Cartas Desde La Carcel PDF
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Diseo de la coleccin
Kael Abello
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Yo creo que muy pocos de ustedes, mis jvenes y queridos lectores, frente al mundo
encantado de las fbulas, se preocupan por aprender y recordar el nombre de aquellos
que han creado ese mundo, ora sobre las alas abigarradas de la fantasa, ora a travs de una
experiencia directa o una pena humana.
Sin embargo, todas las criaturas, los personajes, los animales que ustedes han cono-
cido en las pginas de los libros, y que desde el instante feliz del primer encuentro viven
en ustedes y para ustedes, codo a codo, como buenos y fieles amigos; estas criaturas,
deca, personajes y animales, hechos de palabras y aire, que pueden llamarse Pinocho o
Pabilo, Puck o Caperucita roja, Rip o Pulgarcito, Blancanieves o el pequeo Tuck,
Robinson o Kotick, la foca blanca, todos poseen un pap que es, de cierta forma, como
el de ustedes; y que, como el de ustedes, es muy bueno y valiente porque, adems, ha tra-
bajado mucho escribiendo libros e inventando fbulas y cuentos para que ustedes,
soando y divirtindose, aprendan a ser cada vez ms buenos y generosos.
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Ahora bien, mis queridos lectores, el que escribi el cuento del rbol de los
erizos, o el otro tan pattico de los dos gorriones, o las dulces y conmovidas cartas
de Delio y Julin, el que se entretuvo razonando con genuino candor sobre elefan-
tes y ranas, o describiendo pequeas aventuras y pescas y caceras de su lejana
infancia, este pap que ustedes hoy tienen la suerte de conocer, merece ms que
cualquier otro que se lo recuerde, y no solamente por las pginas que escribi, sin
saberlo, para ustedes, sino ms an por su vida, por la manera en que vivi y por
lo mucho que sufri.
Pese a todo, tambin para el pequeo Antonio ese fue un tiempo lleno de
sueos; pero tal vez estos no fueron tan alegres como siempre son los sueos del
que lleva en sus hombros la leve carga de sus pocos aos y tiene ante s toda una
vida por recorrer y conquistar. En aquellos tiempos, su alegra infantil, que es
como una flor maravillosa que brota y se abre, no pudo ser plena y triunfante, ni
tampoco pudo alimentar su nimo y teir de despreocupacin el horizonte de sus
jornadas. Por eso fue un nio poco feliz y ya pensativo.
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Naturalmente, al igual que todos ustedes, Antonio iba a la escuela. Para ir a clase
recorra kilmetros y kilmetros, con su maletn debajo del brazo, bajo la lluvia o el sol.
En la escuela, Antonio fue buen alumno: era el ms pequeo, y era el mejor. Cuando
poda ayudaba a sus compaeros, y lo haca porque tena un gran corazn y una
bondad mayor todava: casi dira, una bondad ms grande que l.
Desde entonces, Antonio se apasionaba por el estudio. Devoraba todos los libros
que encontraba en la casa, y tena curiosidad por todo. Y si quera comprender los
libros, con igual y consecuente fervor quera comprender los rboles, las flores, los ani-
males, toda la naturaleza, el universo. Posea jaulas y pajaritos, buscaba debajo de las
piedras lagartos y lagartijas, conoca el nombre de todos los animalitos y de todas las
plantas. Por eso adoraba el campo, que le pareca hermoso como una fbula, un gran
libro por leer.
As pas Antonio sus primeros aos, entre la casa y la escuela, entre el estudio de
los libros y el estudio de lo que sus ojos vean en la tierra. La realidad de las cosas era,
ya desde entonces, el centro principal de su viva curiosidad.
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don su Cerdea, sus montes cubiertos de bosques, sus valles de verdes pastos, las spe-
ras rocas de Gallura, el dulce comps de los cntigos de Montanaru, las pintorescas
monodias de los cantadori. Y desembarc en Italia. La travesa desde Porto Torres
hasta Gnova fue, para su joven mirada, igual a la de los antiguos argonautas.
En cuanto lleg a Gnova, se puso a andar por la ciudad, se detuvo entre los asti-
lleros del puerto, escuch las charlas de los calafates y de los marinos, fueran ellos jve-
nes grumetes o viejos hombres de mar. Comenz a vivir ms intensamente. Comenz
a sentir el latido de la vida en el pulso de los hombres frente al mar, a lo largo de los
muelles, donde ms intensos eran los trficos y ms dura la labor de los trabajadores,
frente a ese mar que haba visto a Garibaldi1 salir con los Mil y a Manzini 2 empren-
der el camino del exilio.
En aquellos tiempos Turn era, por excelencia, la ciudad del trabajo, de las
luchas de los trabajadores. Y Gramsci ya no era el pequeo Antonio, que amaba
descubrir los erizos bajo el manzano del jardn. Haba crecido, era un hombre.
Aquel contacto, cada vez ms amplio, cada vez ms vivo, con la gente trabajadora,
haba hecho ms agudos y sensibles los dones de su naturaleza, ms abierto el hori-
zonte de su bondad, ms vivaz la fuerza de sus efectos y sentimientos, ms impe-
riosa la necesidad de que las ideas crearan una realidad. Esta necesidad era
justamente la que lo arrastraba a hablar con todos y a interesarse en todo.
1 Jos Garibaldi, patriota italiano (1807-1882), que combati en el Uruguay de 1836 a 1846, y
ms tarde en Italia, a favor de la unificacin de su patria, contra Austria, contra el reino de Npoles
(expedicin de los Mil) y contra el papado. Durante la guerra franco-prusiana de 1870 a 1871 entr
al servicio de Francia. (N. del E.)
2 Giuseppe Mazzini, patriota italiano (1805-1872) que, fundador de una sociedad secreta, La
Joven Italia, no dej de conspirar tanto en Italia como en Suiza o Inglaterra. (N. del E.)
