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García, Rolando

Interdisciplinariedad y
sistemas complejos

Revista Latinoamericana de Metodología de


las Ciencias Sociales
2011, vol. 1, no. 1

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Cita sugerida
García, R. (2011) Interdisciplinariedad y sistemas complejos. [En
línea] Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias
Sociales, 1, 1. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/
art_revistas/pr.4828/pr.4828.pdf

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ReLMeCS, vol. 1, nº 1, primer semestre de 2011. ISSN 1853-7863

Interdisciplinariedad y sistemas complejos*


Rolando García**

Introducción

Las situaciones a las cuales se suele aplicar la expresión "problemas ambientales"


cubren un amplio espectro: en un extremo, aparecen problemas locales y circunscriptos,
como puede ser el caso de un río contaminado por los desechos de una fábrica próxima
que torna tóxica el agua que se bebe en una ciudad situada a sus orillas. En el otro, se
incluyen situaciones tales como las condiciones insalubres de vida en grandes centros
urbanos, o el deterioro del medio físico y de las condiciones de vida en extensas regiones.
Este artículo no se ocupará del tipo de situaciones correspondientes al primer grupo.
Para resolverlos puede ser necesario recurrir a conocimientos que provengan de diversas
disciplinas (química, física, biología, tecnologías específicas de la producción). Sin
embargo, en la concepción que expondremos en este artículo, esa pluri (o multi) disciplina
no le otorga al estudio características de una investigación interdisciplinaria.
Las otras situaciones arriba mencionadas corresponden a problemáticas complejas,
donde están involucrados el medio fisico‐biológico, la producción, la tecnología, la
organización social, la economía. Tales situaciones se caracterizan por la confluencia de
múltiples procesos cuyas interrelaciones constituyen la estructura de un sistema que
funciona como una totalidad organizada, a la cual hemos denominado sistema complejo
(García, 1986).
La complejidad de un sistema no está solamente determinada por la heterogeneidad
de los elementos (o subsistemas) que lo componen y cuya naturaleza los sitúa
normalmente dentro del dominio de diversas ramas de la ciencia y la tecnología. Además
de la heterogeneidad la característica determinante de un sistema complejo es la

*
“Interdisciplinariedad y Sistemas Complejos" (p. 85‐124) en Ciencias Sociales y Formación Ambiental,
coordinado por Enrique Leff © 1994 Editorial Gedisa, Barcelona. Derechos cedidos por Editorial Gedisa, S. A.
Agradecemos a Leonardo Rodríguez Zoya por la gestión realizada ante Editoral Gedisa, y a Catarina da Lisca,
de la Editorial, por la celeridad y amabilidad de la respuesta.
**
Miembro de la Academia Mexicana de Investigación Científica.

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interdefinibilidad y mutua dependencia de las funciones que cumplen dichos elementos


dentro del sistema total. Esta característica excluye la posibilidad de obtener un análisis
de un sistema complejo por la simple adición de estudios sectoriales correspondientes a
cada uno de los elementos.
La no aditividad de los estudios sectoriales se torna aún más evidente cuando se
trata de evaluar las implicaciones de la introducción de modificaciones en un sistema, o de
proponer, por ejemplo, políticas alternativas para el desarrollo sustentable de una
determinada región. En efecto, un principio básico de la teoría de sistemas complejos que
aquí expondremos afirma que toda alteración en un sector se propaga de diversas
maneras a través del conjunto de relaciones que definen la estructura del sistema y, en
situaciones críticas (baja resiliencia), genera una reorganización total. Las nuevas
relaciones ‐y la nueva estructura que de allí emerge‐ implican tanto modificaciones de los
elementos, como del funcionamiento del sistema total. El juego dialéctico involucrado en
la doble direccionalidad de los procesos que van de la modificación de los elementos a los
cambios del funcionamiento de la totalidad, y de los cambios de funcionamiento a la
reorganización de los elementos, constituye uno de los problemas que ofrece mayor
dificultad en el estudio de la dinámica de los sistemas complejos. Estas interacciones entre
la totalidad y las partes no pueden ser analizadas fraccionando el sistema en un conjunto
de áreas parciales que correspondan al dominio disciplinario de cada uno de los
elementos. Desde nuestro enfoque, allí situamos la diferencia entre multi o pluridisciplina
e interdisciplina.
Del planteo precedente surge una redefinición de la interdisciplinariedad. En este
trabajo, llamaremos “investigación interdisciplinaria” al tipo de estudio que requiere un
sistema complejo.
En otros términos, no partimos de una definición de "interdisciplina" in‐abstracto,
que luego aplicamos a ese objeto de estudio particular que es un sistema complejo. Por el
contrario, definimos primero el objeto de estudio, y luego nos planteamos la manera de
estudiarlo. Este cambio del "punto de partida" tiene implicaciones importantes: las
características de los sistemas complejos no sólo establecen la necesidad de estudiarlos
con una metodología adecuada, de carácter interdisciplinario, sino que determinan en
buena medida, cuáles son las condiciones que debe reunir dicha metodología. En este
contexto, metodología "adecuada" significa que debe servir como instrumento de análisis
de los procesos que tienen lugar en un sistema complejo y que explican su
comportamiento y evolución como totalidad organizada.

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Algunas reflexiones adicionales sobre los alcances y limitaciones de nuestra


propuesta pueden ser necesarias (aunque parezcan obvias) para disipar frecuentes
incomprensiones.

• No toda investigación es interdisciplinaria: un químico que está estudiando la


composición de una substancia puede tener que recurrir a conocimientos y técnicas
provenientes de varias disciplinas. Sin embargo, la utilización de esos conocimientos
multi‐disciplinarios no significa que su trabajo sea inter‐disciplinario.
• La palabra “complejo”, asociada a “sistema”, como nombre y apellido de una única
entidad, tiene un significado que difiere de aquel que podemos asignarle en expresiones
como “substancia compleja” u otras de una gran variedad. Ser "complicado" o estar
"compuesto de elementos heterogéneos" no determinan el concepto de complejidad que
interviene en la definición de "sistema complejo" que hemos enunciado más arriba.
• Cuando afirmamos que la investigación interdisciplinaria es el tipo de estudio requerido
por un sistema complejo, esto no excluye en modo alguno estudios parciales de alguno de
sus elementos o de alguna de sus funciones. Ningún análisis de tales sistemas puede
prescindir de estudios especializados. Sin embargo, tan ricos y necesarios como pueden
llegar a ser dichos estudios, la simple suma de ellos rara vez podría, por si sola, conducir a
una interpretación de los procesos que determinan el funcionamiento del sistema como
tal, es decir, como totalidad organizada.
• Un estudio integrado de un sistema complejo, donde esté en juego el funcionamiento
de la totalidad del sistema sólo puede ser obra de un equipo con marcos epistémicos,
conceptuales y metodológicos compartidos. Esta aserción es un principio básico de la
metodología desarrollada en este artículo.

Los estudios sobre la problemática ambiental han puesto de manifiesto, de manera


reiterada, la insuficiencia de las metodologías tradicionales (o, más exactamente, de lo
que tradicionalmente se entiende por metodología) para realizarlos. De allí a elaborar
propuestas concretas que constituyan verdaderas alternativas para realizar dichos
estudios, y que reúnan, además, la indispensable condición de ser operativas, es decir, de
traducirse en procedimientos más o menos precisos que orienten las investigaciones, hay
un largo camino erizado de dificultades. Como ocurre en todos los campos, es más fácil
ponerse de acuerdo sobre lo que debemos abandonar y superar en las viejas prácticas de
investigación, que concordar en una propuesta superadora.
Hay, sin duda consenso en considerar que para abordar los problemas ambientales
es necesario lograr una verdadera articulación de las diversas disciplinas involucradas, a

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fin de obtener un estudio "integrado" de esa compleja problemática. Sin embargo, el


acuerdo sobre la necesidad de realizar un estudio integrado del medio ambiente puede
ser sólo superficial si no se aclara sobre qué bases conceptuales y metodológicas se puede
orientar una investigación que llegue a ese objetivo, y en qué consiste una investigación
interdisciplinaria para lograrlo.
Por otra parte, la consideración de marcos conceptuales y de las metodologías
adecuadas para abordar el estudio de la problemática ambiental, en toda su complejidad,
no pasaría de ser un ejercicio puramente académico, de alcances limitados, si no se
planteara su necesaria proyección hacia la formación de investigadores. Las instituciones
de enseñanza superior, todavía con resabios indelebles de las estructuras universitarias
surgidas en el Medioevo, presentan a los estudiantes, con raras excepciones, un saber
fragmentario y una práctica anacrónica de la ciencia y de la tecnología. Las deficiencias de
esta formación básica de los egresados constituyen el más serio obstáculo para integrar
los equipos de investigadores que requiere el estudio de los problemas arriba enunciados.
No se trata de aprender “más cosas”, sino de “pensar de otra manera” los problemas que
se presentan en la investigación, es decir, de reformular la concepción de la práctica de la
ciencia. Desde esta perspectiva, uno de los propósitos de este artículo, concordante con el
objetivo general de la obra, es exponer algunas reflexiones y sugerir acciones concretas
que contribuyan a estimular un cambio en la concepción de la investigación
interdisciplinaria y en la formación de investigadores capaces de realizarla. Si bien el tema
de esta obra se circunscribe a la problemática ambiental, el objetivo del artículo tiene
mayores alcances por cuanto atañe a una amplia gama de problemas sobre los cuales hay
creciente conciencia de que requieren ser estudiados con un enfoque sistémico.
La conceptualización de la investigación interdisciplinaria que aquí se expondrá no
sólo tiene implicaciones metodológicas para el trabajo concreto e implicaciones para la
formación de investigadores. Ambas realizaciones requieren también una
reconceptualización del interior de cada disciplina. Cada uno de los capítulos de la obra
aborda este problema desde un enfoque particular. El tema será retomado aquí desde la
perspectiva del estudio de un sistema complejo.

