La Comunicacion Patologica PDF

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La comunicación patológica

3,1. Introducción
Cada tino de los «domas descriptos implica, como corolarios,
ciertas patologías inherentes que se examinarán ahora. En
nuestra opinión, la mejor manera de ilustrar los electos prag­
máticos de esos axiomas consiste en relacionarlos con trastor­
nos que pueden desarrollarse en la comunicación humana. Es
decir, dados ciertos principios de comunicación, examinare­
mos de qué maneras y con qué consecuencias pueden verse
distorsionados esos principios. Se comprobará que las conse­
cuencias de tales fenómenos a nivel de la conducta a menudo
corresponden a diversas psicopatologías individuales, de mo­
do que, además de ejemplificar nuestra teoría, sugeriremos
otro marcó de referencia desde el cual pueden entenderse
aquellas conductas habitualmente considerados como sínto­
mas de enfermedad mental. Dado que el material se hace ca­
da vez más complejo (las patologías de cada axioma se exa­
minarán en la misma secuencia que en el capitulo 2, excep­
tuando algunas superposiciones inevitables).1 '

3.2. La imposibilidad de no comunicarse


Ya nos hemos referido ($.2.23) al dilema de los esquizofré­
nicos, al señalar que estos pacientes se comportan como si
trataran de negar*que se comunican y luego encuentran ne­
cesario negar también que esa negación constituye en sí mis­
ma una comunicación. Pero es igualmente posible que el pa­
ciente dé la impresióa de querer comunicarse aunque sin
aceptar el compromiso inherente a toda comunicación. Por
ejemplo, una joven esquizofrénica entró de golpe en el con­
sultorio del psiquiatra con quien tenía su primera entrevista y
1. Las transcripciones de intercambios verbales simplifican considerable­
mente el material pero, por esa misma razón, resultan en última instan­
cia insatisfactorias, dado que transmiten poco más que el contenido léxico
y omiten casi todo el material analógico, como inflexión de la voz, ritmo,
pausas, tonos emocionales contenidos en la risa, los suspiros, etc. Para
un análisis similar de efemplos de interacción, en forma tanto escrita co­
mo grabada, cf. Watzlawick (157)

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anunció alegremente: “Mi madre tuvo que casarse y ahora
estoy aquí*. Se necesitaron semanas para elucidar algunos de
los múltiples significados condensad os en esa aseveración, sig*
nificados que, al mismo tiempo, quedaban descalificados por
su estructura críptica y por el despliegue de aparente buen
humor y entusiasmo. Su gambito, según resultó luego, impli­
caba informar al terapeuta que
1) ella era el resultado de un embarazo ilegitimo;
2) este hecho de alguna manera había causado su psicosis;
3) "tuvo que casarse" se refería la naturaleza forzada de la boda de
Su madre y podía significar qué la madre no era culpable de que
la presión social la hubiera obligado a casarse o bien que la
madre lamentaba esa decisión fot zade y la existencia misma de
la paciente, que la había obligado a tomarla;
4) "aquí" significaba tanto el ccn ultorio del psiquiatra como la exis­
tencia de la paciente sobre la tierra e implicaba asi que, por un
lado, la madre la había vuelto loca mientras que, por el otro, es-
taha eternamente en deuda con la madre, quien había pecado y
sufrido para traerla al mundo.

3.21
Ef esquizofrenés”, entonces es un lenguaje que obliga al in­
terlocutor a elegir entre muchos significados posibles que no
sólo son distintos, sino que incluso pueden resultar incompa­
tibles entre sí. Así se hace posible negar cualquier aspecto
de un mensaje o todos sus aspectos. Si se la hubiera presio­
nado para que dijera qué significaba su comentario, la pa­
ciente mencionada podría haber dicho con aire casual: “jOh,
no sé; supongo que debo estar loca!*. Si se le hubiera pedido
que aclarara algún aspecto de lo dicho, podría haber respon­
dido: "Oh no, eso no es en absoluto lo que quise decir...*
Pero aun cuando su aseveración está condensada de tal modo
que hace imposible todo reconocimiento inmediato, consti­
tuye una descripción coherente de la situación paradójica en
la que se encuentra, y el comentario “debo estar loca* podría
resultar muy adecuado én vista del grado de autoengaño ne­
cesario para adaptarse a este universo paradójico. Para un
amplio examen de la negación de la comunicación en la es-
quizofrena se remite al lector a Haley (60, págs. 89-99), donde
se traza una sugestiva analogía con los subgrupos clínicos de
la esquizofrenia.

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3.22
La situación opuesta se describe en A través del espejo, cuan­
do el "lavado de cerebro*' al que la "Reina Negra y la Reina
Blanca" someten a Alicia, corrompe su estilo directo de co­
municación. Aquéllas alegan que Alicia trata de negar algo y
lo atribuyen a su estado de ánimo. "
"Estoy segura de que no quise decir.. .** empezó Alicia, pero la Reina
Negra la interrumpió con impaciencia.
"iPrecisamente de eso me quejo! |Tendrías que haber querido decid
¿Para qué supones que sirve un niño sin ningún significado? Hasta
una broma debe tener un significado, y un niño es más importante
que una broma, supongo. No podrías negar eso, aunque lo intentaras
con ambas manos’*.
“No niego cosas con las manos“, protestó Alicia.
“Nadie dijo que lo hicieras'*, dijo la Reina Negra. “Dije que no po­
drías aunque trataras**.
“Se encuentra en ese estado de ánimo, dijo la Reina Blanca, “en que
quiere negar algo, pero no sabe qué negar**.
“Un carácter desagradable y rencoroso“, observó la Reina Negra; y
luego hubo un incómodo silencio durante uno o dos minutos.
Sólo cabe maravillarse ante la intuición del autor con respecto
a los efectos pragmáticos de este tipo de comunicación iló­
gica, pues luego de un lapso de lavado de cerebro, hace que
Alicia so desmaye.

3.23
Sin embargo, este fenómeno no se limita a los cuentos de ha­
das o a la esquizofrenia, sino que tiene consecuencias mucho
más amplias para la interacción humana. Cabe suponer que el
intento de no comunicarse puede existir en cualquier otro
contexto en que se desea evitar el compromiso inherente a
toda comunicación. Una situación típica de esta clase es un
encuentro entre dos desconocidos, uno de los piales quiere
entablar conversación y el otro no, por ejemplo, dos pasajeros
en un avión que comparten un asiento.8 Supongamos que el
pasajero A sea el que no quiere hablar. Hay dos cosas que
no puede hacer: no puede abandonar físicamente el campo y
no puede no comunicarse. La pragmática de este contexto co-2*
2. Queremos destacar una vez más que, s los fines de nuestro análisis
comuntcadonal, las motivación** respectivas de los dos individuos care­
cen totalmente de importancia.

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munícadonal se ve asi limitada a unas pocas reacciones po­
sibles:

3.231 “Rechazo" de la comunicación


El pasajero A puede hacer sentir al pasajero B, en forma más
o menos descortés, que no le interesa conversar. Puesto que
ello es reprobable desde el punto de vista de la buena edu­
cación, se necesita valor para hacerlo y da lugar a un silencio
m&s bien tenso e incómodo, de modo que, de hecho, no se
ha evitado una relación con B.

3.232 Aceptación de la comunicación


El pasajero A terminará por ceder y entablar conversación.
Probablemente se cfdiará a sí mismo y a la otra persona por
ni propia debilidad, pero esto no nos interesa. Lo significativo
aquí es que no tardará en comprender la sabiduría de la nor­
ma militar según la cual "en caso de ser capturado proporcione
sólo su nombre, rango y número de serie", pues el pasajero B
quizá no esté dispuesto a quedarse a mitad de camino, sino
más bien decidido a averiguar todo acerca de A, incluyendo
sus pensamientos, sentimientos y creencias. Y una vez que A
ha comenzado a responder, le resultará cada vez más difícil
detenerse, hecho que conocen todos los especialistas en "la­
varte de cerebro*.

3.233 Descalificación de la comunicación


A puede defenderse mediante la importante técnica de la des­
calificación; esto es, puede comunicarse de modo tal que su
propia comunicación o la del otro queden invalidadas. Las
descalificaciones abarcan una amplia gama de fenómenos co-
niunicacionales, tales como antocontradicciones, incongruen­
cias, Cambios de tema, tangendalizaciones, oraciones incom­
pletas, malentendidos, estilo oscuro o manierismos idiomáti-
cos, interpretaciones literales de la metáfora e interpretación
metafórica de las expresiones literales, etc.3*8 Un ejemplo mag-
3. En el campo internacional, los italianos marchan a la cabesa con su
Inimitable respuesta "ma. . que significa estrictamente "pero", aunque
puede utilizársela como una exclamación para expresar duda, acuerno,
desacuerdo, desconcierto, indiferencia, Crítica, desprecio, rabia, resigna­
ción, sarcasmo, negación y quizás otra docena de cosas y, por ende, en
última instancia, en lo que se refiere al contenido para., nada*.

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cúfico de este tipo de comunicación nos lo ofrece la escena
inida} de la película “Lolita", cuando Quilty, a quien Hum-
bert amenaza con una pistola» se lanza a un paroxismo de je*
rigonza verbal y no verbal» mientras su rival intenta en vano
trasmitir su mensaje: “Mire, voy a matarlo1* (£1 concepto de
motivación resulta muy poco útil para decidir si se trata de
una reacción de pánico o de una astuta defensa). Otro ejem­
plo es ese delicioso fragmento de sin sentido lógico debido a
Lewis Carroll, el poema que lee el Conejo Blanco:
Ellos me dijeron que estuviste con ella y que me mencionaste a ¿1;
ella dio do mi buenas referencias» pero dijo que yo no se nadar. El les
avisó qpe yo no había ido (nosotros sabíame» que era verdad) si
ella hubiera llevado el asunto «¡delante, ¿que sería de ti?
Yo le di uno a ella, ellos a ¿1 dos» tú nos diste tres o más, todos vol­
vieron de él a ti, aunque antes fueron míos.
Y así prosigue en otras tres estrofas. Si lo comparamos con
un fragmento de una entrevista con un sujeto voluntario nor­
mal que evidentemente se siente incómodo al responder a una
pregunta hecha por el entrevistador, pero también siente que
debe responder, comprobamos que su comunicación resulta
sugestivamente similar, tanto en lo que respecta a la forma
como a la pobreza del contenido.
Entrevistador: ¿Qué tal le resulto, Sr. R., que sus padres'vivan en la
misma ciudad que usted y su familia?
Sr. R.: Bueno, nosotros tratamos... este personalmente quiero de­
c ir... este, yo prefiero que Mary (su esposa) maneje las cosas con
ellos, en lugar de hacerlo yo. Me. gusta verlos, pero no trato dema­
siado de hacerme una obligación de comerme hasta alli o hacer que
ellos... Ellos saben claramente q u e ... siempre fue antes de que
Mary y yo nos conociéramos y e n algo muy aceptado —yo soy hijo
tínico— y ellos preferían no» en la medida de lo posible... este, in­
terferir. No creo que haya.. . de cualquier manera creo que siempre
hay un, una corriente subterránea en cualquier familia, en nuestra fa­
milia o en cualquier otra. Y es algo que incluso Mary y yo sentimos
cuando... nosotros dos somos más bien perfeccionistas. Y ... este...
sin embargo* somos m uy... somos... som os... este, rígidos y ...
esperamos lo mismo de los chicos y pensamos que si uno tiene que
vigilar... quiero decir, si, este... si hay alguna interferencia de los
parientes nosotros penamos, hemos visto eso en otro« y nosotros,...
es algo contra lo cual mi propia familia trató de protegerse pero,...
este... y ... este, como en este caso, por qué nosotros... yo no di­
ría que nos mantenemos alejados de los viejos (157, págs. 20-21).

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No es sorprendente que habitualmente recurra a este tipo de
comunicación todo aquel que se ve atrapado en una situación
en la que se siente obligado a comunicarse pero, al mismo
tiempo, desea evitar el compromiso inherente a toda comuni­
cación. Desde el punto de vista comunicacíonal, por lo tanto,
no hay una diferencia esencial entre la conducta de un indi*
viduo llamado normal que ha caído en manos de un entre*
vistador experimentado y la de un individuo llamado men­
talmente perturbado que se encuentra en idéntico dilema:
ninguno de los dos puede abandonar el campo, ninguno pue­
de no comunicarse, pero probablemente por razones propias
tiene miedo o no desean hacerlo. En cualquiera de los dos casos,
probablemente el resultado sea un balbuceo incoherente, con
la excepción de que, en el caso del enfermó mental, el en­
trevistador, — si se trata de un psicólogo conocedor de los
símbolos de la mente— tiende a entenderlo sólo en términos
de manifestaciones inconscientes, mientras que para el pa­
ciente tales comunicaciones pueden constituir una buena ma­
nera de complacer al entrevistador mediante el sutil arte de
no decir nada diciendo algo. Del mismo modo, un análisis en
términos de "perturbación cognitiva" o "irracionalidad1* sos­
laya la consideración necesaria del contexto en la evaluatiión
de tales comunicaciones.4 Señalemos una vez más el hecho
de que en el extremo clínico del espectro dé la conducta, la
comunicación (conducta) "alienada" no es necesariamente la
manifestación de una mente enferma, sino quizá la única re­
acción posible frente a un contexto de Comunicación absurdo
o insostenible.

