Edo Aldunate, La Constitucion Monarquica Del Poder Judicial
Edo Aldunate, La Constitucion Monarquica Del Poder Judicial
Edo Aldunate, La Constitucion Monarquica Del Poder Judicial
Revista de Derecho de la
Universidad Católica de Valparaíso
XXII (Valparaíso, Chile, 2001)
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En otros reinos de España se dio la práctica o se reguló el deber de motivar:
Cataluña 1510, Aragón 1547, Valencia 1564. El modelo castellano de no motivación
comieza a expandirse lentamente y culmina con la real cédula citada. Sobre este pun-
to, GARRIGA, Carlos - LORENTE, Marta, El juez y la ley: la motivación de las sentencias
(Castilla 1489, España 1855), en Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad
Autónoma de Madrid 1 (1997), pp. 97 y ss., 101.
2
“Allí donde se impuso, en efecto, la regla de la no motivación propició la forma-
194 LA CONSTITUCIÓN MONÁRQUICA DEL PODER JUDICIAL
dicho, la imparten a nombre del rey; y éste será siempre la última garantía
de los derechos de sus súbditos, que pueden recurrir a él, si no hubiese otro
remedio, por la vía de una simple petición de gracia, en contra de lo resuelto
por sus funcionarios judiciales.
Desde un punto de vista orgánico, estas funciones son ejercidas por el
Consejo Supremo de Castilla que se entiende, en cuanto órgano del rey,
superior jerárquico de los demás tribunales. En primer lugar, el Consejo
ejerce la jurisdicción que el monarca ha retenido como su atribución. Es
también el órgano encargado del gobierno de los tribunales; por una parte,
disponiendo sobre los nombramientos de los jueces; regulando su funcio-
namiento, recomendando o informando modificaciones propuestas a la or-
ganización judicial y a la legislación en general. En segundo lugar, ejerce el
control que corresponde al monarca sobre sus funcionarios, por el sistema
de controles subjetivos a que se ha aludido antes (y que hace patente la
confusión entre los medios de control disciplinario y el ejercicio de funcio-
nes jurisdiccionales). Los principales instrumentos de control son: a) la visi-
ta, como inspección al despacho del juez y al lugar donde ejerce sus funcio-
nes, incluyendo la investigación en la comunidad en que ejerce sus atribu-
ciones; b) los procedimientos en que se reclama del comportamiento del
juez, o se solicita el ejercicio de la jurisdicción real por quien se ha visto
agraviado por ese comportamiento, a través de quejas o bien, a más tardar a
partir del siglo XVIII, del recurso de injusticia y nulidad notoria; c) la ape-
lación misma, que, en este sistema de control subjetivo, se ve no sólo como
un cuestionamiento a la decisión del juez, sino que fundamentalmente, a su
persona; de ahí que la declaración de injusticia de un juicio pudiese dar
lugar a responsabilidad5.
Los mecanismos de sanción son, en primer lugar, la separación del juez
de su cargo y, más usualmente, el traslado, que tiene una doble faz: por un
lado, carácter sancionatorio; por otro, instrumento para desvincular al juez
de una comunidad, cuando es ese vínculo el que ha afectado el ejercicio de
su función. Una forma más sutil de sanción consiste en la postergación en la
posibilidad de acceder a nuevos cargos o avanzar en su carrera hacia cargos
superiores, con lo que se expresará, en general, toda apreciación negativa del
rey (en términos prácticos, del Consejo) hacia alguno de sus jueces, se hu-
biese manifestado o no en reproches previos de tipo disciplinario. Dicho de
otro modo, el progreso en la carrera judicial, en este sistema, se reserva a
quienes gocen del favor del monarca.
De este modo, la esencia del sistema monárquico de administración de
justicia es la reunión, en un solo órgano, el Consejo, de funciones jurisdic-
5
GARRIGA C. - LORENTE, M., op. cit., pág. 110.
