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Disposición con alguna vigencia futura

Documento TOL173.304

Legislación
Disposición: Constitución Española, de 27 de diciembre de 1978
Norma: CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
Fecha Publicación: 29/12/1978
Fecha Norma: 27/12/1978
Rango: Constitución
Boletín: Boletín Oficial del Estado (BOE)
N. Boletín: nº 311

Título Artículo: Artículo 9 de la Constitución Española

TEXTO:

1. Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento
jurídico.

2. Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del
individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que
impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida
política, económica, cultural y social.

3. La Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las


normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de
derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de
los poderes públicos.

COMENTARIO:

JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL:

STC 1/1981 de 26 de enero (el principio de constitucionalidad)

Fto. Jco. 2: «...Corresponde... al Tribunal Constitucional, en el ámbito general de sus atribuciones, el


afirmar el principio de constitucionalidad, entendido como vinculación a la C.E. de todos los poderes
públicos.»

STC 21/1981 de 15 de junio (fuerza vinculante de los preceptos constitucionales)

Fto. Jco. 17: «Frente a la argumentación anterior debe señalarse que los preceptos constitucionales
alegados vinculan a todos los poderes públicos... y que son origen inmediato de derechos y de
obligaciones y no meros principios programáticos.» (se refiere a los arts. 17.1; 24 y 25).

STC 15/1982 de 23 de abril (aplicación inmediata de derechos; fuerza vinculante de la C.E.)

Fto. Jco. 8: «De ello no se deriva, sin embargo, que el derecho del objetor esté por entero
subordinado a la actuación del legislador. El que la objeción de conciencia sea un derecho que para

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su desarrollo y plena eficacia requiera la 'interpositio legislatoris' no significa que sea exigible tan
sólo cuando el legislador lo haya desarrollado, de modo que su reconocimiento constitucional no
tendría otra consecuencia que la de establecer un mandato dirigido al legislador sin virtualidad para
amparar por sí mismo pretensiones individuales. Como ha señalado reiteradamente este Tribunal, los
principios constitucionales y los derechos y libertades fundamentale vinculan a todos los poderes
públicos (arts. 9.1 y 53.2 C.E.) y son origen inmediato de derechos y obligaciones y no meros
principios programáticos; el hecho mismo de que nuestra norma fundamental en su art. 53.2 prevea
un sistema especial de tutela a través del recurso de amparo, que se extiende a la objeción de
conciencia, no es sino una confirmación del principio de su aplicabilidad inmediata. Este principio
general no tendrá más excepciones que aquellos casos en que así lo imponga la propia C.E., o en que
la naturaleza misma de la norma impida considerarla inmediatamente aplicable, supuestos que no se
dan en el derecho a la objeción de conciencia.»

STC 16/1982 de 28 de abril (la C.E. es norma vinculante)


Fto. Jco. 1: «Conviene no olvidar nunca que la C.E. lejos de ser un mero catálogo de principios de no
inmediata vinculación y de no inmediato cumplimiento hasta que sean objeto de desarrollo por vía
legal, es una norma jurídica, la norma suprema de nuestro ordenamiento, y en cuanto tal tanto los
ciudadanos como todos los poderes públicos, y por consiguiente también los Jueces y Magistrados
integrantes del poder judicial, están sujetos a ella (art. 9.1 y 117.1 de la C.E.). Por ello es indudable
que sus preceptos son alegables ante los Tribunales (dejando al margen la oportunidad o pertinencia
de cada alegación de cada precepto en cada caso), quienes, como todos los poderes públicos, están
además vinculados al cumplimiento y respeto de los derechos y libertades reconocidos en el Capt. 2º
del Tít. I de la C.E. (art. 53.1).»
STC 80/1982 de 20 de diciembre (la C.E. vincula a todos los poderes, también al judicial)
Fto. Jco. 1: «Que la C.E. es precisamente eso, nuestra norma suprema y no una declaración
programática o principal es algo que se afirma de modo inequívoco y general en su art. 9.1 donde se
dice que 'los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la C.', sujeción o vinculatoriedad
normativa que se predica en presente de indicativo, esto es, desde su entrada en vigor, que tuvo lugar,
según la disposición final, el mismo día de su publicación en el B.O.E. Decisiones reiteradas de este
Tribunal en cuanto intérprete supremo de la C.E. (art. 1 de la LOTC) han declarado ese indubitable
valor de la C.E. como norma. Pero si es cierto que tal valor necesita ser modulado en lo concerniente
a los arts. 39 a 52 en los términos del art. 53.3 de la C.E., no puede caber duda a propósito de la
vinculatoriedad inmediata (es decir, sin necesidad de mediación del legislador ordinario) de los arts.
14 a 38, componentes del Capt. 2º del Tít. I, pues el párrafo primero del art. 53 declara que los
derechos y libertades reconocidos en dicho capítulo 'vinculan a todos los poderes públicos'. Que el
ejercicio de tales derechos haya de regularse sólo por ley y la necesidad de que ésta respete su
contenido esencial, implica que esos derechos ya existen, con carácter vinculante para todos los
poderes públicos entre los cuales se insertan, obviamente, 'los Jueces y Magistrados integrantes del
poder judicial' (art. 117 de la C.E.), desde el momento mismo de la entrada en vigor del texto
constitucional. Uno de tales derechos es el de igualdad ante la Ley que tienen todos los españoles, sin
que pueda prevalecer discriminación alguna entre ellos por razón de nacimiento (art. 14 de la C.E.).»
Fto. Jco. 2: «Lo dicho hasta aquí no implica la aplicación retroactiva de la C.E., sino el
reconocimiento de su carácter normativo, el de la vinculatoriedad inmediata del art. 14 y la
afirmación de que, en consecuencia, todo español tiene desde el momento mismo de la entrada en
vigor de la C. el derecho a no ser discriminado por razón de nacimiento, por lo cual no puede
perpetuarse, vigente la C., esta situación discriminatoria surgida al amparo de la legislación
preconstitucional...