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Para conocerlo de verdad todo, para conocer la verdad de los hombres, sus
sentimientos, sus sufrimientos, sus alegras, sus sueos, sus esperanzas, vivi horas
entre los obreros, los esper a la salida de las fbricas, conoci el mundo de sus
almas y el fondo de sus pensamientos. En aquellos tiempos, despus de una larga
guerra que, junto con la gloria, haba dejado lutos y miserias al pueblo italiano, los
obreros de Turn haban tenido que defender tras las barricadas el pan en que esos
das haba llegado a escasear; Gramsci se encontr as, naturalmente, en el centro
de la lucha, la aliment con toda la fuerza de su ejemplo y el ardor de sus palabras.
Los obreros reconocieron en l a un maestro y un jefe, y quisieron que encabezara
sus organizaciones. Ms tarde lo eligieron representante en el Parlamento.
Tena predileccin por los pjaros; y una de sus metas preferidas, en Turn, cuando
pasaba por los portales, era la vidriera de una tiendecita de madera donde se vendan
pjaros, frente al hotel Europa. All lo ms extraordinarios ejemplares de animales
embalsamados se alternaban con pjaros vivos, en pajareras que reciban la luz del
sol por el lado de la Piazza Castellano. No puedo olvidar aquellos ojos de Gramsci,
llenos de dulces fantasas, cuando miraba los animalitos vivos y muertos.
Despus de Turn e Italia, Gramsci conoci tambin otras tierras, otros pue-
blos, otras naciones. Estuvo en Alemania, Francia, Rusia. All se cas con Julia, la
buena, fiel compaera de su vida, y all vio nacer a Delio, su primer hijo. Pero al
segundo, Julin, no lo vio nunca, porque siempre estaba lejos y nunca pudo
besarlo, nunca pudo ser el pap de sus hijos. Las fotos eran la nica realidad que
los haca crecer ante sus ojos.
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Querida Julia:
He pasado muy malos ratos, me he sentido muchas veces dbil, casi extenuado, pero
nunca he cedido ante la debilidad fsica y, hasta donde es posible afirmar estas cosas,
no creo que ceder de ahora en adelante. Sin embargo, puedo ayudarme poco.
Mientras ms me doy cuenta de que tengo que enfrentar malos momentos, de que
las dificultades son cada vez mayores, ms inflexible me siento y pongo en tensin
todas mis fuerzas volitivas. A veces hago una resea de todos estos aos transcurri-
dos, pienso en el pasado y me parece que si hace seis aos me hubiese figurado que
tendra que atravesar todo lo que he atravesado, no lo hubiera credo posible,
hubiera pensado que quedara destruido en cualquier momento. Precisamente hace
seis aos pas adivina por Rivisodoli, en los Abruzos, que algunas veces t has
recordado porque estuviste all unas vacaciones de verano. Pas por ese lugar ence-
rrado en un vagn de metal que haba permanecido toda la noche debajo de la nieve,
y yo no tena abrigo ni pulver de lana y ni siquiera poda moverme porque haba
que estar sentado por falta de espacio. Temblaba como si tuviera fiebre, tiritaba y me
pareca que nunca llegara al trmino de ese viaje porque el corazn se me helara.
Sin embargo, han transcurrido seis aos desde entonces y he logrado quitarme de
encima aquel fro de nevera, y si algunas veces vuelvo a sentir aquellos escalofros
(que se me han quedado algo en los huesos), me echo a rer recordando lo que pen-
saba entonces, y todo esto me parece pueril.
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As, en la soledad de la crcel, sigui amando igual que antes a los hom-
bres y a los animales, sigui encantndose al igual que antes con el vuelo del
gorrin, sigui interesndose al igual que antes en la existencia ntima de sus
hijos y de los hombres, da tras da, hora tras hora, como si cualquier separa-
cin entre l y el mundo exterior estuviera abolida. Y este, precisamente, es el
gran milagro de Gramsci.
Por esta razn, sus Cartas desde la crcel no pertenecen slo a sus amigos y dis-
cpulos, sino a todos aquellos hombres, de cultura y no, que saben comprender
que las enseanzas humanas y morales de la vida de Gramsci ayudan a formar una
patria comn, ideal y civil, ligada a una tradicin que lleva el nombre de
Settembrini o Giannone o Confalonieri.
Por ello, es justo cerrar, jvenes lectores, con las palabras de un ilustre fil-
sofo, Benedetto Croce, quien afirm que estas cartas pertenecen tambin a aque-
llos que integran otros partidos opuestos, por la admiracin y el efecto que
muestran por todos los que mantuvieron alta dignidad del hombre.
Ahora bien, si hubo un hombre que expres y defendi esta dignidad con
toda la energa de su nimo, ese fue Antonio Gramsci.
GIUSEPPE RAVEGNANI
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Cartas
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Carta I
AVENTURA NAVIDEA
Queridsima Tania:
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Te abrazo tiernamente,
Antonio
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Carta II
Querida Tania:
Ya el ao nuevo empez.
Habra que hacer programas de vida nueva, de acuerdo con la costumbre; pero,
por mucho que haya pensado, no he logrado todava combinar ningn programa. Esta
ha sido siempre una gran dificultad en mi vida, ya desde los primeros aos de activi-
dad razonadora.
En la escuela primaria, todos los aos en este perodo nos asignaban como tema
de composicin: Qu hars cuando seas grande? Problema arduo, que la primera
vez resolv a los ocho aos, eligiendo el oficio de carretero. Encontraba que el carretero
una todas las caractersticas de lo til y de lo placentero: daba chasquidos con el ltigo
y guiaba los caballos, pero al propio tiempo realizaba un trabajo que ennoblece al
hombre y le procura su pan de todos los das.
Tambin me mantuve fiel a este modelo al ao siguiente, pero por razones que
llamara extrnsecas. De haber sido sincero, hubiera afirmado que mi mayor aspiracin
era la de llegar a ser ujier del juzgado. Por qu? Porque ese ao haba llegado a mi
pueblo como ujier de juzgado, un seor anciano que posea un simptico perrito
negro, siempre muy arregladito: lacito rojo en la cola, gualdrapa en el lomo, collar bar-
nizado, arreos de caballo en la cabeza.
