Dulce Aroma de Arte en El Estercolero

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Dulce aroma de arte en el estercolero

A propsito de El efecto Guggenheim. Del espacio basura al ornamento Iaki Esteban (Anagrama, 2007) Gabriel Villota Toyos.

Bilbao, puente de la Salve, una fecha indeterminada del ao 1983. En la pantalla vemos a dos adolescentes charlando en unas escaleras del gran puente que se alza sobre la ra de Bilbao. Cuando, en un momento dado, se levantan y comienzan a andar en direccin al ensanche de la ciudad, la cmara nos muestra a su derecha un enorme espacio industrial semiabandonado, con un aire lgubre. Se trata sin duda de uno de esos espacios-basura, segn la denominacin sugerida por el arquitecto Rem Koolhaas. Bilbao, pueste de la Salve, una fecha indeterminada del ao 1999. En la misma localizacin que la escena anterior, pero andando en direccin contraria, vemos ahora a Pierce Brosnan (como quinto James Bond), quien, tras saltar por la ventana de un apartamento antes de que lo detenga un grupo de policas con boinas rojas, se confunde con los viandantes alejndose del ensanche de la ciudad: a su lado vemos ahora la silueta en titanio de un inconfundible edificio, que ha aparecido como si de una nave espacial se tratara. Un inmenso pastel metlico, como perfecto ornamento postindustrial para una ciudad en transformacin. Lo que es seguro, en todo caso, es que los protagonistas de uno y otro film (El Pico, de Eloy de la Iglesia, y The world is never enough, de Michael Apted), pese a dirigrise en direcciones opuestas por la misma acera del puente, jams se encontrarn.

Bilbao, 1 de noviembre de 2007, da de Todos los Santos. Una enorme cola de gente desciende por las escaleras que dan acceso a la entrada del edificio que, de algn modo, se ha convertido en uno de los emblemas de la era de la globalizacin. En estos

das en los que se celebra el dcimo aniversario de la apertura del Museo Guggenheim Bilbao, este adems ha tenido la iniciativa de abrir sus puertas gratuitamente, por vez primera, con ocasin de celebrarlo. Que para ello el visitante tenga que efrentarse con exposiciones que pueden resultarle un tanto ajenas, como la que repasa 300 aos de creacin artstica norteamericana, o esa otra que muestra el trabajo de doce creadores vascos contemporneos, es lo de menos: en estos tiempos definidos por socilogos como Scott Lash a partir de conceptos como el de operacionalidad est demostrado que lo de menos es el contenido de los mensajes, siendo lo ms importante, sin embargo, el hecho mismo de comunicarse, de sentirse conectado. Quizs en esto resida, al menos en parte, una de las funciones del ornamento que, segn el filsofo y periodista bilbano Iaki Esteban, caracteriza mejor que ninguna otra el xito del Museo Guggenheim Bilbao. Y es que, basndose fundamentalmente en la actualizacin de argumentos tomados de Siegfried Krakauer, y hacindolos polemizar con otros de Adolf Loos, este es el paradigma fundamental que Esteban utiliza para analizar el impacto de esta obra arquitectnica que tantos cambios (aparentes y sustanciales) ha trado a una ciudad sumida en pleno declive postindustrial en la dcada de los ochenta. Porque, se pregunta Esteban, qu entenderamos por ornamento en nuestra cultura actual? Fundamentalmente, nos dice, aquello que procura, en el contexto de una sociedad de la superabundancia (el ornamento, apostilla Esteban, siempre surge de la abundancia), un generador de identidad y, en consecuencia, el flujo, desde la misma y hacia la misma, de imgenes, individuos, informacin y, necesariamente, tambin de capital: Un ornamento del siglo XXI no slo lleva a la superficie y ofrece a la vista las fuerzas interiores y estructurales de un sistema, sino que est en su corazn y distribuye sus flujos vitales (pg. 16). Y es que las funciones que habrn de desarrollarse

en este nuevo escenario tienen que ver con la imagen de la ciudad, la legitimacin poltica y los contactos empresariales: y lo cierto es que a dichos efectos la efectividad del Museo bilbano, sobre todo desde el punto de vista de la estrategia poltico-publicitaria del nacionalismo, ha sido inapelable. Otra cosa es que hablemos del arte; pero a eso, como veremos ms adelante, tambin Esteban dedica espacio. El otro concepto clave utilizado por Esteban para analizar el llamado Efecto Guggenheim (genrico al parecer ya internacionalmente utilizado para referirse a la capacidad de una intervencin arquitectnica a la hora de cambiar el rumbo vital de una ciudad) es, como no poda ser de otra manera, el de espectculo (haciendo referencia, obviamente, a la complejizacin que de este trmino en su da hiciera Guy Debord). Resulta curisoso observar aqu, no obstante, una extraa ambigedad en el manejo de los argumentos por parte de Esteban cuando, rechazando a priori la acusacin de espectacular para el Museo en razn del extremo rigor desplegado en las exhibiciones, as como por la sobreabundante documentacin incorporada a las mismas, apostilla a rengln seguida (como si lo dijera en voz baja): en todo caso, el espectculo resida en lo contrario: en el abrumador despliegue o amontonamiento de academicismo. Evidentemente, en el caso ante el que nos encontramos se trata de esto, precisamente: de abrumar al visitante con el espectculo de la omnipotencia, del inabarcable compendio de saber que una institucin como sta es capaz de poner en marcha, actualizando para nosotros, al instante, enormes parcelas de cultura y conocimiento a las que nunca podramos acceder con nuestros ojos ni con nuestro entendimiento limitado. Sin embargo el aspecto que toda esa cultura recopilada adquiere en cada exposicin no es el de un archivo al uso, es decir, el de la biblioteca ilustrada: pues aqu, no lo olvidemos, esa enorme acumulacin documental que acompaa a cada

exposicin tiene como objetivo fundamental, precisamente, servir de argamasa a la elaboracin precisa del conjunto ornamental que constituye el Museo. Y en esa medida saber y ornamento se asocian a la perfeccin en un modelo que no podramos sino calificar, precisamente, de espectacular. Y, finalmente, dnde queda el arte en todo esto? Esteban se inclina por pensar que el peso que la gestin econmica tiene en el edificio ha coartado, sin duda, la posibilidad de un desarrollo artstico ms atinado: sobre todo cuando, a fecha de hoy, el Museo sigue sin contar con un director (artstico) que se ocupe de ello. Es especialmente interesante cmo Esteban hace visibles aqu las perversas

argumentaciones de un personaje como Thomas Krens, tratando de hacer de la necesidad virtud y vender su falta de coleccin propia y de criterios estticos mnimos en supuesta coherencia con un afn deconstructivo y contrailustrado, es decir, como el paradigma de la posmodernidad ms consecuente! Argumento que en todo caso se cae por su propio peso cuando uno constata el carcter totalmente normativo y cannico que ha sustentado la presentacin de prcticamente todas las exposiciones hasta la fecha. Llegados a este punto, dice Esteban, es difcilmente sostenible que en dichas condiciones pueda calificarse a este modelo de museo, pese a que dicha denominacin convenga promocionalmente mucho ms que la de, por ejemplo, centro de arte. Esto, unido al difcilmente soslayable carcter sucursarial del centro (y aqu el fantasma de la franquicia aparece en todo su esplendor), mostrara en definitiva el flanco ms dbil de la propuesta vasco-neoyorquina.

S que podramos decir por todo ello que, all donde el arte falla, lo artstico, entendido como tenue aroma pulverizado sobre el otrora espacio-basura, ha triunfado dentro de la cultura del ornamento que tan bien representa el Guggenheim de Bilbao.

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