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Críticas ordenadas por:
Intensa-mente 2
Intensa-mente 2 (2024)
  • 7.1
    23,175
  • Estados Unidos Kelsey Mann
  • Animación, (Voz: Amy Poehler, Maya Hawke) ...
9
Inteligencia emocional para todos los públicos
Después de varios años sin escribir una sola crítica, he decidido volver brevemente a Filmaffinity tras el visionado de “Inside Out 2” (admito que los títulos en español que le han adjudicado a esta saga no me convencen, así que yo prefiero el original en inglés). Hace un tiempo vi la primera película y esta crítica está dedicada un poco a ambas como conjunto pero especialmente a la segunda.

Hoy día se habla mucho de inteligencia emocional la cual, bajo mi punto de vista, es una de las grandes asignaturas pendientes en el desarrollo global e íntegro de la mayoría de las personas, en la que me incluyo, por supuesto, ya sea porque el tema de las emociones es tan complejo o porque en gran medida se aborda erróneamente o insuficientemente desde diversos planos (familiar, social, escolar, laboral...). Por eso Disney se ha ganado muchos puntos al coger por los cuernos una cuestión tan difícil y hacerlo de manera que ha conseguido llegar a una amplia audiencia de pequeños y mayores de una forma tan divertida como conmovedora. Siguiendo el crecimiento y desarrollo personal de una niña, Riley, desde su interior, somos testigos de cómo siente, acumula recuerdos y experiencias, se equivoca, aprende y cómo se relaciona con su entorno. En definitiva, de cómo construye su personalidad y vive cada momento. Toda la "maquinaria" e ingeniería de su yo están controladas por una serie de emociones, entre las que la encargada de que todo funcione es Alegría. A medida que Riley pasa de bebé a niña que adquiere el uso de la razón, otras emociones, como Tristeza, Miedo, Ira y Asco van apareciendo y a menudo desplazando a la optimista Alegría en su labor supervisora, creando un desequilibrio que desemboca en algunas crisis.

Y ahí está el motivo de que no le haya dado un diez a ninguna de las dos películas. Porque creo que todas las emociones presentadas en ambas partes deberían haber aparecido desde la más tierna infancia de Riley. No todas de la misma manera en que influyen cuando tiene más edad, desde luego, pero deberían haber sido insinuadas al menos, como hace Nostalgia en la segunda película, que aparece ocasionalmente pero aún no es una emoción tan preponderante como para tener protagonismo. Aunque confieso que yo ya sentía nostalgia incluso desde niña, quizás no de la manera en que la sentimos de adultos, pero yo la experimenté ya entonces. Y lo mismo con las demás emociones. Los niños se aburren con frecuencia, especialmente los que son muy activos, y a partir de cierta edad ya sienten vergüenza, envidia y, por desgracia, la ansiedad también se deja sentir desde muy pronto. Algo debemos estar haciendo muy mal si en esta sociedad ya incluso la infancia está cada vez más afectada por trastornos de ansiedad, pero es un hecho.

Que en "Inside Out 2" la ansiedad, la envidia, la vergüenza y el aburrimiento surjan de repente, como si nunca antes Riley las hubiera experimentado, me parece un poco simplista. Pero trato de perdonárselo con el argumento de que no se trata de que no hubieran estado ahí, sino de que Riley había sido básicamente una niña feliz durante gran parte de su niñez y, quitando algunos períodos de tristeza, miedo e ira, el resto de las emociones no llegaron a dejar mucha huella, con lo cual no se les prestó atención en la primera película. Como ya dije, me las imagino como Nostalgia en la segunda. Este razonamiento sigue sin convencerme del todo, pero lo dejo pasar porque en definitiva tampoco ensombrece apenas el deleite que supone volver a ser espectadores de primera fila del alma de Riley, ahora adolescente. El viaje por sus emociones, con la conmoción de los nuevos y difíciles retos a los que se enfrenta, en los que todos sus cimientos se tambalean y entran en juego grandes conflictos interiores, donde la ansiedad puede llegar a trastocarlo todo (como les ocurre a tantos jóvenes y mayores) coloca sonrisas, hace escocer un poquito los lagrimales y nos hace identificarnos.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Glass
Glass (2019)
  • 6.2
    26,220
  • Estados Unidos M. Night Shyamalan
  • James McAvoy, Bruce Willis, Samuel L. Jackson ...
8
Nuestra misión en el mundo: Don Cristal
En este peculiar triángulo de hombres con superpoderes (porque, como he señalado en la crítica de “Múltiple”, no cabe ya hablar simplemente de superhéroes), el tercer vértice, pero no menos importante ni mucho menos, es Don Cristal.

Elijah Price ya nos explicó brillantemente en “El protegido” su creencia en que los cómics se basan en la realidad. La eterna lucha entre las fuerzas del bien y del mal tiene numerosos referentes a lo largo de la historia, si bien sus rasgos tienden a exagerarse y mitificarse. De ahí nacen las leyendas. El héroe contra el villano, dos seres que se complementan, el uno en su afán de proteger y el otro en su afán de destruir.

Desde pequeño Elijah desarrolló una obsesión, una idea descabellada. Si nacían personas tan frágiles como él (afectado de osteogénesis imperfecta) también debían nacer personas en el lugar opuesto de la escala. Personas físicamente tan fuertes que fueran prácticamente indestructibles. Pero todo superpoder (ya sea físico o mental) tiene su kriptonita, su punto débil.

Y si ya tenemos un superhéroe (David Dunn, el Protector, cuya debilidad es el agua) y un supervillano (Elijah Price, Don Cristal), ¿dónde cabe un tercer superhombre?

Shyamalan nos plantea un triángulo de fuerzas, donde un vértice representa el bien y los otros dos son encarnaciones del mal. De estas dos representaciones del mal, Don Cristal es el débil de cuerpo. Su superpoder reside en su inteligencia, muy por encima de lo corriente. Sus grandes limitaciones físicas y el dolor con el que convive no merman en absoluto un brillante intelecto al servicio de un único objetivo: descubrir otras personas con superpoderes. Este villano es amoral. Su sufrimiento cotidiano se canaliza hacia una búsqueda implacable, sin importar los medios ni las consecuencias. Quizás por eso es el más peligroso. Está dispuesto a sacrificar a quien sea por su causa.

El otro supervillano, la Horda, es débil de mente, pero ha descubierto todo su potencial físico en su personalidad número 24, la Bestia. Todas sus identidades son su mecanismo de defensa para lidiar con el sufrimiento de una vida rota, y la Bestia es su expresión más vengativa contra los “impuros” (los que nunca han sido seriamente heridos por la vida) y reivindicativa de la “pureza” (el dolor como expresión de una mayor evolución y superioridad).
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fragmentado
Fragmentado (2016)
  • 6.6
    47,644
  • Estados Unidos M. Night Shyamalan
  • James McAvoy, Anya Taylor-Joy, Betty Buckley ...
8
Nuestra misión en el mundo: la Horda
Y fue Shyamalan y nos plantó la continuación de una espectacular trilogía, y veo que a muchos los pilló (como a mí ahora) completamente por sorpresa, pues haciendo uso de uno de los trucos y giros que acostumbra a incluir, no avisó de que “Múltiple” forma parte de un todo mucho más grande. Por ahí leo que es la única vez en la historia del cine en que algún director ha hecho algo tan inaudito como plantarnos ante las narices la segunda parte de una saga sin que lo supiéramos. Y en el spoiler comento ese instante magistral en el que a los espectadores incautos se nos enciende la bombilla.

El cuco de Shyamalan nos agarra y nos hace encogernos de tensión y congoja aquí con una de las más inquietantes y terroríficas películas sobre secuestros que se puedan ver, y tan sólo por eso es muy remarcable como entidad independiente, con la presentación de ese torturado personaje afectado de trastorno de identidad disociativo. Probablemente se acerque muchísimo al Joker al que recientemente dio vida un extraordinario Joaquin Phoenix (quien fue considerado en primer lugar para el protagonista masculino de “Múltiple”), en la categoría de villanos más tristes y patéticos jamás creados. No puedo evitar remitirme al atormentado némesis del universo Gotham, al que el de “Múltiple” me ha recordado durante todo el visionado. Ambos tienen algo en común que es lo que gesta tanto dolor y tanta rabia: un sufrimiento aplastante arrastrado desde la infancia.

McAvoy, en un ejercicio de actuación impecable, sale más que airoso interpretando algunas de las diversas personalidades de Kevin, pasando de una a otra con pasmosa naturalidad y habilidad camaleónica, y logrando algo tan difícil como es el hecho de no caer en el ridículo (ni por asomo) en un papel que podría prestarse a ello de haber sido escrito y dirigido por un director con menos talento. E interpretado por alguien que no diera todo de sí como McAvoy ha hecho.

Pero McAvoy no podía estar solo en la cumbre del apartado actoral. Como en toda gran película de Shyamalan, siempre hay alguien que da la réplica perfecta. En este caso, se trata de Anya Taylor-Joy, que hace poco me conmocionó con su Beth Harmon en “Gambito de dama”. Nadie mejor que ella para encarnar a Casey Cook, pues esta chica sabe cómo transmitir todo un mundo de matices en sus ojos y en sus gestos. Nadie mejor para hacer de una adolescente silenciosa y lastimada que entiende bien lo peligroso e imprevisible que es un depredador.

