Pedagogía y Política de La Esperanza Giroux
Pedagogía y Política de La Esperanza Giroux
Pedagogía y Política de La Esperanza Giroux
in
3
Henry A. Giroux
Pedagoga y poltica de la
esperanza
Teora, cultura y enseanza
Pedagoga y poltica
de la esperanza
Pedagoga y poltica de
la esperanza
Teora, cultura y enseanza
Una antologa crtica
Henry A. Giroux
Amorrortu editores
Buenos Aires - Madrid
370.1
GIR
Giroux, H e n r y A.
P e d a g o g a y poltica de la e s p e r a n z a : teora,
c u l t u r a y e n s e a n z a : u n a antologa crtica.- 1" ed.B u e n o s Aires : A m o r r o r t u , 2 0 0 3 .
3 8 4 p. ; 23x14 cm.- (Agenda e d u c a t i v a )
T r a d u c c i n de: Horacio P o n s
I S B N 950-518-829-3
I. T t u l o - 1. P e d a g o g a - T e o r a
Impreso en los Talleros Grficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en octubre de 2003.
Tirada de esta edicin: 2.000 ejemplares.
2. Cultura y racionalidad en el
pensamiento de la Escuela de Francfort:
fundamentos ideolgicos de una teora de
la educacin social
Historia y antecedentes
El Instituto de Investigacin Social (Institut fr SozialCorschung) se cre oficialmente en Francfort, Alemania, en
febrero de 1923, y fue la sede original de la Escuela de
Francfort. Establecido por un acaudalado comerciante de
granos llamado Felix Weil, en 1930 el Instituto qued finalmente bajo la direccin de Max Horkhcimer. Mientras ejerci ese cargo, se unieron al Instituto la mayora de los miembros que ms adelante conoceran la fama. Entre ellos se
contaban Erich Fromm, Herbert Marcuse y Theodor Adorno. Como lo seala Martin J a y (1973) en su hoy clebre
liistoria de la Escuela de Francfort:
Si puede decirse que en los primeros aos de su historia el
Instituto se consagr principalmente a un anlisis de la infraestructura socioeconmica de la sociedad burguesa, luego de 1930 el inters primordial estuvo en su superestructura cultural (pg. 21).
La modificacin del inters terico del Instituto fue pronto seguida por un cambio geogrfico en su ubicacin. Amenazado por los nazis debido a la confesa orientacin marxista de su trabajo y a que la mayora de sus miembros eran
judos, en 1933 el Instituto se vio obligado a mudarse por
corto tiempo a Ginebra. Al ao siguiente se traslad a Nueva York, donde funcion en las instalaciones de la Universidad de Columbia. La emigracin a Nueva York fue seguida
por una estada en Los Angeles, California, en 1941; por ltimo, hacia 1953 el Instituto volvi a establecerse en Francfort, Alemania.^
' Es importante sealar que Erich Fromm y Herbert Marcuse permanecieron en Estados Unidos. En realidad, esta separacin geogrfica puede
63
64
lorico y terico, podemos empezar ahora a abstraer categoras y modos de anlisis que se refieren a la naturaleza de la
enseanza tal como es en la actualidad, y a sus posibilidades de convertirse en una fuerza favorable al cambio social.
66
()7
68
ra y la prctica, la verdad y los hechos. El pensamiento filosfico se convierte en pensamiento afirmativo; la crtica filosfica critica dentro del marco societal y estigmatiza las
nociones no positivas como meras especulaciones, sueos o
fantasas (pg. 172).
Ajuicio de Horkheimer (1972), el positivismo presentaba una visin del conocimiento y la ciencia que despojaba a
ambos de sus posibilidades crticas. El conocimiento se reduca a la incumbencia exclusiva de la ciencia, y esta misma
se subsuma en una metodologa que limitaba la actividad
cientfica a la descripcin, clasificacin y generalizacin de
fenmenos, sin inters alguno en distinguir lo no importante de lo esencial (pg. 5). Acompaa este juicio la idea de
que el conocimiento deriva de la experiencia de los sentidos
y que el ideal que persigue se concreta en la forma de un
universo matemticamente formulado y deducible de la menor cantidad posible de axiomas, un sistema que asegura el
clculo de la ocurrencia probable de todos los acontecimientos (Horkheimer, 1972, pg. 138).
