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Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas: Una historia socioambiental del mar: 1800-1914
Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas: Una historia socioambiental del mar: 1800-1914
Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas: Una historia socioambiental del mar: 1800-1914
Libro electrónico271 páginas3 horas

Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas: Una historia socioambiental del mar: 1800-1914

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Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas es una investigación original y pionera sobre historia ambiental e introducción de especies biológicas en el mar patagónico, costas e islas como causa de la navegación.
Desde ­fines del siglo XVIII las costas patagónicas y las islas Malvinas reciben embarcaciones de distintas partes del mundo. Balleneros y loberos norteamericanos, británicos y franceses explotaron los mamíferos marinos y las pesquerías australes en establecimientos y campamentos estacionales de población cosmopolita que establecía intercambios con indígenas. Celosa de su imperio, España intentó controlar circuitos y establecimientos costeros, al igual que los gobiernos criollos durante el siglo XIX. Ocupadas por Gran Bretaña en 1833, las islas Malvinas fueron un eje de la explotación, que sumó entre los recursos el guano, por su valor como fertilizante.
La colonia británica se volvió un puerto de escala transnacional, capaz de centralizar y exportar los productos, mientras Argentina se expandía hacia el sur y a­rmaba su presencia marítima.
En un país cuyas exportaciones agropecuarias tienen temprano destino ultramarino, se ha indagado muy poco en la historia de las relaciones de sus habitantes, regiones y gobiernos con la navegación. Por ello, Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas derivó en preguntas más amplias, que permiten repensar los enfoques tradicionales sobre la relación de la Argentina con el mar, los conflictos soberanos, la territorialidad, la extracción de recursos y la conectividad patagónica en la escala global.
IdiomaEspañol
EditorialSb editorial
Fecha de lanzamiento17 sept 2024
ISBN9786316503046
Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas: Una historia socioambiental del mar: 1800-1914

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    Vista previa del libro

    Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas - Sofía Clara Haller

    Frente_Alta_Balleneros-loberos-guaneros.jpg

    Índice

    Agradecimientos

    Prólogo

    Introducción

    Capítulo 1. Una historia socioambiental del mar austral

    La dificultad de lo líquido

    Un problema histórico

    Capítulo 2. Loberos y balleneros en las pesquerías australes

    Las pesquerías en el territorio español

    Las pesquerías americanas

    Libertad de pesca

    A la sombra de tal misterio

    Capítulo 3. El guano patagónico

    Las aves guaneras de la Patagonia

    La explotación del guano

    Conexiones y disputas guaneras

    Capítulo 4. Malvinas en el mundo

    Puerto Soledad (1826-1832)

    Puerto Stanley y la administración británica

    Malvinas en Patagonia

    Conclusiones

    Bibliografía

    Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas

    Haller, Sofía Clara

    Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas : una historia ambiental del mar : 1800-1914 / Sofía Clara Haller ; prólogo de Federico Lorenz. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : SB, 2023.

    Libro digital, EPUB - (Tantear al elefante. Historia socioambiental ; 2)

    Archivo Digital: descarga y online

    ISBN 978-631-6503-04-6

    1. Historia Social. 2. Patagonia. 3. Navegación Marítima. I. Lorenz, Federico, prolog. II. Título.

    CDD 997.11

    A Kati Bartha y a Miguel Haller

    Agradecimientos

    Nací y me crié en un puerto. Mi ciudad era muchas otras cosas, pero era, en su esencia, un puerto. Con prostitutas, cabarés, embarcados que se bajaban del barco y dilapidaban la fortuna ganada en una o dos noches. El padrastro de mi mejor amiga era un capitán de barco. Recuerdo especialmente haber estado en su casa y que mi amiga me mostrara lo que había hecho uno de los marineros a su cargo, un juego mobiliario de estilo romántico hecho de lata con una presteza impresionante. Estaba compuesto por dos sillones individuales, un sillón de dos cuerpos y una mesita de café. La lata se había cortado en finos hilos, curvados en modo perfecto, y cada mueble terminaba en rulos cuidadosamente enrollados. El resultado era un aspecto rococó que hacía olvidar su material ordinario, que conservaba aún con su estampa original, de la que sólo recuerdo un idioma ininteligible. Era precioso y yo estaba muy impresionada. Mi amiga me miró y me dijo Imaginate lo aburridos que están, todos los días en el mar, tienen que buscar algo para hacer. Estaba acostumbrada a la idea de los embarcados. Mientras crecía, estaban por todos lados. Pero hubo algo en esa frase, en el maravilloso juego de muebles de lata, que hizo que yo mirara a los marinos con otros ojos, con otro respeto. Poco imaginaba que muchos años más tarde me dedicaría a investigar su historia por los mares australes.

