Jesús Cosamalón. "El Nombre Del Perú. Identidad y Cambio en Los Primeros Años de La República".
Jesús Cosamalón. "El Nombre Del Perú. Identidad y Cambio en Los Primeros Años de La República".
Jesús Cosamalón. "El Nombre Del Perú. Identidad y Cambio en Los Primeros Años de La República".
1
No hay duda que el trabajo pionero en ese sentido es el de Alberto Flores Galindo, ensayo sumamente
influyente titulado “República sin ciudadanos”, incluido en su conocido Buscando un inca, Lima,
Editorial Horizonte, 1988.
2
“Modernismo, estética, música y fiesta: elites y cambio de actitud frente a la cultura popular. Perú 1750-
1850” en Henrique Urbano, Tradición y modernidad en los Andes. Cusco, CERA “Bartolomé de las
Casas”, 1992.
1
producidas a partir del predominio de una elite criollo limeña que
toma el control del Estado3.
3
Escultura y espacio público. Lima, 1850-1879. Lima, IEP, 1994.
4
Incas sí, indios no. Apuntes para el estudio del nacionalismo criollo en el Perú. Lima, IEP, 1993.
5
La muralla y los callejones. Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad
del siglo XIX. Lima, Sidea / Promperú, 1999.
2
Sin embargo, a pesar de estos meritorios trabajos, no hay ninguno
hasta la fecha que haya intentado reflexionar acerca de la naturaleza
misma del nombre de la nación, en nuestro caso, la República del
Perú y su relación con los proyectos políticos. Vale la pena detenerse
un instante en este aspecto. No existe una sola versión del origen del
nombre del Perú en el virreinato, pero el distinguido historiador Raúl
Porras Barrenechea sostuvo hace ya varias décadas, que provenía de
la corrupción lingüística de Birú o Virú, término que aparentemente
designaba a un cacique de los territorios existentes al sur de Panamá
y que tempranamente, desde la década de 1520, pasó a nombrar a
los futuros territorios que conquistaría Francisco Pizarro. Una vez
producida la negociación entre la corona y los expedicionarios,
liderados por el mencionado Pizarro y Diego de Almagro, el nombre
oficial de la gobernación fue el de Nueva Castilla, que no tuvo
demasiada vigencia porque fue reemplazado en 1542 por el del
Virreinato del Perú.
3
intereses de todos los peruanos.6 La discusión ha señalado la poca
predisposición que la mayoría de los miembros de la elite limeña
colonial parecía tener en cuanto a los proyectos independentistas, por
lo menos antes de la llegada de José de San Martín a la ciudad.
Irónicamente un militar favorable a la independencia señalaba en
1817 que “si nuestro ejército estuviera a seis leguas de distancia de
esta capital y el virrey hiciera una corrida de toros, los limeños fueran
a ella contentos sin pensar en el riesgo que los amenazaba.
Ocuparíamos la ciudad y los limeños no interrumpirían el curso de sus
placeres”.7
Como han señalado varios autores, hasta unas pocas semanas antes
de la entrada de San Martín a la ciudad, la elite colonial fue
conminada – de grado o fuerza – a colaborar económicamente con el
sostenimiento del ejército. El Cabildo de la ciudad, bastión de la
aristocracia limeña, estuvo activamente comprometido con esta labor
y como esta institución colonial proclamó luego la independencia,
vale la pena seguir un poco su derrotero en los días finales del
gobierno colonial.
4
ejército español, proponiendo más bien la creación de una comisión
formada por San Martín y La Serna para que viajen a España a
someter sus propuestas al Rey. Mientras tanto ambos ejércitos se
repartirían el control del antiguo virreinato.8
5
orden, no sería el término de tantos desastres?... ella salvará a Lima
si atiende a los clamores del vecindario o contribuirá a su ruina… no
hay sino dos extremos, salvación del Estado por medio de un cabildo
abierto, o morir infamemente V. E. y la mayor parte de esta capital.
Esta es la voz del pueblo.”13 Más adelante el Cabildo señala que “la
felicidad de la capital y de todo el reino pende solo de la paz; y ésta
de un sí de vuestra excelencia. El Cabildo espera conseguirla, y
promete a vuestra excelencia a nombre del pueblo generoso, que
representa una gratitud constante y sempiterna… excelentísimo
Señor, no hay título más glorioso y más amable que el de
pacificador.”14
13
Gamio Ob. cit, p.26
14
Gamio Ob. cit, p.27. Es más, el Cabildo no tiene reparo en comparar la coyuntura limeña con los días
de la guerra civil en Roma, en la cual Augusto se encumbró como líder máximo porque puso en paz al
“universo, fue el más grande de los mortales y casi un dios sobre la tierra. Todo príncipe debe imitarle si
desea la salud y prosperidad del pueblo que tiene a su cuidado.”
