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PROCOPIO DE CESREA

HISTORIA SECRETA
NDICE
PROEMIO.........................................................................................................................................3
I. CMO EL GRAN GENERAL BELISARIO FUE CEGADO POR SU ESPOSA............................4
II. CMO LOS TARDOS CELOS AFECTARON EL JUICIO MILITAR DE BELISARIO...............6
III. EL PELIGRO DE ENCONTRARSE CON LAS INTRIGAS DE UNA MUJER..............................9
IV. CMO TEODORA HUMILL AL CONQUISTADOR DE FRICA E ITALIA..........................11
V. CMO TEODORA ENGA A LA HIJA DEL GENERAL.........................................................14
VI. IGNORANCIA DEL EMPERADOR JUSTINO, Y CMO SU NIETO JUSTINIANO ERA
EL VIRTUAL GOBERNANTE.......................................................................................................17
VII. ULTRAJES DE LOS AZULES.......................................................................................................19
VIII. CARCTER Y APARIENCIA DE JUSTINIANO..........................................................................22
IX. CMO TEODORA, LA MS DEPRAVADA DE TODAS LAS CORTESANAS, GAN SU
AMOR.............................................................................................................................................24
X. CMO JUSTINIANO PROMULG UNA NUEVA LEY QUE LE PERMITA CASARSE
CON UNA CORTESANA...............................................................................................................27
XI. CMO EL DEFENSOR DE LA FE ARRUIN A SUS SBDITOS..............................................29
XII. PROBANDO QUE JUSTINIANO Y TEODORA ERAN REALMENTE DEMONIOS CON
FORMA HUMANA........................................................................................................................32
XIII. AFABILIDAD Y PIEDAD ENGAOSAS DE UN TIRANO.........................................................35
XIV. JUSTICIA EN VENTA....................................................................................................................37
XV. CMO LOS ROMANOS SE CONVIRTIERON EN ESCLAVOS.................................................39
XVI. QU LES OCURRA A AQUELLOS QUE CAAN EN DESGRACIA ANTE TEODORA..........41
XVII. CMO SALV A QUINIENTAS PROSTITUTAS DE UNA VIDA DE PECADO.......................43
XVIII. CMO JUSTINIANO MAT A UN TRILLN DE PERSONAS..................................................46
XIX. CMO SE APODER DE LA RIQUEZA DE LOS ROMANOS Y LA MALGAST..................49
XX. DEGRADACIN DE LA CUESTURA..........................................................................................51
XXI. EL TRIBUTO DEL AIRE, Y CMO A LOS EJRCITOS FRONTERIZOS SE LES PROHIBI
CASTIGAR A LOS INVASORES BRBAROS............................................................................53
XXII. OTRAS CORRUPTELAS EN LOS ALTOS CARGOS..................................................................55
XXIII. CMO LOS TERRATENIENTES FUERON ARRUINADOS.......................................................58
XXIV. INJUSTO TRATO A LOS SOLDADOS.........................................................................................60
XXV. CMO ROB A SUS PROPIOS OFICIALES...............................................................................63
XXVI. CMO EXPOLI LA RIQUEZA DE LAS CIUDADES Y SAQUE A LOS POBRES...............65
XXVII. CMO EL DEFENSOR DE LA FE PROTEGA LOS INTERESES DE LOS CRISTIANOS.......68
XXVIII. SU VIOLACIN DE LAS LEYES DE LOS ROMANOS, Y CMO LOS JUDOS FUERON
MULTADOS POR COMER CORDERO........................................................................................70
XXIX. OTROS INCIDENTES QUE LO MUESTRAN COMO UN MENTIROSO Y UN HIPCRITA...72
XXX. OTRAS INNOVACIONES DE JUSTINIANO Y TEODORA, Y UNA CONCLUSIN................74
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PROEMIO

Al narrar cuanto ha llegado a sucederle hasta ahora al pueblo Romano en las guerras, expuse
en orden todas sus acciones, en la medida en que me resultaba posible, de acuerdo con los tiempos y
los escenarios correspondientes. Sin embargo ya no voy a organizar de este modo los sucesos
posteriores, puesto que a partir de este momento me propongo escribir todo cuanto haya podido
suceder en cualquier parte del imperio Romano. La razn de ello es que no era sin duda posible
consignar esos sucesos del modo en que debe hacerse cuando todava estaban vivos sus actores. No
era en efecto posible ni pasar inadvertido al gran nmero de espas ni ser descubierto sin padecer
una muerte miserable, pues ni siquiera poda confiarme a los familiares ms prximos, antes bien
me vi obligado a ocultar las causas de muchos de los acontecimientos mencionados en los libros
precedentes.
Ser por lo tanto preciso que en este punto de mi obra revele lo que hasta el momento se haba
silenciado, as como las causas de lo que he expuesto previamente. Pero ahora que me encamino a
otra empresa, en cierto modo ardua y terriblemente difcil de superar, la de las vidas de Justiniano y
Teodora, resulta que me encuentro temblando y me echo atrs en buena medida cuando considero
que esto que habr de escribir en este momento pueda parecer increble o inverosmil a las futuras
generaciones; especialmente, cuando el tiempo, en su largo flujo, haya avejentado mi relato, temo
cosechar la reputacin de un mitgrafo y ser incluido entre los poetas trgicos. No voy a
acobardarme ante las dimensiones de mi tarea, pues confo sin duda en que mi libro no va a carecer
del apoyo de testigos. Pues los hombres de hoy, al ser los ms capacitados testigos de los sucesos,
transmitirn fidedignamente a los tiempos venideros la credibilidad que stos les merecen.
A pesar de ello, en numerosas ocasiones me retuvo otra reflexin durante largo tiempo a pesar
de que estaba ansiando escribir este libro. Consideraba en efecto que esta obra resultara
inconveniente a las generaciones futuras, porque antes conviene que las ms viles acciones sean
desconocidas para la posteridad, que el que lleguen a odos de tos tiranos y susciten en ellos el
deseo de emularlas. Pues a la mayor parte de los que sustentan el poder siempre es fcil que la
ignorancia les mueva fcilmente a imitar las malas acciones de sus antepasados, y as se sienten
invariablemente atrados, de una forma natural y espontnea, por los crmenes cometidos por los
ms antiguos. Sin embargo, al final una consideracin me llev a redactar la historia de estos
hechos: el pensar que los tiranos que vengan luego tendrn clara conciencia, en primer lugar de que
no es improbable que les sobrevenga un castigo por sus crmenes -justamente lo que llegaron a
padecer estos hombres-, y adems, de que sus acciones y caracteres quedarn para siempre
consignados por escrito: tal vez as sean por este mismo motivo ms reluctantes a la hora de
transgredir las leyes. Pues quin entre los hombres venideros podra conocer la licenciosa vida de
Semramis o la locura de Sardanpalo y Nern, si no hubieran dejado recuerdo de estas cosas los
escritores de entonces? Especialmente a aquellos que padezcan idntico destino, si es que esto
ocurriese, a manos de los tiranos, no les dejar sin duda de ser til or este relato, pues los que se
ven envueltos en la desgracia acostumbran a consolarse con el pensamiento de que los males no les
sobrevienen slo a ellos. Por estas razones, pues, proceder en primer lugar a decir cuntas infamias
cometi Belisario y luego expondr tambin cuntas infamias cometieron Justiniano y Teodora.
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I.
CMO EL GRAN GENERAL BELISARIO FUE CEGADO POR SU ESPOSA.

El padre de la esposa de Belisario, una seora a la que he mencionado en mis libros


precedentes, fue (al igual que lo fue su abuelo) cochero, ejerciendo este oficio en Constantinopla y
en Tesalnica. Su madre fue una de las mujeres, que de reputacin dudosa, se dedicaban al teatro; y
ella misma desde el primer momento llev una vida completamente frvola. Familiarizada con las
sustancias mgicas usadas por sus padres antes que ella, aprendi cmo usar aquellas que sometan
voluntades y se convirti en la daina esposa de Belisario, despus de haber parido ya a muchos
nios.
Fue una esposa infiel desde el comienzo, pero tena cuidado de encubrir sus indiscreciones
usando de las usuales precauciones; no por estar avergonzada de sus prcticas ni por albergar algn
temor hacia su esposo (pues ella nunca sinti vergenza de nada y lo engaaba fcilmente con sus
artimaas mgicas), sino porque tema el castigo de la Emperatriz, pues Teodora la odiaba y le
haba enseado sus dientes. Pero cuando esta Reina se vio implicada en dificultades, se gan su
amistad ayudndola, primero a destruir a Silverio, tal como se relatar en este trabajo y despus a
causar la ruina de Juan de Capadocia, como he relatado en otro lugar. Despus de esto, se hizo ms
y ms despreocupada y, apartando de s todo disimulo, se abandon a los placeres.
Haba un joven de Tracia en la casa de Belisario: Teodosio de nombre, y de la hereja
eunomia, la cual haban profesado sus padres. Cuando estaba a punto de llevar a cabo su expedicin
a Libia, Belisario bautiz a este muchacho con el agua bendita y lo recibi con los brazos abiertos
como miembro de su familia de ah en adelante, acogindolo con su esposa como a su hijo, de
acuerdo con el rito cristiano de adopcin. Y Antonina no slo abraz a Teodosio con el cario
razonable que se tiene a un hijo por la santa palabra, y lo mantuvo as cerca de s, sino que pronto,
mientras su marido estaba ausente en campaa, se enamor sobremanera de l; y enajenada de sus
sentidos por este mal, depuso de todo miedo y vergenza ante Dios y los hombres. Comenz ella
gozando de l ocultamente, y termin regalndose con l en presencia de los sirvientes y las criadas.
Porque estaba ya poseda de pasin y abrumada claramente por el amor, no poda ver ningn
obstculo a su consumacin.
En cierta ocasin, en Cartago, Belisario los sorprendi en el acto, pero consinti en ser
engaado por su esposa. Encontrando a los dos en una habitacin subterrnea, se air mucho; pero
ella le contest, sin mostrar miedo ni tratando de ocultar nada, Vine aqu con el chico para enterrar
la parte ms valiosa de nuestro botn, donde el Emperador no lo descubrir. As respondi a modo
de excusa, y l olvid el asunto como si la hubiera credo, incluso cuando vio los pantalones de
Teodosio desceidos algo inmodestamente. Pues tan prisionero estaba del amor de esta mujer, que
prefiri desechar las pruebas contempladas por sus propios ojos.
Como su locura progresaba a un grado indescriptible, aquellos que vean a donde estaba
llegando guardaron silencio, salvo una esclava, de nombre Macedonia. Cuando Belisario estaba en
Siracusa tras de haber conquistado Sicilia, le hizo a su amo jurar solemnemente que no los
traicionara a ella ni a su amante, y entonces le cont toda la historia, presentando como testigos a
dos jvenes esclavos que atendan el dormitorio.
Cuando oy esto, Belisario orden a uno de sus sirvientes matar a Teodosio; pero ste supo de
ello a tiempo de poder huir a feso. Porque la mayora de sus esclavos, instados por la debilidad de
carcter de este hombre, estaban ms dedicados a agradar a su esposa que a mostrarle lealtad, y as
incumplieron la orden que les haba dado en lo concerniente a Teodosio. Pero Constantino, cuando
vio la pena de Belisario por lo que le haba sucedido, se compadeci de l enteramente y le
coment, Yo habra intentado matar a la mujer antes que al muchacho. Antonina escuch esto, y
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alberg contra l odio secretamente, para que, cuando hubiere ocasin, hacer manifiesto el odio que
guardaba contra l. Pues era un escorpin que poda ocultar su picadura.
As no mucho despus de esto, por sus encantamientos o filtros o caricias, persuadi a su
marido de que las acusaciones contra ella eran falsas. Sin mayor dificultad ni dilacin envi una
carta a Teodosio para que volviera, y prometi entregar a Macedonia y a los dos jvenes esclavos a
su mujer. sta, se dice, primero les cort cruelmente la lengua y luego descuartiz sus cuerpos en
pequeos trozos que fueron metidos en sacos y arrojados al mar. Uno de sus esclavos, Eugenio, que
ya haba participado en la perdicin de Silverio, la ayud en su crimen.
Y no fue mucho despus de esto Belisario fue disuadido por su esposa para matar a
Constantino. Lo que ocurri en este tiempo en relacin a Presidio y las dagas lo he narrado en mis
anteriores libros. Pues mientras que Belisario habra preferido dejar a Constantino en paz, Antonina
lo dej en paz hasta que se veng, como acabo de repetir. Y como resultado de este asesinato, se
despert una gran enemistad contra Belisario en los corazones del Emperador y de todos los
notables Romanos.
As iban los asuntos. Pero Teodosio dijo que no poda regresar a Italia, donde Belisario y
Antonina permanecan ahora, a menos que Focio fuera expulsado. Pues este Focio era de esa clase
de hombres que mordera si alguien consiguiera ser mejor que l en alguna cosa, y tena razn de
estar invadido por la indignacin contra Teodosio. Aunque aquel era un hijo legtimo, estaba
totalmente olvidado mientras que Teodosio incrementaba su poder y riquezas: dicen que de los dos
palacios de Cartago y Rvena Teodosio haba tomado un botn que se contaba en cien centenarios,
puesto que le haba sido dado a l slo la gestin de aquellas propiedades de las que se haban
apoderado.
Pero Antonina, cuando supo de la decisin de Teodosio, nunca dej de tender trampas a su
joven hijo Focio y concebir proyectos malficos contra su persona, hasta que aquel vio claro que
tendra que escapar a Constantinopla si quera vivir. Entonces Teodosio vino a Italia y se reuni con
ella. All permanecieron entregndose a su amor, sin impedimentos del marido complaciente; y
despus regres en compaa de ambos a Constantinopla. Aqu Teodosio lleg a estar tan
preocupado de que el asunto llegara a ser de pblico conocimiento, que estuvo cerca de perder la
razn. Vio que sera imposible engaar a todos, ya que la mujer no era de lejos capaz de ocultar su
pasin y satisfacerla con discrecin, ni reflexionaba en absoluto del hecho de que fuera de hecho y
de reputacin entendida por adltera.
Por tanto, fue a feso, y habindose tonsurado segn el rito religioso, se hizo monje. Con lo
cual Antonina, perturbada por su prdida, mostr ostensiblemente su pena ponindose de luto; y
daba vueltas por la casa chillando y gimiendo, lamentndose incluso en presencia de su marido qu
buen amigo haba perdido, qu fiel, qu carioso, qu amoroso, qu vigoroso!. Al final, incluso su
esposo se uni a ella en su dolor. Y el pobre infeliz llor tambin, llamando a su querido Teodosio.
Finalmente Belisario fue incluso al Emperador y rog a ste y a la Emperatriz, hasta que stos
consintieron en llamar a Teodosio de vuelta, como a uno que era y siempre sera imprescindible en
la casa de Belisario.
Pero Teodosio rehus abandonar su monasterio, diciendo que estaba completamente
convencido en entregarse para siempre a la vida en clausura. Esta noble declaracin, con todo, no
fue del todo sincera, ya que era sabedor de que tan pronto Belisario dejara Constantinopla le sera
posible reunirse en secreto con Antonina. Lo que, de hecho, as hizo.
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II.
CMO LOS TARDOS CELOS AFECTARON EL JUICIO MILITAR DE
BELISARIO.

En efecto, pronto Belisario parti para luchar contra Corroes, y tom a Focio con l; pero
Antonina qued en Bizancio, aunque esto era contrario a su costumbre. Ella siempre haba preferido
viajar adondequiera que su marido fuera, para que ste, estando solo, no entrara en razn y,
olvidando sus sortilegios, pensara de ella tal y como se mereca. Pero entonces, para que Teodosio
pudiera tener de nuevo libre acceso a ella, plane una vez ms cmo librarse de Focio para siempre.
Soborn a algunos de los guardias de Belisario para que difamaran e insultaran a su hijo todo el
tiempo; en tanto ella, escribiendo cartas casi todos los das, lo denunciaba, y as carg con todo
contra l. Obligado por todo esto a contraatacar contra su madre, Focio consigui que un testigo
viniera de Constantinopla con pruebas del trato de Teodosio con Antonina y lo llev ante Belisario y
le orden contar toda la historia.
Cuando Belisario lo escuch, se air en extremo, cay a los pies de Focio, los bes, y le rog
que vengara a uno que haba sido tan agraviado por aquellos que menos tendran que haberlo
tratado as: Mi carsimo hijo, dijo, a tu padre, quienquiera que fuera, nunca has conocido, pues te
abandon en el pecho de tu madre cuando su vida toc a su trmino. Ni te has beneficiado incluso
de sus bienes, puesto que no fue bendecido por la riqueza. Pero criado por m, aunque era solamente
tu padrastro, has alcanzado una edad en la que puedes vengar mis males. Yo, que te he criado en el
rango consular y dado la oportunidad de adquirir tales bienes, puedo llamarme tu padre y madre y
completo pariente, y tendra razn, hijo mo. Pues no es por el parentesco de sangre, sino por los
hechos amistosos que los hombres han solido medir y ponderar sus lazos los unos con los otros.
Ahora ha llegado la hora, en que debes slo mirar por m en la ruina de mi casa y la prdida
de mi mayor tesoro, pero como uno que comparte la vergenza de su madre en la reprobacin en
que incurre ante los ojos de todos. Y considera tambin, que las faltas de las mujeres ofenden no
slo a sus maridos, sino que afecta incluso ms amargamente a sus hijos, cuya reputacin sufre ms
por esta razn, que se espera que hereden el carcter de aquellos de los que nacen.
Recuerda ya esto de m, que an amo a mi esposa sobremanera; y si est en mi mano castigar
a la destructora de mi casa, no le har ningn dao. Pero mientras Teodosio est presente, no puedo
perdonar esta acusacin que pesa contra ella.
Cuando hubo odo esto, Focio convino en servirle en todo; pero al mismo tiempo estaba
temeroso de que algn problema pudiera venirle de esto, ya que tena poca confianza en la fuerza de
voluntad de Belisario, cuando era su esposa la que estaba de por medio. Y entre otras tristes
alternativas, record con disgusto qu haba ocurrido con Macedonia. As oblig a Belisario a
prestar todos los juramentos que son ms sagrados y vinculantes entre los Cristianos, y cada uno
jur no traicionar al otro, incluso en el peligro ms mortfero.
Entonces decidieron que por el momento no haba llegado la ocasin de actuar. Pero tan
pronto que Antonina llegara de Constantinopla y Teodosio regresara a feso, Focio ira a feso y
tendra a su disposicin a Teodosio y sus bienes.
Fue en este tiempo en que haban invadido Persia con todo el ejrcito, y entonces le ocurri a
Juan de Capadocia lo que est escrito en mis trabajos precedentes. Aqu tuve que silenciar un asunto
por prudencia, a saber, que no fue sin maldad que Antonina enga a Juan y a su hija, y mediante
muchos juramentos, que los cuales ms reverenciados por los Cristianos no hay, les indujo a que
confiaran en ella como en alguien que nunca les hara dao. Despus de que hubiera hecho esto,
sintindose ms confiada que antes en la amistad de la Emperatriz, envi a Teodosio a feso, y ella
misma, sin sospecha de oposicin, parti al Este.
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Belisario acababa de expugnar la fortaleza de Sisaurano cuando le fueron tradas noticias de


que ella vena; y l, considerando sin importancia todo lo dems, dispuso que el ejrcito se retirara.
Porque ocurri, como he mostrado en otra parte, que otras cosas haban sucedido en la expedicin
que influyeron en l para dar esa orden de retirada, pero, como dije en el prefacio de este libro, no
era seguro para m en ese tiempo comentar todos los motivos subyacentes de esos eventos. Se hizo a
consecuencia de ello acusacin contra Belisario por todos los Romanos puesto que haba puesto los
asuntos ms urgentes del estado por debajo de los intereses menores de su casa. Pues el hecho fue
que, posedo por una celosa pasin por su esposa, estaba poco dispuesto a avanzar ms desde el
territorio Romano, de modo que tan pronto supiera que su esposa estaba de camino desde
Constantinopla, pudiera inmediatamente apoderarse de ella y vengarse de Teodosio.
Por esta razn orden a las fuerzas bajo Aretas cruzar el Ro Tigris; y regresaron a casa, no
habiendo logrado nada digno de mencin. Y l mismo tuvo cuidado de no abandonar la frontera
Romana por mucho ms que a una hora de camino. De hecho, la fortaleza de Sisaurano, yendo por
la calzada de la ciudad de Nisibis, no est a ms de un da de jornada para un hombre que tenga un
buen caballo desde la frontera Romana; y por otra va slo hay la mitad de distancia. As si hubiera
deseado empezar a cruzar el Tigres con todo su ejrcito, creo que podra haber tomado todo el botn
en el pas de Asiria, y haber marchado hasta la ciudad de Ctesifonte, sin que nadie pudiere habrsele
opuesto. Y podra haber rescatado a los cautivos Antioquenos y a cualesquiera otros Romanos
desafortunados que haban sido llevados all, y haberlos devuelto a sus tierras de origen.
Adems, fue culpable de que Cosroes pudiera volver sin impedimento a su tierra desde la
Clquide. Cmo ocurri lo explicar a continuacin. Cuando Cosroes, hijo de Cabades, al invadir la
tierra de Clquide, logr no slo lo que he narrado en otro lugar, sino tambin capturar Petra, una
gran parte del ejrcito de los Medos fue destruido, ya en la batalla, ya por la dificultad del terreno.
En efecto, Lazica, como he explicado, carece casi de calzadas y es muy montaosa. Tambin la
peste, cayendo sobre ellos, haba diezmado buena parte del ejrcito, y muchos murieron por falta de
alimento y cuidados. Fue en este tiempo que ciertas personas vinieron de Persia con nuevas de que
Belisario, habiendo vencido a Nabedes en batalla ante la ciudad de Nisibis, se estaba aproximando;
que haba expugnado por asedio la fortaleza de Sisaurano, capturado a punta de espada a Blescames
y a ochocientos jinetes Persas; y que haba enviado un segundo ejrcito Romano al mando de
Aretas, caudillo de los Sarracenos, a cruzar el Tigris y saquear toda la tierra all donde hasta
entonces no haba conocido tal peligro.
Sucedi tambin que el ejrcito de Hunos que haba Cosroes enviado a la Armenia Romana,
como maniobra de diversin de modo que los Romanos no conocieran su expedicin a Lazica, se
haba encontrado con Valeriano y sus Romanos, como otros nuncios entonces refirieron; y que
aquellos brbaros haban sido estrepitosamente batidos en batalla, y la mayora de ellos muertos.
Cuando los Persas escucharon esto, decayeron en verdad de espritu por su mala fortuna entre los
Lazios, temieron entonces que se encontraran con un ejrcito hostil dadas las presentes
dificultades, entre precipicios y yermos, y pereceran todos en el desorden. Y temieron tambin por
sus hijos, esposas y su pas; de hecho, los ms nobles en el ejrcito de los Medos difamaron a
Cosroes, diciendo que haba roto su palabra y la ley de los hombres, al invadir en tiempo de paz la
tierra de los Romanos. Cosroes haba agraviado, clamaban, a la ms antigua y grande de todas las
naciones, que aquel no podra posiblemente sobrepasar en la guerra. Un motn era inminente.
Alarmado ante esto, Cosroes encontr el siguiente remedio a su problema. Les ley una carta
que la Emperatriz haba escrito recientemente a Zaberganes. Esta era la carta:
En qu medida te estimo, Zaberganes, y que te creo amigo de nuestro Estado, t, que fuiste
embajador ante nosotros no hace mucho tiempo, eres bien conocedor. Actuaras conforme a esta alta
opinin que tengo de ti, si pudieras persuadir al Rey Cosroes de optar por la paz con nuestro
gobierno. Si haces esto, puedo prometerte que sers recompensado por mi marido, que nada hace
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sin mi consejo.
Cosroes ley esto en voz alta, y pregunt en tono de reproche a los comandantes Persas si
pensaban que este era un Imperio cuando lo estaba gobernando una mujer. Pudo entonces calmar su
nerviosismo. Pero incluso as, se retir del lugar con considerable ansiedad, pensando que en
cualquier momento las fuerzas de Belisario se le enfrentaran. Y cuando ningn enemigo apareci
para impedir su retirada, con gran alegra regres a su pas.
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III.
EL PELIGRO DE ENCONTRARSE CON LAS INTRIGAS DE UNA MUJER.

Al volver a territorio Romano, Belisario encontr a su esposa que acababa de llegar de


Constantinopla. A sta, cada en desgracia, la puso bajo guardia, y a menudo estuvo a punto de
condenarla a muerte; pero segn pasaba el tiempo se debilitaba, derrotado, supongo, por el renacer
de su amor por ella. Pero dicen que fue incluso privado de sentido por filtros que ella le administr
a l.
Entretanto el ultrajado Focio se haba ido a feso, llevando al eunuco Calgono, alcahuete de
su seora, con l, en cadenas; y bajo tortura, a lo largo de ese da Calgono confes todos los
secretos de su duea. Pero Teodosio una vez ms supo de su peligro y huy a la Iglesia de San Juan
el Apstol, que era el santuario ms sagrado y reverenciado de los contornos. Con todo, Andrs,
obispo de feso, fue sobornado por Focio para que se lo entregara.
Teodora albergaba entonces algn temor por Antonina, ya que se haba enterado de lo que le
haba ocurrido; de modo que envi una carta a Belisario para que llevara a su esposa a
Constantinopla. Focio, en oyendo esto, envi a Teodosio a Cilicia, donde sus lanceros y escuderos
haban de pasar el invierno; ordenando a aquellos que lo llevaban hacia all que lo hicieran tan
secretamente como fuera posible, y a la llegada a Cilicia lo encerraran ocultamente en la guarnicin,
no permitiendo que nadie supiera dnde estaba. Entonces, con Calgono y con el considerable
peculio de Teodosio, Focio parti a Constantinopla.
Entonces la Emperatriz mostr a todo el mundo que por cada asesinato que se ejecutaba en su
favor y la haca ser deudora poda pagar una mayor e incluso ms salvaje recompensa. Pues
Antonina haba tendido trampas y traicionado para favorecerla a un enemigo suyo, el Capadocio, al
que poco antes haba engaado. Provoc la cada y ruina, por causa de Antonina, a un buen nmero
de hombres inocentes. Tortur a algunos conocidos de Belisario y de Focio, cuando la nica
acusacin que haba contra ellos era ser amigos de los dos (y a da de hoy desconocemos cul fue su
destino final), y otros fueron por ella enviados al exilio en base a la misma acusacin.
Un hombre que haba acompaado a Focio a feso, un Senador que tambin se llamaba
Teodosio, no slo perdi su hacienda sino que fue arrojado a un calabozo completamente oscuro,
donde fue atado a un pesebre mediante una cuerda liada alrededor de su cuello tan corta que el lazo
estaba siempre apretado y no poda ser aflojado. Consecuentemente el pobre hombre tena que
permanecer en el pesebre todo el tiempo, para comer, dormir o hacer las otras necesidades
corporales. La nica diferencia entre l y un burro era que no poda rebuznar. El tiempo que pas
este hombre en tal situacin fue no menos de cuatro meses; despus de los cuales, vencido por la
melancola, se volvi loco, y por ello lo dejaron libre, y luego muri.
Al reluctante Belisario forz a reconciliarse con su esposa; mientras que Focio, despus que lo
haba torturado como a un esclavo y azotado en las espaldas y los hombros, fue obligado a rebelar
dnde estaban Teodosio y el alcahuete. Pero a pesar de su dolor en la tortura guard silencio como
haba jurado hacer; sin embargo siempre haba sido dbil y enfermizo, haba tenido que ser muy
cuidadoso con su salud, y hasta entonces no haba sido sometido a tales ultrajes y maltratos. En
cualquier caso ninguno de los secretos de Belisario divulg.
Despus, sin embargo, todo lo que hasta entonces haba sido tramado fue conocido. En
descubriendo a Calgono en las proximidades, Teodora se lo devolvi a Antonina, y despus hizo a
Teodosio volver a Constantinopla, donde lo ocult en su palacio. Un da despus de su llegada fue
enviado a Antonina: Mi queridsima seora, dijo ella, una perla cay ayer en mis manos, tal
como ningn mortal antes nunca haba visto. Si as lo deseas, no te impedir echar un vistazo a esta
joya, sino que te la mostrar a ti. No sabiendo qu haba ocurrido, su amiga pidi a Teodora que le
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mostrara la perla; y la Emperatriz, sacando a Teodosio de los aposentos de uno de los eunucos, se lo
descubri a Antonina.
Por un momento Antonina, sin habla ante la joya, permaneci muda. Luego cay en un xtasis
de gratitud, y llam a Teodora su salvadora, su benefactora, y su verdadera amiga. Despus de eso,
la Emperatriz mantuvo a Teodosio en palacio, inicindolo en toda forma de lujuria y declar que
incluso lo nombrara general de todas las fuerzas Romanas antes de que la larga justicia, con todo,
interviniera. Arrebatado por la disentera, desapareci del mundo de los hombres.
Entonces en el palacio de Teodora haba algunos calabozos secretos: oscuros, ignotos y
remotos, donde no se apreciaba la diferencia entre el da y la noche. En uno de ellos languideci
largo tiempo Focio. Tuvo, con todo, la buena fortuna de escapar, no una, sino varias veces. En la
primera busc refugio en la Iglesia de la Madre de Dios, que es la ms santa y famosa de las iglesias
de Constantinopla, y all se puso en el altar como suplicante. Pero ella lo captur incluso all, y lo
sac de all por la fuerza. En la segunda huy a la Iglesia de Santa Sofa y alcanz el santuario de la
santa fuente, que de todos los lugares los Cristianos ms reverencian. As incluso de all la mujer
fue capaz de arrastrarlo: porque para ella ningn lugar era demasiado temible o venerable como
para no transgredirlo, no pensaba nada sobre la violacin de todas y cada una de las cosas sagradas.
Como el resto del pueblo, los sacerdotes Cristianos quedaron mudos de horror, pero se mantuvieron
a un lado y le toleraron que hiciera cuanto deseara.
As pues Focio permaneci tres aos de esta manera en su celda; y entonces vino el profeta
Zacaras a l en un sueo y le orden en el nombre del Seor escapar, prometindole auxiliarlo en
ello. Confiando en la visin, gan de nuevo la libertad y sin conocimiento de nadie hizo viaje a
Jerusaln. Aunque se puso a la vista de incontables miles de hombres en su huida, nadie vio al
joven. All se salv, tom los hbitos monacales y se vio libre finalmente del castigo de Teodora.
Pero Belisario, faltando a su palabra, no adopt ninguna medida para vengar a su cmplice
que sufra tales impos maltratos tal y como se ha relatado. Y todas sus expediciones militares desde
ese momento en adelante fracasaron, presumiblemente por deseo de Dios. Pues su siguiente
campaa contra Cosroes y los Medos, que estaban por tercera vez invadiendo territorio Romano,
fue muy criticada por cobarda; si bien una cosa buena se dijo de l, que haba hecho retroceder al
enemigo. Pero cuando Cosroes cruz el Ro Efrates, expugn la gran ciudad de Calnico sin lucha,
y esclaviz a miles de ciudadanos Romanos, mientras que Belisario se cuidaba de no perseguir al
enemigo en retirada y se gan por ello la reputacin de ser una de estas dos cosas: traidor o cobarde.
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IV.
CMO TEODORA HUMILL AL CONQUISTADOR DE FRICA E ITALIA.

Poco despus de esto, el siguiente desastre cay sobre l. La peste que he descrito en otro
lugar estaba acabando con la poblacin en Constantinopla y el Emperador Justiniano cay
gravemente enfermo, de tal modo que se dijo incluso que haba muerto de ella. El rumor se
expandi hasta alcanzar los campamentos del ejrcito Romano. All algunos de los oficiales dijeron
que si los Romanos intentaban elevar a un segundo Justiniano como Emperador en Constantinopla,
nunca lo reconoceran. Luego la salud del Emperador mejor y los oficiales del ejrcito lanzaron
acusaciones unos contra otros; los generales Pedro y Juan el Glotn alegaron haber odo a Belisario
y a Buzes haciendo la declaracin antedicha.
Estas negativas opiniones fueron tomadas por la Emperatriz indignada como algo declarado
por los dos hombres para referirse a ella. As llam a todos los oficiales a Constantinopla para
investigar el asunto; y convoc a Buzes de improviso a sus aposentos privados, so pretexto de que
deseaba discutir con l asuntos de gran urgencia.
Entonces bajo palacio haba un stano subterrneo, seguro y laberntico, comparable con las
regiones infernales del Trtaro, en que aquellos que la haban ofendido eran finalmente enterrados.
Y as Buzes fue arrojado a este sitio, y all el hombre, aunque de rango consular, permaneci sin que
nadie supiera de su destino. Ni poda, puesto que estaba entre tinieblas, saber si era de da o de
noche, ni poda saber de nadie; pues el hombre que cada da le arrojaba la comida era mudo, y la
situacin era la de una bestia salvaje que se encuentra con otra. Todo el mundo pronto lo consider
muerto, pero nadie os mencionarlo o acordarse de l. Pero despus de dos aos y cuatro meses,
Teodora tuvo piedad del hombre y lo liber. Y fue visto como alguien que regresaba de entre los
muertos. Pero despus de esto qued medio ciego y enfermo. Esto fue lo que le hizo a Buzes.
Belisario, aunque ninguna de las acusaciones contra l fue probada, fue a peticin de la
Emperatriz relevado de su mando por el Emperador; quien nombr a Martino en su lugar como
General de los ejrcitos de Oriente. Los lanceros y escuderos de Belisario, as como sus criados que
destacaban en el servicio militar, orden que fueran divididos entre los otros generales y algunos de
los eunucos de palacio. Haciendo lotes de aquellos hombres y sus armas, se los repartieron segn
decida la suerte. Y a sus amigos y a aquellos que antes le haban servido se les prohibi incluso
visitar a Belisario. Era amargo, y nadie incluso lo habra tenido por creble, ver a Belisario como un
ciudadano privado en Constantinopla, casi abandonado, melanclico y miserable de apariencia, e
incluso temindose una posible conspiracin para acabar con su vida.
Entonces la Emperatriz supo que haba adquirido una gran hacienda en Oriente y envi a uno
de los eunucos de palacio para confiscarla. Antonina, como he relatado, estaba entonces
absolutamente alejada de cualquier intento de tratar con su marido, pero en los trminos ms
amistosos e ntimos con la Emperatriz, puesto que haba conseguido librarse de Juan de Capadocia.
As, para complacer a Antonina, Teodora arregl todo de modo que la esposa pareca haber pedido
gracia por su marido, y haberle salvado la vida de tal peligro; y el pobre infeliz no slo se reconcili
totalmente con ella, sino que le permiti que le hiciera el ms humilde esclavo por haberle salvado
de la Emperatriz. Y as es cmo ocurri esto.
Una maana, Belisario fue a palacio como siempre con sus pocos e insignificantes
compaeros. Encontrando al Emperador y a la Emperatriz hostiles, fue injuriado en su presencia por
ciudadanos corrientes. Luego a la tarde se fue a su casa, dando vueltas cuando se retiraba y
buscando en todas las direcciones a aquellos que pudieran estar acercndosele para asesinarlo.
Acompaado por este miedo, entraba en su casa y se acostaba solo en su lecho. Su espritu mengu,
perdi incluso el recuerdo del tiempo en que era un hombre; sudando, mareado y tembloroso, se
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encontraba perdido; devorado por terrores penosos y preocupacin mortal, estaba totalmente
anulado.
Antonina, que ni saba apenas cul haba sido su destino ni se preocupaba mucho de qu haba
pasado con l, caminaba arriba y abajo cerca fingiendo un ataque al corazn; pues ellos an
albergaban sospechas uno del otro. Mientras tanto, un oficial de palacio, Quadrato de nombre, haba
venido cuando estaba cayendo el sol, y pasando a travs del pasillo externo, se par repentinamente
en la puerta de las habitaciones de los hombres para decir que haba sido enviado ah por la
Emperatriz. Y cuando Belisario oy eso, dej caer sus brazos y piernas sobre el sof y se sent, listo
para el final. Hasta tal punto toda hombra lo haba abandonado.
Quadrato, sin embargo, se aproxim slo para entregarle una carta de la Emperatriz. Y la carta
rezaba: Conoces, Seor, tu ofensa contra Nos. Pero porque estoy muy en deuda con tu esposa, he
decidido olvidar todos los cargos contra ti y perdonarte la vida. As para el futuro puedes tener buen
nimo en cuanto a tu integridad personal y la de tus propiedades; pero sabremos por tu conducta
cmo te comportas con ella.
Cuando Belisario ley esto invadido por la alegra y deseando dar muestra de su gratitud,
salt del asiento y se postr a los pies de su esposa. Con cada mano acariciando una de sus piernas,
lamiendo con su lengua la planta del pie primero de uno de sus pies y luego del otro, proclam que
ella era la causa de su vida y de su seguridad: que en adelante sera su esclavo fiel, en vez de su
esposo.
La Emperatriz dio entonces trescientas piezas de oro de su peculio al Emperador, y fue
devuelto a Belisario el resto. Esto es lo que le ocurri al gran general al que el destino no mucho
antes le haba concedido tomar cautivos de su espada a Gelimer y a Vitiges! Pero la riqueza que este
sbdito suyo haba adquirido haba rodo mucho con la envidia los corazones de Justiniano y de
Teodora, que juzgaban excesiva y digna de una corte real. Y decan que haba ocultado mucho del
dinero de Gelimer y Vitiges, que por conquista perteneca al Estado y haba slo entregado una
pequea parte, completamente insignificante, al Emperador. Pero, cuando examinaron los trabajos
que el hombre haba logrado, y los gritos de reprobacin que despertaran entre el pueblo, puesto
que no tenan ningn pretexto creble para castigarlo, lo dejaron en paz. Pero justo entonces la
Emperatriz, encontrndolo aterrorizado y acobardado, con un golpe de mano llevado a cabo lleg a
ser la duea de toda su fortuna.
Para ligarlo a ella para lo sucesivo, dispuso los esponsales de Joannina, hija nica de
Belisario, con su nieto Anastasio.
Belisario entonces pidi que se le devolviera su antiguo cargo, y como General de Oriente
conducir los ejrcitos Romanos una vez ms contra Cosroes y los Medos; pero Antonina no quiso
or hablar de ello. All fue donde haba sido antes insultada por l, dijo, y nunca quiso ver ms a ese
lugar. Consecuentemente, Belisario fue en vez de ello nombrado Conde de los establos imperiales, y
enviado por segunda vez a Italia; acordando con el Emperador, dicen, no pedirle en ningn caso
dinero para esta guerra, sino preparar todo el avituallamiento militar de su peculio privado.
Entonces todos tomaron por seguro que Belisario haba convenido esto con su esposa y haba
hecho el acuerdo sobre la expedicin con el Emperador, para conseguir simplemente alejarse de su
posicin humillante en Constantinopla; y que tan pronto como hubiera conseguido salir de la
ciudad, se propondra tomar las armas y tomar represalias, como noble y como hombre, contra su
esposa y los que lo haban ofendido. En su lugar, hizo tabla rasa de todo lo que haba padecido,
olvid o se desentendi de la palabra de honor dada a Focio y a sus otros amigos, y sigui a su
esposa en un perfecto xtasis de amor: y ello cuando ella entonces haba alcanzado la edad de
sesenta aos.
Con todo, tan pronto como lleg a Italia, un nuevo y diferente problema le ocurra al
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despuntar cada da, pues incluso la mano de Dios se haba vuelto contra l. Pues los planes que este
general haba elaborado en la campaa anterior contra Teodato y Vitiges, aunque no parecan
ajustarse a los acontecimientos, resultaron generalmente en su favor; mientras que ahora, aunque
estaba confiado en idear planes mejores, tal y como se esperaba por su experiencia anterior en la
guerra, aquellos sin embargo devinieron todos a mal, de modo que el juicio final fue que no tena
ningn sentido de la estrategia.
As est claro que no es por la sabidura de los hombres, sino por la mano de Dios que los
asuntos de los hombres son dirigidos; y estos hombres lo llaman Destino, no sabiendo la razn de
las cosas que ven ocurrir; y lo que parece ocurrir sin causa es fcil de llamar un accidente del
momento. Pero este es un asunto sobre el que dejemos que cada cual opine por s mismo segn su
gusto.
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V.
CMO TEODORA ENGA A LA HIJA DEL GENERAL.

De esta segunda expedicin a Italia Belisario no sac nada en claro salvo desastres: pues en
cinco aos completos de campaa fue incapaz de poner pie en esa tierra, como he relatado en mis
libros anteriores, porque no haba una posicin sostenible all; sino que durante todo el tiempo
naveg de un lado a otro por la costa.
Totila, de hecho, estaba muy deseoso de encontrarse con l ante las murallas de su ciudad,
pero no pudo sorprenderlo all, pues como el resto del ejrcito Romano tena miedo de luchar. Por
lo cual Belisario no recuper nada de lo que se haba perdido, y adems incluso perdi Roma; y
todava ms, si hubiere quedado alguna cosa ms que perder. Su mente estaba ocupada por la
avaricia durante este tiempo, y no pensaba en otra cosa ms que en lucrarse. Puesto que el
Emperador no le haba entregado fondos, saque primero a todos los Italianos que vivan en Rvena
y Sicilia, y doquiera encontrara oportunidad, alegando que les estaba haciendo pagar un precio por
los actos de sus pasadas vidas. As, por ejemplo, fue a Herodiano y le pidi dinero, profiriendo toda
clase de amenazas, y esto enoj tanto a Herodiano que se rebel contra el ejrcito Romano y ofreci
sus servicios, junto con sus seguidores y la ciudad de Spoleto, a Totila y los Godos.
Y ahora demostrar cmo ocurri que Belisario y Juan, el sobrino de Vitaliano, se
enfrentaron: un conflicto que trajo un enorme desastre a los asuntos Romanos.
Entonces odiaba la Emperatriz tan profunda y visiblemente a Germano, que nadie se atreva a
emparentarse con l, aunque era nieto del Emperador. Sus hijos permanecieron solteros mientras
ella vivi, y su hija Justina, aunque estaba en la flor de sus dieciocho primaveras, no estaba an
comprometida. Consiguientemente, cuando Juan, enviado por Belisario, lleg a Constantinopla,
Germano fue obligado a postularse como un posible yerno, aunque Juan no era en absoluto digno
por su posicin de tal alianza. Pero cuando hubieron llegado a un acuerdo, se ligaron mutuamente
por los ms solemnes juramentos para sellar la alianza por todos los medios a su alcance; y esto fue
necesario porque ninguno tena confianza alguna en la buena fe del otro. Pues Juan saba que estaba
aspirando a un matrimonio muy superior a su rango, y Germano tema que incluso este hombre
pudiera intentar romper el acuerdo.
La Emperatriz, efectivamente, fue incapaz de contenerse ante esto: y por todos los medios,
por todas las artimaas posibles, incluso indignas, intent abortar estas negociaciones. Cuando, pese
a sus amenazas, no pudo disuadir a ninguno de ellos, pblicamente amenaz a Juan de muerte.
Despus de esto, al regresar Juan a Italia, temiendo que la hostilidad de Antonina pudiere forjar un
complot contra l, no se atrevi a reunirse con Belisario hasta que aquella march a Constantinopla.
Que Antonina haba recibido el encargo de la Emperatriz de ayudar a asesinarlo, nadie podra
considerarlo inverosmil; y cuando examin los hbitos de Antonina y la sumisin de Belisario a su
esposa, Juan estaba con razn muy alarmado.
La expedicin Romana, ya en sus ltimas fuerzas, entonces se colaps totalmente. Y as es
como Belisario concluy la guerra Gtica. En su desesperacin pidi al Emperador que le dejara ir
a casa tan rpidamente como le permitiera la navegacin. Y cuando recibi el consentimiento del
Emperador para que as lo hiciere, se fue inmediatamente con vientos favorables, diciendo un largo
adis al ejrcito Romano y a Italia. Dej casi todo en poder del enemigo; y mientras estaba de
camino a casa, Perusia, duramente asediada por el ms amargo asedio, fue capturada y sometida a
todas las miserias posibles, como he relatado en otro lugar.
Como si esto no fuera ya bastante, sufri otro revs personal de la siguiente manera. La
Emperatriz Teodora, deseando unir a la hija de Belisario con su nieto en matrimonio, dirigi a los
padres de la muchacha frecuentes misivas. Para evitar este enlace, difirieron la ceremonia hasta que
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pudieran ambos estar presentes en ella, y entonces, cuando la Emperatriz los llam a
Constantinopla, contestaron que no podran salir de Italia en ese momento. Pero la Emperatriz
estaba an determinada de que su nieto fuera el dueo de la hacienda de Belisario, pues saba que la
hija de aquel sera su heredera, ya que Belisario no tena ms hijos. Pero ya no tena confianza en
Antonina; y temiendo que despus de su muerte Antonina no se mantendra leal a su casa, a pesar
de todo lo que sta haba ayudado tan tilmente a la Emperatriz en sus problemas, y que rompera el
acuerdo, Teodora ejecut algo poco virtuoso.
Hizo que el muchacho y la joven vivieran juntos sin ceremonia celebrada alguna. Y dicen que
oblig a la joven contra su deseo a acostarse ilegtimamente con l, de modo que, siendo as
desflorada, la muchacha aceptara el matrimonio, y el Emperador no podra prohibir el asunto. Con
todo, despus de la primera cohabitacin, Anastasio y la muchacha se enamoraron, y durante no
menos de ocho meses continuaron sus relaciones extramaritales.
Pero cuando, despus de la muerte de Teodora, Antonina lleg a Constantinopla, no quera
olvidar el ultraje que la Emperatriz haba cometido contra ella. No importndole el hecho de que si
una a su hija a cualquier otro hombre, la estara convirtiendo en una prostituta, se neg a aceptar al
nieto de Teodora como yerno, y la apart de su amado por la fuerza, ignorando por completo sus
ruegos.
Por este acto de obstinacin insensible fue universalmente censurada. Y an cuando su esposo
regres a casa, fcilmente lo convenci de que su conducta haba sido la correcta: lo que rebel
abiertamente cul era el carcter de este hombre. Todava, aunque haba empeado su palabra a
Focio y a otros amigos, y luego la haba incumplido, haba quienes simpatizaban plenamente con l.
Pues pensaban que la razn de su perjurio no era su apocamiento ante su mujer, sino su temor de la
Emperatriz. Pero despus de Teodora muerta, como he dicho, tampoco pens en Focio o en alguno
de sus amigos; y estaba claro que llamaba a Antonina su duea, y a Calgono el alcahuete, su amo.
Y entonces todos vieron su ignominia, le hicieron pblica burla y le dijeron a la cara que era un
tonto. Entonces la locura de Belisario qued totalmente al descubierto. Tales eran, en general, para
describir los hechos sin ocultamientos, los pecados cometidos por Belisario.
En cuanto a Sergio, hijo de Baco, y sus crmenes en Libia, he descrito suficientemente el
asunto en otra parte en un captulo sobre el particular: cmo fue el ms culpable del desastre all del
poder Romano, y cmo haba incumplido el juramento que haba hecho sobre los Evangelios a
Levathae, y dio criminalmente muerte a sus ochenta embajadores. As dej dicho para que ahora
aada slo esto, que nadie fue a Sergio con intencin alguna de traicin, ni Sergio tena sospecha
alguna de que aquellos fueran traidores; pero, pese a tal, despus de invitarlos a un banquete bajo
promesa de inmunidad, los conden vergonzosamente a muerte. Esto ocurri en perjuicio de
Salomn, el ejrcito Romano y todos los Libios. A consecuencia de este hecho, especialmente
despus de muerto Salomn, como he dicho, ni oficial ni soldado tenan deseo alguno de
aventurarse a los peligros del combate. Muy notablemente Juan hijo de Sisinolo, se mantuvo
totalmente alejado de la guerra debido a su odio a Sergio, hasta que Areobino arrib a Libia.
Este Sergio era amante del lujo y no un soldado; joven de naturaleza y aos; un rufin celoso
y fanfarrn; un vividor lascivo y borracho. Pero despus de que se convirti en el pretendiente
aceptado de su sobrina y sta estaba relacionada con Antonina, esposa de Belisario, la Emperatriz
no permiti que fuera castigado o removido de su cargo, incluso cuando vio que Libia estaba por
perderse. Y ella y el Emperador dejaron incluso que Salomn, hermano de Sergio, marchara impune
despus de la muerte de Pegasio. Cmo sucedi esto, lo narrar ahora.
Despus que Pegasio haba rescatado a Salomn de Levathae, y los brbaros se haban
marchado a casa, Salomn con Pegasio su rescatador y unos pocos soldados partieron a Cartago. Y
en el camino Pegasio record a Salomn el mal que haba hecho, y le dijo que diera gracias a Dios
por su rescate de manos del enemigo. Salomn disgustado de serle reprochado haber sido tomado
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cautivo, inmediatamente mata a Pegasio; y este fue su agradecimiento al hombre que le haba
salvado. Pero cuando Salomn lleg a Constantinopla, el Emperador le perdon bajo la
consideracin de que el hombre al que haba asesinado era un traidor al estado Romano. Escapando
Salomn as de la accin de la justicia, se fue alegremente a Oriente a visitar su pas natal y a su
familia. Pero la venganza de Dios cay sobre l en el mismo viaje, y le hizo abandonar este mundo.
Esta es la explicacin del asunto concerniente a Salomn y Pegasio.
17

VI.
IGNORANCIA DEL EMPERADOR JUSTINO, Y CMO SU NIETO JUSTINIANO
ERA EL VIRTUAL GOBERNANTE.

Ahora vendr en relatar la clase de personas que eran Justiniano y Teodora, y por qu medios
arruinaron el Estado Romano.
Durante el gobierno del Emperador Len en Constantinopla, tres jvenes campesinos de
origen Ilirio, llamados Zimarco, Ditibisto y Justino de Vederiana, despus de una desesperada lucha
con la pobreza, abandonaron sus casas para buscar fortuna en el ejrcito. Marcharon a
Constantinopla a pie, cargando sobre sus hombros sus mantas en las cuales no envolvieron ningn
otro equipaje excepto las galletas que haban cocido al horno en su casa. Cuando llegaron y fueron
admitidos en el servicio militar, el Emperador los eligi para la guardia de palacio; pues eran los
tres hombres de buena apariencia.
Despus, cuando Anastasio accedi al trono, estall la guerra con los Isaurios, cuando esta
nacin se rebel; y contra stos Anastasio envi un ejrcito considerable bajo el mando de Juan el
Jorobado. Este Juan por alguna ofensa arroj a Justino a la crcel, y al da siguiente lo habra
condenado a muerte, si no hubiese sido detenido por una visin que se le apareci en un sueo. Pues
en este sueo, dijo el general, haba sostenido a un ser gigante en apariencia y en todo punto ms
poderoso que los mortales: y este ser le ordenaba dejar al hombre al que haba arrestado ese da.
Despertando de este sueo, dijo Juan, decidi que el sueo no era digno de consideracin. Pero a la
noche siguiente la visin se produjo nuevamente, y de nuevo escuch las mismas palabras que haba
odo antes; pero incluso as no se persuadi de obedecer tal orden. Pero por tercera vez se le
apareci la visin en sus sueos, y le amenaz con temibles consecuencias si no haca lo que el
ngel ordenaba, precavindole de que estara en dolorosa necesidad de este hombre y de su familia
en tiempos posteriores, cuando el da de la clera lo alcanzara. Y en ese punto Justino fue liberado.
Transcurriendo el tiempo, este Justino alcanz un gran poder. Pues el Emperador Anastasio lo
nombr Conde de la guardia palaciega; y cuando el Emperador parti de este mundo, por la fuerza
de su poder militar Justino se apoder del trono. Por este tiempo era ya un anciano con un pie en el
sepulcro, y tan analfabeto que no poda leer ni escribir: lo que nunca antes pudo haberse dicho de un
gobernante Romano. Fue costumbre de este Emperador firmar sus edictos con su propia mano, pero
ni elaboraba decretos ni era capaz de entender los negocios del estado en nada.
El hombre al que le toc asistirlo como Cuestor se llamaba Proclo; y ste manejaba todo a su
gusto. Pero para que pudiera haber alguna evidencia de la mano del Emperador, invent el siguiente
dispositivo para que lo usaran sus secretarios. Cortando de un bloque de madera las formas de las
cuatro letras necesarias para hacer la palabra Latina que significa he ledo, y sumergiendo la
pluma en la tinta usada por los emperadores para sus firmas, la ponan en los dedos del emperador.
Poniendo el bloque de madera que he descrito en el papel que sera firmado, dirigan la mano del
emperador de modo que su pluma contorneara las cuatro letras, siguiendo todas las curvas de la
plantilla: y as se retiraban luego con el FIAT del emperador. As es como los Romanos fueron
gobernados bajo Justino.
Su esposa se llamaba Lupicina: una mujer esclava y brbara, que fue trada para ser su
concubina. Con Justino, cuando el sol de su vida estaba ya por ponerse, ascendi al trono.
No era Justino capaz de hacer a sus sbditos nada bueno ni malo. Pues era simple, incapaz de
mantener una conversacin o hacer un discurso, y completamente brbaro. Su nieto Justiniano,
siendo an joven, era ya el virtual gobernante, y el de ms y peores calamidades para los Romanos
que ningn otro hombre en toda su historia anterior que haba acaecido hasta nosotros. Pues no
tena escrpulos contra el asesinato o el apoderarse de la propiedad de otras personas; y no le
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costaba nada deshacerse de miradas de hombres, incluso cuando no le haban dado ningn motivo
para ello. No tena cuidado de preservar las costumbres establecidas, sino que estuvo siempre
impaciente de nuevas experiencias, y en suma, era el ms grande corruptor de todas las nobles
tradiciones.
Aunque la peste, descrita en mis anteriores libros, atac a todo el mundo, no menos hombres
escaparon que perecieron; pues algunos nunca padecieron la enfermedad, y otros se curaron despus
de que los hubiera golpeado violentamente. Pero de este hombre ningn Romano pudo escapar;
pero como si fuere una segunda pestilencia enviada desde el infierno, cay sobre la nacin y no dej
a nadie totalmente inclume. A algunos mat sin razn, y a otros liber para luchar con la miseria, y
su destino era peor que el de aquellos que haban perecido, de modo que rezaban por que la muerte
los liberara de sus penurias; y a otros rob sus propiedades y sus vidas simultneamente.
Cuando no quedaba ya nada que arruinar en el estado Romano, se determin en conquistar
Libia e Italia, por ninguna causa salvo aniquilar al pueblo de esos lugares, como ya haba hecho con
aquellos que realmente eran sus sbditos.
De hecho, no haban pasado ms de diez das desde su accesin, cuando mat a Amantio, jefe
de los eunucos de palacio, y a otros varios, en base a la acusacin no ms grave que la de que
Amantio haba hecho algn comentario irreflexivo sobre Juan, arzobispo de la ciudad. Despus de
esto, fue el ms temido de los hombres.
Inmediatamente despus de esto se revolvi contra Vitaliano, al que haba en principio dado
garantas de integridad, y participado con l en la comunin Cristiana. Pero poco despus sospech
y recel de l y asesin a Vitaliano y a sus acompaantes en un banquete en palacio, mostrando as
que l no se consideraba en modo alguno ligado por los ms sagrados juramentos.
19

VII.
ULTRAJES DE LOS AZULES.

El pueblo desde mucho antes se hallaba dividido, como he explicado en otra parte, en dos
facciones, los Azules y los Verdes. Justiniano, unindose al primer partido, que se haba realmente
mostrado en su favor, fue capaz de poner todo en confusin y agitacin, y, por su poder, de poner el
Estado Romano de rodillas ante l. No todos los Azules estaban deseando seguir a su lder, sino que
haba muchos que estaban impacientes de que estallara una guerra civil. Y an incluso stos, cuando
estall el problema, parecan los ms prudentes de los hombres, pues sus crmenes eran menos
tremendos de lo que eran capaces de hacer en virtud de su poder. Ni los guerrilleros Verdes se
quedaron quietos, sino que mostraron su resentimiento tan violentamente como pudieron, aunque
uno a uno eran continuamente castigados; lo que, de hecho, les urga a cada momento a ulteriores
temeridades. Pues los hombres que son agraviados, probablemente llegarn a desesperarse.
Entonces fue que Justiniano, alimentando el fuego e incitando abiertamente a los Azules a la
lucha, hizo a todo el Imperio Romano sacudirse desde sus cimientos, como si un terremoto o un
cataclismo lo hubiera golpeado, o cada ciudad dentro de sus lmites hubiera sido tomada por el
enemigo. Todo por todas partes fue desarraigado: no se dej nada imperturbado por l. La ley y el
orden, a lo largo del estado, abrumados por la confusin, se volvieron del revs.
Primero los rebeldes revolucionaron el estilo de usar su pelo. Pues hicieron que se cortara
diferentemente del resto de los Romanos: no tocando el bigote o la barba, que permitieron
continuara creciendo tanto como pudiera, como lo hacen los Persas, pero dejando el pelo corto en el
frente de la cabeza hasta las sienes, y haciendo que colgara hacia abajo en gran longitud y desorden
en la parte posterior, como los Masagetas. Esta combinacin extraa fue llamada por ellos el corte
de pelo Huno.
Decidieron despus usar el ribete prpura en sus togas, y lo mostraban en un vestido que
indicaba un rango superior a su clase social: pues esto suceda solamente por el dinero adquirido
ilcitamente por el que podan comprar este adorno. Y las mangas de sus tnicas fueron cortadas
firmemente sobre las muecas, mientras que desde stas a los hombros eran de una anchura
increble; as, siempre que se movieran las manos, como al aplaudir en el teatro o animando a un
auriga en el hipdromo, estas mangas inmensas se agitaban visiblemente, exhibiendo al pblico qu
constituciones hermosas y bien desarrolladas eran stas que requeran tan gran ropa para cubrirlos.
No consideraban que por la exageracin de este vestido la flaqueza de sus cuerpos impedidos
apareca ms patente. Sus capotes, pantalones, y botas eran tambin diferentes: y esto tambin fue
llamado el estilo Huno, que fue imitado.
Casi todos llevaban armas abiertamente de noche, mientras que por el da encubran sus dagas
de doble filo a lo largo del muslo debajo de sus capotes. Recogindose en cuadrillas tan pronto
como caa la oscuridad, robaban los bienes en el amplio Foro y en los estrechos callejones,
arrebatando a los transentes sus capas, correas, broches de oro, y lo que tenan en sus manos.
Algunos fueron muertos despus de ser asaltados, de modo que no podan informar a nadie del
robo.
Estos ultrajes trajeron la enemistad de todos sobre ellos, en especial la de los Azules que no
haban tomado parte activa en la discordia. Cuando incluso stos fueron molestados, comenzaron a
usar cinturones y broches de bronce y capotes ms baratos que los que la mayora de ellos estaban
por privilegio autorizados a exhibir, para que su elegancia no les causara la muerte; e incluso antes
de que el sol se pusiera se marchaban a casa para ocultarse. Pero el mal progres; y como los
delincuentes no eran castigados por aquellos que tenan la responsabilidad de mantener la paz
pblica, su audacia creci ms y ms. Pues cuando el crimen no halla castigo alguno, no hay lmites
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para los abusos; puesto que incluso cuando es punido, nunca est totalmente erradicado, estando la
mayora de los hombres por naturaleza fcilmente inclinados al error. Tal era, entonces, la conducta
de los Azules.
Algunos del partido contrario se unieron a esta faccin para as encontrarse incluso con gente
de su bando originario que les haban maltratado; otros huyeron en secreto a otros lugares, pero
muchos fueron capturados antes de que pudieran huir, y perecieron ya a manos de sus enemigos ya
por sentencia de los tribunales. Y muchos otros jvenes se ofrecieron a esta banda quienes nunca
antes haban tenido inters alguno en la pugna, pero se vieron ahora atrados por el poder y la
posibilidad de cometer las insolencias que podan entonces tener permitidos. Pues no hay villana a
la que el hombre d nombre que no fuera cometida durante este tiempo, y dejada impune.
Entonces, al principio, asesinaban slo a sus oponentes. Pero las cosas fueron a ms y tambin
asesinaron a hombres que nada haban hecho contra ellos. Y hubo muchos que los sobornaron con
dinero, sealando a enemigos personales, a los que los Azules inmediatamente mataron, declarando
que aquellas vctimas eran Verdes, cuando de hecho eran sin duda extranjeros. Y todo esto no
suceda slo en la oscuridad y a hurtadillas, sino a cada hora del da, en cualquier lugar de la urbe,
ante los ojos de los ms notables hombres del gobierno, si ocurra que estuvieran presentes. Pues no
necesitaban encubrir sus crmenes, no teniendo miedo de castigo alguno, sino que consideraban ms
bien como un motivo de incrementar su reputacin, como probando su fuerza y hombra, matar con
un movimiento de daga a cualquier hombre inerme que pudiera pasar por ah.
Nadie tena esperanza de vivir mucho bajo este estado de cosas, pues todos presentan que
seran el siguiente en morir. Ningn lugar era seguro, ningn momento del da ofreca garanta
alguna de seguridad, puesto que estos asesinatos se daban en lo ms sagrado de los santuarios
incluso durante los oficios religiosos. Confianza no haba ninguna en los amigos o parientes de uno,
pues muchos murieron por la conspiracin de miembros de su propia casa. No mucho ms valor
tena la ley o el pacto a causa de este desorden, sino que todo se troc en violencia y confusin. El
Estado se asemej a una tirana, pero no una, sin embargo, que hubiera quedado establecida, sino
una que estaba diariamente cambiando y siempre recomenzando.
Los magistrados parecan haber perdido el sentido, y su ingenio esclavizado por el miedo de
un hombre. Los jueces cuando, decidiendo los casos que se presentaban ante ellos, fallaban, no lo
hacan segn lo que ellos encontraran recto o legal, sino con arreglo a que las partes en litigio
fueran amigo o enemigo de la faccin en el poder. Pues un juez que obviara esta instruccin se
estaba condenando a s mismo a muerte. Y muchos acreedores fueron obligados a aceptar los
recibos que haban enviado a sus deudores sin ser pagado lo que se les deba; y muchos asimismo
contra su deseo tuvieron que liberar a sus esclavos.
Y dicen que ciertas mujeres fueron forzadas por sus propios esclavos a hacer lo que no
queran; y los hijos de nobles, en connivencia con esos jvenes bandoleros, obligaron a sus padres,
entre otros actos contra sus deseos, a transferirles a ellos sus propiedades. Muchos muchachos
fueron constreidos, con el conocimiento de sus padres, a satisfacer los deseos antinaturales de los
Azules; y las mujeres felizmente casadas hallaron el mismo infortunio.
Se dice que una mujer de belleza no dudosa se diriga con su marido al suburbio que hay
enfrente del continente; cuando algunos hombres de su parcialidad se reunieron con ellos en el
agua, y saltando al bote, la arrastraron abusivamente del lado de su marido y la obligaron a
embarcar en su bajel. La mujer le haba dicho en voz baja a su esposo que confiara en ella y no
tuviera miedo alguno de sufrir ningn reproche, ya que ella no permitira que la deshonraran.
Entonces, mientras l la miraba con gran pena, ella se arroj al Bsforo y sali inmediatamente del
mundo de los mortales. Tales fueron los hechos que este partido se atrevi a cometer en aquel
tiempo en Constantinopla.
Pero todo esto desazonaba al pueblo menos que las ofensas de Justiniano contra el Estado. En
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efecto, aquellos que sufren muy penosamente a manos de malhechores son liberados de la mayor
parte de su angustia por la expectativa de que sern vengados alguna vez por la ley y la autoridad.
Los hombres que tienen confianza en el futuro pueden sobrellevar ms fcil y menos dolorosamente
sus apuros del presente; pero cuando son ultrajados por el gobierno incluso, lo que les acontece es
naturalmente ms penoso, y por la prdida de toda esperanza de compensacin caen en la total
desesperacin. Y el crimen de Justiniano fue que no slo estaba poco dispuesto a proteger a la
vctima, sino que no vea razn alguna por la que no deba ser la cabeza visible de la faccin
culpable; dio grandes sumas de dinero a aquellos jvenes, y se rode de ellos: y a algunos hasta los
lleg a nombrar para altos cargos y otros puestos de honor.
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VIII.
CARCTER Y APARIENCIA DE JUSTINIANO.

Esto se produca entonces no slo en Constantinopla, sino en cada ciudad, pues como
cualquier enfermedad, el mal, comenzando all, se extendi a travs de todo el Imperio Romano.
Pero el Emperador no estaba preocupado por el problema, incluso cuando se produca
continuamente ante sus propios ojos en el hipdromo. Pues estaba muy satisfecho y se asemejaba
sobremanera al asno tonto, que slo camina, sacudiendo sus orejas, cuando uno lo arrastra por el
frenillo. Como tal Justiniano actuaba, y sumi todo en la confusin.
Tan pronto como asumi el poder de manos de su to, su disposicin era gastar sin restriccin
el dinero pblico, que entonces tena en su control. Dio mucho de l a los Hunos, que, de cuando en
cuando, invadan el Estado; y por ello las provincias Romanas eran objeto de continuas incursiones,
pues estos brbaros, una vez sabedores de la riqueza Romana, nunca olvidaron la ruta que conduca
a ella. Y arroj mucho dinero al mar en forma de diques, como para dominar el eterno rugido de las
olas. Pues construy celosamente rompeolas de piedra lejos del continente contra el inicio del mar,
como si por el poder de la riqueza pudiera superar el poder del ocano.
Reuni para s todas las propiedades privadas de los ciudadanos Romanos de todo el Imperio:
algunas acusando a sus titulares de crmenes de los que eran inocentes, otras malinterpretando a
propsito las palabras de sus dueos hacindolas pasar por el deseo de hacerle un regalo de entre
sus bienes.
Y muchos, convictos de asesinato y otros crmenes, le entregaron sus pertenencias y as
escaparon de la pena por sus delitos. Otros, disputando fraudulentamente el ttulo de terrenos que
colindaban con los suyos, cuando vean que no tenan posibilidad de alcanzar a alegar los mejores
argumentos contra los demandados, con la ley contra ellos, le cedan su disputado derecho al
emperador para liberarse del litigio. Y as estas personas por un gesto que no les costaba nada,
obtenan su favor y podan ilegalmente ganar al mejor de sus oponentes.
Pienso que este es tan buen momento como cualquier otro para describir la apariencia
personal del hombre. Fsicamente no era ni alto ni bajo, sino de altura media; no delgado, sino
moderadamente grueso; su cara era redonda, y no de mal aspecto, pues tena buen color, incluso
cuando ayunaba durante dos das. Para abreviar una larga descripcin, se pareca mucho a
Domiciano, hijo de Vespasiano. Era aquel al que los Romanos odiaron tanto que incluso hacerlo
cuartos no satisfizo su animadversin contra l, sino que fue por el Senado emitido un decreto por el
que el nombre de este Emperador nunca deba ser escrito, y que ninguna estatua suya deba ser
conservada. Y as este nombre fue borrado en todas las inscripciones de Roma y en cualquier sitio
en que hubiera sido escrito, excepto slo donde aparece en la lista de Emperadores; y en ninguna
parte se puede ver estatua alguna de l en todo el Imperio Romano, salvo una en bronce, que fue
labrada por la siguiente razn.
La esposa de Domiciano era de libre nacimiento y noble; y no se haba hecho odiosa a nadie,
ni haba asentido a los actos de su esposo. Por ello fue muy querida; y el Senado envi a por ella,
cuando muri Domiciano, y le instaron a que pidiera cualquier favor que deseara. Pero ella pidi
slo esto: erigir en su memoria una imagen de bronce, donde ella deseara. El Senado se lo concedi.
Entonces la mujer, deseando dejar un memorial para el futuro del salvajismo de aquellos que haban
asesinado a su esposo, concibi este plan: recogiendo todas las partes del cuerpo de Domiciano, los
ensambl exactamente juntos y uni el cuerpo de nuevo, en su apariencia original. Tomando esto
para los escultores, les orden que labraran la miserable imagen en bronce. As los artesanos la
esculpieron, y la esposa la tom, y la coloc en la calle que conduce al Capitolio, a mano derecha
segn uno va all desde el Foro: un monumento a Domiciano y una manifestacin de la manera de
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su muerte hasta este da.


Toda la persona de Justiniano, su manera de expresarse y todas sus caractersticas pueden
verse claramente en esta estatua.
Tal que as era Justiniano en apariencia; pero su carcter era algo que no pude describir
completamente. Pues era a la vez vil y malhechor; como la gente dice coloquialmente, un pervertido
moral. l nunca era sincero con nadie, sino siempre insidioso en lo que deca y haca, pero
fcilmente ciego ante cualquiera que deseara engaarlo. Su naturaleza era una mezcla antinatural de
locura y maldad. Lo que en viejos tiempos dijo un filsofo peripattico era tambin verdad sobre l,
que cualidades opuestas se combinaban en un hombre como en la mezcla de colores. Intentar
retratarlo, empero, en cuanto pueda penetrar en su complejidad. Este Emperador, entonces, era
engaoso, desviado, falso, hipcrita, con varias caras, cruel, experto en disimular su pensamiento,
nunca inclinado a las lgrimas por alegra o dolor, aunque poda derramarlas falsamente a su
voluntad cuando la ocasin lo requera, mentiroso siempre, no slo de improviso, sino en la
escritura, y cuando haca juramentos sagrados a sus sbditos en su misma presencia. Luego rompa
inmediatamente sus acuerdos y garantas, como el peor de los esclavos, a los que de hecho slo el
temor de la tortura lleva a confesar su perjurio. Era un amigo desleal, un enemigo traicionero,
devoto del asesinato y del saqueo, pendenciero e inveterado revolucionario, fcilmente atrado a
cualquier maldad, pero nunca queriendo escuchar un buen consejo, presto a maquinar males y
llevarlos a la prctica, pero encontrando cualquier cosa buena desagradable a sus odos, aunque la
supiera de odas.
Cmo podra alguien describir en palabras el carcter de Justiniano? stos y muchos otros
vicios, incluso peores, se revelaron en l como en ninguna otra naturaleza mortal; pareca haberse
reunido la maldad de todo el resto de los hombres y plantada en el alma de este hombre. Y adems
de esto, era demasiado propenso a escuchar acusaciones; y demasiado rpido en castigar. Pues
decida tales casos sin un examen completo, dictaminando el castigo cuando haba odo solamente
al acusador. Sin vacilacin escribi decretos para saquear pases, expugnar ciudades y esclavizar
naciones enteras, sin causa alguna que lo justificara. De modo que si uno deseara examinar todas las
calamidades que haban acontecido a los Romanos antes de este tiempo y las comparara con sus
crmenes, pienso que se concluira que este solo hombre haba asesinado a ms hombres que en toda
la historia precedente.
No tena escrpulos en apoderarse de la propiedad ajena, y no ideaba siquiera excusa alguna,
legal o ilegal, para confiscar lo que no le perteneca. Y cuando era suyo, estaba ms que presto a
malgastarlo en una insana exhibicin, o darlo como soborno innecesario a los brbaros. En suma, ni
retena mucho tiempo el dinero en su poder ni dejaba a nadie tenerlo: como si su razn fuera no la
avaricia, sino los celos de los que tenan riquezas. Sacando toda la riqueza del pas de los Romanos
de esta manera, se convirti en la causa de la pobreza universal.
Este era pues el carcter de Justiniano, hasta donde puedo retratarlo.
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IX.
CMO TEODORA, LA MS DEPRAVADA DE TODAS LAS CORTESANAS,
GAN SU AMOR.

Tom una esposa; y cmo naci sta y se cri, y, casada con este hombre, destruy el Imperio
Romano desde sus fundamentos, me dispongo ahora a relatar.
Acacio era el guarda de las bestias salvajes usadas en el anfiteatro de Constantinopla;
perteneca a la faccin Verde y tena el sobrenombre de guardaosos. Este hombre, durante el
imperio de Anastasio, cay enfermo y muri, dejando tres hijas llamadas Comito, Teodora y
Anastasia: de las cuales la mayor no alcanzaba an los siete aos de edad. Su viuda contrajo
segundas nupcias con otro hombre, el cual junto con ella decidi cargar con la familia de Acacio y
continuar en la profesin de ste. Pero Asterio, el maestro de baile de los Verdes, en siendo
sobornado por otro los removi de este oficio y se lo asign a otro hombre que le dio dinero. Pues el
maestro de baile tena el poder de distribuir tales cargos como quisiera.
Cuando esta mujer vio al populacho reunido en el anfiteatro, puso coronas de laurel sobre las
cabezas de sus hijas y en sus manos, y las hizo ponerse en tierra en actitud de suplicantes. Los
Verdes contemplaron esta muda splica con indiferencia; pero los Azules se vieron movidos a
conceder a las nias el mismo oficio, ya que su propio guarda de animales acababa de morir.
Cuando estas chicas cumplieron la edad de mocedad, su madre las puso en un teatro local,
pues eran bellas a la vista; pero no las envi a todas al mismo tiempo, sino cuando le pareca que
cada una haba alcanzado la edad conveniente. Comito, de hecho, lleg a ser una de las ms valiosas
heteras del momento.
Teodora, la hermana mediana, vestida con una tnica corta con mangas, como una esclava,
serva a Comito y sola seguirla llevndola sobre sus hombros el banco en que su favorecida
hermana estaba sentada en las reuniones pblicas. Entonces Teodora era an demasiado joven para
conocer la relacin normal del hombre con una doncella, pero consenta la innatural violencia de los
viles esclavos, que, siguiendo a sus dueos al teatro, empleaban su ocio de esta infame manera. Y
durante algn tiempo en un burdel sufri estos abusos.
Pero tan pronto como lleg a la adolescencia, y estaba ya preparada para el mundo, su madre
la puso en el escenario. Inmediatamente se hizo cortesana, de la clase llamada infantera tal cual los
antiguos Griegos solan llamar a una mujer comn, pues ella no tocaba la flauta o el arpa, ni
entrenaba siquiera para bailar, sino que slo entregaba su juventud a cualquier persona con que se
encontrara, en total abandono. Despus se uni a los actores del teatro y participaba en sus
representaciones, tomando parte en menospreciables escenas de comedia, cuyo objeto era arrancar
la carcajada. Pues era muy divertida y una buena mima, e inmediatamente se hizo popular en este
arte. No haba vergenza en la muchacha, y nadie la vio dudar: ningn papel era demasiado
escandaloso para ella, aceptndolo sin ruborizarse.
Ella era de la clase de comediantes que encanta a la audiencia dejndose abofetear y recibir
golpes en las mejillas, y le hace partirse de risa levantando sus faldas enseando a los espectadores
esos secretos femeninos aqu y all que la costumbre aparta de los ojos del sexo opuesto. Con
holgazanera fingida imitaba a sus amantes, y adoptando coquetamente incluso nuevas formas de
caricias, era capaz de mantener en una constante agitacin los corazones de los disolutos. Y no
esperaba a ser solicitada por aquel con el que se reuna, sino al contrario, con gestos incitadores y
cmicos movimientos de sus faldas se ofreca a todos los hombres que pasaban, especialmente a los
que eran adolescentes.
En materia de placer nunca fue derrotada. A menudo iba a merendar al campo con diez
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hombres o ms, en la flor de su fuerza y virilidad, y retozaba con todos ellos, durante toda la noche.
Cuando se cansaban del deporte, se acercaba a sus criados, treinta quiz en nmero, y luchaba en
duelo con cada uno de ellos; e incluso ni as encontraba alivio alguno a su deseo. Una vez, visitando
la casa de un caballero ilustre, dicen que se situ en el extremo ms alto de su triclinio, alz el
frontal de su vestido, sin rubor, y as ense negligentemente su impudicia. Y aunque abra de par
en par tres puertas a los embajadores de Cupido, se lamentaba de que la naturaleza no haba abierto
semejantemente los estrechos de su pecho, para que pudiera all haber ideado otra recepcin a sus
emisarios.
Frecuentemente quedaba encinta, pero como empleaba todo gnero de artificios
inmediatamente, se produca al poco el aborto. A menudo, incluso en el teatro, a peticin de la
gente, se quitaba el vestido y se quedaba desnuda en medio, salvo por una faja en la ingle: no
porque se avergonzara de mostrar tambin esto a la audiencia, sino porque exista una ley contra
aparecer totalmente desnuda en un escenario, sin al menos con esta mnima prenda. Cubierta as con
una cinta, caa al suelo del escenario y se tumbaba sobre su espalda. Esclavos, a quienes fue
confiado entonces tal deber, dispersaban granos de cebada desde arriba en el cliz de esta flor de la
pasin, de donde los gansos, entrenados para el propsito, escogeran despus los granos uno por
uno con sus picos y comeran. Cuando se levantaba, lo haca sin pudor, sino que pareca ms bien la
gloria en persona. Pues no slo era ella misma impudente, sino que haca a los dems tambin
audaces. A menudo cuando estaba sola con otros actores se desnudaba y se arqueaba provocativa,
mostrndose como un pavo real a aquellos que tenan experiencia de ella y a aquellos que an no
haban tenido este privilegio de su entrenada flexibilidad.
Tan perversa era su lujuria que habra ocultado no slo la acostumbrada parte de su cuerpo,
como cualquier mujer, sino tambin su cara. As los que eran ntimos con ella inmediatamente
reconocieron de ese mismo hecho ser pervertidos, y ms de un hombre respetable que coincida con
ella en el foro la evit y se retir con rapidez, para que el dobladillo de su capa no tocara a tal
criatura, y se pudiera pensar que comparta su contaminacin. Pues a los que la vean,
especialmente al amanecer, era un pjaro de mal agero. Y hacia sus compaeras actrices era tan
salvaje como un escorpin: pues era muy malvada.
Despus, se fue con Hecebolo, un Tirio que haba sido gobernador de Pentpolis, sirvindole
de las ms bajas formas; pero finalmente pelearon y fue expulsada rpidamente. En consecuencia,
se encontr apartada de su gnero de vida, que se ganaba por la prostitucin, tal como haba hecho
antes de esta aventura. Vino entonces a Alejandra, y atravesando todo el Oriente, hizo su camino a
Constantinopla; en cada ciudad haciendo comercio (que es muy seguro y deseo en el nombre de
Dios no nombrarlo demasiado claramente) como si el Mal estuviera determinado a que no hubiera
tierra en el orbe que no conociera los pecados de Teodora.
As fue esta mujer nacida y criada, y su nombre era una referencia muy superior a las otras
putas ordinarias en las lenguas de los hombres.
Pero cuando regres a Constantinopla, Justiniano se enamor apasionadamente de ella. Al
principio la mantuvo slo como su amante, aunque la elev a rango patricio. A travs de l Teodora
pudo inmediatamente adquirir un perverso poder y unas muy grandes riquezas. Le pareca ella la
cosa ms dulce del mundo, y como todos los amantes, deseaba agradar a su amor con todo posible
favor y regalarla con toda su riqueza. La extravagancia aadi combustible a las llamas de la
pasin. Con la ayuda de ella para gastar el dinero saque al pueblo ms que nunca, no slo en la
capital, sino a lo largo del Imperio Romano. Como ambos haban sido durante mucho tiempo de la
faccin Azul, dieron a esta faccin casi el total control de los asuntos de Estado. Fue mucho despus
cuando lo peor de este mal lleg de la siguiente manera.
Justiniano haba estado enfermo varios das, y durante su enfermedad estuvo en tal peligro su
vida que incluso se dijo que haba muerto; y los Azules, que haban estado cometiendo los crmenes
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que he mencionado antes, llegaron al punto de matar a Hipatio, un caballero de no poca


importancia, a plena luz del da en la iglesia de Santa Sofa. El grito de horror por este crimen lleg
a odos del Emperador, y todos los cercanos a l aprovecharon la oportunidad de recalcar la
magnitud de lo que se estaba haciendo de los asuntos pblicos en ausencia del Justiniano; y
enumeraron desde el principio cmo se haban muchos crmenes cometido. El Emperador entonces
orden al Prefecto de la Urbe castigar aquellas ofensas. Este hombre era un tal Teodoto, de
sobrenombre la Calabaza. Hizo una completa investigacin y pudo arrestar a muchos de los
responsables y condenarlos a muerte, aunque muchos otros no fueron encontrados, y escaparon.
Luego la Fortuna tuvo a bien que esos sujetos se hicieran cargo de los asuntos del Imperio Romano.
Justiniano, restaurada inesperadamente su salud, inmediatamente decidi condenarlo a muerte
por envenenador y mago. Pero, puesto que no tena pruebas sobre las que condenarlo, tortur a sus
amigos hasta que fueron obligados a decir palabras que injustamente lo arruinaron. Y cuando todos
se apartaban de l y slo en silencio lamentaban el complot contra Teodoto, un hombre, Proclo el
Cuestor, se atrevi a decir que el hombre era inocente de la acusacin lanzada contra l, y que en
modo alguno habra merecido la muerte. Gracias a l, a Teodoto le fue permitido por el Emperador
exiliarse a Jerusaln. Pero sabiendo all que hombres haban sido enviados para acabar con l, se
ocult en la iglesia por el resto de su vida hasta que muri. Y este fue el destino de Teodoto.
Pero despus de esto, los Azules se hicieron los ms prudentes de los hombres. Pues no se
aventuraron ms a continuar sus ofensas, incluso aunque tenan abierta la posibilidad de transgredir
la ley ms audazmente que antes. Y la prueba de esto es que cuando unos pocos de ellos despus
mostraron tal audacia, ningn castigo cay sobre ellos. Pues aquellos que tenan el poder de
castigar, siempre daban a estos malvados tiempo para escapar, animando tcitamente al resto a
pisotear las leyes.
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X.
CMO JUSTINIANO PROMULG UNA NUEVA LEY QUE LE PERMITA
CASARSE CON UNA CORTESANA.

Entonces, en tanto la anterior Emperatriz estuvo viva, Justiniano no pudo encontrar el modo
de hacer a Teodora su legtima esposa. En este asunto se opuso a l como en ninguna otra: pues la
seora aborreca el vicio, siendo una campesina de descendencia brbara, como he mostrado. Nunca
pudo hacer nada bueno, a causa de su continua ignorancia de los asuntos de Estado. Cambi su
nombre originario, porque tema que la gente lo considerara ridculo, y adopt el nombre de
Eufemia cuando vino a palacio. Pero finalmente su muerte removi este obstculo al deseo de
Justiniano.
Justino, chocho y totalmente senil, era entonces el hazmerrer de sus sbditos; era despreciado
por todos por su incapacidad para ocuparse de los asuntos de estado; pero a Justiniano lo servan
con considerable temor. Sus manos estaban en todo, y su pasin por la agitacin creaba universal
consternacin.
Fue entonces cuando decidi consumar su matrimonio con Teodora. Pero como era imposible
para un hombre de rango senatorio hacer de una cortesana su esposa, estando esto prohibido por una
antigua ley, hizo al emperador derogar esta disposicin creando otra nueva, que le permita casarse
con Teodora, y en consecuencia haciendo posible para cualquiera tambin tomar por esposa a una
cortesana. Inmediatamente despus de esto se hizo con el poder del Emperador, simulando su
usurpacin con un pretexto aparente: pues fue proclamado colega de su to como Emperador de los
Romanos por la cuestionable legalidad de una eleccin inspirada por el temor.
As Justiniano y Teodora ascendieron al trono imperial tres das antes de Pascua, un tiempo,
de hecho, en que hacer vistas o saludar a algn amigo est prohibido. Y no muchos das despus
Justino muri de enfermedad, despus de reinar nueve aos. Justiniano era nico monarca, junto
con, en efecto, Teodora.
As fue que Teodora, a pesar de nacida y criada tal y como he relatado, se elev a la dignidad
real soslayando todos los obstculos. Pues ningn pensamiento de vergenza vino a Justiniano al
casarse con ella, aunque poda haber elegido a la virgen ms noble, ms educada, ms modesta,
cuidadosamente criada, virtuosa y hermosa de todas las mujeres del Imperio Romano en conjunto:
una doncella, como dicen, de noble pecho. En su lugar, prefiri hacer su mujer a la que haba sido
mujer comn de todos los hombres, asimismo, indiferente a toda su historia revelada, tom en
matrimonio a una mujer no slo culpable de cualquier contaminacin sino que adems se jactaba de
sus muchos abortos.
Apenas necesito mencionar ninguna otra prueba del carcter de este hombre: pues toda la
perversidad de su alma qued de manifiesto totalmente en esta unin, lo cual sirve de intrprete,
testigo y relatador extenso de su descaro. Pues cuando un hombre una vez no hace caso a la
deshonra de sus acciones y est dispuesto a arrostrar el desprecio de la sociedad, no hay despus
camino de ilegalidad que sea tab para l, sino que con cara imperturbable avanza, fcilmente y sin
escrpulos, a los actos de infamia ms profundos.
Sin embargo, ni un solo miembro del Senado, viendo esta desgracia cayendo sobre el Estado,
os quejarse o censurar el hecho; sino que todos ellos se inclinaron ante ella como si fuera una
diosa. Ni hubo un sacerdote que mostrara enfado, sino que todos se dieron prisa en saludarla como
Alteza. Y el populacho que la haba visto antes en el escenario, levantaron inmediatamente las
manos para proclamarse sus esclavos de facto y de nombre. Ni soldado alguno se quej al serle
ordenado que afrontara los peligros de la guerra en beneficio de Teodora ni hubo hombre alguno en
la tierra que se aventurara a oponrsele.
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Confrontados con esta desgracia, todos se rindieron, supongo, a la necesidad, pues era como
si el Destino estuviera dando prueba de su poder para controlar los asuntos humanos tan
malignamente como quisiera, mostrando que sus decretos no necesitan siempre ser acordes a la
razn o a la rectitud humana. As el Destino a veces eleva a mortales rpidamente a las alturas
desafiando la razn, en oposicin a todos los gritos de la justicia, y que no admite obstculo,
urgiendo a sus favoritos a apoderarse de sus objetivos sin estorbos ni impedimentos. Pero como esto
es la voluntad de Dios, as dejmoslo estar y sea escrito.
Entonces Teodora era hermosa de rostro y de una gran gracia, aunque era pequea de estatura;
su tez era moderadamente colorida, si bien algo plida; y sus ojos eran deslumbrantes y vivaces.
Toda la eternidad no sera suficientemente larga para permitir a uno referir sus calaveradas en el
escenario, pero los pocos detalles que he mencionado son suficientes para demostrar el carcter de
la mujer ante las generaciones futuras.
Lo que ella y su esposo hicieron juntos debe ahora ser brevemente descrito: pues nada se hizo
por uno sin el consentimiento del otro. Durante algn tiempo se supuso generalmente que eran
totalmente distintos en mente y accin; pero despus se revel que su aparente diferencia haba sido
planeada, de modo que sus sbditos no pudieran unnimemente rebelarse contra ellos, sino en su
lugar dividirlos en opinin.
As dividieron a los Cristianos en dos partes, pretendiendo cada uno tomar partido por una,
confundiendo a s a ambas, como pronto mostrar; y entonces arruinaron a ambas facciones
polticas. Teodora fingi apoyar a los Azules con todo su poder, animndoles a tomar la ofensiva
contra la faccin contraria y llevar a cabo los hechos de violencia ms indignantes; mientras que
Justiniano, afectando estar disgustado y secretamente celoso de ella, tambin finga que no poda
oponerse abiertamente a sus rdenes. Y as daban la impresin a menudo de que estaban actuando
en oposicin entre s. Entonces l ordenaba que los Azules deban ser castigados por sus crmenes, y
ella se quejara airadamente de que contra su deseo era vencida por su marido. Con todo, los Azules,
como he dicho, parecan cautos, pues no agredieron a sus vecinos tanto como podran haber hecho.
Y en los juicios cada uno finga estar a favor de uno de los litigantes, y presionaban para que
el hombre con peor derecho en el caso ganara: y as robaban a ambos litigantes la mayor parte de la
propiedad en liza.
Del mismo modo, el Emperador, tomando a muchas personas en su intimidad, les confera
cargos con poder a travs de los cuales podan defraudar al Estado hasta los lmites de su ambicin.
Y tan pronto como haban reunido suficiente botn, perdan el favor ante Teodora, e inmediatamente
eran arruinados. Al principio l simulaba una gran simpata en su favor, pero pronto perda de algn
modo su confianza en ellos, y un aire de duda oscureca su celo a su favor. Entonces Teodora los
trataba vergonzosamente, mientras l, inconsciente de lo que se les estaba haciendo, confiscaba sus
propiedades y audazmente se apoderaba de sus fortunas. Por tales hipocresas bien planeadas
confundan al pueblo y, pretendiendo estar en disconformidad el uno con el otro, podan establecer
una firme y mutua tirana.
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XI.
CMO EL DEFENSOR DE LA FE ARRUIN A SUS SBDITOS.

Tan pronto como lleg Justiniano al poder cambi todo de arriba abajo. Lo que haba estado
antes prohibido por ley, ahora lo introdujo en el gobierno, a la par que revocaba todas las
costumbres establecidas como si se le hubieran confiado el hbito de Emperador bajo la condicin
de revolverlo todo. Aboli cargos, e invent otros nuevos para el manejo de los asuntos pblicos.
Hizo lo mismo con las leyes y con las ordenanzas del ejrcito; y su razn no era ninguna mejora de
la justicia o ventaja pblica, sino simplemente que todo pudiera as ser nuevo y llamado segn su
decisin. Y a lo que estaba ms all de su poder de abolicin, le daba cualquier otro nombre segn
su voluntad.
Nunca se cans de saquear las propiedades y de asesinar a los hombres. Tan pronto como
haba robado todas las casas de valor, buscaba alrededor otras; entretanto malgastaba los despojos
de sus precedentes saqueos en subsidios a los brbaros o en levantar extravagantes edificaciones sin
sentido. Y cuando haba arruinado a quizs miradas en este loco pillaje, inmediatamente se pona a
planear cmo poda hacer lo mismo con otros incluso en gran nmero.
Como los Romanos entonces estaban en paz con todo el mundo y no tena otros medios de
satisfacer su pasin por el asesinato, incit a los brbaros a luchar unos con los otros. Por ninguna
razn en absoluto convoc a los jefes Hunos y con estpida magnanimidad les entreg enormes
sumas de dinero, alegando hacer esto para asegurar su amistad. Esto, como dije, tambin lo hizo en
tiempos de Justino. Estos Hunos, tan pronto como haban conseguido este dinero, lo enviaban junto
con sus soldados a otros de sus caudillos, con la palabra de hacer incursiones en la tierra del
Emperador, de modo que pudieron obtener adems un tributo de l, para comprar una segunda paz.
As los Hunos esclavizaron al Imperio Romano y fueron pagados por el Emperador para que
continuaran hacindolo.
Esto anim an a otros a robar a los Romanos pobres; y despus de sus pillajes, eran adems
premiados tambin por el generoso Emperador. De este modo todos los Hunos, pues cuando no era
una de sus tribus era otra, continuamente corran y devastaban el Imperio. Pues los brbaros eran
mandados por diferentes caudillos, y la guerra, gracias a la necia generosidad de Justiniano, se
prolongaba as sin fin. Por ello ningn lugar, montaa, cueva, o cualquier otro punto en territorio
Romano, durante este tiempo, permaneci sin ser afectado, y muchas regiones fueron saqueadas
ms de cinco veces.
Estos infortunios, y aquellos que fueron causados por los Medos, Sarracenos, Eslavos, Antes,
y el resto de Brbaros, los he descrito en mis precedentes trabajos. Pero, como dije en el prefacio de
este mi relato, la causa real de estas calamidades haba de ser dicho aqu.
A Cosroes tambin pag grandes cantidades de oro a cambio de la paz, y entonces con
arbitrariedad estpida causaba la ruptura de la tregua haciendo todo esfuerzo para asegurarse la
amistad de Alamandur y sus Hunos, quienes haban estado en alianza con los Persas, pero esto lo he
tratado extensamente en mis captulos sobre este asunto.
Sin embargo, mientras estaba animando a la confrontacin civil y la guerra en las fronteras
para confundir a los Romanos, con un nico pensamiento en su mente: que la tierra se empapara de
sangre humana y pudiera hacerse con ms y ms botn, invent nuevas formas de acabar con sus
sbditos. Entonces entre los Cristianos en todo el Imperio Romano, haba muchos con doctrinas
disidentes, que se llaman herejas por la iglesia establecida, tales como las de los Montanistas y los
Sabatianos, y cualesquiera otras que hacen que las mentes de los hombres se aparten del verdadero
camino. Todo lo de estos creyentes orden que fuera abolido, y su lugar ocupado por el dogma
ortodoxo, amenazando con, entre otras penas por desobediencia, la prdida del derecho de los
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herticos a legar sus bienes a sus hijos u otros parientes.


Entonces las iglesias de los llamados herticos, especialmente de aquellos que pertenecan a
los disidentes Arrianos, eran increblemente ricas. Ni todo el Senado junto ni otro grupo grande del
Imperio Romano tenan en propiedad algo comparable a lo de esas iglesias. Pues sus tesoros de oro
y plata, y montones de piedras preciosas iban ms all de cualquier narracin o cuenta; tenan sus
propias mansiones y villas enteras, tierras en todo el mundo, y cualesquiera otras cosas que se
puedan contar como riqueza entre los hombres.
Como ninguno de los Emperadores precedentes haba molestado a estas iglesias, muchos
hombres, incluso aquellos de la fe ortodoxa, ganaban su sustento trabajando en sus propiedades.
Pero el Emperador Justiniano, en confiscando aquellas propiedades, al mismo tiempo privaba a
mucha gente de aquello que haba sido su nico modo de ganarse la vida.
Agentes fueron enviados a todas partes para forzar a cualesquiera encontraran a renunciar a la
fe de sus padres. Esto, que parece impo para la gente rstica, les hizo rebelarse contra aquellos que
les daban tal orden. As muchos perecieron a manos de la faccin perseguidora, y otros se
suicidaron, pensando absurdamente que esta era la mejor solucin entre dos males; pero la mayor
parte con mucho de ellos abandonaron la tierra de sus padres, y huyeron del pas. Los Montanistas,
que vivan en Frigia, se encerraron en sus iglesias, se arrojaron al fuego, y ascendieron a la gloria en
las llamas. Y a partir de entonces todo el Imperio Romano fue una escena de masacre y huida.
Una ley similar fue promulgada contra los Samaritanos, que iniciaron en Palestina una
agitacin indescriptible.
Aquellos, de hecho, que vivan en mi propia Cesrea y en las otras ciudades, considerando
estpido sufrir un mal trato por la ridcula tontera de un dogma, tomaron el nombre de Cristianos
en lugar del que haban tenido antes, por la cual precaucin pudieron evitar los peligros de la nueva
ley. La ms respetable y alta clase de estos ciudadanos, una vez que hubieron adoptado esta
religin, decidieron permanecer fieles a ella; la mayora, empero, como si fuera en rencor por haber
no voluntariamente, sino por la imposicin legal, abandonado las creencias de sus padres, pronto
ingresaron en la secta de los Maniqueos y en lo que es conocido como politesmo.
Las gentes del campo, empero, se unieron y resolvieron tomar las armas contra el Emperador,
eligiendo como su candidato al trono a un bandido llamado Julin, hijo de Sabaro. Y durante un
tiempo se sostuvieron contra las tropas imperiales; pero finalmente, vencidos en batalla, fueron
muertos, junto con su caudillo. Diez miradas de hombres se dice perecieron en este encuentro, y la
ms frtil tierra del orbe se vio as desierta de campesinos. A los propios Cristianos de estas tierras,
el asunto los puso en gran dificultad, pues mientras sus beneficios producidos por aquellas
propiedades eran cortados, hubieron de pagar altos impuestos anuales al Emperador durante el resto
de sus vidas, asegurada la no remisin de este gravamen.
Entonces dirigi su atencin a aquellos llamados Gentiles, torturando sus personas y
saqueando sus tierras. De esta gente aquellos que decidieron hacerse Cristianos de nombre se
salvaron de momento; pero no pas mucho antes de que aquellos, tambin, fueran sorprendidos
haciendo libaciones y sacrificios y otras ceremonias malditas. Y cmo trat a los Cristianos ser
relatado a continuacin.
Despus de esto promulg una ley prohibiendo la sodoma: una ley no dirigida contra las
ofensas cometidas despus de su publicacin, sino contra aquellos que pudieran haber sido
convictos de haber practicado este vicio en el pasado. El curso de esta persecucin fue muy ilegal.
Se dictaron sentencias cuando no haba acusador; la palabra de un hombre o nio, y la de quizs un
esclavo, obligado contra su voluntad a testimoniar contra su dueo, se tuvieron por prueba
suficiente. Aquellos que eran condenados fueron castrados y luego exhibidos en pblico. Al inicio,
esta persecucin se dirigi slo contra aquellos que, de la faccin Verde, eran reputados
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especialmente ricos, o haban por otra parte despertado envidias.


La malicia del Emperador se dirigi tambin contra los astrlogos. Por consiguiente, los
magistrados designados para castigar a los ladrones abusaron tambin de los astrlogos, por
ninguna razn salvo la de pertenecer a esta profesin; azotndolos en la espalda y hacindoles
desfilar por la ciudad en camellos, aunque eran ancianos, y de todo punto respetables, sin haber
reproche contra ellos, salvo el de que estudiaban la ciencia de las estrellas mientras vivan en tal
ciudad.
Por consiguiente hubo una constante corriente de emigracin no slo a la tierra de los
brbaros sino a lugares muy alejados de la tierra Romana; y en cada campo y ciudad uno poda ver
multitudes de extranjeros. Pues para escapar de la persecucin, todos cambiaron prontamente su
pas por otro, como si su propia tierra hubiera sido tomada por un enemigo.
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XII.
PROBANDO QUE JUSTINIANO Y TEODORA ERAN REALMENTE DEMONIOS
CON FORMA HUMANA.

Entonces la riqueza de aquellos que en Constantinopla y otras ciudades eran considerados


prsperos, slo miembros del Senado, fue confiscada brutalmente, de la manera que he descrito, por
Justiniano y Teodora. Pero cmo pudieron robar incluso al Senado toda su riqueza lo revelar ahora.
Haba en Constantinopla un hombre llamado Zenn, nieto de aquel Antemio que fue antao
Emperador de Occidente. Este hombre fue nombrado, con malicia premeditada, prefecto de Egipto,
y se le orden partir inmediatamente a su destino. Pero difiri su viaje mucho para embarcar con sus
bienes ms valiosos, pues tena incontable copia de oro y plata con perlas, esmeraldas y otras tales
piedras preciosas. Visto lo cual, sobornaron a algunos de sus criados de mayor confianza para
sustraer estos objetos de valor de la nave tan rpidamente como pudieran llevrselos, poner fuego
en el interior de la nave, e informar a Zenn de que su nave haba estallado en llamas por
combustin espontnea, con la prdida de toda su hacienda. Despus, cuando Zenn muri
sbitamente, tomaron posesin de su herencia inmediatamente como sus herederos legales, pues se
inventaron un testamento que, se comenta, realmente no era suyo.
De la misma manera se hicieron herederos de Tatiano, Demstenes e Hilara, que eran los
primeros en el Senado Romano. Y obtuvieron los bienes de otros falsificando cartas hacindolas
pasar por testamentos. As se hicieron herederos de Dionisos, que viva en Lbano, y de Juan, hijo
de Basilio, quien era el ms notable ciudadano de Edesa y haba sido dado contra su voluntad por
Belisario como rehn a los Persas, como he contado en otra parte. Pues Cosroes rechaz dejar ir a
Juan, alegando que los Romanos haban incumplido los trminos de la tregua, como prenda de la
cual Juan le haba sido entregado por Belisario; y le dijo que le tratara slo como un prisionero de
guerra. As la madre de su padre, que an viva, reuni un rescate de no menos de dos mil libras de
plata y estaba lista para lograr la libertad de su nieto. Pero este dinero cuando lleg a Daras, el
Emperador lo supo por un comerciante y prohibi que la negociacin fuera adelante, diciendo que
la riqueza Romana no deba ser entregada a brbaros. No mucho despus de esto, Juan cay
enfermo y parti de este mundo, con lo cual el gobernador de la ciudad fabric una carta, que, dijo,
Juan le haba escrito a l como amigo no mucho antes, para manifestar que deseaba que su hacienda
fuera para el Emperador.
Apenas podra enumerar a todas las dems personas de cuyos bienes los emperadores
decidieron ser herederos. Sin embargo, hasta el momento en que la rebelin llamada Nika ocurri,
se apoderaron de las haciendas de los ricos, una cada vez; pero cuando aquello ocurri, como he
relatado en otra parte, incautaron de golpe todas las propiedades de casi todos los miembros del
Senado. En todos los muebles y en lo mejor de las tierras pusieron sus manos y retuvieron cuanto
quisieron; pero cualquier cosa que era de menos valor que los amargos y pesados impuestos, se la
devolvieron a sus dueos anteriores como un gesto filantrpico. Por consiguiente estos
infortunados, oprimidos por los recaudadores y acosados por los intereses siempre crecientes de sus
deudas, encontraron la vida ser una carga en comparacin con la cual la muerte era preferible.
Por lo cual para m (y para muchos otros de nosotros), estos dos parecan no seres humanos,
sino verdaderos demonios, y lo que los poetas llaman vampiros: que juntan sus cabezas para ver
cmo pueden ms fcil y rpidamente destruir la raza y los asuntos de los hombres; y asumiendo
cuerpos humanos, se hacen hombres demonio, y as convulsionaron el mundo. Y uno podra
encontrar pruebas de esto en muchas cosas, pero especialmente en el poder sobrehumano con el que
lograron sus deseos.
Pues cuando uno examina de cerca, hay una clara diferencia entre lo que es humano y lo que
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es sobrenatural. Ha habido muchos hombres, durante todo el curso de la historia, que por azar o por
naturaleza han inspirado un gran pavor, arruinando ciudades o pases o cualquier cosa que cayera en
sus manos, pero destruir a todos los hombres y traer la calamidad a todo el orbe habitado qued
para que lo hicieran estos dos, a los que el Destino ayud en sus planes de corromper a toda la
humanidad. Pues por terremotos, pestes y crecidas de ros se produjo una enorme ruina en este
tiempo, como ahora mostrar. As no por un poder humano, sino por algn otro tipo de potestad
lograron sus terribles objetivos.
Y dicen que su madre coment una vez a algunos de sus ntimos que Justiniano no era hijo de
Sabacio, su marido, ni de hombre alguno. Pues cuando estaba en la poca en que lo concibi, la
visit un demonio, invisible pero dando prueba perceptible de que estaba con ella en el modo en que
un hombre se une con una mujer, despus de lo cual desapareci completamente como en un sueo.
Y algunos de aquellos que haban estado con Justiniano en palacio ya tarde, por la noche,
hombres que eran puros de espritu, pensaron que haban visto una extraa forma demonaca
tomando su lugar. Un hombre dijo que el Emperador sbitamente se levant de su trono y camin, y
de hecho nunca haba solido permanecer sentado durante mucho, e inmediatamente la cabeza de
Justiniano haba desaparecido, mientras el resto de su cuerpo pareca aumentar y disminuir, ante lo
cual el espectador estaba paralizado de horror y temeroso, preguntndose si sus ojos lo engaaban.
Pero percibi que realmente la cabeza desaparecida apareca y se una al cuerpo otra vez tan
extraamente como lo haba abandonado.
Otro dijo que estaba al lado del Emperador cuando estaba sentado, y de sbito su cara cambi
en una masa informe de carne, sin cejas ni ojos en su lugar, ni otra caracterstica distintiva, y,
despus de un tiempo, la apariencia normal de su cara volvi. Escribo estas cosas no como alguien
que las viera por m mismo, sino que las o de hombres buenos que haban visto estos sucesos
extraos en aquel entonces.
Dicen tambin que un cierto monje, muy devoto de Dios, a instancias de aquellos que vivan
con l en el desierto fue a Constantinopla para pedir gracia para sus vecinos que haban sido
ultrajados ms all del lmite. Y cuando lleg all, obtuvo inmediatamente una audiencia con el
Emperador; pero apenas cuando estaba a punto de llegar a su presencia, par cuando sus pies
estaban en el umbral, y camin repentinamente hacia atrs, dando media vuelta. Con lo cual el
eunuco que lo escoltaba, y otros que estaban presentes, le sealaron que siguiera adelante. Pero no
contest una palabra, y, como un hombre que hubiera recibido un golpe, regres de nuevo a su
punto de partida. Y cuando algunos le preguntaron por qu haba actuado as, dicen que declar
claramente que vio al Rey de los Demonios sentado en el trono en palacio, y que procurara no
reunirse ms con l o pedirle ningn favor.
De hecho, cmo iba a ser este hombre probablemente cualquier otra cosa sino un espritu
malvado, que nunca conoci la honesta saciedad de la bebida o alimento o sueo, sino que probaba
al azar las comidas que le haban servido ante l, vagaba por el palacio en las horas intempestivas
de la noche, y estaba posedo por la lujuria inextinguible de un demonio?
Adems algunos amantes de Teodora, en la poca en que estaba en el escenario, dicen que de
noche un demonio a veces descenda sobre ellos y los sacaba de la habitacin, de modo que pudiera
pasar toda la noche con ella. Y haba una cierta bailarina llamada Macedonia, que perteneca a la
faccin Azul de Antioqua, que vino a tener mucha influencia. Pues sola escribir cartas a Justiniano
mientras Justino an era Emperador, y as lograba ella que expulsaran a cualesquiera hombres
notables contra los que tuviera resentimiento y confiscar sus bienes para el Erario.
Esta Macedonia, dicen, salud a Teodora al tiempo de su llegada de Egipto y Libia; y cuando
vio que ella se preocupaba gravemente y estaba deprimida por los malos tratamientos que haba
sufrido de Hecebolo y por la prdida de su dinero durante esta aventura, intent animar a Teodora
recordndole que la Fortuna probablemente hiciera luego que otra vez fuera duea de una gran
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riqueza. Entonces, dicen, Teodora sola relatar cmo una noche, a altas horas de la madrugada, tuvo
un sueo, ordenndole no pensar en dinero, ya que cuando llegara a Constantinopla, compartira el
lecho del Rey de los Demonios, y que deba pensar en hacerse su esposa legtima y despus de eso
ser la seora de todo el dinero del mundo. Y que esto es lo que ocurri es la opinin de la mayora
de la gente.
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XIII.
AFABILIDAD Y PIEDAD ENGAOSAS DE UN TIRANO.

Justiniano, mientras que era tal y como he descrito sobre su carcter en general, se mostraba
por otra parte accesible y afable para con sus visitantes; nadie de todos aquellos que solicitaban
audiencia con l fue nunca rechazado, incluso los que lo trataron incorrecta o ruidosamente nunca lo
hicieron enojarse. Por otra parte, nunca se avergonz de los asesinatos que cometi. As, nunca
mostr signo de clera o irritacin ante ningn ofensor, pero con una cara apacible y la frente
serena dio rdenes de destruir a miradas de hombres inocentes, saquear ciudades y confiscar
cualquier propiedad para el Erario Pblico.
Uno pensara de esto que el hombre tena la mentalidad de un cordero. Si, empero, alguien
intentaba acercarse a l y pedirle suplicante que perdonara a sus vctimas, haca muecas como una
bestia salvaje y la afliccin se apoderaba de aquellos que vean sus dientes de esta manera
enseados.
Y mientras pareca que albergaba firme creencia en Cristo, esto, empero, fue tambin para
ruina de sus sbditos, pues permiti que los sacerdotes audazmente se apoderaran de los bienes de
sus vecinos, e incluso tom una simpata comprensiva a sus robos, imaginando que comparta as su
piedad divina cuando juzgaba tales casos. Al actuar as, pensaba que haca una cosa santa cuando
daba la razn al sacerdote y lo dejaba ir libre con su botn adquirido ilcitamente. La justicia, en su
mente, significaba que los sacerdotes conseguan la victoria sobre sus oponentes. Cuando l mismo
de esta manera ilegal lograba la propiedad de bienes de gente viva o muerta, inmediatamente los
dedicaba a una de las iglesias, simulando su violencia con el color de la piedad, de modo que sus
vctimas no podan tener la posibilidad de recuperar su hacienda. Adems, cometi un incontable
nmero de asesinatos por la misma causa, ya que en su celo de ingresar a todo hombre en la
doctrina Cristiana, temerariamente mataba a cuantos disentan, y esto tambin lo hizo en nombre de
la piedad, pues no consideraba homicidios esas muertes, cuando los que perecan eran creyentes de
una fe distinta a la suya.
Tan implacable era su sed de sangre humana. Y con su esposa, proclive tambin a lograr este
objetivo de destruir a la humanidad, no olvid ninguna posible excusa para la matanza. Pues
aquellos dos eran casi gemelos en sus deseos, aunque simularan diferir: ambos eran sinvergenzas,
sin embargo afectaban oponerse uno al otro, y as destruan a sus sbditos. El hombre era ms ligero
de carcter que una nube de polvo y poda ser convencido para hacer cualquier cosa que cualquier
hombre deseara hacer, siempre y cuando la materia no requiriera de filantropa o generosidad.
Escuchaba sin fin discursos laudatorios, y sus aduladores no tenan ninguna dificultad en
persuadirlo de que estaba destinado a elevarse tan alto como el sol y caminar sobre las nubes.
Una vez, de hecho, Triboniano, que estaba sentado cerca de l, dijo que su mayor temor era
que Justiniano algn da por motivo de su piedad fuera llevado al cielo y desapareciera en un carro
de fuego. Tal alabanza, si no irona, como esta la interpretaba conforme a la firme conviccin que
albergaba en su mente.
Con todo si reparaba alguna vez en la virtud de algn hombre, pronto lo ultrajaba como a un
villano; y cuando abusaba de alguno de sus sbditos, luego cambiaba de parecer y lo elogiaba, sin
ninguna razn para el cambio. Pues lo que pensaba era siempre lo contrario de lo que deca y
deseaba aparentar.
Cmo era afectado por la amistad o la enemistad lo he indicado por la prueba de sus acciones.
Pues como enemigo era implacable e inalterable, y para sus amigos inconstante. As, arruin
temerariamente a la mayora de los que fueron leales, pero nunca se hizo amigo de alguno a los que
odiaba. Incluso a aquellos, que parecan ser sus asociados ms prximos y queridos, los traicion,
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despus de no mucho tiempo, para agradar a su esposa o a otro cualquiera, aunque estaba bien
enterado de que slo por su devocin a l haban muerto. Pues era abiertamente desleal en todo,
excepto, de hecho, a la inhumanidad y a la avaricia. De estos ideales ningn hombre poda
apartarlo. Lo que su esposa no poda de otra manera inducirle a que hiciera, lograba que estuviera
dispuesto a hacerlo sugirindole los grandes beneficios que se esperaran del asunto en que ella
estaba pensando. Pues si haba algo infame, no tena ningn escrpulo en contra de promulgar una
ley y luego negarla. Ni sus decisiones eran tomadas segn las leyes que l mismo haba escrito, sino
segn estuviera influido por la visin de una mayor o ms magnfica expectativa de beneficio.
Robando, poco a poco, las propiedades de sus sbditos, no vio ninguna razn para sentirse
avergonzado, aunque esto lo haca cuando, de hecho, no lo poda arrebatar todo de una vez, ya
aduciendo alguna acusacin inesperada ya presentando una declaracin de voluntad falseada.
No hubo, mientras gobern a los Romanos, ninguna fe segura en Dios, ninguna esperanza en
la religin, ninguna defensa en la ley, ninguna seguridad en el negocio, ninguna confianza en un
contrato. Cuando daba a sus funcionarios cualquier asunto para que lo manejaran para l, si
mataban a muchas de sus vctimas y robaban al resto, eran vistos por el emperador con alto favor y
haca de ellos una mencin honorable por ejecutar tan perfectamente sus instrucciones. Pero si
demostraban alguna misericordia y despus volvan a l, frunca el ceo y era a partir de entonces
su enemigo.
Desdeando la capacidad de esos hombres como algo pasado de moda, no los llamaba ms a
su servicio. Por lo tanto, muchos estaban impacientes por demostrarle qu malos eran, aun cuando
ellos no eran realmente de esa manera en absoluto. Haca promesas frecuentes, garantizadas con un
juramento o por una confirmacin escrita, y luego se olvidaba directamente de ellas adrede,
pensando que esta gran negligencia aumentaba su importancia. Y Justiniano actuaba as no slo con
sus sbditos, sino con muchos enemigos, como he dicho ya.
Era incansable; y dorma apenas, por lo general; no tena ningn apetito por el alimento o la
bebida, sino que tomaba un bocado con las extremidades de sus dedos, lo probaba y lo dejaba en la
mesa, como si comer fuera un deber impuesto a l por la naturaleza y de ningn inters. De hecho,
permaneca a menudo sin alimento durante dos das y noches, especialmente en los das precedentes
a la festividad llamada Pascua, que impone tal ayuno. Entonces, como he dicho, estaba a menudo
sin comer durante dos das, viviendo solamente con una poca agua y algunas hierbas salvajes,
durmiendo quizs una sola hora, y pasando despus el resto del tiempo caminando hacia arriba y
hacia abajo.
Pero si, tngase presente, hubiera empleado estos das de fiesta en buenos trabajos, los
problemas podran haber sido aliviados considerablemente. En lugar de ello, dedic la fuerza
completa de su naturaleza a la ruina de los Romanos, y tuvo xito en arrasar el Estado desde sus
cimientos. Pues su vigilia constante, sus privaciones y sus trabajos fueron arrostrados por ninguna
otra razn que la de idear cada da nuevas y mayores calamidades para su pueblo. Porque estaba,
como he dicho, inusualmente dotado de talento para inventar y rpido en lograr actos impos, de
modo que incluso al final las buenas cualidades que en l existan se dirigieron a propiciar la cada y
ruina de sus sbditos.
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XIV.
JUSTICIA EN VENTA.

Fue este un tiempo en que la administracin de los asuntos cay en una gran confusin, y de
las antiguas costumbres ninguna permaneci vigente; unos pocos ejemplos referiremos para ilustrar
este aserto, y el resto deber quedar en silencio, para que este libro pueda tener un final. En primer
lugar, Justiniano, no teniendo aptitud natural alguna para la dignidad imperial, ni adopt los
modales reales ni pensaba fuera ello necesario para su prestigio. En su expresin, en su vestido y en
sus ideas era un brbaro. Cuando deseaba promulgar un decreto, no lo haca a travs de la oficina
del Cuestor, como era usual, sino prefera ms frecuentemente anunciarlo l mismo, a pesar de su
acento brbaro; o a veces haca que un grupo de amigos ntimos suyos lo publicaran juntos, de
modo que aquellos que se vean concernidos por el edicto no saban a cul de ellos dirigirse.
A los secretarios privados, como son llamados, que haban cumplido con su deber durante
aos, no se les confiaba la redaccin de los despachos secretos del Emperador, sino, al contrario, los
escriba l mismo y prcticamente todo su texto; de modo que en los pocos casos en que se olvidaba
de dar instrucciones a los magistrados urbanos, no saban a dnde ir para enterarse sobre sus
deberes. Pues no dejaba a nadie en el Imperio Romano decidir nada independientemente, sino que,
asumiendo todo para s con arrogancia insensata, dictaba la sentencia en los litigios antes de que
vinieran a juicio, aceptando la versin de uno de los litigantes sin escuchar al otro, y despus
proclamaba que la discusin estaba concluida, no influido por la ley o la justicia, sino abiertamente
rendido a la baja avaricia. En aceptar sobornos el Emperador no senta ninguna vergenza, puesto
que el hambre por la riqueza devoraba su decencia.
A menudo los decretos del Senado y aquellos del Emperador estuvieron en conflicto. El
Senado, empero, estaba slo para dar un efecto pintoresco, sin ningn poder para votar o hacer cosa
alguna. Era convocado como algo puramente formal, para cumplir con las antiguas leyes, y ninguno
de sus miembros tena permitido aadir una sola palabra. El emperador y su consorte asumieron la
decisin de todos los asuntos en disputa, y su deseo sin duda prevaleca. Y si alguno pensaba que su
victoria en un caso era incierta porque era ilegal, slo tena que dar al emperador ms dinero y una
nueva ley era inmediatamente promulgada revocando la anterior. Y si alguno incluso prefera la ley
que haba sido derogada, el gobernante no senta ninguna reluctancia en restablecer su vigencia de
la misma manera.
Bajo este reinado de violencia nada era estable, sino que la balanza de la justicia se mova en
crculo, inclinndose a la parte que poda cargar el platillo de dicha balanza con la cantidad ms
pesada de oro. Pblicamente en el Foro, y bajo el manejo de los funcionarios de palacio, la venta de
las decisiones de la Corte y de las leyes continu.
Los funcionarios llamados Referendarios no estaban muy satisfechos con cumplir meramente
su obligacin de presentar al Emperador las solicitudes de los peticionarios y de referir a los
magistrados qu haba decidido en la causa del solicitante, sino que, reuniendo testimonios sin valor
de todas partes, con noticias falsas y asertos mendaces, engaaban a Justiniano, quien estaba
naturalmente inclinado a prestar odos a cualquier clase de cosa; y luego volvan ante los litigantes,
sin decirles qu se haba dicho durante su entrevista con el emperador, pidindoles tanto dinero
como queran. Y nadie osaba oponrseles. As los derechos de los litigantes quedaban sin proteger.
Los soldados de la guardia Pretoriana, que estaban presentes en los juicios de la corte imperial
en palacio, tambin usaban de su poder para influir en las decisiones judiciales. Todos, podra uno
decir, salan de sus puestos y se encontraban con que estaban en libertad de poder recorrer por
lugares que tenan prohibidos y que nunca antes les haban consentido pisar; todas las barreras se
haban venido abajo, incluso se perdieron los nombres de las antiguas restricciones. El gobierno
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estaba como una reina rodeada por nios retozantes. Pero debo prescindir de nuevos ejemplos,
como he dicho al comienzo de este captulo.
Estoy, empero, obligado a mencionar al hombre que primero ense al emperador a vender
sus decisiones. ste era Len, un natural de Cilicia, un malvado ansioso de enriquecerse. Este Len
era el prncipe de los aduladores, y tena la virtud de ganarse la buena voluntad de los ignorantes.
Ganndose la confianza del emperador, dirigi la locura del tirano hacia la ruina del pueblo. Este
hombre fue el primero en mostrar a Justiniano cmo cambiar la justicia por dinero.
Tan pronto como aprendi a ser un ladrn, nunca ya par, sino que avanzando por este
camino, el mal creci tanto que si alguien deseaba ganar un caso injusto contra un hombre honesto,
iba primero a Len, y conviniendo que una parte de la propiedad en disputa sera dividida entre este
hombre y el monarca, dejaba el palacio con su caso ilcito ya ganado. Y Len pronto amas una
gran fortuna de este modo, lleg a ser seor de muchas tierras y fue el mayor responsable de poner
el estado Romano de rodillas.
No haba seguridad en los contratos, ni derecho, ni palabra, ni compromiso escrito, ni castigo,
ni nada, a menos que primero se hubiera entregado el dinero a Len y al emperador. E incluso
comprar el apoyo de Len no daba seguridad, ya que Justiniano era muy inclinado a tomar el dinero
de ambas partes: no senta culpabilidad por robar a cualquier persona, y luego, cuando ambos
haban confiado en l, traicionaba a uno y mantena su promesa con el otro, al azar. No vea nada
malo en tal doble juego, siempre que le hiciera ganar. Esta es la clase de persona que era Justiniano.
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XV.
CMO LOS ROMANOS SE CONVIRTIERON EN ESCLAVOS.

Teodora tambin endureci incesantemente su corazn en la prctica de la inhumanidad. Lo


que haca, nunca fue para agradar u obedecer a alguien; lo que deseaba, lo lograba por s misma
aplicando todo su poder, y nadie osaba interceder por quien se haba cruzado en su camino. Pues ni
el paso del tiempo ni el pleno rigor del castigo ni la destreza del rogante ni la amenaza de muerte,
cuya venganza enviada por el Cielo es temida por toda la humanidad, podan persuadirla de
disminuir su clera. En vez de ello, el hijo del difunto heredara la enemistad de la Emperatriz, junto
con el resto del patrimonio de su padre y aquel a su vez lo legaba a la tercera generacin. Pues el
espritu de ella estaba ms que preparado a manifestarse para la destruccin de los hombres,
mientras no hubo cura alguna para su fiebre.
Cuidaba de su cuerpo ms de lo necesario, si bien menos de lo que ella consideraba deseable.
Pues entraba temprano en el bao y sala de l tarde, y habindose baado, se iba a desayunar.
Despus del desayuno descansaba. En la comida y en la cena participaba de cada clase de comida y
de bebida; y dedicaba muchas horas a dormir, por el da hasta el anochecer, por la noche hasta el
amanecer. Aunque perda sus horas as de inmoderadamente, cuanto tiempo del da le quedaba lo
juzgaba suficiente para dirigir el imperio Romano.
Y si el Emperador le confiaba cualquier asunto a alguien sin consultrselo, el resultado de ello
sera para el funcionario su pronta y violenta prdida de favor y una muerte muy vergonzosa.
Era fcil para Justiniano enterarse y manejar todo, no slo a causa de su tranquilidad de
temperamento, sino porque difcilmente dorma alguna vez, como he dicho, y porque no era
cuidadoso con sus audiencias. En efecto, se le dio a la gente del pueblo, aun de origen oscuro y
desconocido, la gran oportunidad no slo de ser admitido en presencia del tirano, sino de conversar
con l, y tratarle en privado.
Pero a presencia de la emperatriz ni los ms altos funcionarios podan acceder sino con gran
esfuerzo y cuitas; como esclavos tenan que esperar todo el da en una pequea y atestada
antecmara, pues ausentarse era un riesgo que ningn funcionario osaba asumir. As permanecan
all de pie, esforzndose cada uno en mantener su rostro por encima del de su vecino, de modo que
los eunucos, cuando venan de la sala de audiencias, pudieran verlos. Algunos eran llamados
despus, quiz, de varios das; y cuando entraban a presencia de ella con gran temor, eran
rpidamente despedidos tan pronto haban hecho la reverencia y besado sus pies. Pues hablar o
hacer cualquier peticin, salvo lo que ella ordenaba, no estaba permitido.
El gobierno entonces no era de personas libres, sino de siervos, y Teodora era la gua de los
esclavos. Tanto se haba la sociedad Romana corrompido, entre la falsa bondad del tirano y la
spera implacabilidad de su consorte. Pues no se poda confiar en su sonrisa, y nada poda hacerse
contra su ceo. En la afabilidad de uno haba inestabilidad, en la severidad de la otra un obstculo a
la accin, pero en avaricia, crueldad y disimulo iban de la mano. Ambos fueron mentirosos de
primera categora.
Y si alguien que haba cado en desgracia ante Teodora era acusado de algn error pequeo e
insignificante, inmediatamente fabricaba nuevos cargos injustificados contra el hombre, y haca que
el asunto llegara a ser una acusacin realmente seria. Se hacan todo tipo de acusaciones, los
tribunales estaban constituidos para saquear a las vctimas, con jueces seleccionados por ella, que
competan entre s para ver quin de ellos podra satisfacerla ms al ajustar su decisin a la
inhumanidad de la emperatriz. Y as la hacienda de la vctima era inmediatamente confiscada, y,
despus de que fuera cruelmente azotado, incluso aunque perteneciera quizs a una familia noble y
antigua, ella lo haca duramente condenar a muerte o al exilio.
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Pero si alguno de sus favoritos ocurra que era sorprendido en un asesinato u otro crimen
grave, ridiculizaba y menospreciaba los esfuerzos de sus acusadores, y les obligaba, aun contra su
voluntad, a retirar los cargos. De hecho, tan pronto senta inclinacin por un asunto, lo converta,
aunque fuera muy serio, en una broma, como si de nuevo estuviera en el escenario de un teatro.
Una vez un anciano patricio, quien haba sido durante largo tiempo un alto funcionario (cuyo
nombre bien conozco, pero me cuidar mucho de mencionarlo, para no traer el ridculo eterno sobre
l), que era incapaz de cobrar de uno de los asistentes de la emperatriz una considerable suma de
dinero que le era debida, fue ante ella con la intencin de reclamar su crdito e implorarle su ayuda.
Pero Teodora estaba avisada y les dijo a sus eunucos que tan pronto el patricio fuera admitido en su
presencia, lo rodearan entre todos y estuvieran atentos a sus palabras, instruyndoles sobre el modo
en que tenan que responder despus de que las pronunciara. Y cuando el patricio fue admitido a sus
habitaciones privadas, bes a la emperatriz sus pies segn la costumbre y, llorando, le dijo:
Seora, es duro para un patricio pedir dinero. Pues lo que en otros hombres suscita simpata
y piedad, en uno de mi rango es considerado una desgracia. Cualquier otro hombre que sufriera la
pobreza puede alegar esto en su defensa ante sus acreedores, y recibir inmediatamente una ayuda
frente a esta dificultad, pero un patricio, no sabiendo de dnde puede sacar los fondos para pagar a
sus acreedores, estara avergonzado primeramente en admitirlo.
En efecto, Seora, tal es mi ruego. Tengo acreedores a los que debo dinero, mientras otros
me lo deben a m. Y a aquellos a los que debo dinero, quienes me estn presionando para que les
pague, no puedo, por causa de mi reputacin, intentar no pagarles; mientras que mis deudores,
porque no son patricios, se niegan a pagarme con cualquier excusa. Te ruego, por tanto, te suplico y
te pido que me ayudes en lo que es justo, y librame de mi actual apuro.
As habl, y la emperatriz le respondi musicalmente:
Seor patricio Fulano, a lo cual el coro de eunucos cant:
Tu hernia parece que te molesta mucho!
Y cuando el hombre le peda de nuevo, haciendo un segundo discurso similar al primero, le
responda como antes, y el coro cantaba la misma letra: hasta que, levantndose, el pobre infeliz se
inclin segn la usual forma de reverencia y se fue a casa.
Buena parte del ao la emperatriz resida en los suburbios prximos a la costa, especialmente
en el lugar llamado Heraeum, y la numerosa muchedumbre de sus asistentes estaba sujeta a una
gran inconveniencia, pues era difcil conseguir las vituallas necesarias, y estaban expuestos a los
peligros del mar, especialmente a las frecuentes tormentas inesperadas y al ataque de la ballena. Sin
embargo, ellos tenan en nada las desgracias ms amargas de la humanidad, siempre y cuando
pudieran disfrutar de los placeres de su corte.
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XVI.
QU LES OCURRA A AQUELLOS QUE CAAN EN DESGRACIA ANTE
TEODORA.

Cmo trataba Teodora a aquellos que la ofendan ser ahora expuesto, aunque de nuevo slo
puedo dar unos pocos ejemplos, u obviamente la exposicin no tendra final.
Cuando Amalasunta decidi salvar su vida abandonando su reinado sobre los Godos y
retirndose a Constantinopla (como he relatado en otro lugar), Teodora, considerando que la seora
era de noble nacimiento y reina, ms que hermosa y una maravilla planeando intrigas, sospech de
sus encantos y audacia, y temiendo la inconstancia de su marido, se hizo no poco celosa, y
determin llevar a la seora a su perdicin.
As persuadi inmediatamente a Justiniano para que enviara a Pedro, solo, a Italia como
embajador ante Teodato. Cuando parti, el emperador le dio las instrucciones que he descrito en el
captulo sobre este suceso, donde, empero, no pude decir toda la verdad del asunto, por temor a la
emperatriz. Pero ella le dio una nica orden secreta: sacar a aquella seora de este mundo cuanto
antes, sobornando al hombre con la esperanza de mucho dinero, si cumpla su orden. Y cuando
lleg a Italia (pues el hombre no es por naturaleza demasiado vacilante a la hora de cometer un
asesinato, si ha sido sobornado por la promesa de un alto cargo o una considerable suma dineraria),
por argumentos que desconozco, persuadi a Teodato de que apartara a Amalasunta. Por
consiguiente, ascendi al rango de Maestro de Oficios, logr un inmenso poder y se gan un odio
universal.
Haba entonces un secretario de Justiniano llamado Prisco: un completo villano y Paflagonio,
de un carcter presto a complacer a su seor, al que era ms que devoto, y que esperaba del
emperador similar consideracin. Y muy pronto se hizo consecuentemente dueo de una gran
riqueza, ilcitamente adquirida. Encontrndolo insolente y siempre intentando oponerse a ella,
Teodora lo denunci al Emperador. Al principio no tuvo xito; pero luego tom el asunto en sus
propias manos: embarc al hombre en un barco, naveg a un determinado puerto, hizo que lo
tonsuraran y le oblig contra su deseo a hacerse monje. Y Justiniano, pretendiendo no saber nada
del asunto, nunca pregunt dnde estaba Prisco, ni lo volvi a mencionar despus, permaneciendo
silencioso, como si se hubiera olvidado completamente de l. Sin embargo, no se olvid de
apropiarse de cuantas propiedades haba tenido que abandonar este Prisco.
Nuevamente, Teodora sospech de uno de sus criados llamado Areobindo, brbaro de
nacimiento, pero un joven hermoso, al que haba hecho su administrador. En vez de acusarlo
directamente, decidi maltratarlo cruelmente en su presencia (aunque dicen que estaba muy
enamorada de l) sin dar una justa razn para castigarlo. Lo que pas despus con este hombre es
desconocido, ni hay nadie que siquiera lo haya visto despus. Pues si la emperatriz quera mantener
oculta alguna de sus acciones, sta permaneca secreta y sin mencionar; y si haba alguien que
conociera del asunto no le era permitido hablar de ello ni a su mejor amigo, ni poda nadie que
intentara saber qu haba ocurrido descubrirlo, aunque fuera una persona muy curiosa y
entrometida.
Ningn otro tirano desde el comienzo de la humanidad inspir alguna vez tanto miedo, puesto
que ni una palabra se poda pronunciar contra ella sin que ella se enterara: su multitud de espas le
traan noticias de todo cuanto se deca y haca en pblico y en privado. Y cuando decida que el
momento de tomar venganza haba llegado contra algn ofensor, haca como sigue. Convocando al
hombre, si ste era un notable, lo entregaba discretamente a uno de sus asistentes confidenciales, y
le ordenaba que lo escoltara al lmite ms lejano del dominio Romano. Y su agente, al amanecer,
cubriendo la cara de la vctima con una capucha y atndolo, lo embarcaba en una nave y lo
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acompaaba al lugar elegido por Teodora. All dejara secretamente al infeliz a cargo de otro
cualificado para este trabajo, a quien mandaba que mantuviera al prisionero bajo guardia y no
hablara con nadie del asunto hasta que la emperatriz tuviera piedad del desgraciado o, si el tiempo
transcurra, que languideciera bajo el peso de sus cadenas y sucumbiera.
Entonces haba un tal Basanio, de la faccin Verde, un joven prominente, que incurri en su
ira por hacer alguna observacin descorts. Basanio, alarmado del enojo de ella, huy a la iglesia
del Arcngel San Miguel. Inmediatamente mand al Prefecto tras l, acusando a Basanio no de
injurias sino de pederastia. Y el Prefecto, sacando al hombre de la iglesia, lo hizo azotar
intolerablemente mientras todo el populacho, cuando vio a un ciudadano Romano de buena clase
tan vergonzosamente maltratado, rpidamente simpatiz con l, y gritaron tan ruidosamente que le
dejaran libre que el Cielo debi de haber odo sus reproches. Con lo cual la emperatriz lo castig
ms, y lo hizo castrar de tal modo que se desangr hasta morir, y su hacienda fue confiscada,
aunque su caso no haba sido enjuiciado. As, cuando esta mujer estaba enfurecida, ninguna iglesia
ofreca santuario, ninguna ley daba proteccin, ninguna intercesin del pueblo consegua
misericordia para su vctima. Ni nada en el mundo poda pararla.
As tom animadversin de un cierto Digenes, porque perteneca a los Verdes: un hombre
educado y querido por todos, incluyendo el propio emperador. Sin embargo, llena de clera lo
denunci por homosexual. Sobornando a dos de sus criados, los present como acusadores y
testigos contra su seor. Pero, como fue juzgado en pblico y no secretamente, como era su usual
prctica en tales casos, los jueces elegidos eran muchos y de distinguido carcter, a causa del alto
rango de Digenes; y despus de evaluar las pruebas de los criados, decidieron que eran
insuficientes para probar la acusacin, especialmente porque aquellos eran unos nios.
Entonces la emperatriz meti a Teodoro, uno de los amigos de Digenes, en uno de sus
calabozos privados; y all primero con adulaciones, despus con azotes, intent abatirlo. Como an
resista, orden que una cuerda de piel de buey se le atara en torno a la cabeza, sobre las orejas, y
luego que fuera retorcindose para que le apretara. Pero aunque apretaron la cuerda hasta que sus
ojos comenzaron a salirse de sus rbitas y Teodora pens que los perdera completamente, an as
se neg a confesar lo que no haba hecho. En consecuencia los jueces, por falta de pruebas, lo
absolvieron, mientras que toda la ciudad hizo una fiesta para celebrar su liberacin. Y esto fue as.
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XVII.
CMO SALV A QUINIENTAS PROSTITUTAS DE UNA VIDA DE PECADO.

He narrado antes, en este relato, qu hizo a Belisario, Focio y Buzes.


Haba dos miembros de la faccin Azul, Cilicios de nacimiento, que con muchos otros
hicieron violencia a Calnico, gobernador de la Cilicia Segunda; y cuando su criado, que estaba
cerca de su amo, intent protegerlo, lo mataron ante los ojos del gobernador y de todo el pueblo. El
gobernador, abriendo un proceso legal y encontrndolos culpables de ese y de otros homicidios,
dict condena de muerte contra los dos. Teodora oy esto, y para mostrar su preferencia por los
Azules, crucific a Calnico, sin preocuparse de deponerlo de su cargo, sobre el terreno donde los
asesinos haban sido enterrados.
El Emperador simul lamentar la muerte de su gobernador y ponerse de luto, y yendo de un
sitio a otro quejndose y lanzando amenazas contra los responsables del hecho. Pero no hizo nada,
salvo apoderarse de la hacienda del finado.
Teodora tambin prest considerable atencin a castigar a las mujeres cogidas en pecado
carnal. Reuni a ms de quinientas rameras en el Foro, que se ganaban la vida miserablemente
vendindose all por tres bolos, y las envi al otro continente, donde fueron reunidas en un
monasterio llamado Arrepentimiento para forzarlas a reformar su modo de vida. Algunas de ellas,
empero, se lanzaron de noche desde los parapetos y se libraron as de una indeseada salvacin.
Haba en Constantinopla dos muchachas, hermanas, de una muy ilustre familia (no slo
haban sido su padre y abuelo cnsules, sino incluso antes sus antepasados haban sido senadores).
Aquellas muchachas se haban casado pronto, pero enviudaron cuando sus maridos fallecieron. E
inmediatamente Teodora, acusndolas de vivir demasiado felizmente, eligi nuevos maridos para
ellas, dos mozos simples y desagradables, y orden que se celebraran los esponsales. Temiendo su
repulsivo destino, las hermanas huyeron a la iglesia de Santa Sofa, y corriendo a la cmara
bautismal, se aferraron fuertemente a la pila que all haba. Pero tales privaciones y maltratos les
infligi all la emperatriz, que para escapar de sus padecimientos finalmente convinieron en aceptar
las nupcias propuestas. Pues no haba lugar sagrado o inviolable para Teodora. As, contra su
voluntad aquellas seoras fueron unidas a hombres pobres e insignificantes, muy por debajo de su
rango, aunque tenan muchos pretendientes de buen nacimiento. Su madre, que tambin era viuda,
estuvo presente en la ceremonia sin osar protesta o lamento alguno por su infortunio.
Despus Teodora vio su error e intent consolarlas, en detrimento de la causa pblica, pues
hizo a sus maridos duques. Ni esto trajo alivio para las jvenes, pues aflicciones sin fin e
intolerables fueron infligidas por estos hombres sobre prcticamente todos sus sbditos, como he
relatado en otra parte. Teodora, empero, de nada se preocupaba en lo concerniente a la
administracin o al gobierno, siempre que lograra ella su deseo.
Accidentalmente qued encinta de uno de sus amantes, cuando an estaba en el escenario, y
apercibindose de su estado tarde, emple todas las medidas usuales para causar el aborto, pero a
pesar de todos los mtodos fue incapaz de prevalecer sobre la naturaleza en ese estado avanzado de
gestacin. Encontrando que nada poda hacerse, abandon el intento y se vio obligada a dar a luz al
nio. El padre del recin nacido, viendo que Teodora estaba afligida y disgustada, porque la
maternidad interfera negativamente en la forma en que normalmente haba usado su cuerpo y
sospechando con buena razn que abandonara al nio, se lo quit. Lo llam Juan, y naveg con l a
Arabia. Despus, cuando estaba ya por morir y Juan era un chaval de catorce aos, el padre le cont
toda la historia de su madre.
As el chico, despus de que celebrara los ltimos ritos por su padre difunto, al poco vino a
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Constantinopla y anunci su presencia a los chambelanes de la emperatriz. Y stos, no concibiendo


en su mente la posibilidad de que se comportara inhumanamente, contaron a la madre que su hijo
Juan haba llegado. Temiendo que la historia llegara a odos de su marido, Teodora pidi que su hijo
fuera llevado a su presencia. Tan pronto entr, lo entreg a uno de sus criados, que tena
ordinariamente confiada la ejecucin de tales misiones. Y de qu manera el pobre chaval abandon
este mundo no puedo decirlo, pues nadie lo volvi a ver desde entonces, ni siquiera despus de que
la emperatriz muriera. Las mujeres de la corte eran en este tiempo casi todas de abandonada moral.
No corran ningn riesgo por ser infieles a sus maridos, puesto que el pecado no tena castigo;
incluso si eran cogidas en el acto, no sufran punicin, pues todo lo que tenan que hacer era acudir
a la emperatriz, proclamar que la acusacin no estaba probada y comenzar un contraataque contra
sus maridos. stos, vencidos sin combatir, tenan que pagar una multa de dos veces la dote, y eran
normalmente azotados y enviados a prisin; y a la prxima que vean a sus esposas adlteras de
nuevo, las seoras estaban acicalndose y delicadamente entreteniendo a sus amantes ms
abiertamente que nunca. De hecho, muchos de estos adlteros obtenan una promocin y honores
por sus amorosos servicios. Despus de tal experiencia, la mayora de los maridos que sufran
aquellos ultrajes de sus esposas preferan desde entonces ser condescendientes en vez de ser
azotados, y les dieron total libertad y no se pusieron a espiar sus asuntos.
La idea de Teodora era controlar todo en el Estado para su servicio. Los cargos civiles y
eclesisticos estaban todos en sus manos, y slo hubo una cosa que siempre procur lograr y
guardar como estandarte de sus nombramientos: que ningn caballero honesto alcanzara un alto
rango, por temor de que tuviera escrpulos de obedecer sus rdenes.
Arreglaba todas las bodas, como si tales celebraciones le correspondieran por derecho, y los
novios no se conocan antes de la ceremonia. Un esposo poda encontrarse sbitamente con una
mujer elegida no porque le gustara, lo que es costumbre incluso entre los brbaros, sino porque
Teodora lo quera as. Y lo mismo era para las novias, que fueron obligadas a tomar como esposos a
hombres a los que no amaban. Incluso hizo con frecuencia que la novia saltara de la cama
matrimonial, y por ninguna razn en absoluto enviaba al novio lejos, antes de que hubiera odo el
estribillo de la cancin nupcial; y sus nicas palabras, airadas, seran que la muchacha le haba
desagradado. Entre los muchos a los que hizo esto estaban Leoncio, el referendario, y Saturnino, el
hijo de Hermgenes, Maestro de Oficios.
As, este Saturnino fue prometido a una prima virgen, nacida libre y buena muchacha, a la que
su padre Cirilo haba prometido en matrimonio justo despus de la muerte de Hermgenes. Cuando
su cmara nupcial estaba preparndose, Teodora arrest a la servidumbre, que fue conducida a otro
lecho nupcial, donde a l, llorando y gimiendo terriblemente, le obligaron a casarse con la hija de
Crisomalo. sta haba sido antes bailarina y hetera; en ese tiempo viva en palacio, con otras dos
mujeres, una de su mismo nombre y otra llamada Indaro, las cuales haban abandonado los falos y
los escenarios para estar al servicio de la emperatriz.
Saturnino, avinindose finalmente a estar con su nueva esposa, descubri que no era virgen; y
ms tarde le dijo a uno de sus amigos que su recin llegada esposa no haba venido a l intacta.
Cuando este comentario lleg a Teodora, orden a sus criados, acusndole de indiferencia impa
hacia la solemnidad de su juramento matrimonial, que lo alzaran como a un colegial que haba sido
insolente con su profesor, y despus de azotarlo en sus partes traseras, le dijo que despus de esto
no fuera tan tonto.
Lo que le hizo a Juan de Capadocia ya lo he relatado en otra parte; y me es preciso aadir que
el trato que le hizo fue debido a su clera, no a las transgresiones de aquel contra el Estado (y
prueba de ello es que aquellos que luego cometieron cosas incluso peores contra sus sbditos no
recibieron de ella un trato semejante), sino porque no slo haba osado oponerse a ella en otras
cosas, sino que la haba denunciado ante el emperador, con el resultado de que ella se encontr casi
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enfrentada con su esposo. Estoy explicando esto ahora, porque es en este libro, como dije en el
prlogo, en el que cuento las verdades reales y los motivos de los hechos.
Cuando lo confin en Egipto, despus de que hubo sufrido tales humillaciones como he
descrito antes, ni siquiera entonces estaba contenta con el castigo de este hombre, sino que nunca
ces de buscar falsos testigos contra l. Cuatro aos despus, fue capaz de encontrar a dos
miembros de la faccin Verde que haban tomado parte en la rebelin de Ccico, y que se deca
haban estado implicados en el ataque contra un obispo. Los quebr mediante azotes y amenazas, y
uno de ellos, inspirado por sus promesas, acus a Juan de asesinato, en tanto que el otro rechaz
completamente ser cmplice de esta farsa, incluso cuando estaba tan quebrantado por la tortura que
pareca estar a punto de morir. Por tanto, a pesar de todos sus esfuerzos, no pudo lograr la muerte de
Juan bajo este pretexto. Pero a los dos jvenes les fueron sus manos derechas amputadas: a uno,
porque no haba querido sostener un falso testimonio; al otro, porque su conspiracin no fuera
completamente puesta en evidencia. Y aunque haca estas cosas a la vista de todos, Justiniano no se
daba por enterado de lo que exactamente hubiera estado haciendo Teodora.
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XVIII.
CMO JUSTINIANO MAT A UN TRILLN DE PERSONAS.

Que Justiniano no era un hombre, sino un demonio, como he dicho, con forma humana, uno
puede probarlo considerando la enormidad de las maldades que hizo caer sobre la humanidad. Pues
en la monstruosidad de sus acciones el poder de un diablo se manifiesta. Un cmputo exacto de
todos a los que destruy sera ciertamente imposible, pienso yo, de hacer para cualquier persona
salvo para Dios. Podra uno, supongo, contar todos los granos de arena antes que a los hombres que
este emperador asesin. Examinando los pases que dej deshabitados, dira que mat a un trilln de
personas. Libia, grande como es, la devast tanto, que tendras que recorrer un largo camino para
encontrar a un solo hombre, y sera remarcable. Con todo, ochenta mil Vndalos capaces de llevar
armas haban habitado all, y en cuanto a sus esposas, hijos y esclavos, quin podra conjeturar su
nmero?. Con todo, an ms numerosos que aquellos eran los Mauritanos, quienes con sus esposas
e hijos fueron todos exterminados. E, igualmente, muchos de los soldados Romanos y de aquellos
que les siguieron all desde Constantinopla ahora estn cubiertos por la tierra, de modo que si uno
se aventurara a decir que cinco millones de hombres perecieron slo en Libia, no estara, imagino,
contando ni la mitad.
La razn de esto fue que despus de que los Vndalos fueren derrotados, Justiniano plane no
cmo poda consolidar mejor su dominio del pas, ni cmo salvaguardando los intereses de aquellos
que le eran leales poda ganarse la voluntad de sus sbditos, sino que en vez de ello llam
absurdamente de vuelta a Belisario inmediatamente, con la acusacin de que intentaba ser Rey (una
idea de la que Belisario era completamente incapaz), y de esa manera pudo manejar l mismo los
asuntos all y poder saquear toda Libia. Enviando comisionados a evaluar la provincia, impuso
gravosos tributos donde antes no haba habido ninguno. Se apoderaba de cuantas tierras fueran de
mayor valor y prohibi a los arrianos observar sus ceremonias religiosas. Se olvid de enviar a
tiempo los bastimentos y estipendios necesarios para los soldados, siendo con ellos muy estricto
tambin en todo lo dems; motines en todas partes se produjeron con el resultado de la muerte de
muchos. Pues nunca pudo seguir las costumbres establecidas, sino que con toda tranquilidad lanz
todo a la confusin y perturbacin.
Italia, que es no menos de tres veces ms grande que Libia, qued deshabitada en todas partes,
incluso peor que en el otro pas; y de esto la cuenta de aquellos que perecieron all se puede
imaginar. La razn para lo que ocurri en Italia ya lo he dejado claro. Todos los crmenes en Libia
fueron reproducidos aqu; enviando a sus auditores a Italia, pronto trastorn y arruin todo.
El gobierno de los Godos, antes de esta guerra, se haba extendido desde la tierra de los Galos
hasta las fronteras de la Dacia, donde est la ciudad de Sirmio. Los Germanos ocuparon la Galia
Cisalpina y buena parte de las tierras de los Venecianos, cuando el ejrcito Romano arrib a Italia.
Sirmio y sus alrededores estaban en manos de los Gpidos. Todo esto lo despobl completamente.
Pues aquellos que no murieron en la batalla perecieron de enfermedad y hambre, las cuales, como
es usual, vinieron despus de la guerra. Iliria y toda Tracia, esto es, desde el golfo de Jonia hasta los
suburbios de Constantinopla, incluyendo Grecia y el Quersoneso tracio, fueron arrasados por los
Hunos, Eslavos y Antes, casi cada ao, desde la poca en que Justiniano comenz a gobernar el
imperio Romano, e hicieron cosas intolerables a los habitantes. Pues en cada una de estas
incursiones, dira, ms de dos mil Romanos fueron muertos o esclavizados, de modo que todo este
pas se convirti en un desierto como el de Escitia.
Tales fueron los resultados de las guerras en Libia y en Europa. Mientras, los Sarracenos
estaban continuamente haciendo razzias contra los Romanos en Oriente, desde Egipto a las
fronteras de Persia, y tan bien hicieron su trabajo, que en todo este pas pocos fueron los que
quedaron, y nunca ser posible saber, me temo, cmo muchos de ellos perecieron. Tambin los
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Persas bajo Cosroes tres veces invadieron el resto de este territorio Romano, saquearon las
ciudades, y ya matando ya llevndose a los hombres que capturaban en las ciudades y en el pas,
dejaron deshabitada la tierra cada vez que la invadieron. Desde el momento en que invadi la
Clquide, la ruina cay sobre ellos, Lazios y Romanos, hasta el da de hoy.
Adems, ni Persas ni Sarracenos, ni Hunos ni Eslavos, ni tampoco el resto de brbaros
pudieron retirarse de territorio Romano sin dao. En sus correras, y an ms en sus asedios a
ciudades y en las batallas, donde vencieron a las fuerzas adversarias, participaron con mucho en las
desastrosas prdidas. No slo los Romanos, sino casi todos los brbaros sintieron entonces la
inhumanidad de Justiniano. Pues mientras que el propio Cosroes era muy malo, como he mostrado
debidamente en otra parte, Justiniano fue el nico que siempre le dio ocasin para hacer la guerra.
Pues no prestaba atencin en ajustar sus polticas a un momento apropiado, sino que hizo todo en el
momento inadecuado: en tiempo de paz o tregua buscaba astutamente un pretexto para la guerra con
sus vecinos; mientras que en tiempos de guerra, perda sin motivo el inters, vacilaba demasiado
tiempo en preparar la campaa, escatimando los fondos necesarios, y en vez de poner su mente en
la guerra, diriga su atencin a la astronoma y a la investigacin de la naturaleza de Dios. Con todo,
no abandonaba las hostilidades, puesto que era demasiado sanguinario y tirano, incluso cuando era
incapaz de vencer al enemigo por causa de su negligencia en enfrentarse a la situacin.
As, mientras fue emperador, toda la tierra estuvo roja con la sangre de casi todos los
Romanos y brbaros. Tales fueron los resultados de las guerras a lo largo del imperio durante este
tiempo. Pero la controversia civil en Constantinopla y en las dems ciudades, si se contara a los
muertos, no sumara un nmero ms pequeo de fallecidos que los que perecieron en las guerras,
creo yo. Puesto que la justicia y el castigo imparcial se dirigieron raramente contra los delincuentes
y cada una de las dos facciones intentaban ganarse el favor del emperador contra la otra, ningn
partido mantuvo la paz. Cada cual, segn su sonrisa o su ceo, estaba ya aterrorizada ya airada. A
veces unos atacaban a los otros con todas sus fuerzas, a veces luchaban en pequeos grupos, o
incluso se apostaban emboscados contra el primer hombre del partido contrario que apareca.
Durante treinta y dos aos, sin descanso, cometieron ultrajes unos contra otros, siendo muchos de
ellos castigados con la muerte por el magistrado municipal.
Sin embargo, el castigo de esos delitos se diriga principalmente contra los Verdes.
Adems la persecucin de los Samaritanos y de los llamados herejes llen la tierra Romana de
sangre. Permtase que esta actual recapitulacin sea suficiente para recordar lo que he descrito ms
por extenso un poco antes. Tales fueron las calamidades que azotaron a toda la humanidad durante
el imperio de ese demonio encarnado en Justiniano, de las cuales este, como emperador, fue el
responsable. Pero qu males tram contra los hombres por cierto poder oculto y fuerza diablica yo
ahora lo relatar.
Durante su gobierno sobre los Romanos, ocurrieron muchos desastres de diferente especie: los
cuales unos dijeron que eran debidos a la presencia y manejos del Maligno, y otros consideraron
que eran ejecutados por la Divinidad, que, disgustada con el imperio Romano, se haba alejado de l
y se lo haba entregado al Diablo. El ro Escirto inund Edesa, generando padecimientos sin cuento
entre los habitantes de esa regin, como he escrito en otra parte. El Nilo, creciendo como es usual,
pero no bajando su nivel de la manera acostumbrada, trajo terribles calamidades al pueblo all,
como he tambin contado antes. El ro Cidno inund Tarso, cubriendo casi toda la ciudad durante
muchos das, y no retirndose hasta que haba hecho daos irreparables.
Terremotos destruyeron Antioqua, la ciudad principal de Oriente, Seleucia, que esta situada
cerca y Anazarbo, la ciudad ms importante de Cilicia. Quines podran contar el nmero de
aquellos que murieron en esas ciudades?. Con todo, uno tiene que aadir tambin a aquellos que
vivan en Ibora, en Amasea, la mayor ciudad del Ponto, en Poliboto en Frigia, llamada Polimede por
los Pisidios, en Licnido en el piro y en Corinto, todas ellas ciudades muy populosas desde antiguo.
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Todas fueron destruidas por terremotos en este tiempo, con la prdida de casi todos sus moradores.
Y luego vino la peste, que he mencionado antes, matando al menos a la mitad de aquellos que
haban sobrevivido a los terremotos. A tantos hombres les lleg su perdicin, cuando Justiniano
vino a dirigir el estado Romano primero como regente y luego cuando detent la magistratura
imperial.
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XIX.
CMO SE APODER DE LA RIQUEZA DE LOS ROMANOS Y LA MALGAST.

Cmo se apropi de toda la riqueza narrar a continuacin, trayendo primero a colacin una
visin que, al comienzo del reinado de Justiniano, fue revelada a un hombre de ilustre rango en un
sueo.
En este sueo, dijo, le pareca estar de pie en alguna parte de Constantinopla, en la orilla del
mar, que est frente a Calcedonia, y vio a Justiniano en medio del estrecho. Y primero Justiniano se
beba toda el agua del mar, de modo que pareca despus estar en tierra, sin haber ms olas que
rompieran contra ella; entonces otra agua, cargada de inmundicia y desperdicios, sali de las
alcantarillas y cubri la tierra. Y sta tambin se la bebi, secando por segunda vez el lecho del
canal. Esta es la visin que tuvo en el sueo.
Entonces Justiniano, cuando su to Justino lleg al trono, encontr el imperio bien provisto de
fondos pblicos. Pues Anastasio, que haba sido el ms previsor y econmico de todos los
emperadores, temiendo (lo que de hecho ocurri) que el heredero del imperio se encontrara en la
necesidad de dinero y saqueara quizs por ello a sus sbditos, llen el Erario hasta el borde con oro,
antes de que terminara su vida. Todo esto gast inmediatamente Justiniano, entre su programa sin
sentido de construcciones en la costa y sus prdigos regalos a los brbaros, aunque uno pudiera
haber pensado que el ms extravagante de los emperadores necesitara cien aos para agotar tal
riqueza. Pues los tesoreros y aquellos que estaban a cargo de las otras propiedades imperiales
haban sido capaces, durante el imperio de Anastasio de ms de 27 aos sobre los Romanos, de
acumular fcilmente 3.200.000 slidos; y de todo esto nada de nada qued, ya que haba sido
malgastado por este hombre mientras an viva Justino, como he relatado ya.
Lo que confisc ilegalmente y gast durante su vida, ningn relato, ningn cmputo, ninguna
narracin podra nunca ponerlo de manifiesto. Pues, como un ro siempre fluyente que traga cada
vez ms, saque a sus sbditos, para arrojrselo inmediatamente a los brbaros.
Habiendo, as pues, malgastado la riqueza pblica, dirigi su mirada a sus sbditos. A la
mayora inmediatamente priv de sus haciendas, arrebatndoselas arbitrariamente por la fuerza,
levantando falsos cargos contra todos los que en Constantinopla y en cada ciudad fueran reputados
ricos.
A algunos los acus de politesmo, a otros de hereja contra la fe Cristiana ortodoxa, a algunos
de pederastia, a otros de amoros con monjas o de otra unin ilegal; a algunos de sedicin, o de
favorecer a los Verdes, o de traicin contra l, o de cualquier otra cosa; o se intitul arbitrariamente
heredero de un difunto e incluso de una persona viva, cuando poda. Tales fueron las sutilezas de
sus acciones. Y cmo se benefici de la insurreccin contra l que fue llamada Nika, hacindose
heredero de los Senadores, ya lo he relatado; y tambin cmo, algn tiempo antes de que estallara la
rebelin, priv secretamente a cada hombre de sus posesiones.
A todos los brbaros, en toda ocasin, dio grandes sumas: a los de Oriente y a los de
Occidente, a los del Norte y a los del Sur, y hasta a los de Britania, en suma a todos los pueblos de
toda la tierra habitada, de modo que a naciones, de cuyos nombres nunca antes habamos odo
hablar, entonces las conocimos, viendo a sus embajadores por primera vez. Pues cuando se
enteraron de la locura de este hombre, vinieron a l y a Constantinopla en avalancha desde todo el
mundo. Y no con vacilacin, sino encantado por esto, y pensando que era buena suerte destruir la
prosperidad de los Romanos y arrojarla a los brbaros o a las olas del mar, diariamente enviaba a
cada uno a casa con sus brazos llenos de regalos.
As, todos los brbaros se convirtieron en dueos de toda la riqueza de los Romanos, ya
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siendo enriquecidos con ella por el Emperador, ya saqueando el imperio Romano, ya exigiendo un
rescate por los prisioneros de guerra, ya traficando con las treguas. Y la profeca del sueo, que
mencion arriba, vino a concretarse en la realidad.
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XX.
DEGRADACIN DE LA CUESTURA.

Haba tambin ideado otras formas de robar a sus sbditos, que describir ahora tan bien
como pueda, por las que los priv, no de todo a la primera, sino poco a poco, de todas sus fortunas.
Primero cre un nuevo magistrado municipal, con la facultad de dar licencia a los comerciantes para
vender sus mercaderas a los precios que desearan, por el cual privilegio pagaban un impuesto
anual. Por consiguiente, la gente, que compraba sus provisiones en estas tiendas, tena que pagar
tres veces lo que el producto vala y estas personas no tenan a quien acudir para pedir alguna
compensacin, aunque con esto gran dao era causado, pues como parte del impuesto iba al Erario
los magistrados vean una oportunidad de enriquecerse, de lo cual se servan para eso. As, los
funcionarios del gobierno estaban involucrados en este vergonzoso negocio, mientras que los
comerciantes, autorizados para actuar ilegalmente, engaaban de forma intolerable a los que tenan
que comprarles, no slo subiendo sus precios muchas veces, como he dicho, sino tambin
defraudando a los clientes de otras formas nunca antes vistas.
De nuevo dio licencias a muchos monopolios, como son llamados, vendiendo el bienestar de
sus sbditos a aquellos que estaban dispuestos a dedicarse a este reprensible trfico, despus que
hubiera exigido su precio por el privilegio. A aquellos que hicieron este arreglo con l, les dio el
poder de dirigir los negocios segn les placiera; y vendi este privilegio abiertamente, incluso a
todos los dems magistrados. Y puesto que el emperador siempre consegua su pequea parte del
botn, aquellos funcionarios y sus subordinados, que estaban a cargo del trabajo, hacan su trabajo
con menos ansiedad de la que tenan aquellos que caan bajo sus garras.
Como si los magistrados antes designados no fueran bastantes para este propsito, cre otros
dos nuevos, aunque el Prefecto municipal haba podido antes ocuparse de todas las causas
criminales. La verdadera razn del cambio era, en efecto, que pudiera tener informantes adicionales,
y as abusar de los inocentes con ms celeridad. De los nuevos dos cargos, uno, en teora designado
para castigar a los ladrones, fue llamado Pretor del Pueblo; el otro fue encargado del castigo de los
casos de pederastia, ayuntamiento ilegal con mujeres, blasfemia, y hereja; y su nombre oficial era
Cuestor.
Entonces el Pretor, siempre que encontraba cualquier cosa muy valiosa entre las mercancas
robadas que llegaban a su conocimiento, se supona que tena que drsela al Emperador y decir que
careca de dueo que la reclamara. De esta manera el emperador consigui continuamente la
posesin de mercaderas gratis. Y el Cuestor, cuando condenaba a personas que se presentaban ante
l, confiscaba cuanto quera de sus propiedades hacindose rico contra derecho, y al emperador
entregaba cada vez todo lo que deseaba de entre las riquezas de esas personas. Pues los
subordinados de aquellos magistrados ni buscaban acusadores ni traan testigos cuando esos casos
iban a juicio, sino que durante todo ese tiempo los acusados fueron condenados a muerte y sus
propiedades expropiadas sin el debido juicio y examen.
Despus, este monstruo asesino ordenaba a los funcionarios y al Prefecto municipal tratar
todos los asuntos criminales de igual manera, hacindoles que compitieran entre ellos para ver cul
poda destruir a ms gente en el menor tiempo. Y uno de ellos le pregunt una vez, dicen, si
alguien es alguna vez denunciado ante los tres, quin de nosotros tendr jurisdiccin sobre el
caso?. A lo cual replic: el que acte ms rpido.
As rebaj desvergonzadamente el oficio de Cuestor, que los antiguos emperadores casi sin
excepcin haban tenido en gran respeto, teniendo cuidado de que los hombres a los que nombraban
para el cargo eran experimentados y sabios, observantes de la ley, e insobornables, ya que sera una
calamidad para el imperio, si los hombres que ejercan esta alta magistratura fueran ignorantes o
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avariciosos.
Pero el primer hombre al que el Emperador nombr para el cargo fue Triboniano, cuyas
acciones he relatado con detalle en otra parte. Y cuando Triboniano parti de este mundo, Justiniano
se apoder de su hacienda, aunque dej en este mundo a un hijo y a muchos nietos cuando
abandon esta vida. Junilo, un Libio, fue despus nombrado para el cargo: un hombre que nunca
antes haba odo hablar de leyes, pues no era un orador; saba Latn, pero en cuanto al Griego, nunca
haba ido a la escuela primaria y era incapaz de hablar este idioma. Con frecuencia, cuando
intentaba decir una palabra Griega, sus criados se burlaban de l. Era adems muy proclive a
obtener ganancias vergonzosas, como se probaba por el hecho de que no experimentaba vergenza
alguna cuando puso en venta los documentos pertenecientes al emperador. Y por una moneda nunca
vacil extender su mano para cogerla. Y durante unos siete aos el Estado hizo el ridculo de esta
manera. Y despus que Junilo abandonara este mundo, nombr para este cargo a Constantino, un
hombre no familiarizado con el derecho, sino excesivamente joven, sin experiencia real en la corte
y el mayor rufin y el ms ladrn de todos los hombres. De esta persona Justiniano se encari
mucho, y lleg a ser su amigo ntimo, puesto que a travs de l el emperador vio que podra robar y
ejercer ese cargo como l deseaba. En consecuencia, Constantino acumul una gran riqueza en poco
tiempo y tom aires de pompa prodigiosa, con su nariz en las nubes despreciando a todos los
hombres; e incluso aquellos que deseaban ofrecerle grandes sobornos tenan que entregarlos a
aquellos que estaban en su especial confianza, para tener as xito en lograr sus peticiones, pues no
fue nunca posible reunirse ni hablar con l, salvo cuando estaba acudiendo ante emperador o
acababa de dejarlo, e incluso entonces caminaba con gran prisa, para que no perdiera el tiempo con
alguien que no tena dinero que darle. Esto es lo que hizo el emperador con la cuestura.
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XXI.
EL TRIBUTO DEL AIRE, Y CMO A LOS EJRCITOS FRONTERIZOS SE LES
PROHIBI CASTIGAR A LOS INVASORES BRBAROS.

El Prefecto del Pretorio entregaba cada ao al Emperador ms de 300 centenarios adems de


los impuestos pblicos. Este tributo fue llamado el tributo del aire, para mostrar, supongo, que no
era un deber o gravamen regular, sino que caa en sus manos por casualidad desde el cielo. Debera
ser llamado el tributo de villana, pues utilizndolo como pretexto los magistrados robaban a sus
sbditos ms que nunca, con la excusa de que tenan que entregarlo al emperador, mientras ellos
mismos no tenan dificultad en apropiarse de los caudales pblicos. Por esto Justiniano les dejaba
sin castigo, esperando el momento en que hubieran ganado una inmensa fortuna; tan pronto como
esto suceda, levantaba alguna acusacin contra ellos para el que no haba defensa, y confiscaba
toda su hacienda a la vez, como haba ya hecho a Juan de Capadocia.
Todos los que fueron nombrados para un cargo durante este periodo se hicieron por supuesto
inmensamente ricos de una vez, con dos excepciones: Focas, al que he mencionado en otro lugar
como un hombre completamente honesto, que permaneci incorrupto durante su cargo; y Baso, que
fue nombrado despus. Ninguno de estos seores ocup su cargo durante un ao, sino que fueron
depuestos despus de unos pocos meses como intiles y desajustados a los tiempos. Pero si entrara
en todos los detalles, este libro nunca tendra fin. Suficiente es con decir que todos los restantes
magistrados de Constantinopla eran igual de culpables. Tambin hizo Justiniano lo mismo en todas
las partes del imperio Romano. Eligiendo a los peores sinvergenzas que pudo encontrar, les venda
por grandes sumas de dinero las magistraturas, que iban a corrompidas por tales gentes. De hecho,
un hombre honesto o uno con algo de inteligencia nunca pensara en gastar su propio dinero para
comprar el privilegio de robar a personas inocentes. Cuando Justiniano haba reunido este dinero de
tales sujetos con los que haba llegado a un acuerdo, les daba completo poder sobre sus sbditos,
por el que, saqueando el pas y a sus habitantes, llegaban a hacerse ricos. Y puesto que haban
pedido prestado a alto inters dinero para pagar al emperador sus magistraturas, tan pronto como
llegaban a las ciudades de su jurisdiccin, trataban a sus sbditos con toda clase de maldad,
preocupndose nicamente de cmo podan cumplir sus acuerdos con sus acreedores y luego cmo
podan entrar en la lista de los muy ricos. No vean peligro y no sentan vergenza por esta
conducta; ms bien, prevean que contra ms ilegalmente mataran o saquearan, mayor sera su
reputacin, pues el nombre de asesino y ladrn probaran la energa de su servicio. Sin embargo, tan
pronto como oa que estos oficiales se haban hecho ricos en la medida adecuada, Justiniano los
entrampaba con el pretexto adecuado e inmediatamente se apoderaba de sus fortunas en un
momento.
Aprob una ley segn la que los candidatos a los cargos deban jurar que se mantendran
limpios de todo asunto turbio y que nunca daran o recibiran soborno alguno como funcionarios;
todas las maldiciones que fueron citadas por los antiguos l las invoc contra todos aquellos que
violaran esta disposicin. Pero la ley no estuvo vigente un ao antes de que l mismo, despreciando
sus palabras y maldiciones, desvergonzadamente sacara estos cargos en venta, y no secretamente,
sino en el Foro. Y los compradores de cargos, rompiendo tambin sus juramentos, saquearon ms
que nunca.
Despus ide otro proyecto inaudito. Las magistraturas que crey eran las ms poderosas en
Constantinopla y en las otras grandes ciudades, decidi no venderlas ms tal como lo haba estado
haciendo, sino que las puso en manos de hombres escogidos con un sueldo fijo, a quienes orden
que le entregaran todos los ingresos de sus botines. Y estos hombres, despus de recibir su paga,
actuaban sin temor y arrasaban todo en el pas, y una autoridad comprada iba pasando de unos a
otros, a modo de magistratura, y robando a los ciudadanos. El emperador era siempre muy
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cuidadoso en elegir para sus agentes a hombres que eran los verdaderamente peores sinvergenzas
de todo el orbe y no tena problema en encontrar a aquellos que eran lo suficientemente malos.
Cuando, de hecho, design a los primeros bribones para los cargos, y el ejercicio de su poder arroj
luz sobre su corrupcin, nos quedamos atnitos de que la naturaleza humana hubiera producido
tanta depravacin. Pero cuando los sucesores de aquellos cargos fueron despus ms all de los
primeros ejercientes en cuanto a villana, los hombres estaban preguntndose entre s cmo sus
predecesores podan haber sido considerados malvados, viendo que los nuevos magistrados eran
mucho peores que los antiguos, a tal punto que estos parecan hombres de altas cualidades en
comparacin con aquellos. Y los que fueron nombrados en tercer lugar superaron a los del segundo
en toda forma de depravacin, y aquellos que a su vez les siguieron, superaron a los anteriores
incluso, merced a su ingenio en inventar nuevos mtodos de cometer crmenes, con lo que
terminaron por dar a todos sus predecesores el nombre de virtuosos y honestos. Y como el mal
progresaba, finalmente qued demostrado que la maldad del hombre no tiene un lmite natural, sino
que cuando se tiene como base la experiencia de los que han estado antes y cuando se da una
licencia que inspira una total inmunidad, se est dando nimos para perpetrar los ms despreciables
abusos sobre todos los que se topan en su camino, hasta tal punto que ni siquiera quienes sufren la
opresin pueden medirla. Y as eran los Romanos tratados por sus magistrados.
Despus que los ejrcitos de los hostiles Hunos hubieran varias veces esclavizado y saqueado
a los habitantes del imperio Romano, los generales Tracios e Ilirios planearon atacarles en su
retaguardia, pero se abandon la idea cuando les fueron mostradas cartas del emperador Justiniano
prohibindoles atacar a los brbaros en base a que la alianza con ellos era necesaria a los Romanos
contra los Godos, quizs, o contra algunos otros enemigos.
Despus de esto, aquellos brbaros arrasaron el pas y esclavizaron a los Romanos como
enemigos, y cargados con el botn y los prisioneros, como amigos y aliados de los Romanos
regresaban a sus hogares. A menudo algunos de los agricultores de aquellas regiones, movidos por
su afecto para con sus hijos y esposas, que haban sido reducidos a la esclavitud, formaron bandas y
atacaron a los Hunos al retirarse, consiguiendo matar a muchos de ellos y capturar sus caballos
junto con todo el botn. Pero las consecuencias de su xito fueron desafortunadas para ellos. Pues
agentes fueron enviados desde Constantinopla para golpearlos, torturarlos e imponerles fuertes
multas sin ninguna clase de remordimiento, hasta que devolvieron todos los caballos que haban
tomado de los brbaros.
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XXII.
OTRAS CORRUPTELAS EN LOS ALTOS CARGOS.

Cuando el emperador y Teodora hubieron removido a Juan de Capadocia, desearon nombrar a


un sucesor en el cargo, y convinieron en elegir a un granuja peor an; por ello buscaron por todas
partes tal instrumento de tirana, examinando todas las clases de hombres que podan arruinar a sus
sbditos lo ms rpido. Entonces, como medida temporal, nombraron para el cargo a Teodoto: un
hombre que no era bueno en ningn aspecto, pero que no era lo suficientemente malo para
satisfacerles; y entretanto continuaron su bsqueda general hasta que, finalmente, casi para su
sorpresa, descubrieron a un cierto cambista llamado Pedro, un Sirio de origen, apellidado Barsymes.
ste, despus de aos de estar sentado a una mesa donde las monedas de bronce eran cambiadas y
estaba obteniendo los ms vergonzosos beneficios por sus negocios, ideando sus hurtos de dinero
con gran habilidad y deslumbrando siempre a sus clientes con la rapidez de sus dedos. Porque era
bastante listo en robar libremente las posesiones de aquellos que se encontraban con l, en jurar y
encubrir el pecado de sus manos por la impudencia de su lengua. Y cuando haba sido reclutado
como un miembro de la guardia Pretoriana, se hizo tan indigno que era sobremanera agradable para
Teodora y le dio la ms vlida ayuda en arreglar los detalles de sus malvadas empresas. As,
inmediatamente depusieron a Teodoto de su cargo al que haba sido elevado despus del Capadocio,
y nombraron entonces a Pedro, quien haca cualquier cosa para agradar a ambos. Pues, aunque priv
a los soldados en servicio de todo su estipendio, nunca fue visto ser tocado por el miedo o la
vergenza, es ms, incluso puso las magistraturas en venta a un nivel aun ms grande que como se
haba hecho antes, y, hacindolas menos honorables, sola venderlas a hombres que no vacilaron en
continuar este impo negocio, dando expreso permiso a aquellos que compraron sus cargos para
tratar las vidas y propiedades de sus sbditos como quisieran.
Un negocio fue inmediatamente concluido entre l y el hombre que haba pagado el precio del
cargo que le daba licencia completa para el saqueo y el pillaje. As, desde la capital del imperio se
permiti el trfico de vidas humanas y Pedro negoci el pacto de destruccin de las ciudades,
mientras que en los ms altos tribunales y en el los lugares pblicos de los mercados ambulaban
criminales legalizados, que describan sus negocios como la recuperacin de los dineros entregados
como precio de su cargo, sin haber esperanza de que sus crmenes fueran alguna vez punidos. Y
entre todos aquellos que servan a estos magistrados como subordinados, una numerosa y notable
compaa, elega siempre a los peores. Pero en esto no slo l era culpable, sino ms bien todos los
que asumieron este cargo antes y despus. Y un abuso similar fue practicado tambin en el cargo de
Maestro, como es llamado, y entre los oficios palatinos que suelen atender el servicio de manejar
los tesoros y fondos conocidos como privata y de administrar el patrimonium, y, hablando en
general, entre todos los cargos establecidos no slo en Bizancio sino tambin en las dems
ciudades. Porque desde el tiempo en que este tirano se hizo cargo de los asuntos pblicos, en cada
magistratura los ingresos que pertenecan a los oficiales inferiores eran reclamados regularmente,
sin justa razn, a veces por el propio Justiniano, y a veces por el hombre que ejerca el cargo, y los
hombres que servan bajo sus rdenes, siendo extremadamente pobres, a lo largo de todo este
periodo eran obligados a trabajar en las condiciones ms serviles.
Entonces, una vez una gran cantidad de grano haba sido transportada a Bizancio, pero
despus que la mayor parte de este se hubiera corrompido, asign cantidades proporcionadas a cada
una de las diversas ciudades de Oriente, aunque no era conveniente que fuera ingerido por el
hombre. E hizo la asignacin no al precio en que el mejor grano sola ser vendido, sino a uno
mucho ms alto, y fue necesario para los compradores, despus de gastar grandes sumas de dinero
para afrontar unos precios tan opresivos, arrojar el grano al mar o a la cloaca. Y puesto que una gran
cantidad de grano en buen estado que an no se haba descompuesto quedaba en los almacenes,
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decidi venderlo tambin a un gran nmero de ciudades que tenan cierta necesidad de grano.
Porque de este modo dobl el dinero que el Erario haba previamente pagado a los estados
tributarios por ese mismo grano. Pero el siguiente ao, cuando la cosecha de grano no fue tan
generosa, la flota porteadora de grano lleg a Bizancio con menos de lo que era necesitado, y Pedro,
estando en la incertidumbre por esta situacin, decidi comprar de las granjas de Bitinia, Frigia y
Tracia una gran cantidad de grano. Y los habitantes de aquellas regiones fueron obligados a
transportar con gran trabajo los cargamentos al mar y llevarlos a Bizancio con gran peligro, y
recibir por todo ello precios miserables; y la prdida para ellos alcanz a tal cifra que habran estado
contentos de tener podido presentar al instante el grano en un almacn gubernamental y pagar por
este privilegio. Esta es la carga que han solido llamar requisa. Pero cuando, incluso entonces, el
abastecimiento de grano en Bizancio no lleg a ser suficiente para cubrir las necesidades, muchos
elevaron amargas quejas por la situacin contra el emperador. Y al mismo tiempo casi todos los
soldados, viendo que no haban recibido su paga usual, se entregaron a tumultos y disturbios a lo
largo de la ciudad. As, el Emperador pareca al final estar disgustado con el hombre y deseaba
relevarlo de su cargo en base a aquellos hechos que han sido mencionados y porque haba odo que
tena oculta una prodigiosa cantidad de dinero, que haba defraudado al gobierno, lo cual
efectivamente fue as.
Pero Teodora no permiti a su marido actuar, porque tena una especial inclinacin por
Barsymes a causa de su depravacin, segn me parece, y porque era muy eficiente en provocar la
ruina de los ciudadanos. Porque ella misma era una persona muy despiadada y completamente
gobernada por una crueldad inhumana y exiga que sus agentes se parecieran en carcter a ella tanto
como fuera posible. Pero dicen que fue puesta bajo un encantamiento por Pedro y le mostraba su
favor contra su deseo. Porque este Barsymes haba manifestado un excepcional inters en magos y
espritus malficos, y albergaba una gran admiracin por los Maniqueos, como son llamados, y
nunca vacil en mostrarse abiertamente como su valedor. Y sin embargo, incluso cuando la
emperatriz supo de esto, no declin su buena disposicin para con l, sino que vio conveniente
protegerlo y apoyarlo an ms por esta causa. Pues ella tambin desde su infancia haba tratado con
magos y hacedores de sortilegios, pareciendo sus hbitos de vida conducirla hacia esta direccin, y
a lo largo de su vida conserv su fe en tales cosas y siempre deposit su confianza en ellos. Y
tambin se dijo que la manera en que hizo a Justiniano manejable no radicaba tanto en la disuasin
como en el uso de espritus malvados para tenerlo obligado. Porque este hombre no era una persona
tan recta o justa o tan firme en la virtud como para rechazar siempre los intentos de toda clase sobre
l ya mencionados, sino que, por el contrario, siendo claramente susceptible a la peticin de sangre
y al dinero, encontraba bastante fcil ser permisivo con aquellos que trataban de engaarlo o
adularlo. Pero incluso en aquellos asuntos en los que tomaba particular inters sola cambiar de
opinin sin ninguna razn y haba llegado a convertirse absolutamente en una inestable nube de
polvo. Por esta razn ninguno de sus allegados, ni ninguno de sus conocidos en general, no
depositaban ninguna esperanza en l, sino que, por el contrario, haban acabado sometindose a los
constantes cambios de opinin en cuanto a lo que iba a hacer.
As, siendo fcilmente accesible a los magos, como ha sido dicho, lleg a ser muy manejable
en manos de Teodora tambin; y principalmente por esta razn la emperatriz amaba sobremanera a
Pedro por ser un experto en tales materias. As, el Emperador lo depuso slo con dificultad del
cargo que previamente ostentaba, pero a instancia de Teodora poco despus los nombr Maestro del
Tesoro, apartando de este cargo a Juan, que lo haba asumido slo unos pocos meses atrs. Este era
un hombre natural de Palestina, y una persona muy apacible y buena, que ni era experto en inventar
modos de lograr ganancias ilcitas ni haba nunca maltratado a ningn hombre en el mundo. De
hecho, todo el populacho lo amaba con extraordinaria devocin. Y justo por esta razn no agradaba
a Justiniano y a su esposa en absoluto, porque tan pronto como inesperadamente descubran entre
sus subordinados a uno de buen carcter, perdan la cabeza y se disgustaban al mximo, buscando
con impaciencia por todos los medios quitarlo de en medio a la primera oportunidad.
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En cualquier caso, fue de esta manera que Pedro sucedi a este Juan y asumi el oficio de la
tesorera imperial, y una vez ms se convirti en la principal causa de grandes calamidades para
todos. Porque interrumpi la mayor parte del pago que haba sido ordenado desde antiguo que se
deba entregar por el Emperador a muchos cada ao en una suerte de consolacin, y l mismo,
entretanto, por medios impropios, se enriqueci con dinero pblico y se cuid de entregar una parte
de l al Emperador. Y los que haban sido privados de su dinero se vieron inmersos en un gran
dolor, puesto que tambin vio adecuado acuar monedas de oro no a su valor normal sino
reduciendo su valor materialmente, una cosa que nunca haba sido hecha antes. Tal era la forma de
conducta del Emperador en el asunto de las magistraturas.
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XXIII.
CMO LOS TERRATENIENTES FUERON ARRUINADOS.

Y proceder a contar a continuacin cmo, en todas partes del imperio, arruin a los
poseedores de tierras, aunque era suficiente prueba de sus sufrimientos referir los hechos de los ya
antedichos magistrados que fueron enviados a todas las ciudades. Porque los terratenientes fueron
los primeros a los que aquellos magistrados oprimieron y saquearon, pero tambin el resto de la
historia ser relatado.
Antao haba una costumbre establecida largo tiempo atrs segn la cual cada gobernante
Romano deba, no slo una vez durante su reinado sino tambin a menudo condonar a sus sbditos
los atrasos que tuvieren de los impuestos, de modo que aquellos que se encontraban en dificultades
financieras y que no tuvieren modo de pagar sus atrasos no fueran demasiado presionados, de
manera que los recaudadores no tendran excusa para perseguir a aquellos que, aunque eran
contribuyentes, realmente nada deban. Pero Justiniano durante treinta y dos aos no hizo tal
concesin a sus sbditos, y en consecuencia aquellos que no pudieron pagar se vieron en la
necesidad de huir abandonando su pas para nunca ms regresar. Otros, ms prsperos, se cansaron
de intentar contestar a las acusaciones continuas de los denunciantes de que el impuesto que haban
siempre pagado era menos del que era exigido segn el actual tipo impositivo sobre sus
propiedades. Porque estos infortunados teman no tanto la imposicin de nuevos impuestos como
que fueran gravados por el injusto peso de tener que pagar retroactivamente una cantidad adicional
por tributos de tantos aos. Muchos, de hecho, prefirieron abandonar sus haciendas a los
denunciantes o la confiscacin del Estado.
Adems, los Medos y los Sarracenos haban saqueado gran parte de Asia, y los Hunos y
Eslavos toda Europa. Ciudades conquistadas haban sido o destruidas hasta sus cimientos u
obligadas a pagar un terrible tributo. Hombres haban sido reducidos a la esclavitud junto con toda
su propiedad, y cada territorio haba sido abandonado por sus habitantes a causa de las continuas
incursiones. Sin embargo los impuestos no fueron perdonados, salvo en el caso de ciudades
conquistadas por el enemigo, y slo por un ao. Sin embargo si, como el emperador Anastasio haba
hecho, hubiera decidido excusar a las ciudades expugnadas de la tributacin durante siete aos,
incluso as creo, que no habra hecho tanto como debiere.
Porque Cabades se retiraba despus de hacer apenas daos a los edificios, pero Cosroes
quemaba hasta los cimientos todo cuanto tomaba, y dejaba enormes ruinas por all donde pasaba,
infligiendo grandes padecimientos a sus vctimas. Y para estos hombres a los que condon esta
porcin ridculamente pequea de impuestos, as como para todos los dems hombres que haban a
menudo soportado los ataques del ejrcito Medo, y haban sido saqueados por los Hunos y los
Sarracenos en las tierras de oriente, y para los Romanos que aguantaban una no menos terrible e
incesante destruccin a manos de los brbaros en Europa cada da, para estos hombres, digo, este
emperador inmediatamente se convirti en un enemigo peor que todos los brbaros juntos. Porque
tan pronto como el enemigo se haba retirado, los poseedores de tierras eran inmediatamente
aplastados por nuevas requisas, impuestos y tasas a prorrata.
Explicar ahora qu eran estas cosas. Aquellos que posean tierras fueron obligados a
alimentar al ejrcito Romano, con arreglo a la tasa impuesta sobre cada propietario, siendo las
entregas hechas, no donde permita la estacin del ao en la que la requisa tiene que ser cumplida,
sino donde los oficiales lo entienden posible y han determinado, y al hacer estas requisas no se hace
ninguna investigacin para ver si los granjeros tienen en sus tierras las provisiones requeridas. Y si
no acopian en sus tierras suficientes provisiones para los soldados y los caballos, los infortunados
deben salir y comprarlas a un precio excesivo, all donde puedan, incluso si estaban en un lugar
distante y luego tenan que transportarlas desde ese lugar al sitio donde el ejrcito estaba
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acuartelado, y despus entregarlas a los oficiales del ejrcito no al precio legal, sino segn la
voluntad de los comandantes. Y esto es lo que es llamado compra por requisa y el resultado ha sido
que todos los propietarios de granjas han sido sangrados hasta la muerte. Pues por este proceso son
obligados a pagar su impuesto anual no menos de diez veces, viendo que no slo tienen que
alimentar al ejrcito, sino a menudo tambin transportar el grano a Constantinopla. Barsymes no fue
el nico que os este ultraje, pues el capadocio antes que l haba hecho lo mismo, y los sucesores
de Barsymes despus de l. Tal en general era la compra por requisa.
Pero el trmino impuesto es usado para describir una especie de nunca antes vista ruina que
cae sbitamente sobre los propietarios de tierras y destruye completamente su esperanza de
subsistencia. Porque este es un tributo sobre la tierra que ha sido abandonada o est improductiva,
cuyos propietarios y granjeros han tenido la desgracia o de morir o de, abandonando sus tierras
ancestrales, estar ahora viviendo en la miseria debido a las aflicciones acaecidas a ellos por causa de
estos impuestos. Y no vacilan en imponerlo sobre cualquiera que no haya sido todava por completo
arruinado.
Tal es el significado del trmino impuesto, frecuentemente exigido durante este tiempo. Pero
en cuanto a la tasa a prorrata, para exponer el tema con las menos palabras posible, el asunto es
como sigue: las ciudades estuvieron sufriendo muchas exacciones dainas en todo momento y
particularmente durante este periodo, cuyas causas y forma de aplicacin no describir ahora, o el
relato no tendra fin. Estas cargas eran pagadas por los tenedores de tierras, entregando cada uno
una suma en proporcin al impuesto regularmente sealado a l. Pero estas tribulaciones no paraban
siquiera aqu. La peste, que haba atacado a los habitantes del mundo, no perdon al imperio
Romano. La mayora de los granjeros perecieron, y cuando por esta razn las tierras, como era de
esperar, quedaron desiertas, el emperador no tuvo piedad con los propietarios de esas tierras. Porque
nunca afloj su recaudacin del impuesto anual, y no slo tenan que pagar sus tributos, sino
tambin la parte de sus vecinos difuntos. Y adems de todo esto, tenan que hospedar a los soldados
en sus mejores habitaciones, mientras que ellos mismos durante este tiempo vivan en la parte peor
y ms pobre de sus viviendas.
Tales eran los constantes males que afligan a la humanidad bajo el gobierno de Justiniano y
Teodora, porque ocurri que ni la guerra ni ninguna otra de las mayores calamidades cejaron
durante este tiempo. Y puesto que hemos hecho mencin de las habitaciones de acogida de los
militares, no debemos pasar por alto el hecho de que los propietarios de casas en Bizancio, teniendo
que convertir sus viviendas en alojamientos para un nmero de brbaros de hasta setenta mil, no
slo no podan conseguir ningn beneficio de sus propiedades, sino que estaban sobremanera
afligidos por esas desagradables condiciones.
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XXIV.
INJUSTO TRATO A LOS SOLDADOS.

No debo pasar por alto su tratamiento de los soldados, para cuyo mando nombr a los ms
villanos de todos los hombres, con instrucciones de que tomaran de los soldados tanto de su dinero
como les fuere posible, bajo la premisa de que la doceava parte de lo que recibieran era suyo. Su
mtodo cada ao era el que sigue. Segn una ley el estipendio militar no es entregado a todos por
igual ao tras ao, sino que cuando los hombres son an jvenes y slo recientemente se han
incorporado al ejrcito, para stos el sueldo es ms bajo, mientras que para aquellos que han estado
en servicio y se encuentran hacia la mitad de la lista de soldados, su salario se incrementa. Pero
cuando se han hecho viejos y estn a punto de ser licenciados del ejrcito, la paga es mucho ms
grande, con el fin de que no slo puedan, cuando en el futuro vivan como ciudadanos particulares,
tener suficiente para su supervivencia, sino tambin puedan, cuando hayan alcanzado el trmino de
su vida, dejar algunos bienes a los miembros de su familia. As el tiempo, promoviendo
continuamente a los soldados desde los niveles ms bajos de la escala militar hasta el rango de
aquellos que han muerto o sido licenciados del ejrcito, regula en base a la antigedad el estipendio
que ha de ser pagado por el Erario a cada hombre. Pero los Logotetes, como son llamados, no
permitan que los nombres de los fallecidos fueran borrados de las listas, incluso cuando muriera
gran nmero de soldados a la vez por otras causas, y especialmente, como era el caso de la mayora,
en el curso de las numerosas guerras. Adems, no reponan durante mucho tiempo las listas
militares. Y el resultado de esta prctica se mostr desafortunada de todo punto: primero para el
estado, porque el nmero de soldados en activo era siempre insuficiente; segundo para los soldados
sobrevivientes, porque eran pospuestos ante aquellos que haban muerto mucho antes y as se
encontraban situados en una posicin inferior a la que les corresponda y reciban un estipendio que
era ms bajo que el que tendran si ostentaran el rango al que tenan derecho; y finalmente para los
Logotetes, quienes durante todo este tiempo tenan que entregar a Justiniano una parte del dinero
que era de los soldados.
Adems, abrumaban a los soldados con muchas otras e injustas formas de castigo, como
recompensa por los peligros que arrostraban en el campo de batalla, so pretexto de que eran
Griegos, como si nadie de esta nacin pudiera ser valiente, o de que no estaban autorizados por el
emperador para servir en la milicia, incluso cuando mostraban el sello a tal efecto, el cual los
Logotetes no dudaban en cuestionar; o de que se haban ausentado de su puesto durante unos pocos
das. Despus tambin algunos de la guardia de Palacio fueron enviados a lo largo de todo el
Imperio Romano y aparentemente fueron a buscar entre los ejrcitos a todos aquellos que fueran
inapropiados para el servicio activo y algunos fueron privados de su uniforme por ser viejo e intil,
de modo que para el resto de sus vidas tuvieron que ganarse el pan merced a la caridad en el Foro,
exhibiendo sus lgrimas y lamentos como reclamo; y los dems, para no sufrir similar destino, les
entregaron grandes sumas de dinero, de modo que los soldados perdieron todo afecto por su
profesin, se vieron reducidos a la pobreza y no albergaron ya ningn entusiasmo por las armas.
Fue justo por esta razn que el poder Romano vino a ser destruido en Italia. De hecho, cuando
Alejandro el Logotete fue enviado all, tuvo la insolencia de lanzar estas acusaciones a los soldados
e intent obtener dinero de los Italianos, alegando que les estaba castigando por su comportamiento
durante el reinado de Teodorico y los Godos. Y no slo fueron oprimidos los soldados por la
indigencia y la pobreza a causa de la conducta de los Logotetes, sino que tambin los subordinados,
que servan a todos los generales, un grupo antao numeroso y muy estimado, fueron machacados
por el peso del hambre y la extrema pobreza. Esta situacin suya era as porque a raz de ello no
tenan modo de subvenir a sus ordinarias necesidades.
Y aadir algo ms a aquello que he dicho, puesto que el asunto de los soldados me lleva a
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ello. Los emperadores Romanos en los pasados tiempos situaban gran cantidad de soldados en todos
los puntos de la frontera del Imperio para guardar el limes de Roma, sobre todo en la parte oriental,
impidiendo as las incursiones de Persas y Sarracenos. Esas tropas solan llamarse limitanei. A estos
el emperador Justiniano al principio los trat con tanta indiferencia y mala manera, que sus
pagadores se retrasaban cuatro o cinco aos en pagarles, y si la paz era firmada entre Romanos y
Persas, estos infelices eran obligados, en la suposicin de que se beneficiaran mucho de las
bondades de la paz, a hacer un presente al Erario sacado de la paga que les perteneca. Y luego, sin
ninguna buena razn, eran expulsados del ejrcito. Por ende las fronteras del imperio Romano
quedaron desnudas de vigilancia y los soldados sbitamente se encontraron dependiendo de la
caridad.
Otro grupo de soldados, no menos de tres mil quinientos, haban sido asignados
originariamente a la vigilancia de Palacio. Eran los llamados Escolares. Y el Erario estaba habituado
desde tiempos anteriores a pagar siempre a estos soldados estipendios ms altos que a los restantes
miembros de la milicia. Estos hombres eran elegidos por los anteriores emperadores por su
excelencia, siendo reclutados para este honor entre los Armenios. Pero desde el tiempo en que
Zenn asumi la potestad imperial el acceso haba quedado abierto para que todos pudieran vestir
este honorable uniforme, incluyendo cobardes y personas desconocedoras del arte militar. Y segn
avanz el tiempo, incluso esclavos, pagando un soborno, podan ser admitidos en este cuerpo. De
esta manera, cuando Justino asumi el imperio, Justiniano nombr a muchos para este honorable
servicio, asegurndose por este expediente grandes cantidades de dinero. Pero cuando finalmente
observ que no haba ya ms vacantes en ese cuerpo armado, aadi a sus filas dos mil reclutas y a
estos sola llamarlos supernumerarios. Pero cuando l mismo asumi el imperio, apart a estos
supernumerarios con gran celeridad, sin darles nada a cambio.
Sin embargo, para aquellos que estaban incluidos en el cuerpo regular de los Escolares ide lo
siguiente. Cuando se esperaba que un ejrcito fuera mandado contra Libia, Italia o Persia, les dio
rdenes de empacar como si fueran a tomar parte en la expedicin, aunque saba bien que en
absoluto eran aptos para el servicio activo y ellos, atemorizados, le enviaron sus estipendios de un
determinado periodo para que no se les enviara. Y ocurri entonces que esto se lo hizo a los
Escolares muchas veces. Y Pedro, igualmente, durante todo el tiempo que ocup la magistratura de
Magster, como es llamada, los estuvo constantemente acosando con tales inslitas exigencias.
Pues, si bien era de hecho un hombre moderado y no del todo versado en ofensas insultantes, al
mismo tiempo, empero, era el mayor ladrn del mundo y absolutamente colmado de vergonzante
avaricia. Este Pedro ha sido mencionado tambin en los libros precedentes por haber ejecutado el
asesinato de Amalasunta, la hija de Teodorico.
Y hubo tambin otros en Palacio que gozaban de mucha mayor estima, porque el Erario
estaba acostumbrado a concederles un ms alto estipendio en base a que por su parte haban pagado
crecidas sumas de dinero para poder pertenecer a un cierto servicio. Estos son los llamados
Domsticos y Protectores, y desde antiguo han sido imperitos en las cosas de la guerra. Porque slo
por el inters del rango y la apariencia de la posicin se haban enrolado en las unidades Palaciegas.
Y desde antao algunos de estos haban tenido su residencia en Bizancio, otros en Galacia y otros
en diversos lugares. Pero a estos tambin Justiniano constantemente andaba intimidando en la
manera antedicha, obligndoles as a entregarle el estipendio que les perteneca. Y esto ser
explicado sumariamente. Haba una ley por la que cada cuatro aos el emperador presentara a cada
soldado un cierta suma de oro. As, cada cuatro aos sola enviar mensajeros a travs de todos los
lugares del imperio Romano y dar cinco piezas de oro a cada soldado. Y no poda haber ningn
fallo en este asunto, en ningn momento ni de ninguna manera. Pero desde el momento en que este
hombre asumi la administracin del Estado, ni hizo tal cosa ni tuvo intencin de hacerla, aunque
haba ya pasado un periodo de treinta y dos aos, de modo que los hombres incluso llegaron a
olvidarse de esta costumbre.
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Y pasar ahora a explicar otro de los mtodos de saquear a sus sbditos. Aquellos que hacan
guardia y llevaban informes para el emperador y los oficiales en Bizancio, o quienes prestaban
cualquier otro servicio eran asignados a lo primero a los rangos ms bajos y con el tiempo
ascendan a paso firme a cargos superiores ocupados por los que se haban muerto o retirado y cada
uno de ellos procuraba ascender del rango que ocupaba hasta el momento en que por fin ocupaba el
cargo ms alto y consegua el punto ms encumbrado posible de su carrera. Para aquellos que han
logrado este alto rango un salario ha sido asignado desde antiguo, tan alto que cada ao ganan ms
de cien centenarios de oro, con lo que suceda que no slo ellos mismos tenan suficiente para las
necesidades de su avanzada edad, sino que podan compartirlo con otros muchos, como una cosa
general, lo que, en cuanto a los asuntos del estado, supona alcanzar un alto punto de prosperidad.
Pero este emperador, quitndoles prcticamente todos los ingresos, les trajo lamentos a ellos y al
resto de la humanidad. En efecto, la pobreza cay sobre ellos primero y luego se extendi al resto
que anteriormente haban compartido con ellos aquellos beneficios. Y si alguno calculara las
prdidas que cayeron sobre ellos por este motivo durante un periodo de treinta y dos aos, llegara a
conocer qu enorme monto total les quit.
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XXV.
CMO ROB A SUS PROPIOS OFICIALES.

As eran maltratados por el tirano los hombres de servicio. Y ahora proceder a hablar del
trato dado a mercaderes, navegantes y artesanos en el Foro y, a travs de ellos, a todos los dems.
Hay dos estrechos en cada orilla de Bizancio: una en el Helesponto entre Sestos y Abidos; la otra en
la desembocadura del Ponto Euxino, donde se erige la iglesia de la Santa Madre. Ahora en el
estrecho del Helesponto no hay ninguna aduana, pero un determinado magistrado est situado por el
emperador en Abidos, vigilando si algn navo transporta armas a Bizancio sin licencia del
emperador, y tambin si alguien est yndose de Bizancio sin el permiso firmado por los
funcionarios que tienen esta funcin, pues nadie puede abandonar Constantinopla sin el previo
consentimiento de aquellos que prestan servicio a las rdenes del Maestro de los Oficios, y
recaudando de los dueos de los barcos un peaje que no era conocido por nadie, pero el cual era una
suerte de pago reclamado por el hombre que ejerca este cargo como compensacin por su labor.
Pero el hombre enviado al otro estrecho haba siempre recibido su salario del emperador y vigilaba
con gran diligencia las cosas que he mencionado ms arriba y adems si alguna cosa estaba siendo
enviada a los brbaros que estn asentados a lo largo del Ponto Euxino, cosas de la clase que no est
permitido exportar de la tierra de los Romanos a sus enemigos. Este hombre, empero, no tena
permitido aceptar nada de aquellos que navegaban por aquella ruta. Pero desde el tiempo en que el
emperador Justiniano asumi el imperio, ha establecido una aduana en cada estrecho y enviando
regularmente a dos oficiales asalariados (aunque no les pag el salario convenido), sin embargo les
orden que usaran de todos los medios a su alcance para entregarle de este nuevo peaje tanto dinero
como les fuera posible. Y ellos, preocupados slo de demostrarle su lealtad, terminaron por robar a
los navegantes todo el valor de sus mercaderas.
Tales fueron las medidas que tom en cada uno de los estrechos. Y en Constantinopla ide el
siguiente plan. Comision a uno de sus ntimos, un Sirio de nacimiento llamado Addeo,
ordenndole que asegurara para l algn beneficio de los barcos que arribaban al puerto. Y este
desde ese momento no permita a ninguna nave que llegara al puerto de Bizancio partir de all sin
ser molestada, sino que penalizaba a los propietarios de los barcos con el valor de su navo o bien
les obligaba a volverse a Libia y a Italia. Y algunos de ellos, sin embargo, se negaron a someterse a
tal chantaje prefiriendo quemar sus barcos a seguir navegando a tal precio. Y se consideraban
afortunados si escapaban con este solo sacrificio. Aquellos que no tenan ms remedio que
continuar navegando para poder vivir, cargaban mercancas por un valor tres veces superior para
poder llegar a destino, de modo que los mercaderes tenan que recuperar estas prdidas vendiendo
sus productos a los compradores a un precio muy alto, con el resultado de que los Romanos casi
murieron de inanicin.
Tal era el camino por el que estaba discurriendo todo lo concerniente a la administracin del
Estado. Pero pienso que no debera omitir una mencin a lo que hizo el Erario imperial con relacin
a la pequea moneda. Pues mientras que antiguamente los cambistas estaban acostumbrados a dar a
aquellos que negociaban con ellos doscientos diez bolos, que se llaman follis, por un estter de
oro, esas personas, obteniendo para s ganancias particulares, hicieron fijar que por un estter de oro
se dieran ciento ochenta bolos. De este modo, quitaban una sptima parte del valor de cada
moneda de oro a todos los ciudadanos.
Pero cuando aquellos soberanos haban sujetado la mayora de las mercancas al control de los
monopolios, como son llamados, y cada da estaban estrangulando a aquellos que deseaban comprar
algo y haban respetado tan slo las tiendas donde se venda ropa, tambin idearon un plan para
hacerse con este negocio. Los vestidos de seda haban sido confeccionados desde antiguo en las
ciudades de Beirut y Tiro en Fenicia. Y los mercaderes y artesanos de estos productos haban vivido
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all desde tiempos antiguos y este comercio desde all se haba extendido al resto del mundo. Y
cuando, en el imperio de Justiniano, los mercaderes que se dedicaban a este trfico en Bizancio y en
otras ciudades estaban vendiendo estas mercaderas a un precio excesivo, excusndose con el
pretexto de que en ese momento estaban pagando a los Persas un precio mayor que antes, y que las
fbricas textiles eran ahora ms numerosas en la tierra de los Romanos, el emperador dio a todos la
impresin de que estaba enojado por esto, y promulg una ley por la que una libra de este producto
no costara ms de ocho piezas de oro. Y la pena designada para los transgresores consistira en ser
incautado todo el dinero que tuvieran. Esto pareci al pueblo imposible y ftil. Porque no era
posible para los importadores, habiendo trado estas mercancas a un alto precio, venderlas por otro
menor a los consumidores. Por tanto, no se dedicaron ms a la importacin de esta mercadera y
gradualmente vendieron el resto de sus productos mediante mtodos ilegales, dndoselos a algunos
notables que encontraban satisfaccin en gastar su dinero en tales finuras a pesar del enorme
desembolso de dinero (o que, en cierto sentido, estuvieran obligados a hacerlo). Y cuando la
emperatriz supo de estas transacciones por los chivatazos de ciertas personas, aunque no investig
el rumor que se oa, sin embargo, inmediatamente incaut toda la mercanca de esos hombres y
adems les impuso una multa de un centenario de oro.
Pero este negocio en particular estaba bajo el control, entre los Romanos al menos, del oficial
a cargo del Erario imperial. En consecuencia, habiendo nombrado a Pedro apellidado Barsymes
para este oficio poco despus, le permitieron hacer cosas execrables. Pues mientras exiga a todos
los dems hombres la observancia estricta de la ley, los artesanos de este gremio fueron requeridos a
trabajar para l solo, y venda luego las sedas tintadas, en absoluto furtivamente sino en el Foro, a
un precio de no menos de seis piezas de oro la onza si era de calidad normal, y ms de veinticuatro
piezas de oro si se trataba del tinte imperial, llamado holovero. Y mientras el emperador recaudaba
fuertes sumas de dinero de esta manera, l mismo ganaba an ms sin ser observado y esta prctica,
que comenz con l, ha continuado siempre. Porque, hasta el momento presente, el encargado del
Erario se ha constituido, sin tratar de ocultarse, como nico importador y vendedor de esta
mercanca. En consecuencia los importadores que antao se haban ocupado de este trfico en
Constantinopla y en otras ciudades, por tierra y mar, ahora tienen que aguantar, como era de esperar,
los daos que se originan por este comportamiento. Y en las dems ciudades prcticamente toda la
poblacin se encontr de sbito reducida a la mendicidad. Porque los mercaderes y los artesanos se
vieron por tanto obligados a pasar hambre y muchos en consecuencia cambiaron de ciudadana y se
marcharon como fugitivos a la tierra de Persia. Pero siempre el Maestro del Erario permaneci
como nico titular de este negocio y mientras consinti en entregar al emperador parte de sus
beneficios, como se ha dicho, se llev la mayor parte para s y se estaba enriqueciendo a costa de las
calamidades pblicas. Baste con esto sobre tal asunto.
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XXVI.
CMO EXPOLI LA RIQUEZA DE LAS CIUDADES Y SAQUE A LOS POBRES.

Hablaremos ahora de cmo tuvo xito en destruir la riqueza y todas las cosas que confieren
honor y valor en Bizancio y en todas las ciudades. Primero decidi abolir el rango de rtor, porque
inmediatamente priv a los rtores de todos sus honorarios con los que antes se haban habituado a
disfrutar y enorgullecerse cuando haban abandonado su profesin de abogaca, y les orden que
litigaran unos con otros directamente bajo juramento; y siendo as desdeados, los rtores se
sumieron en enorme desesperacin. Y despus que hubo confiscado los bienes de los senadores y de
otras gentes prsperas, como ha sido relatado, en Constantinopla y en todo el imperio Romano,
qued poco trabajo para los abogados. Los hombres nada tenan digno de mencin para ir a tratar en
los tribunales. As, de todos los famosos abogados, pocos quedaron y se vieron despreciados y
reducidos a la penuria, obteniendo de su trabajo nada salvo insultos.
Adems, tambin hizo que los mdicos y maestros de los nios libres padecieran penuria de
todo lo necesario para la vida, pues los honorarios que los anteriores emperadores haban decretado
que les fueran entregados a cargo del Erario pblico fueron cancelados por completo. Adems,
todos los ingresos que los habitantes de todas las ciudades haban estado recaudando localmente
para sus propias necesidades cvicas y para sus espectculos pblicos los transfiri y os mezclarlos
con los ingresos pblicos. E igualmente los mdicos y profesores no gozaron de ninguna estima, ni
nadie pudo ms cuidar de los edificios pblicos, ni las lmparas pblicas fueron conservadas en las
ciudades para su iluminacin, ni hubo consuelo alguno para sus habitantes. Porque los teatros,
hipdromos y circos fueron todos clausurados en su mayor parte (lugares en que su esposa haba
nacido, crecido y educado). Y luego orden que aquellos espectculos fueran cerrados, incluso en
Constantinopla, de modo que el Erario no tuvo que pagar las usuales sumas a las numerosas y casi
incontables personas que vivan de ello. Y hubo tristeza y dolor privado y pblico, como si an otra
afliccin del Cielo les hubiera golpeado, y no hubo ms alegra en la vida de nadie. Y ningn otro
tema de conversacin exista ya entre el pueblo, ya estuvieran en casa, en el mercado o en los
templos, que los nuevos desastres, calamidades e infortunios que ocurran en un grado
incomparable.
Tal era la situacin en las ciudades. Y aquello que queda por decir es digno de ser contado.
Dos cnsules de los Romanos eran elegidos cada ao, uno en Roma y el otro en Constantinopla. Y
cualquiera que era llamado a este honor estaba seguro de verse obligado a gastar ms de veinte
centenarios de oro, siendo una pequea porcin de esta cantidad pagada de su bolsillo y la mayor
parte por el emperador. Este dinero era distribuido entre aquellos que he mencionado y aquellos que
en general carecan de otros medios de subsistencia, y particularmente actores y as permita dar
auxilio constante a todo lo que era para bien de la ciudad. Pero desde el momento que Justiniano
lleg al poder, estas distribuciones no fueron hechas segn costumbre, pues a veces un cnsul
permaneca en el cargo un ao tras otro, hasta que finalmente el pueblo perdi la esperanza de ver a
otro nuevo, incluso en sus sueos. Como resultado, se produjo una universal pobreza, ya que el
emperador no entreg ms a sus sbditos lo que haban tenido por costumbre recibir, sino que, al
contrario, procur quitarles de todas las maneras y en todas partes lo poco que an tenan.
Cmo este ladrn ha estado tragndose todos los dineros pblicos y cmo ha estado privando
a los miembros del Senado de sus propiedades, a cada uno individualmente y a todos en conjunto,
ha sido, pienso, suficientemente descrito. Y cmo lanzando falsos cargos confisc las haciendas de
todos a quienes reputaba ricos, imagino haberlo ya adecuadamente contado, como en el caso de los
soldados, oficiales y guardias de palacio, los agricultores y terratenientes, aquellos cuya profesin
es la oratoria, adems de tenderos, navieros, marineros, mercaderes, jornaleros y vendedores, as
como aquellos que se ganaban la vida con representaciones en el teatro y adems todas las dems
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clases, puedo decir, que fueron alcanzados por el dao que infera este hombre.
Y proceder ahora a hablar de cmo trat a los mendigos y al pueblo llano y a los pobres y a
aquellos afligidos con toda clase de discapacidad fsica; su trato a los sacerdotes ser descrito en
mis siguientes libros. Primero de todo, habiendo tomado el control, como ha sido dicho, de todas las
tiendas y habiendo establecido los llamados monopolios de los bienes ms indispensables, procedi
a sacarle a toda la poblacin ms del triple de los precios normales. En cuanto a sus otras hazaas,
puesto que son simplemente incontables, no intentar siquiera hacer su catlogo en un libro sin fin.
Pero dir que a los compradores de pan rob de la forma ms cruel todo el tiempo, hombres que,
siendo trabajadores manuales, empobrecidos y afligidos con todo tipo de minusvalas fsicas, no
podan evitar comprar el pan. De estos exiga tres centenarios al ao, con el resultado de que los
panaderos alzaban los precios y rellenaban el pan con cscaras y cenizas, porque el emperador no
tena escrpulos de obtener beneficios ni siquiera de esta impa adulteracin. Aquellos que estaban a
cargo de este oficio, aplicando este truco para su lucro particular, con facilidad llegaron a ser muy
ricos y redujeron a los pobres a una intolerable miseria en plenos tiempos de abundancia, porque
fue completamente prohibido que todo hombre comprara grano en cualquier parte, sino que era
obligado que todos compraran y comieran de ese pan.
Y aunque vieron que el acueducto de la ciudad se haba roto y estaba transportando slo una
pequea parte de agua a la ciudad, no hicieron caso del asunto y no consintieron en gastar ni un
slido en ello, a pesar del hecho de que una gran multitud del pueblo, ardiendo de indignacin,
estaba siendo reunida en las fuentes y que todos los baos haban sido cerrados. Y sin embargo
malgastaba una gran cantidad de dinero sin ningn motivo en edificios sobre el mar y otras
edificaciones sin sentido, erigiendo nuevas construcciones en todas partes de los suburbios, como si
los palacios en que todos los emperadores anteriores haban estado contentos de vivir a lo largo de
sus das no pudieran albergar su hogar. Y esto no se haca por motivos econmicos, sino para lograr
la destruccin del gnero humano, ya que se negaba a reconstruir el acueducto. Porque nadie en
toda la historia ha nacido alguna vez en el mundo que estuviera ms deseoso que Justiniano de
conseguir dinero, para luego empezar nuevamente a malgastarlo de inmediato. De estos dos
recursos, esto es, pan y agua, que como nico remedio quedaba a los que estaban hundidos en la
miseria, ambos fueron usados por este emperador para perjudicarlos, como he escrito, ya que hizo
que un recurso, es decir, el agua, fuera imposible de conseguir, y el otro, el pan, fuera muy caro de
comprar.
Y amenaz de esta manera no slo a la clase humilde de Bizancio, sino tambin, a los que
vivan en otros lugares, como ser relatado por m inmediatamente. En efecto, cuando Teodorico
conquist Italia, dej donde estaban a los que estaban sirviendo como soldados en el Palacio de
Roma, para que al menos un recuerdo de los antiguos tiempos se conservara all, pagando a cada
hombre un pequeo estipendio diario; y estos soldados eran muy numerosos. Porque los
Silenciarios, como son llamados, los Domsticos y los Escolares estaban entre ellos, aunque en su
caso nada militar quedaba salvo el nombre de ejrcito, y este sueldo era apenas suficiente para vivir.
Y Teodorico orden que este pago se transmitiera a su muerte a sus hijos y parientes. Y a los pobres
que tenan su asiento junto a la Iglesia del apstol Pedro, orden que el Erario les entregara siempre
cada ao tres mil medidas de grano. Estas pensiones fueron recibidas por todos los pobres hasta que
Alejandro, llamado Tijeras, lleg a Italia. Pues este hombre decidi inmediatamente, sin
vacilacin, abolir todos. En sabiendo esto, Justiniano, emperador de los Romanos, aprob esta
decisin y tuvo a Alejandro en an ms alto honor que antes. Durante su viaje all caus tambin el
siguiente perjuicio a los Griegos. La fortaleza de las Termpilas haba sido largo tiempo guardada
por los campesinos cercanos, quienes se turnaban en la vigilancia de la muralla cuandoquiera se
anunciaba una incursin de brbaros contra el Peloponeso. Pero cuando Alejandro visit el lugar
durante la travesa a Italia, l, pretendiendo que estaba actuando en inters de los Peloponesios,
rechaz confiar la fortaleza a los campesinos. As, situ tropas all en nmero de dos mil y orden
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que su estipendio no fuera pagado por el Erario imperial, sino por los fondos civiles y los dineros
reservados a los espectculos de todas las ciudades de Grecia, so pretexto de que aquellos soldados
tenan que ser mantenidos a costa de ese lugar y por ende de toda Grecia. En consecuencia, todos
los lugares de Grecia, incluyendo la mismsima Atenas, no pudieron restaurar los edificios pblicos
ni pudieron pagar ninguna otra cosa til. Justiniano, empero, sin vacilar, confirm estas medidas del
Tijeras.
As, de la manera descrita, estos asuntos fueron transcurriendo. Pero debemos ahora proceder
a tratar el caso de los pobres en Alejandra. Aqu viva un cierto Hefesto, abogado, que asumi el
gobierno de Alejandra y en su condicin de tal puso fin a una sedicin ciudadana amenazando a los
revoltosos, pero redujo a todos los habitantes a la completa miseria. Pues inmediatamente puso
todas las mercancas bajo monopolio, prohibiendo a los dems mercaderes vender nada, y l mismo
se convirti en el nico traficante y vendedor de todas las mercaderas, fijando los precios segn su
voluntad merced a su suprema autoridad. Pero la consiguiente caresta de las provisiones necesarias
sumi en la mayor de las aflicciones a Alejandra, donde antes incluso los ms pobres haban
podido vivir adecuadamente. Y el alto precio del pan aplast a la mayora, porque compraba todo el
trigo de Egipto l mismo, no permitiendo que nadie comprara ni tan siquiera un celemn, y as
controlaba el abastecimiento y el precio del pan a su voluntad. De este modo en poco tiempo gan
una fabulosa fortuna y cumpli el deseo del emperador en este asunto. Y mientras el populacho de
Alejandra, por temor a Hefesto, sobrellevaba su angustiosa situacin en silencio, el emperador,
gracias al dinero que llegaba a su bolsillo constantemente, amaba a este hombre intensamente.
Y este Hefesto, para poder ganarse ms an la voluntad del emperador, ide el siguiente plan.
Diocleciano, un anterior emperador de los Romanos, haba decretado que un gran monto de grano
fuera dado por el Erario cada ao para cubrir las necesidades de los Alejandrinos. Y el populacho,
habiendo distribuido este grano entre ellos mismos en primer lugar, ha transmitido esta costumbre a
sus descendientes hasta hoy. Pero Hefesto, desde este tiempo, quit a los pobres hasta dos millones
de medidas anuales de grano y los transport a los almacenes del Estado, escribiendo al emperador
que el pueblo haba hasta entonces estado recibiendo el grano por error, y no en beneficio del
pblico inters. Y en consecuencia el emperador confirm esta decisin y lo tuvo en mayor favor
an. Los Alejandrinos, cuya esperanza de vida radicaba en esta distribucin sufrieron muy
cruelmente como resultado de esta inhumana accin.
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XXVII.
CMO EL DEFENSOR DE LA FE PROTEGA LOS INTERESES DE LOS
CRISTIANOS.

Los hechos de Justiniano eran tantos y tales que toda la eternidad no sera suficientemente
larga como para describirlos adecuadamente. As unos pocos ejemplos habrn de bastar para
iluminar todo su carcter ante las futuras generaciones: qu hipcrita era, cmo despreciaba a Dios,
las leyes y al pueblo que se mostraba leal a l, el cual en apariencia era favorecido por l, si bien
ninguna vergenza senta por nada, ya cuando produca la ruina del Estado, ya al ejecutar cualquier
otra fechora. Ni siquiera se molestaba en intentar excusar sus acciones y su nico cuidado era cmo
poda hacerse con la posesin de todas las riquezas del mundo.
Comenzar con esto. El emperador nombr al patriarca de Alejandra, Paulo de nombre. Pero
resultaba que al mismo tiempo un cierto Rodn, Fenicio de origen, dominaba en Alejandra. Este
hombre fue conminado a que apoyara en todo a Paulo con todo celo, de modo que ninguna de sus
rdenes quedara sin cumplir. Porque de este modo pensaba que podra ganarse la adhesin de los
herejes que haba en Alejandra al Concilio de Calcedonia. Haba un cierto Arsenio, natural de
Palestina, que haba servido tilmente a la emperatriz Teodora en un muy importante asunto, y por
esta circunstancia haba adquirido gran poder y una gran cantidad de dinero y haba alcanzado la
dignidad de senador, aunque era un perfecto bellaco. Este hombre era, en efecto, Samaritano, pero
para no perder el poder de que gozaba haba visto oportuno adoptar el nombre de Cristiano. Su
padre y hermano, empero, fiados en el poder de este hombre, haban continuado en Escitpolis,
conservando su fe ancestral, y, cumpliendo las instrucciones de aquel, andaban ejecutando
intolerables males contra todos los Cristianos. En consecuencia, los ciudadanos se levantaron contra
ellos y los mataron de forma muy cruel y muchos daos vinieron a suceder al pueblo de Palestina
por esta causa. Y en este tiempo ni Justiniano ni Teodora hicieron mal alguno a Arsenio, aunque este
haba sido la principal causa de todas las dificultades, sino que le prohibieron acudir a Palacio
nunca ms, porque estaban siendo presionados muy insistentemente por los Cristianos por motivo
de estos sucesos. Este Arsenio, pensando agradar al emperador, no mucho despus parti en
compaa de Paulo hacia Alejandra, para ayudarle en otros negocios y en particular auxiliarle en lo
posible a atraerse la obediencia de parte de los Alejandrinos. Pues declar que en el momento en
que tuvo el infortunio de ser excluido de Palacio, no haba abandonado el estudio de todas las
doctrinas de los Cristianos. Pero esto molest a Teodora, ya que ella pretenda ir en contra del
emperador en esto, como he escrito anteriormente. As, cuando Paulo y Arsenio hubieron llegado a
Alejandra, Paulo entreg a Rodn a cierto dicono llamado Psoes para que lo ejecutara, diciendo
que constitua un obstculo que le impeda cumplir las rdenes del emperador. Y Rodn, actuando
segn las instrucciones del emperador, enviadas a l por cartas frecuentes y urgentes, decidi
torturar al hombre. Y muri al poco, roto por la tortura. Entonces, cuando la nueva de esto vino al
emperador, este, de inmediato, merced a la vehemente instancia de la emperatriz, expres su horror
ante lo que haban hecho Paulo, Rodn y Arsenio, como si hubiere olvidado sus instrucciones a
aquellos hombres. Entonces nombr a Liberio, un patricio de Roma, gobernador de Alejandra, y
mand a algunos sacerdotes de buena reputacin a Alejandra, para investigar el asunto. Entre estos
estaba el archidicono de Roma, Pelagio, que estaba comisionado por el Papa Vigilio para actuar
como su legado.
Probado el crimen, Paulo, condenado por asesinato, fue depuesto de su obispado; Rodn,
quien huy a Constantinopla, fue decapitado por el emperador y su hacienda confiscada, aunque el
hombre mostr trece cartas que el emperador le haba escrito urgindole, apremindole y
ordenndole que apoyara a Paulo en todas las cosas y no se opusiera a l en nada en absoluto, con el
fin de que pudiera cumplir las rdenes del emperador concernientes a la fe. Y Liberio, por deseo de
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Teodora, crucific a Arsenio y el emperador vio adecuado confiscar sus bienes, aunque no tena ms
cargos con que acusarle que el de haberse unido a Paulo. Si sus actos en este asunto fueron justos o
no, no puedo decir, pero pronto mostrar por qu he descrito este suceso.
Algn tiempo despus, Paulo arrib a Constantinopla y ofreci al emperador siete centenarios
de oro a cambio de restaurarlo en el sagrado oficio del que, segn l, haba sido depuesto
ilegalmente. Justiniano tom el dinero cortsmente y trat al hombre honorablemente, y convino en
nombrarle patriarca de Alejandra inmediatamente, aunque otro ostentaba tal honor, como si no
supiera que l mismo haba asesinado y robado la propiedad a aquellos que haban sido amigos y
auxiliadores de Paulo.
As el emperador estaba llevando el asunto con gran vehemencia y entusiasmo y Paulo
esperaba que definitivamente recobrara el sacerdocio en todo caso. Pero Vigilio, que estaba
presente en ese momento en Bizancio, se neg totalmente a ceder ante el emperador, si daba tal
orden. Y aadi que no podra anular una decisin que Pelagio ya haba dado como legado suyo. Y
el emperador, cuya nica idea era conseguir dinero, se olvid del asunto.
Ahora tratar de otro caso similar. Haba un cierto Faustino, natural de Palestina, descendiente
de Samaritanos, pero que en cumplimiento de la ley haba adoptado el nombre de Cristiano. Este
Faustino lleg a ser senador y gobernador de su provincia, y cuando el trmino de su cargo expir
poco despus, volvi a Constantinopla, donde fue denunciado por algunos sacerdotes de haber
favorecido a los Samaritanos y perseguido impamente a los Cristianos de Palestina. Justiniano
pareci estar furioso y profundamente resentido por este motivo, esto es, que mientras gobernaba el
imperio de los Romanos el nombre de Cristo fuera insultado por alguien. As, cuando el Senado
hizo una investigacin del asunto, castig a Faustino con el destierro a instancias del emperador.
Pero el emperador recibi de Faustino todo el dinero que quiso e inmediatamente revoc la decisin
que haba hecho adoptar. De este modo Faustino, una vez ms en posesin de su antigua dignidad, y
recuperada la amistad del emperador, fue nombrado Conde de los dominios imperiales en Palestina
y Fenicia, donde sin temor hizo tanto dao como quiso. El modo en que Justiniano protegi los
verdaderos intereses de los Cristianos puede verse con estos ejemplos, unos pocos, segn lo que el
tiempo me ha permitido describir.
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XXVIII.
SU VIOLACIN DE LAS LEYES DE LOS ROMANOS, Y CMO LOS JUDOS
FUERON MULTADOS POR COMER CORDERO.

Ahora mostrar en pocas palabras cmo sin vacilar aboli leyes cuando haba dinero de por
medio. Haba un cierto Prisco en la ciudad de Emesa, que tena una gran habilidad natural para
imitar la escritura de otros, y era muy bueno en esta clase de ilegal negocio. Entonces ocurri que la
iglesia de Emesa haba heredado largo tiempo atrs la propiedad de un distinguido patricio llamado
Mamiano, de familia ilustre y de gran riqueza. Durante el imperio de Justiniano, Prisco investig a
todas las familias de la antedicha ciudad y si encontraba a alguna persona que gozara de abundantes
recursos y de la que pudiera sustraer grandes sumas de dinero, cuidadosamente trazaba su lnea
genealgica y cuando encontraba antiguas cartas de los antepasados de esas personas, elaboraba
muchos documentos aparentando haber sido escritos por ellos, en las que prometan pagar a
Mamiano crecidas sumas de dinero en base a que las haban recibido en depsito de l. Y la suma
total reconocida en estos documentos falsificados alcanzaba a no menos de cien centenarios. Y
eligiendo la escritura de un cierto hombre que haba solido tener asiento en el Foro en la poca en
que Mammiano estaba vivo, un hombre que gozaba de gran reputacin por su sinceridad y virtud y
que sola preparar todos los documentos de los ciudadanos, sellando cada uno personalmente con su
propia firma (tal persona es llamada por los Romanos tabellio), Prisco, despus de confeccionar una
maravillosa imitacin de la escritura de este hombre, entreg los documentos a los que
administraban los negocios de la iglesia de Emesa, despus que estos le hubieren prometido
entregarle una parte del dinero. Pero como estaba vigente una ley, por la que se estatua que en caso
normal la accin de reclamacin se sujetara a un lmite de treinta aos, salvo ciertos casos, como
las hipotecas, cuyo lmite se extendera hasta los cuarenta aos, idearon el siguiente plan.
Viniendo a Bizancio y desembolsando fuertes sumas de dinero a este emperador, le suplicaron
que cooperara con ellos en lograr la destruccin de los ciudadanos que no haban sido hallados
culpables de nada. Y l, despus que recibi el dinero, sin vacilar mnimamente promulg una ley
por la que las iglesias seran excluidas de esos lmites, y que por el contrario las reclamaciones
hechas a esta institucin podran ser ejercidas en cualquier momento dentro de un periodo de cien
aos. Y esta ley fue aplicable no slo para Emesa, sino tambin para todo el imperio Romano. Y
para aplicar este decreto envi a Emesa a cierto Longino, hombre enrgico y fuerte fsicamente,
quien despus tambin ocup el oficio de prefecto de Constantinopla. Y aquellos que llevaban los
negocios de la iglesia reclamaron de aquellas personas dos centenarios en base a esas
falsificaciones. E inmediatamente se aseguraron el convencimiento de Longino, pues los
demandados no pudieron defenderse debido al gran lapso de tiempo que haba pasado y a la
ignorancia de los hechos. Y todos los dems ciudadanos estaban muy apenados por esto y enojados
con los acusadores, sobre todo los notables de la ciudad, que quedaban expuestos a cualquier
demanda. Y puesto que el mal se estaba por entonces extendiendo contra la mayora de los
ciudadanos, ocurri que la providencia de Dios, podra uno decir, intervino como sigue. Longino
orden a Prisco, el autor de este fraude, que le llevara todos los documentos y cuando este se neg,
le golpe con gran violencia. Y Prisco, no pudiendo soportar el golpe de un hombre tan fuerte, cay
de espaldas y, temblando de miedo por la sospecha de que Longino haba averiguado toda la verdad
de lo que realmente haba hecho, confes su crimen. As todo el mal fue sacado a la luz y las
denuncias cesaron.
Sin embargo, estas constantes y ordinarias falsificaciones de las leyes Romanas no fueron el
nico mal que hizo, sino que el emperador tambin concibi la idea de abolir las leyes que
concernan a los Hebreos con el objeto de destruir sus tradiciones. En efecto, si ocurra, por
ejemplo, que algn ao el calendario haca que la Pascua Juda caa antes que la Cristiana, prohiba
71

a los Judos celebrar su festividad, hacer sacrificio alguno a Dios o cumplir cualquiera de sus
costumbres. Muchos de ellos fueron fuertemente multados por los magistrados por comer cordero
en tal ocasin, como si esto fuera contra las leyes del Estado. Y aunque conozco bien infinidad de
otras acciones de Justiniano, no aadir nada ms, pues debo poner fin a mi narracin y, adems, el
carcter del hombre ha quedado revelado con suficiente claridad merced a lo que ha sido dicho.
72

XXIX.
OTROS INCIDENTES QUE LO MUESTRAN COMO UN MENTIROSO Y UN
HIPCRITA.

Ahora mostrar qu mentiroso e hipcrita era. Liberio, al que recientemente he mencionado,


fue depuesto por l de su cargo y en su lugar nombr a Juan, un Egipcio, apellidado Laxarin.
Cuando Pelagio, un amigo ntimo de Liberio, supo de esto, pregunt al emperador si la nueva del
nombramiento de Laxarin era verdad. Y l inmediatamente lo neg, asegurndole que no haba
hecho tal cosa y le entreg una carta para Liberio, ordenndole que se mantuviera en su puesto ms
firmemente y que no lo dejara de ningn modo. Pues no era su deseo, dijo, removerle de esa
magistratura en ese momento. Y Juan tena un to en Bizancio llamado Eudamonte, quien, habiendo
sido elevado al rango senatorio y habiendo adquirido una gran riqueza, fue durante un tiempo
Conde de las propiedades personales del emperador. Este Eudamonte, en oyendo esta decisin,
tambin acudi ante el emperador para preguntarle si el cargo era asignado realmente a su sobrino.
Y Justiniano, en contradiccin con lo que haba escrito a Liberio, ahora escribi un documento a
Juan, dicindole que asumiera el cargo con toda tranquilidad, pues, dijo, estaba de su parte y no
haba cambiado de opinin. Y Juan, convencido por estas afirmaciones, orden a Liberio retirarse
del cargo, pues haba sido depuesto oficialmente. Pero Liberio, con igual confianza basada en la
carta recibida del emperador, se neg. Entonces Juan se fue a por Liberio con una guardia armada y
Liberio con sus propios soldados se defendi. Durante la lucha muchos murieron, incluyendo el
mismo Juan, el nuevo gobernador. A instigacin de Eudemonte, Liberio fue convocado a
Constantinopla. El Senado investig el asunto y absolvi a Liberio, ya que lo que hizo haba sido en
defensa propia y no como agresor. El emperador, empero, no lo dej en paz hasta que le pag una
multa, que secretamente le haba impuesto. Esto muestra el amor de Justiniano a la verdad y cmo
mantena su palabra.
No estar fuera de lugar que cuente la secuela del incidente. Este Eudemonte muri al poco,
dejando muchos parientes pero no redactando ltimas voluntades. Y hacia el mismo tiempo cierto
hombre, llamado Eufratas, que haba sido el principal eunuco de Palacio, muri, dejando un
sobrino, pero sin hacer testamento que regulara el destino de su considerable hacienda. El
emperador se apoder de ambas propiedades, nombrndose heredero y no dio ni medio bolo a los
herederos legales. Tal respeto por la ley y por la familia mostraba el emperador!. De la misma
forma se haba apoderado de la hacienda de Ireneo, quien haba muerto mucho antes, aunque no
tena ningn derecho para reclamarla.
Y no podra pasar por alto otro incidente directamente relacionado con los antedichos, que
ocurri hacia la misma poca. Haba un cierto Anatolio, que era el primero de la Curia de Ascaln.
La hija de este hombre haba sido debidamente casada con un ciudadano de Cesrea, Mamiliano de
nombre, varn de linaje muy notable. Y la muchacha era la heredera, ya que era la nica
descendiente de Anatolio. Estaba prescrito por una antigua ley que cuando un senador en una ciudad
muriera sin dejar hijos varones, la cuarta parte de su hacienda fuera entregada a la Curia de su
ciudad, mientras que los herederos naturales del difunto disfrutaran del resto, pero el emperador dio
en este caso demasiada prueba de su verdadero carcter, pues sucedi que promulg una ley en ese
momento, por la que regulaba los casos de esa clase de una forma diametralmente opuesta,
disponiendo por ende que cuando un senador muriera sin descendencia masculina, sus herederos
naturales recibiran la cuarta parte de su propiedad y el resto sera transferido al Erario imperial e
ingresaba en la lista de la Curia urbana. Y sin embargo nunca desde la creacin del mundo haba el
Erario o el emperador recibido los bienes de un senador. Mientras esta ley estaba vigente, Anatolio
muri. Su hija se vio en la obligacin de compartir su herencia con el Erario y con el Senado de la
ciudad con arreglo a la ley, y recibi cartas del emperador y de la Curia de Ascaln, asegurndole
73

que no habra ms reclamaciones de su parte, pues ya haban recibido su parte correcta y


justamente. Luego tambin Mamiliano muri, el hombre que haba sido yerno de Anatolio y dej
una nica hija, que hered todos los bienes de su padre, como era de esperar. Pero despus ella
tambin falleci, mientras que su madre an estaba viva, habindose casado con un noble pero sin
haber tenido ya hijos ni varones ni hembras. Sin embargo, Justiniano se apoder de toda la
hacienda, alegando como justificacin que no sera piadoso que la hija de Anatolio, ya anciana, se
convirtiera en una mujer rica merced a las propiedades de su padre y de su marido. Pero para que la
mujer no quedara en la indigencia, orden que le fuera entregada una moneda de oro al da mientras
viviera, escribiendo en el decreto, por el cual le robaba sus bienes, que le daba ese dinero por
piedad: porque es mi costumbre, dijo, hacer lo que es po y recto.
Pero en cuanto a estos asuntos es suficiente con referir tales hechos, para que mi relato no sea
excesivo, ya que no es posible para ninguna persona contarlo todo. Pero que Justiniano no vel por
los Azules siquiera, que tanto le apoyaban, cuando haba dinero en juego, lo referir ahora. Viva un
Cilicio llamado Maltanes, yerno de aquel Len que, como he dicho, era Referendario. Justiniano
envi a este Maltanes a restaurar el orden entre los Cilicios. Bajo este pretexto Maltanes infligi
intolerables sufrimientos a la mayora de sus paisanos y les rob todo su dinero, algo del cual envi
al tirano, enriquecindose injustamente con el resto. Entonces algunos soportaron su desgracia en
silencio, pero aquellos que en Tarso eran Azules, confiando en el favor de la emperatriz, se
reunieron en el Foro para insultar a Maltanes, quien no estaba presente. Cuando Maltanes supo de
esto, rpidamente acudi a Tarso con muchos soldados. En llegando con las primeras luces del
amanecer, orden a sus soldados que entraran en las casas y las saquearan. Pensando que aquello
era una invasin de enemigos, los Azules se defendieron. Y entre otros males que se produjeron en
medio de la oscuridad nocturna, sucedi que Damin, un senador, fue asesinado por herida de
flecha. Este Damin era el patrn de los Azules en la ciudad. Y cuando nuevas llegaron a Bizancio
de estos sucesos, los Azules se indignaron, movieron gran tumulto por toda la ciudad, se quejaron
violentamente al emperador y profirieron contra Len y a Maltanes las ms terribles amenazas. El
emperador simul estar no menos enojado por el asunto e inmediatamente escribi ordenando una
investigacin y el castigo de Maltanes. Pero Len le entreg una gran suma de dinero, de modo que
ah finaliz su investigacin y su inters por los Azules. Dejado el suceso sin investigar, Maltanes
luego lleg a Constantinopla ante el emperador y fue recibido muy amistosamente y lo tuvo en gran
honor. Pero cuando se marchaba, los Azules, que no se olvidaban del asunto y lo estaban vigilando,
se arrojaron sobre l en el mismo Palacio y lo habran matado si uno de los Azules, sobornado por
Len, no lo hubiere impedido. Y, sin embargo, quin no llamara misrrimo al Estado, en el que el
emperador acepta sobornos para paralizar cualquier investigacin y en el que los facciosos, por su
parte, mientras el emperador est en Palacio osan atacar a uno de sus magistrados y ejercer
violencia sobre l?. Sin embargo, ningn castigo fue impuesto ni a Maltanes ni a sus agresores. Y
por este solo hecho se puede colegir bien el carcter de Justiniano.
74

XXX.
OTRAS INNOVACIONES DE JUSTINIANO Y TEODORA, Y UNA CONCLUSIN.

Y en cuanto a la cuestin de si Justiniano tuvo en alguna consideracin el bienestar del


imperio, las cosas que hizo a los magistrados y espas arrojarn luz. Los emperadores Romanos
precedentes disponan de un sistema de correo pblico que les permita saber fcil y rpidamente de
invasiones del enemigo en cualquier provincia, de sediciones en las ciudades o de cualquier otro
inesperado problema, de las acciones de los gobernadores y de cualesquiera otros que estuvieran en
cualquier parte del imperio Romano. Este sistema era como sigue. En la distancia que abarcaba una
jornada de camino para un viajero, se establecieron postas, a veces ocho, a veces menos, pero en
general no menos de cinco. Y en cada posta haba preparados no menos de cuarenta caballos y un
nmero de mozos de cuadra en proporcin al nmero de caballos. Y merced al relevo frecuente de
caballeras, que eran de las mejores razas, los viajeros podan avanzar en un da el trayecto de diez
jornadas y cumplir por ello la misin que se les haba encomendado. Adems, los campesinos en
todas partes y sobre todo si sus tierras se extendan en el interior, eran muy prsperos gracias a este
sistema, porque cada ao vendan los excedentes de sus cosechas de grano al gobierno para el
mantenimiento de caballos y mozos, y as ganaban mucho dinero. Y el resultado de todo esto fue
que mientras el Erario regularmente reciba los impuestos fijados a cada hombre, los que pagaban
los impuestos reciban su dinero de nuevo inmediatamente y as el imperio lograba un efecto
beneficioso.
Esta era la situacin antao. Pero este emperador primero aboli las postas desde Calcedonia
a Daciviza y oblig a los correos, muchos contra su voluntad, a viajar desde Constantinopla
directamente a Helenpolis por mar. Cuando embarcaban entonces en pequeos botes de la clase
que la gente sola usar para cruzar el estrecho, en caso de que una tormenta les sobreviniera, se
encontraban en un enorme peligro. Puesto que se les exiga rapidez, no podan esperar a que la
tormenta acampara sino que precipitadamente deban proseguir viaje. Y en segundo lugar, mientras
que en la ruta que conduca a Persia permiti que el antiguo sistema se mantuviera, sin embargo en
las restantes vas que transcurran por Oriente hasta Egipto slo consinti que hubiera una posta
para cada jornada de viaje, empleando para ello mulas, no caballos, y slo unas pocas. No hay que
admirarse, consecuentemente, de que los acontecimientos que se producan en cada provincia
fueran comunicados con dificultad y demasiado tarde como para dar oportunidad para actuar, de
modo que no se poda seguir a tiempo el curso de los sucesos, y adems los campesinos,
pudrindose su grano por no venderlo, perdan continuamente sus antiguos beneficios.
Y el asunto de los espas es como sigue. Muchos hombres de los antiguos tiempos eran
mantenidos por el Estado, hombres que iran a un pas enemigo, especialmente al imperio de los
Persas, ya so pretexto de vender algo, ya utilizando cualquier otro ardid, llevaban a cabo sus
averiguaciones y luego regresaban a territorio Romano, donde podan contar todos los secretos de
los enemigos a los magistrados. Y estos, provistos con esta ventajosa informacin, estaran en
guardia y nada imprevisto les acaecera. Y esta prctica haba existido entre los Medos tambin en
tiempos lejanos. De hecho, Cosroes, segn dicen, increment los salarios de sus espas y se
benefici de esta precaucin, porque nada que ocurriera entre los Romanos escapaba a su
conocimiento. Pero Justiniano, por su parte, negndose a gastar nada en absoluto, dej de utilizar
espas y por consecuencia de ello se cometieron muchos errores. Lazica, verbigracia, fue capturada
por el enemigo, porque los Romanos haban fallado completamente en descubrir dnde estaba el rey
Persa y su ejrcito. Igualmente el Estado haba siempre mantenido gran nmero de camellos, que
transportaban todo el bagaje cuando el ejrcito Romano marchaba contra el enemigo. As, los
campesinos no tenan que procurar transporte al ejrcito y los soldados no padecan necesidades.
Pero Justiniano se deshizo de casi todos estos animales. Por ello, cuando hoy el ejrcito Romano
75

marcha contra el enemigo, es imposible que disponga de todo lo que necesita. Tal era el celo que
Justiniano desplegaba en inters del imperio.
De esta manera los asuntos ms importantes del imperio marchaban tan mal. Y no hay
inconveniente en mencionar tambin una de las tonteras de Justiniano. Haba entre los oradores de
Cesrea un cierto Evngelo, hombre de no poca distincin, quien, favorecido por la fortuna, haba
adquirido mucho dinero y muchas tierras. Y despus compr incluso una aldea en la costa martima
a un hombre llamado Porfirin, pagndole tres centenarios de oro. Sabiendo esto, el emperador
Justiniano inmediatamente se subrog en su lugar en la compra, devolvindole slo una pequea
parte del precio que haba pagado, haciendo el comentario de que nunca casara bien la titularidad
de tal propiedad con la dignidad de Evngelo, un mero orador. Pero nada ms dir ms sobre estos
asuntos, una vez que en cierto modo he hecho mencin de ellos.
Y entre las innovaciones de Justiniano y Teodora en la administracin del gobierno hay algo
digno de ser contado. Antao, cuando el Senado se aproximaba al emperador, le prestaba homenaje
de la siguiente manera. Cada patricio le besaba en el pecho derecho. Y el emperador le besaba en la
cabeza y luego lo despeda. Todos los dems se arrodillaban con la rodilla izquierda ante el
emperador y despus se retiraban. La emperatriz, empero, nunca haba sido saludada. Pero en el
caso de Justiniano y Teodora, todos los miembros del Senado y aquellos que tambin ostentaban el
rango de patricio, cuando entraran en su presencia, se postraban con sus caras al suelo, extendan
sus manos y pies, y besaban primero un pie y luego el otro del Augusto antes de levantarse. Ni
Teodora renunci a recibir este testimonio de respeto a su dignidad; igualmente se comportaba
como si el imperio Romano estuviera a sus pies, pues incluso recibi a los embajadores de los
Persas y de otros brbaros y les entreg presentes, una cosa que no haba ocurrido desde el principio
de los tiempos. Y mientras otrora aquellos que trataban con el emperador simplemente solan
llamarlo emperador y a su consorte emperatriz y tenan acostumbrado dirigirse a cada
magistrado segn su rango correspondiente, sin embargo si alguno se pona a conversar con alguno
de los dos y usaba las palabras emperador o emperatriz y no las de seor o seora o se
olvidaba de referirse a s mismo como su esclavo, era considerado un ignorante o un insolente, y
caa en desgracia como si hubiere ejecutado algn horrendo crimen o cometido algn pecado
imperdonable.
Y mientras que pocas eran las personas que en antiguos tiempos entraban en Palacio, y estas
an con dificultad, sin embargo desde los tiempos en que asumi el imperio, magistrados y dems
personas permanecan constantemente en Palacio. Y la razn era que en das pasados se permita a
los magistrados hacer lo que era justo y legal conforme a su propio juicio. Por ello los magistrados,
ocupados en sus tareas administrativas, solan permanecer en sus propias oficinas, y los sbditos del
emperador, puesto que nadie vea ni oa acto alguno de violencia, iban a importunarle poco, como
era de esperar. Pero estos dos emperadores, siempre manejando en sus manos todos los negocios
para ruina de sus sbditos, obligaban a todos a acudir atentos a ellos y a suplicar como siervos. Y
era posible ver, prcticamente cada da, los tribunales casi vacos, mientras que el Palacio del
emperador estaba lleno de una multitud que empujaba y daba pisotones y que nada haca todo el
rato sino servilismo. Y aquellos que se supona eran ntimos de la pareja imperial, estando
constantemente all todo el da y buena parte de la noche, sin dormir ni comer, terminaban por
quedar mortalmente exhaustos. Y esto era lo nico que lograban merced a su presunta buena
fortuna. Y todos aquellos que se vean libres de esta clase de cosas, se preguntaban unos a otros qu
sera de la prosperidad de los Romanos. Pues, mientras algunos decan que todos los bienes y
dineros estaban en poder de los brbaros, otros mantenan que el emperador los haba ocultado en
un gran nmero de habitaciones especiales. As, cuando Justiniano, sea hombre o rey de los
demonios, abandone las cosas de este mundo, todos aquellos que tengan la fortuna de haberle
sobrevivido sabrn la verdad.
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CLSICOS DE HISTORIA
http://clasicoshistoria.blogspot.com.es/

78 Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias


77 Ramiro de Maeztu, Defensa de la Hispanidad
76 Enrich Prat de la Riba, La nacionalidad catalana
75 John de Mandeville, Libro de las maravillas del mundo
74 Egeria, Itinerario
73 Francisco Pi y Margall, La reaccin y la revolucin. Estudios polticos y sociales
72 Sebastin Fernndez de Medrano, Breve descripcin del Mundo
71 Roque Barcia, La Federacin Espaola
70 Alfonso de Valds, Dilogo de las cosas acaecidas en Roma
69 Ibn Idari Al Marrakusi, Historias de Al-ndalus (de Al-Bayan al-Mughrib)
68 Octavio Csar Augusto, Hechos del divino Augusto
67 Jos de Acosta, Peregrinacin de Bartolom Lorenzo
66 Digenes Laercio, Vidas, opiniones y sentencias de los filsofos ms ilustres
65 Julin Juderas, La leyenda negra y la verdad histrica
64 Rafael Altamira, Historia de Espaa y de la civilizacin espaola (2 tomos)
63 Sebastin Miano, Diccionario biogrfico de la Revolucin Francesa y su poca
62 Conde de Romanones, Notas de una vida (1868-1912)
61 Agustn Alcaide Ibieca, Historia de los dos sitios de Zaragoza
60 Flavio Josefo, Las guerras de los judos.
59 Lupercio Leonardo de Argensola, Informacin de los sucesos de Aragn en 1590 y 1591
58 Cayo Cornelio Tcito, Anales
57 Diego Hurtado de Mendoza, Guerra de Granada
56 Valera, Borrego y Pirala, Continuacin de la Historia de Espaa de Lafuente (3 tomos)
55 Geoffrey de Monmouth, Historia de los reyes de Britania
54 Juan de Mariana, Del rey y de la institucin de la dignidad real
53 Francisco Manuel de Melo, Historia de los movimientos y separacin de Catalua
52 Paulo Orosio, Historias contra los paganos
51 Historia Silense, tambin llamada legionense
50 Francisco Javier Simonet, Historia de los mozrabes de Espaa
49 Anton Makarenko, Poema pedaggico
48 Anales Toledanos
47 Piotr Kropotkin, Memorias de un revolucionario
46 George Borrow, La Biblia en Espaa
45 Alonso de Contreras, Discurso de mi vida
44 Charles Fourier, El falansterio
43 Jos de Acosta, Historia natural y moral de las Indias
42 Ahmad Ibn Muhammad Al-Razi, Crnica del moro Rasis
41 Jos Godoy Alcntara, Historia crtica de los falsos cronicones
40 Marcelino Menndez Pelayo, Historia de los heterodoxos espaoles (3 tomos)
39 Alexis de Tocqueville, Sobre la democracia en Amrica
38 Tito Livio, Historia de Roma desde su fundacin (3 tomos)
37 John Reed, Diez das que estremecieron al mundo
36 Gua del Peregrino (Codex Calixtinus)
35 Jenofonte de Atenas, Anbasis, la expedicin de los diez mil
34 Ignacio del Asso, Historia de la Economa Poltica de Aragn
77

33 Carlos V, Memorias
32 Jusepe Martnez, Discursos practicables del nobilsimo arte de la pintura
31 Polibio, Historia Universal bajo la Repblica Romana
30 Jordanes, Origen y gestas de los godos
29 Plutarco, Vidas paralelas
28 Joaqun Costa, Oligarqua y caciquismo como la forma actual de gobierno en Espaa
27 Francisco de Moncada, Expedicin de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos
26 Rufus Festus Avienus, Ora Martima
25 Andrs Bernldez, Historia de los Reyes Catlicos don Fernando y doa Isabel
24 Pedro Antonio de Alarcn, Diario de un testigo de la guerra de frica
23 Motolinia, Historia de los indios de la Nueva Espaa
22 Tucdides, Historia de la Guerra del Peloponeso
21 Crnica Cesaraugustana
20 Isidoro de Sevilla, Crnica Universal
19 Estrabn, Iberia (Geografa, libro III)
18 Juan de Biclaro, Crnica
17 Crnica de Sampiro
16 Crnica de Alfonso III
15 Bartolom de Las Casas, Brevsima relacin de la destruccin de las Indias
14 Crnicas mozrabes del siglo VIII
13 Crnica Albeldense
12 Genealogas pirenaicas del Cdice de Roda
11 Herdoto de Halicarnaso, Los nueve libros de Historia
10 Cristbal Coln, Los cuatro viajes del almirante
9 Howard Carter, La tumba de Tutankhamon
8 Snchez-Albornoz, Una ciudad de la Espaa cristiana hace mil aos
7 Eginardo, Vida del emperador Carlomagno
6 Idacio, Cronicn
5 Modesto Lafuente, Historia General de Espaa (9 tomos)
4 Ajbar Machmu
3 Liber Regum
2 Suetonio, Vidas de los doce Csares
1 Juan de Mariana, Historia General de Espaa (3 tomos)

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