Antología 38

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1

El guardador de rebaños

Fernando Pessoa
Poeta portugués

Desde la ventana más alta de mi casa,


con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.

Los escribí y debo enseñárselos a todos


porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.

He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,


y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.

¿Quién sabe quién los leerá?


¿Quién sabe a qué manos irán?

Flor, me cogió el destino para los ojos.


Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.

¡Idos, idos de mí!


Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.

Paso y me quedo, como el Universo.

Versión de Rafael Díaz Borbón

2
Crece la torre nueva en el naufragio...

Rubén Bonifaz Nuño


Poeta mexicano

Crece la torre nueva en el naufragio


del muro combatido;
del alveolo de la sal, el rumbo
celeste de la espiga, el transparente
olor de la manzana, y surgen
el olivo y su perla amarillenta
y los suntuosos pórticos del vino.

Canto que no aprendí, silencio


en que instituye el canto las raíces.
Y establecida sobre el alma, sube
la lengua: cera y pábilo
bajo voraz corona encandecida.

Ámbito de la casa es, y casa del traje,


y traje para el cuerpo,
y cuerpo de la voz.

Esfuerzo mío,
tribu de sílabas concordes,
ábreme campo afuera. Tú, que puedes,
introdúceme al coro; así, al oficio
de fundar la ciudad sobre cenizas
de vencidas ciudades. Buen oficio.

Derrame el canto sus caminos


como una primavera de cimientos.

Cirio sonoro, fundación, arroyo


de abejas parcas, arribando
al seno acelerado de la llama.

No solamente mínimo
brasero, engarce de la ofrenda
en aroma desnudo que desgarra
sus ropajes de humo;

sí manantial de macizas paredes,


de azules templos para bordadoras
calladas, de albañiles coronados,
de dulces padres carpinteros,
de manos como príncipes que rijan
el sabor unitivo de la espada.
3
Oh, si me fuera dado el alegrarme
con mi fuerza de hombre, si mi orgullo
(¿a quién volver los ojos?),
como el amor, clarísimo al mirarte,
para siempre naciera,
y en torno, y habitada y ofrecida,
la ciudad y la gente suscitada
por el orden del canto.

En esta hora
y mientras en la plaza, el más valiente
cumple el parto viril de la futura
gloria de su bandera. Golpe
de sol, racimo grave de linajes.

Y estar herido y pobre, y estar vivo


y vencedor, y redimido,
y para siempre ya desenterrado.

4
Magia

Alvaro Diez Astete


Poeta boliviano

Junto al mar, bajo la lluvia, en el bosque


ella levantó el rostro y palpó su terror
-su cuerpo era devoción.

El aire se incendió entre las hojas


-la música extendía las alturas.

Unas voces de la brisa traían el día;


la noche se pobló de miradas del mar.

Unas voces de la brisa traían el día;


la noche se pobló de miradas del mar.

-El agua era un anillo en torno al fuego.

5
El mar y tú

Julia de Burgos
Poetisa de Puerto Rico

La carrera del mar sobre mi puerta


es sensación azul entre mis dedos,
y tu salto impetuoso por mi espíritu
es no menos azul, me nace eterno.

Todo el color de aurora despertada


el mar y tú lo nadan a mi encuentro,
y en locura de amarme hasta el naufragio
van rompiendo los puertos y los remos.

¡Si tuviera yo un barco de gaviotas,


para sólo un instante detenerlos,
y gritarle mi voz a que se batan
en un sencillo duelo de misterio!

Que uno en el otro encuentren su voz propia,


que entrelacen sus sueños en el viento,
que se ciñan estrellas en los ojos
para que den, unidos, sus destellos.

Que sea un duelo de música en el aire


las magnolias abiertas de sus besos,
que las olas se vistan de pasiones
y la pasión se vista de veleros.

Todo el color de aurora despertada


el mar y tú lo estiren en un sueño
que se lleve mi barco de gaviotas
y me deje en el agua de dos cielos.

