José Asunción Silva
José Asunción Silva
José Asunción Silva
Temas: Literatura
Poeta y prosista bogotano (noviembre 27 de 1865 - mayo 23 de 1896). Sobre Jos Asuncin Silva,
el poeta mexicano Jos Juan Tablada afirm: Silva no tiene una biografa sino una leyenda. Vivi
ayer, es nuestro hermano y no obstante retrocede hundindose en el pasado, tomando entre sus
brumas prestigios de hroes y encantos de fantasmas. Hijo de doa Vicenta Gmez y don Ricardo
Silva, escritor de artculos costumbristas y comerciante, Jos Asuncin Salustiano Facundo Silva
Gmez Llevaba el mismo nombre de su abuelo, Jos Asuncin Silva y Fortoul, quien, un nefasto
mircoles 13 de abril, un ao antes de que naciera el nieto, muri asesinado en la hacienda
Hatogrande.
Los hermanos Silva Fortoul haban comprado esta hacienda (hoy residencia veraniega de los
presidentes de Colombia) a los herederos del general Francisco de Paula Santander. La noche del
12 de abril de 1864, una cuadrilla de ocho hombres capitaneados por Pantalen Surez, irrumpi
hacia las ocho en la hacienda en busca de los patrones. Rpidamente, los hermanos Silva se
dieron cuenta de cules eran las verdaderas intenciones de los visitantes; don Antonio Mara se
dirigi a su habitacin en compaa de su hermano, donde cogi su revlver y seguido siempre
por don Jos Asuncin, que era bastante miope, intent llegar, atravesando la quinta, hasta la
casa del mayordomo; pero, antes de que lograran su objetivo, los dos hermanos fueron
alcanzados por los asaltantes, Jos Asuncin fue el primero en ser atacado, con un fuerte golpe
en la cabeza. Antonio Mara fue herido en la sien, y luego los dos hermanos fueron agredidos a
patadas, culatazos y lanzazos, hasta que los creyeron muertos.
Jos Asuncin agoniz en la casa del mayordomo y muri al da siguiente. Antonio Mara fue
gravemente herido y viaj a Europa, esperando encontrar all mejor atencin mdica y mayor
seguridad personal. Antonio Mara sigui siendo el propietario de Hatogrande desde Pars, donde
se residenci, hasta morir veinte aos despus, a los sesenta y cuatro aos de edad, cuando
esperaba la llegada de su sobrino Jos Asuncin Silva, a quien deseaba conocer. A diferencia de
Elvira, su hermana, quien nunca estuvo en un colegio y a quien su padre se esmer en dar una
educacin en casa acorde con su medio social, Jos Asuncin Silva fue enviado a estudiar
primero al colegio de Ricardo Carrasquilla, y luego al colegio de don Luis Mara Cuervo (hermano
mayor de don Rufino Jos y de Angel), con quien Jos Asuncin lleg a tener gran intimidad.
El colegio de Cuervo, llamado de San Jos, se destacaba por su ambiente democrtico y Silva
estudi en l hasta 1876, cuando se cerr; de all pas al Liceo de la Infancia, regentado por su
fundador, el sacerdote y educador Toms Escobar. Desde los trece aos Jos Asuncin ayud en
la casa de comercio de su padre, quien le dedic en 1883 su nico libro publicado: Artculos de
costumbres, aparecido ese ao y con prlogo de Jos Manuel Marroqun. A tan temprana edad,
Silva ya era autor de un lbum de versos, Intimidades, en el que figuran su hermana Elvira, junto
con varias amigas unidas al joven por vnculos de amistad, y tal vez, de amor.
A comienzos de los ochenta, su mirada estaba ya artsticamente puesta en Europa, en ese Pars al
que los hermanos de don Luis Cuervo, Angel y Rufino Jos, se fueron a vivir en 1882,
acompaados por los jvenes hermanos Manrique, y a donde viaj tres aos ms tarde el poeta.
En un piso de la calle Pigalle, viva desde haca veinte aos don Manuel Mara Silva y Fortoul, el
anciano to abuelo de Jos Asuncin. Silva debi relacionarse en Pars con la colonia venezolana,
pues debe recordarse que los Fortoul procedan de la regin limtrofe entre Colombia y Venezuela.
Hizo gran amistad con los hermanos Cuervo y con don Juan Evangelista Manrique, a quien
conoca desde nio, y con el que se reuna en una tertulia todos los viernes en Pars.
Primero de los hijos, debe situarse el origen de una cierta conciencia de elegido, pero tambin de
una prematura relacin con la muerte. Algo que sin duda marc la infancia y juventud de Jos
Asuncin fueron las tertulias literarias que don Ricardo, uno de los mximos exponentes de la
literatura costumbrista colombiana, organizaba con los cultivadores del gnero en la casona de la
calle doce. En ciertas ocasiones, la tertulia se improvisaba en el mismo almacn, donde don
Ricardo intentaba combinar el buen gusto y los negocios, siguiendo los pasos de su padre, quien
tambin haba sido un comerciante ms bien poco ortodoxo. De ese ambiente saturado de
literatura con sabor a terruo est impregnado el espritu del joven Jos Asuncin, lo que alcanza
a trasuntarse en sus poemas ms tempranos, incluido "Primera comunin", escrito el 8 de
diciembre de 1875.
Desde su juventud -afirma Harold Alvarado Tenorio-, conoci Silva los dos polos de su vida, el
dinero y los libros, y combatiendo entre estas fronteras morira. En 1886, con la memoria an
fresca del viaje, Silva se relacion con un grupo de jvenes poetas capitaneados por Jos Mara
Rivas Groot, quienes deseosos de conquistar un horizonte diferente para la poesa colombiana -a
la postre no tan nuevo como lo sera el modernismo, dada la inspiracin ms bien post-romntica
del grupo- concibieron la idea de publicar una antologa potica titulada La Lira Nueva. Uno de los
miembros, Carlos Arturo Torres, conoci a Silva cuando ste todava pareca recin llegado de
Europa, en la imprenta de Medardo Rivas, donde se reuna habitualmente el grupo. La clebre
antologa, que representa un hito en la historia literaria del pas en ella unos han querido ver la
entrada del modernismo a Colombia, y otros, ms cautos, slo una antesala del mismo- apareci
en 1886 con ocho composiciones de Silva: "Estrofas" (luego "Ars"), "Voz de marcha", "Estrellas
fijas", "El recluta", "Resurrecciones", "Obra humana", "La calavera" y "A Diego Fallon" (luego "La
musa eterna").
En cuanto al Parnaso colombiano, la otra gran antologa, publicada por Julio Aez casi
coetneamente (los primeros fascculos empezaron a aparecer en 1884, aunque la edicin
definitiva de dos tomos es de 1886-1887), Silva particip con una muestra ms pequea, pero no
menos significativa: "Las crislidas" y "Las golondrinas". Estas dos participaciones constituyen,
sin duda, su verdadero lanzamiento literario. Don Ricardo Silva, su padre, muri el 1 de junio de
1887, en la casa de la calle 12 nmero 93. Pero no fue solamente la triste prdida lo que
ensombreci y trastorn totalmente el ambiente familiar; al asumir Jos Asuncin la direccin de
los negocios paternos, descubri que hasta entonces su familia haba vivido en una falsa
bonanza, basada en crditos respaldados nicamente en la confianza que los acreedores tenan
en don Ricardo. Silva intent, sin embargo, mantener el nivel social del hogar y del almacn,
trayendo nuevas y elegantes mercancas.
Saba ingls: lea con facilidad obras un tanto abstrusas en este idioma y se expresaba en l con
dificultad pero con eficacia. Tena, en el ao 1887, cuando empez nuestra amistad,
conocimientos extensos en varias literaturas y una vasta aunque fragmentaria informacin sobre
muchas regiones del conocimiento humano. Sus aficiones predilectas eran entonces, y lo fueron
an ms en el curso de sus pocos aos de vida, la literatura francesa y la poesa de esa y otras
lenguas. Su capacidad de entender y asimilar, su memoria, la extensin de su fantasa, el poder de
su imaginacin llegaban casi a las fronteras del genio. Se aada a estas pasmosas
caractersticas de su ser espiritual una facultad sorprendente de imitacin.
Era enemigo de prodigarse en este gnero de expansiones aun con sus mejores amigos, pero en
la conversacin ordinaria, al citar frases de gente conocida o fragmentos de conversacin,
naturalmente, sin darse tal vez cuenta de que reproduca por el tono, por la voz, en ideas y
vocabulario, los ademanes y el pensamiento de los personajes de cntara, dejaba en los oyentes
la impresin de que escuchaban en ese momento y an vean a los sujetos de quienes se haca
memoria. Esto ha de tenerse presente en un estudio de la obra y la constitucin espiritual de Silva.
Esta excepcional virtud imitativa, auxiliada de la imaginacin y de una rica experiencia en el
conocimiento de los hombres, son auxiliares magnficos en la obra del poeta.
Entre 1889 y 1891, Silva escribi "Ronda", ms conocido como "Nocturno II" y "La protesta de la
musa", en prosa. Durante cinco aos, Silva luch por salvar de la ruina los negocios de su padre,
mientras ocultaba ante su familia y la sociedad el grave estado de las finanzas familiares. Arias
Argez, uno de sus confidentes, cont: A pesar de mis estrechas relaciones con Jos Asuncin,
jams me hizo la ms leve confidencia al respecto, ni me dej comprender el psimo estado de su
situacin econmica. La ruina material pareca venir con celeridad, pero el derrumbe moral le
antecedi. El 6 de enero de 1891 su hermana Elvira cay enferma de neumona, segn el
diagnstico del doctor Josu Gmez, y falleci cinco das ms tarde. La partida de defuncin fue
firmada por el cura de la catedral, Rafael Mara Carrasquilla.
Entre los poemas que se dijeron en honor de Elvira Silva despus del sepelio, sobresali el escrito
por Jorge Isaza, amigo muy cercano de la familia. La muerte de su hermana fue, tal vez, el golpe
ms fuerte sufrido por Jos Asuncin hasta entonces. Cubri el cadver de su adorada hermana y
confidente con lirios y rosas, y lo ungi con perfumes. Por varios das, Jos Asuncin no pudo
levantarse de la cama, y cuando por fin volvi a sus negocios, Llegaron a cobrarle el entierro y no
tena en caja ni los seiscientos pesos de la deuda. La situacin fue tal que hasta miembros de su
familia llegaron a humillarlo; doa Vicenta achacaba la ruina al afn de Silva por los versos.
Gustaba de vestirse bien, tal vez en forma exagerada para la poca, amaba las obras de arte, las
joyas, las ediciones de lujo, los cigarrillos turcos, el t chino. Austero en su vida afectiva, viva
obsesionado con el lujo, como lo demuestra la confesin que por boca de su hroe, Jos
Fernndez, hace en su novela De sobremesa. Con su quiebra todos aquellos sueos de lujos y de
grandezas quedaban irremisiblemente cancelados. En esa lucha, de detalles minsculos pero
gigantesca, entre l y sus acreedores, en que haba agotado los cinco mejores aos de su vida,
aqullos haban terminado por triunfar. La sociedad no le perdonara jams ,su derrota. Era un
gran vencido.
Fue nombrado secretario de la legacin colombiana en Caracas por el encargado del poder,
Miguel Antonio Caro, influido tal vez por doa Vicenta y su antigua amistad con don Ricardo Silva.
El nombramiento fue firmado por el seor Caro y su ministro de Relaciones Exteriores, Marco Fidel
Surez, el 5 de mayo de 1894. Para el 20 de agosto, Silva se hallaba en Cartagena. All el
recibimiento que se le brind fue apotesico; en una maana recibi hasta quince visitas, la gente
se saba de memoria el "Nocturno" famoso, fue recibido por Rafael Nez y su mujer, Soledad
Romn, tena en su poder una fotografa de Elvira Silva. El 3 de septiembre, esperanzado en una
nueva vida, se embarc en un vapor italiano; lleg a Caracas el da 11.
All fue acogido con cario y admiracin, no por su cargo diplomtico, sino por ser ya una figura
destacada de la intelectualidad latinoamericana. Fue amigo del escritor Pedro Emilio Coll. En la
capital venezolana, Silva tuvo abrumadores deberes diplomticos por la inoperancia de su jefe, el
general Jos del Carmen Villa. Las relaciones con ste fueron muy desagradables. Lo lleg a
acusar de connivencia con los rebeldes liberales. En Caracas, Silva se dedic a observar la vida
econmica del pas para as poder salir de la maldita pobreza, y a escribir sus "Cuentos negros" y
la novela "Amor'. Tambin dedic tiempo a las relaciones literarias.
Gentes que trataron a Silva despus de su llegada a Bogot, dicen haber adivinado en l hondas
seales de preocupacin, antecedente de un desequilibrio de las facultades, comentaba
Baldomero Sann Cano. De retorno en Bogot, la situacin econmica familiar haba tocado
fondo. Aunque Jos Asuncin empez a dar muestras de una grave depresin nerviosa, no por
ello flaque y dedic su tiempo a dos ocupaciones: la reconstruccin de su obra literaria,
principalmente de la novela De sobremesa, y la estructuracin de una fbrica de baldosines,
basada en una formulacin qumica de su autora. Con entusiasmo inusitado se dedic a
conseguir, por medio de suscripciones, el capital necesario. Consigui mquinas y oficinas,
patent las formulaciones, pero el dinero nunca apareci.
A este respecto escribe Emilio Cuervo Mrquez: El desequilibrio entre Silva y su medio parece que
estaba, como se ve, consumado. Pero no era esto todo. Silva, que posea muchas relaciones,
careca de amigos. Los que hubieran podido serlo por su elevada posicin social, eran en lo
general jvenes que no entendan de literatura, a quienes poco interesaban; salvo algunos de las
Gotas amargas, los versos de aquel tipo un tanto excntrico, que no gustaba del licor, que no
haba aceptado hacerse socio del Jockey Club, que no daba puetazos y que era incapaz de
montar un potro bravo y de ganar una carrera de honor en el hipdromo de la Mgdalena.
Los que pudieran haberlo sido por confraternidad literaria, o eran viejos maestros que haban
segado sus laureles en los huertos clsicos, miembros de la Academia Colombiana de la Lengua,
correspondiente de la Real Espaola, y que miraban con desconfianza al joven innovador que ya
se haba encargado de proclamar que los crticos, oh manes de Tamayo y Baus!, no lo
entenderan, o eran jvenes llenos de talento, representantes del chiste bogotano, que hacan
chispeantes epigramas y hablaban de literatura en famosos bodegones, en torno de la mesa
guarnecida de copas. En la noche del 23 de mayo de 1896, tras una pequea velada con amigos,
Jos Asuncin Silva s dispar un tiro en el corazn, donde previamente se haba hecho dibujar
una cruz por el mdico y amigo de infancia Juan Evangelista Manrique.
Cuando se supo la noticia, uno de los primeros en llegar a la casa del poeta fue Emilio Cuervo
Mrquez, quien narr as su ltimo encuentro con Silva: Se me introdujo a su alcoba. Todava el
cadver no haba sido colocado en el atad. All estaba el poeta, a medio vestir, incorporado en el
lecho, sostenido por almohadas, cubierto hasta la cintura por los cobertores, un brazo recogido
sobre el pecho, el otro extendido sobre las sbanas, la cabeza de Cristo ligeramente tronchada
sobre el hombro izquierdo, los ojos dilatados y los labios entreabiertos, como si interrogase a la
muerte. Una paz sobrehumana haba cado sobre su rostro de cera [... ] Largo rato despus de mi
llegada se me comunic que la madre del poeta nos comisionaba a don Luis Durn Umaa y a m
para practicar una visita en la oficina de Jos Asuncin.
Esa oficina [...] la conocamos bien. En un cajn del escritorio encontramos una libreta de cheques
del Banco de Bogot. Ansiosamente la examinamos. El taln del ltimo cheque, girado el da
anterior, deca textualmente: "A favor de Guillermo Kalbreyer, florista. Un ramo de flores para la
Chula $ 4.00". La Chula era el nombre de cario que en la casa se daba a la hermanita menor de
Jos Asuncin [... ] Hecho el balance sobre la misma libreta, descubrimos que el saldo disponible
en el banco alcanzaba a pocos centavos. El valor de las flores obsequiadas a su hermana
representaba el capital de Silva en el da de su muerte. [...] Era un medioda luminoso. Despus de
llenadas las formalidades de autopsia en la oficina mdico-legal [...], y durante la cual los
asistentes nos dispersamos en el vecino jardn, el largo cortejo sigui camino del cementerio de
los suicidas, situado no lejos del lugar en donde se depositaban las basuras de la ciudad. [Sobre
la obra de Silva ver tomo 4, Literatura, "El poeta Jos Asuncin Silva", pp. 125-132 y 151-157].