196 LA CONSTITUCIÓN MONÁRQUICA DEL PODER JUDICIAL
6
Es esta, la irresponsabilidad del monarca, la razón de fondo por la que se sostiene
la exención de responsabilidad por casos de injusticia para los miembros de un tribu-
nal supremo, en los sistemas herederos del régimen español. La común referencia a la
inexistencia de un órgano idóneo para juzgar a los supremos jueces por este motivo es
simplemente una justificación ideológica que encubre el origen y la permanencia de
esta exención monárquica en regímenes republicanos, y ayuda, así, a su mantención.
7
En una obra aparecida en Madrid, España, en 1952 (Editorial Revista de Dere-
cho Privado), y que lleva por título Organización Judicial Española, Enrique JIMÉNEZ
ASENJO, Abogado Fiscal de la Audiencia de Madrid, se puede apreciar la continuidad
de estos conceptos en la organización judicial española: “...Por la función gubernativa
o administrativa el Tribunal o Corte Supremo se atribuye legalmente, como superior
jerárquico de toda la organización judicial, la facultad de vigilar, dirigir y corregir la
actividad funcional de los Tribunales de Justicia. En la Administración de Justicia,
dice Couture, tiene el Gobierno la autoridad y la responsabilidad respecto del funcio-
namiento regular de todos los órganos del poder judicial. Lo denomina superintendencia
directiva, correctiva y comunicativa (sic). Por la primera se comprende la representa-
ción del poder judicial, su comunicación directa con otros organismos del Estado y le
compete la vigilancia de las atribuciones e inmunidades de la justicia. Numerosos
aspectos de la facultad directiva se manifiestan en lo que se refiere al deber de velar por
la dignidad, decoro e independencia de la magistratura. En su facultad correctiva pue-
de imponer sanciones de tipo disciplinario o gubernativo con propósito de mantener
el orden y reprimir los excesos en la actuación profesional de los funcionarios judicia-
les. Actúa a veces en función consultiva o asesora directamente, o bien por estímulo
del gobierno, en los casos indicados por las leyes” (pág. 173). Al describir las funciones
de la sala de gobierno del Tribunal Supremo, señala que le corresponde velar por la
recta administración de justicia en todo el territorio nacional; proponer al gobierno las
reformas que estime pertinentes, evacuar los informes que el Gobierno y los presiden-
tes le soliciten; cursar al Ministro de Justicia informe razonado sobre los motivos jurí-
dicos o doctrinales para la mejora y reforma de las leyes; resuelve las disidencias que
surjan entre las diversas salas, ejerce la jurisdicción disciplinaria en los casos en que
proceda, etc. (pág. 175).
8
Lo que se da por la conjunción de tres elementos: a) la regulación hecha del Poder
Judicial en la Carta de 1823; b) el reglamento de Administración de Justicia y sus
EDUARDO ALDUNATE LIZANA 197
miten apreciar una marcada herencia del régimen descrito. El gobierno ju-
dicial se desplaza de los órganos metropolitanos a la Corte Suprema, lo que
queda de manifiesto en el artículo 148 que le otorga la superintendencia
directiva, correccional, económica y moral ministerial sobre los tribunales y
juzgados de la Nación. Otras funciones, ya descritas como propias del órga-
no asesor del monarca, se reconocen a la Corte como consecuencia de tal
superintendencia: el artículo 149 señala: “En consecuencia del artículo an-
terior, conoce en única instancia...”. Entre otras, son las de conocer de la
responsabilidad de los jueces por mal juzgamiento (Nº 1), lo que, como ya
se ha visto, correspondía originalmente a una responsabilidad derivada de la
declaración de la injusticia del fallo de un juez, hecho por la magistratura
real; pasa cada año una memoria al Senado sobre las mejoras convenientes
para la administración de justicia (Nº 3), en cuanto hereda la calidad de una
verdadera secretaría de gobierno en materia de justicia; propone en terna a
los jueces de letras al Ejecutivo (Nº 4), siempre en esa misma calidad, realiza
las visitas inspectivas (Nº 6, 7), como resabio del sistema de control subjeti-
vo del modelo castellano, es órgano asesor en materia legislativa (Nº 10),
mostrando trazas, en esta última atribución, de la herencia del sistema de
unión de poderes en el rey, y distribución de competencias consultivas en
sus distintos órganos asesores.
