Mentes, Cerebros y Programas. John R. Searle

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Mentes, cerebros y programas12

John R. Searle 1980

¿Qué significado deberíamos atribuir a los recientes esfuerzos por simular


computacionalmente las capacidades cognitivas humanas? Al responder esta pregunta
consideraré útil distinguir entre lo que llamo IA “fuerte” e IA “débil” o “cauta”. Según
la IA débil, el valor fundamental del computador en el estudio de la mente radica en que
nos brinda una herramienta muy poderosa. Por ejemplo, nos permite formular y poner a
prueba hipótesis de manera más rigurosa y precisa que antes. Pero de acuerdo a la IA
fuerte, el computador no es una mera herramienta en el estudio de la mente; más bien,
un computador programado apropiadamente es realmente una mente, en el sentido que
se puede decir que los computadores con los programas apropiados pueden literalmente
comprender y tener otros estados cognitivos. Y de acuerdo a la IA fuerte, debido a que
el computador programado tiene estados cognitivos, los programas no son meras
herramientas que nos permiten poner a prueba explicaciones psicológicas; más bien, los
programas son en sí mismos esas explicaciones. No tengo objeciones acerca de los
postulados de la IA débil, al menos en lo que concierne a este artículo. Mi discusión
estará dirigida a los postulados que he definido como IA fuerte, especialmente el que
señala que un computador programado de manera apropiada literalmente tiene estados
cognitivos, y que los programas, por consiguiente, explican la cognición humana.
Cuando me refiera a IA, es la versión fuerte expresada en estos dos postulados la que
tengo en mente.

Consideraré el trabajo de Roger Schank y sus colegas en Yale (ver, por ejemplo, Schank
y Abelson 1977), debido a que estoy más familiarizado con éste que con otros
postulados similares, y debido a que provee un ejemplo claro del tipo de trabajo que
deseo examinar. Pero nada de lo que sigue depende de los detalles de los programas de
Schank. Los mismos argumentos se aplicarían al SHRDLU de Winograd (1972), al
ELIZA de Weizenbaum (1965), y de hecho a cualquier simulación de los fenómenos
mentales humanos en una máquina de Turing.

Brevemente, y dejando de lado los detalles, podemos describir el programa de Schank


de acuerdo a lo siguiente: el objetivo del programa es simular la habilidad humana para
comprender historias. Es característico de las habilidades humanas para comprender
historias que permiten responder preguntas acerca de éstas, aún cuando la información
que entreguen no haya sido mencionada explícitamente en el texto. Entonces, por
ejemplo, supongamos que a Ud. le entregan la siguiente historia: “Un hombre fue a un
restaurante y pidió una hamburguesa. Cuando la hamburguesa llegó, estaba
completamente quemada, y el hombre salió furiosamente del restaurante sin pagar la

1
En Haugeland, J. (1997) Mind Design II. Cambridge, MA: MIT Press. Segunda edición 1997.
2
Traducción de Lucía Castillo I., estudiante de Magíster en Estudios Cognitivos, Universidad de Chile.
hamburguesa o dejar propina”. Ahora, si se le entrega la siguiente pregunta: “¿Se comió
el hombre la hamburguesa?”, usted probablemente responderá “No, no se la comió”. De
manera similar, si le entregan la siguiente historia: “Un hombre fue a un restaurante y
pidió una hamburguesa; cuando la hamburguesa llegó, el hombre se sintió muy
satisfecho con ella; y cuando se fue del restaurante le dejó al mozo una gran propina,
antes de pagar la cuenta”, y le preguntan “¿Se comió el hombre la hamburguesa?”,
probablemente responderá “Sí, se comió la hamburguesa”.

Ahora, las máquinas de Schank pueden, similarmente, responder preguntas sobre


restaurantes de esta manera. Para hacer eso, poseen una “representación” del tipo de
información que los seres humanos tienen acerca de los restaurantes, que les permite
responder preguntas como las hechas anteriormente, dada esa clase de historias. Cuando
a la máquina se le entrega la historia y se le hacen las preguntas, imprimirá respuestas
similares a las que esperaríamos que los seres humanos entregaran ante historias
similares. Los partisanos de la IA fuerte proclaman que en esta secuencia de preguntas y
respuestas la máquina no sólo está simulando una habilidad humana, sino también:

(a) Puede decirse que la máquina literalmente comprende la historia y responde las
preguntas; y

(b) Lo que la máquina y su programa hacen explica la habilidad humana para


comprender la historia y responder preguntas acerca de ésta.

Me parece que los postulados (a) y (b) no se sostienen en ninguna medida a partir del
trabajo de Schank, e intentaré demostrarlo en los párrafos siguientesi.

Una manera de poner a prueba cualquier teoría de la mente es preguntarse cómo sería si
nuestra propia mente realmente funcionara bajo los principios que la teoría sostiene para
todas las mentes. Apliquemos esta prueba al programa de Schank mediante el siguiente
Gedankenexperiment. Supongamos que estoy encerrado en una pieza y se me entrega un
gran lote de escritos en chino. Supongamos, además, como es realmente el caso, que no
conozco nada de chino, ni escrito ni hablado, y que ni siquiera confío en que pudiera
distinguir escritura china de escritura japonesa, o de dibujos sin sentido. Supongamos,
en seguida, que luego de este primer lote de escritura china se me entrega un segundo
lote de escritos en chino junto a un conjunto de reglas para correlacionar el segundo lote
con el primer lote. Las reglas están en inglés, y comprendo estas reglas tan bien como
cualquier hablante nativo de inglés. Me permiten correlacionar un conjunto de símbolos
formales con otro conjunto de símbolos formales, y lo único que significa “formal” aquí
es que puedo identificar estos símbolos enteramente por sus formas. Ahora supongamos
que se me entrega también un tercer lote de símbolos chinos junto a algunas
instrucciones, nuevamente en inglés, que me permiten correlacionar elementos de este
tercer lote con los otros dos lotes, y estas reglas me indican cómo debo entregar de
vuelta ciertos símbolos chinos de ciertas formas en respuesta a ciertas formas que se me
entregaron en el tercer lote.
Sin ser de mi conocimiento, las personas que me entregan estos símbolos llaman al
primer lote un “guión”, al segundo una “historia”, y al tercero “preguntas”. Aún más,
llaman a los símbolos que yo entrego de vuelta en respuesta al tercer lote “respuestas a
las preguntas”, y al conjunto de reglas en inglés que me entregaron, “programa”. Para
complicar un poquito este asunto, imagine que estas personas también me entregan
historias en inglés, las que entiendo, y luego me hacen preguntas en inglés acerca de
estas historias, y yo les respondo en inglés. Supongamos también que luego de un rato
me vuelvo tan bueno siguiendo las instrucciones para manipular estos símbolos chinos,
y los programadores se vuelven tan buenos escribiendo los programas, que, desde un
punto de vista externo –esto es, desde el punto de vista de alguien fuera de la pieza en la
que estoy encerrado-, mis respuestas a las preguntas son indistinguibles de las que
darían hablantes nativos de chino. Nadie que viese mis respuestas podría decir que no
hablo una palabra de chino. Supongamos, además, que mis respuestas a las preguntas en
inglés son, como lo serían sin duda, indistinguibles de las de otros hablantes nativos de
inglés, por la simple razón de que soy un hablante nativo de inglés. Desde un punto de
vista externo, desde el punto de vista de alguien leyendo mis “respuestas”, las
respuestas a las preguntas en chino y a las preguntas en inglés son igualmente buenas.
Pero en el caso chino, a diferencia del caso inglés, produzco las respuestas manipulando
símbolos formales sin interpretar. En lo que concierne al chino, simplemente me
comporto como un computador; realizo operaciones computacionales sobre elementos
formalmente especificados. Para los propósitos del chino, soy simplemente la
realización de un programa computacional.

