Violencia Contra La Mujer Migrante CNDH 2004 PDF

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

Teresa Fernndez de Juan (Coordinadora)
MXICO, 2004
Primera edicin: marzo, 2004 ISBN: 970-644-354-1 Comisin Nacional de los Derechos Humanos Perifrico Sur 3469, esquina Luis Cabrera, Col. San Jernimo Ldice, C. P. 10200, Mxico, D. F. Diseo de portada: Flavio Lpez Alcocer Impreso en Mxico
CONTENIDO
INTRODUCCIN Teresa Fernndez de Juan ...............................................................
PRIMERA PARTE DISTINTAS MANIFESTACIONES DE VIOLENCIA HACIA LA MUJER 1. VIOLENCIA CONTRA LA MUJER INDGENA Qu es la violencia domstica para las mujeres indgenas en el medio rural? Pilar Alberti Manzanares ........................................................... Pegar de balde/pegar con razn. Aproximacin etnogrfica a las prcticas violentas hacia mujeres en comunidades tojolabales Flor Mara Prez Robledo .......................................................... 2. VIOLENCIA CONTRA LA MUJER MIGRANTE Abuso y violencia a las mujeres migrantes Ofelia Woo Morales .................................................................... Violencia sexual: el caso de las migrantes centroamericanas en la Frontera Sur Olivia Ruiz .................................................................................. 3. SITUACIN LEGAL El marco legal de la violencia de gnero: avances y desafos Marta Torres Falcn ...................................................................
19
51
71
85
99
[5]
4. ACERCA DE LA VIOLENCIA MASCULINA Complejidad e intimidad en la violencia de los hombres. Reflexiones en torno al poder, el habla y la violencia hacia las mujeres Roberto Garda ............................................................................ 5. SOBRE EL FEMINICIDIO EN JUREZ La sinrazn de la violencia. Homenaje a las mujeres muertas en Ciudad Jurez Elena Azaola ............................................................................... 6. EL MALTRATO NO VISIBLE Acerca de la violencia conyugal y su repercusin en la autoestima de la mujer Teresa Fernndez de Juan .......................................................... La violencia contra la mujer. Una violencia que se expande Rosalba Robles Ortega ............................................................... Violencia, gnero y literatura. Apuntes para reflexionar Mara Socorro Tabuenca Crdoba .............................................
119
145
157 175 195
SEGUNDA PARTE LA SITUACIN DE LOS CENTROS DE ATENCIN DE BAJA CALIFORNIA EN GENERAL, Y DE TIJUANA EN LO PARTICULAR: PASADO, PRESENTE Y FUTURO INMEDIATO De la Agencia de Delitos Sexuales al Instituto de la Mujer para el Estado de Baja California. Entrevista a la licenciada Gabriela Guadalupe Navarro Peraza Por Teresa Fernndez de Juan ........................................................ La Coordinacin de Atencin a la Mujer y Orientacin Familiar del DIF municipal como alternativa de atencin integral a la violencia familiar Ins Favela Hernndez, Vernica Gonzlez Zrate, Antonio Villagmez Candelas ......................................................... Centros de Atencin a Mujeres Vctimas de Violencia en Baja California .............................................................................................
223
237 263
INTRODUCCIN
Teresa Fernndez de Juan1
Aunque algunos datos de la dcada de los noventas estiman en un milln el nmero de mujeres que buscaron tratamiento mdico urgente en todo Mxico debido a lesiones causadas por el maltrato domstico,2 el tema concerniente a la violencia contra la mujer trasciende, como sabemos, las fronteras de este pas. Se trata, desgraciadamente, de un fenmeno de alcance internacional y de caractersticas multipresentes, a veces ms y otras menos encubierto, denominado tambin de gnero, en tanto comprende cualquier agresin3 dirigida en contra de las mujeres por el slo hecho de [serlo].4 Del mismo modo, se extiende no slo al mbito pblico aquellos espacios externos tantas veces vedados para las fminas, sino inclusive (y sobre todo!) a la intimidad del hogar, donde permaneci oculto durante tanto tiempo para golpearnos hace slo unas dcadas con su crudeza, asombrarnos con su senectud enmascarada y horrorizarnos con sus alcances. Sus manifestaciones son de ndole y naturaleza tan diversa que resulta imposible reunirlas en un solo libro, incluso cuando tratemos de restringirlo, como es nuestro actual propsito, al caso de Mxico en particular. Esta problemtica, de la mano de todo rezago (an tan vigente) de la sociedad patriarcal, sus prejuicios, torcidos derechos y obligaciones segn su conveniente distincin por sexos, se manifiesta ante todo como una situacin de control, en la cual,
Doctora en Psicologa. Investigadora del Departamento de Estudios de Poblacin de El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, B. C. 2 Mariclaire Acosta, Vencer la discriminacin en Mxico es una tarea para SISIFO, en Memorias del Seminario Los Derechos de la Mujer en la Legislacin Nacional. Mxico, Academia Mexicana de Derechos Humanos, 1999. 3 Fsica, psicolgica, sexual o econmica. 4 Martha Torres, La violencia en casa. Mxico, Paids, 2001, p. 23.
1
[7]
como planteara el especialista Jorge Corsi, las relaciones abusivas se convierten en el caldo de cultivo para satisfacer las necesidades originadas en el desequilibrio de poder.5 De tal forma, el presente volumen ha tratado de mostrar distintas visiones de este fenmeno sin pretender agotarlo en modo alguno. Debe por tanto considerarse como un primer esfuerzo en aras de integrar y exponer la dinmica del maltrato de gnero en nuestro pas. La primera parte del libro corresponde a un ejercicio de reflexin acadmica en torno a la violencia de gnero y algunas de sus manifestaciones, segn la visin de diversos especialistas que desde diferentes mbitos fsicos y colegiados exponen las experiencias de su quehacer cientfico en esta rea. Esta panormica se inicia con aspectos concernientes al maltrato inflingido a la mujer indgena, dada su doble condicin que la convierte (al igual que ocurre con las mujeres migrantes) en un sujeto particularmente vulnerable al trato discriminatorio. La doctora Pilar Alberti Manzanares, en su artculo Qu es violencia domstica para las mujeres indgenas en el medio rural?, reclama la poca cantidad de estudios que aparecen en este mbito, y seala en su caso particular de estudio (zona de Cuetzaln, en Puebla) las caractersticas que asume la violencia domstica entre las mujeres, incluso partiendo de su propia terminologa: es as que violenta puede connotar a una mujer rpida y eficiente, o bien tratarse de que alguien se pas de violencia, con lo cual ya alude a un grado muy intenso y negativo de la misma, y que suele partir del esposo hacia su cnyuge. El concepto de violencia como tal no aparece en nhuatl y en cambio otras palabras van cubriendo sus significados segn particularidades e intensidad de la misma. Se analizan la relacin con la suegra y su interferencia con respecto a la violencia sufrida por la mujer, y aspectos concernientes a la fuga o rapto ficticio, comn entre sus habitantes. Este ltimo aspecto es desglosado tambin por Flor Mara Prez Robledo, que en su Aproximacin etnogrfica a las prcticas violentas hacia mujeres en comunidades tojolabales, situadas en el municipio de las Margaritas, en Chiapas, analiza la diferencia que asume para ellas el maltrato por parte de su pareja en tanto el golpe puede venir de balde o ser inflingido con razn. Expone, de acuerdo al contexto cultural, cules son los elementos que configuran la lnea entre lo que consideran violencia socialmente censurada (cuyo castigo ser analizado e impuesto por la asamblea comunitaria), las formas de
5 Ver Jorge Corsi, Abuso y victimizacin de la mujer en el contexto conyugal, en Violencia domstica. Cuernavaca, Cidhal, Prodec, 1998.
las prcticas violentas en el marco de las relaciones conyugales y las respuestas asumidas. El hombre cabal debe cumplir las expectativas de masculinidad que implican el mantener la obediencia de la esposa y un nmero de hijos varones como descendencia que reemplazar al padre como fuente de autoridad, quien pegar con razn siempre y cuando la mujer no lo obedezca, sea infrtil y no realice la mayor parte de las tareas domsticas, por ejemplo. La mujer migrante comparte con la indgena la posicin de vulnerabilidad extrema de la cual ya comentamos. La creciente presencia de la mujer mexicana como sujeto migratorio (sobre todo de forma indocumentada) hacia Estados Unidos, los momentos histricos que marcan un parte aguas en su nuevo perfil y algunas formas y expresiones de la violencia que sufren, que incluye la violacin a sus Derechos Humanos, son analizados en el artculo de Ofelia Woo, Abuso y violencia a las mujeres migrantes, en su intento por cruzar la Frontera Norte del pas. Otro tipo de violencia tambin muy comn de la que suelen ser objeto es el tema del siguiente artculo, que centra ms bien su atencin en la mujer que migra desde la Frontera Sur: Violencia sexual: el caso de las migrantes centroamericanas en la Frontera Sur. En este anlisis, Olivia Ruiz desglosa desde los riesgos que afrontan al dejar su hogar sin documentos y dirigirse hacia un pas distinto y lejano, hasta los atracos y atropellos de los que son objeto por su condicin especfica de gnero, las caractersticas de este tipo de abuso y los contextos de las estructuras y relaciones de poder que existen en particular en su trnsito por esta frontera. El feminicidio en Ciudad Jurez, tema sobre el que se han formulado varios planteamientos, no poda estar ausente en una recopilacin de trabajos sobre las cuestiones relativas a la violencia en el pas. En Homenaje a las mujeres muertas en Ciudad Jurez, Elena Azaola intenta reconstruir algunos elementos para explicar el asesinato indiscriminado e impune6 que ha sacudido a Ciudad Jurez desde 1993 con un nmero que a la fecha alcanza el aproximado de 284 mujeres asesinadas y otras 45 desaparecidas con la condicin general de ser migrantes, pobres, que habitaban en lugares de alto riesgo, y que mayoritariamente trabajaban en maquiladoras manejadas por corporaciones multinacionales, entre otras caractersticas.
Se conoce de arrestos que por mayora de casos o no llegaron a realizarse o no correspondan con la vctima por la cual se les culpaba. End Violence Against Women in Jurez, Carta Abierta a la Comisin Nacional de los Derechos Humanos y a la Comunidad Internacional, Ciudad Jurez, Chihuahua, agosto de 2002, en www.chihuahua.gob.mx.
6
10
Todo ello nos conduce a interrogantes sobre la adecuacin del marco legal de la violencia de gnero imperante, sus avances y sus desafos, abordado por la abogada Marta Torres Falcn, quien tambin ofrece una conceptualizacin de la violencia de gnero, ya que, como la autora recalca, cualquier intento de erradicar la violencia debe atacar directamente sus orgenes, por lo que debe tomarse en cuenta la desigualdad social y poltica de hombres y mujeres. Se trata de combatir la violencia, ante todo, porque es un derecho que tenemos. Y desde ese punto de vista seala las perspectivas actuales en esta lucha. Lucha en la cual sera interesante conocer qu piensan los hombres al respecto. Nunca falta, en alguna conferencia sobre la temtica, la intervencin de un miembro del sexo masculino que reclame indignado Y qu se dice sobre el hombre maltratado? Sin negar la realidad de la extensin del abuso hacia algunos hombres (abuso que por ser tal, tambin merece repudio), su nmero es realmente tan nfimo en comparacin a las fminas que lo padecen y que adems siguen clamando por una verdadera justicia, que no alcanza a ser objeto particular de estudio por el momento. En cambio, nos pareci importante, eso s, incorporar las voces y esfuerzos de aquellos colectivos que trabajan por lograr un cambio de mentalidad en los hombres en general y en los abusivos en particular. Para acercarnos a este interesante y necesario mundo, Roberto Garda reflexiona en torno al poder, el habla y la violencia hacia las mujeres en Complejidad e intimidad en la violencia de los hombres. Tambin, como un acercamiento hacia elementos ms subjetivos, Teresa Fernndez, a travs de un estudio terico y presentando algunos hallazgos empricos de una investigacin en proceso, refiere la repercusin que sobre la autoestima de la mujer tiene el maltrato de tipo conyugal, el cual hay que entenderlo tomando en cuenta no slo sus alarmantes efectos fsicos, sino tambin el lado no visible pero igual o ms devastador que el primero: su aspecto psicolgico en general y su relacin con la vala o autoestima en particular. La autoestima es un proceso que, como se seala en el artculo, se conforma desde los primeros aos de nacimiento, y se desarrolla y fortalece con los vnculos que establecemos en el resto de nuestra vida, por parte de las personas que nos resulten significativas, as como por el valor que impere en nuestra sociedad.7 Y esto abre nuevas interrogantes, como: qu pasar en un futuro con esas nias maltratadas fsica y/o psicolgicamente? Engrosarn probablemente las filas de las esposas maltratadas como vemos en ese ar-
Tomado de A. Daskal, Permiso para quererme. Mxico, Paids, 1994.
11
tculo, pero tambin suelen convertirse a su vez en madres maltratadoras, lo cual relata Rosalba Robles bajo el ttulo La violencia contra la mujer. Una violencia que se expande. Una violencia que se expande a los futuros esposos maltratadores y esposas maltratadas, hijos adems casi en exclusivo responsabilidad de la madre, tanto en la crianza como en el cuidado y la educacin, de lo cual el padre no carga culpas por estar ausente en gran parte de la misma. Es por ello que Rosalba plantea la resignificacin de los procesos socioculturales, polticos y econmicos que implican ser mujer/madre. Aspectos ms encubiertos de la violencia, pero que sealan su omnipresencia, es lo referido a su tratamiento a travs del arte y la comunicacin. Mara Socorro Tabuenca Crdoba, en Violencia, gnero y literatura. Apuntes para reflexionar, seala, a travs de dos ejemplos tomados de autores de la frontera mexicana, la relacin entre la violencia de gnero y la literatura. Tabuenca analiza las representaciones utilizadas para hacernos notar cmo las creencias cotidianas (convenciones sociales, tradiciones, etctera) son ideologas asociadas con el poder, siendo la literatura otro importante medio para perpetuar las representaciones de gnero y violencia. A lo cual tambin contribuyen la televisin, el cine o cualquier manifestacin artstica o cultural, ya que, a decir de la misma autora, la violencia permea nuestras vidas a travs de los medios y de nuestra cotidianidad. La segunda parte del libro est dedicada a plasmar la situacin de los centros de atencin a mujeres maltratadas en Baja California, en general, y en la ciudad de Tijuana, en particular. Al abordar la bibliografa sobre el tema nos llam fuertemente la atencin la ausencia de informacin sobre los mismos en el estado que nos ocupa. Ello conllev a un esfuerzo por presentar una panormica informativa acerca de la creacin de organismos gubernamentales en este estado. La entrevista a la licenciada Gabriela Navarro, quien estableci los cimientos de la primera agencia de denuncia creada en Tijuana, expone por primera vez la historia, actores y procesos que siguieron en la atencin a las mujeres vctimas de maltrato domstico, desde la Agencia Especializada en Delitos Sexuales hasta la actualidad, con la reciente creacin del Instituto de la Mujer de Baja California. Dentro de esta historia ocupa un lugar relevante el tambin reciente Centro de Proteccin Social de la Mujer, otro de los principales logros en la atencin a las mujeres abusadas de nuestra ciudad, el cual inicia sus servicios en 1999, antecedido en 1998 por el funcionamiento de la Lnea Binacional de Crisis y creado a resultas de las crecientes demandas que evidenciaron la insuficiente oferta de la misma dados los servicios que la poblacin comenz a exteriori-
12
zar al respecto. En este trabajo de corte descriptivo que completa y detalla aspectos abordados en la entrevista a Gabriela, se sistematiza por primera vez la informacin acerca de las usuarias atendidas (en este caso, correspondientes al primer semestre del ao) por el rea de psicologa, sus principales caractersticas, tipo de violencia referido, elementos sobre el agresor, nmero de hijos, delegaciones de procedencia, regiones de origen y sexo de los nios victimizados, entre otros elementos. La coordinadora del Centro, Ins Favela Hernndez, en unin de dos colaboradores, ofrece una visin panormica sobre la aparicin en Baja California de la modificacin al Cdigo Penal de la Ley de Asistencia y Prevencin de la Violencia Intrafamiliar, el funcionamiento del DIF Municipal de Tijuana desde sus inicios y los servicios en relacin con la mujer desarrollados por ste, del cual el ms reciente es la creacin de un albergue para vctimas de violencia familiar. Se aade una amplia informacin acerca de este Centro y de la Lnea en Crisis para el consumo de aquellas mujeres necesitadas y organismos que lo requieran. No poda faltar, en respuesta al alto nmero de demandas, un listado con los Centros que atienden esta problemtica y a los cuales pueden acudir las mujeres de Baja California vctimas de violencia familiar; tambin ausentes en los registros concernientes tanto a nuestra ciudad como a nuestro estado. Se incluyen, entre los datos, la participacin de la licenciada Minerva Njera, quien como responsable fundador del Programa Estatal de la Mujer, el Menor y la Familia, as como de la Coordinacin de la Zona Norte del Comit Latinoamericano y del Caribe sobre Derechos de la Mujer, resume los tipos de servicios que ambos organismos ofrecen (bsicamente centrados en la atencin a denuncias por violacin a los Derechos Humanos cometidos por personal de servicio pblico, informacin sobre Derechos Humanos de la mujer, capacitacin, canalizacin y asesora legal) y sobre todo aparecen recogidas las Organizaciones No Gubernamentales que a lo largo del estado desempean un papel primordial en esta atencin. Esperamos, pues, que esta herramienta sea de particular utilidad. Quisiera por ltimo agradecer las aportaciones de los autores que desde diversas regiones del pas accedieron a participar en este libro, comprendiendo la importancia de ir consolidando cada vez ms los puentes entre la academia y la sociedad civil; as como a El Colegio de la Frontera Norte, donde desarrollo mi quehacer investigativo relacionado con la temtica. Las informaciones aqu vertidas, tanto desde el punto de vista cientfico como el de divulgacin, obedecen directamente a esta necesidad evidenciada en el plano personal luego de la acogida al libro Los rostros de la violencia de continuar este im-
13
portante trnsito. En respuesta a aquellas organizaciones que se constituyeron en las primeras del pas en prestar atencin a esta problemtica y proporcionar atencin a las vctimas, as como a las tantas mujeres necesitadas que, al igual que algunos hombres, requieren abrir su conciencia y hallar un espacio tanto para sus denuncias como para encontrarse a s mismas.
Primera parte DISTINTAS MANIFESTACIONES DE VIOLENCIA HACIA LA MUJER
1. Violencia contra la mujer indgena
QU ES LA VIOLENCIA DOMSTICA PARA LAS MUJERES INDGENAS EN EL MEDIO RURAL?1

Pilar Alberti Manzanares2
El objetivo de este artculo es reflexionar acerca de las formas de violencia que viven las mujeres indgenas, los momentos del ciclo de vida en los que se ejerce y las estrategias empleadas para evitarla. El marco conceptual utilizado es la perspectiva de gnero y los estudios sobre violencia domstica, considerando la metodologa cualitativa. Los apartados en los que se divide el artculo se inician con una contextualizacin terica sobre el tema, continan con la metodologa empleada
1 Este artculo es indito y se elabor con los datos de una investigacin financiada por la Asociacin Mexicana de Poblacin. Trabajamos un equipo de investigadoras coordinadas por la doctora Soledad Gonzlez (El Colegio de Mxico) y compuesto por la doctora Beatriz Martnez (Campus Puebla del Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrcolas), la maestra Susana Meja (asesora de la organizacin de mujeres indgenas Maseualsihuamej Mosenyolchicahuame), la doctora Mara Eugenia D ubeterre (del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autnoma de Puebla) y yo (del rea de Gnero: Mujer Rural del Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrcolas). El equipo trabaj los temas de salud reproductiva, sistema judicial, sistema mdico y subjetividad e historias de vida asociadas con los casos de violencia. La investigacin se realiz durante noviembre de 1994 y mayo de 1995. Es importante resaltar los esfuerzos de varias instituciones por impulsar los estudios sobre el tema que nos ocupa. El Colegio de Mxico, a travs del Programa Salud Reproductiva y Sociedad, del PIEM, auspiciaron un Grupo de Trabajo sobre violencia domstica y salud coordinado por Irma Saucedo e integrado por cerca de 70 participantes. stos pertenecan a instituciones gubernamentales, ONG, acadmicas, mdicas, etctera. Este espacio sirvi para compartir experiencias de trabajo, puntos de vista tericos, discutir bibliografas, conocer programas de atencin a vctimas, elaborar metodologas y exponer trabajos de investigacin. La visin interdisciplinaria e interinstitucional fue sumamente enriquecedora. Otra institucin acadmica que promueve la investigacin en el tema es el rea de Gnero: Mujer Rural del Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrcolas. 2 Profesora Investigadora Titular, Programa de Estudios del Desarrollo Rural, rea de Gnero: Mujer Rural. Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrcolas, Texcoco, Estado de Mxico.
[19]
20
especificando las premisas que guiaron la investigacin; el contexto regional del municipio de Cuetzaln donde se realiz la investigacin; algunas consideraciones acerca de los conceptos de normal y excesivo de la violencia; bases culturales del grupo domstico nhuatl; ciclo de vida y ciclo de violencia (maltrato en la infancia, juventud, matrimonio, vivencia de los hijos/as); causas de la violencia, y una reflexin sobre la actitud de los hombres violentos. Por ltimo, se incluyen las conclusiones y la bibliografa.
CONTEXTUALIZACIN TERICA El inters por los estudios sobre la violencia se han incrementado en los ltimos aos. Este inters se debe a varias razones, entre las que se encuentran las que muestran el alto costo social y econmico del problema, la prctica reivindicativa a favor de las mujeres por los grupos feministas y de Derechos Humanos, as como la presin de la sociedad civil a los gobiernos para atender a las vctimas de la violencia (mujeres, nias/os, jvenes y ancianas/os). Las caractersticas de la violencia domstica han sido precisadas de manera ms concreta en el mbito urbano (Walker, 1979; Corsi, 1994; Ferreira, 1989). La violencia ha sido estudiada en Mxico desde la visin de distintas disciplinas tales como la antropologa (Genovs, 1993), la sociologa (Domenech, 1981), la medicina (Gamboa, 1994; Carrasco, 1994), la psicologa (Duarte, 1993; Esparza, 1994), el derecho (Gonzlez Ziga, 1993; Meja Chaparro, 1973), la educacin (Maher, 1990), los medios de comunicacin (Snchez Soto, 1990), la salud reproductiva (Saucedo, 1994; Gonzlez Castillo, 1994), las polticas pblicas (Quirs Rodrguez, 1994) y el trabajo social (Cabaas Reyes, 1995; PAIVSAS, 1994), entre otras. La sociedad, a travs de organizaciones civiles y gubernamentales, est dando atencin al problema de la violencia contra las mujeres mediante la difusin de documentos informativos y centros de apoyo (Snchez Pineda, 1993; Grupo de Mujeres de San Cristbal, 1994; Centro de Investigaciones y Lucha contra la Violencia Domstica, 1992; PAIVSAS, CAVI, Cavide, Ctea, Adevi, Avise, COVAC, CAM, DIF). Los estudios acerca de otras vctimas de la violencia, como adolescentes, nios y ancianos, son an escasos (Maher, 1990; Barbosa, 1993; Trujillo, 1994). Sobre hombres violentos podemos encontrar bibliografa como la de Ortiz Betancour (1994) y Ferreira (1992). Respecto de la violencia en el mbito rural, el nmero de estudios disminuye (Greenberg, 1989; Flanet, 1977) y, especialmente, son ms escasos en lo referente a la violencia domstica (Gonzlez Montes, 1987; Carren Salazar,
21
1984; Pimentel, 1997). Sobre violencia hacia mujeres indgenas existen estudios acerca de las mujeres zapatistas (Lobera y Paloma, 1998; Hernndez A., 1998) y de violencia hacia mujeres de Cuetzaln (Alberti, 1997; Martnez y Meja, 1997; Gonzlez Montes, 1998).
METODOLOGA La investigacin se realiz en una zona rural indgena, especficamente en Cuetzaln, Puebla, y muestra la visin de las mujeres nahuas acerca del problema de la violencia domstica. Este tipo de violencia est orientada a controlar las acciones de las mujeres, sus decisiones y deseos. Planteo que el modelo genrico vigente en el grupo y la posicin que ocupan las mujeres en l facilita el hecho violento. De este planteamiento derivaran algunas interrogantes de partida: cmo define la poblacin las diferentes formas de maltrato hacia las mujeres?, en qu tramos del ciclo de vida la violencia es ms generalizada?, hasta qu punto se aceptan ciertas formas de violencia?, por qu? El grupo domstico es la unidad de anlisis en esta investigacin al considerar que la familia juega un papel importante, tanto en la defensa de las mujeres, como en la permisividad de la violencia. Por qu los padres, en algunos casos, devuelven a las hijas con el esposo que las golpe?, qu peso tiene el compromiso matrimonial en relacin con la violencia?, hay violencia entre nuera y suegra?, qu diferencias hay entre la violencia urbana y la rural? Es importante conocer las reglas del matrimonio, las obligaciones y derechos de los cnyuges porque ayudan a vislumbrar la lgica del sistema familiar. Se puede llegar a situaciones de violencia aguda, generadas por celos, alcoholismo e infidelidad. Tambin es necesario tener en cuenta otras alternativas. Las premisas que guiaron la investigacin fueron las siguientes: a) Existen valores culturales que sostienen que el hombre tiene derecho a golpear a la mujer cuando sta no cumple con sus obligaciones. Sera un castigo con la finalidad de corregir su comportamiento a la manera en que los padres tienen la obligacin de educar a los hijos. b) Suponemos que hay una violencia normal que se lleva a cabo con una cierta frecuencia y una cierta intensidad, que no produce daos psicolgicos o fsicos profundos en las mujeres, debido a que es aceptada por ellas y por el entorno en general, es el tipo de violencia que sufre la mayora?
22
c) Junto con lo anterior, existen nociones de exceso en el caso de hombres que golpean sin que exista causa justificada, en trminos de la propia cultura; o que golpean de una manera demasiado enrgica, produciendo daos fsicos. Este exceso puede producir daos que van ms all de las atribuciones y funciones aceptadas, estos hechos son repudiados por el comn del grupo? Algunas de las hiptesis manejadas fueron las siguientes: 1) las mujeres casadas estn ms protegidas ante la ley que las que viven en unin libre, en cuanto a sufrir episodios violentos; 2) la violencia hacia las mujeres es mayor en la primera etapa del matrimonio cuando conviven en la casa de los suegros, establecindose una mayor agresividad entre la suegra y la nuera, y 3) la agresividad masculina est relacionada con la conformacin de la identidad genrica, promovida y aceptada entre hombres. La metodologa empleada se bas en el anlisis de gnero y la utilizacin de mtodos cualitativos. Para la hiptesis 1 y 2 fue necesario conocer si exista una moral familiar respecto de los casos de violencia y sustentar este aspecto con ejemplos en los que se acepta o repudia. Para la hiptesis 3 se detectaron los casos de maltrato exagerado, de golpeadores reconocidos como tales. Se recurri a las entrevistas semiestructuradas y a las historias de vida, que se aplicaron a 18 mujeres de una muestra total de 50 informantes. En estas historias de vida se tuvo en cuenta las experiencias de la infancia (hasta los 11 aos), escolaridad, trabajo, trato diferencial o no del padre, madre y otros parientes, alimentacin y demostraciones de cario. Durante la adolescencia y juventud (12 a 17 aos) nos interes conocer si vivieron algn episodio de violencia. En el matrimonio se indag sobre las caractersticas de la primera etapa de la unin en la que la pareja convive con los padres del marido, as como la edad de casamiento, manera de establecer el compromiso, edad del primer embarazo, trato de la suegra y parientes, problemas de violencia. Durante la segunda etapa de la unin se consider la separacin de la familia del esposo, trato conyugal, apoyos recibidos y atencin mdica. Sobre violencia se realizaron preguntas acerca de la justificacin de los castigos que reciban las nias, derecho del esposo, cundo y por qu de la violencia extrema, estrategias para afrontar la violencia, repercusiones para los hijos y enfermedades asociadas. Algunos obstculos encontrados en esta investigacin estn relacionados con la dificultad de tratar un tema tan delicado. No es fcil que las personas quieran contestar preguntas referidas a su propia vida de manera tan minucio-
23
sa y aspectos tan personales. Sin embargo, debido al conocimiento de las informantes que tena de aos anteriores en que realic otra investigacin con ellas, las entrevistas adquirieron un tono de confianza por ambas partes. Es importante mantener la confidencialidad y la privacidad en el momento de las entrevistas. Pude observar que la entrevista se dificultaba (bajo tono de voz, respuestas escuetas, informacin falsa, por ejemplo) cuando estaba presente o cercano algn hombre, incluso dormido. Un ejemplo de esto fue cuando le pregunt a una joven si su actual esposo la haba golpeado; l estaba dormido en un lugar de la casa separado de donde estbamos por media pared de madera; ella me contest pues, quin sabe... La presencia masculina distorsion ostensiblemente las respuestas de las informantes, llegando, incluso, a que uno de los esposos se ofreciera a contestar en vez de su esposa.
CONTEXTO REGIONAL Nuestras informantes fueron las artesanas de la Sociedad de Solidaridad Social (SSS) Maseualsihuamej Mosenyolchikauame (Mujeres Artesanas que Trabajan Juntas). Esta organizacin agrupa a 250 mujeres pertenecientes a seis comunidades del municipio: San Andrs Tzicuilan, San Miguel Tzinacapan, Chicueyaco, Pepexta, Xiloxochico y Cuauhtamazaco. El municipio de Cuetzaln se encuentra situado en la Sierra Norte del estado de Puebla. Tiene una poblacin de 35,676 habitantes (Censo 1990), de los cuales el 71.1 % es indgena. La zona fue habitada por distintos grupos tnicos (otomes, totonacos y nahuas), encontrndose vestigios de stos en las costumbres, vestido, lenguaje y zona arqueolgica. Cuetzaln es la cabecera municipal y en ella se concentran los servicios administrativos, comerciales, escolares, mdicos y el mercado indgena. La tenencia de la tierra es privada y se hereda de padres a hijos, las hijas no heredan la tierra pues, en opinin de los padres, cuando se casan se trasladan a vivir con la familia del esposo y trabajan para la nueva familia. Los principales cultivos son el maz, frijol, calabaza, frutales, hortalizas y caf (monocultivo que abarca importantes extensiones de terreno). La abundancia de vegetacin se debe al clima hmedo, semiclido con abundantes lluvias en verano (4.422 mm). La ciudad de Cuetzaln se encuentra a 980 metros sobre el nivel del mar pero se tiene la impresin de mayor altitud debido a que est rodeada de montaas con fuertes pendientes y altitudes de 1,850 a 800 metros. Si bien el 80 % del uso del suelo es agrcola, la calidad
24
de la tierra es mala y los cultivos son de temporal. Estas caractersticas geogrficas y climticas han favorecido el monocultivo del caf, el cual se inici a finales del siglo XIX. La fluctuacin de los precios del producto a nivel internacional ha influido en la zona haciendo que surjan acaparadores locales, adems de repercutir en los salarios de los jornaleros que siembran y recogen caf. La venta de las pequeas parcelas propiedad indgena ha trado como consecuencia la liberacin de mano de obra que se emplea temporalmente en trabajos de bajos ingresos como la albailera, el comercio a pequea escala, el trabajo domstico y la artesana. La cabecera del municipio concentra el poder local y la residencia mayoritaria de mestizos. Las actitudes racistas son habituales y los indgenas procuran asimilarse con la poblacin cambiando de vestido y usando el castellano. La poblacin nahual frecuenta Cuetzaln el da de mercado, una vez a la semana, en que aprovecha para intercambiar sus productos y comprar lo necesario para sus comunidades y rancheras.
QU ES LA VIOLENCIA PARA LAS MUJERES DE CUETZALN? Segn Corsi (1994) la violencia en su raz etimolgica remite al concepto de fuerza centrndose en una forma de ejercicio de poder mediante el empleo de la fuerza para resolver conflictos interpersonales. Este ejercicio del poder se ejerce en un plano de desigualdad que lleva a que una de las partes implicadas quiera imponer a la otra su voluntad. En el caso de la violencia familiar la tipologa abarca formas activas (abuso fsico, emocional y sexual), formas pasivas (abandono fsico y emocional) y violencia cruzada (maltrato hacia la mujer, el hombre, nios/as y ancianos/as). El abuso fsico es el ms evidente caso de violencia y el que suelen tipificar las leyes; sin embargo el abuso psicolgico y emocional es ms difcil de medir. En Cuetzaln el trmino violencia tiene diferentes significados segn el contexto en que se utilice, por ejemplo: Aprate a hacer el atole porque les tienes que dar a los mozos. La muchacha era muy violenta, la que me daba de comer (Taller A, 1994: 240), en este contexto violenta significa rpida y eficiente. Sin embargo, nuestras informantes hicieron clara vinculacin entre violencia y agresin. La agresin percibida se puede determinar en mayor o menor medida a partir de los distintos niveles de dao expresados en los siguientes trminos por ellas: maltratar, pelearse, golpear, agarrarse a golpes,
25
pegar muy feo. Con ello se alude a agresiones fsicas, que pueden derivar en contusiones y heridas; es un tipo de violencia en la que se emplea la fuerza fsica y tiene consecuencias visibles. Este nivel de violencia parece ser comn en la mayora de las relaciones familiares. Una expresin que denota un grado mayor de violencia fue la siguiente: se pasa de violencia el hombre, le hicieron mucha violencia, la castiga mucho su seor, la castiga muy feo, refirindose a episodios muy intensos y seguidos, que pueden llegar a provocar la muerte de la esposa. Algunos ejemplos son los siguientes:
S porque se pasa de violencia el hombre, porque no piensa lo que hace, alguna cosa le molesta y entonces, le pega. En el mes de enero mis vecinos se pelearon, se emborrach el esposo y le peg a su esposa, la trajeron al hospital (Tzinacapan, mujer de 49 aos). Tengo una prima que la castiga mucho su esposo [...] nada ms porque no le gusta la comida, a veces le avienta la comida a la cara, la agarra del pelo y la entierra en la lumbre, para que se ensee a hacer sus tortillas, con que le salga una quemada se la restriega en la cara (Chicueyaco, mujer de 29 aos).
Un dao ms difcil de reconocer es el psicolgico, en este sentido algunas expresiones de las informantes fueron: me ofenda, me asustaba, llegaba a la casa con corajes, me gritaba muy feo, me molestaba, sent feo, me enojaba, me espantaba, no me gusta que mi pap llegue y la regae o le diga algo (a mi mam), palabras pesadas. En un taller sobre violencia organizado por las promotoras que trabajan con las socias de la SSS, incluyendo la perspectiva de gnero, se plantearon las siguientes preguntas: cmo se puede decir en nhuatl violencia?, qu ejemplos de violencia encuentras en tu familia y comunidad?, cmo nos sentimos las mujeres ante esta situacin? y cmo podemos hacer para defendernos? En nhuatl algunas palabras que se refieren a violencia son majamotokan (que no jueguen con nosotras, que no nos digan malas palabras), maseual mosihuateuiay (el macehual pega a su mujer), mauiltikan (juega conmigo, se burla) y teicaneauiltilis (se aprovecha de mis sentimientos). El concepto de violencia, como tal, no aparece pero s el significado que le dan las informantes a las agresiones. Sobre ejemplos de violencia en la familia y comunidad expresaron lo siguiente, dividido en tres categoras:
26
Violencia psicolgica Cuando antes nos casaban sin pedir nuestra opinin. Cuando el marido no nos da lo que necesitamos, no tenemos qu comer, ni qu vestirnos. Cuando dicen los seores que no trabajamos. Sabemos que el trabajo de la casa es cansado y no se ve. Cuando el seor se emborracha y gasta todo el dinero. Cuando nos amenazan. Cuando se separan los esposos y se van con otra mujer. Cuando los hombres se aprovechan de la mujer. Violencia entre mujeres y por estar organizadas Cuando no nos respetamos entre mujeres. Cuando nos critican en la comunidad, hablan de nosotras por estar organizadas. Cuando nos quedamos calladas y no hacemos valer nuestros derechos y que nos respeten. Violencia fsica Cuando le pegamos a los hijos, los regaamos y les gritamos. Cuando un hombre mata a una mujer. Cuando se golpean unos hombres a otros. (Taller B, 1994) Las mujeres expresaron sentirse con miedo, tristeza, preocupacin, prisioneras por no poder salir de la casa Nos enfermamos, algunas pueden llegar a perder la razn, se pueden morir. Coraje. Nos sentimos humilladas, pensamos dejar de hacer lo que hacemos. Nos desesperamos. Ganas de llorar. Muina. (Taller B, 1994)
27
Algunas dijeron que la mujer tiene obligaciones que cumplir con su familia y si nos las cumple se justifica la violencia del hombre, como correctivo ante el incumplimiento:
Yo pienso que si ella es la culpable, s tiene derecho el seor a golpearla. Es como si yo he hecho alguna culpa o he hecho dao, que me peguen aunque me maten si yo tengo la culpa y que nadie me defienda. Pero mientras no, tengo derecho a que alguien me defienda. As es mi pensamiento (Cuiauhtamazaco, mujer de 31 aos). Por lo que s, antes s, la mayora luego dice que el marido tiene todo el derecho sobre la mujer, de golpearla, exigirle cosas, que lo atienda a la hora que llega. Que si llega a media noche, a media noche le tiene que dar de comer, que si no hay con qu, ella tiene que ver cmo, pero su obligacin es que lo tiene que atender [...] y que l es el que manda y tiene todos los derechos sobre la mujer (Chicueyaco, mujer de 29 aos).
Sin embargo, hay otras mujeres que opinan que actualmente ya no se dejan, que las cosas han cambiado. Las estrategias sugeridas por ellas para afrontar la violencia son buscar soluciones en las mismas relaciones de pareja: defendernos explicando y hablando, las que lo sufren no lo platican, platicar con el marido, evitar pegar a nuestros hijos y educar diferente a los hijos. Otras soluciones abogan por una intervencin de la justicia: las mujeres deben recurrir a la justicia, aunque las autoridades le hacen caso al hombre, porque al hombre le dan la razn, tiene ms palabras, tiene dinero y en las escuelas que se les ensee a los nios a no ser violentos. La educacin, el conocimiento de otras formas de vida y la obtencin de recursos econmicos, junto con la accin de los grupos organizados de la sociedad civil para crear conciencia sobre este problema, estn contribuyendo a que disminuya la violencia conyugal. Estudios en la zona urbana han demostrado que la violencia se da tambin en las clases media y altas y entre parejas de profesionales (Ferreira, 1989; Lima Malvido, 1995).
CONSIDERACIONES ENTRE LO NORMAL

Y LO EXCESIVO DE LA VIOLENCIA
Los niveles de dao son difciles de medir en la prctica. El factor cultural establece la norma y el exceso, as como la percepcin de los propios in-
28
dividuos, tanto en la medida en que justifican la violencia como en la que la repudian. Segn algunos autores (Corsi, 1994), habra que distinguir entre los trminos conflicto, agresividad y agresin. En las situaciones de conflicto existe una confrontacin entre personas que tienen opiniones encontradas tratndose de una diferencia de intereses, deseos y valores. Sin embargo, la resolucin del conflicto no deriva en comportamientos violentos necesariamente. La agresividad ha sido definida como la capacidad de oponer resistencia y es resultante de la adaptacin del ser humano al medio, argumentndose que la agresividad no es innata (Montagu, 1978; Genovs, 1993). La agresin es la conducta que pone en un acto la potencialidad agresiva, la cual puede ser verbal, gesticular o postural. Dado que toda conducta es comunicacin, lo principal de la agresin es que comunica un significado agresivo, por lo tanto tiene un origen (agresor) y un destino (agredido) (Corsi, 1994: 19). Dentro de cada cultura existen normas que regulan los castigos que corrigen conductas desviadas. El comportamiento de los gneros est bien definido en cada cultura (Mead, 1982; Sanday, 1981), as como las normas que penalizan su incumplimiento. El concepto de exceso es difcil de concretar debido a que en esta clasificacin interviene la propia subjetividad de los infractores, correctores y observadores. De hecho, un mismo episodio de violencia puede ser definido como leve o excesivo segn matices que consideren quin lo efectu, por qu lo hizo y a quin. En general los grados de dao pueden medirse por las consecuencias fsicas y psquicas. En el caso de nuestras informantes, encontramos ejemplos de consecuencias fsicas causadas por una agresin que tuvieron repercusiones a largo plazo: Nosotros le ayudamos con la medicina a mi mam, la llevamos con el doctor, mientras que mi pap llega as tomado, insultando a mi mam y golpendola, echndola de la casa. Ya se recuperaba tantito mi mam y, otra vez volva con sus golpes e insultos, y as, ya nunca se supo recuperar mi mam, hasta que lleg a morir (Chicueyaco, mujer de 26 aos). La violencia es vivida por las familias de nuestras informantes como un hecho cotidiano, podra decirse que la aceptacin de la violencia se da travs de dos factores: uno, por ser habitual y no extraa a casi nadie, y otro por repetirse en casi todas las familias. Los casos considerados como excesivos, que no son aceptados, son aquellos que llevan a la muerte a la vctima. Sin embargo, an en estos casos, las posibilidades de intervencin son escasas. No hay suficiente apoyo para estos
29
abusos, ni a nivel mdico ni legal, pues tanto las autoridades como los mdicos consideran que no se puede intervenir en las relaciones conyugales. Incluso los propios padres de la esposa se ven limitados, pues el derecho consuetudinario otorga al marido el pleno derecho a decidir sobre bienes y vidas de su familia.
BASES CULTURALES DEL GRUPO DOMSTICO NHUATL El centro de atencin de esta investigacin es el grupo domstico entendido como el conjunto de personas que comparten el espacio habitacional, estn ligadas o no por lazos de parentesco (Oliveira, 1995) y contribuyen en mayor o menor medida a la manutencin del grupo. Para el caso nahua la descripcin del grupo domstico viene dada por el vocablo nochi chancayetoni (todos los que estn en la casa) (Arizpe, 1990). Este grupo reside en el mismo espacio y comparte los recursos de tierra, trabajo, ingresos econmicos y alimento. El criterio de residencia tiene mayor peso que el de consanguinidad, de manera que pueden cohabitar familiares y no familiares de varias generaciones etarias. Existen diferentes etapas por las que atraviesa el grupo domstico, en las cuales se incorporan nuevos miembros y tambin se separan otros. En Cuetzaln encontramos el siguiente ciclo de desarrollo del grupo (para ello tomaremos como ego a la mujer). En una primera etapa la mujer casada se traslada a vivir con su esposo, sus suegros y cuados/das, siguiendo una residencia patrilocal. En esta etapa la edad de la mujer es de 14 a 24 aos. Cuando el matrimonio tiene hijos, permanece durante algn tiempo conviviendo con los suegros (mujeres de 24 a 30 aos). En la tercera etapa, el matrimonio cambia de residencia construyendo su propia casa, tras un periodo de ocho a 10 aos en el que han nacido sus hijos y han convivido con los parientes del marido. En la cuarta etapa, los hijos del matrimonio incorporan a nueras y nietos (mujeres de 30 a 45 aos). En la quinta etapa, los hijos se separan, salvo la familia del hijo menor (xocoyote), que heredar la casa paterna y cuidar de sus ancianos padres. Junto con este tipo de parientes existe otro que, sin ser consanguneo, tiene tanta importancia como ste. El parentesco ritual establece relaciones de compadres y comadres de eventos del ciclo de vida como: padrinos de matrimonio, bautizo, confirmacin, comunin, muerte, as como de santo, de velas, msica y XV aos. La ayuda entre los miembros de un mismo grupo parental
30
(incluido el ritual) sirve para consolidar redes de organizacin y apoyo (cultivo de terrenos, construccin de casas, mayordomas, por ejemplo) (Lupo, 1995). Las normas del matrimonio en la zona se rigen por usos y costumbres donde predomina la monogamia, aunque tambin existen casos de concubinato, amasiato y poliginia. No hay preferencia por uniones entre primos y los viudos o viudas pueden elegir su nueva pareja, pues no es norma que se casen por levirato ni sororato; incluso se considera incorrecto que la esposa del hermano muerto se case o viva con otro de los hermanos del difunto. El incesto est prohibido, tanto en los casos de parientes consanguneos como rituales, si bien estos ltimos tienen grados, por ejemplo, se prohbe el matrimonio con padrino o madrina de boda y bautizo, pues se considera incesto, pero no lo consideran as en el caso de enlaces con el padrino de confirmacin. Sin embargo, pueden encontrarse casos de incesto padre/hija o esposo/entenada y en estos casos la violencia y el abuso a menores es muy frecuente. La manera tradicional de establecer matrimonio era pedir a la novia mediante el acuerdo entre los padres del novio y los de ella, sin que los jvenes mediaran en tal decisin, o bien a instancias del muchacho que tena especial inters en alguna joven que haba visto, pero nunca haba hablado con ella. El rapto y el robo son otras formas de unin en las que se incluye el consentimiento o no de la muchacha. Es importante considerar el tipo de unin inicial de las parejas pues es un factor que puede llevar a la violencia. En el caso de que la muchacha fuera robada sin su consentimiento la agresin estaba presente. El tipo de unin tambin puede ser un factor indicador de violencia, por ejemplo, si estn viviendo en unin libre, casadas por las dos leyes (civil y religiosa), separadas y viudas. El enlace matrimonial sigue un protocolo ritual que comienza con la visita de los padres del novio a los de la novia, acompaados por un intermediario. El tema no se trata inmediatamente, sino despus de un largo prembulo y con invitaciones de bebida. Es usual que sean varias las visitas antes de concertar el compromiso. Una vez establecido ste, el novio se encarga de mantener a la novia durante el tiempo previo a la celebracin proveyndola de lea, comida y ropa. Se espera que un matrimonio se celebre tanto por lo civil como por lo religioso, pero depende de los recursos econmicos con que cuenten las familias, pues ambas celebraciones resultan muy costosas (Taggart, 1991). Los gastos de estas fiestas se evitan cuando el matrimonio se inicia con el robo de la novia, pues tras la fuga, la pareja comienza su vida marital inmediatamente. Actualmente muchas parejas deciden vivir juntas sin considerar la opinin de padres y parientes, lo cual tiene consecuencias negativas cuando la pareja
31
necesita apoyo y los padres no lo dan por no haber contado con ellos en esta decisin (Alberti, 1994). No es extrao encontrar concubinatos con hijos, as como uniones mltiples y abandonos a lo largo del ciclo de vida, tanto de hombres como de mujeres, especialmente durante los primeros aos de unin por dificultades de convivencia con la familia del marido (Taggart, 1991). La antroploga Castaeda (1993) trabaj en el estado de Puebla con poblacin nahua, constatando que los matrimonios no eran vitalicios ni nicos; por el contrario, resultaba habitual que las relaciones conyugales fueran inestables y pocas veces sancionadas por la iglesia o la autoridad civil. Las mujeres indgenas en la zona tenan un mayor nmero de compaeros sexuales, que las coyomes (mestizas) de la comunidad. En la poblacin entrevistada en Cuetzaln, adems de constatarse esta tendencia, se encontraron tambin casos de poliginia y concubinato. Durante la primera etapa del matrimonio la residencia es patrilocal. sta es una etapa de las ms difciles para las mujeres, que deben acomodarse a los usos y costumbres de su nueva familia cometiendo errores para aprender. Esto genera cierta clase de conflictos, especialmente con la suegra. La divisin del trabajo est establecida de manera muy precisa y rgida en los grupos domsticos de esta zona (Alberti, 1994), siendo difcil que se acepte un cambio de tareas entre los gneros. El territorio femenino incluye el espacio domstico, parcela, huerto, traspatio, veredas donde recogen lea, manantiales de agua, iglesia, casas de familiares y mercado dominical para el comercio. El territorio de los hombres es el espacio domstico para efectuar arreglos de la casa, parcela, cantinas, calles de las comunidades, abrevaderos y pastizales para el ganado, iglesia, casas de compadres y mercado. Traspasar el territorio de uno u otro gnero trae consecuencias negativas porque infringen las normas. Un ejemplo de esto es el que las mujeres pueden ser objeto de violencia por transitar a una hora poco conveniente por las veredas, o salir de la casa sin acompaamiento masculino.
CICLO DE VIDA, CICLO DE VIOLENCIA. MALTRATO EN LA INFANCIA Y LA JUVENTUD Las informantes aludieron a una infancia relacionada con las tareas del hogar y la ayuda a sus madres. El trato para nias y nios era muy similar, permitindoles jugar fuera de la casa bajo la vigilancia de alguna persona adulta (madre, tas, abuelas, hermanas mayores). Las actividades de los nios y ni-
32
as sirven para aprender sus roles genricos. En el ncleo familiar pueden convivir con otros nios que no tengan relacin de parentesco, pero que fueron donados por otras familias (compadres o parientes) y pasan gran parte de su vida en la segunda casa. Los castigos para nias y nios eran semejantes a esta edad, aunque encontramos alusiones a que los castigos para nias eran ms severos. En edad escolar, nuestras informantes sealaron que sus abuelas y madres no fueron a la escuela y que ellas mismas no cursaron en su mayora secundaria. El siguiente cuadro muestra la escolaridad. CUADRO 1 Escolaridad de las informantes
Nula Indgenas No indgenas Total % 8 4 12 24 % Primaria incompleta 10 3 17 28 % Primaria completa 14 3 17 34 % Secundaria 5 2 7 14 % Total 37 12 50 100 %
Fuente: Datos de campo, Cuetzaln, 1995.
El mayor porcentaje de escolaridad lo alcanzan las mujeres que acabaron su primaria completa, pero muy pocas realizaron estudios de secundaria. Esto se debe a que las muchachas eran sacadas de la escuela por motivos de bajos recursos econmicos, matrimonio y falta de apoyo familiar. Respecto a la violencia en la escuela, las informantes aluden al castigo del profesor mediante golpes en los dedos, como lo ms usual. El tipo de maltrato infantil refiere a consecuencias fsicas, sin embargo, hay otras formas como la desnutricin o la falta de afecto que no suelen considerarse como violencia por el resto de la sociedad, aunque s lo sea. En nuestra investigacin se constat que las y los nios que presencian episodios de violencia entre sus padres o parientes, tambin la sufren presentando consecuencias que afectan su salud y bienestar psquico. El susto y la bilis estn asociados a este tipo de experiencias y no es raro que las madres indgenas lleven a sus hijas e hijos con mdicos tradicionales para ser tratados de estos males. La nia ahorita pues ya est bien plida, ya hasta se est queriendo hinchar de los pies, porque cuando ya el susto avanza ya no ms el
33
cuerpo tiene poco agua, no tiene uno sangre. Se est quedando amarillita con machas en la cara. Es consecuencia del susto (Chicueyaco, mujer de 29 aos). La etapa de la adolescencia (14 a 16 aos) corresponde al momento en que las muchachas son pedidas para el matrimonio. MALTRATO EN EL MATRIMONIO En la investigacin, de entre las mujeres entrevistadas que haban sido golpeadas, el 32 % estaban casadas y el 21 % viva en unin libre. Ciertamente es aventurado generalizar sobre la situacin de las otras mujeres que no fueron entrevistadas, pero es posible que estos datos estn reflejando ciertas tendencias ms amplias, pudiendo decirse que las mujeres casadas son ms golpeadas que las que viven en unin libre. Por qu?, pensamos que una respuesta puede ser la relacin entre la unin legal y potestad del marido sobre la esposa. La mujer queda bajo la potestad del marido adquiriendo ste ciertos derechos sobre ella, que incluyen el castigo por acciones que considere punibles. En la unin libre, el papel del hombre no est reconocido legalmente y ste no tiene potestad sobre la mujer, por lo tanto no se le reconocen derechos sobre ella. En estos casos parece que la mujer se siente ms libre de abandonar al compaero, si la relacin no le resulta satisfactoria, pues no hubo compromiso formal entre las familias. En oposicin a la opinin general que considera que las mujeres casadas tienen ms proteccin que las que viven en unin libre (Castaeda, 1993), en nuestra investigacin pensamos que precisamente porque las leyes otorgan al marido la potestad sobre la mujer, esto la perjudica, especialmente en lo relativo a la violencia y los mecanismos sociales, culturales y legales que protegen al esposo. El inicio de las uniones, la edad y el tipo de residencia son tres indicadores posibles de violencia. El estado civil de nuestras informantes es el siguiente: CUADRO 2 Estado civil de las informantes
Unin libre Indgenas No indgenas Total % 12 2 14 28 % Casadas 18 6 24 48 % Separadas 3 2 5 10 % Viudas 2 1 3 6% Solteras 3 1 4 8% Total 38 12 50 100 %
Fuente: Trabajo de campo, Cuetzaln, 1995.
34
Se observa que el mayor porcentaje de nuestras informantes est casada, siguiendo las que viven en unin libre. En cuanto a la forma de inicio de la primera unin encontramos lo siguiente: CUADRO 3 Forma de inicio de la unin segn el estado civil de las informantes
Unin libre Pedidas Robadas Total 3 11 14 Casadas 19 5 24 Separadas 1 4 5 Viudas 2 1 3 Total 25 21 46 % 54.4 % 45.6 % 100 %
El total de este cuadro es 46 debido a que no se incluy a las tres solteras dando un total de 50 informantes, pues no haban tenido ninguna unin matrimonial. La mayor parte de las casadas fueron pedidas a sus familias, y las que fueron robadas se encuentran actualmente en unin libre o separadas. Ante la violencia del marido encontramos en algunos casos que los padres apoyaron a su hija recibindola en la casa porque consideran que es responsabilidad de ellos pues ellos la entregaron: Me corri l, y despus cuando tomaba iba por m, pero como mi pap me entreg yo era su responsabilidad. Cerraba las puertas y despus ya no me entreg (Chicueyaco, mujer de 58 aos). Tambin los suegros apoyaron a la nuera ante la violencia domstica:
Pobre de mi suegro, l hizo todo lo posible, al fin de cuentas ni a l le hicieron caso, sino que tambin se molest con su hijo y tambin le grit bien feo, que por qu andaba reclamando cosas por boca ma, que l es hombre, que l es el marido mo, que l no tiene que ver por m [el suegro]. Entonces le dijo mi suegro: S tengo que ver porque a m me mandaste cuando te queras casar con ella, as que tengo el derecho y tengo que ver por ella (Tzicuilan, mujer de 48 aos).
La edad en que las mujeres iniciaron la vida matrimonial fue muy temprana, al igual que en el caso de sus madres:
35
CUADRO 4 Edad al inicio de la primera unin segn forma de inicio