Al Poder Ejecutivo seguía entregada la atribución de velar sobre la con-
ducta ministerial de los funcionarios de justicia (art. 18 Nº 12), aun cuando
se le prohibía la facultad de conocer en materias judiciales (art. 19 Nº 3). Se
concreta así la reunión, en nuestra estructura institucional, de dos tendencias
difícilmente conciliables: la incipiente recepción de las ideas de la división de
poderes, con la herencia de un modelo en que el juez es un funcionario bajo
control del Ejecutivo, y que pasa a nuestro país manteniendo el paradigma de
un juez funcionario y sometido a un órgano de gobierno judicial.
Es interesante destacar, sí, que en este período se produce un avance en
la evolución hacia un sistema republicano de justicia. Y esto porque, en el
adiciones (Boletín, libro I, año 1824, pp. 271 a 294; y sus adiciones en Boletín, Libro
II, año 1824, pp. 19 a 21) y c) el decreto en virtud del cual, ya declarada la insubsistencia
en todas sus partes de la Constitución de 1823 (Boletín, libro II, año 1825, pp. 85 y 86)
se ordena observar el orden actualmente existente: “Declarada la insubsistencia de la
Constitución del año de 1823 es necesario llenar este vacío, para que los pueblos no se
encuentren sin las LL. (leyes, N. de A.) necesarias, principalmente en el orden judicial;
pero no pudiendo ser esta subrogación la obra del momento, el Congreso ha acordado
i decreta: Entre tanto se dictan las LL. que sirvan de base, i organicen la República y su
administración, obsérvese el orden actualmente existente” (Boletín, libro II, año 1825,
pp. 86 y 87). Este orden fue tomado, luego, confesadamente, por la Ley de Organiza-
ción y Atribuciones de los Tribunales del año 1875.
198 LA CONSTITUCIÓN MONÁRQUICA DEL PODER JUDICIAL
9
Boletín, año 1820, pp. 294 a 296.
10
Ver nota 8.
11
Durante el siglo XVI, por ejemplo, las audiencias que ejercían funciones guber-
nativas (cfr. BARRIENTOS GRANDON, Javier, La Real Audiencia de Concepción (1565-
1575), en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 15 (Valparaíso, 1992-1993), pp. 131 y
ss.). En 1813, la regulación de los jueces-superintendentes de policía (Boletín, año
1813, pp. 210 a 215,): se trata de una figura eminentemente ejecutiva que, sin embar-
go, tiene atribuciones jurisdiccionales (así, a sus delegados, que son los inspectores y
alcaldes, se les otorga expresamente competencia para conocer de demandas civiles de
hasta 100 y 12 pesos, respectivamente); la regulación, ese mismo año, de los intendentes
generales de provincia con jurisdicción civil y contenciosa en el fuero militar (Boletín,
año 1813, pp. 262 a 264); en 1818, los jueces diputados, con funciones de conserva-
ción del orden público y de obras públicas (policía de caminos) (Boletín, año 1818,
pp. 116 a 123); la regulación adicional de las funciones de los gobernadores-intendentes
como jueces mayores de alta policía, y las de sus inspectores (Boletín, año 1819, pp.
107 a 113); la de los jueces de comisión (Boletín, año 1819, pp. 113 a 116) e, incluso,
en el propio art. 148 de la Constitución de 1823, la atribución de la superintendencia
de policía criminal a la Corte Suprema.
EDUARDO ALDUNATE LIZANA 199
12
No deja de ser interesante observar lo siguiente: a pesar de que, a la sazón, la
Corte Suprema ejercía esa superintendencia, la Constitución de 1833 no se la atribu-
ye, y le encomienda a la ley determinar el órgano al que habrá de corresponder. No
existía entonces, por lo menos a nivel del Constituyente, la idea de que la
superintendencia fuese una atribución que hubiese de estar esencial o naturalmente
ligada a la Corte Suprema, pudiendo desprenderse de la regulación constitucional
que, más bien, al momento de su redacción, se pensaba en radicarla en un órgano
distinto que aquél que la ejercía en el momento constituyente.
200 LA CONSTITUCIÓN MONÁRQUICA DEL PODER JUDICIAL
13
Art. 108 de la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales, de 1875.