Ahora, los postulados de la IA fuerte plantean que los computadores programados


entienden las historias, y que el programa en algún sentido explica el entendimiento
humano. Pero estamos ahora en la posición de examinar estos postulados a la luz de
nuestro experimento mental.

(a) En cuanto al primer postulado, me parece obvio, en el ejemplo, que no entiendo


una sola palabra de las historias chinas. Tengo inputs y outputs que son
indistinguibles respecto de los de un hablante nativo de chino, y puedo tener el
programa formal que se le antoje, pero aún así no entiendo nada. El computador
de Schank, por las mismas razones, no entiende nada de ninguna historia, ya sea
en chino, inglés o el idioma que sea, ya que en el caso chino el computador soy
yo, y en los casos en que el computador no soy yo, el computador no tiene nada
más que lo que yo tengo en el caso en que no entiendo nada.

(b) En cuanto al segundo postulado –que el programa explica el entendimiento


humano- podemos ver que el computador y su programa no entregan
condiciones suficientes para la comprensión, dado que el computador y el
programa están funcionando y no hay comprensión alguna. Pero, ¿entrega
siquiera alguna condición necesaria, o alguna contribución significativa al
entendimiento? Uno de los postulados de los defensores de la IA fuerte es el
siguiente: cuando yo comprendo una historia en inglés, lo que estoy haciendo es
exactamente lo mismo –o quizás más de lo mismo- que lo que estaba haciendo
en el caso de manipular símbolos chinos. Es simplemente más manipulación
formal de símbolos lo que distingue el caso en inglés, donde entiendo, del caso
en chino, donde no entiendo. No he demostrado que este postulado es falso, pero
ciertamente parecería increíble en el ejemplo.

La plausibilidad del supuesto se ha derivado de la suposición de que podemos construir


un programa que tenga los mismo inputs y outputs que los hablantes nativos, y, además,
de que asumimos que los hablantes tienen algún nivel de descripción en el que también
son implementaciones de un programa. Sobre la base de estas suposiciones, asumimos
que aún si el programa de Schank no explica completamente la comprensión, al menos
explica una parte del asunto. Esto es, supongo, una posibilidad empírica, pero no se ha
dado la más mínima razón para suponer que sea cierta, dado que lo que el ejemplo
sugiere –aunque de hecho no lo ha demostrado- es que el programa computacional es
irrelevante en mi comprensión de la historia. En el caso chino poseo todo lo que la
inteligencia artificial podría asignarme en términos de un programa, y no entiendo nada;
en el caso inglés lo comprendo todo, y no hay hasta el momento ninguna razón para
suponer que mi comprensión tiene algo que ver con programas computacionales –esto
es, con operaciones computacionales en elementos especificados sólo formalmente.

En tanto el programa se define en términos de operaciones computacionales sobre


elementos definidos exclusivamente de manera formal, lo que el ejemplo sugiere es que
éstos, en sí mimos, no poseen ninguna conexión interesante con la comprensión. No
constituyen, ciertamente, condiciones suficientes, y no se ha entregado la más mínima
razón para suponer que constituyan condiciones necesarias, o siquiera que su
contribución a la comprensión sea significativa. Es necesario considerar que la fuerza
del argumento no radica simplemente en que máquinas diferentes puedan tener los
mismos inputs y outputs operando bajo principios formales distintos –ése no es el punto
en lo absoluto- sino en que cualquier principio formal que pongas en el computador será
insuficiente para dar cuenta del entendimiento, dado que un ser humano será capaz de
seguir esos principios formales sin entender nada, y no se ha entregado ninguna razón
para suponer que sean necesarios o siquiera que contribuyan, ya que no hay razón para
suponer que cuando comprendo inglés estoy operando bajo algún programa formal.

¿Qué es, entonces, lo que tengo en el caso de las oraciones en inglés, que no tengo en el
caso de las oraciones en chino? La respuesta obvia es que sé lo que las primeras
significan, pero no tengo idea alguna del significado de las segundas. ¿En qué consiste
esto, y por qué no podríamos dárselo a una máquina, sea lo que sea? ¿Por qué no podría
dársele a una máquina lo que sea que tengo que me hace comprender las oraciones en
inglés? Volveré a estas preguntas luego de desarrollar mi ejemplo un poco más.

HE TENIDO LA OPORTUNIDAD de presentar este ejemplo a muchos investigadores


en inteligencia artificial y, curiosamente, no parecen estar de acuerdo respecto de cuál
sería la respuesta correcta. Obtengo una variedad sorprendente de respuestas, y en lo
que sigue consideraré las más comunes (especificadas de acuerdo a sus orígenes
geográficos). En primer lugar, quiero aclarar algunos malentendidos comunes acerca de
la “comprensión”. En muchas de estas discusiones uno se encuentra con maniobras muy
elaboradas acerca de la palabra “comprensión”. Mis críticos señalan que hay distintos
grados de comprensión, que “comprende” no es simplemente un predicado, que hay
incluso distintos tipos y niveles de comprensión, y que frecuentemente la ley del medio
excluido no se aplica directamente a afirmaciones de la forma “x comprende y”, que en
muchos casos si x comprende y es un tema sobre el que hay que decidir y no un simple
hecho. Y así sucesivamente.

Ante todos estos puntos quiero decir: “Por supuesto, por supuesto”. Pero no tienen nada
que ver con lo que está en discusión. Hay casos claros en los que “comprende” se aplica
y casos claros en los que no se aplica; y estos casos son todo lo que necesito para este
argumentoii. Yo comprendo historias en inglés; en un grado menor puedo comprender
historias en francés; en un grado aún menor, historias en alemán; y en chino, no
comprendo nada. Mi auto y mi calculadora, por el contrario, no comprenden nada; no
están en esta línea de trabajo.

Generalmente atribuimos “comprensión” y otros predicados cognitivos metafóricamente


y por analogía a automóviles, sumadoras y otros artefactos; pero estas atribuciones no
prueban nada. Decimos “La puerta sabe cuando abrir debido a sus celdas
fotoeléctricas”, “La sumadora sabe como (comprende como, es capaz de) hacer sumas y
restas pero no divisiones”, y “El termostato percibe cambios en la temperatura”. La
razón por la que hacemos estas atribuciones es interesante y tiene que ver con el hecho
que extendemos nuestra propia intencionalidad en los artefactosiii; nuestras herramientas
son extensiones de nuestros propósitos, y por lo tanto encontramos natural atribuirles
intencionalidad de manera metafórica. El sentido en que una puerta automática
“comprende las instrucciones” de sus celdas fotoeléctricas no es en lo absoluto el
sentido en que yo comprendo inglés.

