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espacios 34 - 2012
Susana Bahamonde
Publicacin de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral
Secretara de Extensin Universitaria. Rivadavia 265. Tel. 02966-427899 www.unpa.edu.ar - e-mail: [email protected]
DIRECCIN ALICIA ATIENZA [email protected]
CONSEJO EDITORIAL MARCELA ARPES [email protected]
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SEBASTIN SAYAGO [email protected]
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Staff

Productores de otras lgicas
Alejandra Azpiroz 4

Del Cielo a la Tierra: Alteraciones en los itinerarios lgicos
de la escritura en Rayuela
Susana Bahamonde 8
Mujeres contadas. Prostitucin, explotacin sexual y trata de personas
en el discurso periodstico de Santa Cruz
Romina Beherens 15
Sector pblico: Qu directivos pblicos necesitamos?
Fernando Flix Carabajal 24
Investigacin en la Universidad Nacional del Comahue:
los fundadores de centros
Mara de los ngeles Colodoro 29
Joven mata ladrn: el discurso del poder y las representaciones
de los roles sociales
Julieta del Prato 33
Los Derechos Humanos desde una perspectiva de gnero.
El rol de la mujer en la ltima dictadura militar
Adelina Estrada 48
La alegra del pensar
Andrea Pac 58
Los lmites de lo decible y lo pensable en "La busca de Averroes"
Sebastin Sayago 62
Conficto docente en Santa Cruz
Patricia Zapata 65
Corredera Gonzlez, Mara (2010) La guerra civil espaola en la novela actual.
Silencio y dilogo entre generaciones
Cinthia Bringas 72
Instituto Oscar Masotta de la Patagonia (2011) Sntoma y Semblante:
la actualidad de la clnica analtica
Alejandro Gasel 75
Moreno, Jos Luis (2009) ramos tan pobres (de la caridad colonial
a la Fundacin Eva Pern)
Fernando Gonzlez 77
ndice histrico de la Revista Espacios (1994-2011) 80
s
u
m
a
r
i
o
artculos
reseas
Tapa: Patricia Shembari. S/T. Fotografa.
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Cuando pienso la palabra
(exilio)
siento
que me crece
que me sacude ecos
que me apropia de noches.
Recuerdo
las tardes de ciruelo y soldaditos
los domingos de asado
y ftbol en la radio
esa pampa cercada por achiras y lirios

Entonces conoca
que ms all del ejrcito troyano
esa palabra era un castigo griego
-democrticamente impuesto-
(con un cierto sabor a pido gancho)

Despus
la vida me hizo tonto
(o hice tonta mi vida):
me acostumbr a nadar en colectivos
a respirar cronometradamente
a sentir que no importan los lugares
cuando hay toda una vida
sin inaugurar
cuando todo lo importante
se conquista
cuando casi no hay sitios
a los que regresar
y queda la ilusin que el tiempo multiforme
pasa slo para m
para burlarse de mis sueos
habindome enseado
slo a justificar derrotas.

Y vuelve el gora
y el ostracismo ms grave que la muerte
quizs porque era la muerte
y yo no lo vea
creyendo que las cosas tienen un solo nombre.
Hasta esotros exilios
los impuestos
los que empezaron ellos
los analfabetos tartamudos
(que slo podan nombrarse repitiendo
la primera letra del alfabeto)
los que exiliaron hasta a los que quedamos
haciendo de la vida
el cucurucho dado vuelta
la falta de preguntas
la nica respuesta.
Los otros
como vos
como tu hijo
los que s vieron la cara de la muerte
los que fueron
los que fueron-fueron
ustedes habitaron la palabra
ella se hizo calcio de sus huesos
les vaci la mirada
los llam por su nombre
por vez ltima
y los hizo
definitivamente
desterrados.
Nosotros
nos fuimos exiliando para adentro
sin pasaporte que nos dijera quines somos
sin acentos extraos
con mate y empanadas
con la almohada de siempre
los amigos del barrio
la vuelta de la esquina.

Para nosotros
los que nos exiliamos en el fondo de casa
la muerte y el exilio tuvieron otros nombres
como todo lo tiene.

No encuentro pasaporte para emprender la vuelta
todo parece haber olvidado el regreso
los aviones perdieron sus rutas migratorias
y si hay un aeropuerto
no tiene picaporte.

Para este endoexilio
no habr nunca
amnista.
Mario Alberto Manuel Vzquez
22 de marzo de 2010
Exilio
a Juan Gelman
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RESUMEN
Las nuevas modalidades de violencia nos hacen refexionar
acerca de los diversos y cambiantes lugares "subjetivos" de
los actores en pleno escenario, frente a una situacin irrup-
tiva y mxima tensin que pivotea entre la vida y la muerte.
Algunos autores han preferido analizarlo bajo el concepto de
"sndrome de Estocolmo", pero es necesario que re-defnamos
la lgica del procesamiento psquico que defne a estos indi-
viduos violentos.
PALABRAS CLAVE
violencia rehenes procesamiento psquico borramiento

Productores de otras lgicas
Alejandra E. Azpiroz
UNIVERIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA AUSTRAL
En el diario Pgina 12, del 17 de marzo de 2000, se
puede leer un artculo titulado La rehn bien tratada.
El texto resulta llamativo porque tiene implcita una
definicin en el orden del borramiento de las asime-
tras. El artculo relata las vicisitudes de la protagonista
mujer madre de dos nios, residente en la zona norte
del gran Buenos Aires, quien luego de haber sido
vctima de un asalto, es tomada como rehn en su pro-
pia casa (sic). En el copete de la nota, la vctima del
asalto relata: Tuvimos suerte, nos tocaron los mejores
delincuentes. Ms adelante prosigue en un desarrollo
pormenorizado de esas horas vividas en las que habl
por telfono con la mujer y la hermana de uno de los
asaltantes y entabl con ellos un contacto humano que
preserv su vida, la de sus hijos y la de los ladrones.
Mi intencin en este trabajo es tomar como punto
de partida citas de este artculo, construidas en un len-
guaje mundano y realizar algunos entrecruzamientos
con los conceptos de violencia, violencia familiar y sus
expresiones en la delincuencia y la violencia social, a los
fines de intentar la articulacin del impacto en la vida
subjetiva de los integrantes de la sociedad argentina.
Para comenzar el anlisis, rescato una modalidad
discursiva: Te pasa una pelcula en la cabeza. Los mo-
mentos buenos y los momentos malos, mis compae-
ros de oficina, mi vida, lo que me cost tener este beb,
el otro beb que perd, mi hija. El periodista describe
un tono de voz apenas perceptible, intentando no
olvidar detalles pero sin ponerle un sonido tan fuerte,
retraerla a la noche del domingo pasado, cuando vivi
durante cuatro horas la angustia de ser rehn. Este
tono con que se hace el relato es semejante al de una
entrevista psicolgica donde se denuncian hechos de
violencia, intromisin abusiva a modo de confesin del
hecho traumtico; y, como en las entrevistas, muestra
y oculta al mismo tiempo. El tono oculta y el texto del
discurso revela.
La protagonista dice queremos rehacer nuestras
vidas. Esto denota un antes y un despus del hecho.
espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 4-7. ISSN 1515-3983
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Alejandra E. Azpiroz
Esta ruptura en la secuencia temporal nos introduce
en el escenario de la vivencia traumtica desde la
cual empieza a operar otra lgica que transforma la
organizacin del mundo de lo sensible y sobreviene
el colapso total, ya que se ven alteradas las relaciones
entre los mundos psquico, social, temporal y espacial.
Ahora bien, lo que la protagonista dijo y cmo
fue dicho actan como operadores del pasaje de los
momentos iniciales de este episodio de mxima intro-
misin en la vida privada de una familia, en un espacio
privado, ntimo, y la situacin de pacto y trueque al que
finalmente se arriba y permite una transformacin y
un cambio de lugares psquicos de los actores. Desde
qu lugar la protagonista puede llegar a ser escuchada,
si no es con un discurso que logre convencer a sus
asaltantes, donde ella ofrece algo a cambio de otra
cosa? Ofrece soluciones. Ofrece llamar a un juez, a
un comisario, a un fiscal. Ella convoca un orden lgico
que vuelva a introducir legalidades, es decir, categoras
diferentes de las de la situacin en la que se encuentra
como rehn: yo te doy mi palabra de que a ustedes
no les pasa nada. As como vos me decs que no nos
vas a hacer nada, yo voy a hacer lo mismo.
El abatimiento y la dificultad de cualificar las emo-
ciones provocarn en la protagonista esta alternancia,
que aparece entre lneas en su relato, entre convocar
a la ilusin unitaria por un lado y por otro, a la dife-
renciacin? Aqu la lgica del pensamiento y la accin,
deja de estar enfrentada entre vctimas y victimarios
y comienza a ser ms simtrica. De ah en ms la pro-
tagonista es escuchada.
La irrupcin de los asaltantes y la toma de rehenes
se inscribe dentro de la conceptualizacin de la vio-
lencia como ejercicio del poder absoluto por parte
de un sujeto, en desmedro y borramiento del otro,
ubicado en el lugar de objeto. El acuerdo/pacto se pro-
duce cuando se quiebra el poder absoluto: entonces
disminuye la eficacia de la violencia. La mujer, con su
discurso, lejos de confrontarlos en el lugar social de
asaltantes, ladrones, raptores, asesinos, delincuentes,
monstruos, es decir excluidos sociales, otros
estructuralmente diferentes, extraos, los convoca a
travs del dilogo, estableciendo un puente-vnculo
que abre la puerta y admite el retorno, la re-inclusin,
situndolos en el lugar de semejantes.
Uno de los asaltantes logra comunicarse con su
madre. Pone a la rehn al telfono y recibe un florido
y benfico currculum del asaltante que opera en ella
como un salvoconducto. Qudese tranquila seora,
son chicos buenos, l es bueno pero est influencia-
do porque est en malas compaas. Estamos en el
advenimiento de un pacto entre madres. Pacto entre
miembros del mismo gnero. Habr un saber intra-
gnero, que no se logra entre los hombres? Desde un
saber comn, desde un lugar afn, se puede convocar
a un acuerdo.
La vctima (para utilizar el lenguaje del peridico),
verborrgica por aceleracin frente al peligro que corre
su vida, utiliza en su discurso estrategias que sostengan
la ilusin propia y la grupal, estrategias de transforma-
cin de la desesperacin y el alto contenido de angustia
en una accin que intenta borrar las diferencias.
Se visualizan varios momentos que marcan dife-
rentes etapas:
De ser diferentes actores sociales desconocidos
entre s, a ser co-partcipes de un acto de robo y
violencia
De un conjunto de personas a un grupo, donde
el objetivo comn es conservar la vida.
La protagonista interroga a sus asaltantes: Qu
diferencia hay entre vos y yo? Somos dos seres hu-
manos tal cual, con la nica diferencia de que yo hago
horas extras los sbados para cobrar ms y comprarle
una computadora a mis hijos y vos no tens trabajo.
Sigue aconsejando: cort pasto en las casas, vend
lapiceras en los trenes, and a una iglesia que te den
pan. No salgas a robar, porque un da vas a salir y te
van a matar y vas a dejar a tus hijos sin padre. No s
que pas. Les habr tocado el corazn.
Ms tarde se justifica y dice: la diferencia es que
stos [los asaltantes] son buenos, est bien, se equivo-
caron, no soy yo la que va a disponer sobre ellos. Yo no
puedo decir me pegaron, me violaron, me maltrataron.
Yo no puedo mentir, qu gano con eso? Lo nico que
queda de ahora en ms, es rehacer nuestra vida, no
tener miedo de noche. En estos interrogantes de la
vctima, hay una comparacin entre el modelo repre-
sentativo de lo que puede ser un sujeto dedicado a la
violacin de la propiedad, y los sujetos con los que ella
se inter-relacion. Hay una sorpresa, y esta sorpresa es
mayor por el resultado de lo vivido que por la violacin
de sus propios derechos como ciudadana. El estado
de abatimiento le impide pensar-se y cualificar sus
estados afectivos.
En el final del texto, hay una expresin de deseo
acerca de cmo deberan ser sus futuras acciones
para salir de este estado afectivo de consecuencia
traumtica (no tener miedo de noche). Los efectos
del trauma, lo abrupto, lo irruptivo, la dificultad de
procesamiento psquico estn presentes en la dificultad
para analizar las secuencias narrativas de su propio re-
lato, los comentarios realizados al periodismo con una
cierta liviandad. Todo ello confluye para dejar vedado
el monto angustioso del trauma vivido.
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Productores de otras lgicas
Actualizando el concepto de violencia
En nuestra sociedad, una nueva modalidad de
produccin violenta, la violacin de la propiedad
privada con toma de rehenes, es en s una nueva
expresin, porque se contrapone trminos de lo que
Freud hablaba en El malestar en la cultura (1931), y
la antinomia entre barbarie y cultura. El psicoanlisis
describe como cultura aquella primera instancia de
la sublimacin que se da en el orden privado como
la ternura y en el orden pblico como cultura
(Alvarez, 1998). La ternura implica alimento, abrigo,
proteccin, atenciones que rigen desde lo biolgico e
instauran los primeros ritmos de cuantificacin afecti-
va, que dan sustento a la constitucin de la conciencia
originaria. La construccin tica del sujeto se realiza
desde temprana edad, a partir de la intervencin
de los padres y adultos paternantes, con una fuerte
funcin emptica, a travs de los suministros de ter-
nura que van sealando y diferenciando a cada cual
lo daino o perjudicial y lo gratificante, lo beneficioso
y lo displacentero.
Por estos caminos debe andar la formacin del
Ideal del Yo y, en los casos de ausencia de patologas,
los posibles pares destinatarios de la pulsin son:

placentero beneficioso o til
displacentero perjudicial
placentero perjudicial
displacentero beneficioso
La toma de rehenes en nuestro constructo social
hace bascular precisamente entre lo ms justo y en-
tre los ms fuertes. Como todo dilema (que significa
premisa doble) es insoluble, porque la aceptacin de
uno de los trminos implica acceder al otro que es su
contrario. La tensin disminuye cuando se visualiza la
brecha, la escisin en el discurso de los asaltantes por
donde se puede vacilar frente a otro par dilemtico:
vctimas y victimarios. La posibilidad de acuerdo con
los rehenes, con el juez, el comisario, etc. iguala y bo-
rra las diferencias, borra los lmites entre vctimas y
victimarios y pone a las personas y a los personajes en
roles y lugares de plasticidad de discursos y acciones,
construyendo una escena diferente de la inicial, que
se suma, en forma irruptiva al mismo acto violento
inicial. El pacto significa para los sujetos un acuerdo
por momentos ilusorio y una renuncia implcita y
explcita. Hacer un pacto o un acuerdo es subjetivizar
al otro, acercarlo a m, hacerlo menos diferente y
por lo tanto menos amenazante, su subjetividad no
tiene la magnitud inconmensurable, que me borra
desde afuera, distante, y amenaza con la supresin
de mi propio yo.
Como ya sabemos, no hay legalidad posible para la
violencia. No se puede acallar, ni callar la violencia.
Se puede estar ms callado y esquivo, pero por sus
caractersticas mismas de irrupcin en el psiquismo
del sujeto, no se puede silenciar para siempre. Por
algn lado se trasluce. Es por eso que en los casos de
silenciamiento bajo amenazas y promesas de mayores
castigos y apremios en los nios y adolescentes abu-
sados sexualmente, hay siempre un momento que la
voz de la denuncia se esgrime, sobresale del resto
del discurso o lo hace en los lenguajes del cuerpo, a
travs de los sntomas conversivos y psicosomticos.
La violencia se hace audible por el que la emite
y el que la recepciona. Y es cuando sobrellevado un
tiempo no cronolgico, sino lgico, del hecho violento
irruptivo y aberrante, el aparato psquico puede en
su andamiaje conseguir una suerte de nuevo orden
psquico que permite realizar un clivaje que dice y
relata lo traumtico de la escena violenta y abusiva en
cuestin. La naturaleza del silencio inicial, es propia de
toda experiencia subjetiva que caracteriza las neurosis
traumticas individuales y colectivas. Las consecuen-
cias, en tanto dao psquico, hay que verlas a lo largo
de la vida de ese o de esos sujetos que han sufrido una
situacin traumtica, dicho en trminos freudianos por
su efecto a posteriori, donde se ve la eficacia. De nada
sirven las validaciones y valoraciones del abuso sexual,
por ejemplo, en entrevistas iniciales solamente o las
pruebas diagnsticas muy tardas que el sistema judicial
se empea en solicitar a nuestra disciplina psicolgi-
ca. Liliana lvarez dice que frente a la ausencia de
suministros de ternura, el sujeto no es un viviente
sino un sobreviviente: alguien que vive, (y agrego yo)
deviene en sobre-saltos y sobre-asaltos.
El hombre desde la horda primitiva, donde los
hermanos matan al padre, la violencia en todas sus
formas hinca sus races, con el nacimiento mismo de la
humanidad en nombre de ideales: polticos, religiosos,
en pos de igualdades, fraternidad y libertad. En este
lugar es necesario un pacto entre iguales para oponerse
al otro (nico) el padre, que posea un poder ilimitado,
autoritario y absoluto. As es como Freud define a la
cultura como forma social, como una contrapartida
que posibilita la regulacin de las dimensiones de
dominacin y poder. Frente a la fortaleza de uno, hay
que oponer la debilidad de muchos.
Un individuo violento, el padre (en sentido genri-
co), abusador y/o violento, no reconoce en su vctima
a un sujeto que sea capaz de sentir, sino que el otro es
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Alejandra E. Azpiroz
un objeto de su propia descarga pulsional, proveniente
de sus heridas narcisistas.
Por eso los actos violentos, los discursos violentos,
y el ejercicio de poder de uno o ms sobre los otros, se
realiza sin reconocimiento de los sujetos sobre los que
se ejerce y el que padece queda inmerso en la impo-
tencia e indiferenciacin por un lado, y por otro, en el
congelamiento esttico y la abulia, como consecuencia
de la imposibilidad del procesamiento psquico que de
esto resulta, por impensable, intramitable, inacepta-
ble, indecible, ajeno e irruptivo al propio interior del
aparato psquico.
En nuestro constructo social, la violencia, la priva-
cin de la libertad resultan prximas a los miembros
de la sociedad argentina. Un dato a tener en cuenta
son las mediciones estadsticas de robos por minutos,
horas y das. Lo violento es familiar y lo siniestro se
hace familiar. La familia pierde el sentido de la intimi-
dad, de lo ntimo. lvarez (1997) dice que la intimidad
se rompe en funcin de la intimidacin. La realidad
es intimidante, y amenaza permanentemente al yo,
hay un efecto de vulnerabilidad en el psiquismo. Lo
inconmensurable es la presencia en el aparato psquico
de un exceso de pura cantidad que se transforma en
estmulo mecnico del aparato y termina como exceso
pulsional que debe ser descargado en forma directa.
En las relaciones interpersonales de las familias y
los sujetos violentos se pierde la mismidad del ser. La
prdida de alteridad hace que el individuo violento o
el violador se rena en el acto de abuso con s mismo;
no es uno + otro, es uno + uno: uno consigo mismo
(1+1=1). Por eso podemos afirmar que es lo opuesto
al Edipo, es lo opuesto al amor. El amor es el Edipo,
es la triangulacin, donde uno + uno + uno es igual
a tres (1+1+1=3). En el abuso o en el acto violento,
es uno + uno igual a uno. Est borrada la triangula-
cin Edpica, la alteridad. La defensa que prevalece
es la desestimacin y la desmentida, ante la falla de la
instauracin neurtica de la represin, que pondr el
lmite entre lo permitido y lo no lo permitido, sea esta
para la ley social, familiar, religiosa, jurdica. En estos
sujetos opera una lgica diferente (Maldavsky, 1995).
Ya sabemos que para que funcione la represin
debe haber representacin: representacin palabra,
representacin cosa, representacin afecto, sobre la
que opere la represin. La pregunta inicial es por qu
no hay freno. No hay conciencia de transgresin? No,
porque no hay representacin sobre la que opere la
defensa. En los actos violentos callejeros o en ataques
a la propiedad privada tampoco hay lmites. Porque
no hay representacin del otro, por lo tanto, no se
le puede adjudicar atributos de privacidad, ni existe el
discernimiento en sus propios pensamientos o en sus
emociones. Winnicott hablaba de la falla en el aparato
de sentir los sentimientos. El comn denominador es
justamente la ruptura del lmite, el exceso. La pulsin
se expresa como pulsin de muerte y no como pulsin
de autoconservacin.
BIBLIOGRAFA
- Alvarez, Liliana E. (1998) Violencia y victimizacin, Buenos Aires, UHBI, Ctedra Abordaje Psicosocial de la violencia de
familia. Maestra en Problemas y patologas del desvalimiento.
- Alvarez, Liliana E. (1997) Por que se queda? Por qu no se va? Consideraciones metapsicolgicas sobre un caso de
violencia conyugal, en Actualidad Psicolgica, junio de 1998.
- Maldavsky, David (1995) Pesadillas en vigilia, Buenos Aires, Amorrortu Editores. Rojas, Mara C y otros (1998) La violencia
en la familia: discurso de vida, discurso de muerte, Buenos Aires, UHBI, Ctedra Abordaje Psicosocial de la violencia de
familia. Maestra en Problemas y patologas del desvalimiento.
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RESUMEN
En Rayuela los pasajes de uno a otro sitio resultan recurrentes,
asumiendo formas y recorridos diversos tanto fsicos como
simblicos. Tales desplazamientos se perciben totalmente
naturales lo cual parece anular los lmites, o por lo menos
hace dudar al lector frente a ellos: las categoras y verdades
tranquilizadoras se empiezan a diluir y entremezclarse en el
caos de la novela. Detenindonos en ellos podemos intentar
ahondar en su discernimiento como elemento simblico a la
vez que estrategia literaria que deja al desnudo la fuerza de
la estructura de los itinerarios de la racionalidad que haban
resultado fosilizados en el imaginario cultural y social, y que en
una dcada como la del 60 era necesario comenzar a movilizar.
PALABRAS CLAVE
pasaje permanencia topografa Cortzar
Del Cielo a la Tierra: alteraciones en los
itinerarios lgicos de la escritura en Rayuela
Susana Bahamonde
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA AUSTRAL
espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 8-14. ISSN 1515-3983
1. Ms ac y ms all siempre
relativos, intercambiables
Cortzar organiza su novela en tres partes que
titula: Del lado de all, Del lado de ac y De
otros lados. Esta estructura externa, ya presenta una
demarcacin de lmites entre espacios que no solo se
sealan sino que se resaltan: est Pars por un lado,
Buenos Aires por otro, y la literatura funcionando
como espacio simblico de articulacin entre estos
dos espacios distantes, desde otro orden. Pero del
lado de all y del lado de ac con respecto a qu y a
quin? Alguien se encuentra del lado de ac de algo o
del lado de all de algo. El casillero vaco del alguien
puede llenarse con el nombre de Oliveira o del mismo
Cortzar, mientras el casillero vaco del algo podra
ser llenado por el espacio del lmite fsico: el oca-
no separador a la vez que va de encuentro y del
lmite simblico: otro ocano en continuo vaivn de
diferencias, semejanzas, intercambios, pregnancias. Al
espacio de lo eminentemente literario dentro del libro
se lo designa con la construccin De otros lados y
le es asignado el carcter de prescindible. Es ste un
engao ya que dejar de serlo apenas el lector con-
cluya la segunda parte y necesite con urgencia de la
unin tranquilizadora de sta con la primera, entonces
continuar leyendo. As vemos y experimentamos la
forma en que estamos habituados a funcionar como
lectores y como sujetos culturales: dentro de un
sistema donde las piezas se acomodan como en un
rompecabezas, cada una en su sitio, formando un todo
de sentido. La fragmentariedad que se percibe en este
primer modo de lectura convencional, va cediendo
a una mayor unidad en un segundo modo de lectura
propuesto que intercala la primera parte con la tercera
y luego la segunda con la tercera. Se produce la ilusin
de que el lector tiene mayor soltura en la eleccin del
recorrido a realizar. Aunque en realidad el desorden y
el orden ya estn dados de antemano, el lector tiene la
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espacios 34 - 2012
Susana Bahamonde
sensacin de estar ordenando l mismo el caos de la
historia, acercando su lectura a la escritura del autor.
Nos encontramos as frente a una literatura que
funciona siempre borroneando los lmites, acercan-
do lo distante, uniendo lo fragmentario y por eso la
podemos situar en medio de ese ocano simblico
que funciona como un reflejo del ocano concreto,
ms que dividiendo acercando espacios diferentes, en
un ida y vuelta constante. Cules son esos espacios
diferentes que se ponen en contacto a partir de lo
literario? Porque no se trata simplemente de Pars y
Buenos Aires
Para dar respuesta a este interrogante voy a apro-
piarme de las ideas afines de dos autores, Eugenio
Tras y Iuri Lotman (Prez Gmez: 2008), que desde
una visin ontolgica y semitica respectivamente
plantean el lmite como un territorio de naturaleza
positiva que une dos espacios en continua tensin
dialctica: un espacio ms ac y un espacio ms all,
ideas que resultan pertinentes para pensar lo que pasa
en la novela de Cortzar. Para estos autores el ms ac
(tambin mundo, semisfera, logos, nomos, cultura)
es el espacio dentro de nuestras fronteras (ya sean
geopolticas, del discurso o del entendimiento), y el
ms all (tambin no mundo, espacio alosemitico, no
informacin desorden, naturaleza) es el espacio que
encierra lo secreto, lo sagrado, espacio de lo inapren-
sible por el logos y el nomos, lo no comprensible ni
enunciable.
El primero es un espacio donde las estructuras
de organizacin interna (polticas, culturales) se rigen
por un orden convencional (nomos): sera la realidad
nombrada y reglada, mientras el segundo sera la reali-
dad amorfa y hermtica, no aprehensible por nuestro
lenguaje (logos) ni por nuestras reglas (nomos). Slo
de una forma podemos poner en contacto estas dos
realidades, y es situndose en el lmite y elaborando
smbolos que permitan explicar lo inexplicable, tomar
lo que se escurre de nuestras manos.
En ese lmite, franja habitable en la que entran en
contacto dos universos de sentido, se daran cita mo-
vimientos de presin entre uno y otro: las tendencias
de fuga y las tendencias invasivas. Es entonces este
un espacio no solo habitable, sino en continuo movi-
miento, cambiante, mbito de inevitable tensin y de
construccin intercultural activa y de procesamiento y
transmisin de nueva informacin, por lo tanto acicate
del desarrollo del ncleo cultural o sistema semitico
dominante.
En Rayuela estas categoras pueden ser pensadas
operando una inversin: el lado de all es Pars, all se
sita el espacio de la racionalidad, de la organizacin
urbana en lo fsico y de las reflexiones y discusiones
metafsicas, literarias, lingsticas, artsticas en el cam-
po discursivo y del entendimiento. Es el espacio de la
logicidad, y all entra lo cotidiano de la espontaneidad,
el erotismo, los sueos, la enfermedad, la muerte,
el dolor, la conciencia, la cretinidad. Igualmente los
diferentes lugares de Pars que son recorridos y
habitados por los diferentes personajes calles
muchas calles, puentes, cafs, pequeos habitculos
de los integrantes del club, sala de concierto, museo,
hoteles responden al carcter apolneo, organizado,
de este espacio mayor.
Buenos Aires ser el lado de ac y a la inversa del
planteo de Tras y Lotman, este territorio ms cercano
para el personaje central y para el autor de la novela,
ser el espacio de la irracionalidad, de las situaciones
absurdas, de la locura, de la ilogicidad. All Oliveira
que realizaba mltiples itinerarios en Pars, al igual
que los dems personajes, se encuentra movindose
en espacios acotados, ms cerrados tambin pero
que tendrn que ver con un carcter ms dionisaco:
los pequeos habitculos de Oliveira y Gekrepten, de
Traveler y Talita, el patio de don Crespo, el circo, la
clnica psiquitrica.
Pareciera que fronteras de pertenencia geopo-
lticas y racionales se excluyen mutuamente: lo que
est dentro de las frontera geopoltica est fuera de la
racionalidad y viceversa. El ms ac y el ms all que-
dan relativizados. Un claro ejemplo lo encontramos
cuando los personajes de la segunda parte se internan
voluntariamente y con total naturalidad en el lugar
otro por excelencia: la clnica psiquitrica: Cmo
se poda empezar a vivir esa vida, as apaciblemente,
sin demasiado extraamiento? (Rayuela
1
, 279)
La clnica parece ser lo conocido, el lugar de per-
tenencia, lo enunciable; Pars, en cambio, lo que no se
puede enunciar, lo secreto, lo indescifrable cuando los
personajes estn situados en Buenos Aires. Cuando
stos se sitan en Pars hablarn de Buenos Aires,
no demasiado, pero lo justo y necesario como para
caracterizarlo como lugar de otra lgica al ser visto
desde el lado de all.
() mientras algunos amigos que estimo y que hace
veinte aos se tapaban las orejas si les ponan Mahogany
Hall Stomp, ahora pagan qu s yo cuntos mangos la
platea para or esos refritos. Claro que mi pas es un
puro refrito, hay que decirlo con todo cario. (R, 60)
1
En adelante R. Ver referencia completa en la bibliografa.
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Del Cielo a la Tierra: alteraciones en los itinerarios lgicos de la escritura en Rayuela
2. Ms all y ms ac del ocano:
pasajes y permanencias
Segn Michel de Certeau
En suma el espacio es un lugar practicado. De esta forma,
la calle geomtricamente definida por el urbanismo
se transforma en espacio por intervencin de los
caminantes (De Certau: 2000, 129).
Espacio se puede as diferenciar del lugar que es
El orden segn el cual los elementos se distribuyen
en relaciones de coexistencia. Ah impera la ley de lo
propio: los elementos considerados estn unos al lado
de otros, cada uno situado en su sitio propio y distinto
que cada uno define. Un lugar es pues una configuracin
instantnea de posiciones. Implica una indicacin de
estabilidad (De Certau: 2000, 129).
En la novela los lugares de Pars son transformados
en espacio continuamente ya que los personajes estn
siempre en movimiento en la primera parte trazando
y rediseando a su medida el espacio de la urbanidad
parisina. Encontramos as el trnsito fluido por diferen-
tes lugares casi como si se tratara de un solo lugar en
continuidad. Se hace difcil distinguir aqu como lo hace
Foucault (Velsquez: 2008) regiones de pasaje, regiones
abiertas de parada transitoria y regiones cerradas del
reposo y el hogar, la calle muchas veces puede ser el
reposo, el caf puede ser el reposo ms que la pieza
compartida con la Maga donde Rocamadour llora una
y otra vez mientras su madre viene y va tratando tor-
pemente de aliviarlo o el puente puede ser el hogar
cuando se produce el encuentro con la Maga, o tal vez
el hotel puede serlo. Lo cierto es que a medida que
estos espacios son transitados en una ida perpetua de
Oliveira las fronteras entre ellos se corroen, tendiendo
a una topologa que es ms de pasaje continuo que de
permanencia: el Pont des Arts, la pieza de la Maga, la
rue Dauphine, la casa de Pola, la casa de Ronald y Babs,
el museo de Lovre, el Sena, el canal Saint-Martin, los
cafs, la sala donde Berthe Trpat presenta su con-
cierto, el hotel de la rue Valette Todos son espacios
que conducen a otro, intersticios por donde se mueve
quien no tiene un sitio fsico de arraigo. Por esos mis-
mos espacios u otros similares se mueven aquellos
que rodean a Oliveira, personajes que vienen tambin
desde otros lugares a concentrarse en Pars: Monte-
video, Norteamrica, China, Transilvania, Espaa. (El
personaje ms arraigado a un espacio determinado
podramos verlo en Etienne y su taller de pintura, pero
Etienne es francs). Todos juntos conforman y se cierran
en una especie de gueto con un nombre: Club de la
Serpiente, una localizacin: la casa de Ronald y Babs,
unos rituales practicados: el encendido de las velas
verdes, el vodka, el jazz, los cigarrillos, una finalidad: la
discusin literaria, filosfica, lingstica, artstica. Tal vez
ese gueto sin ser espacio fsico en s es el espacio de
mayor arraigo para todos sus integrantes incluso para
el incesante Oliveira, ya que cuando el Club se diluye
su estada en Pars concluye.
El personaje de la Maga tambin constituira un
elemento de arraigo para Horacio en Pars, no es
casual que ella sea uruguaya, portadora de rasgos en
comn con la argentinidad de Horacio. Cuando ella
desaparece: se suicida o se marcha (no lo sabemos
bien) Pars deja de ser para Horacio el lugar donde
transitar. A partir de ah l deja de conducirse por s
mismo para ser conducido por otros o por inercia de
una heterotopa a otra, ya no recorrer los lugares
convirtindolos en espacios propios, sino que habitar
los espacios de lo otro y de los otros, ya no guiado por
un impulso propio, alejndose de la autonoma en sus
primeros desplazamientos. Luego del descenso bajo
el Pont des Arts: el recorrido con la clocharde y en-
seguida, el camin de polica que ms que a la crcel
parece trasladarlo al puerto de Buenos Aires porque
es all donde est situado Horacio cuando vuelve a
aparecer en el relato.
En Buenos Aires tenemos lugares donde la
marcha se aminora, no hay tanto trnsito, hay ms
permanencia. Estos lugares se convierten tambin en
espacios pero ms estticos y delimitados: la habita-
cin que comparten Oliveira y Gekrepten en el hotel,
la habitacin que comparten Talita y Traveler en la
pensin Sobrales, el patio de don Crespo, el circo de
don Ferraguto y la clnica psiquitrica. Estos espacios
estn bien definidos y no es tan fcil el trnsito de uno
a otro, o por lo menos los personajes lo complican,
complican los pasajes. La comunicacin entre la habi-
tacin de Oliveira y la de Traveler, se da a travs de
las ventanas de cada uno ya que los edificios estn en-
frentados. Cuando uno desea saber del otro se asoma
a la ventana, en especial de madrugada cuando el otro
probablemente est durmiendo. El episodio del tabln
que cruza de ventana a ventana para que Talita pueda
alcanzarle a Horacio la yerba y los clavos que necesita
muestra ms claramente la complicacin en el pasaje
hasta el absurdo. Cada una de estas habitaciones son
propias de sus habitantes, como lugares que no pueden
ser convertidos en espacio por los otros, pero esto
pareciera no tener un claro sentido.
El patio de don Crespo es el sitio ms accesible a
todos, como un espacio ms abierto, que ofrece varie-
dad de actividades: all se puede leer, jugar a las cartas,
escuchar msica, discutir. El circo y la clnica ofrecern
otras caractersticas: son habitados por Oliveira, Tra-
veler y Talita. Oliveira, antes en ida permanente, ahora
permanece en estos espacios ms propios de su amigo,
invadindolos un poco. Pero Traveler ilgicamente
11
espacios 34 - 2012
Susana Bahamonde
acepta esa invasin y a partir de all la ilogicidad ser
corriente en la vivencia de estos sitios por Oliveira:
espacios que habita por una especie de inercia, por
algo incomprensible que lo arrastra sin explicarle por
qu debe quedarse all. El circo, constituye un espacio
cerrado sobre s mismo, con la gran carpa que lo separa
de todo lo dems, y slo conectada con el afuera por el
agujero que se forma en el centro del techo de la carpa,
una conexin con el cielo. La clnica es un edificio cerra-
do del cual los personajes no pueden salir cada vez que
lo deseen. Tiene una conexin con otro espacio que no
es un afuera, sino que es ms hacia adentro, el agujero
del montacargas que conduce a la morgue de la clnica.
Del cielo a la tierra Oliveira hace el camino inverso
al de la Rayuela Horacio se va encerrando en estos
espacios y se va mimetizando con sus habitantes. En el
circo Oliveira siente que comprende al gato calculista.
En la clnica el delirio empieza a fluir de a poco hasta
verlo totalmente trastornado sin poder salir de all.
3. Alteraciones en la lgica
comunicacional a nivel de la
materialidad e inmaterialidad
de la escritura
3.I. La escritura como espejo del ms ac y
ms all topogrficos
Al igual que se dan en los espacios el trnsito fluido,
la posibilidad de elegir el recorrido, el borroneo de
fronteras o transgresin de lmites, el desafo en forma
de juego (pensemos en el juego de la Maga y Oliveira
de encontrarse sin acordar previamente un recorrido),
la complicacin hasta el absurdo de la posibilidad de
pasaje, el cierre sobre s mismo con una sola posibilidad
de conexin con el afuera (agujero) , la invencin de
un nuevo espacio de otro orden (club), estos mismos
fenmenos se dan a nivel de la lengua escrita en las
dos primeras partes:
El ir y venir que propone el libro con su tablero de
direccin y las dos opciones de lectura; la transgresin
de la normativa a nivel espacial, gramatical, sintctico,
semntico; los juegos del cementerio con el diccionario
o las preguntas balanza; el hermetismo, fragmentarie-
dad y la heterogeneidad que gravitan sobre toda la obra
y nos demandan enormes esfuerzos para atravesarlos
(para ver el sentido tras ellos); el lector como nica
posibilidad de conexin con un sentido; la invencin
del gglico.
Resulta interesante analizar estos fenmenos a la
luz del concepto de confn propuesto por Ral Antelo
(Antelo: 2.008) como un avance desde el trabajo con
los conceptos de linde y frontera. Segn l, un confn
surge de toda tentativa de determinar-lo unvocamen-
te, de confinar-lo en un significado, de esta manera
aquello que, por la raz del nombre, debera aparecer-
nos slidamente fijado se revela por fin indeterminado
e inalcanzable. Lo llama por eso un concepto paradojal.
La literatura es una de las instituciones construidas
por el hombre para responder justamente a esta nece-
sidad de enraizar un sentido de la que nos habla Antelo.
Aqu Cortzar hace lo opuesto busca desconfinar el
sentido, y desconfinar principalmente la escritura
mostrndola como territorio expandible ms all del
permetro que lo circunda englobando y asegurando
sus formas (limes). Pero tambin ms all de los pasa-
jes que nos permiten penetrar o salir de ese dominio
(limen), y que en este caso nos interna en aquello que
no tiene forma ni medida.
Esta tarea que emprende Cortzar es en s misma
una apora, ya que al desconfinar el confn de la es-
critura se est trazando un nuevo confn, pero no se
trata tanto de eso como de aportar mayor conciencia
sobre todo confn y su carcter en cuanto al trazado
de lneas/normas que, parafraseando a Antelo, son
designios y no simples diseos.
Cortzar transgrede los mecanismos formales de
escritura, no reconociendo su confn, presentando una
escritura que lo desborda materialmente e inmaterial-
mente, porque no solo se percibe como caos formal a
doble escala (nuestra percepcin es la percepcin de
los personajes ante la escritura de Morelli) sino tambin
a doble escala percibimos el caos de lo inmaterial de
las nociones, de los conceptos, de la lgica que est
funcionando por detrs de toda accin regida por el
pensamiento y que se encuentran selladas por la es-
critura, de esta manera la desarticula y tambin avanza
extendiendo sus confines.
Madrs y Heidelberg son diferentes dosajes de la misma
receta, a veces prima el Ying y a veces el Yang, pero en
las dos puntas del sube y baja hay dos homo sapiens
igualmente inexplicados, dando grandes patadas en el
suelo para remontarse el uno a expensas del otro. (R, 151)
Cada vez que entramos en una crisis es el absurdo total,
comprend que la dialctica solo puede ordenar los
armarios en los momentos de calma. Sabs muy bien que
en el momento culminante de una crisis procedemos
siempre por impulso, al revs de lo previsible, haciendo
la barbaridad ms inesperada. Y en ese momento se
podra decir que haba como una saturacin de realidad,
no te parece? La realidad se muestra con toda su
fuerza, y justamente entonces nuestra nica manera
de enfrentarla consiste en renunciar a la dialctica, es la
hora en que le pegamos un tiro a un tipo, que saltamos
por la borda, que nos tomamos un tubo de Gardenal
como Guy, que le soltamos la cadena al perro, piedra
libre para cualquier cosa. []
12
espacios 34 - 2012
Del Cielo a la Tierra: alteraciones en los itinerarios lgicos de la escritura en Rayuela
Y esas crisis que la mayora de la gente considera como
escandalosas, como absurdas, yo personalmente tengo
la impresin de que sirven para mostrar el verdadero
absurdo, el de un mundo ordenado y en calma. (R, 154-155)
Estas reflexiones efectuadas en un plano de abs-
traccin expanden los confines del pensamiento de
Oriente y Occidente hasta confundirlos, luego los del
absurdo y la razn. Esta ltima expansin cobra an
mayor presencia al enmarcarse en la situacin de la
muerte de Rocamadour, situacin que refleja la misma
expansin de lmites de la que se est hablando.
El delirio aparece en este captulo (28) disfrazado
de razn, se torna absurdo que los personajes se
envuelvan en elevadas reflexiones sobre la ciencia, el
pensamiento, la razn, en medio de un hecho con tanto
peso de realidad como la muerte del beb, en medio
de tal contraste sus reflexiones resultan fuera de toda
razn, reafirmando a la vez lo que ellos mismos estn
cavilando: el absurdo del mundo ordenado y en calma.
La expansin de los confines inmateriales de la
escritura doblada en la expansin de los confines de
la escritura material, nos lleva a pensar la escritura
como espacio territorial y bsicamente cultural, donde
el lugar propio del escritor se vuelve lugar plural, que
se reparte y entra en relacin y contacto con otros,
que son seres de lectura que comienzan a habitarlo
teniendo cada uno su propia experiencia de pasajes y
permanencias, en una bsqueda de desciframiento de
lo singular de esta escritura, que ser siempre un tanto
inaprensible porque no puede el lector superponerse
al trabajo del autor, aunque en esta novela aparezca la
ilusin de un cabal acercamiento.
3.2. El oceno omitido y enunciado
En lo fsico, el ocano es un lugar que en la novela
no se relata, es una enorme elipsis, que sabemos que
est pues Oliveira lo cruza dos veces, sin embargo es
un lugar que no se convierte en espacio ni en significa-
tivo dentro de la novela. Tenemos alusiones: el barco,
el puerto, pero no hay enunciacin directa. Incluso el
recorrido en barco de Oliveira al que se hace referen-
cia es el de Montevideo-Buenos Aires, pareciera que
nunca hubiese navegado ms all del Ro de la Plata. Se
trata de una omisin justamente del espacio fronterizo
entre el lado de all y el lado de ac o el ms ac y el
ms all, que resalta la continuidad entre uno y otro,
relativizando las categoras de diferenciacin que antes
fueron construidas al nombrar y caracterizar a travs
de determinados recorridos a Pars y Buenos Aires.
Este no dicho adems hace que el paso de un uni-
verso ms lgico a otro menos lgico aparezca bastante
fluido. En lo simblico, el ocano s es presentado, en
un fluir e intercambio constante, y estara situado con-
cretamente en la escritura de Morelli, sujeto fronterizo
y por lo tanto sujeto simblico. All tendr lugar ya no
el pasaje sino el entrelazamiento de dos universos de
sentido que parecen opuestos: la logicidad y la ilogici-
dad. No se trata de una unin como indiferenciacin
o continuidad, sino como intercambio, movimientos
de presin entre uno y otro, de fuga e invasin, donde
este entre que Cortzar llama lo(gi)ca, se convierte en
una necesidad para el desarrollo del sistema semitico
dominante: el universo de la logicidad.
Aqu es central la idea de Morelli, que duplica la de
Cortzar, sobre hacer una literatura que destruya la
literatura, haciendo sus escritos cada vez ms rudimen-
tarios, yendo a contrapelo de la logicidad de un escritor
comn que se acrecienta o afirma en su profesin a la
par que su obra se complejiza. A esta idea lmite o lo(gi)
ca podemos sumar lo catico de sus escritos tericos y
literarios, intercalados con fragmentos y citas de otros
autores, que propone sea ordenado por otros: los del
Club, quienes perciben todo este caos escriturario
desde otra logicidad ms cercana a la nuestra como
lectores, y que de hecho aparece en ellos duplicada, ya
que nosotros tambin nos vemos en el mismo trance
de ordenar torpemente la novela de Cortzar. El cruce
es abrumador. Tanto los del C lub, como nosotros,
nos encontramos frente a un enjambre de hilos que
unen y tensan los espacios fsicos, y simblicos del
entendimiento y el discurso, en un ir y venir incesante
de lo presuntamente lgico a lo presuntamente ilgico,
porque a esta altura las certezas quedan anuladas, y
el universo de la logicidad se nutre cada vez ms de
la relatividad de todas las categorizaciones (camino
peligroso que puede llevarnos tambin a la extincin
de las mismas, tal como quiere hacer Morelli con la
literatura).
Cuntas palabras, cuntas nomenclaturas para un
mismo desconcierto. A veces me convenzo de que la
estupidez se llama tringulo, de que ocho por ocho es la
locura o un perro. Abrazado a la Maga, esa concrecin
de nebulosa, pienso que tanto sentido tiene hacer un
muequito con miga de pan como escribir la novela
que nunca escribir o defender con la vida las ideas
que redimen a los pueblos. El pndulo cumple su vaivn
instantneo y otra vez me inserto en las categoras
tranquilizadoras: muequito insignificante, novela
trascendente, muerte heroica. Los pongo en fila, de
menor a mayor: muequito, novela, herosmo. (R, 27)
Pensemos cmo se dan estos cruces en el texto, a
partir de un ejemplo concreto:
En lo simblico la pertenencia de Oliveira a un
grupo social, es desplazada desde la logicidad de la
formacin de un grupo diferenciado de los dems por
intereses medianamente comunes, donde hay posibi-
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espacios 34 - 2012
Susana Bahamonde
lidad de discusin porque cada uno es diferente del
otro, hacia la ilogicidad de una relacin patolgica entre
tres que son lo mismo, donde no hay discusin posible
ni tampoco es posible la disolucin del grupo. As los
ejemplos de cruces se multiplican, en un entramado del
que no podemos salir, como cuando volvemos una y
otra vez del captulo 58 al 131 en un trnsito indefinido.
3.3. El departamento de Morelli: espacio
fsico-espacio simblico
As como las categoras tranquilizadoras de logici-
dad-ilogicidad se van diluyendo en la novela, tambin
encontramos el cruce entre espacio fsico y simblico.
Estos no aparecen separados sino superpuestos, lo cual
se puede ejemplificar con el departamento de Morelli.
El mismo es un espacio concreto habitado por los inte-
grantes del Club de la Serpiente con el consentimiento
del dueo. Pero a la vez es un espacio simblico de la
escritura y de una forma de concebir la literatura, di-
gamos de prctica literaria (lectura y escritura) y teora
literaria, que el escritor cede tambin a los personajes,
en este caso sus lectores.
La entrada de los personajes al lugar con su nervio-
sismo y el momento de suspenso por la llave que no
funciona, marca la solemnidad de todo un traspaso, un
pasaje que tal vez sea el primordial de esta novela: del
mundo de la realidad al de la literatura, no siendo ste
ltimo un espacio que se cierra al otro sino un espacio
que traduce al otro, que se acomoda al otro para su
mejor entendimiento, que lo absorbe y lo condensa y lo
recorre. A medida que los personajes leen e interpre-
tan los papeles de Morelli, nosotros vamos avanzando y
comprendiendo un poco ms los papeles de Cortzar,
como juego de espejos. La apertura de la puerta con
la llave marca entonces tambin nuestro ingreso. De-
jamos de ser lectores pasivos para introducirnos en el
trnsito de pasajes y en las permanencias que presenta
la novela a sus personajes. Somos un poco del Club.
Pasamos de atar hilos a descubrir enmaraados
imposibles de desatar, experimentamos la satisfac-
cin y la frustracin que traen respectivamente estas
situaciones, nos ubicamos cerquita del autor porque
buscamos dar un orden lgico al relato, y al final nos
damos cuenta de que ms all de la inseguridad que
da el desorden, lo heterogneo y la fragmentariedad,
resplandece ante nosotros la fascinacin por lo literario
que cala en lo profundo de nuestra sensibilidad por
qu buscar explicacin y darle un orden al pasaje que
describe un beso, al que nos cuenta como la Maga nada
por los ros metafsicos, mientras Oliveira los define y
describe, al que describe meticulosamente, casi como
una diseccin, la situacin absurda de querer cruzar de
una ventana a otra con un tabln, o la de preparar una
emboscada ante una posible agresin con rulemanes,
hilos y palanganas?
Queda la literatura planteada, como salida a tanta
ordenacin, categorizacin, clasificacin. Ella permite
el juego con todo esto, lo destruye, pero no para que
no exista ms sino para aportar una nueva mirada de
extraamiento sobre eso tan consolidado. Entonces,
Morelli propone una literatura que destruya la literatura
de la misma forma, slo se trata de redoblar la apuesta y
volver a extraarla, ya que ella es susceptible como toda
creacin humana de ser ordenada, categorizada, cla-
sificada y dejarla all encallada realmente sera matarla.
Para finalizar
Me propuse al comenzar este artculo un anlisis de
los pasajes, sin embargo no pude hacerlo sin dejar de
referirme a las permanencias tan presentes tambin en
la novela. Algunos aspectos tomados de la teora de Iuri
y Lotman me permitieron hacer una interpretacin de
la topografa contenida hacia el interior de la escritura
cortazariana y de la trazada sobre la superficie de la
escritura misma de la novela al dividirse en tres seccio-
nes significativamente nombradas. El ms ac, el ms
all, y la frontera como espacio positivo de intercambio
que posibilita el desarrollo del ncleo cultural, son
conceptos que posibilitaron el avance en este anlisis,
detectando dos grandes espacios que al principio
tmidamente se impregnan en sus aspectos fsicos y
simblicos: Pars-logicidad, Buenos Aires-ilogicidad,
para que luego el imponente espacio simblico de la
literatura los acerque, los justifique y tambin los des-
borde entreverndolos, como un ocano simblico que
baara ambas orillas y en su constante vaivn permitira
el fluir de una hacia la otra, aunque muy literariamente
ese ocano pueda caber en un espacio reducido como
el departamento de Morelli.
qu pasa si ese lmite puede ser legtimamente
concebido como un territorio o franja de naturaleza
afi rmati va y posi ti va, probada por su carcter
hermenutico, por el poder que ofrece al decir en
cuanto a la conexin, o enlace, tanto de comunicacin
como de diferenciacin, entre lo que sucede aqu,
en el mbito en el cual se habla y se responde, o se
dialoga, y aquel mbito (encerrado en s) en el cual slo
se advierte un referente de silencio (Tras 1991:406)?
O si asumimos que la frontera del espacio semitico
no es un concepto artificial, sino una importantsima
posicin funcional y estructural que determina la
esencia del mecanismo semitico de la misma [] un
mecanismo bilinge que traduce los mensajes externos
al lenguaje interno de la semisfera y a la inversa (Lotman
1996:26)? (Gmez Prez, 2008).
Los lugares transitados y los de permanencia entran
en contacto y relacin al ser atravesados por un mis-
14
espacios 34 - 2012
Del Cielo a la Tierra: alteraciones en los itinerarios lgicos de la escritura en Rayuela
mo personaje: Oliveira. El trnsito fluido y autnomo
convierte los lugares de Pars en espacios, trazando
una organizacin singular y voluntaria sobre otra ya
dada. El descenso paulatino de esta marcha hasta la
permanencia autmata en la clnica, va convirtiendo
los espacios en lugares de quietud, en una configura-
cin de posiciones estticas que es, en otro plano, la
internacin en la costumbre y el hbito mental contra
el cual Cortzar se rebela.
La prdida de autonoma y de avance de Oliveira, al
pasar de un universo a otro, a nivel simblico se trans-
forma en nuestra propia prdida de la autonoma al leer
y al hacer una literatura demasiado susceptible de ser
encasillada en una categora. Ante esta automatizacin,
Morelli nos ofrece una liberacin, una posibilidad de
salir de todo molde, a partir de una nueva literatura
que se sita en la periferia de los cdigos que va des-
truyendo, y en la que ya nos encontramos sumergidos
gracias a Cortzar de quien Morelli es el doble.
En todo este gran juego de desplazamientos que
representa la novela, la escritura funciona como espejo
del recorrido topogrfico al presentar tambin como
espacio material transgresiones, borroneo de lmites,
juegos, desafos, complejizaciones, aperturas y cerra-
zones. Expande sus confines, diramos, apropindonos
del concepto trabajado por Ral Antelo, tomado
tambin para enriquecer este anlisis. Pero no solo
hablamos de confines materiales sino tambin de sus
confines inmateriales, que se expanden al desmenuzar
la logicidad y alterar todo orden tranquilizador. As al
enfrentarnos a esta escritura nos sentimos frente a una
especie de delirio.
Delira aquele que no reconhece o confim ou quem
no pode ser acolhido por ele. Mas o confim nunca
uma fronteira rgida. No somente porque a cidade
deve crescer, mas porque no existe limite que no seja
quebrado por limina, e no existe confim que no seja
contato, que no estabelea tambm uma ad-finitas.
(Antelo, 2008: 6)
Puedo volver aqu a la idea de la literatura situada en
el espacio habitable del lmite entre dos universos, una
literatura impulsora de movimientos hacia fuera y hacia
dentro entre dos espacios que parecen irreconciliables
y que van ms all de la logicidad y la ilogicidad o de
Pars y Buenos Aires para llegar tambin a la realidad
y lo literario, dejando la ambigedad entre uno y otro
trmino por nico resultado.
Y puedo sellar tambin esta idea con una cita de
la novela:
Morelli avanzaba y retroceda en una tan abierta violacin
del equilibrio y los principios que cabra llamar morales
del espacio, que bien poda suceder (aunque de hecho
no suceda, pero nada poda asegurarse) que los
acaecimientos que relatara sucedieran en cinco minutos
capaces de enlazar la batalla de Actium con el Anschluss
de Austria (las tres A tendran posiblemente algo que ver
en la eleccin o ms probablemente la aceptacin de
esos momentos histricos), o la persona que apretaba
el timbre de una casa de la calle Cochabamba al mil
doscientos franqueara el umbral para salir a un patio de
Menandro en Pompeya. Todo eso era ms bien trivial
y Buuel, y a los del Club no se les escapaba su valor
de mera incitacin o de parbola abierta a otro sentido
ms hondo y escabroso. Gracias a esos ejercicios de
volatinera, semejantsimos a los que vuelven tan vistosos
los Evangelios, los Upanishads y otras materias cargadas
de trinitrotolueno shamnico, Morelli se daba el gusto
de seguir fingiendo una literatura que en el fuero interno
minaba, contraminaba y escarneca. De golpe las palabras,
toda una lengua, la superestructura de un estilo, una
semntica, una psicologa y una facticidad se precipitaban
a espeluznantes harakiris. Banzai! Hasta nueva orden, o
sin garanta alguna: al final haba siempre un hilo tendido
ms all, salindose del volumen, apuntando a un tal
vez, a un a lo mejor, a un quien sabe, que dejaba en
suspenso toda visin petrificante de la obra. (R, 477)

