El Espíritu Santo y Su Misión en La Economía de La Revelación - Alonso
El Espíritu Santo y Su Misión en La Economía de La Revelación - Alonso
El Espíritu Santo y Su Misión en La Economía de La Revelación - Alonso
TEOLOGA
Materia: Pneumatologa
INTRODUCCIN
El objeto primario de la Teologa Fundamental es la revelacin acogida en la fe; y de un
modo general, podemos afirmar que, en la concepcin cristiana, la revelacin es
autorrevelacin de Dios, en el sentido de auto- comunicacin y automanifestacin personal
de Dios al hombre.
Muchas veces y en muchas maneras habl Dios en otro tiempo a nuestros padres
por ministerio de los profetas; ltimamente, en estos das, nos habl por su Hijo (Heb 1,1).
Dios ha salido de su misterio, se ha dirigido al hombre y le ha revelado los secretos de su
vida personal; le ha manifestado su designio inaudito de una alianza con el hombre con vistas
a una participacin de vida. La revelacin o la palabra que Dios dirige a la humanidad es la
primera realidad cristiana: el primer hecho, el primer misterio, la primera categora. Toda la
economa de la salvacin, en el orden del conocimiento, descansa en este misterio de la
automanifestacin de Dios en una confidencia de amor.
La relacin entre revelacin y persona del Espritu Santo, incluye dos grandes mbitos: por
una parte su relacin con la revelacin que el Padre ha llevado a la plenitud en el Hijo, de la
cual el Espritu Santo es el testimonio privilegiado. Por el otro lado, su relacin con la Iglesia,
fruto y conjunto que custodia la palabra. La accin del Espritu Santo como actualizacin del
don de la palabra y de la obra de Cristo se relaciona directamente con la Iglesia. La
profundizacin del misterio cristiano, la inspiracin de la Escritura, su comprensin viva en
la tradicin, la autoridad de la enseanza apostlica, la santidad de los discpulos, son
resultado de la accin del Espritu enviado por Cristo. Es en el Espritu Santo como se articula
el tiempo de la revelacin y el tiempo de la Iglesia.
3
Con todo, el concilio ayuda a captar la obra reveladora del Espritu mediante las dos
categoras de la universalizacin y de la interiorizacin. Lo que ha sido predicado una vez
por el Seor, o lo que en l se ha obrado para salvacin del gnero humano, debe ser
proclamado y difundido hasta los ltimos confines de la tierra (Hch 1, 8), comenzando por
Jerusaln, de suerte que lo que una vez se obr por todos en orden a la salvacin alcance su
efecto en todos en el curso de los tiempo (AG 3). Efectivamente, si es el Hijo el que se
encarna en la historia, el Espritu es el que abre la historia a la escatologa, haciendo de Cristo
el ser escatolgico, el ltimo Adn. As, por obra del Espritu, el acontecimiento nico de
1
Cfr. LATOURELLE Ren, Teologa de la Revelacin, Ed. Sgueme, Salamanca 1967, p.388.
2
Cfr. Ibd., p.112.
4
As los dos brazos amorosos del Padre, Cristo y el Espritu Santo, actan
conjuntamente, pero sin confundirse: el uno expresando y el otro imprimiendo, el uno como
palabra y el otro como soplo que acompaa y lo introduce en el corazn de los creyentes:
Nadie puede acoger la predicacin evanglica sin la iluminacin del Espritu Santo, que
da a todos la dulzura para consentir y creer en la verdad (DS 3010). Y el Vaticano II
completa: Y para que la inteligencia de la revelacin sea ms profunda, el mismo Espritu
Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones (DV 5).
3
Cfr. Ibd., p.236.
4
Cfr. Ibd., p.242.
5
5
GONZALES DE CARDEDAL Olegario, Cristologa Fundamental, BAC, Madrid 2001, p. 41
6
Los Apstoles son el eslabn esencial entre Cristo y la Iglesia de todos los tiempos,
y su predicacin constituye la norma de la fe para los creyentes 6. La revelacin cristiana
implica la obra redentora de Cristo y a la vez el testimonio que dan de Cristo unos hombres
que han sido sus testigos. Los apstoles, que han seguido a Cristo a todas partes, que
comieron y bebieron con l despus de resucitado de entre los muertos (Hch 10,41), sern
sus testigos en el mundo entero (Cfr. Hch 1,8). Lucas les llama testigos oculares y ministros
de la palabra (Le 1,2). Dar testimonio es, pues, la funcin propia de los que han visto y
odo a Cristo, de los que han vivido en intimidad con l y tienen una experiencia directa y
viviente de su persona, de su doctrina y de su obra. Experiencia necesaria, ya que Cristo no
escribi ningn libro, sino que confi su palabra viva a los apstoles7.
