Dialnet LaVozDelCastratoFarinelli 8072863
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Originales
José Antonio Rosell Antón
Otorrinolaringólogo
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pero en mi caso siempre buscando el aspecto paramédico de algunos
de esos héroes de la memoria.
En este caso, he dividido el ensayo en cinco partes diferenciadas:
1. Monarquías contemporáneas con Carlo Broschi: Farinelli
2. Leyenda de la castración
3. Elaboración y emisión de la voz
4. Farinelli, voz templada y angelical. Su actividad en España
5. Destierro y muerte del emasculado de seráfico
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VEINTE HIJOS
Madame de Maintenon
1 2
45
Tras conocer la noticia, Luis XIV llamó al duque de Anjou y al emba-
jador en España, marqués de Castelldosrius, y dirigiéndose a Felipe le
dijo: «El rey de España ha dado una corona a vuestra majestad. Los
nobles os aclaman, el pueblo quiere veros y yo consiento en ello. Vais a
reinar, señor, en la monarquía más vasta del mundo y a dictar leyes a
un pueblo esforzado y generoso, célebre en todos los tiempos por su ho-
nor y lealtad. Os encargo que le améis y merezcáis su amor y confianza
por la dulzura de vuestro gobierno».
El embajador se hincó de rodillas ante el nuevo monarca y Luis en
lengua castellana (Felipe no sabía español), dijo: «Ya no hay Pirineos»
«Señores, he aquí el rey de España». Y dirigiéndose de nuevo a su nieto
aconsejó: «Pórtate bien en España, que es tu primer deber ahora, pero
recuerda que naciste en Francia para mantener la unión entre nues-
tras dos naciones y preservar la paz de Europa».
ISABEL DE FARNESIO,
FELIPE V
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18 páginas”. Sin embargo, cuando entró en la adolescencia empezó a
mostrar signos de cierta inestabilidad: “inseguridad, baja autoestima,
escrúpulos y remordimientos”, probablemente por una profunda sen-
sación de orfandad. La primera esposa del nuevo rey fue María-Luisa
Gabriela de Saboya, nacida en 1688, se casó con 14 años, falleció de
tuberculosis ganglionar, escrófula, en 1714 con 25 años en el Alcázar
de Madrid, pero pudo darle dos herederos varones, los futuros Reyes
Luis I y Fernando VI.
Fue una época no exenta de excentricidades del rey. Su segunda espo-
sa, Isabel de Farnesio, le dio 7 hijos, entre ellos Carlos III, quien sería
el sucesor tras la muerte de los dos hijos anteriores de Felipe. Carlos
casó con Maria Amalia de Sajonia con quien tuvo trece hijos, pero
solo siete llegaron a adultos.
Entre estos personajes tuvo lugar la presencia de Carlo Broschi:
Farinelli.
CASTRACIÓN DE NOE
POR CAM Y / O CANAAM
s.XXIV-XXIII a.C.
NOE
CASTRACIÓN DE
DANIEL
s. VII a.C.
DANIEL
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Hagamos una pausa en nuestra historia para ilustrar los antecedentes
de los castrados, en cierto modo centro de nuestro ensayo. Recorde-
mos que la castración, según Herodoto, fue una práctica que se re-
monta a 5.000 años antes de Cristo, y sin introducirnos en grandes da-
tos, recurriremos a los escritos de la Biblia para obtener información
sobre determinados temas clásicos de la castración.
Remontándonos a Noé (2970 años: s. XXIX-XXVIII a C. Hay teorías
para entender cómo se contabilizaban los años en aquella época). En-
contramos que tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Con cierto detalle
describe que Noé plantó una viña de cuyo fruto se emborrachó y des-
nudó. Cam al verlo, tal vez para evitar más descendencia, decidió cas-
trarlo, y sus hermanos asustados lo cubrieron con un manto. Cuando
Noé despertó de su embriaguez, se dio cuenta de la trágica acción de
su hijo y exclamó: ¡Maldito sea Canaán! ¡Bendito sea Yahvé, el Dios
de Sem! y sea Canaán su esclavo! Se cree que el acto criminal se hizo
entre Cam y su hijo Canaán.
Hay dos teorías en el Talmud: una sostiene que Cam lo que hizo es
violar a su padre al verle desnudo; otra que el hijo verdaderamente
lo castró. Este patriarca murió con 950 años, 350 años después del
diluvio, que entonces tendría 600 años. De la estirpe de Sem surgiría
Abrahán (s. XX-XIX a.C.).
Respecto a quién escribió el Génesis, la tradición conservadora da
como autor a Moisés (s. XVII a.C.).
Son interesantes las fábulas de la Teogonía de Hesíodo (VIII a.C.) en
ella distingue cuatro fases, pero nos interesa la que describe el origen
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del Universo. Así destaca que Caos (la atmósfera) fue el primer dios
antiguo en la creación, generó a Gea (Tierra), y esta a Urano (también
fue su esposo). Al parecer Gea cansada de la enorme sensualidad de
Urano, hizo una gran hoz de pedernal, y convenció a su hijo Cronos
(el más joven de la primera generación de Titanes) para que matase a
Urano. Cronos envidiaba el poder de su padre, así cuando Urano qui-
so copular con Gea, Cronos le atacó con la hoz y le castró. Arrojó al
mar los genitales salpicando la sangre, de cuyas salpicaduras surgieron
los Gigantes, las Erinias y las Melisas, luego surgiría Afrodita. Urano
vaticinó la victoria de Zeus sobre Cronos (una historia con cierto pa-
recido, fue la de Homero coetáneo de Hesíodo, VIII a.C.).
También en la Biblia se indica que el profeta Daniel (s. VII a.C.) fue
convertido en eunuco junto a sus compañeros hebreos y trasladado a
Babilonia con 14 años, y caído en desgracia fue enviado a la cueva de
los leones, de donde salió ileso.
La castración era habitual en Medio Oriente, India, África y en China,
pudiendo ser total o parcial dando lugar a los eunucos, personajes que
empleaban en los Palacios Imperiales. De igual manera los árabes los
utilizaban en la custodia de los harenes. Estas prácticas pasaron luego
a Europa.
En Mesopotamia se castigaban las prácticas homosexuales con la cas-
tración; como en la Roma de Constantino, que dictó una ley contra
la homosexualidad. En Bizancio la castración era un requisito previo
para hacer carrera en política, se creía que volvía a los hombres inco-
rruptibles a la tentación sexual.
Sima Qian (145-86 a.C.), el famoso historiador chino, fue castrado por
orden del Emperador de China por rebelde. Dedicó su vida a comple-
tar la obra Shījì, que había comenzado su padre, Sima Tan. Con 20
años de edad comenzó un viaje por China para recabar información y
confirmar datos sobre la historia del país. A la vuelta de su viaje, Sima
Qian volvió a trabajar en la corte junto a su padre al servicio del em-
perador Han Wudi. En el año 99 a. C., Sima Qian defendió al militar
Li Ling, culpado de la derrota en la batalla. La defensa que hizo Sima
Qian del general le valió la ira del emperador, que ordenó que lo castra-
ran como castigo. Sima Qian no se suicidó, pues prefirió vulnerar las
costumbres religiosas de la época para poder completar su obra. Tras
pasar tres años en la cárcel fue puesto en libertad y continuó la escri-
tura de los Shījì, que completó en el año 91 a.C., poco antes de morir.
Bagoas, fue castrado de muy joven, un eunuco persa del siglo IV a. C.
perteneciente a la corte del rey Darío III y posteriormente adoptado
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por la de Alejandro Magno, y tras su conquista del imperio persa, Ba-
goas mantuvo relaciones sentimentales y posiblemente sexuales con
ambos reyes, alcanzando de esta forma una posición personal muy
cercana a ellos, a pesar de haber carecido en ambas ocasiones de cual-
quier tipo de poder.
Esporo, joven travesti romano, castrado a petición de Nerón. Fue un
joven homosexual de gran belleza. Llamó la atención del emperador
Nerón, porque poseía el f ísico muy similar al de Papea Sabina. Nerón
ordenó que lo castraran (con el permiso del joven), para quedar total-
mente convertido en mujer. A la muerte de Nerón, Esporo fue favorito
de Otón y de Faenio Rufo. Otón también tomó a Esporo como con-
sorte con el nombre de Papea. Su sucesor, Vitelio, ordenó que Esporo
actuara en el escenario del teatro en el papel de una mujer que estaba
siendo violada, una humillación final que llevó a Esporo al suicidio.