BIBLIOGRAFA
- Antelo, Ral (2008) Lindes, limites, limiares en Boletn de Pesquisa. Nelic. Edio Especial Lindes.
- Cortzar, Julio (1985) Rayuela. Espaa, Crculo de Lectores (1ra edic. 1963, Sudamericana).
- De Certeau, Michel (2000) La invencin de lo cotidiano I. Artes de hacer, Universidad Iberoamericana. Departamento de
Historia, Instituto tecnolgico y de Estudios Superiores de Occidente, Mxico.
- Foucault, Michel (1966) La heterotopa en: Foucault Michel (2008) Utopie, Eterotopie, Cronopio, Napoli, pp. 9-28 (tra-
duccin de Denis Velzquez).
- Gmez Prez, Laura (2008-2009) El espacio fronterizo en Entretextos. Revista electrnica Semestral de Estudios Semiticos
de la Cultura. N 11-12-13. ISSN 1696-7356. http: //www.ugr.es/~mcaceres/entretextos/entre11-12/laura.html.
15 espacios 34 - 2012
Mujeres contadas.
Prostitucin, explotacin sexual
y trata de personas en el discurso
periodstico de Santa Cruz
Romina Behrens
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA AUSTRAL
espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 15-27. ISSN 1515-3983
RESUMEN
Solo algunos discursos y ciertos interlocutores se oyen cuando
escuchamos historias de mujeres pero, pocas veces encon-
tramos voces de mujeres protagonistas de esas historias.
El periodismo se ejerce desde una posicin androcntrica
coincidente con las narraciones analizadas en este artculo.
Mujeres contadas por policas, funcionarios, proxenetas y
abogados. Mujeres contadas por su cuerpo. Pero nunca una
mujer que cuente su propia historia. La cobertura meditica
se confunde entre la histrica aceptacin por "Las Casitas"
y las decisiones de la Justicia Federal y como resultado, se
escriben las noticias de mujeres contadas. El trabajo pretende
reconocer los estereotipos de gnero y el sexismo sostenidos
en el discurso periodstico acerca de la prostitucin, explota-
cin y trata de mujeres.
PALABRAS CLAVE
discurso periodismo sexismo gnero legislacin
1. Introduccin
En los ltimos dos aos en la provincia de Santa
Cruz se hizo presente en los diarios locales el debate
en torno al delito de trata de personas vinculado a Las
Casitas. Las Casitas de tolerancia existieron desde
principios del siglo XX y en 1979 se conglomeraron en
el Barrio Belgrano. La ciudad creci geogrficamente y
ante decisiones de planeamiento urbano EN 1989 se
reubicaron en las manzanas 639 A y B, detrs de la
Terminal de mnibus.
Muchos jvenes y mujeres asistan a Las Casitas
como a cualquier otro espacio de recreacin aunque
no consumieran prostitucin. Todos en la ciudad sa-
ban de qu se trataba ese lugar. Luego de reiteradas
denuncias por venta de estupefacientes y venta de
alcohol a menores de edad entre otras cosas, en el
2008 el Municipio dio la posibilidad a los dueos de
Las Casitas de habilitar su negocio como Cabaret
Clase C a travs del Decreto Municipal N 4095. En
paralelo, se discuta si era conveniente la mudanza fuera
del Barrio ya que su ubicacin haba sido rodeada de
nuevas construcciones urbanas.
Algunos dueos iniciaron el trmite mientras la Ley
de Trata, aprobada en el 2008, entr en aplicacin. El
6 de junio de 2009 se realiz un allanamiento en el
lugar y Las Casitas fueron clausuradas por orden del
Juzgado Federal N 1 de Ro Gallegos. Desde entonces
continan cerradas hasta la publicacin de este artcu-
lo. En aquel allanamiento slo hubo 130 mujeres en
situacin de prostitucin entre las 250 que se esperaba
encontrar. Todas las mujeres declararon estar bajo
propia voluntad y en ningn caso se pudo comprobar la
existencia de una vctima de trata o menor de 18 aos.
El cierre tuvo aliados y opositores. En este artculo
consideramos que los primeros no incidieron en el
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discurso meditico a diferencia de los segundos, entre
los cuales hay quienes poseen intereses econmicos y
demostrable poder de lobby. Los argumentos utiliza-
dos en contra del cierre fueron: considerar peligroso
y obsceno que las trabajadoras salgan a la calle y se
expongan en el espacio urbano; dejaran de realizarse
los controles mdicos/sanitarios; al estar todas juntas
se las puede controlar; se perdera un lugar de esparci-
miento y recreacin para la poblacin masculina; deja-
ra de existir un espacio turstico; aumentara el ndice
de violaciones; y por ltimo, all no hay trata porque
a las mujeres les gusta lo que hacen. Estas opiniones
se relevan de comentarios escritos en la seccin de
lectores del Diario Tiempo Sur Digital y de los debates
pblicos en el marco de eventos institucionales en la
ciudad a propsito del delito de trata de personas. Pese
a una opinin pblica desconcertada con la clausura, es
necesario destacar que desde el 2008 en toda la pro-
vincia de Santa Cruz se rescataron ms de 40 mujeres
en situacin de trata y explotacin sexual. Muchas de
las vctimas fueron obligadas a ejercer la prostitucin
en locales legitimados socialmente.
Pensar en el cierre de Las Casitas era imposible en
el imaginario social y esta idea se reflej en la cobertura
meditica que hicieron periodistas de la prensa grfica.
Las principales actitudes fueron obviar la informacin
importante respecto de advertir qu es el delito de
trata de personas y explotacin sexual y por otro
lado, concentrar la cobertura en los discursos de los
funcionarios quienes hablaron de controles sanitarios,
regularizacin de los locales comerciales y traslado
de los prostbulos fuera del ejido urbano. Adems,
la ubicacin del tema en la seccin policial tambin
refleja un tratamiento aislado y descontextualizado de
la problemtica social.
1.1. Gajes del oficio
Los periodistas estn inmersos en una vorgine
cotidiana agobiante para la prctica intelectual y con
pocos recursos para analizar cada noticia y compro-
meterse con los temas y sus protagonistas, construyen
las noticias y el cierre de la edicin los corre sin tiempo
para la profundizacin de los temas. Sin embargo, en
este contexto precipitado de la redaccin, la superfi-
cialidad del tratamiento reproduce modelos de pen-
samiento y de identificacin instalados socialmente y
los refuerza. Miles de lectores leen noticias construidas
desde la redaccin exprs.
En esta corrida por las noticias como punto de
origen para la construccin de textos noticiosos
vinculados al campo temtico de la prostitucin, la
explotacin sexual y el delito de trata especficamente,
en relacin a la problemtica de gnero se encuentran
algunos gajes del oficio. En el prlogo de Las palabras
tienen sexo II, Omar Rincn reconoce que los perio-
distas pensamos que el periodismo es solo uno y no
tiene gnero referido a lo masculino o femenino del
discurso. Sin embargo, contina: resulta que nuestra
objetividad es masculina (Santoro: 2010). Rincn sos-
tiene que si los medios de comunicacin quieren tener
xito en esta sociedad deben conformarse a partir de
los gustos, deseos y saberes populares ms aceptados
los cuales coinciden con la perspectiva androcntrica
para interpretar el mundo. Si el periodista no se toma
tiempo de pensar una perspectiva integradora sobre
las relaciones de gnero, la objetividad aparente estar
basada en la internalizacin subjetiva de la perspectiva
masculina.
1.2. Puesta en comn
En esta seccin pondremos en comn conceptos
que se vinculan con la temtica. En primer lugar el
gnero se define como un conjunto de expectati-
vas de ndole cultural respecto de roles, funciones,
derechos, responsabilidades y comportamiento de
varones y mujeres. Las sociedades consideran estas
caractersticas como adecuadas. En este sentido las
relaciones de gnero se interpretan como los modos
en que las culturas materializan relaciones de poder
entre mujeres y varones
Bajo este manto, se construyen los estereotipos
de gnero que son representaciones reduccionistas y
distorsionadas porque se desprenden de las seleccio-
nes arbitrarias, categorizacin y generalizacin de los
atributos con los cuales se caracteriza cada gnero.
Esto implica resaltar algunas caractersticas y omitir
otras a partir de la portacin de valores y prejuicios
aceptados por la mayora. As, reproducen relaciones
de gnero que son relaciones de poder.
El objetivo de nuestro trabajo es reconocer los
estereotipos de gnero y el sexismo que sostienen los
artculos periodsticos sobre prostitucin, explotacin
sexual y trata de personas en tres diarios de la pro-
vincia de Santa Cruz durante el ao 2009 y principios
de 2010. Para ello se seleccionaron aquellos artculos
donde aparece la vctima de trata o de explotacin
sexual relatada por el periodista o el entrevistado.
2. Condiciones de produccin
El evento discursivo como texto noticioso se
produce en contextos sociales especficos. Segn
Fairclough (1999) los procesos de produccin e
interpretacin estn socialmente determinados por
la prctica discursiva y por la prctica social. En la di-
mensin discursiva aparecen las estructuras sociales,
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normas y convenciones, incluyendo rdenes del dis-
curso y convenciones para la produccin, distribucin
e interpretacin de textos vinculados a los discursos
periodsticos, los discursos legislativos, policiales y los
discursos sobre la sexualidad masculina.
En relacin a la prctica social, las circunstancias
organizacionales e institucionales del evento discursi-
vo determinan el texto de la noticia. De esta manera
comprendemos que el relato es intrnseco al imaginario
social de Las Casitas. Esta determinacin establece
qu elementos del discurso se seleccionan y cules no.
Desde esta construccin selectiva, se podr apreciar la
construccin de las noticias acerca de la prostitucin, la
explotacin y la trata sobre la base de un discurso po-
licial o judicial. De todos los aspectos vinculados con la
prostitucin algunos se seleccionan y otros se descartan.
La pobreza, el desempleo, las diferencias de clases, la
falta de oportunidades para el desarrollo, la discrimi-
nacin de gnero, las madres solteras, la vulnerabilidad
social, la poblacin predominantemente masculina son
algunas de las situaciones que hacen al mundo de la
prostitucin, la explotacin y el delito de trata.
2.1. Descontextualizacin del delito
La seccin policial como esfera de construccin de
la noticia incorpora a la trata como un delito simple sin
dar detalles de la complejidad que lo contextualiza. La
mayora de las veces que aparece una nota sobre la
trata se debe a un secuestro de estupefacientes o un
allanamiento policial. Asimismo, las fuentes consulta-
das se limitan a las policiales o judiciales y finalmente,
la noticia es una crnica, un relato de los hechos sin
la mirada integradora ni reflexiva. En correlato con
lo anterior, en la mayora de los artculos policiales
observamos que el lugar de origen de la vctima
aparece como un dato mas adentro de la noticia. En
estas notas el emisor no menciona en ningn prrafo
alguna relacin con la realidad que se vive en el lugar
de origen. En general son provincias del Norte del pas,
pobres y con contextos diferentes a las caractersticas
de la provincia de Santa Cruz, lugar de recepcin de
la vctima. En este punto, se observa la desvinculacin
entre la noticia y el contexto particular en el que vive
una mujer en situacin de prostitucin. Daniel Prieto
Castillo (1989) llama versiones de baja referencialidad
a aquellas que ofrecen unas pocas notas de algo, con
la intencin de hacernos creer que ellas son todo lo
que puede decirse. El periodista relata una noticia
con una baja referencialidad sobre el tema y decide no
profundizar en las problemticas que hacen al mundo
de la prostitucin tal como si no pudiese ahondarse ms
al respecto. Las noticias se cubren desde la tangente.
Asimismo detectamos otras formas de descontex-
tualizar el tema. Se trata del uso de tipificaciones tales
como chicas de la noche, alternadoras, trabajadoras
sexuales, damas de compaa, damas de sala, las
chicas, etc. Este recurso construye un universo que
incluye a todas las integrantes del colectivo a travs
de generalizaciones que funcionan como puntos de
apoyo y de reconocimiento (Prieto Castillo: 1989). En
la eleccin de las palabras subyace la postura ideolgica
de quien las dice. Segn Sonia Santoro no es lo mismo
decir explotacin sexual, trabajo sexual o ejercicio
de la prostitucin. El primero implica una postura
abolicionista de la esclavitud; el segundo se revela a
favor de la legalizacin de la prostitucin; y el tercero
tiende a ser neutral y sostiene cierta autonoma de las
mujeres. Lo importante es conocer los matices del
vocabulario que usemos y saber tambin con quien
estamos hablando y cmo quiere esa persona ser
considerada, nombrada y narrada (Santoro: 2010).
Las generalizaciones pueden partir de un caso o de la
percepcin que el emisor pudo construir a partir de
ello. Al respecto observamos una asociacin directa
entre la mujer que ejerce prostitucin con la naturali-
zacin de la venta de sexo.
Ante estas generalizaciones es necesario aportar
elementos que puedan construir percepciones distintas
de mujer y el contexto de la prostitucin. En sintona
con Santoro se exponen algunas diferencias entre la
prostitucin libre, la explotacin sexual y la trata
de personas. Son tres actividades diferentes pero
simultneas y concentradas en un mismo lugar.
En primer lugar, la prostitucin libre es el ejercicio
de la actividad que las mujeres mayores de 18 aos eli-
gen por propia voluntad y con autonoma de su propio
cuerpo. En estos casos no hay control de terceros.
De todas maneras, consideramos que la libertad de
opcin est condiciona por la situacin de pobreza y
marginalidad de contextos vulnerables. Diferente es el
caso de mujeres con familias presentes, oportunidades
de formacin y capacitacin laboral o existencias de
redes sociales que las contengan con un abanico de
posibilidades ms amplio. En segundo lugar, la explo-
tacin sexual es semejante a la esclavitud de las per-
sonas. Los proxenetas facilitan la prostitucin, obligan
a realizar trabajo forzoso y regentean la venta de sexo
administrando las ganancias y los clientes. El regenteo
del cuerpo de la mujer es explotacin sexual en todos
los casos, incluso cuando la mujer tiene voluntad de
ejercer y mayora de edad. Por ltimo, la trata es un
delito federal que incluye la captacin, el traslado y la
recepcin de personas con fines de explotacin. Segn
la Ley N 26.364
1
la trata implica engao, fraude,
1
Ley Nacional de Prevencin y Sancin de la trata de personas y Asistencia a las vctimas, aprobada en 2008.
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violencia, amenaza o cualquier medio de intimidacin
o coercin, abuso de autoridad o de una situacin de
vulnerabilidad, concesin o recepcin de pagos. En
el mapa de rutas del delito de trata, Santa Cruz es una
provincia de recepcin de vctimas
2
.
El ltimo delito suele ser cometido por grupos
organizados en una situacin donde las vctimas y sus
familiares son amenazadas con el objetivo de disuadir
a la vctima y a los testigos para que no denuncien ni
colaboren en ninguna investigacin. En los lugares de
recepcin, las vctimas son retenidas por sus captores
mediante amenazas, deudas, mentiras, coaccin, vio-
lencia, etc. y son obligadas a prostituirse o trabajar en
condiciones infrahumanas.
2.2. La costumbre de la complicidad
Segn Rita Segato (2003) la violencia de gnero
es invisibilizada porque la masividad de la violencia
psicolgica garantiza su naturalizacin y se justifica en
el fuerte arraigo de valores morales, religiosos y fami-
liares. Por otro lado, la falta de nominalizacin de este
tipo de conducta impide la sealizacin, la denuncia y
por tanto, la defensa de las vctimas. Aquellas prcticas
de agresin emocional que no son reconocidas por
las mujeres vctimas de la violencia o son justificadas
bajo el teln de los roles naturalmente asignados o
impiden ser denunciadas por no constatar prueba o no
existir jurdicamente la falta, son prcticas de violencia
moral invisibilizadas tanto para las mujeres como para
los testigos. Por ejemplo, la compra de sexo es una
prctica de violencia invisibilizada en el intercambio
social entre varones y mujeres. Las mujeres son cosifi-
cadas, los varones guardan libre albedro como clientes,
los proxenetas explotan a la vctima y los medios de
comunicacin actan como testigos y cmplices a la
vez por no desnaturalizar esta prctica social discri-
minatoria. En el siguiente ejemplo se aprecia cmo
el diario remata la nota con opiniones acerca de Las
Casitas que justifican la violencia y la discriminacin
hacia las mujeres:
Las casitas de Ro Gallegos parecen en algn sentido
dividir a la ciudad; hay quienes aseguran que los
lupanares eran "antros donde los polticos corruptos
armaban sus negociados". "Pienso que esas casitas tienen
que desaparecer porque son las cuevas donde iban los
polticos; ah est toda la droga del norte" seala Javier, un
empleado municipal que por razones obvias pidi reservas.
Para Lucas, un empleado de la Oficina de Turismo, las
casitas tienen que reabrir; "son un smbolo de identidad
de Ro Gallegos; aqu no hay turista que no haya pasado
por ah, todos quieren ir y conocerlas, algunos van solo
a tomar copas, pero es algo mundialmente conocido.
Lo que s me parece que deben estar ms controladas
para que no haya drogas ni trata de personas", consider.

El control, hay que decirlo es algo que anteponen la
mayora de las personas que se declara partidarias de
la reapertura de los lupanares; "las casitas nacieron
prcticamente con la ciudad, no hay que olvidarse que
aqu hubo una gran mayora de poblacin masculina
y para evitar las violaciones se crearon las casitas, yo
por mi parte prefiero que las mujeres estn ah bien
controladas y no verlas dando espectculos a plena luz
del da como se las ve a ellas y a los travestis y eso no
es bueno para la familia", seal el propietario de un
hotel quien dijo que ya hay dos mil firmas para que se
reabran los prostbulos.
El Peridico Austral, 5 de septiembre de 2009.
El medio de comunicacin a travs de la polifona
asume con naturalidad la prctica de la venta de sexo
y al mismo tiempo, naturaliza el proxenetismo. Fair-
clough (1992) prefiere denominar al discurso referido
como representacin de discurso porque captura
mejor la idea de que cuando uno refiere enunciados
necesariamente elige representarlos de cierto modo y
no de otro. El mismo autor junto a otros pensadores
del Anlisis Crtico del Discurso se preguntan en qu
medida las fronteras entre el discurso representado y
el representador estn marcadas clara y explcitamente
y en qu medida el discurso representado se traduce
en la voz del discurso representador. En este sentido,
identificamos un discurso directo que reproduce las
palabras exactas utilizadas en el discurso representado.
La eleccin del verbo con que se introduce el discurso
representado indica la fuerza ilocucionaria que se le
otorga: sealar, considerar; son formas de imponer una
interpretacin respecto del discurso representado. Del
mismo modo hay que decirlo es una presuposicin
ante lo que se dice en la representacin como algo ya
establecido. Por supuesto, las ausencias en el discur-
so de base no dejan de llamar la atencin. En ningn
momento se pronuncia la conducta del cliente como
cmplice de la trata y la explotacin sexual, tema que
analizamos ms adelante. Las ausencias implican la
naturalizacin y la falta de informacin adecuada para
la problemtica.
En otra ocasin, el diario La Opinin Austral men-
cion la Ley N 12.331 que prohbe el establecimiento
de casas donde se ejerza la prostitucin y castiga el
2
Ver mapa de rutas en Estudio exploratorio sobre trata de personas con fines de explotacin sexual en Argentina, Chile y
Uruguay Organizacin Internacional para las migraciones. Diciembre de 2006.
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sostenimiento, administracin o regenteo de las casas
de tolerancia. Tambin se cit el decreto N 102466/37
que obliga a las autoridades a denunciar ante la Polica
la inmediata clausura de los locales donde se ejerza la
prostitucin o se incite a ella. Seguido de esto, el diario
agrega su reflexin:
Obviamente, ni funcionarios municipales ni provinciales
como as tampoco integrantes de la Polica y la Justicia
han hecho caso a esta normativa, lo que marca a las claras
la raigambre cultural que existe en torno a una existencia
abiertamente ilegal pero aceptada socialmente.
La Opinin Austral, 3 de mayo de 2009.
Invisibilizar la violencia de gnero que implica la
existencia de Las Casitas es una doble violencia. En
primer lugar, existen relaciones desiguales de gnero
regidas por una violencia simblica que implica la
prctica del regenteo de mujeres. En segundo lugar, la
legitimidad del anterior punto perpeta y refuerza esta
violencia al invisibilizarla como tal y se vuelve una doble
violencia. El periodista reconoce la primera violencia y
desnaturaliza la explotacin sexual a travs de la men-
cin acerca de la ilegalidad de la prctica. No obstante,
el interlocutor vuelve a caer en la invisibilizacin tal que
parece olvidarse de su abstraccin porque no dej, en
los posteriores artculos de prensa, de promocionar la
prctica. Lo legal y lo legtimo guardan distancia en el
discurso y tambin en las acciones.
Del mismo modo, el 15 de febrero de 2010 el
diario Tiempo Sur inform el rescate de una vctima de
explotacin sexual que justamente tena publicado el
correspondiente aviso clasificado en la misma edicin
de diario con un nmero de telfono que se repeta
en otros avisos del Rubro 59.
En el ltimo perodo se debati en el mbito mu-
nicipal prohibir los anuncios de los clasificados que
ofrezcan servicios sexuales. Empresarios de medios
grficos fueron convocados con este fin pero por la
cantidad de avisos que continan en publicacin se
presupone su negativa para retirarlos ya sea para no
perder ganancias o por no creer en la gravedad de la
problemtica y en su accionar, la complicidad con el
delito. Es importante destacar que no todas las orga-
nizaciones de mujeres creen conveniente eliminar los
avisos clasificados
3
.
El Protocolo de Palermo establece que la per-
sona que promueve tambin es co-responsable del
delito. Aunque no recluten, transporten o reciban,
si los medios de comunicacin muestran informacin
promocional son responsables de promover, por tanto
participan de la cadena de trata de personas.
En relacin con lo anterior, Segato (2003) plantea
que el sexismo automtico es la reproduccin de la
costumbre, amparada en una moral dada y heredada
que no se revisa y basada en un texto de larga vigencia
cultural y hasta confundida con la historia de la especie.
El mandato que no se puede cambiar. A pesar de existir
otros ms viejos, la prostitucin fue siempre el oficio
ms viejo del mundo y por eso, debe suponerse, que
no debe dejar de existir:
Se trata de 29 locales nocturnos distribuidos a
lo largo de dos manzanas donde hasta hace tres
meses, 120 mujeres venidas de distintos lugares
del pas ejercan el oficio ms antiguo del mundo.
El Peridico Austral, 5 de septiembre de 2009.
Hoy se cumple un ao de la clausura de Las Casitas,
donde alrededor de 120 mujeres de distintos lugares
del pas ejercan el oficio ms antiguo del mundo.
La Opinin Austral, 6 de junio de 2010.
Preguntarse por qu se habla de la prostitucin
como la ms antigua ocupacin y no del trabajo do-
mstico por ejemplo nos lleva a pensar, en primer
lugar que el segundo no es considerado un oficio; por
lo tanto, las mujeres ocupan el lugar domstico porque
ese es el rol que histricamente se les ha asignado y
es por esa razn que no es remunerado. Lo mismo
sucede con el oficio ms viejo del mundo el cual se
legitima en la misma frase, en la misma historia, en la
misma vigencia cultural. La prostitucin se naturaliza
desde la costumbre heredada y ganar dinero por
vender el cuerpo como mercanca no se cuestiona
porque es una caracterstica propia de las mujeres y
consecuentemente, es inevitable. Varios interlocutores
verbalizaron esta idea con la que justificaron implcita-
mente no aplicar la ley.
2.3. El cliente siempre tiene la razn
[El Ministro de Gobierno] asegur que en esta etapa
estamos tocando intereses, donde, quin le dice, no haya
sido por ah algo armado, porque tiene un parecido al
jefe de Polica y yo soy bastante mal pensado, estamos
tratando de identificar a la persona que aparece en
3
Ver el dilogo prostitucin/trabajo sexual y la posicin de la Asociacin de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR
Nacional) respecto de la prostitucin como trabajo sexual. La eliminacin de los avisos clasificados y la penalizacin del cliente
son temas controversiales porque mientras un sector cree que esas estrategias son tiles para la lucha contra la trata otros
sectores piensan que esas acciones atentan contra el trabajo libre y autnomo de la trabajadora sexual.
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el video, y creo que en realidad habra que decir
que nosotros ac lo que tenemos que cuestionar es
a los delincuentes que traen a las mujeres a trabajar
clandestinamente u obligadas o tratadas como esclavas,
que es el verdadero fondo de la cuestin.
La Opinin Austral, 30 de abril de 2009.
Estas declaraciones pertenecen a un funcionario
que intenta desvincular al presunto cliente filmado en
un video con el que se realiz una denuncia por trata
de personas, sea o no el jefe de Polica. Si bien es cierto
que los proxenetas son eslabones determinantes en la
cadena del delito por trata, sacar al cliente del esce-
nario de la trata es omitir su estrecha relacin con la
prostitucin y es pasar por alto la gran contribucin del
cliente al sostn del mundo de la trata y la explotacin
sexual a travs de su consumo. El cliente tambin es
un eslabn en la cadena del delito. La prostitucin y
el consumo de los cuerpos es la otra cara de la trata y
sin clientes no habra trata.
En el siguiente fragmento el medio opta por un
testimonio que explica la necesidad de la existencia
de Las Casitas:
Hombres solos
[] el funcionario record que las mismas estn hace
dcadas y en su momento fueron vistas como una
solucin para los hombres solos que bajaban del campo,
y dispar que los antiguos vecinos de Ro Gallegos
pueden hablar del ndice de violacin que exista antes
de Las Casitas.
La Opinin Austral, 7 de mayo de 2009.
Se interpreta que la mujer brinda servicio sexual
porque los hombres solos ttulo que el diario le
asigna al prrafo en cuestin no pueden contener su
libido sexual por lo que incrementaran las violaciones
sexuales si los prostbulos no existieran. En vez de
cargar la culpa en los varones por cometer el delito
de acoso sexual, cargan en la mujer la responsabilidad
(sexual) de prevenir este delito por pertenecer al g-
nero femenino y tener este rol socialmente asignado y
aceptado. En el caso de una violacin se ejerce la fuerza
bruta, en cambio, en un prostbulo, la mujer se entrega
como una mercanca a cambio de dinero. La libre
eleccin y el consentimiento de la mujer pasan a ser
estrategias de poder a las que el prostituyente recurre
para ejercer violencia dentro de la relacin desigual
donde la mujer es tomada como una mercanca, una
cosa, un objeto. La prostitucin es una redefinicin
de situaciones que en otros contextos llamaramos
violencia fsica, violacin o abuso sexual.
El diario La Opinin Austral introduce la fuente de un
trabajador de Turismo [] es una condicin humana
asistir a esos lugares de recreacin y que las mismas
son necesarias. Estas ideas se vinculan con algunos
de los mitos que conllevan prcticas discriminatorias
hacia las mujeres, entre ellos, los mitos que
indican que slo son agredidas las jvenes y las bellas,
que los varones violan porque pierden el autocontrol y
la sexualidad masculina es incontrolable, que las mujeres
son violadas por extraos en lugares solitarios y oscuros,
que las mujeres provocaron o incitaron al agresor o que
no han hecho lo suficiente para evitarlo. (AAVV, 2005)
Sobre la base de estos mitos, se afirma que el
prostbulo y la venta de sexo existen para satisfacer
la condicin del hombre para vivir en plenitud. Con la
misma lgica las polticas sanitarias se dedican a cuidar
al consumidor a travs de los controles mdicos que
verifican que las mujeres no tengan infecciones de
transmisin sexual, pero si las tuviesen son juzgadas
sin reparar que fue infectada por un cliente/varn.
Desde esta perspectiva la violencia hacia la mujer
se vincula con la tendencia a invertir la carga de la
prueba (Segato, 2003), es decir, se acepta que los
varones compren sexo pero a su vez se discrimina a
las mujeres que lo venden.
3. Mujeres contadas
Los discursos tienen el poder de mantener y
reforzar el orden social o lo que Luisa Martn Rojo
(1997) denomina statu quo. A travs del discurso y sus
mecanismos de dominacin se realiza una construccin
del sujeto y una construccin de determinados modos
de subjetivacin. El mecanismo social de los discursos
segn Martn Rojo consiste en que los discursos
instituyen, ordenan, organizan nuestra interpretacin
de los acontecimientos y de la sociedad e incorporan
adems opiniones, valores e ideologas.
El discurso se inscribe en una cadena de discursos
y es internamente dialgico. En trminos generales, la
intertextualidad es la combinacin en el discurso de
la propia voz y de la voz de otro. Podemos encontrar
un discurso referido la presencia en el discurso de
palabras especficas de otros mezcladas con las pro-
pias o bien una interdiscursividad la combinacin en
el discurso de diversos gneros y diferentes discursos
(Fairclough y Chouliaraki, 1999).
La intertextualidad no est librada al azar. El me-
dio de comunicacin reproduce el orden discursivo
imperante y permite observar con particular detalle
qu discursos y grupos estn socialmente legitimados.
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de las supuestas jvenes obligadas a prostituirse.
El rescate de mujeres tucumanas en un prostbulo de
Ro Gallegos motiv la actuacin de la Divisin Trata de
Personas, que constat que no se haban radicado denuncias
sobre desaparicin o fuga de ninguna de las involucradas.
Seis mujeres entre ellas dos menores fueron
presuntamente rescatadas de un prostbulo de Ro
Gallegos por la Polica Federal, durante un allanamiento
en el que fueron detenidas la duea y otra joven que
fue sindicada como la encargada del lupanar, de 24 y 21
aos, respectivamente.
La Opinin Austral, 25 de marzo de 2009.
En este caso, se menciona un conflicto con dos
mujeres tucumanas y se realiza una baja referencialidad
del total de las mujeres rescatadas que fueron seis tres
de Tucumn, dos de Corrientes y una de Santiago del
Estero que se mencionan como dato en el segundo
y el cuarto prrafo. La noticia se construye desde la
duda explcita. Se conjetura la falsedad con el uso de
las modalidades (esto pone en duda, se presume) y se
evidencia la pretensin de la objetividad con el uso de
los entrecomillados (presuntamente, supuestamen-
te). Observamos una exclusin de representaciones
alternativas sobre la mujer prostituta mediante una
produccin y transmisin persuasiva de una imagen
negativa y deslegitimadora de la fuente. El uso semn-
tico de las modalidades tiene como eje la subjetividad
porque se la entiende como la actitud manifiesta del
sujeto que enuncia frente al contenido proposicional
de su enunciado. Si los enunciados no tuviesen usos
modales el sentido cambiara completamente. Por
ejemplo: No fue denunciada la desaparicin de las
tucumanas supuestamente rescatadas a cambio de
No fue denunciada la desaparicin de las tucumanas
rescatadas.
Los entrecomillados que aparecen en forma reite-
rada en la redaccin de la nota advierten la toma de
distancia del productor del texto con lo que escribe.
Fairclough define a esta actitud como metadiscurso,
implica que el hablante se sita por encima o fuera de
su propio discurso y est en posicin de controlarlo
y manipularlo. El entrecomillado implica, mediante la
distancia, una actitud de descreimiento yo no me hago
cargo de este enunciado y tambin, queda implcito
el juicio subjetivo del emisor. Es interesante analizar la
metadiscursividad en tanto es clave para comprender
la relacin entre discurso e identidad del locutor.
Este mecanismo pone en evidencia una construc-
cin del discurso con estrategias puntuales acerca de
Los discursos se regulan y circulan de acuerdo a pautas
y normas que generan operaciones de exclusin de
ciertos discursos y de legitimacin de otros.
Es decir, existen discursos deslegitimados que al
no tener ingreso en la circulacin de los discursos
son silenciados. El discurso hegemnico acerca de las
mujeres, la prostitucin y el consumo de sexo deter-
mina qu discursos ingresan en la polifona del texto
noticioso. Por otro lado, la intertextualidad interviene
en el registro de la enunciacin y en la manipulacin
de la interpretacin. Por momentos el emisor utiliza
un registro objetivo y formal y en otros momentos, es
subjetivo e informal.
El orden social de los discursos se asienta sobre
un principio de desigualdad (M. Rojo; 1997). La cir-
culacin de los discursos se caracteriza por el fluir de
las voces de enunciadores autorizados. Para ello se
ponen en juego las relaciones de poder y los grupos
dominantes establecen normas y procedimientos de
control del discurso que conforman una distribucin
desigual de los discursos vinculada a las diferencias
sociales y a las inequidades de gnero.
3.1. La historia segn el consentimiento
El sistema jurdico argentino exige que la vctima
sea capaz de probar su propia negativa y resistencia
a la agresin o violacin del otro
4
. Quien no puede
probar la falta de voluntad en el acto presupone su
consentimiento. Entonces, la explotacin sexual es
un tipo de violencia sexual socialmente legitimada ya
que las mujeres no pueden probar que no quieren
estar en esa situacin.
Bajo esta imposibilidad, cualquier historia acerca
del testimonio de una vctima es deslegitimada. La
normalizacin constituye saberes acerca del sujeto/
objeto a travs de cierta objetivacin del discurso.
Veremos cmo en el siguiente artculo se pone bajo
sospecha la voluntad de las vctimas a travs de una
desconfianza explcita del periodista:

Caso de Trata en Ro Gallegos
No fue denunciada la desaparicin de las tucumanas
supuestamente rescatadas.
Segn fuentes oficiales, las chicas rescatadas en Ro
Gallegos son oriundas de la localidad de Concepcin
(Tucumn), y no se haban radicado denuncias policiales
de desaparicin o fuga de hogar vinculadas a ellas.
Esto pone en duda la veracidad de las denuncias
4
En la actualidad esta discusin es desarrollada en comisiones de la Cmara de Diputados. El debate apunta a eliminar la
nocin de consentimiento que distingue a las menores de 18 aos con las mayores. Las mujeres vctimas de trata con mayora
de edad todava deben probar que no dieron su consentimiento.
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los efectos que se quiere lograr en los lectores. El
argumento tiende a desconfiar de la vctima basado
en la inexistencia de la denuncia de desaparicin en
la provincia de origen. La prostituta mentirosa es
una percepcin que aparece latente en la narracin.
Contina otro fragmento:
[] fuentes allegadas a la investigacin comentaron que
las jvenes se habran contradicho en sus declaraciones,
aduciendo que ellas manejaban sus telfonos celulares y
entraban y salan del departamento donde se alojaban
a la hora que ellas quisieran, lo cual echa por tierra sus
denuncias de que eran vctimas de Trata, y ahora la
Justicia Federal se encontrara investigando el origen de
la partida de nacimiento de una de las dos supuestas
menores, la cual al momento de su arribo a nuestra
ciudad habra sido debidamente identificada en el
Departamento Judicial, presentando una partida de
nacimiento donde constaba que era mayor de edad,
y luego del allanamiento se le habra encontrado otra
partida de nacimiento segn la cual tendra 17 aos,
motivo por el cual se presume que la jovencita podra
haber falsificado ella misma el acta de nacimiento para
que de esta forma pudiese trabajar sin problemas en
Las Casitas.
La Opinin Austral, 25 de marzo de 2009.
El artculo se refiere a las contradicciones de las
declaraciones y a la condicin de adolescente de una
de las vctimas. Sobre la contradiccin no hace ms que
reforzar la sospecha del delito. Es el mismo periodista
quien echa por tierra sus denuncias al tiempo que
demuestra su desconocimiento sobre las oscilaciones
que pueden asumir las relaciones entre la vctima y
el perpetrador. En este caso se encuentran presupo-
siciones postuladas por un sujeto interpretador con
supuestos previos acerca del tema. Las presuposiciones
son modos efectivos de manipular al lector.
Prieto Castillo (1989) llama distorsin referencial
a la inclusin de la informacin falsa, es decir, cuando
el discurso est organizado para que tengamos una
idea contraria a lo que es o lo que sucede al tema
al cual se alude. As, todos los recursos utilizados
por el emisor indican una clara defensa del acusado.
En primer lugar, las dos menores podran no serlo
porque solo una de ellas tena la partida de nacimiento
falsificada donde constaba su mayora de edad. De ser
mayor no debera tener una partida de 17 aos por lo
que se supone que la vctima es menor, es decir, para
el medio la adolescente no es vctima de explotacin
sexual ni de trata sino mas bien, falsificadora (!). Sea
mayor o menor la joven no puede demostrar la falta
de consentimiento. El periodista toma este aspecto
para construir un acontecimiento que colabora con la
defensa de los proxenetas.
El fragmento que contina se refiere a una deuda
que la vctima contrajo con el proxeneta. Las vctimas
de explotacin sexual suelen endeudarse con sus
proxenetas porque les aducen el costo del pasaje, la
lencera que usan, la comida o las copas que no venden.
El servicio sexual termina siendo la forma de pago de
la deuda que les hicieron contraer. El periodista no
pregunta por los detalles de la deuda sin embargo,
justamente con su existencia refuerza la idea de con-
sentimiento y falso testimonio:

[] luego de las declaraciones encontradas de las propias
denunciantes, que segn dichos de algunas fuentes
allegadas a la Casita, mantenan una importante deuda
econmica con la duea, motivo por el cual decidieron
realizar esta denuncia para que de esta forma no tener
que pagar el dinero adeudado.
La Opinin Austral, 25 de marzo de 2009.
Ntese que la fuente periodstica se incorpora
mediante el discurso indirecto el cual demuestra su
cercana con el enunciado que representa. El discurso
representador se constituye de elementos del orden
del discurso y permite reflejar el posicionamiento del
locutor y las representaciones que se ponen en juego.
La nocin de consentimiento que el medio utiliza
como argumento a favor de los tratantes implica que
la persona tratada habra accedido voluntariamente a
ser sometida al conjunto de delitos y vejmenes. Se-
gn el Protocolo de Palermo el consentimiento dado
por la vctima de la trata de personas a toda forma de
explotacin intencional no se tendr en cuenta cuando
se haya recurrido a la fuerza, el rapto, el engao, el
abuso de poder o acciones tomadas en una situacin
de vulnerabilidad o bajo el control de otra persona.
3.2. La mujer narrada por su cuerpo
En el discurso periodstico aparecen estereotipos
de gnero aceptados que llevan consigo la naturaliza-
cin de prcticas sociales discriminatorias. En el orden
simblico de lo discursivo, toda prctica social que crea
y/o colabore en la difusin de estereotipos de cualquier
grupo humano por caractersticas reales o imaginarias,
del tipo que fueren, positivas y negativas y se vinculen
a caractersticas innatas o adquiridas es una prctica
discriminatoria (AAVV, 2005), desde la cual se justifica
la exclusin de gnero y en su devenir, la violacin a los
derechos humanos. En el siguiente fragmento se visuali-
za cmo la seleccin de las palabras que construyen una
representacin de mujer pone de manifiesto prcticas
discriminatorias socialmente aceptadas a travs del uso
de predicaciones (Prieto Castillo, 1989):
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fsico/sexual invoca el deseo masculino y el imaginario
social sobre la mujer prostituta.
La construccin de la noticia a partir de los este-
reotipos puede ser vista como un esfuerzo discursivo
por hacer corresponder a individuos concretos con
estereotipos sociales aceptados. El Informe de Beijing
reconoce que las redes mundiales de comunicacin se
han utilizado para difundir imgenes estereotipadas y
degradantes de la mujer con estrechos fines comercia-
les y consumismo siendo objeto de representaciones
falsas porque vinculan la prostitucin con mujeres
libres de decisin, cuando no siempre es el caso. Sin
embargo, el Informe asegura que los medios de comu-
nicacin pueden promover la igualdad entre mujeres
y hombres mostrando a las mujeres y los hombres sin
estereotipos, de modo diverso y equilibrado, y res-
petando la dignidad y el valor de la persona humana.
3.3. Historias sin mujeres
La puesta en prctica del poder en las relaciones
humanas implica el desenvolvimiento de diversas
formas de dominacin y a su vez, involucra diversas
prcticas de sometimiento. La violencia en las rela-
ciones de poder se imprime en aquellas situaciones
donde no es posible imponer la propia voluntad.
Muchas mujeres no pueden declarar su verdadera
situacin porque actan bajo sumisin a un otro con
el que establecen una relacin desigual de poder. Las
amenazas, los engaos, la re-victimizacin son algunas
de las tcticas que se utilizan para reforzar el poder que
se tiene. En ocasiones, las propias mujeres afirman su
consentimiento porque el proceso de sometimiento
subestima su contexto de origen, cmo llegaron all, la
situacin en la que se encuentran y en la mayora de los
casos, se sienten culpables por ejercer la prostitucin.
Cuentan una historia en la que guardan silencio.
La siguiente nota retoma las declaraciones del abo-
gado de dos empleados de un prostbulo en Puerto San
Julin. Los dos estuvieron presos acusados del delito
de trata junto a la duea del local quien tena captura
internacional por regenteo de mujeres:
Muriette [el abogado] sigui indicando: [] En la
Comisara estn todos los prontuarios de cada una de
las chicas, personas mayores de edad, que estaban en
ese local [] Despus hicieron un procedimiento en el
que llevaron a todo un grupo tctico, donde rompieron
puertas y ventanas, y resulta que se trata de un local que
estaba controlado da a da por la Polica; en segundo lugar
no se rescat a ninguna persona, esto fue un informe
periodstico que no se ajust a la realidad. Las personas
Margot, madama de un local, se apresur a recalcar que
no hay relacin con la Polica, es ms, la Polica allan
siempre los locales, la mujer que se encontraba con
dos bellas jvenes oriundas de la provincia de Formosa
confi que ahora por el cierre de los prostbulos las
chicas deben trabajar en la calle y muchas veces a plena
luz del da.
La Opinin Austral, 1 septiembre 2009.
El enunciador eligi referirse a las mujeres con
elementos de cualificacin como los adjetivos bella y
joven. Esta descripcin es una versin de las mujeres,
versin que resulta imperativa para considerar a una
mujer objeto de deseo de los hombres. Calificar a una
mujer como bella y joven es mencionar implcitamen-
te la posibilidad de acceder a ella sexualmente, es decir,
el periodista une a las mujeres con la venta de sexo. Por
otro lado, las cualidades expresadas cosifican y valoran
a la mujer por su imagen fsica. La representacin de
las mujeres en los medios tiende a ser sexista y en su
devenir, reproducen las desigualdades entre mujeres
y varones aprobando las prcticas discriminatorias
hacia la mujer. En el afn de lograr un mensaje claro
y breve las coberturas periodsticas recurren al este-
reotipo conformado por representaciones negativas
que se basan en la burla, el menosprecio o el estigma.
Las representaciones negativas son habilitadas por el
estereotipo que exponen los medios de comunicacin.
En los comentarios de lectores de los diarios digitales
se publican textos de apego y burla con las chicas y
declaran la necesidad de reabrir el lugar.
En otra ocasin, La Opinin Austral realiz un re-
portaje de perfil a una de las mujeres en situacin de
prostitucin que da su testimonio desde el departa-
mento privado en el que ofrece los servicios sexuales.
El emisor publica una foto reportaje extrada del aviso
clasificado de la propia entrevistada. La fotografa es
una imagen que muestra el cuerpo semidesnudo de
una mujer de espaldas y recostado sobre la cama,
con las piernas entre abiertas
5
. El uso de una imagen
impactante pone a la mujer como objeto de deseo,
representa a la prostitucin como atractivo sexual para
varones y promociona la venta de sexo invisibilizando
las relaciones desiguales de gnero.
En ambos casos, acerca de las calificaciones y de la
imagen de impacto es el mismo cuerpo quien cuenta la
historia de las mujeres. No hay testimonio de la mujer,
no hay interpretacin de la situacin de prostitucin. La
historia es contada a travs del cuerpo y del imaginario
acerca del uso de su cuerpo. La narracin desde lo
5
Foto de perfil en Beln, entre la psicologa y el sexo publicado en La Opinin Austral, 29 de noviembre de 2009.
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se fueron libremente porque no les queran pagar y se
presentaron en la Comisara, ellas hicieron la denuncia
y no por prostitucin, la hicieron por amenaza y porque
no les queran pagar el sueldo, explic el letrado.
Muriette continu relatando que esta actividad la
vinieron a realizar a San Julin de manera voluntaria,
nadie las fue a buscar, porque en el delito de Trata
de Personas lo que se pena es el traslado, voy y
traigo una persona y la arrastro al local contra su
voluntad y la prostituyo. Pero todas en su declaracin
manifestaron que venan y ejercan esa actividad en
Ro Gallegos, Ro Grande y despus fueron a probar
suerte a San Julin. Una de las presuntas vctimas ya
haba estado en diciembre en el local, y con lo que gan
se fue a pasear a Crdoba y como le fue bien volvi.
La Opinin Austral, 15 de junio de 2010.
A continuacin, un fragmento de El Peridico Austral
con el testimonio de la duea de un prostbulo:
Siempre trabaj con locales, antes estbamos en otro
barrio, despus nos trasladaron aqu, pero es mentira
lo que dicen de trata de personas y lo de la droga, eso
seguramente lo dicen con otros fines, las chicas que
trabajaron en esta casa siempre lo hicieron con su propio
consentimiento", recalc la propietaria.
El Peridico Austral, 5 de septiembre de 2009.
En ambos casos observamos que la postura del
diario est en alianza con los entrevistados. Por un
lado, la nica fuente que se registra es la del aboga-
do de los acusados quien habla por la situacin del
prostbulo y no slo eso, adems son ellos quienes
cuentan la historia de las mujeres. Las fuentes con-
sultadas guardan concordancia con las voces de los
propietarios y abogados. La voz en la historia no
tiene mujeres.
Segn Segato (2003) la minoridad legal se refiere
a aquellas personas que necesitan tutela, es decir,
requieren de otros para desenvolverse en sociedad.
Quien ejerce la tutela goza de utilizar la violencia con el
argumento de ordenar, promover la moral, la dignidad
o controlar a las personas. Las mujeres en situacin
de prostitucin son tuteladas por los proxenetas y
propietarios de Las Casitas que junto a la abogada
piden la reapertura de los locales para no perder su
fuente laboral.
La difusin y reproduccin de estos discursos
conlleva la desautorizacin de los discursos femeninos
y la deslegitimacin de otras representaciones e ideo-
logas acerca de la mujer en situacin de prostitucin
o vctima de trata.
La representacin de las mujeres y finalmente, del
cuerpo de las mujeres queda subordinada al comple-
mento de la sexualidad masculina. As, las expresiones
violentas que conlleva recaen en una desnaturalizacin
de los cuerpos, en la cosificacin de la mujer e incluso
en la mercantilizacin. Los medios hablan de prosti-
tucin y no vinculan las complejidades del ejercicio:
explotacin sexual y esclavitud o servidumbre. La
venta de sexo esta naturalizada, no se preguntan por el
origen de las mujeres, por los contextos de decisin/
engao/reclusin ni por la relacin con sus proxene-
tas. Es llamativo que los medios no pongan en duda
aquella voluntad propia expresada en los testimonios
ya se sean tutelados o propios, aunque filtrados por el
discurso de la tutela. La naturalizacin de la venta de
sexo y el servicio sexual a cargo de las mujeres permite
a los medios de comunicacin utilizar mecanismos de
invisibilizacin y ocultamiento de la violencia a travs
de expresiones dubitativas como presuntamente o
aparentemente que desvirtan el relato de la vctima
y disminuyen la gravedad de la vulneracin. La mayora
de las historias de mujeres se narran desde el andro-
centrismo con una evidente ausencia de narrativas
con perspectiva de gnero y mucho ms profundo,
se descubre la ausencia de las mujeres. Sus voces son
silenciadas. No estn habilitadas para contar la historia.
El Declogo para el tratamiento periodstico de
la violencia contra las mujeres advierte acerca de las
declaraciones de los abogados del acusado/agresor/
proxeneta al explicar que los letrados suelen utilizar a
los medios para manipular la informacin o cambiar los
ejes de la investigacin. Adems, el Declogo previene
sobre el personal policial en las notas policiales por-
que podran tomar el caso como cualquier otro delito
y no recibe la profundizacin y complejidad adecuadas
en el tratamiento meditico. Tambin recomienda
buscar otras fuentes de informacin y explica que
son ms tiles los testimonios de testigos directos
que describan lo que han visto y/u odo, o de amigas/
os de la vctima (Par, 2008). Por otro lado, sugieren
consultar a profesionales capacitados para opinar
sobre la temtica y al hacerlo, aclarar su experiencia y
acercamiento en los casos de violencia de gnero de
manera de legitimar las declaraciones.
3.4. Lo legal como marco del discurso
equitativo
A lo largo de la historia argentina y mundial se divisa
una situacin de inferioridad asumida por las mujeres
en cuanto a la legislacin que las involucra a ellas y a sus
problemticas. Segn Segato, entendemos que la ley
y su dimensin simblica son una puerta entreabierta
para avanzar hacia discursos y prcticas ms equita-
tivas entre varones y mujeres. La sensibilidad tica
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de los locales fuera del ejido urbano. En el marco de
este debate se refuerzan las costumbres hasta el mo-
mento ejercidas sin sensibilizar el sentimiento tico ni
transformar la moral que sustentan los hbitos. El en-
cuadramiento legal legitima implcitamente el ejercicio
de la prostitucin en Ro Gallegos y adems, controla
al comercio para garantizar el pago de impuestos y
pretende su reubicacin en un espacio no urbano con
el objetivo de ocultar a las mujeres frente a los nios,
nias, familias y vecinos de la ciudad. El mensaje es
claro, si alguien quiere comprar sexo que lo haga fuera
de la ciudad y si alguien quiere explotar a las mujeres
que pague sus impuestos. La problematizacin del
delito de trata y de explotacin sexual se invisibiliza
dentro de este encuadre. En este sentido, los diarios
acompaan la poltica, por ejemplo, el diario Tiempo
Sur Digital decidi hacer una encuesta para conocer
si sus lectores estn de acuerdo con el traslado o no
sin dar opcin al cierre definitivo o siquiera poner en
duda la versin de los propietarios de los locales. As
presenta la nota electrnica:
Luego de ser el gran objetivo de los ltimos operativos
policiales, las casitas de tolerancia volvieron a estar en
el centro de la polmica y la gente se muestra a favor de la
propuesta de que sean trasladadas a un sector ms acorde.
Una vez ms, las famosas casitas de tolerancia
son moti vo de debate en R o Gal l egos por
di ferentes casos de trata de personas y de
operativos policiales con cientos de detenidos.
Esto motiv la discusin acerca de su funcionamiento
y de la ubicacin en la que ha quedado el barrio o
zona roja. ()
En total, fueron 421 lectores los que participaron
exactamente el 80 por ciento afirma que estaran de
acuerdo con que las casitas de tolerancia sean trasladadas.
Mas precisamente, se trata de 336 personas que veran
con buenos ojos que las chicas empiecen la mudanza.
En cambio, un 15 por ciento (63 votos) piensa que las
casitas no deben ser trasladadas, mantenindose donde
estn actualmente.
Un cinco por ciento (22 votos) afirma que no tiene una
posicin tomada al respecto, mientras esta idea todava
no se transform en un proyecto serio y sustentable.
7

Tiempo Sur Digital, 25 de marzo de 2009.
es la condicin nica para desarticular la moralidad
patriarcal y violencia en vigor, sin embargo, el sistema
legal tiene un papel fundamental en ese proceso de
transformacin. La ley debe mediar y administrar
la convivencia de costumbres diferentes, es decir, de
moralidades diferentes. La ley es un campo de batalla.
La legitimidad de las leyes depende del abanico de
diversidades que contemple (Segato, 2003).
En este sentido, aplaudimos la tica legal de muchas
legislaciones y proyectos recientemente elaborados. La
Convencin sobre la eliminacin de todas las formas
de discriminacin contra la mujer de 1979 estableci
entre sus objetivos que:

Los Estados-Partes tomarn todas las medidas apropiadas
para: a) modificar los patrones socioculturales de
conducta de hombres y mujeres, con vistas a alcanzar la
eliminacin de prejuicios y prcticas consuetudinarias, y
de cualquier otra ndole que estn basadas en la idea de
la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos
o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres.
La pregunta es cmo modificar los patrones
socioculturales y si la violencia simblica puede ser
apaciguada con la legislacin vigente o por construirse.
Segato respondera optimistamente tendiendo a una
legislacin capaz de impulsar, informar, sensibilizar el
sentimiento tico y transformar la moral que sustenta
las costumbres y el esquema jerrquico de la sociedad
(Segato; 2003). No es casualidad que luego de pro-
mulgada la Ley de prohibicin de compra de servicios
sexuales en Suecia en 1999, el 80 por ciento de los
suecos estuviese en contra del consumo de mujeres
como forma de violencia ejercida por varones hacia las
mujeres y a favor de la ley que logr el descenso de la
trata de mujeres y nias/os
6
. La legislacin puede im-
pulsar una tica superadora de las costumbres sociales.
Este fenmeno se explica en tanto la legislacin es
un discurso social y simblico y como todo discurso
genera representaciones en la sociedad y por lo tanto,
da legitimidad a unas prcticas frente a otras. Previo
a la clausura de Las Casitas, el sector poltico defina
la problemtica desde la ordenanza municipal sobre la
regularizacin como Cabaret Clase C y la mudanza
6
Informacin extrada de Quitadle el punto de apoyo por Sonia Santoro publicado en el Suplemento Las 12. Disponible
en www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/18-1722-2005-01-21.html.
7
El pasado 21 de octubre el mismo diario realiz una encuesta de opinin. El marco legal haba sido la posible reapertura de
Las Casitas luego de que abogados de proxenetas elevaran la solicitud a la Cmara Federal de Apelaciones de Comodoro
Rivadavia. La pregunta de la encuesta fue Ests de acuerdo con el pedido para que reabran las casitas de tolerancia?.
Participaron 1.034 personas entre las cuales 505 respondieron que estaban de acuerdo y 487 respondi que no estaban de
acuerdo. En la encuesta del ao anterior 399 personas votaron a favor o en contra de la mudanza cuando ambas respuesta
incluyen la permanencia de Las Casitas. En cambio, en la ltima encuesta 487 expresaron estar en contra de la reapertura.
Si comparamos las respuestas y la cantidad de votantes en las dos encuestas podemos anunciar cierto avance de la relacin
entre lo legal y lo legtimo.
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De esta manera, el punto de vista discursivo es
habilitado por el marco legal. La trata y la explotacin
pasan a un segundo plano para dejar el tpico de de-
bate a la mudanza, la rehabilitacin y los controles de
seguridad e higiene. En lo efectivo y en concordancia
con las polticas estatales, las mujeres que se acercan a
realizar el trmite de la libreta sanitaria en la Direccin
de Salud Pblica de la Municipalidad de Ro Gallegos
suelen ser acompaadas por sus regentes y nadie
repara en quin es el acompaante, qu actitud tiene
o si puede estar frente a un caso de vctima de trata o
explotacin. Las mujeres en situacin de prostitucin
entran en la categora C segn la Direccin de Salud
Pblica como personal que se desempea en activi-
dades de atencin al pblico en lugares nocturnos
8
.
El marco legal y el debate poltico determinan los
discursos mediticos. Los diarios de Santa Cruz se ca-
racterizan por narrar a partir de fuentes de fcil acceso,
la polica, los funcionarios o los abogados interesados
en difundir sus ideas. La agenda meditica se establece
a partir de las voces autorizadas en el contexto de las
prcticas discursivas y sociales de lo poltico.
En sintona con el optimismo de Segato, la transfor-
macin legislativa o slo el cumplimiento de lo que ya
fue escrito puede impulsar, informar y transformar la
moral hacia nuevas costumbres, discursos y prcticas
que construyan equidad entre varones y mujeres. En
este sentido, estar al tanto de la legislacin vigente
puede generar cambios en la escritura y las construc-
ciones discursivas de las noticias. Destacamos aquellas
publicaciones que contribuyeron a presentar el delito
de trata de personas de una manera adecuada, identi-
ficando sus elementos, informando sobre la legislacin
y los programas de atencin a la vctima. En menor
escala, estas publicaciones pudieron leerse luego de la
capacitacin sobre trata de personas para periodistas
organizada por el Ministerio de Justicia y Derechos Hu-
manos de la Nacin, la Organizacin Internacional para
las Migraciones y la Secretara de Estado de Derechos
Humanos de Santa Cruz. Sin embargo, es necesario
continuar con el aliento a los medios de comunicacin
para ejercer un periodismo con perspectiva de gnero
en el marco de la legislacin nacional e internacional
vigente y por sobre toda las cosas, al resguardo de las
mujeres vctimas de trata y explotacin sexual.
4. Las mujeres cuentan.
Consideraciones para el cambio
Los medios masivos de comunicacin reproducen
estereotipos de gnero y regulan el intercambio entre
varones y mujeres ya que internalizan las conductas,
los significados y las representaciones respecto de los
roles socialmente asignados segn el gnero. En con-
traposicin, es necesario que los periodistas conozcan
la terminologa o la nominalizacin adecuada para tratar
esta temtica y narrar descripciones no juiciosas. No es
lo mismo decir chicas de la noche o alternadoras
que mujer en situacin de prostitucin o vctima de
trata y explotacin.
Los estereotipos tienen base en la forma natural
de pensar combinada por las costumbres, las repre-
sentaciones dominantes de la cultura y los predicados
que se seleccionan a partir de ciertas imgenes, ideas o
referencias de contenido reduccionista que determinan
pautas de identificacin devenidas en prejuicios. Las
construcciones ideolgicas se definen con la construc-
cin de relatos y representaciones, es decir, modos de
interpretar la realidad de forma fragmentaria. De esta
manera, noticiar los hechos de la realidad a travs de
determinada construccin simblica y discursiva de
sentidos reproduce las diferencias de trato entre per-
sonas donde se pueden adquirir sentidos que los pro-
pios actores desconocen o no alcanzan a valorar en su
justa medida. Los comunicadores estn en condiciones
de reproducir pautas de socializacin porque tienen
a su cargo determinados discursos que son plausibles
para perpetuar prcticas sociales discriminatorias
La noticia como acontecimiento de un hecho to-
mado de la realidad es una construccin discursiva que
representa una visin del mundo. Si la base es la forma
natural de pensar los prejuicios culturalmente arraiga-
dos se reactualizan as en nuevas formas de violencia
hacia la mujer. Al relativizar los hechos se invisibiliza la
violencia de gnero. Este mecanismo est basado en
un lenguaje sexista. Por ejemplo, se considera violen-
cia solo cuando existen marcas fsicas o muerte. Las
burlas, las intimidaciones o las invasiones corporales
sexuales no son consideradas como violencia segn la
perspectiva androcntrica.
El medio de comunicacin tiene en su poder un
discurso socialmente dominante caracterizado por
un lenguaje sexista. Esto se descubre en la vigencia
de expresiones despectivas y cosificadoras hacia las
mujeres. Ellos actan como soporte de construccin
y circulacin de estereotipos que resultan discrimina-
torios para la mujer y obstaculizan las posibilidades
para un desarrollo personal y libre de prejuicios. De
esta manera, recae en los comunicadores un enorme
desafo de responsabilidad, cambio y reflexin sobre
su prctica.
La Convencin de Beijing asegura que los medios
de comunicacin son un importante medio educativo
8
Extrado del Sitio Oficial de la Municipalidad de Ro Gallegos: www.mrg.gov.ar.
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Incluir tambin informacin sobre programas, servicios
mdicos y psicolgicos y otro tipo de asistencias a las
que pueden recurrir.
Informar dnde la persona puede encontrar ms
informacin o asistencia o puede denunciar personas
en situacin de trata.
Omar Rincn propone a los medios contar en
forma de mujeres con otros gneros y formatos. El
asunto no es de contenidos ni de agenda; la lucha
poltica es en los modos de narrar. El compromiso
poltico de los medios transcurre por la visibilidad
y el reconocimiento de las mujeres histricamente
ocultadas o sub-representadas por los medios de
comunicacin (Santoro; 2010).
Asumir este compromiso tico y social implica
brindar informacin completa y certera, promocionar
una sexualidad digna y equitativa, aportar herramientas
para contrarrestar los estereotipos de gnero, cola-
borar en la identificacin de situaciones que ponen en
riesgo la vida de las mujeres y fomentar la lucha contra
el delito de la trata y la explotacin sexual.
Segn la legislacin internacional se sugiere buscar
diversidad de fuentes de informacin y no quedarse
con una sola campana tales como la de funcionarios,
policas o comerciantes/acusados-; dar la palabra a los
testigos o conocidos de la vctima; consultar a profe-
sionales capacitados para opinar sobre la temtica;
comprender que el cliente que paga por sexo es un
eslabn de la cadena del delito de trata y explotacin
sexual y no un ciudadano consumidor; registrar el
contexto de vulnerabilidad en el que se encuentran
las mujeres o su situacin de origen; ser conscientes
que la promocin de la prctica sexual es cmplice del
delito y tomar conocimiento de la legislacin vigente.
y tanto las instituciones gubernamentales, no guber-
namentales como las instituciones educativas pueden
utilizarlos como un instrumento de enseanza para el
adelanto de la mujer y para el desarrollo. Los medios
tienen la capacidad y responsabilidad de promover
igualdad, respetar la dignidad y realzar el valor de las
mujeres para erradicar todas las formas de violencia
contra la mujer.
La prensa en tanto discurso tiene efectos cons-
tructivos tales como: contribuye a la construccin de
identidades sociales y de posiciones de sujeto para
los sujetos sociales; ayuda a construir las relaciones
sociales entre la gente y contribuye a la construccin
de sistemas de conocimiento y creencias (Fairclough,
1992). En este sentido, los periodistas deben repensar
su prctica como prctica educativa y como repro-
ductores de modelos de identificacin y por lo tanto,
de intervencin en la realidad. Cuando las pginas del
diario se terminan, el mundo sigue dando vueltas pero
el discurso pas por ah y reprodujo y transform
aspectos de la sociedad.
La Organizacin Internacionales para las Migracio-
nes sugiere tener en cuenta lo siguiente al momento
de producir los contenidos (OIM; 2009):
Tener conocimientos sobre el tema de la trata
de personas y los programas, as como de las medidas
relacionadas contra la trata.
Estar informado sobre los prejuicios y estereoti-
pos existentes sobre el tema.
Considerar escribir historias sobre prevencin,
incluyendo signos para detectar a potenciales vctimas.
Considerar escribir historias sobre oportuni-
dades de recuperacin y reinsercin brindadas por
el gobierno, organizaciones internacionales y ONG.
FUENTES
- El Peridico Austral, 5 de septiembre de 2009.
- La Opinin Austral, 25 marzo 2009, 30 abril 2009, 3 y 7 mayo 2009, 6 y 15 junio de 2009, 1 setiembre 2009, 29 noviembre
2009.
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28
espacios 34 - 2012
Mujeres contadas. Prostitucin, explotacin sexual y trata de personas en el discurso periodstico de Santa Cruz

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palabras tienen sexo II. Herramientas para un periodismo de gnero, Buenos Aires, Artemisa Comunicacin.
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Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre gnero entre la antropologa, el psicoanlisis y los derechos humanos,
Buenos Aires, Prometeo-UNQ.
Mujeres contadas. Prostitucin, explotacin sexual y trata de personas en el discurso periodstico de Santa Cruz

29 espacios 34 - 2012
RESUMEN
Los directivos pblicos necesarios para una Administracin
Pblica que est en proceso de cambio, constituyen un
desafo que est forjndose actualmente en nuestra cultura
administrativa con graduales y sostenidos avances. Aunque
an no contamos con el diseo total de los perfles directivos,la
complejidad del Estado y las nuevas demandas sociales hacen
necesario continuar con la construccin de los mejores perfles
que hagan frente a esas realidades.
PALABRAS CLAVE
sector pblico cultura administrativa gestin directivos
Sector pblico:
Qu directivos pblicos necesitamos?
Fernando F. Carbajal
UNIVERSIDAD NACIONAL DE PATAGONIA AUSTRAL
espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 29-32. ISSN 1515-3983
No hay que subordinar ms el desarrollo humano al desarrollo
econmico; debemos invertir esto y subordinar el desarrollo
econmico al desarrollo humano.
Edgar Morin
Visin estratgica del Estado
Un ejrcito victorioso busca entrar en combate despus de que
sus planes indican que la victoria es posible con ellos,
en tanto que un ejrcito destinado a la derrota combate
en la esperanza de ganar, pero sin ninguna planificacin.
Los expertos en la guerra cultivan sus polticas y se ajustan
estrictamente a las leyes y a los reglamentos. Por consiguiente,
tienen la facultad de controlar el xito.
Sun Tzu
La crisis del modelo weberiano y las crticas
al modelo gerencialista han generado debates y
replanteos en gran parte de los sistemas pblicos del
mundo desarrollado. Para Francisco Longo (2002) ello
se produjo como consecuencia, por un lado, de la falta
de adaptacin del modelo burocrtico al incremento de
prestaciones del estado (que dio paso a lo hoy llamamos
como estado prestador, social o de bienestar) y por
otro, porque si bien el modelo empresarial se instal
como nuevo paradigma de gestin estatal al orientar
la administracin hacia la produccin de mejoras de
eficiencia, esto ser posible en la medida en que sea
capaz de dar respuestas a las crisis fiscales y de recursos
en la que se encuentran los gobiernos en la actualidad.
En nuestro pas este debate cobr importancia
y no escap a cuestionamientos y transformaciones.
Las reformas implementadas en los ltimos tiempos,
dan cuenta de un esquema, que si bien no constituye
un paradigma en s, toman lo mejor de cada modelo
(burocrtico-gerencial) para avanzar hacia una ad-
ministracin orientada a resultados y con normas y
procedimientos tomados del modelo burocrtico.
30
espacios 34 - 2012
Sector pblico: Qu directivos pblicos necesitamos?
En ese escenario desde la Secretara de Gabinete y
Gestin Pblica (actual Secretara de Gestin Pblica)
se ha elaborado el Plan Estratgico para una Gestin
Pblica de Calidad
1
cuya propuesta se enmarca en la
definicin de objetivos claros y medibles, junto al deta-
lle de las acciones concretas a realizar para alcanzarlas.
En ese sentido seala:
proveer las herramientas para que cada institucin
pblica tenga un vnculo ms fluido con la ciudadana,
sea ms gil en sus procedimientos internos y adopte
innovaciones que mejoran la calidad de la gestin pblica.
Uno de los objetivos del Plan es el referido a la
Gestin Pblica. Se busca: generalizar enfoques y
herramientas de buenas prcticas en la gestin pbli-
ca. Se fundamenta en que el logro de la gestin de
los asuntos pblicos privilegie alcanzar los resultados
para satisfacer las necesidades y demandadas de la
ciudadana, para con ello garantizar el acceso al Estado
y a los bienes pblicos respetando la igualdad de trato
y oportunidades. Para ello, y en lo que respecta a la
gestin directiva, se propone:
establecer directrices y normas para la implementacin
de la planificacin estratgica, el monitoreo y la
evaluacin de Polticas Pblicas, fundamentalmente
a partir del desarrollo del Mdulo de planificacin
integrado al SIDIF y del fortalecimiento de las capacidades
de planeamiento, monitoreo y evaluacin de polticas
pblicas como as tambin, desarrollar directrices para
la gestin de calidad, mediante la elaboracin de una
Gua para la revisin y diseo de estructuras y procesos
y la publicacin de un glosario de conceptos de gestin.
Estos objetivos constituyen, a nuestro entender,
los lineamientos estratgicos bsicos de gestin para
quienes desde la funcin directiva tienen la responsa-
bilidad de implementar polticas pblicas.
Directivos pblicos
cualquier organizacin, tanto biolgica como social, necesita
cambiar su estructura bsica si su tamao cambia de manera
importante. Cualquier organizacin que duplique o triplique su
tamao necesita reestructurarse. De forma similar, cualquier
organizacin, sea una empresa, una organizacin no lucrativa o
un organismo del gobierno, necesita concebirse de nuevo cuando
cumpla cuarenta o cincuenta aos.
(Longo Martinez, 2002)
Para contextualizar a qu gerentes nos estamos
refiriendo en el presente trabajo, diremos que son
aquellos que, actuando a partir de los lineamientos
estratgicos y de control, emanados de los altos cargos
de responsabilidad poltica gubernamental, dirigen la
organizacin en la implementacin de polticas pblicas
para producir y proveer los servicios pblicos en un
sistema democrtico.
Para dar paso al anlisis de nuestra definicin, surge
una primera discusin sobre las dificultades que surgen
dentro del modelo racional sobre el tema vinculado
a quienes definen los objetivos. Si bien con ello no es-
tamos diciendo que nuestra definicin correspondera
a un esquema puramente racional, es dable destacar el
dilema generado en modelos cuyo esquema decisorio
se encuentra centralizado en el nivel superior de la
organizacin.
As Michael Croizer (2002) resalta la importancia
del lugar del decisor en la estructura organizacional:
En un sistema jerrquicamente organizado, el objetivo
depende de otros objetivos y decisiones, y las decisiones
pertinentes son todas hechas en la cima de la pirmide
organizacional. Esto significa que la gran mayora de los
hombres se encuentra relegado a obedecer la voluntad
de otros.
Siguiendo con el anlisis, nuestra definicin encuen-
tra sustento en autores como Francisco Longo que
consideran que el arraigo de la gerencia pblica exige
por un lado, diseos descentralizados, y por otro, la
construccin de sistemas de planificacin y control
basados en resultados.
Es en este sentido en el que planteamos que los
lineamientos estratgicos generales son fijados en el
nivel poltico e instrumentados en el nivel profesional
por los directivos pblicos, quienes articulan su ac-
tuacin entre ese nivel estratgico-poltico y el nivel
operativo. Como seala Longo (2002):
una descentralizacin vertical limitada, en la que
una parte del poder de decisin fluye y se desplaza
desde el vrtice estratgico (direccin poltica) y la
tecnoestructura [] la configuracin de un espacio de
discrecionalidad directiva exigen tanto la delegacin
estable de poder decisorio cuanto la transferencia de
facultades de gestin sobre los resultados.
Entendemos que gestionar polticas pblicas exige
gran responsabilidad y compromiso directivo. Si bien
1
Presidencia de la Nacin. Jefatura de Gabinete de Ministros. Secretara de Gabinete y gestin pblica. Plan Estratgico para
una Gestin Pblica de Calidad. Abril 2009 http://www.sgp.gov.ar/contenidos/institucional/planeamiento_estrategico.html.
31
espacios 34 - 2012
Fernando F. Carbajal
en nuestro pas, el diseo estructural de desempeo
est configurndose, es importante afianzar marcos de
actuacin acordes a las realidades del entorno, que sin
lugar a dudas, se ve influenciado por aspectos coyun-
turales y estructurales importantes. En ese sentido, y
siguiendo al mismo autor, afianzar las reglas formales
sobre las cuales se asienta el ejercicio de la funcin di-
rectiva contribuye, por un lado a proteger a la gerencia
pblica de nombramientos polticos en exceso y por
otro, a otorgarle un marco de regulacin especfica
en lo atinente al ingreso y egreso, nombramiento,
carrera, retribuciones e incentivos ms flexibles que
las del resto del personal pblico.
Varios autores, entre ellos, De Bonis (2008) coin-
ciden en sealar el debate actual acerca de cuales son
las caractersticas que definen la actuacin y el perfil
del dirigente pblico en el contexto de funcionamiento
del Estado democrtico contemporneo.
Otros, como Francisco Longo (2002), plantean que
frente a las transformaciones que se vienen producien-
do en algunos de los sistemas polticos-administrativos
del mundo, es necesario producir perfiles directivos
en consonancia con esos cambios.
Hay consenso en que la formacin del gerente
pblico es un proceso complejo que requiere de una
visin multidisciplinaria que contribuya al desarrollo de
conocimientos, actitudes y valores para el ejercicio de
la funcin pblica.
En nuestro pas, el reciente Convenio Colectivo de
Trabajo Sectorial del personal del Sistema Nacional de
Empleo Pblico (SINEP) homologado por el Decreto
2098/2008 estableci las relaciones de empleo del
personal, incluidos los cargos directivos. Algunos de
los elementos que contempla este convenio se refieren
a las competencias y habilidades requeridas para las
funciones directivas en la carrera administrativa.
Siguiendo a Hellriegel et al. (2002) las competencias
directivas son conjuntos de conocimientos, destrezas,
comportamientos y actitudes que necesita una perso-
na para ser eficiente en una amplia gama de labores
gerenciales y en diversas organizaciones.
Entre las competencias deseables en un directivo
pblico podramos mencionar: comunicacin, pla-
neamiento, administracin, trabajo en equipo, accin
estratgica, conciencia global, manejo del personal,
entre otras.
Por su parte, Madrigal Torres (2009) dice que:
Habilidad es la capacidad del individuo, adquirida por
el aprendizaje, capaz de producir resultados previstos
con el mximo de certeza, con el mnimo de distendio
de tiempo y economa y con el mximo de seguridad.
As dentro de las habilidades directivas podramos
mencionar: habilidades tcnicas, interpersonales,
sociales, acadmicas, de innovacin, directivas, de
liderazgo, empresariales, etc. Como venimos sealan-
do, la elaboracin de perfiles directivos es un proceso
que requiere de la articulacin de necesidades propias
de la administracin, la definicin de competencias,
que como vemos, trasciende las cuestiones tcnicas
e involucra aspectos claves como la comunicacin, el
liderazgo y el desarrollo de habilidades para alcanzar
un rendimiento de xito en la gestin.
Consideramos importante que en la formacin
del gerente pblico se enfatice el logro los siguientes
aspectos:
a) Afianzar los lazos de compromiso entre la insti-
tucin y los directivos pblicos compartiendo valores:
democracia, transparencia, tica, calidad y servicio al
ciudadano.
b) Fomentar el anlisis del contexto en el que
ejerce sus funciones, para desarrollar una visin crtica
del entorno nacional e internacional que favorezca su
desempeo y su comprensin de la realidad en toda
su complejidad.
c) Profundizar en el desarrollo de competencias
gerenciales para garantizar el mejor desempeo en
su rol de articulador entre el nivel estratgico poltico
y el nivel operativo, fortaleciendo su profesionalidad.
d) Contribuir al desarrollo de competencias ge-
renciales que incentiven el liderazgo democrtico y
la formacin de equipos de trabajo que fortalezcan la
gestin pblica.
Sin duda, no podemos olvidar que la cultura or-
ganizativa es un aspecto muy importante a la hora de
pensar diseos y modelos transformadores, puesto que
la cultura es el esquema nico de suposiciones, valores
y normas compartidas que dan forma a la socializacin,
los smbolos, el lenguaje, los relatos y las prcticas de
un grupo de personas (Caggiano, 2002). Nuestra
cultura organizativa enfrenta el desafo de transformar
aspectos relevantes como son la gestin de sus recur-
sos humanos, entre los cuales, sus directivos pblicos
constituyen un reto clave en el diseo organizacional.
Todo cambio cultural es un proceso, aunque el
gerente pblico representa para algunos autores, un
nuevo orden cultural, al incorporar conceptos del
management a la gerencia pblica, lo que origina sin
dudas, un quiebre entre el sistema burocrtico y los
nuevos enfoques de gestin administrativa.
Consideraciones finales
Los directivos pblicos necesarios para una Ad-
ministracin Pblica que est en proceso de cambio,
constituyen un desafo que est forjndose actualmente
en nuestra cultura administrativa con graduales y sos-
tenidos avances.
32
espacios 34 - 2012
Sector pblico: Qu directivos pblicos necesitamos?
Podramos decir que an no contamos con el
diseo total de los perfiles directivos, puesto que
como vimos, la complejidad del Estado y las nuevas
demandas sociales hacen necesario continuar con la
construccin de los mejores perfiles que hagan frente
a esas realidades.
En ese marco, es fundamental que ms y mejor
democracia redundar en polticas pblicas estables
que le permitirn al gerente planificar y ejecutar las
acciones recibidas del entorno poltico reduciendo la
complejidad e incertidumbre del contexto en el que
opera, y en el que predominan objetivos en conflicto,
grupos con intereses mltiples y presiones polticas.
No descartamos que su actuacin redundar en ga-
rantas de la mejor actitud y compromiso para innovar
e implementar las herramientas, enfoques y sistemas
de gestin que mejoren las capacidades del Estado
hasta lograr un Estado fuerte para todos.
El directivo pblico encara, da a da en su gestin
mltiples desafos que ponen a prueba su profesiona-
lidad y capacidad para liderar procesos complejos de
alto nivel de responsabilidad y compromiso.
Frente a la complejidad del contexto se hace ne-
cesario articular ideas con los distintos sectores de la
sociedad que contribuyan a formar al directivo pblico.
Muchas son las variables que inciden en su actuacin,
por lo que se torna necesario contar con instituciones
contenedoras de esos recursos humanos, con perfiles
comprometidos, inteligentes y con valores compartidos
y con la participacin ciudadana, para que entre todos
coadyuven a formar al gerente pblico capaz de gestio-
nar polticas pblicas para satisfacer el inters comn.
Gestionar la cosa pblica implica tener claro cul
es la visin poltica de las polticas pblicas a llevar
adelante, planificando, desarrollando y ejecutando las
estrategias que lleven al terreno esas ideas, articulando
permanentemente entre el nivel poltico y el opera-
cional hasta lograr la materializacin de las mismas,
alcanzando los objetivos y los resultados esperados
y sin lugar a dudas, satisfaciendo las demandas del
ciudadano.
Creemos que avanzar en la consolidacin de la
formacin de directivos pblicos que gestionen con
responsabilidad, atendiendo a las necesidades y de-
mandas de la sociedad, que promuevan innovaciones y
mejoras en la gestin, con transparencia y calidad son
desafos que estn presentes en la visin estratgica
del Estado.
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tgico para una Gestin Pblica de Calidad. http://www.sgp.gov.ar/contenidos/institucional/planeamiento_estrategico.html.
33
espacios 34 - 2012
Mara de los ngeles Colodro
RESUMEN
Esta presentacin intenta aportar al anlisis desde el lugar
que asumen algunos investigadores en la UNCo con el fn de
socializar algunas estrategias que encuentran los directores
de los Centros en la investigacin en una universidad pblica
regional, como es el caso del Comahue. Muestra algunos
avances del proyecto de investigacin C- 075: Procesos de
constitucin de los investigadores de la UNCo
2
. Se focaliza-
r en las estrategias que buscan los fundadores y actuales
directores de Centros de Estudio.
En primer lugar presentamos el abordaje terico metodol-
gico de la investigacin de la cual se deriva este trabajo; en
segundo lugar, la historia de la investigacin en la Universidad
del Comahue; en tercer lugar, algunos rasgos de los directo-
res de Centros de Estudios; en cuarto lugar, las difcultades
que tienen y los modos o las estrategias que disearon para
solucionarlas, para ulteriormente dejar planteadas, algunas
refexiones fnales.
PALABRAS CLAVE
Universidad Comahue psicologa institucional Centros
de Estudios investigacin

espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 33-39. ISSN 1515-3983
Investigacin en la Universidad Nacional
del Comahue: los fundadores de Centros
1

Mara de los ngeles Colodro
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE
Abordaje Terico Metodolgico
El cuerpo conceptual de referencia
3
mantiene la
lnea y enfoques con los que venimos trabajando: el
aporte de los enfoques disciplinares de la Psicologa
institucional de raz psicoanaltica (Kaes y Winnicott),
la sociologa clnica de las instituciones (Enriquez), el
sociopsicoanlisis (Mendel), los estudios realizados en
la psicodinmica del trabajo (Dejours) y la teorizacin
resultante de las investigaciones realizadas en nuestro
pas acerca de las instituciones educativas (Fernndez).
La presente contribucin se aborda desde una lnea
cuanti-cualitativa. Desde lo cuantitativo su propsito
es indagar la evolucin de las actividades de investiga-
cin expresadas en cantidad de proyectos aprobados,
creacin de mbitos continentes para esta tarea,
producciones, etc. Desde lo cualitativo, rastrea en los
significados que los sujetos le asignan a la actividad, a
su evolucin en el tiempo, a los mbitos de trabajo,
las relaciones establecidas, los procesos de formacin,
confrontando con la evolucin y transformaciones del
marco normativo que las regula.
Tcnicas de investigacin: a) anlisis documental;
b) observaciones; c) entrevistas; d) consignas de tipo
proyectivo. Asimismo se propone el anlisis de los pro-
cesos de implicacin
4
a los que se ve sometido quien se
ubica en la posicin de volver a mirar para conocer y
comprender un fenmeno del que se es parte.
1
Parte de este artculo fue presentado en el V Congreso Nacional y III Internacional de Investigacin Educativa. Cipolletti.
Octubre de 2009.

2
Directora: Mag. Marcela Ickowicz (FACE; UNCo); Co director: Lic. Jorge Caabate (FADECS; UNCo).

3
Los enfoques institucionales y sus mltiples desarrollos.
4
El uso del trmino implicacin recupera los desarrollos de Loureau y Barbier, principalmente e incluye la nocin de trans-
ferencia empleada por el psicoanlisis.
34
espacios 34 - 2012
Investigacin en la Universidad Nacional del Comahue: los fundadores de Centros
Historia de la Investigacin en los casi
40 aos de vida de la UNCo
Hasta aqu, la reconstruccin de la historia de la
investigacin en los casi 40 aos de vida de la UNCo,
muestra casi como constante la interrupcin de su
desarrollo. A poco de conseguir el reconocimiento
del Estado Nacional (1972), la UNCo vive los efectos
de un proceso adelantado a partir de la intervencin
principios de 1975 y la dictadura militar desde el 76.
Los primeros aos de recuperacin de la vida demo-
crtica y acadmica (1984-1993) sern los aos en que
se intenta instalar la investigacin como actividad o
funcin propia de la universidad institucionalizndose
en convenios y normativas especficas desde 1986. Sin
embargo y a pesar de estos esfuerzos, la implementa-
cin de polticas centralizadas desde la SPU
5
irrumpe
en momentos en que la investigacin estaba desarro-
llndose de modo embrionario, y provoca una vez
ms el quiebre a un proceso que requiere condiciones
mas o menos estables en el tiempo para sostener sus
desarrollos y consolidarse
6
.
La indagacin cuantitativa mostr, entre otras
cuestiones de inters, una que me interesa destacar.
En los ltimos aos se han creado en la UNCo grupos
acadmicos
7
que bajo diferentes denominaciones
8

renen a un nmero importante de jvenes graduados,
becarios, alumnos avanzados, en torno a la figura de
un Profesor destacado con una importante trayectoria
tanto en la formacin como en la investigacin
9
.
La normativa que los regula es bastante flexible en
cuanto a los requisitos para la creacin y el control de
las tareas que se realizan, en general son grupos prc-
ticamente autogestionados y con un funcionamiento
bastante autnomo de la organizacin universitaria.
La mayora de los actuales directores de estos
centros llegan a la zona entre los aos 83/84, se in-
corporan a la universidad y tempranamente se hacen
cargo de las ctedras, convocan y organizan el equipo
para llevar adelante las tareas de enseanza y pocos
aos despus 1986/87 logran validar su posicin de
Profesor a travs de los concursos y a principios de
los 90 alcanzan el cargo de Titular.
En los orgenes, los miembros de estos grupos
o centros de estudios prcticamente coinciden con
los integrantes de los equipos de ctedras, hoy, en su
mayora, renen a profesores de distintas disciplinas
que se vinculan por intereses temticos comunes, sus
principales referentes son otros grupos nacionales e
internacionales con quienes producen intercambios
en complejas redes con pautas propias de trabajo
(encuentros, congresos, publicaciones, entre otras) y
podemos decir que en un sentido actan como espa-
cios de validacin de las producciones.
En estos mismos aos la SPU implementa el
Programa Nacional de Incentivos a la Investigacin,
los criterios de excelencia, productividad y eficien-
cia empleados para la asignacin de recursos que
imponen ritmos y resultados que contraran los
tiempos y procesos necesarios para el desarrollo de
las investigaciones, en un contexto crnico de falta
de recursos econmicos, probablemente genere un
clima propicio para comportamientos desviados de
la tarea principal.
Avances de resultados
1. Sobre los fundadores, a la vez actuales
directores de los Centros de estudio
De los sujetos entrevistados, consideramos que un
criterio posible era el histrico para ver la creacin de
grupos de estudio, por tanto definimos dos centros de
los 70, dos correspondientes a los 80, dos a los 90 y
dos del 2000, y a pesar de este criterio de seleccin,
encontramos rasgos comunes en cuanto a los procesos
de constitucin que ellos relatan como investigadores.
Hay dos investigadores de sexo femenino y tres de
sexo masculino. En los 70 todos menos uno se gradua-
ron en otras universidades, ya que la UNCo se crea en
1971. Estos sujetos, entonces se formaron en los 60 y
su formacin de grado estuvo signada por un modelo

5
A partir del control sobre la produccin, basadas en la asignacin de retribuciones y subsidios frente a la aceptacin de
criterios uniformes para todas las UUNN.

