UE1 b ie n a ven tura do O bispo—dice Mons. A n d r é s de S a u r e a , Obispo de
B eth leem - llevaba o r d in a r ia m e n te un libriio intitulado E l com bate e sp iritu a l,
y me decía que nunca lo h a b ía leído sin a pren de r algo m uy precioso; y me m a
nifestó haberlo traducid o del italiano al Itanecís; pero habiendo sabido que es
t a b a imprimiéndose tina n u e v a traducción, re co g ió la que «SI h a b ía hecho y en
viado a Lyon para, que la imprimiesen, aunque su traducción e r a mucho mejor
que la cirá„. (Pro¿:vss, re n tiss. I ’a risie n sis, acK a r t . 43.)
célebre jesuíta, no sólo aceptó gustoso la dirección espi
ritual de Francisco de Sales, sino que le comunicó, en lo
posible, todala ciencia y experiencia qiie él había adqui
rido entre los hombres. Nuestro Santo poseía ya un cono
cimiento profundo de la Sagrada Escritura y de los Pa
dres de la Iglesia; y en punto á Teología bastaba con
indicarle las fuentes de ella, porque hacía tiempo que San-
.to Tomás, Escoto y San Buenaventura le erán familiares.
•Pero el autor del Appuratus Sacer y de la‘Bibliolheca Se
lecta podía enseñarle mucho sobre el valor de los libros y
de sus autores, y más todavía sobre los medios que deben
emplearse para poner á salvo lo que toca al servicio de
Dios y de la Religión en medio del torbellino de los ne
gocios, políticos y mundanos. No hay palabras con que
ponderar el provecho que al santo joven hubieron nece
sariamente de proporcionar sus relaciones familiares con
el consejero y el embajador de Papas y Reyes, con el de
fensor prudente é intrépido del bien espiritual y temporal
de Francia, con el hombre, en fin, cuya consumada sabi
duría había conseguido en los valles del Piamónte m ara
villosas conversiones dignas de ser comparadas con las
que la Divina Providencia reservaba al futuro Apóstol;
del Chablais.
Tres monumentos revelan todavía el progreso que
nuestro Santo hizo en letras y santidad bajo la dirección
del Padre Possevino. En primer lugar, la admirable R e
gla de conducta que sólo entonces salió de su pluma, aun
que ya desde muy atrás venía siendo indudablemente nor
ma de sus acciones. Entre sus escritos ascéticos hay pocos
tan notables como éste: aquella regla donde en pocas pá
ginas se contienen los primeros principios y las prácti
cas fundamentales de su doctrina espiritual, formando un
como boceto de la Vida devota y áe\ Directorio espiritual,
el cual exhala los primeros aromas del Tratado del amor
de Dios.
No hay señal ninguna de los estudios de Francisco de
Sales acerca del Derecho canónico; pero el influjo de ellos
se echa de ver en casi todas las páginas de sus escritos.
Para comprender plenamente la naturaleza y la solidez
dé éstos, son necesarias algunas nociones de aquella rama
importantísima de las ciencias eclesiásticas. En punto al
Derecho civil existe un análisis de las Pandectas hecho
por él en latín, análisis comenzado á fines de 1590 y ter-
^minado el 10 de Julio de 1591, con otro análisis de siete
í'libros del Código: es la segunda de las obras que hemos
s-inencionado más arriba. Las notas son breves; pero
«demuestran un minucioso estudio del texto y de los comen
tario s, á que añadía el Santo las advertencias de los anti
g u o s comentadores y de sus actuales maestros con algu-
¿nas comparaciones entre el Derecho canónico y “las Con
tro ve rsia s del gran Belarmino„. Frecuentemente se nota
f e n esos lugares algun'a que otra expresión de exquisito
/.juicio, y más a menudo aún alguna que otra reflexión
íque en medio de aquellas frías anotaciones revelan el
"espíritu del Santo. Así j de vez en cuando brota de su alma
fuña exclamación en que da gloria íl Dios, “regla infali
ble, rectísima, primera y eterna de todo bien y de todo
derecho,,. Siempre que hace alguna división principal del
asunto que trata, invoca A la Santísima Virgen, al An
gel de su guarda y á sus Santos Patronos ^.Cuando trans
cribe extensamente las pruebas concernientes á la auto
ridad del Papa, á los honores debidos á la Cruz, á cuán··
detestable es la-herejía, al fin de ellas exclama: “jAhí lo^
tenéis, herejes!,, ó “¡Vedlo, pues, iconoclastas!,, Con gran
calor expresaba asimismo la parte que tomaba en el bien'
/ temporal de los hombres y en las grandes cuestiones-
tocantes.á la moral pública: después de haber notado las
penas severísimas reservadas á los que oprimen y explo
tan y corrompen á la juventud, escribió diciendo: “¡He
aquí un epígrafe de oro!„ “¡Título digno de ser escrito con
letras grandes!,, Muchas son las veces en que trae á la
memoria con íntimo dolor las discusiones religiosas de la
pobre Francia, desgarrada á la sazón en las luchas oca
sionadas por la sucesión al trono.
La tercera obra de este período de los estudios .de
Francisco de Sales es las Observationes theologicae, que
comenzó en París. En-el Proceso De non cultu de 1648
fueron presentados, como materia de examen, seis cua
dernos de aquellas notas “escritas en caracteres sobrema
nera tenues,, y sacadas de los archivos del primer Monas
terio de la Visitación de Annecy: el notario se contentó
con sacar, algunos extractos.de ellas, observando “que
serían necesarios seis meses para copiarlo todo„. Hoy
sólo se conservan estos extractos y algunos fragmentos,
sobre manera interesantes, del autógrafo, que tratan ex
clusivamente de las cuestiones de la gracia y de la pre·
destinación. Algunas de aquellas observaciones fueron
inspiradas al piadoso estudiante por las lecciones de sus
maestros y directores, pero la mayor parte son fruto de
la propia reflexión (l).E l mismo dice en uno de los cua
dernos: “Lo que está entre estos signos procede del
Padre Jesualdo; lo demás yo mismo lo he meditado en la
presencia, del Señor:„ Más adelante se encuentra esta ñor
tablé declaración.* “He escrito -todo esto para honra de
Dios y consuelo.de las almas.„ En otra parte hállase el
pasaje citado á menudo: “Todo esto lo digo, dudando
(Haec omnia forsan), prosternado á los pies :de los bien
aventurados Agustín y Tomás„,etc. Las siguientes líneas,
tomadas de otro cuaderno, rematan dignamente estas
breves ideas de la educación de nuestro Santo, mostran
do claramente cuán profundas raíces habían echado en
aquel alma la;fe y la humildad, y qué espíritu presidía en
todos sus estudios: “Estas cosas las he escrito con miedo
y temblor en el. año 1590 á 15 de'Diciembre, estando dis*
puesto no sólo á rechazar las conclusiones que he acepta
do ó acepte, sino á dar, si fuera preciso, la cabeza que
las ha concebido, para abrazar la sentencia que ahora
tenga ó que adelante adoptare mi madre la Iglesia cató-
lica, Apostólica y Romana, columna de verdad, y mien
tras Dios me dé inteligencia, nunca diré sino aquello que
esté más conforme con la fe católica. Pues he creído„ la
fe me ha enseñado lo que he dicho, pero no he hablado
sólo porque he creído; lo que quiere decir que la fe debe
ser la regla de la creencia, y que la humildad ha de ser
la conclusión de todo, y yo estoy sumamente humillado.
Amén, amén.
„Primer mes del Pontificado de nuestro Santísimo Se
ñor Gregorio XIV„ (2).
■Francisco de Sales volvió á su país natal durante el
(1) P ro p o sita s h in c íttd e d iffic u lta te s, s u is cum a rg u m e n tis, in libello des>
c r ib e b a t. Ch. Aug usto , D e V tta et rebus g e stis,.. F ra n c is c i S o ie s ii (Lug’duni,-
ftpud B ottle ru m e t Jullia rd um MDCXXXIV), lib. I. E s t a edición latina d é l a
h isto r ia del San to contiene muchas pa rticula rid a des que no e stán en la edición
francesa .
(2) “A tq u e h a ec tre m e n s timensque notabam> anno 1590, decembris, ut pro
sentefttia q u a m Ecclesia Catholicn, Apostólica et Romana, Mater m ea et c o lu m
na verita tis* a m plc x a est, a u t dcinceps am pleetetur, non. modo omnes, omnino
omnl meo r e n ite n te intellectu, quas habeo a u t h a b itu r u s sum conclusiones, sed
ctlam Ciiput ipsum a quo m an a n t prorsus abjiccrc sum paratissim u s. nec quid-
quam u pqu a m d ietu rus sum dum Deus dabit inteUectum, nisi quod fidei Catho-
licae contorm ius videbitur. C redidi e n im p ro p te r quod locutus s u m , non locu-
tus sum p r o p t e r quod credidi; hoc est: fiacs debet esse regula crcdendi; sed
cla u d a t omnia hum ilitas, ego a u tvm H tnniliatns stt/n n in a s . Amen, amen.
Mcnsc prim o Pontiftcatus Sanctissim i Domini Noátri C re g o rii X I V .„
'pestío de 1592, después de haber visitado á Roma y á las
|:principales ciudades de Italia. Sus talentos naturales
piabían llegado á su más alto grado, gracias á un trabajo
^perseverante y á los recursos extraordinarios· con que
jlfoabía sido, favorecido, y gracias, sobre todo, á tas luces
^sobrenaturales de su precoz santidad. Su corazón, tan
Ipuro ahora y afectuoso como en los tiempos en que sien-
pdo niflo inocente recibía los besos y lecciones de su madre,
|estaba inflamado en vehemente y generosa caridad. La
^austera abnegación de sí propio había de transformar su
liiatural ardor en inalterable dulzura, unida á un celo en
cendido contra el vicio y por el progreso del reino dé
Ipios. Su inteligencia exuberante no podía contenerse en
ll’ós límites trazados á los estudios universitarios. Deshá-
lyes declara (1) haber oído que después que recibió Fraft-
|cisco las sagradas Órdenes “iba continuamente á predicar.
ípor las aldeas para instruir al pueblo y perfeccionarse en
tía p r e d ic a c ió n aun siendo ya Obispo de Ginebra consa
graba todos los días dos horasal estudio de la Teología, á
pesar de los abrumadores trabajos propios de su pastoral
¿ministerio. La fuerza y fecundidad de su espíritu adqui
ría con el ejercicio nuevo vigor, y le eran familiares las
grandes lecciones de la experiencia; él mismo lo dice en
el prefacio de aquel incomparable Tratado del amor de
Dios, resumen y corona de su vida espiritual y científica.
“He tratado multitud de puntos de Teología, pero sin es
píritu de controversia, proponiendo sencillamente no tan
to lo que en otro tiempo aprendí disputando, como lo que
•el cuidado de las almas y veinticuatro años consagrados
á la santa predicación me han enseñado ser más conve
niente A la gloria del Evangelio y de la Iglesia. „
Quedan por estudiar los frutos de una preparación tan
completa, pero tal estudio no pertenece al objeto de esta
introducción. La publicación de las obras del gran doctor
ofrecerá muchas veces ocasión de admirar su amabilidad,
porque este dechado de perfección deja ver su belleza en
todos sus escritos. Bastará, por ahora, trazar á grandes
rasgos las líneas principales de la vida de San Francisco
desde el punto de vista del influjo que los hechos que las.
producen y señalan, han ejercido en las producciones que
salieron de su apostólica pluma.
II
. (1) 1.a fecha del p refacio de esta p rim e ra edición (8 de A g o s to de 1606) con«
c u e rd a ^ o n estas p a la b ra s del Santo; “E s te lib rito salió de mis m anos el día 8
' de A g osto, de lbutí,,; de donde resulta A p rim e ra v is ta que \z. In tro d u cc ió n d la
vid a devota.$ 2A\6 A luz aquel misma afto; pero la fecha del p riv ile g io del R e y
(de 10 N o v ie m b re 1608. y los térm inos de aquel docum ento p ru e b an que la edi-
. clón p rin cip a l sólo pudo se r p ublicada antes de finalizar el aflo de 1608.
L a segu n d a edición lle v a asimismo el m ilésimo M D C IX ; la fecha del p refacio
es: “E n N e c y , día-de > a n ta M a ría M ag d ale n a , 1609n; ■
(2) E s te opúsculo fué sin razón atribu ido al P . Querubín, y con este título
rep rod u cid o por el a bate T ru ch et en su Vida d el P . Q u e ru b ín de M a u r ie n n c ,
cap. I X . In dudablem ente tuvo por au tor A S a n F ran c isc o de S ales. L a s razones
•para cree rlo son: l . ftL a s p a la b ra s con qu e term ina: “L o que sea dicho esperando
qu e la respuesta am plia está puesta so bre un pequeño tratad o de la C ruz, no
se h a im preso en G in e bra , especialm ente de la mano de los im presores.», E s ta s -
‘ú ltim as p a la b ra s fueron su prim id as en la reproducción que hizo el aba»;.e T r u -
*c h e t de dicho escrito. N o es difícil a d iv in a r que a q u e lla a m p lia respuesta no
e r a o tra que la D e fe n sa d el estan d arte de la Santa C r u z . 2 .* E l opúsculo, p u
b licad o en form a <íe cartel (véase el folleto R es p u es ta s cristia n a s d u n ca rtel
in titu la d o: P re g u n ta s d los M in is tro s, etc.; 1598), fué im preso por Binet junto,
con la Con sid eración sencilla sobre el sím bolo. P e ro San F ran cisco d eclara
ue él es el au to r de este últim o escrito. (V é a s e el p re fa cio a l Tratado del a m o r
^ e D io s .) Con todo, el abate T ru c h et no va c ila en A tribuirlo a l P . Q uerubín .
3.a E n fin, el estilo de este opúsculo no perm ite d u d ar de quién fué realm ente
su a u to r.
(3) D e esta cuestión se tra ta rá en el prefacio de la D e fe n sa del estan d arte
da la Sa nta Crua.
honrada la Crus.— La Crua es santamente venerada (pu
blicadas en cartel, 1597).
Inmediatamente después de lh muerte del bienaventu
rado Prelado, tratóse de reunir los numerosos escritos
que.había dejado, buscándolos ora en los archivos del
, Obispado, ora en los de la familia de Sales y de la V isi
tación de Annecy; prosiguióse, esta investigación diri
giéndose á aquellas personas en cuyo poder podía supo
nerse que se hallaban algunos de los preciosos autógrafos.
Por ló pronto fueron publicados ciertos documentos ascé
ticos, incluidos por el P. Riviere,-Mínimo, en la Vida del
'Santo (1624) (1); los mismios fragmentos fueron publica
dos aparte en.una pequeña colección intitulada: Las Sa
ngradas Reliquias del Bienaventurado San Francisco de
¡Sales. Lyon, Candy. M DCXXVI.. Este es'el punto de
epartida de esta clase de las obras del Santo Doctor, que
'desde. 1652 tomó el nombre de Opúsculos;,poco después
¿comprendiéronse bajo este nombre otros escritos de corta
.extensión, y hasta documentos oficiales. La segunda obra
póstuma de nuetro gran Doctor fué una colección de
¡Cartas, en número de 520, recogidas y clasificadas por'
i'Sáñta juana Francisca de Chantal: la humildad de la
quiso ocultar su nombre poniendo en su lugar el
¡?de Luis de Sales, primo del Prelado (2); el título de la
¿•obra es: . ( ; : v ' '
f;-< Las Epístolas del Bienaventurado Monseñor Francis
c o de Sales, Obispo y Príncipe de Ginebra, Fundador de
¡la Orden de la Visitación de Sania María , divididas en
%iete libros . Recogidas por Monseñor. Luis de Sales, pr'e-
bóste de la Iglesia de' Ginebra. En Lyon-, por Vicente de
£oeursilly, M D CXXVI.
La intención de la Fundadora de la Visitación fué
únicamente difundir la doctrina ascética de su santo D i
rector: asimismo deseaba que no se divulgasen los nom
bres de las personas, vivas aún, á que se referían estos
¿confidenciales escritos. De aquí qué fueran las epístolas
Retocadas en muchos lugares, y que se omitieran otros
Sin que por eso se altere la substancia de tan preciosos
^documentos.
» 5 .·. ■
¡■.'(I) L ib . I, cap. X - X U l; TU, X X X - X X X IT I; I V , X L .
v . í 2) N o ne contiene en tistci edición el texto de las Ca rta s ita lia n a s y latin a s
iStno la traducción que hizo de ellas C arlo s A u g u s to de S ales. En la segu n d a
'Adición (1628} pareció ya el tocto oficial.
A la vez que se esforzaba á reunir la correspondencia
de su bienaventurado Padre, Santa Juana Francisca de
Chanta! se ocupaba en redactar una obra sobremanera
importante para las casas de la Orden, la cual se le ha
solido atribuir, pero que substancialmente considerada
es obra póstuma de San. Francisco de Sales. De toda la
legislación monástica que.dió á sus hijas el Santo Funda
dor, sólo pudo hacer imprimir las Constituciones, con su
hermosa traducción dé la Regla de San Agustín, prece
dida de un Prefacio notable; había además cierto núme
ro de reglamentos, costumbres y avisos espirituales su
geridos por el bienaventurado Prelado, hacía ya much<5>
tiempo vigentes en los Monasterios del Instituto. Era
tanto más necesario facilitar á las Religiosas de la V isi
tación esta compilación, cuanto que en ella se hallaba el
Directorio espiritual,, cuy a práctica asidua, junta con la
de las Constituciones, imprime en la hija de San Fran
cisco de Sales la' fisonomía que la distingue.
El Santo Autor de este código había ya comenzado á
revisar los artículos de que consta (1), y algunos frag·
mentos suyos autógrafos vuelven á encontrarse en él.
Santa Juana Francisca de Chantal le coordinó en un vo
lumen que fué examinado por las primeras Madres del
Instituto de la Visitación, convocadas á este propósito en
el primer Monasterio de. Anriecy. Todas ellas estuvieron
unánimes en asegurar que no hay en él otra cosa sino los
avisos espirituales, usos é intenciones de nuestro Bien
aventurado Instituidor, Padre y Fundador (2). Dicha
compilación fué publicada en 1628 con este título:
Usos y normas de dirección de las Hermanas Religio
sas de la Visitación de Santa María. En Lyon, por V i
cente de Coeursully, MDCXX V III (3).
En muchas de las cartas (4) atestigua. Santa Juana
Francisca de Chantal que, el libro de los usos (Contumier)
fué obra de su bienaventurado Padre: nada, por consi
guiente, más cierto, al menos cuanto á la substancia de
(1) C a r ta C D L X V 1 1 I, de S a n ta Juana F ra n c isc a de C han tal.
(2) A c t a c ap itu la r de 21 de Junio de 1624.
(3) E n 1631, el D ire cto rio fué im preso a p a rte g ra c ia s á la M ad re M a ría S a -
qu elin a F a v r e con el título: V iv a Jesüs. D ire cto rio de las cosas esp irituales
p a r a el uso de las H e rm a n a s de la V isitación , M D C X X X I. Puesto por p rim e ra
v e z A continuación de la R e ^ la y de la s Constituciones en 1633, corrió unido
con ellas in separablem en te desde entonces como complemento necesario de
ellas. N o se da con n inguna edición auténtica de las mism as A que no acom pañe
el D ir e c to rio , V d s c tambiCn reproducido en todas ¡as ediciones del C ou tu m ier.
(4) C a rta s C D L X V 1 1 I, C D L X X V L I , D C I V .
aquellos documentos espirituales y monásticos, y particu
larmente en lo que toca al Directorio. Pero las cartas de
la Santa Fundadora prueban igualmente que de acuerdo
con las primeras Madres se permitió hacer muchas mo
dificaciones y adiciones en lo que toca á la administración
temporal de los Monasterios. La edición definitiva del
Coutumier no fué impresa hasta el año de 1637.
Poco después de la publicación de las Cartas y del
Coutumier, circunstancias particulares indujeron á Santa
Juana Francisca á la publicación de las Pláticas (Entre-
tiens). Y a hemos dicho arriba que esta última obra no la
redactó San Francisco de Sales, sino fué dispuesta por
las Hermanas de la Visitación que escribían las palabras
dé su bienaventurado Padre en el punto mismo en que
eran proferidas. Estas pláticas fueron ya reunidas en un
volumen manuscrito para uso de los Monasterios del Ins
tituto. -
Santa Juana Francisca de Chantal pensaba en im
primirlas para “ consuelo—decía—particular de nuestras
Casas„ (1); pero el manuscrito, estando todavía por con
cluir, vino á caer en manos de ciertas personas que lo
dieron al público con muchas faltas é inexactitudes (2). Á ‘
fln de reparar esta lamentable falta’la Santa se vió obli
gada á publicar también el texto auténtico siguiente:
Las verdaderas pláticas espirituales del bienaventu
rado Francisco de Sales, Obispo y Príncipe de Ginebra,
Instituidor y Fundador de la Orden de Religiosas de la
Visitación de Santa María. En Lyon, por Vicente de
Coeursully, mercader librero, M DCXXIX.
De los Sermones se tratará en las Obras de 1641. El
modo de publicación de las Controversias fué juzgado
arriba; por vez primera fueron publicadas en las obras de
1672, Entre las obras todavía inéditas de San Francisco
de Sales las más importantes son:
1.— Los escritos de la juventud del Santo Doctor, de
que se ha hablado en lá primera parte de esta Introduc
ción, á saber: Ensayos sobre la Ética cristiana, Observa
ciones teológicas.
2.— Una parte de las Controversias.
3.— Una breve Disertación sobre la Santa Eucaristía
y dos sobre la virginidad de la Santísima Virgen.
(1) P lá tic a s, epístola de las R elig io sas de la V isita c ión .
(2) P íd tic a s y Coloquios esp iritu a les d el B . F ra n c is c o de Sales. L y o n 1628.
4.— Gran número de Sermones y de Cartas.
5.—El Tratado sobre la Demonomanía, ó de los ener
gúmenos (1).
6.—Los ^fragmentos del libro sobre el origen de los
Curatos (2).
7.— Los fragmentos de la Historia theandrica, de E l
Amor del prójimo, de la Melania (3). Estos fragmentos
no se han -podido hallar. ,
IV
(\ ) L a n indicaciones añad id as por los a utores se distin guirán de las del San
to p o r ser puestas entre parén tesis.
les obras ó secciones de escritos del. santo Doctor se
hallan todas las explicaciones-apetecibles.
4. Cuando haya razones particulares que los pidan,
• se pondrán catálogos de autores ú otras Tablas análogas.
5. Las Ptesas justificativas y otros documentos im
portantes serán dados por vía de Apéndice. *
§ II.— Texto.
(1) R o n ., X , 21. - ·
V¿) C a rta latina al P a p a Clem ente V I I I , 15 de N o v ie m b re de 1603, trad ucid a
en l;is E p ístola s de 1&76.
creían ^llos que estas treguas no eran más que treguas,
que la paz no era todavía un hecho, que en breve serían
echados por fuerza el Duque y los sacerdotes, y que la
herejía permanecería salva y entera.
Ante semejante coyuntura, un misionero ordinario se
habría desalentado y hubiera abandonado la partida, es
perando un porvenir mejor; no fué así como procedió
nuestro indomable Apóstol; su celo, fértil en recursos, le
hizo entrever y aprovechar el medio de triunfar de las
dificultades de su posición y esperar, á pesar de ellos
mismos, á los oyentes recalcitrantes. Aquel mensaje de
paz y de salvación, que no .podía hacer oir, lo puso por
escrito y lo hizo distribuir en hojas volantes?, entre aque
llos á quiénes el temor ó la mala voluntad retenían lejós
del alcance de su voz. Tal <ué el origen de las Controver
sias. [Feliz necesidad, que, sobreponiéndose á la modes
tia del joven misionero, le hizo tomar “ el oficio jurado„
de escritor, y nos valió este monumento inestimable de
una obra completamente apostólica!