Los judíos se oponían totalmente a esta práctica, aunque en algunas
épocas cortaban el prepucio a los enemigos vencidos. En el Nuevo
Testamento, Pablo, hombre de gran genio, habla de los “falsos circun-
cisos”, y los compara a los castrados o mutilados. Y Mateo dijo: “y hay
eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos”; sin
embargo, la Iglesia griega, en el siglo XII, empleó eunucos para cantar
en las iglesias.
Hubo explicaciones para todos los fanatismos, pues una secta religio-
sa cristiana fundada en 1770 por un campesino ruso, los SKOPTSY’,
llamados ‘Blancas Palomas’, creían en la reencarnación de Cristo, que
descendió a la tierra por segunda vez en Rusia. Quisieron ver una se-
ñal y establecieron la castración como “el bautismo del fuego” a sus
seguidores, de esta manera aseguraban la castidad, convencidos que
en las partes ‘nobles y blandas’ se localizaban “las llaves del infierno”,
y a las mujeres les seccionaban los pezones y los pechos. Más tarde
modificaron la costumbre.
Los castrati
En el siglo II, el Obispo Demetrio (189 a 232), de la Iglesia de Ale-
jandría, juzgó y condenó a Adamantino, por castrarse, prohibiéndole
predicar.
En el siglo III, el obispo de Sades, Melitón condenó la castración con la
secta de los Valesianos.
En el siglo IV de nuestra era hay noticias de castrati; así, en 325, el
Concilio de Nicea excluyó del clero a los que voluntariamente se hu-
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bieran castrado, donde en sus Actas se dice: “Si alguno ha sido muti-
lado durante una enfermedad por los médicos o bien por los bárbaros,
que permanezca o sea admitido en el clero; mas si alguno, estando en
buena salud, se mutiló por sí mismo, que se excluya del clero del que
forma parte y en lo sucesivo no deberá perdonarse a quien haya obrado
de esa manera. …. /…..”.
En el siglo V, los Nuevos Concilios, Arlés, en 452, rechazaban las órde-
nes sagradas a los castrados. La castración con fines musicales era una
práctica exclusiva de Italia, y bajo la Ley Canon de la Iglesia Católica
era estrictamente ilegal. Como se trataba de una mutilación, su castigo
era la excomunión.
En 498, el Papa Gelasio I creó la Capilla de la Basílica de San Pedro,
con un coro de cantantes.
En el siglo XII, en España e Italia tienen la reputación de ser los prime-
ros en utilizar a los castrati en sus iglesias; concretamente en Huesca,
como en otras ciudades, se empleaban en las capillas. Un dato inte-
resante es el trabajo del profesor Pedro Jiménez Cavallé, que tituló:
“CANTORES CAPONES EN LA CATEDRAL DE JAÉN. NOTAS HIS-
TÓRICAS”, citando a Pascual Iborra, investigador de las profesiones,
se indica que en ese tiempo había: médicos, cirujanos, hernistas, herra-
dores, albéitares y castradores; el médico no intervendría, el cirujano
solía ser el observador, el hernista era supervisado por el médico o
cirujano; el albéitar o veterinario (palabra que se empleó posterior-
mente), y castrador el que castraba tanto a animales como a humanos.
La castración la realizaban cirujanos ambulantes, con licencia en la
ciudad de Norcia (provincia de Umbría), se les llamaba “Norcini”, pues
sabían ligar los conductos eferentes testiculares para conseguir la atro-
fia testicular, sin que los instrumentos fuesen desinfectados. Los ries-
gos de morir de hemorragia o infección eran muy altos. De cada cien
niños castrados, solo uno conservaba una bella voz, y de esos solo
unos pocos se convertían en cantantes de fama. Se trasladaban de ciu-
dad en ciudad, llevando sus propias herramientas: “CASTRATORI”;
también operaban hernias y cataratas. En Italia se castraban 2.000 se-
gún unos y 4.000 al año según otros.
En el siglo XV, 1480, Sixto IV formó otra, la Capilla Vaticana.
En el siglo XVI, 1512, Julio II, la renovaría: Cappela Giulia. En este
siglo, 1555-1560, Pablo IV prohibió las voces femeninas en la catedral
de San Pedro. Y en 1589, Sixto V con la bula: Cum pro nostri temporali
munere, incluyó castrati en la Basílica, así como a falsetistas (Hernan-
do de Bustamante, español de Palencia, se le admitió en el coro sixti-
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no). En 1590, fusionó las dos capillas en una sola que, desde entonces,
se conoce con el nombre de Capilla Sixtina. Llegó a tener treinta ca-
pellanes y diez discípulos, bajo la dirección de un maestro. En el Coro
de dicha Capilla, se encontraban los llamados falsetti o falsetistas.
Se trataba de varones, no castrados, que habían educado la voz para
cantar en tonos de cabeza. Se les llamaba “falsetistas artificiales”, para
distinguirlos de los “falsetistas naturales”, que eran Castrados. Cuando
el P. Gerolamo Rossini da Perugia –primer castrado del que se tiene
noticia– fue contratado para la Capilla Sixtina, los “falsetistas artifi-
ciales”, no quisieron cantar con él. Después, los Castrados, reemplaza-
ron a los falsetistas artificiales en los registros altos de polifonía. En el
siglo XVI se inició la costumbre, en el sur de Europa, de castrar a los
niños que poseían dotes para la música y particularmente voces finas,
para evitar la posterior transformación de sus voces.
En el siglo XVII, en 1694, cantaban unos cien Castrati en las iglesias
de Roma, y en 1780 pudieron llegar a ser setecientos, de los cuales
doscientos pertenecían a la Capilla Privada del Papa.
Es conocido que los castrati, durante los siglos XVI, XVII y XVIII,
fueron verdaderos artistas de la ópera italiana; de ahí que surgiera una
verdadera industria, pero castigada por la Iglesia católica con la ex-
comunión, aunque con una interpretación literal de la carta de San
Pablo (entre el 5 y el 10 d. C.): ‘Mulier taceat in ecclesia’ que significa
sutilmente; ‘las mujeres deben mantener silencio en la iglesia’.
Castradores
NARCINIS CASTRATORI
ISQUEMIA
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Un escritor alemán indicaba que las mujeres podían competir con los
castrati: “Yo pensaba, por ejemplo, que ninguna cantante del mundo,
podía igualar con su voz a Farinelli o Caffarelli; y aquí florece y relu-
ce, ante mí, con una belleza exuberante, la viva refutación” (Wilhelm
Heinse, 1795).
Los cantantes Castrados, sobrevivieron en la Capilla Sixtina hasta el
Pontificado de Pío X, quien decretó su abolición, con el “motu propio”
sobre la música sacra, treinta y dos papas disfrutaron de los castrati en
la Capilla Sixtina.
En el siglo XVIII, papado de Benedicto XIV (1740/1758), comenzó a
hablar de la castración como “un crimen natural, cuyas víctimas son
niños pequeños, a menudo con la complicidad de sus padres”. Y per-
mitió que las mujeres actuaran en los escenarios teatrales. Pero parece
ser que no se atrevió a excluir de los coros eclesiásticos a aquellos que,
ya operados, venían cantando en los mismos.
El Papa Clemente XIV (1769/1774), Papa n.º 249 de la Iglesia católica,
además de disolver la compañía de Jesús, prohibió terminantemente
la castración.
En su libro “Historia de los Castrati”, Patrick Barbier, dice: “Al bajar su
cuchillo el docto cirujano o el simple barbero del pueblo, ¿tenían con-
ciencia de estar decidiendo irrevocablemente la gloria o la vergüenza
de un hombre?”… “no podía realizarse sin el consentimiento del infan-
te”. No importaba, bajo mi punto de vista, la opinión del niño.
