El Etnodesarrollo. Sus Premisas Jurídicas. Guillermo Bonfil Batalla
El Etnodesarrollo. Sus Premisas Jurídicas. Guillermo Bonfil Batalla
El Etnodesarrollo. Sus Premisas Jurídicas. Guillermo Bonfil Batalla
susPREMISAS JURIDICAS,
POLITICAS y DE
ORGANIZACION
GuillermoBonfil Batalla
Si por etnodesarrollo se entiende el ejercicio de la capacidad so
cial de un pueblo para construir su futuro, aprovechando para ello las
enseanzas de su experiencia histrica y los recursos reales y potencia-
les de su cultura, de acuerdo con un proyecto que se defina segn sus
propios valores y aspiraciones; entonces, el proceso de etnodesarrollo
exige el cumplimiento de un cierto nmero de condiciones o requi
sitos de diversa ndole. Aqu se abor,darn algunas de tales premisas, las
que caen en el orden de 10 jurdico y 10 poltico, y las que ataen al
mbito de la organizacin social.
A manera de breve introduccin cabe presentar un esquema
que ayuda a entender los tnninos en que aqu se emplea la nocin
de cultura propia, que resulta fundamental en la discusin del proce-
so de etnodesarrollo.
Hay una vieja y recurrente polmica en torno a los criterios con
que debe abordarsda temtica de la cultura propia de cualquier sacie
dad. Los extremos iran desde quienes sostienen, desde una posicin
que llamar etnogrfica, que todos los rasgos culturales presentes en la
vida de una comunidad humana deben ser entendidos como parte inte
grante de su cultura, hasta quienes afinnan, con 10 que llamar un cri
terio histrico, que la autntica cultura propia de un pueblo slo est
fonnada por sus rasgos originales, tanto ms autnticos cuanto ms ae
jos. Estoy simplificando, obviamente; pero 10 hago con el nimo de des
tacar un elemento comn a ambas posiciones extremas, que tambin
est presente, de una u otra manera, en los puntos de vista intennedios:
en todos los casos la cultura aparece como una categoria descriptiva.
Aun en tesis mucho ms elaboradas y sagaces, como la de Gramsci
sobre la cultura popular, se llega fmalmente a una concepcin semejan-
te: todo rasgo que expresa la cosrnovisin de las clases subalternas, foro
ma parte de su cultura -al mismo tiempo, es a travs del estudio e inter-
pretacin de esos rasgos como puede llegar a ser explcita la cosmovi-
sin de las clases subalternas.
133
Propongo aqu introducir una dimensin diferente que, en mi
opinin, contribuye substancialmente a desembrollar el problema, al
menos con visitas a la discusin del proceso de etnodesarrollo. Se tra
ta de la nocin de control cultural, que remite necesariamente al campo
de lo poltico.l/. Por control cultural entiendo la capacidad social de
decisin sobre los recursos culturales, es decir, sobre todos .
componentes de una cultura que deben ponerse en juego para identifi
car las necesidades, los problemas y las aspiraciones de la propia socie
dad, e intentar satisfacerlas, resolverlas y cumplirlas.
En un plano hipottico cabran dos situaciones lmite en cuanto
al grado -de control que una sociedad ejerce sobre su cultura: en un
extremo, el caso de un control absoluto, en el que la sociedad decide
autnomamente sobre todos los mbitos de su cultura; en el otro, el
caso en que el control desaparece por completo (y seguramente tambin
desaparece la sociedad como unidad social diferenciada). La realidad,
por supuesto, nos presenta mayoritariamente situaciones intermedias en
las que vara el grado y el mbito del control cultural. Es pertinente
subrayar que el control cultural, en tanto fenmeno social, es un pro-
ceso y no una situacin.esttica; aunque para fmes de descripcin ini
cial se pueda analizar como un momento de la historia.