Si el sentido en que los computadores programados de Schank comprenden historias se


supone que sea el sentido metafórico en que la puerta comprende, y no el sentido en que
yo entiendo inglés, no valdría la pena discutir el asunto. Newell y Simon escriben que el
sentido de “comprensión” que atribuyen a sus computadores es exactamente el mismo
que el de los seres humanos. Me gusta lo explícito de este postulado, y es este tipo de
afirmaciones el que consideraré. Defenderé que, en sentido literal, el computador
programado comprende lo mismo que el automóvil y la sumadora: absolutamente nada.
La comprensión del computador no es sólo (como en el caso de mi comprensión del
alemán) parcial o incompleta; es nula.

Ahora a las respuestas.

I LA RESPUESTA DEL SISTEMA (Berkeley): Mientras es cierto que una persona


individual encerrada en la pieza no comprende la historia, el hecho es que ésta es sólo
una parte de un sistema completo, y el sistema sí comprende la historia. La persona
tiene frente a sí un gran libro donde están escritas las reglas, tiene un montón de papel
para escribir y lápices para hacer los cálculos, tiene “bancos de datos” de conjuntos de
símbolos chinos. Ahora, la comprensión no se adscribe al individuo por sí sólo; sino al
sistema completo del cual él es parte.

Mi respuesta a la teoría del sistema es simple. Dejemos que el individuo internalice


todos los elementos del sistema. Él memoriza las reglas del libro y los bancos de datos
de símbolos chinos, y hace todos los cálculos en su cabeza. El individuo entonces
incorpora el sistema entero. No hay nada en el sistema que no pueda abarcar. Podemos
incluso deshacernos de la pieza y suponer que trabaja en el exterior. Del mismo modo,
no entiende nada de chino, y a fortiori tampoco el sistema, dado que no hay nada en el
sistema que no esté en él. Si él no entiende nada, entonces no hay modo en que el
sistema pudiese entender, porque el sistema no es más que una parte de él.

De hecho, me siento un poco avergonzado del sólo hecho de dar esta respuesta a la
teoría del sistema, debido a que la teoría me parece tan inverosímil desde un principio.
La idea es que mientras una persona no entiende chino, de algún modo la conjunción de
esa persona y algunos pedazos de papel podrían entender chino. No me resulta fácil
imaginar cómo alguien fuera de la ideología podría encontrar la idea verosímil en lo
absoluto. Sin embargo, creo que mucha gente comprometida con la ideología de la IA
fuerte podría, al fin y al cabo, sentirse inclinada a decir algo muy parecido a esto; por lo
que analicémoslo un poco más. De acuerdo a una de las versiones de esta visión,
mientras el hombre en el ejemplo de los sistemas internalizados no entiende chino en el
sentido que lo comprende un hablante nativo de chino (porque no sabe, por ejemplo,
que la historia se refiere a restaurantes y hamburguesas y ese tipo de cosas), “el hombre
como sistema de manipulación formal de símbolos” sí comprende chino. El subsistema
del hombre constituido por el sistema formal de manipulación de símbolos chinos no
debiese ser confundido con el subsistema para inglés.

Así que realmente hay dos subsistemas en el hombre; uno que comprende inglés, y el
otro chino, y “es sólo que los dos sistemas tienen muy poco que ver el uno con el otro”.
Pero, quisiera responder, no sólo tienen poco que ver el uno con el otro, sino que no son
ni remotamente similares. El subsistema que comprende inglés (asumiendo que nos
permitimos hablar en esta jerga de “subsistemas” por un momento) sabe que las
historias son acerca de restaurantes y comer hamburguesas y cosas así. Pero el sistema
chino no sabe nada de esto; mientras el sistema inglés sabe que “hamburguesas” se
refiere a hamburguesas, el sistema chino sólo sabe que luego de “garabato#$” viene
“garabato@%”. Lo único que sabe es que varios símbolos formales se introducen en un
lado y se manipulan de acuerdo a reglas escritas en inglés, y que luego otros símbolos se
expresan en el otro lado.

El punto importante del ejemplo original era discutir que esa manipulación de símbolos
en sí misma no puede ser suficiente para comprender chino en ningún sentido literal,
porque el hombre podría escribir “garabato@%” luego de “garabato#$” sin entender
nada de chino. Y no debilita el argumento el postular subsistemas dentro del hombre, ya
que los subsistemas no mejoran en nada la condición original del hombre; todavía no
tienen nada ni remotamente parecido a lo que tiene el hablante (o subsistema) de inglés.
De hecho, de acuerdo a la descripción del caso, el subsistema chino es simplemente una
parte del subsistema inglés, una parte que se hace cargo de la manipulación de símbolos
sin sentido de acuerdo a las reglas del inglés.

Preguntémonos qué se supone que motivó la respuesta del sistema en primer lugar –esto
es, ¿qué bases independientes podrían asumirse para decir que el agente debe tener un
subsistema dentro de sí que literalmente comprende historias en chino? Hasta donde
puedo ver, la única base está en que en el ejemplo tengo el mismo input y output que un
hablante nativo de chino, y un programa que va de uno a otro. Pero el punto del ejemplo
está en demostrar que eso no podría ser suficiente para la comprensión, en el sentido en
que yo comprendo historias en inglés, porque una persona, o el conjunto de sistemas
que constituyen una persona, podría tener la combinación adecuada de input, output y
programa, y aún así no entender nada en el sentido literal relevante en el que yo
entiendo inglés.

La única motivación para decir que debe haber un subsistema dentro de mí que
comprende chino es que tengo un programa y puedo pasar el test de Turing: puedo
engañar a hablantes nativos de chino (ver Turing 1950). Pero precisamente uno de los
puntos en discusión es la adecuación del test de Turing. El ejemplo muestra que podrían
haber dos “sistemas”, y que ambos podrían pasar el test de Turing, pero que de los dos
hay uno sólo que comprende; y no constituye un argumento contra este punto decir que,
ya que ambos pueden pasar el test de Turing, ambos deben comprender, dado que este
supuesto no apunta al argumento de que el sistema en mí que entiende inglés tiene
mucho más que el sistema que sólo procesa chino. En buenas cuentas, la respuesta del
sistema da por sentado que el sistema debe comprender chino, al insistir en esto sin
argumento alguno.