Bibliografa
ALVARADO TENORIO, HAROLD Jos Asuncin Silva. Bogot, Ediciones Centro Colombo
Americano, 1982. CAMACHO GUIZADO, EDUARDO. La poesa de Jos Asuncin Silva. Bogot,
Universidad de los Andes, 1968. CANO GAVIRIA, RICARDO. Jos Asuncin Silva, una vida en clave
de sombra. Caracas, Monte Avila Editores, 1992. COSSO BORDA, JUAN GUSTAVO. (Comp.). Jos
Asuncin Silva, bogotano universal. Biblioteca de Bogot. Bogot, Villegas Editores, 1988.
CHARRY LARA, FERNANDO. (Comp.). Jos Asuncin Silva, vida y creacin. Bogot, Procultura,
1985. CHARRY LARA, FERNANDO. Jos Asuncin Silva. Coleccin Clsicos Colombianos. Bogot,
Procultura, 1989. MiRAM6N, ALBERTO. Jos Asuncin Silva. Ensayo biogrfico con documentos
inditos. 2 ed. Bogot, Ediciones de la Revista "Bolvar", 1957. OSJUELA, HECTOR. "De
sobremesa" y otros estudios sobre Jos Asuncin Silva. Serie La Granada Entreabierta. Bogot,
Instituto Caro y Cuervo, 1976. ORJUELA, HECTOR H. La bsqueda de lo imposible. Biografa de
Jos Asuncin Silva. Bogot, Kelly, 1991. SANTOS MOLANO, ENRIQUE. El corazn del poeta.
Bogot, Nuevo Rumbo Editores, 1992. SERRANO CAMARGO, RAFAEL. SILVA Bogot, Tercer
Mundo, 1987. SILVA, JOS ASUNCIN Obras completas. Poesas, De sobremesa,
Correspondencia. Edicin, Alberto Miramn y Camilo de Brigard Silva. Bogot, Banco de la
Repblica, 1965. SILVA, JOS ASUSCIN. Obras completas, 2 Vols. Edicin, Hctor H. Orjuela.
Clsicos Hispanoamericanos 12 y 13. Buenos Aires, Plus Ultra, 1968. SILVA, JOS ASUNCIN.
Obra completa. Edicin y prlogo, Eduardo Camacho Guizado. Caracas, Biblioteca Ayacucho,
1977. SILVA, JOS ASUSNCINObra completa. Edicin crtica, Hctor H. Orjuela. Coleccin
Archivos, N- 7, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1990.
Esta biografa fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Crculo de Lectores, tomo de
biografas.
Consulte el artculo Jos Asuncin Silva escrito por Miguel de Unamuno en el Boletn Cultural y
Bibliogrfico Vol. 6, nm. 4 de 1963.
Consulte el artculo Jos Asuncin Silva: el periodista desconocido escrito por Enrique Santos
Molano en el Boletn Cultural y Bibliogrfico Vol. 18, nm. 2 de 1981.
Consulte el artculo Cuatro pginas desconocidas de Jos Asuncin Silva escrito por Enrique
Santos Molano en el Boletn Cultural y Bibliogrfico Vol. 20, nm. 2 de 1983.
Consulte la resea Jos Asuncin Silva, personaje de Cien aos de soledad escrita por Rodrigo
Zuleta en el Boletn Cultural y Bibliogrfico Vol. 43, nm. 73 de 2006.
Consulte la Revista Credencial Historia N 76, edicin especial sobre Jos Asuncin Silva.
TOMAS
CARRASQUIL
LA Y JOSE
ASUNCION
SILVA, EN LA
QUIEBRA.
Toms Carrasquilla. Paralelos y Jos Asuncin Silva.
Oleo de Ricardo coincidencias Dibujo de Ricardo
Gmez Campuzano, Acevedo Bernal.
1942. 66x52 cm.
Biblioteca Nacional de
Colombia, Bogot.
Toms
Carrasqui
lla, ca.
1940.
Toms Carrasquilla.
Fotografa de
Gonzalo Escovar,
ca. 1897. Coleccin
J.J. Herrera.
Biblioteca Luis
Angel Arango,
Bogot.
Libro
NDICE
Por esta poca, los diarios y las revistas dan a conocer poemas y textos
crticos, y las antologas de poesa incluyen su nombre. Los negocios, por su
parte, comienzan a marchar mal, afectados por la guerra civil de 1885, que
trajo consigo confusin poltica y econmica a todo el pas. Su padre viaja a
Pars y l queda a cargo de la administracin del almacn R. Silva e Hijo. En 15
cartas que le escribe Jos Asuncin, dadas a conocer por Femando Vallejo en
su Libro Cartas de Silva, podemos siguir los pormenores del manejo dado por
el poeta al negocio y la incidencia que tuvo en sus finanzas la implantacin en
Colombia del programa econmico regeneracionista del gobierno de Rafael
Nez. Esto suceda en 1886. Un ao ms tarde, su padre muere en Bogot. El
poeta tiene 21 aos de edad y debe hacer frente a la quiebra inminente de su
firma comercial. Proponindose en adelante dejar en limpio el nombre de su
padre, logra la refinanciacin del negocio y conseguir el sustento para su
madre y sus hermanas; oculta la quiebra a sus acreedores y dedica sus
esfuerzos a surtir el almacn con lo ms novedoso de la mercanca europea.
Ser una tarea a la que se dedicar infructuosamente durante cinco aos. No
es su juventud, que ya ha perdido, lo que le preocupa: es su honra ante la
sociedad bogotana, y su manera de vivir, que no concibe entre la pobreza y la
vulgaridad.
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/creden
cial/abril1996/abril1.htm
La muerte de Silva
Por: Vallejo, Fernando, 1942-
Del suicidio de Silva en s, de sus detalles, se sabe muy poca cosa. Desde el
principio se dijo que se haba matado con un revlver Smith & Wesson viejo, y
que se encontr a la cabecera de su lecho El triunfo de la Muerte de D'
Annunzio en una traduccin francesa. Del revlver, viejo o nuevo y de la marca
que sea, no me cabe ninguna duda, pues qued el cadver con la bala de
prueba; pero del libro ese? Laureano Garca Ortiz, amigo de Silva, fue el
primero en hablar del libro de D'Annunzio, en un artculo escrito no bien
acababa de pasar el entierro y publicado unos cuantos das despus en el
nmero inicial deLa Campana. Y yo me pregunto una cosa: Con eso de que
estaba a la cabecera de su lecho quera decir Garca Ortiz que estaba en
una mesita de noche, o qu? Porque libros, lo que se dice libros. Silva tena
muchos. Casi tantos como deudas, y no digo qu tantos porque muchas de
stas las pag con libros, segn l. Y puede ser, porque en 1896 los
prestamistas y comerciantes de Bogot lean. Y ni se diga el presidente, que
entonces era nadie menos que Miguel Antonio Caro. Hoy los presidentes de
Colombia se enredan con los presuntos narcotraficantes a ver quin miente y
lucra ms. Quiero decir los presuntos presidentes, porque lo que se llama
presidente aqu no hay. Por eso Colombia es un pas de asesinados sin
asesinos, cuyos entierros congregan a veces a una multitud: la misma que al
da siguiente gritar en el estadio Goool! En fin, qu le vamos a hacer, es lo
que nos cupo en suerte, como los rasgos de la cara.
JOS ASUNCIN SILVA EN SU LECHO DE MUERTE, el 24 de mayo de 1896, a
los 31 aos de edad.
Biblioteca Nacional
Seleccin bibliogrfica
Fundacin Santillana
Exposicin itinerante (Sntesis grfica y documental)
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/creden
cial/abril1996/abril3.htm
UNA PROPUESTA DE LECTURA
Gracias a las gestiones de Rafael Nez, quien era presidente de Colombia y resida en Cartagena,
el 17 de abril de 1893 el vicepresidente en ejercicio, residente en Bogot, tambin poeta y
traductor de Virgilio, don Miguel Antonio Caro, firmaba el nombramiento de Rubn Daro como
cnsul general de Colombia en Buenos Aires y el de Jos Asuncin Silva como secretario de la
legacin de Colombia en Caracas1.
Singular coincidencia. Los 2.400 pesos de sueldo anual que recibe Daro se convertirn as en la
base de sustentacin de aquel movimiento, el modernismo, que desde, Buenos Aires, la
Cosmpolis de entonces, irradia el flamante diplomtico nicaragense, con consecuencias que
an perduran.
De otra parte, la visita de Silva a Cartagena tambin ser decisiva para el autor del "Nocturno". Su
obra, que se inscribe en un lapso temporal muy breve, el que va desde 1883 a 1896, o sea desde
un ao despus del Ismaelillo (1882) de Mart al de la paricin de las Prosas profanas (1896) de
Daro, experimenta ra en dicha ciudad un reconocimiento pblico: la gente, al saludarlo, le
recuerda los pardicos versos escritos en son de burla contra los imitadores sin alma de Dario 2.
La conocida "Sinfonia color de fresa con leche", dedicada "A los colibres decadentes" y firmada
con el pseudnimo tambin pardico, de Benjamn Bibelot Ramrez, aparece fechada en Bogot el
6 de marzo de 1894 y era un buen ejemplo de la capacidad crtica de Silva, desde adentro, de los
excesos retricos, que ya perciba como estriles, de ese movimiento al cual se lo adscribe
miembro fundador decisivo. Junto, claro est, con Mart, Gutirrez Njera, Julin del Casal y el
propio Daro. Aqu en Colombia, en todo caso, sera su ms destacado representante seguido
luego, ya en otra generacin y en otro plano, por Guillermo Valencia.
Todos eran hijos de Daro y all, en solfa, Silva reconoce el autntico origen del texto potico
hispanoamericano. Sus excesos, ya denunciados en fecha tan temprana por l, no menoscaban la
importancia del padre ni disminuyen su prodigiosa energa. Como lo ha expresado Pere Gimferrer:
"Las literaturas hispnicas viven a rachas; a poco slida que sea la tradicin autctona inmediata,
tienden a asentarse en ella, en una especie de deliberado insularismo literario. Por ello es tanto
ms admirable que en breves dcadas -en poco ms de un cuarto de siglo, de hecho- un impulso
acelerador, iniciado por Rubn Daro, catapulte la poesa espaola desde los dominios de Nez
de Arce y Campoamor a la poesa pura y la vanguardia" 4.
Y es precisamente en poetas como Charry Eduardo Carranza o Aurelio Arturo donde podemos
comenzar a fijar acercando nos hacia el, una tradicin que sin lugar a dudas parte de Silva,
aunque en casos como el de Carranza la presencia de Dario, "incluso a nivel de actuacin publica
y no solo mediante su azul emblemtico, semeja ser ms decisiva.
En forma secreta y por ello mismo ms fecunda, Silva irriga un terreno que subsiste incluso en
obras de nuestros das. Giovanni Quessep y Jaime Garca Maffla demuestran, a partir de la sexta
dcada de este siglo, que Silva, quin lo duda, est vivo.
Ya no es su leyenda la que incide -el poeta al cual la ciudad esculpe y lleva al suicidio-, sino el
mbito apenumbrado de su dolida nostalgia. La cernida lluvia de su Bogot perdida en las alturas,
entre nieblas y grises. En la claridad lunar de su paisaje sabanero la nostalgia crece con la
intensidad de los deseos perdidos sin remisin posible, pero an incurables y vivos.
Una noche,
en que ardan en la sombra nupcial y hmeda,
las lucirnagas fantsticas.
Homosexual, sifiltico y marihuanero (llamaba a esta ltima "La dama de los cabellos ardientes" y
la aspir con uncin toda su vida) alquilaba su pluma de buen periodista y conservaba intactos su
orgenes como maestro de escuela campesina, fundando a su paso universidades populares en
Mxico, Guatemala y Cuba. La azarosa existencia que llev, unida a su capacidad de fabulacin,
terminara por convertirlo en un sentimental cnico, oscilante entre el fervor y la abyeccin.
Cambiaba de nombre como cambiaba de pases: el Miguel ngel Osorio original se troc en
Ricardo Arenales y finalmente en Porfirio Barba-Jacob.
A todo lo cual contribuan las sucesivas expulsiones que padeci, gracias a dictadores y
dictadorzuelos de turno Calles lo ech de Mxico, Ubico de Guatemala, Quiones Molina de El
Salvador, Legua del Per. Algunas motivadas por causas libertarias; otras buscadas ms bien
como una forma gratis de viajar. As es factible deducirlo ahora gracias a la apasionante
biografa Barba Jacob el mensajero que le dedic Fernando Vallejo 9 y que nos restituye, por fin, su
peripecia, adulterada por el parroquialismo, en su afligente y conmovedora realidad, an ms
amarga y descorazonadora. Su saludable costumbre de hacerse internar en los hospitales para no
pagar el hotel dejaba de ser una reminiscencia literaria de Verlaine para convertirse, en sus
ltimos aos, en una espantosa realidad.
Muri tuberculoso y sus primeros libros, publicados despus de cumplir los 40 aos gracias a
amigos que queran reunir algunos pesos para aliviar sus males, fueron rechazados por l. No le
permitieron escoger los poemas, estaban plagados de erratas y el papel era deficiente. Pero la
razn era otra. Quera negarse a s mismo, incluso en su obra, pues su tiempo ya haba quedado
atrs. Como poeta era un rezagado. De ah su voluntad de autodestruccin "mi esfuerzo vano
-estril mi pasin". La publicacin definitiva de sus obras lo desenmascarara con claridad: el gran
libro con que quiso convertirse en el legatario de Dario no haba sido escrito.
Jorge Cuesta, quien como Ricardo Arenales lo incluye en su conocida Antologa de la poesa
mexicana moderna (1928), lo presenta con estas palabras: "Ricardo Arenales naci en Colombia,
pero su sitio est en la historia de la poesa mexicana, al lado de Gonzlez Martnez y de Ramn
Lpez Velarde, de quienes l era cercano amigo". Agrega luego: "Por el espritu de las influencias
que su obra ha recibido y por las huellas que ha logrado imprimir, Ricardo Arenales es un poeta de
Mxico". En su juicio crtico Cuesta aade: "Arenales, aun en sus mejores poemas, guardaba,
como un eco no siempre apagado, la resonancia de la retrica modernista". Reconocindole "su
originalidad, amarga y spera", concluye: "Por desgracia, su impaciente inconformidad, unida a
una existencia anacrnica de poeta maldito, ha impedido la difusin que su obra merece" 10.
Si bien en realidad sus poemas ms conocidos haban aparecido infinidad de veces en toda la
prensa de la poca, reiterndolos segn los pases que visitaba y cambindoles las dedicatorias
segn a quien hubiese que agradecer ddivas o limosnas, los 18 poemas que Xavier Villaurrutia y
Octavio Paz escogieron para Laurel, muestran cmo el Barba-Jacob que ya era asimilado como
mexicano, no era ni mexicano ni colombiano -esos desdicha dos nacionalismos-. Era en realidad
el ltimo eco, a la vez dbil y exasperado, de la aventura modernista, acorde, slo en eso, con una
potica que en 1916 haba expresado en la Poetry Society de Nueva York, considerando a Eduardo
Marquina el primer poeta de la lengua y autoconsiderando su propia poesa en estos trminos:
Yo deb haber nacido en Inglaterra: hubiera hecho mejor papel, con mi poesa grave,
elevada y un poco inactual, al lado de Francis Thompson -el ms grande poeta
catlico que ha tenido el mundo- o al lado de algunos antecesores suyos, como
Shelley y los Rosetti, o al lado de ese incomparable Yeats -el mstico que an vive-,
que al lado de Valencia, pongo por caso11.
Slo que los dos, Valencia y Barba, memorizados y recordados, con emocin, por su propio pueblo
hasta una generacin nacida a fines de los veinte como la de Garca Mrquez -la ltima
generacin colombiana que se saba la poesa de memoria- prosiguen hoy en da su recepcin
crtica y creativa ya no gracias a los encantos sonoros de la recitacin en voz alta, sino por los
mritos intrnsecos que la relectura de sus textos, en voz baja, van suscitando en el lector capaz
de percibir mayores matices.
