Carrigan Lou El Vals de Los Besos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 33

CAPTULO PRIMERO

CAPTULO II
CAPTULO III
CAPTULO IV
CAPTULO V
CAPTULO VI
CAPTULO VII
CAPTULO VIII
CAPTULO IX
ESTE ES EL FINAL

LOU CARRIGAN
EL VALS DE LOS BESOS

CAPTULO PRIMERO
Los pasajeros que haban llegado en el ltimo vuelo de la Panam, procedentes de Nueva York, iban cumpliendo sosegadamente las
formalidades de su llegada a Francia, al aeropuerto de Orly. Concretamente, a pocos kilmetros de Pars.
Todo haba ido bien. Ningn intento de secuestro o de sabotaje, buen tiempo, excelente comida, ambiente grato... Y finalmente, la satisfaccin de
llegar sanos y salvos a su destino. O, por lo menos, la mayora de los pasajeros haban llegado ya a su destino. Otros deberan seguir volando.
Por ejemplo, la impresionante pareja que esperaba con gesto amable la formalidad de los trmites... Impresionante, en verdad. El meda metro
ochenta y cinco, tena los cabellos color cobre, los ojos negrsimos, la barbilla slida como una roca, los labios delgados y duros, como un cepo. Ella
meda ms de metro setenta, era bellsima, elegante, simptica, y su aspecto era dulce e inteligente. Sus grandiosos ojos azules contemplaban
sonrientes al empleado francs, que ya no saba adonde mirar.
Voil, mademoiselle dijo, devolviendo el pasaporte. Tout parfait!
Meri, monsieur agradeci ella, sonriendo tambin con sus preciosos labios sonrosados.
El empleado francs contuvo un suspiro, y se dedic al hombre de los cabellos color cobre, que, evidentemente, acompaaba a la seorita que se
llamaba Brigitte Montfort, ciudadana americana. El tambin era americano, y se llamaba Clark Coleman. Por supuesto, tambin el impresionante
caballero tena toda su documentacin en orden.
Voil, monsieur. Merci.
Meri agradeci tambin el seor Coleman.
Llevaba solamente un portafolios. La seorita Montfort, tan preciosa, llevaba un gracioso maletn rojo, con florecillas azules estampadas, y dos
maletas, que haban sido amablemente aceptadas, sin ms. Un mozo del aeropuerto esperaba los trmites para llevarlas a un taxi.
Podramos intentar conseguir ahora mismo un vuelo hacia Roma dijo el seor Coleman, pero no veo por qu tienes que someterte a ese
cansancio.
Estoy deseando llegar a Villa Tartaruga dijo ella, pero creo que tienes razn, mi amor... De todos modos, no podramos llegar hoy mismo a
Malta.
Me temo que no. Prefieres que nos quedemos en un hotel, o que vayamos a Pars a divertirnos un poco? Te sentar bien distraerte, despus
de lo ocurrido.
Oh, vamos refunfu ella. Estoy bien, de verdad. El que lo ha pasado realmente mal ha sido el pobre Frankie, no yo. Adems, a qu llamas
t divertirse en Pars?
Podramos ir a cenar a un restaurante chino, que tanto te gusta, y luego ir al Moulin Rouge. O pasear por Pars; en setiembre, con las lluvias,
resulta muy agradable.
Brigitte reflexion unos segundos, y por fin, dijo:
Lo mejor sera que adquirisemos pasajes para Roma en el primer vuelo de maana. Luego, ya veramos.
Como quieras.
Seguidos por el mozo, abandonaron la seccin de recepcin de vuelos internacionales, y salieron a la gran sala de espera... En el acto, Clark
Coleman se dio cuenta de que algo le suceda a Brigitte Montfort. La mir, vio su mirada fija en un punto, y, siguiendo la direccin de su mirada, lleg
hasta el hombre. Un hombre alto, medio rubio, vestido con discreta elegancia... Estaba unos pasos ms all, y tena en una mano un ramo de rosas
rojas. Y miraba fijamente a la seorita Montfort.
Puede ser una casualidad murmur Clark Coleman.
Puede ser admiti ella. Te molestara que nos asegursemos?
l movi la cabeza, y se dirigieron los dos hacia el hombre de las rosas rojas, que ahora miraba de uno a otro, no poco impresionado. Salvo que
se hubiese equivocado de vuelo, cosa poco probable, aquellas dos personas que caminaban hacia l eran nada ms y nada menos que la agente Baby
de la CIA, la espa ms audaz y peligrosa del mundo, y Numero Uno, el mejor espa masculino de todos los tiempos. Algo capaz de cortar el resuello a
un agente de la CIA vulgar y corriente como era l...
Buenas tardes lleg saludando la bellsima mujer de los ojos azules. Qu bonitas rosas tiene usted, seor!
El agente de la CIA trag saliva, y asinti con la cabeza.
Me dijeron que llamara la atencin especial de una persona, con ellas, en efecto, madame.
S? Por qu motivo?
Estoy esperando a una dama que peridicamente recibe en su apartamento dos docenas de rosas rojas, que le enva su florista, un caballero
llamado Charlie.
Simn? murmur Brigitte.
El agente de la CIA suspir.
Menos mal que no me he equivocado... Baby?
S Brigitte le miraba fijamente. Qu es lo que ocurre en Pars?
No en Pars: en Hamburgo.
Bien, pues en Hamburgo. Qu ocurre?
Simn no contest. A su vez, miraba fijamente a Brigitte, que palideci. All tena a un agente de la CIA, uno de sus queridos Simones, que
tambin estaba un poco plido y no se atreva ni a contestar tan sencilla pregunta. Ella tena que entender, y entendi.
Han matado a uno de los nuestros? susurr.
S... Han asesinado a un Simn. En Hamburgo. Las cosas se han resuelto hasta cierto punto, pero desde la Central, tras conseguir la informacin
del jefe de Sector de usted, nos avisaron de que llegara en este vuelo, que haba salido de Estados Unidos para descansar unos das... Puesto que no
se esperaba que usted tuviese su radio en onda adecuada, su jefe de Sector sugiri que uno de nosotros esperase aqu con un ramo de rosas rojas, y
que usted entendera.
La agente Baby asinti con un gesto.
Tenemos preparado el viaje a Hamburgo?
Hay una avioneta lista para despegar cuando usted guste. Pero son ms de quinientas millas, y despus del viaje que acaba de hacer...
Iremos ahora mismo a Hamburgo. Te importa, mi amor? mir a Nmero Uno.
Clark Coleman movi negativamente la cabeza. Dio unos billetes al mozo del aeropuerto, tom una de las maletas, Simn se hizo cargo de la otra,
y comenzaron a caminar en la direccin sealada por el agente de la CIA.
Veinticinco minutos ms tarde, despegaban de Orly, rumbo Nordeste. Comenzaba a anochecer. Lloviznaba. Era un da gris, fro, triste..., tan
diferente al que deba hacer en Malta, en Villa Tartaruga!
El agente de la CIA pilotaba la avioneta. Tras l, la seorita Montfort sostena el ramo de rosas rojas. Junto a ella, Clark Coleman permaneca en
silencio, fija la mirada en Pars... Adis, Pars; adis, restaurante chino; adis, Moulin Rouge...
Qu ha ocurrido exactamente? pregunt Brigitte.
No lo s.
Pero antes ha dicho que las cosas se han resuelto hasta cierto punto... Qu quiso decir con eso?

Tenemos al asesino de Simn, que a su vez est muerto. No s nada ms, lo siento.
Pero si ya tienen al asesino de Simn..., para qu voy yo a Hamburgo?
Lo ignoro, pero es evidente que en la Central consideran que el asunto merecer su inters. Nos estarn esperando en Hamburgo, y la pondrn
al corriente de lo sucedido inmediatamente. Tengo instrucciones expresas de llevarla de regreso a Pars, o adonde usted quiera, si decide no
interesarse por el caso.
Est bien... Escucharemos lo que tenga que decirnos nuestro compaero Simn-Hamburgo.
Eran casi las nueve cuando aterrizaron en el aeropuerto de Hamburgo, metido en la ciudad, en el lmite Noroeste. All, el tiempo era an peor, y la
oscuridad era total. La intensidad de la lluvia deprima el nimo. Un automvil se acerc a la avioneta en cuanto sta se hubo parado completamente, y
Simn-Pars lo seal:
Yo me ocupar de la avioneta. Si decide regresar, slo tiene que llamarme por la radio, que tengo puesta en onda Pars. Si decide quedarse...,
buena suerte.
De la avioneta, pasaron al coche. En ste haba dos hombres, uno al volante y otro sentado atrs. Nmero Uno se sent junto al conductor, y Brigitte
junto al otro hombre, en el asiento de atrs. El coche se alej hacia un extremo de la pista.
Hola, Simntendi la mano Brigitte.
Encantado la acept el agente de la CIA jefe de la zona de Hamburgo; dirigi un vistazo a Nmero Uno, y aadi: Buenas noches, seor.
Se acuerda de m?
Nmero Uno volvi la cabeza, sorprendido. Pero, apenas ver el rostro de Simn-Hamburgo, en sus ojos apareci la expresin de reconocimiento,
y, en el acto, tendi la man por encima del respaldo.
Gracias, seor la acept Simn, emocionado.
Zambomba! exclam Brigitte, con un intento de buen humor. Me alegra comprobar que todava queda alguien en la CIA que merezca tu
afecto, Uno.
Trabaj un par de veces con l dijo Simn. Y son los mejores recuerdos que tengo de mi trabajo. Ya soy un veterano, y he llegado a diversas
conclusiones sobre el espionaje: nada vale la pena, excepto determinados momentos. Como aqullos, seor, los recuerda? Simn mir a Brigitte
. Con Nmero Uno todo era grande, todo tena envergadura, riesgo autentico..., y todo era sencillo a la vez. Mi admiracin por...
Est bien cort Uno. No estamos aqu para hablar de tiempos pasados.
No, seor murmur Simn. Bien... Es un asunto un poco... embrollado, pero intentar explicarlo con claridad y con pocas palabras. Como es
natural, en Hamburgo tenemos personal en activo, y tambin como es natural, los rusos han instalado aqu una clula relativamente importante. Vamos
conviviendo. Unas veces nos vigilamos, otras simulamos no vernos unos a otros... Lo corriente. Claro est, tambin hay agentes de otras
nacionalidades, especialmente ahora, que se estn desarrollando las maniobras en el Bltico y el Canal de la Mancha...
Ah, s asinti Brigitte. Lo haba olvidado. Se refiere usted, naturalmente, a las maniobras de la OTAN, que han sido llamadas Teawork 76.
S. Ochenta mil hombres en accin, con ms de cien unidades navales de superficie, unos treinta submarinos, y ms de trescientos aviones de
diversos tipos. Son unas maniobras importantes. Los rusos estn disconformes con ellas.
No faltara ms sonri secamente Brigitte.
Claro sonri tambin Simn. Dicen que son unas maniobras peligrosas, y que constituyen, en cierto modo, una provocacin.
Bueno desde Brigitte, eso lo dicen siempre los rusos, Simn.
Ya lo s. Bien, el hecho cierto es que, lgicamente debido a esas maniobras, todo el Norte de Europa, especialmente la franja costera, est
registrando un mayor movimiento de agentes secretos de todas las nacionalidades. Sabemos que hay incluso chinos, japoneses y coreanos. Normal.
Es un gran despliegue militar... Y militarmente hablando, el Canal de la Mancha y el mar Bltico son en estos momentos el ombligo del mundo...
Simn cort Brigitte: ustedes creen que han matado a nuestro compaero por algo relacionado con esas maniobras de la OTAN?
No sabemos qu pensar, porque el asunto, como le digo, est bastante embrollado. Aparentemente, s, han matado a nuestro compaero por
algo relacionado con las Teawork 76. Pero, permtame que le explique lo sucedido. Nuestro Simn, rutinariamente, se dedicaba a vigilar a un agente
ruso llamado Pavel Savelich. Rutina, ya le digo. Y de pronto, empiezan a ocurrir cosas: Pavel Savelich mata a Simn, un agente de la OTAN mata a
Pavel Savelich, y un coronel norteamericano de la OTAN, llamado Aaron Ringleman, que estaba con Pavel Savelich, se da a la fuga y desaparece. Se lo
explicar de otro modo: el agente de la OTAN, ya sabe, uno de los agentes secretos de ese organismo, que ahora estn muy activos por el Norte de
Europa, ese agente, llamado Milton Waberly, estaba haciendo su trabajo de husmear por todas partes, y, al parecer, le llam la atencin algo
relacionado con los movimientos del coronel Ringleman, as que se dedic a vigilarlo. Por fin, hace dos noches, Milton Waberly obtuvo su fruto: el
coronel Ringleman se entrevist, por supuesto discretamente, en una zona apartada de la ciudad, con el agente sovitico Pavel Savelich. El agente de
la OTAN, como usted comprender, se interes vivamente por lo que pudiesen hablar los dos hombres, aunque no conoca a uno de ellos. Solamente
conoca al coronel Ringleman, pero era suficiente... En su afn por escucharlos, se acerc demasiado, y Ringleman y Savelich le oyeron. En un instante,
le descubrieron espindole, y acto seguido sacaron sus pistolas...
El coronel Ringleman iba armado?
Evidentemente, puesto que dispar contra Waberly. Tambin Savelich sac su pistola, naturalmente, pero el ruso no tuvo tiempo de disparar: el
agente de la OTAN, comprendiendo que era el ms peligroso, dispar contra el ruso en primer lugar, metindole dos balas en el pecho y matndolo en
el acto. Mientras tanto, el coronel Ringleman disparaba contra Milton Waberly, que se tir al suelo, replicando al fuego... Para no alargarlo: Ringleman
consigui escapar. As que el agente de la OTAN se encontr solo en aquel solar con el cadver del agente sovitico Pavel Savelich... Me van
siguiendo?
Desde luego. No me diga que el agente de la OTAN avis a la CIA.
No, no. El agente de la OTAN avis a los suyos, claro est. Bien, el caso es que encontraron en una mano de Savelich un microfilme, que, sin
duda alguna, acababa de recibir de manos del coronel Aaron Ringleman. Ese microfilme revelaba absolutamente todos los detalles tcticos y logsticos
de las maniobras Teawork 76, y se haca hincapi en sus puntos posiblemente vulnerables a un sabotaje. La conclusin fue sencilla para los mandos de
la OTAN: el coronel Aaron Ringleman se propona vender esa informacin al servicio secreto sovitico. Por fortuna, al aparecer el agente de la OTAN
Milton Waberly, esa venta fue desbaratada, Savelich muerto, y el coronel Ringleman est siendo buscado con el inters que pueden ustedes
imaginarse. No s si me he explicado bien.
Lo ha hecho perfectamente asinti Brigitte. Pero, Simn, dgame..., qu tiene que ver todo esto con la muerte de Simn?
La pistola que tena Savelich fue la que se utiliz para matar a Simn, al que encontramos de madrugada tirado en un solar, no muy lejos de
donde se haba producido la entrevista entre Ringleman y Savelich.
O sea que, segn parece, ocurri lo siguiente: Simn segua a Savelich, y el agente de la OTAN segua al coronel Ringleman. Savelich se dio
cuenta de que un americano le segua, y como en esa ocasin no le interesaba, lo mat. Luego, fue a entrevistarse con el coronel Ringleman..., al cual
segua el agente de la OTAN, y ste mat a Savelich mientras Ringleman poda escapar.
Exacto.
Entonces, todo se reduce a encontrar al coronel Ringleman, por diversos motivos. Uno, que es un traidor, bien claro est. Dos, que puesto que
conoce todo el alcance de las maniobras, y sabiendo que ha sido descubierto, habr acudido directamente a los rusos en busca de proteccin... y
facilitndoles verbalmente todo lo que sabe sobre las Teawork 76. Tres, que posiblemente el coronel Ringleman sabe qu pretenden exactamente los
rusos con sus conocimientos sobre las maniobras de la OTAN. No es as?
Yo no lo habra explicado mejor asinti Simn-Hamburgo.
Bueno, parece que la CIA y el servicio de inteligencia de la OTAN tendremos que trabajar juntos. De momento, ya hubo un intercambio de

informacin, que condujo a identificar la pistola de Savelich como la que haba matado a Simn. Fue Milton Waberly quien busc ese contacto entre la
CIA y la OTAN?
No. Fue uno de los nuestros introducido en la OTAN. l saba que haban matado a Simn, y cuando se enter de que haban matado a un ruso,
lanz la sugerencia de que la pistola de Savelich fuese examinada. As de sencillo.
Entiendo. En cuanto a ese agente de la OTAN, Milton Waberly..., qu ha sido de l?
Ahora estamos camino de su domicilio de Hamburgo. Como las maniobras van a durar bastantes das, y lgicamente l tendra que moverse
mucho, alquil un apartamento en lugar de instalarse en un hotel. Es mas discreto.
Desde luego... Nuestro Simn ha sido enviado ya a Estados Unidos?
Sali esta maana... Seguramente, se han cruzado ustedes sobre el Atlntico.
S musit Baby, pero en condiciones bien diferentes. Estn buscando al coronel Ringleman?
Ya lo creo! Hay un montn de hombres de la OTAN y de los nuestros detrs de su pista. Bueno, es un modo de hablar, ya que no tenemos pista
alguna concreta. Pero, desde luego, se le est buscando con saa, est bien segura.
En cierto modo susurr Brigitte, l es el responsable de la muerte de Simn, ya que Savelich no lo habra matado si no hubiese tenido que
entrevistarse con el coronel. No le parece?
S, claro. Pero, en cuestiones de espionaje, y para decirlo de un modo... expresivo, yo no me fiara ya ni de mi propia madre.
Me parece que no es usted el nico. Bien, veamos qu sacamos en claro en una conversacin con ese agente de la OTAN. Cmo es l?