STC 76/1983 de 5 de agosto (T.C., poder constituyente y poderes constituídos)

Fto. Jco. 4: «La tercera cuestión que es preciso abordar, dentro de las consideraciones generales que
venimos realizando, hace referencia a los límites intrínsecos de la potestad legislativa del Estado...»
«No cabe duda... que las Cortes Generales, como titulares 'de la potestad legislativa del Estado' (art.
66.2 de la C.E.), pueden legislar, en principio sobre cualquier materia sin necesidad de poseer un

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título específico para ello, pero esta potestad tiene sus límites, derivados de la propia Constitución, y
en todo caso, lo que las Cortes no pueden hacer es colocarse en el mismo plano del poder
constituyente realizando actos propios de éste, salvo en el caso de que la propia Constitución les
atribuya alguna función constituyente. La distinción entre poder constituyente y poderes constituídos
no opera tan sólo en el momento de establecerse la Constitución; la voluntad y racionalidad del poder
constituyente objetivadas en la C. no sólo fundan en su origen sino que fundamentan
permanentemente el orden jurídico y estatal y suponen un límite a la potestad del legislador. Al T.C.
corresponde, en su función de intérprete supremo de la C.E. (art. 1 de la LOTC), custodiar la
permanente distinción entre la objetivación del poder constituyente y la actuación de los poderes
constituídos, los cuales nunca podrán rebasar los límites y las competencias establecidas por aquél.»
«Este es el sistema configurado por la C. (especialmente en los arts. 147, 148 y 149), que vincula a
todos los poderes públicos de acuerdo con el art. 9.1 de la misma y que, en consecuencia, constituye
un límite para la potestad legislativa de las Cortes Generales.»
STC 76/1988 de 26 de abril (la C. norma del P. constituyente)
Fto. Jco. 3: ver selección disp. adicional primera.
STC 101/1983 de 18 de noviembre (distinto deber de sujección para ciudadanos y poderes)
Fto. Jco. 3: «La sujeción a la C.E. es una consecuencia obligada de su carácter de norma suprema,
que se traduce en un deber de distinto signo para los ciudadanos y los poderes públicos; mientras los
primeros tienen un deber general negativo de abstenerse de cualquier actuación que vulnere la C., sin
perjuicio de los supuestos en que la misma establece deberes positivos (arts. 30 y 31, entre otros), los
titulares de los poderes públicos tienen además un deber general positivo de realizar sus funciones de
acuerdo con la C., es decir que el acceso al cargo implica un deber positivo de acatamiento entendido
como respeto a la misma, lo que no supone necesariamente una adhesión ideológica ni una
conformidad a su total contenido, dado que también se respeta la C. en el supuesto extremo de que se
pretenda su modificación por el cauce establecido en los arts. 166 y ss. de la Norma Fundamental.»
Fto. Jco. 5: «...En definitiva, cuando la libertad ideológica se manifiesta en el ejercicio de un cargo
público, ha de hacerse con observancia de deberes inherentes a tal titularidad, que atribuye a una
posición distinta de la correspondiente a cualquier ciudadano.»

