Tlazolteotl
Tlazolteotl
A BSTRACT
The article shows an anatysis en the figure of Tlazolteott, aztec femate divinity,
conceived as part of thc siructured amad interrelated unit, of tlae Azl.ec religion amad
pantheon. In itírmation frona several chroniclcs and diferent studies about «Mexica»
religitín laas been revised, making reference te the tneaning of this goddess. her
origin. her lestivals aud her relations and nexus with other divinities and clenaents
of the Aztec reí i gion aiad cosmtagoiay.
INTRODUCCION
«Las mujeres muertas ema parto eran asimiladas a los guetTeros caldos ema
combate o sacrificados. Se les enterraba con gran ponapa en el patio interior
de un templo que se les laahía consagrado. Se creía que esas mujeres fornaaban
un segundo cortejo que aconapañaba al sol desde el cénit hasta el <iccidemate.
Divinizadas (se las llamaba Cihuateteo, « Mujeres Divinas»), rendaban por el
cielo del oeste y las sombras del crepúsculo» tSousmelle, 1982: 124).
¡26 Juan Jesé CuItada Izqaie,-do
El profesor Caso nos habla también de estas mujeres, y nos dice que viven
en el paraíso del oeste, el que llaman Cirn-aic-ct «la casa del maiz>~, y que vienen
a la tierra de noche en forma de fantasmas, que eran interpretados como signo
de mal agUero, principalmente para mujeres y niños (Case, 1981: 79).
Tiazoiteotí, que regia también la medicación mágica, tenía un templo dedicado,
conocido como Tocititian, «el lugar de nuestra abuela» (Seustefle, 1982: 123).
La existencia de un templo dedicado a esta divinidad implica una organización
sacerdotal encargada del mantenimiento de dicho templo y del culto a la diosa.
La existencia de estos sacerdotes se refleja en los códices y se nos describe en
la crónica de Sahagún, como veremos más adelante. La importancia de estos
sacerdotes era capital en la religiosidad azteca, ya que ellos eran los encargados
de la lectura e interpretación de los códices, eran los considerados adivines
(Spranz, 1973: 206), que formaban una categoría especial de sacerdotes. los
ronaipon que (Seustelle, 1982: 59), y que, además de su labor de adivinación,
eran los encargados de dar nombre a los recién nacidos, que, como se ha dicho,
estaban bajo el patrocinio de Tlcizoiteotí, y de celebrar el ritual de la confesión.
también función de esta diosa en cuanto Tiaeicuani. comedora de suciedad. de
pecados (Spranz, 1973: 206, y Royston, 1960: 445).
De Tiazoiteotí podemos decir que es una deidad dual, como ya se ha mencionado
en relación a la tierra, y lo podemos comprobar en el hecho de su presencia tanto
ematre los Nueve señores de la Noche cetno entre las Tice-e deidades de los Sigímos-
de los Días. Entre los primeros ocupa el séptimo lugar y entre los segundos. el
quinto. En el calendario azteca cada día y período estaba baje la protección o
regencia de un dios o diosa; en el caso que maes ocupa, Tiazolteotí es la señora del
decimocuarto signe de tos días océlotí. y rige el decimotercer período del tanalpolmualii,
o calendario ritual azteca. Todos tos dioses reciben también una serie de nombres
calendáricos, que suelen hacer referencia a días más o menos propicios, es decir,
a aspectos astrológicos. Nuestra diosa, en el «Códice Telleriano Remensis», tiene
como día especial el de macuil cipactíl. «cinco caimán» (Spranz, 1973: 206), día
correspondiente también al nombre de Lx-c-uina (Caso, 1951: 80). Otra serie de
nombres calendáricos de esta diosa son, por ejemplo, «6 acatí, nombre de Tlazolteotí
(...), denota el oeste (...);acatí
8 cuarta de las cinco ferinas de Tíazolteotí,
(...),
denota el sur (...); ocelotí (...); 9 acatí» (Caso. 1951:91 y ss.). Hay que destacar
1
otros días, al parecer propicios para tos hechiceros y adivinos, cuya patrona es esta
diosa, como mencmonanaos, y que son 9 Molina/ii. 9 Itzcuintli y 9 Miquiztli (Caso,
1951: 89).