    Este libro es el producto de mi tesis doctoral, defendida en mayo del 2020, después de casi seis años de trabajo. Mis guías en esta travesía fueron Evangelina Schwindt y Julio Vezub, a quienes les agradezco de todo corazón. No solo son profesionales increíbles, sino también grandes personas, que para mí es más importante. Evan es bióloga y fue quien me llevó de campaña por las costas chubutenses y quien me explicó todo lo que pude aprender en lo relativo a las especies introducidas, deshaciéndolas en definiciones maravillosamente nuevas para mi mente. Julio me llevó a un archivo documental por primera vez. Con él me calcé los guantes, en uno de esos salones fríos, antes de revisar una caja llena de documentos viejos y hundirme para siempre en las maravillas de la historia.

    Quisiera agradecer los comentarios de los jurados mi tesis, Susana García, Pablo Yorio y Federico Lorenz. Los tres me dieron mucho en qué pensar y en las maneras en las que puedo continuar mi trabajo. Durante mi investigación hablé con ellos en diferentes ámbitos y encuentros académicos y creo que su influencia puede verse en este libro. Susana García me sigue acompañando en el estudio de la explotación costera de los mares australes. Aprendo de ella siempre. Pablo Yorio me ha iluminado con respecto a la explotación de las aves costeras. Creo que la historia de explotación sobre el excremento de aves marinas le fascina tanto como a mí. Y Federico Lorenz me ha compartido su sensibilidad y perspectiva sobre la cuestión Malvinas, que ha sido estructural para concebir las conexiones regionales de las islas, y abrir el panorama a los distintos agentes que formaron parte de esta historia.

    Agradezco a los integrantes del Grupo de Ecología en Ambientes Costeros (GEAC). A Clara Giachetti, Nico Battini, Karen Castro y Alejandro Bortolus, quienes junto a Evan me integraron en su equipo y contestaron con paciencia mis preguntas biológicas. He aprendido muchísimo en la forma en que ellos ven la ciencia, su mentalidad abierta y su atención en las preguntas de investigación.

    También quisiera mencionar a brillantes profesores de la Universidad Nacional de San Martín, Marina Franco y a Cristiana Schettini, cuyas críticas y aportes han hecho posible que lleve adelante este trabajo. Asimismo, agradecerle a Laura Caruso, por sus palabras de apoyo en un momento difícil y ante un futuro incierto.

    Le agradezco a Helen Rozwadowski y a su familia, por haberme recibido en su casa. Las conversaciones que tuvimos y las pilas y pilas de bibliografía que Helen me brindó o me recomendó palpitan a lo largo de todo este libro. A Mark Healey, quien me contactó con Helen y también me recibió en UConn para discutir temas de historia ambiental. A Jim Carlton, una eminencia en materia de especies invasoras, con quien tuve la suerte de discutir sobre introducciones pasadas. Quiero agradecerle especialmente a Daniel Quiroz, quien generosamente me ha integrado en su círculo de antropología e historia ballenera. Su trabajo y las redes que Daniel construye son de inmenso valor para mí.

    A los guardianes de los archivos. A Roberto Sánchez del Archivo General de la Nación, que fue tan amable en mis torpes inicios y me guió por la documentación y la burocracia de pedir archivos y digitalizaciones. A quienes me recibieron en el Archivo de Mystic Seaport, Connecticut, donde pasé unos días revisando los logbooks de viajes loberos a Patagonia. A Jorge Bustos y a Leonardo Dam, del Museo Emma Nozzi en Carmen de Patagones. El Archivo del Emma Nozzi es un tesoro patagónico. A Tansy Bishop, del Archivo Jane Cameron en Malvinas, quien respondió todas mis preguntas, me mostró todo lo que pedí y aún me contesta todos los mails.