Aquellas hojas fueron escritas en el intervalo de las
predicaciones; pues San Francisco de Sales continuaba
al mismo tiempo evangelizando á aquellos obstinados;
además sostenía el valor del corto rebaño de fieles, cató
licos, y, con frecuencia, las noches que seguían á sus la
boriosos días, las consagraba al trabajo. El Santo autor
no comenzó las Controversias hasta el 25 de Enero
de 1595 (l); -pero antes de esta fecha, hizo á ellas alusión
en una carta á su amigo Antonio Favre (2): “ Ahora insto
más á esos señores de Thonon y les instaré infinitamenté
más, cuando haya llevado á término, tanto cuanto per
mita mi capacidad, una obrita que medito desde hace
mucho tiempo, y así que hayáis aprobado mi empresa.„
La respuesta del ilustre senador es más significativa aún,
y prueba que San Francisco de Sales tenía algún proyec-
II
consideración de la m arca A p o stó lic a , que no parece h aber sido tra ta d a por el
Santo autor, pero que está, im plícitam ente contenida en sus enseñ an zas sobre
la M is ió n v la a n tigü e d ad de la sucesión de tos P a p as. En )a secunda p arte no
falta m:->3 :¡uc el lindo los capítulos sobre la Tradir.iñM y so bre los P a d res. Til
prim ero esto* :isvmtos queda com pletado en algun as tic los S erm o n es: el se
gundo air.p!¡«unente tra ta d o en el p rim er título ctM Código Fabriu n o.
pecie de renovación de la más elevada apologética cris
tiana, que es siempre oportuna, nunca fuera de sazón, en
una palabra, inmortal como la misma Iglesia.
(1) L o s p asaje s evidentem ente traducidos del g rie go , p or el Santo autor, son:
L u c a s , X X I I , 20; E p h es., I V , 16, E p h es., V I , 12; I Tim., V , 11.
(2) E n estas citas sigu e el S an to á la Colección de los Con cilios, p ro b a b le
m ente la de Suriu s: Concilia o m n ia ... in 4 tom os d is trib u ía , Colontae A g r i ·
pin ae, 1567. L a opinión concluyente de la autenticidad de los antiguos docum en
tos retiñidos en p a re c id a s colecciones, e ra generalm ente adopLada p or los c ató
licos m ás ortodoxos de esta época. E s e sentimiento estaba conform e con las
conclusiones del P . T u rria n u s , S. Jf., en su obra P r o ca non ibus Ap ostn loru m et
E p is to lis d ccreta libu s P o n tiftc u m ... d e fe n s iv . L u tc tia e , 1573. L o s m ismos he
réticos, y en p a rtic u la r C alv ih o y Beza, al mismo tiempo que declam an contra
la autorid ad de esas piezas, las citan cuando son fav o rab le s A sus tesis. E s cier*
Importa, además, hacer constar que el tratado de las
Controversias está muy lejos de ser una compilación. El
Santo no se limita á repetir los argumentos de los pole
mistas que le han precedido; su obra tiene un sello per
sonal, que abre, por decirlo así, un nuevo horizonte á la
« enseñanza eclesiástica. El humilde misionero parece con
tradecir esta afirmación, cuando emplea los términos si
guientes hablando de su tratado: “ Todo es antiguo y no
hay en ello casi nada mío, fuera del hilo y, de la aguja,,.
Nadié, seguramente, admitirá este aserto exagerado de
la modestia de nuestro Santo; sin embargo, otras pala
bras, ya citadas más arriba, piden alguna aclaración.
En 1609, escribía San Francisco de Sales al Arzobispo
de Viena, que, durante su misión en Chablais, había pre
dicado “sin otros libros que la Biblia y los del gran Be-
larmino„. Acabamos de decirlo: la Biblia es, en efecto,
el libro por excelencia, cuyas páginas no se cansa jamás
de recorrer nuestro Santo autor ni de.penetrar su sen
tido oculto. En cuanto á la obra del célebre Jesuíta, lé
ofrece, ciertamente, un precioso compendio de textos
sagrados, pero las citas que de ella toma el Apóstol del
Chablais, no privan á sus Controversias su fisonomía par
ticular.
El.tratádo de Belarmino no era, por otra parte, el
único arsenal donde nuestro hábil polemista pudiera pro
veerse de las armas ofensivas y defensivas que manejaba
con tanta destreza .Sin duda, según nos lo enseña él mismo,
no tenía otros libros para su uso personal; pero tenía ac
ceso á las bibliotecas de Mres. Poucet, Ducrest y d’Avully,
y aprovechó sus frecuentes excursiones, á Annecy y á
Sales para completar sus investigaciones. Se vale de San-
ders, De visibili Monarchia, casi tanto como de Belarmi-
(1) ConiA ejem plos de p asajes correspondientes entre am bos tratados se pue-
len citar el símil d c l “cucl)o de la palom a* (P refa cio det Tra ta d o del a m o r de
Oios'^ el tic la “perdiz la d ro n a rt.<lib. I, cap. X V I ), la com paración acerca de ttla
m ención,, lilv X U . cap. V I Í l ) . Todos osios pasajes presentan utgtin parecido
:on Vas Co ntro ve rsias.
flfSáder mejor ciertos rasgos de su carácter. Los escri-
íwfes que no pertenecen á la Religión católica, han tra-
ISafo de explicar, por razones humanas, la rápida y ma-
ff§#illosa conversión del Chablais. Desde su punto de
Ikéta, y según sus gratuitas suposiciones, fueron los me·
f e d e seducción y de persecución los que produjeron en
p|i?poco tiempo el regreso á la fe de todo un pueblo. Los
® tb res católicos refutan victoriosamente estas acusado·
f^ ,m o stra n d o desde su verdadero punto de vista el ca-
|gjjgter. y los medios de acción del santo Apóstol; no obs-
las Controversias, -darían por sí mismas una res·
Éiifesta satisfactoria. En la época en que fueron redactadas,
lll^titoridad de los libros santos era admitida por todos,
smM releer hoy ese tratado fundado sobre la piedra firme
|ÉíÍá Escritura, el lector imparcial.·comprenderá quería*
É|cíyicción debió penetrar fácilmente en los ánimos réc-
jp|*iy honrados. Conquistados éstos, el Santo no tenía ne-
flfid á d de llamar en su ayuda á la seducción y á la per-
|lendón. No se sabrá, por lo tanto, apreciar demasiado
^im portancia de las Controversias, no solamente para'
Implicar la conversión del Chablais, sino para justificar
Píribién victoriosamente á San Francisco de Sales de los.·
¡pfeteíndidos atentados á la libertad de conciencia que al
gunos autores protestantes se, atreven á echarle en cara.
III
D om. D. Mackey . O. S. B.
PREFACIO
0) L u c . ( X V I I , V. 1.
(2) Míitth., X .V IÍI, v . 7.
sobrepuja tanto más al primero, cuanto que, juntamente,
contiene al primero y al tercero, por ser á la vez activo
y pasivo, y porque, degollarse y despeñarse uno á sí
mismo es crueldad más desnaturalizada que matar á otro.
-Todás estas suertes de escándalo abundan en el mundo,
y nada se ve tan enaltecido ,como el escándalo, que es el
principal tráfico del diablo, y del que decía nuestro Señor:
Desgraciado del mundo á causa de los escándalos (1); Pero
el escándalo, tomado,sin ocasión, ocupa el primer lugar
eir todas partes, por ser el mas frecuente, el más peligroso
y dañoso, y sólo de éste es del que nuestro Señor es objeto
por párte de las almas que se entregan á la iniquidad. Me
explicaré. Nuestro Señor no puéde ser escandaloso, pues
todo en Él es soberanamente bueno; ni escandalizable, por
ser Soberanamente poderoso ; ¿cómo puede ser que haya
quien se escandalice en Él, y( sea causa de la ruina de
muchos? Sería una horrible blasfemia atribuir nuestro mal
á su Divina Majestad, qüe quiere que cada uno se salve y
véñga al conocimiento de la verdad (2); que no quiere que
nadie perezca (3). Nuestra perdición viene, pues, de nos
otros'mismos, y nuestraayuda de la Bondad Divina (4)· Ni
Nuestro Señor, por lo tanto, ni su .santa Palabra, pueden
escandalizarnos; pero nosotros nos escandalizamos á
nosotros mismos en Él; que es la propia manera de
hablar; tocante á este punto, que Él mismo enseñó cuando
dijo: 'Bienaventurados los que no se escandalicen en
M i {5). Y cuando dijo que ha sido puesto para la ruina
de muchos, debe entendersé, de hecho, que fué tal, que
muchos· se han perdido, no en la intención de la bondad
suprema, que no le envió sino para ser luz, para ser
revelada á los gentiles, y á la mayor gloria dé Dios (6).
Y si se encuentran gentes que quieran decir lo contrario,
nó les quedará otro recurso que maldecir á su Salvador por
su propia palabra: Desgraciado -de aquel por quien viene
el escándalo (7.). Busquemos— yo os lo ruego—en nosotros,
la causa de nuestros vicios y pecados, pues nuestra
voluntad es la única fuente de ellos. En vano nuestra
(1) M a tth ., x v i l t , 7. ^
(2) I T im ., II, . 4
(8) U P e t r .
(4) O se., X K I , 9.
(5) M utth., X I, o.
(6,1 L u c ., II, 32. 34.
(7) M a t t h .,'X V III, 7.
t.
¿naadre Eva (1) quiso disculparse con la serpiente, y su
llmarido con ella, porque la excusa no fué admitida, y harto
(mejor hubieran hecho diciendo un buen peccavi, como
^ a v id (2), cuya falta.le fué inmediatamente remitida.
. Todo esto lo he dicho, señores, para haceros conocer
rde,dónde procede esta gran disensión de voluntades, en
Jío.que atañe á la Religión, que vemos existe entre muchos
;qúé, con la boca, hacen profesión de cristianismo. Este
es· el principal y máximo escándalo del mundo,. el que
•sólo, en comparación de los demás, merece el nómbre de
escándalo, y parece que casi todos son unos, cuando
;nuestro Señor dijo:. Es necesario que haya escándalos,
íy cuando San Pablo dijo: É s necesario que haya herejías.
tf’ues este escándalo se va diversificando aquí con el
Éiémpó,y, como todo movimiento violento, se va siempre
Misminuyendc» en su malicia; pues en aquellos que bornea-
fiaron la división y esta guerra civil entre los cristiapos,
§a herejía es un escándalo puramente aceptado , pasivo,
j¡¡& intrínseco,.y no hay mal en el heresiarca que no nazca
||e su voliXntad, ni nadie, en ese mal, tiene parte más que
íét; el escándolo de los primeros, á quienes él seduce, es
^¿.participado; pero desigualmente, pues el heresiarca·
pene en él su parte, á causa de su solicitación, y los
^ c ia d o s en él tienen una parte tanto mayor, cuanto es
^mfenor la^'ocasión de seguirles; después que la herejía ha
/arraigado, los que nacen entre los heréticos, de padres
■JSérejes, tienen siempre menos parte en la ciilpa; pero no
¿ocurre jamás que á los unos y á los otros no les alcance
mucha parte de culpa, y muy particularmente en nuestros
Jtiétnpos, cuando casi.todos incurren en escándalo casi
.puramente pasivo (aceptado). Pues la Escritura que leen,
|a vecindad de los verdaderos cristianos, las señales que
llenen la verdadera Iglesia, de laque están separados,
^es,pueden poner delante de la vista las palabras de su
¡¡Esposo (3): Buscad de las Escrituras aquellas con que
pensáis tener la vida eterna, que son las que dan testimo
nió de Mí, y no otras (4). Las obras que hago en nombre
mi Padre, darán también testimonio de Mí. Por eso
lig o que el escándalo de aquéllos es puramente, ó casi
tó·:·.
• i (1) Genes., IU , t2
<2) Psalm. XXXI
- (8) Job., V . 19.
;M<) Job., x, i».
que les va murmurando al oído para lograr que se rían én
medio de sus iniquidades;
Ésto es lo que-me propongo demostrar en el presenté
tratado, en el que no me.guía otra intención que la de
haceros, ver, señores, que esta Susana se ve acusada sin
fundamento, y que. tiene razón en quejarse de todos aque
llos que se han aléjado de sus Mandamientos, con las pala
bras mismas de su Esposo: Me han odiado .con un odio
injusto (1). Lo haré dé dos modos: primeramente por
medio de algunos razonamientos generales, y después,
valiéndome de ejemplos particulares sobre las'principales
dificultades. Todo lo que tantos hombrés doctísimos han
escrito, á eso tiende y .converge;’pero no siguiendo todos
igual procedimiento, pues- cada cual sé propone su plan
particular; por tai parte, trataré dé dirigir todas, las líneas
de mi discurso á este punto, corno á un centró, lo más
justaménte que pueda, y la primera parte servirá casi
igualmente á todas suertes de herejes; la. segunda se diri
girá más particularmenté ;á aquéllos cuya reunión ,es
objeto más especial de nuestro deber. Tantos personajes
ilustres han escrito en nuestra época, que la posteridad
apenas tendrá nada que .decir, y sí solamente que consi
derar,· aprender, imitar y admirar; nada nuevo diré, por
lo tanto, aquí, ni podría proceder de.otro modo; porque
todo es antiguo, y apenas si hay algo mío fuera del hilo y·
la aguja; lo demás sólo me ha costado el trabajo de desco
ser y volver á coser á mi modo, Según este aviso de Vin-
cénte Livinense (2), c. X X II: Eadem tamen quae didicisti
ita doce ut cum dicas nové non di cas nova. Esté tratado
quizá parézca á algunos demasiado desabrido; pero esto
no procede,.de mi sequedad, sino de mi pobreza; mi memo
ria es poco feliz y no retiéné sirio lo de un día para otro, y.
sólo tengo aquí reducido número dé libros con que poder
enriquecerla. Esto, no obstante, recibid de buen grado,
séñores de Thonon, el presente escrito, y aunque hayáis
visto muchos otros mejor redactados y más ricos, detened
un poco vuestro entendimiento én éste, que quizá será
más acomodado á vuestra complexión que los otros, pues
su aire es completamente saboyano’y una de las más pro
vechosas recetas y los últimos remedios; es la vuelta á lo
'Ephes.,IV,3l.
AUTORES
DE LO S SIG LO S X I V , X V Y XVI
E N L A S C O N TR O V E R SIAS
Enñequin.—-(Véase Hennequin)
É rajsmo» Desiderio.— Holandés, profesor en Rotterdam (14 6 6 -15 3 6 ).
ÍFyNARDBNT^ Francisco — Franciscano francés ( 15 * 9 -16 10 ),
Semana primera de los Diálogos á los que están... computados /6 erro·
v , res Ide los Calvinistas. París, 15 8 5 . Semana segunda... 465 errores.
París, 159 8 . (Véase el libro Tbeomacbia Calvini$tica\.XKI Ubris
pfofligantury / 400 errores. Coloniae Agripináe ex officiná .Cho7
liniana, 16 2 9 ) .
íiscHER (Fisber), Juan(elBienaventurado), Mariyr,— C ardenal, Obi*-
&,··- po de Rochester (Roffensis), Inglaterra (14 6 9 15 3 5 ).
íG á¿b tiu s, Ju a n .— Flam enco, canónigo regular en: L ovain a, muerto
en 1 5 7 1 . ·
.· Classes novem de vera Gorporis Cbristi praestntta in sanctissimo
Eucbaristiae Sacramento, adyersus pestem Calvinianam. Pari-
: MIS, I56ÍÍ,
G hnebrard, G ilb erto,— Benedictino francés, profesor de Hebreo eñ el
/V Colegio Real, después Arzobispo de Á ix ( 1 5 3 7 - 15 9 7 ) .
Gtlberti Gtnebrardi tbeologi Parisiensis divinarum bebraicarumque
' literarum profftssoris regii, Cbronograpbiae libri quatuór, P a risiis,
Gv binus, 15 7 9 (Editiv) secunda, 1589). Psalmi Davidis, calendi-
ris Huebmo... exornati, París. Lullier, 15 7 7 .
; G u id o (de Perpiñán).— Francés, 12 o Superior general de los. C a r-
.m elitas, después Obispo de Elna, muerto, hacia 13 3 0 ,
> Summa de Hacresibus.
H a y , Junn.—jesuíta escocés, profesor de Teología ¿nTournon, muer
to en 1607.
Preguntas hechas a los ministros de Escocia, puestas en nuestra lengua
francesa. Lyon, J. Pillehotte, 158 3.
Aniimonia de las Respuestas que Tb. de Befe dtó a ¿7 Preguntas,
sobre las 206 hechas á los ministros de Escocia, etc. Tournon, 1588.
Hennequiñ* Aymar.— Francés, Obispo de Renncs, muerto en 1596.
Confesiones de San Agustín, etc. París, 1577.
J oinvílle (señor de), Juan.— Escritor francés (12 2 3 1317)'.
Historia de San Luis, IX de nombreRey de Francia.
Luis de Granada. — Dominico español (1504-1588).
Introducción al Símbolo de la fe.
L y ra (de), Nieblas;, de Lyretn Normaindía.— Franciscano( 1270* 1340).
PostiUae pefpetuae, seu brevia Commentaria in universa B ib liaaliter
Biblia, cwn GlossisJ
Montaigne .(señor de), M igueL~Literato francés ( 15 3 5 -15 9 2 ) ·
Ensayos.de Miguel; Señor de. Montaigne... Libros primero y segundo.
,:Eii .BbrdeoW-por S; Mitlanges, 1580.
MoRUS ^AÍofoJ),'Tomás (el Bienaventurado), Aíartyr.— Canciller de
. ^ In glatertá;(i478-1535): · >.
PpLU^(Pólo)V.^ — Inglés,Cardenal (150 0 -15 58).. (Véase Ca-
: \raffa ) ;··; . ', · ■ · .·
PossfeviN,: Ahtbriio.— Jesuíta italiano ( 1 5 3 3 - 1 6 11 ) . .
\ Nütae,divini: Vetbi.et Apostolicae Ecclésiae fides ac facies.ex qua tüor
'Otcüménicis S\nodis.. adversusre$ponsumD. Cbitraei. Posnaniae
¿ é t Wplrábi^ 1586.
P¿EAu;(del);*G doctor de. la Sorbona ( 15 11- 15 8 8 ) .
DeviÚs ¿sectis et dogmatibus Haereticorum omnium elenchus alpbabc-
Colonia,'1569; ■'
RiBBRA;::Fi;aricisco.—Jesuíta español (15 9 7 -15 9 1).
De jemplo et de iis quae ad Templum pertineyt, libri quinqué. Ant-
'¡ verpiae;^^ápiid Pctrum Bellerum, 1593. . . ;
S adolbtus, Santiago.— Italiano, Cardenal ( 14 7 8 .154 7). (Véase C a-
I I — HERÉTICOS
S eñores:
CAPITULÓ 'PRIMERO
R A ZÓ N I . — rDE L A MISIÓN.
A r t íc u l o p r im e r o
■; ARTÍCULO II
ARTÍCULO III
( 1 ) Cnnt., VII, 8 . · , ■
(2 ) I Cor., I, I3.i · ' ·.·.
tí) E phcs., IV,-5.
. (4) Vera 12.
(5) V ers. 2.
. (6; V crs. 16.
(7)v A c t .t IX , 6, . ·
(8> Vera. 17.
(9) A ct , XIII, 3.
(10) V crs : 4. .
(11) Luc.. I, .
(12) Joann., I, 19 y siguientes.
ron á,participar de su bautismo.(l) abiertamente y sin
escrúpulo, lo que equivale á recibir su misión como
buena? Nuestro Señor mismo, que era,el Maestro','¿no qui
so ser recibido por Simeón (2), que era sacerdote, pues
qué bendijo á nuestro Señor y á San José, y por Zaca
rías (3 ), sacerdote, y por San Juan (4), y aun pára su
misma Pasión, que era la ejecución principal dé su misión,
no quiso tener él testimonio profético del gran Sacerdote
que lo era entonces?-^4,° Esto, mismo es lo que Sari Pabtó
enseña (5) cuando no quiere,Que nadie se at/ibuya el honor
pastoral sino aquel que es llamado por Dios como Aarón;
pues la vocación de Aarón fué hecha por. el ordinario,
Moisés, tanto, que Dios no puso su santá palabra en la
boca de Aarón inmediatamente, sino Moisés, á quien Dios
dirigió .este mandato (6): ,Háblale y pon mis palabras en
su boca, y yo estaré en tu boca y en la suya. ' .
Si bien las consideramos, éh las palabras de San Pa
blo aprenderemos, también que la vocacióri"'de· los .pasto
res debe ser hecha visible ó perceptiblemente, no ípor
aclamación y moción secreta, y véanse á éste fin los dos
■ejemplos que propone: el. de Aarón, que' fué ungido y:
llamado, visiblemente (7), y después el de nuestro Señor
y Maestro, que siendo Soberano Pontífice y Pastor de
tjpdos los siglos, no se calificó á si mÍsmo\&), esto es,
no se atribuyó el honor dé su santo sacerdocio^ como ya
frabíá dicho antes San Pablo, sino,que fué ilustrado por,
i-Aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yó ti he engendrado
■hQy\ y , Tú eres sacerdote eternamente según el orden de
Melquisedec. Yo os ruego que consideréis este argúmen-
'•toi Jesús es Soberano Pontífice, según el orden de Melqui-
seaec; ¿se ha ingerido é impulsado por sí mismo á. este
honor? No; ha sido á él llamado (9). ¿Quién: le ha llama
ndo? Su Padre Eterno (10). ¿Y cómo? Inrnediata y mediata
mente á un tiempo mismo: inmediatamente en su Bautis-
; mo (11) y en su Transfiguración (12), con estas palabras:
:. (n Mátth., III. 5y 7.
• . (2) L oe ., II, 28 y 34.
. . .(»> Luc., 1,76.
V . M) J o a n n ., 1 , 29.
; (6) JoannM XI, 51.
(6 ) Exo^o, IV, 15.
, (7) L cvit., V [ n , 12 ; E xodo, X X V III, 1.
‘ (8) H cbr., V , 6 y 6.
' · (9) V er. 10.
( 10) V er. si.
' -.01) Matth , n r. 17.
(12) Matth., XV1Í, S.
Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis
delicias, escuchadle; mediatamente, , por los Profetas, y,
sobre todo, por David, en los lugares que San Pablo cita
á este propósito en los Salmos: Tú eres mi H ijo; te he
engendrado hoy (1). Tú eres sacerdote eterno según el
orden de Melquisedec (2). V todo demuestra está v o c á r
ción; la palabra en la nube fué oída, y en, David oída y
leída; pero San Pablo, queriendo mostrar la vocación de
nuestro Señor, trae los pasajes solos de David,' por. los
que dice nüestro Señor haber sido clarificado por sü Pa
dre, contentándose así con producir el testimonió percép* ,
tibie y producido por él intermedio délas Escrituras
ordinarias y dé lós Profetas recibidos.