La atmósfera asfixiante, junto con las actuaciones, es sobresaliente, con esa sensación de no saber lo que va a pasar al momento siguiente, una sensación claustrofóbica y aterradora.

Mi única pega es la psiquiatra, cuyo papel me ha sobrado. Para mí es prescindible, excepto por alguna pequeña contribución, pero por lo demás me ha resultado un personaje bastante anodino y cargante que aporta poco.

Pero incluso con ese escollo, la película es realmente angustiosa al estilo de Shyamalan, que no tiende a los sustos fáciles ni al efectismo del montón.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gambito de dama (Miniserie de TV)
Gambito de dama (2020)
Miniserie
  • 7.6
    37,403
  • Estados Unidos Scott Frank (Creador), Allan Scott (Creador) ...
  • Anya Taylor-Joy, Isla Johnston, Annabeth Kelly ...
10
Una extraordinaria partida en siete movimientos
Pese a haber visto solamente dos miniseries de 2020, dudo que aunque viera muchas más, hubiera alguna que me vapuleara más la fibra profunda que “Gambito de dama”. Ojalá me equivocara, pues siempre es bienvenida cualquier serie que me haga sentir tanto con tan poco.

Y con tan poco no me refiero, ni mucho menos, a que le falte calidad o carezca de algo importante. Nada de eso. Me refiero a que en tan sólo siete episodios, que se ven en un suspiro, se condensa una historia inmensa, de las que me marcan al rojo vivo. En unas pocas horas la vida de Beth Harmon ya me ha atrapado sin remedio.

Yo lo que sé de ajedrez son los movimientos y reglas básicas, nada más. De niña jugaba por pura diversión sin más trascendencia y de adolescente intenté mejorar un poco (practicando con un pequeño ajedrez electrónico que le regalaron a uno de mis hermanos), pero yo carezco de dotes para ese juego, en paralelo a mis escasas dotes para las matemáticas, teniendo en cuenta que ambas disciplinas están relacionadas. En fin, en aquellos años fue donde terminó mi moderada curiosidad por el ajedrez. Sabía que en esa época el campeón del mundo era Kasparov (uno de los más grandes de todos los tiempos), y que su rival era Karpov. Hasta ahí llegaban mis conocimientos. Yo nada entendía de defensas sicilianas ni de gambitos ni como quiera que se llamaran todas esas jugadas. Y sigo igual.

Pero como esta serie ha sido creada respetando tanto al público que entiende de ajedrez como al que no, no importa que uno no sepa ni papa del juego. Esa sí que es una gran estrategia de los creadores, enganchar al espectador con una serie que gira alrededor del ajedrez pero ese no es enteramente el centro de la trama. Sí, vale, tiene gran importancia, pero como no eclipsa en absoluto al resto de factores que hacen de “Gambito de dama” una serie fascinante, sino que más bien todo fluye en bella consonancia, nadie se sentirá excluido, al menos no quienes se metan de lleno y de cabeza.

Como tantas otras cosas, el ajedrez siempre ha sido un deporte muy sexista. Y precisamente es uno en los que no se debería hacer ninguna distinción entre sexos, pues el talento para practicarlo no depende de ninguna condición física. Pero es totalmente injusto que dicha distinción se practique en disciplinas en las que estamos en igualdad, como las que requieren dotes intelectuales.

Walter Tevis (autor de novelas tan conocidas como “El buscavidas” y “El color del dinero”) dio vida a Beth Harmon, una chica de Kentucky (como él) de infancia trágica e inadaptada que descubre una absorbente pasión por el ajedrez (al que el escritor era muy aficionado) al tiempo que cae en el infierno de la adicción (como una más de las muchas víctimas de los abusos institucionales).

Tevis introdujo a una jovencita solitaria e introvertida, decidida a revolucionar un ambiente tan dominado por el sexo masculino como el ajedrecístico, y creó un tapiz de personajes entre los que se aprecia, comenzando por Beth y continuando con un pequeño desfile de secundarias de lujo, una profunda sensibilidad hacia el universo femenino. La historia está impregnada de un halo de melancolía casi perenne en el que laten con fuerza atronadora las frustraciones de esas muchachas y mujeres (reflejo de una sociedad dominada por la apariencia, la frivolidad, los prejuicios y la discriminación) condenadas a dejar de lado sus sueños (convertirse en eminencias reconocidas de las matemáticas o en pianistas de orquesta, pero sobre todo, tener a su lado a un igual que las ame como se merecen ser amadas). Tevis se suma, junto con otros autores de su época, a la denuncia lanzada contra esa sociedad anquilosada que genera una infelicidad crónica en la gente (no sólo en las mujeres), que encuentra vías de escape en los tranquilizantes y el alcohol para soportar un día tras otro sumidos en la mediocridad de no haber conseguido casi nada de lo que el corazón desea.

Ese halo ha sido reflejado extraordinariamente en la serie, y es lo que en más de una ocasión me ha hecho llorar bastante. Todo ese potencial, ese talento, ese brillo, ese amor apagado y perdido en medio de la indiferencia.

Harmon empieza a marcar la diferencia al golpear ese asfixiante e hipócrita sistema con su inocente e implacable determinación. La determinación de alguien que no concibe ni admite la derrota. Ella encarna la esperanza para quienes la van conociendo (incluso para los que al principio la miran con recelo y desprecio) al demostrar que lo que parecía imposible, puede ser posible.

Pero ningún camino hacia los grandes sueños es fácil ni recto, y el de Beth está especialmente retorcido y plagado de obstáculos. Aunque no hay mayor obstáculo ni enemigo que uno mismo.

Y qué puedo añadir de la hermosísima fotografía, la sublime banda sonora, la sutileza de un guión brillante y de elegancia casi clásica, la dirección artística y el diseño de vestuario... Pero lo realmente estratosférico (aún más que todo lo demás) son las actuaciones. Apoyo la aclamación hacia Anya Taylor-Joy e Isla Johnston. Incluso la pequeñina Annabelle Kelly conmociona. Y aplaudo rabiosamente a Marielle Heller, secundaria que despliega una multitud impresionante de matices. En cuanto al elenco masculino, tengo que señalar que es estupendo y está muy bien seleccionado. En su mayoría son jóvenes con más o menos largas trayectorias en el cine y la televisión (aunque también hay rostros más maduros y, curiosamente, prácticamente desconocidos, al contrario que los chicos, a los que he visto aquí y allá). En cuanto a las actrices, sólo conocía a Marielle Heller. Entre el resto de actrices desconocidas (entre las cuales están, como ya mencioné, las que interpretan a Beth) destaca Moses Ingram como Jolene.

Una preciosa historia de difícil superación, de demonios personales, de imperfecto amor y de conmovedora amistad con el ajedrez como camino y destino, como pasión y obsesión.

Un gran torneo en el que el premio es alcanzar la felicidad.
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9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Millennium (Miniserie de TV)
Millennium (2010)
Miniserie
  • 7.0
    1,274
  • Suecia Niels Arden Oplev, Daniel Alfredson
  • Noomi Rapace, Michael Nyqvist, Lena Endre ...
8
La gran (anti)heroína del sigo XXI
Larsson logró un fenómeno que pocos consiguen. Con sólo tres novelas causó una auténtica conmoción a nivel mundial. Es lo que tiene que un periodista de investigación posea talento para escribir historias que enganchan e impactan. Aúna su extensa experiencia personal en el mundillo del periodismo serio, lo cual se refleja en el personaje de Mikael Blomkvist, con un amplio conocimiento de la sociedad sueca, de la corrupción que existe hasta en los países más desarrollados, del uso de las tecnologías y, sobre todo, de las infinitas complejidades y abismos de la naturaleza humana.

“Millennium” es mucho más que novela negra, género al que no soy aficionada, con lo cual está claro que si esta saga me gusta tanto es porque contiene alguna fórmula especial que la hace trascender dicho género. Sospecho que dicha fórmula se condensa en gran parte en un personaje fascinante: Lisbeth Salander. Y aunque ella es una razón poderosa para engancharse, no es el único factor, desde luego. La agilidad narrativa y el interés, la actualidad y crítica de las tramas constituyen prácticamente el resto de factores que hacen que “Millennium” sea tan adictiva. Además, por supuesto, de tratar con absoluta valentía temas incómodos y muy escabrosos y dejar en evidencia a las sociedades supuestamente modernas (que en el fondo no son tan avanzadas como predican). La persistencia de la misoginia, del racismo y la xenofobia, de los prejuicios ante la libertad de orientación sexual... Todo eso sigue presente. Incluso aunque Suecia se encuentre entre los primeros países por su IDH. Una cosa es lo que predique la constitución, y otra muy distinta la realidad social. Por desgracia, siempre existe un salto grande entre una y otra.

