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AUGUSTO J.

MENÉNDEZ

LA CONCESIÓN MINERA

Por el Dr. Augusto J. MENÉNDEZ

El análisis jurídico de la concesión minera requiere necesaria-


mente, para su mejor comprensión, de una interpretación integral del
sistema impuesto por el Código de Minería de la Nación y de sus princi-
pios básicos; como también de las distintas formas de concesión previstas
en ese código, de sus efectos y de su modo de extinción.
Para ello, debe recordarse algunos de esos principios básicos del
Derecho Minero argentino, relativos al sistema de concesión minera, a
los que el Estado, a través del órgano concedente, debe ajustarse en
forma estricta - ya sea en primera o ulterior instancia -, so pena de
carecer la pretendida concesión de todo efecto y valor legal –es
decir, de lisa y llanamente no existir– por ser ese el único sistema que
puede dar origen legítimo a la misma.
El tema de la concesión minera debe analizarse, en primer lugar,
sobre la base del Derecho Minero strictu sensu, consagrado en el Código
de Minería de la Nación, legislación de fondo y de forma al mismo
tiempo1.
La necesidad de revestir de las máximas garantías el proceso de
concesión minera iniciado con la solicitud del permiso de exploración
o con el descubrimiento de una mina, impuso al Código de Minería
una característica especial, que sólo tienen contadas leyes sustanciales:
es de fondo y de forma al mismo tiempo, ya que no sólo establece el
derecho, sino que también regula los procedimientos que dan vida a
ese derecho y permiten hacerlo valer ante terceros, y ante las autoridades
mineras competentes. La incorporación al citado código de normas
procesales, es una consecuencia necesaria del sistema estrictamente
legal de la concesión minera adoptado por nuestro ordenamiento
jurídico, sea aquélla de explotación o de exploración. Quien pretenda

1
Conf.: Catalano, Edmundo F. “Código de Minería comentado”, Ed. Zavalía, Bs.
Aires, 1997, pág. 19, comentario al art. 1; mismo autor, “Curso de Derecho Minero”, Ed.
Zavalía, Bs. Aires, 1999, pág. 21; Eduardo Pérez Llana, “Compendio de Derecho de Minería
y de la Energía”, Sta. Fe, 1961, 2da. edic. pág. 8.

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DOCTRINA

ser considerado primer registrador de un yacimiento o explorador


exclusivo de un área determinada, debe conformar su pretensión ante
la autoridad minera, y ello lo obliga a cumplir ciertos actos procesales
necesarios que, en principio, revisten el carácter de voluntarios 2.
El Código de Minería –sancionado por el Congreso de la Nación
en el año 1886, en ejercicio de facultades expresamente delegadas por
el artículo 67, inciso 11, de la Constitución Nacional (actual artículo
75, inciso 12)– regula un derecho de excepción, que tiene autonomía
legislativa (C.M., art. 1º) 3, didáctica y científica, que le confiere método
propio y unidad conceptual 4.
En este aspecto, la jurisprudencia ha expresado: “Todo el régimen
de minas, tanto en punto a su concesión, como a su caducidad, es
resorte exclusivo del Congreso de la Nación. De allí que las provin-
cias no pueden legislar sobre esta materia y, menos aún, crear nuevas
causales de caducidad de la concesión.” 5; “El régimen jurídico de
las minas comprende, necesariamente, una regulación especial del
dominio de éstas que presenta características peculiares, privativas de
la materia, y tanto en el derecho argentino, como en el comparado,
invariablemente ha sido preciso ocuparse del llamado dominio originario
de las mismas, sea para negarlo, sea para afirmarlo y atribuirlo a uno u
otro titular, según la posición que se asuma; y el silencio de la
Constitución Nacional sobre esta faz y la propiedad minera tornaba
inexcusable que el Poder Legislativo estableciera normas expresas sobre
el asunto, en el entendimiento de que así cumplía el cometido que la
propia Constitución le había asignado al confiarle el dictado del código
de la materia. Al conferir al Poder Legislativo de la Nación la facultad
de dictar el Código de Minería, la Constitución Nacional le otorgó la
atribución de establecer en su integridad el régimen legal de las
minas.”6; “Sobre todas las sustancias minerales, incluso sobre aquellas
que se destinan al aprovechamiento común, la Nación o las provincias
ejercen la potestad soberana de disposición y regalía con sujeción a un
ordenamiento fundamental (Art. 67, inc. 11, Constitución Nacional).
2
Conf.: Catalano, “Código...”, citado, pág. 29.
3
Conf.: Novoa, Miguel E. y Novoa,María G., “Manual de Derecho Minero”, Ed.
Abeledo – Perrot, Bs. Aires, 1998, pág. 13, nº III.
4
Conf.: Pigretti, Eduardo “Manual de Derecho Minero y de la Energía”, Bs. Aires,
1961; Pérez Llana, ob. cit., págs. 7 y 8.
5
S.T. Jujuy, Sala II, 7/3/84, “Lamas, Pastor C.”, “E.D.” del 1/10/84, pág. 7.
6
C.S.J. N., 3/5/79, “Yacimientos Petrolíferos Fiscales v. Provincia de Mendoza y
otro”, “L.L:”, 1979 – C – 322, con nota de Cano, Guillermo J.; “E.D.”, 83-393.

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AUGUSTO J. MENÉNDEZ

.... Esta es la esencia del sistema de dominio originario o minero llamado


regalista, transformado por virtud de distintas leyes modificatorias del
código 7, etc., en dominial – regalista, tendiente a asegurar la
preponderante intervención del Estado en el aprovechamiento y
explotación de los minerales”(arts. 9º y 13º, Cód. de Minería) 8; “ La
Constitución de la República no dice una sola palabra de la propiedad
minera, no hace sino enunciar que el Congreso dictará el Código de
Minería, por lo cual debemos entender que ha comprendido un código
orgánicamente completo. En ese sentido, la Constitución ha dejado al
Congreso la libertad absoluta de dictar el Código Minero y ha establecido
con toda claridad que, si es verdad que el Congreso debe dictar el
Código de Minería sustantivo como ley nacional, las provincias deben
dictar las leyes orgánicas y de proce-dimiento dentro de su jurisdicción,
y esto no obsta en nada al concepto de la propiedad de la mina del
derecho sustantivo.” 9.
El Estado realizó un acto de soberanía, al disponer la Constitu-
ción que el Congreso de la Nación debía dictar el Código de Minería,
por lo que una vez cumplido ese mandato constitucional, el órgano
concedente no puede otorgar propiedad minera alguna al
margen de sus disposiciones, lo cual resulta de fundamental
importancia, toda vez que la concesión minera surge del mencio-
nado código, el que determina con precisión las normas para su
otorgamiento, las que inexorablemente debe cumplir la autoridad.
Todos los actos relativos a las minas, la adquisición, conservación,
transmisión y pérdida de los derechos mineros, sólo tienen efectos
legales si se ajustan a las disposiciones del Código de Minería
que, como ley de excepción, deroga toda otra norma en contrario del
derecho común.
El modo de adquirir originariamente la propiedad de las minas
es sustancialmente distinto de los admitidos por el Derecho Civil. Ya
lo previene la ley en el artículo 8, in fine, del Código de Minería, al
establecer que las facultades reconocidas a los particulares se ejercerán
con arreglo a las prescripciones del mismo Código 10.