Por ello, nicamente los que han visto y escuchado a Cristo en su ministerio terreno, a quienes
el mismo Cristo ha preparado durante largo tiempo, pueden dar testimonio de lo que dijo e
hizo. En este sentido se puede afirmar que la Iglesia est fundada sobre la obra de Cristo y
sobre el testimonio de los Apstoles. Ellos son fundamento de la Iglesia y testigos de
Jesucristo en un sentido nico porque: 1) han sido elegidos por Dios; 2) han convivido con
Cristo siendo testigos de su vida pblica y despus de la resurreccin; y 3) han recibido la
misin8.
6
Cfr. IZQUIERDO Csar, Teologa Fundamental, EUNSA, Navarra 2002, p. 106.
7
Cfr. LATOURELLE Ren, Teologa de la Revelacin, op. cit., p. 55.
8
Cfr. IZQUIERDO Csar, Teologa Fundamental, op. cit., p. 109.
7
Despus de referirse a lo que los Apstoles haban recibido de Cristo, Dei Verbum
aade: o haban aprendido por inspiracin del Espritu Santo (DV 7). Hay, por tanto, aqu
una enseanza sobre la fuente pneumatolgica de la revelacin recibida. Esto era lo
prometido por el Seor: El Parclito (... ) os ensear todo esto y os recordar cuanto os
he dicho (Jn 14, 26). Entre la accin de Cristo y la del Espritu Santo hay una estrecha unin.
No olvidemos que el Espritu no desarrolla una actividad anrquica, sino que su accin, que
va en la lnea de una mayor inteligencia del misterio de Cristo, forma parte de la misma
revelacin. Cuando venga aquel, el Espritu de la verdad, os guiar hacia toda la verdad,
pues no hablar por s mismo, sino que dir todo lo que oiga y os anunciar lo que ha de
venir. El me glorificar porque recibir de lo mo y os lo anunciar (Jn 16, 12-14).
Y Lucas lo confirma, al decir que los apstoles dan testimonio con el poder del Espritu:
Pero recibiris la virtud del Espritu Santo, que descender sobre vosotros, y seris mis
testigos... (Hech 1, 8); es decir, el Espritu, ensendolos y fortificndolos, les conceder el
dar testimonio de Jess9. Tal es realmente, segn los Hechos, la accin del Espritu:
9
Cfr. LATOURELLE Ren, Teologa de la Revelacin, op. cit., p. 56.
8
En cuanto testimonio de los Apstoles elegidos por Dios como testigos de Jess y enviados
a predicar, es un ministerio llamado a terminar con su desaparicin de la escena de la historia.
Pero si la funcin de los Apstoles, en cuanto tales, concluye con ellos mismos, no sucede lo
mismo con la misin de predicar el Evangelio, que se dirige y se proyecta constantemente
hacia adelante. El Evangelio no es slo para un grupo limitado en el tiempo o en el espacio,
sino para todas las gentes, de todos los tiempos: Dios dispuso que lo que haba revelado
para la salvacin de todas las gentes, se conservara ntegro y fuera transmitido a todas las
generaciones (DV 7). Ese doble servicio de conservar y transmitir el Evangelio lo realiza
la Iglesia, que es la depositara y transmisora de la revelacin.
La revelacin termin con Cristo y los apstoles, sus testigos. Dios no nos dirige ya
otra palabra, sino que contina dirigindonos la palabra que pronunci una vez para siempre.
Porque la Iglesia, nacida de la palabra de Cristo, la conserva, la medita sin cesar, la relee, la
explica a los hombres de todos los tiempos. Relaciones mltiples y vitales existen entre
Iglesia y revelacin, entre Iglesia y palabra. La Iglesia depende de la palabra, y sta de la
Iglesia. La Iglesia, antes de ser comunidad eucarstica y bautismal, debe ser comunidad
evanglica, es decir convocada por la palabra. Los Hechos de los Apstoles nos muestran la
primitiva comunidad cristiana creada y alimentada por la palabra. Por la predicacin de Pedro
nace la comunidad de Jerusaln que acoge la palabra y se bautiza (Hech 2, 41-42)10. La
palabra convoca y engendra la Iglesia, pero no sola, sino con el Espritu. Desde Pentecosts
hasta la parusa, la palabra y el Espritu edifican inseparablemente el cuerpo de Cristo.
