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Incommensurables

matemáticas y filosofía

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EL DESCUBRIMIENTO DE LOS INCONMENSURABLES

PRIMERA CRISIS DE FUNDAMENTOS EN LA HISTORIA DE LA MATEMÁTICA

Completo en:
https://matematicasiesoja.files.wordpress.com/2015/12/incommensurables.pdf

Dicen que la divinidad se enojó contra quien divulgó la doctrina de Pitágoras,


pereciendo como un impío en el mar por sacrílego al haber revelado la doctrina de
los números irracionales y la inconmensurabilidad.
JÁMBLICO. Vida Pitagórica. XXXIV, 247, p.141.

Sobre la inconmensurabilidad del diámetro respecto de la circunferencia a todos


nos parece admirable que una cosa no sea medible por medio de otra que es
divisible aún en partes muy pequeñas.
ARISTÓTELES. Metafísica. Libro I, Cap.2, 983a.

Para el alma antigua el principio de lo irracional fue como un criminal atentado a la


divinidad misma. Que pone en cuestión no sólo el concepto antiguo del número, sino
hasta el concepto del mundo antiguo.
O.SPENGLER. El sentido de los números (en La decadencia de Occidente. Cap.I.1). Austral,
Madrid, 1998. p.152.

No es digno de llamarse hombre aquel que desconoce que la diagonal de un


cuadrado es inconmensurable con el lado.
SOPHIE GERMAN. Mémoire sur les Vibrations des surfaces élastiques (1816).

La idea de que dos magnitudes, y más concretamente dos segmentos, tienen siempre una parte
alícuota común, es decir que son conmensurables, es sin duda una etapa primigenia inevitable en el
desarrollo del pensamiento intuitivo matemático tanto en el horizonte histórico como en el escolar, y
por supuesto en el ámbito artesanal, por necesidades de la medida siempre aproximada de
longitudes. La aparición de las magnitudes inconmensurables marcó una inflexión radical en la
evolución histórica de la Geometría griega, ya que puso fin al sueño filosófico pitagórico acerca del
número como esencia del universo, eliminó de la geometría la posibilidad de medir siempre con
exactitud y fue lo que imprimió a la Matemática griega una orientación geométrico-deductiva
plasmada en la compilación enciclopédica de Los Elementos de Euclides. Los inconmensurables
conducen a un trastorno lógico que estremece los cimientos de la Geometría griega, ya que al
invalidar todas las pruebas pitagóricas de los teoremas que utilizaban proporciones producen la
primera crisis de fundamentos en la historia de la matemática.
El sagaz matemático de la Academia platónica, Eudoxo de Cnido, resuelve de forma brillante y
rigurosa, aunque provisional –durante dos mil años–, la antinomia radical entre finito e infinito,
mediante su Teoría de la Proporción –plasmada en el Libro V de Los Elementos de Euclides–. Pero el
desarrollo de La geometría al margen y en detrimento de la aritmética, la ausencia de un álgebra
simbólica, y, es más, la conversión de toda la matemática en geometría, con un apodíctico estilo
sintético de exposición que oculta la vía heurística del descubrimiento, fue el efecto más inmediato.

La primera crisis de fundamentos en la historia de la matemática


La grandeza sublime del teorema de Pitágoras y la mágica belleza del pentagrama místico
pitagórico –generador de la sección áurea como razón entre la diagonal y el lado del
pentágono regular– fueron dos de los tópicos más relevantes de la Escuela pitagórica, pero
se convirtieron en dos caballos de Troya para la geometría griega, porque llevaban en su
interior el germen de la profunda crisis de la comunidad pitagórica donde aparecieron.
Los Diálogos de Platón informan que la comunidad matemática griega se vio gravemente
sofocada por un descubrimiento que prácticamente demolía la base de la fe pitagórica en los
números enteros. Los pitagóricos, que, como filósofos presocráticos, habían considerado
como núcleo dogmático de su filosofía que «los números son la esencia del universo», 1
encuentran que las consecuencias de su principal teorema –llamado de Pitágoras– atentan
contra los fundamentos de su doctrina, que les había llevado a establecer un paralelismo
entre el concepto numérico y la representación geométrica. En efecto, el cuadrado que es
una de las figuras geométricas más simples, proporciona un terrible ente geométrico, en el
que hay un segmento, la diagonal, que no es conmensurable con otro segmento, el lado –no
hay un submúltiplo de ambos, la diagonal y el lado, que pueda tomarse como unidad, para
medir a ambos segmentos–. Igualmente sucede en el pentágono regular tan emblemático
para los pitagóricos –la diagonal y el lado del pentágono son segmentos que no pueden ser
medidos por una unidad común–. La creencia de que los números podían medirlo todo era
una simple ilusión. Así quedaba eliminada de la geometría la posibilidad de medir siempre
con exactitud. Se había descubierto la magnitud inconmensurable, lo irracional –no
expresable mediante razones–, el alogon, que provocaría una crisis sin precedentes en la
historia de la matemática.
La sacudida que la aparición del nuevo ente provocó en la matemática griega puede
calibrarse por la leyenda que relata un viejo escolio (atribuido al filósofo neoplatonico
Proclo) del Libro X de Los Elementos de Euclides:
«Es fama que el primero en dar al dominio público la teoría de los irracionales,
perecería en un naufragio, y ello porque lo inexpresable e inimaginable debería
siempre haber permanecido oculto. En consecuencia, el culpable, que fortuitamente
tocó y reveló este aspecto de las cosas vivientes, fue trasladado a su lugar de origen,
donde es flagelado a perpetuidad por las olas».