3.234 £2 síntoma como comunicación


Por último, hay una cuarta respuesta que el pasajero A pue­
de emplear para defenderse contra la locuacidad de ff: puede
fingir somnolencia, sordera, borrachera, Ignorancia del idio­
ma, o cualquier otra deficiencia o incapacidad que justifique
la imposibilidad de comunicarse. En todos estos casos, en­
tonces, el mensaje es el mismo: "A mf no me molestaría ha­
blarle, pero algo más fuerte qué yo, de lo cual no puede cul­
párseme, me lo impide". La técnica de recurrir a la fuerza
de motivos que están más allá del propio control, sigue ofre­
ciendo una falla: A sabe que está engañando al otro. Pero la
"treta" comunicacíonal se vuelve perfecta cuando una persona
4. En tal sentido, se remite al lector a un análisis comunicacíonal del
concepto psi coanalítico de "transferencia”, que puede entenderse como
la única respuesta posible frente a uta situación harto insólita. Cf. Jadt-
son y Haley (76), que también se examina en S.7.5, ejemplo 2.

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logra convencerse a sí misma de que se encuentra a merced
de fuerzas que están más allá de su control y se libera asi
de la censura por parte de los “otros significativos" y de los
remordimientos de su propia conciencia. Con todo, esto sólo
significa decir que tiene un síntoma (neurótico, psicosomàtico
o psicòtico). Al describir la diferencia entre las personalidad
des norteamericana y rusa, Margaret Mead señaló que un
norteamericano podría utilizar la excusa de una cefalea para
abandonar una reunión, mientras que un ruso sentiría real­
mente dolor de cabeza. En el campo de la psiquiatría, Fromm-
Reíchmann señaló en un trabajo poco conocido el uso de los
síntomas catatónicos como comunicación (5J) y, en 1954, Jack­
son indicó la utilidad que tienen los síntomas histéricos de
un paciente para comunicarse con su familia (67). Para un
estudio más amplio del síntoma corno comunicación, se re­
mite al lector a Szasz (151) y Artiss (3).
Esta definición comunicacional de un síntoma quizá parezca
contener un supuesto discutible, a saber, que es posible con­
vencerse a sí mismo de esta manera. En lugar de recurrir al
poco convincente argumento de que la experiencia clínica
cotidiana corrobora plenamente este supuesto, preferiríamos
mencionar los experimentos de McGinnies sobre "defensa per-
ceptua r (102), Sé coloca a un sujeto frente a un taquitosco-
pio, un aparato mediante el cual pueden hacerse visibles pa­
labras durante períodos breves ele tiempo en una pequeña
abertura. El umbral del sujeto se determina para unas pocas
palabras de prueba y luego se le indica que informe al ex­
perimentador de todo lo que ve o cree ver en cada exposición.
So utilizan palabras neutrales y "críticas", con carga emocio­
nal, por ejemplo, violación, suciedad, prostituta. Una compa­
ración entre la actuación del sujeto con las palabras neutrales
y con las palabras críticas revela umbrales significativamente
más altos de. reconocimientos para las segundas, esto es, "ve”
un número menor de tales palabras. Pero ello significa que,
para lograr mayor número de fallas con las palabras social­
mente reprobadas, el sujeto debe primero identificarlas como
tales y luego Convencerse de alguna manera de que no pudó
leerlas. Así se evita la incomodidad de tener que leerlas en
voz alta frente al experimentador. (En este sentido, debemos
mencionar que, en general, las personas que idean los tests
psicológicos han descuidado el contexto comunicacional de
dichos tests. Por ejemplo, no cabe duda alguna de que para
el sujeto, y para su rendimiento, la cosa será muy distinta si
debe comunicarse con un viejo apergaminado profesor con
un robot o con una hermosa rubia. De heicho, las recientes y
cuidadosas investigaciones de Rosenthal sobre la distorsión
proveniente del experimentador (véase 5.2.53, nota al pie)

79
han confirmado la existencia de una corriente encubierta de
comunicación compleja, efectiva y sutil aún en experimentos
estrictamente controlados).
Hagamos una breve recapitulación. La teoría de la comuni­
cación concibe un síntoma como un mensaje no verbal: no
soy yo quien quiere o no quiere hacer esto, sino algo fuera
do mi control, por ejemplo, mis nervios, mi enfermedad, mi
ansiedad, mi mala vista, el alcohol, la educación que he re­
cibido, los comunistas o mi esposa.
3.3. La estructura de niveles de la comunicación
(contenido y relación)
Una pareja en terapia matrimonial relató el siguiente episo­
dio, Mientras se encontraba solo en su hogar, el esposo reci­
bió un llamado de larga ,distando de un amigo, quien le ma­
nifestó que se encontraría en esa ciudad durante unos días.
El esposo invitó al amigo a pasar esos días en su casa, sa­
biendo que eUq agradada a su esposa y que, por lo tanto,
ella habría hecho lo mismo. Sin embargo, cuando la esposa
regresó se entabló, una violenta discusióh con respectó a la
invitación hecha por el marida Guando el problema se exa­
minó én la sesión terapéutica, ambos cónyuges estuvieron de
acuerdo en que esa invitación era la cosa más adecuada y
natural Los sorprendía comprobar que, por un lado, estaban
de acuerdo y, sin embargo, "de algún modo" también estaban
én desacuerdo con respecto al mismo problema.

3.31
En realidad, hay dos problemas en esta disputa. Uno se re­
fería a la secuencia de conductas adecuadas en una situación
especifica, la invitación, y podía comunicarse en forma digital;
el otro se refería a la relación entre los comunicante —al plan­
teo de quién tenia derecho a tomar la iniciativa sin consultar
al otro— y no podía resolverse tan fácilmente en forma digi­
tal, pues presuponía la capacidad del marido y la mujer para
hablar acerca de su telamón. En su intento de resolver el
problema, esta pareja cometió un error muy común en su co­
municación: estaban en desacuerdo en el nivel metacomuni-
cacional (relacional), pero trataban de resolverlo en él nivel
do! contenido, donde el desacuerdo no existía, cosa que los
conducía a pseudodesacuerdos. Otro esposo, observado tam­
bién en terapia conjunta, logró descubrir por si solo y mani­
festar con sus propias palabras la diferencia entre el nivel del

m
contenido y el relaciona!. El y su esposa habían experimen-
tado muchas escaladas simétricas violentas, por lo común des­
tinadas a establecer quién tenia razón con respecto a algún
contenido trivial. Cierto día ella pudo demostrarle de manera
concluyente que él estaba cometiendo un error, y él contestó:
“Bueno, quizá tengas razón, pero estás equivocada porqtte es­
tás discutiendo conmigo”* Todo psicoterapeuta está familiari­
zado con estas 'confusiones entre el aspecto del contenido y
el aspecto reladonal de un problema, sobre todo en la comu­
nicación marital, y también con la enorme dificultad con que
se tropieza para eliminar la confusión. Mientras que para el
terapeuta la monótona redundancia de los pseudodesacqerdos
entre marido y mujer se hace evidente con bastante rapidez,
los protagonistas suelen verlos como algo aislado y totalmente
nuevo, por la simple razón de que las cuestiones prácticas y
objetivas que se discuten pueden tener su origen en una am­
plia gama de actividades, desde los programas de televisión
hasta el sexo, pasando por las tostadas para el desayuno. Es­
ta situación ha sido extraordinariamente bien descripta por
Koestler:
relaciones familiares pertenecen a un plano donde no rigen las
normas corrientes del Juicio y la conducta^ Sos un laberinto de ten­
siones, disputas y reconciliaciones, cuya lógica es autooontradictorta,
cuya ¿tica surge de una cómoda, fungia, y cuyos valores y criterios'
están distorsionados como el espacb curvo de un universo ce mudo.
Se trata de un universo saturado de recuerdos, pero son recuerdo* de
loa que no se aprende nodo; saturado de un pasado que no propor­
ciona orientación pare el futuro. En este universo, después de cada
crisis y codo reconciliación, et tiempo comlenxa de nuevo y la historia
siempre está en el año cero. (86, pág. 128, las bastardillas son nuestras.)
Antes de pasar a los trastornos que pueden surgir en el átfea
do los aspectos de contenido y relaciónales, consideremos de
modo esquemático cuáles son las variaciones posibles:
1. En el mejor de los casos, los participantes concuerdan con
respecto al contenido de sus comunicaciones y a la definición
de su relación.
i . En A peor de los casos, encontramos la situación inversa:
los participantes están en desacuerdo con respecto al nivel del
contenido y también A de relación.
3. Entre ambos extremos hay varias formas mixtas impor­
tantes:

81
a) Los participantes están en desacuerdo en el nivel del con­
tenido; pero ello no perturba su relación. Quizás ésta seá la
forma más madura de manejar el desacuerdo; los participan*
tes acuerdan estar en desacuerdo, por así decirlo (cf. S.3.64,
ej. 3).
b) Los participantes están de acuerdo en el nivel d d conte­
nido, pero no en el rdadorud. (cf. S.3.33 y sig.). Ello signi­
fica que la estabilidad de su relación se verá seriamente ame­
nazada en cuanto defe de existir la necesidad de acuerdo en
el nivel del contenido. No resulta difícil encontrar ejemplos
de esta secuencia. Como se sabe, muchos matrimonios tienen
crisis precisamente cuando se superad las dificultades exter­
nas que hasta ese momento obligaban a los cónyuges a un
esfuerzo conjunto y a un apoyo mutuo. Idéntico fenómeno
puede observarse en la esfera política, cuando aliados con
ideologías básicamente incompatibles se vuelven enemigos
después de eliminar un peligro qué constituía una amenaza
para ambos (por ejemplo, los Estados Unidos y la Unión So­
viética después de la derrota de Alemania y Japón) o cuando
un gobierno de coalición se deshace al desaparecer la necesi­
dad externa de una coalición entre partidos con distinta orien­
tación política (Austria en 1966). Este mismo mecanismo es
de particular importancia en el campo de la dinámica familiar,
a saber, la función de chivo emisario de un niño cuyo "pro­
blema” (bajo rendimiento escolar, enfermedad física, neurosis,
psicosis, delincuencia) impone a los padres la necesidad cons­
tante de tomar decisiones conjuntas y de intervenir en situa­
ciones de crisis, cosa que confiere a su relación una pseudo-
estabilidad que, en realidad, no existe. En todos estos casos
es posible predecir con certeza casi matemática que cualquier
meiorfa del paciente se verá seguida por una crisis marital
que, a su vez, a menudo hace que reaparezca la patología del
hijo. (cf. S.5.42.)
cj Otra posibilidad son las confusiones entre los dos aspectos,
"contenido y relación”, que ya se mencionó previamente. Pue­
den consistir en un intento por resolver un problema relacio­
na! en el nivel del contenido (donde no existe) o, por el con­
trario, en una reacción frente a un desacuerdo objetivo con
una variación del reproche básico: "Si me amaras, no me con­
tradecirías” (cf. S.3.32).
d) Por último, y de particular importancia clínica, son todas
aquellas situaciones en las cue una persona se ve obligada de
un modo u otro a dudar de sus propias percepciones en él
nivel del contenido, a fin de no poner en peligro úna relación

82
vital con otra persona. Esto lleva a pautas de comunicación
paradójica que se examinarán en el capítulo 6.

