Que Es Danza Martin
Que Es Danza Martin
Que Es Danza Martin
Copeland, Roger y Cohen, Marshall (Eds.) (1983) What is dance? Readings In Theory And
Criticism. Trad.: Susana Tambutti. Oxford University Press.
Indudablemente ninguna forma de danza ha sido nombrada tan mal como la "danza moderna”.
No solo no es una frase descriptiva, sino que es francamente inadecuada, ya que no hay
absolutamente nada de moderno en la danza moderna. Es, de hecho, danza básica, la más
antigua de las formas de danza. El bailarín moderno, en vez de utilizar los recursos que ha
acumulado la tradición académica, busca directamente el origen de toda la danza. Utiliza el
principio de que todo estado emocional tiende a expresarse a sí mismo en el movimiento y que los
movimientos creados, espontáneamente, aunque no sean representativos, reflejan con precisión el
carácter de cada estado emocional en particular. Debido a la empatía inherente al movimiento
corporal, que hace al espectador sentir por simpatía en su propia musculatura los esfuerzos
realizados por la musculatura de otro cuerpo, de ese modo, el bailarín puede comunicar a través
del movimiento los estados emocionales más intangibles. Este es el primer propósito de la danza
moderna; no está interesada en el espectáculo, sino en la comunicación de las experiencias
emocionales –percepciones intuitivas, verdades escurridizas- que no pueden ser comunicadas de
forma razonada, o reducidas a meros enunciados de hecho.
Aquel principio es, al menos, tan ancestral como el hombre mismo; las sociedades primitivas,
como hemos visto, reconocieron su potencia y lo llamaron magia, basando en él las prácticas
sociales y religiosas; aunque nunca fuera utilizado conscientemente como la base de un arte,
hasta que Isadora Duncan lo transformó en el centro de su búsqueda y fuente de sus prácticas,
naciendo la así llamada danza moderna, según lo prueban los primeros documentos existentes.
(1946)
Metakinesis
Es fácil ver lo que el concepto de metakinesis aporta en la ampliación del espectro de la danza.
Luego de que todo el énfasis se pusiera en el diseño, la faz expresiva de la danza quedó
sumamente limitada. El diseño, no importa lo bien hecho o ingenioso que sea, no puede nunca,
como elemento abstracto, producir nada más que un placer para el ojo, un cierto placer estético
que deviene del contacto con la totalidad de la forma, mientras que el grado de satisfacción
kinestésica es substitución de la propia experiencia muscular.
Estos elementos, en sí mismos, obviamente se volvieron débiles fácilmente. En el tiempo en
que apareció Noverre en escena, a mediados del siglo XVIII, ya habían sido tan devaluados que
debió aplicar todo su esfuerzo en rescatar la sustancia perdida. Esto que Noverre percibía podía
ser llevado a cabo convirtiendo a la danza en un arte imitativo, similar al drama. Casi todos sus
seguidores aceptaron su teoría y continuaron su cruzada por la inclusión de la actuación, hasta
que esta teoría finalmente hizo eclosión en los experimentos de los modernistas, entre ellos
Diaghilev.
Esta ampliación del espectro, fue enormemente necesaria y fue suministrada por estos
innovadores en cierta medida por la introducción de la pantomima de una forma más enfática.
Esto, teóricamente, permitió la expresión de cada emoción humana y de cada situación dramática
no dependiente de las palabras. Pero la incongruencia de una teoría tal es evidente. Intentar
expresar ideas dramáticas y experiencias personales mientras los pies están en quinta posición y
moviendo los brazos en arcos arbitrarios, está cerca de ser absurdo. Es como tratar de combinar
la pura decoración con el retrato, a tal punto que el resultado es pura decoración, no un retrato y
viceversa. Movimientos estereotipados solo pueden expresar conceptos estereotipados. A medida
que las sombras y gradaciones de la emoción personal empiezan a colorear los movimientos,
estos pierden su perfección clásica y se transforman en danza de mala calidad. De esta manera
se han estropeado dos caminos: en cierta forma hemos limitado la integridad de la emoción para
conformar un código arbitrario, y al mismo tiempo nos hemos desviado del código arbitrario en
orden de lograr una integridad emocional.
Diaghilev evidentemente comprobó la falacia de esta teoría muy claramente, y hasta el
momento de su muerte trabajó incesantemente para suplantarla por algo más sólido. La gloria de
los Ballets Russes, en 1909, no fue debida al descubrimiento de ninguna forma final, o cualquier
otra regla permanente de procedimientos; fue solo un paso más en el progreso interminable que
constituye la historia de cada arte. Sin embargo hay algunos que piensan que la danza ha
retrocedido desde los días de Scheherazade, Cleopatra y El Pájaro de Fuego, las producciones
más conocidas de Diaghilev. Sus últimas producciones fueron producto de la colaboración de
coreógrafos, artistas, músicos, que lo ayudaron en el descubrimiento de nuevas formas que se
adaptaran a la expresión de nuevas ideas. Sus experimentos nunca alcanzaron sus objetivos y
muchos de ellos quedaron en tentativas. De todos modos, fueran cuales fuesen las posibilidades
de su método de procedimiento, es algo que solo podemos suponer. Ciertamente pareciera que
los Ballets Russes consideraron que valía la pena perseguir un esfuerzo que los llevara más lejos,
si encontraban el artista con capacidad de perseguirlo.