6
Para ampliar este tema ver ponencia Ickowicz, M. Dinmicas de socializacin y formacin de los acadmicos: el caso
de los profesores de la UNComahue presentada en el V Congreso Nacional y III Internacional de Investigacin Educativa.
Cipolletti. Octubre de 2009.

7
Ver anexo I con los centros de estudio.

8
Grupos de estudio, centros de estudios, laboratorios, entre otros.

9
De los 20 grupos relevados y que permanecen hasta la actualidad, 1 se crea en el ao 1974, 5 en la dcada de los 80, y
los restantes en los 90 y los primeros aos de 2000.
35
espacios 34 - 2012
Mara de los ngeles Colodro
docencia ocupaban cargos en los consejos directivos
o mantenan buenas relaciones con los sectores que
hacen poltica en las facultades y tenan un estatuto
destacado en su disciplina.
Estos centros de estudios dirigidos por sus funda-
dores han logrado una localizacin especfica, dentro
de la facultad, generando mbitos donde realizan las
actividades investigativas que viene trabajando en
forma continuada en las temticas que abordan a lo
largo de muchos aos.
Los fundadores crean grupos de estudio que fun-
cionan como pequeas unidades de excelencia, sus
nombres comenzaron a percibirse como marca regis-
trada, esto es, pertenecer al centro de (el apellido del
fundador) no es para todos, sino para algunos
13
. Si a esto
le agregamos que la UNCo, posee reducida dimensin
en comparacin con las grandes universidades esto
podra favorecer la identificacin, en la socializacin
con los fundadores de figuras paternas y maternas,
elementos ms propios de la socializacin primaria
14
.
2. Sobre las dificultades que atraviesan
los directores y fundadores de centros de
Estudios
Falta de recursos econmicos
Los entrevistados avanzan en la bsqueda de alter-
nativas, si bien se quejan de las condiciones de trabajo,
tambin se animan a adentrarse en otras organizacio-
nes para captar mayores subsidios (CONICET, AATE,
Fundacin Antorchas, entre otras) y en algunos casos,
hasta ponen dinero de sus propios bolsillos. Podrn
demorar la consecucin de los proyectos en los que
se embarcan, pero no los abandonan. Los siguientes
testimonios son una muestra de lo antedicho:

Este ao entr en el CONICET y es un espacio que
falta, que uno no conoce lo suficiente, el CONICET
tambin tiene propuestas de subsidios muy pero
de universidad sesentista
10
. Para los investigadores
entrevistados, la universidad tuvo un sentido particular
como mbito de formacin y socializacin poltica.
A partir de la noche de los bastones largos en el
interregno entre el golpe del 66 y luego el del 76,
nuestros entrevistados viajan, algunos se tuvieron que
ir del pas y otros continan su formacin en otras
instituciones y luego llegan a la UNCo, que estaba
recientemente creada
11
.
El modelo de intelectual comprometido ideolgi-
ca y polticamente que se haba gestado lentamente
desde quienes se iniciaban en la vida acadmica en los
60, fue continuado por estos investigadores quienes
comenzaron a armar las ctedras en la UNCo y a ocu-
parse progresivamente de la extensin y la investiga-
cin. Es decir que estos sujetos primero se constituyen
como docentes y realizando mltiples actividades de
extensin; el trabajo de investigacin es tardo con
relacin a los que expresan de conformacin de la
ctedra y las actividades de extensin. El inters por
armar equipo fue una preocupacin permanentemente
en estos sujetos.
En este escenario es que se crean varios Centros
de Estudio. Un rasgo comn de todos ellos es que su
creacin obedece a trayectorias, con trabajo previos,
vinculaciones nter institucionales, etc., que dieron
lugar a la constitucin del grupo. Esto es, el regreso
de docentes prestigiosos que en tiempos de dicta-
dura estuvieron ejerciendo la docencia y realizando
actividades de investigacin en otras instituciones, fue
lo que dio origen, una vez finalizada la dictadura a la
conformacin de estos grupos.
En los 80
12
uno de los entrevistados cre un centro
y el resto que conforma la gran mayora los crearon
en los 90. En la dcada del 90 la mayora se doctor,
salvo un solo caso que lo hizo antes. En la actualidad
se encuentran en la franja de los 55-65 aos. En el
momento de crear el grupo de estudio, muchos se
haban fortalecido previamente con antecedentes en
10
Coria, A. Trasmitir y heredar. Configuraciones intra e intergeneracionales en la pedagoga acadmica en Crdoba, Argen-
tina, 1960-1975, en Landesmann, M. (comp.) (2006) Instituciones educativas. Instituyendo disciplinas e identidades, Mxico,
Casa Juan Pablos, pp. 166.
11
Es importante destacar el contexto de creacin de la UNCo, y las marcas que estos orgenes dejarn en la memoria ins-
titucional, marcas que se reactualizarn ante cada nueva situacin de crisis, como lo demuestra la historia de la universidad.

12
A poner la mirada en la dinmica investigativa, los 80 constituyen un momento clave; es entre 1984 y 1986 que la inves-
tigacin ser estimulada. La recuperacin democrtica de 1983 y su fuerza instituyente en relacin al quehacer universitario
es central, a partir de este hito se establece un antes que va desde la fundacin de la UNCo hasta la clausura del perodo
de la Dictadura Militar (1972-1983). Y un despus que se extiende desde la mencionada recuperacin democrtica hasta
nuestros das.

13
Sobre el ingreso de las personas a los grupos de estudio se podra pensar en lo que Fernndez denomina instituciones
cenculo, Ob. Cit. pp. 163.

14
Berger, P. y Luckman, T (1968) La construccin social de la realidad, Bs. As., Amorrortu, pp. 175.
36
espacios 34 - 2012
Investigacin en la Universidad Nacional del Comahue: los fundadores de Centros
muy interesantes, el otro da me deca la secretaria
de investigacin de mi facultad que la unidad de
investigacin tendra que informar porque con la miseria
que nos est dando la universidad ms en estos ltimos
aos que entre la convertibilidad y la crisis no se puede
formar recursos, no se puede dar pasanta a nadie, es
una cosa muy fea. (Directora Centro de Estudios 2)
Si, bueno, por eso hacemos servicios a terceros que
cubrieron parte del proyecto. () vers que programas
similares cobramos lo mismo, ni un peso ms ni un peso
menos. Y el resto de los aos, cada grupo de la FAIN
hacemos servicios a terceros y con esos servicios a
terceros digamos, pagamos el resto. (Director Centro
de Estudios 4)
Y bueno, tuvimos que buscar cosas baratas, es decir.
El satlite puedo haber volado por lo menso tres aos
antes, pero haba un problema econmico que no
logramos pagar el lanzamiento. (). Pusimos plata
nosotros, es decir, personal de algunos docentes, y
que la recuperamos recin en mayo de este ao, la
recuperamos con nuestro propio servicio a terceros.
(Director Centro de Estudios 4)

Con respecto a las personas
La falta de formacin de la gente, la inestabilidad
en los grupos por falta de designaciones, por los
magros sueldos que otorga la universidad y por ende
la necesidad de encontrar otras fuentes de trabajo,
porque los investigadores novatos son atrados por
otros centros en los que perciben interesantes sumas
de dinero (FLACSO, AGENCIA, entre otros) y como
consecuencia de lo anterior, la concentracin de las
tareas en pocas manos, parecieran ser las dificultades
mayores. Se mencionan aspectos vinculados con los
pocos procesos de categorizacin que hubo y por
ende la restriccin que implica para dirigir proyectos
15
,
el congelamiento de los concursos en la universidad,
son algunos factores que impiden a los sujetos reunir
los requisitos establecidos por la normativa para dirigir
proyectos.
Otra dificultad que mencionan los entrevistados se
vincula con la inestabilidad/rotacin de gente y con que
no todos se enganchan. A veces no estn formados
los cuadros, las personas son jvenes, hay falta de
preparacin. Y otras veces, estando la experiencia no
est la acreditacin. Un registro compartido se refiere
a la cantidad de personas que pasan por grupos de
investigacin y continan, luego con proyectos vin-
culados a temticas de inters personal. En algunos
casos, comparten el inters por los temas y lneas
de investigacin y logran socializarse en el grupo de
trabajo; estas personas entonces, luego de su inser-
cin y permanencia, continan compartiendo otras
actividades ya sea en proyectos de extensin, en el
espacio de la ctedra o continan con investigaciones
personales. Otros, pareciera que prueban y luego van
eligiendo otras opciones.
En este segundo caso, se podra pensar que los
formadores tienen que tolerar la inestabilidad de la
conformacin del grupo y demorar la eleccin de he-
rederos, podramos suponer que esta situacin puede
provocar lo que Kas plantea como trabajo sobre el
sufrimiento psquico
16
. El siguiente testimonio puede
ilustrar lo expresado:
Si hay bombardeo de mucha informacin que hay que
mirarla despacio entrelneas y a la gente le cuesta
engancharse porque piensa que esto es medio imposible
pero no es imposible (), no tens nadie que te pise
los talones porque en realidad los historiadores son
muy corporativos y nadie puede trabajar en lo mismo
entonces bueno eso me impuls a mi a irme del mbito
de los historiadores () la verdad a esta altura de mi
vida si hago este esfuerzo lo quiero hacer no para ir a
cualquiera () ya me cans de tanta desazn. (Director
Centro de Estudios 2)
Entonces bueno, no es fcil, coordinar un grupo. Esta
tarea, por ejemplo que vos me peds me est pasando de
corregir los trabajos de Crdoba, corregir la ponencia,
entonces yo te tendra que decir no puedo y eso el
conjunto del grupo por eso le ped a la codirectora la
prxima vez pueda tambin, porque M. tambin tiene
mucha historia como investigadora Entonces tambin
delegando un poco, en esa tarea estoy. No porque
quiera retirarme ni nada por el estilo, pero me parece
que es hora de que bueno, que se asuman estas tareas
que son grupales y que creo que bueno, el sistema nos
ha llevado a ver, bueno que el sistema nos ha llevado
a que bueno, yo hago mi ponencia, me presento ac
hago mi currculum (Director Centro de Estudios 1)

15
Sobre este punto ver ponencia de Caabate Jorge Los desafos para la investigacin en la UNCo, en V Congreso Na-
cional y III Internacional de Investigacin Educativa. Cipolletti. Octubre de 2009.

16
El autor se refiere a las formaciones psquicas del vnculo, entidades bifrontes constitutivas a la vez del sujeto singular y
del conjunto institucional en el que participa: es posible establecer lo que la institucin exige de sus sujetos y lo que ella les
propone a cambio.
37
espacios 34 - 2012
Mara de los ngeles Colodro
Con relacin a las tareas
Desde el punto de vista de las satisfacciones con-
cretas
17
, los sujetos pueden sufrir los efectos de esa
carga en el registro mental y en ocasiones en desrde-
nes del cuerpo; pero en el plano de las satisfacciones
simblicas, esto es, desde el punto de vista de la vi-
vencia cualitativa de la tarea, el significado del trabajo se
relaciona con el deseo. En los casos presentados tienen
una estrecha relacin con los deseos, motivaciones,
desafos que representan estas tareas. Si bien la vivencia
simblica del trabajo es positiva, el hecho de tener que
ocuparse de las gestiones, de lo administrativo, de las
relaciones con otras universidades, del postgrado, etc.,
son tareas que desde el plano de lo concreto pueden
producir desgaste mental. Expresan:
La caracterstica ms importante de todo el grupo es que
no fue fcil, es como una carrera de vallas, () Entonces,
la caracterstica de todo el grupo es plantearnos todos
los inconvenientes de todo tipo: desde lo tcnico el
desafo de algo nuevo, no, lo especfico, acadmico,
de investigacin; hasta el cierre de la universidad, no
tener presupuesto, bueno, o sea, un montn de cosas.
(Director Centro de Estudios 4)
Con relacin al contexto
Se mencionan dificultades respecto a la crisis de
la UNCo
18
ver testimonio uno y con respecto a los
objetos de trabajo testimonio dos. Los entrevistados
manifiestan:
Entonces la universidad, estaba en crisis. Nos cerraron
la universidad cuando tenamos que entregar el satlite.
Sacamos las cosas antes del cierre, entonces algunas en las
casas, lo armamos en una escuela secundaria en un lugar
con una sala limpia y entonces lo empezamos a armar,
talleres afuera. Cuando cerr la universidad tuvimos
que armar todo esto. (Director Centro de Estudios 4)
Sobre el equipo informtico que nosotros lo tenamos
ac y nos lo robaron () antes de la convertibilidad
habamos comprado todo un equipo que se hurt de ac
(del techo) sin violar las puertas posiblemente se hayan
bajado de ac y como pasa en toda institucin pblica
yo hice sumario y nadie se hizo cargo, lo cerraron, nadie
se hizo cargo. (Director Centro de Estudios 2)
A modo de recapitulacin final
- Pareciera que los modos de solucin encon-
trados a las diferentes dificultades se vinculan con el
contenido significativo que para stos sujetos ad-
quiere el trabajo. Esto no significa que no atraviesan
situaciones crticas y de sufrimiento, lo hacen, pero
toleran las diferentes adversidades, como el recam-
bio de investigadores, las situaciones de crisis en la
UNCo, los robos, y el insuficiente financiamiento,
la concentracin de muchas tareas en pocas manos,
la dificultades para conformar grupos de trabajo
ms o menos estables entre otras cosas porque:
- Obtienen satisfacciones concretas y simb-
licas en la tarea de investigar, mxime si a esto le
sumamos que fundaron grupo, ctedras y que de-
sean perdurar de algn modo, dejar marcas, huellas.
- La motivacin en la compleja tarea de investigar
y formar a los herederos estructura parte de la vida
de stas personas, que a su vez anclan su identidad
es la universidad.
- Poseen un fuerte contenido utpico y he-
roico
19
, en el cual los fundadores, por su posicin
e identidad se presentan como capaces de recibir
investimientos heroicos (investigar como sea) y
sensibles para receptar y codificar aspiraciones y
necesidades de los integrantes del grupo: investi-
gadores noveles, becarios, y dems miembros de
los grupos. El grupo asume investiduras de carcter
heroico an a condicin de no tener presupuesto.
Pareciera que esa propuesta de investigar en la
universidad pblica casi sin recursos, no es para
cualquiera, que ya desde los inicios se advierte que
ser difcil sostener este proyecto, como se ve a lo
largo de la historia de la UNCo.
Quedaran pendientes algunos interrogantes para
un prximo trabajo: los fundadores y a la vez directores
de estos grupos han logrado transmitir a otros sus
herederos el oficio de investigar? Hay algo especial
vinculado a la Patagonia en su imaginario colectivo
poblar la Patagonia, lugar de las utopas, lugar de refu-
gio de los exiliados, lugar de los pioneros que se juega
en cmo se las ingenian stos sujetos para superar los
17
Dejours, C. (1980) Trabajo y desgaste mental, Lumen, Humanistas. pp. 64-64.
18
Desde septiembre hasta fines de noviembre del 2004 los estudiantes tomaron la universidad, con el apoyo de algunos
docentes, como un modo manifestar la oposicin al sistema de acreditacin que pretenda imponer la CONEAU y la auto-
noma universitaria en general y como medida de un Plan de Lucha ms abarcativo tendiente a la derogacin de la Ley de
Educacin Superior. En el ao 2006 hubo una segunda toma por la democratizacin de la UNCo y la implementacin del
claustro nico que tambin dur ms de tres meses, perodos en los cuales estuvimos sin los Consejos Directivos y sin el
Consejo Superior de la universidad.

19
Kaes (1976: 132).
38
espacios 34 - 2012
Investigacin en la Universidad Nacional del Comahue: los fundadores de Centros
tando mirar hacia el futuro, estos son los primeros que
se jubilan, hay pocas generaciones, todava no se cuenta
con mucha experiencia histrica sobre esta transmisin
generacional Qu pasar con esta herencia en un
contexto en el que tomando prestadas las palabras
de Mendel estamos en presencia del decaimiento
de lo heroico?
obstculos? Es la claridad de un proyecto lo que los
sostiene en su mtier? Se pueden instituir proyectos
a largo plazo ms all de los fundadores?
Hoy muchos se estn jubilando, estamos ante la
presencia de una posibilidad de recambio generacional
qu pasar con esta cuestin? Estn preparados stos
investigadores para el recambio? Y finalmente e inten-
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cacin, Bs. As., UBA, Mio y Dvila.
39
espacios 34 - 2012
Mara de los ngeles Colodro
Anexo I: Clasificacin de los grupos de estudio en funcin de los perodos histricos en que se crearon.
Grupos o centros de Estudios
U n i d a d
Acadmica
Dcadas
Rasgos que definen
estos perodos histricos
CEDCA (Centro de capacitacin tecnolgica y de
transferencia)
Instituto de Biologa Marina y Pesquera (IBMP)
IPEA
ICSA
CIUR
SAO
(FACE)
FADECS
70
Ligado a los orgenes cruentos,
turbulentos: vinculado a la creacin
de la UNCo.
Actividades de transferencia, de
extensin ms que investigacin.
Centros que desaparecieron en la
dictadura.
GESA (Grupo de Estudios Sociales y Agrarios)
CHADI
Laboratorio de Investigacin Bioqumica, Qumica y del
Medio Ambiente (LIBIQUIMA)
Laboratorio de Limnologa LALI-CO
Laboratorio de Bioindicadores y Liquenologa (BioLiq)
Laboratorio de Ictiologa y Acuicultura Experimental
Laboratorio ECOTONO
Ecologa y Biologa de Vertebrados Patagnicos
- Grupo de Calidad de Aguas y Recursos Acuticos
(GCAyRA)
Grupo de Educacin Matemtica del CRUB (EDUMAT)
Gabinete de consultora Estadstica
Las consignas de Enseanza en la Formacin Humana, su
relacin con el Diseo Curricular y el Medio Ambiente.
Laboratorio de Microbiologa Aplicada y Biotecnologa
(MABB)
FADECS
FI
FI
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
CRUB
80
Los que regresan de la dictadura, la
refundacin.
Estado benevolente.
CHEPYC (Centro De Estudios Histricos, de Estado,
Poltica y Cultura)
Programa Aplicaciones Espaciales NASA
GEHISO (Grupo de Estudios de Historia Social)
Centro de Estudios Clsicos y Medievales (CECYM)
Grupo de evaluacin de recursos cticos
Grupo de suelos
FH
FI
FH
FH
CRUB
CRUB
CRUB
90
Impulso a la investigacin.
Estado evaluador.
Organizacin y sistematizacin de
la actividad de investigacin.
Los grupos como mbitos intere-
santes de formacin.
CEPLADES (Centro de Estudios para la Planificacin y
el Desarrollo Sustentable del Turismo)
ITAMA (Instituto de Tierras, Agua y medio Ambiente)
Centro de Estudios de Didctica del Comahue (CE-
DICO)
Centro de Estudios de Integracin Regional (CEIR)
Centro de Estudios en Filosofa de la Cultura
Laboratorio de Fotobiologa
FATU
FA
FACE
FH
FH
CRUB
2000
La actualidad: gestores empresarios
ms que sabios.
Construccin de nuevas lgicas y
parmetros.
40
espacios 34 - 2012
RESUMEN
El presente artculo est enmarcado en el Anlisis Crtico
del Discurso. El objetivo principal es analizar cules son las
representaciones sociales presentes en un corpus de noticias
que tratan un hecho policial ocurrido en marzo de 2010 en la
ciudad de Comodoro Rivadavia, y cmo esas representaciones
activan una red discursiva coherente con (y funcional a) la
visin hegemnica.
En concreto, se estudiar la relacin que existe entre la
asignacin de roles que el diario El Patagnico realiza sobre
los participantes del suceso, y los lmites y alcances de la
formacin discursiva consecuente, generada por los comen-
tarios de los lectores.
PALABRAS CLAVE
Anlisis del Discurso Lingstica Crtica Representaciones
Sociales Formacin Discursiva Noticias

Joven mata ladrn
El discurso del poder y
las representaciones de los roles sociales
1
Julieta Del Prato
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA AUSTRAL
espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 40-47. ISSN 1515-3983
Los nadies: los hijos de nadie, los dueos de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos []
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano
1. Marco terico
Alguien dijo alguna vez que la prxima guerra
mundial no se dara en un campo de batalla, sino en los
medios de comunicacin. Y es que la lucha por quin
cuenta la realidad y cmo se la muestra es una lucha
ideolgica por la hegemona de la construccin de esa
realidad. Tal como lo planteaba Voloshinov hace varias
dcadas, los signos son parte material de la vida, es
decir, son elementos constitutivos de la concepcin del
mundo en que vivimos (Voloshinov, 1929). Detentar
su poder resulta, entonces, sumamente atractivo si
se tiene en cuenta la escasez de bienes simblicos de
la que habla Bourdieu, y la relacin que se da, en la
actualidad, entre la posesin de este capital simblico,
y el capital econmico y poltico.
En este sentido, es necesario considerar que la
neutralidad con que aparentemente los medios nos
comunican los sucesos que ocurren todos los das es
slo una ilusin de objetividad. Se trata del resultado de
una serie de operaciones discursivas que le permiten
al enunciador borrar toda huella de su accionar sobre
lo que se est diciendo, y mostrar sin intermediarios
la realidad misma.
1
Este artculo fue presentado como ponencia en las I Jornadas de Jvenes Lingistas que se realizaron en Buenos Aires entre
el 21 y el 23 de marzo de 2010.
41
espacios 34 - 2012
Julieta Del Prato
El Anlisis del Discurso pretende demostrar que
las cosas no son tan simples: existe una relacin de
retroalimentacin entre lenguaje y cambio o reproduc-
cin social. Se parte de la premisa de que el lenguaje
no es transparente (Fairclough, 1993: 5) y que, por
lo tanto, es necesario analizar qu representaciones
sociales construyen los medios y desnaturalizar su
reproduccin. De esta manera contribuiremos en la
construccin de una sociedad ms crtica, y as, ms
libre y justa (Raiter, 2008: 41).
2. Un hecho y un discurso
2.1. El hecho
Comodoro Rivadavia. Maana del 9 de marzo de
2010. Un joven (S.D.B
2
, 18 aos) regresa a su casa con
su hermana, luego de retirarla del jardn de infantes, y
advierte que otro chico (J.D.G, 16 aos) est dentro
de la vivienda, con la intencin de robarle. Pelean, se
lastiman con cuchillos, y J.D.G huye en un auto que lo
estaba esperando. Media hora ms tarde es encontrado
muerto, desangrado, en el asiento trasero del auto, que
haba sido abandonado por el conductor.
2.2. La noticia
El diario El Patagnico de la ciudad de Comodoro
Rivadavia presenta al da siguiente del hecho, una no-
ticia cubriendo el caso. sta y la serie que conforman
las notas que, sobre el mismo tema, se publican los das
posteriores, genera repercusiones en los lectores, que
realizan comentarios en la versin digital del diario.
3. El objetivo del trabajo
El objetivo de este trabajo es analizar cules son
las representaciones sociales presentes en las noticias
que tratan el hecho policial descripto anteriormente, y
cmo esas representaciones activan una red discursiva
coherente con (y funcional a) la visin hegemnica. En
concreto, se analizar la relacin que existe entre la
asignacin de roles que El Patagnico realiza sobre los
participantes del suceso, y los lmites y alcances de la
formacin discursiva consecuente, generada por los
comentarios de los lectores.
4. Seleccin del corpus
El corpus est conformado por dos series:
La primera, es una serie de tres noticias aparecidas
en la versin digital del diario El Patagnico de Como-
doro Rivadavia, entre el 10 y 12 de marzo de 2010.
Se transcriben a continuacin los ttulos de las noticias
seleccionadas:
UN JOVEN INGRESO A UNA CASA DEL BARRIO
COVICUP E HIRIO CON UN CUCHILLO AL
CHICO QUE LO DESCUBRIO, PERO ESTE SE
DEFENDIO (Mircoles, 10 de Marzo de 2010)
LO IMPUTARON POR HOMICIDIO SIMPLE Y AHORA
SU ABOGADO DEFENSOR DEBERA PROBAR QUE
ACTUO EN DEFENSA PROPIA. POR AHORA TIENE
PROTECCION POLICIAL (Jueves, 11 de Marzo de 2010)
MAS DE UN CENTENAR DE PERSONAS
DEJARON SU OPINION SOBRE EL CASO EN LA
EDICION DIGITAL DE DIARIO PATAGONICO.
Los l ectores se sol i dari zan con el j oven que
mat al ladrn (Viernes, 12 de Marzo de 2010)
Resulta importante notar que las dos primeras
notas hacen referencia a los hechos directamente. Sin
embargo, la ltima nota presentada tiene como base
la repercusin que el caso tuvo entre los lectores.
La segunda serie que conforma el corpus de este
trabajo es el conjunto de comentarios que los lecto-
res de la edicin digital del diario realizaron a partir
de las noticias presentadas arriba. Es necesario tener
en cuenta que el diario El Patagnico en su versin
digital, permite realizar comentarios sin la necesidad
de identificarse. Esto trae como consecuencia, por un
lado, que muchos lectores realicen, efectivamente,
comentarios, reflexiones y manifiesten su opinin
sobre las noticias que leen; pero tambin, al admitir
el anonimato, algunos de esos comentarios pueden
llegar a ser poco profundos o no estar relacionados
directamente con la nota sobre la que escriben. En
este trabajo se tendrn en cuenta solo los comentarios
vinculados directamente con el caso presentado.
5. Perspectiva terico-metodolgica
El anlisis de las dos series del corpus est organi-
zado sobre las tres dimensiones que Fairclough (1993:
48) plantea en relacin al discurso.
2
El diario utiliza las iniciales de los nombres, ya que se trata de menores de edad.
42
espacios 34 - 2012
Joven mata ladrn: El discurso del poder y las representaciones de los roles sociales

que habla Pcheux (1969: 234) est pre-configurada
desde esta primera nota, y se expande en la serie que
llamamos comentarios.
El enunciador de la noticia califica al hecho como
() uno de los tantos robos en viviendas que se repi-
ten a lo largo y ancho de Comodoro Rivadavia. Desde
el punto de vista de la prctica discursiva, se establece
una relacin de interdiscursividad con otros hechos
que, para poder ser nombrados en esta instancia, han
sido noticia en otro momento. En otras palabras, el
enunciador instaura con este texto un elemento ms
de una red discursiva que tiene como objeto mostrar
(sin la necesidad de demostrar, ya que no se han ex-
plicitado cules son esos otros robos) que el robo a
las viviendas es algo comn en la ciudad.
En una segunda parte de esta noticia hay un apar-
tado subtitulado En defensa propia que se enfoca
en la familia asaltada: se vuelven a narrar los hechos y
luego se incluye el testimonio que la duea de la casa
dio en una entrevista radial. La cita incluye informa-
cin sobre el estado en que se encuentran sus hijos, y
aclara adems que es la tercera vez que nos entran
a robar en la casa. Es posible analizar la fuerza de
esta aclaracin como una justificacin del accionar de
su hijo, si tenemos en cuenta que se inserta en una
seccin de la noticia en la que el enunciador mismo
ha tomado una posicin, por medio de la titulacin del
apartado. Es decir, si consideramos que el contexto es
un factor importante para reducir la ambivalencia de la
fuerza (Fairclough, 1993:25), podemos comprender la
declaracin de la duea de casa como un argumento
orientado en la misma direccin que el subttulo de
la noticia.
En la segunda nota se hace referencia a la audiencia
de control de detencin y formalizacin de la investi-
gacin que se llev a cabo frente a la imputacin por
homicidio simple que tiene S.D.B. En la primera parte
de la noticia se narra el hecho inicial y se muestra el
estado judicial del caso. La segunda parte presenta lo
ms relevante de las declaraciones del acusado. En
estas declaraciones, S.D.B. explica que cuando estaba
llegando a su casa advirti la presencia de un hombre
en la puerta de su garaje, y por precaucin, dej a su
hermana en la vereda. Ingres a la casa, pele con
J.D.G, quien luego escap. Despus de esto, S.D.B.
sali a buscar a su hermana. Esta versin se contradi-
ce con la presentada por el diario el da anterior. En
la noticia pasada S.D.B justificaba su accionar para
proteger a su hermanita, quien no estaba presente
durante la pelea.
La ltima noticia presenta una particularidad, dada
por el hecho de explicitar su carcter intertextual. Su
razn de ser est justificada en la exposicin de las
repercusiones que el caso analizado tuvo en los lec-
Sostiene este autor que el discurso, en tanto prc-
tica social, es un modo de accin, una forma a travs
de la cual es posible actuar sobre el mundo y cons-
tituirlo. Desde este punto de vista es posible pensar
que el lenguaje permite tanto sostener como cambiar
las relaciones de poder existentes en la sociedad. El
lenguaje como accin social nos permite, entonces,
entender la existencia de una relacin dialctica entre
lenguaje y sociedad.
El discurso tambin puede ser entendido como
prctica discursiva si se tienen en cuenta las condicio-
nes de produccin, circulacin e interpretacin de los
textos. En esta dimensin se analizan los fenmenos
de intertextualidad, coherencia textual y fuerza ilo-
cucionaria.
El tercer nivel de anlisis es el texto, definido como
la manifestacin lingstica de la prctica discursiva.
Este microanlisis posibilita interpretar los recursos
utilizados, como opciones ideolgicas que realizan los
enunciadores (Halliday, 1978: 72). Aqu, seguiremos los
lineamientos de la Lingstica Crtica de Hodge y Kress
(1993: 14) y su estudio de los modelos sintagmticos,
en el cual se plantea que el lenguaje es un conjunto
relacionado de categoras y procesos. Este esquema
nos permite ver cmo los enunciadores clasifican los
eventos del mundo. Entendemos que esta estructura
tridimensional nos da una visin ms profunda de los
discursos y su ubicacin en relacin al poder y a la
ideologa dominante.
Sobre este ltimo punto podemos sealar, siguien-
do a Foucault (citado por Fairclough, 1993: 35), que
la lucha por el poder aparece en y por los discursos,
por lo que es necesario considerar las relaciones in-
terdiscursivas en las que se insertan. Por esta razn,
tendremos en cuenta, a la hora del anlisis, la forma-
cin discursiva constituida por las dos series textuales
presentadas, y tambin, las representaciones sociales
contenidas en ellas.
6. El anlisis de las noticias
6.1. Las noticias como prcticas discursivas
En la primera noticia de la serie predomina la se-
cuencia narrativa. Se narra el intento de robo, la pelea
entre J.D.G (16 aos) y S.D.B, el hijo de los dueos de
la casa asaltada; la posterior fuga de J.D.G, su muerte y
abandono. Es el primer relato que aparece en el diario
sobre el hecho, por lo que, veremos luego, se trata de
un discurso constitutivo, creador de representaciones.
Estas creencias son la base del significado que adquiere
cada nuevo estmulo (Raiter, 2002: 2). En este caso,
podemos pensar que la formacin ideolgica de la
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Julieta Del Prato
Modelo Transactivo
Agente Proceso Afectado
S.D.B Tir pualadas Al aire
El anlisis de las clusulas no transactivas indica que
S.D.B. siempre actu defendindose, es decir que, a
pesar de que se admite que actu (en defensa propia),
no se lo relaciona directamente con el causante de la
muerte de J.D.G.
Adems, no se dejan en claro las causas de la
muerte de J.D.G. No hay agentes. Simplemente apa-
rece muerto y desangrado. Esto se puede ver ms
claramente si pensamos en las transformaciones
4
que
realiza el enunciador para contar el hecho. Un ejemplo
de esta operacin es la despersonalizacin cuando se
habla de la muerte de J.D.G.
Modelo No Transactivo
Participante Proceso
J.D.G. Muri desangrado
J.D.G. Termin muerto
Tambin se utiliza una nominalizacin para mostrar
el acto concreto en que S.D.B. apuala a J.D.G., eli-
diendo el agente: El pibe [] tir pualadas al aire.
Al menos dos de esas pualadas recibi el ladrn.
En la segunda noticia S.D.B. aparece como agente
de acciones violentas que concluyen con la muerte de
J.D.G., pero las transformaciones que utiliza el enun-
ciador mitigan la sensacin de culpabilidad. Veamos un
ejemplo: si bien el prximo cuadro muestra la forma
bsica, la frase textual que vamos a analizar es: Lo
imputaron por homicidio simple. Hay una desperso-
nalizacin (se elide el agente de la imputacin) y una
nominalizacin (se elide el agente del homicidio). Las
transformaciones, tal como lo plantean Hodge y Kress,
tienen un valor ideolgico.
No hay transformaciones inocentes porque de
la estructura profunda a la estructura superficial
hay un significado que se altera. Las estructuras
prof undas son i mposi bl es de recuperar en
la mayora de los casos. Siempre hay distorsin,
supresin o confusin (Hodge y Kress, 1993: 25)
tores del diario (en su versin digital). En la primera
parte de la nota se resumen los principales hechos
ocurridos, con la excepcin de las determinaciones
judiciales que implican a S.D.B. Luego se reconstruyen
sintticamente las posturas principales de los lectores
que han realizado comentarios. Se indica que la postura
mayoritaria es de solidaridad con el joven que mat
al ladrn
3
, aunque hay otras opiniones adversas. Fi-
nalmente, se transcriben algunos de esos comentarios.
La nota termina abierta, sin anlisis ni conclusiones
sobre lo publicado.
6.2. Las noticias como textos: la violencia y
la agencialidad
En este apartado mostraremos el anlisis realizado
sobre la base de los modelos sintagmticos (Hodge y
Kress, 1993: 14).
En todas las clusulas en las que J.D.G. es agente,
las acciones que realiza son violentas, y por lo general
afectan a S.D.B. Por ejemplo:
Modelo Transactivo
Agente Proceso Afectado
J.D.G
Atac, hiri, provoc
una herida a
S.D.B.
Por el contrario, en la mayora de las clusulas
en las que S.D.B. es agente, se trata de acciones no
violentas, en las que se repite el descubrimiento de
J.D.G. como intruso en su casa. Esto se advierte ya
en el ttulo de la noticia, en el cual el nico agente de
una herida con cuchillo es J.D.G., mientras que S.D.B
slo se defiende.
S.D.B. realiza dos acciones violentas nicamente:
la primera se da cuando toma un cuchillo. Esta accin
est justificada en el discurso por una serie de clusu-
las relacionales que indican su estado emocional. Por
ejemplo: Estaba desesperado; estaba enceguecido
(atributo momentneo, producto de la situacin).
La segunda, que es la ms violenta de todas, no
afecta a una persona, sino que el afectado es una
entidad inanimada.
3
Esta frase ser analizada en el apartado siguiente.
4
Operaciones que el hablante puede realizar sobre la forma bsica: nominalizaciones, despersonalizaciones y pasivizaciones.
Segn Hodge y Kress, cumplen dos funciones: economa y distorsin.
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Joven mata ladrn: El discurso del poder y las representaciones de los roles sociales

Modelo Transactivo
Agente Proceso Afectado
S.D.B Comete homicidio J.D.G.
No obstante, S.D.B en sus declaraciones transcrip-
tas en la noticia, no se enuncia como agente violento.
Un ejemplo de esta afirmacin podra ser cuando
enuncia que se da cuenta de la herida de J.D.G por
una mancha de sangre en la ventana, y no porque lo
haba acuchillado.
Modelo No Transactivo
Participante Proceso
Yo - S.D.B
Me di cuenta de que l tam-
bin estaba herido porque
cuando se escap por la ven-
tana dej la mancha de sangre.
Continuando con el anlisis a nivel textual, es
posible observar tambin las opciones lxicas que el
enunciador de las noticias utiliz.
Lexicalizaciones
Vocabulario utilizado para nombrar a J.D.G: un
joven, un joven delincuente, el delincuente, el ladrn,
el ladrn muerto. Se utiliza principalmente la palabra
ladrn.
Vocabulario utilizado para nombrar a S.D.B: chico,
hijo de los dueos, vctima, el pibe, el imputado, joven
justiciero
5
. Se utiliza principalmente la palabra chico
y vctima, en segundo lugar.
Resulta llamativo el adjetivo justiciero que utiliza
el enunciador del diario para caracterizar a S.D.B. Se
trata de un posicionamiento del periodista en relacin
al caso. La frase en la que se encuentra este calificati-
vo pertenece a la ltima noticia, en la que, si bien se
hace referencia a las opiniones de los lectores, slo
es posible adjudicar esta opcin lxica al enunciador:
El comn denominador de los mensajes es de so-
lidaridad hacia el joven bautizado como justiciero,
aunque tambin existen opiniones donde se considera
al delincuente fallecido como una vctima del sistema
Si tomamos el sintagma el joven bautizado como
justiciero, podemos ver que hay una transformacin.
Y si la re-convertimos a la forma bsica, obtenemos el
siguiente resultado:
Modelo Transactivo
Agente Proceso Afectado
Alguien
Bautiza como
justiciero
S.D.B
No aparece mencionado el agente de este pro-
ceso de re-lexicalizacin. Sin embargo, considerando
todas las noticias anteriores presentadas por el diario
(incluyendo los testimonios y los comentarios de los
lectores), este adjetivo es utilizado por primera vez
por el enunciador de la noticia. Como ya dijimos
anteriormente, hubo all una toma de postura. Sin
embargo, en esta noticia vemos que la trasformacin
semntica que produce la despersonalizacin no es
ingenua: trae consigo una des-responsabilizacin y
una ilusin de objetividad, bsqueda caracterstica del
lenguaje periodstico.
6.3. Quin es quin?: La borrosa frontera
entre vctima y victimario. La noticia como
prctica social
A modo de conclusin parcial, podemos relacionar
lo analizado hasta el momento con el concepto de
Representaciones Sociales planteado por Raiter. Las
representaciones son las imgenes que construyen los
medios de difusin sobre los temas que conforman la
agenda pblica (Raiter, 2002: 2).
Si tenemos en cuenta que la mayora de las acciones
violentas presentadas en las noticias estudiadas recaen
sobre uno solo de los participantes; si consideramos,
tambin, que se intentan justificar y borrar las acciones
negativas del otro participante; y si adems advertimos
que todas estas prcticas discursivas se han realizado
sobre la base del testimonio del nico sobreviviente
de la contienda, es posible proponer que todas estas
operaciones son funcionales a la construccin de una
representacin que realizan los medios y que luego
naturalizarn.
Hablamos aqu de la imagen de una vctima y un
victimario que se erigen en contraposicin a lo que
plantean los hechos concretos: el victimario sera el
chico muerto, y la vctima el asesino.
Raiter afirma que los medios tienen la posibilidad de
establecer qu representaciones estn activas. Existe
una relacin entre esta idea y la nocin de formacin
discursiva que Pcheux retoma de Foucault. Las
formaciones discursivas estn dentro de formaciones
ideolgicas que interpelan a los sujetos: producen al
sujeto y, a la vez, lo que les es dado ver, comprender,
5
Las comillas pertenecen al texto original.
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Julieta Del Prato
hacer, pensar y esperar (Pcheux, 1982 citado por
Fairclough, 1993: 28).
En este sentido, las representaciones sociales
concebidas
6
en estas noticias habilitan, despliegan y
expanden la posibilidad de otros discursos coherentes
con este discurso dominante. Veremos a continuacin
los comentarios que resultaron de la repercusin del
caso presentado en los lectores de El Patagnico, en
su edicin digital.
7. Los comentarios de los lectores
Las sucesivas noticias analizadas en este trabajo
han tenido como consecuencia una extensa serie de
comentarios de lectores, de la cual analizaremos una
muestra a continuacin.
La mayora de los enunciadores de los comenta-
rios se identifica como gente trabajadora y honrada.
Manifiestan su disconformidad con los gobernantes,
la polica y los jueces (la justicia). Adems delimitan su
identidad oponindose a un sector de la poblacin que
califican como no trabajadores, y ladrones.
Se nombran a s mismos como: la gente traba-
jadora, todos, nosotros, nosotros, vecinos del
San Cayetano, los buenos, ciudadanos que quieren
vivir honradamente, sociedad, somos vctimas,
el pueblo trabajador, nosotros (quienes trabajamos
y nos cuesta tanto sacrificio tener nuestras cosas).
Estas formas de auto identificarse expresan una
absolutizacin homogeneizante de la sociedad que deja
como resultado la exclusin de los otros. En otras
palabras, los ladrones no forman parte del conjunto
de la sociedad, podramos decir, no son considerados
como personas.
Incluso podemos ver que la accin de robar se
convierte en una caracterstica existencial de los suje-
tos: no importa tanto si roban o no; son ladrones. Son
objeto de un proceso de estigmatizacin (Goffman,
1963: 12) que los marca para siempre, los expulsa, y
les niega la posibilidad de dejar de ser ladrones. En
efecto, es esta marginacin la que les permite enun-
ciar a los lectores del diario soluciones inhumanas y
justificar aseveraciones atroces. A travs del anlisis de
la fuerza ilocutiva de algunos comentarios, podemos
ver ejemplos de lo afirmado.
Fuerza ilocutiva
Reclamo:
Menos mal que esto es una sensacion de inseguridad...
hagan algo seores polticos ciudadano (10/03/2010- 0:33)
LOS QUE TENDRIAN QUE IR AL SERVICIO
MILITAR PRIMERO; SON LOS PADRES DE LOS
INADAPTADOS...TODA EDUCACION Y VALORES
EMPIEZAN EN LA CASA... DNDE ESTAN LOS
PADRES DE ESTAS PERSONAS QUE VAN
ROBANDO Y MATANDO ?. CABLIN (11/03/2010
-17:20)
Queja:
Da lastima que los verdaderos responsables de la
exclusin que derivo en inseguridad se sigan presentado
a elecciones y la gente los siga votando. Natalia
(10/03/2010 - 20:24)
Aprobacin y manifestacin de festejo:
PERFECTO! ! ! ESTO YA ES CUESTI ON DE
SUPERVIVENCIA....O NOSOTROS O LOS CHORROS!
QUE C****
7
N LOS CHORROS! ESTA PERFECTO LO
QUE HIZO EL MUCHACHO. Rodrigo (10/03/2010 - 8:26)
Expresin de deseo:
espero que al chico no lo metan preso ni nada por
haberse defendido, porque aca todo es al reves....
Neko (10/03/2010 - 5:24)
Tambin espero que no salga la madre del chorro
pidiendo justicia o derechos humanos, ya que los derechos
humanos son aplicables solo a los delincuentes, no a la
gente normal. Eduardo (10/03/2010 - 9:40) (irona)
Amenaza:
UN CHORRO MENOS!!! POR FAVOR MANO DURA
CON LOS DELINCUENTES SI LOS POLICIAS TIENEN
MIEDO A LOS CHORROS SALDREMOS LOS CIVILES
A LAS CALLES Y TAMBIEN A ESCRACHAR A LOS
JUECES!!!. Negro (10/03/2010 -10:14)
6
En realidad, debiera decir, reproducidas. La diferencia radica en el punto de vista que adoptemos para analizar el caso. Es
decir, si tomamos este caso como un hecho singular, las representaciones son creadas por el enunciador de las noticias. Sin
embargo, si tenemos en cuenta otros posibles casos similares, estaramos frente a otro elemento de una formacin discursiva
ms amplia y general.
7
El asterisco indica que el moderador del foro ha eliminado una palabra o frase por inapropiada (agravios, injurias y discri-
minacin de cualquier tipo). Resulta llamativa la cantidad de trminos ofensivos sobre los que el moderador no ha reparado.
Podra ser una prueba ms de la relacin de afinidad ideolgica que estamos planteando en este trabajo.
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Joven mata ladrn: El discurso del poder y las representaciones de los roles sociales

informacin que presenta el diario El Patagnico sobre
el caso (y la forma en que la presenta) y la reaccin e
interpretacin de los lectores
8
.
Podemos decir, entonces, que las palabras que
utilizan estos lectores para nombrar a los involucrados
en el caso presentado, estn legitimadas y avaladas por
un abanico de opciones propuesto por el enunciador
de las noticias. En otras palabras, la lectura dominante
que acepta la ideologa del discurso dominante est
predeterminada por el enunciador del diario, cuya
postura describimos y analizamos anteriormente. As
pues, la formacin discursiva, inaugurada por el con-
junto de notas presentadas, es la expresin material
de una formacin ideolgica (Pcheux, 1969: 235). Los
lectores del diario se reconocen en esta interpretacin
de la realidad, se ven a s mismos como parte de ese
mundo representado, y actan participan, escriben
consecuentemente.
Otro punto importante para analizar, son las opcio-
nes lxicas utilizadas por los lectores para nombrar a
los participantes del suceso. Son las siguientes:
Propuesta de accin:
La gente va a tener que hacer una marcha para
defenderlo. Liliana (10/03/2010-12:54)
Acusacin:
La culpa la tienen esos jueces garantistas, a los que le
preocupan ms los derechos de los delincuentes que los
derechos de los que les pagan los sueldos. esto tiene que
ser visto por los polticos y se deben dictar cdigos de
procedimientos judiciales que no permitan la salida por
la puerta giratoria de las comisaras. Pero, alguno tendr
las bol... para hacerlo? madrynense (10/03/2010-11:15)
Aseveracin (irona y sarcasmo):
AL SEOR QUE PREGUNTA SI EL CHORRO NO ERA
UN SER HUMANO ,SE VE QUE NO ERA SU CASA A LA
QUE ENTRARON A ROBAR ALE (12/03/2010- 2:35)
Uno de los propsitos de este trabajo est orien-
tado al anlisis de la relacin que se establece entre la
Lexicalizaciones
S.D.B.
adolescente dueo de casa, pobre chico, vctima, chi-
co, pibe, persona trabajadora, muchacho, joven que
defendi a su familia, hijo de una buena familia, hijo de
una familia de clase media, pobre chico que solo quiso
defender lo suyo, el chico que defendi sus bienes y
vida, un chico sano, este muchachito, pobre nio
J.D.G.
Pobre pibe de 16 aos, esas personas (los que roban),
(seoresdejemos de embromar! 16 aos delin-
cuente o no, 16 aos)
delincuente (chorro, mal viviente, *
9
,
y todos los adjetivos calificativos no al-
canzan...), chorros de porquera, delin-
cuente muerto, malnacidos, malparido,
ratero, inadaptado, delicuentes que no
tienen lmites, el caco, pibes chorros,
malhechores
Comodoro
Rivadavia
Antes: barrio tranquilo
Ahora: lugar horrible, nido de malvivien-
tes, comodoro cada vez esta peor, mas
feo, lleno de gente horrible que lo unico
que hace es desarmar en pedacitos lo
poco que queda de la ciudad...
Justicia Justicia panqueque, juez inoperante
Gobierno
estos mal nacidos que nos gobiernan
y se preocupan ms por su bienestar
que por las cosas prometidas antes de
ser votados
8
Slo es posible referirnos, en esta instancia, a la lectura que hacen las personas que escriben comentarios en la versin
digital del diario.
9
Ver nota 7.
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Julieta Del Prato
Sostiene Halliday que:
() mediante sus actos cotidianos de significacin, la
gente representa la estructura social, afirmando sus
propias posiciones y sus propios papeles, lo mismo que
estableciendo y transmitiendo los sistemas comunes de
valor y de conocimiento (Halliday, 1978: 10).
A travs de los trminos presentados en el cuadro
anterior es posible ver que las opciones lxicas elegidas
por la mayora de los enunciadores de los comentarios
configuran un mapa discursivo que representa una
sociedad fracturada: los que tienen, identificados
con los trabajadores de buena familia y los que no
tienen y roban acusados de malnacidos. En definitiva,
los comentarios estudiados, en tanto prctica social,
contribuyen a que este quiebre discursivo profundice
las prcticas discriminatorias ya establecidas en la
ciudad de Comodoro Rivadavia
10
.
8. Conclusiones.
Los nadies de siempre
Hodge y Kress ilustran el carcter ideolgico
del lenguaje a travs del ejemplo paradigmtico de
las noticias de los diarios. Afirman que en la mayor
parte de los casos es el peridico el que hace cambiar
nuestras creencias en menor o mayor grado (Hodge
y Kress, 1993: 21).
A lo largo de este trabajo demostramos que el
enunciador de El Patagnico construy una versin
del hecho presentado, coherente con una serie de
representaciones sociales dominantes. Y que esta
formacin discursiva habilit y valid las prcticas
discursivas de los lectores, cuya orientacin ideolgica
era coincidente.
Vale la pena retomar aqu una idea que Goffman
trabaj en su libro Estigma (1963: 161): la estigmati-
zacin de aquellos que presentan malos antecedentes
morales puede funcionar claramente como un medio
de control social formal. Una lectura del anlisis
precedente puede darnos motivos para considerar, tal
como lo plantea Goffman, que la construccin ideol-
gica de representaciones de grupos sociales opuestos,
establece una divisin maniquea entre lo que se debe
y no se debe ser / hacer. Se trata, al fin de cuentas, de
una prctica social hegemnica con funcin didctico-
moralizante.
Y los resultados estn a la vista: la mayora de los
lectores que comentaron las noticias no dudan en
afirmar quin es la vctima y quin el victimario. El
discurso del poder asigna roles fijos que acompaan y
justifican la exclusin social; forman parte del mundo,
deshumanizndolo. Por eso es posible decir que un
joven mat a un ladrn Porque es un nadie. La inten-
cin de este trabajo, como tantos otros en el Anlisis
del Discurso, es contribuir como prctica social a
la desnaturalizacin de estas representaciones, para
que no haya ms nadies y todos seamos personas
10
No obstante lo presentado hasta ahora, es necesario comentar que aunque en un muy menor porcentaje aparecieron
algunos comentarios cuyo contenido los ubica como discursos opositores al discurso dominante: es que cada persona inter-
preta los discursos de formas diferentes, de acuerdo al sistema de representaciones que posee.
BIBLIOGRAFA
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Filosofa y letras - UBA-
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Joven mata ladrn: El discurso del poder y las representaciones de los roles sociales

espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 48-57. ISSN 1515-3983
Los Derechos Humanos
desde una perspectiva de gnero.
El rol de la mujer
en la ltima Dictadura Militar
Adelina Estrada
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA AUSTRAL
RESUMEN
El presente trabajo describe rasgos caractersticos de la mujer
en la sociedad argentina y problematiza su lucha contra pre-
ceptos considerados naturales que la ubicaron en un papel
secundario respecto al hombre. Antes de la ltima Dictadura
Militar, la mujer tuvo una gran participacin pblica. La dis-
minucin de esta presencia en el espacio pblico fue uno de
los objetivos del proyecto militar, que conf en los preceptos
socialmente estatuidos respecto de la fgura femenina, para
utilizarlos en benefcio de su propsito.
PALABRAS CLAVE
gnero preceptos naturales resistencia dictadura militar
Introduccin
Tal como lo describe el texto Mujeres, Militancia
y Gnero en los aos 70, entre los aos 60 y 70 se
produjo una notable participacin femenina en la vida
pblica. (Seplveda, 2009:1). Esto fue una novedad
en referencia al rol tradicional de la mujer. Justamente
en este perodo, Argentina viva un momento de crisis
a nivel poltico que deriv en el Golpe de Estado de
1976, ao en que comenz a vivirse una etapa ne-
fasta para la vigencia de los Derechos Humanos en el
pas, durante la cual comenzaron a tener notoriedad
los organismos en su defensa. Las mujeres haban
logrado ya el reconocimiento de muchos derechos
y participaban de diversos mbitos, entre ellos las
organizaciones militantes que en ese momento abo-
gaban por la igualdad de los gneros en contra del
sistema capitalista.
Si bien el accionar de la Junta Militar que derroc
a Isabel Martnez de Pern en 1976 afect tanto a
hombres como a mujeres en nombre de la lucha contra
la subversin en el marco del Proceso de Reorgani-
zacin Nacional, en este trabajo se har hincapi en
el impacto sobre el gnero femenino, un sector de
la sociedad que comenzaba a salir a las calles, y que
sufri la persecucin y el castigo por haber abando-
nado su mbito natural, el hogar. En este marco, se
destacarn las significaciones sociales naturalizadas
de los conceptos madre y hogar, y la importancia que
stas tuvieron para los golpistas. Se profundizar en las
significaciones sociales atribuidas a hombres y mujeres
provenientes de un supuesto orden natural, las que
por mucho tiempo sostuvieron la asimetra de roles a
favor del gnero masculino.
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Adelina Estrada
Rol tradicional de la mujer
Existen estatutos sociales que han marcado el
destino de la mujer en el mundo, incluida la Argentina.
Algunos autores signan los orgenes de esta mirada
hacia la figura femenina en la Ilustracin. Para Rousseau,
por ejemplo:
La mujer carece de razn terica y, adems, no la
necesita segn lo que la naturaleza le depara en la vida:
agradar a los hombres, serle tiles, hacerse amar y
honrar por ellos, criarlos de pequeos, cuidarlos en la
ancianidad, aconsejarlos y hacerles agradable y dulce la
vida. (Laudano, 1995: 50)
Todas las labores para las que la mujer era apta
tenan que ver con su capacidad maternal, esencial y
natural, muy alejada del ambiente pblico. Por su parte,
los varones eran los representantes de la razn pura y,
por lo tanto, los actores principales de la vida pblica
y el sustento de la familia jerarquizada, a la cabeza
de la cual estaba el padre. La mayora de los hechos
histricos en distintos campos, culturales, polticos o
sociales, son impulsados y protagonizados por ellos.
Paradjicamente, los iluministas ilustrados tambin
fueron los que impulsaron la Revolucin Francesa de
1789, de la cual surgi la Declaracin de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, que aboga por la igualdad
de oportunidades. Ya en esa poca se puede vislumbrar
la lucha de la mujer por la igualdad de gnero.
Desde el nacimiento de la Repblica Argentina,
sostenido por ideas liberales, la mujer qued relegada
a las tareas hogareas y a la fidelidad sexual, y excluida
del derecho a la ciudadana, al que slo podan acceder
al contraer matrimonio. Dora Barrancos (2010) sostie-
ne que la distribucin desigual de responsabilidades en
la familia existe desde el origen del Estado Moderno.
Haba una notable distorsin con lo que preconizaban
los supuestos liberales provenientes de la Revolucin
Francesa libertad, fraternidad e igualdad ya que
obviamente las realidades eran diferentes en diversas
partes del planeta. A fines del siglo XIX la ciencia pos-
tulaba la inferioridad de la mujer, como as tambin de
algunas razas. Tambin en ese perodo cobraron pre-
ponderancia las ideas emancipatorias del proletariado.
Sin embargo, mujeres que vivieron en distintos pe-
rodos tuvieron una importante presencia a lo largo de
la historia. En Argentina se puede identificar a mujeres
inspiradores de las grandes hazaas de los prceres
y es posible encontrar muchos ejemplos de mujeres
que lucharon por el divorcio, la educacin, la libertad
sexual, la desigualdad de roles, la participacin poltica,
el trabajo, el voto, en fin todo lo inherente a derechos
cvicos, polticos y sociales. As, su lucha se transform
en una reivindicacin de gnero, entendiendo a ste
como la construccin sociocultural de la relacin entre
hombres y mujeres en un tiempo histrico y en una
sociedad dada (Grzegorczyk, 2004: 141).
Esa construccin cultural demarc una tradicional
asimetra de roles a favor de la masculinidad, que se
consolid en un sistema patriarcal respaldado por
las doctrinas religiosas y occidentales heredadas de
la hispanidad. Se puede rastrear el fundamento de
la desigualdad en una cuestin meramente biolgica
cargada de subjetividad.
En la relacin de gnero se ponen en juego las diferencias
entre hombres y mujeres, vinculadas al sexo biolgico y a
funciones reproductivas en especial y, secundariamente,
a lo fsico-anatmico (fuerza, altura, forma corprea). A
partir de las significaciones atribuidas a la misma (que se
toman como eje de socializacin y control) se configura
la asimetra (desigualdad social) de gnero (Grzegorczyk,
2004: 141).
Los registros que muestran una desigualdad de
gnero en las mujeres se documentan incluso entre
las tribus aborgenes, donde eran intercambiadas por
armas. Por sus caractersticas, a lo largo de la historia
las tareas que les asignaban tenan que ver con: ocu-
pacin de nodrizas, servicios domsticos; y actividades
como bordados, costuras en mbitos de conventos,
parteras y actrices.
El gnero es un asunto poltico, pues desde el proceso
histrico se ha podido observar que las mujeres, por el
slo hecho de serlo, son las ms explotadas, oprimidas y
discriminadas tanto en lo econmico como en lo social y
poltico; en tanto los varones han sido tradicionalmente
quienes han ocupado los espacios de poder, han sido
los redactores y ejecutores de la ley, as como los
beneficiarios de la produccin econmica, excepto
aquellos que tienen ciertas condiciones que los califican
como objetos de discriminacin al igual que las mujeres,
tal el caso de los negros o de los homosexuales
1
.
Si bien la subyugacin es de carcter universal, las
caractersticas de la violacin de los derechos humanos
varan acorde a contextos polticos, sociales, econmi-
cos y culturales, por lo que las mujeres son sometidas a
distintos tipos de tortura segn el lugar donde habitan
o se desenvuelven. En occidente existe un alto ndice
1
En: http://www.filo.unt.edu.ar/rev/temas/t2/t2_web_art_garrido_mujeres_organizaciones_armadas.pdf.
50
espacios 34 - 2012
Los Derechos Humanos desde una perspectiva de gnero. El rol de la mujer en la ltima Dictadura Militar
cin Industrial (1870-1914). El contexto de avances y
retrocesos en beneficio de la mujer tuvo sus frutos, y
a fines del siglo XIX, la Argentina comenz a hacerse
eco de los preceptos del feminismo.
El feminismo es un movimiento social y poltico con
sustento terico y con una posicin crtica de la
realidad. Destinado a lograr igualdad de derechos,
oportunidades, recursos o bienes sociales entre varones
y mujeres o entre lo considerado masculino o femenino
2
.
La posicin de la mujer iba ganando nuevos espa-
cios en paralelo a la modernizacin, el control de la
naturaleza, el desarrollo cientfico, el triunfo de la bur-
guesa y el proletariado industrial; pese a ello el orden
natural segua teniendo preponderancia y se tema que
su violacin traera consecuencias negativas. Es decir
que pese a la marea modernizante que imperaba, la
mujer continu siendo destinada pura y exclusivamente
para las labores domsticas y los deberes conyugales.
Una de las primeras profesiones femeninas con
ms aceptacin por su familiaridad con las funciones
de cuidado y asistencia fue la de maestra, junto con
aquellos oficios relacionados con la medicina. Se
apreciaba la capacidad de la mujer aunque al mismo
tiempo haba un cierto resquemor a que abandonara el
hogar. Entrado el Siglo XX, Argentina estaba distante
de una consagracin extendida del ideario liberal, sin
embargo las doctrinas sociales que abogaron por los
derechos del proletariado y de las mujeres se fueron
expandiendo. Desde los aos 50, se comenzaron a
cuestionar los valores y costumbres del pasado.
La familia, el rol de los hombres y de las mujeres, los
jvenes, se vieron sacudidos por nuevas ideas que
modificaron sus comportamientos. En los aos 50, y
sobre todo a partir de la dcada del 60, se produjeron
cambios importantes en las familias. La segunda mitad
del siglo XX, fue testigo de la mujer en el mercado
laboral y cursando estudios superiores; como as
tambin de medidas de control de la natalidad
3
.
En este contexto, en Argentina comenzaron a
cobrar importancia las ideas del Socialismo, fuerza
poltica con lineamientos a favor del feminismo, que
tena gran impacto en Europa. ste organiz a grupos
de trabajadoras; se crearon centros, como el Socialista
Femenino, para promover sus derechos; se hicieron
manifestaciones favorables al divorcio; y se luch por
el sufragio femenino, la modificacin del Cdigo Civil
de mujeres golpeadas y en la India son asesinadas por
disputas alrededor de la venta de mujeres con fines
matrimoniales. En otros pases la muerte es causada
por deshonrar a la familia por relaciones extramatri-
moniales voluntarias o involuntarias, y existen lugares
donde el castigo consiste en la lapidacin. Algunos
ritos tradicionales de determinadas culturas, como la
mutilacin genital femenina, tambin son consideradas
prcticas que violan los derechos humanos de la mujer.
Por muchos aos, las mujeres no tuvieron acceso
a informacin sobre el coito ni de su cuerpo, mucho
menos podan plasmar propuestas inherentes al control
de la natalidad, fueron sometidas a la imposicin de
matrimonios, castigadas por ser promiscuas e infieles,
deban salir acompaadas a las calles y tenan escaso
acceso a la educacin. La sensibilidad maternal les
otorg su lugar en la sociedad, reducindolas a una
finalidad reproductiva y a una ocupacin determinada.
Estaban sujetas a un estereotipo que las ubicaba dentro
del hogar y les asignaba labores domsticas, alejndolas
del mbito pblico.
Pese a lo establecido en base a preceptos natura-
les, por las circunstancias histricas, la mujer adquiri
protagonismo al tener que suplantar al hombre en
sus tareas, por ejemplo en perodos de guerras. Con
bajos niveles de instruccin y ya involucradas en la
industrializacin (mitad del Siglo XVIII, principios del
XIX) accedieron mayormente a trabajos manuales a
cambio de remuneraciones escasas: mucamas, lavan-
deras, cocineras. Mientras, seguan sometidas a los
preceptos que la sociedad les haba atribuido y que se
manifestaban en diversos aspectos, como la vestimenta
y el comportamiento, pero por sobre todo en su figura
de madres y esposas fieles. El hogar se torn el mbito
crucial para la formacin de los varones, los que luego
seran los protagonistas de la vida pblica, aunque en
Argentina a partir de algunas medidas liberales como
la educacin pblica impuesta por Sarmiento, se jerar-
quizaban las acciones que el Estado promova para la
equidad entre el hombre y la mujer. Pero por otro lado
en 1869 se sancion el Cdigo Civil que determin
la incapacidad relativa de la mujer casada, colocndola
bajo tutela del marido (Barrancos, 2010: 101).
Feminismo
A fines del siglo XIX se origin un movimiento
ideolgico y poltico que tom la etiqueta de femi-
nismo, inmerso en un contexto en que se avizoraba
la modernidad, y se desarrollaba la Segunda Revolu-
2
Apuntes de la ctedra Problemtica de Derechos Humanos; 2010.
3
En http://www.encuentro.gov.ar/nota-1272-Las-decadas-del-60-y-70.html.
51
espacios 34 - 2012
Adelina Estrada
y el aborto voluntario. Adems, surgi el Anarquismo
integrado por miembros provenientes de diversos seg-
mentos obreros, que predicaba el fin de la explotacin
capitalista y slo crea en la accin revolucionaria. Se
opona a la Ley para construir sociedades igualitarias,
y promova el ideal de soberana individual en pro de
un nuevo rgimen colectivo. Fueron pioneros de la
libertad sexual y de la prdica del control de la nata-
lidad, y adems trabajaron en la eliminacin del yugo
patriarcal representado por el padre.
El desarrollo del Feminismo se reflej en los pro-
ductos culturales, que evidenciaron la liberacin de la
mujer en diversos planos, manifestndose por ejemplo
en la vestimenta y la msica. Todos estos factores
intervinieron en la transformacin de las costumbres
tradicionales. Tanto el Socialismo como el Anarquismo
fueron cruciales para la lucha femenina, sin embargo el
contexto las empuj a pelear contra otro flagelo, del
cual eran vctimas conjuntamente con los hombres, el
capitalismo. As fue que el Comunismo tuvo eco en la
generacin de argentinos que desde fines de los aos
60 se propuso construir un pas mejor. Cabe aclarar
que la premisa principal fue la de disminuir la brecha
de desigualdad, para lo cual las mujeres participaron
en organizaciones, que si bien les otorgaron un lugar
mejor para llevar a cabo el proyecto, no reivindicaron
en primer plano la lucha por sus derechos. El objetivo
de esa mujer militante no era la igualdad de gnero,
sino la revolucin en nombre de obreros y campesinos
explotados por el sistema
4
. El proyecto social consista
en entregar la vida por un fin colectivo, y las mujeres
asumieron esa responsabilidad a la par de sus parejas,
quienes adems compartan con ellas las tareas del
hogar y el cuidado de los hijos. An as la diferencia de
gnero estaba signada por la maternidad, y la llegada
de un beb limitaba a la madre en la participacin en la
militancia, y por tanto en las posibilidades de ascenso
dentro de la organizacin.
Auge de la participacin femenina
En Argentina ya haba antecedentes de movimien-
tos en contra de las mujeres como la Liga Patritica
Argentina, de 1920, un grupo de perfil catlico y
conservador, que llev adelante un programa cuyo
objetivo fue rectificar las costumbres, reordenar
la vida pblica y reencauzar a las mujeres hacia sus
sagrados mandatos. Tambin hubo, en el transcurso
de la historia argentina, polticas que las beneficiaron,
como la creacin de la Divisin de Trabajo y Asistencia
4
El sistema someta a la mujer a una doble explotacin: como mujer y como trabajadora.
a la Mujer en 1944, desde la Secretara de Trabajo y
Previsin a cargo del Coronel Pern y la formacin de
la Comisin Pro Sufragio Femenino. Estos lineamientos
se reforzaron durante la primera presidencia de Pern
(1946-1952), con marcada preferencia por las clases
trabajadoras. El aporte de Eva Pern fue crucial para
su popularidad y para la reivindicacin de la mujer, y
fue por su gestin que se posibilit el voto femenino el
11 de noviembre de 1951. Al ser derrocado durante su
segunda presidencia, en 1955, se visualizaron an ms
las polarizaciones sociales. La Revolucin Libertadora
exili al Presidente constitucional y prohibi cualquier
referencia y manifestacin a su nombre, socavando
la libertad de expresin. En este contexto surgieron
organizaciones que se constituyeron para lograr el
regreso del General Pern, con mujeres participando
de actividades clandestinas.
Hombres y mujeres llevaron en alto las banderas
peronistas y sostuvieron su ideologa; fueron prota-
gonistas de la proscripcin del peronismo, y de las
consecuencias de gobiernos de facto. Caractersticas de
la participacin femenina en organizaciones de este tipo
se pueden encontrar en declaraciones que miembros
de las Fuerzas Armadas Peronistas-FAP-(1968) hicieron
a la revista Cristianismo y Revolucin, en las cuales se
deja entrever una ruptura de los cdigos sociales den-
tro de la organizacin. En las declaraciones se denota
una igualdad de participacin de hombres y mujeres en
el interior de las organizaciones y en todas las tareas
revolucionarias, como una forma de reivindicar los
lineamientos peronistas que elevaron a la mujer.
El triunfo de la Revolucin Cubana en 1959 y tam-
bin la muerte de Ernesto Che Guevara en 1967,
tuvieron influencia en esos grupos, en medio de un
movimiento hippie que alteraba la vida privada y las
costumbres tradicionales. Aspectos como el control de
la natalidad, la participacin en la militancia femenina
y el acceso a los estudios universitarios, marcaban
un cambio que beneficiaba a la mujer en cuanto a su
mayor protagonismo en la sociedad. An as su posicio-
namiento era inferior en referencia a los hombres, ya
que le era difcil liderar y ocupar puestos importantes
en cualquiera de estos mbitos.
Si bien la participacin de la mujer se acrecent en
diversos campos, en este trabajo se sostiene la premisa
de que aquellas que formaron parte de organizaciones
polticas marcaron fuertemente una fractura del mol-
de cultural respecto a lo que se esperaba de la figura
femenina. Segn Patricia Seplveda, en Argentina la
poca ms prxima al logro de una igualdad de gnero
se experiment en las dcadas de 1960 y 1970, cuan-
52
espacios 34 - 2012
Los Derechos Humanos desde una perspectiva de gnero. El rol de la mujer en la ltima Dictadura Militar
do, si bien los avances en esta materia fueron mucho
menores que en Europa, significaron un gran salto
respecto de las generaciones de los aos 50, ya que
aument el nivel educativo y de presencia activa en el
mbito pblico del sexo femenino. El clima de mili-
tancia fue uno de los escenarios en el cual las mujeres
lograron realizar tareas similares a las de los hombres,
sin postergar la maternidad. El contexto, si bien estaba
signado por una fuerte preeminencia catlica, tena
signos de mayor libertad en cuanto a la circulacin de
informacin respecto a la sexualidad y temas tab para
la poca, como el divorcio.
Tras dieciocho aos de exilio Pern regresa al pas
para ocupar nuevamente la presidencia en el perodo
1973-1977, fallece en 1974 y lo sucede su mujer Mara
Estela Martnez de Pern, etapa en la cual se desata la
crisis del movimiento peronista y el rebrote de la gue-
rrilla. Estos fueron los antecedentes de la destruccin
simulada bajo una operacin de ciruga mayor que los
militares llevaron a cabo para recuperar el poder perdi-
do. Para ello utilizaron mecanismos que aterrorizaron
a la poblacin. La estrategia quirrgica del gobierno
militar argentino, fue tambin implementada en otros
gobiernos latinoamericanos para frenar el avance del
Comunismo. Todos fueron influenciados por la doc-
trina de seguridad nacional y, mediante la ejecucin
del Plan Cndor, los gobiernos de Chile, Argentina,
Paraguay, Uruguay, Brasil y Per, acordaron perseguir
a los opositores de su rgimen. Cabe destacar que los
Gobiernos Militares impusieron un Estado neoliberal,
minimizado, privatizado, gendarme, garante subsidiario
del funcionamiento econmico capitalista, y subsidiario
del mercado. La mujer fue confinada para retomar su
funcin tradicional y deba ponerse al servicio de los
fines disciplinarios del proceso.
Su misin prioritaria ser vigilar a sus miembros y
contener cualquier desborde. As el mbito privado
y familiar ser el lugar femenino por excelencia, amas
de casa responsabilizadas por el futuro de sus hijos,
un rol fundamental cuidar a sus hijos de la subversin
(Seplveda, 2009: 14).
El miedo congel voluntades y concentr los es-
fuerzos en evitar la propagacin de ideas subversivas,
dejando atrs el espritu combativo de las mujeres
militantes, y de aquellas que haban ganado otros es-
pacios. El producto de su legado se fue desvaneciendo
con el tiempo. La mujer argentina regres a su mbito
privado de origen, dejando atrs uno de los mejores
momentos en que goz de mayor nivel de participacin
junto a los hombres.
Terrorismo de Estado 1976-1983
Slo el Estado, para el que no aceptamos el papel de mero
espectador del proceso, habr de monopolizar el uso de la fuerza
y consecuentemente slo sus instituciones cumplirn las funciones
vinculadas a la seguridad interna. Utilizaremos esa fuerza cuantas
veces haga falta para asegurar la plena vigencia de la paz social.
Con ese objetivo combatiremos, sin tregua, a la delincuencia
subversiva en cualquiera de sus manifestaciones,
hasta su total aniquilamiento.
Jorge Rafael Videla
5
Teniendo como premisa principal eliminar la gue-
rrilla y la subversin, en 1976 la Junta Militar depuso al
gobierno constitucional de Isabel Martnez de Pern,
declarado inepto para neutralizar la crtica situacin so-
cial. El golpe de 1976 cont con la participacin activa
de las tres armas, con un objetivo muy marcado por la
intencin de encontrar solucin a la crisis. El accionar
para combatir a los guerrilleros con el fin de neutra-
lizarlos o aniquilarlos ya se haba fundado durante la
democracia, mediante la Triple A, de manera que al ser
implementado por el Estado contrajo un marco legal.
Fue as que respondieron con el abuso del poder y es-
condindose detrs de la figura de Estado que en lugar
de garantizar el bienestar, fue utilizado para canalizar
el sufrimiento mediante la tortura y asesinato de ms
de 30000 personas.
Testimonio viviente de la existencia de la represin
estatal mucho antes del Golpe de Estado, es el activista
por los Derechos Humanos Hiplito Solari Yrigoyen
6
,
quien resume la situacin: En poltica es como en
biologa, no existe la generacin espontnea, y bueno,
el 24 de marzo del 76 no se pas de un paraso a un
infierno, sino de un infierno a otro mucho peor. El
supuesto enemigo interno fue el blanco del Proceso
de Reorganizacin Nacional. La persecucin abarc
la vigilancia de la actividad poltica, la represin de
actividades consideradas subversivas, la intervencin
en el sistema poltico, y la exclusin de la poblacin de
la participacin democrtica. Respecto a su visin del
enemigo interno, Videla expresaba:
5
Fragmento del discurso de Jorge Rafael Videla al asumir la presidencia, el 30 de marzo de 1976. Diario La Nacin, 31 de
marzo de 1976 http://www.elhistoriador.com.ar/documentos/dictadura/24_de_marzo_de_1976_las_voces_del_pasado.php.
6
Las declaraciones del Dr. Hiplito Solari Yrigoyen corresponden a una entrevista propia, en ocasin de haber sido invitado
por la Municipalidad de Ro Gallegos dondeel 30 de marzo de 2011 brind una disertacin sobre Derechos Humanos en
conmemoracin al Da de la Memoria, por la Verdad y la Justicia.
53
espacios 34 - 2012
Adelina Estrada
En este tipo de lucha no solamente es considerado
como agresor el que agrede a travs de la bomba, del
disparo o del secuestro, sino tambin aquel que en el
plano de la ideas quiera cambiar nuestro sistema de vida
a travs de ideas que son justamente subversivas; es
decir subvierten valores, cambian, trastocan valores...
El terrorista no slo es considerado tal por matar con
un arma o colocar una bomba, sino tambin por activar
a travs de ideas contrarias a nuestra civilizacin...
(Declaraciones del Teniente General Videla a periodistas
britnicos en diciembre de 1977)
7
.
Adems, Videla se propuso reprimir y desmovilizar
a la sociedad argentina, que consideraba desafiante por
su lucha. En su plan involucr a la mujer y apel a su pa-
pel naturalizado. Para cumplir su cometido, utilizaron
a las instituciones como la familia, la escuela, partidos
polticos, clubes y medios de comunicacin. Sus pro-
psitos fueron normalizar la economa y reimplantar
el orden en la sociedad por medio del sometimiento
de los sectores populares. Para lograr sus objetivos
aplicaron un sistema de exclusin y desmovilizacin
poltica de los sectores populares activos en la etapa
anterior, destruyeron los recursos con los que conta-
ban las organizaciones, y suprimieron la democracia
poltica. La libertad de expresin fue reducida en todos
los mbitos: desde el Congreso hasta los movimientos
polticos, culturales y estudiantiles. Se neutralizaron
las organizaciones populares, la accin partidaria, las
organizaciones gremiales y hasta se censuraron aspec-
tos del campo cultural calificados como amenazantes.
En este marco se llev a cabo la represin en
forma clandestina para neutralizar a los opositores e
incluso eliminarlos. El castigo someta a las vctimas a
dolorosos procesos en campos de detencin a los que
fueron trasladados sin orden de arresto y sin otorgar
informacin a los familiares. Los mecanismos con que
llevaron a cabo su cometido evidenciaron la presencia
de un plan sistemtico muy bien organizado. La mayora
de las vctimas fatales del proceso se convirtieron en
desaparecidos; y los nios secuestrados junto a sus
padres o nacidos en cautiverio fueron reubicados en
familias de las Fuerzas Armadas, o puestos en adopcin.
Lo cierto es que aun hoy las Abuelas de Plaza de Mayo
continan tras el paradero de muchos de ellos. La gue-
rra contra la subversin abarc a toda la poblacin y
apunt a la censura de ideas contrarias a la civilizacin
occidental y cristiana. Muchas de las vctimas no re-
gistraban relacin alguna con los grupos denominados
terroristas, aunque tampoco es justificable que desde el
Estado se tomen medidas ilegales para combatir contra
un sector de la sociedad que alz las armas para pelear
por sus propsitos. Por supuesto, aquellas mujeres que
participaron de los denominados grupos terroristas,
como otras tantas que no, fueron apresadas en forma
ilegal y vctimas de los maltratos. Segn declar el juez
Baltasar Garzn en unas jornadas sobre Derecho Penal
Internacional y Gnero en Buenos Aires:
Las torturas durante las dictaduras en pases como
Argentina, Per y Guatemala se ejercieron desde
una perspectiva de gnero. El ensaamiento con la
mujer fue mayor en los crmenes cometidos en estas
dictaduras
8
.
Su opinin est fundada en las mayores posibilida-
des con las que contaban los militares para castigar al
gnero femenino, muchas de ellas emparentadas con
las amenazas hacia los hijos, de hecho el testimonio
de una sobreviviente reproducido por Pilar Calveiro,
relata que los inescrupulosos torturadores llegaban a
hacer que la mujer desnuda y con los ojos vendados
tuviera un parto en medio de insultos. Tambin, y en
base a su experiencia mientras estuvo detenido en un
centro clandestino, Solari Yrigoyen afirm que:
La experiencia que he recogido en el campo de
concentracin que yo estuve, fue que las mujeres sufran
delitos sexuales que los hombres no sufran, suframos
todos barbaridades pero por el hecho de ser mujer,
eran vctimas de eso.
Este actual activista por los Derechos Humanos
considera que por las caractersticas con las que se llev
a cabo el Terrorismo de Estado, los crmenes llevados
a cabo entre 1976 y 1983 se enmarcan en delitos de
Lesa Humanidad, destacando su carcter sistemtico y
la imprescriptibilidad que se le aplic a la sancin de los
culpables. Estos delitos se caracterizaron como aque-
llos dirigidos contra la poblacin civil en general a raz
de diversos motivos, discriminando a los perpetrados
contra un grupo al cual se selecciona con el propsito
de exterminarlo.
En tanto, un organismo de Derechos Humanos, el
Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), caracte-
riz a la represin como un plan sistemtico orgnico,
y no como un conjunto de hechos aislados o ajenos al
Gobierno, lo que deriva en un petitorio de condena
por Genocidio. Es decir que hubo una intencin clara
de atacar a un grupo, aunque este no responda a los
designados por la definicin de genocidio, cartula que
se aplica a crmenes que fueron planeados especfi-
camente para aniquilar total o parcialmente a grupos
7
http://www.elhistoriador.com.ar/documentos/dictadura/24_de_marzo_de_1976_las_voces_del_pasado.php.
8
http://www.publico.es/espana/331523/las-dictaduras-han-torturado-mas-a-las-mujeres-que-a-los-hombres/version-
imprimible
54
espacios 34 - 2012
Los Derechos Humanos desde una perspectiva de gnero. El rol de la mujer en la ltima Dictadura Militar
religiosos, tnicos o raciales, quedando excluidos los
crmenes apuntados a ncleos de personas unidas por
razones polticas. Pese a que el ataque de la Dictadura
Militar es considerado legalmente como crimen de
Lesa Humanidad, para el CELS la clara intencionalidad
de destruccin en este caso contra los subversivos
es crucial a la hora de encuadrarlo como genocidio.
Fue la modalidad represiva del Estado, no un hecho
aislado, no un exceso de grupos fuera de control, sino
una tecnologa represiva adoptada racional y centrali-
zadamente (Calveiro, 2004:31). En este marco, haba
un claro sntoma de intencionalidad propia del Genoci-
dio, con patotas encargadas de secuestros, grupos de
inteligencia que manejaban la informacin til para los
interrogatorios, guardias que controlaban los campos,
y los encargados de procedimientos de traslado.
El rol de las mujeres
en la lucha antisubersiva
Las acciones del Gobierno Militar apuntaban a los
grupos guerrilleros cuyas manifestaciones, adems de
ir contra el progreso de la Repblica, socavaban las
bases de la institucin pilar de la sociedad, la familia.
Fueron acusados de tener la intencin de destruir a la
familia y a la patria, y de cuestionar la relacin hombre-
mujer, que es netamente biolgica y por tanto deba
responder a los preceptos naturales para sostener la
paz y tranquilidad. La familia, y en especial la madre,
fue utilizada por el Gobierno de Facto para cumplir
sus objetivos de aniquilar la subversin, la autoridad
le impuso una labor que la comprometi a guiar a
los hijos por caminos alejados de la subversin, para
terminar con actitudes que afectaban al desarrollo de
la Nacin y eran consideradas peligrosas para la socie-
dad. Ese grupo constituido naturalmente deba estar
organizado con el padre a la cabeza de las decisiones y
ser conservador en sus prcticas y valores, de manera
de estar al servicio del Proceso Militar.
Las figuras femeninas que haban comenzado a
asomar sus narices hacia el ambiente pblico fueron
devueltas a sus posiciones tradicionales mediante un
discurso muy fuerte, canalizado mediante los medios
de comunicacin. En un documento resultado de una
investigacin y anlisis, Nora Laudano destaca que en las
formaciones discursivas de los militares se detecta que
pretenden convertir a la familia en la institucin clave
de su Proyecto de Reorganizacin Nacional. Se trata de
una reorganizacin nacional/reorganizacin familiar;
una y otra no podrn hacerse sin reajustar el rol de la
primera de las sociedades naturales, y el papel que
desempean en ellas las mujeres (Laudano, 1995: 7).
Aqu se evidencia la alusin a las leyes naturales
que por aos las mujeres trataron de evadir, o por lo
menos expandir hacia el plano pblico. Se habla de su
rol considerado innato de cuidar a la familia desde su
lugar de madre y respetando el rol del padre, que no
slo posee mayor autoridad ante los hijos, sino tambin
hacia la madre y esposa. Una doctrina impregnada
del ideario occidental y cristiano, del militarismo y el
patriarcado, con la que las mujeres haban peleado
obteniendo escasos pero significativos logros en di-
versos aspectos. Se trata de un retroceso al que haba
que acceder por una simple adhesin o por miedo, lo
cierto es que se marc un lineamiento claro y conciso,
su misin era la contencin del desborde, el control y
la vigilancia, para la seguridad de la propia familia y de
la Nacin. Colaborar o no con la causa propuesta por
los militares no era una decisin que se poda tomar
libremente. Testimonios de mujeres que vivieron en
esa poca aluden al miedo que imperaba y que impul-
saba a transmitir la ideologa tal como la planteaba el
Gobierno. El discurso militar se refiri a la mujer desde
su lugar en la familia, indicando a sta como el ncleo
donde se debe profundizar para luego obtener resulta-
dos positivos a nivel social. La construccin de un buen
ciudadano parta desde el hogar, y por eso se potenci
la posicin de la mujer como ama de casa, esposa y
madre, como as tambin se realz su responsabilidad
en la formacin y crianza de los hijos. Como clula
vital de la sociedad, fue la responsable de la actuacin
de los hijos en la vida pblica, de manera que en ella
se deposit el destino de la Nacin, en detrimento de
ideologas que perturbaran el desarrollo capitalista.
En este perodo tambin hubo determinaciones
contradictorias respecto a las mujeres con el afn
de revertir la discriminacin histrica, y uno de los
reconocimientos para ellas en el mbito pblico lleg
por su especialidad innata de educadoras. As fue
que de alguna manera reivindicaron lo que Sarmiento
plante como partidario del liberalismo, abogando por
la educacin pblica destinada a ambos sexos e inclu-
yendo en su proyecto a mujeres como Juana Manso,
crey en la participacin de la mujer en la enseanza
como algo crucial para erradicar la barbarie, ya que
stas seran un pilar de trasmisin de conocimientos
poniendo en prctica su calidad maternal, que asegu-
raba el xito del trabajo pedaggico. En referencia a
esto, Sarmiento dijo: hagan maestra de escuela. Para
educar a los pueblos bien y barato, nada mejor que la
mujer (Barrancos, 2010: 109).
La mujer maestra fue otro engranaje del Proyecto
Militar, haciendo alusin al encasillamiento histrico
que las ubic como la segunda mam. En ese enton-
ces su misin principal se concentr en la formacin
apuntando a aspectos espirituales, morales y de per-
sonalidad, dejando en un segundo plano la transmi-
sin de conocimientos referentes a diversos campos
curriculares. As el protagonismo de la mujer en el
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Adelina Estrada
establecimiento de la seguridad del pueblo se duplic,
ya que deba velar por ella en el hogar y en la escuela.
Otras de las acciones que se realizaron por la inclusin
femenina fue el dictamen de Leyes para el amparo de
trabajo, la igualdad de trato y medidas protectoras de
la maternidad. Por otra parte, en los discursos militares
tambin se alude a la debilidad femenina, en especial
cuando manifestaban que los varones pertenecientes
a grupos guerrilleros maltrataban a sus compaeras.
Desde los militares se insiste permanentemente en las
cualidades de las mujeres instituidas como naturaleza
femenina: sensibilidad, amabilidad, cordialidad,
hospitalidad, paciencia, amor y condiciones morales. En
menor escala se plante tambin la inteligencia y coraje
mientras que, en otros casos, son puestas al mismo
nivel que los nios, al hablar de personas indefensas que
pueden ser atacadas por la llamada guerrilla subversiva
(Laudano, 1995:89).
Como es habitual, las palabras que dirigan a las
mujeres estaban condicionadas a sus fines, y a la clase
de mujeres a las que queran llegar. Para la madre y
maestra expresaron halagos, en tanto aquella que es-
taba involucrada en la guerrilla o era catalogada como
subversiva perda las virtudes que le eran atribuidas a
la figura femenina.
El accionar de Organismos
de Derechos Humanos
Pese a que las medidas represivas se desarrollaron
con un manto de silencio, la respuesta de Organismos
de Derechos Humanos no tard en aparecer. Soriano
(2005) expresa que stos comenzaron a incorporarse
en las luchas polticas y sociales del mundo entero a
partir de la Declaracin de los Derechos del Hombre
de la Revolucin Francesa y de la Constitucin Nor-
teamericana. Este autor describe que despus de la
Segunda Guerra Mundial el tema se torn central para
las Naciones Unidas, y se plasm en la Declaracin
Universal de los Derechos Humanos de 1948, base de
todas las proclamas, pactos y tratados civiles, polticos,
econmicos y sociales, que se fueron incorporando en
las Constituciones de varios pases. En Argentina, la
Constitucin creada en 1853 fue reformada por ltima
vez en 1994, oportunidad en la que se reconoci la pre-
eminencia de los tratados internacionales y se sumaron
otros artculos en defensa de temas ambientales, el
derecho a la informacin entre otros. Esto da la pauta
de que los Derechos Humanos son una cuestin que
est en constante revisin y su progreso es acorde al
contexto y necesidades que van surgiendo. No hay
que olvidar que aun queda mucho por hacer en esta
materia, ya que al igual que en otros campos, hoy en
diversas partes del mundo, miles de mujeres sufren de
violaciones a sus derechos.
Retomando la lnea cronolgica, pese a los avan-
ces registrados luego de la Declaracin Universal, en
Amrica hasta la dcada del 70, no se produjeron
acciones concretas, ya que sus preceptos amenazaban
tradiciones y costumbres. En el caso de Argentina, los
militares vieron perjudicado el estamento cristiano y
occidental, como as tambin a la familia, considerada
institucin sagrada. Su recuperacin era crucial para
la doctrina capitalista que pretendan desarrollar con
xito. La represin ilegal que los militares emprendie-
ron para salvar dichos preceptos, fue la que activ la
lucha por los Derechos Humanos en Argentina. Las
redes internacionales y regionales latinoamericanas
de Derechos Humanos tambin tuvieron su mayor
empuje en esta dcada, y fueron cruciales para la
denuncia y sancin de violaciones en otros pases. Su
entrada en el escenario de terror impuesto desde el
propio Estado hizo evidente el innegable abuso que
estaba sufriendo la poblacin, con detenciones ilegales,
tortura de prisioneros polticos y de presos comunes
y crceles inhumanas. Con el Golpe de Estado se cris-
talizaron dos modalidades represivas emblemticas:
la desaparicin forzada de personas y la apropiacin y
el cambio de identidad de nios secuestrados con sus
padres o nacidos en cautiverio. Ante este panorama,
la demanda por violacin a los Derechos Humanos se
fue expandiendo. El primer organismo que lleva este
trmino en su nombre es la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos (APDH) de 1975. Su funcin es
promover la real vigencia de los Derechos Humanos
enunciados en la Declaracin Universal de las Naciones
Unidas, y en la Constitucin Nacional, y contribuir a
poner fin al terrorismo de todo signo. Tambin, entre
1975 y 1976, el Servicio de Paz y Justicia SERPAJ ini-
ci una campaa internacional de denuncia y reclamo
por la reivindicacin de los Derechos Humanos, y
surgieron otros organismos relacionados con diversos
sectores sociales como el Movimiento Ecumnico por
los Derechos Humanos (MEDH). Fue en este contexto
en que adems surgieron las Madres de Plaza de Mayo,
las Abuelas, los Familiares de detenidos y desaparecidos
por razones polticas. Tambin fue importante el aporte
del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la Liga
Argentina por los Derechos del Hombre, el Movimiento
Judo por los Derechos Humanos (MJDH).
Dentro de la heterogeneidad de movimientos, los
ejes fundamentales fueron la difusin y denuncia pbli-
ca de las violaciones, incluyendo la accin en el plano
internacional para conseguir solidaridad y apoyo en la
lucha contra el rgimen dictatorial; por el otro lado la
solidaridad y el apoyo a las vctimas y sus familiares.
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Los Derechos Humanos desde una perspectiva de gnero. El rol de la mujer en la ltima Dictadura Militar
Los reclamos se hicieron or ms all de las fronteras,
y en 1979 visit el pas la Comisin Interamericana
de los Derechos Humanos de la Organizacin de los
Estados Americanos OEA, con el objetivo de recibir
denuncias e inspeccionar centros de detencin. Des-
pus de su visita, los partidos polticos y sus lderes
comenzaron a expresarse ms abiertamente, y se
sumaron tambin redes barriales y de otros perfiles
que colaboraban con la orientacin y asesoramiento
a familiares. Ya en la transicin a la democracia haba
un fuerte protagonismo de organismos de Derechos
Humanos, que reclamaban en contra de la impunidad
para los represores:
Fueron mujeres y hombres provenientes principalmente
de las clases medias los que estuvieron en el origen de
las diferentes organizaciones de Derechos Humanos,
cuya accin generara los primeros cuestionamientos
internacionales a la poltica de la Dictadura
9
.
Otra connotacin
para el rol de madre
Uno de los movimientos ms fuertes de resistencia
y reclamo por los Derechos Humanos fue el de las
Madres de Plaza de Mayo, que plantearon la significa-
cin de madres como un contramodelo al impuesto
por la Dictadura. Al principio fueron tratadas como
tontas e ignorantes, siendo vctimas de la mentira de
los miembros de las Fuerzas, que les negaban cualquier
relacin con la desaparicin de las personas buscadas;
pero su inteligencia fue ms all y supieron utilizar ese
mbito sagrado de la familia para organizarse, como as
tambin otras costumbres atribuidas especficamente
a la figura femenina fueron utilizadas para iniciar las ac-
ciones polticas que en ese momento eran sumamente
arriesgadas: Se apropiaron de ciertas significaciones
vigentes para los militares en relacin a las mujeres y
la familia, dndole otros sentidos y utilizndolos pol-
ticamente (Laudano, 1995: 93).
Por ejemplo, se reunan en eventos familiares como
cumpleaos y aprovechaban esas ocasiones para deba-
tir ideas. Tambin hay testimonios que relatan que al
salir de compras, accin que no levantaba sospechas,
llevaban en sus bolsas panfletos y afiches para pegar
en las paredes. Aun siendo catalogadas como madres
de terroristas y como las locas de Plaza de Mayo,
las moviliz el slo hecho de ser madres para salir del
mbito domstico y pedir por sus hijos y familiares
desaparecidos. Su fuerza se demostr en la continuidad
de la lucha, pese a ser vctimas directas del terror, ya
que muchas madres sufrieron en lo personal el secues-
tro, entre ellas Azucena Villaflor, Mary Ponce y Esther
Balestrino de Cariada. Ese rol de madre que sacraliz
la misma Dictadura, tom un aspecto colectivo en la
organizacin. Todas salieron a las calles con un paal
en la cabeza en nombre de los hijos de cada una de
ellas, de esta forma se configur la madre social. En
este aspecto se evidencia la virtud femenina de esas
protagonistas ante los hechos. Se realza su figura
respecto a la reaccin de los padres de los detenidos
que en vez de unirse en forma mancomunada en el
reclamo dejaron filtrar sus diferencias ideolgicas y por
tanto frenar su mpetu de justicia. Las Madres hicieron
algo muy importante, que fue pasar por encima de la
religin, la raza y el partido poltico (Laudano, 1995:
81). Trabajaron sobre diversas consignas. Desde la
reaparicin de las vctimas vivos o muertos hasta la
aparicin con vida en 1980. Actualmente, son una
agrupacin emblemtica y ejemplar en el pas, que
aboga por el fomento de la memoria, ya que el olvido
podra derivar en la repeticin de los hechos cruentos
que sucedieron durante la Dictadura Militar.
Conclusiones
Al recorrer la historia se debe profundizar el anlisis
para resaltar el protagonismo de las mujeres, ya que los
hombres ocuparon los roles ms representativos en el
sector pblico, siendo los responsables de la toma de
decisiones. Sin embargo la presencia femenina siempre
estuvo vigente, mediante figuras destacadas que lucharon
por la reivindicacin en diversos campos. La naturali-
zacin social de la posicin de la mujer y sus funciones
primordiales en la vida, han jugado en contra de su
crecimiento a nivel personal, subsumindola al mbito
domstico, y atribuyndole slo la capacidad de ejecutar
labores hogareas. Sin importar la condicin social que
ocupe, la mujer siempre estuvo en segundo plano, y
mucho ms relegada est la perteneciente a clases bajas.
Aunque siempre hubo esfuerzos por controlar a
la figura femenina para que respete los cnones que
le fueron atribuidos, en el transcurso de la historia y
especialmente durante las dcadas de 1960 y 1970 en
Argentina, el contexto cultural y poltico fue el escena-
rio propicio para que los cdigos impuestos en cuanto
al rol de la mujer en la sociedad fueran quebrantados.
Las mujeres cuestionaron las formas tradicionales y,
muchas veces, de la mano de sus compaeros, comen-
zaron a tener protagonismo en la vida pblica. En esa
poca se resalta la participacin en distintos campos,
primordialmente en las agrupaciones polticas, trans-
formndose en un importante precedente del salto de
la vida privada a la pblica. Sin embargo, nuevamente
los designios naturales, esta vez enaltecidos por la
9
www.maristellasvampa.net/archivos/period07.doc.
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Adelina Estrada
Dictadura Militar que irrumpi en el gobierno en
1976, fueron el motivo de la retraccin. La mujer, tal
y como se haba visibilizado histricamente, era til
para el proyecto de los golpistas. Su papel de madre
fue idolatrado y utilizado para combatir la subversin,
que socavaba las bases del pas y el progreso capitalista.
Nuevamente subsumida en el mbito domstico, y
vctima de discursos hegemnicos que les indicaron
su lugar y objetivos de vida, qued relegada a cumplir
con lo que se esperaba de ella.
Sin embargo, movilizada por las atrocidades de
la Dictadura, la presencia pblica de las mujeres fue
recuperada por las Madres de Plaza de Mayo, que
invocando justamente su condicin de madres ini-
ciaron acciones para recuperar a sus hijos, vctimas
del Proceso. Esta aparicin en medio del horror es
ejemplo de la fortaleza de la figura femenina, que est
muy lejos de responder a la concepcin estereotipada
de pasivas, sumisas y tiernas que incluso actualmente
se les atribuye. Las garras de las madres se mostra-
ron, al igual que las de muchas mujeres que en sus
respectivas pocas transcendieron por el slo hecho
de transgredir el mandato moral. Hoy no deberamos
estar hablando de la grandeza de las mujeres por el
hecho de demostrar sus capacidades fsicas, morales e
intelectuales, sin embargo la historia sign un destino
que constantemente debe ser revertido mediante
acciones que demuestren que la mujer y el hombre
son iguales, y por ende sobre ellos deben recaer las
mismas obligaciones y derechos.
El debate en torno a los Derechos Humanos
contina en vigencia y debe ser impulsado en forma
continua, de manera de reivindicar los logros y pro-
fundizar en otros campos que quedan pendientes.
Especficamente, en lo que respecta a la perspectiva
de gnero se pueden rescatar grandes y notorios
cambios en especial en Amrica Latina, ya que no
es casual que mujeres estn en la Presidencia de
algunos pases, como lo es el caso de Argentina. En
lo que respecta a nivel local, en Ro Gallegos se cre
la Subsecretara de la Mujer a nivel provincial, y en el
mbito Comunal trabaja el Consejo Municipal de la
Mujer, ambos organismos que, en forma conjunta con
otras organizaciones impulsan acciones que respaldan
y reivindican los derechos.
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58
espacios 34 - 2012
La alegra del pensar
RESUMEN
El trabajo aborda la prctica de la flosofa en el aula pero
no lo hace desde un punto de vista didctico, ni desde la
fundamentacin de la inclusin de la prctica flosfca en la
currcula escolar por su valor instrumental en la educacin.
En cambio, se centra en el pensar como fn en s mismo. Par-
tiendo de la nocin de pensamiento de Spinoza, as como de
su concepcin de la alegra, el trabajo busca argumentar que
el pensar, lejos de ser aburrido, es una forma de afrmacin
de s. Para ello, se vale tambin de la concepcin pascaliana
de la diversin. Usando estos conceptos, se subraya el valor
del pensar antes que el valor instrumental de la prctica de
la flosofa y se aporta una mirada flosfca sobre la prctica
en el aula.
PALABRAS CLAVE
flosofa pensar alegra Spinoza Pascal
Este trabajo se inscribe en el marco de la prctica
de la Filosofa en el aula desde la escuela primaria. Sin
embargo, quisiera advertir que no me dedicar aqu a
las cuestiones de que habitualmente tratan los trabajos
situados en este marco. En este sentido, el trabajo no
contendr reflexiones ni fundamentaciones pedaggi-
cas sobre el papel de la Filosofa en las escuelas; esto
es, no me referir aqu a la importancia de la filosofa
para ensear o aprender a pensar, o para el desarrollo
del pensamiento crtico, ni para la constitucin de
ciudadanos tolerantes y responsables. El objetivo de
esta reflexin es tal vez menos institucional. Hasta se
podra jugar a parodiar su intencin con ttulos como
El pensar era una fiesta (si se me permite el honor
de parafrasear el ttulo que pertenece a Gustavo Rol-
dn), o Yo pienso porque me gusta (parafraseando
a un cantante algo menos creativo que Roldn pero
no menos popular), o El placer de pensar (bastante
ms barato que el placer de volar en Aerolneas, por
cierto). En sntesis, esta exposicin no tratar sino de la
alegra de pensar, una alegra que suele ser postergada
por la urgencia de otras argumentaciones cada vez
que defendemos nuestra fuente de trabajo frente a la
amenaza de alguna nueva reforma, o por la meticu-
losidad al justificar las notas de los boletines, o por la
presin de la burocracia de las instituciones escolares;
una alegra que hasta nosotros mismos olvidamos y
que, en consecuencia, nuestros alumnos rara vez llegan
a disfrutar, de manera que en ocasiones finalizan su
proceso de escolarizacin sin siquiera sospechar las
felicidades que, como buena amante, la Filosofa oculta
mostrando y muestra ocultando.
No obstante el tono aparentemente superficial que
parece imponer hablar de la alegra, lo que se plantea
aqu es profundizar en un concepto filosfico, para lo
cual, proponemos el siguiente recorrido: en primer
lugar, pagar la deuda con Spinoza por el concepto de
alegra y su relacin peculiar con el pensamiento; luego,
precisar el concepto de alegra en una distincin con la
diversin tomando algunas consideraciones que hace
Pascal sobre la diversin; finalmente, concluir con una
espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 58-61. ISSN 1515-3983
La alegra del pensar
Andrea Pac
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA AUSTRAL
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Andrea Pac
1
Cf. Henry, 2008.
2
A pesar de que el trmino latino que usa mayoritariamente Spinoza es mens, al hablar sobre su filosofa se suele mantener
el trmino alma, que tambin mantendremos aqu.
3
Tngase en cuenta que, en relacin con esta definicin, la tristeza consiste en una pasin por la que el alma pasa a una
menor perfeccin, que referida tambin al cuerpo es dolor o melancola (III11esc). Asimismo, cabe agregar que como
consecuencia de estas concepciones de la alegra y de la tristeza, cuando consideramos que un objeto es causa de nuestra
alegra, lo amamos e intentamos conservarlo, mientras que cuando consideramos que un objeto es causa de nuestra tristeza,
lo odiamos e intentamos destruirlo (III13esc).
4
sta consiste en el odio mismo, en cuanto considerado como disponiendo al hombre a gozarse en el mal de otro, y a
entristecerse con su bien (III24esc).
5
stos consisten en el odio hacia una cosa amada, unido a la envidia por el otro que se alegra en el disfrute de la cosa
amada (III35esc).
reflexin sobre la alegra de compartir la Filosofa como
parte de la tarea educativa.
1. Escucha hermano... o la alegra
como potencia de ser
Spinoza ha sido uno de los grandes filsofos de la
alegra, tanto por su tratamiento filosfico de los afec-
tos como por la vivencia que, como lectores, podemos
incorporar al estudio de su filosofa. En efecto, se ha
dicho que al sistema de Spinoza, y en particular a su
tica, subyace una experiencia que el lector no puede
dejar de hacer y no es otra que la de la felicidad
1
. All,
la alegra es definida como [un afecto] por [el] que el
alma
2
pasa a una mayor perfeccin (III11cor.) y cabe
agregar que dicho afecto, cuando involucra tanto al
alma como al cuerpo, es placer (id.)
3
. En otras palabras,
nuestro cuerpo y nuestra alma tienen una determinada
capacidad de actuar y de pensar. Esta capacidad no es
inmodificable sino que puede aumentar o disminuir
en los sucesivos encuentros con objetos exteriores.
Por ejemplo, un encuentro entre nuestro cuerpo y
un alimento, aumenta su potencia de obrar y produce
alegra (y placer); un encuentro con un veneno, por
el contrario, lo enferma. Lo mismo sucede cuando
consideramos las ideas de estos objetos. Como conse-
cuencia de que la alegra y la tristeza estn, en principio,
asociadas a objetos externos, cuando imaginamos que
un objeto es causa de la alegra, lo amamos, de modo
que el amor es una alegra, acompaada por la idea de
una causa exterior (III13esc).
Ahora bien, dije ms arriba que pagara mi deuda
con Spinoza, pero me temo que, por el contrario, sta
ser una traicin: dado que no es posible desarrollar
el sistema en estas breves palabras, ser necesario
abstraer estos conceptos y resignificarlos en trminos
de la tarea del aula y de la comunidad de investigacin.
Cabe aclarar que no siempre las causas de la alegra y la
tristeza son objetos exteriores a nosotros. Ser capaces
de superar una prueba fsica es una experiencia de
nuestra potencia y, en consecuencia, una alegra. As
tambin, experimentar que podemos concebir ideas es
una alegra porque as se experimenta un aumento de
la potencia de pensar. En cambio, la confusin es una
tristeza porque experimentamos nuestra impotencia.
La diferencia entre estas formas de alegra y de tristeza
y las arriba ejemplificadas, es que stas no dependen
de objetos exteriores sino de nosotros mismos y, por
ello, expresan un grado superior de potencia.
As, pensar es alegra porque el pensar mismo es
la potencia del alma, como actuar es expresin de
la potencia del cuerpo. Cuando el hombre piensa,
experimenta su potencia y tambin experimenta que
puede hacerla crecer, puede afirmarse a s mismo en su
pensamiento. Para Spinoza, esto tiene una correlacin
en el cuerpo dado que no es posible que el alma acte
sin que al mismo tiempo lo haga el cuerpo y, sin faltar a
la verdad, digamos que uno siente un entusiasmo fsico
tambin cuando piensa. Pero no se trata de pensar de
cualquier manera. Hay formas de pensar que no ale-
gran sino que entristecen, esto es, formas de pensar
en las que uno experimenta su impotencia en lugar de
afirmarse en s mismo. Slo un pensar que comprende,
que en trminos de Spinoza se acerca en espirales
al conocimiento verdadero es alegre, un pensamiento
que aprehende las relaciones de las cosas entre s y con
s mismo, las relaciones del s mismo con el todo y de
las partes del todo entre s. Pero, aun cuando no lle-
guemos a esa verdad, si el pensar es genuino se asienta
en nosotros como un grado constante de la potencia
propia que ha crecido, que podemos hacer crecer ms
y que asegura que el pensamiento no es vacuo sino real.
Por otra parte, aquello que imaginamos ser causa
de nuestra alegra es, como se dijo ms arriba, objeto
de amor. Los hombres, sabe Spinoza, pueden amar
muchas cosas. Pero de todas ellas, el pensamiento es
una de las ms perfectas no en vano es un filsofo. A
diferencia de amar a una persona, a un automvil lti-
mo modelo u otros objetos por el estilo, amar el pen-
samiento no puede jams implicar tristeza en s mismo
(porque el pensamiento mismo es potencia), ni puede
provocar pasiones o afectos tristes entre los hombres
del tipo de la envidia
4
, los celos
5
, la competencia por
60
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La alegra del pensar
la exclusividad en el disfrute de los objetos amados.
Salvo que alguien persiga la gloria (o sea, la alegra de
creerse alabado por los dems, III30esc) antes que el
pensar como accin a partir de su potencia, no puede
sentirse humillado ni avergonzado como consecuencia
de su pensar, ni tampoco puede ensoberbecerse (que
son todas formas de la impotencia). As pues, el pensar
con otros nos hace amigos (y digo esto pensando en el
concepto griego poltico de la phila) no por simpatas
personales, sino porque es algo que, al ser compartido,
slo puede implicar alegra para todos.
2. La diversin es aburrida
Se suele decir que la escuela es aburrida, que leer es
aburrido, que la Filosofa, adems de intil, es aburrida.
Y, por lo general, lo aburrido suele ser definido por
oposicin a lo divertido. Me confieso incapaz de dar
una definicin de divertido a partir de los ejemplos de
actividades que suelen ser consideradas divertidas por
muchas personas, entre ellas, mis alumnos (que pro-
bablemente no sean muy distintos de los de ustedes).
Tampoco considero adecuado definirlo a partir de lo
que yo pueda considerar divertido. Afortunadamente,
hay fuentes menos parciales a las que acudir.
Por un lado, si nos preguntamos por el sentido
etimolgico de la palabra, descubrimos que divertir
viene de verter en su forma divertere que, hacia fines
del siglo XVI significa apartarse, y adopta el sentido de
diversin familiar para nosotros un siglo despus. Por
su parte, aburrir viene del latn abhorrere, que significa
tener aversin a algo, aborrecer, y hacia el siglo XVI
adopta ya el sentido con que lo usamos actualmente
6
.
Es interesante observar que, en el sentido en que se
usa actualmente, el apartarse o el aborrecer se ha
trasladado al objeto: no es uno el que se aparta o el
que detesta algo, sino que es el objeto el que provoca
el apartamiento o la aversin. Son los objetos la causa,
del mismo modo en que la alegra y la tristeza pueden
responder a causas exteriores (lo que para Spinoza
es el grado ms bajo de expresin de la potencia). Es
curioso tambin, observar que tanto la diversin como
el aburrimiento son formas de alejarse de los objetos
que causan esos efectos en nosotros. La pregunta es
cules son esos objetos y cul es la diferencia entre los
objetos de los que nos alejamos gracias a la diversin
y aquellos de los que nos alejamos por aburrimiento.
Por otro lado, en trminos filosficos, la diversin
no goza de prestigio aunque la cuestin es bastante
ms compleja que el rechazo de las actividades que
las personas consideramos divertidas. Tomemos, por
ejemplo, a Pascal. En sus reflexiones sobre la diversin
se pregunta:
A qu se debe que este hombre, tan afligido por la
muerte de su mujer y de su hijo nico, tan atormentado
por un pleito muy importante, en este momento no est
triste, y se lo vea liberado de todos esos pensamientos
penosos e inquietantes? No hay que asombrarse;
terminan de enviarle una pelota y debe lanzarla a su
compaero, est ocupado en tomarla a la cada del techo
para ganar un punto; cmo pretendis que piense en
sus asuntos, ahora que tiene este otro asunto entre
manos? (Br140).
La diversin, que no es otra cosa lo que est en el
fondo de este fragmento, nos ocupa y nos distrae. De
qu nos distrae? Del tedio. Y es muy necesario para el
hombre evitar el tedio, dado que cuando no tiene en
qu ocupar su mente, dice Pascal, el hombre ...siente
su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia,
su impotencia, su vaco. Al instante extraer del fondo
de su alma el tedio, la negrura, la tristeza, el pesar, el
despecho, la desesperacin (Br131). Por supuesto,
divertirse no es condenable, sino humano. Sera impo-
sible culpar a una persona por querer evitar la tristeza,
la consideracin de su impotencia y de su pequeez.
La objecin no apunta a esto. Para Pascal, la objecin
es doble: por un lado, que al evitar la experiencia de
la propia insignificancia mediante la diversin, se busca
en el lugar equivocado. Pascal es un pensador catlico
que considera que la nica forma de evitar el abismo
que se esconde en la condicin humana es la fe. Pero
no es ste el aspecto que tomaremos aqu. Por otro
lado, el problema de la diversin es que el alejamiento
de la angustia que ofrece, es efmero:
pero no constituye una felicidad el poder ser regocijado
por la diversin? No, porque ella proviene de otra
parte y de afuera; por lo tanto, es dependiente y puede
ser turbada por mil accidentes, los cuales generan las
aflicciones inevitables (Br170).
Cabe aclarar que, para Pascal, la filosofa es apenas
una forma ms de la diversin. La diferencia es que
no todos la eligen, sino los que son ciegos ante la
ridiculez de su razn: en trminos pascalianos, pues,
televidentes y filsofos se igualan en evitar el abismo
del s mismo y en ignorar la gracia. Pero, a pesar del
escepticismo pascaliano, el pensar es algo ms que
6
J. Corominas y J. A. Pascual, Diccionario Crtico Etimolgico, tomos V y I, respectivamente, Gredos, 1991, V tomos.
61
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Andrea Pac
diversin (despus de todo, l mismo escribi pensa-
mientos). Podemos estar de acuerdo en que el tedio
o el aburrimiento se nos aparece como la apertura de
un abismo; pero el pensamiento no se limita a negar
dicho abismo sino que o bien nos permite afirmarnos
a pesar de l, o bien es un lugar seguro desde donde
recorrerlo. Por otra parte, como dice Spinoza, el pen-
sar no es dependiente, no puede ser turbado por mil
accidentes, como la diversin. Segn este ltimo, el
hombre est sujeto a la fluctuacin del nimo en la
medida en que est sujeto a las pasiones, en la medi-
da en que ama objetos que no ofrecen los rasgos del
pensamiento sino que provocan las pasiones tristes
de las que se habla ms arriba. En cambio, el pensar,
al ser afirmacin en s mismo, reduce la fluctuacin al
mnimo.
As pues, la diversin es aburrida: la diversin no
nos permite despegarnos de la tristeza que despierta
en nosotros el aburrimiento, porque consiste solamen-
te en un aturdirse. La diversin nos aleja de aquello
que nos aburre y de lo que por tanto queremos alejar-
nos; pero no es ms que un desvo en el camino que,
inexorablemente, nos devuelve a la orilla del abismo.
3. Compartir la Filosofa...
en la escuela?
Desde ya, cuando nuestros alumnos se quejan de
que la escuela es aburrida, no tienen en mente los
argumentos de Pascal. Muchas veces, el aburrimiento
va unido a la dificultad; otras, a que las actividades que
se realizan resultan carentes de sentido, son como una
diversin pero sin fuerza suficiente para distraernos por
un momento de la visin del abismo. Muchas cosas con-
tribuyen a ello: desde los edificios, cuya arquitectura es
abiertamente fea (y esto si los vidrios estn sanos y las
puertas en su lugar), hasta la burocratizacin tanto de
la enseanza como del aprendizaje. En este contexto,
pensar tambin se transforma en un tem de la planilla
de calificaciones de los alumnos, en un gesto ms de los
que deben hacer a tiempo, aun cuando se trabaje en
comunidad de investigacin: saben que preguntar por
qu en determinado momento, contar una ancdota
como ejemplo, manifestar desacuerdo con un mnimo
fundamento es anotado por el docente como pensar
y tiene su calificacin correspondiente. Por esta razn,
se trata de un pensar sin alegra, esto es, un pensar
vano y vaco.
Valga decir que, a pesar de las expresiones diver-
tidas del inicio del trabajo, no somos ingenuos con
respecto a este tema. Es decir, no creo que sea sencillo
dar contenido al pensamiento. Tampoco conozco un
mtodo para producir alegra, la alegra del pensar.
De hecho, sospecho que si fuera posible tal mtodo,
probablemente lo que resultara de l sera un pensar
sin alegra. Slo s que, a veces (porque la verdad es
que no siempre sucede), cuando alguien algn alum-
no o yo misma rescata su propia alegra de pensar,
algunos se contagian y ocurre la magia. Y alcanza con
que ocurra una vez para guardar el recuerdo de la
alegra e intentar reeditarla en otra oportunidad. Los
textos de los filsofos contienen la alegra del pensar
y, si se comparten entre todos, la phila se realiza y
el pensar es alegre. Puede ocurrir tambin al discutir
algn problema en comunidad de investigacin: el
pensar alegre invita a los dems a compartir la alegra,
la afirmacin de unos invita a los dems a afirmarse en
s mismos. Los que comparten la alegra, dice Spinoza,
saben que comparten su naturaleza de modo tal que,
si, por ejemplo, dos individuos que tienen una natu-
raleza enteramente igual se unen entre s, componen
un individuo doblemente potente que cada uno de
ellos por separado (IV18esc). Y es esta potencia
compartida la que puede hacernos felices.
FUENTES
- Pascal, B. (1971) Pensamientos. Buenos Aires, Sudamericana, 2 tomos, traduccin de Oscar Andrieu, segn la ordenacin
de Brunschvicg.
- Platn (1997) In, en Dilogos I. Madrid, Gredos, traduccin de Garca Gual.
- Spinoza, B. (1998) tica demostrada segn el orden geomtrico, Madrid, Alianza, traduccin de Vidal Pea Garca.
BIBLIOGRAFA
- Corominas y Pascual (1991). Diccionario Crtico Etimolgico, Gredos, V tomos.
- Henry, Michel (2008) La felicidad de Spinoza, Buenos Aires, La Cebra.
62
espacios 34 - 2012
La alegra del pensar
Los lmites de lo decible y lo pensable
en La busca de Averroes
Sebastin Sayago
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA AUSTRAL
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA SAN JUAN BOSCO
espacios N 34 - Ao XVII - 2012. pp. 62-64. ISSN 1515-3983
RESUMEN
Este trabajo consiste en un breve anlisis del cuento de Jorge
Luis Borges La busca de Averroes desde una perspectiva
discursiva que toma como ejes centrales los conceptos
de formacin discursiva (Foucault) y formacin ideolgica
(Pcheux). El propsito es explicar el conficto narrativo que
estructura la trama del cuento mediante el desfasaje entre
ambas formaciones. Se espera lograr un doble resultado: a)
realizar un aporte ms a la vasta lnea de estudios sobre la
obra borgeana en general y sobre esta pieza en particular y b)
esbozar un anlisis que resulte ilustrativo de las posibilidades
del enfoque terico propuesto.
PALABRAS CLAVE
Borges formacin discursiva formacin ideolgica
Mi propsito es tomar el cuento de Borges como
un ejemplo de las fronteras de la formacin discursiva
y de la formacin ideolgica. La primera nocin per-
tenece, claro, a Foucault (1968, 1969) y la segunda, a
Pcheux (1969, 1975).
Brevemente, la formacin discursiva es el espacio
constituido por reglas histricamente variables que fun-
dan las condiciones de posibilidad de una serie indeter-
minada de enunciados. Estas condiciones de posibilidad
restringen la formacin de los objetos y las operaciones
de los enunciados producidos en cada momento. Hay,
entonces, un lmite para lo que se puede decir. En el
siglo XII (para mencionar un perodo que nos acerca al
protagonista del cuento), el enunciado En el aire hay
oxgeno o El hombre comparte el 95% de su ADN
con el chimpanc o, dicho de un modo ms grosero,
El hombre desciende del mono, eran simplemente
indecibles (el ltimo caso es el ms interesante de los
tres, en tanto desde mucho tiempo antes de Darwin
haba lenguas que posean expresiones para referirse a
los conceptos hombre, descender y mono, pero
sus hablantes no podan combinarlas en enunciados
dotados de una validez pragmtica general y menos,
por supuesto, en el sentido darwiniano).
Contradiciendo el rechazo de Foucault a las ca-
tegoras propias del marxismo, Pcheux (acaso para
demostrar que las condiciones de posibilidad haban
variado y que ya se poda decir otra cosa) esboza un
modelo de organizacin social en el que las forma-
ciones discursivas estn incluidas dentro de forma-
ciones ideolgicas. Estas son conjuntos complejos de
actitudes y representaciones sociales referidas ms o
menos directamente a posiciones de clase en conflic-
to. Mientras las formaciones discursivas determinan
(nunca del todo exitosamente) lo que puede y debe
63
espacios 34 - 2012
Sebastin Sayago
ser dicho, las formaciones ideolgicas determinan
(nunca del todo exitosamente) lo que puede y debe
ser pensado.
No hay una correspondencia unvoca entre una y
otra. Una formacin ideolgica puede contener ms
de una formacin discursiva y, adems, se pueden
producir desajustes, es decir, puntos de exterioridad
relativa entre unas y otras. Por un lado, puede haber
cosas que sean pensadas (o, mejor, intuidas), pero que
no puedan ser dichas e, inversamente, cosas que, aun
siendo dichas, no pueden ser pensadas (al menos, no
como verosmiles).
Del otro lado de lo que se piensa conscientemente,
sostiene Pcheux, se extiende la zona del olvido: all
reside eso que nunca se ha sabido pero que, en oca-
siones, se intuye y que, por esta razn, interesa tanto
como amenaza.
Se entender mejor ahora cul es la idea de este
trabajo: concebir la actividad de Averroes como un
intento de exploracin de los lmites de ambos tipos
de formaciones.
La primera pista para esta lectura aparece expre-
sada con claridad en el segundo prrafo:
Pocas cosas ms bellas y ms patticas registrar la
historia que esa consagracin de un mdico rabe a
los pensamientos de un hombre de quien lo separaban
catorce siglos...
Ms all de las dificultades intrnsecas del prota-
gonista, de su ignorancia del siraco y del griego y del
hecho de que trabaje sobre una traduccin de una
traduccin, la brecha entre su visin del mundo y la de
Aristteles no se mide solo en aos. Involucra diferen-
tes creencias, tradiciones, intereses, predisposiciones
y, por supuesto, diferentes lenguas (y la lengua es una
prototeora ontolgica de cada comunidad de hablan-
tes). En otras palabras, ambos pertenecen a distintas
formaciones ideolgicas.
La segunda pista est dada por la inquietud que en
Averroes provocan las palabras tragedia y comedia.
Transformacin mediante, estas dos expresiones estn
a punto de ser incorporadas a la formacin discursiva
en la que se inscribe el filsofo rabe y constituyen un
punto de exterioridad en relacin con la formacin
ideolgica de la sociedad islmica a la que pertenece.
La tarea de traduccin le permite (lo obliga a?) decir
cosas que no pueden ser pensadas todava.
Entonces, como ahora, el mundo no solo era atroz
sino tambin dinmico. Abulcsim, que haba viajado
por diversas partes y conocido otras culturas, dijo algo
que poda ser escuchado (sus enunciados respetaban
los criterios de adecuacin gramatical y pragmtica),
pero no pensado.
La tercera pista consiste en el modo en que se pre-
senta lo desconocido: como una intuicin persistente
y amenazante:
- acaso sugiriendo que la fe impide percibir lo nuevo, el
narrador menciona que Averroes se dice (sin dema-
siada fe) que suele estar muy cerca lo que buscamos;
- cuando Abulcsim cuenta las escenas de teatro que
presenci, leemos: Nadie comprendi, nadie pare-
ci querer comprender (la defensa de la ignorancia
- o del olvido, en trminos de Pcheux- puede ser
vista como un precario recurso para la preservacin
de la identidad);
- lo desconocido puede ser conquistado en un proce-
so de sucesivas aproximaciones, tal como Averroes
prefigura las remotas razones que Hume expone
seis siglos ms tarde;
- el temor de lo desconocido es comparable con el
temor de la infinitud espacial y fsica que hace sentir
tan vulnerable al filsofo rabe.
La ltima pista sobre la que llamar la atencin
reside en la presencia del agua en el cuento. Esta es
asociada a la vida y al saber. Se podra especular que
lo desconocido es una inconmensurable extensin de
agua, que constantemente conmueve y erosiona los
pilares de nuestra subjetividad a la vez que nos man-
tiene vivos, conscientes de la precariedad de nuestra
existencia:
- el atareado Guadalquivir mantiene con vida a la
ciudad de Crdoba;
- Aristteles es el manantial de toda filosofa;
- mientras Averroes realiza su trabajo escucha el ru-
mor de una fuente;
- se siente orgulloso de poseer un valioso ejemplar
de un libro enviado desde un puerto, Tnger (y un
puerto comunica la tierra con la vastedad desaforada
del mar);
- el nombre de ese puerto le recuerda a Albucsim,
quien ser el encargado de decirle lo que no puede
o no quiere pensar;
- la experiencia teatral que relata este viajero fue
vivida donde el ro del Agua de la Vida se derrama
en el mar;
- uno de los invitados a la cena, Abdalmlik, asegura
que es absurdo que un hombre celebre el agua de un
pozo teniendo ante sus ojos el Guadalquivir;
- desde la perspectiva cientificista de nuestra formacin
ideolgica, se puede pensar que ponderar la tradicin
(lo conocido) por sobre la novedad es valorar el saber
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espacios 34 - 2012
Los lmites de lo decible y lo pensable en La busca de Averroes
almacenado en una vasija por encima del saber toda-
va por conquistar, infinito e incontenible como el mar.
Averroes (hablo ahora del personaje real, el que
sirvi de base para la ficcin borgeana), estuvo duran-
te algn tiempo al servicio del califa de Marruecos.
FUENTES
- Borges, J.L. (1974) La busca de Averroes, en El aleph. Obras completas. Buenos Aires, Emec.
BIBLIOGRAFA
- Angenot, M. El discurso social. Los lmites histricos de lo pensable y lo decible. Buenos Aires, Siglo Veintiuno.
- Foucault, M. (1983) Contestacin a Esprit en O. Tern (ed.) El discurso del poder. Buenos Aires, Folios Ediciones: 64-87.
________________
(2002) La arqueologa del saber. Buenos Aires, Siglo Veintiuno.
- Hume, D. (1977) Tratado de la naturaleza humana. Madrid, Editora Nacional.
- Pcheux, M. (1978) Hacia el anlisis automtico del discurso. Madrid, Gredos..
Fue acusado de hereja y deportado. Su olvido, la
imposibilidad de ver el mar ante sus ojos puede estar
vinculado, entonces, con el sentido de supervivencia.
A veces, simplemente, se asume que no conviene ver
eso que se tiene adelante.
65 espacios 34 - 2012
Conflicto docente en Santa Cruz.
La lucha de los significados
Patricia Zapata
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA AUSTRAL
espacios N 34 - Ao XVIII - 2012. pp. 65-71. ISSN 1515-3983
Resumen
El trabajo consiste en un anlisis de noticias aparecidas entre
el 5 de marzo y el 22 de marzo en los diarios Tiempo Sur, La
Opinin Austral y El peridico, diario de distribucin gratuita
y que funcion y lo sigue haciendo como un vocero partidario
explcito de la posicin del gobierno kirchnerista en Santa Cruz.
Utilizando el concepto de formacin discursiva de Pchaux
(1975) analizamos los discursos que ejemplifcan las voces
afnes del gobierno con un sistema de referencias y valora-
ciones comunes que sealaron la oposicin a las medidas de
fuerza que se iniciaron el 5 de marzo de 2007, para reconstruir
las posiciones que fueron asumiendo los participantes del
conficto y cmo fueron apareciendo voces que se instalaron
como agentes de sus propios reclamos.
Palabras clave
conficto formacin discursiva medios periodsticos
Santa Cruz