Además, la respuesta del sistema aparentemente conduce a consecuencias


independientes absurdas. Si vamos a concluir que debo poseer cognición sobre la base
de que tengo ciertos inputs y outputs y un programa entre unos y otros, parece ser que
todo tipo de subsistemas no-cognitivos se volverían cognitivos. Por ejemplo, mi
estómago tiene cierto nivel de descripción en el que procesa información, e implementa
un número indeterminado de programas computacionales, pero doy por sentado que no
pretendemos afirmar que tiene entendimiento. Sin embargo, si aceptamos la respuesta
del sistema, parece difícil evitar decir que estómago, corazón, hígado, etc. son todos
subsistemas que comprenden, dado que no hay un aspecto fundamental que nos permita
distinguir la motivación para decir que el subsistema chino comprende, de la motivación
para decir que el estómago comprende. (A propósito, decir que el sistema chino tiene
información como input y output mientras el estómago tiene comida y productos de esa
comida no es una respuesta apropiada, dado que, desde el punto de vista del agente,
desde mi punto de vista, no hay información ni en el chino ni en la comida; el chino no
es más que un montón de garabatos. La información en el caso chino radica únicamente
en los ojos de los programadores e intérpretes, y no hay nada que evite que traten los
inputs y outputs de mis órganos digestivos como información si así lo desean.)
Este último punto plantea ciertos problemas independientes para la IA fuerte, y es
válido apartarse un momento del tópico central para explicarlos. Si se pretende que la
IA fuerte sea una rama de la psicología, debe ser capaz de distinguir entre sistemas
genuinamente mentales y aquellos que no lo son. Debe ser capaz de distinguir los
principios que regulan el trabajo de la mente de aquellos que regulan los sistemas no-
mentales; de otra manera no nos ofrecerá ninguna explicación acerca de qué es
específicamente mental en lo mental. Y la distinción mental/no-mental no puede radicar
simplemente en el ojo del observador –debe ser intrínseca a los sistemas. Porque de otra
manera sería atributo de cualquier observador tratar a la gente como no-mental, y, por
ejemplo, a los huracanes como mentales, si así lo quisiera.

Pero frecuentemente en la literatura sobre IA la distinción se pierde de maneras que en


el largo plazo serán desastrosas para sostener la validez de la IA como investigación
cognitiva. McCarthy, por ejemplo, sostiene: “Puede decirse que máquinas tan simples
como un termostato tienen creencias, y tener creencias parece ser una característica de
muchas máquinas capaces de resolver problemas” (1979). Cualquiera que crea que la IA
tiene alguna oportunidad como teoría de la mente tiene que considerar las implicancias
de esta afirmación. Se nos pide que aceptemos como un descubrimiento de la IA fuerte
que el pedazo de metal en la pared que usamos para regular la temperatura tiene
creencias en exactamente el mismo sentido que nosotros, nuestras esposas y nuestros
niños, y más aún, que “la mayoría” de las demás máquinas en la pieza –teléfono,
grabadora, calculadora, interruptor de luz, etc.- también tienen creencias en este sentido
literal. No es el objetivo de este artículo argumentar contra el punto de McCarthy, por lo
que simplemente afirmaré lo siguiente sin mayor argumento. El estudio de la mente
parte del hecho que los humanos tienen creencias, y que los termostatos, teléfonos y
calculadoras no las tienen. Si logras generar una teoría que refute este punto, habrás
producido un contra-ejemplo de la teoría, y la teoría será falsa.

Uno se queda con la impresión de que la gente en IA que escribe este tipo de cosas
piensa que puede salirse con la suya simplemente porque no las toman en serio, y creen
que nadie más lo hará. Propongo, por un momento al menos, tomarlas en serio.
Concentrémonos por un minuto en qué sería necesario para establecer que ese pedazo
de metal ahí en la pared tiene creencias reales, creencias con dirección de ajuste,
contenido proposicional, y condiciones de satisfacción; creencias que tienen la
posibilidad de ser fuertes o débiles; creencias nerviosas, ansiosas o seguras; creencias
dogmáticas, racionales o supersticiosas; fe ciegas o elucubraciones vacilantes; todo tipo
de creencias. El termostato no es un candidato. Tampoco el estómago, hígado,
calculadora o teléfono. Sin embargo, dado que estamos tomando la idea en serio,
consideremos que su veracidad sería fatal para la propuesta de la IA fuerte como ciencia
de la mente, ya que ahora la mente estaría en todas partes. Lo que queríamos saber era
qué distingue a la mente de termostatos, hígados y demases. Y si McCarthy estuviese en
lo cierto, la IA fuerte no tendría ninguna esperanza de decírnoslo.

II LA RESPUESTA DEL ROBOT (Yale): Supongamos que escribimos un programa


distinto del de Schank. Supongamos que ponemos un computador dentro de un robot, y
que este computador no sólo acepta y entrega símbolos formales como input y output,
sino que además opera el robot de manera tal que el robot hace algo muy parecido a
percibir, caminar, moverse, clavar clavos, comer, beber –todo lo que Ud. quiera. El
robot podría, por ejemplo, tener asociada una cámara de televisión que le permitiera ver,
brazos y piernas que le permitieran actuar, y todo esto controlado por su cerebro de
computador. Un robot así podría, a diferencia del computador de Schank, tener
entendimiento genuino y otros estados mentales.

Lo primero que hay que considerar acerca de la respuesta del robot es que concede
tácitamente que la cognición no es solamente manipulación formal de símbolos, dado
que esta respuesta agrega un conjunto de relaciones causales con el mundo exterior.

Pero la réplica a la respuesta del robot es que agregar capacidades “perceptuales” y


“motoras” no agrega nada al entendimiento, en particular, ni a la intencionalidad, en
general, del programa original de Schank. Para evaluar esto, considere que el mismo
experimento mental se aplica al caso del robot. Suponga que, en vez de un computador
dentro del robot, me pone a mí dentro de la pieza, y me entrega, nuevamente, como en
caso chino original, más símbolos chinos con más instrucciones en inglés para ordenar
símbolos chinos con símbolos chinos y entregar símbolos chinos al exterior.

Ahora suponga que, sin que yo lo sepa, algunos de los símbolos chinos que se me
entregan vienen de una cámara de televisión asociada al robot, y otros símbolos chinos
que entrego sirven para que los motores dentro del robot muevan los brazos o las
piernas. Es importante enfatizar que todo lo que estoy haciendo es manipular símbolos
formales; no sé nada de estos otros hechos. Estoy recibiendo “información” de los
aparatos “perceptuales” del robot, y estoy entregando “instrucciones” a sus aparatos
motores, sin tener conocimiento de nada de esto. Soy el homúnculo del robot, pero a
diferencia del homúnculo tradicional, no tengo idea de lo que está pasando. No entiendo
nada salvo las reglas para la manipulación de símbolos. Ahora, en este caso, quiero
afirmar que el robot no tiene estados intencionales en lo absoluto; simplemente se
mueve como resultado de su cableado eléctrico y su programa. Y además, al
implementar el programa, yo tampoco tengo estados intencionales del tipo relevante.
Todo lo que hago es seguir instrucciones formales para manipular símbolos formales.

III LA RESPUESTA DEL SIMULADOR DE CEREBROS (Berkeley y MIT):


Supongamos que diseñamos un programa que no representa la información que tenemos
acerca del mundo, como la información de los guiones de Schank, sino que simula la
secuencia real de activación de neuronas que se produce en las sinapsis del cerebro de
un hablante nativo de chino cuando éste está comprendiendo historias en chino y dando
respuestas acerca de las mismas. La máquina recibe historias en chino y preguntas
acerca de esas historias como input, simula la estructura formal de un cerebro chino real
al procesar esas historias, y entrega respuestas en chino como output. Podemos incluso
imaginar que la máquina no opera con un solo programa serial, sino con todo un
conjunto de programas corriendo en paralelo, de acuerdo al modo en que suponemos
que operan los cerebros humanos reales al procesar un lenguaje natural. Ahora,
probablemente en este caso tendríamos que decir que la máquina comprende las
historias; y si nos negamos a decir esto, ¿no tendríamos que negar también que los
hablantes nativos de chino entiendan las historias? Al nivel de sinapsis, ¿cuál sería la
diferencia entre el programa del computador y el programa del cerebro chino?