CAPTULO II
Milton Waberly deba tener cerca de cuarenta aos, tena el rostro hermtico, duro, la expresin concentrada. Sus ojos eran oscuros, inteligentes, y
miraban como si tuviesen capacidad para llegar al fondo de la mente de su interlocutor. Alto, macizo, de modales un tanto rudos, pero muy corts y
atento. Con su ropa vulgar, sus cejas espesas, sus modales bruscos, no pareca, ni por asomo, el sofisticado agente secreto de los filmes de accin.
Haba alquilado un discreto apartamento en la Alster-Terrase, entre el Botahischer Garten y la Aussen-Alster. Desde el saloncito del apartamento,
mirando por los cristales de las puertas que cerraban la pequea terracita, se vean las luces de las embarcaciones en la laguna, y las de la ciudad,
como estrellas de colores. Llova con intensidad cada vez mayor, haca fro... y unas docenas de millas ms al Norte, en el mar Bltico, parte de aquellos
ochenta mil hombres de la OTAN estaban realizando las maniobras.
Waberly haba ofrecido whisky, que todos haban aceptado. Luego, a peticin de la agente Baby, que se haba presentado all convertida en una
preciosa muchacha rubia, de ojos verdes, merced a la peluca y las lanillas de contacto, y con el nombre de Lili Connors, el agente de la OTAN haba
procedido a explicar lo sucedido en la parte que l haba protagonizado. Era sobrio, parco en palabras, pero expresivo, y, en lneas generales, su
explicacin coincidi con la de Simn-Hamburgo. No pareca molesto en absoluto por tener que repetir, una vez ms, todo el relato. Era un profesional
taciturno y consciente, eso era todo.
Le agradezco su amabilidad, seor Waberly murmur por fin Brigitte, es decir, Lili Connors. Respecto al coronel Ringleman, qu haca l
en Hamburgo?
Bueno, l se haba desplazado aqu haca unas semanas, a fin de estar ms cerca de la zona de las maniobras. Habitualmente, reside en
Sttutgart, donde, como usted sabe, est el Mando Central Militar de la OTAN. Como uno de los consejeros elegidos para la preparacin de las
maniobras, se traslad al Norte, a fin de estudiar el terreno y tomar datos sobre el Bltico...
Es decir, que Ringleman conoce el alcance de las maniobras?
De principio a fin, segn he sabido ltimamente.
Claro. Y por qu no regres a Stuttgart, cuando fueron iniciadas?
Segn entiendo, quera hacer un estudio de la reaccin del personal civil ante las Teawork 76, sobre el propio terreno... Algo as como un estudio
psicolgico.
Esto es... corriente?
Que yo sepa, no. Pero, claro, los rusos que por supuesto estaban al corriente de las maniobras, en lneas generales, haban protestado, y quiz
Ringleman quiso hacer un estudio sobre el verdadero efecto de las maniobras en el personal civil por ese motivo... De todos modos, si he de serle
sincero, fue eso lo que me llam la atencin.
Qu quiere decir?
Pues que, cuando supe esto, me vine tras l a Hamburgo.
Quiere decir que... intuy algo?
No soy tan sensible gru Waberly. Solamente soy un agente secreto, as que las cosas poco corrientes me llaman la atencin. Ni mucho
menos se me ocurri que el coronel Ringleman pudiese estar tramando algo parecido.
Ya. Quin se qued el microfilme que haba entregado al ruso Savelich?
Fue entregado al mando de la OTAN, naturalmente.
Naturalmente. Y es seguro que con esa informacin del coronel Ringleman se podan conocer en todos sus detalles las maniobras, y que
adems de esa informacin haban sugerencias para un sabotaje en mayor o menor escala?
Eso dijeron en el mando. Quiero que sepa que nuestra... postura en la OTAN actualmente es bastante molesta, debido a este asunto. No pasar
nada, claro, pero es un considerable desprestigio para nosotros, los norteamericanos.
S, lo comprendo. Dgame, seor Waberly: qu objeto tiene la permanencia de usted en Hamburgo? Busca a Ringleman?
He sido designado jefe de esa operacin en cuanto a la OTAN se refiere. Pero, naturalmente, estamos perdiendo el tiempo: en estos momentos,
Ringleman debe estar en Mosc.
Ya. Y, claro, los rusos ya saben todo lo que se puede saber sobre las Teawork 76.
Yo no lo dudara ni un instante.
En la opinin de usted, seor Waberly..., le parece que los rusos pueden realizar algn sabotaje contra la Teawork 76?
Eso sera una estupidez gru Milton Waberly. Por todos los demonios, no me diga que usted cree que los rusos son idiotas!
No sonri a medias Lili Connors, no lo creo. Ni los rusos, ni nadie de nuestra profesin. Sin embargo, el mando de la OTAN asegura que en
el microfilme que Ringleman haba entregado a Pavel Savelich haba sugerencias para sabotaje. Qu opina usted de eso?
El agente de la OTAN se qued mirando su vaso de whisky al trasluz, colocndolo hacia la puerta cristalera de la terraza. Estuvo as unos
segundos, antes de soltar un gruido.
Que me maten si me veo capaz de opinar algo diferente a lo que he dicho antes: los rusos no pueden ser tan idiotas. Mire, las Teawork 76 son
las maniobras ms importantes que la OTAN ha realizado hasta la fecha en cuanto a efectivos: ms de ochenta mil hombres, trescientos aviones, tres
docenas de submarinos, ms de cien barcos de superficie... Vamos! solt un bufido. Para sabotear ese potencial militar hara falta..., qu s yo!,
dos o tres flotas soviticas. Y claro est, ya no sera un sabotaje, sino una agresin directa.
En suma: la chispa que encendera la mecha de una guerra... Pero, claro, quiz los rusos, en definitiva, se hayan vuelto idiotas. Todo es posible en
este mundo.
Lili Connors qued pensativa. Luego encendi un cigarrillo, se acerc a las cristaleras y estuvo mirando la lluvia, en silencio, fumando
pausadamente. Sus pensamientos se basaban en una lgica irrebatible: simplemente, los rusos haban querido saber todo lo concerniente a las
maniobras de la OTAN. Con todos los detalles en todos los aspectos. Esto era normal. Pero si no eran tan idiotas como para intentar sabotear las
maniobras (y no lo eran, ella estaba segura de eso), por qu Ringleman haba incluido en el microfilme sugerencias para sabotajes? Por otro lado, tal
como haba dicho Waberly con muy buen sentido, un ataque a las fuerzas de la OTAN no era tan fcil. Sabotear un conjunto militar como aqul?
Absurdo... Para atacar los efectivos de la Teawork 76 haca falta algo mucho ms poderoso que un sabotaje, que a fin de cuentas es siempre una
accin menor.
Se volvi de pronto.
Han estado ustedes en el alojamiento del coronel Ringleman, naturalmente.
Claro. l tambin ocup un apartamento.
Dnde?
Pues, como usted comprender, yo me aloj cerca de l... El apartamento est a tiro de piedra de ste, prcticamente: en el 12 de la Neue
Rabenstrasse; al doblar la esquina, frente a la Theodor Heuss Platz. En dos minutos se llega all.
La OTAN tendra inconveniente en que yo echase un vistazo a ese apartamento?
Por primera vez, Milton Waberly pareci un hombre sociable y casi simptico cuando sonri.
La OTAN agradecera mucho que alguien encontrase en ese apartamento lo que ella no ha podido encontrar.
Entiendo sonri tambin Brigitte-Lili Connors. Bueno, no es que pretendamos ser ms listos que ustedes, seor Waberly, pero a veces se
producen casualidades.

Ojal. Nada me gustara tanto como encontrar una pista que nos llevase a Ringleman. Aunque insisto: se est ya en Mosc.
Seguramente. En cuanto a Pavel Savelich se volvi la espa hacia Simn-Hamburgosabemos dnde viva, claro est.
S, s. Haca tiempo que se haba instalado all: 31 Katherinenstrasse, en Altstadt. Viva rodeado de canales. Es una callecita estrecha y
simptica.
Que debe estar siendo visitadsima por los rusos, claro.
No. Ni uno.
Cmo que no? alz las cejas Lili Connors.
Ni uno solo. Tenemos el lugar bien vigilado, y no ha aparecido ni un solo ruso.
Eso es... normal?
Habitualmente, s, usted lo sabe muy bien. Pero considerando que hace dos das que Savelich desapareci, pensamos que los rusos han debido
interesarse por l de un modo u otro.
Y no lo han hecho?
En absoluto.
Pero... dnde dejaron ustedes el cadver de Savelich?
Lo tenemos nosotros todava. La esperbamos a usted... Y adems, yo tengo una teora al respecto.
Me gustara escucharla.
Bueno, Pavel Savelich estaba en Hamburgo con el nombre de Rudolf Neuman; alemn, claro est. Esa era la documentacin que llevaba
encima. Pero...
Espere un momento exclam Lili. Cmo saben ustedes que ese Rudolf Neuman era, en realidad, un ruso llamado Pavel Savelich?
Oh, Savelich era un viejo conocido nuestro, claro. Por eso, cuando apareci por Hamburgo, nos dedicamos a vigilarlo, Nos enteramos de que
utilizaba el nombre de Rudolf Neuman, pero eso nos pareci natural. Tan natural como que se hubiese dejado barba, bigote, grandes patillas...
Demonios, es de lo ms corriente.
Estn seguros de que los rusos no se han interesado por... Rudolf Neuman?
S.
Entonces..., quiz han estado ustedes en su apartamento?
Se pens en ello. Luego, comprendimos que vendra usted, como siempre que matan a uno de los nuestros. Y finalmente, pensamos que incluso
poda ser una trampa. O sea, que quiz todo est lleno de rusos... y nosotros no hayamos podido ver ni uno solo.
Eso le parece posible?
No gru Simn-Hamburgo.
Entonces..., no hay rusos?
En Hamburgo, muchos. Interesados por Savelich, ni uno.
Pero eso es increble!
As estn las cosas encogi los hombros Simn.
Pero vamos a ver..., acaso Savelich no se relacionaba con sus camaradas de algn modo o en algn momento?
No... No.
En ningn momento?
No.
O sea... que estaba... desligado, en labor solitaria?
Ahora que usted lo dice, as deba ser.
Pero... qu haca en Hamburgo?
Nada. Aparentemente, nada.
Aparentemente, nada musit Lili. Veamos, quiz yo no lo he entendido bien, y resulta ahora que Pavel Savelich era un agente de
primersima categora?
De ninguna manera farfull Simn, era un don nadie, ya sabe lo que quiero decir.
Si, lo s. Del mismo modo que s perfectamente que un don nadie nunca acta solo en nada importante. No est capacitado.
Quiz se pens precisamente en la insignificancia de Pavel Savelich como ideal para su contacto con el coronel Ringleman. Y fue enviado aqu
sin que sus compaeros de Hamburgo lo supiesen.
Vamos, Simn... Usted enviara a un agente de tercera o cuarta categora a recoger un microfilme como el que nos ocupa, de las manos de un
coronel norteamericano adscrito a la OTAN?
No.
Pues ya volvemos a los mismo: son idiotas los rusos?
No.
Brigitte reflexion unos segundos, y luego mir a Nmero Uno, que haba permanecido en el ms absoluto silencio, sentado en un silln y bebiendo
apaciblemente su whisky. Nmero Uno capt la mirada, alz las cejas y luego se puso en pie, acercndose a Brigitte. Los dos delante del balcn,
comenzaron a cuchichear, en voz baja, y, adems, en espaol. Quien ms hablaba era Lili Connors, y quien ms asenta era Nmero Uno.
Por fin, ste asinti por ltima vez, fue a dejar el vaso en la mesita y, sin ms, abandon el apartamento.
Adonde va? pregunt Simn.
El va a encargarse de hacer una visita al apartamento del coronel Ringleman explic Lili Connors. Contando, claro est, con que el seor
Waberly ser tan amable de informar a sus compaeros de la OTAN de que no deben molestarlo. Cuento con ello, seor Waberly?
Los llamar por radio asinti Milton Waberly.
Muchas gracias. Nosotros vamos a hacer una visita al apartamento de Pavel Savelich... Mejor dicho, de Rudolf Neuman. No faltara ms se
apresur a decir en cuanto Waberly abri la boca: Le pondremos a usted al corriente de cualquier cosa que nos parezca digna de inters. O quiz
preferira venir usted con nosotros?
Francamente, s gru Waberly.
Pues est invitado sonri la agente Baby.

CAPTULO III
Habra sido de lo ms absurdo qu tres espas de la talla de Simn-Hamburgo, Milton Waberly y la agente Baby hubiesen tenido dificultades para
entrar en el apartamento de Rudolf Neuman en el 31 de Katherinenstrasse. El procedimiento fue por dems simple: Baby utiliz una de las ganzas que
llevaba en su maletn para abrir la puerta, en lo cual invirti apenas una docena de segundos.
Como quiera que, por otra parte, estaban ya ms que convencidos de que no haba rusos por los alrededores, tampoco se complicaron la vida en
cuanto estuvieron dentro; encendieron la luz, y comenzaron, con toda calma, un registro sistemtico, como slo saben hacerlo autnticos expertos.
El apartamento se compona de un saloncito, una cocina diminuta, un cuarto de aseo no menos diminuto, y dos habitaciones, una de las cuales era
aceptable, y la otra poco ms grande que el cuarto de aseo. Un alargado ventanal daba al exterior, a la Katherinenstrasse, desde el saloncito. Y ah
terminaba todo.
Los resultados fueron, adems de lgicos, espectaculares. Milton Waberly encontr, detrs del respaldo de la cama, un sobre que contena cien mil
marcos alemanes, en billetes de cien, nuevos, flamantes. En uno de los cajoncitos de la librera del saln, Simn encontr, dentro de una carpeta que
contena recortes de peridicos sin ningn inters aparente, dos pasaportes y un paquetito de cartas. Uno de los pasaportes era ruso, a nombre del
ciudadano sovitico Pavel Savelich. El otro pasaporte era austraco, a nombre de Franz Wihelmayer, pero, ciertamente, la fotografa que figuraba en el
pasaporte era la misma que en el otro, es decir, la correspondiente al extraordinario Pavel Savelich. En el paquetito de cartas deban haber catorce o
quince, y todas ellas, dentro de sus sobres, estaban dirigidas a aquella direccin, a nombre de herr Rudolf Neuman. La letra era de mujer, sin lugar a
dudas. Y todas las cartas haban sido cursadas en Berln, bien claro destacaba el matasellos de la gran ex capital alemana.
Estn escritas en ruso, me parece coment Simn.
Pues nos han fastidiado gru Waberly.
Simn-Hamburgo consigui una sonrisita y se acerc a Baby mostrando el paquete de cartas. Waberly poda sentirse fastidiado, pero no l, pues
saba perfectamente que Baby, o sea, la preciosa rubia que ante Waberly haba pretendido presentarse como Lili Connors, no tendra la menor
dificultad en leer aquellas cartas femeninas.
Lo seguro es que no son de amor dijo Waberly.
Lili Connors se qued mirndolo con cierta expresin hosca.
Por qu no? encogi los hombros Waberly. Usted est olvidando que Savelich era ruso.
Cul es la diferencia entre Savelich y nosotros?
No creo que debamos discutir. Lo sabremos todo, si, como interpreto, usted es capaz de traducir esas cartas.
Lo soy asinti la espa ms astuta del mundo.
Y quiz por eso, por astuta, se qued mirando la pequea discoteca que haba en un lado de la librera. Haba un tocadiscos, y debajo un armarito
destinado a los discos. Lili Connors los haba colocado todos encima de una mesita, y los haba estado examinando mientras sus colegas buscaban
por otra parte.
Parece que Savelich era aficionado a la msica dijo Simn.
Esto es una barbaridad susurr Lili Connors. Vea estos nombres, Simn. Parece como si toda Rusia estuviese representada en estos
discos. Hay msica de Mihail Glinka, Dargomisky, Serov... Y de los llamados Los Cinco: Cui, Balakirey, Mussorgsky, Borodin y Rimsky-Korsakov.
Tenemos msica de Antn Rubinstein, tenemos msica de Tchaikovsky, Glazunoy, Grechaninoy, Cherepnin, Arensky, Stravinsky, Scriabin,
Rachmaninoy, Prokofiey, Obukov... Algo as como una sntesis de la historia de la msica rusa.
Simn y Waberly, que estaban con la boca abierta, reaccionaron a la vez, el primero encogiendo los hombros y el segundo soltando un bufido, y
aadiendo:
Solamente un desgraciado como Savelich poda hacer cosa semejante. A quin se le ocurre comprar lo ms representativo de la msica rusa?
Tambin hay un vals sonri levemente Lili.
Un qu? exclam Waberly.
Un vals. Bueno, hay msica vienesa, condensada en un slo disco, un longplay, cuyo ttulo es "El vals de los besos". Y ste es el ttulo del vals que
encabeza el disco.
Y de quin es el vals? De Rachmaninov?
No. De Johan Werner.
Querr decir Strauss.
No, no. Johann Werner. Me suena el nombre... Es uno de esos compositores actuales de poca suerte que quiz dentro de unos aos vea
incrementada su fama. Aunque no me parece probable: el tiempo de alcanzar la fama universal e inmortal ya pas.
Caracoles... farfull Waberly. Usted s que entiende de msica!
Lo suficiente, al menos, para saber que este disco del "Vals de los besos" encaja aqu lo mismo que un elefante en una bandada de mariposas.
Qu quiere decir?
Que no tiene sentido. Que el "Vals de los besos" no encaja con el resto de la msica en conserva que tena Savelich.
Se quedaron mirando los tres el disco que sostena Lili en alto. Por fin, sta encogi los hombros, puso el disco en el plato del tocadiscos, y
accion el mando de ste. Hubo un siseo de surcos vacos y, en seguida, comenz a sonar el "Vals de los besos" en el pequeo apartamento del
fallecido agente sovitico.
Es bonito dijo Simn-Hamburgo. Y alegre. Yo dira que es... Bueno...
Romntico?sugiri Baby.
Simn mir de reojo al irnico Waberly, y mascull:
Pues s, es romntico. Lo que no es romntico son estos cien mil marcos. Las cartas puede que s.
Lili Connors ni siquiera dirigi una mirada al dinero. Pero se hizo cargo de, las cartas, cuyos matasellos eran de, Berln. Cierto, estaban escritas en
ruso, y la teora de que la letra era de mujer fue confirmada en seguida.
La firma dijo Baby es de Una mujer que se llama Tatiana Veruska. La ltima carta es de hace apenas dos semanas. La primera, de hace
ocho meses.
Bueno, pero... qu dicen? mascull Waberly.
Son de amor.
Como el vals sonri Simn-Hamburgo. Ejem... Qu dicen las cartas?
Sigan buscando por ah, mientras las leo. Luego, ya traducidas, podr leerlas mejor.
Los dos hombres siguieron buscando, mientras Lili Connors lea las cartas, sin prisas, sentada junto a la librera. No tena ninguna dificultad en
entender todo el contenido de cada una de las misivas que, en efecto, eran de amor, consideradas bajo un prisma y una mentalidad soviticas.
Hay algo ms dijo Waberly, mostrando un ticket y un papel. Un billete de tren a Viena, solamente ida. Y un billete de ida y vuelta, tambin a
Viena. Me pregunto...
Tiene sentido murmur Brigitte. Sintense.
Comenz a leer la primera de las cartas elegidas:
Amado Pavel: no puedo aceptar las condiciones de tu ltima carta, porque son demasiado peligrosas para ti. Tengo tantos deseos como t de

estar juntos, pero no debemos precipitarnos. Temo mucho por tu vida, despus de lo que has hecho. Ya han estado dos veces aqu, a preguntarme por
ti, pero he conseguido convencerlos de que no s nada. Incluso he dicho (perdname!) que dejaste de interesarme en el mismo momento en que te
fuiste, de Rusia. Te escribir siempre que pueda por el mismo conducto, pero te suplico que t tengas mucho cuidado. Si alguna de tus cartas fuese
interceptada, t y yo estaramos perdidos. Con mi amor.
Tatiana Veruska.
Apostara cualquier cosa a que ese nombre es tan falso como el matasellos de Berln... dijo Simn. Lo que quiero decir es que esa Tatiana
Veruska debe llamarse Katia, quiz, pero nunca Tatiana. En cuanto al matasellos de Berln, es evidente que Tatiana ha encontrado el modo de que
algn amigo de ella, y posiblemente tambin de Savelich, saque las cartas de Rusia y les d curso en Berln.
Evidentemente asinti Lili. Escuchen esta otra carta...
Amado Pavel: tu ltima carta me ha llenado de gozo y de tristeza al mismo tiempo. A m lo mismo me da Viena que cualquier otro lugar del mundo
para vivir juntos y en paz, olvidados de todos, pero si a ti te gusta Viena, o te parece adecuada, yo lo acepto. Slo pienso que est demasiado cerca de
Rusia, y que quiz sera conveniente buscar otro lugar ms lejos donde vivir. Me ha emocionado tu explicacin sobre ese disco vienes de "El vals de los
besos". Como sabes, no s bailar el vals, pero creo que todo el mundo puede aprender a bailarlo..., y espero saber hacerlo cuando nos reunamos. Por
favor, conserva "El vals de los besos" para entonces, no dejes de escucharlo ni de pensar en m. La persona que nos est ayudando al pasar la
correspondencia de un lado a otro, dice que es posible que pronto pueda sacarme de Rusia. Te ruego que seas prudente y paciente. Te ama.
Tatiana Veruska.
Despus de la lectura de esta carta, Lili Connors no esper comentario alguno para comenzar con la siguiente que haba seleccionado:
Amado Pavel: estoy asustada.
Comprendo muy bien tu entusiasmo y tu alegra, expresadas en la ltima carta tuya que ha llegado a mi poder, pero tengo miedo. Me parece todo
demasiado fcil y hermoso. No voy a preguntarte de dnde esperas conseguir dinero para tus proyectos, porque s que eres inteligente, pero piensa en
los riesgos que los dos vamos a correr si, tal como t me pides, salgo de Rusia inmediatamente, sea como sea. Para escapar de un modo efectivo,
hace falta mucho dinero, y tenerlo todo muy bien preparado. Estoy muy asustada..., pero si t me dices que ha llegado el momento, har lo que me
pidas. Slo te suplico que te asegures bien de tus posibilidades, en beneficio de los dos.
Dime si continas escuchando "El vals de los besos"... Yo no encuentro ocasin de aprender a bailar el vals, pero no importa; aprenderemos los
dos juntos, en Viena, cuando nos reunamos.
Te ama ms que nunca.
Tatiana Veruska.
Se hizo el silencio. Waberly y Simn haban quedado pensativos, con la cabeza baja. Waberly fue el primero en alzarla.
Qu dicen las otras cartas? musit.
En resumen, lo mismo que estas tres que he seleccionado, pero de diferente modo y con idntico apasionamiento.
El jefe de la CIA en Hamburgo se rasc furiosamente el cogote.
Bueno, yo creo que la cosa est clara, verdad? Ese pobre desdichado, Pavel Savelich, era un desertor de los servicios secretos rusos. De otro
modo, nada resulta comprensible.
Vamos, no digas tonteras farfull Waberly. Qu demonios haba de hacer Savelich relacionndose con el coronel Ringleman si no fuese
por cuenta de la MVD?
Hombre, la cosa est tan clara que...
Tonteras! buf Milton Waberly. A m van a venir a pegrmela con ese viejo truco! Escuche, llevo metido en asuntos de espionaje ms de
quince aos, y he vigilado a tipos de toda clase. Para m, todo esto es una majadera de los rusos.
Pero hemos quedado intervino Lili Connors en que los rusos no son idiotas, seor Waberly.
Bueno, y qu? casi se irrit el agente de la OTAN. Mire, seorita Connors, yo tampoco soy idiota, sabe usted? Vamos a hablar claro;
aunque nadie ha mencionado su nombre concreto, tengo el suficiente olfato para comprender las cosas. Usted es la agente Baby, de la CIA... Okay?
Okay asinti, casi sonriente, Lili Connors.
Le parece que soy un tipo endemoniadamente listo por haber comprendido eso?
Francamente, no, seor Waberly.
Pues eso. A m, ese hueso me huele demasiado bien... Me refiero a lo de Savelich. Los rusos han montado algo, eso es todo. Y no me diga que
usted no es capaz de olfatear lo mismo que un maldito desdichado como soy yo.
Tranquilcese.
Estoy tranquilo. Bastante cabreado, pero tranquilo. Eso de que pretendan tomarme el pelo ha sucedido ya en ms de una ocasin.
Lo consiguieron? se interes Simn.
Las suficientes veces como para que yo haya aprendido ya a proteger mi cabellera. Un ruso desertor...! Bah, al demonio!
Lili Connors se qued mirando de uno a otro hombre. Luego, coloc de nuevo el disco en el que estaba grabado en primer lugar, y en la cara A, "El
vals de los besos", se sent, encendi un cigarrillo y se puso a escuchar la msica. Habra sido difcil saber cul de los dos hombres estaba ms
pasmado, si el agente de la CIA o el de la OTAN.
Pero qu dem...?
Ssssst... pidi la divina. La buena msica siempre es digna de orse, seor Waberly. Escuchemos otra vez "El vals de los besos".
Lo escucharon. Era, simplemente, un vals. Agradable, dulzn, romntico, como todos los valses. No tena nada de especial, realmente. Un vals de
la ms clsica y tpica Viena, parecido a los del gran introductor del vals, Johann Strauss. Era... como un dulce de pastelera profesional: agradable,
encantador..., pero igual a muchos otros dulces salidos de los hornos en cadena.
Cuando termin "El vals de los besos", hubo un breve silencio, durante el cual slo se oy el deslizarse de la aguja del tocadiscos sobre los surcos
vacos de separacin hasta la prxima pieza. Cuando sta comenz, Lili Connors se puso en pie, alz el brazo del tocadiscos con la aguja, y la msica
ces. Waberly solt uno de sus resoplidos. Simn-Hamburgo sonrea ceudamente.
Deba ser un ruso muy romntico coment.
Deba ser una mierda! estall Waberly. Escuchen, si ustedes van a dedicarse a estas tonteras, yo voy a tomar otro camino, por muy Baby
que sea la seorita... Me explico?
Baby y Simn cambiaron una mirada amable, de condescendencia. Conocan aquel tipo de espa o de contraespa: impaciente, rudo, siempre
dispuesto a resultados prcticos, visibles, lgicos, y, a ser posible, inmediatos. Para ellos, aunque tuvieron la cortesa de no demostrarlo, Milton Waberly
era el clsico agente secreto que piensa demasiado de prisa, y que cualquier da se encuentra con la soga al cuello: es decir, camino de la muerte.
Cmo estn nuestras relaciones con los rusos en Hamburgo, Simn? pregunt Lili.
Normalmente, bien. Bueno, razonablemente bien, ya sabe. En estos das, debido a las maniobras, pues... Bueno, yo dira que todos estamos un
poco nerviosos, simplemente.
Podramos conseguir contacto con uno de ellos..., que tuviese ms de cuarenta y cinco aos?
Zakanov dijo en el acto Simn. Emil Zakanov. Es todo un veterano, ms fro que el hielo.
Ese es el que me interesa. Consgame una cita con l, en un lugar tranquilo y discreto.
Bien.
Waberly, que iba mirando de uno a otra, mascull:
Estn gastndome una broma, claro.

