Radio Lecturas en Reyes: Antologia 3

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 40

1

El lado oscuro…

Gabriela Peraza de Córdoba


Escritora de Costa Rica

Me gusta el lado oscuro


de la luna;
perezosas tinieblas
debajo de una cama.
Su soledad
que besa mis parpados,
lamiendo el iris
de mis sueños opacos.
Insinuándose
sin perturbarme,
sulfurando
los jardines lunares,
cincelando
con un clavel de hielo
el jubón negro
de la apacible carne.
Me gusta…
Ser yo misma ante ella.
Despojarme
de la dulce expiación
de mis pecados,
cercenar los grilletes
de recuerdos
y derrocharme
en el nimbo
de sus prados.

2
La garra

Gary Daher
Poeta boliviano

En la oscuridad de mis adentros


en lo más profundo
más profundo que el tiempo
hay alguien que me habita
algo así como una garra
fugaz, que lo revela.

Sospecho que de sus ojos


nace una casta de luz que no me alcanza
una luz como ventana
como guardería de estrellas
como puerta iluminada
que sólo se advierte
cuando se echa de ver.

Dado que no sé si me mira


sigo en esta oscuridad
desorientado.

Aunque intuyo que el mandato


impone que lo busque
cierro los ojos y siento
que de alguna manera
en un lenguaje que no comprendo
él también me llama
pero los adentros siguen en tinieblas
y todavía soy incapaz de procurar el fuego
suficiente para encender la hoguera.

Cuando yo lo llamo
apenas responde el silencio.

3
Discurso del equilibrista

Nelson Simón
(Cuba, 1965)

Todo no ha sido más que un simple juego de apariencias,


una efímera ilusión o un instante de luz que me cegaba
y en el que yo tenía que alcanzar, a toda costa,
a pesar de los riesgos y del difícil arabesco
que trazaba mi cuerpo,
frágil como una rama entre los paños del aire,
el lado más azul de lo imposible.
Y todo lo aposté por mantenerme limpio,
derecho como un dios sobre este mundo de cristal y espanto.

Yo recorrí la vida con los brazos abiertos,


casi queriendo abrazarme a mi propio dolor,
a mi inconstancia;
y con los ojos fijos en la otra punta de la cuerda
que suponía tensa bajo mis pies,
soportando mi vértigo y mi pecado diario;
pero era tan difícil balancearse con elegancia
sobre mi pesada sombra,
dar el giro mortal, dibujar figuras incomprensibles
y luego regresar al punto del que había partido
con el corazón íntegro, a salvo, sin que de él probaran
los ángeles y demonios que revoloteaban a mi lado.
Era tan difícil regresar hasta el que habíamos sido
antes de aventurarnos a aquel cotidiano viaje,
mantenerse erguido sobre todos los que esperaban
cayera hasta sus pies con más terror que un eunuco ciego
atormentado por las algodonosas caricias
de los frívolos adolescentes de la corte.

Todo no ha sido más que una mera invención,


un sueño con el que me creía diferente y más cerca
de aquella perfección que todos añoramos.
Jamás hubo otra orilla esperándonos,
pues toda orilla y locura
nacía y moría dentro de mí mismo
como entre los negros telones de un teatro.

Todo no ha sido más que un juego de apariencias


y hasta logré engañarme al creer que yo,
simple y hermoso mortal, podía entrar,
como quien penetra a un patio muy íntimo,
a esa blanca vanidad que es el equilibrio.

4
Olvidos

Francisco Ballasote Muñoz


Poeta español

En el vano desierto de tus ojos


he perdido la luz como se pierde
el céfiro de la tarde en las alas
de su melancolía última. El beso
oscuro de sus labios en tus párpados
ahoga en su niebla el alto recinto
donde las águilas del sol un día
su esplendoroso cenit habitaran.

II

Pero quedará la espuma del tacto


en la incierta linde de sus confines
perdidos entre la frialdad del mármol
y el fuego encendido en los pebeteros
de la noche que su muerte vindica,
mas son almuédanos para el recuerdo
los profundos sensores de la sangre
en las oscuras brumas de sus pasiones.

