Incommensurables
Incommensurables
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La idea de que dos magnitudes, y más concretamente dos segmentos, tienen siempre una parte
alícuota común, es decir que son conmensurables, es sin duda una etapa primigenia inevitable en el
desarrollo del pensamiento intuitivo matemático tanto en el horizonte histórico como en el escolar, y
por supuesto en el ámbito artesanal, por necesidades de la medida siempre aproximada de
longitudes. La aparición de las magnitudes inconmensurables marcó una inflexión radical en la
evolución histórica de la Geometría griega, ya que puso fin al sueño filosófico pitagórico acerca del
número como esencia del universo, eliminó de la geometría la posibilidad de medir siempre con
exactitud y fue lo que imprimió a la Matemática griega una orientación geométrico-deductiva
plasmada en la compilación enciclopédica de Los Elementos de Euclides. Los inconmensurables
conducen a un trastorno lógico que estremece los cimientos de la Geometría griega, ya que al
invalidar todas las pruebas pitagóricas de los teoremas que utilizaban proporciones producen la
primera crisis de fundamentos en la historia de la matemática.
El sagaz matemático de la Academia platónica, Eudoxo de Cnido, resuelve de forma brillante y
rigurosa, aunque provisional –durante dos mil años–, la antinomia radical entre finito e infinito,
mediante su Teoría de la Proporción –plasmada en el Libro V de Los Elementos de Euclides–. Pero el
desarrollo de La geometría al margen y en detrimento de la aritmética, la ausencia de un álgebra
simbólica, y, es más, la conversión de toda la matemática en geometría, con un apodíctico estilo
sintético de exposición que oculta la vía heurística del descubrimiento, fue el efecto más inmediato.
En el mismo tono apocalíptico escribe Jámblico, como hemos visto en la primera cita, a cuyo
texto precede el siguiente (Jámblico, Vida pitagórica. XXXIV, 246–247, p.141):
«Se dice que primero que reveló la naturaleza de la conmensurabilidad e
inconmensurabilidad a los indignos de participar de tales conocimientos fue aborrecido
[por la comunidad pitagórica] hasta el punto de que no sólo lo expulsaron de la vida y
de la vivienda en común, sino que incluso le erigieron una tumba como si él, que había
sido una vez compañero, hubiese abandonado la vida entre los hombres. [...] Otros
afirman que la divinidad se enojó contra quien divulgó la doctrina de Pitágoras,
pereciendo como un impío en el mar por sacrílego al haber revelado la doctrina de los
números irracionales y la inconmensurabilidad.»
La lectura de los pasajes de Proclo y Jámblico, por muy legendarios que sean –como casi
todo lo concerniente a lo pitagórico–, producen un escalofrío místico: la divulgación del
fenómeno de la inconmensurabilidad se consideraba un pecado contra lo más sagrado –un
grave sacrilegio–, un delito de lesa geometría, acreedor al más terrible castigo divino –ser
conducido al lugar de origen, es decir, a la nada, ser desposeído del ser–.
El descubrimiento de la inconmensurabilidad marca un hito en la historia de la geometría,
porque no es algo empírico, sino puramente teórico. Su aparición señaló el momento más
dramático no sólo de la geometría pitagórica sino de toda la geometría griega, y fue con
seguridad lo que imprimió a la matemática griega un cambio de rumbo que la convertiría en
la obra de ingeniería geométrico-deductiva plasmada en Los Elementos de Euclides.
Aunque Proclo –en sus Comentarios al Libro I de los Elementos de Euclides–, atribuye al
propio Pitágoras la cuestión inconmensurable cuando escribe que este filósofo «descubrió la
dificultad de los números irracionales», suele admitirse que el hallazgo apareció hacia el año
480 a.C. por el pitagórico Hipasos de Metaponto. El descubrimiento pudo tener lugar al
intentar reiteradamente de forma empírica encontrar una unidad que permitiera medir, de
manera exacta, simultáneamente la diagonal y el lado del cuadrado –equivalentemente la
hipotenusa y un cateto de un triángulo rectángulo isósceles– o bien la diagonal y el lado de
un pentágono regular.
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Contextos matemáticos de la inconmensurabilidad de 2 y 5
Si el descubrimiento de la inconmensurabilidad hubiera sido a través de la diagonal del
cuadrado, 2 sería la primigenia magnitud inconmensurable de la historia, mientras que, si
hubiera sido a través de la sección áurea entre diagonal y lado del pentágono regular
habría sido 5 .
Veamos en un lenguaje actual una aproximación técnica matemática a lo que pudieron ser
las primeras demostraciones de inconmensurabilidad del pitagorismo, con base en el
cuadrado y el pentágono regular, equivalentes, respectivamente, a la irracionalidad de las
raíces 2 y 5 .
La inconmensurabilidad de 2
Demostración aritmética de la 2
inconmensurabilidad de
Sea p/q una fracción irreducible tal que (p/q) =2.
2
Se verifica:
p2/q2=2; p2=2q2,
de modo que p2 (y por tanto p) es un número
par;
es decir: p=2s,
de donde 2q2=p2=(2s)2=4s2.
Así pues: q2=2s2,
de modo que q2 (y por tanto q) es un número
par;
es decir : p=2r.
El carácter par de p y q contradice la hipótesis de que p/q es una
fracción irreducible.
En consecuencia no puede existir ningún segmento cuyo cuadrado sea
2.
El método indirecto por reducción al absurdo de esta demostración, hace improbable que
ésta fuera la base del descubrimiento pitagórico original de los inconmensurables.
La demostración aritmética de la inconmensurabilidad de 2 exhibida, equivalente según el
Teorema de Pitágoras a la inconmensurabilidad de la diagonal de un cuadrado con respecto
al lado –que debe ser medida por un segmento cuyo cuadrado sea 2–, se ha interpolado en
los textos apócrifos de Los Elementos de Euclides como proposición X.117.
La demostración está basada en la distinción entre lo par y lo impar y ya había sido aludida
por Aristóteles (Lógica. Analítica Primera. Libro I, Cap. 23, 41a):
«Se demuestra que la diagonal del cuadrado es inconmensurable con los lados,
mostrando que, si se supone que es conmensurable, los números pares serán igual a
los números impares.»
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Consideraciones filosóficas sobre la inconmensurabilidad
Para los pitagóricos el gran sistema del mundo, el ser, la forma y la acción de todas las
cosas son una consecuencia natural de los números. Estos determinan el nexo de unión de
todas los entes y la mecánica del universo entero, son la base del espíritu y el único medio
por el cual se manifiesta la realidad. Esta doctrina pitagórica se llama misticismo numérico,
porque atribuye a los números, no sólo un carácter sagrado, sino también una realidad
sustancial descriptiva tanto de los aspectos cualitativos como de los aspectos físicos de las
cosas. Los pitagóricos vivieron imbuidos de un efervescente entusiasmo místico hacia los
números, hasta el punto de que Filolao de Metaponto –el pitagórico favorito de Aristóteles y
uno de los más influyentes sobre Platón– llegó a afirmar: «Todo lo cognoscible tiene un
número, pues no es posible que sin número nada pueda ser concebido ni conocido.»
Pues bien, al número uno le conciben como el principio y la causa de todo. Es la verdadera
esencia de todas las cosas y el fundamento de cuanto existe. Símbolo del Dios único,
expresado en latín por Solus –de donde deriva la palabra Sol–. Símbolo de la razón
suprema, asociada al concepto de Dios Creador, supremo paradigma del Bien y la Belleza.
Generador de todos los números y de todas las dimensiones. Para Filolao «el uno es el
Padre de los Seres, Demiurgo del mundo, artífice de la permanencia de las cosas.»
Para los pitagóricos todo procedía de la unidad y a ella se podía reconducir todo. De ello
dependía la inteligibilidad de las cosas. El orden pitagórico se basaba en la finitud. Toda
pluralidad como fruto de la unidad es finita, está formada de números enteros y también toda
fragmentación o división de la unidad –un medio [1/2], un tercio [1/3],...– procede de ellos y
por tanto de la unidad, y a ella revierten ya que dos veces un medio es igual a uno, tres
veces un tercio es igual a uno, etc. De forma análoga a cualquier racional p/q se le puede
hacer retornar a la unidad pitagórica mediante operaciones de fragmentación y adición.
Era natural, pues, la terrible inquietud que introduce en el mundo pitagórico la emergencia
del inconmensurable como ser que se escapa al dominio de la unidad ya que ninguna
operación entera con él es capaz de retornarle al origen de todo que es la unidad o mónada
pitagórica. El inconmensurable se le llama irracional porque no se puede expresar como
razón de dos enteros, pero sobre todo porque como algo ininteligible, está fuera del Logos,
es –alogon–, es decir, representa la sinrazón.
La consideración del cuadrado de lado la unidad y su diagonal conduce a que haya que
concebir al ente √ 2 geométricamente inteligible, de lo contrario habría que poner en
entredicho el teorema de Pitágoras que es la base de multitud de teoremas geométricos.
Pero los pitagóricos no conocían más números que los enteros y racionales, que tan bien
explicaban su cosmología, lo que les impedía concebir otro tipo de número. Por tanto la
naturaleza irracional de √ 2 ponía en entredicho las sagradas concepciones pitagóricas.
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El ente √ 2 es ininteligible en la aritmética racional pitagórica, porque su consideración
como fracción de enteros conduce a una tremenda contradicción aritmética –√ 2 resulta ser
p/q con p y q enteros pares y primos entre sí–, así que la mónada pitagórica es incapaz de
engendrar √ 2, y ningún tipo de operación aritmética retorna √ 2 al origen, a la mónada. La
entidad √ 2 se revela como irreductible al trato numérico pitagórico, pero es perfectamente
representable e inteligible en el orden geométrico ya que tomando de forma convencional un
determinado segmento de recta como unidad, cuatro de ellos se vinculan en un cuadrado,
de modo que el temible √ 2 se obtiene como una mera construcción geométrica de una gran
sencillez, la diagonal de un cuadrado, conocido el lado.
Así pues la unidad aritmética se revela impotente para medir la entidad √ 2 y debe ser la
unidad geométrica –el segmento unidad– quien cumpla la función de medición; el contar
aritmético cede por incapacidad ante la medida geométrica. El abismo entre lo discreto y lo
continuo, entre finito e infinito, que ha creado la aparición del inconmensurable obliga a
renunciar a medir siempre con exactitud y privilegiar la geometría sobre la aritmética.
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LOS INCONMENSURABLES QUIEBRAN LA FILOSOFÍA
PITAGÓRICA
«El Pitagorismo afirma con radicalidad que los números encierran respuesta a
todos los interrogantes relativos tanto al orden y disposición de las cosas naturales
como al orden y disposición del espíritu. [Para los pitagóricos] los números vienen a
ser lo sagrado íntimamente vinculado a la razón, lo sagrado para quien no escinde
confrontación al origen y deseo de saber: los números son lo sagrado porque
sagrado es para el pitagórico lo que explica y los números se le aparecen muy
poderosos como elemento de explicación.
Se entiende así la conmoción que supondría el descubrimiento de fragmentos
cuantitativos que no tenían sentido en el orden numérico conocido por los
pitagóricos. La aparición de tales entidades debía forzosamente implicar no ya
quiebra en la aritmética y la geometría, sino también quiebra en la ciencia y la
filosofía como tales, en la confianza de que hubiera realmente orden natural y
orden ciudadano sostenidos en principios racionales. [...].(p. 52).
El descubrimiento por el pitagórico del irracional raíz cuadrada de dos equivale
para él a emergencia pura y simple de la sinrazón. Y así el destino de ser ahogado
que la leyenda evoca, no es el resultado de una condena por haber revelado el
secreto, sino expresión de que, perdido el juicio, se sumerge por sí mismo en el mar
del devenir. [...]. (p. 53).
Esta imposibilidad [de expresar raíz cuadrada de dos en forma de fracción] dejó
necesariamente atónito y acaso espantado al pitagórico. Pues no podía negar que
raíz de 2 era un número, ya que entonces dejaría de tener valor general el
t eorema de Pitágoras, ni podía admitir que lo fuera, pues se trataba entonces
de un número contradictorio. Entiéndase bien: lo contradictorio es que se trate de
un número irracional, pues el pitagórico no conocía más números que los racionales
y su explicación del universo le impedía suponer que hubiera otros. [...]. (p. 55).
La crisis abierta por el descubrimiento de la irracionalidad de raíz cuadrada de dos
tuvo como consecuencia que la geometría fuera en parte privilegiada en
detrimento de la aritmética. Pues irreductible a la aritmética racional, 2 es, sin
embargo, perfectamente designable o representable en el orden geométrico
[aplicando el Teorema de Pitágoras] sustentado en esa misma aritmética racional. [...].
Cabría, pues, decir que donde el contar fracasa sí triunfa la medida. (p. 56)
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La crisis de los inconmensurables en la Academia platónica
Uno de las cuestiones más interesantes de la Historia de las Matemáticas, aparecida en el
horizonte pitagórico medio y que de forma definitiva se consolida en la Academia platónica
es el problema de la inconmensurabilidad como origen de la aparición de la demostración.
Es absolutamente imposible constatar de forma perceptiva la inconmensurabilidad sobre
una figura, es decir, la inconmensurabilidad no es comprobable de forma empírica sino de
forma teórica, a través de un acto intelectual puro. Ninguna verificación geométrico-empírica
inductiva puede convencer de que no siempre dos segmentos tienen una parte alícuota
común. La inconmensurabilidad es un fenómeno que sólo puede concernir a los entes
matemáticos ideales y sólo puede ser objeto de demostración, es decir, implica la existencia
de demostración –a diferencia de otros resultados como el teorema de Pitágoras para el que
hay cientos de pruebas visuales que «muestran» su validez–. Por extrapolación a toda la
Matemática del fenómeno de la inconmensurabilidad, intrínsecamente vinculado, como
vemos, a la demostración, ésta será a partir de entonces quien dará carta de naturaleza a la
Matemática. Así pues, a partir del descubrimiento de los inconmensurables, la demostración
deductiva, con base en los principios, se consideró necesaria y consustancial con la propia
naturaleza de la Matemática, que renuncia a la experiencia física y a los datos aportados por
los sentidos como base del conocimiento y establece un paradigma de actuación en
Matemática que nunca ha sido sustituido hasta ahora.
En Los Diálogos de Platón se advierte la influencia del descubrimiento de los irracionales
sobre la educación y la filosofía platónica de la ciencia. Teodoro de Cirene (discípulo de
Protágoras) a quien Platón reconoce como maestro, demuestra la irracionalidad de las
raíces cuadradas de los números naturales que no son cuadrados perfectos desde el 3 al
17, ambos incluidos (diálogo entre Sócrates y Teeteto, en Platón, Teeteto, 147d). En este
Diálogo de Platón, Teeteto, además de ponderar a Teodoro como «geómetra, astrónomo,
calculador, músico y maestro en todo lo relativo a la educación» da unas orientaciones
hacia la continuación de su trabajo matemático relativo a los inconmensurables. Por eso se
atribuye a Teeteto (según Proclo y Pappus) gran parte del contenido del Libro X de Los
Elementos de Euclides que trata la clasificación y estudio en forma geométrica de las
propiedades de cierto grupo de expresiones irracionales cuadráticas.
En el Libro VII de Las Leyes Platón censura –en boca de un ateniense que dialoga con el
extranjero Clinias– la ocultación a los jóvenes griegos, en su educación, de la distinción
entre magnitudes conmensurables e inconmensurables tachándola de «ignorancia
vergonzosa y ridícula». Platón opina con una retórica exageración (Leyes, 819e–821a):
«[...] Se me ha revelado muy tardíamente nuestra habitual deficiencia en este campo
de cosas; me quedé enormemente sorprendido y, viendo en ello [en la citada
ocultación] menos una debilidad humana que una necedad propia de puercos de cría,
sentí vergüenza no sólo de mí mismo, sino de toda la raza helena. [...] Son temas en
los que la ignorancia es una deshonra, mientras que su conocimiento, como verdades
elementales que son, no es ninguna proeza. [...] Son ciencias en las que deben
aprender los jóvenes, porque ellas no ofrecen ni inconvenientes ni dificultades [...].
Será bueno que, por el momento, se incluyan como estudios obligatorios en nuestras
leyes, a fin de que no haya en ellas lagunas [...].»
También en el Menón (82b-85b) insiste Platón sobre el tema a propósito del problema de la
duplicación del cuadrado. Curiosamente Platón utiliza el problema para sustentar la doctrina
de la reminiscencia. Sócrates y un esclavo mantienen una conversación, en la que mediante
una concatenación de preguntas de aquél, entrelazadas heurísticamente con las respuestas
de éste, se resuelve el problema. Las primeras respuestas del esclavo, son de índole
aritmética, pero resultando la imaginación aritmética inexacta, Sócrates reconducirá el
diálogo induciendo un tratamiento exclusivamente geométrico. Como apuntan los Diálogos
de Platón, y como veremos a continuación, una de las principales contribuciones de la
Academia platónica a la matemática nace de su profunda comprensión del problema de lo
inconmensurable y su consiguiente sustitución de las concepciones aritméticas del
Pitagorismo original por presupuestos geométricos.
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LOS NÚMEROS Y LO IRRACIONAL
EN LA FILOSOFÍA MATEMÁTICA DE
SPENGLER
El sentido de los
números
(en La decadencia de Occidente. Cap.I.1). Austral, Madrid, 1998.
pp.138–155
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