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Te abrazo,
Antonio
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Carta III
Querida Tania:
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Antonio
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Carta IV
EL RATN Y LA MONTAA
Querida Julia:
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( Le sigue la CARTA V, que elimino por ser una disquisicin sobre palabras dialectales de Cerdea que
no tienen traduccin. No es una carta al hijo, sino a la cuada, es decir, entre adultos). (N. del T.)
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Carta VI
CAZA DE RANAS
Querida Julia:
Te abrazo tiernamente,
Antonio
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Carta VII
Querido Delio:
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Carta VII
vez mayor, con sacudidas bruscas, y muchas otras manzanas cayeron al suelo.
Despus de ponerlas junto a las dems, todos los erizos, grandes y pequeos, se
encogieron con sus pas erizadas y se tendieron encima de la frutas, que quedaban
as enganchadas: haba quien tena pocas manzanas ensartadas (los ericitos) pero,
el padre y la madre haban logrado enganchar siete u ocho manzanas cada uno.
Cuando se iban ya camino de su cueva, salimos del escondite, cogimos los
erizos en un saco y nos lo llevamos a la casa.
Yo me qued con el padre y dos ericitos, y los tuve durante muchos meses,
libres, en el patio; cazaban a todos los animalitos: cucarachas, abejorros, etc., y
coman frutas y ensaladas. Las hojas frescas les gustaban mucho y as pude domes-
ticarlos algo; ya no se escondan cuando vean a la gente, pero le tenan mucho
miedo a los perros. Yo me diverta llevando al patio pequeas serpientes vivas,
para ver como los erizos les daban caza. En cuanto el erizo se daba cuenta de la ser-
piente, saltaba rpido en sus cuatro paticas y atacaba con mucha valenta. La ser-
piente levantaba la cabeza, con la lengua afuera, y silbaba; el erizo emita un ligero
sonido, agarraba la serpiente con sus manos, la morda en la nuca y luego se la
coma pedazo a pedazo. Estos erizos un da desaparecieron: seguramente que
alguien se los cogi para comrselos.
Te escribir otra vez sobre el baile de las liebres, el pjaro tejedor y el oso; y
sobre otros animales, te quiero contar otras cosas que vi y o cuando era mucha-
cho: el cuento del potrico, de la zorra y del caballo que slo tena cola los das de
fiesta, etc. Me parece que ya conoces la historia de Kim, los cuentos de la selva y
sobre todo de la foca blanca y de Rikki-Tikki-Tawi.
Te beso,
Antonio
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Carta VIII
LA ZORRA Y EL POTRICO
Querido Delio:
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Carta VIII
des y algunos rboles frutales; tenamos que recoger las bellotas para drselas de comer
a un puerquito.
El campo no estaba lejos del pueblo, pero el lugar era desierto y haba que bajar
hasta un valle.
Acabbamos de entrar en el campo cuando, bajo un rbol, vimos, tranqui-
lamente sentada, una zorra grande, con su linda cola levantada como una ban-
dera. No se asust en lo absoluto; nos mostr los dientes, pero pareca rerse
ms que amenazar. A nosotros nos enfureci el que la zorra no tuviera miedo;
ni pizca de miedo tena. Le tiramos piedras, pero ella se desplazaba y luego
volva a mirarnos, socarrona y astuta. Nos echbamos unos palos al hombro y
gritbamos todos juntos: bum!, como si fuera un disparo, pero la zorra nos
segua mostrando los dientes sin molestarse mucho. De pronto, se oy un tiro
de verdad, disparado por alguien all cerca. Entonces la zorra dio un gran salto
y huy rpidamente. Todava me parece que la estoy viendo, amarilla, correr
como un rayo por encima de una tapia, siempre con la cola levantada, hasta
desaparecer en un matorral.
Querido Delio, cuntame ahora algo de tus viajes y las novedades que viste.
Te beso,
Antonio
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Carta IX
EL CIGARRO EN LA CHIMENEA
Querido Delio:
S. He pensado que a lo mejor t no conoces las lagartijas: son una especie de cocodrilos que se
quedan siempre chiquiticos.
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Carta X
Antonio
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Carta XI
Querido Julin:
Te abrazo,
Antonio
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Carta XII
LEONES Y CUENTOS
Querido Delio:
Recib tu carta del 28 de marzo con las noticias sobre los pececitos, la rosa, las
primaveras, los osos y los leones. Pero, qu leones viste? Leones africanos o del
Turkestn? Tenan melena, o el pelo del cuello liso? Y los osos, eran iguales a los
que viste en Roma?
No me dices si recibiste el libro de Pinocho y si las aventuras del clebre
mueco le han gustado a Julin. Leste el cuento de la foca blanca, de la mangosta
Rikki-Tikki-Tawi, y del nio Mowgli criado por los lobos?... En 1922, en una
librera del Estado, se estaba preparando una edicin muy linda, con dibujos ori-
ginales que tuve la oportunidad de ver cuando los obreros litgrafos los traslada-
ban a la piedra. Pregntale a mam y a Tania si todava se puede encontrar esa
edicin; si no, te enviar el libro en italiano o en francs.
Antonio
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Carta XIII
EL JUEGO DE DAMAS
Querido Delio:
Te beso,
Antonio
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Carta XIV
UN PERRITO DE LECHE
Querido Julin:
Te abrazo,
Antonio
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Carta XV
EL ABAT-JOUR1
Querido Julin:
Te besa tu pap,
Antonio
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Carta XVI
ESTUDIAR ES DIFCIL
Querido Julin:
Te abrazo,
Antonio
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Carta XVII
EL REGALO DE PAP
Querido Julin:
Te beso,
Antonio
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Carta XVIII
ESTUDIAR BIEN
Querido Julin:
Te quiero mucho,
Antonio
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Carta XIX
Querido Julin:
Te abrazo,
Antonio
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Carta XX
UN ANIMAL RARO
Querido Julin:
Tus dibujos me gustaron porque son tuyos. Son tambin muy originales y
creo que la naturaleza nunca haya inventado cosas tan asombrosas.