6
Mujer Todos Los Días

Waldina Mejía Medina


Poetisa de Honduras

Una madre puede hacer


todo lo que hace,
no por ser mamá
sino por ser mujer.
Mamá es una mujer como las otras:
es alegre, tiene canas, se enoja
trata de adelgazar aunque no de a de veras
está enferma
casi no se cuida
mi madre se equivoca
mi mami alguna vez ha sido injusta
lleva sus cuantos errores a la espalda
sus pecadillos por allí escondidos
o deseados
pero mami crió a sus hijos ella sola
y a tres hijos más como a sus propios hijos ella sola
mas era yo tan joven cuando madre quedó sola
que nunca pregunté cómo comimos siempre
y ahora todavía no lo sé
pero tiene que ver con la multiplicación de los pesares.
Ya que es una mujer como las otras
mi madre quiso más de alguna vez
reflorecer su amor
pero los que idolatran el estéril espejo
no entienden
el prodigio
de la transformación del oro en sueños
y si no derrotó en esta batalla
por lo menos a la rabiosa soledad
ya la tiene enjaulada como la bestia horrenda que es
por el claro milagro de los nietos.
Mi mamá nos recibe cuando estamos cansados y caídos
pero no nos convierte las espinas en flores
porque nos enseñó a quitarlas solos
y no es la más clara imagen de Dios sobre la Tierra
no alcanza requisitos para Santa
ni se parece en algo a la Virgen María
sin embargo
mamá puede reír aunque esté triste
madre puede amar aunque ella no sea retribuida
mami puede ayudar aunque ella esté también necesitada
madre puede trabajar aunque haya trabajado

7
hasta la madrugada/
mamá puede aguantar aunque ya no aguante más.
por eso
mamá es una mujer como las otras
una mujer, sencillamente un ser humano,
le dan derecho a serlo
sus cuidados su ternura su amor por los demás
su aguante para aguantar que ya me habría muerto
y por tanto que es esa mujer
me asombro
me inclino
me acorazo
y no sé cuánto decir
cómo la quiero.

8
Donde todas las cosas callan

Fazil Hüsnü Daglarca


Poeta de Turquía

Hay veces en que todos recuerdan a los vivos


como si estuvieran muertos.
Así como el tiempo desaparece de lugares bulliciosos
con multitudes.
Alguien dice: “Satanás pasó” con una voz renovada
en el miedo.
Indigente, debo sufrir estas vastas soledades.
Deseo que mi vida se destiña sobre un globo terráqueo para esforzarme
por los silencios donde todas las cosas callan
y ni siquiera Dios sobrevive.

9
Nocturno a la alcoba

Xavier Villaurrutria
Poeta mexicano

La muerte toma siempre la forma de la alcoba


que nos contiene.

Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa,


se pliega en las cortinas en que anida la sombra,
es dura en el espejo y tensa y congelada,
profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca.

Los dos sabemos que la muerte toma


la forma de la alcoba, y que en la alcoba
es el espacio frío que levanta
entre los dos en muro, un cristal, un silencio.

Entonces sólo yo sé que la muerte


es el hueco que dejas en el lecho
cuando de pronto y sin razón alguna
te incorporas o te pones de pie.

Y es el ruido de hojas calcinadas


que hacen tus pies desnudos al hundirse en la alfombra.

Y es el sudor que moja nuestros muslos


que se abrazan y luchan y que, luego, se rinden.

Y es la frase que dejas caer, interrumpida.


Y la pregunta mía que no oyes,
que no comprendes o que no respondes.

Y el silencio que cae y te sepulta


cuando velo tu sueño y lo interrogo.

Y solo, sólo, yo sé que la muerte


es tu palabra trunca, tus gemidos ajenos
y tus involuntarios movimientos oscuros
cuando en el sueño luchas con el ángel del sueño.

La muerte es todo esto y más que nos circunda,


y nos une y separa alternativamente,
que nos deja confusos, atónitos, suspensos,
con una herida que no mana sangre.

Entonces, sólo entonces, los dos solos, sabemos


que no el amor sino la oscura muerte
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nos precipita a vernos cara a los ojos,
y a unirnos y a estrecharnos, más que solos y
náufragos,
todavía más, y cada vez más, todavía.