III

Inciertos cendales de niebla en el bosque


encendido de la tarde, matizan
su púrpura en el oscuro empeño
de disolverse en las aguas lustrales
de la memoria, como los lejanos
ríos que en un tiempo desembocaban
en la dulce ensenada de los sueños,
hoy mármol bajo su niebla de olvido.

5
Plegaria

Manuel Lozano
(Argentina, 1965)

Crucificado en el árbol de la ciencia del bien y del mal,


adormezco el llanto con rumores
que obstinan mi oficio de profanador.
Quítame el reflejo de este aparecido.
Herrumbrosa azucena, no dejes caer
la lúcida sangre del crimen.
En tu cueva de ahogados, él se viste de luto.
¿Cuándo bajaremos?
En el declive encuentras el trébol venenoso,
los postigos raídos de esa puerta
que ya nadie abrirá bajo guirnaldas.
Linajes de fragmentos quemados
colocarían sobre el pedestal de la separación.
El labrador invoca la sombra derritiéndose
en las patas del lobo.
Nunca lo pliegues contra tu áspera carne de Adán.
Fueron largos años de exilio y migraciones.
¿Quién canta entonces prosternado en el jardín?
¿Y quién se trepa a su lápida futura
con el viento feroz entre los médanos?
Déjame la intemperie, la incerteza lujosa
del vuelo de la herida.
Arrópame en ese traje de lastimaduras.
¡Que no vean los gusanos a trasluz del rocío!
Hijo del desierto me llamaban.
Desfigúrame con alacranes de seda.

6
Espectro

Alejandra Craules Bretón


Poetisa mexicana

Fuego límpido
luz de invierno nórdico
silencio que arrastra pesadillas blancas
Dolor sin cuerpo
náusea deleitante
en la que se hunde la razón
Sudor frío
del incorpóreo ser que respira
en mi nuca
El temblor domina la alucinación
un instante para reconocer y recordar
aquel espectro recién nacido
que habla con zumbido electrizante
Pesa la inconsciencia
no hay paso
que indique la salida
ni una grieta por la que pueda escapar

7
Hoy al levantarme

Francisco José Segovia Ramos


Escritor español

Hoy, al levantarme, he sentido


el peso de los pesares.
Quizá, una mala pesadilla
o un sueño inconcluso han despertado
la tristeza que tenía guardada
en un rincón del alma.

Entre lágrimas no derramadas,


sin saber por qué y no quererlo,
apenas he sentido el frío suelo
con mis descalzos pies,
y ni el espejo me ha reconocido
en estos ojos cargados de sueño.

Siempre
temo la caída,
la desgana o el hastío que me puedan
destruir,
tener veinte años más de golpe
una buena mañana,
no desear ya seguir jugando
con trenecitos de juguete,
o dejarme llevar volando al país
de Nunca Jamás.

Dependo, como todo el mundo,


de ese giro inmisericorde del péndulo
que es la vida,
del tic-tac del reloj que marca
lo que debemos ser en cada momento,
y aunque mi mirada recobre siempre
el instinto infantil,
temo que, en un fugaz instante de
desespero,
envejezca de un solo golpe
cualquier mañana de sueños inconclusos.

8
Himno de la flor azul

Carmen Saavedra
Escritora mexicana

¿Y sí todas las posibilidades caben en un sueño?


Sí la fracción kilométrica es minucia del universo
asumo con ardor de principiante
los colores
las hojas caídas y el flujo acuático
Despertaré con el pie derecho
a las seis de la mañana de cada siglo
rebelándome a los que no creen en las revelaciones
Me anunciaré la buena nueva:
habrá lugares a donde podamos llegar
canciones para recordar
abrazos y calor para los despojados
Feliz y dolorosa
pondré tinta fosforescente a mis versos subterráneos
y nuevamente cantaré
de noche
en la calle
el himno de la flor azul.