Lili Connors se limit a sonrer y a sealar la puerta a Simn, que abandon el apartamento. Luego, la espa internacional recurri a su radio de
bolsillo, apretando el botoncito de llamada.
S? son la voz de Nmero Uno.
Soy yo, mi amor. Has encontrado algo?
Quiz.
Cmo, quiz? exclam Waberly. Qu quiere decir con eso? O ha encontrado algo o no ha encontrado nada!
Lili le puso en una mano su radio, con gesto amable.
Le aseguro que Nmero Uno no es sordo, seor Waberly. De todos modos, si ha de discutir con l, le ir mejor tener la radio ms cerca de su
boca.
Si la OTAN no encontr nada en ese apartamento, quiere decir que no hay nada! Se entera usted, Nmero Uno?
Enterado se oy de nuevo la voz de Nmero Uno. Eso es todo. Corto.
Cmo que cort...? Ha cortado!
Lili recuper su radio, apret de nuevo el botn y la guard en su maletn.
Seor Waberly, voy a decirle una cosa: conmigo puede usted tener un relativo mal genio, e incluso ser algo descorts, pero es una tontera tener
mal genio con Nmero Uno, por la sencilla razn de que en eso no hay quien le gane.
Milton Waberly, que haba enrojecido, se mordi los labios y se qued mirando hoscamente el suelo, por fin.
Lo mejor ser que nos marchemos de aqu, muy tranquilos, puesto que la CIA continuar, por el momento, vigilando este apartamento. La
verdad, seor Waberly, es que estoy bastante cansada. Me pregunto si sera usted tan amable de permitirme pasar la noche en su apartamento.
Ser un placer gru el agente de la OTAN.

CAPTULO IV
El tiempo era infame... No haca demasiado fro, pero el cielo estaba encapotado, amenazando lluvia, y todo se vea gris, desagradable. Era como
una pesada losa de tristeza que pesaba sobre la muy rusa alma de Emil Zakanov.
Sin embargo, Emil Zakanov habra soportado un tiempo mucho ms desapacible para satisfacer su curiosidad. Nada menos que una entrevista
con un representante de la CIA, en aquellos momentos en que haba un malestar general, que se reflejaba desde Mosc. Frecuentemente, Emil se
preguntaba si, a fin de cuentas, aquella actitud del Kremlin no era otra cosa que una postura fija, estudiada y determinada. Claro, Rusia no poda acoger
con agrado aquella demostracin de podero naval de la OTAN. Rusia, siempre en su pretendido papel de pacifista, tena que reaccionar como lo
estaba haciendo, esto es, poniendo el grito en el cielo. Consecuencia: las relaciones entre agentes rusos y americanos, especialmente, se haban
enfriado en Hamburgo. Como el tiempo...
Una vez ms, Emil Zakanov consult su reloj. Pareca imposible, pero an no era la hora de la cita. Faltaban tres minutos... De cuando en cuando,
como una oleada de fro todava ms intenso que el climatolgico, Zakanov pensaba que poda ser una trampa yanqui para eliminarlo, pero en seguida
pensaba que era absurdo. Le conocan bien, y para cargrselo no haca falta echarle tanto teatro al asunto; podan esperarle en cualquier esquina,
apuntarle a la espalda, pam, pam, pam!, tres balazos en la espalda, y listo el asunto. No... No pareca posible que le hubiesen citado frente a la
Hauptkirche Sankt Michaelis a aquella hora de la maana slo para cargrselo. Qu tontera!
Se ech otra vez el aliento a las enguantadas manos, y estaba pensando en quitarse los guantes para poder encender un cigarrillo, cuando vio a la
mujer que se acercaba lentamente. Era de edad mediana, pelirroja, llevaba lentes, un grueso abrigo barato, feos zapatos, un gran bolso de color marrn
espantoso...
S seor. Emil Zakanov era todo un veterano. Se qued mirando a la fea mujerona pelirroja, que, como quien no quiere la cosa, acab por
acercarse a l. Cuando qued a tres pasos de Emil Zakanov, ste mir de nuevo su reloj: eran las nueve en punto de la fra maana.
Todo termina dijo la mujer. Incluso el verano.
An es verano dijo Zakanov. Cuando menos, de acuerdo al calendario para el hemisferio Norte.
Pero hace fro.
Regular, nada ms. Es usted alemana?
Naturalmente dijo la pelirroja, hablando en todo momento en este idioma.
Bueno sonri el ruso, pues yo soy Santa Klaus comprende? Lo que quiere decir que si se porta usted de modo coherente, es posible que
le haga un regalo para sus Navidades norteamericanas... No s si me explico.
La mujer pelirroja, ms bien gorda y fea, sonri. Miraba con divertida expresin a Zakanov, a travs de los cristales de sus lentes.
Se explica usted bien, camarada Zakanov. Espero que haya tenido la delicadeza de acudir slo a la cita, tal como se convino. Quiero decir que
si a nuestro alrededor hay otros agentes de la MVD, voy a sentirme molesta.
Por qu habra de molestar a mis camaradas slo para que viesen a una espa yanqui? Estamos muy ocupados. Lo saba?
La pelirroja seal hacia la fachada de la iglesia de San Miguel, y los dos se acercaron all.
Estn trabajando en el asunto de las maniobras de la OTAN?pregunt ella.
Naturalmente.
Es una tontera, considerando que muy probablemente el coronel Ringleman pueda proporcionarles muy pronto, de viva voz, toda la informacin
que precisen al respecto. O quiz ya lo est haciendo en Mosc. Aunque, claro, desde Mosc no tienen por qu desmovilizar a todos los agentes
concentrados en esta zona actualmente... Lo mejor es dejar que sigan trabajando.
Me parece que no comprendo muy bien.
Vamos, Emil... le sonri ella. No me diga que no sabe quin es el coronel Ringleman.
Se me est ocurriendo, debido al tono y tema de nuestra conversacin, que puede ser un coronel americano destinado en la OTAN... S... Ahora
lo recuerdo! Ringleman, s... Lo recuerdo.
Y qu ms?
Nada ms.
Tampoco les suena el nombre de Pavel Savelich?
Es un nombre ruso.
Eso es todo?
S.
Bueno, le dir que nosotros tenemos a su camarada Pavel Savelich.
Han capturado a uno de los nuestros? Por qu?
Porque mat a un agente americano. No lo saba usted?
Ni siquiera saba que hubiese por aqu uno de los nuestros llamado as. Por qu mat Savelich al americano?
Porque le vigilaba, y le vio hacer contacto con el coronel Ringleman.
Ringleman... Mi memoria est funcionando. Creo que es un coronel americano destinado al Mando Estratgico de la OTAN, me parece. S, s...
Tiene que ser l. Claro que si usted me dice que estoy equivocado, lo aceptar.
No est equivocado. Y yo dira que conoce mejor el nombre de Aaron Ringleman que el de Pavel Sayehch.
As es. Puede creerlo o no, pero es la primera vez que oigo hablar de Pavel Savelich. En cambio, he odo hablar bastante del coronel americano
Aaron Ringleman.
Eso es evidente. Sin duda, usted ha sido uno de los agentes rusos que le han ayudado a dar el salto hasta Mosc.
A quin?
Al coronel Ringleman.
Emil Zakanov se qued mirando, estupefacto, a la pelirroja. Luego, utilizando dos de sus enguantados dedos, se rasc enrgicamente la cabeza.
Sigo sin entender nada de nada asegur.
Pues est bien claro: el coronel Ringleman se puso en contacto con Pavel Savelich para venderle toda la informacin relativa a las Teawork 76
en el Bltico y el Canal de la Mancha. Un agente de la CIA, que vigilaba a Savelich, fue asesinado por ste, cuando se diriga al encuentro del coronel
Ringleman; a su vez, un agente de la OTAN que vigilaba al coronel Ringleman por pura rutina, captur a Savelich, mientras el coronel Ringleman
escapaba... Savelich tena el microfilme en el que Ringleman recoga toda la informacin relativa a las maniobras de la OTAN, de modo que Ringleman
tuvo que escapar sin el microfilme. Pero, claro, en estos momentos debe haber informado, de viva voz, en Mosc, de todo lo que es posible informar
sobre las Teawork 76. Lo comprende ahora?
Emil Zakanov, que haba quedado con la boca abierta, en cmico gesto de estupefaccin, la cerr de pronto, con fuerte sonido de dientes.
Usted est loca... farfull. Sugiere que, en estos momentos, en Mosc saben todo lo referente a las maniobras de la OTAN, gracias a que
el coronel Ringleman est all, y lo ha dicho todo?
S.
Vyase al demonio... Qu cuernos hacemos, entonces, todos los agentes rusos de Europa Oriental metiendo las narices en todas partes para
enterarnos de lo qu podamos al respecto?

No tienen a Ringleman? No saben todo lo referente a las Teawork 76?


Emil Zakanov abri la boca..., pero la cerr de nuevo con aquel seco gesto que haca sonar sus mandbulas. Estuvo unos segundos mirando con
suma atencin, astutamente, a la pelirroja. De pronto, sonri.
Est bien dijo. Qu es exactamente lo que usted ha venido a decirme?
Ahora empezamos a entendernos. As que vamos a hablar con la mxima claridad posible: quiero que vaya a decirle a sus jefes que tenemos a
Pavel Savelich y pruebas concluyentes de que el coronel Ringleman, con toda la informacin relativa a las maniobras de la OTAN, se ha pasado a
ustedes. O sea, que los rusos saben todo de todo. As pues, si ocurre algn... extrao percance en esas maniobras, todos los pases pertenecientes a la
OTAN van a ser informados de lo sucedido, de modo que, si bien todos sabrn que el origen de esos extraos percances proviene de la traicin de un
norteamericano, los daos materiales en las maniobras sern obra de Rusia. Lo entiende ahora, Emil?
Usted est loca insisti Emil Zakanov.
Vaya a comunicar mi recado a sus jefes. Esto es una radio de bolsillo made in USA le entreg el pequeo aparato. Cuando hayan tomado
una decisin razonable, llmeme por ella y nos entenderemos.
Qu es, segn usted, una decisin razonable?
Est basada en dos puntos. Uno: nada debe suceder fuera de programa en las maniobras de la OTAN. Dos: queremos que el traidor coronel
Ringleman nos sea devuelto.
Y todo eso..., a cambio de qu?
De nuestra comprensiva postura, al no denunciar, ya, pblicamente, los intentos de Rusia para sabotear las maniobras de la OTAN.
El agente sovitico qued de nuevo con la boca abierta. En toda su vida de espa haba sido objeto de trato semejante, ni haba visto una
desfachatez como la de aquella mujer. Porque pedir que nada sucediese en las maniobras de la OTAN tena una lgica aplastante, pero... pedir que
les devolviesen a un hombre del valor informativo del coronel Ringleman era ya un delirio!
De todos modos, cuando vino a darse cuenta, estaba de nuevo solo, con aquella pequea radio made in USA en una mano. Y slo entonces, justo
en aquel momento, Emil Zakanov se par a pensar en la posible identidad de aquella agente de la CIA que haba provocado la entrevista.
Cuando se dio a s mismo una de las posibles respuestas, Emil qued una vez ms con la boca abierta... Pero no. Claro que no; la agente Baby no
poda ser tan cretina como para pedir semejante cosa a Mosc.
Aquella pelirroja deba ser, simplemente, una retrasada mental.
Mientras tanto, la pelirroja, que se haba alejado rpidamente Gerstackerstrasse adelante, fue recogida muy pronto por un automvil conducido por
Nmero Uno. El coche se alej de all rpidamente..., seguido por otro en el que iban Simn-Hamburgo y otro agente de la CIA, que completaban el
cerco de seguridad en torno a la espa internacional.
Esta encendi dos cigarrillos, puso uno en los labios de Nmero Uno, y dijo:
No saben nada.
Ests segura?
Baby vacil un instante, y sonri desganadamente.
Ya sabes que no podemos estar seguros de nada, mi amor. Pero mi opinin es que no saben nada.
Considerando que tu margen de error, en estas cosas, es siempre mnimo, vamos a dar por sentado que, en efecto, no saben nada. Lo que nos
lleva a dos conclusiones. Una, que Pavel Savelich era un agente mucho ms importante de lo que hasta ahora haban credo los de nuestra querida CIA,
y que estaba aqu, sin duda alguna, para realizar este contacto con el coronel Ringleman. Dos, que segn las cartas de Tatiana Veruska, Pavel Savelich
era un desertor del espionaje ruso, que estaba dando tumbos por aqu esperando la ocasin de sacar de Rusia a Tatiana para largarse con ella. En
ambos casos, tenemos que aceptar como lgico que el resto de agentes soviticos no supiesen nada de la presencia y andanzas de Savelich en
Hamburgo.
Hablas muy poco sonri Brigitte, pero cuando lo haces zanjas la cuestin.
Le has dicho a Zakanov que tenemos vivo a Savelich?
Claro. Vamos a esperar su reaccin. Si tal reaccin no es convincente, o no se produce antes de seis horas, pensaremos en lo del Kaiser Hotel.
Ha sido una dura leccin para Waberly.
Se la habra ahorrado, si l y sus colegas de la OTAN hubiesen trabajado mejor.
Bueno, mi amor, no debes ser tan duro con nuestros colegas, sean cuales fueren. Es como si Yehudi Menuhin, el gran violinista, fuese duro con
nosotros porque no sabemos tocar el violn tan bien como l.
Hay otra cuestin encogi los hombros Uno: si el coronel Ringleman estaba tratando con Savelich, el cual, a su vez, haba encontrado un
trabajo ajeno a la MVD, pero que le iba a proporcionar una buena cantidad, las cosas van a complicarse, ya que todo esto significara que hay alguien,
aparte de los rusos, interesado en las maniobras de la OTAN. Alguien que tena contratado a Savelich y que, tras hacer tratos con el coronel Ringleman,
le hizo venir a Hamburgo, y envi a Savelich, como aceptable profesional, para que llevase las negociaciones.
Parece muy claro. Y ese alguien, posiblemente, est en el Kaiser Hotel.
Posiblemente..., aunque a Waberly le haya escocido esa pista encontrada por m. De todos modos..., t te imaginas a alguien que, con medios
privados, particulares, pretenda nada menos que sabotear unas maniobras como las Teawork 76?
Puede ser uno de esos locos que nos hemos encontrado en ocasiones murmur Brigitte.
Es posible. Bien, hasta que Emil Zakanov te llame, tendremos que mantener una relativa duda sobre todo esto. Lo malo es que, diga lo que diga
Zakanov, no podremos estar seguros de nada, de todos modos.
Y mientras tanto, la pregunta es: est Ringleman ya en Mosc, realmente..., o contina en Hamburgo, protegido por ese... aventurero privado,
que Dios sabe lo que puede estar tramando?
Creo que lo mejor sera que me ocupase yo de lo de las balas. Te va bien apearte aqu?
Eso de las balas no es un trabajo digno de ti murmur Brigitte.
Disponeos de alguien ms que pueda realizarlo?
Podran hacerlo mis Simones.
Demasiado visto. Yo creo que est bien tal como lo acordamos anoche.
Est bien suspir ella. Para donde quieras, mi amor.
Nmero Uno detuvo el coche, y la pelirroja se inclin hacia l, le bes en los labios, y le hizo una caricia muy personal, que hizo fruncir el ceo al
espa.
Tmatelo con calma ri ella, dulcemente. Hasta luego.
Se ape, y se dirigi hacia el coche de la CIA, que se haba detenido tambin, para recogerla y llevarla al apartamento de Milton Waberly, que se
haba convertido en el cuartel general de la investigacin en torno al asunto del coronel Ringleman.
***
Y adonde ha ido Nmero Uno? inquiri Waberly.
Est realizando pequeas gestiones, seor Waberly; no se preocupe por l.
El agente de la OTAN mir sorprendido a Lili Connors, y acab por soltar un gruido. Aquello s que tenia gracia: preocuparse por Nmero Uno. No
slo era un hueso muy duro de roer, en el aspecto activo, sino que haba demostrado que su mente estaba en ptimas condiciones para hacer frente a

