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Contratos: definición, clasificación. Objeto. Causa. Forma. Prueba.

El contrato es un acto jurídico bilateral que tienen por finalidad crear, regular,
modificar, transferir o extinguir relaciones o situaciones jurídicas patrimoniales.

Para que la finalidad del contrato sea posible, es necesario que ambas partes
expresen su voluntad, la que debe coincidir respecto de los elementos esenciales del
contrato. En este sentido se habla de consentimiento como requisito para la existencia de un
contrato.

El contrato es un acto jurídico. Es decir que es un acto voluntario lícito, destinado a


producir consecuencias jurídicas.
La primera característica es la pluralidad de partes, en el sentido de dos o más
centros de intereses, aunque no haya dos individuos físicos, pues con el auxilio de la
representación es posible un autocontrato.

Debe existir entre las partes un acuerdo sobre una declaración de voluntad común y
no una mera coincidencia circunstancial de voluntades.

Cuando una persona celebra un contrato pone en ejercicio lo que se conoce como
autonomía de la voluntad. Esto significa que es libre de contratar si desea hacerlo. También
tiene la libertad de configurar el contenido del contrato, de negociar con la otra parte las
cláusulas del contrato.

Son las partes las que crean y regulan la situación y, si el contrato ha sido
válidamente celebrado, quedan obligadas con el alcance allí previsto, que solo puede ser
modificado por un nuevo acuerdo o cuando la ley lo prevé.
Esa libertad en la configuración del contenido del contrato tiene en la actualidad
diversas limitaciones.
En primer lugar, hay normas de orden público que son indisponibles para las
partes. Esto quiere decir que no es posible pactar en un sentido contrario a lo que disponen
esas leyes. El artículo 962 del CCyC estable que todas las normas legales relativas a los
contratos son supletorias de la voluntad de las partes –éstas pueden pactar en sentido
contrario–, a menos que las normas sean de carácter indisponible. En este último caso se
trata de normas que no pueden ser dejadas de lado por las partes al momento de contratar.
Es decir que las partes no se puede pactar en sentido contrario a lo que establece la norma 1.

En segundo lugar, otra limitación que se aprecia a la libertad de configurar el


contenido del contrato es la situación que se presenta cuando una de las partes se encuentra
1
de hecho privada de la libertad de configuración, es decir de establecer el contenido del
contrato (es el supuesto de los contratos de adhesión). En estos casos una parte, la que tiene
una posición de superioridad económica o jurídica, predispone el contenido del contrato, es
decir que lo redacta y la otra, el contratante débil –ya sea porque se encuentre en una
situación de inferioridad económica, jurídica o porque tiene la necesidad de celebrar ese
contrato– sólo puede adherirse al contenido ya predispuesto.

Normas indisponibles y supletorias


Las leyes imperativas: también denominadas indisponibles son las que prevalecen
sobre cualquier acuerdo de los contratantes. Su contenido se caracteriza por ser de "orden
público". Un ejemplo de este tipo de normas lo tenemos en el plazo mínimo de duración
que debe tener un contrato de locación de inmueble para vivienda. También encontramos
este tipo de normas indisponibles para las partes, en la ley de defensa del consumidor
24.240. Por ejemplo, el plazo mínimo de garantía que debe prestar el proveedor de un bien
mueble.
Las leyes supletorias: también llamadas interpretativas, son aquellas sobre las que
las partes pueden disponer libremente, modificando sus alcances o sustituyendo su régimen
por el convencional que hubiesen acordado; el legislador ha pretendido mediante ellas
realizar la interpretación de la voluntad inexpresada de las partes.