7
Leyes nº 2.161, 12.709, 17.319, 22.259.
8
C. Apel. C.C. Rosario, Sala IV, 5/4/82, “Rosario Rowing Club”, “J. A”, 1982-III-573.
9
C.S.J. N., 2/8/88, “Provincia de Mendoza v. Estado Nacional”, “L.L:”, 1989 – A –
449, con nota de Cano, Guillermo J.; “E.D.”, 129 – 73.
10
Conf.: Catalano, “Código...”, citado, pág. 73.

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DOCTRINA

Por consiguiente, la aplicación subsidiaria de las leyes comunes


es inusual, y constituye el recurso final del intérprete y un procedimiento
de excepción (C.M., art. 317) 11.
El Código de Minería argentino, que sigue la tradición española,
adopta, para las sustancias de primera y segunda categoría, el sistema
regalista, según el cual el Estado tiene el dominio eminente o radical
de las minas (C.M., art. 7) y ejerce sobre ellas un patronato por razones
de interés público 12.
En ese carácter, y como representante de los intereses generales
–la concesión minera es de utilidad pública (C.M., art. 13, primer párrafo,
y nota)13– el Estado concede las minas a los particulares para su
explotación14, en la forma y condiciones establecidas taxativa-
mente en el mismo código (C.M., art. 10, concs. y correlativos) 15.
En consecuencia, la única forma de adquirir la propiedad minera
mediante la concesión legal otorgada por autoridad competente, es
con estricto ajuste a las prescripciones del Código de Minería de
la Nación (C.M., arts. 2, inc. 1; 10 y 44).
En este sentido, la jurisprudencia ha dicho: “El título de dominio
particular sobre una mina se adquiere mediante la pertinente concesión
legal (Conf.: art. 10, Código de Minería), ya que esta última no es otra
cosa que el acto de registro o transcripción de la solicitud de la
mina, sea esta recién descubierta o se encuentre en estado de
vacancia.”16.
La autoridad concedente – ya sea en primera o ulterior instancia–,
en consecuencia, en este aspecto está estrictamente constreñida
por el propio Código de Minería para concesionar derechos
mineros, ya que la concesión es obra pura y exclusivamente de la

11
Conf.: Catalano, “Código...”, cit., pág. 418; Pérez Llana, ob. cit., pág. 8; Boucher,
Alfredo y Granillo, Eduardo, “La propiedad de los yacimientos minerales”, “L.L.”, 142 – 851.
12
. Conf.: Novoa y Novoa, ob. cit., págs. 29, nº II, 5; y 30 y 31, nº II.
13
Conf.: Novoa y Novoa, ob. cit., pág. 32, nº II; Sodero, Vladimiro, “Código de
Minería de la República Argentina”, Ed. Mateo José García, Bs. Aires, 1994, págs. 36 y 37;
Pérez Llana, ob. cit., págs. 23 y 24.
14
Conf.: Novoa y Novoa, ob. y lug. citados.
15
Cfr.: Martínez, Víctor, “Derechos reales en minería”, Ed. Abeledo – Perrot, Bs.
Aires, 1999, pág. 18,nº 1.
16
C.2ª.C.C. y Minería San Juan, 27/2/84, “E.D.”, 122-653.

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ley, la que determina no sólo la persona del concesionario, sino también


las condiciones y cargas de la concesión17.
Por esta razón, precisamente, se denomina concesión legal: tanto
la persona del concesionario, como las condiciones y requisitos
de la concesión están discernidos de antemano por la ley. La
autoridad nada concede; su función se limita a reconocer derechos
preexistentes. Si bien para materializarse la concesión se requiere un
acto jurisdiccional, aquélla es obra exclusiva del Código de Minería,
sin que quede ningún margen de discrecionalidad para los
funcionarios, que son quienes expresan la voluntad de la ley. El órgano
concedente, por consiguiente, no tiene facultades para determinar
preeminencias entre los interesados a una concesión minera; como
tampoco para imponer al concesionario condiciones distintas a las
taxativamente establecidas en el Código de Minería. Por ello, acredita-
dos que sean los requisitos legales por el solicitante, la concesión nunca
puede serle denegada, aunque la calidad personal de aquel no satisfaga
al Estado18.
Es decir, la concesión minera es un acto de imperio del Estado,
que actúa por mandato legal, sobre la base de expresas y taxativas
disposiciones del Código de Minería de la Nación. Ese acto de
imperio crea el derecho real de propiedad inmobiliaria de los
particulares sobre la mina, de duración ilimitada (C.M., arts. 8, 11, 12
y 18), derecho que aquellos pueden ejercer en forma absoluta frente a
terceros, y del cual el Estado no puede privarlos de ninguna forma.
El acto de imperio del Estado que constituye la concesión minera, se
ejerce a requerimiento de los particulares –aquél actúa a impulsos de
estos últimos– y el órgano competente no tiene otra alternativa que
otorgar la concesión, si el solicitante cumple las disposiciones del
Código de Minería; una vez otorgada y firme aquella, se torna irre-
vocable, por elementales razones de orden público y seguridad jurídica.
Sobre este tema, apunta Catalano: “Ya sabemos que dentro del
régimen de rigidez del Código, no cabe otra forma de concesión que
no sea la legal, es decir, con ajuste estricto al modelo fijado por la
ley”... “La concesión legal es el medio para adquirir originariamente

17
Conf.: Pérez Llana, ob. cit., pág. 79.
18
Conf.: Catalano, “Código...”, citado, págs. 75 y 76; Pérez Llana, ob. cit., págs. 17/
19.

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DOCTRINA

las minas por los particulares y el único aceptado por el Código, fuera
del caso especial de la prescripción, ahora derogada por la reforma de
1980.”.... “A diferencia de los sistemas europeos del tipo francés e
italiano, en que la administración pública goza de amplias facultades
para escoger la persona del concesionario y determinar las condiciones
particulares de la concesión, en el derecho argentino, que sigue la
tradición jurídica hispanoamericana, la concesión es exclusivamente
obra de la ley. La autoridad minera, por consiguiente, carece de
atribuciones para determinar preferencias entre distintos aspirantes y
también para fijar al concesionario condiciones que no sean las que
taxativamente establece el Código. Tal es el alcance de la expresión
concesión legal: concesionario designado de antemano por la
ley y condiciones de concesión preestablecidas en el Código.”....
“La propiedad minera se adquiere por concesión legal otorgada por
autoridad competente, que no es otra que la autoridad minera que
tiene organizada cada provincia. El Código repite, en este artículo, la
disposición general del artículo 10, a cuyo comentario nos remitimos.
Unicamente por concesión legal, es decir, otorgada en los términos
del Código, puede el Estado, o mejor dicho, la ley, constituir un derecho
de explotación a favor de los particulares sobre una parte de su
patrimonio minero, se trate de minas nuevas o recién descubiertas, o
se encuentren en estado de vacancia”.... “Sólo por concesión legal,
pueden los particulares adquirir derechos originarios sobre las minas.
La prescripción de minas, como forma de adquirir del Estado un
derecho originario por la posesión y el transcurso del tiempo, ha sido
eliminada del Código en la reforma de 1980, que declaró el dominio
del Estado imprescriptible”19.
De conformidad con el artículo 44 del Código de Minería, las
únicas formas legales que pueden ser objeto de concesión –es decir,
dar origen a la constitución por el Estado del derecho real inmobiliario
de dominio minero– son las taxativamente previstas en el mismo
artículo; es decir, los descubrimientos y las minas caducadas y
vacantes20. Cualquier otra forma de concesión minera que se pretenda
es lisa y llanamente inexistente.