3.32
E] fenómeno del desacuerdo ofrece un buen marco de refe­
rencia para estudiar los trastornos de la comunicación debidos
a la confusión entre el contenido y la relación. El desacuerdo
puede surgir en cualquiera de los dos niveles, y ambas for­
mas dependen una de la otra. Por ejemplo, el desacuerdo con
respecto al valor de verdad de la afirmación: “El uranio tiene
92 electrones'**, aparentemente sólo puede resolverse recurrien­
do a pruebas objetivas, tales como un texto de química, pues
eflo no sólo demuestra que el átomo de uranio tiene en efecto
92 electrones, sino que uno de los antagonistas estaba en lo
cierto y el otro equivocado. De estos dos resultados, el pri­
mero resuelve el desacuerdo1en el nivel del contenido y él
otro crea un problema de relación. Evidentemente para resol­
ver este nuevo problema los dos individuos no pueden seguir
hablando sobre los átomos sino que deben comenzar a hablar
acerca de si mismos y de su relación. Con tal fin deben lograr
una definición de su relación en términos de simetría o com-
plementaridad: por ejemplo, el que estaba equivocado puede
admirar al otro por su mayor conocimiento, o sentirse fasti­
diado ante su superioridad y tomar la decisión de mostrarse
superior a él en cuanto se le presente la oportunidad a fin
de restablecer la igualdad.* Desde luego, si no pudiera es­
perar hasta la próxima ocasión, podría utilizar una técnica
del tipo "al demonio con la ilógica** y tratar de ganar la dis­
cusión afirmando que el número 92 debe ser un error de im­
prenta o que tiene un amigo científico que acaba de demos­
trar que el número de electrones en realidad carece de sig­
nificado, etc. Un excelente ejemplo de esta técnica nos lo ofre­
cen los ideólogos rusos y.chinos con sus sutiles interpretacio­
nes de lo que Mane "realmente** quiso decir, tendientes a
demostrar hasta qué punto los otros son malos marxistas. En
tales controversias, las palabras llegan a perder su últtmo ves­
tigio de contenido y se convierten exclusivamente en herra­
mientas de "superioridad** V como lo expresa Humpty Dumpty
con admirable claridad:
5. Cualquiera de esta« do« posibilidades podría resultar adecuada o in»
. adecuada, "buena" o "mala", según Ja relación de que se trata.
6. S. Potter, quien introdujo el término, ofrece al respecto muchos ejem­
plos penetrantes y divertidos, (116),
* Aquí, y en otras partes del texto, se hace referencia a un término in­
traducibie: ont-vpmomhip, creado por un humorista inglés, Slcphan Pot-

63
No sé qué quiere decir con 'gloria'", dijo Alicia.
Humpty Dumpty sonrió desdeñosamente. "Por supuesto que no. . . hasta
que yo te lo diga. Quiero decir 'debe ser un argumento aplastante
para ti'".
"Pero 'gloria' no significa 'un argumento aplastante'" protestó alicia.
"Cuando yo uso una palabra" dijo Humpty Dumpty, en tono algo
despectivo! "esa palabra significa exactamente lo que yo decido que
signifique! ni más ni menos",
El asunto es”, dijo Alicia, "si usted puede hacer que las palabras
signifiquen tantas cosas distintas”.
"K! asunto es”, replicó Humpty Dumpty» "quién es el muestro oquf;
ef orne; eso es todo”. (Las últimas bastardillas son nuestras).
Esta es, entonces, tan sólo otra manera de decir que, frente
' ' +

a su desacuerdo, los dos individuos deben definir su relación


como complementaria o simétrica.

3.33. Definición del self * y el otro


Supongamos ahora.que la aseveración sobre el uranio la hace
un físico a otro. En este caso el tipo de interacción que surja
s a i probablemente muy distinta, pues la respuesta del otro
tenderá a expresar rabia, dolor, o sarcasmo: "Sé que piensas
que soy un completo idiota, pero debo confesarte que duran­
te algunos años fui a la escuela..." o algo similar. Lo que
varía en esta interacción es el hecho dé que aqui no hay des­
acuerdo en el nivel del contenido. Nadie pone en duda el
valor de verdad de la aseveración; de hecho, ésta no transmite
información alguna ya que lo que afirma en el nivel del con­
tenido es conocido por ambos participantes. Es este hecho, ¿1
acuerdo en él nivel del contenido, lo que evidentemente ubi­
ca el desacuerdo en el nivel relacional, en otras palabras, en
el campo metacomunicacfonal. Allí, sin embargo, el desacuer-
ter, quien escribió una serie de libros con jocosas recomendaciones acerca
de cómo quedar en una situación de superioridad aún cuando no se tie­
ne con qué. Jay Haley incorporó los términos de Potter "one-up” y "one-
dworT a la Jerga psiquiátrica, el definir de esa manera a los polos su­
perior e inferior de una dfada complementarla. Aqu( se traducen, res­
pectivamente, como "superior” e "inferior", y a "one-upmanship" co­
mo "superioridad”. [N. del JR.].
* Se utilizan aquí como sinónimos self (que se mantiene así, sin tradu­
cir, siguiendo la tendencia de la literatura palcoanaUtíca en castellano),
"si mismo” y mismidad. Se elude su traducción como yo, para mantener
la nomenclatura propuesta per Hartmano, quien utiliza yo para referirse
a una subestructura del aparato psíquico y u if como concepto referido
«I *’uno mismo”. [N. del R.j.

84
do equivale a algo que es mucho más importante desde el
punto de vista pragmático que el desacuerdo en el nivel del
contenido. Como ya vimos, en el nivel relaciona! las personas
no comunican nada acerca de hechos externos a su relación*
sino que proponen mutuamente definiciones de esa relación*
y por implicación, de sí mismos.78Como ya se mencionó en
5.2.3, tales definiciones poseen sus propios niveles de com­
plejidad. Así* para tomar un punto de partida arbitrario, la
persona P puede ofrecer a la otra* O, una definición de si
misma. P puede hacerlo en alguna de las numerosas formas
posibles; pero cualquiera sea el qué y el cómo de su comu­
nicación en el nivel del contenido, el prototipo de su meta-
comunicación será: “Así es como me veo”.' Es inherente a
la naturaleza de la comunicación humana el hecho de que
existan tres respuestas posibles por parte de O a la autode-
finición de P, y las tres son de gran importancia para la prag­
mática dé la comunicación humana.

3.331 Confirmación.
O puede aceptar (confirmar) la definición que P da de si
mismo. En nuestra opinión* esta confirmación por parte de O
de la visión que P tiene de sí mismo es probablemente el fac­
tor que más pese eñ el desarrollo y la estabilidad mentales
de los que bonos podido detectar hasta el presente a partir
de nuestros estudios sobre comunicación. Por sorprendente
que parezca, sin este efecto autoconfirmador la comunicación
humana no se habría desarrollado más allá de los muy es­
trechos límites de los intercambios indispensables para la pro­
tección y la supervivencia; no habría motivos para comuni­
carse por la comunicación misma. Sin embargo, la experiencia
cotidiana demuestra que gran parto dé nuestras comunicacio­
nes tienden precisamente a ese propósito. La vasta gama de
emociones que .los individuos experimentan los unos con res-
7 . Cf. Cumming: He sugerido que gran paite de lo que Langer llama
“la mera expresión de ideas* o -actividad simbólica por y para n misma,
corresponde en las personas normales, a la fundón de reconstruir cons­
tantemente el concepto del self, de ofrecer dicho concepto a otros para
obtener ratificación y de aceptar o rechazar esa misma actitud en los
otro*
Aún más, supongo que el concepto del u&f debe reconstruirse sin
cesar para que podamos existir como personas y no como objetos y, so-
. bre todo, que dicho concepto se reconstruye en la actividad conwnJca-
donal. (3S, pág. 113).
8. En realidad, se debería decir: “Así es como me veo en relación con
usted en esta sitxiación”, pero, a los fines de iá simplicidad, omitiremos
en el futuro las palabras en bastardillas.

85
pecto de los otros —desde el amor hasta el odio— probable­
mente no existiría, y viviríamos en un mundo vacío de todo
lo que no fueran las actividades mis utilitarias, un mundo
carente de belleza, poesía, juego y humor. Parecería que, com­
pletamente aparte del mero intercambio de información, el
hombre tiene que comunicarse con los otros a los fines de su
autopercepción y percatación, y la verificación experimental
de este supuesto intuitivo se hace cada vez más convincente
a partir de las investigaciones sobre la deprivadón sensorial,
que demuestra que el hombre es incapaz de mantener su es­
tabilidad emocional durante períodos prolongados en que sólo
se comunica consigo mismo. Pensamos que lo que los existen-
cialistas llaman el encuentro corresponde a esta esfera, así co­
mo cualquier otra forma de condencia incrementada de sí
mismo que sobreviene como resoltado de establecer una re­
lación con otro individuo. Como sostenía Martin Buber:
“En la sociedad humana, en todos sus niveles, las personas se confir­
man unas a otras de modo práctico, en mayor o menor medida, en
sus cualidades y capacidades personales, y una sociedad puede consi­
derarse humana en la medida en que sus miembros se confirman en­
tra ú ..
La base de la vida del hombre con el hombre es doble, y es una
sola: el deseo de todo hombre dé ser confirmado por los hombres
ocimo lo que es, e Incluso como lo que puede llegar a ser y !a ca­
pacidad innata del hombre para confirmar a sus semejantes de esta
manera. El hecho de que tal capacidad esté tan Inconmensurablemente
descuidada constituye ti verdadera debilidad y cnestionabiUdad de la
raza humana: la humanidad real sólo existe cuando esa capacidad se
desarrolla. (02, págs. 101-2).

3.332 Rechazo
La segunda respuesta posible de O frente a la definición que
P propone de si mismo consiste en rechazarla. Sin embargo,
por penoso que resulte, el rechazo presupone por lo menos
un reconocimiento limitado de lo que se rechaza y, por ende,
no niega necesariamente la realidad de la imagen que P tiene
de sf misma De hecho, ciertas formas de rechazo pueden
incluso ser constructivas, como ocurre con la negativa de un
psiquíatra a aceptar la definición que un paciente da de sí
mismo en la situación transferencial y con la que el paciente
puede tratar de imponer al terapeuta su propio “jue­
go relacionar. Se remite aquí al lector a dos autores que, den­
tro de sus propios marcos conceptuales, se han dedicado am­
pliamente a este tema, a saber, Beme (23, 24) y Haley (60).

