La Santa Misa Parte 1 Bernal

Descargar como pptx, pdf o txt
Descargar como pptx, pdf o txt
Está en la página 1de 42

La Santa Misa

Consideraciones espirituales acerca de


cada una de las partes de la Misa, para
que celebremos y vivamos el Santo
Sacrificio con mayor devoción

Encuentro de crecimiento Espiritual.


Facatativá, 23 octubre 2016
LA MISA

es un encuentro con la
Palabra de Dios que da
vida. La celebración de la
palabra nos ofrece la
novedad de cada misa.
En la eucaristía, los
cristianos conmemoramos
el sacrificio de Jesús en la
cruz, por medio del cual
nos alimentamos del
cuerpo y la sangre del
Señor que nos da vida
La preparación remota
La preparación próxima

La sacristía

Recordemos que, en el Templo de Salomón, Dios


determinó que hubiera unas cámaras laterales para guardar
los objetos necesarios para el culto.

La sacristía debe ser como la capilla privada del sacerdote.


Es decir, el lugar donde se prepara para la celebración justo
antes de ésta. La sacristía deber ser el atrio antes del gran
acto.
Ese espacio es un lugar sagrado, pues es donde se guardan los
vasos sagrados y las vestiduras litúrgicas.
El lugar debe respirar orden, limpieza y silencio.
LA VESTICION

Una vez que el sacerdote se comienza a revestir con los


ornamentos sagrados, los monaguillos deben estar enseñados
a guardar silencio en ese momento y no distraer al
sacerdote.
El sacerdote se reviste devotamente con los ornamentos y
se arrodilla en un reclinatorio ante la cruz con los ojos
cerrados y medita antes de salir de la sacristía.
Simbolismo de las
prendas

Amito
Si el alba simboliza ese recubrirse para entrar en
contacto con lo sagrado, el amito simboliza el cubrirse
enteramente. Las vestiduras eclesiásticas que se verían
asomar en la parte del cuello, son envueltas por lo
sagrado para entrar a la presencia de la Divinidad.

oración: Señor, cúbreme enteramente con tu


blancura. Revestido de la blancura del Cielo
para un oficio verdaderamente divino.
oración: Al ponerme el alba debo
pensar: me recubro del hombre
nuevo. Mi Padre Celestial me
reviste con su gracia. Blanquea
mi alma con tu luz. Lávame, para
que quede blanco como la nieve.
oración: Señor, gracias por el poder sacerdotal que
me concediste.
Hazme digno de un don tan grande.
oración: Señor, gracias por el poder sacerdotal
que me concediste.
Hazme digno de un don tan grande.
oración: Cúbreme, Altísimo Dios, con los tesoros de la
Redención. Cubre todo mi ser con la gloria del Reino de
los Cielos. Que sobre mis hombros lleve tu yugo con
alegría y agradecimiento.
Camino del altar

Unos sacerdotes, camino del altar, prefieren


mirar a la gente con cariño, sonreírles e, incluso,
saludarles, otros prefieren ir concentrados en el
sacrificio que van a ofrecer. Ambas formas de
dirigirse al altar son buenas y loables. Es
agradable a Dios, tanto el sacerdote que se dirige
hacia el altar concentrado en la acción sagrada
que va a realizar, como el sacerdote-padre que
saluda a sus hijos, el padre de familia que va a
partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía a sus
hijos.
LAS MANOS JUNTAS

El sacerdote se acerca al
altar con las manos juntas
sobre el pecho. Este gesto
de las manos es símbolo de
obediencia, de
recogimiento, como si
quisiera resguardar con sus
manos la oración de su
corazón, como si lleváse el
amor de Dios entre sus
manos.
LA INCLINACION ANTE EL ALTAR

Si el sagrario está emplazado en el presbiterio, el


sacerdote hace genuflexión hacia el sagrario omite la
inclinación al altar.
Esto es lógico, porque si Jesucristo está en el presbiterio,
es a Él al que se le debe hacer una reverencia, y no a
aquello que simboliza a Cristo.