19
“Código..”, citado..., págs. 44, 75, 76, 142 y 143. En igual sentido: Bulnes, “Derecho
de Minería”, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1989, pág. 53, quien considera
que la concesión minera no es un acto discrecional de la autoridad, ni tampoco un
acto intuitu personae. Cfr.:: Martínez, ob. y lug. citados.
20
Cfr.: Novoa y Novoa, ob. cit., pág. 80, nº VII.

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AUGUSTO J. MENÉNDEZ

Además, el derecho otorgado por la concesión de las minas a los


particulares es absoluto, exclusivo y de duración ilimitada –es decir,
no tiene restricción temporal– y sólo se pierde por incumplimiento,
por parte del concesionario, de las condiciones de amparo
taxativamente previstas en el Título 12, Sección 1, del Código de
Minería, lo que determina la caducidad de los derechos conferidos
por el acto concesional. Esta caducidad, en consecuencia, depende
única y exclusivamente de la voluntad del concesionario (C.M., arts.
216, 218 y 225, tercer y cuarto párrafos) – no de la de un tercero– y es
totalmente ajena al arbitrio del Estado21.
Este criterio se ve confirmado por la disposición del artículo 16
del Código de Minería, que establece que las minas sólo pueden ser
expropiadas por causa de utilidad pública de un orden superior a la
razón de privilegio que acuerda el artículo 13 del mismo código. Este
artículo declara de utilidad pública –además de la explotación y
exploración de minas– a la concesión minera y demás actos consi-
guientes. Esa declaración es fundamental y necesaria, puesto que el
acto de concesión da nacimiento a un derecho real inmobiliario (C.
M., art. 12), a una propiedad nueva –distinta a la de la superficie–,
cuyo patronato ejerce el Estado. La naturaleza inmobiliaria de las minas
incluye a los minerales pendientes de explotación, mientras mantengan
la adhesión física al suelo, por aplicación subsidiaria del artículo 2314
del Código Civil.
La declaración de utilidad pública de esa propiedad inmobiliaria
nueva constituye el fundamento filosófico, la ratio juris del sistema
creado por el Código de Minería respecto de la concesión minera y de
las graves restricciones que impone al superficiario. La utilidad pública,
por ende, es el fundamento del dominio eminente o radical que el
Estado se reserva sobre las minas y de su consecuente concesión22.
Concretamente, la propiedad minera nacida de la concesión es
legal –sus condiciones están imperativa y taxativamente fijadas
por la ley (C.M., arts. 2, inc. 1; 10; 44 y concs.)–; constituye un
derecho real de propiedad sobre un inmueble (C.M., art. 12)23,

21
Conf.: C.M., nota al art. 18.
22
Conf.: Catalano, “Código...”, citado, págs. 87 y 88.
23
Conf.: Maturana Claro, Mario, “La nulidad constitucional del acto concesional en
materia minera”, “Revista de Derecho de Minas” publicada por el Instituto de Derecho de
Minas y Aguas de la Universidad de Atacama, Vol. 5, año 1994, págs. 42 y 43, nº I;

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DOCTRINA

reviste el carácter de utilidad pública (C.M., art. 13); da nacimiento a


una propiedad nueva, distinta de la del terreno en que se encuentra.
(C.M., art. 11); es absoluta, exclusiva, gratuita y perpetua o de
duración ilimitada (C.M., art. 18), mientras se cumplan las condiciones
de amparo taxativamente previstas por la ley, cuyo patronato compete
al Estado; y sólo se extingue por incumplimiento de las mismas (C.M.,
arts. 216, 218 y 225, tercer y cuarto párrafos).
En el sentido expuesto, son ilustrativas las palabras de Martinoli,
quien expresa: “Las consecuencias del sistema adoptado están a la
vista y condensadas en el Código de Minería, a saber: la división de las
minas en tres categorías, con tres distintas formas de propiedad minera
para cada una de ellas, pero las tres confiadas a la explotación de los
particulares. La separación del suelo del subsuelo, configurando la
propiedad minera una propiedad particular con derechos y
obligaciones propios. La concesión legal –y no administrativa– como
basamento de una propiedad privada fortísima sobre las minas. La
perpetuidad de la concesión y las amplias facultades de disposición
por parte del minero, a través de todos los contratos posibles. La utilidad
pública asignada a la actividad minera, que tangencialmente está
dirigida al interés de la sociedad en la explotación, pero cuya
consagración tiene por efecto directo dotar al minero de un privilegio
y preeminencia sobre toda la actividad, para interesarlo en que invierta
y se dedique a este ramo, apuntalando aún más la firmeza del derecho
que adquiere. La omisión, por parte del codificador –consciente o no–
de no declarar de interés público a la actividad minera, para evitar una
participación e intromisión del Estado en relaciones jurídicas privadas,
más allá de la participación taxativa que el Código de Minería le asigna
en el trámite de la concesión, pero no en la elección del concesionario,
que es obra de la ley” 24.
A mayor abundamiento, puede decirse que el procedimiento
concesional es una sucesión de actos y trámites, previstos específica-
mente por la ley, necesarios para crear un acto final, terminal,
denominado concesión minera; que viene a ser el instrumento que
integra y pone en actividad el sistema jurídico minero, el que ha sido

Alejandro Vergara Blanco, “Principios y sistemas del Derecho Minero. Estado histórico –
dogmático”, Editorial Jurídica de Chile, 1992.
24
Martinoli, Jorge E., “Reflexiones sobre instituciones fundamentales del derecho
minero argentino”, “L.L.”, 18/7/89, año LIII, nº 137.

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establecido no sólo para satisfacer intereses particulares, sino también


–y especialmente– intereses sociales de la mayor importancia.
En este contexto legislativo, la estructura jurídica minera
argentina reposa sobre varios presupuestos, cuya armónica integración
se realiza a través de la concesión minera, a saber:
1º) El primero, la propiedad eminente o radical del Estado sobre
las minas (C.M., art. 7).
2º) El segundo presupuesto estructural de nuestro sistema
jurídico – minero, es la facultad de los particulares – personas naturales
o jurídicas capaces de adquirir inmuebles (C.M., art. 12), con las
excepciones expresamente establecidas por la ley (C.M., arts. 21 y 22)
– de buscar minas, de aprovecharlas y disponer de ellas como dueños,
con arreglo a las prescripciones del Código de Minería de la
Nación (C.M., art. 8), mediante un procedimiento concesional
substanciado ante la autoridad minera.
3º) El tercer presupuesto del sistema en análisis es la intervención
del Estado, a través del órgano competente, no sólo en la constitución
de la concesión minera, sino también – y muy especialmente– en el
control del cumplimiento, por parte del concesionario, de la obligación
de desarrollar la actividad necesaria para satisfacer el interés público
que justifica el acto constitutivo de dicha concesión. Para asegurar la
satisfacción del interés público, el mismo código establece el régimen
de amparo, el que prevé expresa y taxativamente las causales de
caducidad (C.M., Título 12, Sección 1), únicas que, legalmente, pueden
acarrear la pérdida o extinción de esa propiedad privada inmobiliaria
fortísima que constituye la concesión minera.
Por otra parte –reiteramos– la legislación argentina sigue clara e
irrestrictamente, con respecto a la concesión minera, el principio del
primer solicitante – es decir, el de la prioridad temporal en la petición
del derecho minero– en los artículos 28, 45, 60 y concordantes del
Código de Minería25.
Se advierte que, sin lugar a dudas, la prioridad temporal en la
presentación de la solicitud constituye un principio liminar en el
Derecho Minero argentino, y es el ÚNICO modo legal que puede dar
origen a la concesión minera, en cualquiera de las formas previstas en

