La Gestion de Riesgos Desde La Psicologia Social

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LA GESTIÓN DE RIESGOS DESDE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

Chapter · June 2020


DOI: 10.21892/9789588557755.9

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Ariel Quezada
Universidad Adolfo Ibáñez
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DOI: https://doi.org/10.21892/9789588557755.9

LA GESTIÓN DE RIESGOS DESDE LA


PSICOLOGÍA SOCIAL

Ariel Osvaldo Quezada Len1

Resumen
El concepto de vulnerabilidad es de vital importancia para la
psicología, dado que articula la relación entre aspectos del individuo
y del ambiente físico y social, como elementos claves para el bienestar
de la persona. La vulnerabilidad puede analizarse desde distintos
puntos de vista complementarios, para tener una comprensión
más cabal. La vulnerabilidad, en su interjuego entre la amenaza y la
capacidad, conforman un todo relacionado que articula el concepto
de riesgo, el que puede administrarse con la finalidad de reducir la
probabilidad de deteriorar la calidad de vida de las personas. En
este apartado se brindarán definiciones centrales, que ayudarán
a configurar un apropiado mapa conceptual, que ayude al lector a
sentar las bases elementales de una administración de riesgos. El foco
está centrado en la seguridad industrial, dado que los orígenes de
la disciplina están ligados a este campo, para después decantar en
su evaluación estandarizada y el monitoreo continuo de los riesgos
psicosociales, con una creciente importancia, acorde con la evolución
de las características del trabajo. Finalmente, se abordará el concepto
de resiliencia, el cual, inicialmente descrito como una capacidad
individual, se ha extendido a grupos y organizaciones. La resiliencia se
erige como complemento a la vulnerabilidad, dado que proporciona
un balance en favor de la protección y salud mental de las personas.
Palabras clave: riesgo, amenaza, vulnerabilidad, capacidad,
resiliencia

1 Jefe de Carrera de Psicología / Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales - Univer-


sidad Viña del Mar – Chile. MIND Servicios de Psicología y Consultorías Limitada, Chile.
Avenida Coraceros 50, Viña del Mar, CP 2520000, +56993300419, aquezada@mindchi-
le.cl, Licenciado en Psicología (Universidad de Valparaíso), Doctor en Psicología Social
(Universitat de Barcelona), Magister en Gestión de Organizaciones (Universidad Adolfo
Ibáñez). Psicología Social, Influencia Social, Seguridad en Organizaciones, Riesgos Psico-
sociales Laborales, Control de Fatalidad

Psicología y Vulnerabilidad
ISBN: 978-958-8557-75-5
La gestión de riesgo desde la psicología social

Abstract
The concept of vulnerability is of vital importance for psychology,
since it articulates the relationship between aspects of the individual
and the physical and social environment, as key elements for the well-
being of the person. The vulnerability can be analyzed from different
complementary points of view, to have a more complete understanding.
Vulnerability, in its interplay between threat and capacity, make up
a related whole that articulates the concept of risk, which can be
managed in order to reduce the likelihood of deteriorating the quality
of life of people. In this section, central definitions will be provided,
which will help to configure an appropriate conceptual map that will
help the reader lay the basic foundations of risk management. The
focus is on industrial safety, given that the origins of the discipline
are linked to this field, to later decant in its standardized evaluation
and continuous monitoring of psychosocial risks, with an increasing
importance, according to the evolution of the characteristics from
work. Finally, the concept of resilience will be addressed, which,
initially described as an individual capacity, has been extended to
groups and organizations. Resilience is a complement to vulnerability,
given that it provides a balance in favor of the protection and mental
health of people.
Keywords: risk, threat, vulnerability, capacity, resilience

Hacia una conceptualización inicial

Los seres humanos somos una expresión última de una serie de


ajustes adaptativos a nuestro entorno. En efecto, capacidades físicas
y psicológicas son expresión de esta evolución que hemos tenido como
especie. Un ejemplo de esta evolución es la capacidad de aprendizaje, que
ha permitido la adaptabilidad y supervivencia de la especie a través de los
años y enfrentando distintos contextos (Domjan, 2010).
En esta perspectiva, la ponderación de los beneficios y los riesgos de
una acción podría mantener una relación con nuestra evolución dado que,
en condiciones normales, se privilegiará la realización de conductas que
proporcionen beneficios sin pagar un costo muy alto o que atenten contra
la integridad del individuo.
Para tener una mayor precisión de los términos que se emplearán, se
hace necesario aclarar algunos conceptos asociados en esta problemática.