cualquier contingencia.
S, en ptimas condiciones. La noche anterior, en su bsqueda por el apartamento que haba estado ocupando el coronel Aaron Ringleman,
Nmero Uno haba fijado su atencin, finalmente, en el listn telefnico, concretamente en los telfonos que constaban en el edificio nmero treinta y uno
de la Katherinenstrasse, es decir, donde haba estado viviendo Rudolf Neuman, o sea, Pavel Savelich. Por qu lo haba hecho? Por nada especial.
Sin embargo, cuando localiz el nmero treinta y uno de la Katherinenstrasse, los telfonos impresos en el listn perdieron todo inters para Nmero
Uno. Solamente le interes el nmero escrito a mano por alguien, precisamente junto a los telfonos del 31 de la Katherinenstrasse. Era casualidad
que aquel nmero estuviese escrito precisamente en aquel listn telefnico? Quiz el ocupante anterior del apartamento era quien lo haba escrito?
Realmente? Realmente poda admitirse que otra persona hubiese escrito aquel nmero junto a la direccin donde viva un agente sovitico?
Quiz.
Pero, muy poco despus, aquella misma noche, aquellos nmeros fueron cotejados con los que Aaron Ringleman haba escrito en pequeas notas
sin importancia, y que obraban en poder de la OTAN. El resultado fue que los nmeros que constaban en el listn telefnico, escritos a mano junto a los
telfonos impresos correspondientes al 31 de la Katherinenstrasse, fueron identificados como pertenecientes al coronel Ringleman.
Conclusin final?: Ringleman haba recurrido al listn telefnico para llamar a Rudolf Neuman, el cual, por lo que fuese, le haba facilitado un
nmero telefnico a Ringleman, el cual lo haba anotado en el listn, all mismo... Un pequeo acto sin importancia, mecnico, vulgar... La CIA se haba
ofrecido para localizar aquel nmero de telfono, lo cual fue considerablemente fcil: el nmero de telfono identificado a regaadientes por Waberly
como escrito por el coronel Ringleman, perteneca al Kaiser Hotel, en la Kaiser Wilhelm Strasser. La pregunta era: con quin haba conversado por
telfono el coronel Ringleman? La respuesta pareca obvia: con alguien ms autorizado que Savelich para resolver determinada cuestin, planteada por
el coronel americano.
Hacia la una y cuarto de la maana gris y lluviosa, cuando Lili Connors, sus dos Simones y Waberly estaban terminando de almorzar, son la
pequea radio que la rubia espa haba dejado sobre una repisa.
Fue a atender inmediatamente la llamada.
S?
Soy Zakanov.
Por supuesto. Solamente usted podra ponerse en contacto conmigo con esta onda, Emil. Y bien?
Se lo voy a decir bien claramente son seca, la voz del agente sovitico: Mosc niega tajantemente cualquier participacin rusa en cualquier
percance que pueda acontecer en relacin con las maniobras de la OTAN, y advierte a la CIA, muy seriamente, de que cualquier infundio contra Rusia
en ese sentido, suceda lo que suceda, ser debidamente reprendido por todos los medios. Nuestros expertos estn ya estudiando qu porquera
puede haber inventado la CIA, el Pentgono, la Casa Blanca, o quien sea, y quiz lleguen a vislumbrar en qu podran consistir los maquiavlicos
planes americanos. Ahora, una pequea informacin para usted, aunque suponemos que no la necesita: lea usted el libro titulado "La Flota de Guerra
Sovitica", publicado por Ulrich Schultz-Torge, oficial naval de Alemania Federal, y se enterar de la gran potencialidad de las flotas soviticas. SchultzTorge se document muy bien. Por qu no lo hace tambin usted, y as ver que Rusia dobla en podero naval a los Estados Unidos, por un lado, y que
en modo alguno puede inquietarse seriamente porque la OTAN est moviendo unos cuantos barquitos, por el otro? Desde Mosc, les desean felices
maniobras..., aunque siguen sin aprobarlas. Lo ha comprendido todo?
Fiuuuu...! silb Simn-Hamburgo, que estaba junto a Lili Connors oyendo a Zakanov. Cmo se ha disparado el ruso...!
Todo comprendido, Emil asinti plcidamente Lili, sonriendo a medias. Qu me dice del coronel Ringleman?
Si usted lo encuentra, que le aproveche.
Quiere decir que no lo tienen ustedes?
Exacto. Y no sentimos el menor inters por l, ya que, afortunadamente, tenemos muy buenos servicios de informacin dentro de la OTAN.
A eso le llamo yo cinismo! exclam Waberly, que tambin se haba acercado.
Comprendido tambin esto. Hablemos ahora de su camarada Pavel Savelich. Tampoco les interesa?
Nos gustara atraparlo, para cortarle la cabeza, por traidor, pero su desercin no quita el sueo en Mosc. Es un pobre diablo, que no les
compensar ni siquiera en el gasto de trasladarlo a Estados Unidos. Que les aproveche. De todos modos, si quieren vendrnoslo, podemos pagarle a
usted cinco kopecs por l.
Lo pensar. Adis, Emil.
Adis. Oiga, slo por curiosidad personal: cmo debo llamarla, si volvemos a vernos o a ponernos en contacto?
Erika sonri Baby, Erika Schenk.

CAPTULO V
Erika Schenk... Erika Schenk... No el conserje del Kaiser Hotel mova negativamente la cabeza. Lo siento, fraulein Schenk, pero no tiene
ninguna reserva a su nombre.
Pero esto no es posible... Tiene que constar una reserva a mi nombre, o bien, como he dicho al principio, el coronel Ringleman debe estar
alojado aqu!
El conserje mir con simpata a la muchacha. Una preciosa muchacha rubia, de ojos verdes, esbelta, con una elegancia un tanto... vulgar, quiz
demasiado llamativa. Llevaba un abrigo de pieles oscuro, pero bastaba ver aquellas hermosas formas de sus senos a ambos lados del amplio escote
para comprender que su cuerpo tena que ser una autntica maravilla. Una maravilla que, en opinin del avezado conserje, poda estar al alcance de
cualquiera por... mil marcos, mil quinientos, quiz? De donde se desprenda que el tal coronel americano era todo un pjaro de cuenta.
Crame que lo siento, fraulein Schenk, pero puede usted misma comprobar que ninguno de ustedes consta como alojado ni en las reservas.
Debe haber un error.
No por mi parte...! comenz a irritarse Erika Schenk.
No he dicho eso... Pienso que quiz el coronel Ringleman no pudo venir, o... En fin, no s.
Si l no hubiese podido venir, habra reservado una habitacin a mi nombre, para que le esperase. Lo s muy bien.
Bien... La solucin, de todos modos, no es nada complicada, fraulein Schenk: por suerte, puedo ofrecerle una habitacin, de modo que todo se
reducir a que usted se quede en el hotel, esperando alguna noticia del coronel Ringleman.
Pero si l no est... Est bien. Haremos eso.
Me complace poder servirla.
Erika le dirigi una hosca mirada, pero de pronto, sonri.
Gracias. Realmente, usted no tiene la culpa de nada. Y es muy amable. Podra serlo un poquito ms, por favor?
Por supuesto que s. Qu ms puedo hacer por usted?
Yo me resisto a creer que l no est por aqu. Por si hay algn incomprensible error en todo esto..., tendra usted inconveniente en movilizar a un
par de botones para que fuesen requiriendo la presencia del coronel Ringleman en el bar?
El conserje sonri. Qu era ms prctico? Seguir discutiendo con la bella pelirroja, o enviar a dos botones a darse una vuelta por el hotel,
llamando al coronel Ringleman?
Lo har con mucho gusto. Tiene usted la habitacin 23. Subimos su equipaje?
S, gracias... Estar en el bar. No, no, el maletn me lo quedo. Hasta luego.
Hasta luego, fraulein Schenk.
Seguida por las miradas de algunos hombres, Erika Schenk se dirigi al bar del Kaiser Hotel, se sent a una mesita, sac cigarrillos de aquel
gracioso maletn rojo con florecillas azules, y se dispuso a esperar, al parecer.
Deban ser poco ms de las seis de la tarde.
Casi a las siete y media, fraulein Schenk se cans de esperar, evidentemente. Recogi sus cigarrillos, dej un billete sobre la mesa para pagar su
copita de oporto, y abandon el bar..., naturalmente, seguida por las miradas de los hombres, con expresin vida, y de las mujeres, con expresin
contenidamente irritada.
Ninguna noticia? pregunt en conserjera.
Lo siento, fraulein Schenk neg el conserje. Desea su llave?
S, por favor.
Provista de su llave, se dirigi hacia el ascensor. Poco despus, abra la puerta de su habitacin. Lo primero que vio fue su maleta, sobre el
pequeo banco donde un botones la haba depositado. Se acerc a la maleta y la examin crticamente, sin tocarla. No, no haba sido manipulada,
desde luego. Es decir, no haba sido abierta, ni se haba intentado tal cosa.
Decepcionante se dijo fraulein Schenk.
Sin embargo, una de las cualidades bsicas en el espionaje es la paciencia, y, aunque, en trminos generales, ella no tena demasiada, pues
consideraba que era perder el tiempo la mayor parte de las veces, se dijo que esperara. Por otro lado, no iba a ser malo en modo alguno cenar
tranquilamente y luego descansar de verdad toda la noche, en un hotel tan confortable como el Kaiser.
Se desnud, y procedi a elegir un vestido para bajar al comedor. Seleccionado ya, lo dej sobre la cama, y se dedic a poner las dems cosas
en el armario. Tuvo tiempo de hacer esto, de arreglar con exceso de maquillaje su rostro, de ponerse el vestido elegido...
Fue entonces cuando son la llamada a la puerta.
La reaccin de fraulein Schenk fue en verdad velocsima y sorprendente. Se quit el vestido a toda prisa, hizo lo mismo con los sujetadores, y,
sosteniendo stos con una mano, corri bien audiblemente hacia la puerta de la habitacin, y la abri, componiendo en su rostro una expresin jubilosa.
Ya saba yo que...! empez; y termin: Oh! OOoooh!
Fraulein Schenk? sonri el hombre que estaba ante la puerta.
S... S, s... Ooooh! volvi a exclamar, alzando los sujetadores, en vano intento de ocultar con ellos de modo tan impropio los bellsimos senos.
Me parece que he sido bastante inoportuno casi ri el visitante. Vengo de parte del coronel Ringleman, sin embargo.
De parte de...? Pase!
Ya?
S, s, yo..., yo me pongo esto en seguida...
El hombre entr, cerr la puerta, y se qued mirando a Erika, en sus esfuerzos por ponerse rapidsimamente los sujetadores. Los resultados eran
lgicos: cuanto ms de prisa quera ir, menos consegua su propsito. El hombre solt una contenida carcajada, y pregunt:
Me permite que la ayude?
No esper respuesta. Pas detrs de ella, que qued inmvil, con las manos a la espalda, sujetando los extremos de cierre del sujetador. El
hombre, en lugar de asir esos extremos para ayudarla, pas las manos hacia delante, y abarc con ellas, plenamente, los senos de la rubia fraulein, que
se envar. Estaba completamente rgida cuando el hombre la atrajo hacia l, de espaldas, sin dejar de presionar los henchidos senos.
Se me est ocurriendo susurr que el coronel Ringleman podra muy bien esperar... quince minutos ms. Qu le parece la idea que se me
ha ocurrido?
Quteme las manos de encima susurr Erika.
Vamos, vamos... Qu tiene Ringleman que no tenga yo? l es ms viejo, incluso. Y ms bajo, ms feo, ms gordo... Comprendes?
Si no me quita las manos de los pechos...
Calma, calma el hombre la solt, y procedi entonces a abrochar el sujetador. Era una sugerencia, nada ms.
Ella se volvi, ya con el sujetador bien puesto, aunque la cosa no haba cambiado mucho, pues la prenda era pequea, y su contenido, esplndido
en verdad. Mir con irritacin al visitante. Este deba tener algo ms de treinta aos, era en verdad alto, bien formado, vesta bien. Su rostro resultaba
atractivo, aunque haba un cierto matiz disipado en su expresin. Por su parte, l miraba a Erika de arriba abajo, recrendose en las zonas no cubiertas
por los pantaloncitos y los sujetadores.
Me llamo Maxence se present el hombre. Verdad que ests empezando a cambiar de opinin?

Me llamo Erika dijo sta. Verdad que eres un guapo chico listo, que cree que todas las mujeres daran la vida por acostarse con l?
Todas, no, claro ri Maxence. Pero no me van las cosas muy mal en ese sentido.
Est usted seguro de que le enva Aaron, Maxence?
Por supuesto.
Me sorprende. Es un hombre... celoso y libidinoso, que no le gusta compartir sus diversiones con nadie. Precisamente por eso, debe haberme
hecho venir a Hamburgo a reunirme con l. Con lo bien que yo estaba en Stuttgart...!
Ya Maxence la contemplaba ahora con seriedad. Quieres decir que el coronel Ringleman te ha llamado?
No, no. El se vino aqu hace unos das, pero ya me dijo, antes de partir, que nos encontraramos aqu.
En este hotel?
Claro. El viejo stiro... Oh, bueno, no tengo por qu contarte nada a ti. Dnde est el coronel?
Si te vistes, te llevar con l inmediatamente.
Adonde? Por qu no est aqu, tal como convinimos?
Tuvo que ir a hacer unas gestiones, no muy lejos de aqu. Me dijo que estuviese atento en el hotel..., pero no me advirti que iba a llegar una
hembra como t. De todos modos, supongo que era lo que l esperaba, as que nos iremos cuando quieras. Mejor dicho, nos iremos de aqu por
separado.
Por qu? No comprendo.
No me has visto antes por el hotel?
No... Bueno, no s... Estabas en el bar?
No exactamente. Pero hace rato que te estaba mirando. Esperaba que subieses a tu habitacin, para hacer contacto.
Qu tontera...! Por qu no me hablaste abajo?
Porque no quera que nadie me viese hablando contigo, ni que alguien pudiese saber que habas encontrado a una persona que poda llevarte
junto al coronel Ringleman. Por eso, yo saldr de aqu antes que t, y dentro de unos minutos, te llamar por telfono. Dir que soy Ringleman, y te
pedir que dejes el hotel y vengas a reunirte conmigo en determinada direccin. Entonces, pagas el hotel, sales a la calle, y te alejas...
A pie?
S.
Pero... debera pedir un taxi...
No. Simplemente, aljate caminando.
Pero... Eso le parecer muy extrao a cualquiera que me vea!.
Haz lo que te digo. Yo te recoger en seguida, con un coche.
Ah... Aaron est bien?
Claro. Por qu preguntas eso?
Me parece todo tan extrao...
En mi opinin, el coronel Ringleman ha cometido un error al querer disfrutar de tu compaa en das como stos, pero la cosa ya no tiene
remedio, as que todo lo que podemos hacer es... darle la mxima discrecin al asunto. Me has entendido bien?
S... S, claro.
Maxence asi con dos dedos de cada mano los finos tirantes de los sujetadores, y atrajo a Erika Schenk.
De verdad no quieres aprovechar los mejores quince minutos de tu vida?insisti.
Si no estuviese tan cansada del viaje, y no fueses tan engredo, quiz lo habra hecho.
No sabes lo que te pierdes, Erika.
Bueno... Quiz lo gane en otra ocasin. La verdad es que ests despertando mi curiosidad. Eres algo especial?
Podras saberlo muy pronto, si quisieras.
Todos sois unos bocazas ri por fin Erika. Ya veremos en otro momento si es verdad que tienes algo ms que palabras.
Cuando me pruebes a m, olvidars al coronel Ringleman.
No creo... A menos que t tambin puedas comprarme abrigos de pieles, por ejemplo.
Entiendo. Bien, encontraremos una solucin. Te llamar dentro de unos cinco minutos. Luego, esperas otros tantos, bajas, pagas la cuenta, y
sales.
Aaron no te ha dado dinero para m?
Maxence frunci el ceo, pero acab por sonrer comprensivamente, sac unos billetes, y separ unos cuantos, que tendi a la rubia.
Hasta luego.
Erika Schenk qued sola. Se qued mirando, con seca sonrisita, la cerrada puerta. Luego, procedi a vestirse, y comenz a hacer el equipaje acto
seguido. En esto estaba cuando son el telfono de la habitacin. Por supuesto, era Maxence, simulando ser Ringleman, hablando muy bien en alemn,
aunque con cierto tono ingls. Un actor perfecto.
Todo fue como se haba convenido. Erika hizo bajar su maleta, pag la cuenta, dio las gracias al conserje y una vaga explicacin que el hombre no
necesitaba, pues saba ya que el coronel Ringleman haba llamado por telfono a fraulein Schenk, y sta, cargada con su maleta y el maletn, sali a la
calle. No se haba alejado ms de cuarenta o cincuenta metros del hotel cuando el coche se detuvo junto al bordillo, y ella, que caminaba cerca de ste,
meti la maleta en la parte de atrs del coche, se sent, cerr la portezuela, y el vehculo prosigui su marcha.
En el asiento delantero iba Maxence, sentado junto al hombre que conduca. En el asiento de atrs, iba Erika, a la derecha; la maleta, en el centro;
al otro lado, un hombre que la contemplaba con curiosidad... Aunque seguramente con menos curiosidad que ella a l.
Volvemos a vernos, fraulein Schenk dijo el hombre.
Erika entorn los ojos. Y acto seguido, musit:
S... Yo le conozco de algo, pero...
Qu mala memoria! Nos hemos estado viendo durante un buen rato en el bar del hotel.
Ah... Ah, s, ahora lo recuerdo! S, usted estaba en una mesa de... Pero... no comprendo... Por qu no me habl usted para decirme que...?
Oigan, esto no me gusta nada...
Tranquilcese el hombre se las arregl para colocar la maleta en su lugar, y quedar l en el centro. Me dice Maxence que es usted una chica
preciosa, fraulein Schenk.
Erika iba mirando, cada vez ms inquieta, de uno a otro hombre; cada vez ms inquieta, y ms desconfiada. El hombre que tena al lado sonri, y
se volvi ostensiblemente para mirar por el cristal zaguero. Luego, siempre sonriente, volvi a mirar a Erika, que a su vez le contemplaba con atencin.
Maxence era apuesto, aunque un tanto... repelente, pero este otro no tena nada de repelente. Resultaba un hombre de aspecto encantador, juvenil,
deportivo. Era ms elegante que Maxence, y en seguida se notaba que sus modales tambin eran mejores.
S pareci querer convencerse a s mismo el hombre, decididamente, ese pcaro de coronel Ringleman tiene muy buen gusto. Aunque no me
parece que sea muy correcto esto de tener una putita particular, y llevrsela de un lado a otro. Hay que ser ms discreto. Te molesta que te llame
putita?
Erika vacil, y acab por sonrer.
Bueno, supongo que es lo que soy a fin de cuentas admiti.
Estupendo el hombre sac un billete, y lo mostr. Qu puedes ofrecerme por diez marcos?

A qu viene esto? protest Erika. No tienen por qu ensaarse conmigo, slo porque sea la amiguita del coronel Ringleman!
La bofetada fue violentsima, fortsima. Erika fue lanzada contra la portezuela, donde su cabeza reson, atronando el interior del coche. Cuando se
recuper, sacudiendo las lgrimas que llenaban sus ojos, el hombre segua mostrando el billete, impvido, sin que su sonrisa se hubiese alterado.
Podra ver una pierna? pidi. Ensear una pierna por diez marcos es un buen negocio. O no?
S jade Erika. S, si, s...
Pues veamos esa pierna.
La rubia Erika se pas la lengua por los labios. Luego, tras colocarse adecuadamente en el asiento, se subi la falda, mostrando, no una pierna,
sino las dos; e incluso el vientre. El hombre estuvo mirando unos segundos, con gesto aprobativo. Alarg el billete, y cuando, al retirarlo Erika, su mano
qued libre, la baj, golpeando con el canto, como si fuese un hacha, por encima de la mrbida rodilla femenina. Erika lanz un grito, solt el billete, y se
llev las dos manos al lugar golpeado, gimiendo... Un instante ms tarde, contemplaba con expresin desorbitada otro billete que el sujeto pona ante
sus ojos, sonriendo siempre.
Veinte marcos por un pecho ofreci.
No jade Erika, cruzando los brazos ante el pecho. No, no, no!
Vamos, no seas tmida ri Maxence, que estaba vuelto hacia ellos. Le he dicho a Konrad que tienes unos pechos divinos, y es natural que
quiera verlos!
Se..., se lo dir... Se lo dir a Aaron, al coronel Ringleman...! Os aseguro que se lo dir!
Ya lo creo que se lo dirs. Y le dirs otras muchas cosas dijo Konrad. Por ejemplo, le dirs quin eres, a ver si consigue acordarse de ti.
Cmo que si se ac...?
Plaf!, chasc la siguiente bofetada. Y de nuevo fue lanzada Erika contra el cristal de la ventanilla. Otra vez vio el billete ante sus ojos cuando
consigui limpiarlos de las lgrimas de dolor.
Veinte marcos por un pecho insisti l.
No... No! S que me hars dao, lo s...!
Qu no, mujer intervino de nuevo Maxence. Aqu, donde nos ves, Konrad, Siegfried y yo somos muy finos y delicados. Verdad que s,
Siegfried?
Huuuuyyyy! sacudi una mano el conductor.
Lo que pasa ri Maxence es que nos gustan las tas buenas como t. Venga, mujer, no seas as: saca las ubres, que las vea Konrad. No te
har dao: slo te las besar. A que s, Konrad?
No tenis derecho a hacer esto conmigo! solloz Erika Schenk. No tenis derecho!
Quiz tengas razn admiti sosegadamente Konrad. Pero, dinos, Erika: qu pretendas t hacer con nosotros?
Yo? Pe... pero qu podra... hacer yo...?
Te la ests ganando buena dijo Siegfried, al volante. Konrad tiene bastante paciencia, pero me parece que se la ests terminando.
Verdad, Konrad?
Ms bien sasinti ste.
Est..., est bien tartamude Erika: te..., te ensear los..., los...
Estamos llegandodijo Siegfried.
Konrad frunci el ceo, hizo luego un gesto de resignacin, y se guard el dinero. Una vez ms, mir por el cristal zaguero, y movi la cabeza.
Vamos a dejar el strip-tease para dentro de unos minutos. Podremos disfrutarlo ms confortablemente en la lancha. Eres una chica valiente.
Erika. Extraordinaria.
Por qu... dices eso? tartamude Erika.
Porque has tenido las narices de presentarte sola en el Kaiser para conseguir una pista del coronel Ringleman. Y vamos a dejar ya el cuento de
que eres su putita particular, de acuerdo? No vamos a tragarnos eso ni con aceite, y te dir por qu: el coronel Ringleman no tena que acudir al Kaiser
en ningn momento y baj ningn pretexto. Y, maldita sea tu estampa!, todava iba a cometer la estupidez de hacer venir a una chica desde Stuttgart
para que le calentase la cama...
Y las orejasdijo Maxence.
S, s las orejasri Siegfried.
El coche se detuvo.

