Accola - 1980 Nacascolo Sitio Saqueado

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Publicación de la Comisión Nacional Organizadora

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CENTENARIO DE
GONZALO FERNANDEZ DE OVIEDO,

Memoria del Congreso sobre


el Mundo Centroamericano
de su Tiempo
(24 . 25 • 26 Y 27 de Agosto, 1978)

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J.15
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Nicoya, Costa Rica, América Central.


Edición al cuidado del
Lic. Gabriel Ureña Morales
de la
Academia da Geografía e
Historia de Costa Rica.
1980.

Impreso en Costa Rica en los


Talleres Tipográficos de
Editorial Texto Uds.
SITIO NACASCOLO: ARQUEOLOGIA EN UN SITIO SAQUEADO
Por Dr. Richard M. Accola
University of Texas al Austin

El sitio Nacascolo (30471-9) se ubica a medio kilómetro de la playa del


mismo nombre, en el lado norte de la Bahía de Culebra. Está en un valle pe-
queño, rodeado por cuestas de más de cien metros de alto, al norte, al sur y al
oeste; y da al mar al este. Un pequeño paso atraviesa los cerros al noroeste,
dando fácil acceso a la Playa Pochote en la Bahía de Huevos. Dos quebradas de
buen tamaño se originan en estos cerros, formando pequeños estuarios que de-
sembocan en la bahía.
Manantiales cercanos proveen agua dulce tanto en la estacón seca como
en la lluviosa. Aunque el Sitio Nacascolo se encuentra en las faldas de los cerros
en el piso del valle, otros siti?s existen en las cumbres, al norte (El Canchal,
3047"i-10) y al sur (Punta Perla, 30471-20). Aún, no se ha hecho un plano completo
del Sitio Nacascolo, debido a la tupida vegetación de invierno, pero la limpieza
preliminar reveló varios montículos-basureros grandes, compuestos de conchas,
tiestos, huesos y tierra. También, había tiestos en las zonas entre montículos.
Como la mayoría de los sitios arqueológicos en la Bahía de Culebra, el Sitio
Nacascolo ha sido extensivamente saqueado por huaqueros. Por más de un siglo,
las coleccionistas del mundo han estimado la reluciente cerámica policroma de
Nicoya, y el Sitio Nacascolo ha sido una de las mayores fuentes de piezas. En
1881, por ejemplo, un viajero en Guanacaste mencionó ver vasijas precolombinas
., ... desenterradas en Nacascolo en la Bahía de Culebra." (Bransford 1884:825~
Desde aquel entonces, la mayoría de las ilustraciones publicadas de cerámica gua-
nacasteca ha incluído muchos ejemplos supuestamente de Nacascolo (véase Bau-
dez 1976: PI ates 71, 75, 92, 94-97). Este saqueo intensivo a largo plazo ha dejado
el sitio en muy malas condicones para las investigaciones científicas. Cada mon-
tículo muestra huecos grandes y profundos, con los materiales sacados tirados
sobre la superficie; la misma condición prevalece en las zonas planas. Tan drás-
tico ha sido el saqueo que no ha sido posible encontrar un espacio sin altera-
ción para ubicar una cala de dos por dos metros, y es un montículo que ~barcó
más de 1250m 2 • Aunque se quedan materiales en el sitio que tienen valor para
el arqueólogo, casi todos han perdido su contexto original, obviando su uso en
estudios científicos cuidadosos.
En julio 1978, encabecé un equipo de investigación arqueológica, sub-
vencionado por el Museo Nacional de Costa Rica, que empezó las excavaciones
en el Sitio Nacascolo; era parte de un proyecto, ya encaminado, sobre la fac-
tibilidad del rescate de sitios arqueológicos en la Bahía de Culebra, anterior a su
destrucción por el Proyecto Turístico destinado a desarrollarse en la localidad.
Inicialmente, queríamos determinar si existía o no materiales prehistóricos no
perturbados en el sitio, y, si ésto fuera el caso, ubicarlos según la cronología