13-15 aos Pedidas Robadas Total % 6 7 13 29 % 16-18 9 8 17 37 % 19-20 6 2 8 17 % 21 y ms 4 4 8 17 % Total 25 21 46 100 %
Para sus madres fue comn que las casaran entre los 13 y 15 aos, mientras que para ellas y sus hijas es de 16 a 18. Actualmente, tanto los padres/madres, como las hijas consideran positivo esperar a terminar la secundaria para tener una mejor formacin y posibilidad de empleo antes de matrimonio (Alberti, 1994). Las familias no pueden solventar los gastos escolares de la fase posterior, preparatoria, y ven en el matrimonio de sus hijas el final de los gastos invertidos en ellas. En cuanto al tipo de residencia en relacin con la violencia encontramos lo siguiente: CUADRO 5 Residencia y violencia conyugal
Viven en Familia extensa con suegros de ella Familia extensa con padres de ella Familia extensa con hijos solteros y casados Familia nuclear con hijos solteros Total Porcentaje Golpeadas 3 2 4 10 19 41.4 % No golpeadas 9 3 2 13 27 58.6 % Total 12 5 6 23 46 100 % % 26 % 11 % 13 % 50 % 100 %
Este cuadro nos muestra que contrariamente a lo que se pensaba en la hiptesis que afirmaba que la mujer casada que vive con los suegros recibe gran
36
parte de la violencia de la suegra, parece no cumplirse, al menos en estos casos. El mayor nmero de mujeres golpeadas se observa en familias nucleares con hijos solteros. Sin embargo, esta tendencia no anula la afirmacin de que tambin existen episodios de violencia entre suegra y nuera. Algunas razones que pueden explicar esta tendencia creemos que obedecen a que las mujeres, al convivir en familias extensas, cuentan con ms apoyos y ms recriminacin de los parientes sobre los actos violentos del marido. Otra razn es que el compromiso matrimonial tradicional est amparado por ambas familias y la responsabilidad de los suegros frente a los padres de la esposa debe funcionar como garanta de que la hija ser bien tratada. Esta misma lgica del pacto entre familias puede operar en sentido inverso de desproteccin de la esposa, pues debido a que se hizo un compromiso, ste no puede deshacerse, y aunque la golpeen no puede abandonar al esposo (tanto por motivos econmicos como religiosos), como muestra el siguiente testimonio: Estuve con mis paps quince das, pero y no lo denunci [al esposo], l fue el que me denunci, porque lo haba dejado. Yo no tuve el apoyo de mi pap, de verdad, porque mi pap es muy catlico y deca: Por qu te veniste?, yo ya no puedo confesar, yo ya no puedo acercarme a la iglesia. Y despus, cuando mi esposo me demand, mi pap dijo: Yo no tengo dinero para mantenerte, regresa con l (Tzicuilan, mujer de 39 aos).
VIVENCIA DE LA VIOLENCIA POR HIJOS E HIJAS: SE TRANSMITE LA VIOLENCIA DE GENERACIN EN GENERACIN? El Sndrome del Feto Alcohlico (FES) es una consecuencia que tiene el consumo de alcohol paterno o materno sobre su prole, pero tambin pueden mencionarse secuelas del maltrato y abuso sexual infantil, el incesto y la posibilidad de que los hijos de hombres alcohlicos desarrollen conductas violentas en su adultez (Natera, 1994b). El cuadro siguiente nos muestra los casos en que los padres golpearon en alguna ocasin a las madres de las informantes y las consecuencias que este suceso tuvo en la vida de stas y sus parejas. Resulta interesante la relacin entre padre golpeador de la madre y mujer golpeada por su esposo. De la misma manera se observa que las mujeres no golpeadas en su actual relacin tuvieron un padre no golpeador de la madre. En un intento por explicar esta situacin podramos decir que cuando el padre
37
CUADRO 6 Relacin entre padres violentos e hijas que sufren golpes en su unin actual
Golpeada Padre golpeaba a la madre Padre no golpeaba a la madre Total 10 7 17 No golpeada 7 17 24 Total 17 24 41 % 41 % 58 % 100 %
es violento y la hija es testigo de los golpes recibidos por su madre, pareciera que ella, en su relacin de pareja, se convertir en vctima de la agresin de su esposo, tal y como vieron que sucedi con sus madres. Habra que tener en cuenta tambin que las nias vieron cmo sus madres utilizaban ciertas estrategias para evadir los golpes. Una muy utilizada es recurrir a la presencia de otras personas para que medien entre el agresor y la vctima, tanto si se trata de sus propios hijos o hijas, como de familiares, compadres y vecinos. Sin embargo, muchas de las madres de las informantes consideran el episodio de agresin como un asunto familiar que no deba ser conocido fuera del hogar. Por ello la capacidad de accin de estas mujeres se reduca en unos casos por miedo a las represalias del esposo y, en otros, por miedo a la crtica de la comunidad. En una ocasin mi pap le peg a mi mam muy feo, con un lazo enrollado y le anduvo pegando por toda la casa. Mi mam no deca nada, ella calladita, no le gustaba hacer escndalo para que la gente no se enterara, se aguantaba sola (Tzicuilan, mujer de 40 aos). Es comn que los hijos mayores defiendan a la madre, sin embargo, los hijos menores huyen por el miedo que les causa ver golpear a su madre. La huida de la madre con sus hijos es otro recursos para evitar la violencia.
Siempre que sabamos que ya estaba tomando, pues ya no estbamos tranquilas porque sabamos que iba a llegar y, de seguro, vena enojado y, bueno, pues, s nos asustbamos. Lo que hacamos era guardar todos los palos que estuvieran cerca, [...] los machetes, todo. Lo escondamos porque s sabamos que l iba a llegar y a sacar lo que sea, y aunque llegara y nos quera pegar, pero en eso de que iba a buscar [...] nos daba tiempo para salirnos y para correr (Tzicuilan, mujer de 26 aos).
38
En otras ocasiones la mujer se refugiaba con sus hijos en casa de familiares, compadres y vecinos, quienes no suelen intervenir en las peleas, pero prestan ayuda. Un recurso que ha tenido escasa eficacia es la de que las mujeres interpongan una demanda ante el juez, por maltrato. En muchas ocasiones los jueces recomiendan a la esposa que regrese a su casa y se resigne, o bien puede encarcelar al esposo pero ste sale de la crcel pagando fianza (la cual paga la esposa ante la necesidad que el hombre salga para trabajar y no desamparar los gastos familiares), o bien existe el compadreo entre juez y esposo y no se toman en serio las demandas de la esposa agredida (Martnez y Meja, 1996). Si los nios observan violencia contra sus madres, en su adultez sern hombres violentos? Algunas investigaciones afirman que as sucede (Corsi, 1994; Ferreira, 1989; Natera, 1994b), sin embargo, en esta investigacin encontramos que no siempre se cumple esta afirmacin. CUADRO 7 Relacin entre suegros violentos y nueras golpeadas
Golpeada Suegro golpea a suegra Suegro no golpea a suegra Total 5 5 10 No golpeada 8 10 18 Total 13 15 28 % 46 % 54 % 100 %
Observamos que hay ms mujeres no golpeadas en unin con hombres hijos de hombres golpeadores. El esposo, a pesar de que presenci de nio cmo su padre maltrataba a su madre, no adopt un comportamiento violento posteriormente con su propia esposa. En el caso de suegros que no golpearon a su esposa, el cuadro indica que tambin es mayor el nmero de mujeres no golpeadas por sus esposos en edad adulta.
CAUSAS DE LA VIOLENCIA El alcoholismo ha sido considerado como desencadenante de la violencia (Walker, 1979) y como excusa de actos agresivos (Ferrerira, 1989). Desde la
39
visin mdica, se ha comprobado que el consumo de alcohol afecta la porcin cerebral mediadora del autocontrol y autocrtica, produce estados de euforia, reduce los niveles de culpabilidad percibida y facilita la desinhibicin (Natera, 1994a). El antroplogo E. Menndez (1991) realiz investigaciones sobre alcoholismo en Mxico, en las cuales constata que beber y embriagarse supone dos importantes posibilidades sociales: hablar y actuar no responsablemente. Se asume que el borracho dice la verdad y que su conducta, sea cual sea, debe ser disculpada, segn creencia popular, por ello el hombre que agrede a una mujer no est en su juicio. Esta opinin est ampliamente debatida entre distintos autores y autoras (Natera, 1994a; Ferreira, 1989) que afirman que el alcohol sirve de excusa a las actividades que revelan falta de autodisciplina y transgresiones del comportamiento. Segn Ferreira (1989: 191) el alcoholismo es un ingrediente ms del cuadro de la violencia masculina, pero no es la causa que la origina ni un factor agravante de la misma. Un hombre violento lo ser estando sobrio o borracho. La alcoholizacin es un vehculo para la potencialidad de la violencia masculina hacia la mujer y los hijos, adems de que es un elemento estrechamente asociado con el ciclo de unin/abandono de la mujer (Menndez, 1991). El hecho de beber y hacerlo en grado desmedido parece ser un elemento importante en la construccin de la imagen pblica de la masculinidad. Segn el estudio de Berruecos (1977) realizado tambin en la Sierra Norte de Puebla, se constat que los jvenes consuman al ao 237.17 litros de cerveza. Otro autor (Lomnitz, 1985) en su estudio sobre grupos huastecos y nahuas de la Huasteca potosina registr que la ingesta de alcohol de manera mesurada expresa conocimiento y poder, por hablar de maneras legtimas de beber y otras que llevan al alcoholismo como exceso. Entre los nahuas de las comunidades de estudio, el alcoholismo social estaba muy vinculado a actividades de trabajo y ritual:
Despus de eso tomaba porque era presidente del Comit de Educacin de la escuela. Entonces, pues iba todos los lunes, [...] Entonces, de segurito ya sabamos que todos los lunes en la tarde llegaba tomado y, aunque no fuera lunes, si tena algn compromiso que tena que ir a Cuetzaln porque tena alguna reunin, de seguro llegaba tomado: Llegaba haciendo escndalo siempre. Y pues s, nosotras en la casa con miedo [...] Lo que deca l es que como el trabajo es cansado, entonces pues toman una copa, pero ya se siguen derecho y luego, como Comit de Educacin tiene la obligacin de comprar aguardiente o cervezas para la gente que est trabajando (Tzicuilan, mujer de 26 aos).
40
Las situaciones de ingesta excesiva de alcohol generan violencia fsica hacia las mujeres y maltrato verbal, as como hostigamiento sexual y violacin. Tambin suele producirse la disolucin de la pareja, con divorcios, separaciones o abandonos. La antroploga R. Osorio (1992) alude a las consecuencias psicolgicas que afectan a las mujeres que conviven con hombres alcohlicos como tensin, estrs y angustia. El maltrato se extiende tambin a los hijos llegando al abuso sexual, incesto y que los hijos desarrollen conductas violentas y adicciones en el futuro (Natera, 1994a). Adems de violencia, el alcoholismo provoca problemas econmicos, en el sentido de que el hombre emplea gran parte o la totalidad del salario recibido en la bebida, disminuyendo los recursos para el sustento de su familia. La infidelidad es otra fuente de violencia expresada por las informantes: En esta zona podemos caracterizar las formas de relaciones extramaritales como: a) Hombre casado frecuenta a una o varias amantes. b) Hombre casado tiene amantes e hijos con stas sin responsabilizarse de su manutencin. c) Hombre casado mantiene econmicamente su casa y la de su amante. En el primer caso, las amantes puedes ser casadas o solteras a las que no mantiene econmicamente, aunque les hace regalos. En el tercer caso se trata de poliginia; Sierra (1995) menciona en su estudio sobre la vinculacin entre la ley y la costumbre de la poblacin nahua que, si bien la poliginia no es valorada por el grupo, sin embargo, es tolerada. En general, quienes ms se quejan de esta situacin son las mujeres, cuando conviven dos o ms bajo un mismo techo y surgen tensiones por la competencia entre ellas. En el caso de nuestro estudio, cuando el hombre tiene otras mujeres, la esposa sufre los arrebatos de violencia del esposo. Las mujeres interpretan que el hombre pretende que la esposa abandone el hogar para dar cabida a la otra. La mera verdad, el motivo era que mi pap tena otras mujeres afuera, entonces ya, como que no s como se senta, que se iba a desquitar con mi mam. Si andaba contento con otras mujeres y a la casa llegaba con corajes, con golpes [...] No, o sea, que mi mam antes todava se opona, pero ya los ltimos aos, casi no, le deca si quieres traer a otra mujer, eres muy libre de traerla (Chicueyaco, mujer de 26 aos). Las relaciones con amantes son definidas por las informantes como temporales y sin responsabilidades mutuas. Las relaciones de poliginia, en cam-
41
bio, implican una vinculacin ms estable que involucra derechos y deberes mutuos. Para el antroplogo Franco (1992), segn su estudio entre otomes, estas mujeres no pueden tener relaciones sexuales con hombres diferentes, a pesar de no estar casadas. El inicio de la relacin se suele dar a travs de la fuga o rapto ficticio, sin el consentimiento ni conocimiento de ninguna de las dos familias (de ella y l); nuestras informantes tambin relatan que la mujer quede embarazada y el hombre levante nueva casa con su amante. Por ejemplo, conocimos el caso de una joven con cinco hijos amante de un hombre, que viva en una casa levantada por l fuera de la comunidad. Algunas mujeres relataron que sus madres no aceptaron que el esposo tuviese otras mujeres y que las llevaran a la casa. Las posibilidades de eleccin de amantes se encuentran en el entorno cercano de la familia y la comunidad, pues no es extrao que el hombre casado tenga relaciones con la hermana o parientes femeninos de la esposa (sobrinas, comadres e hijas) o mujeres que trabajan en su mismo hogar. En los casos de infidelidad, amasiato o poliginia, la mayora de las quejas provienen del hecho de que el hombre no cumple con el mantenimiento de las familias que va creando. En opinin de un hombre de San Miguel Tzinacapan el delito no est en tener varias esposas, sino en no cumplir con la responsabilidad de mantenerlas a ellas y a sus hijos. Un aspecto que limita considerablemente que la mujer ponga una denuncia al esposo que la golpea, son los hijos. Esto se explica por la alta valoracin que se da a la maternidad entendida como el deber que tiene la mujer de aguantar cualquier situacin para no perjudicar a los hijos, a pesar de su propia vida: l dice: No, pues si te vas, vete tu sola, pero el nio no te lo llevas, entonces eso es un problema porque yo digo, bueno cmo voy a dejar a mi hijo? , cmo lo voy a dejar con l? Y, luego qu va a pensar mi hijo de m? Y bueno, no tiene una el valor de dejar a un hijo y ahorita menos que ya est grandecito, se re y todo, no pues, ya qu lo va a dejar uno (Tzicuilan, mujer de 26 aos). Incluso, en aquellos casos en que se pone la vida de la madre y del propio hijo en peligro por los golpes del marido, las mujeres soportaron estas consecuencias negativas para su salud sin considerar la posibilidad de abandonar al esposo. Por el contrario, continuaron con l y llegaron a perder a otros hijos en posteriores embarazos por los golpes, empujones y patadas recibidos (Gonzlez, 1996).
Cuando tena a mi esposo, me maltrataba mucho y tuve mis gemelitos y no sobrevivieron, [...] Y siento que por eso no me vivieron, me nacieron bien, no ms
42
no quisieron comer. Estaba yo llena de susto, de miedo, no alcanc a buscar mdico para que viera a mis hijos, sino que noms les hizo mi partera algunos ts y pues, no logr nada. Ni me alimentaba bien por tantos problemas, en todo el tiempo de mi embarazo. Siquiera agradezco que no abort por los golpes, Dios me protegi! Llegaba borracho mi esposo y no le importaba si me cayera en algo o si me diera una patada (Tzicuilan, mujer de 50 aos).
LOS HOMBRES SE ARREPIENTEN DE SU VIOLENCIA? Los resultados encontrados sobre violencia en zonas rurales y en zonas urbanas presentan algunos puntos de coincidencia y diferencia considerando los indicadores de Walker (1979). Esta autora menciona tres fases en el ciclo de violencia: primero una acumulacin de violencia con golpes menores, a los que la esposa responde con una actitud de calmar al compaero y negacin de que se trate de una agresin; la segunda etapa se caracteriza por la realizacin del incidente agudo de golpes, y la tercera por la conducta arrepentida del hombre con actitudes de disculpa y mayor atencin afectiva a la esposa. Si bien estas fases pueden aplicarse a zonas urbanas, para el caso rural se observan ciertas diferencias. En ocasiones, se pasa al incidente agudo de golpes sin haber pasado la primera fase del ciclo y, generalmente, la tercera fase de arrepentimiento no suele darse. Slo en un caso encontramos arrepentimiento de un hombre cuando era ya anciano y recordaba su vida:
Tanto que te quise en toda mi vida y nunca te despreci aunque tu anduvieras con cuantas mujeres, porque saba que eras mi esposo, y saba que yo me cas con toda la fe de ti y t nunca me lo agradeciste [...] Dice: No, yo nunca te ataj y te dije si no necesitas algo, la verdad, AHORITA RECONOZCO TODOS MIS ERRORES, errores tuyos y errores mos. Dice: Te agradezco que t me disculpaste y me perdonaste todo lo que yo te hice y quiz ya no va a volver a suceder. (Relato de la informante sobre la conversacin mantenida con el esposo cuando ste estuvo enfermo y fue a visitarlo, pasados muchos aos despus de que la golpeara y abandonara a ella y a sus hijos por otra mujer.) (Tzicuilan, mujer de 50 aos.)
CONCLUSIONES Como resultado del anlisis de los datos y considerando las limitaciones que pudiera tener el material recogido, en general podramos concluir con algunas
43
reflexiones que resultan novedosas porque modifican algunos de los supuestos con los que comenzamos la investigacin, al tiempo que confirman otras. La violencia conyugal se ejerce para controlar las decisiones de las mujeres, sus movimientos, sus opiniones, su sexualidad, su capacidad de reproduccin y para reafirmar la autoridad del marido o de otros hombres que las tutelan a lo largo de su ciclo de vida. Esta violencia en Cuetzaln se expresa especialmente en la segunda etapa del ciclo matrimonial, momento en que se separan de la familia extensa de su marido para vivir solas con l y sus hijos. Es en esta fase cuando soportan mayor violencia y menor proteccin, pues quedan totalmente bajo la tutela y custodia de su esposo, no pudiendo intervenir otros miembros de la familia o amistades. En la etapa de convivencia con los suegros, la mujer est ms protegida pues suele ser defendida por la familia de l. Y si bien, inicialmente pensbamos que la convivencia con la suegra era motivo de fuertes conflictos, esta idea se modific despus del anlisis de los datos y los testimonios de las informantes. Ello no significa que no haya problemas con la suegra, como figura de autoridad que debe ser respetada. No obstante, las relaciones de parentesco en estas comunidades rurales, permiten a la mujer tener el apoyo de un amplio nmero de miembros que la pueden defender, aunque no solucionan el problema de la violencia pues el marido es el que decide sobre su mujer a nivel consuetudinario y legal. Un segundo hallazgo de inters es que las mujeres casadas no estn ms protegidas que las que viven en unin libre. Al estar casadas por la ley y por la iglesia, parece que las mujeres estn obligadas a obedecer al marido y ste ejerce la potestad y tutora sobre ellas. De hecho, las mujeres bajo el rgimen matrimonial son consideradas como menores dependientes del marido. Ante los actos de violencia dentro del hogar, no cabe sancin dado que el esposo tiene derechos sobre la mujer y nadie, fuera del hogar, puede intervenir, pues se considera un espacio privado donde la ley ampara al marido. Ante esta situacin, las mujeres que viven en unin libre encuentran que al no estar sancionada su relacin por la ley, el derecho del hombre sobre ellas es menor y pueden decidir disolver el vnculo si la relacin no es satisfactoria. Otro aspecto que consideramos interesante de resaltar es que la violencia no siempre se transmite de una generacin de hombres a la siguiente. En un inicio pensbamos que de padres golpeadores surgiran hijos golpeadores, pero esto no se cumple de manera general en los casos estudiados. En lo que se refiere a las nias se comprob que de padres golpeadores surgen hijas ms
44
susceptibles de ser vctimas de la violencia en un futuro. Pareciera que al ver el ejemplo de sus madres golpeadas ellas asumieran el mismo destino como patrn en las relaciones de pareja, aunque tambin encontramos casos en que las mujeres golpeadas desarrollaron estrategias que las ayudaron a hacer frente al abuso. Por ltimo, observamos ciertas diferencias en cuanto a las caractersticas que acompaan el hecho violento en zonas rurales. La dinmica en que se dan las relaciones violentas en el campo difiere de la observada en la zona urbana. En la zona rural el episodio de violencia suele ser agudo sin mediar un periodo anterior de acumulacin de tensin. Las mujeres saben que el hombre, en determinadas circunstancias, se pone violento y ellas se protegen, huyen o aguantan. Generalmente no hay disculpa despus de la violencia por parte del hombre al considerar que tiene pleno derecho de hacer su voluntad con sus bienes (y uno de ellos es la esposa y los hijos), sin dar explicaciones de su conducta a nadie. Actualmente existen organizaciones en la zona que defienden los Derechos Humanos, incluidos los de las mujeres y realizan acciones de sensibilizacin de la poblacin para evitar la violencia domstica.
BIBLIOGRAFA ADEVI. [s. f.]. Centro de Atencin a Vctimas de Delito Violento. Mxico, Procuradura General de Justicia. AGUIRRE, E. (1991). Mujeres agresoras, hombres agredidos. Primer Encuentro Nacional sobre Mujer, Cultura y Sociedad. Puebla, pp. 162-164. ALBERTI, P. (1994). La identidad de gnero en tres generaciones de mujeres indgenas. Tesis de Maestra en Antropologa Social. Mxico, ENAH. ARIZPE, L. (1990). Parentesco y economa en una sociedad nahua. Mxico, CNCA / INI. AVISE. [s. f.]. Centro de Atencin a la Violencia Intrafamiliar y Sexual. Mxico. BARBIERI, T. de (1991). Sobre gneros, prcticas y valores: notas acerca de posibles erosiones del machismo en Mxico, en J. M. Ramrez Siz (comp.), Normas y prcticas morales y cvicas en la vida cotidiana. Mxico, UNAM, Instituto Interdisciplinario / Porra. BARBOSA, M. (1993). Repercusin de la violencia marital en el desarrollo emocional del nio de 4 a 6 aos. Tesis de Licenciatura de la FES Zaragoza. Mxico, UNAM.
45
BERRUECOS, L. y P. VELASCO. (1997). Patrones de ingestin de alcohol en una comunidad indgena de la Sierra norte de Puebla. Reportes Especiales CEMESAM. Mxico. CABAAS, M. (1995). La importancia del diagnstico social en la Zona Metropolitana de la ciudad de Mxico y la influencia de la violencia intrafamiliar hacia la mujer. Tesis de Maestra de la Facultad de Trabajo Social. Mxico, UNAM. CAM. [s. f.]. Centro de Apoyo a la Mujer Griselda lvarez, A. C. Colima. CARRASCO, S. (1994). Experiencia sobre la deteccin de violencia domstica en centros de atencin integral. Seminario Internacional Violencia Domstica y Salud Reproductiva. Una Reflexin sobre las Intersecciones. Mxico. CARREN, S. (1984). El trabajo social ante la problemtica de la violencia en la familia en la comunidad de San Pablo Tepetlapa. Tesis de Maestra de la Escuela de Trabajo Social. Mxico, UNAM. CASTAEDA, P. (1993). El cuerpo y la sexualidad de las mujeres nauzontecas, en Soledad Gonzlez (coord.), Mujeres y relaciones de gnero en la antropologa latinoamericana. Mxico, El Colegio de Mxico. CAVI. [s. f.]. Centro de Atencin a la Violencia Intrafamiliar. Mxico, Procuradura General de Justicia. CAVIDE. [s. f.], Centro de Atencin a Vctimas de Delitos. Mxico, Secretara General de Gobierno. CAZS, D. (1993). Normas del Hombre verdadero, en Kafka y Sartre. Ponencia presentada en el XIII Congreso Internacional de Ciencias Antropolgicas y Etnolgicas. Mxico. CORSI, J. (1994). Los programas de recuperacin de hombres violentos. Su insercin en las polticas globales de atencin al problema de la violencia domstica. Seminario Internacional sobre Violencia Domstica y Salud Reproductiva: una Reflexin sobre las Intersecciones. Mxico. . (1994). Una mirada abarcativa sobre el problema de la violencia familiar, en J. Corsi (comp.), Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social. Mxico, Paids. (comp). (1994). Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social. Mxico, Paids. COVAC. [s. f.]. Asociacin Mexicana contra la Violencia a Mujeres. Mxico. CTEA. [s. f.]. Centro de Terapia de Apoyo a Vctimas de Delitos Sexuales. Mxico, Procuradura General de Justicia. DECLARACIN DE LA IV CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE LA MUJER EN PEKN (1995), en Debate Feminista, nm. 12. Mxico, pp. 79-82.
46
DIF. Departamento de Atencin Integral al Maltrato del Menor y su Familia. Nuevo Len. DOMENECH, J. M. (1981). La violencia y sus causas. Pars, Unesco. DUARTE, P. (1993). Violencia y salud de la mujer; consecuencias emocionales del maltrato hacia las mujeres dentro del hogar. Conferencia sobre maternidad sin riesgos en Mxico. Cocoyoc. ESPARZA, H. (1994). Algunas caractersticas de la personalidad que presenta la mujer que sufre el sndrome del maltrato y que solicita ayuda psicolgica en el Centro de Atencin a la Violencia Intrafamiliar (CAVI). Tesis de Licenciatura de Facultad de Psicologa. Mxico, UNAM. FERREIRA, G. (1989). La mujer maltratada. Un estudio sobre las mujeres vctimas de la violencia domstica. Buenos Aires, Sudamericana. FLANET, V. (1977). Vivir si Dios quiere. Un estudio de la violencia en la mixteca de la costa. Mxico, CNCA. FRANCO, V. (1992). Grupo domstico y reproduccin social. Parentesco, economa e ideologa en una comunidad otom del Valle del Mezquital. Mxico, CIESAS. GAMBOA, R. (1994). Violencia domstica. Propuesta de identificacin e intervencin en unidades mdicas del Instituto Mexicano del Seguro Social. Seminario Internacional sobre Violencia Domstica y Salud Reproductiva: una Reflexin sobre las Intersecciones. Mxico. GARCA, B. y O. DE OLIVEIRA. (1995). Jefas de hogar y violencia domstica, en Trabajo femenino y vida familiar en Mxico. Mxico, El Colegio de Mxico. GARCA, L. (1996). La violencia intrafamiliar en la comunidad de Huautla de Jimnez, Oaxaca. Tesis de Licenciatura en Trabajo Social. Mxico, UNAM. GENOVS, S. (1993). Sexo y violencia: un acercamiento lento y distinto. Mxico, UNAM, IIA. GONZLEZ, H. (1993). La dificultad para acreditar la tortura por medio de la violencia moral. Tesis de la Facultad de Derecho. Mxico, UNAM. GONZLEZ, M. (1994). Violencia domstica y salud reproductiva. Seminario Internacional sobre Violencia Domstica y Salud Reproductiva: una Reflexin sobre las Intersecciones. Mxico. GONZLEZ, S. (En prensa). La violencia domstica y sus repercusiones en la salud reproductiva en una zona indgena (Cuetzaln, Puebla). Asociacin Mexicana de Poblacin. Mxico. GONZLEZ, S. y P. IRACHECHA. (1987). La violencia en la vida de las mujeres campesinas. El distrito de Tenango, 1880-1910, En presencia y trans-
47
parencia: la mujer en la historia de Mxico. Mxico, El Colegio de Mxico, pp. 111-141. GREENBERG, J. (1989). Blood Ties: Life and Violence in Rural Communities (Oaxaca). Tucsn, Universidad de Arizona. GRUPO DE MUJERES DE SAN CRISTBAL DE LAS CASAS. (1994). Ya no ms! Siete historias de violencia domstica (video) y manual del video. San Cristbal de Las Casas. GUTMANN, M. (1993). Los hombres cambiantes, los machos impenitentes y las relaciones de gnero en Mxico en los noventa, en Estudios Sociolgicos, vol. XI, nm. 33. Mxico, El Colegio de Mxico, pp. 725-740. HERNNDEZ, A. (1992). La sexualizacin del poder: la violencia domstica. Tesis de Licenciatura FES Iztacala. Mxico, UNAM. LIMA, M. (1995). La violencia contra la mujer. Mxico, Conapo. (Col. Situacin de las mujeres en Mxico) LOMNITZ, D. (1985). Alcohol y etnicidad en la Huasteca potosina. Trabajo presentado en el XI Congreso Nacional La Psiquiatra y nuestro tiempo. San Luis Potos. LUPO, A. (1995). La tierra nos escucha. La cosmologa de los nahuas a travs de las splicas rituales. Mxico, CNCA / INI. MAHER, P., (1990). El abuso contra los nios: la perspectiva de los educadores. Mxico, Grijalbo. MARTNEZ, A. (1991). Abuso fsico durante la niez: hallazgos, conceptualizacin y consecuencias, en Revista Intercontinental de Psicologa y Educacin, vol. 4, nm. 1. Mxico, pp. 57-86. MARTNEZ, B. y S. MEJA. (1997). Ideologa y prctica en delitos cometidos contra mujeres. El sistema judicial y la violencia en una regin indgena de Puebla. Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrcolas, Campus Puebla. MEJA, R. (1973). Las violencias fsica y moral como excluyentes de responsabilidad penal militar en la legislacin mexicana. Tesis de la Facultad de Derecho. Mxico, UNAM. MENNDEZ, E. (1991). Antropologa del alcoholismo en Mxico. Mxico, CIESAS. MONCARAZ, I. (1987). La queja cotidiana: una forma de contraviolencia femenina (y sus destinos posibles), en M. Burin, Estudios sobre la subjetividad femenina. Mujeres y salud mental. Buenos Aires, Grupo Editorial Latinoamericano. (Col. Controversia) NATERA, G. y C. OROZCO. (1981). Opiniones sobre el consumo de alcohol en una comunidad semirrural, en Salud Pblica en Mxico, poca V, vol. XXIII, nm. 5. Mxico, pp. 473-481.
48
et al. (1983). Comparacin transcultural de las costumbres y actitudes asociadas al uso del alcohol en dos zonas rurales de Honduras y Mxico, en Acta Psiquitrica y Psicologa en Amrica Latina, nm. 29. Mxico, pp. 116-127. . (1987). El consumo de alcohol en zonas rurales de Mxico, en Salud Mental, vol. 10, nm. 4. Mxico, pp. 59-66. . (1994). Notas sobre violencia domstica y adicciones en Mxico. Mimeo. OLIVEIRA, O de. (1995). Las familias mexicanas. Mxico, Conapo. (Col. Situacin de la mujer en Mxico, 6) ORTIZ, E. (1994). Algunas consideraciones en torno al hombre violento con su pareja. Seminario Internacional sobre Violencia Domstica y Salud Reproductiva: una Reflexin sobre las Intersecciones. Mxico. OSORIO, R. (1992). Usos, funciones y consecuencias de la alcoholizacin. El alcohol como instrumento de las relaciones familiares, en E. Menndez (ed.), Prcticas e ideologas cientficas y populares respecto del alcoholismo en Mxico. Mxico, CIESAS. PAIVSAS. Programa de Atencin Integral a Vctimas y Sobrevivientes de Agresin Sexual. Facultad de Psicologa. Mxico, UNAM. PAIVSAS. (1994). Todos los nios quieren y necesitan ser amados, tocados y aprobados para vivir felices, en Seminario Internacional sobre Violencia Domstica y Salud Reproductiva. Mxico. PANTOJA, N. (1994). Centro de Apoyo a Vctimas de Violencia Domstica. Tesis de Licenciatura de la Facultad de Arquitectura. Mxico, UNAM. PIMENTEL, S. (1997). Violencia intrafamiliar: un estudio cualitativo de sus aspectos sociopsicolgicos y de gnero en familias de la comunidad rural de Atlangatepec, Edo. Tlaxcala. Tesis de Maestra en Estudios del Desarrollo Rural. Texcoco, Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrcolas. PLUIS, L. (1994). Las instituciones de justicia y el problema de la violencia conyugal. Veredicto a una mujer golpeada. La justicia frente a un caso extremo de violencia conyugal, en J. Corsi. (comp), Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social. Buenos Aires, Paids, pp. 193-234. QUIROZ, E. (1994). Sentir y pensar. El problema de la violencia domstica: un encuentro entre ONGs y Estado para la elaboracin de polticas pblicas de atencin. Seminario Internacional Violencia Domstica y Salud Reproductiva: una Reflexin sobre las Intersecciones. Mxico. RAMREZ, J. (1994). Gnero y salud; notas para un debate. 6o. Congreso La-
49
tinoamericano y 8o. Congreso Mundial de Medicina Social. Guadalajara, Jalisco. SNCHEZ, A. (1990). La imagen de la mujer en los medios masivos de comunicacin y la violencia sexual. Tesis de Licenciatura de la ENEP Iztacala. Mxico, UNAM. SNCHEZ, M. (1993). Unidad de Apoyo a Mujeres Vctimas de Violencia Domstica. Tesis de Licenciatura de la Facultad de Filosofa y Letras. Mxico, UNAM. SANDAY, P. (1981). Poder femenino y dominio masculino. Sobre los orgenes de la desigualdad sexual. Barcelona, Mitre. SAUCEDO, I. (1994). Violencia domstica e identidades de gnero. Seminario Internacional Violencia Domstica y Salud Reproductiva: una Reflexin sobre las Intersecciones. Mxico. SIERRA, T. (1995). Articulaciones entre ley y costumbre: estrategias jurdicas de los nahuas, en V. Chenaut y M. Serra (coord.), Pueblos indgenas ante el derecho. Mxico, CIESAS / Centro Francs de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. SUREZ, S. (1994). Masculinidad y violencia. El trabajo con hombres violentos, en J. Corsi (comp.), Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social. Buenos Aires, Paids. TAGGART, J. (1991). Estructura de los grupos domsticos de una comunidad de habla nhuatl de Puebla. Mxico, CNCA / INI. TALLER DE TRADICIN ORAL. (1994). Tejuan tikintenkakiliayaj in toueyitatajuan. Les oamos contar a nuestros abuelos. Taller de Tradicin Oral de la Sociedad Agropecuaria del CEPEC. Mxico, INAH. TALLER DE VIOLENCIA. Encuentro Regional de Mujeres Artesanas. (1994). Cuetzaln. TRUJILLO, A. (1994). Un estudio de opinin y percepcin del maltrato infantil en lderes y pobladores de 32 comunidades urbano-marginales, Lima. Lima, Centro de Informacin y Educacin para la Prevencin del Abuso de Drogas. VILLA, M. (1994). Gua de la admisin de consultantes al servicio de mujeres golpeadas de la Escuela de Salud Pblica, Facultad de Medicina, U. B. A. Mxico, D. F. Seminario Internacional Violencia Domstica y Salud Reproductiva: una Reflexin sobre las Intersecciones. Mxico. WALKER, L. (1979). Descripcin del ciclo de violencia conyugal. Traduccin del ingls por el equipo CEPLAES, The Battered Woman. Harper and Row Publishers, Estados Unidos. . Domestic Violence: Global Issues and Solutions. Seminario Internacional sobre Violencia Domstica y Salud Reproductiva.
PEGAR DE BALDE/PEGAR CON RAZN. APROXIMACIN ETNOGRFICA A LAS PRCTICAS VIOLENTAS HACIA MUJERES EN COMUNIDADES TOJOLABALES1
Flor Mara Prez Robledo2
I. INTRODUCCIN En el presente escrito me interesa hacer una aproximacin al tema del ejercicio de prcticas violentas hacia las mujeres entre la poblacin tojolabal,3 en el marco de relaciones conyugales. Este estudio se llev a cabo a partir de la revisin de registros etnogrficos relativos a dicha poblacin, en el municipio de Las Margaritas, Chiapas,4 e intenta responder a las siguientes preguntas: De acuerdo al contexto cultural, cules son los elementos o factores que configuran y definen la lnea entre lo que se considera, por parte de los sujetos de estudio, violencia socialmente censurada y violencia socialmente tolerada hacia las mujeres? Qu formas adoptan las prcticas violentas en el marco de las
El presente estudio se realiz como parte del proyecto Aproximacin a la salud reproductiva en comunidades tojolabales, del Centro de Investigaciones en Salud de Comitn (CISC). 2 Sociloga, ex investigadora del Centro de Investigaciones en Salud de Comitn, Chiapas. Actualmente es estudiante de la Maestra en Ciencias Sociales con especialidad en Estudios Fronterizos, en el Centro de Investigaciones Superiores sobre Mxico y Centroamrica (Cesmeca) de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach). Tambin se desempea en el rea de Capacitacin de la Comisin Estatal de Derechos Humanos de Chiapas. 3 Los tojolabales constituyen uno de los 27 grupos mayances actuales distribuidos en Mxico, Belice y Guatemala, y son, junto con tztotziles, tzeltales, choles, lacandones, mames, moch y tuzantecos, una de las ocho etnias de filiacin maya localizadas en el estado de Chiapas. De acuerdo con la densidad de poblacin en orden descendente, se encuentran en los municipios de Las Margaritas, Altamirano, Comitn, La Independencia, La Trinitaria y Ocosingo, en un rea de casi 1,500 km2 (Ruz, 1983: 67). 4 Este municipio se localiza en la parte suroriental del estado de Chiapas. Colinda con los municipios de Comitn, Altamirano, Chanal, Ocosingo, Independencia y con Guatemala en una pequea porcin (Ruz, 1981: 61).
1
[51]
52
relaciones conyugales? Cules son los discursos bajo las que ocurren? Qu respuestas a nivel individual y comunitario se asumen ante la violencia? Comienzo exponiendo la metodologa utilizada: las fuentes de informacin y las tcnicas de investigacin, as como la ubicacin de la violencia de acuerdo con el contexto social y cultural. Posteriormente presento una descripcin de las principales formas que adoptan los casos de violencia, particularmente en el marco de relaciones conyugales en distintos contextos domsticos, como el matrimonio, la relacin con los suegros y la procreacin. Tambin hago referencia a ciertas prcticas de violencia asociadas con la subordinacin de gnero, la divisin del trabajo entre hombres y mujeres y el consumo de alcohol. A lo largo del documento rescato las percepciones de los sujetos de estudio sobre lo que consideran causas generadoras de violencia. Tambin enumero algunas de las respuestas y estrategias que se adoptan tanto en el mbito individual como comunitario ya sea en el nivel preventivo como frente a la violencia consumada. Al final presento algunas consideraciones sobre el tema.
II. SOBRE LA METODOLOGA 1. Fuentes de informacin. La informacin relativa a prcticas violentas se obtuvo a travs de visitas y estancias de campo realizadas durante poco ms de cinco aos (1995-2000) en la regin tojolabal del municipio de Las Margaritas. Ese trabajo se hizo con el objetivo de explorar temas relacionados con la salud reproductiva. La informacin que aqu se retoma se obtuvo principalmente en dos comunidades, San Juan y La Libertad, de aproximadamente 1,300 a 1,500 habitantes cada una. San Juan se ubica en la regin conocida por los pobladores como las tierras altas y La Libertad en la regin de los valles.5 Para obtener la informacin se utilizaron tcnicas de investigacin como la observacin participante, las conversaciones informales y las entrevistas a profundidad. La interaccin con los sujetos de este estudio se llev a cabo durante el tiempo en que realizaban su trabajo cotidiano y, sobre todo, durante las labores agrcolas y domsticas. La informacin etnogrfica fue registrada en diarios de campo.
5 Para proteger la identidad de los informantes y de las comunidades, utilizar seudnimos al referirme a ellos.
53
Cuando se tena conocimiento de hechos de violencia se trataba de contactar tanto a la persona que haba sido golpeada o maltratada, como a quien se responsabilizaba de haber realizado el maltrato. En ocasiones, tambin se recurri a vecinos que pudieran abundar sobre los hechos y fue posible presenciar algunas asambleas comunitarias en donde se trataba algn caso especfico de violencia. Por supuesto, en este trabajo se enfatizan y resaltan esas prcticas con fines de anlisis pero aclarando que slo representan una parte de lo que ocurre en la dinmica social de estas comunidades. 2. La violencia de acuerdo con el contexto cultural y la violencia simblica. Para este trabajo retomo el planteamiento de que la violencia slo puede entenderse en el marco de contextos sociales y culturales especficos, por lo que sta adopta particularidades y formas concretas de acuerdo con cada contexto, en el cual se define cules son las formas de violencia que son aprobadas y toleradas socialmente, es decir, comnmente consentidas (Favela y Calvillo, 1997). En congruencia con este argumento y a partir de los datos etnogrficos sobre el maltrato fsico y emocional, fue importante rescatar de las voces de los informantes las maneras de percibir las prcticas violentas en el marco de relaciones conyugales, mismas que fueron asociadas con el hecho de causar dao al cuerpo y la mente de las mujeres cuando los hombres pegan de balde, sin delito de la mujer, lo que les causa tristeza y dolor de corazn y de ombligo. La idea de pegar de balde es importante en estos argumentos pues los casos de violencia siempre se describieron asociados a situaciones percibidas como causa de stos. As que, me pareci de particular importancia incorporar como elemento de anlisis la distincin local entre pegar de balde y pegar con razn (distincin que tambin puede encontrarse en otros espacios sociales). Esto, me parece, es parte de ese contexto cultural en el que se produce y explica la violencia. Pero, adems, en ese punto es donde se da la negociacin de los lmites del ejercicio de la violencia sin justificacin alguna y la violencia socialmente tolerada. Tambin retomo el concepto de violencia simblica de Pierre Bourdieu (1995), entendida como aquella que se ejerce sobre un agente social con la anuencia de ste, en tanto que se le desconoce como violencia: los agentes consideran al mundo como autoevidente y lo encuentran natural en virtud del acuerdo casi perfecto que se establece entre, por una parte, estructuras sociales como las que se expresan en la organizacin social del espacio y del tiempo y la divisin sexual del trabajo y, por la otra, las estructuras cognoscitivas inscritas en los cuerpos y las mentes.
54
Bourdieu afirma (1999) que no se puede explicar la violencia simblica sin hacer intervenir al habitus, que es el fruto de la incorporacin de una estructura social en forma de una disposicin casi natural, y que es la energa potencial, la fuerza durmiente y el lugar de donde la violencia simblica deriva su eficacia. Plantea (1996) que para entender el habitus es preciso evocar el trabajo de formacin que se lleva a cabo, ya sea a travs de la familiaridad con un mundo simblicamente estructurado, ya sea a travs de una labor de inculcacin colectiva, ms implcita que explcita, de la que forman parte sobre todo los grandes rituales colectivos, y mediante la cual se opera una transformacin durable de los cuerpos y de la manera usual de utilizarlos.
III. VIOLENCIA EN DISTINTOS CONTEXTOS DOMSTICOS 1. El matrimonio. El matrimonio entre tojolabales puede adoptar formas diferentes, ya sea siguiendo una serie de pedidas rituales que puede o no combinarse con una ceremonia religiosa a la usanza catlica,6 o bien obviando dichas prcticas mediante la fuga premeditada de los novios (Ruz, 1983; Gmez, 1997). Pueden suscitarse tambin casos de rapto con violencia hacia las mujeres, mismos que pueden realizarse con o sin noviazgo previo. Generalmente los casos de rapto ocurren cuando la mujer no acepta tener un noviazgo, pero tambin pueden influir aspectos como la falta de mano de obra femenina en la casa del joven o circunstancias especficas como el hecho de que alguien ms est cortejando a la muchacha. El joven se da a la tarea de vigilarla constantemente y, cuando encuentra el momento propicio para raptarla o jalarla, la persigue, la jala del cabello y se la lleva arrastrando. En algunos casos ste se hace acompaar de otra persona, como su hermano o su padre, para ser auxiliado en caso de ser necesario. A travs de la fuerza fsica la joven es obligada a cohabitar con el hombre que la rapt y a aceptarlo como su esposo. Cabe mencionar que algunos registros etnogrficos dan cuenta de que en ocasiones tambin pueden llevarse a cabo el rapto pactado entre la pareja.
6 Segn Gmez (1997), en una de las comunidades de estudio (La Libertad) comenz a generalizarse a mediados de la dcada de los ochentas el matrimonio eclesistico a partir de que la religin catlica, a travs de la orden de los maristas, comenzara a tener fuerza en esa regin. El autor tambin habla de la existencia del matrimonio adventista (de la religin del Sptimo Da), que empez a tener presencia a principios de los ochentas.
55
Pero sea cual fuere la forma en que se realiza el matrimonio, al igual que en otros espacios sociales (Collier, 1980), ste trae consigo la formacin de nuevos lazos sociales y significa una transicin a la edad adulta (Gmez, 1997). Significa tambin el paso de los jvenes de un estatus a otro en las relaciones y las distinciones locales, es decir, se ubica dentro de un orden jerrquico construido a partir de categoras de edad, gnero y parentesco (Escalona, 1998). Es en el contexto de la construccin de ese orden jerrquico donde puede entenderse el ejercicio de la violencia con medida y con razn, no de balde. Sin embargo, debo mencionar que la violencia no es ejercida solamente por hombres, sino tambin las mujeres, en calidad de madres o suegras, pegan a menores de edad, y pueden pegar a sus maridos para defenderse. Si bien las relaciones de poder se corresponden en mucho con las relaciones de gnero, no son stas su nico componente. Existe tambin el poder de los padres y de los suegros, de los mayores sobre los menores y ms ampliamente el poder de la asamblea, este ltimo puede ser empleado contra la mujer, pero tambin en su apoyo. Pero volviendo a las circunstancias especficas de interaccin conyugal y familiar, la violencia hacia la mujer puede ejercerse tanto dentro del hogar como fuera de l y puede consistir en abuso fsico y psicolgico. Este ltimo puede consistir en proferir insultos, regaos, amenazas de lastimar o abandonar a la esposa e, incluso, amenazas de homicidio. En cuanto a la violencia fsica, sta puede consistir en propinar golpes como bofetadas, patadas, chicotazos, o bien, lanzar sobre ellas, palos, leos encendidos, piedras o agua caliente. Tambin se registraron casos de intentos de homicidio y homicidios consumados. En algunas ocasiones tambin resultaron afectados nios y nias, por estar cerca de la madre que fue objeto de golpes y maltrato. Javier, un hombre de 62 aos, dijo:
[...] siempre todos los hombres pegan cuando alguna cosa no cumple la mujer, lo que le corresponde hacer all en la casa, se le regaa o se le pega con chicotazos si no hace bien las cosas. Cuando no somos bravos como padres no hacen caso los hijos, o la esposa, por eso un hombre nunca debe ser subordinado por una mujer, porque se acostumbran cuando el hombre no dice nada. Desde los primeros das del casamiento se debe mostrar la forma de ser bravo para que vea la mujer que no va a poder mandar al hombre, por eso yo nunca me mandan por cualquier cosa, siempre yo mando de todo, que aiga el respeto para el padre, as digo yo, no s si est correcto.
Se obtuvo informacin de situaciones en las que diversos hombres golpearon y maltrataron a sus esposas cuando stas se encontraban en estado de em-
56
barazo, llegando incluso a provocarles complicaciones, y en el peor de los casos, hasta el aborto. Al respecto, Juana, una mujer viuda de 40 aos, relat: En una ocasin mi esposo me peg con un awute (bastn plantador hecho de madera y metal) en mi cintura, estaba yo con seis meses de embarazo, me puse muy mala, pero mi embarazo continu, pero cuando naci mi hijita, ya vino muerta. Desde ese tiempo ya me siento muy enferma. Cuando a esta misma seora se le pregunt qu pensaba respecto de otra mujer que tambin haba sido golpeada por su marido, dijo: Pues no sabemos como viven en su casa, a lo mejor la mujer no hace bien su trabajo. Es que de por s hay mujeres que son muy haraganas. 2. La relacin con los suegros, probable fuente de violencia. En estas comunidades de estudio, existen reglas o pautas de residencia posmatrimonial que incluyen un periodo de patrilocalidad variable que puede ser de hasta 10 aos como alternativa de organizacin de la unidad domstica. Una excepcin lo constituyen los casos de hijos varones nicos o bien ultimognitos (el kox: el hijo menor) cuya residencia en la casa paterna ser permanente pues a l corresponder el cuidado de sus padres (Ruz, 1983; Lpez, 1999). Tambin pueden presentarse situaciones en que ante la ausencia del padre o hermanos varones de la mujer, la pareja opta por la residencia uxorilocal, es decir, residir en casa de los padres de la mujer. Este periodo de patrilocalidad prolongado puede explicar el hecho de que uno de los aspectos que cobra importancia en el ejercicio de la violencia conyugal sea la relacin que la mujer, en su papel de nuera, establece con sus suegros. Se espera que una vez unida en matrimonio, la mujer aprenda las costumbres de su nueva familia y obedezca las rdenes de sta. Mientras menos mujeres haya en una familia, los suegros pueden insistir ms para que el periodo de residencia patrilocal se prolongue, procurndose as mayor ayuda en las labores del hogar. En este periodo de convivencia pueden generarse conflictos entre los suegros y la nuera, que tienen que ver con las diferencias en la forma y el ritmo de hacer las labores domsticas, o bien con el argumento de que la nuera no obedece sus rdenes. Se tuvo conocimiento de varios casos de maltrato de los suegros hacia la nuera, la mayora de los cuales involucraban a la suegra, con quien la convivencia es ms cercana. En algunas ocasiones, sta tambin jug un papel relevante para que su nuera fuera maltratada y golpeada por su cnyuge, argumentando su falta de rapidez y eficiencia para el trabajo. Aunque muchas veces se presentaron malos tratos de la suegra hacia la nuera, la relacin entre stas tambin puede ser de apoyo cuando sta tiene problemas con el marido.
57
3. Procreacin. Cuando la mujer cumple con su papel de madre y adems cumple con las expectativas que sobre ella se tienen, entonces se dice que ya es mera mujer o que ya est cabal (tzikanxa). Si la mujer no tiene hijos puede ponerse en peligro la relacin de pareja, ya que generalmente la falta de concepcin es atribuida a ella, aunque en ocasiones tambin es aceptada la idea de la infertilidad masculina. Para atender situaciones de infertilidad en la mujer, las cuales son asociadas a tener el cuerpo fro, puede recurrirse a la atencin casera, a las parteras, curanderos y, en ocasiones, al mdico. La infertilidad tambin suele asociarse a la idea de que existen actos de brujera contra la mujer o la pareja. Se piensa que cuando una persona siente envidia de otra por alguna situacin (por ejemplo, cuando hay cierta prosperidad: propiedad de dinero, de animales, tierras, contar con un trabajo), aquella puede estarle echando el mal para generarle problemas, en este caso para que la persona sea infrtil. Existe temor de los hombres de aceptar la posibilidad de ser infrtil, porque esto podra poner en duda su masculinidad y virilidad. La idea de que una mujer es responsable de la ausencia de hijos se ve reforzada por la prctica mdica local, en tanto que existe un conocimiento mdico elaborado para restablecer la fertilidad de la mujer, pero no existe para los varones (Lpez, 1999: 84). La infertilidad fue identificada por los informantes como causa de violencia contra las mujeres. Cuando se registraron hechos de violencia asociados a esta situacin, las autoridades comunitarias afirmaron que el hombre no pega de balde, pues se considera que la mujer infrtil tiene problemas con su cuerpo. Una mujer coment que su marido la golpea cuando toma aguardiente, pero que no se atreve a hablar con la autoridad, ni con sus padres, porque se avergenza pues el motivo de los golpes es por no embarazarse, y por eso prefiere aguantar los golpes. Por otro lado, la regulacin de la fertilidad es otro aspecto que destacaron los informantes en relacin con la posibilidad del ejercicio de la violencia conyugal. Dijeron que el hecho de que no exista acuerdo entre la pareja para planificar la familia utilizando algunos mtodos de contracepcin, puede ser causa generadora de violencia. Varios hombres y mujeres consideraron que les beneficia el poder utilizar mtodos de planificacin familiar, dijeron no querer tener ms hijos para poder alimentar y educar mejor a los que ya tienen. Sin embargo, en ocasiones se generaron conflictos entre las parejas, sobre todo cuando las mujeres acep-
58
taron realizarse sin acuerdo del marido una intervencin quirrgica definitiva (salpingoclasia) para ya no tener hijos. Varias mujeres afirmaron que el no haber contado con el acuerdo de su marido, se tradujo para ellas en malos tratos y golpes. Algunos hombres afirmaron que no estn de acuerdo con los mtodos de anticoncepcin porque consideran que la mujer que ya no puede tener hijos ya no sirve, slo sirve para la cama, es decir, para tener relaciones sexuales. En este punto cabe aclarar que muchas veces es preciso consultar sobre una decisin de este tipo a los padres del hombre y de la mujer. En caso de no hacerlo, o bien, de que aquellos no acepten la decisin de la pareja, puede tambin generarse violencia.
IV. ALGUNAS PRCTICAS DE VIOLENCIA 1. Subordinacin de gnero. En las comunidades de estudio se considera que una mujer cabal debe aprender a pensar y actuar de acuerdo con las normas comunitarias: obedecer las rdenes de su marido y de sus suegros, realizar eficientemente las labores domsticas y cumplir con el papel de procrear y cuidar a los hijos. Adems de realizar la mayor parte del trabajo domstico, las mujeres son requeridas tambin para participar en algunas tareas del trabajo agrcola. En contraposicin al rol femenino, se espera que los hombres aprendan a ser sujetos de mando y de decisiones. Los hombres poseen la autoridad en el seno familiar y a ellos corresponde controlar la posesin de la tierra como detentadores de derechos ejidales. Tambin pueden llegar a ocupar algn cargo como autoridad comunitaria, si se considera que cumplen con prestigio social como hombres en la localidad. Se considera entonces a un varn adulto como hombre cabal (meran winik), cuando ste cumple las expectativas respecto de una representacin local de masculinidad, mostrndose pblicamente con la capacidad de proveer econmicamente a su familia y de saber mandar para lograr la obediencia de su esposa (Lpez, 1999). De esta manera, el tener hijos varones puede asociarse con la posibilidad de reemplazar al padre como fuente de autoridad en la familia y de poder contar con representacin ante la comunidad. Por otro lado, tambin es valorado el hecho de que cuando tengan la edad suficiente, los hijos varones podrn
59
llevar a su casa a sus esposas y podrn imponerle su religin y su partido poltico.7 En cambio, el tener slo hijas mujeres significa mano de obra perdida porque cuando una mujer contrae matrimonio, sta abandona por completo a sus padres. Es en este contexto donde puede inscribirse el hecho de que cuando el hombre pide a la mujer en matrimonio, ste tiene que pagar al padre de sta una cantidad como cuota de crianza, cantidad que puede ser negociada o que bien puede pagarse en especie llevando productos como aguardiente, pan, panela, entre otros. Segn Gonzlez (1995), stas transferencias de bienes o servicios son el resultado de un compromiso negociado o preestablecido y una condicin necesaria para la formacin de una unin conyugal socialmente aprobada. Estas transferencias le permiten al novio adquirir derechos sobre la sexualidad, el trabajo y las capacidades reproductivas de su futura esposa.8 Algunos hombres expresaron su deseo de tener hijos varones, pero en circunstancias en que no se cuenta con hijas, stas tambin pueden ser deseadas y, sobre todo, considerarse necesarias para contribuir en la realizacin de las labores domsticas. Algunas mujeres afirmaron que el hecho de no tener un hijo varn se traduce en reclamos continuos para ellas y sus hijas, quienes pueden llegar a ser maltratadas y golpeadas por el marido o el padre, particularmente cuando ste ha ingerido aguardiente. Ya varias veces luchamos para tener varones, pero nunca. Por eso es que ya a veces reciben sus golpes por este problema. La mujer no se puede quejar con las autoridades porque sabe que tiene problemas de su cuerpo (Francisco, 28 aos). En general, muchos discursos sobre la violencia recurren a la construccin de identidades genricas, en donde toma forma la distincin entre pegar de balde y pegar con razn. Roberto, un hombre de 26 aos dijo:
A m no me gusta pegar de balde, slo cuando de por s mi esposa ya no quiere obedecer lo que le mando. Es que hay mujeres que les gusta mucho andar de
7 Sobre todo en el caso en que al interior de la comunidad existan diferentes organizaciones polticas y religiones, como en el caso de La Libertad, en donde existen tres denominaciones religiosas, dos partidos polticos y tres organizaciones. 8 Segn Gonzlez, del pago de la novia en bienes (dinero, ganado, etctera) y del servicio del novio a su futuro suegro, no se han encontrado evidencias en otros contextos sociales de Mxico, ms que en comunidades indgenas. Frente a esta afirmacin destaco aqu la referencia de Pinto Durn (2000) en relacin con formas de noviazgo y matrimonio entre personas que se asumen no indgenas (pobladores de la finca Chihihuistn, en Los Altos de Chiapas), pero que hacen entregas de obsequios para pedir a la novia.
60
noche, eso ya es una falla de la mujer, por eso ya va a recibir su golpe o su regaada. A veces mi esposa no cumple rpido lo que yo mando, entonces le pego, pero tiene su porqu, no de balde. Pero hay otros hombres ms bravos que yo, a veces las mujeres no se levantan temprano, o no les pasan rpido su comida, eso ya es un gran delito de la mujer.
2. Divisin del trabajo. En estas comunidades los menores deben ayudar a los mayores a cumplir con sus labores, por lo que nios y nias realizan actividades como cuidar animales domsticos, desgranar maz, acarrear agua, cargar la lea, hacer mandados. Sin embargo, a medida que van creciendo deben aprender principalmente las tareas que debern desempear cuando lleguen a la etapa adulta. As, los muchachos son enseados por el padre y familiares varones a desempear tareas relacionadas con el trabajo agrcola y el cuidado de los animales fuera del poblado. Las solteritas, por su parte, debern realizar sobre todo las tareas domsticas, ayudando a la madre en la limpieza de la casa, la elaboracin de alimentos, el lavado de ropa, el cuidado de los hermanos ms pequeos y la atencin al padre y los hermanos. Tambin pueden ayudar a traer la lea para el consumo domstico, actividad que por lo general suelen hacerlo en grupo con otras jvenes y participar en las diferentes fases del trabajo agrcola, excepto en el arado. Cuando la mujer contrae matrimonio, se espera que cumpla con la responsabilidad de hacer la mayor parte de las tareas domsticas y atender a los hijos y al marido, tareas para las cuales se le ha instruido previamente. Se espera tambin que el hombre cumpla con su papel de proveedor de los medios econmicos para la subsistencia de su familia y fungir como autoridad familiar y representante de sta ante la comunidad y la asamblea. En estas comunidades el trabajo agrcola es fundamental para la economa de la poblacin. Algunos hombres desarrollan adicionalmente algn oficio como carpinteros, albailes, choferes y radiotcnicos, entre otros. Son pocos quienes tienen la posibilidad de emplearse como policas municipales, o bien como empleados en organizaciones civiles y en instituciones gubernamentales, como el INI, el INEA y el Ejrcito Federal. Existen tambin varios maestros bilinges, entre los cuales se ubican pocas mujeres. En los ltimos aos algunos hombres han optado por migrar a otros lugares del estado y del pas o incluso a Estados Unidos para emplearse en diferentes actividades como la agricultura, la albailera, los servicios y poder as complementar sus gastos familiares. Cuando esto sucede, las mujeres han tenido
61
que desarrollar cada vez ms actividades de carcter agrcola y al mismo tiempo buscar la forma de obtener ingresos que complementen su economa, sobre todo si la familia no tiene suficiente tierra o ganado. Pueden vender aguardiente, pan o hacer trueque o intercambio de productos agrcolas como frutas, verduras, cereales, comales y ollas de barro, intercambio que hacen con mujeres de otras comunidades. Al interior de las mismas, las mujeres pueden recurrir al prstamo o intercambio de productos con sus vecinos y familiares. Algunas tambin trabajan como costureras y como auxiliares de cocina en albergues de comunidades del municipio, y, sobre todo, mujeres solteras se han empleado como trabajadoras domsticas en otras ciudades del estado o bien, en la ciudad de Mxico. Siguiendo a Bourdieu (1996), en la divisin sexual del trabajo puede apreciarse la construccin arbitraria de lo biolgico, y en particular, del cuerpo, masculino y femenino, de sus usos y de sus funciones, en especial en la reproduccin biolgica, que da una base en apariencia natural a la visin masculina de la divisin del trabajo sexual y de la divisin sexual del trabajo y, por ende, a toda la visin masculina del mundo. La fuerza particular de la sociodicea masculina le viene de que asume dos funciones: legitima una relacin de dominio inscribindola en lo biolgico, que a su vez es una construccin social biologizada. 3. Consumo de alcohol. Se dice que se pega de balde o sin delito de la mujer cuando el recurso del maltrato fsico se considera innecesario, porque no existe algn hecho de transgresin que lo justifique, aunque a veces ese lmite es negociado. Algunas mujeres asociaron la posibilidad de ser golpeadas y maltratadas de balde por su marido con el hecho de que ste se encuentre en estado de ebriedad, afectndolas a ellas y a sus hijos e hijas menores. Varias de ellas, quienes tienen hijos varones adultos, dijeron sentirse protegidas porque tienen quien les ayude cuando el esposo les pega de balde. Afirmaron que no est mal que los hombres tomen aguardiente, pero que no deben pegarle a su mujer sin razn, de balde o sin delito, pues esto les provoca tener enfermedades como dolor de ombligo y dolor de corazn. Dijeron que cuando son golpeadas o maltratadas por su marido en presencia de otras personas como familiares o vecinos, ellas sufren vergenza, lo que les provoca dolor de ombligo. Lo que se conoce como dolor de corazn se relaciona con el hecho de que el maltrato se realiza de manera continua, por lo que la mujer vive con tristeza. Tambin informaron que cuando los hombres toman aguardiente no son responsables de su casa, pues suelen vender el maz y el frijol que es para la
62
familia afectndolas en su economa, adems de abandonar el trabajo en la parcela, lo cual se traduce para ellas en una carga extra de trabajo. Mara, de 29 aos, afirm:
Los hombres que toman mucho el trago ya no piensan en sus hijos... porque si la mujer est trabajando en la milpa y el pensamiento del hombre est en otro lado, quiere decir que no es un buen hombre de cuidar su familia, ya slo va a venir a pedir la comida cuando llega bolo (borracho), eso s ya se enoja una mujer, pero como las pobres mujeres pues no ellas mandan, qu mero van hacer en este caso?, si habla una mujer ante el hombre ah noms te hace tu cachetada [...] ya es costumbre de no hablar nada frente al hombre, por eso est un poco dura la vida de las mujeres.
Varias mujeres dijeron que cuando sus maridos han tomado aguardiente es frecuente que las maltraten acusndolas de tener otro hombre (kux kujol: sucio del corazn). Una de ellas dijo: Algunos hombres nada ms les pegan a sus esposas cuando estn tomados porque piensan que se meten con otros hombres casados, por eso las mujeres ya no quieren que se venda trago porque muchos hombres celan a sus esposas diciendo que tienen otro querido o se meten con otro hombre. En general, los habitantes de estas comunidades asocian situaciones de consumo de alcohol con problemas del cuerpo, con el hecho de tener animales en la panza y en ocasiones se considera pertinente llevar a la persona con un curandero para que pueda dejar de tomar alcohol; quien ejerce la violencia bajo sus efectos se escuda precisamente en esa justificacin.
V. RESPUESTAS Y ESTRATEGIAS FRENTE

A LA VIOLENCIA
En las comunidades de estudio existe un consenso social sobre los comportamientos y actitudes que se esperan de hombres y mujeres, de esta manera el recurso de la violencia contra stas est permitido y puede justificarse cuando se adoptan conductas que cuestionan o transgreden el modelo local de feminidad, ejercindose la violencia bajo el discurso de pegar con razn. Podra decirse que en general los pobladores tienen una percepcin del mundo como autoevidente y lo encuentran natural al existir un acuerdo entre estructuras sociales (como la organizacin social del espacio y el tiempo y la divi-
63
sin sexual del trabajo) y estructuras cognoscitivas (inscritas en los cuerpos y las mentes), por lo que aqu podemos ubicar la violencia simblica de la que nos habla Pierre Bourdieu, en trminos de aquella violencia que se ejerce sobre un agente social con su propia anuencia en tanto que se le desconoce como tal (Bourdieu, 1995). Sin embargo, me parece que si bien para contextualizar el ejercicio de la violencia hacia las mujeres es importante hablar de la lgica de transgresin al rol genrico, creo que tambin deben tomarse en cuenta las circunstancias especficas de interaccin de la pareja, pues en ocasiones existe la posibilidad de que las mujeres opten por diferentes estrategias frente a ella: aceptarla estratgicamente, negociar los lmites de la violencia legtima con la pareja o a travs de la intervencin de la familia o de la asamblea, o bien, la estrategia de ruptura. La distincin con razn/ de balde es un aspecto fundamental en la negociacin en este contexto. 1. Estrategias de prevencin. Las estrategias de prevencin se plantean en estrecha relacin con las situaciones que los sujetos de estudio identificaron como generadoras de violencia. Algunas mujeres solteras dijeron que se fijan en que los hombres que las cortejan no tomen aguardiente para evitar ser maltratadas o golpeadas durante el matrimonio. Esta situacin genera que en algunas ocasiones los hombres solteros consuman aguardiente a escondidas. En una de las comunidades en que se llev a cabo el trabajo de campo, las mujeres manifestaron que ya no quieren que haya ms venta de aguardiente y se organizaron para conseguirlo, porque no quieren que sus maridos les peguen de balde. Informaron que tambin se han venido organizando para no tener ms hijos, tratando de tomar acuerdo para adoptar algn mtodo de planificacin familiar. Dijeron que lo han hecho de acuerdo con los maridos, porque ellos son los que tienen las rdenes. De esta manera ellas evitan ser maltratadas. De la voz de algunas informantes se desprende que algunas tratan de no salir solas cuando tienen que realizar actividades lejos de la comunidad para evitar ser raptadas por algn hombre. Se registraron intentos de rapto con violencia en que algn hermano o pariente de la mujer acudi a tiempo en auxilio de sta, evitando as que el rapto se consumara. Tambin pueden presentarse situaciones en que las mujeres, ante hechos de maltrato, de infidelidad, o simplemente para tratar de aduearse de la situacin y buscar dominar al hombre, recurren a otros artificios, por ejemplo, la utilizacin de objetos o prendas de vestir de la persona a quien se quiere atraer.
64
Sin embargo, a pesar de que entre los informantes fue reconocida la existencia de estas prcticas slo se refirieron a ellas de manera general.9 2. Aceptacin estratgica. La obediencia hacia los hombres ha sido interiorizada como estrategia de prevencin del maltrato. Algunas mujeres afirmaron que prefieren obedecer todo lo que les dicen y ordenan su marido y sus suegros para no ser maltratadas. Ellas aceptan implcitamente lo que consideran que debe ser su obligacin, con la cual cumplen sin necesidad de que su marido las regae, o bien, reconociendo que puede haber razn para ser regaadas o golpeadas al incumplir esta obligacin. En este punto cobra sentido lo que Bourdieu (1999) llama sentido prctico, en tanto que el habitus implica un conocimiento que permite anticipar el curso del mundo porque se han asumido las estructuras de ste, por lo que los agentes se orientan inmediatamente sobre lo que hay que hacer, o sobre lo que se espera hagan. El habitus engendra prcticas inmediatamente ajustadas al orden social, y por lo tanto, percibidas y valoradas por quien las lleva a cabo, y tambin por los dems, como justas, correctas, hbiles, adecuadas, sin ser en modo alguno consecuencia de la obediencia a un orden en el sentido del imperativo, a una norma o a las reglas del derecho. 3. Negociacin. Frente a la violencia consumada algunas mujeres pueden recurrir a sus padres y hermanos para tratar de persuadir a su cnyuge de no continuar el maltrato, incluso los suegros pueden en algunas circunstancias actuar en apoyo de la nuera. Existen ocasiones en que las mujeres pueden responder a la violencia, pegando ellas tambin para defenderse. En los casos en que se considera por parte de la mujer que el hombre pega sin razn, sta puede recurrir a la autoridad comunitaria para denunciar el maltrato de que fue objeto. En algunas ocasiones se considera necesario re9 Reyes Gmez (1996) refiere que entre algunos grupos mestizos de San Cristbal de Las Casas se encontr que a la ropa interior masculina se le atribuyen facultades curativas en tanto que a la femenina se le considera potencialmente agresiva para daar. Se cree que ocultando una ropa interior en la almohada del esposo o amante, lograr transferir el poder de atraccin hacia la duea de la prenda. Se piensa que la ropa femenina es ms caliente porque la mujer, por naturaleza, posee poderes ambivalentes, generalmente puede engendrar vida en ciertos periodos, y en otros no puede hacerlo, no obstante estar en edad fecunda. El exceso de calor retenido en el cuerpo puede liberarlo a travs de la menstruacin; esto explica, en cierta forma, que tambin pueda manipular su calor, causando dao a travs de la ropa interior. Otro ejemplo lo constituye el hecho de que cuando la mujer quiere dominar al marido sta deber poner en su zapato a manera de plantilla el bistec que le dar de comer y pisndolo har que transfiera el poder mgico de sometimiento cuando sea comido por l. Los hombres que gozan de fama de no respetar y querer a sus parejas, se vuelven candidatos potenciales de ser calzoneados.
65
solver en asamblea la sancin que debe imponerse al hombre, que consiste en permanecer en la crcel por lo regular durante 24 horas y pagar a las autoridades comunitarias una multa, que puede ser desde 20 hasta 50 o 100 pesos si el maltrato es continuo. Se han registrado ocasiones en que las autoridades de la comunidad convocan a la asamblea comunitaria (a la cual slo asisten los hombres), para deliberar sobre algn caso en que la mujer se queja de haber sido golpeada de balde por su marido. El papel de la asamblea es determinar si en efecto el hombre ejerci la violencia en contra de la mujer de balde, sin razn. En general, las mujeres slo recurren ocasionalmente a la autoridad para quejarse por los maltratos de que son objeto. De acuerdo con la informacin registrada, esto puede entenderse en relacin con el hecho de que muchas veces puede resultar contraproducente para ella, pues posteriormente el hombre contina maltratndola y reclamndole el hecho de haberlo denunciado. Adems, cuando la autoridad determina imponer una multa al autor del maltrato, en algunas ocasiones es la mujer la que deber conseguir el dinero, el que pagar con intereses acumulados. 4. Ruptura. Tambin se encontr que en algunas ocasiones, cuando el maltrato es continuo, la mujer puede llegar a optar por separarse de su marido para evitar continuar siendo maltratada, decidiendo regresar al grupo domstico de origen. Esta decisin suele no ser fcil para la mujer porque puede significar enfrentarse sola a la manutencin de los hijos, de por s difcil ante la escasez de recursos econmicos y de posibilidades de empleo. Sin embargo, esta estrategia tambin puede ser negociada por la pareja, por lo que puede ser de carcter temporal.
VI. REFLEXIONES Como dije al principio, en este estudio plante rescatar las percepciones de los sujetos de estudio sobre lo que consideran causas generadoras de violencia conyugal. Tanto hombres como mujeres hicieron referencia, entre otros, a aspectos como la desobediencia al cnyuge, la no aceptacin de noviazgo, la infertilidad, la falta de acuerdo en la planificacin familiar y la ausencia de hijos varones, aspectos que estn en estrecha relacin con su vida cotidiana y, en particular, con su vida reproductiva como parte del rol genrico socialmente asignado.
66
Considero que el ejercicio de ciertas prcticas violentas hacia las mujeres puede entenderse en el marco de la construccin de los modelos locales de feminidad y masculinidad. Para el caso de las comunidades de estudio, en los discursos locales encontramos que se espera que las mujeres acten de manera correcta (ser mera mujer) dentro del papel asignado socialmente: como esposas deben obedecer las rdenes de su marido y de sus suegros, realizar la mayor parte de las tareas domsticas y cumplir con el papel de procrear y de cuidar a su familia. Frente a esto, se espera que los varones acten como hombres, mostrndose pblicamente con la capacidad de proveer econmicamente a su familia y de saber mandar para lograr la obediencia de su esposa (ser un hombre cabal), otorgndoseles el derecho a ejercer el castigo cuando las mujeres transgreden las normas socialmente consentidas. A pesar de que es importante tomar en cuenta este criterio de la transgresin a las normas sociales, tambin es preciso apuntar que los pobladores no son agentes pasivos ante estos mecanismos de control social, sino que plantean estrategias dependiendo de situaciones especficas. Es decir, los casos de violencia fsica y psicolgica hacia las mujeres en estas comunidades se suscitan en condiciones especficas de interaccin de la pareja, en donde los lmites del ejercicio de la violencia son negociados, es decir, no se definen de una vez y de la misma manera para todas las circunstancias. Tambin, por eso mismo, se producen estrategias de aceptacin, de negociacin y de ruptura. En este mismo sentido, quiero destacar que aunque existen representaciones dominantes de masculinidad y feminidad, siempre existe la posibilidad de la resistencia o el cuestionamiento del papel socialmente asignado por parte de mujeres y hombres. As, pueden encontrarse casos en que frente a la violencia ejercida hacia las mujeres, stas pueden responder tambin con violencia o recurrir al abandono del cnyuge para evitar continuar siendo maltratadas. Como hemos visto, existe un consenso social en la legitimidad del ejercicio de prcticas violentas por parte de los mayores y las mujeres hacia los menores y de los hombres hacia las mujeres, siempre que stas se inscriban dentro de lo que se considera pegar con razn, no de balde. Esta distincin marca el lmite social entre lo que se considera violencia socialmente tolerada y violencia injustificada o socialmente censurada. Estoy de acuerdo con Heise (1994: 7), quien plantea que cada cultura construye los trminos de una lnea que divide los comportamientos que son vistos como aceptables de otros que son socialmente censurados. En diferentes culturas las mujeres son socializadas para aceptar el castigo fsico y emocional como prerrogativa conyugal del marido, limitndose as el rango de conductas que ellas consideran
67
abusivas. Por otro lado, el hecho de ejercer la violencia hacia las mujeres bajo la denominacin pegar con razn implica la existencia de una relacin de dominio que, en trminos de Bourdieu, se presenta como naturalizada y, por lo tanto, puede hablarse aqu de la violencia simblica. Quiero destacar que en el caso de las comunidades visitadas, la asamblea, como espacio masculino, se erige en la mxima autoridad y puede llegar a legitimar el recurso del maltrato fsico a modo de castigo, advertencia y aprendizaje, aunque tambin es, en algunos casos, espacio de negociacin. A las autoridades comunitarias tambin se les ha asignado la tarea de vigilar la no transgresin de los lmites socialmente construidos para el ejercicio legtimo de la violencia hacia las mujeres y la sancin cuando ello ocurre. Para finalizar, me parece fundamental ratificar que este estudio slo refleja una parte de lo que ocurre en estas comunidades. La violencia no es exclusiva de los tojolabales, pues sta se presenta con caractersticas similares en otros espacios sociales, estableciendo el contexto cultural ciertas especificidades. Si bien creo que es importante destacar las relaciones que se establecen entre gneros, stas slo constituyen una parte del complejo entramado social. Sera errneo entonces pensar la dinmica social de estas comunidades slo a partir de la violencia. En ese sentido, considero que los estudios de gnero deben ms bien contribuir a tratar de entender esta realidad social compleja y no presentarse como aislados de otras problemticas. Quiero sealar la existencia de similitudes sobre la violencia conyugal en las comunidades de estudio y en la que se muestra en algunos estudios realizados en la regin en poblaciones no indgenas, incluso (Glantz et al., 998; Miranda et al., 1998). Existen coincidencias tanto en las formas en que la violencia es ejercida como en las percepciones sobre las causas que la generan, como la desobediencia al cnyuge y en general la transgresin del rol genrico socialmente asignado, as como el consumo de alcohol. Tambin en esos estudios las mujeres expresaron que las consecuencias de la violencia se traducen para ellas en tristeza, dao mental, sufrimiento, enfermedad y muerte, pero reconocen a sus maridos el derecho a ejercer el castigo, y los lmites en que el ejercicio de la violencia es tolerada o censurada, se construyen socialmente.
BIBLIOGRAFA BOURDIEU, Pierre. (1996). La dominacin masculina, en La Ventana. Revista de Estudios de Gnero, nm. 3. Mxico, Universidad de Guadalajara.
68
. (1999). Meditaciones pascalianas. Barcelona, Anagrama. y J. D. W. LOIC. (1995). La violencia simblica, en Respuestas por una antropologa reflexiva. Mxico, Grijalbo. COLLIER, J. (1980). El noviazgo zinacanteco como transaccin econmica, en Vogt Evon (ed.), Los zinacantecos, un pueblo tzotzil de los Altos de Chiapas. Mxico, INI. ESCALONA V., J. L. (1998). Comunidad: jerarqua y competencia. Examen a travs de un pueblo contemporneo. Versin revisada de la ponencia presentada en la mesa Mundos de Aqu, Mundos de All. Confrontacin de Mundos. Historia / Antropologa / Sociologa Comparadas de las Sociedades Europeas y Mesoamericanas. San Cristbal de Las Casas, UNACH / CIESAS / LEcole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de Pars. FAVELA, A. y C. MIRIAM. (1997). El papel de la violencia en un mundo cambiante, en El Cotidiano, nm. 62. Mxico, UAM-Azcapotzalco. GLANTZ, N., D. HALPERIN y L. HUNT. (1998). Studying Domestic Violence in Chiapas, Mxico. Qualitative Health Research, Thousand Oaks, California, Estados Unidos. GMEZ, A. (1997). El chak abal (matrimonio tojolabal) y sus transformaciones, de la tradicin oral a la actualidad. Tesis de Licenciatura en Antropologa Social. Mxico, UNACH, SCLC. GONZLEZ, S. (1995). Las costumbres del matrimonio en el Mxico indgena contemporneo. Memorias de la Primera Reunin Nacional de la Sociedad Mexicana de Demografa (Somede). Mxico. HEISE, L., en colaboracin con J. PITANGUY y A. GERMAIN A. (1994). Violencia contra la mujer: la carga oculta de salud. Programa Mujer, Salud y Desarrollo. Organizacin Panamericana de la Salud, Washington, D. C. LPEZ, M. (1999). Hacerse hombres cabales: prcticas y representaciones de la masculinidad. Tesis de Maestra en Antropologa Social. Mxico, CIESAS / SCLC. MIRANDA, L. et al. (1998). Caractersticas de la violencia domstica y las respuestas de las mujeres en una comunidad rural del municipio de Las Margaritas, Chiapas, en Salud Mental, V, 21, nm. 6. Mxico. PINTO DURN, A. (2000). Finca Chichihuistn: etnografa de la fidelidad y la reciprocidad. Tesis de Maestra en Antropologa Social. Mxico, UNACH, SCLC. REYES GMEZ, L. (1996). Origen causal de algunos padecimientos y su tratamiento popular, en Anuario de Estudios Indgenas, VI. San Cristbal de Las Casas, IEI / UNACH.
2. Violencia contra la mujer migrante
ABUSO Y VIOLENCIA A LAS MUJERES MIGRANTES