    Quiero agradecer a Adrián, mi compañero, que me ha acompañado a lo largo de los años sabiendo, de alguna manera, exactamente qué decir cuando las cosas se ponían difíciles. Es su superpoder. También a Rafael. En el 2017, subí a pie el monte Longdon, en Malvinas, embarazada de él. A partir de entonces, Rafa me ha acompañado en todos los viajes necesarios para realizar y escribir este libro. Y a Nico, que a sus nueve meses ya me ha acompañado en algunos viajes más.

    Mi enorme familia ha estado allí, siempre. Muchas veces aupando a Rafa mientras yo no podía porque tenía un congreso, un curso, estaba trabajando en esta investigación o tratando de tomar un café a las apuradas. Me han prestado el auto o la casa para viajar y pispear un archivo o reunirme con alguien. A cada uno de mis hermanos, les doy las gracias: Inés, Jorge, Matías y Cecilia. A mis cuñados Gonzalo, Maru y Marina. A Ari, mi gran amiga. A mis suegros, Graciela y Aníbal. A todos ellos, por haber creído en mí. No lo podría haber hecho sin ustedes.

    Por último, y más que a nadie, quiero agradecer a Kati y a Miguel. Los he involucrado en mi búsqueda por los mares australes, entre otras cosas pidiéndole a mi madre traducciones del francés y a mi padre colaboraciones con la cartografía que verán a continuación. Me han ayudado, como siempre, sin dudar y sin pedir nada a cambio. A ellos les dedico este libro.

    Prólogo

    Federico Lorenz

    El Atlántico Sur es una vieja obsesión cultural argentina. Es posible descomponer este vector de energía en una serie de elementos: los derechos que Argentina pretende sobre la Antártida (es el país con la más antigua presencia permanente allí), la disputa por la soberanía de las Islas Malvinas con Gran Bretaña, una construcción territorialista de lo que es la nación, que alimentó políticas concretas de expansión estatal como antagonismos centenarios con los países vecinos.

    Un libro como el que el lector tiene en sus manos pone en tensión todas y cada una de esas ideas fuerzas, que a la vez son limitaciones conceptuales o, como dice la autora, obstáculos epistemológicos. Su objeto son las redes de circulación marítimas, en el período de expansión capitalista previo al estallido de la Primera Guerra Mundial. El escenario, la Patagonia atlántica, un área que abarca el litoral costero de la actual república Argentina, el Mar Argentino y las Islas Malvinas. Una visión limitada podría imaginar un triángulo con vértice en Tierra del Fuego, otra algo más influida por el nuevo mapa bicontinental prolongaría el área hasta el Polo Sur. Nada de todo esto, porque precisamente, la autora propone prestar atención a las rutas que transportaron o explotaron distintos recursos: lobos, ballenas, guano… y que llevaron y trajeron personas, con una mirada sistémica para la que las fronteras nacionales no son un obstáculo epistemológico, sino que me atrevería a decir que son irrelevantes porque el objeto es otro: es la producción social del espacio, en un lugar y un momento determinados. La mirada amplia, entonces, se justifica no solo por el objeto, sino porque la lógica estatal - nacional es limitada para pensar un problema social, económico y cultural como lo es la forma en que ese espacio patagónico atlántico fue ocupado y explotado por Occidente.

    Sofía Haller se apoya en un campo aún poco desarrollado en nuestro país, y de allí su trabajo es un aporte para pensar una historia nacional diferente. El marco conceptual del libro está organizado a partir de la historia ambiental, y se nutre además del frondoso corpus que la historiografía ha producido sobre todo para el Atlántico Norte. Por supuesto, la historia regional, que por definición, es transnacional. Por supuesto que en esta red de rutas, con nombres de embarcaciones y capitanes que se repiten en el tiempo por temporadas, las islas Malvinas desempeñaron un papel nodal, y la autora se detiene largamente en ellas. Pero eso no debe opacar el mapa informal que emerge del litoral atlántico patagónico, a partir de derrotero de algunas naves que pasaron largas temporadas allí. La lectura del trabajo, denso en información pero muy amable en su lectura (lo que también debe destacarse) genera la sensación de un mapa en blanco que se va llenando no de puntos - enclaves, sino de hilos firmes, las rutas, pero sobre todo, un sombreado uniforme que lo dan las actividades humanas, previas, en algunos casos, a la presencia de la autoridad estatal. Sucede que el énfasis en la circulación realza lo que los puertos son: puntos de encuentro (más allá, o a pesar de, las disputas entre estados).