CAPTULO VI
Cuando Erika se ape del coche, se encontr muy cerca de uno de los canales, no supo cul, de momento. Pero lo supo muy pronto, cuando vio
frente a ella las instalaciones portuarias como flotando en las aguas. Las del Elbe. Es decir, que estaba en el ro, y aquella parte del canal deba ser el
Binnenhafen, seguramente. Las estrellas brillaban todava con una palidez de resto de da. Embarcaciones pequeas navegaban por los distintos
tramos del canal...
Camina la empujaron por detrs.
Volvi la cabeza. Konrad llevaba su maletn, y Maxence la maleta. Siegfried terminaba de cerrar el coche, y se uni a ellos. Por supuesto,
comprendi que deba caminar hacia el borde del canal, y as lo hizo.
Segundos despus, los cuatro pasaban a una hermosa lancha blanca, all amarrada. Konrad abri la puerta de acceso al interior de la
embarcacin, y desapareci dentro. En seguida, se encendi una luz. Acto seguido les lleg el silbido de Konrad, y Erika fue empujada de nuevo, con
una mano en la parte final de la espalda.
Entraron en la lancha. Era pequea, pero alegre y confortable, muy agradable. Haba una diminuta salita, separada de lo que poda definirse como
dormitorio por un estrechamiento del pasillo, en el que haba una cocinita y un cuarto que deba ser los servicios higinicos. Al fondo, se vean dos literas
corridas a lo largo del casco, que se estrechaba hacia proa.
Sintate seal Konrad un coquetn divn.
Erika obedeci, en silencio. A una sea de Konrad, Siegfried volvi a cubierta, y Maxence coloc la maleta junto a Erika, y la abri, iniciando en el
acto un registro elegante y eficaz. Slo que no pareca haber nada especialmente interesante en la maleta. Se miraron los dos, y Konrad abri entonces
el maletn. Inmediatamente, en sus ojos apareci el destello de la curiosidad. Lo primero que vio fue la pistolita de cachas de madreperla, que mostr a
Erika.
Y esto?
Es..., es una pistola...
No me digas! la mir socarronamente Maxence. Eres una chica lista, Erika! Y hablando de pistolas: yo tengo una muy especial que...
Deja eso ahora, Maxence dijo Konrad, secamente. Vamos a hablar en serio con Erika. Ella sabe muy bien que esto es una pistola, sabe
muy bien que vamos a encontrar otras cosas interesantes en este maletn, y sabe muy bien que el juego ha terminado... No es as, Erika?
Est bien suspir ella.
Eso me gusta ms. Empezaremos Konrad se volvi vivamente hacia la entrada, apuntando all la pistolita de Erika, pero se tranquiliz en
seguida al ver a Siegfried. Qu?
Yo jurara que nadie nos ha seguido. De todos modos, quiz sera mejor que zarpsemos. Me sentir mucho ms seguro en el pesquero,
Konrad.
Este mir su reloj, y movi negativamente la cabeza.
Vamos a esperar esas instrucciones que, segn parece, sern las definitivas. Sea como sea, ella ha de venir. Mientras tanto, charlaremos con
Erika... o como se llame. Cul es tu nombre verdadero?
Lili Connors.
Americana, claro.
S.
Konrad lade la cabeza y entorn los ojos.
De la CIA?
S.
Vaya... Cmo se ha complicado todo!, verdad? Segn tengo entendido, en principio solamente intervena ese cabrn de Waberly, de la OTAN.
Por qu la CIA tambin?
Porque muri unos de los nuestros.
S, hombre... dijo Siegfried. Krista nos explic todo el barullo. El ruso se carg al americano, y luego Wabberly se carg al ruso, y el coronel
Ringleman tuvo que escapar por pies.
Konrad asinti, estuvo unos segundos pensativo y volvi a encararse a Erika.
Y ahora, cuando pareca que habamos cortado el rastro, apareces t en el Kaiser, donde nosotros estbamos instalados tan ricamente
cumpliendo nuestro cometido de punto central de contactos. Cmo supiste lo del hotel?
Encontramos apuntado el nmero de telfono del Kaiser en la pgina donde estn impresos los abonados telefnicos del 31 de la
Katherinenstrasse. Pensamos que el coronel haba llamado a Pavel Savelich a su apartamento, y que el ruso le dio el nmero de telfono del hotel,
seguramente porque Ringleman pregunt algo, o quera pedir algo que Savelich no poda atender. Estoy diciendo la verdad.
Desde luego que s medit Konrad, porque, en efecto, el coronel Ringleman me llam al hotel para... Bien, me llam, y es como se os ocurri
la idea del Kaiser... Sois listos, lo admito. Y por qu has venido t sola al hotel?
No he venido sola. Nos han seguido, y debo advertiros... No me creis?
Sabes lo que creemos? sonri Konrad. Que eres una de esas chicas listas que tienen grandes ambiciones personales. Sabemos que
nadie nos ha seguido, de modo que la cosa est clara: t fuiste quien descubri lo del nmero telefnico del Kaiser Hotel, y, en lugar de acudir a tus
compaeros con la informacin, pensaste que podas cubrirte de gloria haciendo las cosas t slita. A que s?
No. Hay varios compaeros que nos han seguido. Yo slo he dado la cara. Y os advierto...
Djate de tonteras. Nos hemos asegurado bien de que no nos han seguido, y ahora an estamos ms seguros: si algunos de tus amigos nos
hubiesen seguido, ya estaramos liados a tiros, porque no se habran resignado a que te llevsemos con la lancha sin que pudieran seguirnos. Ya
habran atacado.
Por qu habran de hacerlo, si la lancha an no ha zarpado?
Y cmo podan saber ellos que no bamos a zarpar en seguida? No, no, no... Si hubiese venido alguien detrs nuestro, ya estara el asunto
complicadsimo. De modo que, listsima Lili, te has metido en un lo... y has privado a tus compaeros de la oportunidad de poder seguir adelante con
este asunto. No es as?
Erika Schenk se mordi los labios, y baj la mirada. Maxence cambi una mirada de triunfo con Konrad, y dijo:
Por qu no nos dedicamos ahora al strip-tease, Konrad? Te aseguro que vale la pena.
Realmente, nuestra rubia Lili ya no nos sirve de nada. Aclaradas las cosas, ya sabemos que no debemos preocuparnos, as que podramos
pasar a la diversin. Me gusta tu...
Esperad jade Lili-Erika, alzando la cabeza. Esperad un poco, tengo..., tengo algo que proponeros...
Los tres hombres se quedaron mirndola, con expresin que quera ser divertida, pero intrigados, interesados, en el fondo.
De acuerdo, adelante invit Konrad. Cul es tu proposicin?
Tengo..., tengo mucho dinero... Mucho ms del que podis imaginar. Y creo... que sera un buen negocio para m cambiar... ese dinero por mi
vida.
Cunto es para ti mucho dinero? pregunt Siegfried.

Podra daros un milln de dlares a cada uno.


Los tres hombres respingaron a la vez, realmente impresionados por la cantidad mencionada.
Ests hablando en serio? murmur Konrad.
S. Y puedo garantizaros, del modo que queris, el cobro de esa cantidad.
Hubo un cambio de miradas entre los tres hombres. Erika Schenk capt perfectamente la vacilacin, y machac:
En realidad, puedo reunir cinco millones de dlares para los tres. Slo tenis que decirme quin est dirigiendo todo esto, y dejarme en libertad.
No tendrais que temer nada de la persona o personas a las que delataseis, ya que la CIA se encargara de ellas. Y vosotros tendrais cinco millones de
dlares. Y nada que temer nunca de nadie.
Hablas tanto que has dicho lo suficiente murmur Konrad; la respuesta es NO.
No seis absurdos insisti Erika. Acaso os estn pagando ms dinero del que yo os ofrezco?
Ni muchsimo menos neg Konrad. Pero las cosas no son tan fciles como t las has expuesto. Si hacemos eso, no llegaramos a tiempo de
gastar mucho de ese dinero, lo s.
Eso es una tontera. Yo os aseguro que la CIA terminara con ese grupo. Y muy pronto.
La respuesta sigue siendo NO, Erika.
Entiendo.
Entiendes? Qu es lo que entiendes?
Son los rusos, verdad? Por eso no os atrevis a traicionarlos. Si fuese un grupo cualquiera, ms o menos poderoso, seguramente aceptarais
mi oferta. Pero no os atrevis a traicionar a los rusos, nada menos, porque sabis que tienen tanto poder como los americanos, y tarde o temprano os
encontraran... No es as?
Hablas demasiadomurmur Konrad.
De modo que son los rusos... Est bien. Pero incluso de los rusos podemos protegeros. Olvidad eso de, los cinco millones de dlares. Diez.
Ahora os ofrezco diez.
No. Y ya has hablado demasiado, as que...
Dile que te ensee las ubres ri nerviosamente Maxence.
S, ser lo mejor asinti Konrad. Tmatelo con filosofa, Erika, o Lili; muchos espas mueren bajo tortura y, en cambio, t vas a morir bajo
caricias. Haced con ella lo que queris..., pero si grita matadla; nada de complicar ms las cosas. De acuerdo?
Ser mejor que la amordacemos dijo Maxence. Sujtala bien, Siegfried.
Maxence sac un pauelo, que comenz a estirar por dos esquinas opuestas, mientras Siegfried se acercaba a Erika, que abri la boca... y se
qued as, contemplando la pistola que haba aparecido en la diestra de Konrad.
No tengo ningn inconveniente en matarte dijo Konrad, pero tanto or hablar de tus ubres, hasta yo tengo curiosidad por verlas. Adelante,
Siegfried.
Este asi a Erika, la coloc en el centro del pequeo saloncito, y pas tras ella, sujetndola fuertemente con los dos brazos, que apretaron los de
ella contra el cuerpo. Maxence se acerc, puso el pauelo bien tirante en la boca de Erika, y lo anud en la nuca... Acto seguido, sonri y, tras una sea
a Siegfried, entre los dos le quitaron el abrigo. Luego, bajaron la parte superior del vestido y, sin ms, Maxence desabroch el cierre que ya conoca,
retirando los sujetadores y mostrndolos en alto, sonriendo.
Alguna vez has visto pech...?
La mirada de Konrad; que se haba fijado admirativamente en los senos de Erika Schenk, salt rpidamente hacia el suelo, donde algo haba
cado. Algo de reducido tamao, oscuro, que reson metlicamente al caer desde los sujetadores.
Konrad tuvo el tiempo justo de comprender lo que era: una pequea radio. En ese mismo instante, y cuando palideca de rabia, Konrad reciba
entre las ingles el tremendo puntapi aplicado por Erika, que alcanz de lleno su objetivo. Konrad lanz un alarido animal, y cay de bruces como
aplastado por una carga cada sbitamente sobre su espalda.
Erika se inclin velozmente a recoger la pistola de Konrad, pero Maxence reaccion entonces, lanzando una maldicin e impulsando su rodilla
hacia Erika. Esta intuy el golpe cuando sus dedos ya casi tocaban la pistola, y su reaccin, en principio carente de lgica, fue la adecuada: se
desentendi de la pistola para alzar los brazos y protegerse el rostro, de modo que la rodilla de Maxence golpe en ambos antebrazos, impulsando
fuertemente a Erika hacia el divn, todava en perfectas condiciones para la lucha. En cambio, si hubiese continuado con su intencin de agarrar la
pistola, habra recibido el golpe en pleno rostro, y posiblemente las consecuencias habran sido peores, ya que habra tenido que soltar la pistola y quiz
hubiese quedado sin sentido.
De este modo, qued desarmada de nuevo, pero en perfectas condiciones fsicas...
Tan perfectas, que su accin contra el ataque de Siegfried no tuvo el menor signo de debilidad... Ni de compasin. Con el antebrazo izquierdo,
pese al dolor que senta en l, desvi la mano que Siegfried diriga a su garganta y, dejando que la derecha del alemn se posase sobre sus desnudos
senos, Erika dispar su puo derecho hacia la garganta del hombre.
Se oy un clock! apagado, amortiguado, y Siegfried emiti un fuerte ronquido, sus ojos giraron, su rostro se demud... y cay muerto sobre la
espa ms peligrosa del mundo..., que acto seguido not los estremecimientos de aquel cuerpo, ya muerto, mientras oa los chasquidos de una pistola:
plop, plop, plop...
Por un lado del desencajado rostro de Siegfried vio a Maxence, que estaba disparando contra ella, demudado tambin el rostro, salientes los
ojos... En cuanto ella asom un lado de su cabeza por un costado de la de Siegfried, Maxence movi la pistola hacia all...
Plop, chasc otra pistola, en la entrada al saloncito.
La parte superior delantera izquierda de la cabeza de Maxence desapareci en una tremenda salpicadura de sangre, y la bala, all donde haba
causado el destrozo, imprimi a la cabeza un fuerte movimiento de giro, que llev a Maxence como una peonza hasta chocar con el tabique y caer de
espaldas, lanzando otro brochazo de sangre.
Erika se quit de encima a Siegfried, mir a Nmero Uno, y entonces capt el movimiento en el suelo. Baj la mirada, y vio a Konrad, lvido el
rostro, tendiendo el brazo hacia donde haba quedado su pistola...
Uno...! grit.
Plop, dispar el espa.
La mano de Konrad revent en una escalofriante salpicadura de sangre y huesos, y el alemn, lanzando un horrendo aullido, se abalanz
igualmente hacia el arma, tendiendo la otra mano, derribando la mesita con un golpe de hombro. Lleg a empuar la pistola, la alz, y apunt a Erika
Schenk, riendo odiosamente, convencido de que nadie iba a impedirle disparar contra aquella mujer a tiempo de salvarla. Por rpido que fuese el
inesperado visitante, no podra salvar el obstculo de la mesita que protega a Konrad y disparar antes de que ste lo hubiese hecho contra Erika...
Plop, dispar de nuevo Nmero Uno.
La ltima sensacin de Konrad fue el pasmo. No lleg a saber por dnde le haba llegado aquella bala, pese a lo sencillo de la solucin: en su
cabeza no slo se incrust la bala disparada por Nmero Uno, sino tambin las astillas que aquella bala arranc al perforar limpiamente la mesa justo a
la altura del centro de la cabeza de Konrad.
Un sbito silencio se hizo en la lancha, que se meca con una cierta violencia. Erika se relaj, y se qued sentada en el divn, cerrando los ojos. Los
abri cuando oy la voz de Nmero Uno junto a ella:
Los tres estn muertos.
Baby movi la cabeza con gesto de disgusto.

Mala suerte. Para ellos y tambin para nosotros, que no podremos hacerles preguntas.
Uno le tendi la pequea radio, que haba recogido del suelo, y seal sus senos.
Ponte bien el vestido.
Lo oste todo bien, mi amor?
S. Eran unos cretinos.
Si lo dices porque no se dieron cuenta de que t los seguas, te dir que ests siendo demasiado exigente con ellos. Eran unos desdichados, y
t eres Nmero Uno.
Este estuvo mirando el pecho de Erika hasta que ella termin de colocarse bien el vestido. Entonces, la mir a los ojos y murmur:
Ests bien?
S, s... Slo han sido unos cuantos golpes. No tiene la menor importancia. Qu opinas de todo esto?
A juzgar por lo que he ido oyendo por tu radio, parece que tenemos que hacernos a la idea de que todo este tinglado lo han montado los rusos.
Por cierto, ser mejor que cierres ya la radio, o se agotarn las pilas.
Brigitte asinti, cerr la radio y la puso dentro de su maletn, lo mismo que la pistolita de cachas de madreperla.
Realmente crees que son los rusos? musit.
No creo nada. Solamente me atengo a lo que he odo casi tan bien como t. Y si he odo bien, estaban esperando a alguien, no es as?
Alguien llamado Krista. Y hablaron tambin de recibir las instrucciones, que esperaban fuesen definitivas. Y de un pesquero.
En mi opinin, deberamos esperar a Krista en un plan... conservador. Si vamos matando a toda esta gente, llegaremos finalmente al callejn sin
salida por muy Baby y Nmero Uno que seamos. De modo que quiz convendra intentar atender a Krista en la mejor armona posible. Si el engao
prospera, bien. Si no prospera, recurriremos a los malos modos. Yo podra encargarme de eso.
Ah. Y que hago yo?
Podras ir a reunirte con Simn, Waberly y los dems. O bien llamarlos y esperarme todos por ah fuera.
Lo de avisar a Simn, a Waberly y a los dems, no me parece mal, pues si conseguimos la informacin adecuada quiz tengamos que atacar un
pesquero; pero, mi amor, no pienso dejarte solo.
Todo esto es una tontera.
Lo de dejarte solo? frunci el ceo Erika.
Lo de este... sabotaje. Es todo una estupidez de las ms increbles. Te dir an ms: despus del resultado conseguido con el asunt de las
balas en el solar donde mataron a Savelich, creo que no deberamos perder ms tiempo, y cortar por lo sano.
Eso no es propio de un espa de tu categora, mi amor.
Lo que no es propio de mi inteligencia es tenerte por aqu, corriendo riesgos innecesarios pudiendo tenerte en Villa Tartaruga desnuda al sol y
dndome besos.
Entonces..., eres tonto! exclam Erika.
Por supuesto que s gru Nmero Uno. Bien..., qu es lo que hacemos? Hay que decidirse, sea por lo que sea, ya que Krista puede llegar
en cualquier momento, segn parece...

CAPTULO VII
Krista se ape del taxi antes de llegar al embarcadero, y termin el recorrido a pie. Poca distancia. Mientras se acercaba, vio ya la lancha,
destacando muy blanca. Adems, tena las luces encendidas dentro...
Lleg en pocos segundos, pas a bordo y llam, dirigindose sin vacilar a la entrada:
Konrad.
Entr. Y se detuvo en seco. Se qued mirando, sobresaltada, al hombre que estaba sentado en el divn, con un cigarrillo en los labios y una revista
en las manos. El hombre dej inmediatamente la revista, y se puso en pie, retirando el cigarrillo de sus labios y sonriendo amistosamente.
Eres Krista?pregunt.
La bella muchacha de ojos oscuros y largos cabellos lacios de un rubio clarsimo, asinti con la cabeza, mientras quedaba patente su asombro
ante el desconocido. No poco impresionada, contemplaba al hombre de ms de metro ochenta, cabellos color cobre y ojos negrsimos, que resultaba
sencillamente impresionante. l acuda a su encuentro, tendiendo la diestra.
Soy Klaus se present. Qu tal?
Bien ella not aquella poderosa mano en la suya, y consigui sonrer a medias. Klaus?
S parpade l, desconcertado. Konrad no te habl de m?
No... No.
Ese estpido... Soy primo suyo. He estado fuera de Hamburgo una temporada, haciendo unos pequeos trabajos en... Bueno, he estado por ah.
Quieres tomar algo?
Dnde est Konrad?
Se fue con Maxence y Siegfried. Me dijeron que algo haba ocurrido en el pesquero, y que alguien del barco tena que acudir al Kaiser para
hablar con ellos. As que me dejaron aqu y se fueron para el hotel.
Qu ha ocurrido en el pesquero?
Ni idea. Yo haba venido aqu con Konrad, y me parece que precisamente pensaban ir al pesquero despus de hablar contigo. Pero lleg el
botones del hotel con el mensaje, y se fueron para all.
Un botones del Kaiser trajo un mensaje para Konrad aqu, a la lancha?
Eso he dicho.
Y por qu no vino personalmente el hombre que quera ver a Konrad? Por qu en el hotel, pudiendo verse aqu?
Hijita, si t no lo sabes, imagnate yo, que prcticamente acabo de llegar a Hamburgo. Pero una cosa voy a decirte: creo que el hombre, que hizo
ir a Konrad al hotel est en apuros. No me sorprendera nada que hubiese ido all herido, y que se hubiese colado en la habitacin de Konrad... Pero no
me hagas demasiado caso: en ocasiones me paso de listo.
Eso nos ocurre a todos comenz a sonrer Krista. No hay nadie ms contigo?
Ests t sonri Klaus. Y por cierto que vale la pena. Tienes algo que ver con Konrad? Bueno, ya sabes a qu me refierogui un ojo
Klaus.
Vas siempre tan directo al asunto?
Bueno... No voy a contarte mi vida, pero te dir que he llegado de un lugar donde me he pasado casi tres semanas sin oler una sola hembra que
valiese la pena. Todo el da con la maldita metralleta en las manos, enseando a aquellos cretinos...
Krista crey comprender.
Eres un mercenario instructor? murmur.
Klaus se qued contemplndola unos segundos con el ceo fruncido.
No me gusta la palabra mercenario mascull, por fin. Pero qu le vamos a hacer, hay que aceptar las definiciones que los dems hacen de
la gente que se dedica a mi trabajo... Quieres un trago o no? He tenido tiempo de fisgar por aqu, y he encontrado bebidas.
Y por qu no ests bebiendo?
Porque no me gusta hacerlo solo. Lo encuentro aburrido. El licor, como las buenas comidas, hay que gozarlas en compaa... Se entiende que en
agradable compaa.
Tomar lo mismo que t sonri Krista.
Se sent en el divn. Klaus abri un armarito, sac una botella y dos vasos, y sirvi en ambos; luego, con uno en cada mano, fue a sentarse junto a
Krista, y mir sus rodillas mientras le tenda el vaso.
Te gustara ser mi novia? ofreci.
Para qu? ri Krista.
Bueno, se es siempre el principio para gozar de la vida... A tu salud.
Krista alz tambin su vaso, y bebi un sorbo, Klaus volvi a mirar sus rodillas, capt la irnica mirada de ella y sonri.
De todos modos, no acostumbro a buscar complicaciones familiares dijo; si Konrad es tu jinete, yo me buscar otra cabalgadura.
Tienes un modo muy... peculiar de hablar murmur ella.
Eh...? Oh, bien, perdona. Es que el lugar de donde vengo no es precisamente la Corte Real. Por cierto, de dnde vienes t?
Me enva Norbert.
Aaah... Y quin es Norbert?
Konrad no te lo ha dicho?
Si me lo hubiese dicho, no te lo habra preguntado. Dices que te enva Norbert? Para qu?
Traigo instrucciones para Konrad.
Ya. De qu se trata? Quiz yo podra hacerme cargo de ellas.
Prefiero esperar a Konrad.
De acuerdo Klaus mir su reloj. Pero quiz te sea difcil ver a Konrad esta noche. Me dijo que si al cabo de una hora no haba regresado,
deba marcharme con la lancha de aqu, y pasar a recogerlo en otro sitio. Y si despus de esperar all otra hora, no haba aparecido, que rezase algo
por l.
Eso dijo?
Casi palabra por palabra. Y todava ms: me entreg un sobre.
Para m?
No exactamente. Me dijo que te esperase, que hicisemos todo eso, y que, si no nos veamos, te pidiera que me llevases a entregar el sobre a la
persona que t sabes... Supongo, ahora, que se refera a ese Norbert.
Dnde est el sobre?
Klaus lo sac de un bolsillo interior, lo mostr en alto, y lo volvi a guardar..., sonriendo ante el intil gesto de Krista de intentar asirlo.
A... ah neg. No es para ti, dulce Krista.
Yo se lo llevar a Norbert.
No lo has entendido movi la cabeza, Klaus. Konrad me ha dicho claramente "que me llevases a entregarlo a la persona que t sabes", no

que te lo entregase a ti. No lo tomes a mal.