Hay que decir que la castración era una operación dif ícil, se aplicaba
una rudimentaria anestesia, emborrachando al niño con ron o dándo-
le a beber pócimas de opio. Otras veces se alcanzaba la inconsciencia
con una cierta compresión de las arterias carótidas, con el fin de in-
terrumpir la circulación, brevemente, y enviar al niño a un estado de
coma. Se sumergía después al muchacho en un baño de leche con el
fin de suavizar los genitales, o un baño de agua helada, como una lige-
ra anestesia añadida, que, asimismo, prevenía el sangrado.
Ya preparado, al paciente se le ponía sobre una mesa operatoria rudi-
mentaria, y los conductos espermáticos eran cortados. Había un pro-
cedimiento más extremo, eliminado todo el escroto y su contenido con
la máquina llamada “castratore”. En el hospital de Santa María Nuova
de Florencia estaba al mando el médico florentino Antonio Santarelli
(uno de los cirujanos mejor remunerados de la época), especialista en
extirpaciones. La castración era en cadena. También se enriquecieron
algunos otros médicos, que se dedicaron a practicar estas intervencio-
nes quirúrgicas.
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Con ello, el aporte hormonal de testosterona, desaparecía, al ser una
hormona producida precisamente por los dídimos, dejando de crecer
la laringe, y el castrado conservaba una voz de niño, en un cuerpo de
hombre, con la correspondiente potencia, con gran capacidad pulmo-
nar y la fuerza muscular. Significó que tendían a ser altos y a desa-
rrollar mucho las costillas, lo que ayudó a realizar mejor su gimnasia
vocal y a conseguir grandes hazañas en el control de la respiración.
Con esta práctica no se pretendía evitar las relaciones sexuales, sino
mantener su voz angelical, y por ello eran operados antes de la pu-
bertad. Era habitual que la intervención se hiciera sobre los cordones
espermáticos sin necesidad de eliminar los testículos.
Los Castrati tenían la fortaleza corporal del hombre, su laringe y cuer-
das vocales eran cortas y flexibles, permitiéndoles cantar con gran
agilidad. Eran altos con piel pálida y suave, con tendencia a la obe-
sidad, hombros estrechos, caderas redondeadas, carecían de barba y
pelo corporal, aunque era abundante en la cabeza. Sin embargo, las
cámaras de resonancia, como la caja torácica y la capacidad pulmonar,
crecen.
Los cantantes Castrados sufrían con frecuencia accesos de melancolía
y depresiones. Los intentaban superar comiendo golosinas, con lo que
aumentaban, aún más, su peso.
Según los romanos, existían tres grupos de personas que no tenían
completos sus órganos reproductores masculinos:
• H
ombres con un solo testículo (podían realizar el coito, engendrar
y casarse).
• A
quellos cuyos testículos estaban atrofiados (a veces podían en-
gendrar).
• Y
los eunucos, por extirpación de los testículos, conservando el
pene (según el poeta romano Juvenal, eran muy buscados por las
damas romanas).
Los Castrati gozaban de gran estima entre las damas de la época. Al-
gunos castrados podían mantener relaciones sexuales, las féminas se
aseguraban de no quedarse embarazadas. Al ser contratados tenían
que ser visionados sus atributos, debido a la desconfianza de los direc-
tores y empresarios de teatro y ópera de que fuese una mujer disfra-
zada. Hubo mujeres que se pusieron sobre la región genital órganos
postizos de varón para pasar por Castrados.
En Sicilia el apellido “Capone” significa Capado. Por tanto, uno de los
famosos gánster (Al Capone), llevaba como antepasados a evirados.
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A finales del siglo XVIII, numerosos intelectuales criticaron la cas-
tración, por considerarla una práctica aberrante. Voltaire y Rousseau
condenaron la castración, y a los padres los calificaban como “padres
bárbaros” y “verdaderos monstruos” a los eviscerados.
La Revolución Francesa, y más tarde el propio Napoleón, dieron fin a
la castración. Sin embargo, el emperador admiraba y protegía al cas-
trado CRESCENTINI, el único, según se cuenta, que logró arrancarle
lágrimas de emoción. En Roma estableció la pena capital para quien
practicara la castración, orden que dirigió a su hermano José, rey de
Nápoles, para que no se admitiera niños mutilados.
En el siglo XIX, 1830, los Castrati, desaparecieron de la ópera, pero si-
guieron actuando en el Vaticano y en otras iglesias. En este año, 1830,
la despedida de Gianbattista Velluti (1781-1861) de los escenarios lí-
ricos significó la desaparición definitiva de castrados en la ópera. El
Papa León XIII (1878/1903) prohibió la utilización de individuos Cas-
trados en las iglesias, rematando a las pocas fechas definitivamente
estas prácticas quirúrgicas en estos jóvenes cantores: declaró ilegal la
amputación de cualquier parte del cuerpo, salvo en caso de absoluta
necesidad médica, aunque tanto en la Capilla Sixtina como en otras
basílicas de Roma se les permitió quedarse.
En el siglo XX, el Papa Pío X (1903/1914) admitió a niños en los pape-
les que antes tenían los castrati, aunque prohibió, formalmente, toda
intervención de castrados en la Capilla Sixtina. El último castrato six-
tino fue Alessandro Moreschi, 1902 al 1922 (cantor mediocre), realizó
Sun Yaoting (1
902-1996
55
algunas grabaciones en solitario. Se retiró oficialmente en marzo de
1913. Aunque el chino Sun Yaoting, al parecer vivió desde 1902-1996.
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Se inicia con las cuerdas vocales manteniendo la hendidura glótica
cerrada (fase prefonatoria) para evitar el paso del aire. Esta hendi-
dura glótica es una válvula que regula, la apertura o cierre de las
cuerdas vocales, del aire que entra o sale de los pulmones. Se acumu-
la debajo de las cuerdas generando presión subglótica, ocasionando
que se separen y permitan la salida del aire. Con la salida del aire, la
presión disminuye permitiendo que las cuerdas cierren una vez más
la hendidura glótica; éstas modifican su longitud y tensión, con ello
se varía la frecuencia o número de ondas producidas (tono). A ma-
yor longitud y tensión, mayor será la frecuencia o número de ondas
por segundo (tonos agudos) y, por el contrario, a menor longitud
y tensión, menor será también la frecuencia de ondas por segundo
producidas (tonos graves).
El adecuado estiramiento y encogimiento de las cuerdas vocales, ne-
cesario para la producción de los distintos tonos involucrados en una
frase cantada, implica a su vez un ligero ascenso (durante el estira-
miento de las cuerdas para las notas agudas) y descenso (durante el
encogimiento relacionado con las notas graves) de la laringe.
Estos movimientos verticales de la laringe son posibles gracias al hue-
so hioides y sus dos músculos principales: los suprahioideos y los in-
frahioideos; por lo que cuando los suprahioideos se contraen, el hioi-
des sube, y cuando los infrahioideos se contraen el hioides baja arras-
trando con sus movimientos a la laringe.
Además de su conexión con la laringe, el hueso hioides se encuentra
conectado con los músculos de la lengua, por lo que laringe, el hioides
y la lengua funcionan como una unidad que impacta directamente en
el funcionamiento adecuado del proceso vibratorio producido por las
cuerdas.
Para conseguir un adecuado funcionamiento del sistema fonatorio es
imprescindible el movimiento coordinado y flexible de cada una de las
estructuras que lo componen, sobretodo de la triada formada por la-
ringe/hioides/lengua. Si es inadecuado este sistema provocará rigidez,
tensiones y movimientos bruscos en la musculatura involucrada, lo
que provoca ascensos y/o descensos exagerados de la triada laringe /
hioides / lengua que afecta a la voz, pues limita la capacidad de las
cuerdas vocales para producir ciertos tonos.
De esta forma, si te cuesta trabajo alcanzar ciertos agudos, tu voz es
airosa o débil, te desafinas con facilidad o es común que te salgan galli-
tos al cantar, lo más probable es que existan tensiones en los músculos
involucrados que están limitando y afectando el funcionamiento del
sistema fonatorio.
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Veamos un ejemplo de la función de la voz. El aire espiratorio recorre
desde los pulmones hasta las cuerdas vocales, que resisten el impacto
de la presión obligándoles a abrirse más o menos, con un movimiento
ondulatorio dependiendo del aire que se envía. De ahí pasará el aire
a las cavidades resonadoras situadas en la faringe, cavidad bucal, fosa
nasal y senos, donde la voz se amplifica. Como se produce en muchos
instrumentos musicales, que tienen una zona hueca donde resuena el
sonido de las cuerdas.