1. Interdisciplinariedad

1.1. Los enfoques tradicionales

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La realización de estudios interdisciplinarios constituye una preocupación


dominante en muchas universidades e institutos de investigación. La búsqueda de formas
de organización que hagan posible el trabajo interdisciplinano surge, sin duda, como
reacción contra la excesiva especialización que prevalece en el desarrollo de la ciencia
contemporánea pero no consideramos que sea ese un punto de partida adecuado. Tal
especialización ‐se arguye‐ conduce a una fragmentación de los problemas de la realidad.
Al aumentar progresivamente dicha fragmentación ‐ continúa el argumento‐ no sólo se
parcializa el estudio hasta perder contacto con el problema original, sino que el propio
investigador, adquiere una perspectiva de los problemas que torna imposible realizar el
trabajo de síntesis necesario para interpretar una realidad compleja. El ejemplo más
frecuentemente mencionado es la ultraespecialización en medicina, que ha conducido a
estudiar manifestaciones aisladas, en un órgano particular, de fenómenos que afectan a
un organismo que, sin embargo, reacciona como una totalidad. El “médico general”, el
“clínico” con una visión integrada del funcionamiento del organismo humano ‐se ha
repetido con alarma una y otra vez‐, es una “especie” que tiende a desaparecer.
Todo eso es correcto. Sin embargo, ni la condena a la “especialización excesiva”
conduce, por oposición, a la interdisciplina, ni es posible prescindir de los especialistas aún
en la investigación interdisciplinaria. Se trata de un problema mal formulado. No toda la
investigación es interdisciplinaria, ni todo profesional necesita ocuparse de interdisciplina.
Un argumento que va en la misma dirección consiste en mostrar que las distintas
disciplinas (o ramas de la ciencia) se han ido definiendo históricamente y han establecido
fronteras arbitrarias, dejando de lado problemas que cubren dominios de dos o más
disciplinas sin pertenecer íntegramente a ninguna de ellas. Esto ha conducido a establecer
“puentes” entre las diversas disciplinas. En ellos no se hace más que seguir una tendencia
de larga data que surgió del interior mismo de las ciencias: la fisicoquímica, la bioquímica,
la biofísica, o la psicolingüística no han conocido otro origen. Hoy es práctica frecuente
juntar el nombre de dos disciplinas ‐con guión intermedio o sin él‐ para establecer un
dominio de estudio que exige el aporte de ambas. Este camino por sí mismo, tampoco
conduce necesariamente a la interdisciplinariedad. Las nuevas disciplinas ‐por muy
compuestos que sean sus nombres‐ terminan también por definir temas de estudio tan
superespecializados como las disciplinas originarias que aparecen ahora “unidas” por un
guión o integradas en una sola palabra.
Otra forma de abordar la interdisciplina, que también se basa en la idea de que el
enemigo es el “especialismo”, ha consistido en un intento de formar “generalistas”. Se
supone que el generalista tiene una cultura muy amplia, sin ser estrictamente especialista
en ninguna disciplina. Se piensa que está, por consiguiente, especialmente dotado para

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abordar problemas complejos y efectuar síntesis superadoras del especialismo estrecho.


Este enfoque de la interdisciplinariedad presenta serias dificultades que es necesario
señalar.
En primer término surge el problema de cómo formar tales generalistas. No son
raras las veces en que se somete al alumno a “cursos interdisciplinarios” que consisten
simplemente en un conjunto de temas “puestos juntos”, cada uno de los cuales es
desarrollado por Un... especialista! En tales casos se deja al alumno la tarea más difícil:
efectuar por sí mismo la síntesis integradora.
Pero hay una objeción más de fondo que puede formularse a la formación de
generalistas: difícilmente surgen de allí buenos investigadores. Porque no hay otro
camino, para llegar a ser investigador, que comenzar a formarse aprendiendo a explorar
en profundidad ‐junto a un investigador ya formado‐ algún problema específico, o parte
de un tal problema.
Finalmente, la vía alternativa, vía que suele proponerse para abordar el problema de
la interdisciplinariedad, es la formación de equipos pluri‐disciplinarios. No hay ‐se afirma
personas interdisciplinarias. Nadie puede abarcar el amplio espectro de conocimientos
que requieren los estudios interdisciplinarios. Por consiguiente, la única forma de abordar
tales estudios es a través de grupos de trabajo integrados por representantes de diversas
disciplinas. La interdisciplinariedad –se insiste‐ sólo se da en un equipo, y un trabajo
interdisciplinario es siempre el resultado de un equipo pluridiscipimario. Esta formulación
resulta muy atractiva a primera vista, y hasta tiene ribetes de solución obvia. Sin embargo,
a poco que se analice en detalle se advierte su insuficiencia. Un conjunto de especialistas
puede ser denominado multidisciplinario o pluridisciplinario, pero no por el mero hecho
de estar juntos se torna inter‐disciplinario. La yuxtaposición de especialistas (multi‐ o
pluri‐) no produce la interdisciplinariedad, que es una forma de trabajo, un cierto tipo de
actividad. La experiencia histórica es, en este sentido, concluyente. Con muy raras
excepciones, los grupos multi‐disciplinarios no han producido nada más que conjuntos de
trabajos... especializados. El hecho de que alguien escriba luego un prólogo que procura
descubrir “conexiones” entre ellos, y que se los publique en un mismo volumen con una
tapa común, no los convierte en estudios interdisciplinarios.
No negamos con esto que el trabajo interdisciplinario requiera un equipo de trabajo
constituido por especialistas de diverso origen. Esta es una condición necesaria, pero está
lejos de ser una condición suficiente. La inter‐disciplinariedad no emerge
espontáneamente poniendo juntos a varios especialistas. Con esta "solución" el problema
queda intacto.

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1.2. Necesidad de una reformulación

Las observaciones precedentes tienden simplemente a mostrar que la investigación


interdisciplinaria ‐no obstante la frondosa bibliografía a ella referida‐ es un tema que
permanece en un nivel de análisis altamente insatisfactorio. No se trata de que no se
hayan propuesto soluciones adecuadas a problemas bien planteados. La situación es aún
más grave: la formulación misma del problema sigue siendo vaga y confusa. Éste no es un
diagnóstico personal, ni apresurado. La lectura de una de las obras más conocidas sobre
ese tema lo confirma de manera categórica. Se ha escrito mucho luego del encuentro
internacional que dio lugar a la obra citada pero no se ha logrado avanzar mucho más.
En el planteo de los problemas que presenta la investigación interdisciplinaria hay
una primera dificultad que reside en el significado mismo de la palabra. ¿A qué se refiere
el “inter” cuando se habla de interdisciplina? Al responder a esta pregunta se suele caer
frecuentemente en confusiones que provienen de establecer analogías con casos que sólo
en apariencia son similares.
Derecho internacional no es el derecho que rige en ninguna nación en particular. Es
el derecho que rige las relaciones entre naciones. De la misma manera, un viaje
interplanetario no es un viaje en ninguno de los planetas. Si transferimos directamente el
sentido que tiene el “inter” en esos dos ejemplos, tendríamos que concluir que los
problemas de la investigación interdisciplinaria no estarían en las disciplinas, sino entre
ellas. Esta extensión del sentido sería altamente equívoca. ¿Qué estudio sería ese que no
perteneciera a ninguna disciplina sino que estuviera “entre” ellas?
La razón del equívoco estriba en haber caído en una trampa del lenguaje: como ya
sabemos lo que es “disciplina”, sólo necesitaríamos agregarle el sentido que pueda tener
el “inter”. Así planteado el problema entra en un callejón sin salida.
Los ejemplos precedentes muestran que no se trata de encontrar respuestas más
adecuadas a preguntas ya bien formuladas, sino que debemos poner en tela de juicio las
preguntas mismas que han servido para definir los alcances del problema. Ellas suelen
restringirse a considerar algunos aspectos de la problemática involucrada y resultan
insuficientes para llegar a una solución integral. Como lo hemos señalado en la
introducción, la reformulación de las preguntas, en la propuesta que aquí se presentará,
no tomará como punto de partida las interrelaciones entre disciplinas, sino el análisis de
las interrelaciones que se dan en un sistema complejo entre los procesos que determinan
su funcionamiento. La inter‐disciplinariedad surgirá como un subproducto de dicho
análisis.

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2. Características del estudio de un sistema complejo

La metodología de trabajo interdisciplinario que se expone en este artículo responde


a la necesidad de lograr una síntesis integradora de los elementos de análisis provenientes
de tres fuentes:

a) El objeto de estudio, es decir, el sistema complejo (que en nuestro caso es un “sistema


ambiental”) fuente de una problemática no reducible a la simple yuxtaposición de
situaciones o fenómenos que pertenezcan al dominio exclusivo de una disciplina.
b) El marco conceptual desde el cual se aborda el objeto de estudio; es decir, el bagaje
teórico desde cuya perspectiva los investigadores identifican, seleccionan y organizan los
datos de la realidad que se proponen estudiar.
c) Los estudios disciplinarios que corresponden a aquellos aspectos o “recortes” de esa
realidad compleja, visualizados desde una disciplina específica.
El objetivo es llegar a una interpretación sistémica de la problemática original que
presenta el objeto de estudio. A partir de allí, será posible lograr un diagnóstico integrado,
que provea las bases para proponer acciones concretas y políticas generales alternativas
que permitan influir sobre la evolución del sistema.

2.1. El objeto de estudio

El punto de partida es el reconocimiento de que hay problemáticas complejas (o


situaciones complejas) determinadas por la confluencia de múltiples factores que
interactúan de tal manera que no son aislables y que, por consiguiente, no pueden ser
descriptos y explicados “sumando” simplemente enfoques parciales de distintos
especialistas que los estudien de forma independiente.
De aquí ha surgido la afirmación de que la realidad misma es interdisciplinaria. Sería
más correcto decir que “la realidad no es disciplinaria” entendiendo por tal que la realidad
no presenta sus problemas cuidadosamente clasificados en correspondencia con las
disciplinas que han ido surgiendo en la historia de la ciencia.
Dijimos más arriba que no toda investigación es interdisciplinaria. Cabe señalar,
asimismo, que la diferencia entre la multi‐disciplina y la inter‐disciplina no es tajante. Y a
nadie se le puede negar el derecho de llamar “inter‐disciplinaria” una investigación en la
cual intervengan especialistas de diversas disciplinas, cualquiera que sea su modalidad de
trabajo. Por esa razón, no comenzamos nuestra propuesta preguntándonos “¿Qué es la

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interdisciplinariedad?” sino “¿Cómo establecer una estrategia de trabajo para un equipo


de investigación que aborda como objeto de estudio un sistema complejo?”. En otros
términos: ¿cómo se puede lograr un esquema explicativo del funcionamiento de un
sistema caracterizado por fenómenos que están determinados por procesos donde entran
en interacción elementos que pertenecen al dominio de diversas disciplinas?
Desde esta perspectiva, la cuestión central se desplaza de las disciplinas hacia los
fenómenos que son objeto de estudio. Por consiguiente, la pregunta clave será: ¿Cómo se
estudia un sistema complejo?
Los sistemas ambientales, son sistemas complejos. Para dar mayor precisión a
nuestro análisis, tomaremos como ejemplo estudios ya realizados sobre sistemas agrarios.
Un sistema ambiental tiene una localización geográfica y es el asiento de un conjunto de
fenómenos que pueden agruparse, en principio, en un cierto número de componentes,
que llamaremos subsistemas, y que varían según la naturaleza del sistema. En el caso de
un sistema rural asentado en una región ecológica, por ejemplo, tendríamos un sustento
físico, una flora y fauna características, un cierto tipo de producción, una población con
determinada conformación social, un comportamiento económico, construcciones y obras
de infraestructura, conjuntos de políticas que rigen diversos aspectos de la actividad
dentro de la región.
A riesgo de ser repetitivos, insistimos en que la heterogeneidad de los fenómenos y
de los componentes de ese sistema, no son suficientes para definirlo como “sistema
complejo”. El carácter de “complejo” está dado por las interrelaciones entre los
componentes, cuyas funciones dentro del sistema no son independientes. El conjunto de
sus relaciones constituye la estructura, que da al sistema la forma de organización que le
hace funcionar como una totalidad. De aquí el nombre de “sistema”.
Los sistemas, en tanto totalidades organizadas, tienen dos características
fundamentales:

• Las propiedades del sistema, en un momento dado, no resultan de la simple adición de


las propiedades de los componentes. La vulnerabilidad o resiliencia, así como las
condiciones de estabilidad, son propiedades estructurales del sistema en su conjunto.
• La evolución del sistema responde a una dinámica que difiere de las dinámicas propias
de sus componentes. Así, por ejemplo, el sistema total integra, en su evolución, procesos
de escalas temporales que varían considerablemente entre los subsistemas, e induce
cambios en estos últimos.