9
Día de muertos

María Rivera
(México, 1971)

Nadie escribió el poema


que está latiendo en la página silenciosa de la espera.
La espesura construyó nuestras esquelas,
troqueló nuestros silencios con corceles.
Nómbrame “piedra”, escritura mineral,
vaho de los solares que perdimos.

Una peña despeñándose


en nuestra memoria, un viñedo cultivado
en la esmerada pasión de los ausentes.
Duermen los recuerdos, se recuestan en mi pecho.
Dicen pájaro y es pájaro el lagarto
que en mí amanece (herido, comatoso).

Avanzamos,
en el corazón del tiempo
crece el temor de quedar varados
en la doble cuchilla del camino.

(¿Estás aquí, de vuelta?—pregunto— ¿estás aquí,


rosa de fuego?)

Después, el sueño del desasosiego,


la estoica cancioncilla que repite “hay
un muro cercándonos. Un muro atrincherado
en la neblina”.

Cuánta luz había ese día. Ese día que ahora


se sumerge en las costas asediadas del exilio.
¿Qué emboscada cayó sobre nosotros, trocó
por panes amargos nuestras piedras?

¿Qué dios maligno


ató nuestra barca en el diluvio?

Hay un poema latiendo en el silencio,


ríos espesos que escapan a nuestra memoria
y, sin embargo, miran
los ojos abiertos del tiempo,
y preguntan,
y preguntan
dónde está la escritura que la vida
debió emprender para salvarnos del olvido.

10
Sentido profundo

Julia Erazo
(Ecuador, 1972)

la trampa no se sabe satisfecha


su vientre descansa
cueva oscura invadida de ecos
un revolotear de alas
un arrastrarse por terrenos lodosos
un hablar en otras lenguas
la trampa traga saliva
espiral de placeres
refrescan su garganta unas gotas
que deforman el río
aspira el atardecer
el silencio del color que cae
empieza a desear ser barco y no trampa
ser viaje y no jaula
ser viento y no vacuo frenesí
la vida canta sin embargo
alrededor de ella
el recuerdo de un halcón caído
la acompaña

11
Dejar

Paura Rodríguez Leytón


(Bolivia, 1973)

Y vas dejando tu alma en lugares ajenos:


algo de tu piel,
algo de tus doloridos sueños.

Ahora,
estará triste la palabra,
estará incómodo el silencio.

Es incandescente
este límite de hielo que se impone en la garganta.
Este límite antiguo que no sé si cruzar o contemplar,
como se contemplan las hojas en otoño.

Y el asombro mantiene vivas las venas.

Ahora,
no hay parásitos que merodeen nuestra carne.

Ahora,
estamos a salvo de los ritos
que no acontecen en nuestro espíritu.
He dejado algo de mí por todas partes.
No duele ese dejar.

Esperamos siempre
que vuelva
el sigilo de los secretos menudos.

Más allá de mí
habrá una sombra errante,
contornos,
siempre contornos,
buscando un fondo.

Antes no había ni rastro de nuestros sueños.


No había retratos que nos delaten.
Antes, ¿qué solíamos decir?

Y el deseo de hablar es extraño:


resulta como un tic involuntario.

Hay que escapar,


estar lejos de las voces que nos llaman.
(Y somos las voces).

Fui distinta alguna vez.

12
Lejana de alguien que ya no está.
El tiempo es como una vestidura que nos desnuda sin tregua:
harapos.
(Me acomodo al nombre,
no al lugar).
Soy ajena a este trozo de tiza: nada escribo.

Una pared alta,


de tierra
abre un espacio extraño en mi memoria.

13
Vivir, vivir, vivir…

Iván Ortega Flores


Poeta mexicano

En el alba, en el atardecer,
hay un grandioso pacto
que brota y desemboca
en altos mares rojos,
que se agitan entre nubes
de cielos incendiados.

Oleaje reverberante
de caricias divinas,
el presagio de la noche
y los luminosos días.

Taciturnas cascadas
de nostalgias encendidas,
tibia vertiente inmensa
de un callado sol misterioso
que surge y muere
en el horizonte de mi rostro.

