De La Democracia Liberal A La Soberanía Popular
De La Democracia Liberal A La Soberanía Popular
De La Democracia Liberal A La Soberanía Popular
A LA SOBERANA POPULAR
DE LA DEMOCRACIA LIBERAL
A LA SOBERANA POPULAR
VOL. 1
ARTICULACIN, REPRESENTACIN Y
DEMOCRACIA EN AMRICA LATINA
DANIEL VZQUEZ
(Coordinador)
Adrin Velzquez Ramrez
Jorge Durez Mendoza
Eduardo Crdova Eguvar
Antonio J. Hernndez
Francisco J. Cantamutto
Hctor Hurtado Grooscors
Daniel Vzquez
David Lujn Vern
Hctor Briceo
Laura lvarez Garro
Alvaro Martos
Mara Elena Makuc Urbina
Agostina Costantino
Leandro Gamallo
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los autores firmantes, y su publicacin no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.
ndice
Introduccin
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Antonio J. Hernndez
Democracia, restauracin o fundacin. Estudio sobre el nexo
entre utopa y enemigo en la insurreccin militar del 4 de febrero
de 1992 en Venezuela
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Hctor Briceo
Desde la sociedad y contra el Estado o a la inversa? Los Consejos
Comunales y la Democracia Participativa en Venezuela
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LMITES DE LA ARTICULACIN-REPRESENTACIN
Laura lvarez Garro
El mito democrtico costarricense y la invisibilizacin del conflicto.
Un anlisis de los lmites de la subjetivacin poltica bajo una
democracia liberal-procedimental
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INTRODUCCIN
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Introduccin
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gimiento o en algunos casos resurgimiento de actores sociales. Por parte de los pases que sufrieron un cambio en la
ideologa de los gobiernos (el llamado giro a la izquierda): los
dispositivos de gobierno ante los ciclos de movilizacin iniciados a finales del siglo XX. Las explicaciones aqu varan entre
la cooptacin y la alianza estratgica entre organizaciones populares y gobiernos. Surgen nuevas modalidades de militancia y
participacin poltica, as como nuevas formas de populismo.
Por parte de los pases que mantuvieron un mismo perfil ideolgico afn al programa neoliberal las estrategias van desde
la represin, la consolidacin de un Estado policial y el acotamiento de la participacin electoral, as como nuevas modalidades de golpe de Estado (Paraguay, Honduras).
cambios reflejan una ruptura con el modelo econmico neoliberal? Existe algo de indito en las estrategias que vuelven a
poner al Estado en un punto central de la economa?
contexto histrico hay situaciones, actores y repertorios de accin novedosos, tambin es cierto que las tradiciones polticas
disponibles as como las identidades polticas histricamente
sedimentadas funcionan como herramientas disponibles
para afrontar estos cambios. Cmo se manifiesta esta relacin
entre lo nuevo y lo histricamente dado?
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Introduccin
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Argentina, no nos constreimos al anlisis de los gobiernos considerados de izquierda, sino que en esta entrega tambin damos cuenta
de lo que sucede en pases como Chile y Costa Rica. De ese modo, la
pregunta de investigacin que engloba los textos que conforman este
volumen es: cmo se da y cules son los lmites de la relacin entre el
Estado y la sociedad a partir de conceptos como la representacin, la
articulacin y la soberana popular?
Introduccin
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Ya hay un largo trecho para identificar el nacimiento y consecuencias de este concepto mnimo tanto despus de la Revolucin
Francesa por medio de la diferencia de la libertad de los antiguos y de
los modernos de Benjamn Constant (1943), y a travs de la reconstruccin de la idea de gobierno representativo en el Congreso Constituyente de Estados Unidos en 1787, realizada por Roberto Gargarella.
Recuperemos esta ltima por ser la ms cercana a lo que posteriormente sucedera en Amrica Latina.
El nacimiento del gobierno representativo radica en Estados Unidos, en el Congreso Constituyente de 1787. Para comprender lo que
sucedi en este Congreso es necesario conocer algunos antecedentes.
Explica Roberto Gargarella (1995 y 1996) que desde comienzos de
1780 y hasta la Convencin Constituyente los Estados Unidos sufrieron un periodo de enorme agitacin popular que gener un fuerte
nimo contramayoritario en la ya de por s oligarca clase poltica y
econmica estadounidense de ese momento2. Hay que tomar tambin
en cuenta que en este proceso Congreso Constituyente de 1787 la
idea de democracia rememoraba siempre a la democracia directa, a
la participacin en una asamblea popular y a la toma de decisiones
polticas mediante discusiones y votacin a mano alzada. En aquel
entonces, cuando se pensaba en democracia se pensaba en este tipo
de democracia. Es por eso que en los Estados Unidos, con este nimo
contramayoritario y frente a este tipo de democracia, el gobierno representativo no es un segundo mejor debido a algn tipo de imposibilidad de la democracia directa. Por el contrario, el nacimiento del
gobierno representativo se presenta como una mejor opcin frente a
la democracia directa. El aspecto poltico que se encuentra en medio
es que la ciudadana es incapaz de gobernar, aspecto que posteriormente ser desarrollado por el autor ms influyente de la democracia
representativa, Schumpeter (1942). El sentimiento que predominaba
a partir de ese fuerte nimo contramayoritario era que los ciudadanos
no deban inmiscuirse en poltica. Por el contrario, antes de ser llevada a la prctica, la voluntad de la ciudadana deba pasar por el tamiz
de un grupo elegido de ciudadanos (Gargarella, 1995 y 1996).
De esta forma, el gobierno representativo se asienta sobre una
idea principal: no es bueno que la ciudadana se involucre en la discusin de cuestiones pblicas (Gargarella, 1995: 94; y 1996). El objetivo del gobierno representativo era desalentar la discusin colectiva
y reforzar la independencia de los representantes electos; con estos
2 Una buena identificacin del tipo de clase poltica cerrada que exista a finales
del siglo XVIII en Estados Unidos se encuentra en la clebre obra Who governs?, de
Robert Dahl.
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Introduccin
dos aspectos, las autoridades justamente podrn cumplir con el principal objetivo del gobierno representativo: desatender las pasiones
momentneas del pueblo (Manin, 1995).
A partir de ese nimo contramayoritario, el tipo de instituciones
polticas de rendicin de cuentas que se instauraron tuvieron como
principal objetivo posibilitar la autonoma de los gobernantes para
desatender las pasiones momentneas del pueblo en lugar de generar procesos efectivos de rendicin de cuentas que dieran mayor
capacidad poltica a los ciudadanos. Por ejemplo, se establecieron mecanismos de elecciones indirectas para que los cuerpos intermedios
tomaran decisiones ms juiciosas en torno a la eleccin final de los
gobernantes, se establecieron largos periodos de gobierno, mandatos
no vinculantes y no revocatorios, distritos muy amplios, un Poder
Ejecutivo unipersonal y un Congreso bicameral (Gargarella, 1995 y
1996). As, uno de los aspectos centrales de la conformacin del gobierno representativo es que las mayoras ya no gobiernan. En efecto,
en esta nueva forma de entender la democracia como bien menciona Schumpeter, 1942 el pueblo no gobierna en ninguno de los
sentidos de las palabras pueblo y gobernar. Lo que hace el pueblo es
elegir a quien ser el gobernante, pero no toma las decisiones polticas
de un determinado pas.
Uno podra vlidamente preguntarse, pero qu relevancia puede
tener el diseo institucional de la Constitucin de los Estados Unidos
de 1787 para pensar la reforma constitucional en materia de derechos
humanos de Mxico? La respuesta es que justo este diseo constitucional con esta ideologa y esta forma de pensar la articulacin
entre los ciudadanos y el gobierno fue utilizado como ejemplo para
disear el resto de las constituciones de Amrica Latina durante el
siglo XIX (Gargarella, 2010 y 2012). Este diseo institucional y esta
idea mnima y procedimental de democracia es la que tambin perdur en los procesos de transicin de lo que se conoce como la tercera
ola democrtica.
Ms an, el triunfo del neoinstitucionalismo en la ciencia poltica
que se puede observar hacia finales de la dcada del ochenta pero
esencialmente en la dcada del noventa tuvo otra consecuencia relevante, que fue limitar lo que se analiza como fenmeno poltico. En
la medida en que este neoinstitucionalismo inicialmente puso nfasis
en las instituciones gubernamentales formales, si bien logr generar
autonoma en la idea de poder dentro de la ciencia poltica, tambin
dej fuera de la idea de la poltica a fenmenos que antes la conformaban, como la estructuracin social del poder. Con esta idea reducida del poder poltico, fenmenos como la conformacin de clases, la
distribucin de recursos de poder poltico, la estructuracin social del
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Introduccin
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sus efectos promuevan de modo inevitable la democracia. En la medida en que el repertorio de la accin colectiva durante el siglo XX y lo
que va del siglo XXI es modular (Tarrow, 1997), ste sirve tanto para
enarbolar demandas que se pueden considerar democrticas como el
reconocimiento de la identidad o la distribucin igualitaria de bienes
como para demandas abiertamente antidemocrticas como el quitarle
los derechos civiles a las personas lsbico-gays, restringir el derecho de
la mujer sobre su propio cuerpo o promover una poltica de seguridad
de mano dura que sea abiertamente contraria a los derechos humanos.
Este tipo de movilizaciones se han conocido como movimientos inciviles (Payne, 2007).
Ms all de este hecho, lo que nos interesa es analizar los cambios
en la idea de representacin y, en especial, la irrupcin de la soberana popular en la restringida articulacin proveniente del gobierno
representativo. As, la idea de soberana popular puede ser planteada
como una idea esencialmente contraria a la democracia, especialmente cuando la democracia toma esta forma de gobierno representativo
con ese nimo contramayoritario y profundamente elitista, como sucedi en el Congreso Constituyente de 1787 en los Estados Unidos.
Pero puede tambin pensarse que la democracia es compatible con la
soberana popular slo en el momento de formacin del gobierno por
medio de las elecciones, o a travs de los resultados de las decisiones
gubernamentales como lo supone el modelo de democracia constitucional elaborado esencialmente por Ferrajoli (2001): Todo para el
pueblo, pero sin el pueblo.
Lo cierto es que, como seala Eduardo Crdova, lo que se entienda por soberana popular depender lgicamente de lo que se entienda
por pueblo, y este es el principio de todos los problemas. Las ideas de
pueblo, popular y soberana son conceptos relevantes para seguir pensando los fenmenos polticos, pero difcilmente son conceptos operacionalizables en trminos empricos. Nos permiten dar cuenta de la formacin de ideas en disputa para conformar el sentido poltico, pero no para
pensar el fenmeno poltico desde un criterio ms cercano a la lgica
institucional. Por ejemplo, en su captulo Antonio Hernndez observa
que los jefes de la insurreccin del 4 de febrero en Venezuela hicieron uso del concepto pueblo desde una idea de restauracin, donde el
pueblo apareca como el defensor de la Constitucin que haba sido
violentada por el entonces presidente Carlos Andrs Prez. Era se
podra decir soberano, pero en el sentido de un soberano normativo
atado a la legalidad constitucional vigente (poder constituido). En un
segundo caso, sigue Antonio Hernndez, desde una idea de fundacin,
el pueblo apareca como el fundador de la Constitucin. Segua siendo el pueblo soberano, pero un soberano existencial cuya realidad y
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Introduccin
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tambin en el contenido de la idea de democracia que se disputa entre una democracia representativa o una participativa. Como observa
Antonio Hernndez en su anlisis de la insurreccin venezolana del 4
de febrero que antecede a lo que posteriormente ser el chavismo, la
soberana popular entendida desde el principio de todo el poder
para el pueblo solo podra ser ejercida plenamente si, en lugar de
representacin partidista, se desplegaba como autogobierno del pueblo. Aqu los partidos polticos no tenan lugar y habran de ser excluidos. Pero, asimismo, allende los partidos, el MBR-200 denunciaba la
responsabilidad de la alianza poltico-econmica entre stos y las
lites empresariales. De esta forma, la exclusin se denunciaba en dos
campos: el poltico y el econmico. En el mismo sentido Hctor Briceo analiza la construccin de esta idea del poder popular y, con ella,
de la democracia participativa, pero pone el acento en la desviacin y
concentracin del poder que se puede observar en el diseo institucional del Estado Comunal.
De hecho, tanta fuerza ha cobrado la necesidad de recuperar lo
popular en el quehacer poltico que no slo la izquierda se ocupa de
ello, como lo muestran Vzquez y Lujn en su captulo donde analizan
la forma en que el partido de derecha Unin Demcrata Independiente
codifica y procesa las demandas populares en Chile. De aqu que no sea
extrao que Amrica Latina se haya convertido en todo un campo de
experimentacin para pensar las formas alternativas de participacin
poltica que van desde las formas ms institucionalizadas a travs de
consejos, consultas y asambleas, hasta la protesta en las calles. En este
ltimo caso, a diferencia de lo que podra pensarse, la protesta puede
conformarse como una forma institucionalizada de la toma de decisiones gubernamentales. Esto es lo que Eduardo Crdova denomina
la elicitacin de los movimientos sociales, es decir la legitimacin en las
calles de la decisin poltica que se tomar en los palacios de gobierno.
Crdova observa que en Bolivia el principal aporte de esta elicitacin de los movimientos sociales a la poltica fue la apertura del proceso
constituyente. Sin embargo, este proceso parti de un desafo en trminos de soberana popular como poder constituyente y acab desarrollndose en trminos de soberana como imposicin de la mayora.
Parti de una idea fundacional del poder a un proceso que conform la
cotidianidad de la toma de decisiones. En este ltimo caso, se corre el
riesgo sigue Crdova de subordinar los movimientos a la gestin
pblica, de corporativizar su relacin y devaluar la apelacin al pueblo o a la soberana popular como expresin especular de las polticas
pblicas. En este caso, la soberana se entiende solamente como la imposicin de la voluntad de un grupo movilizado y se aleja de cualquier
aspiracin relacionada con el poder constituyente.
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ca. Especficamente, en el texto se analiza esencialmente la representacin a travs de las formas de articulacin.
Se entiende a la articulacin en un sentido fuerte, no como simple
tctica. Es algo diferente a la agregacin y es, a su vez, desde algunas
perspectivas, el camino para la construccin de sociedades modernas.
Por ejemplo, en su texto Cantamutto y Hurtado siguiendo a Laclau
y Mouffe definen a la articulacin como aquella prctica que establece una relacin tal entre los elementos que modifica la identidad
de los mismos. Esto tiene mltiples implicaciones que se relacionan
entre otras cosas con la relacin poltica-sociedad. En efecto, en la
medida que hay ms de una forma de articulacin por ejemplo cooperativa o subordinada pues hay tambin ms de una forma y resultados de la misma (algunas ms claras, otras ms conflictivas).
Aqu vale la pena detenernos un momento y pensar: una mayor articulacin de demandas supone un rgimen ms democrtico?,
Cualquier articulacin de demandas supone un ejercicio democrtico? Sobre el primer punto, Vzquez y Lujan especifican en su texto que
habr, por un lado, quien considere que un gobierno democrtico ser
aquel que tenga una mayor capacidad de procesamiento de demandas, es decir, de procesar con xito las demandas llevadas en una
lgica de pluralidad por los distintos grupos sociales. Por el contrario, habr quien sostenga que la articulacin de demandas no es el elemento central donde radica la democraticidad de un gobierno, sino
en el elemento fundante proveniente de la eleccin. Por lo anterior,
la articulacin de demandas no hace ni ms ni menos democrtico a
un gobierno y, ms an, la no articulacin de ciertas demandas por
ejemplo, demandas que suponen procesos de discriminacin racial o
cualquiera semejante sern necesarias para mantener justamente
la esencia democrtica del gobierno. Lo cierto es que, como observan
Cantamutto y Hurtado, sera esperable que al menos un gobierno que
es considerado populista intente atender a las demandas particulares
bajo una lgica diferencial, pero reactualizando una y otra vez la lgica equivalencial que fundament la ruptura inicial. Esto es lo que
Aboy Carls (2010) indaga continan Cantamutto y Hurtado bajo
la idea de permanente intencin fundacional y la administracin en
los gobiernos populistas. En efecto, si el momento de ruptura populista es aquel de condensacin e identificacin mutua entre demandas
bajo la lgica equivalencial, el populismo como gobierno necesita tramitar al menos parcialmente esas demandas.
Esta reinvencin de la representacin junto con nuevas formas
articulatorias se observa con mucha claridad en el captulo de Velzquez y Durez, quienes analizan que el concepto de representacin en
la lgica neoliberal reproduca una inclusin subordinada tanto de
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Introduccin
Laura lvarez analiza el caso de Costa Rica, en dnde la democracia est inscrita en una narrativa de construccin de identidad que
responde a un planteamiento ideolgico-nacional, por lo que sta aparece como s estuviera inscrita en el carcter costarricense, adquiriendo el estatus de un discurso hegemnico y la fuerza de un mito
inaugural, con lo cual su defensa es la defensa de lo costarricense.
Este discurso hegemnico seala cules acciones son consideradas
vlidas para ejercer el disenso, aquellas que estn contenidas dentro
de los marcos democrticos institucionales provistos por el Estado.
Fuera de esos mecanismos, cualquier accin es calificada de violenta,
antidemocrtica y por ende anti-costarricense. De aqu la conformacin de una exclusin estructural en donde la forma en que el Estado
maneja el conflicto es a travs del descarte de aquellos grupos o sectores sociales que estaran sealando las fracturas del mito democrtico. La consecuencia inmediata de esto es que los movimientos sociales en Costa Rica utilizan ms medidas pacficas y poco confrontativas
para interpelar al Estado.
Hasta aqu vemos que la conformacin de determinada idea de
democracia tendr consecuencias que van de la articulacin exitosa
de ciertas demandas a la articulacin subordinada de otras, la incapacidad de articulacin de algunas otras o, incluso, la exclusin
estructural de ciertas formas de conflicto. Pese a lo anterior, pareciera que la opcin por la oportunidad electoral que analizan Makuc y
Martos en los casos de la izquierda independiente en Chile y Argentina nos indica que, a pesar de lo cerrado del sistema democrtico,
an se mira como un marco de oportunidad para la accin poltica.
Ms an, Laura lvarez se pregunta si la institucionalizacin sera
un resultado favorable para el xito de las demandas, o si ms bien
obtura su desarrollo y termina siendo servil a los intereses del Estado. Pregunta especialmente relevante para pensar si, en efecto, sera
deseable una forma de rgimen capaz de articular todas las demandas sociales.
***
Slo resta mencionar que el libro est ordenado en tres secciones. La
primera dedicada a la Democracia, representacin, soberana popular y
comunidad e integrada por tres captulos: el de Velzquez y Durez, el
de Eduardo Crdova y el de Antonio Hernndez. La segunda seccin
se dedica a Las distintas formas de articulacin-representacin integrada tambin por tres captulos: el de Cantamutto y Hurtado, el de
Vzquez y Lujn, y el de Hctor Briceo. Finalmente la tercera parte
del libro se dedica a la reflexin sobre los Lmites de la articulacin-
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ITAM).
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Introduccin
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SOBERANA POPULAR,
DEMOCRACIA, REPRESENTACIN
Y COMUNIDAD
CONCEPTOS EN DISPUTA
Cambio poltico
y cambio conceptual
Las variantes populistas y comunitarias
de la representacin en Argentina y Bolivia
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constitucin de un orden poltico. Construimos nuestro mundo poltico e intervenimos en l a travs de conceptos, por lo que los significados que estos adquieren se encuentran en estrecha relacin con los
contextos de experiencia en los que son invocados.
Los cambios que se dan entre concepto y experiencia es decir
entre la conformacin de un orden poltico y su expresin conceptual no pueden pensarse bajo una causalidad lineal ni simtrica.
Al contrario, es un proceso complejo que rompe cualquier identidad
plena entre teora y prctica, por lo que resulta imposible adjudicarle
a alguno de estos polos una eficacia privilegiada. Los conceptos delimitan campos de accin e intervencin poltica en donde son puestos
a prueba las definiciones y sentidos que les adjudicamos. El presente
captulo se propone trabajar sobre esta relacin, entendiendo que los
recientes cambios polticos en Amrica Latina se reflejan en los conceptos a travs de los cuales se constituye lo poltico.
En este sentido, nos enfocaremos en los cambios en torno al concepto de representacin poltica a la luz de dos experiencias. Para ello
analizaremos desde una perspectiva histrico-conceptual los casos de
Bolivia y Argentina. Consideramos que este tipo de lectura permite
mostrar cmo los cambios polticos se traducen en variaciones conceptuales especficas. Sin bien los procesos en Bolivia y Argentina son
muy diferentes entre s, ambas experiencias convergen en presentarse
como una ruptura respecto al concepto de representacin poltica que
acompaa al neoliberalismo. Como marco comn a estas experiencias,
el descontento respecto a la representacin poltica y su capacidad
para procesar demandas populares llev a una reformulacin de este
concepto, adaptndolo con ello a las nuevas tramas discursivas que
lo enmarcan y de las cuales adquiere una funcionalidad determinada.
Dentro de estos cambios, las tradiciones polticas sedimentadas, as
como los sentidos y experiencias previas disponibles en ambos pases,
aportaron una plataforma desde la cual se realizaron estos cambios.
Los casos de Bolivia y Argentina se inscriben en un intenso proceso de transformacin de los conceptos polticos a nivel regional. Con
el ocaso de las dictaduras y las llamadas transiciones democrticas,
el concepto de democracia se instal como el gran organizador de la
poltica latinoamericana. Sin embargo, el concepto de democracia que
prevaleci estuvo condicionado por un marco interpretativo liberal de
la poltica. Las condiciones de estabilidad de los recin recobrados regmenes democrticos pasaban entonces por la adecuada separacin
entre Estado, economa y sociedad. Es importante destacar que esta
diferenciacin presentada a menudo como un dato objetivo era
en realidad una forma de organizar el espacio poltico en la cual el
concepto de representacin poltica juega un papel importante. Se tra-
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los sentidos en torno a una experiencia no niega la naturaleza polismica de los conceptos. Es precisamente su carcter abierto y disputado lo que les permite resumir semiticamente un acontecimiento.
Para Koselleck, los conceptos polticos guardan una doble relacin con la experiencia. Por un lado, permiten que un estado de cosas
sea experimentable. En esta primera dimensin operan los supuestos
del giro lingstico: no hay un afuera del lenguaje, toda experiencia es
una construccin simblica y en este sentido los conceptos tendran
un efecto ordenador sobre la experiencia. Por otro lado, al carecer de
una definicin unvoca es decir, al estar histricamente determinados los conceptos sirven de registro de la experiencia. As entendidos, los sentidos y definiciones conceptuales son tambin indicadores,
marcas que deja un acontecimiento y que dan al concepto su particularidad histrica. Esta doble dimensin de la relacin entre concepto y
experiencia ser central en el proyecto intelectual de Koselleck:
Un concepto no es slo indicador de los contextos que engloba, tambin es un factor suyo. Con cada concepto se establecen determinados
horizontes, pero tambin lmites para la experiencia posible y para la
teora concebible (Koselleck, 1993: 118).