Para la Escuela de Francfort, el positivismo no representaba una denuncia de la ciencia; antes bien, haca eco a la
idea de Nietzsche (1966) de que la marca distintiva de
nuestro siglo XIX no es la victoria de la ciencia, sino la del
mtodo cientfico sobre la ciencia (pg. 814). En esta perspectiva, la ciencia quedaba apartada de la cuestin de los fines y la tica, considerados insignificantes porque desafiaban la explicacin en trminos de estructuras matemticas (Marcuse, 1964, pg. 147). De acuerdo con la Escuela
de Francfort, la eliminacin de la tica en la racionalidad
positivista suprime la posibilidad de autocrtica o, ms esjiecficamente, el cuestionamiento de su propia estructura
normativa. En la visin positivista del mundo, los hechos
ae separan de los valores, la objetividad socava la crtica, y
la idea de que la esencia y la apariencia pueden no coincidir carece de sentido. Este ltimo punto resulta particularmente claro en el pronunciamiento del Crculo de Viena:
La concepcin de que el pensamiento es un medio de conocer el mundo ms apto que la observacin directa (...) nos
parece completamente misteriosa (Hahn, 1933, pg. 9). Segn Adorno, la idea de librarse de los valores se ajustaba
perfectamente a la perspectiva positivista, que iba a insistir
69
70
71
ta. La afirmacin sugiere, en cambio, una relacin particular con el statu quo, que en algunas situaciones es conscientemente poltica, mientras que en otros casos no lo es. En
otras palabras: en la postura mencionada, la relacin con el
statu quo es conservadora, pero no es conscientemente reconocida por quienes contribuyen a reproducirla.
72
73
tividad y el conocimiento humanos a la vez como un producto y una fuerza en la configuracin de la realidad social, pero no lo hace simplemente para proclamar que los seres humanos dan significado al mundo, una posicin que siempre
abund en la sociologa del conocimiento (Adorno, 1967). En
lugar de ello, el pensamiento dialctico, como forma de crtica, sostiene que hay un lazo entre conocimiento, poder y
dominacin. De ese modo se reconoce que algn conocimiento es falso y que el propsito ltimo de la crtica debera ser
el pensamiento crtico en beneficio del cambio social. Por
ejemplo, como ya lo mencion, se puede ejercer el pensamiento crtico y no caer en la trampa ideolgica del relativismo, en el cual el supuesto de que hay que atribuir igual peso
a todas las ideas niega la nocin de crtica. Marcuse (1960)
seala la conexin entre pensamiento y accin en el pensamiento dialctico:
El pensamiento dialctico se inicia con la experiencia de
que el mundo no es libre; vale decir, que el hombre y la naturaleza existen en condiciones de alienacin, existen como
"distintos de lo que son". Cualquier modo de pensamiento
que excluya esta contradiccin de su lgica es lgica defectuosa. El pensamiento "correspondo" a la realidad slo
cuando la transforma comprendiendo su estructura contradictoria. En este aspecto, el principio de la dialctica hace
que el pensamiento trascienda los lmites de la filosofa.
Comprender la realidad significa comprender lo que las
cosas realmente son, y esto, a su vez, implica rechazar su
mero carcter fctico. El rechazo es tanto el proceder del
pensamiento como el de la accin (. ..) De tal modo, el pensamiento dialctico se vuelve negativo en s mismo. Su funcin consiste en quebrar la autoconfianza y el autoconformismo del sentido comn, socavar la siniestra fe en el poder
y el lenguaje de los hechos, demostrar que la falta de libertad est a tal extremo en el ncleo de las cosas, que el desarrollo de sus contradicciones internas conduce necesariamente al cambio cualitativo: la explosin y la catstrofe del
estado establecido de las cosas (pg. ix).