Ofelia Woo Morales1
INTRODUCCIN Cuando recib la amable invitacin a escribir este documento me surgieron muchas inquietudes sobre lo que quera decir sobre la violencia a la mujer migrante; y me puse a revisar la informacin que he recabado en mis investigaciones y los testimonios de las mujeres mexicanas sobre su experiencia migratoria hacia Estados Unidos. Llegu a la conclusin de que hay muchas formas de violencia y que sera muy difcil explicarlas en un solo documento, de ah que consider pertinente primero identificar cules eran las expresiones de esta violencia y cundo se manifestaban, y segundo la institucionalizacin de la violencia a travs de las polticas migratorias. El documento se estructura en tres apartados, en el primero se presenta la creciente presencia de la mujer como migrante, y las particularidades de su patrn migratorio; posteriormente se identifican las principales formas y expresiones de la violencia contra las migrantes, que se han registrado en investigaciones propias y de otros autores; y por ltimo, las propuestas a las reformas migratorias en Estados Unidos que legitiman la violacin a los derechos de la poblacin migrante y especficamente a las mujeres y familias migrantes.
LAS MUJERES EN EL PROCESO MIGRATORIO Las mujeres han estado en el proceso migratorio desde el inicio del mismo, autores como Gamio (1969) y Taylor (1991) nos demuestran la siempre pre1 Doctora en Ciencias Sociales e investigadora-profesora del Departamento de Estudios Sociourbanos, Universidad de Guadalajara.
[71]
72
sencia de las mujeres en la migracin aunque no en la misma proporcin que la migracin masculina. Despus de la cancelacin del Programa Bracero que dur de 1942 a 19642 ya se haba institucionalizado la migracin indocumentada con el mismo patrn temporal y laboral.3 Sin embargo, despus de la aprobacin de la ley de reunificacin familiar en 1964 se estimula la migracin femenina, ste es uno de los momentos histricos que marca una mayor participacin de las mujeres y las familias, de ah que esta migracin se explicara e identificara como una migracin por la reunificacin familiar.4 El segundo momento histrico que marca un parteaguas en el nuevo perfil del migrante y patrn migratorio es la aprobacin de la Ley de 1986 Inmigration Reform and Control Act (IRCA, mejor conocida como Simpson-Rodino).5 Como se seal en estudios previos, del total de solicitudes de legalizacin amparadas en la Ley Simpson-Rodino en los programas Normal (Legaly Autorizad Workers) y de trabajadores agrcolas especiales (Special Agricultural Workers) 43 y 17 % eran mujeres (Bean et al., 1989); a partir de entonces la visibilidad de las mujeres ha sido un hecho evidente (Woo, 1995: 140). Es importante sealar brevemente el perfil de la migracin femenina y el patrn migratorio para entender las formas de violencia a la que han estado expuestas. Las migrantes son mujeres casadas y solteras con un nivel de es2 El Programa Bracero fue un convenio con el Gobierno mexicano hecho en 1942 para la contratacin de trabajadores mexicanos en Estados Unidos. Este Programa tuvo varias ratificaciones y fue cancelado definitivamente y unilateralmente en 1964, era un programa dirigido exclusivamente a contratar mano de obra masculina. 3 La tradicin migratoria se ha establecido como parte de una estrategia familiar; esto es, la migracin que realizaban los hombres (esposos, padres) ha sido y es reemplazada por los hijos. Por tanto, al surgir oportunidades como las del Programa Bracero, que permiti la incorporacin de nuevos miembros, sobre todo familiares e hijos de los primeros migrantes (Lpez y Zendejas, 1988), fue una tradicin ligada a una estrategia que se iba conformando de acuerdo con las necesidades de la familia, la experiencia migratoria de los miembros de la misma y las oportunidades de conseguir trabajo en Estados Unidos 4 La reunificacin familiar no es un proceso mecnico en que se pueda pensar que al regularizar su estatus migratorio el individuo inmediatamente traslada a su familia. Este proceso de reunificacin familiar, adems de las condiciones macroestructurales, implica contradicciones y conflictos internos que se desarrollan en el contexto familiar. 5 Las reformas a la Ley de Inmigracin IRCA fueron consideradas una opcin poltica para controlar y detener el flujo migratorio ilegal de Mxico; sin embargo, la Ley no sirvi para los fines que fue creada.
73
colaridad mayor al de los hombres; emigran por reunificacin familiar y para buscar trabajo. Proceden principalmente de estados tradicionales de emigracin hacia Estados Unidos como Jalisco, Michoacn y Zacatecas (Woo, 2000), pero es importante sealar que se est identificando emigracin de mujeres, nios y familias de lugares no tradicionales como Veracruz (Prez, 2000). Respecto del patrn migratorio femenino, la mayora de las mujeres no haba tenido experiencia migratoria previa; algunas cruzan de manera indocumentada por la frontera atravesando ros y desiertos, pero en su mayora busca reducir los riesgos y prefieren ingresar a Estados Unidos con visa de turista o documentos apcrifos; su estancia en Estados Unidos es ms prolongada que los varones ya que no quieren correr riesgos al volver a cruzar y ser detenidas por la migra (Patrulla Fronteriza), por tal motivo evitan regresar a su lugar de origen hasta que no arreglan su estatus migratorio. Cuando ste se regulariza los viajes a su lugar de origen se dan principalmente por motivos familiares y no por razones de trabajo (Woo, 2000).
FORMAS Y EXPRESIONES DE LA VIOLENCIA A LAS MIGRANTES Aqu es importante sealar que las mujeres por su condicin de gnero, su estatus migratorio de indocumentadas y por ser migrantes son ms vulnerables que los hombres a sufrir diferentes formas de violencia y violacin a sus Derechos Humanos. Detengmonos un momento a reflexionar en esta premisa: entendemos por condicin de gnero la condicin social y oprimida del gnero femenino en cuanto sujeto permanente de violacin de Derechos Humanos (Maier, 2001: 120); la autora hace referencia a los Derechos Humanos de las mujeres en el nuevo milenio y como se reconocen a las mujeres sujetos de derechos tardamente en distintos momentos del siglo XX; se entender como indocumentada a la persona que cruza de manera subrepticia en la Frontera Norte hacia Estados Unidos peyorativamente se les ha llamado Illegal alliens, lo cual tiene connotaciones ideolgicas y polticas debido al sentimiento de animadversin generado en contra de tal poblacin identificndola como delincuentes, criminales o causantes del dficit presupuestal (Woo, 1997); y el hecho de ser migrante se ha considerado un estigma porque se le asocia con un delincuente que violenta las leyes de otro pas (el del lugar de destino) y principalmente a las mujeres se adjudica (sin fundamentos) que son una carga para el erario. Bustamante define la vulnerabilidad como la falta de poder, menciona como premisa bsica que
74
[...] existe una vulnerabilidad estructural y otra cultural atribuida a los no nacionales [...] el carcter estructural se deriva de la existencia de una estructura de poder que muestra empricamente que en toda sociedad nacional algunos tienen ms poder que otros [...] el carcter cultural de la vulnerabilidad se deriva del conjunto de elementos culturales (estereotipos, prejuicios, racismo, xenofobia, ignorancia y discriminacin institucional) con significados despectivos que tienden a justificar las diferencias de poder entre nacionales y no nacionales o los inmigrantes (2001: 28-29).
De alguna forma consideramos que para las migrantes su vulnerabilidad radica en este carcter estructural y cultural como lo expresa Bustamante, ya que desde que se decide emigrar y cmo hacerlo las mujeres se ven expuestas a innumerables formas de abuso y violencia contra ellas.6 Cmo y con quin llegar a la frontera? La Frontera Norte de Mxico, aunque sea territorio nacional, ha sido un espacio fsico de grandes peligros y riesgos para la poblacin migrante y especficamente para las mujeres, quienes se ven expuestas a recibir abusos de los coyotes, delincuentes y de la polica municipal.7 Un oasis en el calvario de llegar a la Frontera Norte de Mxico o ser deportada por la migra (Patrulla Fronteriza)8 es la Casa de la Madre Asunta.9 La
En este documento se pretende destacar el abuso y la violacin a las mujeres migrantes en su experiencia al llegar a la frontera y al ser deportadas. Se ha constatado en varios estudios que la formacin de redes sociales fuertes ayuda a enfrentar de mejor manera los riesgos y peligros a los que se ven expuestas. 7 Sera difcil explicar y exponer un tema tan complejo como lo es la violacin a los derechos de los migrantes mexicanos en suelo nacional, principalmente en la Frontera Norte, sin embargo, considero importante mencionarlo porque es un espacio donde confluyen abusos a los y las migrantes. Testimonios de mujeres entrevistadas en la Casa de la Madre Asunta que procedan de Chiapas y Guerrero nos narran los abusos de que fueron objeto desde que salieron de su lugar de origen hasta que llegaron a la Frontera Norte. Tambin podemos encontrar mayor informacin en el reporte Migracin: Mxico entre sus dos fronteras, editado por el Foro Migraciones 2000-2001. 8 La Patrulla Fronteriza, mejor conocida como Migra, fue creada en 1924 con el objetivo de monitorear los cruces fronterizos. 9 Siempre agradezco la amabilidad de la trabajadora social Mara Galvn y la Madre Gemma por permitirme conocer el trabajo loable que realizan y poder entrevistar a las migrantes. La Casa de la Madre Asunta se fund en 1994 en Tijuana como respuesta a la gran demanda de mujeres migrantes que no poda atender la Casa del Migrante ya que no estaba acondicionada para dar albergue a mujeres y nios, por lo tanto, se cre este concepto de ayuda especialmente a esta poblacin por las Misioneras de San Carlos Borromeo Scalabrinianas.
6
75
atencin que reciben las mujeres que llegan a esta Casa es ms que comida y alojamiento,10 se les brinda amor y se les reconforta de su sentimiento de humillacin y frustracin con el que llegaban al ser deportadas o, en ocasiones, al no poder cruzar la lnea. El tiempo que hice entrevistas en esta Casa11 me di cuenta que el abuso y violencia a las mujeres migrantes se manifiestan de varias formas: Ser migrante indocumentada. Las mujeres se consideran a s mismas desprotegidas de todos sus derechos, esto se debe a que este tipo de migracin se ha identificado como un acto criminal y de esta forma se justifica la violacin a sus Derechos Humanos;12 Bustamante seala: la vulnerabilidad es una situacin que surge como consecuencia de la interaccin social de los extranjeros que entran en un pas con los nacionales [...] En este caso la vulnerabilidad es un fenmeno endgeno. Est relacionado fundamentalmente con la violacin de los Derechos Humanos que se produce en el pas de destino de un inmigrante (2001: 31-32). Organizaciones como California Rural Legal Assistence y American Friend Service Comite han denunciado sistemticamente la violacin a los Derechos Humanos de migrantes indocumentados por el Servicio de Inmigracin y Naturalizacin por situaciones como el hacinamiento y la falta de higiene en los centros de detencin, los cuales tienen capacidad de 80 personas y llegan a concentrar 119. En estos centros de detencin tienen a las mujeres y nios, sin proporcionarles agua, ni comida en un tiempo de 21 horas, y no cuentan con baos (Carta dirigida por Claudia Smith a Doris Meissner, Comisionada del Servicio de Inmigracin y Naturalizacin, el 24 de octubre de 1994).13
Aqu es muy importante sealar el papel de las redes sociales cuando no existen o son dbiles las mujeres estn ms expuestas a la violacin a sus derechos y se sienten ms vulnerables. De ah la importancia del papel de Organizaciones No Gubernamentales como la Casa de la Madre Asunta; en las entrevistas que realic a mujeres migrantes todas carecan de redes sociales fuertes, en algunas prcticamente inexistentes. 11 Realic entrevistas semiestructuradas a mujeres migrantes en la Casa de la Madre Asunta en febrero, marzo y abril de 1996; tambin quiero aclarar que he considerado informacin de entrevistas realizadas en otras investigaciones para este apartado. 12 Ral Ramrez alude a que en cualquier pas el ingreso ilegal de extranjeros es considerado una falta administrativa que se castiga, cuanto ms con la repatriacin. Sin embargo, las reformas de 1996 a la Ley de Inmigracin estadounidense literalmente criminalizan a los migrantes econmicos, al procesar y deportar formalmente, bajo cargos federales, a quienes intentan ingresar a Estados Unidos con documentos falsos o ajenos, declarando falsa nacionalidad o que reinciden en el cruce ilegal (2001: 83). 13 Es muy necesario sealar la importante labor que han realizado las Organizaciones No Gubernamentales tanto en Mxico como en Estados Unidos que han denunciado sistem10
76
La ofensa verbal. Accin comn realizada por la migra al detener a las y los migrantes. Como seala Bustamante (2002), la vulnerabilidad de los migrantes significa falta de poder, y el hecho de ser indocumentada se representa ante s misma y ante los dems que est violando las leyes de ese pas y, por tanto, se justifica para las autoridades (principalmente la migra) cualquier abuso contra las migrantes. Una migrante soltera que proceda de Quertaro y que cruz por la lnea (bordo) hacia Estados Unidos nos ofrece su testimonio: haba mucho gente esperando cruzar, me escond en unos arbustos cerca del Freeway de ah junto con otra mujer vimos como detenan a varios grupos de personas fue muy feo ver cmo se burlaban de ellos despus nos detuvieron a nosotras, y tambin se burlaban, nos decan a ver mis pollitas una foto del recuerdo te sientes muy humillada me llevaron a una oficina, me hicieron firmar unos papeles y me regresaron por Otay, de ah me vine a la casa, vena toda mojada y llena de lodo, toda golpeada [por las cadas].14 La agresin fsica. Las migrantes sufren diferentes formas de agresin, son jaloneadas o golpeadas al ser detenidas por la migra, incluso se han documentado casos de violacin como el que nos presenta Mena: Destacan aquellos delitos sexuales que pocas veces son denunciados por sus vctimas. Recientemente (2001), en la ciudad de Tucson, Arizona, se logr condenar a un Agente del SIN (Servicio de Inmigracin y Naturalizacin) por haber abusado sexualmente de una migrante mexicana de 19 aos. Este ejemplo se suma a otro (en el ao 2000), donde un agente del SIN, adscrito al sector Laredo, fue detenido por haber cometido dos actos inmorales contra dos mujeres migrantes (2002: 81).15 La separacin familiar. Se ha documentado y denunciado por Organismos No Gubernamentales, como el Albergue del Desierto de Mexicali, la separaticamente el abuso y las violaciones a los derechos de los migrantes. Los Comits de Defensa de Derechos Humanos en Estados Unidos en Arizona, California, Nuevo Mxico y Texas enviaron al Departamento de Estado, al Servicio de Inmigracin y Naturalizacin y al Director de la Patrulla Fronteriza una serie de Recomendaciones para erradicar el maltrato y la discriminacin contra los migrantes latinos, las Recomendaciones fueron enviadas desde 1993 y hasta ahora no han dado respuesta. Los ilcitos de mayor incidencia son: abusos fsicos, psicolgicos y verbales; acoso y violacin sexual; insultos tnicos y raciales; lenguaje agresivo y amenazas; inspecciones ilegales e inapropiadas, arrestos y confiscacin de documentos (La Jornada, 10 de junio de 1997). 14 Entrevista que realice en la Casa de la Madre Asunta. 15 Entre parntesis sealo los aos que registra el autor.
77
cin intencionada de las familias en las deportaciones; las mujeres o hijos son deportados por lugares diferentes y distantes del esposo, padre o compaero. En el Informe Mxico entre sus Dos Fronteras (2002) documentan como hombres, mujeres y nios eran deportados en la noche y en la madrugada. Sobre todo mujeres y nios quedaban sometidos a los riesgos nocturnos de las ciudades. Con frecuencia no saban ni en que ciudad se encontraban, no contaban con recursos econmicos, no tenan posibilidades de encontrar hospedaje, transporte ni ayuda. En el caso de menores, no se cumplan los acuerdos binacionales Mxico-Estados Unidos, que establecan la obligacin de entregar a todo menor a las autoridades consulares de Mxico (p. 16). Ser migrante. Es un estereotipo que se ha formado en torno al migrante, explicado en pginas arriba, pero tambin es un riesgo de vida y muerte, desde que se decide la forma de cruce, cmo hacerlo, las horas de angustia ante la espera del momento propicio para cruzar, por dnde, por el desierto o por el ro, sufrir el intenso fro o al calor incandescente del desierto, o estar expuesta a la violacin o abandono por parte de los coyotes, y el miedo de no regresar a casa, ni llegar al lugar de destino, quedarse en el intento. La violencia institucionalizada. El nuevo concepto de seguridad fronteriza realizado en 1994 al instituir el Programa Guardin ha sido una forma de violencia institucionalizada; este operativo de vigilancia de la Frontera Sur en Estados Unidos para el control y detencin de migrantes ha generado cientos de muertes en el intento de cruce. Claudia Smith sistemticamente ha denunciado las muertes ocasionadas por las polticas restrictivas de vigilancia ocasionando cientos de muertes por estas medidas. Entre 1994 y 1999 las muertes aumentaron un 400 %, de 23 a 110, slo en la frontera de California.16 Otra fuente nos indica que segn la Secretara de Relaciones Exteriores haban sumado 1,500 muertos de 1995 a 2000, y ms de 400 no haban sido identificados (Foro Migraciones, 2002: 19).
16 Vase el trabajo de Claudia Smith Migrantes en peligro mortal. Lo nico que ha cambiado es la cantidad de muertes, en Los rostros de la violencia. Mxico, El Colegio de la Frontera Norte, 2001. En este trabajo la autora nos presenta evidencia sobre el costo en vidas que ha implicado la nueva poltica de vigilancia en la Frontera Sur de Estados Unidos a travs del Operativo Guardin; muertes que han sido adjudicadas a las bandas de traficantes de migrantes, coyotes o polleros, evadiendo la responsabilidad que tiene Estados Unidos sobre la mismas. Como seala Smith, el costo real de Guardin y sus contrapartes debera de medirse en muertes, no en dlares, y lo ms fcil es culpar enteramente a los traficantes de indocumentados (p. 63).
78
LA OFENSIVA VERBAL Y LEGISLATIVA ANTE LA

VISIBILIDAD DE LAS MIGRANTES
El sentimiento xenofbico y antiinmigrante exacerbado en la dcada de los noventas ha identificado a una nueva poblacin que estaba fuera o al menos poco sealada en los discursos polticos y antiinmigrantes: las mujeres y familias migrantes. Las mujeres y las familias empiezan a ser visibles cuantitativamente y con ello la ofensiva verbal y legislativa contra ellas. Una expresin concreta es la Propuesta 187, principal bandera en el discurso de Pete Wilson para su reeleccin como gobernador de California en 1994. Los puntos descritos en la propuesta fueron: 1) prohibir la inscripcin de indocumentados en todas las escuelas primarias, secundarias y universidades pblicas; los padres tenan que comprobar que los nios eran residentes legales; por tanto, los administradores escolares deberan denunciar a los estudiantes y padres sospechosos de ser indocumentados; 2) negar la atencin mdica, incluyendo servicios prenatales y posnatales; 3) prohibir la prestacin de determinados servicios a jvenes y ancianos con necesidades especiales, y 4) las autoridades policiales, estatales y de los condados del estado de California debern reportar al Servicio de Inmigracin y Naturalizacin y al fiscal del estado a quien considere sospechoso de ser indocumentado. La propuesta de la Ley sometida a votacin en el estado de California el 8 de noviembre de 1994 fue aprobada en las elecciones por 59 % de votos a favor y 41 % en contra. Organizaciones hispanas interpusieron demandas en las cortes estatales por considerarla inconstitucional; la juez federal Mariana Pfaelzer la declar inconstitucional en 1995. La propuesta est congelada pero es evidente que sus resultados exacerbaron an ms el ambiente xenofbico, antiinmigrante y antimexicano (Garca y Griego y Verea Campos, 1995). A partir de la publicidad que tiene en los medios de comunicacin la Propuesta 187, en 1994 el tema de la migracin resurge exponiendo el debate sobre la necesidad de reforzar la vigilancia de la frontera, ante el lema hemos perdido el control de la frontera. La campaa antiinmigrante sobre las reformas al paquete financiero del presupuesto gubernamental que iniciara Pete Wilson en California fue retomada por el Congreso Republicano, generando una serie de propuestas que afectan a la poblacin ms desprotegida: nios, mujeres y ancianos, promoviendo la suspensin de los desayunos escolares y reduciendo el apoyo presupuestal, incluyendo a la poblacin migrante legalizada. Una de las respuestas se pue-
79
de derivar del anlisis de Garca y Griego y Verea y Campos (1995), quienes sealan que el paradigma empez a modificarse con el cambio de la estructura demogrfica de la poblacin indocumentada. Los ataques racistas y xenofbicos dirigidos a esta poblacin se manifiestan desde la ofensa verbal, hasta la fsica e institucionalizada, como es la creacin de la Operacin Guardin como medida de vigilancia en la Frontera Sur de Estados Unidos. Hoy son cosa comn los panfletos y las manifestaciones acusando a la poblacin femenina del dficit fiscal y de contaminar la raza aria, as como la violacin de las mujeres en los lugares de cruce o cuando son detenidas por la Patrulla Fronteriza. En el informe de Foro Migraciones 2001-2002 se menciona que el Servicio de Inmigracin y Naturalizacin considera que la Operacin Guardin ha dado resultado y pretenden repetir este modelo, asimismo, que se ha establecido las operaciones Salvaguarda en Arizona y Ro Grande en Texas. El informe de Foro de Migraciones ha documentado no slo el trgico saldo de muertes ocasionadas por las medidas de control de la Frontera Sur de Estados Unidos, sino tambin documenta sobre la violacin a los Derechos Humanos. En la primera etapa de la Operacin Guardin, las violaciones a los Derechos Humanos fueron tambin una constante, ejemplo de ello son los resultados de los monitoreos efectuados en octubre de 1994; 22.5 % manifest maltrato fsico, como golpes y heridas; 6 % maltrato verbal, y 27.5 % abuso de autoridad, como destruccin de documentos o prendas personales (2002: 15). Se ha considerado que la ley ms antiinmigrante promulgada en Estados Unidos ha sido la Ley de Inmigracin que fue aprobada el 30 de septiembre de 1996: Acta para la Reforma de la Inmigracin Ilegal y la Responsabilidad Migratoria, conocida como Acta del 96. Varias secciones de la Ley legitiman las violaciones anteriores referidas y afectan directamente a la familia migrante tanto la documentada como la indocumentada. La seccin 302 se refiere a la deportacin expedita, sin derecho de audiencia, en contra de todo extranjero que intente cruzar a los Estados Unidos sin documentos o con documentos falsos. Se establece en la seccin 105 que los extranjeros que intenten entrar a Estados Unidos de manera ilegal sern sancionados la primera vez con multas que van de los 50 a los 250 dlares. Por otra parte, las familias migrantes indocumentadas y documentadas se vern directamente afectadas por diversas secciones desde la 503 a la 510, ya que estos beneficios se proporcionarn principalmente a quienes demuestren su ciudadana; en estas secciones se impide el acceso a beneficios y pagos de
80
Seguro Social, se negar la educacin despus de la secundaria a quien no tenga documentos y se restringirn las estampillas de comida, por slo mencionar algunas de las medidas. En el informe de Foro de Migraciones 2001-2002 del 1 al 23 de abril de 1997, se realiz un nuevo monitoreo especialmente importante, porque al principio de ese mes entr en vigor la legislacin Acta 96 y se presentaron los resultados de 50 testimonios de hombres, mujeres y nios sobre la violacin a sus Derechos Humanos registrndose los siguientes: 01. No siempre se les proporcion la informacin sobre sus derechos. 02. No se les permiti hablar por telfono. 03. Firmaron papeles en ingls, sin tener traductor. 04. Firmaron su salida voluntaria bajo amenazas. 05. Se les priv de sus familias, de sus propiedades y de su dinero. 06. Aumentaron las detenciones en los centros de trabajo y se les priv del salario que se les deba. 07. Algunos fueron trasladados en condiciones inhumanas, esposados, con grilletes, amontonados y sin higiene. 08. Alimentacin insuficiente. 09. Hacinamiento en los lugares de detencin. 10. Maltrato fsico y verbal. 11. Destruccin de sus documentos e identificacin. 12. A los que salieron de los centros de detencin no les entregaron su dinero en efectivo, sino un cheque que a muchos les fue imposible cobrar porque ya no tenan identificacin y porque era contra un banco de Estados Unido y tuvieron que cobrarlo en Mxico. 13. Se violaron las mismas leyes de Estados Unidos, cuando les negaron las opciones legales que legtimamente tenan. Para 1998 las cosas no cambiaron sustancialmente: 1. 2. 3. 4. Se les deportaba encadenados y esposados. No se les devolva sus pertenencias y documentos. No se les respetaba su derecho a la salud cuando venan enfermos. Se les deportaba a altas horas de la noche y en la madrugada. Mujeres separadas de sus parejas 5. En tiempo de fro y de lluvia, muchos venan mojados y sin zapatos y eran deportados en la madrugada.
81
6. En Mxico las policas municipales acosaban a los migrantes, en algunos casos les quitaban dinero por no traer identificacin o por no tener residencia. Sin embargo, no debemos de olvidar que existe otra expresin de violencia, tal vez intangible, que es la que obliga a hombres y mujeres a emigrar, al no tener Mxico la capacidad de proporcionar una vida digna a sus poblacin, de ah la importancia de recuperar el concepto de poltica migratoria: responsabilidad compartida.
ALGUNAS CONSIDERACIONES La violencia contra las mujeres migrantes es un tema que difcilmente puede cubrirse en un documento con estas caractersticas. El objetivo fue identificar algunas formas de expresin de esta violencia que va en constante aumento y sealar la forma como se ha institucionalizado. Existen otras formas de violencia y abuso a los Derechos Humanos de las migrantes: las diferentes formas y expresiones de discriminacin y racismo cuando se establecen en la nueva sociedad de destino, cuando se incorporan al mercado laboral y cuando los hijos estn en la escuela. Las migrantes estn conscientes de estos abusos y de la violencia que viven cotidianamente, han aprendido en algunas ocasiones a sortearlos gracias a las redes sociales que se han establecido, a estar mejor informados de sus derechos y cmo defenderlos con la ayuda de organizaciones mexicanas y mexicoamericanas que denuncian constantemente estos abusos y violaciones. Los grandes ausentes en la historia y experiencia de las migrantes sobre la violencia y abuso a sus Derechos Humanos son las instituciones gubernamentales mexicanas, que si bien, en discurso y en papel han realizado avances, en materia migratoria pocas acciones han llevado a cabo para que se respeten los derechos de los migrantes. Se podra decir que es injusta esta valoracin, ya que se ha creado el Programa Paisano y el Grupo Beta, sin embargo, no considero acciones exitosas cuando veo las cruces en la malla de la lnea fronteriza que nos recuerdan los muertos que no lograron sus sueos, ni cuando escucho o leo testimonios de hombres, mujeres y nios sobre la violencia y el abuso que pesa sobre ellos desde que inician el peregrinar de la migracin y que no termina al llegar a la tierra prometida.
82
BIBLIOGRAFA BUSTAMANTE, J. (2002). Un marco conceptual de referencia acerca de la vulnerabilidad de los migrantes como sujetos de los Derechos Humanos, en Los rostros de la violencia. Mxico, El Colegio de la Frontera Norte. GAMIO, M. (1969). Mexican Immigration to the United Status. Universidad de Chicago. GARCA Y GRIEGO, M. y M. VEREA CAMPOS. (1995). Las crisis econmica y fiscal de California y la nueva ofensiva verbal en contra de los indocumentados, en Rosa Cusminiski Mogilner (coord), California, problemas econmicos, polticos y sociales. Mxico, UNAM, CISAN. LPEZ CASTRO, G. y S. ZENDEJAS. (1988). Migracin internacional por regiones en Michoacn, en Thomas Calvo y Gustavo Lpez (coord.), Movimientos de poblacin en el occidente de Mxico. Mxico, CEMECA. MAIER, E. (2002). Deconstruyendo las violencias de gnero. Mujeres y Derechos Humanos al filo del nuevo milenio, en Los rostros de la violencia. Mxico, El Colegio de la Frontera Norte. MENA MORENO, J. (2002). La violencia hacia los migrantes, en Migracin: Mxico entre sus dos fronteras. Reporte. Mxico, Foro Migraciones 20002001. Migracin: Mxico entre sus dos fronteras. Reporte. Mxico, Foro Migraciones 2000-2001. PREZ MONTEROSAS, M. (2000). Miradas y esperanzas puestas en el norte: migracin del centro de Veracruz a los Estados Unidos, en Cuadernos Agrarios, nueva poca, nm. 19-20. Mxico. RAMREZ, R. (2002). Balance y perspectivas de la migracin en la frontera de Mxico y Estados Unidos, en Los rostros de la violencia. Mxico, El Colegio de la Frontera Norte. SMITH, C. (2002). Migrantes en peligro mortal. Lo nico que ha cambiado es la cantidad de muertos, en Los rostros de la violencia. Mxico, El Colegio de la Frontera Norte. TAYLOR, P. S. (1991). Arandas, Jalisco: una comunidad campesina, en Jorge Durand (comp.), Migracin Mxico-Estados Unidos. Aos veinte. Mxico, Conaculta. WOO MORALES, O. (1995). Las mujeres mexicanas indocumentadas en la migracin internacional y la movilidad transfronteriza, en S. Gonzlez, O. Ruiz, L. Velasco y O. Woo (comp.), Mujeres, migracin y maquila en la Frontera Norte. Mxico, El Colegio de la Frontera Norte / El Colegio de Mxico.
83
. (1997). Migracin femenina indocumentada, en Revista Frontera Norte, vol. 9, nm. 17, enero-junio. . (2000). Las mujeres tambin nos vamos al norte. Guadalajara, Jal., Universidad de Guadalajara.
VIOLENCIA SEXUAL: EL CASO DE LAS MIGRANTES CENTROAMERICANAS EN LA FRONTERA SUR

Olivia Ruiz1
Si el riesgo da forma a la migracin internacional en general, especialmente la indocumentada, subraya la experiencia migratoria de las mujeres desde hace generaciones. Sin embargo, a pesar de este conocimiento, es a partir de los noventas, la dcada en que fue tipificada la violencia fsica, sexual y emocional que experimentan muchas mujeres por razones de gnero como una violacin de los Derechos Humanos, cuando se vieron los primeros esfuerzos consistentes por documentar la excepcional vulnerabilidad de las mujeres migrantes al abuso (Maier, 2001: 122). Hoy en da, no obstante que el fenmeno tenga poco tiempo de ser examinado, los registros que existen muestran con claridad que desde que salen de sus lugares de origen ellas sufren de manera frecuente una multiplicidad de atropellos (Azu, 1997; Amnesty International, 2000; Adital, 2002). La Procuradura de Derechos Humanos y Proteccin Ciudadana de Baja California, por ejemplo, ha afirmado que entre los migrantes indocumentados ms vulnerables ante los abusos de autoridades (en ambos lados de la lnea divisoria) se encuentran las mujeres; entre los atropellos se mencionan, por ejemplo, el robo, las amenazas y el abuso sexual (La Opinin, 16 de abril, 1997; La Opinin, 2 de mayo, 1997; Reforma, 23 de julio, 1997). Dentro de la poblacin centroamericana migrante en la frontera entre Mxico y Guatemala, el enfoque de este ensayo, la violacin sexual de mujeres por ladrones y pandilleros, ya forma parte del modus operandi del asalto, uno de los delitos cometidos con mayor frecuencia contra los migrantes que pasan por la regin;2 tampoco pueden ellas sentirse fuera de peligro estando bajo la
Doctora en Antropologa e investigadora del Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte, en Tijuana, Baja California. 2 Comunicacin personal con los directores de Beta Sur-Tapachula, 1998 y 2000.
1
[85]
86
custodia de autoridades de la regin o de los coyotes. De hecho, como han notado algunos, las fronteras, en particular, suelen ser lugares de alto riesgo para las mujeres que dejan su lugar de origen (Friedman, 1992). Las mujeres, por cierto, son vctimas de los abusos que experimenta cualquier persona que deja su hogar sin documentos rumbo a un pas distinto, muchas veces lejano. Con los hombres ellas enfrentan el robo y el asalto por delincuentes, la extorsin y el cohecho por autoridades y los mltiples y diversos peligros que conlleva transportarse encima de un camin de carga o un tren carguero o cruzar a pie un desierto, un ro, una selva o una montaa. Sin embargo, paralelamente las mujeres sufren atracos que son exclusivos a ellas por ser mujeres, esto es, atropellos especficos a su condicin de gnero; uno de ellos es la violencia sexual. Lo que sigue son algunas observaciones sobre la violencia sexual que viven las mujeres migrantes en el camino. Aunque este abuso se ha observado en casi todos los lugares por donde migran las mujeres, incluyendo la Frontera Norte de Mxico, esta reflexin se centra en la experiencia especfica de una poblacin de mujeres migrantes, la centroamericana (ms especficamente guatemaltecas, salvadoreas, hondureas y nicaragenses), en la ruta migratoria del Soconusco chiapaneco. Anoto que la violencia sexual no fue el enfoque del plan de trabajo original. Ms bien, fue acaparando mi atencin y consternacin por la gravedad del abuso, la frecuencia del hecho, la consecuente inevitabilidad de encontrarme con mujeres que haban sufrido alguna agresin sexual y mi creciente preocupacin por ellas al darme cuenta de que este tipo de abuso era y sigue siendo una caracterstica intrnseca de la migracin femenina en el sur del pas. Se debe de subrayar, a la vez, que investigar la violencia sexual, un fenmeno complejo y delicado para documentar, y explicarla en la Frontera Sur presenta grandes obstculos debido a la falta de datos en general sobre la migracin en aquella regin del pas en particular, la femenina y la ausencia casi total de informacin sobre este atraco en especfico. Los comentarios que siguen parten de una investigacin ms amplia sobre el riesgo en la migracin internacional en la divisin entre Mxico y Guatemala llevada a cabo entre 1996 y 2000. La reflexin que sigue, como el proyecto ms amplio sobre migracin y riesgo, se basa en una metodologa compuesta en un primer lugar por la observacin participante, entrevistas en profundidad (con mujeres y hombres), y la recopilacin de fuentes secundarias (registros de tres hospitales generales de la regin, los consulados de Guatemala y El Salvador en Tapachula, y
87
de la Oficina de Derechos Humanos de la Casa del Migrante, Tecn Umn, Guatemala). Constituye una primera reflexin, ensaystica y exploratoria, sobre una realidad que urge documentar y rectificar. Qu define o caracteriza el abuso sexual que sufren estas mujeres que migran y de qu manera se puede explicar la frecuencia con que ocurre en algunas sociedades, en la Frontera Sur de Mxico, en este caso? Aunque ha habido poca discusin del tema en la literatura sobre la mujer migrante en especfico, s forma una parte importante de los estudios de la mujer y del gnero. En particular ha sido el feminismo radical, con su enfoque en la sexualidad y el papel del hombre en la subordinacin de la mujer, la que ha puesto mayor atencin en el tema (Tong, 1989: 9-123). De esta forma, Kate Millet propone que la violencia sexual es intrnseco al patriarcado que depende de una forma de violencia de carcter particularmente sexual que es realizado de la manera ms completa en el acto de la violacin sexual (1970: 44). Otros estudios posteriores, ampliando el enfoque, enfatizan el carcter polimorfo del fenmeno, su manifestacin fsica, psicolgica, social e institucional (Bergareche, 2002). A la vez, en un esfuerzo por contextualizar este tipo de violencia, se ha subrayado la necesidad de situarlo dentro de los escenarios histricos, socioculturales, polticos y econmicos, por un lado, y los sistemas de clase y raza-etnicidad, por otro. As, subrayan la manera en que los contextos dan forma a la expresin, desde el nivel personal hasta el institucional, de la ideologa patriarcal (Bergareche, 2002). Visto de otra manera, se podra plantear, como lo hace Brickman, que los actos de violencia sexual son declaraciones sociales que incorporan temas y tensiones centrales a la civilizacin en que toman lugar (1996: 16). El concepto de violencia sexual en la migracin femenina empleada aqu refleja algunas de las consideraciones que comnmente son mencionadas con respecto a este abuso en la poblacin femenina en general. De manera amplia se puede definir como un acto, tanto de naturaleza material como simblica (tanto golpes como amenazas a golpes, por ejemplo), dirigido a la sexualidad de la mujer migrante que agrede su integridad fsica, psquica, emocional y espiritual. Ms especficamente, es una agresin que perfila las siguientes cuatro caractersticas. Primero es un hecho, fsico o verbal, que la mujer migrante siente y/o reconoce como una agresin o amenaza a su sexualidad y, por consiguiente, a su integridad corporal, psquica, emocional y espiritual como mujer. En otras palabras, al clasificar un acto como violencia sexual debemos tener presentes siempre las voces de las mujeres, las interpretaciones que hacen ellas mismas
88
de los hechos. A la vez, las interpretaciones que las mujeres migrantes, las centroamericanas en este caso, hacen de hechos particulares surgen, son productos, de contextos socioculturales especficos. Estos contextos influyen necesariamente en la interpretacin y clasificacin de un hecho como violencia sexual o no. Una mujer, por ejemplo, que ha experimentado la relacin sexual acompaada de amenazas de golpes y golpes no necesariamente clasificar el asedio de un coyote como violencia sexual sino como sexo, esto es dentro del conjunto usual de comportamientos sexuales lo que una puede esperar como mujer.3 En otras palabras, una mujer puede identificar una vivencia como violencia sexual o no dependiendo, entre otros factores, de lo que la cultura de origen ha denominado como tal. En la identificacin, por ejemplo, influir el grado de conocimiento de los derechos de las personas, lo cual, a su vez, reflejar la educacin sobre y la socializacin de los Derechos Humanos, tanto a nivel personal como social y cultural, en la sociedad de que ella prosigue. Segundo, se refiere a un abuso que va dirigido al cuerpo de la mujer que migra; es un acto explcita o implcitamente enfocado hacia las partes del cuerpo que fisiolgicamente distinguen a la persona como mujer sus genitales y sus senos, en especial y son centrales a su identidad de y como mujer (Schafer y Frye, 1986: 195). As, incluye tanto los ataques fsicos a su sexualidad, la violacin, por ejemplo, como los ataques verbales a ella, la amenaza de que la van a violar. Tercero, son agresiones que transgreden las normas (algunas fijadas de manera formal en leyes, otras de manera informal en prcticas cotidianas) relacionadas al trato del cuerpo femenino, especialmente de su sexualidad. Dicho de otra manera, si las culturas desarrollan y establecen una multiplicidad de preceptos para tratar el cuerpo de la mujer, especialmente en torno al respecto y a la transgresin de l, la violencia sexual involucra la transgresin de una o ms de ellos. En la vida de una mujer estas normas configuran, por ejemplo, que hombre u hombres puede/n (o no) acercarse a su cuerpo; tambin regulan el cmo, cundo, s y dnde de esos acercamientos. Finalmente, son agresiones que reflejan y confirman las maneras y los modos en que se manifiestan o se concretizan las desigualdades de poder en la sociedad. Ante todo reflejan las desigualdades en las relaciones de sexo-gnero,
Lo cual no significa que no reconozca la violencia del acto; ms bien la agresin es vista como una parte comn de un hecho normal, la relacin sexual, a su vez un comportamiento considerado intrnseco a la relacin ertica entre el hombre y la mujer.
3
89
esto es, inequidades que subordinan a una mujer o grupo de mujeres, a un hombre o grupo de hombres.4 A esto se refiere MacKinnon cuando argumenta que en la violacin sexual un hombre se apropia de la sexualidad de una mujer, como es mediada por su cuerpo, y por medio de esta accin proclama que la sexualidad de ella le pertenece, est subordinada a l (1982: 532-534). Sin embargo, tambin son agresiones que reflejan desigualdades de poder entre hombres; as, pueden constituir intentos de subordinar a un hombre o un grupo de hombres a otro hombre o grupo de hombres. A travs de la historia, la violacin sexual, por ejemplo, ha sido empleada estratgicamente para humillar y demoralizar al otro, sea mujer u hombre. Siendo que las mujeres el manejo, el control y el acceso exclusivo a sus cuerpos son smbolos de honor en muchas sociedades su violacin puede representar una agresin comunal de un grupo social contra otro (Friedman, 1992: 67). Violar a una mujer migrante en frente del esposo, hermano, hijo o acompaante degrada a la mujer y al hombre (o a los hombres) que la acompaa. Dicho lo anterior, por qu se da la violencia sexual, en este caso contra las mujeres migrantes centroamericanas en la Frontera Sur? La literatura existente sobre la violencia sexual en general enfatiza la necesidad de buscar una explicacin en la interrelacin de tres caractersticas socioculturales. Estas son: la cultura de gnero, la normatividad formal de la cultura de gnero y el papel de la violencia en la sociedad (Scully, 1990; Segal, 1990). En el caso de las mujeres migrantes en una situacin de frontera, como lo es la regin divisoria entre Mxico y Guatemala, tambin habra que explorar dos caractersticas adicionales: la cultura ertica y las estructuras y relaciones de poder, especialmente las que rigen las relaciones intertnicas. Dicho de otra manera, siguiendo los lineamientos trazados por la interrelacin de las caractersticas mencionadas y retomando la advertencia de Brickman, habra que explorar qu hay en el espacio sociocultural de la Frontera Sur que produce hombres que cometen actos de violencia sexual contra la mujer migrante. Esto es, qu los predispone a cometer estos abusos? La primera caracterstica, la cultura de gnero, se refiere en especfico a la presencia (o no) en la sociedad de tres aspectos: la imagen de la mujer como propiedad, la desconfianza de ella y la hostilidad entre los sexos (Scully, 1990: 163). Estos aspectos estn asociados a otro, identificado, a su vez, como pro4 Tambin pueden reflejar y reproducir otras inequidades, como las de clase social, etnia y raza.
90
pulsor de la violencia en general: la incapacidad para identificarse con el otro, con la otra en este caso, y de sentir empata por ella (Butterfield, 1996: 103). As, resumiendo, en sociedades donde predomina la imagen de la mujer como propiedad, existe una desconfianza aguda y generalizada de ella y prevalece la hostilidad entre los hombres y las mujeres; como consecuencia, tambin ser ms probable que exista poco o menos identificacin con ella como par o igual alguien que siente y sufre como cualquier ser humano y menos empata con ella cuando sufre. La existencia de este conjunto de caractersticas en la Frontera Sur, por ejemplo, propiciara la violencia sexual contra la mujer migrante . La interrelacin de estos aspectos socioculturales, a la vez, nos lleva a buscar maneras de identificarlos y medirlos. Aunque esa labor queda fuera de los alcances de este ensayo, nombrarla sirve como gua para comenzar a explorar la etiologa de este tipo de atraco. Con respecto a la cultura de gnero, por ejemplo, nos anima a indagar sobre el control y la subordinacin de la mujer, especialmente de su cuerpo y su sexualidad, por medio de los hombres de su medio. En entrevistas con ginecoobstetras de la regin del Soconusco, por ejemplo, se comenta que la manera ms comn que emplean las mujeres para hacer referencia a la relacin sexual con el hombre es cuando hace uso de m. Los mdicos tambin hablan de la frecuencia con que las mujeres llegan por desmayo a las salas de emergencia de los centros de salud, resultado, casi siempre, de algn conflicto de ndole sexual, por ejemplo, con su pareja. Volviendo a las experiencias de las mujeres migrantes centroamericanas, se podra preguntar qu consecuencias tiene para ellas entrar y pasar por un territorio cultural en que la sexualidad se caracteriza por la apropiacin del cuerpo y de la sexualidad de la mujer por el hombre ms cercano a ella y la dificultad para enfrentar el conflicto con l. La cultura de gnero est ntimamente relacionada con una segunda caracterstica que es la cultura ertica, esto es, la manera en que las mujeres y los hombres imaginan, construyen y viven el deseo sexual. Ms especficamente, segn Tong, habra que explorar el balance entre los impulsos erticos y tanticos, entre una sexualidad caracterizada por la consensualidad y la plena participacin de las personas y otra caracterizada por la subordinacin y la dominacin (1989: 113). En el Soconusco, los bares, terrenos casi exclusivamente de hombres, con la excepcin de las bailarinas-sexoservidoras, son los lugares de diversin que ms frecuentan los hombres de la regin. Ah, van con amigos a conversar, tomar, jugar billar, ver deportes y, especialmente, entretenerse con
91
las bailarinas de table dance, la gran mayora de ellas de Centroamrica. A la vez, en entrevistas con hombres jvenes chiapanecos del Soconusco se comenta que con frecuencia, debido a la facilidad y la impersonalidad del encuentro, la vida sexual se inicia con extranjeras, la mayora de Centroamrica. A la luz de estos breves reflejos de la cultura ertica de la regin, qu se pude observar sobre el papel que juegan las mujeres centroamericanas en el desarrollo y las vivencias del deseo sexual de los hombres en el Soconuso? Retomando las advertencias de Tong, de qu manera participan dentro de ese papel? Estas vivencias, a su vez, nos llevan a explorar las estructuras y relaciones de poder local y regional, especialmente, para el caso de la Frontera Sur, las relaciones de poder intertnicas, productos de lo que Omi y Winnant nombran un proyecto racial, esto es, una interpretacin, representacin, o explicacin de las dinmicas raciales, y un esfuerzo por reorganizar y redistribuir los recursos segn una clasificacin y estratificacin racial y, se podra aadir, tnica y/o nacional (1994: 56). En el caso de la Frontera Sur es necesario preguntar cul es el trato (de facto y de jure) de las personas de distintos orgenes tnicos, raciales y nacionales. Tomando en cuenta la cercana con Centroamrica y la larga historia de interaccin con los pueblos y las comunidades de aquella regin, habra que explorar qu lugares ocupan estas distintas comunidades en las estructuras tnicas y de clase social del Soconusco. Qu consecuencias para las vivencias migratorias de las mujeres centroamericanas puede tener el hecho de que la enorme mayora de los trabajadores agrcolas en las fincas del Soconusco sean guatemaltecos o que las trabajadoras domsticas sean predominantemente guatemaltecas? Qu se puede dilucidar de la presencia casi exclusiva de centroamericanas, especialmente de salvadoreas y hondureas, en la poblacin de sexoservidoras de la regin? Tercero, hay que examinar el papel de la violencia en la sociedad en general, ya que su uso generalizado para resolver conflictos sociales est relacionado con una alta incidencia de abusos sexuales (Lorber, 1994: 76-77, y Segal, 1990, 1994: 238). Esto significa contextualizar la violencia sexual, reconocer que refleja y por consiguiente reproduce un ambiente generalizado de agresin en la sociedad. Habra que explorar si, o en qu medida, la violencia en el Soconusco es considerada una solucin apta, accesible, permisible y costeable (tanto en el sentido material como simblico) al conflicto. Es generalizada la prctica de la violencia en la regin? Se ejerce de mltiples maneras? Se practica la tortura; es una prctica comn? Con qu frecuencia se recurre a
92
la violencia? Es tolerada o castigada? Dicho de otra manera, habra que preguntar si o hasta qu punto existe, en las palabras de Bandura, un aprendizaje social de la agresin, esto es, un autorreforzamiento que mantiene la conducta agresiva dentro del repertorio de comportamientos de una poblacin y anula o reprime la condena y autocondena (Bandura, 1965; Dobles Oropeza, 1990). La ltima caracterstica se refiere a la normatividad formal de la cultura de gnero, esto es, cmo el sistema jurdico define y defiende los derechos de la mujer. En otras palabras, qu tanto apoya el sistema a una mujer que hace una denuncia y qu tanto facilita o entorpece la aprehensin, el juicio y el castigo de los que abusaron de ella (Scully, 1990: 163). En el caso de la mujer migrante centroamericana habra que explorar adems si el sistema jurdico se ajusta a la dinmica y la lgica de la migracin, particularmente la internacional y la indocumentada, que se caracteriza por la necesidad y el deseo de seguir el camino, de no detenerse, al menos que la falta de dinero, la presencia de un trabajo deseable o una incapacidad fsica seria lo impida. Hoy en da, dada esta dinmica migratoria, no debe de sorprendernos que se lleven a cabo tan pocas demandas en la regin fronteriza entre Mxico y Guatemala. Un juicio del lado guatemalteco necesita como mnimo tres meses para expeditarse; el proceso del lado mexicano tambin es prolongado. Reconociendo esta realidad, de qu manera se puede proseguir? Las siguientes propuestas se hacen tomando en cuenta la seriedad del agravio, la falta de informacin y la necesidad de crear una infraestructura para responder a la situacin con personal que conozca de fondo el abuso y que sepa tratar a las mujeres que migran. Antes que nada hay que tomar en cuenta las profundas consecuencias de este atraco sobre las mujeres, sobre su presente migratorio y su futuro como residentes o ciudadanas de sus pases de origen o destino. Esto es de especial importancia en los casos de abuso extremo, como lo es la violacin sexual, que puede alterar el sentido de s misma de una mujer, self, a tal punto de dejarla con la sensacin de sentirse estigmatizada o marcada de por vida (Brison, 2002: 49). Ms alarmante son las conclusiones de algunas investigaciones recientes sobre las consecuencias del abuso sexual en menores. Hay indicaciones de que en ellas el abuso puede provocar trastornos neurobiolgicos irreversibles (Teicher, 2002). Dado que desde hace ms de una dcada las mujeres han ido constituyendo un porcentaje cada vez mayor de la poblacin migrante internacional, llegando casi al 50 %, segn la Organizacin Internacional de la Migracin, el abuso sexual de ellas merece una atencin especial
93
y urgente (CNN.COM US News 2 November 2000; La Jornada, 17 de septiembre de 2000). Un primer paso para responder a esta situacin es aprender ms sobre el fenmeno. Hace falta informacin bsica sobre el hecho cuando ocurre que, por ejemplo, describa los actos, indique dnde tomaron lugar e identifique al responsable. A la vez, es necesario escuchar a las vctimas para saber qu sienten y entienden por violencia sexual. De hecho, hay que explorar qu es la violencia sexual para las mujeres migrantes, en este caso, de Centroamrica. Sobre qu partes de su cuerpo sienten que quieren o deben poder controlar? Cuando ha experimentado un agravio, qu hacen para responder al abuso? En el caso de agresiones extremas, como la violacin sexual, qu estrategias desarrollan para regresar a o reconstruir la vida cotidiana? Paralelamente, hay que desarrollar programas para atender a las mujeres migrantes que han sufrido algn abuso y preparar a personas para dar la atencin necesaria. Por una parte, hace falta establecer centros de atencin mdica, psicolgica y legal en el camino donde haya personas que reconozcan cuando una mujer ha sufrido algn agravio, conozcan la dinmica migratoria y puedan responder a las necesidades de las personas agraviadas dentro de ese contexto. En estos centros se debe recibir a las mujeres abusadas y sus acompaantes, siendo que la violencia sexual, aunque dirigida a una mujer o un grupo de mujeres, tambin puede agredir a las personas que la/s acompaa/n; esto se da especialmente en el caso de la violacin sexual, por ejemplo. Por otra parte, reconociendo las races socioculturales del fenmeno, hay que sensibilizar y concientizar a la poblacin en general sobre este atropello. Este tipo de violencia es tanto un acto individual como una manifestacin social y cultural. Dado que la mayora de las mujeres migrantes indocumentadas tienen pocos recursos que les permitan quedarse por un tiempo prolongado en un lugar (y dado el miedo a ser aprehendidas si se quedan), si una mujer migrante decide hacer una demanda es necesario facilitar y agilizar el proceso. No debe durar meses una demanda y su resolucin. En los contextos especficos de las fronteras esto implica facilitar el intercambio de informacin a travs de la lnea internacional entre las distintas autoridades responsables de llevar a cabo una demanda. Esto es de especial importancia en aquellos casos en que un atropello se haya dado en un lado de la frontera y la mujer migrante se encuentra del otro.
94
BIBLIOGRAFA AMNESTY INTERNATIONAL. (2000). Israel: Human Rights Abuses of Women Trafficked from Countries of the Former Society Union into Israels Sex Industry, AI Index: MDE 15/17/00. AZU, M. (1997). Violence against migrant women, en Mallika Dutt, Leni Marin y Helen Zia (eds.), Migrant Womens Human Rights in G-7 Countries, Organizing Strategies. San Francisco, Family Violence Prevention Fund and New Brunswick, Center for Womens Global Leadership. BANDURA, A. (1975). Anlisis del aprendizaje social de la agresin, en Emilio Ribes Iesta y Albert Bandura (recop.), Modificacin de conducta: anlisis de la agresin y la delincuencia. Mxico, Trillas. BERGARECHE, Ana. (2002). Tiempos de ambivalencia: violencia sexual, religin e identidad en las trabajadoras de la maquiladora. (Manuscrito indito.) BRICKMAN, J. (1996). Female Lives, Femenist Deaths: The Relationship of the Montreal Massacre to Dissociation, Incest, and Violence against Women, en Rene R. Curry y Terry L. Allison (eds.), States of Rage Emotional Eruption, Violence and Social Change. Nueva York / Londres, Universidad de Nueva York. BRISON, S. (2002). Violence and the Remaking of a Self. Princeton, Oxford, Universidad de Princeton. BUTTERFIELD, F. (1996). All Gods Children, the Boskett Family and the American Tradition of Violence. Nueva York, Avon Books. DOBLES, I. (1990). Psicologa de la tortura, en Bernardo Jimnez-Domnguez (coord.), Aportes crticos a la psicologa en Latinoamrica. Mxico, Universidad de Guadalajara. FRIEDMAN, Amy. (1992). Rape and Domestic Violence: The Experience of Refugee Women, en Ellen Cole, Oliva M. Espin y Esther D. Rothblum (eds), Refugee Women and their Mental Health. Nueva York / Londres / Norwood (Australia), Harrington Park Press. LORBER, J. (1994). Paradoxes of Gender. New Haven, Universidad de Yale. MACKINNON, C. (1982). Feminism, Marism, Marxism, Method, and the State: An Agenda for Theory, en Signs: Journal of Women and Culture in Society, 7, nm. 3. Primavera. MAIER, E. (2001). Deconstruyendo las violencias de gnero, en Los rostros de la violencia. Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte. MILLETT, K. (1977). Sexual Politics. Nueva York, Garden City, Doubleday.
95
OMI, M. y W. HOWARD. (1994). Racial Formation in the United States, from the 1960s to the 1990s. Londres / Nueva York, Routledge. SCHAFER, C. y M. FRYE M. (1986). Rape and Respect, en Marilyn Pearsall (ed.), Women and Values. Belmont, California, Wadsworth. SCULLY, D. (1990). Understanding Sexual Violence: A Study of Convicted Rapists. Boston / Londres / Sydney, Wellington, Unwin Hyman. SEGAL, L. (1990). Slow Motion: Changing Masculinities, Changing Men. New Brunswick, New Jersey, Universidad Rutgers. TEICHER, M. (2002). Scars that Wont Heal: the Neurobiology of Child Abuse, en Scientific American. Marzo. TONG, R. (1989). Feminist Thought. A Comprehensive Introduction, Boulder, San Francisco, Westview Press. Otras fuentes ADITAL (Agencia de Informacao, Frei Tito para a Amrica Latina). (2002) Nias traficadas detenidas como si ellas fueran criminales, 19 de noviembre. CNN.COM US News. (2000) Migration on Rise Worldwide, Especially Among Women, IOM says, 11 de noviembre. La Jornada. (2000) Creci el nmero de mujeres migrantes desde 1997, 17 de septiembre. La Opinin. (1997). Mujeres, sureos e indgenas, vctimas usuales, 16 de abril. . (1997). Reportan abusos en la frontera, 2 de mayo. Reforma. (1997). Reporta ONG denuncias en Frontera Tijuana, 23 de julio.
3. Situacin legal
EL MARCO LEGAL DE LA VIOLENCIA DE GNERO: AVANCES Y DESAFOS