Hasta hace pocos años no se conocía que había receptores de hor-
monas sexuales en la mucosa de los pliegues vocales. Esto hace que,
según sexo, en la pubertad se modifiquen los niveles hormonales. Así,
en el llamado cambio o mutación vocal, los niveles hormonales se in-
crementan, siendo más altos de estrógenos y progesterona en las mu-
jeres, produciendo la voz ligeramente femenina; y en los hombres es
la testosterona la que sube, dando el timbre de voz masculino. Como
resultado de la acción hormonal, la mucosa de los pliegues vocales
masculinos la hace vibrar a una velocidad lenta (100 veces/s: herzios)
produciendo la voz más grave; y en las mujeres los pliegues vocales lo
hacen a velocidad más rápida (200 veces/s: herzios), dando lugar a una
voz aguda. No todo el pliegue vocal vibra por igual, pues en el caso de
los hombres lo hace el 20% de la superficie de la mucosa, mientras que
en las mujeres vibra sólo el 10%.
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tuación en público fue en 1720 con la Angelica e Medoro de Porpora,
y dos años más tarde en Roma con Eumene, y Adelaida escrita para
mujer. Posiblemente por aquellos días conociera al cantante Antonio
Maria Bernacchi (quince años mayor que Farinelli), quien se preo-
cupó por su instrucción. Farinelli recordaba a su maestro de canto
Nicola Porpora. Le hizo trabajar cinco años consecutivos en una sola
y única hoja de música. En ella se encontraban todos los ejemplos po-
sibles e imaginables de vocalización, trinos, apoyaturas y gorjeos. Pero
aquel trabajo tan duro logró hacer de él un extraordinario cantante.
Su emisión de voz era tan natural que nadie se daba cuenta de cuándo
respiraba. Dice Mancini que “ese arte, murió con él”.
Sus actuaciones siguieron en Viena, Milán, Venecia y Munich. En
1734, fue llamado a Londres por el Príncipe de Gales, para que creara
una compañía operística en el teatro Lincoln‘s Inn Fields: Artaserse
con música en parte de su hermano Ricardo. Su éxito fue rotundo.
De aquí pasó a Francia, donde cantó ante Luis XV; y después pasaría
a España.
¿Cómo era su voz? Su tono vocal alcanzó el máximo nivel de pureza,
no era sólo de tiple, niño o mujer, era como una mezcla de soprano-
mezzosoprano o contralto, rica y luminosa, de vibración extraordi-
naria, con gran control de la respiración y laringe muy ágil, sus in-
tervalos amplios, seguros y rápidos. Podía producir más de 250 notas
en una sola respiración manteniéndola durante más de un minuto.
Ampliaba o disminuía el volumen a voluntad y podía realizar vocali-
zaciones durante catorce compases con una sola toma de aire. Su ca-
pacidad era tal, que algunos pensaban que en el canto escondía algún
instrumento que le permitía esa cualidad de voz mientras inspiraba
nuevo aire.
Es famoso el desaf ío que sostuvo con un trompetista en la ejecución
de escalas y trinos con adornos increíbles. Tras un largo rato el trom-
petista se detuvo totalmente agotado, Farinelli lo miró sonriente y
repitió sus gorjeos agregando nuevas y mayores dificultades ante la
mirada atónita del trompetista jadeante. En otra ocasión compartió
una obra con otro castrato llamado Senesino, quien hacía de tirano
en la obra y Farinelli de víctima. Durante la primera aria Farinelli
cantó de tal modo, que Senesino, olvidando su papel, se lanzó hacia él
sollozando para abrazarlo. Fue semejante la actitud de otro castrato,
Gioacchino Conti, que al oírle lloró y cayó al suelo desmayado durante
un ensayo.
59
TROMPETA
FARINELLI
5. Farinelli en Madrid
60
En 1717, con 37 años, un día que salió a cabalgar, se manifestó un gran
brote de locura, creyó ser atacado por el sol provocándole una crisis
de ansiedad, que le atormentaba. En sus pesadillas mantenía una lucha
a muerte con un fantasma al que debía clavar una espada. En ocasio-
nes se creía una rana, acompañado de dolencias f ísicas, con cefaleas,
astenias, trastornos gástricos, etc. Se convirtió en un gran histérico e
hipocondríaco sentándole mal cualquier cosa que comía.
El rey sufría de lo que, entonces, se llamaba “melancolía”. Hoy, sería una
“depresión nerviosa”. La Reina, para calmar esa angustia, tuvo la idea
de llamar a la corte al cantante más famoso del mundo en 1737, para
remediar la profunda depresión que padecía Felipe V. Durante más de
veinte años actuó como cantante personal
del monarca. Llegó a influir en decisiones
de estado, debido al trato que tenía con
el rey. Prácticamente, cogobernó España.
Muchos sabían que, para obtener un favor
del monarca, era fundamental convencer
a Farinelli.
Esto sucedía cuando Farinelli tenía treinta
y dos años, estando en pleno apogeo de
su carrera. Todas las tardes cantaba para
el rey, las mismas cuatro arias (de la ópe-
ra “La part du diable” de Scribe y Auber).
Desde la primera sesión se vio que el Monarca mejoraba de su dolen-
cia. Terminado el concierto, el rey le preguntó sobre qué podía hacer
por él. Farinelli respondió: “Daos un buen baño, vestíos ropa limpia y
asistid a las sesiones del Real Consejo”. El rey obedeció. Su mejoría fue
tan radical que, como ya se ha dicho, le retuvo por más de veinte años.
La preocupación de la reina era evidente, de ahí que, a instancias del
conde de Montijo, embajador español en Londres, y consejo del mé-
dico de la reina, Giuseppe Cervi, quien creía en la musicoterapia, hizo
que se llamara a Farinelli, que se encontraba cantando en el teatro
“Lincoln‘s inn Fields”. Llegó en agosto de 1737 al Palacio de La Granja,
para actuar ante el rey Felipe V. El primer día cantó desde una estan-
cia contigua a la que estaba el rey cuando se oyó un grito. Farinelli
junto a la reina corrieron para saber qué era: vieron a Felipe llorando
de emoción (aún no conocía a Farinelli), y preguntó a su esposa: “de
dónde salió esa voz que le llegó al alma”. Al saberlo indicó: “volved a
cantar para mí ahora y siempre”. El aria que cantaba era “Aquel ruise-
ñor enamorado”. Al parecer, tras las actuaciones de Farinelli, el rey fue
reponiéndose con reconocido optimismo y pudo tomar de nuevo las
61
riendas del gobierno. La música le calmaba, le hacía volver a la reali-
dad. Fue como un milagro.
En este sentido se puede apuntar la opinión de Robert Burton (s. XVII),
quien indica, en su “La Anatomía de la Melancolía”, que la música
y el baile mejoraban las enfermedades mentales. La música se sue-
le emplear en algunas enfermedades: calma la ansiedad, estimula la
creatividad, fortalece el carácter, relajación, alegría, etc. De ahí que,
mediante la música, pueda mejorarse el estado psíquico del paciente.
Diríamos que la música posee la capacidad de influir en las emociones.
El canto, que implica tanto la música como el lenguaje, parece invo-
lucrar ambos hemisferios si hay palabras por medio, pero el canto sin
palabras depende más del hemisferio derecho. Se ha demostrado que
si alguien tiene paralizado el lado izquierdo del cerebro es probable
que ya no pueda hablar, pero tal vez pueda cantar, pues todas las can-
ciones que escuchamos se encuentran almacenadas del lado derecho
de nuestro cerebro, es cuestión de tiempo: “Terapia de entonación me-
lódica”. Existen sociedades sin escritura, pero ninguna sin música.
En Felipe fue su único reposo espiritual, se relajaba escuchando al cas-
trato Farinelli. La música fue esencial como tratamiento hasta cumplir
los 52 años. En la Corte se decía que mientras ‘il castrato’ cantaba, el
rey salía brevemente de su mutismo o dejaba de gritar, ya que su acti-
tud era demencial.