Clasificación de los contratos


1.- Discrecionales, de adhesión y de consumo
Esta clasificación atiende a la situación de las partes al momento de celebrar el
contrato. A la posibilidad que cada una de ellas tiene de incidir en la configuración de
sus cláusulas. Ésta, la libertad de configuración se encuentra condicionada por la
posición de igualdad o disparidad económica o técnica que existe entre los contratantes.
Los contratos son discrecionales o paritarios, cuando las partes celebran
libremente el contrato y están en posición de negociar, en un pie de igualdad, su
contenido.
Se habla de contratos de adhesión cuando uno de los contratantes adhiere a
cláusulas generales predispuestas unilateralmente por la otra o por un tercero, sin que el
adherente haya participado en su redacción o haya tenido posibilidad de hacerlo.
En este tipo de contratos es habitual que se utilice un contrato tipo, ya redactado con
cláusulas generales que se aplica de forma masiva a un número indeterminado de casos.
Luego, es posible que, en cada caso, se negocien cláusulas particulares. El artículo 986
del CCyC define a las cláusulas particulares como aquellas que son negociadas
individualmente y amplían, limitan, suprimen o interpretan una cláusula general.
La desigualdad de las partes al momento de configurar el contenido del contrato
determina que la interpretación de las cláusulas ambiguas se efectúe en sentido
contrario a la parte que las predispuso. Se tiene por no escritas, por ser abusivas,
aquellas cláusulas que desnaturalizan las obligaciones del predisponente (por ejemplo,
se somete el cumplimiento de la obligación de la parte que predispone a un plazo
indeterminado). También se consideran abusivas las que importan renuncia o restricción
a los derechos del adherente y las que por su contenido, redacción o presentación no son
razonablemente previsibles.
Si estamos frente a un contrato de adhesión, se tienen por no convenidas las
cláusulas que reenvían a textos o documentos que no han sido facilitados al adherente,
antes o al momento de la celebración del contrato. Esta disposición se aplica a los
contratos celebrados por teléfono o medios electrónicos.
En el mismo sentido, si existe contradicción entre una cláusula general y una
particular, prevalece la particular.
Cláusulas abusivas
En algunos supuestos, las cláusulas contenidas en los contratos de adhesión pueden
ser calificadas de abusivas.
Se entiende que son abusivas:
- Las que desnaturalizan la obligación del predisponente. Por ejemplo, una cláusula
que libera de responsabilidad al vendedor en el caso de que el producto que vende sea
defectuoso.
- Las que importan renuncia o restricción a los derechos del adherente, o amplían
derechos del predisponente que resultan de normas supletorias.
- Las que, por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente
previsibles.
Finalmente, la tercera categoría, la de los contratos de consumo se presenta
cuando son celebrados entre un consumidor o usuario final y una persona física o
jurídica que actúe profesional u ocasionalmente como productora o prestadora de
servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los
bienes o servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado,
familiar o social (artículo 1093 del C.C. y C.).
Conforme al artículo 1092 del Código Civil y Comercial, la relación de consumo
es el vínculo jurídico entre un proveedor y un consumidor. Se considera consumidor a la
persona humana o jurídica que adquiere o utiliza, en forma gratuita u onerosa, bienes o
servicios como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social.
Por su parte, proveedor es la persona física o jurídica de naturaleza pública o
privada, que desarrolla de manera profesional, aun ocasionalmente, actividades de
producción, montaje, creación, construcción, transformación, importación, concesión de
marca, distribución y comercialización de bienes y servicios, destinados a consumidores
o usuarios (artículo 2 ley 24.240, modificado por ley 26.361).
Es consumidor la personas humana o jurídica que adquiere o utiliza, en forma
gratuita u onerosa, bienes o servicios como destinatario final, en beneficio propios o de
su grupo familiar o social.
Es proveedor la persona física o jurídica de naturaleza pública o privada, que