11
El espejo

William Ospina
Escritor colombiano

Una región del muro está hechizada.


Sólo el ojo lo sabe.
Un cristal incansable paso a paso repite
las rectas sombras que la tarde desplaza.

Terriblemente dócil, no desdeña


la vertical sinuosa de una hormiga extraviada
y al fondo de sus cámaras
también crecen las plantas.

A veces miro ese país extraño


cuyos hombres no tienen más lenguaje que el gesto,
ese país sin música.

Sé que no puedo ser ese hombre que me mira,


sé que a él no lo alcanzan el temor ni la idea.

Cuando la noche apaga las letras y los ángulos,


en su país de eclipses él no te ama.

12
Por ti sé que el remo que regresa del horizonte...

Vicente Gerbasi
Escritor venezolano

Por ti sé que el remo que regresa del horizonte,


y el hacha que al contacto del árbol
llena de resonancia el día,
y el martillo que aplasta el hierro
y lo moldea como una llama densa,
y la mano que amasa el barro, para la vivienda,
y amasa la harina para los hijos,
y para los hijos de nuestros hijos,
y el escalpelo que transmite sangre a la piedra,
elevando su suave gesto en la penumbra,
y la frente inclinada sobre la maravilla,
hacen la conclusión de la jornada.
Por ti sé que el paso de cada uno es solitario,
como un recuerdo, como un instante,
como la muerte de cada uno.
Por ti sé que el amigo es sagrado,
y que más vale un árbol con frutos
que brillantes monedas de oro.
Pero aquí estoy debatiéndome con sangre, imagen y lamento,
recogido en mi gesto como habitante que sale de la noche.
Por ti me alejo de las ruedas del lujo,
de la serpiente de oro, de la araña de cristal pulido,
de la cortina de azules mariposas.
La tierra nos reclama más cerca de sí misma,
más cerca del sueño en que la vemos.
Ráfagas solitarias se acercan a mi frente,
donde la noche mora temblando en los jazmines.
Fugaces resplandores pasan entre mis huesos,
mientras voy escuchando mis pasos en el polvo.
Avanzo, clamo, caigo, y yo mismo levanto
mi cuerpo abandonado.
Agítanse las sombras al golpe de la sangre,
con el trueno que enluta barrancos y montañas,
y en la humedad enciende cuchillos, ojos, cuerpo
y manos que socavan la soledad oscura.
Camino por escombros, recojo un niño herido
que interminablemente llama hacia las paredes.
Busco un pan, me persiguen
y mis rodillas sangran por largas madrugadas.
Padre de mis huellas,
padre de mi tristeza nocturna.
Y de mi poesía.

13
De tu centro entrañable la noche se derrama...

Tomás Segovia
Poeta español

De tu centro entrañable la noche se derrama


tú sola por los dos la traes a nuestra casa
lleva su sello por los dos tu cuerpo solo
huele a antiguos metales la efusión de tu sangre
a luna de hondas minas y mercurial tiniebla
son el fuego y la sombra un solo óxido en ella
tú sola por los dos hueles a muerte
sólo en tu cuerpo se ceba la vida
yo la siembro en tu carne como un voraz contagio
por ti sola la casa fermenta y se renueva
has mezclado a mi lecho tu roja levadura
mi oscuro fuego cubre el fulgor de tu vientre
quiero anegar mi blanca efusión en tu limo
el olor del color rojo es verdinegro
vuelve con esta blanca y bermeja marea
todo lo que la casa negó para erigirse.

14
Quien soporta el peso de la nada

Selva Casal
Poetisa uruguaya

No nos podemos quedar


Tenemos que huir
Más quién explica esto
No nos podemos quedar
Sin embargo
Quién soporta el peso de la nada
Cortada por el ruido frenético de los vehículos de la calle
Quién soporta levantarse y sentir que es verdad
Que ya no estás
Verdad de ensueño y de luciérnaga
No puedo admitir razones
Hace siglos que espero
Y abrazo tal el viento abraza.

15
Paisaje con dos encinas

Santiago Castelo
Poeta español

Sobre el ardiente corazón cansado


de luz flamenca y tenues resplandores
ni Rembrandt ni Vermeer bordan amores
como este cuadro chico y embrujado….

