Del Mito A La Literatura
Del Mito A La Literatura
Del Mito A La Literatura
Podríamos resumir de modo muy condensado a los elementos del relato mitológico de
la manera siguiente: los mitos explican la creación o aparición de algo; establecen un dogma y
un sistema de reglas que ejercen un poder de censura sobre la comunidad; son actualizados en
ocasiones rituales mediante la palabra de ciertas personas autorizadas y poseen un carácter
sagrado.
Así es como la distancia progresiva que las sociedades más complejas han tomado con
respecto al mito termina provocando su disolución en la literatura, disolución que le hace
perder su carácter reglamentario. Lo mítico por lo tanto correspondería a una inflexión
particular de la recepción, y lo que llamamos mitología griega sería hoy en día en su mayor
parte, si excluimos su restauración por el psicoanálisis, fuente de placer estético y habría
perdido el carácter verdaderamente mítico de los orígenes; el calificativo que le damos no
sería sino la mera señal de su función pasada, el jarrón vacío que exponemos en la sala de
algún museo de arqueología.
Ahora bien, sólo conocemos esos grandes mitos griegos a través de las
retranscripciones cultas que se hicieron cuando dejaron de circular como materia viva y que
fueron recogidos por la escritura de algún erudito. Si ponemos el foco en la literatura
latinoamericana, gran parte de las mitologías precolombinas perduraron gracias a un
fenómeno semejante a través de retranscripciones diversas elaboradas durante la colonia. Hay
que resaltar que la materia mitológica, griega o precolombina, que llegó hasta nosotros es
sobre todo una construcción precaria que se fue elaborando mediante un proceso de « collage
» literario propiamente intertextual.
En estas áreas culturales, lo que en su aspecto actual llamamos mito tiene en realidad
un carácter sumamente literario. Tal relación entre mito y literatura se vuelve aún más confusa
si consideramos el nexo que ha vinculado mito y epopeya en el mundo occidental. Nos
enfrentamos aquí a la polisemia del término mito al que se le puede prestar por lo menos, en
una primera aproximación, dos sentidos : el de relato explicativo de los orígenes (orígenes del
mundo, de la muerte, de los sexos, del fuego, del clan…), o el de glorificación póstuma y
literaria de un personaje histórico (mitificación de Carlomagno, del Cid Campeador…) que a su
vez, tras las manipulaciones ideológicas, puede transformarse en mito de los orígenes
(orígenes de la nación).
Todo ello plantea la relación ambigua entre epopeya y mito, ya que los mitos pueden
volcarse en una epopeya tras su retranscripción literaria (la Ilíada, la Odisea) o al contrario, las
epopeyas pueden participar en la fundación del mito (la Eneida). Asimismo, el mito tiene otro
aspecto formal que lo equipara al cuento tradicional y a la épica antigua o medieval. Nos
referimos aquí al hecho de que esas tres categorías de relatos han de ser repetidas ante un
público que no practica la lectura, y tal repetición pone en evidencia una función determinada:
función ritual en el caso del mito y en las sociedades arcaicas sin escritura, o función estética
de recepción en el caso de la épica y del cuento tradicional.
Relata, además, como lo hemos evocado antes, el encuentro entre un mundo sin
historia, un mundo del mito y de la magia, y un mundo que no sólo ha abandonado los mitos,
sino que pretende incluso, mediante la instauración de un totalitarismo absoluto, traspasar la
etapa posterior, la del mundo histórico, al anular la identidad de pueblos y personas.