En tercer lugar, digo, que:la autoridad de la misión
extraordinaria no destruye jamás la ordinaria y nunca es
dada para revocarla; testigos todos los Profetas, que
nunca levantaron altar contra altar, ni revocaron la.auto-'
ridad de Aarón, ni jamás aboliéron las constituciones dé
la Sinagoga; testigo, también nuestro Sefiofcv que '.afir-·
ma (3) que todo reinó dividido en si mismo será desolado
y úna ¿asa caerá, sobre la otra; testigo, igualmente, él
respeto que tuvo á la Cátedra de Moisés, cuya doctrina
quiso que fuese, guardada (4). Y, verdaderamente, si lo
extraordinario debiera abolir lo ordinario;.¿cómo sabfíá·:
mos cuándo, en qué y cómo debíamos atenernos á esto?
No, no; lo ordinario ?s inmortal mientras la Iglesia ékista
en este mundo; Lós. pastores y doctores que ha dado úriá
vez á la Iglesia, deben tener perpetua sucesión, para. lá
consumación de tos Santos, hasta que iodos lleguemos
en la unidad de la f e y. del conocimiento del Hijo de Dios,
á varón perfecto, según la medida de la edad cumplida de
Cristo’á fin de que no seamos más niños, flutüánteé lléva-
dos acá y allá á todó viento de doctrina por la malicia de
los hombres que'engañan con astucia eñ error (5). He áquí
el hermoso discurso que hace San Pablo para mostrar
que si los doctores y pastores ordinarios no tuvieran per
petua sucegión, ó estuvieran sujetos á la abrogación de
los extraoramários, sólo tendríamos"'una fe y una disci·.
plina desordenada é interrumpida á cada momento, esta-
(1 ) Psalm. II, 7.
(2) Psalm. C L X , 4.
f3> L oe., X I, 17.
<4) Matth., X X III, 2*3;
( 5) Ephcs.,lV, 11, 12, 13, 14.
riamos sujetos á. ser seducidos por los hombres, que, en
todo tiempo, se jactaran de la. vocación extraordinaria, y,
como los gentiles, caminaríamos (como hace notar des
pués) (1) én la vanidad de nuestros.enténdimientós, ima-
ginándose cada cual que.sentía la moción extraordinaria
del Espíritu Santo; de lo que nuestros tiempos suminis
tran tantos ejemplos, que ésa. es úna de las más sólidas
:razones que á éste propósito puedan exponerse; pues si la
éxtriíordiharia puede invalidar la administración Prdina-
. ría, ¿A quién daremos la primacía? ¿Á Cal vi rio ó á.Lute-
roí ¿Á Lutero ó á Pacimontaih?¿Á Pacimontain ó á Blan-
íirate? ¿Á Blandraté ó A Bronce? ¿Á Brence ó á la reina
de Inglaterra? Pues cada cual tirará hacia si de está tapa-
' dera de la misión extraordinaria. Pero la palabra de Dios
fvijLos saea,. de estas dificultades, pues ha edificado su Iglesia
Ísóbre -un fundamento tan buéno y_con úna proporcióti tan.
ifftién, entendida, qué las puertas del infierna no prevale
cerán jamás cohtra ella (2). Pues si jámás hán prevale·
ÍCido rii prevalecerán, la vocación extraordinaria no pue
ble; aboliría, porque Dios rio odia riada de lo que; háce·
í^dómo habría de abolir la Iglesia. prdinaria para hacer
íótrás extraordinarias, ya qué Él es quien, ha edificado
ilatfrdinaria sobre sí mismo y la ha cimentado en su pro-
ípiá-sangre? ·.·-·-
& ARTÍCULO IV
ARTÍCULO PRIMERO
^
/ aproximadamente; ^ sobre -poco ·más Ö
menos.’ Ésto es:, désde San Gfégório hiásta Lutero,' ó sea
en el.'tiempo qué el Pontificado estaba apacible .entré él
iCnstiaiíismopues ellos dicéii 'que durante ese ; tiémpó;
.;éxistieron ipucnbf verdaderos;ci*istiados secretos; qúCrno.
{di’séübiriéron sáfe intenciones y se contéfltaj&ti con servirá
lási ;á Dios ;encubiér támenté.' Eáta teólogíá es tan,' imagi¿:
;«''áfi4V^'■?tíöéívä;j,■que los ótros han preferido. decir: -que
fdüranté ésos rilil años láíglésia no fué visible rii invisible,
¡isino· que estuvo d o lid a ’ y ahogada· pbf la impiedad y lä :
.•idöiatriä^. ' . -
i ; .: Permitidme, os ruégb, qué diga librerfiente: íá verdad, j
;Todqs ésos , discursos sse resienten de exceso. de':deiirip,;.
•‘son : sueños que se· tienen en estado dé vigilia, y qué no.
'valen;más <qué.el que tuvo Nabucodonosor durmiendo;.
;tSon también dé todo punto contradictorios, si; liemps de'.·
;;4reér la interpretación dé Daniél . ( l ): imés. Nabúcodono-
; Sor vi6únapiedra tallada de un monté, sin obra dé manós ,
¿que vinü rodando y derribó ¡agrande estatua y creció de
tal suerte quey convertida en montaña, llenó todavía tie
rra, y Daniel lo interpretó en el Sentido del Reino de núes-,
ítro Señor que permanecerá eternamente' (2). Si· es como'
¿una montaña y tan graridequé llena la tierra, ¿cómo será,
jjues, invisible ó secreta? Y si dura etérnámeritéy¿cómo
. ha .podido dejar de existir mil años? Y no cabe duda de
. que del Reino déla Iglesia militante se trata en este pasa
je; pues, en primer lugar, el de la triunfante llenar^ el'
cielo, no la tierra solaménte, y no sé remontará al tiempo
de los otros Reinos, según la interpretación de Daniel,
sino después de la consumación de los siglos; tanto más,
cuanto que eso de ser tallada de la montaña sin obra de
; manos, pertenece á la. generación temporal de nuestro
Señor, segun lo qúe, fué concebido én el vientre de la Vir-
. gen y éngenfdradlo de su propia substancia, sin obra huma-
na, ’p o í }a solá ^endiciónvdel* Espíritu Santo. Y ó Daniel
ha profetizadfo maí, ó yérraii los adversarios de la Iglesia
éatóliéacuaridó dicéti qué lá-Iglesia es invisible ó está
ocultá y abolida; Tened paciencia, en él nombré de Dios;
que ya iremos por órden y .brevemente, demostrando la
vanidad de esas opiniones. ■
Péro ante todo, és preciso: decir lo qué. es. la Iglesia.,
Iglésiávvierie de la paVabrá griegá que quiére. décirylla-
jnárj-y, pbr lo,tanto,; significa un.a Asamblea ó Compañía
de genites llamadas: Sinagoga,Pquiére. decir,; hablapdo
con propiedad,, rebaño.- La ^Asamblea dé loá judíos s,e
llamóSinagoga ; l ádé los cristianós se Harria Iglesia, ’y dé
;áqúí qué Í0S/judíps?éstvíViéran^conipmn.rébáñó en él redil,
uiiido y entremezclado por él terror, mientras los cris*
tián¿s:están-reunidosporíá·pálabfa^dé piós,: y .llamados
juntamente én lá' unión de la caridad por lá: predicación
dé los:Apóétolés y sus sucesores, de quién dice San Agus
tín (,lj;. “L’ávlglesia és nombrada dé la convocación, la
.Sinagógá'del rebaño, porque el ■^r;'cóavkócádpi-,:rpei'té^év.
'G e /t t t ó lt e hombres, y él ser'amontonado, pertenece
más al rebañó!,, Y con justo titulo' fué llamado el pueblo
cristiafió. Iglesia ó convocación, aporque el primer, benefi
cio ,que Dios hace al hombréy para ponerle en 'gracia, és
llamarle.á la:igiésia; que es el'primer .efecto de su pre·
destióaéiM.^|Í^^//d5’''4' guté» ha predestinado, los ha lla-
warfo^-rdécía San Pablo á los romanos (2); y á los cólo-
senses (3). — Y in pas dé Cristo, late en vuestros corazo
nes', en la cual habéis sido Humados Ü nn cüérpp. Ser lla
mados á.uri cuerpo, és ser llamados á la Iglesia, y en estos
símiles;quévpropone nuestro Señor en San Mateo (4), de;
la viña y ·del banquete con la Iglesia,, á los obreros déla
viña y á los con vidádos á : las .bod as,lesd a él nombre
dé llamados ó convocados. Muchos—dice—son los llama
dos·, pero pocos los escogidos. Los atenienses llamaban
iglesia.á la convocación dé los ciudadanos; la convooación
de los extranjeros se llamaba de otro modo; de lo que se
sigue qué la palabra Iglesia conviene propiamente á los
, .: ; a r t íc u l o n·,!
?
iplina y corrección de la Iglésiá; y, por consecuenciá;
¿•¿¿ miembro de :1a Iglesia·· jr, no obstante/jeso no-im pide
que sea réphíbo·, irascible.y; obstinado. No están,,pues»,
'■sólo lös buenos en la verdadera Iglesia,',, sino también los
%i,álos, en tanto qué. 'de élla rió -sean lanzados, á menos
<que se quiera decir qué ia Iglesia á que1nuestro; Spfioir
nos envía, seá la'Iglésia.errá’nt.e, pecadora y anticristiá*
tiá, lo cuat seria blasfemár demasiado á lasdarás.
. 4.° Cüandó nuestrb Señor dijo (4): Y el;esclavo no
queda en casa paira siempre: más el Hijo queda {para
¡siempre, ¿no es tanto como decir que en la casa de la
Iglesia están él elegido ryieí réprobo por un tiempo deter¿
minádo? Porque ¿quién puede ser ese servidor que no
quedará siempre en la casa más que aquel que será arro
jado algún día á las tinieblas exteriores?, Y de heclio
muestra bien que es así cpmo lo ,entiende,, cuando dice
(1) Sess. v i , c. 1 1 .
(2) Jac., III, 2.
(8) IJ o a n n .,1 . 8.
(4) Psalm, C X V , 2.
(5) Joorm.. V II, 16.
(6) V¿u$c el artículo I.
nes á los que, estando en tan hermoso camino, en él· se
pierden; es un Ejército bien ordenado (1), aunque muchos
•de los que le forman, se desbanden.
2; ¿Pero quién no sabe cuántas vecesseatribuyeátodo
el cuerpo lo que sólo corresponde á una de sus partes? La
Esposa llama á su Esposo blanco y rubio, pero incontinen
ti dice que tiene los cabellos negros (2); San Mateo dice (3)
que los ladrones que estaban crucificados con nuestro
Señor, blasfemaron, y no fué mas que uno sólo, según
San Lúeas (4); Se dice que el lirio es blanco, pero los.hay.
también amarillos y verdes. Pues quien habla en térmi
nos de amor, emplea con gusto esa manera de hablar, y
los Cantares son representaciones castas y amorosas.
Todas esas cualidades', por lo tanto., son atribuidas con
justicia á lá Iglesia, á causa de tantas almas saritas como
en ella están guardando muy estrechamente los santos
mandamientos de Dios, y son perfectas, con la perfección
que se puede tener eri esta peregrinación, no con la que
esperamos en lá .Patria celestial. ,
3. Y á mayor abundamiento, aunque no hubiera otra
razón para calificar así á la Iglesia, que la esperanza que
tiene de subir allá arriba, toda pura, toda hermosa, en
contemplacióri del solo puerto á que aspira y'al que corre,
bastaría esto, para hacerla llamar gloriosa y perfecta,
princifjalrhénte teniendo tantas hermosas arfas de esta
sarita esperanza.
• Seria cuento de ntinca acabar para quien quisiera
entretenerse eri todas las nimiedade.s que se van conside
rando aquí, ,y sobre las que se edifican mil falsas alarrnas
en el animo del pobre pueblo. Se exhibe el-pasaje de San
Juan (5): Mis ovejas oyen mi vos. y yo las cónósco y me
■siguen, \y se. dice qüe éstas ovejas son los predestinados
que están solos en el aprisco del Señor; se exhibe también
lo que San Pablo'dice á Timoteo (6): El Señor conoce á los
que son de Él\ y lo que San Juan dice (7) de los apóstatas:
Salieron de entre nosotros, ¿ñas no eran de nosotros.
Pero ¿qué dificultad se encuentra en todo esto? Nos
otros confesamos que las ovejas predestinadas oyen la
(1) Cant., V I, 9. ‘ i
(2 ) Ibld.. V. 10 y 1 1 .
(3) Matth.. X X V I I , 44.
(4) L n c., X X III, 89.
(6) Joann., X C , 27.
(6) II Tira.. II. 19.
(7) I Joann., II, 19
voz de su pastor, y tienen todas las propiedades que se
hallan.descritas en San Juan (1), antes ó después, pero
confesamos también que en la Iglesia, que es el redil de
nuestro Señor, hay, no solamente ovejas, sino también
cabritos; de otro modo, ¿por qué se habrá dicho, que al
fin del mundo, en el Juicio, las ovejas serán separa
das (2), sino porque, hasta él Juicio, mientras la Iglesia
esté en el mundo, en ella estarán los cabritos con las
ovejas? Y, ciertamente; si nunca hubieran estado juntos,
jamás se íes separaría, y después, para remate de cuen
tas, si ios predestinados son llamados ovejas, también fo
son los réprobos; testigo David: ¿Cómo se ha 'encendido
vuestras indignación contra los que hasta ahora habéis
mirado conio ovejas 'vuestras y conducido,, cornos pastor
suyo á vuestros pastos? (3). Como una oveja descarriada,
expuesta A ser presó de los lobos, anduve perdida (4); y
eii otro lugaiv cuando dice: Escuchadnos, Señor, vos, que
gobernáis al pueblo de Israel. (5), vos que conducís á José
como á una oveja] cuando dice José, quiere decir los jose-
finos y 'el· pueblo de Israel, porque á José fué dada la
primogenitura (6), y el mayor da nombre á la raza®
Isaías .{LUI, 6) compara á todos los hombres, tanto ré-
jjjrobos, como elegidos, á ovejas: Todos nosotros, como
j&bejas nos extraviamos, y .en el ver. 7 compara á nues
tro Señor: Como oveja será llevado al matadero, y en el
¡¡transcurso del cap. XXXIV de Ezequiel, donde, sin
«tuda, todo el pueblo de Israel es llamado oveja, sobre el
lliie David debía reinar. ¿Pero quién no sabe que el pueblo
fde Israel >,no estaba todo predestinado ó elegido? Y, sin
Ém,bárgo, todos son llamados ovejas, y todos están juntos
pajoun mismo pastor. Confesemos, pues, que hay Ovejas
Salvadas y predestinadas, de las que habla San Juan, y
rotras condenadas, de las que se habla en otros lugares, y
irodasestán en un mismo aprisco.
||;, . Y asimismo ¿quién niega qae nuestro Señor conoce á
W>s-que son de El? Sabia, sin duda, lo que Judas llegaría
ffijse.r, y, sin embargo, Judas no dejó de ser tino de sus
apóstoles; sabía lo que harían los discípulos, qué sí volvie-
ARTÍCULQ III
séis que
íqüe fué
pp de la siega.„ Lá: buena sém illá-^
íia cizaña son; los hijos de la ani^ÜidSíiví'riíí^
v iv-
·.' ·Vjv¿ ,V?!
‘•o->v>ÍH‘'Rce·.'.·xti,aiyk .
■ (2). II Paral., X V , 3 / . .
. ; ,.
(8)' Cap; I, 6: ' :,:·; v· · .
(4). Philip. 11; 21;
(6) Psnirn. xur< 8 . :
(6) S. Aujrtht:,.! de anit Ecclek, CX (a/ XIII'.
(7) Cap. V il, 4. : *
(8) I Tim:, III; I V
la mentira, si' no es mentira lo.qüe^estjá éscntó. ( ^
puterías del infiérnonoprevalecerántoi+traella; Nosotros
:"nós'fiamos;.pues,..de la santa palabra ¡que p'roniéte;·per
petuidad á la Iglesia. ’ 7 : 'y
y, 6 . ¿No;· está escrito qué es neces?ric£qúé^
(la aposfasíá (2), y que el sacrificio -‘cé^ ^ á );,·^ :^
gran trabajó él Hijo del· hombre. hallafdifé ■m^ajtiéjpjiv
én su segunda venida visible cpañ áo,’Vyenga;á :juzg;^
' /A\ Ii nA«%«1 · n' rt/ÍXr» . 'Wnrn«Ar».’'wA·· íL/Ia
ARTÍCÚLQ V - '
% £¿ue Ía:Iglesiajamás ha
(1 ) J T«m , W . 15
(2) Matth , XVI, 13.
(8 ) Ephes., I, -i·; V. 23.
(4 ) A rt. I.
(5 ) Ephca * T. 22.
(6 ) M nith., X V I lI t 20.
A él escuchad (1), el Hijo ha dicho de la Iglesia: Y si no
oyere á la Iglesia, tenlo como un gentil y un publicano.
;\ "
V ARTÍCULO VII
V ■''·■■·'·'' .
(1) . Fol* 10.
(2) Jeron, adver. Peí., lib, III; fol. 17, 18.
(3). Aug., lib. VI. Contra Julianum%cap. II, ÍII.
(4)) Fer. adver. Peí., Hb, II.
(6) Ad*, cap. XII.
(6) Vida Aug.t 1. X X . Contra Faustúm .
(7) In fine.
(8) Reglcitur hodie haec cplfltola, cum coetertsolim S. Martialí adscriptla,
sed vlde notam cditoris, apud D . Celllier. Hist. de ios autores sagrados;
t. VIII, cap XII, p&g. 126. Ed. Vives, 1862.
(9) Pn. Sor. lib. V, cap. XIII.
(10) MI. CI.
(U) De Visib Monarchia Eccl. ■· r ;
Ecclesiae)·'(!).· ¿Veis ahora los moldes donde vuestros
itiinistros han echado y formado sus reformas?
Ahora bien; esta sola alianza de opiniones ó, por
mejor decir, este estrecho parentesco y consanguinidad
que vuestros primeros· maestros tuvieron con los más
crueles enemigips.de la Iglesia, ¿no debían retraeros de
seguirlos y alistaros bajo sus banderas? 'No he cotejado
ninguna herejía que no haya sido tenida Como tal en la
Iglesia que Calvinó y Deza confiesan haber sido la ver
dadera Iglesia; esto es, la de-los primeros quinientos años'
del cristianismo. ¡Ah! Y,o os ruego qué lo consideréis;
,¿nb es pisotear la majestad de ia Iglesiá.preséntar como
reformas y reparaciones necesarias y santas, lo que Ella
abominó en sus más puros años, y .lo que condenó como
‘ impiedád, ruina y consunción de la verdadera doctrina?.Él
estómago delicado c^e esta celestial Esposa no tenía espa
rció pa.rá feopor tar la violencia de aquellos yeaenos,’ y los
Rechazó con tal esfuerzo, que. muchas véhas dé sus niár-.
tires se ¡Rompieron; y ahora nos:los presentáis como una
preciosa medicina. Los Padres» que he citado, no los ha
brían puesto jamás en el número dé los heréticos, si no
hubiesen visto al cuerpo de lá iglesia· t^néflos por tales;
^efán de los" más ortodqxbs. y estaban unidos á todos ló¿
demás· Obispos y Doctores católicos de sii tiempo, lo que:
;;déihuestra que aquello que tenían por herético; lo éra‘:&
■ciencia cierta. Imaginaos, pues, á esta venefablearitigüe-
; dad en el cielo; alrededor del· Maestro, que marán ^uestrító
Reformadores; allí han ido combatiendo lás opiniones qué
"los ministros adoran, tuvieron por heréticósvá ¡aquellos
'cuyos pasos seguís; ¿pensáis qtieló que jüzgaróifcerror, he ·;
jrejía’ blasfemias en arríanos -y<maniqüeos,eh'Judas, lo
tendrán 1ahora:vpor santidad, reforma íy· restauración?·
:¿Quién no ve, que esto es el -mayor despreció que puede
hacerse de la majestad de la Iglesia? Si queréis venir á lá
sucesióndé la verdadera y santa Iglesia de los primeros
siglos,'•no contravengáis á lo que éllá ha establecido y?
constituido tan solemnemente. Nádtó. puede ser heredero
.á: medias; aceptad la herencia resueltamente; las cargas
"no son tan grandes que con un poco de humildad ho se
-puedan sobrellevar; basta con dar uno un adiós á sus pa
siones y opiniones y hacer caso omiso dejas diferencias
CAPÍTULO III
ARTÍCULO PRIMERO
III
ARTÍCULO II
• ■
ARTÍCULO III
ARTÍCULO IV
ARTÍCULO V
ARTÍCULO VI
II) H e b .,1 1 ,4 .
(2) E xodo, IV .
(3) Joann., X V , 24.
(4) V ld e S . Jnstlnt, A p ol. I , # 71. , .
(5) De vit. Constit, 11b. I, caps. X X V III, X X IX .
(6) Hist., lib. II, cap. X X X IH .
Jerónimo (1), Basilio (2), Sulpicio (3) y Atanasio (4), son
irreprochables? ¿Quién no sabe, además, lo que ocurrió
en la invención de la Santa Cruz, y en tiempo de Juliano
el Apóstata? En tiempo de San Crisóstomo (5), .Ambro
sio (6), Agustín (7) se vieron muchos milagros, que ellos
mismos refieren. ¿Por qué, pues, queréis que la misma
Iglesia cese ahora de tener milagros? ¿Qué razón habría
para ello? Verdaderamente los que siempre los hemos
visto en todas épocas acompañar á la Iglesia, no podemos,
menos de llamarlos propiedad dé la Iglesia, la verdadera
Iglesia, pues,, manifiesta su santidad por milagros. Que
si Dios hizo tan admirable el Propiciátprio y su Sinaí y su
zarza ardiendo cuando quiso hablar con los hombres, ¿por
qué no había de hacer milagrosa á su Iglesia, en la que
quiso vivir siempre?
ARTÍCULO VII
/ ^
(1 ) In vlt. S. Hilar.
(2) De Spir. Sancto, cap. X X IX .
(3) In v it . S. Mart.
<4). In v it. S. Antón.
(5) A dvera Judacos, eermo V , De laudib. S. Pauli, sermo IV .
(6) E p . X X II.
(7) De civit. Del., tib. X X II, cap. V III; Conf., lib. IX. cap. V II.
(8) Cantarananiinsulam (texto latino de Maffaeus.)
(9) V id c Maftaeum, Hist. InMlib. V.
enfermos sin más que rogar por ellos á Dios en la Misa;
y tan repentinamente, que otra mano qué la de Dios no
hubiera podido hacerlo. El bienaventurado Francisco
Javier curó paralíticos, sordos, mudos, ciegos, y resucitó
á un1muerto; su cuerpo no pudo ser consumido, aunque
fué enterrado cón cal, como certificaron los qtie le vieron
entero quince meses después de muerto (1), y estos dos
últimos murieron hacía unos cuarenta y cinco años.
En Meliapor fué encontrada una Cruz incisa sobre una
piedra, la que se estimó que fué enterrada por los cristia
nos en tiempo de Santo Tomás; y— ¡cosa admirable, y, sin
embargo, verdadera!—casi todos los años, alrededor de.la
fiesta de este glorioso Apóstol, esta Cruz suda abundancia
de sangre y cambia de color“ volviéndose bláhcá^pálida,
después negra y luego de uh color azül resplandeciente
y muy agradable, hasta que, por último, torna á su color
natural; lo que ve todo el pueblo,,y el Obispo de Córi-
na (2) envió un público testimonio con la-imagen de la
Cruz al santo Concilio de Trento (3). Así se hacen mila
gros en las Indias, donde la fe no está todavía del. todo afir
mada; y de ellos omito un mundo, en obsequio á la bre
vedad.
