Trayectoria Perfiles Modernismo Posmodernidad
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Latinoamrica es como el manicomio de Europa. Tal vez, originalmente, se pens en Latinoamrica como el hospital de Europa, o como el granero de Europa. Pero ahora es el manicomio. Un manicomio salvaje, empobrecido, violento, en donde, pese al caos y a la corrupcin, si uno abre bien los ojos, es posible ver la sombra del Louvre. Roberto Bolao, Bolao por s mismo. La obra verdadera consiste no en su forma denitiva sino en la serie de aproximaciones para alcanzarla. Italo Calvino, Seis propuestas para el prximo milenio.
1. Razones de un nombre. Una reexin a propsito de los rasgos distintivos que denen el conjunto de Amrica Latina frente a otras reas geogrcas, apuntara, paradjicamente, a la heterogeneidad como la caracterstica unicadora principal. En efecto, son la variedad climtica del Caribe a los Andes , la pluralidad lingstica del guaran al espaol, pasando por el portugus o el crole , la diversidad tnica negros en la Costa Atlntica; blancos en el Cono Sur; indios en la costa del Pacco y asiticos en Cuba o en Brasil o la multiplicidad de sistemas polticos de los regmenes autoritarios conservadores a las dictaduras populistas de izquierdas o las democracias ms consolidadas las marcas singulares de este semi-continente que debi construirse siempre bien por contraste, bien como reaccin y respuesta tarda. As, el oxmoron unidad/diversidad signa desde sus orgenes este espacio que abarca, en un principio, desde Alaska hasta la Patagonia y cuyo nombre primero, Amrica, pasa a designar poco ms tarde y de forma inequvoca al Norte anglosajn. La consiguiente exclusin semntica y simblica del Centro-Sur hispnico en la palabra Amrica, a partir del perodo de entresiglos (XIX-XX), es la consecuencia inmediata. As lo advierte, con astucia, el poeta y pensador cubano Jos Mart en su ensayo Nuestra Amrica. En la actualidad, este continente joven, inquieto y plural, es el espacio de tensiones y luchas, como apunta, sagaz, el escritor chileno Roberto Bolao en la cita que abre mi trabajo, pero es tambin el hbitat ms propicio a la imaginacin y la fantasa, el lugar donde conuyen las ms extraordinarias posibilidades culturales y artsticas,
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donde es posible an intuir la sombra del Louvre o la sombra de la pirmide del sol de Teotihuacan. Con todo, Amrica Latina precisa tiempo para congurar y constituir una identidad que Europa, por ejemplo, lleva gestando durante siglos. Sobre esta particular desventaja cronolgica e histrica y sobre la necesidad de evitar miradas occidentales o euro-cntricas en la interpretacin de Amrica Latina diserta Gabriel Garca Mrquez en el discurso por la concesin del Premio Nbel de Literatura:
La interpretacin de nuestra realidad con esquemas ajenos slo contribuye a hacernos cada vez ms desconocidos, cada vez menos libres, cada vez ms solitarios. Tal vez la Europa venerable sera ms comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesit trescientos aos para construir su primera muralla y otros trescientos aos para tener un obispo, que Roma se debati en las tinieblas de la incertidumbre durante veinte siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aun en el siglo XVI los paccos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impvidos, ensangrentaron a Europa como soldados de fortuna1.
En la conferencia Alrededores de la literatura hispanoamericana, dictada por Octavio Paz en Yale University unos aos antes de que Mrquez pronunciara su discurso, se menciona asimismo el asunto que nos ocupa, esto es, la denicin de este continente involuntariamente sesgado y de su produccin artstico-literaria:
Todos tenemos una idea ms o menos clara del tema de nuestra conversacin. Cierto, es uno y mltiple, sus lmites vagos, su naturaleza cambiante y contradictoria, su n imprevisibleNo importa: todas estas circunstancias se reeren a un conjunto de obras literarias poemas, cuentos, novelas, dramas, ensayos escritas en castellano en las antiguas posesiones de Espaa en Amrica. Ese es nuestro tema. Las dudas comienzan con el nombre: literatura latinoamericana, iberoamericana, hispanoamericana, indoamericana?2
El crtico Cedomil Goic da una posible respuesta a Paz en la presentacin de su Historia y crtica de la literatura hispanoamericana3. Se trata siempre, dice, de denominaciones que designan una identidad geogrco-lingstica o histrico-cultural, pero carecen de la determinacin lolgico-poltica que s acompaa a las literaturas nacionales de Europa, donde lengua y nacionalidad se identican. Tracemos una breve genealoga del vocablo. El nombre Amrica triunfa denitivamente a partir del siglo XVII, desplazando otras denominaciones como Indias, Indias Occidentales o Nuevo Mundo. Hasta el momento de las Independencias es frecuente que el nombre propio Amrica sea acompaado del adjetivo Septentrional para designar al Virreinato de Mxico o Meridional para el de Per. A lo largo del siglo XIX, los Estados Unidos, como menciono ms arriba, se apropian progresivamente y en exclusividad del nombre comn. De este modo, para muchos, Amrica empieza a identicarse con este pas al que se le suma Canad. Por otro lado, al diferenciar Norteamrica y Amrica del Sur, Mxico queda en tierra de nadie, en un absurdo in between. Es necesario hallar soluciones: La palabra Hispanoamrica comienza su ya larga andadura con la Independencia. Aparece por primera vez en 1816 en la Biblioteca hispanoamericana septentrional de Jos Mariano Beristain de Souza. Algo ms tarde, en los ltimos aos del XIX, lejos ya del sentimiento anti-espaol posterior a la emancipacin y como respuesta cultural a la amenaza norteamericana surge con fuerza el hispanoamericanismo, con un espritu que tiende a la unidad entre Espaa y las repblicas hispanoamericanas. Sin embargo, esta etiqueta tampoco satisface plenamente y Alfonso Reyes protestar ms tarde contra su implcito paternalismo en Notas sobre la inteligencia americana4. En tal disertacin, Reyes propone olvidar los fantasmas de un pasado hispnico en el que venamos a ser dialecto, derivacin, cosa secundaria, sucursal otra vez: lo hispano-americano, nombre que
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Gabriel GARCA MRQUEZ, La soledad de Amrica Latina. Conferencia Nbel 1982, Barcelona, Mondadori, 2002, 10. Octavio PAZ, In/Mediaciones, Barcelona, Seix Barral, 1979, 25. Cedomil GOIC, Historia y crtica de la literatura hispanoamericana, Barcelona, Crtica, 1988, vol. I, 24. Alfonso REYES, Notas sobre la inteligencia americana, Sur (Buenos Aires), septiembre de 1936.