En tal sentido, y para concluir con el periodo modernista, basta citar la fluvial vieta art-
nouveau que dibuja Valencia en su conocido "Leyendo a Silva" 13.
O la bronca pasin de Barba, resintindose dentro de su vocabulario en tantos casos apenas cursi
y la tensin real, fuego y ceniza, de sus canciones y baladas: "Cancin de la vida profunda",
"Balada de la loca alegra", "La Reina" o "Futuro". All se palpa un poeta, remoto, s, pero no por ello
menos lacerante.
El conservadurismo potico que terminaba por emparentar -dos caras de una misma moneda- a
Valencia con Barba, perdurara a y se prolongara no slo en la obra de Len de Greiff, rica en
msica y humor, sino de modo ms evidente y programtico en todo el movimiento de Piedra y
Cielo que bajo la advocacin, en su nombre, de Juan Ramn Jimnez, se hizo pblico entre
septiembre y diciembre de 1939 con la publicacin de cinco cuadernos y al ao siguiente de dos
ms, que reunan producciones de poetas como Eduardo Carranza y Carlos Martin, Jorge Rojas y
Arturo Camacho. Son ellos los que prosiguen una secuencia histrica que ha convenido va en
subdividir el curso de la poesa Colombiana, durante los 90 aos transcurridos en este siglo, en
por lo menos 5 grupos muy ntidamente reconocibles. Estos rtulos, de carcter ms bien
orientador y pedaggico, no deben hacernos olvidar, claro est, lo que dijo Georges Mounin: 'Slo
quedan de cada generacin dos o tres autnticos poetas, unos diez por siglo en el mejor de los
casos, y cada verdadero poeta llega a serlo slo en alguna docena de poemas".
Seran ellos:
a) El de los modernistas: Silva, Valencia, Porfirio-Barba Jacob, Jos Eustasio Rivera, el autor tanto
de La vorgine (1924) corno de los menos ledo sonetos de Tierra de promisin (1921), y Eduardo
Castillo.
b) El de Los Nuevos, donde fuera de Len de Greiff y Rafael Maya no se distingue ningn poeta de
verdadera trascendencia, salvo la curiosidad vanguardista que fue el libro de Luis Vidales Suenan
timbres (1926), un pequeo escndalo dentro de una pequea ciudad habituada al orden, la
parsimonia y el tradicionalismo, y Jorge Zalamea, casi ms por traductor de Perse que por poeta
l mismo.
c) El de la Piedra y Cielo, al cual se ha adscrito, sin serlo Aurelio Arturo, un impar solitario, y que
integraran adems de los mencionados Carranza y Martn, Jorge Rojas. Arturo Camacho Ramrez
y Gerardo Valencia.
d) El grupo nucleado en torno a la revista Mito (19551 962), del cual formaran parte, adems de
los tempranamente fallecidos Jorge Gaitn Durn y Eduardo Cote Lamus, Fernando Charry Lara,
Alvaro Mutis, Fernando Arbelez y Rogelio Echavarra.
e) El grupo nadasta, capitaneado por Gonzalo Arango y que a partir de la dcada de 1960 ha
producido varios poetas de inters y vala, ms perceptibles hoy, veinte aos despus de su
eclosin inicial, que en el momento de su escandalosa irrupcin pblica. Seran ellos Jaime
Jaramillo Escobar, Mario Rivero, J. Mario y Eduardo Escobar, Daro Lemos y Amilkar Osorio.
Finalmente, una antologa realizada por Jaime Ferrn y publicada en Espaa al comenzar la
dcada de 1970 por la editorial Adonais, Antologa de una generacin sin nombre 14, sirvi, de modo
tentativo, para denominar a varios de los poetas ms recientes, nacidos a partir de 1940, como
Elkin Restrepo, Jaime Garca Maffla, Daro Jaramillo Agudelo, Juan Gustavo Cobo Borda que, junto
con otros, Giovanni Quessep, Mara Mercedes Carranza y Juan Manuel Roca, ms que conformar
un grupo, se situan, como todas las ltimas promociones, desde la individualidad de su tarea,
ajena, por regla general, a formulaciones colectivas.
Jaime Jaramillo Escobar, el poeta nadasta, escribi hace unos aos: "Salvando diez nombres de
excepcin, todo el resto de la poesa colombiana es soporfera, menos la de los poetas jvenes
que todava no alcanza a ser ni lo uno ni lo otro"15.
La iconoclastia burlona del grupo nadasta se converta 20 aos despus, como ya decamos, en
el canon legal y democrticamente aceptado de la poesa colombiana en este siglo 16. Y la lista de
sus diez nombres de excepcin no suscitaba ninguna aclaracin o rectificacin polmica. Se
iniciaba con Hernando Domnguez Camargo, el poeta colonial reconocido en la antologa en honor
de Gngora (a Gerardo Diego, por ejemplo, le conmova la fidelidad del neogranadino a
las Soledades, destacando, sin embargo, su "sensibilidad e imaginacin propias", y Lezama Lima
lo admiraba en su libro de ensayos La expresin americana) y continuaba con Silva, Valencia,
Rivera, Barba-Jacob, Luis Carlos Lpez, Len de Greiff Aurelio Arturo y lvaro Mutis. Aada
Jaramillo Escobar: "Esos son los diez nombres que sustentan la poesa colombiana" 17.
Deca Jaramillo Escobar: "estos poetas rehsan los extremos, porque son de clase media. Y es en
esta clase en donde encontramos la explicacin para la falta de audacia, porque la clase media es
respetuosa y conservadora, y los poetas no han podido escapar a esos lmites" 18.
Coincidiendo en alguna forma con l, el crtico y antologista argentino Hellen Ferro, en su libro La
poesa del Tercer Mundo en Hispanoamrica, se preguntaba recientemente:
Extraa comprobar cmo en un pas que se volvi violento -qu lejos quedaron
aquellos paisajes de Mara!-, nos referimos a Colombia, no termine de conformarse
una poesa con fuerza verdaderamente revolucionaria, con nombres que trascienden
el medio local19.
Y aada:
notamos en la nueva poesa colombiana una "indecisin", "un desencanto" que recurre
a la descripcin ambiental o se refugia en la mencin erudita 20.
Preguntndose:
Terrible estado depresivo que comprende a toda una generacin tal vez ahitada de
esos muertos, de esos engaos morales, de ese escudriar la cultura o los lugares
sin asentarse nunca23.
Slo que su conclusin era perfectamente aplicable a toda Hispanoamrica hoy en da. Es difcil
definir a un pas, y an ms difcil es definir una poesa. Las generalizaciones suelen camuflar la
rica diversidad y ocultar los cambios, no demasiado visibles. En todo caso, en un valioso libro de
1927, Seis ensayos en busca de nuestra expresin, el dominicano Pedro Henrquez Urea escriba:
Cualquier lector avezado discierne sin grande esfuerzo la nacionalidad, por ejemplo,
de los poetas.
Y aada:
Era una buena pregunta. Cmo compaginar, en consecuencia, hoy en da, el lirismo metafsico
con la violencia suicida?, la orientacin trascendental con la incertidumbre y la duda, real mente
fsicas?
Vasconcelos, el escritor mexicano, dijo que el lirismo haba salvado a Colombia de la crueldad.
Luego del nefasto noviembre negro de 1985, con la Corte Suprema de Justicia masacrada en
pleno, e su propia sede, y luego de "ese terrible espectculo de degradacin poltica y moral que
son las 164 ejecuciones del Frente Ricardo Franco en Tacuey" 25, una purga de aparentes
traidores dentro de una fraccin guerrillera, la cita resulta un tanto impertinente. Sin hablar, por
cierto, del terrorismo inmisericorde desatado por el narcotrfico, y las matanzas proseguidas por
la guerrilla como por los grupos paramilitares.
Un historiador, Jaime Jaramillo Uribe, ha llamado a Colombia el pas del trmino medio, de
la aurea mediocritas. La carencia de inmigrantes y el hecho de ser "una nacin integralmente
catlica y de buen hablar espaol"26 repercute en otros rasgos tpicos suyos, como el civilismo -un
solo golpe de estado en lo que va corrido del siglo (1953-1957), general Gustavo Rojas Pinilla-,
todo lo cual no hace ms que revelarnos cmo la perenne bsqueda de equilibrio, y de legitimidad
formal, se ve azuzada y resquebrajada, continuamente, por esa otra constante de violencia y
desigualdad social que ha sido, tambin, su sino27.
Por ello la lectura de este conjunto de poetas y poemas es importa ya que, escritos en este siglo,
nos muestran cmo, a travs del lenguaje, van asomando otras dimensiones de lo humano,
incluida la histrica -"los hombres hacen la historia, pero no saben la historia que hacen"-, y nos
permiten asomarnos a la intimidad propia de un pas y sus gentes. A las formas verbales con que
reaccionan entre s mismos y ante las circunstancias que, determinndolos, ellos finalmente
terminan por hacer suyas, otorgndoles una razn de ser, mediante su encarnacin en una lengua.
En este caso concreto: el espaol.
La intensidad ertica de Carranza, por ejemplo, de enamorado que se planta ante la muerte y
reafirma su sueo, tiene un vigor autnomo en s mismo. Si bien, como sucede en "Galern", todos
los datos del poema pertenecen al arsenal folklrico de la regin natal de Carranza, los llanos
orientales que Colombia comparte con Venezuela, el poema no es ms que una enardecida
historia de amor. Pero una historia que a todos nos concierne.
Igual sucede con el poeta "Cita", de Alvaro Mutis. Prosiguiendo ese retorno que su libro Crnica
regia (1985) lleva hasta sus ltimas consecuencias, l contina su peregrinaje en busca del hilo
perdido de sus races hispnicas, reiterando su fidelidad a un monarca como Felipe II, congruente,
en ello, con su idea de que slo una norma de carcter trascendente, como la monarqua de orden
divino, puede trazar pautas en la vida de un hombre. Ahora, en esta cita con el "Caballero de la
Triste Figura", l busca tambin esa leccin que ha de durar lo que dura la vida de los hombres.
"La obstinada sangre para amar y morir", que nos viene de Espaa, constituye entonces su
preocupacin ms honda.
Quimeras, locuras, encuentros imposibles, el nio de Neanderthal o el mito de Ssifo, vistos con
ojos actuales en poemas de Jaime Jaramillo Escobar o Mario Rivero, fantasmas reales que
dialogan con nosotros, en el entresueo, como en los poemas de Charry; o ese otro que tambin
somos, ese hermano imaginario que, como posibilidad irrealizada, siempre nos acompaa -como
en el poema de Daro Jaramillo, incluido en Poemas de amor (1986) -resultan formas insolentes y
a'bitrarias de una imaginacin que se quiere duea de s misma y, en consecuencia, de todo el
ilimitado horizonte que por definicin le corresponde. "Horror de la vida, xtasis de la vida".
En su libro de ensayos, Lector de poesa (1975), Fernando Charry Lara dedica cuatro trabajos a
cuatro poetas de la generacin del 27: Cernuda, Aleixandre, Salinas y Guilln. En el primero de
ellos concluye afirmando: "La imaginacin es la nica fuerza capaz de despertar la conciencia del
hombre. Cuanto ms hoy se cerca al individuo, ms violentamente lo rescata la poesa" 28.
Por su parte Fernando Arbelez, en un premonitorio poema de la pasada dcada, "Los presagios
de la lluvia", se preguntaba:
Qu ser posible
entre las mistificaciones y el aire
entre la vergenza y la bondad
entre la soledad y el juicio
qu ser posible?29
La pregunta que formula toda autntica poesa es siempre la misma. Y, curiosamente, a travs de
los siglos, las respuestas son tambin afines. En contra de la "msera incuria de los hombres", el
"rendido amador de Dulcinea" prosigue su camino. Ya no por la llanura castellana sino por las
calientes tierras colombianas.
El dilogo entre Amrica y Espaa, base ineludible de nuestra poesa, vuelve a abrirse 30. Esta
propuesta de lectura, hecha desde una perspectiva colombiana, quiere contribuir a tal propsito.
1 Edelberto Torres, La dramtica vida de Rubn Daro , 5 edicin (Managua: Editorial Nueva Nicaragua,
1982), p. 179.
2 Carlos Garca Prada, "Silva contra Daro?", en Hispania, XLIII (1960), p. 179.
3 Jos Asuncin Silva, Poesas, Edicin crtica por Hctor H. Orjuela (Bogot: Instituto Caro y Cuervo,
1979), pp. 321-323.
Sobre el mecanismo de la parodia dentro del modernismo ver el estudio de Emir Rodrguez Monegal "El
caso Herrera y Reissig", en Eco, 224-226 (Bogot, junio-agosto 1980), pp. 199-216.
4 Pere Gimferrer, "Fernando Fortn, ahora", en El Pas Libros, Madrid, domingo 12 de mayo de 1985, p. 7.
5 En el trabajo, por otra parte valioso, de James J. Alstrum, "Las gotas amargas de Silva y la poesa de
Luis Carlos Lpez", incluido en Jos Asuncin Silva, vida y creacin. Seleccin de Fernando Charry Lara
(Bogot: Procultura-Presidencia de la Repblica, 1985), pp. 211.232. En dicho repertorio crtico se
agrupan 45 trabajos sobre Silva.
6 Jose Olivio Jimnez, Antologa crtica de la poesa modernista hispanoamericana (Madrid: Ediciones
Hiperin, 1985), p. 140.
7 Incluido en Jos Asuncin Silva, vida y creacin, op. cit., pp. 425-437.
8 Fernando Charry Lara, Poesa y poetas colombianos (Bogot: Procultura-Presidencia de la Repblica.
1985), p. 23.
9 Fernando Vallejo, Barba Jacob el mensajero (Mxico: Editorial Sptimo Crculo, 1984).
1 Jorge Cuesta. Antologa de la poesa mexicana moderna (1928). Reedicin (Mxico: Fondo de Cultura
0 Econmica, Sep, 1985), p. 117-122. Se incluyen cinco poemas de Ricardo Arenales: "Cancin de la vida
profunda", "La Reina", "Estancias", "Los desposados de la muerte", "Lamentacin de octubre".
1 Incluida tanto por Leopoldo Panero en el segundo tomo de su Antologa de la poesa hispanoamericana.
3 Desde Rubn Daro hasta nuestros das (Madrid: Editora Nacional, 1945), pp. 109.115, como por Carlos
Garca Prada en su antologa de Poetas modernistas hispanoamericanos (Madrid: Ediciones Cultura
Hispnica, 1956), pp. 248-253.
1 Jaime Ferrn, Antologa de una generacin sin nombre: ltimos poetas colombianos (Madrid: Editorial
4 Rialp, Coleccin Adonais. N 277-278, 1970). Sobre el perodo 1970-1980 ver J. G. Cobo Borda: lbum de
la nueva poesa colombiana (Caracas: Editorial Fundarte, 1981), 224 p.
1 Jaime Jaramillo Escobar, "El pipiripao y el gran turmequ, en El Espectador, Magazn Dominical, N 103,
5 marzo 17 de 1985, pp. 4-7.
1 As, por lo menos, lo atestiguan las diversas antologas. Ver, por ejemplo, el ya citado panorama de
6 Fernando Charry Lara, Poesa colombiana, 1880-1980. Una seleccin (Bogot: Crculo de Lectores.
1981), 238 p., y J. G. Cobo Borda, lbum de poesa colombiana (Bogot: Instituto Colombiano de
Cultura, Biblioteca Bsica, N 41, 1980), 177 p.
1 Ibid.
8
1 El trabajo de Hellen Ferro, an indito, y titulado La poesa del Tercer Mundo en Hispanoamrica ,
9 abarca el perodo 1960-1985, el cual subdivide en cuatro partes: "La eleccin poltica", "La cancin de
protesta", "El compromiso tercermundista", "La despolitizacin". Sobre la poesa hispanoamericana las
mejores aproximaciones crticas se hallan en los diversos volmenes de ensayos de Octavio Paz y en el
libro de Guillermo Sucre: La mscara, la transparencia (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 2a.
edicin, 1985). Sobre los poetas hispanoamericanos nacidos entre 1910 y 1939, ver J. G. Cobo
Borda. Antologa de la poesa hispanoamericana (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1985), 518 p.
