Leyendas para El Taller

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EL CERRO DE LOS DIABLOS Cuando los jesuitas llegaron a la selva ecuatoriana, a finales del siglo XIX, encontraron un puado

de nativos que habitaba en las faldas del Pungara Urco o Cerro de Brea, ubicado al oriente de la ciudad del Tena. Tras la catequizacin, los nativos asimilaron algunas creencias de la religin catlica y adoptaron el nombre de comunidad de San Pedro. Sin embargo, nunca dejaron de creer en sus dioses y diablos aborgenes. De ah que hasta la actualidad evitan acercarse al Pungara Urco. Segn ellos, conviene alejarse pues all viven los diablos.Los nativos cuentan que en una ocasin desaparecieron cuatro nios en el ro, y por ms que los buscaron no hallaron rastro alguno. As pasaron varias semanas, hasta que dos mujeres fueron a traer agua y no regresaron jams. Preocupados por las desapariciones, los nativos consultaron a cuatro chamanes, sus guas espirituales. Los poderosos brujos, precedidos por el ms anciano del grupo, hicieron un ayuno ritual de cuatro das, bebieron ayahuasca y hablaron con los espritus de la selva. El ro se ha vuelto peligroso porque los diablos se han apoderado de l dijeron a la comunidad. Exigen un pago a cambio del agua. Una exclamacin de impotencia se escap de las gargantas indgenas. Los chamanes ofrecieron ayudar a la comunidad y ahuyentar a los diablos del ro. Para alejarlos es necesario emplear hierbas ceremoniales dijo el anciano. Pero antes hay que pagar cuatro sajinos y cuatro canoas llenas de pescado ahumado. Cumplido el pago, los brujos se prepararon para conjurar el lugar. Mientras tanto, por las tardes, uno de ellos acompaaba a las mujeres y a los nios al ro. All les mostraba las piedras a las que no podan acercarse, unas de color negro donde vivan los diablos. Una noche oscura y lluviosa, los cuatro chamanes se dirigieron al ro llevando ollas con extraas hierbas cocidas. Nadie ms asisti al ritual. Toda la noche se escucharon insultos, gritos, maldiciones y silbidos. La lluvia arreci con fuerza. El caudal del ro creci. Los animales de la selva enmudecieron. Al da siguiente, los cansados brujos informaron que haban expulsado a los diablos a otro lugar. Un tiempo despus, cuando pareca que la situacin haba vuelto a la normalidad, se vio un sajino por las orillas del ro. Un joven cazador lo sigui sigilosamente hasta el Pungara Urco. Se adentr en sus senderos y no regres ms. Los familiares y amigos fueron a buscarlo. Tomaron el mismo camino y escucharon unos gritos misteriosos, que los invitaban a continuar y perderse en el cerro. Atemorizados, volvieron por donde haban venido. Jams se supo nada del cazador. Quienes por desgracia se han aventurado a acercarse al Pungara Urco, en especial en las horas de la noche, dicen haber escuchado unos gritos desgarradores. A stos les sigue una risa diablica que se alarga como un eco y los llama insistentemente. Pocos han podido escapar de este llamado. En ocasiones aparecen por las chacras de la comunidad venados, guatusas, sajinos o pavas del monte, pero nadie los caza ni persigue. Los moradores de San Pedro no se dejan engaar. Saben que estos animales tratan de atraerlos al Pungara Urco, el Cerro de Brea donde viven los diablos.