NO al miedo, S a la lucha
1
1. Introduccin
El epgrafe que precede al presente trabajo es
la sntesis de lo que signific el conflicto docente en
Santa Cruz que se inici el 5 de marzo de 2007, una
expresin sindical cuya movilizacin se gener en un
sector de trabajadores y que progresivamente tuvo
una adhesin de otras organizaciones de la sociedad
santacrucea.
En ese contexto, los docentes nucleados en la
Asociacin de Docentes de Santa Cruz (ADOSAC)
profundizaron medidas de accin directa en reclamo
de reivindicaciones histricas tales como la incorpo-
racin del presentismo al bsico y aumento salarial
acorde con el costo de vida de Santa Cruz, entre
otros temas.
Teniendo como marco el escenario de este
conflicto, el presente trabajo se propone analizar la
representacin de los acontecimientos y de sus actores
en La Opinin Austral, Tiempo Sur y El Peridico, diario
de distribucin gratuita.
2. Fundamentos tericos
Partimos del presupuesto de que en las construc-
ciones discursivas que reprodujeron los acontecimien-
tos del conflicto docente se involucraron valoraciones e
1
Consigna que fue emblemtica durante el conflicto y que llevaron en su pancarta los docentes del Colegio Salesiano de
Ro Gallegos en las marchas. Es importante destacarla porque despus de muchos aos se verbaliz pblicamente la palabra
miedo cuya respuesta en el ao 2007 se centr en la lucha.
66
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Conficto docente en Santa Cruz. La lucha de los signifcados
ideologas que al exteriorizarse expresaron los conflic-
tos sociales y polticos subyacentes y que orientaron en
trminos de Abrams y How (Cit. en Van Dijk, 2008:
209) la polarizacin para definir lo que est dentro o
fuera del grupo ( Van Dijk: 2008, 209).
Ms que certezas, el inicio de las medidas de
fuerza que coincidieron con el inicio del ao lectivo
2007, tena en la sociedad y en muchos protagonistas
del conflicto la incertidumbre y la incredulidad de
que se iniciaba una escaramuza ms como las tantas
que se haban sucedido aos anteriores sin que se
hubieran logrado revertir las condiciones salariales de
los docentes. Lo que s se planteaba como cierto era
que a quien se le reclamaba tena una representacin
hegemnica a travs del partido Frente para la Victoria
Santacrucea. Estos juicios de valoracin expresaban
una postura ideolgica que tal como destaca Van Dijk
(2008: 208) tienen la funcin de organizar las repre-
sentaciones (actitudes, conocimientos) sociales del
grupo, y as monitorizar indirectamente las prcticas
sociales grupales, y por lo tanto tambin el texto y el
habla de sus miembros.
3. Metodologa y corpus
Al inicio del trabajo recurrimos al concepto de
formacin discursiva (Pchaux, 1975: 232) para analizar
discursos que ejemplifican las voces afines del gobierno
con un sistema de referencias y valoraciones comunes
que sealaron la oposicin a las medidas de fuerza que
se iniciaron el 5 de marzo de 2007.
El trabajo consiste en un anlisis de noticias apa-
recidas entre el 5 de marzo y el 22 de marzo en los
diarios Tiempo Sur, La Opinin Austral y El peridico,
diario de distribucin gratuita, que funcion y lo sigue
haciendo como un vocero partidario explcito de la
posicin del gobierno.
En la seleccin del corpus se analiza la tensin entre
los trminos vocacin y trabajo, argumento que fue
expresado por el gobierno para frenar y deslegitimar
los reclamos de los trabajadores de la educacin en
Santa Cruz.
Creemos que hubo un hecho que marc un punto
de inflexin en el desarrollo del conflicto ya que expl-
citamente se hacen visibles trabajadores provenientes
de distintos sectores que tienen un mismo reclamo.
Para tal objetivo se han seleccionado dos artculos
periodsticos de Tiempo Sur y de La Opinin Austral
que relatan la movilizacin del 22 de marzo de 2007.