Farinelli logró una gran amistad e influencia con Felipe V, quien le faci-
litó gran poder. Por su talante y honorabilidad el 30 de agosto de 1737
hicieron un decreto en el que se nombraba a Farinelli “criado mío, con
dependencia solo de mi y de la Reina, mi muy cara y amada esposa,
por su singular habilidad y destreza en el cantar, concediéndole 1.500
guineas, moneda de Inglaterra, reguladas en 135.000 reales de vellón
cada año, sin descuento alguno, los cuales deben correrle desde el día
25 de este mes en adelante, situados sobre la venta de Estafetas del
Reino (…) y un tiro de mulas para ejecutar los viajes de mis jornadas,
así como alojamiento decente y competente para su persona y familia”.
En alguna biograf ía se describe que Farinelli estaba secretamente ena-
morado de una chica de la nobleza, de la cual no se sabe el nombre
completo, solo sus iniciales: S.I.L.; y tal vez un amor platónico, con
Teresa Castellani, soprano de la orquesta. Recepciones que se solían
hacer en su casa de Aranjuez.
Durante dos décadas, noche tras noche (3.611) cantó las mismas arias
para que el rey durmiera. Cantaba, a veces, junto a uno de los monar-
cas mientras el otro los acompañaba al clavecín. Empezaba a la 1:00,
62
o a las 3:00, incluso al amanecer. No era extraño que cenara a las 5:00
de la mañana. Y escribía la misma carta a su hija, a Versalles a las 6:30,
con una regularidad asombrosa.
Felipe V, por su estado y tal vez por esperar el regreso a Francia, firmó
el 10 de enero de 1724 un decreto por el que abdicaba en su hijo Luis,
de diecisiete años, casado con Luisa Isabel de Orleans, dos años menor
que éste. Y los Reyes se retiraron al Palacio Real de La Granja de San
Ildefonso, pero la reina estuvo siempre perfectamente informada de lo
que sucedía en la Corte de Madrid.
Luis I enfermó ocho meses después de viruela y murió el 31. Tras
la muerte de Luis, volvió a sentarse en el trono, animado por Isabel
de Farnesio, que temía perder su poder. Así se devolvió la Corona a
Felipe V, frente a ciertos sectores de la nobleza castellana que apo-
yaban la opción de Fernando, argumentando que no cabía la marcha
atrás en la abdicación de un rey. Isabel manifestaba: “El Rey y yo”.
Por ello, se dice que Felipe V es el único Rey que reinó dos veces en
España. Fue un segundo reinado dominado por los repetidos episo-
dios melancólicos, incluso destructivos. Aquí la locura se hizo más
ostensible.
No obstante, Felipe V fomentó el desarrollo artístico y cultural. Había
ordenado la construcción del Palacio Real de la Granja de San Ilde-
fonso (inspirado en el estilo francés), donde se retiraba para cazar y
recuperarse de su depresión. La influencia italiana en el arte cortesano
fue notoria, debida principalmente a la personalidad de la reina Isabel
de Farnesio. Su otro gran proyecto artístico fue el Palacio Real de Ma-
drid, que ordenó reconstruir tras el incendio del Alcázar. Y amplió y
reformó notablemente el palacio de Aranjuez.
Farinelli escribió a su amigo Sicinio Pepoli una carta en febrero de
1738: “el próximo año había ya decidido no volver a cantar en los
Teatros, porque no puedo sufrir más ni las fatigas, ni el Teatro, ni la
costumbre de la turba. La Divina Providencia... ha inspirado en el co-
razón de estos Gloriosos Monarcas, mediante el poco mérito mío, mil
gracias cruentísimas a la vez... Con mayor gloria no podía abandonar
aquellas tablas a las cuales debo todo lo bueno, porque me han condu-
cido al término más feliz de la vida humana”.
En otra ocasión dictó: “En continua vigilia estoy luchando con la re-
flexión de las grandes honras y confianzas que debe mi pequeñez a la
piedad de los Reyes, la de mi imposibilidad de desempeñarlas, y la de
apartarme de los pies de un Amo que idolatro y a los que había hecho
ánimo de morir”.
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La evolución cerebral de Felipe V era muy triste, comía a diario gallina
hervida, que le era servida junto con un cúmulo de pócimas, brebajes
y tónicos para estimular su actividad sexual. A tal efecto todos los días
desayunaba cuajada y un preparado de vino, leche, cinamomo, yemas
de huevo, clavo y azúcar. La actividad del rey era tan desenfrenada que
llegó a ser motivo de preocupación en los círculos cortesanos.
Isabel de Farnesio, que conocía bien a su esposo “aprovecha sus impul-
sos sexuales y lo hizo dependiente”. Es de destacar que lo mismo que
le obsesionaba el sexo, le abrumaba la salvación de su alma. Por un
lado, le encantaba mantener relaciones sexuales con su esposa, pero
después se sentía pecador, y su estado le llevó a dormir con el confesor
en su propia habitación para poder aliviar sus pesares. No se conocen
amantes, sin embargo, la preocupación por su alma era tan importan-
te que provocó la famosa abdicación.
Pasado el tiempo, acudía al Palacio de La Granja de San Ildefonso. Y en
sus años finales Felipe V se recluyó en el palacio de El Pardo, viviendo
de forma huraña. «Se había empeñado en llevar siempre una camisa
usada antes por la Reina, porque temía que le envenenasen con una
camisa; otras veces prescindía de esa prenda y andaba desnudo ante
extraños; se pasaba días enteros en la cama en medio de la mayor
suciedad, hacía muecas y se mordía a sí mismo, cantaba y gritaba
desaforadamente, alguna vez pegó a la Reina”.
Isabel protegía a su hijo Carlos, mientras que los hijos del primer ma-
trimonio eran apartados sutilmente de la Corte. El matrimonio tuvo
64
nada menos que siete vástagos: Carlos, futuro Rey de España; Francis-
co, fallecido al poco tiempo de nacer; Felipe, que heredaría el ducado
familiar: Luis, enfocado hacia la carrera eclesiástica; María Ana; Ma-
ría Teresa y María Antonia.
Aludiendo al diagnóstico de Francisco Alonso, indica: Enfermedad bi-
polar con trastorno psíquico polivalente, personalidad neurótica con
muchas fobias, miedo al ridículo, hipocondríaco, huía de las respon-
sabilidades, pánico a la idea del Infierno, bulimia, trastornos sexuales y
trastornos del sueño. Al invertir el ciclo del sueño: “Celebraba las jun-
tas de gobierno a medianoche y cenaba a la hora del desayuno”. Puede
decirse que sufría un trastorno bipolar y un delirio nihilista de Cotard
(delirio de negación), es decir, creía que estaba muerto, o que no tenía
ni brazos ni piernas. De hecho, preguntaba a sus guardias por qué no
lo habían enterrado, dado que estaba muerto. Podía llegar incluso a
perder su identidad humana.
Farinelli, con su canto, ya no era de la utilidad de tiempos anteriores
por el deterioro del monarca, pues su conducta era cada vez más es-
trafalaria: mandaba abrir las ventanas en pleno invierno, se envolvía
en mantas en verano, con verdaderos ataques de histeria. No se dejaba
cortar por nadie el cabello ni las uñas, porque pensaba que sus males
aumentarían.
En 1746 murió Felipe V de un ataque cerebrovascular, y su cuerpo fue
enterrado en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso. Pasados
los años le acompañaría el cuerpo de Isabel, que fueron depositados
en un mausoleo emplazado en la Real Colegiata de la Santísima Tri-
nidad: Sala de las Reliquias, dentro del Palacio Real de la Granja de
San Ildefonso.
FARINELLI Y FER-
NANDO VI. Fernando
casado con BÁRBARA
de BRAGANZA, en-
fermizo desde niño,
sufrió de viruelas, ter-
cianas, cefaleas, hernia
inguinal, inapetencia,
tisis, diarreas, insom-
nio y esterilidad, que
le impidió dar un heredero a la Corona; padeció un trastorno bipolar:
psicosis maníaco-depresiva, como la de su padre, que se exacerbó al
fallecer su esposa de una carcinomatosis peritoneal y una embolia pul-
monar, “la Reina más fea de Europa”.