    Es particularmente valorable, sin duda, la utilización de repositorios poco habituales en los trabajos sobre el espacio que analiza Haller: los archivos balleneros estadounidenses, y los del Jane Cameron Archive en Malvinas. Insumos básicos, pues lo que Haller analiza es el recorrido de buques, entradas y salidas, rutas, estadías. Este es un libro que construye su propio objeto con minuciosidad e inteligencia, y es a la vez generoso: porque las preguntas que abren caminos de investigación están allí.

    Quedan dos cuestiones relacionadas que repican a lo largo de este texto: la primera es preguntarnos dos cosas. La primera: Si no existiera la disputa por las Islas Malvinas, ¿miraríamos al mar de otra manera?. La segunda: ¿al pensarnos como Argentina, al recortar temas de investigación, incluimos al mar; está incluido en las historias generales que circulan?.

    Derivada de estas preguntas, emerge la valentía intelectual de la autora, que es la de abordar rigurosamente un tema complejo, que suele despacharse con consignas antes que con producción científica.

    Introducción

    Este libro comenzó con una pregunta ambiental por los procesos históricos que conectaron a la costa patagónica con el resto del globo y los impactos ecológicos que derivaron de estas conexiones. En el camino encontré que, para empezar a contestar esta pregunta, la historia de Malvinas era inevitable. Como comprendí mientras reconstruía el pasado de la costa regional, nuestro continente hila una historia con el archipiélago malvinense, aun cuando se trate de un tema que provoca pudor al escarbar en un territorio todavía en disputa. Lo cierto es que la Patagonia y las islas Malvinas no solo comparten paisajes y colores fascinantes, sino que en el pasado han sido conectadas mediante los viajes entramados de distintas embarcaciones, dedicadas a actividades científicas y comerciales y a la explotación costera. Cuestiones que, asimismo, han conectado a la región con el resto del mundo.

    Entre 1800 y 1914 la costa patagónica se anexó con abordajes y anclajes a un mundo que se expandía y lo integraba en sus mapas, con consecuencias multidimensionales. El mar austral gozaba de una posición privilegiada, siendo uno de los dos pasajes que comunicaba el océano Atlántico y el Pacífico (el otro era cabo de Buena Esperanza). Sus costas también fueron visitadas. A veces como lugar de refugio, para reparar un barco o para procurar provisiones y agua fresca. Otras veces con el objetivo de extraer recursos provenientes de mamíferos marinos y aves costeras. Las ballenas solían cazarse en el mar, a veces en puntos cercanos a la costa, y los lobos y elefantes marinos en las roquerías donde habitaban. En algunas islas patagónicas se explotaba el guano, el excremento de ciertas aves marinas que constituía un fertilizante poderoso. Todas estas actividades implicaron transformaciones en la costa patagónica y sus islas adyacentes. Los animales y sus poblaciones fueron perturbados significativamente y decrecieron en número. Para procesar los productos muchas veces se debió construir asentamientos temporales, donde procesar la grasa o curar las pieles, o bien para albergar a los trabajadores. Los barcos también transportaban animales vivos y semillas, para hacer más cómodo y propicio el paraje desconocido, introduciendo ganado, animales de caza como conejos, o cultivos domésticos convenientes. A su vez, distintas especies costeras viajaban aferradas a la parte sumergida de los navíos o se infiltraban en el lastre utilizado para estabilizar el barco y, de esa manera, atravesaban los océanos. Es muy posible que algunas de estas especies se establecieran en Patagonia y modificaran el paisaje costero y oceánico cambiándolo para siempre. Con toda probabilidad, estos lugares presentan en la actualidad un paisaje diferente al que vieron los navegantes del pasado (Bortolus y colegas, 2015).