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diferenciacin, a la pluralidad de actores y recursos de poder diferenciados que conforman lo social. Para Rosanvallon, la dimensin
figurativa de la representacin es el mecanismo que permite el siempre incompleto trnsito entre uno y otro principio. Es por ello que
el pueblo siempre es una entidad inalcanzable (introuvable), pues en
este trnsito siempre queda un exceso/un faltante en el cual la unidad
poltica nunca termina de coincidir con la totalidad de las relaciones
diferenciales que conforman su sustrato material. Si el pueblo carece
de una sustancia definida previamente, el concepto de representacin
indicar el proceso mediante el cual este pueblo adquiere una determinada sustancia. La relacin entre representacin poltica y poder es
central: hay una economa de poder en la cual la lgica representativa
juega un papel creativo. Con esta argumentacin queremos enfatizar
dos cuestiones que son relevantes para los casos analizados: a) como
prctica, la representacin poltica nunca se da en un vaco, sino que
responde a una materialidad caracterizada por las relaciones de poder
diferenciales que caracterizan a una sociedad en un momento determinado; b) la representacin como prctica no es el mero reflejo de
esta materialidad sino que tiene un efecto ordenador sobre esta.5
De esa manera, los cambios en el concepto de representacin que
introducen las experiencias que a continuacin analizaremos, refieren
a actores colectivos especficos como las comunidades indgenas en
Bolivia o el campo nacional popular en Argentina y dan cuenta de una reformulacin de las relaciones de poder en dichos pases.
En este entramado relacional, los conceptos de representacin poltica
que emergen de ambas experiencias adquieren una determinada funcionalidad, en tanto deberan reproducir cierto estado de cosas.
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Tras una consulta popular, el domingo 25 de enero de 2009 es aprobada la nueva Constitucin Poltica del ahora llamado Estado Plurinacional y Comunitario de Bolivia por el 61,43% del electorado. Para el
gobierno del MAS y los movimientos sociales que lo respaldan entre
ellos los movimientos campesinos e indgenas este hecho marcaba
la refundacin poltica del pas andino.
Quince aos atrs, en un trabajo escrito al calor de la represin y
del neoliberalismo y titulado Forma valor y forma comunidad. Aproximacin terica-abstracta a los procesos civilizatorios que preceden
al Ayllu universal7, lvaro Garca Linera (1995: 350-366) llam la
atencin acerca de los efectos del capitalismo (la forma valor) sobre
las comunidades andinas (la forma comunidad).8 La economa moderna tendra efectos desestructurantes en el sistema de organizacin
social y la produccin comunitaria, mas segn el autor no conducira
necesariamente a la inminente extincin de las comunidades andinas.
Es justamente en las resistencias de las comunidades andinas don-
6 Somos conscientes que quedan fuera de nuestras reflexiones importantes intelectuales bolivianos que tambin han reflexionado en torno a la comunidad. Sin
embargo, por cuestiones de espacio los reservaremos para futuras investigaciones.
Aproximarnos al concepto de comunidad teniendo en cuenta las reflexiones de Garca Linera nos permite vincular de forma privilegiada el registro intelectual y poltico
del mismo, toda vez que el intelectual boliviano es vicepresidente de Bolivia.
7 En adelante Forma valor y forma comunidad. Disponible en <http://biblioteca.
clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D1242. dir/garcial.pdf>.
8 Las comunidades andinas tienen por unidad bsica a la familia, a partir de la cual
se estructura una organizacin basada en la propiedad colectiva, en la participacin
comunal y en una cosmovisin milenaria. La solidaridad o reciprocidad es
identificada como la caracterstica principal de las comunidades en los Andes,
expresin de ello es el ayni, forma de trabajo que se desarrolla principalmente
durante el ciclo agrario. En las ciencias sociales existe un debate sobre el origen
de las comunidades andinas. Para algunos investigadores, las comunidades andinas
son el resultado de la reconstruccin de los antiguos ayllus pre-hispnicos (familias
extensas), mientras que para otros son el resultado de la relacin durante la poca
colonial entre caractersticas de los ayllus y las comunas mediterrneas. Ms all
de esta discusin, podemos sostener con el historiador Flores Galindo (1987) que
la comunidad andina es un fenmeno social cambiante a travs del tiempo, no es
un fenmeno esttico ni un residuo de un pasado remoto; y que sin la comunidad
resulta inteligible el mundo andino. Sobre la comunidad en el mundo andino ver
Mayer (2004), Wachtel (2001), Glave (1992) y Matos Mar (1976).
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dana de segunda clase. Como ya hemos referido, Autonoma indgena y Estado multinacional estuvo influido por la radicalizacin de
las protestas indgenas y campesinas, lo cual se muestra en que estos
sujetos polticos son centrales en la propuesta poltica del autor: construir una comunidad poltica que reconoce e integra la pluralidad de
comunidades culturales, naciones y formas civilizatorias presentes en
Bolivia.18 En palabras del autor, lo que se busca es la articulacin de la
pluralidad en una unidad poltica comn de una sociedad diferencial
(Garca Linera, 2004 [2008]: 249). Esta unidad poltica se basara en la
igualdad de posibilidades reales de ciudadana, tanto en el mbito de
las identidades culturales como en las formas de organizacin en torno
a los asuntos pblicos. Se produce as una redefinicin terica y poltica en el autor, desplazndose del mito del Ayllu universal anti-estatalista y anti-capitalista planteado en Forma Valor y forma comunidad al
proyecto del Estado Plurinacional propuesto en Autonoma indgena
y Estado multinacional. Este desplazamiento apela a una unidad en la
pluralidad que no hace otra cosa que instalar una tensin en su propia
propuesta, en la cual podemos identificar incluso los ecos de la tensin
entre el nacionalismo revolucionario y el katarismo.
Para aproximarnos a la tensin interna del MAS a partir del concepto de comunidad, vale la pena analizar algunas reflexiones del Garca Linera investido como vicepresidente y hacer referencia a los conflictos que se han generado en estos ltimos aos durante el gobierno
del MAS, y que han involucrado a poblaciones indgenas.
c. Entre la estatalidad y el comunitarismo
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sentido poltico que trasciende su vnculo con lo indgena la comunidad poltica, en El Estado en transicin la referencia a la comunidad se debilita. Al respecto, podemos plantear dos interpretaciones:
por un lado el concepto de comunidad en la obra de Garca Linera
indica lo que Rosanvallon (2003) define como una apora, en tanto
dicho concepto conjuga dos elementos contradictorios en trminos
racionales pero a la vez inseparables en trminos polticos: un particular (la comunidad andina) con un universal (el Ayllu universal o la
comunidad poltica). Por otro lado, este debilitamiento respondera
a que la tensin estatismo-comunitarismo buscara ser resuelta por
Garca Linera apelando a una mayor centralidad de la forma Estado
en detrimento de la forma comunidad. Como sntoma de este intento
en el trabajo del intelectual boliviano, podemos identificar el reemplazo de la comunidad poltica por el Estado como referente universal.
La tensin conceptual estatismo-comunidad tambin se manifiesta en las experiencias polticas. Ejemplo de ello es que desde 2011
diversas organizaciones y comunidades indgenas de tierras bajas y
de las alturas andinas tienen un conflicto abierto con el Estado Plurinacional, debido al proyecto de construccin de una carretera que
pasara por el medio del Territorio Indgena Parque Nacional Isiboro
Scure. Este conflicto an irresuelto al momento de terminar de escribir este trabajo y otros enfrentamientos que se han venido generando
en torno a proyectos extractivistas en territorios indgenas, estaran
expresando una progresiva subalternizacin de las comunidades indgenas en el proyecto poltico del MAS. En trminos de tradiciones
polticas, el desarrollismo del nacionalismo revolucionario se estara
acentuando en detrimento del indigenismo katarista. Estas experiencias polticas estaran limitando el alcance performativo del concepto
de comunidad al interior del proyecto del MAS.20
A partir del proceso poltico impulsado por el MAS y la obra intelectual de Garca Linera hemos propuesto en este apartado una aproximacin a la variante comunitaria de la representacin en la Bolivia
contempornea. La irrupcin del MAS en la escena poltica boliviana
implic la articulacin de la reivindicacin indgena con la demanda
por la refundacin estatal, es decir gener el complejo encuentro entre la tradicin katarista y la tradicin nacionalista revolucionaria,
20 En una entrevista para Radio Nacional Uruguay en noviembre de 2013, el
intelectual Luis Tapia quien particip junto a Garca Linera en el Grupo
Comuna sostuvo que el proceso de cambio iniciado en Bolivia en el ao 2000 ha
entrado en una fase de descomposicin, producto de la expulsin de los indgenas del
gobierno. Puede escucharse la entrevista completa en:
<http://www.erbol.com.bo/podcast/mapamundi/luis_tapia_el_mas_ha_expulsado_
los_indigenas_del_gobierno>.
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El concepto de representacin poltica ha experimentado cambios notables en los ltimos treinta aos en Argentina. En la transicin democrtica que puso fin a la ltima dictadura militar (1976-1983) este
concepto adquiri un sentido indito dentro del lxico poltico argentino. Hasta entonces, dicho concepto se haba construido a partir de
sendos antagonismos respecto a las instituciones, condicin que le
haba impreso a la dinmica representativa un fuerte carcter movimientista que prosper y se arraig en el lenguaje poltico21. Tanto
21 Utilizamos el trmino lenguajes polticos en el mismo sentido que Elias Palti
(2005). En palabras de Palti, la propuesta de una fuga hacia los lenguajes polticos
dentro de la historia intelectual y la historia conceptual se propondra comprender
cmo las condiciones de enunciacin de los discursos vienen a inscribirse en los
propios textos y pasan a formar parte integral de su sentido; reconstruir a partir del
juego de los usos pblicos del lenguaje el vocabulario de base que delimita, en cada
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el radicalismo como el peronismo, las principales tradiciones polticas en Argentina, forjaron buena parte de sus marcos conceptuales
en experiencias que mantuvieron una posicin crtica respecto a la
representacin poltica entonces vigente.22 Segn estas tradiciones, el
concepto de representacin cristalizado en dichas instituciones formaba parte del lxico de una democracia de participacin restringida y
representativamente excluyente. Desde esta ptica, la tarea poltica
consista en movilizar e integrar esta representacin negada por el
sistema poltico. Con la transicin democrtica de 1983, la innovacin
conceptual que se produjo en torno a la representacin llev a estas
dos fuerzas polticas argentinas a una revisin de sus marcos conceptuales. De all en adelante, ellas estarn obligadas a hacer compatibles
las tareas de integracin que venan cumpliendo a travs de directrices movimientistas con el nuevo registro conceptual de la representacin entendido bajo un formato de competencia pluralista. Con esto,
el vnculo con los sectores populares tiene que reelaborarse a la luz de
un nueva semantizacin de la poltica. Esta situacin delinear una
tensin que estructurar el mbito problemtico en el cual se inscriben los cambios posteriores en el concepto de representacin y definir
el mbito de intervenciones del cual es ndice este concepto.
En efecto, tanto el yrigoyenismo como el peronismo experiencias polticas que durante el siglo XX moldearon profundamente la
forma de pensar la poltica en Argentina se constituyeron mediante un lenguaje que operaba bajo un registro conceptual en donde la
representacin poltica se pensaba ms como expresin de un movimiento nacional que como competencia pluralista entre fuerzas polticas. Por el contrario, yrigoyenismo y peronismo se identificaban
ms como parte de un movimiento y se consideraban la expresin
poltica directa de una voluntad popular de carcter nacional. En tanto movimientos que articulaban a sectores que se sentan excluidos
de la representacin poltica entonces vigente, estas experiencias se
caso, el rango de lo decible y pensable (los modos por los que los acontecimientos e
ideas pueden tornarse inteligibles para los propios actors) (Palti, 2005: 37-38).
22 Nos referimos a los movimientos encabezados por Hiplito Yrigoyen (1852-1933)
y por Juan Domingo Pern (1895-1974). Tanto yrigoyenismo como peronismo se
constituyeron en oposicin a la institucionalidad democrtica entonces vigente y
lograron articular a sectores sociales que no entraban en el juego representativo.
Mientras que el reclamo que nucleaba la oposicin al rgimen poltico por parte de
Yrigoyen era por el ejercicio efectivo de los derechos civiles, en particular en relacin
al voto libre y secreto (ver Aboy Carls, 2001), el movimiento de Pern sealaba la
exclusin de una novel masa trabajadora. La articulacin de estos sectores se llev
a cabo identificndolos como sustancia de la nacin y expresin objetiva de una
voluntad popular. De all que el concepto de representacin haya sido negativamente
ponderado como un artificio que fundaba una exclusin.
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constituyeron precisamente en oposicin al propio concepto de representacin. La representacin poltica institucional apareca como la
marca de una exclusin y como parte de la situacin que se quera revertir. De all que conceptos como participacin, movimiento o voluntad popular resultaran mucho ms adecuados para sostener el marco
de interpretacin de la poltica con el que operaban. Desde la lgica
de este aparato conceptual, la representacin encarnada en el sistema
poltico apareca como una mediacin que atentaba contra la efectividad del vnculo directo con las bases sociales que ofreca el esquema
movimientista. La oposicin entre movimiento y partido poltico o entre democracia poltica y democracia social apuntaba precisamente a
la validez de una conceptualidad que desconfiaba de la representacin
poltica al interior del sistema poltico.23
Hay varios factores que influyeron para que el concepto de representacin poltica adquiriera otro sentido despus de la transicin
democrtica de los ochenta. Tras el largo ciclo de golpes militares y,
en particular, de la violencia desplegada en la ltima dictadura, la estabilidad democrtica se constituy como un objetivo irrecusable en
el que convergieron todas las fuerzas polticas (Aboy Carls, 2001 y
2012). La vocacin refundacional del Proceso de Reorganizacin Nacional como se autodenomin el proyecto poltico de la ltima dictadura, tuvo por objetivo realizar profundos cambios en la poltica,
la sociedad y la economa. En lo poltico, el recuerdo de las experiencias populistas se convirti en un fantasma que haba que expurgar,
pues a juicio de los militares esta manera de entender la poltica
haba colaborado con el surgimiento de la violencia subversiva. Hasta qu punto influy este objetivo refundacional en la recomposicin
de los lenguajes polticos posteriores a la transicin democrtica es
una pregunta que amerita una investigacin en s misma. Lo cierto
es que, como veremos, la conceptualidad populista no slo no desapareci, sino que sigui ofreciendo la semntica ms efectiva para
intervenir en el espacio poltico argentino. Por otro lado, tambin es
23 Durante la transicin democrtica esta discusin se actualiza y tiene un captulo
decisivo al interior del peronismo. Con la muerte de Pern en 1974 y el advenimiento
de la dictadura, la cuestin sobre la configuracin poltica que deba adoptar el
movimiento sin su lder haba quedado dilatada. Cuando el peronismo es derrotado
por Alfonsn en los comicios de 1983 esta situacin hara crisis y con la renovacin
peronista la figura del partido terminara fortalecida. En un texto de 1984 de Manuel
Urriza la oposicin entre movimiento y partido era planteada de la siguiente manera:
El papel de los movimientos es, entonces, el de dar cauce a esas masas populares
no por dentro sino al margen del sistema de partidos, como un desafo a sus cnones
y reglas, en una heterodoxia deliberada y necesaria que la teora poltica ilustrada
obtusamente calific de brbara, populista, fascista o, como en el caso del
peronismo argentino, de aluvin zoolgico.
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La particularidad del horizonte histrico que emerge con la transicin democrtica estar as atravesada por una tensin sobre la cual
los subsecuentes gobiernos democrticos tendrn que intervenir. La
capacidad de interpelacin e integracin de los sectores populares se
haba constituido bajo un esquema conceptual radicalmente diferente al de la representacin poltica. Las races populistas, con fuerte
arraigo en las tradiciones polticas argentinas, tendrn que coexistir
con la incorporacin de conceptos que hasta entonces le eran exticos. Esto impact profundamente en las formas de construir vnculos polticos, imponiendo nuevas condiciones en la relacin entre
sectores populares y fuerzas polticas. El hegemonismo, es decir la
pretensin de una fuerza poltica de presentarse como expresin directa de un proyecto nacional, tendr que reconvertirse a la luz de
un espacio poltico que haba erigido en el pluralismo una fuente de
legitimidad y estabilidad democrtica. La paradoja es que, si bien la
actualizacin conceptual impona un coto a la magnitud poltica de
las fuerzas as como a su capacidad para intervenir en las relaciones
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de poder radicadas en lo social, tambin permita asegurar la estabilidad democrtica manteniendo el juego poltico abierto a todas
las fuerzas polticas. Sin embargo, como veremos, la apelacin a los
sectores populares se mantendr como un principio no slo de legitimidad, sino de gobernabilidad. El horizonte histrico que funda la
transicin democrtica quedar entonces delineado en torno a las
mltiples soluciones que permite la tensin entre dos tareas que la
representacin poltica deba resolver: por un lado ser un mecanismo de interpelacin efectivo de los sectores populares, y por el otro
conciliar esta tarea integradora con el propio juego pluralista y la
estabilidad democrtica.
b. El kirchnerismo como intervencin sobre la crisis
de representacin
Durante la dcada del noventa, la tensin que se desprende de la conciliacin entre la construccin del vnculo poltico con los sectores
populares y la estabilidad democrtica, encontr en nuevos mecanismos y prcticas una momentnea solucin. Fue el concepto de clientelismo el que enmarc este repertorio de accin. Tras el gobierno del
radical Ral Alfonsn (1983-1989), el peronismo fue la fuerza poltica
que mejor interpret el marco problemtico que fund la transicin
democrtica. En los dos gobiernos de Carlos Menem (1989-1995 y
1995-1999) el peronismo resignificara sus vnculos con los sectores
populares a travs de una nueva concepcin de la poltica social en la
cual encontr un anclaje y un espacio de operacin poltica efectivo
ante las nuevas condiciones.
La gestin de planes sociales, a travs de lo que desde 1987 se
plante dentro del peronismo como asistencia participativa, reestructur el vnculo entre los sectores populares afines al peronismo y
el Partido Justicialista (Levitsky, 2004 y Merklen, 2010). Este vnculo
se teji mediante una red cuyo anclaje en los barrios se articul en
torno a la figura de los punteros: liderazgos locales a travs de los
cuales se gestionaba la ayuda social y que mediaban entre el partido, los gobiernos municipales y los barrios populares. El concepto de
clientelismo surge as como una marca histrica de este viraje y en
el espacio pblico servir para proclamar un juicio de valor respecto
a esta forma de vnculo. Los sectores populares en su conjunto fueron
identificados como una masa sin voluntad poltica susceptible de ser
cooptada a travs del intercambio entre lealtades y asistencia social.
Esta nueva formulacin del vnculo con los sectores populares fue interpretada por no pocas voces como una deriva de la antigua matriz
movimientista y presentado como un neo-populismo que se articulaba perfectamente con las reformas neoliberales realizadas durante el
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Cmo interpretar el recorrido que ha tenido el concepto de representacin poltica en los ltimos treinta aos de democracia en Argentina?
Para contestar esta pregunta hemos intentado mostrar cmo los cambios que ha sufrido el concepto de representacin poltica encuentran
su medida de referencia en la transicin democrtica de 1983. De all
que sus variantes deben verse como diferentes soluciones a un problema o tensin que estructura el espacio poltico argentino y que influye
decididamente en la particularidad del concepto de representacin
poltica. Con el recorrido realizado podemos sealar algunos rasgos
que caracterizan el marco general en el que se resignifica el concepto
de representacin en Argentina.
En primer lugar, la centralidad que adquiere para la concepcin
de la poltica en Argentina el tener una posicin respecto a la integracin poltica de los sectores populares. El campo nacional y popular
conformado por una heterogeneidad de experiencias, tradiciones y
lenguajes ofrece una doble condicin al concepto de representacin
poltica. Por un lado, encuentra all un sentido como un medio legti-
60
mo de intervencin poltica. Pero no slo se trata de adquirir legitimidad, sino que la validez histrica de este campo la vuelve un factor de
poder que es ineludible para la gobernabilidad. El lugar que adquiere
el problema de la integracin de los sectores populares para el desenvolvimiento de las fuerzas polticas marca uno de los condicionantes
del espacio poltico en el que intervienen.
Ante este condicionante, la conceptualidad movimientista sigue
ofreciendo el lenguaje ms efectivo para construir la representacin
poltica de los sectores populares, as como para canalizar demandas
de inclusin y democratizacin social. La persistencia y vigencia de
este rasgo se explica por varios factores. En primer lugar, su disponibilidad. Las tradiciones polticas sedimentadas, la memoria de las
experiencias pasadas, las afiliaciones e identificaciones condicionan
fuertemente al espacio poltico argentino. En segundo lugar, al ser
compartida por diversos actores polticos esta conceptualidad ofrece
una semntica comn a travs de la cual se puede generar un espacio
de encuentro. En tercer lugar, a esta conceptualidad vienen asociadas
diversas prcticas que le permiten operar en dicho espacio poltico,
por lo que hacer uso de ellas le asegura un asidero para intervenir en
las mismas.
Por ltimo, si en la autoevaluacin de las tradiciones polticas
durante la transicin democrtica el hegemonismo haba sido sealado como una de las prcticas a expurgar, en los gobiernos democrticos posteriores el concepto de hegemona seguira teniendo
validez para describir la intervencin de las fuerzas polticas en el
espacio poltico. Este concepto mostr su adaptacin a las condiciones con las que se consolid la democracia en Argentina. En este
sentido habra que pensar la convergencia contempornea que adquieren estos dos conceptos: hegemona y democracia. El concepto
de hegemona mostr que poda responder bien a condiciones de
heterogeneidad y de pluralismo poltico que definen a la democracia
contempornea, pero en esta adaptacin cambia su lgica. La forma de alianzas hegemnicas permite una efectiva intervencin en el
espacio poltico democrtico en tanto posibilita la construccin de
mayoras con fuerte participacin social. La voluntad popular que se
equiparaba a lo nacional, ahora se mide como una mayora electoral.
En este sentido, la funcin integradora y democratizadora que se le
adjudica al concepto de representacin poltica debe conciliarse con
estos elementos. Hasta qu punto esta convergencia entre la lgica pluralista que ha adoptado la democracia contempornea genera
tensiones irresolubles con la lgica de construccin de hegemona
es una pregunta que los devenires de la democracia argentina continuar plantendonos.
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la crisis de 2001 y 2002 han resultado ser experiencias fundamentales en este proceso, en el cual se ha actualizado el significado que
le asignaban a la representacin dos de las principales tradiciones
polticas argentinas: el yrigoyenismo y el peronismo. El pluralismo
como punto de convergencia de las fuerzas polticas, permiti enfrentar al hegemonismo caracterstico de los clsicos populismos
pero result insuficiente para integrar a los sectores populares en
la arena poltica. Frente a esta limitacin, el kirchnerismo logr recuperar la conceptualidad movimientista frente al desafo de revitalizar una representacin poltica en crisis desde el gobierno de
Fernando de la Ra. As, la democracia argentina a partir de los
gobiernos kirchneristas se define ya no solo por el pluralismo, sino
tambin por la igualacin social apelando a la identidad peronista.
La gobernabilidad ya no pasa por filtrar aquellas demandas que ponen en riesgo la estabilidad econmica, sino por la integracin de
los sectores populares.