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se cita con guioncito como con cadena5. Junto a los trminos Hispanoamrica y Amrica espaola o hispana, aparecen otras dos variantes del mismo nombre, propuestas en Pars por el pensador chileno Francisco Bilbao, y que introducen otro matiz. Se trata de Latinoamrica o Amrica Latina. La expresin es aceptada de inmediato tanto por el prestigio de lo francs, como porque incluye otras zonas; lase Brasil y dems pases de lengua romance que no haban estado bajo dominio espaol. Este pan-latinismo es rechazado, obviamente, por los intelectuales espaoles y alcanza su grado mximo de apogeo con la Generacin del Ateneo de Mxico, con Jos Vasconcelos a la cabeza. En su origen se encuentran las ideas de Bolvar y su Discurso de la Angostura (1819), as como la bsqueda de reminiscencias del mundo antiguo: de Grecia y de Roma, pero tambin de Francia o Inglaterra. Como solucin de compromiso o intermedia entre estas dos denominaciones, desde nales del siglo XIX se viene empleando tambin, si bien de forma ms espordica y casi exclusivamente en el mbito de la poltica o las ciencias sociales, el vocablo Iberoamrica que, en un afn ms abarcador incluye tambin a los pases ibricos (Espaa y Portugal). Ms reciente y asimismo menos exitosa, probablemente por una precisin tnica y cultural excesiva que la convierte en excluyente, es Indoamrica, frmula propuesta en los aos treinta por Jos Carlos Maritegui, mximo idelogo de las teoras indigenistas y que es utilizada por antroplogos y lingistas. Visto el estado de la cuestin, el marbete literatura hispanoamericana se circunscribe a la produccin escritural de la Amrica de habla espaola. De otra parte, cuando se quiere ampliar la nocin de literatura o cultura en lengua espaola, de tal forma que abarque a Amrica, Espaa y a los hispanohablantes de Estados Unidos se preere hispnica a hispanoamericana.
2. De cronologas y estticas. Una vez expuestas las dicultades terminolgicas, me dispongo a adentrarme, a continuacin, en la problemtica de la periodizacin de la literatura hispanoamericana. Las dicultades en este sentido proceden del volumen ingente, multiplicidad y disimilitud de los materiales que hay que ordenar, as como de las carencias endmicas en los innumerables intentos de sistematizacin hasta el da de hoy. La cronologa cultural no coincide con la temporal en ocasiones y, aunque no es posible prescindir de etiquetas tan arraigadas en la historia de la cultura y literatura occidental como Renacimiento, Barroco, Romanticismo o Post-modernidad, es innegable el cuo euro-cntrico de las mismas y la inadecuacin de aplicarlas de forma literal a Amrica Latina. Adems, los perodos y los movimientos estticos no presentan lmites exactos ni se yuxtaponen unos a otros en perfecta sucesin lineal, sino que se imbrican y habitan zonas difusas de coexistencia o transicin. Con todo, es posible partir de la idea de que lo que un nombre dene en un perodo es un predominio y no una vigencia absoluta. Cada fase histrico-cultural acoge corrientes y tendencias diversas. Con Claudio Guilln, habra que pensar, ms bien, en polifona y pluralismo en estas divisiones que pueden ser bien por perodos histricos, bien por estticas preeminentes o generaciones literarias6. Para no extenderme ms en disquisiciones sugerentes pero quizs infructuosas, esbozo la cronologa clsica tres etapas: Colonia, Independencia y Contemporaneidad , invitando a pensarla, no obstante, desde la polifona. La primera fase cultural sera la Etapa Colonial que se subdivide asimismo en dos momentos. El primero de ellos abarca el Descubrimiento o Encuentro, la Conquista y la Colonizacin (siglos XVI y XVII). Coincide con el Renacimiento europeo y el ansia de conocimiento y libertad que caracteriza ese momento histrico. La produccin literaria en Amrica se reduce, casi exclusivamente, a las Crnicas de Indias. As, esta etapa tambin
5 Alfonso REYES, Notas sobre la inteligencia americana, disponible en:www.ensayistas.org/antologia/XXA/reyes/ (consultado el 15/09/2007). 6 Claudio GUILLN, Entre lo uno y lo diverso, Barcelona, Crtica, 1985.
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llamada Etapa Fundacional o de la Conquista produce un discurso especco, el discurso historiogrco, que describe y narra una nueva realidad. Los textos de Coln y Corts o de Bartolom de las Casas son ejemplos de este discurso que culmina a mediados del siglo XVI. El segundo de los momentos de la Etapa Colonial es el de la estabilizacin (siglos XVII y XVIII), que se corresponde con el aanzamiento del virreinato y dems estructuras de la sociedad barroca. Estamos ante una cultura contrarreformista, cerrada, dirigida y colectiva. La produccin literaria en Amrica trata de imitar, tanto en el teatro de evangelizacin como en la poesa pica, losca o amorosa, los modelos peninsulares de barroquismo ms exacerbado. Tenemos aqu la gura excepcional de Sor Juana Ins de la Cruz, mximo exponente del denominado Barroco de Indias. Una monja emancipada y temeraria transgrede todo convencionalismo social e intelectual desaando a la sociedad masculina y escribiendo deliciosos sonetos de amor y lcidas argumentaciones loscas Sor Juana Ins de la Cruz , un sacerdote, poco antes, reclama con estilo propio y vehemencia los derechos de los indios Bartolom de las Casas y un mestizo da otra versin de la historiografa indiana el Inca Garcilaso de la Vega . Sin embargo, estos visionarios adscritos a la literatura colonial perteneceran necesariamente a lo que la terica Jean Franco cataloga como imaginacin colonizada, ya que no puede ser literatura hispanoamericana genuina la escrita bajo un dominio, la escrita por la lengua y en la clave del colonizador:
[] La literatura de los que hoy en da se llaman pases subdesarrollados obedece a esquemas distintos. frica, el Caribe, la Amrica Latina pasaron por la experiencia de la colonizacin. La cultura escrita fue para ellos algo que les imponan los conquistadores europeos y se convirti en el distintivo de una lite y en algo opuesto a la cultura oral de los siervos y los esclavos. [] La tradicin literaria de origen europeo, con sus alternativas de atraccin y de rechazo respecto a lo popular, se maniesta en las antinomias de provincialismo y cosmopolitismo, barbarie y civilizacin, lo indgena y lo europeo. Este tipo de esquema obliga a estudiar la literatura hispanoamericana dentro del conjunto de las dems culturas del tercer mundo7.