Y Larsson colocó a Lisbeth Salander como una flagrante víctima de dicho salto, así como de la corrupción endémica que hay en todo estado de derecho. Pero si algo convierte a Salander en uno de los personajes literarios más icónicos de los últimos tiempos, es su contundente rechazo a victimizarse, a dejarse vencer por unas adversidades a las que el común de la gente no se suele enfrentar, y a permitir que la categoricen. Encontraremos en ella poco de lo que suele definir a las “heroínas” corrientes.

Por suerte, ha mantenido el tipo perfectamente en las adaptaciones cinematográficas (su enorme complejidad la convierte en un rol muy difícil de interpretar) y en la miniserie. Cualquiera de los dos formatos (cine y televisión) es perfectamente recomendable para quien quiera adentrarse en el universo de “Millennium”, pero si os apetece seguir la historia de Salander y Blomkvist de una manera más exhaustiva, la serie os dará para nueve horas muy bien empleadas. Si bien la primera parte, la del misterio de la familia Vanger, es la mejor de las tres partes de la saga (que se relata en los episodios 1 y 2 de la serie), las otras también consiguen mantener el listón alto.

Esto es más que entretenimiento. Es una denuncia muy contundente, pero sobre todo se trata de la inmersión en la vida de una chica que deja huella, y su peculiar amistad con el periodista Mikael Blomkvist, un coprotagonista muy carismático cuyo carácter abierto y extrovertido contrasta enormemente con el de Lisbeth. Un gran plantel de secundarios junto con unos muy buenos apartados técnicos y una sólida dirección completan el universo Millennium trasladado a esta miniserie que para mí resulta imprescindible.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jumanji
Jumanji (1995)
  • 6.4
    65,760
  • Estados Unidos Joe Johnston
  • Robin Williams, Kirsten Dunst, David Alan Grier ...
8
¿Tú también los oyes?
Es curioso lo que me ha sucedido con esta película. Ha ganado bastante con un nuevo visionado. Se la he puesto a un grupo de niños de entre 8 y 9 años y he de decir que todos nos lo hemos pasado en grande, con ese punto de tensión y casi terror que mantiene en vilo y pone un poco los vellos de punta, pero que no llega a ensombrecer la mucha diversión que proporciona (los monos gamberros, el pobrecillo Carl...). Y la accidentada historia de los cuatro niños (o no tan niños algunos de ellos) es bastante bonita y más profunda de lo que parece.

Los noventa fueron unos años espléndidos para el cine en general, y el cine de aventuras en particular no se quedó corto, sobre todo dentro de la meca de la animación. Pero como película “Live Action” o de imagen real, “Jumanji” probablemente sea una de las mejores de la década en el género de aventuras. Entre otras cosas porque es una rareza en su estilo. Es para niños pero no es blandita. No es recomendable para los más pequeños, a los que la perversidad del juego y toda esa siniestra invasión selvática puede dar bastante miedo y provocar pesadillas. Los adultos también pueden disfrutarla precisamente por ese matiz adrenalítico y oscuro que la impregna. Y a mí también me gusta la especial relación que se establece entre los protagonistas, cómo se van desenvolviendo ante cada nueva prueba y el durísimo aprendizaje vital al que el juego los somete, enfrentándolos a la fuerza y sin atenuantes la brutal ley de la selva.

Jumanji es como el juego de tronos. O ganas o mueres. No puedes quedarte a la mitad, no puedes quedarte a media partida, porque nada se resolverá, los problemas seguirán ahí por mucho que quieras huir y dejarlos atrás. Tienes que echarle más valor del que nunca has sacado en tu vida y continuar, y cruzar los dedos para que en la siguiente tirada no acabes engullido por la crueldad de Jumanji.

Después de eso, lo de que te acosen unos abusones o que tu padre quiera enviarte a un colegio pijo que lleva el apellido de tu familia te parecerá una bagatela.

¿Estáis aburridos de los juegos de siempre? ¿Sois unos quejicas que creéis que vuestra vida es dura porque tenéis una familia que os quiere mucho pero no la valoráis, o que es un rollo eso de ir al colegio, hacer los deberes y todo lo demás que hacen muchos niños de hoy en día que viven a cuerpo de rey? Pues echad una partidita de Jumanji y os enteraréis de lo que vale un peine.

Me ha gustado cómo los niños con los que he visto la película han empatizado, aclamado y aplaudido a Alan, pese a ser una reacción obvia (ahí casi todos los personajes han sufrido lo suyo por culpa de la partida inacabada y cada uno es un héroe a su manera, pero es normal que los jóvenes espectadores se identifiquen más con Alan, que a fin de cuentas es el que más experiencia tiene con el juego). También ha sido interesante cómo cada cual, según los dictados de su personalidad, ha declarado si jugaría o no a Jumanji. Algunos incluso sorprenden, porque una no se los imaginaba tan atrevidos, o al contrario con otros, que una no se imaginaba que pudieran ser tan sensatos.

Pero da igual, porque el peligro de Jumanji radica en que nadie puede resistirse a empezar una partida antes de haber leído la advertencia que, sí, está ahí, como la letra pequeña de la publicidad engañosa. Pero el juego es muy listo y se aprovecha de la naturaleza curiosa de los niños. Cuando se dan cuenta de en qué berenjenal se han metido, ya es tarde.

Si oís unos tambores que los mayores no pueden oír... No hay escapatoria.

Y como esto es una modificación de la crítica que escribí hace cerca de diez años y me da pena borrar la original, la pongo a continuación:

El juego no ha terminado

1 de noviembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil

Hoy la ponen en la tele y por ello he recordado que la vi hace unos quince años. No la tenía votada, así que he cumplido con mi labor filmaffinitera.

Tiene su interés este juego en el que no se echan inocentes partiditas como en el parchís o el juego de la oca. Eso de que el tablero involucre de verdad a los jugadores en una peligrosa aventura real casilla a casilla tiene su punto. Aquí el que participa no puede abandonar... Estará mágicamente vinculado hasta terminar el juego... O hasta la muerte. Aunque se intente postergar lo inevitable, Jumanji siempre estará esperando.

Un papel a la altura de Robin Williams, especialista en cine familiar, con una infantil Kirsten Dunst, que ya cobraba gran fama tras su debut en "Entrevista con el vampiro".

Suenan los tambores de la selva y una estampida de animales salvajes amenaza con invadir el salón... No puedes librarte de tu destino.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aladdin
Aladdin (2019)
  • 6.2
    25,249
  • Estados Unidos Guy Ritchie
  • Mena Massoud, Naomi Scott, Will Smith ...
9
Cuanto más deseos tienes, más quieres tener
Para mí esta nueva versión de “Aladdin” tiene mucha alma, pese a lo que leo por ahí. Responde de pleno a las preguntas que instintivamente me suelo hacer a mí misma ante este género cinematográfico: ¿Me deslumbra? Un montón. ¿Me divierte? Una barbaridad. ¿Me entretiene? Muchísimo. ¿Me emociona? Un rotundo SÍ. Me encantan las aventuras de Aladdin y Jasmine, y la chispa, química y carisma que desprenden. Con el genio me parto la caja, es un puntazo tras otro, no puedo concebir a nadie que no fuese Will Smith para ese papel. Es un actor que ha ido creciendo en talento y se le nota. No es de mis actores favoritos, pero cuando lo borda, lo borda. Y este rol le venía como anillo al dedo.

Y atención a Dalia, la doncella. Simpatiquísima. En las pelis Disney las princesas y las doncellas ya hace mucho tiempo que no son damiselas tímidas y sumisas, y Dalia es un muy divertido ejemplo de ello.

Sí, Jafar seguramente es un villano demasiado villano y carente de matices que lo hagan mínimamente interesante, es cierto. Coincido con otros críticos que lo consideran el mayor defecto de la película y que la lastra un poco. No sé si será el actor o la construcción del personaje, o ambas cosas, pero si se hubieran trabajado un poquito más a Jafar, el resultado habría sido redondo.

Y todo lo demás me parece precioso y muy bien conseguido. Fotografía, música, ritmo narrativo... Qué queréis que os diga, yo me he metido en Ágrabah y he estado saltando por los tejados y volando en alfombra mágica junto con Aladdin y Jasmine, cantando sin parar y admirando la belleza que surge de la mezcla entre lo hermoso y lo humilde. Si hasta el desierto tiene su encanto, como lo percibe el genio tras haberse pasado miles de años metido en una lámpara diminuta. Y, al igual que él, me apunto a la fiesta.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Umbrella Academy (Serie de TV)
The Umbrella Academy (2019)
Serie
  • 6.6
    10,471
  • Estados Unidos Steve Blackman (Creador), Jeremy Slater (Creador) ...
  • Elliot Page, Tom Hopper, David Castaneda ...
8
Lanzaos sin paraguas a la tormenta de esta serie y disfrutad
Películas y series sobre familias disfuncionales las hay a montones, pero si queréis ver una serie que combina ese tema con el género de superhéroes con sorprendentes resultados, y además incluye muchísimo humor, acción a raudales y una alta carga dramática, puede que esta sea una opción más que recomendable.

Siete chicos y chicas que nacieron de una forma muy extraña el 1 de octubre de 1989 son comprados y adoptados por Reginald Hargreeves, un científico podrido de pasta al que no le mueve en absoluto el gusanillo paternal, sino la obsesión por convertirlos en cobayas para su proyecto “The Umbrella Academy”. Esto se nos cuenta en el presente de la historia, marzo de 2019, cuando la muerte del señor Hargreeves reúne a sus hijos e hijas en la mansión familiar. Casi todos andan desperdigados y distanciados en esa etapa de sus vidas.