Como todo proceso de representacin poltica las variantes comunitaria y populista estn constituidas por la tensin entre el principio poltico y el principio sociolgico (Rosanvallon, 2003). El pueblo soberano es representado en la variante comunitaria como un
multiforme sujeto, mientras que en la variante populista el pueblo
soberano es representado privilegiando a los sectores populares.28
Ntese aqu una diferencia fundamental entre estas variantes de la
representacin: mientras en Bolivia la comunidad indgena como fenmeno particular no se convierte en un universal que representa a
la nacin boliviana, sino que permite un imaginario social multiversal, en Argentina los sectores populares como actores privilegiados s asumen la representacin de la nacin argentina, identificando
aqu la realizacin de lo que podramos llamar la clsica lgica de la
hegemona. Si ampliamos ahora nuestra mirada hacia el terreno heterogneo de lo social, es decir al principio sociolgico y lo vinculamos con los procesos de representacin vemos cmo las tensiones
y las disputas entre los actores involucrados van marcando el devenir
de los procesos polticos. En Bolivia las disputas entre el Estado y las
poblaciones indgenas surgidas en los ltimos aos de gobierno del
MAS y en Argentina los desafos que se abren en el escenario postkirchnerista para los sectores populares, son expresiones del hiato
existente entre toda unidad poltica y las relaciones diferenciales que
conforman el pueblo. Las soluciones que se den a estas tensiones en
las variantes comunitarias y populistas de la representacin son an
difciles de dilucidar.
28 Tomamos la nocin de multiforme sujeto de Salazar (2013).
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Movimientos
y democracia liberal
Contribuciones desde la sociedad
a la recuperacin del principio de
soberana popular en Bolivia (2000-2010)
1. INTRODUCCIN
Pas el medioda. Afuera estallan los cachorros de dinamita. Los mineros se impacientan porque la sesin contina y el Palacio Legislativo no desprende el figurativo humo blanco que la multitud espera
desde la madrugada. Es el 21 de octubre de 2008, la ciudad de La Paz
celebr ayer el aniversario 460 de su fundacin y en la Plaza Murillo,
que acoge al Palacio de Gobierno y al Legislativo, hierve una multitud abigarrada de indgenas, campesinos, obreros y vecinos que permanecen en una fiesta contenida, eclipsada por momentos debido al
estruendo de la dinamita. Adentro, con un nerviosismo creciente por
la amenaza implicada en los ruidos, est por concluir la casi interminable sucesin de argumentos a favor y en contra de las reformas.
Finalmente se cuentan los votos: el Congreso aprueba los cambios en
el proyecto de Constitucin Poltica del Estado emitido en diciembre
de 2007 por la Asamblea constituyente. La ley que convoca al Referndum constitucional es promulgada en la misma plaza por el presidente Morales (l tambin permaneci varias horas esperando, afuera,
como el resto de los manifestantes). La vigilia culmina en la algaraba
de los miles que se congregaron a presionar y aguardar. Apurando la
que los medios denominan la Gran Marcha, algunos caminaron varios das para llegar a La Paz y exigir que el referndum se convoque.
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en el discurso gubernamental existe una identificacin de los movimientos con la democracia. El vicepresidente lvaro Garca se refiere
a esos movimientos sociales columna vertebral y alma del pueblo
[] el pueblo demcrata [] defensor de la democracia. Esas organizaciones sociales son las nicas constructoras de la democracia en
Bolivia (Garca, 2012: 85).2
La exposicin se iniciar con un apartado dedicado a los movimientos sociales en Bolivia y su desarrollo entre 2000 y 2010. Posteriormente se presentar una discusin terica sobre la relacin entre los movimientos sociales, la soberana popular y la democracia
liberal. Finalmente se discutir la influencia de los movimientos en la
poltica boliviana a la luz de esta discusin.
2. MOVIMIENTOS EN BOLIVIA
En Bolivia la expresin movimientos sociales se aplica ampliamente
a grupos de presin que apoyan al gobierno actual, a las principales
organizaciones sociales del pas, a campaas sobre asuntos especficos y a protestas de ndole variada. Se habla laxamente de los mo-
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una variable denominada participacin comunitaria. Bolivia aparece entre los pases con mayor afiliacin, con un puntaje de 35,9 en
una escala de 0 a 100, despus de Hait (42,4) y Guatemala (40,4). Las
diferencias entre Bolivia y la mayora de los pases con puntajes ms
bajos (Uruguay es el ms lejano con 12,4) son estadsticamente relevantes, ya que los mrgenes de error no se superponen. Hacia arriba,
la diferencia es relevante solamente con Hait y no con Guatemala,
que estn en el primero y el segundo lugar, respectivamente.
La eficacia de la accin colectiva en Bolivia es reconocida en trminos de dualidad de la poltica. En efecto, la poltica de los partidos
polticos y los rganos de poder del Estado no es el nico mbito en
que se procesan los asuntos de inters comn; la llamada poltica en
las calles, con la profusin de formas de protesta que se reconocen
como caracterstica nacional, influye de manera determinante en el
curso de cualquier proceso. La dualidad revelara un sistema poltico
de lmites porosos, permeable a las amenazas (externas) de la poltica en las calles o, alternativamente, podra expresar un sistema que
incluye la poltica en las calles. En todo caso, los dos niveles de la
poltica boliviana incluiran un sistema institucional complejo y una
tradicin de participacin directa que se interpone en las relaciones
de las lites (Whitehead, 2001: 10; Cf. tambin Crabtree, 2005: xvii).
Los efectos prcticos de las movilizaciones se hicieron visibles
sobre todo a partir de 2000. La otra poltica que encarnara la tradicin de participacin directa permite entender el uso extendido y
diverso de la expresin movimientos sociales y sobresee la discusin
sobre la nomenclatura (movimientos, organizaciones, grupos de presin, movilizaciones, campaas). Durante estos aos, esa otra poltica correspondera a los movimientos, de manera que cualquier sujeto
colectivo que acuda a mecanismos de protesta funcionara como movimiento.4
Complementariamente, los bolivianos estamos entre los latinoamericanos que ms piensan que el pueblo debera gobernar directamente.5 El puntaje de Bolivia en la encuesta de LAPOP de 2012 (42,5
en una escala de 0 a 100) le da un cuarto lugar, despus de El Salvador
(48,1), Surinam (46,8) y Nicaragua (46,6), con diferencias significati4 Ms all del contexto boliviano, la distincin entre movimientos como
organizaciones formales, organizacin de la accin colectiva y estructuras de
conectividad (Tarrow, 1998: 123-124) permite aclarar las posibles confusiones.
5 La encuesta preguntaba si el entrevistado estaba ms o menos de acuerdo con
la siguiente afirmacin: El pueblo debe gobernar directamente y no a travs de los
representantes electos. No se estableca ninguna correspondencia entre el pueblo y
algn sujeto especfico, el contenido del pueblo se dejaba sin definir. En la encuesta
de 2014 la pregunta fue suprimida.
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Elaboracin propia segn informacin de la base de datos sobre conflictos sociales en Bolivia, CERES y CIUDADANA.
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Protesta
Resultados
Movilizaciones indgenas
2001
Protestas variadas
Protestas variadas
Marchas urbanas
2002
Marcha nacional
2003
Motines, marchas
2004
Varias movilizaciones
2005
2006
2007
2008
Cabildos cvicos
Bloqueos y marchas
Renuncia de presidenciables.
Varias movilizaciones
Cabildos cvicos
Marchas
Varias movilizaciones
Varias movilizaciones
Marchas
Marcha
2009
Varias protestas
2010
Varias movilizaciones
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La otra poltica tiene efectos constatables que no se limitan a polticas sectoriales, sino que se extienden a las leyes que regulan la participacin de la poblacin en la poltica, como las referidas al referndum
y la iniciativa legislativa. En varios casos el contenido de las leyes o
decretos no coincidi plenamente con los reclamos de los movilizados pero desactiv posibles conflictos. En otros (el ejemplo ms claro
es el del referndum sobre el proyecto de Constitucin), el contenido
difera notablemente pero las declaraciones pblicas de los dirigentes
sociales no lo admitan.
4.2. El proceso constituyente
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de chantajes desde la oposicin, la bancada oficialista intent imponer la mayora absoluta para el contenido de los artculos particulares y los dos tercios para todo el proyecto. Sumado a la condena
presidencial de la demanda de autonomas departamentales (que en
los hechos era el nico tema importante para la oposicin),17 esto
deriv en un abandono de cualquier posibilidad de dilogo dentro
de la asamblea.
Desde el principio, la sociedad se polariz alrededor del proceso
constituyente. La dinmica poltica ubic a los movimientos en campos opuestos y plante en la prctica una disputa sobre el sentido de la
democracia, encarnada en la toma de decisiones por mayora absoluta
o por dos tercios de los asamblestas. La oposicin partidaria, cvica,
social y meditica se articul alrededor de varios puntos de disputa
que bloquearon las deliberaciones en la asamblea.
Al terminar el lapso de un ao establecido en la convocatoria, no
se haba consensuado el contenido de ni uno solo de los artculos. El
Congreso aprob una ampliacin de las sesiones de la asamblea hasta
diciembre de 2007. Despus de su reapertura la asamblea no pudo sesionar debido a una serie de acciones opositoras de protesta y bloqueo
en la ciudad de Sucre, que era su sede. Acab aprobando un proyecto
sin participacin del principal partido opositor y criticado por varios
errores de procedimiento. El proyecto fue entregado al Poder Ejecutivo el 14 de diciembre de 2007. Al da siguiente, en los departamentos
autonomistas, se entregaron proyectos de estatutos autonmicos
redactados por delegados no electos presentados como democrticos y legtimos aunque contravenan tanto la Constitucin vigente
como el proyecto de nueva Constitucin.
Durante la mayor parte del ao 2008, en los hechos haba dos
opciones incompatibles de transformacin de la estructura del Estado: el proyecto de Constitucin y los estatutos autonmicos. Ambas
opciones estaban bloqueadas institucionalmente: el proyecto de Constitucin necesitaba un referndum dirimente sobre un artculo que no
haba sido aprobado y probablemente una sesin ms para consolidar su contenido. La convocatoria deba hacerse en el Congreso, pero
era imposible sin acuerdos ya que la oposicin tena mayora en la
Cmara de Senadores. Los estatutos estaban fuera del marco legal vigente. Adems, tanto el proyecto de Constitucin como los proyectos
84
En este apartado se examinan dos ejemplos de efectos de las movilizaciones en las polticas: los acuerdos para usar las movilizaciones pro-
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5. CONCLUSIONES
La soberana popular permaneci fuera del debate de la poltica durante todo el perodo de la democracia pactada. Fueron las acciones
de los movimientos las que la ubicaron en la agenda poltica.
Los movimientos plantearon el desafo mayor de refundacin de Bolivia en trminos de soberana como poder constituyente pero no fueron capaces de que los representantes electos al87
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6. BIBLIOGRAFA
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Antonio J. Hernndez
Democracia, restauracin
o fundacin
Estudio sobre el nexo entre utopa
y enemigo en la insurreccin militar
del 4 de febrero de 1992 en Venezuela*
Para G. A., J. M. y P. V.
Hallbase Esteban en las Bocas del Dragn, devoradoras de tantas
expediciones que abandonaron las aguas saladas por las dulces,
en busca de aquella Tierra de Promisin nuevamente movediza y
evanescente, tan movediza y evanescente que acab por esconderse
para siempre tras el fro espejo de los lagos de la Patagonia. Y pensaba, acodado en la borda del Amazon, frente a la costa quebrada y
boscosa que en nada haba cambiado desde que la contemplara el
Gran Almirante de Isabel y Fernando, en la persistencia del mito de
la Tierra de Promisin. Segn el color de los siglos, cambiaba el mito
de carcter, respondiendo a siempre renovadas apetencias, pero era
siempre el mismo: haba, deba haber, era necesario que hubiese en
el tiempo presente cualquier tiempo presente un Mundo Mejor.
El siglo de las luces
Alejo Carpentier
Introduccin
La medianoche del 4 de febrero de 1992, en las ciudades venezolanas
de Maracay, Maracaibo, Caracas y Valencia, un grupo de oficiales de
rango medio del Ejrcito, agrupados en una organizacin autodeno* Una versin preliminar de este estudio fue presentada como ponencia individual en
el Congreso De la democracia liberal a la soberana popular: articulacin y crisis en
Amrica Latina, realizado del 28 al 30 de abril de 2014 en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede Mxico. Agradezco a los participantes de
dicho Congreso los comentarios recibidos, as como a los editores del libro por el
pre-dictamen que hicieron sobre este captulo. La responsabilidad sobre su contenido es, sin embargo, ma. Cabe sealar tambin que el estudio es un extracto autnomo de una investigacin ms amplia, actualmente en curso, sobre los modos de
legitimacin de la insurreccin del 4 de febrero, basada en las fuentes del perodo.
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ideologa de reemplazo, conjunto de trabajos en los que el autor analiza las bases ideolgicas del chavismo, ha calificado a El libro azul
una de las principales fuentes para comprender la insurreccin desde
el punto de vista de aquellos que la prepararon y ejecutaron como
una pintoresca pseudodoctrina [sic] y un mamotreto ideolgico
(2011: 55 y 136).
Es, ciertamente, solo un ejemplo, pero ste me permite delinear
la perspectiva general que asumo en el estudio que sigue.2 Aunque me
concentro en el ao crucial de 1992, pretendo comprender un aspecto
de los orgenes del chavismo, as como de los orgenes de la hostilizacin poltica en Venezuela iniciada en los aos ochenta: el nexo entre
las metas polticas que perseguan los jefes de la insurreccin y el tipo
peculiar de hostilizacin que llevaron a cabo. El estudio encuentra su
especificidad en la voluntad de distanciarse de los posicionamientos
de las facciones, no para alcanzar una posicin neutral (y neutralizadora), sino para abrir un mbito que permita interrogar y comprender,
hasta donde sea posible, los acontecimientos del perodo, sabiendo
que en ltima instancia no todas las fronteras pueden ser suprimidas y que, por tanto, el destino de este ejercicio de comprensin, como
el de cualquier otro, no es sino una interpretacin.
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pretende comprender algo sobre el nexo entre las metas ltimas que
persigue un agrupamiento poltico y la manera en que tales metas
estn asociadas a una determinacin peculiar del enemigo y, eventualmente, una manera peculiar de tratarlo. A propsito de la historia del partisano, Schmitt (1985) lo plante de la siguiente manera:
la relacin, siempre tensa, entre una causa considerada justa (iusta
causa) y la consideracin del enemigo como justo (iustus hostis).
Los fines pretendidos por los jefes de la insurreccin del 4 de febrero
pueden ser captados como una causa que consideraban justa, pero,
simultneamente, dicha causa estuvo asociada a una determinada
manera de concebir a sus enemigos. Mi argumento, de esta manera,
requiere la explicitacin de dos categoras de comprensin: utopa
y hostilizacin.4
Las utopas, siguiendo libremente a Karl Mannheim en Ideologa
y utopa. Introduccin a la sociologa del conocimiento (2004), se pueden definir por cinco rasgos fundamentales: 1) Son ideas o conjuntos de ideas sobre el mejor orden poltico, lo que Francisco J. Conde
llam ideas polticas en sentido primario, es decir ideas sobre la
perfeccin del orden interhumano (1957: 24). Pero no son necesariamente ideas en el sentido profesional del trmino, es decir no necesariamente pertenecen a una filosofa de la historia o una Weltanschauung (intuicin o concepcin del mundo).5; 2) Estn orientadas
hacia un futuro entrevisto con esperanza, aunque momentos o fases que conduzcan a l puedan implicar eventos atemorizadores (por
ejemplo el ejercicio de la fuerza durante una revolucin); 3) Expresan
4 Aunque no desarrollo aqu este aspecto, cabe sealar que las utopas (ms
en general, los proyectos) y las hostilidades son dos modos de homogenizacin
relativa de los ayuntamientos o agrupamientos polticos. En el primer caso, la
homogenizacin se da por unificacin relativa de los fines (fines comunes); en el
segundo, por la unificacin relativa del enemigo (enemigos comunes). El tercer modo
de homogenizacin es el mando o el poder (se entienda ste como legtimo o no, en
cualquier sentido sociolgico de legitimidad); aqu el agrupamiento se homogeniza
por la unificacin relativa del mando (mandos comunes). Hasta donde he podido
saber, no existe otro mecanismo de homogenizacin que d lugar a agrupamientos
polticos. Esta idea de agrupamiento est emparentada con la definicin de identidad
poltica que, desde hace aos, ha venido trabajando Gerardo Aboy (2001).
5 Ms all del posible prejuicio intelectualista que descarta de antemano ideas
polticas si stas no han sido elaboradas y defendidas por intelectuales en sentido
profesional, creo que la confusin entre ideas polticas e ideas sistemticas es
lo que conduce a Carrera Damas, en el texto citado en la introduccin, a pensar
que el chavismo, en lugar de defender una ideologa, constituye una ideologa de
reemplazo, es decir una ideologa presunta que sin lograrlo pretende suplir y
encubrir la ausencia de ideologa. Por este motivo, me parece crucial diferenciar
entre el juicio sobre la existencia de ideas y el juicio valorativo que ataca o defiende
dichas ideas.
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distintos criterios para distinguir el grado de asimetra o desconocimiento entre el amigo y el enemigo. Aqu empleo dos: 1) La mayor o
menor abstraccin de la figura del enemigo (siendo el menos abstracto
el individuo con nombre propio y el ms abstracto el no-humano);14 y
2) La mayor o menor criminalizacin del enemigo (lo casos extremos
son, por un lado, el competidor meramente econmico o el interlocutor en una deliberacin racional comunicativamente orientada
y, por el otro, el monstruo sin escrpulos). Mientras la hostilizacin
absoluta tiende a reclamar un enemigo abstracto y criminal, en la relativa ste tiende a hacerse concreto y justo.
Es necesario realizar dos ltimas aclaraciones sobre las categoras de utopa y hostilizacin. En primer lugar, se trata de distinciones formales o tpico-ideales, por lo que los fenmenos estudiados
se presentarn regularmente como mezclas, transiciones, incluso po-
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3. Restauracin
Quiz el principal documento en el que, de forma expresa, los jefes
de la insurreccin defendieron el carcter democrtico de su accin
fue el titulado Las razones que nos obligaron a insurgir (MBR-200,
2002a), fechado el 24 de junio de 1992 y firmado por la dirigencia del
15 Aunque parto de presupuestos comprensivo-hermenuticos, el lector familiarizado con esta literatura habr percibido que mi planteamiento est en deuda con los
trabajos sobre identidades polticas, hegemona y populismo alentados, principalmente, por Ernesto Laclau. En particular, he aprendido mucho sobre el problema
del concepto-metfora de frontera y el vnculo entre temporalidad y hostilizacin
de los trabajos de Aboy (2005) y Melo (2009). En Laclau se pueden encontrar, de
forma imbricada, lo que aqu he llamado el nexo entre utopa y enemigo. Refirindose a la frontera o fractura que supone la emergencia del pueblo en el populismo,
Laclau seala lo siguiente: Una primera dimensin de la fractura es que, en su raz,
se da la experiencia de una falta []. Hay una plenitud de la comunidad que est
ausente. [] Sin embargo, esta experiencia inicial no es slo una experiencia de
falta. La falta [] est vinculada a una demanda no satisfecha. Pero esto implica
introducir en el cuadro la instancia que no ha satisfecho la demanda. Una demanda siempre est dirigida a alguien. Por lo cual nos enfrentamos desde el comienzo
con una divisin dicotmica entre demandas insatisfechas, por un lado, y un poder
insensible a ellas por otro. Aqu comenzamos a comprender por qu la plebe se
percibe a s misma como el populus, la parte como el todo: cmo la plenitud de la
comunidad es precisamente el reverso imaginario de una situacin vivida como ser
deficiente, aquellos responsables de esta situacin no pueden ser una parte legtima
de la comunidad; la brecha con ellos es insalvable (2005: 112-113, nfasis original).
Como la teora no ofrece indicaciones explcitas para evitarlo, el anhelo de plenitud
de la comunidad en la tesis de Laclau se puede interpretar como una utopa absoluta, conectada a su vez con un modo tendencialmente absoluto de hostilizacin (la
brecha es insalvable).
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berana popular (MBR-200, 2002a: 130). Democracia y tirana, demcratas y tiranos, pueblo y enemigos del pueblo, eran pares de trminos
que operaban como contraconceptos asimtricos en el sentido de
Koselleck. En el lenguaje de los insurrectos, el tirano era una figura
contrapuesta al servidor del pueblo, mientras que la tirana consista en la usurpacin de la soberana popular (MBR-200, 2002a: 130).
Era un lenguaje asimtrico: calificaban a sus enemigos como usurpadores de la soberana poltica, traidores a la Patria, saqueadores
de la Hacienda Pblica, hambreadores [sic] del pueblo en provecho
propio, traficantes de honras y conciencias, destructores de todos
los valores ticos y morales que nos legaran el Padre de la Patria y los
libertadores, entre otras descripciones (MBR-200, 2002a: 129). Desde
este punto de vista, atenuar la frontera entre el gobierno tirnico y el
pueblo tiranizado no poda ser ms que complicidad con el primero
y traicin al segundo. La tirana, contrapuesta al gobierno popular,
se manifestaba fundamentalmente en los siguientes rasgos: a) Entrega econmica y territorial de la soberana nacional; b) Predominio
de los intereses privados y particulares (especialmente partidistas y
empresariales) sobre los intereses pblicos y generales, pervirtiendo
el fin esencial del Estado, a saber, la bsqueda del bien comn; c)
Concentracin del poder estatal en manos del gobierno ejecutivo y a
expensas del Estado de derecho y los derechos de la sociedad; d) Uso
excesivo de la fuerza represiva y violaciones a los derechos humanos.
Dos elementos, no obstante, relativizaban esta hostilidad. En primer lugar, la hostilidad no dejaba de tener un referente ms o menos
concreto: Prez y su gobierno. Si el 4 de febrero era una insurreccin
dirigida contra un gobierno devenido en tirana (MBR-200, 2002a:
128, nfasis propio), los insurgentes combatan asimtricamente una
tirana, mas sta no dejaba de ser un gobierno. Era un modo de
hostilizar, acentuado y legitimador del uso de la fuerza, pero al mismo
tiempo preservaba el apaciguamiento como posibilidad inherente al
futuro inmediato: las hostilidades duraran hasta que el gobierno tirnico fuera derrocado y adviniera la restauracin democrtica.