10
Cfr. Ibd., p. 506.
11
Cfr. IZQUIERDO Csar, Teologa Fundamental, op. cit., p. 120.
10
La Iglesia que recibe la revelacin no es una mera comunidad de creyentes, sino una
realidad animada por el Espritu Santo. As lo expresa la descripcin de la Iglesia como
communio fidei et sacramentorum. La communio no es el resultado de una mera
coincidencia o acuerdo de hecho en lo que se considera de fe, sino que es don del Espritu
Santo, don fundamental presente ya como gracia en el mismo origen12. Afirma el
Eclesilogo: Es preciso estar en el cuerpo de Cristo para tener el Espritu de Cristo y, por
otra parte, que se tiene el Espritu de Cristo, que se vive verdaderamente de l, cuando se
est en el Cuerpo de Cristo. El Espritu acta para hacer entrar en el cuerpo, pero es dado
al cuerpo y en ste se recibe el don13. Y ms adelante concluye que la Iglesia es una
comunin, una fraternidad de personas. Por consiguiente, en ella se unirn un principio
personal y un principio de unidad. La armonizacin de ambos es obra del Espritu Santo14.
12
Cfr. Ibd., p. 124.
13
CONGAR Yves, El Espritu Santo, Ed Herder, Barcelona 1991, p. 112.
14
Cfr. dem.
15
Cfr. IZQUIERDO Csar, Teologa Fundamental, op. cit., p. 124.
16
Cfr. LATOURELLE Ren, Teologa de la Revelacin, op. cit., p. 511.
11
de los Apstoles que tienen la misin de ensear y dirigir al pueblo. Sentido sobrenatural de
la fe y magisterio son realidades mutuamente implicadas, no slo en su ejercicio concreto,
sino por la fuente de la que ambos se alimentan, que es el Espritu Santo17.
Con ese sentido de la fe que el Espritu Santo mueve y sostiene, el Pueblo de Dios bajo la
direccin del magisterio, al que sigue fidelimamente, recibe no ya la palabra de los hombres,
sino la verdadera palabra de Dios; se adhiere indefectiblemente a la fe dada de una vez para
siempre a los santos (cfr. Jud 3); penetra profundamente con rectitud de juicio y la aplica
ms ntegramente en la vida (LG 12)
El sensus fidei es una cualidad del alma del sujeto al que la gracia fe, caridad,
dones del Espritu Santo confiere una capacidad de percibir la verdad y de discernir lo que
se opone a ella. El sentido de la fe del sujeto (sensus fidei) adquiere su importancia de medio
de transmisin de la revelacin en cuanto sensus fidelium, es decir, como sentido
sobrenatural de la fe de todo el pueblo de Dios (LG 12). Este es el que es captado
objetivamente, en cuanto expresin de la communio fidei18.
17
Cfr. Cfr. IZQUIERDO Csar, Teologa Fundamental, op. cit., p. 125.
18
Cfr. Ibd., p. 126.
12
19
Cfr. Ibd., p. 128.
13
CONCLUSIN
Empeada en dar respuesta a todos los que piden razn de la esperanza que hay en los
cristianos (cfr. 1 Pe 3, 15), la Teologa Fundamental no pude limitarse a verificar las huellas
de la intervencin de Dios en la historia de Jess de Nazaret, sino que, consiente de sus
responsabilidades frente al mundo, se hace cargo de los interrogantes de cuantos piden ver
los signos de la presencia del Espritu de Cristo. Con lo expuesto, podemos comprender que
la Revelacin por medio de la Palabra tiene una articulacin trinitaria. Ella fue pronunciada
en el misterio del silencio del Padre, revelada al mundo por el Hijo y en l, y hecha presente
en la historia e interiorizada por el don del Espritu. As, el Espritu Santo que en la vida
trinitaria inmanente, procede del Padre y del Hijo, en la economa histrica de la misin del
Hijo, es protagonista del don de la encarnacin, que se realiza tambin por medio suyo, fuente
y razn de cada don divino en el orden de la creacin.
BIBLIOGRAFA