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Intenciones efectivas: El poder de la voluntad consciente
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Libro electrónico260 páginas4 horas

Intenciones efectivas: El poder de la voluntad consciente

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Las cuestiones acerca del libre albedrío, la conciencia y la libertad de acción humana han sido tema de debate entre teólogos, filósofos y científicos durante mucho tiempo. Desde hace algunos años, han surgido voces dentro campo de la neurociencia que dicen haber probado la inexistencia del libre albedrío. Ante tal perturbadora afirmación, Alfred R. Mele desarrolla en este libro un discurso a caballo entre la filosofía y la neurociencia para cuestionar a fondo este supuesto.
Intenciones efectivas combina la evidencia científica con la argumentación y los análisis filosóficos para demostrar que las conclusiones obtenidas a partir de ciertos datos neurocientíficos no son concluyentes para negar la capacidad de elección. En el marco de una temática actualmente muy relevante dentro de la filosofía de la mente y la neurociencia, este libro, ganador del premio Sanders Book Prize 2013 de la American Philosophical Association, resultará iluminador para quien desee profundizar en el entramado de paradojas que suscita la relación entre el cuerpo biológico y la libertad de la conciencia y sus acciones.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ene 2018
ISBN9788425439186
Intenciones efectivas: El poder de la voluntad consciente

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    Intenciones efectivas - Alfred R. Mele

    ALFRED R. MELE

    INTENCIONES EFECTIVAS

    El poder de la voluntad consciente

    Traducción de

    Juan Manuel Cincunegui

    Herder

    Esta traducción ha recibido la ayuda del proyecto de investigación del Centro Ian Ramsey, de la Facultad de Teología y Religión, de la Universidad de Oxford, titulado «Science, Philosophy, and Theology: Capability Building in Latin America». Este proyecto ha sido financiado por la Fundación John Templeton con el premio a la investigación, otorgado por la Universidad de Oxford. Las opiniones expresadas en esta publicación son las de los autores y no reflejan necesariamente las opiniones de la Fundación John Templeton.

    Título original: Effective Intentions. The Power of Conscious Will

    Traducción: Juan Manuel Cincunegui

    Diseño de portada: PURPLEPRINT Creative

    Edición digital: José Toribio Barba

    © 2009, Oxford University Press, Nueva York

    © 2018, Herder Editorial, S. L., Barcelona

    ISBN DIGITAL: 978-84-254-3918-6

    1.ª edición digital, 2018

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).

    Herder

    www.herdereditorial.com

    ÍNDICE

    Prefacio

    1. Introdución

    Intenciones ocurrentes y permanentes

    Intenciones proximales y distales, y la acción intencional

    Decisiones

    Anticipo

    2. Intenciones y decisiones conscientes

    ¿Cuál es la pregunta?

    Una interpretación estrecha de «intención consciente»

    Preguntas resueltas: roles funcionales y teorías populares

    Decisiones conscientes

    Conclusión

    3. Neurociencia y causas de la acción

    Los estudios de Libet: datos, inferencias y problemas

    Un test: los tiempos de reacción

    4. Neurociencia y libre albedrío

    El inicio de la acción

    Más acerca de vetar

    El libre albedrío y la libertad de indiferencia

    5. Acciones intencionales y la alegada ilusión de la voluntad consciente

    Wegner y la ilusión de la voluntad consciente

    Hipótesis H y la mesa que gira

    Más sobre la acción ideomotora

    Intenciones proximales conscientes y no conscientes

    Wegner sobre el libre albedrío y el yo mágico

    6. Intenciones proximales y reportes de conciencia

    Un estudio reciente

    Intenciones motoras y acciones

    Precisión

    Conclusión

    7. El poder de la voluntad consciente

    Decisiones proximales y un experimento imaginario

    Intenciones de implementación

    Intenciones y decisiones de implementación: cuestiones causales

    8. Conclusión

    Epifenomenalismo, intenciones proximales y descubrimientos empíricos hipotéticos

    Libre albedrío y descubrimiento empírico hipotético

    Comentarios de despedida

    Referencias bibliográficas

    Índice analítico

    Para Joanna

    PREFACIO

    En noviembre de 2007, mientras trabajaba en este libro, recibí el siguiente correo electrónico de una persona a quien no conocía:

    Estimado Dr. Mele:

    Recientemente adquirí un DVD del Dr. Stephen Wolinsky […] en el cual explica, desde la perspectiva de la neurociencia, que no existe algo como el libre albedrío. La razón que aduce es que solo percibimos una acción una vez que esta ha ocurrido. ¿Podría usted ayudarme con este asunto? Puedo entender perfectamente que ninguno de nosotros sepa qué pensamiento ocurrirá a continuación. Pero dudo que aquello que ya ha ocurrido esté más allá de nuestra comprensión. Agradezco de antemano su buena disposición porque estoy completamente desorientada en lo que respecta a esta cuestión.

    La creencia de que los científicos han probado que no existe algo como el libre albedrío es perturbadora (ciertamente, existe evidencia de que esta creencia tiene efectos no deseados sobre el comportamiento; véase Vohs y Schooler, 2008), pero no debería producirnos desasosiego. Nadie ha probado que no exista el libre albedrío, y eso es lo que intento explicar en este libro. Tampoco nadie ha probado que no exista algo como las intenciones efectivas.

    Las intenciones efectivas son (aproximadamente) aquellas que derivan en una acción determinada. Por ejemplo, si tengo una intención efectiva de explicar el título del libro en este prefacio, diría que se trata (aproximadamente) de la intención de hacerlo que se pone de manifiesto en el momento de explicarlo. De hecho, intento explicar el título, especialmente el subtítulo.

    Los editores de un volumen titulado Does Consciousness Cause Behavior? escriben:

    [En] la extendida promulgación de dos nuevas líneas genuinamente científicas […] la evidencia se ha apoderado de la imaginación filosófica y científica, y ha traído de regreso toda la cuestión [si la conciencia causa el comportamiento] al primer plano del debate intelectual. (Pockett, Banks y Gallagher, 2006, p. 1)

    Los autores identifican a Benjamin Libet y a Daniel Wegner como las fuentes de estas dos nuevas líneas de evidencia científica. La obra más conocida de Wegner en este contexto es The Illusion of Conscious Will (2002), un libro que ha atraído una enorme atención. Actualmente tengo cierta resistencia a emplear el término «voluntad» como sustantivo (excepto en el contexto legal) porque, utilizado de este modo, insinúa a ciertos lectores lo no natural, e incluso lo sobrenatural. Los lectores que sepan que he escrito un libro titulado Free Will and Luck (2006) pueden pensar que lo que acabo de decir es, cuando menos, sorprendente. Pero en ese libro defino el «libre albedrío» como el poder, o la habilidad, de realizar acciones libres, y trato el concepto de acción libre como el más básico («la acción libre» tiene menos tendencia que «la voluntad libre» a evocar en la mente de los lectores lo sobrenatural). En cualquier caso, lo que hago aquí es examinar los datos y las premisas que varios científicos y filósofos han ofrecido a favor de la tesis de la ilusión acerca de la «voluntad libre», y argumento que dejan la mía —respecto a que hay intenciones efectivas— indemne. Por su parte, el subtítulo tiene la intención, como un eslogan, de señalar a algunos lectores —aquellos que están familiarizados con la obra de Wegner— una parte importante del contexto científico del libro.

    Algunos pasajes que utilizo provienen de publicaciones anteriores: fragmentos de los capítulos 1 y 2 se encuentran en «Intenciones conscientes» (en Campbell, O’Rourke y Silverstein, s.f.); los capítulos 3 y 4 incorporan material del capítulo 2 de Free Will and Luck (2006); el segundo apartado del capítulo 4 toma en préstamo partes de «Proximal Intentions, Intention-Reports, and Vetoing» (2008a); el capítulo 5 contiene segmentos de «The Illusion of Conscious Will and the Causation of Intentional Actions» (2004) y de «Psychology and Free Will: A Commentary» (Baer, Kaufman y Baumeister, 2008b); el capítulo 6 proviene de «Proximal Intentions, Intention-Reports, and Vetoing» (2008a); por último, el capítulo 8 recoge algunos apartes de «Free will: Theories, Analysis, and Data» (Pockett et al., 2006) y de «Psychology and Free Will: A Commentary» (Baer, Kaufman y Baumeister, 2008b).