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arqueológica regional. En base a trabajos anteriores al sur de la Bahía, había-
mos formulado una metodología para el muestreo de sitios saqueados; en Na-
cascolo podíamos comprobar y refinar estas técnicas. Básicamente, aprovechamos
los huecos de huaqueros para observar la estratigrafía cultural del sitio. Prime-
ro, identificamos varios sectores del sitio (montículos, ZC'!,;:¡S planas, cemente-
rios), en los cuales llevamos a cabo las pruebas. Después de encontrar un hueco
contigo a depósitos no perturbados, limpiamos y rectificamos la pared de
aquel para dilucidar la secuencia de capas naturales tanto como culturales. Se
procedió a dibujar y fotografiar la pared, para luego formular una estrategia de
excavación. Generalmente, se excavó en estratos naturales una cala de dos por
dos metros adyacentes al hueco, guardando todos los artefactos y huesos rete-
nidos en una malla de .5 pulgadas. En los concheros, excavamos cuadros de
50 centímetros también según capas naturales; todo fue pasado por mallas de .25
pulgadas, y guardamos todo lo que era artefacto o ecofacto. Este procedimiento
se estandarizó para permitir comparaciones estadísticas de las frecuencias
de diferentes clases de artefactos en los varios sitios alrededor de la Bahía.
Un análisis preliminar de los datos en el campo fuego sirve de guía para las
siguientes excavaciones.
Con esta metodología, la presencia de huecos de huaqueros nos deja
observar rápidamente la naturaleza de los depósitos en el sitio. Desde luego,
es indispensable encontrar huecos que tengan zonas no perturbadas a la par.
En el Sitio Nacascolo esto resultó difícil. Era imposible encontrar un área de dos
por dos metros sin tocar, así que ~os concentramos en los espacios estrechos
entre huecos, los cuales se encontraron tapados por la tierra sacada por los
huaqueros. Al quitar esto, logramos deliminar una cala de dos por uno me-
tros; aunque las probalidades de encontrar una estratigrafía no perturbada pare-
cieran mínimas, decidimos hacer la prueba. Cuadriculamos el sitio y empezamos
a limpiar dos huecos dejados por los huaqueros, uno en un montfculo y otro
en la zona plana frente a él. Encontramos que los huaqueros, a la vez que
destrozaron más de lo que pensábamos, habían dejado en el sitio muchos datos
valiosos.
En la excavación en el montículo, removimos más tierra del !~ueco para
poder dibujar el perfil estratigráficamente de la pared al oeste. Después de
determinar la estratificación de capas de conchas y de tierra, excavamos otra
cala de dos por uno metros a la par según estas capas. Inmediatamente topamos
con bolsilles de tierra removida subterráneas, productos de la amoliación por
huaqueros de otros huecos adyacentes. Aunque tratamos de evitar las zonas per-
turbadas, esto nos redujo la cala a un tamaño de 1m~. o menos. De~ajo de las
conchas, a una profundidad de 2.70m., se halló un fogón u horno rodeado por
adobe quemado, muy parecido a los encontrados en el Sitio Vi dar, al otro lado
de la Bahía (Abel 1978). Desafortunadamente, la mayor parte de este rasgo
había sido destruído por los huaqueros, aún a esa profundidad. El primer análisis
de la cerámica proveniente de esta cala demostró que, aunque h2.bía restos
culturales de más de un período en el pasado, éstos estaban revolcados, l1a-
biendo perdido su orden original de susperposición.
En la zona plana frente al montículo seguimos la misma metodoloyía de
excavación. Allí, a 1.70m. de profundidad, encontramos dos vasijas enteras; al
ampliar horizontalmente, siguiendo el perfil de un pozo visible en la pared, sa-
lieron huesos humanos. Completamente descubiertos, el rasgo resultó ser un
entierro primario extendido, con la cabeza orientada al sureste. Tenía seis
cráneos humanos colocados sobre el tórax y otros dos descansaron 3D centí·
metros al sur de la cabeza. Una acumulación de huesos humanos no articu-
168