25
Cfr.: Pérez Llana, ob. cit., pág. 33.

73
DOCTRINA

el art. 44 del Código de Minería. Es que aquélla no es más que el


reconocimiento que el Estado hace, mediante el órgano competente,
al primero que, conforme a las constancias del instrumento público
que constituye el registro de Escribanía de Minas, solicita un derecho
minero.
En síntesis: la constancia prioritaria de la solicitud de una mina
en el registro de Escribanía de Minas –cuestión de hecho– y su
consecuente concesión, son términos asimilables o equivalentes. A
contrario sensu, quien no es primer solicitante de una mina, según las
constancias de dicho registro, nunca puede ser titular de su concesión
legal, cualquiera sea el planteo que formule ante la autoridad conce-
dente. Y si ésta intentara otorgar aquélla de otra forma o en otras
condiciones que las taxativamente previstas por la ley, el acto que así
lo pretendiera sería insanablemente inexistente.
En este sentido, resultan esclarecedoras las palabras de Catalano,
quien enseña: “La ley no exige que el yacimiento encontrado sea absolu-
tamente nuevo; basta que no haya sido registrado con anterioridad,
aunque el registrador actual la haya descubierto en segundo término.
El hecho del descubrimiento y la prioridad de su solicitud marcarán la
preferencia como primer descubridor, aunque el yacimiento resulte
conocido e, incluso, haya sido objeto de labores sin concesión.”...
“Primer descubridor, para la ley, es el primer manifestante, y no el
primero que descubre el mineral en el terreno. Si el primero que descubre
demora el registro ante la autoridad, debe considerar consumada la
manifestación hecha por un tercero, aunque éste lo haya descubierto
en segundo término”26.
Este mismo principio es seguido por el Código de Minería con
respecto a las minas en estado de vacancia, al expresar en el primer y
sexto párrafos del artículo 219: “En cualquier caso de caducidad, la
mina volverá al dominio originario del Estado y será inscripta como
vacante, en condiciones de ser adquirida como tal de acuerdo con
las prescripciones de este Código... Inscripta y publicada la mina
como vacante, el solicitante deberá abonar el canon adeudado hasta el
momento de haberse operado la caducidad, ingresando con la solicitud
el importe correspondiente. Caso contrario, la solicitud será rechazada
y archivada sin dar lugar a recurso alguno”.

26
“Código...”, citado, págs. 145 y 167.
74
AUGUSTO J. MENÉNDEZ

Por consiguiente, en el Derecho Minero argentino, las minas


caducadas no pueden ser objeto de concesión, sin haber sido previa-
mente inscriptas como vacantes en el Registro de Escribanía de Minas
y publicadas como tales; con excepción de la adjudicación directa que
autorizan los arts. 219, tercer párrafo, y 227, primer párrafo, del Código
de Minería. En el primer caso, a favor de los acreedores hipotecarios o
privilegiados registrados, o titulares de derechos reales o personales
relativos a la mina, también registrados, cuando lo solicitaran dentro
de los cuarenta y cinco días de notificados de la declaración de
caducidad; concesión que queda supeditada – cuando aquélla se hubiese
producido por falta de pago del canon minero– a que el concesionario
no ejerza su derecho de rescate en término (C.M., art. 219, segundo y
quinto párrafos). En el segundo caso –es decir, el del primer párrafo
del artículo 227 del Código de Minería– también puede otorgarse
directamente la concesión –sin inscripción de la vacancia– cuando lo
solicitasen los acreedores hipotecarios, dentro de los treinta días de la
notificación del abandono.
En suma: con las únicas excepciones señaladas precedente-
mente, en el Derecho Minero argentino sólo es legalmente posible la
concesión de una mina vacante –inscripta y publicada como tal– al
primero que la haya solicitado, según las constancias del protocolo de
Escribanía de Minas, ya sea que la vacancia se haya producido en forma
automática (ministerio legis, C.M., art. 216, tercer párrafo). o haya sido
declarada por la autoridad competente.
Con relación a las minas descubiertas en las zonas de interés
especial, se aplica el mismo criterio precedentemente expuesto; es decir,
que aún cuando la vacancia pudiera ser automática (ministerio legis, C.M.,
art. 346, noveno párrafo, in fine), ello no exime de su inscripción y
publicación, para garantizar el derecho igualitario de todos los
interesados (C.M., art. 8; C.N., art. 16).
Con respecto a la solicitud de registro de un derecho minero – ya
se trate de una manifestación de descubrimiento o de una mina
vacante– apunta Catalano: “El registro o incorporación de la solicitud
al protocolo del escribano de minas otorga seguridad al derecho
que la ley concede en forma de preferencia, impide la adulteración
de la solicitud y precave contra la pérdida o destrucción de la misma.
Pero el registro tiene en nuestro derecho una importancia mayor que el

75
DOCTRINA

de un simple asiento o anotación de minas. A diferencia de otras leyes,


el registro del pedimento constituye para nuestra ley el título
fundamental y la razón de ser del denominado dominio particular de
las minas. Jurídicamente el registro, por su importancia y trascendencia,
equivale a la concesión legal, siendo los demás actos que se exigen
posteriormente al manifestante, complementarios del título,....”, “Ello
está demostrado por las importantes consecuencias jurídicas que
resultan del cumplimiento de esa formalidad esencial”, ... “El Código
de Minería no ha establecido las formalidades que deben reunir los
registros y asientos de los actos para que tengan validez, pero en ellos
deberán observarse los mismos requisitos que se exigen para la
escrituras públicas por el Código Civil...” 27; “Debe señalarse que la
circunstancia de ser puramente legal la concesión en el derecho
argentino, no autoriza al interesado que se considera encuadrado en
los términos de la ley a ejercer por sí su derecho. Es menester que su
pretensión se convalide con un acto jurisdiccional de la autoridad
minera: el registro de su solicitud de mina. La autoridad, aceptando el
registro, reconoce en el registrador el carácter de concesionario
de la ley. El registro constituye, de tal modo, el ejercicio del poder de
policía del Estado, el medio jurídico instituido por el Código para
mantener el orden público y fijar los derechos entre los diversos
solicitantes que pretenden prioridad”... “ El registro resulta así, un
acto fundamental desde el punto de vista de sus consecuencias
jurídicas y prácticas, que traduce el concepto adoptado por el Código
de la concesión legal. Concesionario de una mina, para la ley, es el
primero que registra; y el sólo registro lo autoriza a iniciar la
explotación. Registro y concesión se presentan, así, como términos
equivalentes”. 28
El criterio sustentado anteriormente, ha sido avalado por la
Suprema Corte de Justicia de Mendoza, con respecto a las minas en
estado de vacancia, en los autos nº 28.515, caratulados: “Camiletti,
Carlos contra Provincia de Mendoza s/Contencioso administrativo”,
del 22/04/70, en los que resolvió: “.... una mina declarada vacante
por falta de inversión de capital, debe ser registrada en el libro
respectivo, para desde ese momento computar la prioridad en el
pedimento de nueva concesión o adjudicación”. 29

27
“Curso...”, citado, págs. 101 y 102, nº 2.
28
“Código....”, citado, págs. 76 y 160.
29
S.C.J. Mza., “L.S.”, nº 115, fs. 124.

