Este documento ofrece consejos sobre la crianza de los hijos. Enfatiza que la crianza se basa en el amor, la comunicación y el establecimiento de límites claros y consistentes. También destaca la importancia de enseñar valores a los hijos y ayudarlos a desarrollar una personalidad positiva.
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Es la institución familiar que
comprende el deber de los padres de
amar, cuidar, custodiar, vigilar, educar, formar, mantener, asistir material y moralmente y corregir sin maltrato a sus hijos. Es un deber y un derecho igual e irrenunciable de ambos padres. Es parte de la Patria Potestad (junto con la Administración de los bienes de los hijos y su Representación). Antigua Guarda y Custodia No sólo es un deber legal sino moral No puedo excusarme No debo conformarme con solo darle manutención La base de la crianza es el amor Si tengo problemas no debo rendirme Debo ser razonable, justo y firme Es un privilegio, no es una carga. Comenzar desde que es un bebé a transmitirle amor. No le niegue una caricia, un abrazo o un beso. Al menos una vez al día. Acompáñelo de un “Te quiero”. Comuníquese: Escuche. Pregunte y luego hable con buenas palabras. No ofenda ni hiera con su lengua. Enseñe, sea un buen ejemplo y cumpla con sus deberes. La corrección tiene como objetivo enseñar; no debe ser una válvula de escape para la irritación de los padres. Elógielo por sus logros pero no sea excesivo si no lo merece. Esté pendiente. No proteja en exceso. Permítale asumir consecuencias y hágalo reflexionar. Atienda sus necesidades físicas pero no lo colme de regalos para compensar. Sea claro. Deben entender claramente lo que se espera de ellos y lo que pasará si desobedecen. (Gálatas 6:7) Sugerencia: Anote las reglas que ha fijado en casa, y pregúntese si son demasiadas, muy pocas, o si algunas ya no son necesarias. Conforme su hijo se vaya haciendo más responsable, tal vez pueda cambiar algunas. Sea constante. Su hijo pudiera confundirse si la semana pasada se salió con la suya y esta, por hacer algo parecido, tiene que sufrir las consecuencias. (Mateo 5:37) Sugerencia: Trate de que las consecuencias estén relacionadas con el tipo de “delito”. Por ejemplo, si el muchacho llega a casa más tarde de la hora señalada, podría imponerle una hora de llegada más temprana. Sea razonable. Demuestre que es flexible dándole a su hijo más libertad conforme se la vaya ganando. (Filipenses 4:5.) Sugerencia: Siéntese con su hijo y dialoguen sobre las reglas. Hasta podría dejar que él opinara sobre qué debería hacerse si no las cumple. Los muchachos están mucho más dispuestos a obedecer cuando se les permite participar en la creación de las reglas. Fomente su desarrollo personal. No se centre solo en conseguir que su hijo obedezca reglas, sino en que forme bien su conciencia. (1 Pedro 3:16.) Sugerencia: Busque ayuda en la Biblia, la mejor fuente de instrucción que existe. Sus sabios consejos dan “sagacidad a los inexpertos” y “conocimiento y capacidad de pensar al joven” (Proverbios 1:1-4). Dele a conocer con claridad sus valores. Al crecer, los niños se ven inundados por una avalancha de información errónea proveniente, sobre todo, de los medios de comunicación y, a menor grado, de sus compañeros de escuela. Aunque tales influencias se vuelven particularmente notorias al llegar la adolescencia, los estudios revelan que, a la hora de tomar decisiones trascendentales en la vida, muchos adolescentes le dan más importancia a la opinión de sus padres que a la de sus compañeros.
¿Qué puede hacer? En el antiguo Israel, se animaba a los
padres a conversar frecuentemente con sus hijos a fin de inculcar en ellos valores éticos (Deuteronomio 6:6, 7). Haga lo mismo con el suyo. Por ejemplo, si usted vive conforme a las normas morales de la Biblia, dígale a su hijo por qué cree que el respeto a dichas normas es la mejor manera de alcanzar el éxito en la vida. Enséñele que todo acto tiene consecuencias. La Biblia afirma: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también [cosechará]” (Gálatas 6:7). Este principio de causa y efecto se observa en prácticamente todo aspecto de la vida. ¿Recuerda cuando usted era niño? Sin duda, las lecciones más memorables de su infancia las aprendió en situaciones en las que tuvo que afrontar las consecuencias de sus actos.