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Está claro que, aún cuando hablemos de esos sistemas como “totalidades”, ello no
indica que tengan límites precisos, puesto que están inmersos en una variedad de
contextos que se van insertando en dominios cada vez más amplios. Este problema ha
sido planteado con mucha fuerza desde el materialismo dialéctico y posiciones afines. La
llamada “categoría de totalidad” ocupa un lugar central en la teoría marxista, pero su
utilización por los seguidores de Marx ha introducido frecuentemente no poca confusión.
Debe hacerse notar, empero, que aunque Marx hizo amplio uso de este concepto,
no llegó a teorizar sobre él. No hay, dentro del materialismo dialéctico, una “teoría de la
totalidad” que explique satisfactoriamente la relación entre la totalidad y las partes, y que
pueda servir como instrumento de análisis para interpretar la evolución de dichas
totalidades.
Con frecuencia se hace una utilización abusiva del concepto de totalidad, sin un
análisis profundo de sus implicaciones para la práctica concreta de la investigación. Suele
afirmarse, por ejemplo, que si se recorta la realidad para estudiar un fragmento de ella se
están desnaturalizando los problemas. Se aduce como razón, que al proceder así se están
dejando de lado, irremisiblemente, las interacciones de ese fragmento de la realidad con
la totalidad dentro de la cual está inmerso. Dichas interacciones ‐continúa el argumento‐
son indispensables para comprender la naturaleza (a veces se dice “la esencia”) del objeto
de estudio. Esto conduce a un callejón sin salida.
Porque en el universo todo interactúa con todo y, si se toma al pie de la letra la
propuesta “interaccionista” así formulada, ¡no sería válido ningún estudio que incluyera
menos de la totalidad del universo! Es obvio que ninguna teoría del conocimiento puede
servir de base a tal posición. Todo conocimiento supone abstraer algunos elementos de la
realidad. El problema no reside en que se fragmente la realidad, sino en la manera de
hacerlo. En otros trabajos hemos propuesto una forma de análisis sistémicos que a
nuestro juicio provee una respuesta adecuada a esos problemas y que retomaremos aquí
como parte de nuestro marco conceptual.

2.2. Marco conceptual

Las consideraciones precedentes conducen a dos preguntas básicas que deberán orientar
la elaboración de un marco conceptual y metodológico para el estudio de un sistema
complejo:

I) Puesto que todo estudio supone necesariamente un recorte de la realidad, ¿es posible
realizar el recorte en forma tal que no desnaturalice el fragmento de la realidad que así se

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haya abstraído del resto? Más aún: ¿es posible tomar en cuenta las interacciones que
relacionan a dicho fragmento con la totalidad en la cual está inmerso sin que ello exija
ampliar ad‐infinitum los límites del estudio?
II) ¿Pueden formularse bases conceptuales suficientemente generales como para servir de
marco a programas de investigación interdisciplinaria, es decir, que hagan posible un
estudio que rebase los límites de disciplinas específicas, permitiendo un conocimiento
integrado de problemas complejos de la realidad?

La primera pregunta tiene hoy su respuesta en una “teoría general de sistemas”,


esbozada ya por Bertalanffy a mediados del siglo, que ha logrado importantes desarrollos
en las últimas décadas, en particular con los aportes de la escuela de Bruselas de Ilya
Prigogine. En forma paralela, aunque con raíces más antiguas, Jean Piaget y su escuela
ginebrina desarrollaron una epistemología constructivista que plantea una evolución del
sistema cognoscitivo, tanto al nivel individual como en la historia de la ciencia, con
notables puntos de coincidencia con la escuela de Bruselas. Sobre esas bases hemos
propuesto en otras publicaciones (y aplicado en diversos proyectos de investigación
empírica), un tipo de análisis sistémico alejado de los modelos econométricos y de la
ingeniería de sistemas, que permite reformular la manera en que se plantea la necesidad
de estudiar “totalidades”, superando el aparente escollo de la inevitabilidad de los
“recortes” de la realidad para poder analizarlas. Los aspectos teóricos están resumidos en
nuestros trabajos (García, 1984; 1986); las aplicaciones están referidas en “estudios de
caso” (García et al., 1988a; 1988b)
La segunda pregunta concierne a la metodología de la investigación interdisciplinaria
de esas totalidades. Ya hemos señalado que ella no se logra por el hecho de “poner
juntos” a los especialistas diversas disciplinas y pidiéndoles que articulen sus resultados
(aunque esto sea, obviamente, parte esencial del proceso de la investigación). La
interdisciplinariedad comienza desde la formulación misma de los problemas, antes de los
estudios disciplinarios, se prolonga un largo proceso (que no es lineal, que pasa por
diversas fases, cada una con sus propias “reglas de juego”) y acompaña a los propios
estudios disciplinarios hasta el término mismo de la investigación. Esta forma de abordar
el objeto de estudio plantea, como se verá más adelante, una problemática que no es sólo
metodológica, sino fundamentalmente epistemológica.

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2.3. Los estudios disciplinarios

Todo equipo de investigadores que aborde el estudio interdisciplinario de un


sistema complejo, tiene como integrantes a científicos formados en diversas disciplinas.
En el inicio del estudio, cada investigador tendrá una visión de los problemas planteados
por el objeto de estudio desde la perspectiva que le ofrece su propia disciplina y su propia
concepción de esa disciplina. Surge, por consiguiente, una pregunta ineludible:
¿El sistema actual de las ciencias constituye un instrumento idóneo para realizar el
tipo de estudios que surgirían de planteamientos como los referidos en las preguntas
anteriores (2.2), o está todo conocimiento irremisiblemente condenado a ser parcial y
fragmentario?
Esta pregunta nos remite al problema clásico de la clasificación de las ciencias y de
las interrelaciones entre las disciplinas. Este tema se torna imperativo en toda formulación
de la interdisciplinariedad puesto que es obvio que ésta no puede existir si no hay
posibilidad de una articulación entre las ciencias. A este respecto es necesario poner
claramente de manifiesto la inadecuación de las dos posiciones extremas que han
prevalecido en las múltiples propuestas de clasificación de las ciencias, a través de la
historia. Por una parte, la posición reduccionista, que borra la especificidad de los
fenómenos que pertenecen al dominio de cada disciplina. Por la otra, la posición que erige
barreras infranqueables entre las disciplinas, sobre la base de la especificidad de los
fenómenos. Sólo un análisis epistemológico puede superar ambas posiciones y mostrar la
posibilidad de integrar los estudios disciplinarios en la práctica concreta de la investigación
interdisciplinaria, respetando la especificidad del dominio de cada disciplina.
En el Anexo se exponen brevemente las razones históricas que condujeron a las
diversas concepciones sobre la clasificación de las ciencias. La posición que adoptaremos y
que allí fundamentamos ─con fuerte influencia de los trabajos de Jean Piaget sobre el
tema─ conduce a una concepción unificada, no reduccionista, de la investigación científica
compatible con la pluralidad de las ciencias, que torna legítima la pretensión de proponer
una metodología de trabajo interdisciplinario como la que presentamos en este artículo.
La tesis central en que se basa dicha concepción es que desde el punto de vista de la
generación y adquisición del conocimiento (epistemología general) no existen diferencias
que permitan fundamentar la persistente idea de una dicotomía entre ciencias de la
naturaleza y ciencias sociales (o "ciencias del espíritu"). No hay, por consiguiente, maneras
específicas de generar el conocimiento científico para cada uno de los objetos, fenómenos
y situaciones que corresponden a los diversos dominios de la realidad. Hay diferencias
obvias, sin embargo, cuando se trata de las conceptualizaciones de tales dominios al

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interior de cada disciplina, pero esas diferencias no son reducibles a la oposición "ciencias
de la naturaleza" y "ciencias sociales".
Para comprender las razones que tuvieron en su momento quienes introdujeron
dicha dicotomía, y para poder explicar el surgimiento de las tesis reduccionistas
mostrando finalmente, las falacias que ellas encierran es necesario realizar un análisis
histórico, del cual presentamos un esbozo en el Anexo.
Una concepción unificada, no reduccionista, de las diversas ciencias hace posible
plantearse el problema de su articulación en el trabajo interdisciplinano. En la
metodología que expondremos, esa articulación plantea dos problemas diferentes,
aunque complementarios:

• Cómo articular la participación de los investigadores de las diversas disciplinas en la


práctica concreta de la investigación interdisciplinaria. Este será el tema de la Sección 3.
• Cómo articular las diversas disciplinas, para hacer posible la coordinación de los aportes
de cada una de ellas. Algunos de los problemas que aquí se presentan serán analizados en
la Sección 4.

3. Conceptualizaciones y metodologías en el estudio de sistemas complejos

Hasta aquí hemos analizado las características que debe tener un estudio integrado
de un sistema complejo, desde el punto de vista de los instrumentos necesarios para
abordar la investigación. Es necesario ahora referirse al contenido y a los objetivos de los
estudios.
El primer objetivo de un estudio integral es obtener un diagnóstico del
funcionamiento del sistema. Aquí, como en un diagnóstico médico, es necesario analizar
la anatomía y la fisiología de cada uno de los componentes (órganos o subsistemas), así
como su armonización o desarmonía en el comportamiento general del individuo
(sistema).
El segundo objetivo ‐y, en realidad, la principal motivación de los estudios‐ es poder
actuar sobre el sistema: detener la enfermedad y, en lo posible, curar al paciente, en el
caso de la medicina; detener y, en lo posible, revertir los procesos deteriorantes en el caso
de los estudios ambientales. Los criterios y prioridades aplicables en esta etapa no surgen
sólo del interior de la ciencia: están basados en sistemas de valores cuya justificación
proviene de una ética social (cf. Sección 4).