14
Art. 159 de dicha ley.
15
Tan fuerte era la noción de esta garantía que incluso llegó a plantearse la cues-
tión de si la inamovilidad garantizaba la permanencia del juez frente a una ley que
pretendiese suprimir un tribunal. Cfr. HUNEEUS, Jorge, La Constitución ante el Congre-
so, en sus comentarios al art. 110.
EDUARDO ALDUNATE LIZANA 201
ción por parte del afectado. Un retroceso notable a casi 100 años de la
corrección técnica con que el art. 103 de la Constitución de 1828 consagra-
ba la inamovilidad y la garantizaba al disponer que la separación del cargo
sólo podría darse por sentencia judicial, disposición que, como ya se ha
dicho, mantuvo la Carta de 183316 .
Con esta modificación se recupera, para la Corte Suprema, un atribu-
ción que completa el conjunto de rasgos históricos propios del órgano de
gobierno judicial monárquico. Ella es la que determina la composición de
las cortes de apelaciones y la suya propia, ya que el nombramiento del Pre-
sidente de la República es simplemente la designación de uno de los tres o
cinco candidatos a los cuales la Corte ha propuesto, correspondiéndole, por
tanto, a la Corte la verdadera elección de los futuros miembros de los tribu-
nales superiores de justicia. Es ella la que en definitiva controla la carrera
judicial por la vía disciplinaria y de las calificaciones de los jueces, llegando
al punto de poder separar a un magistrado de sus funciones sin forma de
juicio, o sancionarlo con un traslado, etc.
5. Más allá de sus atribuciones, la evolución en el ejercicio de las mismas
es expresiva de la acentuación del modelo en la cultura judicial de la Corte
(y de nuestro país en general). Como tribunal por sobre las instancias, su
justificación en el modelo republicano era la de una Corte de Casación,
destinada precisamente a asegurar la aplicación del derecho legislado por los
representantes del soberano político17 por parte de los jueces, y bajo este
pretexto ideológico se concibió y mantuvo en la enseñanza del derecho pro-
cesal. Sin embargo, la práctica de la misma Corte, a través de la introduc-
ción jurisprudencial de estrictos requisitos para la procedencia de la casa-
ción, hizo del recurso de casación en el fondo una figura del todo excepcio-
nal. En contraste, el control de la actividad jurisdiccional de los jueces a
16
Examinadas las razones para esta modificación, ella resulta comprensible, aun-
que no justificable. La preocupación de la hora era lograr jueces probos, cuestión que
había preocupado, como un tema central, el período previo a la aprobación de la Ley
de 1875 sobre organización y atribuciones de tribunales, como lo demuestran los es-
tudios de los artículos de la prensa de ese tiempo relativos al Poder Judicial. Cfr.
GONZÁLEZ PAVEZ, Rodrigo - PAREDES VALENZUELA, Cristián, La administración de jus-
ticia ante la prensa 1812-1855, memoria de prueba para optar al grado de licenciado
en ciencias jurídicas y sociales, Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, 1999
y RETAMAL TORRES, Jaime, Administración de justicia y prensa entre 1855 y 1874, me-
moria de prueba para optar al grado de licenciado en ciencias jurídicas y sociales,
Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, 1999, ambas dirigidas por el profesor
Antonio Dougnac Rodríguez.
17
Es por esto que, en sus orígenes, la corte de casación surge vinculada al Parla-
mento antes que al Poder Judicial.
202 LA CONSTITUCIÓN MONÁRQUICA DEL PODER JUDICIAL
18
Concepto por demás incompatible con una constitución judicial republicana y
conforme al Estado de derecho, y cuyo uso mantenido en nuestro país constituye un
elemento más de prueba en relación al entorno de cultura monárquica que rodea la
organización de nuestra judicatura.