En el mismo tono apocalíptico escribe Jámblico, como hemos visto en la primera cita, a cuyo
texto precede el siguiente (Jámblico, Vida pitagórica. XXXIV, 246–247, p.141):
«Se dice que primero que reveló la naturaleza de la conmensurabilidad e
inconmensurabilidad a los indignos de participar de tales conocimientos fue aborrecido
[por la comunidad pitagórica] hasta el punto de que no sólo lo expulsaron de la vida y
de la vivienda en común, sino que incluso le erigieron una tumba como si él, que había
sido una vez compañero, hubiese abandonado la vida entre los hombres. [...] Otros
afirman que la divinidad se enojó contra quien divulgó la doctrina de Pitágoras,
pereciendo como un impío en el mar por sacrílego al haber revelado la doctrina de los
números irracionales y la inconmensurabilidad.»

La lectura de los pasajes de Proclo y Jámblico, por muy legendarios que sean –como casi
todo lo concerniente a lo pitagórico–, producen un escalofrío místico: la divulgación del
fenómeno de la inconmensurabilidad se consideraba un pecado contra lo más sagrado –un
grave sacrilegio–, un delito de lesa geometría, acreedor al más terrible castigo divino –ser
conducido al lugar de origen, es decir, a la nada, ser desposeído del ser–.
El descubrimiento de la inconmensurabilidad marca un hito en la historia de la geometría,
porque no es algo empírico, sino puramente teórico. Su aparición señaló el momento más
dramático no sólo de la geometría pitagórica sino de toda la geometría griega, y fue con
seguridad lo que imprimió a la matemática griega un cambio de rumbo que la convertiría en
la obra de ingeniería geométrico-deductiva plasmada en Los Elementos de Euclides.

El gran historiador de la Matemática Howard Eves, en su obra en dos volúmenes Great


Moments in Mathematics (The math. Assoc. of America, Maine,1977) dedica al tema de los
inconmensurables dos capítulos que titula Lecture Five. Precipitation of the first crisis y
Lecture six. Resolution of the first crisis. H. Eves escribe (vol.1, p.53):
El descubrimiento de números irracionales y magnitudes inconmensurables provocó
una considerable consternación en las filas pitagóricas al dar un golpe mortal a su
Filosofía que dependía de los números enteros. [...] ¿Cómo puede ser que el número
2 dependa de números enteros y no pueda expresarse como razón de dos de ellos?
El sentido común y la intuición resultan contrariados por la contrapartida geométrica
del hallazgo: –existen segmentos que no pueden ser medidos por una unidad común–.
Pero toda la teoría de la proporción pitagórica y de figuras semejantes se basaba en
esta presunta obvia asunción, de modo que una extensa parte de la geometría 2
pitagórica quedaba invalidada de repente. Se precipitó una seria crisis de fundamentos
en la Matemática. Tan grave fue el escándalo lógico que se desplegaron enormes
esfuerzos por mantener el asunto en secreto y una terrible leyenda emergió sobre el
que lo reveló a los extraños, el pitagórico Hipasos de Metaponto, que, según unos,
pereció en el mar por impiedad, y, según otros, fue desterrado de la comunidad
pitagórica y se le erigió una tumba como si hubiera muerto.»

La imposibilidad de calcular de forma aritmética exacta la diagonal del cuadrado en función


del lado, es decir la imposibilidad empírica y numérica de resolver el problema de la
«duplicación del cuadrado» (diálogo de Platón el Menón, 82d–83e) implicaría que había que
hacer algo distinto. El espíritu griego no se arredrará ante la dificultad y pasará al ataque.
Renunciando a la exactitud aritmética y trascendiendo lo empírico replanteará el problema
soslayando la presencia temible e inexorable del infinito mediante la construcción
geométrica. La incalculabilidad aritmética de ciertas medidas, pronto de la casi generalidad
de las medidas, ya que los inconmensurables aparecían en otros muchos campos de la
geometría, por ejemplo, en la relación entre lado y altura del triángulo equilátero o entre la
circunferencia y el diámetro trajo la primera crisis de fundamentos en la historia de la
matemática, pero fue la cuna de la geometría griega a través de la emergencia de la
demostración, uno de los componentes esenciales del milagro griego en matemáticas.
La inconmensurabilidad entre la circunferencia y el diámetro es comentada por Aristóteles
con estas palabras (Metafísica. Libro I, Cap.2, 983a):
«Sobre la inconmensurabilidad del diámetro respecto de la circunferencia a todos nos
parece admirable que una cosa no sea medible por medio de otra que es divisible aún
en partes muy pequeñas, [...]. Nada causaría más asombro a un geómetra que el ver
que la relación del diámetro a la circunferencia resultaba conmensurable.»