76
AUGUSTO J. MENÉNDEZ

Dicho criterio constituye la ratio legis de la redacción del antiguo


artículo 274 (actual artículo 219) del Código de Minería, según el
proyecto de Joaquín V. González, del año 1917, por cuanto es el propio
miembro informante de la mayoría de la Comisión de Despacho de la
ley nº 10.273, Diputado Alberto Arancibia Rodríguez, quien al ser
preguntado en que condición quedaría la mina cuya caducidad se
hubiera producido por falta de inversión de capital, contestó
textualmente: “¡Como no va a establecerlo! Queda vacante, como debe constar
en los registros que están obligados a publicar los gobiernos”. 30
Con fundamento en los conceptos precedentemente señalados,
no cabe ninguna duda de que en el Derecho Minero argentino, una
vez firme la concesión minera, la denuncia o impugnación ante el
órgano o autoridad concedente de su pretendida o presunta ilegalidad,
carece de todo efecto y valor legal, debe rechazarse sin trámite alguno
y no le confiere el mas mínimo derecho al denunciante o impugnante
(y menos aun el carácter de primer solicitante y el consecuente derecho
a la concesión legal), por las siguientes razones:
1º) La denuncia o impugnación de una concesión minera firme
no es el procedimiento previsto por el Código de Minería argentino
para la caducidad de aquélla y para que la nueva concesión sea legal
(C.M., arts. 10, 216, 218, 219, primer párrafo e in fine, y 225).
2º) Por esta razón, el denunciante o impugnante no puede –ni
debe– ser considerado parte en las actuaciones respectivas.
3º) No existe lista de espera o lugar reservado a las resultas de la
denuncia o impugnación formulada, por lo que el denunciante o
impugnante de una concesión minera firme –como dijimos– jamás
puede ser considerado primer solicitante y, consecuentemente, concesio-
nario de una mina.
4º) La figura propiamente dicha del denuncio ha sido derogada
de la legislación argentina, con la única excepción prevista en el artículo
226 el Código de Minería.
5º) El carácter de primer solicitante de una mina vacante sólo
se adquiere legalmente –repetimos– por la prioridad temporal de la
petición y su registro en el protocolo de la Escribanía de Minas, una

30
“Diario de Sesiones de la H. Cámara de Diputados de la Nación”, 1917 – V - pág.
259, citado por Cano, Guillermo J., “Código de Minería de la República Argentina – Anotado
con sus fuentes – edición precedida de un estudio preliminar”, Ed. Kraft, Bs. Aires, 1944,
T. II, pág. 305.

77
DOCTRINA

vez inscripta y publicada la vacancia de aquélla (C.M., arts.44, 49,


50, 51 y 52, en concordancia con el art. 219, primer párrafo).
En este aspecto, por ende, el carácter de primer solicitante de
una mina vacante –y su consecuente concesión– de conformidad con
la legislación minera argentina vigente, sólo puede derivar del
procedimiento de caducidad, vacancia, inscripción y publicación de
ésta, y posterior primera petición de aquélla, conforme a las
constancias del protocolo de Escribanía de Minas (C.M., art. 219),
que es el único procedimiento que garantiza el derecho que la ley
consagra en forma de preferencia y que confiere la necesaria seguridad
jurídica.
Por otra parte, el señalado principio de ilimitación en el tiempo
de la concesión minera (C.M., art. 18, en concordancia con los arts. 13
y 16), sujeta únicamente a las condiciones de amparo (C.M., arts..
216, 218, 225 y concordantes); como también el hecho de que dicha
concesión sea constitutiva –y no traslativa– de la propiedad minera
(C.M., arts. 7, 8, 9 y 10)31, hace que ella configure un modo distinto de
adquirir el dominio, de los previstos en el artículo 2524 del Código
Civil, modo específicamente regulado por el Código de Minería con
características propias32. Asimismo, hace que la concesión minera, una
vez otorgada y vencido el plazo de oposición previsto por la ley (C.M.,
art. 66, en concordancia con el art. 219, primer párrafo, del mismo
cuerpo legal), se torne irrevocable y goce de la protección de los
artículos 14 y 17 de la Constitución Nacional, mientras se cumplan
las mencionadas condiciones de amparo específicamente establecidas
por la ley33.
Este es el criterio que emana del texto de los artículos 66, in fine,
y 84, primer y segundo párrafos, del Código de Minería, que excluyen
del procedimiento a los terceros impugnantes que se crean con derecho,
una vez vencidos los plazos perentorios establecidos por la ley,
resultando extemporáneas todas las pretensiones que se intentaran
hacer valer posteriormente, por cuanto no pueden restituirse plazos ya
fenecidos para impugnar actos que generan derechos subjetivos
incorporados definitivamente al patrimonio del beneficiario. Es
decir, el plazo establecido por el citado artículo 66, in fine, del Código
31
Conf.: Novoa y Novoa, ob. cit., pág. 79, nº V.
32
Conf.: ibid.
33
Conf.: Novoa y Novoa, ob. cit., pág. 79, nº VI.

78
AUGUSTO J. MENÉNDEZ

de Minería, es de preclusión34, por lo cual, vencido el mismo, no cabe


oposición alguna.
El citado artículo 66, in fine, del Código de Minería dispone con
meridiana claridad y precisión: “No serán oídos los que se presenten
después del vencimiento de los sesenta días.”
Comentando este artículo, señala Catalano: “No cabe otro tipo
de oposiciones que se aparten de este motivo general. Las acciones
que no se funden en el mejor derecho a un descubrimiento, deben
ser rechazadas de plano en la instancia concedente” 35. Este criterio
también es expresado, por el mismo autor, al comentar el artículo 53
del Código de Minería –referido a la publicación del registro de la
manifestación de descubrimiento– cuando señala: “La publicación del
registro, además de la publicidad que fundamenta todo acto de gobierno
en el régimen republicano, tiene el efecto de una notificación directa
para todas las personas que quieran oponerse al descubrimiento. Estas
personas deberán hacer valer sus derechos dentro de los 60 días
siguientes al último de publicación del registro, no siendo escuchadas
las que se presenten después del vencimiento de ese término.” 36
Es decir, toda oposición o impugnación que se formule ante la autoridad
minera con posterioridad a dicho plazo, respecto a la legitimidad u
origen de la concesión minera, carecen del más mínimo efecto y valor
legal, y deben ser rechazados sin más trámite por esa autoridad, dado
que su decisión no le compete.
En este aspecto, resultan decisivos los conceptos vertidos por el
codificador en la nota al artículo 131 – actual artículo 66– del Código
de Minería, con antecedente en el artículo 5, título 6, de la Ordenanza
de Méjico, y artículo 42 del Código de Minería de Chile, de 1874, donde
expresa: “Dejar a la voluntad de los pretendientes la oportunidad de
entablar su demanda o señalarles al efecto un largo plazo, sería
perjudicar, comprometer los intereses del minero y favorecer hasta cierto
punto la mala fe.... una demanda que en éstos casos alcanzara buen
éxito, arrancaría al poseedor fundadas y lisonjeras esperanzas y le
ocasionaría la pérdida del tiempo, de las diligencias y de los capitales