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El segundo de los objetivos en el caso de los estudios ambientales suele plantearse


como la formulación de políticas alternativas no deteriorantes o políticas de desarrollo
sustentable de tales sistemas.

3.1. El diagnóstico

Los sistemas complejos se comportan como “totalidades” compuestas de


subsistemas. Siguiendo una terminología que hemos utilizado en otros trabajos,
llamaremos funcionamiento del sistema al conjunto de actividades del sistema como un
todo, y función a la contribución de cada elemento o subsistema al funcionamiento del
sistema. Debe notarse, sin embargo, que ambas expresiones son relativas: lo que
llamamos “sistema total”, en un contexto dado del análisis, es también un subsistema de
sistemas más amplios, dentro de los cuales puede desempeñar una o más funciones.
La decisión de emprender el estudio de un cierto sistema ambiental proviene, en
general, del reconocimiento de situaciones o fenómenos que tienen lugar en esa
localización geográfica y que han generado (o están generados por) procesos de deterioro
en el medio físico, y en el medio social. Estas situaciones, fenómenos, procesos,
constituyen la “realidad” que es objeto de estudio.
Cuando un investigador o un equipo de investigadores enfrenta la necesidad de
llevar a cabo ese estudio, en ningún caso se ve en presencia de un “sistema” ya dado que
no hay más que observar y analizar. Una parte fundamental del esfuerzo de investigación
es la “construcción” (conceptualización) del sistema, como recorte más o menos arbitrario
de una realidad que no se presenta con límites ni definiciones precisas.
Esta “construcción” del sistema no es otra cosa que la construcción de sucesivos
modelos que representen la realidad que se quiere estudiar. Es un proceso laborioso de
aproximaciones sucesivas. El test de haber arribado a una meta satisfactoria en la
definición de sistema (como “modelo” de la realidad que se está estudiando) sólo puede
basarse en su capacidad de explicar un funcionamiento que dé cuenta de los hechos
observados.
Para ello no es suficiente tener un modelo que represente una clara descripción del
sistema en el momento o período que se estudia. Los estudios históricos son una
herramienta indispensable en el análisis sistémico. No se trata de reconstruir la historia
total de la región que se estudia, sino de reconstruir la evolución de los principales
procesos que determinan el funcionamiento del sistema. La relación entre función y
estructura (o entre procesos y estados) es la clave para la comprensión de los fenómenos.

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Ningún proyecto de investigación comienza de cero. En general, se dispone de


suficiente conocimiento de dichos fenómenos o situaciones, que definen, en primera
aproximación, la problemática a estudiar, como para formular preguntas generales que
constituyan el punto de partida de la investigación. A partir de allí, comienza el proceso
que conducirá a la definición del sistema objeto de estudio.
Hemos dicho que un sistema no es simplemente un conjunto de elementos sino
que, en tanto sistema, está caracterizado por su estructura. Por consiguiente, un sistema
estará definido solamente cuando se haya identificado un número suficiente de relaciones
entre cierto conjunto de elementos, que permitan vincularlos con referencia al
funcionamiento del conjunto como totalidad. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que
con los mismos elementos pueden definirse sistemas diferentes, es decir, sistemas cuyas
estructuras difieren en tanto se hayan tomado en consideración distintos conjuntos de
relaciones entre los elementos.
Las observaciones precedentes no introducen, sin embargo, completa arbitrariedad
en la definición del sistema de estudio. La selección dependerá de los objetivos de la
investigación, y estará determinada, como ya lo hemos señalado, por las preguntas
específicas que se hayan formulado con respecto al tipo de situaciones que se desea
estudiar (que, en nuestro caso, son situaciones características del medio físico, del sistema
productivo y del sistema socioeconómico, considerados como “elementos” o subsistemas
de un sistema único).
Por otra parte, los fenómenos que caracterizan dichas situaciones pueden
corresponder a escalas o niveles diferentes. Es importante señalar, a este respecto, que
las “interacciones” entre elementos o subsistemas no son análogas, en modo alguno, al
principio de “acción y reacción” en Física. La “acción” de un cultivo sobre el medio físico, y
la “reacción”" de este último sobre el primero, corresponden en general a escalas
temporales que pueden llegar a diferir en órdenes de magnitud.
La hipótesis de trabajo con la cual se inicia una investigación sistémica puede
resumirse por consiguiente en la suposición siguiente: dado un conjunto de preguntas
referentes a situaciones complejas del sector de la realidad que es objeto de estudio,
puede definirse un sistema, en términos de ciertos elementos e interacciones entre ellos,
cuya estructura sea la que corresponda al tipo de funcionamiento que se desea explicar y
que responda a las preguntas iniciales.
El esquema explicativo corresponde siempre a un cierto nivel de análisis para un
período dado del funcionamiento del sistema. Pero un esquema explicativo coherente y
suficientemente comprehensivo como para abarcar la amplia gama de hechos
significativos de los cuales debe dar cuenta la investigación no se logra en un primer

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intento. Suele ser el fruto de un largo proceso cuya dinámica es parte esencial de los
estudios sobre interdisciplinariedad.
Las relaciones que determinan la estructura del sistema no se descubren a posteriori
de los estudios disciplinarios parciales, sino que deben plantearse desde el inicio y se
continúan elaborando y replanteando a través de toda la investigación. Por eso insistimos
en concebir la investigación interdisciplinaria como un proceso y no como un “acto” de
coordinación de resultados.
En forma esquemática, dicho proceso debería incluir “fases” del tipo siguiente:

1. Reconocimiento general ‐por parte del equipo de investigación en su conjunto‐ de los


problemas que se procura interpretar y para los cuales se intenta encontrar solución.
Formulación de las preguntas de base.
2. Análisis de estudios anteriores realizados sobre aspectos diversos de dicha
problemática. En estos análisis debe ponerse especial atención en aquella información
que permita preparar el camino para reconstruir la historia de las situaciones y fenómenos
que constituyen la motivación del estudio.
3. Identificación de elementos y relaciones para caracterizar, en primera aproximación, un
sistema que involucre la problemática referida en (1) y (2), con sus condiciones de
contorno.
4. Planteo de hipótesis de trabajo que permitirían explicar el comportamiento del sistema.
Esto supone reformular las preguntas de base en términos de las funciones que cumplen
los subsistemas y del funcionamiento del sistema.
5. Identificación de la problemática a investigar en cada subsistema para verificar o refutar
las hipótesis sobre sus funciones dentro del Sistema. Planificación de trabajos sobre temas
especializados que requieren estudios en profundidad.
6. Investigaciones disciplinarias de los problemas referidos en (5), en el contexto de las
relaciones entre los dominios, de los subsistemas establecidas en el punto 3.
7. Primera integración de los resultados obtenidos en (6), lo cual conduce, generalmente a
redefinir el sistema formulado en (3), e incluso a reformular las preguntas iniciales.
8. Repetición de las fases (5) y (6) en relación con la nueva definición del sistema.
9. Segunda integración de resultados y nueva redefinición del sistema,
10. Repetición sucesiva de las fases (8) y (9) tantas veces como sea necesario hasta llegar a
una explicación coherente que dé cuenta de todos los hechos observados y responda a las
preguntas que han ido surgiendo en el proceso descripto.

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Las fases (6), (8) y las sucesivas fases pares serán denominadas fases de
diferenciación. En ellas, predomina la investigación disciplinaria. Allí puede ser necesario el
concurso de muy buenos especialistas, en dominios muy restringidos, ajenos al equipo, y
sin preocupación por la problemática general.
Las fases (7), (9), y las sucesivas fases impares serán denominadas fases de
integración. Allí es necesario que los miembros del equipo tengan la capacidad de
descentración necesaria para: a) comprender y apreciar los problemas planteados a su
propio dominio desde los otros dominios; b) percibir aquellos problemas de su dominio
que se prolongan en los otros, y formularlos adecuadamente a quienes se especializan en
estos últimos.
La tesis central de nuestro trabajo puede ahora enunciarse de la siguiente manera:

Los objetivos de una investigación interdisciplinaria se logran a través del juego


dialéctico en las fases de diferenciación e integración que tienen lugar en el proceso que
conduce a la definición y estudio de un sistema complejo.

El esquema precedente es sólo indicativo de la forma de coordinar un equipo


interdisciplinario. Su objetivo es mostrar la necesidad de distinguir las fases características
desde el punto de vista de la interdisciplinariedad. Un aspecto importante de este
esquema es la ubicación de la tarea disciplinaria dentro de la actividad interdisciplinaria en
su conjunto.

3.2. Acciones concretas y políticas alternativas

Nuevamente tomaremos el ejemplo de un sistema agrario. Sin embargo, las


consideraciones que hagamos son aplicables mutatis‐mutandis a todos los sistemas
ambientales a los cuales hemos hecho referencia.
La elaboración de propuestas alternativas para un desarrollo regional sustentable en
el mediano y largo plazo, que contemple la problemática ambiental planteada en el
presente libro, debe satisfacer dos criterios que son condición indispensable de su
aceptabilidad:

• debe de estar dirigida, en primer término, a detener y, en lo posible, revertir los


procesos que han significado un progresivo deterioro del sistema socioambiental, o que
tiendan a producirlo.

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• debe poder reorientar el sistema productivo, conduciendo a un desarrollo sustentable,


definido no solamente en términos de productividad y de conservación del medio
ambiente biofísico, sino también ‐como condición sine‐qua‐non‐ con el requerimiento de
que los beneficios generados en la región permitan directa o indirectamente, elevar el
nivel de vida de las poblaciones involucradas en los procesos productivos que ella
abarque.

