Biodiesel
Biodiesel
¿Cómo es la estructura de costos del gasoil y cuál sería el precio del biodiesel en las mismas condiciones?
Sobre un precio mayorista promedio de 0,26 $/l (dependiente en teoría del costo del barril de petróleo, aunque en la práctica cuando
éste baja, dicho descenso no se refleja en el precio de los combustibles al público), el gasoil suma una carga impositiva de alrededor de
0,18 $/l entre ingresos brutos (variable según la provincia), IVA e Impuesto a la Transferencia de Combustibles, más un costo de
distribución (flete más margen comercial de las estaciones de servicio) del orden de 0,04 $/l, para llegar al consumidor final a un precio
cercano a 0,50 $/l.
Con la misma estructura de costos, el biodiesel, con un valor comercial de 0,50 $/l a la salida de planta, soportaría una carga impositiva
de 0,235 $/l y costos de distribución de 0,12 $/l, para llegar al público a un precio de 0,855 $/l, es decir, un 70% más caro que el gasoil.
Por su parte, una mezcla B20, en estas condiciones, tendría un precio formado por el 80% del correspondiente al gasoil y el 20% del
correspondiente al biodiesel, es decir 0,57 $/l, un 14% por encima del precio promedio actual de un combustible de prestación
equivalente.
Por lo tanto, el ingreso del biodiesel al mercado no puede sustentarse en una ventaja de precio al consumidor, al menos en un esquema
que no incluya desgravaciones impositivas o subsidios a los consumidores.
Para entender esta cuestión puede tomarse un ejemplo: el transporte de cargas demanda 5 millones de m3 de gasoil/año, equivalentes
a $ 2.500 millones anuales al costo promedio de 0,50 $/l. Si todo el sector debiera abastecerse de B100, el gasto en combustible se
elevaría a $ 4.275 millones anuales al costo promedio de 0,855 $/l. Si se optase por la mezcla B20, el gasto del sector en combustible
sería de $ 2.850 millones anuales al costo promedio de 0,57 $/l.
Entonces, en el mejor de los casos (la utilización de B20), el sector de transporte de cargas debería absorber con su margen de
ganancia una diferencia de $350.000.000 por año, o bien trasladar el incremento al consumidor ($ 2,50 cada 100 Km recorridos, algo
así como un peaje adicional). El escenario menos probable sería el de asignación de un subsidio corrector del desfasaje por parte del
Estado, sobre la base de consideraciones de impacto ambiental como las que sustentan el empleo de biocombustibles en algunos
países europeos.
¿En base a qué materias primas puede organizarse la industria argentina del biodiesel?
Como se ha mencionado, el biodiesel puede fabricarse a partir de aceites vegetales o de grasas animales, inclusive de baja calidad.
Sirva de ejemplo el caso de la cadena McDonald's en Austria, en cuyos 135 restaurantes recolecta anualmente 1.100 ton de aceite de
freír usado, las que recicla transesterificándolas a ésteres metílicos de ácidos grasos (en otras palabras, biodiesel), combustible
empleado luego en el transporte público de la ciudad de Graz. No se dispone de datos respecto de los costos de este biodiesel, aunque
en la ecuación económica global la firma quizás incluya un objetivo de posicionamiento de la marca en una Europa muy consciente de
las cuestiones ambientales, con lo que absorbe los costos "hundidos" (por ejemplo, los de recolección del aceite reciclado)
imputándolos a publicidad para llegar a un precio de venta competitivo del biocombustible elaborado.
Empero, aparte de casos especiales como el descripto, en la práctica, el único sector industrial que está en condiciones de proveer
materia prima con los requisitos técnicos mínimos (estabilidad, residuo carbonoso de Conrad, etc.) en los volúmenes demandados para
uso extendido y continuo por un mercado masivo como el de combustibles, es la industria de oleaginosas.
En 1998, la Argentina produjo 4,9 millones de ton (Mton) de aceites vegetales, de los cuales se exportaron poco más de 4 Mton. Esta
producción se apoyó fuertemente en la soja y en el girasol (2,7 y 2 Mton de aceite, respectivamente). El 4% restante se distribuyó entre
lino, maní y algodón.
Para completar el análisis es necesario cuantificar el rinde en biodiesel de las distintas oleaginosas, estimar un porcentaje de mercado
a captar como objetivo, calcular el tonelaje de materia prima requerido para satisfacer ese objetivo y contrastar ese valor con la
situación agrícola actual.
Por ejemplo, se estima que, por ton de soja, se obtienen unos 180 litros de biodiesel. Por otra parte, el consumo de gasoil en el país es
del orden de 13 millones de m3 /año. Además, según se ha visto, la alternativa más probable de inserción de biodiesel en el mercado
de combustibles (al menos en una primera etapa, y con los precios actuales), sería el de su uso en mezclas B20. De estos parámetros
resulta que, para satisfacer la demanda potencial máxima para este escenario, es decir 2,6 millones de m3/año, se deben destinar a
este fin unos 14,5 Mton anuales de soja. Este volumen representa el 72,5% de la producción sojera estimada para la campaña
1999/2000 y, a los rindes promedio de esa campaña, involucra algo más de 6 millones de ha sobre un total de 8,4 millones de ha
sembradas con este cultivo.
Debe señalarse, también, que la decisión de derivar esa cantidad de soja a la elaboración de biocombustible implicaría resignar la
alternativa de exportación de aceites y harinas por el volumen equivalente u, opcionalmente, casi duplicar el área sembrada para
satisfacer, al mismo tiempo, el mercado actual del grano y sus subproductos y el mercado potencial de biodiesel.
Desde el punto de vista macroeconómico, se debe también contrastar el ingreso por ventas que se obtendría del aceite generado por
cada ton de soja (alrededor de $65 a los valores de abril/2000) con el correspondiente al biodiesel respectivo ($90 a 0,50 $/l). Esto deja
un margen de $25 para pagar los costos de conversión aceite/biodiesel más la utilidad empresaria por cada ton de soja procesada. Este
número sirve como guía básica para evaluar la viabilidad económica preliminar del emprendimiento.
Por el Ing. Gerardo López, profesional del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de
Desarrollo y Diseño (INGAR), y docente-investigador en la Facultad Regional Santa Fe (FRSF) de la Universidad Tecnológica Nacional
(UTN).
Adaptación: Lic. Enrique A. Rabe (ACS/CERIDE).
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