34
Conf.: Ramírez, Mariano, “Derecho Minero – Código de Minería”, Ediciones Jurídicas
Cuyo, Mendoza, 1999, pág. 164.
35
“Código...”, citado, pág. 174.
36
“Código...”, citado, pág. 159.

79
DOCTRINA

invertidos.... importa pues, a la industria y a los mineros de buena fe,


sean éstos demandantes o demandados, que esas cuestiones se diriman
y terminen inmediata y brevemente..... por otra parte, retardar por largo
e indefinido tiempo la presentación de la demanda, daría lugar a
presumir mala fe, porque puede en esto haber el propósito de esperar
el resultado favorable o adverso de los trabajos del registrador. Y para
quien tiene verdadero interés en ser reconocido como dueño, y en quien
se supone suficiente conocimiento de los hechos, deben bastarle los
términos que bastan a los que tienen un interés mayor. Hay pues, que
considerar igualmente sujetos a la disposición de la ley, tanto al que
pretende participación en el descubrimiento, como al que quiere ser su
exclusivo dueño”. (nota al anterior art. 131 del C.M).
La referida irrevocabilidad de la concesión minera no obsta a
que, en determinados casos de caducidad por incumplimiento de las
condiciones de amparo, expresa y taxativamente establecidas por el
Código de Minería, la propiedad minera pueda volver al Estado, a fin
de que se adjudiquen los derechos mineros a otras personas – también
en la forma prevista en el mismo Código– conforme la propia ley lo
determina (C.M., arts. 216, 218, 219, 225 y cons.)37 Cuando la caduci-
dad se haya producido por falta de pago del canon minero, el
concesionario tiene un plazo improrrogable de cuarenta y cinco días
para rescatar la mina, pagando el canon adeudado, más un recargo del
veinte por ciento, operándose automáticamente la vacancia, si la deuda
no fuera abonada en término. Es decir, se trata de un plazo improrro-
gable de caducidad, por lo que una vez vencido el mismo, el conce-
sionario pierde automática y definitivamente el derecho al rescate de
la mina, que no podrá ejercer en lo sucesivo. No existe otro procedi-
miento legal para rescatar una mina, cuya concesión ha caducado por
falta de pago del canon minero.
Los conceptos anteriormente desarrollados constituyen la doctri-
na judicial adoptada desde antiguo por la Corte Suprema de Justicia
de la Nación en el leading case “Zambrano c/Pcia. de Jujuy”, del 31/
12/38 38, reiterada in re “Orella c/ Pcia. de Jujuy”, del 21/12/38 39, y
acogida por la Suprema Corte de Justicia de Mendoza en los autos nº
44.723, caratulados “Rocco, Ernesto y otra c/ Gob. Pcia. de Mendoza
s/ A.P.A.”, del 01/03/81.

37
Conf.: Ossa Bulnes, ob. cit., págs. 19, 52 y ss.
38
“L.L.”, 9 – 159.
39
“L.L.”, 13 – 167.
80
AUGUSTO J. MENÉNDEZ

En este fallo, la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, entre


otros conceptos, dijo: “El Código de Minería llama concesión al
derecho que otorga a los particulares para explotar las minas. Del art.
10 de ese cuerpo legal surge que la concesión es el título único y
suficiente de la propiedad particular de las minas, y que no hay verdadera
propiedad minera sin concesión. Evidentemente, se trata de un acto
de imperio del Estado, desde que la autoridad minera no actúa en un
pie de igualdad con los particulares”40.... “Así, por ejemplo, recuerda
Víctor Martínez que en la concesión minera no hay verdaderas contra-
prestaciones entre concesionarios y concedentes; no tiene por fin la
prestación de un servicio público, sino la explotación de un yacimiento;
no se tiene en cuenta la persona del concesionario; otorga un verdadero
derecho real; no es temporaria; etc.. En suma, la concesión minera
puede estar regida por reglamentaciones dictadas por la autoridad
minera, pero por encima de éstas hay un status legal impuesto por el
Código de Minería de la Nación, que es legislación de fondo, al cual
deben someterse el concedente y el concesionario. Por eso, dice,
aunque medien vinculaciones con normas o instituciones
administrativas, la concesión minera es algo más que un acto
administrativo; es un acto minero, destinado a otorgar derechos mineros
e imponer obligaciones de este tipo” 41... “Esta es la doctrina aceptada
por la Corte Nacional42. De esta concesión nace para el minero un
verdadero derecho de propiedad, que no se identifica con el dominio
regido por el Código Civil, pero que tampoco es un mero derecho de
tipo administrativo. Dice Joaquín V. González que cuando el Estado
se desprende de su dominio por medio de la concesión, crea un
derecho de propiedad privada y una fuente de relaciones de este
carácter, que participa a la vez de la naturaleza del derecho civil y del
minero 43. En efecto, ese derecho es transmisible, hipotecable,
embargable, etc., y otorga al concesionario una serie de derechos, como
internarse en pertenencias ajenas, visitar y reconocer minas vecinas,
explotar la mina sin otras sujeciones que las leyes de policía, etc.44.

40
Conf.: Valls, Mario F., “Concesión de minas. Propiedad minera. Minas y sus
caracteres”, “L.L.”, 105 - 983.
41
Martínez, Víctor, “La concesión minera”, “L.L.”, 90 – 799.
42
Ver decisiones del 7/8/39, “L.L.”, 4 – 909; del 28/4/48, “L.L.”, 51 – 27, o “Fallos”,
210 – 855 o “J.A., 1984 – III – 367.
43
González, Joaquín V., “Obras completas”, t. IV, Bs. Aires, ed. Congreso de la
Nación, 1935, pág. 238.
44
Conf.: Quevedo Mendoza, Julio A., “Régimen de la propiedad minera”, Encic.
Juríd. Omeba, t. XXIV, pág 240.

