Escandalosa venganza
Por Tessa Radley
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Gemma Allen había perdido la memoria y buscaba respuestas que le aclararan los misterios de su pasado. El empresario griego Angelo Apollonides estaba encantado de recordarle a su examante el romance que habían vivido juntos.
Pero mientras trataba de vengarse de Gemma por haberlo traicionado, Angelo descubrió algo más que una increíble pasión. La mujer que estrechaba entre sus brazos no era su antigua amante. ¡Era su hermana gemela y pretendía vengarse de él!
Tessa Radley
Tessa Radley loves traveling, reading and watching the world around her. As a teen, Tessa wanted to be a foreign correspondent. But after completing a bachelor of arts degree and marrying her sweetheart, she ended up practicing as an attorney in a city firm. A break spent traveling through Australia re-awoke the yen to write. When she's not reading, traveling or writing, she's spending time with her husband, her two sons or her friends. Find out more at www.tessaradley.com.
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Escandalosa venganza - Tessa Radley
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2007 Tessa Radley
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Escandalosa venganza, n.º 4 - noviembre 2021
Título original: The Apollonides Mistress Scandal
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Este título fue publicado originalmente en español en 2008
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1375-925-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Si te ha gustado este libro…
Capítulo Uno
Gemma Allen había vuelto.
Intentando contener la sorpresa que casi lo había dejado paralizado, Angelo Apollonides se dirigió hacia la mujer que lo había traicionado.
Sus empleados no le habían mentido. La verdad era que su antigua amante estaba en su playa, en su isla, admirando uno de sus yates. Y Angelo pensaba averiguar por qué había decidido volver.
–¿Qué haces aquí? –le espetó–. No esperaba volver a verte nunca. Especialmente aquí, en Strathmos.
Ella se volvió, sorprendida. Era la primera semana de noviembre y los días en la isla de Strathmos empezaban a ser fríos. Afortunadamente, el viento lanzó la melena roja sobre su cara, escondiendo su expresión por un momento. Cuando por fin lo apartó, Gemma había conseguido recuperar la calma.
–Angelo –murmuró, clavando en él sus ojos pardos–. ¿Cómo estás?
–Olvídate de las formalidades. No puedo creer que hayas venido –Angelo apretó los labios–. No pude creerlo cuando me dijeron que estabas actuando en el teatro Electra.
Ella se encogió de hombros.
–Soy libre y puedo trabajar donde me parezca.
–En cualquier sitio salvo en Strathmos. Éste es mi mundo y se mueve según mis reglas.
La isla era más que su mundo; era su hogar. Él mismo había creado aquel paraíso. Pero cuando volvió, después de un mes haciendo negocios por toda Europa, descubrió que Gemma llevaba una semana allí.
–¿De verdad quieres que te demande por romper el contrato sin que exista una causa justa?
Angelo apretó los dientes. Él era famoso por ser un empresario justo y no le apetecía nada tener que enfrentarse con ella en los tribunales. Frustrado, miró aquel rostro que se había vuelto aún más hermoso en los tres años de separación. Tenía un aspecto diferente. El pelo más largo, los ojos más brillantes y la boca… esos labios generosos lo habían tentado más de lo que podría explicar. Angelo apartó los ojos de su boca y la miró de arriba abajo.
–Ser cantante es mejor que ser bailarina exótica.
–Han pasado tres años. Las cosas cambian.
–Yo no he cambiado –señaló él.
–No, tú no has cambiado nada –asintió Gemma.
–¿Y qué es lo que quieres, una segunda oportunidad?
Ella soltó una carcajada.
–¿Una segunda oportunidad? Debes de estar loco.
Angelo arrugó el ceño. No le gustaba nada aquella nueva Gemma.
–¿Por qué estás aquí?
–He venido a trabajar, ya te lo he dicho. Tú… o más bien tus validos me dieron el trabajo. Y el dinero que me ofrecieron era demasiado tentador como para decir que no.
–Ah, dinero.
–Sí, dinero. Tú heredaste un imperio de hoteles en las islas griegas antes de cumplir los veintiún años, pero eso no te da derecho a mirar a nadie por encima del hombro. Yo necesito dinero para vivir.
–He trabajado mucho para convertir unos hoteles familiares en una cadena hotelera de cinco estrellas. Y, que yo sepa, tú nunca pusiste objeción alguna al dinero que eso te proporcionaba.
–Si lo que dicen en las revistas es verdad, ahora estás tan alejado de los simples mortales como yo, los que tenemos que trabajar para ganarnos la vida, que podrías vivir en el monte Olimpo.
–No deberías creer lo que dicen las revistas –replicó él, pensando en los cotilleos que habían publicado sobre su ruptura con Melinda.
–¿No? –Gemma levantó una ceja–. Entonces, ¿no eres el playboy del que hablan continuamente? ¿No sales con una modelo diferente cada semana?
–Salir en las revistas favorece tanto a esas mujeres como a mí.
–Entonces, ¿es sólo una cuestión de Relaciones Publicas? ¿Para crear la ilusión de cómo viven los ricos y famosos? ¿Es eso?
–¿Por qué estás tan interesada… a menos que quieras otra oportunidad para meterte en mi cama?
Ella hizo una mueca.
–No tengo la menor intención.
–¿No te han dicho que debes ser amable con el jefe? –sonrió Angelo–. Hace tres años no te habrías atrevido a hablarme como lo haces ahora.
–Hace tres años era una cría –replicó ella. Se había movido y, al hacerlo, la camiseta ajustada que llevaba se levantó un poco, mostrando un estómago plano y bronceado. Angelo tuvo que hacer un esfuerzo para apartar la mirada.
–Pero no niegas que estás interesada…
Gemma miró su reloj.
–No puedo negar que eres un hombre fascinante.
Angelo soltó una carcajada.
–No me deseas… pero admites que soy fascinante. ¿Qué mensaje estás intentando enviar?
Gemma, por un momento, no supo qué decir. Y Angelo se dio cuenta de que se le había puesto la piel de gallina.
–¿Tienes frío?
–No –contestó ella.
Él tocó su brazo con un dedo.
–Si no tienes frío, ¿qué es esto?
Gemma apartó el brazo a toda prisa, y Angelo la miró a los ojos. ¿Qué había en ellos? Sorpresa y algo más… ¿miedo?
–Perdona, pero tengo que irme. Quizá te apetezca ir a ver el espectáculo –replicó ella, dándose la vuelta.
Pero Angelo la tomó del brazo, obligándola a mirarlo. Y aquella vez comprobó que era miedo lo que había en sus ojos. Miedo. Un miedo poderoso y abrumador.
¿Por qué estaba allí? Había dicho que necesitaba el dinero. ¿Era ésa la única razón? ¿O, a pesar de su negativa, querría retomar la relación que habían roto tres años antes?
–Suéltame –dijo Gemma, mirando los dedos que sujetaban su brazo.
Angelo apartó la mano.
–Muy bien, como quieras.
–Supongo que debería decir «encantada de verte» –murmuró ella, inclinándose para tomar las sandalias que había dejado sobre la arena.
–Pero estarías mintiendo.
–Yo no he dicho eso. No pongas palabras en mi boca.
Su boca. Angelo miró sus labios y sintió una inesperada punzada de deseo. ¿Cómo podía seguir deseando a Gemma Allen después de lo que