Curso El Credo (Alumno)
Curso El Credo (Alumno)
Curso El Credo (Alumno)
CURSO: EL CREDO
MATERIAL PARA EL ALUMNO
Tema
Yo creo
Yo creo es la primera palabra de un cristiano. Ser cristiano es ser creyente, no tanto un ttulo
adoptado por tradicin. Al bautizado se le hacen tres preguntas: Crees en Dios Padre todopoderoso?
Crees en Jesucristo, Hijo de Dios? Crees en el Espritu Santo?. A estas tres preguntas, contesta:
creo. Esa triple afirmacin de fe se opone positivamente a la triple renuncia anterior: Renuncio a
Satans, a su servicio, a sus obras. La fe en Dios nos debe hacer capaces de renunciar a aquello que se
opone a la vivencia de nuestra fe. La fe es un acto vital, de toda la persona, que es sinnimo de confianza:
S de quin me he fiado. Confiar significa abandonarse totalmente y sin condiciones. Y fe es tambin
una gracia: La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por l (Cat. N 153).
Yo creo en...
Al proclamar el Credo de nuestra fe, delante de la alusin a cada una de las divinas Personas y slo
ante ellas, decimos creo en: Creo en el Padre, creo en el Hijo, creo en el Espritu Santo. Que es lo
mismo que decir: Me confo a, me entrego a, espero en, me apoyo en.
Podemos creer una informacin, aceptar una verdad o doctrina, podemos creer a muchas personas,
aceptar su autoridad, dar crdito a las palabras que dicen. En cambio, al decir creo en, nos estamos
refiriendo a esa actitud en que se pone en juego, se arriesga y se entrega la propia persona con una
confianza que reta toda decepcin.
Yo te creo
Decir yo creo significa no solamente el creo en ti, creo en Dios, sino te creo, creo en esa
palabra que me has dicho, creo a Dios que me ha dado su Palabra, ha entrado en dilogo conmigo, se me
ha manifestado, se me ha revelado. La fe, este yo creo, no es el resultado del esfuerzo pensante del
hombre, sino que es el fruto del dilogo de Dios con los hombres, en el que l tiene la iniciativa gratuita
y misericordiosa.
Cuando digo creo, confieso a un Dios que est antes que yo y antes que todos nosotros. La fe no es
lo que yo me imagino, sino lo que oigo y me es dado y me cuestiona interiormente.
Yo creo cristianamente
Si digo el yo creo bautismal, estoy dicindolo como una fe cristiana. Creer cristianamente
significa relacionarme personalmente con el Dios de la salvacin y de la misericordia manifestada en
Jesucristo.
Si creo como cristiano, esto significa que tengo que entender a Dios y vivir mi fe de acuerdo al
mensaje del Evangelio, tal como nos lo revel Jesucristo. Tengo que ver a Dios como ese Padre que Jess
nos mostr a travs de sus enseanzas, y cumplir los mandamientos que Cristo nos dio. Si soy cristiano,
tengo que reproducir en m la imagen de Jesucristo, hasta llegar a decir: No soy yo quien vive, sino
Cristo quien vive en m (Gal 2, 20). Si soy cristiano, tengo que hacer de Jess mi nico Salvador y
Seor, y creer que l es el Camino, la Verdad y la Vida.
Yo creo eclesialmente
Finalmente, si cuando digo yo creo estoy haciendo el acto ms personal de mi existencia, al mismo
tiempo e inseparablemente estoy afirmando que este yo creo es en Iglesia y como Iglesia. Creemos a
travs de la Iglesia, vinculados a su propia historia y participando de su experiencia. Creo dentro de la
Iglesia, siendo parte de ella: a pesar de mi miseria y limitaciones para creer y entender, puedo conservar
una fe, una confianza absoluta y humilde, gracias a la Iglesia, creyente y oyente de la Palabra.
No puedo creer en Dios ms que eclesialmente, porque es eclesialmente que se me ha hecho presente
ese Dios encarnado en Jess. Sin la corriente viva de los testigos de Jesucristo y de su resurreccin, sin la
Iglesia, no llegara hasta m, hasta nosotros, el anuncio del designio salvfico escondido desde la
eternidad en Dios.
La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un
acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a s mismo, como nadie
se ha dado la vida a s mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jess
y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabn en la gran cadena de
los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe
de los otros. (Cat. N 166)
Los smbolos de la fe
Origen del Credo
Hoy se sabe que se demor mucho tiempo para redactar el Credo. Este mucho tiempo significa
aproximadamente tres siglos para llegar a su forma definitiva.
La parte esencial del Credo se fundamenta en la enseanza y el testimonio de los apstoles. Ellos
convivieron con Jess y en razn de ello:
oyeron hablar al Maestro.
vieron al Seor hacer milagros y seales;
vieron a Jess enfrentarse a los fariseos e hipcritas de su tiempo;
vieron al Seor perdonar los pecados;
le acompaaron cuando las cosas empeoraron;
a pesar del miedo, vieron morir a Jess en el calvario;
despus, vivieron la alegra de la resurreccin y la venida del Espritu Santo.
En base al testimonio de los apstoles, es que se fue redactando el texto de lo que hoy conocemos
como el Smbolo de los Apstoles.
Decir yo creo
Decir yo creo es decir yo confieso, yo proclamo la grandeza y el poder de Dios.
Decir yo creo es hacer una profesin de fe en Dios y en sus gestos de salvacin.
Decir yo creo es comprometerse en aquello que se afirma no slo por la palabra, sino tambin en el
estilo de vivir.
Decir yo creo es reconocer a Dios. (Es importante el prefijo re. Creer no es slo conocer, es,
sobre todo, reconocer, es decir, aceptar lo conocido no slo con la cabeza, sino tambin con toda la
existencia).
Decir yo creo es optar con seguridad por alguien; pero esto no elimina los momentos de duda que
puedan existir. Nada ni nadie puede suprimir la libertad de Dios y la libertad de los hombres.
Decir yo creo es decir ser discpulo, seguidor de ALGUIEN.
Decir yo creo es dejar a un lado unas seguridades que vienen de otra parte y tomar como nica
seguridad a Aquel en quien creo.