desarrolla de manera profesional, aun ocasionalmente, actividades de producción,
montaje, creación, construcción, transformación, importación, concesión de marca,
distribución y comercialización de bienes y servicios, destinados a consumidores o
usuarios. Todo proveedor está obligado al cumplimiento de la presente ley.
No están comprendidos en el concepto de proveedores (para la aplicación
del estatuto protectorio del consumo) los servicios de profesionales liberales que
requieran para su ejercicio título universitario y matrícula otorgada por colegios
profesionales reconocidos oficialmente o autoridad facultada para ello, pero sí la
publicidad que se haga de su ofrecimiento.
En el contrato de consumo, resulta relevante la desigualdad jurídica y económica
de las partes al momento de contratar. Existe asimetría entre las partes por diversas
causas, tales como el manejo de la información por parte del proveedor, los recursos
con los que se cuentan y el nivel de experiencia o profesionalidad, entre otras.
El contrato de consumo tiene una regulación especial protectoria de la parte
débil, más amplia que la de los contratos de adhesión. Se encuentra no sólo en las
disposiciones del CCyC, sino también en la ley 24.240 de defensa del consumidor. Esta
última norma prohíbe las prácticas abusivas y pone en cabeza de los proveedores una
serie de obligaciones de conducta al momento de la celebración del contrato y
durante su ejecución. Entre ellos el trato digno, equitativo y no discriminatorio; la
obligación de proporcionar información cierta, detallada, gratuita y clara al consumidor.
También en materia de contratos de consumo se ha regulado el fenómeno de las
cláusulas abusivas, definiéndolas en este caso, como aquellas que tienen por efecto
provocar un desequilibrio significativo en los derechos y las obligaciones de las partes,
en perjuicio del consumidor.
Pueden ser declaradas abusivas, aun cuando sean negociadas individualmente.
No pueden ser declaradas abusivas aquellas cláusulas que:
- Determinación la relación entre el precio y el bien o el servicio.
- Las que reflejan disposiciones contenidas en tratados internacionales o normas
imperativas.
En la práctica es posible advertir que un contrato de adhesión es también un
contrato de consumo.
2.- Unilaterales y bilaterales (art. 966) y plurilaterales
En los contratos siempre intervienen dos partes porque, para concluirlos hacen
falta, por lo menos dos centros de intereses diferenciados.
Cuando se los clasifica en contratos en unilaterales o bilaterales no se tiene en
cuenta el número de centros de interés, sino los efectos que se derivan de ese contrato.
En un contrato bilateral ambas partes queden obligadas y las obligaciones son
recíprocas y contrapuestas. Ambas se explican mutuamente2.
Son unilaterales los contratos en que nacen obligaciones para una sola de las
partes.
Esta clasificación tiene importancia para la aplicación de las siguientes
instituciones: obligación del doble ejemplar; excepción de incumplimiento; mora
recíproca; pacto comisorio.
Finalmente, los contratos plurilaterales son los asociativos. Las partes unen sus
esfuerzos y prestaciones para realizar una actividad conjunta, en vista de un fin común,
pero no se da la relación de reciprocidad e interdependencia de las prestaciones, que es
propia de los contratos bilaterales. La finalidad de los contratantes no es contrapuesta,
todos se encuentran orientadas a una misma finalidad.
3.- Onerosos y gratuitos (art. 967 del CCyC)
Gratuito es el contrato que proporciona una ventaja a uno de los contratantes sin
sacrificio correlativo de la otra o independiente de la prestación que la otra tenga a
cargo3.
Es oneroso cuando hay contraprestaciones correlativas. Lo que cuenta en esta
clasificación son las ventajas que obtiene cada contratante. La onerosidad se mide
comparando la ventaja con el sacrificio. La ventaja a una de las partes es concedida a
cambio de una prestación que ya ha hecho o se obliga a hacer la otra.
4.- Conmutativos y aleatorios (art. 968 del CCyC).
Esta clasificación se aplica a los contratos onerosos. Son conmutativos cuando la
existencia y la cantidad de ventajas y sacrificios es cierta desde el momento de su
celebración.