Al introducir la nocin de control cultural resulta posible esta.
blecer una diferenciacin en el seno de la totalidad cultural. Pero no
una clasificacin que se base en criterios descriptivos (vida material =1=
vida espiritual; organizacin social =1= cultura), ni en categoras cerradas
contenidos estn preestablecidos (relaciones de produccin =1=
sino a partir de una dimensin poltica (capacidad
de decisin), que refiere a relaciones dinmicas y adIitite contenidos
diversos, no que slo es posible sustmciar en cada
situacin concreta.
Con el uso de la nocin de control cultural se pueden distinguir,
inicialmente, cuatro sectores dentro del conjunto total de una cultura,
como se esquematiza en el siguiente cuadro:
RECURSOS
DECISIONES
PROPIAS AJENAS
PROPIOS Cultura AUTONOMA Cultura ENAJENADA
AJENOS Cultura APROPIADA C\lltura IMPUESTA
Para mayor precisin conviene aclarar el sentido que se da aqu
a algunos de los trminos empleados en el esquema.
134
Recursos son todos los elementos de una cultura que resulta nece-
sario poner en juego para formular y realizar un propsito social. Sin
nimo de hacer una clasificacin definitiva, pueden identificarse al me-
nos cuatro grandes grupos de recursos:
a) materiales, que incluyen los naturales y los transformados;
b) de organizacin, como capacidad para lograr la participa-
cin social y vencer las resistencias;
c) intelectuales, que son los conocimientos -formalizados o
no- y las experiencias;
d) simblicos y emotivos: la subjetividad como recurso indis-
pensable.
Decisin se entiende como autonoma, es decir, como la capaci-
dad libre de un grupo social para optar entre diversas alternativas. Por
supuesto, es necesario relativizar el concepto de libertad, que no debe
entenderse en trminos absolutos; pero esta cuestin merece discusin
aparte.
Los aspectos que en el esquema caen en los rubros de cultura
autnoma y cultura apropiada, conforman un mbito cualitativa-
mente diferente de los que corresponden a la cultura enajenada y
a la cultura impuesta. La diferencia radica en que los primeros que-
dan bajo control cultural de la sociedad, si bien en uno de ellos (la
cultura apropiada) se utilizan recursos ajenos. Cultura autnoma y
cultura apropiada integran lo que aqu llamar cultura propia.
Volvamos ahora al proceso de etnodesarrollo. Resulta claro
que cualquier proyecto de etnodesaIrollo consistir en una amplia-
cin y consolidacin de los mbitos de la cultura propia, es decir,
en el incremento de la capacidad de decisin del propio grupo social,
tanto sobre sus recursos como sobre recursos ajenos de los que pueda
apropiarse. Y, consecuentemente, el etnodesarrollo se traducir en la
reduccin de los componentes enajenados e impuestos dentro de la to-
talidad cultural.
El problema queda planteado entonces en un nivel poltico:
impulsar o crear las condiciones para el etnodesarrollo implica, funda-
mentalmente, fortalecer y ampliar la capacidad autnoma de decisin.
De lo anterior se desprenden dos gruesas lneas de accin: por
una parte, la que buscara aumentar la capacidad de decisin, recupe
rando recursos hoy enajenados (la tierra, el conocimiento de la historia,
las tecnologas desplazadas) y fortaleciendo las formas de organiza-
cin que permiten el ejercicio del control cultural; todo ello incide
en un enriquecimiento de la cultura autnoma. En la segunda lnea
de accin, el objetivo sera aumentar la disponibilidad de recursos
136
136
ajenos susceptibles de quedar bajo control social del grupo: nuevas
tecnologas, habilidades y conocimientos, formas de organizacin para
la produccin y la administraciq, etc.; se trata, entonces, de ampliar
el sector de la cultura apropiada. En este ltimo proceso resulta indis-
pensable alcanzar una adecuacin real entre los contenidos de la cultura
autnoma y los nuevos recursos que se proponen para enriquecer la
cultura apropiada, porque slo de esa manera se puede garantizar el
efectivo control de stos por el grupo social.