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/hispo
/hispo2.htm
COMENTARIOS Y ESTUDIOS SOBRE JOSE ASUNCION SILVA
MIGUEL DE UNAMUNO
Mas ahora, con la blancura del papel delante, encuentro tan en blanco como l
mi espritu y apenas s por donde empezar. Cmo reducir a ideas una poesa
pura, en que las palabras se adelgazan y ahlan y esfuman hasta convertirse en
nube que la brisa del sentimiento arremolina y hace rodar bajo el sol, que en su
colmo la blanquea y en su puesta la dora? Porque aqu hay versos blancos de
medioda y rojos de atardecer; ms rojos que blancos.
Lo primero, qu dice Silva? Silva no puede decirse que diga cosa alguna;
Silva canta. Y qu canta? He aqu una pregunta a la que no es fcil contestar
desde luego. Silva canta como canta un pjaro, pero un pjaro triste, que siente
el advenimiento de la muerte a la hora en que se acuesta el sol.
Y puros, pursimos son por lo comn los pensamientos que Silva puso en sus
versos. Tan puros que como tales pensamientos no pocas veces se diluyen en la
msica interior, en el ritmo. Son un mero soporte de sentimientos.
"Todos los hegelianos han sido tontos menos Hegel", suele decir un amigo
mo, y aun cuando no est del todo conforme con el aforismo reconozco su gran
fondo de verdad.
Y es que uno dice una cosa y con ella ilumina o calienta a sus hermanos, la
repite otro y les deja a oscuras y fros. La idea es la misma; se le apagaron fuego
y luz al pasar de uno a otro y de brasa ardiente y luciente que era se qued en
carbn fro y oscuro.
Y ello cuando Silva dej qu su mano corriera sobre el papel al empuje del
sentimiento, no cuando la refren y puesta la vista en la tcnica -y en una
tcnica extraa y pegadiza- urdi versos como aquellos alejandrinos pareados
de "Un poema".
***
Y este Silva, como aquel Querol, como todo poeta de raz, tena su infancia a
flor de alma. Porque un poeta qu es sino un hombre que ve el mundo con
corazn de nio y cuya mirada infantil, a fuerza de pureza, penetra a las
entraas de las cosas pasaderas y de las permanentes? Leed la poesa de Silva
"Infancia", leed la carta de Querol a sus hermanas, o aquella maravilla de
sentimiento que llama "Ausente".
Y qu encontr all?
Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas! Oh
las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lgrimas!...
Lo veis? Veis cmo une una vez ms la cuna con el sepulcro? Veis cmo
lleva su infancia como ofrenda a la muerte?
***
Muri Jos Asuncin Silva en Bogot, su pueblo natal, despojndose por libre
albedro de la vida, el 24 de mayo de 1896, a los treinta y cinco aos, cinco
meses y veintisiete das de edad.
Das antes, pretextando consultarse sobre una enfermedad, hizo que el mdico
le dibujara en la ropa interior el corazn, por el que viva y por el que iba a
morir. Meti en l una bala. La noche antes ley, como de costumbre, en la
cama. Dej el libro abierto, como para continuar la lectura. Era una maana de
domingo, su familia en tanto asista a los oficios religiosos del culto catlico, a
rogar por los vivos y los muertos.
Dos o tres aos antes haba muerto su hermana Elvira llevando a la tumba
aromas de la comn infancia y dejndole soledades. No pudo Jos Asuncin
conformarse con el hado. El "Nocturno", -qu historia habr dentro de l? - fue
su adis a la vida. Iba all donde acaso las sombras de las almas se juntan en
uno y hacen una sola sombra larga, muy larga, infinita, eterna, divina, una
sombra tal vez radiante de luz.
Fue una vida de soador y de poeta, y de Silva cabe decir que es el poeta puro,
sin mezcla ni aleacin de otra cosa alguna. Y el mundo le rompi con el sueo
la vida.
Y para este terrible mal le recetaron los doctores madrugar, dormir largo,
beber bien, comer bien, cuidarse, dicindole que lo que tena era hambre (v. "El
mal del siglo"). Y hambre era en verdad, hambre de eternidad.
***
Tal es la nota profunda de los cantos de Silva, el que se despoj por propia
mano de la carga del vivir. Todas las dems son a modo de acordes o armnicas
de ella. Y entre stas la nota ertica, o, ms bien amorosa, en cuanto se trate de
amor a mujer.
Se ha dicho que para aquellos que aman poco -a mujer se entiende- ese amor
les llena casi toda la vida, mientras que en aquellos que aman mucho el amor es
una cosa subordinada y secundaria. Y no es paradoja, sino cuestin de capacidad
espiritual. Este puede amar triple que aqul y sin embargo, no ocuparle el amor
sino un tercio y en el otro dos tercios.
Y Silva parece como si no pasara por esa edad indecisa y ambigua en que sin
serse ya nio no se es tampoco an hombre, sino que su infancia, de la que tan
dulces recuerdos cantan en sus cantos, se prolong en su edad madura.
Madura? Cort la madurez al sentir acaso que le ahogaba el verdor, al sentir
como Leopardi que estamos despojando del verde a toda cosa.
***
Esa remota Colombia, a la que conocemos sobre todo por la Mara de Jorge
Isaacs, es para muchos de los que volvemos ojos inquisitivos a la Amrica
espaola un pas de encanto. No ha mucho volva yo a visitarlo en una novela
de Toms Carrasquilla y me pareca volver a la Espaa campesina de hace unos
siglos.
Bogot -me lo han dicho los que la conocen- da la impresin de una ciudad
antigua espaola, con su reposo cantado por el campaneo de los conventos. Para
llegar a ella desde cualquier punto de la costa se necesita varios das, parte de
navegacin fluvial, parte de jornadas en diligencia o caballera. Y para ir de
unas a otras capitales largos viajes tambin, por escasear los medios rpidos de
traslado.
En estas tierras, tan favorables para el arte y la poesa, las novedades europeas
llegan, pero llegan despacio y llegan, acaso, tamizadas. De nosotros conocen las
obras, no los hombres, es decir, lo mejor. Cuando va a dar a sus manos el ltimo
nmero de la ltima revista o el libro reciente ya no huele a tinta fresca de
imprimir.
Me imagino, creo que bien, lo que fuera una familia y la vida familiar en el
seno de aquella sociedad en los tiempos en que Silva abra su alma al mundo,
que son casi los mismos, con diferencia de slo cuatro aos, en que yo abr la
ma en un ambiente que estimo no muy distinto del suyo. Y me imagino los
vagabundeos del espritu del poeta en la quietud tranquila de la vida bogotana,
en los das iguales
Digo en los das iguales porque a los que hemos nacido y vivido en estas
latitudes, de largos das de verano y largas noches de invierno, de este acortarse
y alargarse las jornadas del sol, cambio que pone una cierta novedad, siempre
vieja, en el curso de nuestra vida, cambio que distribuye nuestro rgimen, a
nosotros nos es difcil representarnos lo que esa iscrona reparticin del da y de
la noche, lo que ese ritmo acompasado y siempre igual de la luz y las tinieblas
-como balance de un pndulo- ha de influir en el nimo. Un poeta colombiano
no puede decir como un poeta escocs que el crepsculo de la puesta se
abrazaba con el del alba en la breve ausencia del sol. La noche de San Juan ni la
de Navidad pueden tener all el sentido que aqu tienen, porque la naturaleza no
sirve a la tradicin que llevaron los colonos, aunque la tradicin perdure.
Pero esta monotona, este ritmo pendular de los das y las noches, trae consigo
una eterna primavera, una apacibilidad constante. No se brizan y aduermen en
ella las eternas inquietudes? Y cuando se despiertan, no lo hacen acaso con
cierto sobresalto, en la apacible y montona procesin de los das y los meses?
No es difcil, repito, a los que hemos nacido, nos hemos criado y vivimos en
zonas de invierno de largas noches y nieves, de verano de largos das y
bochornos, que esperamos en cada estacin la venidera y segn sus vicisitudes
arreglamos nuestras ocupaciones, nos es difcil imaginarnos la impresin que
esa constancia de la naturaleza ha de imprimir en el espritu.
Algo de esta impresin puede rastrearse, creo, en el ritmo pendular de los
versos de Silva, en la marcha sosegada de sus estrofas, por dentro de las cuales
circula la tristeza montona del eterno sucederse de los das iguales de una
inalterable primavera. Hay acaso, a la larga, nada ms triste que la eterna e
imperturbable sonrisa de la tierra? Hay nada ms enigmtico, nada ms
esfngico?
***
Y Silva ser un da orgullo de esta nuestra casta hispnica, que le produjo all,
en el sosiego primaveral de la jugosa Colombia, en el remanso de Bogot.
Quin sabe si cuando claman al cielo las lenguas broncneas de sus
campanarios no se unen a su canto los cantos de Jos Asuncin Silva como un
entraable miserere?
Alguna otra vez he hecho notar el hecho de que mientras los americanos todos
se quejan, y con razn, de lo poco y lo mal que se les conoce en Europa y de las
confusiones y prejuicios que respecto a ellos por aqu reinan, se da el caso de
que no se conozcan mucho mejor los unos a los otros y abriguen entre s no
pocas confusiones y prejuicios.
En ciertos respectos sigue todava siendo Europa el lazo de unin entre los
pueblos americanos, y el panamericanismo, si es que en realidad existe, es un
ideal concebido a la europea, como otros tantos ideales que se dan como
americanos.
Leyendo las obras de los escritores suicidas, se descubre casi siempre en ellas
la ntima razn del suicidio. Tal sucede entre nosotros con Larra, en Francia con
Nerval y en Portugal con Antero. Y tal sucede con Silva.
Tal vez se cort Silva por propia mano el hilo de la vida por no poder seguir
siendo nio en ella, porque el mundo le rompa con brutalidades el sueo
potico de la infancia. Y aqu cabe recordar aquellas palabras de Leopardi en
uno de sus cantos: Qu vamos a hacer ahora en que se ha despojado a toda
cosa de su verdura?
En la poesa titulada "El mal del siglo", es Silva mismo quien nos habla del
desaliento de la vida que naca y se arraigaba en lo ntimo de l, del mal del
siglo; el mismo mal de Werther, de Rolla, de Manfredo, de Leopardi, "un
cansancio de todo, un absoluto desprecio por lo humano, un incesante renegar
de lo vil de la existencia..., un malestar profundo que se aumenta con todas las
torturas del anlisis". Y a esto le responde el mdico:
El paganismo, el hoy tan decantado paganismo por los que hacen profesin de
anticristianos, vino en sus postrimeras a dar en un hasto y desencanto de la
vida, en un ttrico pesimismo. Pocas cosas hay ms sombras que el crepsculo
del paganismo. Y si la religin de Cristo prendi, arraig y se extendi tan
pronto, fue porque predicaba el amor a la vida, el verdadero amor a la vida, que
no es otro sino el de la resurreccin final. Ms agudo y perspicaz era
Schopenhauer al combatir el cristianismo por optimista, que aquellos espritus
ligeros que le acusan de haber entenebrecido la vida. La esperanza de
resurreccin final fue el ms poderoso resorte de accin humana, y Cristo el
ms grande creador de energas.
En este prrafo hay, entre otras cosas significativas, una que lo es mucho, cual
es la de llamar a Baudelaire el ms grande, "para los verdaderos letrados", de los
poetas de los ltimos cincuenta aos, cuando en esos aos hubo en Francia otros
poetas a quienes suele ponerse por encima de Baudelaire. Y digo en Francia,
porque de los poetas de otros pases, ingleses, italianos, alemanes, escandinavos,
rusos, etc., no era cosa de pedir a Silva, dado el ambiente americano de su
tiempo, un regular conocimiento. Es muy fcil que de Browning o de Walt
Whitmann, pongo por caso, no conociera ni el nombre -no andaban, ni anda an
ms que en parte uno de ellos, traducido al francs- y de Carducci acaso poco
ms que el nombre.
Pobre Silva!
EDUARDO CASTILLO
JORGE ZALAMEA
ARMANDO SOLANO
UNA CONSAGRACION f
Este documento no puede ser publicado por polticas de Derecho de Autor
(1865-1896)
I
El caso del poeta colombiano Jos Asuncin Silva es uno de los ms trgicos
que puede darse en la historia de las letras.
Para que nada falte a destino tan pattico, no existe una buena edicin de lo
que se pudo salvar de su doble naufragio en el mar y en la vida. Y editores y
parientes lo apualan, ya muerto, en la obra de su espritu.
Qu poeta ser Silva cuando ha resistido a todo! A todo, incluso los expurgos
de la familia y los aplausos de un seor de Bogot llamado don Roberto
Cuvano... Don Roberto Cuvano, a menos que sea don Mamerto Livano 2.
II
SILVA, INTIMO
***
"Priva el gusto bizantino (de los que creen que Bizancio era una cosa de
comer). Lo ms curioso de todo es que en conjunto la produccin literaria tiene
como sello la imitacin de alguien (inevitablemente), y que si usted tiene la
paciencia de leer, no encuentra una sola lnea, una sola pgina, vividas, sentidas
o pensadas. Hojarasca y ms hojarasca; palabras, palabras y palabras, como
deca el melanclico prncipe. Si curioso usted de darse cuenta del por qu, se
da el trabajo de estudiar un poco la sicologa de los productores, la razn salta a
la vista: cultivo cientfico y lectura de los grandes maestros, cero; vida interior y
de consiguiente necesidad de formas personales, cero; atencin siquiera al
espectculo de la vida, cero partido por cero. Unas imaginaciones de mariposa,
una vida epidrmica".
III
Hay unos versos de Silva, titulados "Un poema", stira tremenda contra la
crtica incomprendedora. As, pues, se da la paradoja viviente de que Silva, en
medio de todos, estaba solo.
IV
ELVIRA Y EL POETA
Esta preciosa criatura muri a los veintids aos. Silva cay, despus de esa
muerte, en la ms negra melancola; escribi algunos poemas apasionados e
imprudentes. .. Poco despus se suicid.
En suma, parece que se enamoraron el uno del otro. Fue aquello la mera
atraccin espiritual de dos seres excepcionales? Lleg ms all? Se amaron
como Lucila y Chateaubriand? Que existi entre ellos un lazo ms fuerte que la
muerte, resulta evidente; pero, fue culpable? Quin puede en casos tales
asegurar: "yo s, yo vi"? Todo son inducciones. El "Nocturno" -uno de los
"Nocturnos"- es ya una pieza, si no probatoria, de mucha autoridad, como ese
poema haya sido escrito -lo que no sabemos- pensando en Elvira. Y en cuanto al
suicidio... Tal vez concurrieran otras causas; pero la muerte de la hermana, el
apagarse de aquella "tu boca que fue ma", segn el "Nocturno" confidencial, no
resulta de las menores. Silva perteneca a la gran familia de los neurpatas:
delirante, ansioso, erotmano, y, por ltimo, suicida. "Cada da necesito
sensaciones ms refinadas", escribe a un amigo.
Debe tenerse en cuenta que muchos amigos de Silva niegan toda posibilidad
de otro afecto entre Silva y Elvira que no fuera el fraterno 4.
SILVA Y RUBEN
Desde luego, y ante todo, hay que situarlo en su poca. Veremos cmo
corresponde a su espritu de exquisitez y de sufridor su poesa. Veremos que
Silva no escribi lnea que no sintiera; y que hombre de temperamento
delicadsimo y, adems, sincero y no vil retrico, tuvo la necesidad de
expresarse en formas nuevas y busc y encontr nuevas formas.
Sus tentativas primeras llevan fecha de 1882, 1883, 1884, 1885. Los versos de
Rubn para entonces son psimos, Recurdese la "Oda a Bolvar" cuando el
Centenario del Libertador (1883). Deplorable! Los de Silva, sin parecer de un
futuro tan noble poeta, son mejores y aun pueden leerse y se leen. Encontramos
en ellos personalidad en asomo.
A una mujer que pide cantos al bello adolescente de diez y ocho aos, le
responde:
Ese poemita de Rubn es uno de los ms sutiles y algeros que hizo en sus
tiempos de juventud. Mucho, y con justicia, celbrase en tales versos
"el aire efectivamente acariciador, como escribe Rod, que simula en ellos el
ritmo". Pues bien, ese aire ya se haba insinuado, suave y acariciador, aunque no
con tanta fortuna, en versos de Silva. El poeta, en "Crepsculo", recuerda los
divinos cuentos infantiles que todos aprendimos de boca de nuestra madre, o de
nuestra abuela, y por donde pasan Barba Azul, Ratoncito Prez, Caperucita
Encarnada y la Cenicienta. De esta ltima, abandonada en la cocina, mientras
los dems parten al baile, refiere Silva, por medio de una vocecilla "argentina y
pura" que sbito se le present el hada, su madrina, y le dio:
Es el mismo aire que Rod aplauda, por suave y acariciador, en aquella noche
de fiesta versallesca en que rea la divina Eulalia entre el vizconde de los
desafos y el abate de los madrigales.