Sea como fuere, despus de la poca colonial, marcada por esa cultura dirigida, colectiva, contrarreformista y cerrada, los autores hispanoamericanos se esfuerzan por superar en sus textos los modelos espaoles ms sosticados y vuelven los ojos a la Ilustracin francesa y a Norteamrica. Es as como la literatura del siglo XIX, segundo item en nuestra cronologa, no es ms que un ejercicio imitativo de esa convivencia europea del Realismo-Naturalismo con el Romanticismo. Existen, no obstante, en la Amrica hispana algunas particularidades interesantes, como son las vetas sentimental, indigenista y criollista. Mara (1867) de Jorge Isaacs, Sab (1841) de Gertrudis Gmez de Avellaneda y Aves sin nido (1889) de Clorinda Matto de Turner constituyen la original contrapartida de Paul et Virginia (1788) de Bernardin de Saint-Pierre o La Nouvelle Helose (1761) de Rousseau y su inters por adaptar al contexto propio del indio, del negro, del criollo los modelos europeos muestra ya cierta osada literaria e ideolgica. Por ltimo, la literatura contempornea en Hispanoamrica (siglos XX y XXI) marca el tercer momento. Pese a la existencia de precursores notables, slo bien entrado el siglo XX adquieren la literatura y la crtica hispanoamericana una proyeccin y difusin internacional, una cohesin y crecimiento inditos. En suma, los autores proliferan, la prctica literaria es una evidencia en Amrica Latina a lo largo de varios siglos, pero faltara la teorizacin o reexin acerca de tal fenmeno, la crtica literaria como ptica y enfoque, como procedimiento hermenutico o herramienta interpretativa. sta, como ya sealo previamente al mencionar a Mart, nace con un contenido ideolgico-poltico ms que cultural o literario a nales del XIX y adquiere una fuerza inusitada en los dos siglos posteriores. Los maniestos de Huidobro, las reexiones de Maritegui, Henrquez Urea o Vasconcelos, las meditaciones de Reyes o Paz o las ideas antipoticas de Parra son buenos
Jean FRANCO, Historia de la literatura hispanoamericana, Barcelona, Ariel, (1973) 2006, 11.
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ejemplos de autocrtica y de una primera meditacin intelectual sobre la identidad, realidad y cultura de Amrica Latina llevada a cabo, fundamentalmente, por periodistas y escritores. Tales acercamientos han sido completados ms tarde con nociones nuevas, y ya especcamente literarias, como, por ejemplo, las de literatura fantstica Barrenechea, Mignolo o realismo mgico Goic, Anderson Imbert . Es entonces en el siglo XX cuando la literatura hispanoamericana sincroniza su ritmo con la europea. Veamos de qu manera.
3. Hacia la autonoma esttica. El fenmeno de la mayor presencia de la literatura hispanoamericana tiene lugar, entonces, en un momento de crisis ideolgica, de la literatura y la obra literaria la Modernidad de nes del siglo XIX y la Post-modernidad de nes del siglo XX , pero entraa asimismo un mayor dilogo con la produccin universal. El reconocimiento por parte de Europa y Norteamrica refuerza la autoconciencia hispanoamericana de estar viviendo un momento excepcional de su historia literaria, como arma Cedomil Goic8. Estudiemos los tres puntos de inexin en este proceso de progresiva sincronizacin y adquisicin de prestigio de la literatura hispanoamericana a lo largo de los siglos XX y XXI. 3.1. Modernismo: Buscando su propio tempo. El Acta de Independencia poltica y literaria denitiva para Hispanoamrica se rma con el Modernismo (1888-1910). Esta es la primera parada en el viaje que quisiera proponer en estas pginas. El espritu inconformista y disidente frente a la metrpoli y el deseo de renovacin potica da lugar a esta corriente potica exquisita y vitalista iniciada por Rubn Daro. La dimensin urbana Walter Benjamn dixit , junto a una nueva situacin para el artista y la secularizacin de la vida que es producto de los brutales cambios socieconmicos en la estructura hispanoamericana completan el trazo de este movimiento esttico tan vinculado a las transformaciones de la modernidad histrica. A pesar de que el Modernismo se nutre de estticas forneas como el Simbolismo, con su sensorialidad y mirada exotista, el Parnasianismo, con su preocupacin por la belleza formal, y la obra de autores norteamericanos aislados como Poe y Whitman, el ingls Wilde o el italiano DAnnunzio, constituye una tendencia artstica genuinamente hispanoamericana. Es la primera porque no se limita, como lleva reconocindose desde hace un tiempo, a invitar a la evasin de la realidad burguesa La princesa est triste/ Qu tendr la princesa? de la Sonatina de Daro , sino que representa todo un retrato crtico y reexivo de una encrucijada difcil, la de un continente que pasa, en movimiento pendular y sin tregua, de ser colonia poltica espaola a ser colonia econmica estadounidense. En este sentido, son reveladoras las preguntas lanzadas por Daro en su Oda a Roosevelt donde increpa a los Estados Unidos de la siguiente manera: Seremos entregados a los brbaros eros? / Tantos millones de hombres hablaremos ingls?. La censura ideolgica y el rechazo frontal a una mirada unvoca y eurocntrica se acompaan de una profunda renovacin lingstica y potica, pues con el Modernismo se amplan prodigiosamente los recursos expresivos, patrones y tpicos de la literatura espaola, desde la fontica hasta el lxico o las imgenes. Como consecuencia, se adquiere una seguridad fuera de lo comn y una conanza en lo propio, en el elemento autctono que permiten eliminar, por vez primera y de forma rotunda, las cronologas establecidas desde Occidente, segn las cuales, a Hispanoamrica llegan tarde todos los movimientos. Hispanoamrica marca desde entonces su propio tempo. Jos Mart, Julin del Casal, Amado Nervo, Leopoldo Lugones, Jos Asuncin Silva y, especialmente Rubn Daro, son los nombres ms representativos del Modernismo. El deslumbramiento de esta esttica alcanza, asimismo, a algunos creadores espaoles como Manuel Machado, Valle Incln y Juan Ramn Jimnez que toman buena nota de la originalidad rubeniana y no se limita, en ningn caso, a la poesa