El cuarto dibujo es la representacin de un animal extraordinario; no puede
ser una cucaracha porque es demasiado grande y slo tiene en movimiento cuatro
largas patas como la de los grandes cuadrpedos, pero tampoco es un caballo
porque no posee orejas visibles.
(Tambin en el primer animal que dibujaste no se ven las orejas, y adems
uno de los hombres est sin orejas).
Podra ser un len domesticado o... transparente; transparente porque se ven
las dos piernas del jinete.
Me gusta el hecho de que tus hombres puedan caminar de puntillas en los
lugares ms difciles: sobre la rama de un rbol y en la cabeza de los animales (tal
vez por eso el animal ha perdido las orejas...)
Querido Julin, te molesta que yo me divirtiera con tus dibujos? Me gustan de
verdad tal cual son; pero tienes que enviarme dibujos no hechos de prisa, sino de los
que pintas para la escuela.
Antonio
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Carta XXI
BARBABUCCO
Querido Julin:
Recib con mucho entusiasmo tus nuevos dibujos: se ve que ests alegre, de modo
que creo que ests bien de salud. Pero dime: sabes hacer tambin dibujos que no sean
broma? No me has dicho si en la escuela te ensean dibujo y si te gusta tambin dibu-
jar en serio.
Cuando era nio, yo dibujaba mucho, pero mis dibujos eran ms bien ejercicios
de paciencia: nadie me haba enseado. Yo reproduca, amplindolas, las figuras y las
ilustraciones de un peridico infantil. Buscaba tambin los colores fundamentales con
un sistema mo no difcil, pero que requera mucha paciencia.
Todava recuerdo un cuadrito que me cost por lo menos tres meses de trabajo:
un pequeo campesino se haba cado, con ropa y todo, en una tina llena de uvas pre-
paradas para fabricar vino, y una campesina redondita y regordeta lo miraba entre
asustada y divertida. El cuadrito perteneca a una serie de aventuras cuyo protagonista
era un terrible chivo (Barbabucco) el cual, embistiendo de pronto y a traicin, haca
volar por el aire a sus enemigos y a los muchachos que se haban burlado de l.
Las conclusiones eran siempre divertidas, como la de mi cuadrito. As me diver-
ta ampliando el dibujo: medidas con regla y comps, pruebas y ms pruebas con el
lpiz, etc. Mis hermanos y hermanas, me miraban, se rean, pero preferan correr y
gritar y me dejaban con mis ejercicios.
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Carta XXII
Querido Delio:
Tus cartas se hacen cada vez ms cortas y estereotipadas. Yo creo que tienes
bastante tiempo para escribirme ms y algo ms interesante; no hay necesidad
alguna de escribir a ltima hora, apurado, antes de ir a pasear. No te parece?
Tampoco creo que pueda agradarte que tu pap te considere, por tus carticas,
como un tontuelo que se interesa nicamente por el destino de su cotorrita y
manda a decir que est leyendo un libro cualquiera.
Creo que una de las cosas ms difciles, a tu edad, es estar sentado ante la
mesa para poner orden en los pensamientos (e incluso para pensar) y escribirlos
con cierta gracia; ste es un aprendizaje a veces ms difcil que el de un obrero
que quiere alcanzar una calificacin profesional, y debe iniciarse precisamente a la
edad tuya.
Te abrazo fuerte,
Antonio
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Carta XXIII
Querido Julin:
Querido, te abrazo,
Antonio
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Carta XXIV
MS DE MEDIO SOLDADO
Querido Julin:
Te abrazo,
Antonio
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Carta XXV
HOMERO DORMITA
Querido Julin:
Nada ms has ledo medio cuento de Wells y ya quisieras juzgar toda la obra
de este escritor, que escribi decenas y decenas de novelas, cuentos, ensayos hist-
ricos, etc. Leste el mejor o el peor, o el que representa el promedio de las posibi-
lidades del autor?
El ms grande escritor de la Grecia antigua fue Homero, y el escritor latino
Horacio dijo que tambin Homero, por momentos, dormita.
Desde luego, comparado con Homero, Wells dormita por lo menos trescientos
sesenta das cada ao, pero pudiera suceder que en los otros cincos o seis das (cuando
el ao es bisiesto) estuviera bien despierto y hubiera escrito algo agradable y resistente
a la crtica.
T tambin a veces no eres muy ordenado: tu carta est escrita de prisa, con
muchas palabras dejadas a la mitad; sin embargo, creo que puedes escribir mucho
mejor, con ms orden, con ms cuidado. Por eso no te juzgar por esta carta y no dir:
Mira qu burrito es mi hijo!.
Querido Julin, no te ofendas y escribe, y reforzars tus juicios.
Siento no poder discutir contigo directamente: no creas que yo soy muy pedante;
me gustara rer y bromear contigo y con Delio, y hablar de tantas cosas que me inte-
resaban mucho tambin a m cuando era muchacho.
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Carta XXVI
Querido Julin:
Te abrazo,
Antonio
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Carta XXVII
Querido Julin:
Quieres que te escriba cosas serias. Muy bien. Pero, cules son las cosas
serias que quieres leer en mis cartas?
Eres un muchacho, y para un muchacho tambin las cosas para los mucha-
chos son muy serias, porque estn en relacin con su edad, sus experiencias, las
capacidades que la experiencia y la reflexin sobre sta les han brindado.
Por lo dems, promete escribirme cada cinco das algo: me alegrara mucho
que t lo hicieras, demostrndome as mucha fuerza de voluntad. Yo te contestar
siempre (si puedo) y con mucha seriedad.
Querido, slo te conozco por tus cartas y por las noticias tuyas que me envan
los adultos. S que eres buen muchacho pero, por qu no me has escrito nada
sobre tu viaje a la playa? Crees que no es una cosa seria? Todo lo que te concierne
es para m muy serio y me interesa mucho; incluyendo tus juegos.
Te abrazo,
Antonio
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Carta XXVIII
DIVIRTMONOS JUNTOS
Querido Julin:
Qu tal tu nueva escuela? Qu te gusta ms: vivir cerca del mar o vivir cerca
de los bosques, entre los grandes rboles?