Por supuesto que la dinmica de relacin entre los cuatro sectores
identificados dentro del conjunto cultural, es mucho ms compleja de
10 que hasta aqu se ha planteado. El control puede ser total o parcial,
directo o indirecto, .absoluto o relativo, en referencia a cualquier accin
cultural. Los procesos de resistencia, apropiacin, enajenacin e imposi-
cin se entrelazan en forma intrincada y variable segn el momento de
la correlacin de fuerzas que los impulsan. Slo el anlisis concreto de
cada situacin permite identificar los contenidos especficos de cada
uno de los cuatro mbitos culturales y diagnosticar las tendencias y,
en consecuencia, el tipo de acciones capaces de reforzar la cultura pro-
pia y fundamentar el etnodesarrollo.
Lo que importa recalcar es que las relaciones entre estos mbitos
de la cultudra sOln, en ltimaalinstancia, rela,cfiiones socialles. Y nodcual- .
quier tipo e re aciones soci es, sino especI lcamente re aciones e po-
der. En efecto, el incremento de la cultura impuesta y de la cultura
enajenada, visible hoy en muchas comunidades indgenas, no es el re-
sultado de. una confrontacin entre elementos culturales, como fre-
cuentemente se pretende hacer aparecer. Si se abandonan cultivos tra-
dicionales de subsistencia (que son cultura autnoma, porque los re
cursos son propios y sobre ellos se ejercen decisiones tambin propias,
basadas en conocimientos, habilidades tecnolgicas, formas de orga-
nizacin, hbitos de trabajo y de consumo, creencias y valores pro-
pios) por cultivos comerciales (que implican una cultura impuesta, por-
que ni los recursos -semillas, crditos, tecnologa- ni las decisiones
-precios, destino final, transformacin industrial- estn bajo control
de la comunidad), este cambio no puede entenderse en base a la mera
comparacin, al valor relativo del cultivo tradicional de autoconsumo
y el cultivo mercantil, sino a partir de las relaciones entre los grupos
sociales que promueven una u otra de las alternativas; es decir, a par-
tir de la fuerza que cada uno de ellos posee, de su poder poltico, de
su capacidad de presin y de hegemona. En este sentido, el etnode-
sanollo consiste en un cambio de la correlacin de fuerzas sociales,
un cambio poltico que incline la balanza -hoy favorable a los inte-
reses que impulsan los procesos de imposicin y enajenacin cultural-
a favor de los grupos sociales que pugna por el desarrollo de su cultura
propia (etnias, regiones, localidades). La inversin del actual proceso
cultural culminar solamente con la inversin, o al menos el equili-
brio, de las fuerzas polticas que estn en oposicin: por una parte,
los grupos con su cultura propia; por la otra, los que tienden a enaje-
nar esa cultura y a imponer una diferente.
Despus de este general, quiz demasiado abs-
tracto, podemos llevar el argumento a la discusin de algunas premi-
sas concretas que se desprenden como requisito para lograr el etnode-
sarrollo, en los campos poltico, jurdico y de organizacin social.
La primera condicin, la de mayor envergadura y trascenden-
cia, consiste en el reconocimiento de los diversos grupos tnicos como
unidades polticas en el seno de los estados nacionales de los que hoy
forman partes no diferenciadas.
Una vieja tradicin liberal que est en los orgenes de los esta-
dos latinoamericanos y una concepcin napolenica del estado, condu-
jeron a la negacin de una personalidad poltica propia a los pueblos in-
dios en la coyuntura histrica de la independencia. Se crey, en los
mejores momentos del pensamiero liberal, que la asignacin del esta-
tuto de ciudadano a cada individuo garantizaba por s misma la reali-
zacin de un proyecto democrtico; y se concibi, en consecuencia,
que la pluralidad cultural, la presencia de identidades diversas, la
existencia de grupos sociales organizados de diferente manera ("cor-
p'"lraciones", en el lenguaje liberal), resultaban no slo ajenas sino con-
a la consolidacin nacional, a la justicia, a la libertad y a la de-
mocracia. Los resultados fueron catastrficos para la poblacin india.
La independencia poltica de los estados latinoamericanos no corrigi,
en lo interno, muchos problemas bsicos que acarreaban los pueblos
indios desde la instauracin del rgimen colonial, y en cambio s ge-
ner una nueva embestida en gran escala contra las tierras, las formas
de organizacin y las identidades sociales de las comunidades tnicas.