***
Hemos visto que Silva, junto con Casal, fue, cronolgicamente, de los
primeros creadores del modernismo en lengua espaola.
VI
El sujeto, segn un mdico de Silva, que tena razones para conocerlo: sufre
porque piensa.
Agrega el doctor:
Es decir, el poeta, segn aquel doctor, es un enfermo del mal de vivir y del
mal de pensar. Su poesa denuncia estigmas de ambas dolencias. Es la poesa de
un enfermo de la siquis, de un sicoptico. Poesa para que la analicen, ms que
crticos, siquiatras.
***
Era un poeta lrico "grandioso y sibilino" que, ante el misterio del ser y del no
ser, interroga a la Tierra:
Lo aqueja, dice:
A ese hombre que padece torturas morales, a ese insatisfecho que deseara que
todas las mujeres tuviesen una sola boca para besarla y toda la vida un solo goce
para apurarlo y todo el misterio un solo problema para resolverlo; a ese
neurpata que se lamenta de sufrir el mal de Leopardi -lo que prueba que se
conoca- y que terminar sus das como Rolla y como Werther; el mundo no lo
comprende. Esta incomprensin acrece la infelicidad del infeliz. Porque tiene
visin clara de s, de los dems. Y si sufre por lo que sabe, y sufre por lo que no
sabe, sufre tambin por lo que de l no sabrn nunca los otros. Mucha
perspicacia demostr Sann Cano, su amigo, cuando dice: "logr convertir su
organismo en la ms delicada y exquisita mquina de sufrir". Eso fue Silva, en
efecto, "la ms delicada y exquisita mquina de sufrir".
no me cubren la letra?
***
Este poeta que tiene hambre, un hambre desconocida para el vulgo, aunque
sea vulgo doctorado, hambre de infinito, prev su fin. Lo acosa el anhelo de
alzar con el can de una pistola el velo de Isis, Y, sin embargo, sonre. Sonre
de la respuesta del mdico asnal, sonre de su propio pensamiento, sonre de
todo. Y esta sonrisa, naturalmente, como cargada de tedio, resulta ms amarga
que una lgrima.
Hay una obrita de Silva titulada "Un poema", mordisco de los ms burlescos y
terribles que Homero haya infligido jams a Zoilo.
***
Poeta, di paso
los furtivos besos!...
Poeta, di paso
los ntimos besos!
Poeta, di paso
los ntimos besos!
***
En "La ventana", de la antigua Santa Fe, hoy Bogot, divisa el poeta la vieja
ventana entre los balcones modernos. Evoca los das de la Colonia, la dama de
Espaa que se asomaba al ventann, nostlgica de la remota Sevilla de donde
llega. La ventana vio pasar generaciones y generaciones. La filosofa de este
poema parece ser sta: que las almas slo perduran en las cosas que crean.
***
La nica vez que Silva toc la nota patritica, fue en una de estas
meditaciones. Con qu discrecin lo hace y qu lejos su filosofar de las
charangas militares y patrioteras!
Y as fue.
Unos nios juegan al pie del bronce. El poeta lo observa, sin anttesis a lo
Vctor Hugo, sino en lengua reposada y maestra:
En cambio, el poeta fija en tal escena sus miradas y piensa, ante el espectculo
de la vida, en lo que expresa el alma de las cosas. El poeta escucha en su interior
una voz que le habla del hroe, de la manera menos heroica:
Di t las hieles,
t que sabes la magia soberana
que tienen las ruinas,
y el placer huyes y su pompa vana,
y en la tristeza complacerte sueles;
di en tus versos, con frases peregrinas,
la corona de espinas
que coloc la ingratitud humana
en su frente, ceida de laureles.
Esa misma corona de espinas, en aquellos mismos pases y por obra de aquella
misma gente, incomprendedora y perversa, la estaba advirtiendo el poeta sobre
su propia frente. Cmo no iba a sentirse movido a pensar en aquel dolor que
comprenda? El poeta no abandona la serenidad. Su meditacin es grave.
Tal es la manera como encara la musa de Jos Asuncin Silva temas que son
pbulo a comentarios generosos, a solemnes y amenas divagaciones.
VII
EL SUICIDIO
Del corazn, herido, haba brotado un arroyito que empurpur las blancas
sbanas. Un hilo de sangre, como una culebrita roja, serpenteaba en el suelo.
Ay! En ese arroyito bermejo se haba ahogado una juventud; ese hilo rojo ataba
una vida a la tumba.
ALCIDES ARGUEDAS
Hasta ayer reposaba Jos Asuncin Silva, "el ms grande de los poetas
colombianos" -dice El Tiempo-, en el cementerio maldito de los suicidas. Y ayer,
silenciosa y discretamente, fueron trasladadas sus cenizas al panten de la
familia, en el cementerio general de los catlicos.
Muy grande es el miedo a los suicidas en este pas; y las gentes sencillas
buscan por lo comn las causas de una muerte voluntaria en razones, que a
veces tienen muy poco que ver con las creencias religiosas. La marca cristiana
perdura aqu firme y slida: el suicida es un rprobo de Dios y su alma anda
errante y en pena, y nunca puede hallar paz...
Esta idea domina y no hay poder humano que la destruya de pronto. Por eso,
sin duda, la familia no ha querido hacer publicar la noticia de la exhumacin de
los restos del poeta, para el que los peridicos vienen pidiendo desde hace
tiempo la consagracin del mrmol y del bronce .
Al morir su padre en 1887, hcese cargo Jos Asuncin del negocio y la tarea
debi de resultar un poco ardua para l.
"Me quedan deberes graves que llenar y me he puesto a la obra con todas mis
fuerzas" - escriba a un amigo ntimo del finado al responder su carta de
condolencia.
Elvira pernoct una noche y cogi fro, pues era algo frgil. Se le declar la
pulmona y hubo da guardar cama. Era una mujer supremamente bella y estaba
enamorada de un primo suyo, varn arrogante, rico y de alta posicin social.
Daniel Arias Argez, uno de los ntimos del poeta, confes hace poco a otro
buen poeta, Roberto Livano, que "en el amor de Jos Asuncin para su
hermana haba un poco, y quizs un mucho, de delectacin esttica, de
admiracin de poeta y de artista".
Sin duda la muerte de esta bella mujer fue una catstrofe para Silva. Galante,
enamorado, soador y mujeriego se torn de pronto, y por breve tiempo, hurao
e insociable.
No vino solo esta desgracia. Tambin perdi una gran parte de su fortuna en
malos negocios, y hubo de preocuparse de buscar otros medios de vida.
En Caracas y por esta poca lo conoci el exquisito Pedro Emilio Coll y nos
lo presenta elegante, atildado y rigurosamente vestido de negro, con flores en el
ojal de la solapa.
De esta poca hay algunas cartas de Silva. Se publicaron por primera vez en
la Universidad, la extinta e interesante revista bogotana, en junio del pasado
ao, y ellas explican en parte el drama de su vida, algo distinto de lo imaginado
por Fombona.
La vida en Caracas le place y vive a sus anchas, en pleno ruido mundano, cual
se desprende de un prrafo de su carta a Umaa, en 1894:
Iba como pasajero de ese barco otro escritor, el travieso Gmez Carrillo, y los
dos hombres no pudieron avenirse: haba entre ellos diferencias fundamentales
de temperamento, carcter y acaso manera de concebir la vida y el destino
humanos.
"Si pisar la costa bienamada -cuenta Pedro Emilio Coll-, en un velero retorn
Silva a Caracas. Pero ya sus ojos no parecan contemplar los mismos horizontes
luminosos y hasta en su traje mismo se notaba como un desaire de las
apariencias mundanas. Sus barbas descuidadas y su enflaquecido rostro, eran
los de un asceta".
A poco vuelve a Bogot, con licencia, y es en este punto donde se enlazan los
elementos del drama en una trabazn lgica, que se descubre en otra frase de la
carta del poeta a su amigo Luis Durn Umaa, predilecto entre todos: "T, que a
Dios gracias me conoces como a tus manos...". Y, a continuacin, y luego de
contarle algo de su vida en Caracas y decirle que vive embargado en labores,
que le distraen y le evitan el tener que buscar distracciones y placeres
baratos (subrayado con intencin por l), que le dan asco, agrega esta frase que
explica todo el drama:
"No pudiendo vivir en grand seigneur, vivo sin placeres, con ocupaciones para
cuatro y muy contento, a pesar de la falta de mis viejos, porque NO ESTOY EN
COLOMBIA".
Esta ltima frase, decisiva, est puesta por Jos Asuncin con caracteres
grandes, firmemente subrayados, como para concentrar en ella toda la atencin
de su amigo. Y es ella la que explica el resto, y abre ancha puerta para esclarecer
definitivamente el misterio y la penumbra de esa vida, no tan agitada ni
romntica como piensan muchos, y ver que lo que ha empujado a la muerte al
poeta es el mal estado de sus negocios y, sobre todo, la estrechez del ambiente,
el cansancio de la vida de ciudad pequea, donde ningn hombre, es de veras
libre.
Silva ha nacido en casa rica y de joven viaja por Europa, donde adquiere
gustos refinados, siente el amor por las lecturas y las gimnasias del espritu,
conoce las aventuras sensuales y sentimentales, todo lo que resalta en su novela
autobiogrfica De sobremesa, en forma de Diario y donde es artificioso,
convencional, no obstante su carcter autobiogrfico y acaso por esto mismo.
Cae bien en Caracas y de esta vida sabrosa, algo indolente y algo laboriosa ha
de arrancarse a poco para acudir a Bogot a poner en orden sus asuntos
embrollados y con la intencin de volver cuanto antes a reasumir su cargo en
Caracas, pues le escribe el 1. de septiembre de 1893 a su predilecto amigo
Pedro Emilio Coll:
"Confo volver pronto a esa y sentir, con la caricia voluptuosa del clima, las
simpatas que me hicieron como una segunda patria de su querida tierra. Si no
estoy en esa desde hace un mes, no es por falta de deseos; ocupaciones y
negocios para m importantes me han detenido. Confo en gozar pronto de
Caracas y de mis buenas y cordiales amistades venezolanas...".
"No se puede imaginar cunto seis u ocho grados de latitud en menos evitan
miserias al cuerpo y tristezas al alma", deca Taine al comparar las diferencias
de civilizacin entre Francia e Inglaterra.
Porque Bogot es una ciudad triste, no tanto como ciudad misma, como,
repito, por su cielo cambiante, muy a menudo entoldado y su aire hmedo y
malsano.
Faltaban entonces, adems, tres elementos, tres fuerzas activas, mejor, que
hoy prestan alguna animacin, alguna variedad, algn movimiento a la vida de
nuestras pequeas ciudades andinas, situadas en las cubres de mesetas ridas o
en el fondo de valles calientes y extensos. Esas tres fuerzas han cambiado casi
totalmente la vida social de estos tiempos, le han dado ms variedad, mayor
inters a esa vida ociosa, montona, lnguida de nuestras pequeas ciudades
ateridas de fro en ciertos desgraciados parajes o abrasadas de calor y con feas
alimaas en los trpicos...
Luego, el radio, cosa grande entre las invenciones del genio humano y que no
nace de las arenas de los circos, sino de las universidades y de los laboratorios...
El radio pone a nuestros montaeses, a nuestros rsticos en contacto ntimo y
diario con los sucesos del mundo, a medida que se van sucediendo y realizando
en el vasto escenario de la tierra y aun del cielo.
Estas tres cosas, estos tres elementos, animan hoy la vida sedentaria de
nuestros pueblos con vrtigo inusitado, les dan movimiento, color y relieve. Y
todo esto va ayudado poderosamente por la prensa, que registra da por da y
hasta hora por hora la marcha de los negocios pblicos, de los conflictos
sociales y de la ascensin misma de la vida, si se quiere, y les da, con la
divulgacin de sus proezas, a los hroes deportivos, a las estrellas de las
pantallas, la conviccin algo ingenua de que constituyen el eje del mundo y han
de vivir siempre en la posteridad por un gesto, una patada o un puetazo...
Aburrirse!
No sentir inters por nada, porque los medios para emprender faltan; ver que
el tiempo pasa y que el tono del ambiente no concuerda con nuestro
temperamento..., aburrirse, en fin!
Lo era, en efecto. Porque eso de adoptar una resolucin de este calibre y verla
frustrarse o malograrse por un detalle, era un perfecto absurdo.
***
Era un hombre varonil, arrogante. Una barba negra y poblada pone marco a su
rostro de blancura transparente y debi de tener ojos magnficos y de mirada
profunda; ojos que saban interrogar ansiosamente las sombras de la muerte... 6.
-----
Algunos datos interesantes trae esta carta de 17 pginas sobre Silva y siento
no reproducirlos todos; pero van dos de los principales y ms significativos:
"Y agrguese a esta vanidad casi enfermiza, el hecho de que como poeta no
conoci los laureles del triunfo. Nuestros vates mayores, fuertemente asidos a la
tradicin clsica, no slo no hallaban de su agrado sus versos, sino que a l
mismo no lo tomaban a lo serio. Esta es la verdad. Apenas si un reducido grupo
de amigos oaselos con placer. Pero, claro, pagado de su genio, l se avena muy
mal con esta especie de opacidad literaria a que fatalmente vease condenado.
"Era Silva creyente? Suya es esta estrofa que con gusto hubiera firmado
Louis Veuillot, por ejemplo:
"Pero la idea netamente cristiana que inspir esta estrofa, y que desde luego
no se compadece en manera alguna con la fra y premeditada resolucin de un
suicidio, es casi seguro que en l careca de un slido, de un hondo raigambre.
Me atrevo a pensar, por tanto, que si hasta cierta poca de su vida fue creyente,
poco a poco el abuso de tales y cuales lecturas, el olvido de las antiguas
prcticas, y aun la prctica insincera de ellas, acabaron por relajar, primero, y
luego por extirpar de su pecho los relmpagos de fe que en otro tiempo lo
inflamaran. La prctica insincera he dicho. Porque persona que debe saberlo, me
contaba en das pasados que cierto misticismo de que hizo alarde en su ltima
poca no pas de ser una 'pose', muy estudiada y mal calculada.
"De suerte que para m no hay duda de que teniendo en cuenta estos dos
factores de que prescinde Arguedas -la vanidad personal y la falta de creencias
religiosas-, s es fcil establecer las circunstancias que en lgico
encadenamiento lo llevaron a dispararse un balazo en el corazn.
"No pudo precisarse la hora del suicidio, pues la detonacin pas inadvertida.
Pero sin duda fue en las horas de la madrugada, puesto que se recogi a eso de
la media noche y el cenicero denunciaba que haba fumado cosa de quince a
veinte cigarrillos turcos. Por este detalle se ve, adems, que reflexion
largamente el paso que iba a dar.
"Y, sin embargo, quin sabe si cuando aquel sbado gir un cheque a cargo
del Banco de Bogot para cubrir a 'La Flora' el precio del ltimo ramo de
camelias blancas que haba enviado de regalo, y vio que el saldo que le quedaba
disponible era solo de centavos, quin sabe si no tuvo un momento de
desesperacin! de torturante desesperacin!...".
Esto dice Alvaro Holgun y Caro y creo que no habra tenido oportunidad de
hacer muchos otros reparos si mis notas se hubieran publicado
en Ulenspiegel ntegras y como aparecen en este libro.
La carta del escritor Emilio Cuervo Mrquez trae detalles muy significativos y
de importancia para explicar el suicidio del poeta. Vase:
"Anota usted como una de las causas del suicidio de Silva la desproporcin
entre su personalidad de seleccin y la estrechez del ambiente en que le toc
vivir, el cansancio de la vida de ciudad pequea donde ningn hombre es de
veras libre, y cita usted un aparte de carta de Silva dirigida a don Luis Durn, de
Bogot. Como comprobacin de su tesis, me permito transcribirle un prrafo de
una carta que Silva me dirigi de Caracas, el 11 de noviembre de 1894, y que
conservo en mi archivo aqu. Dice as: "...Tenamos razn, viejo, en nuestras
charlas de los paseos a San Diego. El primer deber de un hombre que aspira a
algo, es salirse de entre el papel moneda, la poltica y el mal humor colombiano.