86
3.333 Desconfirmación
La tercera posibilidad es» quizá» la más importante, tanto des­
de el punto de vista pragmático como desde el psicopatológi-
co. Se trata del fenómeno de la desconfirmación que, como
veremos, es muy distinto del rechazo directo de la definición
que el otro hace de sí mismo. Utilizamos aquí, en parte, el
material presentado por Láing (88), del Tavistock Instituto of
Human Relations de Londres, además de nuestros propios ha*
llazgos en el campo de la comunicación esquizofrénica. LaJng
cita a William James, quien escribió cierta vez: “No podría
idearse un castigo más monstruoso, aun cuando ello fuera fí­
sicamente posible, que soltar a un individuo en una sociedad
y hacer que pasara totalmente desapercibido para sus miem­
bros** (88, pág. 89). No cabe mayor duda de que tal situación
llevaría a una “pérdida de la mismidad”, que no es más que
una traducción del término “alienación”. Tal como la obser­
vamos en la comunicación patológica, la desconfirmación ya
no se refiere a la verdad o falsedad —si existen tales criterios-
de la definición que P da de sí mismo, sino más bien niega
la realidad de P como fuente de tal definición. En otras pa­
labras, mientras que el rechazo equivale al mensaje; “Estás
equivocado”, la desconfirmación afirmé de hecho; “Tú no
existes”. O» para expresarlo en términos más rigurosos, si en
lógicaformal se identificaran la confirmación y el rechazo del
self ,del otro con los conceptos de verdad y falsedad, respec­
tivamente, entonces lá desconfirmación correspondería al con­
cepto de indeterminación, que, como se sabe, pertenece a un
orden lógico distinto.9
fl. Á voces, muy pocas, es cierto, la indeterminación literal desempeña
un papel importante en una relación, como puede observarse en la si­
guiente transcripción de Una sesión de psicoterapia conjunta. La pareja
había solicitado ayuda porque sus peleas, muchas veces violentas, los
dejaban profundamente preocupados con respecto a su fracaso como cón­
yuges. Estaban casados desde hada SI años. El marido era un hombre
de negodos de gran éxito.. Al comienzo de este intercambio, la esposa
acababa de señalar que en todos esos años nunca había sabido cuil era
su situación con respecto a él.
Psiquiatra: Asi que usted dice que no recibe de su esposo las señales
que necesita para saber si usted se está desempeñando bien,
Esposa; N a
Psiquiatra; ¿La critica Dan cuando usted lo merece quiero decir, en for-
roa positiva o negativa?
Marido; Sara vez la critico...
Esposa (simultáneamente): Rara vez me critica.
Psiquiatra: Rueño, ¿cómo sabe u sted...?
Esposa (interrumpiendo): El elogia (breve risa). Verá usted, eso es lo
más confuso... Supóngase que yo cocino algo y lo quemo; bueno,
entonces ¿1 dice que está "muy, inuy rico". Después, si hago algo
que está muy rico, entonces dice que está “muy, muy rico". Le dije
Para citar a Laing:
El patrón familiar característico que ha surgido del estudio de fa­
milias de esquizofrénicos no incluye tanto a un hfjd sometido a un
descuido total o siquiera a un trauma evidente, sino a un hijo cuya
autenticidad se ha visto sometida a menudo involuntariamente, a una
mutilación sutil pero persistente, (pág. di.)
El resultado final de esto le alcanza... cuando, independientemente
de cómo (una persona) actúe o se sienta, independientemente de qué
significado de a su situación, sus sentimientos son tenidos en cuenta, sus
actos son desconectados de sus motivos, intenciones y consecuencias, la
situación es despojada del significado que tiene para ella, de modo
que queda totalmente confundida y alienada. (Fágs. 135-6.)
Y ahora veamos un ejemplo específico que se 4ia publicado
con mayores detalles en otra parte (78), Está tomado de una
sesión de psicoterapia conjunta de una familia compuesta por
los padres, su hijo David, de 25 afios (a quien primeramente
—mientras se encontraba cumpliendo el servicio militar a los
20 afios— se le hizo un diagnóstico oficial de esquizofrenia y
que luego vivió en su casa hasta aproximadamente <un año
antes de esta entrevista, época en que fue necesario.internar­
lo), y su hijo Charles, de 18 afios. Cuando surgió el tema de
la tensión que las visitas de fin de semana del paciente sig­
nificaban para toda la familia, el psiquiatra señaló que daba
la impresión de que le pedían a David que soportara la into­
lerable carga de la atención solícita de la familia. Así David
so convertía en el único indicador de la forma en que habían
andando las cosas durante el fin de semana. Sorprendentemen­
te, el paciente no vaciló en encarar esta cuestión:
1. David: Bueno, a veces siento que mis padres, y Charles también,
son muy sensibles con respecto a cómo me siento, quizó dema­
siado sensibles, parque no sé, no siento que haga tanto Ko cuando
voy a casa, o ...
2. Madre: Humm, David, tú no has estado asi desde que tuviste
el auto, sino q u e... pero antes eras asi.
que no sé cuándo algo está rico, que no sé sí me critica o me elogia.
Poique él cree que «1 elogiarme puede hacer que me supere, y
cuando merezco un cumplido.,. él siempre me hace elogios, asi es,
de modo que yo pierdo el valor del elogio. '
Psiquiatra; Así que en realidad usted no sabe cuál es su situación con
alguien que siempre elogia...
Esposa (interrumpiendo): No, no sé cuándo me critica y cuándo me
elogia con verdadera sinceridad.
Lo que otorga tanto interés a este ejemplo es que, aunque ambos cón­
yuges tienen plena conciencia del patrón en el que.están atrapados, eso
no Im ayuda en lo más mínimo para hacer algo al respecto.
3. David: Bueno ya sé que e ra ...
4. Madre (simultáneamente): Si. pero incluso e n ... sí, últím.imen-
te, las últimas dos veces desde que tuviste el auto.
5. David: Sí, muy bien; de cualquier manera (suspiro)... »pusiera
no tener que ser aií, supongo, sería lindo si yo pudiera diver­
tirme o algo por el estilo... (suspiro, pausa).
0. Psiquiatra) Usted cambia su frase a mitad de camino cuando
su madre se muestra agradable con usted. Lo cual... resulta
comprensible, pero en su posición no puede darse ese lujo.
7. David (simultáneamente): Hiunm.
8. Psiquiatra: Lo vuelve más chiflado. De esa manera, usted ni si­
quiera sabe qué piensa.
9. Madre: ¿Qué cambio hizo?
10. Psiquiatra: Bueno, yo no puedo leer su mente, de modo que no
sé exactamente que iba a decir, sólo tengo una idea general, ba­
sada en la experiencia...
11. David (interrumpiendo): Bueno, simplemente, lo que iba a de­
cir es que yo soy el enfermo de la familia y eso le da a todos
los dem ás... u n a ... oportunidad de ser buenos tipos y levan­
tarle la moral a David, tenga David él dnimó por él piso o no.
Siento que a veces eso es lo que pasa. En otras palabras, yo no
puedo ser otra cosa más que yo mismo, y si a la gente no Je
gusta la manera en que yo soy. .. este... la manera en que yo soy.
entonces yo Ies agradezco cuando ellos... me lo dicen, o alg"
así y eso es lo que quiero decir. (78, pdg. 89).
El lapsus *del paciente esclarece su dilema;, él dice "ño puedo
ser más que yo mismo1* peto mantiene el interrogante: ¿yo
mismo es “yo" o “ellos’? Decir que esto constituye una prueba
de “límites yoicos lábiles” o algo por el estilo significa pasar
por alto el hecho interacción»! de la desconfirmación a que
nos acabamos de referir, no sólo en la descripción que David
hace de sus visitas de fin de semana, sino también por la in­
mediata desconfirmación que la madre hace de la validez de
la imprésión que tiene David en él ejemplo presente (1-5).
A la luz de la desconfirmación presente y pasada de su self.
el lapsus linguae del paciente adquiere un nuevo sentido.
3.34. Niveles de percepción interpersonal
Estamos en condiciones ya de volver a la jerarquía de men­
sajes que surge cuando analizamos las comunicaciones en el
nivel relacional. Hemos visto que la definición que P da de
sí mismo (“Así es como me veo...”) puede tener tres res­
puestas posibles por parte de O: confirmación, rechazo o des­
confirmación. (Desde luego esta clasificación es virtualmentc
idéntica a la utilizada en las secciones 3.231-3.233.) Ahora
89
bien, estas tres respuestas tienen un denominador común, ya
que por medio de cualquiera de ellas O comunica: “Así es
como te veo".10
Asi, en el discurso a nivel metacomunicacional hay un men­
saje de P a O; “Así es como me veo* Está seguido por un
mensaje de O a P: “Así es como te veo". A este mensaje, P
responderá con un mensaje que afirma, entre otras cosas, “Así
“Así es como veo que tú me ves", y O, a su vez, con leí men­
saje “Así es como veo que tú ves que yo te veo". Como ya se
sugirió, cabría considerar que se trata, al menos teóricamente,
de un regretio ad infinitum, aunque por motivos de orden prác­
tico debe suponerse que resulta imposible manejar mensajes
de un orden más alto de abstracción que el del mencionado en
último término. Ahora bien, cabe señalar que también cual­
quiera de estos mensajes puede ser sometido por el receptor
a la confirmación, el rechazo o la desconfirmación ya des-
criptos, y que. naturalmente, ello se aplica también a la de­
finición que O da de sí mismo y al discurso metacomunica­
cional con P que le sigue. Esto lleva a contextos comunica-
cionales cuya complejidad hace tambalear la imaginación y
que sin embargo, tienen consecuencias pragmáticas muy es­
pecíficas.
3.35. Impenetrabilidad
Debemos casi todo lo que se' sabe acerca de tales consecuen­
cias a las investigaciones de Laing, Phillipson y Lee, quienes
describieron su trabajo en un libro reciente (90 bis). En la,
introducción, dichos autores señalan que las teorías psicológi­
cas siguen estando basadas en gran parte en conceptos ego­
céntricos v monódicos. El psicoanálisis, por ejemplo, postula
el Yo. el Superyó y el Ello, pero no el “tú". Sin embargo, en
la realidad interpersonal de la vida diaria, mi Yo está las más
de las veces enfrentado por un Alter y, desde el punto de
vista del Alter, mi Yo es su Alter, Asi, lá visión que el otro
tiene de mt es tan importante (por lo menos en las relaciones
personales estrechas) como la visión que yo tengo de mí mis­
mo pero, en el mejor de los casos, ambas visiones sólo son
mós o menos similares. Empero, este "más o menos" determi­
na. más que cualquier otro factor, la naturaleza de nuestra
relación y. por consiguiente, mt sensación (y la del otro) de
ser entendidos y tener una identidad:
10. A primera vista, esta fórmula parece no adecuarse al concepto de
deseonfirmacíón tal como lo hemos dexcrfpto. Sin embargo, en último
análisis, incluso el mensaje “Para mi tú no existes como una entidad por
ti mismo" equivale a "Es así como yo te veo: tú no existes": El hecho
da que esto sea paradójico no significa que no pueda ocurrir, como se
sugerirá en detalle en el capítulo 6.

90
Un hombre siente que su esposa no lo comprende. ¿Qué pueda sig­
nificar esto? Podría significar que ¿1 cree que ella no comprende
que ¿1 se siente abandonado. O él puede creer que ella no comprende
que él la ama. O bien podría ser que él cree que ella cree que él es
mezquino, cuando él simplemente quiere ser cauteloso; que él es cruel,
cuando él sólo quiere mostrarse firme; que él es egoísta, cuando sólo
quiere evitar que lo usen como felpudo. <
Su esposa puede sentir que él cree que ella cree que él es egoísta,
cuando todo lo que ella quiere es que él sea un poco menos reservado.
Ella puede creer que él cree que ella cree que él es cruel, porque
ella siente que él siempre toma todo lo que ella dice como úna acusa­
ción. Ella puede creer que él cree que la comprende, cuando ella en
realidad cree que no ha empezado siquiera a verla como una persona
real, y así sucesivamente. (SO bis, pág. 23).
Esto ejemplo da tma idea bastante clara de la compleja es­
tructura de estos conflictos, de su peculiar impenetrabilidad y
de los sentimientos concomitantes de desconfianza y confusión.
Lo que hace que la impenetrabilidad sea tan difícil de resol­
ver desde el punto de vista terapéutico es el hecho de que
(como se muestra en S. 1.2) las relaciones no son realidades
concretas, sino experiencias puramente subjetivas o construc­
ciones hipotéticas. Ello significa que no son reales en el mis­
mo sentido en que lo son los objetos concretos de la percep­
ción conjunta. Estos últimos pueden convertirse en el material
de las comunicaciones digitales, son algo que está "ahí afue­
ra", por así decirlo, algo que se {Hiede señalar. Pero en las
relaciones nosotros mismos estamos contenidos; en ellas ,sólo
somos partes de un todo más amplio, cuya totalidad no po­
demos captar, tal como resulta imposible obtener una visión
completa del propio cuerpo, puesto que los ojos, como órga­
nos de la percepción, forman parte del cuerpo que se desea
percibir. Además, si los "órganos" de la percepción interper­
sonal son Impenetrables, esta ceguera Inevitablemente lleva a
conflictos para los cuales sólo dos motivos parecen posibles:
locura o maldad. Como lo han demostrado Laing y sus cola­
boradores, estos conflictos relaciónales constituyen patrones
cuya comprensión permite ver bajo una nueva luz muchos de
los cuadros clínicos de la psícopatología tradicional
La siguiente descripción de la relación de un esquizofrénico
con su madre puede servir no sólo como ilustración de lo di­
cho, sino también como ejemplo de lo difícil que resulta expre­
sar esta relación en lenguaje digital:
Él esquizofrénico ve el punto de vista de la madre mejor de lo que
éste ve el del esquizofrénico.
El esquizofrénico comprende que la madre no comprende que él ve
su punto de vista,

91
y que ella oree que ella ve bu punto de vista, y que ella no entiende
que no es asi. •
Por otro lado» la madre oree que ve el punto de vista del esquizo­
frénico»
y que el esquizofrénico no ve el de ella,
y no se da cuenta de que el esquizofrénico sabe que eso es lo que
ella ace, y que ella no sabe que él lo sabe. (90 bis, pég. 47).
Así, Ego y Alier se enfrentan uno al otro en creciente aliena*
ción, una alienación cuya naturaleza interpersonal está más
allá de la percepción individual y cuyas consecuencias, por lo
tanto se atribuyen, al otro.
Laing y Esterson ofrecen una pran variedad de ejemplos clí­
nicos de impenetrabilidad en el nivel relaciona} como el que
se acapa de describir. A continuación se ofrece un ejemplo:

M1mpenetrabÜidad’ en una familia esquizofrénica. 11


Alguna* atribuciones hechas por Avtoatribuciones da la pifíente:
Ice padres a la paciente:
Siempre feliz. A menudo deprimido y atemori­
zada ■
Su verdadera manera de ser es Fingía todo el tiempo.
viva* y alégre.
Hay armonía en la familia. Lo falta de armón (a estén com­
pleta que resulta imposible de­
cirle nada a los padres.
Nunca han intentado dominarla. Mediante el sarcasmo, los rue­
gos. el ridiculo, intentaron go­
bernar su vida en todos los as­
pectos importantes.
Piensa por su propia cuenta. £s verdad en cierto sentido, pe­
ro el terror que le sigue inspi­
rando el padre le impide reve­
larle sus verdaderos sentimien­
tos, y todavía se siente contro­
lada por él. '