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exclusivamente. As, la prosa modernista consigue tambin cierto relieve y empieza a desarrollarse asimismo la crtica literaria y periodstica. Surge la conciencia de la renovacin y originalidad y la reexin terica y poltica sobre Amrica y sus rasgos culturales identitarios impregnan los ensayos de Mart, Sarmiento, Daro o Rod. Me gustara resaltar, por otro lado, que en esta vertiente transgresora, revulsiva e insoslayable de la poesa hispanoamericana que es el Modernismo ocupan un lugar indiscutiblemente privilegiado varias creadoras como la uruguaya Delmira Agustini, la chilena Gabriela Mistral o la argentina Alfonsina Storni. La obra de tales autoras no constituye en absoluto un apndice a esta renovacin, sino que se incardina en su centro, siendo quiz su vertiente ms radical y difcil de asimilar pues las mujeres escritoras se encuentran todava en los mrgenes de la proyeccin espacial de la polifona de las modernidades al comienzo de siglo. Por ltimo, habra que sealar que la fase nal del Modernismo, el denominado Postmodernismo que no debemos confundir con la etiqueta Postmodernidad, como aclarar posteriormente tiene una dimensin esencialmente terica o reexiva y proclama la fe en el destino de los pueblos hispnicos. Si la primera revolucin, el primer punto de inexin en nuestro recorrido es esencialmente potico, el segundo va a ser ms bien de orden narrativo. La novela hispanoamericana, que haba estado aletargada, renace con fuerza y proporciona el segundo perodo de esplendor a la literatura y crtica hispanoamericana. 3.2. Boom o Nueva Novela: la proyeccin internacional. As, si el primer momento clave de la literatura y crtica hispanoamericana es fundamentalmente potico, la segunda fase emblemtica de la literatura hispanoamericana se centrar en la prosa. A pesar de que el Modernismo renueva profundamente la poesa, la novela sigue todava por los cauces del siglo XIX. El realismo, con su enfoque sociopoltico e indigenista, domina la novela hasta bien entrados los aos cuarenta, salvo incursiones puntuales y excepcionales de algunos narradores en lo urbano y lo fantstico. As, Felisberto Hernndez, Horacio Quiroga y Jorge Luis Borges experimentan y trastocan los recursos expresivos. Pero es en los aos sesenta cuando se produce el segundo vuelco o sacudida en las letras hispanoamericanas: el Boom en terminologa de Rodrguez Monegal o la Nueva Novela, que representan nombres tan signicativos en la actualidad como los de Mario Vargas Llosa, Gabriel Garca Mrquez o Carlos Fuentes. El Boom, marbete utilizado an, tanto por los defensores como por los detractores del movimiento cuarenta aos despus de su nacimiento es, sobre todo, un fenmeno indito que consiste en la indiscutible y masiva proyeccin internacional de la literatura hispanoamericana gracias a editoriales y premios literarios Rmulo Gallegos, Cervantes, Nbel . Fruto o no de una estrategia de marketing orquestada por varias editoriales, en especial Seix Barral, seala el descubrimiento para el mundo de una narrativa desconocida que derrocha creatividad temtica y formal, marca la notable conjuncin de novelas totales, de grandes novelas como Cien aos de soledad (1967), La casa verde (1965), Rayuela (1963) o La muerte de Artemio Cruz (1972), y va, por tanto, ms all de una esttica concreta ms all de lo limitador del realismo mgico , de un movimiento generacional o una conspiracin comercial. Se trata, por tanto, de una explosin nica de riqueza creativa en el contexto hispanoamericano y de su extensin a todo el mundo. Por otro lado, al auge editorial y al aumento extraordinario del nmero de lectores se une, asimismo y slo al principio, un contenido ideolgico-poltico de cariz utpico, claramente de izquierdas. Si el Modernismo pretende pater le bourgeois y protestar contra toda forma de imperialismo poltico, econmico o ideolgico, el Boom slo se entiende vinculado a las expectativas que la izquierda deposita en la Revolucin Cubana como una esperanza y el principio de una liberacin colectiva del yugo estadounidense para toda Amrica Latina. Tal ilusin se ve pronto defraudada, no obstante, y el denominado caso Padilla divide a la intelectualidad hispanoamericana de la rbita del Boom
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trayendo el desencanto9. El Boom marca as el punto decisivo en la produccin, consumo y circulacin de la literatura hispanoamericana. Por otro lado, los autores adscritos a tal tendencia han sabido, en general, renovarse sabiamente, y siguen publicando obras de calidad hasta nuestros das, pese a su, a veces dudosa, presencia pblica o peso poltico. Cito, a continuacin, un certero juicio a este propsito del chileno Roberto Bolao que nos sirve como nexo idneo para el siguiente apartado que versa sobre la denominada narrativa del Post-boom:
La literatura de un Vargas Llosa o de un Garca Mrquez es gigantesca. [] Ms que una catedral. La obra de Vargas Llosa, por ejemplo, es inmensa. Tiene miles de entradas y miles de salidas. La de Garca Mrquez tambin. Lo que ocurre es que ambos son personajes pblicos. No son guras meramente literarias. Vargas Llosa fue candidato a la presidencia. Garca Mrquez es un hombre de mucho peso poltico y muy inuyente en Amrica Latina. Esto distorsiona un poco las cosas, pero no debiera hacer perder de vista la jerarqua que tienen. Son superiores. Superiores a los que vinieron despus y por cierto que tambin a los escritores de mi generacin. Libros como El coronel no tiene quin le escriba son sencillamente perfectos10.