STC 122/1983 de 16 de diciembre (deber de fidelidad y de obediencia)

Fto. Jco. 5: «...El deber de fidelidad (se refiere a la exigencia contenida en el Reglamento del
Parlamento de Galicia, art. 7.1), se confunde prácticamente con el deber de obediencia a la C. y al
resto del ordenamiento jurídico que deriva del art. 9.1 de la C. del que arranca también, como se ha
advertido, el deber de acatamiento...»
STC 35/1983 de 11 de mayo (noción de poderes públicos)
Fto. Jco. 3: «La noción de poderes públicos que utiliza nuestra C. (arts. 9, 27, 39 a 41, 44 a 51, 53 y
otros) sirve como concepto genérico que incluye a todos aquellos entes (y sus órganos) que ejercen
un poder de imperio, derivado de la soberanía el Estado y procedente, en consecuencia, a través de
una mediación más o menos larga del propio pueblo. Esta noción no es, sin duda, coincidente con la
de servicio público, pero lo 'público' establece entre ambas una conexión que tampoco cabe
desconocer pues las funciones calificadas como servicios públicos quedan colocadas, por ello, y con
independencia de cual sea el título (autorización, concesión etc.) que hace posible su prestación, en
una especial relación de dependencia respecto de los 'poderes públicos'. Esta relación se hace tanto
más intensa, como es obvio, cuando mayor sea la participación del poder en la determinación de las
condiciones en las que el servicio ha de prestarse y en la creación, organización y dirección de los
entes o establecimientos que deben prestarlo. Cuando el servicio queda reservado en monopolio a un
establecimiento cuya creación, organización y dirección son determinadas exclusivamente por el
poder público, no cabe duda de que es éste el que actúa, a través de persona interpuesta, pero en
modo alguno independiente.»
STC 19/1982 de 5 de mayo (conexión entre el 9.2 y los principios rectores del Capt. III del Tít.
I)
Fto. Jco. 6: «Pero la determinación de qué deba entenderse, en el contexto del presente caso, por
desigualdad que entrañe discriminación, viene dada esencialmente por la propia C., que obliga a dar
relevancia a determinados puntos de vista entre los cuales descuella el principio del Estado social y