Número Uno (Luther), Número Dos (Diego), Número Tres (Allison), Número Cuatro (Klaus, mi favorito, es la caña), Número Cinco (Cinco, no se sabe por qué a él no le pusieron un nombre, aunque también se desconoce de dónde vienen los nombres del resto, ya que no fue su padre quien se los puso, él siempre los llamaba por su número para recordarles constantemente que él no era el papi del año), Número Seis (Ben) y Número Siete (Vanya) son unos hermanos y hermanas muy peculiares.

No me parece de las mejores series del panorama actual, pero resulta endiabladamente entretenida y adictiva, con un guión que no se reprime en ser lo más disparatado posible, unos personajes de lo más variopintos, una banda sonora espectacular, por no hablar de la fotografía... En suma, la historia de los hermanos Hargreeves probablemente sea la más alocada e irreverente de todas las historias de superhéroes, con unos cuantos toques muy dramáticos que acentúan el clímax que nos ofrece cada temporada.
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4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
1917
1917 (2019)
  • 7.7
    52,655
  • Reino Unido Sam Mendes
  • George MacKay, Dean-Charles Chapman, Mark Strong ...
9
Seguir adelante
El cine bélico nos ha venido mostrando desde los inicios del séptimo arte la tristemente incesante y universal presencia de la guerra en la historia de la humanidad de diversas maneras, tanto desde una perspectiva propagandística y grandilocuente que ensalza la “gloria” y el “honor” de las contiendas (muy en boga durante buena parte del siglo veinte), hasta la más descarnada denuncia de sus inenarrables horrores (en el cine actual contamos con muchos ejemplos, pero no olvidemos la extraordinaria y muy adelantada a su tiempo “Senderos de gloria” de Stanley Kubrick, que vio la luz hace la friolera de sesenta y pico años). Conocemos muchos ejemplos de todos estos tipos de películas bélicas. Pero está claro, que sea cual sea la tendencia y la moda imperante, este género ha sido uno de los más presentes y explotados desde el principio.

No hay duda de que la guerra es uno de los más lucrativos negocios del mundo, sea para bien o para mal.

Ha formado parte de prácticamente casi todas las generaciones y pueblos existentes. Siempre ha sido algo tan presente en las vidas de la gente que para las familias era (y es) normal enviar y casi siempre perder a alguno de sus miembros (sobre todo jóvenes y de sexo masculino) en las contiendas.

No ha sido hasta recientemente que los conceptos de “pacifismo” y “objeción de conciencia” se han abierto paso, cuando las revoluciones culturales comenzadas en el siglo veinte, lideradas sobre todo por las juventudes insatisfechas y hartas de ser empleadas como carne de cañón y como peones de unos sistemas opresores y represores, han dejado oír sus voces de protesta a todo lo largo y ancho del planeta.

Pero esa protesta era inconcebible hasta hace poco. Cuántos se han resignado durante milenios a tener que luchar, matar y morir en las más grandes monstruosidades concebidas por la humanidad, o a tener que ver a los suyos partir para no volver o para regresar mutilados de cuerpo y alma. Y la gran mayoría se tragaban (o no les quedaba más remedio que tragárselo) que su sacrificio era por la gloria de la patria.

Todo por el capricho, la locura, la perversidad y la desmesurada ambición de unos pocos que son los que encienden la mecha del caos para conseguir sus delirantes y macabros propósitos de sembrar el terror y perpetuar su propio poder.

Y mientras, esos millones de muchachos asustados se dirigían a la matanza y lo único que podían hacer era marchar hacia su destino, en el que casi siempre aguardaba la muerte, y cumplir con un deber que les venía demasiado grande, pero que asumían con una entereza que en realidad poco o nada tenía que ver con ninguna patria que sonaba a algo abstracto y remoto, sino con mantener a salvo a las personas a las que querían.

Mendes se introdujo, con unos pocos planos secuencia magistralmente rodados y la envolvente música de Thomas Newman, en la crudeza de la carrera contrarreloj de dos muchachos que, como tantos, no les queda otra que marchar en medio de innombrables peligros por algo mucho más grande que ellos. No por una patria a la que nada deben, ni por los poderosos que la controlan. Como muy bien sabe cualquiera con dos dedos de frente, la mayor (y muy probablemente casi única) motivación para el soldado es saber que lo que hace, lo hace por proteger a su gente. Ese chantaje emocional es la baza que utilizan los mandamases, y es la clave para que dos chicos agotados y aterrados sigan caminando mientras todo se hace trizas a su alrededor. Son dos hombres como tantos, que charlan, ríen, discuten, se ayudan y soportan mil penalidades por un hermano, una madre, una esposa, unas hijas cuya salvación está en sus manos, en que sean capaces de seguir adelante.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Roma
Roma (2018)
  • 7.0
    27,945
  • México Alfonso Cuarón
  • Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Marco Graf ...
10
La película más bella jamás rodada sobre las chicas del servicio doméstico
Esto es mucho más que cine. Es la pura vida desplegada en dos horas y pico.

Cuarón, un director que ha demostrado su enorme versatilidad en distintos terrenos y a todo lo ancho del globo, regresa a sus raíces mexicanas para filmar su película más personal y hermosa.

La cámara es una ventana a una época espléndidamente recreada: aproximadamente un año que transcurre desde finales de 1970 hasta avanzado 1971, localizándose sobre todo en el barrio en el que transcurrió la infancia del director y ocasionalmente en otros lugares de México.

No hay banda sonora, todos los sonidos son los que se oyen en cualquier casa (conversaciones en distintas lenguas, la radio, la televisión, las faenas domésticas, los juegos de los niños, las fiestas con música y bailes, los coches entrando y saliendo de los garajes) y en cualquier espacio exterior (el tráfico, los aviones, la gente, los establecimientos de todo tipo, el viento, el mar).

La mayoría de los planos son fijos y de interior, con la cámara situada en zonas estratégicas de la casa sobre algún trípode, pero con la posibilidad de girar sobre sí misma para seguir sobre todo los movimientos de Cleo, la sirvienta protagonista. Para los exteriores, es frecuente el uso de travellings a lo largo de las calles.

La fotografía en blanco y negro es diáfana y nítida con movimientos suaves y sin estridencias de luces y sombras ni encuadres complicados, subrayando la cotidianeidad y la personalidad dulce, tímida, modesta y honrada de Cleo. A través de sus ojos limpios, percibimos ese mundo doméstico y familiar en el que la chica se desenvuelve, siempre barriendo, fregando, lavando, ordenando, llevando platos y bebidas, cargando bultos y maletas, acostando y despertando a los niños, ayudando a los más pequeños a vestirse y llevar a cabo sus abluciones (ella además acompaña a la familia en sus viajes para atender y vigilar a los peques), ofreciendo y recibiendo un cariño espontáneo e incondicional que conmueve hasta la médula en sus sencillos gestos y frases. El amor entre Cleo y sus patrones más jóvenes (los cuatro niños de la familia: Toño, Paco, Sofi y Pepe) desborda de ternura. En especial el benjamín Pepe roba sonrisas embelesadas con su cháchara del tipo “Cuando yo era grande, fui marinero”, mientras Cleo trata de corregir su supuesto error en el empleo del tiempo verbal, pero Pepe no da su brazo a torcer con su imaginación desbordante y su aguda capacidad de observación. La madre de los niños, Sofía, es enérgica pero cariñosa. Atraviesa por momentos difíciles (el distanciamiento de su marido, Antonio, un médico que casi siempre está ausente) y a veces se exalta y suelta exabruptos, ante lo cual Cleo siempre conserva su talante silencioso, resignado y diligente, sabiendo que no le queda otra que aguantar el pequeño chaparrón, pero también que la patrona es una buena persona y pronto se le pasará el enfado. La abuela de los niños, que vive en la casa, es una señora amable cargada de una paciencia prácticamente infinita, a menudo puesta a prueba por las travesuras y peleas de sus nietos.

Casi toda la sencilla vida de Cleo gira en torno a la casa y sus habitantes, tanto la familia como la otra empleada, Adela, íntima amiga con la que charla tanto en español como en mixteco. Ambas chicas tienen novios, con los que salen en sus tardes libres.

Pronto la más o menos tranquila rutina se verá alterada radicalmente por ciertos acontecimientos que acaecerán tanto en las vidas de los protagonistas como en la historia de México (porque este drama costumbrista también introduce con concisión y contundencia el trasfondo social y político del país), dando lugar a algunas de las escenas más desgarradoras y enternecedoras jamás vistas en la historia del cine mundial, ahí situadas junto a las escenas cumbre de todas esas películas que nos han marcado al rojo para siempre.