3.3 Post-boom-Postmodernidad: la perfeccin del cangrejo. Entre los valores, cualidades o especicidades que la literatura, en general, tendra en la era tecnolgica y que Italo Calvino seala con lucidez en sus Seis propuestas para el prximo milenio11, destacan la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad o la multiplicidad como caractersticas de referencia. El que propongo aqu como tercer momento de renovacin de la literatura y crtica hispanoamericana lo estamos viviendo en el presente y es un momento que da primaca a lo breve, lo ligero, lo preciso e irnico, sin que esto signique un menor poder contestatario:
La apertura hacia lo existente supuso, en la mayor parte de los casos, el n de los planteamientos metanarrativos y de las escrituras solipsistas; no obstante, ello no ha supuesto el n de las actitudes transgresoras plasmadas en un amplio repertorio de tcnicas de escritura12.
Amrica Latina ha sabido condensar de forma ideal el aparente caos o eclecticismo del mundo contemporneo, de esta era post-capitalista que evoluciona hacia postulados ecologistas, feministas, multiculturales o cibernticos, pero tambin hacia una globalizacin que entraa injusticias sin cuento adems de una uniformizacin u homogeneidad preocupante:
En los tiempos cada vez ms congestionados que nos aguardan, la necesidad de literatura deber apuntar a la mxima concentracin de la poesa y del pensamiento13.
Somos ciudadanos y habitantes de la regin postmoderna, categora que, en literatura, se sita entre la teora y la creacin artstica y que, siendo una traduccin del ingls Postmodernism, supone otra forma de entender la realidad a nes de siglo XX en relacin a la expansin econmica y cultural del mundo post-industrial tras el colapso, que en parte propicia tambin, de los sistemas comunistas en el viejo continente. A pesar de que en
los ltimos aos se ha multiplicado la bibliografa sobre la Postmodernidad, no existe siquiera consenso
9 Heberto Padilla, intelectual cubano que apoya, en principio, la Revolucin, gana el Premio Nacional de Poesa con Fuera de juego (La Habana, 1968) pero la obra, irnica, es entendida como contrarrevolucionaria y como un desafo al poder castrista. As, se le encarcela y tres aos ms tarde en un juicio montado por la UNEAC, ante un coro de colegas acusadores, Padilla hace una polmica autocrtica y abjura de sus delitos, acusando a otros compaeros escritores. 10 Roberto BOLAO, Bolao por s mismo. Entrevistas escogidas, seleccin y edicin de Andrs Braithwaite, prlogo de Juan Villoro, Santiago de Chile, Edicin Universidad Diego Portales, 2006, 49. 11 Italo CALVINO, Seis propuestas para el prximo milenio, Madrid, Siruela (1998), 2005. 12 Eduardo BECERRA, Direcciones de las ltimas dcadas. El nal del sueo en Historia de la literatura hispanoamericana, (coords. Teodosio Fernndez, Selena Millares y Eduardo Becerra), Madrid, Universitas, 1995, 385. 13 Italo CALVINO, Seis propuestas..., 63.
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acerca de lo que implica el concepto. El debate sobre el asunto, que compromete todos los rdenes intelectuales, reeja la crisis de la Modernidad y supone para algunos tericos, como Jrgen Habermas, Fredric Jameson, Terry Eagleton o Iris M. Zavala entre otros, una forma de pensamiento de signo conservador,
antagnica a los postulados modernos. Frente a esta postura, Linda Hutcheon considera la Postmodernidad como una continuacin de los presupuestos de la Modernidad, superadora de las falsas antinomias que sustentaron el debate moderno. De la sntesis realizada hasta el momento se deduce que el estatuto posmoderno es paradjico, ambiguo y ambivalente, reejo de una doble codicacin, pues supone tanto una contestacin como una complicidad, una crtica como un homenaje a la tradicin. El adjetivo pos-moderno es algo ms que un guin rodeado por la contradiccin, y se perla como consecuencia de la era eclctica, cnica y pardica en la que vivimos. En 1980 el concepto, tomado originariamente de la arquitectura, se aplica a la literatura, indicando como caractersticas esenciales la preferencia por la disyuncin, la apertura, el proceso, el devenir. Franois Lyotard publica La Condition Postmoderne14, donde dene lo posmoderno como consecuencia de la incredulidad en los metarrelatos que en la Modernidad haban hecho concebir al hombre la esperanza en el poder de la razn para mejorar el mundo. Segn Lyotard, las narrativas que se arrogaban autoridad total pierden su legitimidad en la poca contempornea. En su lugar permanecen los pequeos relatos, los juegos lingsticos sin pretensin alguna de soberana. Se crea una crisis epistemolgica irresoluble a travs de los discursos maestros del pasado religin, ciencia, ideologas polticas, psicoanlisis siendo slo posible en el mundo actual un consenso local y provisional sobre lo que observamos. Aunque el proceso de la ltima vanguardia hispanoamericana y su desarrollo socioeconmico no coinciden cabalmente con esos parmetros, esto no signica que las notas del espritu postmoderno no aparezcan en las formas artsticas del continente, pues la mundializacin permite tal democratizacin. As, el escepticismo, el desaliento, el sarcasmo y la visin apocalptica de la Historia van de la mano, desde un punto de vista tcnico o formal, con el gusto por las formas pardicas y autorreexivas, la prdida de un narrador hegemnico o la preferencia por lo inmediato y son expresiones de nuestro tiempo en Santiago de Chile, de la misma manera que en Londres o Tokyo. La literatura, entonces, reejo el de su poca, moldea y a la vez comercializa este nuevo sistema de pensamiento y, en el caso de Amrica Latina, adopta tambin el nombre de Postboom a la hora de caracterizar una parte considerable de la produccin crtico-narrativa posterior a los sesenta. As pues, la Postmodernidad que se mueve al comps de los medios de comunicacin de masas, el arte del consumo, la publicidad y la cultura popular est desarrollando un marco ideolgico muy sugerente para describir diversos fenmenos literarios inscritos en el Post-boom, como el auge de los gneros policial o testimonial, la literatura subalterna o excntrica (gay o de escritoras que subrayan con tcnicas y temas su condicin o mirada diferente) o la proliferacin del llamado micro-relato. Estn consensualmente aceptados los nombres de autores como Alfredo Bryce Echenique, Eduardo Galeano, Luis Rafael Snchez, Manuel Puig, Rosario Ferr, Cristina Peri Rossi o Ricardo Piglia como representantes de las diversas lneas del Post-boom, desde el pastiche pop-art o la reivindicacin de lo homosexual a la disolucin de gneros, el humor y el rescate de lo efmero o intrascendente. De todos estos, es la proliferacin del micro-relato o mini-ccin el fenmeno que me parece ms revelador. Este corpus textual menor15 va consiguiendo lentamente el estatus que merece en los estudios literarios y buena muestra de ello es el nmero de antologas, estudios y conferencias dedicadas al tema en los ltimos aos16. Ya llama sobre l la atencin Italo Calvino. Tomemos una signicativa cita del autor de Las ciudades invisibles:
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F. LYOTARD, La condition posmoderne, Paris, Ed. de Minuit, 1979. Habra mucho que decir sobre lo menor como rasgo de este corpus textual y para ello sera indispensable la consulta de G. DELEUZE y F. GUATTARI, Por una literatura menor, Mxico, Era, 1990. 16 Citemos slo tres antologas de referencia: Por favor, sea breve. Antologa de relatos hiperbreves (ed. Clara Obligado), Madrid, Pginas de Espuma, 2001; Cartografa del cuento y la miniccin (ed. Lauro Zavala), Sevilla, Renacimiento, 2004 y La otra mirada: antologa del microrrelato hispnico (ed. de David Lagmanovich), Palencia, Menos Cuarto, 2005. En cuanto a congresos punteros en este sentido
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La longitud y la brevedad del texto son, desde luego, criterios externos, pero yo hablo de una densidad particular que, aunque pueda alcanzarse tambin en narraciones largas, encuentra su medida en la pgina nica17.
Post-boom, post-modernidad y miniccin o microrrelato constituyen una trada inseparable. La conexin procede de la constatacin ya esbozada a propsito de los mecanismos internos que ligan el arte con la ideologa. Cada vez que se trata de explicar una caracterstica de esta nueva modalidad textual hiperbreve, se recurre a teoras de crtica literaria e ideolgica deconstruccin, esttica de la recepcin, postestructuralismo que han sido desarrolladas en el contexto del pensamiento posmoderno. Por otra parte, es obvio que la miniccin, aunque cuenta con prestigiosos antecedentes en la historia de la literatura, tambin en espaol, se clasica como nueva forma literaria en los aos sesenta, cobrando especial auge en los setenta y ochenta para llegar a nuestros das con innegable vitalidad. La consolidacin del micro-relato como gnero cannico es paralela, por consiguiente, a la formalizacin de la esttica posmoderna, pero, como seala Eduardo Becerra, debemos ser cautos:
[] No dejan de vislumbrarse algunos aspectos problemticos y confusos en ciertas actitudes que, para desmantelar el eurocentrismo cultural, echan mano de prestigiosos pensadores, idelogos o tericos de la literatura europeos tales como Bajtn, Foucault, Derrida, Baudrillard, Deleuze, Lyotard, Vattimo o Jauss. La reivindicacin del pensamiento dbil constituye sin duda una propuesta interesante y muy fructfera para desentraar algunas claves de la actualidad; pero sin duda tambin no deja de ser en algunos casos una invitacin peligrosa a aventurarse por los territorios de lo banal, en su sentido ms tradicional y nada posmoderno18.
Examinemos algunos de los rasgos atribuidos a la esttica posmoderna con el n de comprobar su aplicabilidad al micro-relato y especcamente a los textos que siguen esta pauta producidos en Hispanoamrica, donde gozan de especial relevancia19. Por un lado, la primera caracterstica notable sera el escepticismo radical, consecuencia del descreimiento en los metarrelatos y en las utopas. Para demostrar la inexistencia de verdades absolutas, se recurre frecuentemente a la paradoja y al principio de contradiccin. En segundo lugar, los textos postmodernos son ex-cntricos, privilegian los mrgenes frente a los centros cannicos de la Modernidad. Esta tendencia lleva a la experimentacin con temas, personajes, registros lingsticos y formatos literarios que haban sido relegados hasta ahora a un segundo plano. En tercer lugar, se da un golpe al principio de unidad, por el que se deende la fragmentacin frente a los textos extensos y se propugna la desaparicin del sujeto tradicional en la obra artstica. Adems, las obras son abiertas20, exigen la participacin activa del lector, ofrecen multitud de interpretaciones y se apoyan en modos oblicuos de expresin como la alegora. Otro rasgo es el virtuosismo intertextual, reejo del bagaje cultural del escritor y por el que se recupera la tradicin literaria aunando el homenaje al pasado (pastiche) y la revisin satrica de ste (parodia). Por ltimo, es esencial el recurso frecuente al humor y la irona, modalidades discursivas que adquieren importancia por denirse como actitudes distanciadoras, adecuadas para realizar el proceso de carnavalizar la tradicin fundamental en el pensamiento posmoderno. Nada mejor que las palabras de Italo Calvino cuando se reere a la levedad para resumir todo ello:
destaquemos el II Congreso de Miniccin (Nuevos modelos de escritura) celebrado los das 14-15 de noviembre de 2002 en la Universidad de Salamanca, organizado por Francisca Noguerol y el IV Congreso Internacional de Miniccin Grand Sminaire de Neuchtel, que tuvo lugar los das 6-8 de noviembre de 2006, organizado por Irene Andrs-Surez. 17 Italo CALVINO, Seis propuestas, 61. 18 Eduardo BECERRA, Direcciones de las ltimas dcadas. El nal del sueo, en Historia de la literatura hispanoamericana, 397. 19 Los relatos breves poseen gran aceptacin asimismo entre los autores norteamericanos, como puede inferirse de la extensa nmina de autores incluidos en la antologa de ultracuentos editada por Robert SHEPARD y James THOMAS, Ficcin sbita, Barcelona, Anagrama, 1989. 20 Recordemos aqu la conferencia inacabada de CALVINO titulada Sul cominciare e sul nire (de las novelas) y que tanto se reere a la experimentacin y las innitas posibilidades del nal abierto. Italo CALVINO, Seis propuestas, 125-143.