Si quieres complacerme, deberas describirme una de tus jornadas, desde que
te levantas hasta cuando te acuestas por la noche. As podr imaginarme mejor tu
vida, verte casi en todos tus movimientos.
Describe tambin el ambiente, tus compaeros, tus maestros, los animales,
todo: escribe poco a la vez, as no te cansars; adems, escribe como si quisieras
hacerme rer, para divertirte t tambin.
Querido, te abrazo,
Antonio
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Carta XXIX
ERES UN JOVENCITO
Julin!:
Viva!
Recib tu foto y me he sentido muy feliz al ver tu personita. Pero tienes que
haber crecido mucho desde la otra foto que me enviaron hace algn tiempo; has
crecido y cambiado. Ya eres de verdad un jovencito. Por qu has dejado de escri-
birme?
Espero una larga carta tuya.
Te abrazo,
Antonio
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Carta XXX
EL PRIMER RELOJ
Querido Julin:
Veo, por tu carta, que escribes mejor y esto me alegra: ya tienes letra de
muchacho grande.
Por qu te ha gustado la pelcula sobre Los hijos del capitn Grant? Tienes que
escribirme un poco ms y describirme tu vida, lo que piensas, qu libros te gustan,
etctera.
Me alegro de que el reloj te guste; pero no tengas tanto temor a ponrtelo
cuando sales; si est bien amarrado en la mueca no puede perderse, a no ser que
cuando ests afuera te dediques a ejercicios violentos de pugilato, o algo por el
estilo. Qu juegos prefieres?
Antonio
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Carta XXXI
Querido Delio:
Me has escrito cuatro lneas que parecen extradas de una gramtica para
extranjeros: La cotorra est bien! (Muchas felicidades para ella de mi parte!)
Y qu piensas de Pickwick? Cmo se perfilan tus exmenes? Tienes tu
poquito de miedo, o ests seguro de ti mismo?
Desde hace algn tiempo me escribes muy poco y acerca de cosas poco inte-
resantes. Por qu? Escribe ms.
Te beso,
Antonio
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Carta XXXII
EL MONO PENSADOR
Querido Delio:
Veo que te interesas mucho en los monos. La foto que me envas est bien
lograda: debe de tratarse de un mono pensador. Pensar en las algarrobas que
puede comer y los dems alimentos que le enva la direccin del zoolgico.
Y la cotorra? Yo te habl de la ensalada, pero me estaba refiriendo a los
gorriones. Qu come tu pjaro? Vegetales tiernos como la ensalada, o bien pasas
y hortalizas como las habas, las nueces, los chcharos, las almendras?
Cuando yo era pequeo tuvimos en la casa una cotorrita que proceda de
Abisinia: se pasaba el da royendo habas y chcharos (las almendras y las nueces las
comamos nosotros) y era muy antiptica porque no saba hacer nada ms y no era
linda: tena una cabezona grande como todo el cuerpo y su color era gris tirando
a amarillo. Espero que tu pajarito sea ms bello y ms simptico.
Escribe algo sobre tus lecturas. Te felicito mucho por tus estudios y el
distintivo que has ganado.
Te abrazo, querido,
Antonio
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Carta XXXIII
EL PERRO NIO
Querido Delio:
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Carta XXXIII
Te abrazo,
Antonio
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Carta XXXIV
LA COTORRA ENFERMA
Querido Delio:
Antonio
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Carta XXXV
Querido Delio:
Te beso,
Antonio
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Carta XXXVI
ESTUDIA LA HISTORIA
Querido Delio:
Te abrazo,
Antonio
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Carta XXXVII
Querido Delio:
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Antonio
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Carta XXXVIII
EL ELEFANTE MOTORIZADO
Querido Delio:
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Te abrazo,
Antonio
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Carta XXXIX
Querido Delio:
Esta vez no me hablas de los elefantes como portadores de una eventual civiliza-
cin. Los elefantes que tienes son de jabn y en este sentido pueden llevar la civiliza-
cin (o un aspecto de ella) al cuarto de bao: pobres elefantes! Cierto es que me hablas
de muchas otras cosas, y yo debera de iniciar una serie de polmicas contigo.
Muy bien. Pero, cules son las cosas que te interesan ms? Una vez me escribiste
que te interesaba la historia, pero luego no fuiste capaz de seguir con ese tema y te
fuiste por la tangente de los elefantes; ahora me parece que te interesas en los monos
como progenitores de los hombres. Pero tambin sobre este punto me parece que
puedo decirte que te gusta ms la fantasa que la historia, y que sera ms oportuno
estudiar la historia real, la que se puede escribir sobre la base de documentos muy pre-
cisos y concretos.
Lo de fantasear acerca de hiptesis cientficas era propio de los hombres de hace
cincuenta aos, que vivan en condiciones muy difciles de lucha ideolgica. Hoy da
muchos de estos problemas se han sumido en la nada, porque la vida ha separado tanto
al protagonista como al antagonista, y ha creado al constructor. Lamentablemente, es
difcil liberarse de las cosas muertas; pero t, dales un puntapi y estudia slo las cosas
concretas.
Te abrazo,
Antonio
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Carta XL
APRENDE A DISCERNIR
Querido Delio:
Puedes escribir sobre Pushkin cuando quieras; aunque es mejor que lo pien-
ses bien, para poder darme una prueba concluyente de tu capacidad de pensar,
razonar, criticar (es decir, de discernir lo verdadero de lo falso, lo cierto de lo
imposible y lo inverosmil). Pero no debes ponerte nervioso: yo s la edad que
tienes, tu preparacin y sabr juzgarte objetivamente (a pesar de que, como te
quiero mucho, mucho, es bastante difcil ser objetivo).
Los libros sobre Pushkin y Gorki son difciles de encontrar: adems, qu
haras con ellos? Ya estn superados, mientras que ahora existe toda una lite-
ratura nueva sobre los dos escritores, literatura elaborada crticamente sobre la
base de descubrimientos hechos en los archivos abiertos a una filologa ms
joven y valerosa.
Me alegro mucho que ests bien y no te canses de estudiar.