Aunque la situacin actual vara sensiblemente de pas a pas,
hay un rasgo comn que caracteriza a la generalidad de la poblacin
india de Amrica Latina: el hecho de estos grupos sociales no son re-
conocidos como entidades diferenciadas dentro de la organizacin del
Estado. Se les reconoce, en algunos casos, ciertos derechos a la tierra
(en los resguardos de Colombia, las tierras comunales de Mxico, los
parques nacionales de Brasil, o las comunidades nativas de la selva
peruana); todo esto bajo un rgimen jurdico no generalizado, on do-
taciones insuficientes, a veces puramente virtuales y siempre bajo la
amenaza cierta de invasiones y expropiaciones,. Hay tambin, en pa-
ses como Brasil, estatutos jurdicos especiales para la poblacin india,
que pretenden asegurar su proteccin colocndolos bajo la tutela
del Estado en una condicin semejante a la de los menares de edad.
El nico caso de reconocimiento jurdico poltico de un pueblo indio
137
138
es el de los cuna o tule, a quienes el gobierno panameo reconoce
derechos territoriales, polticos y de organizacin interna, en tanto
segmento diferenciado de la poblacin del pas.
La situacin jurdica y administrativa referida a los derechos po-
lticos de los pueblos indios en cuanto tales, se agrava por la impo-
sicin de divisiones territoriales que fragmentan a los territorios t
nicos e imposibilitan la restitucin de las unidades socio-polticas de
muchos grupos tnicos. Un mismo pueblo resulta as dividido en varios
municipios, estados, departamentos o cantones; y, en ciertos casos,
est cortado por fronteras internacionales (los ppago entre Mxico
y Estados Unidos; los mam entre Guatemala y Mxico; los guajiros
entre Venezuela y Colombia; los shuar entre Per y Ecuador; lQs .
quechuas entre cinc'o o seis pases de la regin andina; los mapuche
entre Argentina y Chile). En un nivel poltico, ms all de las reser
vas, los resguardos o las tierras comunales, la divisin poltico ad
rninistrativa de los territorios tnicos se expresa como una realidad
impuesta y mantenida por los colonizadores en detrimento de la unidad
interna (histrica) de los pueblos indios, de sus posibilidades de orga-
nizacin y desarrollo, de sus propios perfIles civilizatorios. Porque en
este contexto la tierra es ms que un recurso econmico fundamental
para la sobrevivencia biolgica: es un territorio vinculado especfica
mente a cada pueblo por la historia y la cultura (una cultura y una hi!'.-
toria incomprensibles sin la referencia precisa a ese territorio).
El control de los recursos culturales, el fortalecimiento de 1d culo
tura autnoma a que aspira cualquier proyecto de etnodesarrollo, pa
sa, indispensablemente, por la restitucin y garanta de 10:; territorios
tnicos. Pero la constitucin de un territorio tnico va ms all del
trazo de nuevos permetros sobre un mapa: implica el reconocimien-
to de que ese territorio es de un pueblo y, por tant, conlleva la deci-
sin de aceptar a ese pueblo como una unidad social, jurdica y pol-
tica, capaz de ejercer decisiones sustantivas sobre ese territorio. De
ah la ineludible premisa del reconocimiento poltico de los pueblos
indios.
Es difcil generalizar, si se desea formular proposiciones viables
para una problemtica tan compleja y variada como la que presentan
los grupos tnicos en la regin latinoamericana. No es lo mism hablar
de Bolivia, con un 80 u 85
0
/0 de poblacin india, que de Brasil, con
un 0.2
0
/0. Hay pases, como Mxico, en los que si bien la poblacin
india es minoritaria a escala nacional, resulta abrumadoramente mayo-
ritaria en ciertas regiones, lo que abre posibilidades de reestructuracin
de las divisiones territoriales para que correspondan mejor a las carac-
tersticas reales de las sociedades .regionales. Las formas de reconoci-
miento y legitimacin jurdica de las sociedades indias como unidad,es
polticas, seguramente variarn en cada caso.