Con esto no pretendemos dar una definición precisa del concepto de desarrollo
sustentable, que involucra muchos otros factores tales como escalas temporales y
capacidad de reacción ante los cambios de situaciones internas o externas. El análisis del
concepto escapa a los alcances de este artículo.
Una propuesta de desarrollo regional que satisfaga tales condiciones de
aceptabilidad debe basarse necesariamente en el diagnóstico surgido de estudios
precedentes. Sin embargo, el estudio de propuestas de políticas alternativas requiere una
investigación específica que tiene analogías y diferencias con los estudios de diagnóstico y
cuyas características diferenciales podemos resumir en los siguientes puntos:

• Los estudios de diagnóstico están centrados en la identificación de procesos y


mecanismos que son, por definición, concatenación de eventos que han sucedido en un
intervalo de tiempo. El diagnóstico requiere reconstruir la historia, porque lo que ocurre
hoy en el sistema es el resultado de esa historia. En otros términos: el diagnóstico del
funcionamiento de una estructura requiere conocer los procesos que condujeron a su
estructuración.
• Los estudios de propuestas alternativas son por el contrario de carácter prospectivo.
Están centrados en la predictibilidad de la evolución de un nuevo sistema ‐modificación
del actual que resultaría luego de implementar las medidas que se propongan. Esto
requiere identificar (prever) los nuevos procesos que se pondrían en marcha cuando se
introdujeran los cambios.
• La teoría de sistemas complejos señala ‐y la investigación empírica lo confirma‐ que una
modificación de un sector en un sistema introduce cambios en mayor o menor grado, con
distintas escalas temporales‐ en toda la estructura del sistema. La “sustentabilidad” será el
resultado de las propiedades estructurales (vulnerabilidad, resiliencia, etc.,) del sistema
resultante.
• El pasaje de una investigación de diagnóstico a un estudio de políticas alternativas no es
lineal. Nuevas estrategias productivas, por ejemplo, pueden tener incidencia en partes del
sistema que no fueron (o no fueron suficientemente) analizadas para el diagnóstico por no

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tener un papel importante en los procesos que estaban en acción con el sistema
productivo vigente. De aquí surge la necesidad de volver repetidamente al diagnóstico en
el análisis de cada propuesta de cambio, para investigar aspectos no considerados
anteriormente.
• Finalmente, la elaboración de una propuesta no puede restringirse a concebir un nuevo
estado de la región (obviamente, que sea mejor que el actual). Para llegar a un tal estado
ideal deben considerarse el tipo de transformaciones que deben ponerse en marcha para
que sea posible llegar a ese estado del sistema, lo cual requiere analizar cómo pueden
modificarse aquellos procesos que rigen en el presente el funcionamiento del sistema.

Así planteado, el objetivo del proyecto es resolver lo que en Física se llama


“problema con condiciones iniciales” las cuales imponen restricciones severas a la
viabilidad de las soluciones que se conciban. Por ejemplo, en una investigación realizada
en México, en una región llamada “La Comarca Lagunera” se verificó que el sistema
hidrológico había llegado a un grado de deterioro posible de detener, difícil de revertir, y
seguramente no restaurable en el corto plazo. En la misma región, el subsistema
socioeconómico aparece como susceptible de transformaciones con menos condiciones
restrictivas, aún cuando el deterioro del sector campesino ha conducido a desarrollar
estrategias de sobrevivencia familiar cuya reversión, con miras a elevar el nivel de vida y
las condiciones de trabajo, requerirá profundos cambios en la economía regional.
Es en ese contexto que deben concebirse las políticas alternativas. Ninguna
propuesta que no contemple la posibilidad efectiva de poner en marcha transformaciones
que conduzcan al sistema, desde las condiciones iniciales (estado actual del sistema),
hasta el estado de desarrollo sostenido que se haya concebido hipotéticamente como
meta, podrá considerarse como aceptable.
El estudio específico de cada propuesta se desarrolla en dos etapas. La primera
etapa está dirigida a:

• comprender la naturaleza y el alcance de los objetivos declarados, es decir, las


modificaciones que explícitamente se propone introducir;
• poner de relieve los objetivos implícitos, es decir, las políticas regionales o nacionales a
las cuales responderá su implementación;
• evaluar los recursos que requerirá su puesta en marcha y su sostenimiento.

La segunda etapa ─la más difícil y la que requiere más tiempo de estudio─ consiste
en un análisis sistémico de cada propuesta, que debe comprender:

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a) La forma en que los cambios propuestos en un sector o subsistema se proyectarían


sobre los otros sectores o subsistemas.
b) Las nuevas interacciones entre los subsistemas, como consecuencia de las
modificaciones de los mismos.
c) Las características de la nueva estructura que adoptaría el sistema (propiedades
estructurales).
d) Las modificaciones necesarias en las condiciones de contorno para permitir el
funcionamiento del nuevo sistema.

Como resultado de ese análisis, el sistema inicial (surgido del diagnóstico) puede
requerir una reformulación debido a la posibilidad de que el análisis haga entrar en juego
factores que no se tuvieron anteriormente en cuenta. Habrá por consiguiente un “sistema
reconstruido” correspondiente a cada propuesta. Es obvio, por otra parte, que el
resultado no puede ser unívoco, dado el grado de indeterminación que tendrán los
elementos a considerar en cada uno de los análisis parciales de las etapas señaladas en a y
d.
A partir de allí, el problema consiste en prever cuál sería la evolución de cada
sistema reconstruido. La proyección hacia el futuro de un sistema bio‐socio‐ambiental no
es un problema de fácil solución. La dificultad reside en el juego de interacciones entre
procesos con dinámicas diversas y con diferentes escalas temporales de desarrollo.
Esto requiere evaluar para cada uno de ellos la velocidad de desarrollo de los
procesos generados en sus subsistemas, el periodo de tiempo en el cual un proceso dado
llegue a valores críticos que introducen inestabilidad potencial en el sistema y, finalmente,
las posibilidades de fluctuaciones que lo desestabilicen.
El estudio de las proyecciones en el tiempo de los procesos significativos de cada
“sistema reconstruido”, y de sus interrelaciones que es ─obviamente─ un estudio
diacrónico, debe complementarse con el análisis sincrónico del comportamiento que
tendría el sistema global en diversos momentos futuros, si las proyecciones son correctas.
Esto significa realizar “cortes” en el tiempo, con intervalos que estarán sugeridos por la
dinámica de los procesos. Cada corte conduce a recomponer el sistema, mostrar cómo
estaría funcionando en ese momento y proceder al tipo de análisis sistémico ya
enunciado. El sistema recompuesto, para cada corte en el tiempo, lo denominamos
“escenario” adoptando una terminología ya usual en la literatura aunque con variantes
que corresponden a otros contextos.

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Al término de la etapa anterior será posible completar la clasificación y evaluación


del valor relativo de las diversas propuestas. Sobre esa base se elabora finalmente el
“proyecto de cambio recomendado”.

4. Las bases de la articulación disciplinaria

Toda teoría científica, cualquiera sea su grado de formalización o su nivel de


explicitación, se ha desarrollado históricamente como un intento de explicación de cierto
dominio de fenómenos y como respuesta a preguntas específicas sobre dichos
fenómenos. En Piaget y García (1982) hemos mostrado cómo las revoluciones científicas y
las nuevas teorías que emergen de ellas no fueron producidas tanto por quienes
encontraron nuevas respuestas para las viejas preguntas, sino por quienes fueron capaces
de formular nuevas preguntas para los viejos problemas (y obviamente, también para los
nuevos). En esa obra, denominamos “marco epistémico” al conjunto de preguntas (o
cuestionamientos, no siempre formulados como preguntas precisas) que se plantea el
investigador frente a un dominio de la realidad que se propone estudiar.
El marco epistémico representa una cierta concepción del mundo, y en muchas
ocasiones expresa, aunque de manera vaga e implícita, la “tabla de valores” del propio
investigador. En este sentido, la separación tajante entre el “contenido cognoscitivo” y el
“contenido normativo” de la ciencia que realizan algunos autores no puede sostenerse. Y
es precisamente a partir de un análisis epistemológico (sociogenético) que es posible
poner al descubierto las raíces ideológicas de teorías científicas que se presentan como
“conocimiento objetivo” de la realidad.
En trabajos anteriores hemos adoptado la feliz expresión de Russell Hanson “todo
observable está cargado de teoría” y hemos fundamentado desde la epistemología la
aserción de que no hay observables puros.
Los “datos” que un investigador registra, y que toma como valores de las variables
que va a manejar, son seleccionados a partir de sus conceptualizaciones previas sobre los
fenómenos que va a estudiar. Qué es lo que selecciona y con qué interpretación los
registra como observables está en gran medida determinado por el marco epistémico de
las teorías desde las cuales organizará su material empírico. Los valores, explícitos o
implícitos en el marco epistémico, están allí en acción desde los primeros registros del
dato empírico.
Un caso concreto permitirá aclarar el sentido de esta afirmación. Un plan de
investigación concebido para responder a la pregunta “¿cómo proceder para aumentar la

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productividad de alimentos básicos, con el objetivo de llegar a la autosuficiencia


alimentaria?”, será muy diferente de aquel elaborado para responder a la pregunta “¿por
qué aumenta, en ciertos países, la desnutrición de los sectores populares?”. En ambos
casos se plantearán problemas relacionados con la productividad y la autosuficiencia
alimentaria, pero desde distintas perspectivas. En el segundo caso también caben
diferencias de marco epistémico, un investigador, convencido de que la malnutrición es
una consecuencia del desequilibrio entre la producción y crecimiento demográfico
buscará (y sin duda encontrará) información muy diferente de la que buscan quienes
conciben dicha situación con el resultado de problemas estructurales que engloban un
conjunto complejo de relaciones sociales, económicas y políticas.
Aquí se corrobora lo que la epistemología ha demostrado, a nuestro juicio de
manera fehaciente: los hechos que recoge la experiencia no son identificables y
observables sino dentro del marco de una concepción general de los fenómenos que son
objeto de investigación. Dicho de otra manera: los “hechos” que el investigador se
esfuerza por explicar corresponden a sus propios esquemas conceptuales. Éste es el
contenido de la aserción hecha más arriba: no hay “observables puros”.
Por eso podemos afirmar que en el estudio interdisciplinario de los sistemas
ambientales, la articulación entre las disciplinas comienza en el mismo punto de partida
de la investigación, a través de un marco epistémico común. Sin ello no es posible lograr
un estudio sistémico que conduzca a un diagnóstico integrado y a una formulación
compartida de políticas alternativas.
El marco epistémico está orientado por una normatividad extradisciplinaria de
contenido social. “¿Qué es lo que debería hacerse?” está involucrado allí y sirve de base a
la investigación posterior (desde la elección inicial de “observables”). Esta consideración
borró todo límite preciso que permita establecer una diferencia neta entre una
explicación de lo que sucede y una apelación a lo que debe suceder. Desde esta
perspectiva, conceptos tales como la “racionalidad ambiental” (Enrique Leff) o “uso
correcto de los recursos” (Víctor Toledo) adquieren sentido preciso a partir de un marco
epistémico que fija normas, basadas en sistemas de valores que orientan el tipo de
preguntas que cada investigador va a traducir en términos de su propia disciplina. Si el
edafólogo, el hidrólogo, el agrónomo, el tecnólogo, el sociólogo, el economista, no
concuerdan en esto desde el comienzo, la investigación en equipo de un sistema
ambiental, en el sentido amplio definido en este libro, se torna imposible o, por lo menos,
conflictiva.
Sin embargo, el marco epistémico y la normatividad implícita que encierra, no son
elementos “exógenos” que hay que aceptar o rechazar por decisiones puramente