65
El Coliseo del Buen Retiro había sido ya un espacio artístico de pri-
mer orden con los Austrias, pues Felipe IV lo levantó en 1640 como
pieza fundamental del Palacio. Fernando VI ordenó reconstruirlo y
convertirlo en el teatro de ópera más importante del siglo XVIII (hoy
los restos los conocemos como Casón del Buen Retiro). Puso al frente
del Coliseo a Farinelli que, al finalizar su gestión en 1758, mandó es-
cribir la descripción del Real Teatro del Buen Retiro: “Sin exageración
alguna se puede muy bien asegurar que en Europa no hay teatro que
iguale al de la Corte de España por su riqueza, y abundancia del esce-
nario y vestuario”. Es un manuscrito que recoge pormenorizadamen-
te los gastos realizados para la representación de las fiestas reales. El
apoyo de la Reina y el dinero de Zenón de Somodevilla –marqués de
la Ensenada y valido del joven Monarca– permitieron que el italiano
convirtiera el teatro del Palacio del Buen Retiro en el escenario más
grandioso de la ópera mundial.
Farinelli, honorable y sencillo, subrayó: “en los gastos que era forzoso
hacer, se procediese con aquella pureza y atención que pide su delica-
do manejo”. Farinelli fue de una honestidad extraordinaria, dejando
escrito en el libro de las fiestas del Retiro hasta el último centavo que
gastaba. Nunca nadie lo pudo sobornar, ni hubo la menor sospecha
sobre su gestión.
Farinelli detalla cómo organizar los ensayos por parte del compositor
según la costumbre de “probar [i.e., ensayar] en cámara los recitados
[i.e., los recitativos] solos con las solas voces a fin de corregir y poner
66
corriente las partes de los virtuosos, bien entendido que se halle siem-
pre en estas pruebas el señor Porreti, quien en componiendo con su
violonchelo y sus dedos toda la orquesta, no es menester de otros ins-
trumentos”.
Transformó el teatro completamente para ampliar su capacidad y do-
tarle de las técnicas escénicas más avanzadas de la época. Cabían unos
500 espectadores, 64 de ellos cómodamente instalados en los aposen-
tos reservados para los reyes y sus invitados. Gracias a los archivos que
dejó Farinelli, hoy sabemos la composición de la orquesta: 16 violines,
4 violas, 4 violonchelos, 4 contrabajos, 5 oboes, 2 trompas, 2 clarines,
2 fagotes y 2 timbales.
En el programa operístico diseñado por Farinelli para el Buen Retiro,
siempre influyó su amigo Pietro Metastasio, el dramaturgo más im-
portante europeo del XVIII, cuyos libretos fueron puestos en música
cientos de veces por los más importantes compositores, incluso en el
siglo siguiente. La correspondencia entre ambos muestra la evolución
del teatro en España.
Respecto a su política, el ministro francés de Asuntos Exteriores,
marqués de Argensón, vaticinó sobre el reinado de Fernando VI lo
siguiente: “El rey Fernando toma las riendas en ocasión la más dif ícil
desde hace largo tiempo… El gobierno ha sido francés en España du-
rante la vida de Luis XIV, italiano el resto de Felipe V; ahora va a ser
castellano y nacional”.
Tuvo como ministros al marqués de la Ensenada, que ejerció varias
secretarías; José de Carvajal como secretario de Estado, o el jesuita
Francisco Rávago, confesor real. En perfecta coherencia con el plan-
teamiento del Marqués de la Ensenada el Buen Retiro se convierte en
el máximo exponente del teatro. Hizo pagar a las principales gacetas
europeas la publicidad de los espectáculos organizados por Farinelli.
El marqués de Ensenada, escribió en 1750, refiriéndose al cantante: “yo
estimo particularmente a este sujeto, y me intereso en sus satisfacciones
como si fuesen propias”. Por estas fechas el Consejo de Órdenes practi-
có las pruebas de sangre e hidalguía a Farinelli.
Se realizaron leyes contra el nomadismo (que venían de la época de los
Reyes Católicos), y obligaban a los gitanos a cumplir las normativas, y
permitía castigar a los jóvenes que vagabundeaban con penas de cárcel
y de alistamiento forzoso.
Ensenada (Zenón de Somodevilla), el superministro reforma el catas-
tro donde incluye la “Gran Redada o Prisión General de Gitanos”. Idea
un plan para «exterminar tan malvada raza», como definía a esta etnia
67
DIAGNÓSTICO DE VIRGILI Y PIQUER
FERNANDO VI
68
Marqués de la Ensenada. Secretario de
Estado, Guerra,
Lugarteniente General del Almirantazgo,
Notario de los Reinos de España,
Caballero de la Orden del Toisón de Oro y
de la Orden de Malta
Ensenada fue despejando
Consejero de Estado con Felipe V,
el camino hacia la
Fernando VI y Carlos III “solución final”.
Expulsión y
confinamiento de los
Zenón de Somodevilla gitano
(1702-1781),
69
larga y agónica enfermedad, cáncer de útero. Los médicos atestigua-
ron que tenía el abdomen lleno de tumores, algunos del tamaño de
un huevo. Su muerte quebrantó aún más la locura de Fernando VI.
Se obsesionó con la idea de ir al servicio de forma continuada, y eva-
cuar antes de que se le escapara el contenido intestinal, incluso llegó
a taponarse el ano. Comenzó a mostrar una serie de irregularidades
en la comida, en el dormir y en las salidas al campo, al tiempo que le
sudaban las manos y la cabeza.
Solía tener temores melancólicos (enfermedad familiar), y dejó de cor-
tarse el pelo y la barba. Eran frecuentes y duraderos sus paseos en sus
aposentos; su estado cada vez más delgado. Pensaba que se moría de
inmediato por diversas causas. Sin embargo, se enfurecía sin causa
alguna, actitud que no era lógica debido a su bondadoso carácter, y así
llegó a su fin, con cambios de humor que oscilaban entre la agresividad
y la tranquilidad (ciclotimia).
Al parecer, a primeros de enero tuvo la intención de suicidarse con
unas tijeras, pero no lo consiguió, pues los criados se lo impiden. Los
intentos de suicidio fueron varios, por lo que eliminaron todo uten-
silio que pudiera estar a su alcance; pero intentó ahorcarse con la ca-
misa. Fernando estuvo encerrado en Villaviciosa de Odón (Madrid),
sumido en la locura, y falleció en este castillo el 10 de agosto de 1759
sin descendientes.
El informe de Andrés Piquer (Teruel, 1711-1772 cirujano), médico
de cámara de S.M.: «Privado de los consuelos de la religión, y entre
sus propios excrementos, ha fallecido Fernando VI, el más pulcro y
religioso de los hombres». Además de un trastorno bipolar, había «una
demencia rápidamente progresiva, cuyos síntomas hayan pasado des-
apercibidos al coincidir con la agonía y la muerte de la Reina, lo que
explicaría mejor todo el proceso clínico». “La enfermedad que se pinta
en la historia antecedente es un afecto melancólico maníaco”.
Entre tanto se conoce que Isabel, en el palacio de La Granja estaba
sumida en una gran depresión, se obsesionó en comer con ansiedad y
exceso, hasta que su movilidad se vio muy mermada por la obesidad.
Su actitud pareció cambiar con la prematura muerte de Fernando en
1759, cuando solo llevaba 13 años reinando.
Carlos, Rey de Dos Sicilias, hijo mayor de Isabel, subió al trono y devol-
vió el protagonismo a la Reina madre. Fallecería en 1766 en Aranjuez.
70
6. Destierro y muerte del emasculado seráfico
Farinelli y la ópera no despertaron el mismo entusiasmo en el sucesor
de Fernando VI, su hermano Carlos III, que lo destituyó en 1759, aun-
que le mantuvo la asignación de 135.000 reales anuales. Farinelli le era
una “persona non grata” tras la ofensa a su madre, Isabel de Farnesio
por haber seguido al lado de Fernando y esposa.
Al llegar Carlos III al trono de España decidió prescindir del Castrato
diciendo: “Yo no quiero capones más que sobre mi mesa del comedor”.