Cuando hablamos de reconocimiento poltico estamos hablando,
necesariamente, de autogestin, Pero los mbitos autogestionados y
el grado de autonoma con que se ejerza la autogestin al iniciarse el
proceso de etnodesarrollo, son cuestiones que requiere'n la evaluacin
cuidadosa de diversos factores. Para fines de esta discusin, asumiremos
que existe la voluntad y la decisifl poltica gubernamental para impul-
sar el etnodesarrollo; esta es una premisa que no se cumple hoy en
los estados latinoamericanos, pero sin ella resulta virtualmente impo-
sible proponer medidas para la planeacin de este proceso, el cual ocu-
rrir entonces por caminos difciles de predecir, pero que muy proba-
blemente sern violentos.
La capacidad potencial para la autogestin est relacionada direc-
tamente con la existencia de formas propias de organizacin social
que funcionen en el seno de la comunidad tnica. La nocin de for-
mas propias de organizacin tiene el mismo sentido que la nocin de
cultura propia: es decir, se refiere a las formas de organizacin social
que estn bajo el control cultural del grupo en cuestin, independiente-
mente de su origen histrico. La organizacin del trabajo domstico,
los mecanismos de socializacin y endoculturacin, las formas de tra-
bajo colectivo y cooperativo, las instituciones de gobierno local tra-
dicional, el desempeo de los especialistas en diversas tcnicas y cono-
cimientos, se cuentan entre los recursos de organizacin que muchos
gru:-os mantienen como parte de su cultura propia. Es a partir de la
activi'ad de esas instancias organizativas como puede impulsarse
un p r o ~ s o real de etnodesarrollo: legitimndolas, consolidando y am-
pliando progresivamente sus campos de control cultural, favoreciendo la
creacin de niveles ms complejos de organizacin (por ejemplo: tras-
cendiendo los marcos locales de organizacin y propiciando relaciones
a escala de todo el grupo tnico) y usando las existentes como est-
mulos para la generacin de nuevas formas de organizacin capaces de
controlar eficazmente otros campos culturales que en un momento
dado permanecen al margen de la cultura propia.
Innovacin y tradicin no son tendencias esencialmente opues-
tas. Menos an cuando la tradicin ha consistido en un proceso ince-
sante de ajustes, adaptaciones e innovaciones que han hecho posible
la supervivencia de un pueblo, como es el caso de la cultura tradicio-
nal de las comunidades indias. Es cultura, en efecto, pese a su aparien-
cia esttica (ms un concepto ideolgico creado como justificacin de
la dominacin, que una realidad histrica), es la resultante de la lucha
ancestral de los pueblos indios para resistir a la dominacin, para man-
tenerse al margen de los diversos mecanismos de explotacin que se in-
tenta imponerles, o para encontrar, en ltima instancia, las formas
d&coexistencia menos riesgosas que permitan, a pesar de todo, asegurar
139
140
la reproduccin de grupo como unidad social diferenciada. Anoto lo
anterior slo con la intencin de mostrar que la proposicin de apoyar
el" proceso de etnodesarrollo en las formas de organizacin propias, freo
cuentemente identificadas como tradicionales, no significa rechazar
la innovacin, ni privilegiar las formas "tradicionales" como las ni
cas vlidas o permanentes. Se afiena, por el contrario, que toda culo
tura -la propia, en primer trmino- es dinmica, cambiante dentro de
ciertos parmetros y conforme a ciertos ritmos, y que en el proceso
de etnodesarrollo se busca precisamente generar las condiciones que
permitan la creatividad y la innovacin, tanto mediante el desarrollo de
la cultura autnoma como a travs del enriquecimiento de la cultura
apropiada. Si se insiste en la conveniencia de iniciar el proceso apo
yndolo en la legitimacin y el reforzamiento de las formas de orga
nizacin ya existentes, es porque ese camino consolida en primer lugar
la cultura propia, que es la que habr de desarrollarse. En el campo de
lo subjetivo, el reconocimiento de esas formas "tradicionales" cuya
validez y utilidad han sido sistemticamente negadas, aportar un
elemento de confianza en las capacidades endgenas que resulta indis
pensable en todo proyecto de etnodesarrolIo.