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Para comenzar, el evento activador se podría denominar desastre, concepto


anclado en un particular origen etimológico griego: “des” “aster”. Dado que
las comunidades eran asiduas a la observación de los astros y distintos
fenómenos de los cuerpos celestes, se creía que tenían una relación directa
con diversos fenómenos en la tierra y en la vida de las personas. Así, la
negación de los astros (en este caso, un desastre) estaría ligado al augurio
de calamidades y fatalidades para la comunidad. Más tarde, al surgir
las religiones, estos desastres se asociaron a la idea de un castigo de las
divinidades por alejarse del camino dictaminado o, en caso contrario, la no
ocurrencia de un desastre se debe precisamente a la intervención protectora
de la divinidad (Ulloa, 2011).
Desde el punto de vista de las personas un desastre corresponde a una
alteración de la vida cotidiana y que no puede restaurarse por los propios
medios, requiriendo ayuda externa. Esta alteración puede ser generada por
el impacto de un fenómeno de la naturaleza o de la acción humana, que
incide directamente en el funcionamiento de una sociedad (Ulloa, 2011).
El que se desencadene un desastre está también asociado
dinámicamente a otros tres conceptos centrales: amenaza, vulnerabilidad y
capacidad.
Amenaza (o peligro) corresponde a fenómenos extremos, de origen
natural o no, que actúan en un determinado espacio y tiempo definido, con
el potencial de causar daño a alguien. De manera simple, son fenómenos
que tienen el potencial de afectar negativamente a los seres humanos.
Vulnerabilidad, por su parte, se identifica con la propensión de un
elemento expuesto, a sufrir daños (D’Ercole & Trujillo, 2003). Es decir,
que una amenaza genere daño está íntimamente relacionado con que la
susceptibilidad de una persona o un grupo se vean afectados. En términos
formales, la vulnerabilidad son las características y las circunstancias de
una persona, comunidad o sistema que los hacen susceptibles a los efectos
perjudiciales de una amenaza.
Las capacidades son la sumatoria de todas las fortalezas, atributos
y recursos disponibles dentro de una persona, comunidad, sociedad u
organización que pueden emplearse para mantener la vida cotidiana y
enfrentar las amenazas con sus potenciales consecuencias negativas. La
amplia gama de las capacidades va desde la infraestructura, los medios

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físicos, las instituciones, las habilidades de afrontamiento conocimiento,


capital y destrezas individuales y comunitarias (UNESCO, 2012).
Teniendo claros los conceptos ya definidos, el riesgo podría expresarse
como una función tal como lo muestra la Figura 1:

Figura 1. Conformación del riesgo en función de la relación entre la presencia de


amenazas, vulnerabilidad y capacidades.
A modo de ejemplo cotidiano, podría ilustrarse en el riesgo (R) de
sufrir una insolación se daría en la interacción entre una amenaza (A) de
alta radiación solar x una vulnerabilidad (V) de estar al exterior y tener una
piel blanca. Ese riesgo (R) podría aumentar o disminuir en función de las
capacidades del individuo (C) ligadas a la posibilidad de cubrirse del sol y/o
aplicar algún filtro solar sobre la piel.
Ejemplificándolo en el caso de un riesgo psicosocial de tipo laboral,
estaría asociado a una amenaza ligada a condiciones laborales de alta
exigencia, vulnerabilidades individuales tales como la baja experiencia
laboral y capacidades del trabajador relacionadas, por ejemplo, a la
capacidad de aprendizaje y las habilidades sociales.
Como se puede apreciar, el concepto de riesgo no es absoluto ni
inmutable. Al contrario, es un concepto dinámico y que se relaciona con
las amenazas, vulnerabilidades y capacidades del sujeto, grupo o comunidad
que se desea analizar.

Gestión de riesgos y la cultura de seguridad


Si se considera que la magnitud de un riesgo podría aumentar o
disminuir dependiendo de cómo se enfrentan las amenazas, se minimizan
las vulnerabilidades y se fortalecen las capacidades, se puede establecer una
apropiada gestión de riesgos. Es más, los riesgos se pueden evaluar, medir
y controlar con distintos grados de efectividad.