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subjetivas. La insistencia en buscar una diferencia neta entre explicación y normatividad


proviene de haber extrapolado de manera ilegítima la diferencia entre hechos y normas.
Se olvida aquí que la aplicación de la norma tiene implicaciones prácticas, las cuales son
susceptibles de estudio empírico. El pasaje del hecho a la norma es ilegítimo. Sin embargo,
la aplicación de una norma es un hecho. Y este tipo de hechos que suelen designarse
como “hechos normativos” son un objeto legítimo de análisis como cualquier otro hecho
económico o social.
Quizás sea la Economía la disciplina donde más claramente se pone de manifiesto el
papel fundamental que juega el marco epistémico, y el capítulo de Pablo Gutman lo
demuestra claramente. Las implicaciones para la vida de la sociedad son enormes. Los
economistas suelen defenderse diciendo que: “suponer que la sociedad se comporta
como se comporta porque los economistas (u otros científicos) lo recomiendan es una
interpretación errónea (o ingenua) de la relación entre ciencia y sociedad”.
Sin embargo, en muchos países ─particularmente en Latinoamérica─ son los
Ministerios de Economía (erigidos en verdaderos superministerios) quienes establecen y
aplican las normas que afectan profundamente a la sociedad. Si no son ellos quienes las
generan, son ellos quienes proveen la “racionalidad económica” de las medidas que
aplican. ¿Quiénes sino ellos justifican el comportamiento del país en su conjunto frente a
los problemas de la deuda, a las privatizaciones, a las políticas de inversiones, a la
utilización de los recursos, a las políticas de precios y salarios? Las justificaciones que
ofrecen obedecen a cierta concepción de la economía. Allí la normatividad juega a dos
puntas: por un extremo, está implícita en el marco epistémico a partir del cual se genera
la teoría; pero luego la teoría se utiliza para fundamentar la “legitimidad” o “racionalidad”
de las normas que se aplican.
Los meteorólogos no son culpables de las trayectorias que siguen los ciclones
tropicales, ni de las devastaciones que producen, por lo menos hasta que no tengan éxito
los ensayos para desviarlos de su curso natural. Por el contrario hay ejemplos claros de
“trayectorias” que sigue la economía de los países, que son el resultado de políticas
impuestas, y luego justificadas “científicamente”.
Las consideraciones precedentes nos conducen a una clara conclusión: para
establecer una real articulación entre las disciplinas, en un estudio integrado de sistemas
ambientales, es necesario que los especialistas de cada dominio disciplinario reformulen la
problemática de su propio campo a partir del marco epistémico que se haya acordado
dentro del equipo de investigadores.

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Así como el “inter” del trabajo interdisciplinario lo hemos situado en los procesos del
sistema a estudiar, el “inter” de la articulación interdisciplinaria lo situamos en el marco
epistémico que guía la formulación inicial de los problemas.
En la Sección 3 hemos propuesto una metodología para lograr un diagnóstico
integrado de un sistema ambiental, y para abordar el Estudio de políticas alternativas. Las
fases que allí hemos indicado responden a una de las preguntas formuladas al final de la
Sección 2.3: “¿cómo articular la participación de los investigadores en un estudio
integrado?” La propuesta es de carácter operativo, y constituye una metodología de
trabajo.
El siguiente problema ha sido “¿cómo articular las contribuciones que puede ofrecer
cada disciplina?” Aquí el problema no es metodológico sino conceptual y epistemológico.
Las consideraciones precedentes sobre la necesidad de un marco epistémico común
constituyen, desde nuestra perspectiva epistemológica, las bases para una propuesta
coherente con la anterior.
En efecto, en la propuesta para la elaboración del diagnóstico, por ejemplo, las cinco
primeras fases señaladas en la Sección 3.1 tienden a establecer tanto una problemática
común, como los objetivos comunes de todas las investigaciones disciplinarias del sistema.
Es allí donde el equipo multi‐ (o pluri‐) disciplinario se transforma en equipo
interdisciplinario. Es allí donde, frente a cada caso concreto, se plantean los problemas de
“racionalidad ambiental”.
Solamente después de profundas discusiones sobre esas fases preliminares de la
investigación se puede acometer la fase 6, sin que la distribución de los problemas por
disciplina implique una fragmentación de la problemática inicial en trozos que, luego de
procesos de elaboración independiente, resulten imposibles de integrar.
Aquí es necesario hacer una pausa para despejar algunas confusiones persistentes
aún entre investigadores que comparten los conceptos de una “racionalidad ambiental”.
Compartir un marco epistémico y concordar en el análisis de una problemática común no
significa poseer una teoría común omniabarcante de toda esa problemática. Sí significa
compartir una posición crítica frente a conceptos basados en “verdades científicas” a
medias, erigidas en mitos: las ventajas comparativas, la productividad, el eficientismo, la
modernización, la sobrepoblación.
Quienes han sostenido que la destrucción de esos mitos se hace desde una teoría
general suelen afirmar también que la aplicación de esos mitos en la explotación abusiva
de recursos no es sino un corolario de los modelos de acumulación capitalista. Esta
afirmación es equívoca, y requiere dos tipos de aclaración.

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En primer lugar, si bien es cierto que la acumulación capitalista, generalmente


orientada hacia la obtención de máximas ganancias en el mínimo de tiempo, conduce a
formas de explotación que se justifican con argumentos donde entran en juego dichos
mitos, no puede negarse que también varios de ellos encontraron aplicación en el mundo
socialista.
Por otra parte, la cuestión no se resuelve señalando al culpable. El desafío que el
estudio integrado de sistemas ambientales plantea a los científicos es la detección y el
análisis de los mecanismos de deterioro físico y social. Sin ese conocimiento no es posible
orientar la búsqueda de políticas alternativas. Y no existe una teoría de todos los
mecanismos, porque los procesos que tienen lugar en distintos sectores de la realidad son
específicos de cada dominio, aunque su génesis última responda a causas comunes. La
búsqueda de una teoría general es utópica. Ni aún en el dominio más restringido de la
Física existe una teoría que explique todos los fenómenos.
Esto plantea nuevamente la necesidad de estudios disciplinarios y su articulación.
Pero no una articulación de resultados, a posteriori de los estudios parciales, sino una
articulación desde el inicio, que se va perfeccionando a través de las sucesivas fases de
diferenciación e integración descriptas en 3.1.
La concepción de la investigación interdisciplinaria de sistemas complejos, esbozada
en este artículo constituye un instrumento poderoso para lograr dos tipos de integración:

• La articulación de los estudios que realicen los integrantes de un equipo, en la práctica


concreta de la investigación.
• La interpretación de la evolución de un sistema, como totalidad organizada en la cual los
diversos elementos (subsistemas) están en constante interacción y donde se
interconectan procesos con distintas escalas espaciales y temporales.

5. Algunas reflexiones sobre la formación de científicos sociales

Los diversos capítulos de este libro, presentados desde la perspectiva que ofrece la
disciplina de los respectivos autores, convergen en muchos aspectos fundamentales. Hay
consenso en la crítica a la situación imperante en cada una de las disciplinas, en lo que se
refiere a la insuficiencia de los enfoques “tradicionales” para el tratamiento de lo que
hemos llamado “la problemática ambiental”. Hay también coincidencia en que los
problemas allí involucrados tienen raíces profundas en la sociedad.

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La pregunta última hacia la cual se encamina toda la argumentación ‐que estuvo en


el origen de esta obra‐ es ¿cómo se forman profesionales e investigadores capaces de
abordar esa problemática con una visión que abarque la diversidad de aspectos que han
quedado planteados en la obra?
En este artículo hemos presentado un marco conceptual que creemos puede ser útil
para intentar una respuesta a esa pregunta en sus múltiples dimensiones. Para ello,
debemos analizarla desde una perspectiva diferente, replanteando el problema desde el
contenido mismo del concepto de problemática ambiental. ¿Cuál sería un punto de
partida adecuado?
Es posible concordar ‐racional o emocionalmente‐ con Hebe Vessuri cuando declara
que “el ambiente es una categoría existencial”, aunque es difícil tomarlo como premisa de
un argumento, porque interpretado al pie de la letra colocaría el estudio del ambiente
más allá del alcance de la ciencia empírica.
Por otra parte, Pablo Gutman, en una lúcida sección titulada “La cuestión de las
racionalidades”, señala que el interés en un desarrollo alternativo dentro del cual se
inscribe la temática ambiental replantea el problema de la racionalidad económica con
una nueva urgencia”. Y, a renglón seguido, declara que “frente a la insatisfacción de las
declaraciones ambientales corrientes, las ciencias sociales deberían mejorar nuestros
conocimientos sobre el proceso de constitución de valores, racionalidades y conductas, y
el conflicto y coexistencia entre diferentes racionalidades”.
Sin embargo, el camino que va de una comprensión de “el proceso de constitución
de valores, racionalidades y conductas”, o de una vivencia sanreana del ambiente, hasta
poder establecer las bases para formar investigadores y profesionales imbuidos de esas
concepciones, para la solución de los problemas ambientales concretos que afectan a la
humanidad, es largo, sinuoso y cortado por abismos. Esto no significa que propongamos
renunciar a esas formulaciones, sino que es necesario ubicarlas en el contexto apropiado.
El punto de partida que sugerimos es más terre‐a‐terre; nos ha surgido en los
numerosos estudios de caso que hemos desarrollado en países de varios continentes, y
está implícito en los análisis y propuestas de los autores de los capítulos precedentes. Se
trata de tres situaciones cuyo reconocimiento es insoslayable.
En primer término, debemos tener clara conciencia de que estamos frente a
problemas de un alcance mucho mayor que el correspondiente a la temática central de
este libro. Las cuestiones que plantea la problemática ambiental para la economía, la
antropología o la ecología no están en modo alguno restringidas al medio ambiente ni son
generadas por él. No intentamos con esto desechar lo que afirman los respectivos autores
sino, por el contrario, realzarlo.