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[] he tratado de quitar peso a las guras humanas, a los cuerpos celestes, a las ciudades; he tratado, sobre todo, de quitar peso a la estructura del relato y al lenguaje21.
El cuento, tradicin narrativa de larga trayectoria en Amrica Latina desde Daro hasta Felisberto Hernndez, Borges o Cortzar, y ms contemporneamente Roberto Bolao, Marosa di Giorgio o Alberto Fuguet se ha manifestado como una categora transgenrica a lo largo de la historia de la literatura, ya que posee una gran disposicin para el cambio y la permeabilidad22. Este hecho se ha agudizado en las ltimas dcadas. El nuevo relato, que slo mantiene como caracterstica esencial su brevedad, se ha apropiado de los modos de otros mbitos discursivos como el anuncio publicitario, el diario o el informe policial, rechaza las categorizaciones puristas y plantea la necesidad de explorar nuevas posibilidades estticas23. Los textos breves reciben, a las puertas del siglo XXI, nombres tan diversos como micro-relato, semicuento, ultracuento, ccin sbita, caso, crnica (Brasil), artefacto, varia invencin, textculo, y en Estados Unidos short short story o four minute ction. El micro-relato posee las mismas caractersticas del cuento, aunque por su brevedad raras veces supera la pgina de extensin , estas son potenciadas hasta al extremo. De ah que se diferencie del relato tradicional por sus tramas ambiguas, el abocetamiento de los personajes, el lenguaje multvoco y los nales sorprendentes24. Los micro-relatos, considerados por la crtica hasta hace poco carentes de peso especco, modestos en su intencin o extravagantes en su forma, han sido cultivados sin embargo por los nombres ms importantes de la literatura hispanoamericana de la segunda mitad de siglo. Los escritores que elaboran estos relatos cortsimos observan un ars poetica especca, con diversos puntos que los vinculan entre s y que permiten establecer las caractersticas de un nuevo corpus narrativo bien denido. La nmina de autores que lo practican da idea de su importancia, especialmente en pases como Mxico, Venezuela, Argentina o Chile25.
Italo CALVINO, Seis propuestas, 19. Es indispensable considerar a BORGES como uno de los pioneros de la escritura breve y de los primeros en interesarse, junto a Bioy CASARES, en el gnero. A tal efecto sealo la recopilacin realizada por ambos: Cuentos breves y extraordinarios, Barcelona, Losada, (1953) 2000. 23 Los siguientes ttulos reejan el cambio que se ha producido en los ltimos tiempos en la nocin del gnero: Mario HALLEY MORA, Cuentos y microcuentos, Asuncin, Lector, 1983 y su posterior revisin: Cuentos, microcuentos y anticuentos, Asuncin, Lector, 1988; Marcio VELOZ, Cuentos, recuentos y casicuentos, Santo Domingo, Taller, 1986 o Emilio BREDA, Cuentos, notancuentos y requetecuentos, Buenos Aires, Plus Ultra, 1989. 24 Para un mejor conocimiento de la categorizacin del micro-relato remitimos a los siguientes artculos: Juan Armando EPPLE, Sobre el mini-cuento en Hispanoamrica, en Obsidiana 3 (1984), 33-35; y del mismo autor Brevsima relacin sobre el mini-cuento en Hispanoamrica, en Puro cuento 10 (1988), 31-33; Mempo GIARDINELLI, Es intil querer encorsetar el cuento, en Puro cuento 7, 28-31; Francisca NOGUEROL, El micro-relato latinoamericano: cuando la brevedad noquea, en Lucanor 8 (1992), 117-133; Violeta ROJO, El minicuento: hacia una denicin de tipo discursivo, en Tierra nueva (III) 6, (1993), y Edmundo VALADS, Ronda por el cuento brevsimo, en Paquete: cuento (la ccin en Mxico)(ed. Alfredo Pavn), Mxico, Universidad Autnoma de Tlaxcala, 1990, 191-198. 25 Consciente de que la lista es incompleta, destaco a continuacin sus principales representantes en Iberoamrica: MXICO: Julio Torri (antecedente), Juan Jos Arreola, Augusto Monterroso, Carlos Monsivis, Ren Avils Fabila, Hctor Sandro, Mara Luisa Sha, Rodolfo Modern, Guillermo Samperio, Bernardo Ruz, Luis Chumacero, Felipe Garrido, Roberto Vallarino, Edmundo Valads, Gustavo Sinz, Margo Glantz, Elena Poniatowska o Roberto Bauelas; CHICANOS: Rolando Hinojosa y Toms Rivera; GUATEMALA: Miguel Angel Asturias (antecedente), Jos Barnoya, Edgardo Carrillo, Ren Leiva, Max Arajo, Rey Rosa, Luis Cardoza y Aragn, Otto Ral Gonzlez, Francisco Njera y Franz Galich; PANAM: Enrique Jaramillo Levi y Ral Leis; EL SALVADOR: Alvaro Menndez Leal, Roque Dalton, Jos Mara Mndez y Ricardo Lindo; NICARAGUA: Rubn Daro (antecedente), Luis Rocha y Ernesto Cardenal; HONDURAS: Oscar Acosta. REPBLICA DOMINICANA: Marcio Veloz Maggiolo, Virgilio Daz Grulln y Pedro Peix; CUBA: Virgilio Piera, Eliseo Diego, Guillermo Cabrera Infante, Imeldo Alvarez, Juan Leyva Guerra, Norberto Fuentes y Magaly Martnez Gamba; PUERTO RICO: Jos Luis Gonzlez; COLOMBIA: Luis Fayad; VENEZUELA: Jos Antonio Ramos Sucre (antecedente), Alfredo Armas Alfonzo, Luis Britto Garca, Jos Balza, David Alizo, Ednodio Quintero, Gabriel Gimnez Emn, Earle Herrera, Armando Jos Sequera, Antonio Lpez Ortega, Eduardo Liendo, Humberto Mata, Sael Ibez, Alberto Jimnez Ure, Jos Gregorio Bello Porras, Edilio Pea, Iliana Gmez, Miguel Gomes, Alberto Barrera, Mariela Alvarez, Juan Antonio Calzadilla Arreaza y Laura Antillano; PERU: Luis Loayza; ARGENTINA: Alvaro Yunque (antecedente), Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares,