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El psicólogo británico James Reason es seguramente uno de los más


citados en relación con la seguridad y cómo se genera el error humano
que, finalmente, se traduce en un desastre o incidente. Uno de los modelos
largamente difundidos es el del Queso Suizo, en el cual se observa que
un incidente es un evento que logró traspasar cada una de las medidas
y acciones que una organización o comunidad estableció para evitar un
accidente. En la Figura 2 se observa gráficamente cómo el evento indeseable
ha sorteado las medidas de control que se definieron para evitarlo.

Figura 2. El Modelo del Queso Suizo es una representación gráfica de cómo un evento
indeseable que concluye en un accidente logró sortear los controles definidos por el
sistema. Extraído de Ministerio de Protección Social (2007)
Tal como se puede apreciar, el daño ocurrió toda vez que un peligro
traspasó las barreras de una ejecución y procedimientos técnicos, sistemas de
comunicación, inadecuada formación o instrucción, fallas en la supervisión
y en la monitorización.
Siguiendo con esta distinción, existen tipos de acciones humanas que
pueden decantar en accidentes y que, para mitigar su ocurrencia, el sistema
debería brindar las barreras suficientes para limitar su impacto (Reason,
Manstead, Stradling, Baxter, & Campbell, 1990). Esquemáticamente se
puede observar con mayor claridad en la Figura 3.

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Figura 3. Taxonomía en que se distingue los tipos de acciones que pueden estar a la base
de accidentes según Reason et al. (1991).
La primera distinción que abre el árbol taxonómico se focaliza en la
intencionalidad de la acción, es decir, si es o no una conducta deliberada
por parte de la persona. Si es deliberada, esta puede corresponder a una
equivocación, en la cual hay una clara voluntad de realizar una conducta,
pero que se basa en reglas o en conocimientos errados, a diferencia
de la violación, que es una acción destinada a romper una regla o un
procedimiento. En la otra banda se encuentran las acciones no intencionales,
en los que el sujeto no tiene la voluntad de realizar un acto inseguro pero
que ocurre a causa de una falla de memoria —en el caso del lapsus— o
en una falla en la atención —en el caso de un Desliz— (Reason et al.,
1991). Ejemplificando cada uno de estas acciones humanas en el ámbito
de la conducción, una violación sería entrar en contrasentido de una calle
para hacer una ruta más corta, teniendo completo conocimiento de que el
sentido es el opuesto. Equivocación se podría dar con la misma conducta
de ingresar en contrasentido, pero, por desconocer que el sentido de la
calle es opuesto, caso que se da en rutas internas en faenas industriales o,
de manera más dramática, cuando un conductor de Europa Continental
ingresa a rutas británicas pensando que el sentido de la conducción es
la misma. Una acción no intencional del tipo desliz puede darse cuando,
al conducir alguien, toma un vaso de café que se derrama perdiendo el
control de su vehículo. Lapsus podría ejemplificarse al realizar una ruta y
haber olvidado el camino correcto para llegar a destino. Esta taxonomía es
de gran ayuda para poder dar un efectivo control de la ocurrencia de actos

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inseguros, con estrategias diferenciales, dependiendo intencionalidad de


ellos.
Para evitar que acciones humanas o condiciones del entorno se
traduzcan en un desastre, surge la Gestión de Riesgos. Se pueden distinguir
tres grandes tipos de Gestión (Ulloa, 2011):
Gestión Reactiva: Cuando se presenta una emergencia, se responde
contingentemente a la emergencia, asumiendo los costos y tratando de
minimizar los daños.
Gestión Correctiva: Se adoptan medidas y acciones con anticipación,
para lograr conseguir una reducción en las condiciones de riesgos ya
existentes. Se aprovechan los análisis de riesgos previos, dando cuenta
de una memoria histórica ante desastres previos, con el fin de revertir y
cambiar los procesos que se asocian a los riesgos.
Gestión Prospectiva: Consiste en la adopción de medidas y acciones
que lleven a una planificación del desarrollo para evitar la generación
de nuevas condiciones de riesgo. Incluso, se aspira a que se desarrollen
estrategias para riesgos que aún no existen, a través de regulaciones legales,
inversiones públicas y privadas, formación y desarrollo de capacidades, etc.
Sin duda alguna, la Cultura de Seguridad de una organización o
una comunidad obedece también a estadios de desarrollo y madurez
característicos. Una buena evaluación permite conocer en qué etapa de
madurez se encuentra la entidad, para poder ajustar las expectativas de
lo que puede o no hacer y, en un futuro, preparar el desarrollo a estadios
superiores.
Parker, Lawrie y Hudson, en 2006, desarrollan una útil caracterización
del estado de madurez de la cultura de seguridad en organizaciones, la
que también puede ser útil para la evaluación de estrategias nacionales y,
aún más, en términos del autoanálisis individual. En la Figura 4 se puede
apreciar con más detalle.