Aquí, junto a la niebla, desvelado


por canales de silbos y de flores,
este lienzo de tímidos colores
es una flecha herida en mi costado.

Es una llaga abierta este paisaje:


Dos encinas, dos hombres, la dulzura
de un cielo gris y de una gaviota…

Jan van Goyen puso sobre el celaje


un pedazo de vieja Extremadura
y una sonrisa en mi mirada rota.

16
No me quejo

Sabeli Ceballos Franco


Poetisa mexicana

no me quejo de la minusvalía
con que tasaron a mi género
los vecinos del débil sexo fuerte

ni remedio

tampoco dejaré de ser por eso


pterodáctilo maternal
sobreviviendo los milenios

ciberferomona de pantalla
con regulador de llanto en el cabello

ni lavándome la cara me quitaría


el maquillaje de alma puesto
en la tristeza

porque es lanza dudosa y garra amaestrada


contra la burla del sexo cavernario

no me quejo

sé que mis venas contribuyeron


al calvario

17
Adolescente que despierta

Rodolfo Hinostroza
Poeta peruano

Una deliberación del ala y la tormenta es lo que cae cuando


la agria balandronada de los sueños se pega al paladar
y el muchacho despierta en la mañana
penetrando el espejo con un grito. La estridencia que acecha
en la materia de los violoncellos, el enemigo bosque
turgente como una curva embreada, someten bruscamente
su furor y su régimen.
Y el muchacho despierta en el silencio
tatuado por el vuelo de un mosquito
y el terror se evapora con el sol
que empuja levemente al aire perezoso.
No ha crujido la rama ni se ha partido el
trueno
y el burro blanco rumia bajo el sol de noviembre. No habrá noche
esta vez,
ni el sol tirará de sus redes llevándose este suave calor a las
sentinas.
Y el zumbido infinito de la queresa, indica
que el tiempo no transcurre.
(Esta misma mañana podría suceder
toda una historia de gorriones y de bárbaros, un confuso ajedrez
de mil mundos guerreando sobre la palma de una mano, un mismo
verbo
gimiendo y levantándose como un licor amargo
en los zócalos de las ciudades. Aquí
sólo el silencio es música; y las leyes del cielo tiran inasibles
plomadas
de inmensas catedrales. El tiempo avanza y vuelve
a retroceder como una pulsación, y hay algo de paz y levedad en el
conejo,
y ese musgo que crece sobre los yesos apagados y húmedos.)
No habrá más noche ni lloverá de noche,
y toda el agua cabe en una espumadera, y el muchacho
ha de lavar su cuerpo con ese jabón áspero, bajo esa luna
transparente,
comida por el sol, casi
un trapecio de niebla.
Huele a escorzonera y la piel de conejo. Crecen
y caen reyes en las aguas del tiempo detenido.
No volverá a dejarnos
la luz del sol en ese frágil burladero del sueño, que convoca
las furias y las penas.

18
Hay que caer y no se puede elegir dónde...

Roberto Juarroz
Poeta argentino

Hay que caer y no se puede elegir dónde.


Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.

Es tan sólo el extremo de un signo,


la punta sin pensar de un pensamiento.
Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un Dios desierto.

Se trata de doblar algo más que una coma


en un texto que no podemos corregir.

19
A mis hijas

Roberto Fernández Retamar


Escritor cubano

Hijas: muy poco les he escrito,


y hoy lo hago de prisa.
Quiero decirles
que si también este momento pasa
y puedo estar de nuevo con ustedes,
en el sillón, oyendo el radio,
cómo vamos a reírnos de estas cosas,
de estos versos y de estas botas,
y de la cara que ponían algunos,
y hasta del traje que ahora llevo.

Pero si esto no pasa,


y no hay sillón para estar juntos,
y no vuelven las botas,
sepan que no podía
actuar de otra manera.
Estén contentas de ese nombre
que arrastran como un hilo
por papeles.
Disfruten de estar vivas,
que es cosa linda,
como nosotros lo hemos disfrutado.
Quieran mucho las cosas.
Y recuérdenme alguna vez,
con alegría.