Marta Torres Falcn1
INTRODUCCIN La violencia contra las mujeres ha sido un tema muy debatido en diversos espacios: la academia, el movimiento feminista, las instancias gubernamentales y algunos organismos internacionales. De ser preocupacin original de grupos y organizaciones de mujeres, otros actores sociales y partidos polticos hicieron suya la lucha contra la violencia de gnero y el tema ha ganado legitimidad poltica. As, durante los ltimos aos se ha avanzado en la teorizacin del fenmeno, en el diseo de polticas pblicas, en la legislacin y en los mecanismos de interaccin de las Organizaciones No Gubernamentales con el Estado mexicano. Este artculo pretende ofrecer un panorama general sobre tres aspectos fundamentales: la conceptualizacin de la violencia de gnero, la adecuacin del marco legal y las perspectivas de la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
I. SOBRE LA TEORIZACIN DEL FENMENO La violencia est relacionada estrechamente con la libertad y articulada desde las races de las construcciones sociales. La desigualdad, tierra frtil para la generacin y mantenimiento de la violencia estructural, no tiene las caractersticas de inmutabilidad y permanencia que frecuentemente se invocan para
Licenciada en Derecho, con Doctorado en Ciencias Sociales e investigadora y Directora del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer de El Colegio de Mxico.
1
[99]
100
justificar un trato diferenciado que se traduce en mltiples formas de discriminacin. En pocas palabras, toda diferencia natural que se transforma en desigualdad es una construccin. Para el anlisis de la violencia en general es til entender que cada evento, en el que interactan dos o ms personas concretas, est inserto en una realidad determinada. Cualquier forma de desigualdad, y especficamente las desigualdades de gnero, se articula en estructuras sociales que marcan niveles determinados de tolerancia o condena hacia la violencia. Aunque parezca perogrullesco, hay que enfatizar que si la violencia es algo construido, entonces es susceptible tambin de ser deconstruida. Es posible, al menos tericamente posible, modificar las estructuras sociales para desarticular las desigualdades. Si el fin que persigue quien acta violentamente es el sometimiento y el control, es decir, la eliminacin de cualquier obstculo para el ejercicio del poder, es precisamente en la transformacin de las relaciones de poder donde puede buscarse una solucin. Ya Simone de Beauvoir (1949) lo planteaba hace ms de medio siglo, al sealar que slo podra darse un cambio sustancial en las relaciones entre los sexos cuando las mujeres se afirmaran como sujetos para s. El mal no obedece a una perversidad individual [...] sino que proviene de una situacin contra la cual toda conducta singular es impotente. En qu consiste esta afirmacin como sujetos? El mismo trmino alude al proyecto jurdico-filosfico de la Ilustracin, que apostaba por la emancipacin del hombre gracias al imperio de la razn. La nocin de sujeto, con las caractersticas inherentes de libertad, autonoma y capacidad jurdica, no alcanza a las mujeres. Las tesis contractualistas de Hobbes, Locke y Rousseau slo colateralmente aluden a la familia; a las mujeres les dan un trato de excepcin que adems resulta inconsistente y contradictorio con el resto de sus planteamientos (Serret, 1999). Las mujeres, al no participar del pacto fundacional del Estado y el derecho modernos, tampoco adquieren el estatus de sujetos o individuos. La afirmacin que invocaba De Beauvoir haba requerido un paso previo, el trnsito de la condicin de mujeres a la de seres humanos, es decir, individuos (Riley, 1988). Todo sujeto, para ser tal, para gozar y ejercer los atributos de libertad, autonoma y capacidad jurdica, necesariamente debe tener una voluntad propia, entendida sta como la posibilidad de decidir, de aceptar o negar, de ceder o rechazar. La nocin de sujeto implica tambin que esa voluntad sea reconocida en cualquiera de sus manifestaciones. Y aqu es donde puede apreciarse con claridad la vinculacin de la violencia con la nocin de sujeto. La violen-
101
cia es una conducta humana que busca someter y controlar; no solamente se lesiona el derecho de otra persona, sino que adems le impone un comportamiento, sea de hacer o de no hacer (Riquer, 1991: 17-37). As, quien acta violentamente somete y controla la voluntad. Y para ello, como es obvio, se requiere que esa voluntad exista previamente. Si las mujeres, en las tesis contractualistas y en general en el proyecto de la modernidad, no tienen el papel de individuos, eso significa que tampoco se les reconoce la voluntad que define al sujeto. En ese esquema la violencia contra ellas es imposible. Cmo podra ser transgredida una voluntad inexistente? Los conceptos tienen una historicidad especfica. No es que exista o haya existido mayor o menor tolerancia social hacia la violencia contra las mujeres. El problema es ms profundo y tiene que ver no slo con la definicin de violencia sino tambin con la definicin de voluntad. Si el hombre varn adulto, blanco, civilizado, propietario se erige como paradigma de lo humano y por lo tanto como sujeto autnomo, es tambin el nico con voluntad propia. Por ello la denuncia de la violencia de gnero hecha por las mujeres organizadas, el arraigo que el tema ha ganado en el mbito acadmico y la preocupacin que ha generado en los gobiernos y los organismos internacionales es relativamente reciente. Tuvo que reconocerse antes su capacidad real para la expresin de su voluntad; fue necesario que adquirieran un estatus jurdico que las definiera como individuos.2 La violencia se inserta en un orden que la institucionaliza y regula (Resta, 1985). En este proceso de regulacin se fortalecen patrones de desigualdad que permean toda la estructura social y tienden a naturalizar la discriminacin. Los mecanismos utilizados para normar criterios y hacer que las prcticas discriminatorias parezcan naturales, equitativas o inevitables son muy complejos. Entre ellos estn las verdades discursivas que caracteriz Foucault (1980) y que en la medida en que van construyndose ganan arraigo en las mentalidades, en el imaginario social. En la explicacin de Foucault el poder circula continuamente y adems genera siempre alguna forma de resistencia. Esta nocin sirve para eliminar rasgos esencialistas a las relaciones sociales
2 Ciertamente, los tribunales eclesisticos de la Colonia resolvan algunos casos de maltrato a las esposas, pero vale la pena notar que ellas no cuestionaban el derecho del marido a golpearlas, slo que los lmites de lo que era aceptable eran muy inferiores a los que estableca el esposo. No denunciaban el hecho como tal sino los excesos. Silvia Arrom. (1988). Las mujeres en la ciudad de Mxico, 1790-1857.
102
y, en el caso de las mujeres, permite por lo menos matizar la pasividad y sumisin que frecuentemente se les atribuyen. Las mujeres resisten de muy diversas maneras, y adems tambin ejercen algn tipo de poder. Sin embargo, esto no debe confundirse con la equidad; no estn en igualdad de condiciones con los hombres; si as fuera no necesitaran elaborar estrategias de resistencia. Un concepto de poder que permita abordar cabalmente la violencia de gnero tiene que formularse en trminos polticos. Debe incluir las nociones de ciudadana, caracterizar el funcionamiento y la operacin de las instituciones modernas y vincularse con el entorno inmediato y la identidad subjetiva. Por ello es fundamental rescatar el tema de la voluntad, no slo en la definicin de los trminos (poder, violencia, dominacin) sino tambin en su realidad concreta. Mackinnon (1979) lo ha formulado con claridad en dos interrogantes que aparecen como enunciados lapidarios: cunto vale el s de una mujer que no puede decir no?, cunto vale el s de una mujer cuando el no tambin quiere decir s? Y esto es vlido para analizar casos de hostigamiento sexual, violacin y maltrato domstico. Lo que hay detrs es la preinterpretacin y presignificacin de los actos, gestos y palabras de las mujeres (Amors, 1990: 1-15). La visin feminista es herramienta fundamental para entender la violencia de gnero, porque problematiza la ubicacin del cuerpo femenino como sitio privilegiado de la dominacin masculina (Lagarde, 1989: 29-54), desenmascara el carcter patriarcal de los pactos sociales (Amors, 1994), identifica la violencia contenida en el lenguaje y en el orden simblico, y cuestiona la divisin dicotmica del espacio en pblico y privado. En tanto el mbito pblico es concebido como el campo de la participacin poltica ciudadana entre iguales, el privado es el terreno de las idnticas (Amors, 1994), construido para el hombre pblico. Los roles de consumidor (o cliente en el capitalismo de bienestar) y ciudadano estn generizados (Fraser, 1988) y esa divisin, con la consecuente asignacin de espacios, es particularmente problemtica al analizar la violencia contra las mujeres. Si bien en eventos internacionales se ha logrado el reconocimiento de que la violencia contra las mujeres es una transgresin a los Derechos Humanos (Viena, 1993) y el compromiso de los pases firmantes de combatirla, ocurra sta en la esfera pblica o privada (Convencin de Belm do Par, 1994), su traslado al mbito de la legislacin nacional es siempre problemtico. Por un lado est el debate sobre los lmites de la intervencin del Estado, es decir, en dnde acaba la proteccin de los derechos individuales y empieza la intromi-
103
sin en la intimidad. Por otra parte, hay que sealar las dificultades de la regulacin especfica y su aplicacin a cada caso concreto. Sin embargo, el obstculo de fondo no es ninguna de esas dos cosas. El verdadero problema es que el concepto mismo de los Derechos Humanos tiene un marcado carcter androcntrico. Al considerar que el hombre (es decir, varn) es el paradigma de lo humano, las mujeres quedan fuera no slo del alcance de los programas de los organismos internacionales de la promocin y defensa de los Derechos Humanos, sino tambin del concepto mismo que les da origen (Facio, 1991). Como la violencia que sufren las mujeres se da precisamente porque son mujeres (Heise, 1994) (y aqu nos referimos precisamente a la violacin, el hostigamiento, el abuso sexual y el maltrato en el hogar, pero esto en modo alguno quiere decir que otras formas de violencia por ejemplo poltica o econmica no las incluyan) y las mujeres han sido borradas de la historia oficial que las niega o invisibiliza, entonces su ausencia no se denuncia porque no se registra como tal, salvo por las propias mujeres (Riley, 1988). No se trata entonces de adicionar una lista de derechos de las mujeres a la ya existente de Derechos Humanos, sino de reconceptualizar el significado de esos trminos y crear un nuevo paradigma que incluya mltiples diferencias (de raza, clase, religin, etnia, preferencia sexual, edad, etctera), que no subordine a la mitad de la poblacin y que tampoco la constituya en un agregado (Facio, 1991). Cualquier intento de erradicar la violencia sin tomar en cuenta la desigualdad social y poltica de hombres y mujeres falla en su propsito, porque no ataca directamente el origen. Lo que debe prevalecer es el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. No se trata de combatir la violencia porque implica altos costos en los sistemas de salud o de imparticin de justicia, o porque impide a las mujeres desarrollar su potencial productivo (como ha sostenido el Banco Interamericano de Desarrollo), sino de garantizar su bienestar porque se es su derecho. En la medida en que las mujeres lo asuman como tal y encuentren canales adecuados para ejercerlo, estarn avanzando en su afirmacin como sujetos y en la transformacin de las relaciones de poder. En el siguiente apartado comentaremos los avances logrados en materia legal, as como algunas dificultades y obstculos que a su vez plantean serios desafos para el futuro inmediato.
104
II. SOBRE EL MARCO JURDICO Durante los ltimos aos los recintos parlamentarios han sido escenario de discusiones, propuestas, votaciones y finalmente la aprobacin de diversas normas en materia de violencia contra las mujeres. El primer tema que habra que subrayar es el reconocimiento de la violencia de gnero como una transgresin a los Derechos Humanos, que se da en 1993 en la Declaracin de Viena, gracias al activismo internacional de las organizaciones feministas y de defensa de los Derechos Humanos. Posteriormente se ratifica en un instrumento vinculante que es la Convencin de Belm do Par, con lo que se pasa del nivel enunciativo a las obligaciones de los Estados firmantes ante la Comisin Interamericana de Derechos Humanos. Este recorrido, largo y azaroso, trae consigo el debate sobre las esferas pblica y privada y la intervencin estatal. En el mbito jurdico se habla de dos exclusiones correlativas; por una parte las relaciones familiares y conyugales (as como algunos derechos de las mujeres) se relegan al espacio privado, y por otra parte, ese mismo espacio se excluye de la regulacin legal.3 Sin embargo, la dicotoma no es tan tajante ni la exclusin es absoluta. El Estado interviene en la regulacin de las relaciones familiares de diversas maneras; el sealamiento de las causales de divorcio y la interpretacin que de ellas hacen las autoridades judiciales son ejemplo de ello. Ciertamente, el Estado debe fungir como garante de los Derechos Humanos, pero eso presenta algunas dificultades prcticas y conceptuales cuando quien los transgrede no es un funcionario pblico o agente gubernamental, sino un particular. Cules son entonces las condiciones, los mecanismos y los lmites de la participacin del Estado en la garanta de tales derechos? La aplicacin de los instrumentos internacionales que hemos citado no tendra que ser tan problemtica como parece. No se trata de vulnerar la intimidad del hogar, sino de ofrecer a las mujeres opciones reales para salir de la relacin de violencia. No se busca la intromisin en los espacios privados sino la prestacin de servicios pblicos, accesibles y eficaces, para quien requiera utilizarlos.
3 Un ejemplo muy ilustrativo es el derecho al trabajo, que se reconoce sin cortapisas para todo hombre. Las mujeres, en cambio, han estado supeditadas a la autorizacin del padre o del marido. En Mxico se ha llevado a cabo una tarea intensiva de actualizacin legal para eliminar preceptos discriminatorios, entre ellos el derecho del marido a oponerse a que la mujer tenga un trabajo remunerado.
105
La proteccin del Estado debe darse entonces en varias vertientes: legislacin adecuada, procedimientos rpidos y gratuitos, servicios especializados de salud, asesora legal, terapia psicolgica y albergues. En la medida en que todo lo anterior se traduzca en opciones reales para las mujeres que sufren violencia, el Estado estar garantizando el ejercicio del derecho a una vida libre de violencia. En este marco se inscribe la legislacin reciente sobre violencia domstica en materias administrativa, civil y penal. Hasta antes de 1996 slo haba algunas disposiciones dispersas; en la actualidad ya se ha logrado dar visibilidad al tema, se han establecido varias opciones y se han emprendido programas de capacitacin a los funcionarios. De acuerdo con el marco legal vigente, las mujeres maltratadas tienen tres posibilidades. La primera est contenida en la ley administrativa, fundamentalmente preventiva y conciliadora, con procedimientos de cortos alcances. Una ventaja que puede sealarse es precisamente la opcin de conciliar, que no reconciliar, porque ello permite evitar un litigio civil o penal, que implica mayores costos econmicos y emocionales. Las leyes administrativas que existen en diversos estados de la Repblica son aplicadas tambin por diferentes instancias. En algunos casos es el DIF, en otros las Procuraduras Sociales, en otros ms se han creado instancias municipales. En el Distrito Federal existen tribunales especializados, que son las Unidades de Atencin y Prevencin de la Violencia Familiar (Uapvif). En cada espacio se manejan distintas prioridades y el nfasis puede colocarse en la convivencia de la familia bajo el mismo techo, en la unin de la pareja, en el bienestar de los menores o en los derechos de las mujeres, que no siempre ocupan un lugar prioritario, ni siquiera en estos espacios. Aqu interviene la carga ideolgica de los funcionarios y sus propias concepciones de lo que debe ser una familia integrada. En no pocos casos, esa supuesta integracin se sustenta en patrones de sometimiento de las mujeres, a quienes se les insiste en adoptar actitudes pasivas y sumisas, en aras de la convivencia armnica. En otras ocasiones, la conciliacin tiene por objeto establecer parmetros de separacin de la pareja y acordar mecanismos de convivencia con los hijos y pago de pensiones alimenticias. En general esto se logra cuando ya lo ha decidido la pareja y slo necesitan asesora para darle concrecin legal. Cuando no es posible conciliar, de acuerdo con la ley podra aplicarse el procedimiento de amigable composicin (o arbitraje), pero esto prcticamente no sucede, porque se requiere que ambas partes estn de acuerdo y lo soliciten por escrito.
106
Como se mencion, los alcances de esta ley son limitados, pero permiten preconstituir pruebas que pueden ser tiles en procedimientos civiles o penales. As, si una mujer obtiene copias certificadas del acta administrativa, de la comparecencia del agresor, de los acuerdos del tribunal, etctera, puede comprobar despus la reiteracin de los actos de violencia y en muchas ocasiones el reconocimiento de ellos por parte del marido o compaero. La ley civil, por otra parte, seala que la violencia intrafamiliar es causal de divorcio. En muchos estados todava no se incluye como tal, pero se menciona la sevicia (violencia fsica) y las injurias (violencia verbal). Esta opcin slo es til a las mujeres que deseen divorciarse y estn en condiciones de hacerlo. En la prctica existen algunas dificultades para probar los hechos. La principal es que hay que convencer a los jueces de que la vida en comn es imposible; la visin estrecha de que el maltrato se agota con los golpes genera obstculos adicionales para la comprobacin de la violencia psicolgica y sexual. Por ltimo, la ley penal ha sido de las opciones ms debatidas. Por una parte, se reconoce el poder simblico de incluir la violencia familiar en un catlogo de conductas delictivas que la sociedad condena y castiga. Por otro lado, la sola sancin no genera un cambio de conducta; si es una multa, es muy probable que sta se pague con dinero que habra podido destinarse al gasto familiar, y si hay prisin, la violencia puede incluso incrementarse. En trminos prcticos, hay que mencionar adems que la aplicacin es demasiado estricta y por ello puede generar muchas complicaciones. Las tres opciones mencionadas no son excluyentes y el mismo caso puede ventilarse, de manera simultnea o sucesiva, en los tres espacios. Un campo que an permanece inexplorado y que puede ser muy prometedor es el de las sanciones alternativas, en particular el trabajo comunitario y los programas de reeducacin para hombres violentos. La regulacin legal de la violencia contra las mujeres en el hogar es un tema nuevo y su efectividad tiene que afinarse en la medida en que vayan probndose diversos mecanismos de aplicacin. Hecha esta salvedad, pueden sealarse varios aspectos importantes: prevencin, clasificacin y sancin de conductas delictivas y no delictivas, prestacin de servicios y participacin de las Comisiones de Derechos Humanos y de las Organizaciones No Gubernamentales. a) Prevencin Sobre esta materia ya se ha avanzado mucho, tanto en la parte correspondiente de las leyes administrativas, como en algunas directrices establecidas por
107
otras instancias, por ejemplo los Institutos de la Mujer, las Comisiones de Derechos Humanos, etctera En efecto, las leyes mencionadas contemplan la formacin de Consejos estatales sobre violencia familiar, que renen funcionarios pblicos (tanto de los Ejecutivos locales como de los Congresos), as como representantes de algunas organizaciones sociales. Estos Consejos tienen la tarea de realizar actividades para prevenir conductas de violencia dentro del hogar, as como sensibilizar a la poblacin con respecto a las consecuencias que el maltrato puede tener para las vctimas y los agresores. Tambin tienen la encomienda de capacitar a los funcionarios y en general al personal de las oficinas pblicas para brindar una atencin profesional, sensible y acorde a las necesidades de las mujeres golpeadas. En materia de prevencin, al igual que en otros aspectos relacionados con la violencia en el hogar, los programas resultan insuficientes desde su misma concepcin, pero aun as deben llevarse a cabo. Las soluciones no son inmediatas, pero slo es posible avanzar paso a paso.4 b) Clasificacin de conductas ste es un tema muy delicado. El tipo penal por violencia familiar incluye tanto la violencia fsica como la psicolgica; con ello se olvidan los matices y se considera que cualquier acto de la amplsima gama que abarca la violencia en el hogar tiene las mismas consecuencias y debe sancionarse igual. En efecto, el aspecto emocional tradicionalmente ha estado fuera de la ley por muchas razones, desde la dificultad para identificarlo, definirlo y comprobarlo, hasta la creencia de que no existe, de que las lesiones fsicas son las nicas que dejan huella y el maltrato psicolgico se olvida o se perdona. Con el nimo de darle una presencia en la ley, ahora ocupa igual rango que cualquier otro dao, lo que resulta riesgoso. Siempre que hay violencia fsica hay violencia psicolgica; cualquier golpe lesiona tambin en lo emocional. Y la violencia emocional se define de una manera tan extensa, que se consideran equivalentes las patadas en el vientre, por ejemplo, que los insultos. Si un hombre golpea a su esposa de manera leve pero reiterada y ella le dirige pala4 Conviene sealar que este mismo tipo de actividades de prevencin, que empiezan a realizarse a propsito de la violencia familiar, no se han diseado para tratar el tema de la violacin sexual. El mismo Consejo, o uno similar, podra referirse a la violencia contra las mujeres en trminos ms amplios, y con ello abarcar todas las variantes. Hasta ahora las campaas han estado dirigidas principalmente a los menores y han sido criticadas por ubicar la responsabilidad del cuidado en el mismo infante.
108
bras injuriosas, l puede alegar que esas frases constituyen una forma de violencia emocional y reclamar el mismo castigo para ella. sta es una seal de alerta; para poder hablar de violencia recproca ambas partes tendran que estar en igualdad de condiciones (es decir, en posiciones simtricas) y haber reciprocidad en los ataques. Incluir la violencia psicolgica en la ley administrativa es un acierto, por las caractersticas de la propia ley, y especficamente porque sus alcances estn claramente delimitados en una esfera que no incluye castigos corporales. El trabajo realizado hasta la fecha muestra que muchos casos se resuelvan por la va conciliatoria; entonces es conveniente que se hable de la violencia psicolgica y que se considere en su especificidad para discutir opciones de resolucin. En trminos de clasificacin de conductas puede sugerirse lo siguiente: En primer lugar jerarquizar. La forma de violencia ms grave es la sexual, porque incluye siempre violencia psicolgica y la mayora de las veces tambin violencia fsica. Adems es la que ocasiona un dao ms severo en la integridad personal y la que implica una traicin ms grave al vnculo de confianza cuando se trata de integrantes de la misma familia o de personas unidas por parentesco. En estos casos el delito que ya existe como tal en sus variantes de violacin, violacin impropia y abuso sexual debe agravarse precisamente porque se rompe la confianza. Lo mismo vale aplicar en los casos de violencia fsica, que siempre incluyen violencia emocional. La sancin por lesiones debe incrementarse por la relacin existente con el agresor. Por ltimo, est la violencia psicolgica que se presenta de manera aislada. Es muy peligroso incluirla en un tipo penal, por las razones ya expuestas. Tambin es peligroso ignorarla. Lo ms conveniente sera conservarla como est en la ley administrativa e incluirla tal cual en las causales de divorcio. Habra que modificar los medios de prueba y, al menos para este caso especfico, admitir la sola declaracin de la persona interesada; si una mujer (o un hombre) afirma que est sufriendo violencia psicolgica, por ese solo hecho debe decretarse el divorcio y pasar a resolver las cuestiones relativas a la situacin de los menores y el reparto de los bienes. Puede parecer una exageracin, pero no lo es. No se trata de que una mujer diga este hombre me maltrata, castguenlo y que ese hombre sea castigado. Ciertamente no. Se trata de que una persona diga este hombre (o esta mujer) ejerce sobre m violencia emocional y por lo tanto ya no quiero vivir con l (o con ella) y se le permita hacerlo. Hasta ahora han sido las autoridades las que juzgan si los insultos realmente ofenden, si en verdad es imposible la vida en comn, si la mujer
109
est exagerando lo mal que se siente, etctera. No tiene por qu ser as. En el peor de los casos se tendra a una mujer que estuviera mintiendo y aun as no del todo, porque en el fondo lo que estara diciendo es ya no quiero vivir con l, aunque sea un encanto. La situacin de los hijos y los bienes siempre se trata por separado, as que no est proponindose una modificacin sustancial ni peligrosa para nadie. Lo que se propone es una forma legal de agilizar los procedimientos y allanar el camino para una solucin adecuada. Las reformas penales han tenido utilidad en los casos de violencia fsica a menores. Sin embargo, en el maltrato a las mujeres, donde el problema realmente puede atacarse no es en la penalizacin de conductas sino en la modificacin de patrones civiles. En efecto, un cambio radical en la legislacin y un apoyo decisivo en la lucha contra la violencia de gnero sera la regulacin de las rdenes de proteccin. sta es una medida muy simple, basada en un procedimiento que hasta ahora ha sido muy limitado y que podra hacerse extensivo a ms mujeres. De acuerdo con la legislacin civil actual, las mujeres que deseen divorciarse pueden solicitar, al juez familiar, la autorizacin para alejarse del domicilio conyugal, sin que por ello se configure la causal de divorcio por abandono. Una vez concedida sta, las mujeres deben iniciar el divorcio en un plazo determinado, que vara alrededor de los tres meses. As, los alcances resultan muy limitados. Quedan fuera las mujeres que no son casadas, que no quieren divorciarse o no pueden hacerlo en un plazo tan breve. Una recomendacin ms amplia incluira los siguientes aspectos: Que cualquier mujer pueda hacer la solicitud. Se beneficiara a mujeres casadas que no quieren divorciarse o no tienen los medios para ello, as como a mujeres que viven en concubinato o amasiato. Que incluya la peticin de que se ordene, al marido o compaero, que se abstenga de molestar de cualquier forma a la mujer solicitante y que en dado caso se le prohba acercarse al domicilio o lugar de trabajo de ella. Que se autorice a la mujer a regresar a su hogar si tuvo que salir de l por violencia. Las modificaciones legislativas ms recientes (1997) no tomaron en cuenta las rdenes de proteccin ni abordaron el tema de los procedimientos. Hay que sealar tambin que en la legislacin civil el matrimonio ocupa un lugar central y casi exclusivo. No hay un captulo dedicado al concubinato (o unin
110
libre) y slo aparecen disposiciones aisladas relativas a cuestiones patrimoniales. Una reforma como la indicada en prrafos anteriores significara una modificacin sustancial, no slo con respecto a la violencia domstica, sino a la regulacin de las relaciones familiares en su totalidad. En general, tanto los legisladores como las autoridades judiciales han mostrado una gran reticencia para reconocer uniones distintas al matrimonio, y ms an para conceder derechos y prerrogativas a quienes hacen vida en comn sin estar casados. Aprobar reformas legales (civiles o incluso penales) en materia de violencia familiar no genera controversia de fondo, porque nadie est en favor de la violencia; lo que se discute entonces es la forma: la conveniencia de incluir el tema en uno u otro campo, los medios de prueba, las estrategias de difusin de los nuevos ordenamientos, etctera. Cuando se cuestiona la centralidad del matrimonio o la posibilidad de reconocer y garantizar derechos a las concubinas y amasias, ya no existe el mismo consenso, porque eso implica un cambio mucho ms profundo. c) Prestacin de servicios Sobre este rubro es importante rescatar la integralidad de la atencin. Los centros estn saturados y en gran medida han servido como instancias de contencin, ms que de resolucin de la problemtica. En otros casos la violencia ha sido un aadido a las funciones que tenan encomendadas y el resultado una atencin superficial. En este sentido, la capacitacin continua de funcionarios y prestadores de servicios en todos las reas de atencin debe ser una prioridad. El tema es nuevo y los servicios se van creando y redefiniendo a cada momento, pero lo que se sabe desde su inicio es que son insuficientes. En este aspecto las Organizaciones No Gubernamentales tendran mucho que aportar. Hasta ahora su actitud ha estado orientada fundamentalmente hacia la crtica y la propuesta de tareas concretas al Estado, pero su atencin directa a vctimas (en particular en el rea legal) sigue siendo reducida. Con la creacin de instancias oficiales las cifras de atencin de las ONG no se modificaron sustancialmente. En cambio, habra avances considerables si se lograra coordinar esfuerzos. Algo que de manera muy clara no puede hacer el Gobierno es el litigio de los asuntos civiles y familiares. No puede tomar la representacin de la mujer (o del marido), porque ello equivaldra a ser juez y parte. Hasta la fecha las ONG han proporcionado asesora legal e intervenido en algunos asuntos penales, pero los litigios civiles son canalizados a algn bufete de servicio gratuito, que atiende todo tipo de casos, no necesariamente de violencia ni tampoco con una visin de gnero.
111
Si las ONG asumieran el papel de estructuras mediadoras entre el Gobierno y la sociedad civil y se decidieran a prestar servicios concretos que el Estado no puede realizar, se enriquecera notoriamente la interaccin entre ambas instancias y se avanzara ms rpidamente hacia una meta concreta y conjunta en la lucha contra la violencia de gnero. Todos estos cambios, aunque lentos y espaciados, van marcando tambin nuevos derroteros a los organismos de defensa de los Derechos Humanos. Hasta ahora no hay consenso de que la violencia contra las mujeres (sea violacin sexual o maltrato domstico) constituya una transgresin a los Derechos Humanos per se. Por lo menos en Mxico, las Comisiones de Derechos Humanos siguen teniendo la encomienda de asegurarse que las autoridades (no los particulares) acten conforme a Derecho. Sin embargo, cada vez hay ms autoridades concretas vinculadas con el tema de la violencia hacia las mujeres y eso define un nuevo espectro para la vigilancia de las Comisiones. El trabajo iniciado por el feminismo hace casi tres dcadas y retomado por los gobiernos en fecha ms reciente ha llegado a un punto en el que empieza a cosechar sus primeros frutos. Slo la accin continuada y una clara definicin de objetivos puede permitir avanzar realmente en el camino trazado.
III. SOBRE LA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA DE GNERO Al hablar de las perspectivas de la lucha contra la violencia hay que considerar que sta ha tenido varias etapas sucesivas y con objetivos cada vez ms puntuales y precisos. En efecto, durante la dcada de los setentas la lucha contra la violencia fue un eje de trabajo del movimiento feminista, que privilegi la denuncia de muy diversas maneras y que slo al final de ese periodo empez a brindar atencin directa a mujeres violadas. Durante este lapso, en el que por primera vez el tema de la violacin sexual se abordaba en voz alta, el escenario eran los mtines, los programas en los medios, las manifestaciones pblicas y en menor medida las universidades (Duarte y Gonzlez, 1994). En los espacios gubernamentales el tema lisa y llanamente no exista; pasaron muchos aos antes de que se crearan las agencias especializadas en delitos sexuales. Durante aos sigui trabajndose en torno a la problemtica de la violacin y despus empez a abordarse el tema de las mujeres golpeadas. As, en los setentas los grupos feministas denunciaban la violacin sexual y deman-
112
daban la atencin especializada por parte del Estado. En la segunda mitad de los ochentas funcion el Centro de Orientacin y Apoyo a Personas Violadas (Coapevi), patrocinado por el Estado pero manejado por personal propuesto desde el feminismo (concretamente desde el Movimiento Nacional de Mujeres), que tuvo una existencia efmera (apenas dos aos) y que slo por unos meses coincidi con las agencias especializadas en delitos sexuales. Una vez creadas las agencias se formulan nuevas demandas al Estado, la actividad de los grupos toma otros derroteros y el tema de la violacin sexual deja de ocupar un lugar prioritario en las ONG y tambin en el Gobierno. Ciertamente, los espacios de las ONG son relativamente frgiles, de un nivel acadmico alto y en general de duracin muy corta. Con respecto a la interaccin con el Estado, podemos ver que su actitud y el lugar desde el cual se ubican frente a l, si bien se han modificado sustancialmente, no han alterado la autonoma de las organizaciones, que es precisamente lo que les permite seguir movindose en un espacio de cierta libertad. Ejemplos de ello son su pertenencia al Grupo Plural Pro Vctimas, su participacin en el diseo y redaccin de la iniciativa de reformas en violencia intrafamiliar y su insercin en el Consejo de Vigilancia sobre el mismo tema. Otro aspecto que interesa destacar de las ONG es que dependen del financiamiento. Viven de la solidaridad internacional, con sus altibajos y prioridades mutantes. Si en algn momento el trabajo sobre violacin recibi apoyo, posteriormente fue la violencia domstica y en la actualidad es el tema de la masculinidad. No es que recibir dinero de financiadoras nacionales o internacionales sea nocivo per se, pero hay una cierta dificultad para llevar a cabo proyectos autofinanciables, como si no quisieran abandonar ese esquema de minora de edad, en el que no existen obligaciones tan claras, donde no hay exigencias de contabilidad, control de calidad, informes precisos de actividades, justificacin de salarios, etctera. Las ONG ganaran en autonoma al reducir la dependencia del financiamiento. Ello no implica buscar el lucro comercial, sino slo una mayor estabilidad, que podra lograrse con cuotas de recuperacin que se aplicaran eficazmente. En realidad la violencia, tanto sexual como domstica, es un tema muy trabajado por las ONG. En el aspecto relativo a la salud emocional de las vctimas de violacin, su experiencia es ms amplia que la de las instancias oficiales, no en trminos cuantitativos, sino en el enfoque utilizado. En las ONG el nfasis siempre ha estado puesto en la mujer agredida y sus necesidades; la terapia no est constreida a un determinado nmero de sesiones ni condicionada por los procesos legales.
113
En el aspecto legal, desde 1983 los grupos de mujeres iniciaron sus anlisis de los cdigos y formularon algunas propuestas (IFAL, 1983). Pasaron aos antes de que el imperativo de reformas, planteado desde el feminismo, llegara al recinto legislativo. Para 1990 las modificaciones sugeridas estaban ms elaboradas y fundamentadas, porque tambin los grupos tenan mayor experiencia. Algunas de ellas lograron cristalizar en el cdigo, como el aumento de penalidad y la ampliacin del concepto de violacin. Otras se aceptaron parcialmente, como la imputacin que hiciera la mujer ofendida respecto del agresor, y otras ms, como el aborto, ni siquiera se discutieron. El trabajo sobre violencia domstica fue posterior, pero rpidamente se extendi y logr arraigarse en diversos mbitos. En este proceso confluyeron varios factores. Por un lado, las ONG ya tenan experiencia en el tema de la violencia y no era tan difcil ampliar su espectro de atencin. No estaban empezando de cero. Por otra parte, exista tambin una preocupacin internacional en torno al maltrato en el hogar, que poda advertirse no slo en los grupos y ONG feministas y de Derechos Humanos, sino tambin en los organismos de Naciones Unidas. Eso permiti articular esfuerzos y desarrollar estrategias en el plano regional, como muestra la Convencin de Belm do Par. Finalmente, hay que decir que ya existan experiencias previas de interaccin con el Estado, que ejemplifican el compromiso de las organizaciones con los proyectos, independientemente de las personas concretas que desempeen las funciones pblicas. Todo ello explica que en un plazo relativamente breve se haya creado un marco jurdico amplio (aunque complicado), que los estados del pas hayan adecuado su legislacin interna, y que se hayan creado diversos espacios, tanto en el Distrito Federal como en los estados, para la atencin de mujeres maltratadas. Sin duda hay cambios muy concretos, se han logrado avances importantes y la violencia contra las mujeres, preocupacin original del feminismo, se ha instalado en los programas gubernamentales. En efecto, la violencia es un tema que de una manera relativamente fcil puede ganar arraigo; por lo menos en el discurso toda persona, independientemente de su filiacin ideolgica, adscripcin poltica, etctera, se manifiesta claramente en contra de la violencia. En ese sentido la creacin de espacios institucionales, el trabajo de las organizaciones y las tareas de modificacin legislativa han sido encomiados por la sociedad.5 Aqu se presenta lo que Nancy Fraser (1991: 3-40) denomina la luNo ocurre lo mismo con otras demandas formuladas desde el movimiento y que son igualmente importantes. Un ejemplo de ello es la legalizacin del aborto, que si bien ha generado mucho debate, no ha logrado introducirse en los recintos parlamentarios.
5
114
cha por las necesidades, en donde hay tres momentos importantes: a) la validacin de una necesidad como tal; b) la lucha por la interpretacin de esa necesidad, y c) la lucha por su satisfaccin. En el caso de la violencia contra las mujeres, el primer momento represent una ardua labor de convencimiento y sensibilizacin a la sociedad en general. Existen diversos medios y modos de interpretacin de las necesidades, que adems estn estratificadas, diferenciadas en grupos con estatus desiguales derivados de la clase social, el gnero, la etnia, etctera. La pregunta es quin y cmo define la necesidad. Desde las ONG se da una interpretacin a partir de una concepcin feminista que condena todo rasgo patriarcal y destaca la discriminacin y subordinacin basada en el sexo, a la vez que enfatiza que la violencia sexual es expresin paradigmtica de la desigualdad entre los gneros (Duarte et al., 1992). Al trasladarse el esquema de atencin de las ONG a las agencias gubernamentales, la necesidad vuelve a ser interpretada. Para empezar, ya no se trata nicamente de las necesidades de las vctimas de recibir atencin; ahora tambin est presente la necesidad del propio Estado de ganar credibilidad y legitimidad a partir de la prestacin de un servicio. Su interpretacin de las necesidades de las mujeres vctimas de violencia estar cifrada en ese discurso, como actor central en la arena social y a partir de los recursos que decida destinar a la atencin especfica. En ese proceso, la respuesta gubernamental produce otro discurso desde el cual ya no se habla de mujeres sino de personas violadas, por ejemplo, y el trmino mujeres golpeadas (o maltratadas) es sustituido por el de violencia intrafamiliar. La redefinicin de cada necesidad reubica a las personas como casos individuales y no como parte de grupos sociales o participantes en movimientos sociales. Adems se les vuelve pasivas, recipientes potenciales de servicios predefinidos y por lo tanto despolitizadores. Las polticas de interpretacin de las necesidades tienden a transformarse en la administracin de satisfactores, pero no por ello deben despreciarse. Las mujeres organizadas pueden localizar un espacio (o un intersticio) para maniobrar dentro del marco administrativo de una entidad gubernamental; al aceptar el cambio de denominacin (hablar de personas o de vctimas en lugar de mujeres, subrayar la importancia de la familia y enfatizar la condena al abuso infantil) tambin se puede incidir en la problemtica de la violencia contra las mujeres y lograr un servicio. El diseo de una poltica pblica a gran escala conduce de nuevo al problema del poder. La doble victimizacin es un ejemplo de su carcter circu-
115
lante, que pasa del marido agresor a la mujer denunciante, del funcionario nuevamente al marido, y as en mltiples variantes. Las mujeres cada vez desarrollan nuevas formas de resistencia y tambin ejercen un poder; el problema es que ese poder est definido desde la alteridad y no ha podido cristalizar en pactos sociales que les generen beneficios concretos. La lucha contra la violencia ha sido un proceso muy difcil porque ha estado lleno de obstculos de muy diversa ndole, pero ha logrado afianzarse como demanda social. El sendero que conduce a la equidad, aunque tortuoso y accidentado, ya tiene trazos definidos. La historia no es lineal, ya lo sabemos. No se avanza siempre hacia adelante y menos cuando se trata de modificar las relaciones entre los sexos. El gran reto sigue siendo la construccin de una sociedad ms igualitaria entre hombres y mujeres, en donde el poder circule con mucha mayor libertad.
BIBLIOGRAFA AMORS, C. (1990). Violencia contra la mujer y pactos patriarcales, en Virginia Maquieira y Cristina Snchez (comp.), Violencia y sociedad patriarcal. Madrid, Pablo Iglesias. . (1994). Feminismo, igualdad y diferencia. Mxico, UNAM. (Col. Libros del PUEG) ARROM, S. (1988). Las mujeres en la ciudad de Mxico, 1790-1857. Mxico, Siglo XXI. BEAUVOIR, S. de. (1993). El segundo sexo. I. Los hechos y los mitos. Mxico, Alianza Editorial / Siglo Veinte. DUARTE, P. et al. (1992). Ayuda breve y de emergencia, un modelo para todas. Mxico, COVAC. DUARTE, P. y G. GONZLEZ. (1994). Informe de las ONGs que trabajan sobre violencia para la IV Conferencia Mundial de la Mujer. Mimeo. FACIO, A. (1991). Sexismo en el derecho de los Derechos Humanos, en La mujer ausente, Derechos Humanos en el mundo. ISIS Internacional, Ediciones de las Mujeres. FOUCAULT, M. (1980). Microfsica del poder. Madrid, La Piqueta. FRASER, N. (1988). Whats Critical about a Critical Theory? The Case of Habermas and Gender, en Benhabib y Cornell (eds.), Feminism as a Critique. Minneapolis, Universidad de Minnesota.
116
. (1991). La lucha por las necesidades: esbozo de una teora crtica socialista-feminista del capitalismo tardo, en Debate Feminista, ao 3, vol. 3. Mxico, marzo. HEISE, L. (1994). Con Jacqueline Pitanguy y Adrienne Germain, Violence Against Women. The Hidden Health Burden. Washington, The World Bank. (World Bank Discussion Papers, 255) INSTITUTO FRANCS DE AMRICA LATINA (IFAL). (1983). Violacin, un anlisis feminista del discurso jurdico. Mxico. LAGARDE, M. (1989). Causas generadoras de los delitos sexuales, en Cmara de Diputados, LIV Legislatura, Foro de Consulta Popular sobre Delitos Sexuales. Mxico. MACKINNON, C. (1979). Sexual Harassment of Working Women. A case of Sex Discrimination. New Haven / Londres, Universidad de Yale. RESTA, E. (1985). La certeza y la esperanza. Ensayo sobre el derecho y la violencia. Barcelona, Paids. RILEY, D. (1988). Am I that Name? Feminism and the Category of Women in History. Minneapolis, Universidad de Minnesota. RIQUER, F. (1991). La agresin masculina contra la mujer. Notas para seguir pensando, en Ximena Bedregal et al., Hilos, nudos y colores en la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Mxico, Ediciones CICAM. SERRET, E. (1999). Identidad femenina y proyecto tico. En prensa.
4. Acerca de la violencia masculina
COMPLEJIDAD E INTIMIDAD EN LA VIOLENCIA DE LOS HOMBRES. REFLEXIONES EN TORNO AL PODER, EL HABLA Y LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES
Roberto Garda1
Qu pasara si los hombres hicieran visibles cmo ciertas prcticas discursivas reproducen un dominio del poder masculino en por ejemplo criterios de moda y belleza, o en ideales de maternidad, de monogamia y de heterosexualidad? Qu ocurrira si los hombres se permitieran exponer sus prcticas de acoso sexual en el trabajo, o los mdicos sus prcticas de atencin violentas ginecolgicas, obsttricas o psicoteraputicas? Qu pasara si como dicen las feministas los hombres se atrevieran a reconocer y mencionar que ejercen practicas de control por medio del acoso sexual en el trabajo o en las relaciones familiares ms ntimas con la pareja y los hijos y las hijas? En el presente artculo ofrezco parte de mi experiencia al escuchar la violencia de los hombres. Asimismo, reflexiono con base a la revisin de algunos tericos cmo se estructura la experiencia de la violencia masculina y los hombres. En el primer apartado, Violencia de los hombres, masculinidad y complejidad, reflexiono en tono a las miradas que se han realizado sobre la violencia de los hombres en las experiencias de atencin. Concluyo comentando que es importante mantener miradas complejas sobre esta problemtica y rechazar miradas unilaterales y causales. De hecho, retomo a Burin y Meler sealando que es la perspectiva de gnero la que brinda lineamientos u orientaciones sobre el significado de complejidad. Asimismo, sealo que debe separarse la problemtica de la violencia de los hombres de la dominacin masculina. Comento que la primera es parte de la segunda, pero que la violencia de los hombres comienza a ser intil para la dominacin masculina. Advierto sobre los riesgos de castigar a los hombres reproduciendo formas hegemnicas de masculinidad. Por ello propongo reflexionar sobre su violencia escuchndolos.
1 Economista con Maestra en Sociologa. Responsable del Programa de Hombres y Violencia Domstica del Colectivo por Relaciones Igualitarias, A. C. (Coriac), Mxico, D. F.
[119]
120
En el segundo apartado, El silencio y la violencia de los hombres, reflexiono sobre el significado del silencio de los hombres y cmo ste tiene dos lecturas. Por una parte significa la incapacidad aprendida y real de los hombres para articular en palabras la experiencia de violencia. Sealo que comnmente estas historias surgen por medio de lenguajes no verbales en el cuerpo y malestares de los hombres. Por otro lado, reflexiono sobre cmo este silencio tambin representa una forma de control y poder. Sealo que el silencio evita que los/as dems miembros de la familia se vean a s mismos, y cmo los mismos hombres se evitan observarse as mismos. Concluyo sealando que ante los silencios de los hombres comnmente son las instituciones patriarcales las que hablan por el hombre, reproduciendo los discursos de la masculinidad. En el apartado Habla y violencia en los hombres, sealo las formas racionales y culpabilizadoras en las que los hombres expresan su violencia. Comento que comnmente estos interpretan lo que las mujeres dicen, y que esta interpretacin tiene connotaciones de poder y de inequidad de gnero. Concluyo sealando que los hombres tienen una escucha muy estrecha sobre lo que ellas les dicen, y que en cambio las mujeres tienen una escucha muy amplia sobre ellos. Con esto, las mujeres (y dems miembros de las familias) se hacen invisibles y los hombres crean monlogos, donde la comprensin se ve sustituida por la interpretacin. En el apartado Habla e intimidad en los hombres, comento que los hombres al hablar su violencia no slo lo hacen desde el control y el poder. Comento que adems lo hacen desde el deseo de intimidad y acercamiento. Principalmente reflexiono sobre la experiencia que he tenido en el grupo de reflexin donde trabajo en el Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias, A. C. En este espacio he escuchado historias de hombres que hablan de experiencias de violencia donde ellos vivieron maltrato. Reflexiono cmo esta habla les permitira construir la intimidad y colocarse como sujetos capaces de lenguaje y accin en el sentido en que Habermas lo seala. As, concluyo sealando que esta intimidad es la puerta para que los hombres comiencen a construir una nueva intimidad. A lo largo del trabajo reflexiono sobre cmo el poder se articula con las experiencias de los hombres, continuamente en torno a Bourdieu, pero principalmente sobre Foucault. Creo que ste es un reto en los trabajos sobre violencia masculina. Retomar aquellas crticas tericas que se han generado desde el postestructuralismo y los discursos crticos a la modernidad, para comenzar a dar una nueva lectura a las historias de malestar y dolor de los hombres. De hecho, considero que este ejercicio apenas comienza.
121
VIOLENCIA DE LOS HOMBRES, MASCULINIDAD Y COMPLEJIDAD Reflexionar sobre la violencia de los hombres significa reflexionar sobre la dominacin masculina. Significa analizar aquellas formas de control de los hombres sobre las mujeres, otros hombres y ellos mismos, y sobre sus historias personales donde se les exigi garantizar las formas de dominacin masculinas. Bourdieu seala que las formas de dominacin de la masculinidad buscan crear un mundo sexuado, donde los cuerpos, las actividades, los espacios y tiempos se mantengan en estricta separacin y los roles exactos en tiempos y espacios exactos. As, este autor sostiene que:
[La dominacin masculina se sostiene en ...] el principio de la inferioridad y de la exclusin de la mujer, que el sistema mtico-ritual ratifica y amplifica hasta el punto de convertirlo en el principio de divisin de todo el universo, no es ms que la asimetra fundamental, la del sujeto y del objeto, del agente y del instrumento, que se establece entre el hombre y la mujer en el terreno de los intercambios simblicos, de las relaciones de produccin y de reproduccin del capital simblico, cuyo dispositivo central es el mercado matrimonial, y que constituye el fundamento de todo el orden social (Bourdieu, 2000: 59).
La violencia de los hombres se ha convertido en un instrumento de control en este sistema. Por ello reflexionar y atender la violencia de los hombres es reflexionar sobre los aspectos sociales y culturales de la masculinidad. Sin embargo, al trabajar con la violencia de los hombres diversos autores se han encontrado con que este sistema de dominacin masculina tambin se reproduce hacia los hombres, y que stos expresan vivencias de exclusin sexista por no cumplir determinados mandatos de la masculinidad. As, atender la violencia de los hombres es atender sus aspectos sociales y los psicolgicos, y significa analizar cmo a travs de estos campos de conocimiento la experiencia de los hombres fluye tal y como dice Foucault que fluye el poder. Por ejemplo, Antonio Ramrez seala que comnmente a la violencia masculina se le ha visto desde tres perspectivas: biologicista, psicologista y de gnero (donde incluye la perspectiva cultural). Este autor critica las dos primeras, y concluye sealando que las causas de la violencia masculina deben encontrarse en las creencias de superioridad masculina sobre la mujer, y en aquellas formas de control que los hombres ejercen contra su pareja (Ramrez, 2000: 17-36).
122
En este mismo sentido Oswaldo Montoya seala que en Nicaragua el modelo hegemnico de los hombres no es diferente que lo que sostiene la perspectiva de gnero: En definitiva, la identidad masculina hegemnica en nuestro pas sigue apuntando al ejercicio del poder y el control sobre otr@s. Dominar, mandar, representar, protagonizar, poseer, se constituyen en la fuerzas motivacionales ms importantes de la masculinidad hegemnica (Montoya, 1998: 20). De hecho, este autor realiz grupos sociales con hombres violentos y no violentos y con los primeros encontr de forma ntida qu significaba ese control y abuso sobre la mujer. Los hombres sealaron seis categoras donde expresaban sus deseos y lo que buscaban en una relacin de pareja: a) que la esposa lo atienda; b) que la esposa lo entienda; c) que sea l quien dirige la relacin; d) que la esposa dependa de l; e) que la esposa sea fiel, y f) que la esposa le tenga hijos. Por otra parte, Jorge Corsi seala que hay que mantener con una mirada amplia al momento de abordar la violencia masculina. Sostiene que deben ser tomados en cuenta desde aspectos culturales y sociales hasta aspectos biolgicos y psicolgicos. Y que stos deben ser analizados tanto en aspectos macrosistmicos, como en exosistmicos y microsistmicos.2 Sin embargo, este autor tambin reconoce una gran carga de responsabilidad en los tradicionales valores de la masculinidad. Seala que: Los hombres que ejercen violencia fsica en la relacin conyugal suelen representar la caricatura de los valores culturales acerca de lo que debe ser un varn, de los mitos culturales de la masculinidad que ya hemos anunciado. An cuando no lo digan abiertamente, estn sosteniendo formas de relacin que tienden al control y la dominacin de quien consideran inferior (Corsi, 1995: 32). A nivel micro, Corsi aplica diversas tcnicas que parten de una perspectiva ms psicolgica en la atencin. Un enfoque ms psicolgico lo sostiene Echebura y De Corral, pues sealan que las emociones permiten adaptarse a determinadas situaciones que presenta la vida. Que hay patologas cuando la expresin, duracin e intensidad de stas no estn relacionadas con los estmulos que las generaron. Para ellos comnmente los hombres no expresan otros sentimientos ante determinados conflictos. As, sealan que la ira de los hombres es un problema central a atender para resolver la violencia en el hogar. Proponen romper el aislaPara conocer ms acerca del modelo ecolgico de Jorge Corsi, consultar: Jorge Corsi (comp). (1999). Violencia Familiar. Una mirada interdisciplinada sobre un grave problema social.
2
123
miento emocional de los hombres, pues piensan que stos no expresan sus sentimientos debido a que creen que hacerlo es seal de debilidad y no se es hombre fuerte. De este modo la inhibicin de los sentimientos y esta percepcin distorsionada de la realidad pueden conducir a conflictos que, al no resolverse de otra manera, se expresan de forma violenta (Echebura y De Corral, 1998: 80-81). Una propuesta similar es la de Dutton en la que seala que el trastorno de estrs postraumtico brinda pistas para reflexionar en torno a la problemtica de la violencia masculina. Este autor, despus de rechazar propuestas biologicistas y genetistas y polemizar con la perspectiva feminista, propone que los hombres aprenden la violencia como producto de haberla vivido de nios. As, seala que aunque no son capaces de expresarlo verbalmente, los hombres violentos parecen haber experimentado tempranamente un tipo de trauma que, adems de haberlos inducido a imitar las acciones violentas, produce otros efectos. Esos efectos se manifiestan globalmente en su sentido de s mismos, su incapacidad de confiar en los dems, sus celos delirantes, sus estados de nimo cclicos, su cosmovisin. Constituyen lo que he denominado personalidad violenta (Dutton, 1997: 95-96). Al revisar estas corrientes y reflexionar sobre mi experiencia en el trabajo con grupos de hombres que reconocen su violencia, he encontrado un fuerte vnculo entre los mandatos sociales de la masculinidad y las experiencias personales de violencia de los hombres. Efectivamente, los hombres ejercen violencia porque llevan a cabo los roles de gnero masculinos y las formas de control hacia la pareja: la insultan, la desprecian, etctera. Pero, por otro lado, al escuchar a estos mismos hombres surgen las historias de maltrato y las frustraciones. Los hombres se reconocen como incapaces en muchas cosas de la vida, aunque el ideal de un hombre de verdad es exactamente lo contrario. Con base en esto, considero que para detener la violencia hacia las mujeres es importante focalizar a la violencia masculina como un problema social. As, en esta etapa de la atencin se deben redimensionar los aprendizajes sociales de la masculinidad por sobre las historias de dolor de los hombres. Esto es muy importante porque es central que los hombres aprendan a verse como sujetos que siguen mandatos sociales que los rebasan y que al ejercer violencia los ejecutan sin ms reflexin. Desde esta perspectiva, se debe considerar que el hombre que fue maltratado y sufri abuso vivi ese maltrato porque le imponan ese mismo control y esa misma dominacin. Sin embargo, el detener la violencia no es suficiente, hay que impulsar el cambio de los hombres, y para ello hay que entender la
124
violencia como una forma de expresin de los hombres. Actos de abuso de poder, que hacen dao, que lastiman y aslan, pero que nos dicen algo ms de los hombres. En este sentido, el cambio de los hombres que ejercen violencia viene por reconocer las necesidades y sentimientos de los hombres, y las historias personales que existen alrededor de stas. Necesidades encubiertas e indebidamente expresadas, pero reales. De esta manera propongo que adoptemos la perspectiva de gnero como una herramienta que propone complejizar en torno a la violencia de los hombres y la dominacin masculina. Pero qu entenderemos por complejidad en el caso de la violencia de los hombres? Mabel Burin e Irene Merler proponen que para analizar alguna problemtica desde la perspectiva de gnero hay que recurrir a miradas multidisciplinarias. Sealan que partir de sta podemos rechazar la mirada determinista, causal y la conceptualizacin simple, y se pueden desarrollar miradas complejas. Para estas autoras la complejidad desde la perspectiva de gnero significa, por una parte, explorar las relaciones que existen entre el sujeto y el objeto de investigacin, y las relaciones que tienen con su entorno; y significa ver al sujeto y al objeto como seres organizantes, reconociendo que hay elementos complejos en los problemas que mantienen, y que esta complejidad se expresa por problemas de complementariedad. De esta forma, afirman que enfrentar las contradicciones de lo complejo no son criterios binarios (superadores de sntesis) sino de criterios ternarios (tercer trmino) que no superen sino que transgreden (desordenan) (Burin y Merler, 2000: 34). Las autoras realizan una crtica a diversas dicotomas y reconocen que parten del llamado feminismo de la tercera ola o posmoderno. Una mirada lineal y simple ve en los hombres slo golpeadores, ogros o monstruos. Y esta mirada en blanco y negro reproduce el discurso de la masculinidad, pues reproduce sus dicotomas. La dicotoma bsica de la masculinidad sostiene que slo hay unos pocos hombres violentos que maltratan, y son hombres genticamente y biolgicamente enfermos. Afirma que la mayora de los hombres s son buenas parejas y padres. La masculinidad desea que pensemos esto sin que un pice de las instituciones patriarcales hallan sido cuestionadas y cambiadas, y sin que el discurso hegemnico masculino haya sido realmente desafiado. Tradicionalmente, el discurso machista culpa a las mujeres sobre el problema de la violencia familiar, pero ante la evidencia de la participacin y responsabilidad de los hombres y el avance del movimiento de mujeres, este discurso ha cambiado de estrategia. Ahora nos dice que el problema de la vio-
125
lencia familiar son los hombres enfermos y malos, y que hay que castigarlos. De esta manera, el castigo a unos hombres si bien puede ser efectivo en algunos casos, en realidad se convierte en una cortina de humo, pues no resuelve el problema social de fondo, la dominacin masculina. As, desea que premiemos a los hombres no violentos, y que sancionemos a los agresivos y violentos. Sin embargo, la masculinidad no sanciona a los hombres violentos por un deseo tico y para resarcir el dao que se hizo a las mujeres y nios/as maltratados. Lo que necesita es enviar un mensaje de poder a los otros hombres. Que los hombres vean y sepan que quienes cometan la torpeza de hacer visible la parte ms desagradable de la hegemona masculina sern castigados por poner en riesgo todo el sistema de dominacin. De esta forma, el trabajo con hombres puede convertirse en instrumento de poder y control hacia los hombres. Pues son los hombres violentos los que expresan la paradoja ms profunda de este sistema de dominacin masculina. Si los silenciamos, si no los escuchamos, estaremos reproduciendo el sistema que criticamos. Bourdieu seala que histricamente la masculinidad ha implementado diversas formas para acumular poder por medio del capital simblico. La acumulacin de este capital tiene sus formas de dominacin, y una de ellas es la violencia de los hombres hacia las mujeres. Pero esta violencia cada vez tiene el resultado contrario: en lugar de retener a las mujeres las est ahuyentando. Esto ocurre porque las mujeres que inician algn proceso reflexivo ya sea en espacios de apoyo de mujeres o por el apoyo de alguna vecina o persona cercana concluyen que es mejor dejar a estos hombres que continuar con ellos. Eso no le conviene a la masculinidad. Por eso prefiere cambiar de estrategia: con la bandera de detener la violencia masculina en el hogar seala que es mejor castigar a estos hombres. Pero el real objetivo es retener y mantener la fuente de acumulacin. Adems, en el trabajo con hombres he visto que a pesar de que los hombres renuncian a su violencia y la detienen, ello no implica que renuncien a los privilegios que generan inequidad. He observado que los privilegios pueden obtenerse por medio no violentos, o por medio de una violencia ms simblica. Y ste es el peligro de los programas de atencin a la violencia de los hombres: que consideren que al atender al individuo se cambia a la cultura, a la institucin patriarcal y la ideologa masculinas. Y no es as, la violencia de los hombres es parte de la dominacin masculina, pero la dominacin masculina no es slo violencia de los hombres. Por qu la masculinidad comienza a ver a la violencia de los hombres como no funcional? Porque la masculinidad debe de cambiar de estrategia.
126
Esto es, como dice Foucault, toda relacin de poder implica, pues, por lo menos virtualmente una estrategia de lucha, sin que por ello llegue a superponerse, a perder su especificidad y finalmente a confundirse (Bryges y Robinson, 1988: 243). La dominacin masculina busca la seleccin de soluciones ganadoras sobre sus adversarios. Si el adversario es lo femenino, no importa que la estrategia sea castigar a los hombres. De esta forma, una perspectiva compleja sobre la violencia de los hombres nos permite diferenciar dominacin masculina de violencia de los hombres. Y cmo esta ltima surge cuando en los hombres se estructuran mandatos sociales y experiencias psicolgicas que devienen en la solucin violenta del conflicto. A continuacin veremos cmo se entrecruzan el poder social y la profundidad de la historia personal de los hombres para complejizar su violencia.
EL SILENCIO Y LA VIOLENCIA DE LOS HOMBRES La violencia surge del abuso de poder de una persona hacia otra. En violencia familiar comnmente este maltrato se da de hombres contra las mujeres y los hijos/as. Este maltrato genera historias de maltrato que comnmente son silenciadas y calladas tanto por quienes ejercen violencia como por quienes son vctimas de ella. El poder controla y domina las formas de expresin de las personas. Mediante diversos mecanismos borra el recuerdo, suprime la experiencia y presiona para que las cicatrices sean olvidadas. Esto genera silencios que se convierten en pactos en las familias y en las sociedades. Los pactos de silencio son impuestos en el seno familiar: el joven se guarda sus sentimientos cuando el padre lo descalifica, y a su vez reprime a sus hermanas cuando se quejan. La madre silencia la golpiza del marido y lo defiende ante los ataques de los hijos. Las hijas callan el abuso del padre, y a su vez critican al hermano cuando habla mal de l. De esta forma, quienes comnmente reciben la violencia generan complicidades que reproducen las formas de dominacin, y generan alianzas y estrategias para sobrevivir. As, todos reproducen las relaciones de abuso de poder que impone la masculinidad y se convierten en tornillos y engranes del dispositivo de poder masculino. Bob Powers, en un excelente libro sobre historias de homosexualidad, seala que existe un cdigo de silencio en el ejrcito de Estados Unidos. ste se aplica a las familias cuando ocurren cosas no deseadas. Este cdigo es sim-
127
ple, pero sus consecuencias son muy profundas. El cdigo dice: No preguntes. No lo digas. Powers seala que significa No preguntar si eres gay, y si lo eres no quiero que me lo digas (Powers, 1999: 14). As se genera un pacto en la familia que levanta un silencio en torno a la orientacin homosexual de uno de los miembros. Este mismo principio sirve para la violencia familiar. De hecho podramos decir: No preguntar si vives violencia familiar, y si la vives no quiero que me lo digas. Cada familia tiene sus propios cdigos y crea sus propios silencios. stos se forman de acuerdo a la cultura, el nivel socioeconmico, etctera, con base en ellos se construyen mecanismo de sancin y castigo para quienes no acatan los mandatos de silencio. Considero que develar estos cdigos y desestructurarlos abre las posibilidades de cambio. Sin embargo, existe una necesidad de que las historias de violencia sean habladas. stas encuentran sus propias formas de salir y crean su propio lenguaje. Un ejemplo de ello es el lenguaje del cuerpo. Considero que el trastorno de estrs postraumtico nos dice cmo hablan los cuerpos. Este trastorno considera que las personas que han vivido un hecho traumtico y violento reexperiementan recuerdos, conductas y sensaciones con respecto al suceso traumtico. Seala que estas personas evitan pensamientos, actividades y surge la sensacin de no poder realizar planes actuales y para el futuro. Adems seala que estas personas tienen sntomas como dificultades para mantener el sueo, espordicas o continuas explosiones de ira. As, las personas no se pueden concentrar, hay hipervigilancia y surge una alarma exagerada a sucesos aparentemente simples (Echebura y De Corral, 1995). De esta forma, la violencia se manifiesta en el cuerpo, se apropia de l y lo conduce y dirige. El cuerpo se enferma, se recupera y reacciona como producto de la violencia. De hecho el poder se apropia del alma, como dice Foucault al cuerpo se le castiga y se le convierte en un efecto e instrumento de una anatoma poltica del cuerpo. As el alma se convierte en prisionera del cuerpo (Foucault, 1997: 36). Bass nos dice con relacin al abuso sexual:
Los recuerdos pueden permanecer almacenados en nuestro cuerpo, en forma de sensaciones, sentimientos y reacciones fsicas. An cuando no sepamos qu fue lo que ocurri, quedan fragmentos de lo que sufrimos. Puede asaltarnos un inexplicable dolor o excitacin, miedo, confusin, o cualquier otro aspecto sensorial del abuso. Es posible volver a experimentar fsicamente el terror, y el cuerpo ponerse rgido, o sentir la sensacin de ahogo y de no poder respirar (Barr, 1995: 106).
128
De esta forma, los dispositivos de poder cubren y hacen invisibles las historias de violencia. Pero stas a pesar de estar guardadas en alguna parte de nosotros buscan expresarse y luchan por salir. Se hacen presentes en los lugares y bajo las circunstancias que menos esperbamos. Surgen en la pareja que elegimos, aparecen en nuestros actos fallidos y/o conscientes, o ante nuestra forma de enfrentar los conflictos. Guan nuestras decisiones: en el oficio que elegimos o en el nombre de nuestro hijo/a. Las historias de violencia nos mantienen atados a sus principios y a su lgica. Tambin nos atan a miedos y temores irracionales. Ellas nos ensean fidelidades familiares profundas y ancestrales que se reproducen generacin tras generacin. El silencio llega a convertirse en parte de nuestra identidad misma. Nos brindan verdades y certidumbres que parecieran naturales e incuestionables. El sistema de la masculinidad se estructura en nosotros, cambia de forma y se recicla para dar vigencia a las formas de dominio. Para ello el poder adquiere nuevas palabras, nuevas imgenes y adopta el discurso de moda para silenciar nuestras historias. Cmo se relacionan los pactos de silencio y los hombres? Los hombres somos los principales impulsores de estos pactos de silencio. La forma particular en que demandamos este silencio a las mujeres y a otros hombres es la no expresin de los sentimientos. Esto es, los hombres podemos recordar la historia pero anulamos la experiencia emocional relacionada a ella. As, pedimos a la pareja que hable de su coraje sin coraje. Pedimos a los hijos que nos digan sus temores sin miedo y sin lgrimas. Expresamos nuestro dolor sin dolor y racionalizamos e intentamos entender el sentimiento (y nos olvidamos de sentirlo). Dutton seala que los hombres silencian sus historias de violencia por el sentimiento de vergenza. Comenta que detrs de cada golpeador como l llama a los hombres violentos hay un hombre que vivi maltrato de parte de su padre, y una figura dual buena y mala de la madre. Para este autor cuando un hombre oculta la historia de su violencia oculta su vergenza por haber sido maltratado. Silencian sobre todo los momentos en que se dieron cuenta que tambin son vulnerables:
[...] los golpeadores haban sufrido en su niez ataques globales contra su personalidad, humillacin, turbacin y vergenza. A menudo sus padres los humillaban en pblico o los castigaban sin motivo. Tambin solan decirles eres un intil. Nunca llegars a nada. Lo que atacaban era la integridad del s-mismo del nio. [De esta forma el] nio experimenta un malestar intolerable al quedar expuesto en ridculo. Como lo expresa Leonore Terr en su excelente libro sobre los traumas de la niez, Too Scared to Cry, la vergenza sobreviene cuando nuestra vulnerabilidad queda al descubierto. Otros han definido la
129
humillacin como la prdida del control de la propia identidad (Dutton, 1999: 104-106).
Es interesante que Dutton seala que la vergenza es infringida principalmente por las figuras de padre varn. Por otro lado, Rutherfod seala que los silencios de los hombres pueden ser entendidos en el contexto de fronteras. Esto es, el silencio se erige como una especie de proteccin que seala un lmite o una frontera que el hombre nunca ha traspasado, y que vive terror ante esa posibilidad, pues esta frontera indica a los hombres qu son y qu no son, y los protege al brindarles un sentido de su ser (Rutherfod, 1992: 119). De hecho, Rutherfod seala que el silencio de los hombres es una expresin que busca negar aquello que no son: la violencia, la intimidad con la madre, la homosexualidad, sus confidencias, los anhelos del padre y todos aquellos aspectos que la masculinidad no considera como adecuados que un hombre deba de experimentar y realizar. Y este silencio se convierte en un dispositivo que estructura la sociedad y sus instituciones. Kimmel encuentra su fuente en el miedo que los hombres tienen de otros hombres. De aquellos sucesos, hechos y experiencias que unos tuvieron con otros. Por ello, para l la fuente central de este silencio es la homofobia. Para Kimmel sta es el miedo a que otros hombres nos desenmascaren y castren, y que se revele a nosotros mismos y al mundo que no alcanzamos los estndares que se nos pide. Que no somos verdaderos hombres. La vergenza conduce al silencio [y nuestros] miedos son las fuentes de nuestros silencios, y los silencios de los hombres es lo que mantiene el sistema (Valds, 1997: 56-57). Pero adems de este proceso de autoinvilizacin, las mujeres y los hijos/as piensan que son responsables por lo que ellos creen que el hombre siente. De esa manera introyectan la culpa, y sta es parte de un mecanismo de poder que los inmoviliza y les hace sentir vergenza por lo que dijeron e hicieron. Se autocensuran, se castigan y se recriminan en la intimidad o abiertamente en la familia. El hombre slo guarda silencio, y el resto del trabajo lo desarrolla la ideologa de la masculinidad y las instituciones patriarcales. En la iglesia el padre condena a la mujer por terca, la vecina la juzga por negarse a servir al hombre, y en la escuela el hijo y la hija son criticados por el maestro o por los compaeros, pues en una buena familia no se le grita al pap. De esta forma, cuando el hombre guarda silencio habr otros mecanismos por los cuales el hombre se hace escuchar. De esta manera los silencios de los hombres tienen dos aspectos, por una parte expresan las formas de control y poder que se erigen hacia los miembros
130
de la familia, y por otra expresa las historias y sentimientos que los hombres no expresan. Este silencio comnmente se combina con el habla de los hombres. Esto es, ningn hombre est siempre en silencio. Pero recurre a l ante determinados momentos y experiencias. Cuando el hombre habla se puede comenzar a comprender las distancias y similitudes con la dominacin masculina.
HABLA Y VIOLENCIA EN LOS HOMBRES Desde la perspectiva postestructuralista podramos sealar que todo poder construye un saber y un discurso que lo justifica y busca sustentarlo. Foucault seala que poder y saber se implican directamente el uno al otro; que no existe relacin de poder sin constitucin correlativa de un campo de saber, ni de saber que no suponga y no constituya al mismo tiempo unas relaciones de poder (Foucault, 1997: 34). El poder crea formas de control como el silencio, que por una parte expresa control y por la otra es una expresin fallida del malestar y la vulnerabilidad de los hombres. Genera un saber y su discurso en torno a ste, pero he aqu que el poder cae en una paradoja con el lenguaje, y en particular con el lenguaje de los hombres sobre la violencia: si bien genera un saber y un lenguaje para comunicarlo, tambin genera su propia visibilidad y se convierte en objeto de escrutinio. El mismo Foucault seala en la Historia de la sexualidad que el discurso transporta y produce poder; lo refuerza pero tambin lo mina, lo expone, lo torna frgil y permite detenerlo (Foucault, 1996: 123). As, la expresin hablada de la violencia lo reproduce, y al mismo tiempo la detiene. sta es la paradoja del poder, y exactamente es la misma paradoja de los hombres cuando hablan su violencia. Cuando los hombres comienzan a expresar de forma hablada su violencia, sta comnmente no adquiere un discurso coherente y bien definido. Como sealan Araujo y su equipo, cuando se habla de la violencia los discursos no alcanzan a describir, denunciar y comprender los alcances devastadores que la misma tiene en el gnero humano (Araujo, 1999: 9). Esto es, las experiencias y los sentimientos relacionados a los hechos de violencia no encuentran una relacin completa o cabal con las formas tradicionales de comunicacin. Por una parte rebasan al lenguaje, pues las normas sociales no contemplan palabras para narrar determinadas experiencias de abuso de poder, humillacin, desolacin y dolor. Pero si la violencia rebasa el lenguaje cmo se expresa? Se expresa a travs del habla, pero la altera y modifica, pues es estructurada por el poder que
131
desea alejar el escrutinio y quiere terminar el cuestionamiento para volver a su engaosa naturalidad. La violencia como el poder, siempre busca ser invisible. Welzer-Lang seala en un interesante estudio sobre la expresin hablada de la violencia que los hombres y las mujeres experimentan, recuerdan y mencionan la violencia de forma diferente. Las mujeres ven mltiples formas de maltrato, y no mencionan la palabra violencia, ellas tienen un registro corporal de la violencia y un amplio registro de ella. De esa forma, recuerdan cada detalle de las afrentas, desde el golpe, el insulto o la cachetada hasta la sutil descalificacin, la mirada hiriente, etctera. Por otro lado, los hombres comnmente ignoran o no ven el dao que ocasionan, pero s saben que estn ejerciendo violencia pues la mencionan. Recuerdan breves episodios de la violencia y reconocen que tiene un mensaje que expresa el deseo de controlar, y que va dirigido contra la pareja o a quien se violenta (WelzerLang, s. f.: varias pginas). La mencin de los hombres es breve, contundente y slo mencionan episodios. Las mujeres hablan la historia, y ellos slo de momentos. Cuando los hombres hablan de la violencia usan un lenguaje profundamente racionalizado, que a su vez est relacionado con la forma en que han sido socializados como hombres. Para Sonkin y Durphy (1982) la mayora de los hombres son entrenados desde pequeos para que piensen lo que pasa y no para que lo sientan, y desde el pensamiento deben caracterizarlo como positivo o negativo. Es as como se estructura un juicio respecto del significado de las cosas, juicio que se har desde un lugar jerrquico, particularmente en los golpeadores. Sin embargo, de ello no estn exentos el resto de los hombres, pero en menor medida Pensar y Sentir pasan ser sinnimos. Los hombres aprenden a que deben de manejarse con el pensar; las mujeres aprenden que deben conducirse con el sentir. Los hombres expresan los sentimientos en trminos de pensamientos, porque confunden sentimientos con pensamientos u observacin (Corsi, 1995: 101). La mirada dicotmica y la racionalizacin de los sentimientos provoca en los hombres la culpabilizacin de la pareja. Se pueden ver como agentes de la violencia, pero ellos no se ven como responsables de la misma. De esta forma, los hombre mencionan la violencia en plural. Esto es, que no hablan de su violencia, sino de nuestra violencia, pues parten de la idea de que siempre ella hizo algo para provocarla. As, cuando los hombres hablan de sus logros, xitos o avances hablan en singular, pues consideran que ellos son los
132
que alcanzaron las metas. Pero cuando hablan de aspectos desagradables o de su parte oscura o desagradable (la violencia) incluyen a la pareja en su narrativa. De esta forma los hombres la racionalizan y pluralizan el discurso. Ello se manifiesta con un formato de engaosa simplicidad que contempla una lgica de causa y efecto: Ella me grita, y por ello le grito, Ella me engaa, y debido a ello la violo. Siempre se explica el propio actuar por una causa externa de los hombres. La idea principal en su mente es que ella hizo algo que explica su acto. Cmo se llega a esto? Por qu cuando los hombres hablan de la violencia por primera vez culpabilizan sin siquiera cuestionarse? Por qu se reconocen como actores, pero no como responsables del acto? Esto ocurre porque los hombres construyen significados sobre lo que ella les dice. Estos significados son construcciones personales e individuales que tienen orgenes sociales surgidos en el proceso de socializacin de los hombres en la construccin de su masculinidad. Surez seala que: El hecho de que muchas personas reaccionan agresivamente frente a circunstancias similares nos remite a la existencia de significados culturalmente estructurados, que muchas veces adoptan la forma de mitos, prejuicios y creencias, compartidos por quienes pertenecen a una misma cultura o subcultura (Surez en Corsi, 1999: 22). Los significados son interpretaciones de los hombres sobre lo que ella dice y hace. Y la reaccin del hombre se realiza con base a lo que l piensa que ella dice, y no realmente a lo que ella dice. Esto es, se puede escuchar lo que ella comenta, pero el significado que l le va a dar es diferente del significado que ella est expresando. Por ejemplo: Interpretacin cultural de Mara: Los hombres son los proveedores de la casa. Mara: Pedro, no hay dinero para el gasto... Significado para Mara: Necesitamos ms dinero para el gasto. Pedro escucha: Pedro, no hay dinero para el gasto... Significado para Pedro: Pedro, eres un holgazn y no provees dinero suficiente. Interpretacin de Pedro: Mara me est diciendo holgazn. Interpretacin cultural de Pedro: Las mujeres que reclaman son agresivas y violentas. Una mujer que reclama se sale de mi control.
133
Interpretacin cultural de Sonia: Las mujeres tienen derecho a salir solas. Sonia: Fernando, voy a salir al cine. Significado para Sonia: Quiero distraerme y estar sola. Fernando escucha: Fernando, voy a salir al cine. Significado para Fernando: Ella desea otras diversiones. Se aburre conmigo. Interpretacin individual de Fernando: Sonia me es infiel. Interpretacin cultural de Pedro: Las mujeres que salen solas son mujeres infieles. Como se observa, los aspectos culturales, y en particular las creencias sobre los roles de gnero provocan distorsin en la comunicacin. En el primer caso Mara es una mujer que tambin reproduce los mensajes tradicionales de gnero. En el segundo caso Sonia es una mujer que mantiene una actitud crtica a stos. Pero en ambos el hombres realiza una lectura diferente sobre lo que ella dice. Para Pedro ella lo est cuestionando y fundamenta su creencia en un prejuicio sobre lo que las mujeres deben de hacer. De hecho, pareciera que el mensaje de ella es un detonador que lo amenaza. Por ello muchos hombres escuchan, pero al momento de implementar los acuerdos ambos caen en cuenta que no escuch el significado que ella deseaba darle en el mensaje. Esto ocurre independientemente de que ella sostenga tambin las mismas ideas sobre los roles de gnero, pues quien realiza este proceso de traduccin del mensaje de ella es l. As, podemos decir que los hombres escuchan, pero no comprenden, pues la escucha de los hombres se fundamenta en la construccin de monlogos masculinos donde responden no a lo que ella dijo, sino a las interpretaciones personales y culturales sobre lo que ella mencion. Tambin el lenguaje corporal de los hombres reproduce esta lgica de monlogo. Los hombres comnmente expresan su cuerpo en dos polos: o es un movimiento rpido, fuerte y demoledor que termina o busca terminar con aquello que contradice al hombre (por ejemplo, el grito que busca silenciar la queja, el golpe en el rostro o la patada en el cuerpo de la mujer) o es una aparente ausencia de reaccin ante algo que ella dijo o hizo (por ejemplo, el silencio profundo ante un evidente tema conflictivo, la ausencia de respuesta ante evidentes demandas de atencin, etctera). Ambas reacciones se combinan y no son excluyentes, pero el resultado es el mismo, su cuerpo expresa con gestos, miradas, movimientos de la mano, etctera, un mensaje de amenaza para ella y la clausura de la interpelacin.
134
Los aparentes problemas de comunicacin de los lenguajes verbales y corporales de los hombres responden a la lgica de inequidad de poder de los gneros, pues las interpretaciones, los movimientos rpidos o la ausencia de ellos se construye en un lenguaje masculino que expresa en ltima instancia una palabra definitiva, final y ltima que indica qu se va a hacer, cmo y cundo. Y los hombres creen que La ltima palabra es parte de su virilidad. De esta manera, los lenguajes masculinos devienen en tecnologas de poder que al garantizar el triunfo en cada negociacin con la pareja no slo violentan, adems acumulan capital simblico que da prestigio a su masculinidad. Este proceso de comunicacin verbal y corporal fundamentada en la inequidad de poder no es lineal y no se encuentra libre de contradicciones. Por ejemplo, un hombre puede decir bellas palabras con miradas amenazantes, o realizar movimientos muy suaves con palabras hirientes. Estos lenguajes violentos son acumulativos y se presentan caticamente. As, el hombre puede usar la violencia fsica, y si no le sirve recurre a la violencia verbal o la emocional. Si con ello tampoco logra algo recurrir al maltrato econmico o sexual. O cambiar un tipo de maltrato verbal por otro ms refinado. No deseo decir que primero surge la violencia fsica y despus las otras formas de violencia. Por el contrario, deseo expresar que el poder recurre a cualquier recurso de maltrato si sirve a sus fines de control. El orden no importa, pues el ejercicio de la violencia es irracional. Este ejercicio no es un acto planificado. Hay que ver a la violencia desde la complejidad, donde fin y medio son los mismos. De esa forma, la violencia se encubre en el poder para la generacin de estrategias de control. Por otro lado, Foucault seala que raramente el poder se cuestiona a s mismo, y es extrao que se mire y observe. Por ello, para conocerlo una fuente central de informacin es la mujer, pues ella representa la resistencia a ese poder. Con base en estas ideas considero que hay que escuchar a las mujeres para conocer al poder de los hombres.3 De hecho, qu mujer no sabe cundo su pareja se enoja, se deprime, o est alegre? La mujeres conocen los lenguajes corporales y verbales de los hombres porque desde muy chicas fueron entrenadas para ello por medio de una educacin de gnero. Pero tambin lo hacen porque as predicen su actuar violento y pueden cuidarse. De esta forma, conocen a los hombres no slo por mandato social, sino tambin lo hacen por su propia seguridad.
3 Como dira Foucault, al poder slo se le puede conocer por las resistencias de quien vive su opresin.
135
Justamente por eso, las mujeres generan una mirada compleja sobre los hombres, observan y literalmente leen cundo la violencia surge y desaparece. Se dan cuenta cuando se transforma de violencia emocional a fsica, o de sta a maltrato econmico o sexual. O cuando pasa de un tipo de violencia verbal a otra ms sofisticada, pero ms daina. Las mujeres se dan cuenta de cundo un afecto, una palabra cariosa o un regalo proviene del amor o de la culpa. De hecho, ellas aprenden a leer las diversas contradicciones del lenguaje verbal y corporal de los hombres porque descifran los flujos de poder de los hombres. Ven cmo el poder se transforma, cambia y muta en ellos. Ellas observan y conocen el flujo de poder porque es un mecanismo central de sobrevivencia. Sin embargo, esta mirada compleja hace que las mujeres gasten energas, tiempo y esfuerzos en aprender a leer los cdigos masculinos. Y con ello se hacen invisibles a s mismas, pues desarrollan una mirada amplia y compleja sobre los hombres, pero el precio que pagan es una mirada muy estrecha sobre ellas. As, el lenguaje de violencia tiene el mismo efecto que los silencios que controlan. Un fenmeno similar pero contrario ocurre con los hombres. stos no han aprendido a leerse a s mismos. Como decamos, para ellos los actos violentos tienen una causa y un efecto. Esto es, tienen una mirada lineal y simple sobre los hombres. De hecho tienen un discurso: engaosamente simple: Slo quera que se callara, Slo quera que me obedeciera, etctera. Es una mirada simple que explica fcilmente hechos muy complejos. Apela al sentido comn y las tradiciones. Escucha slo a los propios significados y no da importancia a los de ella (o ellos). Busca la solucin fcil para problemas histricos y profundos. No busca la complejidad porque considera que todo se solucionara si ella entendiera, obedeciera y se callara. Esta mirada simple de los hombres es una mirada que hace invisible a la mujer. Ella podr estar gritando, y para l slo se est quejando. Ella podr estar llorando, para l est histrica. Ella podr estar angustiada, y para l estar loca. La mirada que los hombres tienen sobre la mujer no es una mirada que vaya dirigida a ella. Ms bien es una mirada que observa las ideas de l sobre ella, oculta a la mujer, y reproduce el monlogo de los hombres. l habla de los hombres se convierte, en unas palabras, en un instrumento ms del sistema de dominacin masculina.
136
HABLA E INTIMIDAD EN LOS HOMBRES En mi experiencia con los hombres he escuchado otro discurso que aparece alejado del control y el abuso del poder, y que tambin habla de violencia, pero que busca expresar otra experiencia del hombre. El deseo de expresar esa otra historia surge cuando stos han abandonado los silencios controladores y cuando el habla del poder se expresa menos. En los grupos de reflexin surge lo que los psiclogos llaman punto de quiebre, y los hombres desean recuperar las historias de violencia que por fin encuentran correspondencia con sus propios recursos lingsticos. A este hermoso encuentro lo llamo intimidad. Aunque Araujo no habla de este concepto, considero que hace referencia a l cuando seala que tanto la palabra como la memoria pueden convertirse en puntos de resistencia y obstculos que contrarrestan el efecto devastador de la violencia y del poder (Araujo, 1999: 17). Qu es la intimidad? Para Giddens la intimidad de los hombres significa que ste debiera recuperar una narrativa que exprese sus experiencias. Seala que el problema de los hombres no es que no sientan, sino que muchos hombres son incapaces de construir una narrativa del ego, que les permita reconciliarse con una esfera de la vida personal, cada vez ms democratizada y reorganizada (Giddens, 1992: 110). As, para Giddens, la narrativa del yo en los hombres consiste en un recuento biogrfico donde los hombres se sienten a gusto emocionalmente. Este recuento los lleva a la bsqueda de su identidad, y a las preguntas Quin soy? o Qu quiero?4 Por otro lado, para Willy Pasini la intimidad est regulada tanto por cdigos de conducta que marca la sociedad (en especial hace referencia a los roles que mujeres y hombres deben de seguir), y por aspectos psicolgicos de las personas, donde la intimidad se relaciona con los albores de la vida psquica de las personas. De hecho, para este autor la capacidad para ser ntimos se va adquiriendo desde el vientre de la madre. As, desde lo social y lo psquico, la intimidad para Pasini surge cuando la persona logra diferenciar y relacionar realidades actuales y pasadas, y reconoce cmo se relacionan con realidades exteriores e interiores. La intimidad con la pareja no es posible sin la intimidad personal, y sta se desarrolla en campos (sexual, laboral, etctera) donde la interaccin debe ser mvil, sin plagio y en el campo de una
Para ms informacin ver mi artculo La masculinidad en la obra de Anthony Giddens: intimidad y violencia en los hombres, en Revista de la Universidad Autnoma de Sinaloa, nm. 13/14, 2001.
4
137
confianza recproca (Pasini, 1992: 208). Por tanto, Pasini seala que una buena intimidad es aquella donde los problemas presentes encuentran respuestas en el pasado, y los problemas externos en el interior de las personas. Es un tipo de equilibrio con uno mismo, y los dems. Para este autor existe un gran miedo a la intimidad en la sociedad contempornea, pues las personas tienen miedo de verse fusionadas con la pareja, o de que sta descubra secretos muy personales que causen rechazo. Para l las personas tienen miedo a entregarse porque creen que se perdern en esa entrega. Seala que los hombres tienen un gran temor a la intimidad porque estn acostumbrados a dominar en la vida afectiva en la relacin de pareja. A pesar de ello, los hombres s tienen capacidad de serlo pues en ciertos contextos de su masculinidad llegan a ejercerla. Seala por ejemplo, que los hombres son ntimos cuando el mdico les manda un tratamiento y se permiten ciertos autocuidados, o cuando realizan deportes donde se permiten determinados contactos. Tambin se permiten cercana con otros hombres cuando hay alguien a quien vencer. Sin embargo, seala que esta intimidad est lejos de la que l propone, y que slo lo lograr cuando los hombres dejen de considerar que los sentimientos y las sensaciones son un privilegio del universo femenino (Pasini, 1992: 29). De esta forma una gua para construir la intimidad desde los hombres sugiere que deben construir una nueva narrativa y revisar el pasado y su interior para explicar cosas del presente y del exterior. Cmo se articulan estos principios con la atencin de la violencia masculina? Veamos la experiencia que Sal comparti en una sesin del grupo de hombres.5 Sal comentaba que un da estaba sentado en frente de su pareja. l tena deseos de tener relaciones sexuales, pero ella le coment que ya no era atractiva la sexualidad con l. En ese momento Sal se sinti devastado. Se enoj profundamente. La rechaz cuando ella quiso manifestar cmo se senta, pues comenta que no poda escucharla. La insult, y sali del cuarto. Seala que se deprimi profundamente. Fue una depresin que todava traa cuando relataba su experiencia en el grupo. Despus de que escuchamos el problema de Sal acordamos profundizar en l. Comenc por preguntarle cul era el principal sentimiento ante lo que ella le dijo. Despus de explorar varios sentimientos, dolor, vergenza, tristePara profundizar sobre el modelo del Coriac sugiero leer mi artculo Para abordar la violencia de los hombres (en el hogar). Reflexiones sobre una experiencia en Mxico, en Gabriela Araujo Paullada et al. (1999). Frente al silencio. Testimonios de la violencia en Latinoamrica.
5
138
za, etctera, Sal seala que era tristeza. Coment que ste era el principal sentimiento que tena, y que hasta ese da lo senta. Le pregunt a Salud cul era la historia de esa tristeza en su vida En qu otros momentos has sentido esta tristeza? Despus de varios comentarios Sal comenz a relatar varias historias donde platic la historia de la tristeza en su vida. Platic la historia de la casa de sus abuelos, y lo profundamente triste que se senta cuando se quedaba solo. Tambin relat la historia de su escuela, y cuando los amigos lo rechazaron. Platic varias historias y al parecer al narrar cada una expresaba una sorpresa. Lleg un punto en que me coment: Creo que he estado triste mucho tiempo de mi vida! Despus de escuchar varias historias le pregunt a Sal: Cul sera la historia que est ms relacionada con el rechazo sexual de tu pareja? Aquella que explica ms tu tristeza actual? En ese momento a Sal le cambio la expresin del rostro. Me mir con una mirada que no se diriga a m, sino a algo que iba muchos aos atrs. Comenz diciendo que se senta avergonzado, y que recordaba cmo su pap le deca de forma insistente que las mujeres eran unas putas. Que eran unos objetos que existan para satisfacer a los hombres. Sal deca que su padre lo amenazaba si no coga a una edad determinaba. Que lo presionaba para que se fuera con las prostitutas. Record cmo en sus primeros intentos de tener relaciones sexuales haba sufrido reiteradamente impotencia. Dijo que se senta confundido. Sal comenz a llorar. Se preguntaba: Por qu mi padre me presionaba as? Por qu me deca eso de las mujeres? Comenz a relatar cmo su padre maltrataba a su mam y cmo lo golpeaba cuando intentaba protegerla. Recordaba la impotencia para enfrentar esos sucesos de violencia. Sal coment otros aspectos importantes de esa historia que necesitaba contar. Despus de un rato me dijo: se es el fin de mi historia, con un rostro ms sereno, pero una mirada triste y cansada. Le pregunt: De qu te das cuenta al platicarnos esa historia? Qu has aprendido? Sal seal que aprendi de su padre que la sexualidad debe ser dirigida por los hombres, y que una mujer nunca puede decir que no. Que esa posibilidad no tena cabida en las enseanzas de su padre. Seal que aprendi a no escuchar a las mujeres, pues ellas eran un objeto, y era imposible que un objeto hablara. Al final del ejercicio Sal se comprometi a compartir esta experiencia con su pareja, pero tambin se comprometi a escucharla, pues de seguro tambin tiene sus motivos. Tambin tiene su historia. Los hombres me han enseado la importancia de la historia para enfrentar la violencia. He escuchado historias de abuso sexual, de humillacin, de re-
139
presin masculina en la familia, en el trabajo y en los lugares menos imaginados. Si la violencia es un mecanismo que garantiza el silencio, entonces la intimidad brinda nuevas alternativas para la expresin de los hombres en el sentido en que Giddens y Pasini lo sealan. Pero los hombres me han enseado que ste es un proceso de aprendizaje. Esto es, en las historias que platican los hombres adquieren relevancia los aprendizajes de otros hombres hacia ellos: el padre, el to, los amigos, los hermanos, etctera, los hombres rara vez platican de enseanzas de violencia relacionadas con las mujeres. Prcticamente no existen. Sealan que hay una pedagoga en las relaciones con otros hombres, y los hombres se han dado cuenta que es importante recorrer esos momentos si quieren tener claridad cmo se estructura su violencia. De esta forma, el lenguaje de la intimidad requiere que los hombres hablen de los sentimientos, y de las historias relacionadas con estos sentimientos. Cuando un hombre le dice a su pareja: Me siento lastimado con lo que ocurri ayer..., es un avance importante en trminos de desafiar a la masculinidad que niega esa expresin. Pero es insuficiente si queremos detener la violencia. Para detenerla es importante que los hombres hablen de las historias relacionadas con ese sentimiento. Y la nica forma de hacerlo es explorando en su interior. Esta capacidad de introyeccin. De explicar reacciones actuales con base en experiencias pasadas es lo que puede brindar a los hombres reales posibilidades de cambio, pues hace visible al poder, lo desnuda y brinda informacin para ver cundo se form y cmo se le puede detener. Este ejercicio de develar o desnudar al poder es lo que entiendo por responsabilidad. La responsabilidad de la violencia como hombre consiste en ejercitar el reconocimiento de los propios sentimientos ante conflictos, y relacionarlos con historias donde los hombres aprendimos a sentir aquello que sentimos. Creo que hay una pedagoga de los sentimientos, y que a los hombres se les ejercit mucho el msculo del enojo y la rabia, y se les olvid ensearles que haba otros recursos para enfrentar los conflictos. La recordacin como saben quienes han trabajado abuso sexual es muy relativa. Pero el ejercicio de buscar, de encontrar piezas de la historia personal y saber que son piezas que brindan informacin sobre cmo los hombres se construyeron es un ejercicio que les permite entenderse, saber por qu llegaron a donde llegaron, y alejarse de la culpa. De esta forma, podemos comenzar a comprender a la violencia. Como seala Habermas en su teora de la accin comunicativa sustituimos el conoci-
140
miento de los objetos (el hombre violento, el golpeador, el generador de violencia, etctera) por el del entendimiento entre sujetos capaces de lenguaje y accin (el hombre, o mejor dicho todos los hombres). Con ello buscamos llegar al entendimiento intersubjetivo que promueve la accin orientada al entendimiento y la interaccin lingstica (Habermas, 1989: 354). Esto es, el objetivo de escucharnos es entendernos, y estar cerca sin miedo a violentarnos o violentar a otros. Gracias a esto podemos generar un nuevo discurso y nuevas acciones sin temor a que se refuercen los mecanismos de poder. Este discurso y sus acciones reconstruyen biografas, y es la fuente de la autonoma masculina. La autonoma de los hombres se piensa en plural y en singular. La autonoma en singular significa que los hombres se dan cuenta que son vulnerables. Reconocen que fueron daados y que puede volver a ocurrir. Gracias a ello los hombres aprenden a cuidarse, dejan de asumir riesgos innecesarios. Los hombres se dan cuenta que es sano psicolgica y emocionalmente aceptar sus miedos, temores y tristezas. A veces esto desconcierta a las parejas, pero nos sealan que es mejor tener un hombre que diga que tiene miedo, a uno que la maltrate negando su miedo. La autonoma pensada en singular es aquella donde los hombres aprenden a caminar, y dejan de correr por la vida. Donde ellos se hacen los nicos responsables de su violencia, y desde su trabajo desafan la dominacin masculina. El otro aspecto de la autonoma masculina es la que se piensa en plural. Esto es, los hombres han aprendido que pueden ser objeto de dao, pero que eso no justifica nunca que daen a otros. Pensarse en plural significa bsicamente pensar en y con las parejas. Y por pareja entendemos todas aquellas personas que nos acompaan en la vida (hijos/as, esposas, hermanos/as, padres/madres, etctera, en la familia; jefe/a, compaeros/as, etctera, en el trabajo, taxista, ama de casa, vecino, etctera, en la calle. De esta forma siempre estamos emparejados). Saber y reconocer que hay huecos en la vida que ellos por s mismos no podrn llenar, y que tambin es de hombres solicitar apoyo y pedir ayuda para llenarlos. Asimismo, reconocer y validar huecos en los dems para ofrecerse a llenarlos y apoyar. De esta manera, el que los hombres piensen en plural significa dejar el lenguaje del yo, y pasar a un nosotros en sentido amplio y sin violencia.
141
CONCLUSIONES Las reflexiones que he brindado buscan problematizar el tema de la violencia de los hombres, y buscan realzar las diversas formas en que el poder de la hegemona masculina se articula en la sociedad y en los hombres. Reflexiono cmo articula su lenguaje y su cuerpo, y cmo articula su pasado, su presente y su futuro si no hacen los hombres algo. Asimismo, procuro ofrecer otra visin de los hombres que ejercen violencia y no quedarme slo en el poder o el abuso de poder. Para ello sealo la importancia de la expresin de los sentimientos y las historias que existen alrededor de stos. A esta ltima experiencia la llamo intimidad. Considero que la dicotoma que propone de poder y dolor en la masculinidad debiera ser suplantada por una de poder e intimidad, pues hablando del cambio de los hombres considero que el reto de estos no slo es tocar y reflexionar sobre experiencias de dolor. Adems, es transformar su realidad y a ellos mismos para lograr construir la intimidad con los dems. Considero que los hombres ejercen la intimidad y la violencia en momentos y tiempos continuos. En su vida cotidiana los hombres por momentos ejercen estos momentos y por otros los de la violencia. La intimidad surge cuando hay quiebre o crisis, y para silenciarlos se recurre a la violencia. De hecho, propongo que esta dinmica no es otra que la de flujos de poder. El poder circula en cada decisin que toma el hombre con respecto a su relacin de pareja. En el Colectivo por Relaciones Igualitarias, A. C., hemos visto varias veces cmo los hombres se alejan de estereotipos violentos y cmo regresan a ellos. Por esto considero que deberamos tomar en cuenta la teorizacin en torno al poder para comprender mejor cmo la violencia de los hombres se estructura en la sociedad. Finalmente, considero que el camino para complejizar el tema de la violencia an es largo, pues es fcil verla como algo causal y pensar la intervencin desde una perspectiva exclusivamente psicolgica o cultural por decir algo. Creo que el reto para la intervencin que hace Coriac en el Proyecto de Hombres Renunciando a su Violencia consiste en dar entrada a esta complejidad. Ms all del pragmatismo tan de moda considero que esta mirada nos permitir ofrecer recursos diferentes y alternativas diferentes para hombres con problemticas diversas. Las historias de cada hombre y los sentimientos en ellas dan identidad a cada uno. La intimidad permite descubrir la diferencia entre los hombres y explicar procesos diferenciados entre ellos al momento de atenderlos y platicar sobre el ejercicio de su violencia. Ese proceso de escucha es central, y considero que es el primer paso para el cambio.
142
BIBLIOGRAFA ARAUJO PAULLADA, G. et al. (1999). Frente al silencio. Testimonios de la violencia en Latinoamrica. Mxico, UNAM, ILEF. BASS, E. y L. DAVIS. (1995). El coraje de sanar. Gua para las mujeres supervivientes de abusos sexuales en la infancia. [Espaa], Urano. BOURDIEU, P. (2000). La dominacin masculina. Barcelona, Anagrama. BRYGES Y ROBINSON. (1988). Michel Foucault. Ms all del estructuralismo y la hermenutica. Mxico, s. p. i. CORSI, J. (comp). (1999). Violencia familiar. Una mirada interdisciplinada sobre un grave problema social. Buenos Aires, Paids. . (1995). Violencia masculina en la pareja. Una aproximacin al diagnstico y a los modelos de intervencin. Buenos Aires, Paids. DUTTON, D. y S. GOLANT. (1997). El golpeador. Un perfil psicolgico. Buenos Aires, Paids, 234 pp. ECHEBURA, E. y P. DE CORRAL. (1998). Manual de violencia familiar. [Espaa], Siglo XXI. . (1995). Trastorno de estrs postraumtico, en A. Belloch B. et al., Manual de psicopatologa. [Espaa], McGraw-Hill. FOUCAULT, M. (1997). Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber. Mxico, Siglo XXI. GILMORE, D. (1994). Hacerse hombre. Concepciones culturales de la masculinidad. Buenos Aires, Paids. HABERMAS, J. (1989). El discurso filosfico de la modernidad. Buenos Aires, Taurus. MADANES, C. (1997). Violencia masculina. Buenos Aires, Granica. MONTOYA, T. (1998). Nadando contra corriente. Buscando pistas para prevenir la violencia masculina en las relaciones de pareja. [Nicaragua], Puntos de Encuentro. PASINI, W. (1992). Intimidad, ms all del amor y del sexo. Buenos Aires, Paids. POWERS, B. y A. ELLIS. (1996). Acptate acptalo. Cmo explicar y comprender las distintas orientaciones sexuales. [Espaa], Paids. RAMREZ, A. (2000). Violencia masculina en el hogar. Mxico, Pax. RUTHERFORD, J. (1992). Mens silences. Predicaments in Masculinity. Londres, Routledge. WELZER-LANG, D. [s. f.]. El doble estndar asimtrico. Mimeo.
5. Sobre el feminicidio en Jurez
LA SINRAZN DE LA VIOLENCIA. HOMENAJE A LAS MUJERES MUERTAS EN CIUDAD JUREZ1