Se encontraron en Zaragoza de camino a Bolonia, donde Farinelli es-
cuchó las palabras que el monarca le dirigió: “en consideración de su
moderación, no habiendo jamás abusado del favor, del afecto y de la
generosidad del Rey su antecesor”. Y le reintegró como indemnización
el coste de la casa que construyó en Aranjuez (una espléndida pensión
de ochenta mil libras al cantante, que los sucesores en el trono con-
tinuaron dándole). Regresó a Nápoles, donde fue recibido como un
héroe nacional.
Conocemos que en esta ciudad, en 1787, la casa fue adquirida por
los novenos duques de Osuna. El duque encargó su ampliación a Juan
de Villanueva entre 1787 y 1795. Fueron mecenas de artistas y literatos.
El castrato marchó con Metastasio y Sinesino a Bolonia donde pasó
su vejez. Compró una casa y una residencia de campo magnífica en
las afueras, adonde fue a vivir sólo en 1761. En los últimos 21 años de
su vida, Farinelli vivió espléndidamente rodeado de sus admiradores
a Bolonia.
DESTIERRO DE FARINELLI
SINESINO
PIETRO TRASPASSI FARINELLI
(METASTASIO)
Poeta
71
En su mansión recibió a reyes, personajes de la cultura de la música
como Mozart, Gluck y Rossini, y concedía entrevistas a jóvenes en sus
inicios de carrera lírica ansiosos por conocer las opiniones y consejos.
Nunca les pedía que cantaran, para evitar intimidarlos, pero los escu-
chaba con interés y placer, cuando ellos mismos proponían hacerlo.
Tenía la costumbre de rezar todas las mañanas, por lo que obtuvo el
permiso para instalar un altar en su casa, al tiempo que hacía numero-
sas peregrinaciones a distintos santuarios.
Muchos le insistían para que escribiera sus memorias y consejos (hoy
tendría un enorme valor como testimonio), pero él humildemente res-
pondía: “¿Para qué? Me basta con que se sepa que no he perjudicado a
nadie. Que se añada también mi pena por no haber podido hacer todo
el bien que hubiera deseado.” Ya retirado de la actividad, siguió cantan-
do y practicando sus ejercicios vocales, hasta tres semanas antes de
su muerte acaecida a los setenta y siete años en 1782. Era también un
maravilloso intérprete.
Conservó los regalos como un Stradivarius, un clave de Bárbara de
Braganza (el Correggio), así como una colección grande de pinturas,
incluyendo trabajos de Velázquez, Murillo y Ribera, los retratos de sus
patrones reales y varios de Jacopo Amigoni. Poseía una colección los
instrumentos, especialmente un piano hecho en Florencia en 1730, y
violines Stradivarius y Amati, diez clavecines que cada uno llevaba el
nombre de un pintor ilustre.
Farinelli había indicado que lo enterrasen con la capa de la orden de
Calatrava, y así fue sepultado en el cementerio del Monasterio de Ca-
puchinos del Papá Noel Croce en Bolonia. Su enterramiento fue des-
truido durante las guerras de Napoleón. Nada ha quedado lamentable-
mente de su mansión (más tarde demolida para instalar una refinería).
Su tumba, como la iglesia de los Capuchino donde estaba enterrado,
sufrieron la destrucción por las fuerzas napoleónicas.
Matteo Pisani, su sobrino, vendió la casa de Farinelli en 1798. En 1810,
la sobrina-nieta heredera del castrato, Maria Carlotta Pisani, cambió
los restos al cementerio de La Certosa en Bolonia. María legó muchas
de las letras de Farinelli a la biblioteca de la universidad de Bolonia. En
su testamento (1850) indicaba que deseaba ser enterrada en el mismo
sepulcro que Farinelli.
El 12 de julio de 2006 tuvo lugar la exhumación de los restos, noticia
con gran repercusión en la prensa mundial. Se decidió un estudio an-
tropológico en el que intervinieron Maria Giovanna Belcastro, de la
Universidad de Bolonia, el paleontólogo Gino Fornaciari, de la Uni-
72
Maria Carlotta Pisani
73
Morel), que consiste en un engrosamiento del hueso frontal de la bó-
veda craneal y que se encuentra casi exclusivamente en mujeres post-
menopáusicas. Se piensa que a Farinelli, posiblemente, los cambios
hormonales le hicieron ese tipo de voz considerada como voz eterna.
Hallazgo sobresaliente es que confirma su castración.
Sospechaban que los restos, en mal estado, fueron trasladados a la
tumba de su sobrina nieta Maria Carlotta Pisani y colocados de mal
forma a sus pies, y el estudio antropológico ha permitido obtener in-
formación sobre su estatura, sus características cráneo-faciales y la
actividad f ísica a la que estuvo expuesto. En este sentido, el informe
determinó: “En términos de edad, encontraron evidencias de fusión
de las suturas craneales, de porosidad de la superficie auricular y de
cambios degenerativos en las vértebras, por lo que todo apunta a que
Farinelli murió en Bolonia, 16 de septiembre de 1782, con unos 70 años
largos”, y calculando la longitud del cúbito derecho, estiman que su
altura debió ser de 1,90 m, posiblemente por un retraso en la fusión
epifisario de sus huesos. En algunas pinturas parece notarse ese engro-
samiento sobre la frente.
Según neurología, la deformación puede causar trastornos del com-
portamiento, migrañas y una mayor propensión a enfermedades
neurológicas como el Alzhéimer, aparecer cefalea, vértigo, hirsutismo,
trastornos menstruales, galactorrea, obesidad, depresión, irritabili-
dad, fatiga, hemiplejías transitorias, trastornos auditivos, parálisis de
los nervios craneales, debilidad muscular, disfunción vestibular y epi-
lepsia.
No se describe si Farinelli tuvo fuertes dolores de cabeza. General-
mente se da en individuos jóvenes o en varones con testículos atrófi-
cos, de ahí la sospecha que el castrado mostrara el prominente frontal
interna: Hiperostosis Frontal Interna. Como causas se barajan las al-
teraciones hormonales sufridas, que posiblemente causaran un sín-
drome como el de Klinefelter (descenso del deseo y de la actividad
sexual, con menor número y calidad de las erecciones; fatiga f ísica e
intelectual; disminución de la masa y fuerza musculares; alteraciones
del estado de ánimo: depresión, irritabilidad, disminución y atrofia del
vello corporal, osteopenia y osteoporosis, obesidad abdominal por in-
cremento de la grasa visceral).
Sabemos que las mujeres normalmente tienen 2 cromosomas X. Los
hombres normalmente tienen 1 cromosoma X y 1 cromosoma Y, y
el síndrome de Klinefelter se presenta cuando un niño tiene XXY y
afecta a los hombres ocasionando hipogonadismo ¿Sería posible que
74
la castración le provocara un problema en el equilibrio hormonal que
fue generalizado?
Farinelli no sólo cantó en Madrid, sabemos que lo hizo en Sevilla,
siempre acompañando a los reyes. Si es así, debió atravesar el desfi-
ladero de Despeñaperros, provincia de Jaén, tal vez cantando, donde
sus trinos se reflejarían una y otra vez entre los bloques graníticos de
los farallones de piedra multicolor. Y, tal vez, su templada voz pudiera
llegar hasta alejados lugares en pos del eco trasportado por el viento,
o bien quedara enclaustrada entre los riscos de las paredes de piedra,
aguardando a que muestre su voz hecha espíritu y nos acompañe.
“Ruiseñor de la noche, / ¿qué lucero hecho trino, / qué rosa hecha ar-
monía en tu garganta canta? / Pájaro de la luna, / ¿de qué prado divi-
no es la fuente / de oro que surge de tu garganta?” JRJ.
APÉNDICE. Literal
75
hizo Tebas, yo hice esta casa”. Quiso decir que, así como el fundador
de Tebas construyó la ciudad –según la mitología– a los acordes de su
lira, él había construido aquella casa, con su canto. Y alguno que quiso
ridiculizarle escribió al lado: “Él tenía... tú no”. Murió a los setenta y
tres años.
FRANCESCO BERNARDI (1685/1759), napolitano, más conocido
como Senesino, fue uno de los mayores Castrati de la historia. Can-
tante predilecto de Händel. Sus casi dos metros, hacían a Senesino,
perfecto para los papeles de héroe.
LORETTO VITTORIO (1600-1670), fue el primer Castrado famoso.