La creacin de condiciones para el etnodesarrollo, en trminos
de organizacin social, jurdicos y polticos, exige la capacitacin de
cuadros procedentes del propio grupo. Este es un proceso complejo,
porque la estructura de dominacin y el etnocentrismo occidental
han impuesto como la forma superior de capacitacin aquella que logra,
en ltima instancia, la transformacin de los individuos capacitados en
repetidores ms o menos fidedignos de las ideas, los valores, las tcni-
cas y, en general, los modelos de vida del sector dominante. Esa es, al
menos, la realidad de muchos programas encaminados a formar "agen-
tes del cambio". El etnodesarrollo, evidentemente, requiere otro tipo
de cuadros, capaces de emprender la tarea de la descolonizacin cul-
tural y, simultneamente, impulsar la actualizacin de la cultura propia.
Estos nuevos cuadros no pueden ser individuos desarraigados de su
grupo de origen, prejuiciados contra su cultura, imitadores serviles de
formas y experiencias ajenas. Por lo contrario: estos cuadros (los
"intelectuales orgnicos" de los pueblos indios, si se quiere decir as)
debern capacitarse a partir de su propia cultura, en el conocimiento
de su verdadera historia, valorando sus propios recursos; y tambin,
por supuesto, debern adquirir conocimientos de los que ellos y sus
pueblos puedan apropiarse, y que hoy pertenecen slo a otras clasl:S-._
y a otros pueblos como un resultado ms de la concentracin de riqueza
(en su sentido ms amplio) que fue posible merced al colonialismo.
Esto implica programas de capacitacin imaginativos, que requieren la
participacin real y constante de los propios pueblos indios; progra
mas que no acepten mecnicamente y sin crtica alguna las normas y
los procedimientos de la educacin escolar establecida y que conci-
ban el conocimiento y la experiencia de la cultura propia como un
recurso fundamental a desarrollar y no como obstculo a vencer. Hay
en este sentido, varias experiencias recientes que pueden aportar ense-
fianzas tiles. 2/.
Tampoco la formacin de nuevos cuadros, capacitados para el me-
jor manejo de los asuntos al interior y hacia el exterior del propio gru-
po tnico, conlleva necesariamente la disyuntiva entre "lo nuevo" o
"moderno" y lo "tradicional". En trminos de los sistemas de auto-
ridad y gobierno interno, por ejemplo, es perfectamente posible la
compatibilidad entre las instituciones propias ya establecidas y la gene-
racin paulatina, hecha por el propio grupo social, de espacios insti-
tucionales nuevos' para el desempeflo del nuevo tipo de cuadros que
se requieren para los diversos campos de la autogestin. Es decir, que
se pueden legitimar y aceptar jurdicamente las formas tradicionales
de gobierno local y/o regional, sin que ello implique cerrar las puer-
tas a especialistas del propio grupo que hoy no existen debido a la con-
dicin subalterna y en muchos casos cland,estina que guardan las for-
mas de organizacin social indgena. Al discutir este punto, frecuen-
temente aparecen las visiones colonizadas que niegan a priori la capaci-
dad de los pueblos indios para transformar su propia organizacin y su
cultura propia a fin de actualizarlas; y tras esta visin ideologizada, la
secuela de planes autoritarios o paternalistas que pretenden resolver
desde afuera y por arriba problemas que frecuentemente no existen,
o que se resolvern con mucha mayor facilidad cuando las decisiones
estn plenamente en manos de los propios pueblos indios.