2
El ejemplo más común de contrato bilateral es la compraventa. Una parte queda obligada a entregar la
propiedad de un bien y la otra a pagar un precio en dinero. Ambas obligaciones están relacionadas, de modo
que el cumplimiento de una determina la exigibilidad de la otra.
3
Un ejemplo de este tipo de contratos lo encontramos en la donación, aun cuando sea con cargo.
Por el contrario, son aleatorios cuando la existencia o cantidad de los sacrificios
y las ventajas está sometida a una común incertidumbre respecto de su existencia o
cantidad.
Hay contratos onerosos que son esencialmente aleatorios: el contrato de juego y
apuesta o el contrato de seguro, en el que la contraprestación a cargo de una de las
partes depende de un hecho incierto y futuro.

4.- Formales y no formales (art. 969 del CCyC)


El contrato es formal o solemne, cuando la ley exige una forma determinada
para la validez del acto. La ausencia de la forma prescripta acarrea la nulidad: plena en
los solemnes absolutos. En los contratos solemnes relativos, aunque el negocio no vale
como tal, tiene efectos como otro contrato4.
El contrato es no formal o no solemne, cuando la ley no le impone una forma
determinada, aunque pueda imponer ciertos recaudos a los fines de la prueba.

5.- Nominados e innominados (art. 970 del CCyC)


Un contrato es nominado cuando la totalidad de sus cláusulas esenciales se
adecuan a un tipo legal, sin que tenga importancia el nombre dado por las partes. La ley
los regula especialmente de modo que, si se omiten algunas de sus cláusulas, debe
estarse a los que regule supletoriamente la norma.
Todos los contratos regulados en el CCyC son nominados. Eso no significa que
las partes no puedan apartarse de lo que establece el código. Pueden hacerlo si la norma
es de carácter supletorio. Por el contrario, si la norma es de carácter imperativo, no
pueden pactar en sentido contrario.
En los contratos innominados (atípicos) no hay una regulación de la cual partir.
Habrá que acudir primero a las reglas generales de los contratos.

6.- De ejecución inmediata y diferida, instantánea y de duración


Si el contrato concluye en el mismo momento en que se celebra, es de ejecución
instantánea.
Por el contrario, si transcurre un lapso entre la celebración y el cumplimiento, es
un contrato de duración. Este puede ser de ejecución continuada, porque las
prestaciones son periódicas iguales (mensuales, anuales) o desiguales (de ejecución
escalonada).
4
Este último caso, el de los contratos solemnes relativos o formales ad probationem, es el caso del boleto de
compraventa de inmuebles que tiene por efecto obligar a las partes a elevar el acuerdo a escritura pública.
Formación del consentimiento: oferta y aceptación
El consentimiento contractual es la suma de las voluntades de las partes. Es un
fenómeno bilateral. Las tratativas previas son todas las exteriorizaciones que no resultan
suficientes para concluir un contrato y que, sin embargo, tienen por fin la celebración de
un contrato.
Existen dos momentos diferenciados en el acuerdo de voluntades: oferta y
aceptación. La oferta es la manifestación de quien habla primero en forma idónea para
concluir un contrato. La aceptación es la última declaración de voluntad, congruente
con la oferta, como una respuesta a ella.
La oferta es un acto jurídico unilateral, destinado a integrarse en un
contrato, constituido por una expresión de voluntad que se postula como
penúltima. Según el artículo 972 del CCyC "oferta es la manifestación dirigida a
persona determinada o determinable, con la intención de obligarse y con las precisiones
necesarias para establecer los efectos que debe producir de ser aceptada".
Una proposición vale como oferta cuando es completa, es decir cuando después
de la respuesta del destinatario ya no es necesaria ninguna otra declaración de las partes
para tener por concluido el contrato.
La retractación de la oferta es posible (art. 975 del CCyC) "si la comunicación
de su retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que la oferta". La
oferta caduca por ambas clases de acontecimiento, esto es cuando el proponente o el
destinatario de ella fallecen o se incapacitan, antes de la recepción de su aceptación. Sin
embargo, el que aceptó la oferta ignorando la muerte o incapacidad del oferente y que, a
consecuencia de su aceptación, ha hecho gastos o sufrido pérdidas, tiene derecho a
reclamar su reparación.
La duración de la oferta concierne a su tiempo de vigencia y se predica tanto de
las ofertas revocables como de las irrevocables.
La oferta a un destinatario indeterminado es una simple invitación a ofertar, pero
no vale como oferta5. Una excepción a este principio se presenta en los contratos de
consumo. En estos, la oferta a una persona indeterminada obliga al oferente en los
términos de la publicidad6.