Elena Azaola2
La verdad se enriquece incluso en la experiencia ms horrible; slo el olvido definitivo convoca a la desesperacin. Tzvetan Todorov
El deseo que anima a este texto es el de contribuir a honrar la memoria y no permitir que queden en el olvido las ms de 250 mujeres que, durante los ltimos siete aos, han sido muertas de manera aberrante y violenta en Ciudad Jurez, tierra llena de contrastes. Motivan estas reflexiones la necesidad de encontrar una explicacin frente a tanta violencia y sinrazn. Lo que muchos de nosotros, me parece, deseamos, es encontrarle algn sentido a estas muertes, que no hayan ocurrido en vano. Al intentar recorrer la ruta de la explicacin hay varios ingredientes que no podemos dejar fuera: desde el incremento explosivo de la poblacin en Ciudad Jurez, que durante la ltima dcada ha crecido a tasas que duplican el promedio nacional concentrando ms de la tercera parte de la poblacin total que habita en el estado ms grande de la Repblica, hasta el incremento notable en el nmero de consumidores de drogas y de hechos de violencia asociados a este consumo, pasando por la expansin creciente de la industria maquiladora y el empleo intensivo en sta de mano de obra femenina durante jornadas tan
Ponencia presentada en la Primera Reunin Binacional sobre Crmenes contra Mujeres, que tuvo lugar en El Colegio de la Frontera Norte de Ciudad Jurez, 3 y 4 de noviembre de 2000. 2 Antroploga y psicoanalista, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social y miembro del Consejo de la Comisin de Derechos Humanos del Distrito Federal.
1
[145]
146
extenuantes como mal retribuidas; el flujo incontenible de migrantes que desborda la capacidad que la sociedad local puede tener para integrarlos; el carcter de vecindad y lugar de trnsito en relacin con la economa ms poderosa del mundo y el hecho de que la poblacin vecina haga uso de la localidad como lugar de diversin y transgresin, as como los efectos que todo ello ejerce sobre una poblacin local que enfrenta severos obstculos para conformarse como una comunidad con identidad propia y objetivos ms o menos compartidos. De lo anterior se desprende que se trata de una sociedad que, entre otros de sus rasgos, se distingue por tener un bajo nivel de integracin social dado que una proporcin alta de sus habitantes no pertenece y/o no permanecer en la localidad, por lo que se encuentran desarraigados, esto es, con dbiles lazos que los unan a la comunidad. Como diversos estudios lo han mostrado, en comunidades como stas suele existir un importante grado de anomia. Se ha dicho, as, que comunidades en las que predomina un alto grado de identidad grupal y local, con lazos de solidaridad estables y duraderos entre sus miembros, con normas y regulaciones reconocidas por todos, tendern a manejar sus opciones de cambio y conservacin sin producir crisis y rupturas a su interior, regulando el conflicto y aislando los comportamientos que amenazan o destruyen el tejido comunitario. Por el contrario, agrupaciones humanas que han roto sus vnculos primarios y asociativos sin reemplazarlos por otros nuevos que cumplan las funciones de cohesin y mutuo reconocimiento y donde la normatividad permanece externa a dicho grupo, tendern a diseminarse con la crisis, a agotar sus capacidades de adaptacin al cambio y a generar una dbil afiliacin hacia nuevas colectividades y emplazamientos (PNUD, 1998). De acuerdo con estos estudios, la anomia no slo altera los lmites de la transgresin sino tambin la percepcin misma de su existencia. No hay transgresin donde las normas no han sido apropiadas y donde la sancin es dbil. Se penetra as en un mundo donde todo es posible, hasta la muerte violenta de ms de 250 mujeres. Fenmenos como ste se desarrollan con menor resistencia en un contexto en donde prevalece la anomia, en donde existe una dbil aplicacin de las normas, lo que promueve que los agresores continen operando pues han podido constatar que las posibilidades de ser sancionados son remotas. Las condiciones sociales antes descritas anomia, bajo nivel de integracin social, debilidad de los vnculos sociales han sido tambin identificadas y estudiadas en otros pases que, como el nuestro, se han visto sujetos a
147
procesos de cambio relativamente acelerados como consecuencia de la modernizacin y de la puesta en prctica de los modelos de ajuste econmico. En Chile, por ejemplo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo se ha referido a lo que caracteriza como una situacin de deterioro de la sociabilidad que se manifiesta en un alto grado de desconfianza, una asociatividad precaria, la descomposicin de las identidades colectivas tradicionales, e incluso [en] cierto debilitamiento de la cohesin intergeneracional en la familia, situaciones todas ellas muy similares a las que hemos encontrado en Ciudad Jurez (PNUD, 1988: 28). Sin embargo, quisiera detenerme aqu en el trayecto que he iniciado por la ruta de intentar encontrar una explicacin a la sinrazn de la violencia, para ensayar un diferente modo de aproximacin al problema. Para ello, he acudido a un texto de Todorov que recoge y analiza numerosos testimonios de sobrevivientes de los campos de concentracin, no porque considere que ah podamos encontrar una explicacin acerca de lo que ha ocurrido en Ciudad Jurez, sino porque tal vez nos pueda ayudar a pensar desde una perspectiva que nos coloca en una de las manifestaciones lmite de las experiencias humanas semejante a la que, pienso, debieron haber experimentado las mujeres cuya memoria deseamos honrar. Lo que sobre todo quiero formular es una serie de preguntas para las cuales no tengo o no me atrevo a plantear alguna respuesta. De acuerdo con Todorov, en situaciones de guerra ha quedado claro que no es al pueblo solamente al que se quiere salvar cuando se lucha, sino lo que se quiere preservar son algunas de sus cualidades; por ejemplo, su voluntad de libertad, su deseo de independencia, su orgullo nacional (Todorov, 1993). Me pregunto: cules son las cualidades que para siempre hemos perdido al dejar morir a estas chicas? o qu es lo que ellas representaban y cul es su legado que debemos salvaguardar? En el contexto de la guerra, dice el mismo autor, los individuos deben morir para que sobrevivan los valores morales y polticos. Me pregunto: hay alguna guerra que justifique la muerte de estas chicas?, cules son los valores que sus muertes intentaran preservar/entronizar?, o se trata, ms bien, de una guerra en contra de las mujeres indefensas de corta edad?, cules son los valores que estas muertes dejan al descubierto?, qu valores podran justificar su muerte? Pero tambin nos dice Todorov: cuando el objetivo no existe o es insignificante, la bravura se transforma en bravata y se arriesga la vida sin sacar de este acto provecho alguno. Es interesante que aqu nos haga notar una diferencia de gnero: que histricamente los hombres suelen morir (y vivir tam-
148
bin) por ideas, en tanto que las mujeres con mayor frecuencia acostumbran dar la vida (y la muerte) por otros seres humanos. Al referirse a los campos de concentracin, seala que por ser espacios donde la lucha por la vida es implacable y donde cada uno est desesperada y ferozmente solo, son espacios que ponen a prueba la moral y en donde las condiciones eran tan extremas que no permitan a los hombres seguir siendo hombres. Un ser humano empujado hasta el extremo por formas de vida inhumanas pierde gradualmente todas las nociones que tena del bien y del mal. Si uno no piensa ms que en su propia sobrevivencia, acaba no reconociendo ms que la ley de la selva, es decir, la ausencia de toda ley y su sustitucin por la fuerza bruta. Me pregunto: qu condiciones de vida pudieron haber llevado a los asesinos de estas mujeres a experimentar una deshumanizacin semejante?, qu podemos hacer para detener esta deshumanizacin? El principal efecto de este reino absoluto del instinto de conservacin sobre la vida moral es la ausencia de compasin por el sufrimiento del otro y, con mayor razn, la ausencia de la ayuda que hubiera podido drsele: por el contrario, se contribuye al debilitamiento del prjimo por poco que pueda uno aprovecharse de ello para aliviar la propia vida. Un hombre dice un sobreviviente de los campos de concentracin pierde su sangre ante mis ojos y yo lamo el fondo de mi escudilla sin poder pensar en otra cosa que en el momento en que me volvern a traer de comer. Se pregunta: queda todava en m algo de humanidad? Me pregunto: queda todava algo de humanidad en todos los que nos hemos acostumbrado a ver la muerte de estas mujeres como algo cotidiano, algo tan frecuente que ha dejado de horrorizarnos? En los campos de concentracin haba tambin la sensacin de que nada de malo tena aprovecharse de los alimentos o los objetos dejados por quienes haban sido enviados a la cmara de gas, como si se pensara: ya que no podemos detener este diluvio de cadveres, por qu no aprovechar los das que nos quedan? Me pregunto: y nosotros, tampoco podemos detener el diluvio de cadveres?, qu es lo que nos hace falta para ponerle un alto? No obstante que la situacin creada por los campos haca difcil que pudiera emerger la solidaridad, Todorov se ocupa en rescatar las numerosas excepciones que daban cuenta de la otra cara del ser humano. Es decir que, si bien no podan operar las mismas reglas de sociabilidad que afuera, ello no significa que no hubiera ciertas reglas que preservaran los lazos humanos. Si amar
149
al prjimo como a s mismo era una exigencia excesiva, tratar de evitar el dao a los compaeros no lo era. Muchos de los sobrevivientes dejaron testimonio de cmo, sin ninguna ayuda, su supervivencia habra sido imposible. Uno de ellos refiere: mi supervivencia se la debo a mi encuentro con algunos compatriotas de semblante y corazn humanos (p. 41). Me pregunto: por qu estas chicas no se toparon con nadie que les tendiera una mano?, no haba ningn compatriota humano a su alrededor? Los campos han permitido tambin constatar que, empleando medios extremos como el hambre y el sufrimiento es posible destruir el contrato social hasta su base y obtener de parte de los hombres reacciones casi puramente animales. A fuerza de suprimir los ingredientes habituales de la vida humana en sociedad, se crea una situacin enteramente artificial, que no nos informa ms que de s misma un hombre no puede ser humano ms que viviendo en condiciones humanas, y no hay mayor absurdo que juzgarlo por las acciones que l comete en condiciones inhumanas (p. 45). Me pregunto: estas chicas y sus agresores vivan en condiciones humanas?, cul es el caldo en donde se cultivaron estos hechos?, estos hechos mostraran que vivan en condiciones donde se haban suprimido los ingredientes habituales de la vida humana en sociedad? En los campos algunos cautivos decidan ingresar por su propia voluntad a las cmaras de gas o suicidarse de alguna otra manera, no tanto por desesperacin, sino como una manera de poder ejercer su ltima libertad decidiendo el momento de su muerte inevitable. En un caso como ste, uno de los guardias retir brutalmente a quien haba ingresado por su propio pie a la cmara de gas: pedazo de mierda, maldito endemoniado, aprende que somos nosotros le dijo el guardia y no t quienes decidimos si debes vivir o morir (p. 70). Me pregunto: estas chicas habrn tambin sido sometidas por un poder semejante de quienes se sentan investidos de la autoridad para decidir quin, cmo y cundo deba morir?, quin les ha hecho creer que disponan de tal poder?, quin ha permitido que lo ejercieran? En los campos algunos se preguntaban a qu fin poda servir guardar un registro o dejar constancia de las terribles experiencias que ah se vivan. Aunque la pregunta recibi diversas respuestas que iban desde la importancia de poder registrar aquello que les haba permitido sobrevivir a algunos en medio de circunstancias tan adversas, hasta la necesidad de dejar testimonios que permitieran combatir a los regmenes que las haban creado, hubo tambin quienes sealaron que poder establecer la verdad era un fin en s mismo.
150
La verdad dijeron, no tiene necesidad de ser justificada por la adecuacin a un objetivo superior. Es simplemente la verdad. Debe ser servida y no servir. Quienes dejaron constancia de estos hechos, se sentan llamados por los muertos: recordadlo todo y contadlo; no solamente para combatir los campos sino tambin para que nuestra vida, al dejar de s una huella, conserve su sentido. Un sobreviviente relat: tenamos tanto miedo de pasar desapercibidos, miedo de desaparecer sin que se notara nuestra existencia, nuestro combate, nuestra muerte (pp. 103-104). Me pregunto: estaremos aqu nosotros tratando de servir a la verdad?, cules son las huellas que de estas chicas debemos preservar a fin de no permitir que su existencia nos pase desapercibida?, habremos cumplido con el deber de recordarlo y contarlo todo para que su existencia conserve su sentido? Todorov aade: observando, guardando todo en la memoria, transmitiendo todo ello a los dems, se combate la inhumanidad. Comprender escribe Germanie Tillon es una profunda vocacin de nuestra especie, uno de los motivos de su aparicin en la escala de la vida. Saber, y hacer saber, es una manera de seguir siendo humano (p. 104). Otro de los puntos en que durante mucho tiempo se ha centrado la curiosidad acerca del fenmeno de los campos, es saber si quienes los operaron eran individuos especialmente enfermos, particularmente desviados. La mayor parte de las respuestas que han dado los sobrevivientes es que slo una minora lo era. Los monstruos existen pero son demasiado poco numerosos para ser verdaderamente peligrosos; los que son realmente peligrosos son los hombres comunes. Predominaban los conformistas, aquellos que estaban listos a servir al poder con tal de preservar su bienestar personal, as como aquellos que estaban prestos a cumplir las rdenes por ms que stas contradijeran los principios humanos ms elementales. Si solamente los guardianes se hubieran dejado llevar por sus instintos! lamenta un sobreviviente, pero no, ellos cumplan el reglamento (p. 131). Si ms tarde estas acciones pudieron ser juzgadas como crmenes en contra de la humanidad, fue porque, aun estando de acuerdo con las normas vigentes, contradecan profundamente las mximas no escritas que se sobrentienden en las ideas mismas de derecho y de humanidad. Me pregunto: y los asesinos de estas chicas no sern acaso tambin hombres ordinarios acostumbrados a conducirse de manera conformista de acuerdo con los dictados de un orden social que todava no hemos sido capaces de descifrar?, qu clase de orden ser se que les permite matar impunemente y
151
con tanta saa a mujeres indefensas?, cul ser el cdigo de valores que ese orden revela?, cmo es que estos hombres han llegado a tal estado de deshumanizacin? De nueva cuenta Todorov nos da una pista: la explicacin no debe buscarse en las caractersticas del individuo sino en las de la sociedad que les imprime tales imperativos categricos. La explicacin, nos dice, deber ser poltica y social, no psicolgica o individual. En el caso que nos ocupa, sin embargo, habr que rastrear tanto las caractersticas del orden social en el que la muerte de estas chicas ha tenido lugar, as como las de orden psicolgico e individual, dado que, a diferencia de los crmenes de guerra, los de las mujeres no se hallan legitimados por las rdenes del Estado. Otra experiencia que fue frecuente en los campos de concentracin es que quienes trabajaban all, residan cerca o tenan familiares entre los guardias, preferan no darse cuenta de lo que ocurra y no enterarse o hablar de lo que, por otra parte, era inocultable. Algunos sobrevivientes han dado cuenta de los distintos procedimientos que cada quien usaba para no tener que enfrentar la realidad. Me pregunto: y cules sern los argumentos que a s mismos se habrn dado quienes teniendo frente a s la realidad de las muertes de estas chicas no han colaborado para que se conozca la verdad? Como aade Todorov: Estar en posicin de saber y evitar saber te hace directamente responsable de las consecuencias (p. 144). No es enemigo solamente aquel que te mata, sino tambin el que es indiferente no ayudar es tanto como matar, es la misma cosa (p. 156). Otro argumento que con frecuencia emplearon los responsables de los campos es que no haban sido los nicos sino que otros haban hecho cosas semejantes, lo que de alguna manera los exculpaba. De este modo y mientras que las vctimas constataron que los verdugos eran a menudo gentes comunes, lo que haca que ellos tambin se sintieran culpables, los verdugos, por su parte, descubrieron con euforia que si eran como los dems, entonces eran inocentes. Me pregunto: los verdugos de estas chicas tambin se sentirn confortados al pensar que no han sido los nicos, que hay otros que han obrado igual que ellos?, qu condiciones hacen posible que los hombres se consideren de esta manera libres de responsabilidad, exonerados? Pero el autor aclara que decir que los verdugos son seres humanos como nosotros no nos permite en modo alguno deducir que todos nosotros somos
152
vctimas o asesinos. Esto sera tanto como borrar de un plumazo la culpabilidad de unos y el sufrimiento de los otros y renunciar a toda pretensin de justicia. Los unos y los otros no son de naturaleza diferente, es cierto, pero la justicia castiga o debe castigar a aquellos que han infligido daos a sus semejantes. Lo que s deja muy en claro es el papel cmplice de quienes, conociendo estos hechos, han preferido no actuar. Para que el mal se realice dice, no es suficiente que se produzca la accin de algunos; hace falta todava que la gran mayora est a su lado, indiferente En este sentido, todos somos culpables. El mal no es accidental, est siempre ah, disponible, listo a manifestarse; es suficiente no hacer nada para que suba a la superficie. El bien, por su parte, agrega, se preserva hasta en las circunstancias ms desesperadas; por tanto, no hay razn ni para resignarse al cinismo ni para complacerse en ilusiones ingenuas (p. 166). Sobre el papel de quienes, conociendo esta clase de hechos, deciden callar, relata que la esposa de un antiguo comandante a cargo de uno de los campos rindi aos despus su testimonio acerca de cmo poda convivir con alguien que era responsable de tantas muertes. La mujer respondi que slo poda hacerlo tratando de ignorar lo que ocurra, procurando no formular preguntas y queriendo convencerse de que, como le explicaba su esposo, l slo se ocupaba de la administracin y no de las ejecuciones. La mujer aadi que todo ello le pareca necesario para poder conservar la existencia de su familia as como para poder preservar la razn. De ah que el autor seale que, con base en estas experiencias, todo parece indicar que se cree lo que se quiere y no lo que se ve. Me pregunto: los familiares de quienes han dado muerte a estas chicas pensarn u obrarn de la misma manera que la mujer del comandante? Es decir, habrn preferido ni siquiera imaginar el dolor de los familiares de las chicas muertas? Como ha dicho el mismo autor, el dolor de otros nos deja fros si para remediarlo debemos renunciar a nuestra tranquilidad (p. 161). En fin, aunque podra seguir mencionando un sinnmero de enseanzas que de acuerdo con Todorov podemos extraer de situaciones humanas lmite como los campos de concentracin, prefiero terminar aqu no sin antes insistir en que, por todo lo antes dicho, no podemos descansar hasta conocer toda la verdad de los hechos relacionados con la muerte de estas mujeres y no podemos descansar hasta que todos los responsables hayan sido presentados ante la justicia y hayan respondido por sus actos dentro del marco de la ley. Mientras ello no ocurra, las mujeres cuya memoria pretendemos honrar no
153
podrn descansar en paz y su vida no podr recuperar su sentido. Cuando lo logremos, podremos decir que su muerte no habr sido en vano, que su sangre habr contribuido a construir una sociedad mejor; una sociedad donde las mujeres no tengan por qu ser objeto de tanta violencia, tanta sinrazn.
BIBLIOGRAFA (PNUD) PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO. (1998). Desarrollo humano en Chile. 1998. Las paradojas de la modernizacin. Santiago de Chile. TODOROV, T. (1993). Frente al lmite. Mxico, Siglo XXI.
6. El maltrato no visible
ACERCA DE LA VIOLENCIA CONYUGAL Y SU REPERCUSIN EN LA AUTOESTIMA DE LA MUJER1

Teresa Fernndez de Juan2
Hace ms de una dcada, los estudiosos Gelles y Straus comentaron, en base a su experiencia: Es ms probable que a usted le asalten, golpeen o le asesinen en su propio hogar y por alguno de sus familiares queridos, que en otro sitio y por cualquier otra persona.3 Esta increble aseveracin mantiene una triste vigencia en nuestros das, lo cual explica la urgente necesidad de sacar a la luz y ocuparse seriamente de la problemtica que se vive en el interior de tantos hogares. Al respecto, Graciela Ferreira (1991), cuando apuntaba su carcter secreto y soslayado para las investigaciones y teoras psicolgicas, aduca que ello podra atribuirse a la dificultad por vencer la resistencia al tema que oponan las creencias sociales o culturales. stas sostienen que la familia es como un santuario pleno de amor y cuidado para sus integrantes (p. 25).4 Y aada: Hace todava menos de 20 aos que se tipific a la violencia domstica como un fenmeno psicosocial, que por sus caractersticas exiga constituirse en un objeto de estudio especializado, para que diversas disciplinas pudieran llegar a su investigacin, explicacin y tratamiento (p. 26).
Este trabajo forma parte de un proyecto investigativo en proceso. Doctora en Psicologa e investigadora del Departamento de Estudios de Poblacin de El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, B. C. 3 Cit. por J. Garza y cols., 1995. 4 Como plantean Oliveira y Salles (1989: 11-36) al referirse a la importancia de las redes de relaciones entre grupos domsticos: Los lazos de colaboracin y cohesin no deben mistificarse, se trata de relaciones llenas de ambivalencia: la solidaridad coexiste con los conflictos, la violencia fsica y psicolgica.
2
[157]
158
1. DEFINICIN Y EFECTOS DE LA VIOLENCIA CONYUGAL La violencia domstica se refiere a toda forma de abuso fsico, verbal y/o psicolgico que tenga lugar en las relaciones entre los miembros de la familia, en el cual la dinmica de poder es una de sus caractersticas comunes.5 Aunque sus manifestaciones abarcan tambin el maltrato infantil (sin lugar a dudas el ms impactante ejemplo, y que no se excluye en el abuso sexual intrafamiliar), el maltrato a personas ancianas y a discapacitados, la violencia CONYUGAL es la que presenta mayor impacto y con caractersticas crecientes dentro de la conciencia comunitaria (Corsi, 1994b), siendo el tipo de violencia estadsticamente ms frecuente6 en todas partes del mundo (Ferreira, 1992)7 por lo que existe una gran necesidad de contar con recursos para generar propuestas tanto psicolgicas como sociales, e incluso polticas. En estas situaciones de abuso que se producen de forma cclica y creciente entre los miembros de la pareja, el 75 % de los casos corresponde a maltrato hacia la mujer, y la intensidad de su dao vara desde el insulto hasta el homicidio (Corsi, 1994). Sus vctimas van presentando una debilitacin de sus defensas psicolgicas, lo cual se traduce en un incremento de los problemas de salud (enfermedades psicosomticas, depresin, etctera) y una marcada disminucin en el rendimiento laboral (ausentismo, dificultades en la atencin, etctera); amn de que los nios y adolescentes testigos de esta situacin suelen a su vez padecer de trastornos de conducta escolar y dificultades en el aprendizaje (Corsi, 1994; Duarte, 1993). Con respecto a este punto, la Comisin Interamericana de Mujeres (CIM) de la OEA redact un anteproyecto para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, en tanto sta constituye una violacin a los Derechos
5
El psiclogo Jorge Corsi, Director de la carrera de especializacin en Violencia Familiar en Buenos Aires, aclara que: La utilizacin de las distintas formas de violencia intrafamiliar abuso fsico, emocional o sexual supone el empleo de la fuerza para controlar la relacin, y habitualmente se ejerce desde los ms fuertes hacia los ms dbiles. Es por eso que la violencia es entendida como un emergente de las relaciones de poder dentro de una familia (Corsi, 1994: 30). 6 En realidad pensamos que otros tipos de maltratos, como especficamente el caso de los nios, debe estar alcanzando cifras muy alejadas de las estimadas estadsticamente. Partimos de que este tipo de maltrato no suele ser denunciado por los padres (aun por el no maltratador, en caso que as fuera) y mucho menos por el propio nio victimizado. 7 En el caso de Mxico tambin se estiman las tasas de violencia domstica contra las madres de familia con una variacin de entre 20 y 75 % (lvarez, [s. f.]: 129).
159
Humanos del gnero femenino. A los efectos de esta Convencin se entender como violencia domstica aquella en la cual el sujeto activo es el cnyuge o la persona con quien la mujer sostiene o ha sostenido relaciones maritales de manera estable, o relaciones ntimas independientemente de la denominacin jurdica previa por la legislacin del estado o cualquier otra persona de parentesco, de consanguinidad ascendiente o descendiente, hermanos o afines, segn la legislacin interna de cada Estado, sin perjuicio que el agresor y la persona sujeta a violencia compartan la residencia legal o no... (cit. por Maier, 1992: 46). En cuanto a la definicin amplia de violencia se incluye el menoscabo a su seguridad, a su personalidad, a su capacidad fsica y mental, y a su autoestima. Este documento designa mecanismos dentro de la estructura de la OEA para hacer intencionalmente responsable al Gobierno por las prcticas de violencia contra el gnero femenino (cit. por Maier, 1992). Por otro lado, como plantean Florinda Riquer, Irma Saucedo y Patricia Bedolla (1996: 27), hay que tomar en cuenta que la violencia, no siendo una enfermedad, guarda relacin con el deterioro de la salud, ms all de las lesiones que provoca, y que por su relevancia dentro de la morbimortalidad de Mxico, debera tener un lugar prioritario como problema sanitario. Se debe construir un esquema y una prctica mdica en la que los problemas de salud no sean nicamente las enfermedades, ni los mdicos y las instituciones de salud los principales protagonistas. Sus estadsticas indican que la mayora de los casos se dan entre mujeres en edad reproductiva que, segn muestran estudios de acceso a servicios, tienen algn contacto con estas instituciones. Por ello, el primer paso para atacar el problema sera que estas identificaran la violencia como una variable que debe registrarse y analizarse, para enfrentar una problemtica que, siendo social, representa finalmente un problema de salud pblica (pp. 46 y 60). En este sentido se destaca cmo sus efectos pueden ser devastadores para diferentes aspectos de su bienestar fsico y mental. Adems de causar lesiones, la violencia lleva a que aumente el riesgo a largo plazo de la mujer a desarrollar otros trastornos como dolores crnicos, discapacidad fsica, uso indebido de alcohol y drogas y depresin (la cual ya se reconoce como un importante problema de salud en todo el mundo).8 Las mujeres con una histo8 T. Ustun, 1999, cit. en Population Reports, 1999: 19). Incluso hay autores que, adems de ratificar que la depresin suele aparecer en muchas mujeres a consecuencia del estrs que produce una relacin destructiva, acompaada de sntomas como la cefalea o fibromeabulia,
160
ria de maltrato fsico o abuso sexual tambin enfrentan un riesgo mayor de embarazos involuntarios, infecciones de transmisin sexual y resultados adversos del embarazo (Population Reports, 1999; Gutirrez, [s. f.]; Heise, 1994; Melissa y cols., 1998). Numerosos estudios refieren que las mujeres que en algn momento sufrieron situaciones de abuso corren un mayor riesgo de desarrollar problemas en su vida (Koss, M., Koss, P. y Woodruff, 1991; Dickson y cols., 1999; McCauley y cols., 1997; Walker y cols., 1999; Heise, 1994), por lo cual se ha planteado que el ser vctima de violencia es un factor de riesgo por una variedad de resultados perjudiciales para la salud, que incluye no slo las lesiones fsicas inmediatas y la angustia mental, sino la contribucin a presentar mala salud en el futuro (Population Reports, 1999: 17; Burin, 1991; Heise, 1994). Cabe resaltar que las referencias no slo aluden desde el punto de vista fsico a las lesiones infringidas en el momento mismo del maltrato por parte de su pareja que en su forma ms extrema lleva incluso al fallecimiento, alcanzando en ocasiones hasta un 70 % como causa principal del deceso femenino a nivel mundial (Bailey y cols., 1997), sino a trastornos crnicos como los sndromes del intestino irritable y el de dolor crnico, problemas gastrointestinales, en las vas urinarias y enfermedades somticas, entre otros (Walker y cols., 1997; Corsi, 1992; Riquer, Saucedo y Bedolla, 1996; Population Reports, 1999). Incluso se plantea la existencia de un Sndrome de la mujer maltratada (Ferreira, 1992), caracterizado por un conjunto de sntomas que coinciden con los efectos tipo campo de concentracin, con trastornos emocionales (indefensin aprendida, terrores, angustias, miedos, apata, depresin, cambios bruscos de humor, ideas y tentativas suicidas, deterioro de la personalidad y minusvaloracin), psicosomticos (entre el conjunto se encuentran las cefaleas, lceras, trastornos del sueo, anemia, inapetencia, hipertensin) y dficit en el rea interpersonal. Se seala que la violencia es una causa de muerte e incapacidad entre las mujeres en edad reproductiva tan grave como todos los tipos de cncer y una causa de mala salud mayor que los accidentes de trnsito y la malaria combinadas (Heise, 1994, cit. por INEGI, 2001: 335).
colitis espstica y fibromialgia (Lammoglia, 1995), tambin mencionan estrs postraumtico y depresin entre algunos hombres maltratadores (Welland-Akong, 2001).
161
2. EL MALTRATO PSICOLGICO Por pavorosos que resulten las huellas y resultados del maltrato corporal, para muchas mujeres las consecuencias psicolgicas del abuso son an ms serias que los efectos fsicos en tanto esta experiencia destruye su amor propio y las pone en mayor riesgo de diversos problemas de salud mental (Population Reports, 1999; Burn, 1991; Heise, 1994). Existen reportes que destacan que la degradacin psicolgica les ha sido ms difcil de soportar que el abuso fsico, de forma que, producto del desequilibrio emocional ocasionado por este aun y sin la presencia de episodios de violencia fsica muchos psiquiatras han llegado a diagnosticar cuadros psicticos en sujetos que en realidad sufran las consecuencias de un maltrato psicolgico crnico (Corsi, 1994). Como ejemplos ms sobresalientes del dao emocional se encuentra la depresin, la ansiedad y las fobias (Cceres y Baloian, 1993; Heise, 1994; Corsi, 1992; Riquer, Saucedo y Bedolla, 1996; Cascardi y cols., 1995); el suicidio producto de la depresin subsiguiente a la situacin mantenida de maltrato y a la impotencia o terror ante la misma (Stark y Flitcraft, 1991, cit. por Valdez, 1998; Montao y cols., 1995); el llamado trastorno de estrs postraumtico (Koos, 1990, cit. por Valdez, 1998; Lammoglia, 1995; Vitanza, Vogel y Marshall, 1995), y el uso cada vez ms indiscriminado de alcohol y de drogas (Corsi, 1992; Miller, 1990, y Amaro y cols., 1990, cits. por Valdez, 1998) y hasta del hbito de fumar (Kilpatrick, D., y cols., 1995, cit. en Population Reports, 1999). El maltrato invisible, tal y como fue nominado y descrito por Marta Torres (2001), comprende, entre otras: Al asedio (todo lo que hace una persona para tener controlada a la otra). El abuso verbal (una de las formas ms comunes y que comprende desde los insultos, gritos, apodos y burlas sobre el aspecto fsico hasta el silencio condenatorio). (En este sentido retomamos la definicin de autores como Kirkwood [1999] y Ramrez [2000], que adems de la degradacin aaden aqu a la cosificacin, en tanto hace que la persona se sienta como un objeto sin valor, sin energa interna, sin recursos ni deseos.) Tambin se encuentran las amenazas (avisos de que le ser provocado algn dao, sea fsico, o sobre los hijos, internarlas, etctera). La intimidacin (infundir miedo a travs de ademanes agresivos, incrementando su dependencia; hacerle sentir que est demente, etctera. Comnmente se dirige con ese fin hacia una mascota o hacia objetos predilectos de la mujer).
162
El uso del llamado privilegio masculino (con lo cual tratan a la mujer como una sirvienta, ignoran sus opiniones, la comparan con otras mujeres, etctera). El aislamiento (mecanismo de presin emocional que le crea a la mujer un clima de inseguridad ya que la va alejando de toda su vida social y la deja a merced del agresor), el cual tambin se encuentra presente en La privacin (dificultad, a veces extrema, de resolver las demandas bsicas) en su aspecto social. Los componentes frente al abuso emocional incluyen del mismo modo una sobrecarga de responsabilidades (que supone un enorme gasto de energa para mantener diariamente la relacin, sin esfuerzo por parte de la pareja) y la distorsin de la realidad subjetiva (que implica una imposibilidad constante en la mujer para conciliar, finalmente, lo que ella percibe, con lo que su cnyuge o compaero sostiene; por lo que a la larga ella acaba cuestionando la validez de su visin del mundo) (Kirkwood, 1999). La violencia de tipo psicolgico9 consiste, por ende, en la mayora de los casos, en atentados contra la autoestima de la mujer, ridiculizndola, corrigindola en pblico, ignorando su presencia y sus opiniones, etctera, hasta llegar a ofenderla y denigrarla incluso en presencia de terceros. El bombardeo de crticas y de humillaciones por parte del agresor produce en la mujer una extrema desvalorizacin de sus capacidades (Cceres y Baloian, 1993: 23). Sin embargo, este padecimiento suele ser ocultado por la mujer en el entorno social, en el que el hombre violento puede mostrarse por dems como una persona equilibrada. Cabe sealar que aunque este fenmeno no puede ser comprendido solamente dentro del marco familiar y como un mero producto de las interacciones que se dan en l, sus otros factores interactuantes (entre los que se destaca con particular fuerza la ideologa acerca del gnero masculino y femenino imperante en la sociedad) son recibidos por cada individuo e internalizados de forma particular dentro de las relaciones del ncleo familiar. Cuando un nio ha sido no slo vctima directa sino tambin testigo de las humillaciones y castigos hacia su madre, esto no slo le genera disfunciones sino tambin el
De hecho en toda violencia fsica se encuentra adems la inclusin del maltrato de tipo psquico, ya que tiene repercusiones psicolgicas (Gutirrez, [s. f.]; Riquer, Saucedo y Bedolla, 1996).
9
163
aprendizaje de conductas a reproducir cuando conformen su propia familia,10 lo que incluye la respuesta de sumisin ante el maltrato por parte de la mujer, y la agresin por parte del hombre como una prerrogativa masculina que se constituye en la va aprendida de solucionar sus conflictos, descargar sus tensiones y mantener el poder. Es por tanto en el seno del hogar, y desde los primeros aos de vida, que se conforman las bases de la autoestima (que se refiere al valor que cada uno de nosotros se asigna como persona), la cual depende tanto de las interacciones tenidas a lo largo de la vida con las personas que nos son significativas, como del valor que la cultura le asigne al gnero al cual se pertenece (Daskal, 1994). La autoestima se convierte, como plantea Marcela Lagarde (2001: 29) en memoria y olvido de lo que hemos sido y de quin hemos sido. La propia consideracin o estima personal, como amor propio, est bsicamente constituida por las percepciones, pensamientos y creencias ligados a deseos, emociones y afectos fundamentales sentidos sobre uno mismo, sobre su propia historia, experiencias importantes ya vividas y tambin de las fantaseadas, imaginadas y soadas (Lagarde, 2001: 28-40). Y es importante resaltar que nuestra confianza o las ideas sobre nosotros afectarn directamente tanto nuestros sentimientos como nuestro comportamiento (Field, 1994).
3. AUTOESTIMA Y VIOLENCIA CONYUGAL a) Relacin entre ambas Desde el punto de vista terico y a partir de experiencias psicoteraputicas, son varios los autores que refieren la enorme influencia del factor autoestima dentro de la relacin mujer maltratada-hombre maltratador. Corsi (1994), al referirse al alto porcentaje de contextos violentos en las familias de estas futuras parejas, destaca que: En el fondo, hay un factor comn a quienes han sufrido situaciones de violencia en la infancia, sean hombres o mujeres: la baja autoestima. Pero, por efectos de la socializacin de gnero se manifiesta de manera distinta segn el sexo: en las mujeres incrementa los sentimientos de indefensin y culpabilidad; en los hombres activa mecanismos de sobrecompensacin que los llevan a estructurar una imagen externa dura (p. 58).
10
Ver M. Cristina, 1988.
164
La mujer acepta consciente o inconscientemente que la desvalorizacin femenina es algo natural, debido a lo que socialmente se establece que es, lo cual explica su respuesta reiterada de subordinacin en este tipo de relacin (Oliveira, 1989: 37). Por otro lado, como planteaba Dohmen (1992: 65): La violencia es una forma de control que se apodera de la libertad y la dignidad de quien la padece. El maltrato intrafamiliar es una de las manifestaciones que refleja la dominacin masculina y la subordinacin femenina. El abuso es una conducta que efectiviza un grave descenso en la autoestima, impidiendo el desarrollo de la persona como un sujeto independiente. Como sealara Heise (1994: 40): Los actos de violencia y su tcita aceptacin social constituyen un recordatorio constante para las mujeres sobre su bajo valor. E inclusive aade (Heise, 1989, cit. por Duarte, 1993: 71): la imagen que tiene una mujer de s misma es crucial, incluso para reducir la mortalidad infantil y el control de la fertilidad; y el maltrato domstico la socava. Los estudios sobre violencia conyugal sealan que la culpabilidad y la baja autoestima son rasgos caractersticos de las mujeres maltratadas (Riquer, Saucedo y Bedolla, 1996). Ferreira (1992: 175-179) plantea incluso que la carencia principal de las mujeres que permiten estas prcticas radica precisamente en su autoestima, por su alto grado de desvalorizacin cargado de condiciones de menoscabo de la propia persona, incorporadas a su personalidad como secuela de una crianza en la cual no se reconocan sus logros, encontraban defectos en todo lo que hacan, la educaron bajo roles de pasividad y subordinacin, o tuvo como madre una figura dominante que anul al padre del cual la nia sinti lstima y se identific con su rol de perdedor, entre otros condicionantes. Todo ello suele llevrselas la posicin psicolgica de negar sus posibilidades de desarrollar una vida autnoma e independiente y hasta considerarse responsables de la agresin de la que son objeto (Larouche, 1978, cit. por Dohmen, 1994; Baloian, 1993), creyendo que nunca podran valerse por s mismas (Corsi, 1994). Por lo que estas mujeres necesitan ante todo de un proceso en el que puedan desarrollar y fortalecer su autoestima y su autonoma (Dohmen, 1994: 86). Por su parte, el hombre violento tiene una imagen muy negativa de s mismo. Se siente y describe como desvalido, miserable y fracasado como persona, aunque pueda ser un exitoso como profesional, la pobre opinin que tiene de s mismo coexiste con sus actitudes amenazantes y omnipotentes y se va reafirmando con cada acto de violencia, le tiene gran miedo a la posible
165
superioridad de la mujer cuando la compara con l y sus sentimientos de inseguridad e insignificancia (no se cree valioso como para despertar amor) se equilibran con actos de violencia, aun cuando stos no lo liberan de su desvalorizacin (Ferreira, 1992: 219). Corsi (1987, cit. por Surez, 1994: 142) analiza que entre los factores especficos que permiten entender el problema de los hombres golpeadores hay que considerar que entre sus principales caractersticas se encuentra su percepcin de que su autoestima y su poder se encuentran permanentemente amenazados y, ante la sospecha de la prdida de control, intentan retomarlo a travs de la fuerza, mostrando una actitud externa autoritaria que oculta su debilidad interior. Tambin explica (Corsi, 1992: 32) que como la autoestima de estos hombres se sustenta en su capacidad de conquista y dominio sexual, la contrapartida requerida es la sumisin de la mujer; para lograrla o mantenerla, a menudo ellos recurren incluso a la violencia fsica. Del mismo modo, Dutton (1988, cit. por Surez, 1994: 143) los caracteriza con bajo nivel de autoestima, y comenta que diversos estudios describen el ataque a la esposa como una estrategia de reduccin de tensin, aprendida en la familia como un lugar seguro para agredir sin recibir respuesta... La ansiedad, la culpa y la humillacin se expresan mediante la violencia. b) Primeros resultados de exploracin emprica A pesar del consenso en resaltar la baja autoestima como un problema recurrente dentro de las relaciones de maltrato en la pareja, no encontramos reportes de su medicin y por tanto constatacin emprica (ni en el contexto de Mxico en particular ni de modo internacional).11 A esto debemos aadir que si bien se reconoce que sta no se evidencia en todas las esferas de accin o conductas del individuo, no se presenta algn estudio tendiente a determinar las reas que resultan particularmente afectadas en relacin directa con este proceso, que resultaran las ms importantes a enfatizar tanto para un programa de prevencin como dentro del propio proceso psicoteraputico. Por otro lado, los estudios sobre el abuso de la pareja ntima estn an en sus etapas iniciales, por lo que se dispone de pocos datos comparables sobre el abuso psicolgico y sexual infringido (Population Reports, 1999). En el caso de Mxico en particular, no es hasta fines de 1999 cuando el INEGI lleva
11 En este sentido hemos venido desarrollando algunas aproximaciones al tema (como son las encontradas en Fernndez [2000] y Fernndez [2001]).
166
a cabo el primer esfuerzo orientado a investigar los actos de violencia que se presentan en los hogares a travs del levantamiento de la Encuesta de Violencia Intrafamiliar (ENVIF) (en INEGI, 2001), siendo no slo el nico hasta la fecha, sino que adems est restringido a la poblacin del Distrito Federal.12 y 13 Tambin es dable sealar que la medicin de este fenmeno reviste una serie de dificultades inherentes a su propia complejidad, como son el hecho de que el tema se considere privado y cause cierta incomodidad al ser preguntado y la posibilidad en la entrevistada del surgimiento de sentimientos como los de negacin, vergenza y culpa. Es importante tomar en cuenta adems que cualquier levantamiento de la informacin implica una intervencin que requiere una previsin tica sobre sus implicaciones entre los informantes (INEGI, 2001). Por otro lado, muchas mujeres que viven en estas situaciones no son conscientes de la agresin que sufren, debido a que los roles de gnero que predominan en la sociedad no los sancionan, por lo que en muchas ocasiones los mismos profesionales tienen dificultad para detectar estos casos, excepto por situaciones en las cuales las lesiones son evidentes (Riquer, Saucedo y Bedolla, 1996). Esto ha conllevado, por un lado, al poco nmero de casos de estudio reportado a nivel mundial, y a la utilizacin de tantas muestras de estudio que slo comprendan a mujeres, y por mayora que han sido agredidas y acudan a determinadas instituciones a denunciar pblicamente su problemtica, lo cual, adems incide en el estrato socioeconmico de referencia (clase baja o media), pues son los de escasos recursos los que suelen concurrir a estas instituciones (Bolain, 1993). Nuestra experiencia investigativa (an en proceso)14 parte de un estudio que se realiza en una muestra de alrededor de 300 parejas mexicanas residenAunque debemos sealar el aporte del INEGI en una investigacin desarrollada por Brgida Garca y Orlandina de Oliveira (2000) para explorar elementos de dinmica familiar, que inclua algunos aspectos de violencia domstica, en un estudio comparativo entre mujeres y hombres de las ciudades del propio Mxico y de Monterrey. 13 Existen, no obstante, otros estudios realizados en Mxico, todos ellos aplicados slo a mujeres y que por mayora solan ser las que acudan a los centros de salud para solicitar sus servicios (como el de 1990 en ciudad Nezahualcyolt; en 1991 en Michoacn; en 1994 en San Miguel de Allende, Guanajuato; en 1995 por iniciativa de COVAC); en otros casos su procedencia eran investigaciones de salud (en 1992 en el estado de Jalisco) y estudios como el desarrollado en Monterrey y Guadalajara en 1996 (con mujeres alguna vez casadas o en unin libre) y el reportado en Chiapas en 1998 en 40 mujeres ladinas. 14 Si bien aqu presentamos las tendencias ms generales, en estos momentos nos encontramos estudiando otras variables que pudieran intervenir en diferentes aspectos de la autoestima de la mujer maltratada y de su pareja.
12
167
tes en la ciudad fronteriza de Tijuana, Baja California, de las cuales un tercio presenta situaciones de maltrato conyugal y el resto interviene como muestra control. La escolaridad comprende hasta el nivel universitario, con un descenso proporcional al estrato socioeconmico de pertenencia, si bien debe apuntarse que los sujetos de los estratos bajos presentan mayor escolaridad que en el resto del pas, aspecto que coincide con lo sealado por Ojeda (1997). Entre los instrumentos de medicin utilizados15 se encuentran la Prueba de Autoestima General de Coopersmith (ver Lara-Cant, 1993, sobre su validacin en Mxico) y el Test de Vite (1990), que analiza la autoestima segn su comportamiento en las diferentes reas que la comprende.16 En cuanto al porcentaje encontrado en Tijuana, sus primeros resultados apuntan a que aproximadamente un 10 % de las parejas de esta ciudad que cohabitan juntas y que tienen al menos un hijo en comn17 presentan problemas de maltrato conyugal, y de ellas la mayora procede de los estratos medio y bajo.18 Tomando en cuenta que la puntuacin obtenida en la Prueba de Autoestima General se basa en la respuesta del propio sujeto ante distintas afirmaciones que describen la forma en que se siente estimado por los otros, y la importancia que atribuye a este hecho, las tendencias psicolgicas que encontramos sealan que, en lo que las parejas donde no existe maltrato conyugal presentan mayoritariamente una elevada autoestima, en aquellas en las que existe una relacin de maltrato sta desciende
Nos referiremos slo a ellos por ser los que se utilizaron para estos primeros avances que presentamos. Pero tambin contamos con una entrevista inicial que meda distintos datos sociodemogrficos, as como un cuestionario de violencia conyugal aplicado slo a las mujeres, para delimitar ambos grupos. 16 Para descripcin de su prueba, ver Vite, 1990. sta consiste en una escala tipo Lickert, la cual mide como reas: antecedentes familiares de la autoestima, su dependencia social, autoestima y autoconcepto negativos, la autoestima como progenitor y su dependencia social, la autoestima como pareja, como trabajador/a, y, en el caso de las mujeres, su autoestima como amas de casa y su dependencia social; en los hombres, su autoestima derivada de su participacin en las tareas del hogar. 17 Elemento que fue un requisito de la investigacin efectuada. 18 Esto no implica que en las clases o estratos altos no se den situaciones de maltrato conyugal, ya que reportes teraputicos plantean todo lo contrario pues, aun y con reservas, acuden a consultorios privados, sino ms bien pensamos se relacione con que las mujeres pertenecientes a esta clase son las que ms suelen ocultar su situacin (quizs por su temor a perder su posicin, entre otras posibles causas).
15
168
bruscamente y es sustituida por una autoestima media, sobre todo entre las mujeres violentadas (ver cuadro 1). Esto apunta no slo a destacar cmo ambos miembros de la pareja con violencia presentan una valoracin inferiorizada con respecto a los que no presentan situaciones de maltrato lo cual coincide con lo reportado tericamente por autores como Corsi (1994), Ferreira (1992), Dohmen (1994), Lagarde (2001), Field (1994), Riquer, Saucedo y Bedolla, 1996) y Torres (2001), sino que adems presenta a las mujeres como las que arrastran un peor concepto de s mismas. Ante la interrogante de que si estas mujeres comenzaron la relacin de violencia con tan baja autoestima de base, o si su descenso corresponde nicamente a su relacin de pareja, se compararon las distintas reas de autoestima segn la prueba de Vite, haciendo especial hincapi en lo que referan como antecedentes familiares de autoestima (que refleja justamente la percepcin que tienen sobre cmo fueron valoradas en la infancia por parte de sus padres) (ver tabla 1).
CUADRO 1 Autoestima general