No cejes en tu empresa de dejar la tierra".
"Por la razn que acabo de apuntar, permtame usted que rectifique un detalle
que no carece de importancia, de su magistral estudio. Relata usted que Silva,
despus de haberse hecho indicar por su amigo el doctor Juan E. Manrique el
sitio exacto ocupado por el corazn, regres a su casa y se visti de frac para
morir. Es lo cierto que aquella consulta tuvo lugar muchos das antes de su
muerte. En la noche fatal, la familia de Silva recibi la visita de algunas
amistades. Durante ella Jos Asuncin se mostr, ms que de costumbre,
regocijado y espiritual. Avanzada la noche se retiraron los amigos de la casa.
Qu pas en seguida?... Al da siguiente, al llevarle el t, Mercedes, la vieja
sirvienta, descubri el drama. En un cenicero, en la alcoba, se encontraba gran
cantidad de colillas de cigarrillo, lo que hace pensar que Silva se mat en las
primeras horas de la madrugada. Ni una carta, ni una palabra de adis. Para
ejecutar con ms facilidad su gesto, haba quitado saco, chaleco y camisa y
haba vestido su camisa de dormir, conservando el pantaln, negro a finas rayas
blancas, las medias punto de seda -de moda entre los dandys de la poca- y los
zapatos charolados. En este trajo lo pusimos en el atad, con l se le hizo luego
la autopsia legal y fue sepultado en el cementerio de los suicidas, sitio maldito
para el Bogot de entonces, como usted lo anota muy bien.
"Seguro estoy que usted aceptar gustoso esta rectificacin, que suprime el
gesto teatral del frac, leyenda que debi de sorprenderle a usted cuando le fue
relatada, que me ha sorprendido a m, y que hara sonrer a Silva, quien gust
siempre del tacto, de la mesure y de las actitudes discretas. No se admire usted
de que guarde tan exacto recuerdo de estos detalles indumentarios: no existe
ninguno en este drama que se haya borrado de mi memoria. Vestido como dejo
apuntado vi a Silva en su lecho de muerte y luego en el cementerio cuando,
antes de sepultarlo, el enterrador levant la tapa del atad para extender una
capa de cal sobre el rostro del poeta. En esos instantes vino a mi memoria la
ltima estrofa de 'Psicopata', que usted recuerda:
E. CUERVO MARQUEZ".
Seoras, seores:
Fue en el ltimo tercio del pasado siglo cuando ya un tanto apaciguada la serie
de tormentas polticas que haban acompaado la organizacin de la Repblica,
surgidas las ms veces de un batallador idealismo, comenzaron a apuntar los
brotes de un movimiento literario, como signos de una sociedad ya refinada.
Activo era entonces el comercio de libros con Francia y Espaa. Compaas de
teatro extranjeras se haban aventurado a presentar en teatros piezas dramticas
y musicales, aplaudidas en escenas europeas. Personas acaudaladas viajaban al
Viejo Mundo y regresaban trayendo sus mobiliarios, sus pianos, sus espejos, su
cristal, su porcelana y hasta sus coches y caballos al precio de mil dificultades,
pues la mercanca deba subir los empinados Andes izada por cargueros desde el
ro Magdalena hasta la altiplanicie, lo que significaba que su costo en Bogot
representaba un valor cuatro o cinco veces mayor que el de la misma mercanca
en cualquiera otra capital suramericana. Al establecerse la navegacin por vapor
en el ro Magdalena, el comercio de lujo empez a importar de Pars y de
Londres las ltimas novedades de la moda y del buen tono. El que no poda
viajar, lo que no era fcil aun cuando dispusiera de medios, se consolaba
leyendo narraciones de viajes: Amicis, Dumas y Alarcn tuvieron en Bogot
lectores por millares. Una sociedad elegante y exclusiva, que nada tena que
envidiar a la ms exigente de otras partes, abra con frecuencia sus salones en
banquetes y saraos, en tanto que en cenculos ms ntimos, jvenes literatos
lean sus producciones en prosa y verso. La influencia del segundo imperio se
hizo sentir entre nosotros ms que en parte alguna de Amrica.
Copiosa fue la produccin literaria en esta poca; pero es preciso convenir que
en especial la escrita en prosa no resiste anlisis crtico: dentro del gnero
llamado "Artculos de costumbres", muy en boga entonces, slo podramos citar
dos o tres producciones que deban ser recordadas, pero ellas dan la impresin de
ser obra de aficionados, cuyos autores hubieran podido dejar obra slida y
realmente literaria si hubieran querido profundizar ms hondamente la veta que
explotaban, como lo hicieron Daz, en La Manuela, e Isaacs, en la Mara, obras
que si bien populares no estn exentas de lunares. Pertenecen a esta poca la
bella oda de Jos Joaqun Ortiz, Los colonos, digna de Quintana, y el canto a
"La Luna", de Fallon, digno de Vigny, que pueden servir de exponente del grado
de perfeccin a que haba llegado la poesa colombiana. Pero ni Ortiz ni Fallon
dejaron por desgracia verdadera obra potica, en el sentido de que hubieran
arrancado a su lira todas las notas de que era ella capaz, al igual de tantos otros
bardos y escritores de genio autntico, a quienes los cuidados e incertidumbres
de la vida, por ser su arte no slo improductivo, sino oneroso, impidieron el
cultivo sostenido de su vocacin. Igual cosa ha acontecido en el dominio de las
bellas artes en general: lo exiguo de nuestro medio y la desproporcin entre
nuestras capacidades y la dura realidad, mata el estmulo para la produccin
artstica. Donde aquel falta, sta se agota y muere.
En efecto, raro es entre nosotros el poeta o el escritor cuya obra literaria, digna
de este nombre, alcance a ms de un volumen. Entre ellos, bien sea porque su
inspiracin fue ms imperiosa o porque pudieron dedicarse sin trabas al cultivo
de la literatura, es preciso de manera especial citar a Pombo, el autor de "Edda",
de "Preludio de Primavera", de "Hora de tinieblas", cuya obra honra una
literatura; a J. M. Marroqun, autor de Blas Gil, de El moro, de "La perrilla,
cuyas novelas pueden compararse con las mejores de autores espaoles; a
Miguel Antonio Caro, el autor de la "Oda a la estatua de Bolvar" y eximio
traductor de Virgilio, quien resiste el parangn con Bello y con Menndez
Pelayo, y a Jos Asuncin Silva, por ltimo, el autor de El libro de versos y
de De sobremesa, quien rompi el primero entre nosotros los moldes de la
antigua mtrica castellana y cuya obra potica ocupa altsimo puesto en la
literatura hispanoamericana.
***
No por trajinar con facturas y letras de cambio, dej Silva de lado el cultivo de
los libros. Movido por temprana e irresistible vocacin, dotado de mltiples
facultades, en la rica biblioteca de su padre hall los maestros que comenzaron a
modelar su inteligencia y a pulir su gusto literario. El dinero, los libros!, he
aqu los dos trminos, en apariencia opuestos, en que l cifr su vida desde que
sali de la infancia hasta la muerte. Durante el da, el trfago y el roce mercantil,
prosaico de suyo aun cuando sus manos manejen frascos de perfume, finas telas
de seda y estatuitas de bronce; durante la noche, la evasin del espritu, el libro
del autor favorito, la pgina blanca en donde verter su pristina inspiracin: as
escribi su primera poesa, "Crislidas":
Coincidi aquel viaje con la merma del capital paterno por causa del papel
moneda de curso forzoso y del empobrecimiento general. Los beneficios
derivados en el negocio, de mercancas, apenas alcanzaban para atender a los
gastos de la familia, de suyo elevados a causa de su posicin social. En estas
circunstancias muri don Ricardo, y quedaron as al cuidado de Jos Asuncin
su madre y sus dos hermanas. Comenz entonces para l nueva vida. Hasta la
ruina definitiva, ocurrida varios aos despus, se dedic a mantener en pie un
edificio vacilante, ocultando a los suyos sus preocupaciones materiales,
cuidando de sostener el tren de su casa en el mismo nivel de hasta aqu pocas
de opulencia. Fueron seguramente, stos para Silva aos de lucha atroz, que
nadie conoci. El arte fue para l entonces carro de luz que lo transportaba,
acompaado de mujeres de leyenda, a sitios prestigiosos y lejanos que ya nunca
habitara. Nace de aqu que su obra literaria sea esencialmente extica e
imaginativa.
***
"Jams figura alguna de virgen, soada por un poeta, Ofelia, Julieta, Virginia,
Graziella, Evangelina, Mara, me ha parecido ms ideal ni ms conmovedora
que la de la maravillosa criatura que nos dej su alma escrita en los dos
volmenes que estn abiertos ahora, sobre mi mesa de trabajo y sobre cuyas
pginas cae, al travs de las cortinas de gasa japonesa que velan los vidrios del
balcn, la difana luz de esta fresca maana de verano parisiense... El amor
que a la Bashkirtseff profesamos algunos de hoy, tiene como causa verdadera e
ntima que ese Diario, en que escribi su vida, es un espejo fiel de nuestras
conciencias y de nuestra sensibilidad exacerbada. Hay frases de aquel Diario
que traducen tan sinceramente mis emociones, mis ambiciones y mis sueos,
mi vida entera, que no habra podido jams encontrar yo mismo frmulas ms
netas para anotar mis impresiones... Feliz t, muerta ideal, que llevaste del
universo una visin intelectual y artstica y a quien el amor por la belleza y el
pudor femenino impidieron que el entusiasmo por la vida y las curiosidades
insaciables se complicaran con sensuales fiebres de goce, con la mrbida
curiosidad del mal y del pecado, con la villana de los clculos y de las
combinaciones que harn venir a las manos y acumularn en el fondo de los
cofres el oro, esa alma de la vida moderna! Feliz t que encerraste en los
lmites de un cuadro la obra de arte soada y diste en un libro la esencia de tu
alma, si se te compara con el fantico tuyo que a los veintisis aos, al escribir
estas lneas, siente dentro de s bullir y hervir millones de contradictorios
impulsos encaminados a un solo fin, el mismo tuyo: poseerlo todo! Feliz t,
admirable Nuestra Seora del Perpetuo Deseo!" 7.
"Es que usted y yo, seora, ms felices que los otros que pusieron sus
esperanzas en el ferrocarril inconcluso, en el ministro incapaz, en la sementera
malograda o en el papel-moneda que pierde de su valor, en todo esto que
interesa a los espritus prcticos, tenemos la llave de oro con que se abre la
puerta de un mundo que muchos no sospechan y que desprecian otros; de un
mundo donde no hay desilusiones ni existe el tiempo; es que usted y yo
preferimos al atravesar el desierto los mirajes del cielo a las movedizas arenas,
donde no se puede construir nada perdurable, en una palabra, es que usted y
yo tenemos la chifladura del arte, como dicen los profanos, y con esa chifladura
moriremos... Los dos hemos escogido en la vida la mejor parte, la parte del
ideal, la parte de Mara, y mientras que Marta prepara el banquete y lava las
nforas nosotros, sentados a los pies del maestro, nos embelesamos oyendo
las parbolas".
Al finalizar el siglo XIX poca diferencia exista entre el Bogot de esa poca y
el Santa Fe del siglo XVII: la misma distancia abrumadora de todo centro
civilizado, propicia para el establecimiento de una rancia dictadura sobre las
conciencias y obstculo a la difusin de la cultura general; las mismas escalas
sociales: arriba, una sociedad refinada, abajo, la gran masa ignara que se mova
como una marea a la voz de los caudillos; el mismo ambiente de convento y de
saln de baile, de cuartel y de academia, de insustancialidad y de aticismo; la
misma censura en las ideas; la misma pobreza mental en la enseanza, y para
repetir la frase de Arguedas "el mismo cansancio de la vida de ciudad pequea
donde ningn hombre es de veras libre". Slo la imaginacin de Wells podra
concebir el trasplantar a Byron, en su integridad squica, a la Ginebra de
Calvino. Cmo concebir a Silva, que haba visitado a Londres y Pars en su
poca ms brillante, cuyo cerebro se haba nutrido en Renan, en Wilde, en
Baudelaire, transportado en la mquina para recorrer el tiempo al SantaF del
virrey Eslava? Y sin embargo, y por inverosmil que parezca, tal fue lo que
aconteci. Ni el comercio de ideas que l mantena con reducido nmero de
amigos, ni el esplendor de nuestra naturaleza, ni la hermosura de nuestras
mujeres, ni la belleza incomparable de nuestras noches, lograron colmar la
ansiedad de su alma atormentada.
De esta suerte, Silva sinti poco a poco que el vaco se haca a su alrededor,
que l era como extranjero en su propia ciudad, ya que nada le interesaba de lo
que constitua el motivo de vivir de sus paisanos. As puede explicarse que el
medio ambiente que no oxid las cuerdas de la lira ni puso puntos trgicos en la
vida de Caros, Ortices, Fallons y Pombos, termin por asfixiar a quien no pudo
asimilarlo. Silva, entonces, se refugi ms que nunca en su mundo interior, en el
afecto de los suyos, en el cultivo de los libros, en una intensa produccin, y tuvo
como amigos, a ms de algunos jvenes poetas y escritores que hicieron luego
la gloria de su generacin, a tres o cuatro muchachos, sin pretensiones literarias
y recin salidos de la universidad, en cuyo nmero me cont.
En nuestra amistad con Silva hubo una parte de sincero afecto personal y otra
de ingenua admiracin por su obra literaria. Nos veamos con frecuencia. Era
hoy en matinal paseo al jardn de San Diego, en donde sentados en un banco, a
la sombra del salvio que le ha sobrevivido, nos recitaba la ltima poesa
retocada en la noche, o disertbamos "sobre lo bueno, lo bello y lo verdadero" a
propsito del ltimo volumen recibido por la Librera Nueva. En otras
ocasiones, al azar de un encuentro callejero, nos daba cita para la noche en su
residencia de la calle 12. Cun lejos se me aparecen ahora, despus de tantos
aos y desde mi retiro de Pars, aquellas deliciosas tenidas! An veo el amplio
cuarto de estudio. Discreta luz, mullida alfombra, un divn de seda roja. Contra
los muros, anaqueles con libros. Al frente, una reproduccin de arte de
la Primavera, de Botticelli. En el centro, el amplio escritorio, sobre el cual se
vean algunos bronces, el bade de tafilete rojo con el monograma en oro del
poeta, revistas extranjeras. Diseminados aqu y all; sillones de cuero, y
gueridones con imponente cantidad de ceniceros, pues quienes all nos
reunamos, a comenzar por el dueo de la casa, ramos fumadores
empedernidos. Despus de media hora de charla, Silva daba comienzo a la
lectura. Previamente se haba graduado la luz de la lmpara y se haba puesto a
nuestro alcance un velador en el cual invariablemente se vean una caja con
cigarrillos egipcios, algunas fuentes con sandwiches, un ventrudo frasco con
vino de Oporto -que debo confesar no era producto Gilbey- y tres copas: Silva
no beba nunca vino ni licor; en cambio, fumaba de manera aterradora.
A las dos, muchas veces a las tres de la madrugada nos retirbamos de casa de
Silva, deslumbrados, sintiendo por l la ms ingenua y sincera admiracin. Silva
lo saba, comparaba nuestro entusiasmo con la frvola o impertinente
indiferencia con que ms de una vez me escuchado, y se mostraba satisfecho de
encontrar en nosotros, estudiantes de veinte aos, auditorio fiel, segn sus
deseos.
En alguna ocasin suger a Silva que escribiera una novela con argumento
netamente bogotano, empleando la tcnica moderna: los Cuentos negros se
desarrollaban, por lo general, en atmsfera extranjera. Qued pensativo, se
acarici la barba, y me dijo:
***
Para penetrar el secreto del alma de Silva, faltar a su bigrafo la llave de oro
que abrira el cofre de su yo ms profundo: unas cartas de amor. Ellas no
existen. Silva no las escribi nunca. No tena quizs a quin escribirlas. El
hablaba con sus amadas ideales, Helosas y Margaritas, Beatrices y Lauras, que
habitaban castillos de leyenda situados ms all de la vida, al travs de sus
versos. Es lstima. Cmo conocer a fondo el alma de Musset, de Chopin, de
Hugo, de Listz, sin las cartas de amor que de ellos nos han quedado? Aquel
precioso documento nos habra descifrado el enigma de su alma torturada, ms
complicada y sutil de lo que pudo sospecharlo don Miguel de Unamuno, docto
rector de la Universidad de Salamanca y mediano prologador de sus versos.