Antes de enfrentar esta respuesta, quisiera apartarme del tema un momento para
considerar que esta es una respuesta muy extraña para un partisano de la inteligencia
artificial (funcionalismo, entre otros). Yo creía que la idea central de la IA fuerte era
que no necesitamos saber cómo funciona el cerebro para saber cómo funciona la mente.
La hipótesis básica, o al menos eso creía yo, era que hay un nivel de operaciones
mentales que consiste en procesos computacionales sobre elementos formales que
constituye la esencia de lo mental, y que puede ser ejecutado en diferentes soportes
computacionales. Sobre los supuestos de la IA fuerte, la mente es al cerebro como el
programa es al hardware, y por tanto podemos entender la mente sin necesidad de hacer
neurofisiología. Si tuviéramos que saber cómo funciona el cerebro para hacer IA, no nos
preocuparíamos de la IA.

Sin embargo, aún acercarnos tanto a las operaciones del cerebro no es suficiente para
producir comprensión. Para sostener esto, imagine que en vez de tener a un hombre
monolingüe en una pieza manipulando símbolos tenemos a un hombre operando un
complejo sistema de cañerías de agua con válvulas que las conectan entre sí. Cuando el
hombre recibe los símbolos chinos mira en su programa, escrito en inglés, cuáles
válvulas debe abrir y cuáles debe cerrar. Cada conexión de las cañerías de agua
corresponde a una sinapsis en el cerebro chino, y el sistema en su conjunto está
organizado para que, luego de las necesarias activaciones –esto es, luego de abrir y
cerrar las válvulas necesarias- la respuesta en chino emerja como output al final de la
serie de cañerías.

Ahora, ¿dónde está la comprensión en este sistema? Recibe chino como input, simula la
estructura formal de las sinapsis del cerebro chino, y entrega chino como output. Pero
ciertamente el hombre no entiende chino, y tampoco las cañerías. Y si nos sentimos
tentados a adoptar la absurda teoría de que, de algún modo, la conjunción del hombre y
las cañerías sí comprende, recordemos que, en principio, el hombre puede internalizar la
estructura formal de las cañerías de agua y hacer todas las “activaciones” necesarias en
su imaginación. El problema del simulador de cerebros es que lo que simula sobre el
cerebro no es lo que habría que simular. Mientras simule sólo la estructura formal de la
secuencia de activaciones neuronales en las sinapsis, no habrá simulado lo relevante
acerca del cerebro: su habilidad para producir estados intencionales. Y el hecho que las
propiedades formales no son suficientes para las propiedades causales queda
demostrado en el ejemplo de las cañerías de agua. Podemos remover todas las
propiedades formales de las propiedades causales neurobiológicas relevantes.

IV LA RESPUESTA COMBINATORIA (Berkeley y Stanford): Mientras cada una de


las tres respuestas anteriores podría no ser suficientemente convincente en sí misma
como refutación del contra-ejemplo de la pieza china, si las tomamos las tres
colectivamente resultan mucho más convincentes e incluso decisivas. Imagine un robot
con un computador organizado como un cerebro insertado en su cavidad craneal;
imagine este computador programado con todas las sinapsis de un cerebro humano;
imagine que la totalidad del comportamiento del robot resulta imposible de distinguir
del comportamiento humano real; y ahora imagine este conjunto como un sistema
unificado, y no sólo como un computador con inputs y outputs. Seguramente en este
caso sí adscribiríamos intencionalidad al sistema.

Concuerdo completamente con la afirmación de que, en este caso, sería racional e


incluso irresistible aceptar la hipótesis de que el robot tiene intencionalidad, siempre y
cuando no supiésemos nada más acerca de él. De hecho, fuera de la apariencia y el
comportamiento, el resto de los elementos de la combinación son irrelevantes. Si
pudiésemos construir un robot cuyo comportamiento resultase indistinguible de un
conjunto importante de comportamientos humanos, le atribuiríamos intencionalidad,
hasta que no apareciese alguna razón para no hacerlo. No necesitaríamos saber por
adelantado que su cerebro era un análogo formal del cerebro humano.

Pero, realmente, no veo cómo esta propuesta pueda ser de alguna ayuda a los supuestos
de la IA fuerte, y aquí está el porqué. De acuerdo a la IA fuerte, implementar un
programa formal con los inputs y outputs correctos es condición suficiente, y de hecho
constitutiva, de intencionalidad. Según Newell (1980), la esencia de lo mental es la
operación de un sistema de símbolos físicos. Pero nuestra atribución de intencionalidad
al robot en este ejemplo no tiene nada que ver con programas formales. Simplemente se
basa en la suposición de que si el robot se ve y se comporta suficientemente como
nosotros, supondremos, hasta que se nos pruebe lo contrario, que debe tener estados
mentales como los nuestros, que causen y sean expresados por su comportamiento, y
que debe tener un mecanismo interno capaz de producir dichos estados mentales. Si
supiéramos, independientemente, cómo dar cuenta de su comportamiento sin necesidad
de esas suposiciones, no le atribuiríamos intencionalidad, especialmente si supiéramos
que tiene un programa formal. Y este es precisamente el punto de mi argumento anterior
para la respuesta del robot.

Supongamos que sabíamos que el comportamiento del robot provenía completamente


del hecho que tenía un hombre en su interior que recibía símbolos formales sin
interpretar desde los receptores sensoriales del robot y que remitía otros símbolos
formales sin interpretar al exterior a través de sus mecanismos motores, y que el hombre
estaba manipulando estos símbolos de acuerdo a un montón de reglas. Además,
supongamos que el hombre no sabe nada acerca de la realidad del robot; todo lo que
sabe es qué operaciones realizar sobre cuáles símbolos sin significado. En un caso así
consideraríamos que el robot no es más que un ingenioso muñeco mecánico. La
hipótesis de que el muñeco tiene una mente parecería ahora injustificada e innecesaria,
dado que ya no hay razón para adscribir intencionalidad al robot o al sistema del que el
robot es parte (a excepción, por supuesto, de la intencionalidad del hombre al manipular
los símbolos). Las manipulaciones formales de símbolos continúan, los inputs y outputs
se articulan correctamente, sin embargo el único locus real de intencionalidad es el
hombre, y éste no sabe nada acerca de los estados intencionales relevantes; él no ve, por
ejemplo, lo que aparece ante los ojos del robot, no intenta mover el brazo del robot, y
no entiende nada de lo que el robot dice o escucha. Ni tampoco, por las razones
expuestas anteriormente, lo hace el sistema del que el hombre y el robot forman parte.