Mujeres (Grupo control) Mujeres (Grupo con violencia)
Hombres (Grupo control)
Hombres (Grupo con violencia)
Baja
Media
Alta
169
TABLA 1 Comparacin por reas mujer maltratada vs. mujer control
Al comparar las tendencias mostradas con relacin a las reas estudiadas, notamos que las mujeres maltratadas presentan los antecedentes familiares ms bajos de toda la muestra estudiada, lo que implica que se sintieron poco estimadas por su familia de origen. La pobre imagen que mantienen de s mismas se aprecia a travs de un decrecimiento notable en el resto de sus reas, que incluyen un descenso cualitativo en su autoestima como madres, quizs por presentar el conflicto de reconocer en muchos casos que deben poner fin a la situacin por la que estn atravesando tambin sus hijos, pero a la vez no poder terminar con esta unin destructiva. La poca valoracin recibida en el seno de la familia de origen parece, por tanto, desempear un papel importante. Varios autores coinciden en sealar cmo en su infancia suelen haber sido mujeres maltratadas o testigo del sufrimiento de una madre golpeada, de donde aprendieron el rol pasivo y el sometimiento a la violencia, adems de considerar que se era el trato lgico que merecan. Con ello no intentamos devaluar en absoluto la importancia que en este proceso asume el papel tradicionalmente dominante adjudicado al ejercicio masculino, sino slo resaltar la concordancia genrica en este aspecto en lo que concierne a su permisibilidad por parte de muchas mujeres. Otra rea que se muestra particularmente daada es la que describe su percepcin en la relacin de pareja, la cual no hace otra cosa que debilitar an ms su autoestima de base, pues como consecuencia del abuso las mujeres quedan cada vez ms vulnerables, angustiadas, aterradas, deprimidas y con la autoestima en un descenso cada vez mayor.
170
En este sentido es interesante el que un nmero tan elevado de mujeres maltratadas haya tomado conciencia de esta situacin al expresarlo en las pruebas realizadas, ya que en muchos casos ocurre que la mujer, aun siendo la vctima crnica de estas relaciones, sienta vergenza (o miedo) de lo que pasa y no se anime a hablar ni a denunciar esta situacin. De hecho resulta muy difcil que las mujeres terminen la relacin con el agresor, y no slo por el miedo o la dependencia emocional que ste les produce. Tambin existe en muchas ocasiones repercusiones de la enseanza patriarcal a partir de la cual la subordinacin es patognomnico de ellas, pensando que si aguantan todo mejorar maana ya que se sienten en gran parte responsables de la armona y el buen desenlace de la relacin (lo cual se agrava en muchos casos con las expresiones de luna de miel que en ocasiones se suceden luego de un acto de alta agresin, con la cual el victimario parece arrepentido de su conducta). Es interesante adems que, como apunta Torres (2001), tambin el hombre infla su propia autoestima en un proceso artificial pero a su vez depende de la subordinada para mantener esos sentimientos de poder y grandeza, por lo cual cada uno depende del otro para satisfacer las necesidades originadas en el desequilibrio de poder (p. 174). Por todo ello resulta imprescindible no slo insistir en la conveniencia de un modelo parental adecuado y de una educacin que mantenga niveles de autoestima elevados, sino tambin en la importancia de transformar los estereotipos de gnero, donde el desequilibrio de poder es el caldo de cultivo en el cual surgen las relaciones abusivas (Corsi, 1998). Hay que tomar conciencia, como plantea Ferreira (1998), de que la enorme poblacin la constituyen no slo las mujeres, sino los hijos que se hallan en estas situaciones de riesgo fsico y psquico, los cuales multiplicarn en el futuro las experiencias de vctimas y victimarios. Por otra parte, tambin es necesario sealar que sta no es slo una lucha de las mujeres por sus derechos como seres humanos, sino tambin responsabilidad de los hombres, por lo que, si bien dijo Einsten que es ms fcil dividir un tomo que destruir un prejuicio, la necesidad de construir una pareja ms feliz en un futuro no lejano, bien vale el esfuerzo.
BIBLIOGRAFA LVAREZ, J. [s. f.]. El enfermo mental recluido en Mxico: aspectos epidemiolgicos y sociales, en Tiempos de violencia. Mxico, UAM-Xochimilco.
171
BAILEY, J. y cols. (1997). Risk Factors for Violent death of Women in the Home, en Archives for Internal Medicine, 157(7). BALOIAN, I. (1993). Mitos y creencias comunes acerca de la violencia intrafamiliar, en Violencia intrafamiliar; una problemtica social. Apuntes para el Seminario de Capacitacin a Funcionarios Pblicos. Santiago de Chile, Instituto de la Mujer, julio-agosto. BURN, M. (1991). El malestar de las mujeres. La tranquilidad recetada. Buenos Aires, Paids. CCERES, A. e I. BALOIAN. (1993). Cmo detectar casos de violencia intrafamiliar, en Violencia intrafamiliar; una problemtica social. Apuntes para el Seminario de Capacitacin a Funcionarios Pblicos. Santiago de Chile, Instituto de la Mujer, julio-agosto. CASCARDI, M. y cols. (1995). Characteristcs of Women Physically Abused by their Spouses and Who Seek Treatment Regarding Marital Conflict, en Journal of Consulting and Clinical Psychology, 63(4). CORSI, J. (1992). Abuso y victimizacin de la mujer en el contexto conyugal, en Ana Mara Fernndez (comp.), Las mujeres en la imaginacin colectiva. Buenos Aires, Piads. . (1994). Una mirada abarcativa sobre el problema de la violencia familiar, en Violencia familiar. Mxico, Paids Mexicana. . (1994b). Presentacin, en Violencia familiar. Mxico, Paids Mexicana. . (1998) Abuso y victimizacin de la mujer en el contexto conyugal, en Violencia domstica. Cuernavaca, Cidhal, Prodec. CRISTINA, M. (1998). La mujer golpeada, en Violencia familiar: mujer golpeada. Seminario, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Argentina. DASKAL, A. (1994). Permiso para quererme. Reflexiones sobre la autoestima femenina. Mxico, Paids Mexicana. DICKSON, L. y cols. (1999). Health-Related Quality of Life and Sympton Profiles of Female Survivors of Sexual Abuse, en Archives or Family Medicine, 8(1). DOHMEN, M. (1994). Abordaje interdisciplinario del sndrome de la mujer maltratada: proceso secuencial, en Violencia familiar. Mxico, Paids Mexicana. DUARTE, P. (1993). Violencia y salud de la mujer: consecuencias emocionales del maltrato hacia las mujeres dentro del hogar, en Maternidad sin riesgos en Mxico. Mxico, WVAC.
172
FERNNDEZ, T. (2000). Autoestima y violencia conyugal: resultados preliminares entre parejas residentes en la Frontera Norte (Tijuana), en Mara Elena Ramos (ed.), Desafos de la Frontera Mxico-Estados Unidos. Mxico, Universidad de Monterrey. (Col. UDEM) . (2001). Caractersticas de la autoestima en la mujer maltratada y en el hombre violento, en Memorias del Foro de Anlisis de las Fronteras. Ciudad Jurez. FERREIRA, G. (1991). La mujer maltratada. Buenos Aires, Sudamericana. . (1992). Aportes a la investigacin y tratamiento de un problema social, en Hombres violentos, mujeres maltratadas. Buenos Aires, Sudamericana. . (1998). Una mujer desvalorizada, en Violencia familiar: mujeres golpeadas. Seminario, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Argentina. FIELD, L. (1994). Aprende a creer en ti. Manual prctico de autoestima. Mxico, Ocano. GARCA, B. y O. DE OLIVEIRA. (2000). Nuevos datos sobre las relaciones intrafamiliares en la ciudad de Mxico y Monterrey: visiones masculinas y femeninas, en Memorias de la IV Reunin Nacional de Investigacin Demogrfica en Mxico. Mxico, Somede. GARZA, J. y cols. (1995). Maltrato intrafamiliar: problema de salud pblica, Revista Higiene. rgano oficial de la Sociedad Mexicana de Salud Pblica, vol. III. Mxico, enero-mayo. GUTIRREZ, A. (s. f.). Gua bsica de apoyo a mujeres que viven una relacin de violencia domstica. Santiago de Chile, Centro de Salud Elosa Daz, Corporacin de Desarrollo de la Mujer La Morada. HEISE, L. (1994). Violencia contra la mujer: la carga oculta sobre la salud, en Mujer, salud y desarrollo. Washington. INEGI. (1999). Violencia intrafamiliar. Encuesta. Documento metodolgico y resultados. Aguascalientes. . (2001). Violencia intrafamiliar, en Mujeres y hombres en Mxico. Aguascalientes. KIRKWOOD, C. (1999). Cmo separarse de su pareja abusadora. [Espaa], Granica. KOSS, M. P., P. G. KOSS y W. WOODRUFF. (1991). Deleterius Effects of Criminal Victimizationon Womens Health and Medical, en Archives of Internal Medicine. LAGARDE, M. (20001). Claves feministas para la autoestima de las mujeres. Madrid, Horas y Horas.
173
LAMMOGLIA, E. (1995). El tringulo del dolor: abuso emocional, estrs y dolor. Mxico, Grijalbo. LARA-CANT, M. (1993). Validez y confiabilidad del Inventario de Autoestima de Coopersmith para Adultos en Poblacin Mexicana, en Revista Latinoamericana de Psicologa, vol. 25. Mxico. MAIER, E. (1992). La mujer frente a los Derechos Humanos, en Revista Poltica y Cultura, nm. 1. Mxico, UAM-Xochimilco, Departamento de Poltica y Cultura, otoo. MCCAULEY, J. y cols. (1997). Clinical Characteristcsof Women with a History of Childhood Abuse: Unhealed Wounds, en Journal of the American Medical Association, 277(17). MELISSA, N. y cols. (1998). Quin no tiene problemas en la vida? Un paso ms en la investigacin de la violencia conyugal en Chiapas, en Estudios Sociales, vol. VIII, nm. 16. Mxico, julio-diciembre. MONTAO, S. y cols. (1995). Las cifras de la violencia: violencia domstica registrada en Bolivia (IVR-Mujer). La Paz, Bolivia, Subsecretara de Asuntos de Gnero, agosto. OJEDA, N. (1997). Algunas contradicciones en el perfil sociodemogrfico de las mujeres en la Frontera Norte de Mxico, en Cuadernos de Trabajo. Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte. OLIVEIRA, O. de. (1989). Subordinacin y resistencia femeninas: notas de lectura, en L. Gmez, L. (1989). Trabajo, poder y sexualidad. Mxico, El Colegio de Mxico. OLIVEIRA, O. de y V. SALLES. (1989). Acerca del estudio de los grupos domsticos: un enfoque sociodemogrfico, en Grupos domsticos y reproduccin cotidiana. Mxico, Miguel ngel Porra / UNAM / El Colegio de Mxico. POPULATION REPORTS. (1999). Para Acabar con la Violencia contra la Mujer, vol. XXVII, nm. 4, diciembre. (Serie L, 11) RIQUER, F., I. SAUCEDO y P. BEDOLLA. (1996). Agresin y violencia contra el gnero femenino: un asunto de salud pblica, en Mujer: sexualidad y salud reproductiva. Mxico, Population Council / Edamex. SUREZ, S. (1994). Masculinidad y violencia. El trabajo con hombres violentos, en Violencia familiar. Mxico, Paids Mexicana. TORRES, M. (2001). La violencia en casa. Mxico, Paids Mexicana. VALDEZ, R. (1998). Violencia domstica. Cuernavaca, Cidhal, Centro para Mujeres; Programa de Educacin y Cultura, Centro de Documentacin Betsie Hollants.
174
VITANZA. S., L. VOGEL y L. MARSHALL. (1995). Distress and Symptoms of Posttraumatic Stress Disorder in Abused Women, en Violence and Victims, 10(1). VITE, S. (1990). Antigedad laboral y su relacin con la autoestima de la mujer, en Revista Mexicana de Psicologa, vol. 7, nm. 1-2. Mxico. WALKER, E. y cols. (1999). Adult Health Status of Women HMO Members with Histories of Childhood Abuse and Neglect, en American Journal of Medicine, 107(4). WELLAND-AKONG, C. (2001). Componentes culturales de tratamiento para los inmigrantes mexicanos violentos contra la pareja, en Los rostros de la violencia. Mxico, El Colegio de la Frontera Norte.
LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER. UNA VIOLENCIA QUE SE EXPANDE1

Rosalba Robles Ortega2
RESUMEN Los casos registrados de menores maltratados y/o abusados en Ciudad Jurez cada vez son ms frecuentes y graves. Este abuso y/o maltrato puede ser emocional, fsico, psicolgico y/o sexual. Algunas estadsticas muestran que este maltrato y/o abuso es ejercido principalmente por parte de la madre. Lo que viene a ser un dato comn si se toma en cuenta que hasta hoy, socialmente, ha sido la madre la responsable de la crianza, cuidado y educacin de los hijos, por lo tanto es tambin quien pasa la mayor parte del tiempo con el hijo/hija. Sin embargo existen factores de fondo que inciden o subyacen dentro de la problemtica del maltrato infantil, los cuales son analizados en este trabajo desde el enfoque de gnero en donde es posible encontrar explicaciones de este maltrato y/o abuso a los/las menores, ms all de los referentes mdicosclnicos (alcoholismo, farmacodependencia, conductas patolgicas). Por lo tanto, este trabajo plantea la resignificacin de los procesos socioculturales, polticos y econmicos que aqu y ahora implican ser mujer/madre.
El presente trabajo es parte de la investigacin llevada a cabo para obtener el grado de Maestra en Ciencias Sociales para el Diseo de Polticas Pblicas, titulada El maltrato infantil, una problemtica social de mujeres/madres en Ciudad Jurez, Chihuahua, de 1995-1998. sta fue presentada en la Universidad Autnoma de Ciudad Jurez, Chihuahua, en septiembre de 1999. 2 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Autnoma Metropolitana, en Ciudad Jurez, Chihuahua. Especialidad en Estudios de la Mujer.
[175]
176
INTRODUCCIN El desarrollo regional acelerado en Ciudad Jurez, Chihuahua, ha surgido en trminos de la instalacin del capital trasnacional bajo programas3 como la Industria Maquiladora de Exportacin (IME), el cual ha captado la gran cantidad de mano de obra desempleada local, adems de la de otros estados del pas con grandes tasas de desempleo (Almada, 1990). Esto no slo ha provocado que los flujos migratorios aumenten hacia esta ciudad, sino que adems con ello han surgido cambios drsticos dentro de las estructuras sociales, polticas y econmicas de la localidad. Es debido a la confluencia de gentes, acciones, smbolos y significantes, que surgen y se generan en un espacio geopoltico especfico, el entramado de relaciones diferenciadas de poder, cobijado por una estructura urbana en donde el crecimiento demogrfico ha refigurado otras y nuevas necesidades, tanto objetivas como subjetivas. Este entramado de relaciones sociales se hacen visibles y patentes en el actuar cotidiano y en el quehacer social que entre hombres y mujeres surgen (Foucault, 1976). La violencia domstica4 ha estado siempre presente en todas las sociedades,5 pero no es sino hasta hace algunos aos (en la dcada de los setentas) que cobra importancia como problemtica social a atender, cuando defensores de grupos discriminados sacan a la luz pblica la violencia sufrida por sus vctimas. Una de las formas que toma el ejercicio de la violencia domstica es el maltrato infantil. ste, sin ser algo novedoso, se ha ido conformando como una de las problemticas sociales ms importantes en nuestra ciudad (Jurez, Chi-
3 Es el Programa de Industrializacin Fronteriza del Ejecutivo Federal el que foment y alent la instalacin de maquiladoras a lo largo y ancho de la franja fronteriza, especficamente en esta ciudad, proporcionando las facilidades para su ubicacin y localizacin. 4 Esta categora es tomada de la definicin que Jorge Corsi (1994) hace de sta, afirmando que la violencia domstica alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las relaciones entre quienes sostienen o han sostenido un vnculo afectivo relativamente estable. ste es el caso de quienes viven y comparten un espacio considerado casa u hogar, an no siendo consanguneos. 5 F. Rosemberg (1999) afirma que la violencia ha sido caracterstica de todos los tiempos y todas las sociedades, aunque bajo diferentes formas, y que en los tiempos contemporneos significa: sujecin, subordinacin, dominacin, imposicin, arbitrariedad, fragmentacin, autoritarismo, y fuerza entre otras posibles definiciones. Esto ha originado diferentes tipos de violencia social entre ellos, la violencia domstica.
177
huahua), manifestndose bajo diferentes aspectos como son el maltrato fsico, psicolgico y sexual. Este maltrato y/o abuso se presenta de manera creciente dentro de los hogares de las propias vctimas. La manifestacin de dicha violencia en aumento puede ser observada en las denuncias de maltrato y/o abuso a menores6 que en la Procuradura de Defensa del Menor y la Familia7 se reciben diariamente. El cuadro que sigue da muestra del continuo aumento durante los aos investigados. CUADRO 1 Ao 1995 1996 1997 1998 Total Nm. de casos registrados 201* 325* 356* 267* 1,149*
Fuente: Datos proporcionados por la PDMF, sacado de los Libros de Registro de Internos. * Este nmero no representa una disminucin de las demandas o casos registrados, tiene que ver con que un solo expediente puede representar a 1, 2, 3, 4, 5 y hasta 6 menores.
El maltrato infantil, como una forma de la violencia domstica, tiene as un origen sociocultural que le antecede, y en donde ambos, padre y madre, se encuentran implcitos en una problemtica de gnero y poder, por ser principalmente las madres quienes se encuentran directamente involucradas. Lo que es posible que as suceda, debido a la estrecha relacin que existe entre la estructura familiar y la construccin de gnero en nuestra cultura local.
Las denuncias se realizan ante la Procuradura de Defensa del Menor y la Familia, ya sea telefnica o personalmente. En la mayora de los casos el medio utilizado es el telfono, debido a que de esta forma quien hace dicha denuncia puede permanecer en el anonimato. El o la denunciante puede ser un familiar, un vecino/a y, en ocasiones, es la misma pareja del perpetrador/ra del abuso. 7 En la actualidad el nombre de la institucin mencionada es el de Procuradura de Defensa del Menor, la Mujer y la Familia. Sin embargo, aqu se conserva el anterior porque cuando se realiz la investigacin que se presenta el nombre institucional era como aparece.
6
178
Abordar la problemtica mencionada es ahondar en los procesos sociales y culturales que estn dando como resultado madres violentas. Algo que se manifiesta en el continuo incremento del ndice de maltrato a los y las menores, segn reportes y estadsticas anuales de la Procuradura de Defensa del Menor y la Familia,8 nica institucin oficial en la cual el maltrato y/o abuso hacia los y las menores se encuentra registrado como tal.9 Es necesario resaltar que la problemtica de maltrato o abuso infantil al igual que la violencia domstica no son nicos ni exclusivos de un solo sector social, de un prototipo de mujeres y/o menores, o de las personas denunciadas y presentadas ante la Procuradura, sino que algunos sectores no son denunciados y en otros no se ha manifestado. Pero esta violencia se encuentra latente en toda la sociedad en su conjunto. En este trabajo falta mencionar muchos de los trabajos literarios ya realizados y que proporcionan datos, ideas, as como diferentes hiptesis sobre el tema. Slo menciono alguna bibliografa, no por restar importancia a las contribuciones existentes en este campo, las cuales son relevantes y abundantes, sino por presentar algunos de los hallazgos del trabajo emprico realizado y que me parece importante compartir. Esto con la idea de contrastar dichos hallazgos con los supuestos que existen referentes a estas mujeres que maltratan o abusan de sus hijos/hijas, y que son catalogadas y estigmatizadas como mujeres violentas, malvadas, enfermas y anormales. Todo esto sin buscar o ahondar en una explicacin desde el enfoque de gnero, a la continua y permanente violencia de que son vctimas las mujeres, as como a la resistencia que oponen al desconstruir la categora de madre socialmente establecida, en la conformacin de nuevas subjetividades femeninas.
La Procuradura de la Defensa del Menor y la Familia, en coordinacin con Desarrollo Integral de la Familia (DIF), es la institucin encargada de prevenir y preservar el bienestar social, psicolgico y legal del menor y la familia, y a la cual en adelante nos referiremos a sta nicamente como Procuradura. 9 En la actualidad, en esta ciudad se cuenta con la Fiscala Especial de Delitos Sexuales y contra la Familia, agencia que inicia sus labores a partir de 1998 a peticin de las Organizaciones No Gubernamentales locales, con el fin de que se investigue y se procure la justicia para todos los delitos.
179
1. EL PROBLEMA DE SER MUJER, VISTO POR MUJERES

[...] la complejidad de un hecho la diferencia sexual es sobre el cual se construye el gnero en un doble movimiento: como una especie de filtro cultural con el que interpretamos el mundo, y tambin como una especie de armadura con la que constreimos nuestra vida. Marta Lamas
A partir de los aos sesentas es que surgen las primeras teoras feministas y, con stas, la palabra gnero comienza a ser empleada en su forma ms literal y seria para referirse a la organizacin social de las relaciones entre los sexos. Utilizada as dicha palabra, como una categora de anlisis, se hace patente el rechazo al determinismo biolgico que se ha manifestado bajo los trminos de sexo o diferencia sexual, para nombrar as las diferentes construcciones sociales que entre hombres y mujeres se dan (Scott, 1996). Sin embargo, hoy su acepcin ms reciente y simple dentro de muchos de los crculos polticos, cientficos e intelectuales, de dicha categora de gnero, es sinnimo de mujeres. Lo anterior ha representado una forma menos parcial, a la vez que ms objetiva, para identificarse cientficamente con una terminologa, dentro de las ciencias sociales. Algo que pone de manifiesto una legitimidad acadmica y la no existencia de dos esferas separadas la de los hombres y la de las mujeres, sino una sola que incluye a las dos, en tanto que coexisten en un mismo espacio (Scott, 1996). Estas teoras feministas en su inicio estuvieron orientadas principalmente hacia los discursos patriarcales10 por dos razones importantes, la agresin y la opresin de estos discursos hacia las mujeres, as como la exclusin de stas dentro de dichas discusiones (Gross, 1995). Esto da muestra de cmo el gnero y la violencia han caminado de la mano.
10 Marcela Lagarde (1997: 52) denomina a las sociedades patriarcales como el orden social genrico de poder que guardan las sociedades en donde los hombres figuran como dueos y dirigentes del mundo, y en el centro del orden mencionado, dominando el entorno y asegurando la supremaca de lo masculino sobre las mujeres y lo femenino. Por lo que dichas sociedades originan discursos masculinizados en los cuales figura la supremaca de los hombres como grupo dominante.
180
Los discursos patriarcales daban explicacin de las desigualdades sociales creadas entre hombres y mujeres, pero partan slo del anlisis de clase y etnia, sin tomar en cuenta el gnero. Esto resultaba insuficiente para explicar dichas diferencias sociales y polticas, dentro de la estructura social, poltica, cientfica y metafsica de los sistemas tericos patriarcales, en donde lo ideolgico representado por medio de la cultura tiene y adquiere relevancia en contextos muy especficos como es lo local. Marcela Lagarde (1992) entre otras como M. Lamas (1996), M. Zimbalist (1979), N. Charadow (1973) y J. Scott (1992), en su anlisis social y cultural sobre la condicin de gnero,11 aduce que existen varios ejes centrales sobre los cuales gira dicha condicin, apareciendo como el principal la sexualidad, debido a que es sta, precisamente, una especializacin desarrollada como condicin de gnero y en torno a la cual se organiza el modo de vida. Ya que si bien todos estamos dentro de la categora universal de seres humanos, antes que seres humanos, somos hombre o mujer. De ah que como sujetos sociales especializados en un cierto tipo de sexualidad reproducimos otros seres (Lagarde, 1992). Con esto podemos inferir las diferentes formas en que cultural y socialmente no slo biolgicamente, se es capaz de reproducir la condicin genrica basada en una sexualidad asignada primero, pero apropiada despus. Lo anterior culturalmente se constituye en una violencia estructural,12 que histricamente ha sido enfrentada por las mujeres dentro de las sociedades patriarcales desde la construccin subalterna de su sexualidad (Ferreira, 1989). La consideracin estriba en una construccin de la masculinidad existente y asentada sobre una base de poder fsico desarrollado para la intimidacin,13 y
11 Es preciso remarcar que las diferencias establecidas a partir del gnero son expresiones de poder que interactan y constituyen las relaciones sociales que entre los individuos surgen. De ah que Joan Scott manifieste: el gnero es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el gnero es una forma primaria de relaciones significantes de poder (1996: 289). 12 La definicin de violencia estructural toma forma especfica cuando se hace referencia a una red de relaciones sociales e instituciones que constituyen el marco social cambiante y actuante en un sistema socio-poltico-econmico, esto segn F. Rosemberg (1999). En este caso acudo particularmente a dicha conceptualizacin para explicar la sujecin o subordinacin que implica la violencia ideolgica en s, cuando hablamos de la perspectiva de gnero como una problemtica cultural que es necesario abordar desde la violencia intrafamiliar. 13 Me parece pertinente citar a M. J. Izquierdo, quien afirma: Cuando decimos que los hombres ejercen la violencia fsica, a lo que nos estamos refiriendo es a que es ms probable que la usen y que lo hagan con xito. En primer lugar, porque el hombre es ms fuerte que la
181
otra de poder econmico y poltico asumido como necesario para el desarrollo de una vida pblica que tiene que ver directamente con la produccin y lo pblico. Existen caractersticas comunes a los varones sobre el uso de la violencia, stas son desarrolladas desde la sexualidad diferenciada en relacin con las mujeres. Una de ellas es el uso de la fuerza fsica sobre alguien ms dbil, que en este caso son los y las menores, y las mujeres. Otra caracterstica es la presin psicolgica que llevan a cabo los hombres hacia las mujeres por ser ellos quienes socialmente poseen la legitimidad para ejercer la autoridad dentro de las diferentes estructuras sociales (la familia, la iglesia, la escuela, etctera), a partir de la diferencia sexual. Se establece as el sentido ertico de la violencia, porque si bien sta no tiene sexo, se puede decir que en la violencia existe el sexo en tanto que son mujeres las mayormente vulnerables de ser violentadas, y son los hombres quienes, tambin mayormente, ejecutan la violencia (Izquierdo, 2000).
2. UNA CONDICIN DE MUJER, QUE CONDICIONA LA MATERNIDAD La violencia domstica en Mxico, al igual que en otros pases como Estados Unidos, y particularmente en esta ciudad (Jurez, Chihuahua), se ha convertido en una grave problemtica social durante los ltimos aos, en donde las principales victimas de dicha violencia son los y las menores, as como las mujeres (Rosemberg, 1999; Gelles, 1990). Esta violencia no haba sido reconocida como problema social y pblico hasta que el maltrato o abuso infantil toma importancia y sale del closet, debido al involucramiento en dicha problemtica de organismos defensores de grupos marginados. En esta ciudad, los medios de comunicacin masiva comienzan a publicar hechos continuos de maltrato infantil como noticia pblica y de inters general. Ejemplo de ello como fueron los siguientes encabezados, slo por mencionar algunos: Rescatan a dos menores del maltrato de su madre.14 La acusan de torturar a su hijo.15
mujer, en segundo lugar, porque la negacin de la violencia fsica por parte de las mujeres es caracterstica del proceso de construccin de la identidad de gnero (2000: 77). 14 Armando Rodrguez, Rescatan a dos menores de maltrato de su madre, en El Diario de Jurez. Ciudad Jurez, 09/01/1999. 2b, 1b. 15 Araly Castan y Armando Rodrguez, La madre se excusa, la nia lucha por su vida, en El Diario de Jurez. Ciudad Jurez, 10/01/1999. 3c, 2c.
182
Muy grave la pequea maltratada. Desamparo y carencia de amor.16 La madre se excusa, la nia lucha por su vida.17 Los continuos sucesos y la gravedad de los casos propiciaron el cuestionamiento hacia algunas actitudes asumidas social, pero sobre todo polticamente ante el maltrato infantil, como son: a) la no prevencin, b) una aceptacin general de la violencia, y c) la negacin de la misma, tanto institucional como individualmente. Actitudes que no resuelven sino que perpetan dicha violencia, y que se vuelven factores favorables para el maltrato infantil. Esto, antes de ser considerado y analizado como un tipo de violencia domstica, y convertirse en una problemtica social, era, y an lo es en muchos casos, considerado como un tipo de disciplina o castigo que los padres y madres pueden ejercer sobre los hijos legtimamente. De ah que para dar respuesta a la interrogante de cul es la relacin que guarda el maltrato infantil con la problemtica de gnero?, haya sido necesario abordar la problemtica desde un contexto local, y un marco sociocultural muy especfico como lo es el de esta localidad (Ciudad Jurez), a partir de los casos registrados18 en la Procuradura de Defensa del Menor y la Familia, en donde la condicin genrica de las mujeres se pone de manifiesto en tanto que son las madres quienes, primero, son las mayormente demandadas; segundo, son quienes responden ante la institucin, independientemente de si son o no las agresoras;19 y tercero, son quienes se interesan por recuperar a los y las menores.
16 Araly Castan, Muy grave, la pequea maltratada. Desamparo y carencia de amor, en El Diario de Jurez. Ciudad Jurez. 29/09/1998. 3c, 7c. 17 Martn Orquiz, La acusan de torturar a su hijo, en El Diario de Jurez. Ciudad Jurez. 15/01/1997. 2b. 10b. 18 Hablar del incremento continuo del maltrato infantil me llev a realizar un anlisis estadstico de los casos registrados en la Procuradura, como parte de la metodologa. Para ello utilic el Programa Estadstico en Salud Pblica (EPIINFO), y de un universo de 1,149 casos registrados, se tom una muestra de 148 casos, que fueron revisados y analizados, proporcionando un grado de confiabilidad del 95 %. 19 Existe una construccin social en donde las mujeres aparecemos, sino como las nicas, si como quienes tenemos la mayor responsabilidad de la crianza, cuidado y educacin de los hijos/as (Lamas, 1994: 42-43). No es raro escuchar a la opinin pblica cuestionar cuando un menor es abusado, y en dnde se encontraba la mam?, cmo fue que la madre lo permiti?, o por qu no nada la mam? Estos cuestionamientos nos hablan de la responsabilidad social,
183
Sin embargo, y a pesar de ser las madres quienes aparecen con mayor incidencia de maltrato y/o abuso hacia los y las menores dentro de los registros de la Procuradura.20 Son los padres varones o los actuales compaeros de las madres quienes llevan a cabo los maltratos y/o abusos ms graves o drsticos en los casos de estos/as menores, pues en tanto que las mujeres/madres regaan, tiran del pelo, pellizcan, insultan o ignoran, los varones/padres golpean, muerden, fracturan, queman, provocan estados de coma, e inclusive llegan a la muerte. Los datos que se presentan en el siguiente cuadro muestran los diferentes tipos de maltrato y/o abuso que se ejerci sobre la muestra investigada, as como quien lo ejecut.
CUADRO 2 Diferentes tipos de maltrato con que se registr a los/las internos/as y los/as responsables
Causa de ingreso Omisin de cuidados: Descuido de la madre Descuido ambos padres Madres adictas y suicidas Padres adictos ambos Extraviados Abandono: Abandonados por la madre Madres detenidas 1995 1996 1997 1998 Total 564 223 113 38 21 169 250 113 46 % 45.3 17.9 9.0 3.1 1.7 13.5 19.8 9.0 3.6
52 29 02 03 21
48 29 10 06 60
67 32 17 05 47
56 23 09 07 41
34 20
39 14
23 04
17 08
institucional, pblica y, en muchas ocasiones, legal de que es depositaria la mujer, en cuanto al maltrato que comenten ellas en contra de los hijos/as, como del abuso que comenten otros contra los menores. 20 Esto al parecer es un patrn que se repite en otros contextos como lo es el caso de Espaa y Estados Unidos (Cantn y Corts, 1997; Gelles, 1990; Hoff, 1990), en donde se encontr que el 50 % de los casos reportados de maltrato infantil es efectuado por las madres, los padres son responsables del 20 %, y los padrastros o compaeros sentimentales de la madres lo son en un 10 %.
184
Padres detenidos Madres hospitalizadas Padres hospitalizados Maltrato fsico y/o psicolgico: Por parte de la madre Por parte del padre o padrastro Otros Abuso sexual: Abuso sexual Violacin Otros: Albergue provisional Controversia familiar Problemas de conducta Totales
23 02 01
22 08 00
10 06 01
14 02 02
69 18 04 167 89 56 22 59 35 24 209 91 83 35 1,249
5.5 1.4 .32 13.4 7.2 4.5 1.7 4.7 2.8 1.9 16.8 7.4 6.6 2.8 100
21 15 05
18 12 04
29 18 08
21 11 05
05 07
08 09
13 05
09 03
13 25 07 281
22 08 08 325
32 21 12 356
24 29 08 287
Fuente: Registros de los y las menores internos segn expedientes de la PDMF.
La descripcin del cuadro mostrado sobre los diferentes tipos de maltrato y/o abuso con el que se registr al o los y las menores que ingresaron a la PDMF durante los ltimos cuatro aos (1995-1998), nos muestra algunos datos interesantes con los cuales se pone de manifiesto la persona que mayormente incide en el maltrato y/o abuso, el tipo de maltrato y/o abuso diferenciado que cada cual utiliza y la cantidad en que cada uno de estos maltratos y/o abuso ha venido evolucionando.21 Se revisaron 1,249 casos. De stos el 45.3 % (564 casos) corresponden a omisin de cuidados; un 19.8 % (250) son casos de abandono; el 13.4 % (157) estn registrados como maltrato fsico y/o psicolgico; un 4.7 % (59) fueron asignados como abuso sexual y el 16.8 % (199) se registraron bajo la forma de otros tipos de maltrato. En ninguno de los rubros que aparecen bajo el concepto de Omisin de cuidados durante los cuatro aos existe el padre varn como responsable
Es importante hacer notar que las cifras slo corresponden a lo que se encuentra registrado, pero existen muchos ms que se suceden y no son denunciados y, por lo tanto, tampoco registrados.
21
185
nico, a diferencia de la madre, sino slo como corresponsable en los renglones de descuido de ambos padres y ambos padres adictos. El porcentaje que corresponde a estos dos grupos es un 10.7 % del total de registros que corresponde a 134 casos. Lo que hace figurar a la madre no slo como quien ms incide en esta categora de maltrato, sino adems como la figura responsable de este tipo de maltrato en los tres rubros restantes, siendo un total de 430 casos, con un porcentaje del 34.6 %. En el siguiente concepto referente al Abandono, el comportamiento de los datos es similar en cuanto a que tambin es la madre quien mayormente incide en este tipo de maltrato;22 haciendo un total del 19.8 % de los 250 casos en los cuatro aos investigados. La diferencia en el concepto mencionado es que aqu s aparece el padre como responsable directo de los rubros en cuanto a padres detenidos y hospitalizados, aunque el total es significativamente menor: 73 casos, que hacen el 5.8 %, al igual que en la categora anterior. Al llegar al concepto de Maltrato fsico y/o psicolgico se pudieron observar dos cambios significativos como es el que aqu, de 89 casos donde la madre aparece como responsable, el 5.7 % (71 casos) son de maltrato psicolgico como son los insultos, los gritos y la represin verbal, entre otros. Los 28 casos restantes, o sea el 2.3 %, estn reportados como estrujones y golpes fsicos. Sin embargo, bajo el mismo concepto, aunque nicamente se registraron 56 casos (el 4.5 %) por parte de los padres varones, son los mismos que aparecen como maltrato fsico: golpes contusos, fracturas y quemaduras de cigarrillo, entre otros. A la par de stos tambin surgen los insultos y los gritos, a reserva de los daos psicolgicos tardos, como lo son el temor, la vergenza, la depresin y algunos otros. En el cuarto concepto, que est tipificado como Abuso sexual, encontramos el abuso y la violacin, aqu el comportamiento de datos es parecido al inmediato anterior. Hay un total de 35 casos reportados especficamente como abuso, que viene a ser el 2.8 % del total de todas las categoras. El abuso esta referido principalmente a toqueteo y manoseo o a intentos de penetracin sobre las partes genitales y sexuales de los y las menores. En 32 de los 35 casos de abuso el 2.5 % fueron llevados a cabo por los padres y/o padrastros,23 en
22 Este rubro se encuentra bsicamente referido a la madre en tanto a que en la mayora de los casos registrados como abandono son recin nacidos dejados en basureros, iglesias, la calle, parques, etctera, y la hiptesis es que es precisamente la madre quien inmediatamente despus del parto lo abandona. 23 En la mayora de los casos registrados como abuso sexual por parte de los varones, cuando son los padres, o compaeros sentimentales de las madres, stos vivan en el hogar a la hora
186
tanto que los tres restantes son casos tipificados como felona, nias que fueron inducidas por la madre a la prostitucin. Como es posible observar en estos dos ltimos renglones a diferencia de las dos primeras categoras es el padre varn quien lleva a cabo los tipos de maltrato y/o abuso ms graves en contra de las y los menores, pues en la mayora de los casos los daos causados son irreversibles. Para finalizar podemos decir que los casos que aparecen bajo el concepto de Otros son situaciones en donde los menores han sido albergados provisionalmente por ser repatriados, y donde las madres solicitan dicho albergue por tener ellas que trabajar; por situaciones de indefinicin sobre quin es ms apto para el cuidado del menor en los casos de divorcios y/o separaciones; tambin se encuentran los y las menores llevados por los mismos padres/ madres para una rehabilitacin de la conducta. De los tres rubros mencionados slo en el primero 91 casos, que hacen el 7.2 % la madre es localizada como nica responsable, y en los dos posteriores que representan el 7.9 % o 99 casos ambos padres/madres figuran como corresponsables. Lo anterior me remiti al empleo de mtodos bsicamente cualitativos,24 como son las entrevistas y el trabajo con grupos focales. Esto a partir de considerar la importancia que adquieren los actores sociales dentro de las problemticas que emergen. De esta manera se llevaron a cabo cinco entrevistas a profundidad y seleccionadas segn: a) la gravedad del caso, y b) las formas diferenciadas de abuso o maltrato. El grupo focal25 se realiz con ocho mujeres con expediente abierto por maltrato en la Procuradura, y las cuales se autonombraron para colaborar en el mismo, durante ocho sesiones de dos horas a la semana.
del suceso registrado. En estos casos el menor es retenido y albergado por la Procuradura hasta comprobar que dicha persona ya no representa un riesgo para el menor, ya sea porque se fue del domicilio, de la ciudad, o fue castigado. En caso de seguir en el domicilio, la custodia del menor es otorgada a algn familiar cercano. Pero tambin es importante destacar que la mayora de estos casos de abuso sexual son reportados en la Fiscala de Delitos Sexuales y contra la Familia por ser la instancia que ejecuta legal y judicialmente el castigo a este delito. 24 Como ya antes lo mencion tambin se realiz el anlisis de una muestra de los casos registrados en la Procuradura durante los tres aos investigados (1995-1998), por lo que la metodologa incluye mtodos cuantitativos. 25 El objetivo de trabajar con el grupo focal fue no de conocer perspectivas individuales, que pueden estar juntas dentro de un grupo, sino lograr un grupo especfico dentro de esa colectividad que me permitiera una distancia flexible para participar, observar, describir e interpretar la problemtica asumida colectivamente de esta mujeres.
187
Es a travs del trabajo con este grupo focal que fue posible constatar los diferentes tipos de violencia que estas mujeres han sufrido durante y a lo largo de su vida y la cual se encuentra ntimamente relacionada con su condicin de gnero. De esta forma la violencia se introyecta y se culturiza como natural, por lo que se convierte en algo comn en la vida cotidiana. CUADRO 3 Distribucin porcentual de algunas caractersticas de la violencia contra la mujer Caractersticas Mujer violentada (n=13)* S No Perpetrador** de la violencia (n=11) Esposo Familiares del compaero Familiar (padres, hermanos, tos) Padrastro No familiar Tipo de violencia*** ejercida (n=13) Violencia emocional Violencia fsica Violencia sexual Cundo inicio la violencia La niez La adolescencia A partir de que se caso A partir del nacimiento del primer hijo/a
Fuente: Encuesta directa.
(N)
85 15
(11) (02)
38 23 76 30 08
(05) (03) (10) (04) (01)
100 54 23
(13) (07) (03)
46 31 15 08
(06) (04) (02) (01)
El clculo tuvo como denominador el que aparece entre parntesis, las cinco personas entrevistadas y las ocho del grupo focal.
188
Una misma mujer pudo haber sido violentada por ms de un perpetrador, por lo que el porcentaje no es igual al 100 %. Los tipos de violencia no son excluyentes. El porcentaje de violencia fsica y sexual est incluido en el de violencia emocional (100 %). Los resultados encontrados en el cuadro que antecede son por dems interesantes si consideramos que todas estas mujeres han sufrido en algn momento de su vida al menos uno de los diferentes tipos de maltrato (fsico, psicolgico y/o sexual). Y aunque dos del total de las trece mujeres con quienes se trabaj dijeron no haber sufrido ningn tipo de violencia, la deduccin final es que, efectivamente, el total de estas mujeres s han padecido la violencia intrafamiliar. Muchas de las mujeres, al desconocer que el coartar la autonoma y/o la libertad bajo ciertos mecanismos emocionales como pueden ser los celos y el enojo, y un control econmico sobre ellas, es un tipo de violencia emocional, asumen este tipo de violencia como una forma de ser de la pareja, a la que hay que aceptar porque as es. De ah la no identificacin, en muchas ocasiones, de cundo y en qu medida son violentadas. Como se muestra en el cuadro 3, a la pregunta directa de si ellas haban padecido algn tipo de violencia, el 15 % (dos) manifestaron que no, en tanto once aceptaron que s haban sido violentadas, lo que seal que el 85 % de estas mujeres s tenan experiencias de sufrimiento de violencia ejercida hacia ellas. Cuando se habl de quin era el perpetrador de la violencia sufrida, slo estas mismas once mujeres identificaron a uno o varios ejecutores, apareciendo como perpetradores: alguno de los familiares por parte de ellas26 con un 76 % (10 de las mujeres); enseguida, el esposo/compaero con un 38 % (cinco de ellas); mientras que los padrastros aparecen con un 30 %, o sea en cuatro de los casos; violentadas por familiares del esposo/compaero fueron el 23 %, tres casos; finalmente, slo una reporta a alguien que no es familiar como perpetrador, quedando este caso con el 8 %. Al abordar los tres diferentes tipos de violencia, cmo se podan identificar, y en lo que consistan, el 15 % de las mujeres, autoexcluidas de sufrimiento de violencia, inicialmente, manifestaron que efectivamente tambin ellas haban sido vctimas de la violencia, de esta forma se sumaron al 85 %
Aqu se identific como primer perpetrador de la violencia sufrida a la madre, al padre, algn hermano/a, to/a o abuelo/a. Por esta razn en muchos de los casos aparecen varios perpetradores dentro de la familia.
26
189
inicial, logrando con esto el total (100 %) de las mujeres (13) violentadas de la muestra. Por lo que aqu la violencia psicolgica obtuvo el 100 % figurando dentro de este rubro el total de las mujeres. Un 54 % dijo haber padecido la violencia fsica (siete de estas mujeres) y el 23 % (tres mujeres) manifest haber sufrido violencia sexual. El resto sufri de violencia emocional al ser insultadas verbalmente, desvalorizadas o ignoradas. Un 46 % de estas mujeres (seis) sufrieron la violencia en la etapa de la niez, siguiendo en relevancia la adolescencia con un 31 % (cuatro de ellas), lo que indica que algunas de ellas sufrieron la violencia durante y/o desde el noviazgo. Despus le sigue con el 15 % (en dos de los casos), la etapa de recin casados, y al final aparece el 8 % de mujeres (slo una) violentada al nacimiento del primer hijo. Como ya se mencion, las madres son quienes ocupan el primer lugar como quienes ejercen el maltrato a menores. Esta situacin es interpretada desde un enfoque sociocultural, que seala que estas madres que maltratan o abusan de los y las menores toman, si no como nico destino a la maternidad, si como la labor ms reconocida y valorada socialmente. Por lo tanto esto hace que tambin sea el espacio y las relaciones pertinentes en donde ellas pueden ostentar su poder la subalternidad (Rod, 1994). Son razones por las que es usual escucharlas decir: possi es mi hijo, por qu no le voy a pegar?; o tal vez: yo soy su mam y tengo derecho de corregirlo, o tambin: nadie ms que yo le puede ir a la mano, y yo sabr cmo. Estas mujeres encuentran justificacin a sus actos violentos porque aceptan y reproducen un discurso sociocultural legitimado en las sociedades patriarcales, que seala que son los padres y las madres quienes pueden y deben educar y corregir a los y las menores. Esto porque se identifica el uso de la violencia como medida correctiva y/o disciplinaria. Existe una funcin materna idealizada que encierra la imagen de un amor maternal esencial e inmutable que generalmente persigue el deber ser (Jimnez, 1994). En estas familias en donde la prctica del maltrato o abuso se da tanto en contra de los y las menores, como hacia las mujeres, han sido trascendidas de tal forma por procesos econmicos, polticos y socioculturales27
27 Hasta hace poco ms de 30 aos, localmente, las mujeres no habamos ingresado formalmente al mercado de la produccin, por lo que se consideraba que el papel femenino segua siendo exclusivamente el domstico, en tanto que los hombres eran los proveedores del mismo. stos eran los roles tradicionales en las familias, en la actualidad existe un alto porcentaje de familias monoparentales, lo cual rompe el patrn establecido de lo que se consideraba una familia (Gonzlez de la Rocha, 1997: 7-8).
190
que se complica encontrar los elementos con los que se identificaba lo que hasta hace pocos aos 30 ms o menos se consideraba una familia tradicional. Constancia de lo anterior es que las nuevas o actuales familias28 y particularmente las familias abordadas para la investigacin, no son familias en donde prevalezca, primero: el compromiso legalmente establecido por la ley del matrimonio, segundo: no son relaciones que hayan tenido una sola pareja, y tercero: en la mayora de las ocasiones (en el 80 % de los casos), las parejas actuales de las mujeres no son los padres biolgicos de los y las menores maltratados. Bajo estas caractersticas de familias no tradicionales se extiende en todos los estratos sociales, y a la vez se cerca sobre cada una de las familias, el ejercicio de violencia fomentada en una constante y contradictoria lucha cotidiana, sobre lo que social y pblicamente se dice que tiene que ser una familia, pero sobre todo una madre, en tanto que cotidianamente hay un enfrentamiento con una realidad que no corresponde a ese deber ser tan aludido. De esta forma, la cultura, a travs de la socializacin y una realidad dinmica, van formando y conformando esas nuevas subjetividades violentas, que no slo reproducen patrones de violencia aprehendidos, sino que tambin producen ejercicios de violencia como formas de resistencia ante la vulnerabilidad de que son objeto dentro de la estructura social, como es en el caso de las mujeres que abusan de sus hijos/as29 y que en este caso se presentan. Las caractersticas socioculturales, definidas como las aprehensiones socializadoras que tenemos integradas a nuestra individualidad, slo son detectables en la medida que se externan en acciones individuales logrando ser interpretadas en algn sentido y relacionadas en la cotidianidad con la vida social (Hoff, 1990). De ah la existencia de una complejidad que puede ser observada entre dos problemticas ntimamente relacionadas: la de gnero y el maltrato infantil, puesto que lo introyectado culturalmente trabaja en ambas problemticas,
28 Sobre nuevas jefaturas y estructuras familiares en Mxico, Orlandina de Oliveira (1994), as como M. Gonzlez de la Rocha (1997), tienen una investigacin muy amplia. 29 Mara Jess Izquierdo dice al respecto: Si recordamos la distinta fuerza fsica de hombres y mujeres, y aceptamos que el ejercicio de la violencia no es slo una cuestin de querer, sino, sobre todo, de poder, las mujeres ejercern la violencia con quien puedan: los hijos, los viejos dependientes, los enfermos (2000: 76).
191
desde una jerarquizacin establecida socialmente del poder como se muestra en las siguientes resoluciones acordadas durante el trabajo en el grupo focal: 1) Tanto las relaciones diferenciadas (dominacin/subordinacin), entre hombres y mujeres, as como la violencia dentro de la familia, es algo que consideran ntimo y muy propio. 2) Por ser el matrimonio y los hijos parte de lo natural femenino, por eso mismo les parece y lo aceptan como tal. As la violencia y/o la disciplina forman parte de estas relaciones. 3) Al pensar y creer en lo cultural como natural, se considera inamovible e irremediable, destino. 4) Por lo anterior slo se plantean dos alternativas ambas extremas, una, la resignacin; dos, un desafo en el que la violencia o el abuso son justificados y aceptados, tanto el que sufren como el que imparten.
3. ASPECTOS PARA REFLEXIONAR La problemtica de gnero, como construccin social que organiza las relaciones entre hombres y mujeres, se ha convertido en el detonante del maltrato o abuso infantil en esta localidad (Ciudad Jurez). Esto es debido a que dentro de las estructuras sociales, como lo es la familia, los grupos vulnerables siguen siendo los y las menores y las mujeres. El maltrato tanto a menores como a mujeres inscrito dentro de lo domstico, en muchos casos, se sigue considerando lo intimo, lo personal. Sin embargo es un problema con un entramado sociocultural, referido al sistema patriarcal en el que vivimos y que ha establecido relaciones de dominacin/ subordinacin, entre los gneros, esto ha coadyuvado a la reproduccin de una violencia estructural en donde el poder organizado jerrquicamente entre los varones de la familia permite que las y los menores y las mujeres sigan siendo los ms afectados. Tambin es necesario mencionar que el incremento de esta violencia en la ciudad ha estado precedida por los nuevos procesos econmicos y polticos a travs de los cuales las mujeres han ingresado al mercado laboral global y en el que la mujer ha sido insertada, pero no por ello integrada e incluida econmica, poltica y socialmente con las mismas oportunidades que los hombres. Esto favorece que la mujer siga sin ser parte integral de la esfera pblica y
192
poltica, por lo que se contina considerando su importancia con relacin a su condicin biolgica-reproductiva. Por lo anterior, podemos decir que tanto el maltrato infantil que ejerce la madre en contra de los y las hijos/as, as como la violencia que se ejerce en contra de ellas, obedece, ms que a un patrn de comportamiento, a una red de informacin sistmica que se tiende y establece sobre jerarquas de poder, en donde el sistema patriarcal acta y reproduce relaciones diferenciadas entre hombres y mujeres. De esta manera, an y cuando las autoridades pertinentes se han dado a la tarea de legislar y castigar a los y las ejecutores del maltrato infantil, y a pesar de la expansin fsica y operativa de instituciones encargadas de velar por el desarrollo integral de la familia, como puede ser el DIF, existe muy poca o nula operatividad y eficacia tanto por parte de las polticas pblicas establecidas como por parte de quienes las dictan y ejecutan, en tanto que se atiende no se previene una problemtica como es el maltrato infantil, mientras se siga ignorando otra, la de gnero.
BIBLIOGRAFA ALMADA, H. (1990). Las modificaciones en la estructura econmica productiva industrial de Chihuahua 1982-1988, en Nesis, nm. 4. Mxico, Universidad Autnoma de Ciudad Jurez. CANTN, D. Jo. y A. M. CORTS. (1997). Malos tratos y abuso sexual infantil. [Espaa], Siglo XXI. CHODOROW, N. (1993). Gender Personality and the Sexual Sociology of Adult Life, en Alison M. Jaggar y Paula S. Rothenberg, Feminist Frameworks (Third Edition), Alternative Theoritical Acconts of the Relations Between Women and Men. [Estados Unidos], McGrew-Hill. CORSI, J. (1994). Violencia masculina en la pareja. Una aproximacin al diagnstico y a los modelos de intervencin. Buenos Aires, Paids. FERREIRA, G. (1989). La mujer maltratada. Un estudio sobre las mujeres vctimas de la violencia domstica. Mxico, Hermes. FOUCAULT, M. (1998). Vigilar y castigar. Trad. de Aurelio Garzn del Camino. Mxico, Siglo XXI. (1a. ed. en francs, 1975; 1a. ed. en espaol, 1976.) Garca y de Oliveira (1994). Trabajo femenino y vida familiar en Mxico. Mxico, El Colegio de Mxico. GELLES, J. R. (1990). Domestic Criminal and Child Abuse, en Alan, W. Neil et al., Violence: Patterns, Causes, Public Policy. Nueva York, Free Press.
193
GONZLEZ DE LA ROCHA, M. (1997). Hogares de jefatura femenina en Mxico. Reflexiones sobre las distintas configuraciones familiares. IV Conferencia Iberoamericana sobre Familia. Colombia de Indias, Universidad Externado de Colombia, Centro de Investigacin sobre Dinmica SocialCIDS. GROSS, E. (1995). Qu es la teora feminista?, en Debate Feminista, nm. 12. Mxico, octubre. HOFF, L. A. (1990). Battered Woman as Surviviors. Londres / Nueva York. IZQUIERDO M., J. (1998). Los rdenes de la violencia: especie, sexo y gnero, en El sexo de la violencia. Gnero y cultura de la violencia. Barcelona, Icaria. JIMNEZ, D. M. (1994). La maternidad: terreno de lo conocido que abre al cuestionamiento, en Cecilia Talamante et al., Repensar y politizar la maternidad: un reto de fin de milenio. Mxico, Grupo de Educacin Popular con Mujeres, A. C. (GEM). LAGARDE, Marcela. (1992). Identidad y gnero. Material del curso ofrecido en abril de 1992 en el Centro Juvenil Olof Palme, en Managua, Nicaragua. . (1997). Gnero y feminismo. [Espaa], Cuadernos Inacabados. LAMAS, M. (1994). Maternidad: terreno de lo conocido que abre al cuestionamiento, en Cecilia Talamante et al., Repensar y politizar la maternidad: un reto de fin de milenio. Mxico, Grupo de Educacin Popular con Mujeres, A. C. (GEM). . (1996). La antropologa feminista y la categora de gnero, en Marta Lamas (comp.), El gnero: la construccin cultural de la diferencia sexual. Mxico, UNAM, PUEG / Miguel ngel Porra. ROD, A. (1994). El cuerpo ausente, en Debate Feminista, nm. 10. Mxico, septiembre. ROSEMBERG, S. F. (1999). Las formas que toma la violencia en el mundo contemporneo. Ponencia presentada en el Congreso de Violencia y Salud Pblica. Mxico, enero. SCOTT, W. J. (1992). El problema de la invisibilidad, en Carmen Ramos E. (comp.), Gnero e historia: la historiografa sobre la mujer. Mxico, Instituto Mora / UAM. . (1996). El gnero, una categora til para el anlisis histrico, en Marta Lamas (comp.), El gnero: la construccin cultural de la diferencia sexual. Mxico, UNAM, PUEG / Miguel ngel Porra. ZIMBALIST, M. (1979). Mujer, cultura y sociedad: una visin terica, en Olivia Harris y Kate Young (comps.), Antropologa y feminismo. Barcelona, Anagrama.
VIOLENCIA, GNERO Y LITERATURA. APUNTES PARA REFLEXIONAR