¿Qué puede hacer? Usando casos de la vida real, muéstrele a su hijo
que quienes hicieron mal las cosas pagaron caro su equivocación, mientras que quienes tomaron buenas decisiones cosecharon los beneficios. Por otro lado, no trate de protegerlo de las consecuencias de sus errores. Imagine, por ejemplo, que su hijo rompe por descuido el juguete de un amiguito. ¿Por qué no le manda que lo reponga con uno de los suyos? Eso le enseñará una lección que difícilmente olvidará: hay que respetar las pertenencias ajenas.¡ Ayúdele a desarrollar una personalidad agradable. En la Biblia leemos: “Basta con observar lo que hace un niño para darse cuenta si es bueno y honesto” (Proverbios 20:11). A medida que crecen, los niños van formando un patrón de conducta exclusivo. Lamentablemente, algunos se crean mala fama (Salmo 58:3). En cambio, otros se labran una excelente reputación. ¿Qué puede hacer? Además de recalcar el tema de las consecuencias, ayude a su hijo a reflexionar sobre los rasgos de personalidad por los cuales le gustaría ser conocido. Cuando se hallan ante una situación difícil, los jóvenes pueden aprender a tomar la decisión correcta planteándose estas preguntas: ● ¿Qué clase de persona me gustaría ser? (Colosenses 3:10.) ● ¿Cómo reaccionaría esa clase de persona en estas circunstancias? (Pr 10:1) La Biblia abunda en relatos de hombres y mujeres de la vida real cuyos actos, buenos o malos, demostraron la clase de personas que eran (1 Corintios 10:11; Santiago 5:10, 11). Utilice dichos ejemplos para ayudar a su hijo a cultivar una personalidad agradable. Sean comprensivos. Su hijo no es un adulto en miniatura. Él no sabe controlar sus emociones, de modo que tiende a reaccionar de forma exagerada. Traten de ponerse en su lugar. (1 Corintios 13:11.) No pierdan la calma. Si su hijo está en pleno berrinche, enojarse no arreglará las cosas. En la medida de lo posible, ignoren la escena y actúen con naturalidad. (Proverbios 19:11) No cedan terreno. Si acceden a las demandas de su hijo, sean cuales sean, seguramente él repetirá la rabieta la próxima vez que quiera algo. Demuéstrenle con calma que están hablando en serio. (Mateo 5:37) Sean pacientes. No esperen que las rabietas desaparezcan de la noche a la mañana, sobre todo si ya le han dado razones para creer que los puede hacer cambiar de opinión. Pero si actúan con firmeza vez tras vez, las rabietas irán espaciándose cada vez más hasta desaparecer.
El amor es sufrido (1 Corintios 13:4)
1) Interésese vivamente en lo que su hijo aprende en la escuela. El mejor momento para empezar es cuando el niño comienza a asistir al colegio. Los niños pequeños por lo general aceptan la ayuda de los padres mejor que los adolescentes. Lea con su hijo. “Aproximadamente el 75% del aprendizaje formal se consigue mediante la lectura.” Las investigaciones llevadas a cabo indican que el progreso de los niños a quienes se enseña a leer en casa es superior al de los jóvenes que reciben asistencia de maestros especializados en la escuela. De igual modo, puede enseñar a su hijo caligrafía e incluso matemáticas. “No tiene que ser un cerebro en matemáticas para enseñarle las operaciones básicas”, comenta el educador Ted Wragg. Si usted mismo necesita ayuda en estos campos, no permita que su poca capacidad lo disuada de interesarse sinceramente en lo que su hijo aprende. 1. Conozca a los maestros de su hijo. 2. Verifique bien los hechos antes de quejarse. 3. Si está molesto o enfadado, no hable con el maestro hasta que se haya calmado. 4. Antes de encontrarse con el maestro, anote las preguntas que quiere hacerle y los objetivos que espera alcanzar. 5. Exponga su postura clara y firmemente, y después colabore con el profesor para determinar qué pasos prácticos se pueden dar para vencer los problemas. 6. Póngase en el lugar del maestro y pregúntese qué haría usted. Eso le ayudará a negociar una solución satisfactoria. 7. Escuche con atención y hable cuando sea oportuno. No tema hacer preguntas si no entiende algo. En caso de que no esté de acuerdo con lo que él dice, manifiésteselo y explíquele respetuosamente la razón. Basado en Help Your Child Through School, del Dr. David Lewis.)