Un infierno de agonía
se consume y va desapareciendo
al ir cayendo en los profundos
pequeños lagos de mis ojos.

Algo se muere en mí
y yo respiro al mundo puro,
todo parece limpio,
todo luce tan seguro,
que me atrevo a sentirte mía
por un segundo.
Y te acaricio sin tocarte
en un breve paraíso sin morir.
Al cielo suave de tus labios
entre rezos mis besos van llegando
a un amado instante
donde todos los sueños caben,
donde todos los tiempos arden,
donde todos los sentidos crecen,
donde todos los latidos nacen,
donde todo soy de ti…

y donde quiero vivir, vivir, vivir…

14
Noticia del hambre

Federico Díaz Granados


(Colombia, 1974)

Me habita el hambre. Y todos me lo dicen.


No es el miedo ni la duda
apenas un ritmo intacto que no toca con su sal la orilla.
Es el hambre, quizá un leve testamento
o esta insistencia en destruir la casa
y renovar la piedra en sueño.

Es poco lo que recuerdo de mí a esta hora, el disperso,


el que a la intemperie es un poco de hierba,
una palabra sin traje con olor a otras tierras
y que mira con cara de extranjero todas las prestadas alegrías.

Llega el hambre con su mismo azar y su idéntico augurio.


La lluvia está debajo de la carne
y pocas cosas recuerdan al viejo amor
que ya no cuenta.

Es el hambre. Y todos me lo dicen.


No es el leve testamento ni la tristeza de las noches.
No es la poesía
ni la música que traduce el tiempo.

Un poco de hambre
y el cansancio de llenar la estantería de ausencias.

15
Aprisionando siglos

Carlos Serra
Poeta español

En el camino hasta el mar


voy terminando la tierra
dejando atrás los paisajes
que en el recuerdo llevo.

Sierras, lagos, campos, valles…


y montes emergidos
que se cubrieron de fronda
pintándose de verde hablan de
sus años.

Y, cuentan la historia de los


vientos,
de las aguas, de los peces,
de la fauna,

Mudos vigías que hoyaron pies


de oso, De las desprendidas piedras
dinosaurios, lagartijas y tomo una del sendero,
soldados. la contemplo, la sopeso
Testimonios sin voz que puedes sintiendo su aspereza,
escuchar y a su contacto, la extraña
si los abrazas. sensación
que enjaulo la historia de los
Ellos tan viejos, siglos
y yo, ni un segundo de su vida. con mis dedos.
Ayer y hoy, la piedra y yo,
millones de años en mi mano
todo es uno,
génesis y Apocalipsis,
origen y fin
será una misma cosa en el
espacio infinito
de los tiempos.

¿Quién podrá decirme si estoy


vivo
o todo es sueño?

Aspiro… miro al naciente


y camino hacia la mar
donde las aguas se mecen o
enarbolan
porque me asusta
la quietud de las montañas.

16
Poema roto

Paula Einöder
(Uruguay, 1974)

Le quito páginas al río


y cuando digo río
escucho a los pájaros agolparse en los ramajes viscerales
para por fin desmenuzarse en el cielo disuelto
No. Le arranco páginas al río
Quiero decir –intento lo que no se puede
Detener al río no se puede
No se le pueden quitar todas las hojas al río
Detener lo escrito en el agua
Pero le quito las páginas al río
Me defino por eso. Y lo hago
Atravieso una penumbra. Pero el río es una máquina feliz
Existe aparte de mí. No me espera ni se inmuta
y yo escribo sola
No digo –ahogada- pero pienso que el río
escribe versiones que luego desleo
sintiendo mi problema de enfoque
Igual, las páginas se escriben solas
y yo estoy sola cuando escribo
e intento quitarle páginas al río

17
Poema 1

Rosa Chávez
(Guatemala, 1980)

Dejo tirada esta piel que ya no me pertenece


esta piel abandonada testigo de otra muerte
alguien encontrará mis escamas tiesas en el corazón de las sombras
alguien me quitará tres colmillos para su medicina.
Volveré entonces a parirme con los ojos abiertos
volveré a cicatrizar como gusano de fuego
volveré a estirar mi lengua para hacerle cosquillas al pasado
ya no soy esta piel abandonada
contraigo los músculos con dolor
estoy naciendo.