Mara Socorro Tabuenca Crdoba1
En toda figura representada se filtra un cdigo cultural que potencia ciertos rasgos o anula otros, razn por la cual la imagen flucta entre lo privilegiado y lo prohibido. Philippe Hamon Al cuerpo se le manipula, se le da forma, se le educa, obedece, responde, se vuelve hbil y multiplica sus fuerzas. Michelle Foucault If we do not comprehend the nature of sexual violence as it is mediated by racial, class, and governmental violence and power, we cannot hope to develop strategies that allow us eventually to purge our society of oppressive misogynist violence. Angela Davis
VIOLENCIA2 En los ltimos aos la violencia ha sido tema de inters creciente en diversas disciplinas y pases. Tal vez sea el hecho de que cada vez ms los medios de comunicacin nos invaden con imgenes que se repiten a lo largo y ancho
Doctora en Letras Latinoamericanas y Directora General Regional del Noroeste e investigadora de El Colegio de la Frontera Norte, en Ciudad Jurez, Chihuahua. 2 Estoy en deuda con Julia Monrrez Fragoso y la excelente seleccin bibliogrfica que sobre este tema pude consultar dentro de su proyecto de tesis doctoral en Ciencias Sociales por la UAM / UACJ: El feminicidio sexual y el proceso de violencia hacia las familias de las vctimas en Ciudad Jurez en la dcada de 1990.
1
[195]
196
de nuestro mundo. Bombardeos por distintos motivos en Palestina, Irlanda, Per, Afganistn, Cachemira, Yugoslavia, Espaa, Estados Unidos, etctera, penetran por nuestros ojos ya sea a travs de canales de televisin o de la prensa escrita. De igual forma se nos muestran ejecuciones callejeras en Mxico, Colombia, Italia, Sudfrica, Brasil y Bosnia, cuyas razones incluso encontramos justificables. Nuestra capacidad de asombro, ante la violencia de cualquier tipo, es cada vez menor. Nos sorprende saber que varios estudiantes, o ex marines, o vagabundos solitarios, o fanticos religiosos disparen contra algn grupo de gente en escuelas, restaurantes, centros comerciales, o que coloquen coches bomba en sitios estratgicos de las ciudades. Nos conmueve tambin el enterarnos de las vctimas de la pedofilia3 o de quienes han cado en manos de algn manitico o algn asesino serial. Sin embargo, la mayora de estos actos de violencia los olvidamos pronto o los archivamos en un sitio aparte en nuestra memoria, pues los percibimos como si formaran parte de un mundo ajeno al nuestro, a pesar de que muchas de nosotras circulamos diariamente por ciudades sabidas como inseguras,4 o nos dedicamos a culpar a las vctimas.5 La violencia se ha apoderado de nuestras sociedades a tal grado que a veces nos cuesta distinguir entre los actos violentos que se dan en las fronteras del mundo real y el mundo escolar, segn inscribe Marsha Lee Holmes6 cuando analiza la violencia en la cultura popular norteamericana y en sus clases de ingls en una preparatoria estadounidense. La violencia permea nuestras vidas a travs de los medios y de nuestra cotidianidad y, a pesar de que hoy en da las sociedad en general manifiesta cada vez ms y ms su molestia con respecto a dicha situacin e investiga sus causas y posibles soluciones,7 paradjicamente la sociedad misma se va
3
En el ltimo ao ha habido gran conmocin dentro y fuera de la Iglesia catlica dados los casos de sacerdotes pederastas. Sin embargo, mi percepcin es que como la actitud del Papa ha sido condenatoria con respecto a estos actos, las protestas y los castigos no han alcanzado la magnitud que tal vez hubieran podido tener. 4 Mi vida cotidiana deambula entre Ciudad Jurez y El Paso; entre Tijuana y San Diego. 5 La bibliografa sobre este tema es muy extensa; para darnos una idea de lo que sucede en Ciudad Jurez, ver de Julia Monrrez Fragoso, La cultura del feminicidio en Ciudad Jurez, 1993-1999, en Frontera Norte, nm. 23, vol. 12, enero-junio de 2000, pp. 87-117. 6 Marsha Lee Holmes, Get Real: Violence in Popular Culture and in English Class, en English Journal, vol. 89, nm. 5. Urbana, mayo de 2000, pp. 104-110. 7 Alberto Concha-Esatman, Urban Violence in Latin American and the Caribean: Dimensions, Explanations, Actions, en Susan Rotker (ed.), Citizens of Fear: Urban Violence
197
haciendo inmune a ella justificando, en sobradas ocasiones, a quienes la perpetran.8 La magnitud y las dimensiones de la violencia son considerables. Su ejecucin se lleva a cabo en la casa, en la escuela, en las calles, en el campo, en los lugares de trabajo y en las oficinas de gobierno. A decir de Alberto ConchaEastman:
Violence is exercised by the fathers who abuse, beat, and humiliate their wives and children; the youths who leave home and join gangs to robe, rape, assault, or kill; the members of organized crime who mug, assault, and murder; those who traffic in drugs [] especially in urban centers; the state and the police who violate human rights; the public functionaries who abuse of the rights of citizens soliciting their help; and, in extreme cases [] the guerrillas and the paramilitaries []. The conduct of corrupt politicians, leaders, and governors who are directly or indirectly enriched by the coffers of the state erode the ethics, norms, and the culture of coexistence (38).
Lo ms irnico de las palabras de Concha-Eastman es que todo ese ejercicio de la violencia en ocasiones no lo percibimos o no lo queremos ver pues es un acto generativo9 que nos afecta a todas en general ya sea consciente o inconscientemente.10 Nuestra exposicin a la violencia de distintos tipos es tan cotidiana que tendemos a normalizarla o a naturalizarla. Como casos especficos de esta normalizacin podra mencionar la violencia del Estado, la intrafamiliar, la de gnero, las que, por estar tan arraigadas y ser tan antiguas, en ocasiones nos resultan imperceptibles.
in Latin America. New Brunswik, Nueva Jersey / Cambridge, Universidad de Rutgers, 2002, pp. 37-54. 8 Generalmente el discurso del sentido comn justifica a los victimarios como locos, paranoicos, celosos, actu por instinto; para esta situacin ver en la compilacin de Rebeca E. Dobash y Rusell P. Dobash, Rethinking Violence Against Women. Thousand Oaks, California, Sage Publications, 1998, pp. 141-168. Adems, los interesantes artculos que se encuentran en Citizens of Fear (de Martha K. Huggins, State Violence in Brazil: The Professional Morality of Tortures, pp.141-151, y de Nancy Crdia, The Impact f Exposure to Violence in So Paulo: Accepting Violence or Continuing Horror?, pp. 152-186) nos explican las actitudes positivas que tienen los policas torturadores con respecto a su trabajo en el primero, y las percepciones y evaluaciones sobre la violencia urbana en general, en el segundo. 9 Tomo el concepto generativo de la idea de Paulo Freire sobre los temas generativos, es decir, que se van generando a travs de actos o actitudes y de alguna forma los hacemos nuestros consciente o inconscientemente. 10 M. Lee Holmes, op. cit., p.105.
198
En estos apuntes entender por violencia de gnero no slo a la definicin de las Naciones Unidas sobre la violencia contra las mujeres definida como every act of gender-violence that produces, or can produce, lesions or physical, sexual or psychological suffering. It includes the treat of such acts, coercion, or the loss of liberty, be it on public or private life,11 sino que tambin tomo en cuenta la violencia que se encuentra en la pornografa12 y en el discurso cultural.13 Esta ltima ms de las veces es invisible para muchos de nuestros ojos, pues est inserta en estereotipos, en palabras, en frases y en creencias ancestrales.
GNERO En su famosa frase la mujer no nace, se hace,14 Simone de Beauvoir pone en evidencia la creencia generalizada del discurso biologicista que divide a mujeres y hombres por la apariencia fsica: el sexo. Ya en 1935 Margaret Mead haba observado en tres sociedades de Nueva Guinea que el sexo y el temperamento eran construcciones culturales.15 Es decir, que cuando se habla
11 En L. L. Heise, J. Pitanguy y A. Germain, Violence Against Women: The Hidden Health Burden, en World Bank Discussion Paper, nm. 225. Washington, World Bank, 1994, p. 3. 12 Agrego sta como otra caracterstica no mencionada por la ONU y que incluye Jill Radford en su introduccin a Femicide: The Politics of Woman Killing, en la edicin de Jill Radford y Diana E. H. Russell, New Cork, Twayne Publishers, 1992, pp. 3-12. 13 Entiendo aqu por cultura principalmente a las implicaciones dadas por Freud en El malestar en la cultura, en Obras completas, vol. II. Madrid, Biblioteca Nueva, 1981, y por Clifford Geerts en La interpretacin de las culturas. Barcelona, Gedisa, 1989. En dichas obras se propone un mundo construido, no natural, en el cual la cultura lleva consigo el orden, la organizacin y el darle sentido a una realidad que por s misma carece de orden y sentido. 14 El segundo sexo. Mxico, FCE, 1953, p. 3. 15 Para un estudio ms profundo sobre las diferencias sexo/gnero, dentro de la extensa bibliografa se pueden ver, entre otros, a: Margaret Mead, Sexo y temperamento en las sociedades primitivas. Barcelona, Laia, 1981; Marta Lamas, La antropologa feminista y la categora de gnero, en Revista Nueva Antropologa, nm. 7, vol. 30, 1986, pp. 173-98; Marta Lamas, Usos, dificultades y posibilidades de la categora de genero, en La Ventana. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1995, pp. 10-61; Teresita de Barbieri y Shery B. Ortner, Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?, en Olivia Harris y Kate Young (eds.), Antropologa y feminismo. Barcelona, Anagrama, 1979, pp. 109-131; George Devereux, Institutionalized homosexuality of the Mohave Indians, en Human Biology, nm 9, 1937; Carol McCormack y Marilyn Strathern (eds.), Natural, Culture and Gender. Boston, Universidad de Cambridge, 1980; Mary Daly, Gyn/Ecology. The Methaethics of Radi-
199
de las oposiciones binarias naturales hombre/mujer, masculino/femenino, cultura/naturaleza, abierto/cerrado, oralidad/escritura, se trata de discursos culturales que tienen un impacto ideolgico en la humanidad. Dicho impacto le ha otorgado el status secundario a la mujer dentro de la sociedad [y] constituye un verdadero universal, un hecho pancultural.16 Fue en la dcada de los setentas en Estados Unidos que las feministas norteamericanas proponen y acuan la categora de gnero (gender), para diferenciarla y criticar la de sexo que hasta entonces se haba utilizado, como algo dado e inamovible que define especficamente las caractersticas biolgicas de nuestros cuerpos. El gnero, entonces, como categora, constituye lo que es construido social y culturalmente con respecto a, y alrededor de nuestros cuerpos biolgicos. Por medio de la categora de gnero podemos comprender ms ampliamente las realidades sociales y dicha clasificacin ha constituido un instrumento poltico que nos ha permitido distinguir que las caractersticas humanas consideradas femeninas o masculinas son adquiridas tanto por hombres como por mujeres a travs de un entramado social y no por pura cuestin biolgica. La distincin gnero/sexo dio pie tambin a que se ampliara la base terica del feminismo.17 Bajo esta base se revis la historia de la cultura occidental y se vio de qu forma la sociedad occidental haba delineado el comportamiento de hombres y mujeres dentro de una premisa patriarcal, desde la misma creacin del mundo.18 La educacin que se nos ha dado a travs
cal Feminism. Boston, Beacon Press, 1990; Rosi Bradott, Nomadic Subjects. Embodyments and Sexual Difference in Contemporary Feminist Theory. Nueva York, Universidad de Columbia, 1994; Jane Falx, Posmodernismo y relaciones de gnero en la teora feminista, en Feminaria, nm. 5, abril de 1990, pp. 1-2; Ana Rosa Domenella, Una doble mirada/masculina y femenina/ en dos casos de novias devueltas: un acercamiento desde la ginocrtica, en Casa de las Amricas, ao XXX1, nm. 183, abril-junio de 1991, pp. 46-50. 16 S. B. Ortner, op. cit., p. 109. 17 En virtud de que fueron las feministas las primeras en hacer estas distinciones, la mayora de los estudios que existen en este momento son, sobre todo, de mujeres, aunque en la dcada de los noventas se abri una gama de estudios homosexuales, lsbicos, bisexuales y transexuales que se agrupan bajo la categora de queer theory (ver cita 17 con referencia a Judith Butler). La teora queer, al igual que el feminismo u otros movimientos tericos contemporneos, utiliza lo marginal especficamente lo que se ha visto como perverso, ms all de los lmites y radicalmente otro para analizar las construcciones culturales del centro, a saber, la normatividad heterosexual. As como los estudios de gnero han sido un sitio de cuestionamiento para la construccin de la sexualidad, la teora queer no slo ha cuestionado esta construccin, sino que ha cuestionado a la misma cultura, que se ha basado en la negacin de las relaciones homoerticas. 18 Recordemos que Dios es Padre y es Hijo.
200
del tiempo ha tenido siempre como principal punto de vista el del patriarcado, privilegiando a los varones y menospreciando a las mujeres. En esa revisin histrica feminista se fue desconstruyendo la oposicin hombre/mujer, para llegar a sealar las diferencias. Dentro de los modelos a seguir en nuestra historia y cultura occidental se asentaron aquellos determinados por los pensadores ilustrados durante el Siglo de las Luces, en los que el modelo a seguir era el hombre, blanco, burgus, heterosexual, por lo que la diferencia biolgica sigui siendo importante. Se definieron entonces la feminidad y la masculinidad, agregando al ideal masculino caractersticas de virilidad, fuerza, reciedumbre, potencia, independencia, espritu de aventura, etctera, amn de otras caractersticas que haban desarrollado los griegos y los romanos en sus mitologas. Los rasgos de la feminidad, por deduccin lgica, fueron los de la discrecin, castidad, debilidad, sujecin, falta de autonoma, incapacidad de decisin, etctera. De tal suerte que al hombre se le privilegi con el don y la capacidad de sentir deseo, mientras que a nosotras se nos vet. Pero, como lo explica Kate Millet,19 es a travs de estas diferencias sexuales que se establece un modelo cultural y poltico en el cual se instituyen relaciones asimtricas (23). Ahora bien, en nuestros das se sigue denigrando o valorando el cuerpo humano segn la ideologa de la cultura dominante, a pesar de que sabemos que la sexualidad ha sido previamente construida y manipulada.20 Lo anterior es de suma importancia para el tema que nos ocupa ya que, precisamente, por esas diferencias de gnero tan cimentadas en nuestras culturas es difcil percibir, sobre todo, cuando se nos violenta en los discursos y en las representaciones cotidianas. Para abundar un poco en lo anterior, Judith Butler21 plantea que las categoras fundamentales de la identidad son producciones sociales y, ms que otra cosa, son el resultado de una cooperacin poltica, que su condicin de posibilidad. Para Butler, las categoras de gnero crean el efecto de lo natural ya que al imponer normas (definiciones de lo que es ser mujer u hombre), amenazan con excluir a quienes se no se ajustan a ellas. Ella propone que el gnero sea preformativo,22 en el sentido de que una no es por lo que es, sino por lo
Sexual Politics. Nueva York, Touchtone, 1990. Marta Lamas, Usos, dificultades y posibilidades..., en op. cit., p. 51. 21 Ver Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity. Nueva York, Routledge, 1990, y Bodies that Matter: On the Discoursive Limits of Sex. Nueva York, Routledge, 1993, as como la nota 16 como referencia ms amplia de su trabajo. 22 Tomado del ingls performative, que en su traduccin de ejecutivo, realizativo o en desarrollo pierden la esencia de la palabra en ingls. Butler desarrolla una teora con base en las propuestas de los actos del lenguaje de J. L. Austin en How do we do things with words?
20 19
201
que hace, por una condicin que representa. Butler dice que el gnero es creado por nuestras acciones. Se es mujer u hombre a travs de actos repetitivos que dependen de condiciones sociales, de formas habituales de hacer algo en una cultura. Lo anterior no significa que el gnero se elija; en este rgimen cultural de gneros no se puede ser una persona sin ser masculina o femenina. El gnero es una prctica que se menciona y es reiterativa su mencin. A travs del lenguaje vamos hacindonos hombres o mujeres ya que al nombrar, por ejemplo, nia, se nos asignan una serie de normas de gnero repetitivas y compulsivas.23 Para la crtica una es sujeto (gramatical y personal) segn sean las funciones y la repeticin, pero esas funciones no necesariamente las realizamos de acuerdo con las expectativas, as que nunca habitamos plenamente las normas de gnero o ideales que se supone debemos aproximar. Para nuestra fortuna, es en esos vacos y en las diferentes formas en las que llevamos nuestro gnero donde radican nuestras posibilidades para la resistencia y el cambio.
LITERATURA La historia y la crtica literaria ha fundamentado que en los siglos previos a los medios masivos de comunicacin se recurri a la literatura no slo para alimentar el espritu, entretener, o proponer realidades diferentes, sino tambin para educar y describir a las sociedades del momento, o para crear y consolidar comunidades nacionales, tal como lo expresa Benedict Anderson: fiction seeps quietly and continuously into reality, creating that remarkable confidence of community in anonymity which is the hallmark of modern nations.24 Jonathan Culler25 dice que a la literatura se la ha percibido desde distintos enfoques y se le han otorgado funciones diametralmente opuestas. Para la crtica, la literatura puede ser un objeto puramente esttico; un artefacto civilizador y ordenador del caos; un instrumento ideolgico que seduce a los lecEn Jonathan Culler, Literary Theory. A Very Short Introduction. Oxford, Universidad de Oxford, 1997, p. 104. 24 Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spray of Nationalism. Londres, Verso, 1983, p. 40. 25 J. Culler, op. cit., p 30. En este trabajo en especfico me apoyo especialmente en este pequeo, pero de extrema utilidad, libro de Culler, pues en l simplifica, ejemplifica y reflexiona sobre las distintas escuelas de la crtica literaria contempornea.
23
202
tores para aceptar los rdenes jerrquicos de la sociedad; o un sitio en el que se exponen ciertas ideologas para revelar algo que es cuestionable. Para Culler, dichos reclamos son completamente admisibles dada la complejidad de las propiedades potenciales de la literatura: that literature is the vehicle of ideology and that literature is an instrument for its undoing (38). Para el crtico estadounidense es ms interesante reflexionar sobre la literariedad del texto ms que buscar las funciones y el utilitarismo de la literatura, dado que sta es una institucin paradjica pues para su creacin es necesario recurrir a frmulas existentes, rerse de ellas e ir ms all de esas frmulas. Sin embargo, agrega que la importancia del cuestionamiento sobre lo literario de un texto radica en que a travs de esa reflexin mantenemos prcticas de lectura tomadas de la literatura como recursos para analizar estos discursos: the suspension of the demand for immediate intelligibility, reflection on the implications of means of expression, and attention to how meaning is made and pleasure produced (41). Si nos enfocamos especficamente en la narrativa, tenemos que en ella cualquiera que sea su expresin existe una historia que seguramente nos produce placer, como dira Aristteles. Asimismo, como seala la crtica, las historias tienen una funcin de mostrarnos el mundo; de decirnos cmo funciona permitindonos, a travs de nuestras lecturas, ver diferentes cosas desde varios puntos de vista y entender las motivaciones de otras personas que, por lo general, nosotras26 no vemos. La narrativa, especialmente las novelas, son un artefacto para internalizar normas sociales, aunque tambin proveen un modo de crtica social. Exponen el vaco del xito mundano, de la corrupcin del mundo, el fracaso de alcanzar nuestras aspiraciones ms nobles. Muestran tambin los predicamentos de los oprimidos, relatando historias que invitan a las lectoras, por medio de la identificacin, a ver ciertas situaciones como intolerables.27 Entonces, como se ha dicho, los textos literarios recrean o producen historias que semejan realidades que pueden identificarse con el pblico lector y que de alguna manera se perpetan normas sociales. Dado que en los tres
Utilizo el gnero femenino apelando a que la mayora de las habitantes del mundo somos mujeres y, por lo tanto, con base en la regla de la mayora y de que el masculino no es incluyente, como lo hemos estado estudiando aqu. Asimismo, les ahorro el trabajo a las correctoras de estilo que, en contadas ocasiones, han pretendido corregirme cuando utilizo ambos gneros, por ejemplo todas/os. Por lo tanto, cuando haya de especificar las diferencias de los gneros gramaticales lo har. 27 J. Culler, op. cit., p. 97.
26
203
epgrafes hablo de representaciones culturales, de cuerpos domesticados, de violencia sexual y de ejercicio de poder, y hasta ahora he dividido en tres secciones el ttulo de este trabajo, me detengo ahora para plantear los propsitos de estas reflexiones, que si bien no tienen la intencin de dar respuestas precisas sobre un problema real: la violencia de gnero, s pretenden revisar algunos relatos de dos escritoras y un escritor del norte de Mxico y ver en ellos de qu forma se plasma o se representa la violencia de gnero desde dos perspectivas diferentes: la femenina, con un cuento de Rosina Conde,28 y la masculina, con uno de Eduardo Antonio Parra.29 Dentro de esta revisin de los textos ir contrapunteando los tres temas de mi ttulo al tiempo que sealo las estrategias que utilizan las escritoras y el escritor ya sea para perpetuar o cuestionar las representaciones de gnero. Para este efecto, adems de valerme de los conceptos tratados en las secciones anteriores tomo dos propuestas tericas: las de Iris Zavala y Myriam Daz-Diocaretz30 y las de Norman Fairclaugh.31 La propuesta de Norman Fairclaugh parte de lo que l llama estudio crtico del lenguaje, dentro del cual se nos permiten observar las conexiones entre el lenguaje y el uso desigual de las relaciones de poder. Las teoras de Fairclaugh32
28 Los textos estn tomados de El agente secreto. Mexicali, Universidad Autnoma de Baja California, 1990. Cabe agregar que hay una nueva edicin con el nombre de En la tarima (Mxico, Ediciones Desliz / Ediciones Ariadne, 2001), en la que aparecen todos los cuentos de El agente secreto ms la noveleta dialogada Seora Nina. 29 Los lmites de la noche. Mxico, Era, 1996. 30 En el libro coordinado por Myriam Daz-Diocaretz e Iris Zavala, Breve historia feminista de la literatura espaola (lengua castellana) I. Teora feminista: discurso de la diferencia. Barcelona / Madrid, Anthropos / Direccin General de la Mujer / Consejera de Educacin de la Comunidad de Madrid, 1993. (Cultura y diferencia: Pensamiento crtico/Pensamiento utpico, 80) 31 En Language in Power. Londres, Longman, 1990. 32 Estn desarrolladas combinando los propuestos de Habermass, Foucault, Freud y Gramsci, principalmente. Dicho estudio comprende enfoques de las distintas disciplinas de la lingstica, psicologa y sociologa que exploran el uso del lenguaje y el lenguaje en uso. Lo anterior permite una orientacin alternativa al estudio de la lengua desde diferentes aproximaciones, con lo que se consigue una fotografa general del rol que juega el lenguaje en la sociedad. De tal manera que el autor diferencia el lenguaje del discurso. El discurso es el lenguaje como prctica social, dice, y est determinado por estructuras sociales. Ese discurso puesto en prctica lo constituyen rdenes del discurso, que son una serie de convenciones asociadas con instituciones sociales. Dichos rdenes del discurso estn configurados, a su vez, por relaciones de poder dentro de las mismas instituciones y en la sociedad como un todo. Por lo tanto, as como el discurso ha sido determinado por las estructuras sociales, tambin tiene efectos en ellas, lo cual contribuye tanto a la continuidad como al cambio social.
204
nos apoyan para darnos cuenta de lo poco que valoramos el significado del lenguaje en la produccin, la manutencin y el cambio en las relaciones de poder. Asimismo, nos ayuda a crear conciencia de la manera en la que el lenguaje contribuye a la dominacin de ciertos grupos de gente y, una vez adquirida esa conciencia, nos pueda apoyar en los procesos de emancipacin. De tal forma que en este trabajo pondr mucha atencin en la produccin de las representaciones utilizadas por las escritoras y el escritor para ver, como seala Fairclaugh, de qu forma las creencias cotidianas convenciones sociales, tradiciones, etctera son ideologas que estn, de alguna manera, asociadas con el poder, porque tales ideologas son los medios de legitimar las relaciones sociales existentes y las diferencias de poder, simplemente a travs de la recurrencia de las formas ordinarias y familiares de comportamiento. Estas formas de comportamiento no toman en cuenta, o no se detienen a pensar en esas relaciones y las diferencias de poder que existen. Estas ideologas estn ligadas ntimamente al lenguaje, porque el uso del lenguaje es el modo ms comn de comportamiento humano y la forma social de comportamiento dentro de la que apoyamos ms nuestras creencias cotidianas. Una de los conceptos principales de Norman Fairclaugh, que es hacia donde se encamina este trabajo, gira alrededor de la idea de que en nuestra sociedad moderna el ejercicio del poder se logra a travs de la ideologa y, en particular, a travs de los trabajos ideolgicos del lenguaje. De ah la trascendencia de estudiar el lenguaje en uso y el uso del lenguaje como producciones personales de nuestras realidades. Zavala y Daz-Diocaretz apoyan su teora en el principio dialgico de Mijail Bajtn, dentro del cual la dialoga se manifiesta como voces genuinas y no exclusivamente voces textuales que permite, a decir de Zavala,
[...] releer y reescribir las formas genricas hegemnicas mismas y sus cdigos maestros, mostrando las formas en las que se han reapropiado, neutralizado o coactado los textos. Pero adems [...] distingue entre la nocin de textualidad y la de prctica textual, separndose as de la teora feminista ms difundida. Podramos decir que es una teora desde el margen y la diferencia, que sita la lectura interpretativa no slo incorporando la diferencia, sino la polivalencia tcita de los discursos (75).
Este proyecto de Zavala y Daz-Diocaretz supone una lectura en la cual la relacin de voces en los textos se presenta como una multiplicidad de elementos discursivos que pueden actuar con estrategias diferentes,33 sin con33
I. Zavala, op. cit., p. 75.
205
cebir un discurso opresor ni otro oprimido. Como ste es un estudio desde la perspectiva de gnero y ya se mencion que los discursos feministas han cuestionado las representaciones de la mujer en la cultura, tomaremos en cuenta no slo las representaciones y respuestas o cuestionamientos de Conde y Parra, sino la pluralidad de experiencias sociales por medio de los cuales se construyen los sujetos y se considera como punto inicial que la escritura est determinada por el contexto histrico de produccin y recepcin: la escritora, el referente, las caractersticas formales del texto y la lectora.34 Eleg a Rosina Conde (1954) y Eduardo Antonio Parra (1965) porque pertenecen al mismo movimiento literario-cultural que se dio a mediados de la dcada de los noventas en los estados de la Frontera Norte de Mxico,35 porque se les ha considerado por la crtica como poseedores de una escritura slida, porque escriben cuento urbano y, finalmente, porque a pesar de que hay una generacin de diferencia entre ella y l, existen semejanzas temticas y estilsticas en algunos de sus relatos como veremos ms adelante. Antes de pasar a los textos me quisiera detener en algo extraliterario, del texto social por recordar a Butler, Culler, Zavala y Daz-Diocretz que llam mi atencin cuanM. Daz-Diocaretz, op. cit., p. 120. Para mayor informacin sobre este movimiento consltese en la edicin de Harry Polkinhorn, Jos Manuel Di-Bella y Rogelio Reyes, Borderlands Literature. Towards an Integrated Perspective. Encuentro Internacional de Literatura de la Frontera. San Diego / Mexicali, SDSU Institute for Regional Studies of the Californias / XIII Ayuntamiento de Mexicali Baja California, 1990; de Ignacio Betancourt, Literatura en la frontera, pp. 33-41; y de Humberto Flix Berumen, La literatura que lleg del norte, pp. 15-31; tambin de Humberto Flix Berumen, Notas sobre la creacin narrativa en la Frontera Norte, en Tierra Adentro, nm. 65, mayo-junio, 1993, pp. 45-47, y El cuento entre los brbaros del norte, en Guadalupe Beatriz Aldaco (comp.), Literatura fronteriza de ac y de all. Memoria del Encuentro Binacional Ensayo sobre la literatura de las fronteras. Hermosillo / Mxico, Instituto Sonorense de Cultura / Conaculta, 1994, pp. 93-118; en ese mismo volumen ver tambin a Francisco Luna, Visiones fronterizas, pp. 79-84; de Sergio Gmez Montero, Sociedad y desierto. Literatura de la Frontera Norte, en Los Cuadernos del Acorden, nm. 29, ao 3, vol. 11. Mxico, Universidad Pedaggica Nacional, 1993; de Luis Leal, Mexicos Centrifugal Culture, en Discourse. Theoretical Studies in Media and Culture, vol. 18 nms. 1 y 2 (FallWinter 1995-96), pp. 111-121, y en la misma revista, de Mara Socorro Tabuenca Crdoba, Viewing the Border: Perspectivas from the Open Wound, pp 146-168; de Leobardo Saravia Quiroz, Cultura y creacin literaria en la frontera: notas para un paisaje, en La lnea: ensayos sobre literatura fronteriza Mxico-norteamericana, vol. 1. Mexicali / San Diego, UABC / SDSU, 1988, pp. 45-56; finalmente, de Mara Socorro Tabuenca Crdoba, Reflexiones sobre las literaturas de las fronteras, en Frontera Norte, nm 18, vol. 9, julio-diciembre de 1997, pp. 85-110.
35 34
206
do escriba las citas bibliogrficas de cada uno de los libros: curiosamente, el de Conde est publicado por una editorial menor,36 pero el libro de Parra lo edita una editorial grande, prestigiosa, del centro. Con lo anterior no quiero decir que las editoriales del centro privilegien publicar a los varones, ya que hay un registro amplio en los noventas de su promocin de literatura de mujeres; sin embargo, esta promocin bsicamente ha privilegiado a las mujeres del centro de la Repblica o a extranjeras del canon, todo lo cual parecera que las grandes casas editoriales no acaban de apostar por escritoras poco conocidas para ellas, lo cual nos permite ver la posicin que ocupan las mujeres con respecto al lenguaje y a la tradicin literaria de las que han sido excluidas, [ni se han logrado] desenmascarar las ideologas de los textos de los supuestos sobre los que se basan las polticas editoriales.37 Del libro de relatos Los lmites de la noche de Eduardo Antonio Parra me llama la atencin lo contundente y lo exacto de su prosa. No deja ningn cabo suelto y, a pesar de en que la mayora de los cuentos la violencia de diferentes tipos est presente, la prosa fluye casi poticamente. El libro narra las vidas de personajes que pululan por las ciudades de noche, ya sea en calles, en bares, en moteles, en el ro cerca de la frontera, en lotes baldos, en sus mismas casas. Parra nos introduce en las vidas de diversos personajes urbanos y nos narra sus pasiones, tristezas, obsesiones, preferencias, placeres, vacos, arbitrariedades y traiciones en situaciones en las que, la mayora de las veces se rebasan los lmites. Sus protagonistas, principalmente masculinos, en algn momento del relato visitan algn burdel, se detienen en una cantina, utilizan la calle para prostituirse, o tienen algn encuentro con un hecho violento o con la muerte. Lo anterior me recuerda tanto la primera seccin de este trabajo, como los propuestos de Butler en el sentido de que el sujeto es no por lo que se sino por lo que hace; y una de las caractersticas de la masculinidad es la violencia, unida a la virilidad. En El placer de morir, Parra describe a Roberto, el personaje principal, un Casanova cuarentn, cuyo objetivo en la vida ha sido experimentar los placeres. A travs de la tcnica de retrospeccin, sentado en la cama de un
A pesar de que el libro de Rosina Conde de la edicin que utilizo es de la UABC, es sabido que las editoriales universitarias en Mxico aun la de la UNAM no destinan gran parte de su presupuesto a difusin, ni sus libros estn destinados a tener ganancias comerciales. Adems, es sabido que las editoriales regionales con excepcin de Castillo en Monterrey no son vistas como editoriales fuertes. 37 Nattie Goluvob, La crtica literaria feminista contempornea: entre el esencialismo y la diferencia, en Debate Feminista, ao 5, vols. 9-10, 1994, p. 123.
36
207
motel, con una copa de vino y su compaera de ese momento dormida y desnuda a su lado,
[su] pensamiento resbala hacia el pasado: veinte aos la muerte de sus padres traducida en libertad para vivir lo que eligi desde nio la herencia No mucho, piensa, pero lo suficiente para realizar mi vocacin; para tener lo indispensable y dedicarse a fabricar deseos y satisfacerlos, al menos por algunos aos. Sobre todo si no se es ambicioso en extremo, si no se aspira a lo habitual: poder, fama, riqueza incalculable. Roberto persigue una sola cosa: el placer: exprimir el mximo goce que la vida pueda ofrecer a un hombre (22).38
A travs del cambio de focalizacin de la voz narrativa, de la tercera persona observadora, a la tercera impersonal, a la primera, casi imperceptiblemente, podemos apreciar el distanciamiento que existe entre el sujeto-que-narra y el sujeto-narrado.39 Tal pareciera que es el personaje, Roberto, quien define su vocacin: tener lo indispensable para dedicarse a fabricar deseos y satisfacerlos; con el uso del impersonal se es y se aspira, nos da la impresin de que hay algo ms, fuera de las intenciones propias de Roberto, de que no hay que hacer lo habitual, aunque se sabe que hay una norma tradicional que seguir; sin embargo, es en el mismo prrafo, que Parra reafirma esa norma: exprimir el mximo goce que la vida pueda ofrecer a un hombre. En esta construccin de la masculinidad, Parra indaga en la propia construccin social y el preformativo de ser nio (varn). Tambin, como lo vimos en Butler, a travs del cambio de focalizacin, establece un dilogo entre el texto mismo que est construyendo, su personaje narrado y su narrador personaje, ya que en ocasiones encontramos esos huecos donde ambos personajes apelan a su creador y al acto mismo de la escritura: Alguien tendra que escribir su historia (24); Roberto repasa el modo que utilizara para dictar sus memorias a algn escritor desocupado y sin imaginacin (25); [i]gual que los artistas, sin dejar nunca el avance. Siempre algo nuevo, un ms all, hasta llegar a la ltima creacin: la obra maestra (32). Por medio de acciones repetitivas a lo largo de su vida Roberto va reafirmando sus caractersticas de gnero. Pero, a pesar de que vemos una sutil crtica al paradigma del hombre que logra fama, poder y riqueza, ya que RoEl subrayado es mo. Cabe recordar que el narrador, la narradora o voz narrativa es quien expresa lo que el autor o la autora crea y la focalizacin puede ser llevada a cabo por la voz narrativa o por otra voz observadora, lo cual, generalmente, le da dinamismo a la narracin.
39 38
208
berto parece no llenar las expectativas de las funciones sociales asignadas, pues en vez de amasar la herencia de sus padres, se dedica a desperdiciar [su] vida y [su] dinero con la putas (27-28), Parra no resiste asignarle otras caractersticas de la masculinidad como son la hipersexualidad y el libertinaje. La construccin de la masculinidad falocntrica y agresiva la presenta Parra como una construccin social con sus reglas y cdigos. En Roberto preadolescente vemos la representacin del nio que descubre su vocacin como la mayora de sus amigos del colegio, gracias a su sirvienta (23), quien resulta chantajeada cuando Roberto la sorprende bebindose el coac y fumndose los cigarros de su padre. En la relacin que se establece entre el acosador Roberto y la acosada la sirvienta no hay un cuestionamiento sobre la nocin de que el comportamiento sexual, violento, es inherente y natural en los hombres. No podemos negar el acoso sexual de Roberto hacia la muchacha, aunque l tenga 12 aos y ella 20, dado que Roberto est en una situacin de poder. Es el nico hijo de los patrones y por tanto piensa que tiene derecho sobre el cuerpo de la mujer. Aunque el texto y el discurso del sentido comn podran reflejar que no hay violencia como la entendemos generalmente (golpes, sangre, gritos, brutalidad), ya que [l]o mir sonriendo entre enfadada y enternecida [...] y comenz a sacarse el camisn por la cabeza [...]. Tuvo que desvestirlo ella: Roberto se haba convertido en un cuerpo inanimado al ver aquella piel desnuda [...] En ese momento hubiera renunciado a poseerla con tal de contemplarla indefinidamente. Pero ella, dispuesta a acabar pronto, lo desnud con brusquedad y, sin prestar atencin al pequeo miembro que perda rigidez ante la inminencia de su estreno, apag la luz (23-24), la violencia es sutil. Ella acepta estoicamente su destino y ve en ese adiestramiento sexual del nio de la casa, un obligacin domstica ms (25). Sin embargo, el resultado final de esa proyeccin de la masculinidad tan natural del adolescente, tiene consecuencias crueles. La muchacha debe regresar al pueblo y quince aos despus Roberto la encuentra en un burdel ebria y avejentada, con una tos persistente que la rodeaba de un aura de tuberculosis potica y la converta en la prostituta ms solitaria del lugar (25). La representacin de Parra en esta escena dialoga no slo con los gneros culturales, sino con los literarios. En este sentido veramos un eco con las palabras de Andrea Dworking en el epgrafe. El narrador presenta a un sujeto masculino que se va construyendo a partir de realizar tareas propias de su gnero, en este caso, fornicar, acosar sexualmente, violar y tener un ritual de iniciacin propio de los jvenes de su
209
clase. Y al sujeto femenino lo representa dentro de su hacer cultural: sometida, deshonrada, marginalizada. La ruptura con las normas y los cdigos no se acanza a lograr pues, aunque se percibe una fina censura hacia la hipersexualidad de Roberto, Parra destruye al personaje femenino. No le otorga ninguna posibilidad, no obstante que al principio la presenta retadora y subversiva robndole los cigarros y el licor ms fino al patrn. Parra no puede con la tradicin literaria, que, en este ejemplo, tal vez le pesa ms que la de gnero y con la escena final de la sirvienta, le rinde culto a Gamboa y revive a Santa. Afortunado el prrafo por lo potico, pienso; desafortunado en perpetuar la imagen que pareca querer subvertir. El escritor queda doblemente atrapado en mi lectura: por su tradicin libresca y por su propia condicin masculina de la que no puede escapar. Lo mismo le sucede con su primera conquista verdadera, la cual aparece representada como el modelo de feminidad del que hablaba en la seccin de gnero. La muchacha, cuyo nombre ha olvidado pero no su rostro y el sabor de su piel virgen (29), se caracterizaba por su encantadora timidez, el rubor incgnito en el rostro, los intensos temblores que (sic) [la] sacudan en el instante de mostrarse expuesta, desnuda sobre las sbanas blancas (29-30), termina, despus de un par de aos, relegada al olvido pues Roberto, como fiel representante de un discurso cultural pernicioso disfrutaba de las mujeres sin tener que compartir con ellas el lugar en su interior donde nadie haba entrado ni entrara nunca (31). Las representaciones de la sexualidad masculina, aunadas a la violencia, se hacen ms palpables a medida que avanza el texto y las podemos leer en la escena que termina con la descripcin de su primera conquista. Despus de las dos primeras horas de entrega,
[...] realiz dos descubrimientos: la satisfaccin masculina de rasgar un himen, y el goce sin lmites de provocar dolor en el sexo opuesto. Por espacio de dos aos esa muchacha fue el instrumento ideal. Vencida por el amor, no se atrevi a poner reparos en los deseos de Roberto, que experimentaba con ella todas las fantasas que brotaban de su mentalidad de sdico en ciernes. La sodomiz, la flagel. La oblig a representarle las ms descabelladas comedias, la llev a todos los lmites imaginables para una muchacha como ella y, al final, despus de extraerle hasta el ltimo rastro de placer, la olvid (30).
La escena anterior (aunque el relato completo tambin) podra ser una escena gratificante para el lector heterosexual masculino, ya que definitivamente presenta a la mujer nica y exclusivamente como el objeto sexual masculi-
210
no. Si volvemos a los propuestos de Fairclaugh y su manejo del discurso y a las construcciones preformativas de Butler, notamos que en esta descripcin, aunque el uso del lenguaje no es abiertamente agresivo ni la sodomizacin, flagelacin, etctera, son descritos abiertamente, hay una violencia implcita en texto mismo, dado el contexto cultural de las palabras. En este sentido, la violencia radica en lo que no se representa, sino en lo que se deja a la imaginacin a travs del lenguaje en uso. Esta escena est en los lmites precisos entre lo ertico y lo pornogrfico, pues sugiere, como lo hace la ertica, pero, como argumenta Andrea Dworking, [m]ale power is the raison detre of pornography; the degradation of the female is the jeans of achieving this power,40 y eso es lo que precisamente hace Roberto al ejercitar su masculinidad y llevarla a lmites inimaginables, reiteradamente, con su primera conquista. Al presentarnos aqu, como lo hiciera con la sirvienta, a una mujer temerosa, obligada, rendida y exprimida, el sujeto femenino se reduce de nuevo a ser un objeto desechable, como reiteradamente lo vemos en el texto y en la prctica social. Pero la centralidad del pene como parte de la identidad masculina de Roberto no se plasma slo con las descripciones de los encuentros sexuales o la masturbacin. Se revela tambin en la forma en la que el narrador presenta a las mujeres con sus cuerpos y en su forma de llamarlas. Slo Roberto tiene un nombre propio, nadie ms. Se las menciona como la sirvienta, la siguiente sirvienta, una muchacha adolescente, la primera conquista verdadera, las prostitutas, una mujer, la mujer de al lado, una puta, su amiga. En este punto no me aventurara a decir que este tratamiento es misoginia pura, pues en ocasiones el texto mismo entra en tensin con el discurso falocntrico, aunque en ocasiones s lo parezca. Empero, el hecho de que su hacerse hombre sea tan reiterativo y tan activo, me da la impresin de que el personaje va ms all de sus lmites y de pronto su masculinidad se vaca, pero Parra es tan hbil en la narracin, que a travs de los cambios en la focalizacin lo vuelve a llenar. En ocasiones pareciera como si el mismo narrador se burlara de la reiteracin del acto sexual o de la masturbacin, pero al no haber irona, tambin pareciera como si a travs de la construccin de la masculinidad, Parra buscara otra forma de expresin y se regodeara en la escritura misma, en otros textos culturales, como lo percibimos con Santa, como lo veremos con el cine.
40
En Pornography: Men possessing Women. Nueva York, Perigree, 1981, p. 25.
211
Las tareas asignadas por el mismo Roberto para crear su propia masculinidad no se quedan en el sexo solamente. Roberto experimenta con el alcohol y las drogas. Y es, en la ltima experimentacin, en el ltimo placer, en el que hay visos de un rescate de la construccin femenina. A diferencia de la escena con la primera conquista, la escena con la ltima mujer es altamente sexual y descriptiva, casi-pornogrfica. Lo que tal vez alejara a esta escena de hacerse un ejercicio pornogrfico -la- Dworking, es que las imgenes sexuales aqu pueden ser para la mujer ms liberadoras, que opresivas.41 En la ltima escena, que es estructuralmente la vuelta al presente de Roberto, l y la mujer de al lado van a experimentar un encuentro sexual gratificante para ambos. El lenguaje es explcito y de tan explcito, violento; como violentas son las imgenes que recuerda Roberto durante esa ltima escena de sexo; como violento se presenta el ltimo placer que desea experimentar: el de la muerte. El inters est en el acto de morir, el placer que con seguridad inundar ese instante de transicin (33). El narrador sugiere entonces que la mujer de lado tendr que matarlo e imagina escenas de El imperio de los sentidos, Matador, Good Fellas y Basic Instincts, en las que el protagonista es muerto por su amante: un oriental muriendo por asfixia a manos de su amante geisha en el momento del orgasmo; la ejecutiva montada sobre el torero, clavndole el estoque en la espalda; el mafioso asesinado a tiros mientras fornica con una de sus prostitutas; la escritora maniaca que clava una y otra vez en el cuerpo de su vctima un picahielo cuando se acerca el clmax (33). Adems de apelar a la intertextualidad cinematogrfica, es interesante notar cmo aqu la focalizacin permite otra mirada que nos distrae un poco del placer experimentado por Roberto hasta este momento. En todas estas pelculas, la que experimenta el placer es la mujer. Ella es quien tiene el poder, aunque sea un ejercicio del poder que la lleva a matar intencionalmente. Este viso un tanto liberador del sujeto femenino como generador de placer y de deseo, da un vuelco. El narrador vuelve a condenar a la mujer ya no al olvido y a la deshonra, sino a la muerte como lo hicieron los padres de la tradicin literaria.
Lisa Palac en How Dirty Pictures Changed my Life, en Eric Liu (ed.), Next: Young American Writers on the Next Generation. Nueva York, Norton, 1994, pp. 146-163. En este artculo argumenta, en oposicin a lo propuesto por Mac Kinnon y Dworking, que no todas las fotografas pornogrficas necesariamente estn relacionadas con la violencia ya que hay imgenes sexuales que pueden ser profundamente liberadoras (p. 158) ya que es necesario distinguir entre los tipos de pornografa y en que la objetivacin de la mujer es el instrumento clave de la pornografa.
41
212
Con esto ltimo, ese pequeo giro, esa ventanita abierta para que la construccin de la feminidad sumisa en este cuento asumiera el modelo de la femme fatale, tampoco puede ser. Parra cae presa de su misma trampa en la construccin de la feminidad y la masculinidad. En vez de liberar a los personajes femeninos a travs de sus actos preformativos y de sus silencios salvo el ltimo, cae presa de la trampa de la escritura. Si bien todas las seales que da a quienes leemos son para que pensemos que Roberto va a morir, tcnicamente Parra sabe que el cuento necesita un giro de sorpresa y ese giro es, a diferencia de las pelculas, la muerte de la mujer del lado. Es entonces donde la pequea distincin entre lo pornogrfico y lo ertico, lo gratificante y lo violento, se vuelve en un profundo acto de violencia contra la mujer, puesto que a pesar de que la vemos en un gozo sexual histrico (35), ella est indefensa; no sabe ni de la relacin de su acto con las pelculas, ni de la primera intencin de morir de Roberto; tampoco, de la ltima, la que lo hace cambiar de opinin: quiz no vale la pena morir porque se privara del placer de recordar escenas como sta (35). Eso es lo que piensa Roberto una vez que
[l]a ereccin es insoportable cuando la mujer ya tienta cerca de la cintura de Roberto, encuentra el miembro y lo manosea con fuerza. l lleva su mano de nuevo hasta la vulva y sumerge los dedos [...]. Los roces y las caricias se multiplican de inmediato. Ella clava las uas en el estmago, l mordisquea el otro pecho mientras sus dedos empiezan a hurgar entre las nalgas [...]. Toma ms coca y ahora introduce los dedos a travs de los labios vaginales [...] Todava no; djame ponerte a ti tambin [...] Le acaricia los testculos con la palma de la mano y antes de untar la cocana, se mete el miembro completo hasta la garganta. Roberto entonces se repliega [...] en esa sima donde el signo mortal se confunde con el placer ms intenso (34-35).
Pero la escena no termina ah; se prolonga todava dos pginas y se vuelve cada vez ms violenta ya que mientras contina el acto sexual pasando por todas las prcticas imaginables, gritos de placer, insultos, ms cocana, Roberto comienza a apualarla y, de la misma forma en que el motor para que se despertara su placer de morir fuera el recuerdo de las pelculas, el interruptor para concluir su accin es el verse hacia el futuro en la crcel. El relato concluye con el cuerpo de Roberto cayendo sobre el cuerpo de la mujer temblando en la satisfaccin de haber experimentado la ltima frontera del placer (37).
213
Con estas ltimas palabras podramos interpretar que la mujer no fue objetivizada ya que tambin sinti placer, incluso el placer de la muerte, y que, con ello, se llev a cabo el acto profundamente liberador del que hablaba Palac. Por lo tanto, podramos creer que el narrador, al final, no condena a la mujer ni al olvido ni al silencio, como a las otras, sino que la libera. Esta interpretacin podra ser vlida, aunque no justificable, porque no podemos justificar, en la prctica social ni textual, la violencia; porque de hacerlo seguiramos perpetuando las concepciones populares con respecto a las personas y acciones violentas que comenten como algo incomprensible e impredecible, como mencionaba en un principio. Sin embargo, aunque esta interpretacin sea vlida, quien habla al final es el narrador y no la mujer. Es decir, la focalizacin se da a partir de la voz del narrador, con lo que no sabemos bien a bien qu tan cierto es que haya muerto en la satisfaccin de haber experimentado la ltima frontera de el placer. Estas palabras corresponden a la voz autoritaria del narrador y no a las de la personaje. Este cambio de focalizacin nos permite inclusive, de hecho, justificar menos esta construccin de la violencia en contra de la mujer. Parra, como dije, aunque mantiene en tensin la construccin de la masculinidad, cae presa de la escritura y de su mismo entrenamiento preformativo de escritor varn. En El placer de morir las representaciones de las identidades masculina y femeninas continan perpetuando la hipersexualidad y violencia masculinas y la sumisin y victimizacin femeninas, a pesar de que casi para terminar pretende disculpar las acciones de sus personajes cuando dice: ser tan slo el precio de la imaginacin, del deseo, de la creacin de la obra maestra, del sabor de un recuerdo conservado para siempre (37). Y, es por esas acciones que se han imaginado para nosotras, mujeres y hombres, que necesitamos empezar a crear otras alternativas para nuestras subjetividades y no dejar obras maestras, con comportamientos identitarios preconcebidos, con expectativas asignadas, que perduren para siempre. Hay otros relatos en Los lmites de la noche que tocan otro tipo de violencias: crmenes por accidente, por venganza, por traicin; encontramos tortura, violacin sexual y violencia psicolgica. En estos tipos de violencia no todos son perpetrados contra la mujer, pero siempre el perpetrador es un hombre. En este sentido, es sugestivo dentro de la prosa de Parra constatar una caracterstica esencial de la construccin de la masculinidad que est registrada en distintas investigaciones. Est registrado que el uso de la violencia es ms alto entre los varones que entre las mujeres ya que forma parte de un entramado de experiencias fsicas y culturales. sta forma parte intrnseca de
214
las actividades asignadas a su gnero; es uno de los recursos disponibles para su uso cotidiano, por lo cual se usa con facilidad.42 En este punto, no podra concluir que la propuesta de Eduardo Antonio Parra sugiere continuar perpetuando el discurso cultural de la violencia como parte inherente en los varones, porque mis lecturas a sus relatos, aunque han sido variadas y en distintos tiempos, no son las suficientes en este tema, como para considerarlo un hecho. Lo que s me aventuro a decir es que Parra la incluye como una manifestacin particular, como una accin reiterativa en la construccin del gnero masculino. A fin de entrar en las representaciones de gnero que hace Rosina Conde en El agente secreto y atisbar cmo sern dichas representaciones, apelo a Sergio Gmez Montero en su artculo Feminidad: desgarradura y otredad. La narrativa escrita por mujeres en la Baja California de hoy:43
[L]a literatura femenina es distinta porque es otra; porque es otro sujeto, estructuralmente diferente desde el punto de vista social e histrico, el que escribe. Si bien [...] no se puede negar la ideologizacin de la escritura femenina, no es posible tampoco negar la desgarradura como sello de agua que predomina en toda la literatura escrita por mujeres [...] en el caso de las mujeres que escriben narrativa hoy en Baja California, se concreta la feminidad, desde su raz trimembre: divisin natural del trabajo, historicidad y especializacin del lenguaje (172-73).
Entonces, sabemos que estaremos frente a un discurso diferente al de Eduardo Antonio Parra, no slo por las palabras de Gmez Montero, sino por lo que he venido tratando a lo largo del trabajo. Sin embargo, incluyo aqu las palabras del crtico, porque hay aproximaciones de gnero que me resulta importante sealar. Al parecer, Gmez Montero cae en dos trampas que le tiende su propio discurso cultural (como lo vimos con Parra): en el ensayo hay una repeticin constante del verbo desgarrar con sus respectivos derivados gramaticales. En esta cita en especial, si tomamos en cuenta que el uso del lenguaje, segn Fairclaugh, lleva implcitas cargas ideolgicas importantes, no slo en el contexto total, sino en las estructuras primarias como palabras y frases, vemos cmo el vocablo desgarraradura frente a feminidad contextualiza
En Domosh y Domosh, op. cit., pp. 164-166. En Aralia Lpez Gonzlez, Amelia Malagamba y Elena Urrutia (eds.), Mujer y literatura mexicana y chicana: culturas en contacto. Mxico / Tijuana, El Colegio de Mxico / El Colegio de la Frontera Norte, 1990, pp. 169-177.
43 42
215
una ideologa de sometimiento hacia las mujeres.44 Lo vital de sus palabras se diluye pues en efecto, lo que el crtico est sealando es un rompimiento absoluto de los modelos culturales de la feminidad. Igual le sucede cuando Gmez Montero opta por utilizar el concepto divisin natural del trabajo, lo cual presupone que habr una desgarradura con las tareas adjudicadas a las mujeres como algo inherente en los seres humanos y no como algo designado por la cultura. El hecho de hablar de una divisin natural del trabajo presupondra tambin que las mujeres, por nuestra capacidad de procrear, naturalmente deberamos hacerlo. El trabajo de Rosina Conde es conocido por su ruptura con lo establecido; como una escritora comprometida con su condicin de mujer. En su obra (que incluye diferentes gneros literarios) se resalta la utilizacin del lenguaje franco muy agresivo, especialmente cuando habla de la sexualidad, tema que explora de diferentes maneras. La oralidad ser una caracterstica importante de su estilo, y lo coloquial la forma de expresin privilegiada. Por lo general sus relatos estn narrados en primera persona y las protagonistas son siempre mujeres que se vern constantemente ligadas a un sistema de opresin. El agente secreto se divide en cuatro secciones: En la tarima y Vietas revolucionarias, que comprenden seis relatos muy breves y ocho vietas ms un eplogo, respectivamente. Las otras dos secciones la comprenden dos relatos largos: De infancia y adolescencia y Sonatina. En su temtica se reiteran la vida familiar y la de pareja, principalmente, que cuestionan las estructuras tradicionales. Para propsitos de este trabajo, considero un relato de la seccin En la tarima que es pertinentes para el tema que nos ocupa: Por alguna circunstancia. Al igual que seal con Eduardo Antonio Parra, no es el nico texto en el que el tema de la violencia est presente, pero considero que es uno de los ms representativos con respecto a la violencia sexual.45
En este tipo de lectura es difcil asociar la palabra con su sentido de separacin o rompimiento. Generalmente desgarradura frente a feminidad tiene connotaciones sexuales o de ndole emocional histricas o con el desgarramiento fsico de la mujer propuesto por Octavio Paz en El laberinto de la soledad. Hay varias respuestas feministas a este enfoque de Paz; una de las primeras y que llama ms mi atencin es la de Emma Prez, Sexuality and Discourse: Notes from a Chicana Survivor, en Carla Trujillo (ed.), Chicana Lesbians. The Girls Our Mother Warned Us About. Berkeley, Third Woman Press, 1991, pp. 159-84. 45 En Sonatina tambin se toca abiertamente el tema de la violencia en una pareja lesbiana. Aunque mi lectura no se centra especficamente en la relacin violenta entre Sonatina y Pilar, s marco la asimetra y las relaciones de poder en Mujeres y fronteras. Una perspectiva de gnero. Chihuahua / Mxico, Instituto Chihuahuense de Cultura / Conaculta, 1998, pp. 36-44. (Col. Solar, Serie Horizontes)
44
216
En Por alguna circunstancia Rosina Conde plantea la falta de comunicacin que existe entre la protagonista del cuento y su marido, Eraclio. A diferencia del relato de Parra, en ste todos los personajes tienen nombre, a excepcin de la protagonista que narra su historia en primera persona. La narracin desde este punto de vista es hasta cierto punto limitado ya que todo lo que sucede lo percibimos a travs de los ojos de un solo personaje; pero esta situacin puede expresar lo impredecible de lo que le pase al personaje, ya que desconocemos lo que el resto de los personajes piensan de ella. As que cualquier cosa que le acontezca a ese personaje puede resultar en una sorpresa.46 El relato comienza con un accidente que es el que permite desatar las acciones que le sucedern: Encontramos al nio en el fondo de la piscina. Rita empez a gritar y mis primitos se juntaron para ver su cuerpo hinchado, flcido y morado. Lo acost en el borde, levant su cara y sopl, cmo? Slo s que sopl. Se escuch un llanto aguado desde el fondo cavernoso de sus pulmones (13). En esta descripcin notamos algo interesante en el uso del lenguaje narrativo. Las frases son cortas, precisas, los verbos son activos y, sin necesidad de una larga elaboracin del accidente, comprendemos la angustia e interpretamos que ella es quien se lanza al rescate del pequeo. Conde se va al punto, con lo que, adems de darle dinamismo a la narracin, rompe con un discurso cultural con respecto al uso del lenguaje de las mujeres. Se dice que no lo economizamos; que hablamos mucho y no decimos nada. Este prrafo demuestra lo contrario: habla poco y dice mucho. Tal vez sa va a ser una caracterstica primordial de este relato, la economa del lenguaje y su potencia. Dos prrafos despus la protagonista nos revela sus rasgos de gnero, de la misma forma que Roberto, en El placer de morir lo hizo con su vocacin y con su ser hombre: No pude dormir. Lloraba tratando de que Eraclio no lo notara. La idea de que el nio hubiera muerto me dio calentura. Eraclio llor tambin cuando le dije que lo habra dejado. Entonces me di cuenta de que no lo quera, que me haba casado por temor a la soledad futura, a los asedios de los hombres y a las presiones de mis padres; porque estara muy grande para parir (13). En estas seis frases Conde empieza a plantear una construccin de un sujeto femenino y de un sujeto masculino con caractersticas similares y distintas a las del texto cultural. La falta de sueo, el llanto y la fiebre, son propias de la angustia y muy caractersticas de la imagen que tenemos de la madre, o
46
J. Culler, op. cit., p. 90.
217
de sentimientos tpicos de las mujeres. Pero estos sentimientos se ven atenuados por dos circunstancias: lo claro del lenguaje, lo escueto de la descripcin y el llanto de Eraclio. Conde indaga en la construccin social del ser femenino y masculino, pero en vez de reafirmar la norma, la cuestiona. Lo que me llama la atencin de este cuestionamiento es que la escritora revierte los roles tradicionales sin una feminizacin de Eraclio ni una masculinizacin de la protagonista. El que Eraclio llore al enterarse de que ella lo habra dejado si el nio hubiese muerto, en el discurso social sera un actuar propio de la mujer. En esa frase de Conde no hay amenazas y no hay violencia; slo una declaracin de un hecho real para el personaje. La crtica hacia la construccin de la feminidad empieza cuando la personaje se da cuenta de que las acciones que ha venido llevando a cabo son producto de su actuar en la sociedad de acuerdo con las funciones propias de su gnero; como lo habitual que veamos en Roberto, el personaje de Parra. La protagonista se da cuenta que no se cas enamorada, como supondran las normas sociales. Es interesante ver que en el razonamiento de la protagonista hay una violencia social implcita que es ejercida contra la mujer que no llena las expectativas culturales. Ella llega al matrimonio obligada (por temor) por las presiones sociales; las de sus padres, las de otros hombres, las de la soledad, las de la maternidad. En ese preciso instante, la personaje de Conde se da cuenta de que hacer lo habitual no es apropiado para ella porque ha sido inconscientemente forzada a actuar un papel con el que no se siente a gusto. Y, contrario a lo que hace Parra con Roberto, Conde le cede a su personaje el derecho a cambiar de rol. Al continuar la narracin parece que el relato seguir el camino de la representacin tradicional del sujeto femenino, sujeto a formas de actuar y de conducirse dentro de la sensatez, la paciencia, la tolerancia y la culpabilidad. El sujeto masculino, sin embargo, se percibe distinto al del texto social:
Creo que Eraclio me amaba todava; sin embargo, constantemente llegaba tarde a casa y se le vea cansado y taciturno. Mi remordimiento me obligaba a respetarlo cuando menos con la mesura de mi presencia. Desayunbamos sin vernos a los ojos, esquivando el tacto, las palabras, el ms mnimo roce de los cuerpos. El silencio empolv la casa que empez a empolvarse, a llenarse de srdidos ecos, lamentos y plantas marchitas. Me daba cuenta de que estaba envejeciendo a los veintiocho, que me encontraba ajada de la cara y unas profundas ojeras contrastaban con la blancura de mi piel (14).
El sujeto masculino que propone en las dos escenas anteriores Conde es un sujeto que dista mucho del que imaginamos en nuestras realidades sociales y
218
del que nos proyecta Parra con Roberto. Eraclio, hasta este momento, es un personaje que se antoja tierno, rasgo poco caracterstico de la masculinidad, aunque su proyeccin aqu se ve mediatizada por la percepcin de la protagonista. Ni ella ni nosotras sabemos a ciencia cierta si l la ame todava o si su cansancio, su congoja y su silencio sean producto de sus llegadas tarde. No me es posible pensar en otra posibilidad, dada la mesura en la descripcin de Conde. La protagonista parece asumir sus funciones como mujer del hogar abnegada y silenciosa. Pero el prototipo de belleza femenina se va perdiendo pues, a pesar de su juventud, el rostro se le vuelve viejo. Con el cambio de piel, se transforma su actitud hacia las actividades reiterativas asignadas a su gnero: Me daba flojera salir, lavar y cocinar; baar a Antonio o llevarlo al parque. Me daban flojera sus juegos y sus risas a pesar de que siempre haba soado con ello aunque tampoco soaba con otras cosas... (14). El personaje deja de hacer lo que se supone es parte del quehacer femenino; incluso deja de ejercer su maternidad pues Conde la plantea como un ejercicio, como algo que siempre haba soado. Entonces empieza a realizar otras faenas que se salen del discurso tradicional: sin explicacin alguna se cambia de cuarto y se niega a volver a tener relaciones con Eraclio. Hasta este momento podemos pensar que las actitudes de la protagonista no son tan contrarias o no logran oponerse a las representaciones de la mujeres pues al fin y al cabo se queda en su casa y la asume como prisin, aunque no lo diga abiertamente. Existe una tensin en el ambiente del hogar que se puede traducir en lo que debe ser dentro del matrimonio y en cmo debe comportarse cada quien dentro del matrimonio. A medida que fluye el relato, la presin entre los personajes va creciendo y el Eraclio que se nos antojaba tierno, que asomaba con escaparse de su construccin identitaria de gnero, comienza a rebelarse. Conde pone a prueba a su personaje masculino, quien, ante las negativas de su mujer de cumplir con el dbito conyugal, empieza a asumir rasgos propios de la masculinidad ya que la zarandea un da, la trata de seducir con dulzura otro, uno ms con gritos y otro ms con ruegos; sin embargo la voz narrativa es muy cuidadosa de que Eraclio no se exceda en sus acciones pues no la fuerza sexualmente; la mayor muestra de violencia que vemos es que sala dando portazos, rindose y llorando de coraje (14). Para una lectora que no examine las construcciones de gnero, esta situacin podra presentrsele un tanto fuera de contexto cultural. Podra tal vez cuestionar a la protagonista pensando que Eraclio es un hombre ideal; es tierno, sincero, muestra sus emociones, se ve amoroso, poco
219
violento; casi le podramos preguntar qu ms quiere? Incluso ella llega a asumir actitudes de temor y respeto al no sentir nada: No lo amaba, pero cre en la necesidad de inventarme un poquito de dolor y verborrea en homenaje a l; para que creyera en la veracidad de mi sufrimiento. Y llor de cierto y al da siguiente me levant con los ojos abotagados (14). A diferencia del personaje de la sirvienta o de la primera conquista de Roberto en el cuento de Parra, la protagonista de Conde es un sujeto femenino ms autnomo ya que, por un lado, a ella se le concede la capacidad de analizar su situacin, a aqullas no. Y por otro, en el caso de la sirvienta hay una obvia diferencia de clase entre Roberto y ella, lo cual facilita el ejercicio del poder y, con la primera conquista, el amor la pierde y todas sus acciones responden a un papel asignado a seguir. Aqu, la conciencia de la protagonista sobre su construccin de gnero es la que la hace conservar la tensin y la relacin de poder simtrica con su marido. Hasta este momento hay un balance de poder entre la pareja. Hay una deconstruccin sutil de las identidades de gnero. Las ltimas escenas se desarrollan en el mismo sitio que la primera. La protagonista, Eraclio y Antonio van a visitar a Manuel y a Rita, cuada y hermano de Eraclio. El distanciamiento del matrimonio se hace cada vez ms patente a medida que concluye el relato. Inclusive la otra pareja al darse cuenta que casi no se hablan decide dejarlos solos. Es entonces cuando la narracin da un giro. Ya haba dicho que el punto de vista en primera persona nos permite ver slo lo que esa persona ve, y que las acciones que le suceden pueden ser sorpresivas pues no se sabe lo que ven de ella los otros personajes y cmo van a actuar ellos. Y, en el caso de la protagonista y su marido eso es lo que sucede. Conocedora de la tcnica y de lo que quiere lograr con esta historia, nos aproxima a un desenlace insospechado al igual que lo vimos con Parra: Me senta mareada por las cervezas y, sin saber cmo, tropec; entonces Eraclio me pate soltando un odio contenido de muchos siglos; yo me haca ovillo en el suelo tratando de no gritar. Lo dej hacerlo. Me viol desesperado por atrs y solt el semen con una rapidez extraordinaria antes de que llegaran su cuada y su hermano. Yo slo esperaba que no fuera a entrar el nio primero (15). A Conde, como a Eraclio y como a Parra, la traiciona su condicin de gnero dentro de la construccin de un sujeto masculino distinto al de la norma. A pesar de que Eraclio se haba contenido, se le escapa a la voz narrativa y, con esta ltima accin, repite las acciones propias de su gnero. Eraclio, como varn, no puede ser humillado por su mujer y, mucho menos que la gente se
220
de cuenta de ello. Eraclio estaba a punto de romper las reglas y los cdigos de la masculinidad, aguantando estoicamente el rechazo de su mujer (como aguant la sirvienta la violacin de Roberto y la primera conquista su sadismo); Conde estaba a punto de entregarnos, sin feminizarlo, un personaje masculino distinto. No pudo. La crtica a la sociedad patriarcal y a la masculinidad que ha empleado la fuerza sexual para someter a las mujeres durante la historia (el odio contenido durante siglos) ha sido ms fuerte que la posibilidad de presentarnos una alternativa. Sin embargo, al personaje femenino lo libera de esas ataduras, pues toda vez que no resiste la violacin, nos dice: No llor por alguna circunstancia. No llor ni sent dolor alguno. Me levant sacudindome la falda, me puse los calzones y sal para siempre (15). El final del relato es contundente. Conde no consiente que haya una victimizacin de la protagonista, tampoco le permite juzgarse. Mucho menos nos deja que pensemos que la protagonista lo dej hacerlo porque en el fondo s quera; no. El rompimiento de las reglas es completo. Conde revisa el modelo de la mujer que se cas, por circunstancias especficas (por temor a la soledad, a la condena social, a la de sus padres, al acoso de los hombres, por experimentar la maternidad) y, por alguna circunstancia, como lo dice en el ttulo y lo reitera al final, lo quiebra. Esa circunstancia es el nacimiento de la conciencia, el origen de la valoracin. El personaje se asoma y ve que no est cumpliendo con las tareas asignadas y ms que eso, que no desea cumplir con las expectativas asignadas a su gnero. Por esa razn, el final es categrico. El personaje femenino de Rosina Conde, en este cuento, abandona todo, hasta el peso de la maternidad en aras de lograr una alternativa de vida. Lo desafortunado es que, en su afn por darle una alternativa al personaje femenino, no logra ese balance que considero pretendemos alcanzar en nuestro mundo. Tal vez sea porque an nuestro mundo no ha logrado ese balance que deseamos. Quiz porque an hay construcciones que se resisten a pesar del paso del tiempo; porque seguimos proyectando en nuestros discursos y en nuestros actos representaciones perversas y milenarias. Considero que, al igual que mientras no seamos conscientes que no somos obras maestras, sino obras en creacin, seguiremos perpetuando en nuestra prctica social y cotidiana, de alguna manera, las representaciones de gnero y violencia como lo acabamos de ver, en la literatura.
Segunda parte LA SITUACIN DE LOS CENTROS DE ATENCIN DE BAJA CALIFORNIA EN GENERAL, Y DE TIJUANA EN LO PARTICULAR: PASADO, PRESENTE Y FUTURO INMEDIATO
DE LA AGENCIA DE DELITOS SEXUALES AL INSTITUTO DE LA MUJER PARA EL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA. ENTREVISTA A LA LICENCIADA GABRIELA GUADALUPE NAVARRO PERAZA
Por Teresa Fernndez de Juan
La licenciada en Derecho Gabriela Navarro (como es ms conocida), Directora General del recin creado Instituto de la Mujer de Baja California, nos resume la historia de la formacin de organismos gubernamentales en Baja California en general y en Tijuana en particular, de la mano de su trayectoria personal, a la cual se encuentra entretejida desde que, en mayo de 1981 y siendo an estudiante del ltimo semestre, gan un concurso en la Facultad de Derecho de la Universidad Autnoma de Baja California para ser prestadora de Servicio Social en el Ministerio Pblico, reto que la convierte en la primera mujer del Estado en prestar el servicio social en esta instancia. Segn los datos que dominas y tu experiencia en este campo, cul fue el primer organismo creado en Baja California para luchar contra la violencia de la mujer? Como organismo de gobierno fue la Agencia del Ministerio Pblico Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar. ste fue creado a nivel de estado en Mexicali en 1992, y aqu debe destacarse muy especialmente la labor de la doctora Mara de la Luz Lima (actual Subprocuradora General de la Repblica), quien estuvo haciendo algunas visitas al respecto. Ella fue una de las principales promotoras de las Agencias Especializadas y aunque se preocupaba porque se le diera ms atencin a las vctimas de cualquier delito, en especial se enfoc a los delitos sexuales y de violencia intrafamiliar. Para ello estuvo desarrollando plticas sobre la necesidad de la creacin de las Agencias Especializadas y esto lo propona a todos los Estados, basada en que ya que en el Distrito Federal haba una que brindaba una atencin ms clida y humana a las vctimas.
[223]
224
Tambin debo aadir el impacto aqu en Baja California que tuvo la licenciada Milagros Tern, quien realiz varios estudios sobre la necesidad de crear estas Agencias y a partir de la iniciativa de los mismos fue que se crearon estas Agencias del Ministerio Pblico. Ella hizo su tesis sobre esto y lo present al Gobierno del Estado de Tern. Posteriormente se crearon por fin las Agencias Especializadas, de las cuales existe una a nivel de municipio en Tijuana, Ensenada y Mexicali. Y en el caso especfico de Tijuana? En el caso especfico de Tijuana fue la Agencia Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar, creada en 1992. Con anterioridad (1981) yo trabajaba como te coment en la Agencia del Ministerio Pblico, donde se trabajaban todo tipo de delitos. Exista entonces una sola agencia (en la Zona Centro) que reciba las denuncias y los expedientes de Tecate y de Rosarito y ah se hacia la recepcin de todos los delitos, no haba Agencias Especializadas. Delitos de todo tipo, como por ejemplo homicidios, fraudes, robos, etctera. Debo adems aadir que la atencin careca de calidad humana y de dar agilidad en las averiguaciones previas, y si acuda alguna persona para delatar un delito sexual, la menospreciaban, se burlaban de ella. Haba puros hombres, yo era la nica mujer en esa rea, de todo el Ministerio Pblico. Qu experiencias puedes comentar acerca del ambiente que exista en aquellos momentos para la implementacin de este tipo de organismos? Hablar en los ochentas de violencia familiar? Ni de chiste, no se consideraba siquiera una conducta anormal el golpear a la mujer, a pesar de los movimientos feministas de los setentas y los grupos que debido a distintas vctimas se haban dado a conocer en el pas, y a pesar que ya aqu en Baja California se destacaban figuras como la licenciada Minerva Njera, la psicloga Mara Santos, la periodista Luz Elena Picos y Celina Espinoza. Era muy triste ver cmo pocas mujeres llegaban a las Agencias del Ministerio Pblico a denunciar como vctimas de delitos sexuales: aparte de no ser tomadas en cuenta, reciban encima palabrotas por parte de los funcionarios, como Psame a la violada, amn de ser sometidas a declaraciones con preguntas de rigor del tipo de Te gust? A poco t no queras?, si es que todava no las invitaban a salir Las interrogaciones eran en el pasillo, sin un lugar donde pudieran prestar su declaracin discretamente, con respeto
225
a su dignidad, y el apoyo de algn psiclogo que hiciera menos dura su declaracin. Golpear a la mujer era parte de la educacin y la obediencia, as que ni hablar de tipificar la conducta de violencia intrafamiliar. Era parte de la normalidad que el marido las pateara, las golpeara, no les diera dinero para los hijos, no las dejara salir, tomara mucho y las humillara. Era tan parte de la normalidad que las mujeres comentaban entre s: S, es verdad que me pega, pero es que no me sale buena la comida, o Yo le ando preguntando que por qu no vino a dormir, me lo merezco, al fin y al cabo yo soy la esposa y las dems son puros pasatiempos. Figrate, cmo hacer para que estas conductas pasaran de ser parte de la cotidianidad a romper el crculo que genera la violencia en la familia? Para colmo, si alguna mujer tomaba conciencia de que no eran normales tales agresiones y osaba acudir ante las autoridades a denunciar, pues le iba peor; y no tan slo con el cnyuge, sino con las personas que la atendan en la oficina investigadora de delitos, ya que se escuchaba por los pasillos decir: Pero seora, a qu viene a hacernos perder el tiempo, l es su marido y tiene derecho, l es hombre, usted preocpese por arreglar su casa y tenerle la comida y ropa limpia a su esposo, djese de andar de chismosa pues si despus de todo a l lo detienen, quin la va a mantener? Esto provocaba que mejor se retiraran sin presentar denuncia alguna, a pesar de que a veces ni siquiera podan abrir los ojos o caminar, si es que les haba tocado la fortuna de no estar internadas en un hospital. Y si por pura suerte alguna lograba que detuvieran a su agresor, desgraciadamente ella misma, tal y como se lo haban sentenciado, tena que andar consiguiendo dinero para poderlo sacar de la crcel. Algn tipo de delitos o ancdota que te haya impactado mayormente? En sentido general, la violencia hacia los hijos; que en aras de una buena educacin se les permita golpear y el mismo cdigo penal contemplaba las lesiones inferidas en el derecho de corregir. Hay que tomar en cuenta que el 80 % de las vctimas atendidas eran y son nias. Respecto de los abusos sexuales, que en su gran mayora ocurren en el seno del hogar, vctimas y victimarios suelen compartir la habitacin, y algunas veces hay incluso complacencia de la madre de la vctima (por temor a desmembrar la familia), o temor (a recibir algn castigo por parte de sus padres), vergenza, miedo, ignorancia, sentimientos de culpa, y as el crculo
226
sigue creciendo con vctimas que se convierten en victimarios, nias y nios con sueos que son robados, inocencias perdidas por estas conductas, nios y nias de la calle, hoy delincuentes producto de esa violencia dentro del seno del hogar, mujeres sin esperanzas, creyendo que no merecen siquiera el respeto ajeno. El agresor comnmente suele pertenecer a familias numerosas en las cuales la madre tiene que salir a trabajar para mantener el sustento, tal vez muchas de ellas cuenten con experiencias similares de agresin y violencia sexual, fsica o emocional. Y aunque no existen parmetros para la conducta de las familias afectadas, s podemos decir que un adolescente que fue vctima de delito sexual puede sufrir desde estrs, abandono del hogar, confusin, ansiedad, opresin, sin saber qu rol debe llevar en la familia, y probablemente dificultades en sus relaciones sexuales, pues aunque no soy psicloga lo he visto en la prctica: la vctima es presa de una fuerte sensacin de vergenza. Y qu experiencias puedes comentar en tu recorrido por esa Agencia, si es que hubo algn recorrido? Cuando yo empec tuve que pasar por un sinnmero de recomendaciones por parte de los funcionarios de procuradura de aquella poca, que si eran puros hombres, que no me interrelacionara con nadie, que no iba a poder con la funcin. Recuerdo a un agente del Ministerio Pblico que lleg a propsito de los cambios de gobierno, y al verme dijo: Qu est haciendo una mujer aqu?, seguido de una serie de insultos: Ustedes slo sirven para tener otras cosas. Sin embargo finalmente acab consultando conmigo todas sus determinaciones legales, y el da que por la presin de trabajo se par su corazn en la misma oficina, fue a m a quien le toc hacerse cargo de la Agencia del Ministerio Pblico, acudir al hospital, avisarle a la familia y tomar las riendas de esa gran responsabilidad. Claro que no pude ser entonces la titular pues como se deca sta no era apta para mujeres, pero poco a poco fueron incursionado ms mujeres en la procuracin de justicia, y odiseas como el darle rdenes a un agente de polica (que te respondan, con otras palabras altisonantes, que a m ninguna mujer me va a dar rdenes) fueron superadas con xito al pasar del tiempo. Esto para demostrar que la discriminacin y la violencia hacia la mujer estaba y sigue estando presente en las mismas reas laborales. (As que ni qu decir de las que acudan a denunciar.)
227
Yo luego me tuve que salir, me fui como juez encargada de un juzgado. Regres en 1992 y ya entonces comienzo a trabajar como investigadora, haciendo algunas entrevistas y despus me voy a un juzgado. Cuando regreso en 1995 ya me proponen que regrese como titular de la Agencia de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar. En esa Agencia del Ministerio Pblico trabajbamos un agente y un secretario, pero viendo la necesidad de que no tuviramos que mandar las rdenes a la Polica Judicial de la central, sino que tuviramos un cuerpo investigador de polica que se hiciera cargo de todas las investigaciones de los delitos (por lo delicado de los mismos), se vienen cuatro agentes investigadores y empieza a formarse una unidad orgnica. Ya es una Agencia del Ministerio Pblico, y se reconoce la necesidad de una psicloga, se contrata tambin a una mdica legista que haga los certificados ginecolgicos, y as se empieza a formar una unidad orgnica cada vez ms especializada. Posteriormente de ah se toman modelos para que los otros delitos se lleven como una unidad orgnica. La primera fue la Agencia Especializada de Delitos Sexuales con la gente del Ministerio Pblico, psiclogos y con mdicos legistas. Cunto tiempo estuviste trabajando ah? Estuve de 1992 a 1995 como Juez Penal. Del 1995 al 1999 ya estuve como titular de la Agencia Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar hasta que llegu al Centro de Proteccin para la Mujer en diciembre de 1999. En enero de 2002 entr como Directora del Instituto de la Mujer de Baja California. Para terminar con los aspectos de las Agencias Especializadas de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar, todava existe una sola Agencia de este tipo? Y dnde radica en caso de que la respuesta sea afirmativa? Sigue siendo slo una agencia y radica aqu en Tijuana en la zona central en la avenida Ro Tijuana y Ro Nazas, la diferencia es que tiene ms personal, ahora cuenta con dos agentes y ya no trabajan hasta las tres de la tarde como antes, ahora trabajan horarios hasta las ocho de la noche incluyendo los sbados. Atiende slo aspectos de ndole legal, ya que la terapia psicolgica se remite a los Organismos No Gubernamentales, a no ser que la gente quiera ir con terapeutas particulares. La asesora teraputica es solamente para dejar
228
un dictamen psicolgico y para ver si la vctima presenta signos de haber sido abusada sexualmente o haber sido daada psicolgicamente por cuestiones de violencia. El avance que se tuvo al crear la mencionada Agencia Especializada sembr poco a poco una nueva forma de ver y tratar a estas vctimas bajo un modelo interdisciplinario, de modo que el Ministerio Pblico trabaje con profesionales (como abogados, psiclogos, polica ministerial, peritos). En general, personal sensibilizado para la persecucin de los delitos sin lastimar innecesariamente a las vctimas, pues de por s su autoestima est daada, por ejemplo, por la agresin sexual. Ahora imagnate tener que pasar adems por una victimizacin durante el proceso judicial, un nuevo dao moral en aras de la investigacin. Es como remover la herida, comparecer ante el juez que le pide que le aclare detalles, le pregunta acerca de las partes, la enfrenta con el victimario. Es as que propongo la creacin de Centros de Atencin a Vctimas de Delitos (Cavim) dependientes de la Procuradura General de Justicia del Estado, fundamentando tal peticin en el artculo 4o. de la Ley Orgnica de la Procuradura de Justicia, demostrando que esto se encuentra incluido como parte del ejercicio de sus atribuciones y funciones, siendo que era su obligacin el proporcionar la mayor ayuda posible ante estos delitos. Afortunadamente a partir de este ao (2002), estamos creando condiciones para contar con un Centro de Proteccin a Vctimas de este tipo en Mexicali y otro en Tijuana. Me has comentado en otras ocasiones que luego pasas a trabajar al Centro de Atencin para la Mujer, podras hacer un breve resumen de cmo se crea este centro, quin lo apoyaba, y cualquier otro aspecto de inters? Yo empiezo a acudir, como Agente del Ministerio Pblico, y as buscaba el apoyo a las vctimas, porque yo slo poda darles el aspecto legal; empiezo entonces a visitar organismos del Subcomit de Copladem, entre los cuales se encontraba Copaconic, que atiende a los nios de la calle, y se ofrecieron algunos a ofrecer terapia a los nios. As empezamos con nios de la calle. Se crea primeramente una Agencia Especializada de Procuracin de Justicia de Menores, y despus de ah surge la idea de crear el Subcomit de Asuntos de la Mujer, que en aquel tiempo diriga el licenciado Sergio Eduardo Reynoso, que era el Director del DIF Municipal. En ese entonces Sergio Eduardo tena un programa llamado Lnea Binacional de Crisis, que es el 075.
229
La tiene o la tena? Porque estoy enterada que ahora esta lnea existe en el Centro de Atencin a la Mujer. En efecto, Reynoso empieza con ella y luego pasa a lo que es el Centro de Proteccin a la Mujer. Pero el inicio de ese Centro fue precisamente la Lnea de Crisis, que al principio empez a recibir muchas llamadas de violencia familiar. Entonces se crea la consulta externa (todava no entro yo a trabajar en el DIF), con lo que ya no se trata solamente de que la vctima reciba la atencin de emergencia (o sea ante una crisis), sino que se les pueda canalizar a una terapia a mediano o largo plazo. Despus surge la necesidad de contar tambin con un Subcomit de la Mujer que se vaya especializando y viendo sus necesidades. Es justo aclarar que adems del DIF tambin hay muchos otros organismos de la sociedad que se dedican a la mujer, como son por ejemplo el Grupo Factor X, El Lugar de la Ta Juana, el Grupo de Apoyo y el Programa de la Mujer de la Procuradura de Derechos Humanos, por parte de Minerva Njera. Y ellos mismos, al platicar con Reynoso, le proponen la creacin de este Subcomit de Asuntos de la Mujer. Entonces del Subcomit de Nios de la Calle fue seguido de alguna forma del Subcomit de la Mujer. Yo mientras continuaba trabajando en las Agencias Especializadas de Delitos Sexuales cuando me mandan a la ciudad de Rosarito como investigadora, ya no sigo en la Aesvi. Perdn, qu es Aesvi? Agencias Especializadas en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar. Ellos proponen una estrategia de crear el Centro de Proteccin para la Mujer para que yo ya no contine en el Ministerio Pblico de Rosarito y que me venga a coordinarlo, a tomar parte del DIF. As se crea este Centro el 8 de marzo (ya se cumplieron dos aos) y yo entro como Coordinadora; dejo la Procuradura de Justicia del Estado (que es la que manejaba eso) y me vengo al Centro de Proteccin de la Mujer, que forma parte del DIF Tijuana. Y ya para entonces se manejaba la Lnea Binacional de Crisis; posteriormente la consulta externa, y luego (1998) se cre un Albergue para mujeres vctimas de violencia (que es una hacienda que se encuentra en una zona alejada, y cuyo manejo corre a cargo de un Organismo No Gubernamental, el cual la ofrece para que conjuntamente la trabajen y vayan las mujeres que son vctimas de violencia con todo y sus hijos).Y esto en conjunto es el Centro de Proteccin a la Mujer, que es lo que paso a coordinar, y ya no es slo una
230
asesora jurdica para las vctimas de violencia sino que empieza a existir las conciliaciones de pareja, las terapias de grupo, etctera. Hasta este momento t sigues coordinando todo el Centro de la Mujer? Es lo que pas a coordinar Ins Favela. Yo renuncio al Centro de Proteccin de la Mujer el 21 de enero de 2002, para pasar a ocupar el cargo de Directora del Instituto Estatal de la Mujer. Gabriela, me estabas diciendo cmo una cosa llev a otra, de la primera creacin de la primera Agencia de Delitos Sexuales hasta el Instituto de la Mujer. Podras resumirlo todo en un orden cronolgico? Mira, primero se crea la Agencia Especializada en Delitos Sexuales. Luego a travs de Copladem se empieza a participar en el Comit de Organismos de Nios, y de ah se pasa a la necesidad de crear otro Subcomit (de Copladem) dedicado a los asuntos de la mujer. A continuacin comienza por parte del DIF el funcionamiento de la Lnea Binacional de Crisis. Y surge el Programa de Salud Psicolgica Familiar (dirigido por la licenciada Lourdes Daz Infante), debido a que la gente que hablaba a esta lnea tena bsicamente problemas de violencia familiar. As que se crea una consulta externa para darle terapia a quien quisiera acudir. Posteriormente se integran todos esos programas (la lnea en crisis, la terapia psicolgica, la asesora legal) y se crea el Centro de Proteccin Social de la Mujer, que paso a coordinar. Despus se ve otra necesidad: que las mujeres no salan de sus domicilios porque no tenan a donde ir, as que se crea un albergue para las mujeres vctimas de violencia (que tambin controla el Centro). Una duda: Por qu Lnea Binacional? Porque llamaba gente de las dos partes, de Estados Unidos tambin? Bueno, fue creada con esa intencin y adems las capacitaciones fueron dadas por la Crisis Team de la ciudad de San Diego, y contaba con la colaboracin de capacitadores de la polica de San Diego y gente de San Diego, era binacional en su inicio.
231
Y cmo se cre el Instituto Nacional de la Mujer? Me gustara que relataras sus antecedentes, quines lo apoyaron, cules fueron sus necesidades, cmo empieza a convertirse de un proyecto a una realidad? Bueno el Instituto Nacional (que radica en el Distrito Federal) se crea en enero de 2000. Empieza a trabajar aqu ya a nivel estatal una de las diputadas, mejor dicho, la nica diputada que era mujer: la licenciada Olivia Villalas. Ella hace la propuesta al Congreso para que se creara el Instituto de la Mujer para el Estado de Baja California. La polmica dur cerca de un ao (que si se creaba, que si no se creaba, que si se creaba el Instituto de la Mujer era una inequidad porque entonces haba que crear el Instituto del Hombre, que si era duplicar funciones). Duplicar funciones con respecto a quin? Decan que si el Instituto de la Mujer tena dentro de sus objetivos el promover la no discriminacin hacia la mujer, y la no violencia, pues stas eran funciones tambin del DIF, todo lo concerniente a la violencia familiar, por lo que en todo caso deba crearse un Instituto de la Familia. stas eran en trminos generales las polmicas que se formaban. Las mismas procedan de grupos extremos, grupos como Provida (que se oponan), y grupos feministas (que s queran). Y pues nosotros como Subcomit de Asuntos de la Mujer, que ya estbamos juntos, llevamos a cabo un foro de consulta para ver qu era lo que la comunidad de las mujeres queran. Entonces propusimos que fuera un organismo descentralizado, propio, que tuviera una personalidad jurdica, y as lo llevamos al Congreso. Finalmente sale la ley que lo crea el 22 de junio del ao 2001. Y surge as el Instituto como tal. Aparte de lo que ya sabemos de Tijuana, no se haba creado otro centro en el resto del Estado de Baja California? En Mexicali se crea lo que es el Cavim, que es similar al Centro de Proteccin de la Mujer (el Cavim es el Centro de Atencin a Vctimas). Pero ya un organismo estatal, que atendiera violencia familiar, slo se contaba con lo que atenda el DIF (el cual carece de instancias tanto en Rosarito como en Ensenada y Tecate). Para tratar la violencia familiar se requera adems de una instancia que ayudara a promover la equidad, es decir, que las mujeres al igual que ocurra
232
con los hombres tuviramos acceso a la ley en igualdad de condiciones. En junio de 2001 por fin sale la ley publicada, pero hubo un intervalo en el cual no se saba quin iba a quedar como titular. En ese nterin se abre el presupuesto del 2002, pero como todava no haba una directora, no se le haba asignado un presupuesto. La convocatoria para nombrar la directora del Instituto sale hasta el mes de noviembre de 2001 y fue ah cuando entr al concurso, llegu como titular desde enero de 2002, y es hasta esa fecha cuando ya tomo protesta como directora. El Instituto actualmente ya funciona como tal? S, est funcionando con un presupuesto propio, pero es un presupuesto para empezar a proyectar lo que sera el Instituto. Quin los presupuesta a ustedes, quin les da el dinero? Nosotros tenemos que elaborar un proyecto, un programa de trabajo, solicitar un presupuesto. El Instituto nace con personalidad jurdica y como un organismo descentralizado, autnomo y con patrimonio propio. Entonces t tienes que promover ese presupuesto y lo pasas a planeacin y finanzas, te lo aprueban y lo pasan al Congreso del Estado, que es quien te lo va a aprobar. El Congreso del Estado me aprob este presupuesto para pagar sueldos, tanto a la gente que trabaja conmigo, como para gastos de oficina. Estamos laborando con organismos de la sociedad civil con proyectos como la campaa en contra de la violencia, hay relacin con el Instituto Nacional, tenemos por parte de ellos talleres que nos van a impartir prximamente. Cules son las metas del Instituto y qu funciones desempea en este momento. En el sentido de conocer qu tipo de servicios estn ofreciendo, cules son sus objetivos? Bueno, para determinar los objetivos del Instituto realizamos un Foro Estatal en mayo del ao pasado. Esto para poder reconocer lo que la mujer necesita. Y como objetivo fundamental podemos hablar de: Promover y fomentar las condiciones que posibiliten la no discriminacin, la equidad e igualdad de oportunidades y de trato entre hombres y mujeres, el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres y su participacin equitativa en la vida poltica, cultural, econmica y social de la entidad, bajo el criterio de la transversalidad
233
en las polticas pblicas y con un enfoque que permita identificar y valorar la desigualdad, la discriminacin y la violencia hacia las mujeres, para generar un cambio mediante estrategias y lneas de accin que propicien la equidad social. Todo ello implica que trabajamos esencialmente dirigidas a Consolidar las condiciones que propician la incorporacin y desarrollo de la mujer en igualdad de oportunidades que el hombre. Y tambin de ese Foro se contabiliz y surgieron tres lneas estratgicas, basadas en las necesidades prioritarias de las mujeres: 1. Impulsar la creacin y fortalecimiento de espacios de atencin a mujeres vctimas de abuso en los aspectos tanto familiar como laboral y social. 2. Promover la orientacin e informacin para la mujer en los aspectos concerniente a sus derechos, valores, autoestima. educacin, salud y familia. 3. Impulsar acciones para fortalecer las condiciones y oportunidades para mejorar la calidad de vida de la mujer (como por ejemplo, conocer cmo llegar a ser autosuficiente en el rea laboral). Esto en s est plasmado en el plan estatal de desarrollo; gracias a este Foro por primera vez ya contamos con objetivos de la mujer. Pero, stos son los objetivos que actualmente ya rigen en el Instituto de la Mujer? S, y de ah bajan alrededor de 30 lneas, acciones o atribuciones del Instituto. Como son el promover la salud, la no discriminacin, las relaciones con otros institutos y con organismos de la sociedad civil que empaten con los fines del Instituto: hacer el Programa Estatal de la Mujer. S, est funcionando ya. Y cmo hemos llegado a funcionar? Bueno, debemos estar acudiendo a instancias del mismo gobierno, para que sus organismos hagan lo que deben hacer en favor de la mujer. As por ejemplo, ante el sector salud, o el sector educativo, se les est proponiendo un modelo educativo donde se les ensee a compartir responsabilidades a los nios y a las nias. En el sector de rea de trabajo promover leyes que no discriminen a la mujer, como los que ya hemos aclarado tanto, como que les piden certificado de gravidez, o que no se les da su hora de lactancia, o que no se les paga igual a las mujeres que a los hombres, o sea que no tienen igual remuneracin. As que influimos en todas las polticas pblicas.
234
Y hay algn servicio abierto al pblico en particular, o no es objetivo del Instituto? Todos los servicios son normativos, pero sin embargo no puede dejar de ser operativo. As que s ha acudido gente con nosotros (mujeres que saben que existe el Instituto) a pedir asesora jurdica, o a solicitar opciones para una beca, apoyo de proyectos productivos, etctera. En esos casos lo que puede y ha hecho el Instituto es canalizarlos y darles asesora jurdica. Debo aclarar que como en este caso la titular es abogada pues se les da asesora jurdica, pero tambin est conmigo una psicloga aqu en Tijuana para poder brindarles todo el apoyo requerido en el momento. Por ejemplo, si hay una mujer que dice que se estn violando sus derechos laborales, puede acudir al Instituto y nosotros tenemos la obligacin de dirigirnos a las autoridades pertinentes para promover que se le respeten sus derechos. En este sentido que me hablas de derecho, ustedes lo remitiran por ejemplo al Programa de Derechos Humanos que coordina la licenciada Minerva Njera O es a otra instancia? Puede ser con Minerva Njera, o tambin a la Secretaria del Trabajo, o bien a la Secretara de Prevencin Social. Entonces bsicamente, en caso de que alguien acudiera con ustedes, lo atenderan, o constituye ste un objetivo fundamental del centro? No, somos normativos, es decir, nos dedicamos a las polticas pblicas, o sea a planear cmo las dems entidades de gobierno van a tener que asumir la responsabilidad para lograr la equidad. Y cmo les llega la retroalimentacin de lo que las mujeres estn necesitando para que a su vez ustedes puedan influir en la parte de los organismos? En este momento el programa que estamos realizando es el Programa Estatal de la Mujer. Si nos llega una mujer y plantea que necesita atencin psicolgica o jurdica, o que propone que se reforme alguna ley, entonces lo que hacemos es confeccionar un escrito y mandarlo a la autoridad que corresponda. Y ellas despus se informan de lo que se est haciendo al respecto. En estos
235
momentos para empezar se mand un oficio al sector salud, al sector educativo y al sector trabajo, para indagar acerca de lo que estn y no estn haciendo en favor de la mujer, en funcin de las recomendaciones que se nos han hecho Y estas recomendaciones o peticiones a travs de qu medios se realizan? Puede ser a travs del propio Instituto o bien de otros organismos de la sociedad. Pero la conducta adecuada sera como rgano de Gobierno. O sea que como el encargado de todos los asuntos de la mujer es el Instituto, pues lo apropiado sera que los organismos fueran los que hicieran las peticiones. No obstante, creo conveniente mantener una comunicacin directa con quienes quisieran relacionarse con nosotros, ya que recibimos toda la informacin vinculada a las mujeres en el Estado. As por ejemplo en muchas ocasiones nos enteramos de algunas conferencias internacionales, nacionales, locales, adems de que en estos momentos estamos a punto de formalizar una Red en contra de la violencia hacia la mujer, y ah van a participar todos los organismos de la sociedad civil. Incluso se tiene pensado ofrecer talleres. Esa informacin, una vez que la manejemos, la podremos dar a conocer a la comunidad. De tal forma, a pesar de ser normativos, programamos diversas actividades de inters y vinculacin. Otro ejemplo lo constituye la imparticin de plticas a escuelas ya sea a travs de nosotros o por medio de los Organismos No Gubernamentales, o de la sociedad civil, tanto para padres, como plticas de prevencin a los embarazos en las adolescentes, etctera. Estamos formando un paquete de cmo vamos a llegar a las escuelas. Otro ejemplo: se detectaron, por medio del rea de prevencin del delito, que existen zonas marginadas donde se da con harta frecuencia la violencia familiar, entonces es necesario llegar a esas zonas. Tambin pueden venir a decirnos: se necesitara una pltica en Camino Verde, porque las mujeres estn pidiendo orientacin, en cuyo caso asistimos una psicloga y yo, para brindarles tanto orientacin en el rea jurdica como en la psicolgica. Entonces s se puede llegar hacia nosotros, de alguna manera buscamos, si no es por medio de nosotras, quin las puede ayudar . Queremos un estado donde la mujer se d cuenta de todas sus fortalezas y salga adelante en igualdad de condiciones que el hombre. Y el reto con el que nos enfrentamos es el de construir una nueva sociedad que asegure su participacin en igualdad de condiciones con los hombres en todas su reas.
LA COORDINACIN DE ATENCIN A LA MUJER Y ORIENTACIN FAMILIAR DEL DIF MUNICIPAL COMO ALTERNATIVA DE ATENCIN INTEGRAL A LA VIOLENCIA FAMILIAR
Ins Favela Hernndez1 Vernica Gonzlez Zrate2 Antonio Villagmez Candelas3 Este trabajo es bsicamente de tipo descriptivo, ofreciendo una visin panormica sobre los servicios desarrollados en el DIF Municipal de Tijuana, Baja California, para la prevencin, deteccin, intervencin en crisis y atencin de la violencia familiar. Los programas referidos son: 1. Lnea de intervencin en crisis. 2. Centro para la Proteccin Social de la Mujer. 3. Albergue para Vctimas de Violencia Familiar. Los objetivos que nos proponemos alcanzar con este trabajo son bsicamente dos: 1. Presentar el modelo de atencin integral a la violencia familiar desarrollado por esta institucin. 2. Caracterizar empricamente la violencia familiar y, ms especficamente, la violencia conyugal en la ciudad de Tijuana, tomando como base los datos disponibles sobre vctimas, agresores y nios que han recibido tratamiento psicolgico en el Centro para las Proteccin Social de la Mujer.
1 Licenciada en Trabajo Social, Coordinadora de Atencin a la Mujer y Orientacin Familiar del DIF de Tijuana. 2 Licenciada en Psicologa y Coordinadora de Psiclogos del Centro para la Proteccin Social de la Mujer. 3 Psiclogo social, encargado de los grupos de varones maltratadores del Centro para la Proteccin de la Mujer.
[237]
238
Por ello, en la segunda parte de este artculo se presenta informacin estadstica que se elabor con la poblacin atendida de enero a junio de 2002.
NOCIONES FUNDAMENTALES ACERCA