Segn la Escuela de Francfort, todo pensamiento y toda
teora estn atados a un inters especfico en pro del desarrollo de una sociedad sin injusticia. La teora, en este caso.
74
^ En Arato y Gebhardt (1979) A critique of methodology, especialmente pgs. 371-406, se encontrar un excelente anlisis de esta cuestin.
"* Vase, por ejemplo, el debate entre Tanner y Tanner (1979) y Pinar
(1980) en torno de esta cuestin.
75
76
77
Conclusin
En sntesis, Adorno, Horkheimer y Marcase nos suministraron formas de anlisis histricos y sociolgicos que sealaban la premisa y las limitaciones de la actual racionalidad dominante, tal como se desarroll en el siglo XX. Ese
anlisis tom como punto de partida la conviccin de que
para que los seres humanos autoconscientes actuaran colectivamente contra los modos de racionalidad tecnocrtica
que impregnaban el lugar de trabajo y otras esferas socioculturales, su comportamiento tena que estar precedido y
mediado por un modo de anlisis crtico. En otras palabras,
la condicin previa para una accin semejante era una forma de teora crtica. Pero es importante destacar que al
vincular la teora crtica a las metas de la emancipacin
social y poltica, la Escuela de Francfort redefini la nocin
misma de racionalidad. Que ya no era simplemente ejercicio
del pensamiento crtico, como haba sido su anterior contrapartida iluminista. Ahora, la racionalidad se converta en el
nexo de pensamiento y accin en pro de la liberacin de la
comunidad o la sociedad en su conjunto. Como racionalidad
ms elevada, contena un proyecto trascendente en el que la
libertad individual se fusionaba con la libertad social. Marcuse (1964) enunci la naturaleza de esa racionalidad al
afirmar que:
a. ofrece la perspectiva de preservar y mejorar las conquistas productivas de la civilizacin;
b. define la totalidad establecida en su propia estructura, tendencias bsicas y relaciones;
c. su realizacin brinda una mayor posibilidad a la pacificacin de la existencia, dentro del marco de instituciones que, por su parte, ofrecen ms oportunidades al libre desarrollo de las necesidades y facultades
humanas (pg. 220).
78
la sexualidad (Aronowitz, 1981). Para la Escuela de Francfort, el cambio de las condiciones socioeconmicas haba hecho insostenibles las categoras marxistas tradicionales de
las dcadas de 1930 y 1940. Estas ya no eran adecuadas para entender la integracin de la clase obrera en Occidente o
los efectos polticos de la racionalidad tecnocrtica en el mbito cultural.
Desde la ptica de la Escuela de Francfort, el papel de la
cultura en la sociedad occidental se haba modificado con la
transformacin que convirti a la racionalidad iluminista
crtica en las formas represivas de la racionalidad positivista. Como resultado del desarrollo de nuevas capacidades
tcnicas, mayores concentraciones de poder econmico y
modos ms sofisticados de administracin, la racionalidad
de la dominacin expanda cada vez ms su influencia hasta esferas exteriores a la sede de la produccin econmica.
Bajo el signo del taylorismo y la gestin cientfica, la racionalidad instrumental extenda su influencia de la dominacin de la naturaleza a la dominacin de los seres humanos.
De tal modo, instituciones culturales de masas como las
escuelas asumieron un nuevo papel en la primera mitad del
siglo XX, como un determinante y un componente fundamental de la conciencia social (Aronowitz, 1976, pg. 20).
De acuerdo con la Escuela de Francfort, esto significaba que
el mbito cultural constitua ahora un lugar central en la
produccin y transformacin de la experiencia histrica.
Como Gramsci (1971), Adorno y llorklieimer (1972) sostenan que la dominacin haba adoptado una nueva forma.
En vez de ejercerse primordialmente mediante el uso de la
fuerza fsica (el ejrcito y la polica), el poder de las clases dirigentes se reproduca ahora por una forma de hegemona
ideolgica; es decir, se estableca principalmente mediante
el imperio del consenso, y se transmita por conducto de instituciones culturales como las escuelas, la familia, los medios masivos de comunicacin, las iglesias, etc. Para expresarlo brevemente, la colonizacin del lugar de trabajo se
complementaba ahora con la colonizacin de todas las otras
esferas culturales (Aronowitz, 1973; Enzensberger, 1974;
Ewen, 1976).