    Cuando empecé mi tesis doctoral me pregunté por el impacto de las conexiones marítimas en el proceso de dispersión de especies. Mi intención fue la de seguir la ruta de estos organismos, ahondando en el impacto de la revolución tecnológica de los transportes sobre la transformación ambiental. Pero conforme avanzó mi investigación, como suele suceder, mis preguntas iniciales se transformaron. Lo que dio lugar a una agenda más amplia de problemas como el pasado de explotación del mar patagónico y sus costas, las acciones estatales para con la situación costera y el lugar del archipiélago malvinense en la economía regional. El resultado es esta historia sobre el territorio y los paisajes costeros de Patagonia y Malvinas y sus transformaciones, en clave regional y global, con foco en aspectos ambientales, sociales, políticos y económicos. He estudiado los diferentes vínculos navieros que la costa patagónica tuvo con otras regiones del mundo y la historia de las actividades costeras y marítimas de la región. La pregunta por las conexiones marítimas me ha permitido un desplazamiento de las historias estado-céntricas, y resituar a la costa patagónica en el escenario mundial. En el marco de procesos globales de expansión y explotación capitalista, pero también de la formación del Estado argentino, y de la dominación británica de Malvinas.

    Partí de la hipótesis de que las conexiones y las relaciones marítimas de Patagonia entre 1800 y 1914 eran mucho más abundantes que las registradas por la narrativa histórica regional. Incluso más abundantes que las registradas desde otras latitudes. ¿Cómo eran las relaciones marítimas de la costa patagónica con el resto del mundo? ¿Cuál fue su impacto ecológico? ¿Cómo afectaron a la configuración territorial en términos políticos? Las preguntas que me hice me permitieron incursionar desde una perspectiva transnacional en las conexiones marítimas de la costa patagónica, considerando distintos actores cuya visibilidad ha sido opacada en la historia tradicional del escenario patagónico del siglo XIX.

    En este libro el mar no se presenta como una frontera natural, sino como un espacio desde el cual un navegante avezado puede acceder a cualquier punto en la costa, para apropiarse del recurso que considere necesario. Justamente profundizo en esas apropiaciones del territorio que derivaron en cambios que aún no comprendemos del todo. Recabé sobre parajes que durante el período fueron transformados, ya sea incidental e intencionalmente, conceptual o materialmente, en la forma de una cartografía o en la construcción de asentamientos que respondían a otras naciones. Este libro constituye, de esta manera, una invitación a explorar las conexiones marítimas y los movimientos sociohistóricos globales que integraron a la región en una red interoceánica. Y fundamentalmente, a pensar en el impacto ambiental, social, político y económico de estos movimientos. Es necesario aclarar que tan solo de modo lateral he abordado los usos costeros y la navegación de las poblaciones indígenas, un tema ya trabajado en el campo de la historia, la antropología y la arqueología, aunque falta todavía profundizar las relaciones, conflictos, intercambios y complementariedad entre estos y los navegantes transoceánicos, europeos, norteamericanos y colonos a propósito de los barcos y la extracción de recursos marítimos. Pero interesa destacar los trabajos que se han ocupado de esta dimensión, como Martiniç (2008, 2013), Quiroz (2013), Mayorga (2020) y Bascopé (2018).

    Los problemas naturales y sociales que se plantean han sido vistos, tradicionalmente, como dimensiones separadas. Sin embargo, el marco de la historia ambiental me ha permitido abordar nuevas preguntas. El desafío de enmarcar una historia ambiental como historia social ha sido múltiple, no sólo por la cuestión interdisciplinaria, sino porque incluso desde los estudios sociales aparecen vacíos de análisis. Estos vacíos sí han sido observados desde otras perspectivas en el plano artístico. La literatura, por ejemplo, ha estado más atenta que la historia a la centralidad de lo marítimo desde novelas como Moby Dick de Herman Melville (1851), el Faro del Fin del Mundo de Jules Verne (1905) o El náufrago de las estrellas de

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