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En segundo lugar, parecería que la problemática ambiental actúa muchas veces


como detonante que dispara el mecanismo de apertura de un telón que deja al
descubierto el escenario dramático del mundo contemporáneo.
Hay mil millones de desnutridos, según cifras de la OMS. Uno de cada cinco niños
que nacen en el Tercer Mundo muere antes del primer año de vida, por factores derivados
de la miseria. La pobreza de un gran sector de la humanidad aumenta en proporciones
crecientes. La lista de calamidades sociales podríamos continuarla, pero no es necesario
para nuestro propósito. Muchas de esas situaciones ‐pero no todas‐ tienen una
vinculación causal con el deterioro ambiental (aunque hay una concomitancia progresiva
entre la extensión de la miseria y la devastación de vastas regiones del planeta). Los
cambios de enfoque que preconizan los autores de esta obra para sus propias disciplinas
son tan necesarios, cuando se trata del medio ambiente, como cuando se desea investigar
la desnutrición o la pobreza.
Hay un tercer punto que es pertinente considerar en este contexto. Los problemas
señalados no son nuevos excepto en las dimensiones que han adquirido las catástrofes. Lo
que sí es nuevo es el hecho de que los problemas del medio ambiente hayan pasado a
primer plano en la atención de los gobiernos y de los organismos internacionales. No es
muy aventurado pensar que esa prioridad mundial que adquirió la problemática
ambiental se debe, en buena medida, a que también los “grandes” están ahora entre las
víctimas. La mitad de la Selva Negra esta aniquilada: ni Schubert, ni Strauss podrían hoy
inspirarse frente al Rhin o al Danubio: y en las grandes ciudades, el “smog” ignora
insolentemente las diferencias de clase. Tampoco es aventurado inferir que esas son las
razones por las cuales la lucha contra la contaminación recibe el mayor apoyo frente a
otros problemas de deterioro ambiental, como aquellos que han generado hambrunas en
extensas regiones del Tercer Mundo. Los tres puntos precedentes conducen a algunas
conclusiones que no creemos que puedan ignorarse si se pretende formular una
propuesta global sobre las preguntas formuladas al inicio de esta Sección. En forma
condensada señalaremos prioritariamente las siguientes:

• Para los científicos sociales, y en particular aquellos que pertenecen a lo que fue
considerado como Tercer Mundo (aunque hoy todas esas designaciones han quedado
obsoletas), aquella parte de la problemática ambiental que les concierne directamente,
está indisolublemente unida a la problemática general, social y política.
• Preparar científicos sociales capaces de enfrentar esa problemática requiere un cambio
profundo en la formación de los científicos –“sociales” o “naturales”‐ que signifique una
toma de conciencia de la dimensión social de la ciencia y de la responsabilidad social del

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científico. Parecería una extraña redundancia, o aún una ridícula paradoja hablar de la
responsabilidad social del científico social, pero no lo es. La problemática ambiental puede
servir aquí también de detonante, dado el reconocimiento universal de la gravedad de la
situación en ese dominio, siempre que no se restrinja la temática al solo campo de la
contaminación.
• La toma de conciencia de estos problemas no se puede dejar para un postgrado o para
un “invisible college”. ¿O es que se piensa que sólo quienes hagan un postgrado en
economía ambiental o en antropología ambiental deben tomar contacto con la
problemática analizada por Pablo Gutman o Hebe Vessuri? No cabe duda de que lo que
ellos plantean queda bien ejemplificado con el medio ambiente. ¿No es eso, sin embargo,
sólo una parte de la problemática general del Tercer Mundo?

6. Conclusiones

A manera de conclusión, y a riesgo de ser reiterativos, nos parece necesario


sintetizar las principales implicaciones de los análisis que hemos presentado en las
secciones precedentes:

1. La gravedad de los problemas planteados por la problemática ambiental, así como sus
proyecciones sociales, económicas y políticas, han puesto de manifiesto serias
limitaciones en los estudios realizados para diagnosticar la raíz de los problemas, para
prevenirlos, o para generar políticas que detengan y reviertan el deterioro.
2. Una de las limitaciones tiene como fuente la fragmentación ilegítima de los problemas.
La mayoría de los estudios son de carácter sectorial, circunscriptos al dominio de una
disciplina. Los casos, menos frecuentes, de estudios multi‐sectoriales se realizan por
simple adición de estudios parciales, ignorando las características sistémicas de los
procesos fundamentales involucrados en la problemática ambiental. El presente artículo
contiene una propuesta de análisis sistémico capaz de superar esa limitación.
3. La segunda limitación es correlativa con la anterior y tiene que ver con la estrechez de
los marcos conceptuales dentro de los cuales se mueven las disciplinas. Los diversos
autores de esta obra han insistido en la necesidad de reformular los enfoques
tradicionales en cada una de sus respectivas disciplinas, con el doble objetivo de extender
su dominio de aplicación y de incorporar temáticas comunes con otras disciplinas para
permitir la articulación de sus análisis.

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4. La ampliación del dominio de problemas que abarca cada disciplina no es sólo un


requerimiento de la problemática ambiental. Como ya hemos puesto de manifiesto, esta
última está actuando como detonante de una situación de crisis en las ciencias sociales, en
lo que concierne a su capacidad para tratar los problemas estructurales que afectan
particularmente a los países del llamado Tercer Mundo.
5. Los capítulos precedentes contienen los elementos necesarios para poner de relieve la
orientación que deben tener los estudios sobre problemas ambientales vistos desde cada
una de las disciplinas involucradas. Pero muestran, además, ámbitos de convergencia,
complementación y articulación de los diversos dominios disciplinarios. Sin embargo, en
este artículo hemos sostenido que cuando se trata de un sistema ambiental complejo, no
basta con visualizar desde cada disciplina los problemas allí involucrados para luego
“poner juntos” los resultados de los respectivos análisis. Un sistema complejo funciona
como una totalidad. Los procesos que allí tienen lugar están determinados por la
interacción de elementos o subsistemas que pertenecen a dominios disciplinarios diversos
y cuya contribución a cada proceso no es enteramente separable de las otras
contribuciones. Esta consideración adquiere fundamental importancia cuando se estudia
la evolución del sistema como tal, por cuanto la dinámica de la totalidad no es deducible
de la dinámica de los elementos considerados aisladamente.
Si se aceptan los cinco puntos precedentes parece necesario considerar varios
niveles de acción en la formación de profesionales e investigadores en el campo de la
problemática ambiental:

• Hay un nivel epistémico, que condiciona el marco ideológico dentro del cual se inscribe
la “racionalidad ambiental” varias veces referida en esta obra. En la Sección 4 hemos
analizado la significación y alcances de los marcos epistémicos. La discusión de esta
temática creemos que debe formar parte de la formación de profesionales e
investigadores, en todos los niveles y todas las disciplinas involucradas en las temáticas
que hemos considerado.
• Viene, luego, un nivel disciplinario donde se inscriben los análisis y recomendaciones
hechos por los autores de los diversos capítulos precedentes. Creemos absolutamente
necesario que la enseñanza universitaria de las respectivas disciplinas se modifique en ese
sentido. Lograr ese objetivo debería ser parte esencial de los esfuerzos que se realizan
actualmente, tanto en el orden nacional como internacional, con referencia a las grandes
temáticas de la problemática ambiental y el desarrollo sostenido.

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• Finalmente, el estudio y la práctica de la investigación de sistemas complejos ‐que


llamaremos el nivel sistémico‐ debería formar parte de programas de postgrado
desarrollados sobre la base de proyectos concretos de investigación interdisciplinaria.

Anexo

Unidad y multiplicidad en las ciencias

El problema que hemos planteado en este trabajo es la posibilidad misma de


estudios interdisciplinarios que no sean la simple adición de estudios parciales realizados
en forma independiente por especialistas de diversas disciplinas. La respuesta a este
problema es imperativa por cuanto desde la concepción del estudio integrado de un
sistema complejo que incluya procesos que resultan de la interacción entre la sociedad y
el sistema productivo, conjuntamente con el medio ecológico que lo sustenta, expuesta
en este trabajo es utópica, o bien debe demostrarse la factibilidad misma de lograr una
articulación entre aquellas disciplinas que estudian aspectos específicos del sistema y
concurren a un estudio integrado. Afirmar que esa articulación es factible implica negar
las frecuentes barreras conceptuales que suelen establecerse entre las diversas ciencias.
En efecto, la metodología propuesta en este trabajo sería inaplicable si se pudieran
establecer demarcaciones estrictas entre las disciplinas, y la concepción de un estudio
integrado de sistemas ambientales que hemos considerado en este libro quedaría
desvirtuada. En particular, si se mantuviera una separación tajante entre las llamadas
“ciencias de la naturaleza” y “ciencias del hombre” ─como es aún corriente entre buen
número de científicos sociales─ sería cuestionable plantearse una investigación sobre los
procesos determinados por las interacciones entre el medio físico y la sociedad.
No sería lícito, sin embargo, declarar borrada dicha dicotomía sólo porque es
impuesta por la necesidad de un estudio sociedad/naturaleza. El problema lo planteamos
de manera inversa: el rechazo de las dicotomías, por razones epistemológicas e históricas,
abre la vía a los estudios “integrados”, sin hacer violencia a las disciplinas en juego. La
fundamentación de esta afirmación nos obliga a incursionar, aunque sea brevemente, en
cuestiones concernientes a la historia de la ciencia y a las clasificaciones de las ciencias.

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Es bien sabido que una de las principales causas de interés en clasificación de las
ciencias, quizás desde la biblioteca de Alejandría en adelante, ha sido la preocupación de
los bibliotecarios por el ordenamiento de los libros. Con mucha frecuencia, la base para
distinguir una disciplina como una “ciencia separada de las otras” fue simplemente el uso
de un término, como lo señaló Kotarbinski agudamente: “Se suele considerar que
“filosofía” es una ciencia específica; quienes así lo hacen, clasifican como “filosofía” todo
aquello, sólo aquello, que alguna vez fue designado así”.
La antigüedad clásica no establecía diferencias entre el estudio de los problemas de
la naturaleza y los del hombre. En la Física de Aristóteles, el movimiento se refiere tanto al
desplazamiento de los cuerpos, como al pasaje de la enfermedad a la salud, o de la
ignorancia a conocimiento.
Las clasificaciones posteriores al trivium y quadrivium fluctúan en la elección de los
criterios. Es asombroso observar, sin embargo, la persistencia de viejas ideas a través de
los siglos. En la famosa clasificación de Francis Bacon, la “historia natural” se presenta
dividida según los cuatro elementos de la tradición griega (tierra, agua, aire, fuego). Esta
distinción más que anacrónica para su época, se encuentra aún en el siglo XVIII, como lo
atestigua la Enciclopedia de Diderot D'Alembert.
No es este el lugar para revisar las numerosas clasificaciones propuestas en cada
época. Aquí sólo haremos referencia a dos períodos de la historia del pensamiento que se
plasmaron en dos posiciones antagónicas con respecto a la ubicación de las ciencias
dentro del campo del conocimiento. El propósito de esta elección es poner de manifiesto
el origen de una polémica que sigue siendo actual. Creemos que la historia muestra
claramente la raison d'être de cada posición, así como sus limitaciones y la vía para
superarlas.
Quizás sean el economista y jurista inglés Jeremy Bentham, y el físico francés Andre
Ampere quienes introdujeron de manera neta 1a dicotomía entre ciencias de la naturaleza
y ciencias del hombre. Ambos desarrollan sendas clasificaciones, muy profusas, con
abundantes neologismos en un esfuerzo por organizar “todos” los campos de
conocimiento.
Ampere introduce una primera dicotomía entre lo que él llama ciencias
cosmológicas y ciencias neológicas (derivando esta palabra del “nous” griego). Luego, por
dicotomías sucesivas, agrupa lo que él considera como formas posibles de conocimiento
de la realidad, en tres niveles, el tercero de los cuales contiene 128 ciencias especiales,
muchas de ellas fruto de su inventiva.
Las ciencias cosmológicas y las ciencias neológicas corresponden, con excepción de
las matemáticas, a lo que Wundt llamará luego “ciencias de la naturaleza” y “ciencias del