En segundo lugar, los principios a los que apelaba el MBR-200
no eran otros que aquellos establecidos en la propia Constitucin de
1961, de modo que no haba una frontera abrupta entre el pasado y
el futuro. La organizacin reclamaba no una nueva ley, sino el cumplimiento de la ley existente. Las ideas a partir de las cuales sus jefes
criticaban el statu quo eran coincidentes, en sus rasgos fundamentales, con las decisiones polticas contenidas en el texto constitucional:
legitimidad legal y gobierno de la ley; separacin entre el Estado y la
sociedad reservando a esta ltima una esfera de derechos intangibles
e inalienables; desconcentracin de los poderes estatales como tcni-
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4. Fundacin
Refirindose a la Revolucin Francesa y la estadounidense, Hannah
Arendt observ que stas estuvieron dirigidas, en sus etapas iniciales,
por hombres que estaban firmemente convencidos de que su papel se
limitaba a restaurar un antiguo orden de cosas que haba sido perturbado y violado por el despotismo de la monarqua absoluta o por los
abusos del gobierno colonial (1988: 45). Ambas revoluciones introdujeron innovaciones, pero en contra de sus pretensiones originales, que
eran ms bien restauradoras.21
En la historia del MBR-200, la restauracin de lo viejo y la fundacin de lo nuevo, ms que fases sucesivas, fueron orientaciones simultneas. La tesis poltica del poder constituyente, articulado institucionalmente en una Asamblea Nacional, tal y como se recoga en los
ltimos prrafos de Las razones que nos obligaron a insurgir, fue
la tesis esencial que propuso el MBR-200 a principios de los noventa
para afrontar la crisis nacional. Pero no fue una idea posterior sino
anterior a la insurreccin.22 Los principales documentos para conocer la direccin que tomaran los acontecimientos en el caso de una
victoria de la insurreccin son el conjunto de Decretos (GEN, 1998),
elaborados pocos meses antes del 4 de febrero (posiblemente en la
segunda mitad de 1991) para orientar las acciones del gobierno que
surgiera tras la cada de Prez.23 Los decretos contenan, por un lado,
una descripcin de la estructura del llamado Gobierno de Emergencia Nacional surgido tras la toma del poder y, por otro, las primeras
decisiones gubernamentales. En el Decreto 1 del gobierno de emergencia se afirmaba que ste se mantendra instalado el tiempo necesario, en concreto:
21 Agradezco a Gerardo Aboy haberme llamado la atencin sobre esta referencia.
22 Un anlisis detenido de la propuesta constituyente del MBR-200 excedera los
objetivos de este trabajo. A continuacin solo aporto algunas indicaciones generales,
concentradas, sobre todo, en el tipo de anticipacin utpica que supona, as como el
tipo de relacin hostil con la que estaba conectada, tal y como muestran las fuentes de
1992. Asimismo, cabe destacar que, a lo largo de la dcada del noventa, la tesis del poder
constituyente sufri distintas modificaciones, de modo que no sera exacto subestimar
estos cambios y asumir que la Asamblea Constituyente que se llev a cabo en Venezuela
en 1999 sigui, literalmente, las ideas defendidas por el MBR-200 en 1992.
23 Los conocidos como Decretos del 4 de febrero se mantuvieron en secreto
hasta 1998, cuando fueron publicados por primera vez por Klber Ramrez, uno de
sus redactores. En las fuentes existen al menos dos versiones sobre el nmero de
decretos que haban preparado los jefes de la insurreccin: unas dicen que eran 14
decretos, otras que eran 24. Aunque he prestado atencin a ambas versiones, aqu me
atengo a la primera. En cualquier caso, mi argumento es independiente del problema
del nmero de decretos. El lector interesado en conocer la segunda versin puede
consultar GEN (2006c).
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[H]asta que una prxima [Asamblea] Constituyente, tomando en cuenta los cambios polticos fundamentales que este corte histrico [tras
la insurreccin del 4 de febrero, A. H.] en la vida poltica nacional
haya producido a partir de la accin victoriosa del Movimiento Cvicomilitar [el MBR-200, A. H.], los plasme en una nueva Constitucin bajo
cuya referencia se convocar al pas para que librrimamente se pronuncie por la constitucin de todos los poderes pblicos fundamentales de la Nacin (GEN, 1998: Decreto 1, nfasis propio).
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de los nuevos miembros del Poder Judicial y supervisado por el Comit de Salud Pblica, enjuiciara a quienes hubieran cometido delitos,
tanto durante el perodo presidencial de Prez como en perodos anteriores a ste.
Como se deduce de esta estructura de gobierno y de sus objetivos
explcitos, el MBR-200 determin a sus enemigos como criminales
y, como tales, seran enjuiciados. Aunque se pudieran prever juicios
ajustados a derecho, lo cierto es que los responsables seran enjuiciados, en una situacin de excepcin, por instancias y tribunales
instituidos expresamente para dicho fin y dependientes, a pesar de
la intencin del MBR-200 de desconcentrar los Poderes Pblicos, de
un gobierno ejecutivo que reclamaba para s la legitimidad de haber
producido un corte histrico en la vida poltica nacional y que convocaba al pueblo a desplegar una actividad fundadora.
El problema adquira una dimensin adicional cuando se acusaba, ms all del gobierno, al gobierno representativo de partidos
como tal:
Los partidos polticos fueron fundados con el fin de organizar a la sociedad, orientar a la opinin pblica, formar ciudadanos para la accin poltica y gubernamental, controlar la actitud de los gobiernos y
definir y sealar los horizontes del Estado. Esas funciones son tergiversadas, convirtiendo a los partidos polticos en centros de corrupcin
y pillaje a la patria. Hoy en da los partidos polticos lucen agotados,
extinguindose institucional y socialmente. Ya muy pocos ciudadanos
creen en ellos. Por tales motivos el inicio de una democracia participativa debe excluir a todos los partidos polticos que existen en el pas
(Sin firma, Ideas, 2002a: 195-196).
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5. Consideraciones finales
Los jefes del MBR-200 no eran bandidos que quisieran procurarse
el poder gubernamental como un mero botn. La toma del poder era
un medio para alcanzar otro fin: la utopa democrtica. Tenan una
causa, estaban dispuestos a luchar por ella y consideraron preciso recurrir a las armas.
El Estado demoliberal venezolano, construido a finales de los
aos cincuenta y cuyo documento fundamental fue la Constitucin
de 1961, supuso un conjunto de acuerdos tanto en el mbito polticopartidista y cvico-militar como en el mbito econmico-social.30 A
travs de una serie de pactos, el demoliberalismo institucionaliz, con
mayor o menor fortuna, mecanismos de desmercantilizacin o proteccin social, gracias a los cuales al menos una parte de las capas
plebeyas de la sociedad pudo encontrar cierta representacin de sus
intereses ms all del sufragio popular. Desde comienzos de la dcada
del ochenta, no obstante, los gobiernos de los partidos polticos Accin Democrtica y el Comit de Organizacin Poltica Electoral Independiente implementaron una nueva poltica econmica y social
que, de forma explcita, neutralizaba los pactos que haban otorgado
numricamente reducidos, controlan la mayor parte de los recursos y toman las
decisiones fundamentales de una organizacin y de la sociedad en general. La
cogollocracia es, pues, el gobierno de los cogollos.
30 Un texto esencial para comprender los consensos que estuvieron en la base
de la construccin del demoliberalismo en Venezuela es Lpez Maya y Gmez
Calcao (1989).
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legitimidad al demoliberalismo. Fueron los aos del llamado neoliberalismo. En esta circunstancia, con una base de legitimacin cada
vez ms endeble y unos sectores populares cada vez ms activos en
la defensa de sus intereses desatendidos, los gobiernos apelaron al
recurso de la fuerza. La represin de El Caracazo de 1989, si bien no
fue la nica accin represiva implementada por los gobiernos demoliberales, acabara convirtindose en el emblema del fin de una poca.
La accin insurreccional del MBR-200, como el alzamiento del
Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN) en Mxico casi dos
aos despus, fue una reaccin organizada, pero extra-partidista y
armada, contra el neoliberalismo. Su causa poltica oscil entre la
voluntad de restaurar un orden poltico interrumpido y la voluntad
de fundar un orden enteramente nuevo. Los gobiernos neoliberales
fueron calificados y combatidos siempre como gobiernos tirnicos,
es decir como gobiernos criminales. Sin embargo, en un caso se polemizaba desde el demoliberalismo, en el otro contra l. Una de las
peculiaridades de la poltica venezolana de los aos ochenta y noventa
fue que a diferencia de muchos otros pases latinoamericanos en
los que la experiencia de los autoritarismos alent las expectativas
demoliberales el demoliberalismo venezolano, despus de dcadas
de una existencia relativamente estable, acusaba el desgaste de sus
fundamentos, incluso sectores sociales amplios lo perciban como
una forma de autoritarismo. As, el proceso de criminalizacin que
los jefes del MBR-200 hicieron de su enemigo criminalizacin tambin oscilante, como los propios fines de la insurreccin fue eficaz
en la medida en que confrontaba a un Estado demoliberal distanciado de las demandas sociales, crecientemente atrincherado en tcticas
meramente represivas y a menudo experimentado como antidemocrtico. Como sealara Hermann Heller, para que la idea poltica de
un cerebro [] se convierta en fuerza motriz de la historia, habr de
lograr que la voluntad individual coincida con una voluntad colectiva
socialmente eficaz (1930: 16).
Quiz el principal ndice de estos procesos haya sido el uso polmico que los jefes de la insurreccin del 4 de febrero hicieron de
los trminos y/o conceptos de pueblo y soberana popular. En un primer caso (restauracin), el pueblo apareca como el defensor de la
Constitucin. Se podra decir que era soberano, pero en el sentido
de un soberano normativo atado a la legalidad constitucional vigente
(poder constituido). En un segundo caso (fundacin), por el contrario, el pueblo apareca como el fundador de la Constitucin. Segua
siendo el pueblo soberano, pero un soberano existencial cuya realidad
y actividad legisladora desbordaba ampliamente la constitucionalidad
vigente (poder constituyente). El MBR-200 pasaba, sin solucin de
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continuidad, de la acusacin de un gobierno a la acusacin de un sistema. El pueblo, en sus variaciones semnticas, era tanto el indicio
de una utopa como el de una hostilidad. Apelando a l comenz la
historia del chavismo.31
CATEGORAS FORMALES DE
COMPRENSIN
Utopa absoluta
Hostilizacin absoluta
Hostilizacin relativa
Utopa relativa
6. BIBLIOGRAFA
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31 Solo he tenido noticia de dos esfuerzos de reflexin detallada y sistemtica sobre
el problema del pueblo y lo popular, a saber, Schmitt (2000) y Laclau (2005). En Aboy
et al. (2013) se puede encontrar un intento prometedor de romper, desde perspectivas
diferentes, con la identificacin entre pueblo y populismo (o identidades populares e
identidades populistas).
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Antonio J. Hernndez
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Francisco J. Cantamutto
y Hctor Hurtado Grooscors
Gobiernos populistas
y demandas irresueltas
Los casos de Argentina y Venezuela
1. Introduccin
Argentina y Venezuela forman parte del llamado giro a la izquierda
de Amrica Latina (Arditi, 2009; Paramio, 2006), que describe una situacin poltica diferente al apogeo del Consenso de Washington (Cantamutto, 2013a). Algunos de estos procesos pueden catalogarse como
populismos en el sentido de Laclau (2006), debido a que comparten
una lgica formal. La comparacin entre los procesos argentino y venezolano, no obstante, es una tarea relativamente poco explorada.
La atencin acadmica se ha enfocado en la instancia de ruptura
del populismo, relegando relativamente la dimensin gubernamental
de los mismos.1 Sin embargo, es relevante preguntarse cmo tramita
demandas el populismo siendo gobierno. Necesariamente tiene que
definir un marco que asume a ciertas demandas como legtimas y a
otras no, basando en ello su materialidad discursiva como rgimen.
En trminos formales, requiere redefinir una y otra vez los lmites del
pueblo y su nmesis. De esta definicin surgen las situaciones pro1 Slo los procesos polticos que completan la ruptura llegando al gobierno son
referentes empricos relevantes en la teorizacin de Laclau. Este trabajo se centrar,
en cambio, en la emergencia incompleta de procesos de ruptura frente a gobiernos
populistas.
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democracia. Segn Aboy Carls (2010, 2005) es posible pensar al rgimen populista como aquel que administra de modo permanente y
abierto la tensin entre ruptura y estabilizacin, entre la parte y el
todo que busca representar.
No buscamos detallar aqu todos los matices tericos, sino ms
bien enfatizar uno particular.3 De acuerdo con el propio planteo lgico-formal de Laclau, todo populismo como gobierno, superada la fase
de ruptura, debe gestionar. En este sentido, los populismos como
todo gobierno forman una institucionalidad que les permite atender
demandas concretas y tramitarlas.4 Siempre que la ruptura populista
se completa en la llegada del lder al gobierno, ser necesario definir
polticas pblicas que atiendan demandas por parte de la comunidad.
Si el momento de ruptura populista es aquel de condensacin e identificacin mutua entre demandas bajo la lgica equivalencial, el populismo como gobierno necesita tramitar al menos parcialmente esas
demandas. Como seala Aboy Carls (2005), debe arbitrar entre la extensin y la intensidad de la cadena equivalencial. El primer momento
es uno de tipo hegemnico, donde una parte de la sociedad busca ser
representante de toda ella. Pero el segundo no lo es, al menos no en
sentido estricto: requiere la administracin separada de las partes.
Ingresamos as al nudo del problema. Siempre que se requiera
atender demandas desde la gestin de polticas pblicas, es necesario
definir un campo de demandas como legtimas, o al menos un orden
de prioridad: no es posible atender a todas las demandas a la vez. Ese
ordenamiento conforma un rgimen de institucionalidad particular,
que permite atender bajo la lgica diferencial las demandas particulares. Cmo se define esta prioridad suele estar fundado en la operacin discursiva de oponer el nuevo ordenamiento al previo (por ello
la tensin entre refundacin y democracia). Para hacerlo, no existe
otra posibilidad que dejar relegadas otras demandas, o incluso otros
problemas que sin erigirse como demandas generan un conjunto de
potenciales ejes de conflicto poltico.
Esto implica el trazado de un lmite donde nuevas demandas quedarn sin tramitar, que pueden acumularse y terminar por formar una
nueva cadena de equivalencias, an cuando stas no provengan de
3 Entre los mltiples estudios que revisan las diferentes formas de entender al
populismo, y detallan crticas puntuales al planteo de Laclau, sugerimos revisar Aboy
Carls (2010, 2001); Barrera (2011); Barros (2009); Biglieri y Perell (2007); Biglieri
(2011); Fair (2009) y Pereyra (2012).
4 Que forman institucionalidad no significa de ninguna manera que crean en el vaco,
pues: a) Respetan una parte de la estructura de derechos previa, y particularmente, b)
Se apoyan en las reglas establecidas para crear nuevas instituciones (se mantienen,
con salvedades, dentro del Estado de derecho).
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3. Los casos
3.1. El kirchnerismo en Argentina
La ltima dcada del siglo XX mostr una intensa actividad organizativa y contenciosa de los sectores populares, que motorizaron la
dimensin poltica de la crisis de la Convertibilidad.5 Tras el gobierno
5 La Convertibilidad fue el esquema de polticas econmicas que funcion durante
1991-2001, caracterizado por impulsar un intenso proceso de desregulacin, apertura
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Grfico 1
Principal problema de Argentina, % de respuestas
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Wainfeld (2012) seal que el lmite de la protesta era su absoluta carencia de reclamos precisos, objetivos inmediatos accesibles, liderazgos visibles y aspecto no menor en jugadas similares oradores que las expresen, sinteticen o encuadren en el cierre de los actos.
En la segunda manifestacin, una parte del arco opositor Mauricio
Macri, Elisa Carri, Hermes Binner, Ricardo Alfonsn, Eduardo Amadeo, Fernando Solanas, entre otros intent vincularse, con escaso
xito (Tagina y Varetto, 2013; Verbitsky, 2012). Sin dudas se trat
de una masa heterognea, espontnea, inorgnica y sin conduccin
(Prez Paladino, 2013: 21). La izquierda no comparti el impulso a
estas heterogneas demandas. El gobierno critic esta falta de organizacin, oponiendo a esos reclamos dispersos un conjunto de polticas
pblicas a las que el discurso oficial daba coherencia. Mientras que en
las protestas la nica consigna comn frente a la pluralidad de reclamos especficos era la entonacin del himno nacional, el gobierno respondi con un tajante fuimos elegidos con el 54% de los votos.
Al carecer de un liderazgo que lograr consolidar las posiciones
de la cadena equivalencial, la ruptura populista no se complet. Es
decir, las demandas dispersas iniciaron un proceso de convergencia,
pero carecieron del momento que permitiera unificarlas bajo una
identidad comn. Incluso algunos reclamos an no tomaron la forma
concreta de demanda, siendo slo reclamos generales sobre situaciones problemticas. En las elecciones de 2009, el candidato a diputado
por la provincia de Buenos Aires Francisco de Narvez logr polarizar a su favor la eleccin, venciendo al propio Nstor Kirchner. Sin
embargo, su gestin en el Congreso se centr en bloquear al gobierno, sin iniciativas propias relevantes. En las elecciones de octubre de
2013, luego de las manifestaciones referidas, nuevamente un candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa ex
jefe de gabinete de Kirchner, logr posicionarse como referente de
estas demandas, recuperando la mayora de ellas en su campaa.13
Ciertamente, la figura de referente o lder para estas demandas an
est en disputa.
3.2. Chavismo en Venezuela
En el caso de Venezuela, Hugo Chvez, quien particip del levantamiento armado en 1992, lleg desde el ejrcito y no desde un
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El 2 de diciembre inici un nuevo paro cvico, sumando a la gerencia operativa y la marina mercante de la estatal petrolera, paralizando las actividades de la compaa y casi la totalidad de la flota
de tanqueros. El paro buscaba la quiebra financiera del Estado, lo
que tuvo consecuencias desastrosas para la economa nacional. El
paro perdi rpidamente fuerza por falta de apoyos populares, y
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bienes que consume incluyendo sus alimentos, el desabastecimiento creci y apareci como uno de los principales detonantes de
movilizaciones en los ltimos aos. Al igual que en el caso argentino,
el BCV modific la metodologa de medicin del ndice de precios al
consumidor para subestimar los niveles de inflacin real. La brecha
entre los precios regulados y los de fuera de las redes de distribucin
oficiales ha sido muy marcada (PROVEA, 2012; OVCS, 2013). El gobierno sostuvo que Venezuela vive una guerra econmica producto
del acaparamiento y la especulacin de los empresarios. En 2013 la
inflacin alcanz un 56,2%, siendo uno de los mayores valores en dcadas (CEPAL, 2013).
La inflacin aparece como resultado de los lmites estructurales
a la redistribucin del ingreso. En el caso argentino, el gobierno se
ha negado a modificar la estructura de formacin de precios y de
propiedad que ocasionan la inflacin: no hay estatizaciones de grandes monopolios ni exacciones de las enormes ganancias de las grandes empresas. Si bien en Venezuela se ha avanzado ms en el primer
sentido, aplicando adems planes de diversificacin productiva, an
se mantiene una estructura de corte rentista, basada en la importacin de bienes hasta los ms bsicos a partir del excedente
petrolero. En ambos casos, los empresarios que mantienen el control de la cadena de valor producen una guerra de desgaste aumentando precios o retirando productos del mercado. Accesoriamente,
ambos pases mantienen una especializacin internacional basada
en la produccin de bienes primarios, cuyos precios controlan. El
gobierno venezolano es capaz de apropiarse de una mayor parte del
excedente al controlar PDVSA para redistribuirlo y moderar as
el efecto de la inflacin, pero carece de produccin interna de bienes
cuyos precios pueda establecer. El gobierno argentino puede pactar
precios de produccin interna, pero tiene mayores limitaciones para
hacerse del excedente, tal como lo muestra el conflicto con el agro
que sealamos anteriormente.
As, con una fuerte disputa sobre su interpretacin y respectiva
solucin, el problema de la inflacin apareci en casi todos los grupos
sociales. Se manifestaron contra ella vecinos sin organizacin particular, pero tambin sindicatos, grupos empresariales, movimientos
territoriales, estudiantiles, etc. (ANCE, 2014; Tagina y Varetto, 2013).
En ambos pases, en estos ltimos aos, partidos polticos opositores
asumieron el tema para sealar una supuesta incapacidad del gobierno para gestionar la economa.
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representante de la totalidad frente a las partes en conflicto (capitaltrabajo) y sus corporaciones (Inda, 2012).
A pesar de que el gobierno adjudic toda la responsabilidad a
las ambiciones polticas de Moyano que sin duda las hubo la situacin material de la clase obrera (Lpez y Cantamutto, 2013) y la
presin de demandas en las organizaciones de base (Castillo, 2012)
ponen en duda esta interpretacin. No puede negarse el peso relativo
del movimiento de comisiones internas y cuerpos de delegados que
disputan los sindicatos a nivel de base (Casas, 2011; Castillo, 2012;
Montes Cat, Lenguita y Varela, 2010; Payo Esper, 2013). La tensin
con el sector sindical se increment en la medida en que la competencia entre burocracias y con el sindicalismo de base super los beneficios del acuerdo con el gobierno. As, despus de aos de distancia,
la CTA combativa y la CGT de Moyano convergieron en protestas callejeras, con demandas de aumento salarial y contra el impuesto a las
Ganancias (Tagina y Varetto, 2013).21
Dentro del proceso venezolano, las fricciones reaparecieron con
la propuesta de reforma constitucional de 2007. All se estableca la
constitucin de los consejos socialistas de trabajadores apoyados por
el gobierno que competiran con los sindicatos. Sectores de la UNT
siendo el dirigente Orlando Chirino su cara ms visible y la CTV,
denunciaron la pretensin de cooptar al sindicalismo, violentando su
autonoma y minimizndolos como espacios de lucha y reivindicacin laboral (Lucena, 2008; Iranzo, 2011; Chaguaceda y Ponce, 2013).
Las crticas al giro estatalista del proceso derivaron en el progresivo
declive de la UNT y la emergencia de una nueva central con el visto
bueno del chavismo: la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores
y Trabajadoras (Teitelbaum, 2014).
La aprobacin de una nueva Ley Orgnica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras supuso para los sectores crticos del
movimiento obrero la pretensin de repetir el esquema que violentaba la autonoma sindical de la propuesta rechazada de reforma
constitucional de 2007 (Chaguaceda y Ponce, 2013). Con argumentos
legalistas, el gobierno buscaba aplacar las numerosas protestas que
demandaban mejoras salariales y discusin de contrataciones colectivas vencidas.22 En este marco, confluyeron grupos del sindicalismo
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cercanos al gobierno, particularmente del sector pblico, con las centrales obreras no chavistas, como la UNT y la CTV. La oposicin de
sindicatos a los gobiernos populistas pone un escenario novedoso, en
el que partidos de la oposicin buscan atraer a estos dirigentes para
validar sus demandas como populares. El xito de esta operacin an
est por verse.
4.3. Corrupcin y defensa de la repblica
En interpretaciones clsicas del populismo se ha enfatizado la supuesta existencia de componentes contrarios a las tradiciones democrtica, liberal y republicana, habida cuenta del nfasis personalista del
liderazgo populista, que sobrepasara las instituciones en apelaciones
directas a las masas, omitiendo controles y contrapesos as como avasallando derechos individuales. Estas interpretaciones han pasado a
formar parte del sentido comn sedimentado, que facilita el registro
de ciertos fenmenos bajo estos discursos. Una parte relevante de la
oposicin partidaria con arraigo en tradiciones liberales y republicanas toman fuente en estos sentidos comunes para movilizar la oposicin a los gobiernos populistas.
Algunas crticas por un supuesto autoritarismo se inscribiran
en la tradicin que conjuga democracia y liberalismo. Las denuncias
de discrecionalidad respecto de ciertas polticas pblicas se centraran sobre este eje, particularmente abundantes respecto del manejo
de los controles de la balanza de pagos.23 Frente a un previo uso
reducido de los mecanismos institucionales de la democracia, canalizados en abstencionismo y protesta social, las rupturas populistas
han reconducido la participacin poltica dentro de las instituciones.
En el caso venezolano, esto se evidenci en la reactivacin y creacin
de mecanismos de la propuesta de democracia participativa (consejos locales de planificacin pblica, mesas tcnicas, consejos comunales, etc.).