Claro que no sonri Krista. Aunque me parece una tontera.
Quiz lo sea, pero no para m. Entiendo que en la carta Konrad le habla de m a esa persona, supongo que elogiando mi... capacidad personal
para muchas cosas. En la clase de vida que llevo, no siempre hay trabajo bien pagado, y hay que aprovechar los buenos tiempos para hacer fondos.
Cunto hace que Klaus se fue?
Pongamos... quince minutos.
Krista asinti, y comenz a quitarse el abrigo. Klaus se apresur a ayudarla y, al parecer sin intencin, una de sus manos roz los senos de la
muchacha, que lo mir vivamente. l la mir, sonri y contempl luego con descaro las bellas formas femeninas.
Iba a decir que lo siento, pero no sera cierto. Tienes unos pechos preciosos... y, de todos modos, no hay para tanto. Quiero decir que quiz no te
haya molestado, realmente.
Krista volvi a sonrer, tom una mano de l y la puso sobre su seno izquierdo. Klaus tambin sonri, desliz la mano, alz el jersey de ella y volvi
a deslizar la mano, no ya sobre lana, sino sobre pura seda, fresca y tirante...
Espero que Konrad tarde por lo menos media hora ms susurr.
Krista adelant los labios y cerr los ojos. Klaus acerc su boca de cepo a los bonitos labios rojos, y comenz a besarlos, mientras las manos
seguan por su cuenta por derroteros cada vez ms ntimos. No tard en orse el suave chasquido de un cierre, y de un tirn los sujetadores fueron
retirados.
No seas... salvaje... jade Krista.
Klaus la bes en el cuello, y luego ms abajo. Krista comenz a gemir y su rostro fue adquiriendo ms color, su respiracin se fue agitando,
hacindose densa, pesada.
No, no, no jade hipcritamente. No, Klaus...
Por qu no?
No debemos... perder tiempo en estas cosas ahora... Quiz Konrad est en apuros, o est... sucediendo algo... que Norbert deba saber cuanto
antes...
Tenemos tiempo.
No... Por favor, djame primero leer la carta y luego..., luego, cuando est tranquila, te dar... lo que me pidas...
Klaus dej de besarla y se irgui; se qued mirndola con tan dura expresin que Krista se estremeci.
De modo que sas tenemos? susurr Klaus. Realmente has credo que ests tratando con estpidos?
Qu..., qu...?
La mano derecha de Klaus agarr de pronto, rudamente, los suaves cabellos de Krista, y la izquierda se cerr como una garra en el seno derecho
de la muchacha, que intent separarse... Lanz un grito cuando la mano izquierda de Klaus apret, y qued inmvil, lvida, desorbitados los ojos.
Escucha bien, nena; en primer lugar te dir que Konrad y los otros han sufrido un percance, y que yo estaba aqu esperando a Krista, en efecto,
para decrselo y que me llevase con el jefe, a ver si encuentra solucin y me admite en el grupo para el sabotaje... Te vas enterando? Y qu sucede?
Pues que llegas t, tan mimosita, y sin ms admites la entrada al terreno sexual... Porque soy irresistible? Claro que no! Yo te dir por qu: t formas
parte de los enemigos de Konrad, os habis enterado de todo, por eso habis podido poner en apuros a mi primo... y luego, en lugar de llegar la
autntica Krista, te envan a ti, que el demonio debe saber quin eres. O sea que habis cazado tambin a Krista, y has venido t a ver a quin ms
pescabais en la lancha de la que ella os ha hablado... Y no lo habr hecho de buen grado, verdad? Verdad que no, puerquita?
Te..., te equivocas jade la muchacha. Soy Krista! Te lo juro, soy Krista!
Claro. Y yo soy un casto palomo. Te voy a...!
Soy Krista, puedo demostrrtelo! Me haces dao en el pecho...!
La mano izquierda de Klaus dej de apretar. Sus negros ojos parecieron perforar los de la muchacha.
Puedes demostrarlo? Mira qu bien... Pues hazlo!
Tengo..., tengo mi documentacin... en el bolso...
Klaus vacil, acab por empujar a la muchacha y tom el bolso de ella, que estaba sobre la mesita baja. Dirigiendo frecuentes miradas torvas a la
muchacha, l abri el bolso, y comenz a sacar cosas..., empezando por la pistola, que se guard sin inmutarse. Luego, entre otras cosas, acab por
encontrar la tarjeta. La mir, mir a Krista, de nuevo la tarjeta, otra vez a la muchacha...
Parece autntica murmur.
Es..., es autntica... Si yo fuese otra persona no habra podido conseguir esa documentacin tan rpidamente como..., como t dices que estn
ocurriendo las cosas!
Puede que tengas razn... Pero lo sabremos con seguridad muy pronto, porque, si eres Krista, podrs llevarme hasta el jefe, no es cierto?
S... S!
O sea, ante Norbert, eh? la mir maliciosamente Klaus.
No..., no se llama Norbert. Ese nombre... me lo he inventado cuando te he visto, porque, porque era yo quien crea que..., que t no eras de los
nuestros...
Ya. Inteligente reaccin, querida Krista. Bien: cul es el nombre de Norbert? El verdadero. Y no me vengas con tonteras!
Grigori... Grigori Melchenko... De verdad!
Est bien. Vamos a verlo ahora mismo. Tengo que entregarle la carta de Konrad, no puedo negarle ese favor a mi primo... Y si las condiciones
que me hace Melchenko son lo bastante buenas para m, me quedar con l.
Supongo... que te har las mismas que a Konrad.
Nena, no lo entiendes; yo no soy Konrad. Deberas haber comprendido ya que, a mi lado, Konrad es un nio de teta. Mis servicios son siempre
inmejorables, as que quien los quiera tiene que pagarlos muy bien. Crees que Melchenko podr hacerlo?
S... S, lo s seguro. l tiene mucho dinero.
Estupendo. Bueno, parece que las cosas se han arreglado entre nosotros, verdad? Eso quiere decir que quiz en otro momento te dispense
mis favores. O formas parte de las propiedades particularsimas de Melchenko?
S... As es.
Lo siento... por ti y por m. Bien, nos vamos ya? Y te advierto que, para volarte la cabeza de un balazo, no necesito ms de medio segundo.
No..., no habr necesidad.
Mejor. Me parece que t tambin eres una persona peligrosa. Tu pistola es una cosa muy seria, Krista. A qu te dedicas, adems de alegrarle
las noches a Melchenko?
Digamos que... le elimino problemas. Pero slo intervengo cuando las cosas han de hacerse con elegancia.
Entiendo: perteneces a la aristocracia de los asesinos de alquiler europeos. Con derecho a cama incluido. Me parece bien... En definitiva, yo soy
ms o menos lo mismo que t. Tengo el coche de Konrad ah fuera, as que en marcha.
Cmo es que tienes t el coche de Konrad?
Escucha, ya no pienso decir nada ms si no es al propio Grigori Melchenko. As que cierras la boca, vamos al coche, te pones al volante y me
llevas con l. Todo lo que no sea eso, slo va a conseguir fastidiarme. Est claro?
S... S, Klaus.
Pues mueve las piernas.

Krista se arregl las ropas, se puso el abrigo, recogi su bolso y se dirigi hacia cubierta, seguida por Klaus. Saltaron a tierra, l seal adonde
estaba el coche y, segundos despus, ambos ocupaban el asiento delantero, ella al volante, en efecto.
Cul es la direccin?pregunt l.
Pero si ya vamos all...
Dime la direccin ahora mismo.
Es una casa en el 114 de la St. Pauli Hafenstrasse.
De acuerdo. Pues ahora, directos hacia all, sin desvos ni tonteras. Y te advierto que conozco Hamburgo perfectamente.
Ah, era por eso...? No pensaba engaarte, Klaus.
Ms te vale. Vamos ya.

CAPTULO VIII
La St. Pauli Hafenstrasse estaba cerca de all, siguiendo la orilla del ro, pero, debido a las direcciones obligatorias impuestas por el trfico,
tuvieron que alargar un poco el camino, circulando, lgicamente, en las direcciones permitidas. Finalmente, enfilaron la avenida, pasaron por delante de
un parque... A la izquierda tenan las instalaciones portuarias de St. Pauli Landungs, en el Nordelelbe, y se vean las luces de navegacin de algunas
embarcaciones. Detrs iba quedando el centro iluminado de Hamburgo. Hacia delante, siguiendo el estuario del ro, ms y ms instalaciones portuarias
de aquel puerto, uno de los ms transitados del mundo.
Klaus iba mirando la numeracin y mirando tambin, de reojo, a Krista, que conduca en silencio, un tanto tensa. Pero no hubo contratiempo alguno,
y por fin llegaron, ante el nmero 114. Era una vieja casa destartalada y hmeda, sucia, desagradable. Solamente se vea luz en una ventana del piso
superior.
Krista coloc el coche con las luces enfocando la puerta de madera de la izquierda, ms grande que la otra. Casi en seguida, la puerta se alz, y la
muchacha introdujo el coche en el garaje. La puerta se cerr, y entonces destacaron en la sucia pared de enfrente las manchas de los faros del coche...,
hasta que se encendi una luz en el garaje. Una sucia y misrrima bombilla, que apenas disipaba las tinieblas.
Krista apag las luces, par el motor y movi la barbilla.
Ya hemos llegado.
Klaus le dirigi una breve mirada. Luego, se volvi, para contemplar al hombre que haba abierto y cerrado la puerta del garaje, y finalmente
encendido la luz. El hombre se detuvo, y qued inmvil, con las piernas separadas, esperando. Klaus apret los labios, hizo una sea a Krista, y ambos
salieron del coche. El hombre, que haba quedado hacia la parte de atrs, habl en ruso, y Krista le contest del mismo modo, hasta que, a los pocos
segundos, Klaus gru:
Hablad en alemn: no entiendo nada del ruso. O no estis hablando en ruso?
S, es ruso sonri Krista. Le estaba explicando a Igor lo que ha pasado.
Ya se lo explicar yo todo a Melchenko... Klaus pareci congelar su mirada. De modo que t tambin eres rusa?
Ms o menos ri Krista.
Entonces, la documentacin que antes me has enseado...
Es falsa. Pero desde hace tiempo, no hecha en unos pocos minutos. Vamos arriba: conocers a Grigori.
Klaus asinti y dio el primer paso. Pero se detuvo en seco cuando Igor hizo lo mismo, directo hacia l, tendiendo la mano izquierda.
Y ahora? mascull Klaus.
Debers devolverle mi pistola a Igor. Y entregarle la tuya, pues supongo que vas armado.
Entregar mi pistola? sonri secamente Klaus. Divertida broma, muequita!
Hay tres hombres ms dentro de la casa, por lo menos. Si no entregas todas las armas que lleves encima a Igor, te aseguro que no llegars
hasta Grigori. Es ms: ya no llegaras nunca a ninguna parte, querido Klaus.
Este apret los labios, vacil... y acab soltando un gruido. Sac lenta y cuidadosamente las dos pistolas, de modo ostensiblemente pacfico, y las
entreg a Igor, que seal hacia la puerta que comunicaba directamente el garaje con el interior de la casa.
En efecto, haban ms hombres en la casa. Por lo menos apareci en seguida otro, que se qued mirando fijamente a Klaus. Estaban entonces en
el feo y lbrego vestbulo de la casa. A la derecha se vea la puerta que comunicaba con la calle. Del techo penda una lamparita llena de polvo, que
proporcionaba escassima luz... A la izquierda estaba el tramo de escalones que ascenda hacia el piso superior, y cuando Klaus alz la mirada, vio all
arriba a otro hombre, esperando, mirndole. Cuando mir a Krista, sta seal hacia arriba, y los cuatro fueron hacia all, la muchacha y Klaus en primer
lugar.
Llegaron al descansillo, Krista fue hacia una de las puertas, la abri y seal hacia dentro.
Apenas entrar, Klaus vio a Grigori Melchenko. Haban dos hombres, pero uno de ellos, el que permaneca en pie junto al silln donde estaba
sentado el otro, no le pareci importante a Klaus. El que estaba en el silln s le pareci importante. E interesante.
Pese a estar sentado, en seguida se vea que era gigantesco, que sobrepasaba el metro noventa. Grande, ancho, fuerte, slido. Vesta con rudeza,
arrugado, vulgar. Sus cabellos entrecanos eran largos, pringosos. Su boca era grande, su mandbula recia, su nariz gruesa y grande... El ojo derecho
contemplaba fijamente a Klaus. El izquierdo desapareca bajo un feo parche negro, cuya cinta iba hacia la parte posterior de la cabeza, entre la
abundante melena.
Luego, de pronto, la mirada del oscuro ojo de Grigori Melchenko pareci saltar hacia Krista.
Quin es? gru con voz spera, en ruso.
Dice llamarse Klaus replic ella, en el mismo idioma, pausadamente, y ser primo de Konrad.
Qu ha sido de Konrad?
No lo s. Klaus lo sabe, pero me ha dicho que slo quera hablar contigo, Grigori. Es un hombre... de mucha dureza.
Una seca sonrisa pas por los labios de Grigori Melchenko. Mir a Klaus de nuevo.
Dnde est Konrad? pregunt.
Klaus frunci el ceo, y mir a Krista, que sonri levemente.
Klaus no habla ruso, Grigori. Debers hablarle en alemn.
El ruso asinti y pregunt de nuevo, ahora en alemn:
Qu ha pasado con Konrad?
Exactamente, no lo s. Me llam a mi apartamento, dijo que desde el Kaiser Hotel, y me dijo que se alegraba muchsimo de que hubiese vuelto
de frica, que haca tres das que me estaba llamando, para ofrecerme un trabajo bien pagado. Pero que en aquellos momentos estaba en un grave
apuro, y que, inicialmente, deba pedirme un favor. Dijo que haba dejado su coche cerca del hotel, y que las llaves estaban en el contacto; que yo deba
ir al coche, entrar de pronto en l, y alejarme a toda prisa del hotel. Me advirti que posiblemente alguien me perseguira, pero que ya saba que eso no
iba a ser problema para m. Si el truco sala bien, yo deba dar unas cuantas vueltas por ah, y finalmente ir adonde tena una lancha. Si l ya estaba all,
hablaramos. Si no estaba all, querra decir que le haban cazado. Entonces, yo deba esperar a Krista, y decirle que me trajese con usted...
Para entregarte una carta aadi rpidamente Krista.
No sonri Klaus. Lo de la carta fue una invencin ma. Es un sobre con un papel dentro, nada ms.
Por qu hizo usted eso? frunci el ceo Melchenko.
Porque tengo muchas horas de vuelo y siempre me gusta jugar sobre seguro.
Qu tiene que ver eso con la carta? exclam Krista.
Si eras la autntica Krista, aceptaras traerme aqu para que le entregase la carta al jefe de Konrad. Si no lo eras, comprenderas que yo no saba
dnde estaba Melchenko, y puesto que todo lo que tendra yo de inters ya, sera la carta, querras tenerla a toda costa, por si ella os serva de algo a ti y
a los de la... oposicin.
Es usted muy inteligente murmur Melchenko.
S.
Krista sonri, divertida. Melchenko apenas esboz una mueca. Luego qued pensativo unos segundos.
Eso es todo lo que sabe? pregunt por fin.