Cuarón ha resucitado la Colonia de Roma exactamente como era a principios de los setenta, inspirándose en su vivienda de infancia y los alrededores, junto con otros espacios y edificios de la ciudad y de otras partes de México. La minuciosidad y el cuidado volcados en los detalles son abrumadores en su aparente naturalidad. Ropa, vehículos, electrodomésticos, aparatos, juguetes, objetos de uso cotidiano, la programación de la tele, la cartelera de los cines, todo tal como era hace cincuenta años. Y Cuarón da la sensación de que lograr todo eso es tan sencillo como pestañear, cuando está claro que traer de vuelta una época pasada tal y como era es uno de los mayores retos de un cineasta, pues es mucho más difícil representar la realidad tal cual que inventársela.

Pero por encima de todo, el plato fuerte son las estratosféricas interpretaciones de absolutamente todo el reparto principal, ya sean adultos o niños. No parece que sean actores y actrices, es como si los hubieran filmado en su vida real sin que lo supieran. En ningún momento parece que estén representando un papel. No puede haber mayor mérito como actor o actriz, y dice mucho tanto del talento natural de los intérpretes como de la extraordinaria capacidad de Cuarón para dirigirlos.

Que aprendan unos cuantos. Tan sólo un gesto o una mirada de Cleo dice más que una hora viendo a otros en otras películas.

Se percibe la gran influencia que tuvieron sobre el director las mujeres de su niñez, reflejadas en los personajes femeninos de la película, que han sido desarrollados con un respeto y cariño muy evidentes.

Gracias por esta maravilla que he sumado a la colección de las películas más bellas de mi vida.
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10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parásitos
Parásitos (2019)
  • 7.9
    66,977
  • Corea del Sur Bong Joon-ho
  • Song Kang-ho, Lee Sun-Kyun, Jang Hye-jin ...
7
Ojo si eres rico, que te la cuelan por todos lados
Las modas son como son, y parece que por lo que sea se ha puesto de moda conceder chorrocientos premios y laureles a una película como esta que, en mi opinión, no es para tanto.

Es verdad que sonríes a ratos porque el humor es bastante grotesco (el peregrinaje por todo el lamentable apartamento del semisótano para gorronear wifi, toda la estafa que se monta la familia pobre, la parodia de discurso patriótico, algunos diálogos del señor Kim, la ingenuidad de la familia rica...). Pero precisamente el exceso del que peca es lo que me llega a cansar, y aquí el exceso va in crescendo hasta el desbocado desenlace.

Como punto positivo, está ese toque de imprevisibilidad que la impregna, cuando empieza ni te imaginas en qué va a derivar todo el esperpento.

La crítica a las sociedades supuestamente avanzadas como la de Corea del Sur (y por extensión, a cualquier sociedad desarrollada) se centra en retratar a los ricos como idiotas simplones (será que la pasta la heredan o ejercen alguna de esas profesiones en las que se gana mucho sin hacer prácticamente nada, porque siendo tan tontos no se explica cómo ganan tanto dinero) y a los pobres como buitres carroñeros con un escaso sentido de la moralidad, pero que paradójicamente también son tontos de baba, lo que pasa es que los ricos lo son aún más (y mira que no pueden tener el listón más bajo). Todos los personajes son caricaturas situadas en un extremo o en el otro de la escala social, y precisamente ahí es donde está el mayor fallo de la película; no me identifico con nada ni con nadie. Yo que me sitúo en medio (ni vivo en un apartamento miserable que se inunda con la lluvia ni voy tirando a base de chanchullos y de timos, pero tampoco vivo en una mansión que ni yo misma conozco al completo ni me gasto un pastón en fiestas pijas porque me aburro mucho de no hacer nada), no encuentro ningún referente con el que pueda empatizar. Todos los personajes son francamente repulsivos y no me despiertan la menor simpatía ni compasión, hasta el niño me deja indiferente. Lo único que siento es distintos grados de aversión.

Imagino que eso es lo que pretende el director, recrear un microuniverso totalmente esperpéntico que huye de todo lo amable y de cualquier situación mínimamente normal, y esa fórmula funciona hasta cierto punto, pero para mí termina siendo agotadora.

La “carta” del final viene a poner la guinda al putrefacto pastel, ratificando que la psicosis es una enfermedad mucho más extendida de lo que se cree.
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Midsommar: El terror no espera la noche
Midsommar: El terror no espera la noche (2019)
  • 6.3
    30,867
  • Estados Unidos Ari Aster
  • Florence Pugh, Jack Reynor, Will Poulter ...
5
Si te invitan a Suecia, hazte el sueco
Si es que no aprendo. Sabiendo que el género de terror no suele ser lo mío, voy y a veces caigo, sobre todo porque tengo en cuenta las recomendaciones de mis amigos, y esta peli me fue recomendada encarecidamente. No es que crea que todas las pelis de terror son malas por definición (he hallado algunas excepciones, de hecho), pero es que a mí es difícil que me gusten. Bien porque las encuentro ridículas, porque me dan mucho asco o porque no conecto en absoluto. Para mí es fundamental empatizar, y rara vez me ocurre con este género. Será porque normalmente los personajes no duran lo bastante o porque son un poco estúpidos o están demasiado alelados, vete a saber.

Con “Midsommar” no he llegado a empatizar, como me suele pasar, sobre todo porque ninguno de los personajes me toca la fibra, ni siquiera Dani. Y eso que le tengo mucho respeto a Florence Pugh tras “Mujercitas”, pero es que en “Midsommar” no me ha ofrecido un personaje muy empático. La suya es la mejor interpretación, eso no se lo niego, pero se mueve en una onda que a mí no me transmite gran cosa. Excepto los angustiosos minutos iniciales de verdadero desgarro, el resto consiste en verla con cara de flipada casi todo el tiempo y bueno... Pues como que no.

Y Jack Reynor tiene un personaje tan frustrantemente pobre en expresividad que me deja fría (que ya sé que es intencionado, para recalcar el abismo que hay entre Dani y Christian y la brecha que existe en su relación, ella que se apoya en él emocionalmente y él que es tan reservado y pasivo que dan ganas de sacudirlo a ver si así suelta algo). Lo mismo Dani podría estar saliendo con un caracol, que no se notaría la diferencia.

Los demás miembros del grupo de amigos y colegas tampoco es que me entusiasmen, y Pelle ya me va dando un poco de mala espina desde que hace llorar a Dani con su flagrante falta de tacto que contrasta con su carácter aparentemente amable.

Dicen que esta es una película de las que amas u odias, pero yo ni lo uno ni lo otro. Simplemente como yo tengo un carácter muy sensible me impresiono con facilidad y aquí hay escenas que me impresionan, lo cual no lo confundamos con que me parezcan impresionantes. Ni mucho menos. Pero sí que me ha costado presenciarlas (como me pasa con todo lo desagradable) y me he sentido extremadamente incómoda, porque en estas historias casi nada es lo que parece y sabes que tarde o temprano todo va a empezar a desmoronarse.

Y admito que pocas veces se ha mostrado un esperpento tan grande en un escenario tan bonito. Y encima en la época más luminosa del año y en una región donde hay noches blancas. Concedamos el factor de originalidad en ese aspecto, pues el terror se suele asociar con la noche y la oscuridad.

Da igual que el sol luzca a todas horas, ahí las tinieblas las aportan los inquietantes y extraños lugareños que te van poniendo los pelos como escarpias a medida que avanza la trama.

Supongo que elementos de crítica social hay muchos. El choque intercultural, el fanatismo que justifica las crueldades cometidas en su nombre, la indiferencia/pasividad, el morbo, el instinto carroñero, los cúmulos de factores que conducen a muchas personas a la locura...

Una sonrisa, una frase cortés y un gesto suave pueden ser tan escalofriantes como la más truculenta de las escenas, y en “Midsommar” todo eso se combina a la perfección.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mujercitas
Mujercitas (2019)
  • 7.0
    17,737
  • Estados Unidos Greta Gerwig
  • Saoirse Ronan, Timothée Chalamet, Emma Watson ...
9
Si no puedes aspirar a un final feliz, invéntatelo
Cuántas escritoras han regalado a sus personajes unos finales felices que ellas no estaban destinadas a tener.

Louisa May Alcott no fue una excepción.

En esta fiebre actual de adaptaciones cinematográficas y remakes, han surgido algunas joyas, entre ellas esta nueva “Mujercitas”. A mí personalmente me gusta reencontrarme con historias que han formado parte de la mía. Descubrir el nuevo enfoque que me pueden ofrecer sobre un argumento que conozco como la palma de mi mano, pero que no por conocido es algo cerrado e intocable. Las historias no son simples objetos de adorno que cogen polvo en las estanterías. Están vivas, hablan con una voz que cambia según quién las escucha, están repletas de matices, dejan volar la imaginación tanto en lo que se dice como en lo que no.

Por todo eso, por muchas versiones que se hagan de una historia, nunca serían calcadas, porque, como los seres vivos, no pueden ser iguales, cada una es única e irrepetible.