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Por otra parte, de forma anloga al Boom, el micro-relato ha tenido como canales de difusin prioritarios dos revistas literarias dedicadas al estudio de la narrativa breve, la mexicana El cuento y la argentina Puro cuento, que en los ltimos aos han realizado una valiosa labor convocando concursos literarios destinados a estimular su desarrollo. La profusin de talleres literarios en Hispanoamrica, donde el relato breve suele ser un ejercicio imprescindible en el aprendizaje de las tcnicas narrativas, ha contribuido asimismo a la eclosin de estos textos. Por otra parte, por su reducida extensin los micro-relatos evitan fcilmente la censura en los pases que la sufren, pudiendo transmitirse en muchos casos oralmente. Buena prueba de su xito ofrecen las antologas de micro-cuentos publicadas en los ltimos aos y las tesis defendidas sobre el tema26. Estamos, pues, frente a un nuevo estatuto literario27. Incluimos a continuacin tres microrrelatos, pertenecientes a Augusto Monterroso, Ana Mara Shua y Marosa di Giorgio, que reejan en qu consiste esta nueva esttica de lo breve que inunda las letras hispanoamericanas y se permite la censura poltica, la autoirona, la tematizacin de las diferencias de gnero o la mezcla de realidad y fantasa. Como apndice a los mismos aparece otro cuento rescatado por Italo Calvino que cierra temporalmente lo que sin duda sigue siendo un nal abierto. Con estos cuatro microrrelatos que buscan le mot juste, esto es, la expresin necesaria, nica, concisa y memorable, concluimos este repaso por los tres momentos cumbres del hispanoamericanismo en el siglo XX, esperando que la vitalidad y riqueza siga marcando nuevos hitos en el siglo XXI:
LA OVEJA NEGRA En un lejano pas existi hace muchos aos una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo despus, el rebao arrepentido le levant una estatua ecuestre que qued muy bien en el parque. As, en lo sucesivo, cada vez que aparecan ovejas negras eran rpidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse tambin en la escultura28. ARRIAD EL FOQUE! Arriad el foque!, ordena el capitn. Arriad el foque!, repite el segundo. Orzad a estribor!, grita el capitn. Orzad a estribor!, repite el segundo. Cuidado con el bauprs!, grita el capitn. El bauprs!, repite el segundo. Abatid el palo de mesana!, grita el capitn. El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio29. De los oscuros troncos de los naranjos caen hongos, azcar, azahares. Tiendo la mano y devoro; aunque mam me tiene prohibido que tome nada fuera de lo que ella me da en casa. Tengo miedo y los dedos contados.
Enrique Anderson Imbert, Julio Cortzar, Antonio di Benedetto, Luisa Valenzuela, Marco Ricardo Denevi, Mempo Giardinelli, Eduardo Gudino Kieer, Pedro Orgambide, Gerardo Mario Golobo, Norma Aleandro, Andrs Rivera y Emilio Breda; URUGUAY: Mario Benedetti, Cristina Peri Rossi, Eduardo Galeano, Ariel Muniz, Toms de Mattos; CHILE: Vicente Huidobro (antecedente), Fernando Alegra, Alfonso Alcalde, Brauilio Arenas, Pa Barros, Alejandra Basualto, Luis Bocaz, Hubert Cornelius, Poli Dlano, Astrid Fugellie, Andrs Gallardo, Raquel Jodorowski, Hernn Lavn Cerda, Floridor Prez, Antonio Skrmeta, Jos Leandro Urbina, Jaime Valdivieso y Carlos Olivrez. (Lista proporcionada por la especialista en el gnero Francisca Noguerol, de la Universidad de Salamanca). 26 Aparte de las ya mencionadas, destacamos algunas antologas especialmente interesantes: Juan Armando EPPLE (ed.) Brevsima relacin. Antologa del microcuento hispanoamericano, Chile, Mosquito, 1990; Brevsima relacin del cuento breve en Chile, Santiago de Chile, Lar, 1989 y Cien microcuentos hispanoamericanos, Concepcin, Lar, 1990 (en esta ocasin el profesor Epple comparte las tareas de edicin con James HEINRICH en un texto orientado a los estudiantes norteamericanos); y Antonio FERNNDEZ FERRER (ed.), La mano de la hormiga. Los cuentos ms breves del mundo y de las literaturas hispnicas, Madrid, Fugaz, 1990. En cuanto a las tesis doctorales, destacamos los trabajos sobre el tema de las profesoras Dolores L. KOCH, El micro-relato en Mxico: Julio Torri, Juan Jos Arreola y Augusto Monterroso (Univ. of Nueva York, 1986) y de Andrea L. BELL, The Cuento Breve in Modern Latin American Literature (Stanford Univ, 1991). 27 Jos Miguel OVIEDO, Historia de la literatura hispanoamericana. 4. De Borges al presente, Madrid, Alianza, 2001. 28 Augusto MONTERROSO, Por favor, sea breve. Antologa de relatos hiperbreves (ed. Clara Obligado), Madrid, Pginas de espuma, 2001, 116. 29 Ana Mara SHA, Por favor, sea breve. Antologa de relatos hiperbreves, 115.
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Hay murcilagos en la heredad. En casa hay murcilagos; Fuman, se duermen, acostados en el aire, simplemente. Pero, es necesario ponerles, cerca, una tacita de sangre30.
Y para terminar, el cuento chino que Italo Calvino nos propone y del que el cuento hispanoamericano, recuperando el tiempo perdido se ha convertido ya, sin gnero de dudas, en el mejor heredero:
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tena la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidi que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondi que necesitaba cinco aos y una casa con doce servidores. Pasaron cinco aos y el dibujo an no estaba empezado. Necesito otros cinco aos, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedi. Transcurridos los diez aos, Chuang Tzu tom el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibuj un cangrejo, el cangrejo ms perfecto que jams se hubiera visto31.
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Marosa DI GIORGIO, Clavel y tenebrario, Montevideo, Arca Editorial, 1979, 21. Italo CALVINO, Seis propuestas, 65.
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