S.
Bien... Habr que hacer alguna investigacin en el Kaiser Hotel, a ver si nos enteramos de lo ocurrido con Konrad y con los dems.
Qu puede haber pasado? se inquiet Krista. Solamente Savelich y Ringleman saban que podan hacer consultas a nuestros tres hombres
destacados all precisamente para eso, Grigori.
Nos ocuparemos del asunto. Pero antes la mirada de Melchenko fue hacia sus hombres, y termin en ruso: Pero antes, matad a este
hombre.
Mientras deca esto, miraba atentamente de nuevo a Klaus, pero ste ni siquiera parpade, permaneci en la misma postura y con el mismo gesto,
esperando.
S insisti en ruso Melchenko, llevoslo de aqu, arrancadle los ojos y la lengua, y matadlo. No me gusta.
Los hombres de Melchenko, y Krista, miraban a Klaus, qu no reaccionaba. Iba mirando de uno a otro, impvido. Por fin, la muchacha solt una
carcajada.
Me parece que tu trampa no ha dado resultado, Grigori. Si entendiese el ruso, habra palidecido por lo menos!
Los hombres de Melchenko sonrean, y esto s hizo reaccionar por fin a Klaus que, tras mirar de uno a otro, sonri y encogi los hombros.
Si es algn chiste en ruso, me gustara orlo en alemn.
No era precisamente un chiste! volvi a rer Krista.
Klaus..., qu ms? pregunt Melchenko, sonriendo a medias.
Plumm. Klaus Plumm. La madre de Konrad y mi padre eran hermanos.
Melchenko asinti con la cabeza.
Qu sabe hacer, Plumm?
Cualquier cosa.
Entiende algo en cuestiones de radio?
Algo, s.
Pero no es lo que podramos llamar un tcnico?
Ni mucho menos.
En ese caso, no va a servirme para el pesquero, lo siento. Y en lo que a tierra firme se refiere, ya tengo suficiente personal.
Pero si se ha quedado sin Konrad y...
Ya no los necesito. Si hubiesen estado en la lancha cuando Krista fue a buscarlos, ahora estaran navegando hacia el pesquero, pero si los han
quitado de en medio, en nada me perjudica. Claro est, siento lo que les haya podido ocurrir.
Ya, ya. Bien... Bueno, pienso que yo podra hacer algo en el pesquero, Melchenko. Soy siempre un hombre til, est donde est. Por otra parte, si
usted se queda en tierra...
No. Yo tambin tengo que irme al pesquero. Y esta misma noche. Puesto que Konrad y los otros no saban nada de eso, ya que tuve la
precaucin de no informarles ni del nombre ni de la posicin del barco, no debo temer nada al respecto. Tampoco saban ellos dnde encontrarme en
Hamburgo, as que, aunque lo siento por ellos, en nada me afecta ya su detencin. Claro, ellos darn el nmero de telfono al que consultaban a horas
fijas, pero all ya no hay nadie... Por eso Konrad le llam a usted esta noche, en lugar de llamar a ese nmero, donde, a determinadas horas, solamos
estar Krista y yo, para atender... emergencias. Ha sido una lstima que stas se hayan presentado durante nuestra ausencia. En fin, todo lo que tengo
que hacer es marcharme al pesquero y proceder a mi trabajo.
Pero usted ha dicho que investigaramos lo sucedido con Konrad y los otros.
S, lo haremos, claro... Y quiz sera mejor hacerlo antes de partir hacia el pesquero... Usted no estuvo dentro del Kaiser en ningn momento?
No.
Quiz sera el hombre adecuado para hacer ese trabajo... Puedo darle algo de dinero por eso, Plumm.
Y eso ser todo?
Lo siento, pero si no es usted un experto en radio, no le necesito para nada ms. Le dar dos mil marcos.
Est bien encogi los hombros Klaus. Pero insisto en que podra serle til. Digamos que mis actividades ms importantes han sido siempre
en el terreno militar.
Y qu quiere decir con eso?
Konrad me habl de un tal coronel Ringleman... Pienso que quiz yo podra serle til a ese coronel... l est en el pesquero?
En efecto. Qu ms cosas le dijo Konrad?
Me habl de un ruso llamado... Sivelach...
Savelich.
S, sera Savelich. Pero bueno, creo que ese ruso muri, se lo carg un americano.
As es. Qu ms cosas sabe?
De momento, no recuerdo ms.
En mi opinin, incluso sabe demasiadas.
Qu quiere decir?
Quiero decir que es imposible que Konrad fuese tan estpido como para contarle a usted todas esas cosas por telfono desde el hotel. Quiero
decir, simplemente, que est usted mintiendo, Plummm, Y que ni siquiera debe llamarse as... No se mueva!
Klaus Plumm, efectivamente, haba iniciado un movimiento, pero en seguida, cuatro pistolas quedaron apuntadas a l.
No disparis dijo rpidamente Melchenko. Seguramente, el amigo Klaus es de la CIA, as que voy a darme el gusto de utilizarlo de modo...
adecuado. Vamos a convertir a Klaus Plumm en una bomba contra la CIA. O quiz es de la OTAN, Plumm?
Vamos, Plumm, djese de tonteras! No, no creo que sea de la OTAN. La OTAN ya tiene a ese hijo de puta de Waberly, que estuvo a punto de
matar a Ringleman, con lo que nos habramos quedado sin la informacin definitiva. Lo siento, y ahora es verdad, por mi camarada Pavel Savelich, que
durante meses se estuvo preparando para hacer una buena labor. Pero, en fin, son cosas que pasan en el espionaje...
La CIA sabe que la MVD est dirigiendo esto, Melchenko.
Claro que no. Todo se prepar muy bien en torno a Pavel Savelich, que quedar como desertor ruso. Nunca podrn acusar a Rusia del sabotaje
que tenemos preparado para esta madrugada. Adems, va a ser un sabotaje... muy especial. No, no podrn acusar de nada a Rusia, Plumm. Han
intervenido unos cuantos alemanes, un ruso que traicion a Rusia, y un americano que traicion a Estados Unidos. Pero, eso ser todo. Nadie me
conoce a m, nadie sabe de mi existencia, as que, cmo podra la CIA acusar a la MVD?
Ustedes estn locos... Qu pretende Rusia con esto? No es posible que est preparando realmente un sabotaje a las maniobras de la OTAN!
Conque no es posible, eh? Bueno, es una lstima que usted no viva para verlo. Pero, como le he dicho, le vamos a convertir a usted en una
bomba... No se mueva, Plumm, o lo llenamos de balas en un segundo. Acepte otra muerte, mucho ms dulce, que tengo para usted. Le voy a decir la
verdad: la tena preparada por Konrad y los otros dos, pero puesto que sos ya han sido... retirados de la circulacin por la CIA, vamos a utilizar el truco
con usted: lo dejaremos atado y amordazado en el garaje... Supongo que la CIA est vigilando esta casa ahora.
En efecto.
Bien sonri Melchenko. Estupendo! Entonces, todo va a salir muy bien. Ver lo que ocurrir: lo dejaremos a usted atado y amordazado en
el garaje, y abriremos las espitas de tres bombonas de gas que tengo preparadas all. El garaje ha sido preparado para que cierre hermticamente, as
que se ir convirtiendo en una bomba de gas... Una enorme bomba de gas. Qu cree que pasar cuando sus compaeros, finalmente impacientes y

preocupados por usted, al ver que la casa parece quedar vaca, vengan a buscarlo?
No s.
S lo sabe. Pasar que dispararn contra la puerta del garaje, para abrirla, ya dispuestos a todo. Y entonces... Buuummm!, la bomba de gas
estallar. Ser algo verdaderamente espectacular, Plumm. Y usted, sus amigos, y esta casa, con cualquier pista que podamos dejar por descuido,
quedarn convertidos en polvo. Qu le parece?
Usted no puede ser un agente de la MVD rusa.
No? Qu soy, entonces?
Cuando menos, un loco.
Quiz, pero soy un loco que va a conseguir, ya sin la menor sombra de duda, que las flotas navales soviticas sean las ms poderosas del
mundo. Ya veremos qu queda de la flota de la OTAN, en la madrugada de maana... Ya lo veremos! Y desde ese momento, y ya para siempre, Rusia
ser el verdadero gigante, el verdadero amo de todos los mares!
Escuche, Melchen...
Ya hemos terminado! Tengo que prepararlo todo para marcharme. Mischa, Igor: llevadlo abajo, y haced lo que ya sabis. Volved aqu en
seguida, para prepararlo todo para la marcha. Llevoslo!
Klaus Plumm mir a Krista, pero sta se limit a sonrer, y a agitar los deditos en un gracioso y burln gesto de despedida. Luego, Klaus mir las
pistolas que le apuntaban, apret los labios, y se dirigi hacia la puerta.
Y cuidado con l dijo Melchenko: debe ser un agente americano de los bien entrenados. No descuidaros.
Igor y Mischa sonrieron duramente, y eso fue todo. Caminaron detrs de Klaus, salieron al descansillo, descendieron... Poco despus, los tres
hombres entraban en el garaje.
Vulvase bien de espaldas para... empez, con tono sec Mischa.
Fue Igor quien lanz el grito de advertencia, sobresaltadsimo, al ver aparecer por detrs del coche la cabeza rubia de una mujer.
Plof, chasc la pistolita de Erika Schenk.
Inmediatamente, se desvi hacia Mischa, que, respingando, se encaraba a ella, listo para disparar...
Plof, plof.
Todava estaba Igor saltando con una bala en la frente cuando Mischa reciba las dos siguientes, una en la frente asimismo, y otra en el cuello, al
saltar hacia atrs y alzar la barbilla. Cayeron al suelo prcticamente al mismo tiempo, mientras Erika sala a toda prisa de detrs del coche, y Klaus
Plumm se apresuraba a saltar hacia las pistolas de ambos hombres, que empu en seguida. Se guard una, y con la otra seal hacia la puerta que
comunicaba con la casa.
Todava deben estar prep... Qu te pasa?
Fraulein Schenk estaba lvida, simplemente.
Nada murmur. Nada.
Klaus Plumm, alias Angelo Tomasini, alias Nmero Uno, se acerc a ella, le pas un brazo por los hombros, y la atrajo, para besarla suavemente
en los labios.
Ya s dijo: ests celosa porque he tenido que besar a Krista.
Oh, Uno...
Est bien, s perfectamente qu no es eso, que eso es una tontera. Pero estoy bien, no es as? Supongo que has estado arriba, oyndolo
todo.
Erika Schenk, Lili Connors, Baby, Brigitte Montfort, asinti con un gesto.
Estuve..., estuve a punto de entrar disparando cuando..., cuando Melchenko dijo que te matasen. Y luego, cuando...
Por fortuna la interrumpi l, besndola de nuevo, los dos hemos templado muy bien nuestros nervios durante estos aos, mi amor. Si
hubieses intervenido entonces es posible que las cosas hubiesen ido muy mal para nosotros, ya que eran seis. Hiciste bien en esperar. Qu tal has
viajado en el portamaletas del coche?
Te amo.
Eso quiere decir que has viajado mal, pero que no te importa. Vamos, mi amor, esto est terminando. He estado en peligro, pero ya pas..., del
mismo modo qu ha pasado el peligro que t hayas podido correr. Lo has estado oyendo todo, por la radio?
Claro... Pero no vi exactamente lo que hacais t y Krista.
Tendrs que adivinarlo. Veamos... Saliste del maletero, subiste, detrs de nosotros, de modo que no hizo falta la radio qu yo tengo en el bolsillo,
abierta, para que supieses lo que estaba sucediendo en aquel cuarto. Viste a Melchenko?
No me atrev a asomarme. Si me hubiesen visto, habran disparado en seguida contra ti. Prefer bajar cuando supe que slo vendran dos contigo
al garaje.
Hubo suerte en eso, verdad? sonri secamente Klaus Es todo tan... increble y repugnante...!
Lo es admiti Klaus. Bien, tenemos por ah fuera a tus amigos de la CIA, as que esta casa se ha convertido en una ratonera para
Melchenko, Krista y los otros dos. Pero tenemos que hacer las cosas con mucho cuidado, pues quiz, de todos modos, ese pesquero cumpliese su
cometido, aunque Melchenko no llegase a l. Llama a tus Simones.
Erika Schenk utiliz una de las dos radios para efectuar la llamada, o sea, la que la mantena en contacto con la CIA. La otra, la haba estado
utilizando para saber en todo momento lo que haca, o, cuando menos, lo que hablaba Nmero Uno y las personas que estuviesen cerca de l...
Simn?
Gracias a Dios... Estn bien? exclam el agente de la CIA jefe de Hamburgo.
S. Tienen vigilada la casa?
Completamente. Nadie podr salir sin nuestra... supervisin.
Procuren no disparar a matar, salvo que sea imprescindible. Necesitamos capturar vivas a las personas que hay aqu dentro: un ruso llamado
Melchenko, una mujer, ya la han visto antes, y dos hombres ms.
Melchenko es el ms alto intervino Klaus. Lleva los cabellos muy largos, y un parche negro en el ojo izquierdo. Sobre todo, mucho cuidado
con matarlo a l.
S, seor. Bien...: atacamos o esperamos?
Esperen dijo Erika: nosotros vamos a desalojar a las ratas de esta cloaca.
Cerr la radio, la guard con la otra eh el maletn, asi ste con la mano izquierda, y mir a Klaus. Este asinti, se acerc a la puerta del garaje, y
se asom al vestbulo. Hizo una sea, y Erika se reuni con l. Cuando estaban en el centro del vestbulo, oyeron voces, arriba, en ruso.
Terminaron de cruzar el vestbulo..., y apenas estaban poniendo el pie en el primer escaln, cuando Krista apareci en lo alto del tramo.
Misen...! Klaus!
Klaus Plumm alz la pistola, pero Krista, gritando, haba saltado hacia atrs, desapareciendo, y dando gritos de advertencia ahora a Melchenko. En
el breve espacio de tiempo que Klaus y Erika permanecieron inmviles, arriba se oy el fuerte batir de una puerta. Un instante despus, Klaus suba a
toda prisa, pistola por delante... A menos de un metro, velocsima tambin, la espa ms peligrosa del mundo. Aparecieron en el descansillo, saltaron a
un lado, y apuntaron a la puerta del cuarto, donde Klaus haba conocido a Grigori Melchenko.
Melchenko! llam Klaus, hablando seguidamente en perfecto ruso. Estamos delante de la puerta, armados y esperndole! No saldrn
vivos de ah, a menos que tiren sus armas!

Silencio.
Ni siquiera se oa ruido de pies, o movimiento de algn mueble que los acorralados rusos pudiesen utilizar como proteccin, si los dos espas
decidan atacar.
Melchenko habl ahora Erika: la casa est rodeada por una docena de agentes de la CIA, reclutados en todo Hamburgo. Nadie saldr de
esta casa sin su consentimiento. No sean absurdos.
Silencio.
Klaus y Erika cambiaron una mirada. Acto seguido, Klaus apunt hacia la cerradura de la puerta, y dispar por dos veces. Dos disparos perfectos:
la cerradura salt, y la puerta qued abierta un par de dedos. Erika abri el maletn, y le hizo seas a Klaus, que comprendi. Se acerc por un lado,
esper a que Erika sacase del maletn una de las ampollas de gas narctico, y entonces empuj la puerta y se ech a un lado. Erika lanz la ampolla de
gas, tapndose inmediatamente la nariz y la boca, con fuerza, mientras Klaus haca lo mismo, alejndose.
Quince segundos ms tarde, los dos respiraron normalmente. Erika comenz a caminar hacia la puerta, pero Klaus se adelant, entrando en
primer lugar, siempre pistola por delante... Erika apareci en seguida tras l, y qued paralizada de asombro.
Pero... Aqu no hay nadie!exclam.
Klaus camin hacia el silln donde haba estado sentado Grigori Melchenko, y lo apart de un puntapi..., dejando al descubierto el pequeo hueco
rectangular. El espa lanz una imprecacin, y se volvi a mirar a Erika, que contemplaba aquel hueco. Bien encajada en el borde del mismo haba una
larga manga de lona, de las utilizadas modernamente por algunos Cuerpos de Bomberos para desalojar viviendas siniestradas: bastaba meterse en
aquella larga manga, y descender lentamente, controlando la cada con las rodillas y los codos contra la lona.
Sin comentario alguno, los dos dieron media vuelta, salieron a toda prisa del dormitorio, y se lanzaron escaleras abajo a toda velocidad, mirando
ambos hacia arriba, haciendo clculos sobre la trayectoria de la manga de lona. Con lgica indiscutible, los dos llegaron, finalmente, a la cocina,
situada debajo del cuarto en cuestin... Y en efecto, all estaba el extremo abierto de la manga.
La ventana de la cocina, que daba al exterior por la parte de atrs de la casa, estaba abierta.
Erika recurri de nuevo a la radio, inmediatamente.
Simn!
S, aqu estamos...! Qu ocurre?
Eso pregunto yo: qu est ocurriendo ah fuera?
Aqu afuera? Nada... No comprendo.
Melchenko y los otros han salido!
No neg Simn-Hamburgo. Claro qu no. Nadie ha salido de esa casa, Baby, se lo aseguro.
No se muevan de donde estn!
Cerr la radio, y fue en pos de Nmero Uno, que estaba pasando una pierna por la ventana. Salt tras l a un oscuro patio, y se estremeci de fro.
Volva a llover; aquella lluvia fina, fra, que era capaz de ir atravesando todo lo imaginable, lentamente... El patio estaba cercado por una tapia de
ladrillos, desde luego fcil de saltar... Pero Melchenko no haba saltado aquella tapia, no. Si lo hubiese hecho, habra tropezado con la CIA.
As que se haba marchado por aquella especie de carbonera, aquel agujero en el suelo, junto al cual se vea una tapa de hierro. En la
semioscuridad, Klaus y Erika cambiaron una mirada.
Se han escapado murmur ella.
Klaus asinti. De ninguna manera, podan pensar que Melchenko fuese tan estpido como para salir de una casa con algunas posibilidades de
defensa y quiz de intento de fuga cuando menos, para meterse en un agujero presumiblemente lleno de carbn. Si se hablan metido all, era porque as
les convena.
Mala suerte mascull Klaus Plumm.

CAPTULO IX
Simn-Hamburgo se reuni con ellos en el dormitorio. Llegaba manchado de carbn y suciedad, y con un gesto en verdad avinagrado.
Desde la carbonera, haban hecho un estrecho tnel hasta las cloacas mascull. Est claro que tenan previsto hasta el ltimo detalle. Ese
Melchenko debe ser muy listo.
O sea, que los hemos perdido murmur Baby.
Lo que significa dijo acremente Milton Waberly, que se haba negado a separarse de la CIA en aquellas circunstancias que ese hombre,
seguramente, seguir con su plan de sabotear las maniobras.
Cmo demonios van a sabotear unas maniobras de la OTAN con un pesquero?gru Simn.
No olvide que detrs de ese pesquero est Rusiadijo Erika-Lili. Eso ofrece muchsimas posibilidades a cul ms... sorprendente y
extraordinaria.
Pero qu Rusia ni qu...! explot Waberly. No me creer eso nunca, de ninguna manera!
Por qu no? le mir hoscamente Simn.
Y yo qu s...! No tiene sentido!
Bueno dijo calmosamente Erika. Sea o no sea obedeciendo rdenes de Rusia, Melchenko est dispuesto a todo. Y ninguno de nosotros
tiene la menor idea de cmo encontrarlo. Todo lo que puedo decir es que, si no le hemos encontrado antes del amanecer, algo va a ocurrir en el Bltico.
Alguien tiene alguna buena idea?
En el cuarto estaban, adems de Erika, Klaus, Waberly, Simn-Hamburgo, y tres agentes de la CIA, que estaban procediendo a un registro
minucioso pero desesperado. Tambin el resto de la casa estaba siendo registrada.
Nadie contest a la pregunta de Baby. El silencio resultaba casi ttrico. Qu haba ocurrido? Un coronel americano comete traicin, como
consecuencia de la cual muere un agente de la CIA y un agente sovitico, que haba sido preparado largo tiempo para realizar aquel trabajo, simulando
que Rusia no tena nada que ver con ello. Sin embargo, un ruso llamado Grigori Melchenko aparece a ltima hora, como el cerebro director del tinglado
en Hamburgo y, convencido de que Klaus no va a poder explicar nada a nadie, le dice que todo ha sido obra de Rusia... y desaparece.
De todos modos murmur Simn-Hamburgo, ese Melchenko sabe ahora que si el sabotaje se lleva a cabo, Nmero Uno podr acusar a
Rusia.
Acusar a Rusia? le mir Nmero Uno. Cmo? Oficialmente, Savelich era un desertor, y los rusos se habrn cuidado bien de que esa falsa
circunstancia est ya constando como cierta en los servicios secretos europeos. No, no, no... Todo lo que tenemos para acusar a Rusia, es un ruso
llamado Grigori Melchenko... Y estoy seguro de que si mencionamos ese nombre en alguna confrontacin aclamatoria, los rusos nos desafiarn a
demostrar, incluso, que haya un ruso llamado Grigori Melchenko.
Maldita sea mi estampa barbot Waberly. Nada de esto estara sucediendo si yo hubiese matado al coronel Ringleman en aquel solar,
cuando se entrevist con Savelich! Deberan...
Hey! exclam uno de los agentes de la CIA, que buscaba desganadamente, animndose de pronto. Aqu hay algo!
Haba ido dando golpecitos en la pared, y algo llam su atencin. Todava estaban los dems mirndole cuando el espa meti una ua entre los
bordes de dos tiras de hmedo papel floreado que adornaba la habitacin, y lo arranc con cuidado. Fue de lo ms sencillo, en realidad. El papel se
desprendi en seguida, dejando visible la tapa de una caja metlica, empotrada en los ladrillos...
Parece una caja fuerte murmur Simn. Pero debe ser de los dueos anteriores de la casa, seguramente.
Erika se acerc, estuvo unos segundos mirando la compuerta, el dial... De pronto, se coloc de lado, puso sus deditos en el dial, y comenz a
moverlo, acercando una orejita a la compuerta. Los dems quedaron inmviles, en completo silencio. A odos de todos fue llegando el cli-clic de los
mecanismos de la caja, al ser movidos. El agente de la OTAN contemplaba ceudamente a la rubia Erika, a la que ya conoca bajo diferentes
aspectos..., menos en el verdadero... Quin era realmente..., cmo era la espa de lujo de la CIA, la que resolva todos los grandes problemas
internacionales...? Pensativo, encendi un cigarrillo..., y todos miraron irritados hacia l, tan slo por el leve ruido que produjo su encendedor. Todos,
menos Erika, que continu haciendo su especialsimo trabajo.
Le llev poco ms de cuatro minutos. De pronto se apart, asi la manilla, la baj, y tir de la compuerta... Una exclamacin colectiva acogi el
xito de la divina espa.
Uno dijo sta, apartndose.
Klaus Plumm asinti, se acerc, se quit un zapato, y lo introdujo dentro de la caja, apartndose en el acto. No, sucedi nada. Recogi el zapato,
se lo puso, y entonces, s, introdujo las manos en la caja. Lo primero que sac fueron fajos de billetes alemanes... Miles y miles de marcos. Una libreta.
Una pequea cmara fotogrfica de revelado instantneo. Un pasaporte...
No haba nada ms.
Erika estaba hojeando la libreta. Musit:
Contiene claves en un sistema que desconozco completamente.
Djeme echarle un vistazo se adelant Waberly. De eso entiendo un poco.
Erika le pas la libreta, y se coloc junto a Klaus para examinar el pasaporte. Estaba a nombre de un tal Marius von Kelne, alemn, de Bonn.
Es Melchenko dijo Klaus.
Ests seguro?
Completamente. Lleva el cabello ms corto, est bien afeitado y con agradable aspecto, tiene los dos ojos... Es Melchenko.
Lo que quiere decir que, cuando t lo has visto, estaba caracterizado.
Naturalmente.
Maldita sea farfull. Simn-Hamburgo. Un alemn! No lo entiendo!
Pues est bien claro dijo Erika. Ese Melchenko ni es ruso ni nada parecido: es un alemn que ha estado trabajando para alguien que
pretenda, por todos los medios, guardarse las espaldas, de tal modo que si haba contratiempos, todo acusase a los rusos. En cuanto a Pavel
Savelich, era, en efecto, un desertor de la MVD, utilizado por esta gente... Apostara cualquier cosa a que los billetes que encontramos en su
apartamento tienen la numeracin correlativa a los que hemos encontrado aqu.
Fiuu...! silb Simn, Entonces..., a quin acusamos, si ocurre algo en las maniobras?
Ya les dije que los rusos no eran idiotas refunfu Waberly, alzando la libreta. En cuanto a esta clave, dudo que haya alguien capaz de
descifrarla. Y no me mire as, seorita Connors, porque si de algo entiendo, es de claves. Estuve un tiempo en ese servicio de la inteligencia de la
OTAN.
Bueno murmur el agente de la CIA que haba encontrado la caja, qu tenemos, entonces?
Pues tenemos dijo Erika Schenk a un chiflado, dispuesto a sabotear las Teawork 76, eso es todo. Descartados los rusos, slo sabemos el
nombre de ese chiflado: Marius von Kelne.
Y qu podemos hacer?
Silencio.
Por fin, volvi a hablar Erika:
Vamos a enviar este pasaporte a nuestro centro de Pars, para que vean si saben algo de Marius von Kelner. Que recurran a la Interpol, al MI5