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democrático de derecho del art. 1.1, que informa una serie de disposiciones como el mandato del art.
9.2 (...), y el conjunto de los principios rectores de la política social y económica del Capt. III del Tít.
I cuyo 'reconocimiento, respeto y protección' informarán 'la legislación positiva, la práctica judicial y
la actuación de los poderes públicos' según dice el art. 53.3 de la C., que impide considerar a tales
principios como normas sin contenido y que obliga a tenerlos presentes en la interpretación tanto de
las restantes normas constitucionales como de las leyes.»
STC 3/1983 de 25 de enero (significado de la igualdad en 9.2 y 14)
Fto. Jco. 3: «...como ya ha declarado este Tribunal en reiteradas ocasiones tal precepto (art. 14) no
establece un principio de igualdad absoluta que pueda omitir tomar en consideración la existencia de
razones objetivas que razonablemente justifiquen la desigualdad de tratamiento legal. Y, mucho
menos, que excluya la propia necesidad del establecimiento de un trato desigual que recaiga sobre
supuestos de hecho que en sí mismos son desiguales y tengan por función precisamente contribuir al
restablecimiento o promoción de la igualdad real, ya que en tal caso, la diferencia de régimen
jurídico no sólo no se opone al principio de igualdad sino que aparece exigida por dicho principio y
constituye instrumento ineludible para su debida efectividad... Estas ideas encuentran expresa
consagración el art. 9.2 de la C.E., ...pues con esta disposición se está superando el más limitado
ámbito de actuación de una igualdad meramente formal y propugnando un significado del principio
de igualdad acorde con la definición del art. 1 que constituye a España como un Estado democrático
y social de Derecho, por lo que en definitiva se ajusta a la C. la finalidad tuitiva o compensadora del
Derecho laboral en garantía de la promoción de una igualdad real, que en el ámbito de las relaciones
laborales exige un mínimo de desigualdad formal en beneficio del trabajador.»
«Siendo esto así, es evidente que la igualdad entre trabajador y empresario promovida por el Derecho
laboral sustantivo o procesal, no puede ser desconocida o quebrada por una presunta plena
efectividad del art. 14 de la C.E., pues lo contrario equivaldría, paradójicamente, a fomentar
mediante el recurso a la igualdad formal, una acrecentada desigualdad material en perjuicio del
trabajador y en vulneración del art. 9.2 de la C., por lo que la resolución del tema debatido es
evidente, desde el momento en que la diferencia de tratamiento en relación a la consignación se
vincula razonablemente a la finalidad compensadora del ordenamiento laboral, no constituyendo
vulneración del principio de igualdad consagrado en el art. 14 y, desde tal punto de vista, no puede
estimarse inconstitucional el art. 170 de la LPL.»
STC 27/1981 de 20 de julio (relación entre los principios del 9.3)
Fto. Jco. 10: «Los principios constitucionales invocados por los recurrentes irretroactividad,
seguridad, interdicción de la arbitrariedad, como los otros que integran el art. 9.3 de la C., legalidad,
jerarquía normativa, responsabilidad, no son compartimentos estancos, sino que, al contrario, cada
uno de ellos cobra valor en función de los demás y en tanto sirva a promover los valores superiores
del ordenamiento jurídico que propugna el Estado social y democrático de Derecho.»
ATC 647/1986 de 23 de julio (el principio de publicidad de las normas no es derecho
fundamental)
Fto. Jco. 1: «Por ello no tiene sentido, como fundamento de la pretendida publicación íntegra de las
Ordenanzas en el B.O.E., la afirmación de la actora tendente a conferir al principio de publicidad de
las normas el carácter de 'derecho fundamental del sujeto pasivo del impuesto cuyo desconocimiento
origina indefensión', ya que, de un lado, dicho principio no tiene la naturaleza de derecho
fundamental tutelable en un recurso de amparo (ni del mismo se deriva como consecuencia
inconclusa la necesidad de publicar 'in toto' las Ordenanzas municipales).»
STC 179/1989 de 2 de noviembre (el principio de publicidad)
Fto. Jco. 2: «La C., en su art. 9.3 garantiza el principio de la publicidad de las normas. Esta garantía
aparece como consecuencia ineluctable de la proclamación de España como un Estado de derecho, y
se encuentra en íntima relación con el principio de seguridad jurídica consagrado en el mismo art. 9.3
CE: pues sólo podrán asegurarse las posiciones jurídicas de los ciudadanos, la posibilidad de éstos de
ejercer y defender sus derechos, y la efectiva sujeción de los ciudadanos y los poderes públicos al
ordenamiento jurídico, si los destinatarios de las normas tienen una efectiva oportunidad de
conocerlas en cuanto tales normas, mediante un instrumento de difusión general que de fe de su
existencia y contenido, por lo que resultarán evidentemente contrarias al principio de publicidad
aquellas normas que fueran de imposible o muy difícil conocimiento.»

STC 8/1981 de 30 de marzo (retroactividad e irretroactividad de la ley penal)

4/8
Fto. Jco. 3: «El problema de la retroactividad e irretroactividad de la Ley penal (en realidad, no sólo
de ella, sino también de otras disposiciones sancionadoras, aunque sólo a aquella y no a todas éstas
van dirigidas las consideraciones presentes) viene regulado por nuestra C. en su art. 9.3, donde se
garantiza la irretroactividad de las 'disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de
derechos individuales'. Interpretando 'a contrario sensu' este precepto puede entenderse que la C.
garantiza también la retroactividad de la Ley penal favorable, principio que ya estaba recogido y
puntualmente regulado en cuanto a su alcance en el art. 24 del C. Penal que, lejos de oponerse a la C.
y haber sido derogado por ella, resulta fortalecido por la interpretación del citado art. 9.3. Sin
embargo ni el art. 9.3, cuyos principios son mandatos dirigidos a los poderes públicos y en especial al
legislador, ni, por supuesto, el art. 24 del C. Penal definen por sí mismos derechos cuya defensa
pueda dar lugar a un recurso de amparo ante este Tribunal, pues ese mecanismo sólo queda reservado
en nuestro ordenamiento a la tutela de las libertades públicas y derechos fundamentales reconocido
en los arts. 14 a 29 y 30.2 de la C., según establece el art. 53.2 de la misma.»