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espíritu”, distinción a la que este último autor atribuye “extraordinaria importancia”. Una
dicotomía similar será vigorosamente defendida por Windelband, centrando su análisis en
la diferencia entre ciencias nomotéticas e ideográficas. Con ciertas variantes, Rickert y
Dilthey se convertirán en los máximos exponentes de esta posición.
Los argumentos entonces utilizados no pueden aceptarse hoy como válidos, aunque
siguen siendo sostenidos por no pocos científicos sociales. En su época, sin embargo,
tuvieron plena justificación. Para entender por qué surgieron con tanta fuerza es
necesario recordar su contexto histórico.
En la segunda mitad del siglo XIX la concepción newtoniana de la ciencia estaba en
su apogeo. Las ideas de Newton, contenidas en la obra cumbre de la Revolución Científica
del siglo XVIII: Mathematical Principles of Natural Philosophy, habían sido rechazados por
los cartesianos como meras descripciones geométricas, sin contenido explicativo. Fueron
los propios franceses, sin embargo, quienes más contribuyeron a completar y ofrecer
pruebas empíricas de la teoría en el transcurso del siglo XVIII. En el siglo siguiente dos
eminentes pensadores, William Thomson (Lord Kelvin) y Helmholtz, afirmarán, con
expresiones similares, que ninguna teoría científica sería aceptable como tal si no pudiera
ser expresada en términos de la física “newtoniana”. Las “meras descripciones” de la
mecánica de Newton, que ni siquiera eran admitidas como “Física”, habían pasado a ser,
en poco más de un siglo, el paradigma dominante de toda la ciencia.
La reacción contra esta posición es explicable y ampliamente justificada. No se
cuestionó que la “explicación científica” de los fenómenos de la naturaleza consistiera en
reducir todos los cambios del mundo físico al movimiento de masas materiales bajo la
acción de “fuerzas centrales” independientes del tiempo; no se cuestionó que todo lo que
ocurre en el mundo físico se reduzca a la mecánica de los átomos; lo que no podía
aceptarse era que los hechos pertenecientes a lo que Rickert llamó la “ciencia histórica” o
“ciencia cultural” fueran susceptibles de tal reducción. Quienes se negaban a aplicar el
paradigma newtoniano a las humanidades tenían razón, lo que no sospechaban era que
dicho paradigma tampoco era aplicable a los fenómenos de las “ciencias de la naturaleza”,
excepto en un dominio muy restringido, y que la concepción Newtoniana de la Física había
caducado.
Con la revolución científica que tiene lugar a comienzos del siglo XX, entran en crisis
los conceptos más básicos de la ciencia: espacio‐tiempo, causalidad, materia. La crisis
obliga a una reconsideración de los fundamentos mismos de toda ciencia, lo cual conduce
indudablemente a un análisis en profundidad de problemas epistemológicos. Esta tarea es
emprendida por las poderosas escuelas neopositivistas (Viena, Berlín), quienes intentarán
una reformulación rigurosa de posiciones empiristas que culminará en el Empirismo

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Lógico. A partir de allí se iniciará el más ambicioso intento de unificación de todas las
ciencias desde una perspectiva estrictamente reduccionista.
No podemos entrar aquí en detalles sobre la enorme tarea de “construcción racional
de la ciencia” que emprendió el empirismo lógico, seguido por otras escuelas empiristas
afines. Baste señalar que estas posiciones dominaron la filosofía de la ciencia durante la
primera mitad del siglo, y que su influencia ha sido tan extraordinaria que sus
concepciones perduran aún explícita o implícitamente, en la concepción de la ciencia de
muchos científicos, particularmente del mundo anglosajón.
La principal reacción se produjo a mediados del siglo desde la teoría de la ciencia.
Kuhn, Russell Hanson, Toulmin, entre otros, dieron a mostrar que la evolución histórica de
las teorías científicas respondía a la imagen de la ciencia que emergía de dichas posiciones
empiristas. Fue necesaria, sin embargo, la crítica proveniente de las corrientes
epistemológicas para poner en tela de juicio las premisas que les servían de fundamento.
Aquí nos circunscribiremos a considerar las tesis referentes a la “unidad de la ciencia” y a
la solución reduccionista. Uno de los más conspicuos representantes de la escuela,
Rudolph Carnap, resume la posición en los siguientes términos:
“No hay, en el presente, unidad de las leyes. La construcción de un sistema
homogéneo para la totalidad de la ciencia es un objetivo para el futuro desarrollo de la
ciencia. No puede demostrarse que el objetivo sea inalcanzable, pero está claro que no
sabemos si podrá ser logrado. Por otra parte, hay una unidad de lenguaje en la ciencia, es
decir, una base común de reducción para los términos de todas las ramas de la ciencia, y
esta base consiste en un estrecho y homogéneo conjunto de términos del lenguaje de
objetos fisicos (the physical thing‐language). Podemos proponernos desarrollar la ciencia
cada vez más en la dirección de un sistema unificado de leyes sólo en virtud de contar ya
en el presente con un lenguaje unificado” (1955: 61)
El problema que se plantea Carnap es similar al que nos planteamos nosotros. En
efecto, él sostiene, en la misma página, que “el uso práctico de las leyes consiste en hacer
predicciones con su auxilio”, y que en situaciones complejas “una predicción no puede
estar basada en nuestro conocimiento de una sola rama de la ciencia”.
Carnap encuentra la solución de este problema en la unidad de lenguaje de todas las
ciencias: “Si los términos de diferentes ramas no tuvieran conexión entre sí, tal como lo
permite la base homogénea de reducción, sino que fueran de carácter completamente
diferente, como lo suponen algunos filósofos, luego no sería posible relacionar enunciados
particulares y leyes de diferentes dominios, de manera de poder deducir predicciones a
partir de ellos” (ibid: 62)

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El planteo del problema es correcto, pero la solución no resiste a la crítica. Además


de las dificultades epistemológicas que encontramos en ésta formulación, las objeciones
que tenemos contra las posiciones reduccionistas pueden englobarse en una sola que es
también aplicable a las diversas clasificaciones de la ciencia a las cuales hemos hecho
referencia: la ambigüedad en el uso del término “ciencia” y la arbitrariedad, tanto en los
criterios de comparabilidad, como en la identificación de las interrelaciones entre las
disciplinas.
Quien ha formulado, a nuestro juicio, con mas lucidez y profundidad cuáles son los
problemas involucrados en las interrelaciones entre las grandes disciplinas científicas fue
Jean Piaget, tanto en su estudio “El sistema y la clasificación de las ciencias”, como en su
análisis sobre “La situación de las ciencias del hombre en el sistema de las ciencias”.
La propuesta piagetiana, apoyada en una concepción constructivista de la teoría del
conocimiento, presenta una concepción de lo que él llama “el sistema de las ciencias”
como “una estructura de orden cíclico e irreductible a toda forma lineal”. Aceptando una
agrupación de las ciencias en cuatro grandes conjuntos (ciencias lógico‐matemáticas;
ciencias‐fisicas; ciencias biológicas y ciencias psico‐sociológicas), Piaget comienza por
establecer que el término “ciencia” recubre cuatro grandes dominios o niveles, en cada
uno de los cuales las disciplinas se relacionan entre sí de manera diferente:

a) Dominio material, definido como el conjunto de objetos a los cuales se refiere cada
disciplina (números, funciones, objetos físicos, biológicos, energía, operaciones mentales,
clases sociales).
b) Dominio conceptual, definido como el conjunto de teorías o conocimientos
sistematizados elaborados por cada ciencia acerca del dominio material.
c) Dominio epistemológico interno, que corresponde al análisis de los fundamentos de
cada disciplina, es decir, a la crítica de su aparato conceptual y de las teorías de su
dominio conceptual.
d) Dominio epistemológico derivado, que analiza las relaciones entre el sujeto y el objeto
en la ciencia considerada, es decir, el marco epistemológico más general de los resultados
obtenidos por dicha ciencia, comparándolo con el de las otras ciencias.

El análisis piagetiano muestra el carácter cíclico de las relaciones entre las disciplinas
en los dominios a y d, así como la complejidad de las interrelaciones entre los cuatro
grandes grupos de ciencias mencionados, dentro de cada dominio. Se puede aceptar o
rechazar este análisis en sus detalles, pero es indudable que echa por tierra tanto la
ingenuidad de las propuestas reduccionistas como las posiciones irreductibles de quienes

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ven en la “especificidad” de cada dominio material un obstáculo para el estudio


interdisciplinario con una metodología general e integrativa. La propuesta piagetiana
responde, así, a la preocupación de Carnap, pero con una solución de gran riqueza que no
arrastra con la especificidad de las distintas disciplinas, sino que muestra los fundamentos
epistemológicos de sus múltiples articulaciones.
Los sistemas ambientales cuyo estudio es el tema central de los trabajos contenidos
en el presente volumen, son sistemas complejos, que están constituidos, y de allí su
denominación de complejos, por elementos heterogéneos en interacción, lo cual significa
que sus subsistemas pertenecen a los “dominios materiales” de muy diversas disciplinas.
La concepción piagetiana del “sistema de ciencias”, con sus dominios circulares y su red de
interrelaciones, remueve todo obstáculo teórico para articular los estudios que se realicen
en los diversos dominios materiales. Esto no significa, sin embargo, que sea fácil superar
las dificultades prácticas de articulación de tales estudios, como lo hemos señalado en el
texto.
El camino queda, pues, abierto para el trabajo de equipos interdisciplinarios,
entendido como un esfuerzo de cooperación entre diversos especialistas que buscan
integrar sus estudios, cada uno de los cuales cubre aspectos parciales de una realidad
compleja. Este resultado es importante y constituye una condición necesaria para que sea
posible hablar de investigación interdisciplinaria. No creemos, empero, que el problema
quede resuelto de esta manera. Más aún, no creemos que éste sea el punto de partida
para su solución. La experiencia muestra que la integración de resultados difícilmente
supera la etapa de simple acumulación aditiva de conclusiones aisladas. De allí la
necesidad de un marco conceptual y metodológico como el que hemos propuesto en este
artículo. La propuesta debe de interpretarse como el señalamiento de una vía posible para
responder al desafío que plantea el estudio interdisciplinario de un sistema complejo.

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