La liturgia distingue entre inclinación profunda y la


inclinación de cabeza. Ante el altar el sacerdote hace
inclinación profunda. Es decir, el ministro inclina un poco el
tronco entero. Es un gesto de reverencia ante el altar
sagrado. El gesto no es de genuflexión porque el altar no
es Dios. Pero es lo más sagrado, después del sagrario.
Inclinación de
cabeza
EL ALTAR SIMBOLIZA VARIAS COSAS:

1. La Cruz

2. El Gólgota, como lugar elevado con la cruz sobre él.

3. El trono de Dios.

4. La piedra fundacional de la Iglesia, la piedra angular que es Cristo. Y todos


bebieron la misma bebida espiritual, puesto que bebían de una piedra
espiritual, que les siguiendo, y la piedra era Cristo (I Cor 10, 4).

5. El centro del mundo. El altar, situado en el centro del ábside, o del transepto,
simboliza que allí, justamente allí, está el centro del mundo. Nada ocurre
más importante en todo el planeta, que lo que va a ocurrir durante la misa
sobre ese altar. Todo lo que suceda en cualquier lugar de la tierra, en
cierto modo, depende de lo que ocurre sobre ese altar; puesto que todo
depende de la voluntad de Dios. El altar se convierte también en el centro
de la Iglesia, de toda la Iglesia extendida por el Orbe. El sacerdote puede
hacerse consciente de que cuando se aproxima al altar, se aproxima al
centro de la Historia.

6. La mesa sobre la que se celebró la Última Cena. La mesa del banquete de los
cristianos.
7. El altar es Cristo. Podemos ver un símbolo de eso en la unción del ara.
Y las cinco cruces que se hacen sobre su piedra, símbolo de las cinco
llagas. El Jueves Santo se despoja del mantel, lo mismo que Cristo fue
desnudado de sus vestiduras.

8. Es la piedra de Jacob, sobre la que apoyando su cabeza, tuvo el sueño


de la Escalera de los Ángeles. Esa Escalera de ángeles subiendo y
bajando es, también, ese altar. En verdad, en verdad os digo: Veréis el cielo
abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del
hombre (Jn 1, 51).

9. El altar estaba prefigurado en aquellas piedras con las que Abraham,


Isaac y Jacob levantaban sus altares.

10. El altar cristiano es, al mismo tiempo, el altar de los holocaustos, el


altar de los perfumes y la mesa de los panes. Pues nuestro altar cumple esas
tres funciones.

11. El altar es símbolo del corazón de Cristo.

12. El altar de oro que vio San Juan en el Cielo, y sobre el cual se
ofrecen las ofrendas ante el Padre.

13. La mesa de piedra sobre la que fue depositado el Cuerpo de Cristo en


el sepulcro, y en el que resucitó.
EL CRUCIFIJO

Las disposiciones
litúrgicas indican que el
crucifijo se coloque
sobre el altar o Cerca
de éste. Las normas
indican la obligación del
Crucifijo, porque es el
recuerdo de que la misa
es el mismo sacrificio
del Calvario
LAS VELAS
Las velas, en número de dos,
cuatro o seis:

 Simbolizan el fuego que se


colocaba sobre el altar de
los holocaustos.

 La luz que proviene de


Cristo.

 El fuego de nuestro amor


colocado sobre el altar
El mantel simboliza:

 El mantel de una mesa


donde se celebra un
banquete

 La blancura inmaculada
donde queremos
depositar el Misterio
Eucarístico. Y por
tanto la blancura de
nuestra alma.

Sobre el altar sólo debe estar la cruz, los cirios


y el misal.
EL OSCULO
El sacerdote besa el lugar
sagrado que es el altar, besa
el lugar sobre el que se
colocará el Cuerpo y la Sangre
de Cristo.