    Entre las ciudades e instituciones en las que he presentado parte del material que forma parte de este libro están Amelia Island, en una conferencia sobre la conciencia y la acción libre; Banff, en un taller sobre libre albedrío; Tucson, en un taller sobre el trabajo de Libet; the Cargèse School on Consciousness; Davidson College; Franklin and Marshall College; la Universidad Johann Wolfgang Goethe; la Universidad de Missouri Western State; los Institutos Nacionales de Salud; la Universidad Simon Fraser; la Universidad de Stanford; la Universidad de Syracusa; la Universidad del Estado de Washington; las universidades de Birmingham, California-Riverside, Colonia, Edimburgo, Maryland, Carolina del Norte, Oxford, Potsdam, Québec à Trois-Rivières, y Sydney. Agradezco al público por su ayuda, por las útiles respuestas a algunas de mis ideas y por los consejos acerca de algunos de los temas que discuto aquí.

    Agradezco también a los estudiantes que asistieron al seminario en torno a un borrador temprano de este libro en la Universidad Estatal de Florida. A John Baer, Bill Banks, Roy Baumeister, Michael Bratman, Peter Carruthers, Randy Clarke, Shaun Gallagher, Peter Gollwitzer, Patrick Haggard, Mark Hallett, Richard Holton, Philipp Hübl, Eddy Nahmias, Sue Pockett y Tyler Stillman. A Neil Levy y Tim Bayne (este último como evaluador), quienes comentaron un borrador de este libro, así como al evaluador anónimo, doy gracias por su orientación.

    Completé el borrador de este libro durante mi estancia en la National Endowment for the Humanities Fellowship, 2007-2008, y durante el año sabático que me concedió la Universidad Estatal de Florida en el mismo período. Cualquier perspectiva, descubrimiento, conclusiones o recomendaciones expresadas aquí no reflejan necesariamente las del National Endowment for the Humanities. Gracias a la NEH y la FSU por su apoyo.

    1

    INTRODUCCIÓN

    Algunas afirmaciones científicas recientes acerca de la acción humana han provocado cierto revuelo. El neurocientífico Benjamin Libet (1985, 2004) argumenta que el cerebro decide emprender una acción un tercio de segundo antes de que seamos conscientes de la decisión de actuar y que el indicio de oportunidad para que el libre albedrío se manifieste es mínimo —cerca de 100 milisegundos—. El psicólogo Daniel Wegner (2002, 2004a, 2008) sostiene que las intenciones no están entre las causas de las acciones correspondientes. Si Wegner tiene razón, si solo son capaces de actuar con libertad aquellos cuyas intenciones son ocasionalmente las causas de las acciones correspondientes, incluso el indicio de oportunidad de Libet para el libre albedrío sería una ilusión.

    Uno de mis propósitos en este libro es mostrar que estas y otras afirmaciones cuando menos sorprendentes acerca del libre albedrío, la conciencia y la producción de la acción no están justificadas por los hechos; asimismo, que existe un soporte empírico bastante sólido para la tesis según la cual algunas intenciones conscientes se cuentan entre las causas de las acciones correspondientes. Aunque discuto el trabajo de muchos científicos, la mención, en primer lugar, de Libet y Wegner no es accidental. Azim Shariff et al. señalan que «casi todos los trabajos involucrados en el reciente aluvión de argumentos contra el libre albedrío han referenciado la obra de Libet» (Shariff, Schooler y Vohs, 2008, p. 186). Además, el pasaje que cité de Pockett, Banks y Gallagher (2006) en el prefacio ubica tanto a Libet como a Wegner en el centro de la controversia acerca de la acción humana que pretendo explorar en este libro.