Habra tres grandes ejes de conflicto con el liberalismo: respeto
de los derechos de propiedad, de expresin y de integridad fsica.24
Los primeros estaran cuestionados no slo por acciones ms radica-
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les como las expropiaciones y nacionalizaciones ampliamente desarrolladas en Venezuela y con algn caso simblicamente importante
en Argentina, como YPF, sino incluso por los intentos de fiscalidad
progresiva (fuente del conflicto del agro en Argentina) y leyes con fines
parafiscales (caso venezolano con LOPCYMAT, etc.).25 Al margen de
los alcances de estas polticas, el capital afectado promovi un reclamo permanente en defensa de su derecho a la propiedad.
Los medios de comunicacin divulgaron de manera reiterada
esta problemtica, asocindola a un supuesto proceso de vulneracin al derecho de libertad de expresin. El impulso a los medios de
comunicacin estatales ha sido innegable en ambos casos, aprobndose adems en Argentina una novedosa ley de comunicacin audiovisual. En Venezuela se estatizaron varias corporaciones mediticas
acusndolas de participar del golpe de 2002. Adems de los propios
medios de comunicacin afectados, gran parte de la oposicin patronal alega dificultades para poder difundir sus propuestas. En el
caso venezolano, los sectores universitarios tambin se movilizan
por estos motivos.
El avasallamiento de libertades estara sostenido en una supuesta
ausencia de divisin de poderes al interior del Estado. Todas aquellas
medidas en las que los poderes pblicos coinciden en un mismo sentido son ledas como un sojuzgamiento del Ejecutivo sobre el resto.
Este componente constitucionalista critica el hiperpresidencialismo
del populismo, proponiendo una lectura que exacerba el componente
refundacional que es tambin ledo como una bsqueda de poder personal de los lderes (Fair, 2009b).26 De hecho, en Venezuela el programa de la MUD en las ltimas elecciones denunciaba al chavismo de
no respetar la separacin de poderes contemplada en la Constitucin
(MUD, 2012).
En este sentido, este supuesto atropello se vinculara con el componente republicano de las protestas, especialmente centrado en problemas
de tica y justicia pblica. La corrupcin ha sido uno de los ejes de mayor
conflictividad en ambos casos. En Argentina, los mayores escndalos recientes en este sentido fueron por la tragedia ferroviaria de Once, donde
murieron 51 personas, y por la aparente asociacin ilcita del vicepresi25 Se refiere as a leyes, como la Ley Orgnica de Prevencin, Condiciones y Medio
Ambiente del Trabajo, la Ley Orgnica de Drogas, que establecen contribuciones a las
empresas a fondos especiales ms all de los tributos tradicionales.
26 Por ejemplo, la aprobacin de la Ley de Medios argentina en el Congreso y su
validacin en la Corte Suprema fue interpretada por el multimedio Clarn bajo este
argumento. La aplicacin desigual de esta ley, segn las cercanas polticas de los
dueos, permiti a Clarn homologar su reclamo con una denuncia a la corrupcin
(Aboy Carls, 2014).
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manifestantes, se asocia la poltica social de los gobiernos populistas con una suerte de defensa de los criminales contra las vctimas
(asociando pobreza a criminalidad).31 El problema ha ganado mayor
visibilidad en el espacio pblico en los ltimos aos. El recrudecimiento del fenmeno inflacionario, el estallido de la crisis y el riesgo
de despidos, junto al discurso de confrontacin permanente, confluyeron en un escenario de mltiples riesgos asociados a la inseguridad.
Ms all de la criminalidad objetiva, esta demanda se ha convertido
en el centro de las protestas en ambos pases, como se puede ver en
los Grficos 1 y 2.
5. Comentarios de conjunto
El presente texto tiene por objetivo mostrar empricamente la posibilidad de articulacin de demandas a partir de situaciones problemticas no canalizadas por los procesos gubernamentales populistas. Tras
sucintos trazos tericos, mostramos cmo en los procesos polticos de
Argentina y Venezuela se alza un conjunto de reclamos que los gobiernos no resolvieron, apareciendo la posibilidad terica de un proceso
de ruptura populista ante un gobierno populista. La no coincidencia
de la posicin popular en la lgica poltica con su topos sociomtrico
resulta un escollo que traba la ruptura, y alimenta preguntas para la
misma teora: Dentro de qu lmites pueden los populismos como gobierno tramitar demandas? Es posible una ruptura populista cuyos
sujetos actuantes no sean los sectores populares? Cmo resuelve
la teora del populismo este salto entre la lgica formal poltica y la
situacin, en definitiva, de clase?
El anterior detalle no pretende ser exhaustivo de las problemticas actuales en Argentina y Venezuela, sino que simplemente resume las que aparecieron pblicamente como ms significativas. Nada
propio en las demandas que produzca esta confluencia, ms que la
posibilidad de perder especificidad en la relacin. En el pas austral,
por ejemplo, las marchas del 13S y el 8N mostraron la convergencia de todas las demandas listadas, menos las ligadas a los conflictos
socio-ambientales. En Venezuela, todas las listadas fueron parte de
las movilizaciones de fines de 2013. En este sentido, la lgica formal
impera la posibilidad de esta convergencia, siendo que reclamos que
podran ser contradictorios al menos en sus posibles soluciones
logran entenderse como parte de una misma exclusin. La operacin
31 En Argentina, adems, en un nada trivial giro lingstico, se habl de que el
gobierno defenda los derechos humanos de los delincuentes en lugar de los de la
ciudadana, en obvia referencia a la reapertura de los juicios por los delitos de lesa
humanidad.
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La democracia en la miseria
Las construcciones de la
representacin poltica, el poder
y las prcticas clientelares
en una municipalidad chilena
Introduccin
Desde la llegada del gobierno representativo, una de las preguntas
formuladas tanto en la teora como en la ciencia poltica es cmo
se construye la representacin en esa forma de gobierno? En buena
medida, esta es la pregunta que recorre las prximas lneas. Consideramos que la respuesta no se construye desde lugares abstractos
que generan modelos electorales. Por el contrario, nuestra intencin
es mirar la construccin de la representacin en espacios concretos,
en lugares donde los ciudadanos suelen ser personas en condiciones
de marginalidad con mltiples necesidades y, por ende, con la formulacin de diversas demandas a quienes en ese espacio encarnan
al gobierno: los poderes municipales. Nuestro problema de investigacin se construye a partir de la forma en que se da la relacin entre los
representantes y los representados a nivel micropoltico por medio del
procesamiento y resolucin de demandas en el mbito del poder local
y durante el ejercicio de gobierno (y no en la eleccin).
Proponer en estos trminos la representacin nos lleva necesariamente al debate en torno al clientelismo. Algunos estudios sobre clientelismo en Chile consideran el fenmeno clientelar como una estrategia que refuerza la situacin de dependencia de los sectores populares
hacia la institucin municipal en contextos de alta vulnerabilidad impulsada por la capitalizacin de la poltica social por los alcaldes, aun159
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que pueden generarse procesos de movilizacin que generan estrategias de empoderamiento aunque con efectos limitados (Barozet 2000,
2003, 2004, 2008; Durston 2005a, 2005b; Prez Contreras, 2013). Esta
es una de las principales tensiones tericas para pensar este tipo de
intercambio a nivel microsocial: empoderamiento o subordinacin?
Nuestro estudio de caso se sita en la municipalidad de Renca, en
Santiago de Chile, en funcin de ser un caso excepcional (Gundermann,
2001): es la comuna con el gobierno UDI ms largo de la Zona Metropolitana de Santiago de Chile y el ndice de Desarrollo Humano ms bajo,
fenmenos que plantebamos podran maximizar el fenmeno clientelar.1
El argumento que pretendemos desarrollar es que en la construccin
del lazo representativo a nivel microsocial por medio de la resolucin de
demandas de los ciudadanos en la comuna de Renca, las Juntas de Vecinos2 han tomado un papel relevante, ya que su cercana a la municipalidad en general y a la alcaldesa en particular permite visualizarlos
como espacios privilegiados de canalizacin de beneficios materiales. En
este contexto, las presidentas de las Juntas sern las principales intermediarias que analizaremos en este texto, son las brokers de la poltica, en la
medida que construyen como trabajadoras por lo social (canalizacin
de beneficios por y para el barrio) y por lo poltico (aconsejar o pedir
el voto por la alcaldesa). A partir de ello, la pregunta que nos formulamos es: Cmo se construye la representacin por medio de brokers en
espacios de amplia marginacin? Para ello analizamos el vnculo entre
ciudadanos y gobierno municipal a partir de la inclusin, procesamiento
y resolucin de demandas en Renca, Santiago de Chile.
Otros estudios de este libro entienden la representacin vinculada
al tema de la articulacin laclauiana, donde median identidades polticas orientadas a coyunturas donde actores de movimientos sociales y
sus organizaciones buscan construir nuevas formas de representacin
en disrupcin con formas tradicionales (Martos y Makuc, 2014), o en su
forma de lgica de integracin poltica (Cantamutto y Velzquez, 2015).
Son enfoques macro y estn en la arena de la representacin en su dimensin de instrumento que constituye una sociedad, frente al cual nosotros pretendemos visualizarlo en un aspecto micro de relacin social
intermediarios-patrn poltico buscando examinar la construccin del
contenido de la representacin en los primeros, que pretendidamente
permitir observar elementos no mostrados por un enfoque macro.
1 El tema del vnculo entre clientelismo y la UDI ha sido destacado por Luna (2010) y
Alcorta et al. (2012). Por otro lado, la opcin por tomar una comuna pobre responde a la inquietud por comprobar la asociacin ampliamente supuesta entre clientelismo y pobreza.
2 De aqu en adelante se usarn como sinnimos juntas de vecinos, Juntas Vecinales y Juntas.
160
La actividad representativa, este actuar en inters de los representados, de una manera sensible ante ellos (Pitkin, 1985: 232), se encuentra
abierta a disputas conceptuales, quin y bajo qu criterios se faculta a
alguien para hablar en inters de los representados?, dnde estn esos
lmites entre actuar sensiblemente y actuar en inters de?, puede haber oposiciones entre ambos? Existen dos posturas encontradas en torno al gobierno representativo. Por un lado, y de forma muy resumida,
existe acuerdo entre algunos autores sobre la relacin entre democracia
y representacin a partir de las elecciones: La tesis que relaciona la
democracia con la representacin sostiene que en democracia los gobiernos son representativos porque son elegidos (Manin, Pzeworski y
Stokes, 2002: 19). Ms que una sola eleccin, la representacin provendra de las elecciones peridicas y, por ende, de la posibilidad de premiar o castigar a las autoridades electas, lo que se ha desarrollado como
accountability vertical. Esto supone toda una serie de elementos institucionales relacionados con la informacin de los votantes, las opciones
programticas expuestas por los partidos, la formacin efectiva de la
accountability o responsabilidad electoral, del mandato, y la existencia
de otras formas de control gubernamental como el Estado de derecho,
una sociedad plural y el respeto efectivo a una serie de derechos bsicos
como la libertad de expresin, el derecho a la asociacin, a la manifestacin y, en general, a los derechos polticos de votar y ser votados3.
3 No buscamos profundizar en las posibilidades y lmites de esta postura, este no
es el objetivo central del texto. Para conocer esta postura y sus lmites, vase Vzquez
(2007, 2008, 2009 y 2010).
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Por otro lado, existe otro conjunto de autores para quienes las
elecciones no solo no constituyen la condicin necesaria y suficiente
para generar representacin en los gobiernos, por el contrario, la lgica representativa le imprime al gobierno un talante elitista y contramayoritario en la medida que dejan fuera de las decisiones polticas a
la mayora de las personas. Bajo esta lgica, el gobierno representativo no es un gobierno democrtico, sino todo lo contrario: su principal
objetivo es garantizar la autonoma gubernamental frente a las pasiones momentneas del pueblo4.
Sin embargo, no es el momento fundante de la eleccin el que nos
interesa para analizar la construccin de la representacin; por el contrario, es el gobierno electo y en accin donde queremos centrarnos.
Pensado as, se puede observar al gobierno representativo en al menos
dos momentos: la eleccin y el ejercicio de gobierno. En ambos casos la interaccin se da no slo en una dinmica institucional-formal,
sino tambin en la interconexin con ciudadanos y poderes fcticos5.
Cuadro 1
La democracia como mtodo de eleccin y como forma de gobierno
T1
ELECCIN
TOMA DE DECISIONES
Cuatro o seis aos de gobierno
ELECCIN
TOMA DE DECISIONES
Cuatro o seis aos de gobierno
Ejercicio de control
democrtico respecto
al gobierno saliente.
Ejercicio de control
democrtico respecto
al gobierno saliente.
Ciudadanos
T2
Poderes fcticos
(grupos econmicos y
movimientos sociales)
Ciudadanos
Poderes fcticos
(grupos econmicos y
movimientos sociales)
El carcter didico y singular de la relacin representado-representante que se construye en los anlisis electorales as como el vaco
en el que operan representa una mala analoga del proceso repre4 Igual que en el caso anterior, no buscamos profundizar la construccin especfica
del argumento de esta corriente. Si al lector le interesa, puede acudir a: Vzquez
(2011 y 2013); y Vzquez y Serrano (2011).
5 Sabiendo de antemano que entre los ciudadanos y los poderes fcticos y entre
los distintos poderes fcticos lo que perduran son relaciones asimtricas de poder
que otorgan mayor capacidad de influencia a determinados actores en contextos
especficos. Para profundizar en este tema, vase Vzquez (2009).
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Mediador
Lealtad
Clientelas
Red de resolucin de
problemas
Un aspecto central es que en la conformacin y organizacin gubernamental se observarn determinadas restricciones a ciertas demandas y mayores facilidades a otras. Como observa Easton (1969), el
sistema poltico es una maquinaria que puede aceptar, procesar, inhibir o frustrar demandas polticas7, en funcin de que el carcter de la
estructura poltica y la distribucin del poder en ella moldea ciertas
restricciones a las que debe ajustarse la discusin poltica, as como
que algunos individuos o grupos tienen mayor capacidad que otros
a la hora de formular y articular demandas: [] las personas que
desempean estos roles controlarn en importante medida la cantidad de demandas al sistema. En las sociedades modernas podemos
identificarlos como grupos de intereses, partidos, lderes de opinin
o medios masivos de comunicacin (Easton, 1969: 168). En una t-
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No hay duda de que esta capacidad de discrecionalidad de los representantes y los intermediarios en la construccin del lazo representativo, por un lado, engarza la relacin representacin-democracia con
el tema del poder. En la medida en que interlocutores diversos poseen
capitales social, econmico y poltico mayor al de los representados, as
como acceso privilegiado al campo de la toma de decisiones pblica,
tambin tienen capacidad de articular ciertas demandas, o mantenerlas fuera del espectro de decisiones polticas. Por el otro, a partir de las
distintas formas y grados de articulacin se generarn tambin grados
variables de legitimidad y disputa. Sin duda los estudios sobre el clientelismo son relevantes para entender este tipo de relaciones, de all que
debamos dedicar al menos algunos prrafos a ello8.
clientelismo, representacin y democracia
8 Hay que tener cuidado con relacionar, de forma tan inmediata, representacin,
demandas, marginalidad y clientelismo. Si bien es cierto que en contextos de
marginacin la resolucin de demandas suelen tomar formas clientelares, tambin lo
es que muchas de estas demandas son constitutivas de derechos fundamentales (como
el derecho al trabajo, a la salud, a la vivienda, de acceso al agua, a la alimentacin, por
mencionar algunas). Por ende, son demandas que debieran ser articuladas sin lugar
a dudas por los gobiernos generando los mecanismos institucionales necesarios para
solventarlas. El problema, pues, no es que estas demandas se produzcan, sino que
en su articulacin y procesamiento tomen la forma de clientelas polticas. Asimismo
como veremos en el texto, tambin es importante considerar que no hay una sola
forma de clientelismo, por lo que no hay un solo tipo de relacin clientelar.
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miento de demandas est conformada por el patrn, que son los alcaldes; un lder, que son los intermediarios o brokers, en nuestro caso
las presidentas de las Juntas de Vecinos; y la clientela, los ciudadanos
que presentan sus demandas.
Representacin microsocial en contextos de marginacin
Cabe ahora preguntarse, esta capacidad discrecional de procesamiento de demandas es autnoma del contexto poltico donde se plantea
la relacin representante-representado? Rpidamente diremos que
no. Por eso es necesario situar el tipo de relaciones que analizaremos
en, por lo menos, dos aspectos: se trata de una relacin microsocial,
es decir, la relacin que se da a nivel municipal entre representantes
y representados a travs de intermediarios los presidentes de las
juntas de vecinos; y se trata adems de una relacin que se da en
un contexto de marginalidad, el marco en el que se llev a cabo la
tercera ola democrtica donde el grueso de los pases en transicin
mantenan a su poblacin en condiciones de pobreza. Comencemos
por este ltimo.
La tercera ola de la democracia en Amrica Latina se dio en contextos de marginacin y exclusin estructural en un ambiente de toma
de decisiones en materia de poltica econmica acotado por el neoliberalismo. El tema de las precondiciones democrticas no es nuevo,
arranc desde la dcada del cincuenta donde probablemente el texto
inaugural es El hombre poltico de Martn Lipset (1959), que marc
el camino para los estudios de cultura cvica, en especial los textos
de Sidney y Verba (1963 y 1989). El principal argumento de esta corriente es que para que una democracia sea estable se requiere de una
amplia clase media. El aparato terico que la sostiene es el conocido
votante medio. En la medida en que haya una amplia clase media,
los extremos tanto de derecha como de izquierda quedarn neutralizados por las preferencias del votante medio. Sin embargo, esto
supona que la opcin democrtica quedaba cerrada tanto para Amrica Latina como para frica y Asia. Peor an, con el argumento de
generar rpidamente esa clase media, se permiti la generacin de
dictaduras que hicieran las reformas econmicas necesarias que se
supona gestaran los cambios econmicos que forjaran procesos
acelerados de crecimiento econmico.
En cambio, la tercera ola democrtica se sustent sobre la posibilidad de que la democracia existiera an en condiciones de amplia
marginacin. Para ello, la idea de democracia qued profundamente
acotada a la celebracin de elecciones peridicas y limpias donde se
cumplieran los derechos polticos y civiles necesarios para celebrarlas. A esta disminucin de la idea de democracia se sum la necesidad
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de que los primeros gobiernos democrticos provinieran de una coalicin gubernamental de derecha moderada para no poner en riesgo
la transicin por presiones distributivas (Kaufman, 1986; ODonnell,
1979; Przeworski, 1986). El punto central es enfatizar que la construccin micro-poltica de la representacin que vamos a analizar se desarrolla en estos contextos de marginalidad, de exclusin estructural
propias de esta tercera ola democrtica.
Adems, el nivel de la relacin representantes-representados que
vamos a analizar es el micro-poltico, a partir de la construccin de
la representacin a nivel municipal. En Chile las municipalidades
poseen amplias atribuciones a la hora de proveer servicios pblicos,
gestionar la poltica social y tratar los problemas de los ms carenciados, organizar y articular las formas de representacin local, as
como planear y ejecutar los planes y proyectos de la comuna. As, lo
que tenemos como objeto de estudio es la construccin de la relacin
representante-representado a nivel municipal o microsocial en
una democracia en contextos de marginacin.
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El concejo es el rgano encargado de hacer efectiva la participacin de la comunidad local, y ejercer funciones normativas, resolutivas y fiscalizadoras y otras atribuciones que se le encomienden, en la
forma que determine la Ley de Municipalidades17. En relacin al primer punto, la Ley Orgnica de Municipalidades seala que los concejales deben interpretar a los habitantes de la comuna y para ello deben
conocer sus inquietudes y favorecer algunos intereses que mejor los
representen18. Sobre el segundo, sus funciones normativas recaen en
su acuerdo para dictar las ordenanzas municipales y del reglamento
que establezca la organizacin interna de la municipalidad, el Plan
Comunal de Desarrollo, el Presupuesto Municipal y los de Salud y
Educacin, los programas de inversin, el Plan Regulador Comunal,
y las polticas de Recursos Humanos, prestacin de servicios municipales y de concesiones, permisos y licitaciones, todos los cuales son
propuestos por el alcalde.19 Como fiscalizador, examina la gestin municipal, en rubros como la ejecucin del presupuesto municipal y los
planes y programas de inversin.
Sin embargo, la distribucin del poder local recae en la figura del
alcalde, quien representa la mxima autoridad local, le corresponde la
direccin y administracin superior y la vigilancia del funcionamiento
municipal.20 En particular, queda en sus manos la identificacin de los
sectores ms vulnerables y focalizacin de los subsidios sociales, especialmente monetarios y habitacionales,21 y algunos apoyos, como el del
consumo de agua potable22, dependen enteramente de la municipalidad en su administracin, concesin, extincin y pago. Otros, como el
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organizaciones
comunitarias.
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Antes de ser alcaldesa, Vicky Barahona fue concejal (perodo 19972000), introducindose y, segn algunos de sus adherentes, ingresando a la poltica desde el servicio pblico, pues haba trabajado como
mdico. Esto tendra relevancia a la hora de captar adherentes. En un
clima no privativo de la comuna de Renca o Chile de copioso desprestigio a la actividad poltica y los polticos, los entrevistados dan
cuenta de la asociacin entre poltica e instrumentalidad (bsqueda
de beneficios privados = inters) y servicio pblico con bien comn
(desinters). As, no faltara dentro de sus seguidores quien esgrimiera la idea de que la doctora se preocupa de la comuna como lo hara
con sus pacientes. De all tambin que se sealaran en ella rasgos de
proteccin y cuidado.
En las elecciones para alcalde Vicky Barahona obtuvo el 61%
de los votos en 2004, 65% en 2008 y 52% en 2012. Sin embargo, un
aspecto llamativo es que cuando se vota en las elecciones comunales
es a favor de la alcaldesa, y no por el partido de la UDI. Tanto las entrevistas a sus seguidores como opositores dan cuenta de la alcaldesa
como una marca en s misma. De este modo, hay un fuerte elemento
de personalizacin de la poltica de la municipalidad en tanto los logros son comnmente proyectados como la labor de su alcaldesa,
Vicky Barahona, o la alcaldesa de todos, Vicky Barahona. Asimismo, de acuerdo a varias presidentas de JV las ayudas y apoyos municipales son entregados habitualmente por la alcaldesa, y la forma
de comunicacin a la municipalidad adquiere en general un tamiz
personal, pues ante una urgencia, peticin o necesidad, el camino rotulado es mandar una carta dirigida a Vicky Barahona, quien ms
que canalizar manda a la instancia correspondiente el tratamiento
y solucin de la problemtica definida, borrando con ello la esfera de
actuacin de los espacios municipales en tanto su actuacin depende
de la alcaldesa.30
30 Todo por cartas, uno manda carta y la Vicky le responde porque ella lee
todas las cartas, no tiene asesores que a ella les vean, ellas las lee todas, y ella las
deriva, depende del problema de cada persona, las deriva y canaliza (Elvia), t
le mandas una carta y ella te responde, te dice a tal persona dirjase, ella le va a
solucionar el problema en nombre de la alcaldesa [] ella tiene que dar la orden
(Sandra), ella canaliza, ayudar a la seora con el agua, conseguir una hora o una
silla de ruedas (Karina). La ayuda personalizada, lejos de la fra impersonalidad
burocrtica, se reviste, desde la percepcin de los intermediarios, de cario,
preocupacin, sacrificio. No deben ser subestimados los apoyos en trminos de su
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En su proceso hacia la presidencia de la Junta de Vecinos, todas sealan haber estado involucradas en labores de asistencia y dirigencia social, organizacin de pobladores y formas de interpelacin a la autoridad, aunque en formas que consideran legtimas, y sin una tendencia
poltica definida, de lo que se desprenden consecuencias en la forma
en que entienden los problemas de la gente y cmo se resuelven, as
su papel como dirigente y el rol de la Junta como tratador de problemas.31 En esta sintona, las cuestiones que los animaron a introducirse
en el mundo de la resolucin de problemas se relacionan con temas
concretos, sin en su lectura estar atravesados por aspectos proyectuales o ideolgicos.32
Otro aspecto relevante en sus procesos de conformacin como
presidentas de las Juntas de Vecinos proviene de la construccin de
su relacin con la alcaldesa, con La Vicky. En algunos casos esto se
logra por medio de una invitacin expresa de la alcaldesa; en otros,
la llegada a la Junta es slo la continuidad de los factores azarosos
significacin para los beneficiados, bajo fuertes privaciones materiales, imagnate
que las viejas nunca salen, la Vicky nos invita al restaurant, a bailar, a comer, con
locomocin en la puerta de tu casa, quin no va a ir? (Karina), somos una de las
comunas que da unos juguetes preciosos (Amanda).