Besa su mantel que es la sábana con la que se le enterró y en la que


resucitó.

Al besar el altar que es el lugar del sacrificio, el sacerdote besa y


renueva el sacrificio de nuestra propia vida.

Es como si dijera: me vuelvo a inmolar ante ti, Señor.

El marido al llegar a casa, besa a su mujer. El sacerdote al llegar al


centro de la casa de Dios, besa su propia inmolación.
El sacerdote se dirige a la sede

Algunos sacerdotes realizan todas las plegarias de los ritos iniciales en


el altar. Pero el lugar propio de los ritos iniciales es la sede. Hay una
traslación del centro de la liturgia durante la celebración: de la sede al
ambón, del ambón al altar, lo que le da ese sentido de la Progresividad.
La sede, además, no es un mero lugar para sentarse, sino todo un
símbolo de la autoridad del pastor, pues desde allí preside. Está en un
lugar de honor desde donde el pastor puede mirar a todo su rebaño y
todas sus ovejas pueden mirarle a él.
La sede debe ser noble, pero nunca debe dar impresión de lujo, ni de
soberbia. El trono de un rey posee un carácter radicalmente diverso
respecto a la sede de un pastor. Se podría afirmar que el presbítero es:

Pastor en la sede
Maestro en el ambón
Sacerdote en el altar

El simbolismo de la sede resulta totalmente bíblico. Jesús dijo que sobre


la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos, por tanto,
todas las cosas que os puedan decir, guardadlas (Mt 23, 2-3).
La señal de la cruz tiene varios simbolismos:

 Es un modo de marcar con el sello de Cristo todo el ser.

 Es toda una profesión de fe.

 Es una invocación de la gracia de Dios, apelando a la Cruz de Jesucristo

 Es un recuerdo de que toda gracia nos proviene gracias a la Pasión de


Cristo

Se pide al Señor que envíe una gracia misteriosa a nuestra alma


implorando esa gracia por los méritos infinitos de la Cruz.
Por este motivo van acompañados de la señal de la cruz todos lo
sacramentos y sacramentales.
El fiel que se signa, invoca la bendición de Dios.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.

Al comienzo de todo, la Santísima Trinidad.

Lo que vamos a hacer lo hacemos en su nombre. Es decir, realizamos


ese acto de alabanza, porque así nos lo ha encargado el Dios Trino. No
es una obra meramente humana, sino un encargo. Algo que se nos ha
encomendado hacer.
El ministro recuerda a los presentes, desea para nosotros,
pide al Señor, que Él esté con nosotros. Es decir, después
de mencionar a Dios, lo primero que se hace es recordar
que todo lo que se va a hacer en la liturgia tiene como fin el
que Dios esté más en nosotros, que nos acerquemos más a
Dios.
La asamblea contesta:
Y con tu espíritu.

Y todos los allí reunidos piden a Dios que


Él esté con su ministro. Esto debe ser una
verdadera petición, una petición de toda la
comunidad por su ministro. El ministro ora por
el Pueblo (pidiendo que esté con ellos, que esté
dentro de sus almas), y los congregados oran
por el que los representa ante Dios (pidiendo a
Dios que esté con el espíritu de ese pastor que
preside).
Luego el sacerdote dice:
Hermanos: para celebrar dignamente estos
sagrados
misterios, reconozcamos nuestros pecados.