Para comprender este punto, contrastemos este caso con otros casos en los que
encontramos completamente natural adscribir intencionalidad a miembros de ciertas
especies de primates, tales como simios y monos, y a ciertos animales domésticos,
como los perros. Las razones por las que lo encontramos natural son, a grandes rasgos,
dos: no podemos encontrarle sentido al comportamiento de los animales sin adscribirles
intencionalidad, y podemos ver que las bestias están hechas de materia similar a la
nuestra –un ojo, una nariz, piel, etc. Dada la coherencia del comportamiento del animal
y la suposición de la misma materia causal detrás de éste, asumimos tanto que el animal
debe tener estados mentales tras su comportamiento, y que estos estados mentales deben
ser producidos por mecanismos hechos de la materia que se parece a nuestra materia.
Seguramente haríamos suposiciones similares acerca del robot a menos que tuviéramos
alguna razón para no hacerlo; pero apenas supiésemos que su comportamiento era el
resultado de un programa formal, y que las propiedades causales reales de la sustancia
física eran irrelevantes, abandonaríamos la suposición de intencionalidad.

Hay otras dos respuestas a mi ejemplo que aparecen frecuentemente (y que por lo tanto
son dignas de discutirse), pero que se alejan totalmente de la idea en cuestión.

V LA RESPUESTA DE LAS OTRAS MENTES (Yale): ¿Cómo sabemos que otras


personas entienden chino o cualquier otra cosa? Sólo por su comportamiento. Ahora, el
computador puede pasar los test de comportamiento tan bien como ellos (en principio),
así que si va a atribuirles cognición a otras personas, debe, en principio, atribuírsela
también a los computadores.

La objeción merece sólo una breve respuesta. El problema en esta discusión no es cómo
sé que otras personas tienen estados cognitivos, sino qué es lo que les estoy atribuyendo
cuando les atribuyo estados cognitivos. El quid del argumento es que éstos no pueden
ser simplemente procesos computacionales y sus outputs, porque pueden haber procesos
computacionales y outputs sin estados cognitivos. No es una respuesta válida ante este
argumento el fingir anestesia. En “ciencias cognitivas” uno presupone la realidad y
cognoscibilidad de lo mental de la misma manera que en las ciencias físicas uno debe
presuponer la realidad y cognoscibilidad de los objetos físicos.

VI LA RESPUESTA DE LAS MÚLTIPLES MANSIONES (Berkeley): Su argumento


en su totalidad presupone que la IA se trata sólo de computadores análogos y digitales.
Pero resulta que ése es sólo el estado actual de la tecnología. Independiente de cuáles
sean estos procesos causales que Ud. dice que son esenciales para la intencionalidad
(asumiendo que Ud. está en lo cierto), eventualmente seremos capaces de construir
dispositivos que tengan estos procesos causales, y eso será inteligencia artificial. Por lo
tanto, sus argumentos no están de ninguna manera dirigidos a la habilidad de la
inteligencia artificial para producir y explicar la cognición.
No tengo ninguna objeción contra esta respuesta a excepción de decir que, en efecto,
trivializa el proyecto de la IA fuerte, al redefinirla como cualquier cosa que produce y
explica artificialmente la cognición. El interés de la afirmación original respecto a la
inteligencia artificial era que ésta era una tesis precisa y bien definida: los procesos
mentales son procesos computacionales sobre elementos formalmente definidos. He
estado ocupado en cuestionar esa tesis. Si la afirmación es redefinida y ésa ya no es la
tesis, mis objeciones ya no se aplican, porque no habría una hipótesis susceptible de ser
puesta a prueba sobre la que se pudieran aplicar.

VOLVAMOS a las preguntas que prometí que trataría de responder. Habiendo sido
establecido en mi experimento original que entiendo el inglés y no entiendo el chino, y
habiéndose establecido de acuerdo a esto que la máquina no entiende ni inglés ni chino,
aún así debe haber algo en mí que causa que entienda inglés, y algo correspondiente que
falta, causando que no entienda chino. Ahora bien, ¿por qué no podríamos dotar a la
máquina de ese algo, sea lo que sea? No veo ninguna razón, en principio, de porqué no
podríamos dotar a una máquina de la capacidad de comprender inglés o chino, dado
que, en un sentido importante, nuestros cuerpos con nuestros cerebros son precisamente
esas máquinas. Pero si veo argumentos sólidos para decir que no podemos darle esa
capacidad a una máquina donde la operación de la máquina esté definida solamente en
términos de procesos computacionales sobre elementos definidos formalmente –esto es,
donde la operación de la máquina esté definida como la realización de un programa
computacional. No es porque soy la realización de un programa computacional que
comprendo inglés y tengo otras formas de intencionalidad. (Soy, supongo, la realización
de un número indeterminado de programas computacionales). Más bien, hasta donde
sabemos, es porque soy cierto tipo de organismo con cierta estructura biológica (esto es,
física y química), y esta estructura bajo ciertas condiciones es capaz causalmente de
producir percepción, acción, comprensión, aprendizaje, y otros fenómenos
intencionales. Y parte del presente argumento es que sólo algo que tenga esos poderes
causales podrá tener tal intencionalidad. Quizás otros procesos físicos y químicos
podrían producir exactamente los mismos efectos; quizás, por ejemplo, los marcianos
también tengan intencionalidad, pero sus cerebros estén hechos de algo completamente
distinto. Esa es una pregunta empírica, más parecida a la pregunta de si la fotosíntesis
puede ser producida por algo con una constitución química diferente a la de la clorofila.

Pero el punto central del presente argumento es que ningún modelo puramente formal
va a ser nunca, por sí mismo, suficiente para dar cuenta de la intencionalidad, porque las
propiedades formales no son en sí mismas constitutivas de intencionalidad, y no tienen
en sí mismas ningún poder, excepto el poder, cuando son realizadas, de producir el
siguiente estado del formalismo cuando la máquina está andando. Y cualquier otra
propiedad causal que posea una realización particular del modelo formal es irrelevante
para el modelo formal, debido a que podemos ubicar el mismo modelo formal en una
realización diferente, donde esas propiedades causales estén obviamente ausentes. Aún
si por algún milagro los hablantes de chino realizaran exactamente el programa de
Schank, podemos poner el mismo programa en hablantes de inglés, cañerías de agua, o
computadores, ninguno de los cuales entiende chino, a pesar del programa.

Lo que interesa de las operaciones del cerebro no es la sombra formal que brinda la
secuencia de sinapsis, sino las propiedades reales de esas secuencias. Todos los
argumentos de la versión fuerte de la IA que he visto insisten en trazar una línea
alrededor de las sombras que brinda la cognición, y luego afirmar que esas sombras son
la realidad.

A MODO DE CONCLUSIÓN quiero definir algunos de los elementos filosóficos


generales implícitos en el argumento. Para asegurar la claridad trataré de hacerlo en un
estilo de preguntas y respuestas, y comenzaré con esa vieja y repetida pregunta:

• ¿Puede una máquina pensar?

La respuesta es, obviamente: Sí. Somos precisamente tales máquinas.

• Sí, pero, ¿puede un artefacto, una máquina construida por el hombre, pensar?

Asumiendo que es posible producir artificialmente una máquina con sistema nervioso,
neuronas con axones y dendritas, y todo lo demás, suficientemente parecida a nosotros,
nuevamente la respuesta parece ser obviamente: Sí. Si se pueden duplicar exactamente
las causas, se pueden duplicar los efectos. Y de hecho podría ser posible producir
consciencia, intencionalidad, y todo lo demás, usando principios químicos diferentes de
los usados por los seres humanos. Es, como dije, una pregunta empírica.