31 Nos dicen, yo fui dirigente en Balmaceda tres aos, cualquier cosa estaba ah,
metida en las cosas de vecinos (Laura), siempre me gust la labor social, junt a la
gente [] uno lleva como en la sangre el trabajo social (Elvia), mi trayectoria ha
sido larga, viene de cepa, viene de mi pap, l fue dirigente (Carolina).
32 yo tan slo quera que hicieran una plaza, si todo parti por una plaza aqu en el
sector, deca pucha, por qu no me ayudan a limpiar aqu (Karina), el color poltico
mo es bien poco lo que ha interesado en el tema de que yo me haya involucrado aqu
en la poblacin, el tema ms bien fue que siempre tuve un liderazgo donde me gustaba [] llegu a poner inyecciones, a hacer tratamiento a los enfermos, de ah fui trabajando un tiempo por honorarios en el hospital Bulnes, y cuando haba huelgas en el
hospital en esos aos yo siempre haca prestacin de servicios, as fui involucrndome
con el tema (Sandra).
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La intermediacin realizada por las presidentas de las Juntas de Vecinos promueve que 1) el necesitado debe participar en la resolucin
de sus problemas, sin tener que esperar todo de los apoyos y benefi35 Agilizo la gestin cuando le digo, ya, vamos a hablar con tal persona, hola, le
mand una carta a la alcaldesa, y estoy esperando respuesta, ah, ya, y empiezan a
buscar la respuesta (en la muni) [] vaya con tal persona, dgale que vino a hablar
conmigo a la Junta de Vecinos, que yo le pido que por favor la reciba, o yo misma
hablo por telfono (Karina), a veces lo acompao yo, para que lo atiendan ms
rpido, no se demoren tanto (Sandra), yo tengo soluciones rpidas para la gente,
yo pido y me dan la ayuda al tiro (Elvia), ya uno tiene un contacto en un sector, en
otro, todo a travs del municipio [] trabaj en el hospital, entonces yo llevo una nia
que necesita un examen urgente, el comn, le dice la vamos a llamar cuando est la
hora, en cambio yo voy y le digo mira yo tengo este examen, me lo puedes pedir, la
hora?, como amiga?, ya, me dice, y me trae de vuelta el documento con la hora y con
el da, uno va canalizando, haciendo redes tambin (Laura), yo tengo ms acceso
a hablar con la consejera social, le consigo la cita ms rpido, si yo puedo ayudarla en
una situacin grave la voy a ayudar, pero bajo mis posibilidades (Carolina).
36 Yo todo los aos hago paseos, ya s quin ha ido y quin no ha ido, algunas quieren meterse y digo no, no, tengo que buscar gente que nunca ha ido [] el marido sin
pega por ejemplo, yo personalmente voy a la municipalidad, oye, en el pasaje tanto,
hay un caballero que se qued sin pega, tiene 4 cabros chicos, por qu no me dan
un paquete? ya, me dicen, no preguntan datos, nada, tiene esa confianza conmigo la
municipalidad, tome su paquete de mercadera, yo lo retiro y se lo entrego a la gente
(Sandra), dije que ella no puede ir pero por telfono la contactaba con la asistente
social, y me dieron la plata a m, y as a un abuelito que muri le consegu la cama de
la misma manera, le cont la historia y me dieron la cama a m, van dndose cuenta
que pueden confiar en uno, no anda con trampas ni con malas maniobras dentro
del municipio [] yo conozco aqu a todos mis vecinos, s cul tiene necesidad y
cul se aprovecha (Laura), uno revisa que vaya quien no ha ido, quien lo necesite.
Haba una seora, que se quera subir y tuve que explicarle, que no lo necesitaba
(Amanda), lo que pasa es que yo s la necesidad y la no necesidad que tenemos, la
comodidad y no comodidad (Carolina).
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que pone en juego tanto lo que los referentes dicen saber sobre sus
vecinos, como la capacidad de stos para presentarse pblicamente
como verdaderamente necesitados. Ambos autores coinciden en sealar tambin que esta resolucin no se da de una vez y para siempre,
sino que es objeto de controversias y negociaciones en las interacciones cotidianas.
La intermediacin va la reputacin de la alcaldesa y el intermediario, el uso de los mecanismos establecidos, la espera y la promocin del auto-emprendimiento inhibe las posibles disputas en torno
al esquema de tratamiento de resolucin promovido. En este sentido,
la ausencia de disputas acompaa el xito de las presidentas de las
Juntas como mediadoras.
Lealtad, subordinacin en la intermediacin
y apoyo electoral
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ella, su capacidad de tramitar efectivamente las demandas refuerza su papel local de canalizadora de demandas con potencial
efectivo de resolucin.
El segundo eslabn se sigue construyendo bajo criterios personalizados a partir de un valor fundamental: la lealtad, la fidelidad que las
presidentas de las Juntas de Vecinos guardan a La Vicky. Probablemente este es uno de los hallazgos ms interesantes, la relacin que
se teje entre las presidentas y la alcaldesa no es de corte meramente
instrumental el intercambio racional, sino un acuerdo fundado
en ese valor, el de la lealtad.45
Estos dos eslabones de la representacin se construyen bajo criterios pretendidamente despolitizados: el objetivo es solucionar un problema social. La construccin de la representacin autoridad-ciudadana, desde el punto de vista de los intermediarios polticos, adquiere
un tono personal y sin que medien clivajes polticos o ideolgicos. Sin
embargo, es claro su carcter poltico en cuanto a que abonan al mantenimiento de una forma de estado particular, subsidiario o neoliberal, un liderazgo local y participan en redes que pueden ser activadas
con fines clientelares.
Sin embargo, habra que ser cautos con estas conclusiones.
En especial, debera reflexionarse en torno a dos preguntas: todo
el clientelismo funciona igual? y todo clientelismo es malo? Ante
la primera pregunta rpidamente podramos responder que seguramente no. El clientelismo analizado en este captulo es el proveniente
de un partido de derecha a partir de una reforma de descentralizacin municipal realizado por una dictadura. Lo siguiente sera mirar
qu pasa con los procesos de articulacin de demandas en gobiernos
de izquierda. De aqu que no tengamos, con este estudio de caso, respuesta para la segunda pregunta. No obstante, lo que s vale la pena
adelantar es que el clientelismo la resolucin de demandas generadas especialmente por grupos marginales ha sido la forma en que
se generan procesos de distribucin de la riqueza. Ms que pensar
en buen o mal clientelismo, lo que queda pendiente es pensar en los
procesos por medio de los cuales se pueden garantizar los derechos
econmicos y sociales en los gobiernos representativos de las democracias en la miseria.
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pero en esta investigacin no se hicieron entrevistas a los primeros.
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Hctor Briceo
Desde la sociedad
y contra el Estado
o a la inversa?
Los Consejos Comunales
y la Democracia Participativa
en Venezuela*
1. Introduccin
En las elecciones del 2 de diciembre de 1998, el candidato Hugo
Chvez Fras alcanz la Presidencia de la Repblica de Venezuela luego de liderar el fallido golpe de Estado de febrero de 1992 y de apoyar
la campaa abstencionista para las elecciones presidenciales de 1993.
La victoria de Hugo Chvez en 1998 se caracteriz por una abstencin ligeramente menor a la del ao 1993, colocndose como la
tercera ms grande de la historia electoral venezolana (ver grfico 1
en pgina siguiente).
El perodo que va de 1993 a 2000 representa los aos de mayor
abstencin1, indicando que en sus inicios a pesar de que Hugo
* El autor agradece al Centro de Desarrollo Cientfico y Humanstico de la Universidad Central de Venezuela (CD-CH/UCV) por el financiamiento otorgado a travs
del Proyecto PG-26-8160-2011/1 Calidad de la Democraca y Participacin en Venezuela: el caso de los Consejos Comunales para el desarrollo de esta investigacin, as como al proyecto de Opinin Pblica de Amrica Latina (LAPOP) y
a sus principales donantes (la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Banco
Interamericano de Desarrollo y Vanderbilt University) por poner a disposicin los
datos utilizados en parte de este trabajo.
1 Respecto a elecciones presidenciales.
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Chvez representaba un liderazgo crtico ante el sistema poltico constituido, un genuino outsider, los sectores ms desencantados con el
sistema y la democracia se mantuvieron al margen. As, aunque logr
obtener la victoria en 1998 y luego en 2000, tan slo logr reincorporar poco ms de 3% del electorado, aunque luego los perdera en las
elecciones de 2000, al aumentar la abstencin al 43,7%2. Hugo Chvez
lleg a la presidencia de la Repblica con el apoyo de sectores que se
encontraban an dentro del sistema poltico, pero buscando un cambio de orientacin.
Grfico 1
Abstencin en Elecciones Presidenciales. Venezuela 1958-2013
En diciembre de 1999 se realiz el Referendo aprobatorio de la Constitucin Nacional, con el que cumplira su promesa electoral al conseguir el 71,8% de los votos y una abstencin del 55,6%. La nueva
Carta Magna representara la piedra fundacional del nuevo modelo
poltico denominado democracia participativa y protagnica. Pero
de dnde proviene la propuesta de la democracia participativa y por
qu encontrara tan poca resistencia?
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Hctor Briceo
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previo (Lpez Maya, 2011: 26). De esta manera, la Constitucin incluye la participacin como principio fundamental, al establecer en el
Artculo 6 que el gobierno de la Repblica Bolivariana de Venezuela y
de las entidades polticas que la componen es y ser siempre democrtico, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable,
pluralista y de mandatos revocables (Venezuela, 1999).
Principio que se profundiza en el resto del articulado, sugiriendo
las formas que permiten operativizar y activar la participacin de la
sociedad en el gobierno. El Artculo 62 seala que:
Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar
libremente en los asuntos pblicos, directamente o por medio de sus
representantes elegidos o elegidas. La participacin del pueblo en la
formacin, ejecucin y control de la gestin pblica es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es obligacin del Estado y deber
de la sociedad facilitar la generacin de las condiciones ms favorables
para su prctica (Venezuela, 1999).
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Las Asambleas ciudadanas y Cabildo abierto son los mecanismos fundamentales para el ejercicio directo de la participacin,
aunque nuevamente no se realizan definiciones a este nivel de dichas instancias participativas, ni se desarrollan sus fundamentos
ni principios.
Ocurre lo contrario con las formas indirectas de participacin, las
cuales quedan bien establecidas en todo el articulado constitucional:
Referendo popular, eleccin de representantes (Presidente de la Repblica, Diputados al Parlamento Nacional, ejecutivos y legislativos
regionales Estados y Municipales).
Cuadro 1
Tipologa de la participacin ciudadana segn la Constitucin. Venezuela 1999
Tipos
Formulacin
Directa
Indirecta
Referndums, Consulta
popular, iniciativas legislativas,
constitucional y constituyente.
Ejecucin
Control
Cabildo abierto, Asamblea de
ciudadanos y ciudadanas, entre
otras.
Elecciones, Referndums,
Consulta popular, iniciativas
revocatorias, legislativas,
constitucional y constituyente.
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s mismo, intentando resolver un problema clsico de la democracia: la separacin entre la titularidad y el ejercicio del poder, y las
formas tradicionales de representacin y relacin entre Estado y
sociedad, articulados mediante los partidos polticos. En la democracia representativa, el titular del poder es el pueblo, que lo ejerce
a travs de sus representantes. Estos, a travs de organizaciones
polticas canalizan y transforman las demandas, estructurando
y agrupando los pedidos de la poblacin. Por supuesto, tambin
transformndoles e incidiendo en la misma poblacin demandante incorporando nuevas demandas y conceptos. En la democracia
participativa, al contrario, el pueblo ejerce directamente la soberana: el ciudadano participante es el ciudadano que ejerce en nombre propio, por la cuota que le corresponde, el poder del que es
titular (Sartori, 1992: 30). La intencin es sencillamente eliminar
la intermediacin partidista, de forma tal que el ciudadano pueda
expresar directamente sus opiniones.
Un elemento crucial en el diseo constitucional venezolano de
la democracia participativa es la ausencia de una estructura clara de
agregacin, es decir que no se explica cmo pasar de niveles de participacin microespaciales a niveles regionales y nacionales, sin perder
sus cualidades definitorias, cmo mantener el carcter participativo
en comunidades extensas? Si bien es cierto que este problema se encuentra en los ideales mismos de la democracia, en la Constitucin
de 1999 queda plasmada como propuesta y mandato, sin que muestre
posible solucin ni ruta de navegacin.
Esta idea est recogida en el concepto de Democracia Social, la
cual segn Sartori se puede definir como:
El conjunto de las democracias primarias pequeas comunidades y asociaciones voluntarias concretas que vigorizan y alimentan a la democracia desde la base, a partir de la sociedad civil. En
este sentido, un trmino preado de significado es el de sociedad
multigrupal, o sea aquella estructurada en grupos que se autogobiernan. En consecuencia, aqu la democracia social est en la
infraestructura de las microdemocracias, las cuales sirven de base
a la macrodemocracia de conjunto, a la superestructura poltica
(Sartori, 1993: 6).
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nidades insertas en un Consejo Comunal con las demandas y necesidades de comunidades aledaas constituidas en otros Consejos
Comunales, parroquias, municipios y estados, promoviendo as una
atomizacin de la sociedad. La investigadora Nelly Arenas (2010: 35)
define esta infraestructura como aislamiento institucional, entendido como la imposibilidad institucional de agregar demandas particulares a niveles intermedios, creando una excesiva fragmentacin
de la sociedad. La mayora de los asuntos y problemticas sociales se
encuentran en un punto medio entre el poder central (Nacional) y el
comunitario, por lo que destaca la importancia de los distintos niveles de gobierno y su interrelacin. En este sentido, la autora afirma
que la democracia participativa no trasciende el radio de accin local; de modo que si a sta la entendemos como creadora de espacios
donde los ciudadanos pueden incidir en las decisiones que fundan
los arreglos polticos fundamentales, su alcance resulta limitado e
inmediatamente cita a Rosanvallon (2006):
La democracia participativa queda reducida a los problemas cotidianos pero ello no es la poltica pues la poltica no es una gestin de
copropietarios; la poltica es construir las reglas de convivencia, vale
decir la construccin de la comunidad poltica [] De ello se puede
concluir que lo impoltico es creer que la poltica es una gestin de los
problemas cotidianos y que queda reducida a los asuntos de gobernabilidad (Arenas, 2010: 76).
Otro efecto importante, tal y como se observa en la Figura 2, es el establecimiento de una relacin directa de dependencia entre Consejos
Comunales y Ejecutivo Nacional: en primer lugar, los Consejos Comunales se convierten en receptores de los lineamientos presidenciales; y
en segundo, se encuentran a la espera de la aprobacin incluso de su
registro para poder obtener personera jurdica, para ser reconocido y
funcionar12 (ver figura 2 en pgina siguiente).
Las modificaciones incorporadas en la legislacin de 2006 aumentan significativamente el control del Ejecutivo Nacional sobre la
participacin a travs de los Consejos Comunales, y los desvincula del
resto de la estructura del Estado.
12 Artculo 20: Los Consejos Comunales sern registrados ante la Comisin
Local Presidencial del Poder Popular, para lo cual harn entrega de los estatutos
y acta constitutiva aprobados por la Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas.
Copia del registro ser consignada ante el Consejo Local de Planificacin Pblica
correspondiente, a los efectos de lograr la articulacin con el Sistema Nacional
de Planificacin Pblica. El registro de los Consejos Comunales, ante la Comisin
Presidencial del Poder Popular respectiva, les reviste de personalidad jurdica para
todos los efectos relacionados con esta Ley (Venezuela, 2002).
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Figura 2
Dinmica Consejos Comunales-Estado. Ley de Consejos Comunales de 2006
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En resumen, los principales cambios en estos espacios de participacin, a partir de la ley de 2006, son:
1. La desvinculacin de los estados y municipios, y su consecuente fragmentacin sociopoltica y territorial;
2. La alta dependencia del Ejecutivo Nacional;
3. Primer ejercicio de ideologizacin;
4. Aumento de las funciones;
5. Aumento de la injerencia militar en los procesos de los Consejos Comunales.
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las bases de la sociedad socialista, democrtica, de derecho y de justicia (Artculo 5 y 7; Venezuela [2010a], nfasis del autor). La ideologizacin y partidizacin de los Consejos Comunales se hace sistemtica
e institucional en la nueva legislacin, al apuntar como finalidad de
todos sus procesos hacia la construccin de la sociedad socialista,
las comunas y el Estado Comunal21.
La comuna tiene origen en los Consejos Comunales, los cuales son los responsables junto al Ministerio del Poder Popular
para las Comunas de la iniciativa para su constitucin. Sin embargo, una vez constituido este nuevo espacio, pierden su rol en
el ejercicio del autogobierno, siendo desplazado y supeditados
a la Comuna, considerada sta como la clula fundamental de
conformacin del estado comunal, y quedando rezagado los Consejos Comunales en un lugar secundario de ejecucin de polticas
pblicas iniciadas en otros niveles de gobierno, incluidos el Estado
tradicional y el nuevo Estado comunal, convirtiendo a sus miembros en funcionarios pblicos ad honorem, simples ejecutores de
polticas pblicas.
Destaca tambin en las definiciones legales que mientras los
Consejos Comunales son reconocidos como espacios de participacin, la comuna es definida como un espacio socialista orien21 Comuna: Espacio socialista que como entidad local es definida por la integracin de comunidades vecinas con una memoria histrica compartida, rasgos culturales, usos y costumbres que se reconocen en el territorio que ocupan y en las
actividades productivas que le sirven de sustento y sobre el cual ejercen los principios
de soberana y participacin protagnica como expresin del Poder Popular, en concordancia con un rgimen de produccin social y el modelo de desarrollo endgeno y
sustentable contemplado en el Plan de Desarrollo, Econmico y Social de la Nacin
(Artculo 5; Venezuela [2010b]).
Estado Comunal: Forma de organizacin poltico-social, fundada en el Estado
democrtico y social de derecho y de justicia establecido en la Constitucin de la
Repblica, en la cual el poder es ejercido directamente por el pueblo, a travs de
los autogobiernos comunales, con un modelo econmico de propiedad social y de
desarrollo endgeno y sustentable, que permita alcanzar la suprema felicidad social
de los venezolanos y venezolanas en la sociedad socialista. La clula fundamental de
conformacin del estado comunal es la Comuna.
Socialismo: Es un modo de relaciones sociales de produccin centrado en la convivencia solidaria y la satisfaccin de necesidades materiales e intangibles de toda
la sociedad, que tiene como base fundamental la recuperacin del valor del trabajo
como productor de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el desarrollo humano integral. Para ello es necesario el desarrollo de la propiedad social sobre los factores y medios de produccin bsicos y estratgicos que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas
venezolanos y venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad
individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos econmicos, sociales,
polticos y culturales (Artculo 4; Venezuela [2010]).
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Igualmente profundizan el control por parte del Ejecutivo Nacional sobre estas organizaciones, mediante el aumento del nmero
de entes gubernamentales que hacen uso y ordenan competencias a
los Consejos Comunales, as como a travs de la regulacin en todos
los aspectos.
Otra diferencia respecto a las leyes anteriores, propuesta en el
entramado de leyes del Poder Popular, es el intento de proponer una
alternativa de agregacin para pasar de instancias microespaciales
al nivel nacional, slo que a travs de una nueva estructura distinta
a los niveles del poder pblico establecido a nivel Constitucional, a
saber, municipal, estadual y nacional. Esta nueva estructura el Estado Comunal se conforma a partir de las Comunas, las cuales se
pueden agregar en Ciudades Comunales (agregacin de Comunas);
Federaciones Comunales (agregacin de Ciudades Comunales), Confederaciones Comunales (agregacin de Federaciones Comunales),
con el objeto de ampliar y fortalecer la accin del autogobierno
comunal (Artculo 57; Venezuela [2010b]), aunque los mecanismos
para este proceso de agregacin no estn definidos an. Lo que s
queda claro es que, lejos de establecerse de forma autnoma son potestad del Ministerio del Poder Popular, contradiciendo el principio
del autogobierno23 (ver figura 3 en pgina siguiente).
En sntesis, las nuevas leyes del Poder Popular profundizan la
concepcin poltico-ideolgica de la participacin presentada en la ley
de 2006, as como el control del Ejecutivo Nacional sobre la misma.
Sin embargo, disminuye el rol de los Consejos Comunales, los cuales
ceden espacio a las Comunas, al tiempo que se convierten en brazos
ejecutores de todos los organismos gubernamentales, con funcionarios ad honorem.
Las Comunas, por su parte, se caracterizan por su carcter excluyente partidista; escasa o nula capacidad de participacin y representacin, ausencia de mecanismos de decisin popular; su condicin
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Figura 3
Estructura del Estado Comunal en las leyes del Poder Popular
Para concluir, habra que aclarar que el Estado Comunal tiene tambin divisin de poderes24. As, el Ttulo V de la Ley Orgnica de Comunas tiene como objeto la Justicia Comunal, definindola como
un medio alternativo de justicia que promueve el arbitraje, la conciliacin, la mediacin y cualquier otra forma de solucin de conflictos,
ante situaciones derivadas directamente del ejercicio del derecho a
la participacin y a la convivencia comunal (Artculo 6; Venezuela
[2010b]).
De igual manera, posee potestades legislativas y ejecutivas
(Parlamento Comunal y Consejo Ejecutivo25). Adicionalmente, el
24 La Constitucin, en su Artculo 136, define: El Poder Pblico se distribuye
entre el Poder Municipal, el Poder Estadual y el Poder Nacional. El Poder Pblico
Nacional se divide en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral
(Venezuela; 1999).
25 El Consejo Ejecutivo es la instancia de ejecucin de las decisiones del Parlamento
Comunal, con las siguientes funciones:
1.
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7. Reflexiones finales
Los Consejos Comunales se encuentran amenazados por una fuerza
que impide su funcionamiento autnomo. La misma tiene origen en el
Estado y su concepcin sobre la autonoma, que lo ha llevado a desconocer, deslegitimar y acorralar todas aquellas formas de participacin
que no se encuentran alineadas con sus objetivos de mantenimiento
del poder, e incluso en la etapa actual, promover la creacin de organizaciones sociales a su imagen y semejanza.