Aunque Proclo –en sus Comentarios al Libro I de los Elementos de Euclides–, atribuye al
propio Pitágoras la cuestión inconmensurable cuando escribe que este filósofo «descubrió la
dificultad de los números irracionales», suele admitirse que el hallazgo apareció hacia el año
480 a.C. por el pitagórico Hipasos de Metaponto. El descubrimiento pudo tener lugar al
intentar reiteradamente de forma empírica encontrar una unidad que permitiera medir, de
manera exacta, simultáneamente la diagonal y el lado del cuadrado –equivalentemente la
hipotenusa y un cateto de un triángulo rectángulo isósceles– o bien la diagonal y el lado de
un pentágono regular.

3
Contextos matemáticos de la inconmensurabilidad de 2 y 5
Si el descubrimiento de la inconmensurabilidad hubiera sido a través de la diagonal del
cuadrado, 2 sería la primigenia magnitud inconmensurable de la historia, mientras que, si
hubiera sido a través de la sección áurea entre diagonal y lado del pentágono regular
habría sido 5 .
Veamos en un lenguaje actual una aproximación técnica matemática a lo que pudieron ser
las primeras demostraciones de inconmensurabilidad del pitagorismo, con base en el
cuadrado y el pentágono regular, equivalentes, respectivamente, a la irracionalidad de las
raíces 2 y 5 .

La inconmensurabilidad de 2

Demostración aritmética de la 2
inconmensurabilidad de
Sea p/q una fracción irreducible tal que (p/q) =2.
2

Se verifica:
p2/q2=2; p2=2q2,
de modo que p2 (y por tanto p) es un número
par;
es decir: p=2s,
de donde 2q2=p2=(2s)2=4s2.
Así pues: q2=2s2,
de modo que q2 (y por tanto q) es un número
par;
es decir : p=2r.
El carácter par de p y q contradice la hipótesis de que p/q es una
fracción irreducible.
En consecuencia no puede existir ningún segmento cuyo cuadrado sea
2.

El método indirecto por reducción al absurdo de esta demostración, hace improbable que
ésta fuera la base del descubrimiento pitagórico original de los inconmensurables.
La demostración aritmética de la inconmensurabilidad de 2 exhibida, equivalente según el
Teorema de Pitágoras a la inconmensurabilidad de la diagonal de un cuadrado con respecto
al lado –que debe ser medida por un segmento cuyo cuadrado sea 2–, se ha interpolado en
los textos apócrifos de Los Elementos de Euclides como proposición X.117.
La demostración está basada en la distinción entre lo par y lo impar y ya había sido aludida
por Aristóteles (Lógica. Analítica Primera. Libro I, Cap. 23, 41a):
«Se demuestra que la diagonal del cuadrado es inconmensurable con los lados,
mostrando que, si se supone que es conmensurable, los números pares serán igual a
los números impares.»

El eminente matemático inglés G.H. Hardy escribe un auténtico panegírico de esta


demostración en su conocida obra Apología de un matemático, donde describe su
concepción de la Matemática (Nivola, Madrid, 1999. p.91):
«[La demostración aristotélica de la irracionalidad de 2 ] es un teorema simple, tanto
en su idea como en su ejecución, pero no hay duda de que es un teorema de la mayor
categoría. Conserva la frescura y el significado del momento de su descubrimiento; y
los más de 2000 años transcurridos no lo han desgastado un ápice.» 4
CITAS SOBRE LOS INCONMENSURABLES
1. Pitágoras [...] investigó los teoremas de un modo inmaterial e intelectual y
descubrió la dificultad de los números irracionales. Proclo. Comentario al Libro I de
los Elementos de Euclides.
2. El descubrimiento de la inconmensurabilidad por Pitágoras debió causar, en
Geometría, un verdadero escándalo lógico, y, para superarlo, se tendió a restringir
tanto como fuera posible el empleo del principio de semejanza, esperando que se
llegara a establecer sobre una teoría de la proporcionalidad independiente de la
hipótesis de la conmensurabilidad [La Teoría de la Proporción del Eudoxo del Libro
V de Los Elementos de Euclides]. P.Tannery. La géométrie grecque. Gauthier-
Villars. París,1887. p.98.
3. El descubrimiento de la inconmensurabilidad es uno de los más
asombrosos y trascendentales logros de la primitiva matemática griega [...]. El
hallazgo debió provocar una enorme impresión en los círculos pitagóricos porque
de golpe destruía la creencia de que todo podía ser expresado en términos de
números enteros, lo que constituía la base de toda la Filosofía pitagórica. Esta
impresión es claramente reflejada en algunas leyendas que aseguran que Hipasos
fue castigado por los dioses por haber hecho público el terrible descubrimiento.
K.von Fritz. The discovery of incommensurability by Hippasus of Metapontum.
Annals of Mathematics, 46, 242-64, 1945. pp.242, 260.
4. Eudoxo está en la cumbre de las matemáticas griegas por su Teoría de las
Proporciones. [...].
Eudoxo ha encontrado el primer método lógicamente satisfactorio, que Euclides
ha reproducido en el Libro V de sus Elementos, para resolver los problemas de la
continuidad, los enigmas del infinito y los dédalos de los números irracionales
estos problemas. E.Bell. Les grands mathématiciens. Payot. París, 1950, pp.36–37.
5. El descubrimiento pitagórico de los irracionales mostró su incompatibilidad con su
metafísica [...]. La inconmensurabilidad de la diagonal y el lado de un cuadrado
planteaba a los pitagóricos una tremenda alternativa: de mantener su metafísica,
mutilaban la geometría; de mantener la geometría anulaban su metafísica.
Arquímedes: El Método. Introd. y notas de J. Babini. Eudeba, Buenos Aires, 1966,
p.14.
6. El descubrimiento de números irracionales y magnitudes inconmensurables
provocó una considerable consternación en las filas pitagóricas al dar un golpe
mortal a su Filosofía que dependía de los números enteros. [...]. Tan grave fue el
escándalo lógico que se desplegaron enormes esfuerzos por mantener el asunto
en secreto y una terrible leyenda emergió sobre el que lo reveló a los extraños, el
pitagórico Hipasos de Metaponto, que, según unos, pereció en el mar por
impiedad, y, según otros, fue desterrado de la comunidad pitagórica y se le erigió
una tumba como si hubiera muerto. H.Eves. Great Moments in Mathematics. The
math. Assoc. of America, 1977. Vol.1. Cap.6, p.53.
7. Para los pitagóricos, que fueron sus autores, el descubrimiento de las
magnitudes irracionales debió de ser, si no un escándalo, sí por lo menos una
decepción. Demostrar el carácter informulable (alogon) de magnitudes fáciles de
construir y cuya existencia espacial resultaba evidente, era poner fin a un gran
sueño de aritmética universal. J.Itard. La Ciencia helénica: Platón (en Historia
general de las Ciencias. Orbis. Barcelona, 1988, vol.1, Lib.1, cap.3, p.279).
R.Taton (compilador).
8. El sensacional e indeseado descubrimiento de los irracionales, que parecía obra de
espíritus malignos destinada a destruir un sueño aritmético maravilloso, abriría
más tarde el camino de vertiginosos descubrimientos matemáticos. [...]. El
presunto castigo divino para quien divulgó el secreto de los irracionales es la más
específicamente helénica de las leyendas. E.Colerus. Breve historia de las
Matemáticas. Doncel, Madrid, 1972. Vol.1, cap.1. pp 29, 30.
9. La razón del escándalo desatado por la aparición de las magnitudes
inconmensurables está en que la matemática pitagórica tenía como principio que
5
«todo es número», o sea que «el número es la esencia de todas las cosas que
existen», donde «número» es sólo número entero, por lo cual la imposibilidad de
medición numérica venía a hacer estremecer los cimientos filosóficos de la
doctrina pitagórica. C.Eggers. El nacimiento de la Matemática en Grecia. Eudeba,
Buenos Aires, 1995. Cap. 5, p.12
10. La principal contribución de Platón a la ciencia, en opinión de Popper, nace de su
profunda comprensión del problema de los irracionales y su consiguiente
sustitución de las concepciones aritméticas del pitagorismo por una concepción
geométrica. W.Guthrie. Historia de la Filosofía griega. 1990. Vol 5. p. 298.
11. Por desgracia para Pitágoras el teorema del triángulo rectángulo lo condujo al
descubrimiento de los inconmensurables, que parecía refutar toda su filosofía. [...].
Esto convenció a los matemáticos griegos de que la geometría debía establecerse
independiente de la aritmética. B.Russell. Historia de la Filosofía occidental.
Austral. Madrid,1995. Vol.1. Lib.1. Cap.3. p.73
12. Para el alma antigua el principio de lo irracional, esto es, la destrucción de la serie
estatuaria de los números enteros, representantes de un orden perfecto del
mundo, fue como un criminal atentado a la divinidad misma. [...]. La
transformación de la serie discontinua de los números en una serie continua, pone
en cuestión no sólo el concepto «antiguo» del número, sino hasta el concepto del
mundo antiguo. O.Spengler. El sentido de los números (en La decadencia de
Occidente. Cap.I.1). Austral, Madrid, 1998. P.152.

13. [La demostración aristotélica de la irracionalidad de raíz de 2] es un teorema


simple, tanto en su idea como en su ejecución, pero no hay duda de que es un
teorema de la mayor categoría. Conserva la frescura y el significado del momento
de su descubrimiento; y los más de 2000 años transcurridos no lo han desgastado
un ápice. G.H. Hardy. Apología de un matemático, Nivola, Madrid, 1999. p.91
14. Según la tradición, el descubrimiento de la irracionalidad por los pitagóricos, por
lo menos en cierto tiempo y en ciertos ambientes, fue considerado como un
monstruoso conflicto entre las sugestiones de la experiencia y las de la deducción
lógica. Acentúa también la tradición que tal descubrimiento habría sido revelado a
los no iniciados de la secta pitagórica por Hipasos de Metaponto, el cual por este
crimen habría sido matado por los dioses o por sus compañeros. B.Levi. Leyendo a
Euclides. Zorzal, Buenos Aires, 2001. Cap. 1. pp70–71.
15. El lado y La diagonal de un cuadrado no admiten ninguna medida común. Si un
número representa al uno, ningún número puede representar al otro. Son
inconmensurables. Así pues, es imposible conocerlos numéricamente juntos. Y sin
embargo, ante nuestros ojos, juntos, se muestran. Lo real, aquí, no es discutible, y
excede manifiestamente la capacidad numérica. [...]. Esas magnitudes
geométricas escapan a la numericidad. [...] Para reconstruir el edificio dañado,
los griegos desarrollaron una teoría interna referente sólo a las magnitudes
geométricas. Establecieron proporciones entre estas magnitudes, pero se negaron
a llamarlas números. [...]. Será preciso aguardar casi dos milenios para que, por el
camino real de una definición, estos entes se integren en el imperio de los
números. D.Guedj. El imperio de las cifras y los números. B.S.A. Barcelona, 1988.
Cap.V, p.85.
16. La supuesta conmensurabilidad de los segmentos era una cuestión crítica para
los pitagóricos, no sólo porque empleaban esta idea en sus demostraciones sobre
figuras semejantes sino también porque parecía apoyar su visión filosófica del
papel central de los números enteros. [...]. El descubrimiento hizo trizas las
demostraciones pitagóricas basadas en la conmensurabilidad de todos los
segmentos. Deberían transcurrir casi dos siglos hasta que el matemático Eudoxo
encontrara un modo de dirimir la cuestión de la semejanza mediante la
conmensurabilidad. Además, el descubrimiento supuso un impacto
perturbador a la supremacía de los números enteros, pues si no todas las
cantidades eran conmensurables, los números enteros eran inadecuados para
representar las razones de todas las longitudes geométricas. En consecuencia, el
descubrimiento establecía firmemente la superioridad de la geometría respecto de
la aritmética en todas las Matemáticas griegas a partir de entonces. W. Dunham.
Viaje a través de los genios. Pirámide. Madrid, 1992. pp.31,32
6
17. La aparición del inconmensurable debía forzosamente implicar no ya quiebra en
la aritmética y la geometría, sino también quiebra en la ciencia y la filosofía. [...]. El
descubrimiento por el pitagórico del irracional equivale para él a emergencia pura
y simple de la sinrazón. [...]. La crisis abierta por el descubrimiento de la
irracionalidad tuvo como consecuencia que la geometría fuera en parte privilegiada
en detrimento de la aritmética. V.Gómez Pin. La tentación pitagórica. Síntesis,
Madrid, 1999. Cap. 2.3, pp.52,53,56.

7
Consideraciones filosóficas sobre la inconmensurabilidad
Para los pitagóricos el gran sistema del mundo, el ser, la forma y la acción de todas las
cosas son una consecuencia natural de los números. Estos determinan el nexo de unión de
todas los entes y la mecánica del universo entero, son la base del espíritu y el único medio
por el cual se manifiesta la realidad. Esta doctrina pitagórica se llama misticismo numérico,
porque atribuye a los números, no sólo un carácter sagrado, sino también una realidad
sustancial descriptiva tanto de los aspectos cualitativos como de los aspectos físicos de las
cosas. Los pitagóricos vivieron imbuidos de un efervescente entusiasmo místico hacia los
números, hasta el punto de que Filolao de Metaponto –el pitagórico favorito de Aristóteles y
uno de los más influyentes sobre Platón– llegó a afirmar: «Todo lo cognoscible tiene un
número, pues no es posible que sin número nada pueda ser concebido ni conocido.»
Pues bien, al número uno le conciben como el principio y la causa de todo. Es la verdadera
esencia de todas las cosas y el fundamento de cuanto existe. Símbolo del Dios único,
expresado en latín por Solus –de donde deriva la palabra Sol–. Símbolo de la razón
suprema, asociada al concepto de Dios Creador, supremo paradigma del Bien y la Belleza.
Generador de todos los números y de todas las dimensiones. Para Filolao «el uno es el
Padre de los Seres, Demiurgo del mundo, artífice de la permanencia de las cosas.»
Para los pitagóricos todo procedía de la unidad y a ella se podía reconducir todo. De ello
dependía la inteligibilidad de las cosas. El orden pitagórico se basaba en la finitud. Toda
pluralidad como fruto de la unidad es finita, está formada de números enteros y también toda
fragmentación o división de la unidad –un medio [1/2], un tercio [1/3],...– procede de ellos y
por tanto de la unidad, y a ella revierten ya que dos veces un medio es igual a uno, tres
veces un tercio es igual a uno, etc. De forma análoga a cualquier racional p/q se le puede
hacer retornar a la unidad pitagórica mediante operaciones de fragmentación y adición.
Era natural, pues, la terrible inquietud que introduce en el mundo pitagórico la emergencia
del inconmensurable como ser que se escapa al dominio de la unidad ya que ninguna
operación entera con él es capaz de retornarle al origen de todo que es la unidad o mónada
pitagórica. El inconmensurable se le llama irracional porque no se puede expresar como
razón de dos enteros, pero sobre todo porque como algo ininteligible, está fuera del Logos,
es –alogon–, es decir, representa la sinrazón.

La consideración del cuadrado de lado la unidad y su diagonal conduce a que haya que
concebir al ente √ 2 geométricamente inteligible, de lo contrario habría que poner en
entredicho el teorema de Pitágoras que es la base de multitud de teoremas geométricos.
Pero los pitagóricos no conocían más números que los enteros y racionales, que tan bien
explicaban su cosmología, lo que les impedía concebir otro tipo de número. Por tanto la
naturaleza irracional de √ 2 ponía en entredicho las sagradas concepciones pitagóricas.

8
El ente √ 2 es ininteligible en la aritmética racional pitagórica, porque su consideración
como fracción de enteros conduce a una tremenda contradicción aritmética –√ 2 resulta ser
p/q con p y q enteros pares y primos entre sí–, así que la mónada pitagórica es incapaz de
engendrar √ 2, y ningún tipo de operación aritmética retorna √ 2 al origen, a la mónada. La
entidad √ 2 se revela como irreductible al trato numérico pitagórico, pero es perfectamente
representable e inteligible en el orden geométrico ya que tomando de forma convencional un
determinado segmento de recta como unidad, cuatro de ellos se vinculan en un cuadrado,
de modo que el temible √ 2 se obtiene como una mera construcción geométrica de una gran
sencillez, la diagonal de un cuadrado, conocido el lado.
Así pues la unidad aritmética se revela impotente para medir la entidad √ 2 y debe ser la
unidad geométrica –el segmento unidad– quien cumpla la función de medición; el contar
aritmético cede por incapacidad ante la medida geométrica. El abismo entre lo discreto y lo
continuo, entre finito e infinito, que ha creado la aparición del inconmensurable obliga a
renunciar a medir siempre con exactitud y privilegiar la geometría sobre la aritmética.

9
LOS INCONMENSURABLES QUIEBRAN LA FILOSOFÍA
PITAGÓRICA

La cosmovisión pitagórica establecía que toda la naturaleza estaba regida por un


orden matemático y acuñaba el término Cosmos para describir un universo
armonioso y ordenado por unas leyes cognoscibles e inteligibles por el hombre a
través de número, germen elemental que como «esencia de todas las cosas» era
el principio generador en el macrocosmos y el microcosmos. Si el número es el
instrumento radical de intelección del mundo –el físico y el espiritual–, la
aparición del inconmensurable –elemento que al está fuera de la inteligibilidad–
produce un disturbio radical en el orden numérico que resquebraja los cimientos
aritméticos de la Filosofía pitagórica, que eran principios racionales basados en el
número entero. El descubrimiento de los inconmensurables es un desafío lanzado
por la naturaleza a la Aritmética que refuta la creencia pitagórica en la
omnipotencia de los números. A este respecto son muy ilustrativas las
reflexiones de V.Gómez Pin en su obra La tentación pitagórica (Síntesis, Madrid,
1999, Cap. 2.3, pp. 52–56):

«El Pitagorismo afirma con radicalidad que los números encierran respuesta a
todos los interrogantes relativos tanto al orden y disposición de las cosas naturales
como al orden y disposición del espíritu. [Para los pitagóricos] los números vienen a
ser lo sagrado íntimamente vinculado a la razón, lo sagrado para quien no escinde
confrontación al origen y deseo de saber: los números son lo sagrado porque
sagrado es para el pitagórico lo que explica y los números se le aparecen muy
poderosos como elemento de explicación.
Se entiende así la conmoción que supondría el descubrimiento de fragmentos
cuantitativos que no tenían sentido en el orden numérico conocido por los
pitagóricos. La aparición de tales entidades debía forzosamente implicar no ya
quiebra en la aritmética y la geometría, sino también quiebra en la ciencia y la
filosofía como tales, en la confianza de que hubiera realmente orden natural y
orden ciudadano sostenidos en principios racionales. [...].(p. 52).
El descubrimiento por el pitagórico del irracional raíz cuadrada de dos equivale
para él a emergencia pura y simple de la sinrazón. Y así el destino de ser ahogado
que la leyenda evoca, no es el resultado de una condena por haber revelado el
secreto, sino expresión de que, perdido el juicio, se sumerge por sí mismo en el mar
del devenir. [...]. (p. 53).

Esta imposibilidad [de expresar raíz cuadrada de dos en forma de fracción] dejó
necesariamente atónito y acaso espantado al pitagórico. Pues no podía negar que
raíz de 2 era un número, ya que entonces dejaría de tener valor general el
t eorema de Pitágoras, ni podía admitir que lo fuera, pues se trataba entonces
de un número contradictorio. Entiéndase bien: lo contradictorio es que se trate de
un número irracional, pues el pitagórico no conocía más números que los racionales
y su explicación del universo le impedía suponer que hubiera otros. [...]. (p. 55).
La crisis abierta por el descubrimiento de la irracionalidad de raíz cuadrada de dos
tuvo como consecuencia que la geometría fuera en parte privilegiada en
detrimento de la aritmética. Pues irreductible a la aritmética racional, 2 es, sin
embargo, perfectamente designable o representable en el orden geométrico
[aplicando el Teorema de Pitágoras] sustentado en esa misma aritmética racional. [...].
Cabría, pues, decir que donde el contar fracasa sí triunfa la medida. (p. 56)

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La crisis de los inconmensurables en la Academia platónica
Uno de las cuestiones más interesantes de la Historia de las Matemáticas, aparecida en el
horizonte pitagórico medio y que de forma definitiva se consolida en la Academia platónica
es el problema de la inconmensurabilidad como origen de la aparición de la demostración.
Es absolutamente imposible constatar de forma perceptiva la inconmensurabilidad sobre
una figura, es decir, la inconmensurabilidad no es comprobable de forma empírica sino de
forma teórica, a través de un acto intelectual puro. Ninguna verificación geométrico-empírica
inductiva puede convencer de que no siempre dos segmentos tienen una parte alícuota
común. La inconmensurabilidad es un fenómeno que sólo puede concernir a los entes
matemáticos ideales y sólo puede ser objeto de demostración, es decir, implica la existencia
de demostración –a diferencia de otros resultados como el teorema de Pitágoras para el que
hay cientos de pruebas visuales que «muestran» su validez–. Por extrapolación a toda la
Matemática del fenómeno de la inconmensurabilidad, intrínsecamente vinculado, como
vemos, a la demostración, ésta será a partir de entonces quien dará carta de naturaleza a la
Matemática. Así pues, a partir del descubrimiento de los inconmensurables, la demostración
deductiva, con base en los principios, se consideró necesaria y consustancial con la propia
naturaleza de la Matemática, que renuncia a la experiencia física y a los datos aportados por
los sentidos como base del conocimiento y establece un paradigma de actuación en
Matemática que nunca ha sido sustituido hasta ahora.
En Los Diálogos de Platón se advierte la influencia del descubrimiento de los irracionales
sobre la educación y la filosofía platónica de la ciencia. Teodoro de Cirene (discípulo de
Protágoras) a quien Platón reconoce como maestro, demuestra la irracionalidad de las
raíces cuadradas de los números naturales que no son cuadrados perfectos desde el 3 al
17, ambos incluidos (diálogo entre Sócrates y Teeteto, en Platón, Teeteto, 147d). En este
Diálogo de Platón, Teeteto, además de ponderar a Teodoro como «geómetra, astrónomo,
calculador, músico y maestro en todo lo relativo a la educación» da unas orientaciones
hacia la continuación de su trabajo matemático relativo a los inconmensurables. Por eso se
atribuye a Teeteto (según Proclo y Pappus) gran parte del contenido del Libro X de Los
Elementos de Euclides que trata la clasificación y estudio en forma geométrica de las
propiedades de cierto grupo de expresiones irracionales cuadráticas.
En el Libro VII de Las Leyes Platón censura –en boca de un ateniense que dialoga con el
extranjero Clinias– la ocultación a los jóvenes griegos, en su educación, de la distinción
entre magnitudes conmensurables e inconmensurables tachándola de «ignorancia
vergonzosa y ridícula». Platón opina con una retórica exageración (Leyes, 819e–821a):
«[...] Se me ha revelado muy tardíamente nuestra habitual deficiencia en este campo
de cosas; me quedé enormemente sorprendido y, viendo en ello [en la citada
ocultación] menos una debilidad humana que una necedad propia de puercos de cría,
sentí vergüenza no sólo de mí mismo, sino de toda la raza helena. [...] Son temas en
los que la ignorancia es una deshonra, mientras que su conocimiento, como verdades
elementales que son, no es ninguna proeza. [...] Son ciencias en las que deben
aprender los jóvenes, porque ellas no ofrecen ni inconvenientes ni dificultades [...].
Será bueno que, por el momento, se incluyan como estudios obligatorios en nuestras
leyes, a fin de que no haya en ellas lagunas [...].»

También en el Menón (82b-85b) insiste Platón sobre el tema a propósito del problema de la
duplicación del cuadrado. Curiosamente Platón utiliza el problema para sustentar la doctrina
de la reminiscencia. Sócrates y un esclavo mantienen una conversación, en la que mediante
una concatenación de preguntas de aquél, entrelazadas heurísticamente con las respuestas
de éste, se resuelve el problema. Las primeras respuestas del esclavo, son de índole
aritmética, pero resultando la imaginación aritmética inexacta, Sócrates reconducirá el
diálogo induciendo un tratamiento exclusivamente geométrico. Como apuntan los Diálogos
de Platón, y como veremos a continuación, una de las principales contribuciones de la
Academia platónica a la matemática nace de su profunda comprensión del problema de lo
inconmensurable y su consiguiente sustitución de las concepciones aritméticas del
Pitagorismo original por presupuestos geométricos.
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LOS NÚMEROS Y LO IRRACIONAL
EN LA FILOSOFÍA MATEMÁTICA DE
SPENGLER
El sentido de los
números
(en La decadencia de Occidente. Cap.I.1). Austral, Madrid, 1998.
pp.138–155