Entre tanto era preciso vivir. Ocurri entonces lo que fatalmente tena que
suceder. Sus ojos se volvieron hacia el gobierno, dispensador omnipotente de
toda vida en pases como el nuestro. Se le ofreci un empleo diplomtico, con
mediano sueldo. Silva sigui a Caracas como secretario de Legacin. Lejos de
m el formular vanas criticas; pero al pensar en lo que sera hoy su obra literaria
si entonces se le hubiera asegurado, come en tantos otros se haca, un poco de
tranquilidad en un medio europeo, vuelven a mi memoria las ms tristes
palabras que puedan pronunciar humanos labios: pudo haber sido! Cierto es
que Silva no era hombre poltico, y pocos prevean entonces que su nombre
habra de dar un da lustre a su patria.
Jos A. Silva".
Sea sta la ocasin de recordar que Silva deseaba para su poesas una de
aquellas ediciones inglesas, en el estilo de las de Walter Patter, ntidas, severas y
elegantes -papel blanco y tinta negra- muy distinta por cierto a la econmica que
conocemos, impresa en Barcelona, y que ni siquiera lleva el ttulo que le diera el
poeta. Hallndome en New York en 1902 ocupado en revisar la segunda edicin
que all se hizo de mi libro Tierras lejanas, quise cumplir con un deber de
amistad para con la memoria de Silva y hacer la edicin de El libro de
versos segn l la deseaba, a cuyo fin me dirig a la seora madre del poeta
dndole cuenta de mi intencin y solicitando se me enviaran los manuscritos. En
carta fechada en Bogot el 24 de mayo de 1902, la seora Gmez de Silva me
dice:
***
Ese era su cadver: fuente ya agotada, arpa para siempre muda, rbol que no
reverdecer cuando llegue la primavera. Todo haba muerto en l? No,
felizmente: quedaban unas pginas en las que haba vertido su pensamiento, lo
mejor de l mismo, que no morira, ya que sus versos, al travs del espacio y del
tiempo, podran despertar una emocin o ser causa de un suspiro.
***
Ni una carta ni una palabra de adis. El arma, un viejo revlver marca Smith
& Wesson, yaca sobre el lecho al alcance de su mano. La bala haba traspasado
el corazn. La muerte fue instantnea. Para ejecutar con facilidad su gesto, se
haba quitado la americana, el chaleco y la camisa y haba vestido su camisa de
dormir, conservando el pantaln, negro a finas rayas blancas, las medias, punz
de seda -de moda entre los dandys de la poca- y los zapatos charolados. En este
traje lo pusimos en el atad. Se ha escrito que Silva se visti de frac para morir.
Quienes tal leyenda divulgan -y muchas han sido las leyendas tejidas al rededor
de su memoria- ignoran la personalidad del poeta, quien gust siempre, y por
sobre todas las cosas, del tacto, de la mesure y de las actitudes discretas.
Largo rato despus de mi llegada, se me comunic que la madre del poeta nos
comisionaba a don Luis Durn Umaa y a m para practicar una visita en la
oficina de Jos Asuncin. Esa oficina, que por su decoracin y mobiliario se
dira la de un empresario de teatro y no la de un industrial, la conocamos bien.
En un cajn del escritorio encontramos una libreta de cheques del Banco de
Bogot. Ansiosamente lo examinamos. El taln del ltimo cheque girado el da
anterior, deca textualmente: "A favor de Guillermo Kalbreyer, florista. Un ramo
de flores para la Chula $ 4.00". La Chula era el nombre de cario que en la casa
se daba a la hermanita menor de Jos Asuncin, hoy la seora doa Julia Silva
de Brigard. Hecho el balance sobre la misma libreta, descubrimos que el saldo
disponible en el banco alcanzaba a pocos centavos. El valor de las flores
obsequiadas a su hermana representaba el capital de Silva en el da de su
muerte! Quin podr escandalizarse ya de las lgrimas que derram el poeta
sobre el cadver de Elvira?
RECUERDOS DE J. A. SILVA k
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WARREN CARRIER
BAUDELAIRE Y SILVA m
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RAFAEL MAYA
MAX GRILLO
PABLO NERUDA
SILVA EN LA SOMBRA s
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EL RECUERDO t
-Amigo mo -decame con extraa sonrisa en los labios -eso no es para usted:
y me sealaba en un ngulo de su cuarto del hotel la flamante hilera de zapatos
que hubiera bastado para veinte pies descalzos. No crea usted que lo que le
ofrezco vale ms que eso, pero yo le ofrezco mis ideas y mis sentimientos. No
puedo vivir sin amigos, y los zapatos me atraen la simpata de muchas personas
excelentes. El brillo de las botas, cralo, es ms importante que el de las ideas.
Unas zapatillas de charol y una pechera blanca, ya tiene usted un hombre
completo, seguro de triunfar en la sociedad. Pero, en fin, ya que la dispepsia y
los nervios hacen de nosotros dos cofrades, hablemos de arte; es necesario saber
aprovechar hasta nuestras enfermedades, fsicas y morales.
Era alto y plido, vesta de negro, la caa en una mano, los guantes en la otra,
la gardenia en el ojal, perfumado con opoponax, brillante el pelo. Un filsofo
engastado en un petimetre. Un Brummell que lea la Imitacin de Cristo, y oa
el consejo que da Zaratustra por boca de Federico Nietzsche.
En los versos quera introducir la rima nueva, el ritmo dislocado que revela y
se adapta a la expresin de los estados de alma ocultos y sutiles. Pero como
posea una slida educacin clsica, saba hacer poemas sonoros, muy sujetos a
la retrica aeja. Para la prosa haca uso de todos los procedimientos, a fin de
hacer el idioma dctil, sugestivo, que tuviera, ora los "verdores de la
descomposicin", ora la fragancia de la juventud.
A lo lejos, las campanas doblaban pidiendo una oracin para los muertos, y en
el patio, sobre el follaje lnguido, una lluvia fina y blanca caa casi sin ruido...
FERNANDO DE LA VEGA
SILVA EN CARTAGENA y
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DONALD F. FOGELQUIST
TOMAS CARRASQUILLA
POR EL POETA ad
Pronto har veintisiete aos que Jos Asuncin Silva se recogi en el asilo de
la muerte por el fuero soberano de su propio cansancio. Tan alto espritu debe de
flotar muy cerca de su patria colombiana: de l se ocupan siempre sus
coterrneos cual si lo sintiesen muy prximo, ah sobre alguna cumbre de los
Andes.
Gamaliel Ben Jacob, que parece ser colombiano y que se muestra muy
iniciado en asuntos literarios y muy competente escritor, le rebaja a Silva un
setenta y cinco por ciento de su cotizacin actual. Prueba, adems, que la,
poesa "Lzaro" es plago de Len Dierx; y lo prueba por trascripcin y cotejo de
ambas piezas.
Y voy a suponer y a inducir, porque tengo antecedentes que acaso no los tenga
Ben Jacob.
Silva era incapaz de una usurpacin de esta ndole; incapaz por su carcter,
por su hidalgo orgullo, por su propio respeto, por la seguridad de sus facultades.
Un gran seor por nacimiento, por aura social, por alteza de alma, mal puede
rebajarse hasta tanto. Y a qu este hurto el ms irrisorio de los hurtos, en un
potentado como Silva? Quien tiene repletas las arcas de su cabeza y de su
pecho, para qu necesita del tesoro ajeno?
A ms de este argumento moral hay otro material de gran peso: las obras de
Silva se editaron despus de su muerte, y sus papeles se tomaron al acaso,
revisados o sin revisar. Tan al acaso, que muchas de sus poesas se perdieron lo
mismo que el manuscrito de su novela Juan Fernndez. No podra haber entre
la balumba alguna traduccin o proyecto de traduccin de la poesa de Dierx?
No podran tomarla los extraos como obra original? S, por el mismo Silva,
que algo tena traducido. Ser esta una explicacin muy arbitraria?
Hay tanta alma en este hombre, y sabe verterla en su rima con tal astucia, con
tal prestigio, con tal verdad, con tanta precisin, que la transmite al lector lo
mismo que en una comunin. El lector y Silva se confunden en un mismo rapto.
En su arte un amao, un hipotismo para poseer otras almas.
Si a muchos no les parece Silva, es porque parten del principio de que el poeta
es solo un msico que ha de producir acordes de mucho comps y cadencias de
mucho afinamiento. No basta esto para ser gran poeta: es preciso el concepto, la
idea, el significado: es preciso el alma. Sin alma no hay arte posible, sea alma
de sabio o de visionario, de asceta o de malvado, de santo o de nio... de lo que
se quiera! La cuestin es alma. Y la de Silva es enorme: ah hay fibra, y clula, y
soplo, y sugestiones para todos. Es tan comprensiva que abarca lo que llaman
potico y prosaico, raro y cotidiano, ideal y concreto; lo que llaman bueno y
malo, moral e inmoral. Hasta con la muerte se las ha, ya mediante los propios
difuntos, ya merced a las estrellas, ya las cosas, ya a las sombras de ultratumba,
en alta noche y en "la estepa solitaria", De Dios no se acuerda. Sera ateo?
Con esta especialidad, que tanto tiene de antiguo como de modernista, nos ha
legado combinaciones, msicas e inventos, no ocurridos acaso en la mtrica
espaola. Que lo diga el "Nocturno" supradicho. Mucho ruido ha metido Rubn
Daro con el minu "Era un aire suave"; pues este aire lo haba forjado mucho
antes Jos Asuncin, y no con princesas Eulalias, ni abates amartelados, ni
vizcondes espadachines. Se lo inspiraron Barba Azul, la Cenicienta, la
Caperucita y otros mitos infantiles, ms universales y evocadores que los
personajes de un Watteau o de la corte de Luis XV.
El lirismo del yo, que algunos explotan con maestra y del que se abusa tan
deplorablemente, slo lo emplea en el "Nocturno" famoso. Es su nica poesa de
forma autobiogrfica, quiz porque as haya acontecido en la realidad. Un ser
como Silva, haciendo de misterios, de visiones cerebrales, de anhelos
entraables, bien puede alucinarse en un instante de aoranzas y lgrimas; hasta
el punto de sentirse abrazado por la sombra de la muerta que llora con el alma;
con Elvira, a quien veneraba con el fanatismo solidario del nombre y del hogar,
con la santidad de la sangre; no como quiere suponerlo la suspicacia absurda del
vulgo miserable. Oh, fraternidad divina; cmo te escupen! Para eso sirve lo
inmaculado!
Silva es un alma extraa, selecta, idealizada. Por un arte casi milagroso sabe
transmitirse. Se me figura que este poeta puede codearse con los mejores en
cualesquiera de los parnasos. Se me figura perdurable, porque en su obra hay
mucha humanidad.
ALFONSO REYES
EL LLANTO DE AMERICA ae
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DONALD McGRADY
JUAN LOVELUCK
HERNANDO TLLEZ
EDUARDO CASTILLO
"DE SOBREMESA" al
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AMADO NERVO
1865 - 1896
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PUBLIO GONZLEZ RODAS
VICTOR M. LONDOO
A JOSE A. SILVA
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GUILLERMO VALENCIA
LEYENDO A SILVA aq
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JULIO FLOREZ
JOSE A. SILVA
Lejos de las paredes ennegrecidas
que guardan el silencio del camposanto,
lejos de las plegarias, lejos del llanto,
se ven las sepulturas de los suicidas.
***
***
***
Y all ests t, dormido. Cuando caste
en la calma suprema, lvido y yerto,
se cuaj entre tus labios fros, de muerto,
una sonrisa amarga, burlona y triste.
J. G. COBO BORDA
a
Prlogo al libro de JOSE A. SILVA, Poesas, Barcelona, Imprenta de Pedro Ortega, MCMVIII.
b
Tambin de Miguel de Unamuno, este ensayo fue publicado en La Nacin, Buenos Aires, 20 de
junio de 1908, e includo luego en el libro Contra esto y aquello.
c
Publicado en El Tiempo, septiembre 20 de 1925.
d
Publicado en El Tiempo, sbado 5 de junio de 1926.
e
Publicado en revista Universidad, nm. 106, noviembre 8 de 1928.
f
Publicado en revista Universidad, nm. 106 noviembre 8 de 1928.
g
Tomado de El modernismo y los poetas modernistas, Madrid, 1929.
h
Tomado del libro La danza de las sombras, Barcelona, 1934.
i
Publicado en Ensayos y conferencias, Bogot, 1937.
j
Lectura hecha en la Sorbona de Pars (Anfiteatro Michelet) en la noche del 23 de mayo de 1934.
k
Publicado en Pan, num, 23, agosto de 1938.
l
Publicado en El Tiempo, junio l. de 1941.
m
Publicado en Revista Iberoamericana, noviembre de 1943.
n
Sbado, 18 de mayo de 1.946, p. 5.
o
Publicado en Revista de Amrica, Vol. VI. 17 y 18, mayo y junio 1948.
p
Publicado en Revista Universidad Nacional de Colombia, abril-mayo-junio 1946.
q
Incluido en Obra completa de J. A. Silva, con esta nota: Reproducimos al frente, de este volumen la
conferencia pronunciada por Rafael Maya, en el Teatro de Coln, de Bogot, al cumplirse
el 50. aniversario de la muerte de Silva". (Ministerio de Educacin Nacional, Ediciones
de la Revista Bolvar, Bogot, 1956).
r
El Tiempo, mayo 24 de 1946.
s
Publicado en el Suplemento Literario de El Tiempo, domingo, 9 de junio de 1946, con esta nota:
Palabras escritas por Pablo Neruda para prologar la conferencia que en el saln de honor
de la Universidad de Chile dict Eduardo Carranza, con ocasin del cincuentenario de la
muerte del gran lrico colombiano Jos Asuncin Silva.
t
Publicado en Revista de Amrica, nm. 18, junio de 1946, con esta nota introductoria "Al recibirse
en Caracas la noticia de la muerte de Silva, Don Pedro Emilio Coll, que haba sido amigo
de Silva, public en El Cojo Ilustrado esta nota:"
u
Silva, El libro de Versos, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogot, 1946. En esta
publicacin viene esta nota: "Las notas que se publican a continuacin fueron escritas por
el maestro Baldomero Sann Cano para el libro Poesas, de Jos Asuncin Silva, que se
public en Paris en 1923".
v
En Cincuentenario de la muerte de J. A. Silva, libro de DANIEL ARIAS ARGAEZ, Registro
Municipal, junio 30 de 1946, ps. 276-284.
w
Publicado en la revista Bolvar, nm. 4, Bogot, octubre de 1951.
x
Conocidos en Bogot la edicin y prlogo del libro de versos de Silva, publicado por la Editorial
Aguilar (primera edicin), Guillermo Valencia escribi, con el seudnimo de "Juan
Lanas", en la revista Popayn, nm. VI, ao II, octubre de 1908, el artculo que se
reproduce en seguida, y que es una refutacin a Unamuno y un anlisis de la obra de
Silva.
y
Publicado en A travs de mi lupa, Bucaramanga, Imprenta del Departamento, 1951.
z
Tomado de la Revista Hispnica Moderna, ao XX, nm. 4, octubre de 1954.
aa
Publicado en Cuadernos Americanos, nm. 1, enero-febrero 1955, Vol. LXXIX, ps. 75-283.
ab
Publicado en Hojas de Cultura, Popular, No. 66, 1956.
ac
La vida cotidiana, Ediciones Mito, 1959.
ad
Escrito en 1923, tomado de Obras completas, Vol. II, Medelln Edit. Bedout, 1963.
ae
Obras completas, t. IV, pg. 327.
af
"Lecturas Dominicales" de El Tiempo, enero 3 de 1965.
ag
Trabajo ledo en la Seccin Hispanoamericana, Midwest Modern Language Association, Illinois
State University, reunida en Bloomington, IlIinois. Publicado en la Revista
Iberoamericana, tomo XXI, No. 59, enero-junto de 1965.
ah
Publicado en "Lecturas Dominicales" de El Tiempo, agosto 29 de 1965.
ai
Tomado del Boletn de Programas de la Radiodifusora Nacional de Colombia, nm. 224, noviembre
de 1965.
aj
El Tiempo, diciembre 11 de 1965.
ak
De Tinta perdida, Ediciones del Ministerio de Educacin Nacional. Bogot, 1965.
al
Tambin de Eduardo Castillo, fue publicado junto con el ensayo anterior en el mismo libro.
am
AMADO NERVO, Obras Completas, T. II, Madrid, Edit. Aguilar, 1967. Escrito en 1909.
an
"Las mscaras" de la Revista Moderna, 1901-1910, Tezontle, Fondo de Cultura Econmica. 1968.
ao
Cuadernos Hispanoamericanos, nm. 268, Madrid, octubre 1972.
ap
Publicado en Poesas completas y algunas prosas, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1977.
aq
Con el titulo de Plumas Ajenas, la primera edicin de Silva, Barcelona, 1908, incluy estos poemas.