    La evidencia científica es accesible a los filósofos, así como la argumentación y los análisis filosóficos son accesibles a los científicos. Aun así, algunos miembros de cada uno de estos grupos desdeñan lo que ofrece el otro. Después de escribir que «muchos de los neurocientíficos más destacados del mundo, no solo han aceptado nuestros descubrimientos e interpretaciones, sino que incluso han elogiado con entusiasmo estos logros y su ingenio experimental», y de nombrar una veintena de estas personas, Libet añade: «Es interesante que la mayor parte de la crítica negativa respecto a nuestros descubrimientos y sus implicaciones provenga de filósofos que no tienen experiencia significativa en la neurociencia experimental del cerebro» (2002, p. 292). Más adelante, en el mismo artículo, escribe sobre uno de sus críticos:

    Como filósofo, [Gilberto] Gomes exhibe características que a menudo encontramos en otros filósofos. Parece pensar que uno puede ofrecer reinterpretaciones a partir de suposiciones sin fundamento, suministrando información especulativa que no existe, y construyendo hipótesis que no son siquiera comprobables. (2002, p. 297)

    (Casualmente, algunos años antes, cuando le pregunté a Gomes acerca de su profesión, me dijo que trabajaba en el Departamento de Psicología). No se trata de un reproche unidireccional. Varios filósofos, después de escucharme hablar sobre el trabajo de Libet y Wegner, han sugerido a priori que de ningún modo podían estar en lo cierto. Una de las moralejas que se pueden extraer de este libro es que esta clase de desestimación es, en ambos casos, un error.

    En este capítulo bosquejo parte del marco de referencia conceptual a la luz del cual puede interpretarse y examinarse de un modo instructivo la información proporcionada por Libet y Wegner. Aunque es relativamente breve, es posible que algunos lectores se descubran a sí mismos deseando que hubiera sido aún más conciso. Por el momento, ofrezco a estos lectores dos cosas. La primera es una perogrullada: la paciencia es una virtud. La segunda es la afirmación, que podrá ser comprobada a medida que lean la discusión sobre el trabajo empírico en los capítulos siguientes: la precisión conceptual también lo es. Así pues, en el primer y en el segundo apartado, distingo entre diversas clases de intenciones y describo una manera de entender las intenciones ocurrentes que he desarrollado en otro libro (Mele, 1992); en el tercero, a partir de lo que presento en Motivation and Agency (2003, cap. 9), ofrezco algunos antecedentes acerca de la manera de tomar decisiones prácticas. El cuarto apartado es un anticipo general del libro.

    INTENCIONES OCURRENTES Y PERMANENTES

    El psicólogo Anthony Marcel escribe: «Extrañamente, muchos psicólogos parecen aceptar que las intenciones son, por su propia naturaleza, conscientes» (2003, p. 60). Aunque esta presunción es el tema principal del capítulo 2, es relevante aquí una distinción entre el surgimiento y la permanencia de las intenciones. En este apartado ofrezco un esbozo de esta distinción y una explicación del surgimiento de las intenciones ocurrentes.

    En este momento me pregunto: justo ahora, durante el mediodía de un domingo, qué he decidido hacer mañana. La reflexión sobre esta cuestión puede incitarme a que formule nuevas intenciones, y también a que recuerde haber formulado otras, es decir, haber decidido hacer varias cosas el lunes. (Como muchos filósofos, asumo decidir A como una acción —específicamente, una acción de expresar una intención respecto de A, tal como explico en el tercer apartado—).¹ Recuerdo que el viernes decidí que el lunes llamaría a mi agente de viajes para reservar un billete de avión a Córcega y, una vez reservado el billete, una habitación de hotel. Soy consciente (ahora) de que estoy decidido a hacer todas esas cosas mañana.

    ¿Es posible que esté decidido a hacer esas cosas mañana sin que sea consciente de que ese es el caso? Consideremos mi condición diez minutos antes del mediodía —diez minutos antes de preguntarme sobre mis intenciones acerca de lo que haría mañana—. ¿Podría haber decidido llamar a mi agente de viajes el lunes —o volar a Córcega dentro de un par de meses— incluso sin ser consciente de esas intenciones?