A juicio de la Escuela de Francfort, la cultura, como todos los otros aspectos de la sociedad capitalista, se haba
80
81
zacin del producto como las pelculas del Oeste, familiares para cualquier espectador de cine y a la racionalizacin de las tcnicas de distribucin (. . .) [y] no estrictamente al proceso de produccin (pg. 14).
En el ncleo de la teora de la cultura propuesta por
Horkheimer, Adorno y Marcase haba un intento de desenmascarar, mediante una invocacin y una demostracin de
la crtica, la forma en que la racionalidad positivista se manifestaba en el reino cultural. Por ejemplo, estos autores
criticaban ciertos productos culturales, como el arte, porque excluan los principios de resistencia y oposicin que
otrora haban impregnado su relacin con el mundo, al mismo tiempo que contribuan a desenmascararlo (Horkheimer, 1972). De igual modo, para Marcuse (1978), la verdad
del arte radica en su poder de romper el monopolio de la realidad establecida (esto es, de quienes la establecieron) para
definir qu es real. En esta ruptura (. . .) el mundo ficticio
del arte aparece como verdadera realidad (pg. 9). La Escuela de Francfort sostena que en la sociedad unidimensional el arte deshace, en vez de destacar, la diferencia entre la
representacin y la posibilidad de una verdad ms elevada o
un mundo mejor. En otras palabras, en el verdadero espritu de la armona positivista, el arte se convierte simplemente en un espejo de la realidad existente, y al hacerlo la afirma. En el ultrarrealismo del cuadro de las latas de sopa
Campbell, de Warhol, o en las pinturas estajanovistas del
realismo socialista, el recuerdo de una verdad histrica o la
imagen de un mejor modo de vida quedan sumidos en la impotencia.
Los dictados de la racionalidad positivista y la mutilacin concomitante del poder de la imaginacin tambin se
encarnan en las tcnicas y formas que modelan los mensajes y el discurso de la industria cultural. Ya sea en el hartazgo de tramas, gags o historias intercambiables o en el acelerado ritmo del desarrollo de un filme, la lgica de la estandarizacin reina suprema. El mensaje es el conformismo, y
el instrumento para alcanzarlo es la distraccin, que se presenta orgullosamente como un escape de la necesidad del
pensamiento crtico. Bajo la frula de la industria cultural,
el estilo subsume la sustancia, y el pensamiento se convierte en una ocurrencia tarda con la entrada prohibida al tem-
82
|)lo de la cultura oficial. Marcuse (1972) expone este argumento mejor que nadie en el siguiente comentario:
Al convertirse en componentes de la forma esttica, las palabras, los sonidos, las formas y los colores quedan aislados
(le su uso y funcin conocidos y corrientes (. ..) Ese es el loj^'ro del estilo, que es el poema, la novela, la pintura, la com|)osicin. Al someter la realidad a otro orden, el estilo, encarnacin de la forma esttica, la somete a las leyes de la
belleza. Verdadero y falso, bien y mal, dolor y placer, calma
y violencia se convierten en categoras estticas dentro del
marco de la obra. As, privadas de su realidad (inmediata),
ingresan en un contexto diferente, en que aun lo horrible, lo
cruel y lo enfermo son partes de la armona esttica que gobierna el todo (pgs. 98-9).^
En la reduccin de la cultura a la distraccin hay un significativo mensaje intrnseco, que apunta a la raz del ethos
de la racionalidad positivista, esto es, la divisin estructural
entre trabajo y juego. En ella, el trabajo se confina en los im|)erativos de la faena montona, el tedio y la impotencia para la vasta mayora, mientras que la cultura se convierte en
el vehculo mediante el cual se puede huir de esa fatiga. La
fuerza del anlisis de la Escuela de Francfort estriba en su