El buen Padre Luis de Granada, en su Introducción al
Símbolo de la fe (4), refiere muchos milagros recientes é
irrefutables. Entre otros cita la curación qué los Reyes
de Francia, católicos, han hecho, en nuestros mismos
tiempos, de la incurable enfermedad de los lamparones,
sin decii* más que estas palabras: “Dios te cure, el Rey.
te tocan, y sin emplear otros medios que confesar y comul
gar ese día.
! He leído lá historia de la milagrosa curación dé Jaco-
bo, hijo, de Claudio Andrés, de Belmónt, en el distrito de
Baulme, en Borgoña. Había estado durante ocho años
mudo (5) é impedido; y después de haber .practicado sus
devociones en la iglesia de San Claudio, el mismo día
de su fiesta, 8 de Junio de 1588 (6), se encontró repenti
namente sano y curado. ¿No tenéis esto por milagro?
ARTÍCULO IX
i \
í :¡ ARTÍCULO X
ARTÍCULO XI
M ARCA T E R C E R A
ARTÍCULO XIII r
| V ARTÍCULO XIV
;V.'<' ?'■ ·"%*■
u. ■.*■·* '
verdadera Iglesia-es muy antigua.— La preteftdidá
totalmente nueva, ' :
• ARTÍCULO XV
(1 ) Psalm. CXLVIII, 5.
(2) Genes., II, 7.
(3) L u c,, X II, 49·
(4) In Psalm. CI. Sermo TI, 6 7.
(5) ferin o L X X X IX , in Cant,
(6) Matih., VII, 25. s
(7) I Cor., bt. 4. '
(8) De unlt. E ccl., cap. X V II
(9) M atth., XIII, 30.
vosotros decís que la que sembraron los Apóstoles, está
totalmente perdida, os responderemos: leednos esto en las
Santas Escrituras, y no lo leeréis jamás, como no hagáis
falso lo que está escrito, de que la simiente que fué sem
brada en el principio crecerá hasta el tiempo de. la siega. „
Y la buena simiente son ios hijos del reino. Y la cizaña
Son los hijos de ¡a iniquidad. Y la siega es la consuma·
xión del siglo (l). No digáis, pues, que la buena semilla
está abolida ó ahogada, porque ella crece hasta el fin
del mundo. La Iglesia ;2), por lo tanto, no fué abolida
cuando Adán y Eva pecaron; pues no eran la Iglesia, sino
¿1 principio dfe Iglesia; además de que no pecaron en la
doctrina y creencia, sino en el hecho.
Ni cuando Áarón levantó el becerro de oro (3); pues
Aarón no era todavía soberano Pontífice ni jefe del pue
blo, pues lo era Moisés, que no idolatró, ni tampoco la
.tribu de Leví que se unió -á Moisés.
Ni cuando Elias se lamentaba de estar solo (4), pues
no hablaba más que de Israel, y Judá era la mejor y prin
cipal parte de la Iglesia; y lo que dijo no es más que una;
manera de hablar para expresar mejor la justicia de su.
queja, sin contar con que tenía aún siete mil hombres,
qtie no se habían entregado todavía á la idolatría (5). Que
esas son únicamente ciertas expresiones y demostracio
nes vehementes, acostumbradas en las profecías que no
deben tomarse sino en general para un gran desborda
miento, como cuando David decía (6): Non est.qui faciat
bonum, y San Pabló (7). Omnes quaerum quaé sua sunt.
, , Ni aquello de que es preciso que la separación y la
ápostasía vengan (8) antes de que el sacrificio cese (9), y
qúe Con gran pena el Hijo del hombre hallara fe en la
tierra (10); pues todo esto se verificará en los tres aflos y
medio que reinará el Anticristo, durante los teuales, sin
embargo, la Iglesia no perecerá, sino que ser^ alimenta
da en las soledádes y desiertos, como dice la Escri
tura (11).
. (1) Matth., XIII, 38,39.
I (2) Cf. cap. II, a rt. IV .
X\(3) V id c cosa.supra, pá g. 66.
? (4) l I I R e f f . 'X I X 'H .
(5) V er , 18.
<6j Psalm ., X II!, 4.
(7) Ph ilip., 11, 21.
(8) II T h css., II, 3.
(9) D an., X I I , U.
(10) L iic., XVIJI. 8.
(11) V id c cosa supra, pág. 68.
ARTÍCULO XVI
(í) A rt. X IV .
(2) B. Edm. Campión, ubi supra, art. X IV . v
(3) A rts. X V III, X X .
(4) Cap. U, art. L
(5> A rt. prcccd.
ARTÍCULO XVII
ARTÍCULO XVIII
ARTÍCULO XIX
i
ARTÍCULO XXI
LAS REGLAS DE LA FE
PRÓLOGO
(t ) V J on n o., I V , 1.
poco á poco, no dejarán otra memoria de sí que el re
cuerdo de las muchas desgracias que ordinariamente
siguen á estas apariencias.
jOh cuán necesario era no abandonarse á esos espí
ritus y, antes que seguirlos, probar si eran de Dios ó
»0/(1). |Ahí No faltaban piedras de toque para descubrir
la baja ley de esos diamantes falsos; pues Aquel que nos
ha hecho decir que probemos los espíritus, no lo habría
hecho si no hubiese sabido que teníamos reglas infalibles
para distinguir el santo del falso espíritu. Y efectivamen
te, las tenemos y nadie lo niega; pero los seductores las
exponen de modo que puedan falsearlas y plegarlas á sus
intenciones, á fin de qüe, teniendo las reglas en la mano,
puedan hacerse ellos recomendables cómo poseedores de
un signo infalible de su magisterio, bajo cuyo pretexto
puedan formar una fe y religión tal cual ellos la han ima-i
ginado. Importa, por lo tanto, saber exactamente cuáles
son las verdaderas reglas de nüestra creencia; pues se
podrá distinguir fácilmente la herejía de la verdadera
Religión, y eso es lo que yo pretendo hacer ver en esta se
gunda parte.
He. aquí mi plan. La fe cristiana está fundada sóbre la
Palabra de Dios; esto es lo que la coloca en un soberano
grado dé certeza, por tener como garantía á tan eterna é
infalible verdad; la fe que se apoya en otra parte, no és
cristiária; luego la Palabra de Dios fes la verdadera regla
del buen,creer, pues ser fundamento y regla es una mis-
iría cósa en este punto. Mas para qué esta regla no regule
nuestra creencia sino, cuando ella es aplicada, propuesta
y declarada, como esto se puede hacer bien ó mal, nó
basta saber que la Palabra dé Dios es la verdadera é
infalible regla del bien creer, si no sé qué palabra es de
Dios, donde está y quién la debe proponer, aplicar y de
clarar. Y· en vano sabré que la Palabra de Diós es infali
ble,si á pesar.de esto no creo que Jesús es el Cristo, Hijo
de Dios vivo, si no estoy seguro de que esto es una pala
bra revelada por el Padre celestial (2); y aun cuando sepa
esto, todavía no habré resuelto toda dificultad, si no sé
cómo es necesario entenderla, si como una filiación adop -
tiva á la arriana, ó como una filiación natural á la cató
lica.
(1) I Joann.. I V , i.
(2) M atth., X V I , 16-17.
Es necesario, pues, además de esta primera y funda
mental regla de la Palabra de Dios, otra segunda regla,
en virtud de la cual, la primera nos sea bien y debidamente’
propuesta,, aplicada y declarada, y á fin de que no este
mos sujetos á la vacilación é incertidumbre, es necesario
que no solamente la primera regla, á saber la Palabra de
Dios, sino también la segunda, que proponey aplica esta
Palabra, sea del todo infalible, pues de otro modo perma
neceremos en la vacilación y la duda de estar mal regidas
y apoyadas nuestra fe y creencias; no.ya por defecto de
la primera regla, sino por error y falta en la aplicación
de ella. Ciertamente, el peligro es igual, ó de estar des
arreglado por falta de una regla justa, ó de estar mal re
gulado por falta de una aplicación bien arreglada: y justa
de la regla misma, Pero esta infalibilidad requerida tanto
en la regla como en su aplicación, no puede tener su ori
gen más que en Dios mismo, viva y primera fuente de
toda verdad. Pasemos á otro punto. '··*«■
¡Pero así cOmo Dios reveló su Palabra y habló en otro
tiempo por boca de los Padres y Profetas y finalmente en
su Hijo (1), después por los. Apóstoles y Evangelistas,
cuyas lenguas no fueron sino como plumas de escribien
tes que escriben con mucha velocidad (2), empleando de
este modo á Jos hombres para hablar á los hombres, del
mismo modo, para proponer, aplicar y declarar ésta su
Palabra, emplea á su Esposa visible como su amanuense
é intérprete de sus intenciones. Es, pues, Dios sólo quien
regula nuestra creencia cristiana, pero con dos instru
mentos y de distinto modo: primero, por su Palabra como
una regla formal; segundo, por su Iglesia como 'por la
matoo del medidor y regulador. Digámoslo así: Diosas el
pintor, nuestra fe la pintura; los colores son la Palabra de
Dios, el pincel es la Iglesia. He aquí, pues , dos reglas or
dinarias é infalibles de nuestra creencia: la Palabra de
Dios, que es la regla fundamental y formal, y la Iglesia de
Dios que es la regla de aplicación y explicación; Consi
deraré en esta segunda parte la una y la otra; mas para
hacer él tratado más claro y manual* he dividido estas
dos reglas en muchas, de esta suerte:
La Palabra de Dios, regla formal de.nuestra fe, ó está
(1) Hebr .. I, 1, 2.
(2) Psalm. XLIV, 2.
LAS CONTROVERSIAS
•J
CAPÍTULO PRIMERO
ARTÍCULO PRIMERO
ARTÍCULO n
f- ARTÍCULO III
■J'.
.Cuáles son los Libros sagrados de la Palabra de Dios.
ARTÍCULO IV
(1) A d In te rp re ta d a p o c ry p h . O livelaiii. S u p ra .
(2) V é a s e B e la r. (C o n tro v . De Verbo Dei, lib. I I , c a p . II.)
(8) U b . X V I I I De la Ciudad, ca p . X X X V I .
sino la Iglesia católica tiene á los Libros de los Macabeos
por canónicos.„ A Dios gracias, nó somos judíos; somos
católicos. Demostradme con la Escritura, que la Iglesia
cristiana no tenga tanto poder para autorizar los Libros
sagrados como para ello tenía la mosaica; no ha habido
en esto ni Escritura ni. razón que io demuestre.
3. Sí; pero la misma Iglesia no toda ella los recibe,
decís vosotros. ¿Y dé qué Iglesia queréis hablar? Cierta-
mente, la Iglesia católica, que es la sola verdadera, Ms
recibe como San (Agustín) acaba de atestiguar ahora y lo
repite aún (en otra parte) (1); el Concilio de Cartago, el de
Trullos, sexto general, (el de) Florencia y cien autores an
tiguos son de ello (testigos) irrecusables (2), y San Jeró
nimo señaladamente, que afirma (delLibro) de Judith (3)
que fué recibido en el Concilio primero (de Ñiceaj. Quizá·
queréis decir que antiguamente algunos católicos duda
ron de su autoridad; eso ya consta en la división que más
arriba hice (4); ¿pero qué supone eso? La dada de aqué
llos ¿puede impedir la resolución dé sus.sucesores? ¿Quie
re decir esto que si no se resuelve todo de primera .inten
ción, es preciso permanecer siempre en la duda, incierto
el ánimo é irresoluto? ¿No estuvieron pueistos en duda
durante algún tiempo el libro del Apocalipsis y el, de»
Egther? No os atreveréis £ negarlo, que de ello tengo
muy buenos testigos; de Esther , San Atanasio (5) y San
Gregorio Nacianceno (6), y del Apocalipsis, el Concilio
de Laodiceá; y, sin embargo, vosotros los recibís; con
que ó . los recibís todos, pues son de igual condición, ó
no recibís ninguno por la misma razón. Pero, én nombre
de Dios, ¿qué capricho os impulsa para apelará la Iglesia,
cuyo testinionio és para vosotros cien veces más incierto
que esos jnismos Libros y de la que decís que ha sido
fala2,‘inconstante y aun apócrifa, siapócrifa quiere decir
oculta? Vosotros no la citáis más que para despreciarla,
ora admitiendo ó rechazando esos Libros. Pero, hay
nyicha diferencia entre dudar si una cosa es admisible y
rechazarla; la duda no impide la resolución subsiguiente,,
antes bien, es un preámbulo de ella; rechazar, presupone
ARTÍCULO V
#·
(|) V id e ln a r t „ p ra e ce d .
Dios, qué secreto, qué niebla, qué noche! Pero ¿no nos
vemos bien iluminados en tan importante y grave dificul
tad? Se pregunta cómo pueden conocerse los Libros canó
nicos, se quisiera tener alguna regla para distinguirlos y
se nos remite á lo que pasa en el interior del alma, que
nadie ve ni nadie conoce, sino el alma misma y su
Creador.
1. Demostradme claramente que esas inspiraciones y
persuasiones que vosotros pretendéis tener, son del santo
y no del falso espíritu; porque ¿quién ignora que el espí
ritu de las tinieblas se aparece muchas veces vestido de luz?
2. Demostradme claramente que cuando me decís
que tal y tal inspiración penetra en vuestra conciencia,
no mentís ni me engañáis. Decís que sentís esa persua
sión dentro de vosotros mismos, ¿pero por qué he de estar
obligado á creeros? ¿És vuestra palabra tan poderosa, que
su autoridad me obligue á creer lo que pensáis y á sentir
lo que vosotros decís? Puedo teneros por personas hon
radas, pero cuando se trata de los fundamentos de mi fe,
como es recibir ó rechazar las Escrituras eclesiásticas,
no encuentro ni vuestros pensamientos ni vuestras pala
bras bastante firmes para servirme de base.
3. Este espíritu, ¿tiene sus persuasiones indiferente
mente para todos ó solamente para algunos en particu
lar? Y si son para todos, ¿qué quiere decir que tantos mi
llones de católicos no las hayan jamás sentido, ni tantas
mujeres, ni tantos labriegos entre vosotros? Y si sólo son
para algunos en particular, mostrádmelos, yo os lo su
plicó; pero ¿por qué á éstos y no á los otros? ¿Qué señal
me los hará conocer y entresacar del montón del resto de
los hombres? ¿Tendré que creer al primero que me diga
que es uno de los escogidos? Eso sería ponernos dema -
siado á merced de los seductores. Mostradme, pues, al
guna regla infalible para conocer á esos inspirados y
persuadidos, ó permitidme que no crea en ninguno.
4. Pero ¿os parece, en conciencia, que la interior per
suasión sea ún medio suficiente para discernir las Santas
Escrituras y poner á los pueblos fuera de duda? ¿Qué
quiere. entonces decir que Lutero tache la Epístola de
Santiago que Cal vino recibe? Armonizad un poco, yo os
lo ruego, este espíritu, y su persuasión, que persuade á
uno á rechazar lo que persuade á otro que reciba. Diréis,
quizá, que Lutero se engaña; pero él dirá otro tanto de
vosotros; ¿á quién creer? Lutero se mofa del Eclesiastés
y tiene á Job por fábula; ¿le opondréis vuestra persua
sión? El os opondrá la suya, y así, este espíritu, comba
tiéndose á sí mismo, no os dejará otra resolución que la·
de obstinaros de una parte y de otra.
5. Después ¿qué razón hay para que el Espíritu Santo
vaya A inspirar lo que cada uno debe creer, á no sé quién,
á Lutero, A Calvino, habiendo dejado sin ninguna inspi
ración á los Concilios y á la Iglesia entera? No negamos,
para hablar con. toda claridad, que el conocimiento de
los verdaderos Libros sagrados sea un don del Espíritu
Santo; pero sí decimos que el Espíritu Santo lo otorga á
los individuos por mediación de la Iglesia. Ciertamente,
aun cuando Dios hubiera revelado mil veces una cosa á;
cada persona, no estaríamos obligados á creerla sin_qué
Dios la marcase de tal modo que no pudiésemos poner en .
duda su fidelidad; pero nada de eso vemos,, en vuestros
reformadores. En una palabra, es á la Iglesia generará
quien el Espíritu Santo dirige inmediatamente sus inspi
raciones y persuasiones; después, por la predicación de
la Iglesia, las comunica á los individuos; es en la Es
posa en la que la leche ha sido engendrada; después los
kyos la liban de sus pechos; pero vosotros queréis, por el
contrario, que Dios inspire á los individuos y por con
ducto de éstos á la Iglesia; que los hijos reciban la leche,'
y que la madre se alimente del seno de ellos; esto es ab
surdo.
Pero si la Escritura no es violada ni su majestad vul
nerada por el establecimiento de estas interiores y parti
culares inspiraciones, jamás ella fué ni será violada; mas
así se abre la puerta á todos para recibir ó rechazar las
Escrituras, según les parezca. Y decidme por favor, ¿por
qué permitir más bien á Calvino tachar la ,Sabiduría ó
los Macabeos que á Lutero borrar la Epístola de Santiago
ó el Apocalipsis, ó á Castulio el Cantar de los Cantares,
ó á los anabaptistas el Evangelio de San Marcos, ó á otro
cualquiera el Génesis y el Éxodo? Y si todos protestan de
la interior revelación, ¿por qué se ha de creer mejor á
uno que á otro? Así, esta regla sagrada, bajo el pretexto
del Espíritu Santo, permanecerá desarreglada por la
temeridad de cada seductor.
Conoced, yo os lo ruego, la estratagema. Se ha qui
tado toda autoridad á la Tradición, á la Iglesia, á los Con
cilios; ¿qué queda ya? La Escritura. El enemigo es astuto;
si la quisiera arrancar de una vez, provocaría lá alarma;
por eso establece un medio cierto é infalible para ir
bonitamente destruyéndola pieza por pieza, y ese medio
no esotro que esta opinión de la interior inspiración, por
la que cada uno puede récibir ó rechazar lo que bien le
parezca; y de hecho, ved un poco dél progreso de este
designio. Calvino quita y tacha del cánon á Baruch, á
Tobías, Judith, la Sabiduría, el Eclesiástico y los Maca-
beos (1); Lutero quita la Epístola de Santiago, la de San
Judas, la segunda de San Pedro, la segunda y tercera de
San Juan, la Epístola á los hebreos; se burla del Eccle-
siastés y tiene á Job por fábula. En Daniel, Calvino ha
escamoteado el cántico de los tres niños, la historia de
Susana y la del dragón de Bel; item una gran parte de
Ester. En el Éxodo quitaron en Ginebra y en otras pai
tes, entre esos reformadoras, el versículo 22 del II capí
tulo, el cual es de tal substancia, que ni los Setenta ni los
otros traductores rio lo hubieran jamás escrito sino hu*.
biera estado en los originales. De Beza pone en duda la
historia de la adúltera .en el Evangelio de San Juan (2)
(San Agustín advierte que en otro tiempo los enemigos
del cristianismo lo habían rayado de sus Libros; pero no
de todos, como dice San Jerónimo). En las misteriosas
palabras de la Eucaristía ¿rio se quieré quebrantar la auto
ridad de estas palabras: Quipro vobis funditur (3), por
las que el texto griego muestra claramente (4) que lo que
estaba en el cáliz no era vino, sino la Sangre del. Salva
dor, como quien dijera en nuestra lengua: Esta es la copa
del Nuevo Testamento en mi Sangre, que será derramada
por vosotros?; pues en este modo de hablar, lo que está en
la copa debe ser ía verdadera Sangre, no el vino, pues el
vino no ha sido derramado por nosotros, sino la Sangre,
y la copa no puede ser vertida sino en razón de lo que
ella contiene. ¿Cuál es el cuchillo con el que se han hecho
tantos cortes? La opinión de esas inspiraciones particu
lares. ¿Y qué es lo que hace tan atrevidos á vuestros re
formadores para tachar, el uno esta pieza, el otro aqué
lla? El pretexto de sus interiores persuasiones dél espíritu,
ARTICULO VI
I
5áy nada en ella que no este muy conforme con el sentido
|el Espíritu Santo que es su autor; como han demostrado
interiormente tantas personas doctas de las nuestras (3),
I?3·, xix. «.
: (2) Sea». I V .
que se han opuesto á la temeridad de esos nuevos forma-
dores de religión, por lo quesería perder el tiempo seguir
hablando más de este asunto; aparte de que sería en mí
gran locura.querer hablar de la sencillez de las traduc
ciones á quien no supo jamás leer de corrido en una de las
lenguas necesarias para este conocimiento y no estoy más
seguro de que lo sepa en la otra. ¿Pero qué digo? ¿Acaso
no os ha parecido lo mejor hablar cada cual en la suya,
con desprecio de la de los demás? Se ha revuelto todo
cuanto.se ha querido, pero nadie ha tenido en cuenta la
versión de su compañero; ¿y qué otra cosa es esto sino
derribar la majestad de la Escritura y hacerla desprecia
ble á los pueblos, que piensan que tanta diversidad de
ediciones procede más bien de la incertidumbre de la Es
critura que de abigarramiento de los traductores? El cual
abigarramiento redunda en crédito de la antigua traduc
ción, la cual, como dice el Concilio, ha sido tan amplia,
constante y unánimemente aprobada por la Iglesia.
ARTÍCULO VII
ARTÍCULO VIII
ARTÍCULO X
ARTÍCU LO X Í
(1) L lb . I de m o r lb . E c c lc s ia e ., cAp· I.
(2) P r o v e r , X X V I I I . 6.
(3) C ap . X ! , a.
14) Cap. X . y.
algunos ejemplos señalados, que quiero dejaros al fin de
este artículo por conclusión
San Agustín (1): Adntonenda fuit charitas restra con-
fessionem non esse semper vocem peccatoris; quia mox
ut hoc verbum sonuit [in ore] lectoris, secutus est etiam
sonus tunsionis pectoris vestri: Audito, scilicet, quod
Dominus ait, Confíteor tibi, Pater (2) in hoc ipso quod
sonuit Confíteor , pectora vestrd tutudistis: tundere autetn
pectus quid est, nisi arguere quod latet in pectore, et evi-
denti pulsu ocultum castigarepeccatum? Quare hoc fecis-
tis, nisi quia audistis, Confíteor tibi, Pater? Confíteor
audistis, quis est qui confitetur non attendistis; nunc ergo
advertite. Ved como el pueblo oía la lección pública del
Evangelio, y no entendía de ella más que esta palabra:
Confiteor tibi, Pater? que entendía por costumbre, por
lo que todos los días se le decía al principio de la Misa,,
como hacemos ahora; lo que prueba que la lección se
daba en latín, que no era su lengua vulgar.
Pero quien quiera ver el aprecio que los católicos
hacen de la Sagrada Escritura y el respeto que le tienen,
que admiren al gran Cardenal Borromeo, que jamás leyó
las santas Escrituras sino de rodillas, pareciéndole que
oía hablar á Dios en ellas, y que. aquella reverencia era
debida á tan divina audición. Jamás pueblo alguno fué-
mejor instruido, según permitía la malicia de los tiempos,
que el pueblo de Milán, bajo el Cardenal Borromeo; pero
la instrucción del pueblo no viene á fuerza de remover
las santas Biblias, ni de cantar aquí y allá en forma de
fantasías los Salmos, sino de tratarlas y leer, oir, cantar
y orar, con apreciación viva de la majestad de Dios á
quien se habla, de quien se lee ó escucha la palabra,
siempre con este prefacio de la antigua Iglesia: Sursunt
corda.