81
DOCTRINA

Pero, al mismo tiempo, el concesionario tiene un derecho de formación


constante, que se consolida en cada momento, mientras la explotación
avanza, desapareciendo cuando se detiene, no hace inversiones, no
paga el canon, etc.45. Se trata de un dominio sometido a verdaderas
condiciones resolutorias establecidas expresamente por la ley 46.
En síntesis: el acto de concesión minera otorga al concesionario una
derecho más fuerte que la concesión administrativa, pero a su vez,
menos fuerte que el derecho de dominio pleno del Código Civil.....”
“Tomando como punto de partida las diferencias entre la concesión
minera y la administrativa, y el derecho real perpetuo nacido de la
primera, un importante sector de la doctrina enseña que la resolución
de la autoridad minera es irrevocable en sede administrativa; en
otros términos, el perjudicado y la propia autoridad deben concurrir
a la sede judicial para producir la extinción de un acto minero que
viene produciendo todos sus efectos”47.... – y concluye, con relación a
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación -: “Dice
Juan Francisco Linares, al analizar ésta jurisprudencia: ‘Parecería que el
hecho de que las concesiones mineras sean siempre una concesión otorgada en
ejercicio de facultades regladas, las llevó a esa enérgica protección, incluso
contra la revocatoria por ilegitimidad, exigiendo que se ocurriera a
la justicia para la nulidad de la concesión. La Corte dice que siendo la concesión
un derecho de propiedad, la forma de alterarla es la forma en que se
altera cualquier derecho de propiedad’ ”.48
En este sentido, resultan incuestionablemente esclarecedoras las
notas del Dr. Enrique Rodríguez, a los artículos 16 y 18 del Código de
Minería de su autoría, como también los antecedentes legales citados
en ellas. Así, anota Rodríguez: “La perpetuidad, esto es, la duración
indefinida y sin término de los derechos de dueño, es uno de los
principales atributos de la propiedad general y uno de los mas
indispensables de la propiedad minera; porque en ningún caso se
necesita tanto de ese espíritu de previsión, de duración y perfecciona-
45
Conf.: Catalano, Edmundo F., “Curso de Derecho Minero y régimen legal del
petróleo y de los minerales nucleares”, 3era. Ed., Bs. Aires, 1960, pág. 89.
46
Conf.: Almuni, Carlos, “La concesión minera”. En “Boletín de la Facultad de Derecho
y Ciencias Sociales”, Córdoba, año XXXV, Enero – diciembre de 1971, nº 1 – 5, pág. 85 y
ss.
47
Valls, ob. cit., “L.L.”, 105 – 985; Cano, Guillermo, “Un código de dos colores. La
reforma minera de 1980, “L.L”, 1981 – A – 779; Catalano, ob. cit., pág. 122, nota 1.
48
Linares, Juan F. “Revocación del acto administrativo”, en Díez, Manuel y otros,
“Acto y procedimiento administrativo”, Bs. Aires, Ed. Plus Ultra, 1975, pág 139. (S.C.J.M.,
autos nº 44.723, “Rocco, Ernesto y otra c/ Gob. Pcia. de Mendoza s/ A.P.A.”).

82
AUGUSTO J. MENÉNDEZ

miento que, según Mr. Girardin, es inseparable del propietario. En


efecto, para emprender trabajos serios y durables, cuyos resultados no
tienen término fijo, y para que los capitales y sacrificios que el
sostenimiento de esos trabajos demanda no sean perdidos, es necesario
contar con la duración, con la perpetuidad de la propiedad.... Las
minas, sin embargo, están sujetas a una condición resolutoria que nace,
puede decirse, de la naturaleza de las cosas, pero que no obsta a la
perpetuidad minera, como no obsta la eventualidad de una expropiación
a la perpetuidad de la propiedad común –Chevallier, part. 3º, cap. I, se.
1º, párr. 2.– y esto con tanta mayor razón, cuanto que esa condición no
depende de la voluntad del causante, ni de la de un tercero, ni de un
acontecimiento fortuito, sino única y exclusivamente de la voluntad
y del hecho propio del mismo dueño de la mina.”49; “Uno de los
caracteres comunes a la propiedad subterránea y a la superficial es la
inviolabilidad, esto es, la seguridad del derecho de no ser el propietario
privado del goce ni del dominio de su cosa, sino en los casos previstos
por la ley” 50.
Por su parte, el párrafo 39, de la ley de Sajonia de 1868, antece-
dente legislativo de nuestro Código de Minería, expresaba textualmente:
“Los derechos vinculados a una concesión no se extinguen mas que
en las condiciones prescritas por la ley (Sec. X)” 51.
En consecuencia, otorgada una concesión minera, su vigencia
es perpetua –por elementales razones de orden público y seguridad
jurídica– 52 y sólo puede caducar por incumplimiento de las condicio-
nes legales de amparo impuestas para su vigencia; es decir, se
perfecciona en el caso la constitución de un verdadero derecho real
de propiedad, condicionado al cumplimiento de las exigencias
expresa y taxativamente establecidas en el Código de Minería
de la Nación.
Además, la ocupación de la propiedad superficial no confiere
derecho alguno al ocupante, puesto que las minas de primera y segunda
categoría forman una propiedad distinta y separada del terreno en el
que se encuentran (C.M., art. 11)53.

49
Nota del codificador al art. 18 del C.M.
50
Nota del codificador al art. 16. Cfr.: Sodero, ob. cit., págs. 40/42.
51
Cfr.: Cano, “Código...”, citado, T. I, pág. 69.
52
Conf.: Maturana Claro, ob. cit., pág. 46, nº 3.
53
Conf.: Catalano, “Código...”, citado, págs. 81/83; Novoa y Novoa, ob. cit., pág. 26,
nº I.

83
DOCTRINA

Por consiguiente, dentro de la restrictiva competencia atribuida


por la ley al órgano concedente, éste no puede, una vez firme la
concesión, resolver en ninguna instancia conflictos derivados del acto
concesional, y ni tan siquiera revisar la legitimidad o ilegitimidad
de sus propios actos; y si un tercero se considerare afectado por una
concesión minera firme, deberá ineludiblemente interponer una
demanda judicial para hacer valer sus derechos. La concesión minera
firme –insistimos– sólo se pierde en los casos de caducidad
taxativamente previstos por la ley, los que constituyen una sanción
que aquélla impone al concesionario incumplidor o negligente54.
Dicho de otro modo, si alguien considera que una concesión
minera firme afecta sus derechos, debe forzosamente ocurrir ante
la justicia competente, sede ante la cual deberá acreditar su
legitimación para accionar – interés jurídico–, la temporaneidad de su
reclamo y, especialmente, la fundabilidad jurídica de su pretensión,
con aseguramiento de las garantías constitucionales de debido proceso
y defensa de la demandada (C.N., art. 18), puesto que la acción judicial
afectaría un derecho real de propiedad inmobiliaria incorporado
definitivamente al patrimonio de la accionada, derecho que también
goza de protección constitucional (C.N., art. 17)55.
Este es el criterio sustentado por la más autorizada doctrina, la
que expresa: “Pero cuando el conflicto afecta exclusivamente el interés
privado de las partes, cuando no está en juego la conformación del
derecho fundamental reconocido por el Código, o su extinción, la
autoridad administrativa no debe intervenir, ya que la decisión
compete a la autoridad judicial.”56.
A tenor de lo expuesto se concluye que la concesión minera firme
es irrevocable, y si el órgano concedente –ya sea en primera o ulterior
instancia– emitiera resolución intentando revocarla, el acto que así lo
dispusiese –extraño a la legislación minera argentina–, sería insana-

54
C.S.J.N., “Fallos”, t. 179, pág. 443.
55
Cfr.: Vergara Blanco, Alejandro, “Principios y sistemas del Derecho Minero. Estudio
Histórico – Dogmático”, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1992; Madariaga
Gutiérrez, Mónica, “Seguridad Jurídica y administración pública en el siglo XXI”, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1993, págs. 193 y 194; Maturana Claro, ob. cit, págs.
43/46, nº 2 y 3, quien afirma que esta postura se funda en la intangibilidad del dominio,
en tanto tiene por finalidad la seguridad jurídica, mediante la transformación de
situaciones de hecho, en relaciones consolidadas de derecho.
56
Catalano, “Código...”, citado, pág. 35.