Para finalizar este apartado vamos a ver la descripción de Tetc’oinan, deidad
identificada con Tiazoitecilí (Seler, 1963). que nos laace Fray Bernardino de
Sahagún en su crónica:
«Tiene los labios abultados con hule. En cada carrillo figurado un agujero.
Tiene puesto su florón de atgodón. Sus orejeras, de azuteje: su naechón. de
pal na a.
Su faldellín con caracoles: de alal su nombre de Citlalicue («La de ¡alda
de estrellas»). Su camisa con flecos. Su faldellín blanco. Sus sandalias. su
escudo de crecen una peribracidia. Su escoba» (Salaagún. 1982: 8118. Apéndice 1>.
llazoltec>tl: ¡¡¡mcl divinidad del panteón azteca 127
En esta descripción, Sahagún nos ofrece varios datos para la delimitación de
tos atributos de la diosa, que irenaes comentando en los sucesivos apartados del
presente artículo. Aun así. podemnos destacar aquí el color del atuendo de
Tíazoitec,ti, el blanco, correspondiente come dijimos al oeste y a las mujeres
divinizadas, y particularmente a TíazoIreotí, siendo éste el color con que se nos
represetata a la diosa en el Códice Florentino (Códice Florentino: fV II), aunque
tenemos que señalar que en la mayoría de los códices la figura de la diosa
aparece desnuda (Seler. 1963: 1-35).
Terminando este panorama de las funciones, atributos y advocaciones que
presenta esta diosa, pasamos a ver el origen de su culto entre los aztecas, pues,
conao ya naencionanaes. es una deidad que incorporan a su panteón y simbolismo,
fusionándela, como veremos, con conceptos y deidades de su propia tradición.
EL ORIGEN DE TLAZOLTEOTL
Todos les autores coinciden en señalar que el origen de esta diosa está en el
oriente mexicano, en la zona huaxteca, donde, parece ser, se originó el culto a
esta divinidad como una forma de veneración a la lertilidad y a la vegetación,
tema del que trataremos en el apartado siguiente. Para deducir el erigen huaxteco
de Tiazolteosí se basan los diversos autores en las representaciones de la diosa
en los códices y los atributos con que figura en ellos.
« Lts eleíaaentos huaxtecos del aderezo de Tíazolteotí (.6. soma la banda de
algodón crudo ciñendo la frente, el bonete cón ico, el pectoral en concha, la
ta intura negra al rededor de la boca y el ornanaento de nariz en forma de íaaed a
¡una c¡ ue la asocia a tas divinitíades unares» (Vie. ¡980: 78>.
Ya hemos naencionado a Tíazolteotí como inventora del tejido y del bordado;
los husos y el algodón que lleva la diosa como tocado nos pone en relación con
las zonas productoras del algodón, que no se da en el Altiplano, sino en una
región internaedia entre éste y la costa del Golfo. Además, en la lengua huaxteca,
enaparentada con la fanailia maya, el término para designar el algodón es Ix-
ca’vnin, del que deriva el nombre lixcuina (Seustelte, 1982: ¡23). no debiendo
olvidar que esta región siempre destacó por sus tejidos de algodón.
Otra particularidad del vestuario de las deidades terrestres es el use
del qaechquemit/ triangular, vestimenta típica de las mujeres del oriente mexi-
cano, y que también presenta Tíazoiteotí en tos códices. Respecto a la pin-
tura negra que cubre la boca de la diosa, representa una mascara de hule,
producto típico y característico del levante naexicano (Seustelle. 1982: 123).
Podemos comprobar. además, que en el Códice Borbónico (Códice Borbó-
nico: U 29 y 30). en donde se nos nauestra la representación de la fiesta dedi-
cada a esta diosa, aparece Tíazolteotí rodeada de unes danzantes, ataviados con
tos típicos y distintivos vestidos huaxtecos. Otro detalle de la indumentaria de
la diosa que apunta al erigen huaxteco es la doble raya, ancha y corta, de la
pintura acial, que es un distintivo de esa región (Spranz, 1973: 205). Vemos.
pues. que todos los signos y atributos principales de Tiazoiteotí apuntan al
¡28 Juan José CaI,ada Izquierdo
origen huaxtece de esta diosa, que, por otro lado, come tal era considerada por
los propios aztecas.