La Misa no es un misterio, sino varios. Ante todo, el misterio doble de


la transustanciación de las especies eucarísticas. Ya sólo por esto, se
podría hablar de misterios en plural. Pues nos congregamos ante esos
misterios. Pero es cierto, además, que hay más misterios durante la
misa. Entendidos esos misterios, como las invisible interacciones entre
el mundo celestial y el terrenal. Sabemos que se va a dar una oculta
pero verdadera y eficaz intercesión de los congregados ante Dios por
diversas intenciones, que el sacerdote va a realizar una serie de
bendiciones sobre las almas, que se va a invocar la presencia de seres
angélicos y santos, que el Espíritu Santo va a sobrevolar como una nube
misteriosa sobre los allí presentes, haciendo algo invisible pero real en
las almas de los que se abran a su acción.
Después que el sacerdote dice esas
palabras somos invitados a
reconocer nuestros pecados, para
dolernos de ellos. La liturgia no sólo
es una sucesión de palabras y
gestos, sino también de silencios.
Las rúbricas prescriben a lo largo de
la misa únicamente tres momentos
de pausa y silencio, éste es uno de
ellos.
Durante la pausa no es necesario
que rememore todos los pecados
de toda mi vida. Bastará con que
me recuerde y me duela por lo
menos de alguno en concreto,
para aplicar sobre él mi petición de
perdón.

Después, se reza el yo confieso


pidiendo que esa iniquidad sea
deshecha, por lo menos en parte,
por la confesión de mi culpa.
El sacerdote inicia el Yo pecador

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros,


hermanos.

Sin duda, la petición de perdón se hará proporcionalmente bien a la


intensidad con que haya usado del tiempo de pausa.

Si hago bien esta primera parte de la misa, me purificaré para acceder


ante la presencia de Dios.
Si me arrepiento en mi casa, se trata de un arrepentimiento personal a
solas. Mientras que aquí y ahora hago un arrepentimiento no sólo ante
Dios, sino también ante la comunidad.

Me reconozco pecador, lo confieso ante los hermanos, y ante los ángeles.


Que he pecado mucho de pensamiento, palabra,
obra y omisión.

No hay tiempo ni en la pausa previa, ni durante la


recitación de la oración, para recordar los pecados
cometidos en cada una de estas cuatro formas. Pero en
una misa, puedo recordar los pecados de pensamiento,
en otra los de palabra, etc.

De forma que las palabras que recito estén dotadas de


contenido concreto.
Por mi culpa, por mi culpa, por
mi gran culpa.

Mis culpas son tan grandes, que no bastan


las palabras.

Preciso de los gestos (los golpes en el


pecho) para manifestar el reconocimiento
de mis faltas.
Con estos golpes, dejo claro que soy yo el
responsable.

Debo entender que cada decisión conlleva


una consecuencia.

Debo hacerme consciente de que los


efectos de mis malas decisiones permanecen
en mí, hasta que me purifique.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los
ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que
intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

Es la primera mención de la Santísima Virgen María que se hace en la


misa. En las misas ordinarias sólo hay dos menciones de ella en la
eucaristía diaria: una en los ritos iniciales y otra en el canon. Durante las
lecturas y plegarias de la misa, cada vez que se mencione el nombre de
María, la Ordenación General del Misal Romano prescribe que se haga una
inclinación de cabeza.
El sacerdote pide:

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,


perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

El perdón no se da por supuesto. Se pide que tenga


misericordia. Recordemos que el publicano bajo del
Templo justificado, y el fariseo no.
La misa es como un itinerario hacia la parte más
interna de la Morada de Dios. El Templo de Jerusalén
estaba dividido en tres partes. Y en la primera parte
estaba la gran pila llamada Mar de Bronce, con cuya
agua se purificaban los sacerdotes antes de oficiar los
ritos sagrados ante Dios.
Señor, ten piedad. Cristo ten piedad. Señor
ten piedad.

Es tan necesaria la purificación, que la Iglesia nos


indica que una vez que hemos pedido perdón,
volvamos, de nuevo, a pedir perdón. Y no sólo eso,
sino que, además, lo hagamos bajo una serie de seis
repeticiones.
Sin duda, ya la primera petición de perdón (la del
primer Señor, ten piedad) llegó al Trono de Dios.
Pero debemos insistir en este afán de lavar nuestra
alma antes de penetrar en el interior del Templo.

También podría gustarte