desenmascaramiento del fraude ideolgico que constituye
esta divisin del trabajo. En lugar de ser un escape del proceso laboral mecanizado, el reino cultural se convierte en
^ Es importante la implicacin que la idea de Marcuse tiene para la crtica educativa, en particular los anlisis de las ideologas implcitas en el
diseo de libros de texto. Frances Fitzgerald (1979) ilustra este uso al analizar algunos manuales recientes de estudios sociales: El uso de todo este
arte y diseo de alta calidad encierra cierta irona. Las fotografas decimonnicas de nios trabajadores o de los bajos fondos urbanos son tan hermosas que trascienden su tema. Mirarlas, o mirar la pintura de Victor Gatto
sobre el incendio de la fbrica Triangle Shirtwaist, no es ver la miseria o la
fealdad sino un objeto de arte. En los captulos modernos, el contraste
entre los depsitos de chatarra y los ros contaminados luce tan tentador
como las fotos de comida de Gourmet. El libro tal vez ms riguroso en su
descripcin de los problemas modernos ilustra los horrores de las pruebas
nucleares con una linda foto del cuadro de Ben Shahn sobre la explosin en
Bikini, y la posibilidad de un desastre ecolgico global, con una fotografa
en colores del planeta, sobre el que se arremolina su manto de nubes blancas (pgs. 15-6).
83
84
85
86
modo haba cometido un desatino tanto terico como poltico. En efecto: en el plano terico, el marxismo europeo de la
dcada de 1920 no haba logrado elaborar una muy necesaria psicologa poltica debido a su indiferencia hacia las
cuestiones de la subjetividad y la poltica de la vida cotidiana. Por otro lado, cometa un error poltico porque, al pasar
por alto el inters de cuestiones como la motivacin humana, la naturaleza del deseo del hombre y la importancia de
sus necesidades como componentes fundamentales de una
teora del cambio poltico, haba entregado a Hitler y al
fascismo la oportunidad de movilizar a grupos obreros y de
clase media comprometiendo sus emociones y apelando por
tcnicas propagandsticas a importantes necesidades psquicas, como la solidaridad, la comunidad, el nacionalismo,
la identidad, etc. Vale la pena citar a Reich (1971) sobre esta
cuestin:
Un elemento en la causa fundamental del fracaso del socialismo slo un elemento, pero importante, que ya no debe ignorarse ni considerarse como secundario es la ausencia de una teora vlida de la psicologa poltica (. ..) Esta
debilidad de nuestra parte se convirti en la mayor ventaja
del enemigo de clase, el arma ms poderosa del fascismo.
Mientras nosotros ofrecamos a las masas soberbios anlisis histricos y tratados econmicos sobre las contradicciones del imperialismo. Hitler despertaba las races ms profundas de su ser emocional. Tal como lo habra dicho Marx,
dejamos la praxis del factor subjetivo a los idealistas; actuamos como materialistas mecanicistas y economicistas
(pg. 19).
Para Reich, los obstculos al cambio poltico podan superarse, en parte, si se estableca el lugar exacto del psicoanlisis dentro del marxismo (Jacoby, 1975, pg. 90). En
trminos reichianos (Reich, 1972), esto significaba revelar
cmo contribuan las mediaciones concretas ya se plantearan en forma de discurso, de relaciones sociales o de producciones de los medios masivos a generar la intemalizacin de valores e ideologas que inhiban el desarrollo de la
conciencia social individual y colectiva. En su precoz insistencia en la explicacin del papel del psicoanlisis dentro de
u n a perspectiva marxista, era central para Reich (1970,
88
Erich Fromm
Por ser uno de los primeros integrantes de la Escuela de
Francfort que mostr un inters sostenido en la obra de
Freud, Erich Fromm ocupa un importante lugar en el intento de situar el psicoanlisis dentro de un marco marxista.