Aquel grande amigo de Dios, San Francisco, en cuya
gloriosa y muy santa memoria se celebró ayer (3) fiesta
en todo el mundo, nos mostró un hermoso ejemplo de la
atención y reverencia con que se debe orar á Dios. He
aquí lo que cuenta el santo y ferviente Doctor de la Igle
sia San Buenaventura (4): Solitus erat vir sanctus horas
CAPÍTULO II
>·
.·:? ARTÍCULO I
<1) S cs. I V .
vel oretenus a Christo vel a Spiritu Sancto dictatas, et
continua successione in Ecclesia Catholica sérvalas, pari
pietatis affectu ae reverentia suscipit et veneratur. He
ahí verdaderamente un decreto digno de una asamblea
que pudo decir Visum est Spiritui Sancto et nóbis (1);
pues no hay apenas palabra que no dé un golpe seguro
al adversario, y no le quite todas las armas de las manos.
Porque ¿de qué le servirá en adelante gritar: In va-
num colunt me docentes mandata et doctrinas homi-
num (2). IrritumfecistismandatumDeiproptertraditio-
nemvestram(3).Ne intendas fabulis Judaicis (4). Aemu-
lator existens paternarum ntearum traditionum (5). Vi·
dete ne quis vos decipiat per philosophiam et inanem
fallaciant, secundum traditionem hominum (6). Redcm-
pti estis de vana vestra conversatione paternae traditio-
nisl (7) Nada de esto viene á cuento, pues el Concilio
protesta claramente que las Tradiciones que recibe, no
son ni tradiciones ni doctrinas de los hombres, sino quae
ab ipsius Christi ore ab Apostolis acceptae, vel ab ipsis-
Apostolis, Spiritu Sancti dictante, quasi per manus tra-
ditae, ad nos usque pervenerunt: estas son, pues, Palabra
de Dios y doctrina del Espíritu Santo, no de los hombres.
En lo cual veréis detenerse á casi todos vuestros ministros
cuando os dirigen sus grandes arengas para demostrar
que no hay que comparar la tradición humana con la Es
critura; ¿pero á qué dicen todo esto, sino para extraviar á
^us pobres oyentes, pues jamás hemos dicho lo contrário?
. En casos semejantes presentan contra nosotros lo que
San Pablo decia á su buen Timoteo (8): Omnis scriptura
divinitus inspirata utilis e¿>t ad docendum, ad corript'en·
dum, ad erudiendium in justitia, ut perfectas sit homo
Dei, ad omne bonum opus instructus. ¿Pero qué viene á
ser todo esto más que una querella de Alemán? ¿Quién
niega la muy excelente utilidad de la Escritura, sino los
hugonotes que arrancan de ella sus más hermosas pági
nas teniéndolas por vanas? Es muy útil ciertamente, y no
es pequeño favor el que Dios nos ha hecho conservándo-
<1) H e c h ., X V , 28.
(2) Isa ., X X I X , T 3 ;M a r c .,:V II, 74
(8) M a tth ., X V , 6. *
ff(4> T l t „ I . 14; 1 T im o t., 1, 4.
(5) G a l., I 14.
(6) C ol., II, 8.
(7) I P c t r ., I, 18.
(8) II T im o t., III, 16 y ;i7 .
nosla entre tantas persecuciones; pero la utilidad de la
Escritura no hace inútiles á las santas Tradiciones, del
mismo modo que el uso de un ojo, de una pierna, de una
oreja ó de una mano no impide el uso de la otra; pero
dice el Concilio: Omnes Libros tam veteris quam Novi
Testamenti, nec non Traditiones t'psas, pars pietatis
ajfectu ac reverentia suscipit et veneratur. ¡Famoso modo
de razonar! La fe aprovecha, luego las obras no sirven
..para nada.
É igualmente (1): Multa qitidem et alia signa fecit
Jesús quae non sunt scrtpta in libro hoc; haec autem
scripta sunt ut credatis quod Jesús est Filius [Dei], et
ut credentes vitam habealis in nomine ejus\ luego no hay:
que creer más que en estos. ¡Famosa consecuencia! Nos
otros sabemos bien que Quae cumque scripta sunt ad nos·
tram doctrinam scripta sunt (2); ¿pero impedirá esto que
los Apóstoles -prediquen? Haec scripta sunt ut credatis
quod Jesús est Filius Dei; pero esto no basta, pues ¿quo-
modo credent sine praedicante? (3) Las Escrituras han
sido dadas para nuestra salvación, pero no las Escrituras
solas, pues las Tradiciones sirven también para ello: los
pájaros tienen el ala derecha para volar; ¿pero se sigue
de ello que la izquierda no sirva para nada? Todo lo.con
trario; la una no vuela sin la otra. Dejo á un lado las res·
puestas particulares, pues San Juan no habla más que
de los milagros que había escrito, y que tenía por prueba
suficiente para demostrar la divinidad del Hijo de Dios.
Cuando ellos aducen estas palabras: Non addetis ad
verbum quod ego praecipio vobis, nec auferetis ab eo (4);
Sed licet nos aut ángelus de coelo evangeliset vobis
proeterquam quod evangeliaavimus vobis, anathema
sit (5), no dicen nada contra el Concilio, que declara
expresamente que la doctrina evangélica no consiste sola
mente en las Escrituras, sino también en las Tradiciones.
La Escritura, pues, es el Evangelio, pero no todo el
Evangelio, pues las Tradiciones son la otra parte; quien
enseñe, sin embargo, otra cosa que lo que enseñaron los
Apóstoles, maldito sea; pero los Apóstoles enseñaron por
escrito y por Tradición y todo es Evangelio. Y si consi -
deráis atentamente cómo el Concilio junta las Tradicio
nes á las Escrituras, veréis que no recibe Tradición con
traria á la Escritura; pero recibe la Tradición y la Escri
tura con igual honor, porque la una y la otra son arroyos
frescos y puros que fluyen de la misma boca de nuestro
Señor, como de una fuente viva de sabiduría, y, por lo
tanto, no pueden ser contrarios, sino del mismo sabor y
calidad, y que juntándose riegan plácidamente á este
árbol del cristianismo, qucci fructum suurn dabit interna
pore suo (1).
Nosotros llamamos, pues. Tradición Apostólica á la
doctrina, sea de fe ó de costumbres, que nuestro Séñor
enseñó de su propia boca, ó por la boca de sus Apóstoles,
y que no estando escrita en los Libros canónicos, ha sido
conservada hasta nosotros como pasando de mano en;
mano por continua sucesión de la Iglesia; más breve, es
la palabra de Dios vivo, impresa, no en el papel (2), sino
en el corazón de la Iglesia (3) solamente., Y no hay tan*
sólo Tradición de ceremonias y de cierto orden exterior,
arbitrario y de buen parecer, sino, como dijo el santo?
C o n cilio , en doctrina que pertenece á la fe misma y á las i
costumtm s; si bien en lo que toca.á'las Tradiciones de
las costumbres las hay que nos obligan muy estrecha
mente, y otras que no se nos proponen más que por vía
de consejo, y si no observamos éstas no nos hacemos cul
pados , con tal que sean aprobadas y tomadas como
santas y no hagamos de ellas menosprecio (4).
ARTÍCÚLO II
/o.
(3) fr lg .4 1 .
(4) E ad em .
(5) In c a p ite eju sd cm opusculi,
C6) In eadem E p is t. et p ág. 46.
para lo cual tenemos necesidad de un juez. Á esto res
ponden ellos, que es preciso juzgar de las interpretaciones
de la Escritura, confrontando pasaje con pasaje y el todo
conelSímbolo de la fe.— Amén, amén,—decimos nosotros;
.pero nosotros no preguntamos cómo debe ser interpre
tada la Escritura, sino quién debe ser el juez; porque des
pués de haber confrontado pasaje con pasaje y el todo con
el Símbolo de la fe; hallamos nosotros que por este pasaje:
Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam
nieam, et portae inferí non praevalebunt; et tibí dabo
claves regni coelorum (1), San Pedro fué jefe ministerial
y supremo ecónomo en la Iglesia de Dios; y vosotros, por
vuestra parte, decís que este pasaje: Reges gentium do·
minantur eorum, vos autemnon sict (2), ó este otro (pues,
son todos tan sin fuerza para vuestro intento, que no sé.
cuál puede ser para vosotros fundamental): Nemo potestl
altud fundamentum ponere (3), etc., confrontado con los?
otros pasajes y con la analogía de la fe, os hace detestar
á un jefe ministerial; unos y otros seguimos un mismo
camino para el descubrimiento de la verdad de este asun-'.
to, á saber, si hay en la Iglesia un Vicario general de
nuestro Señor, y sin embargo, yo he llegado á la afirma-:
tiva y vosotros os habéis encastillado en la negativa;, mas '
¿quién juzgará de nuestra diferencia? ||Ciertamente aquel»
que. se dirija á Teodoro de Beza dirá que habéis, discu·
-rridó mejor que yo, ¿pero en qué fundará su juicio sino
en que le parece así, según el prejuicio que tenga forma
do largo tiempo antes? En suma, él dirá lo que quiera,
¿pero quién le ha puesto por juez entre vosotros y yo? ||
Estoes lograve de nuestro asunto,cristianos;conoced,
yo os lo ruego, ál espíritu de división. Se os remite á la
Escritura; nosotros ya habíamos ido á ella antes que estu
vieseis en el mundo, yen ella encontramos lo que creemos,
Claro y neto. Pero hay que entenderlo bien, ajustando los
pasajes á los pasajes y el todo al Símbolo; llevamos más de
mil y quinientos años. Os engañáis en ésto, dice Lutero.
—¿Quién os lo ha dicho?—La Escritura.—¿Qué Escritura?
—Esta y la otra, así confrontada y ajustada al Símbolo.
— Al contrario, digo yo, tú, Lutero, eres el que te enga
ñas; la Escritura me lo dice en tal y tal pasaje, bien corn
O) M atth . V , 13.
(2) V<5ase parte I, cap. II, art. VI.
(3) Vide sup.
(4) L. II de Trinit. 8 1, Ií-
(6) T ract. XVIII ¡n jo .fi 1.
(6) I Reg·., X I X , 13.
están, pero no su sentido. Scripturae—dice San Jeróni
mo—non in legendo sed in intelligehdo consistunt (t);
saberla ley no es saber las palabras, sino el sentido.
Y aquí es donde creo haber firmemente probado, que
tenemos necesidad de otra regla para nuestra fe además
de la regla de la Sagrada E scritura: Si diutius steterit
ntundus—dice una buena vez Lutero (2)—iterum fore
neccessarium, propter diversas Scripturae interpretacio
nes quae nunc sunt\ ut ad conservandam fidei unitatem
Conciliorum decreta recipiamus, atque ad ea confugia-
mus; confiesa que se la recibía antes y confiesa que en
adelante será preciso hacerlo. He sido extenso, pero esto,
una vez bien entendido, no es un pequeño medio para
resolverse á una muy santa deliberación.
Otro tanto digo de las Tradiciones; pues si cada cual
quiere presentar Tradiciones, y no tenemos juez en la
tierra para poner en última instancia diferencias entre
las que son de recibo y las que no lo son, ¿por cuáles, yo
os ruego.me digáis, nos decidiremos? El ejemplo está>
claro; Cal vino halla admirable el Apocalipsis, Lutero
lo niega; otro tanto sucede con la Epístola de Santiago;
¿quién reformará esas opiniones de los reformadores? El
uno ó el otro está equivocado; ¿quién pondrá la mano en
ello? He aquí una segunda necesidad que tenemos de otra
tercera regla además de la Palabra de Dios.
Hay, sin embargo, una gran diferencia éntre las pri*
meras reglas y ésta; pues la primera regla, que es la
Palabra de Dios, es regla infalible de sí misma y muy
suficiente para arreglar á todos los entendimientos del
mundo; la segunda, no es propiamente regla de sí mis
ma, sino solamente en tanto que aplica la primera, y que
propone la rectitud contenida en la Palabra santa: así
como se dice que las leyes son una regla de las causas
civiles; el juez no lo es de si mismo, pues su fallo está
obligado al reglamento de la ley, y, sin emBargo, es y
puede muy bien ser llamado regla, porque estando la-
aplicación de las leyes sujeta á variedad, cuando una vez
se ha hecho, es necesario atenerse á ella. La santa Pala·
bra es, pues, la ley primera de nuestra fe; queda la apli
cación de esta regla, la que pudiendo recibir tantas for-
(1) Contra Lucif., § 28*
('>) Contra Zuing. et Oecol. In libro, Quod hacc verba . "Hoc est corpus
m eum vt etc. VLde in P arte prima, cap. III, a rt. IV-
mas, cuantos cerebros hay en el mundo, no obstante
todas las analogías de la fe, necesita todavía una segunda
regla para el reglamento de esta aplicación; es necesario
la doctrina y alguien que la proponga; la doctrina es la
santa Palabra, ¿pero quién la propondrá? He aquí cómo
se deduce un Artículo de fe: la Palabra de Dios es infali
ble, la Palabra de Dios enseña que el Bautismo es nece
sario para la salvación (1); luego el Bautismo es necesa
rio para la salvación. La-primera proposición es inevita
ble; estamos en disidencia con Calvino, respecto de la
segunda. ¿Quién nos alumbrará? ¿Quién nos resolverá esta
duda? Si cada cual tiene autoridad para proponer el sen
tido de la santa Palabra, la dificultad será inmortal; si el
que tiene autoridad para proponerlo, puede errar en su
proposición, todo hay que rehacerlo. Es necesario, pues,
que haya alguna autoridad infalible, á cuya proposición
estemos obligados á prestar aquiescencia: la Palabra de
Dios no puede errar; quien- la propone no puede errar
tampoco: todo, pues, queda así asegurado.
ARTÍCULO II
CAPÍTULO IV
ARTÍCULO PRIMERO
A R TÍC U L O II
(1) E l proyecto del Santo expresado por esta nota, en la que la palabra capi
tulo está puesta como subdivisión, no puede ser realizado, porque los artículos
que debían seguir faltan en el Autógrafo.
(2) S o z o m lib . VIL, 1-Iist., cap. ХТГ.
ejercer en ella los principales oficios? Desde este punto
de vista, los Padres merecen que se les preste fe, no ya
por la excelente doctrina de que estaban provistos, sino
por la realidad de sus conciencias y la fidelidad con qué
han procedido en sus trabajos.
. Para-ser testigo no se requiere tanto saber como
hombría de bien y buena fe. Nosotros no los queremos
aquí como autores de nuestra fe, sino únicamente como
testigos de la creencia en que vivía la Iglesia de aquel
tiempo; nadie puede deponer con más pertinencia que
los que en <5lJa mandaban; por todos lados que se les
mire, son irreprochables; quien quiera saber el camino
que la Iglesia recorrió en aquel tiempo, pregunte á los
que fielmente la acompañaron: Sapicntam omnium antt-
quorum exquiret sapiens, et in prophetis vacabit; narra-
tionen vivorum nominatorum cúnservabit (l). Oid lo que
dice Jeremías (2): Hoce dicit Dominus; State super vias,
et videte et interrógate de semitis antiquis "quae sit via :
bona, ef atribuíate in ea, et invenietis refrigcrium anima'
bus vestris; y el sabio (3): Non te práetereat narratio ■
seniorum, ipsi enim didicerunt a patribus suis. Pero no·
debemos solamente honrar sus testimonios como muy
seguros é irreprochables, sino dar además gran crédito,
á su doctrina sobre todas nuestras invenciones y curio
sidades. No dudamos nosotros si los antiguos Padres
deben ser tenidos por autores de nuestra fe: mejor que
todos vuestros ministros sabemos que no; ni disputamos
sobre si es necesario recibir por cierto aquello en que
uno ó dos Padres hayan dado su opinión. He aquí en lo
que disentimos: vosotros decís que habéis reformado
vuestra Iglesia sobre el patrón de la Iglesia antigua; nos
otros lo negamos, y presentamos como testigos á los que
la vieron, conservaron y gobernaron; ¿no es esto una
prueba clara y neta contra toda superchería? Aquí no
presentamos más que la hombría de bien y la buena fe
de los testigos. Además de esto, decís que vuestra Iglesia
ha sido cortada || por la regla y compás de la Escritura;
nosotros lo negamos, y decimos que vosotros habéis acor
tado, estrechado y plegado esta regla, como hacían los
de Lesbos, para acomodarla á vuestro cerebro, y... || y
II) Ecclcs.. XXXIX, 1*2.
£) C a p . V I , 16.
¡5) ltccUss., V1IÍ, 11.
reformada según la verdadera inteligencia de la Escri
tura; nosotros lo negamos y decimos que los antiguos
Padres tuvieron mucha más suficiencia y erudición que
vosotros, y sin embargo, juzgaron que la inteligencia de
la Escritura no era la que vosotros decís; ¿no es esto una
prueba muy cierta? Vosotros decís que según las Escri
turas hay que abolir la Misa; todos los antiguos Padres
lo niegan: ¿á quién creemos nosotros? ¿Á aquel ejército
de Obispos y mártires antiguos, ó á esta bandada de adve
nedizos? Este es el fondo del asunto. ¿Pero quién no ve
desde luego que es una imprudencia intolerable negar
crédito á esta innumerable pléyada de mártires, confeso
res y doctores que nos han precedido? Y si la fe de la
antigua Iglesia.debe servirnos de regla para bien creer,
jamás podríamos hallar mejor esta regla que en los escri
tos y testimonios de estos santísimos y señalados abuelos.
CAPÍTULO VI
ARTÍCULO PRIMERO
ARTÍCULO II
ARTÍCULO III
ARTÍCULO V
(1) E ste artículo en el prim er trabajo del Santo sigue inm ediatamente al a r
ticulo III, sefrün la idea expresada en el mismo, pero el orden de la segunda
redacción parece indicar que debe estar colocado aquí.
(2) Joann., XX. 1U-·!!!.
(3) M a t th ., X V JIl, 18.
(4) Jotmn., XXI, 17.
pascere gregem qui in se est, como dice San Pedro (l), ó
aquel in quo eum posuit Spintus Sanctus Episcopum,
según San Pablo (2); pero, Cui unquam aliorunt sic abso-
luíe, sic indiscrele, dice San Bernardo (3), [totaé] comis-
sae sunt oves, Pasee oves meas?
Y para probar que es A San Pedro á quien estas pa
labras se dirigen, me remito á la santa Palabra. Sólo San
Pedro se llama Simón Joannis ó Jonae (que es lo mismo,
como Joña no es más que la abreviatura de Joannah), y
A fin de que se sepa que este Simón Joannis, es el mismo
San Pedro, San Juan atestigua (4) que era Simón Pe-
trus: Dicit Jesús Sitnoni Pelro, Simón Joannis, diligis
me plus his? Es, pues, á San Pedro en particular á quien
nuestro Señor dice: Pasee oves meas. Y aún más; nues
tro Señcr en esta palabra pone á San Pedro aparte de los
demás, cuando le pone en parangón con ellos: D iligis
me; he aquí A San Pedro A un lado: Plus his? Ved A los
Apóstoles á otro. Y aunque todos los Apóstoles no estu
viesen allí, si estaban los principales, Santiago, San Juan,
Santo Tomás y otros (5). Y sólo San Pedro fué quien se
entristeció, y sólo A San Pedro le fué pronosticada la
muerte (6); ¿qué motivo, pues, puede haber para dudar
de que esta palabra: 'Pasee oves meas, que va unida á
todas las demás, se dirige á él sólo?
Pero es claro y evide.nte que apacentar las ovejas es
tener á su cargo éstas, porque ¿qué es tener el cargo de
apacentar las ovejas, sino ser pastor y apacentador; pues
que los pastores cuidan de las ovejas, y no sólo las con-
' ducen A los pastos, sino las recogen, las llevan al apris
co, las conducen, las gobiernan, se hacen temer de ellas
y las castigan y defienden? En la Escritura, regir y apa
centar el pueblo se toma por una misma cosa, coíno [es]
fácil ver en Ecequiel (7), en el segundo de los Reyes (8),
y en muchos lugares de los Salmos, según el original, se
pone pasee:-e, donde nosotros ponemos regere, como en
el Salmo II (9), Reges eos in virga ferrea; y de hecho,
(t) 1 Pctr., V, 2.
(2) Heeh.. X X .2 S .
(3) Lih. N, de Cons., cap. V H I.
(4) Cap. XXI, 15.
(f>) Joann.. XXI, ·>.
(fy Vcrs. i? 18.
(7) Cap. XXXIV, 23.
($) Cap. V, 2; cap. Vil, 7.
(9) V er. 9.
entre regir y apacentar á las ovejas con un cayado de
hierro, no hay diferencia; en el Salmo XXII (1), Dominus
regit me, es decir, me gobierna como pastor ; y cuando
se dice (2 1 que David había sido elegido pascere 'Jacob
servum suum, et Israel haereditatem suam; et pavii eos
in innocentia coráis sui\ es lo mismo que si se dijese, re-
gere, gubernare, praeese; y por el mismo modo de hablar
los pueblos son llamados ovejas de la dehesa de nuestro
Señor (3), por lo que tener el encargo de apacentar las
.ovejas cristianas, no es otra cosa que ser su regente ó
Pastor.
Fácil es ahora ver qué autoridad dió nuestro Señor á
San Pedro por esta palabra: Pasee oves meas; pues verda
deramente, primero, el mandato es tan particular que no-
se dirige más que á San Pedro; segundo, la carga tan ge-1
neral que comprende á todos los fieles de cualquiera con-]
dición quesean. Quien quiera tener el honor de ser oveja
de nuestro Señor, tiene que reconocer á San Pedro, ó al
que ocupe su lugar/por su Pastor:—Sime amas—diceSan ·
Bernardo (4)—pasee oves. Quas? illius vel illius populos
civitates, aut regionis aut certe (5) regni? oves meas,
inquit Cid non planum est non designasse aliquas,. sed'
assignasse omnes?Nthil excipitur ubi dislinguitür nihil:
et jorte praesentes caeteri condiscipuli erant cum, cotti-
mittens uni , unitatem ómnibus commendaret in uno
grege et uno pastore, secundum illud: Una est columba
mea, formosa mea, perfecta mea (6); ubi unitas, ibi per·
fectio. Cuando nuestro Señor decía, Cognosco oves meas,
hablaba de todas; cuando dijo: Pasee oves, habla todavía
de todas; ¿y qué otra cosa es decir, Pasee oves meas, que
—Ten cuidado de mi redil, de mi aprisco,ó de mi dehesa-y
rebaño?—Y como nuestro Señor no tiene más. que un
rebaño (7), .éste, pues, está á cargo de San Pedro. Por-,
que si dijo: Apacienta mis ovejas, 6 le encomendó todas
ó algunas solamente; si no le encomendó más que algu
nas, ¿queréis decirme cuáles? Además, ¿no habría sido
lo mismo que no encomendarle ninguna, encomendarle
algunas solamente, sin decirle cuáles, dándole el encargo·
(1) V er. t.
(2) Psftlm., LXXVU, 78-79 a l 71-72.
(3) Pan Ira , LXXIII, t¡ Psalm , XCIV.8.
(4> Lib II, de Cons., cap. VIH.
(5) Mltcr, certi.
k6) C ant., VI, 8.
(7; Joann., X, 11, seq,
de cuidar de ovejas desconocidas? Y si fueron todas, como
la palabra lo indica, es indudable que fué el Pastor gene
ral de toda la Iglesia; y el asunto así no ofrece duda, y
esa es la interpretación ordinaria de los antiguos; esa es
la ejecución de las divinas promesas. Pero hay un mis
terio en esta institución que nuestro San Bernardo no
permite que olvide, ya que le he tomado por guía en este
punto (1). Y es, que por tres veces le encargó nuestro
Señor que hiciera oficio de Pastor, diciéndole:- prim era
mente, Pasee agnos Míeos; segundo, oviculns; tercero,
oves; no solamente á fin de hacer está institución más
solemne, sino para demostrar que no dejaba ú su cargo
exclusivamente á los pueblos, sino á los pastores y á los
mismos Apóstoles, que, como ovejas, alimentan á los cor
deros y ovejuelas de quienes son madres.