STC 8/1982 de 4 de marzo (interdicción absoluta de la retroactividad)

Fto. Jco. 3: «...basta rememorar aquí los arts. 9.3 y 83 b) de la C. para convenir que el límite de la
retroactividad 'in peius' de las leyes no es general, sino limitado a las leyes 'ex post facto'
sancionadoras o las restrictivas de derechos individuales. Por lo demás la interdicción absoluta de la
retroactividad conduciría a situaciones congeladoras del ordenamiento jurídico, a la petrificación de
situaciones dadas, que son contrarias a la concepción que fluye del art. 9.2.»

STC 42/1986 de 10 de abril (significado de la irretroactividad de las leyes)

Fto. Jco. 3: «Este Tribunal ha señalado ya en varias ocasiones que la regla antes citada (art. 9.3) no
supone la imposibilidad de dotar de efectos retroactivos a las leyes que colisionen con derechos
subjetivos de cualquier tipo. De hecho la expresión 'restricción de derechos individuales' del art. 9.3
ha de equipararse a la idea de sanción, por lo cual el límite de dicho artículo hay que considerar que
se refiere a las limitaciones introducidas en el ámbito de los derechos fundamentales y de las
libertades públicas o en la esfera de la protección de la persona. Por otra parte convendrá hacer de
nuevo hincapié en que lo que se prohíbe en el art. 9.3 es la retroactividad entendida como incidencia
de la nueva Ley en los efectos jurídicos ya producidos de situaciones anteriores, de suerte que la
incidencia en los derechos, en cuanto a su proyección hacia el futuro, no pertenece al campo estricto
de la irretroactividad, sino al de la protección que tales derechos, en el supuesto de que experimenten
alguna vulneración, hayan de recibir.»

STC 99/1986 de 11 de julio (sobre la irretroactividad)

Fto. Jco. 11: «...tal irretroactividad viene referida concretamente a las disposiciones sancionadoras no
favorables o restrictivas de derechos individuales, y ello hace inviable la invocación de esta norma
para afirmar el respeto debido a unas situaciones jurídicas que, si hubieran de identificarse como
pretensiones tuteladas por la norma en cuestión, no tendría otros titulares que los entes públicos (el
Ayuntamiento o la mayoría de los ayuntamientos interesados) a los que el art. 8 a) del EAPV
atribuiría la posibilidad de solicitar la incorporación a esta C.A.»

STC 99/1987 de 11 de junio (retroactividad y derechos adquiridos)

Fto. Jco. 6: «Cabe indicar que la eficacia y protección del derecho individual, nazca de una relación
pública o de una privada, dependerá de su naturaleza y de su asunción más o menos plena por el
sujeto, de su ingreso en el patrimonio del individuo. Por eso se ha dicho que la doctrina y la práctica
de la irretroactividad sólo es aplicable a los derechos consolidados, asumidos, integrados en el
patrimonio del sujeto, y no los pendientes, futuros, condicionados y expectativas, según reiterada
doctrina del T.S. Desde esta perspectiva se sostiene en el recurso que los derechos en cuestión
pertenecen a la categoría de derechos adquiridos, inmunes a la retroactividad. Ya se ha dicho antes
que no es esta la calificación que merecen y que, por ello, hay que reiterar la solución mantenida por
la sentencia de este Tribunal antes citada (STC 108/1986 de 29 de julio), al decir que la invocación

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del principio de irretroactividad no puede presentarse como una defensa de una inadmisible
petrificación del ordenamiento jurídico (STC 27/1981, de 20 de julio; STC 6/1983 de 4 de febrero,
entre otras), y de ahí la prudencia que la doctrina del T.C. ha mostrado en la aplicación del referido
principio, señalando que sólo puede afirmarse que una norma es retroactiva, a los efectos del art. 9.3
de la C.E., cuando incide sobre 'relaciones consagradas' y 'afecta a situaciones agotadas', y que 'lo
que se prohibe en el art. 9.3 es la retroactividad entendida como incidencia de la nueva Ley en los
efectos jurídicos ya producidos de situaciones anteriores, de suerte que la incidencia en los derechos,
en cuanto a su proyección hacia el futuro, no pertenece al campo estricto de la irretroactividad' (STC
42/1986 de 10 de abril). Y añade la STC 108/1986, que se refiere a Jueces y magistrados en tanto que
funcionarios, que, 'aún en la hipótesis de la existencia de un derecho subjetivo a la edad de
jubilación, esta doctrina conduce a rechazar la supuesta vulneración del principio de irretroactividad,
pues las disposiciones impugnadas (art. 386 LOPJ) para nada alteran situaciones agotadas o
perfectas, sino que se limitan a establecer para el futuro la consecuencia jurídica (la jubilación) de un
supuesto genérico (cumplir determinadas edades) que aún no ha tenido lugar respecto a los sujetos
afectados' (Fto. Jco. 17).»