El problema del idioma merece algunas consideraciones particu-
lares. Pese a que se reconoce en forma generalizada la importancia de
la lengua como vehculo de comunicacin, como universo simblico
fundamental y como sistema consustancial del pensamiento (no es mera
forma externa del pensamiento: es el pensamiento mismo), en Amrica
Latina perdura una visin prejuiciada sobre las lenguas indgenas entre
grandes sectores de las sociedades dominantes. Esta ideologa colonia-
lista se expresa en diversos niveles: desde el lenguaje popular cotidiano,
aferrado a llamar "dialectos", con un sentido claramente peyorativo,
a las lenguas indias, hasta la negativa sistemtica de los organismos p-
blicos a oficializar el uso de esas lenguas, a enseflarlas como lengua ma-
terna en las ecuelas correspondientes y a permitir su empleo libre en los
medios de comunicacin social masiva. Hasta la utilizacin de palabras
de origen indio, castellanizadas en algunos casos desde hace siglos e
incorporadas plenamente en el habla nacional, llega a ser combatida
como "corrupcin del idioma nacional" y estigmatizada como lenguaje
socialmente "bajo" (de "nacos", de "indios"). La reduccin del nmero
141
o del porcentaje de hablantes de lenguas indgenas, aunque a veces no
pase de ser una intencionada mentira estadstica, se despliega como un
logro educativo y se anuncia, con timbres de orgullo, como una prue-
ba de avance y progreso... la maciza, perenne presencia de la dicoto-
ma colonial entre "civilizacin y barbarie"...
No parece necesario argumentar aqu en favor de las lenguas ind-
genas; son los mismos argumentos que justifican el derecho de cualquier
sociedad a emplear y enriquecer su propio idioma, su propio pensa-
miento. La consecuencia es evidente e inevitable: en el orden jurdi-
co, la necesidad de reconocer oficialmente y darles pleno valor legal a
todas las lenguas de los pueblos indios; en el orden poltico, la obliga-
cin de abrir espacios para el ejercicio real de esas lenguas en un plano
de igualdad esencial frente al idioma mayoritario o dominante; en el
orden de organizacin, las modificaciones correspondientes en los sis-
temas escolares, en el manejo de los medios de comunicacin y en to-
dos los mbitos institucionales en los que el empleo de las lenguas in-
dgenas resulta necesario.
Siguiendo el hilo de estos planteamientos podramos abordar
muchos otros aspectos; sin embargo, creo que los temas centrales ya
han sido tocados y que debo emplear las ltimas pginas para intentar
un resumen de estas ideas, ya de por s muy condensadas en la expo-
sicin.
El etnodesarrollo puede entenderse como la capacidad autno-
ma de una sociedad culturalmente diferenciada para guiar su propio
desarrollo. Esa capacidad autnoma, en macrosociedades complejas y
plurales como las que integran la Amrica Latina de hoy, slo puede
alcanzarse si esas sociedades (en este caso, los pueblos indios), cons-
tituyen unidades polticas con posibilidad real de autodeterminacin,
es decir, de gobernarse a s mismas, de tomar sus propias decisiones,
en una serie de asuntos que constituyen el mbito de su etnodesarro-
110 o, en otras palabras, la ampliacin de su cultura propia, tanto en
su modalidad autnoma como en la apropiada. El ejercicio de la auto-
determinacin, cualquiera que sea el nivel que se considere, implica
alguna forma de organizacin del poder, lo que significa la constitu-
cin del grupo tnico como unidad poltico-administrativa, con autori-
dad sobre un territorio definido y con capacidades de decisin en los
mbitos que contituyen su proyecto de desarrollo. Dado que en los
pases latinoamericanos, salvo excepciones contadas, los pueblos in-
dios no han sido reconocidos como unidades poltico-administrativas
integrantes del Estado, ese reconocimiento se plantea como una pri-
mera condicin jurdica y poltica del etnodesarrollo. Las modalidades
que pueden revestir ese reconocimiento y los alcances de las capaci-
dades jurdicas de autogestin que implica, variarn, seguramente,
142
de acuerdo a las condiciones concretas de cada caso; sin embargo,
en esta materia el proyecto deseable deber comprender un proceso
de creciente autonoma.