DE LA VIOLENCIA FAMILIAR
La violencia intrafamiliar no es un fenmeno reciente en nuestra sociedad ni en otras latitudes del mundo; histricamente, la mujer, las nias y los nios han sido objetos de malos tratos ms o menos tolerados, aceptados, ignorados o francamente estimulados por su propio grupo social. Sin embargo, apenas unas dcadas atrs grupos de mujeres empiezan a exigir el respeto a sus derechos y aproximadamente a fines de los aos sesentas y principio de los setentas se habla de manera ms insistente de la violencia hacia las mujeres y se empiezan a establecer los primeros centros de atencin para vctimas de dicha problemtica. La violencia familiar hacia la mujer ha sido estudiada desde diferentes pticas y de hecho se han acuado diversas expresiones para referirse a ella: violencia domstica, violencia familiar, malos tratos hacia la mujer y violencia de gnero son algunos de los trminos utilizados. Desde luego las diferencias en la terminologa utilizada son reflejo de distintas concepciones sobre la problemtica, que en este momento no abordaremos. De acuerdo con Jorge Corsi (1999), Director de la Carrera de Especializacin en Violencia Familiar de la Universidad de Buenos Aires, el trmino violencia familiar alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las relaciones entre los miembros de una familia. Esto implica que la violencia domstica puede darse en varios sentidos: de padres a hijos, entre cnyuges (ms comnmente del hombre hacia su compaera) y hacia los ancianos de la casa (padres o abuelos). La mayor parte de las reflexiones que se tratan en este artculo se refieren a la violencia en la pareja, por ser el mbito de intervencin de nuestro equipo de trabajo. La abogada mexicana Marta Torres Falcn (2001: 39), investigadora del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer de El Colegio de Mxico, define la violencia familiar como: comportamiento cuyo propsito sea ocasionar un dao o lesionar a otra persona, y en el que la accin transgrede el derecho de otro individuo. Se produce siempre en un esquema de poderes desiguales, donde hay un arriba y un abajo que pueden ser reales o simblicos.
239
En esta definicin se presentan tres elementos a destacar: a) Existe violencia cuando est presente la intencin de daar o lesionar al otro. No son actos accidentales ni fortuitos, pues quien la ejerce tiene el evidente propsito de controlar los actos de otra persona. b) Estos actos transgreden el derecho de otra persona: ignoran o nulifican garantas fundamentales de la persona, como su derecho a la seguridad, la integridad e incluso su derecho a la vida. c) La violencia se presenta en un contexto de desigualdad entre sus participantes: nuestra sociedad no valora en trminos de igualdad a hombres y mujeres, propiciando estereotipos que hacen ver como mejor o ms capaz a alguien por ser ms joven, ms fuerte, por ser hombre, por generar un ingreso econmico, por mencionar algunos criterios. Aquel que se autocalifica como superior se siente con derecho sobre aquellos que percibe como dbiles: su mujer y sus hijos. La Convencin Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida coloquialmente como la Convencin de Belm Do Par (1994), refiere que es violencia cualquier accin o conducta que cause muerte, dao o sufrimiento fsico, sexual o psicolgico a la mujer. En esta Convencin signada a nivel internacional, se introduce el termino gnero que se refiere precisamente a las diferencias asignadas culturalmente a hombres y mujeres, imponiendo roles de comportamiento y expectativas de vida. Con lo anterior nos damos cuenta de que no solamente se ejerce violencia en casa sino que socialmente existen mltiples manifestaciones que violentan a la mujer. La violencia familiar lejos de ser un problema que atae al mbito privado, es un grave problema social que repercute en la mujer, sus hijos e incluso en el hombre generador de violencia. Algunos de los daos que ms frecuentemente se presentan en la salud fsica de la mujer son: moretones, rasguos, fractura de huesos, heridas con armas punzo cortantes, lesiones en rganos como dientes, ojos y odos. Asimismo es comn que la mujer presente padecimientos psicosomticos como: dolores de cabeza, dolores musculares de cuellos o espalda, dolor abdominal, gastritis, ulceras y trastornos en el sueo y alimentacin. La violencia frecuentemente deriva en abortos espontneos, partos prematuros y el nacimiento de hijos de bajo peso. En el plano emocional existe una marcada disminucin de su autoestima (ver Fernndez, 2001), poca confianza en sus capacidades, poca o nula ini-
240
ciativa, creatividad y capacidad de tomar decisiones. Adems de una sensacin de fatiga o decaimiento, perdida de inters en la vida, depresin, ideas suicidas e intentos de suicidio. Los nios criados en hogares violentos suelen ser tmidos y retrados, tienen una autoestima baja, presentan trastornos de conducta en el mbito familiar y escolar as como problemas en el aprendizaje. Algunos ms se fugan de casa, empiezan a delinquir de manera temprana o se vuelven nios de la calle. La violencia generada en el hogar tiene altos costos para la sociedad, que enfrenta problemas de productividad, salud, sociales y de seguridad pblica.
ASPECTO JURDICO Despus de aos de trabajo y activismo poltico en Mxico de diversas Organizaciones No Gubernamentales, las cuales pugnaban porque se legislara a nivel federal en torno a la violencia domstica, no es sino hasta el 8 de julio 1996 cuando aparece publicada en el Diario Oficial de la Federacin la Ley de Asistencia y Prevencin de la Violencia Intrafamiliar. En Baja California, el 12 de junio de 1998, se publica en el Diario Oficial del estado la modificacin al Cdigo Penal establecindose el artculo 242 bis relativo al delito de violencia intrafamiliar. Al tipificar la violencia domstica, nuestro Cdigo Penal (1998: 96-97) la define de la siguiente manera: Al que ejerza dolosamente de manera reiterada la fuerza fsica o moral, as como la omisin grave de cumplir con un deber, en contra de su cnyuge, concubina o concubinario, que habite en la misma casa-habitacin, y que con ello quebrante el respeto, la dignidad, la tranquilidad, seguridad y concordia intrafamiliar, imposibilitando o haciendo intolerable la convivencia familiar o les provoque trastornos psicoemocionales. La forma en que est configurado el delito hace necesario abrir una reflexin sobre algunos puntos que llaman la atencin: 1. Se habla de actos reiterados de violencia. Consideramos pertinente sealar las dificultades que tiene la mujer para acudir a una instancia legal a denunciar y cuando finalmente se decide, despus de soportar aos de abusos, se encuentra con la frustracin de que su denuncia no procede pues nos existen antecedentes. Esto desmoraliza totalmente a la vctima y le hace perder la confianza en la autoridad. Creemos adems que los legisladores no contemplaron que:
241
a) Cuando se presenta la violencia fsica generalmente hay aos de violencia emocional y verbal que le antecedieron. b) Un slo acto de violencia fsica puede dejar severas consecuencias en la mujer, generarle un dao o discapacidad permanente o poner en peligro su vida. En este sentido, el Estado no est velando por la integridad y seguridad de la persona en todo momento. 2. Se establece como violencia al que ejerza dolosamente la fuerza fsica o moral, y sera interesante saber qu autoridad valora o certifica el dao moral. Puesto de esta manera, un peritaje de un psiclogo por s mismo debera ser suficiente para realizar la denuncia penal, sin embargo, esto obviamente no sucede. 3. El agresor no necesariamente vive en la misma casa; es frecuente que cuando una mujer decide separarse de su pareja y/o iniciar trmites de divorcio la agresin llega a sus puntos ms lgidos. En otros casos, estando ya la familia separada el hombre se acerca a la casa y ejerce violencia, sometiendo a la familia a episodios recurrentes de terror. 4. Tambin sera necesario establecer qu suceder cuando quien agrede no es el cnyuge sino el novio. En el Cdigo referido se establecen algunas medidas de seguridad: a) La prohibicin de ir a un lugar determinado. b) Otorgar caucin de no ofender. c) Sujecin a tratamientos psicolgicos especializados. stas son medidas importantes y sin embargo las autoridades competentes no las aplican, lo que brindara mayor tranquilidad y seguridad a las mujeres que s se atreven a denunciar. Desde luego que las caractersticas de las vctimas en ocasiones hacen que los funcionarios del poder judicial no apoyen la presentacin de denuncias, ya que muchas de ellas otorgan el perdn a su victimario. Recientemente sucedi con una mujer albergada en nuestro centro, quien, aparentemente se encontraba decidida a denunciar, se present en la Agencia Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar y al certificarla el mdico legista detect lesiones que tardan ms de 15 das en sanar, ya que incluyen el desprendimiento de retina. Sin embargo, al momento de hacer su declaracin dijo que no quera hacerle dao a su esposo pues l es bueno y la quiere, pero ella lo hace enojar, especialmente cuando no lo complace sexualmente. En esta ocasin l haba iniciado el ataque violento cuando ella se encontraba dormida.
242
El caso anterior nos hace reflexionar sobre la necesidad de sensibilizar a los funcionarios sobre las caractersticas y naturaleza del problema, pues aunque en ocasiones sea frustrante o decepcionante la atencin a las vctimas, la funcin del servidor pblico es promover la aplicacin de la justicia y, por ende, la presentacin de denuncias. La violencia genera muchos desajustes familiares y frecuentemente est asociada con otros delitos como: incumplimiento de obligaciones de asistencia familiar, lesiones, amenazas, sustraccin de menores e incapaces, robo entre parientes, dao en propiedad ajena, portacin de arma prohibida, violacin, corrupcin de menores, abuso sexual, por mencionar algunos. Actualmente los legisladores del estado de Baja California tienen la propuesta de creacin de una Ley de Atencin a Vctimas, dentro de la cual se incluira un Captulo de Violencia Intrafamiliar, lo cual consideramos muy conveniente pues da la oportunidad de crear una ley integral que contemple la prevencin, atencin, denuncia y tratamiento de estos casos.
DIF MUNICIPAL EN TIJUANA El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) inici su funcionamiento el 13 de enero de 1977, derivndose de la fusin del Instituto Mexicano para la Proteccin de la Infancia (IMPI) con el Instituto Mexicano de Asistencia a la Niez (IMAN). Una vez que el Gobierno federal establece el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, los Gobiernos estatales y municipales hacen lo propio. Estas dependencias son encabezadas por las esposas de los titulares del Poder Ejecutivo (Presidentes de la nacin, Gobernador del estado y Presidente municipal) con todas las ventajas y limitaciones que este esquema puede presentar. Tradicionalmente, el DIF se ha identificado como una institucin que realiza trabajo de tipo asistencia y algunas de las acciones que destacan en este sentido son: la donacin de despensas, la entrega de desayunos escolares y auxilio material que se otorga a las personas que se encuentran en una situacin especialmente vulnerable, como ancianos, discapacitados, enfermos, etctera. Esto ha ido cambiando paulatinamente, observndose un incremento de actividades de tipo preventivo, educativo y promocional. De hecho ello se acompaa con la intencin de profesionalizar el personal y de sistematizar las experiencias de trabajo.
243
En Tijuana el DIF Municipal se constituy por acuerdo de Cabildo del 19 de septiembre de 1984, como un organismo pblico descentralizado. Algunas de sus atribuciones son: a) Promover el bienestar social y prestar al efecto servicios y asistencia social. b) Apoyar al gobierno del municipio en los programas y estrategias para el desarrollo de la familia y la comunidad. c) Realizar estudios e investigaciones sobre los problemas de la familia, de los menores, de los ancianos y minusvlidos sin recursos. d) Prestar servicios de asistencia jurdica y de orientacin social a la familia, a los menores, a los ancianos y minusvlidos sin recursos.
COORDINACIN DE ATENCIN A LA MUJER Y ORIENTACIN FAMILIAR El Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia a partir de mayo de 1998 establece dentro de su estructura la Subdireccin de Salud Psicolgica Familiar, que posteriormente se transforma en la Coordinacin de Atencin a la Mujer y Orientacin Familiar. Esta rea se encarga de la atencin de problemas de ndole psicosocial, con nfasis especialmente en la violencia familiar. Es interesante hacer notar que la Coordinacin de Atencin a la Mujer y Orientacin realiza un trabajo de promocin humana, a travs de un proceso de toma de conciencia sobre la situacin personal que permita generar cambios para mejorar la calidad de vida. A continuacin se realiza una resea de cada uno de los programas as como la poblacin que impacta:
LNEA DE CRSIS 075 En mayo de 1998 inicia el funcionamiento de la Lnea Binacional de Crisis 075 con el objetivo de atender va telefnica cualquier situacin que provoque crisis emocional, incluida la violencia familiar. Este programa opera de manera permanente, brindando servicio las 24 horas los 365 das del ao. Es un servicio gratuito, al que se puede tener acceso desde cualquier telfono particular o publico.
244
Todos los interventores son psiclogos entrenados en manejo de crisis. Los problemas por los que usualmente llaman las personas son: problema de salud, prdida de un ser querido, divorcio, abuso sexual, alcoholismo y adicciones, ideacin suicida y depresin por mencionar algunos. En el periodo de enero a junio del 2002 se recibi un promedio de 1,200 llamadas por mes, de las cuales el primer motivo de stas es por violencia familiar. Este servicio es relevante, si consideramos que algunas vctimas estn en una relacin tan dependiente e inmovilizante que no se atreven a salir de su hogar sin autorizacin del marido, no cuentan con dinero para transporte ni para hacer una llamada. Por todo lo anterior esta LNEA DE CRISIS es un recurso valioso para estas personas, que les permite contactar con un servicio de apoyo sin grandes dificultades. Es un espacio de atencin de Primera Instancia que puede ser determinante para que la persona busque un apoyo posterior.
CENTRO PARA LA PROTECCIN SOCIAL DE LA MUJER En abril de 1999 inicia el funcionamiento del rea de consulta externa e intervencin en crisis ofreciendo el servicio de terapia psicolgica. Posteriormente se incorporan otras reas de intervencin con el propsito de brindar una atencin ms completa a los usuarios, transformndose en el Centro para la Proteccin Social de la Mujer. El objetivo del Centro es proporcionar una atencin integral a las vctimas de violencia intrafamiliar, brindando orientacin psicolgica y social, asesora jurdica y tratamiento mdico, que les permita mejorar su calidad de vida. Este Centro logr en corto plazo una importante proyeccin en la comunidad tijuanense, pues los servicios ofrecidos pronto fueron insuficientes, teniendo que incrementarse los horarios de atencin as como el nmero de profesionales involucrados dentro de la institucin. Como Centro de Proteccin Social de la Mujer ofrecemos a la comunidad: Intervencin preventiva y deteccin temprana de casos: a travs de la participacin en medios masivos de comunicacin y la organizacin de actividades educativas, como plticas de informacin, participacin en jornadas comunitarias y ferias educativas. Atencin psicolgica: se brinda terapia breve y de emergencia por medio de la cual se provee el apoyo emocional necesario para que la perso-
245
na sea capaz de llevar cambios en su estilo de vida y lograr el adecuado desarrollo de sus potencialidades. Este servicio se otorga durante un periodo aproximado de seis meses por paciente. Asimismo, se canaliza a otras instancias de atencin y se da seguimiento al caso. Orientacin social: se promueve la atencin de necesidades sociales de las familias por medio del Departamento de Trabajo Social, tales como: alimentacin, salud, capacitacin, empleo, cuidado de los hijos as como otros servicios complementarios. Asesora jurdica: se provee informacin, orientacin y asesora para que las personas puedan tomar las acciones legales pertinentes. Una actividad que complementa este servicio son las conciliaciones de parejas, que cuando es posible realizarlas evitan el desgaste de acudir a instancias legales que enfrenta a las mujeres a un proceso ms tortuoso y lento. Grupos de informacin y apoyo mutuo: se han establecido para nios, adolescentes y mujeres vctimas de violencia, as como hombres generadores de agresin. Tienen el propsito de complementar el tratamiento y acelerar el proceso de recuperacin psicosocial.
ALBERGUE PARA VCTIMAS DE VIOLENCIA FAMILIAR El Albergue se inaugur el 8 de marzo del 2001, precisamente en el Da Internacional de la Mujer, como una manifestacin de DIF de su inters de generar recursos para este sector de la poblacin. ste tiene como objetivo proporcionar un lugar seguro a mujeres y nios vctimas de violencia familiar, cuando corre riesgo su vida e integridad fsica y no cuenta con apoyos externos. En el albergue reciben los apoyos necesarios que les permitan construir un proyecto de vida saludable e independiente. El servicio de albergue se ofrece cuando: 1. Existe violencia fsica o sexual. 2. La mujer solicita proteccin y albergue, estando dispuesta a la separacin temporal o definitiva. 3. No cuenta con familiares u otros recursos de apoyo externo dentro de la ciudad. 4. La familia no es una opcin viable para albergarla. 5. Existe una situacin econmica precaria.
246
Obviamente el albergue tiene una capacidad limitada (10 familias), por lo que se valora cuidadosamente cada situacin para definir quin ingresa, con el propsito de atender a quien ms lo necesita. Cuando una persona no puede ser recibida en nuestro albergue y se observa que tiene necesidad de este apoyo, gestionamos su ingreso con otras instituciones. El albergue se ofrece por un periodo de tres meses, tiempo durante el cual se les apoya para que transiten por la crisis inicial por la separacin, reciben tratamiento teraputico, se busca que resuelvan problemas urgentes como la obtencin de documentos de identificacin de la madre y sus hijos, atencin de problemas de salud y gestiones legales, entre otros. Posterior a esta etapa inicial se les prepara para la vida laboral y se hacen gestiones para que obtengan un empleo. Los apoyos que se otorgan son: Hospedaje. Alimentacin. Vestido y calzado. Servicio mdico. Asesora jurdica. Tratamiento psicolgico. Capacitacin. Bolsa de trabajo. Gestiones diversas ante instituciones. En el primer ao de funcionamiento se alberg a un total de 36 mujeres y 65 menores. La demanda se ha incrementado en el presente ao, ya que de enero a junio ingresaron 31 mujeres y 108 nios. De stas ya egresaron del albergue 25 personas. Es interesante darnos cuenta que del total de egresadas 60 % iniciaron una vida independiente al agresor, obteniendo un trabajo y rentando una vivienda o viviendo con familiares o amigos, algunas ms fueron trasladadas a sus lugares de origen. El 40 % ha regresado a vivir con el agresor. Hemos observado que cuando esto sucede vuelven despus de algunos meses a solicitar apoyo nuevamente, pues la violencia reinicia. Sin embargo, hay estudios a nivel internacional que sealan que antes de que la mujer pueda concluir definitivamente una relacin abusiva es comn que se alberguen en varias ocasiones. Ciertamente es un proceso de rompimiento con la pareja y a la vez de ir probando su capacidad para ser responsable de su propia vida y la de sus hijos.
247
Este ao proyectamos construir un albergue ms amplio y con instalaciones ms funcionales, que gracias al Club Rotario Tijuana Otay esperamos ver concluido en noviembre.
AVANCES DE LA SISTEMATIZACIN En un esfuerzo por identificar las principales caractersticas de las usuarias y los usuarios que atiende el Centro de Proteccin Social de la Mujer, se analizaron los registros correspondientes al primer semestre del 2002. En este avance presentamos nicamente las personas atendidas por el rea de Psicologa. De stas, 195 son vctimas, 37 agresores y 35 nias y nios. Con ellos, se elaboraron los grficos que se presentan a continuacin. En el grfico 1 podemos observar que la poblacin que atiende el Centro se mantiene en un rango de edad que va desde los 15 aos en adelante. Lo cual nos muestra, en principio, que personas adolescentes viven ya experiencias de violencia domstica con su pareja, y por ello solicitan los servicios del centro. Si bien las personas entre 15 y 19 aos representan slo el 2 % de las usuarias y los usuarios atendidos, ste no deja de ser un porcentaje significativo. Por otra parte, las personas entre 20 y 24 aos representan el 13 % de la poblacin atendida. Las comprendidas entre 25 y 29 aos el 24 %. Las que se encuentran entre los 30 y 34 aos el 26 %. Las que estn entre los 35 y 39 aos el 19 %. Y, de los 40 a 45 y de los 46 aos en adelante, el 9 % y 7 %, respectivamente. Aqu resulta altamente significativo que si sumamos los cuatro porcentajes ms altos (13 %, 24 %, 26 % y 19 %), encontramos que el 82 % de la poblacin atendida por el centro se encuentra entre los 20 y 39 aos de edad. Esto es, casi ocho de cada 10 personas que asisten al centro pertenece al rango de edad que la UNESCO considera como el periodo de mayor productividad laboral en las personas en general, y el de mayor tasa reproductiva para las mujeres en particular. Esto es preocupante, por las consecuencias nocivas que la violencia domstica tendr en sus niveles de desempeo y en su vida reproductiva. Esto se acenta an ms si sumamos slo los dos porcentajes ms altos (24 % y 26 %), ya que entonces tenemos que el 50 % de la poblacin atendida por el centro se concentra entre los 25 y 34 aos, focalizando an ms los efectos en la economa y la salud de la poblacin. Por su parte, en el grfico 1a se observa el rango de edad en el que estn comprendidos los agresores. En l se puede observar que este rango va desde los 20 aos en adelante. Aqu, en principio, destaca el contraste con la grfica
248
GRFICO 1 Rango de edad de la vctima

40 a 45 aos 9% 46 aos en adelante 7% 15 a 19 aos 2% 20 a 24 aos 13%
35 a 39 aos 19%
25 a 29 aos 24%
30 a 34 aos 26%
GRFICO 1A Rango de edad del agresor

50 a 54 aos 8% 55 aos o ms 5% 20 a 24 aos 5% 25 a 29 aos 19%
45 a 49 aos 5% 40 a 44 aos 5%
35 a 39 aos 28%
30 a 34 aos 25%
anterior (grfico 1, grfico por rango de edad de las vctimas), donde el rango empieza desde los 15 aos. En nuestra sociedad, tradicionalmente, las parejas formadas por hombre-mujer tienden a formarse con diferencias de edad significativas, desde unos pocos aos hasta incluso dcadas, y en ellas el varn suele ser el mayor. Esta diferencia de edad, en algunos casos, se traduce en desigualdad, ya que, tanto los niveles de experiencia de vida, como el acceso a recursos econmicos y educativos, no son los mismos para diferentes gru-
249
pos de edad. Por otra parte, la desigualdad, a su vez, crea el campo propicio para situaciones de violencia. Es interesante observar el rango de edad de las vctimas, que empieza desde los 15 aos, y el rango de edad de los agresores, que inicia a los 20. Esto nos permite suponer, para el caso de las personas que asisten al centro, que al menos las mujeres del rango de 15 a 19 aos no estn recibiendo violencia por personas de su mismo grupo de edad, y que la diferencia con respecto a ellos es de al menos de cero a cinco aos. Asimismo, en el caso de las vctimas, el 50 % de ellas se concentra en el rango de 20 a 29 aos. Para el caso de las agresoras y los agresores, por su parte, el 50 % se concentra en el rango que va de los 30 a los 39 aos. En este caso, una diferencia que al menos, va de los 0 a los 10 aos. Por otra parte, si hacemos el mismo ejercicio que en el caso de las vctimas de violencia y sumamos los porcentajes ms altos (19 %, 25 % y 28 %), de nueva cuenta vemos que se concentran en el rango que va de los 25 a los 39 aos y adquieren un porcentaje igualmente considerable (72 %). Aqu, igual que para el caso anterior, se trata de un grupo de personas que se encuentran en la etapa de mayor productividad y tasa reproductiva. En este sentido, diversos estudios centrados en los varones han encontrado que, a pesar de ser mayoritariamente ellos los agresores (o quiz, precisamente por ello), experimentan tambin serios trastornos en su salud. En este caso, como resultado del estrs emocional, la propensin a adoptar conductas de riesgo, tendencia a consumir mayores volmenes de alcohol, etctera. Ello, por supuesto, con las consecuencias negativas para la economa y los servicios de salud de la comunidad, que ya vimos en el caso de las mujeres. En el grfico 2 se pueden observar los tipos de violencia referidos por las personas atendidas por el centro. En ste destaca que los porcentajes ms altos se concentran en violencia fsica (22 %), violencia verbal (32 %) y violencia emocional (28 %). Esto probablemente se debe a que generalmente la violencia fsica (un golpe, bofetada, empujn, etctera) suele estar acompaada de violencia verbal (gritos, insultos, sobrenombres, etctera) y emocional (controlar, manipular, perseguir, etctera), y stas, difcilmente, se dan aisladas. Aunque ello tambin puede estar relacionado a que la violencia fsica hacia la pareja cada vez obtiene menos respaldo social, y comienza a ser mal vista, en particular por las huellas fsicas que deja en las personas (moretones, cicatrices, fracturas, etctera). No sucede as con la violencia verbal y emocional, pues sta no deja huellas visibles y puede practicarse durante muchos aos sin que la comunidad o
250
GRFICO 2 Tipo de violencia hacia la vctima

Econmica 10% Sexual 5% Cruzada 3% Fsica 22%
Emocional 28% Verbal 32%
GRFICO 3 Tipo de ocupacin de la vctima

Negocio propio 6% Empleada(o) formal 32%
Hogar 42%
Empleada(o) informal 17%
Estudiante 3%
la familia de la persona que la vive se enteren, o inclusive, sin que la persona que la vive perciba ese trato como violencia. En el grfico 3 se muestra la ocupacin de las personas atendidas por el centro. Aqu, los porcentajes ms altos se concentran de la siguiente forma, personas que tienen como principal ocupacin el hogar 42 %, empleada(o) formal 32 % y empleada(o) informal 17 %. Esto llama la atencin porque si unimos los porcentajes de empleadas(os) formales e informales, tenemos que de las personas que atiende el centro por situaciones de violencia domstica, el 49 % tiene algn tipo de trabajo remunerado. Por una parte, esto se relaciona con lo mencionado en el grfico 1, en el sentido de los costos de la violencia domstica para la economa de la comu-
251
nidad. Se sabe que cuando una persona experimenta situaciones de violencia en su casa, su nivel de desempeo laboral disminuye, tiende a presentar un mayor nmero de inasistencias en su trabajo, y requiere con mayor frecuencia de los servicios mdicos comunitarios. Ahora, si casi la mitad de las personas que asisten al centro por una situacin de violencia cuentan con un empleo remunerado, es de esperarse que los costos para las empresas y para los servicios de salud sean altos. Ahora, el 42 % que tiene como ocupacin el hogar, tambin es necesario que sea considerado. Si bien tradicionalmente el trabajo domstico no se ha considerado una actividad productiva, recientemente, el FNUP (Fondo de las Naciones Unidas para la Poblacin) sealo que si ste se contabilizara, representara poco ms del 60 % del PIB (Producto Interno Bruto) de cada pas. Esto es, el trabajo domstico genera riqueza, en la medida en que quien lo realiza hace posible que otros se dediquen por entero a un empleo remunerado, a asistir a actividades educativas. En consecuencia, si la persona que lo realiza lo hace bajo condiciones de violencia domstica, muy probablemente su desempeo disminuir y con l las otras ramas de la economa. Por otra parte, el que encontremos porcentajes tan semejantes entre las personas que s cuentan con una actividad remunerada y las que no, nos obliga a mirar con mayor atencin el fenmeno de la violencia domstica. Hasta hace algunos aos, se pensaba que el que las mujeres contarn con ms opciones laborales fomentara la independencia y empoderamiento de ellas y de esta manera se contribuira a reducir situaciones de desigualdad en el hogar, entre ellas, la violencia domstica. Sin embargo, diversas observaciones al respecto han encontrado que lejos de ello, en amplios sectores de la sociedad, dicha desigualdad ha aumentado, al recaer en la mujer hasta dobles y triples jornadas de trabajo, ya que las tareas domsticas, ms que repartirse, se agregaron, para el caso de las mujeres, al empleo remunerado y al cuidado de los hijos. Situaciones que en su conjunto amplan la desigualdad y, con ello, facilitan los episodios de violencia domstica. Esto es, el que las mujeres cuenten con un empleo remunerado, si bien es necesario para fomentar la independencia y el empoderamiento, y con ello reducir el espacio necesario para episodios de violencia, no parece suficiente por s mismo para inhibirla; evidencias de esta idea, creemos que pueden encontrarse en esta grfica. En el grfico 4 se muestra el porcentaje de personas que asisten al centro y que denuncian ante las autoridades la situacin que estn viviendo. En ella se
252
GRFICO 4 Denuncia ante autoridades

24%
S No
76%
GRFICO 5 Sexo de las usuarias y los usuarios

5%
Femenino Masculino
95%
GRFICO 6 Grado de escolaridad de la vctima

Carrera tcnica 13% Universidad 3% Ninguna 2% Primaria incompleta 9%
P reparatoria completa 12%
Primaria completa 22%
Preparatoria incompleta 6% Secundaria completa 24%
Secundaria incompleta 9%
253
observa que slo el 24 % s han denunciado y el 76 % restante no lo han hecho. Esto resulta sumamente preocupante, ya que el que un porcentaje tan alto de personas no denuncie complica enormemente su atencin y seguimiento, contribuyendo a la invisibilidad de esta problemtica. En el grfico 5 se muestra el porcentaje de mujeres y hombres que asisten al centro porque son vctimas de una situacin de violencia domstica. En sta, una amplia mayora, el 95 % son mujeres y apenas el 5 % son varones. Si bien esta cifra no constituye ninguna sorpresa, ya que la literatura al respecto reconoce ampliamente que las principales personas a quien se dirige la violencia domstica son las mujeres, s contribuye con datos empricos a respaldar esta afirmacin. Por otra parte, dimensiona tambin la existencia de varones (un 5 % en nuestro caso) que igualmente viven violencia domstica dirigida hacia ellos. En el grfico 6 se observa el grado de escolaridad de las personas que asisten al centro. En l vemos que los porcentajes ms altos se concentran en aquellas personas que cuentan con primaria completa (22 %) y secundaria completa (24 %). En principio, ste pudiera parecer un nivel de estudios bajo, sin embargo, cuando revisamos la media nacional (4o. y 5o. de primaria) encontramos que estas personas cuentan con un grado superior que el promedio. De nueva cuenta, como sucedi en el caso del empleo remunerado (ver grfico 3), esta informacin podra aportarnos elementos para pensar que la educacin formal por s misma, si bien es necesaria, no es suficiente para inhibir las condiciones de desigualdad hacia la mujer, condiciones que facilitan a su vez situaciones de violencia. Asimismo, seala la pertinencia de incorporar en la educacin formal contenidos dirigidos a dotar a mujeres y hombres con herramientas para prevenir relaciones de violencia cuando crezcan. En el grfico 6a se observa el grado de escolaridad de los agresores. En l, los porcentajes ms altos, al igual que para el caso de las vctimas, se concentran en aquellas personas que cuentan con primaria y secundaria completas (22 % y 26 %, respectivamente), sumando un 48 %. En lo que respecta a las personas que cuentan con un grado escolar de preparatoria y hasta universidad, para las vctimas el porcentaje sumaba 34 % (6 %, 12 %, 13 % y 3 % respectivamente). Para el caso de los agresores, esta suma da un 38 % (8 %, 11 %, 8 % y 11 %, respectivamente). Esto nos permite pensar que las caractersticas entre agresor y vctima, en trminos de escolaridad, pueden ser muy semejantes. Sin embargo, no creemos que eso quiera decir que si elegimos una pareja al azar de las que asisten al centro, stos contarn con el mismo grado escolar.
254
GRFICO 6A Grado escolar del agresor

Carrera tcnia 11% Preparatoria completa 8% Universidad 8% Primaria incompleta 11%
Primaria completa 22%
Secundaria completa 26%
Secundaria incompleta 14%
GRFICO 7 Nmero de hijos de la vctima

8% 13% 5% 15% Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis o ms 34% 25%
GRFICO 8 Relacin de pareja
43% S No
57%
255
Pensamos que, ciertamente, pueden permanecer dentro del mismo rango escolar (primaria incompleta, primaria completa, secundaria, etctera), pero que, probablemente la diferencia de edad observada en la grfica 1 y 1a, haga contar al agresor con algunos aos ms de escolaridad. Por supuesto, este es un dato que tendr que ser verificado con ms precisin en posteriores registros. En el grfico 7 se observa el nmero de hijos que tienen las personas que asisten al centro. En l observamos que los porcentajes ms altos (15 %, 34 % y 25 %) se concentran en las personas que tienen un numero reducido de hijos. Esto es, el 74 % de las vctimas de violencia que asisten al centro tienen entre uno y tres hijos. Por su parte, cuando sumamos los porcentajes ms bajos (13 %, 8 % y 5 %), encontramos que de las personas que asisten al centro, slo el 26 % tiene cuatro o ms hijos. En el grfico 8 se muestra si las personas que asisten al centro por una situacin de violencia domstica tienen a sta como su primera relacin de pareja o si ya haban contado con una o ms anteriormente. En sta se observa que para el 57 % de las personas que viven una situacin de violencia, sta es su primera relacin de pareja y el 43 % restante ya haba contado con una experiencia anterior. El que los porcentajes sean tan cercanos, nos hace preguntarnos acerca de qu tan presente se encuentra la violencia en la historia afectiva (lase relaciones de pareja), de las personas que asisten al centro. Sin embargo, no contamos con esta informacin por el momento. En el grfico 9 se muestra la delegacin a la que pertenecen las personas que asisten al centro. Tres delegaciones son las que ocupan el mayor porcentaje de usuarias y usuarios del centro. La Presa con el 51 %, La Mesa con el 15 % y San Antonio de los Buenos con el 12 %. Destaca que poco ms de la mitad de las usuarias y los usuarios pertenecen a La Presa. sta es una de las delegaciones de ms rpido crecimiento en Tijuana. Asimismo, concentra las zonas de ms alta marginacin en la ciudad. Informacin como sta nos permite pensar en la urgencia, por un lado, de planes de desarrollo integrales para esa zona (fuentes de empleo, servicios de salud, infraestructura urbana, etctera), y por otro, de estrategias especficas en materia de prevencin de violencia social, violencia domstica y consumo de sustancias psicotrpicas. Adems valdra la pena considerar la instalacin de Centros de Atencin para Vctimas y Agencias del Ministerio Pblico, especializadas en esta materia. En el grfico 10 se muestra el lugar de origen de las vctimas de violencia y de los agresores. Entre stos se pueden observar semejanzas y contrastes interesantes. En primer lugar, contrario a lo que podra esperarse por ser Tijua-
256
GRFICO 9 Delegacin de origen de las vctimas

7% 12% 6% La Presa La Mesa Mesa de Otay San Antonio de los Buenos Zona Centro 51% 9% 15% Playas
GRFICO 10 Lugar de nacimiento de vctimas y agresores

Vctimas
Otros estados 18% Nayarit 4% Otra nacionalidad 2% Baja California 31%
Michoacn 5% Durango 5% Sonora 6%
Jalisco 7%
Distrito Federal 10%
Sinaloa 12%
Agresores
Michoacn 6%
Otros estados 20%
Baja California 34%
Jalisco 9% Sinaloa 9% Oaxaca 11% Sonora 11%
257
GRFICO 11 Sexo de las nias y los nios

38%
Femenino Masculino 62%
na una ciudad de alta migracin, la mayor parte de las personas que asisten al centro son originarias de este estado. Para ambos grupos (31 % para las vctimas y 34 % para los agresores), el lugar de procedencia con mayor porcentaje es Baja California misma. En cuatro estados ms, tambin son semejantes los porcentajes de origen de vctimas y agresores. Es el caso de Sinaloa (12 % para las vctimas y 9 % para los agresores), Jalisco (7 % para las vctimas y 9 % para los agresores), Sonora (6 % para las vctimas y 11 % para los agresores) y Michoacn (5 % para las vctimas y 6 % para los agresores). Finalmente, destaca en esta grfica que el nmero de estados de donde proceden las vctimas (10), es mayor que el de los agresores (7), llegando incluso, en el caso de las vctimas, a encontrarse personas de nacionalidades distintas a la mexicana. En lo que se refiere a las nias y los nios que atiende el centro, para el primer semestre del 2002 contamos con los siguientes datos: Sobre el sexo de las nias y los nios que asisten al centro (ver grfico 11) por una situacin de violencia domstica, tenemos que el 38 % son de sexo femenino y el 62 % son de sexo masculino. Esto llama la atencin porque, contrario al caso de los adultos, donde la violencia domstica se concentra en la mujer, entre los nios y las nias que atiende el centro, una parte significativa de la violencia tiende a concentrarse en ellos. Sobre el tipo de violencia que reciben estas nias y estos nios (ver grfico 12), el 32 % es de tipo emocional, el 42 % es verbal, el 25 % es fsica y el 1 % es sexual.4 Si sumamos los porcentajes ms altos, llama la atencin que el 74 %
Debemos aclarar que los casos de menores abusados sexualmente son remitidos a otras instancias especializadas en el manejo teraputico de este tipo de situaciones. Los casos aqu recogidos se deben a nios que entraron por otra problemtica en su diagnstico inicial y luego se revel que eran vctimas de violencia sexual, mantenindose en el tratamiento estipulado.
4
258
GRFICO 12 Tipo de violencia en nias y nios

1% 25% 32% Emocional Verbal Fsica Sexual
42%
GRFICO 13 Rango de edad de las nias y los nios

12% 3% 6% 0 a 2 aos 18% 29% 3 a 5 aos 6 a 8 aos 9 a 11 aos 12 a 14 aos 15 a 17 aos
32%
GRFICO 14 Escolaridad de las nias y los nios

3% 14% Preescolar Primaria Secundaria Preparatoria Ninguna 8% 3%
72%
259
de la violencia que reciben es de tipo emocional y verbal, y que slo un porcentaje relativamente reducido (25 %), es fsica. Acerca de las edades de las nias y los nios que viven violencia domstica (ver grfico 13), vemos que stas incluyen desde 0 aos hasta los 17. A su vez, si sumamos los porcentajes ms altos (29 %, 32 % y 18 %) tenemos que el 79 % de las nias y los nios se concentra entre los seis y los 14, y si reducimos esta suma slo a los porcentajes mayores de 25 %, entonces encontramos que el 61 % de las nias y los nios que asisten al centro estn entre los seis y 11 aos. En el caso de la escolaridad de estas nias y estos nios (ver grfico 14), el 3 % asiste a educacin preescolar, un amplio 72 % asiste a la primaria, 14 % a secundaria, slo 3 % a la preparatoria y el 8 % no cuenta con ninguna.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES Estos avances nos permiten conocer con mayor precisin la poblacin que atiende el Centro de Proteccin Social de la Mujer, sus caractersticas y principales necesidades. Tambin, nos ha permitido constatar la importancia de la labor realizada en estos primeros aos, as como los aspectos que es necesario modificar y mejorar para seguir proporcionando servicio integral a la poblacin. Los retos son muchos y variados, a continuacin listamos algunos ejemplos: Capacitacin Formacin de promotores comunitarios en violencia domstica. Capacitacin de personal de salud en hospitales pblicos y privados. Sensibilizacin de servidores pblicos del sector judicial. Prevencin Diseo de campaas de prevencin. Elaboracin y distribucin de material educativo. Asistencia Consolidacin de grupos de apoyo para mujeres y nios. Creacin de grupos de apoyo para varones. Cabildeo Colaborar en la revisin de la legislacin en la materia y disear propuestas para el congreso.
260
Promover que se d uso a la figura de la reparacin del dao a la vctima. Promover la confianza en el sistema judicial, propiciando que las vctimas denuncien los actos de violencia domstica. Sistematizacin Investigacin sobre el tema. Creacin de un Centro de Documentacin sobre Violencia Domstica dentro del Centro de Proteccin Social de la Mujer. Promover estudios de especializacin en violencia domstica en las universidades del estado. El crecimiento del centro ha sido sumamente acelerado y consideramos que en este momento debe entrar en una etapa de consolidacin y de definicin de prioridades en cuanto a las reas en las que se desea seguir creciendo. Posiblemente se haga realidad el sueo de tener pequeos Centros en las delegaciones que, de acuerdo con nuestros datos, tienen los mayores ndices de violencia intrafamiliar. Asimismo, a mediano plazo esperamos contar con un nuevo albergue para las vctimas, que brinde la posibilidad de atenderlas en mejores condiciones y diversificar los apoyos que se les otorgan. Para ello queremos establecer acuerdos de colaboracin con empresas e instituciones de tal forma que contemos con capacitacin laboral, crdito para microempresas, servicio de guarderas, etctera. El problema existe y reclama nuestra atencin. No podemos esperar. Desde nuestra trinchera cada una de nosotras y cada uno de nosotros debe hacer su mejor esfuerzo para construir un mundo mejor para nuestros hijos e hijas.
BIBLIOGRAFA CORSI, J. 1999. Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social. Buenos Aires, Piads. Cdigo Penal y de Procedimientos Penales de Baja California. 1998. Mxico, Anaya. FERNNDEZ DE JUAN, T. (2001). Antecedentes familiares de la autoestima y su relacin con la violencia conyugal en Los rostros de la violencia. Mxico, El Colegio de la Frontera Norte. Torres, M. 2001. La violencia en Casa. Buenos Aires, Paids.
261
COMIT DE AMRICA LATINA Y EL CARIBE PARA LA DEFENSA DE LOS DERECHOS DE LA MUJER. 1994. Convencin Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer. Lima, CLADEM, Convencin de Belm do Par.
AGRADECIMIENTOS En primer lugar a la doctora Teresa Fernndez de Juan por su invitacin a participar en la realizacin de este proyecto; por su paciencia y apoyo, mil gracias. De igual manera a todos y cada uno de los que integran el equipo de trabajo de la Coordinacin de Atencin a la Mujer y Orientacin Familiar por su colaboracin y entusiasmo. Por ltimo, pero no por ser de menor importancia, a cada una de las personas que han tenido el valor y la iniciativa de buscar alternativas de solucin a su problemtica, permitindonos llegar a sus vidas. Ellas son el motivo de nuestros esfuerzos cotidianos y gracias a sus testimonios este trabajo ha sido posible.
CENTROS DE ATENCIN A MUJERES VCTIMAS DE VIOLENCIA EN BAJA CALIFORNIA
EN TIJUANA Nombre del lugar: Dirige: Telfonos: Correo electrnico: Instituto de la Mujer para el Estado de Baja California Lic. Gabriela Navarro (01664) 608-0888 y 608-4044 [email protected] http://www.bajacalifornia.gob.mx/inmujer Direccin: Centro Comercial Plaza Patria, local 2b, primer piso, Blvd. Daz Ordaz nm. 2649, C. P. 22440 Qu atiende: Apoyar la formulacin de polticas pblicas e impulsar las propuestas de la sociedad, para alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades de desarrollo para la mujer en el mbito poltico, social, cultural y econmico, e incorporar este principio en la planeacin del desarrollo. Difusin y promocin de los derechos humanos de la mujer, combate a la violencia domstica, programas para la resolucin pacfica de conflictos.
Nombre del lugar: Programa Estatal de la Mujer, el Menor y la Familia, Procuradura de los Derechos Humanos y Proteccin Ciudadana del Estado de Baja California Dirige: Lic. Minerva Njera Telfonos: 681-7440 y 681-7441, Lada sin costo: 01800025 4576 Correo electrnico: [email protected] Direccin: Blvd. Agua Caliente nm. 10440, edificio Barranquitas, Col. Revolucin, Tijuana, B. C.
[263]
264
Qu atiende: Su intencin es fundamentalmente de asesora legal. Todo caso de violacin a derechos humanos cometidos por personal de servicio pblico de las tres esferas de gobierno. Se lleva a cabo la recepcin de quejas, se ofrece asesora jurdica, canalizacin y capacitacin. Los casos de violencia familiar atendidos se refieren bsicamente a que la autoridad no detuvo al responsable, o no quiso recibir la denuncia, por ejemplo. Nombre del lugar: Comit Latinoamericano y del Caribe sobre Derechos de la Mujer, Zona Norte Dirige: Lic. Minerva Njera Telfono: (664) 608-0136 Correo electrnico: [email protected] Qu atiende: Instancia no gubernamental autnoma, sin fines de lucro, que aglutina y potencia esfuerzos de personas y grupos que trabajan directamente en la defensa de los derechos de las mujeres desde el mbito jurdico-social en Amrica Latina y el Caribe. Elabora propuestas jurdicas y polticas para el mejoramiento de la condicin de las mujeres y se relaciona con organizaciones internacionales desarrollando actividades en conjunto para abogar por los derechos de las mujeres. Los principales servicios que presta comprenden: informacin sobre derechos humanos de la mujer, asesora legal, capacitacin, investigacin y acompaamiento. Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Direccin: Centro de Desarrollo Integral Lic. Martha Leticia Cruz Ramrez 686-2430 Blvd. Snchez Taboada nm. 10512, altos 10-C, zona comercial Los Portales, Zona Ro Qu atiende: Abuso sexual en general.
Nombre del lugar: Lugar de la Ta Juana, Centro de Prevencin y Capacitacin, Violencia Domstica, Sexualidad, Medio Ambiente y Ecologa Dirige: Lic. Mara de los ngeles Santos Ramrez
265
Telfonos: 688-0545 y cel. 044-664-598-8315 Direccin: Calle 3ra. nm. 7801, edificio Dante, depto. E, entre F. Martnez y Mutualismo, Zona Centro, C. P. 22000 Qu atiende: Nios y adolescentes (capacitacin). Nombre del lugar: Unidad Orgnica en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar (Agencia Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar) Dirige: Lic. Antonia Saucedo y Lic. Adriana Lizrraga Telfonos: 686-2924 y 686-3048 Direccin: Ro Suchiate s/n, Col. Revolucin, Tijuana, B. C. Qu atiende: Asistencia legal en violencia familiar. Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Direccin: Factor X Lic. Raquel Herrera y Lic. Carmen Valadez 621-6422 Junpero Sierra nm. 14364, interior 5, Fraccionamiento Reynoso Qu atiende: A mujeres que trabajan en maquiladoras, trabajadoras de casa, etctera. Ayuda psicolgica, civil y laboral.
Nombre del lugar: Centro de Estudios y Servicios para la Mujer y el Nio (Grupo de Apoyo, A. C.) Dirige: Lic. Luz Elena Picos Telfono: 682-9055 Direccin: Palacio Municipal, primer piso, Centenario y Puente Independencia, Zona Ro Qu atiende: Atencin psicolgica a mujeres y nios. Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Direccin: Qu atiende: Universidad Xochicalco Lic. Alma Isela Espinoza 625-2060 Blvd. Insurgentes nm. 16902, Col. Los lamos Apoyo psicolgico a mujeres maltratadas.
Nombre del lugar: Centro de Proteccin Social de la Mujer Dirige: Lic. Ins Favela Hernndez Telfonos: 622-3110 y 622-3111
266
Direccin: Va Poniente, Blvd. De las Amricas s/n, Col. 20 de Noviembre Qu atiende: La parte psicolgica y legal en general y de ser necesario buscan albergue a vctimas (mujeres y nios). Nombre del lugar: Defensora de Oficio Dirige: En lo penal: Lic. Graciela Machetto Geraldo En lo civil: Lic. Jos Vzquez Camacho Telfono: 686-5085 Direccin: Ro Suchiate s/n, Col. Revolucin Qu atiende: Asesora legal a mujeres maltratadas. Nombre del lugar: Centro Mundial de Capacitacin y Educacin Familiar, S. A. Dirige: Lic. Patricia Bello Telfono: 681-2030 Direccin: Blvd. Daz Ordaz nm. 4508-214, segundo piso, La Mesa Qu atiende: Asesora psicolgica a mujeres y nios. Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Direccin: Qu atiende: Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Qu atiende: Centro Madre Asunta Madre Gemma y Lic. Mary Galvn 683-0575 Calle Galileo nm. 2305, Col. Postal Hospedaje temporal para mujeres y nios migrantes. CAOP Cetys Universidad Dr. Francisco Gmez 625-3200 ext. 203 Apoyo psicolgico a la mujer.
Nombre del lugar: Centro de Capacitacin y Servicios Psicolgicos, A. C., Proyecto Comunidad 2000, una Alternativa a la Violencia Dirige: Lic. Soraya Duarte Telfono: 621-6164 Direccin: Ermita Norte nm. 101 Qu atiende: Promover la salud emocional mental y de relacin en la comunidad a travs de actividades, programas y servicios que desarrollen en cada individuo su capacidad de
267
manejarse funcional y constructivamente ante los dems y su medio, poniendo especial atencin a mujeres, personas con sexualidad diversa, culturas nativas y compatriotas con binacionalidad y multinacionalidad.
EN ROSARITO Nombre del lugar: Dirige: Telfonos: Direccin: Qu atiende: Subprocuradura del Menor y la Familia (DIF Estatal) Lic. Vernica Thelma Trevio Troncoso (661) 612-6082 y (661) 612-6018 Jos Aros Aguilar nm. 2, Col. Constitucin Slo se encarga de la canalizacin desde el punto de vista legal. Centro Estrella de Mar Lic. Irma Guzmn (661) 613-3389 Calle Jess Gonzlez nm. 325, Col. Lucio Blanco Asesora psicolgica y educativa individual y de grupo para mujeres y nios en general.
Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Direccin: Qu atiende:
EN ENSENADA Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Correo electrnico: Direccin: Grupo de Mujeres de Ensenada, A. C. Silvia Castor de Geffroy 177-6657 [email protected] Blvd. Floresta nm. 322, Fraccionamiento Playa Hermosa Qu atiende: Atiende a mujeres en general en servicios legales, salud y vida.
Nombre del lugar: Agencia Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar Dirige: Lic. Mara de Lourdes Sicardi Telfono: (646) 172-5794
268
Direccin: Calle 10 y Allende nm. 1500, Col. Bustamante Qu atiende: Ministerio Pblico que atiende a delitos sexuales y violencia intrafamiliar en general en su aspecto legal. Nombre del lugar: Centro de Orientacin a Vctimas de Violacin Infantil, A. C. Dirige: Dr. Leopoldo Morn Daz Telfono: 178-2566 Fax: 178-8688 Direccin: Calle 4ta. nm. 926, Zona Centro Qu atiende: Atiende a la poblacin en general en salud mental, vida y servicio a la comunidad. Nombre del lugar: Centro de Apoyo a la Mujer Ensenadense, A. C. (CAME) Dirige: Arq. Elia Corral Amao Telfono: 177-0746 Fax: 177-0746 Correo electrnico: [email protected] Direccin: Calle Iturbide nm. 864, entre 8 y 9, Col. Obrera Qu atiende: Atiende a la mujer en general dando apoyo psicolgico, asesora legal, mdica y asistencia pblica.
EN MEXICALI Nombre del lugar: Instituto de la Mujer para el Estado de Baja California Dirige: Lic. Gabriela Navarro Telfono: (01686) 558-1000 ext. 1033, 8363 Fax: 83356 Correo electrnico: [email protected] http://www.bajacalifornia.gob.mx/inmujer Direccin: Edificio del Poder Ejecutivo, cuarto piso, Centro Cvico, C. P. 21000, Mexicali, B. C. Qu atiende: Apoyar la formulacin de polticas pblicas e impulsar las propuestas de la sociedad, para alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades de desarrollo para la mujer en el mbito poltico, social, cultural y econmico, e incorporar este principio en la planeacin del desarrollo.
269
Difusin y promocin de los derechos humanos de la mujer; combate a la violencia domstica; programas para la resolucin pacfica de conflictos. Nombre del lugar: Dirige: Telfonos: Correo electrnico: Direccin: Cavim (Centro de Proteccin a Vctimas de Maltrato) Lic. Guadalupe Martnez Flores (686) 580-0242, Lnea Crisis (686) 561-6020 [email protected] Calzada Hctor Tern Tern y Prolongacin Gmez Morn s/n Qu atiende: Albergue para vctimas de violencia domstica, consulta psicolgica, asesora legal, lnea de intervencin en crisis.
Nombre del lugar: Almacn de Recursos Dirige: Sra. Gabriela Garza Telfono: (686) 554-4395 Fax: (686) 554-4295 las 24 horas Correo electrnico: [email protected] Direccin: Marmolejo Sur nm. 1808, entre J y K Qu atiende: Grupo de apoyo, asesora legal, plticas y talleres para vctimas de violencia domstica y biblioteca sobre violencia domstica. Nombre del lugar: Coordinacin de Programas e Investigacin. Grupo Feminista Alaide Foppa, A. C. Dirige: Lic. Mara Concepcin Guzmn Salazar Telfono: (686) 561-1391 Correo electrnico: [email protected] Direccin: Ro Santa Marla 3651, Fraccionamiento Bugambilias, Mexicali Qu atiende: Canalizacin y orientacin sobre violencia familiar. Plticas y talleres de violencia familiar y conferencias sobre derechos humanos. Nombre del lugar: Agencia Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar Dirige: Lic. Brenda Cabrera Reyes Telfonos: (686) 555-4917 y 18
270
Direccin: Calzada de los Presidentes nm 1999, entre Independencia y Lzaro Crdenas. Fraccionamiento Ro Nuevo, (muy cerca del Centro Cvico) Qu atiende: Se ocupa del maltrato de la mujer en general desde el punto de vista legal. EN TECATE Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Correo electrnico: Direccin: Qu atiende: Organizacin Lilith de Mujeres Independientes, A. C. Lic. Laura Gutirrez Lpez (665) 654-6054 [email protected] Av. Hidalgo nm. 71, Zona Centro Atencin psicolgica y jurdica a mujeres y nios maltratados por violencia domstica. EN LA PAZ, B. C. S. Nombre del lugar: Dirige: Telfono: Correo electrnico: Centro Mujeres, A. C. Dra. Mnica Jasis Silvers y Lic. Teresa Shields (612) 122-3570 [email protected] www.bajatravel.com/centromujeres Direccin: Av. Mrquez de Len nm. 480-B, Col. Centro, C. P. 23000 Qu atiende: Asesora psicolgica para mujeres y adolescentes, consejera legal y servicios de salud diversos.
Nombre del lugar: Agencia del Ministerio Pblico 5 y 6, Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar Dirige: Lic. Guadalupe Espinoza Ruiz Telfono: (612) 122-3570 Correo electrnico: [email protected] www.bajatravel.com/centromujeres Direccin: Padre Kino s/n, entre Encinos y Legasti, Col. Los Olivos Qu atiende: Asistencia legal en violencia familiar.
Violencia contra la mujer en Mxico, editado por la Comisin Nacional de los Derechos Humanos, se termin de imprimir en marzo de 2004 en los talleres de OFFSET UNIVERSAL, S. A., Calle 2, nm. 113, col. Granjas San Antonio, C. P. 09070, Mxico, D. F. El cuidado de la edicin estuvo a cargo de la Direccin de Publicaciones de esta Comisin Nacional. El tiraje consta de 2,000 ejemplares.

Violencia Contra La Mujer Migrante CNDH 2004 PDF

Cargado por

Copyright:

Formatos disponibles

Violencia Contra La Mujer Migrante CNDH 2004 PDF

Cargado por

Información del documento

Título original

Derechos de autor

Formatos disponibles

Compartir este documento

Compartir o incrustar documentos

Opciones para compartir

¿Le pareció útil este documento?

¿Este contenido es inapropiado?

Copyright:

Formatos disponibles

Violencia Contra La Mujer Migrante CNDH 2004 PDF

Cargado por

Copyright:

Formatos disponibles

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

INTRODUCCIN Teresa Fernndez de Juan ...............................................................

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

157 175 195

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Tomado de A. Daskal, Permiso para quererme. Mxico, Paids, 1994.

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

Primera parte DISTINTAS MANIFESTACIONES DE VIOLENCIA HACIA LA MUJER

1. Violencia contra la mujer indgena

QU ES LA VIOLENCIA DOMSTICA PARA LAS MUJERES INDGENAS EN EL MEDIO RURAL?1

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

CONSIDERACIONES ENTRE LO NORMAL

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Fuente: Datos de campo, Cuetzaln, 1995.

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

Fuente: Trabajo de campo, Cuetzaln, 1995.

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Fuente: Trabajo de campo, Cuetzaln, 1995.

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

CUADRO 4 Edad al inicio de la primera unin segn forma de inicio

Fuente: Trabajo de campo, Cuetzaln, 1995.

Fuente: Trabajo de campo, Cuetzaln, 1995.

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

Fuente: Trabajo de campo, Cuetzaln, 1995.

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Fuente: Trabajo de campo, Cuetzaln, 1995.

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN MXICO

COMISIN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS