2. TEMA 36
2. TEMA 36
2. TEMA 36
TEMA 36
1. INTRODUCCIÓN.
6. VALORACIONES FINALES.
1.- INTRODUCCIÓN.
En España el antecedente del coleccionismo real lo encontramos con los Reyes
Católicos, una afición que fue transmitiendo de unos monarcas a otros hasta Isabel II,
destronada en 1868. Era práctica antigua sacar a la venta, en pública subasta, las pinturas,
alhajas y demás bienes muebles de los Reyes cuando éstos fallecían, pagándose con su
producto las deudas declaradas en sus testamentos. Sin embargo, estas ventas solían
mermar muy poco la propiedad artística de la Corona dado que, generalmente, el príncipe
sucesor retenía para sí, por el precio de tasación, todos los cuadros y objetos artísticos del
rey difunto.
Los siglos XVI y XVII son de especial interés en la historia de España. De las
glorias del Imperio se pasó, en un breve periodo de tiempo, a la decadencia de la
monarquía de los Austrias españoles. Sin embargo, ni la política, ni la difícil situación
económica impidieron que los monarcas españoles desarrollaran en estos siglos la mayor
colección artística de su tiempo.
Estas colecciones no se conservan intactas debido a que algunos Palacios Reales,
donde se encontraban custodiadas dichas obras, sufrieron diversos siniestros, como el
incendio del Palacio del Pardo en 1664. A todo ello debemos sumar las pérdidas sufridas
por las guerras de Sucesión en 1710 y de Independencia entre 1808 y 1813.
La mayor parte de los fondos Reales se encuentran reunidos en el Museo del Prado
procedentes de distintos Palacios como San Ildefonso, El Pardo, La Zarzuela, La Quinta,
etc. Otros bienes culturales del Patrimonio Real, tanto muebles como inmuebles,
conforman el Patrimonio Nacional. Como dice la Ley 23/1982, de 16 de junio, de
Patrimonio Nacional éste está constituido por aquellos bienes que son titularidad del
Estado y que están afectados al uso y servicio del Rey y su familia para el ejercicio de la
representación que les atribuyen la Constitución y las leyes. Por consiguiente, integran el
Patrimonio Nacional los bienes inmuebles y muebles de los que se sirve la Casa Real, con
independencia de que tengan o no carácter histórico; es administrado por un Consejo de
Administración nombrado por el Consejo de Ministros.
Se puede decir que la mayor parte de estas Colecciones Reales se formaron en
momentos en los que España gozaba de una estabilidad política y jugaba un papel
importante a nivel internacional, tanto en el campo social y político como en el económico
y cultural. Otro factor a tener en cuenta fue la ausencia de un marco legal que permitió en
toda Europa el traslado de obras de arte de un país a otros sin el menor problema jurídico.
Ejemplo de ello es el expolio del patrimonio español durante la invasión napoleónica. La
invasión de España por las tropas napoleónicas supuso, desde un punto de vista cultural,
el saqueo más importante del patrimonio español en el siglo XIX.
- Gonzalo Anés, Las colecciones reales y la fundación del Museo del Prado,
1996.
- José Manuel Pita Andrade, Las colecciones reales de pintura hasta llegar al
trono de Felipe IV, 2006.
pintura napolitana contemporánea. Una vez en España, Carlos III se propuso inventariar,
reordenar y conservar lo que encontró en las colecciones reales, y además realizó
importantes encargos y adquisiciones para decorar el Palacio Nuevo madrileño, que hoy
conocemos como Palacio Real. Bajo su reinado se afianzó la visión del arte como símbolo
de poder y como vehículo de transmisión de ideas, en este caso las ideas ilustradas. Anton
Raphael Mengs propuso al rey Carlos III una reorganización de las colecciones en el
Palacio Real que permitiese trazar una historia de la pintura, por lo que de este modo se
adelantó al discurso de carácter didáctico que pronto desarrollarían los museos ilustrados,
y sugería la posibilidad de que el aprovechamiento de las colecciones fuese más allá de
los límites del deleite del rey y sus cortesanos.
Una de las facetas menos conocida de Carlos IV es la de coleccionista y mecenas.
Su vinculación a Italia, por un lado, y los lazos culturales y de parentesco de la monarquía
hispánica con Francia, por otro, marcaron las pautas de una actividad de coleccionista que
le caracterizó desde su juventud, aunque las fuentes documentales de esta época no son
muy abundantes. Como estudió Juan J. Luna en el texto anteriormente citado, Carlos IV
se inclinó hacia las últimas novedades en materia pictórica, y buscaba aquello que era
incluso difícil de adquirir. En su colección predominaban la pintura profana y los cuadros
de carácter histórico, mitológico, de paisaje o de género. También era aficionado a la
música y compró piezas únicas de pianos y violines. Las esculturas, bronces, porcelanas,
tapices y libros no le fueron tampoco indiferentes y los relojes constituyeron una de sus
pasiones preferidas, «al extremo -recuerda Luna- de montar un completo taller de relojería
en palacio». Sin embargo, fue la pintura lo que más atrajo su atención. Mostró su interés
por Luis Meléndez y Luis Paret y Alcázar. Otros pintores discípulos de Mengs estuvieron
al servicio de la Corona con mayor o menor suerte, como Francisco Javier Ramos,
Francisco Agustín, y Gregorio Ferro. Por otra parte, los pintores extranjeros no tuvieron
éxito en la corte, a excepción de Luis Japelli, pero sí los miniaturistas franceses, como
Jean Bauzil, y Joseph Bouton. Otro pintor extranjero, aunque de menor calado, fue Jean-
Démosthène Dugourc. Quizá la clave del interés por el arte se centre en la relación del
monarca con Goya ya que parece que tenían un trato familiar desde que se conocieron
cuando Carlos era príncipe de Asturias, y el pintor realizó numerosos dibujos para tapices
que decorarían las residencias reales de El Escorial y El Pardo. Gracias a la proximidad
al rey, Goya adquirió fama y prestigio. Podemos citar otros tantos pintores que contaron
con la protección del monarca y llevaron a cabo numerosos encargos para la decoración
de las residencias regias, como José Aparicio y Vicente López. El rey mostró siempre un
gran interés por el arte francés. Encargó a David un cuadro que hoy permanece en
Francia, “Napoleón cruzando el Gran San Bernardo”, y se sabe que el monarca pidió en
1766 al embajador español en París, conde de Fuentes, que comprara «obras de Watteau».
También sintió gran estima por otro pintor francés, Claude-Joseph Vernet. Durante su
exilio en Roma, Carlos IV siguió coleccionando pinturas y ejercitando su protección a
pintores destacados. En esta época, José de Madrazo y Juan Antonio Ribera trabajaron
como pintores de cámara para el monarca exiliado, y se hicieron cargo del inventario de
sus bienes y obras de arte. A su muerte, la colección se dispersó entre sus herederos y una
parte fue a parar al Museo Nacional del Prado.
El rey Alfonso XII como coleccionista se interesó por el retrato y contó con
retratistas de la talla de José Casado del Alisal y José Moreno Carbonero. Mientras,
durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX se produjo la renovación de
la pintura de paisaje a través de la luz, tendencia que implicó una atención preferente a
los valores tonales de la pintura. Joaquín Sorolla fue muy valorado por Alfonso XIII,
quien se interesó vivamente por su arte. Desde 1907 hasta la muerte del pintor se
estableció una estrecha relación entre ambos, como demuestran los numerosos encargos
que a partir de ese año recibió para retratar a la Familia Real. Ejemplo de ello es el retrato
de “Alfonso de Borbón niño en el Alcázar de Sevilla”, de 1908, que se custodia en el
Palacio Real de Madrid.
- Ley 40/ 2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público, que
modifica la Ley 23/1982, de 16 de junio, reguladora del Patrimonio Nacional.
Tiene su origen en las disposiciones testamentarias del rey Felipe II, quien ordenó
que no pudiera ser vendida en almoneda pública después de su muerte. Con ello vinculó
la Armería a su hijo, Felipe III, y a sus sucesores.
- La colección de tapices.
Esta colección alcanza 3000 piezas, y está compuesta por tapices flamencos
atesorados por la casa de Habsburgo y tapices españoles fabricados para los monarcas de
la Casa de Borbón; las colecciones conservadas en los Patronatos Reales de Las Huelgas
de Burgos, las Descalzas Reales de Madrid y Doncellas Nobles de Toledo; así como los
tapices tejidos en el siglo XX para el Patrimonio Nacional y el Valle de los Caídos.
- La colección de instrumentos.
A pesar de su reducido volumen, entre ellos se encuentran obras que destacan por
su calidad y por su valor cultural y musical. Estas joyas musicales permiten conocer los
gustos y las modas que imperaban en la Corte española, desde el siglo XVI hasta el primer
tercio del siglo XX, puesto que la colección finaliza con las últimas incorporaciones en
tiempos de Alfonso XIII.
- La colección de pintura.
Tras la formación en 1819 del Real Museo de Pinturas, que supuso el trasvase de
un gran número de obras maestras de la Colección Real, la importancia de las colecciones
reales que permanecen todavía en los Reales Sitios estriba en que al valor artístico de sus
pinturas se une el de su interés histórico, ya que muchas de ellas se encuentran todavía
formando parte de los programas decorativos para los que fueron creadas en los diferentes
palacios y monasterios reales. Esta particularidad permite comprender mejor las
necesidades representativas y estéticas de la Corte durante los distintos reinados, así como
los gustos personales de cada uno de los monarcas españoles.
La obra más antigua es el frontal de altar con las Historias de San Luis de
Toulouse, un anónimo castellano del siglo XIV del Convento de Santa Clara de
Tordesillas. Del siglo XV posee obras muy importantes de las escuelas nórdicas y
españolas, representadas respectivamente por Van der Weyden, El Bosco, Patinir,
Durero, etc, y el “Políptico de Isabel la Católica” de Juan de Flandes, o el “Retablo de
Santa Ana” de Rafael Moger. Del siglo XVI destacan obras de artistas italianos como
Tiziano, Tintoretto, Veronés, Bassano, etc, y españoles representados por Fernández
Navarrete, Urbina, Sánchez Coello, etc. La pintura española del siglo XVII está
representada, sobre todo, por los grandes maestros de la pintura española como
Velázquez, Ribera, o Zurbarán. Lo mismo ocurre con la escuela italiana, que cuenta con
obras desde Caravaggio a Carraci, Reni, Luca Giordano, etc. La escuela flamenca cuenta
también con magníficos ejemplares de los pintores más destacados del Barroco, entre
ellos Van Dyck, Brueghel, Teniers, etc. El siglo XVIII destacarán los artistas
especializados en el retrato como Jean Ranc y Louis Michel Van Loo, así como los
fresquistas Giaquinto, Tiepolo, y Mengs. Junto a ellos destaca Francisco de Goya, una
figura singular dentro de este grupo de pintores españoles. El siglo XIX se inició con una
continuación del academicismo clasicista y Patrimonio Nacional posee obras de
extraordinaria calidad de Vicente López y de los Madrazo, José y Federico. También
obras paisajísticas del Romanticismo y del Realismo, así como obras de Joaquín Sorolla.
- La colección de escultura.
Las obras que se pueden contemplar actualmente en los diferentes sitios reales
son una magnífica muestra de los mejores artistas de cada periodo. Artistas italianos como
Leoni, Bernini o Cellini comparten obra con los imagineros del barroco español, como
Gregorio Fernández, Pedro de Mena, José de Mora o Luisa Roldán, cuyas obras se
localizan en los patronatos reales. La escultura de los siglos XIX y XX se centra en los
retratos de la familia real, obra de autores tan reconocidos como José Piquer, Francisco
Pérez del Valle, Agustín Querol o Mariano Benlliure, entre otros.
- La colección de relojes.
Cuenta en la actualidad con 721 obras, fechadas entre 1583 y los primeros años
del siglo XX, que se encuentran distribuidas por los palacios y monasterios reales.
Los monarcas españoles siempre manifestaron interés por los relojes, sobre todo
a partir de Carlos I y Felipe II, cuando creció la afición por estos objetos mecánicos y
científicos.
La pieza más antigua de los que se conserva es uno en forma de candil fabricado
en Madrid en 1583 por el maestro bruselense Hans de Evalo. Hay piezas de diversa
procedencia: alemana, inglesa, etc.
- La colección de carruajes.
Negra, prototipo del siglo XVII; la Berlina Dorada, ejemplo de los modelos de mediados
del siglo XVIII; carrozas de gran gala pertenecientes a los reinados de Carlos IV y
Fernando VII; o los grandes coches denominados de Conchas, de Cifras, de la Corona
Ducal, de Amaranto y de Tableros Dorados, todos ellos franceses de finales del siglo
XVIII.
Entre los coches de manufactura española sobresale el de la Corona Real, así como
los denominados de Caoba y el Landó de Bronces, que conforman el denominado Tren
Real utilizado en los desfiles oficiales de los reyes. Dignos de mención son además los
carruajes de gala y media gala, las berlinas o coches de Paris utilizados en ceremonias, o
los vinculados al ocio, deporte, viaje y jornadas.
La colección también incluye algunos ejemplos del ámbito infantil como los
trineos o la pequeña carretela-cuna realizada para la Princesa de Asturias, luego Isabel II.
Piezas importantes: Carroza negra; Coche de la Corona Real.
- La colección de mobiliario.
Con más de 18.000 obras, la colección de muebles abarca desde al siglo XVI hasta
el primer tercio del siglo XX, excepto algún ejemplo anterior como el arca del siglo XIV
del Monasterio de Santa Clara de Tordesillas.
Destacan por su gran calidad artística y diversidad tipológica los muebles de los
siglos XVIII y XIX.
- Otras colecciones.
El inmueble tiene una superficie construida cercana a los 50.000 m2, y una
superficie útil que supera los 40.000 m2, de los cuales 9.000 serán de uso público,
distribuidos en 6 plantas.
Una selección de alrededor de 700 obras, de entre las más de 154.000 que
conforman las Colecciones Reales adscritas al Patrimonio Nacional, plasma el discurso
museológico estable del Museo de las Colecciones Reales, basado en su especial
relevancia histórica o artística, trenzando un recorrido a través de la historia de la
monarquía hispana y el gusto artístico de cada uno de sus protagonistas, que se engarzarán
a través de los respectivos reinados, incardinados sucesivamente desde la Edad Media
hasta Juan Carlos I.
La primera planta expositiva (-1) está dedicada a la Casa de Austria, con un breve
preámbulo reservado para las Coronas y Reinos Medievales y los Reyes Católicos.
Además, en este nivel se sitúan los importantes restos arqueológicos del Madrid medieval
que se levantaba en torno a su muralla y el antiguo Alcázar, descubiertos durante la
construcción del Museo, encajando perfectamente en la misma cronología de los reinados
situados en este nivel y enriqueciendo con ello la percepción histórica de este periodo,
que concluirá en el reinado de Carlos II.
La tercera y última planta de visita pública (-3), situada a nivel del Campo del
Moro, se dedia fundamentalmente a las exposiciones temporales y al despliegue de
grandes conjuntos singulares de las Colecciones Reales atesoradas por Patrimonio
Nacional, permitiendo su conexión con el Campo del Moro y enriqueciendo así la
experiencia de la visita pública al complejo del Palacio Real con el acceso a los jardines
desde el edificio.