lados fue encontrada a lo largo del lado derecho del entierro; el esqueleto prin-
cipal además fue untado con ocre rojo en la región de la pelvis y las piernas
superiores, las cuales quedaron teñidas de un color rojizo, junto con la tierra
que las cubría. En el campo, esta figura principal fue identificada como un
hombre de unos 30 - 35 años, mientras los cráneos aparentemente pertene-
cieron a mujeres tanto como a hombres, adolescentes y adultos (el Dr. David Wea-
ver, comunicación personal). Como el entierro fue encontrado en un matriz de
arena, la preservación de los huesos era excelente; éstos ya están bajo estudio en
el Museo Nacional de Costa Rica.
Las ofrendas funerarias asociadas al entierro incluyen once vasijas de ce-
rámica policromada, una hacha pulida de piedra, abalorios de caracoles y un
cascabel de cobre. Ocho de las vasijas fueron puestas alrededor de la parte su-
perior del esqueleto, dos alejadas al lado oeste y una se halló entre los pies.
El tipo cerámico PatakyjPapagayo Policromo fue el más representado en la ofren-
da (ocho vasijas, una de las cuales resultó ser sólo una base anular). También
había vasijas de Mora Policromo, Santa Marta Policromo y Birmani::l Policromo
(Baudez 1967). Aparte de su valor estético, estas vasijas tienen gran importan-
cia en cuanto a la tipología y la cronología se refiere, a la vez que indican con-
tactos con la esfera cultural mesoamericana. Un entierro representa, para el
arqueólogo, una "unidad de contempcraneidad', en el sentido que todos los
artefactos que contienen estaban en uso en el mismo momento en el pasado ( a no
ser que hubiese material intrusivo). La cerámica del entierro en Nacascolo corres-
ponde a la fase Monte del Barco, establecida para el lado sur de la Bahía de
Culebra (Accola 1978); esta fase está al final del Período Policmmo Medio
(1000-1200 d. C.) en la secuencia arqueológica regional para Guanacaste. Cerámica
muy parecida de la fase La Virgen in Rivas, Nicaragua (Healy 1976) corresponde
al mismo lapso. Nuestras investigaciones anteriores en la localidad habian esta-
blecido la presencia de los tipos Mora, Birmania y Santa Marta en esta fase
(Accola 1978). representados por grandes cantidades de tiestos, pero los relu-
cientes policromos de Nicoya como PatakyjPapagayo nunca se han ensontrado en
asociación.
Los motivos pintados en las vasijas N9 4 Y N9 7 tíenen un sentido ne-
tamente mejicano. Estos cerámicos son ovoides con soportes trípodes, dos
de los cuales tienen forma de pata de ave. Las vasijas están adornadas con
cabezas modeladas de aves rapaces; éstas contienen sonajeras. El motivo de
la serpiente emplumada, con boca abierta, está claramente representada, y hay
otras figuras que recuerdan las de códices nahuas o mixtecas. No se puede
determinar todavía la naturaleza de los contactos (o sea, la existencia de un
sistema de canje o, alternativamente, la migración de mexicanos) impl icados
por la presencia de estos motivos, pero sí indican una transición importante entre
la influencia maya y la mexicana en ese período en Guanacaste.
El cascabel de cobre también delucida nuevos aspectos de la cronología
arquelógica y la posibilidad de contactos transculturales. En el entierro de Na-
cascolo, el cascabel se encontró, junto con diez abalorios de caracol (chaquiras).
en la muñeca izquierda de la figura principal. Está hecho en forma de una gota,
con cuatro lazos simétricos aplicados al hombro como decoración; tiene 2.5 cen-
tímetros de largo. No tiene ni una plataforma plana superior ni un labio refor-
zado. Bray (1977) ha designado dos áreas mayores en cuanto a la producción de
cascabeles de cobre se refiere, uno al norte de la región maya y otro al sur. Los
cascabeles encontrados en la cueva de Ouemistlán cerca de Naco, Honduras
(Blackiston 1910) son más grandes y generalmente tienen una forma antropo-
morfa. En cambio, los del norte de México son mucho más parecidos; estos, jun-