El camino que sigue la diosa desde el oriente hasta el altiplano es difícil de
concretar. Los contactes entre éste y la región huaxteca comenzaron ya en época
tolteca y se suceden hasta la conquista española (Vie, 1980: 77); las relaciones
promovidas por los propios aztecas a través de sus expediciones comerciales y de
conquista favorecieron los intercambies culturales. La difusión a través de tos
toltecas también la refieren autores como Seustelle y Ochoa (Seustelte, 1982: 84;
Ochoa, 1980: 72); el primero nos dice que el culto a Tiazolteotí fue llevado hasta
el altiplano portes etomies (Seustelle, 1982: 123). Resumiendo, puede considerarse
que el culto a esta divinidad llega a les aztecas por des vías, una primnera a través
de la tradición tolteca, y una segunda, por los contactos que les propios aztecas
mantienen con las culturas del oriente, de forma que el culto, ya practicado, se
fomenta y extiende, arraigando más en la tradición azteca.
Hay que considerar que el traslado del culto a Tíazolteotí desde la huaxteca
hasta la religión azteca no se hizo sin ningún cambio, sino que sufre modificaciones,
ya que los mexica adaptan dicho culto poniéndolo en relación con conceptos
similares o emparentados ya existentes en su religión. Tengamos en cuenta que
originalmente era una diosa de puebles agrícolas y artesanos (Seustelle, 1982:
123), caracteres muy distintos a los que prisidian la tradición de la cultura
azteca. Por otro lado, el sincretismo realizado por los sacerdotes fusionó diversas
deidades de la tierra, transfiriendo de una a otras rasgos característicos de
ámbito local (Seustelte, 1982: 124), por lo que tenemos que considerar «poco
probable que Tíazolteotí, como la concibieron los mexica, hubiera existido entre
tos huaxtecas; dentro de esta cultura acaso fue una diosa creadora» (Ochoa,
1980: 72), como parecen probarlo las continuas asociaciones de Tíazolteotí con
la idea de fertilidad, que los aztecas pudieron tomar con cierto carácter erótico,
que marca la figura de esta diosa. Así pues, «parece ser que la presencia de la
diosa Tíazolteotí y el ejercicio de un culto fálico en la religión azteca hayan sido
aportaciones auténticamente huaxtecas» (Vie, 1980: 77).
Pasamos ahora a ver un nuevo aspecto o función de esta diosa tan polifacética,
cl de la confesión de los pecados, que tanto llamó [a atención a los primeros
españoles que tomaron contacto con los aztecas.
Ya hemos mencionado que Tlawlíeotl es la diosa de las inmundicias, de la
suciedad, entendidas como pecados~
«Cobré entre los aztecas una gran importancia en tanto que Tlaelcuani,
“comedora de pecados”: con ella se confesaban los que habían cometido
faltas, sobre todo infracciones a la moral sexual, y ella era la que los
perdonaba mediante la absolución que conferían sus sacerdotes» (Soustelle,
1982: 85>.
Es Tlaeleuani. advocación de Tlazolteotl, la encargada de limpiar a los
hombres de pecados. Ahora bien. tenemos que tener en cuenta que la noción de
pecado para el mexica era, y aún es para el mexicano, muy distinta a la que se
tiene en el mundo occidental, y más concretamente a la que rige en la moral
cristiana. El pecado era entendido como una lacra o mal social principalmente,
y en particular, la talia sexual, ya que la austera moral azteca, imponía una
severa represión sexual (Soustelle. 1982: 85): «la noción de pecado para los
130 Juan José (‘aliado Izquierdo
indios está todavía ligada a la idea de salud y enfermedad, personal, social y
cósmica» (Paz, 1983: 97).
Teniendo en cuenta esta noción de pecado, y sabiendo que eran las faltas
sexuales las principales en cuanto al rito de la confesión, hay que hacer notar
que los aztecas confesaban, generalmente, en trance de muerte, ya que sólo
podían confesar una vez en la vida, y que dicho ritual se efectuaba por razones
relacionadas con el prestigio social, económico y moral del individuo, con cl fin
de que no pudiera culpársele de ningún mal que llegara a afectar a la sociedad
en razón a la ruptura de las normas que el «pecador» se supone había cometido.
