Del Mito A La Literatura

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Del mito a la literatura

Los días del venado

En la obra de la escritora argentina Liliana Bodoc se destaca un conjunto de tres


novelas, Los días del venado, Los días de la sombra y Los días del fuego que fueron publicadas
entre el 2000 y el 2004 e integran una trilogía titulada La saga de los Confines, una colección
en la que los mitos fundacionales de varios pueblos de América (como el náhuatl, por ejemplo)
reviven a través de un género épico cargado de paisajes propios de América.

Componen una producción de un mundo de carácter mágico y arcaico, construcción en


tres partes, descripción de una lucha integral y definitiva entre el bien y el mal, sistema
actancial que actualiza al héroe épico, descripción de batallas heroicas, etc.

Liliana Bodoc, jugando con las convenciones de la fantasía heroica, sugiere en su


trilogía la presencia de un amplio aparato mítico singularmente situado en un mundo ficticio y
maravilloso.

Podríamos resumir de modo muy condensado a los elementos del relato mitológico de
la manera siguiente: los mitos explican la creación o aparición de algo; establecen un dogma y
un sistema de reglas que ejercen un poder de censura sobre la comunidad; son actualizados en
ocasiones rituales mediante la palabra de ciertas personas autorizadas y poseen un carácter
sagrado.

El mito es el producto de una sociedad sin escritura en la que el relato original se va


armando, completando y modificando al mismo tiempo que se transmite de generación en
generación. Al contrario, el relato literario es un texto fijado por la escritura, que expresa,
justificadamente o no, el orgullo individual del autor (ya sea anónimo, nombrado por un
seudónimo, o firmante asumido). La distinción entre esos dos tipos de texto no sólo concierne
la instancia creadora que acabamos de evocar, sino que puede observarse también en la
instancia receptora, es decir los receptores de los mitos en épocas arcaicas aceptaban esas
historias como irrefutables, verdades absolutas e incuestionables, a diferencia de los
receptores de literatura quienes reciben los textos literarios como ficciones creadas con un fin
estético.

Así es como la distancia progresiva que las sociedades más complejas han tomado con
respecto al mito termina provocando su disolución en la literatura, disolución que le hace
perder su carácter reglamentario. Lo mítico por lo tanto correspondería a una inflexión
particular de la recepción, y lo que llamamos mitología griega sería hoy en día en su mayor
parte, si excluimos su restauración por el psicoanálisis, fuente de placer estético y habría
perdido el carácter verdaderamente mítico de los orígenes; el calificativo que le damos no
sería sino la mera señal de su función pasada, el jarrón vacío que exponemos en la sala de
algún museo de arqueología.

Ahora bien, sólo conocemos esos grandes mitos griegos a través de las
retranscripciones cultas que se hicieron cuando dejaron de circular como materia viva y que
fueron recogidos por la escritura de algún erudito. Si ponemos el foco en la literatura
latinoamericana, gran parte de las mitologías precolombinas perduraron gracias a un
fenómeno semejante a través de retranscripciones diversas elaboradas durante la colonia. Hay
que resaltar que la materia mitológica, griega o precolombina, que llegó hasta nosotros es
sobre todo una construcción precaria que se fue elaborando mediante un proceso de « collage
» literario propiamente intertextual.
En estas áreas culturales, lo que en su aspecto actual llamamos mito tiene en realidad
un carácter sumamente literario. Tal relación entre mito y literatura se vuelve aún más confusa
si consideramos el nexo que ha vinculado mito y epopeya en el mundo occidental. Nos
enfrentamos aquí a la polisemia del término mito al que se le puede prestar por lo menos, en
una primera aproximación, dos sentidos : el de relato explicativo de los orígenes (orígenes del
mundo, de la muerte, de los sexos, del fuego, del clan…), o el de glorificación póstuma y
literaria de un personaje histórico (mitificación de Carlomagno, del Cid Campeador…) que a su
vez, tras las manipulaciones ideológicas, puede transformarse en mito de los orígenes
(orígenes de la nación).

Todo ello plantea la relación ambigua entre epopeya y mito, ya que los mitos pueden
volcarse en una epopeya tras su retranscripción literaria (la Ilíada, la Odisea) o al contrario, las
epopeyas pueden participar en la fundación del mito (la Eneida). Asimismo, el mito tiene otro
aspecto formal que lo equipara al cuento tradicional y a la épica antigua o medieval. Nos
referimos aquí al hecho de que esas tres categorías de relatos han de ser repetidas ante un
público que no practica la lectura, y tal repetición pone en evidencia una función determinada:
función ritual en el caso del mito y en las sociedades arcaicas sin escritura, o función estética
de recepción en el caso de la épica y del cuento tradicional.