84
AUGUSTO J. MENÉNDEZ

blemente inexistente y carente de todo efecto y valor legal. Su inexis-


tencia no podría ser sanedada en ninguna sede –ni aún la judicial–, por
la simple razón de que no puede reconocerse, ratificarse, convalidarse
o aprobarse un acto que nunca nació para el mundo del derecho. Lo
contrario sería tan absurdo como pretender reconocerle existencia a
un ser que nunca fue concebido o engendrado.
El fundamento de este criterio reside en el hecho de que el órgano
concedente habría, en ese caso, excedido groseramente su restrictiva
competencia, para arrogarse otra que le es ajena –la judicial–, al
pretender dejar sin efecto un acto cuya anulación sólo es jurídicamente
posible –como hemos señalado– mediante sentencia firme dictada
por tribunal competente.
La jurisprudencia argentina, en las últimas décadas, ha desarro-
llado en forma amplia la doctrina del acto inexistente – categoría
distinta del acto nulo – a la que ha dedicado un ramillete de decisiones
tribunalicias. Así, ha dicho que esa doctrina se aplica a ciertos actos
que, pese a su apariencia jurídica, carecen de algún elemento vital para
que se les reconozca esa calidad. Por ello, la situación resultante del
acto inexistente debe regirse por los principios jurídicos que le son
atinentes, prescindiendo totalmente de la apariencia del acto jurídico
concomitante o que le ha servido de ocasional antecedente; y también
del sistema legal de sanciones previsto para los actos jurídicos
existentes57, ya que constituyen una apariencia sin realidad jurídica,
razón por la cual se dice que no se los debe anular, de la misma manera
que no se puede matar a alguien que no vive58. También ha señalado la
jurisprudencia que el acto inexistente no requiere, en principio, un
planteamiento específico orientado a obtener una declaración juris-
diccional expresa. Y ello, porque la inexistencia, por su propia naturale-
za, no está necesitada, ni condicionada, por declaración judicial alguna,
pudiendo los jueces, aún de oficio, tratar, considerar o tener por habida
la inexistencia de dicho acto, aún cuando las partes no lo propusieran
de modo manifiesto59. Asimismo ha sostenido, en forma reiterada, que
los actos inexistentes no producen efecto alguno, no son suscepti-
bles de convalidación expresa o tácita, no precluyen, ni prescri-
ben, y la cosa juzgada no obsta a su planteamiento por cualquier
57
C.N. Civ., Sala A, 29/11/60, “J.A.”. 1961 – IV – 172, f. 3887.
58
S.C.B.A., 17/11/92, “L.L.”, 1993 – B – 365, voto del Dr. Vivanco.
59
Cám. 1ra. Bahía Blanca, Sala I, 13/05/80, “D.J.B.A.”, 119 – 759.

85
DOCTRINA

persona y en cualquier tiempo.60 También la jurisprudencia ha


sostenido que cuando el acto, por circunstancias relativas a su esenciali-
dad, no puede nacer a la vida del derecho, su ineficacia parte de su no
existir y nada puede quedar de él, más allá de la constatación de su
inexistencia 61.
Los criterios jurisprudenciales relativos al acto inexistente
anteriormente transcriptos –compartidos en general por la doctrina–
son aplicables, indudablemente, a toda resolución de la autoridad minera
que pretendiera conceder una mina en violación al estricto y preciso
régimen establecido por el Código de Minería, o intentara revocar una
concesión minera firme. Es que ésta –como hemos sostenido
reiteradamente– sólo se pierde por caducidad (no revocación) declara-
da por el órgano concedente, en razón del incumplimiento, por parte
del concesionario, de las condiciones de amparo expresa y taxativa-
mente previstas por la ley. El Código de Minería argentino no prevé
otro modo de extinción del derecho real de propiedad inmobilia-
ria adquirido por la concesión minera (C.M., arts. 8, 10, 11 y 12) y,
como dijimos, el órgano concedente no podría revisar sus propios
actos ni aún por razones de ilegitimidad; y menos todavía resolver
conflictos entre partes derivados del acto concesional, lo que es
competencia exclusiva del tribunal judicial competente.
En conclusión: si alguien considera que tiene legitimación e
interés jurídico en la declaración de nulidad de una concesión minera
firme, debe formular su reclamo ante la justicia competente, ya que
la autoridad concedente tiene restringida su competencia – en cualquier
instancia - única y exclusivamente a la concesión, denegación y
caducidad de derechos mineros y, eventualmente, a la resolución de
las oposiciones que pudieran formular terceros, en tiempo oportuno y
sólo por razones de mejor derecho (C.M., art. 66, primer párrafo); en
todos los casos con ajuste estricto al Código de Minería de la
Nación.

60
S.C.B.A., 26/02/85, “A.S.”, 1985 – I – 141 y “J.A.”, 1985 – I – 552; íd., 17/11/92,
“L.L.”, 1993 – B – 365 y “D.J.B.A.”, 144 – 47, íd., 07/11/95, “D.J.B.A.”, 150 – 39; C. C. 2da.
L. Pl. 1ra., 11/09/79, “D.J.B.A.”, 118 – 29; C.N. Civ., Sala B, 09/12/88, “L.L.”, 1989 –D – 64,
“E.D.”, 136 – 241; íd., Sala H, 27/08/90, “L.L.” 1991 – B – 327; íd., Sala D, 12/09/83, “E.C.”,
108 – 381; C. 1ra, L. Pl., 26/04/94, “Juba 7” B 100465; etc..
61
S.C.B.A., 26/02/85, “A.S.”, 1985 – I – 141 y “J.A.”, 1986 – I – 552, íd., 17/11/92,
“L.L.”, 1993 – B – 365, y “D.J.B.A.”, 144 – 47; íd. 07/11/95, 150 – 39; etc. Cfr.: Acdel Salas,
Félix A. Trigo Represas y López Mesa, Marcelo J., “Código Civil y leyes complementarias
anotados”, Ed. Depalma, Bs. Aires, 1999, Actualización, T. IV – A, págs. 453 y 465/467.
86
AUGUSTO J. MENÉNDEZ

Para finalizar, cabe recordar las palabras de Joaquín V. González,


quien ya hace largo tiempo enseñaba:: “El estudio de esta legislación
(la minera) es una de las causas que traerán algún día el resurgimiento
de la minería argentina, y su colocación en un grado de prosperidad y
actividad que todavía no ha empezado. La ignorancia de la legislación
es una de las causas por las que la minería vive estancada y sujeta a
tristes vicisitudes” 62.

62
“La propiedad de las minas”, Ed. Librería de la Facultad, Bs. Aires, 1917, prólogo.

87

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