Como hemos revisado en este trabajo, el trnsito de los Consejos
Comunales como instancias de participacin han ido de un extremo
2. Refrendar y ejecutar los lineamientos estratgicos y econmicos establecidos
en el Plan de Desarrollo Comunal, elaborado de conformidad con el Plan de
Desarrollo Econmico y Social de la Nacin, el Plan Regional de Desarrollo y los
emanados del Consejo Federal de Gobierno.
3. Refrendar y publicar en la gaceta comunal las cartas comunales, as como las
decisiones del Parlamento Comunal que sean de carcter vinculante para los
habitantes de la Comuna.
4. Publicar en la gaceta comunal las informaciones del Banco de la Comuna que
sean de inters para los habitantes de la Comuna.
5. Formular el presupuesto de la Comuna y someterlo a la consideracin del
Parlamento Comunal.
6. Convocar al Parlamento Comunal a sesiones extraordinarias.
7. Coordinar con los comits permanentes de gestin la formulacin de proyectos
a ser sometidos a la consideracin del Parlamento Comunal.
8. Promover formas autogestionarias que provengan de la iniciativa de las
organizaciones del Poder Popular.
9. Gestionar ante las instancias del Poder Pblico las transferencias de las
atribuciones y servicios que hayan sido aprobados por el Parlamento Comunal.
10. Suscribir los convenios de transferencia de atribuciones y servicios que hayan
sido acordados a la Comuna.
11. Someter a la consideracin del Parlamento Comunal proyectos y propuestas
derivados del estudio de los Consejos Comunales y sus comits de trabajo.
12. Preparar la agenda de las sesiones ordinarias del Parlamento Comunal.
13. Articular sus actividades con los Consejos Comunales y sus comits de trabajo.
14. Resguardar el archivo de los documentos fundacionales de la Comuna.
15. Las dems que determine la presente Ley y su Reglamento (Artculo 29;
Venezuela [2010b]).
26 <http://www.el-nacional.com/politica/poder-electoral-comunal-definirse_0_333566836.
html> acceso 24 de febrero de 2014.
213
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8. BIBLIOGRAFA
Aponte Blank, Carlos 2007 La poltica social venezolana: marco
de referencia para su anlisis, Proyecto de investigacin
Redefinicin de la democracia y la ciudadana en Venezuela:
214
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215
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Leyes
Al Presidente: <http://www.alopresidente.gob.ve/>.
Asociacin Civil Civilis: <http://www.civilisac.org/>.
Consejo Nacional Electoral: <http://www.cne.gob.ve/>.
El Universal: <http://www.eluniversal.com>.
El Nacional: <http://www.el-nacional.com>.
Fundacomunal: <http://www.fundacomunal.gob.ve/>.
Ministerio del Poder Popular para las comunas: <http://www.
mpcomunas.gob.ve/>.
216
LMITES DE LA
ARTICULACIN-REPRESENTACIN
1 Esto se sustenta a su vez por la presencia de indicadores internacionales cuantitativos como el Freedom House (2013), el cual en sus dos dimensiones competencia
y participacin (derechos polticos) y libertades civiles califica a Costa Rica con
1, lo cual indica que tiene el mayor grado de democracia; el Polity IV (2011), que le
otorga al pas la mxima calificacin (10) que corresponde a una democracia consolidada; el ndice de Desarrollo Democrtico de Amrica Latina (IDD-Lat) (2013) que
ubica a Costa Rica dentro del grupo de pases que poseen un alto desarrollo democrtico, a la par de pases como Chile y Uruguay, con una puntuacin de 9.288 de un
mximo de 10.000.
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Lo anterior permitira avanzar ms en lo expuesto en otra investigacin (lvarez Garro, 2013: 195), en la cual argumento que la democracia liberal-procedimental, en lugar de institucionalizar el conflicto7, lo que hace es negarlo a travs de la invisibilizacin de sectores
que pondran en cuestin el orden democrtico. De esta manera, a
travs de la bsqueda del consenso, la forma en que el Estado maneja
el conflicto es a travs de la exclusin de aquellos grupos o sectores
sociales que estaran sealando las fracturas del mito democrtico.
Este anlisis sigue la lnea abierta por Rancire cuando define a la
democracia occidental contempornea como posdemocracia.8
Por consiguiente, un efecto que tiene la democracia liberal-procedimental es que cancela la posibilidad de generar una subjetivacin poltica, entendiendo sta como aquella que tiene por resultado
la creacin de una multiplicidad que no estaba contada en la constitucin policial de la comunidad, y por lo tanto es una multiplicidad
que resulta contradictoria, cuestionando la aparente naturalidad en
la distribucin de las posiciones (Rancire, 2007: 52-53). Este anlisis
conceptual ser ampliado en la prxima seccin, con el objetivo de
brindar un sustrato terico que permita aproximar una interpretacin
frente a las preguntas planteadas anteriormente.
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14 Freud postulaba que el sentimiento social descansa en la inversin de un sentimiento hostil hacia el otro a una ligazn de cuo positivo a travs de la identificacin
(Freud, 1921/1992b: 115). Es decir, es a travs del conflicto que se genera la condicin
de posibilidad que permite el establecimiento del lazo social: la hostilidad inherente
debe ser desplazada del interior del grupo (nosotros) hacia otro grupo al que se le
deposita (ellos). Es decir, es a travs de la identificacin de uno con el otro que se
garantiza la cohesin de la masa, a partir del establecimiento de un grupo que acte
como externalidad al que se le deposita la hostilidad que no puede ser expresada o
descargada al interior del grupo. Por lo tanto, la importancia que tiene el lmite entre
uno y el otro para la construccin de comunidad y del lazo social es crucial. Eliminar
esta diferencia, tal como lo plantean los apologistas del consenso, traera consecuencias devastadoras, ya que no slo provocara un desdibujamiento del s mismo, sino
de la comunidad en s.
15 Esta forma de interpretar al lazo social y su expresin en lo poltico, se inscribe
en la misma lnea terica desarrollada por Lefort (1981: 218-219), Derrida (1998:
147) y Rancire (2007: 58), en la cual se ampla la definicin de Schmitt de lo poltico hasta concebirlo como una forma de constitucin de lazo social que adquiere
una doble dimensin: por un lado es un estrato particular, contingente; pero que a
su vez acta como fundador o como estrato fundamental de la existencia individual
y comunitaria.
224
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Grfico 1
Acciones colectivas en Costa Rica. 2000-2012. N=5801
Fuente: Elaboracin propia, con base en Mora Alfaro (2004: 4); Mora Alfaro (2005: 2); PEN (2005: 247); Mora Alfaro (2006: 3); PEN
(2006: 293); PEN (2008: 303); PEN (2009: 316); PEN (2010: 255); PEN (2011: 246); PEN (2012: 259); PEN (2013: 229).
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En segundo lugar, se observa una alta presencia de acciones colectivas 5.801 de acuerdo a reportes de medios de comunicacin
masiva durante el perodo 2000-2012, las cuales utilizan mayoritariamente un repertorio de accin contenida formal, es decir que utilizan las vas institucionales marcadas por el Estado para expresar
su disenso, principalmente el uso de declaraciones pblicas; siendo
la minora de acciones las que transgreden la formalidad o que confrontan directamente la autoridad del Estado, como los bloqueos, las
cuales pueden ser las que reportan represin, aunque esta relacin
supondra una mayor investigacin.
Con lo cual el escenario muestra, por un lado un amplio descontento social, por otro una ciudadana que est dispuesta a realizar
acciones colectivas, siempre y cuando estn enmarcadas dentro de
lo que se considera vlido la presencia del mito democrtico como
aquel que articula el discurso hegemnico sigue mostrando su fortaleza; y en tercer lugar un Estado que utiliza como va privilegiada
para dirimir el conflicto la no-respuesta, evitando el uso extensivo e
intensivo de medidas represivas.40
Por lo tanto, si bien existen expresiones de descontento que culminan en acciones colectivas que procuran interpelar al Estado, demandando a sus instituciones alguna respuesta, estas no logran ser
exitosas y son ignoradas sistemticamente por el Estado. Esta condicin de invisibilidad parece responder a lo sealado previamente: el
peso de un mito democrtico que defiende como valores centrales al
consenso y al dilogo ha obturado la presencia de movimientos que
muestren el disenso, con lo cual las posibilidades de generar una subjetivizacin poltica son reducidas. Esta invisibilizacin puede ser la
razn por la cual se observe este aumento drstico en la cantidad de
personas que no apoyan al rgimen democrtico, ya que estn observando que su condicin de igualdad est siendo daada por un Estado
que no reconoce en la protesta social puntos legtimos de debate acerca del futuro de la sociedad y del pas.
235
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236
237
VOL. 1
BIBLIOGRAFA
Alfaro-Redondo, R. y Seligson, M. 2012 Cultura poltica de la
democracia en Costa Rica, 2012: La erosin de los pilares de
la estabilidad poltica.Vanderbilt University, en <http://www.
vanderbilt.edu/lapop/cr/Costa_Rica_Country_Report_2012_
Reduced_W.pdf>.
lvarez Garro, L. 2013 La democracia liberal-procedimental. Un
anlisis del concepto desde la teora posfundacional. Tesis para
optar por el Grado de Doctora en Humanidades con nfasis
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Acciones_colectivas_2006-1.pdf> acceso 28 de marzo de 2014.
Schmitt, C. El concepto de lo poltico. En: Schmitt, C. (1991). El
concepto de lo poltico (Madrid: Alianza).
Staten, H. 1984 Wittgenstein and Derrida (Lincoln: University of
Nebraska Press).
243
Izquierda independiente
y elecciones en Argentina y Chile
Nuevas? formas de articulacin poltica
1. Introduccin
Luego de la cada del Muro de Berln y la progresiva desintegracin
del bloque socialista, las izquierdas a lo largo y ancho del mundo vieron diezmadas sus capacidades de intervencin y apelacin al conjunto de la sociedad. En este contexto las izquierdas latinoamericanas
se vieron profundamente cuestionadas tanto desde el exterior como
desde sus propias bases, lo que trajo como consecuencia un profundo
reflujo en sus fuerzas. Sin embargo a mediados de la dcada del noventa comenzaban a darse las primeras batallas que dieron lugar a la
conformacin de una nueva izquierda. El levantamiento del EZLN en
1994, los cortes y puebladas en Cutral-Co y Plaza Huincul en 1996 y
1997, las guerras del agua en Bolivia en 2000, el Foro Social Mundial
en Porto Alegre en 2001, la contra-cumbre en rechazo al proyecto del
ALCA en Mar del Plata en 2005, el levantamiento de estudiantes secundarios en Chile en 2006 y las resistencias contra los proyectos mineros a lo largo y ancho de Nuestramrica, entre otros, comenzaban a
dar cuenta de un lento proceso en el cual el neoliberalismo empezaba
a ponerse en cuestin desde las luchas y resistencia de los sectores
populares en nuestro continente.
La referencia a estos procesos nos permiten caracterizar el contexto en el cual se insertan los fenmenos de nuestro inters. Siguien245
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246
de estos ltimos destacan aquellos en donde organizaciones polticosociales luego de aos de luchas en las calles, barrios, universidades y
lugares de trabajo deciden incursionar en las arenas poltico-institucionales a travs de la participacin en elecciones.
En Argentina a trece aos de los estallidos de 2001 las diversas experiencias organizativas nacidas y potenciadas en el marco de las
jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, y dentro de ellas la llamada
Izquierda Independiente, han experimentado una serie de transformaciones, que bajo distintas trayectorias las ha ubicado en un campo
poltico caracterizado por la diversidad, la lucha por abajo, desde sus
construcciones de base en el territorio, y la disputa por arriba, desde la
institucionalidad vigente. En este camino se han dado distintos experimentos, apuestas y resultados, sin embargo es en 2013 cuando luego
de una fractura interna uno de los frentes de organizaciones con
mayor trayectoria decide presentarse a elecciones a nivel nacional (Patria Grande/Frente Popular Daro Santilln- Corriente Nacional [Patria
Grande/FPDS-CN]), acompaado de una nueva organizacin nacida
de la unin de otras tres agrupaciones del movimiento estudiantil, que
salen a disputar elecciones en la Capital Federal (Marea Popular)4.
En Chile, dirigentes del movimiento estudiantil con antecedentes desde el ao 2006 y vinculados con sectores populares mediante
redes creadas durante el desarrollo del movimiento se plantean la
representacin poltica a travs de la participacin en las elecciones
parlamentarias de 2013 agrupados bajo el Movimiento Tod@s a la Moneda. Desde sus herramientas buscan romper con el sistema electoral de tipo binominal, identificado como el principal obstculo a la
entrada de partidos polticos pequeos y candidatos independientes
para ocupar escaos en el Parlamento. A esto se le suma la participacin electoral de un sector de las organizaciones poltico-sociales de
base vinculados al movimiento de pobladores y allegados, que de la
mano del Partido Igualdad refuerzan, luego de sus primeros intentos
en 2008, la disputa en el plano poltico-institucional.
Estos eventos nos sealan un punto crtico en la construccin de
este conjunto de organizaciones que instala el debate sobre las formas de representacin de intereses y articulacin de demandas de los
sectores populares y los modos en que se procesan desde estos colectivos. Teniendo en cuenta estos acontecimientos, la pregunta a la
que intentamos responder es: cmo se configuran las herramientas
4 A estas experiencias se sumaron los casos del Frente para la Ciudad Futura
compuesto por la organizacin Giros y el Movimiento 26 de Junio-Frente Popular
Daro Santilln en la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe) y el Partido por un
Pueblo Unido en la provincia de Jujuy.
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248
En el caso argentino podemos ubicar los primeros trazos de este espacio en los procesos de resistencia y lucha contra el neoliberalismo
de los aos noventa. En este sentido un referente insoslayable de esta
izquierda lo constituye el movimiento de trabajadores desocupados5
nacido al calor de los piquetes y puebladas en Cutral-Co, Plaza Huincul, Mosconi y Tartagal en la segunda mitad de la dcada del noventa.
Dentro de la diversidad de este movimiento es posible identificar ciertos subconjuntos de organizaciones que de forma diferenciada
aportaron en la construccin del espacio de la izquierda independiente. Una posible tipologa de estas corrientes es propuesta por Maz5 Que a su vez reconoce dentro de sus antecedentes las experiencias polticas de
las organizaciones sindicales, estudiantiles y poltico-sociales de los aos sesenta y
setenta, vinculadas principalmente al peronismo, el guevarismo y el comunismo.
249
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-- La lgica de los movimientos sociales que comenzaban a buscar espacios de autonoma y nuevas alternativas.
A mediados de la dcada de 2000 esta ltima lgica comienza a adquirir mayor fuerza y dinamismo iniciando un proceso de reconfiguracin del mapa de los movimientos sociales en Chile, que tiene como
principal acontecimiento las movilizaciones de estudiantes secundarios durante 2006. La importancia de estas protestas radica en que
por primera vez, desde el regreso a la democracia, un movimiento
250
posee la fuerza suficiente para cuestionar (y sobrevivir al cuestionamiento) el modelo de desarrollo instaurado por el rgimen militar
(Bartoletti y Mangiantini, 2011: 56). Esto a su vez permite potenciar
y articular una serie de organizaciones vinculadas a los deudores habitacionales, organizaciones medioambientales y comunales quienes
unifican sus reclamos en el marco de un rechazo hacia la democracia
protegida, heredada del carcter pactado de la transicin.
2.2. Caractersticas
Como antes mencionamos, las fronteras polticas de la izquierda independiente argentina y chilena parten de la negacin de viejos vicios
y tradiciones, a la vez que se propone generar una referencialidad e
identidad crtico-revolucionaria que aspira a la novedad y originalidad alrededor de la construccin de Poder Popular. En el marco de
una importante diversidad y heterogeneidad poltica, organizativa y
regional, podemos resaltar las siguientes caractersticas comunes:
como la articulacin y definicin de las metas colectivas ancladas en lo social (Mazzeo, 2006: 156; Casas, 2013: 4). Bajo este
marco se pretende trascender la separacin entre lo social y
lo poltico a partir del descubrimiento de la politicidad de los
conflictos sociales y la toma de distancia de las visiones tecnocrticas y elitistas de la poltica.
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-- La necesidad, ante la idea de que a la izquierda del kirchnerismo est la pared, de tener mayor capacidad de interpelar al
conjunto de la sociedad.
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lutizacin de lo particular y la marginalidad poltica con el objetivo de profundizar la articulacin entre las reivindicaciones
sectoriales y un proyecto poltico de cambio para amplios sectores de la sociedad.
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-- Visibilizar un programa de profundas transformaciones sociales, manifestando en las instituciones del Estado lo expresado
en las calles mediante las movilizaciones.
como la continua expropiacin de recursos naturales, la privatizacin de derechos bsicos como la salud y la educacin,
y la Constitucin de 1980, redactada bajo la dictadura militar
de Augusto Pinochet y avalada por los partidos tradicionales.
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hoy tiene que ver con instalar una voz poltica en el debate pblico y
no tanto con el resultado porque, por ms que metamos un diputado,
no pensamos que vamos a cambiar las cosas desde la Legislatura
(Hagman, 2013: 52).
Por su parte, el FPDS-CN/Patria Grande a diferencia de Marea
Popular nace en 2013 dentro del marco de una de las organizaciones con mayor referencia en el campo popular en Argentina, luego de
un extenso proceso de debate y discusin interna que culmin con la
divisin del FPDS a fines de 2012. En este contexto Patria Grande se
presenta como la herramienta electoral del FPDS-CN, con la intencin
de incorporar un nuevo plano de disputa en la construccin poltica.
Los orgenes de la discusin en torno a la disputa institucional
se remontan a 2009, cuando luego del conflicto con las patronales
agrarias, el FPDS comienza a diagnosticar en Argentina una recomposicin en el sentido popular de la institucionalidad y la ausencia de
una opcin y voz propia en el marco de esos debates. Frente a este escenario uno de los referentes de la organizacin plantea que hay una
cierta legitimacin de las instituciones, de lo electoral o de la forma
de participacin de la democracia burguesa o de la democracia liberal
y que ante eso nosotros tenamos como organizacin que empezar a
pensar una respuesta (entrevista a Emiliano Lpez, 2014).
Fruto de estos avances en las discusiones a nivel nacional comienzan a proyectarse instancias de ensayo para las primeras experiencias
electorales a escala local en la ciudad de La Plata. Luego de varios meses de campaa de afiliaciones, a finales de abril Patria Grande logra
obtener la personera jurdica como partido poltico y elije el 9 de julio aniversario de la Declaracin de la Independencia como fecha
para el lanzamiento y presentacin oficial de la herramienta electoral.
Ya en las semanas posteriores se avanz en la construccin de un frente electoral con el Partido Unin del Pueblo, vinculada a la Juventud
Guevarista, que dieron forma al Frente Ciudad Nueva.
Dentro de su ideario destacan tres races relacionadas a la soberana poltica, la independencia econmica y la justicia social. La
primera de ellas est representada en la figura de San Martn, de la
cual rescatan su posicin en torno al rechazo de la intromisin de
potencias extranjeras, la idea de unidad poltica Hispanoamericana
que relacionan con la nocin de Patria Grande de Bolvar y la matriz popular de su idea de nacin. La segunda raz se asocia a Mariano
Moreno, a partir de la reivindicacin de intervencin activa del Estado
en la economa nacional, la consolidacin de un mercado interno y la
posesin estatal de las reas estratgicas de la economa. Finalmente
como tercera raz aparece la figura de Jos G. Artigas, relacionada a la
reforma agraria, la organizacin republicana y federal del Estado, los
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261
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3. Propuestas electorales
Las propuestas de campaa de los partidos elegidos poseen un conjunto de caractersticas compartidas que los enmarcan dentro de la
izquierda independiente, pero a la vez una serie de diferencias entre
ellas que dan cuenta de la diversidad del espacio y fundamentalmente
de las diferencias en las escalas de disputa a nivel local y nacional9.
Las plataformas abarcan una amplia gama de proyectos vinculados a las demandas de los sectores ms desfavorecidos de la sociedad.
Dentro de las propuestas se pueden observar puntos que son comunes
con los partidos de la izquierda tradicional, como as tambin con los
partidos de centro-izquierda. Esto, a su vez, se combina con propuestas de corte original, vinculadas a la idea de la participacin, el protagonismo popular y un conjunto de demandas especficas de ciertos
sectores de la sociedad.
Dentro de los puntos en comn podemos destacar que en todos
los casos se parte de un diagnstico que se centra en la denuncia del
neoliberalismo como forma de ordenar y organizar la sociedad desde
el mercado, tanto en el mbito local como a escala nacional. Frente
a esto se plantean alternativas basadas en el reconocimiento y ampliacin de derechos mediante la profundizacin y ensanchamiento
de las esferas y campos de intervencin del Estado en la poltica y la
sociedad. En este sentido, muchas de las iniciativas en las plataformas
9 En Argentina Patria Grande disput cargos en el Concejo Deliberante (legislativo
local) y Marea Popular para diputados a nivel nacional, mientras que en Chile tanto
la UNE/Tod@s a la Moneda y MPL/Igualdad disputaron cargos a diputados a nivel de
distritos y para Presidente a nivel nacional.
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del IVA de los alimentos bsicos, modificacin al impuesto a las ganancias, limitacin de la tercerizacin laboral y universalizacin del
acceso a los servicios pblicos esenciales.
El tercer eje, Igualdad, uno de los ms originales y que con
ms fuerza los diferenciaba de otras opciones, apuntaba a la defensa
y garanta de los derechos de las mujeres y las diversas identidades
de gnero. Finalmente el cuarto eje, Unidad latinoamericana, se
orientaba al logro de una articulacin antiimperialista de los pueblos, rumbo al socialismo del siglo XXI, a travs de la denuncia de
los Tratados Bilaterales de Inversin, el retiro de la Corte Internacional de Arreglos de diferencias relativo a Inversiones (CIADI), el
impulso de las instituciones de integracin ya existentes ALBA,
MERCOSUR, UNASUR y Banco del Sur y la inclusin de Consejos
de Movimientos Sociales en todas las instancias de articulacin entre pases del continente.
Las propuestas del MPL/Igualdad para la contienda electoral se
centraron en la postulacin de un nuevo orden poltico bajo el protagonismo del pueblo trabajador a travs de mecanismos de participacin y toma de decisiones que hagan efectivo el despliegue de su energa social creadora, propositiva y transformadora (Declaracin de
Principios Partido Igualdad, 2012, p. 1). Ante eso proponen un nuevo
tipo de sociedad basado en los derechos e intereses de los trabajadores
bajo una economa solidaria en la cual se repartan equitativamente
las riquezas entre todo los trabajadores mediante la creacin de un
nuevo tipo de gobierno y una nueva Constitucin Poltica para el Pas:
la Constitucin de la Igualdad.
Por otra parte la UNE-Tod@s a la Moneda dise los objetivos de
su propuesta en base a tres puntos: buscar visibilizar un programa de
transformaciones sociales profundas que dejara claro lo manifestado
en las calles en el ltimo tiempo, demostrando que hay una ruptura
con el modelo neoliberal; crear una referencia alternativa en el escenario poltico nacional, y por ltimo buscar un espacio de construccin para la izquierda revolucionaria chilena, que permitiera fortalecer lazos y proyectos (Forjando la alternativa, 2014).