Cuento tradicional, mito, epopeya : el relato actualizado oralmente en un momento


dado por el chamán que inicia al joven púber, por los padres que preparan el niño al sueño,
por el aedo o el juglar que recuerda a los héroes de antaño, es un relato sin autor, un viejo
cuento que disfruta de la mágica capacidad de poder ser repetido ab aeternam y que, por
muchas versiones que tenga, se presenta siempre en cada actualización como la palabra
recogida de un pasado lejano. Al niño por ejemplo no le importa que los padres le cuenten la
versión de Perrault o la de los hermanos Grimm de Caperucita roja. Le importa que le cuenten
una vez más la fábula que ya le contaron las noches anteriores. Carácter repetitivo y ausencia
de un autor personal identificado, tales son los puntos comunes que distinguen el acto de
comunicación de estos tres tipos de texto.

Repetición, sedimentación intertextual, « collage », atenuación de la figura del autor…,


todo ello aparece, aunque sugerido por una construcción estética artificial y no producido por
el impulso básico del relato, en los textos de fantasía heroica que acatan las convenciones
elaboradas por Bodoc.

Dispositivos centrales de la novela:

1. Presenta al narrador como instrumento de una mediación mágica capaz de


devolverle una memoria totalmente perdida al público al que se pretende cautivar de entrada
con la dimensión extraordinaria, y mítica, de la historia relatada. El recurso tiene mucho que
ver con el arte de juglaría y los procedimientos de la literatura oral.

2. Sugiere que el tiempo primitivo del mito, cíclico y ajeno a la historia, es


interrumpido por la irrupción del acontecimiento nefasto. Con ello Liliana Bodoc describe el
paso entre lo que Mircea Eliade, en su ensayo Le mythe de l’éternel retour, presentó como la
visión arcaica de un tiempo cíclico, reversible, sin acontecimientos históricos y la visión
posterior de un tiempo irreversible, jalonado por las catástrofes históricas. Podemos
considerar que ese mismo paso es el que separa la sociedad arcaica y mítica de la sociedad
histórica. La habilidad de la escritora argentina consiste aquí en apuntar en la ficción misma
ese paso ocurrido en la historia verdadera de muchas sociedades.
Esta presentación enfoca ya el argumento central de la trilogía que relata la guerra
definitiva entre dos mundos, el de las Tierras Antiguas y el de las Tierras Fértiles. Mientras que
éstas recuerdan en muchos aspectos, en particular decorativos y onomásticos, una América
precolombina en la que criaturas y hombres viven en armonía, aquéllas se presentan como un
mundo sombrío, caricatura de una Europa destructora, imperialista y totalitaria.

La evocación de la Conquista de América es evidente, y el relato propone una historia


alternativa en la que ese Nuevo Mundo de fantasía, unido y preparado para la guerra, logra
vencer al conquistador e incluso amenazarlo en su propio santuario. La novela asocia, con el
fin de sugerir cierta dimensión mítica, episodios inspirados de la mitología precolombina a
arquetipos generados por las culturas amerindias así como a imágenes forjadas por los
primeros exploradores europeos de América.

Relata, además, como lo hemos evocado antes, el encuentro entre un mundo sin
historia, un mundo del mito y de la magia, y un mundo que no sólo ha abandonado los mitos,
sino que pretende incluso, mediante la instauración de un totalitarismo absoluto, traspasar la
etapa posterior, la del mundo histórico, al anular la identidad de pueblos y personas.

El mito se verifica en la obra de Liliana Bodoc a través de varios elementos, algunos


formales, otros temáticos. Pero se puede observar sobre todo en el hecho de que la trilogía de
la escritora argentina es una manifestación más, de gran éxito, de un género literario cuya
difusión actual no puede explicarse únicamente por un fenómeno de moda. Habría que ver si
el recurso al pensamiento arcaico, la recuperación de figuras heroicas de carácter épico, la
utilización de mitos originales como modelo de inspiración de relatos fantásticos, el hecho de
proponer un mundo alternativo en el que el lector se consuela de las grandes catástrofes
históricas, tal como la destrucción definitiva de una sociedad americana que hubiera tal vez
podido proponer un mundo de mayor armonía que el actual… habría que ver si todo ello no
participa en la expresión de cierto pensamiento mítico moderno que ya no se encarna en
leyendas fundacionales sino en un sutil juego de ficciones. Todo lo cual demostraría que el
mito como relato no reglamenta más las normativas sociales ni determina una realidad
dogmática, sino que se despliega en el universo del entretenimiento popular, ofreciendo al
lector un consuelo y un refugio con respecto a esa realidad.

En esa medida, la ambigüedad de la fantasía heroica vuelve a plantear el viejo debate


acerca del compromiso social y político de la literatura: por un lado, cuestiona según los
modos de la fábula ciertos aspectos destructores y alienantes de la sociedad actual; por otro
propone un escape que distrae a los lectores de problemas denunciados por las ideologías de
las décadas anteriores. De ahí que el éxito de la fantasía heroica manifiesta el desarraigo
ideológico de su público, joven en su mayoría, y la voluntad de barajar nuevos imaginarios
políticos, centrados en la ecología, lo multiétnico y lo mágico.

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