    Le conté a mi padre sobre mi intención de ir a Córcega. Un día después, él le contó a mi hermana que yo tenía la intención de viajar a Córcega sin antes llamarme para saber si estaba despierto, consciente, pensando en Córcega o cualquier otra cosa semejante. Me atribuyó legítimamente la intención, sin suponer que yo era consciente de ella en el momento de la atribución. De hecho, podría haber creído que estaba profundamente dormido: conoce mi rutina, y su conversación con mi hermana ocurrió después de la medianoche.

    La intención que me atribuyó mi padre es una intención permanente que analizo en «Persisting Intentions» como una cierta clase de disposición a tener intenciones ocurrentes (Mele, 2007). Debido a que las intenciones permanentes no son el tema de este libro, les ahorro a los lectores los detalles del análisis. Quienes proponen que «las intenciones son, por su propia naturaleza, conscientes» (si entienden que eso implica que tenemos intenciones solo cuando somos conscientes de ellas), podrían sostener o bien que las intenciones ocurrentes no son de verdad intenciones o reivindicar que su visión se refiere exclusivamente a las intenciones ocurrentes.

    En otro libro he propuesto que hay dos maneras para que una intención de A sea además una intención ocurrente. Una manera es que esté «adecuadamente en funcionamiento en el momento de producir la acción intencional relevante, o al generar los ítems adecuados para producir la acción intencional relevante»; la otra es que sea una intención consciente en ese momento, siempre y cuando la intención «no esté totalmente constituida por una disposición a tener intenciones ocurrentes de A» (Mele, 2007, p. 740). (Por ejemplo, un modo para que una intención de ir a Córcega esté en funcionamiento consiste en iniciar y mantener la información reunida y razonada acerca de cómo llegar allí). Estas dos maneras de ser una intención ocurrente no son mutuamente excluyentes. La misma intención puede ser ocurrente de ambas formas al mismo tiempo. Este esbozo acerca de lo que para una intención supone ser ocurrente es suficiente en nuestro propósito actual. (Qué es lo que para una intención ocurrente implica ser una intención será discutido en breve. Los lectores interesados en los detalles pueden consultar «Persisting Intentions» [2007]. Con respecto a las intenciones conscientes, véase el capítulo 2).

    Las intenciones son un tema de discusión en distintos ámbitos de estudio, incluidos (pero no limitados a ellos) la neurociencia, la filosofía, el derecho y diversas ramas de la psicología. No se debe aceptar que el término «intención» se entienda igual en todas estas áreas, tampoco que en cada una de ellas se conciba de manera uniforme. De todos modos, en ocasiones las distintas concepciones sobre la intención convergen en un punto, tal como ilustraré a continuación. La siguiente es una explicación representativa de la intención en la neurociencia:

    La intención es un plan temprano para la realización de un movimiento. Especifica la meta de un movimiento y de un tipo de movimiento determinado […] Podemos tener intenciones sin llegar a actuar a partir de ellas. Además, el correlato neuronal de una intención no contiene necesariamente información acerca de los detalles de un movimiento, por ejemplo, la articulación de los ángulos, las torsiones y la activación muscular que se requieren para ejecutar un movimiento […] Las intenciones son inicialmente codificadas en las coordenadas visuales, al menos en alguna de las áreas corticales dentro de la CPP [corteza parietal posterior]. Esta codificación es coherente con una representación más cognitiva de las intenciones, especificando las metas de los movimientos, en vez de la activación muscular exacta requerida para la ejecución del movimiento. (Andersen y Buneo, 2002, p. 191)

    Esta explicación es, en cierto sentido, similar a la que yo formulo acerca de las intenciones ocurrentes como actitudes ejecutivas dirigidas a planes (Mele, 1992). Más adelante ofrezco un bosquejo de mi explicación. Por ahora diré que lo que para una intención ocurrente signifique ser una intención es una cosa y aquello que para ella represente ser ocurrente es otra. En lo que queda de este apartado me enfocaré en el primer aspecto de las intenciones ocurrentes.²

    Desde mi punto de vista, los planes —desde una simple representación de una acción prospectiva «básica» hasta las complejas estrategias para lograr metas remotas— constituyen el contenido representacional de las intenciones ocurrentes.³ En el caso límite, el componente del plan de una intención tiene un único «nodo». Por ejemplo, se trata de una representación prospectiva que

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