britnico, al SDECE francs, a los servicios secretos de Bonn, a los ficheros de la ltima Guerra Mundial... A todo. No podemos hacer otra cosa. Con
suerte, quiz alguien pueda decirnos algo sobre Marius von Kelner.
S, pero... cundo?
No lo s, Simn... Pero s s que, si no es antes del amanecer, las cosas se van a poner muy feas.
Estamos perdiendo el tiempo dijo Waberly: este pasaporte debera estar ya camino de Pars.
Bonn est ms cerca sugiri Simn-Hamburgo.
No rechaz Baby: es ms prctico desde Pars, pues desde all, podemos operar directamente con la Interpol, hacer viajes a Londres, si es
necesario, conseguir entrevistas con miembros del SDECE... Pars, sin duda alguna.
Puedo salir para all con la avioneta en menos de media horadijo Simn-Hamburgo!
No. Usted qudese. Que vayan dos de nuestros compaeros. Bien, seores... Eso es todo lo que podemos hacer. Al menos, por el momento no
se me ocurre nada ms. Y estoy tan cansada...
Mi apartamento est a su disposicin, ya lo sabe farfull Waberly.
Se lo agradezco, Milton, pero no. Ya no es necesario. Estaremos Uno y yo en el Deuchtland Hotel, Simn. Erika Schenk. Llame all cuando sepa
algo.
De acuerdo.
Erika Schenk se dirigi hacia la puerta del cuarto, acompaada por Klaus Plumm. Los agentes de la CIA la miraban en silencio. Para ellos, para
todos, aqul era un dursimo golpe: por primera vez, tenan noticia de que la agente Baby haba fracasado.
Un minuto ms tarde, en el coche de Konrad, Erika y Klaus se alejaban de aquella casa triste, sucia, hmeda... La tumba del prestigio de los dos
ms grandes espas de todos los tiempos: Nmero Uno y Baby.
No siempre se gana.
***
Era casi la una de la fra madrugada cuando Milton Waberly detuvo su coche delante del 31 de la Katherinenstrasse. No se vea un alma por las
calles, la lluvia segua cayendo, el cielo no se adivinaba siquiera encima de aquella densa nubosidad.
El agente de la OTAN cerr el coche, se volvi hacia el edificio, y fue hacia l. Entr en el portal, encendi una pequea linterna, y comenz a subir
las escaleras...
Waberly? le lleg la voz de Nmero Uno.
Suba.
Waberly continu subiendo. Arriba le esperaba Nmero Uno, pistola en mano. La guard al identificarlo sin duda alguna, y seal hacia la puerta.
Waberly la empuj, y entr. Uno lo hizo detrs, cerrando.
En el saloncito, Lili Connors, o Erika Schenk, estaba sentada en el pequeo sof. Sobre la mesita colocada delante, haba una cafetera y dos
tazas. Waberly contemplaba, desconcertado e intrigado, a la rubia espa.
Qu pasa? Por qu me han hecho venir aqu a estas horas?
Hemos encontrado algo nuevo dijo Lili Connors. Cuando nos dirigamos al hotel, Uno y yo nos resistamos a darnos por vencidos, y
decidimos darnos otra vuelta por el apartamento de Aaron Ringleman, y luego por ste. En el del coronel Ringleman no encontramos nada. Aqu, s.
Bien! se anim Waberly. Qu han encontrado?
"El Vals de los Besos".
Milton Waberly se qued con la boca abierta. Luego mir hacia el tocadiscos, y la pequea discoteca donde Pavel Savelich haba tenido todo un
compendio de msica rusa de altsima categora... y un vulgar vals vienes.
No comprendomusit.
En cambio, nosotros lo hemos comprendido ya todo. Hay cosas que no encajan, Milton. Por ejemplo, estoy segura de que a usted no se le
ocurrira comer judas con champaa.
Qu tontera farfull Waberly. Claro que no!
Bueno, en este caso, el champaa es la msica rusa, que, precisamente, es la que siempre me ha gustado por encima de las dems la divina
espa sonri. Ya ve: cosas de la vida. En cuanto al disco del "Vals de los Besos", pues... evidentemente, son las judas.
Vamos a ir directos al grano. Todos nos sorprendimos del hecho de que Pavel Savelich tuviese "El Vals de los Besos" en una discoteca
verdaderamente selecta; pequeita, modesta, pero selecta. La pregunta era: por qu?
Bueno... Para aprender a bailar el vals... Segn las cartas de Tatiana Veruska...
Vamos, Milton, no diga tonteras. Pavel Savelich tena ese disco aqu por algo mucho ms prctico y concreto. Tena que ser as, y Nmero Uno y
yo hemos estado dndole vueltas al asunto... y al disco. Nada que objetar a la msica, en su simptica simplicidad. Pero de pronto, se nos ocurri
pensar en la etiqueta del disco.
La... etiqueta...?
La etiqueta. Ya sabe usted: ese papelito circular donde consta el nombre del creador de la msica, el intrprete, la casa grabadora, los derechos
reservados, etctera. Y por supuesto, los ttulos de las canciones, o piezas musicales, de pera... La etiqueta. Mire la de "El Vals de los Besos". Aqu
tiene el disco.
Waberly tom el disco, y su mirada se fij en la etiqueta. Cierto, all estaba. Era tan normal y corriente, que nadie poda sorprenderse por ella; es
ms, era tan corriente que estuviese all, que ni se reparaba en ella.
Bueno... S, bien, aqu est... Y qu?
Por qu no la despega? Nosotros lo hemos hecho antes.
El agente de la OTAN parpade. Luego procedi a desenganchar la etiqueta del centro, que bordeaba el agujero. No le fue en absoluto difcil,
porque en seguida encontr el punto por donde la haban despegado antes Nmero Uno y Baby.
Dle la vuelta y vea lo que hay escrito en el dorso de esa etiqueta murmur Baby. Son tres nmeros de telfono de Hamburgo. Quiz le
resulten familiares.
Milton Waberly vio los tres nmeros escritos, en efecto. Los identific en seguida. Uno de ellos corresponda al apartamento que haba ocupado el
coronel Ringleman; el otro, corresponda al Kaiser Hotel; el tercero era el que mejor conoca, porque era el de su apartamento alquilado.
No jade, moviendo la cabeza, lvido como un muerto. No, no, no!
Es una estupidez negar las evidencias, Milton.
No... No!
S. Su nmero est ah. Pero no crea que nos sorprende demasiado. En realidad, desde ayer por la noche, le tenemos bajo el punto de mira, Uno
y yo. Sabe por qu, Milton? Usted dijo que Aaron Ringleman haba escapado, que estaba armado, que haba disparado contra usted... Dnde estn
las balas, Milton?
Las... las... las...?
Las balas. Una bala se aplasta, se deforma todo lo que usted quiera, se parte en pedazos... Lo que usted quiera. Pero ah est, cerca de donde
ha sido disparada. Convertida en un pedazo de plomo difcil de clasificar, pero est. A cunta distancia, como mximo, del lugar desde el que ha sido
disparada? Pongamos que el rebote sea muy fuerte: la bala ir... a cien metros, como mximo? Claro que el solar en el que usted dijo que haban

sucedido las cosas no admite ni siquiera eso. Nmero Uno fue all, reconstruy la escena, y... se puso a buscar los restos de las balas disparadas por
el coronel Ringleman. Horas y horas de bsqueda. Resultado: nulo. No haba balas. Luego usted minti.
No... No, no...
Luego, la pista del nmero telefnico del Kaiser Hotel, en el listn hallado en el apartamento que ocup el coronel Ringleman. Qu suerte, qu
fcil..., y qu tonto era el coronel! A quin se le ocurre anotar un nmero tan comprometedor? Pero no fue l quien lo hizo, sino usted, imitando sus
nmeros. No es cierto, Milton?
No!
Se est usted poniendo montono. Claro que lo hizo.,... Le dir lo que hizo usted, exactamente: acept trabajar para los rusos, pero no ahora,
sino hace ya tiempo, estoy segura. As que se confi en usted para una fabulosa operacin: el sabotaje a las Teawork 76. Para tal fin, se cont con
personal adecuado, dcil, capaz de creerlo todo. Por ejemplo, Pavel Savelich, un pobre diablo dentro del espionaje internacional, que debi estar a
punto de morir de alegra cuando se le dijo que haba algo especialsimo para l. As que se dej crecer la barba, simul desertar, y hasta se invent la
tontera del vals para que, con las cartas que la MVD le facilitaba, todo tuviese verosimilitud cuando la CIA o la OTAN le encontrasen muerto y le
rastreasen, viniesen aqu... Tatiana Veruska, indiscutible, existe, y si la CIA hubiese destacado personal para esa investigacin en Mosc, lo habra
comprobado. Todo perfecto. Menos una cosa: la MVD no cont con la torpeza congnita de un agente como Savelich, que se dedic a escribir
nmeros de telfono en un lugar seguro... Seguro, claro, si consideramos que l no saba que estaba destinado a morir a manos de usted, de modo
que, en su momento, habra recuperado el disco, es decir, la etiqueta, ya que el disco deba quedarse aqu, cuando l se fugase, despus de hacer lo
que crea que tena que hacer, esto es, simplemente entrevistarse con el coronel americano. De ah arrancaba toda la comedia. Lo que no saba
Savelich era que usted estaba engaando tambin al coronel Ringleman, y que esa cita era la sentencia de muerte para l y, para Ringleman, la
captura. As pues, usted, que saba que un agente de la CIA vigilaba a Savelich, avis a los exterminadores de la MVD, y stos cazaron al agente de la
CIA, Lo llevaron adonde Savelich estaba con Ringleman, y all, se prepar la comedia..., mejor dicho, la tragedia: usted mat a Savelich con su propia
pistola. Luego, utilizando la de Savelich, mat a mi compaero de la CIA, y los de la MVD se lo llevaron y lo dejaron tirado por ah. Tambin se llevaron
al coronel Ringleman... Y ya est la escena montada... A engaar a todo el mundo!
Usted... no sabe lo que dice... Encontramos un pasaporte a nombre de Marius von Kelner en aquella casa que...!
Tonteras sonri fra, despectivamente la espa internacional. Todo estaba preparado. En todo momento, usted y Grigori Melchenko (que no
se llama as, pero ciertamente tampoco Marius von Kelner), han estado manejando a los dems como muecos, engaando a todos, de modo que la
CIA o la OTAN, tras desconfiar de los rusos, llegsemos, finalmente, a la conclusin de que todo era obra de alguien que quera culpar a los rusos, pero,
naturalmente, liberando as a los rusos de toda responsabilidad, por lo que vaya a suceder. Todo estaba preparado, todo... El nmero de telfono del
Kaiser Hotel, la pretendida fuga de Ringleman, la muerte de Savelich, sacrificado por la MVD, la captura de tres tontos como Konrad, Maxence y
Siegfried, la llegada de la CIA y la OTAN a la casa donde estaba Melchenko, la fuga de ste, dejando atrs dinero de numeracin correlativa al
encontrado aqu, el pasaporte a nombre de Marius von Kelner... Conclusin final: la CIA y la OTAN haban estado persiguiendo a falsos rusos. De este
modo, si se produce el sabotaje a las Teawork 76, nosotros, claro, diremos que no han sido los rusos, sino alguien que ha querido inculparlos. Y as, los
rusos libres de toda culpa..., y el sabotaje habr sido un hecho. No es as, Milton?
Waberly ya no poda estar ms plido. Se pas las manos por la cara, y luego, con paso incierto, fue a sentarse en un silln, donde qued como
alucinado.
Y despus? prosigui implacable Baby. Qu ocurrira despus? Es fcil de adivinar, en lneas generales: usted recibira discretamente
una interesante cantidad en determinada cuenta de un Banco suizo, y seguira trabajando para los rusos, llegando cada vez ms alto, cada vez
vendindoles mejor material..., cada vez siendo ms y ms traidor.
No es cierto, no soy un traidor...! Al menos, no a los Estados Unidos... La OTAN no es los Estados Unidos!
Milton: usted mat a un agente de la CIA, y vendi a un coronel americano. Eso no es ser traidor?
Waberly volvi a pasarse las manos por la cara.
Qu van a hacer conmigo? musit.
No se preocupe, su destino es muy bueno; lo vamos a canjear a los rusos por el coronel Ringleman.
No! chill Waberly. Eso no...! NO!
Por qu no? Son sus amigos, estar bien con ellos, Milton.
No quiero ir con ellos, no! Me mataran! Pero es que... adems, nunca aceptaran ese canje, pues sera como admitir que todo esto es cierto,
que ellos han preparado el sabotaje contra las maniobras de la OTAN. Y adems..., el coronel Ringleman... est muerto.
Me lo tema susurr Baby. Sinceramente, me lo tema. Bien, no s... Quiz podemos hacer algn trato con usted si nos sirve de algo. Por
ejemplo: en qu consiste ese sabotaje ruso a las Teawork 76?
Hay un pesquero... que est lleno de aparatos electrnicos, y que navegar esta madrugada por el Bltico, cerca de la zona de las maniobras.
Ese pesquero lleva dispositivos anti-radar, y hay..., hay en l un complejo de perturbadores de onda.
Qu harn con esos aparatos?
El personal del pesquero, todos muy competentes, comenzarn a interferir en los contactos radiales entre los navos de la OTAN, simulando ser
un grupo autnomo que est colocando minas en el Bltico, por la zona de las maniobras. Con sus aparatos, desorientarn a los navos... Mezclarn
conversaciones, datos, posiciones, hablarn en ingls, en ruso, en alemn, en sueco, en italiano... El mando de la OTAN en el Bltico comprender que
estn siendo rodeados de minas, y finalmente sern engaados por esos cruces de radio... Creern que tienen frente a ellos a los barcos
saboteadores... y comenzarn a dispararse entre s. En pocos minutos, los navos de la OTAN se estarn... despedazando entre s, imposibilitados de
comunicarse por radio, de entenderse, perdidos en la niebla, desconfiando de todo lo que oigan y de todo lo que vean sobre el mar... La OTAN
destruir a la OTAN.
Ahora era Lili Connors quien estaba plida. Permaneci inmvil y silenciosa unos segundos, mientras Nmero Uno, impvido, segua fumando, fija
su negra mirada en Milton Waberly.
Slo me queda una cosa por decirle, Milton dijo de pronto la espa. Usted escribi en el listn del apartamento del coronel Ringleman el
nmero de telfono del Kaiser Hotel, no es as?
S... Ya sabe que s.
Pues bien... Juego por juego: quien ha escrito esos tres nmeros telefnicos en el reverso de la etiqueta de "El vals de los besos", he sido yo.
No!
Trampa por trampa, mentira por mentira. Salga ya, Emil.
Por un instante, Waberly qued desconcertado. Luego mir hacia la puerta del saloncito y vio, en el umbral, al agente sovitico Emil Zakanov que,
como el resto de los agentes rusos destinados por la MVD en Hamburgo, desconoca por completo la ltima jugada sovitica, y se limitaba a cumplir
rutinariamente su deber. Emil Zakanov tambin estaba plido, desencajado el rostro.
Ya lo ha odo todo dijo Baby. De modo que corra a comunicar a sus jefes todo lo que la CIA sabe. Estamos seguros de que tendrn la
amabilidad de suspender la operacin.
Ya no hay tiempo... jade Waberly. Ya no hay tiempo, el pesquero est navegando por el Bltico hacia los navos de la OTAN! Y est
expresamente convenido que, a partir de ese momento, Melchenko no efectuar ningn contacto! No pueden avisarle!
Entonces, que los hundan... replic Baby, con una facilidad estremecedora. Algo que decir, Emil?
El ruso movi negativamente la cabeza.
Entonces, adis.

No los hundirn asegur Waberly. No harn eso!


Emil Zakanov se qued mirando fijamente al agente de la OTAN.
Se equivoca usted, perro dijo con voz ronca; ese pesquero va a ir a parar al fondo del mar, aunque tenga que encargarme de ello
personalmente.
Traicionar usted a Rusia!
Ese es su punto de vista? El mo es diferente: lo peor que podra hacer por Rusia, ahora que la CIA conoce esos planes que yo no conoca en
absoluto, seria permitir que ese pesquero cumpliese su cometido. Si lo hundo, nadie podr probar nada... y, aparentemente, todo seguir igual, con
sonrisas y buenos modales. Algo es algo. No es as, Baby?
Erika... sonri ella. Erika Schenk.
Perdone todo lo que le dije. Soy un pobre hombre que nunca aprender lo suficiente. En cuanto al pesquero, no pase cuidado; sea como sea, ir
al fondo del mar. Adis, Waberly; notificar en Mosc su fracaso..., al mismo tiempo que presentar mi dimisin irrevocable... y que hagan conmigo lo
que quieran. Adis a todos.
Buena suerte, Emil dese sinceramente Baby.
Emil Zakanov abandon el apartamento donde haba sido instalado, tiempo atrs, uno de sus compaeros destinado al sacrificio. Se iba un
hombre que acababa de recibir el peso de diez aos de vida.
Y quedaba all otro que tema por la suya.
Y ahora...? Qu pasar ahora conmigo?
Brigitte Montfort se quit la peluca rubia y, las lentillas de contacto. Waberly la miraba como hipnotizado y, de pronto, exclam:
Montfort...! Brigitte Montfort, la periodista...
Solamente Baby para usted, Milton. Si hubiese podido canjearlo por el desdichado coronel Ringleman, al que usted vendi, habra salido vivo de
esto. Pero no hay nadie por quien canjearlo, as que..., por qu voy a dejar de cumplir mi norma de matar a quien asesina a uno de mis Simones?
Por qu privarme de ese... placer?
No, espere... Yo..., yo... puedo informarles de muchas cosas de los rusos, s..., s muchas cosas!
Ninguna que valga la pena. Ninguna que valga tanto como la vida de uno de mis compaeros. Ninguna que valga ni siquiera la vida de usted.
Este ha sido... su ltimo baile, Milton.
No disp...!
Plof, chasc la pequea pistolita de cachas de madreperla.

ESTE ES EL FINAL
En el gran saln de aquella hermosa villa en la isla de Malta, solamente haba encendida una lamparita de pie junto al formidable tocadiscos, que
estaba en marcha. La msica, a medio tono, pareca llenar el aire y la vida de algo tan bello qu era imposible de explicar, pero fcil de sentir para
quien tuviese sensibilidad...
En el sof, de espaldas al ventanal en el que se vea la luz lunar y las formas de rboles y arbustos de flores en el jardn, haba dos personas. Un
hombre y una mujer, sta recostada en el pecho de l. El mirando la mano de ella, que descansaba sobre una de sus rodillas, bellsima, delicada, tierna.
Ella, con los ojos cerrados.
Ms all, en una mesita, haba algunas revistas. Encima de ellas, un peridico, en el que, entre otras cosas, se informaba de que las maniobras de
la OTAN llamadas Teawork 76 haban terminado felizmente.
La msica ces y entonces el silencio fue total, tras el chasquido de parada automtica del tocadiscos.
Durante casi un minuto, el silencio persisti. Luego, la mujer abri los ojos y suspir.
Es una lstima que Tchaikovsky sea ruso verdad? murmur.
No. Eso te tiene sin cuidado replic l, porque siempre has dicho que las personas son slo personas. Buenas o malas,
independientemente de todas las dems circunstancias. En absoluto te molesta que Tchaikovsky sea ruso.
Como siempre, tienes razn.
Es fcil conocerte. Quieres que ponga algo ms?
No, no... Est bien as. Vmonos a dormir, mi amor.
Podra poner "El vals de los besos".
Claro que no... Qu idea tan extraa, despus de escuchar a Tchaikovsky!
Solamente pensaba que quiz al escuchar "El vals de los besos" comenzases a pensar en darme algunos t a m.
Eso es otra tontera los grandiosos ojos azules se alzaron hacia los negrsimos del hombre, sonrientes. Para amarnos, ni t ni yo
necesitamos otra msica que la de nuestros corazones.
l se inclin hacia la boca de ella.
Esa es, precisamente, la msica que ms me gusta.
Y a m... susurr ella. Incluido Tchaikovsky.
FIN

También podría gustarte