EDUARDO ALDUNATE LIZANA 203
19
A más tardar en el voto disidente al fallo que se comenta más abajo, el rol CS Nº
11.951 de 26.06.1996, (esta vez en el contexto de un artículo 541 COT reformado)
los ministros en minoría perciben este absurdo, referido a la invalidación del fallo por
una sala y la negativa de aplicar sanciones por el pleno, señalando que esto último sólo
implicaría privar de fundamento al fallo que invalida la sentencia, ya que importaría
declarar que no hubo falta o abuso donde la sala los estimó concurrentes o que, de
haberlos, no tuvieron sin embargo la gravedad que originalmente se les asignó, dejan-
do así a la resolución (invalidatoria) sin la base esencial para la necesaria fundamentación
de su fallo, “el que consecuencialmente debería quedar sin efecto para ser reemplazado
por otro que, en lugar de acoger, rechazara el recurso de queja interpuesto reviviendo
-de esta forma- la resolución invalidada, la cual recuperaría su total valor y eficacia”.
Gaceta Jurídica, Nº 192, año 1996, p. 104.
20
La Ley Nº 19.374 de 18.02.1995, reformó el procedimiento del recurso de
queja, imponiendo al tribunal que acogiese el recurso el deber de aplicar al recurrido
una sanción que no podía ser inferior a la amonestación privada.
21
Rol Nº 11.951, de 26 de Junio de 1996, GJ. Nº 192, año 1996, pp. 102 a 105.
204 LA CONSTITUCIÓN MONÁRQUICA DEL PODER JUDICIAL
pia competencia. Dice la Corte: “Que la aplicación del citado inciso final del
artículo 545 del Código Orgánico de Tribunales resulta, evidentemente, violatoria
del artículo 79 de la Constitución Política de la República, por cuanto la expre-
sada ley no puede disminuir las atribuciones constitucionales privativas de esta
Corte limitando o constriñendo su amplia facultad de imponer o no medidas
disciplinarias en los supuestos de darse acogida a un recurso de queja”. De esta
forma, la Corte Suprema infiere directamente, de la superintendencia co-
rreccional que le otorga el artículo 79 CPR, una ‘amplia facultad de impo-
ner o no medidas disciplinarias en los supuestos de darse acogida a un re-
curso de queja’, única forma de sustentar la inconstitucionalidad de la nor-
ma que le imponía el deber de aplicar sanciones. Sin embargo, si se aprecia
la doctrina y jurisprudencia uniforme de más de 50 años, se constata que el
ámbito de la superintendencia que la Constitución otorga a la Corte Supre-
ma siempre ha sido construido a partir de los preceptos legales que consa-
gran diversas facultades (disciplinarias, de casación, etc.). La relación de
consecuencia que el artículo 149 de la Carta de 1823 expresa respecto de su
artículo precedente, que consagra la superintendencia, es una buena prueba
de esto, desde sus orígenes22 . Siendo así, no puede desprenderse directa-
mente del artículo 79 de la Carta ninguna atribución específica, no siendo
de balde recordar aquí la clara redacción del artículo 7º i. II del mismo
cuerpo normativo. La única forma de justificar un núcleo de competencias
específicas, derivadas de la facultad de superintendencia, e indisponible para
el legislador, sería bajo la modalidad que ha sido llamada “garantía
institucional”, pero, aún así, sólo en su núcleo esencial, que definitivamente
resulta imposible de apreciar afectado por el solo hecho de regular el modo
de ejercicio de una atribución. En consecuencia, debe concluirse que el pre-
cepto del artículo 79 C.P.R. no impone restricciones al legislador al mo-
22
El artículo 148 de la dicha Constitución prescribía: “Tiene la Suprema Corte la
superintendencia directiva, correccional, económica y moral ministerial sobre los tri-
bunales y juzgados de la Nación. Tiene también la de la policía criminal conforme al
reglamento que se formará sobre estas atribuciones”. El artículo 149, a su vez, rezaba:
“En consecuencia del artículo anterior conoce en única instancia: 1º De las vejaciones,
dilaciones y otros crímenes y perjuicios causados por los jueces de apelaciones en la secuela de
los juicios, procediendo sumariamente, sin alterar lo juzgado, y para sólo declarar la res-
ponsabilidad del juez y después de concluido el proceso. (...). 2º En las dudas sobre la
inteligencia de una ley para consultar al Senado, proponiendo su dictamen; 3º Pasa cada
año una memoria al Senado sobre las mejoras que crea convenientes para la administra-
ción de justicia; 4º Propone en terna los jueces de letras al Supremo Director, para que éste
elija y nombre de la terna; (...) 6º Un ministro visita mensualmente todas las cárceles y
lugares de detención que existen en la capital; (...) 10º Queda a su cargo el trabajo consul-
tivo y preparativo de los códigos legales del Estado, que concluirá en el término y forma que
prefije el Senado”.