5
Un ejemplo de oferta a persona indeterminada lo constituye la publicidad que una empresa puede hacer de
los bienes que comercializa, por un medio masivo, sin precisar a quien dirige esa oferta de bienes.
6
El artículo 7 de la ley 24240 establece: “La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados,
obliga a quien la emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y
de finalización, así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones (…) La revocación de la oferta
En el momento en que alguien contesta a una proposición ya hay persona
determinada y su proposición ahora sí opera como oferta.
La aceptación es un acto jurídico unilateral, constituido por una expresión
de voluntad en principio dirigida al ofertante, que es congruente con la propuesta
y apta para cerrar el contrato. El artículo 978 del CCyC dispone que para "que el
contrato se concluya, la aceptación debe expresar la plena conformidad con la oferta.
Cualquier modificación a la oferta que su destinatario hace al manifestar su aceptación,
no vale como tal, sino que importa la propuesta de un nuevo contrato pero las
modificaciones pueden ser admitidas por el oferente si lo comunica de inmediato al
aceptante".
Una vez perfecta, la aceptación es autónoma y no influyen sobre ella ni la
muerte ni la incapacidad del aceptante. La aceptación es retractable si la comunicación
de su retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que ella.

El objeto del contrato


Son objeto del contrato, las prestaciones que las partes tienen en miras al
contratar. En el contrato de compraventa, el objeto es la entrega de una cosa en
propiedad a cambio de un precio en dinero.
En los contratos paritarios, el objeto será determinado por los propios
interesados dentro del extenso ámbito de la disponibilidad de figuras contractuales
típicas o atípicas, bajo el principio de la libertad de contratación.
El objeto encuentra su límite en las restricciones legales que hacen prevalecer el
"orden público".
El objeto de los contratos para ser válido debe:
-Lícito, la "ilicitud" del objeto puede acontecer cuando el contrato infringe una
prohibición legal o vulnera el orden público, la moral, las buenas costumbres o afecta la
"dignidad de la persona humana".
- Posible, material y jurídicamente. El objeto debe ser físicamente posible de acuerdo
a lo razonable; la posibilidad jurídica incluye al punto anterior, ambas circunstancias
deben juzgarse al tiempo de su celebración. El art. 1004 considera al “objeto prohibido”
como aquellos hechos que son imposibles o que están prohibidos por las leyes,
contrarían la moral y el orden público o afectan la dignidad humana.
- Determinado - determinable, las cosas deben estar determinadas en su especie o
género según sea el caso, o ser determinable. Como requisito de validez del contrato, la

hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por medios similares a los empleados para hacerla
conocer. La no efectivización de la oferta será considerada negativa o restricción injustificada de venta,
pasible de las sanciones previstas en el artículo 47 de esta ley.
falta de determinación, si existe, debe ser relativa y no absoluta. Debo establecer el
mecanismo para su determinación. Respecto a la cantidad, ésta no resulta ser un
requisito esencial desde el inicio, para la determinación del objeto, sino que alcanza con
que ésta pueda llegar a ser luego determinada.
Existe la posibilidad de dejar la determinación del objeto al arbitrio de un tercero
y en caso de que éste no eligiere el objeto, le sea imposible hacerlo o bien se aleje de los
criterios de individualización previstos por las partes u originados en los usos y
costumbres, cualquiera de los contratantes puede acudir a la justicia para lograr la
individualización. La existencia de los bienes objeto del contrato debe ser considerada
al tiempo de su celebración o debe estar prevista su existencia a futuro (arts. 1004 del
CCyC).
Apreciable en dinero, susceptible de valoración económica y corresponder a
un interés de las partes, aun cuando éste no sea patrimonial.