11. Adaptado de Laing y Esterson (90, pég. 188).

»2
3.4. La puntuación de la secuencia de hechos
■ Se rió porque creyó que do le
podíen ecertar —no imaginaba
que estaban practicando cómo
errarle—. Brecht.
Unos pocos ejemplos de las complicaciones potenciales inhe­
rentes a este fenómeno se han presentado ya en el capítulo
anterior. Ellos muestran que las discrepancias no resueltas en
la puntuación de las secuencias comunicarionales pueden lle­
var directamente a impasses interaccionales en los que, even­
tualmente, se hacen acusaciones mutuas de locura o maldad.
3.41
Desde luego, las discrepancias en cuanto a la puntuación de
las secuencias de hecho tienen lugar en todos aquellos casos
en que por lo menos uno de los comunicantes no cuenta con
la misma cantidad de información que el otro, pero no lo sabe.
Un ejemplo simple de tal secuencia seria el siguiente: P es­
cribe una carta a O proponiéndole un negocio e invitándolo
a participar. O acepta la proposición, pero su carta no llega
a destino. Después de un tiempo, P llega a la conclusión de
que O no ha tenido en cuenta su propuesta y, a su vez, re­
suelve no interesarse más por él. Por otro lado, O se siente
ofendido porque no tuvo contestación a su carta y también
decide no establecer nuevo contacto con P. A partir de ese
momento, su disputa silenciosa puede durar eternamente, a
menos que se decidan a investigar qué sucedió con sus comu­
nicaciones, esto es, a menos que comiencen a metacomumcar-
$e. Sólo entonces averiguarán que P no sabia que O había
contestado, y que O no sabía que su respuesta nunca había
llegado a manos de P. Como puede verse, en este ejemplo un
hedió exterior fortuito interfirió la congruencia de la pun­
tuación.
3.42
En términos generales, resulta gratuito suponer no sólo que el
otro cuenta con la misma información que uno mismo, sino
también que el otro debe sacar de dicha información idénti­
cas conclusiones. Los expertos en comunicación han calculado
que una persona recibe diez mil impresiones sensoriales (ex-
teroceptivas y propioceptivas) por segundo. Resulta evidente.
93
por lo tanto, que se necesita efectuar un proceso drástico de
selección para impedir que los centros cerebrales superiores
se vean inundados por información irrelevante. Pero, aparen­
temente, la decisión en cuanto a qué es esencial y qué es
irrelevante, varía de un individuo a otro y parece estar de­
terminada por criterios que, en gran medida quedan fuera de
la conciencia. Probablemente la realidad es según como la
vemos o para decirlo con las palabras de Harnlet: M. . .porque
no hay nada ni bueno ni malo que no lo hagamos tal con sólo
pensarlo”. Sólo podemos conjeturar que en la raíz de estos
conflictos de puntuación existe la convioción firmemente es­
tablecida y por lo común no cuestionada» de que sólo hay
una realidad, el mundo tal como yo lo veo, y que cualquier
visión que difiera de la mía tiene que deberse a irraciona­
lidad o mala voluntad. Hasta aquí nuestras especulaciones.
Lo que podemos observar en casi todos estos casos de comu­
nicación patológica es que constituyen círculos viciosos que
rio se pueden *romper a menos que la comunicación misma se
convierta en el tema de la comunicación, en otras palabras,
hasta que los comunicantes estén en condiciones de metaco-
municarse.12 Pero para ello tienen que colocarse afuera del
circulo; Esa necesidad de sálir de una contingencia dada pa­
ra poder resolverla reaparecerá con frecuencia como tema en
este libro.
3.43. Causa y efecto
Solemos observar en estos casos de puntuación discrepante un
conflicto acerca de cuál es la causa y cuál el efecto, cuando
en realidad ninguno de estos conceptos resulta aplicable de­
bido a la circularidad de la Interacción. Para volver una vez
más al ejemplo de Joad (S.2.42), podemos veT que 1a nación
A se arma porque se siente amenazada por la nación B (esto
es, para A su propia conducta es el efecto de la de B), mien­
tras que la nación B considera que los armamentos de A son
la causa de sus propias medidas “defensivas". Joad publicó
sus ideas sobre la guerra hace aproximadamente treinta años.
Se comprobará cuán poco han cambiado las cosas desde en­
tonces a través del siguiente pasaje, tomado de un artículo
sobre el problema de los proyectiles antibalísticos, publicado
hace poco por el general Talensky del Estado Mayor sovié­
tico, que revela la misma puntuación falaz que subyace vir­
tualmente a todo el pensamiento militar en el hemisferio oc­
cidental;
12. Tal metacomuntcíiclón no es necesariamente verbal, ni tampoco de­
be Identificársela a Ja ligera con “frwfgbt” (cf. S.7,32).

94
. .. En otras palabras, los sistemas antibalisticos son defensivos pero
qom$ Qe<it^,eaüfB insiste en afirmar, modifican el status qtto basado en
la amenaza de un ataque nuclear. Ello da origen a la pregunta: ¿quién
ha de ganar y quién deberá enfrentar "serias dificultades". Tomemos
dos pases, uno pacífico y preocupado por mantener la paz y la segu­
ridad, y el otro inclinado a una política agresiva y nada reacio a re­
currir a cohetes nucleares para sus fines agresivos, pero con un mínimo
de pérdidas.
Resulta evidente que la creación de una defensa antibalística eficaz sólo
sirvo para preservar la seguridad del país pacífico y no agresivo; el
hecho de que esté en posesión de una combinación de medios antiba­
lísticos y cohetes nucleares efectivos sirve para promover !ñ tarea de
detener a un agresor potencial, afianzando su propia seguridad y. man­
teniendo la estabilidad de la paz mundial. Un país que no está dis­
puesto a abandonar su política agresiva naturalmente no se sentirá de­
masiado feliz ante tal situación. (15 bis, pág. 28).
Desde el punto de vista pragmático, hay muy poca ó ninguna
diferencia entre las interacciones de las naciones y las de los
individuós una vez que la puntuación discrepante ha llevado
a visiones distintas de la realidad, incluyendo la naturaleza
de la relación y, por ende, a un conflicto interpersonal o in­
ternacional. El siguiente ejemplo muestra la influencia del
mismo patrón en el nivel interpersonal:
Esposo (al terapeuta): Una larga experiencia me ha enseñado que Si
quiero mantener la paz en mi casa no debo oponerme a que las
cosas se hagan como ella quiere.
Esposa: Eso no es cierto. Me gustaría que mostraras un poco más de
iniciativa y decidieras por lo menos algo cada tanto, porque. . .
Esposo (interrumpiendo): (Nunca me dejarías hacerloI
Esposa: Te dejaría de buen grado, pero cuando lo hago nunca pasa
nada, y entonces yo tengo que haca todo a último momento.
Esposo (al terapeuta): ¿Lo ve? Uno no puede ocuparse de las cosas
a medida que se presentan, hace falta planearlas y organizarías
con una semana de anticipación.
Esposa (enojada): Dame tm solo ejemplo en los últimos años en que
hayas hecho alga
Esposo: Supongo que no puedo hacerlo... porque es mejor para todos,
incluso para los chicos, sí dejo que te salgas con la tuya. Eso lo
descubrí muy a comienzos de nuestro matrimonio.
Esposa: Nunca te has portado de otra manera, nunca, desde el co­
mienzo, siempre me has dejado todo a mi.
Esposo: Por amor de Dios, escuchen esto (pausa, luego dirigiéndose al
terapeuta). Supongo que ahora se refiere a que siempre le pre­
gunto qué es lo que ella quiere; por ejemplo "¿Dónde te gustaría
ir esta noche?" o "¿Qué te gustaría hacer este fin de semana?" y

95
en lugar de comprender que sólo quería ser amable con ella« se
enojaba.. ..
Esposa (al terapeuta)] Sí, lo que él todavía no comprende es que si
una escucha esto asunto de. "cualquier cota que quieras hacer«
querida, esté bien para mí" un mes tras otro, uno comiesen a sentir
que nada de la que una quiere le importa...
Idéntico mecanismo puede observarse en un ejemplo ofrecido
por Laing y Esterson, en el que participan una madre y su
hija esquizofrénica. Foco antes de su hospitalización, la hija
atacó físicamente a la madre, aunque sin llegar a lastimarla.
Hija: Y bien, ¿por qué te ataqué? Quizá buscaba algo, algo que me
faltaba. Afecto, quizá tenía avidez de afecto.
Madre; No querías nada de eso. Siempre pensaste que eta empalagoso.
Hijaí Bueno, ¿cuándo me lo ofreciste?
Madre,* Por ejemplo, st era yo k que quería besarte, decías. "No seas
cargosa".
Hija: Pero nunca supe que tú me permitirías besarte. (90, pigs. 20-21).

3.44
Esto nos Heva al importante concepto de la profecía aiftocwn-
vlidora^ que, desde el punto dé vista de láinteracción, cons­
' tituye quizás el fenómeno más interesante en el campo de la
puntuación. Esta profecía puede entenderse como el equiva­
lente comunicacional de una petitio principU. Se trata de
una conducta que provoca en los demás la reacción frente a
la cual esa conducta serfa una reacción apropiada. Por
ejemplo, una' persona que parte de la premisa "nadie me
quiere", se comporta con desconfianza, a la defensiva, o con
agresividad, ante lo cual es probable que los otros reaccionen
con desagrado, corroborando asi su premisa original. A los
fines de la pragmática de la comunicación humana, resulta
una vez más irrelevante preguntar por qué una persona parte
de tal premisa, dé dónde surgió ésta y hasta que punto es in­
consciente. En términos pragmáticos, lo que se puede obser­
var es que la conducta interpersonal de ese individuo mues­
tra esa clase de redundancia, y que ejerce un efecto comple­
mentario sobre los demás, forzándolos a asumir ciertas acti­
tudes específicas. Lo que caracteriza la secuencia y la con­
vierte en un problema de puntuación es que el individuo con­
sidera que él sólo está reaccionando ante esas actitudes, y
no que las provoca.
Una vez más merece citarse, por su relación con este tema,
loe experimentos de Rosenthal (130 bis). Como ya se señaló
brevemente en una nota al pie en 1a S .2.53, este autor pudo

9$
mostrar «1 profundó efecto que los supuestos y las creencias
del experimentador ejercen sobre el rendimiento de los sujetos
experimentales, aun cuando todavía no se sabe a ciencia cier­
ta de qué modo y por medio de qué canales se transmiten
tales distorsiones.
Un uso curioso de las profecías autocumplidoras puede encon­
trarse en la tradición de las familias judias orientales, donde
los padres por lo general decidían el futuro matrimonio de
los hijos y como puede imaginarse su elección no siempre
coincidía con las preferencias de los jóvenes. Los padres so­
lían utilizar los servidos de un casamentero profesional. Este
experto en relaciones interpersonales conversaba primero con
uno de los futuros cónyuges y le informaba "confidencial­
mente" que el otro estaba muy interesado en él pero que no
se atrevía a manifestarlo. Por ejemplo, solicitaba a la futura
novia que se fijara en la forma en que el joven Ja miraba
cuando ella no lo observaba y, de manera igualmente “confi­
dencial”, despertaba el interés del hombre por el supuesto
interés que la joven sentía por él. Por lo común, ambas pro­
fecías no tardaban en cumplirse.

3.5. Errores de “traducción” entre material antilógico


p digital
Al tratar de describir estos errores, acude a la mente una
anécdota tomada de la novela de Daniele Varé, The Gate of
Happy Sparrows. El protagonista, un europeo que vive en
Pekín durante la década de 1920, toma lecciones de escritura
china con un profesor dé esa nacionalidad, quien le pide que
traduzca usa oración compuesta por tres caracteres, que el
protagonista correctamente descifra como los signos correspon­
dientes a “redondez* “sentado” y “agua”. En su intento por
combinar tales conceptos y formar una oración (por expre­
sarlos en lenguaje digital, como diríamos nosotros) elije “Al­
guien se está dando un baño de asiento”, ante la mirada des­
preciativa del distinguido profesor, dado que en realidad, la ora­
ción consistía en una descripción muy poética de una puesta
de sol en el mar.

3.51
Al igual que la escritura china, el material del mensaje ana­
lógico, como ya se señaló carece de machos de los elementos
que forman parte de la morfología y la sintaxis de! lenguaje
digital. Asi al traducir mensajes analógicos al lenguaje digital,
9T
es necesario proveer tales elementos e insertarlos, tal como en
la interpretación de los sueños es necesario introducir en for­
ma más o menos intuitiva la estructura digital en las imá­
genes cale idoscópfeas del sueño.
Como ya vimos, el material de los mensajes analógicos es su­
mamente antitético; se presta- a interpretaciones digitales muy
distintas y a menudo incompatibles. Así, no sólo le resulta
difícil al emisor verbalizar sus propias comunicaciones analó­
gicas, sino que, sí surge una controversia interpersonal en
cuanto al significado de una comunicación analógica paxticu-
lar, es probable que cualquiera de los dos participantes in­
troduzca, en el proceso de traducción al modo digital, U clase
de dígitalización que concuerde con su imagen de la na­
turaleza de la relación. £1 hecho de traer un regalo, por ejem­
plo, constituye sin duda una comunicación analógico. Empe­
ro, $egún la c/síón que tenga de su relación cofa el dador, el
receptor puede entenderlo como una demostración de afecto,
un soborno o una restitución. Más de un esposo ha podido
comprobar, con desesperanza, que se le atribuye alguna culpa
inconfesa si rompe las reglas del “juego” matrimonial al traer
espontáneamente un ramo de flores & su esposa.
¿Cuál es el significado digital de empalidecer, temblar, trans­
pirar y tartamudeas cuando se somete a úna persona a un in­
terrogatorio? Puede constituir la prueba definitiva de su culpa
o bien tan sólo la-conducta de una persona inocente que vive
una situación de pesadilla: sabe que se lo acusa de un crimen
y comprende que< su temor puede interpretarse como culpa.
La psicoterapia se ocupa sin duda de la dígitalización correcta
y correctiva de lo analógico; de hecho, el éxito o el fracaso de
una interpretación depende de la capacidad del terapeuta pa­
ra traducir un-modo al otro y de la disposición del paciente
para cambiar su propia dígitalización por otra más adecuada
y menos angustiante. Para una revisión de estos problemas
con especial referencia la comunicación esquizofrénica, a la
relación médico-paciente y a una amplia variedad de fenóme­
nos sociales y culturales, véase Rioch, (127,128).
Incluso cuando la traducción parece adecuada, la comunica­
ción digital en el nivel relacional puede seguir resultando poco
convincente. Este hecho es caricaturizado en este episodio de
la historieta Peanuts (Rabanitos).

© United Ftature Syndicate, Inc. ¡989

98
3.52
En un trabajo Inédito, Bateson sugiere la hipótesis de que otro
de los errores básicos que se cometen al traducir de un modo
de comunicación al otro es el supuesto de que un mensaje
analógico es por naturaleza afirmativo o denotativo, tal como
lo son los mensajes digitales. Empero, existen buenos motivos
para pensar que ello no es así. Dicho autor escribe:
Cuando un pulpo —o una narión— hace un gesto amenazador, el otro
podría llegar a la conclusión de que aquél **es fuerte** o “esté dispuesto
a luchar”, pero ésto no estaba incluido en el mensaje original. P e hecho,
el mensaje mismo es no indicativo y seria mejor considerarlo como
análogo a una propuesta o una pregunta en el mundo digital.
En tal sentido, debe recordarse que todos los mensajes ana­
lógicos invocan significados a nivel relacional, y que, por lo
tanto, constituyen propuestas acerca de las reglas futuras de
la relación, para utilizar otra de las definiciones de Bateson.
Según sugiere éste, mediante mi conducta puedo mencionar o
proponer amor, odio, pelea, etc., pero es el otro el que atribuye
futuros valores de verdad positivos o negativos a mi propues­
ta. Evidentemente, ésta, es la fuente de innumerables conflic­
tos relaciónales.

3.53
Tal como se explicó en el capítulo anterior, el lenguaje digi­
tal posee una sintaxis lógica que lo hace particularmente apto
para la comunicación en el nivel del contenido. Pero al traducir
el material analógico al lenguaje digital, deben introducirse
las fundones lógicas de verdad, pues éstas faltan en el modo
analógico. Tal ausencia se vuelve particularmente notable en
el caso de la negación, ya que falta el equivalente del 4no”
digital. Én otras palabras, mientras que resulta simple trans­
mitir el mensoje analógico: *Te atacaré”, es muy difícil trans­
mitir: “IVo te atacaré”, tal como resulta difícil, si no imposible,
introducir negativos en las computadoras analógicas.
En la novela de Koestler, Arrivaí and Deportare, el protago­
nista, un joven que ha escapado de su país ocupado por los
nazis y cuyo rostro ha quedado desfigurado por las torturas,
se enamora de una hermosa mujer. No tiene esperanzas de
que ella responda a sus sentimientos, y sólo desea permanecer
a su lado y acariciarle el cabello. La joven se opone a estas
inocentes caricias, cosa que despierta en él tanta desesperación
como apasionamiento hasta que éste termina por someterla.

99
Yacía eJJa con la cara vuelta hada la pared, la cabeza extrañamente
torcido, como la de una muñeca con el cuello roto,
Y ahora, por fin, él podía acariciarle el cabello, suave, dulcemente, como
siempre habla querido hacerlo, Se dio cuenta entonces de que ella
lloraba, que sus hombros se estremecían con sollozos secos e inaudibles.
Siguió acariciándole los cabellos y los hombros y murmuró:
—Es que tú no querías escucharme.
De pronto ella se quedó inmóvil y dejó de sollozar:
-¿Qué dijiste?
—Dije que todo lo que quería era que no te fueras y que me permi­
tieras acariciarte el cabello y darte una bebida h elada... en realidad,
eso es todo lo que quería.
Los hombros de la Joven se sacudieron con una risa levemente histérica.
—Dios mió, es« el tonto más grande que he visto es mi vida.
—¿Estás enojada conmigo? No estés enojada. No fue mí* intención.
Ella encogió las rodillas, apartándose de ¿1 y apretándose contra la pared.
—Déjame sola. .Por favor, véte y déjame tranquila un rato.
Volvió a llorar, esta ven más tranquilamente. El se deslizó desde el
diván, acurrucándose una vez más sobre la alfombra, pero le tomó una
mano, que yacía floja sobre el almohadón. Era una manó sin vida,
húmeda y febril
—Sabes, —dijo él, sintiéndose alentado porque ella no retiraba la. mano—,
ouando era niño teníamos una gatita negra con la que siempre quise
Jugar, pero ella tenia demasiado miedo y siempre se escapaba.
Cierto día, mediante toda dase de tretas, conseguí que entrara al cuarto
de los niños, pero se escondió debajo del aperador y no queda salir.
Asé que separé d aparador de la pared y me fui enojando cada vez
más porque ella no me dejaba acariciarla, y entonces se escondió debajo
de 1« mesa y yo di vuelta la mesa y rompí dos cuadros que estaban
en le pared y desordené todo el cuarto y perseguí a la gatita con una
otila por toda la habitación Entonces entró mi madre y me preguntó
«qué estaba hadando y le dijo que sólo quería acariciar a esa estúpida
gatita, y me diera» una patea terrible. Pero habla dicho la verdad.. .
(«S. págs. 40-41).
Aquí ht desesperación de sentirse rechazado e incapaz de
demostrar que no se tenia intención de hacer dado lleva a la
violencia.

3.531
Ahora bien, si se observa la conducta animal mi busca de
tales contingencias, como hizo Bateson, se comprueba que la
única solución para poder transmitir una negación consiste,
primero, en demostrar o proponer la acción que se quiere negar
y luego en no llevarla a cabo. Esta interesante conducta que

100
es sólo aparentemente “irracionar puede observarse no sólo en
la interacción animal, sino también en el nivel humano.
Hemos observado una pauta comunicacíonal muy interesante
para establecer relaciones de confian» entre seres humanos
y delfines. Si bien éste puede constituir un ritual desarrollado
“en privado1* sólo por dos de los animales, aun así constituye
un excelente ejemplo de la comunicación analógica del "tío".
Evidentemente, los animales habían llegado a la conclusión
de que la mano es una de las partes más vulnerables e im­
portantes del cuerpo humano. Ambos trataban de establecer
contacto con un desconocido tomándole la mano con la boca y
apretándola suavemente entre las mandíbulas; que cuentan
con dientes agudos y la fuerza suficiente como para amputar
usa mano limpiamente. Si el ser humano se sometía a ello, el
delfín parecía aceptarlo como un mensaje de confianza total.
Su próximo paso consistía en devolver la gentileza colocando
la porción ventral anterior de su cuerpo (su parte más vulne­
rable en cierto modo equivayente en cuanto a su ubicación
a la garganta humana) sobre la mano, la pierna o el pie del
hombre, manifestando gsí su confianza en las intenciones amis­
tosas del ser humano. Sin embargo, este procedimiento está
evidentemente plagado de posibles interpretaciones erróneas.
En un nivel poético, una forma esencialmente similar de re­
lación, en este caso entre el hombre y lo trascendente, se ex­
presa en las líneas iniciales de la primera Elegía de Duiqo,
de Rilke, donde la belleza se experimenta como la negación
de una destrucción inherente siempre' posible:
¿Quién, si yo clamara, me escucharía entre las jerarquías de los Angeles?
y, suponiendo qne, repentinamente, uno de ellos me estrechara sobre su
corazón: yo sucumbiría ahogado por su existencia más poderosa. Pues
lo bello no es nada más que el primer grado de lo terrible; apenas )n
soportamos y, sí también lo admiramos, es porque ccn desden se olvido
de destruirnos. (126, p, 21; la bastardilla es nuestra.)

3.532
Como lo sugiere el ejemplo del delfín, el ritual puede ser el
proceso intermedio entre la comunicación analógica y la di­
gital, ya que se asemeja al material de un mensaje pero de
una manera repetitiva y estilizada ubicada entre la analogía
y el símbolo. Así, poetemos observar que algunos animales,
como los gatos, establecen en forma rutinaria una relación
complementaria pero no violenta por medio del siguiente ri­
tual. El animal “inferior’* (por lo común el más joven o el
que está fuera de su propio territorio) se coloca de espaldas
dejando expuesta su vena yugular, que el otro gato aprieta
101
cutre las mandíbulas impunemente. Este método de estable*
cer una relación de Upo "No te atacaré” parece ser compren­
sible para ambos; pero lo que resulta aún más interesante es
que esta codificación resulta eficaz en la comunicación entre
especies distintas, por ejemplo, gatos y perros. Los materia­
les analógicos a menudo se formalizan en los rituales de las
sociedades humanas, y cuando esc material se canoniza se
acerca a la comunicación simbólica o digital, revelando una
curiosa superposición.
En un plano patológico ese mismo mecanismo parece inter­
venir en el masoquismo sexual. Se tendría la impresión de
que el mensaje “no te destruiré”, sólo resulta convincente (y
sólo alivia, al menos temporariamente, el profundo temor dd
mosoquista a un castigo terrible) gracias a ‘la negación ana­
lógica inherente al ritual de humillación y castigo que, como
él lo sabe, eventualmente se detendrá, pero siempre será an­
tes del terrorífico final que imagina.

3.54
Quienes están familiarizados con la lógica simbólica podrán
comprender ahora que quizá no sea necesario demostrar la
ausencia de todas las funciones lógicas de verdad en el ma­
terial analógico sino sólo de algunas que son críticas. La fun­
ción lógica de verdad de dUemactón (o no exclusivo), ideada
para denotar “uno u otro o ambos”, también está ausente del
lenguaje analógico. Si bien resulta fácil transmitir el signifi­
cado Sino u otro o ambos” en el lenguaje digital, no resulta
claro de qué manera podría insertarse esta relación lógica en
el material analógico; dé hecho, probablemente resulte im­
posible. Los lógicos simbólicos (por ejemplo, 119, págs. 9-12)
han señalado que para representar las principales funciones
de verdad (negación, conjunción, disyunción, implicación y
equivalencia) dos de ellas —negación y alternación (o, de
modo similar, negación y conjunción)— son suficientes y, de
las cinco necesarias para representar las tres restantes. De
acuerdo con este razonamiento, aunque no sabemos casi nada
específico acema de la importancia pragmática de la ausen­
cia de las otras funciones de verdad en el material analógico,
podemos llegar a la conclusión de que, puesto que éstas no
son más que variaciones de “no** y “o**, presentarán dificul­
tades similares de traducción.

102
3.55
Bateson y Jackson han señalado la importancia de la codifi­
cación analógica versus la digital en la formación de los sín­
tomas histéricos. De acuerdo con esos autores» tiene lugar
aquí un proceso opuesto al que hemos estado examinando»
una nueva retraducción, por así decirlo, de los mensajes ya
digitalizados al modo analógico:
Con respecto a la histeria surge un problema inverso, pero mucho
más complejo. Sin duda, esta palabra abarca una amplia gama de
patrones formales, pero parecería que por lo menos algunos casos im­
plican errores de traducción del lenguaje digital al analógico. Si se
despoja al material digital de sus Indicadores de tipos lógicos, se lle­
ga a una formación4 errónea de síntomas. La “Jaqueca** verbal que
fue inventada comò una excusa convencional para no realizar alguna
tarea puede volverse subjetivamente real y adquirir magnitudes con­
cretas en la dimensión del dolar. (19, pAg. 282).
Si tenemos en cuenta que la primera consecuencia de un de­
rrumbe en la comunicación suele ser la pérdida parcial de la
capacidad para metacomunicarse en forma digital acerca de
los aspectos relaciónales, este “regreso a lo analógico* parece
una plausible solución transaccional.w La naturaleza simbó­
lica de los sintomas de conversión y, en general, su afinidad
con el simbolismo onirico, se conocen desde la época de Lié*
bault, Bemheim y Charcot. Y ¿qué es un simbolo sino la re­
presentación, en magnitudes reales, de algo qué constituye
en esencia una función abstracta, un aspecto de una relación,
tal como se la definió en S.1.2P- En toda su obra, G G. Jung
demuestra que el simbolo aparece allí donde lo que llamamos
"digitalización* aún no es posible. Pera creemos que la sim­
bolización también tiene lugar cuando la digitalizacíón ya no
es posible y que eBo suele suceder cuando una relación ame*
naza con abarcar áreas sodai o moralmente prohibidas como
por ejemplo, el incesto.13

13. También aquí hay muy poca diferencia entre la conducta de lo«
individuos y la de las naciones. Cuando surge una gran tensión entre
dos países, lo habitual es romper relaciones diplomáticas y, per lo tanto,
recurrir a comunicaciones analógicas como las movilizaciones» concentra,
doñee de tropas y otros menajes analógloos del mismo tipo. Lo que
resulta tan absurdo en este proceso es que la comunicación dígita] (pro-
oedlmento diplomático) se interrumpe precisamente cuando se la ne­
cesita más que nunca. La “linea directa* entre Washington y Moscú pue­
de ser profiláctica en este sentido, aun cuando su justificación cAdal sólo
sea la de acelerar las cotmmicadones en los momentos de crisis.