Y nada dice contra esta verdad, que San Pablo y los
demás Apóstoles extendieron en muchos pueblos la Doc
trina evangélica, pues hallándose todos á cargo de San
Pedro, todo lo que hicieron, venía á refluir en él, como la
victoria en el general, aunque sean los capitanes los que
hayan combatido.
Ni el que San Pablo recibiera la diestra de San Pedro
en señal de compañía (2), pues eran compañeros en pre
dicación; pero San Pedro era más grande en el oficio
pastoral, y los jefes llaman á los soldados y á los capita
nes compañeros.
Ni el que San Pablo sea llamado Apóstol de los gen
tiles y San Pedro de los judíos (3); porque eso no fué para
dividir el gobierno de la Iglesia ni para impedir al uno ó
•al otro convertir á gentiles y judíos indistintamente (4),
sino para asignarles las regiones dónde principalmente
deberían trabajar en la predicación, á fin de que atacan
do cada cual, por un lado á la impiedad, fuese más pronto
inundado el mundo por la luz del Evangelio.
“±t‘Ni.hay que pensar que San Pedro no supiese que los
gentiles debían pertenecer al aprisco de nuestro Señor, que
le estaba encomendado, pues lo que dijo al buen Corne-
lio (5): In veritate competí guía non est personarum ac-
ceptor Deus, sed in omni gente guitimet eum et operatur
(1) Cap. V III, Líb. II, de Cons. (San Amb. in Luc., sub). finera.
(2) G al., II, 9.
justitiam acceptus est M i, no es otra cosa que lo que
había dicho largo tiempo antes (1): Omnis quiemnque
invocaverit nomen Domini salvas erit, y la predicción
que había explicado (2): In semine tuo benedicentur om
ites familiae terrae; pero no estaba seguro del tiempo en
que habría de comenzar la reducción de los gentiles,
según la santa palabra del Maestro (3): Eritis mihi testes
in Hierusalem, et in omni Judeae, et Samaría , ct usque
qd ullimum terrae , y la de San Pablo (4): Vobis quidem
oportebat primum loqui verbum Dei , sed quoniam repe-
llitis , ecce convertimur ad Gentes: porque ya nuestro
Señor había abierto los sentidos de los Apóstoles para la
inteligencia de la Escritura cuando tes dijo que oportebat
praedicare in nomine ejus poenitentiam ct remissionem
peccatorum in omnes gentes, incipientibus a Rieroso-
lima (5).
Ni el que los Apóstoles hicieran diáconos sin man
dato de San Pedro, en los Hechos de los Apóstoles (6),
pues estando allí San Pedro autorizaba bastante dicho
acto: esto aparte de que no negamos que los Apóstoles
tuviesen plena administración en la Iglesia bajo la auto
ridad pastoral de San Pedro.
Ni el que los Apóstoles enviasen á Pedro y á Juan á
Samaría (7), pues el pueblo envió á Phineas, gran sacer
dote y superior, á los hijos de Rubn y Gad 8), y el
Centurión envío á los señores y principales de los judíos
á quienes estimaba más que á él mismo (9), y estando
San Pedro presente en el consejo, consintió en ello y
autorizó su misión propia.
Ni, finalmente, lo q.ue tanto se pregona, que San Pa
blo resistió en su cara á San Pedro' (10), pues todo el mun
do sabe que es permitido al menor reprender al mayor y
amonestarle cuando la caridad lo requiere; testigo nues
tro San Bernardo en sus libros De consideratione\ y á
; este propósito el gran San Gregorio (11) dice estas áureas
>
t,l· '
? (1) H e c h .II, 21.
t (2) Cap. III, 25. :
?í (3) H ech., 1,8. .
» (4) H cch., XIII, 46.
/ (6) Luc-, XXIV, 47.
(6) Hech., VI. A.
T O) Hcch.. V III, 14.
i 0 ) Jos., XXII, 13.
•T ( 9) L u c , VIH, Hy 7.
; 00) Ad G«1 . II, 11,
• 01) In E reeh ., Hom. XVIII. (H oiie Ht>. IT.; Hom. VI, <i 9.)
palabras: Fact us et sequens minoris sui<ut in hoc ctiant
praeiret; quatenus qui primus erat in apostolatus culmi
ne, esset primus [et] in humilitntc
ARTÍCULO VI
(1) M atth., X, 2.
(2) M arc., III.
(3) L nc., VI; H eph.t I.
mina haec sunt—dice San Mateo (1),—primus Simón, qui.
dicitur Petrus, et Andreas frater ejus, Jacobus Zebedoet
et Joannes frater ejus , Philippus et Bartholomaeus, To
rnas et Mathaeus publicanus, Jacobus Alphaei et Tkad·
daeus, Simón Cananaeus et Judas Iscariotes. Nombra á
San Andrés el segundo; San Marcos le nombra el cuar
to (2); y para mejor demostrar que nada im porta, San
Lucas, que le .puso en un lugar (3) el segundo, en otro (4) ·
te pone el cuarto; San Mateo pone á San-Juan el cuarto,.
San Marcos el tercero, San Lucas en un lugar el cuarto,
en otro el segundo; San Mateo pone á Santiago el tercero,
San Marcos le pone el segundo. En una palabra; no hay
más que San Felipe, Santiago Alfeo y Judas que no apa
rezcan unas veces antes y otras después. Cuando los
Evangelistas nombran á los Apóstoles juntos en otros,
lugares, no hay orden ninguno de prelación 'sino en San
Pedro. Pero á mayor abundamiento, imaginémonos que
vemos en campos, calles y Asambleas lo que leemos en el
Evangelio, que verdaderamente es más cierto que si lo
hubiéramos visto; y al ver en todas partes á San Pedro
delante'de los demás, y éstos mezclados unos con otros,
¿no juzgaríamos que todos los demás eran iguales y San
Pedro el jefe y capitán de todos ellos? Pero aún hay más;
con mucha frecuencia cuando los Evangelistas hablan del;
Colegio Apostólico, nó nombran más que á Pedro, y citan;
á los demás en conjunto y cómo accesorio y séquito:
Prosecutus est eum Simón, et qui cum tilo erant (5):
D ixit.Petrus, et qui cum illo erant (6): Petrus vero et·
qui cum illo erant, gravati erunt somno (7). Ahora bien;
vosotros seguramente no ignoráis que nombrar á una.
persona y poner á las demás agrupadas á su alrededor,
es hacer á esa persona la de más viso y á las otras sus i
inferiores.
£ Con mucha frecuencia también se le nombra aparte
íde los demás, como el ángel: Dicite discipulis ejus et
iPetro (8 *. Stans antem Petrus, cumundecim(9). Dixerunt:
i# (t) C ap* X . 2.
K (2). M a r c ., I t l , 18.
fc <3) L u c . V I. 14.
? (4) H c c h . , I, 13.
(5) M iL tth ., I, 36.
r .{6) L uc.» V I I I , 45.
A O) L u c ., I X , 32.
& M íU th ., v m , 7.
<0) H c c h ., II, 14.
ad Petrum, tt ad reliquos Apostolos (1). Respondens
autem Petrus et Apostoli, dixerunt (2). Nunquid non ha-
bemus potestatem sororem mulierem ctrcunducendi, Sicut
caeteri Apostoli, et fratres domini et Cephas {3). ¿Qué
quiere decir : dicete discipulis ejus et Pelro? ¿No era
Pedro Apóstol? ó lo era más ó menos que los demás, ó
lo era igualmente; jamás hombre alguno, como rio esté
del todo desesperado, dirá que lo fué menos; y si es igual
y va á. par de los otros, ¿por qué se le nombra aparte? Si.
nada hay en él de particular, ¿por qué no se dice tam
bién: dicele discipulis ejus, et Andreae ó Joanni? Cier
tamente, preciso es que exista en él alguna especial cua
lidad más que en los otros, y que no fuese un simple
Apóstol; porque sólo habiendo dicho á secas: dicete dis
cipulis, ó Sicut caeteri discipuli, podía quedar la duda de
que San Pedro fuese más que Apóstol ó discípulo.
Solamente una vez en la Escritura comparece San Pe
dro nombrado después de Santiago: Jacobus, Cephas et
Joannes dextras dederunt societatis (4). Pero, á decir
verdad, hay demasiados motivos para dudar si en el
original y antiguamente estaría Pedro nombrado el pri
mero ó-el segundo, para que de ello pueda sacarse ningu
na' conclusión valedera acerca de este lugar; pues Sam
Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo, tanto en el Comen
tario (5) como en el texto, escribieron, Pedro, Santiago,
Juan, lo que nunca hubieran hecho, si no hubieran encon
trado en sus ejemplares ese mismo orden, y otro tanto:
hizo San Crisóstomo en su Comentario, lo que prueba la
diversidad de ejemplares que hace la conclusión dudosa
por una y otra parte. Pero aunque los que tenemos ahora;
fueran los originales, nada podría deducirse de este pasa
je en contra de tantos otros; pues pudo muy bien suceder
que San Pablo se refiriera al orden de tiempo en que reci
bió de ellos la diestra de compañero, ó que, sin atenerse
á orden ninguno, escribiera el primer nombre que se le
ocurrió. Pero San Mateo nos muestra claramente qué
orden había entre los Apóstoles, esto es. que había un
primero y todos los demás iguales, sin segundo ni terce
ARTÍCULO VII
(l) Hech.,1,16.
(2| V er. 16.
(3) H ech.,1, 2t.
(4) Miitth . XIX, 28.
15) Hcch., II, N.
(6; V er. 38.
(7) Herch , III, 6.
(8) H ech., V, 3.
Í9) Lib. tí, in Ezcch Hora. XV’ií, al. VI, § 9
jia de Simón Mago (1); de ahí viene el odio irreconcilia
ble de todos los heréticos A su Sede.
És el primero que resucita á los muertos, cuando
ruega por la devota Tabite (2).
¿Ha llegado el tiempo de poner mano en la siega del
paganismo? Á San Pedro es A quien se dirige la revela
ción de ello como á jefe de todos los obreros, y ecónomo
de la colonia (3).
¿Está pronto el buen italiano Cornelio A recibir la
gracia del Evangelio? Se le envió A San Pedro á fin de
que por sus manos fuese dedicado y bendecido el genti
lismo (4). Es el primero quemanda que se bautice A los
paganos (5).
¿Se halla en un Concilio general? San Pedro, como
Presidente, abre en él la puerta al juicio y ála definición,
y suscntencia [es] aceptada porlos demás, y su revelación
particular sirve allí de ley (6).
San Pablo confiesa que fué expresamente A Jerusalén
á ver A San Pedro, y vivió quince días cerca de él (7); y
allí vió A Santiago, pero no había ido para verle, sino
sólo á San Pedro. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que no iba
allí para ver A un Apóstol tan grande y tan señalado cómo
Santiago, sino A San Pedro? Pues consideren esto con
atención las gentes, y vean que San Pedro era el jefe de
los Apóstoles.
Cuando estuvo preso, toda la Iglesia hizo continuas
oraciones por él (8).
Si esto no es ser el primero y el jefe de los Apóstoles,.
confieso que los Apóstoles no son Apóstoles, ni los Pas
tores son Pastores, ni los doctores doctores; porque ¿qué
otras palabras y señales mAs expresivas podría dar A co
nocer A un Pastor, A un doctor, A un Apóstol que las que
el Espíritu Santo ha puesto en la Escritura para dar A co-
nocerA San Pedro por Jefe de la Iglesia?
tt ' Hcch , V IH , 20.
(2) Hcch , IX, 40.
3) Hcch.. X, 9.
14) V er. 5
í5) Ver 48.
(6) Hcch , V, 7.
(7) Ad Gal.
(8: Hcch., XII, 5.
ARTÍCULO VIII
(l) A liter Illud Vidl Domiimm, « te., §3; S. Ctarls-, opera, tomo VI, col. 123.
<2} 11Corriffet forte Sanctus accctor antiqmim lectionem, omnimo erroneam ,
. iftdebUem ; hodíc recto infra% iUm .
(3) Hodie%Hom III, i 4.
(4) Apttd M etaphrastem, Vida Baronium , ad annuro 439.
(5) Aliler, Homilía in P etrum Apostoium et in Heliam Prophetam ; ia te r-
dubía S. Chrysos; opera tomo II, col. ‘/23.
{6) Vide supra, a rt. V.
Hodie in ter Ascética
(8) AL 56. ·
<9) AL 238 v
ARTÍCULO IX
(;»■ (1) Concilia anno 91. Hodie hncc epístola ínter dubia S . Clcmentin collocfi·
’ tur, Patrol. gr aec a, tom. I. col. 46; ut antiquísima tamcn ab ómnibus agnoa-
cítur.
(2) Concilia anno 91.
había puesto en latín y que San Clemente clió en ella
testimonio de su institución, elquod citm reliquerit succes-
sórem. Cathedrae. Este testimonio hace ver que San Pe
dro predicó en Roma, y que fué allí Obispo; pues si no
hubiese sido allí Obispo, ¿cómo hubiera podido dar á San
Clemente la silla que allí no tenía?
El 2. San Ireneo (1), lib. III, cap. III: Maximae et
antiquissimae et ómnibus cognitac, n duobus glorio sis-
simis Apostolis Petro et Paulo Romae fundatae Eccle-
siae, etc.; y poco después: Fundantes igitur et instruen-
tes beati Apostoli Ecclesiam, cjus administrandae episco
patum Lino tradiderunt; succedit ei Anacletus, post eum
tertio ab Apostolis loco episcopatum sorlitur Clemens.
El 3. Tertuliano de Praescript ( 2 ): Romanorum
Ecclesia Clementem a Petro ordinatum edit, id est, per
i‘instrumenta. et rationis publicas deníonstrat; y en el
mismo Libro (3): Foelix Ecclesia cui totam doctrinam
Apostoli cum sanguino suo profunderunt, y habla de la
Iglesia Romana: Ubi f'assioni Dominicas Petrus adaequa-
tur: donde veis que San Pedro murió en Roma y allí
constituyó á San Clemente, de modo que uniendo este
testimonio á los otros, se ve que fué allí Obispo, y que allí
murió enseñando.
El 4. San Cipriano, Epis. LV (4), ad Cornelium:
l·}avigore audent ad PetriCathedram, atque ad Ecclesiam
principalem, unde únitas sacerdotalis exorta esti y habla
de la iglesia Romana.
Eusebio in Chronico anni X L IV : Petrus natione Ga-
liloeus, Christianorum Pontifex primus, cum primum
Antiochenam ecclesiamfundasset, Romatn proficuscitur;
ubi Evangelium prcedicans X X V annis, ejusdem urbis
Episcopus perseverat.
Epifanio, Haer. X X V II (5): Episcoporum in Roma
successt'o hanc habuii consequentiam: Petrus et Paulus,
Linus, CJetus, Clemens, etc.
Doroteo, in Sinopsi {6): Linus, post choripheum Pe
trum, Romae Episcopus fuit. '
ARTÍCULO XIII
Petri Cathedram
Ecclesiam principalem Cyp. 1. I. ep. 3. [aliter]
Exordium unitatis sacerdo· ep. 55, ad Cornelium (1).
talis
Unitatis vincutum 1. 3. ep. 13 (2).
Ecclesia praesidens j
Prima sedes, a n e m in eju -í S in o d u s Sinuessana, 300
dicanda ) episcop., t I, Concil. (4).
Prima sedes omnium Leo, ep. 63 (5).
Santissimus et beatissimus 1
Patriarcha \ Cone. Calced., act. 3.
Universalis. Patriarcha j
(1) S c r m o .L X X X I I . c. I.
(2) Part. I, lin. 41*42.
(3) Cone., an. 494.
(4) A n n o 303.
(5) A l. cp. 120, * 1.
(6) A l. ep. l ‘J7#§5.
(7) A l. cp. ta*.', 2. . x
(8) Cornet, ad Cyprian. (Vcr las notas preparatorias.)
( 9) A l. ep. 46. 8 2
(10) At1 Leonem Papam.
(11) In in scrip tio n e .
Hier., praefatione Evange-
Summos sacerdos
liorum, ad Damasum.
(1) V e r . 15.
(2) A L re latió.
(3) A l. cp. 55, fi.
(4) Al· Tract, fie orrore Ahr\clardi in praefat.
(5) Instít., lib. IV , cap. V II, § 17.
su tratado de Las Marcas de la Iglesia (1), donde dice
que Choras fué el primero que dió autoridad al Obispo de
Roma sobre los demás y le puso en primacía. ¿Pero'á qué
citar tan grosera mentira? Phoras vivió en tiempo de San
Gregorio el Grande, y todos cuantos autores he mencio
nado, son más antiguos que San Gregorio, excepto San
Bernardo, cuyos libros De Consideratione he citado, por
que Calvino los tiene por tan verdaderos que le parece
que la verdad misma habla en ellos.
Se objeta que San Gregorio nó quería ser llamado
Obispo universal (2); pero Obispo universal se puede en
tender, ó de uno que sea totalmente Obispo del universo
y del que los otros Obispos no sean más que Vicarios y
sustitutos, lo que no es verdad, pues los Obispos son ver
daderamente príncipes espirituales, jefes y Obispos, no
lugartenientes del Papa, sino de nuestro Señor Jesucristo
y á quien llama hermanos; ó se puede entender de uno
que és superintendente sobre todos y al que los demás
que son superintendentes en particular, son inferiores
realmente, pero no vicarios y sustitutos, y así es como
los antiguos han llamado al Papa Obispo universal.
Se cita al Concilio de Cartago (3), que prohíbe se llame
á ninguno Princeps sacerdotum, pero es á falta de otro
pretexto el que se alegue éste, ¿porque quién ignora que di
cho Concilio era. un Concilio provincial, relativo á los
Obispos de aquella provincia, á la que el Obispo de Roma
no pertenecía por hallarse el mar Mediterráneo de por
medio?
Queda el nombre de Papa, que he reservado para ter
minar este discurso, y que es el ordinario con que llama
mos al Obispo de Roma. Este nombre era común á los
Obispos, testigo San Jerónimo, que llama así á San Agus
tín en una Epístola (4), al fin: Incolutnem te tueatur Ont-
nipotens domine vere sánete et suscipiende Fapa; pero ha
sido dado en general al Papa por excelencia, á causa de
la universalidad de su cargo, y con el que fué llamado en
‘ el Concilio de Calcedonia (5), “Papa universal,,, ó Papa
:sin más aditamentos ni limitación, y este nombre no quie
re decir otra cosa que abuelo:
ARTÍCULO X IV
(1) I R p(f., X X X . ?.
(2) Exodo, X X X I t f, 20; S a p .t IX , 15.
(3) San B( rnardo in Epístola ad Canonicos Lugdanenses, somete A la ígle*
•sia Rotnntta todos sus escritos.
(4) Ubi sttpra art. X III.
(fti Ubi ihidem.
(6) Epist ad D a m ., Epist. X V , § 2.
(7) Epist. CX C , initio.
(8) Luc., X X II, SI.
(9) Ubi supra, art. X L
dram Petri atque ad Ecclesiam principalem; nec cogitare
eos esse Romanos ad quos petfidia habere non possit
accesum. ¿No veis que habla de los Romanos á causa de
la Cátedra de San Pedro, y dice que el error no puede
allí nada?
Los Padres del Concilio Milevitano, con el bienaven
turado San Agustín (1), pedían auxilio é imploraban la
protección de la Sede romana contra la herejía pelagia-
na, escribiendo al Papá Inocencio de esta manera: Mag-
nis periculis infírmorum membrorum Christipastoralem
diligentiam, quaesumus, adhibere, digneris; nova quippe
haeresis, et nimium perniciosa tempestas, surgere inimi-
corum gratiae Christi caepit. Y si queréis saber por qué
se. dirigían á él: Quia— dicen— te Domtnus, gratiae suae
praeciptio muñere, in Sede Apostólica collocavit. He ahí
lo que creía aquel·santo Concilio con su gran San Agus
tín; al que Inocencio respondió, en una Epístola que
sigue á la precedente, entre las de San Agustín (2): Dili
genter ct congrue— dice— Apostolico consulitis honori: ho-
nori iuqunm, illius quem, praeter illa quae sunt extrin-
secus, solicitado manct omnium ecclesiarum super anxiis
rebus quae sit tenenda sententia: antiquae scilicet regulac
formam sccuti, quam toto semper ab orbe mecum nostis
esse servatam. Vernm haec missa fació, ncqtte enim hoc
vestram credo latere prudentiam. Quid etiani act tone fir-
mastis nisi scientes quod per omnes provincias de Apos
tolico font e petcntibus responsa semper emanen.t? Prae-
sertim quotics fideiratio ventilatur arbitros omnes fratres
et coepaiscopos nostros non nist ad Petrum, id est, snt
nominis et honoris authorcm, ref erre debercy velut nunc
retulit vestra dilectio, quod per totum mundmn possit
omnibus Ecclesiis in comune prodesse. ¿Veis bien el ho
nor y el crédito en que era tenida la Sede Apostólica
entre los antiguos más doctos y santos y aun por los
Concilios enteros? A ella se acudía como al verdadero
Ephod y Racional de la nueva L e y : á ella iba también
San Jerónimo, en tiempo de Dámaso, al que después de
haber dicho que el Oriente rompía y hacía pedazos la
túnica entera y tejida por añadidura, de nuestro Se
ñor (3), y que las raposas asolaban la viña del Señor (4),
(1) Epis X C tí al. C L X X V I , « 1-2.
(2) -Medie. Enist C L X X X 1 I .5 2.
13) Jounn , X I X , 23.
(4) C a n t .,l l t 16·
Ut inter lacus contritos— dice (1)— qui aquam non habent,
difftcile ubifons signatus et hortus Ule conclusus sit pos -
sit intelligi ideo tnihi Cathedram Petri et fidcm Aposto ■
lito ore laudatwn censui consulendam, etc.
Jamás terminaría si quisiera reproducir las hermosas
sentencias que los antiguos han dictado acerca de este
punto; el que quiera, léalas fielmente y cotéjelas en el
gran Catecismo de Pedro Canisio (2), donde se hallan
minuciosamente copiadas por Buseo. San Cipriano atribu
ye todas las herejías y cismas al desprecio que se hace de
este jefe ministerial (3); así lo dice también San Jeróni
mo (4); San Ambrosio tiene por una misma cosa, com-
rttunicaré et convenire cían Episcopis catholicis et conve-
nire cum Ecclesia romana ( 5 ) , y protesta de seguir en
todo y por todo la forma de la Iglesia romana (6), San
Ireneo quiere que todos vengan á unirse A esta Santa
Sede, propter potentiorem principalitatem (7,). Los éusé-
bianos llevaban á ella las acusaciones contra San A ta
nasio, y San Atanasio, que estaba en Alejandría, Sedé
principal y patriarcal, pasó á responder á Roma, desdé
donde fué llamado y citado; pero los adversarios no qui
sieron acudir allí, sabiendo, dice Theodoreto (8 ): Menda-
cia sita manifestó fore detecta. Los eusebianos confiesan
la autoridad de la Sede de Roma cuando llaman A ellaá
San Atanasio, y San Atanasio cuando allí se presenta;
pero sobre todo, los eusebianos, heréticos arríanos, con
fiesan además cuán infalible es el juicio de ella, cuando no
se atreven á comparecer allí, por miedo de ser condena
dos; ¿Pero quién ignora que todos los herejes antiguos
procuraban hacerse aprobar por el Papa? Testigos de ello
son los montañistas ó cataphigos, que engañaron de tal.
modo al Papa Ceferino (si hay que creer á Tertuliano (9),
no al de otros tiempos sino al convertido en hereje en su
propio hecho), que dió cártas dé reunión en favor dé
ellos, aunque prontamente las revocó por los avisos dé
Praxeas. Finalmente, quien desprecia la autoridad del
(I) Epi». X V , »1 .