Sahagún, en dos partes de su crónica, nos describe ampliamente el ritual de
la confesión. Transcribimos a continuación las palabras del cronista, comentando
párrafo a párrafo los datos y puntos más sobresalientes.
4...) según decían las mujeres y hombres carnales confesaban sus pecados
a estas diosas: cuanto que fuesen torpes y sucias, que ellas los perdonaban.
También decían que esta diosa o diosas tenían poder para provocar a luxuria:
y para inspirar cosas carnales y para favorecer los torpes amores y (lespuas <le
hechos los pecados decían que tenían también poder para perdonarlos y
alimpiar delIos perdonandolos si los confesaban a los satrapas que cran los
adivinos (..ú» (Sahagún, 1982: libro 1, Cap. XIt: 36-38).
Seler nos aclara el sentido de estas penitencias al decirnos que los sacerdotes
imponían como tales «la obligación de acudir en la noche a las encrucijadas, los
santuarios de las cihuateteo, y de depositar allí vestidos de papel y ofrendas»
(Seler, 1963: vol. 1, 76). Terminada la confesión y realizada la penitencia,
Sahagún nos dice que el pecador regresaba a su casa procurando no volver a
cometer las faltas confesadas, ya que si lo hacía ya no podría evitar el castigo
pertinente, que tenía un carácter temporal.
Vemos, pues, que la idea occidental del premio o castigo después de la
muerte según las obras realizadas en vida no se corresponde con los conceptos
aztecas de cielo o paraíso e infierno, ya que era la forma de morir la que
determinaba el futuro lugar en que virina el alma, y no los hechos realizados en
la vida. Se confirmaría así que la idea del pecado en el mundo azteca se refería,
como dijimos anteriormente, a un mal físico o social, y no a una falta de carácter
sobrenatural merecedora de un castigo después de la muerte.
Es muy revelador el comentario que nos hace el cronista en relación a la
actitud de los indígenas, ya en tiempos de los españoles, donde se puede
observar el sentido social que la confesión tenía para los aztecas, y cómo esa
concepción perduraba aún en los tiempos de la colonia:
<(...)pensando que como en el tiempo pasado por la confesión y penitencia
que hacian se les perdonaban aquellos pecados en el foro judicial. También
ahora, cuando alguno mata o adullera acógese a nuestras casas y monasterios
y callando lo que hicieron, dicen que quieren hacer penitencia y cavan en la
huerta y barren en casa y hacen lo que les manden lEsta costumbre, puede
explicarse por el hecho de que era normal imponer como penitencia el trabajo
en el templo (Sahagún, 1982: Libro 1. Cap. V[t: 3l2)j y confiesanse de ahi
?IiiazoítrotI: una diihnidad del panteon azteca ‘33
algunos <tas y entonces declaran su pecado y la causa porque vinieron a hacer
penitencia. Acabada su confesión demandan una cédula firmada del confesor,
con propósito de mostrarla a los que rigen. gtkernador y alcalde, para que
sepan que han hecho penitericia y confesados y que ya no tienen nada contra
ellos la justicia (...)» (Sahagún, 1982: Libro 1, Cap. XII: 36-38).
gran silencio, vestida con los ornamentos quejuntaban a esta diosa» (Sahagún,
1982: Libro II. Cap. Xl: 86)
Sahagún nos describe en esta parte de su crónica el ritual de la fiesta de
Ochpaniztli, habiendo de destacar el hecho de que la mujer que representaba a
la divinidad, es decir, a Tiazolteotí, era acompañada por un séquito de mujeres,
especialmente compuesto por «médicas y parteras» (Sahagún, 1982: Libro II,
Cap. XI: 87), lo que nos recuerda el hecho de que esta diosa era su patrona, y
que presidiría a su vez a las Cihuateteo, mujeres divinizadas.
Siguiendo con el comentario de las descripción de la crónica de Fray
Bernardino, hemos de resaltar el tipo de sacrificio que se realizaba con la
mencionada mujer que representaba a la diosa:
7laz<ilteotl: una divinidad del pante< ti azteca 135
«1...) y llevábanla con gran silencio al cu donde había de morir. Subida
arriba. tomabanla uno a cuestas, espaldas con espaldas, y de pronto le cortaban
la cabeza, y luego la desollaban y tín robust.o mancebo vestíase su pellejo»
<Sahagún. 1982: Libro II, Cap. XI: 86).