Como Reich, Fromm se interes en las tentativas de Freud
89
Los tericos de la Escuela de Francfort crean que la profundidad y magnitud de la dominacin, tal como se daba
dentro y fuera del individuo, slo podan ser pasibles de modificacin y transformacin si se comprenda la dialctica
entre el individuo y la sociedad. As, para Adorno, Horkheimer y Marcuse, la insistencia de Freud en las constantes
luchas entre el deseo individual de gratificacin instintual y
la dinmica de la represin social representaba una pista
indispensable para entender la naturaleza de la sociedad y
la dinmica de la dominacin y liberacin psquicas. En los
siguientes comentarios, Adorno (1967) apunta a ello:
La nica totalidad que el estudioso de la sociedad puede
tener la presuncin de conocer es el todo antagnico, y si
pretende acaso alcanzarla, slo puede hacerlo en la contradiccin (. ..) Los elementos discrepantes que constituyen al
individuo, sus "propiedades", son invariablemente momentos de la totalidad social. En sentido estricto, l es una mnada que representa el todo y sus contradicciones sin ser,
pese a ello, consciente en ningn momento de ese todo
(pgs. 74-7).
A fin de explorar la profundidad del conflicto entre el individuo y la sociedad, la Escuela de Francfort aceptaba con
algunas modificaciones significativas la mayora de los supuestos ms radicales de Freud. Ms especficamente, el esquema terico freudiano contena tres elementos importantes para desarrollar una psicologa profunda. En primer lugar, Freud propona una estructura psicolgica formal con
la que los tericos de la Escuela de Francfort podan trabajar. Esto es, el esbozo freudiano de la estructura de la psique
lucha subyacente entre Eros (el instinto de vida), el instinto de muerte y el mundo exterior representaba u n a
concepcin clave en la psicologa profunda elaborada por
aquella escuela.
Segundo, los estudios psicopatolgicos de Freud, en particular su percepcin de la capacidad humana para la autodestruccin y su nfasis en la prdida de la estabilidad del
yo y la declinacin de la influencia de la familia en la sociedad contempornea, hacan un aporte significativo a los
anlisis de la Escuela de Francfort sobre la sociedad de masas y el ascenso de la personalidad autoritaria. Para esa es-
91
93
94
Para Marcuse (1955, 1970), la psicologa freudiana sentaba, como resultado de su anlisis de la relacin entre civilizacin y represin instintual, las bases tericas para comprender la distincin entre la autoridad socialmente necesaria y el autoritarismo. En efecto: en la interaccin de la
necesidad de trabajo social con la necesidad igualmente importante de sublimacin de la energa sexual, comienza a
resultar indiscernible la conexin dinmica entre dominacin y libertad, por un lado, y autoridad y autoritarismo, por
el otro. Freud presentaba el conflicto entre la necesidad instintiva individual de placer y la demanda de represin de la
sociedad como un problema insoluble, enraizado en una lucha transhistrica; como tal, sealaba la transformacin
continuamente represiva de Eros en la sociedad, junto con
la creciente tendencia a la autodestruccin. Marcuse (1970)
crea que la concepcin freudiana de la relacin entre la
civilizacin y la dinmica de los instintos requera u n a
correccin decisiva (pg. 20). En efecto: mientras Freud
vea la creciente necesidad de represin social e instintual,
Marcuse (1955, 1970) sostena que cualquier comprensin
de la represin social deba situarse dentro de un contexto
histrico especfico y juzgarse considerando si esos sistemas
de dominacin superaban sus lmites. Ignorar una distincin semejante era cancelar la posibilidad de analizar la
diferencia entre el ejercicio de la autoridad legtima y las
formas ilegtimas de dominacin. P a r a Marcuse (1955),
Freud haba omitido recoger en su anlisis la dinmica histrica de la dominacin organizada, por lo que le asignaba
la jerarqua y la dignidad de un desarrollo biolgico universal y no histricamente contingente.