4. La lucha de los significados
Una vez que se tom la determinacin de la me-
dida de fuerza, comenz el cuestionamiento de parte
del aparato estatal. Una solicitada del 13 de marzo de
2007 sealaba:
En Santa Cruz trabajamos para desarrollar estrategias
para compensar las desigualdades sociales de gnero y
regionales, promover la solidaridad, la paz, la justicia y
la defensa de los derechos humanos, formar ciudadanos
responsables, participativos y crticos. (El Peridico, 13
de marzo de 2007, p.27)
Entendemos que comienza a plantearse una disputa
entre vocacin y trabajo. Desde esta disyuntiva, un
docente est llamado a ser por su vocacin la perso-
na altruista y libre de necesidades. En consecuencia,
la negacin del docente en tanto trabajador anula la
posibilidad de reconocer el derecho de una recom-
posicin salarial.
Tales signos sobre los cuales una de las partes del
conflicto pretende argumentar la ilegitimidad de los
reclamos adquieren un significado ideolgico. Segn
Van Dijk, una palabra tiene relacin con lo ideolgico
si se representa en una cognicin social. De este modo,
el uso del trmino docente comienza a ser asociado
con un fin ideolgico en la medida que se lo asocia con
la vocacin, con el servicio y con la entrega desinte-
resada. Estos rasgos no construyen la imagen de un
maestro como trabajador de la educacin que tiene
el derecho gremial de peticionar y realizar medidas de
fuerza garantizadas por la Constitucin Nacional sino
como un ser extrao, minoritario, que se opone a una
mayora generosa y abnegada que no se deja llevar por
tentaciones personales.
La voz del Estado a travs de sus autoridades tam-
bin pretendi reproducir la imagen de un docente aso-
ciado con una vocacin pero al mismo tiempo pasivo y
conformista. Esta es la representacin que se reprodujo
el da de la inauguracin del ao lectivo en Comandante
Luis Piedrabuena. En ese marco, el intendente al elogiar
obras y acciones destac la vocacin y presupuso que
los que ese da ya estaban cumpliendo las medidas de
fuerza, eran egostas porque anteponan sus intereses
personales a una tarea fundamentada en el servicio:
Estos logros son el resultado de contar con directivos y
docentes que trabajan con vocacin [] Para todos ellos
es ms importante la formacin acadmica educativa de
sus alumnos que sus propios intereses particulares
(Jos Bodlovic, Intendente de Piedrabuena). (El Peridico,
6 de marzo de 2007, p. 24).
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Patricia Zapata
El Peridico destac ante la opinin pblica el
materialismo de los docentes frente a la austeridad
y la entrega desinteresada que se esperaba desde el
sentido comn de la sociedad. Se omita el reclamo
de un salario en blanco y el aumento de un bsico que
era de 160 pesos y en ese momento el ms bajo del
pas. En ese mismo acto, complementa esta posicin
la Presidenta del Consejo Provincial de Educacin al
referirse a la actitud asumida por los docentes: El
reclamo puede ser legtimo [] pero la condicin de
formadores no debemos perderla en ningn lugar
(El Peridico, 6 de marzo de 2007, p. 7)
Un aspecto a sealar es que en la primera semana
del conflicto, las noticias de los medios de informacin
provocaron una reaccin en el sistema poltico (Luh-
mann, 2000: 99) y esto se expres en los argumentos
que refutaban las acciones gremiales. En una solicitada
el Secretario de Gobierno descalific la movilizacin
al atribuir la medida a un sector poltico minoritario,
tribuna del PO (El Peridico, 27 de marzo de 2007, p.
26) o las declaraciones de otro funcionario que seal:
La proximidad de octubre (el mes de las elecciones)
est haciendo poner nerviosos a muchos sectores que
ven que no tienen mayores posibilidades de juntar las
voluntades que necesitan para lograr un buen resultado
y buscan un atajo que les permita hacer valer sus
posibilidades [] para dar un golpe institucional no les
alcanza y para ganar una eleccin, tampoco. (La Opinin
Austral, 23 de marzo de 2007)
En la declaracin del funcionario se omite el recla-
mo gremial, los demandantes aparecen mencionados
como sectores movilizados por intereses partidarios
y golpistas.
En esta orientacin El Peridico reprodujo la solici-
tud firmada por padres que se autorreferencian como
inferiores frente a los docentes de sus hijos. En este
ejemplo sobresale la imagen de padres desposedos, en
relacin de dependencia con respecto a los maestros
a los que se los ubica en una posicin social y salarial
de privilegio:
Los que trabajamos en la actividad privada o los que
les cuidamos sus chicos o les limpiamos sus casas o les
lavamos la ropa sabemos lo que es cobrar en negro
(30 de marzo de 2007, p. 19)
Podemos referir en trminos de Pecheux (1975:
232) el funcionamiento de formaciones ideolgicas
que se proyectan en formaciones discursivas las cua-
les ponen en evidencia posiciones de clases en conflic-
to. Esto nos lleva a plantear una relacin entre ideologa
y discurso. A partir de los ejemplos precedentes, estas
formaciones durante el conflicto se articularon a travs
de panfletos, solicitadas, declaraciones.
De este modo observamos cmo fue plantendose
una diferencia entre el nosotros y el ellos. Aque-
llos interesados en el dictado normal de clases y los
otros preocupados en sus intereses particulares. Tal
es la voz que represent al Gobierno, esta vez la del
Vicepresidente 2 de la Cmara de Diputados, cuando
seal: Ellos tienen que respetar los derechos que
tienen nuestros hijos (El Peridico, 16 de marzo de
2007, p. 24). Posicin que estaba en consonancia con
la solicitada de Padres de Santa Cruz autoconvocados:
Hoy ese derecho, est siendo coartado por personas
que parecen olvidarse de su vocacin (12 de marzo
de 2007, p. 24).
En otro eje se ubic como afectados directos a los
nios. Un Concejal, el 8 de marzo en La Opinin Austral
(p.26) resaltaba:
Han sido avasalladas las ilusiones de los nios. Ms all de
mi investidura de legislador, como padre me pregunto
dnde qued la vocacin de servicio de los directivos
de diferentes colegios, cuando reciban a sus alumnos
en la puerta, informndoles que no se dictaran clases
El primer intento consisti en atribuir rasgos ne-
gativos a los docentes y representarlos como respon-
sables de la desestabilizacin social y poltica.
En este desarrollo del conflicto, la captatio bene-
volentiae para atraer a los terceros (Plantin, 2003)
tuvo como eje central poner en escena el valor de la
educacin que conlleva una idea tradicional del maes-
tro con vocacin que asume el rol de madre o padre
sustituto en el aula. Sin embargo la desarticulacin de
esta falacia tuvo su expresin en la decisin que asumi
el Comisionado de Fomento de Tres Lagos al invitar a
abandonar la localidad para dejar lugar a docentes con
vocacin (La Opinin Austral, 21 de abril de 2007).
Es factible pensar siguiendo a Althusser (Raiter,
2008: 43) que este hecho sucedido en Tres Lagos era
un sntoma de cierto fracaso del funcionamiento de los
aparatos ideolgicos del Estado que haban tenido el
claro objetivo de debilitar ante la sociedad la imagen
del docente que luchaba por una salario justo. Hasta
ese momento dichos mecanismos expresados en so-
licitadas, declaraciones de funcionarios provinciales y
nacionales, entre otros, buscaban la persuasin para
asegurar la reproduccin de las condiciones de pro-
duccin (y dominacin) existentes.
Paulatinamente, en la lucha por los significados
se instal otro concepto que fue un leit motiv de los
actos pblicos, la dignidad reclamada por los mismos
docentes. As aparece destacado en La Opinin Austral:
68
espacios 34 - 2012
Conficto docente en Santa Cruz. La lucha de los signifcados
Nos estn enfermando porque nos pisan la dignidad y
eso se paga con ms que enfermedad fsica, aadieron
las voceras de los docentes en lucha de la escuela del
barrio APAP, que tambin denunciaron el avasallamiento
de sus derechos profesionales para dibujar los nmeros
finales de un proyecto educativo distorsionado e
impuesto a presin (14 de marzo de 2007, p. 2)
5. La construccin de los sujetos
del conflicto
El mundo real en el que ubicamos el conflicto co-
mienza a configurar los actores en la noticia que cre
el acontecimiento del acto multitudinario del 21 de
marzo de 2007 en Roca y San Martn con la asistencia
de nueve mil asistentes.
Hasta ese momento, el objetivo del gobierno haba
sido deslegitimar las demandas y reivindicaciones de
los manifestantes. Siguiendo el curso de los relatos,
observamos que a pesar de los esfuerzos del gobierno
en la negacin de los sujetos del conflicto en tanto
trabajadores, su desarrollo fue sumando adhesiones
y los actos comenzaron a tener mayor cobertura y
despliegue espacial en los medios grficos.
En este punto lo que proponemos como hiptesis
de trabajo es que aquellos sujetos sin vocacin, deses-
tabilizadores del orden, comienzan a ser inteligibles y
ello se sustenta tambin en que la sociedad comienza
a hacerse visible con expresiones de apoyo. Toma-
mos como referencia, la noticia de La Opinin Austral
(16/03/2007) que destacaba en su titular:
Distintos sectores se unieron a la manifestacin
de los docentes en lucha
Los docentes decidieron espontneamente continuar su
marcha por Alcorta hasta Tefilo de Loqui para tomar
Roca y llegar al Consejo Provincial de de Educacin,
donde continuaron expresndose pacficamente, cuando
ya llevaban casi dos horas de marchar recogiendo
muestras de adhesin de los vecinos con aplausos,
bocinas y carteles que alentaban fuerza maestros. (p. 2)
En la actualidad, aunque todava la sociedad san-
tacrucea pone en tensin su falta de participacin
o su compromiso en acciones vinculadas con el
quehacer poltico, podemos destacar que a partir de
2007, comienza a vislumbrarse un cambio ideolgico
que ubica despus de diecisiete aos de hegemona
kirchnerista el concepto trabajador en la escena
discursiva
2
. Recordamos que en la crisis del 2001 que
se expres a partir del tpico que se vayan todos
con fuertes cacelorazos en todo el pas, en Santa Cruz
y concretamente en Ro Gallegos los caceroleros al-
canzaron un numero mximo de 600 manifestantes.
El 26 de abril de 2002 aconteci que los pocos que
se movilizaban en coincidencia con la realizacin
de la feria del libro en el Complejo Cultural fueron
literalmente apaleados (Tiempo Sur, abril) por los
partidarios del FVS en las inmediaciones del canal 2
y de El Peridico.
Al referirnos puntualmente a la hegemona del
partido gobernante asociamos esta prctica con un
discurso dominante que se impuso en el sistema social
(Raiter, 2008: 19). Las referencias contextuales en
las cuales tena y tiene lugar su puesta en prctica se
plantea por la ausencia de movilizacin asociada con
la neutralizacin de acciones gremiales y de las voces
opositoras que pudieran emitir una posicin diferente
a la vertida por el gobierno. Tal como seala Raiter
(2008: 20) el discurso dominante forma parte del
sistema de creencias de todos los miembros de una
comunidad [] y supone una iniciativa discursiva en
el nivel social. Desde esta perspectiva, no deja de ser
relevante el conflicto del 2007 porque moviliz ciertas
creencias. No obstante, tenemos que ser realistas. El
discurso opositor de ese momento y del presente no
logr modificar conductas y actitudes que se reflejaran
en un discurso que al menos cuestione la referencia-
lidad existente
3
.
En este punto de nuestro trabajo, nos centramos
en el anlisis del relato que hicieron La Opinin Austral
y Tiempo Sur de la movilizacin del 21 de marzo al que
denominamos acontecimiento.
2
Bergero, I. y P. Zapata (2003) Nosotros y Ellos en una arenga partidaria. El caso se contextualiza en una forma de protesta
que se extendi por todo el pas bajo la denominacin de cacerolazo en el marco de la crisis institucional que tuvo su
epicentro a fines de 2001 con la destitucin de Fernando de la Ra. En enero de 2002, se realiz el primero de ellos contra
el gobierno del Dr. Kirchner. En esa oportunidad los caceroleros ingresaron en las inmediaciones de la Casa de Gobierno y
se movilizaron hasta los hogares particulares de algunos funcionarios del gobierno. Tal situacin motiv que el jefe del partido
Frente para la Victoria Santacrucea (FVS) convocara a un acto poltico partidario a sus militantes. En una parte del discurso
deca: Porque resultan sumamente preocupantes determinados acontecimientos de aparente descontento popular que a
todas luces responden y son estimulados desde algunos medios de comunicacin; y de facciones polticas minoritarias que
disimulan y ocultan fines inconfesables [...] combatiremos con todos los medios a nuestro alcance a aquellos que amparados
en minoritarias facciones pretenden subvertir y manipular el orden.
3
El ao 2007 fue un ao de elecciones y frente a toda la expectativa que haba desarrollado el conflicto, muchos sostenan a
la luz de los hechos del gobierno que el partido gobernante perda esa eleccin y la gan ampliamente en octubre de ese ao.
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Patricia Zapata
La Opinin Austral seala en su ttulo Trabajadores
marcharon por unnime reclamo de aumento salarial
al bsico. El copete destaca:
En di sti ntas col umnas l os trabaj adores fueron
concentrndose en Roca y San Martn, donde el obispo
Juan Carlos Romann encabez la lista de oradores.
Todo reclamo tiene que ser recibido, escuchado y
gestionado por las autoridades competentes en un
estado democrtico, reclam el prelado, quien destac
el carcter justo y genuino del pedido nacido de los
docentes a los que se sumaron otros sectores.
El artculo se organiza temticamente en:
a. Caracterizacin de la movilizacin como pacfica
y masiva y los sujetos trabajadores se diversifi-
can en judiciales, municipales, docentes, estatales,
televisivos, autoconvocados de la Ley 591.
b. Descripcin del marco del conflicto: Los docentes
que cumplen su tercera semana de pan de lucha
progresivo [] fueron los actores principales de
esta movilizacin a la que llegaron marchando en
una columna que ocupaba varias cuadras.
c. Mencin de la aparicin de trabajadores de las
distintas localidades de la provincia.
d. Juicios de valoracin: repudio a la inoperancia de
los funcionarios de gobierno y por las amenazas y
aprietes, las agresiones y la militarizacin de nuestra
comunidad.
e. Presencia del Obispo Juan Carlos Romann y su
discurso del cual se seleccionan varios tramos que
destacan su posicionamiento al sealar: el prelado
asegur a los trabajadores la sincera preocupa-
cin de la Iglesia por el cuidado de nuestra calidad
de vida, particularmente en este tiempo en que
pareciera que la paz social se encuentra amenaza-
da por la no solucin de los conflictos existentes
en nuestra provincia. Finalmente, el reclamo de
dilogo a las autoridades provinciales.
f. Presentacin de otros oradores del acto.
g. Finalizacin con la desconcentracin de acuerdo
al espritu pacfico del acto evitando pasar por la
Casa de Gobierno, donde al igual que en las inme-
diaciones de la casa del presidente Nstor Kirchner,
en 25 de mayo y Maip, desde los ltimos das est
dispuesta una imporante custodia de Gendarmera
y policial.
Por su parte el diario Tiempo Sur en su volanta re-
curre a la nominalizacin de movilizacin histrica.
Subyace la idea de que hubo manifestantes que la hi-
cieron posible. Esta idea est en correspondencia con
el copete que seala: El Obispo de Santa Cruz, Juan
Carlos Romann, se manifest ante los trabajadores
movilizados. Solicit a las autoridades del Ejecutivo
concretar lo antes posible un espacio de dilogo.
El ttulo cita un fragmento del discurso del obispo
considerado como orador principal: El reclamo debe
ser recibido por ser justo y espontneo. Si bien se
focaliza en el sustantivo reclamo se presupone la
existencia de peticionantes cuyo petitorio es justo
y espontneo.
La secuencia del relato se organiza del siguiente
modo:
a. El primer prrafo se inicia con la descripcin del
contexto que enmarc la marcha en un estilo al
que podramos situar en una esttica romntica:
ayer por la tarde, negros nubarrones azotaron la
ciudad. Hubo lloviznas y hasta un poco de viento.
Se destaca a los 9.000 trabajadores que asistieron
a la marcha.
b. Se acenta la inclemencia del tiempo para destacar
el esfuerzo de la multitud (que) se fue acercando
a la estratgica esquina de las Avenidas Roca y San
Martn.
c. Las columnas de trabajadores ocuparon el centro
de la ciudad.
d. Simultneamente se ubica a los docentes y em-
pleados marchando y la custodia de Gendarmera
y la polica en Casa de Gobierno y en la vivienda
del Presidente Kirchner.
e. Alocucin del Obispo Romann que se presenta
como sorpresiva: sorpresa y estupor en algunos y
caras distentidas en otros, fue el gesto generaliza-
do de los concurrentes cuando el prelado se dirigi
como primer orador a la muchedumbre agolpada
en el centro de la ciudad. Se citan fragmentos del
discurso.
f. Presencia de otros oradores del acto y se seala:
Luego de escuchar las adhesiones de varios sindi-
catos y diversas agrupaciones sindicales del pas, los
manifestantes se dirigieron por la calle Roca hasta
el Ministerio de Educacin de la Provincia , giraron
por la calle Entre Ros para avanzar por Zapiola
hasta el centro de la ciudad y desconcentrarse
pacficamente.
g. En el ltimo prrafo sobresale la declaracin del
Secretario General de la ADOSAC recordando
al gobierno los trabajadores de la movilizacin
no somos delincuentes y criticando el carcter
represivo de las prcticas del gobierno.
En un destacado que se titula As vio Tlam la mar-
cha aparece la voz del gobierno. Omite al resto de los
trabajadores y slo se menciona un sector denominado
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Conficto docente en Santa Cruz. La lucha de los signifcados
como el gremio docente de Santa Cruz que hizo
una medida de fuerza a pesar del 15 % de aumento.
Se destaca que de acuerdo a las estimaciones oficiales
de la provincia asistieron unos 1500 manifestantes. Se
registra el cuestionamiento del Ministro de Economa
Bontempo y seala que el gremio tiene una clara
intencionalidad poltica.
Relevados los tpicos, en ambos textos aparece
enunciado con claridad la referencia a los trabajado-
res y el carcter pacfico de la movilizacin. Asimismo,
se ubican los dos sectores enfrentados, los docentes
y el gobierno.
Hasta ese momento del conflicto, la lucha discursiva
se haba llevado a cabo entre los sectores en lucha y el
gobierno que apostaba cada da a la desmovilizacin
con la amenaza de los descuentos de haberes y la quita
del presentismo. El gobierno esperaba un vuelco del
conflicto en referencia a otras acciones llevadas a cabo
en 2004 con epicentro en Caleta Olivia que fueron
neutralizadas como tantas otras veces por aumentos
salariales en negro, es decir, no remunerativos y no
bonificables.
En esta etapa de los hechos, no reaparece la refe-
rencia a la vocacin, expresin que busc instalarse
en la primera semana de las medidas gremiales. En
este contexto, los trabajadores tienen relacin con
intereses polticos o desestabilizadores segn la opinin
del Ministro de Economa o el Ministro de Gobierno
que el 22 de marzo declaraba como respuesta al acto:
el nivel salarial en la provincia es de los ms altos.
Observamos cmo en el transcurrir de los he-
chos, los textos periodsticos van acomodando a los
participantes: como actores principales de esta mo-
vilizacin y manifestantes. Aparece la vinculacin
de trabajadores-vctimas y un gobierno-victimario ya
que tiene el poder de la represin con la presencia de
la gendarmera y de las fuerzas policiales.
En ambos textos los agentes son concretos: traba-
jadores, docentes, empleados estatales, ciudadana
y el Obispo. Raiter seala que cuando se nos presenta
un texto sin agentes humanos debemos comenzar la
crtica porque nos han dejado (una vez ms) fuera de
la Historia. Por el contrario, en los textos de referencia
observamos que se hacen visibles los participantes y
sus voces. La Historia comenzaba a retratar las repre-
sentaciones de quienes se vean hasta ese momento
desplazados y comenzaban a tener voz.
Una mencin especial merece la presencia del
Obispo Juan Carlos Romann en dicho acto. Ambos
medios lo ubican como sujeto discursivo cuyas pala-
bras en ese escenario significaron un impacto para el
gobierno porque esta instancia favoreci la naciona-
lizacin del conflicto y fue vinculada por funcionarios
del gobierno nacional con el enfrentamiento que el
Gobierno mantena con la Iglesia representada por el
Cardenal Bergoglio.
La similitud tambin se da por la referencia al
carcter pacfico de los participantes que enmarcan el
inicio y el final de ambos relatos:
Pacfica y masiva marcha provincial (La Opinin)
Terminada la lista de oradores, los manifestantes
se dispusieron a marchar por las calles de la ciudad
con un itinerario que ya haba sido anticipado por
los organizadores, de acuerdo al espritu pacfico
del acto(La Opinin)
[] los manifestantes se dirigieron por la calle Roca
hasta el Ministerio de Educacin de la provincia,
giraron por la calle Entre Ros para avanzar por
Zapiola hasta el centro de la ciudad y desconcen-
trarse pacficamente (Tiempo Sur).
Con respecto al motivo que da origen al aconte-
cimiento tanto La Opinin Austral como Tiempo Sur
destacan en el inicio que se trata de una recomposi-
cin salarial al bsico. En esta etapa del conflicto es
un punto central la demanda del blanqueo salarial el
cual est instalado en la sociedad y sobre el que existe
unificacin de criterios. El punto sobre el cual apoyan
el desarrollo del artculo se basa en la extraeza de
que la sociedad hubiera reaccionado como lo hizo
para movilizarse:
Llegaron delegaciones de toda la provincia (La
Opinin)
Movilizacin histrica (Tiempo Sur)
Resulta llamativo que en ambos textos el enun-
ciador emprico se escuda en las voces de los prota-
gonistas. Segn Authier (cit. por Zullo, 2008:102) la
presencia de las comillas nos seala un cuerpo ajeno,
un objeto que se nos expone en tanto destinatarios,
como marca de una toma de distancia. Las comillas
funcionan en todos los casos como una operacin
metalingstica que, por un lado, advierte al lector
acerca de un compromiso que queda suspendido y,
por otro, le da la posibilidad a ese enunciador que
las utiliza de actuar como juez, de evaluar y juzgar la
palabra de otro.
Este ocultamiento, puede verse quizs como una
manifestacin tpica de los medios en Ro Gallegos que
han debido acomodarse a las pautas de un estado que
les proporciona parte de sus ingresos por la difusin
de la propaganda oficial.
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Patricia Zapata
6. Conclusiones
A travs del anlisis realizado, se ha visto el modo
en que se fueron acomodando los participantes del
conflicto ante la opinin pblica. En principio, con
los medios disponibles que tena, el Estado mediante
diversas voces busc neutralizar el accionar de los
sujetos en tanto trabajadores. Se apel de este modo
a la vocacin de los buenos docentes enfrentados a
los malos, presentados como una anomala en el orden
social, como monstruos que avasallaron la ilusin de
muchos nios en su primer da de clase.
Progresivamente, hemos ido reconstruyendo las
posiciones que fueron asumiendo los participantes
del conflicto y cmo fueron apareciendo voces que
se instalaron como agentes de sus propios reclamos.
Irrumpieron trabajadores unidos por un mismo
objetivo que representaban distintos sectores del Es-
tado provincial. Apareci en escena el reconocimiento
social, tal como lo expres una voz que destacaba:
[] les debemos a nuestros alumnos un ejemplo de
civismo en vivo porque desde que estamos en esta
lucha, hemos notado que la sociedad nos mira con
admiracin, respeto, como hace mucho no pasaba. (La
Opinin Austral, 14/03/2007).
[] llevaban casi dos horas de marchar recogiendo
muestras de adhesin de los vecinos con aplausos,
bocinas y carteles que alentaban fuerza maestros. (La
Opinin Austral, 16/03/2007)
A fines de marzo de 2007, representantes del
gobierno y de los docentes estaban confiados en que
el conflicto iba a tener un desenlace acorde con los in-
tereses de cada una de las partes, sin embargo slo era
el comienzo de un relato que se contina escribiendo
y que en el presente tiene un final incierto.
CORPUS
- El reclamo debe ser recibido por ser justo y espontneo en Tiempo Sur, jueves 22 de marzo de 2007.
- Trabajadores marcharon por unnime reclamo de aumento salarial al bsico en La Opinin Austral, jueves 22 de marzo
de 2007.
- El peridico (6 de marzo de 2007; 8 de marzo; 12 de marzo; 13 de marzo; 16 de marzo; 27 de marzo; 30 de marzo).
- La Opinin Austral (14 de marzo; 16 de marzo; 21 de abril de 2007).
BIBLIOGRAFA
- Pecheux, Michel (1975), Formacin social, lengua y Discurso, en Hacia el anlisis automtico del discurso. Madrid, Gredos.
- Raiter, Alejandro (2008), Dominacin y discurso en Lingstica y politica. Buenos Aires, Biblos.
- Raiter, Alejandro (2007), Los significados son ideolgicos (El anlisis del discurso como anlisis social), en Santander
Molina, P. (ed.) Discurso y crtica social. Acerca de las posibilidades tericas y polticas del anlisis del discurso. Valparaso,
Observatorio de la Comunicacin.
- Van Dijk, Teun. A. (2008), Semntica del discurso e ideologa. Universitat Pompeu Fabra, Departamento de Traduccin y
Filologa.
- Zullo, Julia (2008),De Neuqun a Salta, de Menem a De la Ra, en Lingstica y poltica. Buenos Aires, Biblos.
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Reseas Bibliogrfcas
Corredera Gonzlez, Mara (2010). La guerra civil espaola en
la novela actual. Silencio y dilogo entre generaciones, Madrid,
Iberoamericana, 227 pp.
Muchos son los pases que en algn momento de su historia padecieron gobiernos de facto y que con el ad-
venimiento de las democracias intentaron conciliar a la sociedad con el objetivo de que nunca ms se cometieran
los mismos errores. Sin embargo, las transiciones, y especialmente la que se llev a cabo en Espaa, no hicieron
ms que contribuir con la transmisin de una historia desde el punto de vista oficial, que no da cabida a otras
voces que resonaban en la poca, provocando as el silenciamiento y posterior olvido de las mismas. El hecho
de haber surgido en el seno del gobierno franquista y ser reclamada por generaciones alejadas temporalmente
de la guerra civil tuvo como consecuencia un aligeramiento de ese pasado y en el afn de conseguir las ansiadas
libertad y reconciliacin, se produjo un pacto de olvido que perjudic a las vctimas de la guerra y posguerra.
Sin embargo, la voz de los vencidos siempre estuvo oculta, resistiendo para luego comenzar a surgir en focos
intermitentes y convertirse en tema de inters de literatos, crticos e historiadores, quienes se fueron cuestio-
nando la forma y el contenido de las narraciones surgidas desde la ptica de los vencedores.
Es as que la autora de este texto toma cinco novelas publicadas recientemente con el objetivo de mostrar
que, a pesar de existir en la memoria colectiva de los espaoles, la guerra civil forma parte de la historia de
los vencedores y que hay una parte de la misma desconocida por la sociedad y que debe ser develada. De all
surge el ttulo del libro, donde se pone la responsabilidad en las generaciones actuales para que despierten ese
pasado silenciado y entablen un compromiso con el mismo dndolo a conocer para que esto posibilite una
reflexin sobre el presente.
El corpus seleccionado por Corredera Gonzlez, adems de tener como teln de fondo la guerra civil,
comparte otras caractersticas que van reforzando la tesis de la autora. En primer lugar, los autores pertenecen
a generaciones distintas, lo que permite una mirada distanciada de la guerra y se vuelve aun ms objetivo con la
fuerte documentacin en la que se basan. Sus fuentes no son slo archivos histricos sino que tambin recurren
a los testigos y testimonios escritos u orales transmitidos de generacin en generacin dentro del crculo de los
descendientes de los vencidos. La coincidencia entre todas estas fuentes y el uso de ciertos recursos como el
estilo indirecto (que permite el fluir de la conciencia de los personajes), localizaciones temporales y espaciales
reales, personajes autnticos, el cruce de narraciones (su repeticin y complementariedad) otorgan mayor
veracidad y credibilidad a la materia narrada.
En segundo lugar, estas novelas muestran que el tiempo es un factor determinante en el proceso del olvido,
por lo que tienen como protagonistas personajes comunes, hombres y mujeres devenidos en hroes annimos
a punto de dejar de ser recordados, cuya figura es necesario reivindicar para hacer justicia con ellos y romper, en
palabras de Walter Benjamin, con el continuum de la historia. Es as que a lo largo del texto, Corredera Gonzlez
hace hincapi en ciertas cuestiones: la imposibilidad de olvidar, el recordar y entender del pasado, lo cual ayuda
a comprender el presente y el recuerdo de los vivos que inmortaliza a los muertos y les devuelve su dignidad.
El texto contiene pocas imgenes y est dividido en seis captulos, el primero de ellos denominado El silen-
cio de los vencidos, en el cual hace un recorrido histrico comenzando con el fin de la guerra pasando por la
transicin hasta llegar a la actualidad. En este apartado se introducen algunos temas que sern retomados en los
captulos subsiguientes: la continuacin del proceso de eliminacin y exterminio una vez finalizada la guerra, la
instalacin de la metfora de las dos Espaas fomentada por la Iglesia, la legalizacin de la violencia, las distintas
formas de represin (fusilamiento, crcel y exilio), la sumisin ante el vencedor, la marginacin y el silencio de los
vencidos (lo cual los llev a interiorizar su culpa y su condicin de inferioridad), el adoctrinamiento y socializacin
del discurso oficial legitimador de la guerra. Como consecuencia, se logr un exterminio de la memoria histrica
y hace preguntarse a la autora qu hacer si aun hoy se honra la memoria de los vencedores con los monumen-
tos, como el archivo privado de Franco y el Valle de los Cados, que representan un claro desconocimiento de
la verdad histrica que las generaciones actuales tienen la obligacin moral de difundir en pos de la reflexin.
El segundo captulo est dedicado a El nombre que ahora digo de Antonio Soler, novela cuyos personajes un
tanto grotescos forman parte del espectculo aun ms grotesco de la guerra, idea que se refuerza con la segunda
y tercera imgenes pertenecientes a Kriegdem Kriege de Ernst Friederich que muestra los rostros mutilados
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Reseas Bibliogrfcas
de la Primera Guerra Mundial que bien podran ser adems los de las vctimas espaolas del franquismo. La base
de la narracin son unos cuadernos escritos por Gustavo Sintora quien aos despus reordena los hechos y los
relata en tercera persona, apelando no solamente a lo ya escrito sino tambin a sus recuerdos. Aqu se introduce
la primera imagen El entierro del Conde de Orgaz de El Greco que encuentra su equivalente en las imgenes
de los otros personajes que quedaron congeladas en la memoria de Sintora como si se tratara de una fotografa.
No obstante, mediante la narracin se devuelve la vida a estos personajes antihroes del mundo del espectculo,
los olvidados hroes annimos. La memoria fotogrfica, como la llama Gonzlez Corredera, tiene la funcin de
elevar la ficcionalidad del texto a un grado de realidad testimonial, al igual que lo hacen Soldados de Salamina y
La voz dormida, dos de las novelas analizadas en los captulos posteriores.
Capital de la gloria de Juan E. Ziga ocupa el tercer captulo y en su conjunto de relatos se hace un doble
homenaje: a Alberti y su poesa de guerra y a Madrid como smbolo de la defensa y resistencia antifascista. Este
libro, del mismo modo que el de Soler, pone en un primer plano las transformaciones de la guerra, en este caso
la destruccin de Madrid (visibles en la cuarta y quinta imagen que presenta) y los cambios tanto fsicos como
psquicos producidos por los bombardeos cuyo blanco era la poblacin civil inocente. Aun cuando la ciudad se
encontraba completamente en ruinas, los relatos de Ziga destacan la solidaridad de las Brigadas Internacionales
como smbolo de la lucha proletaria antifascista. stos tambin representan al hroe colectivo annimo que dio
su vida por un pas que no era suyo llevando simplemente la bandera de la libertad. Asimismo este texto y el de
Jorge Semprn, Veinte aos y un da, plantea que la culpa era una herencia que pasaba de generacin en gene-
racin a travs de los objetos que se convierten en evidencia de la deuda pendiente y plantean el compromiso
con ese pasado que no puede ser dejado atrs ni olvidado.
Soldados de Salamina, que ocupa el cuarto captulo, uno de los mayores xitos de venta de los ltimos aos.
Este texto posee caractersticas muy particulares, todas ellas relacionadas con la ambigedad instalada desde
el inicio de la novela, especialmente en la historia de Snchez Mazas, que va aumentando con su estructura, el
difuso lmite entre las fronteras genricas y la configuracin de sus personajes. Pese a que el narrador inicia su
bsqueda para esclarecer el fusilamiento de Snchez Mazas, la intencin va ms all ya que se intenta vindicarlo
como figura literaria y poltica de importante peso en la creacin de la Falange Espaola, sin eximirlo de su cuota
de responsabilidad en el estallido de la Guerra Civil. Esta bsqueda lleva al narrador casualmente a otra figura
no tan reconocida, el prototipo de lo que Snchez Mazas hubiera querido ser pero no consigui: el hroe, el
miliciano Miralles, aquel que pudo haberlo llevado a la muerte y no lo hizo, pues sus valores estaban ms all de
cualquier guerra o ideologa. Contrariamente a lo que sostiene el narrador, los nicos hroes son para Miralles sus
compaeros que perdieron la vida luchando por la libertad, los soldados muertos, hroes annimos que siguen
vivos slo en su memoria y si no son reconocidos, con su muerte tambin desaparecern de la historia. Es por
ello que lo que se busca en esta novela, como en las anteriores, es darles vida e inmortalizar a estos personajes
para hacer justicia con ellos.
El quinto captulo analiza la novela de Dulce Chacn, La voz dormida, en la que se hace un homenaje a los
vencidos republicanos que no tuvieron la oportunidad de contar su historia, en este caso a las mujeres gue-
rrilleras y/o vctimas de la represin franquista, ms marginales an porque fueron subordinadas y convertidas
en posesin del gnero masculino, cumpliendo un rol tradicional discriminatorio, silenciadas hasta la actualidad
(como lo muestra una de las entrevistadas, quien an senta vergenza de que sus vecinos supieran lo que haba
vivido). Paralelamente se desarrolla en la historia la metfora de Espaa como crcel: la vigilancia estaba dentro
y fuera de las crceles, se delataba por miedo a ser delatado, se someta al pueblo a la disciplina del rgimen y
si no era cumplida se castigaba con suplicios corporales, expiacin colectiva, humillacin, estigmatizacin como
poseedor del Mal (esto ltimo a cargo de la Iglesia), las transformaciones de alma y espritu y como consecuencia
el sometimiento al Estado y la reconversin a la Iglesia. Las heronas de esta novela comienzan su resistencia
desde el momento en que se niegan a cooperar con el sistema carcelario, mantienen la fidelidad a los suyos
soportando torturas inimaginables y rompiendo la disciplina y vigilancia en su grado mximo: las crceles. Tam-
bin se las identifica con las Trece Rosas que forman parte de la memoria colectiva como un discurso mitificado
basado principalmente en la serenidad de las trece jvenes ante su fatal destino. Una de ellas, en su ltima carta,
expresa un reclamo a las generaciones futuras: su derecho como vctima a ser recordada, objetivo primordial
de esta novela.
En ltimo lugar se analiza el texto Veinte aos y un da de Jorge Semprn, ttulo que hace alusin no slo a las
penas que deban cumplir los vencidos republicanos en las crceles sino tambin al tiempo que los campesinos
de la finca de los Avendao debieron representar la muerte de su antiguo dueo a manos de sus propios emplea-
dos el 18 de julio de 1936, en forma de auto sacramental al que asistan las autoridades polticas y eclesisticas
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Reseas Bibliogrfcas
locales y que se convirti en una forma sacralizar el orden social e interiorizar la culpa y expiarla, recordndoles
a los pobres campesinos que eran unos simples vencidos y que las nuevas generaciones cargaban con la culpa
de sus antepasados. La sexta imagen Judit y Holofornes de Artemisia Gentileschi est incluida por la autora
para mostrar el acto de matar al opresor y el cambio de roles entre opresores y oprimidos. La representacin
llega a su fin luego de veinte aos cuando los trabajadores se niegan a llevarla a cabo por considerar que ellos
no tienen responsabilidad en la muerte, y Lorenzo, el hijo del asesinado, toma conciencia de lo que le suceda a
nivel familiar y social, negndose tambin a perpetuar el legado de violencia que se le haba inculcado en nombre
de Dios. El primer paso de la reconciliacin en esta novela se alcanza cuando se entierran en una misma cripta
al dueo de la finca y a uno de los campesinos que el da de su muerte se rebel contra l. Este acto posibilita
la devolucin de la dignidad para descansar en paz.
Y as como en esta novela se logra una mirada crtica de la realidad mostrando que es posible y necesaria la
reconciliacin democrtica, en todas las anteriores se ve de la misma manera que es una obligacin moral de
los que padecen la guerra aprender de ella y transmitirla a generaciones futuras, para que stas no caigan en los
mismos errores (213).
Cinthia Bringas
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Reseas Bibliogrfcas
Instituto Oscar Masotta de la Patagonia (2011) Sntoma y
Semblante: la actualidad de la clnica analtica. Buenos Aires.
Grama Ediciones.
Esta obra es la primera publicacin del Instituto Oscar Massota de la Patagonia y compila las exposiciones
realizadas en las I Jornadas Regionales del Instituto Oscar Masotta de la Patagonia, en San Carlos de Bariloche el
24 y 25 de septiembre de 2010. No obstante, esta descripcin no se ajusta a los que podemos leer en el mismo
y que comentaremos a continuacin.
Semblante y sntoma rene modos de abordajes clnicos de la comunidad de psicoanalistas lacanianos que ha-
bitan las periferias del territorio y que adems la eligen como temtica para abordar el malestar contemporneo.
El libro en su organizacin es un documento de cultura y como tal es posible leer en l diferentes temticas:
aspectos relativos a la clnica, al estado del psicoanlisis de orientacin lacaniana en Argentina y en especial en
la Patagonia, a las emergencias ms iteradas en los encuentros psicoanalista-analizante, al saber psicoanaltico y
sus posibilidades en la contemporaneidad, a la cultura del presente.
Entre estos retazos que son presentados en escritos fragmentarios, donde la oralidad emerge sin fisuras,
donde el comentario y la palabra no aparecen mesurados, donde la burocracia fue excluida, encontramos
voces. A partir de esas voces quisiera pensar dos cuestiones que el libro tematiz y lograron inquietarme y que
se pueden entrelazar. Ellas son: la cuestin del saber psicoanaltico y su localizacin geogrfica, la referencia al
tiempo presente y a la cultura.
Fue Walter Mignolo (2004) que releyendo a Wallerstein (1978) propuso una serie de argumentos contra lo
que identific como un proceso de colonializacin del conocimiento por parte de la modernidad-mundo, del
acrecentamiento del capital y de las sociedades capitalistas postindustrializadas. En este proceso identificado
por Mignolo, cierto saber se localiza en espacios geogrficos que soportan o se constituyen en el proceso de
colonializacin que no solamente es econmico, cultural o poltico sino tambin epistmico. En relacin al pro-
ceso de expansin del saber, este libro, Sntoma y Semblante, instala la posibilidad de existencia y de desarrollo
del psicoanlisis en estas tierras de periferia y simultneamente pone a prueba la potencialidad del mismo para
decir los sntomas del tiempo presente. Este proceso de incrustacin de un saber localizado y en expansin
puede reconocerse en los paratextos, en lo no dicho, en los captulos que se llaman Rasgos Locales I y Ras-
gos Locales II. Asimismo en el apartado Aislamiento y soledad donde se intenta caracterizar cierto contorno
de lo singular del territorio patagnico sin proclamar ni convertirse en los Paulos de Tarso del psicoanlisis, es
menester aclararlo.
En Rasgos Locales I Mariana Filippo trata de la enseanza del psicoanlisis en Ro Gallegos. Acertadamente,
su propuesta retoma la reflexin sobre la importancia de formacin del analista o de la preocupacin por su
formacin, especialmente si se considera la tendencia a autodestruirse del discurso analtico en la medida en
que se limita al saber supuesto.
Las preocupaciones por el tiempo presente se encuentran en varias de las exposiciones de los comentaristas.
Esas preocupaciones toman varias formas: la cultura y las subculturas aparecen enmarcadas en los tiempos de
globalizacin del capital. El apartado El analista y la poca pareciera construirse como un lugar para discusin
sobre la intervencin del psicoanlisis en la temtica de las formas de inscribirse en los cuerpos adolescentes.
Necesariamente cuando se plantea el problema de la localizacin, lo encontramos tambin ligado con la cues-
tin de la cultura, segunda cuestin que nos ha movilizado y persuadido. Esto es, cmo leen los psicoanalistas la
cultura actual, sus formas, sus intrincamientos, sus semblantes.
Ariel San Roman nos propone a travs de un texto escribible (como lo razona Barthes en S/Z) leer desde el
psicoanlisis un hecho criminal ocurrido en Ro Gallegos. A partir de las fotografas del hecho criminal, reconoce
cmo la universalizacin de la violencia se ve facilitada por las nuevas tecnologas que la promueven propagan
su campo de accin y trasmisin. Esto nos pone ante el imperio de la pantalla donde la funcin del velo se ve
desplazada. Se pregunta San Roman qu nos ofrece el psicoanlisis: la respuesta viene a travs del estilo directo,
es hacer valer la nominacin que es reintroducir una rectificacin de la funcin de corte para que el sujeto
advierta la imposibilidad. Es dignificar la operacin que permite decir que no a los tratamientos no efectivos del
goce para posibilitar la sustitucin de significaciones que vivifican al sujeto y lo rescatan de un encierro mortfero.
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Reseas Bibliogrfcas
Silvia Salvarezza tambin se preocupa por la cultura desde el psicoanlisis. Desde esa preocupacin, posicio-
na su lectura sobre las formas del desarraigo en la Patagonia. El inters del psicoanlisis abre otro aspecto del
problema del desarraigo. En este sentido, el universal de una cultura para todos se ve avasallado por el para
todos del discurso capitalista. Se trata de una comunidad (la de Neuqun, la de muchos pueblos patagnicos)
atravesada por este discurso y enmaraada por la imposibilidad de constituirse como tal en su desarraigo.
Para finalizar, el libro ofrece dos grandes propiedades que lo hacen un objeto cultural excepcional, primero,
la posibilidad de reconocer mltiples agenciamientos enunciativos anclados territorialmente. Y esto en doble
significado, un territorio emprico como es la Patagonia, pero tambin, un territorio de enunciacin simblico
con un fuerte aparato o maquinaria analizante, esto es, la llamada orientacin lacaniana. Estos agenciamientos
enunciativos incrustan voces, se interrumpen por el registro de la oralidad, citan una amplia tradicin que los
interpela, que los condiciona, son fragmentarios en la comunicacin. La segunda singularidad es la legibilidad que
permite hacerse de este libro como objeto cultural que ha de convertirse en una huella de la expansin de un
saber. Una forma epistmica que busca materializarse en nuevos lugares, catalogados por la memoria cultural
como lugar de confn, de ciudades perdidas pero redentoras, como viaje. En estos territorios el psicoanlisis
se afianza y el libro Sntomas y Semblantes se posiciona como huella eficaz de dicha consolidacin. Tal vez, otro
relato de viaje sobre la Patagonia.
Celebramos esta expansin porque aquellos saberes que son considerados perifricos o no hegemnicos en
los centros del saber, deben o pueden desplegar sus potencialidades en liminaridad, en los lindes, en lo xtimo. Lo
xtimo pensado como una categora territorial para definir una condicin del sujeto de hoy, una sobredimensin
de lo exter como extrao, extranjero y exterior. La nociones de xtimo y de extimidad como condicin de
habitabilidad del espacio de los sujetos de hoy nos lleva irremediablemente al dilogo que establecen con ese
entre lugar deleuziano en el que permanece el sujeto, como tambin con lo teorizado por Julia Kristeva sobre
lo extranjero, o la extranjera. Estos psicoanalistas que se inscriben en el libro tambin son sujetos territoriales
xtimos.
Alejandro Gasel
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Reseas Bibliogrfcas
Moreno, Jos Luis. (2009) ramos tan pobres (de la caridad
colonial a la Fundacin Eva Pern), Buenos Aires, Sudamericana,
208 pp.
Jos Luis Moreno Director del Archivo General de la Nacin y de un posgrado en la Universidad Nacional
de Lujn e investigador del Conicet en su libro ramos tan pobres. De la caridad colonial a la Fundacin Eva Pern
se refiera al proceso que llev al Estado argentino a asumir un rol cada vez ms preponderante en lo referente a
polticas de asistencia pblica. El autor subraya el carcter de construccin histrica de las polticas asistenciales,
destacando que la misma fue un proceso dentro del cual intervinieron diversos actores, pblicos o privados, y
diversos intereses y necesidades segn el momento histrico que se trate.
En la sociedad argentina existe una creencia generalizada con respecto al papel que debe asumir el Estado
en lo referente a polticas de asistencia pblica. Esta creencia consiste en que el Estado debe ser garante de
ciertos derechos fundamentales para la vida de cualquier ciudadano. Estoy hablando de derechos tales como a
tener un trabajo, gozar de educacin, salud y vivienda, entre otros tantos. Meditando sobre este tema viene a mi
memoria, como lugar comn en una novela romntica decimonnica, una imagen tantas veces repetida en la vida
cotidiana de nuestro pas y que tantas veces ha adornado pginas de diarios y espacios en noticieros, no como
noticia, es decir, no como algo novedoso, sino como algo inherente a estos medios de comunicacin: veo una
mujer de condicin humilde, con un nio en brazos y rodeada de otros tantos, hablando sobre sus condiciones
de vida, la falta de trabajo de ella y su marido, reclamando al Estado que urgentemente tome cartas en el asunto.
Al realizar este ejercicio mental no pretendo homogeneizar el destino de las polticas sociales. En este aspecto
Jos Luis moreno es muy claro y nos brinda una definicin muy precisa:
Cuando nos referimos a la poltica social pretendemos recortar un espacio dentro del cual el Estado y otra instituciones
asistenciales pblicas o privadas se reservan la participacin activa en la asistencia a los pobres, los enfermos, el control
de las epidemias, de las mujeres embarazadas, los nios, los viejos, los hurfanos y todos aquellos individuos alcanzados
por diversos tipos de minusvalas temporales o definitivas (pp. 9-10).
Ahora bien, en este punto es importante destacar un aspecto esencial; las garantas que debe cumplir el Estado
son percibidas por ciertos ciudadanos como algo inherente al mismo, como algo que le es propio por naturaleza;
mientras que por otro lado, hay quienes asocian estas garantas con el Estado Bienestar, fundamentalmente en
su desarrollo durante los dos primeros gobiernos peronistas. De esta forma, ambas percepciones ignoran o
simplifican el complejo proceso que, segn Jos Luis Moreno, llev al Estado a ocupar el papel de garante de los
derechos mencionados en el prrafo anterior.
Antes que nada, cabe hacer una aclaracin; el trabajo no contiene citas, no hace referencia alguna sobre
fuentes consultadas ni referencias bibliogrficas, sino que es ms bien una sntesis de diversos trabajos realizados
por el autor, quien a travs de un relato fluido, sencillo y estructurado a modo de ensayo, propone con claridad
desarrollar un tema e invitarnos a la reflexin. Por otro lado, Moreno toma ciertas aristas, tales como la pen-
sin de las viudas de militares durante la poca colonial, la creacin en 1823 de la Sociedad de Beneficencia, la
intervencin del Higienismo Social a fines del siglo XIX, el Plan Carrillo y la Fundacin Eva Pern, y desarrolla
brevemente el contexto socioeconmico en el que se insertan dichas instituciones y prcticas para una mejor
comprensin del lector.
El autor encuentra el primer atisbo de intervencin estatal a fines de la poca colonial. La necesidad de la
Corona Espaola de proteger su territorio del avance portugus hacia el norte y del indgena sobre la frontera
pampeana, para los cuales empleaba fundamentalmente cuerpos militares profesionales, provoc el reconoci-
miento por parte de la autoridad espaola del derecho de las viudas de militares de un resarcimiento econmico
o de pensiones a la vejez de los soldados. Este era un modo de hacer atractiva una profesin riesgosa y fue, sin
duda, la primer simiente (y en ese entonces la nica) de poltica social.
En 1823 se cre la Sociedad de Beneficencia y con ella se dio impulso a un gran cambio en la concepcin de
la beneficencia, otorgndole un carcter pblico en el cual el Estado habra de tener un rol permanente. Esta
institucin estaba concebida de un modo innovador e inteligente; por un lado, el Estado aportaba los fondos
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Reseas Bibliogrfcas
necesarios para administrar las instituciones dependientes y, por el otro, delegaba su administracin en un con-
sejo de mujeres notables, elegidas por el rol que desempeaba su familia en la sociedad. Las instituciones que
dependan de ella eran; el Colegio de Nias Hurfanas, la Casa de los Nios Expsitos y el Hospital de Mujeres.
Con el tiempo fueron fundando e incorporando numerosos asilos, hospitales, institutos, colonias, maternidades,
dispensarios y escuelas llegando a administrar incluso fbricas y talleres. La accin social y educativa que habra de
encarar en lo sucesivo transformara a la Sociedad de Beneficencia en la organizacin asistencial ms importante
hasta su disolucin durante los primeros aos del gobierno peronista.
El desastre provocado por la fiebre amarilla en 1871 y la posterior oleada masiva de inmigrantes extranjeros,
fundamentalmente a partir de 1880, provocaron un cambio profundo en cuanto a polticas de asistencia social. En
lo inmediato, se instal en la agenda poltica de entonces, de un modo definitivo, la cuestin de la salud pblica
desde una perspectiva cientfica y comenz a considerarse imprescindible la intervencin del Estado a fin de
generar polticas destinadas a la salud de la poblacin.
En las ltimas tres dcadas del siglo XIX hizo su aparicin el Higienismo Social, corriente mdico asistencial
derivada del positivismo. Importantes mdicos y un grupo relativamente pequeo de profesionales tuvieron una
fuerte participacin ideolgica en una poltica asistencial utilizada como arma cientfica de las elites en el poder.
Este grupo le otorg un estilo y un rol tcnico a la poltica asistencial transformando a la medicina en una he-
rramienta que contuviera los poderes nocivos de esas multitudes pordioseras, hambrientas y potencialmente
peligrosas. De alguna forma las disciplinas mdicas se concibieron as para garantizar el poder del Estado, contro-
lando el cuerpo y la mente de los individuos. La principal preocupacin de los higienistas eran los problemas que
se agravaban con la urbanizacin: problemas de vivienda, de alimentacin, de salud, y lo que ellos consideraban
diversas plagas sociales como el alcoholismo, la tuberculosis, las enfermedades venreas y mentales entre otras.
Los higienistas plantearon al gobierno programas asistenciales y de prevencin, promovieron reformas en las
instituciones de salud y crearon en los barrios centros de salud destinados a la vacunacin. El mandato era el
siguiente: progreso y civilizacin a travs de la accin sanadora y moralizadora del Higienismo.
En el ao 1946 asumi la presidencia de la Nacin el general Juan Domingo Pern y comenz una etapa de
importantes cambios en cuanto a polticas de gobierno. El surgimiento del Estado de Bienestar fue el resultado
de un proceso histrico de construccin de polticas asistenciales que se remonta hacia la poca colonial. En esta
construccin han intervenido grandes polticos e intelectuales, diversas corrientes de pensamiento, la Iglesia y los
sectores pobres, entre otras tantas variables. A travs de las tensiones generadas entre el Estado y la sociedad
civil se fueron desarrollando polticas de asistencia social, muchas de las cuales tenan diversos destinatarios y
surgieron de tensiones diferentes.
En el campo social los logros ms importantes fueron consecuencia de la alianza entre el Estado y los sindi-
catos. El derecho a un salario justo, el pago de aguinaldo y la proteccin de la salud fueron las conquistas ms
importantes. La educacin primaria se vio favorecida indirectamente por el aumento del salario de los padres
y se destinaron, adems, mayor cantidad de recursos econmicos para el sistema educativo. Por otro lado, el
gobierno justicialista pudo mejorar la situacin de dficit habitacional arrastrada desde el perodo de la gran
inmigracin, recuperando la iniciativa estatal con la construccin de viviendas, el congelamiento de alquileres y
democratizando los crditos del Banco Hipotecario.
El Peronismo se propuso llevar las instituciones de salud a la poblacin necesitada. El mdico Ramn Carrillo,
al frente de la Secretara de Salud Pblica, se plante objetivos muy ambiciosos en el plano de la asistencia mdica.
Elabor el Plan analtico de Salud Pblica el cual daba gran importancia a la medicina preventiva ya que sostena
que impedir la enfermedad es menos costoso que tratarla. La accin preventiva no slo era una cuestin mdica
sino tambin social. La poblacin deba tener acceso a la informacin, a la higiene, a una vivienda limpia y sana
y a una alimentacin apropiada. Las acciones del Ministerio de Salud Pblica fueron respaldadas por obras de
infraestructura para la provisin de agua potable y la extensin de redes cloacales. A pesar de que el ambicioso
plan de Carrillo no pudo llevarse a cabo en su totalidad, todas las medidas aplicadas provocaron una mejora en
la calidad de vida y salud de los habitantes.
A fines de 1947 Eva Pern comenz sus primeras actividades en la poltica social, desarrollando algunas ac-
ciones no sistemticas que despus habran de ser el nudo orgnico de la actividad de la Fundacin Eva Pern.
El 8 de julio de 1948 se cre la Asociacin Social Mara Eva Duarte de Pern la cual en 1950 pas a llamarse
Fundacin Eva Pern. Las fuentes de financiamiento de la Fundacin, que al principio eran estatales, fueron
amplindose. Presiones al sector industrial por colaboraciones y finalmente descuentos obligatorios a los traba-
jadores constituyeron las fuentes econmicas principales, junto a aportes o donaciones de instituciones diversas,
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Reseas Bibliogrfcas
provincias y municipios. El accionar de la Fundacin iba desde la construccin de establecimientos asistenciales
como hospitales, centros de salud, maternidades y asilos para hurfanos, hasta la ayuda directa, como la entrega
de mquinas de coser a jefas de hogares, entrega de juguetes y vestimenta en barrios carenciados.
Respecto de su antecesora, la Sociedad de Beneficencia, la Fundacin pretendi, e inicialmente logr, modificar
el concepto de asilo adjudicando un rol social al nio, resignificando su lugar en la sociedad y adjudicndole a las
instituciones asilares no una funcin de encierro sino de hogar. Durante los aos de administracin de la Sociedad
de Beneficencia los nios, de algn modo prisioneros de las instituciones, no tenan otro fin que ser socializados
para permanecer en los lugares ms bajos de la sociedad. El concepto de Hogar-escuela reemplaza al de asilo o
colegio de hurfanos. Surgi una nueva arquitectura que reemplaza a los viejos, tristes y grises edificios de los
asilos. A los nios hurfanos se les asignaba un tutor y una familia sustituta fuera del hogar-escuela. La figura del
asistente social se solidific, desplegando funciones educativas, orientando en trmites legales, buscando empleo
a los adultos, consiguiendo ropa, etc.
En el proceso histrico analizado por Moreno podemos observar que el Estado asumi una creciente e inevi-
table intervencin en las necesidades bsicas de los individuos. Este proceso tuvo su apogeo durante el gobierno
peronista ya que los gobiernos posteriores no slo no ampliaron o mantuvieron esta intervencin sino que la
fueron recortando cada vez ms, fundamentalmente durante los gobiernos neoliberales. Aqu es donde Moreno
nos invita a reflexionar, a pensar en la necesidad de proteger esos derechos que han costado tanto tiempo, tantas
vidas, tantas generaciones, tantos sacrificios, y que durante las ltimas cuatro dcadas estn siendo destruidos.