Decir yo creo es decir yo me asiento por encima de todo en Dios y slo en l encuentro solidez y
consistencia.
Decir yo creo es vivir confiado en una ROCA que no falla.
Cuestionario
1. Por qu consideras que es importante conocer y profundizar las verdades que profesamos?
2. Qu es lo que hizo que creas en el Seor como lo haces ahora?
3. En qu radica la diferencia de decir Creo en Dios para un cristiano con respecto a quienes no lo
son: judos, musulmanes, etc.?
4. Algunos dicen con frecuencia: Yo me las entiendo a solas con Dios, a m Jess me dice algo, pero
de la Iglesia no quiero saber nada. Qu respuesta das a estas objeciones desde el apartado Yo creo
eclesialmente?
Tema 2
Nosotros creemos en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de Moiss y de los profetas, el
Dios de la Alianza. Pero por sobre todo, es el Dios revelado en Jesucristo.
Creemos que l es el Dios nico y que slo l es necesario. Tenemos que amarle con todo el corazn
y todas las fuerzas. Slo en l podemos poner nuestra confianza sin condiciones.
Por ello, es un Dios que reclama nuestra fidelidad inquebrantable, el amor total y desinteresado, sin
imponerle normas de nuestras medidas, pensamientos o criterios humanos.
Reconoce hoy y medita en tu corazn que el Seor es el nico Dios, all arriba en el cielo y aqu en la tierra; no
hay otro (Dt 4, 39).
Escucha, Israel: el Seor, nuestro Dios es solamente uno. Amars al Seor, tu Dios, con todo el corazn, con toda
el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarn en tu memoria, se las repetirs a tus hijos y
hablars de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado (Dt 6, 47).
El pueblo de Israel durante su travesa por el desierto, experiment quin era Dios, que, como padre,
les haba guiado, haba hecho brotar el agua de la roca; les haba servido el man en medio del desierto;
les haba proporcionado carne; y, adems, haba sido su aliado para combatir a los enemigos.
Este pueblo de Israel haba llegado a descubrir que Dios era un padre para ellos como pueblo; pero
todava no haba descubierto a Dios como padre a nivel personal. Esta fue la gran revelacin de Jess:
Dios es nuestro padre, el padre de cada uno de nosotros. Ese Padre bueno que est metido dentro de
nuestra historia personal.
La parbola del hijo prdigo viene a echar por los suelos la imagen de un dios pagano, que, a travs de
los siglos, hemos mantenido en nuestro corazn, los que nos llamamos cristianos. Ese padre de la
parbola deja abierta la puerta de su casa las 24 horas del da para que cuando vuelva el muchacho la
encuentre abierta. Ese Padre respeta la libertad de sus hijos que optan por alejarse; no se queda en la casa
tramando la venganza, sino con el ansia del retorno de su hijo. Al volver su hijo, no piensa en desquitarse
con una bien estudiada reprimenda, sino que lo abraza, se preocupa de que le pongan sandalias y manto,
y , para que el joven no se sienta mal, le prepara una fiesta.
Por ello la importancia de creer nicamente en el Dios que nos revel Jess, pues slo l lo conoca y
nos poda decir cmo era. Los dems dioses, presentados por los seres humanos, no son sino caricaturas
ridculas del nico Dios de Jesucristo.
El relato de los primeros captulos del Gnesis es claro en rechazar el politesmo multitud de dioses,
segn las creencias de pueblos antiguos. Existe un solo Dios poderoso que crea el universo. Tambin
niega claramente el pantesmo creer que todo lo creado es parte de Dios. El Gnesis nos presenta a
Dios distinto de sus creaturas que un da comenzaron a existir. Es, pues, un rechazo contra la adoracin
que se rinde alas criaturas personas, animales, cosas, astros, puesto que slo existe un Dios que es el
Seor del mundo y de la historia.
Hoy, a pesar del paso de los siglos, sigue existiendo el politesmo y el pantesmo a travs de formas
diversas a las de los hombres de tiempos pasados. En la actualidad los nuevos dioses son el dinero, el
poder, la apariencia, las obsesiones sexuales, los falsos criterios del mundo, astros, horscopos,
amuletos... Son millones de personas que se postran ante esos dioses que le quitan a Dios el primer lugar
en sus vidas.
Dios no es un dios egosta, que crea al hombre y al mundo para su deleite personal, sino un Dios
bondadoso que les fabrica un bello escenario a sus hijos para que sean felices; por eso les dice: Dominen
la tierra.
Dios no slo realiz su actividad creadora en los dos primeros captulos del Gnesis y luego sta se
detuvo. Dios, como Creador que es, siempre est creando, incesantemente, siempre est haciendo cosas
nuevas. Va renovando su creacin, la cual se rige por las leyes que l le dio en su infinita sabidura. Y la
naturaleza s que sabe respetar esas leyes. Nosotros, que somos la obra mxima de la creacin de Dios,
respetamos esas leyes?
La Biblia no pretende informarnos detalladamente, desde un punto de vista cientfico, acerca del
origen del ser humano. El autor del libro del Gnesis, simplemente, con rica abundancia de imgenes, nos
est transmitiendo un mensaje religioso: Dios es el creador del hombre.
Algo ms. En el relato de la Biblia acerca de la creacin del hombre, el autor tiene varios enfoques
que no debemos perder de vista. El hombre tuvo un comienzo en el tiempo, es una creatura. Dios, en el
principio, lo cre. Slo Dios no tuvo principio.
El hombre fue formado de la tierra. El origen del hombre viene de Dios, quien pudo servirse de la
materia para formarlo. Nada entonces de intentar divinizar al hombre. Slo Dios es divino. Es el
Alfarero quien va dando figura al barro. No es el hombre el que crea a Dios.
El Gnesis tambin nos narra que Dios sopl su aliento de vida en las narices del hombre (2, 7). En
determinado momento, Dios infunde vida al hombre a la materia. Dios, por tanto, es el autor de la vida.
A su imagen y semejanza
El hombre es descrito como imagen de Dios. Dios es Espritu; no se trata aqu de una imagen fsica
de Dios. Se refiere el autor a la personalidad que Dios le concede al hombre, distinto de los animales,
el cosmos y las plantas.
En la antigedad, cuando el rey no poda llegar a algn lugar, se llevaba su imagen y se la colocaba
en un lugar destacado para indicar la presencia espiritual del rey. El hombre, en el pensamiento de la
Biblia, es la imagen de Dios: hace las veces de Dios aqu en la tierra. El Nuevo Testamento los
presenta al hombre como administrador de los talentos que se le confiaron para que los multiplique. No
somos dueos del universo, sino simplemente administradores a quienes un da se nos pedir cuentas
de los talentos que se le confiaron. Endiosarse es olvidarse que se es administrador, para pretender
quedarse con la propiedad ajena.
El hombre, como imagen de Dios, no es una simple metfora, sino una realidad de largo alcance.
Quiere decir que todo hombre lleva algo de Dios dentro de s. Tambin el borracho, el drogadicto y el
asesino. Tambin nuestro enemigo ms acrrimo. Lo bueno que hagamos a los dems, se lo estamos
haciendo a Dios:
En verdad les digo que cuanto hicieron a unos de estos hermanos mos ms pequeos, a m me lo hicieron (Mt 25,
40).
Dios no cre al hombre para que fuese su esclavo, sino su hijo. Le entreg un bello escenario para
que pudiera realizarse en plenitud aqu en la tierra y llegara a la eternidad dichosa. Como muestra de que
somos hijos de Dios, se nos ha dado la experiencia del Espritu Santo que, dentro de nosotros, clama a
Dios:
Pues no recibieron un espritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibieron un espritu de hijos
adoptivos que nos hace exclamar: Abb, Padre! El Espritu mismo se une a nuestro espritu para dar testimonio
de que somos hijos de Dios (Rm 8, 1516).
Vivamos, entonces, como verdaderos hijos de Dios, y no como esclavos. Es as que cumpliremos el
designio de Dios de reproducir la imagen de su Hijo, Jesucristo:
Pues a los que de antemano conoci, tambin los predestin a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera l el
primognito entre muchos hermanos... (Rm 8, 29).
Cuestionario
1. Qu significa para mi vida decir: Creo en Dios Padre?
2. Comparte por escrito un breve testimonio en el que hayas experimentado el sentir a Dios como
todopoderoso.
3. De qu forma Dios se ha manifestado en tu vida como Creador?
4. Qu acciones del hombre lo convierten ms en esclavo que en hijo de Dios?
Tema
Fruto de esta declaracin de Pedro en aquella maana de Pentecosts, muchos recibieron el bautismo
en el nombre de Jesucristo, sus pecados fueron perdonados y recibieron el Espritu Santo (cf. Hch 2, 38).
Nosotros somos cristianos justamente porque, por la gracia de Dios, hemos recibido el Espritu Santo,
nos hemos convertido y confesamos con nuestra boca y nuestra vida que Jess es el Cristo, que ha
cumplido fielmente su misin y eso nos ha salvado. l, que es el Hijo, se hizo uno de nosotros, se uni a
nosotros como en una boda, y quedamos emparentados con Dios: tambin nosotros somos ahora hijos.
Pero, a pesar de ser el Hijo nico de Dios y, por tanto, heredero nico tambin,
...sino que se despoj de s mismo tomando condicin de siervo hacindose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre; y se humill a s mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz
(Flp 2, 78).
NUESTRO SEOR
La palabra Seor con la que los cristianos confesamos nuestra fe en Jess, es justamente la misma
que se emplea para traducir al griego (Kyrios) el pronombre hebreo de Dios (YHWH). Por eso, decir
que Jess es Seor es decir que Jess es Dios. En el encuentro con Jess resucitado, se convierte en
adoracin: Seor mo y Dios mo (Jn 20, 28). Y decir que Jess es nuestro Seor es decir que no
reconocemos otro seoro sobre nosotros fuera del suyo, que es el que nos salva.
Atribuyendo a Jess el ttulo divino de Seor, las primeras confesiones de fe de la Iglesia afirman desde el
principio (Cf. Hch 2, 34-36) que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre convienen tambin a Jess
(Cf. Rm 9, 5; Tt 2, 13; Ap 5, 13) porque El es de condicin divina (Flp 2, 6) y el Padre manifest esta soberana
de Jess resucitndolo de entre los muertos y exaltndolo a su gloria (Cf. Rm 10, 9; 1 Co 12, 3; Flp 2, 11). (Cat.
N 449)
Cmo decir Jess es Seor, sin dejar que el Espritu nos ponga a su servicio? Cmo no
recordarnos cada da y contar a los otros que servirle es reinar?
En la ceremonia del lavatorio de los pies, Jess muestra cmo l es el Seor. Al celebrar la Pascua con
sus discpulos, les lav los pies. Lav sus pies para que tomaran conciencia de que la grandeza del
hombre est en servir y no en ser servido:
Ustedes me llaman el Maestro y el Seor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Seor y el Maestro, les he
lavado los pies, ustedes tambin deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que tambin
ustedes hagan como yo he hecho con ustedes (Jn 13, 1315).
El que llama a Jess Seor de su vida, no puede tener otros seores, pues nadie puede servir a
dos seores (Mt 6, 24). Jess tiene que ser el nico Seor de nuestra vida, de todas sus reas. No
podemos reservarnos nada para nosotros mismos. Estamos sometidos a l, a su seoro, pues l tiene
toda la autoridad sobre nuestra vida:
Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmacin del seoro de Jess sobre el mundo y sobre la historia
(Cf. Ap 11, 15) significa tambin reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo
absoluto, a ningn poder terrenal sino slo a Dios Padre y al Seor Jesucristo: Csar no es el Seor (Cf. Mc 12,
17). La Iglesia cree... que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en su Seor y Maestro
(GS 10, 2; cf. 45, 2). (Cat. N 450)
El nombre de Seor significa la soberana divina. Confesar o invocar a Jess como Seor es creer en su divinidad.
Nadie puede decir: Jess es Seor! sino por influjo del Espritu Santo (1 Co 12, 3). (Cat. N 455)
Est la voluntad de Cristo en primer lugar de nuestra vida? Estamos dispuestos a vivir el plan que l
tiene para nosotros, aunque ello conlleve renunciar a nuestros proyectos personales?
La Palabra de Dios dice:
Porque, si confiesas con tu boca que Jess es Seor y crees en tu corazn que Dios le resucit de entre los
muertos, sers salvo. Pues con el corazn se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para
conseguir la salvacin (Rm 10, 910).
Hagamos un acto de fe en Cristo y proclammoslo con nuestros labios y con nuestra vida que l es
nuestro nico Seor. Renunciemos, tambin, a todo aquello que no permite a Jess ser el Seor de nuestra
vida: el pecado, el mal, el egosmo, el materialismo y las sensualidades, las ansias de poder, de placer, de
sobresalir sobre los dems, toda relacin con prcticas de esoterismo y ocultismo (lectura de cartas,
consulta de adivinos, horscopos, espiritismo, etc.).
Dice la Palabra que Jess es el primognito entre muchos hermanos (Rm 8, 29). En l fuimos
creados.
Jess es un hombre que existi de verdad:
Un hombre de carne y hueso.
Su madre es Mara de Nazaret, que se cas con un hombre llamado Jos (Lc 1, 26).
Y naci en Beln, en tiempo de Herodes, y vivi un largo perodo en Nazaret (33 aos).
Por ser la manifestacin de Dios, Jess nace del Espritu de Dios, o sea, del mismo amor. Por eso, su
nombre completo no es slo Jess, que significa el salvador del pueblo. Es tambin Emmanuel, porque
de hecho es Dios-para-nosotros, Dios-con-nosotros (Mt 1, 2123).
Jess de Nazaret es verdadero hombre. Un hombre que vivi en todo la condicin humana, menos el
pecado:
Trabaja con sus manos (Lc 6, 35).
En la concepcin milagrosa de Jess, se da el encuentro fraterno del hombre con Dios, que es amor.
Creer en Jesucristo, concebido por obra y gracia del Espritu Santo, es participar de la familia de Dios.
Y esta familia de Dios supera los lazos de la carne y de la sangre y de la voluntad del hombre (Jn 1, 12
13).
El lugar de primer orden que ocupa en el evangelio la Virgen Mara es por su estrecha relacin con la
obra redentora de Jess. Dios siempre se vale de las personas para llegar a los hombres. El evangelio
seala que Dios no obliga a Mara a ocupar el papel que le ha sido asignado en la historia de la salvacin.
Le pide su consentimiento. Y Mara, previendo las dificultades que le traera la aceptacin, dice
simplemente: He aqu la esclava del Seor; que se haga en m segn tu palabra. Desde ese momento, la
Virgen Mara pas a ser la cooperadora principal de Jess en la obra de la redencin. No porque ella lo
hubiera merecido, sino porque fue escogida por Dios para esa misin:
La Virgen Mara colabor por su fe y obediencia libres a la salvacin de los hombres (Cat. N 511; LG 56).
Confesar que Jess fue concebido por obra y gracia del Espritu Santo y naci de Santa Mara Virgen,
es creer en el poder que ha desplegado Dios para salvarnos. El nacimiento virginal de Jess es un signo
viviente de que Dios nos renueva a los hombres desde la raz y hace nuevas todas las cosas.
Cuestionario
1. Qu significado tiene para nosotros el hecho de ser coherederos con Cristo?
2. Por qu Jess tiene que ser el nico Seor de nuestra vida?
3. Explica con tus propias palabra que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
4. Escribe una pequea oracin en que le agradeces a Mara por haber aceptado ser la madre de nuestro
Salvador.
Tema
El Sanedrn
Toda la administracin y la poltica interna estaba en manos de los judos, a travs del Sanedrn. ste
era un Consejo integrado por setenta miembros, todos ellos pertenecientes a las clases privilegiadas de los
sacerdotes, los fariseos y los escribas. La presidencia del Sanedrn siempre corresponda al sumo
sacerdote, que en tiempo de Jess, era Caifs.
Este Sanedrn era tambin la corte suprema de justicia, despus de Roma. Poda decidir sobre todas las
cuestiones, menos condenar a muerte a una persona por delito poltico.
Es por ello que los jefes de los sacerdotes, escribas y fariseos procuraban envolver a Poncio Pilato en
el caso de Jess, diciendo que l era un subversivo que incitaba al pueblo a la revolucin.
As, de intriga religiosa, el caso de Jess pas a ser una intriga poltica: de blasfemia pas a delito
poltico. En otras palabras: de subversivo de orden religioso, Jess pasa a ser considerado un subversivo
de orden poltico.
La clave para entender la condenacin de Jess a muerte no es entonces Pilato, sino el Sanedrn. De
hecho, la acusacin poltica contra Jess fue un pretexto para acabar con el profeta que denunciaba a los
judos sus pecados por no aceptar al Dios que se manifestaba en Jesucristo.
San Pablo afirma que, para los judos, el mensaje de un Salvador clavado en la cruz es un escndalo,
una blasfemia y, para los paganos, es simplemente una locura:
...nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escndalo para los judos, necedad para los gentiles; mas para los
llamados, lo mismo judos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabidura de Dios. Porque la necedad divina es
ms sabia que la sabidura de los hombres, y la debilidad divina, ms fuerte que la fuerza de los hombres ( 1 Co 1,
2325).
Aunque a algunos parezca chocante, al confesar este artculo del Credo, estamos proclamando el amor
que Dios tiene a los hombres y le estamos dando gracias porque nos reconocemos beneficiarios de su
amor. La muerte de Cristo en la cruz no significa entonces que un hombre haya aplacado con su muerte la
ira de un Dios ofendido. Significa ms bien que Dios ha tomado la iniciativa de reconciliar al hombre
consigo (2 Co 5, 1920).
La expresin descendi a los infiernos no es para decirnos de una forma literaria que Jess muri,
pues ello ya qued dicho anteriormente, y sera entonces redundante. Entonces, qu nos quiere decir esta
frase?
Cristo, por tanto, baj a la profundidad de la muerte para que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que
la oigan vivan (Jn 5, 25). Jess, el Prncipe de la vida (Hch 3, 15), aniquil mediante la muerte al seor de la
muerte, es decir, al diablo y libert a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud
(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado tiene las llaves de la muerte y del Hades (Ap l, 18) y al nombre
de Jess toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos (Flp 2, 10). (Cat. N 635)
Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendi a la morada de los muertos. Abri las puertas del
cielo a los justos que le haban precedido (Cat. N 637).
Cristo descendi a la mansin de los muertos para salvar a los que estaban perdidos y sin esperanza.
Cristo es la garanta de que los que mueren tambin resucitarn (1 Co 15, 1222). Esta es la gran noticia,
la buena nueva que surge tanto en el mundo de los vivos como en el mundo de los muertos.
La salvacin que Jesucristo nos ofrece no es privilegio de unos cuantos escogidos. Ella se extiende a
todos y a cada uno de los hombres, dondequiera que vivan, ms all de los lmites de espacio y tiempo,
para todas las condiciones humanas. Jess es as el Salvador de todos los hombres.
Se recomienda leer tambin: 1 Pe 3, 1822.
La frase del Credo al tercer da resucit... nos remarca que Jess cumpli de manera plena lo que
reiteradamente haba prometido (Mt 12, 40; 16, 21; 17, 2223; 20, 1719; Lc 9, 22; 13, 3133; 18, 31
33).
Nadie presenci la resurreccin de Jess. Todo lo que un investigador puede encontrar son los relatos
de los primeros discpulos, a quienes fue concedido el ver a Jess resucitado. Eso es precisamente lo que
hallamos en el Nuevo Testamento.
Qu noche tan dichosa -canta el Exultet de Pascua-, slo ella conoci el momento en que Cristo resucit de
entre los muertos!. En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la Resurreccin y ningn
evangelista lo describe. Nadie puede decir cmo sucedi fsicamente. Menos an, su esencia ms ntima, el paso a
otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histrico demostrable por la seal del sepulcro vaco y
por la realidad de los encuentros de los apstoles con Cristo resucitado, no por ello la Resurreccin pertenece
menos al centro del Misterio de la fe en aquello que trasciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado
no se manifiesta al mundo (Cf Jn 14, 22) sino a sus discpulos, a los que haban subido con l desde Galilea a
Jerusaln y que ahora son testigos suyos ante el pueblo (Hch 13, 31). Os anunciamos la Buena Nueva de que la
Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jess (Hch 13, 32-33). La
Resurreccin de Jess es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creda y vivida por la primera comunidad
cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradicin, establecida en los documentos del
Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz (Cat. N
647).
Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurreccin nos abre el
acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificacin que nos devuelve a la gracia de Dios a fin de
que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos... as tambin nosotros vivamos una nueva vida (Rm
6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participacin en la gracia. Realiza la
adopcin filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jess mismo llama a sus discpulos
despus de su Resurreccin: Id, avisad a mis hermanos (Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza,
sino por don de la gracia, porque esta filiacin adoptiva confiere una participacin real en la vida del Hijo nico,
la que ha revelado plenamente en su Resurreccin (Cat. N 654).
Por ltimo, la Resurreccin de Cristo y el propio Cristo resucitado es principio y fuente de nuestra resurreccin
futura: Cristo resucit de entre los muertos como primicia de los que durmieron... del mismo modo que en Adn
mueren todos, as tambin todos revivirn en Cristo (1 Co 15, 20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo
resucitado vive en el corazn de sus fieles. En El los cristianos saborean los prodigios del mundo futuro ( Hb 6,
5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina para que ya no vivan para s los que viven, sino para
aquel que muri y resucit por ellos (2 Co 5, 15). (Cat. N 655)
Lo que Lucas describe no es un hecho material, sino una experiencia de fe: Jess est plenamente
glorificado junto al Padre.
Imaginmonos por un instante aquella entrada triunfal y gloriosa de Jess resucitado en el cielo.
Tratemos de vislumbrar aquel recibimiento que todos los ngeles le dieron, dndole todo el honor y la
gloria, y la celebracin por su victoria que no terminar nunca...
Pero no nos quedemos, como los discpulos mirando el cielo (Hch 1, 11). Anunciemos a este mundo
incrdulo que Jess est vivo, y construyamos activamente el Reino de Dios, aquel reino de justicia y de
paz querido por l.
Otra mala pasada que puede jugarnos nuestra imaginacin es que, al repetir en el Credo lo de est
sentado a la derecha de Dios, nos figuremos a Jesucristo como un jubilado, disfrutando de un merecido
descanso, despus de los trabajos y padecimientos de su vida terrestre.
Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario del cielo, intercede sin cesar por nosotros como el
mediador que nos asegura permanentemente la efusin del Espritu Santo (Cat. N 667).
Este artculo se refiere a la segunda venida de nuestro Seor Jesucristo. l vendr con gloria, tal como
lo prometi. Pero esta parusa no tenemos que imaginarla como catastrfica ni como algo que tengamos
que temer. Nada de eso.
El llamado fin del mundo ser la culminacin de la gesta salvfica de Jesucristo, el cierre perfecto,
un bajar el teln de una obra maravillosa en donde se instaurarn los cielos nuevos y la tierra nueva (2
Pe 3, 13), y su reino no tendr fin. No es, pues, como muchos piensan, una destruccin violenta por parte
de Dios de su propia creacin. Mucho menos, algo que debamos temer. Todo lo contrario. Para el
creyente en Cristo, esta parusa debe ser deseada con todas nuestras fuerzas, pues as sern destruidos el
mal, la injusticia, el pecado:
Y o una fuerte voz que deca desde el trono: Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondr su morada entre
ellos y ellos sern su pueblo y l Dios-con-ellos, ser su Dios. Y enjugar toda lgrima de sus ojos, y no habr ya
muerte ni habr llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado (Ap 21, 34).
Por ello, debemos unirnos al Espritu para decir juntos: Ven, Seor Jess! (Ap 22, 20).