Greta Gerwig, con su actriz fetiche Saoirse Ronan acompañada de un notable reparto (con las veteranísimas Meryl Streep y Laura Dern y una maravillosa Florence Pugh), me ofrece una muy auténtica y vibrante adaptación del universo de la familia March. Me encantan esas escenas-gallinero con todo el mundo cotorreando, las travesuras de las chicas y de Laurie, las pinceladas de la vida corriente. Toda esa energía incontenible de la juventud y de una casa en la que se derrocha afecto y alegría a pesar de las duras circunstancias de fondo (la Guerra de Secesión). Cada personaje deja sentir su propia voz con absoluta naturalidad. La fuerte independencia, los modales bruscos y el ansia creativa de Jo, escribiendo sin descanso. La transición de Meg, la mayor de las hermanas, entre muchacha que sueña con ser una dama elegante y mujer casada que tiene que renunciar a sus sueños de riqueza. Las ambiciones artísticas de Amy en su afán por ser una pintora respetada y su deseo de convertirse en una mujer hermosa y que el chico al que ama en secreto se fije en ella. La dulzura de la tímida Beth, que es perfectamente feliz en su pequeño mundo que sólo gira en torno a su bulliciosa familia. El revoltoso y consentido pero encantador Laurie, que entra como un huracán en el círculo de las chicas. Y alrededor de esta exuberante olla de grillos juvenil, la bondadosa y desbordantemente maternal señora March; la divertida sirvienta que es como un miembro más de la familia; la avinagrada y pragmática tía March; el sufrido y modesto profesor particular de Laurie, John Brooke; y el profesor alemán Friedrich Baher, al que Jo conoce en su etapa de trabajo en Nueva York.

Gerwig desempolva, con un brío que no teme que las hojas se desmenucen a causa del tiempo, el material de las novelas dándole un aire arrolladoramente fresco y actual sin desentonar ni chirriar con la época en la que se desarrolla. Huye de la solemnidad y del acartonamiento, envolviéndonos en una calidez entrañable pero no almibarada, y regalándonos diálogos fantásticos y a menudo punzantes. Atención a Amy. Florence Pugh llega a eclipsar a la difícilmente eclipsable Saoirse Ronan.

Los saltos entre presente y pasado pueden resultar un escollo algo confuso (a quienes no han leído las novelas), o bien pueden ser un recurso que dinamiza el desarrollo para quienes sí las han leído; cada cual juzgará. A mí particularmente no me molestan.

Las March cumplieron los sueños que su autora no se podía permitir.
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antidisturbios (Miniserie de TV)
Antidisturbios (2020)
Miniserie
  • 7.9
    28,090
  • España Rodrigo Sorogoyen (Creador), Isabel Peña (Creadora) ...
  • Victoria Luengo, Raúl Arévalo, Hovik Keuchkerian ...
8
Peones desechables en el gran tablero
Si quien pretende ver “Antidisturbios” espera encontrarse ante una serie que trata sobre la labor profesional de ese cuerpo policial, tipo pseudo-documental o algo por el estilo, descubrirá desde el primer episodio que ese tema, si bien se trata, no es el centro y que en realidad es la excusa o el detonante para destapar una trama oculta mucho más oscura. Y que el protagonismo del grupo al que está dedicado el título de la serie resultará seriamente disputado, si no limpiamente eclipsado, por la inspectora a la que interpreta Vicky Luengo. Más que “Antidisturbios”, la serie debería haberse llamado “Asuntos internos”, porque de eso van realmente los tiros. Pero claro, como título no tiene gancho. Eso suena a farragoso empapelamiento burocrático y limpieza de la mierda interna y yo sería la primera que huiría de una serie con semejante reclamo. Cuando la verdad, tengo que admitirlo, es que es mucho más que eso y me ha merecido la pena seguir los seis episodios. No tanto como para crearme adicción como con otras series (pocas), pero al contar con la duración justa y necesaria, sale bien parada.

No he visto “El reino”, de la que deriva, aunque no es necesario. Los directores quisieron continuar ahondando con “Antidisturbios” en eso que está tan en boga en nuestro cacareado sistema del bienestar, la corrupción endémica.

Como aspectos muy destacables están las excelentes interpretaciones (en especial Vicky Luengo, Raúl Arévalo y Hovik Keuchkerian son los que más llenan la pantalla, sin menoscabar el mérito de los demás, que también lo hacen muy bien), la fotografía y la atmósfera enervante y en ebullición que no decae. Pese a que carece de toques humorísticos (que suelo agradecer en una serie), no se hace plúmbea, sino que mantiene al espectador al que consigue interesar desde el principio en un estado de tensión expectante, logrando que se involucre y dejándole cierta libertad para juzgar lo que ve. Pero tengo que señalar de nuevo un defecto del que suelen pecar las producciones patrias: parece que en todo lo que huela a “facha” (como la policía en este caso), siempre hay que sacar a algún drogata, a algún delincuente de uniforme, a algún acosador/maltratador, a algún niñato y a algún viva la vida que se trajina a todo lo que se menea (y todos, cómo no, en la misma cuadrilla, qué casualidad). Y por supuesto, ahora que se ha puesto tan de moda lo de la brutalidad policial, vamos a aprovechar el tirón. Venga ya, que, para variar, se nota a quiénes está dirigido el peloteo (qué trillado).

En la academia no te enseñan todo lo que irás perdiendo por el camino. Ese es el durísimo aprendizaje de esos antidisturbios quemados, y de esa joven inspectora que sufre su primera brutal caída desde el pedestal de sus ideales (reflejados en la partida de Trivial del comienzo de la serie) hasta el abismo de la realidad.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trinchera infinita
La trinchera infinita (2019)
  • 7.3
    23,974
  • España Jon Garaño, Aitor Arregi ...
  • Antonio de la Torre, Belén Cuesta, Vicente Vergara ...
7
Mirando la vida pasar
Eso fue auténtico confinamiento; nada que ver con lo que nos ha ocurrido con la pandemia de coronavirus. Aquellos “topos” no sólo se arriesgaban a que los ejecutaran si los descubrían, sino que ponían en peligro a quienes los mantenían escondidos. Y encima en esos tiempos no había las comodidades de ahora. En aquella España devastada, el encierro tenía que ser realmente penoso. Y la única ventaja era que estaban en su propia casa y contaban con algún ser querido que atendía a sus necesidades.

Por lo demás, aquello era prácticamente una condena a cadena perpetua.

Mirando la vida pasar a su alrededor y ellos como impotentes testigos silenciosos que únicamente pueden intervenir de puertas adentro cuando no hay moros en la costa. Sin sentir la luz del sol. Todo su mundo reducido a unos pocos metros cúbicos. Los años se deslizan sin piedad, ahí fuera todo va cambiando a un ritmo vertiginoso y ellos permanecen detenidos en ese limbo casi inmutable, cruelmente dulce con su ilusión de traicionera seguridad. Espíritus invisibles por la fuerza de la costumbre, atrapados en una dimensión suspendida en el vacío donde sólo aguarda el olvido.

La película refleja esa sensación de la vida que se escapa inexorable en un mísero cuartucho, con la compañía culpable de esas escasas personas que son toda su conexión humana con el exterior; las voces al otro lado de la pared; las siluetas de los vecinos atisbadas más allá de las ventanas; la frustración de no poder intervenir, sobre todo si alguna amenaza se cuela en la casa; aprender a sobrellevar ese sentimiento de cobardía; los problemas de pareja que se hacen endémicos y se infectan en la más forzosa de las convivencias.

Ha recibido duras críticas por lo difícil que es entender muchos de los diálogos. Yo misma reconozco que, aún procediendo de una zona de habla ceceante como Higinio y Rosa, he tenido que escuchar bastantes frases varias veces porque no me enteraba, cosa que muy rara vez me ocurre en mis conversaciones cotidianas y mira que estoy acostumbrada a todo tipo de acentos andaluces, sobre todo los de la parte occidental. Algún fallo grave de dicción hay, o de sonido. Y eso que, irónicamente, tiene un Goya al mejor sonido.

Por otro lado, es verdad como ya han comentado por ahí que está muy claro de dónde vienen las subvenciones y por dónde van los tiros ideológicos, nada nuevo bajo el sol en cualquier película española sobre la Guerra Civil (es triste que a día de hoy se siga haciendo la rosca descaradamente a los que están en el poder, en el fondo no se ha avanzado tanto desde aquel sonrojante cine propagandístico del franquismo por más que se piense que se ha progresado mucho). Pero en fin, prefiero entrar lo mínimo en esos temas, como ya he insinuado en alguna otra crítica, el asunto del peloteo ideológico a mí personalmente me resbala bastante. Simplemente lo señalo por avisar a quienes ya están hartos de esa falta de originalidad.

No me ha resultado una película redonda, ni impresionante, ni siquiera de lo mejor que he visto últimamente (como mucho a la altura de otras que tampoco me parecen maravillas), pero nos regala algunos momentos de gran tensión psicológica y de mucha emoción, sobre todo ese final en el que es difícil no notar el empuje de unas lagrimillas furtivas que pugnan por salir, queriendo vencer esa agorafobia que se apodera de las almas que se han resignado a su prisión.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chernobyl (Miniserie de TV)
Chernobyl (2019)
Miniserie
  • 8.4
    51,951
  • Estados Unidos Craig Mazin (Creador), Johan Renck
  • Jared Harris, Stellan Skarsgård, Emily Watson ...
10
Los auténticos héroes son aquellos de los que nadie oye hablar
Científicos, médicos, mineros, obreros... No llevaron traje de superhéroe. A la gran mayoría tan sólo les dieron unos patéticos sucedáneos de equipos que supuestamente debían protegerles contra unos niveles de radiación suficientes para matar ciudades enteras en pocos minutos. Y otros ni siquiera llevaban eso.

