Tortas Riquet

(Hay lugares a los que voy, no porque sean precisamente buenos, sino porque me hacen bien)
Hace tiempo que dejé de decir "que ganas de ir a Viña", pues en realidad solo voy a Valpo. Es una rutina que repito lo más seguido que pueda, aunque sea por el día, porque mirar el mar desde los cerros y sentir el viento en la cara me repara el alma.
Siempre voy en plan familiar: con polera o con parka, la época del año da lo mismo. La cosa es disfrutar caminando de la mano por esas callecitas que se funden y se pierden en pequeñas escaleras que te llevan a otras callecitas aún más "itas", menos concurridas y más bellas. Me gusta mirar las puertas de las casas, jugar con los gatos callejeros, saludar a gente que no conozco, comer en esos restaurantes chiquitos y ricos y después bajar en el ascensor hasta el café Riquet para comer una de esas porciones de torta mega-extra-large que, sin ser precisamente lindas, tienen la cantidad de manjar, crema pastelera y chantilly-chantilly suficiente para que a la salida te persigan las hormigas. Mientras tomo el café, me gusta contarle a mis hijos que fui allí muchas veces cuando chica con mis papás, que las paredes eran iguales, las sillas las mismas... las cortinas también (invariablemente las cortinas de visillo gastado o esas de encaje blanco tipo mantelito me producen un agradable retroceso en el tiempo).
Ayer viernes me enteré que el edificio del café Riquet fue vendido. Que no se sabe cuál será su destino. Que los dueños no pagaban el arriendo hace no se cuánto tiempo. Que "las autoridades" recomiendan que se mantenga la marca porque le "da identidad" a la zona. Quizá lo dejen, quiza se transforme, quiza se vaya. Yo espero que se quede, que se quede igual y que algún día mis hijos vayan hasta allá con los suyos y que, mientras comen una torta, también les cuenten que, cuando chicos, sus papás los llevaban ahí a tomar el té.

1 comentario:

Pame Recetas dijo...

Y si te digo que mi mamá me llevaba y me decía que ella iba a tomar el té con sus amigas.....