La ltima palabra no la tiene el poder del mal. La tiene Jesucristo, nuestro Seor. Y l vendr como
Juez el ltimo da para poner las cosas en su sitio. Entonces apartar a quienes viven oponindose al
reinado de su Padre, y reconocer como discpulos suyos a quienes viven con sus mismos sentimientos,
realizando, aun sin saberlo, el reinado de su Padre.
Cristo es Seor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los
hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. Adquiri este derecho por su Cruz (Cat. N 679).
Juzgar, en sentido bblico, no significa condenar. Condenar es cosa del hombre, no de Dios. l vino
a juzgar, es decir, a sacar nuestras mscaras, para que aparezca el verdadero rostro de cada uno. Juzgar
significa revelar la verdad de cada uno. Delante de Jess, ningn disfraz servir.
Cundo volver Jess? Nadie lo sabe, ni nos toca saberlo. Pero debemos estar preparados y, lo ms
importante: preparar su venida.
Desde la Ascensin, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (Cf Ap 22, 20), aun cuando a nosotros no
nos toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad (Hch 1, 7). (Cat. N 673)
Cuestionario
1.
2.
3.
4.
Por qu se afirma que todos somos responsables del padecimiento de Cristo en la cruz?
Qu hubiese ocurrido con el mensaje cristiano si Jess no hubiera resucitado?
Cmo te imaginas la entrada gloriosa de Cristo en el cielo en su Ascensin?
Redacta una oracin en que le pides a Jess que adelante su venida.
Tema
Creer en el Espritu Santo es estar convencidos de que l va a renovar permanentemente nuestra vida,
haciendo que de nuestro interior broten ros de agua viva (Jn 7, 3839). Es creer que en nosotros
tambin es posible vivir un continuo Pentecosts, pues el Espritu de Dios es ese viento huracanado
que no nos deja conformarnos, instalarnos, estancarnos en lo poco o mucho que hayamos alcanzado. Es
un vendaval que anima y sostiene no slo nuestras vidas desde un punto de vista individual, sino tambin
nuestras comunidades y la Iglesia entera. Por ello es que nos dirigimos al Padre dicindole: Enva tu
Espritu Seor, y renueva la faz de la tierra.
Nuestro lenguaje humano muchas veces no alcanza a expresar con xito ciertas acciones de tipo
espiritual. Es por ello que acudimos frecuentemente a imgenes para poder dar una leve idea de ellas. La
Biblia emplea este recurso para describir la accin del Espritu Santo en la vida de las personas. En ella
encontramos abundantes imgenes que nos revelan cul es la accin del Espritu Santo en el alma de la
persona que se deja controlar por l. El Catecismo de la Iglesia Catlica (N 694701) recoge estas
imgenes bblicas del Espritu Santo:
El agua. El agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en
el Espritu Santo.
La uncin. Cristo [Mesas en hebreo] significa Ungido del Espritu de Dios. ... Jess es
constituido Cristo por el Espritu Santo
El fuego. Simboliza la energa transformadora de los actos del Espritu Santo.
La nube y la luz. Estos dos smbolos son inseparables en las manifestaciones del Espritu Santo.
Ver: la Anunciacin (Lc 1, 35) y la Transfiguracin (Lc 9, 34-35).
El sello. La imagen del sello indica el carcter indeleble de la Uncin del Espritu Santo en los
sacramentos del Bautismo, de la Confirmacin y del Orden.
La mano. Mediante la imposicin de manos de los apstoles el Espritu Santo nos es dado
El dedo. Por el dedo de Dios expulso yo [Jess] los demonios (Lc 11, 20).
La paloma. El Espritu desciende y reposa en el corazn purificado de los bautizados, tal como lo
hizo con Jess en su bautismo.
La Iglesia es el Cuerpo de Cristo (Rm 12, 5; 1 Co 12, 1213.27; Ef 5, 2930; ver tambin Lumen
Gentium, N 7). Es incoherente decir que amamos a Cristo (la cabeza) y no amamos a la Iglesia (su
cuerpo).
Todos nosotros fuimos creados para la comunin, para vivir en unin con otras personas. No
corresponde a nuestra vocacin el vivir solitarios, cerrados a las necesidades de los dems. Estamos
llamados a abrirnos y a comprometernos con los hermanos, a vivir no para nosotros mismos, sino para los
otros. Y a vivir nuestra fe no slo en una dimensin individual, sino sobre todo eclesial. Cristiano sin
Iglesia no existe.
Creer no slo es aceptar un paquete de doctrinas y verdades sobre Dios. Creer es comprometerse,
indentificarse, adherirse totalmente a alguien. Creer es entregar el corazn, es ponerse la camiseta.
Creo en la Iglesia porque creo en el Espritu Santo que la gua, que la lleva a la conversin, que la
renueva incesantemente, que la lleva a despojarse de toda mentira e hipocresa. Creo en la Iglesia porque
Jesucristo prometi estar con sus discpulos hasta el fin de los tiempos.
La constitucin dogmtica Lumen Gentium (sobre la Iglesia) del Concilio Vaticano II, dedica su
segundo captulo a sealar que la Iglesia es el Pueblo de Dios, el pueblo mesinico:
Pues los que creen en Cristo, renacidos de germen no corruptible, sino incorruptible, por la palabra de Dios vivo
(cf. 1Pe 1, 23), no de la carne, sino del agua y del Espritu Santo (cf. Jn 3, 5-6), son hechos por fin linaje
escogido, sacerdocio real, nacin santa, pueblo de adquisicin ... que en un tiempo no era pueblo, y ahora pueblo
de Dios (1 Pe 2, 9-10). (LG, N 9)
Es entonces la Iglesia el pueblo de Dios pueblo santo y pecador que se congrega obedeciendo al
llamado de Dios, para celebrar la pascua de su liberacin y llevar a todos la Buena Noticia. Donde el
pueblo de Dios estuviere reunido, ah est la Iglesia.
Porque donde estn dos o tres reunidos en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20).
Poco importa si el lugar donde se congregan los creyentes es una catedral, una sencilla capilla o una
casa. Si hay fe entre quienes se renen, estn siendo una Iglesia viva, un templo vivo de Dios, pues por la
fe en Cristo y por el bautismo somos Iglesia. Lo ms importante no es tanto ir a la Iglesia, sino ser
Iglesia, pues ella es Comunidad.