Todos ellos se sacrificaron por algo más grande que ellos mismos. No por servir a su país, no por una panda de políticos burócratas. Se sacrificaron por nosotros, por nuestros hijos y nietos. Lo hicieron por toda la gente que tendría la oportunidad de vivir una vida larga y, con suerte, feliz. Esa vida a la que ellos estuvieron dispuestos a renunciar. No me conocían de nada, como yo no los conocía de nada en 1986, siendo una niña todavía pequeña. Pero se arriesgaron y muchos murieron por mí. Para evitar que una nube mortal invisible me condenara.

No puedo evitar la emoción. Cuando veo a esos mineros sucios y desnudos pidiendo unos míseros ventiladores. Cuando veo a esos miles de voluntarios con esos penosos trajes inútiles metiéndose en la boca del infierno. Cuando veo a ese bombero y a ese científico de veinticinco años presas de una agonía terrible. Cuando veo a personas que decidieron vencer el miedo para hacer caso a su conciencia.

Eso es lo que me emociona cuando veo “Chernobyl”.

El resto es la misma triste historia de siempre. El destino de la humanidad en manos de ególatras, malvados, idiotas, ambiciosos, codiciosos, incompetentes y corruptos. En manos de gobiernos a los que lo único que les importa es conservar el poder, y no cuidar de la gente a la que sirven. Porque eso es ni más ni menos en lo que consistió el desastre de Chernobyl. Que si ya fue horrible, pudo resultar mucho peor si no hubiese sido por aquellos héroes del montón que ofrecieron sus vidas por gente a la que no conocían.

Es la misma historia de siempre. Quienes hacen del mundo un lugar mejor no son los que lo dirigen con redes de mentiras desde sus cómodos despachos, sino los pobres diablos anónimos que se sacrifican por el resto de los pobres diablos anónimos, y que luchan por la verdad con esa honestidad de la que carecen los peces gordos que controlan el mundo sin escrúpulos y que provocan catástrofes como la de Chernobyl, para luego enviar al matadero a hacer el trabajo sucio a los auténticos héroes, los que tienen unas agallas con las que los de arriba no podrían soñar ni en cien vidas.
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ex Máquina
Ex Máquina (2014)
  • 7.1
    55,588
  • Reino Unido Alex Garland
  • Domhnall Gleeson, Alicia Vikander, Oscar Isaac ...
8
La ayudante del mago
Los humanos somos una pura contradicción andante por naturaleza, y ese hecho se confirma porque esa misma contradicción es probablemente una de nuestras mayores virtudes y uno de nuestros mayores defectos. Somos los seres más inteligentes y los más tontos del planeta. Ambos rasgos conviven en nuestra especie, y eso es lo que seguramente nos diferencie principalmente de la inteligencia artificial. No me imagino a un robot, androide o prototipo humanoide (lo que sean capaces de crear que emule con mayor convicción nuestra condición) que sea tonto. Habrá otros rasgos humanos de los que también carecerá (según plantea brillantemente esta película), pero lo fundamental sería que las máquinas no son tontas.

Quizás forme parte de nuestra tontería (o de lo que quienes preferimos ser tontos sentimentales definiríamos como uno de nuestros encantos) lo de que nos gusta dejarnos engañar. Necesitamos dejarnos engañar. Vivir una ilusión para darle un sentido a la vida y hacerla soportable. Como cuando profesamos cualquier tipo de creencia espiritual/religiosa, vemos cine, televisión, teatro y espectáculos variados, leemos... Nos enamoramos (es duro admitir que el amor es un truco de la biología). Necesitamos evadirnos en la mentira, porque somos seres emocionales que se crean unas expectativas y la realidad rara vez se corresponde con esas expectativas. Puede que esas mismas emociones que nos definen sean otro truco de la naturaleza para contrarrestar los peligros de la fría inteligencia, que sin freno puede llegar a ser totalmente destructiva, y la naturaleza vela por el equilibrio global. Aunque otros opinarían lo contrario. Que lo destructivo es que las emociones nublen la inteligencia, y que es nuestra tontería la que nos destruirá.

Un dilema muy humano que seguro que una inteligencia artificial prácticamente perfecta no se plantearía, según otra de las inquietantes propuestas de la película. A esta entidad no le serviría para nada la ayudante del mago. No es una entidad humana, por lo tanto no está a nuestro nivel. Los trucos y engaños no funcionan con ella. No es un ser producto de la naturaleza, y en consecuencia se rige por otros patrones.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stranger Things (Serie de TV)
Stranger Things (2016)
Serie
  • 7.8
    64,515
  • Estados Unidos Matt Duffer (Creador), Ross Duffer (Creador) ...
  • Winona Ryder, David Harbour, Matthew Modine ...
10
Bienvenidos a Hawkins. Bienvenidos a vuestra juventud
Sí, yo también soy cuarentona. Yo también fui a la EGB. Yo también fui niña en los ochenta. Sí, ya sé que para los que no lo han sido, es una cantinela cansina. Pero en mi disculpa, y para que conste, admito que esta serie no la he descubierto yo, ni me la ha descubierto nadie de mi edad, ni siquiera de una edad próxima a la mía.

La persona que me la ha metido por los ojos y el corazón tiene bastantes años menos que yo, pero, para bien o para mal, ha crecido oyendo hablar de aquella década que no vivió, ha visto unas cuantas de las pelis de aventuras que yo vi. No le quedaba otra; sus padres y buena parte de sus tíos/as pasamos nuestra infancia en aquella época, con lo cual, pese a que ella pertenece plenamente a esta nueva generación digital de smartphones, tablets, consolas de última generación, teles inteligentes y Netflix, se ha criado con los pesados de sus mayores que la han aporreado con los ecos de aquella década. Que no es mejor ni peor que la que le ha tocado a ella. Simplemente, con sus rasgos únicos por los que todos los nostálgicos la recordamos, como cualquiera recuerda su propia niñez. Pero, inevitablemente, los nacidos de padres que a su vez nacieron en los setenta han heredado también esa nostalgia antes de saber siquiera lo que significa esa palabra. Tal vez una nostalgia de prestado, algo diluida, pero todavía auténtica. Porque aunque ya no puedan jugar con consolas Atari o difícilmente puedan ver películas caseras en Súper 8, las máquinas recreativas ya no sean del Jurásico y los walkie-talkies se hayan reducido a meros juguetitos curiosos para niños pequeños, nos quedan, entre otras cosas, el cine y la televisión que se hacían entonces, que permanecen ahí con su esencia inalterada, sin importar el formato en el que se vean actualmente. El contenido está ahí como testimonio.

Así que la persona que me introdujo a “Stranger Things” es hija de niños de los ochenta, lo que la convierte a su vez en heredera y perpetuadora de ese legado.

Esta serie también es heredera y perpetuadora. Se ha creado en pleno siglo veintiuno. Todos los actores jóvenes que salen nacieron en este siglo. Son los que interpretan a sus padres los que realmente fueron niños de los ochenta.

Pero da igual. Porque esta maravillosa serie se siente como mucho más que una máquina del tiempo. Mucho más que un tributo a los actuales cuarentones. Es a la vez muy concreta en la cronología, y atemporal. Es una historia dirigida a jóvenes de cualquier edad, que desborda de aventuras, acción, amistad, romance, tensión, terror asquerosete tipo “Alien”, conspiraciones gubernamentales (el laboratorio de Hawkins) e internacionales (la Guerra Fría) aportando no pocas dosis de crítica muy irónica (a menudo de labios de niños sabelotodos) a la situación política del momento, y muchísimas risas, sobre todo risas con ese gran sentido del humor que transpira, ese humor de pandillas adolescentes y adultos pasados de tuerca, que en todo momento, incluso en los peores, encuentran motivos para reír y hacernos reír a carcajadas, sin importar que el monstruo de turno esté planeando incluirlos en su menú del día.

Creo que es la serie perfecta para los plastas de los ochenta porque es un compendio increíble de mucho de lo que vivimos. Y también es la serie perfecta para quienes simplemente quieren pasárselo endiabladamente bien y no les molesta la fantasía y ciencia-ficción freak. No se trata de material muy original, es cierto; las referencias a múltiples clásicos no son sutiles, ni pretenden serlo, porque homenajean sin tapujos y con gran orgullo y respeto a los originales. Lo mejor de “Stranger Things” no es su originalidad, sino su capacidad para alimentarse de los elementos originales para crear una historia que lo mismo nos deleita con sus déjà vu y sus referencias que con esos rasgos que hacen única a toda historia, por mucho que haya bebido de otras fuentes. Porque tampoco exageremos, puede que “Stranger Things” no sea la serie más original del siglo, pero no hay ninguna ley escrita o no escrita que imponga que eso tenga que ser una condición para que sea aburrida. ¿Aburrida? Lo que es yo, he disfrutado como una descosida. En todo el sentido amplio de la palabra “disfrutar”, si eso incluye también sufrir como una condenada y, en algunos momentos, llorar a moco tendido. Y por encima de todo, risas y más risas.