Si bien Marcuse (1955) acepta la nocin freudiana de
que el conflicto central en la sociedad es el que existe entre
el principio de realidad y el principio de placer, rechaza la
idea de que el segundo tiene que ajustarse al primero. En
otras palabras, Freud (1949) crea que el precio de la civilizacin se paga confiscando la felicidad mediante la intensificacin del sentimiento de culpa (pg. 114). Este aspecto
es importante porque en el ncleo de la idea de Freud de
que la humanidad estaba condenada para siempre a desviar el placer y la energa sexual en un trabajo alienante,
haba una apelacin a una verdad transhistrica: la que
sostena que la escasez era inevitable en la sociedad y que el
95
96
97
esta sea una forma que puede adoptar, sino por la de resolver la tensin. Enraizado en una perspectiva semejante,
el instinto de muerte no slo se redefine: tambin se politiza, en la medida en que Marcuse (1955) sostiene que en una
sociedad no represiva se subordinara a las demandas de
Eros. En ese aspecto, Marcuse (1955, 1969) termina apoyando la idea de pensamiento negativo de la Escuela de
Francfort, pero con una importante salvedad. Insiste en su
valor como un modo de crtica, pero tambin en que est
fundada en condiciones socioeconmicas que pueden transformarse. As, no es la desesperacin suscitada por la naturaleza actual de la sociedad, sino la promesa de un futuro
mejor, lo que informa tanto el trabajo de Marcuse como sus
potencialidades como instrumento de crtica para los educadores sociales.
La significacin de su anlisis para la teora educativa
resulta obvia en los trabajos ms recientes de Pierre Bourdieu (1977 [con Passeronl, 1979), quien sostiene que la
escuela y otras instituciones sociales legitiman y refuerzan, mediante conjuntos especficos de prcticas y discursos, los sistemas de comportamiento y disposiciones do base
clasista que contribuyen a reproducir la sociedad dominante existente. En ese sentido, Bourdieu ampla las ideas de
Marcuse destacando una nocin de aprendizaje en la que el
nio internaliza los mensajes culturales de la escuela no slo por conducto del discurso oficial de esta (dominio simblico), sino tambin por medio de los mensajes encarnados en
las prcticas insignificantes de la vida diaria en el aula.
Vale la pena citarlo iii extenso con respecto a esta cuestin
(Bourdieu y Passeron, 1977):
[Las escuelas] asignan una importancia semejante a los
detalles aparentemente ms insignificantes de la ropa, el
porte, los modales fsicos y verbales (...) Los principios as
encarnados se sitan ms all del alcance de la conciencia y,
por lo tanto, no pueden ser afectados por una transformacin voluntaria y deliberada y ni siquiera es posible explicitarlos (.. .) Toda la jugarreta de la razn pedaggica radica,
precisamente, en la forma en que usurpa lo esencial mientras parece demandar lo insignificante: el respeto de las formas y formas de respeto que constituyen las manifestacio-
98
Conclusin
Si bien es imposible establecer en detalle cules podran
ser las implicaciones de la obra de la Escuela de Francfort,
para las teoras de la educacin social, puedo indicar brevemente algunas consideraciones generales. Creo que es evidente que el pensamiento de la Escuela de Francfort representa un gran desafo y estmulo para los tericos educativos que critican las teoras de la educacin social atadas a
paradigmas uncionalistas basados en supuestos extrados
de una racionalidad positivista. Por ejemplo, contra el espritu positivista que impregna la teora y la prctica educativas existentes, ya tomen la forma del modelo de Tyler o de
diversos enfoques sistmicos, la Escuela de Francfort propone u n anlisis histrico, as como un penetrante marco
filosfico, que denuncian la cultura ms general del positivismo, a la vez que permiten discernir cmo esta se incorpora al ethos y a las prcticas de las escuelas. Aunque hay una
99
masa creciente de literatura educativa que critica la racionalidad positivista en las escuelas, carece de la refinada
elaboracin de la obra de la Escuela de Francfort. Por otra
parte, aun algunas de las mejores historias de la teora curricular y la educacin social omitieron analizar los puntales positivistas del desarrollo curricular dentro de un
contexto histrico ms amplio, un contexto que demostrara
la relacin entre la cultura dominante del (jositivismo y los
mecanismos de la enseanza (Giroux, 1981a; Wexler, 1996).