20
Alta mar y gaviota

Julia de Burgos
Poetisa de Puerto Rico

Por tu vida yo soy...


en tus ojos yo vivo la armonía de lo eterno.
La emoción se me riega,
y se ensancha mi sangre por las venas del mundo.

No doy ecos partidos.


Lo inmutable me sigue
resbalando hasta el fondo de mi propia conciencia.

En ti yo amo las últimas huidas virginales


de las manos del alba,
y armando lo infinito
te quiero entre las puertas humanas que te enlazan.

En ti aquieto las ramas abiertas del espacio,


y renuevo en mi arteria tu sangre con mi sangre.

¡Te multiplicas!
¡Creces!
¡Y amenazas quedarte
con mi prado salvaje!

Eres loca carrera donde avanzan mis pasos,


atentos como albas
al sol germinativo que llevas en tu impulso.

Por tu vida yo soy


alta mar y gaviota:
en ella vibro
y crezco...

21
Estancia en el primer infinito

Aurora Reyes
Poetisa mexicana

Ardiente, nueva luz abre mis ojos.


Renace adulta la infantil mirada.
Crecen los ecos de tu poblada ausencia,
presente y encendida en la distancia.

A la espalda del cielo se desnudan las sombras.


Brota su lirio el día.
Huérfana sonrisa camina sobre el alba.

Hay una casa gris,


una carreta,
una última calle de ceniza.

Escucho cómo el sueño desliza su silencio.


Ya siento las corrientes de sed hasta mis huesos.

Como impiadoso amor me reconstruyes


en tu mano del sal deshabitada.
La negra vos del infinito rueda.
Una curva de piedra detenida.

22
Siembra

Blanca Wiethüchter
Poetisa boliviana

Hay tanto silencio en la piel


y sólo nos cubren las manos.
Entre el frío hasta el vientre
como un río buscando.

Hay que descubrir caminos


desandar palabras graves
pensar que morir
es hacer milagros
que el debajo y la tierra
nos pertenecen.

Hay que nacer de adentro


como mineral,
partir la luna en dos,
repartir los días de lluvia,
caminar hasta el fondo,

como el árbol, como la hierba,


caer hasta los ojos
donde nos guarda
constante
la muerte.

23
Poema para los dolores de tu cuerpo

Ricardo Morales Avilés


Poeta nicaragüense

Doris María,
las fieras no van a la selva
y la jauría de tantos gritos se agolpa en esos cuerpos
donde se descubren cuántas torturas se requieren
para alcanzar victorias.

No alcanza la calumnia ni el ultraje


para desangrar tu cuerpo
ni secreto que conspire para roer
tanto mediodía inevitable
como palanca para mover el universo.

Así eres más alta


y todo lo mejor se llena de tu cuerpo nuevo
y las inmoralidades de los dioses
no penetran tu alma
ni tu amor escondido,
y cada lágrima de tu dolor hace temblar la miseria
cuando las cadenas no persuaden a nadie
y los hombres buscan la noche de la ira
para quebrantar los lazos de tinieblas
con una participación oculta de la terrible
mitad ansia que separa la explotación de la dicha
mitad odio sin medida
que no sabe sino volcarse a matar
o dejarse desollar de cualquier manera
el pecho
para recuperar la naturaleza de tanto tiempo
usurpada.

Tanto de ti se acumula en nuestras vidas,


que eres lo que todos necesitan
y yo hasta el infinito,
del mismo modo que eres la grandeza íntima del pueblo
y cercana fuerza de nuestra conciencia.