EL SEOR DE LA SANDALIA Pocas esculturas religiosas poseen tantos nombres como una imagen de Cristo ubicada a la entrada del convento de San Agustn, en el centro histrico de Quito. Algunos devotos la llaman El Seor de la Portera; otros, El Seor de la Buena Esperanza. Para unos es El Cristo de la ltima Esperanza; para otros, El Seor de la Sandalia. Cuatro denominaciones para una misma imagen; cuatro denominaciones que tienen su origen en una leyenda. Una placa del patio central del convento, donde funciona el museo Miguel de Santiago, refiere dicha leyenda. Segn sta, en el ao 1652 lleg a las puertas del claustro una mula cargada de un pesado cajn, sola y sin un arriero que la dirigiera. Ningn viajero reclam por el animal aquel da. Al anochecer, el hermano portero comunic el hecho al Superior y ste orden descargar la mula, alimentarla en el huerto y guardar el cajn en un rincn de la portera, hasta que el dueo apareciera. Pero nadie se present en tres meses. Dado lo extrao del suceso, los sacerdotes y dos testigos abrieron el cajn y descubrieron una estatua de Cristo, la que llevaba una tnica de terciopelo y dos sandalias incrustadas de perlas, esmeraldas y rubes. Tras deliberaciones, los sacerdotes la pusieron en exhibicin pblica en la portera. Y de tal forma empezaron a llamarla. Los otros nombres se debieron tambin a sucesos extraos. Ocurri as que cierto da un joyero acus a Gabriel Cayamcela, jornalero pobre de la ciudad, de haber ido a su tienda a vender una de las sandalias del Seor. La indignacin del Quito de aquellos aos fue general. Las autoridades civiles y eclesisticas, rodeadas de un furioso gento, arrestaron a Cayamcela, le arrebataron la prenda robada y lo condujeron a la crcel. Soy inocente, soy inocente repeta con voz ahogada el acusado. El Seor sabe que no soy ladrn! En las indagaciones, el prisionero declar que desesperado por el hambre de sus hijos haba ido a postrarse ante la sagrada imagen, le haba implorado auxilio y entonces haba ocurrido un milagro. El Seor de la Portera haba extendido el pie derecho y haba dejado caer la sandalia en sus manos. Las autoridades encargadas del caso no podan creerlo. Tan descarada mentira mostraba que Cayamcela no tema ni a Dios ni a los hombres. Como acusado de robo y sacrilegio le espera la horca advirti el juez. Eso si es que antes la multitud no logra entrar aqu. El Seor no permitir una injusticia. l mismo dir que me regal la sandalia se defendi con serenidad el reo, y pidi ser llevado a la portera de San Agustn para que el Seor probara su inocencia.

Las autoridades civiles se opusieron a un traslado suicida, pues la crcel se hallaba a tres cuadras del convento. Afuera, la multitud gritaba amenazante; sin embargo, la conviccin del reo era tan fuerte que al final accedieron a llevarle. El recorrido de las tres cuadras fue cargado de tensin, como momentos antes de una tormenta. El gritero de la gente sigui de cerca al reo, custodiado por un piquete de policas. Todos deseaban presenciar el fin del sacrlego. La multitud no cupo en la portera de San Agustn. Con andar tembloroso, el acusado se postr de rodillas ante la imagen religiosa y or con esperanza, su ltima esperanza. Seor, vine a pedirte ayuda y t me regalaste tu sandalia. Como dicen que es ro bada, devulveme la honra. Cayamcela no haba terminado de rezar, cuando la multitud vio que la estatua de madera extenda el pie izquierdo y dejaba caer la otra sandalia en manos del hombre arrodillado. Milagro! Milagro! La devocin y el asombro resonaban en la portera de San Agustn, en el patio del convento, en la iglesia, en todo Quito. Tras postrarse de rodillas, persignarse y pedir perdn por acusar a un inocente, la multitud puso en libertad a Cayamcela y lo reconocieron como legtimo dueo de las sandalias. Segn la leyenda de la placa del convento, al final los fieles quiteos comprendieron que el Seor haba regalado sus sandalias. Y dado que conmova verlo descalzo, aquel mismo da hicieron una colecta pblica y se las compraron a Cayamcela por cuarenta mil pesos de plata. Desde entonces la imagen es conocida como el Cristo de la ltima Esperanza o El Seor de la Sandalia.

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