De manera similar, la importancia de la conciencia histrica
como componente fundamental del pensamiento crtico en
el paradigma de la Escuela de Francfort croa un valioso
terreno epistemolgico para elaborar modos de crtica que
esclarezcan la interaccin de lo social y lo personal, por un
lado, y la historia y la experiencia privada, i)or el otro. Mediante esta forma de anlisis, el pensamiento dialctico
reemplaza las formas positivistas de investigacin social.
Vale decir que la lgica de la prediccin, la verificacin, la
transferencia y el operacionalismo es sustituida por un
modo dialctico de pensamiento que destaca las dimensiones histricas, relacinales y normativas de la investigacin
social y el conocimiento escolar.
Adems, la teora de la cultura de la Escuela de Francfort propone nuevos conceptos y categoras para analizar el
papel que juegan las escuelas como agentes de reproduccin
social y cultural. Al arrojar luz sobre la relacin entre poder
y cultura, la Escuela de Francfort permite ver cmo se constituyen y transmiten las ideologas dominantes por medio
de formaciones culturales especficas. En este sentido, el
concepto de cultura tiene una relacin particular con la base
material de la sociedad; y el poder explicativo de esa relacin debe encontrarse en la problematizacin del contenido
especfico de una cultura, su relacin con los grupos sociales
dominantes y subordinados, la gnesis sociohistrica del
ethos y las prcticas de las culturas legitimadoras y su papel
en la constitucin de relaciones de dominacin y resistencia.
Por ejemplo, cuando se seala que las escuelas son mbitos
culturales que encarnan valores y prcticas polticas conflictivas, resulta posible investigar cmo se las puede estudiar en cuanto expresin de la organizacin ms general de
la sociedad, particularmente en lo que se refiere a la naturaleza de clase y gnero del contenido, los mtodos y los modos
100
de investigacin educativa que caracterizan a la vida escolar. El estudio del lenguaje de Marcuse (1964), el anlisis de
la sociologa de la msica de Adorno (1976) y las investigaciones de Horkheimer (1972, 1974) sobre el fundamento
normativo de la teora representan un conjunto de construcciones tericas mediante las cuales se puede investigar la
naturaleza socialmente construida de la experiencia escolar
y sopesar las pretensiones de verdad de esas experiencias
en comparacin con la realidad de la sociedad vigente.
El tratamiento de la cultura como una entidad poltica
en la obra de la Escuela de Francfort tambin apunta a un
modo de anlisis mediante el cual los educadores pueden
elaborar teoras de la educacin social que atribuyan un papel central a la historia o el capital cultural que alumnos de
diferentes grupos llevan consigo a la escuela. No es poca cosa sostener que los alumnos necesitan afirmar sus historias
por medio del uso de un lenguaje, un conjunto de prcticas y
uj:a asigfjiatura que dignifiquen las construcciones y experiencias culturales que constituyen el tejido y la textura de
su vida cotidiana. Una vez establecida la naturaleza afirmativa de una pedagoga semejante, resulta posible que los
alumnos, en especial aquellos que tradicionalmente carecieron de voz en las escuelas, aprendan las aptitudes, el conocimiento y los modos de indagacin que les permitirn
analizar crticamente el papel cumplido por la sociedad actual tanto en la formacin como en la frustracin de sus
aspiraciones y metas. Por otra parte, es importante que esos
alumnos afronten lo que esta sociedad ha hecho de ellos, la
forma en que los incorpor material e ideolgicamente y lo
que necesitan afirmar y rechazar en sus propias historias a
fin de comenzar el proceso de lucha en pro de una existencia
autogobcrnada.
A diferencia de los modelos de orientacin funcionalista,
ya surjan de una tradicin conservadora o radical, la teora
de la cultura de la Escuela de Francfort tambin subraya la
importancia de la conciencia y la subjetividad en el proceso
de aprendizaje y autoformacin. Si bien es cierto que Adorno, Marcuse y Horkheimer dieron mucho peso en sus anlisis al concepto de dominacin y a la integracin de las masas a la sociedad existente, me parece que con ello pretendan poner de relieve las fuerzas de la dominacin social y
poltica en un momento en que era difcil entender e incluso
101
102
103
Referencias
bibliogrficas
104
105
106
107
108
109
110