Tal vez soy un bárbaro que aviva


entierros de tu memoria
pero no con ello es menos mi amor
ni eres menos mujer ni menos combatiente,
porque la lucha la escribiste antes de recoger tu cáliz
y eres lo que he pensado de ti siempre
la pequeña bandera que reintegra las cosas
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del mundo.
Porque contribuyes para el alma del proceso
y eres la única que sabe ser mujer,
primera entre las primeras camaradas,
crecida para el asombro de los prodigios,
y lo que eres siempre tiene la duración de las maravillas,
y no existe significación para la calumnia
ni para las ofensas a tu cuerpo
robado,
ultrajado,
pero sí la caliza de tu ejemplo que construye
no sólo a un pueblo, sino
da cuerpo a la esperanza.
Doris María,
recuérdate que vamos a seguir juntando tristezas
y allegándonos dolores.
Recuérdame que aún nos falta caminar de noche
para llegar en la mañana sobre la luz cantando,
y es bueno estar despiertos
y dar la bienvenida al dolor para gritar
y tener prisa
y darnos crecimiento.

25
Batalla de papel (primera parte)

Amida Saïd
Poetisa de Túnez

dormí en un lecho de rocas durante tres siglos


ví cosas que los hombres olvidaron
medí la distancia que separa el cielo de la tierra
leí las líneas de la mano pronuncié los oráculos
una voz que no era la mía habló por mi boca
desaparecí en una ciudad a su vez desaparecida
unos jinetes armados invadieron nuestras llanuras
permanecimos a la espera de otros bárbaros
el mar se retiró de las puertas de mi ciudad
me gané el favor de los ríos de la tierra
adorné el día con el tatuaje de mis sueños
mi rostro vio mi otro rostro
no oí la voz que me llamaba
la mano que me buscaba no me encontró
nací varias veces de cada estrella
morí otras tantas con el sol de los días
muy pronto me embarqué hacia ninguna parte
pedí una habitación en la patria de los otros
no había hecho nada antes de nuestro adiós
viví en el poniente en el levante y en el espacio del viento
era esa extranjera que acompañaba a la noche
dos veces extranjera entre norte y sur
grabé pájaros tristes en unas piedras grises
dibujé esas piedras y las habité
construí balsas donde no había océanos
levanté tiendas donde no existían desiertos
unas caravanas me llevaron hacia un sueño de oriente
mis caligrafías viajaron a lomos de las nubes
recordé la nieve de los almendros
seguí la ruta aérea de los pájaros
hasta el monte de la luna en los plumones de los nacimientos
aprendí y olvidé todas las lenguas de la tierra
encendí una hoguera con todas las patrias
algunas noches bebí del frasco del olvido
busqué mi estrella en el lecho de las estrellas
guardé tu amor en el hueco de mi mano
tejí una alfombra con la lana del recuerdo
desplegué el mundo bajo el arco de los orígenes
vendé las llagas del crepúsculo
hice gavillas con mis estaciones para regalárselas a la vida
conté los árboles que me separan de ti

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Batalla de papel (segunda parte)

Amida Saïd
Poetisa de Túnez

éramos dos en esta tierra ahora estamos solos


me ceñí un cinturón de palabras en el talle
cubrí con una mortaja la ilusión de los espejos
cultivé el silencio como una planta rara
fulgor tras fulgor descifré la noche
la muerte me cortejó durante un tiempo
busqué en el sol la dirección del sol
me acosté en mi tumba y me levanté
me perdí luego me encontré de una génesis a la otra
te esperé sin esperarte
hasta que te convirtieras en poema
mezclé la carne con la arcilla y con la luz
mezclé el aliento con lo que ya era aliento
viví en la cálida casa de tu voz
hice que los recuerdos nacieran antes de que vivieran
oculté mi amor bajo los pudores de la sombra
me pregunté cómo decirlo antes de decirlo
y por qué no lo decía
dije que ya era hora de ir a ti
me arrastré hasta tus labios por un lecho de espinos
creí que lo que nos unía
era aquello que nos hacía semejantes
busqué en ti un país una lengua
alejándome del sueño me acerqué a él
ennegrecí páginas con la noche del poema
el pájaro negro del silencio las rozaba una a una
aún no sé qué lengua me habla y me absuelve
tomé un sendero de luz que conduce al horizonte
mi país: un ramo de adioses recogidos al hilo del tiempo
desenrollé sus orillas como una estera de alfa
encontré un nombre para lo que queda de la niñez
para florecer entre tus brazos
tiré a un pozo las naranjas del recuerdo
dibujé mi amor con tiza en una muralla de agua
nada permanece en la memoria de los hombres
caminaba en mí y lejos de mí
a veces una sombra se casaba con mi sombra
en cada partida cortaba un lazo
liberaba el pájaro de fuego de las cenizas de la memoria
caminaba en ti y lejos de ti