Tuvo gran éxito en Florencia bajo la protección de los Medici, llegan-
do a ser miembro del coro pontifical.
BALDASARE FERRI (1610-1680), fue llamado “El Fénix o Rey de los
musici”, “Orfeo” y “Sirena perugina –de la ciudad de Perugia–”. En la
corte vivió treinta años. Se cuenta de él que la reina Cristina de Sue-
cia quiso conocerle y oírle. Pero su país se encontraba en guerra con
Polonia. Pidió al rey de los polacos una tregua de quince días y que le
enviase a Ferri. Accedió el monarca, prestándole su propio barco real.
Se cuenta que tuvo una ardorosa pasión con esa reina. Años más tar-
de, en un viaje que hizo a Londres, cantó el papel de Zephyr. Tras su
notable actuación, una mujer enmascarada, se le aproximó, poniéndo-
le en su dedo, una sortija de oro con un zafiro. Salió huyendo después,
sin identificarse.
Era tan amplia y potente su voz que podía descender y ascender dos
octavas en la escala cromática sin respirar. Al morir en su tierra natal
dejó toda su gran fortuna, seiscientos mil escudos, a una institución de
caridad. Murió a los setenta años.
MATEO SASSANO (1649-1737), conocido por Mateuccio (Il rosig-
nolo di Napoli), en Madrid en 1699, llamado para ver si podía curar
de su tristeza a Carlos II, el Hechizado. Estuvo con él hasta su muerte,
ocurrida en 1700. Vivió hasta los ochenta años conservando siempre
una voz fresca y clara, y cantando en la Iglesia de la Capilla Real hasta
su muerte.
DOMENICO CECCHI (1650-1717), llamado Cortona, se enamoró de
una joven cantante de la corte llamada “Barbarruccia”. Ella le corres-
pondía, así que decidieron casarse. Como era Castrato, pidió dispensa
al Papa Inocencio XI. Se la denegó, poniendo al margen: “Che si castre
meglio (que se castre mejor)”.
GIOVANNI FRANCESCO GROSSI (1653/1697), conocido por el alias
Siface, tenía una voz tan fuerte y bien timbrada que sus contemporá-
76
neos decían que producía sonidos de una dulzura y delicadeza incom-
parables. Mantuvo relaciones amorosas con la condesa Elena Forni,
viuda de un gentil hombre de Módena. La familia de la dama, des-
contenta, la obligó a entrar en el convento de San Lorenzo de Bolonia.
Siface aprovechó la ocasión para entrar en el convento y continuar sus
amores con la condesa. En la noche del 21 de mayo de 1697, cuando
regresaba a su domicilio, fue asesinado por los hermanos de la viuda.
Hay otro autor que relata el final de la historia de modo distinto: Si-
face y su amada, Palmetta, son apuñalados en el lecho. Aún hay otra
versión, ésta bastante diferente: Fue asesinado cuando regresaba a su
patria para disfrutar de la gran fortuna que había ganado con su arte.
El asesino resultó ser el postillón, que le llevaba en silla de postas, y
el lugar, el camino de Génova a Turín. Los autores que escriben sobre
estos personajes, como vemos, suelen contar, decir y aun inventar las
historias.
Por si fueran pocas, el New Grove Dictionary of Music and Musics
dice: “Un indiscreto asunto con un miembro de la familia Marsili, de
la que se enamoró locamente, precipitó su muerte a manos de unos
asesinos contratados por la propia familia, cuando GROSSI viajaba
entre Ferrara y Bolonia, donde había sido contratado para cantar. El
asesinato fue un gran escándalo en su época y el Duque de Módena
persiguió implacablemente a los responsables de él”.
FRANCESCO ANTONIO PISTOCCHIO (1659-1726), llamado Pistoc-
chino, un gran compositor como muchos castrados que fueron verda-
deros maestros de la música. Niño prodigio, hijo de un gran violinista
de la Catedral de Palermo.
Ingresó sacerdote, recluyéndose en el Monasterio de Forli. Hasta su
muerte se dedicó a componer música sacra.
GAETANO GUADAGNI (1725-1792), se cuenta que mientras canta-
ba la prima donna, el papel de Euridice en el Orfeo de Gluck, le clavó
un grueso alfiler en las posaderas, lo que hizo a ésta dar una serie de
“gallos” en su canto. Cuando le tocó cantar a él, lo hizo tan perfecta-
mente que el público le aplaudió como nunca.
GASPARO PACCHIAROTTI (1740-1821), se cuenta que tuvo varios
duelos. Por eso decían que era más un “gallo que un capón”. Todos eran
por amoríos con diversas damas de su tiempo. En cierta ocasión can-
taba, en su papel de Arbaces, de la ópera “Artaxerxes”. Tenía que decir:
“Y a pesar de todo soy inocente”. La orquesta tenía que tocar entonces
un ritornello para la repetición. El cantante esperó el ritornello, y ante
su estupor la orquesta callaba. Se inclinó sobre el foso y preguntó qué
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sucedía. El maestro director le respondió: “Ya lo veis, todos estamos
llorando”.
LUIGI MARCHESI, castrado extravagante milanés, tuvo infinidad de
aventuras amorosas, siendo en Viena el ídolo de las damas de la Corte.
A los veintinueve años fundó el Pío Instituto Filarmónico de Milán
para ayudar a huérfanos y viudas de músicos. Como el militar iba a
detenerle, dijo: “El general puede hacerme llorar, pero no hacerme can-
tar”. La Academia de esta ciudad hizo fundir una medalla en su honor.
FERDINANDO TENDUCCI (1736-1790), amigo de Mozart, otro
gran cantante Castrado, se casó y tuvo hijos legítimos. Cuando algún
amigo le decía que eso no podía ser, él no tenía reparos en mostrarles
el sexo, riéndose y demostrándole que tenía tres testículos. Como de
niño le esterilizaron o atrofiaron dos, le quedó el tercero para poder
engendrar.
GIOVANNI BATTISTA VELLUTI (1780-1861), fue castrado a la edad
de ocho años. Se convirtió en el último gran Castrato.
BERNARDO ROBREDO (siglo XVII), indicó que los capones eran: “un
género de gente imperfecta, mutilada y truncada, son unos hombres
menospreciados, odiosos, viles, bajos, estériles, infecundos, infructífe-
ros, afeminados, lascivos, impúdicos, deshonestos, débiles, morbosos,
traidores, tímidos, alevosos, inválidos, codiciosos, avarientos y glotones”.
El ABATE RAGUENOT (siglo XVIII) opinaba lo contrario: “sus voces
se asemejan a la del ruiseñor; el sonido que emiten sus gargantas sobre-
coge al oyente: pueden ejecutar pasajes de gran número de compases
sin interrupción, logrando ecos de esos pasajes y aumentos de volumen
de una extensión prodigiosa y luego, con un sonido ahogado en la gar-
ganta, exactamente igual al de un ruiseñor”.
LYDIA MELFORD opinó sobre el canto de Giusto Tenducci, un cas-
trato italiano amigo de Mozart: «Oí al famoso Tenducci, de Italia.
Tiene todo el aspecto de un hombre, pero dicen que no lo es. La voz no
es ni de hombre ni de mujer sino más melodiosa que cualquiera de los
dos; y trinaba tan divinamente que mientras lo escuchaba creí hallar-
me en el paraíso». Handel utilizó a los mejores de su época.
MARIO SOLOMONOFF. En su libro “Historia de los Castrati”: “Al ba-
jar su cuchillo el docto cirujano o el simple barbero del pueblo, tenían
conciencia de estar decidiendo irrevocablemente la gloria o la vergüen-
za de un hombre”.
SALVATORE CONIGLIARO: “Me llamo Salvatore Conigliaro… Des-
de que me mutilaron no volví a ser el mismo… Mis heridas curaron, mi
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alma no… Un día nos quedamos con un nutrido grupo de nobles, po-
líticos y religiosos. Nos amenazaron. No pudimos resistirnos. Después,
hombres y mujeres, pidieron nuestros favores. Debíamos satisfacer los
caprichos de esos degenerados… Me he convertido en un viejo grotesco,
gordo, afeminado y vestido ridículamente…”.
P.D. Por tratarse de una conferencia, eludo la inclusión de la dilatada
bibliograf ía consultada
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