18
Corre, caballo de lascivia...

Julio González Alonso


Poeta español

Corre, caballo de lascivia, que no te sobrepase el


tiempo, que se muera el tiempo
hecho papel y tinta sobre los calendarios.

Anuda
las manecillas del reloj de la piel entre tus manos,
desboca
tu freno
y hunde el húmedo belfo en la bruma de la
mañana;
que amanezcan en tu pecho crisantemos y
anémonas, que se inunden tus ojos
con amaneceres de cuerpos desnudos sedientos
de tu tacto.

Y lleva los besos en tu boca como la miel en los


panales, dispuesta
a ser robada; presta a ser ofrecida,
dejando que otras bocas
besen
la palabra de tu lengua,
beban en la saliva de tu vida,
buceen las aguas de tus ríos.

Corre, amoroso toro de la canícula del verano,


entre el polvo de la tarde
de la era;
hunde la testuz en los senos de la noche
y que tu semen ilumine de constelaciones los
confines del cielo. Antes
de que el tiempo
se haga pausa
en el pulso de tus sueños, surco en la geografía
de tu cuerpo,
distancia
en lo profundo de la mirada de tus ojos,
muerte. Antes de que la felicidad quede a tus
espaldas
y la memoria se clave cada día en las paredes.

19
La fiebre del deseo produce desvaríos

Ramón Carballal Durán


Poeta español

Como aquélla vez que


la noche fue un animal extraño,
después de habitar las fresas del alcohol
y manchar los nombres,
tras diluir las horas en preguntas de plata
y rebuscar entre fotos de lugares que no pisaré.

Cuando ya el crepúsculo agoniza en las miradas


y aromas de cansancio entonan la vieja música
escrita en el revés de las hojas, entonces te tiento
y pongo el molde de la figura que crece
igual al vestido rojo, la misma trenza
hendida en tu músculo y siento la sangre
caer por las persianas y me juego a las cartas
el futuro contigo, cuando sé que en tu mano
no cabe la palabra tiempo, cuando la herida- un crisol de
lanzas palpita
en los vasos con reseco temblor y las órbitas del deseo
perfuman el eco de las puertas cerradas, y te exprimes
para sembrar la penitencia de los dientes en cada centímetro
del tránsito; en tu ruta,
en tu vacío,
en tu jardín inmaculado
¿ha sido el pañuelo la bandera,
ha sido ese fuego de abalorios
la trama cobarde de un farol extasiado?

A por ti la frase que teje la araña,


a por ti mis miedos, sin ti la virgen que cubrió de aceite la
mandíbula del amor,
eres un misterio que la lluvia desnuda, serpentina que se
enreda
en mi baba de caracol y asciende y comulga con jazmines
plisados
cuando el ocaso es paciente y escucha a los pífanos
acompañar mi sombra,
noche sin fin que aborrezco.

Te he visto tantas veces sumida en un coro de azufres,


tantas auroras abriendo sus brazos para abarcar tu boca
y yo que ya no era uno,
y yo el viento que te ve danzar,
hoy con el ala negra,
mañana con el mensaje de un ídolo hecho del barro- de- la paja,
falso adobe que trina en la guarida del perverso azor.

Mírame, cuéntame un final que mate los trenes,


come si quieres en el reverso de una ola, quiéreme en el
20
sonido
de un puente, azota la misericordia de los cristales y luego,
cuando el azar nos llame, cúbrete con mi abrigo de espejos.