1
Silva no tena 35 aos a la hora de su muerte, sino 31, pues naci en 1865 y muri en 1896. N. del E.
2
Este seor Livano o Cuvano desvalija con la mayor soltura el artculo que publiqu sobre Silva
en aquel peridico inolvidable de los Garca Caldern, La Revista de Amrica (Pars,
febrero de 1913), y slo alude a m llamndome "algunos crticos". graciossimo, don
Mamerto o don Roberto. Qu plurales gasta el hombre!
3
Un primo hermano de Silva, Alfredo de Bengoechea lo pinta as: "Causeur exquis, d'un esprit trs
fin, d'une pntration rare, Jos Asuncin Silva mariait une intelectualit souveraine la
male beaute d'un Lucius Verus, dont, a en croire les bustes du Louvre, il avait la parfaite
ressemblance". (Mercure de France, may 1903).
4
Cuando el autor public por primera vez esta captulo sobre Silva en La Revista de Amrica, de los
Garca Caldern (Pars, febrero de 1913), varias personas le escribieron respecto a los
amores de Silva con su hermana Elvira. El primero, don Alfredo de Bengoechea. El
discreto lector juzgue por s.
"Acabo de leer en La Revista de Amrica su hermoso Ensayo sobre Jos Asuncin Silva. Permtame
felicitarle con toda sinceridad. Ha sabido usted situar con perfeccin aquel poeta genial a
quien la suerte persigui hasta despus de muerto. Conoce usted una edicin ms infame
que la de su obra -truncada, adems-? Sueo con leer a este poeta musical en una edicin
de lujo, como las que se publican en Brujas o en Londres, virgen de todo prlogo y de
estpidos comentarios, y con la numeracin que el mismo Silva alcanz a sealarle a sus
poemas, los cuales pensaba publicar con el ttulo de El libro de versos...
"Tal vez insiste ustel demasiado en el cario que le una a su hermana. En realidad, nadie pudiera
decir que all hubiera otra cosa que una admiracin intensa y una profunda ternura por
una hermana tan supremamente bella. Es posible que aquello sucediera. En un ser tan
superior y al margen del comn de los mortales, ni me chocara ni me escandalizara. Pero
si as fue, a nadie le consta.
El eminente crtico de Colombia, Baldomero Sann Cano, desde su residencia de Londres, tambin
me escribi. La carta, de letra del autor y escrita en tinta de copiar, parece haber sido
impresa, antes de enviarla, en el copiador. Dice as:
"Pars .
"Muy apreciado y distinguido amigo: Tareas antipticas y complicadas, tales como la redaccin de
una geografa de Colombia en el curso de cuatro semanas, me han privado del placer de
escribirle. Quera hacerlo para hablarle de su artculo sobre Silva en La Revista de
Amrica, que le con mucho agrado, y del paralelo entre Bolvar y San Martn que le dio
usted al ltimo nmero de Hispania.
"Las rectificaciones que contiene esta ltima pieza son de un valor probatorio irrefragable y la
forma del articulo tiene altos mritos literarios. Haca falta que estas verdades sonaran en
un diapasn que las haga llegar a ciertos odos, un poco aletargados por el retintn del
dinero. Usted se imagin un tiempo que yo tengo prevenciones contra Bolvar, y me lo hizo
creer. Ahora, leyendo su artculo, veo que, dentro de ciertos lmites, mi admiracin es casi
tan vehemente como la suya. Slo que mi manera de expresin carece de las cualidades de
calor y convencimiento que adornan la suya.
"Cuanto al artculo de Silva, slo he sentido que usted hubiera tocado la leyenda de sus amores con
la hermana. El "Nocturno" de donde proviene esa creencia naci de un incidente sencillo.
Silva y su hermana paseaban a menudo, a la luz de la luna, en su casa de campo, por una
vereda alta, de donde la sombra de los dos cuerpos se extenda, hasta desvanecerse en la
planicie sembrada de trigos que quedaba muy abajo del camino. Alguna vez hizo Elvira la
observacin de cmo se extendan y se perdan sus sombras en el llano. A los cinco aos
este incidente se lig en la memoria de Silva con el dolor de la prdida y produjo esa bella
poesa. Los contemporneos no pueden creer que tanto sentimiento pudiera corresponder
tan slo a un afecto fraternal.
"Me dice el amigo Garca Caldern que prepara usted una Coleccin de artculos en que vendr
ste y me invita a que le haga esta indicacin. Ojal le parezca oportuna! Adems, yo fui
amigo de Silva y de su hermana, con confianza ilimitada. Mientras vivieron en el campo
entraba yo a su casa como a la ma, a todas horas. Si hubiera mediado esa pasin, a pesar
de lo corto de mi vida emocional, no creo que me hubiera escapado.
"Debo darle las gracias por la cita que de una frase ma hace en su paralelo, y con mis votos por su
buena ventura, soy siempre su amigo afectsimo.
B. Sann Cano".
Max Grillo, tambin crtico de Colombia, y tambin eminente, escribi asimismo al autor, desde
Bolivia. Su carta (La Paz, 16 de abril de 1913), aunque larga y preciosa, se reduce, en el
punto concreto, a decir cmo Grillo conoci a Elvira Silva, la impresin que le hizo
aquella hermosura, y agrega, romntico: "El poeta, incapaz de los amores vulgares,
admiraba en Elvira la hermosura perfecta, la fineza divina de su alma. No la profanemos
nosotros". Conozcamos por esta carta la primera impresin que Elvira produjo en el
joven bogotano.
"Una noche -era yo estudiante de Filosofa- me llev el poeta a su casa con el propsito leerme
algunos de sus versos. Cuando nos hallbamos cerca de un escritorio donde Silva tena en
estuche valioso el Ismaelillo, poema de Mart, apareci por una puerta lateral Elvira, la
incomparable Elvira. Vesta de blanco, con una sencillez adorable. Era esbelta, con
esbeltez de estatua; de cutis de un moreno lmpido; los ojos de un negro hmedo y
brillante; la cabellera an ms negra y de una suavidad que resaltaba inmediatamente, su
sonrisa pareca de una diosa. El conjunto de las gracias de aquella mujer era insuperable.
Yo creo no haber visto nunca ninguna que trascendiese junto a espiritualidad semejante,
belleza tan completa".
De ese prrafo se desprende que Elvira Silva hizo en Grillo una impresin profunda; pero que no
supo verla: vestido de sencillez adorable; esbeltez de estatua; sonrisa de diosa.
Vaguedades, palabras.
En cuanto a lo esencial del asunto, se limita decir: "La leyenda ha ido ms lejos de lo que debiera
haberse aventurado".
Y cuando piensa uno que va a destruir la leyenda con algn dato preciso, agrega a rengln seguido:
"Le contar cmo conoc yo a Elvira" y hace la descripcin retrica arriba copiada. Es
todo.
5
Los mojigatos adulteradores de la obra pstuma de Silva, han deformado este verso as:
6
Nota de abril de 1934.
7
Mara Bashkirtseff naci en 1860 en la propiedad seorial de Pavronzi, cerca de Pultava (Rusia
meridional), y muri en Pars en 1884.
8
Dirigida a la seora doa Rosa Ponce de Portocarrero, y publicada en La Revista Gris, de Bogot.
9
La seora madre de Silva.
10
Don Pedro Plata Uribe, llamado por sus ntimos Ravachol a causa de sus ideas demoledoras.
11
El doctor Jorge Vargas Surez, entonces estudiante de medicina.
is that the object is detached from all its original functions in order to enter into
the closest conceivable relation to things of the same kind. This relation is the
diametric opposite of any utility, and falls into the peculiar category of
completeness. [This completeness] is a grand attempt to overcome the wholly
irrational character of the objects mere presence at hand through its integration
into a new, expressly devised historical system: the collection (205).
Adicionalmente, podra
aadirse que en el interior artstico (57) decimonnico que discute Watson
los bibelots de origen europeo son, en todo caso, objetos valorados por su rareza
y valor, generalmente pertenecientes a otra poca, y que, por tanto, de alguna
manera son apreciados por su alteridad con respecto a la cultura del presente.
Con esto quiero sugerir que en la tradicin europea, tanto en el tipo de coleccin
caracterstica del interior artstico decimonnico como en la coleccin cientfica
y sistemtica, se establece una diferencia clara entre el sujeto coleccionador,
europeo, y el otro coleccionado. La coleccin en De sobremesa, por el
contrario,problematiza de entrada la separacin entre sujeto (europeo) y objeto
(no europeo), al crear la figura de un coleccionista latinoamericano en el que la
condicin de sujeto entra en crisis. De esta manera Silva transforma y
reinterpreta una prctica cultural de larga trayectoria reinscribindola en un
contexto latinoamericano y asignndole a su protagonista un lugar que en la
tradicin occidental del coleccionismo en realidad no habra tenido.
Independientemente de que se lo propusiera o no, Silva socava la distincin entre
sujeto europeo, dotado de capacidad de accin, y un objeto no europeo pasivo,
pero tambin pone en tela de juicio la coherencia misma del sujeto como tal.
Adicionalmente, la coleccin en la obra de Silva se rehsa a establecer
jerarquas entre lo propio y lo ajeno. Mientras el coleccionista europeo busca
objetos exticos, en la casa de Fernndez se renen objetos provenientes de
diversas culturas, incluida la propia, sin que aparentemente se le d un valor
privilegiado a ninguna de ellas.(10) De la misma manera que en el Taller
moderno hay una vieja armadura espaola y un retablo, en la casa de Fernndez
hay un par de espadas espaolas y una vieja vajilla de plata marcada con las
armas de los Fernndez de Sotomayor (110), objetos que aluden claramente a
una tradicin histrica y cultural propia. En la coleccin de Silva se dan cita lo
propio y lo ajeno, aparentemente sin que se le d una mayor autoridad a ninguno
de los dos elementos, de manera que se desdibuja la escisin entre sujeto
coleccionista y objeto coleccionado.
En De sobremesa el deseo de poseerlo todo, la fogosidad, la sensualidad y la
fuerza de voluntad de Fernndez, los cuales se relacionan directamente con su
actividad como coleccionista, se asocian tambin con algo que se podra describir
como lo latinoamericano. Especficamente, Silva establece un contraste entre
aquellos atributos del personaje que segn el texto son propios de su ancestro
espaol y aquellos otros atavismos que corresponderan a su ancestro americano.
As, Fernndez se describe a s mismo como el producto de dos linajes
encontrados: dentro de mi alma luchan y bregan los instintos encontrados de
dos razas, como los dos gemelos bblicos en el vientre materno (176). Uno de
estos linajes, el paterno, es de origen castellano y se asocia en la novela con lo
catlico, as como con una actitud recogida, monstica y espiritual. Este linaje
espaol no debe confundirse con la imagen de la Europa moderna en el texto,
que se asocia ms con Francia en Inglaterra. (11) El linaje materno del personaje,
la familia Andrade, est ligado en cambio, en la descripcin de Fernndez, a la
tierra americana y a los instintos vitales: es una casta de llaneros, vaqueros
rebeldes y salvajes que lucharon y vencieron a los espaoles en las guerras de
independencia. Fernndez cuenta que el abuelo materno era un jayn potente y
rudo que a los setenta aos tena dos queridas y descuajaba a hachazo los
troncos de las selvas enmaraadas y all en las llanuras de mi tierra cuentan
todava la tenebrosa leyenda de estupros, incendios y asesinatos de los cuatro
Andrade, los salvajes compaeros de Pez en la campaa de los Llanos (177).
Aunque evidentemente la casta llanera a la que se refiere Fernndez es
histricamente mestiza y por lo tanto incluira dentro de s lo espaol, no es este
el punto que Fernndez enfatiza: segn la descripcin que aparece en la novela el
llanero (al igual que el gaucho de Sarmiento) est vinculado al continente
americano, y en la descripcin de Fernndez se opone a lo espaol de manera
tanto en lo poltico como en su temperamento, con en el supuesto predominio de
lo instintivo en su carcter. Podra reprochrsele a Fernndez, con razn, el que
esta visin de lo americano sea incompleta pues deja de lado tanto lo puramente
indgena como lo negro, aunque es justo reconocer que este tipo de
reivindicaciones en la tradicin cultural latinoamericana tuvo que esperar hasta el
siglo XX. Tambin es evidente que al plantear esta dicotoma Fernndez recurre a
una nocin de lo americano como salvaje que repetira el gesto europeo que le
asigna a Amrica el papel de lo no civilizado, actitud que, sin embargo, tiene su
antecedente ms conocido en Sarmiento y es recurrente en la literatura
decimonnica latinoamericana. Sin embargo, a pesar de las innegables
limitaciones de partir de la dicotoma entre civilizado/europeo y
brbaro/latinoamericano, es interesante el que an dentro de dicho esquema
binario Silva invierta el significado de la dicotoma. As, el vigor que se asocia en
la novela con la herencia americana y llanera de Fernndez tiene en el texto
connotaciones positivas, pues se vincula a la sorprendente capacidad del
protagonista de querer poseer todo lo que desea. Por ello, aunque Fernndez
asegura que en su alma compiten estas dos tendencias, resulta evidente que han
triunfado aquellos instintos que el texto identifica con sus ancestros americanos,
de la misma manera que ya antes haban vencido polticamente a los
Dado que la muerte de Helena representa tambin la muerte del ideal puro y
espiritual que ella simboliza, es claro que en Fernndez ha triunfado aquel
aspecto libidinal que se manifiesta en su deseo de coleccionista. Ms an, es
preciso tener en cuenta que Fernndez abandona su proyecto civilizador al final
de la novela, y que incluso se refiere a l en tono de burla. El coleccionismo del
personaje, como muestra suprema de un vigor y de una voluntad ansiosos de
poseerlo todo, estara por tanto conectado a una cierta caracterizacin de lo
latinoamericano, que se asocia entonces con la fuerza desbordante del
protagonista y con esa voluntad de hierro que logra reunir dentro de s la
multiplicidad. De esta forma Silva no slo invierte el lugar que le corresponde a
Amrica dentro de la coleccin europea, sino que desestabiliza su estructura y
sienta un modelo para una identidad compleja y mltiple.
Sin embargo, persiste en esta identidad mltiple la conciencia de una
carencia, la huella de algo que se desea pero que permanece inalcanzable, como
si la figura de Helena continuara ejerciendo su poder espectral, hacindose
patente a travs de su ausencia. Al final de su diario Fernndez exclama:
Muerta t, Helena?... No, t no puedes morir. Tal vez no hayas existido nunca y
seas slo un sueo luminoso de mi espritu; pero es un sueo ms real que eso
que los hombres llaman la Realidad (242). Con ello se revela que la posibilidad
de alcanzar todo lo que ella representa, o dicho de otra forma, aquel deseo de
alcanzar una sensacin de totalidad y de plenitud, quedan siempre pospuestos. El
deseo de poseerlo todo sobre el cual se fundamenta el coleccionismo en De
sobremesa, es, por un lado, muestra de vigor y de voluntad o deseo de poder,
pero, por el otro, apunta tambin a una carencia, pues semejante deseo debe por
fuerza permanecer insatisfecho. Por ello la personalidad proteica y mltiple de
Fernndez y las identidades culturales, literarias y personales que se
fundamentan en el acto de coleccionar entendido como el deseo de poseerlo todo
deben permanecer, como muestra la novela, en perpetuo movimiento, en la
bsqueda incansable de una totalidad deseada pero que a la vez se comprende
como imposible.
Notas
Obras Citadas