El programa poltico presentado por esta organizacin para las
elecciones de 2013 se bas en la consolidacin de una Sociedad de
Derechos que tenga a la personas como el centro del desarrollo y
garantice su buen vivir mediante tres pilares: la realizacin de una
nueva Constitucin elaborada por los ciudadanos a travs de una
Asamblea constituyente a fin de democratizar el Estado, sus poderes
e instituciones; la recuperacin de los recursos naturales regulando la
explotacin indiscriminada y la recaudacin de recursos para financiar los gastos en educacin, salud o pensin; y una reforma tributaria
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no en relacin al contenido de esa opcin y al modo en que eso repercuta en la forma de hacer poltica. Esta nueva forma se basaba
en una crtica profunda del sistema poltico gobernante en la ciudad
y la denuncia de los problemas, desde una perspectiva ligada a los
sectores ms desfavorecidos, a los de abajo: Sin embargo, ms all
de los cargos legislativos, estamos dando un debate sobre los problemas estructurales de la ciudad. Estamos generando una nueva forma
de hacer poltica. Estamos demostrando que se puede, que es posible
transformar la poltica y es posible tambin transformar La Plata desde abajo. (FPDS-CN 2013).
En la experiencia del MPL/Igualdad se plante una propuesta
electoral que no se enmarcaba bajo una lgica electoralista con lo que
el xito o fracaso de la campaa no se midi en votos; sin embargo
tampoco buscaban levantar una candidatura testimonial. En este
sentido el principal objetivo de la participacin electoral fue aprovechar la coyuntura para proyectar a nivel nacional una alternativa
poltica revolucionaria que quebrara tanto los discursos como con
las prcticas de la izquierda tradicional (El gobierno de Bachelet, las
alternativas, 2014). Este planteamiento redund en un balance positivo, en tanto el proyecto poltico se difundi y se dio a conocer entre el
electorado, considerando que se instalaron como un referente genuinamente popular mediante la campaa poltica. Sin embargo, existe
la crtica desde Igualdad de que an existen entre las fuerzas polticas
de la izquierda independiente divisiones basadas en desconfianzas y
objetivos propios de cada organizacin (El gobierno de Bachelet, las
alternativas, 2014).
Con base en las cifras obtenidas por sus candidatos, la UNE analiz la experiencia como un fracaso ante la posibilidad de haber podido
marcar un hecho poltico en la contienda electoral y haber instalado
una alternativa desde la izquierda anticapitalista yendo ms all de lo
testimonial; de este modo no se logr incidir en la agenda de un nuevo ciclo poltico como ellos buscaban (Fracaso, avances y horizontes,
2013). La autocrtica de la organizacin luego de las elecciones tambin se enfoc en factores como la carencia de un anlisis electoral
certero; la dbil claridad en la focalizacin del nicho programtico al
cual se buscaba apelar, el bajo despliegue orgnico y las dificultades
en los necesarios procesos de convergencia. Esto demostr para la
organizacin la complejidad de trabajar en un nuevo terreno de lucha,
en el cual la nica experiencia se asociaba con la participacin electoral a nivel universitario. Como saldo positivo, la UNE rescat la fuerte
base poltica que se logr cimentar a travs de redes con diversas organizaciones y sindicatos.
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con el campo en 2008 (Cantamutto 2013a), frente a lo cual las organizaciones visibilizan la necesidad de plantear una posicin, que
siguiendo los principios de la independencia poltica, pueda enarbolar un proyecto de cambio para las grandes mayoras, en un contexto
donde las opciones tendan a dicotomizarse entre el apoyo al gobierno
y la oposicin mayoritariamente conservadora en un supuesto escenario donde a la izquierda del kirchnerismo estaba la pared.
A su vez, en un marco de recuperacin de la iniciativa poltica
por parte del gobierno y la re-legitimacin del Estado como instancia
de articulacin poltica y solucin de problemas, las propias bases de
estas organizaciones comienzan a percibir los techos de la mediacin
poltica basada en el conflicto, la presin y la accin colectiva extrainstitucional que reportaba resultados cada vez ms magros a la vez
que la lgica de las polticas sociales y laborales se presentaba como
una efectiva forma de tratamiento y desmovilizacin de las demandas
de los sectores populares organizados. El desplazamiento de las organizaciones poltico-sociales en el territorio a travs de la reactivacin
de la figura de los intendentes y las instituciones de gobierno local
y el intento de eliminarlas como mediadoras en la regulacin de la
cuestin social, daban cuenta de los lmites propios de los formatos
de articulacin de abajo hacia arriba por parte de las organizaciones
y de las intenciones del gobierno de excluirlas como interlocutoras.
Estos dos procesos simultneos obligan a una parte de la izquierda independiente a avanzar en la construccin de herramientas electorales y a profundizar su intervencin y disputa en el campo de la
institucionalidad, ante la amenaza de la marginalidad poltico-organizativa y el vaciamiento de sus bases va integracin.
En Chile el agotamiento de las estrategias de articulacin de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba tienen ciertas particularidades
que permiten establecer claras diferencias con el proceso de construccin de herramientas electorales de la izquierda independiente
en Argentina. En este sentido a diferencia de este ltimo la izquierda independiente en Chile se enfrenta a una rearticulacin de
signo liberal, donde la poltica es percibida como un mbito elitista
y tecnocrtico de ejercicio de poder y en donde la relacin EstadoMovimientos poltico-sociales ha estado basada en su invisibilizacin
va represin directa y judicializacin y su estigmatizacin y minimizacin a travs de los medios de comunicacin. En este contexto
las relaciones de representacin han estado fuertemente mediadas
por un lado por los partidos polticos de duopolio (Concertacin y
Alianza), pero con mayor acento por la iniciativa privada y los actores
empresariales. Esto ha generado un desgaste de las formas tradicionales de representacin, agotamiento que si bien tiene sus orgenes
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BIBLIOGRAFA
A la izquierda del kirchnerismo, con vocacin de poder, est la
pared 2011 Diario La Maana de Neuqun, 26 de junio.
10 Vale destacar que en la segunda vuelta en Chile, tanto el MPL/Igualdad como
UNE/Tod@s a la Moneda llamaron a no votar, donde slo se presentaban candidatos
del duopolio (Mi candidata la abstencin, 2013).
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1. Introduccin
El panorama de la conflictividad social latinoamericana contempornea ha tenido en los ltimos aos a los denominados conflictos
socioambientales como uno de sus protagonistas insoslayables. Entenderemos aqu dichos conflictos como aquellos ligados al acceso y
control de los recursos naturales, que suponen por parte de los actores
enfrentados, intereses y valores divergentes en torno de los mismos,
en un contexto de asimetra de poder (Svampa, 2011: 186). stos han
surgido como resistencias colectivas al avance que empresas nacionales o extranjeras y Estados han propiciado sobre la explotacin
de recursos naturales en todos los pases de la regin. As pues, colectivos en contra de la instalacin de basurales en barrios populares
de zonas conurbadas, comunidades campesinas resistiendo desalojos,
asambleas ciudadanas en contra de la minera a cielo abierto, organizaciones movilizadas frente a la privatizacin de los recursos naturales, entre otras, fueron algunas de las reivindicaciones colectivas por
el control, el acceso y la redistribucin de los vastos recursos naturales
que posee el continente.
Una de las particularidades de estas luchas es que emergieron y
se desarrollaron tanto bajo los gobiernos denominados progresistas
regidos por una orientacin poltica post-neoliberal como bajo las
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ms institucionalizado (Antn et al., 2011). A partir de haber consolidado un nuevo orden hegemnico (Muoz, 2010; Barbosa, 2010; Cantamutto, 2013), las ltimas administraciones han tenido la capacidad
de integrar diversos actores sociales movilizados y subsumir un conjunto de demandas a una nueva identidad poltica: el kirchnerismo.3
Sin embargo, uno de los conflictos que este orden poltico nunca ha podido procesar son los conflictos socio-ambientales. A pesar
de que los gobiernos nacionales y provinciales4 han tenido distintas
respuestas ante cada conflicto en particular, la mayora de estas reivindicaciones y, por extensin, los actores que las protagonizan
han quedado fuera del universo simblico que define a la coalicin
gobernante, ya sea a travs de la exclusin de estas demandas en las
formaciones discursivas identitarias y/o en las polticas pblicas nacionales, ya sea a travs de la represin directa. Adems, cuando la
dimensin de estos conflictos ha logrado visibilizarlos en el espacio
pblico nacional, la respuesta del oficialismo ha sido generalmente su
deslegitimacin, por la va de la imputacin de ambientalismo excesivo, conservadurismo, anti-nacionalismo e incluso acusando a
las organizaciones de nazis (Jos Luis Gioja: Hay mucha gente que
critica las minas y tiene los dientes de oro, 2010) o hippies (Minera
y hippies violentos, 2012).
Desde un punto de vista histrico, la presencia de conflictos por
los recursos naturales en el pas es relativamente novedosa. Hasta la
mencionada ola de protestas de 2001-2002, las cuestiones ambientales estaban reservadas a grupos reducidos que trataban de instalar
problemas ecolgicos generales o a organizaciones internacionales
del tercer sector que impulsaban alguna temtica en torno a un problema particular.
Las reformas estructurales llevadas adelante durante los aos noventa tuvieron un impacto profundo sobre la estructura social argentina y consecuencias visibles sobre la conflictividad social. Ante el avanzado grado de desestructuracin de relaciones sociales en el marco de
una profunda crisis capitalista, los sujetos de protesta tradicionales
sindicatos, partidos polticos, etc. retrocedieron en protagonismo
para dejar paso a otros actores como las organizaciones de desocu3 Esta capacidad se ha visto, en parte, erosionada a partir de 2008, con la proliferacin de conflictos con diversos actores, principalmente patronales (productores
agropecuarios, dueos de los principales medios de comunicacin, etc.), ciudadanos (protestas de sectores medios y medios-altos) y sindicales, en un contexto de
desaceleracin econmica y estancamiento salarial (Gamallo, 2013).
4 Cuando nos referimos al kirchnerismo hacemos referencia tanto a la administracin nacional como a los gobiernos provinciales adscritos al partido gobernante, el
Frente Para la Victoria.
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duccin de materias primas en base a recursos naturales.7 En esta etapa, mucha de la IED est explicada por el proceso de privatizaciones
iniciado en 1991, en este sentido pueden entenderse las altas participaciones de los sectores de petrleo (privatizacin de YPF), transporte y
comunicaciones (privatizacin de los medios pblicos, elevadores en
puertos, etc.) y electricidad, gas y agua (privatizacin de estos servicios
pblicos). En este caso, como se trat en su mayora de adquisiciones
de empresas existentes, la entrada de IED no signific un aumento de
la capacidad productiva. Segn Belloni y Wainer (2012), ni siquiera
signific una entrada importante de divisas pues las empresas estatales
fueron adquiridas mediante bonos de deuda externa, al mismo tiempo
que una vez privatizadas estas empresas presionaban sobre la balanza
de pagos por la remisin de utilidades y las fugas de divisas.
Tabla 1
Participacin de la IED por actividad
Promedio 1992-2001
Promedio 2002-2011
Petrleo
17,7
24,8
10,0
9,8
Transporte y Comunicaciones
10,1
8,3
15,0
6,7
10,1
6,1
5,8
5,9
2,4
4,7
Comercio
4,1
4,7
Minera
1,3
3,5
Oleaginosas y cerealeras
Nd
2,9
Nd
2,4
Maquinarias y equipos
2,4
2,4
Papel
2,3
1,5
Textil y curtidos
0,3
0,8
Otros
22,6
17,8
33,7
44,9
TOTAL
100,0
100,0
7 Como actividades procesadoras de RRNN se incluy: petrleo, minera, alimentos, bebidas y tabaco, papel, metales comunes, oleaginosas y cerealeras (a partir de
2004) y agricultura, ganadera y otras actividades primarias (a partir de 2004).
285
VOL. 1
Despus de la devaluacin, la orientacin de la IED se concentra mucho en las actividades extractivas y procesadoras de recursos naturales, representando las mismas un 44,9% de la IED promedio anual
que ingres en Argentina entre 2002 y 2011. De esta manera, debido
al peso que estas empresas tienen en la economa argentina (ver Tabla
1), el proceso de extranjerizacin ha tendido a profundizar un patrn
productivo orientado a la explotacin de ventajas comparativas.
Cabe destacar que en este proceso de extranjerizacin tuvo una
importancia fundamental la Ley de inversiones extranjeras sancionada en 1976 y reafirmada (a travs de unas leves modificaciones) en
1993 que afirma la igualdad de tratamiento en trminos de derechos
y obligaciones entre los inversores extranjeros y los nacionales. Esta
norma permanece intacta hasta el da de hoy.
La segunda caracterstica del patrn de acumulacin vigente durante la etapa kirchnerista es la confluencia de una serie de polticas
que han tendido a conformar una estructura productiva donde la industria pierde cada vez ms importancia, mientras que ganan participacin los sectores no transables (como transportes, comunicaciones, etc.) y las actividades altamente productivas a nivel internacional
(como las agrcolas y mineras).8 Estas polticas han sido la liberalizacin del comercio exterior y la desregulacin de los mercados principalmente el mercado laboral, el de capitales y el agropecuario, que
han tenido como resultado una poltica de hecho de apreciacin real
constante del tipo de cambio.9 Como se observa en el siguiente grfico, desde fines de la dcada del setenta existe una apreciacin cambiaria real, y esto no se ha modificado ni aun despus de la devaluacin
(nominal) del tipo de cambio en el ao 2002. Entonces, ms all de
los cambios coyunturales en la poltica cambiaria, el efecto de estas
reformas es una mayor capacidad del capital internacional para arbitrar entre espacios de valorizacin. Para pases dependientes como
Argentina, esto implica una concentracin en las actividades productivas primarias, por ser las de mayor competitividad internacional.10
8 Para ms datos de cmo se da este proceso, ver Costantino (2013b) y Puyana &
Costantino (2012).
9 Para muchos autores sera cuestionable que existe esta poltica de hecho,
pues sostienen como novedad del periodo una supuesta poltica de tipo de cambio real
alto (Amico, 2008; Frenkel, 2010). Estos autores tienden a confundir una coyuntura
de devaluacin con una poltica sostenida. La evidencia emprica (ver grfico) indica
que, por accin u omisin, el gobierno ha permitido (incentivado?) exactamente lo
opuesto: la apreciacin cambiaria real.
10 En una contexto de apertura, la tendencia del tipo de cambio a fijarse sobre
la productividad de las ramas ms competitivas es un viejo problema ya sealado por
Diamand (1972).
286
Grfico 1
Tipo de cambio real y salario real 1970-2010 (1974 = 100)
287
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288
VOL. 1
290
291
VOL. 1
292
Grfico 4
Localizacin de las acciones de protesta socioambientales segn regin16(en %)
293
VOL. 1
Por otra parte, que sean los vecinos los colectivos que ms protestan por cuestiones socioambientales revela el carcter preponderantemente urbano de las manifestaciones. As pues, uno de los factores que explica el crecimiento de las demandas asociadas al medio
ambiente son las transformaciones en los procesos de urbanizacin
metropolitana (Merlinsky, 2013). Dichos cambios acompaaron los
procesos de reformas estructurales, dando lugar a la emergencia de
un urbanismo flexible, provocando que los actores econmicos ms
poderosos de las ciudades trasladen los costos ambientales de sus
emprendimientos a los sectores ms vulnerables, sin que el Estado
regule esas externalidades. De este modo, los conflictos ambientales
urbanos dan lugar al descontento y la consiguiente movilizacin de
grupos de ciudadanos que no aceptan una distribucin de externalidades basada exclusivamente en la lgica de la renta urbana (Merlinsky, 2013: 34).
294
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Sin embargo, ms de la mitad de las demandas realizadas al Estado se refieren a jurisdicciones subnacionales (tanto provincias como
municipios). Esto resulta lgico, dado que son estas jurisdicciones las
que otorgan los permisos de explotacin y produccin, y son adems
las que se encuentran ms cercanas a los ciudadanos sobre todo
en las provincias ms chicas (como las del norte, que son justamente aquellas ms conflictivas). Respecto a las acciones en contra de
empresas, las mismas son principalmente directas, mientras que las
acciones en contra del resto de organismos Estados, bancos, etc.
son principalmente indirectas (ver Tabla 2 del Anexo). Teniendo en
cuenta que las acciones que ms afectan a las empresas son aquellas
que repercuten sobre la propiedad privada de sus bienes, es lgico que
los actores opten por este tipo de acciones.
Por ltimo, en cuanto a las demandas principales de los colectivos, la principal es la relacionada con la contaminacin, categora
que agrupa casi a la mitad de los reclamos (ver Grfico 6). Sin embargo, la demanda por tierra concentra a un poco ms de un cuarto de
los conflictos. Si se discriminan las demandas por tipo de colectivo
(ver Tabla 3 del Anexo) se comprueba que el 75% de los conflictos protagonizados por grupos urbanos vecinos, trabajadores, ONGs y
partidos polticos son por contaminacin; el 15% son por vivienda
y slo el 5% son por acceso y derecho a la tierra; mientras que el 80%
de los conflictos protagonizados por organizaciones rurales organizaciones indgenas, campesinas y chacareros fueron motivados
por acceso a la tierra, el 16% por contaminacin y no hubo ninguna
protesta en torno al reclamo por vivienda.20
20 El caso de los chacareros merece una mencin especial. Segn lo presentado
anteriormente, este grupo (definido como productores familiares capitalizados)
tienen un mayor protagonismo en trminos de demandas ambientales antes de
2008, es decir antes del conflicto agrario producido aquel ao en Argentina. En otra
ocasin (Costantino, 2013b) mostramos la actitud pendular que este grupo social
ha tenido a lo largo de los aos en trminos de sus posturas polticas (actitud que
en aquella oportunidad la adjudicbamos a la caracterstica hbrida del chacarero
como clase social). Durante toda la Convertibilidad, los chacareros tuvieron una
actitud ms combativa haciendo demandas radicales de acceso a la tierra o evitando
los desalojos que los bancos realizaron masivamente durante aquella dcada como
consecuencia de los elevados niveles de endeudamiento e incapacidad de pago a la
que haban llegado los productores. Las demandas por la tierra de los chacareros que
aqu mostramos debe entenderse dentro de este contexto. Esta postura comienza a
cambiar con el conflicto que se produce en 2008 como consecuencia del aumento en
los impuestos de exportacin que aplica el gobierno. La capacidad hegemnica de los
grandes productores terratenientes, sumada a la bonanza econmica de la que venan
disfrutando los chacareros desde comienzos de la dcada, desemboc en un giro
en el comportamiento poltico que esta clase social haba tenido la dcada anterior,
tornndose ms reaccionaria y aliada a los grandes terratenientes. El anlisis de este
300
Grfico 8
Demandas de las organizaciones socioambientales en Argentina (2003-2012) (en%)
5. Conclusiones
Los datos que hemos presentado muestran una serie de dimensiones
globales de los conflictos socioambientales argentinos. Estos han sido
abordados frecuentemente desde la particularidad de cada caso, pero
no desde el punto de vista del conjunto de los conflictos, las causas
estructurales en que se producen y los impactos que estos tienen en el
orden poltico contemporneo.
La evidencia emprica construida refleja que los conflictos socioambientales se han instalado como una de las expresiones de la
conflictividad social argentina. Dichos conflictos se producen a lo largo y ancho del pas, prcticamente en la totalidad de las provincias,
demostrando que las resistencias a la depredacin del medio ambiente
se han extendido ms all de localizaciones o actividades productivas
especficas. Dicho de otra manera, parece indudable que la ciudadana argentina ha incorporado la cuestin de los recursos naturales al
repertorio de derechos a ser defendidos mediante acciones colectivas
(algo que podramos denominar como conciencia ambiental).
A pesar de haberse registrado conflictos en todo el pas, las regiones pampeanas y del Noroeste presentan el mayor nmero de acciones contenciosas, situacin que est estrechamente relacionada con
giro es ms complejo que el presentado en esta breve nota, para ms detalle ver el
artculo citado.
301
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302
BIBLIOGRAFA
Amico, F. 2008 Argentina: diferencias entre el actual modelo de dlar
alto y la convertibilidad. Investigacin Econmica, LXVII (264),
pp. 63-93.
Antn, Gustavo; Creto, Jorge; Rebn, Julin y Salgado, Rodrigo 2010
Una dcada en disputa. Apuntes sobre las luchas sociales en la
Argentina, OSAL, Ao XI, N 28, noviembre, pp. 95-116.
Azpiazu, D.; Schorr, M. y Manzanelli, P. 2012 Concentracin y
extranjerizacin (Buenos Aires: Capital Intelectual).
21 Recin en el ao 2008, en el contexto del conflicto entre el Gobierno y las principales cmaras empresariales agropecuarias, el gobierno nacional cre la Subsecretara de Agricultura Familiar para atender la situacin de los pequeos propietarios
campesinos y trabajadores rurales.
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Anexos
Tabla 1
Acciones realizadas por los distintos actores segn fecha
Fecha
2003
2005
Quien
Total
Vecinos
Comunidades
indgenas
Campesinos
Organizaciones
de trabajadores
Chacareros
Militantes de
partidos y ONG
50,0%
25,0%
0,0%
0,0%
0,0%
25,0%
100,0%
100,0%
0,0%
0,0%
0,0%
0,0%
0,0%
100,0%
306
Fecha
Quien
Total
Vecinos
Comunidades
indgenas
Campesinos
Organizaciones
de trabajadores
Chacareros
Militantes de
partidos y ONG
15
25
60,0%
24,0%
4,0%
0,0%
4,0%
8,0%
100,0%
16
56,3%
12,5%
12,5%
0,0%
12,5%
6,3%
100,0%
77,8%
22,2%
0,0%
0,0%
0,0%
0,0%
100,0%
12
50,0%
41,7%
0,0%
8,3%
0,0%
0,0%
100,0%
80,0%
20,0%
0,0%
0,0%
0,0%
0,0%
100,0%
12
41,7%
33,3%
16,7%
8,3%
0,0%
0,0%
100,0%
66,7%
33,3%
0,0%
0,0%
0,0%
0,0%
100,0%
52
22
88
59,1%
25,0%
5,7%
2,3%
3,4%
4,5%
100,0%
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
Total
Tabla 2
Cantidad de acciones realizadas a los distintos destinatarios segn tipo de accin
Destinatario de las acciones
Estado nacional
Estado subnacional
Empresas
Bancos, universidades y otras entidades
Tipo
Total
Directa
Indirecta
17
22
22,7%
77,3%
100,0%
18
25
28,0%
72,0%
100,0%
11
16
68,8%
31,3%
100,0%
0,0%
100,0%
100,0%
307
VOL. 1
Tipo
Poder Judicial
Total
Directa
Indirecta
0,0%
100,0%
100,0%
Tabla 3
Demandas segn tipo de colectivo
Demanda
Tipo de colectivo
Organizaciones rurales
Contaminacin
Tierra
Vivienda
Otras
Total
44
49
16,7%
75,9%
55,7%
24
27
80%
5,17%
31%
0,0%
15,5%
10,2%
3,3%
3,4%
3,4%
30
58
88
100%
100%
100%
308
Total
Organizaciones urbanas
309
VOL. 1
310
311
VOL. 1
312