(t) Cap. III, quacs. IX* de Praeceptis E ccl.
(3) Epist. L X V , ct L X V I .
(4) A dvers. Luciferianos.
(5) Orationc de obitu fratris latirl, lib. I, I 47.
'6) De Sacram ., iib. III, cap. I, ft5.
(7) Ubi aupra art. X III.
<S) Lll). II, Eccl. Hist. cap. IV , al . IU .
(9; Lib. contra Praxcam, cap. I.
Papa puede remitirse á los pelagianos, priscilianos. y
otros, que fueron condenados por los Concilios provincia
les con autorización de la Santa Sede de Roma.
Y si quisiera entretenerme en mostraros cómo hacia
Lutero aprecio de ella en los comienzos de su herejía, os
haría ver muy grandes mudanzas en ese vuestro padre.
Vedlo en Codeo: Postratumme pedibus tuae Beatitudi-
nis offero ciim ómnibus quae sum et habeo; vivifica occide,
voca, revoca, approba, reproba, vocem Christiin te prae·
sidentis et loqiientis agnoscam: es tas son sus palabras en
la Epístola dedicatoria que escribió al Papa León X so
bre ciertas Resorciones suyas el año 1518. Pero no
puedo omitir lo que ese.gran archiministro escribió el
a,ño 1519 en otras Resoluciones de.otras proposiciones;
pues en la 13.a, no solamente reconoce la autoridad de la
Santa Sede romana, sino que además la prueba, por seis~
razones que él tiene por demostraciones (1); La primera, '
el Papa no podría haber llegado á ese grado sin la volun
tad de Dios; pero la voluntad de Dios es siempre venera-;
ble, luego no se debe contradecir , la primacía delPapa.
La segunda, es;preferible ceder á su adversario á romper
la unión de caridad; luego es mejor obedecer al Papa que.
Separarse de la Iglesia. La tercera, porque no se debe,
resistir á Dios, que nos quiere oprimir y cargar de:
muchos. Príncipes , según\dice Salomón en sus Pro-,
yerbíos (2). La cuarta, porque no hay potestad sino de
JQips(3); luego la del Papa que está tan establecida, es.
de Dios, La quinta, viene á ser la-misma."La sexta por
que todos los fieles lo creen así, y entre ellos es imposible,
que, no esté nuestro Señor; luego hay, que permanecer
con nuestro Señor y los cristianos en, todo y por todo,
pice después que estas razones son insolubles, y que toda
la Escritura insiste en ella. ¿Qué os parece Lutero? ¿No ¿s
católico? Y sin embargo, estaba ya en los comienzos de,
su reforma.
Calv-ino coincide en este punto, aunque 'embrollando;
el asunto todo cuanto puede, pues hablando de la Sede
de Roma, confiesa (4) que todos los Antiguos la honra-
ARTÍCULO X V
CAPÍTULO VII
ARTÍCULO PRIMERO
v'V -
i" "of* til). X X II, de Civit., Dei, cap. V III, « 10 scq.
>.■ <-) A m b ., Scrm. XCI. de inventirne Corporum frum Gervasii ct Protasii.
W /ó d ie . Epist. X X II.)
'i *s3) Orat. I, contra Jul. í>6, 55.
í·1 ^ vita Constant., lib. II, caps. V i, X V .
•V ·.(5) 4 Lib. de Sta. Babila, contra Gentiles, 5 17.
| L ib. II, contra Donat.. s tO. . . . -
’vfcC) Lib , Scalae, grnd. IV ónitio), Líber alia »1 dicitu, Clim ax.
Lib., Scalae, grand (initioX Líber eliam dicilu , Climax.
no ignora los grandes milagros que fueron hechos en la
Crucifixión de una imagen de nuestro Señor por los
judíos de Siria en la ciudad de Berito? No solamente salió
la sangre de la imagen, sino que aquella sangre curó A.
todo el que fué tocado por ella de toda clase de enferme;
dades; el gran Anastasio es quien lo cuenta (1).
Tenemos en ellas agua bendita y pan bendito; pero·
San Jerónimo cuenta (2) que pura curar á los enfermos,,
tomaban muchos pan bendecido por San Hilarión; y San
Gregorio dice también (3) que San Fortunato curó á un
hombre que en una carda de un caballo se rompió una pier
na, por la sola aspersión del agua bendita. Basta con esto.
¿Qué significa ese desprecio de tanto?, milagros y ese
burlarse y mofarse de toda esta doctriiiay de la Iglesia que
la predica? Que no queréis admitir el tesürnoniode la anti
güedad: TesÜmonium Dei tnajus est (4). .¡Qué respondéis-
A esto? En lo que á mí atañe, he escrito aquí los primeros
milagros que me han venido á la mano; pero, sin embar
go, los he tomado de los autores que vivieron en la más-
pura Iglesia, pues si hubiese citado los milagros hechos
en tiempo de San Bernardo, de San quías, de Beda,
de San Francisco, vuestros ministros halarían inmediata
mente gritado *.>ue esos eran prodigios del Anticristo;
pero como todos ellos confiesan que e) Ans icristo no com
pareció has:a algún tiempo después cíe San Gregorio, y
todos los que he presentado, se hicieron antes, ó en tiem
po de San Gregorio, no tenéis para admitirlos ninguna
dificultad. Los arríanos negaban [el milagro sobre ) el
ciego (5) que fué curado por el contacto de la orilla clel
lienzo que cubrió las reliquias de San Gervasio y Frota*
sio, y decían que no había sido curado; San Ambrosio
responde (6): Negam coecttm illimiinalum, sed tile non
negat se sanntum. Sed quaero— dicc poco después (7),—
quid non credant? Utrum a Mártir ibas possint aliqui
visitar i? .Нас est Chrislo non crcdcrc, ipse enim dixit:
Et majora horum facietis (8). Y más abajo (9) dice; Nc-
(t) Libeilo i!e Passtonc imaginis, D. cap. IV . (fíotiie inter spuria. San
A th a m ., tonv IV , operum, pervertidla tatúen historia.)
(2) In vi til Hilar., § 30.
(3) Lilv 1, Di:i1. X .
(4) IJü;inn.,<>.
(5) En el Autaft-rafo dicc: “notaban que el cierro,,.
(6) lipi-i. X X U . á 17.
(7) ri.-jñ.
(8) lo;inn., X l V’ , J j.
l9> i-*.
que aliler Mcirtiriim operibus inviderent, nisi fidem in is
Juisse eam quam isti non habcnt judicarent, fidem illam
Majorum traditione firmalam, quam doemones, ipsi ne
gare non possunt sed arriani negant: non accipio a dia·
bolo testimonium sed confessionem. ¿Qué circunstancias
no hacen evidentes estos milagros? Una parte son resti
tución de las operaciones vitales, que no pueden ha-
.cerse por otro poder que el divino; el tiempo en que
fueron hechos era muy cercano al de nuestro Señor, la
Iglesia toda pura y santa; no había nada de Anticristo
,en el mundo, como dicen los ministros; las personas por
cuyas oraciones se hicieron, eran muy santas; la fe que
con ellos se confirmaba, era general y muy católica; los
autores que los afirman, bien informados y muy dignos de
crédito.
Quiero poner aquí un.documento prestado (l): “Cuan
do leemos en Bouchet (2), los milagros de las reliquias de
San Hilario, pase; su crédito no es bastante grande para
quitarnos la licencia de contradecirlos; pero condenar de
un golpe todas las historias parecidas, paréceme singular
‘imprudencia. El gran San Agustín atestigua (3) haber
visto , sobre las reliquias de San Gervasio y Protasio en
Milán, A un hombre ciego recobrar la vista; á una mujer
■en Cartago, curada de un. cáncer por la señal de la Cruz
que otra mujer recién bautizada le hizo; á Hesperio,
familiar suyo, lanzar los espíritus que infestaban su casa,
con un poco’ de tierra del Sepulcro de nuestro Señor, y
transportada después dicha tierra á la iglesia, un paralí
tico, que allí fué ¡transportado, quedar repentinamente
curado; á una mujer en una procesión habiendo tocado
(en la caja de San Esteban un ramo, y frotándose des-
ípués con él los ojos, recobrar la vista que tenía hacía mu
idlo tiempo perdida; y otros muchos milagros que dijo
-haber presenciado. ¿De qué le acusaremos á él y á tos dos
rQbispos Aurelio y Maximino, á quien llamó para sus ex
pediciones? ¿De malicia é impostura? ¿Pero hay hombre
■que se le pueda comparar, ya en virtud, ó en ciencia,
juicio y sabiduría?,,
v . Otro tanto diré yo de los dos Santos Gregorios cuyo
:· testimonio he presentado, de San Amphilochio, de San
0 ) Montaiirnc; TInsayos. Lib. I, cap. X X V I . ViJanse las notas prepa rat or ia *·
(2) In o/>u>c. Miníenla S. Hl larii. E x t a t in A c ti s Sa n ct o ru m dic X.VI, J a -
. ttüariL
. · Ia) U h i s u p r a .
Jerónimo, San Crisóstomo, Atanasio, Clímaco, Optato,
Ambrosio y Eusebio. Decidme por Dios, ¿lo que ellos
cuentan, es imposible para Dios? Y si es posible, ¿cómo os
atreveréis á negar que haya sido hecho, cuando tantos y
tan grandes personajes lo atestiguan? Se rae ha dicho más
de una vez, ¿es artículo de fe creer esas historias? No es,
ciertamente, articuló de fe; pero sí de prudencia y de dis
creción, pues es una necedad demasiado notoria y una
estúpida arrogancia dar un mentís á esos antiguos y gra
ves personajes sin otro fundamento que porque aquello
que dicen, no es asequible á nuestras concepciones; ¿acaso
se ha dicho que nuestro débil cerebro será quien limite la
verdad y la mentira y dé la ley al ser y al no ser?
CAPÍTULO VIII
ARTÍCULO PRIMSRO
ARTÍCULO II
(1) Ca lvi n., Aut. sess. VI. Conc. Triclent. , ;ul cap. X í I ; Luth., lili. De Libcf·:
tato. Christiamt, initio.
0?; Ibidem.
El Evangelio se halla muy por encima de todas las
más elevadas razones de naturaleza; nunca las combate,
nunca las menoscaba ni destruye; pero esas fantasías de
vuestros evangelistas arruinan*y obscurecen la luz na
tural.
ARTÍCULO III
(IIM atth., X X V I , 26; Marc , X I V , 2?; L u c., X X II. 19: I C o r., X I, 24.
(2)Joann . VJ, 64.
(3) Jbidem.
.(4) Ibidcm, J. 14.
(6 1
M atth., X X , 18-19.
(^)Joann , VI, 63.
O) V e r . 5l.
(8) Isa ., X tX , 14.
que quien quisiera estirar un poco esas palabras, encon
traría otras frases semejantes en la Escritura, á la que
pretendéis que está aquí; pero ad esse a posse es una tor
pe consecuencia; niego que pudieseis hacerlas coincidir,
y afirmo que si cada cual las tomase con su mano, la ma·
yor parte las tomaría á zurdas. Sin embargo, examiné
moslas brevemente. Vosotros presentáis en apoyo de
vuestra creencia: Verba quüe ego loquor spirituset vita
'Sunt (1). Y añadís á esto: Quotiescumque manducabitis
panem hunc (2). Y luego esto otro: Hoc facite in meam
commemorationem (3). Y además citáis: Mortem Domini
attuñciabitis doñee veniat (4). Me autem semper non habe·
bitis (5). Pero considerad un poco qué relación tienen
entre sí estas palabras. Vosotros añadís todo esto á la
anormalogía de vuestra fe, ¿y cómo? Nuestro Señor
está sentado á la diestra, luego no está aquí. Mostradme
el hilo con el que coséis esta negativa con esta afirmati
va; porque un cuerpo no puede estar en dos lügares. jAhí
¿Y sois vosotros los que juntáis vuestra negativa con-la,
analogía por el hilo de la Escritura? ¿Pero dónde está esa
Escritura en que se dice que un cuerpo no puede estar en
'dos lugares? Ved, pues, cómo mezcláis la profana percep
ción de una razón puramente humana con la Palabra sa
ngrada. ¡Ah! Decís vosotros: Nuestro Señor vendrá á ju z
gar á los vivos y á los muertos desde la diestra.— ¡Y qué!
'Si tuviera necesidad de venir para hallarse presente en
el Santísimo Sacramento, vuestra analogía tendría apa
riencia, pero no realidad; pues aunque entonces venga á
juzgar, nadie dice que esté en la tierra, el fuego irá de-
iánte de él (6).
He ahí vuestra analogía, á lo que yo entiendo. ¿Quién
;ha discernido mejor, vosotros ó yo? Si se os deja inter
pretar la bajada de nuestro Señor á los infiernos; del se-
¡ pulcroj ó la aprehensión del infierno y penas de los conde-
snádos, la santidad de la Iglesia, de una Iglesia invisible y
•.desconocida; su universalidad, de una Iglesia secreta y
^oculta; la Comunión de los Santos, de una sola ltenevo·
ilencia general; la remisión de los pecados, de una sota
¡. (1) Joann.,V lf M,
¿v'<2) f Cor., X I . 26.
^ (31 Ihidcm, ‘-'i, ‘J6.
Ibidem. 26.
·* (6‘; Jrvann., X I I . 3.
(6) Vsalm. X C V I . 3 . y
no imputación; cuando así hayáis adaptado el Símbolo á
vuestro juicio, todo estará bien proporcionado con el
resto de vuestra doctrina; ¿pero quién no ve el absurdo?
El Símbolo que es la enseñanza más sencilla, sería la más
obscura doctrina del mundo, y en vez dé ser regla de fe,
tendría necesidad de estar regida por otra regla: In cir-
cuitu impii ambulant (i). He aquí una regla infalible de
nuestra fe: Dios es Todopoderoso; quien dice todo, nada
excluye; pero vosotros queréis modificar esta regla y
limitarla á que no se extienda á la potencia absoluta, 6
al poder de colocar á un cuerpo en dos lugares, ó colo
carlo en un lugar sin que en él ocupe espacio exterior.
Decidme entonces: si la regla tiene necesidad de regla
mentó, ¿quién la arreglará? También dice el Símbolo que
nuestro Señor descendió á los infiernos, pero Calvino
quiere arreglarlo de modo que se entienda que fué una
bajada imaginaria (2); otro la refiere al sepulcro (3). ¿No*
es esto tratar esta regla á la Lesbiana y adaptar el nivel
á la piedra en vez de tallar la piedra con arreglo al ni
vel? Y verdaderamente, así como San Clemente (4) y San'
Agustín (5) le llaman regla, así también San Ambro
sio (6) le llama llave; pero si es preciso otra llave para;
abrir, esta llave, ¿dónde la encontraremos? Mostrádnosla,
¿Será el cerebro de vuestros ministros, ó qué será? ¿Será
el Espíritu Santo? Entonces cada cual se jactará de tener
en él su parte. ¡Dios de bondad, en qué laberintos caen
aquellos que se apartan de las huellas de los Antiguos!
No quisiera que imaginaseis que yo ignoro que el Sím
bolo sólo no es la regla y total medida de nuestra -fe; pues
San Agustín (7) y el gran Lirenense (8), llaman también·
regla de nuestra fe al sentimiento eclesiástico. El Símbolo
sólo nada dice á las claras de la consubstancialidad de
los Sacramentos y otros Artículos de la fe, pero com
prende toda la fe, radical y fundamentalmente; sobre
todo cuando nos enseña á creer que la Iglesia es santa
y católica, pues por este medio nos remite á lo que ella
proponga. Mas como vosotros despreciáis toda la doctri*
O) Psalm. X I. 9.
(2. lnsc., lib. II, cnp. X V I . §5 10-12.
(8) Bcza, ubi supra, cap. I, art.-V I.
(4) A d Tr:it. Domint . V i d c s u p . )
(5) Scrm. C L X X X I de Tempere. (Hodic Scrtno vcl Tract* de Symboio, ni
nppendice; opera, ionio V i; col. 1.189.)
(M * Serm. a X X V U I . (Hoctie. Sermo X X X 11I, § 6. in appcndicc.)
(T) Contra Jnl PcLifr f lib. i ( £ vo.
(S; Cap. II. Comnomt. I.
na eclesiástica, también, despreciáis esta noble y señala
da parte que está en el Símbolo, negándoos á creerla
hasta que le habéis reducido al estrecho círculo de vues
tras concepciones. Así violáis esta santa medida y pro
proporción que San Pablo propone (1) para ser seguida,
y también á los Profetas.
ARTÍCULO IV
EN LA IGLESIA CATÓLICA
PRÓLOGO
(1) Cócleas.
(2) I P e t r i.l, 25.
(3) Ub i suprru P:irt. II, cap. I, art. X .
aqüellós inocentes, gustando primeramente lo dulce, no
saboreen lo amargo.„ Pero quien sondee el fóndo de su
doctrina verá claró, como la luz del día, que no es más que
una apariencia añeja tal como la que el diablo produjo
cuando tentó á nuestro Señor (1), pues él citó la Escritura
para el logro de su intención— “ ¡Oh Diosl— dice el mismo
lirinés (2).— ¿Qué hará con los hombres miserables, cuan
do se atreve á atacar con la Escritura al Señor mismo
de la majestad? Pensemos detenidamente en la doctrina
de este pasaje; pues así como entonces el jefe de un parti
do habló al jefe del otro, del mismo modo ahora los miem
bros hablan á los miembros, esto es, los miembros del
diablo á los miembros de Jesucristo, los pérfidos á los
fieles, los sacrilegos á los religiosos, en una palabra, los
herejes á los católicos. „ Pero como el jefe respondió al
jefe, así podemos hacerlo nosotros los miembros á los
miembros: nuestro jefe rechazó á su jefe con los pasajes
mismos de la Escritura; rechacémoslos de igual manera
y con consecuencias sólidas y naturales, sacadas de la
Sagrada Escritura, y mostremos la vanidad y las frusle
rías conque pretenden encubrir sus opiniones por medio
de la Escritura.
Esto es lo que me propongo hacer aquí brevemente, y
protesto de que reproduciré fidelísimamente todo lo que
entienda que más les favorece en apariencia, y después,
por medio de la misma Escritura, les convenceré, á fin
de que vosotros veáis que aunque ellos y nosotros mane
jemos y nos armemos de la Escritura, de nuestra parte
están la realidad y el buen uso de ella, mientras que de
la suya no tienen más que una vana apariencia, á manera
de ilusión, del mismo modo que no solamente Moisés y
Aarón tuvieron sus varas, sino también los magos y las
convirtieron en serpientes, pero la vara de Aarón devo
ró á las varas de los otros (3).
(1) Matth , IV . 6.
(2) Eodem Coramonit., cap. X X X V I .
(3) Exod., V II, 10-12.
CAPÍTULO PRIMERO
DE LOS SACRAMENTOS
ARTÍCULO· PRIMERu
ARTÍCÚLO-III'
CAPÍTULO II
D EL.· P U R G A T O R IO
PRÓLOGO '
ARTÍCULO PRIMERO
0) Ver. 8.
,el oro se afina en el crisol (Eclesiastici, XXVII) (1): Vasa
figuli probal fornax, justos autem lentatio tribulationis.
La penitencia y contrición son también un cierto purga
torio del que David dice en el Salmo L -2): Asperges me,
Domine, kyssopo, et mundabor. Se sabe también que el
Bautismo, en el. que nuestros pecados son lavados, puede
ser llamado purgatorio, y todo lo que sirve .para pur
gar nuestras ofensas; pero aquí llamamos purgatorio un
lugar en el que después de esta vida, las almas que par
ten de este mundo antes de hallarse completamente lim
pias de las manchas que se han echado, no pudiendo
eiitrar en el Paraíso nada que no sea puro y neto (3),
quedan detenidas para ser allí limpiadas y purificadas.
Y si se quiere saber por qué este lugar es más bien lla
mado simplemente purgatorio que los demás medios de
purificación citados anteriormente, responderé que es á
causa de que en ese lugar-no se hace otra cosa que purgar
las manchas que aún quedaban al partir del mundo, y
/porque en el Bautismo, penitencia, tribulación y otros, no
solamente el alma se purifica de sus imperfecciones, sino
yque se enriquece también con muchas gracias y perfec
ciones; lo que ha hecho dejar el nombre de purgatorio-á
este lygar del otro siglo que, propiamente hablando, rio
sirve para otra cosa que para la purificación de las álmas.
:Y en cuanto á la Sangre de nuestro Señor, de tal manera
¡reconocemos su virtud, que protestamos en todas nues
tras oraciones que la purificación de las almas, sea en
este mundo ó en el otro; no se liace sino por su aplicación,
.más celosos del honor de tan preciosa medicina que aque
llos que tomándola en lenguas desprecian su santo uso.
.¡.Entendemos, pues, por purgatorio un lugar donde las
;#lmas, durante algún tiempo, purgan las manchas é im
perfecciones que llevaron de esta vida mortal.
í
ARTÍCULO II
ARTÍCULO III
0 ) Post mcdinm.
(2) V er. 42.
(3) Ai, 15.
ARTÍCULO VI
(t) 82.
(2) In vers. 29 y 30.
(3) §11.
(4) V ers. 25-26.
(5) V ers. 58-59.
16) Hom. X X X V . in Lucam.
(7) lip is. L Il, $ 20.
(8) In loeuin Matth.
(9) In locum Lucac.
(10) In loemn Matth. t
(Jl) Serm o CIX, cap. III.
presente vida. El adversario será nuestra propia con
ciencia, que combate siempre contra nosotros y por nos
otros, es decir, que resiste siempre á nuestras malas
inclinaciones y á nuestro viejo Adán para nuestra salva
ción, como exponen San Ambrosio (1), Beda (2), San
Agustín (3), San Gregorio.(4) y San Bernardo (5) en
diversos lugares. El ju es , es'indudablemente nuestro
Señor, en San Juan, V (6): Pater omne jiidicium dedil
Filio. La prisión, el infierno ó el lugar de las penas del
otro mundo, en el que, como en una gran cárcel hay
muchas celdas, una para los que han sido condenados,
que es como para los criminales, la otra es para los que
están en el purgatorio, que es como, para los detenidos.
El cuadrante, del que se dice: Non exies inde doñee
reddas novissimum quadrantem. son los pecados leves,
como el cuadrante ó maravedí es la menor moneda que
puede deberse. Consideremos ahora un poco dónde se
debe hacer este pago, de que habla nuestro Seflor: Doñee
reddas novissimum quadrantem. En primer lugar halla
mos tres antiguos Padres que han dicho que ese lugar es
•el purgatorio, á saber: Tertuliano, libro De Aninta,
cap. LVIII; Cipriano, lib. IV, epistoíarum II (7) Oríge
nes, en la Homilía XXXV, sobre este lugar (8); Euse-
jbi'o Emiceno, en la Homilía I I I de la Epifanía (9); San
Ambrosio, sobre el cap. XII, vers. 58 y 59 de San Lucas;
San Jerónimo, sobre el V de San Mateo; San Bernardo,
Sermone de obitu Humberti, § 8.—2.® Cuando se dice:
Doñee solvas ul'timum quadrantem, ¿no se presupone que
se le pueda pagar, y que de tal modo pueda disminuir la
deuda que no quede de ella más que el último maravedí?