EDUARDO ALDUNATE LIZANA 205
23
Como se desprende del propio artículo 74 C.P.R. cuando se comete al legisla-
dor orgánico regular la organización y atribuciones de tribunales.
24
Cuestión que hace ver Raúl TAVOLARI, Recurso de casación y queja, nuevo régimen
(Editorial Jurídica – ConoSur Ltda., 1996), en nota a pie de págs. 233, 234.
25
Ibídem.
26
Ni más ni menos que en todo el ámbito de los derechos constitucionales (acción
de amparo, acción de protección, acción de amparo económico).
206 LA CONSTITUCIÓN MONÁRQUICA DEL PODER JUDICIAL
de nuestro país, puede ser bastante gravosa, en especial para jueces casados y
cuyo cónyuge trabaja en el lugar desde el cual será trasladado. Este órgano
jurisdiccional y de gobierno es irresponsable en materia criminal (art. 324 i.
II COT), no por la razón esgrimida durante la vigencia de la Constitución
de 1833, la ausencia de un órgano superior que pudiese juzgarlos27 , sino
como herencia de la irresponsabilidad del órgano superior de gobierno judi-
cial y de jurisdicción, en cuanto representante de un monarca, a su vez,
irresponsable. Conserva, esta corte, en el artículo 74 i. II y ss. CPR., la
facultad de pronunciarse sobre la legislación tocante a los tribunales (re-
membranza de un tiempo en que el Consejo del rey era, en esta materia, el
equivalente a una secretaría o ministerio de justicia), lo que, como ya se ha
visto, implica la posibilidad de asumir intereses de carácter político y corpo-
rativo respecto de las decisiones sobre la configuración del poder judicial.
Restringe la actuación de los jueces como un verdadero superior jerárquico,
al punto de conservarse disposiciones que limitan las garantías constitucio-
nales de aquellos, como la necesidad de permiso previo para el ejercicio de
la crítica interna, a que alude el artículo del 323 Nº 4 del COT.
8. El último hito en el retorno al modelo monárquico, y su acentuación,
ha sido reciente. Es así como, y sin ninguna objeción por parte de quienes
tan estrictamente defienden el principio de legalidad positiva (o principio
de juridicidad), que impide a los órganos del Estado ejercer otras facultades
distintas de aquellas para las cuales expresamente han sido cometidos por el
ordenamiento jurídico, la Corte Suprema ha constituido un Comité de Éti-
ca. Sin perjuicio de que esto implica un elemento agregado no previsto en el
ordenamiento jurídico, hace aun más cuestionable la aplicación de las atri-
buciones de los incisos III y IV del art. 77 CPR. Pero lo más destacable es la
denominación. Si se trata de supervigilar el cumplimiento de los deberes
jurídicos de los jueces, no era necesario un tal Comité, o, al menos, no se
justifica su denominación. Si se ha creado, entonces, y con ese nombre, no
cabe sino pensar que la Corte Suprema vuelve sobre la disposición del artí-
culo 148 de la Constitución de 1823, para velar sobre la moral ministerial
de los jueces....con una concepción de la moral ministerial sólo equiparable
a aquella en la que reposaba la literatura del siglo XVII en relación a los
deberes del juez. Concepción sólo comprensible en un sistema de justicia de
hombres desvinculados de todo deber de dar cuenta de la relación existente
entre sus decisiones y la ley - el modelo castellano mencionado al inicio de
27
Única razón que podría estimarse compatible con un régimen republicano,
pero que se demuestra falaz al considerar que se trata de casos de responsabilidad
criminal en que las exigencias de tipicidad plantean requisitos mucho más específicos
que una mera discrepancia en materia de juzgamiento.
EDUARDO ALDUNATE LIZANA 207