STC 27/1981 de 20 de julio (significado de la seguridad jurídica)

Fto. Jco. 10: «La seguridad jurídica... es suma de certeza y legalidad, jerarquía y publicidad
normativa, irretroactividad de lo no favorable, interdicción de la arbitrariedad, pero que, si se agotara
en la adición de estos principios, no hubiera precisado de ser formulada expresamente. La seguridad
jurídica es la suma de estos principios, equilibrada de tal suerte que permita promover, en el orden
jurídico, la justicia y la igualdad, en libertad.»

STC 63/1982 de 20 de octubre (intangibilidad de la cosa juzgada y ejecución de sentencias)

Fto. Jco. 3: «El principio de seguridad que consagra el art. 9.3 de la C.E. (...) lleva a maximalizar la
intangibilidad de la cosa juzgada y a mantener la ejecutoriedad de las sentencias firmes.»

ATC 507/1983 de 26 de octubre (la seguridad jurídica no da lugar al recurso de amparo)

Fto. Jco. 1: «Aparte de que la seguridad jurídica es certidumbre del ordenamiento y de las normas
que forman parte de él, el art. 9 no pertenece a los que dan lugar a un recurso de amparo, según la
prescripción categórica el art. 53 de la C.»

STC 15/1986 de 31 de enero (seguridad jurídica y derecho a la seguridad personal del art. 17.1)

Fto. Jco. 2: «El derecho a la seguridad reconocido en el art. 17.1 de la C.E. es, así, el derecho a la
seguridad personal y no a la seguridad jurídica que garantiza el art. 9.3 de la C.E. y que equivale, con
fórmula obligadamente esquemática, a certeza sobre el ordenamiento jurídico aplicable y los
intereses jurídicamente tutelados.»

STC 126/1987 de 16 de julio (seguridad jurídica e interdicción absoluta de la irretroactividad)

Fto. Jco. 11: «En cuanto al principio de seguridad jurídica también aducido, ha venido ciertamente
configurándose, a partir de la sentencia nº 26 del T.C. Federal alemán de 19 de Diciembre de 1961,
una línea argumental que, partiendo de la idea del Estado de Derecho y de los principios que lo
informan, considera que las normas tributarias retroactivas pueden estimarse constitucionalmente
ilegítimas cuando atentan a tal principio y a la confianza de los ciudadanos.

Ahora bien, el principio de seguridad jurídica no puede erigirse en valor absoluto por cuanto daría
lugar a la congelación del ordenamiento jurídico existente, siendo así que éste, al regular relaciones
de convivencia humana, debe responder a la realidad social de cada momento como instrumento de
perfeccionamiento y progreso. La interdicción absoluta de cualquier tipo de retroactividad entrañaría
consecuencias contrarias a la concepción que fluye del art. 9.2 de la C. como ha puesto de manifiesto
este Tribunal entre otras en sus STC 27/1981 y STC 6/1983. Por ello el principio de seguridad

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jurídica consagrado en el art. 9.3 de la Norma Fundamental no puede entenderse como un derecho de
los ciudadanos al mantenimiento de un determinado régimen fiscal.»

STC 46/1990 de 15 de marzo (seguridad jurídica y claridad normativa)

Fto. Jco. 4: «La exigencia del 9.3 relativa al principio de seguridad jurídica implica que el legislador
debe perseguir la claridad y no la confusión normativa, debe procurar que acerca de la materia sobre
la que se legisle sepan los operadores jurídicos y los ciudadanos a qué atenerse, y debe huir de
provocar situaciones objetivamente confusas como la que sin duda se genera en este caso dado el
complicadísimo juego de remisiones entre normas que aquí se ha producido. Hay que promover y
buscar la certeza respecto a qué es Derecho y no, como en el caso ocurre, provocar juegos y
relaciones entre normas como consecuencia de las cuales se introducen perplejidades difícilmente
salvables respecto a la previsibilidad de cuál sea el Derecho aplicable, cuáles las consecuencias
derivadas de las normas vigentes incluso cuáles sean éstas. La vulneración de la seguridad jurídica es
patente y debe ser declarada la inconstitucionalidad también por este motivo.»