Es tambin la Iglesia, como la llam Juan XXIII, Madre y Maestra. La madre perfecta no existe,
pero esta Madre, que es la Iglesia, no es perfecta porque est cargada con nuestros pecados. Somos
nosotros quienes afeamos su rostro con nuestro comportamiento, con nuestra conducta mediocre y
ambivalente. La Iglesia somos todos nosotros, y si alguno de nosotros falta, est dejando un vaco
imposible de llenar. Pero a la madre, con sus defectos y virtudes, hay que amarla con todo el corazn, y
dejarse educar por ella.
Iglesia soy yo, t, todos nosotros. Iglesia es la parroquia, la comunidad por la cual sufres y luchas.
Iglesia es el grupo de oracin, el club de madres, los franciscanos, los dominicos, el apostolado de la
oracin, el coro de la misa, los sacerdotes, las religiosas, los agentes pastorales... Iglesia es tu familia, los
hermanos que se renen para orar y compartir la Palabra de Dios. Iglesia es toda esa maravillosa variedad
de personas y agrupaciones que, en la unidad del Espritu Santo, profesan una misma fe y confiesan a un
mismo Seor: Jesucristo.
ser en la sociedad, protagonista de un servicio desinteresado, notable sobre todo, en el servicio a aquellos
que no nos pueden pagar; es nuestra misin regia.
Los carismas
Hemos compartido que en la Iglesia existe, por obra del Espritu Santo, una gran diversidad. Y esta
diversidad es producto de la variedad de carismas que el Espritu ha suscitado en toda la Iglesia.
Extraordinarios o sencillos y humildes, los carismas son gracias del Espritu Santo, que tienen directa o
indirectamente una utilidad eclesial; los carismas estn ordenados a la edificacin de la Iglesia, al bien de los
hombres y a las necesidades del mundo (Cat. N 799).
Estos carismas han de ser acogidos con gratitud y humildad, y deben ejercerse siempre en comunin
con nuestros pastores:
Los carismas se han de acoger con reconocimiento por el que los recibe, y tambin por todos los miembros de la
Iglesia. En efecto, son una maravillosa riqueza de gracia para la vitalidad apostlica y para la santidad de todo el
Cuerpo de Cristo; los carismas constituyen tal riqueza siempre que se trate de dones que provienen
verdaderamente del Espritu Santo y que se ejerzan de modo plenamente conforme a los impulsos autnticos de
este mismo Espritu, es decir, segn la caridad, verdadera medida de los carismas (Cf 1 Co 13). (Cat. N 800).
Adems, el mismo Espritu Santo no solamente santifica y dirige al Pueblo de Dios por los Sacramentos y los
ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que distribuye sus dones a cada uno segn quiere ( 1Co 12,11),
reparte entre los fieles de cualquier condicin incluso gracias especiales, con que los dispone y prepara para
realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovacin y una ms amplia edificacin de la Iglesia
segn aquellas palabras: A cada uno se le otorga la manifestacin del Espritu para comn utilidad ( 1Co 12,7).
Estos carismas, tanto los extraordinarios como los ms sencillos y comunes, por el hecho de que son muy
conformes y tiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo. Los dones
extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presuncin los frutos de los
trabajos apostlicos, sino que el juicio sobre su autenticidad y sobre su aplicacin pertenece a los que presiden la
Iglesia, a quienes compete sobre todo no apagar el Espritu, sino probarlo todo y quedarse con lo bueno (cf. 1Tes
5,19-21). (LG, 12)
Cuestionario
1.
2.
3.
4.
Redacta una oracin en la que le pides al Espritu Santo que renueve tu vida y te lleve a toda la verdad.
Redacta una oracin en la que le pides al Espritu Santo que renueve y santifique su Iglesia.
Cmo responderas a alguien que te dice: Yo no creo en la Iglesia porque all no me han amado?
Por qu es necesario para el cristiano vivir su fe eclesialmente?
Tema
Si los santos estamos unidos, es porque, por encima de cualquier otra diferencia, tenemos en comn el
participar en las cosas santas, en los bienes de la salvacin. Comunin de los santos es otra manera de
llamar al pueblo de Dios.
El perdn de los pecados es la aurora de la salvacin futura, la luz que el futuro de la salvacin de
Dios arroja sobre la vida presente. En medio de esta noche oscura, de esta historia de pecado, que es la
historia de la humanidad, Dios nunca abandona a sus hijos. Es all cuando resuena la voz de Dios:
Aunque una madre se olvide de su hijo pequeo, Dios no puede olvidar a su pueblo (Is 49, 15).
Jess quiso ceder a la Iglesia este ministerio del perdn. Fue el da ms grande de la historia, el da de
la Resurreccin, cuando Jess se apareci a sus apstoles y, despus de entregarles el don del Espritu
Santo, les dijo:
A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarn perdonados, y a quienes no se los perdonen, les quedarn
sin perdonar (Jn 20, 23).
La Iglesia comprendi de manera clara que el Seor le entregaba el ministerio del perdn. Nosotros lo
llamamos sacramento de la Reconciliacin (o Penitencia). Cuando un pecado mortal rompe nuestra
amistad con Dios, acudimos a este sacramento; all es Jess mismo quien se hace presente, a travs del
sacerdote, para decirnos: Yo te absuelvo de tus pecados. Por medio de la confesin, Dios Padre nos
restituye la vestidura de gracia que nos fue regalada en el bautismo.
El Seor quiere que sus discpulos tengan un poder inmenso: quiere que sus pobres servidores cumplan en su
nombre todo lo que haba hecho cuando estaba en la tierra (S. Ambrosio).
Los sacerdotes han recibido un poder que Dios no ha dado ni a los ngeles, ni a los arcngeles... Dios sanciona
all arriba todo lo que los sacerdotes hagan aqu abajo (S. Juan Crisstomo). (Cat. N 983)
Cuestionario
1. De qu forma concreta puedo vivir la comunin de los santos con los hermanos ms necesitados de
mi comunidad?