Mientras tanto, el bailarín moderno ha respondido al desafío descartando completamente la
teoría de las formas arbitrarias y construyendo sobre el principio de que la experiencia emocional
se puede expresar a sí misma, directamente, a través del movimiento. Así, por primera vez, fue
posible tener una danza trágica creativa tanto como una danza lírica abstracta. El teatro tiene sus
tragedias tanto como sus comedias, la música está llena de composiciones trágicas; pero hasta
que Isadora Duncan convenció al mundo, no hubo nunca una visión de una danza trágica como la
que los griegos y sus antepasados conocieron. Si ella no pudo ver claramente a través de la
creación de los griegos, por lo menos vio sus posibilidades e hizo muchos esfuerzos gloriosos,
indomables y anárquicos para alcanzarlos.
Forma y metakinesis
Hasta aquí, hemos discutido aspectos puramente físicos de la forma de la danza. Con la
metakinesis hemos llegado a consideraciones más inmateriales pero también más importantes. La
habilidad o inclinación del bailarín para utilizar todos los tonos de movimientos y así mostrar a
través de ellos su intención, determina de forma bastante amplia –aunque nunca del todo- su tipo
de danza.
En el punto más alto de desarrollo encontramos la así llamada danza expresionista, con Mary
Wigman como su destacada figura. Este tipo de danza es, en efecto, la danza moderna en su más
pura manifestación. La base de cada composición subyace en la visión de algo, dentro de la
experiencia humana, que toca lo sublime. Su exteriorización en una forma que puede ser
aprehendida por otros no viene de una planificación intelectual, sino de un intenso “sentir a través”
de un cuerpo sensible. El primer resultado de este tipo de creación es la aparición de cierto
movimiento auténtico que está estrechamente aliado a la experiencia emocional como, por
ejemplo, el retroceder instintivamente está arraigado a la experiencia de miedo. En este proceso,
hay movimientos desarrollados que nunca habían sido vistos en una danza, pero que no obstante,
son el material inevitable para este tipo particular de composiciones. Cuando estos movimientos
han sido estructurados entre sí en una relación rítmica, la estructura dictada incluso por la lógica
del sentimiento interno produce, al mismo tiempo, una reacción estética en el espectador. Cuando
estos movimientos son puestos en relación rítmica unos con los otros, la composición está
completa. Este tipo de danza generalmente es de una extrema simplicidad. No puede permitir la
ornamentación, porque ella se impondría a su propósito de expresión. Frecuentemente establece
su ritmo con gran claridad y después sólo toca los puntos más importantes de su diseño,
dejándonos llenar el espacio y completar la forma. Cuando esto se logra, se ha producido el mejor
tipo de reacción estética.
Se ha dicho a veces que la danza de este tipo carece de variedad, pero esta es una afirmación
errónea. Podría no revelar su variedad a ciertos espectadores que no están preparados para verla.
Aquel que está buscando rutinas, “pasos” o “trucos”, por supuesto no los encontrará, y como no
sabe buscar algo más, se perderá naturalmente la casi ilimitada variedad que tiene delante.
Metakinesis es algo que se aplica literalmente a la pantomima, generalmente en las danzas con
un programa narrativo. La danza pantomímica o narrativo-literal no es un tipo puro de danza, pero
es una tendencia hacia esa subdivisión de la danza que nosotros llamamos teatral. En danzas de
este tipo las consideraciones coreográficas sobre las estructuras de tiempo y espacio son de
menor importancia. El proceso de composición se desarrolla a través de una serie de incidentes
generalmente concernientes a agentes externos. Sus formas son gobernadas por leyes
dramáticas, y el movimiento sirve a un propósito secundario.
En el otro extremo de la danza pantomímica encontramos ese tipo de composiciones que
buscan sus efectos a través de la abstracción e ignoran, tanto como es posible, toda consideración
metakinética. Entre estas tipologías podemos encontrar cualquier cantidad de variaciones, y
cualquiera de ellas es buena cuando producen su efecto. Seguramente, ningún coreógrafo piensa
previamente las secuencias, ritmos y dimensiones con los que tiene que trabajar. La técnica de la
composición, como otras técnicas, no se puede usar hasta que no se la aprende y se la olvida,
seguramente algo de ella queda en ese proceso. La parte retenida es la que sirve, el resto no
importa, ya que el coreógrafo no lo ha hecho propio. (1933)