STC 27/1981 de 20 de julio (significado de la arbitrariedad)


Fto. Jco. 10: «El juicio de la arbitrariedad suele remitirse a la actuación del Ejecutivo; más
concretamente a la actuación de la Administración Pública. En este sentido 'arbitrario' equivale a no
adecuado a la legalidad y ello, tanto si se trata de actividad reglada, infracción de la norma, como de
actividad discrecional, desviación de poder etc. Pero la C. se refiere a todos los poderes públicos y, al
hacerlo así, introduce un arma revisora en manos de los Tribunales ordinarios y del T.C. Cuando se
habla de la arbitrariedad del legislativo, no puede tratarse de la adecuación del acto a la norma, pero
tampoco puede reducirse su examen a la confrontación de la disposición legal controvertida con el
precepto constitucional que se dice violado.
El acto del legislativo se revela arbitrario, aunque respetara otros principios del art. 9.3 cuando
engendra desigualdad. Y no ya desigualdad referida a la discriminación, que ésta concierne al art. 14,
sino a las exigencias que el art. 9.2 conlleva, a fin de promover la igualdad del individuo y de los
grupos en que se integra, finalidad que, en ocasiones, exige una política legislativa que no puede
reducirse a la pura igualdad ante la Ley.»
STC 66/1985 de 23 de mayo (noción de arbitrariedad)
Fto. Jco. 1: «La noción de la arbitrariedad no puede ser utilizada por la jurisdicción constitucional sin
introducir muchas correcciones y matizaciones en la construcción que de ella ha hecho la doctrina del
Derecho Administrativo, pues no es la misma la situación en la que el legislador se encuentra
respecto de la C., que aquella en la que se halla el Gobierno, como titular del poder reglamentario, en
relación con la Ley.»
STC 108/1986 de 26 de julio (la arbitrariedad y la libertad del legislador)
Fto. Jco. 18: «Los recurrentes tachan también de arbitraria la modificación de la edad de jubilación,
por lo que los preceptos impugnados serían inconstitucionales según el citado art. 9.3 de la Norma
suprema. Pero la calificación de 'arbitraria' dada a una Ley a los efectos del art. 9.3 exige también
una cierta prudencia. La Ley es la expresión de la voluntad popular, como dice el Preámbulo de la C.
y como es dogma básico de todo sistema democrático. Ciertamente, en un régimen constitucional,
también el poder legislativo está sujeto a la C., y es misión de este Tribunal velar por que se
mantenga esa sujeción, que no es más que otra forma de sumisión a la voluntad popular, expresada
esta vez como poder constituyente. Ese control de la constitucionalidad de las leyes debe ejercerse,
sin embargo, de forma que no imponga constricciones indebidas al poder legislativo y respete sus
opciones políticas. El cuidado que este Tribunal ha de tener para mantenerse dentro de los límites de
ese control ha de extremarse cuando se trata de aplicar preceptos generales e indeterminados, como
es el de la interdicción de la arbitrariedad, según ha advertido ya algunas de sus Sentencias (STC
27/81 de 20 de julio y 66/85 de 23 e mayo). Así, al examinar un precepto legal impugnado desde ese
punto de vista el análisis se ha de centrar en verificar si tal precepto establece una discriminación,
pues la discriminación entraña siempre una arbitrariedad, o bien, si aún no estableciéndola, carece de
toda explicación racional, lo que también evidentemente supondría una arbitrariedad, sin que sea
pertinente un análisis a fondo de todas las motivaciones posibles de la norma y de todas sus
eventuales consecuencias.»

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STC 151/1986 de 1 de diciembre (arbitrariedad en la ley)

Fto. Jco. 6: «...No resulta admisible, ni por tanto debe considerarse justificativo de la desigualdad,
que la Administración elija libremente, y en la misma resolución, a quienes aplicar y a quienes no
aplicar la normativa vigente, actuación ésta vetada por la interdicción de la arbitrariedad contenida en
el art 9.3 de la C.E.»

Este documento se ofrece con una finalidad informativa. Velamos por la actualidad, exactitud y
veracidad de los mismos, si bien se advierte que no son los textos oficiales y se declina toda
responsabilidad por los daños que puedan causarse debido a las inexactitudes o incorrecciones en los
mismos.

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