La legitimacin de los grupos tnicos como unidades poltico-
administrativas diferenciadas se traduce, necesariamente, en el reco
nocimiento jurdico de sus propias formas de organizacin interna,
se refieran stas al gobierno local, al trabajo productivo, a la vida
comunal y familiar, o a los mbitos de expresin simblica. Todas
esas instituciones y formas de organizacin de la vida social encarnan
un conjunto de normas que usualmente se engloban bajo el trmi
no de "derecho consuetudinario"; tal cuerpo normativo es insepara
ble de la vida propia de cada sociedad, por 10 que su vigencia y su
legitimacin por parte de un Estado multitnico se convierte, tamo
bin, en un requisito para el etnodesarrollo. La posibilidad de que
el derecho consuetudinario de cada pueblo sea compatible con las
normas constitucionales del Estado del que forma parte, podra en-
sancharse si esa compatibilidad se entiende en trminos del espritu
de las leyes estatales y no con apego formal a su letra. Todo esto su-
pone un orden constitucional en plena vigencia, 10 que, por cierto,
no es el caso en muchos pases de la regin.
El problema lingstico exige una atencin prioritaria. La oficia
lizaci6n de todas las lenguas y la creacin, por parte del Estado, de las
condici>1es que hagan posible la libertad lingstica (es decir: la posi
bilidad de que cada comunidad y tambin cada individuo pueda optar,
sin condicionantes impuestos, por usar su lengua materna o la lengua
de relacin que emplea un Estado pluritnico), son medidas fundamen
tales para hacer viable cualquier proyecto de etnodesarrollo. Dada la
condicin subalterna, clandestina en muchos casos, en que se ejerce
actualmente el derecho a usar la lengua meterna entre la poblacin
india, la creacin de condiciones de igualdad frente al idioma decreta
do como nacional exige esfuerzos considerables para hacer posible el.
desarrollo real de esos "lenguajes prohibidos". Si bien no hay diferen-
cias cualitativas substanciales entre el idioma nacional y los idiomas
indgenas, s hay una condicin social radicalmente diferente, por 10
que resulta indispensable eliminar esa desigualdad mediante acciones
que estimulen efectivamente a las lenguas indias. Esas acciones se ubio
can de manera central en los terrenos de la educacin y de la comu
nicacin social.
El arranque de un proceso de etnodesarrollo demanda la capa-
citacin de cuadros especializados dentro de los propios grupos tnicos.
El papel central de estos nuevos especialistas consiste en contribuir a
conocer y ampliar los contenidos de la cultura autnoma de sus pueblos
y en participar de manera activa en el proceso de seleccin crtica y ade
143
144
cuacin de elementos culturales ajenos que deban incorporarse al m-
bito de la cultura apropiada. Por ello, los programas de capacitacin
debern disearse cuidadosamente a fin de asegurar que la base de la
formacin sea la cultura propia y, en torno a ella pero nunca en lu-
gar de ella, incluya los conocimien!os y prcticas ajenos que resulten
necesarios para formar un personal de enlace entre la cultura propia
y la universal. Una capacitacin desindianizante significa la negacin
de cualquier proyecto de etnodesarrollo.
Finalmente, agrego una consideracin de orden general. La pla-
neacin y la instrumentacin de un programa de etnodesarrollo debe
ser, por definicin, asunto interno de cada pueblo. La [uncin del Es-
tado a travs de sus diversas agencias, de los expertos, o de personas in-
teresadas simplemente en apoyar la va del etnodesarrollo, no consiste
en definir ste ni en llevarlo a cabo, sino en contribuir a "'Crear las
condiciones que lo hagan posible. Esto significa transformar radical-
mente el contexto social, econmico, poltico e ideolgico de las so-
ciedades latinoamericanas que han impedido el florecimiento de las
capacidades civilizatorias de los pueblos indios.
NOTAS
1/
Discuto con mayor amplitud estos problemas en el ensayo "Lo propio
y lo ajeno", Revista Mexicana de Ciencias Polticas y Sociales (en prensa).
1;/
En el caso de Mxico, por ejemplo, el Programa de Formacin Profesional
de Etnotingistas (SEP-INI-CIESAS) y los cursos de capacitacin de pro-
motores culturales (DGCP-SEP).
145