Fernando Gonzlez
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ndice histrico
Revista ESPACIOS (1994 - 2011)
ndice general. Nmeros 1 - 33
Ao 1, Nmero 1. Diciembre de 1994
- Carnevale, Alberto. Una nueva paradoja.
- Cepeda, Hctor. Historia de la ciencia. Un Nuevo paradigma.
- Cuadra, Dante E. Tendencias de la composicin poblacional en Santa Cruz.
- Cheuqueman Guerrero, Claudia. Fueguinos y griegos: un puente mitolgico.
- Muoz, Nelly C.; Ruiz, Juan D. Revisin y/o reelaboracin de Planes. Algunas ideas para la discusin.
- Pajares, Adriana M. Fotooxidacin de contaminantes ambientales. Reacciones mediadas por oxgeno singlete.
- Velzquez, Denis. Ideas de los alumnos en torno a la cultura.
Ao I, Nmero 2. Junio de 1995
- Carballo Marina, Flavia; Belardi, Juan Bautista; Franco, Nora V.; Cruz, Isabel; Cepeda, Hctor. El bosque en el pasado:
arqueologa de cazadores recolectores en el rea del Lago Roca (Pcia. de Santa Cruz).
- Cuadra, Dante. Aportes a la climatologa de Santa Cruz.
- Kristensen, Carlos. Una voz que merece ser oda: Sven Lindvquist.
- Martnez Llaneza, Daniel J.P. Relacin entre el Estado provincial y los Municipios. El caso de la provincia de Santa Cruz
para el perodo 1980 - 1993.
- Oliva, Rafael. Energa elica, pro y contra. La experiencia de Alemania y las posibilidades de la Patagonia Sur.
- Prez Rasetti, Carlos. La metamorfosis definitiva, la Universidad Nacional.
- Ruiz, Juan D. Trabajo, Educacin y Desempleo. Aspectos crticos de sus relaciones.
- Servato, Patricia. Ajuste estructural en Amrica Latina Viejos problemas y viejas soluciones?
Ao 1, Nmero 3. Octubre de 1995
- Albrieu, Carlos; Carballo Marina, Flavia; Cruz, Isabel; Ercolano, Bettina; Ferrari, Silvia; Prez Mazas, Ana M. Una ballena
en Ger Aike? Informe sobre el hallazgo de restos seos faunsticos en La Colorada (Dpto. Ger Aike, Santa Cruz)
- Albrieu, Carlos; Ferrari, Silvia. Isla Deseada: un paraso avi-faunstico en la ra de Ro Gallegos.
- Arias, Patricia; Franzante, Blanca. Ingreso 1995. Exploracin diagnstica.
- Brunet, Graciela. Superfluidad y totalitarismo.
- Mazzoni, Elizabeth. La inundacin del ro Los Antiguos. Anlisis geomorfolgico de la cuenca (Prov. de Santa Cruz).
- Medina, Adriana. El Planeamiento en zonas costeras
- Prez Rasetti, Carlos. Ley de Educacin Superior.
- Pierini, M. Estela. Musicoterapia en trastornos de la alimentacin: obesidad, bulimia y anorexia
- Salvia, Agustn; Baetti, Carlos; DAmelio, M.C.; Galareto, M.; Romero, J.L.; Ruiz, J.D.; Schinelli, D. Coyuntura ocupacional
en Santa Cruz (2 semestre de 1994 - 1 semestre de 1995)
- Vicic de Cepernic, Sofa. Comunicaciones y viajes.
Ao I, Nmero 4. Noviembre de 1995
- Carnevale, Alberto. El trilema de Fries, Karl Popper y el Profesor Klimovsky.
- Civalero, Mara Teresa; Cruz, Isabel; Espinosa, Silvana; Guraieb, Ana Gabriela. Pioneros patagnicos: diez mil aos de
historia en la Cordillera Centro - Septentrional Santacrucea.
- Enrici, Aldo. Universidad y medio. Semiosis de una interaccin dinmica.
- Gallardo, Guillermo. La fotografa como documento. Una experiencia educativa.
- Kristensen, Carlos. Nicolai Klimii iter subterraneum y las razones de sus sinrazones.
- Prez, Daniel G. y Mondelo, Roberto. Mineralizacin polimetlica. rea Ro Oro- Provincia de Santa Cruz.
- Ruiz, Juan D.; Albrieu, Carlos; Ferrari, Silvia; Soto, Julio; Ercolano, Bettina; San Martino, Liliana. Diseo curricular. Ingeniera
en Recursos Naturales Renovables.
- Salerno, Elena. Ferrocarril en la Argentina. Un fenmeno de protoglobalizacin?
- Sella, Liliana; Rubins, Claudia. Separaciones y/o divorcios malignos Todos pierden, los hijos ms....
- Servato, Patricia. Crnica de una muerte anunciada.
- Utrilla, Vctor. Evaluacin de variedades de alfalfa ( Medicago sativa).
- Vicic de Cepernic, Sofia. El Carnaval
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ndice histrico
Ao I, Nmero 5. Julio de 1996
- Andrade, Larry D. La impunidad como historia.
-Carballo Marina, Flavia; Cruz, Isabel; Ercolano, Bettina; Prez Mazas, Ana. Geoarqueologa de la cuenca del Ro Gallegos.
Anlisis de casos en el curso inferior.
- Cheuqueman Guerrero, Claudia. La otra cara de la modernidad.
- Echavarra, Leandro; Etcheverry, Ricardo; Echeveste, Horacio; del Blanco, Miguel; Tessone, Mario; Mondelo, Roberto;
Prez, Daniel. Caractersticas geolgicas del depsito epitermal La Josefina, Santa Cruz, Argentina.
- Garca, Alicia N.; Alvarez, Valeria. El relato de Don Humberto. Un trabajador del campo santacruceo.
- Malbrn, Tristn. De cuentos, cantos y otras yerbas.
- Milicic, Beatriz; Mazzoni, Elizabeth. El adelgazamiento de la capa de ozono.
- Pereyra, Fabiana. El Trabajo Social hoy: su encrucijada.
- Salvia, A.; Schinelli, Daniel. Reestructuracin productiva. Su impacto en las empresas santacruceas.
- Scatturice, Luis A. Residuos de frmacos utilizados en la teraputica de animales productores de carne.
- Topcic, D. Osvaldo. Luis Capace Guaille Copacho. Un tehuelche solitario.
Ao II, Nmero 6. Septiembre de 1996
- Borrrero, Luis Alberto; Borella, Florencia. La arqueologa en el mundo actual.
- Cuadra, Dante; Oliva, Gabriel.Ambientes naturales de la provincia de Santa Cruz.
- Enrici, Aldo. Historia subterrnea. Viajes y Bibliotecas. La convivencia de Ulises y Don Quijote en una sociedad tcnica
y democrtica.
- Muoz, Nelly; Ruiz, Juan D. La reforma educativa y la participacin del sujeto pedaggico. Un anlisis introductorio.
- Monelos, Lucas. Marcacin para aprovechamiento forestal.
- Muniz, Mara Ins. Psicologa de la vida cotidiana. Composicin tema: Las Vacaciones.
- Pellanda, Luis A.; Fernndez, Patricio F. Desarrollo sexual, crecimiento y alimentacin de la trucha Arco Iris. Lago Cardiel,
Santa Cruz.
- Pierini, M. Milagros; Taddeucci, M. Rosa. Las diversiones. Un aspecto de la vida de los habitantes de Ro Gallegos (1920
- 1925)
- Ricaud, Nora. La prueba de la lectura.
- Scatturice, Luis A. La toxoplasmosis , hoy.
- Servato, Patricia.La cultura jurdica en el fin del milenio.
- Velzquez, Denis. Las mentes y los juegos.
- Zrate, Rubn. Un modelo de anlisis para el desarrollo regional. Elementos para su esbozo.
Ao II, Nmero 7. Noviembre de 1996
- Buonomo, Hebe; Vivanco, Mara H.; Wendel, Silvia E. Qu piensan los chicos de la escuela? Trabajo de investigacin
cualitativa.
- Cardozo, Liliana; Toledo, Andrea S. El frigorfico Swift de Ro Gallegos. Su asentamiento.
- Castro, Eduardo Alberto. Algunos argumentos errneos respecto de los conceptos de objetividad y verdad en Ciencia.
- Ginestar, Claudia. Lo social del Trabajo Social.
- Prez Rasetti, Carlos. Epistemologa para vigilantes. Sobre Blade Runner.
- Peri, Pablo. Establecimiento de salicceas en distintos mallines. Provincia de Santa Cruz, Argentina.
- Redona, Ana; Guillermaz, Susana; Pierini, M. de los Milagros. La prctica de los Derechos Humanos en Ro Gallegos. Una
experiencia de militancia grupal.
- Schinelli, Daniel; Vacca, Carlos. Evolucin de la estructura empresaria de Santa Cruz.
- Sella, Liliana; Rubins, Claudia. El poder del lenguaje y el lenguaje del poder. Lo que se dice adems de lo que dicen, en
los juicios orales.
- Surez, Susana B. La cermica en la escuela primaria.
Ao III, Nmero 8. Marzo de 1997
- Arpes, Marcela y Ricaud, Nora. Estrategias de ruptura en textos de literatura infantil.
- Artesi, Liliana. La Patagonia Austral. Algunos aspectos de su historia comn.
- Christiansen, Rodolfo; Scatturice, Luis A.; Fette, Enrique. Cultivo de especies frutihortcolas en Ro Turbio.
- Del Pino, Mirta Antonia; Muniz, M. Ins; Chiarello, Graciela Nora. Identidad, desarraigo y pertenencia. Un tringulo con
miles de vrtices.
- Esnaola, Graciela. De la disciplina a la convivencia. La vida cotidiana en la escuela.
- Musci, Mnica. Los peligros de la lectura en La muerte y la brjula .
- Osiris Sofa, Albert Anbal. Informtica, educacin y nueva sociedad.
- Pellanda, Luis A. Relevamiento pesquero del lago Viedma. Santa Cruz, Argentina.
- Prez Rasetti, Carlos. La dimensin conveniente.
- Peri, Pablo. Cortinas forestales protectoras. Caractersticas e influencia en los cultivos.
- Ruiz, Juan D. La reestructuracin econmica y el mercado de trabajo en Ro Gallegos. Dinmica de la demanda, el empleo
y el desempleo.
- Scatturice, Luis A. y Lovera, Ricardo. Hantavirus, otro problema a resolver.
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ndice histrico
Ao III, Nmero 9. Junio de 1997
- Alabau, Jorge Luis; Labarthe, Graciela Mercedes. Turismo en la Cuenca Carbonfera. Una posibilidad de desarrollo.
- Castro, Eduardo A. Algunos aspectos actuales concernientes a la gestin de Calidad Total.
- Enrici, Aldo. Verdad y mentira descentradas. Ejercicio para una lectura del escrito pstumo de Nietzsche Sobre verdad
y mentira en sentido extramoral desde un nominalismo extra antropomrfico.
- Garca, Alicia. Surgimiento de Ro Gallegos como ncleo urbano (1885 - 1920).
- Servato, Patricia. Consideraciones acerca de la racionalidad poltica.
- Velzquez, Denis. La posibilidad de una epistemologa naturalizada normativa.
Ao III, Nmero 10. Septiembre de 1997
- Besteiro, Marcelo A. Sobre el pensamiento de Paul Feyerabend.
- Cuadra, Dante. Apuntes geogrficos sobre Santa Cruz.
- Dalmaroni, Miguel. La angustia de lo banal. Notas sobre estudios culturales y crtica literaria.
- Esnaola, Graciela; Franzante, Blanca; Arias, Patricia. Qu piensan los chicos de la Patria?
- Isola Zorroza, Florencia. Fragmentos del discurso antropolgico posmoderno.
- Martnez Llaneza, Daniel Jorge. Desarrollo e integracin patagnica. Una metodologa para la informacin limitada.
- Pereda. Alicia. Orlando: de la unin de los contrarios a la lucha por la igualdad.
- Peri, Pablo; Cittadini, Eduardo; Romano, Gabriela. Efecto de cortinas cortaviento sobre la produccin de Ajo Violeta.
Provincia de Santa Cruz, Argentina.
- Reinoso, Marta S. La educacin como prctica de la libertad. Una perspectiva crtica de la enseanza.
- Spinadel, Vera W. de. Geometra Fractal y Geometra Euclidiana.
- Talay, Carlos. Virus informticos. Antecedentes histricos e hiptesis sobre su masificacin.
Ao IV, Nmero 11. Febrero de 1998
- Arpes, Marcela. Mirando la contemporaneidad desde el teatro. Sobre el texto dramtico La Mquinahamlet de Heiner
Mller y la puesta en escena de El Perifrico de Objetos.
- Enrici, Aldo. Olvido inmemorial, contrato social, utpica promesa. Para proseguir la interlocucin Ricoeur - Rawls, desde
el ironismo utpico de Richard Rorty.
- Lescano Allende, Guillermo. Piedra de sol, el poema de la cifra.
- Musci, Mnica. Imagen de escritor en Leopoldo Marechal.
- Reinoso, Marta S. Contextos, interaccin lingstica y fomacin docente.
- Servato, Patricia. Empleo e inclusin social. El futuro de su relacin.
- Utrilla, Vctor. Saneamiento de un malln afectado por derrames de petrleo y por aguas provenientes de la actividad
petrolera.
Ao IV, Nmero 12. Junio de 1998
- Albrieu, Carlos; Ferrari, Silvia; Soto, Julio. Diversidad faunstica en la provincia de Santa Cruz. Situacin actual y principales
amenazas para su conservacin.
- Allende, Silvia; Silva, Rosa M. Evaluacin del programa de profesionalizacin de Enfermera.
- Basile, Mara. Anorexia nerviosa. Isomorfismo familiar, teraputico e interdisciplinario.
- Besteiro, Marcelo A. Introduccin al planteo epistemolgico.
- Crcamo, Iris; Martinovich, Ana; Cafaro, Mario. El paciente crtico. Relacin con su entorno.
- Castro, Eduardo. La superfluidez del He
- Cheuqueman Guerrero, Claudia. La mujer en el Siglo de las Luces.
- Del Pino, Mirta A. Ellos...nosotros...los otros.
- Malik de Tchara, Claudia. El aula como reflejo de la sociedad.
- Pereda, Alicia. Masculinidad, tema con variaciones.
- Peri, Pablo. Ecuaciones de volumen total para tres especies de salicceas en estancia La Julia, Santa Cruz.
- Ruiz, Juan D. Neo conservadurismo, indicadores de rendimiento y calidad educativa. Notas para el debate.
- Scatturice, Luis A. Problemtica de los controles sanitarios de carne en mataderos y frigorficos.
- Scatturice, Luis A.; Lovera, Ricardo. La Hidatidosis.
Ao IV, Nmero 13. Octubre de 1998
- Andrade, Larry D.; Bedacarratx, Valeria. La hegemona, los medios y la escuela. Algunos comentarios para pensar ms
all de lo pensable.
- Castro, Eduardo A. Cuasi - partculas con carga electrnica fraccional.
- Coiaud, Alejandra. La Colonia Sarmiento. Su desarrollo econmico (1897 - 1930).
- Christiansen, Rodolfo; Scatturice, Luis. Cultivares de Brcoli. Comportamiento a campo.
- Enrici, Aldo. Lecturas continentales de Foucault. Posibilidad terica para la interpretacin de Michel Foucault desde la
base de una divisin continental de su lectura.
- Esnaola, Graciela. Impacto de las tecnologas de la informacin en los procesos de lectura y escritura.
- Fernndez Reiris, Alberto; Fernndez Reiris, Adriana. Concepciones y supuestos sobre Planificacin y Evaluacin en
profesores de Educacin Media.
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ndice histrico
- Hontalvilla, Azucena; Pierini, M.Estela; Stegnar, Vesna. El abordaje psicopedaggico y musicoteraputico del fracaso escolar
en un Hospital General de Pediatra.
- Martnez, P.; Troiano, Marcelo. El tiempo histrico regional como eje de una propuesta didctica.
- Ruiz, Juan D.; Arias, Patricia; Franzante, Blanca; Acconcia, M.Laura; Servato, Patricia. Notas sobre acceso, permanencia
y desercin.
- Talay, Carlos A. Falsos positivos y Falsos negativos en la deteccin de virus informticos.
- Vaca, Omar Javier. La Macdonalizacin de la Sociedad.
Ao V, Nmero 14. Mayo de 1999.
- Andrade, Sandra E.; Trivio, Susana B.; Vielle, M. del Carmen. Senectud. Perodo evolutivo de la vida.
- Melgarejo, Guillermo. Qu quiere ser el edificio?.
- Muniz, M. Ins. El desarraigo como rasgo de identidad. El papel de la escuela.
- Muiz, B.; Briter, G.T.; Berruetta, G.M. Infecciones intrahospitalarios en el Servicio de Tocoginecologa del Hospital Regional
de Ro Gallegos. Estudio descriptivo aos 1996 - 1997.
- Novack, Fanny; Molina, Leo. Un gran ausente de la Reforma Educativa: la Educacin de Adultos.
- Schinelli, Daniel A.; Vacca, Carlos A. La Isla de las Fantasas. Evolucin econmica del enclave semi-industrial de Tierra
del Fuego, subsidiado por regmenes promocionales.
- Torres, Alicia N.; Pautasso, Norman D. El humor de los estudiantes en clase. Evidencias sobre un intento de homicidio
del aburrimiento.
Ao V, Nmero 15. Octubre de 1999
- Bengochea, Rodrigo. Para afectar en la red.
- Castro, Eduardo A. El affaire Sokal. Los fraudes cientficos que se reactualizan.
- Enrici, Aldo. El ocaso de la concepcin romntica del artista. En qu sentido seguimos siendo todava romnticos como
caso de reflexin esttica .
- Fernndez Reiris, Adriana. Cul es el rol del libro de texto en el aula? La importancia de ser llamado libro de texto .
- Lardone, Martn G. Desempleo y gobiernos locales. Anlisis de la participacin de Municipios cordobeses en el Programa
Trabajar.
- Molina, Leo. De credos, profetas y exorcismos en Educacin.
- Ruiz, Juan D. Organizaciones, Trabajo y educacin. Tendencias y articulaciones.
- Santesteban, Iris A. Hacia el Servicio de Informacin de la UNPA.
- Scatturice, Luis A. Priones: nuevos agentes infecciosos.
Ao V, Nmero 16. Diciembre de 1999
- Douglas Price, Jorge E. Federalismo y regiones en el Brasil.
- Labarthe, Graciela. Auto-representacin de los otros en dos ciudades fronterizas argentinas.
- Mazzoni, Elizabeth; Vazquez, Miriam; Ferrari, Silvia; Belardi, Juan Bautista; Albrieu, Carlos; Carballo Marina, Flavia; Espinoza,
Silvana; Larrosa, Jos; Gismondi, Daniel. Las cuencas endorreicas o Bajos sin salida.
- Melano, M. Cristina. Aventuras y desventuras en bsqueda de un modelo. El enfoque sistmico de la dictadura militar
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- Mendoza, Patricio. La fotografa como concepto del hombre contemporneo.
- Molina, Leo; Novack, Fanny; Godoy, Fabiana; Bragado, Patricia. Capacitacin docente.
- Moreno Rodrguez, Ramn. La vida como un artificio. La obra de Alfredo Bryce Echenique
- Navarro Floria, Pedro. Sobre la Historia de la Patagonia en el siglo XX.
- Torres, Alicia N; Pautasso, Norman D. En algn lugar de la escuela. El espacio y sus actores.
- Velzquez, Denis. El concepto de verdad como des - encubrimiento en Martn Heidegger.
Ao VI, Nmero 17. Mayo del 2000
- Arenillas, Enrique. La democracia: una justificacin pragmtica de su valor.
- Arpes, Marcela; Ricaud, Nora. La literatura infantil argentina de las dos ltimas dcadas. Un gnero de cultura de masas.
- Bragado, Patricia; Molina, Leo; Novack, Fanny. Los Gitanos y su vida cotidiana.
- Cuadra, Dante; Cornaglia, Ana Mara. La poblacin rural en Santa Cruz. A nivel general y por radios censales.
- Reinoso, Marta. Cronos en la escuela. La operacin del tiempo en las instituciones educativas.
- Sella, Liliana. Nios violentos o nios violentados?
Ao VI, Nmero 18. Septiembre del 2000
- Allaud, Alejandra. Comunicacin, adolescencia y cultura: un encuentro necesario.
- Artesi, Liliana. La perspectiva local: un nuevo enfoque para el desarrollo.
- Atienza, Alicia. La infancia en la poesa y el arte griego arcaico y clsico.
- Atienza, Alicia; Schvartz, La. El discurso crtico como modificador del hecho teatral. La crtica teatral en las dos primeras
dcadas del siglo XX en Santa Cruz.
- Fernndez, Alfredo O. La televisin y los chicos: amigos para siempre.
- Scatturicce, Luis A. Hantavirus, desde la epistemologa.
- Zapata, Patricia. La construccin de la imagen de escritor en Horacio desde su Arte Potica.
- Zrate, Rubn. Perspectivas epistemolgicas y organizacin universitaria. Apuntes para el anlisis de las universidades
argentinas.
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Ao VII, Nmero 19. Abril de 2001.
- Castro, Eduardo A. Cuando lo invisible va cobrando visibilidad. Las nuevas imgenes embriolgicas.
- Christiansen, Mara Lujn. Est la ciencia llegando a su fin?.
- Enrici, Aldo. La genialidad como desdocilizacin. Una interpretacin del genio de Einstein segn Herlad Holton: aplicacin
de Nietsche, a travs del discurso de La metamorfosis del espritu de Zaratustra.
- Leno, Mara Jos. La racionalidad postmoderna.
- Luque, Gabriela. Quedarse ms ac que la palabra? Poesa latinoamericana del 60: proceso de construccin de la imagen
de escritor en los primeros textos de Roque Dalton.
- Martnez, Rubn D. Importancia del ganado bovino criollo en la colonizacin galesa.
- Molina, Leo M. Los prejuicios lingsticos en el mbito educativo.
- Pautasso, Norman. Los nios, los maestros y las computadoras. El riesgo de ser consumidores informvoros.
- Pierini, M.de los Milagros. El pasado que no pasa: los nios buscados por las Abuelas de Plaza de Mayo.
- Scatturice, Luis. Internet, educacin, tecnologa y desarrollo econmico. La situacin en Argentina.
- Zapata, Patricia. Muerte y razn en Sneca.
Ao VII, Nmero 20. Julio de 2001
- Aranciaga, Ignacio. Tecnologas, conocimientos y aprendizaje en los tiempos modernos. Claves para un acercamiento al
problema y su medicin.
- Atienza, Alicia M. Los nios y la muerte en la poesa homrica.
- Pierini, M.Estela. Musicoterapia en los trastornos alimentarios.
- Ruiz, Juan D. Sobre democracia, educacin, reforma y trabajo.
- Segovia Stanoss, Martn. Proceso de ocupacin de la estepa magallnica (Provincia de Santa Cruz)
- Taddeucci, M. Rosa. La infancia en el Ro de la Plata segn los relatos de viajeros ingleses (primera mitad del siglo XIX).
- Velzquez, Denis. El desafo a la racionalidad en P. Feyerabend.
- Vida privada, inmigracin, historiografa... Entrevista a Fernando Devoto por Susana Ramrez.
- Bayer, Osvaldo Las sombras del Historiador. Palabras pronunciadas en ocasin de recibir el Doctorado Honoris Causa
en la UNPA. Diciembre del 2000.
Ao VIII, Nmero 22. Junio de 2002
- Aranda, Ral N.; Muoz, Lidia R. Aportes a la identidad patagnica. La narrativa folklrica y el cerco del olvido en las
Cantoras del Norte del Neuqun.
- Azpiroz, Alejandra. Las consecuencias psquicas en la vida anmica del trabajador patagnico a la luz de las crisis econmicas.
- Christiansen, Mara Lujn. La estabilidad del conocimiento en las Ciencias de laboratorio.
- Christiansen, Mara Lujn; Denis Velzquez. Tradiciones historiogrficas e historia de la psiquiatra.
- Isola, Enrique. La Historia Universal de Fukuyama: un argumento poltico.
- Oliva, Miguel. Desafos del Estado provincial en Santa Cruz.
- Velzquez, D. La continuidad de las ciencias y el fin de una imagen.
- La epistemologa goza de buena salud... Entrevista a Ricardo J. Gmez por Denis Velzquez.
Ao VIII, Nmero 23. Marzo de 2003
- Alvarez, Pamela; Azcoaga, Ana M.; Enrici, Aldo. El cuerpo de la denuncia. Lectura hermenutica de la auxologa en la
encrucijada de la multiculturalidad.
- Aranciaga, Ignacio. Y dnde est la Poltica Cientfica?.
- Artesi, Liliana. Los problemas de la incorporacin de innovacin en empresas ya existentes. Una aproximacin desde la
planificacin estratgica situacional.
- Bergero, Iris; Esnaola, Graciela. Los lenguajes de la cultura contempornea. Nuevos estilos de interaccin.
- Fernndez, Alfredo. La escuela versus los nuevos medios: crnica de una pelea desigual.
- Freijo, Jos L.; Picard, Horacio S; Aroz, Carlos. La Innovacin en la Pequea y Mediana Industria.
- Leno, Mara Jos. Racionalidad integrativa. Anlisis baudrillerano de la sociedad postmoderna.
- Ramrez, Susana. Alimentacin y cocina popular en Entre Ros (1783 - 1861).
- Scatturice, Luis. El impacto Internet en educacin, su relacin con la pobreza.
- Silva, Rosa M. Evaluacin de los grupos de Prelibertad.
- Topcic, Osvaldo. Las huelgas de los aos 1920 - 1921.
Ao IX, Nmero 24. Julio de 2003
- Allende de Figueroa, Silvia. La lingstica en la enseanza de los cuidados enfermeros.
- Arpes, Marcela. Hombres en conflicto: Walter Benjamin lee a Bertolt Brecht.
- Atienza, Alicia M. El canto amansa a las fieras. Los relatos monstruosos en Odisea.
- Christiansen, R.; Scatturice, L.; Bedascarrasbure, E. Ensayos avcolas en Ro Turbio. Produccin de miel.
- Del Pino, Mirta; Bustamante, Herna; Bajas, Lissette. Impacto subjetivo de la inestabilidad laboral en docentes de la localidad.
- Eusebio, Rodolfo; Nez, Armando; Sigal, Viviana. Universidad y Matemtica en el Ro de la Plata: hoy como ayer...
- Muoz, Nora; Musci, Mnica. La construccin lingstica de la Historia en los textos escolares.
- Servato, Patricia. Cultura poltica. Medios de comunicacin de masas y propaganda poltica electoral en Argentina.
- Velzquez, Denis. El saber de la locura y la escritura standard de su historia.
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Ao IX, Nmero 25. Octubre de 2003
- Arias, Patricia. El diagnstico psicopedaggico: complejidad y entrecruzamiento.
- Casullo, Fernando M. Puedo tomar su pedido? Transformaciones de la ideologa del trabajo en la Argentina.
- Garca, Olga B. El programa Jefes y Jefas de Hogar.
- Giuliano, Hctor Gustavo. Ciencia y Tecnologa: una relacin difcil.
- Grzegorczyk, Elena. Discurso poltico y relaciones de gnero. Cmara de Diputados de Santa Cruz (1992 - 1998)
- Mosso, M. de las Mercedes. La poltica y la accin cultural en Ro Gallegos. Relacin entre el Estado y la sociedad civil.
- Re, Cecilia. Utopas en Enfermera.
- El radioteatro en Baha Blanca, entrevista a Jos Ral Alvarez por Elsie Yankelevich
Ao X, Nmero 27. Noviembre de 2004
- Arpes, Marcela. Representaciones de la delincuencia y la criminalidad en Tratado de delincuencia de Roberto Arlt.
- Christiansen, R.; Scatturice, L.; Bedascarrasbure, E. y Manavella, F. Ensayos apcolas en Ro Turbio. Polinizacin de cultivos.
- Del Pino, Mirta; Bustamante, Herna y Bajas, Lissette. Vulnerabilidad, apuntalamiento y pertinencia: un enfoque interdis-
ciplinario.
- Llanos, Silvia. Hacia una concepcin de arte difcil de acertar.
- Re, Cecilia y Ojeda, Muriel. Autoestima en el personal de enfermera del Hospital regional de Ro Gallegos.
- Soza Amigo, Sergio. Eficiencia en el uso de los recursos educacionales: el caso de la Educacin Universitaria en Chile.
- Topcic, Osvaldo. Historia de la Polica de Santa Cruz.
- Velzquez, Denis D. Foucault en Mxico.
- Vera, Mnica. Lectura semitica de Facundo en Sarmiento.
- Yahdjian, Ana La. La gnesis de la escuela de masas y la formacin del hombre, el ciudadano y el productor.
Ao X, Nmero 29. Junio de 2005
- Aranciaga, Ignacio y Riquelme, Milton. Hay que leer a Lash?
- Baeza, Brgida. Cuando los vecinos dicen NO. La constitucin de subjetividades reflexivas en una comunidad perifrica.
- Becerra Artieda, Anbal Fernando. Lash y el posmodernismo bueno.
- Fressoli, Mariano. Vitalismo y no -linearidad.
- Pac, Andrea B. Jean Paul Sartre: teatro, existencialismo y libertad.
- Ramrez, Susana. El estado en la cocina: una imposicin textual - clientelar.
- Topcic, Osvaldo. Un tren entre dos pases.
- Vernik, Esteban y Fressoli, Mariano. Scott Lash en la Patagonia Austral.
- Vernik, Esteban. Scott Lash y el diagnstico del presente.
Ao XI, Nmero 30. Abril de 2006
- Acevedo, Mara Jos. Satisfaccin y sufrimiento en el trabajo docente en ambientes sociales crticos.
- Astete, Florentina. Las expediciones a la Patagonia Austral durante los siglos XVI - XVII - XVIII
- Guzmn, Diana y Valdemarn, Paola. La formacin para la enseanza de los profesionales sin titulo docente: tensin entre
el modelo de formacin artesanal y el modelo escolar
- Pac, Andrea. Antgona: del conflicto antiguo al conflicto moderno.
- Perrn, Joaqun. Entre estructuras y la voluntad individual: redes sociales. Apuntes para el estudio de migraciones internas
recientes hacia Neuqun (1960 - 1990).
- Pierini, Mara de los Milagros. La Empresa Telefnica de Ro Gallegos y sus trabajadores.
- Porras, Gabriel. Polticas pblicas y derechos humanos: un caso de discriminacin.
- Tabares, Ana Claudia. La potica del agua en La Odisea
Ao XIII, Nmero 31. Septiembre de 2007
- Arias, Patricia. La psicopedagoga, sus vinculaciones histricas con otros saberes y su posicin actual: un debate necesario.
- Aspiroz, Alejandra. Violencia en la escuela: hijos de la orfandad.
- Benavidez, M.; Gasel, A.; Navas, P. y Porras, G. Una batalla por el sentido: otra mirada sobre los estudios culturales.
- Colodoro, M. de los Angeles. Algunas reflexiones sobre el lugar del asesor pedaggico en la escuela media.
- Franzante, B.; Alvarez, C.; Gmez, R.; Quevedo, L. y Navarrete, V. La Universidad como espacio de segunda chance
educativa.
- Gianotti, A.; Scatturice, L.; Villa, M. y Zuiga, M.V. Una aproximacin a la evaluacin de sitios educativos en la web.
- Pierini, M.M.; Porras, G. y Garca, O. Qu saben los alumnos ingresantes de la UNPA sobre derechos humanos?.
- Rodrguez, Roberto. Etnicidad y relaciones intertnicas en el Cercano Oriente antiguo: el caso egipcio.
- Ruiz, Juan D. YPF: modelo de empresa nacionalizada.
- Villegas, Rita M. Reforma del Estado en la gestin de gobierno de municipios.
Ao XIII, Nmero 32. Diciembre de 2007
- Aberastury, Cecilia. Cuerpo y desposesin en Dios no nos quiere contentos de Griselda Gambaro
- Arpes, Marcela y Pac, Andrea. La escritura del Dios: Tzinacn- Borges- Espinoza.
- Atienza, Alicia y Pac, Andrea Conflicto y utopa: geopoltica de una esperanza en La saga de los confines de L. Bodoc.
- Ennis, Juan Antonio. Reivindicacin del Conde Don Julin. Horizontes.
- Ennis, Juan Antonio. Ilustrar, dice Jacques Derrida.
- Ferro, Csar. Las casas de durmientes de Yacimientos Carbonferos Fiscales en Ro Gallegos.
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- Franzante, Blanca. La Universidad como espacio de segunda chance educativa. Segunda parte.
- Muoz, Nora Isabel. Los estudios del lenguaje y el otro.
- Pierini, Mara Estela. Musicoterapia en el Hospital Elizalde. Alcances y limitaciones de la tarea hospitalaria.
- Ruiz, Juan D. El anteproyecto educativo. Una mirada provinciana reflexiva.
- Yanquelevich, Elsie. Lo real maravilloso en la descripcin literaria de la risa: Nin Marshall y Cndida.
- Zapata, Patricia. Monstruosidad y virtud femenina en La Eneida.
Ao XV. Nmero 33. Agosto de 2009
- Ampuero, Cristian. Geografa. Pequea historia crtica.
- Arpes, Marcela. Figuraciones de la nacin violenta.
- Atienza, Alicia y Pac, Andrea.Necesarias y peligrosas: los topoi en accin en el imaginario ateniense sobre la mujer.
- Bergero, Iris. La construccin del sentido en los mensajes de texto.
- Ferro, Csar. Evolucin de jefaturas a partir de procesos relacionados al mercado mundial: los caciques de la pampa en
el siglo XIX.
- Ludwig, Ralph y Ennis, Juan. Latinoamrica como nombre y concepto identitario. Historia y significado de un campo
conceptual.
- Villegas, Rita. Anlisis del presupuesto educativo de Santa Cruz. 2009.
- Wamba Gavia, Graciela. Hermann Broch y Virgilio, o del exilio como constante en la literatura europea. A propsito de
la muerte de Hermann Broch.
- Zapata, Patricia. Logos y pathos en De Legibus
Nmeros con referato
Ao VII, Nmero 21. Noviembre de 2001
Anlisis Institucional y Educacin
- Acevedo, Mara Jos. Sociopsicoanlisis y formacin en la Argentina. Los Reguladores Educacionales e Institucionales,
nuevos agentes al servicio de la democratizacin de las instituciones.
- Andreozzi, Marcela. Experiencias de prctica profesional en la formacin de grado universitario: Modalidades de imple-
mentacin y formatos bsicos de experiencia.
- Carbajal, Sergio Ignacio. Acciones profesionales en Ciencias de la Educacin, desde el enfoque de la Pedagoga Social.
- Cols, Estela. El curriculum como institucin y la dimensin institucional de los procesos curriculares.
- Della Corte, Susana; Muoz, Mirta. Apuntes para un anlisis de la figura del asesor pedaggico en la provincia del Neuqun.
- Langoni, Mnica. Astegiano, Claudia. Reflexiones a partir de una experiencia de asesoramiento externo.
- Lpez Yez, Julin; Snchez Moreno, Marita. Acerca del cambio en los sistemas complejos.
- Nicastro, Sandra. Trabajar en la escuela: condiciones y modalidades de respuesta ante el cambio. Aportes de investigacin.
- Reinoso, Marta S. Notas para una redefinicin de la estructura organizativa de la Escuela. Necesidad de enfoques insti-
tucionales alternativos.
- Ruiz, Juan D. Reforma educativa, gestin escolar y participacin.
- Silva, Ana M. La afectividad del docente y su papel en las escuelas que atienden poblacin en situacin de pobreza.
- Valdemarn, Paola. Dinmica grupal en situaciones crticas durante un trayecto de formacin.
Ao IX, Nmero 26. Abril de 2004.
Historia
- Baeza, Brgida. Las prcticas sociales de la conmemoracin en el espacio fronterizo de la Patagonia Austral: las fiestas
aniversario de las localidades.
- Baltar, Rosala. Violencia verbal: un trabajo sobre el cuerpo del otro (Echeverra / De Angelis).
- Barrio de Villanueva, Patricia. Hacia la consolidacin del Mercado Nacional de Vinos. Modernizacin y desarrollo del sector
vitivincola de Mendoza ( Argentina) 1900 - 1914.
- Bohoslavsky, Ernesto. El voto peronista en la norpatagonia rural en los 50.
- Cabral Mrques, Daniel A. La intervencin del Estado en los procesos de construccin de las identidades socioculturales
en la Patagonia Austral: aportes para un debate.
- Crespo, Edda La. Asociacionismo, consumo y ciudadana. Acerca de los orgenes de la Cooperativa del Personal de Ya-
cimientos Petrolferos Fiscales.
- Gmez Nashiki, Antonio. El movimiento estudiantil mexicano. Organizaciones y tendencias polticas. 1910 - 1971.
- Ibaurroule, Ana Mara y Sampaoli, Patricia. Solo sobre el corazn de la tierra. Mateo Barac: un constructor que dej su
impronta en el mundo rural de la primera mitad del siglo XX en la costa norte de Santa Cruz.
- Ortega Ridaura, Isabel. Estrategias de supervivencia: cervecera Cuahtmoc, de la Revolucin a la crisis de 1982.
- Pierini, M. de los Milagros. Silvano y Alfredo Picard y la Empresa Telefnica de Ro Gallegos.
- Ruffini, Martha Esther. Derechos adquiridos. La cuestin de los ocupantes de tierras en el Territorio Nacional de Ro
Negro (1884 - 1892).
- Velzquez, Denis Daro. Epistemologa e Historia: Bachelard, Canguilhem y Foucault.
- Vilaboa, Juan y Bona, Aixa. La transicin de territorios nacionales a nuevas provincias: el caso de Santa Cruz.
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Ao X. Nmero 28. 2004
Filosofa e Historia de la Ciencia
- Caamao Alegre, Mara de la Concepcin. Cambios referenciales de las expresiones cientficas.
- Christiansen, Mara Lujn. Carcter e identidad en la Inglaterra victoriana. El significado cultural de las doctrinas carac-
terolgicas del siglo XIX
- Daz de Kbila, Esther. Fenomenologa y Hermenutica en las ciencias cognitivas.
- Grzegorczyk, Elena. Relaciones de poder y relaciones de gnero.
- Jara Guerrero, Salvador. El papel de la diversidad natural y humana en la filosofa de Robert Boyle.
- Kalpokas, Daniel. Objetividad, intersubjetividad y realismo.
- Pac, Andrea Beatriz. La ciencia del hombre, entre los genes y la cultura: un abordaje epistemolgico de la sociobiologa.
- Pazos, Mara Alicia. Un concepto de derivacin para la ciencia.
- Pazos, Mara Alicia. La marcha de la naturaleza en el pensamiento de Lamarck.
- Prez Ransanz, Ana Rosa. Hay lmites en la argumentacin contra el fundamentismo?
- Ruiz Moreno, Lisabeth y Martini, Mara de los Angeles. Dr. Lucio Melndez: un caso paradigmtico de la Psiquiatra argentina.
- Velzquez, Denis Daro. Crisis en el campo psiquitrico: psiquiatra / antipsiquiatra.
Espacios, Nueva serie.
Ao IV, Nmero 1, Diciembre de 2005
Historia, Poltica y Educacin
- Fattore, Natalia. Una tradicin para el desierto argentino.
- Fernndez, Mara del Carmen y Moscatelli, Mirta. Cultura popular vs. colonizacin cultural: la reforma curricular del nivel
medio en la provincia de Santa Fe durante la transicin a la democracia.
- Gmez, Carlos Norberto y Prez, Andrs Felipe. La Educacin Superior en la provincia de Santa Cruz (1958 - 1990):
ausencias y presencias en la dinmica del desarrollo institucional de la zona norte.
- Lpez, Mara del Pilar. La didctica de la lectura y sus efectos en la produccin de sujetos lectores. Entre Ros, 1887 - 1920.
- Mancilla, Hctor; Oyarzn, Carlos y Pierini, M. de los Milagros. Los comienzos de la educacin de adultos en Santa Cruz:
la escuela Carlos Pellegrini de Ro Gallegos.
- Nicoletti, Mara Andrea. Evangelizar y educar a los indgenas en la Patagonia: conceptos claves de Giovanni Bosco y sus
misioneros salesianos (mediados del siglo XIX a principios del siglo XX)
- Rozas, Dina. La iniciativa de la sociedad civil en la constitucin de espacios de enseanza media en el Territorio Nacional
de Santa Cruz: el Instituto Libre de Enseanza de Ro Gallegos (1941-1946)
- Ruiz, Juan Domingo. Crnica de ausencias y presencias: alfabetizacin en el sur costero patagnico.
- Ruiz, Juan Domingo et al. Autonoma educativa bajo nuevos principios de estructuracin provincial en los 90.
- Sarasa, Ariel Nicols. Un fortn cultural con pies de barro frente a la poltica educativa limitacionista de Uriburu. Sobre
la creacin, obra y clausura del Instituto de Enseanza de Ro Gallegos (1921 - 1932)
- Valdemarn, Paola. Memorias colectivas y trabajo de transmisin intergeneracional. Distinciones iniciales para elucidar
posiciones migrantes.
- Voras, Claudia. Universidad y Estado en la Argentina. Hacia una autonoma controlada. (1989 - 1995).
Espacios, Nueva serie.
Ao II, Nmero 2, Diciembre de 2006
Estudios literarios y del lenguaje
- Acebal, Martn. La construccin discursiva del mundo carcelario en una homila catlica.
- Arpes, Marcela. La dramaturgia de Rodolfo Walsh: una operacin poltica an vigente.
- Atienza, Alicia. La invencin de la Hlade: mitos, rituales y poetas en el periodo arcaico.
- Baltar, Anala. Correctores y pedagogos: tensiones criticas en Lugones y Groussac.
- Bohoslavsky, Ernesto; Pierini, Margarita M.Crcel y subalternidad: la historia de un payador patagnico a principios del siglo XX.
- Castro Fox, G.; Gonzlez, Nora. El discurso cientfico en la transposicin didctica: aspectos textuales y dificultades en
la comprensin.
- Chauvi, Omar. Juan Gelman, textos del exilio, fronteras textuales.
- Crotti, Norma. La representacin de la experiencia. A propsito de La Puna y otros textos de Hctor Tizn.
- Ennis, Juan. Poder y limites de la literatura: memoria, historia y compromiso en Cuadernos de Sarajevo y El sitio de los
sitios de Goytisolo
- Gasel, Alejandro. Algunas notas sobre la correspondencia de Victoria Ocampo en Sur.
- Gerbaudo, Anala. Polmicas interrumpidas: la literatura en la universidad argentina (1960 - 1970)
- Lamoso, Adrina. Ideologa y construccin topogrfica en Radiografa de la pampa.
- Luque, Gabriela. Tras las huellas de Pedro Henrquez Urea.
- Macciuci, Raquel. La lengua de las mariposas: de Manuel Riva a Rafael Azcona.
- Malvestitti, Marisa. Machi ul y prcticas chamnicas en comunidades mapuches de Puelmapu.
- Muoz, Nora; Musci, Mnica, Gasel, Alejandro y Vega, Patricia. Convertir el azar en destino: territorio y memoria co-
lectiva en escritores santacruceos.
- Palmucci, Daniela. El discurso multimodal de los manuales de Ciencias Naturales.
- Ramrez Gelbes, Silvia. Aspectualidad y significado lxico: el caso de intentar en el discurso acadmico.
- Sayago, Sebastin. No nos une el amor sino el estereotipo. Una aproximacin a la construccin discursiva de las identi-
dades sociales.
- Tineo, Gabriel y Aguilar, Valeria. Pero a mi que no me nieguen mi parcela Entrevista a Edgardo Rodrguez Juli.
- Torre, Mara Elena. Releer a Rodolfo Walsh.
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Espacios, Nueva serie.
Ao IV, Nmero 3-4, Julio de 2008
Estudios literarios y del lenguaje
- Acebal, Martn.Aportes de la Semitica Tensiva al estudio del aspecto ideolgico en las estrategias semiticas.
- Arpes, Marcela. Cuerpo perdido. Cuerpo recobrado (La propuesta artstica de Teatro por la Identidad)
- Atienza, A. y Musci, M.Aganmeln y Melenao: los hroes en pantuflas de Fontanarrosa.
- Baltar, Rosala.Sensibilidad y diferencia en La divisa punz de Paul Groussac
- Brquez, Nstor.El laberinto del fauno: el mundo de las hadas en los tiempos de guerra
- Borzi, Claudia.Tipos de causas introducidas por porque
- Casini, Silvia.Intrprete, cultura y espacio en El corazn a contraluz de Patricio Manns
-Ennis, Juan.De la literatura a la historia. Umbrales de la narrativa espaola actual
- Fazio, Silvina C.Itinerarios de la ciudad: espacios de lo material y lo intangible en la potica de Oliverio Girondo
- Hafter, Evelyn.La presencia cinematogrfica en el texto literario: imgenes de cine en la construccin de la memoria. A
propsito de Escenas de cine mudo de Julio Llamazares
- Lamoso, Adriana.Predicar en el desierto: la voz de Ezequiel Martnez Estrada en el escenario de la poltica nacional.
- Luque, G. y Salemi, P.Mxico: paideia del intelectual latinoamericano
- Muoz,N. y Musci, M. Cuando el espacio deviene lugar: pugnas y tensiones en el discurso de la identidad santacrucea.
- Pac, Andrea. Los gneros de la filosofa y la esttica filosfica. Una reflexin derrideana.
- Pas, Hernn.La proximidad de un origen: las intervenciones del periodismo romntico en la formacin de una tradicin
(literaria) nacional (1836-1839).
- Prsperi, Germn. Esta modesta crtica hispanista.
- Ricaud, Nora.Huellas del pasado en relatos de infancia
-Snchez, Mariela. Novela y oralidad. Una interpretacin de la intra-textualidad galdosiana, a ciento diez aos de Misericordia
-Schnep, Robert.Cmo comprender la realidad? Problemas y perspectivas en la investigacin reciente sobre el Nacional-
socialismo
Espacios, Nueva serie.
Ao V, Nmero 5, Noviembre de 2009
Educacin, Trabajo y Desarrollo
- Acconcia, M. Laura.Configuracin de la categora trabajo en la escuela: el trabajo de los docentes y el trabajo en los
textos escolares.
- Alegre, Javier.Transformaciones del mundo laboral en la sociedad contempornea. Una aproximacin basada en la expe-
riencia argentina reciente
- Alvarez, V. y Michniuk, N.Repensando el vinculo educacin-trabajo desde una mirada local: Santa Cruz y sus nuevos
escenarios.
- Arata, Nicols.La identidad del aprendiz y la enseanza de oficios desde fines del siglo XVIII hasta fines del siglo XIX: una
aproximacin
- Ayuso, M. Luz.Ingenieros y maquinistas: alianza estratgica para la legitimacin del dispositivo de regulacin del saber del
trabajo de los Fraternales.
- Guadix, D. y Villanueva, Lourdes.Estructura productiva, trabajo e identidad.
- Maz, Vanesa.Una reflexin sobre los principios subyacentes en la transformacin educativa y su incidencia en los conte-
nidos del rea de Ciencias Sociales: los manuales de la reforma.
- Prez, Andrs. Texto y contexto de lo profesional en la profesin de ensear.
- Pierini, M. M. y Navas, P.Trabajo y educacin: las herramientas para la resocializacin de los detenidos de la crcel de Ro
Gallegos durante la poca territoriana.
- Ruiz, Juan D. Ingresos, trabajo y educacin. Reflexiones sobre las tendencias posreformas. Ro Gallegos, 1991-2006
- Sayago, Sebastin.Brecha digital y mercado lingstico: los condicionamientos sociales de la educacin universitaria online
de la UNPA.
Espacios, Nueva serie.
Ao IV, Nmero 6. Septiembre de 2010
Estudios literarios y del lenguaje
-Aiello, Francisco. Carpentier y Csaire: miradas sobre /desde Hait
- Arpes, Marcela. Dramaturgia y puestas en escena de lo nacional
- Atienza, A. y Musci, M. Penlope y las doce criadas de M. Atwood: un juicio a la tradicin
- Casini, Silvia. Mito e historia de la Patagonia: la ciudad encantada en Esa maldita lujuria de A. Brazlovski
- De Llano, Aymar. Fantasmas del deseo. La tortuga ecuestre de Csar Moro.
- Funes, M. Soledad.Dequesmo: el problema del significado de la preposicin de
- Henao, Simn. Los fantasmas del viaje: Vicente Prez Rosales va a California.
- Luque, Gabriela. Una ciudad colonial en el lnguido trpico.
- Novau, Julieta.Trnsitos a travs de la caribeidad en Crnicas del regreso (1940-1941) de Alejo Carpentier y Puerto-
rriqueo de Edgardo Rodrguez Juli.
- Oliveto, Mariano.Barbarizacin literaria de Nicols Olivari
- Pac, Andrea. Literatura infantil argentina y filosofa: cuando los cuentos hacen pensar
- Sayago, Sebastin.Los fundamentos sociolgicos de la argumentacin

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