En el número, como signo de la total limitación extensiva, reside, como lo


comprendió Pitágoras, con la íntima certidumbre de una sublime intuición
religiosa, la esencia de todo lo real, esto es de lo producido, de lo conocido y,
al mismo tiempo, limitado. (p.138).
Pitágoras concibió científicamente el numero antiguo como principio de un
orden universal de las cosas palpables, como medida o magnitud. (p.139).
El circulo de los pitagóricos, hacia el 540 a.C., llegó a la concepción de que el
número es la esencia de todas las cosas. Esto no solamente es un gran paso
en el desarrollo de la matemática. Es más aún: es propiamente el orto de una
matemática nueva, creada en las profundidades del alma «antigua», teoría
consciente de sí misma, que ya se había anunciado en problemas metafísicos y
en tendencias de la forma artística. (p.147).
La afirmación pitagórica de que el número es la esencia de todas las cosas
aprehensibles por los sentidos sigue siendo la más valiosa proposición de la
Matemática antigua. En ella el número se define como medida, expresando así
el sentimiento cósmico de un alma apasionadamente entregada al ahora y al
aquí. Medir, en este sentido significa medir algo próximo y corpóreo. [...] El
concepto pitagórico de la armonía numérica aunque deducido acaso de una
música [...] es un sentimiento que, trasladado a lo grande, es lo que crea el
cosmos, en oposición al caos, el mundo exterior del alma
«antigua», el orden armónico de todas las cosas singulares, de palpable
presencia. La suma de esas cosas es justamente el mundo entero. Lo que
media entre las cosas es el espacio cósmico. (pp.148– 149).
Para el pensamiento antiguo, para el sentimiento cósmico de los antiguos, la
matemática no podía ser más que teoría de las relaciones de magnitud, medida
y figura entre cuerpos sólidos. Cuando Pitágoras, movido por ese sentimiento,
halló la formula decisiva, era para él el numero precisamente un símbolo
óptico, no una forma en general o una forma abstracta; era el signo de la
limitación de las cosas que abarcamos con la mirada. Toda la matemática de la
antigüedad, sin excepción, concibió a los números como unidades de medida,
magnitudes, distancias, superficies. No podía representarse otra especie de
extensión. La matemática antigua es en última instancia estereometría.
(pp.149–150).
Los números pertenecen exclusivamente a la esfera de lo extenso. Pero hay
tantas maneras posibles de representarse el orden de lo extenso como existen
culturas. El numero antiguo no es el pensamiento de relaciones espaciales sino
de unidades tangibles, limitadas para los ojos del cuerpo. La «Antigüedad» por
tanto no conoció más que los números «naturales»–positivos enteros–. (p.150).
Por eso la representación de los números irracionales, o como decimos
nosotros fracciones decimales infinitas, ha sido siempre irrealizable para el
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espíritu griego. Dice Euclides que las distancias inconmensurables no se
comportan como números. Y en realidad, si se analiza el concepto de
número irracional, se ve que el concepto de número y el concepto de
magnitud están en él perfectamente separados, porque los números
irracionales, por ejemplo, no pueden ser nunca exactamente limitados o
representados por una distancia. De aquí se sigue que para el número antiguo,
que es justamente límite sensible, magnitud conclusa y nada más, la
representación, por ejemplo, de la relación del lado del cuadrado con la
diagonal, entra en contacto con una idea numérica totalmente distinta, muy
extraña al sentimiento antiguo del universo y por lo tanto intolerable, idea que
parece próxima al descubrir el arcano de la propia existencia. Este sentimiento
produce un extraño mito griego de época posterior, según el cual el primero
que sacó a la luz pública la noción de lo irracional perdió la vida en un
naufragio «porque lo inexpresable e inimaginable, debe siempre permanecer
oculto». Quien sienta el terror que se manifiesta en este mito –es el mismo
terror que estremecía a los griegos de la época más floreciente ante la idea de
ensanchar sus minúsculos estado-ciudades, convirtiéndolos en territorios
públicamente organizados; ante las perspectivas de largas calles en línea recta
y avenidas interminables; [...] ante la idea de salir del Mediterráneo con
rumbos que ya de antiguo habían descubierto las naves egipcias y fenicias; es
la misma antigua metafísica que los atenazaba al pensar en la disolución de lo
tangible, lo sensible, lo presente, lo actual, con que la existencia antigua se
había construido como una cerca protectora, allende la cual yacía no
sabemos qué cosa inquietante, una sima, elemento primario de ese cosmos,
creado y mantenido en cierto modo artificialmente–, quien comprenda ese
sentimiento, ha comprendido también el sentido más hondo del número
antiguo, la medida opuesta a lo inmenso, y ha logrado compenetrarse con
el superior ethos religioso de esa limitación. (pp.150–151).
Para el alma antigua el principio de lo irracional, esto es, la destrucción de la
serie estatuaria de los números enteros, representantes de un orden perfecto
del mundo, fue como un criminal atentado a la divinidad misma. Este
sentimiento se percibe claramente en el Timeo de Platón. La transformación
de la serie discontinua de los números en una serie continua, pone en cuestión
no sólo el concepto «antiguo» del número, sino hasta el concepto del mundo
antiguo. Se comprende ahora que en la matemática antigua no fuesen
posibles, no ya el cero como número –refinada creación de admirable energía
que aniquila toda representación sensible y, para el alma india, que la concibió
como base del sistema de posición, constituye la clave para desentrañar el
sentido de la realidad–, pero ni siquiera los números negativos que nosotros
nos representamos sin dificultad. (pp.152–153).
El sentir antiguo obedece a aquel terror ante lo irracional que les impidió
concebir la nada como cero, como número, excluyendo de la contemplación
cósmica las relaciones inconmensurables para conservar intacto el símbolo de
la medida. (p.155).
El concepto de los números irracionales, de los números propiamente
antihelénicos, deshace en su fundamento mismo la noción de número
concreto y determinado. A partir de ese momento, ya no forman esos números
una serie de magnitudes crecientes, discretas, plásticas, sino un continuo de
una dimensión, en la cual cada corte –en el sentido de Dedekind–
representa un «número», aunque ya en realidad no puede dársele ese nombre.
Para el espíritu antiguo no hay más que un número entre el 1 y el 3; para el
espíritu occidental, hay una colección infinita. (p.170).
El número antiguo, entero, material, busca involuntariamente una relación que
lo una con el nacimiento del hombre corpóreo [...]. Desde ese punto de vista
se comprende el mito, del criminal descubrimiento del número irracional. El
irracional, o, según nuestro modo de expresarnos, el uso de los decimales 13
infinitos, viene a destruir el orden genético, el orden corporeo–orgánico,
instituido por los dioses. (p.180).

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