2. Cuenta un breve testimonio en que hayas experimentado ser objeto de la comunin de la caridad.
3. Cmo responderas a alguien que te dice: Yo me confieso directamente con Dios?
4. Por qu el perdn de los pecados es una manifestacin de la misericordia de Dios para con nosotros?
Tema
Cada uno resucitar con su propio cuerpo, pero glorificado. Un cuerpo totalmente animado y posedo
por el Espritu, dador de Vida y, por tanto, incorruptible, glorioso y fuerte:
Cristo resucit con su propio cuerpo: Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo (Lc 24, 39); pero El no volvi
a una vida terrenal. Del mismo modo, en El todos resucitarn con su propio cuerpo, que tienen ahora (Cc. de
Letrn IV), pero este cuerpo ser transfigurado en cuerpo de gloria (Flp 3, 21), en cuerpo espiritual (1 Co 15,
44). (Cat. N 999).
N 1001:
La resurreccin ser en el ltimo da (Jn 6, 39-40. 44. 54; 11, 24); al fin del mundo (LG 48). La
resurreccin de los muertos est ntimamente asociada a la Parusa segunda venida de Cristo:
El Seor mismo, a la orden dada por la voz de un arcngel y por la trompeta de Dios, bajar del cielo, y los que
murieron en Cristo resucitarn en primer lugar (1 Ts 4, 16).
Afirmar la fe en la resurreccin de la carne no es slo creer en la otra vida, significa tambin creer
que esta vida nuestra, gracias a Dios, se impondr sobre la muerte.
Para quienes vivimos en el camino del Seor, el juicio no debe ser motivo de terror, sino de confianza.
Recordemos para esto la promesa que nos hizo Jess:
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por l. El
que cree en l, no es juzgado; pero el que no cree, ya est juzgado, porque no ha credo en el Nombre del Hijo
nico de Dios (Jn 3, 1718).
La vida eterna (el cielo) y la muerte eterna (el infierno) ya comienzan aqu. Creer en la vida eterna es
creer que el reino de Dios ya est en medio de nosotros, y que es nuestra la tarea de construirlo.
El que no est conmigo, est contra m, y el que no recoge conmigo, desparrama (Mt 12, 30).
Es un error grande el imaginarse al purgatorio como un infierno chiquito. Otro error es pensar que
todos necesariamente deben pasar por el purgatorio. No es as. La persona que ha llegado a una debida
maduracin espiritual ingresar inmediatamente al cielo.
Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estn seguros de su
salvacin eterna, sufren una purificacin despus de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar
en el gozo de Dios (Cat. N 1054).
El purgatorio, ms que como una amenaza, lo debemos mirar como una muestra ms de la
misericordia de Dios que comprende nuestra debilidad. Dios no quiere la condenacin de nadie.
Dios no predestina a nadie a ir al infierno; para que eso suceda es necesaria una aversin voluntaria a Dios (un
pecado mortal), y persistir en l hasta el final (Cat. N 1037).
El juicio final
Hoy en da, hemos tergiversado las cosas: a lo bueno se le llama malo; muchos malvados son
exhibidos como ejemplares y exitosos; el dbil y honesto sale perdiendo frecuentemente, sobre todo
cuando acude a los tribunales humanos. Pero el da del Juicio Final, todo quedar en el lugar preciso,
pues slo habr un juez: Dios mismo.
Es por ello que los primeros cristianos, lejos de temer la segunda venida de Jess, oraban
incesantemente para que sta se produzca, clamando: Ven, Seor!. Y para los que creemos en Cristo,
ser un da de celebracin.
La resurreccin de todos los muertos, de los justos y de los pecadores (Hch 24, 15), preceder al Juicio final.
Esta ser la hora en que todos los que estn en los sepulcros oirn su voz y los que hayan hecho el bien
resucitarn para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenacin (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo
vendr en su gloria acompaado de todos sus ngeles... Sern congregadas delante de l todas las naciones, y l
separar a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondr las ovejas a su derecha, y
las cabras a su izquierda... E irn stos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna ( Mt 25, 31. 32. 46).
(Cat. N 1038)
El Catecismo de la Iglesia nos da una bella definicin de lo que es la vida eterna: es reinar con
Cristo.
Al fin de los tiempos, el Reino de Dios llegar a su plenitud. Entonces, los justos reinarn con Cristo para siempre,
glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo material ser transformado. Dios ser entonces todo en
todos (1 Co 15, 28), en la vida eterna (Cat. N 1060).
El cmo ser esa vida bienaventurada, no lo sabemos. Muchos se esfuerzan por imaginarse algo tan
sublime, pero lo cierto es que recin lo entenderemos cuando lo vivamos. sa es nuestra ms grande
esperanza.
Slo cabe apuntar que quizs el pasaje ms hermoso de la Sagrada Escritura es el que nos describe el
Apocalipsis, de aquel momento sin fin al cual todos hemos sido invitados a disfrutar. Nos referimos a las
Bodas del Cordero, esa gran celebracin como no hubo ni habr otra igual:
Y sali una voz del trono, que deca: Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le temis, pequeos y
grandes.
Y o el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y
decan: Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Seor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrmonos y
regocijmonos y dmosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le
ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura; el lino son las buenas acciones de los santos (Ap 19, 5
8).
Amn
As pues, el Amn final del Credo recoge y confirma su primera palabra: Creo. Creer es decir Amn a las
palabras, a las promesas, a los mandamientos de Dios, es fiarse totalmente de l, que es el Amn de amor infinito
y de perfecta fidelidad (Cat. N 1064).
El amn del Credo no es un punto final. Es un momento en la vida sobre todo en la celebracin
en el que los creyentes renovamos la fidelidad al Dios fiel. Renovar ese amn es algo as como animarnos
a testimoniar ms y ms una vida vivida como quienes han sido salvados.
Cuestionario
1. Cmo deberamos vivir para estar confiados en el momento de nuestra muerte de que iremos
directamente al cielo?
2. Qu le diras al Seor en el ltimo minuto de tu vida?
3. Qu sera lo primero que le diras al Seor al estar en su presencia?
4. Cmo la voluntad de Dios se puede hacer amn en tu vida?