Antonio
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Carta XLI
Querido Delio:
Espero me contestes acerca del asunto de Pushkin, sin prisa; tienes que pre-
pararte bien, arreglrtelas hasta donde puedas.
Cmo te va la escuela, a ti y a Julin? Ahora que tienen notas todos los
meses, ser ms fcil controlar la marcha de los cursos.
Te agradezco por haber abrazado fuerte fuerte a mam de mi parte: pienso
que debes hacerlo todos los das, todas las maanas. Yo pienso siempre en ustedes;
as, todas las maanas me imaginar: mis hijos y Julia piensan en m en este
momento. T eres el hermano mayor, pero tienes que decrselo tambin a Julin,
y de esta manera todos los das tendrn los cinco minutos de pap. Qu crees
de esto?
Te beso,
Antonio
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Carta XLII
Querido Delio:
Me he enterado por mam Julia que mi ltima carta (o tal vez otras ms)
te ha dolido. Por qu no me has dicho nada? Cuando algo de mis cartas te
apene es bueno que me lo digas y me expliques tus razones. Yo te quiero
mucho y no quiero darte ningn dolor: estoy tan lejos y no puedo acariciarte y
darte como quisiera a resolver los problemas que nacen en tu mente. Debes,
por ejemplo, repetirme el problema que me habas planteado una vez en rela-
cin con Chjov, al que no he contestado: no me acuerdo de ello en absoluto.
Si t sostenas que Chjov es un escritor social, tenas razn, pero una razn
que no debe enorgullecerte, porque ya Aristteles haba dicho que todos los
hombres son animales sociales. Creo que t queras decirme algo ms, es decir,
que Chjov expresaba una determinada situacin social, expresaba algunos
aspectos de la vida de su tiempo y los expresaba de tal modo que se le deba
considerar un escritor progresista. Desde luego, no se puede decirlo todo
acerca de Chjov en pocas palabras. Ni tampoco acerca de Turgueniev.
T notas que el peridico de los pioneros, en el pasado, dedicaba mucho
espacio a Tolstoi y poco o casi ninguno a Gorki.
Ahora que Gorki ha muerto y se siente el dolor por su prdida, esto puede
parecer una injusticia. Pero hay que juzgar con espritu crtico en cada
momento, y entonces no se debe olvidar que Tolstoi fue un escritor mundial,
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Carta XLII
uno de los pocos escritores de todos los pases que ha alcanzado la mayor per-
feccin en el arte y ha suscitado torrentes de emociones en todas partes, en tra-
ducciones psimas, incluso en hombres y mujeres embrutecidos por el
cansancio y de una cultura elemental. Tolstoi fue verdaderamente un portador
de civilizacin y belleza en el mundo contemporneo; an nadie lo ha podido
igualar: para encontrarlo hay que pensar en Homero, Esquilo, Dante,
Shakespeare, Goethe, Cervantes y otros pocos ms.
Estoy muy contento por tu carta, y sobre todo de que te sientas mejor, de que
te subas a las tapias para ver el eclipse, de que vayas a baarte y a pasear por el
bosque y de que aprenders el italiano. Robustecerse tambin es hacer algo.
Te abrazo fuertemente,
Antonio
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Carta XLIII
EL INTRPIDO PIONERO
Querida Julia:
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Carta XLIII
Antonio
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Carta XLIV
Querida Julia:
Antonio
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Carta XLV
Querida Julia:
Antonio
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Carta XLVI
UNA INSOLACIN
Querida Tania:
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Carta XLVI
Querida, te abrazo,
Antonio
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Carta XLVII
EL ROSAL RECOBRADO
Antonio
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Carta XLVIII
Querida Tania:
Antonio
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Carta XLIX
MI JORNADA
Querida Tania:
Desde hace unos das me han cambiado de celda y de galera (la crcel est
dividida en galeras). Antes estaba en la galera 1, celda 13; ahora estoy en la
galera 2, celda 22.
Mi vida transcurre, ms o menos, igual que antes. Quiero describrtela
detalladamente, as todos los das podrs imaginarte lo que hago.
La celda es amplia como un cuarto de estudiante: a ojo de buen cubero puedo
decir que mide unos tres metros por cuatro y medio, y tres y medio de alto. La ventana
da al patio, donde se sale a coger aire: no es una ventana normal, desde luego; es una
de las llamadas boca de lobo, con los barrotes internos; slo se puede ver una tajada
de cielo, no se puede mirar hacia el patio, ni lateralmente.
La disposicin de esta celda es peor que la de la anterior, que estaba
expuesta hacia el sursuroeste (el sol se vea sobre las diez y a las dos ocupaba
el centro de la celda con un rayo de por lo menos sesenta centmetros); en la
celda actual, que debe estar expuesta hacia el oestesuroeste, el sol se ve sobre
las dos de la tarde y se queda en la celda hasta tarde, pero con un rayo de
veinticinco centmetros. En esta temporada, ms calurosa, tal vez esto sea
mejor.
Adems, la celda actual queda encima del taller mecnico de la crcel y se oye
el ruido de las mquinas; pero me ir acostumbrado.
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Carta XLIX
La celda es muy sencilla y complicada a la vez. Tengo una litera con dos col-
chones (uno de lana): la ropa de cama se cambia cada quince das aproximada-
mente. Tengo una mesita y una especie de mesa de noche-escaparate, un espejo,
una palangana y una jarra de esmalte. Poseo pocos objetos de aluminio compra-
dos en la Rinascente, que ha organizado un departamento en la crcel. Poseo algu-
nos libros; cada semana recibo para la lectura ocho libros de la biblioteca de la
prisin (doble suscripcin). Por la maana me levanto a las seis y media, a las siete
tocan la diana: caf, aseo, limpieza de la celda; tomo medio litro de leche y como
un pan; a las ocho, ms o menos, vamos a coger aire durante dos horas. Paseo,
estudio gramtica alemana, leo la Seorita campesina de Pushkin y aprendo de
memoria unas veinte lneas del texto. Compro un peridico industrial-comercial
y leo alguna noticia econmica; los martes compro el Corriere dei Piccoli, que me
divierte; los mircoles la Domenica del Corriere; los viernes, el Guerin Meschino,
supuestamente humorstico. Despus del aire, caf; recibo tres peridicos; el
almuerzo llega en horas irregulares, entre las doce y las tres de la tarde; caliento la
sopa (o el primer plato), como un pedacito de carne (si es ternera, porque todava
no consigo comer carne de res), un pan, un pedacito de queso (la fruta no me
gusta) y un cuarto de vino; leo un libro, paseo, medito sobre muchas cosas. A las
cuatro, cuatro y media, recibo dos peridicos ms. A las siete como (la comida
llega a las seis): sopa, dos huevos crudos, un cuarto de vino; el queso no logro
comerlo. A las siete y media tocan la retreta; me acuesto y leo hasta las once o las
doce. Desde hace dos das, sobre las nueve, tomo una taza de manzanilla.