Y si cuando dice en el Salmo CIX, 1: Sede a destris meis
doñee ponam inimicos tuos, etc., se sigue bien: Ergo ali-
quando ponet inimicos· ?cabellum pédum; así, al decir:
Non exies inde doñee reddas, muestra que aliquando red-
det vel rcddcre potcst.—3.° ¿Quién no ve que en San Lu-
(1) Ubl'supra.
(2) ln loeu m Lucae.
' (8) Ubi su pr a.
(4) H om . X X X I X in E v u n g . , § 5 .
(5) I n C a n t . L X X X V .
(6) V e r . 2‘J
(7) AL Hpis. L lI , § ” 0.
(8) l n locum L u c a c . ’ .
(9) I t a a p u d Bellarnú nu m , Lotttrov de P u rga t., lib. I, cap, V l l f . H o d i e c o n -
v en it ínter oíanos coUr.ctionem homUiarum oJim E ns ebio E mis se no si v e E m e-
seno ad sc r ip iam , es op eri b us Grunonis A stren sis alior um qu e la iin oru m rece n -
’t iórum confectru « fuisse.
cas, XII, se saca la comparación, no de un homicida ó de
cualquier criminal que no puede tener esperanza de sal
vación, sino de un deudor que ha sido reducido á prisión
hasta que pague, hecho lo cual recobrará inmediatamen
te la libertad? Ved, pues, la intención de nuestro Señor:
quiere que mientras estemos.en el mundo, tratemos por la
penitencia y sus frutos, según la posibilidad que para ello
tenemos por la Sangre del Redentor, de pagar la pena á
que estamos obligados .por nuestros pecados, pues si
esperamos á la muerte, no tendremos tanta facilidad para
hacerlo en el purgátorio, donde seremos tratados con·
rigor.
Todo esto parece haber sido declarado por nuestro
Señor mismo en San Mateo,. V (1), cuando dijo: Qut
irascitur fratri suo, reus erit judicio, qui dixerit fratrt
suo racha, r,eus erit consilio, qui dixerit fatuo, reus erit
geherinae ignis. Aquí se trata de la pena que se debe
recibir por el juicio de Dios,.cómo se demuestra con
estas palabras: Reus erit gehennae ignis. Y no obstante,
no hay más que la última de las tres ofensas que sea cas
tigada con el infierno; luego en el juicio de Dios, después
de esta vida, hay otras penas que no son etérnás ni infer
nales, y esas son las penas del purgatorio. Quizá se dfe.:á
que esas penas se sufrirán en este mundo; pero San
Agustín (2) y los demás Padres lo entienden del otro
mundo; y por otra parte, ¿no puede suceder que muera
un hombre inmediatamente después de haber hecho la
primera ó la segunda ofensa de que aquí se trata? ¿Dón
de pagará entonces las penas qué debe por su ofensa?
Y si queréis que no las pague., ¿qué lugar le daréis des
pués de esta vida? No le enviaréis al infierno, á menos
que queráis aumentar la sentencia de nuestro Señor,
que no da el infierno por pena más que á los. autores de
la tercera ofensa; alojarle en el Paraíso tampoco lo debéis
hacer, porque la naturaleza de este celestial lugar recha
za toda imperfección. Y no aleguéis aquí la misericordia
del Juez, pues que Él declara en este lugar que quiere
emplear la justicia; haced, pues, lo que los antiguos Pa
dres, y decid con ellos que hay un lugar donde dichas
faltas serán purgadas, y después las almas así purifica
das subirán al Paraíso.
(1) V e r . 22.
(2) D cs e rm . Dom. in monte, 11b. I, cap. IX .
En San Lucas, cap. XVI, ver. 9, se halla escrito:
Facite vobis amicos de mammona iniquitatis, ut cum
defeceretis, recipiant vos in aeterna tabernacula. Desfa
llecer, ¿qué otra cosa es qtie morir? Y los amigos, ¿qué
otros pueden ser que los Santos? Así lo entienden todos
los intérpretes; de lo que se siguen dos cosas, á saber:
que los Santos pueden ayudar á los hombres difuntos, y
que los difuntos pueden ser ayudados por los Santos;
¿porque á qué otro propósito pueden referirse estas pala
bras: Facite amicos qui recipiant? No pueden entenderse
en el sentido de la limosna, pues aunque la limosna es
buena, no nos adquiere, sin embargo, amigos que nos pue
dan recibir en los eternos tabernáculos, corrió sucede cuan
do se hace á personas malas con santa y recta intención.
Así está expuesto este pasaje por San Ambrosio (1) y por
San Agustín, lib. 1, 21 De la Ciudad de Dios, cap. XXVII,
§ 5; pero la parábola de que usa nuestro Señor, es dema
siada clara para dejarnos dudar de esta interpretación,
pues la similitud está tomada de un ecónomo que estan
do dimitido de su oficio y empobrecido, pedía socorros á
sus amigos, y el socorro pedido á los amigos y la ayuda
que se recibe después de la muerte de aquellos á quien se
ha dado limosna, no pueden recibirse por los qUe están en
el Paraíso ó en el infierno: luego es para áquellos que
están en el purgatorio.
ARTÍCULO Vil
ARTÍCULO VIII
ARTÍCULO IX
(1) A r t. II.
(2) L oco quo supra.
ARTÍCULO X
t
Certifico y afirm o haber hecho recon ocer que los presentes manus*
critos que tratan de la autoridad y Primacía de San Pedro y de los
Soberanos P ontífices, sus sucesores, están escritos ó dictados y tie
nen el estilo del Venerable Siervo de Dios, Mons. F rancisco de Sales,
Obispo que fué de Ginebra, cuya canonización se prosigue al pre
sente.
Las personas, que han recon ocido estos escritos son : el Sr* M a r
qués de ZLu/íh, gobern ad or de la provincia de C hablays, cuya provin
cia es una de las convertidas por e! gran Francisco de Sales; el
Rdo . P . P r io r délos Cartujos de Rípaielle; el Sr. Serafín , C anónigo
de San Pedro de Ginebra, de edad de ochenta años; el S r . Janñus,
Prior de Brans, en C hablays; el.S r, G a rd , C anónigo de Nuestra
Señora de la iglesia colegial de A bnessy; Sr; Francisco Fa v re y que
sirvió de camarero durante veinte años al d ich o Siervo de Dios.
T o d o s los arriba nom brados aseguran ser de la propia m ano ó de
la com posición de aquel grande Obispo de G inebra, y también ase
guran haberle oíd o predicar una parte cuando convirtió al país de
Gejc y de Chablays.
En A nn ecy, á 20 de A gosto de 1658.
FjA N D R é s de CHACJGr,
t
Nos el abajo firm ado, Pedro A ntonio de Castagnery, Barón de
Chasteauneufz, Consejero de S. A . R ., Presidente de su soberana
Cámara de Cuentas de Saboya y Generalísimo de su Hacienda 7 de
claramos que el libro de la Autoridad de S*.n Pedro es todo del
B. Francisco de Sales, y el o tro, que está escrito de la m ano.de su
secretario, está corregido de m ano del dicho Bienaventurado. L o
declaro porque los he visto en casa del susodicho Bienaventurado y
visto también otros escritos suyos. En fe.de lo que hemos firmado la
presente declaración y h ech o aplicar á ella nuestro sello.
En C h a m b ery , á cin co de Septiembre de mil seiscientos cin
cuenta y och o.
Lt s P. A· C astagnery ,
t
Nos el abajo firmado, Claudio Ducret, Consejero de Estado de
S. A , R ., primer Senador en el soberano Senado de Saboya, á todos
los que competa con ocerlo hacem os saber que habiendo visto, leíd o’
y examinado el libro de la Autoridad de San Pedro , contenido
en dos legajos, declaramos que él todo está escrito de m ano del
B. Francisco de Sales. Lb declaro por haberle visto muchas veces
escribir, y firmar en diferentes asambleas» E o fe de lo que hemos
firm ado la presente declaración y hecho aplicar á ella nuestro sello.
En C ham bery, á cin co de Septiem bre de mil seiscientos c io -
cuenta y o ch o.
D u crkst,
Por mandato de dicho señor,
P lan ch est:
L f S
t '
Nos Francisco De la Pcsse V ia lló n , señor de dicho lugar, de los
Serrieres y de San M arcelo, presbítero, D octor en Derecho, Conse
jero de S. A. R. y Maestro ordinario en la soberana Cámara de
Cv.entas de Saboya, declaramos con juram ento haber visto cuidado
samente el tratado de la Primacía de San Pedro y de las Marcas de
la verdadera Iglesia, conteniendo quince cuadernos en hojas sueltas,
cu yos d oce prim eros están todos escritos de m ano del· Venerable
O bispo de Ginebra Francisco Je Sales, que nos estimamos Bienaven
turado, salvo el respeto que debemos á la Santa Sede, y los tres últi
mos están escritos por uno de sus secretarios, cuya escritura no c o
nocem os, pero sí que en diferentes lugares la hay de mano de dicho
Venerable, á m odo de continuación ó corrección . Lo que afirmamos
por haber leído gran cantidad de sus escritos y firmas. En fe de lo
que hemos dictado la presente declaración á nuestro secretario,
firmada y rubricada por nos y sellada con nuestras armas.
En C ham bery, á cinco de Septiembre de mil seiscientos cin
cuenta y o ch o .
F. D k la P essk.
J. S . D e L amollih .
L f S
t
Nos Catolus Augustus, Dei et A postolicae Sedisgraúa Epiacopus
et Princeps Gebennensis, Testam ur óm nibus ad quos spectabit: q u a -
ten u s, die decimaquarta mensis M aii, praesentis anni milfesimi
sexccntesim i quinquagesimi octavi, dum esemus in castro nostro
T ulliano, a quo per annos quatuordecim abfueramus, revolverem us-
que tabulas A rchivii nostri, reperimus duodecira códices m agnos
et parvos, manu propria scriptos V encrabilis Servi Dei et Pracdeces-
soris nostri Francisci de Sales; in qu ibu sagitu r de multis th eolog i-
cis punctis inter Catholicos Doctores et haereticos controversis, prae*
sertim circa authoritatem summi Romani P ontifici, ut Vicarii Jesu
Christi et sucessoris Divi Petri, Reperimus quoque tres alios códices,
do eadem materia, alterius manu scriptos, exceptis tribus pagiaisqui
de manu praedicti Serví Dei sunt. Quo om ncs codicis reverendo Pa-
tri Andraeae de Chaugy, ordinis Minimorum religioso, ct in causa
Beatifjcationis cjusdem Servi Dei Procuratori, consignávim us. Jo
quorum fidem huic scripto sigillum nostrum apposuimus.
Annissii, die sexta septembris, m illesim o sexcentesimo quinqua-
gesimo octavo·
C a r o lü s A u c u stu s, Episcopus Gebennensis,
L + S manu propria.
t
Nos Pedro Francisco Jay, Doctor en T eo lo g ía , Chantre y Canó
nigo de la iglesia Catedral de San Pedro de Ginebra, Vicario general
y Oficial de monseñor el lim o, y Rm o. Carlos Augusto de Sales, Obispo
y Príncipe de Ginebra, certificamos á quien corresponde, haber visto
doce legajos, m íos gn n d es y otros ch ico s, y haber reconocido dete
nidamente que todos ellos han sido escritos de mano propia del
difunto lim o, y R m o. Francisco de Sales, en vida. Obispo y Principe
de Ginebra, de ttuy feliz y loable memoria» c:i cuyos legajos se trata
de muchos puntos de controversia contra los heréticos de nuestros
tiempos, y particularmente en lo q u e atañed !n autoridad de nuestro
Santo Padre el Papa, com o V icario de nuestro Salvador y sucesor de
San Pedro; certificamos además haber visto oíros tres legajos escritos
de diferente tnano, salvo tres páginas, por nos reconocidas com o es
critas de mano del mencionado Rm o. Obispo, hoy difunto, cuyos
legajos tratan también de las susodichas controversias. En fe de lo
que abajo firmamos.
A n n ecv, d siete de Septiembre de mil seiscientos cincuenta y o ch o ,
y estampado nuestro sello ordinario.
t
Nos Juan C laudio Jarsellat B ebin, C anónigo de la iglesia Cate
dral de San Pedro de Ginebra, Oficial, por parte de Francia, del
Obispado, certificam os 4 quien corresponda, haber visto doce lega
jos entre grandes y pequeños, y haber reconocido bien que (odos
ellos están escritos de la propia mano dei hoy difunto ilustrísirao
y -R m o , Francisco de Sales, en vida O bispo y Príncipe de Gine
bra, en cu yos legajos se trata de m uchos puntos de controversia
contra los heréticos de nuestros tiempos, y particularmente en lo q u e
atañe á la autoridad de nuestro Santo Padre el Papa. Certificamos
además haber vtsto otros tres legajos escritos de diferente m ano,
salvo tres páginas que reconocem os han sido' escritas por mano del
mencionado Rmo. O bispo t h oy difunto* En fe de lo que abajo
firmamos y estampamos nuestro sello ordinario,
A n n e c y , á o ch o de Septiembre de mil seiscientos cincuenta
y och o.
Lf s J a k s e lla t BétUN, Oficial.
t
Nos D. Carlos F rancisco de Chastenoux, D octor en T e o lo g ía ,
Preboste de los R dos. Padres B arnabitas, fundados en la c iu
dad de T h o n o n en el D ucado de Chablays, certificam os á quien c o
rresponda haber visto doce legajos entre grandes y pequ eñ os, y
haber reconocido bien que todos ellos han sido escritos de la propia
mano y carácter del h o y difunto lim o , y Rm o. Francisco de Sales,
en vida Obispo y Príncipe de Ginebra, en cu yos legajos se trata de
m uchos puntos de controversia contra los heréticos de nuestros
tiempos, y particularmente en lo que atañe á la autoridad de nues
tro Santo Padre el Papa. Certificamos también haber visto otros
tres legajos escritos de diferente m ano que la suya, á reserva de
tres páginas, reconocidas por nos com o escritas de la propia mano del
dicho Francisco de Sales, cuyos legajos tratan de otras semejantes
controversias contra los heréticos. En fe de lo que abajo firm am os el
presente certificado de nuestra propia mano y estam pando nuestro
sello ordinario.
T h o n on , á trece de Septiem bre de mil seiscientos cincuenta
y och o.
* D . C a r l o s F r a n c is c o C h astenoux,
•L f S
DEL AUTÓGRAFO
f
Qua diligentia potu i, transcripsi iotegrum Manuscriptum c o d i-
cem B ibliotecae Chigianae, qui pro maxima parte et Sancti F ra n -
cisci Autographum , Transcríptum , eadem diligentia originali co ír,-
paravi. Opus com plcvi die 3o Juanarii, 1891, postridie festi Sancti
Francisci, Roiaae in collegío aliaborantium edltioni Lconianae o p e -
rum D. T oraac Aquinatis, ubi, ex favore Viri P rincípis, dictum
Manuscriptum per plure9 annos servaveram.
CERTIFICADO DE FRANCISCO FA V R E
D AD O E L 6 D E JULIO D E 1 6 5 8
t
Ostcnso et tractatu Servi D e i, continentes prim o dúo folia sepa
rata, deinde quatuor quaterniones, deinde quinde folia separata, et
deinde quatuor quaterniones. Interrogatus an recognoscat om nia
illa esse scripta propria Serví Dei manu; postquam quaelibct* et
atiente consideravit, respondit:
R econ ozco que la mayor parte de dicho tratado está escrito de la
propia mano de dicho Servidor de Dios, y la otra parte de la de
maese Jorge R oland, ó del Sr. Luis de Sales, hermano del Siervo
de Dios. Las dos primeras hojas separadas y todo el primer legajo
que contiene u hojas ó 22 páginas, y el segundo, que contiene
seis hojas ó 12 páginas, son de la propia m ano del Siervo de D ios;
com o también las och o primeras hojas del. tercer legajo, es d ecir,
las 16 primeras páginas de dich o leg a jo; pero la 17, 18, 19 y 20 pá
ginas del m ismo legajo son de m ano ajena, aunque corregidas en
algunos sitios por (a propia m ano del dicho Servidor de Dios* lo que
hace conocer que los ha dictado; la 21, 22 y 23 y cuatro líneas y
media de la 24 son también de la propia mano del Servidor de D ios.
R econ ozco que el cuarto legajo está enteramente escrito de su m ano,
que contiene 16 hojas, esto es, 32 páginas; recon ozco que las cin co hojas
sueltas que siguen después de d ich o cuarto legajo, están todas escri
tas de la propia m ano del Servidor de Dios. R econ ozco que el q u in to
legajo, que contiene och o hojas, es decir, 16 páginas, aunque en la
últim a página no hay más que once líneas y media, está tod o escrito
de la mano del Servidor de Dios. El sexto legajo, que contiene
26 hojas, es decir, 5z páginas, no está escrito de la m ano del Servi
dor de Dios, sino de la de maese Jorge R oland, que la ha esrito d ic
tada por el Servidor de Dios. El séptimo legajo, donde hay nueve
hojas.y media estritas, esto es, t8 páginas y media, es de la m ism a
m ano de maese Jorge Roland; y. el último legajo, que con tien e
16 hojas, está todo él escrito de la mano del Sr, Luis de Sales, her
mano del Servidor de Dios, á excepción de las tres últimas páginas,
que son de la propia mano del Servidor de Dios, y la página 15, al
margen de la línea novena, hablando del C on cilio de Cartago, añade
de su mano: «Que fué hace próxim am ente mil doscientos años, y en
él se halló San Agustín, co m o refiere Prosper in C h ron .» «Y en la
Hnea 15, en lugar de Je ró n im o en el decreto de los L ibros c a n ó n i
cos*, corrige y pone Dámaso .
OTROS CERTIFICADOS
v
DADOS EN LA PRIMERA EDICIÓN
Y..·■
7í ·; f
85 ■
fj.J Y o , el abajo firmado, certifico, que en el año t658, el h oy difunto
J[Sr* O bispo de Ginebra, Carlos Agusto de Sales, mi herm ano, al
j^hacer su visita á la parroquia de la T h u ille, halló en nuestro castillo
; de d ich o lugar un cofre pequeño de pino muy sen cillo, en el que
San Francisco de Sales, mi tío, había puesto las cartas y otros pa
peles del P ap a, de los Nuncios y de los Príncipes, relativos á su
Misión apostólica para la conversión del Chablays, y entre otros
m uchos, cuadernos escritos de la mano del Santo de materias de
controversias y refutación de errores de C alvin o, y que el Bienaven
turado hacía imprimir en hojas volantes (y las distribuía todas las
semanas secretamente en las familas para instruirlas en las verdades
de nuestra santa Fe, á causa de estar prohibido por los ministros y
señores heréticos ¿^todo el pueblo ir á oir al predicador apostólico
romano* El susodicho escrito fué reconocido y testimoniado por los
antiguos parientes y amigos del B. San Francisco de Sales, que c o
nocían m uy bien su letra, y yo mismo lo he te jid o y recon ocid o; el
original de dicho escrito fué enviado, para mayar respeto y testimo
nio de verdad, á nuestro Santo Padre Alejandro V II, y le fué pre
sentado por el R do P. Andrés de C h a u g y , Religioso M ín im o, P r o -
cudor de !a Caúsa de la Canonización de San Francisco de Sales,,
después, siii em ba rgo > de haber hecho sacar una copia debida y
fielmente com probada con el original, para hacerla imprimir des
pués de tomar el cuidado requerido en tal cano para la distinción de
los capítulos y otros pormenores. En íe de )o que yo, el arriba dicho*,
firm o la presente que hago contraseñar y sellar con el sello de mis
armas»
En Turítiv i seir, de Abril de mil seiscientos sesenta y nueve*
F ra n c isc o , M a rq u é s d s S a le s,
t
Yo> el a b ijo firm ado, certifico y doy testimonio en palabra de
verdad que en el año 1658 , estando en la ciudad de A nn ecy
em pleado en la dirección de las escrituras dél Proceso Remisoria I
para la B eatificación y Canonización de San Francisco de Sales,
Mons# Carlos A u g u sto , su sobrin o, entonces O bispo y Príncipe de
G inebra, en vió á la Rda. Madre Francisca Magdalena de Chaugy, ¿
la sazón Superiorá del primer Monasterio de la Visitación de Santa
María, cantidad.de papeles manuscritos que había nuevamente en
contrado en el castillo de la T h u ille> á fin de poder servirse de ellos
en d ich o Proceso en la parte de com pulsación y producción de títu
los· Y en efecto; entre otros papeles muy auténticos, se encontraron
algunos cuadernos en folio pequeño, todos escritos de la propia
mano del susodicho San Francisco de Sales, y otros de mano ajena,
pero corregidos y anotados por él y por cuyQ contenido se vió que
eran tratados de controversia, com puestos por aquel gran Santo en
el tiem po de su misión en C hablays, y que él distribuía por hojas á
los pueblos, después que los magistrados tícréticos les habían prohi
bido ir á las predicaciones del Papista ¡rom ano; el cual tratado fué
inserto entre las actas de d ich o Proceso y producido en la dicha
parte de la com pulsación para que la corte de Rom a tuviese con él
la consideración que era de razón, co m o una obra muy excelente
para la defensa de la santa Iglesia romana. Hecha la com pu lsación
y producción se ju zgó á propósito mandar el original á nuestro
Santo Padre el Papa A lejandro V II, no sin haber h ech o copstar y
reconocer la atenticidad del escrito por personas célebres y con tem
poráneas del dicho San Francisco de Sales, que fueron: el señor de
Blanchevi /e, primer Presidente del Senado de C ham bery; el d ich o
Sr. Carlos Augusto de Sales , su sobrin o; los Sres. Jay y Bébin ,
O ficiales y grandes V icarios del Obispado de G inebra, y otros; y
tod os reconocieron que el escrito era de la com posición y propia
letra del m encionado San Francisco de Sales. Y yo he tenido el
h onor de haberlo visto y de hacerlo insertar en las actas del susodi
ch o Proceso Remisorial, y además de esto, de haber hecho sacar de
él una copia ñei para ser en su día dada al público, co m o así ha sido
por mí recon ocid o. En fe de lo que firm o el presente escrito en París
¿ 3i de Mayo de 1669, estam pando en él el sello pequeño ordinario
perm itido por mi Regla. s.
Luis R ofavkbr,
Págu
P ró lo g o ................................*............................... ................................... 3
Breve de Su Santidad León XIII en favor de ia presente edi
ción ...................................................................................................... 9
Primer decreto del D octorado............................................................ 13
Breve del D o c t o r a d o . , .................................................. ; ................ 17
Introducción general.................................... ....................................... 25
Prefacio de las Controversias ........................... . . « ................ .. 83
Prefacio del Bienaventurado A u to r....................... ....................... 107
Autores de los siglos X V y X V I, citados en las Controversias♦ na
Epístola á los señores de T h o n o m ....................................... ............ 119
·/.
PRIMERA PARTE
Defensa de la autoridad de la Iglesia.
C A P ÍT U L O I
RAZÓN I, — DE L A MISIÓN
C A P ÍT U L O III
SEGUNDA PARTE
P r ó lo g o .· ................................................................................................ 235
C A P ÍT U L O I
C A P ÍT U L O II
C A P ÍT U L O III
C A P ÍT U L O IV
C A P ÍT U L O V
C A P ÍT U L O VI
C A P ÍT U L O VII
C A P ÍT U L O VIII
TERCERA PARTE
Las reglas de la fe están observadas en (a iglesia católica.
P ró lo g o ............................................................................... ................... 386
C A P ÍT U L O PRIM ERO
De los Sacramentos.
C A P IT U L O II
D el P u r g a t o r i o .