21
Poema 6

Rosa Chávez
(Guatemala, 1980)

Soy una anciana en un parque


el futuro se deshace en mis arrugas
alimento de mi mano las ilusiones que destruyen el techo del cielo
mi sonrisa leve y permanente toma el sol
los recuerdos son niños que me trenzan el cabello
mi mirada perdida se encuentra hacia adentro
soy una anciana en un parque
una vieja que revela su nombre al mundo extraño
camino con el vientre vacío
y las enormes ganas de voltear al mundo
cada día me vuelvo más pequeña
cada día mis huesos disminuyen
cada día mi memoria se apolilla
ya no reconozco el gesto de las manos
paso la tarde enhebrando la aguja del silencio
vuelvo a la ingenuidad del calzado pequeño
y afortunadamente he perdido la capacidad de morir por alguien
soy una anciana en un parque
una mujer con la vida jorobada
una siniestra mirada libre de culpa
tengo dos piernas de carne
y una de madera tallada con el rostro de mi amor
soy todas las de mi especie
y clamo por cada una de mis vidas y mis muertes
finjo que no tengo miedo y en realidad no tengo miedo
Soy una anciana en un parque
los años solo confirman la edad de mi secreto
me entrego sin reparo al destino
ya no me atormenta el pasado
estoy dormida hace mucho tiempo.

22
Amor prohibido

César Vallejo
Perú 1892-1938

¡Subes centelleante de labio y de ojeras¡


Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.

¡Amor, en el mundo tú eres un pecado!


Mi beso en la punta chispeante del cuerno
del diablo; ¡mi beso que es credo Sagrado¡
Espíritu en el horópter que pasa
¡puro en su blasfemia!
¡el corazón que engendra al cerebro!
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
¡Platónico estambre
que existe en el cáliz donde tu alma existe!

¿Algún penitente silencio siniestro?


¿Tú acaso lo escuchas? ¡Inocente flor!
…Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
el Amor es un Cristo Pecador!

23
Gacela de la terrible presencia

Federico García Lorca


Poeta español

Yo quiero que el agua se quede sin cauce.


Yo quiero que el viento se quede sin valles.
Quiero que la noche se quede sin ojos
y mi corazón sin la flor del oro.
Que los bueyes hablen con las grandes hojas
y que la lombriz se muera de sombra.
Que brillen los dientes de la calavera
y los amarillos inunden la seda.
Puedo ver el duelo de la noche herida
luchando enroscada con el mediodía.
Resisto un ocaso de verde veneno
y los arcos rotos donde sufre el tiempo.
Pero no me enseñes tu limpio desnudo
como un negro cactus abierto en los juncos.
Déjame en un ansia de oscuros planetas,
¡pero no me enseñes tu cintura fresca!

24
Si el hombre pudiera decir

Luis Cernuda
Poeta español

Si el hombre pudiera decir lo que ama,


si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad porque muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

25
El cuerpo en el alba

Emilio Prados
Poeta español

Ahora sí que ya os miro


cielo, tierra, sol, piedra,
como si viera mi propia carne.
Ya sólo me faltábais en ella
para verme completo,
hombre entero en el mundo
y padre sin semilla
de la presencia hermosa del futuro.
Antes, el alma vi nacer
y acudí a salvarla,
fiel tutor perseguido y doloroso,
pero siempre seguro
de mi mano y su aviso.
Ayudé a la hermosura
y a su felicidad,
aunque nunca dudé que traicionaba
al maestro, al discípulo,
más, si aquel daba forma
en su libertad
al pensamiento de lo bello.
Y así vistió su ropa
mi hueso madurado,
tan lleno de dolor y de negrura
como noche nublada
sin perfume de flor,
sin lluvia y sin silencio…
Solo el cumplir mi paso,
aunque por suelo tan arisco,
me daba luz y fuerza en el vivir.
Mas hoy me abrís los brazos,
cielo, tierra, sol, piedra,
igual que presentí de niño
que iba a ser la verdad bajo lo eterno.
Hoy siento que mi lengua
confunde su saliva
con la gota más tierna del rocío
y prolonga sus tactos
fuera de mí, en la yerba
o en la obscura raíz secreta y húmeda.
Miro mi pensamiento
llegarme lento como un agua,
no sé desde qué lluvia o lago
o profundas arenas
de fuentes que palpitan
bajo mi corazón ya sostenido por la roca del monte.
Hoy sí, mi piel existe,
mas no ya como límite
que antes me perseguía,
26
sino también como vosotros mismos,
cielo hermoso y azul,
tierra tendida…
Ya soy Todo: Unidad
de un cuerpo verdadero.
De ese cuerpo que Dios llamo su cuerpo
y hoy empieza a asentirse
a, sin muerte ni vida, como rosa en presencia constante
De su verbo acabado y en olvido
De lo que antes pensó aun sin llamarlo
Y temió ser: Demonio de la Nada.