Te abrazo,
Antonio
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Carta L
UN POCO DE ENVIDIA
Querida Julia:
Recib tu carta. Las fotos no han llegado an; espero que estar la tuya tam-
bin. Desde luego, quiero verte a ti tambin en grupo con los nios, como en la
foto del ao pasado, porque en el grupo hay algo de movimiento, de dramtico;
se captan las relaciones, que pueden prolongarse inimaginadas en cuadritos, en
episodios de vida concreta, cuando la cmara del fotgrafo no est al acecho. Por
lo dems, creo conocerte lo suficiente como para imaginarme otros cuadritos,
pero no puedo imaginarme bien las acciones y las reacciones de los nios en sus
relaciones contigo.
Adems, te tengo un poco de envidia porque no puedo gozar como t la frescura
de las impresiones sobre la vida de los nios, ni ayudarte a guiarlos y educarlos.
Querida, te abrazo,
Antonio
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Carta LI
EL BABIRUSSA1
Querida Tania:
Antonio
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Carta LII
Querida Tania:
Antonio
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Carta LIII
SIN LA COLA
Querida Tania:
Nunca he sido uno de esos periodistas que venden su pluma al que mejor
se la pague y que tienen que mentir constantemente porque la mentira forma
parte de su calificacin profesional. He sido periodista muy libre, siempre de
una sola opinin, y nunca he tenido que ocultar mis convicciones para agra-
dar a los amos.
Me extraa que me pidas aclaraciones sobre el hecho de que algunos grupos
de cosacos creyeran que los judos tuvieran cola. Se trata de un chiste que me
cont un judo, comisario poltico de una divisin de asalto cosaca de Orenburg,
durante la guerra ruso-polaca de 1920. Esos cosacos no tenan en su territorio a
ningn hebreo, y los conceban, segn la propaganda clerical, como seres mons-
truosos que haban matado a Dios. No queran creer que el comisario poltico
fuera judo: T eres de los nuestros decan no eres judo; ests cubierto de
cicatrices de las heridas de lanzas polacas, combates junto a nosotros; los judos
son otra cosa.
El problema de las razas no me interesa. De modo que tu alusin a la
importancia de las tumbas no tiene ningn valor en lo que a la civilizacin se
refiere; eso es cierto slo para los tiempos ms antiguos, cuyas tumbas son los
nicos monumentos que el tiempo no ha destruido y porque dentro de los
sepulcros, al lado del cadver, se ponan los objetos de la vida diaria. En todo
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caso, estas tumbas nos dan un conocimiento muy limitado de los tiempos en
que fueron construidas.
Yo no pertenezco a ninguna raza: mi padre es de origen albans, mi madre
es sarda por parte de padre y de madre, y Cerdea se uni a Piamonte slo en
1847, despus de haber sido un feudo personal y patrimonio de los prncipes
piamonteses, que recibieron a cambio de Sicilia, demasiado lejana y menos
defendible. Sin embargo, mi cultura es fundamentalmente italiana y este es mi
mundo; nunca me he percatado de estar desgarrado entre dos mundos.
Por lo dems, en Liguria nadie se asusta si un marinero trae a su pueblo
una mujer negra. Nadie va a tocarla con el dedo mojado de saliva para ver si
destie, ni tampoco nadie cree que las sbanas queden teidas de negro.
Antonio
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Carta LIV
VASELINA AL ELEFANTE
Querida Julia:
Recib tus dos cartas. Me siento ms tranquilo que desde que comenc de nuevo
a escribirte.
Tania me cont, muy divertida, que Delio pens untar vaselina a un elefante,
cuya piel rugosa haba notado, probablemente, al tocarlo; no me parece tan raro que a
un muchacho se le ocurra untar vaselina a un elefante, aunque no creo que cuando yo
era nio pudiera tener ideas de este tipo.
Tambin me dijo que Julin quiere saber todo lo que se refiere a m: supongo que
esto debe estar relacionado con el hecho de que ha visto mi retrato en un parque de
cultura. Querida, cuando pienso en todas estas cosas, y en la vida de ustedes que desde
hace tantos aos (casi una cuarta parte de mi existencia y ms de un cuarto de la tuya)
se desarrolla tan separada de la ma, no me siento nada alegre.
Pero hay que resistir, tratar de ganar fuerzas. Por otra parte, lo que pas no era del
todo imprevisible; t, que recuerdas tantas cosas del pasado, te acuerdas de cuando te
deca que me iba a la guerra? Tal vez no fuera muy serio de mi parte, pero era verdad
y, en realidad, as lo senta yo. Y te quera, te quera mucho.
S fuerte y haz todo lo posible por estar mejor. Te abrazo con ternura junto con
nuestros muchachos,
Antonio
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Carta LV
COMO EN LA GUERRA
Querida Teresita1:
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Carta LV
suceder y tambin poda suceder algo peor. Pero temo que t tambin pienses
igual que mam.