El sacrificio por desollamiento, el T/acaxipehualizt/í, era una práctica
generalizada en aquellos ritos que hacían referencia a dioses o diosas de la
vegetación, las cosechas y la tierra (Vie, (980: 78), y particularmente para la
diosa T/azo/teot/ (Soustelle, 1982: 132). En el ritual del sacrificio llama la
atención el hecho de que el sacerdote que se revestía con la piel dc la víctima
efectuaba un matrimonio simbólico y divino, que se subraya por cl hecho de
cargar sobre las espaldas a la víctima de la misma forma que en el ritual del
matrimonio, el esposo cargaba sobre sus espaldas a la esposa (Vie, 1980: 80).
Tlazo//coIl «encarna el nacimiento del maíz y el resurgir de la vegetación a
consecuencia de un acto sexual» (Seler, 1963: 1-83), representado por ese
matrimonio simbólico. El resurgimiento de la vegetación, y por ende de las
cosechas, es el carácter principal de este sacrificio que, por 01ro lado, es origina)
en el culto al principal numen del maíz y la vegetación. Xipe-Tútcc; de esta
manera vemos relacionada a Tlazol/eot/ con este dios, como ya comentamos
anteriormente. Sonstelle nos ofrece otra pueba de esta relación al comentarnos
que en «tlaxcala, el desollamiento de las víctimas a Xipe-Totec era llamado
exqutnan, stn duda, ixcuinan, uno de los nombres de la diosa terrestre>~ (Soustelle.
1982: 133).
Esta fiesta, además del carácter propiciatorio agrícola que hemos visto que
tenía, presenta un sentido iniciático que se plasma en la crónica de Sahagún
cuando nos habla de la imposición de armas que durante ella se hacía a los
ovenes. con lo que sc quería significar que se les consideraba aptos para la
guerra (Sahagún, 1982: Libro U, Cap. Xi: 87). Hemos de considerar aquí que
Tiazolícotl aparece en algunas representaciones ,como es el caso de los Códices
Laud y Vaticano, con atributos y prendas masculinas (móxtail) y con objetos y
armas de guerra (escudo, atidil y dardos) (Spranz, 1973: 208), y recordemos
también cómo Sahagún nos describía a Temecinan con escudo, por lo que
observamos una nueva faceta en esta diosa, el carácter guerrero que tomaba, al
menos en ciertos ritos, y que puede deberse u originarse en la fusión de
tradiciones en la religión azteca.
Otros sacrificios, aparte del de desollamiento, se realizaban durante la
fiesta. El sacritio por flechado, el Tlacacalilizíli. y el autosacrificio del miembro
viril, el Mo/cpu/izo, ambos con un fuerte sentido fálico. El primero por el hecho
de que la posición de la víctima se identifica con la del acto sexual de la mujer
y el envío de dardos con la eyaculación, y el segundo por el inherente carácter
fecundador y de fertilidad, tanto agraria como humana, que posee. Recordemos,
en apoyo a esta hipótesis, cómo Que/za/coati sangré su pene sobre los restos
oscos humanos robados a AI¿ctlaníecutl¿ para dar vida a la quinta humanidad
(Vie. 1980: 78 y ss3; aunque tenemos que tener en cuenta que este tipo de
sacrificio también existe entre grupos no agricultores como los «indios de las
praderas», pero que también puede considerarse un ritual de fertilidad, si no
136 ,Iuat, José Cahada Izquierdo
agraria, sí humana o en relación con la tierra, para thvorecer los dones terrestres
para estos grupos cazadores-recolectores.
Vemos, pues, que en esta fiesta se manifiesta un culto fálico, atribuido en
Mesoamérica de forma muy marcada a la región Huaxteca. Recordemos cómo en
el Códice Borbónico, «Tíazolteotí se representó en compañía de un grupo de
huastecas, o jóvenes ataviados como huaxtecas, que sostienen sendos falos entre
sus manos, acentuando el carácter creador de esta diosa» (Ochoa, 1980: 72).
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