16!=l
to con los motivos pintados en la alfarería, nos permiten postular la existencia
de un sistema de canje entre Guanacaste y las culturas prehistóricéJs de Méxi-
co. Respalda fuertemente esta hipótesis el hallazgo de vasijas del tipo Papagayo
Policromo en Tula, Hidalgo (Diehl, Lomas y Wynn 1974). En Michoacán, hay cas-
cabeles de cobre muy parecidos pertenecientes a la fase Chila; como esta fase
empieza cerca de 1100 d. C. (Chadwick 191:683) corresponde muy bien con el
fechamiento tentativo del entierro de Nacascolo.
Una ubicación temporal de 1000-100 d. C. para la ocupación del Sitio Na-
cascolo la asocia, aproximadamente, con la postulada entrada de los Nicarao en
Gran Nicoya (Rivas y Guanacaste); los relatos etnohistóricos también destacan
semejanzas ¡Iamativas. Los cráneos y la sepultura secundaria asociados con el
entierro de Nacascolo recuerdan las prácticas de los Nicarao de decapitar sus
víctimas sacrificiales, colgar los cuerpos en árboles (chapman 1960:59), y comer
la carne humana como parte de sus ritos (Bobadillo 1959, IV:370-371). Estas acti-
vidades perfectamente pudieron producir la masa de huesos no articulados en-
contrada con la figura mayor en Nacascolo. Un análisis cuidadoso de ¡aboratorio
tal vez pueda determinar si los huesos muestran huellas de los "Guchillos de
pedernal" usados en descuartizar las victimas (Bobadillo 1959, IV:378).
Es evidente que todavía quedan ras~os de interés científico en el.Sitio Na-
cascolo. Como la verdadera excavación arqueológica es más sistemática que el
huaquerismo, revela datos perdidos o ignorados por los huaqueros. Por usar
los mismos huecos de huaqueros en Nacascolo, logramos encontrar una zona
no perturbada; al rectificar y estudiar la pared del hueco, pudimos distinguir el
pozo excavado en tiempos prehistóricos para meter el entierro y las ofrendas
asociadas. Esperamos que haya otros rasgos todavía sin destruir en el sitio.
Sin embargo, el conchero o basurero mayor del sitio, con sus valiosos estratos
de distintos periodos prehistóricos sobrepuestos, se ha perdido en su totalidad;
aunque pueda haber depósitos no perturbados en zonas periféricas, esta impor-
tante fuente de la estratigrafía cultural ya ha desaparecido para siempre. Es
en estos casos cuando sentimos profundamente la falta de una buena ley para
la protección del patrimonio arqueológicú Costa Rica, con controles estrictos
sobre el saque y el comercio de piezas.
Por lo menos, un 80% de todos los sitios arqueológicos en Costa Rica
ha sido saquedos, y es imposible llevar a cabo un estudio a nivel regional sin
verse obligado a excavar en tales sitios. Por eso, los arqueólogos deberíamos
entender al máximo la naturaleza del huaquerismo, para así poder hácer mejor
nuestros diseños de investigación. Los factores económicos de huaquerismo
ya han sido estudiados (Heath 1973), pero la "metadología" de los saqueadores r
no. El saqueo, como cualquier actividad humana, es susceptible al análisis
usando los patrones repetidos observados. Tal vez sea posible en el futuro
formular un plan de excavación más sistemático y eficiente para el estudio de
sitios muy alterados por huaqueros. No cabe duda que, en Nacascolo, los prime-
ros pasos hacia esta meta han resultado en una serie de datos arquee lógicos de
suma importancia, proveniente de un sitio que ha sufrido más de un siglo de
saqueo intensivo.

RECONOCIMIENTOS

El Dr. Michael J. Snarskis hizo la traducción del inglés original.

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BIBLlOGRAFIA

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Fig. 1: Mapa del entierro del Sitio Nacascolo con las ofrendas funerarias asociadas.
Los números están en las vasijas policromas.

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FIG.3.

FIG. 4. Fotografía del cascabel de cobre.

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