La causa de los contratos


El contrato es una especie del género acto jurídico. En consecuencia, resultan
aplicables los artículos 281 a 283 del Código Civil y Comercial. La causa debe existir
en la formación del contrato, su celebración y subsistir durante su ejecución. La falta de
causa da lugar a la nulidad, adecuación o extinción del contrato.
La causa es uno de los elementos del contrato y cuenta con doble significado:
objetivo designa la finalidad genérica, la función económica y social del negocio, el “fin
inmediato” propio. Por ejemplo, en la compraventa, la causa es para el comprador, la
adquisición del dominio sobre la cosa y para el vendedor, la adquisición del dominio
sobre el precio; subjetivo señala la finalidad que cada persona individual persigue al
celebrar un contrato o ejecutar un acto jurídico, en este sentido, la causa varía en cada
negocio que se celebra.
No debe confundirse con la intención por cuanto no es lo mismo querer –
intención– algo que el motivo por el cual lo quiero –causa-. La causa tampoco se
identifica con el objeto pues no es lo mismo la materia de la obligación que el propósito
por el cual se celebra; puede existir un acto de objeto lícito y causa ilícita y viceversa.
Se presume que todo contrato tiene una causa. El art. 282 del CCyC dispone
que, “aunque la causa no esté expresada en el acto se presume que existe mientras no se
pruebe lo contrario (…)”. El art. 283 refiere a la causa en los actos abstractos, diciendo
que produce efectos con independencia de la finalidad de las partes al celebrarlos, deben
cumplirse aun cuando carezcan de causa o esta sea ilícita. El ejemplo clásico es el
pagaré. La obligación contenida en este instrumento debe ser satisfecha cuando es
presentado al cobro, sin posibilidad de discutir la causa por la que fue emitido.
Sin embargo, el contrato es nulo cuando su causa es contraria a la moral, al
orden público o a las buenas costumbres y cuando ambas partes lo han concluido por un
motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de ellas ha obrado con un motivo ilícito o
inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta puede reclamar
lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha ofrecido.
La forma de los contratos
El principio general en materia de forma es la libertad para elegir la forma de
celebración de un contrato. Sin embargo, en algunos supuestos, la ley exige una forma
especial, que puede ser un requisito para la validez del contrato o sólo a los fines de
probar su existencia.
La prueba de un contrato implica acreditar su existencia, verificar su contenido
normativo, las obligaciones que nacen a partir de su celebración y sus efectos. Cuando
es necesaria la interpretación de sus cláusulas, adquiere relevancia la instrumentación
escrita.
Los contratos se pueden probar por los siguientes medios: 1) instrumentos
públicos; 2) instrumentos particulares, firmados o no firmados; 3) la "contabilidad y los
estados contables"; 4) la correspondencia; 5) confesión de partes, judicial o
extrajudicial; 6) juramento judicial; 7) presunciones legales o judiciales; 8) testigos.
También por los medios reconocidos por los códigos procesales: pericias, informes.

Contratos formales
La voluntad debe manifestarse de alguna forma exteriorizada y si la ley no
impone una determinada forma, las partes pueden perfeccionarlo en la forma que
quisieren (arts. 1019 y 1020 del CCyC) y pueden ser probados por todos los medios
idóneos, lo que resulta en la libertad de formas y prueba.
Cuando la ley exija una determinada forma para la eficacia o validez del
contrato, la exigencia puede ser "sin sanción de nulidad" - solemnes relativos - o con
"sanción de nulidad" - solemnes absolutos - porque la forma hace a la necesaria
constitución del acto contractual. Por ejemplo, en una donación de un inmueble, el art.
1552 del CCyC impone que debe ésta ser hecha por escritura pública, bajo pena de
nulidad.