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Figura 4. Cuadro en el que se visualizan los cinco estadios de maduración en Cultura de


Seguridad de una organización, según Parker, Lawrie y Hudson (2006).
Como se observa en la Figura 4, en la madurez de una organización
se pueden distinguir Organizaciones de Cultura Patológica, en la cual no
hay una preocupación por la seguridad, en donde los indicadores negativos
son ignorados, eludiendo cualquier responsabilidad y siendo refractarios
a cualquier nueva idea tendiente a la mejora en la seguridad. Un escalón
más arriba están aquellas Organizaciones de Cultura Reactiva, en las
que se toman acciones siempre después de que haya ocurrido un evento
indeseable. Más arriba, están las Organizaciones de Cultura Calculadora,
en las que se toma registro de los incidentes, como parte de la gestión a las
cuales están legalmente obligadas. En los estadios superiores se encuentra
la Cultura Proactiva, en la que la mejora constante es la tónica para evitar
que los accidentes ocurran. Finalmente, la Cultura Generativa es aquella en
la que la seguridad es el valor que cruza la forma de actuar de las personas
(Parker et al., 2006).
La gestión de riesgos es una ciencia aplicada, que ha surgido
principalmente al alero de la industria en donde destacados psicólogos han
hecho un importante aporte teórico y práctico. Sin embargo, este desarrollo
puede extrapolarse a distintas áreas aplicadas en las que la meta principal
es reducir la ocurrencia de desastres que lesionan la calidad de vida de las
personas. En este sentido, siempre que sea posible identificar amenazas,

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evaluar las vulnerabilidades y mejorar la capacidad de respuesta, se estará


haciendo una gestión de riesgos.
A continuación, se revisará cómo se identifican y se manejan los
riesgos psicosociales en el ámbito laboral.

Riesgos psicosociales laborales


El mundo del trabajo es largamente el ambiente en donde se destina la
mayor cantidad de horas de vida y se erige como uno de los más relevantes
en la vida de la persona.
La seguridad en el trabajo dedica grandes esfuerzos en la eliminación
de la fatalidad en el trabajo como también la reducción de las enfermedades
profesionales ocasionadas en el trabajo. Esta es la razón por la cual los
países han diseñado protocolos vigilancia de salud ocupacional para el
control de enfermedades. A modo de ejemplo, en el caso de particular de
la minería en Chile (Instituto de Seguridad Laboral, 2017), los obligatorios
son los de pérdida auditiva por exposición a ruido en el trabajo (PREXOR),
los de enfermedades por exposición a sílice (PLANESI), el de identificación
y evaluación de factores de riesgo de trastornos músculo-esqueléticos
relacionados con el trabajo (TEMERT) y, finalmente, el Protocolo de Riesgos
Psicosociales en el Trabajo (RPSL).
En menos de medio siglo el trabajo ha tenido una notable evolución
de la mano de grandes cambios económicos, políticos, tecnológicos y
sociales. En efecto, el trabajo de mayor demanda mental ha ido ganando
mayor proporción, siendo más quienes trabajan en oficinas que quienes
lo hacen en industrias o en el campo (Superintendencia de Seguridad
Social, 2016). En esta lógica, se ha hecho progresivamente más importante
desarrollar habilidades de tipo interpersonales (comunicación) y cognitivas
(por ejemplo, toma de decisiones). La estabilidad en el empleo se ha
reducido, valorando la flexibilidad del trabajador y demandando de este
que pueda afrontar cambios, sea proactivo y comprometido, a veces a costa
de la vida personal y familiar. Sin que hayan desaparecido los riesgos de
tipo físico, químico, biológico o ergonómico, la importancia de los Riesgos
Psicosociales Laborales cobra una creciente importancia.
La Organización Internacional del Trabajo, en 1984, describe un
modelo de factores psicosociales en el trabajo, en el que la interacción entre

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las características de la organización y las características del grupo humano


podría tener consecuencias favorables o desfavorables en la satisfacción
laboral, el rendimiento y, fundamentalmente, en la salud de los trabajadores.
Este modelo se ilustra en la Figura 5.

Figura 5. Modelo de Factores Psicosociales en el Trabajo, elaborado por la OIT (1984).