• De acuerdo, pero ¿puede un computador digital pensar?

Si por “computador digital” nos referimos a cualquier cosa que tiene un nivel de
descripción en el que puede ser correctamente descrito como la implementación de un
programa computacional, entonces, ya que nosotros somos implementaciones de un
número desconocido de programas computacionales y podemos pensar, nuevamente la
respuesta es, por supuesto: Sí.

• Pero, ¿puede algo pensar, entender, etc. solamente en virtud de ser un


computador con el tipo de programa adecuado? ¿Puede ser la implementación de
un programa, el programa adecuado por supuesto, ser en sí misma condición
suficiente para el entendimiento?

Creo que ésta es la pregunta correcta, aunque se la confunde comúnmente con alguna de
las anteriores, y la respuesta a esta pregunta es: No.

• ¿Por qué no?

Porque las manipulaciones formales de símbolos en sí mismas no tienen


intencionalidad. No tienen significado –no son siquiera manipulación de símbolos, dado
que los “símbolos” no simbolizan nada. En jerga lingüística, tienen sólo sintaxis pero no
semántica. La intencionalidad que parecen tener los computadores está únicamente en la
mente de los que los programan y utilizan, los que envían el input y los que interpretan
el output.

El objetivo del ejemplo de la pieza china era tratar de demostrar esto, al mostrar que, en
cuanto ponemos algo que realmente tiene intencionalidad, un hombre, dentro del
sistema, y programamos al hombre con el programa formal, se hace evidente que el
programa formal no brinda intencionalidad adicional de ninguna clase. No agrega nada,
por ejemplo, a la habilidad de un hombre de comprender chino.

Precisamente el rasgo de IA que parecía más atractivo –la distinción entre el programa y
su realización- resulta ser fatal para la afirmación de que la simulación podría constituir
duplicación. La distinción entre el programa y su realización en el hardware parece ser
paralela a la distinción entre el nivel de operaciones mentales y el nivel de operaciones
cerebrales. Y si pudiésemos describir el nivel de las operaciones mentales como un
programa formal, parecería que podríamos describir lo esencial de la mente sin
necesidad de recurrir a la psicología introspectiva o a la neurofisiología del cerebro.
Pero la ecuación “Mente es a cerebro como programa es a hardware” se quiebra en
numerosos puntos, entre ellos los tres siguientes.

En primer lugar, la distinción entre programa y realización tiene la consecuencia de que


el mismo programa podría tener toda clase de locas realizaciones sin ninguna forma de
intencionalidad. Weizenbaum (1976), por ejemplo, muestra en detalle cómo construir
un computador usando un rollo de papel higiénico y un montón de piedras pequeñas. De
manera similar, el programa de comprensión de historias en chino puede ser
programado en una secuencia de cañerías de agua, un conjunto de máquinas de viento, o
un hablante monolingüe de inglés –ninguno de los cuales adquiere en virtud de éste
algún conocimiento de chino. Piedras, papel higiénico, viento y cañerías de agua no son
el tipo de cosas que podrían tener intencionalidad, en primer lugar (sólo algo que tenga
los mismos poderes causales que el cerebro puede tener intencionalidad), y, aunque el
hablante de inglés tiene el tipo de constitución apropiada para la intencionalidad,
podemos ver fácilmente que no obtiene intencionalidad extra al memorizar el programa,
debido a que memorizarlo no le va a enseñar chino.

En segundo lugar, el programa es meramente formal, pero los estados intencionales no


son formales en ese sentido. Son definidos según su contenido, no según su forma. La
creencia de que está lloviendo, por ejemplo, se define no según cierto aspecto formal,
sino según su contenido mental, con condiciones de satisfacción, dirección de ajuste,
entre otros (ver Searle 1979). De hecho, una creencia como ésa no tiene siquiera un
aspecto formal en este sentido sintáctico, dado que la misma creencia puede ser
articulada en un número indefinido de expresiones sintácticas diferentes en distintos
sistemas lingüísticos.

En tercer lugar, como mencioné anteriormente, los eventos y estados mentales son
productos de la operación del cerebro, pero el programa no es, en este sentido, producto
de la operación del computador.
• Entonces, si los programas no son, de forma alguna, constitutivos de los
procesos mentales, ¿por qué tanta gente cree lo contrario? Esto requiere al
menos alguna explicación.

No sé cómo responder a esto. La idea de que las simulaciones computacionales


pudiesen ser la realidad de los procesos mentales debió haber parecido sospechosa
desde un principio, porque el computador no está, de ninguna manera, limitado a la
simulación de procesos mentales. Nadie supone que la simulación computacional de un
gran incendio quemará el vecindario hasta las cenizas, o que la simulación de una
tormenta nos va a dejar a todos empapados. ¿Entonces por qué podría alguien suponer
que una simulación computacional del entendimiento realmente entiende algo? Se dice
en ocasiones que sería extremadamente difícil lograr que los computadores sintiesen
dolor o se enamoraran, pero el amor y el dolor no son ni más fáciles ni más difíciles que
la cognición o cualquier otra cosa. Para simular, todo lo que se necesita son los inputs y
outputs correctos y un programa en el medio que transforme los primeros en los
segundos. Eso es todo lo que el computador posee para hacer lo que hace. Confundir
simulación con duplicación, ya se trate de dolor, amor, cognición, incendios o
tormentas, constituye siempre el mismo error.

Aún así, hay numerosas razones por las que la IA debe haber parecido, y quizás aún
parece a los ojos de numerosas personas, capaz de reproducir y por tanto explicar los
fenómenos mentales. Y creo que no tendremos éxito en remover estas ilusiones
mientras no hayamos expuesto completamente las razones que las originan.

En primer lugar, y quizás en primer orden de importancia, está la confusión acerca de la


noción de “procesamiento de información”. Mucha gente en la ciencia cognitiva cree
que el cerebro humano y su mente hacen algo llamado “procesamiento de información”,
y, de manera análoga, el computador con su programa hacen procesamiento de
información; pero los incendios y las tormentas, por el contrario, no hacen
procesamiento de información en lo absoluto. Entonces, aunque el computador puede
simular las características formales de cualquier proceso, mantiene una relación especial
con la mente y el cerebro porque, cuando el computador está programado
apropiadamente, idealmente con el mismo programa que el cerebro, el procesamiento de
información es idéntico en ambos casos, y este procesamiento de información
constituye realmente la esencia de lo mental.

Pero el problema con este argumento radica en que descansa sobre una ambigüedad en
la noción de “información”. En el sentido en que la gente “procesa información” cuando
reflexiona acerca de un problema aritmético o cuando lee y responde preguntas acerca
de historias, el computador programado no hace “procesamiento de información”. Lo
que hace es manipular símbolos formales. El hecho de que el programador y quien
interpreta el output del computador usan esos símbolos para referirse a objetos en el
mundo está totalmente fuera del alcance del computador. El computador, repito, tiene
sintaxis pero no semántica. Entonces si usted tipea en el computador “2 más 2 igual ?”,
el computador responderá “4”. Pero no tiene idea de que “4” significa 4, o de que
significa algo en lo absoluto. Y el punto no es que carezca de algún tipo de información
de segundo orden acerca de la interpretación de los símbolos de primer orden, sino que
sus símbolos de primer orden no tienen ningún tipo de interpretación en lo que
concierne al computador. Todo lo que el computador posee son más símbolos.