27
Batalla de papel (tercera parte)

Amida Saïd
Poetisa de Túnez

me alié con el alfabeto de la arena


con las ondulaciones de la ola
con la paz que cierra tus párpados
mi canto será a imagen de esa paz
reconocí el alba en el alba dentro de su mirada
quise el día a imagen de los que amo
dispuse la noche para la cosecha del sueño
cortejé lo visible abracé lo invisible
lo leí todo de la tierra en el gran libro de la tierra
fui testigo de lo efímero y de la eternidad del instante
me demoré en el umbral de cada umbral
nuestros muertos llamaban desde la otra orilla
las líneas de su mundo surcaban nuestras manos
el eco de sus voces se agotaba en la distancia
los suicidios de la sangre eran otras tantas piedras
en las murallas del tiempo
di mis primeros pasos en el limo de los ríos
me enterraron viva en la arena bajo un mar de dunas
taparon la caverna – que mi sueño sea eterno
exiliaron mi cuerpo al interior de mi cuerpo
borraron mi nombre de todos los registros
hasta los esponsales de las dos orillas
llevé en mí el vacío como la boca de un ahogado
diciembre desapareció tras el horizonte
llamé – sólo el silencio estaba atento
vi a los siglos perderse hasta nosotros
el granado volvía a florecer entre las estelas
mi ciudad cambiaba de señores como de aderezos
mi tierra: una nube al margen del levante
por qué buscar un lugar si somos el lugar
mi sombra recorrió un largo camino hasta llegar a mí
un día entré en la casa de la lengua
puse dos pájaros en el nido del corazón
atravesé el espejo del poema y este me atravesó
confié en el relámpago de la palabra
deposité un amor rebelde en la primavera de los árboles
y liberé mis manos para que volasen las palomas

Traducción de Ros Aragón

28
Flotando en el viento

Bob Dylan
Artista estadounidense

Cuántos caminos debe recorrer un hombre,


antes de que le llames "hombre"
Cuántos mares debe surcar una blanca paloma,
antes de dormir en la arena.
Cuántas veces deben volar las balas de cañón,
antes de ser prohibidas para siempre.
La respuesta, amigo mío, está flotando (silbando) en el viento,
la respuesta está flotando en el viento.
Cuántos años puede existir una montaña,
antes de que sea lavada (arrasada) por el mar.
Cuántos años pueden vivir algunos,
antes de que se les permita ser libres.
Cuántas veces puede un hombre girar la cabeza,
y fingir que simplemente no lo ha visto.
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.
La respuesta está flotando en el viento.
Cuántas veces debe un hombre levantar la vista,
antes de poder ver el cielo.
Cuántas orejas debe tener un hombre,
antes de poder oír a la gente llorar.
Cuántas muertes serán necesarias,
antes de que él se dé cuenta,
de que ha muerto demasiada gente.
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.
La respuesta está flotando en el viento.

Fuente: http://www.letraseningles.es/letrascanciones/traduccionesAC/BobDylan-
Blowinginthewind.html

29
VII

Paul Eluard
Poeta francés

La ignorancia de cantar en la noche


Donde la risa pierde todos sus colores
Donde los dementes que la devoran
Se embriagan con una gota de sangre
Que resplandece entre los glaciares.

Las grandes emigraciones de la carne


Entre las osamentas y el cansancio
Al frente la muerte a fuego lento
Y los vasos desprovistos de alcohol
Que se agitan como el ave de cabeza.

El silencio mantiene dentro del pecho


Las antorchas apagadas del corazón
Y entre los astros inmemoriales
Las llanuras prolongan las tormentas
Y los besos se multiplican

En los grandes reflectores de los sueños.