27
Palabras para Julia

José Agustín Goytisolo


Escritor español

Tú no puedes volver atrás


porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno Pero yo cuando te hablo a ti
son como polvo, no son nada. cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
cómo a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

28
¡Qué gran víspera el mundo!

Pedro Salinas
Poeta español

¡Qué gran víspera el mundo!


No había nada hecho.
Ni materia, ni números,
ni astros, ni siglos,… nada.
El carbón no era negro
ni la rosa era tierna.
Nada era nada, aún.
¡Qué inocencia creer
que fue el pasado de otros
y en otro tiempo, ya
irrevocable, siempre!
No, el pasado era nuestro:
no tenía ni nombre. porque harían la luz
Podíamos llamarlo si tú se lo mandabas,
a nuestro gusto: estrella, o las noches de otoño
colibrí, teorema, si las querías tú.
en vez de así, “pasado”; Los verbos, indecisos,
quitarle su veneno. te miraban los ojos
Un gran viento soplaba como los perros fieles,
hacia nosotros minas, trémulos. Tu mandato
continentes, motores. iba a marcarles ya
¿Minas de qué? Vacías. sus rumbos, sus acciones.
Estaban aguardando ¿Subir? Se estremecía
nuestro primer deseo, su energía ignorante.
para ser en seguida ¿Sería ir hacia arriba
de cobre, de amapolas. “subir”? ¿E ir hacia dónde
Las ciudades, los puertos sería “descender”?
flotaban sobre el mundo, Con mensajes a antípodas,
sin sitio todavía: a luceros, tu orden
esperaban que tú iba a darles conciencia
les dijeses: “Aquí”, súbita de su ser,
para lanzar los barcos, de volar o arrastrarse.
las máquinas, las fiestas. El gran mundo vacío,
Máquinas impacientes sin empleo, delante
de sin destino, aún; de ti estaba: su impulso
se lo darías tú.
Y junto a ti, vacante,
Por nacer, anheloso,
Con los con los ojos cerrados,
Preparado ya el cuerpo
Para el dolor y el beso,
con la sangre en su sitio,
yo, esperando
¡ay, si no me mirabas!
a que tú me quisieses
y me dijeras: “Ya”.

29
Lenta humedad

Vicente Aleixandre
Poeta español

Sombra feliz del cabello


que se arrastra cuando el sol va a ponerse,
como juncos abiertos- es ya tarde;
fría humedad lasciva, casi polvo-.
Una ceniza delicada,
la secreta entraña del junco,
esa delicada sierpe sin veneno
cuya mirada verde no lastima.
Adiós. El sol ondea
sus casi rojos, sus casi verdes rayos.
Su tristeza como frente nimbada,
hunde. Frío, humedad; tierra a los labios.