15
Cosamalón, Jesús “La unión de todos. Teatro y discurso político en la independencia, Lima 1820-
1821” en Apuntes. Revista de Ciencias Sociales, 39, 1996, p. 140.
16
Gamio Ob. Cit. p.29
6
los restos del Imperio español, desamparando a la elite limeña sin
pena ni gloria. El 6 de julio de 1821 Lima amaneció sin Virrey y la
seguridad, control y orden de la ciudad dependían directamente del
Cabildo.
17
Gamio Ob. Cit. p.236
18
Porras Barrenechea, Ob. cit. p.193
7
tanto se preparó el terreno para la decisión final: la forma política
concreta que el Perú tendría.
19
Poca atención ha merecido en nuestra historiografía esta institución. A la fecha el mejor estudio es el
ensayo mencionado de Walker (1998).
20
Anna, Timothy. La caída del gobierno español en el Perú. El dilema de la independencia. Lima: IEP,
2003, p. 236
8
fecha en la que se decide la jura de la independencia – estaba ya a
bastantes leguas de la antigua capital.
9
fervientemente monárquicos, mientras los liberales republicanos
sencillamente no vinculaban el pasado prehispánico con el presente
independentista, en general evitaban el tema.23 Los partidarios de la
monarquía consideraban que se imponía la continuidad en la forma
política dado que los indígenas peruanos habían sido gobernados por
monarcas incas primero y luego por reyes españoles, lo que había
dejado una profunda huella favorable a las monarquías que no se
podía eliminar tan fácilmente. Al ganar los republicanos la discusión y
cerrarse la Sociedad en julio 1822, el pasado indígena no pudo ser
incorporado a las nuevas tradiciones que se estaban fundando, por el
contrario, los incas – como parte de ese pasado indígena – no fueron
convertidos en un símbolo de la lucha anticolonial.24
23
Tal es la correcta afirmación de Walker, Ob. cit p. 292.
24
Conclusión del texto de Walker, Ob. cit, p.295. Por otro lado, cabe señalar que los liberales si
utilizaban las imágenes de los incas en la retórica, pero distinguiendo de manera eficaz la distancia entre
los indios actuales y sus antepasados desaparecidos. Este punto ha sido desarrollado en el excelente
ensayo de Méndez, Cecilia Incas sí, indios no. Apuntes para el estudio del nacionalismo criollo en el
Perú. Lima, IEP, Documentos de trabajo, 1993.
25
Earle, Rebecca “Sobre Héroes y Tumbas: Nacional Symbols in Nineteenth-Century Spanish America”
en Hispanic American Historical Review, LXXXV: 3, 2005, pp. 377-416.
10
pasado prehispánico.26 Además, a los criollos limeños
independentistas se les facilitó la omisión al Cuzco y los
descendientes de los incas después de julio de 1821 porque en esta
ciudad el Virrey estableció la nueva sede del gobierno.27 Cabe señalar
que La Serna llegó a la ciudad imperial luego de que el Cabildo lo
invitó a dejar el “oscuro pueblo de Huancayo”, a favor de la “Corte de
los Incas”. Más adelante la corona declaró al Cuzco la capital del
Perú.28
Por ello en el caso peruano, a pesar de contar con una rica tradición
prehispánica incluso aún vigente, el esfuerzo de “nacionalizar” los
nombres no tuvo el impacto de otros casos conocidos. Por una parte
las intendencias en el Perú ya llevaban nombres indígenas desde su
creación hacia fines del XVIII: Puno, Cuzco, Huamanga, Huancavelica,
etc.; por otro lado no se discutió en ningún momento qué nombre
debería llevar la nueva nación. Recordemos que “Perú” proviene
probablemente de la corrupción lingüística del nombre de un cacique
local al sur de Panamá, con el cual los españoles identificaban a las
tierras que faltaban descubrir en esa dirección. El nombre de la
gobernación que recibió Francisco Pizarro, la “Nueva Castilla”, fue
abandonado cuando en 1542 la corona decidió la creación del
Virreinato del Perú, sin que nadie lo volviera a invocar en algún
momento de la historia republicana. Curiosamente el nombre “Perú”
cuenta con la ventaja de no hacer referencia a algún territorio o
grupo indígena en concreto, es políticamente “neutro”, no puede ser
reivindicado por nadie y permite construir la continuidad entre el
pasado colonial y la independencia. Tal vez esto explique el por qué a
nadie preocupa esta permanencia, especialmente a los liberales
republicanos que no tienen una respuesta acerca del rol de los indios
en la nueva etapa, pero que saben del peligro de utilizar más allá de
lo simbólico a la retórica incaísta.
26
Es interesante hacer notar que una situación parecida, de paradoja social, ocurrió en el Brasil, donde la
monarquía se hacía representar por medio de la imagen de los indios, en medio de un país densamente
poblado por negros libres y esclavos (Schwartz Moritz, Lilia “A Mestizo and Tropical Country: The
Creation of the Official Image of Independent Brazil” en Revista Europea de Estudios Latinoamericanos
y del Caribe, LXXX, 2006, pp.25-42
27
Para el gobierno colonial desde el Cuzco véase Walker, Charles De Túpac Amaru a Gamarra. Cusco y
la formación del Perú Republicano 1780-1840. Cusco, CERA “Bartolomé de las Casas”, 1999.
28
Méndez, Ob. cit., p.63.
11
Armas con el nombre de plaza de la Independencia; la fortaleza del
Real Felipe en el Callao pasó a llamarse Castillo Independencia; los
baluartes pasaron de ser la Reina a la Patria, del Rey a Manco Cápac
y el pueblo de la Magdalena, en las afueras de Lima, pasó a llamarse
Pueblo de los libres (hoy es el distrito limeño de Pueblo Libre). 29 Se
puede notar en este caso la intención no solo de manifestar un
cambio con el régimen anterior, sino de darle también continuidad. 30
No es casual que Manco Cápac, el mítico fundador del Imperio de los
incas, sea el llamado a reemplazar al Rey en uno de los baluartes,
señalando claramente la continuidad necesaria entre la monarquía
inca y la española, a la cual, evidentemente, debería seguir una
monarquía constitucional según los argumentos esgrimidos en la
Sociedad Patriótica. Pero esta retórica no confirió representación
alguna a quienes se reclamaban descendientes de estos incas o a la
ciudad que se consideraba la antigua cabeza de ese imperio. En ese
sentido, como señala Ortemberg, esta retórica se mueve en el plano
de los emblemas, símbolos y literatura.31
29
Ortemberg, Pablo “Celebración y guerra: la política simbólica independentista durante el protectorado
(Lima, agosto de 1821- septiembre de 1822)”, manuscrito inédito.
30
Ortemberg señala demuestra convincentemente cómo la proclamación de la Independencia utilizó el
lenguaje simbólico de las proclamaciones reales, dándole una nueva retórica.
31
Ortemberg, Pablo “Algunas reflexiones sobre el derrotero social de la simbología republicana en tres
casos latinoamericanos. La construcción de las nuevas identidades políticas en el siglo XIX y la lucha por
la legitimidad” en Revista de Indias, LXIV, 232, 2004, pp.697-720.
32
Cabe señalar que “Ciudad de los Reyes”, nombre oficial de la fundación de Lima, no hacía referencia
necesariamente a la corona española, sino a la fecha en que Francisco Pizarro quiso que se recordase la
fundación de ella – día de pascua de reyes – a pesar de que la fecha real es el 18 de enero (Aliaga Aliaga,
Jessica “Símbolos de poder en Lima: el escudo de armas, el pendón real y los arcos triunfantes” en Laura
Gutiérrez Arbulú (coord.) Lima en el siglo XVI. Lima, IRA, 2006, p. 616).
12
Por otro lado, el asunto bastante más relevante del nombre y forma
de la nueva identidad política se estableció de una forma natural, no
traumática. El Estatuto provisorio que rigió el protectorado de San
Martín solo señalaba que en él se unían el “mando supremo político y
militar de los departamentos libres del Perú, bajo el título de
Protector”33, sin señalar la forma política que se iba a asumir.
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33
Puente Candamo, José Agustín de la (investigación y prólogo) Obra gubernativa y epistolario de San
Martín. Colección de documental de la Independencia del Perú. Lima: CNSDIP, t. XIII, Vol. I, p. 24.
34
Por ejemplo el mencionado trabajo de Méndez, Ob, cit. y Chambers, Sarah, De súbditos a ciudadanos:
honor, género y política en Arequipa, Lima, Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú,
2003.
13
Desde la perspectiva política y particularmente desde la historia del
nombre de la nación peruana durante el período de Independencia, el
uso del antiguo nombre “Perú”, facilitó la continuidad entre el pasado
colonial y la república. La principal razón para esta continuidad
reside, probablemente, en el carácter “neutro” del término, que no
podía ser reivindicado por ningún grupo en particular.
Paradójicamente se podría pensar que la permanencia del término
podría invalidar cualquier estudio acerca de él; sin embargo, la
continuidad resulta significativa dado que refleja el complejo carácter
de la independencia peruana.
14