Identificado un modelo apropiado para entender la incidencia en la
Salud Mental de los trabajadores, el paso siguiente es poder establecer un
instrumento de medición que permita evaluar el riesgo y, en consecuencia,
poder mantenerlo controlado. Ante este desafío, surgen una serie de
esfuerzos para poder medir el riesgo de contraer un trastorno de salud
mental en el trabajo.
Una de las herramientas de medición más aceptadas es la Copenhagen
Psychosocial Questionnaire (COPSOQ), luego adaptada al español en el
Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud de Barcelona (ISTAS).
Finalmente, para la evaluación en Chile, la Superintendencia de Seguridad
Social desarrolla el Cuestionario SUSESO/ISTAS 21 en sus versiones breve
y completa (Superintendencia de Seguridad Social, 2016).
Las cinco dimensiones que se evalúan son las que se describen en la
Tabla 1.

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Tabla 1
Dimensiones Evaluadas en el Cuestionario SUSESO/ISTAS 21 Breve

Nombre de la Dimensión Ítems Descripción de la Dimensión


Exigencias Cuantitativas,
Cognitivas, Sensoriales,
Exigencias Psicológicas 5
Emocionales y Supresión de
Emociones
Influencia, Control sobre el
Trabajo Activo y Posibilidades de tiempo de trabajo, Desarrollo en
5
Desarrollo el trabajo, Sentido del trabajo e
Integración en la empresa
Claridad de Rol, Conflicto de
Rol, Calidad de Liderazgo,
Apoyo social en la empresa y
5 Calidad de la Relación con
calidad de liderazgo
Superiores y con compañeros de
trabajo.
Estima, Inseguridad respecto
Compensaciones 3 al contrato del trabajo y a las
características del trabajo
Preocupación por las Tareas
Doble Presencia 2
Domésticas
Esta evaluación se puede realizar en toda unidad de trabajo sobre
25 trabajadores. La aplicación es anónima y dependiendo del puntaje
que, individualmente, un trabajador pueda obtener en cada una de las
dimensiones, podría indicar el riesgo psicosocial que él percibe. Si más
del 50% de los trabajadores de una misma unidad muestran también un
riesgo alto en esa dimensión, la unidad arroja una alerta y se consigna
+1. En el caso opuesto, si más del 50% de los trabajadores de una misma
unidad indican un riesgo bajo, la dimensión arroja un riesgo bajo y se
anota un -1. Un riesgo psicosocial alto, medio o bajo se determinará por la
puntuación completa que tenga una unidad de trabajo en la suma de los +1
y -1 obtenidos en las cinco dimensiones. A partir de los resultados globales
obtenidos se asocian acciones de mitigación determinadas. Esto se puede
clarificar de mejor manera tal como aparece en la Figura 6.

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Figura 6. Relación entre los puntajes obtenidos en el Cuestionario SUSESO/ISTAS


21 versión breve, el nivel de riesgo y las acciones que la organización debe adoptar
(Ministerio de Salud, 2017).
La aplicación de los protocolos de vigilancia laboral de riesgos
psicosociales, brindará una valiosa información que permitirá caracterizar
los riesgos más altos, las industrias y sus riesgos asociados, los trastornos de
mayor frecuencia y los métodos de mitigación más eficientes.

Resiliencia individual y de grupos y organizaciones

El origen etimológico de la palabra resiliencia proviene del latín resilio


y corresponde a la capacidad física de los objetos de rebotar o de absolver
las perturbaciones para luego volver a la forma original (OMS, 1997). Sin
embargo, una acepción más cercana a la psicología es aquella que describe
a quienes, a pesar de nacer y desarrollarse en contextos de alto riesgo, se
desarrollan psicológicamente sanos y exitosos.
Uno de los más destacados exponentes de la conceptualización y
trabajo aplicado en el campo de la resiliencia, Michael Rutter (2012), señala
que durante las dos últimas décadas la tendencia estuvo marcada por el
cambio de foco desde el riesgo hacia la resiliencia por parte de investigadores,
clínicos y actores de políticas públicas. En efecto, se privilegió enfatizar
en aspectos positivos en lugar de hacerlos en aquellos desadaptativos,
siguiendo una tendencia más amplia enmarcada en la Psicología Positiva.
El mismo Rutter (2012) define la Resiliencia como la reducción de la