30
Es tarde para ser triste

Marlene Zertuche
Poetisa mexicana

es tarde para ser triste


el amanecer del tacto
apenas descubre
las ideas del esqueleto
la luz que atraviesa
la delicada piel de la memoria

que la conciencia mantenga limpia


por encima del mal tiempo
que corte la escena pero no las venas
acuda a otro recuerdo
me refugie en un rincón diferente esta vez

que para perdonar está el olvido


sustituir la imagen
o meterse uno bien adentro de uno mismo
profundísimo
en el silencio de agua
y que para ello no basta con cerrar los ojos, respirar

le antecede a todo un golpe


un hueso roto en la historia propia
la confusión de personas
el tren que nunca cogimos
digámoslo de una vez:
el error le precede

por eso nadie puede juzgar


que busqué una salida
y tuve miedo
nadie puede reprocharme
que procesé inadecuadamente
las variantes que se
me presentaron
que coloqué mal las palabras
que oscurecí
no voy a lastimarte con
mis dudas ahora
es tarde para ser triste
sin embargo abro las piernas
y te digo ven
pero ningún miembro
me cobija la soledad
la condición propia del cuerpo
el llanto tardío

31
Mi poema

Ramón de Almagro
Poeta argentino

Mi poema está ahí


Uno más
Entre millones
Que andan dispersos por el mundo
Son tantos los poemas
Como son tantas
Las doradas hojas del otoño
Pero un día
De pronto
Por algún motivo o sin ningún motivo
Tu mirada se detiene en él
Y mi poema se ilumina
Tus ojos lo observan
Y mi poema se siente hermoso
Tus ojos lo leen
Y ese poema brilla
Como una estrella
Luego mientras tú prosigues el camino,
Mientras te alejas
Llevando sobre ti
Algo de ese brillo
Que se va apagando
Mi corazón agradecido
Te grita "gracias".

32
18

Vicente Huidobro
Poeta chileno

Heme aquí al borde del espacio y lejos de las circunstancias


Me voy tiernamente como una luz
Hacia el camino de las apariencias
Volveré a sentarme en las rodillas de mi padre
Una hermosa primavera refrescada por el abanico de las alas
Cuando los peces deshacen la cortina del mar
Y el vacío se hincha por una mirada posible
Volveré sobre las aguas del cielo
Me gusta viajar como el barco del ojo
que va y viene en cada parpadeo
he tocado ya seis veces el umbral
del infinito que encierra el viento
Nada en la vida
salvo un grito de antesala
nerviosas oceánicas qué desgracia nos persigue
en la urna de las flores impacientes
se encuentran las emociones en ritmo definido

33
Primavera a la Vista

Octavio Paz
Poeta mexicano

Pulida claridad de piedra diáfana,


lisa frente de estatua sin memoria:
cielo de invierno, espacio reflejado
en otro más profundo y más vacío.
El mar respira apenas, brilla apenas.
Se ha parado la luz entre los árboles,
ejército dormido. Los despierta
el viento con banderas de follajes.
Nace del mar, asalta la colina,
oleaje sin cuerpo que revienta
contra los eucaliptos amarillos
y se derrama en ecos por el llano.
El día abre los ojos y penetra
en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo.

34
Los espejos

Jorge Luis Borges


Poeta argentino

Yo que sentí el horror de los espejos


no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos
sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita
y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,
hoy, al cabo de tantos y perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.
Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
ese rostro que mira y es mirado, paredes de la alcoba hay un espejo,
infinitos los veo, elementales ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
ejecutores de un antiguo pacto, que arma en el alba un sigiloso teatro.
multiplicar el mundo como el acto Todo acontece y nada se recuerda
generativo, insomnes y fatales. en esos gabinetes cristalinos
Prolongan este vano mundo incierto donde, como fantásticos rabinos,
en su vertiginosa telaraña; leemos los libros de derecha a
a veces en la tarde los empaña izquierda.
el hálito de un hombre que no ha Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
muerto. no sintió que era un sueño hasta aquel
día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.
Que haya sueños es raro, que haya
espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.
Dios (he dado en pensar) pone un
empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.
Dios ha creado las noches que se
arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.

35
Pandémica y celeste

Jaime Gil de Biedma


Escritos español

Imagínate ahora que tú y yo


muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector –mi compañero, mi hermano!
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años!
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones…
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
36
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la languidez probada por el dolor de ser dos.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.
Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.

37
Elegía primera

Miguel Hernández
Poeta español

Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,


y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.
Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.
El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
38
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
39
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.

40

También podría gustarte