La introducción de la noción de “procesamiento de información” produce, en


consecuencia, un dilema. O construimos la noción de “procesamiento de información”
de manera tal que implique intencionalidad como parte del proceso, o no lo hacemos. Si
optamos por lo primero, el computador programado no hace procesamiento de
información, sólo manipula símbolos formales. Si optamos por lo segundo, entonces,
aunque el computador procesa información, sólo lo hace en el sentido en que las
calculadoras, máquinas de escribir, estómagos, termostatos, tormentas y huracanes
procesan información –esto es, en el sentido de que existe un nivel de descripción en el
que podemos describirlos recibiendo información por un lado, transformándola, y
produciendo información como respuesta. Pero en este caso depende de los
observadores externos interpretar el input y el output como información en el sentido
tradicional. Y no se establece ninguna similitud entre el computador y el cerebro en
términos de alguna similitud en el procesamiento de la información en ninguno de los
dos casos.

En segundo lugar, en buena parte de la IA permanece cierto conductismo u


operacionalismo residual. Dado que los computadores programados apropiadamente
pueden tener patrones de input/output similares a los de los seres humanos, nos
sentimos tentados a postular estados mentales similares a los de los seres humanos en
los computadores. Pero una vez que vemos que es posible conceptual y empíricamente
que un sistema posea capacidades humanas en algún aspecto sin poseer intencionalidad
alguna, debiésemos ser capaces de resistir este impulso. Mi calculadora de escritorio
tiene la capacidad de calcular, pero no tiene intencionalidad; y en este artículo he
tratado de demostrar que un sistema podría tener capacidades de input y output que
duplicaran las de un hablante nativo de chino y aun así no comprender chino,
independientemente de cómo haya sido programado. El Test de Turing es característico
de la tradición de ser desvergonzadamente conductistas y operacionalistas, y creo que si
los investigadores de la IA realmente repudiaran el conductismo y el operacionalismo,
gran parte de la confusión entre simulación y duplicación sería eliminada.

En tercer lugar, este operacionalismo residual se une a una forma residual de dualismo;
de hecho, la IA fuerte sólo tiene sentido dada la presunción dualista de que, en lo que
respecta a la mente, el cerebro no tiene importancia. En la IA fuerte (y en el
funcionalismo también) lo que importa son los programas, y los programas son
independientes de su realización en máquinas; de hecho, hasta donde concierne a la IA,
el mismo programa podría ser realizado en una máquina electrónica, una sustancia
mental Cartesiana, o un espíritu del mundo Hegeliano. El descubrimiento individual
más sorprendente que he hecho en la discusión de estos problemas es que muchos de los
investigadores de la IA se sienten consternados ante mi idea de que los fenómenos
mentales humanos reales podrían depender de las propiedades físico-químicas reales de
los cerebros humanos reales. Sin embargo, no debería haberme sorprendido; ya que, a
menos que se acepte alguna forma de dualismo, el proyecto de la IA fuerte no tiene
ninguna oportunidad.

El proyecto es reproducir y explicar lo mental diseñando programas; pero a menos que


la mente sea conceptual y empíricamente independiente del cerebro, no se puede llevar
a cabo el proyecto, ya que el programa es completamente independiente de cualquier
realización. A menos que se crea que la mente es separable del cerebro tanto conceptual
como empíricamente –una forma fuerte de dualismo- no se puede esperar reproducir lo
mental escribiendo y ejecutando programas, ya que los programas deben ser
independientes de los cerebros o cualquier otra forma de implementación. Si las
operaciones mentales consisten en operaciones computacionales sobre símbolos
formales, no han de tener ninguna conexión interesante con el cerebro, y la única
conexión habría de ser que sucede que el cerebro es uno de los infinitos tipos de
máquinas capaces de implementar ese programa. Esta forma de dualismo no es la
variedad Cartesiana tradicional que afirma que existen dos tipos de substancias, pero sí
es Cartesiano en el sentido que insiste en que lo específicamente mental acerca de la
mente no tiene conexión intrínseca alguna con las propiedades reales del cerebro. Este
dualismo subliminal se nos presenta camuflado por el hecho que la literatura acerca de
la IA contiene frecuentes ataques contra el “dualismo”. Lo que los autores parecen
desconocer es que su posición presupone una versión fuerte del dualismo.

• ¿Puede pensar una máquina?

Mi punto de vista es que sólo una máquina puede pensar, y de hecho una clase muy
especial de máquinas, llamadas cerebros, y las máquinas que tengan los mismos poderes
causales que los cerebros. Y ésa es la razón principal de por qué la IA fuerte tiene tan
poco que decirnos acerca del pensamiento: no tiene nada que decirnos acerca de las
máquinas. Por su propia definición se refiere a programas, y los programas no son
máquinas. Lo que sea que constituya además la intencionalidad, ha de ser un fenómeno
biológico, y es muy probable que sea tan causalmente dependiente de la bioquímica
específica de sus orígenes como la lactancia, la fotosíntesis, o cualquier fenómeno
biológico. Nadie supondría que podemos producir leche y azúcar al ejecutar una
simulación computacional de las secuencias formales de la lactancia y la fotosíntesisiv;
pero cuando se trata de la mente, mucha gente está dispuesta a creer en tal milagro,
debido a un profundo y determinante dualismo: la mente, suponen, depende de procesos
formales, y es independiente de las causas materiales específicas, a diferencia de la
leche y el azúcar.

En defensa de este dualismo, se expresa frecuentemente la esperanza de que el cerebro


sea un computador digital. (A propósito, los primeros computadores eran llamados
frecuentemente “cerebros electrónicos”.) Pero eso no ayuda en nada. Por supuesto que
el cerebro es un computador digital. Dado que todo es un computador digital, los
cerebros también lo son. El punto es que la capacidad causal del cerebro de producir
intencionalidad no puede consistir en su implementación de un programa
computacional, ya que para cualquier programa es posible que algo lo instancie y aún
así no tenga estados mentales. Lo que sea que el cerebro hace para producir
intencionalidad, no puede consistir en implementar un programa, ya que ningún
programa es en sí mismo suficiente para dar cuenta de la intencionalidad.

Notas

i
No estoy diciendo, por supuesto, que el propio Schank esté comprometido con estos supuestos.
ii
Además, la “comprensión” implica tanto la posesión de estados mentales (intencionales) como la
veracidad (validez, éxito) de estos estados. Para los propósitos de esta discusión, nos interesa sólo la
posesión de los estados.
iii
La intencionalidad es, por definición, la característica de ciertos estados mentales por la que están
dirigidos a o son acerca de objetos y estados de las cosas en el mundo. Por lo tanto, creencias, deseos e
intenciones son estados intencionales; formas indirectas de ansiedad y depresión no lo son. (Para mayor
discusión, ver Searle 1979)

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