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Carta LVI
LA PLUMA RASGA
Querida Tania:
Antonio
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Carta LVII
QUINTAS NAVIDADES
Querida mam:
Esta es la quinta fiesta de navidad que paso privado de la libertad y la cuarta que
paso en la crcel. Verdaderamente, las condiciones de confinado en que pas las navi-
dades del 26 en Ustica, eran una especie de paraso en comparacin con la condicin
de preso. Pero no creas que me ha abandonado la serenidad. He envejecido cuatro
aos, ya no me ro de buenas ganas como antes, pero creo que me he vuelto ms sabio
y he enriquecido mi experiencia de los hombres y las cosas.
Por lo dems, no he perdido el gusto a la vida; todo me interesa todava y estoy
seguro de que, aunque no podra masticar habas tostadas, me gustara mucho ver y
sentir a los dems hacindolo. As que no me he vuelto tan viejo, verdad? Uno se pone
viejo cuando comienza a temer a la muerte y cuando siente molestia viendo a los
dems haciendo cosas que ya no puede hacer.
En este sentido, estoy seguro de que t tampoco te has puesto vieja, a pesar de tu
edad. Estoy segura de que ests decidida a vivir largo tiempo, para podernos volver a
ver todos juntos y para poder conocer a tus nietecitos: mientras se desea vivir, mientras
se gusta de la vida y se quiere alcanzar algn objetivo, se resiste a todas las enfermeda-
des. Tienes que convencerte, sin embargo, de que es necesario ahorrar un poco las
fuerzas y no insistir en realizar grandes esfuerzos como cuando eras joven.
Muchas felicidades a todos y saludos a todos los de la casa.
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Carta LVIII
PAN CASERO
Querida Teresita:
Antonio
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Carta LIX
Querida mam:
Recib tu carta y me alegr mucho saber que te has puesto ms fuerte e irs
por lo menos por un da a la fiesta de San Serafn.
Cmo me gustaba, cuando era nio, el valle del Tirso bajo San Serafn!
Pasaba horas y horas sentado en una roca mirando aquella especie de lago que el
ro forma justamente cerca de la iglesia, por el pequeo dique construido ms
abajo; viendo los paticos que salan de las caas y nadaban en el centro, y los saltos
de los peces que cazaban mosquitos.
Ahora probablemente todo habr cambiado, si han comenzado a construir la
presa proyectada para recoger las aguas del Flumineddu. Todava recuerdo que
una vez vi una larga serpiente que entr en el agua y sali poco despus con una
gran anguila en la boca, y recuerdo que mat a la serpiente y le quit la anguila;
pero luego la tuve que botar porque no saba como arreglrmelas para llevarla; se
haba puesto tiesa como un palo y me apestaba las manos.
Abrazos a todos, sobre todo a los nios y a ti, querida mam, lo ms tierna-
mente posible,
Antonio
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Carta LX
EL PARASO DE MAM
Querida mam:
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Carta LX
ver este simple hecho: que cada una de nuestras acciones se transmite a los
dems de acuerdo con su valor, en bien o en mal y pasa de padre a hijo, de una
generacin a otra en un movimiento perpetuo.
Como todos los recuerdos que tenemos de ti son de bondad y fuerza, y
como t has dado todas tus energas para criarnos, esto significa que ests
desde entonces en el nico paraso que existe, que para una madre es, yo creo,
el corazn de sus propios hijos.
Antonio
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ndice
CARTAS 17
CARTA I
Aventura navidea 19
CARTA II
Qu har cuando sea grande? 21
CARTA III
Los dos gorriones 23
CARTA IV
El ratn y la montaa 25
CARTA VI
Caza de ranas 27
CARTA VII
El rbol de los erizos 28
CARTA VIII
La zorra y el potrico 30
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CARTA IX
El cigarro en la chimenea 32
CARTA X
Les gusta Pinocho? 33
CARTA XI
Encuentro con el mar 37
CARTA XII
Leones y cuentos 35
CARTA XIII
Juegos de damas 36
CARTA XIV
Un perrito de leche 37
CARTA XV
El abat-jour 38
CARTA XVI
Estudiar es difcil 39
CARTA XVII
El regalo de pap 40
CARTA XVIII
Estudiar bien 41
CARTA XIX
Dibuja como quieras 42
CARTA XX
Un animal raro 43
CARTA XXI
Barbabucco 44
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ndice
CARTA XXII
Aprende a estar sentado 45
CARTA XXIII
Cumplir las promesas 46
CARTA XXIV
Ms de medio soldado 47
CARTA XXV
Homero dormita 48
CARTA XXVI
Aprende a ser ordenado 49
CARTA XXVII
Todas las cosas son serias 50
CARTA XXVIII
Divirtmonos juntos 51
CARTA XXIX
Eres un jovencito 52
CARTA XXX
El primer reloj 53
CARTA XXXI
La cotorra est bien! 54
CARTA XXXII
El mono pensador 55
CARTA XXXIII
El perro nio 56
CARTA XXXIV
La cotorra enferma 58
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CARTA XXXV
Las plumas vuelven a salir 59
CARTA XXXVI
Estudia la historia 60
CARTA XXXVII
El cerebro del avestruz 61
CARTA XXXVIII
El elefante motorizado 63
CARTA XXXIX
Un puntapi bien dado 65
CARTA XL
Aprende a discernir 66
CARTA XLI
Los cinco minutos de pap 67
CARTA XLII
Los genios son pocos 68
CARTA XLIII
El intrpido pionero 70
CARTA XLIV
Los tres gigantes 72
CARTA XLV
Los juegos de Stlivi 73
CARTA XLVI
Una insolacin 74
CARTA XLVII
El rosal recobrado 76
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ndice
CARTA XLVIII
Querubines sin alas 77
CARTA XLIX
Mi jornada 78
CARTA L
Un poco de envidia 80
CARTA LI
El babirussa 81
CARTA LII
Nueve libras al mes 82
CARTA LIII
Sin la cola 83
CARTA LIV
Vaselina al elefante 85
CARTA LV
Como en la guerra 86
CARTA LVI
La pluma rasga 88
CARTA LVII
Quintas navidades 89
CARTA LVIII
Pan casero 90
CARTA LIX
Peces contra mosquitos 91
CARTA LX
El paraso de mam 92
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hilos invisibles 18/10/06 11:06 Pgina 101
ISBN 980-396-088-1