Contratos no formales
Rige el principio de libertad. Durante el desarrollo de los trámites tendientes a la
celebración del contrato, se suceden una serie de hechos que pueden ser probados por
cualquier medio.
Contratos verbales
La forma oral es la manera de concluir los negocios jurídicos que más
complejidad presenta al momento de la prueba del contrato. Ante el incumplimiento o
no reconocimiento de lo acordado, las partes deben reconstruir el contrato verbal sin
otra prueba que los testigos, los que muchas veces no existen. Se recomienda que en los
negocios jurídicos de mayor importancia se recurra a una forma de prueba más segura
que la verbal.
El artículo 284 del CCyC permite que las partes pueden convenir una forma más
exigente que la impuesta por la ley. Las solemnidades voluntarias pueden consistir en el
establecimiento de una forma determinada para un negocio que sea de formas libres o
bien, en el agravamiento del requisito de forma exigido por la ley.

Efecto entre las partes y respecto de terceros


El término efecto se define como un hecho que deriva de otro que es su
antecedente. En derecho hace alusión a las consecuencias que según las normas deben
producirse. En materia de contratos, se entiende por tales a la creación, extinción o
modificación de los derechos de las partes que contratan y el surgimiento de
obligaciones.
La pregunta que debe ser respondida es a quiénes afectan los contratos o entre
quiénes se producirán sus efectos. Por regla general, los efectos de los contratos se
producen exclusivamente entre partes y no pueden afectar a terceros. Esta regla
reconoce excepciones que la propia ley establece.
El artículo 1022 del CCyC dispone que el contrato no hace surgir obligaciones a
cargo de terceros, ni los terceros tienen derecho a invocarlo para hacer recaer sobre las
partes obligaciones que éstas no han convenido, excepto disposición legal. Los terceros
pueden ser:
1) Personas absolutamente extrañas al contrato;
2) Los acreedores de las partes, en cuanto no gocen de la acción directa;
3) Los sucesores particulares de los contratantes, en cuanto no se refieran a los
derechos y obligaciones que se transmiten con el bien que es objeto del contrato;
4) Los sucesores universales y legatarios de cuota, sólo en cuanto se refiere a los
derechos y obligaciones que se transmite por causa de muerte.
Las partes de un contrato son aquellas personas que, ya sea por sí o por
intermedio de un representante, se han obligado a cumplir ciertas prestaciones y han
adquirido ciertos derechos. Son quienes:
a) Lo celebran a nombre propio, aunque lo haga en interés ajeno: el contratante u
otorgante que manifiesta su voluntad de obligarse en forma contractual, puede hacerlo
en interés propio o ajeno, pero es él quien queda obligado.
b) La parte que es representada por un otorgante que actúa en su nombre e
interés. Este es el supuesto del mandatario, quien actúa en interés o a nombre del
mandante que representa.
c) La parte que manifiesta la voluntad contractual sea por un corredor o por un
agente sin representación. A diferencia del inciso b), en este caso no existe relación de
representación. El corredor es una parte del contrato de corretaje (art. 1345 del CCyC);
y el agente sin representación es parte del contrato de agencia (art. 1479 del CCyC).
Las obligaciones que nacen del contrato pueden transmitirse a los sucesores, ya
sea particulares o universales, en la medida en que no hayan sido celebrados en atención
a las condiciones personales de los contratantes. En la medida en que las obligaciones
puedan ser cumplidas por los sucesores, con los bienes recibidos de su antecesor.

María Guadalupe Villagrán


Profesora Derecho Privado, Obligaciones y Contratos.

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