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vulnerabilidad a las experiencias de peligros ambientales, la superación de


un estrés o la adversidad, o un resultado relativamente bueno a pesar de las
experiencias de riesgo.
Se advierte entonces que la capacidad, enunciada anteriormente en
la función de riesgo, tiene una directa relación con la resiliencia dado que
proporciona una compensación a las vulnerabilidades que puede presentar
una persona frente a una amenaza o peligro.
Si en los orígenes de esta conceptualización se focalizó en capacidades
individuales de sujetos para enfrentar adversidades, recientemente se ha
acuñado el término de Resiliencia Organizacional para describir la habilidad
de una organización para recuperarse rápidamente, después de incidentes
críticos o cambios ambientales repentinos, siendo incluso considerado
directa o indirectamente como una medida de robustez organizacional
(Xenidis & Theocharous, 2014). Incluso, otras derivaciones han extendido
su acepción para ligarla a la capacidad de reacción y de recuperación de
una organización a diferentes cambios en el entorno, no solo físico, sino
de negocios, alejándose completamente a su original vinculación a la salud
(Kamlot, 2017).
En Iberoamérica, se han desarrollado interesantes equipos de
investigación centrados en la promoción de organizaciones positivas que
se comprometan activamente en la promoción de la salud con un enfoque
comprehensivo, interdisciplinar y multicausal. Entre estos equipos se
encuentra el de la Univesitat Jaume I en Castellón, España. Proponen que
una organización positiva es aquella que incesantemente busca la excelencia
organizacional y el éxito financiero, pero que van más allá dado que
gozan de una fuerza laboral física y psicológicamente saludable capaz de
mantener un ambiente laboral y cultura organizacional positivos. No solo
pueden sortear períodos de cambio y turbulencia, sino que también tienen
una alta capacidad de aprendizaje. En este equipo surge el concepto de
Organización Saludable y Resistente o su sigla en inglés HERO por HEalthly
& Resilient Organization (Salanova, Llorens, & Martínez, 2016). En esta línea,
las Organizaciones Positivas son aquellas caracterizadas por el binomio:
salud y resiliencia. Una organización de características HERO es aquella
que realiza acciones sistemáticas, planificadas y proactivas, para mejorar
tanto procesos como resultados de los trabajadores y la organización toda.
Adicionalmente, son organizaciones resilientes, dado que mantienen un

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ajuste positivo frente a desafíos y se fortalecen ante situaciones adversas


(Salanova et al., 2016).
Siguiendo en esta línea, el concepto de resiliencia no solo tiene
aplicabilidad para la psicología individual, sino que también tiene perfecta
sintonía con el mundo de las organizaciones, atendiendo a la creciente
necesidad de contar con organizaciones tremendamente exitosas en términos
empresariales, logro que se consigue cuando de base hay trabajadores con
riesgos de salud mental acotados y se desarrollan en un ambiente laboral
sano.

Conclusión

En este apartado se ha entregado una conceptualización que permite


comprender la gestión y administración de riesgos con base en la acción
decidida sobre una multiplicidad de factores intervinientes, pero entre
los que destacan se encuentran el de peligro o amenaza, vulnerabilidad y
capacidad.
La importancia que tiene la vida laboral en la vida general de cada
persona es enorme, y los riesgos asociados al trabajo, durante mucho
tiempo, se focalizaron en aspectos físicos, químicos y ergonómicos, sin
tener herramientas de análisis de los Riesgos Psicosociales Laborales, de
una gran importancia en el día de hoy. Cabe destacar la decidida acción de
los organismos internacionales y los gobiernos que han transformado esta
inicial preocupación en protocolos de riesgos de salud para los trabajadores.
Todos estos esfuerzos decantan positivamente en la salud y calidad de vida
de los trabajadores y sus seres cercanos.
Las organizaciones en este siglo han advertido que parte importante
de la sustentabilidad y viabilidad de su actuar en los negocios pasa por
la salud mental de sus trabajadores, la que se erige como un recurso
estratégico que brinda robustez organizacional y permite una adaptación a
los distintos desafíos de la industria.
Es un deseo que la instalación de una cultura generativa de seguridad
se instale en una comunidad. No sólo la forma de actuar de los trabajadores
incorpore en todo momento la seguridad y la disciplina operacional, sino

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que también atraviese a los dominios comunitarios, familiares e individuales,


en donde una real evaluación de los peligros, las vulnerabilidades y las
capacidades de respuesta, permitan reducir al máximo los riesgos y, en
consecuencia, los efectos perjudiciales para las personas.

Referencias
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