Los Duffer Brothers conocen sin duda la fórmula secreta.

Mi yo de trece años se apunta a esta pandilla. Quiero ser amiga de Once, de Mike, de Dustin, de Will, de Lucas, de Max, de Nancy, de Jonathan, de Steve y de Robin. Hasta de Erica, la pequeña petarda pedante. Y de los mayores Joyce y Hopper. Winona y Harbour, soberbios.

Tampoco yo soy original al reconocer que mi personaje favorito es Once. He llegado a querer a todos, pero Once es de esos personajes que te despiertan una ternura especial.

Tal vez porque todos en algún momento nos hemos sentido como bichos raros en un mundo cruel e incomprensible.

Porque todos alguna vez hemos soñado con ser héroes como ella.
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6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guasón
Guasón (2019)
  • 8.0
    74,902
  • Estados Unidos Todd Phillips
  • Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz ...
10
Pocas veces duele tanto una risa
No soy fan de los cómics de superhéroes. Yo siempre he sido mucho más de los dos descacharrantes agentes de la T.I.A., los antihéroes Mortadelo y Filemón, pero también a menudo de los divertidos vecinos del edificio de 13 Rue del Percebe, y de lejos les siguen otros títulos. En general, he seguido mucho ese tipo de cómics que reflejan las miserias de la vida con grandes dosis de humor e ironía. Por eso yo nunca estuve muy familiarizada con la historia de Batman, ni me llamó nunca la atención. Hasta que surgió la saga de Christopher Nolan, que consiguió humanizar al personaje hasta un punto en que se me hizo interesante.

Será que yo, que nunca me he sentido especialmente atraída hacia los superhéroes, no busco un enfoque clásico y maniqueísta del justiciero con superpoderes o habilidades especiales, al menos no a estas alturas de mi vida. No me interesa demasiado ver a un tipo cachas disfrazado haciendo por ahí el saltimbanqui y salvando el mundo. Me gusta más que me muestren lo que hay detrás del disfraz.

Por suerte, estamos en una época en la que ya todo el universo de los superhéroes está tan trillado que están explorando nuevos enfoques. Dándoles la vuelta para adentrarse en por qué y cómo se convirtieron en lo que llegaron a ser.

Y aquí hay otra vuelta de tuerca más. Batman ni siquiera es el protagonista, después de haber chupado cámara durante décadas. De hecho no existe aún. Le iba tocando el turno a su futura némesis, uno de esos grandes incomprendidos. Hasta ahora era lo más normal asociar el Joker al hombre murciélago como supervillano versus superhéroe, pues todos los “buenos” deben tener su antítesis en los “malos” en las historias convencionales. Pero como yo ya no creo en los extremos ni me trago que los buenos sean tan rematadamente buenos ni los malos tan rematadamente malos, salvo en muy contados y dudosos casos, me apetece ver los matices que hay en medio. ¿Cómo surgió el archienemigo? ¿Es que al hombre payaso se le rompió una tripa y por eso se volvió tan avinagrado? ¿Es que ya sorbió la maldad con la leche materna? ¿Es que Batman es buenísimo y perfecto y Joker lo que tiene es envidia cochina del ricachón? No cuela.

Tan sólo Nolan me invitó a preguntarme alguna vez por qué el Joker es como es. Consiguió humanizarlo, no limitarse a presentarlo como una caricatura. Heath Ledger, espléndido, abrió el camino al extraordinario papel que ahora Joaquin Phoenix ha bordado bajo la angustiosa batuta de Todd Phillips. De tal manera que yo ya no veo la caricatura. Ni siquiera veo un solo rastro del universo Batman de las películas anteriores a Nolan. Y muy poco, poquísimo, de las de éste. Y no veo al villano, no en el sentido que se le suele atribuir a esa palabra.

Yo creo que Joker fue una mera excusa del director para representar un alma torturada y vapuleada hasta la locura. Y Gotham, un mero escenario que podría haber sido perfectamente cualquier gran ciudad corrupta hasta los huesos. Ese Gotham hipnótico con vistas nocturnas apabullantes de otras producciones, aquí es poco más que un estercolero gris y húmedo con toneladas de basura amontonándose en calles cochambrosas, el metro amenazante cubierto de graffitis y pintadas, y deprimentes bloques de apartamentos que hace mucho que no han visto una buena mano de pintura ni una reforma.

Ahí se desenvuelve Arthur Fleck como un fantasma patético, tan patético que creo que pocas veces he visto una sonrisa tan dolorosa como la suya, ni he oído una risa con menos humor.

Porque, pese a que él quiere hacer reír a la gente, no hay un solo momento cómico. Ni uno solo.
¿Cómo puede hacer reír alguien que no ha sido feliz ni un solo minuto de su puta vida, citando sus propias palabras?

Esto es un espectáculo de puro dolor. De pura miseria. De pura locura. La inútil y estéril lucha de un hombre pisoteado una y otra vez, ninguneado, aplastado por un mundo demasiado cruel.

Gotham es un nido de corrupción, se gesta el odio de la mayoría desfavorecida hacia la minoría acomodada, elevada en su pedestal, representada por un altivo Thomas Wayne (padre de Bruce Wayne, un crío de ocho años) con un palo en el culo que se gana a pulso el desprecio de las masas con comentarios esnobs y desafortunados.

Olvidaos los que pretendéis ver a un villano a la antigua usanza. No lo hay por ningún sitio. Lo que sale aquí es un tipo muy, muy triste, tan triste que su risa nerviosa, producto de su enfermedad mental, es como un llanto grotesco. Un tipo contra el que se conjura la peor mala suerte, y al que se le van hinchando las pelotas de que haya tanta falta de humanidad a su alrededor.
Un nacido don nadie al que la sociedad trata peor que a la basura de las calles, a pesar de que él, hasta el momento en que ya no puede más, siempre ha sido una buena persona. Objeto de burlas, palizas y humillaciones por ser peculiar, por su risa extraña, por gustarle vestirse de payaso y hacer el tonto para que la gente se ría.

Quiere que la gente sea feliz aunque él no lo sea.

Pero le van a ir robando hasta esa pizca de ilusión.

Yo también acabaría hasta los huevos.

Yo también querría ver arder más de media ciudad.
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13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un horizonte lejano
Un horizonte lejano (1992)
  • 5.9
    11,571
  • Estados Unidos Ron Howard
  • Tom Cruise, Nicole Kidman, Thomas Gibson ...
8
Menos mal que en 1992 todavía no existía el reguetón
Vaya, no puedo creer que hayan pasado doce años y medio desde que voté esta película. El tiempo se ha ido en un suspiro y la pobre se quedó ahí en mi limbo de las películas que he votado sin añadirles una crítica, simplemente porque se me pasó hacerlo. Y no porque pensara que “Un horizonte muy lejano” no merecía un poco más de mi tiempo, qué va. De hecho, me gusta mucho. Y hace pocos días, al volver a verla, recordé por qué me gusta. Es divertida, es irónica, Joseph es un patoso redomado pero encantador y Shannon es una niña rica y soñadora con alma de pionera ingenua y con ese endiablado mal genio irlandés que tanto se suele pregonar pero que seguro que se exagera mucho y no es más que otro estereotipo cultural, como el que pone a todos los españoles vestidos de flamenco, bailando sevillanas y yendo a los toros. Estereotipos de los que ninguna cultura se libra, pero el sentido del humor y el desenfado que derrocha esta película hacen que el prejuicio resulte simpático en lugar de chocante. Un ejemplo claro de cómo lograr lo totalmente opuesto lo sufrí en "El hombre tranquilo”. Si me guiase por ese clásico del cine, Irlanda me habría parecido detestable, pero por suerte no tengo la mollera tan cerrada como para juzgar una cultura a través de una película que no le hace justicia en absoluto.
“Un horizonte muy lejano” carece de pretensiones de grandeza, y a mi parecer sólo busca suscitar la sonrisa y apaciguar esa culpable sed de accidentada aventura épica y romántica. No desluce para nada el resultado el lucimiento de los archiconocidos protagonistas que formaron una de las parejas más explotadas por la prensa rosa, ni la previsible atracción entre la chica rica y el chico pobre que lo único que tienen en común es la cabezonería, el imán para atraer la mala suerte y su sueño de empezar de nuevo en una tierra donde no haya terratenientes abusivos ni encorsetadas costumbres sociales.
No es un peliculón, ni por asomo. Pero cómo lo disfruto.
Me habría dado igual que nominaran a los Razzie a Kidman, a Cruise o a quien les hubiera dado la gana. Pero, ¿que nominaran “Book of Days” a peor canción? Es como si hubieran nominado la música de John Williams a peor banda sonora. Yo creía que ni siquiera los de los Razzies se atreverían a pegar semejante patinazo. Que es ENYA, señorías. Si consideráis que su música es mala, os invito a que la comparéis con lo que nos aporrea en la radio.
Imagino que querían castigarla por rebajarse a ceder una canción suya para un bodrio hollywoodiense sobre irlandeses pioneros. Eso le pasa por ser irlandesa.
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