30
La unión libre

André Breton
Poeta francés

Mi mujer con cabellera de incendio de bosque


con pensamientos de relámpagos de calor
con talle de reloj de arena
mi mujer con talle de nutria entre los dientes del tigre
m mujer con boca de escarapela y de ramillete
de estrellas de primera magnitud
con dientes de huella de ratón blanco
sobre la tierra blanca
con lengua de ámbar y de vidrio frotados
mi mujer con lengua de ostia apuñalada
con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
con lenguas de piedra increíble
mi mujer con pestañas de palotes de letra de niño
con cejas de borde de nido de golondrinas
mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernáculo
y de vaho en los vidrios
mi mujer con hombros de fino champaña
y de fuente con cabezas de delfines bajo el agua
mi mujer con muñecas de trapo
mi mujer con dedos de azar y de as de corazón
con dedos de heno segado
mi mujer con axilas de marta y de bellotas
de noche de San Juan
de ligustro y de ramo de rosas
con brazos de espuma de mar y de canales
y de una mezcla del trigo y el molino
mi mujer con piernas de cohete
con movimientos de relojería y desesperación
mi mujer con pantorrillas de médula de saúco
mi mujer con pies de manojos de llaves con
pies de pájaros que beben
mi mujer con cuello de cebada salvaje
mi mujer con garganta de Valle de Oro
de cita en plena cama del torrente
con senos de espectro de la rosa bajo el rocío
mi mujer con espada de pájaro en fuga cenital
con espalda de mercurio
con espada de luz
con nuca de canto rodado y de tiza mojada
y de caída de un vaso en el que acaban de beber
mi mujer con caderas de barquilla
con caderas de lámpara y de plumas de fecha
y de tallos de plumas de pavo real blanco
31
de balanza insensible
mi mujer con nalgas de greda y amianto
mi mujer con nalgas de lomo de cisne
mi mujer con nalgas de primavera
con sexo de gladiolo
mi mujer con sexo de yacimiento aurífero
de ornitorrinco
mi mujer con sexo de alga y de viejos bombones
mi mujer con sexo de espejo
mi mujer con ojos llenos de lágrimas
con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
mi mujer con ojos de pradera
mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
mi mujer con ojos de bosque eternamente
bajo el hacha
con ojos de nivel de agua de nivel
de aire de tierra y de fuego.

32
El reloj de arena

Jorge Luis Borges


Escritor argentino

Está bien que se mida con la dura


Sombra que una columna en el estío
Arroja o con el agua de aquel río
En que Heráclito vio nuestra locura
El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.
Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos.
Surge así el alegórico instrumento
De los grabados de los diccionarios,
La pieza que los grises anticuarios
Relegarán al mundo ceniciento
Del alfil desparejo, de la espada
Inerme, del borroso telescopio,
Del sándalo mordido por el opio
Del polvo, del azar y de la nada.
¿Quién no se ha demorado ante el severo
Y tétrico instrumento que acompaña
En la diestra del dios a la guadaña
Y cuyas líneas repitió Durero?
Por el ápice abierto el cono inverso
Deja caer la cautelosa arena,
Oro gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.
Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.
La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.
No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.
En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia

33
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo.
El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
Que el rey sajón ofrece al rey noruego,
Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.

34
Vagabundo

Giuseppe Ungaretti
Poeta italiano

En ninguna
parte
de la tierra
me puedo
arraigar
A cada
nuevo
clima
que encuentro
descubro
desfalleciente
que
una vez
ya le estuve
habituado
Y me separo siempre
extranjero
Naciendo
tornado de épocas demasiado
vividas
Gozar un solo
minuto de vida
inicial
Busco un
país inocente

35
Te desnudas

Jaime Sabines
Poeta mexicano

Te desnudas igual que si estuvieras sola


y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!

Te pones a flirtearme como a un desconocido


y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.

¡Y como nos queremos entonces en la risa


de hallarnos solos en el amor prohibido!
(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento un escalofrío.)

36
Abdicación
Fernando Pessoa
Poeta portugués
Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.

Yo soy un rey que


voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.

Mi espada, pesada en brazos


flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.

Mi cota de malla, tan inútil,


mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.

Desvestí la realeza, cuerpo y alma,


y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.
Versión de F. Gutiérrez

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