103
3.6. Patologías potenciales en la interacción simétri­
ca y complementaria
Para evitar un frecuente malentendido, conviene destacar una
vez más que la simetría y la complementaridad en la comu­
nicación no son en sí mismas "buenas* o "malas* "normales"
o "anormales" etc. Ambos conceptos se refieren simplemente
a dos categorías básicas en las que se puede dividir a todos
los intercambios comunicacíonales. Ambas cumplen funciones
importantes y, por lo que se sabe sobre las relaciones sanas,
cabe llegar a la conclusión de que ambas deben estar presen­
tes, aunque en alternancia mutur» o actuando en distintas áreas.
Como intentaremos demostrar, ello significa que cada patrón
puede estabilizar al otro toda vez que se produce una escapada
en uno de ellos, y asimismo que no sólo es posible, sino tam­
bién necesario, que los dos participantes se relacionen simé­
tricamente en algunas áreas y de manera complementaria en
otras.
3.61. Escalada simétrica
Como ocurre con toda pauta de comunicación, estas dos tie­
nen sus patologías esenciales, que se describirán primero y
se ilustrarán luego con material clínico. Hemos sugerido ya
que en una relación simétrica existe siempre el peligro de la
competencia. Como puede observarse tanto en los individuos
como en las naciones, la igualdad parece ser más tranquiliza­
dora si uno logra ser un poquito "más igual" que los otros para
usar la famosa frase de Orwell. Esta tendencia explica la ca­
lidad de escalada que caracteriza a la interacción simétrica
cuando éste pierde su estabilidad dando lugar a lo que se
llama una escapada, por ejemplo, disputas y luchas entre in­
dividuos o guerras entre naciones. Así, en los conflictos ma­
ritales resulta fácil observar de qué manera los cónyuges atra­
viesan una pauta de escalada de frustración hasta que, even-
tualmente, se detienen de puro agotados, física y emocional-
mente, y mantienen una tregua inestable hasta que se recupera
lo suficiente como para iniciar el segundo round. Así, la pa­
tología en la interacción simétrica se caracteriza por una
guerra más o menos abierta o por un cisma, en el sentido de
Lid* (95).
En una relación simétrica sanar cada participante puede acep­
tar la "mismfdad" del otro, lo cual lleva al respeto mutuo y
a la confianza en ese respeto, e implica una confirmación
realista y reciproca del self. Cuando una relación simétrica
se derrumba, por lo común observamos más bien el rechazo
quo la desconfirmación del self del otro.
)Of
3.02, Complementaridad rígida
Ev las relaciones complementarias puede darse la misma con­
firmación recíproca, sana y positiva. Las patologías de las
relaciones complementarias, por otro lado, son muy distintas
y en general equivalen a desconfirmaciones antes que a re­
chazos del self del otro. Por lo tanto, son más importantes
desde un punto de vista psicopatológico que las peleas más
o menos abiertas de las relaciones simétricas.
Un problema característico de las relaciones complementarias
surge cuando P exige que O confirme una definición que P
da de sí mismo y que no concuerda con la forma en que O
ve a P. Ello coloca a O frente a un dilema muy particular:
debe modificar su propia definición de sí mismo de forma tal
que complemente y así corrobore la de P, pues es inherente
a la naturaleza de las relaciones complementarías el que una
definición del self sólo pueda mantenerse si el otro partici­
pante desempeña el rol específico complementario. Al fin de
cuentas, no puede haber una madre sin un hijo. Pero los pa­
trones de la relación madre-hijo se modifican con el tiempo.
El mismo patrón que resulta biológica y emocionalmente vi­
tal durante una fase temprana en la vida del niño se con­
vierte en un serio obstáculo para su desarrollo ulterior si no
se permite que tenga lugar un cambio adecuado en la re­
lación. Así, según el contexto, el mismo patrón puede .ser
acabadamente confirmador del self en un momento y des­
confirmador en una etapa posterior (o prematura) de la
historia natural de una relación. Debido a su mayor frondo­
sidad psiquiátrica, la patología de las relaciones complemen­
tarías ha sido objeto de más atención en la literatura que
su contraparte simétrica. El psicoanálisis* las denomina rela­
ciones sadomasoquistas y las entiende como una ftafeon más
o menos fortuita entre dos individuos cuyas respectivas for­
maciones caracterológicas alteradas se complementan. Entre
otros estudios más recientes y más centrados en la interacción
figuran el concepto de Lidz del sesgo marital (95), el trabaio
de Scheflen sobre la "horrenda pareja" {'130) y el concepto
de "connivencia" en el sentido de Laing (88).* En tales re­
laciones observamos un sentimiento progresivo de frustra­
ción y desesperanza en los dos participantes o en uno de
ellos. Se comprueba con frecuencia la queja ncerea de sen­
timientos cada vez más atemorizantes de extrañamiento y
despersonalización, de abulia y actinq out compulsivo por
parte de individuos que fuera de sus hogares (o en ausencia
• Se recurre a traducciones aproximadas de loa términos "marital ichism"
(dama) y “m arital skew ” (sesgo) de Lidz, “gruerom e tw osom e’ de
Schefkn, y “cofíusien" de Laing. [Ti. de/ Ji-1.

Í05
do sus parejas) son capaces de funcionar en forma perfec­
tamente satisfactoria y que, cuando se los entrevista indivi­
dualmente, pueden dar la impresión de estar bien adaptados.
Este cuadro a menudo cambia dramáticamente cuando se
los observa en compañía de su "complemento": entonces se
hace evidente la patología de la relación. Quizás el estudio
más notable sobre la patología de las relaciones comple­
mentarias sea el famoso trabajo La folie ti deux, escrito por
dos psiquiatras franceses hace casi cien años. El siguiente
pasaje, tomado de ese trabajo, demuestra cuán poco original
es nuestro enfoque. Los autores describen primero al pacien­
te y luego continúan:
Esta descripción corresponda u Iti perdona insana, el agente que pro­
voca la situación en el " délira d deux”. Su compañero es una persona
mucho más complicada de definir y, no obstante, una cuidadosa ft»-
cestigafúm no« enseñaré a reconocer Jas leyes que ese segundo parti­
cipente obedece en la insania comunicada... Una vez que el contrato
tácito que une a ambos lunáticos está casi establecido, el problema
consiste no sólo en examinar la influencia del insano sobre el hombre
supuestamente cuerdo, sino también en lo contrario, esto es, la in­
fluencia del individuo racional sobre el delirante y en mostrar cómo
mediante mutuos compromisos se eliminan los diferencias. (92, pág. 4;
las bastardillas son nuestros;)
3.63
Como ya se señaló brevemente al comienzo de esta sección,
los patrones de relación simétrica y complementaria pueden
estabilizarse mutuamente, y los pasajes del uno al otro cons­
tituyen así importantes mecanismos homeostáticos. Esto po­
see una consecuencia terapéutica a saber que al menos en
teoría es posible provocar un cambio terapéutico de manera
muy directa introduciendo la simetría en la complementa-
ridad o viceversa durante el tratamiento. Decimos *“al menos
en teoría* por buenos motivos pues es bien sabido cuán di­
fícil resulta en la práctica provocar cualquier tipo de cambio
en sistemas rígidamente definidos donde cada uno de los
participantes parece preferir "los males que ya tiene a los
que ignora”.
3.64
Para explicar lo anterior he aquí tres fragmentos tomados
de las ñamadas Entrevistas Estructuradas de Familia (159).
Las tres constituyen respuestas a la pregunta estándar del
entrevistador a los cónyuges: "¿Cómo, entre los millones de

J06
personas que hay en el mundo, llegaron a unirse ustedes
dos “ Debe aclararse que la información histórica concreta
contenida en tal respuesta es sólo de importancia secunda*
ría, aunque puede ser relativamente precisa y reflejar una
interacción simétrica o complementaría que tuvo lugar en
ese momento. Pero lo que interesa aquí no es esa informa*
dón histórica, que a menudo está distorsionada por la evo*
cación selectiva y la tendencia a la realización de deseos.
Así» en el caso de la primera pareja impresiona la simetría
de su interacción al responder a la pregunta del entrevis­
tador, £1 relato de su encuentro, tal como ellos lo hacen, es
solamente materia prima, por así decirlo, manejada de acuer­
do a las reglas de su juego de “quién es superior". Para ellos,
y también para nosotros, no es importante lo que sucedió,
sino más bien quién tiene el derecho a decir aué al otro y
acerca del otro. En otras palabras, lo esencial de su comuni­
cación no es el aspecto del contenido, sino el relaciona!.
1, El primero es un ejemplo de un intercambio simétrico tí­
pico. 14
Transcripción Comentarios
Ent..* ¿Cómo, entre los' millones
de personas que hay en ol mun­
do, llegaron a unirse ustedes
dos?
V.: Nosotros.. . trabajábamos los V. habla primero, ofreciendo un
dos en el misino lugar. Mi e». resunten unilateral de toda la
posa manejaba un oscilógrafo y historia, y definiendo asi su de­
yo reparaba aparatos científicos recho a hacerlo.
>•-... •
M : Trabajábamos en el mismo M. reformula la misma informa­
edifida ción en sus propJas palabras, no
planteando un acuerdo con ól,
sino estableciendo en cambio si­
metría con respecto a su enfo­
que del tema.
V.; Ella trabajaba para una firma V. no agrega información nue­
que tenia grandes instalaciones va, sino que simplemente espre-
y yo trabajaba allí la mayor par­ . sa de otra manan k misma ora­
te del tiempo, porque era una ción tautológica con que co­
empresa muy grande. Y así es menzó. Asi, simétricamente se
como nos conocimos. equipara, con la conducta de
ella al Insistir en tu derecho a
proporcionar esa información; en
el nivel relaciona! estén luchnn-
M. En las transcripciones se utilizan Lis siguientes abreviaturas; V [ftra
marido, M para esposa y Ent. para entrevistador.

lar
Transcripción Com entarios
do para ver quién tiene "la úl­
tima palabra". M. intenta lo­
grarlo dándole un tono final a
su segunda oración.
M.; Nos presentaron alguna de XI. no deja que el tema se agote;
las otras chicas que trabajaban modifica la afirmación del ma­
allí. rido reafirmando su derecho a
participar en términos de igual­
dad en esta conversación. Aun­
que este nuevo giro es una in­
terpretación tan pasiva como su
frase “trabajábamos en'el mismo
edificio" (en tanjp ninguno de
los dos parece haber tomado la
iniciativa), elia se afirma, esta­
blece como “un poquito más
igual’', al referirse a “las otras
chicas", un grupo al que ella evi­
dentemente pertenecía, cosa que
no ocurría con M.
(Pausa) Esta pausa pone fin al primer
ciclo de intercambio simétrico
sin cierre.
V.: En realidad, nos conocimos Aunque un poco suavizada y
en una reunión, quiero decir que haciendo alguna concesión, ésta
primero empezamos a flirtear en es una reformulación que anula
uiu fiesta que dio uno de los la definición dada por la espo­
empleados. Pero nos habíamos sa.
visto antes, en el trabajo.
M.: Nunca nos conocimos basta Se trata de una negación direc­
esa noche (risa leve). ta, y no sólo una reformuladón
(Pausa). de las palabras del marido, in­
indi cando quizá que la dispu­
ta está comenzando a intensifi­
carse. ( Sin embargo, obsérvese
que “nos conocimos*' es un tér­
mino muy ambiguo en este con­
texto, pues podría significar va­
rías cosas desde "nos miramos
por primera vez” hasta “nos pre­
sentaron formalmente", de modo
que la contradicción con las pa­
labras de él queda descalificada,
esto es, si se la interrogara,
siempre podría adjudicar el otro
significado. Su risa también 1c

m
Transcripción Com entarios
permite "decir algo sin decirlo
realmente")
V,¡ (Muy suavemente): Mhmm. V. se coloca en una posición de
(Pausa prolongada). inferioridad al estar de acuerdo
con ella, en el nivel manifiesto;
pero "Mhromm" encierra una va­
riedad de significados posibles y
resulta aquí casi inaudible, ca­
rente de toda convicción o énfa­
sis, de modo que el resultado es
muy vago. Más aún, la asevera­
ción previa es tan vaga que no
resulta daro que significa estar
de acuerdo con ella. De cual­
quier manera, el marido no va
más allá ni afirma por el mo­
mento otra versión propia De
modo que llegan al final de otro
round también señalado por una
pausa que parece indicar que
han llegado ai punto de peli­
gro (de la contradicción abierta
y el conflicto) y se preparan pa­
ra poner fin a la conversación,
incluso sin cierre en el aspecto
del contenido.
E nt: Con todo, me queda la El entrevistador interviene para
imagen de docenas de personas que la conversación prosiga.
o quizá más dando vueltas por
ahí; así que ¿cómo su'edió que
ustedes dos, entre todas esas per­
sonas, llegaran a unirse?
V.: Era una de las más lindas V, hace un decidido movimien­
que estaban allí. to tendiente a dejar establecida
(Bisa leve). (Pausa). su "superioridad"; este dudoso
cumplido sirve para comparar a
Su mujer con las demás, siendo
él el juez.
M. (hablando con mayor rapi­
dez) : No sé, la principal razón Su propia versión iguala la
por la cual empecé a salir con condescendencia del marido; a
él fue porque las chicas... él ella le llamó la atención sólo
había hablado con algunas otras porque él se interesó por ella
chicas antes de hablar conmigo. inicialmente. (El tema alrede-

109
Com entarios
y Iuó Jijo que yo le interesaba, dor del cual se define su
y ellas de alguna manera pla­ simetría ya no es cuál versión
ntaron esa fiesta y ahí es don­ de su rncu entro será aceptada,
de nos conocimos. sino quién obtuvo el premio, por
así decirlo, con el noviazgo.)
V.; En realidad la fiesta no se Un abierto rechazo de la defi­
piineo con ese fio. nición dada por la esposa.
M. (interrumpiendo): No, pero Después de aceptax la correc­
st* planeó para que nosotros nos ción del marido, la esposa repi­
c.:nociérnnK)S allí. Para que nos te lo que ella misma acaba de
conociéramos formalmente, se po­ decir. Su formulación no perso­
dría decir. En persona frisa). nal se ha debilitado y ahora re­
Habíamos trabajado juntos, pero curro a una nutodefinidón di­
yo no estaba habituada a . .. recta ("yo soy esta clase de
bueno, había unas sesenta muje­ persona..,"), una manera iro­
res allí, y dies o doce hombres, ba tibio de establecer igualdad.
y yo na tenía la costumbre
d e ...
V. i simultánea mente): Ella sin V. da una respuesta simétrica
duda era vergonzosa. . . una basada en a* "manera de ser”,
opera: ia de tipo tímido en lo y así termina otro round.
que se refiere a vincularse con
este, desconocidos en ese lugar;
sí, pero las mujeres lo sabían.
(P.ruca). Y yo flirteaba con mu­
chas de ellas allí (risa). Supon­
go cus nada serio, sino simple­
m ente... (suspiro) supongo que
era mi manera de ser,
Esta pajeia solicitó la entrevista porque temía que sus coas-
tantes pelèas dañaran para los hijos. Como el fragmento ci­
tado casi permite predecir, también mencionaron dificultades
en su relación sexual donde, naturalmente, su incapacidad
para relacionarse en forma complementaria se hacía sentir
con particular intensidad.
2. La pareja del ejemplo siguiente participó en un proyecto
de investigación con familias elegidas al azar. Según opinión
de los investigadores ambos estaban muy distanciados desde
el punto de vista emocional y la esposa presentaba una de­
presión considerable. Su interacción es tipicamente comple­
mentaria, ocupando el marido una posición de "superioridad**
y la esposa, de "inferioridad” Pero, como ya se señaló en el
capítulo anterior, estos términos no deben entenderse como
indicadores de fuerza o debilidad relativa.

JJO
Evidentemente, la amnesia y el desvalimiento de la mujer
no sólo le permitían al marido desempeñar el papel del hom­
bre fuerte / realista sino que también constituían los mismos
factores frente a los cuales su fuerza y su realismo se tor­
naban totalmente impotentes. Una vez más sentimos aquí el
impacto interpersonal de cualquier síntoma emocional, en
el sentido más amplio del término.
El fragmento comienza poco después de que el entrevistador
hiciera la pregunta estándar con respecto a la manera en
que se conocieron, y luego de que el marido hubiera ex­
plicado que la mujer empezó a trabajar en una oficina con­
tigua a la propia.
V.: ...n o recuerdo, ¿cuándo comenzaste allí?
M.: E ste... no tengo la m enor...
V. (interrumpiendo): Creo que fu e ... yo empecé en octubre del año
anterior... y tú probablemente comenzaste en febrero, sí, enero o fe­
brero, probablemente febrero o marzo porque tu cumpleaños fue en di­
ciembre de ese año.
M.: Hum, ni siquiera recuerdo...
V. (interrumpiendo): Y yo le mandé unas flores la primera ve2 que
salimos... Y eso que nunca.... nunca habíamos ido a ninguna parte,
¿no es así?
M. (con una breve risita): No, yo me quedó muy sorprendida.
V.: Y así empezamos. Creo que fue un año después que nos casamos.
Foco más de un año.
E nt; ¿Qué es lo q u e ...?
V. (interrumpiendo): Aunque Jane dejó de trabajar poco después de
esa Hum, creo que no trabajaste allí más de un par de meses, ¿no
es así?
M.: Lo siento, no recuerdo absolutamente nada sobre (risita) cuánto
tiempo pasó o cuándo fu l...
V. (interrumpiendo): Sí, como un par de meses, y luego volviste a en­
señar. (M.: Uuimnm). Porque nosotros... supongo que ella pensó que
ese empleo no contribuía demasiado al esfuerzo de la guerra tal como
ella lo entendía,., cuando salió de allí.
Ent.: Así que usted empezó a trabajar en una escuela.
M.: Sí, ya había trabajado antes en eso. (Ent.: Humm), Fui a traba­
jar allí.
Ent.: Y se mantuvieron en contacto sin interrupción. (M.: Oh, sí). ¿Qué
otra cosa cree usted que tienen en común, aparte del hecho de que
su esposa es evidentemente atractiva?
V.; Absolutamente nada (riéndose). Nosotros nunca hemos... tenido...
este (suspiro profundo). (Pausa).
3. El tercer ejemplo está tomado de la entrevista de una pa­
reja clínicamente normal que se ofreció para el mismo tipo

111
do entrevista. Aquí puede observarse cómo logran mantener
una relación cálida y de apoyo mutuo medíante una alter­
nancia flexible de intercambios simétricos y complementa­
rios. 13 Así, aun cuando alguno de los detalles de su relato
podrían parecer peyorativos con respecto al otro, no parecen
poner en peligro la estabilidad de su relación y la mutua
confirmación de sus roles.
Trarucripción Comentario»

Ent.i ¿Como sucedió que, en­


tro los millones de personas que
hay en el mundo, ustedes dos
llegaron a unirse?
M.: ¿Cómo fue q u é...?
Ent.: Llegaron a unirse,
M.: Bueno... M. se hace cargo de la respues­
ta, definiendo así su derecho a
hacerlo.
V. (interrumpiendo): Bueno, yo V. asume el principal papel con
s<i lo diré (M. se ríe y V. lo una maniobra sumamente simé­
luce también). trica, que queda suavizad? por
la risa compartida.
M.: Bueno, bueno, yo se lo diré. M. vuelve a hacerse cargo, re­
En realidad, yo trabajaba cuan­ pitiendo exactamente las pala­
do terminé el colegio secunda­ bras de V. y dando luego mu­
rio. Fue en la época de la de­ chos rodeos para definir la situa­
presión, asi que conseguí un em­ ción a su manera.
pleo com o... este, curb-gfrl**,
creo que asi lo llamaban enton­
ces, y era...
V.: .. .un restaurante al paso... M. se encuentra en una situa­
ción difícil perqué curb-girl '
podrta implicar "mujer de la
calle*. .
V. la rescata dejando bien en
claro dónde trabajaba, y con ello

15. Una contingencia comunicadonal totalmente distinta surge en el ¿rea


de la interacción simétrica y complementaria si un mensaje define la
relación opino simétrica V complementaria al misma tiempo. Probable­
mente ésta es la manera más habitual e importante en la que la para­
doja puede participar en la comunicación humana, y en el capítulo 6
se considerará por separado los efectos pragmáticos de esta forma de
incongruencia comunicadonal,
* Curb-girl es una camarera, habltualmente vestida con uniformes lia.
malivos y sintéticos, que atiende a los parroquianos recogiendo los pe­
didos y llevando las viandas directamente al automóvil de éstos. [N. del ib]

112
T ranscripción Comentarios
define claramente la situación a
su manera. Hasta ese momrnto,
su interacción es simétrica.
M,í Trabajaba en... e n un res­ La esposa acepta la definición
taurante al paso hasta que en­ del marido y sigue cuidadosa­
contré otro empleo, y él traba­ mente la corrección de connota­
jaba ... ción indicada por aquél. Acepta
la posición complementaria in­
ferior.
V.: Yo la "levanté". Superioridad complementaria.
M.: En realidad, creo que asi In ferio rid a d complementaria
fue (ambos se ríen). (acepta la definición del m -
ridoj.
V.: Y así fue más o menos. Superioridad com plem entaría
Así, la primitiva escalada simé­
trica se ha visto interrumpida
por un cambio a la eomplcmen-
taridad, y el cierre resulta po­
sible; el marido resume y el ci­
clo termina.
M.: Pero él era realmente tími­ M. pasa ahora a una maniobra
d a Era de tipo tímido, y ya de superioridad con respecto a
pensé, bueno, .. que él la haya "levantado".
V.: Ya be superado eso, o así ‘Inferioridad complementaria. #V.
dice ella, yo no sé. acepta la definición de t’midez
que da su mujer, es decir, no só­
lo acepta que no era c! atrever,
sino que ella sicue siendo e!
juez en tal sentido. (“Así dice
ella, yo no sé” )
M : Así que yo sentí...
V.í Ero es todo__ !
M.: ...E l no era peligroso, asi
que yo... yo fui a casa con él.
V, (simultáneamente): Lo cier­ V. lleva las interpretaciones de
to es que fue algo asi como un la esposa aún más allá y dice
desafío porque yo pasé el fin de que él no tenía novia y que sus
semana con otra pareja y en el amigos Influían sobre sus accio­
camino de regreso discutimos y nes, etc.
decidimos que ya era hora de
que yo me buscara una chica
estable,
M. (riendo): Y sucedió que yo Si bien el contenido parece au-
retaba allí. todesvalorizador y, por lo tanto,
de inferioridad complementaria.

173
Transcripción Com entarios
en este contexto esa afirmación
refleja Ja pasividad en la con­
ducta del marido. M. pasa
a la simetría. (Obsérvese la
necesidad de distinguir cu­
tre su propia motivación y el
efecto interpersonal, de modo
que la simetría puede estar ba­
sada en la inferioridad, así co­
mo en otras formas de cc ape­
tencia.)
V.: Y entonces nos detuvimos en En forma simétrica, V. afirma
ese lugar para tomar una cerve­ ambas versiones de la situación
za o algo por el estilo (ambos y, una vez más, la risa permiten
se ríen) y ella estaba a llí.... el cierre,
Así que y o ...
M : Así fue. M. pone fin a la conversación,
tal como lo hiciera el marido al
final del primer ciclo con “y eso
fue todo".

3.65
En estos ejemplos conviene destacar dos aspectos. Primero,
el contenido pierde importancia a medida que surgen los
patrones comunicacionales. Un grupo de médicos psiquiatras
residentes de segundo y tercer año calificó a la pareja del
tercer ejemplo como “más enferma" que otras parejas con
trastornos clínicos. Al ser interrogados, se hizo evidente que
ese juicio estaba basado en la relativa inaoeptabilidad social
de la forma en que se conocieron y las evidentes “fintas” en
cuanto a los detalles. En otras palabras, su juicio erróneo
estaba basado en el contenido más que en la interacción de
su relato.
Resultará evidente que nuestro análisis se centra en mensa­
jes sucesivos. Ninguna aseveración aislada puede ser simé­
trica, de superioridad complementaria, o de ningún otro ti­
po. Lo que se necesita para “clasificar” un mensaje dado es,
naturalmente, la respuesta del otro participante. Es decir, lo
que permite definir las funciones de la comunicación no es
algo inherente a ninguna de las aseveraciones como entida­
des individuales sino a la relación entre dos o más respuestas.

114

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